Vi Keeland - Inappropriate
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Mona
TRADUCTORAS
Clau Lola' Mimi
Kath Walezuca Segundo Grisy Taty
Nayelii Gerald Maria_clio88
cjuli2516zc Pancrasia123 Guadalupe_hyuga
CORRECCIÓN
Mimi Karen’s
Lola’ Mona
REVISIÓN FINAL
Mona
DISEÑO
Moreline
Despedida por comportamiento inapropiado.
No podía creer la carta en mis manos.
Nueve años. Nueve malditos años He trabajado muy duro para una de las
compañías más grandes de Estados Unidos, y me despidieron con una carta tipo cuando
regresé a casa después de una semana en Aruba.
Todo gracias a un video tomado cuando estaba de vacaciones con mis amigos —
un video privado hecho en mi tiempo privado. O así pensé…
Enojada, abrí una botella de vino y escribí mi propia carta al millonario Director
Ejecutivo diciéndole lo que pensaba de su compañía y sus prácticas.
No creí que fuera a responder.
Nunca pensé que de repente me había convertido en amiga por correspondencia
del imbécil rico.
Finalmente, se dio cuenta de que me habían hecho daño y se aseguró de que
recuperara mi trabajo.
Sólo que… no era lo único que Grant Lexington quería hacer por mí.
Pero no había manera de que me involucrara con el jefe del jefe de mi jefe. Aunque
fuera ridículamente guapo, seguro de sí mismo y encantador.
Sería completamente erróneo, incluso inapropiado.
Algo así como el video que me metió en problemas para empezar.
Dos errores no hacen un acierto.
Pero a veces es el doble de divertido.
Sin lluvia
No hay flores
Ireland
ios, me siento como la mierda.
Levanté la cabeza de la almohada e hice una mueca. Es por eso
que rara vez bebía. Una resaca beligerante y un despertar a las tres y
media de la mañana no son buenos compañeros de cama. Alcanzando
el molesto zumbido, palmeé alrededor de mi mesa de noche hasta que de alguna manera
logré encontrar mi teléfono y silenciar la alarma.
Diez minutos después, el sonido volvió. Gemí mientras sacaba mi cuerpo de la
comodidad de mi cama y me dirigía a la cocina para tomar un café y Motrin muy
necesarios. Probablemente también necesitaría ponerme hielo en los ojos para parecer
presentable al aire esta mañana.
Estaba a punto de verter café humeante llenando mi taza, cuando de repente la
razón de la embriaguez de anoche y la resaca resultante me golpearon. ¿Cómo
demonios me había olvidado?
La carta.
La maldita carta.
—¡Ay! ¡Mierda! —El café caliente se derramó sobre la parte superior de la taza y
me escaldó la mano.
»Mierda.
»Ay.
»¡Mierda!
Pasé la mano bajo agua fría y cerré los ojos. ¿Qué demonios había hecho? Quería
volver a la cama y volver al olvido.
Pero en cambio, todos los detalles de ayer regresaron como un tsunami. Una hora
después de haber llevado mi equipaje por la puerta principal, regresando de una
semana en el paraíso, había llegado una carta por mensajería.
Despedida.
En un formato comercial.
El día anterior tenía programado regresar al trabajo después de las vacaciones.
Sentí náuseas. Era la primera vez que estaba desempleada desde que tenía catorce
años. Sin mencionar, la única vez que mi partida no fue por mi propia cuenta. Cerré el
agua y bajé la cabeza, tratando de recordar la redacción exacta de esa maldita carta.
Había una memoria USB incluida en el sobre acolchado, que contenía un video de
treinta segundos que uno de mis amigos había tomado en la playa. Sentí un ardor
subiendo por mi garganta, por otras razones además de la probable intoxicación por
alcohol a la que había sometido a mi cuerpo.
Mi trabajo. Había sido mi vida durante los últimos nueve años. Y un video estúpido
y granulado había hecho que todo por lo que había trabajado se desvaneciera como una
nube de humo.
Puff. Adiós carrera.
Gruñí.
—Dios. ¿Qué demonios voy a hacer?
Estar de pie claramente no era la respuesta a esa pregunta, así que llevé mi dolor
de cabeza de regreso al dormitorio y me metí debajo de las sábanas. Tiré del edredón
sobre mi cabeza, esperando que el tono negro me tragara viva.
Finalmente logré quedarme dormida. Cuando me desperté unas horas más tarde,
me sentí un poco mejor. Sin embargo, eso no duró mucho tiempo, no después de que
me di cuenta de que solo recordaba la mitad de los eventos de la noche anterior.
Bueno. Tenía una batalla cuesta arriba más empinada para suavizar las cosas de
lo que esperaba. Pero no podía dejar que eso me disuadiera. Tal vez el presidente aún
no había leído mi primer correo electrónico, y podría comenzar mi próximo intento
pidiéndole que ignorara el original.
Si quería una oportunidad de encontrar un trabajo dentro de la industria, no podía
tener una mala recomendación. Como habían violado mi privacidad, lo menos que
podían hacer era ser neutrales. Comencé a sudar con pánico y me mordí la uña. No
estaba por encima de suplicar. Así que copié y pegué la dirección de correo electrónico
del presidente y abrí un nuevo mensaje. El tiempo era esencial aquí.
Pero justo cuando comencé a escribir, mi laptop sonó, haciéndome saber que
había llegado un nuevo correo electrónico. Hice clic en él y mi corazón casi se detuvo
cuando leí la dirección de correo electrónico:
[email protected]
Oh, Dios.
No.
Traté de tragar, pero mi boca estaba repentinamente seca. Esto no estaba bien.
Solo no estaba segura de lo malo que era todavía.
1 Boar’s Head: empresa proveedora de embutidos, quesos y condimentos fundada en Nueva York.
apareció una carta de terminación muy inesperada en mi puerta, no tardé mucho en
enterrar mi dolor. Y aparentemente mi cordura.
De todos modos, si todavía está leyendo, gracias. Aquí está la carta que debería
haber escrito:
Saint James. ¿Por qué conozco ese nombre? Me sonó familiar cuando llegó el
primer correo electrónico, así que la busqué en el directorio de la empresa. Pero estaba
en la división de noticias, que dirigía mi hermana y que había evitado como la peste
desde que asumí el cargo de presidente cuando mi padre murió hace dieciocho meses.
La política, la propaganda y la burocracia no eran lo mío. Aunque era presidente de
nombre, generalmente me mantenía en el lado financiero de Lexington Industries.
Abrí el primer correo electrónico que recibí de la señorita Saint James y lo releí.
Mientras que el más reciente era ciertamente más apropiado, el primero me divirtió
más. Había firmado la carta con el cierre, Que te jodan... lo que en realidad me había
hecho reír. Nadie me hablaba así. Curiosamente, me pareció un poco refrescante. Tuve
la extraña necesidad de conversar con la señorita Richardson después de unos tragos.
Ciertamente había despertado mi curiosidad. Presioné el botón del intercomunicador
en mi teléfono nuevamente.
—Millie, ¿podrías llamar a la división de Broadcast Media, al productor del
segmento de noticias matutinas? Creo que podría ser Harrison Bickman o Harold
Milton... algo así.
—Por supuesto. ¿Quiere que les organice una reunión?
—No. Dile que me gustaría ver el archivo personal de uno de sus empleados:
Ireland Saint James. Su nombre en pantalla es Ireland Richardson.
—Me encargaré de eso.
—Gracias.
Mi reunión de la tarde solo duró quince minutos. El chico no solo apareció una
hora y media tarde, sino que tampoco estaba preparado. No tenía paciencia con las
personas que no valoraban mi tiempo, así que lo dejé y salí de la sala de conferencias
después de decirle que perdiera mi número.
—¿Está todo bien? —Millie me miró mientras pasaba junto a su escritorio—.
¿Necesita algo de su oficina para su reunión?
—Mi reunión ha terminado. Cuelgue a cualquiera que llame desde Bayside
Investments, si alguna vez vuelven a llamar.
—Uh... sí, señor Lexington. —Millie se levantó y me siguió a mi oficina,
sosteniendo una libreta—. Su abuela llamó. Dijo que le dijera que no necesitan un
sistema de seguridad y envió al instalador a su casa.
Rodeé mi escritorio y negué.
—Excelente. Simplemente genial.
—Obtuve el archivo de la señorita Saint James para usted y lo imprimí. Está en su
escritorio en una carpeta. También hay un video de algún tipo que se archivó en
recursos humanos, que le envié por correo electrónico.
—Gracias, Millie. —Me senté a mi escritorio—. ¿Te importaría cerrar la puerta al
salir?
Jesucristo. Ahora la recordaba. Fue hace mucho tiempo, pero su historia no era una
que olvidaría fácilmente. Cuando Ireland Saint James fue contratada, mi padre todavía
dirigía las cosas. Había estado sentado en su oficina cuando Millie le había traído el
archivo de ella. Había usado su historia como un ejemplo de enseñanza, un ejemplo de
decisiones que a veces tienes que tomar para proteger la imagen de la empresa.
Me recosté en mi silla. Cada empleado recibe una verificación de antecedentes; su
extensión depende de la posición. Mientras más visibilidad tenga alguien, más su
nombre y rostro pueden afectar la marca de la compañía, por lo que profundizaremos
más. Recursos humanos y una compañía de investigación externa generalmente hacen
la investigación de antecedentes. Cuando una persona sale limpia, un gerente hace la
contratación con la aprobación del director de la división. En su mayor parte, la alta
gerencia no está involucrada, a menos que alguien represente una posible amenaza
para nuestro nombre y un jefe de departamento todavía quiera hacer una oferta.
Entonces, el archivo es tenido en consideración.
Ireland Saint James. Me froté el rastrojo que ya se estaba formando en mi barbilla.
Su primer nombre era un poco inusual, así que probablemente era eso lo que me
sonaba. Aunque había bloqueado mucha de la mierda de hace diez años.
Hojeé las páginas de su archivo personal; su resumen de antecedentes apenas era
una página. Sin embargo, el archivo tenía que tener cinco centímetros de grosor.
Licenciatura de UCLA con especialización en comunicaciones y especialización en
inglés. Graduada de la escuela de periodismo de Berkeley con una beca de posgrado en
reportajes de investigación. No estaba nada mal. Nunca arrestada, y solo una multa por
estacionamiento. Habíamos hecho una actualización de sus antecedentes hace
dieciocho meses, cuando obtuvo el puesto en el que estaba ahora. Parecía que estaba
saliendo con un abogado. En general, su investigación no tenía nada de especial: era una
empleada ideal y una ciudadana honrada. Pero su padre era una historia diferente...
Las siguientes cincuenta páginas eran principalmente sobre él. Había sido una
especie de guardia de seguridad de bajo nivel en un complejo de apartamentos aquí en
la ciudad, aunque fue el tiempo después de su partida lo que ocupó el centro de todas
las noticias. Hojeando, escaneé las páginas, dejándolas pasar lentamente una por una
hasta que llegué a una con una foto de una niña pequeña. Cuando la levanté más cerca,
el nombre en la leyenda confirmó que era Ireland. Tenía que tener como nueve o diez
en la foto. Por alguna razón, la miré como un accidente automovilístico grave. Estaba
llorando, y una mujer policía tenía una mano alrededor de su hombro mientras salían
de su casa.
Bien por ti.
Bien por ti, Ireland, por llegar a donde estás hoy después de ese comienzo.
Tan jodido como era, sonreí ante la foto. Las cosas podrían haber sido muy fáciles
para ella. Ahora tenía sentido que me hubiera escrito por segunda vez: era una
luchadora.
Pulsé el intercomunicador en mi teléfono de escritorio, y Millie respondió.
—Sí, señor Lexington.
—¿Me darías algunos segmentos recientes de las noticias de la mañana con la
señorita Saint James? Es Ireland Richardson cuando está en el aire. Haz que envíen por
correo electrónico un enlace desde los archivos.
—Por supuesto.
Podría haber prestado más atención a la división de Broadcast Media si hubiera
sabido que se veía así. O, al menos, podría haber visto las noticias de la mañana.
Ireland Saint James era muy atractiva: grandes ojos azules, cabello rubio arenoso,
labios carnosos, dientes blancos que se mostraban a menudo porque sonreía mucho.
Me recordaba a una versión más joven de esa actriz alta de la última película de Mad
Max.
Observé tres segmentos completos antes de volver a hacer clic en el correo
electrónico que Millie me envió anteriormente: el del archivo de recursos humanos de
Ireland. Tres pares de tetas me saludaron cuando se abrió el video. Eché mi cabeza hacia
atrás. Definitivamente no eran las noticias. Las mujeres estaban en la playa, vestidas
únicamente con braguitas de bikini y bebiendo bebidas de coco con una pajita. Alcé mis
ojos para examinar sus rostros, ninguno de ellos era Ireland. Pero unos segundos antes
del final del breve video, una mujer salió caminando de la playa. Su cabello estaba
peinado hacia atrás y se veía más oscuro y húmedo, pero la sonrisa era
inconfundiblemente de Ireland.
Con las otras mujeres, había notado primero sus cuerpos, sin embargo, me llevó
hasta que el video terminó y se congeló en Ireland para bajar la mirada, y no porque su
cuerpo no fuera impresionante. Sus senos eran llenos y naturales. Hacían juego con el
resto de sus deliciosas curvas. Pero fue la curva de su sonrisa lo que me hizo sentir que
debería ponerme una armadura.
Me moví en mi asiento y pulsé la X en la esquina del video para cerrarlo. Aunque
ella sugirió que lo agregara a mi banco de azotes, no iba a ser irrespetuoso. Ahora, si me
hubiera enviado el video ella misma, esa podría ser una historia diferente. Pero
ciertamente no iba a liberarme un poco en mi oficina reproduciendo el video una
docena de veces, sin importar cuán tentada estuviera la parte imbécil en mí.
Me giré en la silla para mirar por la ventana. Ireland Saint James. Pareces
verdaderos problemas. Una mujer de la que debería alejarme, eso era absolutamente
seguro. Sin embargo, me sentí obligado a aprender más. Durante unos minutos, debatí
seguir investigando, tal vez escuchando más de su lado de la historia. Pero, ¿por qué
estaría haciendo eso?
Porque tenía curiosidad por Ireland Saint James, por eso.
Sin embargo, ¿era porque quería asegurar la equidad en mi empresa?
¿O porque tenía una sonrisa fascinante, un escote asesino y una historia jodida
que me hizo sentir curiosidad?
Después de unos minutos de deliberar, supe la respuesta. Cada sensor de
advertencia en mi cerebro me dijo que borrara los correos electrónicos y pasara el
archivo de personal por la trituradora de papel. Eso era lo más inteligente que hacer...
definitivamente la decisión comercial correcta. Aun así…
Golpeé la barra espaciadora para volver a encender mi laptop y abrí un nuevo
correo electrónico.
Querida señorita Richardson:
Después de una revisión adicional...
Ireland
arold Bickman es un imbécil.
Aunque amaba mi trabajo, mi jefe era lo único que no echaría
de menos. El hombre era un hijo de puta. No había sido un admirador
mío casi desde el principio, desde que descubrí que contrató a mi
homólogo masculino, que tenía menos experiencia que yo y menos tiempo en la
compañía, con un salario de veinte mil dólares más que el mío. Se lo había mencionado
de manera profesional, y procedió a explicar que había ventajas y desventajas para cada
empleado y cada puesto. Dijo que no debería preocuparme, que vería beneficios que
Jack Dorphman no iba a tener, como cuando aprovechara la gran política de licencia de
maternidad que tenía la compañía.
Había presentado una queja formal sobre mi salario en recursos humanos y
obtuve un salario equivalente. Pero no había vuelta atrás de lo que Harold Bickman
consideraba traición de mi parte. Habíamos encontrado una manera de trabajar juntos
sin demasiada fricción, principalmente por evasión, aunque su correo electrónico de
hoy demostró una vez más que era un idiota colosal. Y algo en mi instinto me hizo
pensar que había intervenido en la estación para obtener ese video de cuando estaba
en la playa en topless. Dios sabe que el hombre quería demasiado darle mi trabajo a
Siren Eckert.
Nota al margen, Siren es su nombre real, no su nombre artístico. ¿Qué estaban
pensando sus padres? En fin…
Harold Bickman, un hombre calvo, con sobrepeso y cincuenta y cuatro años que
olía a queso de un día, no era el más listo del grupo cuando se trataba de mujeres.
Apuesto a que pensó que tenía una oportunidad con Siren, la antigua subcampeona de
Miss Seattle de veinticuatro años, solo porque ella le batió las pestañas. Apuesto a que
también pensó que seguiría las instrucciones en su correo electrónico.
—¿De verdad? ¿Ni siquiera pudiste hacerla esperar hasta que hubiera limpiado
mi escritorio?
Nuestro espacio de oficina era un gran cuadrado abierto con cubículos en el medio
y oficinas privadas de vidrio tipo pecera bordeando el perímetro. La seguridad me había
acompañado a la oficina de Bickman como si fuera un prisionero, y ahora podía ver a
Siren al otro lado del gran espacio, moviendo cajas de su cubículo a mi oficina.
Bickman tiró de la hebilla de su cinturón y retiró sus pantalones de debajo de su
vientre para subirlo y cubrirlo.
—No provoques una escena, o empacaré tu basura por ti.
Fruncí el ceño y comencé a dar golpecitos con el pie mientras hablaba.
—Espero que al menos le dieras el mismo sueldo que a un hombre de la misma
educación y experiencia. Oh, espera... eso podría ser difícil ya que un hombre con sus
calificaciones todavía trabaja en la sala de correo.
Presionó algunos botones en su teléfono y miró hacia mi oficina mientras hablaba
por el altavoz.
—Ireland está aquí para limpiar su oficina. Es posible que desees darle algo de
espacio y terminar de configurar tu nueva oficina cuando haya terminado.
—Sí, señor Bickman.
Puse los ojos en blanco. Sí, señor Bickman.
El imbécil agitó su mano y me despidió para que hiciera lo que tenía que hacer.
—No tardes demasiado.
Disgustada, me di vuelta para salir de su oficina y luego me detuve y retrocedí. No
había decidido si iba a ir a recursos humanos por despedirme por represalias.
Realmente no tenía ninguna prueba: no podía demostrar que Bickman fue el que hizo
aparecer el video por el que me despidieron. Y sabía que amenazar no lo molestaría en
absoluto. Aun así, necesitaba hacerlo sentir como una mierda, para al menos sentirme
mejor.
Regresé a su oficina y silenciosamente cerré la puerta detrás de mí, girándome
para decir una última cosa.
—Has estado buscando una razón para despedirme durante años. Pero es difícil
justificarlo cuando he sido una empleada modelo, y nuestras mediciones de audiencia
han aumentado constantemente desde que me uní al programa. Finalmente
encontraste una razón. No sé cómo lo hiciste, pero sé que estabas detrás del hecho de
que recursos humanos recibiera ese video. Dime, ¿te guardaste una copia? Espero que
lo hayas hecho, porque ese será el único culo que verás en esta oficina. Ciertamente no
verás nada de la piel de la chica no cualificada, recién salida de la escuela secundaria a
la que le diste mi trabajo. Crees que eso hará que le gustes, pero está ocupada follando
a ese nuevo pasante de publicidad. Ah, y recuerda a Marge Wilson, ¿la temporal
divorciada de mediana edad que emborrachaste en la fiesta de Navidad de la oficina
hace unos años? ¿Creyendo que nadie sabe que te la llevaste a casa? —Sonreí y levanté
mi meñique, agitándolo en el aire—. Bueno, todos lo sabemos. Su apodo para ti era
Microgusano.
Abrí la puerta, respiré hondo y me dirigí a limpiar nueve años de mi vida.
Literalmente, tres minutos después, seguridad estaba en la puerta de mi oficina y
Bickman estaba justo detrás de ellos.
Puse las últimas cosas del cajón superior en una caja y lo fulminé con la mirada.
—No he terminado aún.
—Ya has tenido suficiente. Tenemos trabajo que hacer por aquí.
Murmuré por lo bajo y abrí el segundo cajón para seguir empacando.
—Dios, eres un cretino, Microgusano.
Aparentemente, no era muy buena murmurando. El rostro de Bickman se puso
rojo y señaló hacia la salida.
—¡Fuera! Ahora.
Arranqué el segundo cajón de sus rieles y arrojé sin ceremonias el contenido en
mi caja. Luego hice lo mismo con otros dos y tiré los cajones vacíos sobre las sillas de
invitados al otro lado de mi escritorio. Agarré las fotos enmarcadas que estaban en mi
escritorio y mi título de la pared y metí todo en la caja.
Los dos guardias de seguridad uniformados que había convocado parecían
completamente incómodos.
Le sonreí a uno con tristeza.
—Me iré para que no tengas que lidiar con este imbécil.
Los guardias me siguieron hasta el ascensor y subieron conmigo. Bickman al
menos tuvo el suficiente sentido común para tomar un ascensor diferente. Aunque
cuando salimos al vestíbulo, salió del que había a nuestro lado.
Negué y seguí caminando.
—Creo que los dos guardias de seguridad son suficientes. No necesitas
escoltarme, Bickman.
Mantuvo su distancia, pero siguió detrás, no obstante. Cuando llegué a la zona del
vestíbulo principal, había mucha gente. Así que decidí irme con una explosión. Me
detuve y me di la vuelta para mirar a Bickman. Colocando mi pesada caja en el suelo
frente a mí, le señalé con el dedo y comencé a gritar a todo pulmón.
—Este hombre usa su posición para tratar de aprovecharse de las mujeres.
Simplemente me despidió y le dio mi trabajo a una joven porque cree que ella podría
abrir las piernas en agradecimiento. Supongo que no está familiarizado con el
movimiento #MeToo.
Bickman se apresuró y agarró mi codo. Me sacudí para alejarlo.
—No me toques.
Dio unos pasos hacia atrás cuando se dio cuenta de que la gente lo estaba mirando
y se giró para regresar al ascensor.
Necesitaba largarme de aquí antes de que seguridad llamara a la policía. Así que
tomé una respiración profunda y purificadora, volví a levantar mi caja y mantuve la
barbilla en alto mientras me dirigía hacia las puertas de vidrio. Solo que... un hombre
caminó en mi dirección, dirigiéndose directamente hacia mí con pasos rápidos y largos.
Mis pasos vacilaron cuando lo miré al rostro. Su muy enojado rostro.
—Mantén tus malditas manos para ti —espetó sobre mi hombro hacia Bickman.
Señor Presidente.
Excelente. Simplemente genial. El primer chico que conocía en meses en el que
realmente estaba un poco interesada, y tuvo que entrar a mi edificio justo cuando
estaba haciendo una escena y actuando como una loca. El momento no podría haber
sido peor. Por otra parte, combinaba con el resto de mi día de mierda.
El estrés de los últimos días me debió haber afectado y me rompí. Comencé a reír
como una loca. Al principio, fue una carcajada, pero se convirtió en un resoplido,
seguido de una carcajada que me hizo sonar como si hubiera perdido la cabeza. Traté
de taparme la boca y detenerme, pero mis palabras salieron histéricas.
—Por supuesto que tenía que encontrarte aquí. Lo juro, no soy realmente así. Han
sido unos días muy malos.
El presidente continuó mirando por encima de mi hombro. La expresión de su
rostro era positivamente letal: la mandíbula apretada, los músculos flexionados en la
mejilla y las fosas nasales dilatadas como las de un toro. Me giré para seguir su línea de
visión y vi a Bickman caminando hacia nosotros en lugar de alejarse.
Suspiré, sabiendo que la escena aún no había terminado, y cerré los ojos.
—Entiendo si no me llamas para almorzar.
Los ojos del hombre parpadearon hacia mí, luego hacia Bickman y luego otra vez
hacia mí.
—En realidad, todavía me encantaría llevarte a almorzar. Pero supongo que estás
a punto de cambiar de opinión.
Grant
eñor Lexington, es tan bueno verlo.
La cabeza de Ireland se balanceó de un lado a otro. Si
tenía alguna duda sobre si sabía quién era yo en la cafetería
antes, la confusión en su rostro ahora confirmó que no tenía
ni idea.
—¿Te acaba de llamar...?
Bickman apareció al lado de Ireland, y lo fulminé con la mirada.
—Danos un momento. Necesito hablar con la señorita Saint James.
Los ojos de Ireland se encendieron.
—Eres un hijo de puta. ¿Sabías quién era yo todo el tiempo?
Bickman seguía detrás de ella como si no le hubiera dicho que se fuera.
—¿No entendiste lo que dije? —le gruñí.
—Lo siento, señor Lexington. Por supuesto. Regresaré a mi oficina. Estoy en el
undécimo piso si me necesita.
Sí. Ya has hecho suficiente. Les dije a los guardias de seguridad que volvieran a sus
puestos y fui a tomar la caja de las manos de Ireland.
—Déjame ayudarte con eso.
La alejó de mi alcance.
—¿Eres Grant Lexington?
—Lo soy.
—¿Y sabías quién era yo en la cafetería?
Tragué
—Sí.
—Dios, le di mi número a un mentiroso. Eso es peor que un asesino en serie.
—Nunca te he mentido.
—Sí, pero olvidaste mencionar el hecho de que eres el jefe del jefe de mi jefe. —
La caja que sostenía comenzó a deslizarse, y casi la dejó caer—. Oh, Dios. ¡Nuestros
correos electrónicos! ¿Intercambiamos correos electrónicos y no pensaste que era
relevante mencionar quién eras cuando sabías quién era yo?
—Honestamente, no sabía quién eras cuando me acerqué para tomar el asiento
vacío. Pero lo habría mencionado en el almuerzo...
Negó.
—¿Almuerzo? Que te jodan. Mejor todavía. Que se joda toda tu maldita compañía.
Ireland me rodeó y se dirigió hacia la puerta.
—¡Ireland! —llamé.
Siguió caminando. Probablemente necesitaba que me examinaran la cabeza, pero
verla confrontar a Bickman y regañarme hizo que mi polla se contrajera. Era incluso
mejor que la vista actual de su sexy culo mientras salía de mi edificio.
Sonreí y negué. Tal vez los dos estábamos un poco locos
—Entonces, ¿te llamo sobre nuestra cita para almorzar más tarde? —grité.
Levantó una mano sin mirar atrás y me mostró el dedo medio.
Me reí.
Mi instinto me dijo que no sería la última vez que vería Ireland, pero por el
momento, tenía otras cosas urgentes que atender.
—Señor Lexington, es bueno verlo. Lamento que haya sido testigo de los
desafortunados eventos en el vestíbulo. Tuvimos una empleada despedida descontenta
que quería hacer una escena.
Una joven asomó la cabeza por la oficina de Bickman. No me notó de inmediato
dado que estaba de pie al lado de la puerta.
—¿Puedo volver a mi oficina...? —Me vio y se calló—. Oh, lamento interrumpir. No
me di cuenta de que no estaba solo.
—Está bien —dije asintiendo.
Bickman hizo las presentaciones.
—Siren, este es Grant Lexington. Es el presidente y director ejecutivo de la
compañía propietaria de nuestra pequeña estación.
—Oh. Vaya —dijo ella.
Extendí mi mano.
—Encantado de conocerte.
Bickman hinchó el pecho.
—Siren acaba de ser promovida a reportera en el aire.
Entonces, ¿esta es la mujer no cualificada por la que Ireland se estaba yendo?
Bickman le dijo a la mujer que podía continuar mudándose a su nueva oficina, y vi
sus ojos caer sobre su trasero cuando se dio la vuelta. Una vez estuvo fuera del alcance
del oído, confirmé mi sospecha.
—¿Es el reemplazo de la señorita Saint James?
El cretino pareció orgulloso.
—Sí. Es graduada de Yale y...
Lo corté.
—¿Cómo obtuviste el video de las vacaciones de la señorita Saint James?
—¿Perdóneme?
—¿Necesito hablar más despacio? Cómo. Obtuviste. El. Video. De. Las. Vacaciones.
De. La. Señorita. Saint James
—Yo... uhh... lo vi en las redes sociales.
Arqueé una ceja.
—¿En sus redes sociales públicas?
—No, su cuenta privada de Instagram.
—Entonces, ¿son amigos en las redes sociales? ¿Puedes ver cosas publicadas en
sus cuentas privadas?
—Sí. Bueno, técnicamente no soy yo. Pero tengo acceso a una cuenta con la que es
amiga.
—Elabora. —Estaba empezando a perder la paciencia.
—Tengo algunas redes sociales configuradas a nombre de un antiguo empleado.
Un perfil básico.
—Entonces, ¿me estás diciendo que estás usando el nombre de otra persona para
acechar las redes sociales privadas de todos tus empleados?
Bickman tiró del nudo de su corbata.
—No. Solo los problemáticos.
—¿Los problemáticos?"
—Sí.
No necesitaba decirme nada más. Ireland no había estado exagerando. Este tipo
era realmente un mal bicho. Me acerqué a su escritorio, levanté el auricular de su
teléfono y apreté algunos botones. Cuando seguridad respondió, dije:
—Soy Grant Lexington. ¿Pueden subir al undécimo piso? Tengo un empleado
despedido que necesitamos escoltar fuera de las instalaciones.
Cuando colgué, Bickman todavía no parecía entenderlo.
Puse mis manos en mis caderas.
—Estás despedido. Tienes hasta que seguridad llegue hasta aquí para limpiar tu
escritorio, lo cual estoy bastante seguro de que es más que la cantidad de tiempo que le
diste a la señorita Saint James.
El imbécil parpadeó un par de veces.
—¿Qué?
Me incliné y hablé lentamente.
—¿Qué parte de estás despedido no entendiste?
Bickman dijo algo, aunque no sé qué demonios fue, porque salí de su oficina y me
acerqué a la mujer que asumí era su asistente basado en donde se sentaba.
—¿Eres la asistente de Bickman?
La mujer mayor parecía nerviosa.
—Sí.
Miré la placa de identificación en su escritorio y extendí mi mano. Supuse que
realmente debería haber pasado por este edificio con más frecuencia. La mitad de la
gente ni siquiera sabía quién era yo.
—Hola, Carol. Soy Grant Lexington, el presidente de Lexington Industries,
propietario de esta estación. Trabajo en nuestras otras oficinas al otro lado de la calle.
Bickman ya no está con la compañía. Sin embargo, no te preocupes por tu trabajo. Está
seguro.
—De acuerdo…
—¿Quién cubre a Bickman cuando está de vacaciones?
—Mmm… bueno, Ireland solía hacerlo.
Excelente.
—Bien, ¿quién es la persona más importante además de Ireland?
—Creo que ese sería Mike Charles.
—¿Y dónde se sienta?
Carol señaló a una oficina.
—Gracias.
Hablé con Mike Charles y lo puse a cargo, y luego vi cómo seguridad escoltaba a
un nervioso Bickman fuera del edificio. Cuando terminé, volví a cruzar la calle.
Millie se puso de pie cuando entré y me siguió a mi oficina, leyéndome una lista
de llamadas que había perdido y alguna otra mierda que me entraba por un oído y salía
por el otro. Me quité la chaqueta y me arremangué las mangas de la camisa.
—¿Puedes enviarle un correo electrónico a mi hermana para hacerle saber que
despedí a Harold Bickman en Broadcast Media? Mike Charles va a llevar las riendas
mientras las cosas se arreglan por allá.
—Eh... claro. Aunque la última vez que contrató a alguien para la división de Kate,
no le agradó. Probablemente estará en su oficina dentro de diez minutos una vez que la
llame.
Me senté y respiré hondo.
—Buen punto. Se lo diré yo mismo. Pregúntale a Kate si puede venir a mi oficina
para hablar.
Millie me miró por encima de su libreta.
—Probablemente le gustaría si fuera a la de ella para variar...
Millie tenía razón. Mi hermana definitivamente se quejaba de que siempre tenía
que venir a mí.
—Buen punto. Dile que iré a hablar con ella en diez minutos.
—¿Hay algo más?
—¿Puedes también enviar un mensajero con una carta de disculpa a Ireland Saint
James? Dile que he revisado las circunstancias que rodearon su despido y que vuelva a
trabajar el lunes.
Millie garabateó en su cuaderno.
—De acuerdo. Enseguida me encargo.
—Gracias.
Cuando llegó a la puerta, pensé en otra cosa.
—¿Puedes agregar una docena de rosas para acompañar la carta de la señorita
Saint James?
Las cejas de Millie se juntaron, pero rara vez cuestionaba mi juicio, y ya había
comentado sobre cómo iba a reaccionar mi hermana. Así que garabateó más en su
cuaderno y simplemente dijo:
—Lo haré.
A la tarde siguiente, Millie entró a mi oficina con una caja de flores. Parecía
nerviosa. Mi nombre estaba garabateado en la parte superior de la caja con marcador
rojo.
