Catolicismo

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El catolicismo es un término general que sirve

para describir la "Iglesia Universal de


Jesucristo", su
teología, doctrina, liturgia, principios éticos y
características y normas de comportamiento, al
igual que al conjunto de seguidores del
catolicismo como un todo.
De manera más exclusiva el término se refiere
solamente a la Iglesia católica, que se encuentra
en completa comunión con el Papa y que en
conjunto reúnen a más de mil millones de
fieles (un sexto de la población mundial y más de
la mitad de todos los fieles cristianos).
La Iglesia católica se concibe a sí misma como la única Iglesia
fundada por Cristo, y por tanto, la única auténtica frente a las demás
iglesias y denominaciones cristianas que han surgido históricamente
después de ella.
La Iglesia católica considera que tiene encomendada la misión de
elaborar, impartir y propagar la enseñanza cristiana, así como la de
cuidar de la unidad de los fieles. Debe también disponer la gracia de
los sacramentos a sus fieles por medio del ministerio de sus
sacerdotes. Además, la Iglesia católica se manifiesta como una
estructura jerárquica y colegial, cuya cabeza es Cristo, que se sirve
del colegio de los apóstoles, y que en la historia posterior ejerce la
autoridad mediante sus sucesores: el Papa y los obispos.
La autoridad para enseñar el Magisterio de la Iglesia basa sus
enseñanzas en la Revelación, que está expresada tanto en
las Sagradas Escrituras como en la Sagrada Tradición.
Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó
realizar en la Tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de
Pentecostés para que santificara continuamente a la
Iglesia. La Iglesia es por su misma naturaleza, misionera
enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas
discípulos suyos (Cf. Mt 28,19-20)
Para realizar su misión el Espíritu Santo la construye y
dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos. La
Iglesia recibe la misión de anunciar y establecer en todos
los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el
germen y el comienzo de este Reino en la Tierra.
Hasta el día que Cristo vuelva glorioso, la Iglesia avanza en
su peregrinación a través de las persecuciones del mundo
y de los consuelos de Dios. Aquí en el mundo, ella se sabe
en exilio, lejos del Señor.
Nominalmente, la palabra bautizar significa "sumergir", "introducir
dentro del agua"; la inmersión en el agua simboliza el acto de
sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la
resurrección con Él como nueva criatura.
Entre los sacramentos, ocupa el primer lugar porque es el
fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el
espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos.
Según el catecismo, por el Bautismo los cristianos son liberados
del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegan a ser miembros
de Cristo y son incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su
misión.
La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los
que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real
por el Bautismo y configurados más profundamente con
Cristo por la Confirmación, participan por medio de la
Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo
del Señor.
Cabe mencionar que para el catolicismo romano la
Eucaristía no representa un símbolo sino que es
Jesucristo mismo con su cuerpo, sangre, alma y
divinidad presentes en la Eucaristía, debido a esto es
llamado El Santísimo Sacramento.
Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la
Confirmación constituye el conjunto de los "sacramentos
de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser
salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la
recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud
de la gracia bautismal. En efecto, a los bautizados "el
sacramento de la confirmación los une más íntimamente a
la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del
Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho
más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y
defender la fe con sus palabras y sus obras".
"La alianza matrimonial, por la que el varón y la
mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la
vida, ordenado por su misma índole natural al
bien de los conyugues y a la generación y
educación de la prole, fue elevada por Cristo
Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre
bautizados"
Con la sagrada unción de los enfermos y con la
oración de los presbíteros, toda la Iglesia
entera encomienda a los enfermos al Señor
sufriente y glorificado para que los alivie y los
salve. Incluso los anima a unirse libremente a
la pasión y muerte de Cristo; y
contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios.
El Pueblo de Dios es uno y único, todos sus miembros
tienen la misma dignidad, ya que todos son renacidos
por el mismo Bautismo. Por eso en la Iglesia no hay
diferencia por razones de raza, nacionalidad, sexo o
condición social.

En cualquier estado de vida, el Espíritu Santo reparte


además multitud de carismas especiales, personales o
colectivos, para sobrevivir a las necesidades concretas
del Pueblo de Dios. Éstos son dones o gracias del
Espíritu Santo que tienen una utilidad eclesial, están
ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los
hombres y las necesidades del mundo.

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