Copia de SOBRE LOBOS - Mariana Silva
Copia de SOBRE LOBOS - Mariana Silva
Copia de SOBRE LOBOS - Mariana Silva
Sobre lobos
Sobre lobos
Primera edición, Lima, 2016
ISBN: 978-612-4342-04-2
Registro de Proyecto Editorial Nº 31501361600571
Hecho el Depósito Legal
en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2016 - 07417
Mystic River
Guión de Brian Helgeland basado en la novela de Dennis Lehane
Poesía vertical 7
Roberto Juarroz
Índice
Personajes 13
ESCENA 1/Refugio 15
ESCENA 2/Hambre 19
ESCENA 3/La cría 28
ESCENA 4/Huída 30
ESCENA 7/Oscuridad 51
ESCENA 9/Lactancia 80
ESCENA 11/Destetar 93
ESCENA 12/Morir 97
—9—
ESCENA 13/La loba 98
— 10 —
Actos de fe
—Chela de Ferrari—
— 11 —
Personajes
Gloria Peñascal
Julia Martínez
Federico (Fede)
Tiempo
— 13 —
Lugar
— 14 —
ESCENA 1
Refugio
Un dormitorio amplio. Las paredes fueron pintadas hace más de dos décadas y hoy
lucen descoloridas. Son visibles las huellas de la humedad. Una ventana con las rejas
abiertas y vista al parque. Preside el cuarto una enorme fotografía de GLORIA en
su mejor época de vedette.
La puerta se abre de golpe e ingresa GLORIA, a sus sesenta. A pesar suyo, de-
cadente. Detrás, la joven JULIA. Lleva un par de maletines, bolsas y el periódico
con anuncios de alquiler.
GLORIA: ¡Está horrible! Voy a ver qué hay en el baño para curarte.
— 15 —
JULIA: Estoy bien.
GLORIA: Después tienes que ver el baño. En esta tina entras con un
zambo de dos metros… y su hermano.
GLORIA trae alcohol y algodón para JULIA. Ella se cura la herida del pie.
— 16 —
JULIA: ¿Funcionan?
GLORIA: Aquí están. Las de la casa, las del cuarto, los dos seguros
y el cantol.
JULIA: Lo tomo.
— 17 —
GLORIA se retira. JULIA coloca todos los seguros de la puerta. Luego, cierra las
rejas de la ventana y baja las persianas viejas y torcidas. Queda atrapada. Saca del
equipaje unas pastillas. Toma una, dos, tres.
Oscuridad.
— 18 —
ESCENA 2
Hambre
GLORIA: ¡Julia!
GLORIA: Eso me vienes diciendo hace días, pero ni sales del cuarto.
¿Qué está pasando ahí? ¡Abre! ¡Ábreme ahora, Julia, o llamo a la policía!
JULIA sale de la cama. Se arrastra hacia la puerta, retira los pestillos y abre.
Entra GLORIA.
GLORIA: Ay, cholita, no conoces a esta gente. Los ratas han privati-
zado el parque.
— 19 —
JULIA: La voy a dejar.
JULIA: No.
— 20 —
GLORIA: Yo le puse a mi hijo Rogelio por el bombón de Rogelio
Guerra. ¡Qué hombre! ¡Lo que hubiera dado por tirármelo!
JULIA: No.
— 21 —
GLORIA: ¿Qué te traigo? Juanito era de lo más hipocondriaco. Dejó
una bolsa repleta de pastillas. Aspirina, Migracín, Excedrin…
GLORIA: Dale.
GLORIA no piensa irse. JULIA, sin fuerzas para contradecirla, entra al baño y
cierra la puerta. GLORIA canta imitando a Rocío Jurado.
— 22 —
GLORIA está por abrir el sobre cuando JULIA la sorprende.
JULIA: ¡Deje!
GLORIA sale. JULIA coloca nuevamente los pestillos. Baja la persiana. Se echa
en la cama. Tiene hambre. Mucha. En seguida, GLORIA aparece en su terraza
con dos platos de arroz con pollo. Los deja sobre la mesa. Coloca en un equipo de
música portátil un casete de Rocío Jurado. Con disimulo, saca de un escondite una
botella de ron, bebe un sorbo. Después, se acomoda en una vieja poltrona. Cantu-
rrea, se retoca un poco y finge leer un periódico, aunque se mantiene pendiente de lo
que sucede en el parque. Su mirada se ilumina cuando aparece trotando el vecino.
FEDERICO.
— 23 —
GLORIA: Buenas, mi Fede.
FEDERICO: Paso.
FEDERICO: Pobre.
GLORIA: Pobre, yo. Esa debe estar billetona para andarse rellenan-
do. Se te ha extrañado en la semana.
— 24 —
GLORIA: Conmigo rompieron el molde, amor.