—Esto llegó para usted con un mensajero hace un momento.
Abrí la larga caja blanca y desenvolví el papel de seda. Dentro había una docena
de rosas, pero todas las cabezas habían sido cortadas de los tallos. Un pedazo de papel
doblado yacía en la parte superior. Lo recogí y lo abrí.
Miré mi reloj. Si fuera alguien más, ya habría salido por la puerta. Sin embargo,
quince minutos después de mi almuerzo programado, todavía estaba sentado a la mesa
solo, bebiendo un vaso de agua, cuando entró Ireland Saint James. Miró alrededor del
restaurante y la anfitriona señaló dónde estaba sentado.
Mientras se dirigía hacia mí, sonrió. Me tomó por sorpresa cuando mi corazón
comenzó a latir más rápido. A diferencia de ayer y de cómo se veía en los clips que había
visto, hoy su cabello estaba recogido en una coleta impecable. Mostraba sus pómulos
altos y sus labios carnosos, centrando la atención solo en su rostro. Algunas mujeres
necesitaban escaparates en forma de cabello y maquillaje, pero Ireland era aún más
hermosa sin esa mierda. Llevaba una camisa de seda azul real y unos pantalones negros.
El atuendo era bastante conservador, pero aun así logró atraer la atención de todos los
hombres y mujeres mientras cruzaba el comedor.
Me puse de pie y traté de no dejarla ver cuánto me afectaba su apariencia.
—Llegas tarde.
—Lo siento. Salí temprano, pero cuando llegué a mi auto, mi neumático estaba
desinflado. Tuve que agarrar un Uber.
Extendí mi mano.
—Por favor, siéntate.
Ireland tomó asiento y el camarero se acercó.
—¿Puedo traerle algo de beber?
Miré a Ireland. Sonrió y desdobló su servilleta.
—Por lo general, no bebo durante el día, pero como estoy desempleada, no
conduzco y él está pagando, tomaré un vaso de merlot, por favor.
Traté de contener mi sonrisa.
—Para mí un agua con gas. —Eché un vistazo a Ireland—. Ya que soy el asalariado.
El camarero desapareció y Ireland cruzó las manos sobre la mesa. Por lo general,
la gente me dejaba dirigir la conversación, pero esta mujer no era normal.
—Entonces —dijo—. Hablé con mi abogado, y dice que tengo un caso contra tu
empresa por acoso, incumplimiento de contrato y angustia emocional.
Me recosté en mi silla.
—¿Tu abogado? ¿Y quién podría ser?
—Se llama Scott Marcum.
Conocía el nombre de su investigación de antecedentes hace unos años. Había sido
su novio en ese momento. Me preguntaba si todavía estaban juntos.
—Ya veo. Bueno, vine a ofrecerte tu trabajo, con una disculpa y quizás un pequeño
aumento. Pero si prefieres consultar a nuestros abogados, también está bien. —
Comencé a levantarme de mi silla, dejando en evidencia su fanfarronada.
Cayó con eso.
—En realidad, prefiero no tratar con abogados. Solo te estaba haciendo saber lo
que dijo el mío.
Me crucé de brazos.
—¿Dejarme saber para poder usarlo como ventaja contra mí?
Se cruzó de brazos, imitando mi postura.
—¿Vas a sentarte para que podamos tener una conversación o vas a pisotear como
un niño?
La mujer tenía bolas gigantes; tenía que darle eso. Si supiera cuánto me hacía su
actitud querer echar un vistazo entre sus piernas y buscar algo. Nos miramos el uno al
otro durante sesenta segundos completos, y luego cedí y me senté.
—Muy bien, señorita Saint James. Pongamos nuestras cartas sobre la mesa. ¿Qué
es lo que quieres?
—Escuché que despediste a Bickman. ¿Es verdad?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque no me gustan los métodos que usó para monitorear a sus empleados.
—Bueno. A mí tampoco. Además, es un imbécil.
Mi labio se torció.
—Sí, eso también.
—¿Me seguiste a la cafetería?
—No. Y para que conste, no sigo a las mujeres ni a mis empleados. Por casualidad
entré para tomar una taza de café. Mi teléfono había sonado en el auto, y la conexión
era mala y cortó la llamada. Necesitaba redactar un mensaje para la persona que
llamaba para que no se preocupara.
—¿Por qué no me dijiste quién eras cuando te diste cuenta de quién era yo?
—Ya te respondí esa pregunta el otro día. Fue una coincidencia que me sentara a
tu mesa. Y luego, cuando me di cuenta... me intrigó lo que podrías decir.
El camarero trajo su vino y mi agua, y Ireland alternó entre mirarlo y mirarme.
—Necesitaremos unos minutos —dije—. Todavía no hemos mirado los menús.
Los ojos de Ireland volvieron a mirarme cuando desapareció el camarero. Parecía
estar reflexionando sobre algo.
—¿Alguna otra pregunta?
Asintió.
—¿Quién estaba al teléfono?
—¿Perdón?
—Dijiste que estabas hablando por teléfono mientras conducías, que se cortó la
llamada y que no querías que la persona se preocupara.
Tomé un sorbo de agua.
—Mi abuela, no es que sea asunto tuyo. ¿Hemos terminado con el interrogatorio
ahora? Porque estaba considerando dejar atrás los correos electrónicos borrachos que
me enviaste. Pero si deseas repetir cada última interacción que hemos tenido, también
podemos discutirlos.
Me miró y bebió un poco de su vino.
—Quiero un aumento del veinte por ciento y que consideres a Madeline Newton
para el puesto de Bickman.
Interesante. Me rasqué la barbilla.
—Una cosa a la vez. Te daré el diez por ciento.
—Quince.
—Doce y medio.
Sonrió.
—Diecisiete.
Me reí.
—No es así como funciona. Una vez que se baja en una negociación, no puedes
volver a subir si no te gusta cómo van las cosas.
Frunció el ceño.
—¿Quién lo dice?
Negué.
—Te diré qué. Te daré el quince, pero para eso, también tendrás que firmar un
formulario de liberación, renunciando a tu derecho a cualquier demanda potencial por
cualquier cosa que Bickman haya hecho durante su mandato.
Lo pensó.
—De acuerdo. Eso es justo. Si soy honesta, no te iba a demandar de todos modos.
Creo que nuestra sociedad es lo suficientemente litigiosa. Además, no me gusta tratar
con abogados.
—¿Qué hay de Scott Marcum?
—Especialmente Scott Marcum.
Bueno saberlo.
—Entonces, ¿tenemos un trato?
—Siempre y cuando consideres a Madeline Newton para el puesto de Bickman. Es
la mejor persona para el trabajo y ha sido ignorada dos veces.
—Si lo solicita, me aseguraré de que se le tenga debidamente en cuenta.
—Gracias. —Extendió la mano—. Entonces supongo que tenemos un trato.
No debería haber notado cuán pequeñas y suaves eran sus manos, que su piel se
sentía como la seda, pero lo hice.
Me aclaré la garganta después de que estrecháramos manos.
—Le haré saber a Mike Charles que recuperarás las riendas de inmediato. Tengo
que admitir que me sorprende que no intentes ocupar el puesto de Bickman.
Negó.
—No estoy lista para eso. Pero Madeline hará un gran trabajo. A diferencia de
Bickman, es inteligente y justa, y la gente respeta lo que dice. Bueno, para ser justos,
Bickman también era inteligente. Simplemente no cuando se trataba de mujeres.
Esta mujer seguía sorprendiéndome.
—¿Creías que Bickman era inteligente?
Asintió.
—Lo era. Todo lo demás era horrible.
—¿Cómo lograron coexistir durante tanto tiempo si era tan malo?
—Era grosero y degradante, y disfrutaba las pequeñas cosas que hacía que lo
volvían loco. Fingí que equilibraba las cosas.
Fruncí el ceño.
—¿Qué pequeñas cosas?
Sonrió.
—Bueno, tenía ciertas aversiones. Por ejemplo, no podía soportar cuando alguien
daba golpecitos con el pie. Eso lo hacía ponerse rojo como un tomate mientras
explotaba al respecto.
—Bueno…
—Así que daba golpecitos el pie y observaba el pulso de la vena en su cuello
cuando me hacía enojar.
Mis cejas se alzaron.
—También mencionó una vez que odiaba cuando las personas usaban demasiado
perfume o colonia. Así que mantenía un bote en el cajón de mi escritorio para esos
momentos en que lo veía comiéndose con los ojos el culo de una mujer. Me bañaba de
perfume antes de ir a su oficina y fingir que necesitaba ayuda con una historia.
—Creativo —dije.
—Eso pensé.
Ireland Saint James tenía un lado malvado, eso era seguro. Probablemente no
debería haberlo hecho, pero me pareció bastante sexy.
El camarero regresó para tomar nuestro pedido, pero aún no habíamos revisado
el menú.
—¿Han decidido ya?
Ireland le entregó su menú al camarero.
—En realidad, no me quedaré a almorzar. Así que es solo el señor Lexington.
—Está bien. —El camarero asintió y luego se volvió hacia mí—. ¿Para usted,
señor?
—Necesito unos minutos más.
Después de que el camarero se fuera, levanté una ceja.
—¿Sin hambre?
—Siempre estoy hambrienta. Pero necesito cambiar el neumático pinchado por
de repuesto para poder conducir el auto hasta la tienda de neumáticos. Mi compañera
de cuarto tiene que trabajar a las tres y me va a llevar a casa para que no tenga que
esperar allí. La última vez tomó horas, y ahora que he vuelto a trabajar... tengo un
montón de trabajo con el que ponerme al día.
Asentí.
—¿Tienes AAA2? —No estaba seguro de por qué demonios había preguntado. ¿Iba
a ir y enrollarme las mangas de mi camisa hecha a medida y cambiar el neumático por
ella si no lo hacía?
—No. Pero sé cómo cambiarlo. Lo he hecho antes. —Se rió—. Una vez fui a una
cita con un tipo que tuvo un pinchazo mientras me llevaba a casa. Nunca había
cambiado un neumático, así que lo cambié por él.
Sonreí.
—Apuesto a que no consiguió una segunda cita.
Terminó su vino.
—Definitivamente no.
Mi mente evocó un rápido destello de Ireland cambiando un neumático. Solo que
no estaba cambiando la llanta de un chico mientras estaba vestida para una cita. Llevaba
unos pantalones vaqueros cortos al estilo Daisy Dukes, una camisa atada con un nudo
que dejaba ver una gran cantidad de piel bronceada, su cabello estaba en coletas y tenía
una mancha de grasa en la mejilla. La grasa era jodidamente excitante.
Sacudí la cabeza y me aclaré la garganta.
—Informaré a todos de que vas a volver al trabajo.
Ireland se puso de pie e hice lo mismo. Extendió su mano.
—Gracias por involucrarte. Obviamente, no tenías que hacerlo. Especialmente
después de los horribles correos electrónicos que envié.
Asentí y estreché su mano.
—Creo que todo salió como debería.
Recogió su bolso y comenzó a alejarse, luego se volvió.
—Oh... y te di mi número para el almuerzo. Obviamente, esto significa que no
puedo salir contigo.
—Por supuesto. —Sonreí—. Resulta que no eres mi tipo de todos modos.
Ireland entrecerró los ojos.
—¿Y cuál es exactamente tu tipo?
—Las que no son un dolor en el culo. Que tenga un buen día, señorita Richardson.
Dos días después, me las arreglé para recuperar mi concentración y hacer un poco
de trabajo real, un trabajo que no involucraba a Ireland Saint James. Acababa de
terminar una llamada de conferencia con nuestros abogados de Londres cuando Millie
llamó y abrió la puerta de mi oficina.
—Lamento interrumpir. Pero tiene un visitante.
Miré mi reloj.
—Pensé que la reunión con Jim Hanson era en una hora.
—No es él. Arlia está aquí.
Arrojé mi bolígrafo sobre el escritorio y me recosté en la silla con un suspiro.
Debería haberle enviado un mensaje antes. Mejor aún, debería haberla llevado a cenar
y romper las cosas. Lo último que quería era una escena en mi oficina.
Millie vio mi expresión.
—Le dije que estaba en una reunión, así que puedo hacerle saber que va a
demorarse un tiempo, si lo desea.
Lo consideré seriamente. Pero me gustaban los cabos sueltos incluso menos que
la confrontación, por lo que bien podría terminar con eso.
Negué.
—Está bien. Solo dame un minuto para limpiar mi escritorio.
Millie asintió y, unos minutos más tarde, entró con ella. Arlia llevaba un mini
vestido negro que abrazaba su cuerpo y mostraba un kilómetro de piernas bronceadas.
Me quedé detrás de mi escritorio para evitar un saludo íntimo.
—Estaba empezando a pensar que me estabas evitando.
Sonreí.
—Solo ocupado. —Hice un gesto hacia la silla al otro lado de mi escritorio—. ¿Qué
te trae por aquí?
Arlia Francois era una mujer hermosa. Como modelo profesional, sabía
exactamente cómo destacar sus mejores características. Con largas piernas y ojos de
diferentes colores, uno azul brillante y otro marrón oscuro, captaba la atención de
todos. Aunque cuando se sentó y cruzó sus piernas tonificadas muy lenta y
deliberadamente, ni mi polla ni yo nos emocionamos demasiado.
—Tengo que irme a París este fin de semana, y me iré durante dos semanas. Pensé
que tal vez podríamos juntarnos antes de eso. Estoy libre el jueves por la noche.
El jueves por la noche era la recaudación de fondos.
—Tengo un evento de trabajo el jueves por la noche.
Hizo un puchero.
—Tengo que trabajar el viernes, ¿pero tal vez una cena tardía?
No era el tipo de hombre que ignoraba a las mujeres y rechazaba sus invitaciones
como una forma de terminar las cosas. Prefería ser directo, y a la larga, la mayoría de
las mujeres también lo preferían. Aunque a veces no apreciaban ser abandonadas a
corto plazo.
Me incliné hacia delante.
—Eres una mujer maravillosa, Arlia. Pero estamos en diferentes lugares, y creo
que es mejor que dejemos de vernos.
Su boca coqueta y mohína se torció a enojada.
—¿Qué?
—Fui sincero cuando comenzamos a vernos hace unos meses. No estoy interesado
en una relación en este momento. Las cosas fueron casuales al principio, pero creo que
ya no estamos buscando lo mismo.
Levantó la voz.
—Entonces, ¿solo querías follarme?
Pensé que explicar que no quería una relación antes de salir por primera vez había
aclarado que todo lo que podríamos tener era físico y por compañía. Pero
aparentemente, en el futuro necesitaba explicarlo aún más.
—Por favor, baja la voz. Fui claro acerca de mis intenciones desde el principio.
Las lágrimas inundaron sus ojos. Mierda. Debería haber aceptado la oferta de
Millie y fingir que todavía estaba hablando por teléfono y haber hecho esto en un lugar
público donde tuviera una ruta de escape.
—Pero pensé que habíamos evolucionado a más…
Y ahí radica el problema. Algunas mujeres dicen que son buenas con lo casual,
pero no lo son. Creen que pueden cambiar lo que quiero y luego enojarse conmigo solo
por querer exactamente lo que dije que quería al principio.
—Lo siento si entendiste mal.
Al parecer, fue un error decir eso.
Todo su rostro se contorsionó.
—No entendí mal. Me ilusionaste.
No la había ilusionado ni un poco. Pero sabía cuándo era mejor cerrar la boca.
—Lo siento si hice eso.
Su rostro se suavizó y sollozó.
—Bien. Podemos mantenerlo como estaban las cosas cuando empezamos. Sin
ataduras.
Podría haber terminado esto más fácilmente si estuviera de acuerdo con eso y
luego la evitara en el futuro. Pero sin ataduras aún mantenía un vínculo entre
nosotros. Y ya no quería estar atado a ella.
—Creo que es mejor que terminemos las cosas aquí por completo.
Sus ojos se agrandaron. No estaba acostumbrada al rechazo.
—Pero…
—Lo siento, Arlia.
Se recuperó, cambiando de molesta y sorprendida de nuevo a enojada. De repente,
se puso de pie.
Me uní a ella levantándome.
Arlia me sorprendió alisando su vestido. Parecía que iba a irse sin demasiada
escena después de todo. Pensando que estábamos bien, cometí el error de caminar
alrededor del escritorio para acompañarla.
Pero, al parecer, su compostura era solo el ojo de la tormenta. Una vez que me
acerqué, su furia se reavivó.
—Eres un bastardo.
—Siento que te sientas así.
Volvió a alzar la voz.
—Tu apartamento es tan aburrido como tú. Lo único interesante de ti es tu polla.
De acuerdo, ya he terminado. Puse mi mano detrás de su espalda, con cuidado de
no tocarla, sino para guiarla hacia la puerta de mi oficina.
Prácticamente me escupió.
—No me toques.
Retiré mi mano y levanté a ambas en el aire.
—Solo iba a acompañarte.
Retrocedió y me abofeteó en el rostro. El impacto fue tan inesperado y duro que
mi mejilla se giró del impulso de la conexión.
—Saldré sola.
Me quedé quieto hasta que la puerta se abrió y se cerró de golpe. Había pasado
mucho tiempo desde que me abofetearon. Un tiempo muy largo. Solo que ahora era más
inteligente e iba a mantenerme lejos después de que esa mierda sucediera.
Grant
Hace catorce años…
o quiero volver.
Froté los hombros de Lily.
—Yo tampoco quiero que te vayas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Simplemente va a suceder nuevamente. Mi mamá está bien por un tiempo, y
luego deja de tomar sus medicamentos y desaparece. Finalmente, alguien se da cuenta
de que estoy viviendo sola y llama a la policía, que luego llama a servicios sociales.
Lily había estado con nosotros durante más de nueve meses. Me había contado
que, cuando su madre desaparecía, tenía que robar comida de la tienda de comestibles
y vender mierda de su apartamento solo para comer. Había dejado de ir a comedores
sociales porque le hacían muchas preguntas sobre dónde estaban sus padres.
—Escucha, quiero que te lleves esto. —Le tendí un sobre con quinientos dólares
dentro—. Por si acaso desaparece de nuevo.
Las lágrimas que había retenido comenzaron a bajar por su rostro.
—No lo necesito. Vas a venir a verme todo el tiempo, ¿verdad? Si desaparece, te lo
diré, y entonces puedes traerme algo.
—¿Qué pasa si te hace mudarte de nuevo, Lily? —Se habían mudado docenas de
veces en los últimos quince años. El presentarme en su apartamento y encontrarlo vacío
no estaba fuera del ámbito de la posibilidad.
—No voy a irme. ¿Cómo me encontrarías?
—Si te mudas, me escribirás. ¿Conoces la dirección de aquí?
Lily asintió y recitó la dirección de la casa.
Sonreí.
—Bien. Si alguna vez tienes que mudarte, me lo dirás en una carta. E iré a verte
todas las semanas los domingos, incluso si te mudas a Nueva York. Lo prometo. —Eso
probablemente parecía una locura, pero sabía que encontraría la manera de hacerlo.
Lily y yo estábamos destinados a estar juntos—. Toma el sobre. No es mucho. Pero
puede que lo necesites para los sellos. O cosas para la escuela.
Dudó, pero lo tomó. Una vez que descubriera cuánto había metido dentro, no sería
feliz. Pero volvía a casa de su madre, y ninguno de los dos iba a estar muy feliz de todos
modos.
Mi madre llamó a la puerta de la habitación de Lily.
—¿Lily, cariño? ¿Estás lista? El trabajador social está aquí.
La expresión de terror en su rostro me mató. Me volvió loco. Sabía por experiencia
personal que volver a casa una vez que te retiraban rara vez funcionaba. Sin embargo,
los malditos jueces siempre querían devolverte, como si las madres y los padres
tuvieran derecho a tener hijos, y tuvieran que demostrarle al tipo de la túnica negra por
qué eran incompetentes. Los padres biológicos generalmente tenían que fastidiar las
cosas media docena de veces antes de que dejaran de enviarte de regreso. El sistema
apestaba.
Hice un gesto hacia la puerta con la cabeza y susurré:
—Dile que te estás vistiendo y que estarás abajo en unos minutos.
Lily lo hizo, pero su voz se quebró. Mamá dijo que la vería abajo.
Era solo cuestión de tiempo antes de que mi madre se diera cuenta de que no
estaba por ahí. Lily y yo habíamos mantenido nuestra relación en secreto. Temíamos
que mis padres pensaran que era una mala idea mantener a dos niños de quince años
enamorados en la misma casa. Quiero decir, lo era… pero no necesitaban saber eso.
Tampoco necesitaban saber que me metía en su cama todas las noches después de que
todos fueran a dormir. Eso ciertamente asustaría a mamá.
—No quiero perderte. —Lily sollozó en voz baja.
Ahuequé su rostro y limpié sus lágrimas con mis pulgares.
—No llores. Nunca me vas a perder, Lily. Jamás. Te amo.
—También te amo.
Nos abrazamos por mucho tiempo. Finalmente, sin embargo, tuvimos que
dejarnos ir.
—Te escribiré todos los días que no podamos estar juntos.
Sonreí.
—Bien.
—No tienes que responder. Sé que no te gusta escribir. Solo prométeme una cosa.
—¿Qué?
—Me escribirás si te enamoras de otra persona, y me contarás todo sobre ella para
que sepa que eres feliz y que debo dejar de escribir. De lo contrario, nunca me rendiré
con nosotros.
Sonreí y besé su nariz.
—Tienes un trato. Funciona bastante bien para mí. Porque nunca tendré que
escribir una maldita carta.
Nunca había conocido a nadie que tuviera alucinaciones antes. Mi madre había
sido una adicta y dormía horas y horas, a veces días cuando estaba de borrachera. Pero
incluso cuando estaba en su peor momento, nunca escuchó voces en su cabeza.
Este era el segundo domingo que había visitado a Lily desde que se mudó, pero la
primera vez que su madre había estado en casa. Rose tenía un trabajo de camarera los
fines de semana, por lo que había estado en el trabajo la semana pasada, pero
aparentemente, esta semana era incapaz de ir. Comprendía por qué ahora. Rose estaba
acostada en el sofá fumando un cigarrillo tan pequeño que no podía imaginar que no le
estaba quemando los dedos. Su boca seguía moviéndose mientras hablaba en voz baja
para sí misma, pero no podía entender lo que estaba diciendo.
Lily tiró de mi mano cuando me atrapó mirando y me dijo que fuera a su
habitación.
—Pero… —Me incliné y susurré—: ¿Qué pasa con el cigarrillo?
Lily suspiró y se acercó. Deslizó el cigarrillo entre los dos dedos de su madre y lo
dejó caer en un vaso medio lleno de agua sobre la mesa de café, que ya tenía una docena
de pequeños restos de filtros. Su madre ni siquiera pareció darse cuenta.
Me senté en la cama de Lily y se subió a mi regazo.
—¿Supongo que dejó de tomar su medicina?
—Se le acabó hace una semana y no fue por más. No había estado verificándolo,
así que no me di cuenta de inmediato. Pero llamé a la farmacia y puedo recoger la nueva
más tarde.
—¿Cuánto tiempo se quedará así?
Lily suspiro.
—No lo sé. Pero le estaba yendo muy bien.
Las cosas habían sido normales para mí durante más de diez años, pero aún
recordaba la constante decepción de mi madre durmiendo todo el tiempo, sin
mencionar a todos los tipos aterradores en nuestro apartamento. Era fácil olvidar que
mi vida había sido como la de Lily.
—Quizás deberíamos llamar a alguien. ¿Servicios sociales?
Los ojos de Lily se agrandaron.
—¡No!
—Pensé que querías quedarte con nosotros. Si la ven así, te llevarán de nuevo y
probablemente regreses a nuestra casa.
Lily frunció el ceño.
—Sí quiero eso. Pero ahora que he vuelto con ella, no puedo dejarla así. Me
necesita. La drogan demasiado en el hospital.
—Lo sé. Pero ella no se ve muy bien.
—La medicina la ayudará a mejorar. Lo juro.
No me gustaba, pero entendía querer cuidar a tu madre, incluso cuando ella
debería ser la que te cuidara. Suspiré.
—Bien.
Lily envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.
—¿Recibiste mis cartas?
—Así es. ¿Realmente no quieres que te responda? No podría hacerlo todos los días
como tú. No sabría qué decir. Pero tal vez podría escribir una o dos veces por semana.
—Nop. Si alguna vez veo una carta tuya en mi buzón, mi corazón se romperá,
porque será tu adiós.
No iba a discutir, considerando que odiaba escribir algo, especialmente cartas.
Además, tenía mejores cosas que hacer. Aparté el cabello de Lily del hombro y me
incliné para besarlo.
—Te extrañé esta semana.
—Extraño dormir contigo por la noche. No he estado durmiendo bien sin ti. Me
acostumbré al sonido de los latidos de tu corazón llevándome a dormir.
—Bueno, tal vez ya no lo escuches por la noche. Pero aún te pertenece a ti.
Lily y yo pasamos el rato en su habitación hasta que tuve que irme. Mi madre iba
a recogerme, y quería esperar abajo para que no entrara y viera la condición de la madre
de Lily. De mala gana, desenredamos nuestros cuerpos, nos enderezamos la ropa y
volvimos a la sala de estar. Lily se había escabullido varias veces durante las últimas
horas para ver a su madre, pero no la había visto desde que entré hace horas.
Rose ya no estaba sentada mirando a la nada en el sofá. Ahora caminaba de un
lado a otro de la sala de estar, paseándose. Cuando pasabas una buena parte de tu
infancia con drogadictos y adictos, aprendías a leer cuán estable era una persona con
solo una mirada rápida a sus ojos. Y la madre de Lily parecía lo contrario de estable en
este momento. Al darse cuenta de que la estaba mirando, dejó de pasearse y me miró.
Su rostro se retorció de ira y caminó hacia mí con un propósito. Me puse delante de Lily.
Los ojos de Rose parecían enloquecidos.
—Sé que les dijiste.
Mis cejas se fruncieron.
—¿Quién?
—Los doctores. Es tu culpa.
—Lo siento, señora Harrison. No estoy seguro de qué está hablando.
Antes que pudiera registrar qué demonios estaba pasando, movió su mano y me
abofeteó en el rostro.
—¡Mentiroso!
Lily saltó entre nosotros y empujó a su madre hacia atrás.
—¡Mamá! ¿Qué demonios? ¿Qué estás haciendo?
—Él le dice a los médicos. —Me señaló con el dedo—. Les cuenta todo.
—Mamá. —Lily rodeó a su madre con el brazo y la guió hasta el sofá—. Estás
confundida. Dejaste de tomar tu medicina y enfermaste de nuevo. —Se sentaron—. Voy
a buscarla a la farmacia.
Su madre comenzó a llorar. Toda la ira en su rostro había desaparecido,
reemplazada por pura tristeza. Fue la transformación más loca que jamás hubiera visto.
Lily tardó unos minutos en calmarla, pero finalmente la tuvo de nuevo en la posición en
que estaba cuando entré: acostada en el sofá, fumando un cigarrillo en un estado casi
catatónico y susurrando para sí misma. Lily me acompañó hasta la puerta y esperó hasta
que estuviéramos en el pasillo para hablar.
Levantó la mano y acarició mi mejilla.
—Lo siento mucho. ¿Estás bien? Ella… a veces tiene alucinaciones, y siempre
parecen centrarse en los médicos.
Jesús.
—Sí, estoy bien. Pero no creo que debas quedarte aquí.
—No. No puedo dejarla así. Me necesita.
Negué.
—No lo sé, Lily. Eso fue jodido. ¿Cómo sabes que no te hará daño?
—No lo hará. Lo prometo. Por favor, no le digas nada a nadie.
Odiaba dejarla, pero una parte de mí entendía la necesidad de ayudar a un padre
jodido, correcto o incorrecto. Solía cocinar mi propia cena a los cinco años.
—Bueno. Pero dale los medicamentos esta noche. Y si no está un poco mejor para
la próxima semana, tenemos que sacarte de aquí.
Ireland
e preguntaba si él estaría aquí.
Estaba a media conversación con algunos excolegas a los que no
había visto en unos años cuando conseguí mi respuesta. Verlo hizo
que dejara de pensar.
Al otro lado de la habitación, Grant Lexington se encontraba de pie con un clásico
esmoquin negro. Estaba hablando con un caballero mayor, lo que me dio la oportunidad
de observarlo… alto, hombros anchos y sin embargo no exageradamente grandes, una
cintura estrecha con una mano descansando casualmente en el bolsillo de su pantalón.
Incluso desde la distancia, su confianza se notaba. Había algo en la forma en que ciertos
hombres se paraban que mostraba que estaban a cargo, y eso en verdad funcionaba
para mí. Eso podía llevar a un hombre que era un siete a convertirlo en un once en mi
radar. Por otra parte, un apuesto diez con una personalidad mansa podía ser reducido
a un cinco.
El Sr. Confianza sostenía una bebida en su mano izquierda y la levantó hasta su
boca, pero se detuvo antes de beber. Parecía sentir algo y miró alrededor de la
habitación. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, una lenta y malvada sonrisa
se extendió por su cara. Se excusó de la conversación y caminó hacia mí.
Mi cuerpo se estremeció cuando lo vi acercarse con largos pasos, y me aparté del
grupo con el que había estado.
—Que placentera sorpresa —dijo.
Traté de parecer casual mientras tomaba un sorbo de mi champán.
—Estoy reemplazando a Bickman.
Asintió.
—Por supuesto.
Grant miró al grupo a mi lado.
—¿Estás aquí con una cita?
—No. ¿Y tú?
Sonrió y negó.
—¿Sería inoportuno un cumplido? No quisiera acosarte sexualmente.
—Los cumplidos son siempre bienvenidos, Sr. Lexington.
Sus ojos brillaron. Sosteniéndome por el codo, me apartó del grupo con el que
había estado.
—Eso es algo peligroso que decirle a un hombre como yo.
—¿Cuál era el cumplido, de todos modos?
Los ojos de Grant me repasaron.
—Luces hermosa esta noche.
Me ruboricé.
—Gracias.
Grant detuvo a un camarero mientras pasaba. Se bebió el resto del líquido ámbar
en su copa y tomó la copa de champán de mi mano, poniendo ambas en la bandeja del
camarero.
—Estaba bebiendo eso.
Hizo señas para que el camarero se moviera y regresó su atención a mí.
—Te conseguiré más cuando terminemos.
—¿Terminemos con qué?
Él extendió su mano.
—Baila conmigo.
Negué.
—No creo que sea buena idea.
Sonrió.
—Estoy jodidamente seguro de que no lo es.
Grant tomó mi mano y me llevó a la pista de baile. Debatí el protestar pero, cuando
me acercó y sentí la firmeza de su pecho e inhalé su delicioso olor masculino, me olvidé
de qué estaba a punto de discutirle. Me guio con la misma confianza que rezumaba… un
tranquilo dominio mezclado con gracia natural.
—Entonces, ¿por qué no hay cita esta noche, Ireland? —Bajó la mirada a mí
mientras nos deslizábamos por la pista de baile.
—No hay candidatos apropiados, supongo.
—Seguramente en toda la ciudad de Los Ángeles hay al menos un soltero elegible.
—Al parecer no dejo de perdérmelo.
Grant sonrió.
Teníamos buenas bromas, eso es seguro. Incluso desde ese primer loco
intercambio de correo electrónico.
—¿Por qué no hay una cita para ti esta noche? —pregunté.
—Supongo que sigo perdiéndomela yo también.
Ambos reímos.
—Entonces, ¿cómo van las cosas sin Bickman?
—Honestamente, van bien. No se le extraña, en realidad.
Grant asintió.
—Es bueno escucharlo. Aunque no esperaba nada menos.
Un minuto después la canción terminó, y el maestro de ceremonias les pidió a
todos que encontraran sus asientos en el comedor principal. Tan pronto como nos
separamos, un hombre se acercó a Grant y pidió hablar con él.
Parecía que él no quería dejar mi lado.
—¿Dónde te sientas? —preguntó.
—Mesa nueve. ¿Y tú?
—Mesa uno. Me pondré al día contigo después —dijo—. Gracias por el baile.
Sonreí.
—No fue como si me dieras opción. Disfrute de su noche, Sr. Lexington.
Durante el resto de la noche, Grant y yo no cruzamos caminos. Pero eso no
significaba que mis ojos perdieran su rastro en ningún momento. Estaba ocupado, todos
en la habitación querían un poco de él. Lo que probablemente era lo mejor, ya que lo
que yo parecía querer de él no sería la decisión de negocios más sabia. Sin embargo,
nuestras miradas se cruzaron unas cuantas veces e intercambiamos lo que pensé eran
sonrisas privadas de flirteo.
