Nietzsche Sobre El Sacrificio
Nietzsche Sobre El Sacrificio
Nietzsche Sobre El Sacrificio
Rebeca Maldonado
Edmund Jabés
E
n el trabajo genealógico de Nietzsche advertimos al menos dos mo-
mentos para una historia de la crueldad. Ambos constituyen a su vez
dos momentos de la interpretación del sufrimiento y de la crueldad
habidos, a su juicio, hasta ahora. El primero, aquella larga historia de
la crueldad en la que se hacía pagar con sangre la falta cometida, un robo con la
amputación de una mano, una falta mayor con la mujer o la propia vida.1
Esta larga prehistoria de la crueldad a la vez que permitió al ser humano
crear metas y sentidos, volviéndolo un “ser al que le es lícito hacer prome-
sas”, impidió el desarrollo del sentimiento de culpa. Parece ser que aquella
ingente materialización de la crueldad en la carne y en el cuerpo del deudor
es, justo, el proceso inverso al del surgimiento del sentimiento de culpa.2
El segundo momento es el de la interiorización y espiritualización de la
crueldad, el momento de la sistematización del sufrimiento, el de la ubicación
de la falta en uno mismo, y en consecuencia, el de encontrar en el sentimien-
to de culpa, de castigo, de temor, el medio de expiación de la pena. A partir
de ese momento, que coincide ya con la historia del cristianismo, ocurre una
nueva interpretación del sufrimiento: el ser humano se volvió “rico en cáma-
ras de tortura”.3 Se volvió un ser sufriente, que se regodea en el fracaso, la
1
En este sentido menciona Nietzsche: “El ‘derecho’ [...] apareció —entonces— con
violencia [...]” y añade “todo paso aún el más pequeño, dado en la tierra fue conquista-
do en otro tiempo con suplicios espirituales y corporales: [...] no sólo el avanzar, ¡no!
el solo caminar: el moverse, el cambio han necesitado sus innumerables mártires”
(Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral. Madrid, Alianza, 1981, p. 132).
2
Literalmente escribe Nietzsche, “el desarrollo del sentimiento de culpa fue blo-
queado de la manera más enérgica cabalmente por la pena” (F. Nietzsche, op. cit., p. 93).
3
Ibid., p. 164.
117
118 Rebeca Maldonado
4
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra. Madrid, Alianza, 1985, p. 62.
Nietzsche: creación y sacrificio 119
II
5
Cf. Manfred Frank, El dios venidero. Madrid, Ediciones del Serbal, 1994.
6
F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, 1979, p. 135.
7
F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia. Madrid, Alianza, 1992, p. 31.
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Todo este texto merece ser explicado, merece una perspectiva de funda-
mentación en la que se recurra a ciertas ideas nietzscheanas en torno a la vo-
luntad de poder. Veremos que, al dar apoyo a la perspectiva aludida en la cita,
cobrarán una mayor determinación de sentido otros pasajes del texto nietzs-
cheano y se dará relevancia y especificidad a un sentido fundamental de su
8
F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal. Madrid, Alianza, 1986, p. 252.
9
Idem.
10
Ibid., pp. 171-172.
Nietzsche: creación y sacrificio 121
11
Ibid. p. 45.
12
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 171.
13
Ibid., pp. 170-171.
122 Rebeca Maldonado
III
14
G. W. F. Hegel, La fenomenología del espíritu. México, FCE, 1982, p. 471.
15
Ibid., p. 472.
16
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 172.
17
Blanchot en este sentido dice “sólo somos desde y ante las posibilidades que
somos [...] la palabra posible se aclara cuando se pone en relación con la palabra
poder” (M. Blanchot, El diálogo inconcluso. Buenos Aires, Monte Ávila, 1970, p. 85).
18
Martin Heidegger, “¿Quién es el Zaratustra de Nietzsche?”, en Conferencias y
artículos. Barcelona, Ediciones del Serbal, 1994, p. 93.