JULIA siente muchísima hambre. Se mueve, cambia de posturas hasta que, entre
las persianas, divisa a un extraño en la terraza. Se detiene a observar lo que sucede
afuera.
GLORIA: Oye, ¿y la ratita esa que tienes por perro? ¿No sale hoy de
paseo? ¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Se comieron a la rata, la atropellaron?
GLORIA: (Intenta una frase de consuelo sin éxito, así que se lanza a comentar
con sinceridad) Perdón, no me sale decirte «qué pena». Esa Malena es un
frigider. ¿Cómo va a poner su carrera antes que el amor? ¡Una cacasena!
Y yo te lo advertí, corazón: las anoréxicas son mezquinas de cuerpo y
de alma. Pero tú tranquilo que cuando una vela se apaga, se enciende
otra más intensa.
— 25 —
FEDERICO: Ganas no me faltan, mujer. Pero tengo una ruma de
pendientes en el trabajo.
GLORIA: Está bien. No insisto, amor mío. Eso sí, cuando te haga
falta una buena comida de casa, recuerda que aquí siempre tienes las
puertas abiertas.
— 26 —
GLORIA: ¿Qué?, si estás de vacaciones. ¡Julia, no me dejes comiendo
sola! ¡No seas maleducada!
Oscuridad.
— 27 —
ESCENA 3
La cría
GLORIA: Se va a enfriar.
JULIA: No importa.
GLORIA: (Al teléfono) ¿Aló? ¡Ay, Rogelio, corazón mío! ¿Cómo estás?
Aquí, pues, con una nueva inquilina, muy simpática, muy habladora
ella. ¿Yo? Extrañándote. ¡Qué me voy a ir para allá, hijo! Un país tan or-
denado, tan desinfectado, me muero del aburrimiento. Pero tú, ¿vienes
en Navidad? Exige que te den libre, hijo. Por algo eres gerente. Claro,
sí. Ya, pues. Anda nomás, me llamas más tarde. Yo también te quiero.
GLORIA cuelga, pero no se mueve. Espera que JULIA abra la puerta para
recoger su almuerzo. Así sucede. JULIA se asusta al descubrir a GLORIA.
— 28 —
GLORIA: Ay.
— 29 —
ESCENA 4
Huída
Lugar cerrado. Julia lucha por zafarse de algo que la mantiene atada. Lo
logra. Respiración contenida. Camina tratando de hacer el menor ruido
posible. Abre una puerta lenta y delicadamente. Este sonido se repite
cada vez más fuerte. Una y otra y otra puerta se abren. Parece que JU-
LIA accede a un lugar abierto y luego corre por un terral.
El recuerdo perturba a JULIA. Descubre que la puerta del baño está abierta y
siente miedo. Se acerca con su linterna. No hay nadie. Cierra la puerta. Se cerciora
de que todos los seguros estén puestos. Después, fija su mirada en la cama. Ven-
ciendo el miedo, mira debajo de esta. No hay nadie. Se siente estúpida por unos
segundos hasta que la paranoia crece. Ilumina con la linterna todos los rincones de
la habitación. No puede callar su mente, es imposible olvidar.
Oscuridad.
— 30 —
ESCENA 5
Los colmillos
GLORIA: En la mesa.
JULIA se sienta.
— 31 —
GLORIA: Verdad, te llegó correspondencia. Ya te la traigo. No, ni te
muevas de aquí.
JULIA: No.
JULIA: ¡Gloria!
JULIA intenta huir hacia la casa cuando se encuentra con GLORIA, trayendo la
correspondencia. La mujer percibe el miedo de JULIA.
— 32 —
FEDERICO: No te preocupes. Gusto conocerte, Julia.
GLORIA: Se te va a enfriar.
GLORIA: Increíble, tu mamacita te escribió del más allá. Ay, no, las
estampitas son de Italia.
— 33 —
GLORIA: Ah, mira, tú. Suena bien… bien aburrido tu trabajo. Con
todo respeto, cholita. Claro que si a ti te gusta… ¿Te gusta?
JULIA: Sí.
JULIA: Se equivoca.
JULIA: Un parroquial.
GLORIA: ¿Distrito?
— 34 —
JULIA: Pueblo Libre.
GLORIA: Es ficho. Aquí tienes a una ilustre hija del Rímac. Ahora
lo digo así, sin vergüenza. Pero hace treinta años, si me preguntaba la
prensa decía: de Lince. Y, así y todo, a ver si un gerente del canal me
invitaba a su casa. Al hotel, todos. Pero a su casa… ¡Qué se iban a ima-
ginar que terminábamos de vecinos en Miraflores! Lo que darían estos
pitucos por sacarme de su parque. (Hacia los edificios) ¡Pero de aquí me
sacan muerta! (A JULIA) ¿De qué hablábamos?
— 35 —
JULIA: No. Es criterio.
JULIA: Sí.
