Introducciòn A Vida y Trascendencia
Introducciòn A Vida y Trascendencia
Introducciòn A Vida y Trascendencia
Ronald Carrillo
Introducción
La vida del ser humano, por ser obvia, no fue tema de reflexión sistemática para
la filosofía. El centro de la preocupación filosófica fue el “ser” (ontología) desde los
griegos hasta el inicio de la modernidad. La curiosidad propia del animal (el hombre es
el animal racional) fue la chispa que dio origen al cuestionamiento, a la pregunta del
¿por qué? de las cosas. El homínido da paso al homo cuando toma conciencia de que es
capaz de preguntarse por los misterios que lo envuelven y atisbar posibles respuestas.
De la simple curiosidad se pasó a la indagación donde la pregunta por el mundo fue la
pauta para la aparición del conocimiento. Las respuestas a las preguntas y su
acumulación sistemática fueron construyendo la cultura. El salto de la cultura mítica a la
cultura del logos fue posible por la aparición de la incipiente filosofía centrada en la
admiración por la physis.
Los animales tienen el instinto que les permite desenvolverse en el mundo, pero
a diferencia de ellos, el ser humano es un animal que no siempre sigue el curso de la
naturaleza sino que la enfrenta, que la cuestiona y que logra salirse de lo determinado,
por ello es un animal racional (Aristóteles) inteligente, un animal de realidades (Zubiri).
Este ser que se pregunta por el ser (Heidegger) es el Dasein, el ser ahí, que se encuentra
en estado de arrojado al mundo y que por esta situación se encuentra con las cosas,
rodeado de las cosas, en relación con ellas, es decir se encuentra con la realidad. Pero
está realidad le incita a obrar, a ocuparse del mundo y es ahí, cuando se da cuenta de
que existe, de que tiene vida. La vida humana y su existencia hacen que la realidad que
lo rodea se convierta en una realidad vital y existencial (Ortega).
La vida es la certeza que aparece cuando el ser humano abres sus ojos cada
mañana y se siente vivo: La vida le permite enfrentarse al mundo, luchar contra su
contrario (la muerte). La angustia que genera la muerte en el ser humano es uno de los
escenarios que hace posible la reflexión, el cuestionamiento y la toma de conciencia de
que existe. Heráclito sostenía que todo es devenir, que la realidad es dinámica,
permanente cambio, por lo tanto, como “nadie se puede bañar dos veces en el mismo
río” la actividad humana es la que va construyendo el destino de cada cual, porque “el
hombre es lo que hace con lo que hicieron de él” (Sartre)
La vida, entonces, es la realidad radical que se manifiesta en lo cotidiano, en el
hacer, en la relación con lo mundano, dando lugar a la cultura y a la historia, productos
ambos de ésta actividad vital. En consecuencia, surge la pregunta por lo que se debe
hacer, cómo vivir, para qué hacerlo. La situación de arrojado del ser humano, le permite
estar abierto a la realidad, y por lo tanto proyectado. El ser humano es un proyecto que
debe construirse puesto que no está terminado, no está realizado ni definido. Por ser
proyecto y estar abierto a la realidad, el ser humano es futurizo (Marías), tiene una
realidad que es vectorial, porque es lo que no es y no es lo que es, es decir, si bien es
presente, la situación de futurizo no permite colocarlos en un momento de la historia
como un ser finalizado, terminado por cuanto trasciende hacia adelante, se va haciendo
con el devenir, toma decisiones y hace posible su vida que siempre está en movimiento.
Para ello debe orientar su vida, darle sentido.
La pregunta por el sentido de la vida es tan antigua como la aparición de la
filosofía. La respuesta a este cuestionamiento actualmente es un verdadero problema
pues el progreso de la ciencia ha dejado de lado a la teología que nos propone a Dios
como el sentido teleológico de la vida humana. La fe cristiana que afirma que Jesús es
“el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14,6) no es el fin de la búsqueda para los escépticos
y ateos, es necesario buscar en la filosofía contemporánea el fundamento sobre el cual
se pueda construir un sentido de la vida en medio de este mundo secularizado.
Camus al inicio de su obra “el mito de Sísifo” afirma que: “No hay más que un
problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la
pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.”(Camus Albert,
1985) y es que la opción por acabar con lo absurdo de la vida es una realidad que
preocupa en el siglo XXI, convirtiéndose en un asunto de salud pública, especialmente
en los adolescentes y jóvenes por cuanto fue la segunda causa de defunción en el grupo
etario de 15 a 29 años a nivel mundial en el 2015 según la página web de la OMS (cfr.
OMS, s/f)
El ser humano es un ser bio, psico, social lo que implica una realidad que tiene una
estructura sui generis, por cuanto esta tríada es inseparable por cuanto es constitutiva de
la persona. La totalidad de la persona es trascendente, es proyectiva, tiene perspectiva y
permanentemente vectorial. Esta forma de entender a la persona como un ser abierto es
lo que se denomina espiritualidad. El hombre es un ser espiritual por cuanto está abierto
al mundo y no se encuentra encerrado sobre sí mismo, en consecuencia es un ser
metafísico. Las preguntas ¿quién soy? ¿qué debo hacer? son producto de esta condición
de estar viviendo, de ser siendo. La búsqueda de respuestas a estas interrogantes lo
llevan al hombre a encontrarse de cara con su espiritualidad, con aquello que es un
fundamento, a descubrir su profundidad, sus principios y a darle un sentido a su vida.