Entrega de T.P NRO 1 Moyano Maribel
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La medicina no alcanza: por qué necesitamos ciencias sociales para frenar esta pandemia
Por muy duras que sean, las medidas de confinamiento para evitar el contagio funcionan. Así se
desprende de una investigación publicada en The Lancet Infectious Diseases en la que los autores
concluyen que la cuarentena de personas con COVID-19, junto al cierre de centros educativos y el
distanciamiento en el lugar de trabajo son medidas efectivas para reducir el número de casos de la
enfermedad.
El estudio evalúa el efecto potencial de estas acciones en Singapur, uno de los primeros lugares
que informó de casos importados. En un análisis publicado en la misma revista, los investigadores
Joseph A. Lewnard y Nathan C. Lo de la Universidad de California (EEUU) ponen el foco en la
dimensión ética de este confinamiento.
"Es importante destacar que los líderes políticos deben promulgar políticas de cuarentena y
distanciamiento social que no supongan sesgos contra ningún grupo de población. Los legados de
las injusticias sociales y económicas perpetradas en nombre de la salud pública tienen
repercusiones duraderas", advierten.
Los científicos hacen referencia a las posibles reducciones de ingresos y pérdidas de empleo que
afectan de forma desproporcionada a las poblaciones más desfavorecidas y piden políticas para
reducir estos daños. Entre estos colectivos más vulnerables destacan las personas sin hogar, los
reclusos, los mayores, las personas con discapacidad o los migrantes en situación irregular.
En emergencias sanitarias como la que estamos viviendo, los expertos en ciencias sociales se
esfuerzan para que este tipo de medidas no dejen a nadie atrás. "Si queremos superar este virus
necesitaremos la experiencia y los conocimientos de una amplia gama de disciplinas, desde las
ciencias sociales y las humanidades hasta la medicina, la biología y la ingeniería", indica a SINC
Hetan Shah, director ejecutivo de la Academia Británica.
En el caso de la pandemia actual, como recoge un editorial del LSE Impact Blog -un espacio de
debate impulsado por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres- las medidas de salud
pública llevadas a cabo para prevenir la propagación del virus, desde el lavado de manos, al
autoaislamiento o el cierre de ciudades, requieren de la investigación social para que sean
efectivas.
"Las ciencias sociales tienen un papel fundamental para responder a esta pandemia", asegura
Shah, y resalta los perfiles de dos profesionales de estas ciencias: los psicólogos y los economistas.
Los primeros saben cómo fomentar comportamientos sociales que reduzcan la propagación del
virus, mientras que los segundos pueden asesorar a la administración y a las empresas para
encarar este bache económico. Y no solo eso. En esta pandemia que lleva aparejada una oleada de
bulos y desinformación, los psicólogos explican los mecanismos que están detrás de estas acciones
y cómo nuestro cerebro está influido por los sesgos y por el miedo, lo que puede provocar que
bajemos la guardia ante bulos o que procesemos mal los contenidos verídicos.
Para afrontar la crisis actual, los científicos recomiendan analizar lo que se hizo en epidemias
pasadas. Un documento publicado por la plataforma Ciencias Sociales en Acción Humanitaria
-promovida por UNICEF y el Instituto de Estudios para el Desarrollo- recoge 15 lecciones
aprendidas de epidemias de gripes y el SARS (una enfermedad respiratoria causada por otro
coronavirus en 2003).
Para evitarlo, los expertos que han elaborado el documento recomiendan a las autoridades ser
transparentes sobre lo que se sabe de la epidemia y, también, sobre las limitaciones de los datos.
"Las instituciones, los gobiernos nacionales o la OMS deben ser transparentes sobre su
compromiso con los expertos y la industria farmacéutica para explicar cómo manejan los conflictos
de intereses", plantean.
"En estos momentos hay o debería haber científicos sociales que aconsejen a los gobiernos y a las
agencias sobre sus estrategias, como está ocurriendo dentro de la OMS, por ejemplo", señala a
SINC Annie Wilkinson, coautora del informe y antropóloga del Instituto de Estudios para el
Desarrollo.
Otro aspecto es evitar estigmatizar a determinados colectivos, como ocurrió con los españoles en
la gripe de 1918, denominada comúnmente como 'gripe española'. En el caso de esta pandemia
cuyo origen tuvo lugar en la provincia de Hubei (China), las autoridades y los medios de
comunicación han conseguido no etiquetar a esa población, al utilizar los nombres promovidos por
la comunidad científica: la COVID-19 para hablar de la enfermedad y el SARS-CoV-2 para referirse
al virus.
