Los Vettones PDF
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I.S.B.N.: 978-84-95983-16-9
Printed by Publidisa
BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGICA HISPANA 1
LOS VETTONES
por
JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
2.ª edición
PUBLICACIONES
DEL
GABINETE DE ANTIGÜEDADES
CONSEJO CIENTÍFICO
Presidente:
Prof. Dr. JOSÉ MARÍA BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, de la Real Academia de la Historia
Secretario y editor:
Prof. Dr. MARTÍN ALMAGRO-GORBEA, Académico Anticuario de la Real Academia de la Historia
Vocales:
Prof. Dr. JUAN MANUEL ABASCAL PALAZÓN, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrático de Historia
Antigua de la Universidad de Alicante
Dr. JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Director del Museo Nacional
de Arte Romano, Mérida
Dr. MIGUEL BELTRÁN LLORIS, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Director del Museo de Zaragoza
Prof. Dr. MANUEL BENDALA GALÁN, Catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid
Prof. Dr. GERMÁN DELIBES DE CASTRO, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Valladolid
Prof. Dr. GUILLERMO FATÁS CABEZA, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad de Zaragoza
Prof. Dr. FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ NIETO, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrático de
Historia Antigua de la Universidad de Valencia
Prof. Dr. LUIS A. GARCÍA MORENO, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad de Alcalá de Henares
Prof. Dr. MAURO HERNÁNDEZ, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alicante
Prof. Dr. MARC MAIER, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrático de Lengua Latina de la
Universidad de Barcelona
Prof. Dr. JOSÉ REMESAL, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrático de Historia Antigua de la
Universidad de Barcelona
Prof. Dr. GONZALO RUIZ ZAPATERO, Catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid
Dr. MANUEL SANTONJA, Director del Museo de Salamanca
ÍNDICE
Página
PRESENT ÁCIÓN 9
PRÓLOGO ......................................................................... 13
Página
2.3. La cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
2.3.1. La cerámica pintada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
2.3.2. La cerámica a peine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
2.4. La aportación orientalizante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
2.4.1. Elementos asociados a la vestimenta, objetos de tocador y joyas . . . . . . . . 85
2.4.2. Elementos de banquete asociados al consumo de carne . . . . . . . . . . . . . . . . 86
2.4.3. Elementos asociados al ritual de libación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
2.4.4. Orfebrería y elementos votivos asociados al culto religioso . . . . . . . . . . . . . 87
2.4.5. Elementos asociados a nuevas tecnologías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
3. El poblamiento de la Primera Edad del Hierro en el contexto socio-político de los inter-
cambios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
3.1. Una primera reflexión: asentamientos en el territorio o estructuras territoriales . . . 93
4. A modo de conclusión. El substrato indígena en la configuración étnica de los Vettones 96
Página
VII. LOS VERRACOS ............................................................. 215
1. La escultura zoomorfa de la Meseta en la tradición historiográfica ................. 215
1.1. Antecedentes .......................................................... 215
1.2. Las primeras interpretaciones (ca. 1860-19 29) .............................. 216
1.3. La valoración del substrato arqueológico y la cuestión céltica (19 30-1969) ..... 217
1.4. Los verracos en el debate contextual y tipológico (1970- ) ................... 219
2. Propuesta tipológica para la clasificación de la escultura zoomorfa ................ 2 21
2.1. Cuantificación y análisis multivariante .................................... 222
2.2. Tipología ............................................................. 2 31
2.2.1. Toros (Tipos 1, 2, 3, 4 y 5) ....................................... 2 31
2.2.2. Cerdos (Tipos 1, 2, 3 y 4) ......................................... 2 41
2.2.3. Esculturas atípicas ................................................ 254
2.2.4. Cabezas zoomorfas exentas ........................................ 254
3. Interpretación general ....................................................... 257
3.1. Origen y cronología de los verracos ...................................... 26 2
3.1.1. Escultura de la Segunda Edad del Hierro ............................ 26 4
3.1.2. Escultura prerromana en el contexto inicial de la romanización .......... 268
3.1.3. Escultura romana de tradición indígena .............................. 27 2
3.2. Notas sobre los paralelos extrapeninsulares ................................ 278
3.3. Significado y función de los verracos ..................................... 278
3.3.l. Castros y necrópolis .............................................. 278
3.3.2. Los verracos en el paisaje ......................................... 281
3.3.3. Verracos y espacios sociales ....................................... 287
SUMMARY . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 39
APÉNDICES ....................................................................... 3 45
I. Catálogo general de la escultura zoomorfa de la Meseta ......................... 3 45
II. Matriz de datos del análisis de correspondencias ............................... 375
BIBLIOGRAFÍA .................................................................... 39 3
Para llevar a cabo esta labor, junto a los estudios históricos específicos, se fue
ron valorando y recogiendo "antigüedades", entre las que se incluían monedas, epí
grafes y otros objetos, como los que actualmente forman el Gabinete de Antigüeda
des, que ya desde entonces fueron considerados verdaderos documentos históricos. Al
mismo tiempo, desde los años centrales del siglo XVIII se llevaron a cabo "viajes li
terarios", que hoy denominaríamos "misiones científicas", y se hicieron excavaciones
sistemáticas cuyos resultados, junto a otros estudios, se publicaron en las Memorias
de la Real Academia de la Historia. En consecuencia, esta Institución, desde hace más
de 250 años, ha sido el principal centro de toda España para la valoración, investi
gación y cuidado de los documentos sobre la Antigüedad.
En 1999 salió a la luz la 1.ª edición de Los VETTONES, obra que ha supuesto un
hito entre nuestras publicaciones sobre Arqueología. En primer lugar, constituye una
monografía moderna en sus planteamientos metodológicos y en las aportaciones que
ofrece sobre uno de los principales pueblos protohistóricos del interior de la Penín
sula Ibérica. Escrita por un brillante especialista lleno de talento, el Prof Jesús Álvarez
Sanchís, esa I.ª edición se ha agotado en el lapso de dos años, lo que revela el inte
rés suscitado y la favorable acogida por estudiosos y cuantos están interesados por el
pasado de las tierras abulenses y de regiones limítrofes, para las que constituye una
referencia imprescindible.
Si Los Vettones representan un hito por su calidad, también es una obra que ha
contribuido de manera decisiva a avanzar en el mejor conocimiento de dicho pueblos,
cuya popularidad y la de sus castros y restos arqueológicos se puso de manifiesto en
la gran exposición internacional sobre Celtas y Vettones organizada en Ávila el año
2001 por la Institución Gran Duque de Alba de la Excma. Diputación Provincial de
Ávila, con la colaboración científica de la Real Academia de la Historia. Su éxito,
con más de 100.000 visitantes y la publicación del espléndido catálogo Celtas y Vettones
(Ávila 2001), reveló el creciente interés de nuestra sociedad por estos temas, que atraen
tanto por su belleza como por su interés histórico, hasta el punto de haberse solicita
do que los Castros Vettones sean considerados Patrimonio de la Humanidad.
Además, este estudio sobre Los Vettones constituye también el inicio de una nue
va serie de publicaciones científicas, la Bibliotheca Archaeologica Hispana. Esta serie
ha sido creada por la Real Academia de la Historia para fomentar los estudios sobre
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Arqueología y Antigüedad, de acuerdo con los altos principios de esta Institución desde
su fundación por Felipe V en 1738. Acorde con los nuevos tiempos y como primicia
de la renovación del Gabinete de Antigüedades emprendida por la Academia, se ini
ció una política de difusión científica de la que esta obra fue la primicia. En pocos
años la serie se ha prestigiado y hoy supera los 20 volúmenes, siempre fiel a la idea
que llevó a su creación: contribuir al mejor conocimiento de nuestra Historia y esfor
zarse para que no quede inédita ninguna obra de mérito, como podía ocurrir en fe
chas no muy lejanas.
Por último, Los Vettones es también fruto de una ejemplar colaboración entre
instituciones. Esta reedición evidencia el deseo de servicio al Patrimonio Arqueológi
co de España, por lo que quedará como ejemplo de colaboración entre la Real Aca
demia de la Historia y la Institución Gran Duque de Alba de la Excma. Diputación
Provincial de Ávila, instituciones que han aunado sus esfuerzos para editar esta mo
nografía. Gracias a estos eficaces apoyos, en el futuro vamos a conocer cada vez mejor,
desde una perspectiva arqueológica, las culturas indígenas y los fascinantes procesos
de etnogénesis de la Hispania prerromana.
MARTÍN ALMAGRO-ÜORBEA
Académico Anticuario
de la Real Academia de la Historia
PRÓLOGO
Cuando era estudiante en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense, allá por
mediados de los años 70, las imágenes comunes que ilustraban la Edad del Hierro de la Meseta, en
casi todos los manuales, eran plantas de los castros sorianos y abulenses y siempre, siempre infali
blemente, algunos ajuares de los famosos cementerios vettones de Las Cogotas o La Osera. Me fas
cinaba entonces la visualización de las comunidades meseteñas del Hierro embarcadas en la cons
trucción de imponentes obras defensivas, su estructuración como sociedades guerreras, su organiza
ción del territorio y su evolución en el tiempo hasta llegar al conflicto con Roma. Desgraciadamente
aquellos manuales decían bien poco, y con poca o ninguna seguridad, sobre tales cuestiones. No debí
an ser, por lo visto, las preguntas "buenas". Las preguntas correctas parecían, por contra, las que
interrogaban sobre los tipos de armamento y las clases de cerámicas. Aunque paradójicamente no se
hablaba para nada de la función de las armas, los estilos de lucha o para qué servía la cerámica.
Pensaba yo entonces, probablemente con poco fundamento, que aquella era una Edad del Hierro pro
fundamente aburrida. Una época oscura como el metal que la caracterizaba, en la que - a pesar de
lo que se nos decía por boca de Sir Mortimer Wheeler - se desenterraban cacharros y más cacharros
y no gentes. Esa impresión del Hierro meseteño junto a la inevitable evocación de las fuentes clási
cas, pintando heróica y trágicamente el final de Numancia, me ha acompañado siempre. Por un lado
una arqueología ramplona, descriptiva de objetos y sin "vida" y por otro el colorido de las historias
de los escritores latinos envueltas en las brumas de la ensoñación y la leyenda.
Tuvieron que pasar más de veinte años para que pudiera leer que había que "repensar" la
investigación de la Edad del Hierro europea, que había otras claves y otras preguntas que hacer al
registro arqueológico. Aunque eso apenas se hubiera intentado en el caso de la Edad del Hierro de
la Meseta. Pero hacia mediados de los 80 algunas cosas estaban ya cambiando en el Departamento
de Prehistoria de la Complutense. Martín Almagro-Garbea estaba dinamizando de forma decidida
los estudios del mundo "céltico" peninsular y yo acababa de hacerme cargo de un Proyecto sobre
Las Cogotas porque un pantano iba a afectar parte del yacimiento. Se empezaba a gestar en el
Departamento de Prehistoria un amplio grupo de investigaciones sobre la Edad del Hierro del inte
rior peninsular, que contaba ya con los trabajos de M. Cerdeño sobre Guadalajara, de F. Hemández
sobre Extremadura y de A. Jimeno sobre Numancia y el Alto Duero. Quizá demasiados investigado
res y con poca o ninguna coordinación, pero creo que un punto fuerte de nuestro Departamento ha
sido, y es, precisamente la diversidad de ideas y posiciones teóricas que acoge y que permiten, a
quien se toma la molestia, conocer más críticamente y contrastar de forma más amplia. Por mi parte,
los primeros años del proyecto de Las Cogotas tuve la suerte de encontrar a un grupo extraordina
rio de jóvenes estudiantes o recién licenciados, entre los que se encontraban Pablo Alonso, lose
Enrique Benito, Alberto Lorrio y Jesús Álvarez. Hoy sigo teniendo la suerte de contar con su ayuda
y colaboración, y sobre todo con su amistad. Será por deformación profesional, pero siempre he pen-
14 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
sado que el mejor amigo para un arqueólogo es otro arqueólogo con el que compartir trabajo y ocio.
Martín Almagro empezó a dirigir, entre muchas otras, la tesis doctoral de Alberto Lorrio sobre los
Celt{beros y la de Ana Mart{n sobre el área lusitana. Yo pensé que desde el proyecto de La,s Cogotas,
Jesús Álvarez podía abordar el estudio de los Vettones, un área todavía más necesitada de una nueva
aproximación arqueológica.
Siempre he creído que la enseñanza universitaria es, básicamente, enseñar a aprender y apren
der de ese proceso. Cuando en el nivel más alto, es decir en la dirección de una Tesis Doctoral, se
logra aprender de aquél a quien has orientado inicialmente, se consigue, en mi opinión, la mayor
satisfacción intelectual y afectiva. Y si paralelamente se establece una buena amistad, creo que no
se puede pedir más. Yo tuve la suerte de encontrar en Jesús Álvarez a un excelente investigador y un
gran amigo. Hemos compartido días largos y duros en el campo abulense, y si había problemas o
cundía el desánimo él siempre sabía encontrar un punto bueno que levantara la moral a los demás.
Hemos compartido largos paseos por las dehesas buscando aproximaciones fértiles al paisaje de los
hábitats y los verracos del Valle de Amblés; hemos compartido noches sin dormir en trabajos que no
podían esperar y discusiones fructiferas en la preparación de artículos o comunicaciones a con
gresos. Y también, no todo ha de ser trabajo, celebraciones, comidas o cenas con otros compañeros
del grupo de Cogotas. En todo ponía siempre un sentido crítico constructivo, buen humor y mucha
paciencia. Buenas cualidades para un arqueólogo, complementadas por su afán de lecturas y el
rigor de los análisis.
No es misión de un prólogo adelantar lo que el texto que sigue cuenta. Pero sí , en cualquier
caso, la de enmarcar las coordenadas intelectuales y disciplinares en las que se ha gestado una inves
tigación. Un buen número de profesores del Departamento de P rehistoria de la Universidad
Complutense llevábamos años siguiendo con interés los desarrollos de la arqueología anglosajona
sobre la P rehistoria final europea, aunque con cierto sentido crítico. En ese clima de insatisfacción
por lo que se hacía dentro y de búsqueda de referentes más allá de nuestras fronteras es donde hay
que entender este trabajo. En ese sentido, Jesús Álvarez ha realizado una ingente tarea de evaluación
crítica de una gran cantidad de datos, en muchas ocasiones con pobre o nula contextualización arque
ológica, del área occidental de la Meseta. Y con sabia ponderación ha valorado lo aprovechable y ha
cuestionado y puesto en evidencia la información deficiente. Por otro lado, su experiencia en traba
jos de campo de sitios protohistóricos europeos y sus estancias de estudio en universidades británi
cas (Southampton y Reading), le han permitido crear una aproximación original a los desarrollos his
tóricos del I milenio a.C. en la Meseta Occidental, que combina el interés por el paisaje, el análisis
de los tiempos largos y la organización social de las comunidades del Hierro. Hay aquí interesantes
propuestas renovadoras, muy necesarias en el panorama tradicional de la Edad del Hierro de la
Meseta, y muy especialmente en una de las áreas menos dinámicas en la renovación de su Edad del
Hierro, como bien ha puesto de manifiesto M. ª D. Femández-Posse en su esclarecedor libro La inves
tigación protohistórica en la Meseta y Galicía (1998). Las tierras del Occidente meseteño quedan
incorporadas, con este trabajo, a la problemática de la investigación arqueológica moderna del
Hierro peninsular. Y no cabe duda de que, aunque queden muchos interrogantes por resolver, este
libro ha delimitado bien cuáles son las preguntas inteligentes y las líneas de investigación futura.
Por todo lo anterior, creo que el Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense
ha colocado otro punto importante de referencia en el estudio de la Protohistoria del interior de la
Península Ibérica. Si el libro de A. Lorrio, Los Celtíberos (1997), ha renovado sustancialmente el
panorama del oriente meseteño, éste de Jesús Álvarez hace lo propio con el sector occidental. Creo
que empieza a abrirse otra Edad del Hierro más estimulante y sugestiva que la de los ya viejos
manuales de los años 70. Y este libro es una ventana abierta a otra Edad del Hierro, una Edad del
Hierro para mañana.
Este trabajo ofrece un análisis arqueológico del pri en el paisaje, marcada de una forma identificable arque
mer milenio a.C. en el occidente de la Meseta, centrado ológicamente a través de auténticos monumentos como
en el proceso de etnogénesis de los pueblos vettones y su las esculturas de verracos, aportan un complemento
evolución hasta la conquista romana. El tema objeto de imprescindible aunque no siempre queden reflejadas de
estudio cuenta con una importante tradición en la biblio manera exhaustiva.
grafía; fue definido hace más de medio siglo por Juan Los límites geográficos de este trabajo se justifican de
Cabré y Juan Maluquer, e incluso los primeros tanteos alguna manera en virtud de los particularismos culturales
arqueológicos remontan al siglo pasado. La historia pos que ofrecen los rebordes montañosos de la región occi
terior está vinculada fundamentalmente al profesor dental durante el primer milenio a.C., abarcando las tie
Martín Valls, a quien se debe también la sistematización rras de Ávila, Salamanca, el sur de Zamora, occidente de
de los datos reunidos por sus predecesores. Desde enton Toledo y la Alta Extremadura, y que cabe asimilar con el
ces, salvo aportaciones regionales sobre la Edad del territorio donde los romanos hallarán asentados a los vet
Hierro, son pocos los trabajos de carácter general que tones. Naturalmente, el enfoque diacrónico de este traba
han vuelto sobre la cuestión. La historia primitiva del jo sigue de una u otra forma una estructura clásica, al
Oeste de la Meseta ofrece todavía importantes lagunas
margen de los capítulos de obligada referencia que, sobre
que a buen seguro se irán subsanando en un plazo razo
la historia de la investigación (capítulo I) y el marco físi
nable de tiempo. Estas circunstancias, unidas al impor
co (capítulo II), inauguran el presente estudio.
tante progreso de la investigación en zonas aledañas, nos
han movido a centramos en tan interesante complejo Así, el grueso de nuestro trabajo arranca de los gru
arqueológico. pos del Bronce Pleno-Final y de la Primera Edad del
Hierro (capítulos III y IV). La sensación de cambios tras
La metodología empleada ha procurado armonizar
cendentales que se suceden en estos tiempos se hace
distintos modelos y fuentes de información. Inicialmente
cada vez más evidente conforme se han ido desarrollan
se llevó a cabo una labor clásica de documentación
do nuevas prospecciones y trabajos de campo. La emer
bibliográfica de sitios arqueológicos en determinados
gencia de algunos castros amurallados en este momento
espacios y períodos, abundando en aspectos tan propios
fue un episodio importante. Contribuyeron a gestar un
como la catalogación de yacimientos y esculturas zoo
nuevo sentido del lugar y del tiempo y fueron, hasta cier
morfas, las secuencias estratigráficas, el análisis de las
to punto, el resultado de la adopción de nuevas tecnolo
manifestaciones arquitectónicas, el equipamiento
doméstico y las panoplias guerreras de las necrópolis; gías agrarias que se inscriben en un proceso general de
insistiendo especialmente en aquellos elementos de la intensificación económica en toda Europa Occidental y
cultura material que permitían dilucidar el proceso for que facilitan un modo de vida cada vez más estable y
mativo, los límites y la extensión del territorio que nos permanente.
ocupa. Se imponían asimismo una serie de labores pre De cualquier manera, la consolidación definitiva de
vias de campo, encaminadas a tomar conciencia de la estos mismos grupos tendrá lugar al filo de la mitad del
identidad de los problemas a los que nos enfrentábamos. primer milenio a.c. (capítulos V y VI), en el contexto
Las intervenciones realizadas en los castros abulenses de general de la celtización. Las élites guerreras incluyen
Las Cogotas y Ulaca, la visita de aquellos otros yaci nuevas formas de explotación de la tierra que garantizan
mientos de los que ya teníamos noticia gracias a las car una alta capacidad expansiva y un fuerte impacto socio
tas arqueológicas, y la significación de algunos lugares ideológico. Esto bien podría explicar el desarrollo de
16 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
nuevos límites y parcelaciones en los campos prehistóri llevé a cabo la Tesis Doctoral que constituye la base fun
cos, la abundancia de sistemas defensivos junto a los cas damental de esta obra; igualmente, a los Profesores
tros y, en definitiva, una estructura más jerarquizada del Martín Almagro-Garbea, Alfredo Jimeno, Germán De
poblamiento, rasgo que adquiere su máxima expresión libes, Femando Romero, Marisa Ruiz-Gálvez y Teresa
en los últimos compases de la Edad del Hierro, justo Chapa, por sus valiosas orientaciones y ayudas. Más de
cuando se operan cambios notabilísimos en las poblacio una reflexión vertida en este estudio surgió al socaire de
nes vettonas. Alcanzan formas de organización regional dichas conversaciones. Lo que les debe mi formación no
complejas y crean auténticos centros urbanos con capa puede aquí ser resumido. También quiero agradecer la
cidad decisoria, los característicos oppida, que acabarán colaboración de la Profesora Hemández Hemández,
diluyéndose con la conquista romana. quien me facilitó documentación e información fotográ
Ahora bien, el proceso de transformación de estas fica inédita sobre la escultura zoomorfa, del Profesor
sociedades en otras más complejas sigue siendo poco Femández Martínez, responsable de los análisis estadís
claro, y estas mismas razones son las que nos han lleva ticos que, sobre esta misma materia, se recogen en el
do, finalmente, a plantear una consideración global del apéndice 11, y de los Profesores Ricardo Martín Valls,
poblamiento en el territorio y una lectura del paisaje Ángel Esparza y Francisco Burillo, miembros del
social de la Edad del Hierro, prestando especial atención Tribunal que juzgó nuestra Tesis Doctoral -junto con los
a las trayectorias de continuidad y de cambio cultural, el Profs. Almagro-Garbea y Jimeno- por las sugerencias
cómo y el cuándo surge la etnicidad en el proceso histó realizadas que he incorporado, en la medida de lo posi
rico del occidente de la Meseta. ble, al presente manuscrito.
Con respecto al primero de estos dos últimos aspectos Por la ayuda recibida en diversos Museos, Bibliotecas
hemos utilizado la evidencia que proporciona la disper e Instituciones, vaya en segundo lugar mi reconocimien
sión espacial de los castros y los factores básicos de to a la Dra. María Mariné (Museo Provincial de Bellas
emplazamiento, todo ello vertebrado en tres comarcas Artes de Ávila), al Dr. Manuel Santonja (Museo
específicas: el valle abulense del Amblés, la cuenca Provincial de Salamanca), a Jesús Carrobles (Servicio de
media del Tajo y el reborde occidental de la provincia de Arqueología de la Diputación Provincial de Toledo), a
Salamanca. A la vista de los datos aportados se plantean Francisco Fabián (Arqueólogo territorial de Avila) y al
evidencias de relaciones jerárquicas entre los sitios, un Dr. M. Blech (Instituto Arqueológico Alemán de Madrid).
diferente patrón de poblamiento y una diferente especia En más de una ocasión respondieron amablemente a mis
lización en las estrategias de subsistencia, lo cual, en tér solicitudes, aportando información básica e inédita. No
minos étnicos, plantea matices muy significativos. La menor es mi deuda para con los Profesores Simon Keay,
evidencia arqueológica nos llevará asimismo a recons Tim Champion, Sarah Champion y Peter Ucko, del
truir una compleja y gradual evolución donde intervienen Departamento de Arqueología de la Universidad de
influjos externos de ámbito mediterráneo y continental y Southampton, John Collis, de la Universidad de Sheffield
la repuesta de las comunidades indígenas a estos nuevos y, muy especialmente, Richard Bradley, de la Universidad
estímulos. Un hecho especialmente interesante ha sido de Reading, por sus enriquecedoras conversaciones sobre
también, con respecto al segundo, el estudio sociológico la Arqueología del Paisaje y la Edad del Hierro durante
de las necrópolis vettonas (capítulo VIII) y de las escul mi estancia en el Reino Unido.
turas zoomorfas, los característicos verracos (capítulo Un entrañable recuerdo merecen asimismo compañe
VII), en el universo socio-económico de la Edad del ros y amigos que aguantaron estoicamente mis explica
Hierro. Si la desigualdad en el acceso y distribución de ciones sobre este trabajo, facilitándome su consejo y, en
los recursos es un hecho establecido a nivel territorial, de más de una ocasión, ayuda. En particular quiero referir
la misma forma en la disimetría de los ajuares funerarios me a Alberto Lorrio, Ana Martín, Jase Enrique Benito,
y en la funcionalidad de los verracos en el paisaje como Pablo Alonso, Blanca Aguilar-Tablada, Eduardo Galán,
foco de competencia social hay que ver, según creo, la Antonio Dávila, Rafael de la Rosa, José Ortega, M." José
plasmación simbólica de todo este proceso. Crespo, Victoria López, Jesús Manuel Royo y Marisa
Toda esta problemática se analiza en las páginas que Martín, así como a los participantes en las excavaciones
siguen. Pero antes de ceñirme al objeto en cuestión, me y prospecciones, especialmente estudiantes de esta
satisface altamente el manifestar mi más profundo agra misma Universidad. Aunque no se recogen aquí sus
decimiento para con quienes, de una u otra manera, han nombres, su colaboración fue del todo inestimable.
contribuído a la elaboración de este trabajo. Igualmente mi gratitud a Maura Gómez, por su com
Esencial desde todos los puntos de vista ha sido la prensión y ayuda en la revisión final de este libro.
labor del Profesor Gonzalo Ruiz Zapatero, del Depar A todos ellos mi reconocimiento y, muy especialmen
tamento de Prehistoria de la Universidad Complutense te, a mis padres y hermanos, que soportaron año tras año
de Madrid, gran amigo y buen conocedor de la Proto mi dedicación a este trabajo, tomando parte en todo
historia de la Meseta, bajo cuya dirección y magisterio aquello para lo que requerí su ayuda.
I
HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
Las investigaciones sobre los vettones han gozado de entendemos una atmósfera favorable al estudio de las
una tradición dilatada pero parcial y poco densa salvo en antigüedades, arrancan del Renacimiento y de la
los cinco últimos lustros. Las razones a primera vista no Ilustración. Según la tradición es Antonio de Nebrija,
son fáciles de explicar, aunque no resulta exagerado autor de la primera gramática española y cronista de
decir que la temprana identificación arqueológica de los Isabel la Católica, el responsable de los calcos en cera
Celtas Hispanos a comienzos del siglo XX, y el atractivo realizados en el año 1468 sobre las inscripciones latinas
popular en torno a las excavaciones de Numancia y los de los Toros de Guisando (El Tiemblo). La veracidad de
primeros cementerios celtibéricos, convertidos en símbo algunas de ellas ha sido discutida (Arias et alii 1983: 21;
los para promover o reforzar planteamientos políticos Mariné 1995: 274-275), pero lo cierto es que los textos
específicos (Ruiz Zapatero 1989: 11-14 y 1993: 40 ss.; se difundieron con gran éxito en la historiografía abulen
Burillo 1993: 237-239 y 1998: 68 ss.), colocó el conoci se; desde entonces distintas hipótesis se han sucedido
miento de la Edad del Hierro de la Meseta oriental en una sobre éstas y otras esculturas (Rodríguez de Amelta
posición ventajosa y eclipsó durante años la investiga 1481; Cianea 1595; González Dávila 1596 y 1606; Ariz
ción del occidente peninsular. 1607) hasta llegar a las investigaciones más recientes
He desglosado en cuatro etapas el desarrollo de la (vid. cap. VII).
arqueología vettona. La división en buena medida puede Además de los verracos, la toponimia de algunas ciu
considerarse arbitraria, aunque se han tenido en cuenta dades, su origen histórico y la romanidad de la Vía de la
como criterios básicos: los hallazgos, prospecciones y Plata fueron temas repetidos en la investigación secular y
excavaciones más importantes, la actividad de los princi centraron la inquietud de los primeros tratadistas. De
pales investigadores en la región, el papel desempeñado pionera habría que calificar en este sentido la redacción,
por algunos congresos e instituciones y las publicaciones entre los siglos XVII y XIX, de las Historias locales o
más notables (Fig. 1) 1• provinciales, que incluían un estado de la cuestión sobre
las antigüedades conocidas aunque apenas se hacía
referencia a yacimientos concretos. Dorado (1776), Fal
l. Antecedentes (siglos XV-XIX) cón (1867) y Villar y Macías (1887) en tierras de Sala
manca, Garnacho (1878) y Fernández Duro (1882) en
Los albores de la arqueología en el occidente de la Zamora o Ariz (1607), Martín Carramolino (1872) y
Meseta, en el sentido más amplio del término y si por tal Ballesteros (1896) en la provincia de Ávila, vienen a
completar las noticias antiguas que se tenían sobre estas
1
Existen publicaciones que recogen algunos rasgos sobre la evolución his ciudades y las primeras síntesis sobre su orígen y desa
toriográfica de la arqueología vettona. sobre todo a nivel regional, aunque
el déficit historiográfico del que adolecen bastantes monografías recientes rrollo histórico, que en algunos casos incluyen referen
sigue siendo importante. Para una aproximación al desarrollo de la inves cias de hallazgos y excavaciones habidos en la comarca,
tigación me he basado fundamentalmente en los trabajos de Maluquer
(1956 a-b), Molinero (1958), González-Tablas (1981 ), Fernández Gómez
como uno de los famosos bronces del Berrueco
(1986: 25-33). Esparza (1987: 13-14). Museo de Ávila (1987). Ruiz (Ballesteros 1896: 55 ss.), y serios intentos de sistemati
Zapatero (1988a), Rodríguez Díaz ( 1989: 165-170), Santonja (1991: 7 zación.
ss.). Martín Valls et alii (1991: 137-139), Jimeno y Fernández Moreno
(1991: 117-118). Delibes y Romero (1992: 251 ss.), Delibes (1995: 70 La creación de las Comisiones Provinciales de
ss.), Mariné (1995), Sánchez Moreno (1995b) y Jimeno y Arlegui (1995: Monumentos a comedios del siglo XIX (1844) sirvió
98-99). V éase también los trabajos de García Morales (1983), Iglesias (et
alii 1991) y Barrios (1995) por su selección bibliográfica. para proteger los restos históricos de cada provincia, en
18 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
virtud de un cuestionario que era remitido a los munici Ávila y siguiendo con las de Salamanca, Zamora y León,
pios, por lo que de alguna manera constituyen el embrión entre 1901 y 1907. Prácticamente hasta la fecha sólo se
de los inventarios arqueológicos y de los futuros museos sabía de un conjunto de inscripciones latinas, de algunos
provinciales (Maluquer 1956a: 2; Mariné 1995: 277- hallazgos numismáticos y de una lista de toros y verracos
278). En todo caso la mayor parte de los testimonios no siempre fáciles de localizar. Pero la situación estraté
antiguos enlazaba con la romanidad, lógico por otra parte gica de los castros prerromanos del Duero, del Yeltes
cuando en este momento se estaban creando los funda Huebra, del Tormes y del valle de Amblés no podía pasar
mentos de la Prehistoria. Notabilísima aportación consti desapercibida, y las síntesis que redacta el joven autor
tuye en este contexto la publicación, en 1869, del Corpus reúnen por vez primera la información existente que se
Inscriptiorum Latinarum por Emilio Hübner, que recoge tenía en la época sobre Villardiegua de la Ribera,
un buen número de inscripciones salmantinas y abulen Villalcampo, Yecla la Vieja, Las Merchanas, Urueña,
ses, estableciéndose la falsedad de las atribuídas a los Saldeana, El Berrueco, Las Cogotas, Ulaca... , aderezada
Toros de Guisando. Con posterioridad el padre Fita con inspirados dibujos, mapas, fotografías y descripcio
(1888, 1913a y b), en colaboración con el investigador nes, que amplía con nuevos hallazgos. Su trabajo perma
alemán, aumenta de forma considerable el repertorio de neció inédito durante décadas (Gómez Moreno 1927,
inscripciones conocido, que publica en varios números 1967 y 1983), si exceptuamos una breve síntesis sobre la
del Boletín de la Real Academia de la Historia y en el zona (] 904) y otras obras más dispersas, pero cosechó
Supplementum hispánico del primero (1892). espléndidos frutos desde el principio, pasando pronto a
manuales de mayor divulgación y estimulando así la afi
ción por la arqueología local.
2. Gómez Moreno y los inicios de la arqueología en No cabe duda que la crítica actual respecto alguno
el oeste de la Meseta (1876-1929) de los postulados cronológicos defendidos por el autor
es fácil. Pero para tener una idea del impacto que tuvo
Ciertamente existen otras referencias anteriores, pero su labor es interesante destacar que el inventario de
podemos tomar la fecha de 1876 como el inicio de la yacimientos y verracos compilado en sus obras, y en
primera etapa del estudio sobre los vettones, al produ especial pienso en las provincias de Zamora y Ávila,
cirse ese año el descubrimiento y las primeras explora permaneció casi inalterable durante decenios, siendo
ciones arqueológicas de los yacimientos abulenses de utilizado como referente básico en el estudio de las cul
Las Cogotas2 y El Castillo -solicitando entonces sus turas de la Edad del Bronce y del Hierro en la Meseta y
descubridores autorización legal y auxilio económico a el Noroeste. Como bien ha dicho Esparza (1987: 13), de
la Comisión provincial de Monumentos de Ávila (Cabré alguna manera su enorme esfuerzo resultó contraprodu
1930: 6 ss.)L y publicarse tres años después el primer cente, ya que no existió ningún interés en volver a revi
estudio de conjunto conocido sobre la región, titulado sar sus informaciones tras casi tres cuartos de siglo de
La Vettonia, de Joaquín Rodríguez (1879). Abundan en rodaje.
la obra observaciones sobre los verracos y el pobla Esos mismos años coinciden con las exploraciones
miento protohistórico y romano, aunque todavía se arqueológicas de Roso de Luna (1901, 1904 y 1908),
carece de referentes cronológicos precisos y se siguen Solano (1901) y Mélida (1924) sobre el poblamiento
apurando las evidencias escritas. Los textos clásicos, protohistórico en Extremadura, que relacionan con el
Estrabón y Ptolomeo en particular, facilitan la delimita complejo mundo de las citanias. Entre 1914 y 1915 el
ción geográfica, que centra el autor en las tie1Tas de castro abulense de Ulaca es visitado por Pierre Paris,
Ávila, Salamanca, Cáceres y provincias limítrofes Raymond Lantier y el Abate Breuil, levantando los dos
(1879: 58-59; vid. Fita y Fernández-Guerra 1880: 16), últimos el plano de sus murallas, que publican con pos
mapa que ya fuera esbozado un siglo antes por el erudi terioridad (1930). Poco después Martín Jiménez
to padre maestro Flórez en el tomo XIII de su España (1919) realiza las primeras excavaciones en el castro
Sagrada (33 vols. 1747-1782; vid López 1787). salmantino de Yecla la Vieja, cuyo resultado fue rese
El primer planteamiento científico sobre la arqueolo ñado en un importante artículo donde destaca la exis
gía en la Meseta occidental se debe a Gómez Moreno, al tencia de dos niveles arqueológicos, uno de ellos pre
que se encomendó la tarea de elaborar el Catálogo rromano, y aborda el análisis de las insculturas rupes
Monumental de cada provincia, iniciándolo por la de tres. Amparado en la hipótesis invasionista de Schulten
(1914) sobre los primeros pobladores de la Península
2 En los primeros documentos relativos al cerro en cuestión y enviados a la Ibérica, que supone fueron los ligures\ esboza algunas
Real Academia de la Historia, aparece como "Las Cogoteras•·, en vez de consideraciones sobre la ocupación primigenia del
"Las Cogotas·• (Cabré 1903: 6, nota l ).
' Después de cuanto precede Emilio Rotondo Nicolau realizó nuevas exca yacimiento hasta conectar con los celtas saefes y los
vaciones en Las Cogotas en el año 1882 (Cabré 1930: 13), aunque desco
nozco si ésta puede considerarse la primera intervención oficial llevada a
cabo en el yacimiento. En todo caso los hallazgos habidos formaron parte • Propuesta originalmente por D' Arbois de Jubainville (1893 y I 894) a par
de su colección, que acabó siendo adquirida a comienzos de los años vein tir del análisis de los textos clásicos. según la cual este pueblo indoeuro
te, en dos lotes, por el Museo de Antropología, Etnografía y Prehistoria de peo sería responsable de la colonización del Occidente con anterioridad a
Madrid, y el Ayuntamiento (Pérez de Barradas 1929; Cabré 1930: 14 ss.). la arribada de los celtas.
°' 1.880 1.890 1.900 1.910 1.920 1.930 1.940 1.950 1.960 1.970 1.980 l.990 �
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20 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
iberos, que identifica con los vettones (vid. Gómez Hierro en el Suroeste de la Meseta, y por tanto de la fase
Moreno 1949: 37 y 80). formativa de los vettones6 • Desde luego una gran parte de
Esta trayectoria culmina con la labor realizada a par sus planteamientos cronológicos, a pesar de las críticas
tir de los años 20 por el ilustre agustino César Morán. recibidas, han permanecido válidos hasta tiempos muy
La provincia de Salamanca y comarcas limítrofes cons recientes.
tituyeron el centro de sus investigaciones, prácticamen Sus excavaciones ofrecieron nuevos datos para la
te hasta mediados de siglo (Morán 1922, 1924, 1933, interpretación de la cerámica de incrustación, excisa y de
1940, 1946). Los resultados obtenidos en sus prospec boquique, que contrastaban con las más usuales del cas
ciones suponen un momento importante de acumula tro, a peine y a tomo, únicas que por otra parte aparecie
ción de datos y un exhaustivo mapa arqueológico de la ron en la necrópolis. Ante esta manifiesta dualidad de
zona. En 1922 y 1923 efectuó excavaciones en el cerro tradiciones cerámicas Cabré (1930: 44-46, 104 ss. y
de El Berrueco (Morán 1924), primero bajo el mece 1932: 146 ss.) se planteó el problema de la sucesión cro
nazgo privado de Juan Muñoz y luego subvencionado nológica del castro y por tanto la de una probable super
por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. posición de poblaciones, a pesar de las reticencias estra
Aunque en muchos aspectos la labor del sacerdote se tigráficas que ofrecía la excavación, donde los materiales
mueve dentro de las coordenadas propias de su tiempo, aparecían virtualmente "mezclados". Atribuía así la cerá
parcas en metodología, hay que ser justo y apreciar lo mica más antigua como perteneciente a grupos indígenas
mucho que valen sus aportaciones, que llegó a divulgar de la segunda mitad de la Edad del Bronce (Cabré 1929),
en numerosas revistas y Congresos, trazando las líneas que por tanto serían anteriores a la ocupación céltica del
generales de la prehistoria salmantina. Aparte se pue yacimiento durante la Edad del Hierro. Acerca de esta
den destacar las colecciones particulares del autor, que última manifestaba su relación con los celtas saefes y
formarían el núcleo originario de la Sección de cempsi del Periplo de Avieno, sincrónicos del mundo
Arqueología del Museo Provincial de Bellas Artes de final hallstáttico centroeuropeo, que se habrían asentado
Salamanca. en el territorio de Ávila, Salamanca y Segovia entre los
siglos VI-IV a.C. De todo lo cual se infería también su
relación con los castros de Sanch01Teja y La Mesa de
3. La estructuración de la arqueología vettona Miranda. Con posterioridad, adoptada ya la cerámica a
(1930-1969): Juan Cabré y Juan Maluquer tomo y el uso del puñal, estos grupos célticos que ocu
paban la región de Las Cogotas se identificarían con los
A finales de los años 20 y durante la década de los 30 vettones históricos hasta la destrucción definitiva del cas
Ávila era una de las provincias, probablemente junto a tro, insinuando la posibilidad de que ésta fuera motivada
Soria y Guadalajara, donde se realizaban las excavacio por la famosa expedición de Aníbal contra los pueblos de
nes y prospecciones más importantes de la Meseta. Las la Meseta Norte en la segunda mitad del siglo III a.C.
primeras intervenciones realizadas con criterio arqueoló No resulta exagerado afirmar que el trabajo de Cabré
gico corresponden a este momento. En 1927 se iniciaron tuvo una consecuencia extraordinariamente importante
bajo la dirección de Juan Cabré los trabajos en el castro para la investigación de la Meseta occidental. A partir de
de Las Cogotas; en 1930 Molinero descubría el castro de entonces se configura en la bibliografía el concepto de
La Mesa de Miranda (Cabré et alii 1932; Molinero "Cultura de las Cogotas" o cultura céltica de la Edad del
1933); en 1931, Joaquín M. Navascués y Emilio Camps Hierro, que establece una absoluta identificación en el
Cazorla, asesorados por Cabré, comenzaron la explora aspecto arqueológico con los castros fortificados, las
ción de Sanchorreja y los primeros sondeos subvencio necrópolis de incineración, las cerámicas a peine y a
nados por la Junta Superior de Excavaciones y Anti torno y las esculturas de verracos. Como puede verse, la
güedades (Armendáriz 1989: 74 ss.)5; un año más tarde arqueología vettona había entrado en consideración junto
se exhumaban las primeras tumbas de la necrópolis de La a otros problemas generales de la prehistoria peninsular,
Osera (Cabré et alii 1932) al tiempo que Fulgencio en el marco teórico de las invasiones célticas. De hecho,
Serrano exploraba el Raso de Candeleda (Femández si excluímos el planteamiento de Schulten (1914) en sus
Gómez et alii 1990), y en 1933 Domingo Sánchez abor trabajos sobre Numancia, amparado fundamentalmente
daba el estudio del castro de Irueña, en la provincia de en la información proporcionada por los textos clásicos,
Salamanca, con objeto de restituir el trazado de la mura Bosch Gimpera (1921) fue quien primero desarrolló un
lla y la estructura urbana de la ciudad (Sánchez, sin concepto arqueológico de los celtas en la Península
fecha). Empleando siempre fechas arbitrariamente sim Ibérica a comienzos de los años 20. Con ayuda de la lin
bólicas creo que la publicación por Juan Cabré, en 1930 güística y las fuentes literarias, pero sobre todo a través
y 1932, de la memoria del castro y la necrópolis de las del estudio de los castros y los ajuares de los cemente-
Cogotas, supuso un auténtico punto de inflexión en el
estudio de las poblaciones de la Edad del Bronce y del 6 También en esos años ( 1931 ). al ocupar la Dirección General de Bellas
Artes. Gómez Moreno promovió la declaración como Monumento
' Aunque el castro fue descubierto dos años antes por Claudio Sánchez Histórico Nacional de algunos de los p1incipales yacimientos arqueológi
Albornoz, que recogió muestras de superficie y efectuó algunas catas. cos provinciales.
HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN 21
rios, comenzó a construir el proceso formativo de la cul del 600 a.C., por tanto para los tipos generalizados en el
tura celtibérica. En 1932 publica su ambiciosa síntesis castro y exclusivos de la necrópolis; y Cogotas III para
Etnología de la Península Ibérica, que supone un estado las cerámicas a torno pintadas, que considera debidas a
de la cuestión sobre las poblaciones de la Meseta y el un avance de los vacceos hacia el sur en el siglo III a.C.,
proceso de celtización, esquema que se mantuvo prácti oriundos de la última oleada de los celtas belgas que
camente hasta la década de los 707. Su postura sobre la someten y arrinconan a los vettones a las altas cumbres
misma evolucionó con el tiempo en diversas publicacio del Sistema Central9 •
nes, pero podría resumirse en virtud de dos grandes En resumen, el planteamiento invasionista que a esca
fases: (1) una primera invasión céltica que relaciona con la europea explicaba la arribada de los celtas a la
los Campos de Urnas catalanes a comienzos del primer Península I bérica se reproducía de nuevo en la Meseta,
milenio a.C. y (2) otras penetraciones más complejas sólo que a escala regional, mediante grupos que imponí
entre comedios del siglo VII y VI a.C., asimiladas a pre an nuevas modas cerámicas (Burillo 1993: 234). De
siones del mundo germánico, que en la Meseta y el hecho, el expansionismo celtibérico repercutía sobre los
Noroeste peninsular estarían finalmente representadas vacceos del Duero medio, y éstos, a su vez, sobre los vet
por lo que el prehistoriador catalán denominó "culturas
tones del occidente.
posthallstátticas", hasta la arribada de los romanos8•
Se podría afirmar que el impulso decisivo de la arque
Volviendo al concepto de Cabré sobre la Cultura de
ología vettona en el siguiente decenio gira en torno al
las Cogotas, es interesante destacar que no todas las con
Prof. Juan Maluquer. Familiarizado desde hacía algunos
notaciones implícitas en el término acuñado por el afa
años con la arqueología de Ávila, Salamanca y Cáceres,
mado investigador gozaron de apoyo unánime. De
a él se deben tres hechos clave: (a) la creación, en 1950,
hecho, la valoración del grupo de las cerámicas excisas y
del Seminario de Arqueología de la Universidad de
de boquique, con claros vestigios en los fondos de las
Salamanca y la revista Zephyrus, que propició de forma
casas del castro, constituía por aquel entonces uno de los
continuada el estudio sistemático de la provincia y en
temas de debate de la arqueología prehistórica española.
general del occidente peninsular y del mundo atlántico,
Cabré reconoció que la mayor parte de los materiales
(b) la elaboración de la Carta Arqueológica de España.
recogidos en el castro, y la necrópolis en su totalidad,
Salamanca (1956), que incluye la sistematización de los
correspondían a la Edad del Hierro. No ocultaba sin
datos reunidos por Gómez Moreno y Morán, y una intro
embargo cierta insatisfacción sobre la adscripción de las
ducción sobre la Edad del Bronce y del Hierro ejemplar,
cerámicas de incrustación, que llevaba a un momento
ciertamente la primera síntesis sobre el primer milenio
avanzado de la Edad del Bronce, pero que también podí
an perdurar, llegando a ser contemporáneas "de las pri a.C. en el oeste de la Meseta, y (3) la lectura de la estra
meras fases de la Edad del Hierro y pertenecientes a los tigrafía correspondiente a las excavaciones de los castros
indígenas que convivían con los celtas invasores, cuyos de Los Castillejos de Sanchorreja y El Berrueco, editado
naturales del país tenían su necrópoli aparte y de la cual por el autor en 1958, cuya huella se dejó sentir práctica
desconocemos por ahora su situación" (Cabré 1930: mente hasta finales de la década de los setenta. A esta
105). En todo caso, al discutir estas cuestiones se decan etapa corresponden asimismo la publicación de la zona
ta decididamente por el origen arcaico y autóctono de los VI de la necrópolis de La Osera (Cabré et alii 1950),
materiales. nuevas excavaciones en los castros de San Vicente, Las
Merchanas, El Berrueco (Maluquer 1951, 1956a: 74-87,
Casi al mismo tiempo, sin embargo, Almagro Basch
97-103 y 1958b) y el Raso de Candeleda (Molinero
( 1935 y 1952) retrasaba la primera invasión de Bosch
1958: 25), la frustrada campaña del castro de Ulaca en
Gimpera, a la vez que se manifestaba partidario de un
1949, pues no se pudo llevar a cabo y quedó en prospec
único movimiento, lento y gradual, a partir del 800-700
ción de materiales de superficie (Posac Mon 1953;
a.C. Apuesta entonces por el celtismo de la excisión (id.
Gutiérrez Palacios 1955)!0, y algunos trabajos de recopi
1939), que a su juicio supone un regreso a la Península
lación general sobre la Protohistoria abulense (Ro
con los grupos de Campos de Urnas de la tradición espa
dríguez Almeida 1955; Molinero 1958), que junto a las
ñola del vaso campaniforme, lo que explicaría también el
prospecciones efectuadas en Salamanca venían a com
desarrollo del Boquique. Más preciso es Bosch Gimpera
pletar el mapa arqueológico de la región.
(1942 y 1944). quien venía utilizando desde esas fechas
el nombre de Cogotas I para la cerámica arcaica del cas La asociación de boquique y excisas en el nivel infe
tro abulense, que relaciona con los grupos hallstátticos rior de Sanchorreja, que juzga por lo demás característi-
de Almagro; Cogotas II para los vettones celtas a partir
9
Al mismo tiempo y con un enfoque esencialmente lingüístico, Tovar
(1947 y 1957) ponía en relación las gentilidades con las primeras inva
7
Sobre el concepto de los celtas en la Prehistoria europea yespañola, resul siones indoeuropeas preceltas, identificable con el sufijo de ciertos hidró
tan esenciales los trabajos de Kalb ( 1990) y Ruiz Zapatero ( 1993). nimos y formas arcaicas, que en la Meseta estarían representadas entre
' El paradigma invasionista de Bosch Gimpera todavía pervive en la biblio otros por los vettones.
grafía actual. tanto a nivel lingüí-;tico como arqueológico. Para tener una 'º Además de un extracto de la memoria de las excavaciones redactado por
simple idea, en el contexto de la Meseta occidental, véase Lomas (1980a: Gutiérrez Palacios que. bajo el título "La Ciudad de Ulaca (Solosancho)'·.
92-93 ), González Rodríguez ( 1986: 108). Fcrnández Gómez ( 1986: 934- fue publicado en el Diario de Ávila, los días 28, 29 y 30 de Julio, y 3 de
938 y 1995: 109-IIIJySolana(l991: 13.20-23). Agosto de 1953.
22 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
ca, apuntaría según Maluquer a la fusión a partir de fina De manera un tanto simbólica, como ha señalado Ruiz
les de la octava centuria a.c. de grupos indígenas que Zapatero (1988a: 359), su obra puede considerarse el
mantenían una tradición de cerámicas de punto en raya final de una "etapa dorada" para la arqueología de la
derivadas del mundo de Ciempozuelos, con los celtas de Edad del Hierro en la Meseta. El peso de unos pocos
la Europa hallstáttica, que aportaban una lengua indoeu investigadores había sentado las bases de futuras actua
ropea, el ritual de incineración y el gusto por las cerámi ciones, que ahora serán recogidas por un nutrido grupo
cas excisas y pintadas. Sin solución de continuidad, la de discípulos.
fase más reciente de Sanchorreja (500-400 a.C.) signifi
caba un cambio importante en la cultura material de
estos grupos a favor de las cerámicas peinadas, que aso 4. De 1970 a la actualidad
cia a la vitalización de los pueblos del Alto y Medio
Duero. La propuesta de Maluquer (1958a: 89-100; vid. Los comienzos de los años 70 ofrecen a nivel general
1956b) sugería por tanto identificar Cogotas I con las un cierto estancamiento en la investigación sobre la Edad
poblaciones vettonas de la Primera Edad del Hierro -lo del Hierro, sin muchos datos nuevos y sin nuevas pro
que para algunos supuso un auténtico alivio, obligado puestas teóricas (Ruiz Zapatero 1993: 48-49). Sólo las
por otra parte ante el desconocimiento de la gestación de importantes contribuciones de Martín Valls y Delibes
los grupos del primer Hierro en la Meseta- y Cogotas II representan un impulso decisivo en la arqueología del
para la Segunda Edad del Hierro, siendo los vacceos los occidente peninsular, dando a conocer nuevos yacimien
responsables de la matización cultural y de la destruc tos con materiales de superficie y estimulando otras vías
ción definitiva del castro. de aproximación relacionadas con la Edad del Bronce y
Al cabo de la década, tras la marcha de Maluquer a la el tema céltico, que podrían resumirse en los siguientes
Universidad de Barcelona, se abre un período "oscuro" puntos: (a) la interpretación crono-cultural del grupo de
con un importante descenso en el ritmo de publicaciones las cerámicas de incrustación, que ha propiciado la con
y excavaciones arqueológicas que no se acusa en la sagración definitiva de Cogotas I como una cultura indí
Meseta central y oriental, centrada esos años en la figura gena de la Edad del Bronce y (b) la sistematización de la
de Wattenberg (1959, 1960 y 1963) y las excavaciones de Segunda Edad del Hierro en la Meseta occidental, abo
Numancia: sus trabajos contribuyeron a establecer las gando por un desarrollo sin solución de continuidad. En
bases para una visión unitaria de la Edad del Hierro en la su inédita Tesis Doctoral, Protohistoria y Romanización
Meseta -en el marco de la Cultura Celtibérica- cuya área de los Vettones (1971), Martín Valls perfilaba una fase
nuclear identificaba con los pueblos vacceo-arévacos del formativa para la Segunda Edad del Hierro a mediados
centro de la Cuenca del Duero. La expansión de estas del primer milenio, Cogotas IIa, a partir de las cerámicas
gentes hacia el occidente encajaba muy bien con las peinadas y ciertas asociaciones metálicas -ya pergeñada
fechas fijadas por Maluquer en el nivel superior de en parte por Maluquer en sus trabajos sobre Salamanca y
Sanchorreja y la arribada del peine, que marcaban el Sanchorreja- que ha sido la base, y aún lo sigue siendo
comienzo de la Segunda Edad del Hierro entre los vetto en parte, para la seriación cultural de la región.
nes. En procesos paralelos, las excavaciones sistemáticas En 1970-1971, desde el Departamento de Prehistoria
(1957-1965) llevadas a cabo por Palol en el Soto de y Arqueología de la Universidad de Valladolid, se inicia
Medinilla permitían por vez primera identificar varios bajo su dirección la elaboración de la Carta Arqueológica
poblados superpuestos que barrían virtualmente cual de Zamora, dando comienzo a la serie de los
quier indicio de ocupación previa, atribuyendo los más Hallazgos ... , muy pronto en colaboración con el Prof.
antiguos a un horizonte céltico -Soto I-II- distinto del Delibes, que verán la luz de forma casi ininterrumpida en
vacceo y celtibérico -Soto III- éste último con las carac sucesivos volúmenes (1973, 1975-1982) del Boletín del
terísticas cerámicas a torno (Palol 1966; Palo! y Seminario de Arte y Arqueología. Una mayor antigüedad
Wattenberg 1974). de las cerámicas excisas y de boquique comenzó a plan
Pueden destacarse algunos trabajos en la región pero tearse entonces, en virtud de las dataciones radiocarbó
muy a finales de los 60: breves intervenciones arqueoló nicas y de ciertas asociaciones y observaciones estrati
gicas en Ciudad Rodrigo (Martín Valls 1965), Botija gráficas en el cerro del Berrueco y otros asentamientos
(Hernández Hernández 1970) y Yecla de Yeltes (Martín de la Meseta Norte (Martín Valls y Delibes 1973: 402,
Valls 1973a), un resumen de las excavaciones de Las 1975a y 1976a: 15; Delibes 1978), que muy pronto se
Merchanas (Maluquer 1968), la recopilación de Roldán vieron confirmadas con las fechas aportadas por varios
Hervás (1968-69) sobre las fuentes antiguas para el estu yacimientos andaluces del Sureste como el Cerro de la
dio de los Vettones y, sobre todo, la excelente síntesis de Encina de Monachil, Fuente Alamo o La Cuesta del
Schüle (1969) sobre los materiales metálicos de las Negro de Purullena, donde las fases finales del mundo
necrópolis de la Meseta, que personaliza en las Culturas argárico representaban un término post quem para la
del Tajo y del Duero, con un cierto sesgo hacia los para irrupción de Cogotas I (Arribas et alii 1974: 142-146;
lelos centroeuropeos y con el inconveniente de no con Molina y Arteaga 1976; Molina 1978). Casi inmedia
textualizar su estudio con otros datos de las necrópolis. tamente, la aparición de estas mismas cerámicas en yaci-
HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN 23
mientas de la Meseta como Arevalillo (Fernández-Posse Museos provinciales y las Diputaciones, sujetos a conti
1981), Cogeces (Delibes y Fernández Manzano 1981) y nua actualización puesto que no siempre se han llevado a
Los Tolmos (Jimeno 1984a), ofrecían cronologías de los cabo prospecciones intensivas. Si bien en algunos casos
siglos XV y XIV a.C. Los nuevos datos invalidaban por se trata de investigaciones actuales en curso, como la
tanto la tradicional hipótesis de la aportación céltica y revisión de la antigua carta arqueológica de Salamanca,
suponían, como ya advirtiera Cabré, una cultura de rai la re-excavación de importantes yacimientos abulenses o
gambre y génesis indígena, merecedora de mayor anti las prospecciones del Valle de Amblés, lo conocido es
güedad de la que en principio se le atribuyó y adscrita a suficiente como para considerar sensiblemente modifica
gran parte de la Edad del Bronce, con antecedentes cla da la base documental que utilizaran Gómez Moreno,
ros en el mundo de Ciempozuelos (vid. Fernández-Posse Morán, Cabré y Maluquer en la investigación del oeste
1986; Jimeno y Fernández Moreno 1991: 117-118) 11. peninsular durante gran parte del presente siglo.
Quedaba así un vacío para los grupos del primer Hierro En primer lugar hay que destacar las revisiones de
que a partir de ahora comenzará a valorarse en virtud de yacimientos clave, como Sanchorreja (González-Tablas
las cerámicas pintadas y de ciertos elementos metálicos, 1983, 1990 y trabajos en curso), Las Cogotas (Kurtz
asimilables a la "facies Soto". 1987; Mariné y Ruiz Zapatero 1988; Ruiz Zapatero y
Casi en esas mismas fechas Hernández Hernández Álvarez-Sanchís 1995; Álvarez-Sanchís et alii 1998), la
(1976) abordaba el estudio de los castros prerromanos necrópolis de La Osera (Baquedano 1990; Baquedano y
del occidente de la Meseta, siguiendo la senda dibujada Escorza 1995) y Ulaca (Almagro-Garbea y Álvarez
por Maluquer, mientras Almagro-Garbea (1977) trazaba Sanchís 1993; Álvarez-Sanchís 1993a y trabajos en cur
las líneas generales de la protohistoria extremeña, lo que so)12. La práctica ausencia de excavaciones en los monu
se ajustaba bastante bien con la existencia de una cone mentales castros del occidente salmantino se ha visto
xión meridional en las tierras del interior (Martín Valls y paliada por los trabajos de documentación planimétrica y
Delibes 1978a). Para la comprensión del Bronce Final y restauración (Santonja 1991; Iglesias et alii 1991). Otras
la Primera Edad del Hierro en Extremadura continúa excavaciones preventivas y sistemáticas sí han afectado
siendo fundamental su trabajo de síntesis y las excava por el contrario a importantes yacimientos englobables
ciones realizadas en la necrópolis y el castro de Me en el Bronce Pleno/Final y la Edad del Hierro: El Teso
dellín. La valoración del fenómeno orientalizante, su del Cuerno en Forfoleda (Martín Benito 1988), La Mesa
impacto sobre las comunidades indígenas -no se plante del Carpio en Villagonzalo de Tormes, La Corvera en
ará ya como una nueva oleada de las colonias fenicias- y Navalmoral de Béjar (Benet 1993; Fabián 1993), San
los procesos de aculturación esgrimidos por Almagro Pelayo en Martinamor (Benet 1990), Salamanca (Martín
Gorbea, tendrían amplio eco y larga aceptación. Valls et alii 1991), Ledesma (Benet et alii 1991), El Raso
A partir de los años 80 asistimos a la ruptura del con de Candeleda (Fernández Gómez 1986 y 1997), El
Cardenillo y Pajares en Villanueva de la Vera (Cordero et
cepto invasionista, al menos como clave explicativa en el
alii 1990), Arroyo Manzanas en Las Herencias (Moreno
desarrollo de los grupos del Bronce y del Hierro, que
1990) y El Carpio en Belvís de la Jara (Pereira 1989)...
además coincide con un cuestionamiento en Europa
por citar sólo los más importantes. La intensidad de las
sobre el concepto arqueológico de los Celtas, desde plan
últimas investigaciones al sur del Tajo queda asimismo
teamientos procesualistas e incluso de rechazo total,
plasmada a través de las intervenciones en los castros y
rompiendo el consenso que había existido hasta entonces
necrópolis de Botija (Hernández Hernández et alii 1989;
(Ruiz Zapatero 1993: 49 ss.). Desde diferentes corrientes
Hernández Hernández y Galán 1996), Alcántara (Es
metodológicas (arqueología espacial, arqueología de la
teban Ortega et alii 1988) y Aldeacentenera (Redondo et
muerte) se comienzan a ofertar nuevas preguntas y res
alii 1991), así como la excavación del Palacio orientali
puestas, aunque haya que reconocer que los esfuerzos
zante de Cancho Roano (Maluquer 1981; Celestino y
iniciales en la Península Ibérica siguieron siendo minori
Jiménez 1993; Celestino 1996). Los hallazgos aislados
tarios. Propiciada en parte por la nueva actitud de las
correspondientes a este momento aportan un comple
administraciones públicas respecto al Patrimonio, con la
mento imprescindible en la arqueología extremeña de la
creación de la figura de los Arqueólogos Territoriales, se
Edad del Hierro, aunque no queden reflejados de mane
han multiplicado las excavaciones arqueológicas de la
ra sistemática.
Edad del Bronce y del Hierro, las prospecciones siste
máticas y los hallazgos aislados de diversa índole en las Tampoco podemos dejar de referirnos a la publica
provincias de Á vila, Salamanca, Zamora, Toledo y ción de otros estudios y monografías sobre áreas impor
Cáceres. Buen exponente de ello es la elaboración de las tantes, como el volumen de la Prehistoria del Valle del
Cartas e Inventarios Arqueológicos auspiciados desde los Duero (1985), en la Historia de Castilla y León publica
da por la editorial Ámbito (Delibes, Fernández Manzano,
11
Con un gran desenfoque, cimentado en la tradicional teoría de Maluquer,
todavía se defiende la identidad de las cerámicas de incrustación de 12 Los trabajos hasta ahora publicados sobre Ulaca son el resultado de pros
Cogotas I con las poblaciones de la Primera Edad del HielTo. Véase como pecciones preliminares y pequeños sondeos (vid. supra). Entre 1975 y
ejemplo Fernández Gómez (1986: 988 ss. y 1991) y López Monteagudo 1977 Pérez HetTero lleva a cabo excavaciones en el oppidum abulense,
(1989: 17 SS.). cuyos materiales son actualmente objeto de estudio.
24 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Romero y Martín Valls), y aquellos trabajos más especí de regionalización durante los siglos IV-III a.C. que resu
ficos sobre el oeste peninsular, que en su primera redac mía en varios grupos: (1) los castros noroccidentales de
ción fueron frecuentemente Memorias de Licenciatura León y Zamora (2) el grupo Miraveche-Monte Bernorio,
(Salinas 1982a; Álvarez-Sanchís 1990a; Sánchez More (3) los castros "protoarévacos" de Soria, (4) "protovac
no 1995a; Aguilar-Tablada 1996) y Tesis Doctorales ceos" en la cuenca sedimentaria y (5) el grupo Cogotas
(Fernández Gómez 1986; Fernández Manzano 1986; Ló Ilb o "cultura de los verracos" al sur del Duero, identifi
pez Monteagudo 1989; Rodríguez Díaz 1989; Remando cado con los vettones históricos a partir de sus rasgos
Sobrino 1994) o bien surgieron de un ámbito extra-aca más señalados: las características esculturas en piedra de
démico (Sevillano 1978; Rodríguez Almeida 1981; toros y cerdos, los castros y necrópolis del área abulen
Cordero y Quijada 1991; Jiménez de Gregorio 1992). se-salmantina y las decoraciones a peine barrocas. Sobre
Otra importante primicia es la aparición de nuevas revis esta etapa de transición, se impondrían a finales de la
tas especializadas de ámbito regional -Studia Zamo Edad del Hierro las cerámicas pintadas a torno celtibéri
rensia (1980), Salamanca. Revista provincial de Estu cas (Cogotas lle).
dios (1982), Cuadernos Abulenses (1984), Cuadernos La continuidad de la nueva etapa parecía por tanto evi
Emeritenses (1989), Extremadura Arqueológica (1990) dente, aunque dicho planteamiento, en lo que al problema
y, sobre todo, la celebración en 1984 en la Universidad del tránsito de la Primera a la Segunda Edad del Hierro se
de Salamanca del Coloquio Internacional sobre la Edad refiere, comenzó a ser revisado en varios trabajos hasta
del Hierro en la Meseta Norte, cuyas actas recoge el fechas recientes (Sacristán de Lama 1986: 80-87, Esparza
volumen 39-40 de la revista Zephyrus (1986-87), tardía 1987: 364 ss. y 1990b: 115-120; Delibes y Romero 1992:
mente editado (1990) por diversas vicisitudes. Este libro 251-255, Romero y Jimeno 1993: 192 ss., 209-212;
supuso una importante actualización de los estudios Romero y Misiego 1995: 78 ss.; Jimeno y Arlegui 1995:
sobre la Protohistoria de la Meseta y puede considerarse 98-100). La antigüedad de las cerámicas a peine del nivel
el punto de arranque en la búsqueda de nuevas vías de superior de Sanchorreja o Sanchorreja II, de seguir a
aproximación sobre las etnias en general y el tema célti González-Tablas (1983, 1986-87, 1989 y 1990: 70-74), y
co en particular (Ruiz 7,apatero 1988a: 359 y 1993: 55). la dificultad de individualizar estratigrafías a favor de un
El proceso de transferencias llevado a cabo por las horizonte de transición de inicios de la Segunda Edad del
Comunidades Autónomas también ha propiciado el desa Hierro o Cogotas Ila, llevó a Delibes y Romero (1992:
rrollo de congresos y reuniones científicas de ámbito 251 ss.) a descartar la visión rupturista de la Meseta y
provincial. Para una aproximación a la arqueología de aceptar la continuidad entre ambas etapas 13• Matizaciones
los vettones y del occidente de la Meseta en general es sobre el particular ya se venían advirtiendo en el sector
obligado recordar el I Congreso de Historia de Sala occidental de la Cuenca del Duero (Martín Valls y
manca (1989), algunas de cuyas ponencias aparecen Delibes 1977: 293, 1978b: 324 y 1981: 174-175). La
recogidas y actualizadas en el libro Del Paleolítico a la relectura que hace Esparza (1987: 364-375 y 1990b) de
Historia (Santonja 1991, coor.), las Actas del primer los castros zamoranos como una facies particular aunque
Congreso de Historia de Zamora (1990), el volumen I de derivada del grupo Soto, datable desde el siglo V I a.C. y
la Historia de Ávila (1995) y también de la Historia de perdurando hasta la introducción del torno y práctica
Zamora (1995), que contemplan las etapas de Prehistoria mente hasta la romanización, es uno de los puntos de
e Historia Antigua, las / Jornadas de Prehistoria y referencia obligados. Precisamente la ruptura con
Arqueología en Extremadura (1986-1990), editadas en Cogotas I y el papel desempeñado en la gestación de los
1991 en la serie Extremadura Arqueológica, y los colo nuevos grupos a partir de los componentes autóctono,
quios sobre La Cultura Tartésica y Extremadura, El pro meridional y de tradición de Campos de Urnas, se ha con
ceso de la Lusitania Oriental en época prerromana y vertido en el centro del problema de la Edad del Hierro
romana y Celtas y Túrdulos: La Beturia, en la serie (Ruiz Zapatero 1988a: 361).
Cuadernos Emeritenses (1990, 1993 y 1995 respectiva
En idéntico sentido, la idea de continuidad y el recha
mente).
zo a los esquemas invasionistas se desprende de los tra
En la secuencia tradicional establecida por Martín bajos de Almagro-Gorbea ( 1985, 1986-87. vid. Almagro
Valls (1985 y 1986-87) para la Segunda Edad del Hierro Gorbea y Lorrio 1987), esgrimiendo con acierto (a) un
en el valle del Duero, la fase Cogotas Ila venía a marcar modelo de aculturación más complejo en la Edad del
un tránsito entre el Hierro Antiguo y la nueva etapa, sien Hierro, a partir de élites que imponen nuevas formas de
do la cerámica con decoración sencilla a peine -que el organización socio-económica y (b) un enfoque interdis
investigador remontaba a comedios de la sexta centuria ciplinar, cruzando la información arqueológica con la
y el amurallamiento de los poblados occidentales -avan lingüística, las fuentes clásicas, medievales y etnográfi-
zado el siglo V a.C. y por influencia del sector oriental
sus principales indicadores arqueológicos. En la siguien n Frente a otras interpretaciones que siguen defendiendo la entidad de esa
te fase o de "transición al mundo celtibérico", se asistía fase inicial, y previa por tanto a la plenitud de la Segunda Edad del
Hierro. De hecho. los trabajos de J. Barrio (1988: 29-42, 395-415 y 1993:
a la vitalización cultural de estos y otros elementos en los 184 ss.) sobre la necrópolis y el poblado segoviano de Cuéllar se orien
distintos sectores de la Meseta, dando lugar a un proceso tan en esa dirección.
HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN 25
cas, para abordar una realidad difícil de detectar en el tero 1992), proporcionó a los asistentes la grata impre
registro arqueológico: la etnicidad. Prueba de ello son los sión de percibir la entidad de los pueblos prerromanos de
recientes cursos monográficos dirigidos por él mismo en la Meseta a partir de los grupos de Cogotas I y Soto, por
El Escorial (Los Celtas: Hispania y Europa, 1992) y tanto desde un proceso que arrancaba en el Bronce Tar
Cuenca (Los Celtas en la Meseta: orígenes y nuevas dío y Final. Una excelente revisión de los logros alcan
interpretaciones, 1993), que recogen la senda ya esboza zados en la investigación protohistórica de la Meseta y el
da en Los Celtas en la Península Ibérica, editada por la NO., insistía sin embargo recientemente en considerar
Revista de Arqueología (1991). este mismo proceso "con rupturas, marchas atrás y cam
Entrados por tanto en la década de los noventa, el pro bios de todo tipo" (Femández-Posse 1998: 173), máxime
blema de los orígenes de las poblaciones que Roma llegó cuando de ese paisaje campesino de pequeñas aldeas de
a conocer en las Cuencas del Duero y del Tajo comienza barro se llegaba a los pueblos y ciudades de finales de la
a situarse en el punto de análisis que hoy conocemos gra Edad del Hierro.
cias a estos trabajos. Las aportaciones más recientes de Las perspectivas y aproximaciones recopiladas en
Almagro-Garbea (1992 y 1993b) intentan descubrir en estos trabajos ofrecen un panorama prometedor y a buen
este sentido un substrato protocéltico que se conservaría seguro pueden considerarse el punto simbólico de arran
en las regiones del occidente peninsular. La celtización que de una nueva etapa relacionada con el tema étnico en
de los vettones se vería así favorecida a partir de unos la Prehistoria reciente española. Va a ser el análisis de la
orígenes comunes y explicaría, en última instancia, simi evolución de los patrones de asentamiento y la atención
litudes con otras etnias de la Meseta. Este último mode prestada a los aspectos socio-económicos y paleoam
lo está dando lugar a una cierta controversia por sus difi bientales, los que van a servir para mostrar la personali
cultades de aplicación, y desde luego puede afirmarse dad de los distintos grupos arqueológicos en el espacio y
que no siempre existe unanimidad de criterios por parte en el tiempo (Jimeno y Femández Moreno 1992; Burillo
de los especialistas a la hora de ofrecer una visión de 1992; Ruiz 1992; Álvarez-Sanchís 1994). Buen exponen
conjunto (Lorrio 1997; Sacristán de Lama 1997; Burillo te de ello son también los recientes volúmenes publicados
1998; Sanz Mínguez 1998). Pero lo cierto es que, como sobre Arqueología Vaccea (Romero, Sanz y Escudero
atinadamente señalaba Martín Valls (1986-87: 83) hace 1993), Arqueología y Medio Ambiente (Delibes, Romero
dos lustros, interesa mucho más estudiar el proceso a tra y Morales 1995), Poblamiento Celtibérico (Burillo 1995)
vés del cual pequeños poblados se convirtieron en los y Extremadura Protohistórica: Paleoambiente, Economía
grandes castros en las vísperas de la conquista romana, y Poblamiento (Rodríguez Díaz 1998), en una visión inte
que el que éstos correspondan a los vacceos, arévacos, grada con la cultura material. Estas aproximaciones resul
astures o los propios vettones. De hecho, la publicación tan muy productivas, y no parece baladí afirmar que el
de las actas de la Reunión celebrada en la Universidad desarrollo de modelos útiles en términos de continuidad y
Complutense de Madrid (1989) sobre la Paleoetnología cambio cultural, es el gran reto de la arqueología del pri
de la Península Ibérica (Almagro-Garbea y Ruiz Zapa- mer milenio a.c. en la Meseta.
II
La referencia más antigua que tenemos sobre el espacio geográfico queda vertebrado por las alineaciones
poblamiento prerromano en la Península Ibérica es la montañosas del Sistema Central, que constituyen a su
Ora marítima deAvieno (Mangas y Plácido 1994), escri vez la divisoria de aguas que vierten al Duero y al Tajo.
ta en el siglo IV d.C. pero basada en un periplo massa El río Coa, muy cerca de la frontera hispano-portuguesa,
liota del siglo VI a.C. que situaba a los Celtas como pue y las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, entre
blo vecino de los Ligures. La obra menciona otros pue Ávila y Madrid, señalarían los límites occidental y orien
blos, entre ellos los Cempsi y los Saefes, que Schulten tal respectivamente. En cualquier caso, la correlación de
(1955: 36-38, 104 ss.) identificó con los Celtas y locali todos estos datos con los aspectos históricos y arqueoló
zó en el oeste peninsular, en los valles del Guadiana y del gicos que vamos a tratar a continuación nos eximen, por
Tajo-Duero respectivamente (Fig. 2). La filiación de ahora, de prolijas descripciones.
estas poblaciones y su relación con los grupos arqueoló Sí parece obligado insistir en la realidad física de
gicos del interior de la Meseta tuvo un peso importante estas poblaciones prerromanas. No nos cabe la menor
en la historiografía española como para suponer un trans
duda de que el paisaje agrario tuvo ya en aquellos mo
fondo étnico en la génesis de los Vettones (Bosch
mentos una extraordinaria importancia, muy por encima
Gimpera 1932: 470 ss.; Cabré 1930: 104 ss.). Sin embar
de la que la realidad arqueológica nos permite entrever.
go, en el mejor de los casos, es importante destacar que
Desde una perspectiva geográfica, son tres las variables
la información del periplo viene referida exclusivamente
que concurren en la organización secular del territorio:
por su contenido geográfico, y no permite deducir una
relieve, clima y suelos. Contamos además con datos
identidad social, política o cultural específica.
paleoambientales indirectos. Su asunción global puede
Los testimonios etnográficos más completos referidos resultar problemática, pero ofrecen un marco bastante
al oeste peninsular sólo describen hechos a partir de fina coherente que podemos hacer extensible en ciertos casos
les de la Edad del Hierro y provienen de los autores que al oeste peninsular 15 •
acompañaron a los ejércitos púnico y romano en la con
quista de Hispania. Del contenido de las fuentes geográ
ficas, fundamentalmente Estrabón (3,1,6; 3,3,1; 3,3,2-3;
l. El relieve
3,4,12), Plinio (N.H. 3,19; 4,112-113) y Ptolomeo (2,5,7),
se desprende que los Vettones ocupaban en las postrime
rías del cambio de Era un amplio territorio cuya zona La aparente imagen de monotonía con que, a menudo,
nuclear debió situarse entre las cuencas del Tormes/ se percibe el borde occidental de la Meseta, queda des
Duero y el Tajo; unos 32.000 km2 que se extienden por el mentida si se contempla en toda su extensión la marcada
SO de Zamora, la casi totalidad de las provincias de dualidad existente entre las llanuras y las montañas. El
Salamanca y Ávila salvo su extremo norte, el occidente
Los trabajos globalizadores que sintonizan con la redacción de este capí
de Toledo y la mitad oriental de Cáceres, prolongándose
1
'
tulo han sido fundamentalmente Conde (el alii 1966), Alorn,o Femández
hasta las proximidades del Guadiana (Roldán Hervás (1981), VV.AA. (1985). Terán (el alii l 987). Cabo y Manero (1987 y
1968-69; Sayas y López Melero 1991) 14• Este amplio 1990). VV.AA. (1993). así como las memorias explicativas del Ministerio
de Agricultura. Pesca y Alimentación. para los mapas de Cultivos y
Aprovechamientos (E. 1:200.000) de Cácercs (1983), Toledo (1983).
14
Hojas del Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército (E. Ávila (1983) y Salamanca (1984J. Para aspectos específicos sobre paleo
1:200.000), números 3-5 (Vitigudino), 4-5 (Salamanca), 3-6 (Plasencia), ambiente y comarcas tradicionales. se han utilizado otros trabajos que se
4-6 (Ávila). 3-7 (Cáceres) y 4-7 (Talavera de la Reina). irán citando seguidamente en el texto.
28 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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LA PENÍNSULA 113ÉIIICA
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LA PENINSULA IBERICA SEGUN LOS TEXTOS DE ESTRABON
(según GARCIA Y BELLIDO)
Fig. 2.-La Península Ibérica en la Ora Marítima de Avieno (según Schulten 1955) y a partir de los textos de Estrabón
(según García y Bellido 1945).
LOS ESPACIOS NATURALES 29
relieve viene determinado por una abundante superficie de montaña, en su mayor parte con posterioridad a la
serrana en el centro y sur, con terrenos quebrados entre orogenia alpina. La cuenca del Duero ofrece una topo
los que se intercalan amplias zonas de valle, y su exten grafía en la que se advierten llanuras labradas sobre
sa llanura al norte. Los rasgos básicos del paisaje vettón materiales blandos -arcillas y arenas- escalonadas a
que hemos de considerar como constitutivos de este diferentes alturas, desde los 700 m. hasta llegar a los
espacio son: (1) las penillanuras del oeste de Zamora y 1000 m. en el tránsito a los berrocales de la cordillera
Salamanca, (2) las cuencas sedimentarias de los ríos Central. Las campiñas centro-meridionales de la cuenca,
Duero y Tajo, y (3) el Sistema Central. En esencia, toda desde el norte de Ávila y noreste de Salamanca hasta el
la región forma parte del primitivo zócalo paleozoico de sureste de Zamora (Tierra del Vino, La Armuña, Campo
la Meseta, que ha ido configurando su aspecto actual de Peñaranda, Tierra de Arévalo), forman un conjunto
debido tanto a los movimientos resultantes de la Oro unido donde los procesos de deposición cuaternaria se
genia Hercínica como a deformaciones Terciarias y han desarrollado con gran amplitud, formando amplios
Cuaternarias (Figs. 3 y 4). valles y estrechos interfluvios, sólo interrumpida por
En primer lugar, destacan por su amplitud las tierras pequeñas motas y tesos aislados, o por las terrazas que
occidentales de Zamora y Salamanca, junto al perímetro siguen el curso del río Adaja.
que marca los "límites" con Portugal, labradas sobre La cuenca del Tajo es una fosa tectónica hundida
granitos (Sayago, Campo de Ledesma, Campo de Vitigu entre el Sistema Central y los Montes de Toledo. Se arti
dino) y pizarras (campos de Argañán, Charro y Sierra de cula en torno a los derrames que proceden de la Sierra de
Tamames). Se trata de penillanuras originadas por el Gredos, Béjar, Peña de Francia y parte de la Sierra de
desarrollo de diversas etapas de aplanamiento sobre el Gata: el Alberche, el Tiétar y el Alagón. El encajamiento
zócalo de este sector, destacando algunos relieves resi del río no permite un paso fácil, excepto en los vados de
duales y pequeños resaltes. El umbral de altitud más vasto Alconétar -en la confluencia con el río Almonte- y
es el de 700/800 m., en el centro, mientras en el resto Azután -entre Talavera de la Reina y Puente del Ar
oscila de 900 a 1000 m. Eso, con independencia de los zobispo- puntos fundamentales de comunicación desde
relieves montañosos internos, elevados hasta 1400 m., y la Prehistoria hasta nuestros días (Álvarez Rojas y Gil
del profundo tajo fronterizo del Duero, encajado 400 m., Montes 1988; Galán y Martín Bravo 1991-92). Ofrece
en los llamados "arribes" del Duero, que separaba a los mayor complejidad geológica aunque morfológicamente
vettones de los astures (Plinio N.H. 4,112). Aquí, el fuer acusa las mismas formas que aparecen en el Duero, des
te desnivel existente entre la penillanura granítica y su mantelando los depósitos terciarios en los que ha encaja
margen pmtugués ha traído consigo una espectacular do su valle y acusando un paisaje en el sector medio de
labor de abarrancamiento. El río, aprovechando el siste campiñas labradas en margas y arcillas, de moderada
ma de fracturas, ha llevado a cabo una intensa profundi altitud (400-500 m.). En el ámbito occidental propia
zación de su cauce. Esta acción trasciende incluso a los mente extremeño, el valle entra en contacto sin solución
valles, muy angostos, y ha permitido la aparición de la de continuidad con la penillanura herciniana, formada
roca desnuda y de extensos berrocales. Las redes del por crestones de cuarcita, granito y pizarras, hasta alcan
Águeda, Huebra, Uces y Tormes por el norte, y la del zar Cáceres y la frontera portuguesa.
Alagón por el sur, introducen ese característico paisaje
Por su parte, en el centro del antiguo macizo ibérico
quebrado. En todo caso estas cortaduras ocupan una
los relieves del Sistema Central que se alzan a más de
pequeña porción de superficie y, escasos 20 km. hacia el
2.000 m. -La Serrota (2.294 m.), Guadarrama (2.430
este, se muestran como valles modestamente encajados.
m.), Gredos (2.592 m.), Sierra de Béjar (2.401 m.)- y los
La relativa riqueza en mineralizaciones de las rocas de
contrastes climáticos y litológicos justifican una diferen
este complejo geológico ha permitido la aparición de
cia muy sensible con las llanuras y las cuencas sedimen
placeres auríferos y minas de cobre, hierro y sobre todo
tarias, máxime cuando se comprueba la decisiva repercu
estaño, en la mayor parte de los casos pequeños filones,
sión del relieve en la distribución secular del paisaje
cuya explotación ha determinado la emergencia de algu
agrario y del poblamiento. Geológicamente está consti
nos castros en la protohistoria salmantina (Maluquer
tuído por roquedos graníticos, en forma de murallones,
1956a: 7; Gómez Moreno 1967: 9; Salinas 1992-93: 179-
peñascales o planicies rocosas, y en menor medida por
180)16.
cuarcitas, pizarras, arenas y calizas. Estos materiales fue
Como solución de contacto con las penillanuras se ron afectados por la orogenia alpina, que es responsable
extienden los dos grandes valles de la red hidrográfica de la dirección Nor-Noreste/Sur-Suroeste del sistema
actual, el Duero y el Tajo, que cubren la mayor parte del montañoso. Ofrece una notabilísima sucesión de grandes
territorio, atravesándolo en dirección Este-Oeste, mien bloques macizos levantados (Sierra de Ávila, Ojos
tras sus afluentes lo hacen en sentido sur-norte y norte Albos, Sierra de la Paramera, La Serrota, Gredos, Béjar,
sur. Estas cuencas sedimentarias fueron colmatadas por Gata, Peña de Francia) y fosas hundidas (valles de
materiales terciarios liberados por la erosión en las áreas Amblés, Alberche, Tormes, Tiétar, Jerte) hasta unirse al
" Mapa Metalogenético de España. E. 1 :200.000. hoja 36 (Vitigudino).
Tajo, dando lugar a un paisaje típicamente serrano. La
Instituto Tecnológico Geominero de España (]GME). 1975 (l.' edición). delimitación orográfica meridional es, finalmente, osten-
30 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TIERRA
DEL VINO
CAMPO DE
LEDESMA
CAMPO
CHARRO ·······
,,,,,)/
· ii't: �
•
1 CAMPO
f
1 ARAÑUELO
,
Más de 1000 m.
sible en la unidad de los Montes de Toledo, que se dis Jordá Pardo 1991). En todo caso, la secular desforesta
ponen entre las cuencas del Tajo y el Guadiana. Ofrecen ción del paisaje ha debido producir una reducción plu
un nivel de cumbres fuertemente abombado, que alcanza viométrica muy significativa, y es por tanto lógico pre
su culminación en las Sierras de Guadalupe y las sumir un nivel de precipitaciones más cuantiosas que las
Villuercas (1.601 m.), a partir de las cuales desciende en actuales. Por otra parte, los taxones arbóreos y arbustivos
sentido opuesto hasta enlazar con la penillanura trujilla identificados según análisis polínicos, antracológicos y
no-cacereña. carpológicos en varios yacimientos del valle medio del
Una serie de pasos naturales y puertos de montaña Duero en el transcurso del primer milenio a.C. --como
-Béjar (Salamanca), Tomavacas (Ávila-Cáceres), El son los distintos niveles del Soto de Medinilla, La Era
Pico (Ávila)- atraviesan estratégicamente de sur a norte Alta en Melgar de Abajo y La Mota en Medina del
todo este entramado y han condicionado muchísimo las Campo, en Valladolid (Yll 1995; Cubero 1995; Uzquiano
comunicaciones entre Extremadura y la Meseta Norte, 1995)- implican una mayor fitodiversidad, con bosques
desde el Guadiana hasta el Duero: la relación de hallaz densos de encinas, enebros, pinos, quejigos, nogales,
gos de la Edad del Bronce y del Hierro que salpican el castaños, pequeñas agrupaciones de hayedos, bosques de
recorrido de la Vía de la Plata, la falla tectónica de Pla ribera, helechos y entornos empradizados muy aptos para
sencia, los vados del río Tajo y los puertos del Sistema la caza y el pastoreo, lo que también tiene implicaciones
Central se nos antoja enormemente reveladora en este extraordinariamente positivas desde el punto de vista
aspecto (Roldán Hervás 1971; Álvarez Rojas y Gil faunístico. Masas forestales extensas y todo el cortejo
Montes 1988: 312; Ruiz-Gálvez y Galán 1991; Galán y propio de la vegetación del sotobosque -a una distancia
Martín Bravo 1991-92). relativa de los poblados- dio paso a mamíferos salvajes
como el ciervo, el uro, el caballo salvaje, el oso, el lobo,
el jabalí, el lince, el corzo, el gato montés o el castor
2. El clima (Morales y Liesau 1995: 492-495), algunos de los cuales
todavía sobrevive en sectores marginales del valle del
Las variables termopluviométricas de la Meseta Duero, en las penillanuras salmantino-zamoranas y en
Occidental y su situación en la Península Ibérica la hacen Gredos, en un ambiente típico de arbolado, monte bajo y
partícipe del modelo mediterráneo, en un régimen de matorral. Incluso sobresalen en los antiguos asentamien
relativa regularidad. Pero si la orogenia actual debió tos restos de aves y peces, como la garza real en La Mota
coincidir básicamente con la de la Prehistoria reciente, o el salmón en el Soto de Medinilla (id. 1995: 496-498),
en el caso del clima caben algunas consideraciones. que requieren importantes recursos hídricos, un mayor
Aproximadamente la fecha del 800 a.C. marca la transi enfriamiento y aguas relativamente oxigenadas. Todos
ción entre los climas sub-boreal y sub-atlántico, que en estos datos podrían explicar, en definitiva, un grado con
la mitad norte peninsular debió de caracterizarse por un siderable de humedad superficial y la existencia de un
ambiente más fresco y lluvioso (Magny 1982: 40-42; paisaje distinto del que hoy se contempla.
