Proyecto Traducción de Himnos de Cuaresma

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

AUDI BENIGNE CONDITOR

(Cuaresma / Vísperas / dominical)

Este himno es atribuido a San Gregorio Magno (+604), esboza un programa de vida
para este tiempo litúrgico, mediante la abstinencia de alimentos y la purificación de
nuestros pecados.

Oh Dios, Creador misericordioso,


acoge nuestro llanto y nuestras plegarias,
durante estos cuarenta días de ayuno sagrado.

Tú, conocedor augusto de nuestros corazones,


no ignoras la fragilidad de nuestras fuerzas:
concede a quienes volvemos a ti,
la gracia de tu perdón.

Ciertamente hemos pecado mucho,


pero Tú perdonas a quienes lo confiesan;
remedia, pues, a los que estamos débiles
y redundará para alabanza de tu Nombre.

Permítenos que mortifiquemos


nuestro cuerpo por la abstinencia,
y el alma también ayune,
extinguiendo, por completo, todo pecado.

Y has, oh Trinidad santa, Unidad simplicísima,


que sea provechosa para tus fieles
la ofrenda de este ayuno.
Amén.

IESU QUADRAGENARIAE
(Cuaresma / Vísperas / Ferias)

Este himno de autor desconocido, compuesto con anterioridad al s. XI, suscita en


nuestras almas el deseo de penitencia, como preparación a la Pascua.

Oh Jesús, que al consagrar


el ayuno de cuarenta días,
lo estableciste para la salud de las almas.

Hazte presente a tu Iglesia y a su penitencia,


con la cual, te suplicamos
que te dignes perdonar nuestras culpas.

Absuelve por tu gracia


nuestros pecados pasados
y presérvanos de los futuros
con tu gran misericordia.

Y así, una vez ya expiados


con los actos de esta reparación cuaresmal,
podamos celebrar dignamente
la alegría de la Pascua.

Oh Trinidad clementísima,
que la creación antera te adore,
mientras nosotros, renovados por la gracia de tu perdón,
entonamos para ti un cántico siempre nuevo.
Amén.

TE LUCIS
(Cuaresma, Completas, semanas I, III y V)

Este himno de autor desconocido, escrito durante el s. V o VI, refleja la antigua


costumbre monástica de realizar todas las obras bajo la luz del sol. Su validez sigue
siendo actual porque el oficio de Completas corresponde al momento final de la
jornada, cuando se avecina la oscuridad de la noche, invitándonos al sueño. Las bellas
estrofas del Te lucis han sido inmortalizadas por Dante en su Divina Comedia. El himno
contiene expresiones delicadas de la piedad cristiana y nos alienta a sentirnos
custodiados por Dios en el cuerpo y en el alma. La segunda estrofa ha sido tomada del
Christe precamur mencionado por san Cesáreo de Arlés (s. VI) que lo hacía recitar
alternativamente con el Christe qui splendor.

Antes de que se abata la noche,


te suplicamos, oh Creador del Universo,
que con tu clemencia acostumbrada,
ea tu vigilia la que nos custodie.

Que te sueñen nuestras almas


y perciban tu presencia mientras duermen;
que celebren siempre tu gloria,
al sentir ya próxima la luz.

Concédenos una vida saludable,


restáuranos las fuerzas,
y vuelve diáfana con tu esplendor
la tétrica oscuridad de la noche.

Concédenoslo, Padre omnipotente,


por medio de Jesucristo, el Señor,
que reina contigo y el Espíritu Santo,
para siempre.
Amén.

CHRISTE QUI SPLENDOR


(Cuaresma, Completas, semanas II y IV)

Con este himno de autor desconocido, pero compuesto entre los siglos V y VI, prescrito
ya por Cesáreo de Arlés (s. VI), que lo hacía alternar con el Christe precamur, se nos
exhorta a encontrar en Cristo nuestro descando.

Oh Cristo, Día y Resplandor nuestro,


que siendo Luz de Luz para los hombres,
y Llama brillantísima para los bienaventurados,
disipas las tinieblas de la noche.

Te pedimos, Señor, que veles


sobre nosotros esta noche:
y, al concedernos estas horas de sueño,
seas Tú mismo nuestro descanso.

Aun cuando los ojos se adormezcan,


que nuestro corazón esté siempre atento a Ti:
protege con tu diestra a los fieles que te aman.