Como hemos visto, y tal y como analizaba en un artículo de opinión Manuel Franco, profesor de
Epidemiología de la Universidad de Alcalá en Madrid y de la Escuela de Salud Pública Johns
Hopkins (EEUU), las diferentes medidas para contener la expansión del virus no afectan igual a
toda la población y pueden aumentar las desigualdades. En este sentido, a las autoridades
sanitarias y a los antropólogos les preocupa la incidencia de esta pandemia en países en vías de
desarrollo, especialmente en África, donde abundan países con sistemas sanitarios débiles y sin
protección social.
Los desafíos de manejar esta pandemia son enormes en el continente africano, al incluir a algunos
de los países de ingresos más bajos del planeta y donde las desigualdades globales de riqueza son
más pronunciadas", declara a SINC Tamara Giles-Vernick, jefa de la Unidad de Investigación de
Antropología de la Emergencia de Enfermedades del Instituto Pasteur (Francia) y coordinadora de
Sonar-Global.
A un posible aumento de los casos en los centros hospitalarios que ponga en peligro su
funcionamiento, como está ocurriendo en algunos puntos de Europa, se suma la falta de agua en
algunas regiones y núcleos rurales. Tampoco ayuda la carencia de sistemas de alcantarillado, de
recogida de residuos o de limpieza urbana de la que adolecen determinadas zonas.
A pesar de estas limitaciones, Giles-Vernick recalca que es un error referirse a África como un
único ente sin reconocer su diversidad, y pide evitar los prejuicios. "Veo algunos artículos en la
prensa que apuntan a la 'cultura africana' como una barrera para el confinamiento efectivo, pero
debemos ser extremadamente cuidadosos al atribuir a la 'cultura' lo que, sobre todo, puede ser un
problema de pobreza y de sus consecuencias", sostiene. Las ciencias sociales muestran que no es
la cultura, sino la pobreza, la principal barrera para lograr que se cumplan las medidas preventivas.
Y eso es algo que aprovechan los virus.
El SARS-CoV-2 que está provocando la pandemia es solo uno de 6828 virus que se conocen. Se
estima que hay millones de millones más sobre los que nada se sabe.
01/04/2020 - 18:36
Clarín.com
En enero, los virólogos chinos aislaron el virus que causa el Covid-19. A principios del mes pasado,
un equipo de virólogos le dio un nuevo nombre a este nuevo virus: SARS-CoV-2.
Para hacerlo, tuvieron que mover el virus a la cabeza de una fila muy larga.
En los últimos años, los científicos han descubierto que el mundo de la diversidad de virus —lo que
a veces llaman la virósfera— es inconcebiblemente inmenso. Descubrieron cientos de miles de
nuevas especies que aún no tienen nombre. Y sospechan que hay millones, quizás incluso millones
de millones, de especies esperando ser encontradas.
“Basta decir que sólo hemos muestreado una fracción minúscula de la virósfera”, dijo Edward
Holmes de la Universidad de Sydney, en Australia.
Con el descubrimiento de los virus a fines del siglo XIX, los científicos pronto reconocieron que
diferentes especies causaban diferentes enfermedades, como rabia e influenza.
Más tarde, los virólogos aprendieron a reconocer nuevos tipos de virus al cultivarlos en
laboratorios, donde surgieron características biológicas más sutiles.
Después de décadas de esta meticulosa labor, los virólogos oficialmente han dado nombre a 6828
especies de virus; esa cifra incluye aproximadamente mil que serán formalmente aceptadas
próximamente por el Comité Internacional de Taxonomía de Virus.
Pero en los últimos años, los virólogos han cambiado la forma en que realizan su búsqueda. Ahora
buscan material genético en muestras —agua, barro, sangre— y utilizan sofisticados programas
informáticos para reconocer genes virales.
Matthew Sullivan, virólogo de la Universidad Estatal de Ohio, ha utilizado este método para buscar
virus que infectan la vida marina. Él y sus colegas analizaron material genético en el agua de mar
de todo el mundo. En 2016, Sullivan y sus colegas reportaron más de 15 mil virus.
Eso era más del doble de especies que todos los virus previamente identificados. Pero continuaron
recolectando más agua e inventaron nuevas formas de buscar el material genético de los virus. En
2019, reportaron haber encontrado un total de 200 mil especies.
Otros investigadores también están descubriendo miles de nuevos virus. “En este momento,
estamos en la fase exponencial”, dijo Jens H. Kuhn, el virólogo principal en el Centro de
Investigación Integrada, en Maryland. “Si alguien me da un millón de dólares y salgo a probar
pepinos de mar, le presentaré 10 mil virus nuevos”.
Los virus que infectan a los humanos son los mejor entendidos de todos. Pero sólo unas 250
especies de virus nos eligen como su huésped.
Pero algunos investigadores sospechan que hay muchas más especies de procariotas en el mundo,
lo que significaría muchas más especies de virus. La verdadera cifra podría ser tan alta como 10
billones. Para cada una de esas especies, los científicos tendrán que descubrir cómo se relaciona
con otros virus.
