Soledad para Cuatro 2014

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"Soledad
para Cuatro"

DE RICARDO HALAC

DIRECCION Y PUESTA EN
ESCENA:
PATRICIO LOPEZ TOBARES
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B U E N O S A I R E S, 1 9 6 1

Luis................. RODRIGO GOSENDE

Roberto ............... SANTIAGO CAAMAÑO

Mabel ................. PATRICIA LAURIA

Antonio ............... CARLOS DIONIGIANI

Norma.................. SHIRLEY GIMENEZ

Inés................... VICTORIA BERNARDEZ

Música .............. MARIANO SEGURA

Estilismo y vestuario.. GABRIELA BONICHE

Stage Manager.......... GERMAN PABLO MARTINS

Producción Ejecutiva... VIRGINIA MAZZARELLA

Producción General ............SHIRLEY GIMENEZ

Dirección y Puesta en Escena..... PATRICIO LOPEZ TOBARES


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SOLEDAD PARA CUATRO de Ricardo Halac

Dirección y Puesta en Escena: Patricio López Tobares

La acción se desarrolla en un pequeño departamento si-


tuado en un edificio de tres plantas. Es de esas cons-
trucciones baratas, sin ascensor, que se levantaron en
Buenos Aires durante la guerra, poco antes que la ciudad
se transformara en la inmensa urbe que es hoy.
La luz es escasa y permite la existencia de rincones
sombreados. Aquí y allá vemos desorden. Detrás de todo,
se adivina la pobreza. Intuimos una casa cuyos ocupantes
se resisten a asimilarse a los de su verdadera
condición.

La tarde de un sábado,en un barrio porteño.Época actual.

Roberto, solo en escena, mira por la ventana. Se oye


silbar a Luis en la cocina. Sobre la mesa, una botella.

ROBERTO: Podías haber arreglado la pieza antes.

LUIS: (Desde adentro). Imposible; mi vieja acaba de irse. ¿Qué


hora es?

ROBERTO: Las seis menos veinte.

LUIS: (Entra, está en mangas de camisa). ¿Tenemos tiempo, no?

Recoge tazas de café, trapos y papeles desparramados por


los sofás y el suelo.

Es el dueño de casa, un muchacho apuesto, de gestos


ágiles y pensamientos rápidos. Viste traje de
confección, camisa a rayas y una corbata llamativa. De
tanto en tanto se detiene frente al espejo para
controlar su cabello engominado. Roberto, su invitado,
se mueve con más lentitud. Prefiere seguir la actividad
de su amigo. Cuando puede se sienta en uno de los brazos
del sofá y fuma con gestos cuidados. Su atuendo es
sobrio, elegante. Hace pensar en un muchacho de barrio
de posición holgada. Tienen alrededor de los veinte
años.

ROBERTO: Qué lío.

LUIS: Mirá: un repasador...una percha... ¡hay de todo tirado!


Cuando mi vieja repasa letra esto queda hecho un
desquicio. (Sale al dormitorio con las cosas. Regresa
con una escoba). ¿Qué te parece si barremos un poco?

ROBERTO: Vas a levantar polvo.

LUIS: Sólo saco la basura que se ve y la escondo bajo los


muebles. (Barre). Abrí la ventana, hacé el favor.
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(Silba). ¿Qué tal flaco, cómo está ese ánimo? (Roberto


no responde. Luis se ufana por dejar todo más o menos en
orden). ¿Dejamos la botella aquí, en el comedor?

ROBERTO: Aunque sólo sea para disimular.

LUIS: ¿Te parece? (Sale con la escoba. Regresa Luis con dos
vasos). Así empezamos en lo del colorado la última vez.
(Descorcha y sirve dos dedos en cada vaso).

ROBERTO: ¿Quiénes eran?

LUIS: El, yo, Rubén, y ese que en el café le decimos el


"silencioso".

ROBERTO: ¿Por qué el silencioso?

LUIS: ¡Siempre se consigue las mejores hembras y sin abrir la


boca! Empezamos también con un trago para entonarnos,
para "entrar en calor". ¡Cuando llegaron las pibas
estábamos los cuatro en curda!

ROBERTO: ¿Quién había conseguido las pibas, Rubén?

LUIS: Él, trajo una. Dos traje yo... Y la cuarta iba a caer
sola, invitada por el colorado. Pero ésta no apareció.

ROBERTO: ¿Cómo se arreglaron con una piba menos?

LUIS: ¡El colorado estaba tan borracho que veía doble! Se pasó
la noche jorobando a la piba del "silencioso". ¡Como son
amigos, tuvieron que repartírsela en todo! ¿Viste? ¡Al
final todo se arregla! (Pausa. Roberto recibe un vaso de
Luis. Levanta el vaso, Roberto lo imita). ¡Salud...! Y
que todo salga bien. (Le guiña un ojo. Terminan de beber
y colocan los vasos sobre la mesa). Raro que nosotros
dos no nos conocimos antes.

ROBERTO: A vos te conozco de vista de hace tiempo.

LUIS: Lo que son las cosas... Fijate que es una barra macanuda
la nuestra. De lejos, parecen tipos peligrosos, ¿viste?
Pero si sos amigo, son formidables... Ahí tenés al
"silencioso" por ejemplo. Cuando está en vena te hace
matar de risa. ¡La de locuras que habremos hecho juntos!
Una vez trajimos una a casa. Eramos cinco. Ella, de puro
desconfiada, le cobraba a cada uno al pasar. El
"silencioso" entró último. Al salir... ¡le había sacado
la cartera! Se puso como loca. Hacía cualquier cosa
porque le devolviéramos la plata. ¡Bailó un rock,
desnuda, y le hicimos dar la vuelta por la pieza en
cuatro patas!

Mientras Roberto recorre la pieza con la mirada


imaginándose la escena, Luis se ríe salvajemente.

ROBERTO: ¿Y al final?

LUIS: Al final la llevamos con nosotros al café de la esquina.


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Nos gastamos todo en una pizza grande.¿Qué le vas a


hacer? ¡Igual, era plata quemada! (Pausa. Mira alrededor
suyo). El dormitorio está... la cocina también... Creo
que ya está todo en orden. ¿Qué hora es?

ROBERTO: Van a ser las seis menos diez.

LUIS: Se nos hizo tarde. Ya deberíamos estar listos para ir


abajo a esperarlas.

ROBERTO: Todavía hay tiempo.

LUIS: ¿Dejamos los discos aquí o ponemos algunos más a mano?

ROBERTO: Poné un álbum sobre la mesa.

LUIS: Uhm, no hay muchas púas...

ROBERTO: ¿Che, seguro que tu vieja no viene?

LUIS: Fue a la radio... no te preocupes. Tiene para rato.


(Aprovecha un descuido de Roberto y se lleva oculta la
botella de whisky. Éste, que sospecha al verlo salir
sigilosamente, constata su desaparicion. Vuelve a entrar
Luis). ¿Oia, y ese encendedor?

ROBERTO: Me lo trajo mi tío de Estados Unidos... Es japonés.

Lo revolea en el aire. Después lo guarda y da media


vuelta sin decir nada. Pausa.

LUIS: Ayudame a correr los silloncitos.

ROBERTO: No, yo que vos lo dejo como está. No conviene apurarse


en preparar el ambiente. Después las pibas se dan
cuenta... y no resulta. (Toma la botella y se sirve).

LUIS: ¡No tomes más!

ROBERTO: ¿Por qué?

LUIS: ¡Sólo tenemos esa botella! ¡No hacemos una orgía!

ROBERTO: Bah... (Bebe).

LUIS: A este paso, cuando la bebida nos haga realmente falta,


no vamos a tener ni una gota.

ROBERTO: Andá... Llevate adentro la botella y los vasos.

LUIS: Está bien.

ROBERTO: ¡Luis! Todavía no nos pusimos de acuerdo.

LUIS: (Entrando, finguiendo no saber de que se trata). ¿Qué


decís?

ROBERTO: Que todavía no nos pusimos de acuerdo.


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LUIS: ¿Sobre qué?

ROBERTO: Sobre con qué piba se va a quedar cada uno.

LUIS: ¿Y qué importancia tiene?

ROBERTO: Tiene importancia... Mejor decidimos antes. Hagamos una


cosa; vos te quedás con la que habló por teléfono y yo
con la amiguita que va a traer.

LUIS: No entiendo. ¿Por qué?

ROBERTO: Vos sabés porqué...

LUIS: No; no sé.

ROBERTO: (Firme). Porque las que aceptan una cita por teléfono,
así nomás, nunca valen nada. Ni la molestia de ir a
verlas.

LUIS: Lo que decís es una estupidez.

ROBERTO: Bueno, está bien. Yo corro el riesgo con la amiga, ¿eh?

Sale a la cocina. Regresa con un vaso lleno.

LUIS: ¡Qué hacés! ¡Estás vaciando la botella!

ROBERTO: ...que quedamos en pagar a medias. Pero como vos no


llevabas plata encima...

LUIS: ¿Me lo echás en cara?

ROBERTO: No; pero me molesta que me tomen por estúpido. Pagar una
botella de Cubana Brandy, vaya y pase. Pero de ahí a que
yo cargue con la piba que a vos no te gusta...

Los dos suben paulatinamente de tono.

LUIS: ¡Eh, pará un poco!

ROBERTO: Acá pasa una cosa muy sencilla. Vos conociste una piba
que es fea, pasable o tonta. No me importa cómo ni
dónde. A vos no te gustó. Pero no la dejaste correr.
Como sos un gran tipo, te acordaste de mí.

LUIS: ¿Vos estás loco? Si no conozco a Norma... ¡No conozco a


ninguna de las dos!

ROBERTO: Seguro que agarraste a Norma y le dijiste: "Vos traeme


una linda piba para mí, que yo te consigo un muchacho
para vos". Es un truco viejo... Se hace desde que se
inventó el teléfono.

LUIS: Pero... ¿vamos a pelearnos cuando faltan diez minutos


para que lleguen las pibas?

ROBERTO: ¡No me digas! ¿Apostamos a que la amiga que trae Norma


es más linda que ella?
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LUIS: Después de todo, ¿vos qué hiciste? ¡Nada! Yo me conseguí


su teléfono. Yo la convencí para que saliera. Para que
viniera a mi casa acompañada. ¿Con qué derecho me venís
ahora con pretensiones?

ROBERTO: Yo no sé nada. Hubieras aclarado las cosas antes.

LUIS: ¡Te hago divertir, así que dame las gracias!

ROBERTO: Un momento: vos me pediste que viniera acá.

LUIS: Sí, ¿y?...

ROBERTO: Porque tenías interés en traerme a mí.

LUIS: ¿Interés? ¡Pobre de vos...!

ROBERTO: Primero me pediste que trajera el auto. Después me


hiciste pagar la botella de Cubana Brandy...

LUIS: Ah, ¿yo no pongo la casa?

ROBERTO: ... y ahora querés clavarme con la peor. Como pasó la


otra noche.

LUIS: Las otra noche yo no conocía a Estela. Y Olga andaba


conmigo, así que no te la iba a pasar a vos...

ROBERTO: Eso no interesa. Si no pensaras que Norma es un bagallo,


saldrías solo con ella.

LUIS: (Pausa. Socarronamente). No me gusta salir solo con una


chica... ¿Qué tiene? Si se puede, prefiero salir con
otra pareja. Organizar una fiestita para cuatro.
(Roberto quiere protestar). ¡Y si no, preguntale a los
muchachos del café! Uno se divierte más, y de paso le
hace una gauchada a un amigo. Porque eso de traer gente
a tu casa...

ROBERYTO Yo quiero poner una cosa en claro: la piba que va a


: traer Norma ¿es para mí o para vos?

LUIS: ¡Si no las conocemos!

RIBERTO: Yo me voy. No vale la pena discutir más.

LUIS: ¡Eh, oí...! ¿Te comprometés conmigo y ahora me dejás


colgado? ¿Qué clase de amigo sos?

ROBERTO: ¿Amigos? Es la tercera vez que salimos juntos.

LUIS: ¡Tenía que suponer que me ibas a fallutear a última


hora! Podría haber traído a cualquier muchacho del
barrio en tu lugar. Te juro: me lo hubiera agradecido
toda la vida.

ROBERTO: ¿Y por qué no lo hiciste? (Abre la puerta).


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LUIS: Pero che, no me podés hacer esto ahora.

ROBERTO: Yo, bagallos, no preciso.

Se miran. Luis con los dientes apretados.

LUIS: Decime qué querés y quedate.

ROBERTO: La amiga que va a traer Norma, ¿es para mí?