Cuando el café llegó, sube que era momento de irme. Serían pronto las tres y
media. Examiné la habitación buscando a Grant, imaginando que me despediría, pero
estaba demasiado absorto en una conversación con un grupo de hombres que lucían lo
suficientemente mayores como para ser su padre. Ponderé la etiqueta correcta de
negocios… ¿Me acercaba y lo interrumpía para despedirme, o simplemente me iba?
Indecisa, recogí mi bolso y me despedí de mi propia mesa. Cuando terminé, volví a mirar
a donde había estado Grant hablando, pero ya no se encontraba ahí.
Me imagine que el destino había decidido cómo manejar las cosas por mí.
Aunque, cuando me giré alejándole de mi mesa, me estrellé directamente con un
cuerpo duro.
Retrocedí.
—Lo siento. Oh… eres tú.
—Suenas decepcionada. ¿Habrías preferido tropezar con alguien más?
Me reí.
—No. Iba a ir y despedirme, pero entonces desapareciste.
—Supongo que te gané. Te acompañaré. Iba a salir.
No parecía como si estuviera preparándose para irse hacía unos minutos. Sin
embargo, Grant puso su mano en la parte baja de mi espalda y me escoltó fuera del
salón.
Afuera, saqué mi teléfono.
—¿Conduces? —preguntó.
—No. Pedí un Uber para poder tomar una copa de vino.
—Tengo auto. Te llevaré.
—No es necesario.
—Insisto.
Un minuto después, una extensa limusina se acercó. Aparentemente que tuviera
auto significaba uno con chofer. El conductor uniformado salió y fue a abrir la puerta
trasera, pero Grant lo rechazó y la abrió para mí.
—Gracias.
Me deslicé por el asiento trasero para hacer espacio para Grant. La parte trasera
de la limusina era lo suficientemente espaciosa para diez personas. Sin embargo,
cuando subió y se unió a mí, de repente la sentí muy pequeña. Era híper consciente de
su muslo rozando el mío.
Cuando comenzamos a movernos miré hacia adelante, pero sentí los ojos de Grant
en mí.
—¿Qué? —pregunté.
—Nada.
—Estabas mirándome.
Él me miró de un ojo al otro.
—¿Cuál es tu dirección?
Por alguna loca razón, debatí el dársela.
Grant debió haber visto el conflicto escrito en mi cara y se río.
—El conductor la necesita para llevarte a casa, Ireland. No estaba invitándome.
—Oh, cierto. Por supuesto.
Sintiéndome como una idiota, dije mi dirección. Grant se inclinó y se la repitió al
chofer. Cuando se reclinó de nuevo en su asiento, su pierna se encontraba ahora
firmemente presionada contra la mía.
—Dime algo sobre ti, Ireland Saint James.
—¿Qué quieres saber?
—Cualquier cosa.
—Está bien… —Pensé en ello—. He tenido cuatro promociones en Industrias
Lexington en los últimos nueve años.
—Dime algo que no sepa.
Arqueé una ceja.
—Me has investigado.
—¿Cómo más habría decidido devolverte tu empleo?
Me moví en mi asiento para enfrentarlo.
—Te diré qué. Te diré algo sobre mí que no sepas si prometes responderme
honestamente a una pregunta.
Él asintió.
—Puedo hacer eso.
No es fácil recordar un hecho divertido poco conocido sobre ti misma cuando
estás bajo presión, pero hice lo mejor que pude.
—Puedo hacer una voltereta hacia atrás.
Grant sonrío.
—Interesante.
—Gracias. Mi turno. ¿Decidiste volver a contratarme por mi aspecto?
—¿La verdad?
—Eso sería agradable, sí.
Vi las ruedas girar en su cabeza.
—Si digo que sí, sería sexista e inapropiado, basado en nuestra relación laboral.
Me incliné hacia él y bajé la voz.
—Será nuestro pequeño secreto.
Se río y negó con la cabeza.
—Decidí volver a contratarte porque tienes agallas y no soportas la mierda de
gente como Bickman. Respeto eso.
—Oh. Está bien. —A pesar de lo jodido que era, mis hombros cayeron un poco.
Grant se inclinó hacia mí y susurró:
—El hecho de que seas hermosa es solo un extra.
Si fuera un pavo real, mis plumas se extenderían. Sonreí.
—Gracias. Mi turno. Dime algo sobre ti que no sepa.
Me gustó que pareció pensarlo de veras, cuando podría haber dicho cualquier
logro de negocios. En cambio, dijo:
—Soy uno de tres hijos. Fuimos todos adoptados de diferentes familias después
de ser niños de acogida.
—Oh, guau. Eso es realmente personal. Siento que ahora te debo más que una
voltereta.
Los ojos de Grant cayeron a mis labios antes de regresar a encontrarse con mi
mirada.
—Tomaré lo que quieras darme.
Había un millón de cosas que podría haber compartido, que tengo una cicatriz en
mi torso de un accidente en bicicleta de cuando tenía siete, que duermo con la luz
encendida porque no me gusta estar sola en la oscuridad… diablos, podría haber
compartido mi talla de sostén. Sin embargo, tuve que ir y compartir la cosa más jodida
sobre mí.
—Mi padre está en prisión por matar a mi madre.
La sonrisa de Grant cayó inmediatamente. Pero, mientras que lo afectó y cambió
el ambiente, no hubo señal de sorpresa.
Dejé salir un soplo de aire y cerré los ojos.
—Ya sabías eso, también, ¿no es cierto?
Asintió.
—Saqué tu archivo. Hacemos extensas revisiones de antecedentes a los
empleados…
Forcé una sonrisa consoladora.
—Por supuesto.
Grant chocó con su hombro el mío.
—Pero todavía cuenta. Aprecio que compartas eso conmigo.
Gracias a mi gran boca, el ambiente divertido se había transformado en tenebroso.
Aunque una idea que podría cambiar eso estalló en mi cabeza.
—Así que, si sacaste mi archivo, ¿eso significa que viste el vídeo ofensivo?
Grant se aclaró la garganta y miró al frente.
—Tenía que ver con lo que estaba tratando.
Lo miré durante un segundo. Lucía ligeramente incómodo con la dirección que
había tomado en la conversación, lo que solo me hacía querer ir más por ese camino.
Inclinándome ligeramente, mi voz bajó aún más.
—¿Lo viste más de una vez?
Grant luchó un momento. Lució aliviado cuando su teléfono sonó.
Sacándolo de su bolsillo, leyó el nombre destellando en la pantalla.
—Discúlpame. Tengo que aceptar esto.
Respondió.
—¿Qué pasa?
Escuché una voz de mujer en el otro extremo, pero no podía entender lo que
estaba diciendo.
—¿Cuánto hace que se fue?
La mujer habló más fuerte. Sonaba molesta.
—Está bien. Estoy cerca. No dejes la casa. Lo encontraré.
Deslizó el dedo para terminar la llamada y se inclinó para hablar con el conductor.
—Sal en la siguiente salida. Ve a la derecha en Cross Bay y a la izquierda en
Singleton.
—Sí, señor.
Grant dejó salir una respiración rasgada. Frunció el ceño.
—Lo siento. Tenemos que tomar un desvío.
—¿Está todo bien?
Negó.
—Mi abuelo tiene demencia. Todavía está en la etapa temprana, pero a veces sale.
Mi abuela ya no puede manejarlo sola, pero tampoco dejan que nadie ayude hasta que
las cosas exploten. Es la tercera vez que se pierde en los últimos dos meses.
—Lo siento. Debe ser difícil lidiar con eso.
—No estaría pasando si hubieran dejado al instalador de alarmas hacer el trabajo
para el que lo contraté cuando se presentó en su casa el otro día. Pero no me dejan que
haga que alguien ponga un monitor para que mi abuela pueda ser alertada cuando una
puerta se abra mientras duerme.
El conductor salió e hizo los giros que Grant le instruyó.
Luego Grant lo dirigió a las calles laterales de un área bastante exclusiva. Todas
las casas tenían extensos jardines, y cada una era más grande que la otra. Le dijo al
conductor que ralentizara y subiera sus luces.
—Esta es su casa. Siempre toma el mismo camino. Ve al final del camino y gira a
la izquierda y rápidamente a la derecha. Sigue el camino sinuoso hacia el agua.
—Suenas como si tuvieras una muy buena idea de a dónde va —dije.
Grant miraba por la ventana, buscando mientras hablaba.
—Siempre va al mismo lugar.
Unos minutos después, vi a alguien caminando al lado del camino.
—¡Ahí! —señalé—. Veo a alguien adelante.
Grant suspiró profundamente.
—Es él. —Instruyó al conductor para estacionarse detrás de él lentamente, y salió
del auto de un salto antes de que se detuviera completamente siquiera.
Miré la interacción entre los dos hombres por la ventana frontal de la limosina. El
abuelo de Grant iba vestido con una bata de baño color café y zapatillas. Su cabello se
encontraba despeinado y él giraba sobre sí mismo, pareciendo confundido cuando las
luces llamaron su atención. Pero todo su rostro se iluminó mientras se guardaba los
ojos y miraba al hombre siguiendo sus pasos. Definitivamente reconoció a su nieto.
Abrió sus brazos ampliamente y esperó a que el trajeado y claramente frustrado Grant
se acercara.
No pude evitar sonreír cuando Grant cedió y dejó que el hombre mayor lo
sumergiera en un abrazo. Los dos hablaron durante un minuto, y luego Grant lo llevó
de regreso a la limusina.
Grant ayudó a su abuelo a subir primero.
El hombre me sonrío cálidamente mientras se sentaba.
—Bueno, eres muy guapa.
Grant entró y cerró la puerta. Negó con la cabeza.
—No dejes que el encanto te engañe. Es un viejo sucio.
El abuelo de Grant se río y me guiñó un ojo.
—Exagera. No soy tan viejo.
—Debes dejar de desaparecer, Pops. Es casi medianoche.
—Necesitaba ver a Leilani.
—¿Tan tarde?
—Un hombre necesita ver a su chica cuando necesita ver a su chica.
Grant suspiró.
—Te propongo un trato. Te llevaré con Leilani, pero tienes que acordar dejarme
poner una alarma en casa mañana. Preocupas a la abuela cuando desapareces.
El abuelo de Grant se cruzó de brazos sobre el pecho. Me recordaba a un niño
pequeño al que le dijeron que no podía tomar el postre hasta que se comiera sus
verduras.
—Bien.
Grant se pasó la mano por el cabello y se giró hacia mí.
—¿Te importa si hacemos otra parada? Es justo bajando por el camino.
—Por supuesto que no. Lo que sea que necesites hacer.
—Gracias. —Se inclinó para hablar con el conductor—. Baja al Puerto Castaway,
por favor.
Ireland
eilani no era una mujer. Era un barco.
Un hermoso velero.
Grant ayudó a su abuelo a subir y luego extendió su mano hacia mí.
—Gracias —dije mientras pisaba la cubierta trasera.
Su abuelo desapareció en la cabina inmediatamente.
—Va a poner a Frank Sinatra. A veces olvida a su esposa. A veces huye y se pierde.
Pero nunca se olvida de este barco o de Frank.
Miré alrededor de la amplia área trasera para sentarse.
—Puedo ver por qué. Este barco es increíble.
—Gracias. Pops lo construyó hace casi sesenta años. Me lo dio como regalo en
mi cumpleaños número veintiuno.
—Oh, eso es realmente especial.
—Lo construyó como una muestra, para usarlo para vender barcos y recibir
órdenes cuando comenzó su negocio de manufacturación de barcos. Pidió prestado el
dinero a un prestamista que podría haberle rotos las piernas si no le devolvía el dinero.
Pero vendió más de lo que posiblemente pudiera construir la primera vez que lo mostró
en un espectáculo de barcos. —Gran se rio—. De hecho, el nieto del prestamista tiene
el modelo más reciente, y Pops juega a las cartas con el prestamista, que vive con ayuda
ahora.
Miré el logo al lado del barco.
—No me di cuenta de que tu familia era dueña de Lexington Craft. No sé mucho
sobre barcos, pero son realmente hermosos. Los veo en las películas de vez en cuando.
Grant negó.
—Mi familia ya es la dueña. Bueno, tenemos una gran cantidad de acciones de
cuando se vendió, pero ha sido una compañía pública mucho tiempo. Pops se quedó
para manejarla después de la venta, pero se jubiló hace diez años después de asegurarse
de que la nueva administración fuera tan apasionada sobre la construcción de barcos
como él. Él y mi abuela solían tener un gran barco en el puerto, bajando por el camino,
pero lo pusieron en almacenamiento hace unos años, después de que fuera
diagnosticado. Este es especial para él, y le gusta venir a visitarla.
Sonreí.
—Es entendible.
Frank Sinatra comenzó a sonar a través de los altavoces, y un minuto después
Pops salió de la cabina. Llevaba una caja de cigarrillos en una mano y un encendedor en
la otra. Su bata colgaba abierta, revelando una camiseta y bóxeres blancos.
—Pops. ¿Por qué no te atas la bata?
Pops le dio a Grant la caja y apuntó con su cigarrillo hacia mí.
—Luces como esa actriz…
Chasqueó sus dedos varias veces, tratando de recordar.
—¿Cuál es su nombre… sabes cuál? —Chas. Chas—. La que tiene grand…
Pensé que sabía dónde iba con esto. Pero entonces chasqueó unas veces más y
gritó:
—¡La que tiene grandes bolas!
Grant y su abuelo se pusieron histéricos de risa. No tenía ni idea de qué diablos
se reían, pero verlos me hizo sonreír de todos modos. También me fijé en lo diferente
que parecía Grant cuando estaba relajado y tenía una sonrisa genuina. Parecía mucho
más joven, y mucho menos intimidante.
Grant seguía riéndose cuando explicó qué era tan gracioso.
—Hace un par de años, llevé a Pops a la tienda a por zapatos nuevos. Acababa de
empezar a luchar con su memoria, y quería zapatos con suelas de apoyo, pero no podía
recordar las palabras suelas de apoyo. Por alguna extraña razón, pensó que la palabra
que estaba buscando era bolas… así que gritó que quería bolas a todo pulmón.
Se limpió las lágrimas de los ojos.
—El vendedor se rio y bien y, desde entonces, Pops comenzó a llenar las palabras
que no puede recordar con bolas. Es interesante porque siempre puede recordar bolas,
pero no la palabra que está buscando. De todos modos, nos da risa cada maldita vez.
Pensé que estar cerca del engreído, confiado y apuesto Grant era peligroso, pero
ver lo dulce que era con su abuelo y lo mucho que atesoraba sus buenos momentos hizo
que mi corazón se hinchara en mi pecho.
Pops chasqueó sus dedos unas veces más. Parecía que se atoraba en ciertas
cosas.
—¿A quién diablos se parece? Es alta… no recuerdo su nombre.
—Luce como una Charlize Theron más joven, Pops. —Grant estudió mi cara y
guiñó—. Excepto que no es tan alta, e Ireland es más bonita.
—Sí, eso es. —Pops asintió y sonrió—. Grandes bolas la de esa.
Me habían dicho que me parecía a esa actriz un par de veces en mi vida, pero
nunca me había hecho ruborizarme.
Los tres nos sentamos en la parte trasera del barco durante un rato. Pops siguió
divirtiéndonos con historias sobre cuando comenzó a construir barco y todas las
pruebas y errores que pasaron. Era bastante increíble lo lejos que llegaba su memoria,
y sin embargo a veces olvidaba miembros de la familia o dónde se hallaba. En algún
punto, se puso en pie y anunció que iba a ir a escuchar ronronear a su bebé.
—Le gusta escuchar el motor —explicó Grant. Sopló un anillo de humo del puro
que había encendió unos minutos antes, y lo sostuvo en alto—. Creo que viene más a
por estos que nada más, en estos días. Mi abuela ya no le deja fumar… no desde que
encendió uno y se fue y la alfombra prendió.
—Eso es bueno. No son buenos para ti. Y nunca entendí el atractivo, de todos
modos. Ni siquiera inhalas. Siempre pensé que eran algún tipo de símbolo fálico del que
a los hombres les gusta alardear.
Grant examinó su puro y sonrió.
—Ahora me alegro de tener el Cohiba4 extra grueso.
—En serio, ¿cuál es el atractivo con los puros?
—Se trata más del descanso que te fuerza a tomar. Sentado aquí, sin este puro
en la mano, probablemente sacaría mi teléfono y lo utilizaría después de unos minutos…
o me levantaría y haría algo en el barco. Pero un buen puro causa que me siente y me
tome un minuto, reflexionando sobre mi día o la belleza alrededor de mí. —Sus ojos
pasaron por mi cara, y su mirada se calentó—. Hay mucho que apreciar en este
momento.
En lugar de retorcerme bajo su escrutinio, opté por retomar el control. Él tenía
el puro en la mano opuesta a mí, así que me incliné sobre él y lo tomé de sus dedos.
—Muéstrame cómo hacer esto. —Levanté el palo de cáncer humeante hasta mis
labios.
Grant arqueó una ceja.
—¿Vas a fumar de mi puro?
—¿Eso te molesta?
Una sucia sonrisa tiró de las esquinas de sus labios.
—Por supuesto que no. Eres bienvenida a envolver tus labios alrededor de mi
Cohiba.
Puse los ojos en blanco, pero un estremecimiento pasó a través de mí, incluso
aunque no había brisa.
4
Cohiba: es una marca muy conocida de puros y habanos.
—Sostenlo contra tus labios.
—Está bien.
—Finge que estás sorbiendo de una pajita. Pero no inhales. Solo toma el humo
en tu boca y luego lo sueltas. No lleves el aire profundamente desde tu diafragma.
Hice lo que instruyó… al menos pensé que lo hice. Pero, después de inhalar,
inadvertidamente tragué algo del humo y comencé a toser.
Grant se rio.
—Te dije que no inhalaras.
Farfullé.
—Aparentemente es más fácil decirlo que hacerlo. —Extendí el puro, y él lo tomó
de vuelta.
Nos sentamos en silencio después de eso durante un rato. Grant mantuvo un ojo
en Pops, quien tenía su cabeza enterrada en el motor al otro lado del barco mientras
jugueteaba. Miré alrededor, a los otros barcos y al puerto.
—Debes ver atardeceres hermosos aquí.
—Lo hago.
—Probablemente romántico. ¿Traes a tus conquistas aquí para ponerlas de
humor?
Grant se llevó el puro a la boca y envolvió sus labios alrededor del extremo. Me
sentí ligeramente encendida por la vista, especialmente sabiendo que mis labios habían
estado ahí antes. Él inhaló cuatro o cinco veces, y luego sopló una espesa nube de humo
blanco.
—Si por conquistas te refieres a citas, entonces la respuesta es no. No las traigo
aquí para ponerlas de humor.
—¿Por qué no?
Se encogió de hombros.
—Simplemente no lo hago.
Un fuerte golpe llevó nuestra atención de nuevo a Pops. Grant saltó, pero solo
había sido su abuelo dejando caer la puerta del motor.
Pops sacudió sus manos.
—Todavía tan sexy como el día que cobró vida con un ronroneo por primera vez.
Sin embargo, el carburador podría necesitar un ajuste. Conseguirás mejor eficiencia del
combustible con un pequeño ajuste.
—Me encargaré de eso. Gracias, Pops.
—¿Están listos para irse? Necesito dormir.
—Listos cuando tú lo estés. —Grant se levantó e intentó ayudar a su abuelo a
subir a la pasarela y al muelle, aunque Pops no lo aceptó. Alejó la mano de Grant y se
bajó del barco por su cuenta.
Grant y yo intercambiamos sonrisas, y lo dejé ayudarme a salir del barco. Los
tres caminamos juntos de regreso al auto que esperaba.
Fue un paseo corto de regreso a casa de los abuelos de Grant, y Pops salió del
auto tan pronto como nos detuvimos. Grant salió para seguirlo.
Cuando llegó a la puerta principal de la casa, Pops se giró y gritó:
—¡Adiós, Charlize!
Saqué la cabeza por la puerta del auto.
—¡Hasta luego, Bolas!
Pops habló con Grant, aunque yo todavía podía escucharlo.
—Chico, es un bombón, ¿cierto?
Grant sonrió.
—Lo es, Pops. Lo es.
Los dos hombres desaparecieron dentro y., unos minutos después, una mujer
que asumí era la abuela de Grant abrió la puerta otra vez. Abrazó a Grant y él esperó
hasta que la puerta se cerró, entonces revisó dos veces para asegurarse de que estuviera
cerrada con llave antes de volver al auto.
Subió y cerró la puerta.
—Lo siento por eso.
—Oh, no. No lo sientas. Tu abuelo es muy enérgico. Fue divertido, y tu barco es
hermoso.
—Gracias.
—¿Logras usarlo a menudo?
Grant vaciló antes de responder.
—Cada día. Vivo en él.
—¿En serio? Eso es genial. —Levanté una ceja—. Pero dijiste que no llevabas
citas al barco.
—No las llevo. También tengo un apartamento en el centro en Marina Del Rey.
Algunas personas usan una casa como su residencia principal y un barco para la
diversión. Yo hago lo contrario.
Hm… interesante.
Hablamos durante el resto del corto viaje a mi casa. Nuestra conversación fue
casual, pero era imposible sentirme completamente relajada cerca de Grant.
Simplemente ocupaba demasiado espacio… literalmente sentado a mi lado y
metafóricamente dentro de mi cabeza. El conductor ralentizó cuando giramos para
entrar por mi calle.
Señalé el alto edificio de apartamentos, de repente agradecida de vivir en un
vecindario bonito.
—Este es el mío.
La limusina se en la acera, y el ambiente casual y relajado abruptamente se
terminó. Lo sentí como el final de una cita, con una incómoda despedida, más que
despedirme del CEO de la compañía para la que trabajo.
Puse la mano en la manija de la puerta y hablé muy rápido.
—Gracias por el viaje a casa.
Grant se inclinó hasta su conductor.
—Dame unos minutos, Ben. Voy a llevar a la señorita Saint James a la puerta.
—Eso no es necesario —dije.
Grant extendió la mano y la puso sobre la mía, la que seguía sosteniendo la
manija de la puerta, y abrió la puerta del auto. Salió primero y extendió su mano.
—Es necesario.
Con su mano en la parte baja de mi espalda, Grant me guio delante de él por el
estrecho pasillo. Sentía el calor de su palma escociendo en mi piel y me pregunté si era
mi cuerpo o el suyo el que estaba en llamas. Quizás fuera la conexión entre nosotros.
Mi apartamento se encontraba en el tercer piso, y él insistió en subir al elevador
conmigo también. Frente a mi puerta, Grant se metió las manos en sus bolsillos.
—Gracias otra vez por el viaje —dije.
—Por supuesto.
—Está bien… bueno… que tengas una buena noche. —Hice algún tipo de
movimiento brusco con las manos y busqué a tientas para abrir la cerradura. Entrando,
miré atrás y sonreí incómodamente una última vez antes de cerrar la puerta. Entonces
procedí a inclinar la cabeza contra ella y golpear unas cuantas veces—. Dios, eres una
estúpida alrededor de ese hombre.
Suspirando, caminé hacia la cocina. Pero el timbre me detuvo después de unos
pasos. Grant debía haber olvidado algo. Regresé y revisé por la mirilla antes de abrir la
puerta.
Sonreí juguetonamente.
—¿Ya me extrañas?
Grant sacudió la cabeza y frunció el ceño. No parecía muy feliz de estar donde
estaba. Dejando salir un suspiro audible, dijo:
—Sal conmigo la noche del viernes.
—Uh… tu aspecto me dice que me estás pidiendo algo horrible.
Se pasó una mano por el cabello.
—Lo siento. Sé que probablemente no es la idea más inteligente, pero realmente
me gustaría invitarte a salir.
Me mordí el labio inferior.
—¿No es la idea más inteligente porque trabajo para ti, o no es la más inteligente
porque nos conocimos porque te envié un correo electrónico borracha para decirte que
te jodieras?
Grant sonrió.
—Ambas.
Me gustaba su honestidad. Y su mandíbula. Y ese pequeño hoyuelo en el lado
izquierdo de su mejilla en el que me acababa de fijar por primera vez. De hecho, no
podía pensar bien cuando miraba su apuesta cara.
Así que bajé la mirada para recomponer mis pensamientos, pero todo lo que hizo
fue recordarme las otras cosas que me gustaban de él: sus hombros anchos, estrecha
cintura… maldición, pies grandes, también.
Sin embargo, incluso con toda esa belleza, todavía no estaba vendida. Aunque mis
razones no eran las mismas que las suyas. Grant era cauteloso porque trabajaba para
él. Yo era cautelosa porque algo me decía que este hombre podría comerme viva.
Después de debatir interiormente los pros y contras, levanté la mirada.
—¿Qué tal unas bebidas? ¿Vemos cómo va?
—Si prefieres eso.
Exhalé.
—Eso creo.
—Entonces bebidas serán. Te recogeré a las siete.
—¿Podríamos tomarlas en Leilani? —pregunté—. ¿Quizás ver el atardecer?
El músculo en la mandíbula de Grant se tensó.
—Mi apartamento da al puerto y está orientado al oeste. La terraza tiene una
hermosa puesta del sol. O hay un buen bar en el muelle.
—Preferiría tu barco antes que tu palacio porno.
El labio de Grant se torció.
—¿Palacio porno?
—Dijiste que usas tu barco para vivir y tu apartamento para la diversión.
Sus ojos vagaron por mi cara.
—Si digo que sí, ¿es una cita?
Quería decir que sí de la peor manera. Me sentía increíblemente atraída a él
físicamente, pero también encontraba su actitud directa, no… sin tonterías, excitante.
Sin mencionar que había bajado la guardia alrededor de su abuelo y mostró que había
más de él que el brusco exterior. Sin embargo… algo sobre él me aterraba.
Lo miré a los ojos.
—¿Solo quieres acostarte conmigo, o realmente quieres salir conmigo?
Grant sonrió.
—Sí.
Me reí y negué con la cabeza.
—Aprecio la honestidad. ¿Pero puedo pensármelo?
Su engreída sonrisa cayó.
—Por supuesto.
—Gracias. Que tengas una buena noche, Grant.
Cerré la puerta sintiéndome desinflada, pero por dentro sabía que había hecho lo
correcto. Nada sobre Grant Lexington era simple. Especialmente el hecho de que era mi
jefe.
Grant
eñor Lexington? —Mi asistente entró a mi oficina—.
Tiene a Ireland Saint James en la línea uno. ¿Quiere
que le diga que está saliendo a una reunión?
Me levanté con un archivo en la mano, listo
para dirigirme a una reunión a las diez en punto, pero
me senté de nuevo.
—No, la tomaré. Dile a Mark Anderson que llegaré unos minutos retrasado y que
comience sin mí.
Lancé el archivo sobre mi escritorio, levanté el teléfono, y me recliné en mi silla.
—Señorita Saint James. Han sido tres días. Debes de haber tenido mucho en lo
que pensar.
—Lo siento. He estado ocupada. Pero quería responder a tu invitación para
cenar, o sobre nuestra discusión de tomar algo.
—Está bien…
—Pareces un buen chico…
Me enderecé en mi silla y la interrumpí:
—Vamos a terminar esta conversación en el almuerzo.
—Uh… bueno, no podemos simplemente…
La interrumpí una segunda vez.
—No. Tengo una reunión ahora. Ven a mi oficina a la una en punto. Tendré el
almuerzo esperando.
—Pero…
—Podemos hablar entonces.
Ella suspiró.
—Bien.
De camino a la reunión, me detuve en el escritorio de Millie.
—¿Puedes por favor ordenar almuerzo para mí y la señorita Saint James para la
una en punto?
—Por supuesto. ¿Qué le gustaría?
—Lo que sea.
—¿Quiere ensaladas, sándwiches? ¿Es vegana?
—¿Cómo diablos voy a saberlo? Simplemente ordena unas cuantas cosas.
La frente de Millie se arrugó.
—Está bien.
—Y, si voy tarde, dile que comience a comer sin mí.
—El correo acaba de llegar. ¿Le gustaría que ponga las cartas de hoy en su
escritorio?
—Tritúralo —espeté.
Cuando la reunión finalmente terminó a la una y cinco, me sentía impaciente.
Algunas personas se tomaban diez minutos para evitar el tema y escupir un maldito
hecho. Durante la última hora encontré difícil concentrarme, demasiado ocupado
preguntándome si mi próxima cita me iba a dejar plantado.
La tensión en mis hombros se disipó cuando entré en mi oficina y encontré a
Ireland husmeando. Cerré la puerta detrás de mí.
—¿Buscando algo?
Se giró con una foto enmarcada en su mano.
—¿Son tu abuelo y tú?
Me acerqué. La foto había estado en el mueble desde que me cambié a esta
oficina hacía dieciocho meses, pero no la había visto realmente desde entonces. Pops y
yo pescando al lado de Leilani. Debía de haber tenido siete u ocho.
—Él atrapó un pez zorro ese día. Yo una quemadura de sol.
Ireland sonrío y puso el marco en su lugar.
El almuerzo se encontraba puesto en la pequeña área para sentarse en vez de en
mi escritorio. Extendí la mano.
—Por favor, toma asiento. Llego unos minutos tardes, y la comida
probablemente esté fría.
Ireland se sentó en el sofá y tomé el asiento frente a ella.
—¿Hay más personas uniéndose a nosotros? —preguntó—. Hay seis almuerzos
diferentes aquí.
—No sabía lo que te gustaba.
Su cara se relajó.
—Gracias. No soy difícil. Pero tomaré esta hamburguesa, si no te importa. Estoy
muriéndome de hambre.
—Lo que te guste.
Agarré un sándwich de pavo y no perdí tiempo en ir al grano. Prefería discutir
los negocios primero, para poder disfrutar de verdad de mi comida después.
—Así que estabas a punto de darme el discurso de eres un buen chico, pero… Uno
que no escucho muy a menudo.
—¿Porque nadie te lo dice?
—No. Porque no soy así de bueno.
Ireland tomó una papa frita y me apuntó con ella.
—Bueno, eso en sí es una razón por la que no debería cenar o beber contigo,
¿cierto?
Me incliné y mordí la papa frita de sus dedos.
—Probablemente. Pero me gustaría una oportunidad para cambiar tu opinión,
de todos modos. Tengo la sensación de que eres cautelosa porque sientes que no soy
franco contigo. Pero estoy en una posición difícil. No puedo decir lo que está en mi
mente porque trabajas para mí, y no quiero que te sientas presionada.
—No me siento presionada por ti como mi jefe. Incluso aunque me ladraste que
viniera aquí a comer. De algún modo sé que mi trabajo no está en riesgo, y eso es solo
tú siendo tú. Si hoy honesta, tu ladrido se sintió real, y preferiría ver a ese hombre que
al vacilante que está tratando de ser apropiado.
—¿Así que prefieres que sea inapropiado y que ladre?
Ella se río.
—Prefiero que simplemente seas tú, sin filtros sobre lo que estás pensando.
Mis ojos se clavaron en los suyos. He encontrado que a menudo una mujer piensa
que quiere la honestidad sin filtros, pero resulta no ser el caso una vez la escucha.
—¿Estás segura de eso?
—Segurísima.
Me estiré y tomé su mano.
—Bien. Entonces seamos honestos. No he sido capaz de dejar de pensar en ti en
días. Diablos, desde que me dijiste que me jodiera en ese correo electrónico. Me
preguntaste la otra noche si solo quería acostarme contigo. Absolutamente quiero estar
dentro de ti. Cerraría esa puerta y te tomaría en mi escritorio justo ahora si lo quisieras.
Tragó.
—Pero, si quisieras unas bebidas y ver la puesta del sol en mi barco, también me
apetece eso. No he tenido nada salvo una relación sexual con una mujer en siete años y,
para ser sincero, no estoy completamente seguro de que sea capaz de ofrecer nada más.
Pero, si quisieras comenzar con unas bebidas, podemos definitivamente ver adónde
lleva eso.
Ireland comenzó a negar. No podía leer la mirada sorprendida de su cara… si era
sorpresa buena o la que confirmaba que debía correr en la dirección contraria.
—¿Eso se supone que eres tú defendiendo tu causa para que salga contigo?
Porque básicamente me dijiste que das asco con las relaciones y que podrías solamente
querer tener sexo conmigo. Y, oh, por cierto, si quisiera follar en tu escritorio, también
es una opción.
—Eso depende. ¿Funcionó?
Se río.
—Oh, Dios mío. Creo que perdí la cabeza. Porque creo que podría.
—Bien. Entonces cállate y cómete el almuerzo porque tu comida se está
enfriando.
Ireland seguía riéndose y negando cuando tomó un mordisco de su
hamburguesa de queso. Me alegró no ser el único que comenzó a perder la cabeza.
Especialmente desde que verla hundir sus dientes en su almuerzo me hizo salivar
pensando en hundir mis dientes en su piel.