Dupré 1988: 121-122). La coincidencia entre la emer Por otra parte, los elementos bioclimáticos de la
gencia de los poblados de la Edad del Hierro y la nueva región vettona se hallan claramente mediatizados por la
fase abre por tanto algunas vías para ulteriores investiga elevada altitud media y la compleja orografía del territo
ciones (Esparza 1990b: 123 y 1995: 139-140). Desde en rio. Desde un planteamiento general la altura determina
tonces, no hay pruebas geomorfológicas o botánicas que ría una disminución de las temperaturas y un ligero
testifiquen un clima muy distinto del actual, pero sí evi aumento de las precipitaciones aunque existen muy
dencias de que la red fluvial y los humedales hayan importantes disimetrías entre las vertientes de barloven
conocido importantes cambios de índole natural y antró to y sotavento, además de la situación de los valles flu
pica (Calonge 1995: 530 ss.). Los ríos, de acuerdo con su viales encajados frente a otros más amplios y poco pro
basculamiento y la erosión lateral, sugieren un nivel fundos, y, en general, el obstáculo que representan las
menos encajado que en el presente, por tanto niveles barreras montañosas. Como resultado de todo ello el pai
freáticos menos profundos y humedales más amplios. saje se inserta en un clima mediterráneo pero fuertemen
En el estudio palinológico del castro abulense del te continentalizado, con elevadas amplitudes térmicas
Raso de Candeleda (López García 1986: 153), el medio resultantes de inviernos largos y muy fríos, en tomo a los
vegetal más importante aparece representado por pinos, 3-4 grados, y veranos breves y cálidos, con valores entre
fresnos y alisos. Los dos últimos tienen un significado de los 20 y 22 grados. Por su parte, la región extremeña
mayor humedad y representan la vegetación que debía puede considerarse un área de transición; a la diferencia
desarrollarse desde comienzos del subatlántico en las de altitud respecto a la Meseta superior corresponden
márgenes de ríos y arroyos. Un aspecto también a consi inviernos no tan rigurosos y veranos más largos.
derar son los análisis sedimentológicos obtenidos en el En la distribución de las lluvias no hay sin embargo
asentamiento de La Aldehuela (Zamora), en un contexto grandes diferencias y la mayor parte del sector queda
del Hierro Antiguo, que confirman un clima no muy dis comprendido entre las isoyetas de 300 y 500 mm.
tinto al actual (Esparza 1995: 11O, a partir de los datos de Excluyendo las sierras, que introducen matices muy sig-
32 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
nificativos, se trata de un te1Titorio caracterizado por un fértiles suelos aluviales articulados por la red hidrográfi
nivel de precipitaciones no demasiado cuantiosas, que ca del Duero y parte del Tajo, incluyéndose aquí los fon
progresivamente se elevan de oeste a este y de sur a dos de los valles del Tormes, Amblés y Tiétar.
norte. La escasez de lluvias durante el estío es la princi Los vegetales cultivados recuperados en los yaci
pal seña de identidad. Los pastos adquieren entonces el mientos del Duero medio han revelado una agricultura
color amarillento típico de la sequía, que recibe el expre cerealista probablemente de ciclo largo a base de trigos y
sivo nombre de •'agostamiento". Numerosas piezas den secundariamente de cebada (Cubero 1995), dato que no
tarias del ganado vacuno de la Edad del Hie1To acusan lo debió ser muy diferente en las vegas vettonas, de inferior
abrasivo del régimen de gramíneas (Morales y Liesau extensión pero básicas desde el punto de vista económi
1995: 483 ), dato que podría explicarse en función de la co. Los mismos análisis hacen verosímil un te1Tazgo
dureza de los pastos durante la estación seca, lo que con dividido en "hojas", con tiempos de reposo y barbecho,
cuerda bastante bien, según Calonge (1995: 532), con las y no una explotación intensiva, sistema que ha pervivido
adaptaciones desa1Tolladas por las actuales razas autóc en algunos sectores marginales de la Meseta hasta
tonas como la morucha y la avileña. Por el contrario en mediados del siglo XX (Calonge 1995: 538; Delibes et
las estribaciones montañosas el volumen invernal suele alii 1995a: 573). Así, en las penillanuras del oeste los
superar la mitad de la media anual pluviométrica, que en espacios labrados suelen ser de dos tipos, uno represen
la montaña representa en torno a las tres cuartas partes. tado por campos abiertos, a veces con reparto en hojas
Lo quebrado del relieve, los períodos de heladas y el del término, y otro cerca de los pueblos, junto a peque
régimen de lluvias, con medias anuales que pueden supe ños regatos y limitados por cercas de piedra -bien visi
rar los 1.000/1.500 mm., facilitan el desarrollo de la bles en la comarca sayaguesa- con un labrantío intensi
ganadería y el aprovechamiento forestal en detrimento de vo característico de la organización en huertas (Llorente
la agricultura. que se convierte en una actividad muy 1990: 193).
secundaria. En suma. nos encontramos ante un te1Titorio En las cuencas sedimentarias hay que valorar un ele
dominado por la sensación de contraste, la misma sensa vado grado de alteración de las formaciones autóctonas
ción que se percibe en la distribución y tipología de los como consecuencia de las roturaciones que, ya desde el
suelos y la cobertera vegetal, claro que sin menoscabar la pasado, han abierto espacios nuevos para el cultivo y la
acción antrópica. ganadería. De ahí el carácter residual que hoy ofrecen las
biomasas de frondosas medite1Táneas. En este sentido,
cabe destacar que los resultados polínicos de algunos
3. Cobertera vegetal y suelos poblados del espacio físico vacceo (Mariscal 1995; Ruiz
Zapata 1995; Yll 1995: 363 ss.) confirman un incremen
Han sido los factores edáficos los que han favorecido to gradual de los espacios abiertos y de la vegetación her
el desarrollo de las coníferas en las campiñas meridiona bácea xerófila y de secano frente a una disminución de
les del Duero y de los paisajes adehesados en las super las masas boscosas. que habrá que relacionar con la
ficies suroccidentales del zócalo, desde el Sayago zamo explotación de estas últimas y la ampliación del te1Tazgo
rano hasta la penillanura extremeña. Pero antes que nada para cultivos pero sobre todo pastos. Estos índices se
hay que señalar que los suelos están condicionados por el refieren en cualquier caso al mismo asentamiento y a su
relieve, siendo frecuentes las pendientes escarpadas y área inmediata, pudiendo darse condiciones distintas, las
pronunciadas que imposibilitan en muchos casos la exis propias de un paisaje más arbolado, a medida que nos
tencia de suelos bien desarrollados. Sobre los granitos y apartásemos de aquellos (Delibes et alii 1995a: 565).
pizarras predominan los suelos silíceos ácidos, fácilmen Es lo que sucede a propósito de la encina, que consti
te erosionables. de profundidad variable, con escasa tuye la especie más generalizada en la región occidental
capacidad de retención hídrica y frecuentes afloramien por su resistencia al frío y a la aridez estival, y su versa
tos rocrn,os. Suelos. en cualquier caso. de escasa aptitud tilidad en cuanto a suelos, ocupando todavía un lugar
agrícola y vocación eminentemente ganadera. Cubren la preeminente a mediados del siglo pasado (Madoz 1845).
mayor parte del centro. sur y oeste de la región (Fig. 5). Prácticamente extinguida en el sector de los páramos y
estando constituídos por las Tie1ns pardas húmedas y las las campiñas co1Tespondientes a las cuencas de sedimen
Tierras pardas meridionales. matización que es debida a tación terciaria, pero muy importante en tiempos pretéri
su altitud y grado de humedad. Por su parte, los tipos de tos (Mariscal et alii 1995: 445-447), hoy se mantiene de
suelos arcillosos del norte de Ávila, noreste de manera mucho más ostensible en las penillanuras occi
Salamanca y sureste de Zamora. así como la cubeta tec dentales de Zamora y Salamanca, en los bosques basales
tónica de Ciudad Rodrigo, más profundos y desarrolla de la Cordillera Central y en el te1Titorio extremeño, for
dos sobre los sedimentos terciarios y cuaternarios, les mando un componente de riqueza esencial por el ganado
hace adecuados para buenos rendimientos cerealícolas: lanar, vacuno y de cerda que en ellos se apacenta, pues
la primacía corresponde sin duda a los suelos pardos produce bajo su copa abundante pasto rico en proteínas.
(calizos. no cálcicos y sobre depósitos alóctonos pedre El encinar y también el matorral, en su forma de monte
gosos) y a los suelos rojos medite1Táneos, además de los bajo. se conserva por tanto en su mayor extensión en las
34 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
CJ3 = 6
Fig. 5.-Mapa de suelos del oeste de la Meseta: l. Tierra parcia meridional; 2. Tierra parda húmeda sobre materiales silíceos;
3. Suelo pardo calizo; 4. Suelo pardo no cálcico y arenales; 5. Suelos pardos sobre depósitos alóctonos pedregosos; 6. Suelos
rojos mediterráneos.
LOS ESPACIOS NATURALES 35
superficies ocupadas por el zócalo paleozoico, cuya esca actual de las penillanuras y en las estribaciones monta
sa capacidad para el cultivo ha favorecido la pervivencia ñosas algunos bosques de ribera con vegetación de sau
de las asociaciones originarias. Y esto, de alguna forma, ces, chopos, álamos y fresnos, estos últimos acompaña
contrarresta la escasez de estudios paleoambientales dos de pastos permanentes. Se observan bien en zonas de
específicos al sur del Duero, si se exceptúa el caso de La valles -Yeltes, Huebra, Tormes, Amblés, Tiétar- allí
Mota y El Raso (vid. supra). En compañía del quejigo, el donde se constatan importantes asentamientos prerroma
rebollo y el alcornoque, ha desempeñado y desempeña nos y una relativa alta densidad de población. No en
una función esencial en la estructura del sistema de apro vano, estas mismas especies coinciden con las documen
vechamiento agrario. El encinar define por excelencia la tadas en el Raso de Candeleda (López García 1986: 153)
dehesa y el paisaje adehesado (Campos Palacín 1984), y en los entornos de los humedales del valle medio del
donde el sistema mixto arbolado-pastos-tierras de labor Duero de hace más de dos milenios (Mariscal et alii
permite un aprovechamiento de los recursos naturales y el 1995: 425-426).
mantenimiento de su potencial ecológico, de tal forma Concluyendo, el hecho que reviste mayor trascendencia
que bien puede hablarse de "paisajes estables" en la en la Meseta occidental desde el punto de vista geográfico,
región (Cabero et alii 1987: 92). En general sólo se dedi es la dialéctica entre superficies llanas y áreas de montaña.
ca a los cultivos una pequeña parte del suelo, el más fér Esta dualidad no es únicamente de índole morfológica y
til pues se trata de suelos silíceos poco productivos, y el está en la raíz de varios de los fenómenos que podemos
resto a pastos, complementados con bellotas. apreciar en el poblamiento de la Prehistoria reciente de la
El complejo descrito también se encuentra en el región. Las características físicas favorecen los desplaza
Sistema Central, no obstante condicionado por la altitud, mientos en sentido Este-Oeste, aunque los grandes ríos de
especialmente en la vertiente meridional. Los enclaves la fachada atlántica, como el Duero o el Tajo, sólo han sido
húmedos ligados al relieve serrano, incluso elevados en navegables en ciertos tramos de su recorrido, forzando
época estival, facilitan en la actualidad el aprovechamien necesariamente la confluencia en vados. Los itinerarios
to de pastos permanentes o altos pastos de verano a partir norte-sur han estado condicionados por las barreras monta
de la cota de los 1.400 m. en la sierras abulenses - lo que ñosas del Sistema Central, viéndose beneficiados los pasos
ha condicionado seculares estrategias en los desplaza de montaña y la Vía de la Plata, vía secular de comunica
mientos con el ganado - a la vez que incorporan una dis ción entre Extremadura y la Submeseta Norte. Se observa
tribución escalonada de la cobertera vegetal (prados, también una disimetría en la región, que diferencia los
robledales, castañares, quejigares, alcornocales, jaras y terrenos graníticos y pizarrosos relacionados con el apro
encinas), desde los pisos subalpinos a las condiciones vechamiento de pastos, de las vegas fluviales, con tierras
microclimáticas del Tiétar o el Jerte. Contamos además más profundas y cereal de secano. Estas circunstancias tie
con los datos paleoambientales de Lagoa Comprida, en la nen una repercusión clara desde el punto de vista econó
Sierra portuguesa de la Estrella (Figueiral 1990), un área mico y han ahondado los matices y diferencias del hábitat
montañosa a unos 1.600 m. de altitud y con dataciones de en el transcurso del tiempo.
C-14 no calibradas de los siglos XIV y VIII a.C., que Puede afirmarse que la geografía actual de la Vettonia
muestran la importancia de los bosques de Quercus, con no enmascara demasiado su aspecto primitivo, al menos
escaso impacto del estrato herbáceo. Circunstancias aná si nos referimos a la potencialidad de los suelos y a las
logas concurren en los datos palinológicos realizados en formas básicas del clima y del relieve. No parece, pues,
la Laguna de las Sanguijuelas, cerca de Puebla de arriesgado aventurar que el paisaje agrario siempre se ha
Sanabria (Menéndez y Florschütz 1961: 85 y 88) y en el decantado a favor de la ganadería extensiva y el aprove
castro zamorano de La Cerca, en Sejas de Aliste (Boyer chamiento forestal, teniendo en cuenta las particulares
Klein 1987: 393), que además incluyen una importante características del medio natural, el proceso histórico de
representación del pino silvestre. No obstante la muestra ocupación y el dominio durante siglos de una economía
más reciente de Sejas, coetánea a la ocupación prerroma cerrada, basada en la complementariedad territorial de
na del castro, evidencia una fuerte desforestación, si bien fondos de valle y cumbres. Naturalmente el reverso de la
hay que insistir que esta imagen se refiere al hábitat, medalla son los factores antrópicos, que han pesado en la
pudiendo existir condiciones distintas en la periferia. cobertera vegetal, allí donde el paisaje actual enmascara
Aunque escasos en comparación con otros conjuntos con frecuencia el verdadero aspecto que ofrecería el
naturales de la región, también sobresalen en el paisaje territorio en la antigüedad.
III
Hay pocas dudas de que en la Prehistoria reciente de la vó Soto de Medinilla, yacimiento que da nombre a la
Meseta tuvo lugar un cambio trascendental en el paisaje: facies que caracteriza sobre todo a la I Edad del Hierro
ciertos tipos de cerámicas, yacimientos y estrncturas desa en el centro y occidente de la Meseta, se señalaron las
parecen o se rarifican extraordinariamente y otros se hacen divergencias que presentaba respecto al substrato indíge
presentes. La transición a la Edad del Hierro también na y su relación con los poblados del Hierro navarros y
marca el cambio entre dos formas diferentes de concebir del sur del País Vasco (Palo! 1966; Palo! y Wattemberg
el pasado. La provisionalidad de las estructuras de habi 197 4: I 81-195). La sensación de discontinuidad entre el
tación deja paso a poblados estables y fortificados que viejo y el nuevo mundo crecía y se hacía más evidente
reflejan el carácter duradero y permanente de la ocupa conforme se desarrollaban las prospecciones y trabajos
ción. El alto nivel alcanzado por la metalurgia del bron de campo, al comprobar la disociación espacial entre los
ce. propiciando una mejora evidente en el instrumental poblados del Hierro, que afectaba a todos los territorios
m1esano, la progresiva utilización de útiles de hierro y de sedimentarios de la cuenca del Duero y los atribuibles a
la tecnología necesaria para realizarlos o la intensifica Cogotas I (Delibes y Romero 1992: 242-243; Sacristán
ción agrícola, seguramente como consecuencia de todo de Lama et alii 1995: 354-358). También en el plano del
lo anterior, fueron sin lugar a dudas determinantes en las poblamiento este hecho se veía reforzado por la estabili
secuencias de cambio. dad del primer grupo frente a la inconsistencia de los
Pero se asume demasiado a menudo que la sedentari hábitats del segundo y, probablemente, por el nuevo
zación fue general en todos los casos, exageradamente modelo de explotación agrícola que representaban, en
dramática, en un marco temporal corto y homogéneo. clara oposición a la tradicional actividad pastoril de las
Antes de la nueva etapa, los investigadores esgrimen tra sociedades del Bronce. Un último indicio, las cualitativas
dicionales modelos de análisis que defienden un patrón diferencias de sus respectivos materiales ahondaba toda
de asentamiento móvil e inestable. Y sólo después de ese vía más el distanciamiento y la sensación de vacío entre
momento se aceptan sociedades permanentes y realmen ambos mundos.
te complejas. capaces de generar excedentes para el Esta esterilidad podría relacionarse con ciertos aspec
intercambio o dedicar más energía a otras actividades. tos de la investigación, como la falta de excavaciones
Habría dos maneras de contemplar esa transición extensas en los castros, que dificultan fijar de manera
(Romero y Jimeno 1993: 185-186): asumir la arribada de precisa sus momentos iniciales y su relación con Cogotas
nuevas poblaciones y su implantación definitiva en el I o bien la inexistencia de un fósil guía característico en
territorio o, por el contrario, valorar el papel que jugaron la región que llamase la atención de los especialistas,
las comunidades indígenas del Bronce Final en el proce como ya ocurriera a propósito de las cerámicas de exci
so de cambio hasta bien entrado el primer milenio a.C. sión y boquique para el Bronce Pleno-Final. Nuestra
Pese a la larga tradición y gran desarrollo actual de las visión estaba además condicionada por las características
investigaciones sobre el fin de la Edad del Bronce y la naturales de las diferentes áreas, que repercutían en la
Edad del Hierro. la Prehistoria de la Meseta se ha desa cantidad y calidad de la información disponible.
rrollado bajo la premisa de que existe una rnptura, una La valoración de los primeros asentamientos de la
laguna en nuestros conocimientos relativo a una parte de Edad del Hierro en la región SO. de la Meseta, su ubica
los siglos IX y VIII a.C. que impide conocer el proceso ción cronológica y, en el fondo, las circunstancias que dan
de tales cambios. Desde el mismo momento que se exca- lugar a su aparición, exige considerar la situación inme-
38 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
diatamente anterior, el Bronce Final, porque en algunos cimentada sobre todo en la información paleobotánica y
aspectos puede dar la clave de fenómenos posteriores. en el hallazgo de algunas hoces de bronce, molinos y
dientes de hoz de sílex. El peso específico de estas acti
vidades es difícil de evaluar, pero los análisis faunísticos
l. El substrato del Bronce Final y su vertebración en sugieren una actividad ganadera relativamente especiali
la nueva etapa. La documentación arqueológica zada cuya importancia quedaría constatada en la presen
cia de yacimientos con elementos de Cogotas I en áreas
A finales del segundo milenio a.C. los grupos que periféricas, desbordando el núcleo original de la Meseta.
habitan el interior de la Meseta corresponden a la cultu Este hecho se ha explicado como el resultado de despla
ra tradicionalmente conocida como Cogotas I, con dife zamientos temporales de estos grupos (Femández Man
rentes matices según las áreas pero con un fuerte arraigo zano 1985: 69-72; Delibes y Romero 1992: 240-242),
que muy posiblemente tengamos que poner en relación
en las tradiciones anteriores, situándose el origen de este
con las prácticas ganaderas. Por otro lado la inestabilidad
complejo en el Bronce Antiguo (Romero y Jimeno 1993:
del poblamiento y las limitaciones que impone una tierra
183-184). Estas comunidades presentan una serie de ras
no especialmente rica en nuestra región permitiría hablar
gos comunes:
de una agricultura de tipo itinerante, forzada ante la difi
a) Son comunidades mayoritariamente pequeñas y de cultad de estos grupos de mantener la fertilidad de los
cabañas simples, como revelan la superficie de sus pobla suelos (Ruiz-Gálvez 1991 y 1998).
dos y hábitats. La movilidad de algunos grupos parece
Estas características, unidas a los escasos indicios de
bastante segura, atendiendo por ejemplo a la escasa poten
metalurgia "in situ" y al hecho de que las cerámicas de
cia de los niveles de ocupación (Femández Manzano
almacenaje o provisiones no sean excesivamente gran
1985: 72), prueba de que los asentamientos son abando
des, indicarían una actividad productiva de carácter
nados en poco tiempo. El hábitat muestra una cierta diver
esencialmente doméstico, sin acumulación de exceden
sidad que permite cuestionar la idea comúnmente admiti tes. Se ha especulado con la posibilidad de que los fon
da de vincular esta cultura única y exclusivamente a zonas dos de cabañas hubiesen desempeñado la función de
montañosas y a grupos de pastores (Romero y Jimeno silos, dato que apoyaría cierta dedicación a la agricultu
1993: 176). ra por parte de estos grupos cogotianos y que exigiría un
b) Un ritual inhumador acompañado de escasos mínimo sedentarismo (Delibes et alii l 995e: 54-55;
ajuares, con las características cerámicas de excisión y Bellido 1996). Aun aceptando esto, que parecería muy
boquique, es la tradición funeraria habitual, pero muy razonable incluso a nivel familiar, también hay que
excepcional dada la rareza de los enterramientos descu reconocer que no todos aparecen asociados a restos de
biertos (Esparza 1990a). Parece evidente que sólo una semillas (Femández Manzano 1985: 72-73) y quizá no
pequeña parte de la población accede a esta práctica, haya que descartar una funcionalidad polivalente para
inhumándose bien en fosa, hoyo, cista, cueva o dolmen, los mismos. Su amortización como basureros sigue sien
e ignoramos cómo se enterraba el resto. Esta heteroge do, en todo caso, bastante clara (Castro, Micó y
neidad debe obedecer a la diversidad de tradiciones cul Sanahuja 1995: 68).
turales muy arraigadas del grupo Cogotas I, aunque se Una primera lectura de estos datos, sugiere que nos
desconoce el ritual característico de cada zona o incluso encontramos con grupos sociales organizados a nivel tri
si convivían en una misma área diferentes tipos de ente bal cuya territorialidad parece en principio difícilmente
rramiento. Detrás de estos hallazgos también parece identificable. El cuadro uniforme que emerge de todo
existir una interpretación diferencial que vendría avalada esto, cuya referencia es básica para entender la transición
por el contexto (Ruiz Zapatero y Lorrio 1995: 226); por a la Edad del Hierro, quedaría desdibujado por el apa
ejemplo el hecho de que las fosas se vinculen a espacios rente vacío entre este momento y la nueva etapa. Sin
domésticos frente a los enterramientos en cueva o dol embargo, el dinamismo que ofrecen las sociedades del
men, bien diferenciados de los espacios de habitación 17 . Bronce desde comienzos del primer milenio a.C. y el
Admitido esto, se podría plantear la posibilidad de que papel jugado por algunos elementos del substrato en el
determinadas prácticas mortuorias comenzaran a inte proceso de cambio, abre paso a una realidad mucho más
grarse dentro del ciclo agrícola, a partir de la asociación compleja que la anteriormente descrita.
entre depósitos funerarios y silos. En cualquier caso la
parquedad de hallazgos no permite precisar mucho más.
e) La economía de subsistencia está basada en una 1.1. La cerámica
ganadería, donde la importancia de oveja y bóvido varía
según las áreas, y una agricultura incipiente de cereal, La adscripción al Bronce Final para la mayoría de los
poblados conocidos en esta etapa parte del único hecho de
17
No falta alguna postura crítica. como la recientemente esbozada por que contengan ciertos materiales, en particular las cerámi
González-Tablas y Fano (1994: 98-102), al plantear la posibilidad de
interpretar los campos de hoyos en un contexto ritual relacionado con el
cas de boquique y excisión, a los que se ha otorgado un
mundo de la muerte. interés excesivo en detrimento de aquellos otros -menos
DEL BRONCE AL HIERRO 39
Fig. 6.-Cerámicas de Cogotas I del oeste de la Meseta y valle medio del Duero (a partir de Fernánde::,-Posse 1986-87).
vistosos, pero no por ello más abundantes- que han el elenco material de algunos yacimientos parecía evolu
caracterizado el bagaje material de los grupos pastores cionar independientemente en cada región, como de
de la Meseta. Sorprende también el hecho de que los muestran las diferencias en formas y decoraciones del
intentos de periodizar la Cultura Cogotas I se base en la castro de Sanchorreja o algunos fondos de cabaña del
mayoría de los casos en el análisis formal y decorativo de Manzanares frente a yacimientos del Duero, el Pisuerga
estos vasos pues, salvo contadas excepciones como Los y la Tierra del Vino en Zamora (Fernández-Posse 1986-
Tolmos de Caracena (Jimeno 1984a, Jimeno y Fernández 87: 232). Se observa al mismo tiempo una tendencia a
Moreno 1991), Ecce Horno (Almagro-Gorbea y Fer acusar los perfiles de los vasos, que empiezan a volver el
nández Galiano 1980), Arenero de Soto (Martínez Na borde, antes recto y vertical, perder las carenas y reducir
varrete y Méndez 1983) o San Román de la Hornija el fondo. En unos casos se trata de recipientes con care
(Delibes et alii 1990), los conjuntos cerámicos conocidos na media y aspecto bitroncocónico, por ejemplo los
no constituyen una muestra suficientemente concluyente hallados en Sanchorreja (Maluquer 1958a: 37, fig. 8) o
y una gran parte de las evidencias halladas proceden del en El Castillo de Carpio Bernardo (Martín Valls y
muestreo de superficie. Delibes 1973: 401, fig. 4,6). En Arenero de Soto algunas
Fernández-Posse ( 1982 y 1986-87) planteó una clasi vasijas ostentan cuerpos de tendencia globular o perfil en
ficación de la Cultura Cogotas I a partir de estas cerámi S e incluso en las piezas con las formas teóricamente más
cas, estableciendo una primera etapa de formación apuntadas, la línea de carenación resulta poco marcada
(siglos XV-XIV a.C.), con vasos troncocónicos y predo (Martínez Navarrete y Méndez 1983: 204-205, 212, figs.
minio de las decoraciones incisas sobre las típicas de 5-6). Junto a las tradicionales formas cuenquiformes y
"incrustación", seguida de otra de máxima plenitud y troncocónicas, Cogotas I incorpora así otras vasijas más
homogeneidad, con un aumento en los porcentajes de evolucionadas con aspecto de urna, que incluso "tienen
boquique y excisión. un aire que podríamos denominar hallstáttico" (Fer
Correspondiendo con la última fase de estos conjuntos nández-Posse 1986-87: 232). Además, estos yacimientos
(Figs. 6 y 7), a partir de finales del segundo milenio a.C., han sido considerados propios de la fase más evolucio-
40 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
o 5 10 cm
Fig. 7.-Cerámicas de Cogotas I procedentes de La Requejada. en San Román de la Homija (Valladolid) ( Delibes y Romero 1992).
DEL BRONCE AL HIERRO 41
nada en virtud de los esquemas decorativos que ostentan parece darse un mejor tratamiento en la pasta de las vasi
sus cerámicas y del hecho de que algunas se asocien en jas decoradas (Maluquer 1958a: 54; González-Tablas
un mismo nivel con cerámicas pintadas (i·id. infra). 1986-87: 52).
En este mismo contexto Almagro-Gorbea (1987a:
114), refiriéndose a los yacimientos madrileños del
Cerro de San Antonio y del Ecce Horno, habla de nue 1.2. Las dataciones radiocarbónicas
vas tipologías de Cogotas I caracterizadas por urnitas
de cuello con tendencia a la verticalidad, generalmente La mayor parte de las fechas proporcionadas por el C-
bruñidas o decoradas a la altura de la carena y acompa 14 para contextos Cogotas I, en cronología no calibrada
ñadas en ocasiones de un mamelón. Y en un momento y a partir de la relación de Delibes y Fernández-Miranda
más avanzado señala que estas mismas formas "ofrecen (1986-87: 23), se agrupaban tradicionalmente entre los
una característica decoración pintada que resulta muy siglos XV y IX a.C.. Con posterioridad, Ruiz-Gálvez
peculiar del inicio de la Edad del Hierro en la Meseta", (1995b: 79-83) ha calibrado las dataciones absolutas de
poniéndolas en relación con los influjos meridionales la Ría de Huelva y de otros yacimientos del Bronce Final
del Bajo Guadalquivir. Producciones análogas a éstas peninsular, incluyendo las fases más recientes de
también se han documentado en Pico Buitre y los Cogotas I en la Meseta así como algunos asentamientos
poblados de la ribera del Henares (Crespo y Cuadrado de transición Bronce/Hierro o de inicios de este último 19•
1990: 75). Por otra parte, Castro, Micó y Sanahuja (1995) han ela
Si, por otro lado, exceptuamos la vajilla tradicional borado una propuesta reciente de sistematización de la
mente considerada de "lujo" en el repertorio cogoteño, Cultura Cogotas I a partir de las series radiométricas
en todo caso siempre inferior al cómputo total hallado conocidas (vid. Castro, Lull y Micó 1996)2°. Un efecto
en cada hábitat, los restos de cerámica indígena recupe inevitable de la calibración es que amplía el marco tem
rados no debieron ser muy diferentes de los que inte poral donde se encuentra la fecha real, pero tampoco es
graban los ajuares domésticos del Primer Hierro. Los menos cierto que su empleo otorga una mayor fiabilidad
vasos lisos sintetizan el repertorio más amplio y abun a las correlaciones entre los distintos asentamientos y sus
dante de la cerámica durante la mayor parte del primer correspondientes secuencias. El resultado ha sido un sen
milenio a.C., y aunque la caracterización de ciertos sible envejecimiento del horizonte Cogotas I, que lleva a
tipos para cada período y región resulta evidente tam situar sus orígenes hacia el siglo XVII a.C. y cuyo desa
bién debe aceptarse un cierto carácter local a partir de rrollo no traspasa la última fase de la Edad del Bronce
las tradiciones de la Edad del Bronce. Por ejemplo (Fig. 8).
Arenero de Soto (Getafe) incorpora un importante elen Las dataciones de algunos yacimientos valorados por
co de cerámicas lisas con perfiles muy suaves, e inclu Ruiz-Gálvez (1995b: 79-83) pueden ayudar a fijar el
so respecto a estas últimas algo análogo podemos apun límite cronológico de Cogotas I en un contexto del
tar para San Román de la Hornija (Delibes et alii 1990: Bronce Final II. Las recogidas en Ecce Horno o La Paúl
104-105, figs. 20-21). apenas traspasan el milenio, y hay que reconocer que son
En la Edad del Hierro se aprecia una evolución local excepcionalmente pocas las que están por debajo del
de estos tipos, lo que no excluye la aparición de nuevas siglo X A.C. 21• Este sería el caso de las cerámicas exci
formas como los pies anulares realzados o los vasos sas y de boquique con incisiones de estilo Baióes en uno
bitroncocónicos de cuello vertical (Delibes y Romero de los sectores de Bouc;a do Frade (Baiao), un yacimien
1992: 250, fig. 7). De entre los materiales recuperados en to considerado tardío dentro del Bronce Final (Oliveira
los yacimientos a inicios de la nueva etapa, caso por Jorge 1988). Ofrece dos dataciones similares y con ínter-
ejemplo de Almenara de Adaja en Valladolid (Balado
'" El intervalo de edad manejado corresponde a dos desviaciones típicas.
1987: 174-175), podrían destacarse los típicos vasitos aumentando la incertidumbre cronológica pero otorgando un nivel de
carenados y de superficie bruñida cuya distribución abar confianza mucho mayor. por lo que es habitualmente recomendado
ca la práctica totalidad de la geografía peninsular, pero (Fernández Martínez 1984: 350; Pearson 1987: 103). Sobre el programa
de calibración y las tablas empleadas, me remito a los datos citados por
cuya cronología arranca del Bronce Final en el mediodía la autora (Ruiz-Gálvez 1995b: 79).
y levante (Romero 1980: 139 ss.) 1 8• Algo similar pode '" Seleccionando en este caso, para el intervalo de probabilidad. la amplitud
cmTespondiente a I sigma (Castro. Micó y Sanahuja 1995: 76. nota 49).
mos decir también respecto a los cuencos hemisféricos " He excluido las fechas del yacimiento aragonés de Moncín de Borja.
de Sanchorreja, ahora con el borde reentrante (Maluquer publicadas por Harrison. Moreno y Legge (1987), al haberse replanteado
la cronología del sitio debido a la detección de un error sistemático en la
1958a: 48 ss.). Las formas de boca abierta y carena alta elaboración de las fechas radiocarbónicas (Harrison y Moreno 1990). Su
características de Cogotas I en este último, dejan paso a adscripción cultural corresponde básicamente al Bronce Pleno y Antiguo
formas más cerradas y de perfiles suaves. Los barros en la zona. La datación más moderna para cerámicas de boquique. en cro
nología calibrada. se desplaza hasta el siglo XIV A.C. (Castro, Micó y
siguen siendo locales, continúan las cerámicas con deco Sanahuja 1995: 107-108). Otra datación que se ha asociado a la fase final
ración incisa e impresiones dígito-unguladas, y tan sólo es la procedente de Bizkar (Maestu, Alava) (Delibes y Fernández
Miranda 1986-87: 23). s. VII a.C. en cronología no calibrada. pero la
am,encia de las cerámicas más características del grupo ha llevado a des
" En el SO. de la Península. los vasos con decoración bruñida, también los cartar su relación con el estilo cerámico de Cogotas I (Castro. Micó y
carenados. se han llevado al Bronce Tardío (Schubart 1971: 171). Sanahuja 1995: 82. nota 69).
42 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
valos de calibración aceptables. De ellas, una se sitúa grnpo Soto en el Bronce Final III (Delibes, Romero y
entre el último tercio del s. X A.C. y el 800 A.C.; con Ramírez 1995; Delibes et alii 1995b: 155-156), cronolo
todo, la fecha más probable se concentra en el s. IX A.C. gía que "corrige" las propuestas de periodización for
(Ruiz-Gálvez 1995b: 81). Igualmente orientativa puede muladas hace casi tres lustros, que situaban hacia el 850
resultar una de las dataciones absolutas del yacimiento a.C. la disolución del grupo meseteño (Delibes y Fer
palentino de Los Espinos en Mave (Santonja y Alcalde nández Manzano 1983: 51; Delibes y Fernández
1982: 381), donde los tramos más fiables se ubican entre Miranda 1986-87: 26), llegándose hasta el 800 a.C. a
fines del s. XII A.C. y mediados del IX A.C. partir de algunas referencias asociativas (Fernández
Las dos fechas del vallisoletano de San Román de la Posse 1986: 484-485; Fernández Manzano 1986: 146;
Hornija (Delibes 1978: 237) ofrecen márgenes más im Delibes y Romero 1992: 236 y fig. 2). Con todo, hay
precisos, con intervalos de calibración superior al me que llamar la atención sobre tres aspectos:
dio milenio, debido en parte a su alta desviación están 1) Las dataciones de Cogotas I corresponden a dife
dar (95 y 150 años). La más reciente se ubica entre el s. rentes contextos geográficos de la Península Ibérica,
XIV A.C. y el primer cuarto del s. VIII A.C., con inter habiéndose obtenido un número variable de fechas para
valos fiables a inicios del s. XII A.C. y entre mediados cada centuria. No es fácil aislar regiones homogéneas
del s. XII/finales del s. IXA.C (Ruiz-Gálvez 1995b: 81, desde un punto vista cronológico y valorar cuándo acae
fig. 15). Recurriendo a la tipología podría esperarse una ció el final de Cogotas I en cada sector, dado que, evi
datación en los siglos X-IX A.C., dada la presencia de dentemente, no debió ser un fenómeno idéntico en todas
una fíbula de codo tipo Huelva asociada a las típicas partes.
cerámicas, que representaría la última fase de esplendor 2) La información radiocarbónica es a todas luces
de este complejo cultural. Un problema de la misma insuficiente. Apenas contamos con fechas calibradas
índole es el planteado por la fecha del castro de Nuestra para el final de Cogotas I en contextos de la Meseta, lo
Senhora da Guia en Baióes (Kalb 1974-77: 141), cuyo que en gran parte se debe a la falta de estratigrafías ver
valor real, calibrado (1100-41 O A.C.), ofrece un inter ticales en los yacimientos de este signo (Delibes et alii
valo cercano a los 700 años (Carballo y Fábregas 1991: l 995e: 55). Sólo amplias series de dataciones en un
260; vid. Ruiz-Gálvez 1995b: 80). Las fechas más pro mismo yacimiento permitirían abordar la sucesión estra
bables se situarían entre finales del s. X A.C. y finales tigráfica y, en su caso, detectar anomalías en ciertos
del s. VIII A.C. resultados.
Para finalizar, tendríamos las dos fechas del yacimien 3) La incertidumbre es todavía mayor en los entor
to madrileño de La Fábrica en Getafe (Priego y Quero nos montañosos del Sistema Central. Sorprendentemente
1983: 303; Priego 1986: 132). Una de ellas llega a ser apenas tenemos dataciones absolutas publicadas de los
excesivamente baja y no exenta de problemas (820-380 yacimientos castreños más emblemáticos -Sanchorre
A.C.), lo que ha dado pie a desconfiar de su veracidad, ja22, El Berrueco, Carpio Bernardo- allí donde las se
pudiendo deberse a una contaminación de la muestra cuencias estratigráficas resultan discutibles y los episo
(Fernández Martínez 1994: 55). La otra se enmarca entre dios más evolucionados de Cogotas I parecen rebasar los
mediados del s. XIII A.C. y fines del s. IX A.C., con límites tradicionales establecidos por el radiocarbono
fechas más probables entre el ultimo cuarto del s. (Delibes y Fernández Miranda 1986-87: 26-28; Delibes
XII/fines del s. X A.C. y primer tercio del s. IX A.C. Los y Romero 1992: 236-237). De alguna manera, las fecha
intervalos de calibración siguen siendo amplios pero ciones calibradas de algunos establecimientos Soto del
Ruiz-Gálvez (1995c: 132; vid. Castro, Micó y Sanahuja Bronce Final y de transición Bronce/Hierro, caso de San
1995) cree factible una cronología en torno al s. X A.C., Pelayo en Martinamor o la Mota en Medina del Campo
en consonancia con las importaciones precoloniales que (Ruiz-Gálvez 1995b: 81-82, fig. 15), proporcionarían en
llegan a la Meseta y vista la localización geográfica del el suroeste de la Meseta una data ante quem a comedios
yacimiento, en una vía natural a través del Tajo, que jus o finales del siglo IX A.C..
tificaría la llegada de las cerámicas pintadas en estos
El ocaso de Cogotas I y la cronología de los primeros
tiempos. Y en este mismo sentido hablarían dos de las tres
asentamientos de la Edad del Hierro guardan estrechos
fechas conocidas del cerro salmantino de San Pelayo
vínculos con cuestiones más amplias en la Prehistoria
(Martinamor) - cuya industria emparenta con el mundo
reciente de la Meseta. Determinadas asociaciones cerá
del Soto aunque no se trata de un asentamiento estable -
micas y metálicas o la propia caracterización del pobla
asociado a cerámicas pintadas monócromas (Benet 1990:
miento, podrían atenuar algunas aparentes incoherencias
85). Los tramos más fiables podrían llevarse como muy
entre los datos estratigráficos y los radiocarbónicos. De
tarde a la segunda mitad del siglo IX A.C. (Ruiz-Gálvez
ahí nuestro recurso a otros puntos de debate.
1995b: 81), datación alta respecto a la considerada tradi
cionalmente para estas cerámicas. 22 Las que se conocen de Los Castillejos de Sanchorreja ofrecen problemas
En resumen, y al margen de posibles pervivencias loca de contextualización. Me remito al comentario de Castro, Micó y
Sanahuja ( 1995: 75, nota 36). Del sector suroccidental de la Meseta se
les, el final de Cogotas I abarcaría fundamentalmente el conocen otros dos yacimientos de cerámicas de Cogotas 1 (La Corvera y
siglo XA.C., conectando con las primeras ocupaciones del El Cogote) con dataciones radiométricas (id. 1995: 76-77).
DEL BRONCE AL HIERRO 43
Cogotas 1
25 Carbono 14
m 20
>
·.¡:;
·¿:¡ 15
e
10
2200 2100 2000 1900 1800 1700 1600 1500 1400 1300 1200 1100 1000 900
S. Román de H. (1/9604)
La Paul (1/11590)
La Fábrica (1/13748)
Fig. 8.-Arriba: distribución de frecuencias relativas de dataciones radiocarbónicas calibradas - 1 sigma - procedentes de
contextos asociados a cerámicas de Cogotas 1 (según los datos de Castro, Micó y Sanahuja 1995). Abajo: dataciones C-14
calibradas - 2 sigma - más modernas del grupo Cogotas l. en relación con las más antiguas del grupo Soto (a partir de los
datos de Ruiz-Gálvez 1995b y Delibes et alii 1995b).
44 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
1.3. Referencias estratigráficas y asociaciones crono monografías y trabajos publicados sobre el yacimiento
lógicamente significativas abulense hay que reconocer que no queda bien explicita
do el desan-ollo de la ocupación.
Si valoramos la dispersión de elementos de Cogotas I, b) Cerro de El Berrueco (Ávila-Salamanca). La aso
lo primero que llama la atención es la elevada presencia ciación de cerámicas del Bronce Final con materiales del
de documentos aparentemente conflictivos sobre la tran Hierro (Maluquer 1958b) también se repite en la parte
sición Bronce-Hien-o. La relación de estos en el sector alta del cen-o o "Cancho Enamorado". Si bien algunos
suroccidental de la Meseta es la siguiente: elementos parecen indicar un estadio relativamente anti
a) Los Castillejos de Sanchorreja. Maluquer (1958a: guo para la ocupación de este sector, como la fíbula de
37 ss., 64) defendía para el yacimiento la contempora arco de violín publicada por Delibes (1983a) o el puñal
neidad de las cerámicas de excisión y boquique con las de posible tipología antigua hallado por Maluquer en la
pintadas bícromas en rojo y amarillo que databa en el choza Be6 (Maluquer 1958b: 69-70), la mayoría apuntan
siglo VII a.C, además de las fíbulas de doble resorte más hacia una época más reciente como constata la fíbula de
antiguas aparecidas en el nivel inferior. Llamaba el autor codo de tipo Huelva (Fernández Manzano 1986: 130;
la atención respecto a una cierta continuidad de perfiles, Fabián 1986-87: 278).
pastas y cocción entre las cerámicas de los estratos dife En la base del estrato más profundo de la choza Be2
renciados en origen, por distintas que fueran las especies apareció un depósito constituído por dos brazaletes de
y decoraciones halladas. Las recientes excavaciones de bronce, dos navajas de afeitar de hien-o así como dos esco
González-Tablas (1986-87: 50 ss. y 1990) han permitido plos, un punzón y una anilla también de hien-o (Maluquer
precisar el desarrollo de la ocupación. El nivel inferior 1958b: 48, fig. 8; Almagro-Garbea 1993a: 86-87).