— 36 —
GLORIA: Te soy indiferente. ¡No, pues, eso es mucho peor! ¡Si vivi-
mos tres meses juntas! Somos como familia.
JULIA: Seguro.
JULIA: No.
— 37 —
GLORIA: Igual te lo voy a dar. Es mi deber moral advertirte, cholita:
no es buen negocio meterse con un hombre casado. Son lobos, Julita, y
los lobos son depredadores. Se van a comer tu juventud, tus sueños… y
cuando ya no tengas nada más que ofrecer, te van a desechar con asco,
como si fueras un huevo podrido.
JULIA: No.
JULIA: Suélteme.
— 38 —
JULIA se retira y deja a GLORIA muda. Después de unos segundos, GLORIA
toma un sorbo de ron y pone play en la casetera de su antiguo equipo de música. Se
escucha la canción «Punto de partida» de Rocío Jurado.
En el jardín, GLORIA acaricia por última vez su abrigo de piel. Luego se lo saca,
lo guarda en su canasta y cruza el parque alejándose de la casa.
Oscuridad.
— 39 —
ESCENA 6
El depredador
JULIA: Trabajo.
GLORIA: ¿Quieres que avise al taxi que ya sales? ¿Qué tienes? ¿Estás
vomitando? ¡Julia! ¿Estás vomitando?
JULIA jala la palanca del inodoro, se moja la cara en el lavatorio, se seca con una
toalla. Toma valor, toma su bolso y abre los pestillos para salir de la habitación,
cuando se encuentra con GLORIA bloqueando la salida.
GLORIA: ¿Vomitaste?
— 40 —
GLORIA: ¿Mi comida?
— 41 —
Ambas salen. JULIA coloca las cerraduras de la puerta. Se va. GLORIA sale a
la terraza. Le da el encuentro FEDE.
— 42 —
GLORIA: Tu compañía es suficiente. Cuéntame cómo va tu trabajo.
GLORIA: Bravo. ¿Qué puede ser mejor que un hombre que cons-
truye?
— 43 —
GLORIA: Tú siempre hueles riquísimo.
Entra JULIA.
— 44 —
JULIA toma el celular y se aleja para hacer la llamada.
JULIA: (Al celular) Julia, Julia Martínez. Sí vino la unidad, pero yo pedí
una conductora mujer. No, tiene que ser mujer. Eso se lo dije cien veces
a la persona que me tomó el pedido. ¿Y ahora, cuánto va a demorar otra
unidad? Lo antes que pueda, por favor.
— 45 —
GLORIA: Ahora no solo me señoreas a mí, sino al pobre Fede.
JULIA se desconcierta.
— 46 —
GLORIA: ¿Ya te dije que de repente viene en navidad?
JULIA: Cien veces. Y las cien veces le pedí que apenas confirme, me
avise.
JULIA: Un atorrante.
— 47 —
GLORIA: ¿Por el beso? Ay, cholita, el pobre estaba desesperado bus-
cando una excusa para besarme. Y ya está, le cumplí el deseo porque en
esta vida uno tiene que ser generoso. ¿Le has visto el culo?
JULIA: No.
JULIA: No.
GLORIA: Me podría sentir ofendida, pero mira ve, resulta que los
escritores como tú se pasan la vida contando historias de bataclanas.
¡Nos aman! ¡En el fondo, se mueren por ser como nosotras, pero no se
atreven! ¿Sí o no?
GLORIA: No me señorees.
— 48 —
GLORIA: ¿Qué el amor? Imposible.
GLORIA: Ah, ¿sí? Pruébalo, dime algo bien osado que hayas hecho.
JULIA: No.
JULIA: Y mi primer beso fue con una mujer. Con mi mejor amiga.
GLORIA: No te creo.
— 49 —
GLORIA: ¡Lo es! ¡Qué maravilla, cholita! Ya hubiera querido tener
una amiga así. Para mi desgracia, en la televisión solo hay rivales. O de
repente yo las veía así, por obsesa. Ya ves que lo único que importa-
ba era estar con el innombrable. Me refiero al infeliz que me tuvo de
amante.
Oscuridad.
— 50 —
ESCENA 7
Oscuridad
GLORIA: Llevas días vomitando. Abre o te juro que voy llamar a los
bomberos y que se tumben la puerta con todos tus candados. ¡Julia!
GLORIA saca un manojo de llaves y logra abrir las tres cerraduras de la puerta.
Entra.
— 51 —
JULIA le arrancha las llaves. GLORIA abre la cortina e intenta abrir la ven-
tana.
JULIA: ¡Salga!
JULIA: No.
— 52 —
GLORIA: Es que estás pálida, sin energía. ¿Sabes qué te haría bien
para romper con toda esta negatividad? Un baño de florecimiento. Yo
soy una experta. Con todo el amor del mundo te preparo uno.