Con lo importante fuera del camino, nos las arreglamos para tener una comida
relajada. Hablamos sobre trabajo, nuestras rutinas, y preguntó si mi abuelo había
intentado escaparse otra vez… lo que me gustó. Era considerada, y su interés parecía
genuino.
Demasiado pronto, el teléfono de Ireland vibró. Tenía una alarma en su teléfono,
y me hizo pensar en cómo yo tuve a Millie llamando para liberarme de cosas. Miré su
celular.
—¿Es eso una cita inventada para ayudarte a salir de aquí?
Ella se apartó el cabello de su cara.
—No. Ojalá. Tengo que correr a reunirme con mi contratista. Estoy
construyendo una casa en Agoura Hills. Se suponía que la construcción terminaría en
unas semanas, pero mi constructor dijo que podría haber un retraso, y quiere discutir
los planes.
—Eso no suena bien.
—No, definitivamente no. Especialmente ya que mi compañera de piso se muda
en dos semanas cuando se case, y nuestro contrato está a solo un par de meses de
vencer.
—Tengo un buen agente de bienes raíces que puede ayudarte a encontrar algo
temporal si lo necesitas.
—Gracias. —Me miró de reojo—. Entonces, ¿esto es algo que haces
regularmente?
—¿Qué?
—Inventar citas para salir de una reunión más rápido.
Sonreí.
—Ocasionalmente.
Justo entonces, mi teléfono de escritorio sonó, y Millie habló por el
intercomunicador.
—¿Sr. Lexington? Leo llegó unos minutos antes. Simplemente corrió al baño.
Ireland alzó una ceja.
—Esa fue una coincidencia total. Leo es una persona real. Estoy seguro de que
entrará aquí cuando regrese, si no estoy fuera. Así que lo conocerás. Tiene un botón en
su trasero que lo hace aparecer después de diez segundos de espera si no tiene un
videojuego en la mano.
—¿Leo es un adulto o un niño?
—Niño. Que piensa que es un adulto. Es mi… pasamos tiempo juntos cada
miércoles por la tarde. Es parte de un programa que mi madre comenzó hace veinte
años para los niños de acogida. Es algo así como los programas de Hermanos Mayores,
Hermanas Mayores; excepto que todos los niños están en el sistema de acogida y todos
los Mayores son ex niños de acogida. Los Mayores toman un compromiso para ser
mentores de los menores desde los cinco hasta los veinticinco. Los niños de acogida se
mueven mucho, y tener al mismo Mayor durante años les da consistencia.
Ella niega con la cabeza.
—Eso es increíble. Pero hay dos lados de ti, ¿no es cierto? Deberías haberme
contado esta historia la otra noche. Probablemente habría dicho que sí a cenar.
Me reí.
—Ahora te lo digo.
Ireland sonrío.
—Pero estoy tan agradecida de que no arreglaras una cita para deshacerte de
mí.
—Igualmente.
—Debería irme, de todos modos. Ambos tenemos cosas que hacer. —Ireland se
puso en pie—. Gracias por el almuerzo. La próxima vez no necesitas exagerar y ordenar
demasiado. No soy difícil. Como de todo.
—Me alegra saber que estás planeando una próxima vez. ¿Te recogeré el viernes
a las siete?
—Vendré a ti.
—Soy capaz de recogerte. Además, ya sé dónde vives.
Ella sonrió.
—Y soy capaz de conducir por mí misma.
Negué con la cabeza.
—Siempre eres un dolor en el trasero, ¿cierto? Te veré el viernes a las siete en el
puerto.
Ireland recogió mi contenedor de comida vacío y el suyo de la mesa y los metió
en una bolsa. Extendió la basura hacia mí.
—Oh. Y debería decirte que no beso en la primera cita.
Tomé la bolsa, junto con su mano, y la usé para acercarla más a mí.
—Eso es bueno. Porque esta fue nuestra primera cita. Te veo el viernes, Ireland.
5
En el original el verbo utilizado para decir engañar es sucker up, que en inglés está justo en la línea entre
palabrota y no.
Leo me señaló y miró a abuela.
—Ves, ¡ahí va otra vez!
La abuela suspiró y se giró hacia el fregadero para lavar el plato de Leo.
—Cálmense, chicos.
El mocoso estaba a punto de comerse el último bocado de su sándwich cuando
lo robé de su mano y me lo metí en la boca.
—Oye… —se quejó.
Sonreí.
—Escuchaste a la señora. Cálmate, niño.
La abuela volvió a la mesa.
—Grant, realmente necesito que hagas de Santa este fin de semana en la feria de
Navidad de Julio en Pia’s Place. Sabes que normalmente lo hace Pops. Pero no creo que
quiera este año. A veces olvida lo que está haciendo, y no quiero que asuste a los niños
pequeños.
—¿No puedes encontrar a alguien más?
La abuela frunció el ceño.
—Ahora es una tradición familiar. Creo que debería ser pasada a ti.
Leo sonrió de oreja a oreja.
—Sí, Grant. Es una tradición familiar.
El listillo estaba raro hoy. Pero no podía decirle que no a mi abuela. Incluso
aunque sospechaba que lo habían planeado desde el principio. Me había atraído a la
conversación sobre hacer cosas por ella, así que simplemente no podía negarme.
—Bien. —Hice un puchero—. Pero si alguno de los niños me mea encima, te digo
ahora que el próximo año la tradición pasará al esposo de Kate.
La abuela se acercó y acunó mis mejillas.
—Gracias, cariño. Significa mucho para mí.
Más tarde esa noche, en el viaje a casa de Leo, mencionó que iba a San
Bernardino el próximo fin de semana, así que no estaría en la feria de Navidad en Julio
de este año.
Lo miré y de nuevo al camino.
—¿San Bernardino? ¿Qué estás haciendo ahí? —Solo conocía una razón por la
que podría hacer ese viaje, y esperaba estar equivocado.
—Mi mamá volvió a la ciudad. Me recogerá y me llevará a visitar a mi hermana.
Mierda.
—¿Rose te va a llevar a ver a Lily?
Leo frunció el ceño.
—Eso es lo que dijo mi trabajadora social.
Grant
Hace once años…
Hoy era el séptimo aniversario del día en que nos conocimos. Compré un hermoso
anillo, hice una reserva en un restaurante elegante y convencí al dueño de la galería de
arte favorita de Lily para que abriera en privado para nosotros esta noche para poder
proponerle matrimonio. Todo iba perfecto. Habían pasado tres semanas desde la
propuesta de Lily, y hacía unos días había ido a su primera cita con un terapeuta.
Sorprendentemente, había vuelto a casa y dicho que le gustaba mucho el doctor. Sin
embargo, aunque todo era perfecto, mis palmas sudaban como locas cuando el dueño
de la galería se escapó para que pudiéramos estar solos.
—No puedo creer que hayas hecho todo esto.
—Cualquier cosa por mi chica.
Caminamos de la mano, tomándonos nuestro tiempo frente a cada pintura como
a Lily le encantaba hacer. El día que entré en la galería para hablar con el propietario,
caminé y miré todas las obras de arte. Una en particular me llamó la atención y solidificó
que había tomado la decisión correcta de declararme. A dos lienzos de distancia había
una pieza titulada Promesas. Era un abstracto de una mujer parada en el altar. Solo se
veía la parte posterior de su vestido de novia, pero el foco de la pieza eran todos los
pétalos de flores en un corredor blanco a lo largo del pasillo de la iglesia. Mientras que
todo lo demás era blanco y negro, los pétalos de las flores eran coloridos y vibrantes.
En el momento en que lo vi ese día, me recordó a Lily, ella era esos pétalos en el piso
para mí. Sabía que era el lugar perfecto para proponerle matrimonio.
Respiré profundamente mientras caminábamos hasta estar frente a la pintura. La
cara de Lily se iluminó cuando la vio. Y, como siempre, sonreí al verla sonreír. Mientras
admiraba el arte, me coloqué sobre una rodilla.
Ella chilló y se cubrió la boca cuando se dio cuenta.
—¡Sí!
Me reí entre dientes.
—Todavía no pregunté nada, nena.
Ella se arrodilló, así que los dos estuvimos sobre una rodilla.
—Grant.
—¿Sí?
—Yo también tengo una sorpresa para ti.
—¿Qué es?
—Estoy embarazada.
Grant
e había acostumbrado a grabar las noticias de la mañana y verlas en
mi escritorio.
Tenía un montón de trabajo apilado, un montón de correos
electrónicos esperando respuestas y, sin embargo, aquí estaba,
sentado en mi escritorio un sábado viendo por segunda vez el programa de ayer por la
mañana. A Ireland le quedaba bien el turquesa. Resaltaba el color en sus ojos. Aunque
no pude ver bien el vestido completo porque siempre se encontraba detrás de ese
escritorio. Tal vez debería sugerir que los presentadores se levantaran en algún
momento del programa, cambiar un poco las cosas.
Jesucristo. ¿De verdad era esto lo que estaba haciendo? ¿Analizando las opciones
de vestuario de una mujer para decidir qué atuendo complementaba más sus ojos? ¿Y
debatiendo llamar al director de la emisora para exigir que el presentador se levantara
para poder ver mejor su cuerpo? Necesitaba que me examinaran la cabeza.
Exhalando una corriente de aire caliente, me obligué a salir de la grabación de
video. Tenía trabajo que hacer. Montones de mierda. Antes de Ireland Saint James, ni
siquiera podría haberte dicho el nombre de la estación que poseíamos, y mucho menos
lo que llevaba puesto alguien. Decir que la mujer me había distraído sería un
eufemismo.
Tomé un archivo y comencé a analizar una posible inversión que había estado en
mi escritorio desde la semana pasada. Pero, a las dos páginas, mi teléfono vibró y,
aunque normalmente lo ignoraba mientras trabajaba, lo saqué de mi bolsillo.
Ireland: Gracias por las flores. Yo también me lo pasé bien anoche. Especialmente
la parte final contra mi auto.
Había incluido una pequeña cara con un guiño al final de su mensaje.
Normalmente, las personas que usaban emoticonos en sus mensajes me molestaban.
Sin embargo, me encontré sonriendo a la carita amarilla. Le respondí al mensaje.
Grant: ¿Cena esta noche?
Ireland: No puedo. Tengo planes.
Como tenía planes el domingo, le envié un mensaje sugiriéndole el próximo fin de
semana, pero también estaba ocupada. Una hora después, el intercambio de mensajes
me seguía molestando.
Tiene planes.
¿Tenía una cita? Había tomado algo ella, así que cenar con alguien más no estaba
exactamente fuera de los límites. Sin embargo, la idea de que saliera con otro hombre
me volvía loco.
Me obligué a volver al trabajo e intenté ignorar los pensamientos sobre ella
saliendo con otro chico esta noche. Pero volví a leer la misma página tres veces y seguía
sin tener ni idea de lo que decían las palabras. Así que arrojé el archivo a un lado y volví
a levantar mi teléfono.
Grant: ¿Son tus planes esta noche una cita?
Los pequeños puntos comenzaron a saltar y luego se detuvieron y comenzaron
algunas veces.
Ireland: ¿Eso te molestaría?
Responder una pregunta con una pregunta estaba justo al lado de cuánto me
disgustaban los emoticonos. Esta mujer estaba jodiendo conmigo. Yo no jugaba. No
tenía tiempo para juegos. Lo que me recordaba... que necesitaba volver al trabajo.
Tiré mi teléfono a un lado y busqué el prospecto de inversión que había estado
tratando de digerir.
Pero veinte minutos después, volvía a tener mi maldito teléfono en la mano.
Estaba completamente distraído por un simple mensaje. No sabía con seguridad si
estaba más enojado conmigo mismo por necesitar saber sus planes o con ella por no
responder a mi pregunta.
Grant: Solo responde a la pregunta.
Su respuesta fue inmediata.
Ireland: Cielos, alguien está de mal humor.
Respiré profundamente, lo que hizo poco para ayudarme a relajarme.
Grant: Eso sería porque todavía estoy esperando una respuesta a mi pregunta...
Ireland: ¿Se está el músculo de tu mandíbula tensado en este momento?
Leí su mensaje y levanté la mirada al techo. Esta mujer iba a ser mi muerte. Y
estaba empezando a tener dolor de cabeza por lo fuerte que había estado apretando los
dientes. Así que no se equivocaba con el músculo de mi mandíbula.
Grant: Ireland... responde a la maldita pregunta.
Mi teléfono comenzó a sonar por una llamada en lugar de un mensaje de texto. El
nombre de Ireland apareció en la pantalla. Respondí.
—¿Por qué debes ser tan difícil? —dije a modo de saludo.
Ireland se echó a reír, y el sonido al instante relajó el músculo de mi mandíbula.
—Es divertido joder.
Me recosté en mi silla.
—Es mucho más divertido joderme. ¿Qué tal si pasamos a esa fase de la relación
en lugar de que me vuelvas loco?
Me di cuenta de que seguía sonriendo cuando habló.
—Tengo una cita esta noche, pero no tienes nada de qué preocuparte porque está
casado.
—¿Repítelo?
Ella se rio.
—Tengo la cena de ensayo para la boda de mi mejor amiga, Mia, que es el próximo
fin de semana. Mi pareja en la boda es su hermano, que está casado con un hombre. Así
que técnicamente supongo que es mi cita esta noche.
Genial. Ahora estoy celoso de un hombre gay y casado...
—¿Qué tal el domingo? —dijo.
Decidí ver si lo contrario era un juego limpio.
—No puedo. Tengo una cita.
Por supuesto que esa cita era con mi abuela para interpretar a Santa Claus en la
fiesta anual de Pia’s Place...
Estuvo callada un largo momento y luego dijo en un tono brusco:
—Bueno, si tienes una cita, no necesitas una segunda conmigo.
Sonreí.
—¿Ves cómo se siente eso, Ireland? No es muy agradable, ¿verdad? Especialmente
no mientras estoy tratando de hacer mi trabajo. Mi cita de mañana es con mi abuela.
—Oh.
—¿El próximo fin de semana, entonces? —dije. Realmente no quería esperar
tanto.
Ireland suspiró.
—El próximo fin de semana es la boda. Mia y yo vamos a pasar la última noche
juntas en nuestro apartamento el viernes por la noche y luego el sábado es la boda y el
domingo hay un brunch con los de la boda. No suelo salir de lunes a viernes porque me
levanto muy temprano para trabajar. ¿Pero tal vez podamos cenar temprano o algo una
noche?
—Me voy el lunes para un viaje de negocios a la costa este. Me iré hasta el jueves
por la noche.
—Oh. —Al menos sonaba tan decepcionada como yo—. Bueno, tal vez el fin de
semana siguiente, entonces. O tal vez... ¿sería demasiado raro si te pidiera que vinieras
conmigo a la cena de ensayo de esta noche? Vienen cónyuges que no están en la boda.
Así que no es solo la fiesta de la boda.
Había estado pensando en nuestra cita como una agradable y tranquila noche con
solo nosotros dos, no una noche con todos sus amigos en un ensayo de boda. Pero
esperar dos semanas para verla no era una opción. Así que tendría que aceptar lo que
pudiera conseguir.
—¿A qué hora debo recogerte?
—¿En serio? ¿Vas a venir?
—Aparentemente esa es la única forma en que voy a verte, así que sí. Pero, para
ser sincero, solo voy porque no puedo esperar a empujarte contra el auto nuevamente
y chuparte la cara.
Rio.
—Eso es justo. ¿Qué tal las seis y media? El ensayo es a las siete y la cena es justo
después. Se van a casar en el restaurante, por lo que la parte del ensayo no llevará
mucho tiempo.
—Estaré allí a las seis y cuarto. Porque no esperaré hasta después de la cena para
mi beso.
El jueves por la mañana, Grant llamó y dijo que tomaría un vuelo a casa más
temprano de lo esperado y me pidió que me reuniera con él para cenar. Dijo que vendría
directamente del aeropuerto porque sabía que mi rutina incluía estar en la cama a las
ocho de la noche los días de semana.
Acepté encontrarme con él en un restaurante no muy lejos de mi casa, y cuando
llegué, lo encontré ya sentado en el bar. Una mujer con un vestido verde ajustado estaba
de pie junto a él, hablando, y su mano se apoyaba en su espalda mientras hablaba.
—Hola. Perdón si llego unos minutos tarde —dije mientras me acercaba.
Grant se puso de pie y me besó en los labios.
—El vuelo aterrizó temprano. No llegas tarde. —Mantuvo su mano en mi espalda,
y la mujer se quedó allí esperando a ser presentada.
Grant le aclaró la garganta.
—Ireland, esta es Shannon. Es la anfitriona aquí. Solía trabajar en el restaurante
de carnes junto a nuestra oficina.
Sonreí.
—Encantada de conocerte.
Aunque me mostró su blanco nacarado con una sonrisa plena y plástica, la rápida
caída de sus ojos para evaluarme dijo mucho. Cuando una mujer está de pie con un
hombre y otra mujer se acerca, la evalúa por una de dos razones: para ver quién es su
competencia o para ver a quién se ha pasado el hombre que ha perdido. No estaba
segura de cuál era.
—Tú también —dijo finalmente. Alargó la mano y tocó el brazo de Grant—. Voy a
ver si su mesa está lista.
Cuando ella se fue, Grant enterró su cara en mi cabello. Inspiró profundamente.
—Mmm... Te he echado de menos.
—¿En serio? Parecía que tenías buena compañía...
Grant arqueó una ceja.
—¿Detecto celos?
—¿Tengo una razón para estar celosa?
Sacudió la cabeza.
—No, en absoluto. Pero, para que lo sepas, Shannon y yo salimos un par de veces.
Fruncí el ceño.
—¿Visitó tu apartamento?
Grant miró hacia abajo.
—Sé que no pensaste que era virgen. Aunque si hubiera sabido que trabajaba aquí,
no habría elegido este lugar. —Sus ojos se elevaron y se cerraron con los míos—. Lo
entiendo, sin embargo. No sería feliz en presencia de nadie con quien hayas estado.
El hecho de que no menospreciara lo que yo sentía me hizo sentir mejor. Además,
estaba siendo tonta. Ambos teníamos pasados. Me encogí de hombros.
—Está bien. Soy una chica grande.
Shannon regresó a nosotros.
—Su mesa está lista.
Después de seguir a una mujer con la que solía dormir de vuelta a la mesa, me hizo
darme cuenta de que nunca habíamos hablado de ver a otras personas. El pensar en él
con alguien más me volvió loca. Aunque, supongo que técnicamente, ambos teníamos
derecho a hacerlo.
Grant sacó mi silla, y una vez que ambos estuvimos sentados, Shannon dijo que
enviaría al camarero a tomar nuestra orden de bebidas. Sacudí mi servilleta de tela y la
puse sobre mi regazo.
—Nunca hemos hablado de ver a otras personas.
Grant había tomado un vaso de agua y se congeló con el hasta la mitad de su boca.
—Asumí que éramos exclusivos en este punto.
—Oh. Está bien.
—El pensar en ti con otro hombre me hace sentir irracional.
Sonreí.
—Me siento de la misma manera.
Se inclinó sobre la mesa.
—Me alegro de que hayamos tenido esta charla. Pensé que era una tortura estar
cerca de ti y no saber lo que se siente al estar dentro de ti. Pero aparentemente hay
cosas mucho peores que no follarte, como imaginar que alguien más lo hace.
Me reí.
—Bueno, saca ese pensamiento de tu cabeza. ¿Cómo fue tu viaje?
Grant sacó su servilleta.
—Productivo. Compraremos un edificio en la costa este y trasladaremos algunas
de las sedes de nuestros pequeños negocios en la ciudad a un solo edificio. Es un buen
momento para comprar.
—Oh, eso es emocionante.
—Pensé que lo era. Aunque me estoy dando cuenta de cuánto tiempo voy a tener
que pasar ahí fuera para hacerlo. Me gusta Nueva York, pero es un viaje largo.
—No he estado allí en años. Me gustaría ir en Navidad. Seguro que es turístico,
pero creo que estaría bien patinar en el Rockefeller Center y hacer cola para ver las
ventanas de Bloomingdale's.
—Suenas como Leo.
—¿Quiere ir a Nueva York en Navidad?
Grant asintió.
—Tal vez nos lo llevemos.
Tengo esa sensación caliente y borrosa en mi estómago otra vez. No dudaba
cuando hablaba de las cosas del futuro, como si fuera un hecho que estaríamos juntos.
El camarero se acercó para tomar nuestra orden de bebidas. Me encantaba que
Grant recordara el vino que me gustaba, pero me miraba para aprobarlo cuando lo
pedía. También me encantó la sombra de barba cubriendo su mandíbula masculina, y
la hoja de una nariz que era su perfil cuando le devolvió la carta de vinos al camarero.
Dudé en mencionar que algunos de nosotros habíamos reservado habitaciones de
hotel a una cuadra de la boda de Mia. Sería raro no quedarse en la misma habitación, y
aun así no estaba segura de estar preparada para eso. Aunque acabábamos de confirmar
que teníamos una relación exclusiva y hablábamos de planes para dentro de unos
meses, ¿a qué estaba esperando? Dios sabe que el deseo no era el problema. Sólo tenía
que mirar al otro lado de la mesa para que se me erizaran las plumas.
Así que cuando el camarero se fue, decidí ir por ello.
—Umm... este fin de semana... La mayor parte de los asistentes a la fiesta de la
boda se va a alojar en el Hotel Park Place, a una cuadra del restaurante. De esta manera
todos podrán darse el gusto y no tendrán que preocuparse por llegar a casa. Y Mia
tendrá un brunch a la mañana siguiente en el restaurante del hotel. Tengo una
habitación reservada, por si quieres quedarte.
—¿Es realmente una pregunta?
Me reí.
—Supongo que no. Pero no iba a suponerlo.
—Déjame hacértelo fácil en el futuro. Si la invitación te involucra a ti y al potencial
de que estés desnuda, cuenta conmigo.
Lo que había comenzado como una llegada incómoda con el vestido verde se
convirtió en una cena divertida y cómoda. Shannon pasó por aquí unas cuantas veces, y
podría decir honestamente que Grant no se dio cuenta. Tenía una forma de hacerme
sentir como la única mujer en la habitación sin siquiera intentarlo. Sentí toda su
atención, porque realmente la tenía.
Necesitaba usar el baño de damas, así que me excusé después de que Grant
ordenara una rebanada de pastel de queso para compartir con un guiño. Cuando
terminé en el baño, abrí la puerta para encontrar a Shannon con los labios en el espejo.
Sus ojos se inclinaron hacia los míos en el reflejo. No se sorprendió de verme.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos Grant y tú?
Me acerqué al lavabo para lavarme las manos. No tenía ningún deseo de charlar
con esta mujer, o con cualquier mujer con la que Grant se hubiera acostado. Pero una
parte sádica de mí tenía curiosidad.
—No mucho tiempo. —Incliné mi cabeza y mostré una sonrisa insincera—.
Mencionó que ustedes dos eran... amistosos.
—¿Es eso lo que te dijo? ¿Que éramos amigos?
Me sequé las manos.
—No. Pero pensé que sonaba más agradable que folla amigos.
Me entrecerró los ojos.
—Estuvimos juntos durante unos seis meses.
Eso me sorprendió. Aunque no le daría la satisfacción de verlo. En su lugar, la seguí
y comencé a delinear mis labios en el espejo. Ella me miró en silencio.
Me manché y la miré fijamente.
—¿Querías decirme algo más?
—Pensé en darte un pequeño consejo de mujer a mujer. Cuando te diga que no
está hecho para una relación, créele. Dice una cosa y actúa de otra manera. Te hará
pensar que eres diferente al resto. Es muy convincente. Recuerdo una vez que mi auto
fue remolcado y le pedí que me llevara a recogerlo del depósito municipal después del
trabajo. Cuando salí del trabajo, mi auto estaba estacionado en mi lugar habitual en el
estacionamiento. Incluso lo había lavado para mí. Es muy dulce cuando quiere serlo. Me
llevó un año superarlo.
Aunque mis entrañas estaban enloquecidas, mantuve mi cara estoica. Dejé caer
mi lápiz labial en mi bolso y caminé detrás de ella. Al mirarse en el espejo, le dije:
—Gracias por el consejo. Pero te engañas a ti misma si crees que te llevó un año
superarlo. Obviamente, todavía no lo haces.
Salí del baño y me detuve en el pasillo para recuperar el aliento, sintiéndome
completamente agitada. Claramente, la mujer todavía estaba enamorada de Grant y
quería agitar las cosas entre nosotros. Extrañamente, eso no es lo que me molestó. Fue
lo que dijo sobre que él le consiguiera el auto. Durante los últimos días, había sentido
que todo con Grant era bueno, sintiendo la primera sensación de seguridad de que tal
vez no me arrancaría el corazón. ¿Y por qué? Por la cosa más simple, había hecho algo
considerado al ocuparse de mi problema con la Comisión de Construcción.
No era tan diferente de sacar el auto de Shannon del depósito, ¿verdad?
Grant
lgo estaba raro con Ireland. Lo sentí la otra noche durante el postre,
pero lo asocié con que estuviera cansada dado que se levanta tan
temprano en la mañana. Ayer, le envié un mensaje para preguntar si
quería comer y no respondió hasta mucho más tarde después de que
estaba en casa, clamando que había estado inundada con trabajo. Ahora hoy, podía ver
que había leído mi mensaje y aun así, una hora después, todavía no respondía.
Así que contra mi mejor juicio, moví mi trasero hacia el otro lado de la calle y tomé
el elevador hacia el piso de Noticias.
Ireland estaba parada mientras hablaba por teléfono cuando nuestros ojos se
encontraron. El cambio en su expresión confirmó mi sospecha de que algo estaba mal.
Colgó justo cuando entré y cerré la puerta detrás de mí.
—No me gusta venir aquí porque no quiero hacer las cosas difíciles para ti en el
trabajo.
Se obligó a sonreír.
—Aprecio eso.
—Pero no me dejas otra opción cuando me estás evitando.
—No te estoy evitando.
Hice un gesto que decía que me estaba mintiendo.
Ireland suspiró y se sentó.
—Bien.
—¿Qué está pasando?
—Supongo que esa mujer de la otra noche simplemente me asustó.
Mis cejas se juntaron. Al principio no estuve seguro de a quién demonios se estaba
refiriendo.
—¿Shannon?
Ella asintió.
—Dejamos de vernos probablemente hace un par de años. No tenía idea de que
ella trabajaba ahí.
—Te creo. Es simplemente algo que dijo ella.
Intenté hacer memoria, pero no podía recordar a Shannon diciendo mucho una
vez que Ireland llegó.
—¿Qué dijo?
—Vino al baño de mujeres cuando yo estaba ahí dentro y dijo que ustedes habían
salido por seis meses, no solo salieron un par de veces.
—Honestamente no tengo idea de cuánto duró... tal vez salimos seis veces en
cuatro meses, cuando mucho. Suena como si estuviera intentando hacer que sonara
como que fue más que eso.
—También dijo que le tomó casi un año poder superarte.
Fruncí el ceño.
—No tenía idea de que te había seguido al baño de mujeres. Siento que se sintiera
de esa manera. Pero como te dije, fui honesto con las mujeres con las que tuve algún
tipo de arreglo desde el principio.
—Lo sé. Y también dijo eso. Pero... —Sacudió su cabeza.
Todo esto era mi culpa. Estaba jodiendo las cosas. Ireland tenía miedo de estar
conmigo porque no le había dado razón alguna para sentirse segura. Lo mejor que había
ofrecido es que no estaba seguro de lo que era capaz. Si no era yo retrocediendo, era
ella. Los dos estábamos jugando un juego de cobardía perpetua y era momento para
que me saliera del camino o mandara todo a la mierda, me estrellara contra ella y
aguantara ahí.
Me incliné hacia adelante.
—Estoy loco por ti, Ireland. Lo única otra mujer a quien le dije eso, me casé con
ella. Lamento haber hecho que dudaras. Sé que he hecho eso. Pero... —Me aseguré de
mirar directamente hacia sus ojos—. Quiero hacer que esto funcione contigo. Durante
los últimos siete años, no quise hacer que algo funcionara. Pienso en ti a las once de la
mañana cuando estoy ocupado en una reunión. Durante los últimos siete años, solo
pensé en mujeres a las once de la noche cuando me sentía solo. Hay una maldita gran
diferencia.
Los ojos de Ireland comenzaron a llenarse de lágrimas.
—También quiero que funcione.
Sonreí.
—Así que vamos a hacer eso, cariño. Simplemente vamos a dejar que funcione.
Se tomó un minuto, tal vez para digerir todo lo que había dicho, no estaba seguro.
Pero entonces ella sonrió.
—Está bien.
Dejé salir mi respiración.
—¿Quieres ir por algo de comer o algo así?
Ella asintió.
—Necesito unos veinte minutos para terminar esto.
Me puse de pie.
—Nos ordenaré algo. Encuéntrame en mi oficina cuando termines.
—Está bien.
Me giré para abrir la puerta, pero me detuve con mi mano en la manija.
—Quítate tu ropa interior antes de que vengas. Porque cuando terminemos con la
comida, voy a comerte sobre mi escritorio.
Se supone que la novia sea el centro de atención en una boda, pero no podía
mantener mis ojos lejos de la mujer en azul rey. El sexy vestido de tirantes delgados
abrazaba cada una de las deliciosas curvas de Ireland y su cabello levantado resaltaba
un cuello largo y delicado y esa clavícula que amaba tanto. Su piel era cremosa y suave,
perfectamente inmaculada y me quedé sentado salivando ante la idea de hundir mis
dientes en ella esta noche mientras arrancaba ese bonito vestido de su cuerpo. Ella
entornó sus ojos y sonrió mientras caminaba hacia dónde estaba sentado observándola
desde el otro lado de la habitación.
—Luces malvado en este momento —dijo, llegando a la mesa.
Tomé su mano y jalé de ella para que se sentara en mi regazo.
—Eso es porque estoy teniendo pensamientos malvados.
Ella se rio.
—¿Oh sí? Cuéntame sobre ellos en la pista de baile. Creo que ya terminé con mis
obligaciones de la fiesta de la boda, así que soy toda tuya por el resto de la noche.
—Me gusta el sonido de eso.
Afuera en la pista de baile, la acerqué a mí y apoyé mi mejilla contra la de ella.
utilicé la oportunidad para susurrar en su oído.
—¿Te he dicho lo hermosa que luces esta noche?
—Lo hiciste. Pero está bien. No me importa escucharlo de nuevo.
—Las mujeres generalmente no utilizan dos veces el mismo vestido para una
boda, ¿cierto?
—Generalmente no. Pero creo que podría acostumbrarme a utilizar este. Es tan
bonito y simple. No luce como el típico vestido de dama de honor.
Nos giré alrededor.
—Te compraré uno nuevo.
La bonita y pequeña nariz de Ireland se frunció.
—Oh Dios mío, ¿lo ensucié con algo?
—No, pero para mañana va a estar hecho pedazos.
Sus ojos se agrandaron.
—¿Está desgarrado? ¿De dónde?
—Relájate. No está desgarrado... todavía. Pero literalmente lo voy a arrancar de tu
cuerpo más tarde.
Sonrió.
—¿Es eso en lo que estabas pensando cuando te acercabas? Tenías una expresión
tan malvada.
—Es lo único sobre lo que he estado pensando desde que te recogí esta noche.
Agachó su cabeza para que quedáramos mejilla contra mejilla de nuevo y susurró
en mi oído.
—¿Recuerdas cuando bailamos en la gala de beneficencia?
—Lo hago.
—Todo mi cuerpo estuvo hormigueando mientras estuve en tus brazos y tuve que
fingir que no me afectaba mientras bailábamos.
Sonreí.
—Y yo tuve que mantener mis caderas a una distancia considerable para que no
sintieras cuán duro me estabas poniendo.
—Supongo que ambos estábamos atraídos por el otro desde el principio.
—Cariño, no tienes idea. Provocaste mi curiosidad con un correo electrónico que
escribiste ebria en el que me decías que me fuera al infierno.
Bailamos en cómodo silencio por un minuto. Una canción terminó y una nueva
comenzó. Estuve agradecido por otra canción lenta así tuve otra razón para mantener
a Ireland en mis brazos. Cerré mis ojos y disfruté del momento. aunque la mujer en mis
brazos debía haber estado mirando alrededor.
—No quiero una gran boda como esta —dijo ella.
Normalmente, una mujer siquiera mencionando la palabra boda me tenía
huyendo hacia las colinas. Pero esta vez no. Quería escuchar más al respecto.
