La película 12 hombres sin piedad narra la historia de un jurado de 12 hombres que deben decidir si un joven es culpable o inocente de matar a su padre. Al principio parece un caso sencillo, pero uno de los jurados, interpretado por Henry Fonda, plantea dudas razonables sobre el caso. A través de un debate intenso en la sala de deliberaciones, donde se desarrolla casi toda la película, el personaje de Fonda va convenciendo a los demás jurados de que las pruebas no son concluyentes, desmontando sus
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La película 12 hombres sin piedad narra la historia de un jurado de 12 hombres que deben decidir si un joven es culpable o inocente de matar a su padre. Al principio parece un caso sencillo, pero uno de los jurados, interpretado por Henry Fonda, plantea dudas razonables sobre el caso. A través de un debate intenso en la sala de deliberaciones, donde se desarrolla casi toda la película, el personaje de Fonda va convenciendo a los demás jurados de que las pruebas no son concluyentes, desmontando sus
La película 12 hombres sin piedad narra la historia de un jurado de 12 hombres que deben decidir si un joven es culpable o inocente de matar a su padre. Al principio parece un caso sencillo, pero uno de los jurados, interpretado por Henry Fonda, plantea dudas razonables sobre el caso. A través de un debate intenso en la sala de deliberaciones, donde se desarrolla casi toda la película, el personaje de Fonda va convenciendo a los demás jurados de que las pruebas no son concluyentes, desmontando sus
La película 12 hombres sin piedad narra la historia de un jurado de 12 hombres que deben decidir si un joven es culpable o inocente de matar a su padre. Al principio parece un caso sencillo, pero uno de los jurados, interpretado por Henry Fonda, plantea dudas razonables sobre el caso. A través de un debate intenso en la sala de deliberaciones, donde se desarrolla casi toda la película, el personaje de Fonda va convenciendo a los demás jurados de que las pruebas no son concluyentes, desmontando sus
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‘12 hombres sin piedad’
Análisis
Jenifer Muñoz Molano
Instituto politécnico José celestino mutis
Investigación judicial y criminalística
Neiva (Huila) 2020
ANÁLISIS ‘12 hombres sin piedad’ narra la historia de los componentes de un jurado, doce hombres, que se retiran a reflexionar sobre lo que parece un sencillo y claro caso de asesinato (un chico ha matado a su padre). Cuando parece que no van a tardar demasiado en decidir un veredicto, uno de ellos no lo tiene tan claro, tiene lo que se llama duda razonable, aquella que si surge es necesario e imprescindible dictaminar que el acusado es inocente (su vida depende de la decisión de estos doce hombres). Expondrá sus argumentos y pedirá una nueva votación para ver si alguien más se lo ha pensado. Poco a poco las dudas comienzan a surgir.
Prácticamente toda la acción de ‘12 hombres sin piedad’ transcurre en la sala de
deliberación, exceptuando el prólogo y el epílogo. En hora y media se va creando una sensación de claustrofobia acorde con la psicología de los personajes. Con este sencillo truco, el espectador se ve inmerso en una historia sobre la que apenas tiene datos, pero que se van descubriendo, desvelándose con ello las distintas personalidades de los sujetos que decidirán si el chico vive o muere. Uno a uno van descubriendo sus cartas, y enseguida nos damos cuenta de aquéllos a los que verdaderamente les preocupa el caso y se toman con seriedad la responsabilidad que ha recaído sobre ellos, y a los que todo les importa un
Comino. Un claro reflejo de la vida real, ¿realmente todos los jurados del mundo actúan como debieran?