— 53 —
JULIA: Esas son señoras y usted se ganaba la vida enseñando el culo.
¿De dónde saca que tenemos algo en común? Yo no me vendo, ni vivo
con una doble moral buscando los caminos torcidos. Usted y yo no te-
nemos nada en común. ¡Nada! Y a ver si de una vez por todas entiende
que no quiero su ayuda.
JULIA: ¿Y eso cuándo será? Porque no creo que consiga más inquili-
nos si los recibe con esa facha de loca y les cuenta sus estúpidas histo-
rias de la televisión peruana.
— 54 —
JULIA: Eso pienso. Y no tengo la culpa de que usted no tenga con
quién hablar. ¡Vaya a joder a su exitoso hijo o al españolete de mierda,
no a mí! ¡No me interesa escucharla! ¡No quiero escucharla!
JULIA: No, no se vaya. Aquí tengo una linterna. ¿Dónde está? ¡Mier-
da, mierda!
JULIA: No se demore.
GLORIA sale. JULIA trata de mantener la calma, pero poco a poco le va ga-
nando el miedo.
GLORIA: Un ratito.
— 55 —
JULIA: Hay un candelabro en su comedor. ¡El candelabro tiene velas!
GLORIA: Ya lo traigo.
— 56 —
JULIA: No se acerque.
Silencio.
GLORIA le muestra la cadenita que lleva colgada y que tiene de dije un diamante.
— 57 —
GLORIA: Debe valer sus cuatro mil, cinco mil dólares. Me lo dio el
innombrable. No me podía dar un anillo de compromiso porque, ya
ves, estaba casado con su señora. «Pero por mientras», me decía, «para
reservarte, hasta que sea libre». Bueno, pues, nunca fue libre. Qué im-
porta si ahora lo vendo, ¿no?
Silencio
GLORIA: Gracias.
JULIA: Hay una que escuchaba mi mamá como disco rayado… «Se
nos rompió el amor de tanto usarlo».
— 58 —
JULIA: Definitivamente. Renunció a su trabajo, pidió prestado a todo
el mundo, dejó bien endeudado a mi papá y se largó a Italia, a perseguir
a un nuevo amor.
JULIA: ¿Sabe qué me indigna? Toda esta aura de santidad que hay al-
rededor de la maternidad. Hay que ser idiota para tragarse el cuento de
su bondad infinita. Mire nomás al mundo que engendraron. ¿Desborda
amor? No, señora. Desborda mierda.
JULIA: ¿Sí?
GLORIA: Pero no es por un tema con tu madre que andas toda en-
rejada y con candados. ¿A qué le tienes tanto miedo, Julia?
— 59 —
GLORIA: Haces bien, porque de un pozo negro no te saca nadie.
Solo tú puedes trepar. Y lo harás. Por algo no te has matado teniendo
ese arsenal de pastillas en tu cajón. Ya suéltalo, Julia.
JULIA: ¿Qué piensa de mí? Que soy una chica rara. Algo deprimida,
sí, pero correcta. Me despierto, me baño, hago mi trabajo. No se da
cuenta de que conmigo donde uno pone el dedo, salta el pus. Si presio-
na, todo este equilibrio que me mantiene caminando se va a romper y
entonces, Gloria, me voy a olvidar de que me dio de comer y la voy a
morder.
JULIA: No.
JULIA: ¡No!
GLORIA: Yo sí. Todas las anteriores. Tres veces salí embarazada del
innombrable y las tres veces me faltó valor para enfrentarlo y aborté.
Ya a la cuarta vez no fue de él, sino de un empresario y al doctor le
dio miedo. «Ya no vas a poder tener hijos después, Glorita. Mándate
nomás, cuántas mujeres lo tienen sola». Y bien sola que lo tuve a mi
Rogelio. El padre no me lo firmó y yo no hice ni el menor esfuerzo
por compensarle esa ausencia. Fui, literalmente, una madre de mierda,
— 60 —
como esas de las que hablas. Solo quería que el innombrable me per-
donara. ¿Cómo me había metido con otro? ¿Cómo me había atrevido a
tener un hijo de otro? ¿Y él, él que todas las noches se acostaba con su
mujer, que le dio los tres hijos que a mí me quitó? ¿Qué me tenía que
perdonar? Pero yo no quería entender, cholita. El amor puede ser vene-
no y yo, Julia, estaba agonizando. Entonces, comencé a culpar a mi hijo.
Me iba de fiesta, lo dejaba chiquito, solo en la casa. Al colegio siempre
lo llevaba tarde, con el uniforme sucio, hasta sin desayunar. Otras veces,
regresaba de noche y lo encontraba sentadito en el jardín, esperándo-
me. Me había olvidado de él y el pobre no tenía cómo entrar a la casa.