—¿Eras una de esas niñas que jugaban a ser novias cuando eras pequeña? Cuando
era niño, mis hermanas solían pasar todo un día haciendo decoraciones para la sala de
estar para sus bodas fingidas. Tomaban turnos para ponerse el vestido de novia de
nuestra madre y mi madre me hacía pararme ahí fingiendo ser el novio. Lo odiaba.
Ella rio.
—Eso debe haber sido adorable.
—Era más como un tipo de tortura.
Ella suspiró.
—No tenía hermanos y mis padres estaba en una relación jodida. Así que tal vez
es por es por lo que nunca me imaginé mi boda cuando era niña.
Eso me hizo sostenerla más fuerte.
—Lo siento.
—Está bien. De cualquier forma, no estoy segura de que las niñas soñando sobre
bodas sea tan saludable. No jugué a la novia, pero definitivamente jugué a la
presentadora de noticias. Pasaba horas frente al espejo hablando con el mango de mi
cepillo para el cabello. Al menos no creí persiguiendo alguna fantasía sobre cómo se
suponía que fuera una boda.
—¿Así que entonces no quieres un gran vestido blanco y un banquete para
trescientas personas?
Ella sacudió su cabeza.
—No. Quiero estar descalza en una playa en algún lado. Tal vez al atardecer, con
algunos amigos y familiares cercanos y luces colgando de las palmeras mientras toca
una banda calipso local.
Sonreí.
—Eso suena bien. —Era la primera vez en una eternidad en que había discutido
algo que tuviera que ver con una boda sin compararlo con mi fiasco con Lily. No tenía
deseo de pensar en mi exesposa cuando Ireland estaba en mis brazos. Con cada mujer
con la que había estado desde mi divorcio, quería ese recordatorio constante, quería
recordar por qué necesitaba mantener mi distancia. Aun así, con Ireland, quería
olvidarme de todo y seguir adelante.
El resto de la tarde, alternamos entre hablar de sus amigos, pasar el rato con la
novia y el novio y bailar juntos. Incluso me hizo bailar algo de música pop, lo que nunca
hacía. Pero valió la pena hacerlo para observar a sus pechos rebotar de arriba abajo
cuando brincaba. Para el final de la noche, no podía esperar para tener de regreso en el
hotel a solas. Había admitido que no podía esperar para arrancar el vestido de ella, pero
sabía que seguiría su guía hacia dónde ella quisiera que fueran las cosas. Me había
invitado a quedarme a pasar la noche, pero todavía no estaba segura de si estaba lista
para dar el siguiente paso.
Así que disminuí la velocidad de las cosas una vez que estuvimos en su suite. Abrí
vino y se lo pasé mientras ella miraba hacia el agua desde la ventana del dormitorio.
—Gracias.
Tuve que meter mi mano libre en mi bolsillo para detenerme de tocarla. Un toque
mientras estábamos a solas en una habitación con nada más que una cama y podría ser
mi final. Así que en cambio, tomé mi vino y miré hacia el mar con ella.
Se giró para mirarme.
—Estás tan terriblemente callado desde que llegamos aquí.
—¿Lo estoy?
Ella asintió.
—Mmm-hmm. Y tú estás terriblemente... lejos. Para un hombre que me dijo que
mi vestido iba a ser hecho pedazos para hoy en la mañana, me imagine que el silencio
llegaría porque tu lengua estaba metida en mi garganta y lo más lejos que llegaríamos
en el interior de la habitación sería mi espalda contra la puerta.
Me giré para mirarla.
—Estoy intentando ser un caballero.
Ella inclinó su cabeza.
—¿Por qué?
—Porque no estaba seguro de tus expectativas para la noche. No quería asumir
que tu invitación para quedarme a pasar la noche significaba que estuvieras lista para
algo más que compartir una habitación.
Ireland puso su copa de vino sobre la mesa junto a ella. Se estiró y comenzó a
quitarse un arete.
—Si no te estuvieras sintiendo inseguro, ¿qué querrías hacer?
Puso el arete sobre la mesa junto a su copa de vino llena y comenzó a quitarse el
segundo.
—¿A qué te refieres? ¿Qué querría cómo? —Necesitaba estar seguro de lo que
estaba preguntando, aun cuando sonara bastante claro como que quería saber lo que
estaríamos haciendo en este mismo momento si ella estuviera dispuesta a todo.
—A lo que suceda esta tarde entre nosotros. Me refiero a sexualmente.
Bebí un gran trago de mi vino mientras ella ponía el otro arete sobre la mesa.
—¿Estás segura de que quieres esa respuesta?
—Lo estoy. Quiero escuchar tu respuesta honesta. —Ella sonrió, se dio la vuelta y
me dio la espalda—. ¿Te importaría bajar mi cremallera?
Mierda. Tragué.
—Bueno, quiero extenderte en esa gran cama y comerme tu coño para empezar.
Hacer que gotees tu humedad.
La voz de Ireland se tornó más grave.
—¿Algo más?
Me estiré hacia su cremallera. Mi mano temblaba por el gran esfuerzo que tomó
mantener mi auto control físico. El sonido de los dientes separándose lentamente hizo
eco a través de la silenciosa habitación.
—Mucho más. Te levantaría sobre ese tocador detrás de mí. Ya lo he investigado
y tiene la altura perfecta para follarte mientras estoy de pie. Quiero observarte venirte
y mirarte a los ojos mientras me hundo tan profundo como pueda y te llene con mi
semen.
Ella se rio nerviosamente.
—Eso es bastante específico.
—No he terminado. —Llegué al final de la cremallera y no pude evitarlo. Deslicé
mi mano en el interior de su vestido y pasé mis dedos por su columna—. Luego
tomaríamos una ducha juntos y sostendría tu trasero en mis manos con tus piernas
envueltas alrededor de mi cintura y tu espalda contra la pared de baldosas. Cuando
comenzaras a venirte en mi polla, deslizaré mi dedo por tu trasero para que me sientas
dentro de ti de todas las maneras posibles.
Se estremeció, así que lo tomé como una señal de que quería más.
—Después de eso, le dejaré dormir un poco y en la mañana, tendremos nuestro
desayuno juntos. Y por eso me refiero a que llenaré tu boca con mi polla mientras me
como a tu coño. Tú estarás encima, así que pensarás que tienes el control. Pero cuando
comiences a venirte en mi rostro, levantaré mis caderas y me empujaré dentro de tu
garganta un poco más, entonces la llenaré con mi caliente semen.
Utilicé mis manos para guiar a Ireland y que se diera la vuelta. La mirada en su
rostro era una mezcla de sorpresa y excitación. Era sexy como todo el infierno.
Acuné sus mejillas.
—¿Fue demasiado?
Dejó salir una temblorosa risa.
—Nunca puedo acusarte por contenerte, ¿cierto?
—¿Qué hay de ti? —Pasé mis dedos a lo largo de su clavícula—. ¿Qué es lo que
quieres?
Mantuvo mi mirada mientras se estiraba y jalaba los tirantes de su vestido y los
aflojaba de sus hombros. Con la espalda abierta, los soltó y el material cayó al suelo, en
un charco azul alrededor de sus pies.
—Estoy de acuerdo en participar en todo lo que mencioné, excepto que me
gustaría agregar en la que no he sido capaz de dejar de pensar.
Lucía tan hermosa de pie frente a mí en nada más que un sujetador y una braga
de encaje azul rey. Sus abundantes pechos prácticamente se derramaban en las
pequeñas copas. Distraído, la escuché hablar, pero realmente no entendí una palabra
de lo que había dicho.
Sacudí mi cabeza.
—Lo siento. ¿Qué dijiste?
Sus labios se curvaron en una malvada sonrisa.
—Dije que quería añadir una cosa a tus planes. ¿Está bien eso?
—Lo que sea que quieras.
Los ojos de Ireland brillaron, justo antes de que se dejara caer de rodillas.
Oh mierda.
Tuve el deseo más fuerte de cerrar mis ojos y agradecer al querido Señor por
emborrachar a esta mujer lo suficiente como para escribir un correo electrónico
mordaz, pero no podía quitar mis ojos de Ireland de rodillas frente a mí. Desabrochó
mis pantalones y bajó la cremallera mientras estaba ahí parado, incapaz de formar
palabras. Cuando su pequeña mano se estiró para meterse y apretar mi ya endurecida
polla, pensé que podría venirme justo en ese momento.
Siseé.
—No voy a aguantar mucho, cariño.
Levantó la mirada y sonrió mientras cerraba el puño alrededor de mi polla.
—Está bien. Tenemos toda la noche.
Bombeó mi polla dos veces, lentamente, mientras humedece sus labios y luego
abre su mandíbula y me desliza dentro. No hubo preámbulo, sin chupar mi cabeza o
girar su lengua alrededor de mi corona, no de la forma en que a la mayor parte de las
mujeres parece gustarles hacerlo, lo que es agradable, pero totalmente innecesario
cuando un hombre ya está listo para todo. No estaba seguro de si debería apreciar que
Ireland pareciera saber eso o si debería molestarme que lo hiciera, pero mientras
comenzaba a rebotar su cabeza, ni siquiera podía recordar lo que había estado
considerando debatir.
Una vez que mi boca estuvo dentro de su hermosa boca, ella bajó su mandíbula un
poco más y me sorprendió fuertemente al tragar.
Mierda. Puede tragar profundo. Estoy acabado.
Justo tan rápido como bajé por su garganta, se apartó y dejó que su lengua
aplanada se deslizara a lo largo de la parte posterior de mi polla mientras se la sacaba
casi por completo. Sus pestañas se movieron y mientras me miraba, pude ver la alegría
en su mirada.
—Jesucristo, Ireland.
Se deslizó hacia abajo de nuevo y me tomó por completo hasta su garganta. Tuve
que levantar mi mirada hacia el techo para evitar ser un tonto que terminara antes de
que ella siquiera hubiera empezado. Verla de rodillas, tragando mi polla, era demasiado
para manejarlo. Gruñí y me estiré para enredar mis dedos en su cabello.
Intenté no bajar la mirada o ver su cabeza mientras rebotaba de arriba abajo cada
vez que mi polla entraba y salía de su garganta, pero no pude evitarlo. La visión era
demasiado increíble como para perdérmela. Ireland me tomó profundamente unas
cuantas veces más y luego cambio las chupadas largas y profundas por bombeos cortos
y rápidos con su boca y su mano.
En serio que era la cosa más brillante que alguna vez hubiera sentido. Era como si
hubiera muerto y llegado al cielo de las estrellas porno.
Intenté contenerme, pero lo hizo malditamente imposible. Especialmente cuando
se estiró y acomodó mis manos en su cabello para que guiara el ritmo. Básicamente me
dio el permiso para follar su rostro. Tanto como me hubiera encantado quedarme ahí
parado y hacer esto durante todo el día, solo logré tres bombeos más. La urgencia de
terminar era demasiado fuerte, sin importar lo mucho que intentara contenerme.
Le había dicho que quería venirme en su garganta y lo hacía, más que nada, pero
tampoco era un idiota. Ella podría chupar como una estrella porno, pero era una mujer
a la que respetaba. Así que tenía que advertirle.
—Ireland... nena. Mierda. Voy a... venirme.
Pero no se apartó. Estaba a punto de advertirle de nuevo, solo en caso de que no
me hubiera escuchado. Cuando miré, los ojos de Ireland estaban cerrados, pero
sintiéndome, los abrí y levantó la mirada.
—Nena, voy a venirme.
Respondió chupándome tan profundo, que pensé que nunca podría salir, no que
quisiera hacerlo. La garganta de Ireland Saint James era mi nirvana y nunca quería irme.
Pero me había escuchado fuerte y clara esa vez y se aseguró de que lo supiera. Quería
que me viniera en su garganta y estuve malditamente emocionado por obedecer. Con el
gruñido de su nombre y un empujón más, dejé de mover mis caderas y me dejé ir,
llenando su garganta con un flujo interminable.
Apenas tuve la fuerza de jalarla para ponerla de pie cuando estuvo lista.
—Jesucristo, Ireland. ¿Cómo demonios aprendiste a hacer eso? —Sacudí mi
cabeza, todavía mareado después de mi clímax—. Olvídalo. No quiero saberlo.
Ireland se rio.
—Te dije que me gustaba mirar a los hombres siendo complacidos. Podría haber
aprendido una o dos cosas.
Miré hacia el techo. Gracias, Señor. Cualquier otra pregunta a que lo había
aprendido viendo un video hubiera sido totalmente inaceptable.
Sonreí.
—No podrías haber sido más perfecta si te hubiera hecho yo mismo.
—Por cierto, estoy tomando la píldora.
Iba a ser una larga noche.
Ireland
na vez leí un artículo que decía que el tiempo promedio dedicado a los
juegos previos era de catorce minutos. Obviamente, al principio las
cosas solían ser un poco más largas para una pareja, pero nunca había
pasado dos horas jugando con un hombre sin tener relaciones sexuales,
incluso cuando los juegos previos eran todo lo que iba a suceder.
Pero Grant se tomó su tiempo, y eso realmente me gustó mucho. Después de caer
sobre él, me devolvió el favor dándome dos orgasmos con la boca. Luego hablamos
mientras él acariciaba mi cuerpo. Pensé que necesitaba algo de tiempo de recuperación,
pero cuando me acurruqué y lo sentí completamente erecto, descubrí que
definitivamente no era el caso.
Estudió mi rostro mientras tocaba mi cuerpo y me dijo todas las cosas que quería
hacer conmigo: deslizarse entre mis senos y pasar por mi cuello, tomarme por detrás,
vendarme los ojos, atarme a la cama. Debería haberme saciado después de dos
poderosos orgasmos, pero cuanto más hablaba, más lo quería dentro de mí.
Grant comenzó en mi oreja y besó su camino por mi cuerpo hasta los dedos de mis
pies. Luego lamió y chupó su camino de regreso. Estaba frenético cuando finalmente
comenzó a besarme de nuevo. Me volvió loca que no pareciera tan desesperado como
yo. Así que hice mi misión personal hacer que se sintiera de la misma manera que yo.
Cuando besó mi cuello, lo empujé un poco, animándolo a rodar sobre su espalda,
y me subí a él. Tomé su boca en un beso mientras deslizaba mis caderas hacia abajo
para que mi centro húmedo se alineara sobre su erección. Entonces comencé a rechinar
contra él mientras el beso se calentaba. Eso hizo el truco. En un movimiento rápido,
estaba de espaldas y Grant se cernía sobre mí otra vez. Solo que esta vez, parecía mucho
más impaciente. La sonrisa victoriosa que mostré fue recibida con un gruñido.
—Estaba tratando de ir despacio.
Acuné su mejilla. —No quiero lento. Quiero duro Ahora.
Grant gruñó algunas maldiciones cuando alcanzó la mesita de noche. Tomó su
billetera y sacó un condón, arrojando todo lo demás al piso. Luego se enfundó en un
tiempo récord.
Reapareciendo sobre mí, me miró profundamente a los ojos. —Tú eres ... —Él
sacudió la cabeza. —…increíble.
Lo bajé para que nuestros labios se encontraran y habláramos contra ellos. —Cada
vez que te miro, me siento igualmente emocionado y aterrorizado. Pero en este
momento, solo quiero la emoción.
Grant nunca rompió nuestra mirada mientras empujaba dentro de mí.
—Mierda. —El tragó. —Estás tan mojada.
Entraba y salía lentamente, estirándome un poco a la vez. A pesar de que estaba
preparada para él, y obviamente sabía lo grueso y largo que era desde que lo tenía en
mi boca, había pasado un tiempo desde que estaba con un hombre, y mi cuerpo
necesitaba un poco de estímulo para aceptar su circunferencia completa. Sus brazos
temblaron cuando se tomó su tiempo, y cuando finalmente se sentó dentro de mí, gimió.
El sonido era tan gutural y crudo que me dio escalofríos en los brazos y las piernas.
Él se calmó y me besó suavemente antes de mirarme a los ojos y follarme como lo
necesitaba: duro, crudo, áspero y real. Cada empuje fue más profundo y más duro hasta
que los únicos sonidos en la habitación fueron mis gemidos y los golpes húmedos de
nuestros cuerpos uno contra el otro.
Metí mis manos en su cabello y tiré, diciendo su nombre una y otra vez. La onda
pulsante comenzó a rodar a través de mí, y las respiraciones de Grant se volvieron
desiguales. Los dos estábamos perdiendo el control al mismo tiempo.
—Mierda. Te sientes... tan jodidamente bien. Tan jodidamente buena. —Grant
apretó los dientes.
—No te detengas. Si. Justo como... oh... oh... —Mi orgasmo me golpeó como un
puñetazo, y las palabras que había estado tratando de formar fueron barridas, junto con
cualquier temor que tuviera.
Grant cerró los ojos. El músculo de su mandíbula se flexionó y las venas de su
cuello se hincharon. Aceleró el paso y siguió adelante mientras yo montaba la ola.
Mientras pulsaba a su alrededor, dejó escapar un rugido—: ¡Mieeeerda! —Sus caderas
se doblaron, y se plantó profundamente dentro de mí.
Después de un momento, besó mi cuello y continuó entrando y saliendo a un ritmo
pausado. Me apartó el cabello sudoroso de la frente y me sonrió. —Terminé después de
esta noche, cariño. Ahora que sé lo bien que se siente dentro de ti, nunca voy a no querer
estar aquí.
Sonreí. —Está bien. Me gustas aquí.
Besó mis labios suavemente y asintió. —Si. Aquí también me gustas.
Nos quedamos dormidos al día siguiente. Supongo que técnicamente no lo
hicimos, ya que dormir demasiado implica que dormimos durante un largo período de
tiempo. Pero como no nos dormimos hasta que salió el sol y desperté con el sonido de
mi teléfono celular solo dos horas después, realmente nos quedamos dormidos.
Abrí un ojo para deslizar mi teléfono. —¿Hola?
—¿Por qué no estás aquí abajo?
Mierda. Mía. Me apoyé sobre un codo. —¿Qué hora es?
—Veinte minutos después del brunch comenzó.
—Oh. Mierda. Lo siento. Supongo que me quedé dormida.
—¿Te quedaste dormida o alguien te mantuvo despierta toda la noche?
—Ambos.
Mia chilló y tuve que alejar el teléfono de mi oído. Grant entrecerró los ojos y abrí
el teléfono.
—Es Mia. Llegamos tarde al brunch.
—Dile que nos estamos saltando y que te voy a comer de nuevo.
Por supuesto, Mia escuchó eso a pesar de que tenía el teléfono cubierto. Ella chilló
de nuevo. —Baja aquí ahora. Quiero escuchar todos los detalles.
Grant tomó el teléfono de mi mano y me miró mientras hablaba. —Necesitamos
veinte minutos para ducharnos.
Sus ojos se posaron en mi pecho expuesto. —Que sean treinta.
No tenía idea de lo que dijo, pero él apagó el teléfono y enterró su cabeza en mi
cuello. —Mañana.
Estaba segura de que tenía la sonrisa más tonta en la cara, aunque no me
importaba. —Buenos días.
Su mano se deslizó entre mis piernas, y pasó sus dedos sobre mi carne hinchada.
—¿Dolorida?
Lo estaba, pero lo minimicé. —Un poco.
Él captó mi mirada. —¿Estás segura?
Asentí.
Grant tiró de un pezón y este se endureció hasta un pico. —Bien —dijo
ásperamente—. Quiero follarte por la espalda en el baño, contigo inclinada sobre el
lavabo y mirándote en el espejo.
Me dolían los músculos, y entre mis piernas estaba sensible por la cantidad de
veces que lo hicimos anoche, sin embargo, pensar en Grant parado detrás de mí
mientras estaba inclinada ya tenía mi cuerpo vibrando.
Me mordí el labio. —Entonces, ¿por qué seguimos en la cama?
Unos segundos después, Grant me levantó de la cama y me acunó en sus brazos.
Grité sorprendida, pero realmente me encantó. Me encantó la sensación de estar en sus
brazos, y la forma en que podía arrojarme como si no pesara nada.
Me llevó al baño con un condón entre los dientes, y luego hicimos exactamente lo
que dijo que quería hacer. Me folló por detrás sobre el fregadero mientras yo miraba.
Fue rápido y furioso, pero no menos satisfactorio. Los dos fuimos duros, y fue una
manera perfecta de despertar. Después, nos preparamos rápidamente y bajamos para
unirnos al resto de la fiesta de bodas para el brunch.
Los ojos de Mia se iluminaron cuando nos vio. Mi cabello estaba recogido en una
cola de caballo húmeda y Grant estaba peinado hacia atrás de la ducha. Ella señaló el
asiento vacío a su lado cuando nos acercamos a la mesa. —Trae tu trasero aquí.
Miré a Christian. —Tu esposa es muy mandona.
Él sonrió y miró a Mia con admiración. —Mi esposa... me gusta cómo suena eso.
Grant se sentó frente a Christian, y los dos entablaron una conversación fácil. Los
recién casados iban a Kauai para su luna de miel, y aparentemente Grant había estado
allí antes, por lo que hablaron sobre qué recorrido en bote tomar y un paseo en
helicóptero.
Mia intentó decirme cómo habían ido las cosas con Grant, pero solo diría que
pasamos una buena noche juntos. Aunque la sonrisa en mi rostro y el rubor aún en mis
mejillas por un orgasmo hace veinte minutos probablemente le dijeron mucho más de
lo que salió de mi boca de todos modos.
Al escuchar a Grant y Christian hablar sobre dónde se había quedado Grant en
Kauai, Mia interrumpió:
—Oh. Vi ese lugar en línea. Se ve precioso. Pero se agotaron. Al parecer, perdieron
más de la mitad del complejo en una tormenta hace unos años.
Grant asintió. —No sabía eso.
—¿Cuánto tiempo estuviste allí?
Los ojos de Grant parpadearon por un momento. —Hace ocho años.
Sentí una punzada de celos, aunque sabía que era estúpido. Grant probablemente
había ido a Kauai en su luna de miel. Su matrimonio había terminado hace mucho
tiempo, y acabábamos de pasar una noche increíble juntos cada vez más cerca, sin
embargo, todavía me sentía celosa. Reprimí mis tontas emociones e intenté no dejar
que estropearan la sensación de euforia con la que había entrado.
—Entonces, Grant ... —Mia apuntó su tenedor hacia él—. Ahora que soy una
anciana casada, creo que debería advertirte que he trazado el futuro de mi amiga.
Ireland y yo seremos vecinas con cercas blancas y niños nacidos con una semana de
diferencia, llamados Liam y Logan.
Me reí. —Mia decidió esto en quinto grado. Solíamos caminar por estas adorables
casas a juego en nuestro camino a casa desde la escuela todos los días. Dos hermanas
los poseían, y se sentaban en un porche todos los días de camino a la escuela bebiendo
café, y de camino a casa siempre estaban sentadas en el otro porche bebiendo té helado.
Solíamos preguntarnos si el té estaba enriquecido.
Mia golpeó su hombro con el mío. —El nuestro definitivamente será con alcohol.
Ella miró a Grant. —Entonces, ¿qué nombre quieres? ¿Liam o Logan?
Obviamente, era demasiado pronto para hablar de algo serio entre Grant y yo,
pero todo se dijo con mucha diversión.
Solo que la respuesta de Grant fue seria. —No quiero hijos.
Todas nuestras sonrisas y risas desaparecieron.
—¿De Verdad? —dije.
Grant asintió.
Una sensación horrible se instaló en la boca de mi estómago. Sabía que no era el
momento ni el lugar para esta discusión. Desafortunadamente, Mia no iba a dejarlo ir
tan fácilmente. Ella hizo un gesto con la mano a Grant. —Mucha gente dice eso, hasta
que conocen a la persona adecuada. Cambiarás de opinión.
La cara de Grant seguía estoica. Me miró y luego bajó a su desayuno.
Hubo unos minutos de silencio incómodo después de eso. Mia sabía que quería
hijos. Y no solo quería uno; Yo quería algunos. Había crecido siendo hija única y siempre
había deseado hermanas o hermanos. Finalmente, Christian cambió el tema de nuevo a
los deportes, y él y Grant volvieron a una conversación ligera. Mia y yo intercambiamos
algunas miradas, y aunque me uní a la discusión alrededor de la mesa, realmente no
pude superar lo que había aprendido.
Grant y yo ni siquiera nos habíamos visto mucho tiempo, así que no pensé que me
molestara tanto. Pero la conclusión era que realmente me gustaba Grant. La mayoría de
los otros ideales y valores tenían una solución alternativa para las parejas. Si uno
quisiera vivir en la ciudad y el otro en el país, podría comprometerse y tener dos
hogares o vivir en las afueras de la ciudad, donde era un poco más suburbana. Si un
esposo quería una esposa que se quedara en casa y la esposa quisiera trabajar, podrían
comprometerse en un trabajo de medio tiempo. Pero no había ningún término medio
cuando se trataba de tener una familia: o tenías una o no.
Hice todo lo posible para sonreír durante el resto del brunch, pero el comentario
de Grant fue como un dolor de muelas sordo y molesto. Cuando llegó el momento de
decir adiós, Mia y yo nos abrazamos.
—Pásalo bien —dije. —Envía fotos.
Ella sonrió. —Lo haré. Y no te preocupes por lo que dijo Grant. Estoy segura de
que cambiará de opinión. Los hombres no saben lo que quieren hasta que se lo enseñas.
Bueno, excepto una mamada. Siempre quieren una mamada.
Le devolví la sonrisa. —Tienes razón. —Aunque por dentro no estaba tan segura.
Algo sobre la forma en que Grant había dicho las palabras lo hizo parecer bastante
seguro.
Grant y yo tuvimos que volver a nuestra habitación para recoger nuestro equipaje.
Ni siquiera me había dado cuenta de lo callado que había estado en el ascensor o
mientras empacaba hasta que apareció detrás de mí en el baño. Me frotó los brazos
cuando agarré mi cepillo de dientes y habló con mi reflejo en el espejo. —No quise
pillarte desprevenida o molestarte. Lo siento.
Sacudí mi cabeza. —Está bien. No hay nada de qué arrepentirse. Mia te puso en
esa posición hablando de sus planes de vida.
Grant asintió, pero nuestros ojos permanecieron cerrados. Me dio la sensación de
que estaba esperando que dijera más. Así que lo hice.
—¿Realmente... no quieres hijos?
El asintió.
—¿Estás seguro?
Frunció el ceño y asintió nuevamente.
—Pero eres genial con Leo.
Grant me guio para dar la vuelta y elevó mi barbilla hacia arriba para que nuestros
ojos se encontraran directamente, en lugar de a través del espejo. —No quiero hijos,
Ireland.
—¿Es porque estabas en cuidado de crianza? ¿Quieres decir que no quieres niños
biológicos porque hay tantos niños que necesitan hogares?
Me miró a los ojos. —No, no quiero hijos en absoluto.
Se sintió como un golpe en mis entrañas. Porque de alguna manera supe por la
mirada en sus ojos que su decisión no se había tomado a la ligera. Habíamos tenido una
noche tan maravillosa, y nunca había esperado que un momento de burlas esta mañana
en el desayuno pudiera detener de manera tan inmediata y repentina la emoción de lo
que crecía entre nosotros. Fue impactante, de verdad.
Miré hacia abajo. —Bueno.
—Lo siento.
—No, está bien. Supongo que es mejor que tengamos esta discusión ahora que en
el futuro. Es solo que ... —Miré hacia arriba y sentí mis ojos bien. Lo cual parecía ridículo.
Esta relación era muy nueva, pero sentía que había sufrido una pérdida—. Realmente
quiero una familia algún día. Dos o tres pequeños de edad cercana, tal vez un golden
retriever llamado Spuds, una verdadera casa llena. No mañana ni nada. Pero cuando sea
el momento adecuado.
Grant asintió. —Por supuesto. —Empujó un mechón de mi cabello detrás de mi
oreja—. Y mereces tener todo lo que quieres.
Necesitaba algo de tiempo para pensar en esto. —Probablemente deberíamos
ponernos en marcha. Ya pasamos la hora de salida tardía que me dieron.
Empacamos el resto de nuestras cosas y nos dirigimos al auto. Ambos nos
quedamos callados cuando salimos a la carretera. Grant tomó mi mano y entrelazó sus
dedos con los míos antes de levantarla para besar la parte superior.
—Tengo que ir a la oficina por unas horas —dijo—. ¿Quieres que te deje en casa?
—Si por favor.
En mi departamento, Grant descargó mi maleta y me acompañó hasta la puerta.
—¿Te llamaré más tarde?
Asentí. Me dio un beso suave y esperó hasta que entré.
Apoyada contra la puerta, sentí que me habían azotado. Un minuto, me estaba
enamorando de un gran tipo, y no podíamos tener suficiente el uno del otro. El futuro
era muy brillante. Y al siguiente, necesitaba algo de tiempo solo para pensar, y me
preguntaba si teníamos un futuro juntos.
Grant
e recosté en mi silla y lancé el bolígrafo en mi mano por la habitación.
Golpeó la esquina del aparador y volvió a mí, aterrizando en mi
escritorio justo encima de la carta más reciente. Imagínate. Ni
siquiera puedo hacer bien esa mierda hoy. Molesto, recogí el sobre,
rompiéndolo furiosamente en veinte pequeños pedazos y lanzándolos todos en la
dirección de la papelera. La mitad cayeron al suelo.
Había venido a la oficina justo después de dejar a Ireland, pensando que podía
adelantar algunas horas de trabajo. Pero cuatro horas habían pasado y solo me las había
arreglado para hacer unos cinco minutos de trabajo. No podía concentrarme.
Por supuesto que Ireland quería hijos. Era una persona cariñosa con mucho que
ofrecer. No era la primera vez que el tema había salido con las mujeres con las que había
salido. Diablos, antes de Ireland, solo tener el tema mencionado por una mujer había
sido una bandera roja. La mención de cualquier plan a largo plazo significaba que sus
expectativas eran demasiado, y era el momento de acabarlo. Pero Ireland no era alguna
follamiga de la que quería huir.
Levanté mi teléfono y debatí sobre enviarle un mensaje. ¿Debería darle un poco
de espacio? ¿Mencionarlo otra vez? ¿Pretender que nunca sucedió y seguir adelante?
Decidí dejar de actuar como un cobarde y solo le envié un maldito mensaje sin pensarlo
demasiado. Había pensado suficiente por un día.
Grant: ¿Cena esta noche? Podría pasarme de camino a casa desde la oficina
y podríamos comer comida china en el barco y ver el atardecer.
Miré los pequeños puntos saltar arriba y abajo. Luego se detuvieron. Luego
empezaron de nuevo. Pasaron unos minutos muy largos esperando mientras deliberaba
su respuesta.
Ireland: En realidad estoy bastante cansada. Creo que simplemente me
acostaré pronto.
Mierda. Quería estar con ella, incluso si significaba solo dormir con ella en mis
brazos. Pero no se estaba ofreciendo. Y no podía ser un imbécil e imponerle mi
presencia. Así que lo dejé ir.
Grant: De acuerdo. Duerme bien. Te llamaré mañana.
Respondió con una carita sonriente. Aunque estaba seguro de que ninguno de
nosotros estaba sonriendo en este momento.
Me las arreglé para responder unos pocos correos y aprobar el presupuesto de
marketing antes de acabar el día. El trabajo estaría aquí cuando estuviera en un mejor
estado mental. Ninguno de nosotros había dormido mucho anoche, así que me convencí
de que Ireland tenía razón: ir a casa y acostarse era lo mejor. Aunque a mitad de camino
de viaje, me encontré saliéndome de la carretera dos salidas antes del puerto. Pops
había sido como un segundo padre para mí toda mi vida, incluso más desde que mi
padre se había ido, y era la única persona que conocía que me daría la verdad, incluso
si no era lo que quería oír. Solo esperaba que hoy fuera un buen día para su memoria.
Una hora más tarde, Grant estaba mucho más relajado mientras caminábamos por
Home Depot. Desde que estábamos aquí de todos modos, quería enseñarle los dos
azulejos que estaba considerando para el baño. Pero el pasillo estaba cerrado mientras
usaban un montacargas para bajar un palé de la estantería superior, así que Grant dijo
que iría por un carrito mientras tanto. Cuando abrieron el pasillo, un trabajador de la
construcción inició una conversación conmigo.
—¿Intentando decidir entre los dos? Escoge la piedra natural en lugar de la
cerámica.
—¿Oh, en serio? ¿Por qué?
—La cerámica se rompe fácilmente. La piedra no. Y si te gusta ese en tu mano
izquierda, lo hacen también en versión rodada. La piedra no se rompe fácilmente y la
piedra rodada ni siquiera puedes notar cuando se rompe.
—Oh, es muy bueno saberlo. Gracias.
Sonrió.
—No hay problema.
—¿Eres un contratista de azulejos?
—Nah. No para trabajar. Me dedico al cartón yeso.