(VI) entraría dentro de los conjuntos clásicos de Cogotas Acompañaban al conjunto cerámicas de boquique, como
!23, quedando circunscrito a la parte alta del primer recin también lo eran los materiales del nivel superior. Maluquer
to. La presencia de estas mismas cerámicas en el nivel especifica que existen tres niveles en esta vivienda, que
siguiente (V) junto a especies pintadas monócromas en dando el intermedio estéril. Otros datos también sugieren
rojo2\ cerámica con decoración de bolas de cobre incrus un estadio avanzado en la evolución de Cogotas I. como la
tadas -con paralelos en el mediodía peninsular- y el presencia de estampaciones circulares tipo Roquizal en
hallazgo de dos pequeñas hojas de cuchillo de hierro en algún vaso del yacimiento (Martín Valls y Delibes 1976a:
la vivienda Sa-18, podría considerarse un nexo de unión 14-15) o los dos asadores de bronce de raigambre medite
entre Cogotas I y la transición a la Edad del Hierro hacia n-ánea. Uno de ellos fue hallado entre las estructuras Bel
el 800 a.C. Sin embargo, tampoco es descartable que este y Be6, asociado a cerámicas excisas, boquique y una aguja
nivel apoye una fecha entrada en el siglo IX a.C., máxi de cabeza enrollada de hierro, ésta con unos paralelos que
me teniendo en cuenta la cronología de las pintadas de sugieren una fecha de transición a la Edad del Hien-o
San Pelayo y asumiendo un origen precolonial para estos (Fernández Manzano 1986: 127-128). El planteamiento.
primeros hien-os. En el nivel inmediatamente superior en consecuencia, implicaría que la excisión y el boquique
(IV), ausentes las cerámicas del Bronce, avanzan las prolongaron su existencia hasta el 800 a.C. Sin embargo,
bícromas y se desan-olla la técnica a peine. Almagro-Garbea (1993a: 86 ss.) ha relacionado las nava
Que los hien-os citados reposaran en la parte alta del jas de afeitar del Bem1eco con paralelos atlánticos e itáli
nivel del Bronce Final y que uno de los fragmentos de cos, considerándolas una adaptación a partir de los proto
cerámica bícroma apareciese en la base del nivel del tipos de bronce, por lo que defiende una cronología ante
Hien-o I, en la misma vivienda, abundaría en la relación rior, en el siglo IX a.C.. asociada a la fase precolonial de
sin solución de continuidad del Bronce al Hierro. introducción del hielTo en las regiones atlánticas y occi
También las cerámicas pintadas se documentan indistin dentales. Con este marco coincidirían también las asocia
tamente en contextos de Soto I y II, por tanto hundiendo ciones cerámicas y metálicas de Sanchon-eja, pero es
sus raíces en el Bronce Final. Incluso, desde un punto de igualmente cierto que no se puede precisar nada más. tanto
vista estratigráfico no parece existir un corte significati por falta de dataciones radiocarbónicas como por secuen
cias estratigráficas fiables.
vo entre el nivel más moderno de Cogotas I y este último
(González-Tablas 1986-87: 52 y 1990: 59). En los secto c) Castillo de Carpio Bernardo (Villagonazlo de
res excavados fuera de las viviendas el estrato resulta Tormes). Se ha sugerido la continuidad de Cogotas I
homogéneo, por lo que la división sólo sigue en ese caso hasta el s. VIII a.c. (Delibes y Fernández Miranda 1986-
criterios tipológicos. De todas maneras, en las recientes 87: 27) o ya traspasada la centmia (Delibes 1995a: 85).
En esta ocasión, las cerámicas excisas en sus formas y
" Se ha señalado la posibilidad de que los materiales del nivel de fundación motivos -vasos bicónicos y decoraciones metopadas y
correspondan a una etapa más antigua y. por tanto. no estrictamente de con incrustación de pasta roja- se han emparentado con
Cogotas 1 (González-Tablas 1989: 118 y 1991: 30).
'" Se mantienen ciertas rescvas respecto a si las pintadas del nivel V son los típicos recipientes de El Reda! vinculados a los
cerámicas de estilo Carambolo (González-Tablas 1986-87: 57: Dclibes Campos de Urnas, por lo que los vasos excisos del yaci
1995a: 84-85). En todo caso deben interpretarse como una adpatación a
las modas cerámicas dominantes, que apuntan al foco tartésico y que hay
miento riojano fueron sincrónicos de una fase final de
que suponer introducidas junto a otros elementos culturales conexos. Cogotas I en el occidente de la Meseta.
DEL BRONCE AL HIERRO 45
d) Ledesma. El nivel más antiguo de la población to también correspondería el hacha salmantina de apén
está casi a1Tasado por las ocupaciones posteriores, pero dices laterales de Fuenteliante, con vínculos en el
la relación entre las cerámicas excisas y de boquique y la Mediterráneo, cuya vigencia llevaría a datarla con cierta
transición a la Edad del HietTo podría sospecharse razo imprecisión en un Bronce Final II-III (Fernández
nablemente. En el nivel superior de la primera fase de Manzano 1986: 71-78). Hacia el 800 a.C. se podrían da
ocupación, ya de contacto con los estratos del HietTo que tar los asadores de bronce del Berrueco y en estas mis
se datan a partir del 700 a.C., se constatan materiales de mas fechas la expansión de las cerámicas bícromas con
Cogotas I junto a fragmentos de cerámica pintada e firman el éxito de las redes de intercambio entre las
incluso algún elemento de hierro. Puede ser una conta comunidades indígenas y el mundo colonial. Llegado el
minación del nivel (Benet et alii 1991: 119), pero dada la momento, estos grupos de tradición del Bronce Final co
presumible persistencia de Cogotas I en el sector abulen nocerán la tecnología del hierro a través de nuevas llega
se-salmantino, resulta lícito plantear la ocupación del das desde el sur, portadoras a su vez de colgantes, bro
yacimiento en algún momento impreciso entre los siglos ches de cinturón, las primeras fíbulas de doble resorte,
IX-VIII a.C. recipientes rituales y otros elementos exóticos de ámbito
Resulta también común a las cerámicas Cogotas I de orientalizante.
Sanchorreja, Carpio Bernardo, El Berrueco o ciertos Por criterios radiocarbónicos, las dataciones finales
areneros de Madrid, como Arenero de Soto y "La Fá para yacimientos con cerámicas de boquique y excisión
brica", el uso de incrustaciones de pasta roja y amarilla parecen situarse en fechas centrales del siglo X A.C.
para destacar los motivos de los vasos, lo cual podría Pero, de admitir la veracidad de las asociaciones atTiba
considerarse característico de esta fase final de Cogotas propuestas, habría que pensar fundamentalmente en el
I en el Sistema Central. El rasgo se ha llegado a rela siglo IX a.C. para la disolución de Cogotas I en el sector
cionar con las cerámicas de incrustación en rojo y blan abulense-salmantino, coexistiendo con los primeros po
co de tipo Crevillente -para las que se ha defendido una blados de tipo Soto todavía en el Bronce Final, e igual
cronología en torno al 700 a.C. (González Prats 1979) mente habría que considerar la aparición de los primeros
aunque su origen debió ser más antiguo que el tradicio elementos de hierro en la región por lo menos desde esas
nalmente postulado para estas últimas (Delibes y fechas (Almagro-Garbea 1993a), dato que a su vez justi
Fernández-Miranda 1986-87: 28). Desarrollan motivos ficaría su presencia, hacia el 725 a.C., en los niveles infe
geométricos y se hallan próximas aunque no idénticas a riores de El Soto de Medinilla (Delibes, Romero y
las producciones de tipo Carambolo del Bronce Final Ramírez 1995: 174; Delibes et alii 1995b: 153).
(Ruiz Mata 1984-85), que sí se documentan en la cueva
del Boquique y Medellín (Almagro-Garbea 1977: 124- Una escueta panorámica sobre estas asociaciones del
125, 451). Las cerámicas pintadas más antiguas han Bronce Final en los sectores central y oriental de la
podido ser introducidas en la Meseta desde el SO. a tra Meseta nos llevaría a similares conclusiones.
vés de la Vía de la Plata y en fechas todavía de finales Como en Sanchorreja, la asociación entre el material
de la Edad del Bronce, de acuerdo por ejemplo con las de Cogotas I y las cerámicas pintadas se repite de modo
dataciones calibradas de la mitad del s. IX A.C. en el análogo en Arenero de Soto (Getafe) (Martínez Navarrete
yacimiento salmantino de Martinamor (Ruiz-Gálvez y Méndez 1983: 223, 235, 245), aunque el valor cuantita
1995b: 81-83 ), que deparó la presencia de cerámica pin tivo resulta insignificante. Las actuaciones arqueológicas
tada en rojo de clara raigambre tartésica (Benet 1990: del yacimiento de "La Fábrica", en el mismo término,
89-90). depararon un interesante conjunto de piezas con decora
A tenor de lo dicho, parece lícito pensar que la cone ciones de boquique, impresas y excisas en gran variedad
xión meridional influyó de forma muy considerable en la de temas. Presentan formas troncocónicas, algunas fuer
gestación de la nueva etapa y en la recesión de la Cultura temente carenadas y otras de perfil más suave o elipsoi
de Cogotas I a partir del cambio de milenio. En esa direc dal. De entre los hallazgos destaca una vasija de forma
ción apuntarían, desde los siglos X-IX a.C., las fíbulas de sinuosa, con incrustación en rojo, pero con una profusa
codo tipo Ría de Huelva, como las de El Berrueco o San decoración de la técnica boquique y también puntillado
Román de la Hornija (Maluquer 1958b: 86-87; Delibes (Priego y Quero 1983: 301-302; Priego 1984: 194 ss.).
1978 ), las cerámicas pintadas monócromas, la cerámica La forma y decoración cotTesponden a una fase muy
con incrustaciones de bronce de Sanchorreja -con para avanzada del horizonte Cogotas I, aunque la primera
lelos en Andalucía y Extremadura (Cerro de la Encina, fecha C-14 (I/12863) obtenida en uno de los fondos es
Setefilla, Medellín) en contextos de la segunda mitad del abetTante.
s. IX/s. VIII a.C25- y los primeros hierros anteriores o En sentido análogo apuntarían las cerámicas pinta
inmediatos a la colonización fenicia (Almagro-Garbea das, grafitadas y también incisas de tradición Cogotas I
1993a: 89; Ruiz-Gálvez 1995c: 137-138). A este contex- localizadas en el nivel más bajo de la secuencia estrati
gráfica de La Mota en Medina del Campo (Seco y Tre
" El primero aparece asociado a cerámica pintada bícroma. con anteriori
dad al 700 a.C (An-ibas et alii 1974: 88 y 141, Figs. 66-68) y los dos res
ceño 1993: 139, 155-156, fig. 3). Las grafitadas corres
tantes a retícula bruilida (Aubet 1975: 139; Almagro-Gorbea 1977: !04). ponden además a un vaso troncocónico de borde vertí-
46 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
cal, que se ha relacionado formalmente con los típicos Los hallazgos del supuesto enterramiento conquense
cuencos troncocónicos con motivos excisos e incisos de de Reíllo (Maderuelo y Pastor 1981), que habría que lle
Cogotas l. Se conocen cinco dataciones para varias var a la primera mitad del s. VII a.C. -entre otros, un vasi
fases de ocupación del yacimiento durante el Hierro I , to bicónico con técnica de boquique y motivo típico de los
aunque los intervalos de calibración son muy variables. C.U., dos vasos con decoraciones incisas a caballo entre
Tres de ellas (GrN-11307, GrN-11308 y GrN-18907), ambas tradiciones y una taza carenada cuyo perfil se vin
las más antiguas y correspondientes a la fundación del cula a Cogotas 1- y del riojano de San Martín de Alfaro
poblado, se sitúan entre finales del s. IX A.C. y finales (Hernández Vera 1983) -con cerámicas excisas de tipo
del s. V A.C., con los tramos de calibración más fiables Reda] y otras con decoración boquique en un mismo nivel
en la primera mitad del s. VIII A.C. y en el s. VII A.C. que se puede fechar en la octava centuria- prueban clara
(Ruiz-Gálvez 1995b: 82). Desde este punto de vista, las mente que el contacto entre la tradición cerámica final de
cerámicas del Bronce Final podrían entenderse como Cogotas I y los C.U. del Valle del Ebro a lo largo de los
una perduración en un contexto impreciso de los siglos siglos VIII y VII a.C. fue una realidad (Ruiz Zapatero
VIII-VII a.C., o, mejor, asumir una ocupación de tradi 1984: 180-181; Ruiz Zapatero y Lorrio 1988: 258-261).
ción Cogotas I anterior. No obstante, la escasez de los Otras evidencias de contacto entre la tradición del
materiales además de otros problemas asociativos, Bronce Final y los nuevos elementos las proporcionan
como el que se infiere del hallazgo en el mismo nivel de Jimeno y Femández Moreno ( 1985) en el yacimiento
las primeras cerámicas con decoración a peine o bien la
soriano de los Quintanares de Escobosa (Calatañazor), de
presencia de un fragmento de boquique en un nivel donde proceden cerámicas datadas en la octava centuria
superior, a todas luces intrusivo, imponen comproba
con motivos decorativos Cogotas I y a su vez formas rela
ciones más rotundas en el yacimiento soteño.
cionadas con los C.U. del Ebro Medio. En Castilviejo de
En el yacimiento madrileño de El Negralejo se docu Yuba, en la misma provincia, se documentan las típicas
mentaron cerámicas acanaladas asociadas a cerámicas de excisas y de boquique además de materiales de los
Cogotas I en algunos de los fondos excavados (Blasco Campos de Urnas Recientes, Jo que ha llevado a Ruiz
1983: 123). Del cerro del Ecce Horno proceden asimis Zapatero (1984: 180, fig. 1) a plantear un contacto cultu
mo algunos fragmentos de similar decoración que ral entre ambas tradiciones. En el área levantina también
hacen verosímil tal posibilidad (Almagro-Gorbea y se conocen varios yacimientos con cerámicas Cogotas I
Fernández-Galiano 1980: 104). La reciente excavación que podrían demostrar la coetaneidad de los momentos
de una interesante cabaña fechable hacia los siglos VII finales de este horizonte y la primeras penetraciones de los
VI a.C., deparó un relleno homogéneo con cerámicas C.U., aunque se carece de contextos estratigráficos (Ruiz
grafitadas y, en menor medida, pintadas, acanaladas y Zapatero y Lorrio 1988: 258). Por último, en la Serranía
de boquique así como el fragmento de una fíbula de turolense, hallazgos como la Muela de Gal ve, la Tajada de
doble resorte (Almagro-Gorbea y Dávila 1989: 32). Bezas, Almohaja o Cabezo de la Cisterna muestran nue
Recientemente se ha vuelto a insistir en la pervivencia vamente la mezcla de influencias de C.U. con las tradicio
de los tipos y técnicas del Bronce Final en la fase Pico nes de excisa y boquique en la transición al Hierro I , ade
Buitre del yacimiento (800-650 a.C), aunque en franco más de aparecer otros elementos nuevos como la cerámi
descenso (Almagro-Gorbea et alii 1994: 19). También ca pintada (Ruiz Zapatero 1982; Burillo 1992: 210).
en la Muela de Alarilla (Guadalajara) las cerámicas gra Muchos de los materiales proceden de prospecciones y no
fitadas, vinculadas a los Campos de Urnas Tardíos, con existe razón a priori para suponer una relación entre las
viven con boquique y excisión (Méndez Madariaga y
cerámicas de los C.U. del Hierro y la de Cogotas I, pero
Velasco 1984: 12).
está claro que la homogeneidad cronológica y cultural de
Los poblados de Pico Buitre en Espinosa de Henares las primeras y la excepcionalidad de las segundas podrían
(Guadalajara) (Valiente Malla 1984) y El Testero en dar por válida esa asociación. Y si, en algún caso, no exis
Numancia de la Sagra (Toledo) (Ruiz Zapatero y Lorrio tió un contacto en el tiempo, el hiatus entre uno y otro
1988: 259), ofrecen en ambos casos dos tradiciones cul horizonte debió ser muy breve (Ruiz Zapatero 1982: 83).
turales, una que corresponde con un momento final de
Las analogías que muestran las cerámicas en sus for
Cogotas I -fuentes carenadas, líneas cosidas, incisas,
mas, motivos y sintaxis decorativas con las de Campos
excisas y también boquique para el segundo de los cita
de Urnas, permiten valorar las relaciones culturales entre
dos- y otra con elementos de los C.U. -cuencos tronco
cónicos con pezones perforados, pintadas, grafitadas e y grafitadas, al menos si se las hace depender de los C.U. del Valle del Ebro.
incisas-. Podría pensarse en una cronología fundamen en tomo al s. VIII a.C. (Ruiz Zapatero 1985: 765). Este mismo hecho
talmente del siglo VIII a.C26• advierte Barroso (1993: 36) a partir de los paralelos materiales conocidos.
no habiendo elementos que obliguen a llevar la facies Pico Buitre. o de los
Poblados de Ribera, más allá del 800 a.C., mostrando un trasfondo común
26 Las fechas propuestas por Valiente Maya (1984: 38) para el inicio de Pico de la cultura del Ebro y Cogotas !, y su relativa contemporaneidad con los
Buitre, en torno al I 000-950 a.C., han sido consideradas excesivamente yacimientos de tipo Riosalido. García Huerta (1990: 743 ss.), considera
elevadas (Ruiz Zapatero y Lorrio 1988: 258). Dos dataciones radiocarbó incluso demasiado alta una datación en la octava centuria a.C. para las gra
nicas procedentes de las recientes excavaciones vuelven a situar el yaci fitadas de los yacimientos de Guadalajara, y en términos análogos se refie
miento en torno al siglo X a.C. (Crespo y Cuadrado 1990: 77) lo que no re Romero (1991a: 292-294) en relación a las aparecidas en los castros
encaja bien con los contextos que se conocen para las cerámicas pintadas sorianos.
DEL BRONCE AL HIERRO 47
el valle del Ebro y el oriente de la Meseta en la transición adscripción cultural y cronológica de algunos hábitats no
Bronce/Hierro y apreciar, por tanto, la relación cronoló puede precisarse más, debido al escaso y apenas signifi
gica sugerida por Delibes y Femández-Miranda (1986- cativo número de restos documentados. La mayoría se
87: 27) entre los últimos compases de Cogotas I y el distribuye en los valles del Tormes y Amblés (Santonja
horizonte Redal. Lo cual permitiría, por otro lado, abor 1991: 24; Delibes 1995a: 66), si exceptuamos los halla
dar el "hiatus" entre la mitad del s. IX a.C. y finales del dos en la comarca de Béjar y Gredos. Cerca del Duero
s. VIII a.C. para el sector oriental de la submeseta norte, estaría el grupo de yacimientos concentrado en el térmi
mucho más desdibujado desde el punto de vista de la cul no zamorano de Casaseca-Las Chanas (Martín Valls y
tura material (Romero 1984: 60-61; Jimeno 1984b: 42- Delibes 1975b: 453-455, 1976a: fig. 1 y 1978b: 326-
43; Romero y Ruiz Zapatero 1992: 107-108; Romero y 328), en todo caso limítrofe a nuestra zona. A partir de la
Misiego 1995: 67-69). línea del Tiétar/fajo y hacia el sur abundan los hallazgos
Resumiendo, el contexto arqueológico que ofrece la metálicos del Bronce Final pero se enrarecen significati
Meseta entre el 900-750 a.C. es diversificado: (1) yaci vamente las cerámicas del complejo Cogotas !28, a favor
mientos de nueva planta, (2) yacimientos con elementos de las bruñidas y pintadas tipo Carambolo, en lo que sin
de tradición Cogotas I y (3) materiales de Cogotas I en duda sería el límite suroccidental de la zona nuclear de
contextos muy retardatarios. No obstante, conviene insis este complejo, ceñido sobre todo al Sistema Central. En
tir en el hecho de que las decoraciones que manifiestan general, habría que señalar como las áreas más densa
la tradición de Cogotas I en momentos tan recientes, ca. mente pobladas no difieren sustancialmente de las cono
800 a.C., deben valorarse como parte de una agrupación cidas para los yacimientos de la Edad del Hierro -a
arqueológica distinta al grupo de las excisas y el boqui excepción del occidente salmantino29- lo cual, aunque
que (Castro, Micó y Sanahuja 1995: 99, nota 102). El refleja la intensidad de los trabajos realizados en la zona,
alcance de estas conexiones aún no está bien explicitado, dibuja también una tendencia real que a partir de este
pero parece más conveniente interpretar algunos hallaz momento se convertirá en una constante del poblamien
gos como el resultado de pervivencias técnicas; lo que no to protohistórico.
implica una perduración de Cogotas I como cultura hasta En la secuencia tradicional establecida para el occi
estos momentos27 • dente de la Meseta, la cultura Soto de Medinilla vendría
Hasta ahora venimos abordando el problema de las a marcar el comienzo de la Primera Edad del Hierro.
asociaciones de los materiales, que refuerzan un con Hasta muy recientemente no parecía existir contacto
texto relativamente flexible para el Bronce Final en alguno, espacial y estratigráfico, entre los yacimientos de
algunos sectores de la Meseta y una evolución sin solu Cogotas I y la nueva etapa, argumento que justificaba las
ción de continuidad hasta la Primera Edad del Hierro. interpretaciones rupturistas sobre el particular a la vez
¿Ocurre otro tanto desde el punto de vista del pobla que se insistía en la distancia temporal entre ambos com
miento? plejos. La sensación de discontinuidad venía asimismo
avalada al tratarse de dos contextos social y económica
mente diferenciados. Y este contraste era todavía mayor
hace algunos años, cuando la mayor parte de los yaci
2. Panorámica general sobre el hábitat en el suroes
mientos Cogotas I conocidos se adscribían únicamente a
te de la Meseta
los rebordes montañosos y en posiciones marcadamente
defensivas, frente a los agricultores de la campiña.
2.1. Los yacimientos de Cogotas I
Sin embargo, algunos datos no encajan bien con este
Aproximadamente hay localizados noventa s1t1os o planteamiento y contradicen esa aparente dicotomía en
áreas de actividad de la fase Cogotas I en nuestro sector, tre el Bronce Final y la Primera Edad del Hierro.
entre poblados conocidos y objetos aislados (Fig. 9). La En Ávila y Salamanca contamos en primer lugar con los
testimonios ya citados de Sanchorreja, El Berrueco-Las Pa
27 En tal sentido, resultan muy interesantes las apreciaciones de Esparza redejas y Ledesma, donde la asociación de elementos de
( 1990b: 109 y 111) a propósito de los materiales de tipo soto recogidos
en el castro zamorano de San Pedro de la Viña (Martín Valls 1973b: 409- tradición Cogotas I conecta directa o indirectamente con
41O). Apareció un fragmento decorado mediante triángulos rellenos de los niveles de la Primera Edad del Hierro (González-Ta-
incisiones paralelas en uno de los lados, como corresponde a esta facies.
pero con un zig-zag inciso en la cara interior. a la manera de Cogotas l.
Esparza valora el fragmento como un fenómeno de simbim,is análogo al 28 Sería el caso de las procedentes de El Conejar (Cáceres). el cerro del cas
de Reíllo, por lo que debe entenderse como una perduración. Idéntica tillo de Alange y la Alcazaba de Badajoz (Celestino et alii 1992: 312).
interpretación sugiere el citado investigador para los fragmento:, con Cerámicas también emparentadas con el grupo Cogotas I se han locali
decoración de boquique aparecidos en la necrópolis de Alpanseque zado recientemente en el cerro de la Barca (Herrera del Duque) y Azagala
(Cabré y Morán 1977: 114), cuyos materiales no irían más allá de la sexta (Alburquerque) (Pavón 1995: nota 4). No obstante la personalidad de
centuria (Romero 1984: 70). De la necrópolis de El Alance (Guadalajara), algunos conjuntos extremeños. como el de Alange o Valcorchero, queda
en el Alto Henares. proceden también algunos materiales dispersos que se matizada por las decoraciones incisas de los poblados del centro de
han relacionado con el complejo Cogotas I, pudiéndose plantear una Portugal, en particular el Alentcjo (Enríquez 1990: 68-69 J.
situación análoga (Valiente Malla 1984: 35; Barroso 1993: 21); entre 29 Las escasas referencias del Bronce Final y también del Hierro I podrían
éstos, un fragmento decorado con una banda quebrada sobre campo de relacionarse con la falta de excavaciones extensas en los castros del NO
puntillado, otro exciso y un tercero con improntas cuadradas (Paz de la provincia (Santonja 199 l : 26), situación que también podemos
facribano 1980: fig. 5, nº . 8, l O y 13). hacer extensiva para los rebordes montañosos del este de Cáceres.
48 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
blas 1986-87; Fabián 1986-87; Benet et alii 1991). Junto del Hierro (El Castañar) muy próximas al Raso, aunque
a estas referencias tenemos otros yacimientos en la zona los materiales son de escasa significación (Femández
donde si se da, cuando menos, una coincidencia espacial. Gómez 1995: 152-153; Femández Gómez y López
Ningún sector concreto del castro de El Raso de Femández 1990: 96). En cualquier caso, hay pruebas de
Candeleda puede adscribirse de momento al Bronce Final que existieron en el Raso y en sus inmediaciones uno o
y a la Primera Edad del Hierro, pero a dichas etapas varios núcleos de población a finales de la Edad del
corresponden indiscutiblemente algunos hallazgos metá Bronce y de la Primera Edad del Hierro, quizás no esta
licos hallados en superficie y en el interior del recinto bles en un solo lugar, pero sí permanentes en la zona31 •
amurallado: una punta de lanza tipo ría de Huelva y otra
Existen por otro lado algunas referencias de hallazgos de la Edad del
de flecha de tipo palmela muy evolucionada aunque io
Fig. 9.-Grupos del Bronce Medio y Bronce Final en el oeste de la Meseta: l. Fradellos (Zamora); 2. Pino (Zamora); 3.
Po:::.ocincho (Muelas del Pan, Zamora); 4. Los Castrillu:::.os (Fari:::.a, Zamora); 5. Almeicla de Sayago (Zamora); 6. la Modorra
(Fresno de Sayago, Zamora); 7. Las Marquesas (Peleas de Abajo, Zamora); 8. El Rabiao (Ca::.urra, Zamora); 9. Po::.obla11co
(Casaseca ele las Chanas, Zamora); JO. Los Mimbrerales (Gema, Zamora); 11. La Perrona (Gema, Zamora); 12. las Carretas
(Casaseca de las Cha11as, Zamora); 13. Castil la Cabra (Muelas del Pa11, Zamora); 14. Teso del Castro (Zamora); 14his.
Zamora; 15. La Aldehuela (Zamora); 16. El Tomillar (Fresno de la Ribera, Zamora); 17. los Villares (Finilla de Toro, Zamora);
18. Los Palomares (Villarcloncliego, Zamora); 18bis. Los Centenales (Villavenclimio, Zamora); 19. El Palomar (Tagarabuena,
Zamora); 20. Toro (Zamora); 21. La Requejacla (San Román ele la Hornija, Valladolid); 22. Pollos (Valladolid); 23. Carricastro
(Torclesillas, Valladolid); 24. Pinar (?) (Valladolid); 25. Reneclo ele Esgueva (Valladolid); 26. Valladolid; 27. San Pedro
Regalado (Valladolid); 28. Amusquillo ele Esgueva (Valladolid); 29. Fuente ele la Salud (Pesquera de Duero, Valladolid); 30.
La Pla::.a (Cogeces del Monte, Valladolid); 31. Coca (Segovia); 32. Almenara de Adaja (Valladolid); 33. Canta::.orras (Arévalo
Donhierro, Ávila); 34. Orbita (Arévalo, Ávila); 35. Maga::.os (Ávila); 36. Carrávilas (Barromcín-Bercial ele Zapardiel, Ávila);
37. Gome::.narro (?) (Valladolid); 38. la Mota (Medina del Campo, Valladolid); 39. El Campillo (?) (Valladolid); 40. El
Convento (Villabuena del P uente, Zamora); 41. Teso del Cuerno (F01foleda, Salamanca); 42. El Regado (Pino ele Tormes,
Salamanca); 43. Leclesma (Salamanca); 44. Teso del Valclecidiel (Barbaclillo, Salamanca); 45. Las Ro:::.adas (Barbadillo,
Salamanca); 46. Gejo de Diego Góme::. (La Mata de Ledesma, Salamanca); 47-48. La Dehesa y Dolmen de las Cai'ías
(Fuenteliante, Salamanca); 49. Coto Alto (La Tala, Salamanca); 50. Santibáí'íe::. ele la Sierra (Salamanca); 51. El CastaFíar
(Colmenar de Montemayor, Salamanca); 52. la Corvera (Nava/moral de Béjar, Salamanca); 53. Tranco del Diablo (Béjc11;
Salamanca); 54. El Risco (SantibáFíe:::. de Béjar, Salamanca); 55. Cancho Enamorado-la Dehesa, Cerro del Berrueco (El
Tejado, Salamanca); 56. Tejado (Salamanca); 57. Las Tierras de Garrí (la Maya, Salamanca); 58. Bejarano (Martinam01;
Salamanca); 59. Mesa-Castillo del Carpio, Carpio Bernardo (Villagon:::.alo de Tormes, Salamanca); 60. Castaíieda-Matacún
(Villagon:::.alo ele Tormes, Salamanca); 61. Las Ollas (Garcihernáncle:::., Salamanca); 62. El Torrejón (Alba de Tormes,
Salamanca); 63. Galisancho (Valle del Tormes, Salamanca); 64. Bercimuelle (Galisancho, Salamanca); 65. Pe1zaranda de
Bracamonte (Salamanca); 66. El Castillo (A/ara::., Salamanca); 67. Dehesa del Castillo (Diego-Alvaro-Diego del Carpio,
Ávila); 68. Coto Alto (La Tala, Salamanca); 69. Paraje del Mirador (Narrillos del Afamo, Ávila); 70. Navamorales
(Salamanca); 71. Gallegos ele So/mirón (Salamanca); 72. El Mirón (Ávila); 73. Malpartida de Corneja (Ávila); 74. Bonilla de
la Sierra (Ávila); 75. Villatoro (Ávila); 76. Las Zorreras (Muiiana, Ávila); 77. Baterna (Solosanc/w, Ávila); 78. Ulaca
(Solosancho, Ávila); 79. El Cogote (La Torre, Ávila); 79bis. El Paredón de los Moros (Niharra, Ávila); 80. Sanchorreja (Ái•ila);
81. Horcajuelo (Brabos, Ávila); 82. la Cordovilla (Papatrigo, Ávila); 83. Gravera del Puente Viejo (Zorita de los Molinos
Mingorría); 84. Las Cogotas (Carcleiiosa, Ávila); 85. Cerro del Castillo (Cardeíiosa, Ávila); 86. Prado de las Cruces (Bemuy
Salinero, Ávila); 87. Peí'ía Mingubela (Ojos Albos, Ávila); 88. Segovia; 89. Toledo; 90. Layos (Toledo); 91. La Vega del Tesoro
(A/barreal de Tajo, Toledo); 92. Calaiia (A/barreal de Tajo, Toledo); 93. El Pagón (Mesegm; Toledo); 94. Olil'llres ele la Fuente
(Malpica de Tajo, Toledo); 95. Cabe:::.a del Oso (Real de San Vicente, Toledo); 96. Arroyo Man::.anas (Las Herencias, Toledo);
96a. "la barranca del Aguila" (Talavera de la Reina, Toledo); 97. Carpio Vi (Belvís ele la Jara, Toledo); 98. Cc11pio 1 (Belvís
ele la Jara, Toledo); 99. Vado ele A::.után (A::.utcín, Toledo); 100. Colín ele la Senda (Oropesa, Toledo); 101. CastaHarejo (Arenas
ele San Pedro, Ávila); 102. Castillejo de Chilla (Candelecla, Ávila); 103. El Raso-Prado de la Carrera (Candeleda, Ávila); 104.
El Cardenillo (Madrigal ele la Vera, Cáceres); 105. Caíiacla ele Pcijares (Villanueva de la Vera, Cáceres); 106. Vil/arrea! de San
Carlos (Ccíceres); 107. Boquique-Valcorchero (Plasencia, Cáceres); 108. Villar de Plasencia (Cáceres); 109. Valcleobispo
(Ccíceres); 110. Descargamaría (Ccíceres); 111. Peíi.aparcla (Salamanca); 112. La Muralla (Alcántara, Cáceres); 113. Dolmen
del Garrote (Garrovillas, Cáceres); 114. Vado de Alco11étar (Garrovillas, Cáceres); 115. Dolmen del Guadancial (Garrovillas,
Ccíceres); 116. El Aguijón ele ?antoja (Trujillo, Cáceres); 117. Mmzroy (Cúceres); 118. Cueva del Escobar (Roturas, Cáceres);
119. Ber:::.ocana (Cáceres); 120. El Risco (Sierra de Fuentes, Cáceres); 121. Molino Villarejo (Plasen::.uela, Ccíceres); 122.
Cueva de la Era (Montcínche:::., Cáceres); 123. La Navilla (Montcínclze::., Cáceres); 124. Cerro de la Barca (Herrera del Duque,
Badajoz); 125. Cerro Cogolludo (Orellana, Badajoz).
DEL BRONCE AL HIERRO 49
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Otros yacmuentos de esta época conocidos revisten miento de Arroyo Manzanas ha proporcionado cerámicas
menor relevancia o inferior extensión, siendo digno de ano de boquique, excisa, retícula bruñida, pintada, peine, a
tar como en Las Zorreras, cerca de Muñana y sobre la lade torno, bronces orientalizantes y elementos de hierro35 •
ra más inmediata al valle de la sierra de Ávila, los sondeos También en la Meseta Sur, en los hábitats más promi
practicados revelaron restos metálicos y cerámicos asigna nentes, es frecuente que los yacimientos Cogotas I hayan
bles al Bronce Final así como algunas vasijas encuadrables sido sede de poblaciones posteriores, este es el caso de
en la facies Soto (Fabián 1993: 288). Una situación análo La Muela de la Alarilla, Ecce Horno o el cerro de Alarcos
ga podría darse en los salmantinos de El Torrejón (Alba de en Ciudad Real (Blasco 1992: 286; Almagro-Garbea et
Tormes) y El Castañar (Colmenar de Montemayor) aunque alii 1994), aunque en algunos casos se carece de argu
las referencias son más imprecisas32• mentos seguros que confirmen que estos yacimientos
Ya en Cáceres, en el confín NE. de la provincia, hay estuvieron ocupados sin solución de continuidad.
que citar los hallazgos e intervenciones puntuales realiza El hallazgo de asentamientos y materiales de Cogotas
dos en La Cañada de Pajares (Villanueva de la Vera). En I en el entorno inmediato de varios de los poblados del
una amplia extensión de terreno se encuentran restos que primer Hierro de la cuenca sedimentaria del Duero,
han sido datados desde el Bronce Final a la plena Edad como se comprueba en Almenara de Adaja (Balado
del Hierro (González Cordero et alii 1993). Estos hallaz 1987: 171 ss.), La Mota de Medina del Campo (Seco y
gos podrían entenderse como argumentos a favor del con Treceño 1993: 155-156), Medina de Rioseco (Martín
tacto entre Cogotas I y una Primera Edad del Hierro con Valls y Delibes 1975c: 197, fig. 2,4; San Miguel 1993:
fuertes connotaciones orientalizantes33 . En todo caso, la fig. 3), La Aldehuela o Zamora (Esparza 1990b: 109 y
imprecisión en la descripción de algunos materiales -des 1995: 141-142), y la presencia de indicios de ocupacio
conocemos las características de las cerámicas del Bronce nes poco estables en la base de la estratigrafía de algunos
Final a las que aluden sus autores- y las propias condi yacimientos tipo Soto, tiende a matizar la discontinuidad
ciones de obtención, impiden afirmaciones más rotundas. espacial y económica entre los poblados de ambos gru
Análoga observación podría postularse para El Cardenillo pos, a la vez que refuerzan los argumentos que señalan
(Madrigal de la Vera), sito sobre una pequeña planicie en puntos de contacto entre ambos (Esparza 1990b: 107-
la margen cacereña de la garganta de Alardos y a poca 111 y 1995: 140 ss.; San Miguel 1993: 31 y fig. 3). En
distancia del anterior (González Cordero et alii 1990: más de una ocasión su carácter defensivo es indudable,
131). En esta ocasión se documentaron dos niveles, sepa hecho que acaso no sea mera casualidad.
rados por una capa estéril. Sin más precisión, se refieren La precariedad de los poblados iniciales del grupo
sus descubridores al hallazgo de cerámicas "tipo boqui Soto, con estructuras muy simples de hoyos de postes
que" en el estrato inferior y materiales encuadrables en la dispuestos en línea curva u oval, como se comprueba en
Edad del Hierro en el superior. las excavaciones del yacimiento epónimo (Romero 1992:
En Toledo, las ocupaciones de El Carpio (Belvís de la 182; Delibes, Romero y Ramírez 1995: 154 ss.), en el
Jara) y Arroyo Manzanas (Las Herencias) abarcan una también vallisoletano de Melgar de Abajo (Cuadrado y
amplia secuencia y constituyen desde este punto de vista San Miguel 1993: 310), en el cerro de San Pelayo en
los hallazgos más elocuentes a la altura del Tajo Martinamor (Benet 1990: 84), en Los Cuestas de la
(Fernández Miranda y Pereira 1992; Moreno Arrastio Estación de Benavente (Celis 1993: 97 y 11O- I 12) o en
1990, 1995a y b). El puñal de Carpio de Tajo -que enla el segoviano de Cuéllar (Barrio 1993: 178-184), por citar
za bien con la metalurgia del grupo Ría de Huelva34- las sólo algunos ejemplos, es semejante a la tradición cons
estelas de las Herencias, Arroyo Manzanas y la reciente tructiva que se conoce de la Edad del Bronce36 . Ello lle
mente hallada en Talavera de la Reina (Portela y Jiménez varía a considerar una relación genética entre Cogotas I
1996), el famoso enterramiento orientalizante o las fíbu
El yacimiento abarca tres cerros de aproximada altura. Hasta ahora las exca
las de Azután, proceden de puntos geográficos muy pró 15
vaciones y prospecciones han sido puntuales, pero lo que se conoce de los
ximos entre sí. El Inventario Arqueoltigico de Toledo materiales recogidos ha llevado a su autor a sugerir la hipótesis de que a cada
etapa cronológica le corresponda un cerro detern1inado (Moreno 1990: 291).
revela la existencia en uno de los sectores del Carpio de No se descarta que de este mismo lugar proceda la estela de las Herencias
materiales adscribibles entre el Bronce Final y la II Edad (Femández-Miranda y Pereira 1992: 60). Por otro lado, a escasa distancia,
del Hierro, y a poco más de una decena de Km. el yací- se localizan dos esculturas de ve1rncos (López Monteagudo 1989: !03).
" Parece afianzar,e cada vez más la presencia de una etapa fom,ativa en el
Bronce Final, previa a la utilización sistemática del adobe. con cabañas de
12Se trata de materiales de superficie, la mayoría cerámicas lisas y otras postes en muchos de los yacimientos que se vienen designando de tipo
con cordones y digitaciones. También se conservan algunas formas care soteño. análogas a las recuperadas por Palo! en el Soto 1-1 (Palo! y
nadas (Inventario Arqueológico de la Provincia de Salamanca). Wattenberg 1974: 186-187 y figs. 62-63). Los trabajos recopilados en
" A escasos metros del sector en cuestión se localizó una necrópolis de Romero, Sanz y Escudero (1993) sintetizan algunos de los aspectos más
incineración (González Cordero et alii 1990) bien emparentada con sus novedosos sobre el particular. a partir de excavaciones recientes en la cuen
homólogas abulenses. ca media del Duero. Otra síntesis reciente sobre las estructuras de habita
" Se trata de un puñal de bronce tipo '"lengua de carpa" encontrado de ción del grupo Soto puede consultarse en Romero (1992). Asimismo para
forma casual en la orilla del Tajo. En la bibliografía ha sido citado como el valle del Ebro, en el contexto de los Campos de Urnas, se han detectado
procedente de Carpio de Tajo o también de Ronda (Jiménez de Gregario niveles anteriores en algunos poblados --como en el denominado Pilla de
1966: 179; Inventario Arqueológico de la Provincia de Toledo). Sin Cortes de Navarra (Maluquer et a/ii 1988). con un fondo de cabaña de pos
embargo Fernández-Miranda y Pereira (1992: 59) lo hacen proceder del tes- cuyas estructuras se han relacionado con el Bronce Tardío (Burillo
término de Mesegar, en la finca denominada El Pagón. 1992: 210).
DEL BRONCE AL HIERRO 51
y las primeras comunidades de tipo Soto, en tomo a la ta una evidente intención defensiva y estratégica37• Las
décima y novena centuria para este período formativo, ocupaciones castreñas se conocen en Cogotas I a lo largo
que habrá que contrastar con nuevos hallazgos. de toda su secuencia, por lo que en esta etapa fueron en
algún momento coetáneas a los asentamientos en llano
(Delibes 1995a: 80). Poblados en alto y en llano del
2.2. Valoración general. Los inicios del foco castreño Bronce Final serían realidades contemporáneas, posible
y el primer poblamiento estable mente articuladas en un sistema jerárquico donde los
emplazamientos de mayor extensión y en alto dominan
Una primera impresión nos lleva a considerar que una testimonialmente el territorio sobre el que se dispersan
parte de los asentamientos del Bronce Final continúa su las comunidades más pequeñas. El control del sector del
desarrollo en la nueva etapa. Ciertamente, en unos casos valle donde están emplazados así como de sus vías de
los materiales proceden de hallazgos casuales, diversos acceso evidencian una organización territorial muy inci
en su tipología y a veces carentes del conveniente con piente pero hasta cierto punto estable. La densidad de
texto arqueológico. En otros queda aún por precisar la hallazgos que ofrece el valle del Henares en este momen
cronología de los restos, a qué momento del Bronce to y que se ha relacionado con la creciente importancia
Final corresponden y su proximidad temporal con res de esta zona para el control de la ganadería trashumante
pecto a la ocupación del Hierro. No obstante su valora (Almagro-Gorbea et alii 1994: 18 ss., 27-28), podría ser
ción conjunta está fuera de toda duda y facilita algunas bastante ilustrativo en este sentido. El cerro del Ecce
apreciaciones cuantitativas (Fig. 1O): un 42% de los Horno aparece controlando uno de los sectores de la
poblados del SO. de la Meseta que han proporcionado vega, en tomo a la cual se distribuyen pequeños empla
materiales Cogotas I o afines vienen a coincidir con los zamientos de la misma etapa que explotan el territorio
emplazamientos de la Edad del Hierro. Casi un tercio, (Cristóbal 1986). Defiende Almagro-Gorbea una jerar
aproximadamente el 30%, continúa desde los comienzos quización de asentamientos, supeditados al más grande.
de la nueva etapa. Pero los datos correspondientes a la Así, desde la elevada posición del Ecce Horno se vigila
modalidad de emplazamiento son todavía más elocuen rían las terrazas de la campiña del Henares, susceptibles
tes: al sur del Duero el 70% de los yacimientos del de ser cultivadas (Almagro-Gorbea y Femández-Galiano
Bronce Final que continúan en la Edad del Hierro están 1980: 116). Para Extremadura, y en particular para la
emplazados en alto y en terrenos de pasto, en posición ribera del Guadiana, también se ha defendido una cierta
castreña y ocasionalmente amurallados. Si sólo nos ceñi organización jerárquica del territorio (Enríquez 1990:
mos a las tierras de Ávila y Salamanca los resultados son 75-77), donde los poblados en alto ocuparían nuevamen
prácticamente análogos. No todos los sitios pueden con te el papel principal, hipótesis que en todo caso ha susci
siderarse equivalentes; la densidad de hallazgos que ofre tado algunas objeciones (Galán 1993: 57-58).
cen algunos como Sanchorreja, El Berrueco, Ledesma o El carácter nada provisional de alguno de estos asen
Arroyo Manzanas, contrasta con la escasez de la mayo tamientos castreños desde el Bronce Final se puede
ría, lo cual no se debe exclusivamente a la pobreza de los empezar a vislumbrar en otros aspectos. Es bien sabido
trabajos realizados sino que traduce una realidad concre el hecho de que algunos de los poblados de la Primera
ta, relativa a la intensidad, duración y jerarquía de la ocu Edad del Hierro se rodearon de murallas de adobe o pie
pación. Estamos, por tanto, ante una situación muy espe dra, como algunos yacimientos del valle medio del
cífica, dando la sensación de que la población comienza Duero o los castros sorianos y zamoranos. Pero también
a concentrarse en unos cuantos núcleos especialmente del mismo modo merece la pena referirse a la presencia
seleccionados. de algunos vallados y cerramientos de piedra más o
Los emplazamientos del Bronce Final muestran una menos elementales en los asentamientos de Cogotas I,
cierta diversificación, generalmente en alto (60%) y en significativamente en aquellos establecidos en las cum
llano (30%), sólo en menor medida en cueva (10%). La bres.
primera dualidad es interesante pues no sólo se trata de González-Tablas distingue dos momentos constructi
cuestionar la tradicional vinculación de Cogotas I a zo vos en la muralla de Sanchorreja. El más antiguo se
nas montañosas sino de ofrecer dos concepciones de correspondería con la primera fase de ocupación del cas
poblamiento opuestas, situación que en el sector oeste tro y comienzos de la siguiente, estando formada por
peninsular y en tomo al Sistema Central debió presentar piedras trabadas con el mismo relleno, de más de cuatro
una clara dicotomía (valle/montaña), dada la especial metros de anchura, sin cara vista y sin formar hileras
configuración del paisaje. (González-Tablas et alii 1986: 120-122, lám. 1, fig. 2).