LUIS: Bueno, está bien. ¡Está bien! (Roberto vacila. Entra de


nuevo y cierra la puerta.). Mirá que en una de esas te
clavás, ¿eh? (Una sonrisa gana su cara). Decime...
¿ahora vamos a pelearnos por un par de hembras? ¿Te
fijaste adonde fuimos a parar? ¡Dos tipos como vos y yo,
perdiendo los estribos por una aventurita de mala
muerte! ¿Qué hora es?

ROBERTO: Ya son las seis menos cinco.

LUIS: La pucha; suerte que nadie es puntual en este país...

La tensión decae.

ROBERTO: ¿Seguro que las chicas van a subir aquí?

LUIS: Seguro... Quedate tranquilo. Arreglate el nudo de la


corbata que lo tenés caído. A ver, dejame a mí. Lo
importante, flaco, es tenerlas en casa. Una vez aquí...
(Le aprieta el nudo). ¿...me oís? Son nuestras. Eso es
lo que buscamos. Después, que pase lo que pase... (le da
una palmada). ¡Lo importante es tenerlas adentro!

ROBERTO: Está bien. Ponete el saco y bajemos.

Luis suspira aliviado y se pone el saco. De improviso se


oye el ruido de una llave en la puerta de entrada y
voces que provienen del corredor.

LUIS: (Atónito, inmovilizado por la sorpresa). ¿Quién será...?


¡Uy, Dios, mi vieja! ¡Lo único que me faltaba!

II

La puerta se abre y tal como Luis lo habia previsto


entra su madre seguida de Antonio, de rasgos duros
vestir formal. Mabel Otero es una mujer que ha llegado
al ocaso de una vida muy, pero muy dura, que ha logrado
capear gracias a su astucia, su coraje.

De su desarreglada existencia sobrevivió este departa-


mento, cuyo alquiler sabe Dios como paga, y que comparte
con su hijo. A medida que envejece y Luis crece, sus
relaciones se vuelven más insoportables.

MABEL: ¡Buenas noches!

LUIS: (Fuera de sí). ¿Vos aquí...?


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MABEL: ¡Cómo, yo aquí!

LUIS: ¡Pero mamá...!

NABEL: ¿Atrevido, qué manera de hablar es esa? ¿Estoy o no en


mi casa? (Luis se agarra la cabeza y se deja caer en un
sofá). Pasá Tonio, no te quedes ahí parado.

ANTONIO: (Con ironía). No entendí qué pasaba... Buenas tardes.


(Le da la mano a Roberto). Antonio Sandoval, encantado.

Recién Mabel se apercibe de su presencia.

MABEL: ¿Este muchacho, quién es?

ROBERTO: Soy un amigo de Luis, señora. Roberto Sáenz, para servir


a usted.

MABEL: (Sonríe con afectación y le da la mano). Encantada...


(Le basta una mirada para adivinar la procedencia de su
huésped. De ahora en adelante su papel sera una mezcla
ineficaz de sinceridad y afectación). Sí, Luisito me
habló de usted... ¿Sabe que su cara me resulta conocida?

ROBERTO: El otro día nos cruzamos en la escalera. Usted salía


cuando nosotros entrábamos.

MABEL: (A los demás). ¿Quieren creer que no me acuerdo?

ANTONIO: ¡También,con todos los menjunjes que tenés en la cabeza!

MABEL: ¿No lo conozco de otro lado?

ROBERTO: Puede ser... Soy del barrio, señora.

MABEL: ¡Ah, ya me parecía!

ROBERTO: Vivo a dos cuadras de aquí. Enfrente de la parroquia.

MABEL: ¿En esos departamentos nuevos, tan bonitos, que con toda
seguridad cuestan una fortuna? Usted debe cruzar la
plaza para ir a cualquier lado. ¡De ahí lo conozco!

LUIS: Mamá...

ANTONIO: ¿Por qué no nos servís algo de tomar, Chichita?

MABEL: Tonio, llevame el tapado al dormitorio. Colgalo, por


favor. No lo dejes tirado por ahí como de costumbre.
(Antonio sonríe ante el extraño pedido y toma el abrigo
de sus manos). Siéntese nomás, Roberto.

ROBERTO: (Indeciso, después de mirar a Luis). Gracias...

MABEL: Resulta que yo me conozco a todo el mundo de por aquí.


(Se ríe, deleitada). ¿Qué te parece, Tonio, si
comenzáramos a ensayar la obra enseguida?
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ROBERTO: (Interesado). ¿Por qué radio la pasan?

ANTONIO: Ya no la pasamos más por radio. Tuvo tanto éxito que


ahora la llevamos de gira por los suburbios.

MABEL: Sí, así es...Y si Dios quiere, también por la provincia.


(Cambia una mirada con Antonio que sale con su tapado).
¿Ustedes dos... ya se iban?

ROBERTO: Bueno, no precisamente...

LUIS: Tengo que hablar con vos, mamá.

MABEL: (Tapando su voz). ¡Roberto! Perdóneme...

LUIS: ¿...Me oís?

MABEL: ¿Usted estudia, no es cierto?

ROBERTO: Sí; aunque ahora... también trabajo.

MABEL: Se ve de lejos que es un muchacho que se ocupa de algo.

ROBERTO: (Por decir algo). Y... se hace lo que se puede.

MABEL: En cambio mi hijo se pasa el día sin hacer nada. Es


terrible... Basta que lo vea con esa cara de enfermo
para que se me vaya el corazón al suelo. (Antonio
regresa. Luis intenta hablarle, pero aquel lo rechaza.
Vencida por la curiosidad). O mucho me equivoco, o su
mamá es una señora muy buena moza, alta, elegante.
¿...Sí? Entonces ya la ubico. ¿No le decía? ¡No se me
escapa nadie! ¿Ves, Luis? Roberto estudia y trabaja al
mismo tiempo. Si usted pudiera convencer al haragán de
mi hijo para que hiciera algo útil...

Luis va hasta la ventana golpeando los muebles a su paso


para llamar la atención. Se asoma repetidas veces para
afuera.

ANTONIO: (Irónico, impostando la voz). "Tigre, prepárese p'al


chubasco. Hay aires de tormenta..."

MABEL: Ay, no hablés. (A Roberto, encantada de conversar con


él). Hoy caminé toda la tarde. ¡Tengo un cansancio! El
tiempo no se decide más. Un día frío, otro calor... Es
este invierno maldito que no llega nunca. (Mira
alrededor. Antonio silba de nuevo). Y esta pieza, como
siempre, hecha un bochinche. Me da vergüenza. Yo soy
desordenada, pero mi hijo... es el colmo. ¡Y después las
visitas! Porque a mí me encanta recibir a mis amigos. Y
esta casa es un pasar constante de gente que va y viene,
va y viene...

ANTONIO: (Parodiando una publicidad radial). "Unos vienen y otros


van, con Annán de Pergamino"

MABEL: Fíjese... le dije que soy actriz, ¿no?


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ROBERTO: Sí.

MABEL: Sí... Desde hace mucho. Yo soy muy conocida en el


ambiente.

ANTONIO: El muchacho no escucha radio.

ROBERTO. La verdad que no.

MABEL: Yo no soy como esas jovencitas que llegan hoy, levantan


la pollera y ya se creen luminarias de la pantalla. No,
no... La radio es un arte difícil. Claro, la gente no se
da cuenta...

ANTONIO: Es así...

MABEL: Tonio también es muy conocido en el ambiente.

ANTONIO: Pero no tanto como vos, Chichita.

MABEL: Nos conocimos en la radio... ¿te acordás? "La Noviecita


del gaucho". ¡Qué éxito! Tres años en el aire; 458
emisiones. Nos llegaban cientos de cartas; la gente nos
esperaba en la puerta de la radio para vernos... tocar-
nos... ¡Qué tiempos!

ANTONIO: "El tiempo de nuestra juventud, chinita linda".

MABEL: En la obra que hacemos ahora yo hago dos personajes, la


madre del Tigre Ramallo y también la heroína... una
muchacha romántica y enamorada. Antonio juega los
papeles del Tigre y de Don Ricardo, el padre de la
muchacha. (a Roberto). Los tiempos son duros, tenemos
que doblar los personajes. (Repentinamente). ¡Dios mío!
Nos olvidamos de llamar a Mario.

ANTONIO: ¿...Mario?

MABEL: Mario Costa.

ANTONIO: Bah, qué importa.

MABEL: A vos no te importa pero a mí sí. (Antonio no se da por


aludido). ¿Antonio, me hacés el favor, me marcás el
número de teléfono?

ANTONIO: (Con infinita pereza, Antonio se levanta y obedece).


Chichita, vos y tus llamados...

LUIS: ¿Y si fueran a hablar de la confitería?

ANTONIO: Tu mamá está cansada. (Disca el número y espera).

MABEL: Así que también trabaja. ¿En qué?

ROBERTO: Mi padre tiene una fábrica de calzado cerca de aquí.

MABEL: Mire qué bien. (Pausa. Suspira). Sí; soy actriz... ¡Si
supiera usted la tragedia de la mujer consagrada al
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arte! Una no puede disponer nunca de su tiempo. No sabe


cuándo podrá descansar, cuándo la dejarán tranquila...
¡Y después el hogar!

LUIS: Mamá, tenés que irte.

MABEL: ¿Cómo que tengo que irme?

LUIS: Tienen que irse los dos; ahora mismo.

ANTONIO: (Irritado, con el auricular en la mano). ¡Hola, hola...!

MABEL: ¿Conseguiste?

ANTONIO: ¡...1353! Sí... Está ligado.

MABEL: Insistí querido, insistí... ¿De qué hablábamos?

ROBERTO: De su arte.

LUIS: ¡No le contestés, idiota! ¿No ves que así no termina


nunca de hablar?

MABEL: ¿Pero qué tiene este hombre que está tan insoportable?

LUIS: ¡Una cita!

MABEL: ¡Andate! ¿Te retengo yo acaso?

LUIS: ¡Una cita con dos chicas! ¿Entendés, ahora?

MABEL: Mirá Luis: no vuelvas a hablarme de esa manera. Ya estoy


perdiendo el control de mis nervios... ¿Ves? La presión
me subió de nuevo. Y eso que el médico me recomendó que
no me alterara...

ROBERTO: (Levantándose, a Luis). Se hace tarde.

LUIS: ¿Qué hora es?

ROBERTO: Las seis pasadas.

MABEL: ¡...Roberto!

ROBERTO: ¿Sí, señora?

MABEL: ¡Qué diferente es usted! Si viera la desfachatez de los


amigos de Luis. No los soporto. Me irritan. Usted, en
cambio... La educación lo hace todo. Yo me doy cuenta
enseguida si una persona es de calidad o no. En mí es
instintivo. Si no, la rechazo de inmediato.

Roberto y Luis cambian una mirada.

ANTONIO: Hola...! ¿Con la casa de Mario Costa? Buenas noches


señora, ¿es tan amable de comunicarme con él? De parte
de... (Vacila, Mabel le hace una seña). Un amigo. Eso
es, un amigo. Chichita...
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MABEL: Permiso...

LUIS: Hay que hacer algo, pronto.

ANTONIO: ¡Sí! Un momentito que le van a hablar.

MABEL: ¡Hola! Querido...? Soy yo, Chichita. Cómo, qué


Chichita... Tesoro... ¡"la noviecita gaucha"! Pensar que
ahí nos conocimos igual que con Tonio Sandoval y tantos
otros... Dios, ¡qué época llena de éxitos, de
aplausos...! ¡Sí..! ¿Cómo estás? Andá nomás, que espero.

Pausa tensa. Antonio va hasta la ventana.

ANTONIO: Muchachos, abajo hay dos pimpollos buscando un buzón...


¿No serán las que esperan?

Luis corre y mira. Roberto también se asoma.

LUIS: Están paradas en la esquina.

ROBERTO: (Se abotona el saco). Bueno, bajo a buscarlas.

LUIS: ¡Pero si las cité yo!

ROBERTO: ¿Qué importancia tiene? ¡Total, ninguno de los dos las


conoce!

ANTONIO: ¡Epa, epa! ¡Ja, ja, ja! Ahora peléense...

ROBERTO: Vos encargate de arreglar esto. Yo las entretengo un


rato abajo y subo. (Sale).

ANTONIO: ¿Y dónde las van a meter? ¿En este cuchitril?

LUIS: ¡Me ganó de mano! ¡Desgraciado...!

Cierra de un golpe la puerta de calle. Antonio sigue


mirándolo con burla.

III

ANTONIO: Así que piensan traer un par de pibas...

LUIS: Escuchame Antonio: tenés que hacerme el favor de sacarla


de aquí.

ANTONIO: ¡Dejame de embromar! ¿Por qué no te vas vos?