Míranos, oh Defensor nuestro,


y reprime a los que nos instigan;
rige a tus siervos comprados con tu Sangre.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo,


a Ti y también al Padre,
con el Espíritu Paráclito,
por los siglos sin término.
Amén.

PRECEMUR OMNES
(Cuaresma, Laudes, dominical)

Este himno se atribuye a San Gregorio Magno (+604), es la segunda parte del Ex more docti. En
sus versos se contiene una oración de súplica para implorar a Dios su misericordia.

Imploremos todos de rodillas


y eleve su súplica cada uno para que,
por nuestro llanto ante el Juez,
consigamos doblegar su ira.

Con nuestras culpas, Señor,


hemos ofendido tu clemencia:
pero Tú, que eres siempre compasivo,
dígnate enviarnos desde el cielo tu perdón.
Acuérdate de que, aunque frágiles,
somos hechura tuya:
no permitas que otro se constituya
en acreedor del honor de tu Nombre.

Perdona el mal que hemos hecho


y aumenta el bien, que pedimos,
para que, al fin podamos complacerte
no solo aquí sino por toda la eternidad.

Y haz, oh Trinidad Santa,


Unidad simplicísima,
que sea provechosa para tus fieles
la ofrenda de este ayuno.
Amén.

IAM CHRISTE
(Cuaresma, Laudes, ferial)

Este himno, de autor desconocido, compuesto en torno al s. VI y dirigido directamente a Cristo,


anuncia la llegada del día en el que resplandece para los hombres la misericordia divina.

A la hora en la que Tú, oh Cristo,


Sol de justicia, haces clarear para la tierra un nuevo día,
se rasgan también las tinieblas del alma,
y vuelve la luz de las virtudes.

Mientras nos ofreces este tiempo propicio,


danos un corazón penitente,
y así será tu bondad la que convierta,
a quienes sobrellevas en tu inmensa piedad.

Concédenos practicar la penitencia


que rebaje nuestras culpas, pues,
aunque sean grandes nuestros pecados,
mayor todavía es tu perdón.

Ya llega el día, tu día,


por medio del cual todo vuelve a florecer:
alegrémonos también nosotros en ese día
en virtud del cual seremos devueltos a la gracia.

Oh Trinidad clementísima,
que la creación entera te adore,
mientras nosotros, renovados por la gracia de tu perdón,
entonamos para ti un cántico siempre nuevo.
Amén.

VEXILLA REGIS
(Semana Santa / Vísperas)
De origen procesional, este espléndido himno, compuesto por Venancio Fortunato (+600) es
una de las joyas más preciosas en la himnodia de la Iglesia latina: compuesto para el
recibimiento de la reliquia de la Cruz santa y vivificante en Poitiers, ha merecido ser
considerado , habitual y popularmente, como uno de los himnos por antonomasia para
glorificar al Crucificado. Se emplea también en las vísperas de la Fiesta de la Exaltación de la
Santa Cruz (14 de septiembre), con el v. 22 ligeramente modificado: in hac triumphi gloria.
Existe otro himno que comienza con el mismo primer verso que este, que se encuentra en los
manuscritos de abadías cistercienses del siglo XVI.

Avanzan los estandartes del Rey,


brilla el misterio de la Cruz,
ese patíbulo donde el Creador de la carne
padece en la suya propia.

El cual, al ser herido, además


por el hierro de una lanza,
manó Sangre y Agua
para lavar nuestras culpas.

Oh árbol resplandeciente y hermoso, engalanado con la púrpura del Rey, solo tú fuiste elegido
para que tu noble tronco entrara en contacto con Miembros tan santos.

Qué Cruz tan dichosa, aquella de cuyos brazos, como en una balanza, estuvo colgado el Precio
del mundo, que arrebatara al infierno su presa.

¡Salve! Altar, ¡Salve! Víctima gloriosa en la Pasión, donde la Vida sufrió la muerte y con su
muerte nos devolvió la Vida.

¡Salve! Oh Cruz única esperanza: en este tiempo de Pasión, aumenta en los justos la gracia y
borra las culpas de los pecadores.

Oh Trinidad, Fuente de salvación: que te celebren todas nuestras almas: y ampara por los
siglos sin término a quienes has salvado por el misterio de la Cruz.
Amén.

EN ACETUM
(Semana Santa, Laudes)

Este himno de Venancio Fortunato, constituye la segunda parte del Pange lingua… proelium. La
lírica prodigiosa de algunas estrofas eleva notablemente la temperatura espiritual del
conjunto. Los versos alaban a la Cruz, único árbol digno de sostener a la Víctima propiciatoria
para el mundo.