Desconocemos si la mayoría tuvieron defensas artifi Descansa directamente sobre el suelo y tuvo que ser
ciales ciñendo los poblados, pero en todo caso la situa rehecha en varias ocasiones. El trazado de la muralla
ción de los primeros, generalmente en cerros de fuertes está completamente supeditado a las curvas de nivel y a
pendientes sobre el río, varios de ellos por encima de los
37 Por ejemplo desde la cumbre del Berrueco, con una cota máxima de 1354
200 y hasta 300 m. de altura respecto al llano, de difícil metros s.n.m., es posible avistar en dirección norte un reconido superior
acceso y con un amplio control visual del entorno, deno- a los 30 Km. (Fabián 1986-87: 275).
52 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
%
70 -1 COGOTAS I j.
60
50
40
30
20
10
Fig. IO.�Dwgru111a re.1w11e11 del poblamiento en el .1uroe.1te ele la Me.1e1C1. Porce11taje.1 de continuidad entre el hábitat del
Bronce Final y el Hierro I y tipos de empla::.amiento.
los canchales graníticos y parece similar, al menos en que de anchura algo menor. entre los 2 y 4 m. (Morán
parte, al seguido por el lienzo del Hierro I que hoy se 1924: 5-6; Maluquer 1958b; Fernández Gómez 1995:
conserva. 126 y 165). A la vista de los materiales hallados en su
La cumbre del cerro del Berrueco presenta una mura interior, podría llevarse a un contexto del Bronce Final y
lla muy mal conservada pero cuyas características cons de transición Bronce/Hierro. En otros yacimientos sal
tructivas resultan prácticamente análogas a las del yaci mantinos del Bronce Pleno y Final se detecta también la
miento abulense, levantada también sin cimientos, aun- existencia de cerramientos más o menos elementales,
DEL BRONCE AL HIERRO 53
casi siempre ocupando los cerros de mayor altitud de la análoga42• En todo caso, si no todos los asentamientos
zona, casos de La Corvera (Navalmoral de Béjar)38, el de Cogotas I ostentan cercados o vallados de piedra, los
Tranco del Diablo (Béjar), El Castillo (Alaraz) o Gejo de que lo hicieron fue en virtud de su especial posición
Diego Gómez (La Mata de Ledesma)39• Análoga obser estratégica sobre el territorio, controlando de hecho las
vación podría hacerse para el castro de Cabeza del Oso vías naturales de comunicación43.
(Real de San Vicente, Toledo). marcadamente destacado Esta incipiente estabilidad también se delata en algu
en el paisaje de la Sierra de San Vicente, desde el cual se nas viviendas. Sorprende el contraste entre las cabañas
divisa todo el valle del Tajo por el sur y la Sierra de redondas de adobe del grupo Soto y las chozas de entra
Gredas por el Norte"º. mado vegetal, apoyadas sobre postes y de planta semiova
La existencia de murallas o cerramientos elementa lada o subtriangular en el mejor de los casos de la Edad del
les para una parte de estos poblados en alto podría per Bronce (Martín Benito y Jiménez 1988-89; Jimeno y
mitir la generalización del fenómeno. No existen argu Femández Moreno 1991: 17-20). Sin embargo, también se
mentos decisivos en este sentido, pero el mismo hecho conocen estructuras más complejas de Cogotas I en Can
de su continuidad en el espacio y en el tiempo, con cho Enamorado, en el cerro del Berrueco, a las que
defensas más complejas en algunos de ellos a partir de Maluquer se refiere por vez primera como "casas" (Malu
la Edad del Hierro, podría haber influido decisivamen quer 1958b) o incluso en el abulense de Sanchorreja. La
te en el arrasamiento de estructuras anteriores y más mayoría de las chozas de este último, de planta de tenden
endebles del Bronce Final, por lo que la situación cia rectangular y construidas con piedra y barro, aunque se
reflejada en los yacimientos castreños pudiera ser levantaran en areas ocupadas por viviendas de la primera
incompleta. Por ejemplo, si seguimos las anotaciones fase pertenecen a la etapa del Hierro. Prácticamente no
de Cabré (1930: 41 ss., 104) cuando se refiere a los res hay datos sobre las estructuras más antiguas pero cuando
tos del Bronce Final hallados en el castro abulense de se han documentado paredes de chozas de este nivel, como
Las Cogotas (Cardeñosa), podemos apreciar como las la Sa 11, técnicamente no se diferenciaban de las del nivel
cerámicas de incrustación aparecieron mayoritaria superior (Maluquer 1958a: 92).
mente en el interior del primer recinto amurallado del Recientemente Delibes (1995a: 80), tras un completo
Hierro II. El hecho de que sólo en ciertas casas apare
repaso de los yacimientos y la cultura material de la Edad
cieran estas cerámicas, su documentación también en
del Bronce en Á vila, enriquece esta problemática al suge
la base de la muralla y sólo unas pocas al exterior, es
rir que los asentamientos en posición castreña fuesen los
consistente con la idea de unas cuantas cabañas de
núcleos más estables del territorio, mientras los más peque
materiales ligeros aprovechando la protección de los
ños y situados en el llano responderían a ocupaciones esta
roquedos de la colina que se sitúa estratégicamente
cionales, condicionadas por el calendario de cultivos.
entre dos corrientes de agua, el Adaja y el Rominillas" 1•
El límite de su dispersión corresponde en parte al área Si ponemos en práctica estos planteamientos para
cerrada por la muralla y se ajusta a un emplazamiento todo el sector que nos ocupa, podríamos hallarnos ante
muy bien definido topográficamente, por lo que no hay una jerarquía incipiente del territorio donde los más
que descartar que, con anterioridad al recinto hoy co grandes sirven de punto de referencia visual y simbólica
nocido. se erigiera en el mismo lugar y durante la Edad de un amplio espacio. La explotación agropecuaria, su
del Bronce una estructura más endeble pero de función peditada a éstos, correría a cargo de las pequeñas aldeas
del valle. Por otro lado la organización de la trashuman
'' El momento más antiguo del Alto de la Corvcra data de mediado;, del cia, aún a corta distancia, exige una marcada jefatura
Bronce. estando amurallado desde su origen (Bcnct 1993: 341). El ceno social (Almagro-Garbea et alii 1994: 28) y esto también
donde se ubica el yacimiento se situa en una posición privilegiada sobre
el entorno. controlando el paso de la V ía de la Plata. Materiales de la implicaría una cierta planificación del espacio. La exis
Edad del Hierro que se localizan en la misma cumbre. en ocasiones intru tencia de jerarquización social quedaría constatada en la
sivos en los estratos anteriores. muestran la continuidad de la ocupación. presencia cada vez mayor en estos mismos yacimientos
Además. la muralla es también reaprovechada en esta etapa (com. perso
nal de F.J. Fabián).
"' En general. para los yacimientos salmantinos citados. véase Santonja "' Tal vez en el castro zamorano de Manzana! de Abajo nos encontremos
( 1991: 25) y el Inventario Arqueológico Provincial del Museo de ante un problema análogo. cual es la interpretación de los agujeros de
Salamanca. poste y otros hallazgos muy próximos a la muralla. De seguir a Esparza
'" La pa11c más alta del cabezo está fom1ado por dos recintos y el poblado está (1990b: 103) dichos vestigios podrían representar una ocupación anterior
ocupado desde el Bronce Medio (Banio 1992: 303). Sin embargo. la esca a la estructura pétrea, aunque tampoco descarta posibles construcciones
�ª caracterización de Jo., rnateriale� recogidos en superficie apenas ilw,tran de madera anejas a dicha defensa.
la posible continuidad del yacimiento hasta entroncar con los materiales de "' También otros sectores de la Meseta ofrecen emplazamientos en lugares
la Segunda Edad del Hierro /RodríguezAlmeida 1955: 271). estratégicos en alto y con buena visibilidad. Un caso paradigmático lo
"1 Cabré ( 1930: -l 1-46) insistía en su Memoria que las típicas cerámicas constituye el castro de La Plaza, en Cogeces del Monte (Valladolid) y a
excisas y de boquiquc y el hacha plana de bronce aparecieron en los suc la altura del Duero. Resultan evidentes las posibilidades defensivas en
ios de varia� casa� de la acrópolis mezcladas con los materiales de la casi todo su perímetro. habiéndose documentado una muralla o talud de
Segunda Edad del Hierro. Esa interpretación es insostenible por la impo piedras. o mejor la huella de un antiguo muro expoliado, y una puerta
sible contemporaneidad ele los dos tipos de materiales. En realidad lo que simple de acceso (Dclibes y Femández Manzano I 981: 52-60). Fue habi
debió suceder. a juzgar por las técnicas de excavación de la época. es que tado en los últimos compases del Bronce Medio o inicios del Final. y no
en la excavación de las casas rectangulares de la Segunda Edad del Hierro hay datos que acrediten una ocupación en el Hierro. En todo caso. la rela
se rompieron los suelos de éstas y se localizaron - sin reconocerlos - algu tiva magnitud de la muralla y el espacio que encierra no es la propia de
nos fondos de cabaña sin obra aparente ( Ruiz Zapatero y Álvarcz-Sanchís un pequeño hábitat estacional, lo que abunda en la posibilidad de una
1995: 21-l). ocupación relativamente estable durante el Bronce.
54 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
(Sanchorreja, El Berrueco...) de elementos suntuarios y Huelva (Ruiz-Gálvez 1995c), objetos de adorno y adere
de prestigio, que obviamente no estaban al alcance de zo personal como espejos, peines de marfil y fíbulas aso
todos los miembros. Algunos, como las fíbulas de codo, ciadas al comercio de telas suntuarias, la aparición del hie
justificarían la arribada de influencias mediterráneas pre rro (Almagro-Gorbea 1993a), etc. Su incidencia será toda
coloniales. Acaso se consiga valorar más adelante hasta vía mayor en los umbrales de la Edad del Hierro, pero la
qué punto resultan afines las últimas élites de Cogotas I abundancia de estos elementos a partir del 1200 a.C.
con la nueva etapa, fuertemente impregnada de rasgos demuestra la existencia de una ruta meridional y acultura
orientalizantes, pero lo que sí podemos señalar es: dora del Mediterráneo, previa a la colonización fenicia, de
1) La coincidencia entre una gran parte de estos indiscutible personalidad (Almagro-Gorbea 1989 y 1996a:
poblados del Bronce Pleno-Final en altura y la inaugura 27 ss.).
ción de la Edad del Hierro. La producción y circulación de los objetos metálicos y
2) La provisionalidad de las chozas y silos a campo de la metalurgia en sí misma es por tanto uno de los
abierto frente a los emplazamientos castreños, que no aspectos clave en la mitad occidental de la Península
son sólo los más grandes, estratégicos y defensivos, sino Ibérica para este momento (Ruiz-Gálvez 1984; Coffyn
que además ostentan secuencias de ocupación 1985; Almagro-Gorbea 1989; Mederos 1996). Junto a los
Bronce/Hierro que parecen testimoniar un nivel de vida elementos de adorno y de prestigio en yacimientos
relativamente más estable. Cogotas I -fíbulas de codo, asadores, hachas de apéndi
ces laterales, cerámi_cas pintadas- inspiradas o bien oriun
3) Un patrón de poblamiento que marcará la pauta das del Mediterráneo y de las poblaciones tartésicas del
en los siglos venideros, prácticamente hasta la romaniza Bajo Guadalquivir, disponemos de las hachas de talón y
ción, con el castro como piedra angular de todo el siste armas de bronce de tipo atlántico así como de algunos
ma y sede de las élites dirigentes. hallazgos áureos.
La Meseta occidental no permaneció ajena al incre
3. Las élites de Cogotas I y los recursos indígenas en mento y transformación del utillaje metálico a partir de
el marco de las relaciones de intercambio finales del II milenio a.C., pero una gran parte de los úti
les asociados a contextos Cogotas I evidenciaban una
tipología claramente arcaica (Fig. 11), como se deducía
3.1 El hecho metalúrgico y su contextualización
por ejemplo de los puñalitos de roblones de El Mirón
(Martín Valls y Delibes 1979a) y Sanchorreja (Maluquer
Durante la transición del II al I milenio a.C. gran parte 1958a: 57) o las hachas planas de Las Cogotas (Cabré
de Europa está inmersa en un proceso de explotación 1930: 41-42) y La Mesa del Carpio Bernardo (Benet
intensiva del paisaje, con un incremento de la desforesta 1993: 341). Además, la distribución de los elementos de
ción y la conversión de amplios territorios en pastos y tipología atlántica no era uniforme en todo el espacio
tierras de cultivo, que se ha relacionado, entre otras cau geográfico (Fernández Manzano 1985 y 1986: fig. 46),
sas, con la progresiva introducción de nuevas tecnologí restringiéndose sobre todo al norte del Duero, en la orla
as agrarias (Harding 1987; Wells 1989; Ruiz-Gálvez montañosa septentrional y oriental, en correspondencia
1992 y 1998). Estas estrategias facilitaron asentamientos con los terrenos cupríferos. Este último dato llevó a
más prolongados, un incremento demográfico notable y Delibes, en colaboración con Fernández Manzano (1991:
marcados síntomas de jerarquización social, fácilmente 211 y fig. 4) y Romero (1992: 238-240), a plantear la
rastreables en diversas partes del continente (Kristiansen hipótesis de que las élites de Cogotas I controlarían los
1994). Al mismo tiempo, como consecuencia lógica de veneros de la zona, explotados para la metalurgia cánta
todo lo anterior, la producción y acumulación de riqueza bra y astur, obteniendo en contrapartida los objetos
tuvo una extraordinaria repercusión en las redes de inter manufacturados. Estos circularían como elementos de
cambio y en los contactos regionales (Wells 1984). prestigio, razón que podría explicar su escasez en con
Este contexto favoreció el desarrollo de los focos textos domésticos y una mejor adecuación a depósitos o
metalúrgicos atlánticos, conectando las distintas áreas escondrijos, con independencia del significado que
productoras entre sí y reactivando sus rutas comerciales pudieran tener dichas ocultaciones (Ruiz-Gálvez 1984:
con la proyección occidental de los Campos de Urnas de 529-536; Fernández Manzano 1986: 147). Sin embargo,
Centroeuropa (Rowlands 1980; Ruiz-Gálvez 1991). La las recientes dataciones radiométricas calibradas han
dinámica de los circuitos de intercambio también afectó envejecido sensiblemente el horizonte de Cogotas I,
al Mediterráneo donde una creciente demanda de mine comprendiéndose así mejor su asociación a las manufac
ral y otras materias primas será la responsable de la lle turas del Bronce Pleno/Bronce Final I-II, frente al floruit
gada de objetos de prestigio y de nuevas tecnologías: inmediatamente posterior de la metalurgia atlántica, en el
vasos y elementos de cocina y de carácter ritual como los Bronce Final III, relacionada ya con el mundo del Soto
depósitos de Berzocana y Baioes (Almagro-Gorbea (Delibes et alii 1995e: 58-59).
1977: 22 ss., 243 ss.; Silva 1986: 182 ss.), cascos, bro En cualquier caso, la vinculación de orfebrería, armas
ches y pasarriendas bien documentados en el depósito de y herramientas atlánticas a contextos Cogotas I en el suro-
DEL BRONCE AL HIERRO 55
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Fig. 11.-Metalurgia y cerámica abulense del Bronce P leno y Bmnce Final: 1, pwial de ElMirón; 2-3, ajorca de 01v y punta
de cobre de tipo Praganra de Ulaca; 4, hacha de las Cogotas; 5, puñal de la casa Be-6 de El Berrueco; 6, hacha de talón y
un asa de Diego Álvaro; 7-8, fragmento de caldero de chapas de bronce remachadas y lanza tubular de Sanclwrreja; 9, vaso
exciso de Bravos/Horcajuelo; 10-11, cerámica boquique de las Cogotas; 12-14, cerámicas incisas de la Cordovilla, en
Papatrigo (según Delibes 1995).
56 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
este de la cuenca es muy escasa, lo que invita a pensar en de Alconétar15 o los ricos depósitos de Berzocana, Sa
el desconocimiento arqueológico del sector (Delibes grajas, Valdeobispo, Monroy, Navalvillar de Pela/Orellana
1995a: 76). A nivel general el elemento más ampliamente la Vieja y Alange (Almagro-Gorbea 1974a y 1977: 17 ss.;
representado es el hacha (Figs. 11 y 12), que en territorio Enríquez 1990 y I 99 I ). Aunque escasos, también se
abulense se reduce a un hacha de talón y una anilla del conocen algunos elementos broncíneos de tipología cen
Castillo de Diego Álvaro así como el filo de otra proce troeuropea para esta etapa. Determinados alfileres perfo
dente de Sanchorreja (Femández Manzano 1986: 13). Las rados o el puñal de empuñadura bipartita localizado en la
evidencias son no obstante mayores en Salamanca -ejem cabaña Be2 del Berrueco apuntan a dicha procedencia
plares de Peñaparda, Peñaranda de Bracamonte, El (Femández Manzano 1986: 37; Delibes 1995a: 76).
Tejado, Santibáñez de la Sierra o una de las piezas de Pero en este marco de intensificación del comercio y
Fuenteliante (Femández Manzano 1986: 25-26; Delibes la metalurgia a finales de la Edad del Bronce en el occi
1995a: 76)- y Cáceres -Descargamaría, Villar de Pla dente de la Meseta, tan decisivo resulta el utillaje metáli
sencia, Villarreal de San Carlos o el Aguijón de Pantoja en co como la valoración de los lugares donde aparecen
Monroy (Celestino et alii 1992: 312-314 y fig. 1)-. Sa estos hallazgos. Se concentran en dos ámbitos: (1) aso
bernos de la existencia de importantes mineralizaciones ciados al hábitat, generalmente en posición castreña y
de plomo y sobre todo estaño al occidente de Zamora y con un amplio dominio visual del entorno, y (2) en zonas
Salamanca -Muga de Alba, Aldeavieja de Tormes, de paso, concretamente en relación con los accesos a las
Lumbrales, Barquilla- que teóricamente respaldarían la principales sierras -Gata, Gredos, San Pedro, Guadalu
producción de piezas broncíneas sin necesidad de recu pe- y a determinados puntos vadeables de los ríos Tajo y
rrir a importaciones (Femández Manzano 1986: 149). En Guadiana. Siguiendo el modelo propuesto por Ruiz
todo caso sorprende el exiguo nivel de hallazgos recogi Gálvez (1988: 332-335 y 1992: 229 ss.) es muy probable
dos en la zona, ya sean poblados o simplemente elemen que determinados presentes en el contexto de las socie
tos metálicos aislados, sobre todo en el occidente sal dades de finales del Bronce representen el estableci
mantino; ausencia que probablemente está reflejando miento de alim1Li1s entre regiones, cuyos accesos y recur
una realidad distinta frente il la que acontece en los cen sos agropecuarios además de mineros están ganando
tros broncistas más septentrionales. importancia en el marco de las relaciones comerciales.
También son reveladores en este contexto del Bronce Desde luego no debe pasar inadvertida la importancia
Final algunas armas y elementos de orfebrería. Por ejem estratégica de las zonas que dominan los yacimientos
plo, podría anotarse la presencia de alguno de los frag Cogotas I en alto, pues controlan las rutas de comunica
mentos de calderos con remaches y una lanza tubular pro ción que constituyen la falla tectónica de Plasencia hasta
cedentes de Sanchorreja (Fig. 11,7-8), dos fragmentos de conectar con el río Jerte (Álvarez Rojas y Gil Montes
brazalete también de bronce, uno de ellos con decoración 1988) y los valles del Tormes, Arnblés y Tiétar, camino
geométrica, del Be1TUeco, el fragmento de un regatón obligado entre las cuencas del Tajo y del Duero. La posi
cónico de El Tejado (González-Tablas 1990: 18, 27; ción privilegiada de El Berrueco, Sanchorreja y El
Femández Manzano 1986: 13, 25-26), otra punta de lanza Carpio/ Arroyo Manzanas explicaría en este sentido la
de El Raso (Femández Gómez y López 1990: fig. 1) o la extraordinaria riqueza arqueológica de estos emplaza
joya áurea de Navamorales (Delibes et alii 1991: 209- mientos a lo largo del primer milenio a.C., al controlar de
210). Tampoco se descarta la posibilidad de que algunos hecho el acceso al interior de la Meseta.
brazaletes peanulares de bronce de Ulaca o incluso la ajor Un aspecto parece claro y evidente, la distribución del
ca de oro (Fig. 11,2) procedente del mismo yacimiento poblamiento durante el Bronce Final está en franca rela
pudieran corresponder a este momento ( id. 1991 : 211; ción con esas rutas naturales. La accesibilidad de ciertos
Delibes 1995a: 76, 78-79)-W_ En todo caso la distribución pasos montañosos o determinados cursos de agua con
adquiere mayor peso entre el Tajo y el Guadiana, como lo vierten en vías naturales de paso a las que, en un princi
demuestran el puñal en lengua de carpa procedente de El pio, debieron ser cañadas por donde transitaba el ganado,
Carpio (Femández Miranda y Pereira 1992: 59-60), una gran parte de las cuales se transformaron en un momen
espada a la altura del vado de Azután (Ruiz-Gálvez y to posterior en calzadas romanas (Mariné 1995: 290-298;
Galán 1991: 268), la espada de hoja pistiliforme del vado Alfaro, e.p.) y en los tradicionales caminos de la Mesta
(Klein 1979). Y de ahí la importancia de controlar no
Las piezas áureas conocidas en la Submcseta No11e. en contextos de la
sólo estas vías de comunicación sino los accesos a dichas
-W
Edad del Bronce, cuentan con bien escasa representación. Podemos aña
dir las vallisoletanas de Fuenteungrillo (Villalba de los Alcores) y '"El
. unidades: penetración que vendría dada sobre todo por
Castillo . (Rábano), brazalete y cuenta de collar respectivamente: existen
otras referencias de León y Sepúlveda pero bastante más problemáticas
tres puertos de montaña. Béjar (Salamanca), Tomavacas
(Delibes et a/;i 1991). Algunas han podido llegar desde la fachada atlán (Ávila/Cáceres) y el Pico (Ávila). y dos importantes
tica, región donde abundan estas joyas (Ruiz-Gálvez 1988 y 1989: 48- vados del Tajo, el vado de Alconétar, en la confluencia de
50). Fuera de la Cuenca del Duero se conocen otros hallazgos que se han
relacionado con los grupos de Cogotas I, como el tesoro conquense de
Abía de la Obispalía. Villena en Alicante o el brazalete madrileño de ..La " La posibilidad ele relacionar las espadas pistiliformcs a contexto, Cogotas
Torrecilla" (Almagro-Garbea 1974b y 1987: 113-114). Presentan una l. estaría confirmada a partir del fragmento ele empuñadura hallado junto
carga simbólica intrínseca. por lo que no resulta difícil relacionarlos con a cerámicas excisas en el yacimiento alavé� de Solacueva de Lacozmontc
la existencia de algún tipo de élite social. (Llanos 1972).
DEL BRONCE AL HIERRO 57
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Fig. 12.-Utillaje metálico del Bronce Final ll-Ill en el occidente de la Meseta: l. Hacha de apéndices de Fuenteliante
(Salamanca); 2. Hacha de apéndices de Fradellos (Zamora); 3. Hacha de talón de Fuenteliante (Salamanca); 4. Hacha de
talón de Tejado (Salamanca); 5. Hacha de talón de Peíiaranda de Bracamonle (Salamanca); 6. Fíbula de codo de El Berrueco
(Salamanca); 7. Fíbula de codo de San Román de la Hornija (Valladolid); 8. Regatón cónico de Tejado (Salamanca); 9.
Bra:::,alete de Amusquillo de Esgueva (Valladolid); 10-11. Asadores de El Berrueco (Salamanca) (a partir de los datos de
Fernánde::, Man:::,ano 1986).
58 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
los ríos Tajo y Almonte, y el vado de Azután, entre Ta del Tajo, oriundas de Azután y Alconétar, además de las
lavera y Puente del Arzobispo. Estos cinco enclaves de halladas en los ríos del SO. español y de la mitad noroc
terminan la comunicación con la Meseta Norte por lo que, cidental. Su dispersión es complementaria a la localiza
en relación con este argumento, cobra sentido la disper ción de algunos tesoros en puntos de paso o cruce, como
sión de los hallazgos metálicos más significativos, ligados los de Berzocana o Navalvillar de Pela/Orellana la Vieja,
reiteradamente a los citados accesos o a su inmediata interpretados como ajuares funerarios (Ruiz-Gálvez
periferia46 • Más al sur, los ricos vestigios de Badajoz, Mé 1995a: 23), circunstancia que se repite en otros ámbitos
rida, Medellín o el cerro Cogolludo en Navalvillar de Pela de la Europa atlántica (Bradley 1990: 122).
convergen nuevamente en los vados (Rodríguez Díaz Otro aspecto digno de crédito, debido a su posible
1994a: 111), esta vez del Guadiana, que sin duda sirvie vinculación con la simbología y el lenguaje territorial de
ron para poner en contacto Andalucía con la Meseta. estos grupos, es el hecho de que una parte de los megali
El énfasis en controlar zonas de recursos estratégicos tos del occidente meseteño contengan también materia
o el acceso restringido a los mismos, en un paisaje donde les de Cogotas I, por ejemplo los casos de Galisancho y
todavía abundan las formas de vida móviles, exige refe Coto Alto en Salamanca (Santonja 1987: 208), Bernuy
rentes visibles y estables de esa presencia humana en el Salinero en Ávila (Fabián 1988: 39) o la serie conocida
territorio. Por ejemplo Bradley (1991) ha desarrollado de dólmenes zamoranos (Delibes y Del Val 1990: 62). La
estas cuestiones en el contexto del significado del arte funcionalidad y la reutilización de estas construcciones
rupestre y Galán (1993) ha manejado conceptos análogos en el Bronce Pleno/Final puede llegar a ser discutible
en el estudio de las estelas de guerrero en el Bronce Final (Esparza 1990a; Ruiz-Gálvez 1991: 281 ss.), pero como
del Suroeste, interpretadas como referencias visibles en se ha señalado (Delibes et alii 1991: 209-210) no hay
zonas de paso. A propósito de la dispersión de las hachas duda de que volvieron a ser puntos de una enorme signi
de tipología atlántica del SO., sugiere el mismo autor ficación para estas poblaciones a finales de la Edad del
(1993: 71) que éstas puedan representar "peaje" o por Bronce -ningún material posterior a esa fase se docu
tazgo en las rutas comerciales. Hay que resaltar que una menta en dichas estructuras- situación que podríamos
parte de las piezas localizadas entre el Duero y el interpretar en el contexto de las relaciones comerciales,
Sistema Central son materiales rotos o reutilizados, por probablemente como referentes ftjos del territorio en
ejemplo las salmantinas de Fuenteliante y Peñaranda de determinadas rutas47, próximos a los cursos de agua y en
Bracamonte (Fig. 12). Desde luego parece posible que zonas visibles que acentúan su monumentalidad.
esta explicación pudiera aplicarse a aquellos objetos que,
como forma de tributo o transacción comercial, se loca
lizan en zonas de paso obligado. A cambio de dejar libres 3.2. Recursos ganaderos y vías pecuarias
los accesos a determinados territorios administrados por
las élites, éstas reciben objetos de prestigio. La ganadería debió ser una fuente de riqueza espe
En el término salmantino de Linares de Riofrío se cialmente valorada. El hallazgo en las postrimerías del
hallaron dos moldes metálicos para fundir hachas de Bronce Final y del primer Hierro de elementos como los
talón y anillas (Fernández Manzano 1986: 25), dato que ganchos, asadores (Fig. 12,10-11) o calderos de bronce,
confirmaría cierta producción semiindustrial. No obstan asociados a las ceremonias de sacrificio de animales con
te, el escaso utillaje minero-metalúrgico para este mo consumo de carne (Almagro-Garbea 1974c; Delibes et
mento sería consistente con la idea de Delibes (1995a: alii 1992-93), demostrarían el valor del ganado como
78) de un número de talleres más reducido y especializa vehículo de competición política entre las élites (Ruiz
do con sistemas de producción en serie, frente a los Gálvez 1991: 288-289 y 1995c: 138-139).
pequeños centros artesanos de etapas precedentes. En El estudio de los restos faunísticos de yacimientos
todo caso, estos talleres se habrían dedicado a la fabrica como San Román de la Hornija en Valladolid (Delibes
ción de armas, útiles y herramientas frente a los objetos 1978), Zorita de los Molinos en Á vila (Delibes 1995a:
de prestigio, sin duda monopolizados por el mercado 81) o los del valle del Manzanares (Martínez Navarrete y
exterior. Méndez 1983: 232-233) permiten confirmar un notable
De la importancia que progresivamente va adquirien incremento de las cabezas de ganado, con valores signi
do el acceso estratégico a estos territorios es también fiel ficativos de vacuno, al tiempo que una reducción consi
testimonio el hallazgo de armas y otras ofrendas de sig derable de las especies cinegéticas. La imp01tancia de los
nificación funeraria en los ríos que, como ha demostrado animales domésticos se constata también en otros yaci
Ruiz-Gálvez (1995a: 31-32 y fig. 11), aparecen reitera mientos periféricos de la Meseta y Andalucía como Ecce
damente en los vados. Este sería el caso de las espadas
" Por ejemplo la localización de los megalitos en la zona extremeña del
curso medio del río Tajo aparece determinada a partir de los cruces y
46 El mapa de Álvarez Rojas y Gil Montes (1988: fig. 3) con la distribución vados principales (Galán y Martín 1991-92). Asimismo también resulta
de yacimientos y hallazgos del Bronce Final y el período orientalizante llamativa la vinculación de los megalitos gallegos a vías de tránsito. a
en Extremadura es particularmente revelador. Una década antes. zonas privilegiadas de comunicación. de clara significación cultural y
Almagro-Gorbea (1977: 489) ya adelantaba la importancia de las vías de económica (Bello et a/ii 1982; Criado et a/ii 1990-91; Criado y Villoch
comunicación en la estrategia de los emplazamientos extremeños. 1998).
DEL BRONCE AL HIERRO 59
Horno (Almagro-Gorbea y Fernández Galiano 1980: una minoría (Fernández Manzano 1986: 149: Delibes y
117-120), Los Tolmos de Caracena (Jimeno y Fernández Fernández Manzano 1991: 211), lo que evidenciaría nue
Moreno 1991: 101) o Purullena (Lauk 1976), esta vez vamente una organización social jerarquizada.
con predominio del ganado ovino, demostrando en todo Sería interesante, inclusive, tratar de precisar si esa
caso que las especies dominantes varían según las carac circulación de pastores y comerciantes pudo haber teni
terísticas de los espacios naturales ocupados. Sin duda do un carácter estacional, teniendo en cuenta la riqueza
alguna, el entorno paisajístico del occidente de la Meseta de los pastos estivales, más acorde con un modelo tras
ofrece excepcionales posibilidades para el desarrollo de terminante del ganado y las duras condiciones climatoló
una economía ganadera mixta basada fundamentalmente gicas del interior. La hipótesis de contactos selectivos
en el vacuno, ovino y porcino. Dichas especies encuen valle/sierra en fechas señaladas entre las diferentes
tran un medio adecuado en los pastizales y encinares de comunidades móviles y semi-sedentarias que habitaban
la región, como lo prueba el hecho de haber constituído el territorio, estimulando, a su vez, la circulación y el
las bases económicas de la zona prácticamente hasta la intercambio de objetos de diversa índole, se adecúa me
actualidad, sobre todo los bóvidos. jor a la realidad arqueológica de los yacimientos de Co
Si el comercio precolonial trajo ya consigo un aumen gotas I (Delibes y Romero 1992: 242; Delibes et alii
to de productos como la carne o las pieles, además de la 1995e: 54) y en general para la Edad del Bronce y tam
demanda de mineral, es lógico pensar que el valor de los bién del Hierro (Álvarez-Sanchís 1990a: 224-226;
recursos ganaderos y naturales del interior de la Meseta Jimeno y Fernández Moreno 1991: 101; Ruiz-Gálvez y
hubiese empezado a aumentar en términos considerables. Galán, e.p.), en lugar de aceptar como una norma habi
Tal situación podría derivar en una competencia por el tual los desplazamientos trashumantes a largas distan
monopolio de su explotación y de sus rutas de desplaza cias, práctica en todo caso no excluyente. Este plantea
miento48. De ahí quizás también la relación que se apre miento tampoco contradice la presencia de excisas y
cia entre los yacimientos Cogotas I en alto mejor situa boquique en algunos yacimientos andaluces (Molina y
dos, las vías pecuarias de paso obligado entre los diferen Arteaga 1976), fuera ya del área nuclear. En consecuen
tes valles y sierras, y los pastizales. Controlar los pastos cia, la actividad trasterminante de estos grupos no sólo
es una fuente de poder, y no es por ello casualidad que explicaría la presencia de armas atlánticas en el
aproximadamente el 69% de los sitios o áreas de activi Mediodía Peninsular y fíbulas de codo tipo Huelva en la
dad del SO. de la Meseta conocidos en este momento se Meseta (Fig. 12,6-7). Sus emplazamientos castreños,
vinculen a terrenos de aprovechamiento ganadero (Fig. sitos en los rebordes montañosos de Ávila, Salamanca y
13). El dato es todavía más elocuente (85%) si sólo valo Cáceres, invitan a pensar en su situación de intermedia
ramos aquellos emplazamientos donde se han documen rios en las rutas interiores del cobre y del estaño, ejer
tado hachas, armas de bronce y elementos áureos de tipo ciendo el control de los pastizales y de las vías de comu
logía atlántica o bien elementos de adorno y prestigio pre nicación entre el Duero y el Tajo. Administran rutas por
coloniales de procedencia mediterránea, y prácticamente las que discurren tanto los ganados como los productos
absoluto (95%) cuando los hallazgos en cuestión se comerciales, y con ellos personas e ideas sobre las que
vinculan a yacimientos ubicados en alto, en consonancia confluirá directamente el impacto orientalizante y la
con la residencia de las élites. Si estos vestigios del Edad del Hierro.
Bronce Final están indicando la presencia de grupos de Tal situación pondría de relieve la existencia de una
pastores en la zona o en las proximidades, parecería lógi incipiente planificación del espacio, aún no estrictamente
co pensar que, de algún modo. se estuviese controlando el parcelado, pero acaso preludio de la organización que
acceso a los pastos de dichos territorios. La existencia de conocerá el territorio durante la Edad del Hierro, y que
una incipiente organización del espacio, como se deduce hará posible finalmente el establecimiento de áreas de
del patrón de poblamiento, es coherente con esta idea. influencia bien definidas a partir de los lugares centrales
Además, la abundancia de las hachas podría relacionarse y oppida (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995) o
en parte con trabajos de desforestación destinados a dis incluso la demarcación de terrenos significativos desde el
poner de más tierras para el aprovechamiento ganadero punto de vista económico, tal y como ilustran los verra
(Romero y Jimeno 1993: 183), y también agrícola, pues cos de las élites vettonas (Álvarez-Sanchís 1994: 407-
sabido es la importancia de las hachas en el contexto de 413). En la línea de este argumento, y sin pretender ver en
la tecnología agraria del Bronce Final europeo, utilizadas ello una estricta definición arqueológica, parece advertir
para desbrozar las tierras de cultivo y para el trabajo de la se en la última fase de los grupos Cogotas I una persona
madera (Wells 1984). Por el contrario, la escasez de espa lidad cultural en esta zona del occidente de la Meseta que,
das ha hecho suponer que estas estuvieran destinadas a dada la continuidad de algunos registros y las diferencias
que se perciben a uno y otro lado del Duero, podría reve
48 Con posterioridad en el tiempo, pero abundando en esta misma impre lar ciertas afinidades étnicas o de substrato con las pobla
sión, la presencia de objetos exóticos y faunas alóctonas en los yaci
mientos del grupo Soto a partir del siglo VII a.C. invitan a pensar en la ciones conocidas en época histórica.
existencia de relaciones con el ámbito meridional, seguramente a través
de la calzada de la Plata (Delibes et alii 1995b: 150; Morales y Liesau
De seguir a Ingold (1986), la percepción del paisaje
1995; Romero y Ramírez 1996). en las comunidades móviles difiere en gran medida a
60 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
COGOTASlj
Habitat en llano 5 %
Fig. 13.-Yacimientos Cogotas 1 del suroeste de la Meseta vinculados a ::,onas de pastos y lectura topográfica de estos últimos.
como lo hacen los pueblos agricultores. Las primeras zos del primer milenio a.C. ayudó a crear las condiciones
definen recursos y territorios en términos de caminos y necesarias para el desarrollo. sin solución de continui
lugares, a menudo marcados por rasgos naturales del dad, de determinados emplazamientos.
terreno. En cierto modo, los grupos del Bronce Final En conclusión:
vigilan y controlan los recursos "señalando" los caminos - No hay una ruptura brusca entre el Bronce Final y
principales que unen esos lugares: estelas de guerrero. la Primera Edad del Hierro. conviviendo durante el siglo
ofrendas a la aguas, peñas, monumentos funerarios.... IX a.C. las tradiciones del primero con las novedades del
Esta actitud estaría en consonancia con la idea de grupos segundo. El elenco material de Cogotas I parece evolu
en creciente proceso de diferenciación social, en parte cionar independientemente en cada región a partir del
como resultado del establecimiento de redes de inter Bronce Final JI, hasta conectar con la nueva etapa. por lo
cambio regional con otros ámbitos privilegiados y de los que algunos testimonios pueden manejarse a favor de un
fenómenos de emulación que ello produce (Almagro desarrollo sin solución de continuidad.
Gorbea 1993a: 87 ss.; Ruiz-Gálvez 1995c: 136 ss. y - Las asociaciones de algunos materiales cerámicos
154), pero donde los roles políticos y religiosos aún no y metálicos refuerzan un contexto flexible para la transi
están suficientemente institucionalizados (Bradley 1982 ción Bronce Final/Primer Hierro en ciertos sectores de la
y 1990, Ruiz-Gálvez 1995c). Meseta. En el oeste, las primeras comunidades de tipo
Pero también estas mismas comunidades definen sus Soto pudieron coexistir en un mismo territorio con los
territorios en términos de los dominios más visibles y últimos pastores de excisión y boquique.
jerárquicos, es decir desde los emplazamientos castre - La coincidencia entre una gran pmte de los yaci
ños, dato que refuerza la idea de un afianzamiento pro mientos del Bronce Final en altura y la inauguración de
gresivo sobre el espacio en los últimos compases de la Edad del Hierro o el hecho de que algunos emplaza
Cogotas l. Yacimientos en alto y situados en estos puntos mientos castreños ostenten secuencias de ocupación
estratégicos serían un referente visible para quien transi amplias, parecen testimoniar un nivel de vida progresi
tara un territorio aún no estrictamente acotado. Dicho de vamente estable que marcará la pauta en los siglos veni
otro modo, la significación de algunos lugares a comien- deros. La erección en unos casos de murallas o cercados
DEL BRONCE AL HIERRO 61
es otro argumento a favor de una mayor fijación sobre el Meseta debió estar marcada no tanto por la existencia de
territorio a partir del Bronce Final. drásticos cambios en su desarrollo cuanto por sus posibi
- Las comunidades de Cogotas I muestran indicios lidades de evolución, aceptando, en el contexto de las
de jerarquización social y política, hecho que hay que intensas relaciones comerciales del Bronce Final, aque
relacionar con el control ejercido sobre las rutas natura llas novedades que pudo adaptar a su estructura social y
les del interior, cuyos accesos y recursos agropecuarios económica. Los grupos asentados al sur del Duero apa
además de mineros están ganando importancia desde recen geográficamente inmersos en el ámbito atlántico, y
finales del segundo milenio a.C., en el marco de las rela participan en consecuencia de su desarrollo, bien es ver
ciones de intercambio mediterráneas, en menor medida dad que no con la misma intensidad que otros sectores
transpirenaicas y sobre todo atlánticas. Además, la distri limítrofes. Pero, de igual manera, los vínculos económi
bución de los recursos naturales de cada región han podi cos con el mundo meridional resultan muy nítidos desde
do jugar un papel determinante en la organización socio el s. X a.C., difundidos a lo largo de las principales rutas
económica de los distintos grupos y, por ende, en la con naturales de acceso, sin duda favorecidas por los recur
figuración de una relativa diversidad geográfica y a la sos mineros y ganaderos. Este cúmulo de circunstancias
vez cultural. serán las que permitan, sino negar, al menos desterrar la
A la vista de los argumentos expuestos, la recesión de idea de la invasión y tabla rasa a comienzos de la Edad
Cogotas I en los rebordes montañosos del occidente de la del Hierro respecto a todo lo anterior.