LUIS: ¡Basta que uno se descuide un segundo para que todo se


eche a perder!

MABEL: (Al teléfono, con dulzura). ¿No esperabas oír mi voz,


verdad? Mario te hice llamar por otra persona porque no
quería comprometerte. Querido... ¿de qué otra manera me
podía comunicar con vos? ¡Me moría de necesidad de
hablarte! (Se ríe provocativamente).
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LUIS: Decile que corte.

ANTONIO: Calmate. ¿Qué ganás haciéndote malasangre?

MABEL: ¿...por qué dejaste de venir por el "Madelón"? Voy a


pensar que lo hacés porque no me querés ver... ¿Qué?
¿Estuviste de viaje...? ¡Mentiroso!

LUIS: Juro que me la van a pagar.

MABEL: (Baja la voz). Mario, tengo que hablarte de un asunto


serio...

ANTONIO: Chichita y yo no nos vamos. Sacátelo de la cabeza.


Tenemos que ensayar.

LUIS: ¡Ensayan en la calle, pero de aquí se van!

MABEL: ¡Schsss...! Cállense. (Reanuda la conversación). Estoy


pasando por algunas dificultades... No, mi salud no
tiene nada. Es decir, en fin...

LUIS: ¿Engatusaron a otro?

ANTONIO: Para informaciones, dirigirse a Chichita.

LUIS: A esta altura de las cosas, no me extrañaría que


chantajeen a la gente.

ANTONIO: Tu vieja se mueve en un medio bastante duro...; y tiene


que arreglárselas sola.

LUIS: ¡Dale, vos...! Corré para el mismo lado que ella. Un día
de éstos van a terminar en la cárcel, o en un manicomio.

ANTONIO: Por ahora terminamos en la radio, que apenas nos da para


comer.

MABEL: Mario, es urgente... Hagamos una cita para más tarde.


¡No, quiero que sea hoy!

LUIS: ¡Haceme el favor, cortá de una vez!

ANTONIO: Tratala con más consideración. ¿No ves que está enferma?

LUIS: ¡Se acabó, no aguanto más!

Llega al teléfono y corta la comunicación.

MABEL: ¿Bruto, qué hiciste?

LUIS: ¡Antonio, llevátela!

MABEL: Justo en el momento en que empezaba a comprenderme...

ANTONIO: Si no fueras hijo de ella...

LUIS: ¡Te dije mil veces que no te metas en lo que no te


importa!
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MABEL: ¡Hablaba con la única persona que puede ayudarme!


¡Estamos en la calle! ¿En la calle, entendés?

LUIS: ¡No quiero oírte una sola palabra más!

MABEL: ¡Oí a este miserable! ¿Señor, por qué mi hijo tiene que
ser mi mayor tormento?

LUIS: Chichita, tenés que irte...

MABEL: ¿Oís, Antonio? Ahora me amenaza. No va a parar hasta


provocarme una nueva crisis.

ANTONIO: Me parece mejor que salgamos de una vez.

MABEL: ¡Vago! ¡Vago, andá a trabajar! Hace veinte años que te


mantengo. Esta es mi casa. Acá vas a vivir como yo
quiero. Con modales. Con educación. ¡Si no, agarrás tus
cosas y te vas!

LUIS: ¡Callate, haceme el favor!

MABEL: (Saca del florero vacío un papel arrugado y se lo mues-


tra a Antonio). Mirá:éste es el trabajo que le conseguí.
¿Te acordás, ese aserradero que te conté, del que me
despidieron hace quince años? Pero el señor no quiere
medir manera. Ese no es trabajo para él. Quiere pasarse
todo el día en el café con los vagos de sus amigos.

LUIS: Si no se van, yo mismo los saco afuera.

MABEL: ¡Desgraciado, salís igualito a tu padre!

LUIS: ¡Hacete la mártir, ahora! (Remedándola). ¡Mi padre fue


el maldito que te dejó abandonada con un crío!

MABEL: ¿A mí me lo decís? ¿Eso es lo que me merezco después de


tantos años de sacrificio? ¿Alguna vez te faltó de
comer? ¿Ropa? ¿Un lugar donde dormir? ¡Decí! ¡Hablá!

LUIS: ¡Vamos, artista! ¡Salí de acá! Si sos una...

MABEL: ¿A ver...? ¿A ver...?

ANTONIO: ¡Termínenla los dos! (A Mabel). Venís conmigo o me voy


solo.

MABEL: ¡Quiero ver si tiene el coraje de echarme algo en cara!

LUIS: Sos una cualquiera. Estoy cansado de repetírtelo. Todo


el mundo lo sabe.

MABEL: ¡Que me lo vengan a decir a mí!

LUIS: Ya me tenés podrido... No te aguanto más...

MABEL: ¡Mientras tanto seguís viviendo de lo que yo te doy,


pese a que sos un grandote!
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LUIS: (Atrayéndola con fuerza, hasta tenerla cara a cara).


Atendeme: me mantenés porque soy tu hijo, que ya es
bastante decir. ¡Y porque no te queda otro remedio!

Antonio interviene y la saca de sus manos.

MABEL: (Llora). ¡Porquería! Siempre me hice malasangre...


¡Desde que nació me mortifica! No tuve juventud... Hace
veinte años que me atormenta día y noche... ¿Qué más
puedo darte...? ¿Mi vida, eso es lo que querés...?

LUIS: Llevátela o no me contengo más.

ANTONIO: Mejor es que te calles la boca.

MABEL: Ay, me siento muy mal... Antonio, por favor...

ANTONIO: Siempre lo mismo... (La lleva al dormitorio, mientras


Luis se pasea como una fiera enjaulada. Entra de nuevo).
Sos el más pobre desgraciado que vi en mi vida.

LUIS: ¿Qué te pasa...?

ANTONIO: ¿Cómo la podés tratar así?

LUIS: ¡Pero si se lo busca ella! ¿Quién la manda a ponerse de


esa manera?

ANTONIO: Escuchame: yo siempre evité meterme con vos. Pero, la


verdad, hace rato que tengo ganas de decirte dos
palabras en serio.

LUIS: Mirá, no te voy a tolerar ese tonito paternal porque


tenés esa relación con Chichita.

ANTONIO: Te hablo así porque tengo algunos años más que vos, que
me tocó vivirlos apurado y no en un café de barrio.

LUIS: (Sin oírlo, preocupado por su cita). Ahora las pibas


van a entrar... ¡y la otra metida ahí adentro!

ANTONIO: ¿Luis, sabés que tu vieja se quedó sin trabajo?

LUIS: (Anonadado). ¿Cómo decís?

ANTONIO: Sí; ayer en la radio renovaron los contratos para la


temporada de invierno. La gente ya no nos escucha como
antes. No sé qué es. La mitad del elenco quedó afuera. Y
Chichita entre ellos. ¿Comprendés lo que quiere decir?
Hace esta gira por los barrios y la provincia y después
no tiene nada. Ni un peso para comer. Hoy empezó a
mendigarle a sus amigos de antes. Vos viste: no le dan
ni la hora.

LUIS: Bueno, pero...

ANTONIO: No va a resultarle fácil recuperarse a su edad. Encima,


porque está enferma. Con la vida que lleva el día menos
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pensado le va a pasar una desgracia. Y sabé que la


responsabilidad a caer sobre tu cabeza.

LUIS: (Reacciona violentamente). ¡No me vengas en estos


momentos con problemas! Lo más importante ahora es ver
cómo la pensás sacar de aquí.

ANTONIO: ¡Vos prepará tu fiestita para cuatro! Algún día te va a


pesar.

LUIS: Mirá viejo, no te pongas en defensor de pobres que te


queda mal. Entre nosotros, te podés dejar la careta. Vos
también te la querés sacar de encima.

ANTONIO: ¿Qué...?

LUIS: Sí che, somos pocos y nos conocemos...

Pausa. Antonio ha recibido el impacto.

ANTONIO: Yo te hablo de una cosa, no me salgas con otra... Aquí


se trata de tu vieja... (No sabe cómo seguir). ¡Cómo te
hace falta golpearte la cabeza contra la pared..! Yo sí
que la pasé duro. Desde los quince años fui repartidor
de almacén. Me crié en la calle... Pasé épocas enteras
sin trabajo. Hasta dormí en la Costanera, ¿entendés? No
me gasté los codos en una mesa de café.

LUIS: ¡Dale, ponele música y tocalo con un organito! Pero ¿vos


pensás lo que decís? ¿Y qué ganaste con todo eso?

ANTONIO: ¿Cómo, qué gané?

LUIS: Sí; qué ganaste? ¿Tenés plata? No. Sos alguien? Tampoco.
¡Y ni siquiera le sacás el jugo a la vida porque sos un
amargo!

ANTONIO: Por lo menos no viví a costa de nadie.

LUIS: ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¿Por qué no te ponés un cartel así
todo el mundo te da la mano?

ANTONIO: (Amenazador). Mirá, Luis...

LUIS: ¡Lo que pasa es que sos un dejado y un inútil! Nunca vas
a llegar a nada. Y mejor agarrate fuerte de ella, porque
el día menos menos pensado te caés al pozo. (Se dirige a
la ventana). Ya no están más. ¿Qué hago ahora?

ANTONIO: Parate un momento y escuchame.

LUIS: ¡Salí! ¿No te das cuenta que me interesa un comino lo


que decís?

ANTONIO: Sin embargo me vas a escuchar.

LUIS: Hay que sacarla pronto de aquí. ¿Oíste bien lo que te


dije? ¡Pronto! (Sale al dormitorio).
18

ANTONIO: Un día de estos te voy a romper la cara, Luis.

LUIS: (Desde el dormitorio). Che, está desmayada.

ANTONIO: ¡No la toques! (Sale. Se oyen sus voces). Hay que


dejarla recostada un rato. Andate afuera. ¿Qué es lo que
se le da en estos casos? ¿No tenés una aspirina?

LUIS: ¡No, que le hacen mal! Hay que darle unas gotas. Son
especiales para estos ataques.

Entra Luis, abatido. Saca un frasquito del anaquel y


sale. Oímos como llena un vaso de agua y se encamina al
dormitorio.

Pausa larga. Vuelve Luis, solo. Se dirige a un sofá y se


deja caer, extenuado.

IV

Suena el timbre. Luis se levanta como si despertara de


una pesadilla.
Entra una chica de curioso desplante. Es Norma. Una
sonrisa pícara ilumina su boca. Avanza hasta el centro
de la habitación mirando a derecha e izquierda.

NORMA: ¿Y...? ¿Entrás o no? ¡Vamos, tonta, si igual no nos


pensamos quedar!

Se asoma Inés, una muchacha de unos veinte años, como su


amiga; simpatiquísima, ahora nerviosa y desconcertada.
Son dos muchachas de barrio vestidas con su mejor
atuendo. Aparece Roberto y se apoya en el marco de la
puerta.

INÉS: ¿Cómo querés que entre en casa de quien no conozco?


(Sale).

NORMA: ¡Así nomás, para curiosear un poco...! (Se ríe. Señala a


Luis). Este debe ser el dueño de casa.

LUIS: Sí; soy yo.

NORMA: ¿No te dije? El que hablaba por teléfono conmigo. El que


concertó la cita.

LUIS: El mismo.

NORMA: ¡El responsable de todo! (Lo mira fijo; luego ríe. Sale
a buscar a Inés y vuelve con ella). Miralos, Inés; uno
apoyado contra la pared; y el otro...

INÉS: ¡Norma! ¿Querés callarte de una vez? Yo soy Inés,


encantada.

NORMA: (Imitándola). Yo soy Norma... Ahora ya nos conocemos


personalmente. (Suspira; mira a uno y a otro). ¿Desilu-
sionados...?
19

LUIS: (A Roberto). Pasá y cerrá la puerta.

ROBERTO: Las chicas dicen que no fueron invitadas a pasar la


tarde en tu casa.

NORMA: ...sino que fuimos invitadas al cine.

INÉS: No sabíamos que nos diste una cita en la esquina de tu


casa.

LUIS: Podemos ir al cine, si quieren.

NORMA: ¿Si quieren? ¿Por qué, ustedes qué tenían pensado hacer?

LUIS: Quedarnos acá.

INÉS: (Rápido, seria). Entonces se quedan solos. (Norma se


ríe, pero pronto se calla). Bueno, ¿qué hacemos?

Luis y Roberto se consultan con la mirada. Norma mira


por la ventana.

NORMA: Qué lindo departamento...

INÉS: Yo aquí no me quedo. Subí y entré porque... ¡qué sé yo!


Norma, decí algo.

NORMA: (Se da vuelta). ¿Yo...? (A Roberto). Che, ¿por qué tu


amigo no dice nada?

