Viñuales ArteArgentino
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El objeto del presente trabajo es el de ofrecer una lectura lineal y cronológicamente ordenada de la
evolución de las artes plásticas en la Argentina en el período histórico comprendido entre la
creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 y la revolución militar que terminó con la
segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen en 1930.
Si se repasa en forma breve, mediante el índice, el contenido del texto, el lector advertirá que los
primeros capítulos de éste abarcan períodos relativamente largos en duración y que desde que se
comienza a tratar el tema de la creación de El Ateneo en 1893, en el apartado quinto, y en adelante,
los lapsos se reducen. Esto se debe a que la información disponible respecto a la pintura y la
escultura argentinas hasta ese momento es escasa y en general se halla dispersa.
De manera inversa, es a partir del análisis de las actividades artísticas de la última década del XIX
cuando contamos con una mayor cantidad de fuentes bibliográficas, hemerográficas y
documentales. Esto nos ha permitido realizar un tratamiento más profundo de la evolución de las
artes plásticas en la Argentina en los capítulos referidos a los primeros treinta años del XX.
A lo largo del siglo XIX el panorama de las artes en nuestro país se caracterizó por los esfuerzos
individuales, y en general aislados, de contados artistas, a pesar de la existencia de ciertas unidades
temáticas. Los pintores que desarrollaron labores artísticas y docentes en Buenos Aires durante este
período fueron extranjeros en su mayoría y los pocos nativos que lo hicieron, siguieron los
lineamientos marcados por estos precursores.
Al igual que en el resto de América, fue importante en nuestra evolución plástica el trabajo de
artistas viajeros en las ciudades y el campo argentinos. Dibujos, acuarelas, litografías, grabados y
óleos, impregnados del romanticismo y del gusto por lo exótico de moda en Europa, nos permiten
hoy una reconstrucción iconográfica de la urbe y del paisaje rioplatense y la recuperación visual de
numerosas costumbres del habitante de nuestra tierra durante el siglo pasado, que de otra manera se
hubieran perdido.
1.4. Los retratos de dos próceres: Bernardino Rivadavia y José de San Martín.
Retomando el contenido del párrafo anterior en el que hicimos referencia a los retratos
ejecutados por Jean Philippe Goulú, dedicaremos algunas líneas a la iconografía de Bernardino
Rivadavia y José de San Martín, cuyos retratos consumados en la primera mitad del XIX deben
incluirse entre las más afortunadas imágenes de próceres de la historia argentina.
Es necesario resaltar previamente que la costumbre de retratar a próceres y caudillos fue
una constante de la pintura americana durante toda la centuria, lo mismo que las
reconstrucciones de entronizaciones, proclamas y batallas. Muchos artistas, gracias a haber
contado en sus repertorios estos retratos de próceres y héroes nacionales, adquirieron un grado
de "inmortalización" que en los más de los casos se debió al carisma y al significado histórico
del retratado que a las cualidades plásticas del retrato2.
En lo que respecta a los retratos de San Martín debemos señalar el ejecutado en Londres
por el retratista de la Academia Real, Thomas Phillips, y que Rivadavia trajo consigo junto con
varios ejemplares grabados por Charles Turner en 1821, luego de su misión diplomática por
Europa.
José de San Martín". Anterior a esta obra, y de 1821, es el grabado que, también inspirado en el
retrato de Gil de Castro, realizó en Londres R. Cooper.
La serie de retratos de San Martín se completa con el retrato ejecutado en Bruselas en
1827 fueron retratados por él. De 1812 es el Retrato de Fernando VII que se conserva en el Museo
de la Quinta de Presa de Lima. (GESUALDO (1988), I, pp. 397-399).