Se habrá dado cuenta de lo que yo sentía… De repente fue por eso…
De repente por la cantidad de droga que corría en este parque. Al prin-
cipio, no le di importancia. Pero ya ves, se iba perdiendo el televisor,
mis joyas y después venía y descargaba todo su rencor. Rompía las
ventanas, las puertas… Vinieron las rehabilitaciones, las recaídas y un
montón de promesas sin cumplir. ¿Sabes cuánto cuesta un drogadicto,
Julia? Cada fin de semana tres, cuatro shows en casinos, en cumpleaños
de viejos verdes, despedidas de soltero. Hasta que un domingo no doy
más. Llego de madrugada, molida, y lo único que quiero es dormir el
día entero, pero me levanto seis de la mañana con la luz que me cae
directo a los ojos. Es Rogelio que ha abierto la cortina y entonces lo
veo bien. Lo veo y me asusto: está flaco, ojeroso y quiere más dinero.
No, ya no siento pena, no siento angustia. ¿Sabes lo que siento? Can-
sancio. Me levanto, camino a su cuarto, saco todas sus cosas, las meto
en maletines, en bolsas, me arranco la medalla que me dio mi madre, se
la pongo aquí: ¡no vuelvas nunca más! ¿Querías conocer mi oscuridad?
Ahí la tienes, Julia. Me cansé de mi propio hijo, no lo supe querer, lo
hice a un lado por un hombre que no iba a arriesgar nada por mí. Lo
traicioné, lo largué de mi casa hace once años… y mi Rogelio, cuánto le
habrá dolido, me dio un beso y hasta el día de hoy.
— 61 —
JULIA: Pero si llama, le mandó chocolates.
JULIA: Sí.
Oscuridad.
— 62 —
Intermedio
ESCENA 8
Claro en el bosque
Día de sol. En la terraza, una pared tiene una inscripción con aerosol en la que se
lee: «Fuera puta!». Las plantas de la jardinera se ven más sanas. GLORIA apa-
rece veraniega, con un gran sombrero y lentes de sol. Lleva una jarra de limonada
y una canasta.
JULIA: Se me ve ridícula.
— 65 —
GLORIA: Y que les aproveche la vista. (A un vecino curioso) Están me-
jor que las de su mujer, ¿verdad?
JULIA: ¡Gloria!
— 66 —
JULIA: No.
JULIA: ¡Salud!
Ambas toman.
JULIA: Ya me di cuenta.
— 67 —
JULIA: Porque sabe que no se las voy a responder.
— 68 —
JULIA: Sí.
JULIA: ¡Yeee!
— 69 —
GLORIA: Recargas energía, cholita. En el ombligo está la chakra
amarilla.
JULIA: No.
— 70 —
GLORIA: ¡Qué feo! ¡De verdad! Eso sonó discriminatorio y despec-
tivo.
JULIA: Tómelo como quiera. (En referencia a las plantas) Tienen brotes,
pequeñitos.
GLORIA: Buen trabajo. Yo nunca tuve manos para las plantas. Mu-
cha agua, muy poca, siempre terminan muertas.
JULIA: Me da paranoia.
— 71 —
JULIA: Y prefiero mantenerlos encerrados.
JULIA: Claro.
JULIA: ¡Cállese!
JULIA: ¡Gloria!
— 72 —
GLORIA: El sexo con culpa puede ser realmente bueno. Un sexo
intenso, desesperado---
JULIA: ¡No!
JULIA: ¡Basta!
JULIA: No es amor. No tiene nada que ver con el amor. Ese hombre
me violó. Voy a ver al hombre que me violó.
GLORIA: ¡Julita!
FEDERICO: Vale.
— 73 —
JULIA: Sí hay.
JULIA: Correctora.
FEDERICO: No me molesta.
— 74 —
FEDERICO: Me encantaría, pero… justo quedé con una amiga.
Con Paola. Siempre sale a correr temprano.
FEDERICO: No me he fijado…
— 75 —
GLORIA: ¿Has hablado con tu mamá?
JULIA: Se van tan deportistas, tan felices, tan adecuados para este
parque.
JULIA: ¿Es posible una vida perfecta o mienten? Eso pensaba cuando
me mudé y he pasado horas, días, observándolos.
GLORIA: No me interesa, quiero saber por qué vas a ver a ese hom-
bre a la cárcel.
JULIA: Están las familias que nunca se sientan juntas a cenar. Adictos
a la televisión, al celular, a las compras. Ese ve demasiada pornografía.
Infiel. Maltrata al perro. Ella se aburre con sus hijos. Esa otra trae a
un hombre nuevo cada fin de semana. Creo que se siente sola. Llora.
Definitivamente, tienen sus grietas, pero eso no me conmueve. Ni un
poquito. Los veo y no puedo evitarlo, siento un profundo odio.
— 76 —
JULIA: Porque tienen algo que ya no podré tener.