ROBERTO: Escuchen, chicas... Yo tengo mi auto abajo. Si queremos


salir, en dos minutos llegamos a cualquier lado. (Se
acerca a Inés). No quiero que te sientas obligada a
quedarte.

NORMA: (Un efecto mágico ha obrado en ella). ¡Tiene auto...!


¿Oíste eso, querida?

INÉS: ¡Norma...!

NORMA: Qué amor...

ROBERTO. ¿Y si nos quedamos un rato charlando? Así... para entrar


en confianza.

LUIS: Claro. Después subimos al auto y vamos adonde quieran.

ROBERTO: Al cine.

NORMA: O a bailar...

INÉS: ¡Norma...!

Norma

NORMA: (Descubre el tocadiscos). Oia, qué aparato más raro...

INÉS: (Acercándosele, en voz baja). Es la última vez que salgo


20

con vos.

NORMA: ¿Qué te pasa, querida? ¿No lo oíste a Roberto? Podemos


irnos cuando queramos.

INÉS: Te estás portando como una loca.

NORMA: ¡Pero si sólo miraba el tocadiscos!

ROBERTO: Es una pieza de museo... Pero funciona. Que es lo que a


nosotros nos interesa ¿no? (A Inés). ¿Enojada...?

INÉS: No me gusta cuando se programa una cosa y después se


hace otra.

NORMA: Ya está, te encaprichaste. Ufa... me despeiné toda.

Norma se arregla así nomás el cabello, mientras Inés y


Roberto se miran desafiándose.

ROBERTO: ¿No hay reivindicación posible?

INÉS: No. (Baja los ojos). Vamos, Norma.

Abre la puerta de calle y sale. Norma la sigue.

LUIS: (En voz alta, para que escuchen todos). ¡Pero cómo se
van a ir...! ¿Qué va a pensar mi mamá, que apenas llegan
ya se van? (Las chicas vuelven. Luis sonríe y se dirige
al dormitorio). ¡Mamá! ¡Mamá! ¿Querés conocer a las
chicas? ¡Acaban de llegar...!

INÉS: ¿Está la madre de Luis?

ROBERTO: Creí que había salido... Pero no importa; la saludamos


igual.

NORMA: ¿Qué tal es?

ROBERTO: Es una mujer común y silvestre.

Entra la madre de Luis seguida de su hijo. Hay en su


rostro un brillo particular; una mezcla de rabia y dolor
y una insospechada altivez. Diez años antes, Chichita
debe haber sido una mujer muy interesante.

MABEL: Ah, llegaron las chicas... Encantada... Encantada...

INÉS: Nosotras...

LUIS: Mami, quieren ir al cine. Para no molestarte.

MABEL: Pero les hubieras dicho que para mí no es ninguna moles-


tia. Al contrario...

ROBERTO: Luis, ¿por qué no traés algo para tomar?

LUIS: Sí, tenés razón. Chicas, los tapados. ¡Siéntense!


21

Roberto ayuda a las chicas a sacarse los tapados. Luis


sale llevándoselos. Toman asiento.

MABEL: ...yo me voy enseguida.

ROBERTO: ¿Por qué? Acompáñenos por lo menos con una copa.

MABEL: En fin... Una copa no se las puedo negar. (Está turbada;


habla conteniéndose). ¿...ustedes son de por acá?

NORMA: Vivimos en Plaza Irlanda.

MABEL: Lindo barrio. Tranquilo... ¿Las dos trabajan?

INÉS: Sí.

MABEL: Me lo imaginé. ¿Dónde?

NORMA: En una hilandería.

MABEL: Miren... miren... Trabajo duro. Aburrido sobre todo.


Siempre lo mismo... siempre lo mismo. (Está cada vez
peor. Trata de disimularlo). ¿Hace frío, afuera?

NORMA: Nosotras trajimos los tapados por las dudas.

MABEL: A las tres de la tarde había sol. Y bueno, el invierno


se nos viene encima. Es lógico.

La situacion hace crisis en ella.

INÉS: ¿Qué le pasa, señora, se siente mal?

MABEL: Nada...soy una tonta. No sé. ¡Esto me trae tantos


recuerdos! Es que yo fui joven también... De pronto
sentí como si muchos años no hubieran pasado para mí, y
yo pudiera compartir las diversiones de ustedes...
(Pausa. Se limpia los ojos). En fin... Por favor, no me
miren a la cara. Estoy pálida, ¿no? Hace un momento no
me sentía nada bien. (Inés hace gesto de levantarse).
No... quédense sentadas. Tengo que salir. Tanto tiempo
encerrada me perjudica.

Entra Luis con una bandeja.

LUIS: Sírvanse con calma que hay para todos.

INÉS: Yo no quiero.

NORMA: Yo sí.

LUIS: (A Inés). Vamos, tomá... ¡Entre nosotros no vamos a


hacer cumplidos! Así me gusta más...

Roberto, servicial, alcanza un vaso a Mabel.

MABEL: Gracias...

Todos levantan los vasos.


22

ROBERTO: Salud. (Beben. Silencio). Señora, la invitamos a


quedarse con nosotros.

MABEL: No puedo... Me esperan en la radio.

INÉS: Aunque sea unos minutos.

ROBERTO: La señora es actriz.

NORMA: ¿En serio?

LUIS: Sí... después te cuento.

NORMA: ¡El sueño de mi vida!

MABEL: No tanto sueño... ¿Y Tonio?

LUIS: Adentro. Lo voy a llamar. (Sale).

NORMA: Me encanta hablar con gente como usted. Es actriz; se ve


que ha vivido mucho...

MABEL: ¡Hijita! ¿Me ves tan vieja?

NORMA: ¡Perdón! No quise decir eso...

MABEL: Lo sé, querida. Además, ya sé que estoy vieja. (Echa una


mirada hacia el dormitorio y agrega). Pero no digan
nada... es un secreto.

Tibia sonrisa general.

NORMA: Yo soy así. Mi mamá dice que tengo que escuchar a la


gente mayor. ¡A ver si en una de esas aprendo algo! Se-
gún ella, somos todas unas cabezas huecas que no servi-
mos para nada. ¡En serio! (Inés, colorada, baja la
cabeza).

MABEL: ... también hay quien dice que las mujeres de ayer
comprendemos el mundo menos que las de hoy.

La conversacion cae en el vacío. Mabel busca a Antonio


con la mirada.

NORMA: (Un poco fuera de lugar). ¿Usted ve mal, señora, que dos
chicas vayan a bailar a casa de un muchacho?

INÉS: Norma...

NORMA: ¿Qué tiene? ¿Acaso no se lo puedo preguntar?

MABEL: Pero no, querida, por favor.. Como digo en la obra que
hacemos ahora, "para mí, nada tan bello como la juventud
reunida..."

Entra Antonio seguido de Luis.

ANTONIO: (Terminando la frase). "...porque en la mirada de una


23

muchacha, está la pureza del amor". (Se queda mirando a


Inés con interés).

MABEL: Bueno... Es hora de que me vaya. ¿Ustedes no conocen a


Tonio?

ANTONIO: Mucho gusto.

MABEL: Es mi compañero de reparto en la obra que representamos.


Estuvimos ensayando nuestras partes durante la tarde.

ANTONIO: Y cómo...

INÉS: Señora, si molestamos...

MABEL: ¡De ninguna manera!

ANTONIO: Justo cuando ustedes llegaron terminábamos una escena.


¡Completa!

MABEL: ¿Mi tapado, Tonio?

ANTONIO: En el dormitorio.

MABEL: Dejá... voy yo misma a buscarlo.

ANTONIO: Chicas, recién las conozco y ya me tengo que ir. La


verdad es que lamento dejarlas. Hubiera preferido
quedarme, pero... "Es un destino cruel la vida, mama".

MABEL: (Volviendo con su tapado). "Pero hay que mantener viva


la llama de la esperanza".

NORMA: ¿Es la obra que están representando? ¿Y la repiten así,


todo el tiempo?

ANTONIO: ... hasta de noche, en sueños.

INÉS: Sigan un poco más...

NORMA: ¡Por favor!

MABEL: Sí, es hermoso. Cuando se actúa es hermoso. Pero nos


tenemos que ir.

ANTONIO: (Suspira, les da la mano). Lamentos dejarlas. Hubiera


preferido quedarme, pero...

Roberto ayuda a Mabel a ponerse su tapado.

MABEL: Gracias, Roberto... A propósito, ¿usted no podría conse-


guirle un trabajo a Luis?

ROBERTO: Voy a tratar, señora.

MABEL: Se me ocurrió. No sé... Como me dijo que trabajaba con


su papá...

LUIS: ¿Te parece que es el momento?


24

MABEL: (Acercándose a las chicas). Adiós, que se diviertan


mucho. Hasta prontito... Vuelva, Roberto. Está en su
casa. Por favor, piense en lo que le pedí...

Todos están de pie; las chicas con una sonrisa


melancólica ven salir a Mabel y Antonio. Al llegar a la
puerta, Mabel se da vuelta.

NORMA: Adiós...

MABEL: (Imprevistamente). ¿Me acompañás hasta abajo, Luis?

LUIS: ¿Qué querés?

MABEL: Luis...

LUIS: ¿...es muy importante?

MABEL: Quiero decirte dos palabras. (A todos). ¡Adiós...!

Murmullo de despedida. Mabel sale, precedida por


Antonio, dejando la puerta entornada. Luis la sigue.

ROBERTO: (Rompe el silencio). ¡Se pasaron! Es como si hubiéramos


ido al teatro de verdad. Creo que ahora nos conocemos un
poco más. Pronto vamos a ser grandes amigos, ya van a
ver. Sobra tiempo para hacer después lo que queramos. (A
Inés). ¿Pasó el malhumor?

INÉS: Me viene de lejos.

NORMA: ¡No empieces con eso ahora! (A Roberto, con un ancha


sonrisa). Pero claro... Si fue una tontería.

ROBERTO: (Sin sacar los ojos de Inés). Lo más apasionante de es-


tas citas telefónicas... es imaginarse a la otra perso-
na. Y conocer la primera impresión que uno produce.

NORMA: (Extasiada, dando un paso de vals). Ay, yo siempre me


imagino a los muchachos bárbaros.

ROBERTO: (A Norma). ¡Por fin! Su amiga se rió... ¿Fuman?

INÉS: Que ahora diga él qué pensó cuando nos vio.

ROBERTO: Como puedo expresarlo... Bueno, estaba impaciente.


Francamente, a mí me gustan estas citas. Yo encuentro
que tienen algo de.. ¡cita con el destino!

NORMA: ¡Sí, es verdad!

ROBERTO: (A Inés). Eso pensé cuando te vi.

NORMA: Inés, me parece que ya está... ¡Te lo conquistaste!

INÉS: ¡Tonta!

NORMA: ¡Si está encantado con vos! Se le ve en los ojos.


25

ROBERTO: (A Inés). ¿Y vos qué pensás de estas citas?

INÉS: La verdad, no me gustan mucho.

ROBERTO: ¿Bailamos?

INÉS: ¿Ya, bailar...?

NORMA: Sí, linda... ¿Por qué no? ¿Dónde está mi cartera?

ROBERTO: (Sin mirarla). Creo que Luis la puso en el dormitorio.

NORMA: ¿Es por aquí? Dejá, ya lo voy a encontrar.

INÉS: ¿Te pasa algo, Norma?

NORMA: Nada. Me voy a arreglar un poco. Bailen ustedes. (Sale).

INÉS: Esperame, yo te acompaño.

Sale detrás de su amiga. Entra Luis. Se ve que ha subido


corriendo las escaleras.

LUIS: ¿Y las chicas?

ROBERTO: Fueron a arreglarse al baño. ¿Qué te pasa, viejo?

LUIS: Chichita... Está cada vez peor. Antonio se la llevó


caminando hacia el parque. Necesita irse de aquí. Qué sé
yo...Descansar...Yo no aguanto más. (Lo mira de arriba
abajo). ¿Qué tal son las chicas?

ROBERTO: Están pasables.

LUIS: Y vos ya te elegiste la mejor, como querías.

ROBERTO: Ahora no me vengas con líos.

LUIS: ¿Estás contento, eh?

ROBERTO: Shss... Que escuchan...

LUIS: Me juego la cabeza que sos incapaz de conquistártela.

ROBERTO: Decime, ¿te creés que soy un caído del catre, o qué?

LUIS: Cómo vas a rebotar... ¿Apostás? Dale. Lo que quieras.

ROBERTO: Mirá Luis: andate con Norma por tu lado y dejame tran-
quilo con Inés.

LUIS: Te falta pasta. Se ve de lejos.

ROBERTO: No provoqués. Si yo no la consigo vos tampoco, Luis.