IV
l. El horizonte Soto de Medinilla en la cuenca media hábitats de escasa entidad o su proximidad espacial
del Duero podría indicar que la población se trasladara de un lugar
a otro, una vez agotados los recursos. Tampoco puede
A comienzos de la Edad del Hierro las tierras occi decirse que las necesidades defensivas obedezcan a un
dentales de la Meseta presentan una serie de grupos dife patrón uniforme; por el contrario todo parece indicar que
renciados, con mayor peso en la actividad agrícola o la mayoría no se fortificó (San Miguel 1993: 29), lo que
ganadera. En la cuenca sedimentaria del Duero, sobre posibilita en cierto modo la diversa tipología que ofrecen
todo al norte de la vega, se observa la aparición de una los asentamientos.
serie de asentamientos en llano (Fig. 14), de tamaño rela El ritual funerario sigue siendo uno de los aspectos
tivamente importante -entre 1 y 5 hectáreas (San Miguel más desconocidos de este grupo, ausencia que conecta
1993: 30)- y con una preferente vocación agraria por su bien con la tradición de Cogotas I y con todo el ámbito
situación y emplazamiento (Delibes y Romero 1992; atlántico en general. Se conocen restos inequívocos de
Romero y Jimeno 1993). El caso implica un modelo de inhumaciones infantiles bajo el suelo de las viviendas
colonización gradual en la zona y de clara oposición al -Cuéllar, La Mota, Soto de Medinilla, Simancas, Roa ....-
mundo de Cogotas I. Esta facies, que se conoce con el pero de difícil interpretación (Romero y Jimeno 1993:
nombre de Grupo Soto (Palo! y Wattenberg 1974: 181- 196). Se podría especular desde ritos fundacionales a un
194), permite definir la Primera Edad del Hierro en el tratamiento funerario específico en función de la edad. En
centro y occidente de la Submeseta N011e. cualquier caso, si se admite un contexto doméstico para
Se trata de poblados permanentes con casas de planta estas inhumaciones a comienzos de la Edad del Hierro
circular y arquitectura de adobe (Fig. 15) que, en un prin -con algunos precedentes desde el Bronce Medio-Final
cipio, muestran estructuras muy sencillas de habitación que se localizan cerca de los espacios de habitación- se
(Romero 1992: 180 ss. y 210; Romero y Jimeno 1993: plantearía la posibilidad de que la actividad ritual se in
191; Delibes, Romero y Ramírez 1995: 154 ss.). Las ce tegraba cada vez más en el apartado de la posesión de la
rámicas, a mano, se caracterizan frecuentemente por el tierra. Los enterramientos infantiles podrían evidenciar
empleo de perfiles carenados y pies realzados, y una así una preocupación por la fe11ilidad del suelo.
decoración mediante líneas incisas, triángulos rayados o A la vista de estos datos, parece razonable suponer
impresiones digitales en el borde (Fig. 16). que el poblamiento del grupo Soto de Medinilla repre
Desde el punto de vista del poblamiento, los trabajos senta un cambio importante en la utilización del territo
de prospección llevados a cabo en el interfluvio Duero rio a partir sobre todo del 750 a.C., con una fase forma
Pisuerga han permitido señalar recientemente (San tiva previa que se c01Tespondería con las últimas fases
Miguel 1993: 24 ss.; Sacristán de Lama et alii 1995) del Bronce Final, en los siglos X y IX a.C. (Delibes et
cómo no existe un único patrón de asentamiento, pues alii 1995b; Delibes et alii l 995e: 79-88). Un proceso
una parte de los poblados no responde al tradicional paralelo y en ambientes claramente vinculados a éste.
modelo de hábitat asentado junto a los !Íos y ocupado a como se deduce en algunos aspectos de la cultura mate
lo largo de un dilatado período de tiempo. Cabe plante rial (Romero 1980: 148), se está produciendo en otros
arse, incluso, si lo que algunos yacimientos de tipo Soto ámbitos de la Meseta. Con todo, la evidencia arqueológi
representan no son sino pequeñas comunidades ganade ca resulta más precaria y las fechas habitualmente admi
ras trasterminantes que cultivan "in situ". El hallazgo de tidas no tienen por qué valorarse uniformes en toda la
64 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
geografía del Soto (Esparza 1987: 364-368). Este sería el ya gestado en el Bronce Final, que pemlite la aparición
caso de los castros y poblados de la cabecera del Duero, del hábitat estable y permanente. Brevemente. se han
en el sector oriental de la Submeseta Norte, que a partir esgrimido al respecto cuatro argumentos:
de un momento impreciso del siglo VII a.C. ofrecen una 1) las profundas transformaciones en las redes de
ocupación sistemática del territorio (Romero 1991a: intercambio a raíz de los primeros asentamientos
325-365; Romero y Ruiz Zapatero 1992: 108 ss.; coloniales en el sur de la Península ibérica (Aubet
Romero y Jimeno 1993: 200 ss.)49• De modo análogo, el 1983 y 1994),
arranque del foco castreño del occidente de Zamora
2) la quiebra que se produce en la economía tradi
apunta con bastante claridad a los siglos VII-VI a.C.
cional atlántica del Bronce Final (Rowlands
(Esparza 1987 y 1990b: 114) o incluso antes (Esparza
1980: 45-46) con la aparición en el mercado del
1995: 105-109).
hierro, que obligará a los focos metalúrgicos del
Abordar los motivos que provocan la aparición de interior a elevar el nivel de producción de bronce.
estos poblados es un tema enormemente complejo, aun
3) notables avances y mejoras en la producción y
que se han abierto algunas vías de discusión (Esparza
conservación de alimentos (Ruiz-Gálvez 1991:
1990b: 123 y 1995: 137 ss.; Ruiz-Gálvez 1991: 287 y
287 ss. y 1998: 195 ss.),
1995c: 141 ss.; Peña Santos 1992: 378). Desde luego es
significativo contrastar los mapas de distribución de 4) la transición entre los climas Subboreal y
yacimientos durante el Bronce Final y la Primera Edad Subatlántico que parece coincidir con este perío
del Hierro para apreciar cómo la transición a la nueva do, fase que en la mitad nmte peninsular debió
etapa revela una situación distinta. Sin duda, la nueva favorecer un aumento de la pluviosidad (Magny
realidad se inscribe en un proceso general de intensifica 1982: 41-42; Dupré 1988: 121-122; Esparza
ción económica para toda Europa Central y Occidental, 1995: 139-140) y por tanto posibilitado el desa
rrollo de nuevos cultivos.
"" Síntesis recientes sobre el substrato de la Celtiberia Citerior y Ulterior, Se ha insistido especialmente en el hecho de cómo la
valorando respectivamente el problema de las invasiones y las últimas
aportaciones ofrecidas por la bibliografía, pueden verse en los trabajos de
renovación del utillaje agrícola, la arribada de nuevos
Ruiz Zapatero (1995) y Romero y Misiego (1995). cultígenos -sobre todo ciertos tipos de leguminosas
Fig. 14.-Grupos del Hierro Antiguo y de transición Bronce-Hierro en e! oeste de la Meseta(los yacimientos del Duero medio,
a partir del original de Martín Valls 1986-87, modificado): 1. Barcia! del Barco (Zamora); 2. Bretó (Zamora); 3. Revellinos
(Zamora); 4. Villafáfila(Zamora); 5. Las Arribaltas(Villalpando, Zamora); 6. San Mamés (Villalpando, Zamora); 7. Aguilar
de Campos (Valladolid); 8. Villafrechós (Valladolid); 9. Tordehumos (Valladolid); JO. Medina de Rioseco (Valladolid); 11.
Villanueva de San Mancio (Valladolid); 12. Montealegre (Valladolid); 13. Valoria la Buena (Valladolid); 14. San Martín de
Valvení (Valladolid); 15. Amusquillo (Valladolid); 16. Olmos de Esgueva (Valladolid); 17. Castronuevo de Esgueva
(Valladolid); 17bis. Renedo(Valladolid); 18. Pago de Gorrita(Valladolid); 19. El Soto de Medinilla(Valladolid); 20. Simancas
(Valladolid); 21. Torrelobatón (Valladolid); 22. Villagarcía de Campos (Valladolid); 23. Villanueva de los Caballeros
(Valladolid); 24. Mota del Marqués(Valladolid); 25. Tiedra(Valladolid); 26. Castromembibre(Valladolid); 27. Finilla de Toro
(Zamora); 28. Ahezames(Zamora); 29. Molacillos(Zamora); 30. Carbajales de Alba(Zamora); 30a. Frade/los(Zamora); 31.
Ricobayo (Zamora); 32. La Aldehuela (Zamora); 33. Carrascal (Zamora); 34. Zamora; 35. Madridanos (Zamora); 36. La
Cuesta del Viso (Madridanos, Zamora); 37. Vil/alazán (Zamora); 38. Toro (Zamora); 39. Vil/ar Peque,io (Pollos, Valladolid);
40. Ca/villos (Pollos, Valladolid); 41. Foncastín(Valladolid); 42. Valdestillas(Valladolid); 43. Matapozue/os(Valladolid); 44.
Tudela de Duero (Valladolid); 45. Villabáiie;:, (Valladolid); 46. Santibcí11e;:, de Va/corba (Valladolid); 47. Pesquera de Duero
(Valladolid); 48. PiHe/ de Abajo(Valladolid); 49. Padilla ele Duero(Valladolid); 50. Curiel(Valladolid); 51. Cuéllar(Segovia);
52. Montemayor de Pililla(Valladolid); 53. Santiago del Arroyo(Valladolid); 54. Alca;:,arén (Valladolid); 55. La Mota(Medina
del Campo, Valladolid); 56. Coca (Segovia); 57. Almenara de Adaja (Valladolid); 58. Gomeznarro (Valladolid); 59. El
Campillo (Valladolid); 60. El Castillo(Fari;:,a, Zamora); 61. Teso del Dinero (Cerezal ele Peiiahorcada, Salamanca); 62. Picón
de la Mora(Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 63. Yec/a la Vieja(Yecla de Ye/tes. Salamanca)(?); 64. Ledesma
(Salamanca); 65. Salamanca; 66. El Torrejón (Alba de Tormes, Salamanca); 67. Cerro de San Pelayo (Martinamor.
Salamanca); 68. Las Cogotas (Cardeiiosa, Ávila); 69. Sanchorreja (Ávila); 70. Las Zorreras (Mwzana, Ávila); 71. Ulaca
(Solosancho, Ávila)(?); 72. La Pinosa(Gavilanes, Ávila); 73. El Raso (Candeleda, Ávila); 74. El Castafiar(Candeleda, Ávila);
75. Caiiada de Pajares(Villanueva de la Vera, Cáceres); 76. Jarandilla(Cáceres); 77. El Collado(Barco de Ávila, Á1•ila); 78.
Las Paredejas-Cerro del Berrueco (Meclinilla, Ávila); 79. El Castmzar(Colmenar de Montemayor. Salamanca); 80. El Castillo
(Herguijuela ele Ciudad Rodrigo, Salamanca); 81. La Muralla(Alcántara, Ccíceres): 82. La Silleta(Caiiavera/, Cáceres); 83.
Riolobos(Ccíceres); 84. La Porra(Mirabel, Cáceres); 85. Serradilla (Cáceres); 86. Monfragüe (Torrejón el Rubio, Cáceres);
87. La Muralla (Valdehúncar. Cáceres); 88. Talavera la Vieja (Embalse de Valdecm1as, Ccíceres); 89. Oropesa (Toledo); 90.
Cerro del Royo (El Puente del Ar;:,obi"po, Toledo); 91. Calera de Fuentidueiia(A;:,után, Toledo); 92. Arroyo Manzanas(Las
Herencias, Toledo); 93. Casa del Carpio(Belvís de la Jara, Toledo); 94. Villaseca(Belvís ele la Jara, Toledo); 95. Alcaudete de
la Jara(Toledo); 96. Sargas(Toledo); 97. Toledo; 98. Cobisa (Toledo); 99. Caíiamero (Ccíceres): 100. El Terral (Berzocana,
Ccíceres); 101. Almoroquí (Madroiiera, Cáceres); 102. Torrejón de Ahajo (Cáceres); 103. El Risco (Sierra de Fuentes,
Cáceres); 104. Sierra de Santa Cruz(Santa Cruz de la Sierra, Cáceres); 105. San Cristóbal(Valdemorales, Cáceres); 106. Los
Castillejos(Madrigalejo, Cáceres); 107. Gargáligas(Badajo;:,); 108. Cerro Cogo/luclo (Ore/lana la Vieja-Nava/vil/ar de Pela,
Badajoz).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 65
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O 30 Km.
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o J 2 3 m.
Fig. 15.-Cabaíias de adobe y planlil circular de El Soto de Medinilla, Vlllladolid (campaiia.1 ele /989-90) /según Delibes y
Romero 1992).
como la haba- y la explotación de la sal, favorecen la fer tierras (Harding 1989: 177; Cunliffe 1990: 323; Barret et
tilidad de los suelos, la rotación de cultivos, la conserva alii 1991: 227-242).
ción de alimentos y un crecimiento sostenido de la
población (Jiiger y Lozek 1982: 173; Ruiz-Gálvez 1991: En la Meseta, un proceso de estas características
287-292 y 1992: 229-231; Shmatt 1993a: 34). Todos debió producirse gradualmente y a distintos ritmos. con
estos cambios trajeron consigo la estabilidad de las dicionada en parte por las características de los suelos de
poblaciones sobre las parcelas de cultivo. En Cen cada región. Estas innovaciones no habrían sido posibles
troeuropa el número de asentamientos refleja un creci si, con anterioridad, no se hubiera desarrollado una red
miento muy ostensible respecto a las fases precedentes de intercambios a gran escala que favoreciese la difusión
(Wells 1983: 147 ss. y 1984). No es por ello casualidad de ideas y nuevas tecnologías (Almagro-Gorbea 1989;
que también durante la transición del Bronce a la Edad Almagro-Garbea y Fontes 1997; Ruiz-Gálvez 1991 y
del Hierro una parte considerable de los territorios de 1998). En tal sentido, la presencia de objetos atlánticos y
Europa Noroccidental sean testigos de la parcelación de mediterráneos desde finales del II milenio, pero con
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 67
O 10 cm
o-=-=-=====
5 10 cm.
Fig. 16.-Cerámicas lisas y grafitadas de El Soto de Medinilla, Valladolid (según Delibes y Romero 1992).
68 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
especial intensidad en las novena y octava centurias a.C., vo de la arquitectura del adobe que iría desde las cabañas
son indicativos del auge comercial que conoce el occi de postes más antiguas y endebles del Soto I y bien enrai
dente peninsular en el marco de las relaciones Cen zadas en el Bronce Final, como las de San Pelayo en
tro/Periferia/Margen (Sherratt 1993b; Ruiz-Gálvez Martinamor (Benet 1990: 84), Los Cuestos de la
1995c: 141 SS.). Estación (Celis 1993: 97 y 110-112) o el yacimiento epó
Los datos de macrorrestos que se poseen para la nino (Delibes, Romero y Ramírez 1995: 154 ss.), a las
región occidental de la Península ibérica son todavía relativamente sofisticadas viviendas del Soto II dotadas
insuficientes (Ruiz-Gálvez 1991: 290) pero las estructu con vestíbulos de acceso, por ejemplo en Salamanca
ras permanentes de habitación que caracterizan a los (Benet et alii 1991: 133) o el mismo Soto de Medinilla
poblados de tipo Soto de la cuenca media del Duero, (Romero 1992: 182, 209-210). Un proceso análogo se
cuyo número supera hoy ampliamente el centenar daría en Zamora y León, donde los castros de Camarzana
(Romero 1992: 180), sólo tienen justificación en el y Sacaojos han puesto de relieve un progreso técnico en
marco de las nuevas técnicas de cultivo y de la reorgani las viviendas, las más antiguas con cimentación de pie
zación de la producción agraria. Recientes análisis antra dra, hasta llegar a dominar la técnica del adobe (Esparza
cológicos, palinológicos y carpológicos (Delibes, Ro 1990b: 104). Es por tanto posible que el proceso de
mero y Morales 1995) procedentes de varios de los yaci intensificación agraria se caracterizara en algunas zonas
mientos vallisoletanos más emblemáticos del sector y en una primera fase, en los siglos IX-VIII a.C., por un
-Soto de Medinilla, Padilla de Duero, Melgar de Abajo, crecimiento de población más que un asentamiento esta
Montealegre de Campos- nos muestran: a) un paisaje de ble, para el que es requisito conservar la fertilidad de los
arbolado poco denso en las inmediaciones de los pobla suelos ya sea por abonado, barbecho o rotación de culti
dos, posiblemente condicionado por las necesidades de vos (Ruiz-Gálvez 1991: 287 ss.), técnicas que se irían ha
roturación, b) la abundancia de herbazales de secano ciendo comunes a lo largo de esta última centuria.
correspondientes a especies vegetales asociadas a la agri
cultura y por tanto a un paisaje más antropizado y c) una
práctica cerealista especializada sobre todo en el trigo, y
en menor medida en cebada y avena. Pero, además, el 1.1. El utillaje metálico del Bronce Final III
estudio de los restos faunísticos recuperados en las exca
vaciones (Morales y Liesau 1995) viene a poner de mani Sin duda, todo este proceso repercutió de forma muy
fiesto la existencia de una importante cabaña ganadera, notable en la renovación del utillaje agrario metálico
tanto de bóvidos como ovicápridos, no resultando muy (Harding 1976: 513 ss.). La abundancia de hornos de
prudente vincular estos grupos a una actividad exclusiva fundición, crisoles y moldes, como el procedente del cas
mente agrícola, sino más bien mixta, complementada en tro leonés de Gusendos de los Oteros (Bias Cortina
la caza del ciervo y otras especies salvajes (vid. Delibes 1985) nos revelan una metalurgia considerable de factu
et alii 1995a: 564 ss. y Delibes et alii 1995e: 73-77). ra local desde los niveles más antiguos del horizonte
También se ha llamado la atención sobre la presencia Soto de Medinilla (Fig. 17). Puñales y espadas de lengua
en estos poblados de estructuras complementarias de de carpa -Paredes de Nava (Palencia) y Villafranca del
pequeño tamaño, rectangulares o cuadradas como las Bierzo (León)- cinceles de cubo -Otero de Sariegos
exhumadas en el yacimiento epónimo y que no serían (Zamora)- hachas planas con anillas y también de apén
viviendas, habiendo sido interpretadas como graneros y dices laterales -Quintana de Bureba y quizás la de
almacenes al figurar en su interior restos de cereal, legu Gumiel de Hizán en Burgos- hoces planas como las leo
minosa (?) y setas (Palo! 1963; Palo! y Wattenberg 1974: nesas de Torre de Babia y una amplia categoría de piezas
188-189). Por consiguiente, si se documenta la necesidad y utensilios representarían la pujanza productiva del
de almacenar y conservar alimentos, con independencia momento (Fernández Manzano 1986: 97 ss., 145 ss.; Ro
del producto agrícola que se trate, es porque han aumen mero y Jimeno 1993: 195-196), datadas fundamental
tado las posibilidades de permanecer en el lugar. Otras mente en el siglo VIII a.C. y siendo algunas un claro
estructuras domésticas asimilables a este horizonte, de exponente de la metalurgia Vénat. A una cronología lige
planta circular y dimensiones también exiguas, se han ramente posterior, de fines de la octava centuria o inicios
identificado como hornos para cocer pan; tal sería el caso de la siguiente, podrían conesponder algunas puntas de
de los documentados en La Aldehuela (Santos Villaseñor lanza y de jabalina. En todo caso, la gran mayoría de las
1989: 173 ss.) y Soto de Medinilla (Misiego et alii 1993). piezas se vinculan a la metalurgia atlántica del Bronce
Ahora bien, no todos los vestigios que se interpretan Final Illb (Delibes y Romero 1992: 243-245).
como graneros y estructuras de almacenamiento se aso Pero si es ahora, en contextos de Soto, cuando los
cian a los niveles más antiguos del Soto. Sin duda estas núcleos broncistas septentrionales alcanzan su máximo
y otras novedades se adaptaron gradualmente. Al menos esplendor, la condición de bronces plomados de una gran
esa es la impresión que se advierte a lo largo de la parte de las piezas de este período reflejaría sin embargo
secuencia estratigráfica de los poblados de la cuenca del ciertas dificultades en la obtención del cobre, que sin
Duero, con un desarrollo técnico y un dominio progresi- duda hay que relacionar con la crisis del mercado y de
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 69
los centros de abastecimiento, algunos de ellos controla para materiales de Cogotas I, con los tramos de calibra
dos por los fenicios. Muy orientativas para lo que esta ción más fiables en los siglos IX A.C. y X-IX A.C. res
mos diciendo resultan las dataciones radiocarbónicas, pectivamente (Ruiz-Gálvez 1995b: 81). Este plantea
calibradas, de las primeras factorías fenicias del sur de la miento supondría equiparar el final de la cultura Cogotas
Península, que sitúan el arranque de la colonización a I con los primeros asentamientos tipo Soto; pero, de la
mediados del s. IX A.C. en la zona de Málaga/Algarrobo misma manera, a la vista de las dataciones absolutas y la
y a partir del 800 A.C. en las costas portuguesa, levanti tipología metálica identificada en este momento, habría
na y ciertas áreas del interior (Aubet 1994: 317-323). Las que replantearse qué se entiende por comienzos de la
colonias, y con ellas la progresiva introducción de nue Edad del Hierro (Delibes y Romero 1992: 243; Ruiz
vas tecnologías entre las que se incluiría también el hie Gálvez 1995b: 83 y 1998: 290 ss.), dado que las influen
rro, afectaron de algún modo al mercado tradicional cias meridionales que acabarán por transformar la región
atlántico, cuyos centros metalúrgicos iniciarán desde este están arribando ya desde el Bronce Final.
momento un incremento en la producción de objetos Todo este marco temporal coincide significativamen
para competir con los nuevos mercados. No parece que te con la cronología calibrada para los inicios de la colo
ello se justifique exclusivamente a partir de la aparición nización fenicia. Sobre tales bases, la transición Bronce
del nuevo metal, dada la escasez de vestigios para esta Final III/Hierro I en el occidente de la Meseta puede
etapa. En todo caso, el siglo VIII a.C. va a suponer el situarse en el siglo VIII a.C.. En términos generales esta
colapso de la economía atlántica (Rowlands 1980: 45 fecha encaja bien con las dataciones propuestas reciente
ss.), lo que traerá consigo la disolución de las tradiciona mente por Ruiz-Gálvez (1995b: 82-83) para el occidente
les relaciones de intercambio, la desaparición del hori de la Península Ibérica y, en general, hacia el 750 a.C.,
zonte Baioes-Vénat y el paso a una realidad más frag para toda la Europa Atlántica (Gómez de Soto 1991:
mentada (Ruiz-Gálvez 1991: 290-292; Peña Santos 372). En torno a un siglo después el horizonte Soto habrá
1992: 377-381 y e.p.). alcanzado su madurez, como demostrarían los materiales
Las comunidades de finales de la Edad del Bronce, del asentamiento vallisoletano de La Mota (Seco y
inmersas en los procesos de extracción y comercio del Treceño 1993) - donde no hay que descartar una ocupa
metal atlántico, no debieron ser ajenas al impacto fenicio ción previa del Bronce Final - desarrollándose ininte
y la crisis del 850-750 a.C. Que determinados asenta rrumpidamente hasta el Hierro II.
mientos del Bronce se emplacen en el entorno inmediato Desde luego no parece que la ventaja del grupo Soto
de varios de los poblados de la Primera Edad del Hierro se apoye en un utillaje de hierro, pues son muy escasas
conocidos en la cuenca sedimentaria (Esparza 1990b: las evidencias de auténticas herramientas de este metal
108-111 y 1995: 140-142; San Miguel I 993: 31), que los prácticamente hasta mediados del primer milenio. Esto,
poblados más antiguos del grupo Soto enlacen con la tra y el hecho de que la metalurgia de sello atlántico tenga
dición constructiva de Cogotas I, a la luz de ocupaciones un desarrollo pleno en los siglos IX y VIII a.C., revelaría
poco estables en la base de la estratigrafía de algunos que las grandes transformaciones que conocen las tierras
yacimientos (Benet I 990: 84; Romero 1992: 182), y que del interior son anteriores a la generalización del hierro
la metalurgia que practican sus gentes sea la propia del (Delibes y Romero 1992: 245), por lo que deberíamos
Bronce Final (Delibes y Romero 1992: 243-245; Romero vincularlo mas bien a los cambios que se están sucedien
y Jimeno 1993: 195), demostraría continuidad con el do con desigual éxito en la tecnología agraria (Ruiz
mundo Cogotas I anterior. Gálvez 1995c). Y si ello sucede con anterioridad a la pre
Adquieren así todo su sentido las dataciones radio sencia del nuevo metal, es muy interesante traer a cola
carbónicas en esta fase del final de la Edad del Bronce y ción la sugerencia de Thomas (1989: 277-280) -recogi
de inicios de la Edad del Hierro (vid. Fig. 8). En primer da y defendida por Ruiz-Gálvez (1992: 237)- que plan
lugar hablaría la cronología del teso salmantino de San tea un aumento demográfico hasta llegar a un punto en el
Pelayo en Martinamor (Benet 1990), cuyas fechas cali que el control de la tierra pasaría a ser más importante
bradas nos sitúan no más tarde de la segunda mitad del s. que el de los intercambios.
IX A.C. (Ruiz-Gálvez 1995b: 81). No se trata de un yaci Es muy probable que la densidad creciente de pobla
miento con materiales de Cogotas I pero ofrece un hábi ción que ofrece la cuenca del Duero a partir de la octava
tat todavía inestable del Bronce Final, paralelizable al centuria, sea consecuencia de la intensificación agraria
nivel V de Sanchorreja. Muy cerca, a escasos I O km., se que se está produciendo en distintas partes del occidente
emplaza la conocida estación de Cogotas I de Carpio europeo desde el Bronce Final. La introducción y difu
Bernardo, cuyas cerámicas excisas se han emparentado sión por vía atlántica y mediterránea de nuevos cultivos
con las cerámicas del valle del Ebro vinculadas a los y tecnologías permiten, en definitiva, la puesta en valor
Campos de Urnas, sugiriendo la continuidad del comple de las posibilidades agropecuarias de la región en yaci
jo por lo menos hasta el 800 a.C. (Delibes y Fernández mientos estables y permanentes. Este dato, más que aso
Miranda 1986-87: 27; Delibes 1995a: 85). También serí ciarlo a la llegada de poblaciones invasoras, que no de
an orientativas en este contexto Bou9a do Frade (Oliveira ideas, comerciantes o incluso pequeños aportes étnicos,
Jorge 1988) y San Román de la Hornija (Delibes 1978) es el que justifica la inauguración de la Primera Edad del
70 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
º--====---====-.....s cm.
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5
Fig. 17.-Metalurgia atlántica de León y Palencia (n º 5), asimilable al grupo Soto: l. Hacha de apéndices de Villaverde de
Arcayos; 2. Molde de Gusendos de los Oteros; 3. Cincel de cubo de Otero de Sariegos; 4. Hoz de Torre de Babia; 5. Tranchet
de Paredes de Nava; 6. P unta de lanza de Sahagún de Campos (según Delibes y Romero 1992).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 71
Hierro en el occidente de la Meseta, aunque en un con Amblés y su prolongación hasta el Duero; lo cual, aun
texto tecnológico y demográfico inmerso todavía en el que refleje la ausencia de prospecciones en la zona, dibu
Bronce Final (Delibes y Romero 1992: 243-245; Romero ja un espacio fronterizo muy nítido que se mantiene
y Jimeno 1993: 195,200; Ruiz-Gálvez 1995b: 82). prácticamente invariable hasta la conquista romana. En
En definitiva, la génesis del mundo del Soto de el suroeste de Zamora se han obtenido muy pocos hallaz
Medinilla debe entenderse en este contexto de los siglos gos relacionados con esta etapa, sobre todo en tierras del
X/IX y VIII a.C. como una suerte de transición entre un Sayago. Respecto a ésta, Gómez Moreno dice que adole
régimen económico mayoritariamente estacional o ce de miseria y aislamiento (1927: 25). Algunos frag
semiestable a otro más sedentario. Nos encontramos ante mentos del castro romanizado de Fariza, cuya muralla en
un proceso claramente endógeno pero muy receptivo a talud se ha vinculado con el ámbito salmantino de
los influjos externos (Romero y Ramírez 1996). Que Cogotas II, parecen corresponder al mundo del Soto
otros sectores de la cuenca, como el núcleo zamorano (Esparza 1990b: 117 nota 90)51•
occidental o los castros del oriente de la Meseta, mues Se conocen en territorio salmantino varios yacimien
tren una ostensible ocupación del territorio a partir sobre tos asimilables a esta facies. El poblado del Picón de la
todo de los siglos VII y VI a.C. (Esparza 1990b; Romero Mora, en Encinasola de los Comendadores (Martín Valls
1991a), demostraría en cierto sentido que la nueva situa 1986-87: 62-67) y junto al castro del mismo nombre
ción cristalizó a distintos ritmos, manteniéndose hasta deparó, entre otros, cerámicas con decoración a peine y
ese momento un poblamiento más inestable50 . de tipo Soto, varias agujas de bronce y fíbulas, tanto de
doble resorte y puente filiforme como de pie vuelto (Fig.
Ahora bien, ¿esta situación es también extensible en
18). La novedad del cerro de San Pelayo, además de las
los rebordes montañosos al sur del Duero?
dataciones calibradas que lo sitúan en el Bronce Final y
tal vez paralelo a las últimas perduraciones de Cogotas I
en el sector, lo constituye el cuenco pintado en rojo y con
2. La secuencia cronológica y regional en el Suroeste decoración geométrica hallado en el nivel VI (Benet
de la Meseta 1990: 84-85). Por otro lado, Ledesma y el Cerro de San
Vicente, en la capital, han sido objeto de excavaciones
arqueológicas que han permitido documentar una
Paradójicamente, es de los inicios de la Edad del Hierro
secuencia de la Primera Edad del Hierro a partir del s.
en la región, que marca el comienzo de la Prehistoria
VII a.C hasta enlazar con el Hierro Pleno (Benet et alii
reciente, de la que se dispone de menos datos para conocer
1991: 119 ss. y 135; Martín Valls et alii 1991: 139-140,
su evolución. El número de yacimientos y restos arqueo
149-151). Los materiales en cuestión son muy numero
lógicos resultan en apariencia insuficientes para llenar
sos. destacando las cerámicas a mano, un magnífico lote
los aproximadamente 400 años de historia que median
de cerámicas pintadas, las fíbulas de doble resorte y las
entre el Bronce Final y el Hierro Pleno, sino fuera por la
características viviendas de planta circular y fábrica de
posibilidad de acudir a la analogía de lo conocido en
adobe.
áreas vecinas. En efecto, el vacío de referencias de esta
etapa destaca de forma evidente si se compara con lo que Situados sobre emplazamientos que controlan el
se conoce de los poblados de tipo Soto distribuídos en la curso del río Tormes, Ledesma y el Cerro de San Vicente
cuenca del Duero (Fig. 14) o la cultura orientalizante constituyen por el momento las estaciones más típicas en
extremeña del valle medio del Guadiana. En consecuen la dispersión meridional de esta facies, en la zona de con
cia, no debe sorprendernos que la aproximación al Hierro tacto entre la campiña agrícola del Duero y el zócalo de
I en la región se caracterice más por los grandes interro la penillanura, de vocación ganadera (Benet et alii 1991:
gantes que aún nos plantea que por las certidumbres que 133; Martín Valls et alii 1991: 149-151). Al sur, en la orla
hasta el momento presente hayamos logrado alcanzar. montañosa del Sistema Central y estribaciones, se apre
cian ocupaciones que vienen a introducir una distinta
orientación económica y un patrón diferente de asenta
2.1. Los yacimientos. Problemas inherentes al registro miento, más difuminado en sus características culturales.
arqueológico La dispersión aparece asociada a un paisaje granítico de
pastizales y encinares donde el hábitat responde a un tipo
de emplazamiento muy condicionado por la topografía
En el caso de los yacimientos vinculados al fenóme local. El horizonte Soto de Medinilla en su expresión
no Soto, tenemos un vacío muy significativo en las tie más típica parece no haber arraigado con la misma inten
rras que median al norte de los valles del Tormes y sidad en este sector (Delibes 1995a: 84; Sacristán de
Lama et alii 1995: 357-358) y ha sido precisamente la
'º Situación análoga es la que ofrece el poblamiento del NO. donde la géne carencia de un horizonte cultural definido, la base que ha
sis del mundo castreño galaico se ha relacionado con los procesos de
intensificación económica del área atlántica durante los si0los VIII-VII
a.C.. reconociendo no obstante que la fijación definitiva ai"teITitorio no si A muy poca distancia se localiza la estación de los Castrilluzos, yaci
parece haber tenido lugar con anterioridad al siglo V a.C. (Peña Santos miento estacional cuyos materiales se vinculan a Cogotas I (López y
1992: 378). Santos 1985: 255 ss.: Esparza 1990b: 121).
72 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 18.-Arriba: cerámicas con decoración a peine y de tipo Soto del cerro de San Vicente, Salamanca.Abajo: cerámicas,
}(bulas y aguja de bronce del poblado del Picón de la Mora, Encinasola de los Comendadores (según Martín Valls 1986-87).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 73
contribuido a dotar de una evidente personalidad a esta votivos (Almagro-Gorbea 1977: 255), proceden del área
zona (González-Tablas 1986-87; Martín Valls 1986-87: del Berrueco sin mayor especificación toponímica, por lo
60; Álvarez-Sanchís, e.p.). que no hay que descartar, sino todo lo contrario, una ocu
La estratigrafía del castro de Sanchorreja sigue siendo pación del Hierro I en lo alto del cerro, donde excisión y
emblemática en la secuencia cultural de este ámbito de la boquique pudieron prolongar su existencia hasta el 850-
Meseta. Parece evidente que el nivel V del yacimiento, 800 a.C, máxime si se valora positivamente el lote de hie
caracterizado por las típicas cerámicas de Cogotas I aso rros del nivel inferior de la choza Be2 (Maluquer 1958b:
ciadas a especies pintadas, cerámica con incrustaciones de 48, fig. 8; Almagro-Gorbea 1993a).
bronce y dos pequeños cuchillos de hierro, podría consi Algunos sondeos y prospecciones sistemáticas en la
derarse un nexo de unión entre el Bronce Final y la nueva región, como las efectuadas en Las Zorreras (Muñana) y
etapa, fechable en algún momento entre el 850 y el 750 El Castillo, en Herguijuela de Ciudad Rodrigo. nos lleva
a.C.. En los estratos superiores o Sanchorreja II se docu rían a valorar nuevos hallazgos vinculados al Soto (Fabián
mentan las cerámicas pintadas bícromas y la técnica a 1993: 288; Martín Benito y Martín Benito 1994: 118-120).
peine, que según González-Tablas (1986-87: 55-57) se Del citado en segundo lugar se obtuvo un fragmento posi
iniciaría a partir del 650 a.C. y paralelo al clásico Soto II . blemente pintado en rojo con decoración geométrica, ade
A esta cronología básica de la Primera Edad del Hierro más de un conjunto de piezas incisas y otras con digita
-siglos VII-V a.C.- corresponderían asimismo otros ciones y ungulaciones impresas en los bordes. Citas más
hallazgos como los calderos con remaches de tipología confusas del I nventario Arqueológico de Salamanca podrí
atlántica, recipientes rituales, broches de cinturón de un an sugerir la existencia de estaciones análogas en El
garfio y varias fíbulas de doble resorte (González-Tablas Torrejón (Alba de Tormes) y El Castañar (Colmenar de
1990: 12-28; González-Tablas et alii 1991-92). Montemayor).
La atribución estratigráfica que plantea el famoso Al sur de Gredos, los vestigios con que contamos son
depósito de bronces orientalizantes constituye un caso también parcos, deudores en su mayoría de la cultura
más complejo. En la vivienda Sa-1 se descubrieron dos orientalizante. Este período cobra cada día más impor
ajorcas con colgantes amorcillados, un broche de cinturón tancia pues su conocimiento es necesario tanto para esta
de un garfio con escotaduras laterales, un fragmento de blecer una secuencia que se pueda relacionar con los cas
una placa rectangular calada con la representación de un tros extremeños de la Edad del Hierro, de cronología
grifo sobre una palmeta (Fig. 19,12) y restos de la hembra todavía imprecisa, como para llegar a tener una visión
en forma de parrilla, y otras chapas amorfas, algunas inter general de los Vettones más meridionales y de su subs
pretadas como posibles recipientes o calderos. De su estu trato orientalizante, en un espacio cuyo carácter fronteri
dio tipológico se deduce una cronología del s. VI a.C. zo ha sido repetidamente señalado (Rodríguez Díaz
(Maluquer 1958a: 73-88); sin embargo su posición estra 1994a y 1995; Álvarez-Sanchís e.p.). La base documen
tigráfica corresponde a la parte alta del nivel del Bronce tal se encuentra en la conocida serie de objetos hallados
Final. La interpretación a primera vista resulta complicada fuera de contexto pero de extraordinaria significación.
pero sería lógico pensar que, tratándose de un escondrijo Las placas áureas del tesoro de Pajares en Villanueva de
o depósito, las piezas hubieran sido enterradas con pos la Vera (González Cordero et alii 1993; Celestino 1995:
terioridad, lo cual estaría en consonancia con la atribución 74 y fig. 7), los bronces de Las Fraguas en Arroyo
cultural y cronológica de los niveles del Hierro (Martín Manzanas y las fíbulas anulares del supuesto enterra
Valls 1986-87: 62; González-Tablas 1990: 59)52• miento de Azután (Fernández-Miranda y Pereira 1992:
En el poblado abulense de las Paredejas (Medinilla), a 63 ss.), la tumba de El Carpio (Pereira y de Alvaro 1990),
los pies del cerro del Berrueco, se localizó un conjunto el lote de materiales del castro de El Risco (Sierra de
relativamente uniforme de cerámicas a peine y a tomo, Fuentes) (Martín Bravo 1996: 141-149) o el espectacular
fíbulas de doble resorte con puente filiforme, botones conjunto de la Aliseda (Almagro-Gorbea 1977: 204 ss.),
radiales de braserillos metálicos similares a los de constituyen los hallazgos más elocuentes, asociados en
Sanchorreja, colgantes amorcillados, pequeños cuchillos parte a cerámicas pintadas y en un contexto cronológico
afalcatados de hierro, cuentas de pasta vítrea y fragmentos bastante uniforme, a lo largo de los siglos VII-VI a.C.
de ungüentarios polícromos (Fabián 1986-87: 279-286). De otra parte, recientes prospecciones efectuadas a par
Estos materiales no proceden de excavaciones sistemáti tir del Tajo han venido a enriquecer en un sentido amplio
cas, pero los datos tipológicos que proporcionan son fir el poblamiento de la Primera Edad del Hierro en la región
mes y permiten datar el yacimiento a partir del siglo VII (Martín Bravo 1996: 118 ss.). Este sería el caso de los cas
a.C. hasta conectar con el Hierro Pleno, que también esta tros de La Silleta (Cañaveral), La Porra (Mirabel), La
ría representado en el inmediato asentamiento de Los Muralla (Valdehúncar) y, sobre todo, Talavera la Vieja
Tejares. Algunos materiales, como los famosos bronces (Martín Bravo 1996: 158- I 6253; Jiménez Ávila y
" Probablemente lo que debió suceder e;, que en la ocultación del depó;,ito si Haría referencia, en particular, al hallazgo de urnas y platos grises de tra
;,e rompió el suelo original de la vivienda. hasta conectar con los estratos dición tarté;,ica. algunas tipo Cruz del Negro. con buenos paralelos en
inferiores del Bronce. Medellín.
74 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
González-Cordero, e.p.), solar de la Augustohriga vettona orientalizantes vinculadas a la más inmediata periferia
citada en las fuentes y el cerro "Cogolludo" (Navalvillar tartésica, a partir ya del Guadiana.
de Pela), en la orilla derecha del Guadiana e identificado, b) Conviene recordar que una gran parte de los hábi
no sin controversia (Canto 1989: 183 ss. y 1995: 160; tats Cogotas I que se diseminaron a lo largo del territorio
Aguilar y Guichard 1995: 28-39), con la ciudad vettona de ostentaban ocupaciones poco prolongadas y estaciona
Lacimurga5-l_ Ambas han permitido constatar la importan les, por lo que resulta a todas luces improbable asumir la
cia de las cerámicas grises, pintadas y otros restos arqueo contemporaneidad de todos los asentamientos reflejados
lógicos al menos desde finales del s. VII a.C. o inicios del en el mapa. Los poblados de la nueva etapa tienen mayor
VI a.C. hasta la romanización, siendo un testimonio más entidad que los del Bronce, pero a cambio son menos
de la intensa vinculación de estos grupos periféricos con el numerosos; hasta cierto punto ello reflejaría la existencia
mediodía peninsular. Una situación análoga podría darse de un poblamiento mucho más selectivo y nuclearizado.
en Serradilla, Berzocana o Madrigalejo, aunque las Desde este punto de vista la sensación de vacío entre
referencias son más imprecisas, además de otros hallazgos Cogotas I y la plenitud del Hierro quedaría relativamen
aislados que han revelado restos de epigrafía tartésica te atenuada.
-Almoroquí (Madroñera), Cañamero, Monfragüe
e) Carecemos de datos paleoambientales directos
(Torrejón el Rubio)- al norte del Guadiana y en la cuenca
para tratar sobre posibles fenómenos de deterioro de los
del Tajo (Celestino et alii 1993: 315-317).
suelos, pero la disminución del número de yacimientos
Este es, a grandes rasgos, el panorama que ofrece el también podría relacionarse con las prácticas de pastoreo
sector suroccidental de la Meseta. Sólo Sanchorreja y el extensivo y de tala y roza, que habrían provocado su ago
área del Berrueco, junto a los yacimientos del Tormes/ tamiento, máxime en terrenos poco propicios para las
Huebra, constituyen por ahora los emplazamientos más labores agrícolas. Este desequilibrio entre población y
significativos para la valoración cronológica y cultural recursos desde las postrimerías del Bronce Final e inicios
del sector abulense-salmantino durante la Primera Edad del Hierro también podría relacionarse con las nuevas
del Hierro, algo que, sin duda, merecerá revisiones futu condiciones climáticas, acantonándose la población allí
ras. Cabría por tanto plantear a qué se debe el escaso donde existía suficiente pluviosidad para permitir el
número de yacimientos detectado en este momento fren aprovechamiento agropecuario del territorio. No es
te a las comunidades del Bronce Pleno-Final; la muestra casualidad que los yacimientos que sobreviven a la nueva
apenas alcanza una cuarentena de sitios entre poblados y etapa se distribuyan preferentemente en las estribaciones
hallazgos aislados, por lo que la relación es prácticamen de las sierras que circundan los valles.
te de 2 a 1. Abordaremos en este apartado algunos pro
d) En otros yacimientos, a la ocupación del Bronce
blemas inherentes al registro arqueológico.