Contemplad el vinagre, la hiel, la caña,


los salivazos, los clavos, la lanza
y cómo al atravesar su manso Cuerpo
manó de él sangre y agua;
¡oh cuán admirable es este río que lava
la tierra, el mar, los astros y el mundo!

¡Oh Cruz fiel, el árbol más noble de todos!:


ninguna selva produjo igual ni en hoja
ni en flor, ni en fruto:
¡dulce madero, dulces, clavos,
que sostienen tan dulce peso!

Inclina tus ramas, oh árbol excelso


haz flexibles tus tensas fibras
y suaviza esa rigidez que te dio la naturaleza,
y así tenderás un blando lecho
a los miembros del Rey del cielo.

Solo Tú fuiste digna de llevar al Precio del mundo:


solo Tú, ungida por la Sangre sagrada,
que fluyó del cuerpo del Cordero,
conseguiste, como buen marino,
ofrecer un puerto seguro al mundo que naufragaba.

Gloria sempiterna a la Trinidad Santa,


la misma al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
por cuya gracia divina fuimos redimidos
y, ahora, nos aguarda.
Amén.

TIBI REDEMPTOR OMNIUM


(Sábado Santo, Laudes)

Este himno de autor desconocido compuesto entre los siglos V y VI, prescrito en las Reglas de
San Cesáreo (s. VI) y de San Aureliano de Arlés (s. VI), muy elogiado por San Beda el Venerable,
está constituido por la segunda parte del O Rex aeterne Domine. Antiguamente se cantaba en
los Maitines del domingo y, después, fue empleado como himno pascual. Sus estrofas evocan el
descenso de Cristo a los infiernos como victoria sobre le Demonio.

En tu honor, o Redentor del mundo,


entonamos entre lágrimas, este himno;
perdónanos, Señor,
perdona a quienes te confesamos.

Por medio de esa Cruz que,


como estandarte de la fe,
llevamos grabada sobre nuestra frente,
has quebrantado el poder
de nuestro antiguo Enemigo.

Dígnate alejarle siempre de nuestro lado,


de modo que nunca pueda herir
a quienes has redimido con tu Sangre.

Tú que por nosotros,


te has dignado descender a los infiernos
a fin de otorgar el regalo de la Vida
a quienes eran deudores de la muerte

Impondrás al mundo su fin


y como justo Remunerador,
determinarás en su momento,
los méritos de cada hombre.

A Ti, pues, acudimos, Señor,


para que sanes nuestras heridas,
a Ti que con el Padre y el Espíritu Santo,
mereces nuestra perpetua alabanza. Amén.

AD CENAM AGNI
(Domingo de Resurrección y Octava de Pascua)

Este himno muy antiguo algunos lo atribuyen a Nicetas de Remesiana (+474) es un canto
gozoso. Texto rico en figuras (cena, mar, altar, estola, ázimos…) que canta a quienes han
renacido por el Bautismo y revestidos del traje nupcial, han merecido ser invitados al banquete
del Gran Rey.

Revestidos para la cena del Cordero,


con las estolas blancas de la salvación,
tras el paso del Mar Rojo,
cantemos a Cristo nuestro príncipe.

Él ha querido que gustando de su Sangre rosada


y de su Cuerpo sacratísimo,
inmolada en el ara de la Cruz,
pudiésemos vivir la misma vida de Dios.

Protegidos frente al Ángel devastador,


durante la noche de la pascua,
hemos sido liberados
del áspero yugo del Faraón.

Ahora ya es Cristo nuestra Pascua,


el manso Cordero sacrificado,
el Ázimo puro de sinceridad,
que ha ofrecido su misma Carne.

¡Oh verdadera Hostia dignísima!


Que humillando al infierno
y después de redimir al tu pueblo cautivo,
le has devuelto el premio de la Vida.

Surge Cristo del sepulcro


y al regresar victorioso del abismo,
habiendo encadenado al Tirano,
nos abre las puertas del Paraíso.

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas


el gozo perenne de la Pascua,
y dígnate hacernos partícipes de su triunfo,
a quienes hemos renacido a la gracia.
Para Ti, Señor, toda la gloria,
que vencida la muerte ,
reluces deslumbrante,
por los siglos de los siglos. Amén.

También podría gustarte