LUIS: ¿Me desafiás? ¿Te animás, entonces?

ROBERTO: No. Y no porque te tenga miedo.Pero no quiero líos... A-


26

sí que si jorobás, me voy y te dejo solo con las chicas.

LUIS: Tranquilizate...

Entran las chicas.

NORMA: ¿Pasa algo?

ROBERTO: Nada. ¿Bailamos?

NORMA: Sí. Dejame elegir el disco a mí.

ROBERTO: Le decía a Luis... ¿Qué tal si un día de estos vamos a


bailar a Olivos?

NORMA: ¿A una "boi-te"?

ROBERTO: ¿Por qué no? (Luis se acerca lentamente al grupo,


mirando fijamente a Inés). ¿Eh? ¿Qué opinan?

NORMA: ¿No es muy lejos, che?

ROBERTO: ¿Y para qué tengo el auto?

NORMA: ¡Cierto! Me olvidé. (Se ríe. A Inés, burlona). Pero a


Inés no le gusta ir a bailar.

INÉS: Mentira, me gusta. Pero no a esos lugares.

NORMA: ¡Le tiene miedo a la oscuridad!

Luis no quita los ojos de Inés. Norma pone un disco en


el aparato. Silencio molesto. MUSICA

ROBERTO: ¿Vos sos de las que prefieren los bailes familiares?

INÉS: ¿Por qué no? Yo me encuentro a gusto en cualquier lugar,


siempre que esté entre amigos.

ROBERTO: Muy bien... (La toma para bailar). ¿Y acaso nosotros


dos... no empezamos a ser amigos?

Roberto e Inés bailan bajo la mirada de Luis. Finalmente


Luis mira a Norma, que fuma, una sonrisa entre los
labios, apoyada contra el armario Baja la cabeza,
indeciso. Un segundo después la levanta. Se saca
parsimoniosamente el saco, cruza la pieza y la saca a
bailar. Norma acepta; pero hay desgano en los dos; como
si al aceptarse hubieran debido resignarse a una suerte
menos grata.

Las parejas se cruzan y los muchachos cambian una mirada


glacial. Luis y Norma salen hacia la habitación. Roberto
e Inés dejan de bailar y se sientan en los silloncitos.
CAMBIO DE LUCES QUE DAN PAUTA DE UNA ELIPSIS TEMPORAL.

V
27

Primeras horas de la noche. El ambiente está caldeado;


flota una una lasitud pegajosa. El sofá de la ventana ha
sido vuelto contra la pared; el de al lado sigue en la
posición del comienzo. Ahí, sentados bajo la clara luz
del velador de pie, Inés y Roberto hablan.

ROBERTO: (Bruscamente, saliendo de su mutismo). ¿...Qué decías?

INÉS: Te preguntaba si te gusta ir al cine.

ROBERTO: No mucho. Es difícil que yo vaya al cine. Y si voy, es


para ver una película de acción.

INÉS: ¿No te gustan las películas de amor?

ROBERTO: ¿Esas...? No las soporto. No, para mí tienen que ser


redondas. Como las policiales, donde al final todo está
claro. ¿En serio, te gustan las películas de amor?

INÉS: Sí.

ROBERTO: No te imaginaba tan romántica. (Inés se encoge de


hombros, confundida). ¿Sabés lo que me gusta hacer a mí?
Sentarme al volante en una carretera vacía, y apretar el
acelerador. Apretarlo a fondo hasta que... el motor
explote. No sé como explicártelo... pero así me siento
vivir. ¿Comprendés?

INÉS: Sí.

ROBERTO: ¿Nunca fuiste a ver carreras de autos?

INÉS: No.

ROBERTO: Tengo un primo que preparó un coche él solo. Corre que


es una maravilla. ¿En qué pensás?

INÉS. En nada. (Roberto mira la hora). ¿Qué hora es?

ROBERTO: Las ocho menos cuarto. Pasa el tiempo, ¿no?

INÉS: Y otras veces las horas se estiran y no pasa nada...

Del sofá de la ventana surge la risa sensual de Norma.


Roberto da vuelta la cabeza, Inés lo imita. Al volver,
sus miradas se encuentran.

ROERTO: (Incómodo, reprimiendo un gesto de impaciencia). ¿Querés


bailar?

INÉS: Gracias Roberto, por el momento no.

ROBERTO: ¿Qué querés hacer?

INÉS: ¡Nada! Qué raro... ¡Estoy tan tranquila! Tengo la cabeza


blanda como una nube.

ROBERTO: Sos una chica rara, vos.


28

INÉS: (Toma su cartera). ¿Por qué?

ROBERTO: No sé. ¡La de cosas que debés tener ahí! La cartera de


mujer es como la galera del mago...

INÉS: ¿Querés una pastilla?

ROBERTO: Creí que ibas a sacar un conejo.

INÉS: Tomá, mirá. (Saca una foto).

ROBERTO: Estás linda acá. ¿Dónde te la sacaste?

INÉS: En un parque.

ROBERTO: Saliste bien.

INÉS: ¡Andá...!

Quiere recuperar la foto, pero Roberto se lo impide.

ROBERTO: No; me la regalás.

INÉS: Bueno, te la doy. (Cierra la cartera. Coqueta). Pero


guardala, ¿eh? Si no, ya podés devolvérmela.

Roberto intenta abrazarla. Ella se aleja.

ROBERTO: ¿Con quién estabas ese día en el parque?

INÉS: ¿Eh? No tengo novio si es lo que pensás.

ROBERTO: Yo me imaginé que sí.

INÉS: Salía con un muchacho hasta hace poco. Pero eso ya pasó.

Roberto se levanta. Va hasta la mesa y se llena un vaso.

ROBERTO: ¿Querés tomar?

INÉS: (Amable). No, gracias.

ROBERTO: ¿Ves cómo sos una chica rara?

INÉS. ¿Por qué...?

ROBERTO: (Bebe). Y... por lo que hacés. (Vuelve a sentarse a su


lado). ¿No te aburrís?

INÉS: ¡Estoy lo más bien! Esta noche me destapé... Me gusta


hablar... Se nota ¿no?

Ríen. Roberto intenta besarla. Ella se separa de nuevo.

INÉS: No, Roberto. Conmigo no es tan fácil.

En ese momento se oye un gritito. Aparece Norma de un


salto.
29

ROBERTO: ¿Qué pasa?

NORMA: (A Luis, entre mimosa y coqueta). ¡Te dije que no me


gustan las cosquillas!

LUIS: (Viene Luis, no muy contento. Levanta la botella). Se la


tomaron toda.

ROBERTO: ¿Y qué? Traé la otra de adentro.

LUIS: ¿Te creés que estás en un bar?

ROBERTO: Callate, amarrete...

NORMA: (Apantallándose). ¡Siento un calor! ¿Qué hora es? Deben


ser como las ocho. (Los muchachos no dicen nada). Bueno,
Inés, ¿qué hacemos? Me aburro... Tanto ir y venir
empieza a marearme.

INÉS: Vayamos al centro. Podemos ir a tomar algo.

NORMA: Lo que vos digas. (Bosteza).

LUIS: Voy a abrir la ventana.

INÉS: Te iba a pedir que hicieras eso.

Luis la mira como si se hubiera olvidado de su existen-


cia. Es la primera vez que Inés le dirige la palabra.

LUIS: Estoy acá para darte todos los gustos.

Abre la ventana. Norma se asoma para afuera.

NORMA: Inés, se ve el patio y la azotea de cada casa... ¡Qué


lindo vivir en un tercer piso! ¡Te sentís por encima de
todo! Muchachos, tengo sed.

LUIS: Poné la botella boca abajo. En una de ésas cae una gota.

ROBERTO: ¿Por qué no traés esa botella que guardás para las
visitas selectas?

INÉS: ¿Qué es?

LUIS: (Imperturbable). Vermouth.

NORMA: Ufa, ¿no tienen otra cosa? ¡Soltame!

LUIS: Vení conmigo... Vamos a la cocina a prepararlo.

NORMA: Che, ¿qué te pensás que soy?

Salen Luis y Norma.

ROBERTO: Norma... ¿es muy amiga tuya?

INÉS: Trabajamos juntas.


30

ROBERTO: ¿Ah, sí? ¿Dónde?

INÉS: En una hilandería. (Roberto recuerda y asiente). ¿Por


qué?

ROBERTO: Son el día y la noche.

INÉS: Fijate sin embargo que Norma tiene un gran corazón. Pero
ella no lo sabe... y se cree que no vale nada.

ROBERTO: No lo decía por eso.

INÉS: Bueno; es feliz, a su manera. Otras..., ni eso. (va a


salir, Roberto la detiene). ...Iba a arreglarme un poco.

ROBERTO: ...antes tengo que decirte algo.

INÉS: ¿Qué...?

ROBERTO: Inés... me encanta acariciarte... (Le besa una mejilla).

INÉS: Dejame... por favor...

Roberto la besa en los labios. Inés se suelta y da


vuelta la cara.

ROBERTO: ¿Por qué?

INÉS: No sé... No sé cómo va a terminar esto.

ROBERTO: ¿Recién empieza y ya te preguntás cómo va a terminar?

Se abrazan de nuevo. Inés deja resbalar sus dedos por la


camisa de él. Beso prologado. Entra Luis, unosw segundos
antes, con una bandeja con vasos. Norma viene detrás.
Roberto e Inés se separan.

LUIS: Tranquilidad, muchachos... Dejen algo para el final...

Roberto e Inés se separan.

ROBERTO: ¿Qué traés ahí?

LUIS: Adiviná.

ROBERTO: Es vermouth.

LUIS: ¿Qué esperabas, "champaña"? (Norma se ríe).

INÉS: (A Roberto). Alcanzame el que tiene menos. Gracias.

Roberto levanta su vaso. Los demás lo imitan.

ROBERTO: Salud chicas... Salud.

Todos beben.

NORMA: Puaj... Está asqueroso.


31

LUIS: ¿Y por qué lo tomás?

NORMA: ¿A mí me lo preguntás?

Se encoge de hombros y bebe otro trago. Los cuatro se


sientan. Silencio de miradas cruzadas.

ROBERTO: ¿Y si bailamos un rato?

NORMA: (Mimosa). No... esperen un poquito.

INÉS: A mí me duelen los pies.

LUIS: ¡Sacate los zapatos!

Inés vacila; es un segundo nada más. Después se los saca


y los empuja con un pie bajo el sofá. Norma sigue su
ejemplo.

NORMA: Me lavé los pies antes de venir.

LUIS: ¿Y los discos que quedaste en prestarme?

ROBERTO: Me olvidé de traerlos.

LUIS: ¿Otra vez?

ROBERTO: Mirá... Mi hermana no quiere que te los preste. Dice que


un aparato viejo los puede arruinar.

LUIS: (Alza la voz). ¿Y por qué no me lo dijiste desde el


principio?

ROBERTO: ¡Porque no creí que lo ibas a comprender!

NORMA: ¡Bueno...! Invitalo a escucharlos en tu casa y se acabó.

LUIS: ¿Yo, a su casa...? ¡Ja! ¿Con qué tarjeta de visita?

Lo mira con expresión desaforada. Roberto trata de


conservar su apostura.

NORMA: Che, ¿viste cómo se ponen cuando están juntos?

ROBERTO: Chicas... ¿entonces vamos los cuatro afuera un domingo?

INÉS: ¿Qué querés decir, un picnic?

ROBERTO: ¿No les parece una buena idea?

INÉS: ¿Por qué no? ¿Al Tigre?

NORMA: ¡Conmigo no cuenten...! Te comen los mosquitos. El sol


quema hasta que te achicharra. Una vuelve con la espalda
molida,escupiendo tierra por todos lados. A mí no me
gusta la naturaleza. Yo soy del asfalto.

Luis se ríe burlonamente. Norma le hace una mueca.


32

INÉS: Hay lindos lugares a la sombra donde se puede bailar


como te gusta a vos.

NORMA: ¡Bah!

INÉS: ¡Tonta!¿Qué hacés un domingo? Te aburrís. Si no te ence-


rrás en un cine, te tirás en la cama a escuchar la
radio.

NORMA: ¡Hago lo mismo que hacés vos!

Luis vuelve a reírse de Norma. Silencio.

ROBERTO: De todos modos, este domingo ya no cuenta.

INÉS: ¿Mañana? Claro que no.

ROBERTO: Puede ser el que viene. Bueno... voy a poner un disco.

NORMA: (Resentida). ¡Te dije que no! Ufa, siento un calor...


Ya me duele la cabeza.

LUIS: Sacate el vestido.

NORMA: ¡Estúpido!

ROBERTO: Ya sé porqué no podemos ir afuera el domingo que viene.


