El Cofre de Mis Recuerdos

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EL COFRE DE MIS RECUERDOS

08 DE MAYO DE 2007 - 02:18


Hola mi nombre es Verónica tengo 23 años, vivo en Tunuyán -Mendoza, soy estudiante
de E:G:B.1y 2, en la escuela Normal Nacional Superior General Toribio de Luzuriaga 9-
004, estoy en segundo año de la carrera. Te invito a compartir mi paso por la escuela
primaria, deseo que sea de tu agrado
El cofre de mis recuerdos
Creo que todos tenemos un cofre, que va acompañándonos durante nuestra vida; en él se
encuentran guardados nuestros recuerdos y momentos vividos (algunos buenos, otros no
tanto) junto a las personas queridas.
Hoy abro mi cofre, con el deseo de poder compartir con vos, mis primeros pasos por la
escuela primaria, y que puedas conocer o imaginarte a todas las personas que estuvieron
(algunas siguen estando) a mi lado durante mi infancia, apoyándome en todo los
momentos especiales de mi vida.
Mi ingreso a la escuela primaria comenzó en 1987, recuerdo la dulce voz de mi mamá y
sus caricias, con el objetivo de levantarme para llevarme a la escuela; la cual quedaba a
pocas cuadras de mi casa. Mis expectativas y temores eran varios, ya que mis compañeros
y señorita de primer grado iban a ser nuevos. Al ingresar a la escuela José Hernández
(ubicada en el departamento de Tunuyán)y ver el patio repleto de niños desconocidos, mi
miedo se incremento; lo único que me reconfortaba era la compañía de mi hermano y las
suaves manos de mi madre tomándonos de las manos, ¡yo no quería soltarme de ella!.
Sentía que ese día quedarían atrás mis mañanas de juegos y comenzaba una nueva etapa
de mi vida.
Después de formar fila y presenciar el acto escolar ingresamos al grado, el cual estaba
decorado muy bonito, con carteles de colores y dibujos alegres. Mi señorita se llamaba
“Carmen” y creo que mis compañeros sentían lo mismo que yo. Al transcurrir el ciclo
escolar, la dulce compañía de mi señorita y la amistad de mis nuevos compañeros
lograron quitarme el miedo que sentí el primer día; de esta manera mi primer grado paso,
dejando en mi memoria los gratos recuerdos de juegos y momentos compartidos junto a la
compañía de  mi maestra y compañeros de primer grado.
Al año siguiente comenzaba segundo grado, mi hermano quien ya había estado en mi
lugar, me comentaba sobre su paso y los contenidos que iba a conocer ese año. De mi
señorita no tengo muchos recuerdos, lo que me quedo guardado fue su bondad. Al
terminar las clases, mi curiosidad por comenzar 3º grado se incrementaba, ya que todos
comentaban sus experiencias con la insensible y mala señorita Elsa. Debo admitir que mi
experiencia con la señorita Elsa no fue mala, como esperaba; por el contrario ella
demostraba simpatía y aprecio por mí, aunque algunos de mis compañeros no corrían con
la misma suerte que yo, ya que ella era muy exigente y se enojaba mucho si no cumplían
con las tareas.
Cuarto año fue un poco costoso, para mí los contenidos se hacían cada vez más complejos
y mi dificultad y desagrado por las matemáticas sé hacía más notorio. Recuerdo a mi papá
y su constante esmero por ayudarme a aprender las tablas de multiplicar, todas las noches
al llegar de trabajar, me tomaba lección; yo me paraba a un costado de su silla y recitaba
de memoria las tablas empezando por la del “2” hasta llegar a la del “9”; mi papá nos
ayudaba con las tareas de matemática y mi mamá con el resto de las materias.
Recuerdo los actos escolares, me gustaba ver la galería de la escuela llena de alumnos
vestidos con el guardapolvo blanco, formados en filas con sus maestras a un costado
cantando el himno; también me agradaban los actos en los que teníamos participación; ya
sea bailando “el carnavalito” o dramatizando el acto del 25 de mayo, en el cual nos
vestían de dama antigua, no sólo se festejaban las fechas patrias; el día del maestro, de la
madre, del padre y por supuesto el día del estudiante, eran motivo de celebración en mi
escuela; las señoritas se esmeraban por hacer que los actos salieran impecables ajustando
hasta el último detalle.
En quinto grado mi señorita se llamaba Mimí, lo que recuerdo de ese año fueron las
competencias de lectura; que la maestra de lengua había organizado. Mi abuela me armo
un pequeño libro de cuentos que recortaba y coleccionaba del “Tintero” (una revista que
venía adicional en el diario “Los Andes”). En la competencia gané el primer puesto y la
señorita nos hizo leer (a mi compañera y a mí) frente a los demás chicos de quinto “B” y
“C”.
Sexto grado; tuve la sorpresa de contar con cuatro maestras una para cada área (en lengua,
señorita Nelly; Matemática señorita Graciela; C. Sociales señorita Norma y Naturales
señorita Norma).
Mi maestra de plástica (dibujo) se llamaba Laura y fue la misma en los siete años de la
primaria, era un poco impaciente con los alumnos, aunque no puedo negar que me
gustaba su hora, ya que nos enseñaba a hacer trabajos muy bonitos y aprendí a compartir
mis herramientas de trabajo con mis compañeros. La  señorita Viviana (maestra de
música), con quien pasaba las horas más lindas de estudio, ya que nos enseñaba a cantar y
nos ayudaba a modular correctamente. Con mucho esfuerzo para superar la dificultad que
tenía en matemática pase a séptimo grado el último.
Ese año me levante temprano, para empezar mi último año en la escuela primaria, mis
padres estaban sorprendidos ya que los años anteriores nunca me había levantado tan
temprano y ¡menos para ir a la escuela! Pensar que hace unos años atrás veía muy lejano
ese día.
Debo admitir que no fue nada fácil; en principio no me resultaba tan difícil ya que
contaba con el apoyo y ayuda de mi hermano y de mis padres. Recuerdo que a mitad de
año mi papá se enfermó y mi mamá lo acompañaba al médico, empecé a bajar mis
calificaciones ya que no podía contar con la ayuda de ellos y debía ayudar a mis
hermanos menores, con sus tareas, después de un par de meses (que resultaron muy
largos) mi papá falleció y deje de ir a la escuela pero el cariño y comprensión de mis
compañeros y maestras de quienes recibí mucho apoyo me ayudaron a retomar el ciclo
lectivo ayudándome a concluir mi paso por la escuela Primaria.
Sin dejar de lado el amor, la ayuda de “mis padres” y el enorme esfuerzo que realizaron
para que mis hermanos y yo recibamos la educación básica. Agradezco a ellos y a mis
maestras su dedicación, cariño, la paciencia, comprensión; los valores; ayuda y amor
incondicional que me brindaron; y que hicieron posible completar mi paso por la escuela
primaria.-

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