Y muy a menudo, un nuevo virus simplemente no tiene sentido. Un ejemplo se dio en febrero,
cuando los científicos que buscan virus en un lago encontraron uno nuevo que bautizaron como
Yaravirus. De los 74 genes de Yaravirus, 68 eran totalmente desconocidos.
En los últimos años, Kuhn y sus colegas han desarrollado lo que llaman
una “megataxonomía” para clasificar los virus. El equipo clasifica los virus en función de si
portaban uno o más de unos cuantos “genes distintivos”. También buscan grupos de especies que
intercambian genes entre sí.
La megataxonomía está lejos de estar completa. El yaravirus, por ejemplo, sigue siendo
inclasificable.
Algunos investigadores son escépticos sobre la megataxonomía. Holmes cree que es demasiado
pronto para intentar una, dado que los investigadores han encontrado tan pocos virus. “¿Por qué
construir algo tan rígido cuando puede caerse al muestrear más?”, preguntó.
Kuhn argumenta que vale la pena comenzar a construir un sistema, aún si necesita ser ajustado
más adelante.
Él realiza experimentos con algunos de los virus más peligrosos del mundo, como el Ébola y el
SARS-CoV-2. Una mejor comprensión de la virósfera podría ayudarlo a él y a sus colegas a
encontrar formas de combatir estas amenazas y otras que aún no conocemos.
Ambas noticias similarmente hablan sobre el COVID-19 con la diferencia que la primera habla del
impacto social y la segunda del universo casi infinito dónde provino el virus.
La primera noticia proviene de un tipo de verdad juzgando a la sociedad desde una doctrina
científica y moral considerando los efectos sobre ella. (como por ejemplo el virus y nuestros
cuidados, como puede repercutir nuestra acción dentro de la sociedad) La cual va dirigida lo social
Y la segunda noticia estaría conociendo la verdad desde el universo bacteriológico y el sin fin de
incertidumbres que se rodean sobre él.
Una noticia está ligada al plano social y la otra al natural, desde la bacteriología.
Pero existe aún otra oposición a partir de la cual es posible rastrear con mayor precisión el origen
remoto de nuestro actual concepto de "ciencia". Es la que tiene lugar entre doxa y episteme. Ésta
no es otra que la diferenciación entre la mera "opinión" y el "saber científico"
DOXA (opinión)
Es un saber no fundamentado
Se obtiene espontáneamente
Es asistemático
Se mueve en la verosimilitud
Es acrítico
EPISTEME (saber)
• Es un saber fundamentado
• Es sistemático
• Es crítico
El modelo teocéntrico establecía que todas las explicaciones parten de la injerencia divina; Dios era
el centro del universo, el creador de todas las cosas, todo se explicaba a través de su intervención.
Esto también se aplicaba al arte. Por lo que el artista no era digno de creación, sino de
representación, recreación o reinterpretación; no era autor de su propia obra, ya que Dios era el
único capaz de crear.
Este concepto de artista que se presenta en la Edad Media, difiere del concepto de artista que se
conoce actualmente. Hay una gran diferencia entre el artista medieval y el contemporáneo. Este
último expresa sus emociones y las plasma en su obra, mientras que el artista de la Edad Media
realizaba lo que le pedían, no lograba expresar lo que realmente deseaba ni de la manera que
deseaba.
Paradigma moderno
• Creencia en el progreso
• Proceso de desacralización
“ARTE A MEDIDA DEL HOMBRE” el hombre como centro de referencia de la obra artística
(Antropocentrismo) . Consideración social del artista que impone su sello personal sobre la obra y
la firma para conseguir fama.
Las familias ricas financian a artistas como forma de conseguir prestigio
(edad contemporánea)
Se concibe como un Arte surgido a partir de la eclosión vanguardista de los inicios del siglo XX.
Estas propuestas artísticas, se distinguieron por presentar una serie de ideas que revolucionaron la
institución del arte, como la ruptura con los modelos tradicionales o su carácter crítico y
experimental, tenemos de ejemplo los movimientos artísticos contemporáneos como el fovismo,
el expresionismo, el cubismo, el futurismo, el neoplasticismo, el dadaísmo y el surrealismo. En
cualquier obra contemporánea podremos observar que la personalidad del hombre es un objeto
de disputa ya que el artista puede disfrutar de una libertad completa, en la libertad completa
también tenemos que meter a los poetas y pensadores que tendrán que interpretar la realidad y
enseñar el camino al futuro. La técnica usada en el arte contemporáneo pone al artista en una
postura de ser capaz de interpretar todo, pero el arte se expresará mediante la irracionalidad
producida por la insatisfacción y la intranquilidad.