Hay elecciones. Está todo cerrado.

NORMA: ¡Qué aburrido...!

INÉS: Voy a tener que buscar la libreta.

NORMA: Vaya a saber dónde yo la puse.

LUIS: ¡...Qué aburrido las elecciones; no soporto el Tigre; me


da asco el vermouth! ¿A vos hay que sonarte con una
matraca para que te diviertas?

NORMA: ¿Y por eso te ponés nervioso?

INÉS: (A Roberto). ¿Ya es tarde para ir al cine?

LUIS: ¿Todavía te quedan ganas después de la película que te


contó? (A Norma, que se ríe de la ocurrencia). ¿Viste
cómo hablaban los dos? ¡Dale que dale...! ¡Parecía
"Historia de dos Vidas"!

INÉS: No hay nada malo en conversar.

ROBERTO: Lo que pasa es que otros no saben conversar.

LUIS: ¡Y otros no saben hacer otra cosa!

LUIS: (Se levanta y se acerca a Inés). ¿Te contó todo...? ¿Qué


su tío viajó a Estados Unidos y le trajo un encendedor
japonés que no sabe ni usar? ¿Qué el primo tiene un
coche que corre…guauuu…que es una maravilla? ¿Qué su
papá tiene una fábrica de zapatos grande como una cancha
33

de fútbol?

ROBERTO: ¿Vos estás buscando provocarme?

INÉS: Luis... por favor.

LUIS: (La levanta lentamente). ¿Te dijeron alguna vez que sos
muy simpática?

INÉS: En todos los bailes a los que voy.

LUIS: ¡Apuesto a que los dos haríamos una pareja formidable!

INÉS: Hum... Depende, depende. ¿De qué signo del zodíaco sos?

LUIS: De Tauro.

INÉS: Yo también.

LUIS: ¿No te dije? ¡Fenómeno! ¡La fuerza y el coraje juntos!


(Salta hasta la victrola y pone un rock). Vení... Quiero
bailar con vos.

Bailan. Luis se mueve con frenesi, en una verdadera


demostración de fuerza. Inés sonríe,le sirve de acom-
pañamiento sin exhibirse. De tanto en tanto echa una
mirada hacia Roberto que desde su lugar sigue el baile
aparentemente imperturbable.

LUIS: (Abraza a Inés). Sos un tesoro para bailar. (La besa en


la frente, jadeante).

INÉS. Portate bien...

LUIS: ¿Te fijaste que bailamos al mismo compás?

INÉS: Sí... Estamos hechos el uno para el otro.

LUIS: (Baja la mano por su cintura y le apoya la mejilla). Qué


cintura más redondita...

Roberto levanta el pick-up. La pareja se detiene.

LUIS: Perdón... ¿el señor se sintió tocado?

INÉS: ¿No te parece que te estás propasando?

LUIS: ¿A vos te parece?

NORMA: Ufa, che... Hagan las paces.

LUIS: ¿Qué hice? Dije que Inés tiene cintura redondita. ¡Es la
verdad! Ahora, si aquél todavía no lo descubrió... (A
Inés, que da vuelta la cabeza disgustada). Si yo sé que
a vos te gusta que te lo diga.

ROBERTO: Pero a mí tus chistes me pudren.

LUIS: ¡Qué muchacho más serio! El otro día también pasó lo


34

mismo. Me invitó a un baile en lo de su prima... ¡Y


porque toqué a una nena de mamá, armó un escándalo de
padre y señor nuestro!

ROBERTO: ¡Era una mujer casada con un pariente mío! No todos


están dispuestos a aguantar tus salidas.

LUIS: Ah, ¿el señor defendía el honor de la familia, entonces?

ROBERTO: ¡Sí! Pero vos no me podés comprender. Para eso tendrías


que saber lo que es honor, y lo que es familia.

LUIS: Mirá con lo que salís. ¡Parecés una mujer!

ROBERTO: Pero decíme, ¿qué estás buscando? ¿Te volviste loco de


repente?

LUISD: No pibe, me cansé de soportarte. Yo traje a las chicas a


mi casa para divertirnos. Pero como te pusiste cargoso,
dejé que hicieras lo que se te antojara.

ROBERTO: Ya me lo refregaste en la cara cinco veces al menos.

LUIS: ¡Dale, fanfarrón! ¡Contá la historia de tu familia a ver


si así las impresionás un poco!

ROBERTO: ¡Basta, Luis! No voy a hacer un papelón delante de las


chicas.

LUIS: ¿...no quiere el señor un vaso de "champaña"? ¡Idiota!

ROBERTO: Acabala que te conviene, Luis.

LUIS: ¿Y si no quiero...?

ROBERTO: Si no querés, todo termina mal.

NORMA: ¡Roberto! ¡Luis! ¿Dónde se creen que están?

LUIS: ¿Ah, sí...? ¿Y qué pensás hacer?

ROBERTO: Te arruino la noche, como vos querés hacérmelo a mí.


Aunque sabelo: yo no soy de esa clase de tipos. Pero si
me obligás, lo hago.

LUIS: ¡...Bueno, aquí están las chicas! ¿Por qué no les contás
que tiramos la monedita al aire, antes que llegaran,
para jugar a cara o seca quién se quedaba con la mejor
de las dos?

ROBERTO: ¡Callate, animal!

LUIS: ¡Ya es tarde, pibe! Norma lo sabe todo. Cuando se lo


conté, se puso loca de la vida. ¿No tesoro? ¡Estos
trucos encantan a las mujeres!

INÉS: Hagan el favor de no pelearse.

ROBERTO: (A Inés). No sé qué tiene. No se cansa de gritar.


35

LUIS: ¡Ja,ja,ja! ¡Decí de nuevo que me vas a echar a perder la


noche!

ROBERTO: No busqués camorra...

LUIS: En esta casa se hace lo que a mí se me da la gana.

ROBERTO: Te hacés el compadrito delante de las chicas...

Inés y Norma se interponen.

INÉS: ¡Basta...!

NORMA: ¡Ufa, parecen dos mocosos!

ROBERTO: Esto lo arreglamos después, los dos solos.

LUIS: ¡Payaso...!

Norma conduce a Luis hasta el sofá de la ventana.

NORMA: Vení.... Sentate aquí. (se sientan. Norma le acaricia el


cabello. Burlona). Matón...

ROBERTO: (Toma su saco). No tengo nada más que hacer aquí.

LUIS: ¡Por mí! No serviste más que para arruinarnos la fiesta.

Inés se acoda contra el armario en silencio.

ROBERTO: Perdé cuidado. No vuelvo a pisar más esta casa.

NORMA: ¡Shss...! ¡Basta! (Corre hasta Roberto y le arrebata el


saco). Terminen de portarse como dos pavotes.

ROBERTO: Devolveme el saco.

NORMA: No te devuelvo nada. ¿No te merecemos ninguna considera-


ción? ¡Quedate por Inés, al menos!

ROBERTO. No pensaba dejarla aquí.

INÉS: ¿Ah, no...?

ROBERTO: Tomá tu tapado. Nos vamos.

INÉS: Yo vine con Norma. No voy a dejarla sola.

NORMA: ¡Ufa! ¿Es posible que terminen peleándose? (Coloca otro


disco.MUSICA). ¿Y vos, Inés? ¡No te quedés ahí dura como
una marmota!

Se acerca a Luis contoneándose y le pasa una mano por


los cabellos. Luis le responde con otra caricia. Ella lo
ayuda a levantarse del sofá; él la toma entre los brazos
y comienzan a bailar, estrechamente unidos. Se besan.

LUIS: Te adoro...
36

NORMA: (Debatiéndose). ¿Y tu novia?

LUIS: No tengo novia.

NORMA: Sí que tenés...

Recibe un beso por toda respuesta. La mano de Luis se


desliza bajo su blusa. Ella espera un instante, luego la
retira.

LUIS: Ahora, gorda, nos vamos a bailar a mi pieza.

NORMA: A vos te gusta Inés. ¿Te creés que no me di cuenta?

LUIS: Vamos a mi pieza, tonta... ¿No ves que vamos a bailar


solos?

NORMA: ¡Ja,ja! ¡Eso es lo que vos querés!

LUIS: (La besa de nuevo). Vamos...

NORMA: No.(Le coloca el índice en los labios). Vos sos un vivo.


(Lasciva). Estás equivocado, m' hijito. Yo no soy de las
que se entregan la primera vez... ¡No, señor! ¡Eh,
ustedes dos! ¿Se quedaron mudos?

Los aludidos permanecen callados. Luis y Norma bailan...


Es una danza extraña, entrecortada por besos y caricias.
A un momento dado él la interrumpe; la toma del brazo y
se la lleva al dormitorio. Norma no ofrece resistencia.

VI

INÉS: Sacá ese disco que no puedo más. Por favor.

ROBERTO: (Para la victrola de mala gana). ¿Qué pasa ahora con


vos?

INÉS: La cabeza me va a saltar en mil pedazos...

ROBERTO: Pero.. ¡si yo no te hice nada! Lo único que me faltaba,


que vos también me grites. Ay, Dios, las cosas que uno
tiene que aguantar...

INÉS: ¿Ahora gritás vos también?

ROBERTO: (va hacia la habitación) - Sos una porquería de persona.


Todo lo que haces es reírte, acostarte con una,
cualquier cosa- tiene que ser para escupírselo a alguien
en la cara. ¿Cómo terminé con un tipo así? Atorrante.

INÉS: Haceme el favor, contenete.

ROBERTO: ¿Pero no ves que debería sacarlo a patadas de ahí? ¡Qué


idiota soy! Se va a pudrir aquí con su madre, esa mujer
que todos saben lo que es. ¿Por qué salgo con él? No me
lo explico. Guacho... ¡Guacho!
37

En un arranque de rabia sale. Oímos sus infructuosas


sacudidas de picaporte. Vuelve al comedor.

INÉS: Terminala, parecés un loco.

ROBERTO: ¿Había resultado fácil tu amiguita, eh?

INÉS: Por favor, no hables así de los demás.

ROBERTO: ¿Qué? ¿Me vas a decir que vos sos una santita? ¡Nunca
estuviste con un tipo!

INÉS: No, nunca estuve.

ROBERTO: ¿se puede saber qué hago yo acá? Esta vida me tiene
podrido. Tiene que haber un lugar en el mundo, lejos,
donde la gente no sea así... Pero ¿dónde? (Silencio.
Inés está como ausente). ¡Puff! Voy a servirme un trago.

INÉS: Vení acá, no tomes más...

Roberto se acuerda de pronto de algo. Sale. Regresa con


la otra botella.

INÉS: ¡No tomes más!

ROBERTO: Maldito sea de nuevo. ¡Sí, lo desprecio! Porque es


incapaz de ser leal. (Con un brillo extraño en la cara,
Roberto rompe la cuarte pared, sentado a proscenio habla
al público). El mes pasado, en el café, cuando me lo
presentaron, contaba su última conquista, rodeado de
todos los amigos del barrio. Lo miré bien. Valía la
pena: los ojos se le agrandaban mientras hablaba. Y
hacía gestos con las manos. Fue lo primero de él que me
llamó la atención. Invité con un trago a todos. Cuando
reparó en mí, enseguida lo presentí: el astuto, el
típico astuto de barrio... Vos te preguntarás, ¿qué me
llevó allí? Curiosidad... soledad. Ese día, cuando nos
despedimos, me dio un apretón de manos. Pero yo no bajé
la guardia. ¡El desgraciado sonreía!

INÉS: Si salís con él es porque querés.

ROBERTO: Cuando un tipo como Luis me hace una porquería como la


de recién, se me agolpa la sangre en la cabeza y no veo
nada. Me vienen unas ganas bárbaras de romperle el alma.
¿Me comprendés? Vos no tenés la culpa de nada de lo que
pasó aquí. Vos sos una buena chica. Y tenés una
expresión tan dulce... Enseguida me di cuenta que sos
diferente. ¿Seguís enojada conmigo?

INÉS: No. (Se inclina hacia él. Apoya la cabeza sobre su


hombro. Él muy despacio, le acaricia el pelo).

ROBERTO: (Está feliz así, pero no puede aguantarlo. Se para. Ella


abre los ojos). ¿Querés una copa?

INÉS: No.
38

ROBERTO: ¡Sólo para entonarte un poco! (Se ríe). ¿Qué podemos


hacer? ¿Y si les golpeamos la puerta y les decimos
que...

INÉS: Olvidate de ellos... Pensá en nosotros...

ROBERTO: No, eso no sirve. Es poco... Tiene que ser algo más
gordo. (Llena un vaso. Toma. Después se para delante de
ella y la mira fijo).

INÉS: Roberto...