Los doce componentes del mencionado jurado representan al ser humano en
general. Acertado es el detalle de que no sabemos la mayoría de sus nombres; o bien se dirigen a ellos por su número de miembro del jurado, o bien por su profesión. Hay desde un arquitecto (el primero en hacer saltar la liebre) hasta un publicista, pasando por un entrenador de fútbol, un contable, un vendedor, etc. Gente de a pie normal y corriente con la que es muy fácil identificarse, salvo quizá la del arquitecto, pues parece poseer la verdad absoluta, algo que si existe es muy difícil de alcanzar. Un hombre recto, reflexivo, compasivo, inteligente, y que su inquietud le hace pensar más que los demás, algo que hará que los acontecimientos venideros tomen un curso bien distinto. Un curso en el que prejuicios de todo tipo salen a flote antes de que llegue el inevitable final, y todo porque la mayoría de los personajes, son incapaces en principio de dejar a un lado las experiencias personales (uno de ellos es racista con la gente de igual condición social que el acusado sólo porque ha tenido un par de encontronazos con ellos). Todos esos puntos de vista son desmontados cada vez que uno se va uniendo a la causa que el arquitecto (¿es casualidad que la profesión del personaje más llamativo sea la de alguien que hace planos, la base de toda construcción?) encabeza. Y el espectador se conmueve ante cada nueva pista descubierta, ante cada nuevo desmoronamiento de los prejuicios que todos poseemos. Al final queda la verdad, se ha hecho justicia y la sensación de haber hecho lo correcto, aunque para llegar a ello cada uno ha tomado caminos distintos.
En la película se han estudiado en clase temas como el conformismo y la
influencia de la mayoría, minoría en el caso de esta película. Los aspectos que parecen más relevantes para la película son los siguientes: Supuestamente, el jurado elegido para resolver este caso debe ser imparcial y, sin embargo, guiarse por prejuicios o pasiones, llamándolo así, y condenado. Nuestro sistema judicial, por el contrario, dice lo siguiente: "Toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario". Sin embargo, la sociedad actual hace lo contrario. En este caso, el niño parece culpable, las pruebas lo enfocan de esa manera. El debate del jurado está desglosando gradualmente estas evidencias, hasta llegar a una "duda razonable", suficiente, según la ley, para declararlo inocente. Dicho esto, el aspecto más relevante de la película es la conformidad reflejada en los miembros del grupo, excepto el protagonista. Este conformismo se debe a que una vez que los hombres son guiados por pruebas simples y no siguen el camino de la reflexión, un camino que sí sigue al protagonista. El protagonista con la fuerza de la lógica y el diálogo convence al resto del jurado de la posible inocencia del niño, desmoronando los argumentos que eran contradictorios entre sí. A favor:
Ante los doce miembros de un jurado, un magistrado da por finalizado el juicio a
un joven de 18 años por haber matado a su padre, y les pide que se retiren a deliberar el veredicto. Si es culpable, será enviado a la silla eléctrica por homicidio en primer grado. La cara del acusado se superpone sobre la sala a la que todos acuden a reflexionar su dictamen y donde se desarrolla el resto de la película. Cuatro paredes para que una docena de hombres decidan sobre lo que al principio parece un caso sencillo de culpabilidad. Pero hay uno de ellos, el número 8, interpretado por Henry Fonda, que tras la primera votación manifiesta su desacuerdo, no por creer en la inocencia del muchacho, sino por tener dudas y considerar justo que se debata sobre la cuestión, debido a que la vida del acusado está en sus manos.Contra el poder de la mayoría, la falta de ética y de responsabilidad, y la intolerancia, el personaje de Fonda ofrece una visión alternativa sobre los testimonios, el arma del crimen y los indicios, poniendo ejemplos, argumentando y consiguiendo extender dudas razonables conforme avanza el tiempo y aumenta la tensión, el humo de los cigarros y el sudor de las camisas. El guion se sirve de múltiples personalidades, dogmas y situaciones personales para configurar un crisol humano lo más variado posible y en paralelo, asistimos a una narración visual que juega con todas las posibilidades técnicas de un espacio cerrado. realizando auténticas maravillas con los planos y jugando a colocar a los doce hombres en diferentes posiciones, como en un tablero de ajedrez. No hay concesiones a la comodidad del espectador. La ambigüedad de los hechos queda tan sumamente diseccionada que no hay forma de saber si el acusado es o no culpable. Y no hay otro objetivo más allá de ese dato. Se trata, como dice el miembro número 8, de “una verdad que nunca conoceremos” y que tan solo obliga al resto de personajes (y a nosotros) a tener agallas para decidir lo que sería justo en un caso así. No decidir conforme a influencias externas, dogmas, simplificaciones o estereotipos, una misión casi imposible todavía en la actualidad, por la propia naturaleza del ser humano, inasequible a una justicia plenamente eficaz.