GLORIA: ¿Una pareja, una familia? Claro que puedes, eres joven,
inteligente y si te arreglaras más---
GLORIA: No, no fue eso. Era otra cosa. Era… no tengo claro qué
era, pero---
GLORIA: Puede que estemos rotas como dices, pero la magia está
en volverse a armar.
GLORIA: Se pega lo que hay y para adelante con los huecos y todo.
Hay que tener fe en la vida.
— 77 —
GLORIA: Es que te has quedado en shock. Viendo peligros en todas
partes. La cosa es no darle rienda suelta a la cabeza. Ahí uno tiene que
meter freno, cholita. Tienes que meter freno y aguantar, con paciencia
y fe porque todo regresa a la calma. Te lo juro.
GLORIA: Sí sé.
— 78 —
GLORIA: De repente, pero desde que llegaste, yo me siento menos
vidrio partido y más agradecida. Pienso: por algo habrás llegado a esta
casa, conmigo. Porque la vida te habrá dejado muerta de miedo, pero
no te dejo sola, Julia. Yo estoy aquí.
Oscuridad.
— 79 —
ESCENA 9
Lactancia
GLORIA: Más seguro de vejez. Al menos tuvo una larga vida, llena
de comedias románticas.
— 80 —
JULIA: ¿Y cómo vamos a ver el final?
— 81 —
JULIA: Para qué discutirle.
JULIA: La cagó.
JULIA: ¿Y él?
— 82 —
JULIA: No sé quién es más huachafo, si usted o su casero.
— 83 —
JULIA: Seguro conoció a un hombre como Richard Gere, que la qui-
so rescatar del puterío.
— 84 —
JULIA: Así estoy bien.
JULIA: ¡No!
JULIA: No me interesa.
JULIA: No me interesa.
— 85 —
GLORIA: Apura que tenemos que ir al mercado.
JULIA: Paso.
GLORIA: Con todo respeto, cholita, ándate a la mierda. Eso sí, des-
pués de ayudarme con el mercado. Y ponte algo decente que viene
Fede a almorzar.
— 86 —
GLORIA: Bueno, no le he pedido su menú de conversación, la ver-
dad. Pero ya tú le explicas que no puedes salir del cuarto, qué máximo
a la terraza. Y eso que la editorial es aquí, en Miraflores. La línea «S» te
deja a tres cuadras de la casa.
Oscuridad.
— 87 —
ESCENA 10
Formación de la manada
JULIA: No va a venir.
JULIA: ¿Qué sonó? Creo que los aliens que viven en su estómago
necesitan alimento.
— 88 —
FEDERICO: ¡Qué bueno que siguen aquí! Mil perdones. Me demo-
raron en la municipalidad.
GLORIA: Nos encanta, sobre todo que estés aquí sano y salvo. Te
imaginaba en un accidente, en algo terrible. Ya sabes que yo era prota-
gónica de telenovelas y el drama lo llevo impregnado como una segun-
da piel.
GLORIA: Carnívora.
— 89 —
GLORIA: Es que estamos a dieta, pero yo fin de semana me doy mis
gustitos.
JULIA: No me sé el número.
— 90 —
FEDERICO: Y se le respeta. Bueno, señoritas, quería decirles que
fui a la municipalidad para hablar de la carta que están enviando los
vecinos.
— 91 —
FEDERICO: Podrías comprarte un piso de lujo y en este mismo
parque.
Oscuridad.
— 92 —
ESCENA 11
Destetar
GLORIA sale al patio con un palo de escoba que lleva pegado un cartel del que se
lee: «No se vende esta propiedad. No incista». Coloca su cartel en una maceta y se
sienta en la poltrona a leer el periódico. Al poco rato, aparece JULIA, algo más
arreglada que de costumbre.
GLORIA: ¿Café?
GLORIA: Lo juro.
JULIA: (Por el cartel) «Insista» es con «ese». Deme la pintura para co-
rregir.
JULIA: Júrelo.
— 93 —
GLORIA: Palabra de vedette.
FEDERICO se acerca.
GLORIA: Jamás.
GLORIA: No.
— 94 —
JULIA: ¡¿Era su gerente?!
Al no poder encender el cigarro, saca su botella de ron y bebe sin reparos delante de
FEDE.
JULIA: Es su innombrable.
GLORIA: No.
— 95 —
GLORIA: ¿Para qué? Las amantes nunca son bien vistas en los velo-
rios. Ese es el lugar de la esposa.
JULIA: Sí.
Oscuridad.
— 96 —
ESCENA 12
Morir
FEDE intenta despedirse, pero JULIA se mete a la casa. FEDE se retira. JU-
LIA ingresa a su habitación. Se echa en la cama, cansada. De pronto, escucha rui-
dos en la terraza. Se asoma a la ventana y entre las persianas divisa a GLORIA.