ROBERTO: ¿Qué?

INÉS: No soy tan fuerte como parezco.

ROBERTO: ¿Ah, no?

INÉS: Una palabra, un desengaño puede voltearme.

ROBERTO: ¿Un beso también? Inés... yo siento algo por vos.

INÉS: No es lo que mostrás con tu actitud.

ROBERTO: ¡Es que me cuesta decírtelo! ¿Qué tengo que hacer para
que me creas? ¡vamos a tirar la casa por la ventana!...
¡Es la mejor manera de divertirse! (Abre la ventana).
¿Por dónde empezamos? ¡Ja,ja,ja! Andá, pone la victrola
a todo lo que da. Vamos a bailar sobre la mesa. (La
enciende él mismo MUSICA, comienza a mover los muebles,
a tirar las cosas, hace un espacio para pista de baile).
¡Dale! ¡No pongas cara de velorio ahora que empecé a
entonarme!

Toma un trago de la botella. Suena la victrola con gran


estruendo.

INÉS: Roberto, no sigas más con eso.

ROBERTO: Tonta ¿por qué te contenés? ¡Desatate por una vez! ¡Vas
a ver qué lindo!

INÉS: ¡Soltame! (Roberto para la victrola).

ROBERTO: Pero ¿qué te pasa, estúpida?

INÉS. Mirá, yo me quedé por Norma. Si no hace rato que ya me


hubiera ido.

ROBERTO: Salí... ¿Te creés que no sé que te quedaste porque no


tenés adonde ir?

INÉS: ¡Soltame, te digo!

ROBERTO: Bueno, ¿y qué? ¿Tanto lío porque te retuve?

La besa con fuerza.


39

INÉS: Así no...

ROBERTO: Dale, seguí... Besame vos a mí, ahora... No pares...

INÉS: ¡Sólo lo querés imitar! Pero a vos no te sale igual ...


(Se aleja de él). (acomoda las cosas que Roberto tiró
antes) - Tenés que acercarte a las mujeres de otra
manera. Sabés hablar, sos bien parecido... tenés
modales... De esa manera vas a conquistarlas. Mejor.

ROBERTO: Puff! Daría cualquier cosa por estar a mil kilómetros de


aquí. No lo digo por vos. (vuelve a servirse y a tomar).

INÉS: No tomes más...

ROBERTO: No me emborracho. Nunca alcanzo.

INÉS: Pero te va a hacer mal.

ROBERTO: ¿Más mal de lo que estoy? Hice un papelón. No me lo vas


a perdonar.

INÉS: ¿Pongo música?

ROBERTO: No. (Trata de despejarse). Sentate al lado mío.

INÉS: ¿Te vas a portar bien?

ROBERTO: Sí, vení... siento como si me empujaran de un lado a


otro. Como si no sirviera para nada. La gente come, yo
como... ¿La gente trabaja, protesta, duerme? Yo, la
imito. Voy a las carreras, sigo a las mujeres, corro en
automóvil... ¿Por qué?

INÉS: No sabés.

ROBERTO: Lo hacen. Yo también lo hago. Me produce un dolor acá...


y no hago nada para cambiar.

INÉS. Bueno, no debe ser imposible de curar.

ROBERTO: Para mí sí... Vivo rodeado de cosas que no soporto. Un


viejo que me quiere hacer vivir como él quiere, una
vieja neurasténica... ¡En la fábrica hay días que me
vienen ganas de gritar!

INÉS: A mí también.

ROBERTO: Entonces, ¿qué hago? Me escapo. Manejo como si quisiera


fundir el auto. De repente me bajo en la calle
Corrientes. Camino, sobre la gente, las vidrieras, las
bocinas....Tengo ganas de dar un golpe en la cara a los
que me miran como si todo diera igual. Finalmente llego
a plaza San Martín, con la lengua afuera, agotado. ¿Vos
sabés lo que querés hacer en la vida?

INÉS: Todavía no...

ROBERTO: Dicen que eso ayuda. (La mira. Sonríe). ¿Te parezco
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loco?

INÉS. Para nada.

ROBERTO: Yo creo que lo estoy. Además, ahora me estoy poniendo


estúpido. (Se levanta, se sirve y brinda). Por esta
noche... (Risita). ¡Nuestra noche...! (Bebe). Eh, te
quedaste seria.

INÉS: No, triste.

ROBERTO: Es lo mismo.

INÉS: Parece lo mismo. Pero es distinto.

ROBERTO: Perdón. (La besa. Ella se entrega al beso). Tengo una


idea.

INÉS: ¿Qué?

ROBERTO: Vení. Inés, hoy me permitiste descubrir cómo soy. ¿Cómo


te lo puedo agradecer? Soy tan inútil para expresar lo
que siento... No voy a olvidar nunca de esto. ¿Dónde
estás? (Con ternura). Vení cerca de mí... No me dejes
solo... (Roberto se arrodilla en el regazo de Inés) ¡Te
quiero!

INÉS: No digas más nada...

Inésperadamente, una llave gira en la cerradura de la


puerta de entrada. Inés, sobresaltada, ayuda a Roberto a
levantarse. Se esconden como pueden detrás de un
pueblecito.

VII

Mabel abre la puerta. En la oscuridad se oye la voz


áspera de Antonio.

ANTONIO: "No hay nada más importante en la vida que el amor,


Fernanda". ¿Qué hice yo de mi vida, eh? Sigo siendo el
mismo ciruja de siempre. ¿Me deslomé tantos años para
terminar haciendo un maldito radioteatro por los pueblos
muertos de la provincia? "Tu amor me ilumina la vida".
Estoy cansado, ¿me oís? Cansado de muchas cosas. Mirá
mis bolsillos. Miralos. ¡Vacíos!

MABEL: Callate que yo la pasé peor que vos.

ANTONIO: "Qué me importa sufrir si sé que voy a ser feliz"...

MABEL: Puta, qué batifondo...

ANTONIO: Cuidado que podés patear una botella ¡Cada vez que tu
hijo trae un programa, la casa queda hecha un chiquero!
(Mabel, sumamente agitada, se saca el tapado y lo tira
sobre el sofá). ¡Cómo le gusta darse la buena vida! Dos
muchachas, bebida, música... Chupa, pone un disco, saca
41

a bailar a una mocosa. Como si lo viera: primero le da a


la botella, después a la mocosa.¿Las vistes? ¡Estaban
buenas, las desgraciadas!

MABEL: (En un hilo de voz). Antonio, no podés dejarme.

ANTONIO: ¿Yo no tengo derecho a hacer mi vida, acaso? Luis tiene


razón... Yo no voy para adelante ni para atrás.

MABEL: Tonio, no podés. ¡Juraste venir conmigo a la gira!

ANTONIO: ¡Estoy podrido del radioteatro!

MABEL: ¡Y yo también! Sabés muy bien que si vos no firmabas yo


tampoco lo hubiera hecho. ¡Los dos precisamos plata!
¡Acabás de decirlo! (Antonio se ríe secamente. Mabel se
llena de rabia). ¡...Ah, eso es! Conseguiste algo mejor.
¡Y como buen egoísta, no me dijiste una palabra!

ANTONIO: ¡Qué voy a conseguir! No conseguí nada...

MABEL: ¡Claro! ¡Te olvidaste pronto que yo te hice entrar a la


radio, que yo te formé!

ANTONIO: Chichita, no me lo repitas más.

MANBEL: (En tono de súplica). Tonio, me dijiste: "Vas a ver qué


mes vamos a pasar juntos; los dos solos... La gira va a
ser como una luna de miel...". (Empieza a besarlo.
Antonio está como ausente). Entonces, esa es la razón.
Decime, ¿te creés que me vas a abandonar así nomás?

ANTONIO: Mabel...

MABEL: ¡Me dejás porque andás con otra!

ANTONIO: Acabala de una vez, ¿querés?

MABEL: ¡Sí, es verdad! (Gime, lo besa, lo abraza). Aprovechate


de mí...

Se vuelve voraz. Antonio trata de pararla.

ANTONIO: ¡No digas tonterías! Vamos, calmate...

MABEL: Ay... siento una puntada acá... No, acá... Sentí, poné
la mano...

ANTONIO: No tenés nada...

Mabel toma su mano con fuerza. Finalmente afloja los


dedos y él retira la mano.

MABEL: Tonio, esto no puede quedar así. Tonio, vos sin mí...

ANTONIO: Andá. Hacé un café...

MABEL: Pero prometeme...


42

ANTONIO: "Huyamos a la pampa, Fernanda; tendremos un ranchito


lleno de amor..." ¡Andá!

Mabel toma su tapado dispuesta a ir al dormitorio.


Roberto, a la expectativa, sale de su escondite
profiriendo sonidos que llaman la atención.

MABEL: ¡Oh! ¡Qué susto...! ¿Qué hacés vos aquí?

ROBERTO: Alto, señora... (Tambaleándose). No siga adelante.

MABEL: ¡Y encima borracho! La porquería de mi hijo salió y te


dejó dormido en el sofá. ¡Cuando no...! Vamos, ponete el
saco y andate enseguida. (Quiere salir. Roberto se
interpone en su camino). ¿Qué te pasa?

ROBERTO: Sht, no debe entrar ahí...

ANTONIO: Al animal de tu hijo ya lo tengo acá.

MABEL: ¡No hagas señales con los brazos que acá no se ahoga
nadie!

ANTONIO: ¡Basta, Mabel! Dejalo que se vaya de una vez.

Roberto sufre ante la imposibilidad de hacerse


comprender.

MABEL: Es curioso este tipo. Vamos. Andate antes que me enoje.


(Sale y llega a la puerta de su dormitorio. Prueba, en
vano, el picaporte. Desde el corredor). ¿Por qué mi
pieza está cerrada con llave? (Vuelve a entrar).
¿...quién está ahí? ¿Luis? ¿Haciendo qué?

ROBERTO: Justamente, yo quería advertirle que...

MABEL: ¡Ah, el muy...! (Vuelve a salir. Oímos los golpes a la


puerta). ¡Salí inmediatamente de ahí! (Vuelve a entrar).
Qué inmundo... qué cochino... Las cosas que me hace...
¡Me va a matar!

ANTONIO: Basta, Mabel.

MABEL: ¡En mi cama! En mis propias sábanas...

Inés hace un ruido involuntario. Antonio la descubre.

ANTONIO: ¡Buenas noches! Creo que nos presentaron antes, ¿no?

MABEL: ¿Ves, Tonio?¡La casa está llena de gente! (A Inés).


¿Qué hacían ahí?

ANTONIO: Esperaban turno para entrar a tu pieza.

MABEL: ¡Claro! Qué se creyeron que es mi casa, ¿eh?

ANTONIO: Ahora lo único que falta es que te pares en la puerta de


calle a vender entradas. (Luis grita desde adentro.
Exige a su madre que se vaya enseguida). ¡Ahí están los
43

alaridos de tu hijo!

MABEL: Me van a volver loca.

ANTONIO: ¿No me decías de este otro que era educado?

MABEL: ¡Bajo la ropa son todos iguales!

ANTONIO: ¿Qué podías esperar de un tipo que sale con Luis?

MABEL: ¡Guarangos! ¿Qué se creen que es mi casa? ¡No quiero


hacerme más malasangre por culpa de ustedes! ¡Váyanse
con sus porquerías a otra parte!

ANTONIO: Mirá la cara que ponen los dos...

MABEL: ¿Qué esperan para irse?

Entra Luis abrochándose el cinturón.

LUIS: ¿Se puede saber qué te pasa?

MABEL: Salvaje, por fin apareciste! ¿No sentís vergüenza?

LUIS: ¡No me vas a decir que no sabías que estábamos aquí!

MABEL: Estamos a la miseria, a punto de ir a parar a la calle.


¡Y vos me llenás la casa de vagos! ¡Te das aquí la gran
vida mientras yo me destrozo por tu culpa!

LUIS: No vengas a provocar escándalos donde nadie te llama.

ANTONIO: ¡Oí lo que te dice, grandote! ¡Volvés loca a tu vieja


que ya se merece un poco de paz! Salí, mandate a mudar.
¡Que no te vuelva a ver maltratándola porque te muelo a
golpes!

LUIS: ¿Y vos me decís esto? ¿Vos, que vivís a su sombra por


puro capricho de ella?

ANTONIO: ¡No la ofendas delante de mí...!

LUIS: ¡Si no fueras capricho de una vieja, todavía andarías


arrastrándote por la calle!

ANTONIO: ¡Sos un cararrota! (Se abalanza sobre él). Oíme bien: ya


ni lástima me queda para vos.

LUIS: ¡Yo te voy a enseñar a no meterte en lo que no te


importa!