Grant caminó por el pasillo, empujando uno de esos altos carritos en los que
ponías objetos grandes. Se detuvo junto a mí y miró al tipo con sospecha.
—En realidad, estaba buscando a un contratista de cartón yeso. Nunca pensé que
encontraría uno por los pasillos de Home Depot.
El chico sacó su cartera de su bolsillo trasero y retiró una tarjeta de negocios.
Ofreciéndomela, sonrió.
—Si necesitas ayuda de nuevo, llámame.
Tomé la tarjeta.
—Lo haré. Y gracias por la instrucción sobre azulejos.
Cuando el chico se alejó, miré a Grant.
—Encontré un contratista de cartón yeso.
Me arrebató la tarjeta.
—Que quiere meterse en tus pantalones. Te guardaré esto. —Grant arrugó la
tarjeta.
—Oh, Dios mío. ¿Estás celoso?
—No, no lo estoy. Soy territorial.
—Es lo mismo.
—Lo que sea. Enséñame el azulejo.
Sonreí y canturreé:
—Gra-ant está celoso.
Negó.
—Eres un dolor en mi culo, ¿lo sabes?
Me puse de puntillas y rocé mis labios contra los suyos.
—Te aburrirías con lo fácil.
Después de mirar el azulejo de piedra rodada, todavía no podía decidirme. Grant
cargó una caja de cada uno en el carrito y me dijo que los pondría sobre el suelo cuando
llegáramos a casa para que pudiera decidir, luego devolvería el que no escogiera.
Afuera, tuvimos que dejar su maletero abierto y atar la gran pieza de cartón piedra en
el lugar para que no se cayera. Era una vista bastante divertida, el caro Mercedes de
Grant con un pedazo de cuerda manteniendo materiales de construcción dentro.
—Algo me dice que esta es la primera vez que este auto ha tenido cartón yeso en
él.
—Contrato a gente porque estoy ocupado, no porque sea incapaz de hacerlo yo
mismo.
—Lo sé. Y el hecho de que hicieras tiempo para mí significa mucho.
Grant me miró a los ojos y asintió.
—Vamos. Llevemos estas cosas y, esta vez, usaremos mis medidas.
Ireland
na semana después, Grant y yo parecíamos haber vuelto a la comodidad
que teníamos antes del brunch de Mia. Almorzábamos en su oficina la
mayoría de los días y nos turnábamos para dormir en casa de cada uno.
Pero aún no habíamos tenido más conversaciones sobre tener hijos
algún día. Simplemente seguimos adelante.
Mentalmente había decidido que no estaba lista para decidir si tener hijos
significaba más para mí que tener a Grant. Supongo que esperaba que las cosas se
resolvieran por sí solas. Tal vez descubriría que Grant no era el Sr. Para Siempre, o él se
ablandaría en su posición. De cualquier manera, me evitaba tener que tomar la decisión
de alejarme, para lo cual definitivamente no estaba preparada en este momento.
El sábado por la mañana me desperté del balanceo. Era la primera vez que dormía
en el barco de Grant y sentí más que un ligero balanceo. Tocando en la cama a mi lado,
encontré sábanas frías en lugar de un cuerpo caliente. Así que me puse la camisa de
vestir que Grant había usado para trabajar ayer y fui a buscar a su dueño. Lo encontré
afuera en la cubierta trasera.
El viento soplaba, levantado la parte inferior de la camisa, y la atrapé justo cuando
estaba a punto de exponerme el trasero.
—Hace mucho viento.
Grant asintió.
—La tormenta se está gestando.
El sol parecía que estaba tratando de salir, pero el cielo estaba tan nublado que
todo se volvió de un ominoso color gris oscuro.
Grant extendió su mano y me guio para sentarme frente a él, entre sus piernas
abiertas.
—¿Te quedas aquí abajo durante una tormenta?
—A veces. Depende de lo malo que sea. No tenemos muchos días en los que haya
crestas blancas en las olas de la entrada.
—¿Cuánto tiempo llevas despierto?
Se encogió de hombros.
—No lo sé. Unas pocas horas.
Giré la cabeza y lo miré.
—¿Qué hora es?
—Alrededor de seis.
—¿Y has estado despierto unas horas?
Grant asintió.
—Tenía problemas para dormir.
—¿Está todo bien?
—Sólo algunas cosas de trabajo en mi mente.
Nos sentamos en silencio mirando el cielo un rato.
Entonces Grant habló de nuevo.
—Estoy mintiendo como un bellaco.
Mi frente se arrugó.
—¿Sobre qué?
Sacudió la cabeza.
—No es el trabajo lo que me molesta.
Me senté y me di la vuelta para enfrentarlo. Cuando salí, no lo había mirado bien,
pero ahora podía ver que su rostro estaba marcado por la tensión.
—¿Qué está pasando? Háblame.
Bajó la mirada mucho tiempo. Cuando la levantó, sus ojos estaban llorosos.
—Hoy es el cumpleaños de Leilani.
Estaba confundida.
—¿El barco?
Grant sacudió la cabeza. Miró al cielo por encima de mi hombro y tragó antes de
que sus ojos se encontraran con los míos otra vez.
—Mi hija.
—¿Qué?
Cerró los ojos.
—Habría tenido siete años.
Los habría tenido. Me agarré el pecho.
—Oh Dios mío, Grant. No tenía ni idea. Lo siento mucho.
Abrió los ojos y asintió.
Mi hija. Dos simples palabras que explicaban mucho. El nombre del barco,
obviamente la razón por la que no quería tener hijos... Era como si la pieza del
rompecabezas que faltaba de Grant Lexington se arremolinara en el aire y encajara en
su sitio.
—¿Estaba... enferma?
Grant seguía mirando el turbulento cielo. Sacudió la cabeza.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Qué pasó? ¿Un accidente de algún tipo?
Una lágrima rodó por su mejilla al asentir con la más mínima inclinación de
cabeza.
Lo rodeé con mis brazos y lo abracé tan fuerte como pude.
—Lo siento mucho, mucho. Lo siento mucho. —El dolor de Grant era palpable, y
mis propias lágrimas comenzaron a fluir.
No tengo ni idea de cuánto tiempo estuvimos así, aferrados el uno al otro, pero lo
sentí como horas. Tantas preguntas se arremolinaban en mi cabeza. ¿En qué clase de
accidente estuvo? ¿Por qué no me lo dijiste hasta ahora? ¿Es por eso por lo que pasaste los
últimos siete años manteniendo a las mujeres a distancia? ¿Has ido a terapia? ¿Se parecía
a ti? Pero obviamente no le era fácil hablar del tema. Así que necesitaba dejarle decidir
lo que estaba dispuesto a compartir.
En un momento dado, alguien le gritó hola a Grant desde el muelle, y él levantó
una mano para saludarlo. Aproveché la oportunidad para sentarme y mirarlo.
—¿Quieres... hablar de ello? Me encantaría escuchar todo sobre ella.
Grant me miró a los ojos.
—Hoy no.
Me incliné y presioné mis labios contra los suyos.
—Lo comprendo. Y estaré aquí cuando estés listo.
Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer unos minutos después, así que
entramos. Grant parecía exhausto, así que lo llevé abajo, al dormitorio, y volvimos a la
cama. Me envolvió con sus brazos, me abrazó por detrás y me agarró tan fuerte que casi
me dolió. Pero no importaba. Si abrazarme le daba una pizca de consuelo, dejaría que
me aplastara. En algún momento sentí que su agarre se aflojaba, y el sonido de su
respiración se hizo más lento. Se había vuelto a dormir. Aunque yo no podía. Había
demasiado para repasar en mi mente.
Grant tenía una hija.
Que hoy tendría siete años.
Se llamaba Leilani, y tenía un barco con su nombre.
Y Grant vivía en este barco, viendo el nombre de su pequeña en letras grandes y
negritas todos los días cuando volvía a casa.
Mi tía solía decir que la pena era como nadar en el océano. En los días buenos,
podíamos flotar con la cabeza por encima del agua, sintiendo el sol en la cara. Pero en
los días malos el agua se volvía violenta y era difícil no ser absorbido y ahogado. Lo
único que podíamos hacer era aprender a ser nadadores más fuertes.
Pero sabía que había otra forma de mantenerse a flote: encontrar una balsa
salvavidas. Era joven cuando perdí tan trágicamente a mi madre, y mi tía se había
convertido en eso para mí. No sabía si Grant tenía una balsa salvavidas, pero sentí que
tal vez, sólo tal vez, todo sucede por una razón, y yo estaba aquí para pagar por lo mío
y ser eso para él.
Grant
Hace siete años…
6
Workaholic: Hace referencia a una persona adicta al trabajo.
—De hecho, no lo hice. No ha cambiado de opinión. No estoy segura que alguna
vez lo vaya a hacer. Y, honestamente, tiene razones para no querer hijos que entiendo…
bueno, la mayoría.
—¿Entonces qué sucede si ustedes dos lo toman en serio? ¿Solo renuncias a tu
sueño de tener una familia?
Sacudí mi cabeza.
—No lo sé. No estoy lista para tomar la decisión de dejar de verlo. Pero tampoco
estoy lista para tomar la decisión de no tener una familia. Así que decidí posponer la
decisión, esperando que algo suceda de manera orgánica.
Los labios de Mia se presionaron en una línea recta.
—Solo veo tres cosas que pueden ocurrir de manera orgánica. —Levantó su mano
y las enumeró, primero con su índice—. Uno, se separan y no hay decisión qué tomar.
—Añadió su dedo medio—. Dos, cambia de parecer. —Levantó su dedo anular—. Tres,
aceptas no tener hijos.
Sacudió su cabeza. —Acabas de decir que no crees que alguna vez vaya a cambiar
de parecer. Así que eso deja separarse o que aceptes una vida muy diferente de la que
quieres. No creo que confiar en separarse sea una manera sana de estar en una relación,
y la última opción es una concesión absurdamente grande. ¿Estás segura que querrías
esa vida?
Mis hombros se desplomaron. Mia estaba cien por ciento en lo correcto, pero la
evasión era la única forma de permanecer feliz, y había pasado un largo tiempo desde
que quise a alguien en mi vida tan desesperadamente.
Suspiré.
—Sé que enterrar mi cabeza en la arena probablemente solo va a empeorar las
cosas en el futuro. Pero… estoy loca por él, Mia. No quiero renunciar a él.
Mia me miró fijamente por un largo tiempo y luego se puso abruptamente de pie.
—Primero de enero.
—¿Qué con eso?
—Ese es el día que tomarás la decisión. Te da unos cuantos meses para disfrutar
al hombre y pensar. Pero el primero de enero, nos sentaremos en esta mesa y no nos
levantaremos hasta que hayas tomado una decisión con la que puedas vivir.
Forcé una sonrisa.
—Ese es un buen plan. —Sin embargo, en mi corazón, sabía que era estúpido. Las
probabilidades eran que cuatro meses más solo me harían enamorarme más fuerte de
Grant Lexington, especialmente del lado de él que me había estado mostrando las
últimas semanas. Pero mi cabeza era malditamente buena convenciendo a mi corazón
de que tenía el control. Así que fui con el plan.
—Vamos. No más charla sobre este tema —le dije a Mia —. Vamos a terminar de
ordenar tus cosas para que tu maridito pueda entregar las donaciones. Quiero donar
unas cosas de mi armario, también.
—De acuerdo. ¿Qué dices si tenemos una cita doble esta noche? ¿Cenar en el nuevo
lugar italiano al final de la calle?
—Le escribiré a Grant. Está trabajando hoy, pero planeaba venir más tarde. Estoy
segura que querrá hacerlo.
Me levanté para empezar, y Mia se estiró para apretar mi brazo.
—Una cosa más y luego no se habla más del tema, lo prometo.
—Está bien…
—Tómalo con calma. Sé que te preocupas por él, pero ve despacio. No entregues
tu corazón tan plenamente que no serás capaz de recuperarlo.
Asentí. Excepto que estaba bastante segura que ya lo había hecho.
No me había reído tan fuerte en un largo tiempo. Mia nos mantuvo a todos
entretenidos con historias sobre las extrañas cosas que sucedieron en su spa.
—Otra mujer vino y preguntó si su esposo podría ver su depilación brasileña.
Aparte del hecho de que las habitaciones de tratamiento son pequeñas, generalmente
no le permitimos a las personas observar mientras hacemos procedimientos con las
piernas abiertas de alguien sobre una mesa mientras están desnudas. Entonces
pregunté si quería observar porque estaba interesado en que lo depiláramos y ofrecí
hacer una tira de muestra sobre su espalda o pierna. La mujer, con una cara
completamente seria, dijo que quería observar porque era un masoquista, y lo excitaba
verla adolorida. Ah… no gracias. Creo que pasaré de ayudar a que tu esposo llegue al
orgasmo hoy.
Grant definitivamente era el más asombrado del grupo. No solo no estaba
acostumbrado al humor negro de Mia, si no que no tenía idea para que eran la mitad de
los servicios que ella ofrecía
—La maravilla de tener mi propio spa es que ahora nunca tengo que ver un
trasero que luce como una selva tropical apoyado sobre una mesa de depilación de
nuevo. —Mia miró a Grant con una expresión seria y dijo—: ¿Depilas tus bolas o las
rasuras?
Lucía como un ciervo encandilado por los faros, lo que era entretenido como el
infierno ya que raramente lucía desconcertado. En realidad empezó a responderle, y
tuve que sacarlo de apuros.
—Está bromeando contigo. —Mia y yo nos reímos tan fuerte que lágrimas
brotaron por mi rostro.
El camarero vino a ofrecer más vino, y todos excepto Mia declinamos porque el
resto de nosotros conducíamos. Grant había quedado atascado en la oficina hasta tarde
y se encontró conmigo en el restaurante, así que teníamos dos autos. Una pequeña copa
de vino al principio de una cena de dos horas era mi límite.
—Entonces… —Mia recogió su copa y la llevó a sus labios. Miró hacia Grant—.
¿Qué pensarías sobre ir a Maui por una semana en Navidad y Año Nuevo? Los cuatro.
Quiero decir, no tú y yo —soy una mujer casada ahora.
Grant se rio en voz baja y me miró. Alcanzó mi mano bajo la mesa y la apretó.
—¿Qué dices? ¿Una semana en Hawai?
Mi corazón se aceleró. Hacer planes a largo plazo calentó mi corazón. El señor
sabía que darle a la mayoría de mis exnovios un ticket de la tintorería para recogerlo
dos días después los habría espantado.
Sonreí.
—Eso me encantaría.
Luego de que nos levantamos de la mesa, los cuatro nos quedamos hablando al
frente por otra media hora. Escuché a Christian invitar a Grant a un juego de béisbol, y
Mia me guiñó con una sonrisa inmensa. Nunca llegamos a hacer cosas juntas como
parejas, y se sintió tan bien pasar tiempo con ellos juntos.
Cuando empezó a lloviznar, era finalmente hora de irse. Abracé a Mia y a Christian
en despedida, y Grant me acompañó al auto.
—Es tarde. ¿Quieres dejar tu auto aquí, y podemos conducir de regreso mañana
para recogerlo?
—No, estoy bien. De hecho, voy a detenerme de regreso a mi apartamento para
recoger algo de trabajo que necesito hacer en la mañana. Iba a traerlo, pero lo olvidé en
la mesa de la cocina. Así que solo te veré en el barco.
—¿Quieres tomar vino? Estoy fuera, pero puedo detenerme y conseguir en el
camino.
Me elevé sobre mis zapatos y planté un suave beso en sus labios.
—Eso suena genial. Te veré dentro de poco.
—Ten cuidado conduciendo. Se está nublando, y la llovizna pondrá la carretera
resbaladiza.
—Mi tía te amaría. Durante todos los años que viví con ella, no pasó ni una noche
sin que me advirtiera que condujera con cuidado o me dijera el tiempo.
Grant abrió la puerta de mi auto y se agarró a la parte superior antes de cerrarla.
—Ve, sabelotodo. No quiero que te quedes atrapada en una densa niebla. A veces rueda
rápido por el puerto.
Después de que paré en casa y volví a la carretera, se estaba poniendo bastante
nebuloso. Me burlé de Grant por advertirme que tuviera cuidado, pero cada vez era más
difícil de ver. Los caminos que conducen al puerto eran sinuosos, y puse las luces altas
para ver mejor hacia adelante. Pero después de unos segundos, los faros de un auto que
venía en dirección contraria parpadearon, así que volví a encender las luces bajas.
Después de que el auto pasó, encendí las luces altas de nuevo, pero de nuevo un auto se
acercaba, así que tuve que bajarlas de nuevo. Agarré el volante un poco más fuerte
durante los momentos en que las luces bajas estaban encendidas y me relajé cuando
pude cambiar de nuevo. La cuarta vez que un auto pasó, me sentí aliviada de poder
volver a mis luces. Pero cuando lo hice, me encontré con dos grandes ojos.
¡Mierda!
Un enorme ciervo con cuernos gigantes se paró en el medio del maldito camino.
Parecía haber salido de la nada. De repente, allí estaba, a sólo cien pies delante de mí.
Nos miramos fijamente, congelados por el shock, hasta que por suerte tiré del volante
a la derecha.
Todo después de eso vino en cámara lenta.
Echaba de menos al ciervo.
Pero la niebla de la carretera hizo que el asfalto se deslizara, y empecé a girar. Tiré
del volante en la otra dirección para intentar contrarrestar el movimiento, pero no
sirvió de nada.
Mi auto se salió de la carretera y se metió en la tierra.
Empujé todo mi peso sobre los frenos, y el auto se deslizó de lado por la carretera.
Al no haber más luces en la dirección en que iba, me confundí en cuanto a si seguía
al lado de la carretera o había vuelto a la acera.
Aguanté la respiración mientras el coche disminuía la velocidad.
Los faros de la otra dirección iluminaban la calle.
Afortunadamente, ya no estaba en la carretera.
Pero había un árbol más adelante.
Me preparé.
Y todo se volvió inquietantemente tranquilo.
Hasta el impacto…
Grant
o era de los que se preocupaban.
O una persona nerviosa en general. Pero revisé mi reloj por
décima vez en una hora de pie en la cubierta trasera de Leilani,
vigilando la rampa del muelle por si había alguna señal de Ireland. En
realidad, la niebla se había asentado tan espesa que ya no podía ver la rampa de entrada
al muelle ni el estacionamiento. Había llamado al móvil de Ireland hacía quince minutos
y dejado un mensaje. Pero no quería distraerla enviando un mensaje. Cuando pasó otra
media hora sin que hubiera rastro de ella, empecé a caminar y volví a llamar. Sólo para
que me saltara el buzón de voz por segunda vez.
—Hola. Soy yo. —Miré mi reloj y me quedé sin aliento—. Te dejé a las nueve, y
ahora son las diez y media. No mencionaste hacer otras paradas excepto en casa.
Deberías haber estado aquí hace casi una hora. Llámame y dime que estás bien.
Presioné colgar y salté al travesaño trasero, decidiendo ir a esperar en el
estacionamiento.
El camino por el muelle hasta la rampa estaba inquietantemente tranquilo. No
había ni una sola persona alrededor y, con la niebla tan baja, la sensación de ansiedad
en mis entrañas se convirtió en algo más ominoso.
¿Dónde diablos está?
Podría haberse quedado dormida. Pero no sonaba como si planeara pasar algún
tiempo en casa. Había dicho que iba a tomar un montón de trabajo de la mesa. Supongo
que podría haber parado en una tienda, pero no había muchas abiertas a las once en
punto. Finalmente, cedí y le envié un mensaje de texto.
Esperé a que el Enviado cambiara a Entregado, pero nunca lo hizo. Inquieto, volví
corriendo al barco, escribí una nota rápida para que me llamara si llegaba antes de que
volviera, y saqué mis llaves del mostrador.
Al salir a la carretera, recorrí el camino que ella habría tomado desde su casa hasta
la mía. No estaba seguro de lo que buscaba, pero realmente esperaba no encontrarlo.
Las carreteras se encontraban bastante vacías para un sábado por la noche; al parecer
toda la gente inteligente se quedó en casa. Cuanto más luchaba por ver el pavimento,
más me asustaba. Pero no tener noticias era una buena noticia. En el mejor de los casos,
se sentó a quitarse los zapatos en casa y se quedó dormida.
Sí. Eso es lo que probablemente pasó.
Cuando me fui más lejos sin señales de su auto, empecé a sentirme un poco
aliviado.
Hasta que doblé una esquina y vi un montón de luces parpadeando adelante.
Mi corazón se aceleró. Pisé el acelerador, a pesar de que no podía ver a más de
diez metros de distancia. Definitivamente algo pasaba ahí arriba. Incluso a través de la
niebla, podía ver que había más de una docena de luces que parpadeaban a diferentes
alturas, como cuando tanto la policía como los bomberos responden a un accidente.
—No es ella.
—Definitivamente no es ella. —Empecé a hablar conmigo mismo. Sé razonable.
—Probablemente esté atascada detrás de todo eso.
—Algún imbécil iba a toda velocidad en la niebla y cruzó la línea amarilla.
—Maldición... hay muchos vehículos de rescate.
Al acercarme al desfile de luces, disminuí la velocidad cuando vi los reflectores y
lo que parecía ser una varita de seguridad que se agitaba adelante. Un policía se
encontraba de pie en la carretera con un impermeable, así que me detuve a hablar con
él. Un camión de bomberos bloqueaba una mejor vista de lo que pasaba.
Se inclinó para hablar mientras yo bajaba la ventanilla.
—Accidente más adelante. La carretera estará cerrada durante una o dos horas
hasta que podamos limpiar las cosas y traer un remolque.
—Mi novia debía estar en mi casa hace una hora, y no contesta a su teléfono.
¿Sabes qué tipo de autos estuvieron involucrados? ¿Hay alguien herido?
El oficial frunció el ceño.
—Sólo un auto. La conductora acaba de ser llevada en ambulancia al hospital del
condado. Era una mujer. ¿Cómo se llama tu novia?
—Ireland Saint James.
El oficial se puso de pie y se llevó un walkie talkie a la boca.
—Soy Connors. ¿Tienes el nombre de la mujer que acaban de meter en el autobús?
Mi corazón palpitaba, esperando la respuesta.
Finalmente, una ráfaga de estática llegó y luego una voz.
—La víctima fue la señora de las noticias, Ireland Richardson.
Me sentí enfermo.
—¿Está bien?
El policía se inclinó e iluminó con su luz mi auto. Probablemente estuviera
mirando a un fantasma, porque sentí que todo mi color se desvanecía. Sus ojos se
abrieron de par en par sobre mi cara y volvió a fruncir el ceño.
—Se supone que no se debe dar ninguna información sobre las víctimas. Pero no
quiero que te metas en un accidente a 160 km por hora con esta niebla. Estaba golpeada,
pero hablando. —Asintió—. No pensaría en nada peor que unos puntos de sutura y tal
vez un hueso roto o dos.
Respiré profundamente.
—Gracias. ¿Puedo dar la vuelta aquí?
El oficial golpeó con los nudillos en el capó de mi auto.
—Claro. Ten cuidado al conducir. La niebla es peligrosa.
—Señor, le dije hace cinco minutos que lo dejaría volver tan pronto como los
médicos terminen de examinarla.
—Un tipo entró y salió.
La enfermera del mostrador de registro sacudió la cabeza.
—Trabaja aquí. Por favor, tome asiento, y lo llamaré tan pronto como pueda
volver.
Lo que sea.
Me senté y apoyé la cabeza en las manos con los codos sobre las rodillas. ¿A quién
llamaban por Ireland en una emergencia? Su padre está en prisión, su madre se fue hace
tiempo, y su única tía se mudó a Florida. ¿Y si necesita cirugía? ¿Quién tomaría esa
decisión? Debí haber conseguido el número de móvil de Mia para emergencias. Tal vez
ella fuera su contacto designado.
Duré unos tres minutos sentado antes de ir a comprobar otra vez. Me aseguré de
estar en la línea de visión de la enfermera para que no se olvidara de mí. Cuando nos
miramos, suspiró exageradamente y sacudió la cabeza antes de apartar la vista. No me
importaba una mierda si la cabreaba. Sólo me importaba que no se olvidara de que
estaba aquí.
Una media hora después de que entré, otra enfermera abrió la puerta.
—Familia de Ireland Saint James.
Caminé hacia la puerta y la mujer me miró.
—¿Eres un miembro de la familia?
Ni siquiera tuve que pensar en mentir.
—Sí.
—Y tú eres su...
Pensé que le preguntarían su estado civil cuando llegó, y no quise contradecirla.
—Hermano. Soy su hermano.
La enfermera asintió y abrió la puerta de par en par para que yo entrara por atrás.
—Por aquí. Está en la cama cuatro. Los médicos acaban de examinarla.
La seguí hasta un rincón de la gran habitación abierta, y la enfermera abrió la
cortina cerrada.
—Sra. Saint James, su hermano está aquí para verla.
La cara de Ireland estuvo confusa durante medio segundo, y luego sonrió y asintió.
Tenía una venda a un lado de la cabeza y se veía pálida. Pero estaba de una pieza.
Me acerqué a su lado, tomé su mano y me incliné para besarle la frente.
—Jesucristo. Me has dado un gran susto. ¿Qué pasó? ¿Te duele algo? ¿Estás bien?"
La enfermera cerró la cortina detrás de ella.
—Sí. Estoy bien. —Señaló el vendaje en su cabeza—. Sólo puntos superficiales en
la cabeza por donde golpeé algo, supongo. —Levantó su brazo izquierdo e hizo un gesto
de dolor—. Creen que me he roto el cúbito. Estoy esperando que lleguen los rayos X
ahora.
—¿Qué demonios han estado haciendo todo este tiempo si ni siquiera te han
hecho radiografías todavía?
Ireland sonrió.
—Una enfermera volvió hace poco y me dijo que tenía una visita muy ansiosa
esperando. Veo que debe haber sido un placer tenerte en la sala de espera. Hicieron
algunos análisis de laboratorio y me examinaron. Pero estoy bien, de verdad.
Me pasé una mano por el cabello.
—¿Estás segura? El County no es el mejor hospital. Puedo llevarte al Memorial.
—Estoy bien. Hasta ahora han estado muy bien.
—¿Qué ha pasado?
Sacudió la cabeza.
—Estaba conduciendo y la niebla dificultaba la visión, así que cambié de luces
altas a bajas y, la última vez que encendí las luces, encontré un ciervo casi delante de mi
auto. Pisé los frenos, pero el suelo estaba mojado y resbaladizo, y perdí el control.
¿Recuerdas en la clase de educación vial cuando te dijeron que giraras en sentido
contrario al que querías ir?
—Sí.
—Bueno, no hice eso. Sólo reaccioné y ni siquiera lo recordé hasta que llegué aquí.
Le aparté el cabello de la cara.
—Actuaste por instinto. Es normal.
Ireland suspiró.
—Creo que mi auto está destrozado.
—¿A quién le importa el auto? —Empecé a palpar su cuerpo—. ¿Algo más está
lastimado?
Se rio.
—No, Dr. Lexington. Estoy muy bien.
Unos minutos después, la enfermera volvió a entrar. Me miró.
—¿Puedo pedirle que vuelva a la sala de espera unos minutos?
—¿La llevas a rayos X?
La enfermera sacudió la cabeza.
—Todavía no. El doctor va a volver y hacer otro examen y le gustaría hablar con
su hermana.
Mis ojos se entrecerraron.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
La enfermera frunció el ceño y miró a Ireland.
—No pasa nada. Nuestra política es que los visitantes esperen en la sala de espera
durante un examen.
Ireland sonrió.
—Estaré bien, Grant. —Miró a la enfermera—. ¿Puede volver a entrar después de
que el médico haya terminado?
La enfermera asintió.
—Claro.
Me incliné y besé la frente de Ireland.
—Volveré pronto.
Luego, a regañadientes, volví a la sala de espera.
Sentado, me incliné en la silla y me froté la cara con las manos. ¿Por qué no insistí
en que no condujera desde el maldito restaurante? Todo esto era culpa mía. No sé qué
habría hecho si algo le hubiera pasado. Mi interior se retorció al pensar en eso. Ireland
no sabía lo que significaba para mí. Demonios, no estoy seguro de haberlo sabido yo
mismo antes de esta noche. Pero ahora que estaba bien, me iba a asegurar de
mostrárselo de ahora en adelante. Sabía muy bien que a veces la vida cambia en un abrir
y cerrar de ojos.
Ireland
l Dr. Rupert, el médico de la sala de emergencias que me estaba
atendiendo, se parecía a Penn del dúo de magos Penn y Teller. Al menos
creía que era Penn; nunca podría recordar cuál era cuál. En cualquier
caso, el Dr. Rupert tenía un extraño parecido con el más bajo y mayor.
Como estaba bastante segura de que tenía más de setenta años, pensé que no le
insultaría que lo mencionara.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que te pareces a alguien famoso?
Él sonrió, metió la mano en la manga de su bata y sacó un ramo de flores de
plástico. —¿Responde esto a tu pregunta?
Me reí. —Supongo que sí.
Metió las flores de cabeza en el bolsillo de su bata. —No hay relación, pero los
pacientes están decepcionados cuando les digo eso. Así que creo que al menos es un
premio de consolación realizar un truco.
El Dr. Rupert tomó el gráfico que colgaba del pie de mi cama y hojeó algunas
páginas. Cuando comenzó a hablar, se abrió la cortina cerrada y entró otro médico, que
cerró la cortina detrás de él.
—Justo a tiempo. Este es el Dr. Torres. Es un especialista en ortopedia.
—Hola —dije.
—Normalmente no llamamos al ortopedista para una consulta hasta después de
las radiografías, pero quería que la examinara ahora, para que podamos darle todas sus
opciones.
—Bueno…
El Dr. Rupert acercó una silla y se sentó a mi lado. Tenía una vieja escuela sobre él
que los médicos ya no tenían mucho. Extendiéndose, me tocó el brazo.
—La razón por la que queríamos hacer una consulta de ortopedia antes de la
radiografía es porque encontramos algo en su análisis de sangre.
Me senté en la cama. Oh Dios. Lo primero que me vino a la mente fue el cáncer. Se
debe haber elevado el recuento de células sanguíneas y ahora no quieren irradiarme
innecesariamente. Mi corazón comenzó a palpitar. —¿Qué? ¿Qué tiene de malo mi
análisis de sangre?
El Dr. Rupert me apretó la mano y sonrió. —Nada. Está embarazada, señorita Saint
James.
Parpadeé un par de veces. —¿Qué?
El asintió. —Tenía la sensación de que la noticia podría ser una sorpresa para ti.
Noté en la hoja de admisión que dijiste que tu último período fue hace un mes y
respondiste que no a la pregunta ¿Hay alguna posibilidad de que estés embarazada?
—No lo puedo estar. ¿Está seguro?
El asintió. —Un análisis de sangre puede detectar hCG tan pronto como seis u ocho
días después de la ovulación. Las pruebas de orina generalmente pueden tomar un poco
más de tiempo.
El pánico comenzó. —No puedo estarlo. Tiene que estar equivocado.
La sonrisa del Dr. Rupert cayó. —¿Estás diciendo que no es físicamente posible de
que estés embarazada? Hay casos raros de falsos positivos en el análisis de sangre,
como cuando se toma ciertos medicamentos para las convulsiones. —Sus cejas se
juntaron—. ¿Estás tomando algún medicamento? No vi ninguno en la lista.
Sacudí mi cabeza rápidamente.
—¿Entonces es físicamente posible que estés embarazada? ¿Significa que has
estado con un hombre en el último mes?
Me llevé la mano a la garganta, que de repente se sintió más apretada. —Si. Pero
usamos protección. Y estoy tomando la píldora.
—¿Te perdiste alguna de tus pastillas?
—No. Definitivamente no. Y las tomo a la misma hora todos los días.
—¿Estabas tomando antibióticos o te enfermaste en algún momento?
Sacudí mi cabeza.
El Dr. Rupert suspiró. —Bueno, solo tiene una efectividad del 99.7 por ciento,
incluso en las mejores circunstancias.
—¡Pero también usamos condón!
—Bueno, eso obviamente reduce aún más las probabilidades de que ocurra un
embarazo. A veces solo hay nadadores tercos. —El Dr. Rupert me palmeó el brazo—.
¿Quieres que te demos un minuto antes de hablar sobre las radiografías?
Quería que retrocediera y comenzara de nuevo diciendo que no estaba
embarazada. Cómo podía ser Grant iba a ... Dios mío. Ni siquiera podía comenzar a
imaginar lo que Grant diría. Sin darme cuenta, debo haber comenzado a hiperventilar.
—¿Señorita Saint James? Respire lentamente. Respire hondo y profundo. —El Dr.
Rupert se volvió hacia el ortopedista que había olvidado que estaba incluso en la
habitación—. Jordan, tráenos una bolsa de papel, ¿quieres?
