Anton Chejov
Anton Chejov
Anton Chejov
Chjov vio la luz el 29 de enero de 1860 en Taganrog (Ucrania). Estudi Medicina en la Universidad Estatal de Mosc. Cuando an no haba terminado sus estudios universitarios, ya comenzaba a publicar relatos y algunas descripciones humorsticas en revistas. La primera coleccin de sus escritos humorsticos, Relatos de Motley, apareci en 1886. Entre sus dramas se destacan: Ivanov (1887). El Oso y La Peticin de Mano. Algunos de sus cuentos son: Tristeza. Al Anochecer. El Cazador. Relatos. Cuentos de Melpomena. En 1890 visit la colonia penitenciaria de la isla de Sajaln, en la costa de Siberia, para escapar de las inquietudes de la vida del intelectual urbano, y posteriormente escribi La isla de Sajaln (1891-1893).
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Varios fueron sus dramas en un acto y sus obras ms significativas fueron representadas en el Teatro de Arte de Mosc, dirigidas por su amigo Konstantn Stanislavski, como: El to Vania (1899). Las Tres Hermanas (1901) El Jardn de los Cerezos (1904).
En 1901 se cas con la actriz Olga Knipper, que haba actuado en muchas de sus obras.
Durante su vida inici campaas contra el hambre y el abandono social. Cre escuelas y centros agrcolas en los que se acogieron nios de escasos recursos a los cuales quizo inculcar ideales de formacin y proporcionarles alimentacin y vivienda. Antn Pavlovich Chjov muri de tuberculosis en el balneario alemn de Badweiler la madrugada del 15 de julio de 1904. Sus narraciones, ms que tener un clmax y una resolucin, son una disposicin temtica de impresiones e ideas.
Antn Chejov
29 de Enero de 1860 Nacimiento 15 de Julio de 1904 Muerte
Reconocimiento
ANTN CHEJOV
1860 - 1904
Su nombre qued en la historia de la literatura como uno de los grandes maestros del cuento.
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EL NIO MALIGNO
ANTN CHEJOV
Ivn Ivanich Liapkin, joven de exterior agradable, y Anna Semionovna Samblitzkaia, muchacha de nariz respingada, bajaron por la pendiente orilla y se sentaron en un banquito. El banquito se encontraba al lado mismo del agua, entre los espesos arbustos de jvenes sauces. Qu maravilloso lugar era aquel! All sentado se estaba resguardado de todo el mundo. Slo los peces y las araas flotantes, al pasar cual relmpago sobre el agua, podan ver a uno. Los jvenes iban provistos de caas, frascos de gusanos y dems atributos de pesca. Una vez sentados se pusieron en seguida a pescar. -Estoy contento de que por fin estemos solos -dijo Liapkin mirando a su alrededor-. Tengo mucho que decirle, Anna Semionovna..., mucho!... Cuando la vi por primera vez... estn mordiendo el anzuelo!..., comprend entonces la razn de mi existencia... Comprend quin era el dolo al que haba de dedicar mi honrada y laboriosa vida... Debe de ser un pez grande! Est mordiendo!... Al verla..., la am. Am por primera vez y apasionadamente... Espere! No tire todava! Deje que muerda bien!... Dgame, amada ma... se lo suplico..., puedo esperar que me corresponda?... No! Ya s que no valgo nada! No s ni cmo me atrevo siquiera a pensar en ello!... Puedo esperar que?... Tire ahora! Anna Semionovna alz la mano que sostena la caa y lanz un grito. En el aire brill un pececillo de color verdoso plateado. -Dios mo! Es una prtiga!... Ay!... Ay!... Pronto!... Se solt! La prtiga se desprendi del anzuelo, dio unos saltos en direccin a su elemento familiar y se hundi en el agua. Persiguiendo al pez, Liapkin, en lugar de ste, cogi sin querer la mano de Anna Semionovna, y sin querer se la llev a los labios. Ella la retir, pero ya era tarde. Sus bocas se unieron sin querer en un beso. Todo fue sin querer. A este beso sigui otro, luego vinieron los juramentos, las promesas de amor... Felices instantes!... Dicho sea de paso, en esta terrible vida no hay nada absolutamente feliz. Por lo general, o bien la felicidad lleva dentro de s un veneno o se envenena con algo que le viene de afuera. As ocurri esta vez. Al besarse los jvenes se oy una risa. Miraron al ro y quedaron petrificados. Dentro del agua, y metido en ella hasta la cintura, haba un chiquillo desnudo. Era Kolia, el colegial hermano de Anna Semionovna. Desde el agua miraba a los jvenes y se sonrea con picarda. -Ah!... Conque se besaron?... Muy bien! Ya se lo dir a mam! -Espero que usted..., como caballero... -balbuci Liapkin, ponindose colorado-. Acechar es una villana, y acusar a otros es bajo, feo y asqueroso... Creo que usted..., como persona honorable... -Si me da un rublo no dir nada, pero si no me lo da, lo contar todo. Liapkin sac un rublo del bolsillo y se lo dio a Kolia. ste lo encerr en su puo mojado, silb y se alej nadando. Los jvenes ya no se volvieron a besar. Al da siguiente, Liapkin trajo a Kolia de la ciudad pinturas y un baln, mientras la hermana le regalaba todas las cajitas de pldoras que tena guardadas. Luego hubo que regalarle unos gemelos que representaban unos morritos de perro. Por lo visto, al nio le gustaba todo mucho. Para conseguir an ms, se puso al acecho. All donde iban Liapkin y Anna Semionovna, iba l tambin. Ni un minuto los dejaba solos! -Canalla! -deca entre dientes Liapkin-. Tan pequeo todava y ya un canalla tan grande! Cmo ser el da de maana?
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En todo el mes de junio, Kolia no dej en paz a los jvenes enamorados. Los amenazaba con delatarlos, vigilaba, exiga regalos... Parecindole todo poco, habl, por ltimo, de un reloj de bolsillo... Qu hacer? No hubo ms remedio que prometerle el reloj. Un da, durante la hora de la comida y mientras se serva de postre un pastel, de pronto se ech a rer, y guiando un ojo a Liapkin, le pregunt: Se lo digo?... Eh...? Liapkin enrojeci terriblemente, y en lugar del pastel mastic la servilleta. Anna Semionovna se levant de un salto de la mesa y se fue corriendo a otra habitacin. En tal situacin se encontraron los jvenes hasta el final del mes de agosto..., hasta el preciso da en que, por fin, Liapkin pudo pedir la mano de Anna Semionovna. Oh, qu da tan dichoso aquel!... Despus de hablar con los padres de la novia y de recibir su consentimiento, lo primero que hizo Liapkin fue salir a todo correr al jardn en busca de Kolia. Casi solloz de gozo cuando encontr al maligno chiquillo y pudo agarrarlo por una oreja. Anna Semionovna, que llegaba tambin corriendo, lo cogi por la otra, y era de ver el deleite que expresaban los rostros de los enamorados oyendo a Kolia llorar y suplicar... -Queriditos!... Preciositos mos!... No lo volver a hacer! Ay, ay, ay!... Perdnenme...! Ms tarde ambos se confesaban que jams, durante todo el tiempo de enamoramiento, haban experimentado una felicidad..., una beatitud tan grande... como en aquellos minutos, mientras tiraban de las orejas al nio maligno.
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