Luis y Antonio se toman a puñetazos.

MABEL: ¡Antonio, dejalo! ¡Dejalo, te digo...! ¡Dejalo...!

NORMA: (Entrando). ¡Pero qué pasa...!

INÉS: Separalos. ¡Se van a matar!


44

MABEL: ¡Dejalo a Luis! Dejalo...

Norma se mete decididamente entre los dos. Mabel da un


paso atrás con los nervios crispados.

NORMA: ¡Basta de una vez! ¡Que destrozan todo, animales!

Al final se sueltan. Mabel les da la espalda. Silencio.

LUIS: Parece mentira que tuvieras más años más que yo.

NORMA: ¡Shss! ¡Quédense quietos de una vez! Vos, mirá cómo


quedó.

LUIS: (Acercándose). Mamá, ¿qué te pasa? (Mabel se aleja de


él). ¿Eh...?

MABEL: ...Me lo merezco. Por todo.

LUIS: ¿Vos...? No... (Se arrodilla y la abraza).

ANTONIO: Te dije que aquí iba a pasar una desgracia.

LUIS: Mamá, no fue nada.

MABEL: (Le levanta la cara). ¿Te lastimó?

LUIS: No. (De pronto la abraza con más fuerza).

INÉS: Nosotras nos vamos.

NORMA: ...Sí, es mejor. (Se calza sus zapatos). Nos vamos,


Roberto.

ANTONIO: Eso es; arréglense rápido y salgan. Chichita y yo


estamos podridos de estos líos.

MABEL: (Soltándose). No; mejor que se queden ellos.

ANTONIO: Pero...

MABEL: Dejá, Tonio. (Agarra su tapado). Quiero tomar un poco de


aire...

NORMA: Mientras tanto, señora, nosotros le ordenamos la casa.

MABEL: Vení, Tonio.

ANTONIO: Escuchá... no estoy dispuesto a permitir que...

MABEL: Vení, te digo... Ahora no vamos a discutir.

Sale dejando la puerta abierta. Antonio los mira con


desprecio. Toma su sobretodo con un gesto brusco y sale
detrás de ella.

VIII
45

NORMA: ¡...Voy a ocupar el baño!

Sale. Inés y Luis, afectados por lo sucedido, se


desentienden de todo. Roberto, todavía no repuesto de la
borrachera, se acerca a Luis.

ROBERTO: Volvé adentro. Nosotros dos nos vamos a quedar de


guardia. ¿No, Inés? (Le da una palmadita).

LUIS: Dejame en paz.

ROBERTO: ¡Epa...! ¿Y esos modales...? Todavía que uno le quiere


hacer un favor...

LUIS: Estás borracho como una cuba. (A Inés). ¿Qué tomó?

INÉS: De eso que está ahí.

ROBERTO: Esta vez te tocó a vos. Pero la próxima vez... ¡la


suerte me va a sonreír a mí! Si no nos divertimos ahora,
que somos jóvenes... ¿cuándo lo vamos a hacer? ¿Qué es
la vida, más tarde? ¡ un asco...!

LUIS: La botella que tenía guardada. Esta me la pagás, te lo


juro.

ROBERTO: ¡Sin falta...!¡Así como pagás vos cuando te corresponde!

LUIS: Pero decime ¿se puede saber qué te pasa?

INÉS: ¡Soltalo!

LUIS: ¿Pensaste bien todo lo que te soporté hoy? Qué te creés


que sos, pedazo de...

ROBERTO: ¡Sacame las manos de encima!

LUIS: ¡Sí, te las saco!

Se lo saca de encima. Roberto cae.

INÉS: No tenías que haber hecho eso.

NORMA: (Entrando). ¿Qué pasó?

LUIS: Este imbécil me tiene cansado.

ROBERTO: Necesito aclarar este lío que tengo en la cabeza...


¡Todo me da vueltas!

NORMA: Vamos, andá al baño. Dos dedos en la garganta ayudan.


Después poné la cabeza en remojo y listo. (Sale con él.
Cuando vuelve le da a Luis un beso).

IX

Inés se levanta. Está muy confundida. Vuelve Norma


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NORMA: Me acompañás hasta mi casa.

LUIS: ¿Estás loca, vos? Tengo muchas cosas que hacer.

NORMA: ¡Luis! Vos me prometiste...

LUIS: ¡Está bien! Te acompaño hasta el tranvía. Dejá de


rezongar.

NORMA: ¡Cómo hasta el tranvía! Si el domingo vamos al cine a la


salida me acompañás hasta mi casa. Yo no vuelvo sola por
la calle a la una de la mañana.

LUIS: Entonces no vamos al cine y se acabó.

NORMA: ¡Luis! ¿Primero me decís una cosa y después otra?

LUIS: Rápido, Norma. Ponete el tapado.

NORMA: No me muevo de aquí hasta que me digas que sí.

INÉS: (Luego de pensarlo). Espérenme un segundo. Me arreglo


enseguida y salgo con ustedes.

Sale. Norma mira a Luis con el ceño fruncido.

NORMA: No me levanto.

LUIS: ... Vamos a ir al cine, y después te voy a acompañar


hasta tu casa. ¿Estás contenta, ahora?

NORMA: ...No te creo. (Va hacia él). Dame un beso.

LUIS: (Tomando el tapado de ella). Vamos, caminá.

Norma se deja poner el tapado. Entra Roberto. Tiene el


rostro cansado; se ve que ha puesto la cabeza bajo el
chorro de agua fría. Se seca la frente con un pañuelo.

LUIS: Roberto, nos vamos todos.

ROBERTO: No, yo me voy a quedar.

LUIS: ¿Cómo...?

ROBERTO: Que me quedo. Me quedo con Inés. Después te llevo la


llave al café.

Luis va a responderle cuando interviene Norma.

NORMA: Que se queden. ¿A vos qué te molesta?

LUIS: ¿No viste que mi vieja va a volver?

NORMA: ¡Pero dejalo tranquilo!

LUIS: (Vacila un instante, después sonríe). ¿Qué opinás Norma,


los dejamos solos? Bueno, si a vos te parece bien...
47

(Saca la llave y la tira sobre mesa). Total, cuando mi


vieja sale a pasear, se olvida del tiempo. Che, te
recomiendo la casa. Y haceme la gauchada, arreglá un
poco todo. Después traeme la llave al café.

Salen Luis y Norma.

Entra Inés. De inmediato comprende la situación.

ROBERTO: Escuchame, Inés... (Ella se aleja. Roberto la sigue con


la mirada, casi sosteniéndola con ella) Ya no sé lo que
dije ni lo que hice... En esos momentos uno se desborda.

INÉS: Dejame.

ROBERTO: Primero decime que me querés.

La abraza y la besa con decisión. Inés se separa


suavemente. Le pasa la mano por la mejilla.

INÉS: ...Ahora nos vamos. (Él intenta abrazarla nuevamente.


Ella lo detiene). ¿Me entendiste?

ROBERTO: Todavía me guardás rencor.

INÉS: No... (Juega un instante con un botón de la camisa de


él). Pero preferiría que nos fuéramos enseguida. ¿Me
oís? (Roberto vuelve a besarla, ella se entrega
totalmente). ¿Me querés? (Roberto baja la cabeza
afirmativamente). ¿Por qué no te creo?

ROBERTO. Inés, te quiero mucho. (Insiste con las caricias). Sí,


sí...

INÉS: Pero no me lo demuestres así... (Se separa). Mirá


Roberto, yo no soy la chica que vos creés.

ROBERTO: Vení... te atormentás sin razón...

INÉS. ¿Te parece...?

ROBERTO: Por más rara que seas yo te comprendo, Inés. Es por esta
noche, nada más. Vas a ver cómo mañana va a ser
distinto. Vas a ver cómo nos llevamos bien. (Le besa la
cara, el cuello). Vamos a ir afuera seguido. Sí; vamos a
pasar días enteros juntos...

Inés cede. Roberto la lleva hasta el sofa donde la cubre


de caricias. Muy emocionada, ella le toma la cara.

INÉS: (Él la besa. Ella siente que se inunda de dulzura).


Mirame. ¿No querés pasar un rato agradable conmigo y
nada más? Roberto ¿Vas a quererme más de una semana?
¿Quince días tal vez?

ROBERTO: Pero sí, Inés, sí...


48

INÉS: ¿Vas a seguir deseándome como ahora? ¿Qué va a pasar


cuando te des cuenta que soy diferente a tu hermana, a
sus amigas, a tus primas? Bajá las manos. Contestame.

ROBERTO: Hm... Vamos a decir que sos una compañera de Emilio. A


mi hermana, a todos los que pregunten. Emilio es un
compañero de la facultad. (Ella le da la espalda,
agitada). En el auto tengo unos apuntes; los llevás en
la mano... Vas a ver, te vas a conquistar a todos.

INÉS: Trabajo en una fábrica... ¿Comprendés lo que digo? ¡Mirá


mis manos!

Roberto toma sus manos y las besa ceremoniosamente. Inés


lo mira fijo, tratando de adivinar sus pensamientos.
Después, Roberto la besa en los labios.

ROBERTO: Ahora escuchame lo que te voy a decir. Quiero que nos


vayamos enseguida, lejos de aquí. Adonde podamos estar
solos... Adonde nadie nos moleste.

INÉS: (asiente)

ROBERTO: Adonde podamos amarnos. ¿Sí? (Ella asiente). Adonde


podamos estar juntos y sentirnos bien...

INÉS: (Comienza a comprender). ¿Qué querés decir?

ROBERTO: Tengo mi auto abajo.

INÉS: ¿A dónde iríamos?

ROBERTO: ... Y, a un hotel.

INÉS: (Silencio). ¿A vos te parece que hoy, ya mismo...?

ROBERTO: Tiene que ser pronto. Inés, ¿no te das cuenta? Necesita-
mos sellar lo que hay entre nosotros. ¿Y de qué otra
manera lo haríamos... si no así?

INÉS: (Nuevo silencio). No, Roberto. No puede ser.

ROBERTO: Pero ¡por qué no! (La besa; trata de levantarla a la


fuerza).

INÉS: No, Roberto... Así no. Así no podés sacar nada mí.

Roberto la suelta. Se quedan un rato uno junto a otro.


El hechizo se rompe.

ROBERTO: Bueno... está bien. (Se levantan).

INÉS: ...Ya se hace tarde.

ROBERTO: Sí; es verdad. Chichita puede volver de un momento a


otro. Maldita la gana que tengo de encontrármela.

INÉS: Dónde puse mi cartera...


49

La encuentra bajo un sofá. Se preparan en silencio para


salir. En determinado momento Roberto le pasa una mano
por los hombros.

ROBERTO: Inés, sos una chica macanuda. ¿...Enojada?

INÉS: No. (Sigue arreglándose).

ROBERTO: Vos decís que nuestra relación precisa tiempo. Y


bueno... Al fin y al cabo, ¿qué apuro tenemos? Ninguno.
Suerte que mañana es domingo. Después viene el lunes...
Hay que ir de nuevo a trabajar... Otra semana sin
sentido que empieza. Este domingo, si querés hacemos una
escapada al Tigre. ¿Te gustaría?

INÉS: ...Vemos.

ROBERTO: Luis y Norma pueden venir con nosotros. Si es que se


siguen viendo... (Sus miradas se cruzan). También puedo
invitar a mi hermana. Sí, ¿por qué no? A vos te va a
gustar conocerla. Y ella va a estar encantada. Igual, en
el auto siempre cabe uno más.

Inés termina de arreglarse y abre la puerta de calle.

ROBERTO: Inés, ¿qué hacés?

INÉS: Me voy.

ROBERTO: Pero no quedamos en que... ¡Esperame!

INÉS: Prefiero irme sola.

ROBERTO: ¿Cuándo nos vemos? ¿Mañana?

INÉS: ¿Para qué?

ROBERTO. ¿Cómo me decís eso ahora que empezamos a entendernos?

INÉS: No, Roberto. Descubrí que no puede ser. No vale la pena


ni probarlo. De nosotros, no puede salir nada que dure.

ROBERTO: Inés, prometí ordenar un poco la casa. Ayudame, después


salimos los dos.

A punto de dejarlo, Inés se da vuelta y lo mira por


última vez.

INÉS: Gracias por la tarde que pasamos juntos. (Llena de


amargura). ...Chau.

Sale cerrando detrás suyo. Roberto se queda un instante


inmóvil. Despues se pasa una mano por los cabellos para
despejarse y mira alrededor.

En la pieza reina la mayor confusión. Roberto comienza a


ordenar algunas cosas. Pero hace crisis. Cae sentado,
dejando oír un sonido ronco y confuso.
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FIN DE "Soledad para Cuatro"

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