Esta acaba de llegar borracha, cantando «Señora» de Rocío Jurado y apretando
contra su pecho una cajita. GLORIA se derrumba sobre la poltrona. Se duerme.
JULIA le da el encuentro con una frazada y la cubre. Esta por regresar a interio-
res, cuando un pensamiento la detiene. Revisa el escondite de GLORIA en busca
de licor. Encuentra una chata de ron y se la lleva.
Oscuridad.
— 97 —
ESCENA 13
La loba
GLORIA: No.
GLORIA: No.
— 98 —
repente era un hombre que solo se quería a sí mismo. De repente murió
sin ser consciente del daño que me hizo. Tienes razón, Julia, vivir en
este caos es insoportable.
JULIA: Lo boté.
GLORIA: ¿Qué haces? Pues eres feliz. Sí. Y este no es un buen lugar
para ti. Tienes que irte.
JULIA: No.
GLORIA: Mírame, Julia. Mírame bien. Soy igual que él. Un lobo.
Destruí a mi hijo, destruí todo lo que me rodeaba. ¡Ni la casa queda en
pie! Y ahora tú estás aquí. ¿Qué te puedo ofrecer yo? Una borracha, una
puta, no soy más que una mujer a medias, una amante---
— 99 —
GLORIA: Es la verdad. Y también es verdad que estoy envejeciendo
y tú eres joven. Estás llena de posibilidades y yo… No quiero que te
quedes aquí a ver cómo me apago. No quiero que termines ayudándo-
me a dar pasitos, a cagar y cambiarme los pañales.
GLORIA: ¿Qué, qué miras? ¿Te parezco una loca? Pero diez veces
más mujer que tú. Pregúntale a tu hombre cómo se derretía viéndome
bailar. Claro, huye. ¿Crees que si caminas rápido no me vas a escuchar?
Pues te lo gritaré: «Ese hombre es un gran necio, un estúpido, engreído,
egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido,
falso enano rencoroso que no tiene corazón».
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GLORIA se derrumba. JULIA la observa desde su habitación. Decide regresar
a la terraza.
JULIA: Dice que es un lobo. Pero no creo que tenga claro qué tipo de
lobo es, Gloria. Sí, son muy conocidos los mitos donde aparecen como
criaturas violentas y voraces. Los hombres lobos, acusados de raptar
mujeres vírgenes.
JULIA: Pero también hay mitos de lobos que fundan clanes, dinastías,
ciudades.
JULIA: Esas historias eligen lobos porque tienen la fuerza para con-
ducir a las manadas.
GLORIA: Tu mamá está en Italia, corazón. Allá tienes que ir. (Se
quita la cadena con el diamante y se la entrega a JULIA) Toma, quiero que lo
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vendas. Te darán buen dinero. Viaja a ver a tu mamacita. Quiero que
conozcas Europa y que conozcas el mundo.
JULIA: «Para reservarte», le dijo, «hasta que sea libre». Y usted lo es-
peró todos estos años. Por eso no se la quitaba, porque en el fondo
esperaba que volviera. Pero ahora, Gloria, ya está libre. Ya no es una
amante. Ahora es una señora.
JULIA: Con lo que nos den tenemos que comprar pintura. La casa ne-
cesita urgente una buena lavada de cara. ¡Y un jardinero! Hacer arreglos
en la cocina y los pisos---
GLORIA: Julita…
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JULIA: Está bien, no crea que no pienso en usted. También compra-
remos una de esas ridículas piscinas hechas en China. Ya la veo en la
noche, robando la manguera del parque para llenarla. ¡Qué ánimo de
joder, Gloria! ¡Sabe que se va a ganar un problema con los serenos,
pero a ver quién la detiene!
GLORIA: Nadie.
JULIA: Nuestra.
Recogen todo el desorden, hasta que JULIA descubre a FEDE caminando hacia
ellas.
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Llega FEDERICO.
GLORIA: ¡Espera!
GLORIA: Prima.
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JULIA: ¿Con ese discursito impresionas a las chicas? Voy a traerle su
café, Gloria.
JULIA: Sí.
JULIA: Ostentosa.
GLORIA: (La disculpa con Fede) Salió comunista, pero con lindos ojos.
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unos sueldazos y nosotros… nosotros vamos limpiar inodoros en «la
madre patria».
FEDERICO: No niego que sea injusto, pero yo... solo vi una opor-
tunidad de salir adelante y la tomé.
GLORIA: Como debe ser. Las oportunidades hay que tomarlas siempre.
JULIA: Y con esa filosofía de vida seguro que la estás pasando muy
bien con las peruanitas que se derriten ni bien ven a un español que les
dice «hola, guapa». ¿Cuántas vas sumando a tu lista de conquistas?
JULIA: Bueno, ahí tienes a la vecinita de las mallas. Seguro que ella
estaría encantada de jugar contigo a la familia feliz.
GLORIA: Clavo.