Un minuto después entró la enfermera y me pidió que respirara en una bolsa de
papel mientras tres personas se paraban alrededor. Me sostuvo la muñeca y me tomó
el pulso hasta que estuvo feliz con los resultados. —Puedes parar ahora. Solo sigue
respirando hondo y profundo.
Me froté la frente. —Dios, estoy tan avergonzada. Nunca he tenido que hacer eso
antes.
La enfermera sonrió. —Tengo tres hijos menores de cuatro años. Si mi cabeza no
está en una bolsa de papel marrón una vez a la semana, me escondo en el armario para
tomar una copa de vino.
Después de calmarme un poco más, la enfermera se fue y el Dr. Rupert me
preguntó si el ortopedista podía mirarme el brazo. Cada vez que me movía, me dolía.
Pero, de repente, estaba demasiado entumecida para sentir el dolor.
Cuando terminó de evaluar, habló con el Dr. Rupert y conmigo. —Recomiendo
tomar una radiografía. Es muy probable que su cúbito esté fracturado. Ya se empiezan
a formar hematomas en la muñeca, por lo que debemos ver si los huesos están alineados
o podrían necesitar reparación quirúrgica o una reducción.
Escuché cada palabra que dijo, pero ninguna de ellas pareció asimilarse.
Continuaron dándome los pros y los contras de hacerse radiografías durante el
embarazo, y luego el Dr. Rupert me miró en busca de una respuesta.
—Lo siento. —Sacudí mi cabeza—. ¿Dijo que es seguro?
—Cubriremos su abdomen con un delantal de plomo y tomaremos la cantidad
mínima como precaución. Sus órganos reproductivos no estarán expuestos a la
radiación. En casos como el suyo, donde el riesgo de daño a su feto es muy pequeño, y
el beneficio de la radiografía de diagnóstico supera ese riesgo, sí, lo recomiendo. —Él
sonrió con cautela—. Si es necesario restablecer su cúbito y no se hace, podría perder
movilidad en ese brazo. Lo que no queremos.
Solté una ráfaga de aire gigante y asentí. —Bueno.
—Voy a admitirte esta noche, solo como precaución para la observación. ¿Le
gustaría que la enfermera llame a alguien por usted?
Pensé en llamar a Mia, pero era muy tarde, y necesitaba dejar que todo se hundiera
en mí antes de poder decir las palabras en voz alta. —No, está bien. Gracias.
El Dr. Rupert se fue con el médico ortopédico, prometiendo regresar tan pronto
como llegaran los resultados de la radiografía. Me alegré de haber estado unos minutos
sola antes de que la enfermera regresara.
—¿Quieres que traiga a tu hermano de vuelta? El mostrador de registro dijo que
ha preguntado por ti dos veces y que está caminando. —Ella sonrió—. Tienes un
hermano mayor protector.
Cerré mis ojos. La idea de ver a Grant ahora me puso literalmente enferma. Pero
si no se le permitía volver aquí para visitarme, sin duda haría una conmoción y
sospecharía que algo andaba mal. No había forma de que quisiera tener una
conversación con él esta noche en la sala de emergencias.
Asentí a la enfermera. —¿Podrías traerlo de vuelta en cinco minutos? Solo
necesito un poco más de tiempo sola.
—Seguro. Por supuesto. Vamos a hacer que sean diez.
No mucho después, Grant abrió la cortina con preocupación grabada en su rostro.
—¿Está todo bien? Eso llevó casi una hora.
Me aclaré la garganta, pero me costó mirarlo a los ojos. —Sí, todo está bien.
—¿Te fuiste a tomar radiografías?
—No aún no.
Se puso las manos en las caderas. —Deja que te lleve al Memorial. Tengo un viejo
amigo en el personal allí.
—No, está bien. Dijeron que no sería mucho más tiempo.
Era imposible ocultar mi monstruo interior. Me las arreglé para contarle a Grant
sobre la evaluación del médico ortopédico de alineado frente a no alineado sin
mencionar la razón por la que fue llamado antes de las radiografías. También le dije que
estaba siendo admitida para observación. Pero después de eso, estuve muy callada.
—¿Estás segura de que estás bien? ¿Algo más te duele?
Su preocupación me hizo sentir aún peor por mentir. —Estoy bien. Solo cansada.
Diez minutos después, entró la enfermera. Antes de que pudiera decir una
palabra, Grant se levantó. —¿Puedes examinarla de nuevo? De repente, ella no parece
ser ella misma. Me gustaría que un médico la revisara nuevamente.
La enfermera me miró y, de repente, entré en pánico, podría decir algo sobre mi
embarazo. No les había dicho específicamente que no lo hicieran, aunque obviamente
había leyes de privacidad. Al verme pálida y con los ojos muy abiertos, la enfermera se
dio cuenta.
—Umm... no creo que sea necesario. Esto es perfectamente normal. Hay un
aumento de adrenalina y luego una caída repentina después de un trauma. Me
preocuparía si la Sra. Saint James no se mareara.
Grant asintió, pareciendo aceptar la explicación. Gracias a Dios.
—Voy a llevarla a rayos X ahora. Probablemente estaremos un rato. Como está
siendo admitida, puede irse a casa y le llevaré un teléfono a su hermana después de que
se decida el tratamiento para su brazo.
Me volví hacia Grant. Una mirada a su rostro, y supe que no había posibilidad de
que se fuera. Él cruzó los brazos sobre el pecho. —Me quedo aquí.
La enfermera me miró y asentí. —Está bien si se queda.
Ella desapareció un momento y regresó con una silla de ruedas. Ella y Grant se
pararon a mis lados para asegurarse de que pudiera levantarme, a pesar de que había
dicho que estaba bien.
—Volveremos en un rato —le dijo a Grant—. Póngase cómodo.
La enfermera se detuvo en la estación de enfermería y bajó la voz para hablar con
otra enfermera. —Estoy esperando que radiografía llame para decir que están listos
para la Sra. Saint James. ¿Puedes llamarme cuando lo hagan?
Una vez que las puertas dobles de la sala de emergencias se cerraron detrás de
nosotros, y estábamos fuera del alcance del oído de Grant, ella habló mientras empujaba
mi silla.
—Sentí que tal vez necesitabas unos minutos sin tu hermano cerca. Sé que lo que
escuchaste fue un shock, así que pensé que querrías hablar sobre eso. A veces es más
fácil hablar con un extraño que con un miembro de la familia. Pero si no lo haces,
también está bien. Voy a darte un paseo gratis por los pasillos hasta que me llamen y
me digan que los de rayos X pueden llevarte.
Suspiré. —Gracias.
Según lo prometido, ella estaba callada y me dejó decidir si quería hablar. Después
de unos minutos, lo hice.
—Él no es mi hermano. Dijo eso porque estaba preocupado de que no lo dejaran
entrar ya que él no es un miembro de la familia. Él es mi novio.
Miré hacia arriba y sobre mi hombro, y la enfermera sonrió y asintió. —Bueno,
ahora estoy muy contenta de no haber preguntado si tu hermano era soltero para mi
hermana. Él es muy apuesto.
Me reí y mis hombros se relajaron por primera vez en una hora.
Doblamos a la izquierda por un nuevo pasillo que estaba vacío. —Supongo que el
embarazo también va a ser un shock para él.
—No quiere niños.
—Bueno, si te hace sentir mejor, mi esposo quería uno o dos. No estaba contento
cuando le dije que estaba embarazada por tercera vez. Pero le recordé que era yo quien
tenía que cargar una bola de boliche de cuatro kilos mientras sentía que mi útero se iba
a caer, y yo era la que se enfermaría durante meses y me levantaría con el pequeño.
monstruo después del parto. Los hombres a veces olvidan que también intervienen en
el embarazo. Juegas, pagas.
Sabía que eso era cierto. Claramente no me quedé embarazada sola. Pero... esto
era diferente. Grant tenía cicatrices emocionales. Su razonamiento no era exactamente
el mismo que el de un hombre que no quería que se alimentara otra boca o que cambiara
el pañal.
—Tiene muy buenas razones para no querer una familia. Él... —Negué con la
cabeza. No era mi lugar compartir los detalles de la vida personal de Grant—. Él... tiene
razones.
—Olvidemos a tu novio por un minuto. ¿Cómo te sentirías ahora si el hombre a tu
lado quisiera una familia? ¿Te sentirías diferente?
Ni siquiera tuve que pensar en eso. —Si. Definitivamente lo haría. No me
malinterpretes, todavía estaría en estado de shock. Pero quiero una familia algún día.
No pensé que eso sería dentro de nueve meses. Pero si el hombre que amo quisiera
tener hijos, creo que estaría de acuerdo.
Pasamos por otra estación de enfermería, y la enfermera que me empujaba saludó
a algunas personas. Ella esperó hasta que hubiéramos pasado antes de reanudar
nuestra conversación. —Así que tu única preocupación real aquí es cómo tu novio va a
tomar las noticias.
He pensado en ello. —Si. Creo que sí.
—¿Lo amas?
Respiré hondo y exhalé. Probablemente debería haber tardado más en responder
esa pregunta, pero el amor no era algo que necesitara ser analizado. O lo haces o no lo
haces. Asentí. —Lo hago.
—¿Él te ama?
Pensé en la preocupación en su rostro en la sala de emergencias. Parecía
realmente aterrorizado de que pudiera estar herida. La forma en que me había mirado
últimamente también había cambiado. Lo encontraría mirándome con una sonrisa
cuando no creía que estaba prestando atención, y la otra mañana me desperté con él
mirándome dormir. —Ninguno de nosotros ha dicho las palabras, pero creo que lo hace.
—Obviamente, según la ley tienes opciones. Pero parece que quieres una familia
y amas al padre del bebé. Sé que estoy simplificando demasiado las cosas, pero me
parece que solo hay una opción en este asunto, y es la de tu novio: si quiere o no estar
contigo y tu bebé más de lo que quiere estar solo.
Miré por la ventana desde mi incómoda cama de hospital, viendo salir el sol.
Apenas había dormido anoche. La radiografía mostró que tenía una fractura limpia, lo
que significaba que no había que restablecer los huesos ni la cirugía, así que vinieron a
enyesarme el brazo poco después de la medianoche. Grant se había quedado a mi lado
hasta que prácticamente lo empujé por la puerta. Si se hubiera salido con la suya, habría
dormido en la silla y se habría quedado toda la noche. Pero con tanto que pensar, no
pude calmar mi mente lo suficiente como para quedarme dormida incluso después de
que él se fue. Dormí de vez en cuando.
Mia era madrugadora, así que pensé en llamarla. Pero no me pareció correcto
contarle sobre el embarazo antes de contarle a Grant, a pesar de que ella era mi mejor
amiga.
Grant llamó a la puerta de la habitación de mi hospital a las siete de la mañana.
Llevaba dos tazas de café y estaba vestido de manera informal.
Puso el café en la bandeja portátil de comida y se inclinó para besar mi frente. —
Buenos días. ¿Cómo está mi chica?
Mi corazón se apretó y tuve que forzar una sonrisa. —Bien. Cansada.
—¿Dormiste?
—No mucho.
—Eso es comprensible. Entre el accidente y estar en este lugar... luego el yeso.
Dormirás cuando te llevemos a casa.
—La enfermera del día vino hace un momento y dijo que probablemente pasarían
unas horas antes de que mi alta estuviera lista.
Grant tomó uno de los cafés, abrió la lengüeta para abrirlo y me lo entregó.
Sin pensarlo, lo llevé a mis labios y casi bebí. Pero cafeína. No debería tener eso.
Volviendo a colocar el café en la bandeja, dije—: Creo que voy a omitir el café esta
mañana. No quiero que la cafeína me mantenga despierta más tarde.
Excelente. Ahora soy una mentirosa y una retenedora de información.
—Buena idea. Recogí algunas cubiertas de plástico para yeso en la farmacia de
abajo. El Doc dijo que no deberías mojarte, y pensé que querrías ducharte cuando
llegues a casa. Tal vez un buen baño caliente.
—Gracias. Eso suena bien. —Aunque... Dios mío. ¿Podría incluso bañarme?
Sinceramente, no sabía nada sobre embarazos o bebés. Y la idea de hacer esto solo me
hizo sentir que podría estallar en urticaria. Me rasqué la cara.
—Hablé con mi hermana en el viaje hacia aquí y mencioné lo que sucedió. Dijo que
no hay problema para cubrirte por el tiempo que necesites.
Forcé una sonrisa. —Eso es dulce. Pero definitivamente volveré a trabajar
mañana. Es solo un hueso roto y un pequeño corte. —Y un embarazo.
Grant frunció el ceño. —Deberías tomarlo con calma. Recibiste un golpe bastante
fuerte. Vas a estar adolorida, si aún no lo estás. Necesitan darte relajantes musculares o
algo para el dolor.
Otra cosa más que no puedo hacer. Así que simplemente asentí.
Durante las siguientes horas, Grant se sentó a mi lado. Definitivamente estaba más
callada que de costumbre, y él me preguntó en más de una ocasión si tenía algún dolor
y si todo estaba bien. Le expliqué mi ausencia mental como agotamiento, que al menos
no era completamente una mentira.
Después de que me dieron de alta, me hicieron sentarme en una silla de ruedas
mientras Grant estacionaba el auto en la entrada para recogerme. Salió y me ayudó a
subir al auto, aunque le dije que estaba bien. Me dio la sensación de que nada de lo que
podía decir iba a convencerlo de que dejara de molestarme.
Bueno, había una cosa que probablemente lo haría correr lejos.
Nos dirigimos a mi departamento, me di una ducha y fui a acostarme. Grant cerró
las persianas y apagó todas las luces para que estuviera prácticamente oscuro en mi
habitación. Se quitó la ropa interior y se envolvió alrededor de mi cuerpo, acunándome
por detrás.
La habitación estaba muy tranquila, y pensé que el momento íntimo podría ser el
momento perfecto para contarle, pero realmente estaba exhausta. Era una
conversación para la que sabía que necesitaba energía. Así que lo rechacé, una vez más,
prometiéndole decirle cuando me despertara más tarde.
Mientras estaba perdida en mis pensamientos, aparentemente Grant también lo
estaba. Me besó el hombro y me susurró—: No sé qué habría hecho si te hubiera pasado
algo. Me di cuenta anoche, ya no puedo imaginar mi vida sin ti.
Por alguna razón, eso me puso muy triste. Mis ojos se llenaron de lágrimas y
comenzaron a derramarse. Pero no podía explicarle nada mientras lloraba, así que lloré
en silencio y dejé que pensara que me había quedado dormida.
Grant
staba en la cocina cocinando cuando se levantó.
Ireland se había quedado dormida con el cabello húmedo, y se
había secado liso sobre la parte que había quedado presionada bajo parte
de su rostro y la otra mitad rizado y salvaje. Era un desastre, aun así para
mí nunca se había visto más hermosa. Estaba muy aliviado que estuviese bien.
Bajé el fuego de la cocina y me sequé las manos en el trapo.
—Esa fue una buena siesta.
Se acercó y miró lo que estaba cocinando.
—¿Qué estás preparando? Huele delicioso.
Alcé la tapa de la sartén.
—Piccata de pollo.
—También se ve delicioso. Ni siquiera me di cuenta que tenía los ingredientes
para prepararlo.
Me reí.
—No los tenías. Me escapé mientras estabas roncando y compré el pollo, aceite de
oliva y algunas especias. Las únicas especias que pude encontrar en tus armarios fueron
canela y pimienta roja.
—Sí. Mia era la cocinera de la casa. Eran todas suyas. Quería dejarlas aquí, pero
las metí en una caja cuando no estaba prestando atención. Imaginé que aquí se pondrían
malas.
La tomé entre mis brazos y la acerqué a mi pecho.
—¿Cómo te sientes?
—Todavía cansada. Pero mejor. ¿Cuánto tiempo dormí?
Miré mi reloj.
—Unas seis horas. Son casi las cuatro y media.
—Oh. Caray.
—¿Tienes hambre?
—Sí. En realidad, sí.
Sonreí.
—Bien. Terminaré y podremos tomar una cena temprana.
Ireland fue a lavarse y volvió mirando alrededor de la habitación.
—¿Viste mi teléfono? Creo que se rompió durante el accidente. Intenté usarlo en
la sala de emergencia y no encendía, pero estoy esperando que tal vez vuelva a la vida
cuando lo cargue.
Con el tenedor señalé una bolsa sobre la encimera.
—Te lo quité del bolso mientras estabas durmiendo y te conseguí uno nuevo. Está
en la caja de ahí. Dijeron que descargaron todo del viejo, pero puede que quieras
comprobarlo porque el tipo de ventas de Best Buy parecía tener unos quince años y
toda la transferencia de datos le llevó unos cinco minutos.
—Oh, no tenías que hacerlo.
—Quería.
Ireland estuvo callada durante toda la cena. Parecía un poco extraña, pero nunca
había estado en un accidente serio y me imaginaba que probablemente era normal estar
un poco conmocionado. Después de comer, llamó a Mia para contarle qué sucedió y
pude escucharla asustarse en el teléfono.
Después, Ireland todavía estaba callada.
—¿Segura que te estás sintiendo bien? —pregunté.
Apartó la mirada y asintió.
—¿Quieres ver una película?
Sonreí.
—¿Disney? Claro.
Ireland forzó una sonrisa.
—No esta noche. —Se sentó en el sofá y comenzó a hojear Netflix, luego Hulu y
finalmente HBO a la carta. Suspirando, me entregó el control remoto—. Elige algo.
Después del porno, prefería las películas de acción. Pero no creía que autos
chocando y cosas estallando fuese lo mejor que poner ahora mismo.
—¿Te gusta Will Smith?
—Sí.
—Cuando hay duda, Will Smith. —Dirigí el mando a la televisión y volví a Netflix.
Después de buscar por el nombre del actor, dije:
—Elige una.
Se encogió de hombros.
—Cualquiera.
No quería seguir molestándola, pero realmente parecía extraña, casi depresiva.
En búsqueda de la felicidad fue la primera película de la lista, así que elegí esa, aunque
ya la había visto. Puse los pies de Ireland sobre mi regazo y la guie para que se tumbase,
así podía darle un masaje de pies.
La película iba sobre un padre vagabundo que termina sin hogar con su hijo
mientras acepta un trabajo no remunerado en un intento de hacer algo de sí mismo y
mejorar su futuro. Era un drama, basado en una historia real y algunas partes eran
tristes. Pero en cierto punto, miré y encontré lágrimas derramándose por el rostro de
Ireland. No había hecho un sonido. Tomé el control remoto y detuve la película.
—Eh. —La levanté del sofá y la acuné en mis brazos—. ¿Qué está sucediendo?
¿Estás bien?
Asintió, pero siguió mirándose el regazo.
Le di un poco de tiempo, pero nunca hizo contacto visual o comenzó a hablar, así
que puse dos dedos bajo su barbilla y alcé su rostro para que me mirase. Lo que vi me
causó dolor en el pecho. Sus ojos estaban llenos de dolor, su rostro completamente
arrugado.
—Háblame, ¿Qué está sucediendo? ¿Tienes dolor? ¿Estás teniendo recuerdos del
accidente?
Comenzó a llorar incluso más.
—Yo… no quiero perderte.
Le aparté el cabello del rostro y deslicé las manos para acunar sus mejillas.
—¿Perderme? No vas a perderme. ¿Por qué pensarías eso?
Ireland alzó los brazos y cubrió mis manos en sus mejillas con las suyas.
—Grant… yo…
—¿Qué?
Negó y cerró los ojos.
—Estoy… embarazada, Grant.
Un minuto estoy en su apartamento, observándola dormir y pensando que
debería decirle que la amo cuando se despierte, y al siguiente estoy fuera de la puerta
como el maldito cobarde que soy.
No grité o me quejé. Tal vez estaba conmocionado… no lo sé. Pero tampoco pude
consolarla o decirle que todo iba a estar bien. Porque no lo estaba. No estaba bien para
nada.
Esperé hasta que Ireland se calmó y le dije que necesitaba irme. Quería saber
dónde iba, pero no tenía ni idea. Lo cierto era que solo necesitaba estar en cualquier
lugar excepto allí.
Hice un gesto al camarero sosteniendo mi vaso vacío en alto y sacudiendo el hielo
al que no le había dado tiempo de derretirse.
—¿Otro ya?
Saqué la cartera y quité trescientos dólares.
—Cien deberían cubrir todas mis bebidas. Los otros dos para ti si mi vaso nunca
está vacío.
El camarero, al que había comenzado a llamar Joe —aun así, no estaba seguro si
me había dicho que era su nombre o lo había inventado en mi cabeza—, llenó mi vaso.
—Lo tienes.
Me senté en el bar y bebí tres vodkas con tónica más. Nunca había sido un gran
bebedor, así que cuatro me tenían empezando a ver doble —que era exactamente el
estado que estaba buscando. El sombrío bar en el que me había guarecido a unos pocos
bloques de la casa de Ireland se había vaciado, excepto por un tipo viejo sentado al otro
extremo del bar. El camarero vino y me quitó el vaso, que todavía tenía un cuarto de su
contenido. Tiró el hielo y sirvió uno nuevo. Dejándolo frente a mí, apoyó un codo sobre
la barra.
—Por ese tipo de propina también doy un oído para escuchar la historia sobre
cualquier bajón que te trajo aquí hoy.
Alcé el nuevo vaso lleno y un poco salpicó la barra.
—Tal vez solo soy un alcohólico.
Joe sonrió.
—Nah. Tu tolerancia es una mierda.
—Tal vez solo estoy arruinado.
—Nah. Los tipos arruinados no llevan un fajo de cientos de dólares y parece que
tú lo tienes.
—¿Y qué parezco exactamente?
Joe se encogió de hombros.
—¿Quieres la verdad?
—Claro.
Miró por encima de la barra y me evaluó.
—Pantalón limpio, bonitos zapatos, polo de marca y un fajo de dinero. Pareces un
imbécil rico que probablemente creció con una cuchara de plata en la mano.
Estallé en risas que no era del tipo divertido. Cuchara de plata. Eso fue
exactamente lo que Ireland había dicho en ese primer correo electrónico que lo
comenzó todo.
Tomé más de mi bebida.
—Tal vez ambos tengan razón.
El camarero frunció el ceño. Aunque no le importó lo suficiente para preguntar de
qué demonios estaba hablando.
—Así que, nada de arruinado, ni un alcohólico, eso deja lo obvio, la razón por la
que la mitad de los tipos vienen aquí a emborracharse. Problemas en casa. ¿Tengo
razón?
Mascullé:
—Algo así.
—El problema con los problemas es que comienzan disfrazados de diversión.
Nunca lo había escuchado decir de ese modo, pero había mucha verdad en ese
comentario.
—Eres un hombre inteligente, Joe.
El camarero sonrió:
—Me llamo Ben. Pero por doscientos dólares puedes llamarme Shirley. No me
importa una mierda. Me divorcié dos veces y mi consejo probablemente no vale una
mierda. Pero ahí va de todos modos, si te hace sonreír antes de que tomes un café por
la mañana y no tienes que tomar unas cuantas copas para ponerte de humor cuando
está alrededor, es alguien a quien mantener. Consigue algunas flores de una tienda
veinticuatro horas al final de la calle, ve a casa y discúlpate. No importa quién tenga
razón o no.
Si fuese así de simple.
—Tienes razón Joe.
El camarero se enderezó.
—¿Así que vuelves a casa?
—No. Tu consejo no vale una mierda.
Grant
ónde demonios estoy?
Alcé la cabeza y se sintió como si parte de mi piel de la
mejilla se quedase en el grueso plástico sobre el que había
estado durmiendo. Me levante sobre un codo y miré alrededor,
estaba en alguna especie de sala de espera y parecía industrial.
Pero no tenía ni idea de dónde estaba o cómo demonios había llegado aquí.
—Están en el Patton State Hospital —indicó una profunda voz.
Patton. ¿Qué demonios estaba haciendo cerca de este maldito lugar? Seguí la
dirección del sonido y encontré a un hombre bien vestido sentado a unas sillas. Cerró
lo que parecía un gráfico en el que había estado trabajando y cruzó las manos sobre el
regazo.
—Soy el doctor Booth.
El nombre activó una alarma, pero me llevó un instante averiguar por qué debido
al retumbar de mi cabeza. Me senté y por primera vez me di cuenta que había estado
tumbado sobre unas sillas plegables con asientos cubiertos de plástico.
Me llevé la mano a un lado de la cabeza una vez me enderecé.
—¿Me herí?
—No que yo sepa, más de lo que supongo puede ser un poco de envenenamiento
por consumo excesivo de alcohol.
Joder. La cabeza me está matando. ¿Y qué demonios estaba haciendo en Patton?
—¿Sabe cómo llegué aquí?
—El guardia se lo preguntó cuando llegó aquí. Respondió que en Uber.
Iba a asentir, pero alzar y bajar la cabeza dolía demasiado. Busqué en mi mente,
intentando recordar los eventos de anoche. Recordaba estar en el bar y recordaba a
algún tipo ayudándome a meterme en el auto después de bloquear la puerta. ¿Joe? Tal
vez su nombre era Joe. Sí, eso era. Era el camarero y había salido con él a la hora del
cierre. Maldición… eso significa que estuve bebiendo hasta las cuatro de la madrugada.
No me extrañaba que no recordase una mierda.
—¿Nos conocimos antes? —pregunté al doctor Booth.
Sonrió.
—No. Esta es la primera vez que nos conocemos. Vino sobre las cinco y media de
la mañana y pidió ver a una de mis pacientes. Todas las visitas requieren la aprobación
del siquiatra interno. Los guardas sabían que estaba borracho y lo rechazaron. Pero me
llamaron y me hicieron saber lo que había pasado y les pedí que le dejasen dormir la
borrachera en la sala de espera, al menos hasta que la hora de visitas comenzase al
mediodía. El hospital permite visitas las veinticuatro horas del día, pero el pabellón
correccional sigue el protocolo de prisión estatal cuando se refiere a dejar entrar a la
gente.
—¿Qué hora es?
Miró su reloj.
—Las diez y cuarto.
Me pasé una mano por el cabello. Aunque tocar los mechones dolía.
—¿Entiendo que es el médico de Lily?
Asintió.
—Lo soy. Lily intentó que viniese a verla durante los primeros cuatro años de su
admisión aquí. Nunca contestó a ninguno de mis mensajes o sus cartas. Así que tenía
curiosidad sobre qué le hizo venir aquí hoy. Pero para cuando llegué aquí estaba
durmiendo.
—¿Ha estado ahí sentado durante cuatro horas esperando que me despertase?
Sonrió.
—No. Cuando vi su condición hice mis rondas de la mañana y le indiqué al guardia
que me avisase si se despertaba. Volví después de terminar para trabajar en algunos de
mis gráficos. —Señaló con los ojos una pila de gruesas carpetas marrones en la silla
junto a él.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? ¿Por qué le pedí a los guardias que le dejasen dormir o por qué
estoy aquí trabajando en mis gráficos?
Sacudí la cabeza.
—Todo ello.
—Bueno, como dije, tenía curiosidad sobre usted. Y Lily todavía es mi paciente.
Ha hecho un gran progreso a lo largo de los años, pero a menudo aprendo cosas sobre
los familiares que me ayudan en el tratamiento. La primera vez que fue admitida firmó
una liberación para que toda su información médica pudiese ser discutida con usted.
Cada año repasamos sus permisos en el archivo. Han pasado siete años y todavía no ha
revocado el permiso para que discuta su salud con usted. Así que soy legalmente libre
de discutir su caso. Aunque también puede serme de ayuda entender por qué estaba
aquí para verla hoy.
—¿Cuándo fue admitida? No fue admitida en el hospital, Doc. Fue sentenciada,
veinticinco malditos años. Y la gente que la mantiene aquí le hace las cosas fáciles.
Merece estar encerrada en una celda como todos los demás asesinos.
—Ya veo. ¿No vino aquí a hablar con ella?
Me aclaré la garganta. Tenía la garganta muy seca.
—No, no tengo deseo de verla o ayudarla. No sé qué demonios estaba pensando
anoche, o esta mañana, cuando apareciese. Pero fue un error.
El doctor Booth examinó mi rostro.
—Entiendo. Pero tal vez usted y yo todavía podríamos hablar. —Se levantó—.
¿Quiere tomar un café? Deje que al menos le dé algo de cafeína y Tylenol. Parece
que pude tomar ambos.
La idea de levantarme me dio nauseas, mucho menos subir a un taxi y hacer el
vieja de hora y media de vuelta. Me froté la nuca.
—Sí. Bien. Podría tomar un poco de café antes de salir de aquí. Solo, por favor.
El médico desapareció y volvió unos minutos después con dos tazas y un pequeño
paquete de Tylenol.
—Gracias.
Tomó asiento frente a mí y permaneció callado, observándome.
—Normalmente no hago esto. No he bebido así desde la universidad.
El doctor Booth asintió.
—¿Sucedió algo que lo provocase? Beber y aparecer aquí, quiero decir.
—Nada que tenga que ver con Lily. —O todo lo que tiene que ver con mi exesposa.
—Podemos hablar sobre lo que quiera. No tiene que ser de Lily.
Tosí.
—No, pero estoy seguro que sicoanalizaría cualquier cosa que diga para
relacionarlo con ella. ¿No es lo que hacen los loqueros? ¿Encontrar una causa para todo
lo que pasa, así hay alguien o algo a quien culpar más que su paciente? Un hombre
asesina a otro mientras le roba, su padre abusó de él, así que la culpa es del padre. No
del crack que fumó una hora antes porque es un adicto. Una mujer mata a su propio
hijo, no debería culpársela porque estaba deprimida. Todos estamos deprimidos en
algún punto de nuestras vidas, Doc.
El médico bebió de su café.
—No estaba planeando sicoanalizarlo. Imaginé que si estaba aquí, podría
necesitar alguien con quien hablar. No soy su médico, pero soy un hombre, y es otro
hombre que parece necesitar ayuda. Eso es todo.
Bueno, ahora me siento como una mierda. Me pasé una mano por el cabello.
—Lo siento.
—Está bien. Confíe en mí, no me ofendo con facilidad. Gajes del oficio. La mayoría
de la gente que aparece en mi puerta no está aquí porque quiera estar. Tampoco el
juzgado o su familia los obligó. No es extraño que me digan que me joda porque soy un
imbécil los primeros quince minutos de sesión.
Sonreí.
—Normalmente soy bueno conteniéndome durante la primera media hora de una
reunión.
El doctor Booth me devolvió la sonrisa.
—¿Puedo hacerle una pregunta personal?
Me encogí de hombros.
—Adelante. No significa que tenga que responder.
Negó.
—No, no lo es. ¿Está casado?
—No.
—¿En una relación?
Pensé en Ireland. Lo estaba. ¿O lo estoy? No tengo ni idea.
—He estado viendo a alguien, sí.
—¿Y es feliz?
Otra pregunta capciosa que no podía responder fácilmente.
—Es duro ser feliz cuando has perdido un hijo. Pero, sí… Ireland me hace feliz. —
Sacudí la cabeza—. Por primera vez en unos malditos siete años.
Doc estuvo callado por un largo tiempo de nuevo.
—¿Es posible que viniese aquí hoy porque quería perdón así puede seguir
adelante?
Sentí que las venas de mi cuello pulsaban de furia.
—Lily no merece perdón.
El doctor Booth me miró a los ojos.
—No me estaba refiriendo a Lily. El perdón es algo que tiene que encontrar por sí
mismo. Nadie puede dárselo. Sí, creo que su exesposa sufre de desorden bipolar que
hizo que su comportamiento fuese maníaco, y eso junto la severa depresión postparto
la hizo hacer algo impensable; pero no tiene que estar de acuerdo conmigo para
encontrar el perdón. El perdón no excusa el comportamiento de Lily. El perdón permite
que ese comportamiento no destruya más su corazón.
Saboreé lágrimas en el fondo de mi garganta. Había llorado suficiente los pasados
siete años. No iba a sentarme en el mismo edificio donde respiraba mi exesposa y
derramar más lágrimas. Me aclaré la garganta, esperando tragar mis emociones.
—Sé que lo dice por bien, Doc. Y lo aprecio. De verdad… Pero Lily no merece
perdón. —Negué—. Realmente debería irme. Gracias por el café y el Tylenol.
Me levanté y le tendí la mano al doctor Booth. Me la estrechó, mirándome de
nuevo a los ojos.
—No creo que quiera perdonar a Lily, creo que quiere perdonarse a sí mismo. No
hizo nada malo, Grant. Dese ese perdón y siga adelante. A veces la gente no se permite
perdonar porque tienen miedo de olvidar, perdonar y olvidar. Pero nunca olvidará a
Leilani. Solo necesita darse cuenta que hay espacio en su corazón para más que una
persona de nuevo.