Nietzsche: creación y sacrificio 123
la propia filosofía una de las actividades que más realizan el oficio de vivir.
Cuando Nietzsche desde El nacimiento de la tragedia se enfrentó al proble-
ma del sufrimiento, cuando tuvo como tarea resolver dicho enigma (pues
filósofo es ser, finalmente, un descifrador de enigmas), tuvo como pretensión
mostrarnos los laberintos del problema, la ambigüedad de su tejido. Sufri-
miento no significa en su totalidad negatividad. La mala conciencia no se re-
duce al sentimiento de culpa. De la mala conciencia nos dice Nietzsche “no es
fácil hacerla oír, y desea ser algo largo tiempo meditada, custodiada”.19 Para
Nietzsche, es del suelo de la mala conciencia, de los instintos vueltos contra sí
mismo, de donde surge lo más bajo y lo más alto del hombre, incluso lo más
valioso en sentido nietzscheano: la ambigüedad, el enigma, la contradicción.
“Desde entonces el hombre cuenta entre las más inesperadas y apasionantes
jugadas de suerte que juega el ‘gran Niño’ de Heráclito, llámese Zeus o Azar”.20
Por eso, sería un absurdo reducir la problemática de la mala conciencia al
sentimiento de culpa, pues “ese instinto de la libertad reprimido, retirado,
encarcelado en lo interior y que acaba por descargarse tan sólo contra sí mis-
mo: eso, sólo eso es, en su inicio, la mala conciencia”.21 Falta todavía com-
prender su devenir, sus posibilidades, sus afloraciones, su manifestación más
eminente. Nos dice Nietzsche:
19
F. Nietzsche, La genealogía de la moral, p. 95.
20
Ibid., p. 97.
21
Ibid., p. 99.
22
Ibid., p. 100.
23
Los ideales ascéticos, tema que Nietzsche trabaja en el Tratado tercero de la
Genealogía, son producto de una mala conciencia negativa, constructora también de
ideales negativos, porque justamente se construyen desde una negación del cuerpo y
de la Tierra.
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IV
24
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 102.
25
M. Heidegger, “¿Quién es el Zaratustra de Nietzsche?”, en op. cit., p. 93.
26
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 367.
27
F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, pp. 117-118.
Nietzsche: creación y sacrificio 125
Todo artista sabe que su estado más natural, esto es, su libertad para
ordenar, establecer, disponer, configurar, en los instantes de ‘inspira-
ción’, está muy lejos del sentimiento de-dejarse-ir y que justo en tales
instantes obedece de modo muy riguroso y sutil a mil leyes diferentes,
las cuales se burlan de toda formulación realizada mediante conceptos.29
Es desde esa libertad de artista que Nietzsche entiende el sentido más amplio
de libertad. En algún momento de su escritura pregunta “¿qué es la libertad?
Tener voluntad de autorresponsabilidad [...] Volverse más indiferente a la fati-
ga, a la dureza, a la privación, incluso a la vida. Estar dispuesto a sacrificar a la
propia causa hombres, incluido uno mismo. Libertad significa que los instin-
tos viriles [...] dominen a otros instintos [...]”30 Una vida esencial, una vida
que logra expresarse, manifestarse, crear formas, darse forma a sí misma, está
sometida y es víctima de su propia ley. La libertad radica en ser víctima y
victimario, creador y criatura, yunque y martillo.
28
F. Nietzsche, La genealogía de la moral, p. 108.
29
F. Nietzsche. Más allá del bien y del mal, p. 117.
30
F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos, p. 114.
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31
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 37.
32
Ibid., p. 36.
33
Ibid., p. 157.
34
Ibid., p. 103.
35
Idem.
36
Ibid., p. 428.
37
Ibid., p. 429.
38
F. Hölderlin, “Las lamentaciones de Menón por Diótima”, en Las grandes
elegías. Madrid, Hiperión, 1998, p. 63.
39
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 422.
40
F. Hölderlin, “A las parcas”, en Poesía completa. Barcelona, Ediciones 29, 1977,
p. 107.