Final sucede con posterioridad el Hierro 11. Si hubiéra
a) El vacío de referencias debe relacionarse en pri mos de atenernos a estos elementos seguramente man
mer lugar con el nivel de investigación. Faltan por un tendríamos para los mismos la etiqueta de hiatus hasta el
lado excavaciones en los castros del occidente salmanti momento de los castros vettones. Sólo la presencia de
no (Santonja 1991: 26). No sería arriesgado pensar que algunos vestigios justificarían la referencia al Hierro I,
alounos
b tuvieran su raíz en el Hierro I o incluso en la dado que en algunos casos parece seguro que no estamos
Edad del Bronce, pero en general los testimonios más ante restos circunstanciales.
antiguos y de cierta entidad no suelen remontarse más
allá de inicios de la Segunda Edad del Hierro (Martín Un caso paradigmático sería el del castro de Las
Valls 1971b: 137-138 y 1973a: 94-95). También falta un Cogotas, donde tras una efímera y poco importante ocu
estudio en profundidad del poblamiento en las est1iba pación de la colina en el Bronce Final, fechable en algún
ciones meridionales de Gredos, máxime en algunas áreas momento entre el 1200 y el 800 a.C. el lugar parece
como los valles del Alberche y Tiétar, tradicionalmente abandonarse unas centurias hasta la plena Edad del
abandonadas en el plano arqueológico. En las tierras al Hierro (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995). Interesa
sur del Tajo la situación es relativamente precaria, aun señalar sin embargo un conjunto de vasos y cuencos que
que en los sectores más occidentales difiere sustancial presentan la particularidad de estar decorados mediante
mente de la conocida con anterioridad gracias a recientes aplicaciones o botones de cobre en la superficie exterior
trabajos de prospección y arqueología espacial (Martín del cuerpo, en ocasiones acompañados con decoración
Bravo 1994 y 1996). Sólo Medellín y Cancho Roano sencilla a peine que sigue un diseño quebrado o en zig
ofrecen un punto de referencia cercano desde el punto de zag (Cabré 1930: 53-56, láms. XXXVIII-XLII). El pri
vista estratigráfico (Almagro-Gorbea 1977: 415-481; mer sistema decorativo es frecuente en recipientes del
Almagro-Gorbea y Martín 1994; Maluquer et alii 1986; Bronce Final/Hierro del Mediodía Peninsular, con claros
Celestino y Jiménez 1993), pero se trata de ocupaciones paralelos en Andalucía y Extremadura - Cerro de la
Encina, Setefilla, Medellín - y en contextos de la novena
" Del mismo término o en las proximidades, aunque en este caso descon y octava centurias a.C. (Arribas et alii 1974: 141 y 148;
textualízados. proceden diversos depósitos del Bronce Final (Celestino et
a/ii 1992: 312-313), por lo que no sería del todo dcscartablc una ocupa
Aubet 1975: 139 y 153; Almagro-Gorbea 1977: 104).
ción desde ese momento. También se ha documentado un ejemplar en el enterra-
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 75
miento del Carpio, datándose el conjunto en la segunda depositado, ya roto, en una de las tumbas- o alouna b
mitad del s. VII a.C. (Pereira 1989: Fig. 3, nº 5) y otro en cuenta de collar, y por otra diversos productos indígenas
el nivel V de Sanchorreja, que puede llevarse a la transi como el broche de cinturón de un garfio (Fig. 19,7) o los
ción Bronce/Hierro o inicios de este último (González colgantes amorcillados (Femández Gómez 1972, 1986:
Tablas 1986-87: 51). 479-480, 822-827 y 1995: 152-153, 188-189). Otro dato
Sugiere Martín Valls (1986-87: 62-64) la posibilidad de extraordinario interés nos lo aportan el timiateria, el
de que algunos de estos vasos de Las Cogotas fuesen sin asador, el braserillo y las joyas de oro recuperadas
crónicos a las cerámicas a peine más antiguas, apoyando recientemente en la necrópolis y las noticias que se tie
una fecha entrada en el siglo VI a.C.. Sin descartar que nen de algunas de ellas en el mercado de antigüedades
alguno sea más tardío - una de las piezas está torneada - (Femández Gómez 1996 y 1997: 28-33). Es el caso de
otros sí podrían remitimos a esta fase inicial de la Edad una llamativa diadema y de varias arracadas de oro, cuya
del Hierro en el castro, en particular el cuenco y la copa técnica -granulado- e iconografía conecta bien con la
decorada con motivos de peces, hallados conjuntamente orfebrería orientalizante. Tampoco descartaríamos rela
en la casa nº. 3 (Cabré 1930: láms. XL y XLI-2). La cionar esta etapa con el inmediato yacimiento de "El
pieza con decoración zoomorfa y botones de cobre (Fig. Castañar", poblado que se ha vinculado cronológicamen
19,11) tiene su mejor paralelo en uno de los vasos de la te a la necrópolis de incineración abulense del Hierro II
tumba 65 del Raso de Candeleda, decorado con un pez pero donde también resulta significativa la presencia d�
inciso vertical; el enterramiento es de los más antiguos piedras de molino barquiformes y abundante cerámica a
de la necrópolis y su excavador lo lleva a la 2ª mitad del mano con decoración peinada (Fernández-Gómez y
s. V a.C (Femández Gómez 1986: 873 y fig. 293) dán López 1990: 96-99; Fernández Gómez 1995: 154-155),
dose además la circunstancia de que los fragmentos de la que podrían elevar la datación antigua del sitio a fines del
vasija en cuestión proceden del relleno de la tumba s. VI o inicios del s. V a.C.
luego podrían llevarse a una data algo más alta. Resta finalmente por saber la adscripción cronológica
Parece probable que la excavación de Cabré afectó, de los recipientes metálicos o aguamaniles de bronce
sin reconocerlo, a niveles más antiguos de algunas casas hallados en el castro de Yecla y en el término de
de la Segunda Edad del Hierro, máxime además si tene Gavilanes (Blázquez 1975a: 109, nota 1; Femández
Gómez 1995: 164), de donde procede también alguna
mos en cuenta que las cerámicas de la plenitud de
joya de oro, y que podríamos relacionar con el vecino
Cogotas I halladas en el poblado aparecían también mez
castro de La Pinosa. A la vista de los datos no se puede
c_ladas con materiales más modernos (Ruiz Zapatero y
descartar una ocupación puntual durante el Hierro I en
Alvarez-Sanchís 1995: 214). Adquiere así todo su senti
estos emplazamientos. Desafortunadamente la documen
do el hallazgo, también en la misma vivienda de Las
tación es muy imprecisa, se trata por lo general de colec
Cogotas, de uno de los pies de bronce de un posible trí
ciones privadas y desconocemos la tipología de las pie
pode o mueble en forma de garra de animal y una asa
zas. El encuadre temporal de estos objetos es relativa
(Fig. 19,5-6), ésta de localización imprecisa pero dentro
mente amplio (Cuadrado 1966; De Prada 1986), pudién
del castro, cuyo extremo reproduce una cabeza de rostro
dose tratar desde importaciones o imitaciones del área
femenino (Cabré 1930: 92: lám. LXIX y LXX; Kurtz
tartésica hasta producciones locales y seguramente más
1980), análoga al fragmento de cabecita hathórica (Fig.
tardías, ya del Hierro Pleno. En Yecla se constata además
19,13) descubierta en Sanchorreja (González-Tablas
cerámica a peine antigua, testimonio que podría llevar a
1990: 15, 23, fig. 5) y que encaja bien con los recipien
fechas más altas el yacimiento o como mínimo de transi
tes orientalizantes de los siglos VII al V a.C, como ocu
ción al Hierro II (Martín Valls 1973a: 91, 94, fig. 9),
rre con el ejemplar decorado de la necrópolis de La Joya
emparentando de este modo con Sanchorreja y el Picón
(Garrido 1970: láms. XVII-XVII)55. La cabeza con pei
de la Mora. De Solosancho/Ulaca se conocen por otro
nado hathórico es un elemento iconográfico bien conoci
lado colgantes amorcillados que podrían llevarse a este
do en el Mediterráneo y dentro del orientalismo peninsu
momento (Molinero 1958: 50, nota 36), aunque hay que
lar, que vemos igualmente asociada a los bronces de El
reconocer que la cronología de estas piezas sigue siendo
Berrueco (Almagro-Gorbea 1977: 254) (Fig. 19,4). muy flexible (González-Tablas 1990: 21)56•
Estas fechas también pueden ser válidas para algunos La cuestión es determinar el significado de tales restos
materiales del Raso de Candeleda. Son por una parte en el interior de los yacimientos. Ciertamente podrían res
objetos de importación, sobre todo la figurita de bronce ponder a huellas de antiguas ocupaciones; pero también
etrusca (Fig. 19,14), el ungüentario de vidrio polícromo podría ocurrir que se tratara de objetos reutilizados o inclu
(Fig. 19,10) -que debió perdurar un tiempo hasta ser so resultantes de pérdidas casuales producidas en zonas
que por sus características ejercieron cierto atractivo a las
" El asa de Las Cogotas debió formar parte de algún tipo de recipiente
_
oncntahzante o Jarro, que Cabré ( 1930: 92) interpreta en forma de oino pequeñas comunidades de la Primera Edad del Hierro. Por
choe. Por otro lado, dos discos de bronce con perforaciones y decoración otro lado, la explotación agropecuaria y la actividad urba
mc1sa también procedentes del castro (l930: 92, lám. LXX), podrían
mterpretarse como apliques que se relacionan con los conocidos braseri
nística de la Prehistoria tardía aparejó de hecho la remo
llos o recipientes rituales metálicos. ción de estructuras y otras evidencias de ocupación, apenas
76 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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/a (9) y cabecita lwthórica ( I 3) de Sanchorreja (Gon;:,á/e::,-Tablas 1990, Gon::,ále;:,-Tablas et alii 1991-92, Maluquer 1958); cerámi
ca pintada (3) de La Mota (Seco y Treceífo 1993); bronce (4) del Berrueco (Instituto Valencia de don Juan, dibujo sobre fotogra
fía); asa (5), pie de mueble (6) y copa incisa con botones de cobre ( l I) de Las Cogotas (Cabré 1930); broche (7), ungüentario de
vidrio polícromo (10) y figurita etrusca (14) de El Raso (Femánde::, Góme::, 1972, Fernánde::, Góme::, y Lópe;:, Femánde;:, 1990).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 77
unos siglos después de su erección, por lo que no se puede tuarios de raíz orientalizante en nuestro sector. En segun
descartar que el desairnllo de los oppida vettones haya do lugar queda pendiente la interpretación del pobla
influido decisivamente en la destrucción de vestigios del miento en el marco general de la Primera Edad del
Bronce Final y de la Primera Edad del Hien-o. De ahí que Hien-o. En la nueva lectura de los datos sorprende, con
la distribución que se observa en el mapa del Hien-o I todo, el fuerte contraste que representa el elevado índice
pueda ser, hasta cierto punto, incompleta. de ocupación del centro y norte del Duero, frente a los
Asumiendo, por tanto, la exigua documentación en la ten-itorios suroccidentales de la cuenca. Estas diferencias
zona, hay que pensar no obstante que en la Primera Edad requieren evidentemente una explicación, sin duda com
del Hierro existió un poblamiento indígena, que aunque pleja, por cuanto en ella han de conjugarse no sólo los
tampoco debió ser importante, si parece reconocerse en aspectos demográficos, sino también sociales y econó
el registro arqueológico. micos. Abordemos ambas cuestiones.
Una parte de estos yacimientos no responde al mode
lo habitual de asentamiento de tipo Soto, pero la mayo
2.2. La arquitectura doméstica
ría manifiesta por lo general pautas muy sostenidas en
cuanto a su ubicación estratégica y en sitios muy signifi
cados del paisaje (Fig. 20). Cerca del 67% se ubica en La existencia de una arquitectura de adobe y de vivien
cen-o, un porcentaje similar se desprende para los que se das de planta circulai·, han sido argumentos de carácter
asocian a terrenos de pasto y más de un tercio de los estructural favorablemente esgrimidos a la hora de identi
hábitats (37%) viene a coincidir con los viejos castros ficar un poblado con la facies Soto (Romero 1992; Delibes
del Bronce Final. La impresión que se obtiene sólo en las et alii l 995e: 63-66) y, por las mismas razones, su ausen
tie1Tas de Ávila y Salamanca es aún más significativa, cia para negarle tal carácter. Las excavaciones de
con un 75% de los poblados en alto y un 62% ocupado Salamanca y Ledesma han supuesto un importante empu
desde Cogotas I, por lo que parece factible considerar je en la investigación del Hierro I al haberse comprobado
una cierta diferenciación a la altura del Tajo y las estri el empleo de la planta circular. El dato no sólo es novedo
baciones meridionales de Gredas. so para las ciudades en cuestión, sino también por ser los
puntos más meridionales en la dispersión de esta arquitec
Los poblados no cuentan siempre con muralla pero lo tura de adobe conocida. En Ledesma (Benet et alii 1991)
que si se observa es que la mayoría busca emplazamien se han localizado tres cabañas superpuestas, con pinturas
tos defensivos. La relación de algunos con el Bronce murales y bancos con-idos. La concepción formal de las
Final es innegable y el reaprovechamiento de estructuras viviendas y el bagaje mate1ial hallado es unifo1me, por lo
antiguas debió ser común en unos casos, como pudo ocu que no plantea graves problemas de interpretación.
rrir con el Berrueco. El nuevo lienzo de Sanchon-eja, que Parecen evidenciar una ocupación continuada y quizá no
González-Tablas (1986-87: 52 y 1990: 73) fecha de excesivamente prolongada en la séptima centuria a.C.. En
forma un tanto imprecisa en la sexta centuria a.C., segui el cerro de San Vicente, donde también se han hallado
ría en parte el trazado de la muralla del Bronce Final materiales de tipo Soto (Martín Valls et alii 1991: 149 ss.,
(González-Tablas et alii 1986: 122). Más que como ele fig. 2), los datos son más escasos. Todo apunta al hallazgo
mento estrictamente defensivo, apenas necesario por las de una cabaña circular de adobes con vestíbulo pavimen
dificultades de acceso, debió de servir para encen-ar e tado a la entrada, en un estrato reciente de la secuencia y
identificar un espacio habitado y controlado por la aris con cerámicas pintadas y peinadas asociadas, que se ha
tocracia local, y separarlo de este modo del exterior. datado a finales del s. VII a.C. o comienzos del VI a.C.
Entre las principales novedades debe reseñarse la mura (Benet et alii 1991: 133-135).
lla de El Castillo, en Herguijuela de Ciudad Rodrigo
En términos cronológicos las viviendas circulares
(Martín Benito y Martín Benito 1994: 119). La destaca
podrían caracterizar una primera etapa de la Edad del
da topografía del yacimiento salmantino y las caracterís
Hierro en los diferentes grupos castreños conocidos,
ticas de sus defensas, de aparejo sencillo y sin cara vista,
hasta ser progresivamente sustituídas por las rectangu
son argumentos que podrían paralelizarlo con los castros
lares (Almagro-Garbea 1994a: 23)57• Sorprende sin
más antiguos del sector.
embargo el contraste entre las plantas redondas de los
Tras estas evidencias subyacen dos importantes pro yacimientos salmantinos de tipo Soto frente a la arqui
blemas. En primer lugar la propia condición de los mate tectura de piedra y planta rectangular o cuadrada de
riales arqueológicos. Por su estilo, algunas cerámicas Sanchon-eja (Maluquer 1958a: 28-32), tan próximas en
recuerdan notablemente otras del Soto de Medinilla, pero el espacio y en el tiempo (Fig. 21). Apenas se conocen en
también resulta llamativa la abundancia de objetos sun- esta zona otros restos de viviendas que no sean las docu
mentadas en el Hien-o Pleno, si se exceptúan las estruc
'6 El Inventario Arqueológico de Salamanca se refiere por otro lado a una turas de Arroyo Manzanas (Las Herencias), en uno de
posible asa de brasero. algunas cuentas de pasta vítrea y abundantes cerá
micas a mano procedentes del Teso del Dinero. en Cerezal de
Peñahorcada. que también podríamos añadir al conjunto. Sin embargo la '
7
Como confirmaría. por ejemplo. la vivienda rectangular exhumada en
imprecisión en la descripción de los hallazgos hace difícil su adscripción Sa!ma11tica, en un contexto del Hierro pleno (Martín Valls et ali, 1991:
cultural y exige comprobaciones futuras. 155-156). frente a la cabaña circular del cen-o de San Vicente ya citada.
78 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
%
POBLAMIENTO HIERRO 1
70
Suroeste de la Meseta
60
50 . 11111 En alto
40 . EJ En llano
30
20
%
60
20 .
%
70
60 . .. Pastos
50 . CJ Labor
40
30
1
20
1 Avila-Salamanca
Fig. 20.-Diagrama resumen de la evolución del poblamiento ele la Primera Edad del Hierro en el SO. de la Meseta
y de Á vila-Salamanca en particular.
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 79
cuyos sectores se aprecian muros de piedra rectos -quizá refrendada con los datos de los poblados superpuestos de
un mero empedrado pues la descripción es muy impreci Cuéllar, que ofrecen una trama arquitectónica cuadran
sa (Moreno Arrastio 1990: 279,291,foto 1)- lo que lle gular relativamente compleja (Barrio 1993: 184, 196-
varía a considerar una relación de semejanza con las 197). El poblado 11, fechado en la sexta e inicios de la
poblaciones serranas58 • Los castros que se levantan entre quinta centuria, ofrece dos viviendas adosadas y a su vez
el Tiétar y la sierra de Gredos ofrecen a menudo estruc compartimentadas por medio de tabiques de adobe. El
turas pétreas cuadradas y poligonales pero los materiales siguiente, de transición al segundo Hierro, enriquece el
arqueológicos no son nada elocuentes (Fernández Gómez esquema incorporando algún espacio porticado y áreas
1995: 163-164). Desde luego el uso mayoritario de la pie de actividades o usos diferenciados,como silos y hornos
dra o el adobe debe estar en función de la geología local; de pan. Los datos exhumados en La Mota, menos preci
con dicho criterio Esparza (1990b: 104) hablaba de petri sos si se quiere, confirman nuevamente la existencia de
ficación al tratar el núcleo zamorano,aunque fuese a nivel muros que delimitan habitáculos interiores (García y
de los cimientos59 . Eso mismo sucede todavía en las cons Urteaga 1985: 129,135; Seco y Treceño 1993: 139).
trucciones rurales de la región montañosa abulense-sal De esta serie de evidencias podría desprenderse que
mantina,donde el granito sigue siendo el elemento bási las estructuras cuadrangulares en tierras al sur del Duero
co. Hay no obstante algunas excepciones. Este sería el eran más frecuentes, aunque no exclusivas. También es
caso del empleo -no exclusivo - de adobe en Ledesma, verdad que los datos son insuficientes y se corre el ries
asentada sobre un canchal granítico (Benet et alii 1991: go de hacer más teoría general de la que en realidad
133-134),cuya trascendencia sin duda se ha sobredimen puede hacerse. Pero del mismo modo hay que pensar que
sionado. la caracterización de la planta es consustancial con un
Respecto al uso generalizado de una u otra planta determinado concepto del espacio doméstico y de la
podrían aducirse los influjos que desde el Mediodía organización socio-económica del poblado.
peninsular o el valle del Ebro han incidido en la configu
ración inicial del urbanismo doméstico (Palo! y
Wattenberg 1974: 33-34; Martín Valls y Delibes 1978a: 2.3. La cerámica
228-229; Romero 1992: 207), pero dichos estímulos no
explican por sí solos la diferente gama de posibilidades Por lo que a la cerámica se refiere,el catálogo de for
que éstas ofrecen. Así lo evidencia el emplazamiento de mas y decoraciones presentes en los yacimientos son los
viviendas cuadrangulares en tierras sedimentarias típicas habituales en el horizonte Soto II (Fig. 22). Así lo atesti
del horizonte Soto, como La Mota o Cuéllar (García y guan los típicos recipientes de pies realzados con moldu
Urteaga 1985: 128-130, figs. 41-42; Ban-io 1993: 184- ras,los vasos con decoraciones incisas a base de triángu
185,fig. 6). los rayados o las características digitaciones y ungula
ciones impresas sobre el borde o bajo él (Martín Valls
Cabría valorar una interpretación más funcional,rela
1986-87: 60-65; Benet et alii 1991: fig. 5; Martín Valls et
cionada en cierto sentido con las actividades agropecua
alii 1991: 149-151, fig. 2). Los conjuntos se pueden
rias que se desarrollan en cada sector,en el contexto de
paralelizar con ejemplares del valle del Ebro que se
una organización social indígena más compleja. Por
fechan en los siglos VII-VI a.C., pertenecientes a los
ejemplo no hay que descartar una diferente organización
Campos de Urnas de la Edad del Hierro (Ruiz Zapatero
del espacio interno, como se ha puesto de manifiesto 1995: 35),de la misma manera que se ha hecho con otros
para las viviendas del Medio y Alto Ebro (Ruiz Zapatero yacimientos del Duero (Romero 1980: 145 ss.). También
et alii 1986). Las viviendas circulares del grupo Soto ofrecen gran interés, en cuanto a sus paralelismos se
destinan ciertas actividades artesanales o de almacena refiere, los platos, fuentes o tapaderas de borde almen
miento a otras construcciones distintas y anejas (Romero drado, que se han relacionado con influencias mediterrá
1992: 204-211 ). Por el contrario en Sanch01Teja no se neas (Martín Valls y Delibes 1978a: 228-229). Tipo
han localizado estructuras más pequeñas o de diferente lógicamente, las formas de más amplia difusión son los
morfología; podría presumirse que la función de despen cuencos, los perfiles carenados y en S y las vasijas glo
sa y otras actividades se organizaba entonces en el inte bulares con cuello ligeramente vuelto (Armendáriz 1989:
rior mismo de la vivienda familiar. Esta idea se vería 90-91,107-125; González-Tablas 1989 y 1990: figs. 12-
15; Benet et alii 1991: 129). De todas formas no pueden
58 Más clarificadoras resultan las habitaciones de planta rectangular exca
vadas en el sector IlI del mismo yacimiento (Moreno 1990: 279. figs. 3- excluirse perduraciones de formas cerámicas del Bronce
4). pero tal vez correspondan a un momento más avanzado de la Edad del Final hasta bien entrada la Edad del Hierro, como los
HieITO.
59 Tampoco descarta el mismo autor (1990b: 104) variaciones de índole cro
vasitos carenados de superficie bruñida, que reclaman
nológica. al señalar la posibilidad de que el uso exclusivo del adobe, en paralelos en el mediodía peninsular,los cuencos hemis
sustitución de la piedra. fuera resultado de los avances técnicos. No obs féricos o las impresiones dígito-unguladas.
tante, habrá que deslindar bien el papel jugado por las características loca
les y los materiales empleados, dado que las respuestas no son idénticas La uniformidad arqueológica de este grupo parece
en todas las zonas (Romero 1992: 208-209). En Cuéllar, por ejemplo. a las
casas de planta rectangular con adobes del poblado II suceden, a partir del
diluirse conforme avanzamos hacia el sur. A partir de la
tercero, viviendas con cimientos de sillarejo (Barrio 1993: 184, 196). línea del Tajo se enrarecen significativamente algunos
80 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
o--C:::::==::l
100m
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o---=====:::::i10cm
O 100cm
Fig. 21.-(A) Plano ele Los Castillejos de Sanclwrreja, (B) cerámicas con decoración incisa a peine y (C) planta rectangular
de una de las viviendas del castro (Maluquer 1958, reclib11jado ); (D) planta circular de la tercera cabaHa de Ledesma (según
Benet et alii 1991).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 81
hallazgos a favor de otros nuevos, como las cerámicas gri polícromos de Cuéllar, ejemplar que no obstante denota
ses recientemente detectadas en Talavera la Vieja (Martín unas características propias y una cronología más tardía,
Bravo 1996: 158 ss.) o en el Cerro del Royo. junto al ele los siglos VI-V a.C. (Barrio et alii 1995).
Puente del Arzobispo. aunque también es verdad que la En general, puede afirmarse que la mayor parte ele los
información disponible en la zona es muy débil, la cerá ejemplares clecoraclos con pinturas geométricas en rojo y
mica está insuficientemente descrita y necesita todavía de amarillo del suroeste de la Meseta y la cuenca ele! Duero,
matizaciones importantes. La huella de una rica toréutica apuntan con bastante claridad a los siglos VII-VI a.C. y
y orfebrería dejada por las élites sociales y religiosas son sugieren la existencia ele una red ele estímulos culturales
prácticamente los únicos elatos ele que se dispone para esta entre Andalucía y la Baja Extremaclura con las tierras del
compleja zona (Celestino 1995: 67-68. 75 y e.p.). interior (Romero y Ramírez 1995: 319 ss. y fig. 1). Con
tocio, se viene llamando la atención sobre la arribada ele
cerámicas pintadas a través ele la vía ele la Plata clescle
2.3.1. La cerámica pintada fechas bastante más antiguas, en concordancia con las
cronologías calibradas que se conocen (Ruiz-Gálvez
Entre las cerámicas clecoraclas merecen ser citadas 1995b: 81-83). La pieza ele San Pelayo en Martinamor,
las especies pintadas, cuya presencia se está generali en contextos iniciales ele! Soto. se ha vinculado con las
zando en los yacimientos de la Meseta y de la Península cerámicas monócromas ele la ría ele Huelva, en aso
Ibérica en general (Werner 1990). Hasta no hace mucho ciación con especies ele retícula bruñida e incluso con
habían venido considerándose como un elemento signi estas últimas, que se datan en los siglos IX y VIII a.C.
ficativo ele procedencia ultrapirenaica (Maluquer 1957). (Benet 1990: 89; Benet et alii 1991: 133-135).
valorándose su relación con varios yacimientos del valle
En la revisión de la bibliografía relativa a estos con
del Ebro, en particular con el poblado Pilb ele Cortes ele
juntos suele advertirse sin embargo una preocupación
Navarra (Maluquer 1954a: 114-117). Con posterioriclacl
reiterada sobre el origen y filiación ele estas cerámicas,
se ha llamado la atención sobre la raigambre meridional
cuya presencia o ausencia en los yacimientos ele la Edad
ele éste y otros elementos. Estas cerámicas bícromas en
del Hierro ha condicionado la cronología e interpretación
rojo y amarillo se tipifican en el conjunto que Almagro
Gorbea (1977: 458-461) definiera en su día como de éstos, y con las que, en general, parece estarse ges
"Meseta". inspirado a su vez en las cerámicas pintadas tando un fósil-director como lo fueran las propias cerá
andaluzas. fijándose respectivamente sus cronologías en micas decoradas ele Cogotas I. Pero lo fragmentario ele
los siglos VII-V a.C. y VIII-VII a.C. A favor de esta los hallazgos, su amplia difusión y la falta ele homoge
hipótesis hablarían los hallazgos de Sanchorreja (Ma neiclacl dibuja un panorama mucho más complejo, cuyo
luquer 1958a: 43-47), Leclesma, el cerro ele San Vicente foco ele origen no parece ser precisamente unilineal. A
(Benet et alii 1991: 129, 134). El Berrueco/Las Pa falta ele un estudio desde el punto ele vista técnico, es
redejas (Fabián 1986-87: 281-283). La Mota (Seco y difícil saber si alguno de los cuencos pintados pudo
Treceño 1993: 156) (Fig. 19,3), El Castillo en fabricarse fuera ele! territorio. Los paralelos no son exac
Herguijuela ele Ciudad Rodrigo (Martín Benito y Martín tos y es muy plausible que algunas piezas imiten motivos
Benito 1994: 119-120) y el espectacular lote ele cuencos no locales, como ponen ele manifiesto las cerámicas vin
de la tumba ele El Carpio. en Belvís ele la Jara (Pereira culadas al estilo orientalizante ele Medellín. Sin embargo
1989: figs. l -2). También en este mismo contexto hay también hay que advertir la relevancia ele! substrato indí
que comiderar el tipo clenominaclo ··Meclellín" -proba gena y el papel jugado en la gestación ele! nuevo estilo.
blemente emparentado en algunos rasgos con el grupo Algunos argumentos apoyan ele forma convincente la
andaluz- que además ele la bicromía puede incorporar importancia ele! substrato y la complejidad del proceso:
otros colores. asociándose a motivos figurativos orien - Técnicas y motivos no constituyen una ap01tación
talizantes además ele geométricos (Almagro-Gorbea "ex novo". Cerámicas pintadas monócromas en rojo y
l 977: 454-46 L Almagro-Gorbea y Martín Bravo 1994: clesairollanclo motivos geomét1icos se conocen en contex
l [ 2 S�.). tos ele! Bronce Final. Así lo avalan yacimientos Cogotas I
Uno de los recipientes de la Aldehuela (Santos como Sanchorreja (Maluquer 1958a: 39-40). Ecce Homo
Villaseñor 1990: 228-229) se ha relacionado con el tipo (Almagro-Gorbea y Fernánclez Galiano 1980: 108) o Are
citado -dato que también es extensivo para alguno de los nero ele Soto (Martínez Navarrete y Méndez Maclariaga
ejemplares ele Leclesma (Benet et alii 1991: 129-130, 1983: 223), cloncle el gusto por lo barroco se pone de mani
134)- por lo que no hay que descartar cuencos inspirados fiesto en la presencia ele incrustación en pasta roja además
en este particular estilo orientalizante ele la séptima cen ele la blanca que ya se había venido utilizando clescle el
turia a.C. en tierras del Duero (Romero y Ramírez 1995: campaniforme (Fernández-Posse 1986-87: 235). El carác
315-317). aunque su representación a partir ele este río ter fuertemente local de las cerámicas pintadas también se
sea lógicamente más débil. Asimismo Barrio (1993: 190) ha señalado para las andaluzas, con formas del Bronce
ha llegado a sugerir cierta similitud, clescle el punto ele Final y motivos ele tipo geométrico local no orientalizante
vista técnico, entre el tipo "Meclellín" y uno ele los vasos (Almagro-Gorbea 1977: 460).
82 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
o 5 cm.
Fig. 22.-Cerámicas del grupo Soto de Medinilla procedentes del Cerro de San Vicente, Salamanca (según Martín Valls et alii
1991).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 83
- La pintura bícroma se advierte en formas de los incidencia mucho más marcada en los territorios al sur
Campos de Urnas (vasos troncocónicos y bitroncocó de la cuenca, de donde proceden los conjuntos de piezas
nicos), además de otras de inspiración mediterránea (pla más representativos (Fig. 23), definiendo en la plenitud
tos y recipientes de borde almendrado) y nuevamente de del Hierro la llamada Cultura de Cogotas 11.
tradición del Bronce Final (cuencos carenados). Un aspecto que podemos destacar es la relación que
- La combinación en un mismo vaso de técnicas pic se observa entre los vasos de Sanchorreja, el cerro de San
tóricas y otras de indiscutible arraigo indígena, como las Vicente, el poblado del Picón de la Mora, La Mota y
decoradas a peine, por ejemplo en La Mota y Cuéllar Cuéllar, todos ellos en contextos bien datados de la
(Seco y Treceño 1993: 156; Barrio 1993: 189). Primera Edad del Hierro y de transición al siguiente
Este estilo geométrico se ha relacionado con la expan (González-Tablas 1989; Armendáriz 1989; Martín Valls
sión de los motivos procedentes de las culturas pastori 1986-87; Seco y Treceño 1993; Barrio 1993). Sus posi
les. Los nuevos patrones decorativos en las cerámicas bilidades formales no evitan la impresión de una cierta
que se difunden por el Mediterráneo reflejarían la llega similaridad desde el punto de vista compositivo y un
da de telas decoradas de Centroeuropa (Sherrat 1993a), aspecto muy peculiar en su producción, que deriva esen
aunque también se ha sugerido la vía del comercio con cialmente de cinco rasgos:
Levante desde finales del segundo milenio a.c. (Ruiz 1) la predilección por ejecutar motivos simples, ban
Gálvez 1995c: 149). Este proceso explicaría, en definiti das quebradas y onduladas en zig-zag, y series de
va, el desarrollo de las cerámicas pintadas en la Pe sogueados preferentemente (Fig. 21,B);
nínsula Ibérica e igualmente la decoración mural de las 2) la decoración también actúa en el interior de las
viviendas desde los siglos X-IX a.C. vasijas, estilo que nos remite a las cerámicas pin
Por tanto, la posibilidad más lógica es la de ver en tadas y de tradición del Bronce Final;
estas cerámicas la unión de influjos externos diversos, 3) el tipo de peine empleado es casi siempre inciso,
pero absorvidos por las comunidades indígenas y en las rasgo que a la postre será característico de
que se reflejan técnicas propias. Desde un punto de vista Cogotas II;
material podemos considerar a la mayoría como produc
4) los esquemas decorativos, resueltos generalmente
tos autóctonos aunque inspirados en modelos del medio
con una sola técnica y motivo, cubren amplios
día peninsular. Probablemente este proceso arrancaría a
espacios;
finales de la Edad del Bronce con las pintadas monócro
mas del valle del Guadalquivir, Extremadura y las cerá 5) las formas son las típicas del horizonte Soto, so
micas de incrustación en rojo de Cogotas l. Las cerámi bre todo cuencos, platos y vasos de tendencia ca
cas pintadas del suroeste de la Meseta conocerían un renada60.
nuevo y fuerte impulso a partir de inicios del Hierro, en Por tanto es posible advertir un estilo inicial, ca.
el contexto del comercio protohistórico fenicio y tartési 650/600-450/400 a.C., para este primer momento de las
co de vajillas y telas suntuarias. cerámicas a peine. Recientes intervenciones en otros ya
cimientos del Duero, caso de Roa, el castro del Viso en
Bamba o Simancas (Sacristán de Lama 1986: 78-79;
2.3.2. La cerámica a peine Esparza 1990b: 115; Quintana 1993: 82, fig. 12) avalan
la presencia de este tipo y su evolución a lo largo de la
Desde el punto de vista arqueológico Martín Valls secuencia estratigráfica en contextos Soto. Otro tanto
señalaba (1986-87: 61 ss.), tratando de apreciar la perso pudo haber ocurrido con algunas de las cerámicas halla
nalidad de esta zona, un horizonte antiguo, o "Cogotas das en Yecla de Yeltes, Las Cogotas, El Castañar de
Ila", que entroncaría con la facies Soto. Para ello toma Candeleda, Sieteiglesias, Gorrita, Ledesma, Las Pa
ba en consideración una nueva especie cerámica caracte redejas o Villanueva de la Vera. La simplicidad de sus
rizada por sus decoraciones a peine, cuya cronología re motivos recuerdan a los arriba citados e incluso en la
mayoría contamos con galbos decorados a peine tanto al
montaba a mediados de la sexta centuria. La antigüedad
de estas cerámicas en el grupo abulense-salmantino, se interior como al exterior de la pieza (Martín Valls 1973a:
gún González-Tablas (1990: 70-74), vendría avalada por 94, fig. 9; Palo! y Wattenberg 1974: 93-94, 195, figs. 16
su constatación allí desde el 650 a.C. y constituirían un y 68; Benet et alii 1991: fig. 5, nº 4)6 1. No obstante sub
siste en la mayoría el problema de su encuadre cronoló-
elemento característico de los niveles superiores de
Sanchorreja, o "Sanchorreja II", al defender una cultura 60 Por su riqueza formal merece destacarse el lote de Sanchorreja
paralela a la de Soto de Medinilla en el SO. de la Meseta. (González-Tablas 1989: 119-122). pero antes habrá que deslindar con
Sin embargo, una reciente y completa revisión sobre esta nitidez el valor cuantitativo de los tipos documentados.
61
Las distintas necrópolis y el poblado localizado en La Cañada de Pajares
cerámica en el valle del Duero, llevó a Delibes y Romero (Villanueva de la Vera), donde se han realizado algunas intervenciones
(1992: 251 ss.) a confirmar su nacimiento en las comu puntuales (González Cordero et alíi 1990; Rodríguez Díaz y Enríquez
1992: 537 ss.; Celestino 1995: 81-82), han deparado abundante cerámica
nidades del Hierro I y en contextos de la facies Soto. a peine. Entre estas destacan algunos platos con decoración interna en un
También es verdad que las especies a peine muestran una contexto de los siglos V y IV a.C. (Sebastián Celestino, com. personal).
84 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Fig. 23.-Cerámica con decoración a peine en contextos de la Primera Edad del Hierro (círculos mayores) en el mi/e medio
del Duero y Sistema Central. Los círculos más pequefíos seiialan aquellos yacimientos donde su presencia es mur probable.
aunque las condiciones de los halla::,gos aún no han permitido definir plenamente su carácter: l. Gorrita (Valladolid); 2. Roa
(Burgos); 3. Simancas (Valladolid); 4. Sieteiglesias (Matapo::uelos, Valladolid); 5. La Mota (Medina del Campo, Valladolid);
6. Cuéllar (Segovia); 7. Sanchorreja (Ávila); 8. Las Cogotas (Cardeíiosa, Ávila); 9. El Viso (Madridmws, Zamora); 10. Picá11
de la Mora (Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 11. Yecla de Ye/tes (Salamanca); 12. ledesma (Salama11ca): 13.
Cerro de San Vicente (Salamanca); 14. las Paredejas/El Berrueco (Medinilla, Ál'ila): 15. Pajares (Villmwem de la Vera); 16.
El Castaíiar (Candeleda).
gico, habida cuenta sus condiciones de hallazgo, ya sea una composición radial con motivos geométricos sim
por proceder de prospecciones o de niveles de revuelto62 . ples, como los platos y cuencos hemisféricos de San
La génesis de estas cerámicas se ha relacionado con choffeja (Armendáriz 1989: 108-109. 124): cuando la
las incisas de tipo Soto, aquellas que ostentan rayados decoración es exterior. los temas ofrecen entonces una
muy finos, formando triángulos y en vasos de buena cali disposición metopada (González-Tablas 1989: 119, figs.
dad (Martín Valls 1986-87: 65, fig. 1). Apreciación 2 y 3). Es posible añadir dos consideraciones más. Por un
recientemente coffoborada en La Mota, donde la cerámi lado, el dato de que algunas producciones vasculares
ca a peine va apareciendo progresivamente en un proce ofrezcan la combinación de peine y pintura en un mismo
so normal de evolución de las cerámicas de tipo Soto. recipiente. recordemos en este sentido algunos vasos de
Hacia el mundo de las cerámicas pintadas apuntan tam La Mota y Cuéllar a que ya hemos hecho alusión63 . La
bién algunos rasgos de estilo. Por ejemplo el hecho de otra razón estriba en la analogía de algunos motivos. que
que los vasos decorados a peine en su interior presenten podrían apuntar a idéntica dirección. Este proceso se
observa perfectamente comparando las series de soguea-
" La representación de esta cerámica en la submeseta sur es muy débil y
seguramente importada: pero, por su estilo y cronología, podría también 61
Lo:, platos decoiados a peine cmnciden en La Mota con la irrupción de
incluirse el conjunto funerario hallado en la necrópolis de Las Esperillas. la� cerámicas a torno de rrad1ción ibénca. hab1éndo�c sugendo una rela
en Santa Cruz de la Zarza (García Carrillo y Encinas 1990: Blasco y ción desde el punto de vi,ta formal. en un mtcnto por parte de los grupos
BaITio 1992: 292 y 301 ). indígenas de emular lo, nuevo, tipos (Seco y Treccüo 1993: 1601.
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 85
dos y cestería que decoran los vasos pintados de 2.4.1. Elementos asociados a la vestimenta, objetos de
Ledesma (Benet et alii 199 l: lám. VI). La Mota (Seco y tocador y joyas
Treceño 1993: fig. 14) o la Aldehuela (Santos Villaseñor
La generalización creciente de fíbulas y broches indi
1990: 231. lám. 3), con las cerámicas de Cogotas Il64 •
can cambios en el vestir, ya iniciados en la fase precolo
Los materiales, en definitiva, ilustran una simbiosis nial con las fíbulas de codo, pero que tendieron a desarro
desde el punto de vista técnico e iconográfico entre las llarse cada vez más conservando un estatus social elevado.
producciones incisas y las pintadas. Pero todos estos Las fíbulas de doble resorte (Fig. 19,9) se distribuyen en la
esquemas no son nuevos en la P1imera Edad del Hierro. mayoría de los castros de la región suroccidental, en con
Incluso sería factible que estas cerámicas entroncaran con textos a partir del s. VII y VI a.C., cuyo uso probablemen
la tradición compositiva del Bronce Pleno-Final. La deco te se asociaba a tejidos de procedencia mediterránea. Algo
ración interior, el uso del cuenco como soporte más apre semejante puede decirse para la fíbula de pie levantado
ciado y que los motivos en zig-zags simples o en series tipo "Bencarrón", los broches de cinturón de placa calada
paralelas ofrezcan mayor protagonismo, pod1ía relacio y también los de uno y tres garfios de Sanchorreja, El
narse con recipientes análogos de Cogotas I. Además, la Raso, El Carpio o El Risco (González-Tablas 1989: 125;
dispersión de una parte de los asentamientos donde González-Tablas et alii 1991-92: 311-316; Fernández
menudean estas cerámicas, coincide con los reductos Gómez y López 1990: 98; Pereira 1989; Martín Bravo
donde tipos y técnicas del Bronce Final perduraron hasta 1996: 145). De entre todos estos objetos habría que desta
imbricarse en la nueva etapa. El dato no puede concretar car la hebilla de cinturón tartésica con representación de
se más pues existe un lapso de tiempo, importante pero un grifo hallada en el primero y datada en la sexta centu
todavía impreciso, entre las últimas producciones de ria (Maluquer 1958a: 73-88) -cuya temática decorativa se
Cogotas I y el arranque del nuevo estilo. Desde este punto ha relacionado con algunas placas y peines de marfil de
de vista, los vasos peinados podrían ubicarse a partir del Carrnona y Acebuchal (Cabré 1944)- y el fragmento de
s. VII a.C.. paralelos al auge de las cerámicas bícrornas y otra sin decoración cuyos paralelos se han buscado en la
las incisas típicas del Soto, hasta su sustitución progresi necrópolis de Medellín (González-Tablas et alii 1991-92:
va por el torno a finales de la Edad del Hierro. 316). Por su probable procedencia orientalizante y su rela
ción con las nuevas formas de vestimenta y exhibición,
podrían citarse algunas cuentas de collar de vidrio polí
2.4. La aportación orientalizante cromo halladas en Las Paredejas, el Raso y Sanchorreja
(Fabián 1986-87: 283; Fernández Gómez 1986: 480;
La valoración del fenómeno orientalizante en las tie González-Tablas 1990: 14, fig. 3,Q) y un colgante en flor
rras del interior ha ido creciendo estos últimos años hasta de loto oriundo de este último (id. 1990: 15 y 22)65.
esbozar una situación lo suficientemente clara y a la vez Entre los elementos de tocador de filiación mediterrá
compleja corno para entender su impacto sobre las co nea hay que resaltar el uso del perfume, tal vez de origen
munidades indígenas de estas regiones (Almagro-Gorbea ritual, como evidencian los aryballoi de pasta vítrea halla
1977. 1991 a y 1993a). Desde un punto de vista geográfi dos en Las Paredejas, El Raso y La Mota, y el alabastrón
co parece lógico pensar que la influencia del Mediodía de cerámica de la tumba del Carpio (Fabián 1986-87: 283-
peninsular fue evidente al sur de Gredos y con mayor 285, fig. 5,2; Fernández Gómez 1972: 278-289 y 1986:
incidencia en los territorios comprendidos entre el Tajo y 822-825, fig. 353,2; Seco y Treceño 1993: 137; Pereira
el Guadiana, pero requiere de algunas matizaciones 1989: 404). Los p1imeros podrían fecharse en los siglos VI
importantes ya que la presencia de objetos de similar y V a.C. a la vista de: (1) sus características tipológico
categoría y funcionalidad es también evidente en los sec decorativas, bien sistematizadas por Fossing ( 1940), (2) sus
tores serranos, contexto además avalado a partir de la paralelos más cercanos, como los alabastrones y atyballoi
existencia de importaciones de origen mediterráneo de Medellín y Cancho Roano (Alrnagro-Gorbea 1977: 279
desde el Bronce Final. y 470; Maluquer 1981: 277 y 340; Alrnagro-Gorbea et alii
Al alejarse del hinterland tartésico extremeño, la 1990: 257 y 279), y (3) las dataciones radiocarbónicas de
menor intensidad de los influjos en las regiones más ale La Mota en Medina del Campo66 . Alguna de las piezas.
jadas explica que los elementos orientalizantes se limiten "' Una valoración general sobre los objetos de filiación mediterránea docu
mentados en la provincia de Ávila. puede verse en el reciente trabajo de
a algunas importaciones dirigidas a las élites. No obstan Baquedano (1996 ).
te. parece claro que sólo objetos muy determinados por "'' Las dos fechas obtenidas en el sector C del yacimiento vallisoletano. en
su utilidad y significado ideológico traspasaron la línea un punto superior de la estratigrafía, poseen desviaciones estándar acep
tables (35 años) (Seco y Treceño 1993: 137). aunque sus intervalos de
del Tajo, o bien se fabricaron imitando modelos externos. calibración son demasiado elevados (Ruiz-Gálvez 1995b: 80-81, fig. 15).
Un breve repaso a las principales aportaciones en esta La primera -GrN-17568- se sitúa entre el 800-520 A.C., con los tramos
más fiables entre la!' mitad del s. VIII y el 2º cuarto del s. VII/!' mitad
zona se podría organizar en varias categorías. del VI A.C.. La otra datación -GrN-17569 -se enmarca entre el 720-380
A.C.. con el tramo de la curva más aceptable a fines del s. V A.C.. Me
(H Jvlotivos análogo,;,, por ejemplo!a.;; "cric'> de r,ogueados y zig-zag"i, apare inclino a considerar viables las fechas de los siglos VI-V A.C.. cronolo
cen también decorando los broches de un garfio y escotaduras laterales. gía que está en consonancia con los materiales hallados en esta cuadrícu
como los recuperados en Sanchorreja (González-Tablas et alii 1991-92: la. entre ellos varios fragmentos de cerámica ibérica a torno. además del
31-+. fig. -+. arriba y tig. 5, abajo). ungüentario en cuestión (Seco y Treceño 1993: 170).