—Dígale que deje de escribir cartas, Doc.
Ireland
abían pasado casi dos semanas, y aun así se sentía como un año.
Entre mi construcción y trabajo, había tenido suficiente para
mantenerme ocupada. Pero cada vez que pasaba la salida que llevaba al
muelle donde vivía Grant se sentía como arrancar una tirita de una
herida fresca.
Era casi sábado por la tarde y Mia y yo íbamos a encontrarnos para comer en
nuestro restaurante griego favorito. Me había encontrado con tráfico, así que llegué
unos minutos tarde y ella ya estaba sentada en la mesa.
—Hola. —Me deslicé en la cabina frente a ella.
Arrugó el rostro cuando me vio.
—¿Vienes del gimnasio?
—No. ¿Por qué?
Mia frunció el ceño.
—Sin ofender, pero te ves hecha una mierda.
Suspiré.
—No me apetecía peinarme. ¿Creía que el moño deshecho todavía estaba de
moda?
—Lo está. Pero el tuyo parece más un nido de ratas. Y tu camiseta tiene una
mancha gigante, y o tienes los ojos morados o no te quitaste el maquillaje de ayer.
Bajé la mirada a mi camiseta. Bien, había una macha redonda gigante. La froté.
—Anoche tomé un tarro de Ben & Jerry’s para cenar. Se me escapó de la boca
algunas veces.
Mia arqueó una ceja.
—¿Así que dormiste con esa camiseta?
—Cállate. Te he visto llevar la misma ropa durante días cuando estás enferma.
—Eso es porque estoy enferma. ¿Lo estás tú?
—No.
Hizo otro gesto de desaprobación.
—¿Entiendo que todavía no has sabido nada de Grant?
Hundí los hombros.
—No.
Mia negó.
—No puedo creer que resultase ser tan pedazo de mierda.
—No es un pedazo de mierda. Solo… realmente no quería hijos.
—¿Te tomaste todas tus píldoras?
—Sí.
—¿Grant se puso un condón cada vez que tuvieron sexo?
—Sí.
—Entonces obviamente hay veces que no podemos controlarlo. La vida no es
infalible.
—Lo sé. Pero tiene una buena razón para estar molesto. —Unos días después que
Grant se hubiese ido, le había contado todo a Mia, desde mi embarazo a la razón por la
que había averiguado que no quería hijos.
—Por supuesto que la tiene. Experimentó un trauma impensable. Lo entiendo. Así
que merecía un poco de tiempo para estar sorprendido y molesto, pero han pasado ya
casi dos semanas. ¿Qué va a hacer? ¿Fingir que no tiene un hijo y todo esto no existe?
Me había estado preguntando lo mismo últimamente. Los primeros días no llamó
ni se acercó, entendía por qué estaba molesto. ¿Pero en qué momento planeaba lidiar
con toda la realidad o la situación? Había estado muy segura que volvería--- incluso si
no quería estar conmigo o quería estar involucrado en la vida del bebé. Pensé que al
menos lo aceptaría y hablaríamos. Pero los pasados días había comenzado a perder la
última pizca de confianza en él. De ahí las cenas de helado.
—¿Podemos solo… no hablar hoy de él? Necesito un día libre de lidiar con todo.
Comamos y vayamos a ver una película como planeamos y comamos palomitas con
mantequilla y Snowcaps hasta que nos mareemos.
Mia asintió.
—Por supuesto. Claro. ¿Pero puedo decir una cosa más? Y realmente no es sobre
Grant.
Sonreí. Tan de Mia.
—Claro.
Su rostro se iluminó mientras curvaba los labios.
—Dejé de tomar la píldora.
Abrí los ojos de par en par.
—¿De verdad? pensé que tú y Christian querían esperar un año o dos antes de
tener hijos.
—Así era. Pero las cosas cambian. He estado pensando en ello desde el día que me
dijiste que estabas embarazada. Entonces, hace unos días, Christian entró al baño
mientras me estaba cepillando los dientes. Ya sabes mi rutina por las mañanas, dientes
luego la píldora. Las miró en mi mano y dijo No puedo esperar a verte embarazada. La
idea de ti con una gran barriga me excita como nunca creerías .
»Así que me giré y contesté Podría dejar de tomarlas ahora . Supongo que
esperaba que se echase atrás. Una cosa es decir que quieres ver a tu esposa embarazada
y otra querer que eso sea el mes que viene. Pero me quitó las pastillas de la mano y las
lanzó a la basura. Luego tuvimos uno rapidito en la encimera del baño.
Me reí.
—Bueno, sería increíble tener hijos de la misma edad. Pero, ¿estás preparada para
eso?
Tomó una aceituna del plato en medio de la mesa y se la metió en la boca.
—No creo que nadie esté preparado para tener hijos. Pero sí… realmente no
quiero esperar.
Tomé las manos de Mia.
—Te quiero, mi loca amiga.
—Sé que quieres dejar de hablar de esto. Así que prometo que es lo último que
diré hoy… —Me apretó la mano—. Estaré ahí para ti a cada paso del camino.
Sosteniéndote el cabello en tus nauseas matutinas y las tienes, engordando contigo,
incluso si no estoy embarazada, y a tu lado en la sala de partos si quieres tenerme allí.
No hay nada que harás sola.
Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas y me abaniqué el rostro con la mano.
—Gracias. Y ahora sigamos adelante. Me niego a llorar más.
—Lo tienes. —Tomó el menú y señaló al camarero dirigiéndose en nuestra
dirección—. ¿Crees que es un plátano lo que está llevando?
Me giré para ver qué llevaba el camarero en las manos justo cuando llegó a la
mesa, aunque no tenía idea de qué demonios estaba hablando. Lo único que tenía era
un pequeño bloc de notas y un lápiz. Pedí primero y esperé a que Mia ordenase. Pero
tomando mi menú para entregárselo, me encontré frente a frente con su entrepierna y
me di cuenta que no había estado hablando de algo en sus manos. Era en su pantalón.
Amplié los ojos y tuve que volver a alzar el menú sobre mi rostro para esconder
mi sonrisa. En serio, el hombre tenía una erección o tenía que estar apretado me reí y
tuve que forzarlo en una tos, así no me reía frente al camarero mientras le devolvía el
menú.
—¿Está bien? —preguntó él.
Tomé el agua de la mesa y me la llevé a los labios.
—Bien. Solo tragué por el conducto equivocado.
Después que se fuese, ambas nos reímos durante unos cinco minutos. Era la
primera vez en casi dos semanas que me había reído de verdad y me hizo sentir como,
si tal vez, solo tal vez, pudiese pasar por esto por mi cuenta s tuviese que hacerlo.
Los azulejos del baño resultaron hermosos. Había terminado de barrer después
que el contratista se fuese y permanecí admirándolo. El mármol envejecido que el tipo
de Home Depot me había recomendado daba el aspecto rústico que realmente iba bien
con la sensación de casa del lago que estaba buscando.
Desafortunadamente pensar en ese contratista me recordó a Grant, había estado
celoso del tipo de la construcción que solo estaba siendo amable en esa tienda. ¿Cómo
pasa uno de estar celoso y desaparecer de la vida de alguien en el espacio de unas pocas
semanas? Y no me hagan comenzar con el tonteo que había sucedido en esta habitación
cuando se había pasado el día ayudándome.
Todo me recordaba a Grant; mi apartamento, trabajo, incluso la construcción en
mi casa. Inconscientemente bajé la mano y me cubrí la barriga. Dándome cuenta de lo
que había hecho, suspiré. Estaba en todas partes, incluso dentro de mí. ¿Cómo demonios
se suponía que escapase de ello?
Me dolía la cabeza de tanto pensar, y me dolía el corazón en el pecho. Había
decidido que si no sabía nada de Grant para mañana por la mañana, lo que haría dos
semanas completas, iba a ir a verlo a su oficina. Si no íbamos a ser una pareja eso era
una cosa, pero necesitaba saber si planeaba formar parte de la vida del su hijo.
Miré alrededor del baño una última vez y apagué la luz. Vacié el polvo en la bolsa
de basura de la cocina y dejé la escoba contra la puerta. Los últimos rayos de sol del día
atravesaban las ventanas de la sala de estar adyacente y pensé que podía caminar hasta
el lago para ver la puesta de sol; otra cosa que me recordaba a Grant, aunque me negaba
a dejar que me quitase la belleza de la puesta de sol.
Mi terreno estaba a unos tres bloques del lago, pero había un camino directo
pavimentado. Una de las parcelas cercana en la orilla del lago no había sido vendida
aún, así que me senté en la hierba al borde del lago en esa propiedad y observé mientras
el cielo se volvía de tonos naranja.
Cerré los ojos, tomé unas cuantas respiraciones profundas y me rodeé las rodillas
con los brazos. Escuché un tintineo detrás de mí, pero estaba tan perdida en mis
pensamientos que no registré ese sonido hasta que casi fui derribada por un perro. Un
adorable cachorro de Golden retriever comenzó a lamerme el rostro. Me hizo sonreír y
reír.
—No eres lindo. ¿de dónde viniste?
Unos segundos después, llegó la respuesta:
—¡Abajo, chico!
Me congelé, escuchando la profunda voz de Grant detrás de mí.
No pude obligarme a darme la vuelta hasta que sentí la vibración de pasos junto a
mí en el suelo.
—¿Grant?
Solo viendo su rostro hacía que el corazón me latiese de forma salvaje. Alcé la
mano para taparlo y sentí los latidos debajo.
—Lo siento —dijo—. No quería asustarte.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a hablar contigo. Vi tu auto en la casa, pero necesitaba un minuto para
aclararme la mente. —Señaló tras él—. Así que estacioné ahí. No quería interrumpirte.
Cuando abrí la puerta del auto, saltó sobre mí y huyó como un bandido corriendo en
esta dirección.
—¿Él? ¿Quieres decir que el perro vino contigo?
Asintió.
—Sí. Es mío.
El perro vio algunos pájaros a unos metros y corrió a perseguirlos.
—Será mejor que le ponga la correa.
Grant lo siguió, logrando enganchar el collar del perro cuando saltó sobre él.
Observé, sintiéndome muy confusa. ¿Tenía un cachorro? ¿Cuándo sucedió eso?
Volvió con el perro en una larga correa, y por primera vez, estudié cómo se veía.
Mi reacción probablemente fue similar a la de Mia cuando me echó un vistazo el otro
día. Grant se veía terrible, o tan terrible como posiblemente podía, lo que en ese
momento realmente me enojó, porque su forma terrible todavía era mucho mejor que
el mejor aspecto de muchos hombres. Tenía ojeras, tenía el cabello despeinado, la ropa
era un desastre arrugado y su piel tenía un tono cetrino.
Mi primer instinto fue preguntar si estaba bien, pero entonces recordé lo mal que
yo había estado el último par de semanas y cuánto le había importado. Así que me giré
y enfrenté el lago.
—¿Qué quieres? —dije.
Estuvo callado, pero lo sentí de pie detrás de mí.
—¿Te… te importa si me siento?
Tomé una brizna de hierba frente a mí y la lance.
—Lo que sea.
Grant se sentó junto a mí. Su perro comenzó a cavar un hoyo a unos metros y
ambos lo miramos. Me negué a mirarlo, aunque sentía la atracción que siempre
experimentaba cuando estaba cerca de él, justo desde el principio.
—¿Cómo te sientes? —preguntó suavemente.
Apreté los labios.
—Sola. Asustada. Molesta. Decepcionada.
Sentí su mirada en mi rostro, pero todavía no giré la cabeza.
—Ireland —susurró—. Mírame. Por favor.
Me giré con mi mejor mirada gélida, pero una mirada a sus ojos me suavizó. Dios,
soy una idiota.
—Lo siento mucho. —El dolor en su voz era palpable—. Lo siento mucho por huir.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Pero todavía me negué a derramar ninguna
por él. Así que pestañeé y bajé la mirada hasta que pude contenerlas.
»No hay excusa para lo que hice. Pero me gustaría hablarte sobre Leilani si te
parece bien. No justifica la forma en que te traté, pero puede ayudar a que entiendas
por qué hice lo que hice.
Ahora tenía mi atención. Lo miré con una sonrisa triste y asentí.
Grant se tomó unos minutos para poner orden a sus pensamientos y luego habló
suavemente:
—Leilani May nació el cuatro de agosto. Pesó tres kilos ochocientos gramos. —
Sonrió—. Perfecta. Tenía unos grandes ojos azules tan oscuros que casi eran violetas.
Pops la apodó Índigo por ello. tenía una mata de cabello oscuro que parecía una peluca.
Se detuvo y repentinamente olvidé mi enfado. Alcanzándolo, tomé su mano y le di
un apretón.
—Suena hermosa.
Grant se aclaró la garganta y asintió.
—La única vez que realmente lloraba era cuando necesitaba que la cambiasen. Y
le encantaba ser arropada tan fuertemente que no podía mover los brazos. —Se
detuvo—. Y le encantaba cuando yo le olía los pies y le decía que apestaban. Dicen que
la mayoría de bebés no sonríen realmente hasta que son unos cuantos meses más
mayores, que es solo un acto reflejo. Pero Leilani, me sonreía.
Grant se quedó callado de nuevo. Esta vez fue él quien apartó la mirada. Miró hacia
el lado y el sol poniéndose. Observé su rostro pasar de la alegría a ensombrecerse, así
que supe que necesitaba prepararme para la siguiente parte de su historia.
Su voz fue apenas un susurro cuando comenzó a hablar de nuevo:
—Te había contado que Lily fue puesta en acogida con mi familia. Durante los años
pasó de casa de su madre a la nuestra. Su madre tenía una enfermedad mental y el
estado intervendría y se la llevaría al menos un año cuando su madre dejaba de tomar
la medicación. Lily siempre fue diferente. Pero no lo reconocí por lo que era hasta que
éramos mayores. Y para entonces, fue demasiado tarde. Estaba enamorado de ella.
Una punzada de dolor se alzó en mi interior, aunque era ridículo.
Gran agachó la cabeza.
»Los médicos dicen que es bipolar como su madre. Y eso mezclado con la
depresión postparto hizo que ella… —Negó y se le rompió la voz—: Ella…
Oh, Dios mío. ¡No!
Grant había dicho que fue un accidente, pero no… no esto. Por favor, Dios, no. No
hagas que tuviese que enfrentar algo tan inconcebible. Me levanté de mi lugar para
arrodillarme entre sus piernas y tomé sus mejillas entre mis manos. Tenía los ojos
cerrados, pero las lágrimas se deslizaban por su rostro.
Tragó saliva y la mirada de dolor que tenía me atravesó. Se sentía como si alguien
me hubiese clavado un cuchillo en el pecho.
Grant negó.
»Estábamos discutiendo. Me quedé dormido. Debería haberlo sabido mejor.
Cuando me desperté, Lily estaba sentada en el porche llorando y Leilani se había ido.
Ella… la lanzó… —comenzó a sollozar.
Lo llevé a mis brazos.
—Shh. Está bien. No necesitas decir más. Lo siento mucho, Grant. Lo siento mucho.
Permanecimos así durante mucho tiempo, ambos llorando y sosteniéndonos el
uno al otro como si nuestras vidas dependiesen de ello. en ese momento, pensé que tal
vez él lo hacía. Tal vez necesitase sacar esto para que su vida siguiese adelante.
Con el tiempo, se echó hacia atrás y me miró a los ojos.
—Siento mucho haberte abandonado. No lo merecías. Y nunca lo haré de nuevo.
Lo prometo.
Era un desastre emocional, temía creer que me estuviese diciendo más de lo que
decía; temía alzar mis esperanzas de que esa disculpa fuese una promesa de futuro y no
solo una explicación del pasado.
Me miró a los ojos.
—Lo siento mucho, Ireland. Me he sentido enterrado estos pasados siete años,
enterrado en la oscuridad del suelo, hasta que te conocí. Me hiciste pensar que tal vez
no había sido enterrado, después de todo, sino plantado en el suelo a la espera de crecer
de nuevo.
Tomé una bocanada de aire para detener mis lloros.
—Por favor, no te disculpes más. Lo entiendo. Siento que esto nos sucediese y
despertase todos esos recuerdos difíciles.
Grant negó.
—No. No digas eso. No lo sientas por estar embarazada. Yo no lo estoy.
—¿No lo estás?
Negó de nuevo.
—Estoy increíblemente asustado. No siento que merezca otro hijo. Me preocupa
que algo vaya a suceder de nuevo. Pero no siento que vayas a tener a mi bebé.
La esperanza floreció dentro de mí.
—¿Estás seguro?
Grant acercó mi rostro al suyo hasta que nuestras narices se estaban tocando.
—Te amo, Ireland. Creo que lo hice desde la primera vez que me viniste con esa
actitud en esa cafetería. Y he intentado luchar a cada paso del camino, pero me es
físicamente imposible no amarte. Confía en mí, lo he intentado tanto como podía. He
dejado de luchar contra ello. Quiero amarte.
Todas mis lágrimas regresaron. Solo que esta vez había mezcladas algunas de
felicidad.
—Yo también te amo.
El perro de Grant dejó de cavar su hoyo y comenzó a intentar lamerme el rostro
de nuevo. Sorbí por la nariz y me reí.
—Tu perro es tan insistente como tú.
—No es mi perro.
Me eché hacia atrás.
—¿Qué? ¿Pero tienes su correa y dijiste que lo era?
—Spuds es tu perro, y lo quieres.
Spuds. Oh, Dios mío. Recordaba lo que había dicho que quería Dos o tres hijos de
edad cercana, tal vez un Golden retriever llamado Spuds… una casa realmente llena .
Nos sentamos en la hierba, besándonos y diciéndonos que nos amábamos una y
otra vez. Con el tiempo, el sol se puso y las estrellas salieron. Apenas podía seguir viendo
el lago.
Grant me acarició el cabello.
—Fui a visitar a Leinlani cada día durante la semana pasada. Algunos días me
sentaría inclinado contra su lápida desde el alba al anochecer. No fue bonito.
Definitivamente asusté a alguna gente visitando tumbas cercanas. Pero no había estado
allí desde su funeral. Simplemente no podía obligarme a ir. En cambio, permanecí en
ese maldito bote así cada día recordaba el peor día de mi vida. Era imposible seguir
adelante viviendo donde sucedió. Estaba manteniendo los recuerdos de mi hija vivos,
pero ninguno de los buenos en lo que me debería estar centrando.
Se detuvo y tomó una profunda respiración:
»Una mañana terminé en el hospital siquiátrico donde Lily vive y hablé con su
médico. Había estado perdido durante mucho tiempo y supongo que pensé que
necesitaba algo de ellos para seguir adelante. Pero resultó que no. Necesitaba algo de ti.
Miré a Grant a los ojos.
—Cualquier cosa. ¿Qué puedo hacer?
Sonrió, una media sonrisa ladeada y adorable que me decía que había esperado
mi respuesta.
—Dame otra oportunidad.
7
What to Expect While You're Expecting: Qué Esperar Mientras Esperas.
Hizo clic e imprimió unas cuantas hojas más en los siguientes cinco minutos.
Cuando terminó, le dio a Ireland una toalla de papel para limpiarse el vientre.
Asintiendo, dijo―: Las mediciones se ven muy bien. Podemos verte de nuevo aquí
en un mes, y esperamos que sigas teniendo un embarazo sin náuseas matutinas.
―Extendió uno de los pequeños trozos de papel con el latido del corazón del bebé que
había impreso desde la máquina de ecografía―. Pensé que te gustaría quedarte con esto,
papá.
―Me gustaría. Gracias. Siento haberme puesto sentimental.
Me hizo señas para que me fuera. ―No hay necesidad de disculparse. Este es un
gran momento en tu vida con muchos cambios. Ríndete y ve con el momento. Disfruta
de los momentos felices, aunque vengan con algunas lágrimas.
―Lo haré. Gracias, Doc.
El doctor Warren cerró la puerta tras él, e Ireland empezó a vestirse. Había estado
pensando mucho últimamente y decidí que el consejo del doctor era acertado.
Necesitaba ir con el momento, y este momento nunca se había sentido tan bien. El hecho
de que tuviera la caja en el bolsillo hacía que pareciera el destino, si me lo preguntan.
Ireland se abrochó los pantalones y envolvió la bata de papel que había estado
usando. Se giró para tirarlo a la basura, y cuando se volvió, yo estaba...
...de rodillas.
Sus ojos se abrieron mucho y sus manos volaron para cubrir su boca. ―¿Qué estás
haciendo?
Busqué en mi bolsillo y saqué una sucia y vieja caja blanca. ―Había planeado darte
esto en unas semanas, no hoy. Pero escuchaste lo que el doctor dijo Ríndete y ve con el
momento'."
―Grant... oh mi Dios.
Tomé su mano y levanté la caja. ―Este era el anillo de mi abuela. Iba a poner la
piedra en su sitio y a ponerla en una bonita y nueva caja. Pero... ―Sacudí la cabeza―.
Pero no quería esperar. El momento se siente bien. ―Abrí la vieja caja y le mostré a
Ireland el contenido. No era el anillo más grande ni el más brillante, pero estaba lleno
de tanta historia y esperanza―. La semana pasada, después de que fuimos a contarle a
Pops lo del bebé, mi abuela llamó al día siguiente y me pidió que fuera solo. Los dos me
sentaron y me dijeron que querían que te diera esto cuando fuera el momento
adecuado. Era de mi bisabuela, luego de mi abuela y luego de mi madre.
―Es hermoso, Grant.
―Lo curioso es que nunca supe que mi madre, mi abuela y mi bisabuela habían
compartido el mismo anillo. Mi madre falleció antes de que me casara con Lily, y no me
habían dado el anillo entonces. Tenía curiosidad por saber por qué ahora, así que
pregunté. ¿Sabes cuál fue la respuesta?
―¿Qué?
Levanté el pequeño papel que el doctor me había dado. ―Pops dijo que me habías
dado un latido de corazón otra vez. Y sabía que eras mi para siempre.
Ireland empezó a llorar. ―Eso es hermoso.
Saqué el anillo de la caja. ―Ireland Saint James, sé que nos conocemos desde hace
menos de un año, pero nunca pensé que encontraría a alguien a quien amar como te
amo a ti. No sólo me enamoré de ti, me enamoré de la vida contigo a mi lado. ¿Entonces
te casarías conmigo? Podemos conseguir un anillo diferente, o fijar una fecha dentro de
un año si no estás lista. Nada de eso es importante. Todo lo que quiero saber es que
pasarás el resto de tu vida conmigo.
Ireland prácticamente me derribó envolviéndome con sus brazos y su cuerpo.
―¡Sí! ¡Sí! Lo haré. Y el anillo es hermoso. No necesito nada más. Y no necesito un año.
Todo lo que necesito es a ti.
Grant
e senté en la cubierta trasera de Leilani yo solo. La bahía estaba
misteriosamente tranquila esta tarde, lo que parecía apropiado en
este momento. Sentí la misma extraña calma que el agua, aunque
esperaba sentir lo contrario en este día. Despedirme de este barco era
mucho más que dejar un lugar en el que había vivido durante años. Aunque no iba a
ninguna parte ―no mientras Pops siguiera queriendo visitarla. Pero era hora de que yo
siguiera adelante. Tiempo de dejar de empezar y terminar mi día con los recuerdos que
siempre me perseguirían, y tiempo de empezar a hacer otros nuevos ―unos llenos de
felicidad. Sólo había una cosa más que necesitaba hacer.
Respiré hondo y cogí el bolígrafo y el papel que había dejado cuando empaqué las
últimas cosas. Un sobre sellado estaba en el banco de al lado, uno de los miles que había
recibido y tirado a lo largo de los años. Pero hoy, cuando llegó mi carta diaria, la metí
en mi bolsillo en lugar de tirarla a la basura. No tenía intención de leerla, pero
necesitaba la dirección del remitente hoy.
Más de tres mil de estos sobres han tenido que ir y venir desde que conocí a Lily a
los catorce años. Tuve el poder de detenerlos en cualquier momento ―pero nunca lo
hice― y ahora no estaba seguro de por qué. Tal vez quería el recordatorio diario como
parte de mi castigo. Quizás quería que Lily tuviera el mismo recordatorio diario de lo
que había hecho cada vez que cogía un bolígrafo. Tal vez estaba tan jodido de la cabeza
que temía no pensar en mi hija sin esa carta diaria. No lo sé. Pero cualquiera que sea la
razón, hoy era el día en que terminaba.
Miré alrededor por última vez, imaginando a Lily de pie en la cubierta esa noche.
Había visto esa imagen en mi mente miles de veces antes. Apretando los ojos con fuerza,
me tragué el sabor de la sal en mi garganta antes de finalmente levantar el bolígrafo
hacia el papel.
Lily,
No sé cómo perdonarte.
Tal vez ya debería haber encontrado a Dios o algo así ―encontrar alguna manera
de aceptar lo que hiciste y hacer las paces con la idea de que no fue tu culpa. Pero no lo he
hecho. No se trata de eso en esta carta.
Necesito decirte que lo siento.
Siento haberme quedado dormido esa noche.
Siento no haber visto la profundidad de lo que estabas pasando y haber llevado a
Leilani lejos.
Siento haber puesto lo que necesitabas por encima de lo que necesitaba nuestra
pequeña.
Siento no haberlo visto venir.
Siento no haber protegido a nuestra pequeña.
Lo jodí todo. La jodí, Lily.
He pasado los últimos siete años evitando a cualquiera que pudiera amar. Porque
pensé que cuando te enamoras, te vuelves ciego a los defectos de esa persona y sólo ves lo
que quieres. Tenía miedo de no volver a ver quién es alguien. Pensé que podía controlar a
quien amaba.
Hasta Ireland.
Ireland me hizo darme cuenta de que no tenemos elección de quién nos
enamoramos. Nos enamoramos por casualidad. Pero seguir enamorado y hacer que
funcione no es algo que suceda por casualidad ―es una elección. Y he elegido amar a
Ireland.
Por eso, escribo hoy para decirte que me he enamorado de otra persona y para
pedirte que dejes de escribir. Quién sabe, tal vez te ayude a seguir adelante, también.
Ojalá pudiera decirte que encontré una forma de perdonarte. Pero aún no lo he
hecho. Tal vez algún día eso suceda. No es algo que pueda forzar. Tengo un largo camino
por recorrer y mucha curación por hacer, pero he decidido que perdonarme a mí mismo
podría ser el mejor lugar para empezar. Así que, aunque no soy capaz de abrir
completamente mi corazón y concederte el perdón, te pido que me perdones. Necesito
seguir adelante. Quiero dejar de odiarme a mí mismo y trabajar para encontrar la paz.
Eso comienza con nosotros.
Por favor, perdóname. Algún día espero devolver el regalo del perdón.
No más cartas.
Adiós, Lily.
Grant
Ireland
Quince meses después…
―
odavía no puedo creer que hayas hecho todo esto. ―Miré
por la ventana y vi a un equipo de personas colgando luces
en las palmeras y colocando una pista de baile de madera
sobre la arena. Grant se acercó por detrás de mí y me rodeó
con sus brazos por la cintura. Me besó el hombro desnudo.
―No haces fácil sorprenderte.
Grant y yo nos habíamos casado cuando estaba embarazada de cinco meses. Una
gran fiesta no era importante para ninguno de los dos, y no quería caminar por el pasillo
con un chichón gigante. Así que fuimos al ayuntamiento y lo hicimos oficial en silencio.
Pero siempre se había sentido culpable de que no tuviéramos una gran celebración, así
que para nuestro primer aniversario de boda, Grant me sorprendió con un viaje al
Caribe para renovar nuestros votos. Cuando entré en el hotel no tenía ni idea de que
también había llevado a todos nuestros amigos y familiares.
Y ahora un equipo de veinte personas estaba ocupado preparando la renovación
de los votos al atardecer en un lugar que una vez le describí como mi boda ideal:
palmeras iluminadas con luces de té en la playa al atardecer. Incluso había arreglado
que Mia y yo fuéramos a una tienda de bodas en la isla y escogiéramos los vestidos
cuando llegamos hace dos días. Lo cual no fue fácil, considerando que Mia estaba
embarazada de seis meses.
Giré en los brazos de mi marido y le coloqué las manos alrededor del cuello. ―Esto
es increíble. Gracias por hacer todo esto. Todavía no puedo superar cómo lo lograste
sin que lo supiera.
Me frotó el labio inferior con el pulgar. ―Cualquier cosa por esta sonrisa. Además,
tenía un motivo oculto. Como Mia está al lado, va a quedarse con Logan por nosotros
esta noche. No te he tenido toda para mí en mucho tiempo.
―Siempre se trata de sexo contigo, ¿no? ―me burlé.
―Todavía estoy recuperando el tiempo perdido, cariño.
Cuando estaba embarazada de siete meses de Logan, entré en un parto prematuro.
Los médicos pudieron detenerlo, pero me pusieron en reposo en cama y restringieron
toda actividad sexual. Eso significaba que habíamos pasado los dos meses antes del
parto y seis semanas después del mismo sin sexo. Grant no bromeaba cuando dijo que
todavía estaba tratando de compensar el tiempo perdido ―habíamos sido como
adolescentes cachondos los últimos meses. Por lo que también tenía una sorpresa para
él hoy.
―Tengo algo que mostrarte ―dije.
Grant sonrió con una sonrisa malvada y me apretó el culo. ―Yo también tengo algo
que mostrarte.
Me reí en voz baja. ―Estoy hablando en serio.
Mi esposo tomó mi mano y la deslizó desde su cuello hacia abajo sobre una
erección de acero, guiando mis dedos para agarrar. ―Yo también hablo en serio.
Me hice una prueba de embarazo mientras Mia y yo estábamos de compras en la
isla ayer y guardé el palo para sorprender a Grant. Era un padre increíble para nuestro
hijo, Logan, pero estaba todavía un poco nerviosa para decírselo por la reacción que
tuvo la primera vez que me quedé embarazada. Era una tontería, lo sabía, sobre todo
porque habíamos acordado no usar anticonceptivos y pasamos mucho tiempo
practicando cómo hacer un bebé. Pero sin embargo, quería sacármelo de encima.
―Siéntate un minuto. Ahora mismo vuelvo.
Grant hizo pucheros, pero me soltó para que pudiera ir al baño. Había escondido
la prueba en mi estuche de maquillaje bajo el lavabo en la bolsa de plástico donde había
entrado. Metiéndola en el bolsillo de mi short, volví al dormitorio y encontré a Grant
quitándose la camiseta. Mi corazón se apretó al ver el tatuaje que se había hecho en su
pecho unos días antes de nuestra boda el año pasado.
Pasé mi dedo por encima de él. Grant había conseguido la copia del primer latido
del corazón de Logan, el que el doctor le había dado durante nuestra primera ecografía,
tatuado en su pecho, junto con las palabras del cartel que colgaba sobre mi cama: No
llueve. No hay flores.
Besé el tatuaje. ―Me encanta este día tanto como el día en que te lo hiciste. Pero
algo está mal. Creo que vas a tener que volver y añadir un poco de tinta para arreglarlo.
Las cejas de Grant se juntaron cuando miró su pecho. Tiró de la piel para ver
mejor. ―¿Qué tiene de malo?
Tomé el palo de mi bolsillo. ―Sólo tiene el latido de un bebé.
La frente de Grant se frunció y sus ojos se abrieron rápidamente. ―Tú estás...
Asentí. ―Embarazada otra vez.
Grant cerró los ojos, y durante unos largos segundos, contuve la respiración.
Cuando los abrió, sólo hizo falta una mirada para ver la alegría en sus ojos.
Sonrió. ―Estás embarazada. Mi esposa está embarazada otra vez.
Sonreí. ―Sí. Supongo que eso es lo que pasa cuando tu marido es insaciable.
Grant me levantó del suelo y me hizo girar. ―Te amo embarazada. Amo tu gran
barriga. Y tus grandes tetas. Incluso me encanta afeitarte las piernas cuando ya no
puedes agacharte. Me diste la vida de nuevo, Ireland, y el hecho de que estés
embarazada es una prueba de ello.
―Es la cosa más dulce que alguien me ha dicho nunca. Bueno, menos el comentario
de las tetas.
Grant sonrió. ―Bien. Porque es la verdad. Ahora pon tu culo embarazado en la
cama para que pueda darte mi regalo.
Fin
Vi Keeland es la autora número 1 del New York Times, del Wall Street
Journal, y la autora éxito en ventas de USA Today. Con millones de libros vendidos, sus
títulos han aparecido en más de cien listas de Bestsellers y actualmente están
traducidos a veinticinco idiomas. Reside en Nueva York con su marido y sus tres hijos,
donde vive felizmente con el niño que conoció a los seis años.