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FEDERICO: Pero puro corazón como mi vieja. Corazón y pasión
como esta señora. Vieran qué historia de amor la que tuvo con mi pa-
dre, épica y tormentosa. Ya se las contaré algún día.
GLORIA: Bravo.
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JULIA sale.
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ESCENA 14
Purga
FEDERICO: Me gusta.
JULIA niega.
JULIA: No te convengo.
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JULIA: No entiendes. Si fuera tú saldría corriendo. De verdad, ¡corre!
JULIA asiente.
JULIA: ¿Quién?
GLORIA: ¡El Fede! ¿Fue romántico?, ¿te besó? ¿Qué tal besa? ¡De-
talles, Julia, detalles!
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JULIA: ¿Usted sabía? Pero está ilusionada con él. Le gusta.
GLORIA: Me gusta más para ti. Es para ti, Julita. Yo misma le dije
que te invite a salir.
GLORIA: ¿Dónde?
GLORIA: Todos los cuerpos tienen sus marcas. Una caída, un acci-
dente, una enfermedad, una cirugía, hasta las estrías… van registrando
momentos de nuestra vida. Pero no son toda nuestra vida, Julia. Yo que
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tú, miraría cara a cara a esa cicatriz y le daría el lugar que se merece.
Vamos, Julia. Suéltalo de una vez. Cuéntame la historia de esta marca.
JULIA: No.
GLORIA: ¿El hombre que te la hizo era alto, bajo, flaco, moreno?
¿Cómo era? ¡Julia!
JULIA: Moreno.
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una parte que no conozco. No puedo parar de gritar. Frena el carro,
gira y me revienta el puño. No siento nada. ¿Por qué no siento nada?
Mis manos tratan de llegar al pestillo y no puedo llegar al pestillo, Glo-
ria. Solo siento otro golpe. La sangre está caliente. Veo las calles que
se alejan. Mi casa, mi vida, se pierden… No te muevas, me dice, nos
vamos de juerga. Viernes, sábado. Le pedía a Dios, le rogaba, que me
mataran de una vez, pero llegó el domingo y yo seguía viva. El del
tatuaje me apretaba con las manos el cuello. De nada sirve ajustar por-
que te voy a dar más fuerte. Y seguía a pesar de la mierda y la orina.
Mi puerquita, me decía y mandaba al milico a limpiarme. Él lo hacía
rápido, casi por cumplir, y cuando el del tatuaje no se daba cuenta, me
susurraba al oído que lo perdone. Quería que lo perdone, pero no hacía
nada el hijo de puta. Se quedó parado en una esquina cuando su amigo
cogió el cuchillo. «Sigue ajustando y te abro otra vagina entre las tetas.
Asume, flaquita, ya eres mía.»
JULIA: Lunes. Era lunes. El del tatuaje salió, iba a taxear. El milico…
Caminaba de un lado a otro. Suéltame, por favor, pero no volteaba a
mirarme. Tomaba. Eran un montón de botellas de cerveza y se queda
dormido. No se despierta cuando trato de romper la cuerda. Estaba
dispuesta a arrancarme la mano... y la cuerda cede. Me paro. Camino a
la puerta. Un paso, dos. Parece que nunca voy a llegar, pero mis dedos
tocan la perilla y allí está la calle. Y corro, corro, corro hasta que escu-
cho un grito. Es mío, pero suena como fiera. Recién me doy cuenta que
no tengo ropa, que hay sangre por todos lados. Hay carros, las bocinas.
Llega la policía. Me cubren con una manta. Hacen preguntas y parece
que explicó los hechos, pero no reconozco mi voz porque yo, ya no
soy yo. La que conocía antes, ya no existe. Solo queda esta otra. Y no
me gusta. No me gusta nada. No me gusta vivir así, sin poder confiar,
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siempre huyendo, muerta de miedo, rogando que el hombre que está
libre no me encuentre.
GLORIA: ¿Por eso vas a la cárcel? ¿Para ver si el que está preso delata
a su amigo?
GLORIA saca del baño un jarrón y una batea con agua y pétalos de flores.
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GLORIA: Es para hacerte un baño de florecimiento. Ya sé que no
crees en estos rituales, pero podrías verlo como una manera de cerrar
una etapa de dolor y comenzar una nueva etapa…
JULIA: Sí.
JULIA: Los lobos… ¿Sabe que tienen visión nocturna? Como pueden
ver en la oscuridad, se les invoca como guías para no perderse en las
tinieblas, para salir del final de un pozo negro y llegar a la luz.
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GLORIA entrega un jarrón con agua y flores a JULIA. La joven limpia su
cuerpo. Siente esperanza. Sonríe.
Oscuridad.
Fin.
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Sobre lobos
se terminó de imprimir en julio de 2016
por encargo del Grupo Editorial Caja Negra.
El tiraje fue de 1 000 ejemplares.