Actividad Arlt
Actividad Arlt
Actividad Arlt
Lenguaje - Unidad 3
Comprendiendo la Comprensión del ensayo
literario
diversidad
Luego, aparecen
los objetivos en un
cuadro.
• Celos en la actualidad.
• ¿Qué son los celos para mí?
• ¿Cómo los celos han pertenecido a mi
vida?
• El tema que llame tu atención sobre
los celos.
Veamos un poco más de cerca lo que en términos muy amplios podríamos llamar «placer». No
me refiero solamente a cuanto nos produce una sensación físicamente grata sino a todo aquello
-sea cosa, persona, producto, comportamiento, etcétera- ante lo que sentimos claramente
aprobación: «¡a esto, sí!», «¡de esto, más!», «¡esto, que vuelva otra vez!». Por ejemplo, un
delicioso plato de comida... (dejo a cada cual que llene la línea de puntos con el nombre de su
especialidad culinaria favorita), el cual nos complace porque resulta muy agradable al paladar.
O quizá una ducha refrescante en el calor del verano, también enormemente placentera.
Estas sensaciones «gratificantes» resultan muy importantes en la vida de todos nosotros,
los humanos, pero también lo son para cualquier animal dotado de un sistema nervioso
pasablemente desarrollado. Otro ejemplo distinto: la satisfacción que nos produce ver a alguien
realizar una acción generosa y valiente o, mejor todavía, realizarla nosotros mismos. «¡Vaya
-suspiramos contentos-, esto sí que es bueno! ¡Así habría siempre que portarse!» El aprecio por
lo «bueno» es propio de los seres dotados de razón, que al reflexionar nos damos cuenta de
cuánto mejor sería esta perra vida si fuésemos todos capaces de tales conductas excelentes.
Último ejemplo: veo una llameante puesta de sol en el mar o escucho una polonesa de Chopin
bien interpretada al piano. Y de nuevo me surge la aprobación placentera: « ¡Qué hermosa
es!».
La lengua española tiene que prepararse para un ciclo grande en ese porvenir sin fronteras.
Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy,
sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su
fuerza de expansión, en un ámbito propio de diecinueve millones de kilómetros cuadrados y
cuatrocientos millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras
hispánicas en los Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de
intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar
tenga cincuenta y cuatro significados, mientras en la república del Ecuador tienen ciento cinco
nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica
por sí sola, y que tanta falta nos hace, aun no se ha inventado. A un joven periodista francés
lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica.
Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero, dijo: “Parece un faro’’.
Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo
a Viernes Santo. Que Don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó
escrito de su puño y letra que el amarillo es el color de los enamorados. ¿Cuántas veces no
hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una
cereza que sabe a beso?
Empecemos por el inicio de la forma. La palabra que Michel de Montaigne eligió para describir
sus reflexiones en prosa publicadas en 1580 fue “essais”, la cual, en esa época, significaba solo
“tentativas”, en la medida en que el género aún no había sido codificado. Esta etimología es
significativa pues apunta hacia la naturaleza experimental de la escritura ensayística: una
escritura que supone el complejo proceso de tratar de poner algo a prueba. Más tarde, a finales
del siglo XVI, Francis Bacon importó al inglés el término francés, a manera de título para su
prosa más formal y solemne. Y así fue como se acuñó el término: esos escritos eran ensayos y
como ensayos se quedarían. Solo había un problema: la discrepancia en estilo y asunto entre
los textos de Montaigne y Bacon era, al igual que el Canal de la Mancha que los separaba, lo
suficientemente profunda como para ahogarse en ella. Yo siempre he militado en el equipo
de Montaigne, ese tipo que podía mostrarte su desazón, echarte un par de chistes subidos
de tono y preguntarte qué pensabas sobre la muerte. Me imagino, tal vez equivocadamente,
que el equipo de Bacon tiende a atraer una base de seguidores más reservados y seguros de
sí mismos, con todo aquello de “Quien posee mujer e hijos ha entregado rehenes a la fortuna,
pues ellos son impedimentos para las grandes empresas” y otras cosas por el estilo.
Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus
respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos
de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones.
Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aun
cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la
exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió
el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los
disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual.
Puede establecerse esta regla: Cuantas menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es.
La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo
poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para
este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita
en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado
al pensar que toda “su” felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora
bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen
depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura
del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su “banco”
quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe
mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.
Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una
sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un
hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.
Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer
que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En
síntesis, el celo es la envidia al revés.
A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza
tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se
desarrollan con una normalidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor
tranquilidad de ambos.
Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos subterráneos que nos sacuden,
es menester un entrenamiento largo, una educación de práctica de la voluntad. Esta educación
“práctica de la voluntad” es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos
con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a
la espera de marido, en celibato rigurosamente mantenido. Se dicen: “Algún día llegará”. Y en
algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el
Registro Civil, que debía denominarse “Registro de la Propiedad Femenina”.
Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por
excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser
celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos
que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un
bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay
individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares,
como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.
Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimonio (algunas antes), pierden
por completo los celos. Algunas, cuando barruntan que los esposos tienen aventurillas de
géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas:
-Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no
los va a tener todo el día pegados a las faldas…
Y los “chicos grandes” se divierten. Más aún, se olvidan de que un día fueron celosos…
Roberto Arlt
(Buenos Aires, 1900 - 1942)
Desconocido. Roberto Arlt. [Fotografía] Bajo licencia creative commons. Imagen recuperada
de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:RobertoArlt.jpg
ARGENTINA
¿Qué es Estereotipo?
Aunque
actualmente esta
visión de la mujer
se ha revertido
Planteamiento de Tesis
Argumento 1 Argumento 2
Conclusiones
Anexo 6
a. Un ensayo argumentativo
b. Cualquier clase de ensayo CORRECTA
c. Un ensayo científico o argumentativo
1. Los ensayos, sin importar su tipología deben contar con argumentos que sustenten la
idea que pretenden compartir.
2. Las diferencias de las tipologías las encontramos en la manera de presentar sus argumentos
3. Leer de manera crítica con la intención de comprender cuál es la intención del autor.
4. Si bien las referencias nos darán una comprensión más amplia es posible entender la
intención sin éstas ya que en muchas ocasiones suele ser subjetivo.
5. Se debe leer teniendo en cuenta la intención del autor.
6. Son la descripción del carácter o la conducta que se repite constantemente.
7. Se deben tener en cuenta los estereotipos con los que se analizan ensayos literarios
deben ser aquellos que se han desarrollado en la literatura.
8. Las tipologías son demasiadas, ya que cada una de las tipologías cuentan con variaciones.