El Pensamiento Religioso en La Educación Primaria PDF
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Para ellos el universo participa también de una visión artificialista en la que aparecen dos
niveles: el cielo, arriba, representado como morada de Dios y la tierra, abajo, donde vivimos
los hombres.
Para superar esta visión antropomórfica y artificialista del universo es necesario que
aparezcan nuevos esquemas mentales, además de asimilar datos externos que llegan del
exterior a través de la educación. La pérdida del antropomorfismo es progresiva, al principio
Dios tiene características humanas como la barba, o una vivienda grande, incluso puede
tener un perro, después los rasgos que le comparan con el hombre se suavizan, hasta que
adquiere la visión de un ser espiritualizado.
de la madre. Esa imagen es, la mayoría de las veces positiva, y se debe a la necesidad que
sienten los niños de protección. En el caso de experiencias paternas negativas, el alumno
realiza lo que se llama «compensación», proyectando sobre Dios las seguridades que le
vienen de los adultos, aunque no sean sus padres.
Estamos ante una edad en la que apunta una concepción moral donde el bien y el mal no
dependen tanto de la autoridad de los adultos, como de la norma misma a la que también
ellos deben ajustar su conducta. Es el inicio hacia una moral autónoma a la que falta aún
un largo recorrido. Aparece la intención en sus juicios morales, aunque todavía para el niño
de nueve a once años el imperativo moral procede de la norma y no del bien.
Consecuentemente, el niño juzga su propia conducta como buena o como mala con
independencia del castigo que le den. Esto quiere decir que opera ya en él la conciencia
moral y, con ella, está presente el sentido de la responsabilidad.
Empieza a reclamar los porqués de las órdenes y de las prohibiciones que recibe. Tiene ya
capacidad de realizar esfuerzos para actuar de acuerdo con el bien y programarse pequeños
procesos de mejora. En este momento es más clara la distinción que puede hacer entre las
normas morales y las normas convencionales. Es capaz de enjuiciar ya la conducta como
defectos o virtudes, no como actos sueltos. Siente una cierta atracción hacia lo prohibido,
quizás como una forma de afirmación del “yo” frente a la autoridad de los adultos.
4.4.3. El desarrollo moral del niño en la tercera etapa de Primaria (10 a 12 años)
El alumno en este estadio se debe caracterizar por el descubrimiento de cierta objetividad
para regular su conducta, ajustando sus actos a principios de moralidad. Comenzamos a
detectar ya una mayor autonomía, lo que le lleva a actuar no sólo por motivaciones
heterónomas, sino también por motivaciones intrínsecas. Ahora las normas morales se
hacen más reflexivas y conscientes. Tiende a buscar el porqué de la norma y a aceptarla
en función del beneficio o perjuicio que otorga, le interesa saber cuál es ese bien y ese mal.
El imperativo moral se desvincula de la autoridad de los adultos y adquiere relevancia la
percepción que el niño tiene del bien. Para Piaget este momento es el de la disminución
del formalismo moral y la consecuente aparición de una actitud moral más objetiva para
emitir juicios morales. Por lo tanto, el imperativo moral comienza a desprenderse de la
autoridad parental o de la autoridad docente.
Sigue estando presente el sentido de la igualdad y de la reciprocidad entre iguales y,
además, ahora añade una atracción por la bondad. Ya va siendo capaz de concebir un
ideal de vida, aunque todavía un poco desdibujado, capacidad que crece en paralelo con
la de prever las consecuencias de sus actos. Por ello, la autocrítica y el deseo de perfección
forman parte del universo moral de esta etapa.
Bibliografía
ÁVILA, A. (2003). Para conocer la Psicología de la religión. Navarra: Evd
VERGOTE, A. (1975). Psicología religiosa. Madrid: Taurus