86 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
como la citada del Raso y dado su carácter excepcional Jarros y aguamaniles de bronce podrían haberse utili
(Fig. 19,10), se ha podido amortizar en la necrópolis en un zado en libaciones de carácter funerario. Por ejemplo las
momento inmediatamente posterior, lo que permitiría tres piezas de Las Fraguas, en Arroyo Manzanas (Las
interpretarlo como parte de un patrimonio familiar acu Herencias), constituidas por un jarro, un timiaterio (Fig.
mulado por herencia. 24) y un posible brasero, se han identificado con un ajuar
funerario (Fernández Miranda y Pereira 1992: 66). Este
conjunto se ha considerado característico de los indivi
2.4.2. Elementos de banquete asociados al consumo de duos más relevantes tanto del área tartésica como de su
carne
hinterland (Aubet 1984). La coherencia de las tres piezas
también parece identificarse en La Cañada de Pajares
Además de su estricta dimensión funcional, la intro (Villanueva de la Vera) aunque las connotaciones relati
ducción de elementos de banquete desde el Bronce Final vas a su localización y características no están bien expli
supone la asimilación de prácticas de tipo ritual y fune citadas (González Cordero et alii 1993: 251, fig. 1). Ade
rario que seguramente enfatizan el rol del ganado como más los contextos de aparición difieren de una zona a
elemento de riqueza (Ruiz-Gálvez 1991: 288-289). Es otra, desde posibles tumbas como las citadas o las asi
tarían sobre todo representados por los asadores y calde mismo próximas del Carpio y Azután, a deposiciones
ros de El Berrueco, El Risco, El Raso y Sanchorreja. Los rituales de significación más imprecisa en el caso de
recipientes de este último, muy fragmentados pero de Sanchorreja, El Berrueco/Las Paredejas y los otros
evidente peso específico, evidencian sin embargo una hallazgos de la región abulense-salmantina, la mayoría
tipología atlántica, habiéndose datado a partir de la sép fuera de contexto. Dentro de estos conjuntos podrían
tima centuria a.C. (González-Tablas 1990: 18, 27). En añadirse el vasito de plata para libaciones de la tumba de
cualquier caso, el consumo ritualizado de comida res El Carpio, que se ha relacionado con las phialae
ponde en última instancia a tradiciones mediterráneas mesomphaloi (Pereira 1990; Fernández Miranda y
(Almagro-Gorbea 1974 y 1991a) donde, además de los Pereira 1992: 68), el fragmento de cabecita hathórica de
calderos y asadores localizados en la región, también
Sanchorreja (Fig. 19,13), el asa de las Cogotas (Fig.
debieron participar los ganchos para la carne (Delibes et
19,5) asociada a una cabeza de estilo análogo (González
alii 1992-93).
Tablas 1990: 15, 23, fig. 5; Kurtz 1980) -aunque desco
nocemos el tipo de recipiente al que debieron ir asocia
2.4.3. Elementos asociados al ritual de libación dos- la pequeña figurita etrusca reclinada del Raso (Fig.
19,14) y datada en la quinta centuria a.C. (Fernández
Probablemente se trata de las piezas más relevantes Gómez 1986: 479-489) o el timiateria de una posible
por su significado cultural. El primer grnpo estaría repre tumba orientalizante recientemente hallada en la necró
sentado por los jarros de Las Fraguas, Villanueva de la polis del poblado (Femández Gómez 1997: 33). En idén
Vera y Coca, y se corresponden con los llamados jarros tico sentido abundarían los prótomos de caballo en bron
tartésicos como los de la Aliseda o Siruela, bien datados ce de Las Paredejas y Sanchorreja (Fabián 1986-87: 283,
en los siglos VII y VI a.c. (García y Bellido 1970; fig. 5,1; González-Tablas et alii 1991-92: 324), que se
Blázquez 1975a: 60 ss.). Los recipientes rituales metáli han relacionado con los aparecidos en Zalamea de la
cos con asas de manos o "braseros", sistematizados por Serena (Maluquer 1981: 290, fig. 10).
Cuadrado (1966), se documentan bastante bien en la Es muy significativo apreciar la concentración de evi
región, según ponen de manifiesto los hallazgos de tipo dencias funerarias en torno a la vega del Tajo, dato que
oriental e ibérico en los alrededores del Berrueco, San abundaría en su carácter fronterizo para esta etapa68,
chorreja (Fig. 19, 1-2), V illanueva de la Vera, Las mientras los hallados al norte aparecen en contextos de
Fraguas, El Carpio y El Raso de Candeleda, pudiendo poblados y podrían asociarse a ritos de libación domésti-
llevarse los más antiguos a la sexta centuria a.C. o tal vez
a la segunda mitad del s. VII a.C. (Maluquer 1956a: 26, 68 Como también se deduce en un contexto del Bronce Final y de transición
al Hierro l. de la distribución septentrional de las estelas decoradas
102, 115; González-Tablas et alii 1991-92: 316 ss.; (Galán 1993: fig. 5). ejemplos de una tradición indiscutiblemente indíge
Celestino 1995: 82; Femández Miranda y Pereira 1992: na aunque su interpretación siga siendo discutible. Posiblemente las este
66, 68; Fernández Gómez 1996: 23)67 • las de las Herencias estén señalando uno de los pasos vadeables del río.
lo que no excluye que su contenido tenga un carácter simbólico de tipo
funerario (Id. 1993: 22 y 99). Otros testimonios arqueológicos. como los
67 Los datos sobre el hallazgo de ejemplares análogos en Yecla de Yeltes restos epigráficos tartésicos, evidencian una imp011ante aculturación ide
(Blázquez 1968: 109, nota 1) son muy imprecisos. Los testimonios más ológica en los siglos VII-VI a.C. hasta la altura del Tajo (Almagro
antiguos y de cierta entidad no parecen remontarse más allá del 500 a.C., Gorbea 1990: 97 y 1991: 588. 594, fig. 7; Celestino et alii 1992: fig. 3).
pero no se descarta una ocupación todavía anterior (Martín Valls 1973a: Sin embargo, se han señalado recientemente elementos gramaticales
95). Por otro lado, teniendo en cuenta su morfología y los contextos indoeuropeos -concretamente celtas- en las inscripciones del SO.
arqueológicos asociados, entre los siglos IV y III a.C. se han fechado los (Correa 1989 y 1992). La inscripción de Almoroquí (Cáceres) podría evi
recipientes de tipo I bérico hallados en el castro del Picón de la Mora denciar contactos entre las poblaciones autóctonas y grupos meseteños
(Martín Valls 1971b: 136-137), la necrópolis de la Osera (Cuadrado llegados a la zona. En todo caso, aun admitiendo este último ejemplo, los
1966: 35-37; Baquedano 1990: fig. 12 y 1996; Baquedano y Escorza problemas de desciframiento son todavía complejos y probar que la len
1995: fig. 5) y el hallado cerca del Raso pero fuera de contexto gua de las inscripciones del Suroeste es indoeuropea está lejos de ser
(Fernández Gómez 1986: 893, fig. 473). logrado (de Hoz 1993: 366; Gorrochategui 1993: 414-415).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 87
cos. En cualquier caso, lo que si parecen reflejar todos debe centrarse en los siglos VI y sobre todo V a.C. (id.
los ejemplos citados es el énfasis de la aristocracia local. 1996: 23) y vendrían nuevamente a confirmar la existen
cia de un taller extremeño de orfebres de época orienta
lizante (Perea 1991: 202, 212).
2.4.4. Orfebrería y elementos votivos asociados al culto
Desde un punto de vista tecnológico, cabría hacer la
religioso
distinción entre aquellos elementos claramente ajenos a
la región y los realizados por un artesanado especialista
Repetidamente mencionados en la bibliografía son que imita o reproduce objetos importados. Alguno de los
los famosos bronces votivos del cerro del Berrueco, que recipientes rituales metálicos de tipo oriental proceden
representan a una divinidad femenina oriental de carác tes de Sanchorreja, los aryballoi de pasta vítrea o los
ter solar (Fig. 19,4)69 y de culto a la fecundidad, además jarros tartésicos, por citar los objetos más evidentes y
de una figura de guerrero y la cabeza de un carnero tam excepcionales, podrían tratarse de productos importados
bién de bronce. Los primeros, tal vez anteriores a inicios llegados de los talleres coloniales o mejor fabricados en
del s. VI a.C., se han relacionado con la egipcia Hathor el ámbito del Guadalquivir. De procedencia foránea se
(Blanco Freijeiro 1965: 49 ss.), la Ashtart fenicia han señalado asimismo algunos elementos del ajuar del
(Blázquez 1975a: 95) y la diosa Shepesh sirio-canaanita Carpio, como el broche de cinturón, un posible brasero o
(Almagro-Gorbea 1977: 255). Sus características son el vasito de plata entre otros (Fernández Miranda y
una cabeza considerada por su estilo hathórica, dos pares Pereira 1992: 68). Más discutible sería la procedencia de
de alas, flores de loto y un disco solar en el centro, ele la hebilla tartésica, la cabeza hathórica y el colgante en
mentos todos ellos bien conocidos dentro del orientalis flor de loto de Sanchorreja o alguno de los bronces voti
mo peninsular e indiscutiblemente vinculados al ámbito vos del Berrueco, pues se ha demostrado la aparente tos
colonial (Almagro-Gorbea 1977: 253-255). quedad de los rasgos de las piezas (Maluquer 1958a: 84;
El carácter sacro del tesoro áureo hallado reciente Almagro-Gorbea 1977: 254; González-Tablas 1990: 22-
mente en La Cañada de Pajares (Villanueva de la Vera), 23). Si el resto se trató o no de importaciones es más difí
cuya cronología se ha fijado entre la segunda mitad del s. cil de determinar. Por sus características la mayor parte
VII a.C. y comienzos del VI a.C. está también fuera de podría ser el exponente de una metalurgia de producción
toda duda (González Cordero et alii 1993; Celestino local, aunque los modelos que reproducen son indiscuti
1995: 74 y fig. 7). Constituído por dos placas o diademas blemente meridionales.
gemelas, una placa con la representación de un grifo, Estos elementos deben de entenderse por su valor
varias láminas igualmente de oro y otros materiales toda como objetos de prestigio, alejados de la órbita del
vía en estudio, sus motivos iconográficos se han relacio mundo cotidiano, ya que lógicamente no estaban al
nado con el ciclo astral y elementos de gran arraigo en la alcance de toda la sociedad. En general la cronología de
orfebrería oriental, con temas como los discos y crecien todos ellos resulta algo incierta, abarca toda la Primera
tes lunares, prótomos con peinados hathóricos, flores de Edad del Hierro hasta conectar con las importaciones
loto, palmetas y otros motivos arborescentes, cuyas téc precoloniales, pero puede afirmarse que su mayor
nicas -filigrana y granulado- y representación volvemos esplendor acaeció entre el 700 y el 500/450 a.C., perfec
a ver en el tesoro de Aliseda o en el cercano conjunto de tamente afín a los contextos arqueológicos de los yaci
Serradilla (Almagro-Garbea 1977: 220, 226). mientos considerados en la región occidental, a los para
Piezas muy singulares son también la diadema y las lelos de las piezas halladas en Extremadura y Andalucía
arracadas de oro halladas en varias tumbas de la necró y al desarrollo de las cerámicas pintadas.
polis de El Raso de Candeleda (Fernández Gómez 1996:
11 ss. y 1997). Están realizadas mediante la técnica del
granulado y aparecen decoradas con motivos geométri
2.4.5. Elementos asociados a nuevas tecnologías
cos y representaciones humanas -figuras completas y
cabezas- con buenos paralelos en el tesoro del Cortijo de
Ébora en Cádiz (Carriazo 1973), pero sobre todo en los Existe cierto consenso en otorgar a los fenicios la
tesoros extremeños de La Aliseda, Serradilla y Segura de difusión de la metalurgia del hierro por el Mediterráneo
León (Almagro-Gorbea 1977; Berrocal 1989). Otra de occidental y la Península I bérica (Snodgrass 1980; Ruiz
las arracadas, o el fragmento que se conserva, aparece Zapatero 1992), pero tampoco hay que olvidar que los
decorada con dos palmetas de cuenco superpuestas y flo primeros vestigios, con toda seguridad importaciones, ya
res de loto en forma de campanilla, análoga según Fer se documentan en contextos pre-fenicios (Almagro
nández Gómez (1996: 21) a la encontrada en Villanueva Gorbea 1993a; vid. Ruiz-Gálvez 1995c: 137-138 y 1998:
de la Vera. La cronología de una parte de estas piezas 319-320).
Las evidencias más antiguas que poseemos en la
69
Se conocen hasta la fecha cinco ejemplares procedentes todos ellos de los región suroccidental serían: el famoso lote del nivel infe
alrededores del cerro. aunque uno de ellos podría tratarse de una falsifi
cación realizada a partir de los anteriores (Almagro-Gorbea 1977: 254.
rior de la choza Be2 del Berrueco y una azuela de apén
nota 150). dices del mismo yacimiento (Maluquer 1956 y 1958b:
88 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 24.-Ajuar ritual orientali;:;ante de Las Fraguas (Las Herencias), compuesto por timiaterio (2) y jarro tartésico (A-B). El
primero se ha relacionado por su morfología con los quemapeifumes de Sqfára, en Portugal ( 1 ), y del tlÍnwlo A de los
Higuerones, en Cástulo (3) (a partir de Femánde;:; Miranda y Pereira 1992).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 89
48, fig. 8; Morán 1924: 22, lám. XIII,B), dos pequeños también tendrían su precedente inmediato en las hachas
cuchillos del nivel V de Sanchorreja y posiblemente otras del Bronce Final (González-Tablas et alii 1991-92: 309,
azuelas aunque en contextos más imprecisos (González 325-326). Su forn1a, de lados cóncavos, se caracteriza por
Tablas 1986-87: 51; González-Tablas et alii 1991-92: un estrechamiento de la hoja o talón a la altura de los
326), algunos fragmentos de hierro aparecidos en el nivel apéndices, de modo análogo a las de Campotéjar y El
de contacto entre las fases I-11 y en los correspondientes Berrueco. Podría tratarse de un depósito a juzgar por el
a las fases III y IV de la secuencia de Ledesma (Benet et número de piezas halladas, pero no es posible saber nada
alii 1991: 130), entre ellos una hoja y un cincel de peque más sobre su contexto. La ubicación cronológica es tam
ñas dimensiones; finalmente, dos cuchillos que formaban bién muy problemática; su relación con las piezas de
parte del ajuar de la tumba de El Carpio (Fernández Granada y Salamanca podría llevarnos a fechas elevadas;
Miranda y Pereira 1992: 68-69, fig. 11 ). Los últimos se pero del mismo conjunto proceden otros siete ejemplares
asocian a un enterramiento cuya riqueza encaja bien con de distinta morfología -planos y de filo ancho, a modo de
la idea de una aristocracia indígena que controla uno de cuñas- similares al lote que recogiera Maluquer (1958a:
los vados del Tajo. Su emplazamiento sería una vía más 70, lám. XII, B) en un estrato alto del yacimiento. Ello
en la introducción de este metal desde el SO. hasta las haría posible mantener fechas de los siglos VII y VI a.C.,
tierras del interior de la Meseta en un contexto de media salvo que para los de apéndices laterales estemos ante un
dos del s. VII a.C., mientras los niveles de Ledesma se fenómeno de perduración de viejos ejemplares.
han fechado en torno a la primera mitad de la misma cen A partir del "modelo de disponibilidad" propuesto
turia. Una breve alusión merece también el yacimiento por Zvelebil y Rowley Conwy (1986) para la difusión de
vallisoletano de El Soto de Medinilla, donde los más la agricultura en Europa, Ruiz Zapatero (1992: 112)
recientes trabajos llevados a cabo han proporcionado planteaba recientemente un esquema análogo para la
vestigios de hierro, un fragmento informe en el noveno difusión de la metalurgia del hierro en el NE de Iberia,
nivel de hábitat, fechado por el radiocarbono en torno al añadiendo la figura del especialista itinerante (Fig. 25,A
725 a.C. (Delibes, Romero y Ramírez 1995: 174; Delibes B). Desde luego la adopción rápida del hierro parece
et alii l 995b: 153). estar asegurada prontamente en Sanchorreja y El
A una data todavía anterior, en una fecha cercana al Berrueco. La idea de su difusión a través de artesanos
850-800 a.C. y a la vista de los contextos cerámicos aso puntuales explicaría casos como los citados, con conoci
ciados, podrían llevarse los dos cuchillos de Sanchorreja miento del trabajo del metal en fechas tan tempranas.
y el depósito del Berrueco (Fig. 25,1 ), que serían los más Vistas así las cosas, lo más lógico es pensar que los pri
antiguos del sector. Su presencia no supone a priori un meros hierros hayan sido importados en este contexto
dominio de la producción local, pero el hecho de que se inicial como materia prima70 . Podrían ser paralelos a los
trate de útiles conlleva cierto conocimiento de su funcio más antiguos establecimientos coloniales de la Península
nalidad. Este sería el caso de las dos navajas de afeitar, Ibérica, cronología que no contradice al resto de los
los dos escoplos y el punzón de hierro de El Berrueco materiales asociados y que, en el caso del nivel V de
(Almagro-Gorbea 1993a: 86 ss.). El depósito podría vin Sanchorreja, explicaría su continuidad con los estratos
cularse a un jerarca del poblado. Las navajas representan suprayacentes. Resulta difícil sostener una fecha anterior
elementos de tocado personal que se identifican con un al 850/750 a.C. para estos primeros hierros, y si se hace
patrón estético muy determinado -el cuidado de la hay que admitir que sobre un contexto precolonial que no
barba- y que, como en el caso de los peines de marfil o pennite mayores precisiones. También parece bastante
las pinzas de depih:,r, constituirían un símbolo de edad y evidente la importancia progresiva del hierro en los nive
jerarquía (Goody 1982; Ruiz-Gálvez 1995c). Almagro les superiores de Sanchorreja, que podríamos llevar a
Gorbea (1993a: 86) señala que las navajas se basan en partir de los siglos VII-VI a.C., a la vista de las hachas,
prototipos atlánticos y mediterráneos de bronce, por lo pinzas, cuchillos y algunas puntas de lanza recogidas en
que reflejan una primera toma de contacto con este el yacimiento (Maluquer 1958a: 56, 70; González-Tablas
metal, llegando a defender una cronología precolonial (s. et alii 1991-92: 326). Conviene asimismo tener en cuen
IX a.C.J para todo el conjunto. ta como otros testimonios más septentrionales, ya en el
Otro elemento muy interesante y que enlaza con lo Duero medio, apenas si permiten remontar la presencia
anterior sería la azuela de apéndices de El Berrueco (Fig. del nuevo metal por encima del 650/600 a.C. (Romero y
25,3). La excepcionalidad de la pieza, al tratarse de un Jimeno 1993: 196; Romero y Ramírez 1995: 317 ss.), a
ejemplar de hierro, fue también valorada por Almagro
Gorbea (1993a: 82-84) juntamente con las hachas del
7
" Ello no excluiría una fabricación in situ. dado su carácter instrumental.
habiendo sustituído a piezas generalmente de bronce (Almagro-Gorhca
depósito de Campotéjar (Granada), que fecha en los 1993a). Las altas fechas ofrecidas por los primeros vestigios de hierro en
siglos X-IX a.C. y cuyas tipologías relaciona con las pie la Meseta. han llevado en alguna ocasión a contemplar la posihilidad de
jmtificar su presencia como el re51J!tado de una producción local de hie
zas de bronce itálicas continentales y de Sicilia, que a su rro. llevada a cabo en los talleres de fundición de bronce. Sin embargo. la
vez derivarían de prototipos del Mediterráneo oriental. tecnología de vasijas-horno utilizada en este momento para reducir los
minerales de cobre y obtener así una masa de escoria se muestra insufi
De Sanchorreja se conocen cinco hachas de hierro con ciente. luego hay que seguir pensando en el carácter importado de estos
alerones o apéndices laterales incipientes (Fig. 25,2), que primeros objetos (Delibes et alii 1995b: 153).
90 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 25.-Evidencias antiguas de hierro: l. Navajas de afeitar (a-b), escoplos (c-d), anillas ( e f)
- y le;:,na (g), junto a bronces y cerá
mica boquique de la casa Be-2 del Berrueco (Maluquer 1956); 2. Hachas y otms útiles de Sanchorreja (Gon;:,ález-Tablas et alii
1991-92); 3. Azuelas de apéndices de El Berrueco (a) y de Campotéjar (b-c) (Almagro-Gorbea 1993a); A-B. Modelos de el/fu
sión de la metalurgia del hierro: A, "modelo de disponibilidad" de Zvelebil y Rowly Conwy (1986) con difusión a través de con
tactos entre vecinos, y B, igual modelo con dijitsión a través de especialistas itinerantes (Ruiz Zapatero 1992).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 91
excepc1on del fragmento ya comentado del Soto de que podríamos ligar con los primeros compases de la
Medinilla. Entre un momento avanzado del s. VII a.C. y siderurgia local, paralelamente al auge de las cerámicas
el s. VI a.c. cabría fijar entonces los hallazgos de La pintadas bícromas y al desarrollo de los vasos a peine.
Mota (Seco y Treceño 1993: 142)71, La Aldehuela (San Las cerámicas a tomo locales se documentan en la
tos Villaseñor 1990: 231-232), Benavente (Celis 1993: secuencia estratigráfica de algunos yacimientos a partir
101) o Cuéllar (Barrio 1993: 189, 195). De todo lo ante sobre todo de mediados del s. IV a.C., dato que abunda
rior, parece evidente que la difusión del hierro permite en el desarrollo sin solución de continuidad de la Edad
establecer varias fases espacio-temporales hasta el cono Hierro, a la vez que demuestra que el proceso de adop
cimiento pleno de sus procesos tecnológicos, fenómeno ción de la nueva tecnología en la Meseta se hizo de
que corresponde en nuestra zona a la 2ª mitad del primer manera relativamente lenta.
milenio a.C., en el contexto de la celtización. La distribución de los hierros más antiguos en la
Otro indicio importante es el de las primeras cerámicas región y de las fíbulas de doble resorte -de origen
a tomo importadas, de origen claramente meridional. Al colonial fenicio- jalona claramente hacia el interior la
gunos platos de borde exvasado y vasos globulares de pas difusión de los otros elementos orientalizantes y coin
tas claras, con decoración pintada de color vinoso forman ciden significativamente en las mismas áreas. Es decir,
do bandas paralelas y en ocasiones círculos concéntricos, que puede seguirse perfectamente el camino de pene
se han recogido en los niveles de la Primera Edad del Hie tración del comercio tartésico a través de la Vía de la
rro de Sanchorreja, La Mota y Cuéllar -tampoco se des Plata y el valle del J erte, hasta las altas tierras de Ávila
carta en Las Paredejas y en Villanueva de la Vera- relacio y Salamanca e incluso el Duero, donde fíbulas y obje
nándose con modelos del horizonte ibérico antiguo a partir tos de hierro suelen aparecer asociadas en contextos
del s. VI y V a.C. (Maluquer 1958a: 92, lám. XII; Gon soteños (Esparza 1995: 134; Delibes et alii 1995e: 72).
zález-Tablas 1989: 122, 125; Seco y Treceño 1993: 142, Al valorar el mapa de dispersión general (Fig. 26), cla
169, fig. 7; Barrio 1993: 191-193, fig. 11; Fabián 1986-87: ramente se observa como la mayor densidad de hallaz
283). A un contexto de mediados del s. VII a.C. podría lle gos apenas traspasa la cuenca sedimentaria, observa
varse alguna jarrita a tomo lento del Carpio y otras referen ción que ya se había puesto de manifiesto con anterio
cias de cerámicas orientalizantes se conocen a la altura del ridad (Martín Valls 1971b: 136-137, nota 42). El lími
Tajo -Talavera la Vieja, el Royo en Puente del Arzobispo te septentrional se localizaría entonces a la altura de
(Martín Bravo 1996: 158 ss.; Jiménez Ávila y González Ledesma, el cerro de San Vicente en Salamanca,
Cordero e.p.)- límite que marcada probablemente una pri Sanchorreja, La Mota y Coca, cerca del Duero pero al
mera fase en la aparición de estos productos72. sur del río, que parece marcar la dispersión hacia el
Los vestigios son pocos y han sido insuficientemente norte de una parte de los objetos de raíz orientali
descritos y valorados, pero tienen un alcance relativa zante.
mente imp01tante que parece tener su umbral de penetra A la vista de ello, parece que los castros occidentales
ción en una distancia de unos 200-250 Km. desde el valle que con más asiduidad mostraban durante el Bronce
medio del Guadiana y algo más de 350 Km. si se hacen Final la presencia de objetos de tipología atlántica y
llegar del Guadalquivir o el Sureste peninsular. A la vista mediterránea, aún mantienen una posición muy emble
de la cronología no cabe esperar su asociación a la mática en la Primera Edad del Hierro, lo cual demostra
expansión de los primeros hierros importados, pero sí a ría que (a) al menos una parte de las vías de comunica
una fase inmediatamente posterior (ca. 650-500 a.C.)73 ción por las que se desarrollaba el comercio indígena y
71 Además del fragmento en cuestión, localizado en el nivel VII del yaci
precolonial sigue estando vigente, (b) las nuevas ideas y
miento. conviene tener presente el hallazgo de dos cuchillos de hierro y productos suntuarios tienen idéntica acogida en las élites
una fíbula de doble resorte en otra cuadrícula que fuera excavada unos del interior y (c) la estabilidad que ostentan los centros
años antes (La Mota 2/nivel II-2 de García y Urteaga 1985: 77 y 79). Seco
y Treceño (1993: 169-170) advierten la escasa potencia estratigráfica del indígenas se ha desarrollado en buena medida a partir del
sector excavado con anterioridad así como la uniformidad de los conjun control ejercido por las aristocracias locales sobre estas
tos cerámicos, mostrándose partidarios de identificar La Mota 1 y 2 con
los niveles más antiguos del poblado. La posición estratigráfica de los dos redes ganaderas y comerciales.
cuchillos no está suficientemente explicitada pero, aún así, no descartaría
la posibilidad de llevar a una data más alta estos hierros, en pleno s. VII
a.C., a la vista de las fechas calibradas que se asocian a la fundación del
poblado. con los tramos más fiables en la primera mitad del s. VIII A.C. 3. El poblamiento de la Primera Edad del Hierro en
y en el s. VII A.C. (Ruiz-Gálvez 1995b: 82).
72 Platos de cerámica gris aparecen también entre la cerámica documentada
el contexto socio-político de los intercambios
junto al tesoro de Aliseda (Cáceres). con buenos paralelos en la necrópolis
de Medellín (Almagro-Garbea 1977: 218, fig. 79; Lonio 1988-89: 312).
71 Existen evidencias de la temprana presencia del torno en yacimientos Cómo situar un fenómeno como el de estas aporta
andaluces con anterioridad a la colonización fenicia -Montoro, ciones orientalizantes en relación con el aparentemente
Purullena- por lo menos en el último tercio del II milenio a.C. y asocia
do a materiales tipo Cogotas I (Martín de la Cruz y Pertines 1994; vid.
escaso nivel de poblamiento del suroeste de la Meseta,
Ruiz-Gálvez 1995c: 137). Si, por otro lado. las cerámicas pintadas y los sobre todo si lo comparamos con la ocupación sistemáti
primeros hierros importados están llegando a la Meseta en fechas eleva
das. tal vez haya que retrasar algo el conocimiento de las primeras cerá
ca de los territorios periféricos del Duero y el Guadiana,
micas a torno si es que en un futuro se producen hallazgos significativos. no es tarea fácil.
92 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
- La aparente sensac10n de despoblamiento estaría genas, hace muy difícil valorar qué tipo de mercancías se
parcialmente justificada si atendernos a las condiciones adquirían en la región. Se darían a priori tres productos
metamórficas de los suelos, menos aptos para el modelo básicos e intercambiables a través de los cuales la élite
de "colonización" agrícola. La región es más idónea para accede a nuevas formas de riqueza: ganado, metal y
el desarrollo del ganado, de modo que la predisposición hombres.
del ambiente no fomenta un cambio drástico en el equi Cabe razonablemente suponer que el ganado y otros
librio en favor del cultivo cerealista extensivo. En cual productos secundarios como las pieles jugaran un rol
quier caso tal especialización no sería posible sin la prác fundamental. Desconocemos si se criaban animales
tica de una agricultura básica que proporcionara la base específicamente para su intercambio, pues los estudios
alimenticia para la mayor parte de la población. La abun faunísticos no proporcionan datos sobre estas actividades
dancia de molinos es por ejemplo notoria en Sanchorreja, de producción y distribución. No obstante hay que reco
El Berrueco/Las Paredejas, Herguijuela de Ciudad nocer la estrategia de algunos enclaves, que probable
Rodrigo o el Picón de la Mora, y seguramente sirvieron mente conjugaban la actividad productiva con la vigilan
para majar gramíneas. Los análisis polínicos efectuados cia de las rutas de paso. La posición privilegiada que
en el primero sugieren además un incremento muy signi ostentan los yacimientos de Ávila y Salamanca sobre los
ficativo de cereal (González-Tablas 1986-87: 52), dato pastizales (67%) y las vías pecuarias. o el hecho de que
que ya corrobora Maluquer (1958a: 99) en los niveles una parte importante de sus antecesores del Bronce Final
superiores. manifiesten un patrón de poblamiento análogo, abunda
- Cabrían consideraciones de índole tecnológica: ría todavía más en esta cuestión. Los relatos míticos que
pudo así darse una dificultad en el aprovechamiento de recogen las fuentes y la riqueza de sus testimonios ico
los suelos pobres y duros de la región al no contar toda nográficos permite suponerles un relevante papel socio
vía con un instrumental de hierro suficiente y adecuado. económico en las relaciones de intercambio (Pastor
- En cierto modo la situación de partida era también 1983: 166; Almagro-Gorbea 1991a: 586). Sobre la
diferente: al norte del Duero los incentivos que favore importancia del ganado en este momento podrían asi
cieron la dispersión sistemática de los poblados de tipo mismo servirnos de referencia los análisis faunísticos de
Soto se vieron favorecidos no sólo por las ricas tierras los yacimientos del Duero medio (Morales y Liesau
aluvionales, sino por una organización social probable 1995) y sus implicaciones en la dieta y en la economía de
mente más compleja, que antaño ejercía su monopolio los poblados (Delibes et alii 1995a: 574 ss. y ! 995e: 75-
76), además de mencionar la identificación de especies
sobre los recursos minerales, los cuales todavía resultan
alóctonas como el asno, introducido en la Península
muy atractivos a la demanda externa. Este mismo proce
Ibérica por los fenicios, que en La Mota ha podido arri
so de territorialización y de transformación económica
bar en un momento avanzado del siglo VII a.C. (Romero
favorecida por las élites se está produciendo en el hinter
y Ramírez 1996: 318-319). En la cuenca del Guadiana.
land extremeño de la vega del Guadiana posiblemente
Medellín y otros yacimientos orientalizantes revelan por
desde antes, aunque la expansión agrícola resulta más
otra parte un porcentaje elevado de bóvido (Almagro
evidente en el contexto orientalizante (Almagro-Garbea
Gorbea I 977: 472-474, 493; Almagro-Garbea y Martín
1990: 98- 100 y 1996a: 65 ss.; Almagro-Garbea y Martín
Bravo 1994: 122-123; Morales 1977 y 1994). acorde con
Bravo 1994: 122-124; Rodríguez Díaz 1994a: 110 ss.).
las pautas generales de explotación ganadera para el
Estos datos parecen apoyar la idea de que, no obstan suroeste peninsular7-l, habiéndose incluso atribuido a la
te los cambios que se están sucediendo desde el Bronce influencia fenicia el incremento de cabezas y su mayor
Final y la transición Bronce/Hierro en la propiedad de la alzada (Amberger 1985). Pero esto era también común
tierra como consecuencia de las nuevas tecnologías agra para toda la Europa Central de este momento (Jankuhn
rias y del aumento demográfico (Ruiz-Gálvez 1992). los 1969: 75-79; Harke 1982: 200).
procesos de transformación se están gestando a diferen
No existen evidencias arqueológicas ni tampoco tex
tes ritmos. Frente a un modelo de ocupación regular del
tuales para esta etapa, pero la abundante demanda de
territorio, es más realista en algunos sectores al sur del
esclavos en el mundo mediterráneo durante los siglos VII
Duero, como el abulense-salmantino y las tierras septen
y VI a.C. (Harke 1982: 201; Nash 1985: 53 ss.). bien
trionales de Cáceres, un modelo irregular adaptado a las
impulsado por griegos y etruscos. deja abierta la vía para
condiciones del paisaje y del substrato. Ello no excluye
este importante negocio.
la aceptación social de los nuevos cambios. como queda
demostrado en los yacimientos estables pero dispersos Aunque escasos. la región también ofrece recursos
del territorio. minerales, en particular hierro. estaño y oro aluvial en el
cauce del Tajo (Urbina et alii 1992 y 1994). En ello harán
¿Qué buscaban los comerciantes en estas regiones?
hincapié las fuentes antiguas al referirse a los placeres
El carácter perecedero de algunos productos. el hecho
probable de que las aristocracias locales comerciasen "' Los o, icáprido, constituyen la especie domé,tica dominante en una pat1c
de los yacimientos de Andalucía Occidental. ,i bien más por número de
indirectamente con intermediarios o que los intercam re,tos conservados que por aporte de hiornasa (Belén y E,cacena 1992:
bios tuvieran lugar en determinados asentamientos indí- 76-77).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 93
del aurifer Tagus (Estrabón 3, 2-5; Plinio N.H. 33,78, incipiente desde el Bronce Final. condición indispensa
34,55). Unas cuarenta citas de autores clásicos. según ble para poder afrontar nuevas fórmulas de alianza a par
Roldán Hervás ( 1971: 182), se refieren al oro que arras tir de los siglos VIII y VII a.c.
traba el Tajo. Desde luego la disposición de los hallazgos Al norte del gran río nos encontramos por tanto ante
más ricos en la zona de Talavera y Puente del Arzobispo, unas pocas, pero muy significativas, comunidades jerarqui
cerca de los pasos de Tornavacas y el Pico por los que es zadas y estables. Mientras la mayoría ele los asentamientos
factible cruzar el Sistema Central, apoya tal interpreta del Bronce Final en llano son abandonados (77%). muchos
ción. Un origen filoniano se ha defendido para el oro uti de los lugares de altura mantienen la ocupación dentro ele
lizado en Villanueva de la Vera, en relación con el maci un proceso sin solución de continuidad. Una ojeada a la
zo de Gredos (González Cordero et alii 1993: 258). El distribución ele los yacimientos parece demostrar que el
occidente ele Salamanca, sobre tocio hasta la línea del problema estriba no sólo en la potencialidad demográfica
Tormes/Duero, podría favorecer la obtención de estaño, del sector, sino en una reorganización del poblamiento
aunque el registro arqueológico es particularmente po acorde a un tráfico comercial intenso, donde el poder deri
bre. La idea del control ele la vía ele la Plata. que conec varía más del control de los intercambios que de la propie
ta con las regiones estanníferas atlánticas, parece muy dad misma de la tierra cultivable. Este interés por las vías
razonable; desde mucho antes determinados hallazgos y de comunicación no prejuzga la estabilidad de cada uno de
tesaurizaciones muestran las conexiones atlánticas con los hábitats, pero la lógica que 1ige en estos emplazamien
este territorio. tos en alto se detecta ya desde Cogotas I.
Seguramente es a partir de mediados del siglo VII Desde este punto de vista, parece razonable plantear
a.C.. a la vista ele la cronología ele los objetos y la inten que nos hayamos ante comunidades parcialmente inmer
sificación de los contactos con el suroeste, cuando podría sas en una economía de bienes de prestigio, que comer
estimularse una producción excedentaria y también un cian con organizaciones políticas más complejas del hin
incremento de capturas ele hombres para acceder a los terland tartésico extremeño, de modo relativamente análo
productos ele lujo y otros elementos básicos de primera go a los modelos formulados para las sociedades guerre
necesidad como la sal. ras y las Jefaturas del mundo final hallstáttico centroeuro
peo (Frankenstein y Rowlands 1978; Nash 1985; Wells
3.1. Una primera reflexión: asentamientos en el terri 1988), trabajos que además han enfatizado el papel de las
torio o estructuras territoriales jerarquías preexistentes y el rol jugado por ellas en la
construcción de las nuevas redes comerciales, en este caso
Queda abierta la cuestión ele si las mercancías indíge con el mundo griego e itálico (Harke 1982; Brun 1987 y
nas se trasladaban a largas distancias hasta el Bajo 1991; Pare 1991). Esto mismo es lo que propone Aubet
Guadalquivir. ele modo que los establecimientos extre (1990) a propósito del impacto fenicio en Tartessos y sus
meños se hubieran constituíclo en un intermediario privi esferas de interacción. Sostiene la autora como las élites
legiado entre las demandas fenicias y tartésicas y las indígenas dominantes desempeñaron un rol de interme
sociedades ganaderas más septentrionales ele Ávila y diarias entre los mercados coloniales y la pe1ife1ia extre
Salamanca. A juzgar por los elatos disponibles. la exis meña, a partir de un control socio-político y gradual del
tencia ele comunidades asociadas a centros políticos de territorio. El modelo ofrecería otro nivel ele interacción en
tipo palacial en la Alta-Media Extremaclura y valle del los grupos aristocráticos asentados en el valle del
Guacliana como Cancho Roano, Torrejón ele Abajo o Guadiana (Cunliffe 1995: 16-17), proceso que se cmTes
Campanario-Magacela (Almagro-Gorbea 1996a: 55 ss.; ponde perfectamente con el ambiente orientalizante en
Almagro-Gorbea et alii 1990; Rodríguez Díaz 1994a: Extremadura, ya preadaptado por los contactos medite!Tá
112 ss. y 1994b). que centralizarían las producciones e neos del Bronce Final (Almagro-Gorbea 1990 y 1996a).
importaciones y las redistribuirían en su hinterland - Considero por tanto que una dinámica comercial
como también se debe interpretar Medellín (Almagro semejante a la conocida como centro-periferia, en un sis
Gorbea 1990: 96-97; Almagro-Garbea y Martín Bravo tema jerárquico de circuitos de intercambio (vid.
1994: 124) - podrían corroborar esta idea. Las relaciones Rowlands et alii 1987: Ruiz Zapatero 1989b), favoreció
serían probablemente esporádicas e intermitentes en las en el occidente de la Península Ibérica la incorporación
regiones más septentrionales, pero los emplazamientos de otras sociedades más alejadas y marginales, cuyo
referidos dejan entrever un interés muy específico por el nivel ele interacción sería proporcionalmente inverso a la
control de las rutas comerciales hacia la Meseta occiden distancia recorrida. Los régulos extremeños, al igual que
tal (Baqueclano 1996: 74-77, 83-84; Cercleño et alii hicieron los fenicios respecto a las comunidades tartési
1996: 298 ss.), donde el espacio fronterizo del Tajo juga cas del Guadalquivir, destinaron objetos ele prestigio a
ría sin eluda un papel relevante. Está claro que estas redes los jefes locales ele las tie1i-as situadas al norte del río
ele distribución sólo eran factibles allí donde existieran Tajo y su proyección hasta el Duero. asegurándose de
centros de poder que garantizasen las vías de paso y la este modo un suministro regular de materias primas
producción de excedentes. Desde luego la evidencia (ganado. metal, hombres... ) que a su vez reinvertiría en
arqueológica apunta a la existencia de una jerarquización sus relaciones con los vecinos del sur (Fig. 26).
94 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Emergen así grupos aristocráticos protovettones en el milación ideológica se manifiesta asimismo mediante la
suroeste de la Meseta, probablemente asociados a terri adopción, parcial o total, de nuevas prácticas funerarias.
torios de control político, que se benefician de su posi Es el caso de los jarros y braseros distribuidos entre el
ción geográfica y comercial. Algunos argumentos pue Duero y el Tajo, con los que se realizarían rituales y liba
den resumir de forma más convincente nuestra hipótesis: ciones en honor de los individuos más relevantes.
1) La relevancia de las vías comerciales a media y 3) Un contexto dentro del cual los objetos de presti
larga distancia, a lo largo de las cuales se distribuyen los gio ostentan técnicas y decoraciones muy elaboradas, no
productos de la Primera Edad del Hierro, se ve refrenda constituye sólo un indicador del rango alcanzado por sus
da por la pervivencia de los núcleos de población hacia propietarios sino que también debe de indicar la alta esti
los altos que dominan directamente los vados de los ríos ma en la que eran considerados ciertos especialistas. La
y las vías pecuarias, sucesoras de los viejos caminos de fidelidad de algunos modelos tipológicos e iconográficos
la Edad del Bronce. tampoco excluye la posibilidad de artesanos llegados de
Su influencia sobre el paisaje social del occidente de fuera y puestos al servicio de los régulos o jefes locales.
la Meseta se reflejaría en un incremento de las distancias Se ha puesto de relieve la existencia de un taller indíge
entre los asentamientos jerarcas más importantes -a na en las faldas de Gredos de donde procederían las joyas
menudo determinados por barreras naturales como la sie de Villanueva de la Vera, a partir de las particularidades
rra de Gredos- que oscilan con cierta regularidad entre estilísticas, de los contenidos de aleación de oro, plata y
los 50 y 75 km., completando el entramado de las vías de cobre que estas ofrecen y de la disponibilidad de recur
comunicación Norte-Sur75 • Controlan territorios de cua sos metalíferos. No obstante, recientes análisis efectua
tro unidades geográficas básicas (valles de Amblés, dos sobre joyas de El Raso, Cancho Roano, Pajares y
Tormes, Tiétar y Tajo) con un yacimiento jerarca de rela Villasviejas, evidencian cierta diversidad en el contenido
tiva entidad (Sanchorreja, El Berrueco, Cerro de San de las aleaciones (Rovira 1996: 30), aunque sí se reco
Vicente/Ledesma, Cañada de Pajares, Arroyo Man noce una unidad en la orfebrería prerromana que descan
zanas...) y otros posiblemente más pequeños y subsidia sa en las técnicas de tailer. En torno al lugar donde se
rios que distan de los anteriores no más de 10 ó 20 Km.. produjo el hallazgo de Villanueva de la Vera se recogie
Este modelo refuerza una interpretación en términos de ron dos toberas de arcilla, punzones y agujas diseñados
incipientes estructuras territoriales y difiere respecto de para el repujado y grabado, un plato de balanza, un carre
los poblados del Bronce Final, aunque en numerosos te de trefilar y un parahuso cilíndrico (González Cordero
casos subsisten los grandes hábitats. Esta valoración et alii 1993: 258-259), por lo que parece lógico deducir
debe considerarse sólo aproximada, habida cuenta de los una actividad industrial de fundición76•
datos disponibles, y debe tomarse más como una vía de
La escasez de análisis metalográficos impide conocer
estudio que tendrá que mejorarse en el futuro, pero
la tecnología del bronce y del hierro desarrollada en
expresiva ya de por sí. Incluso las distancias máximas
otros yacimientos, pero algunos conjuntos metalúrgicos
(50/75 Km.) y el tamaño medio de estos territ01ios en
constatan centros de producción de cierta categoría. A la
torno a sus respectivos centros (20/40 Km. de diámetro),
vista están los hallazgos de Sanchorreja, con piezas que
conforma un modelo relativamente análogo al de los
principados centroeuropeos, con valores de 50/125 y imitan modelos foráneos y otros muchos de carácter
30/50 Km. respectivamente (Harke 1982: 196-197). indiscutiblemente local (González-Tablas et alii 1991-
92), además de crisoles, moldes de fundición, escoplos,
2) El alto grado de convergencia, superior al 75%, punzones de hierro, azuelas y otros útiles de trabajo
entre estos centros dirigentes y los objetos de prestigio
industrial (Maluquer 1958a: 55-71). Desde un punto de
hallados en su interior. Lo que el registro arqueológico
vista social y tecnológico, parece evidente que el control
sugiere es mas bien la circulación y el intercambio de
sobre la producción de riqueza es tan conveniente como
productos específicos, destinados a una clientela muy
el control sobre las mismas fuentes, dándose un conside
determinada, que accede a estos mercados gracias a su
rable incentivo para el desarrollo de estos técnicos espe
capacidad adquisitiva y como tributo previo al estableci
cialistas (Megaw 1985: 167 ss.). Que tal conocimiento
miento de alianzas y relaciones comerciales (vid. Cer
hubiera sido celosamente guardado por la clase dirigente
deño et alii 1996). La existencia de una orfebrería y
también parece una inferencia razonable (Pauli 1978:
toréutica orientalizante evidencia no sólo un proceso de
177).
aculturación, donde los artesanos copian los prototipos
orientales, sino elementos integrados en las formas de 4) Los matrimonios mixtos o intercambios de mujeres
pensamiento de las aristocracias locales, afectando inclu de alto rango serían uno de los medios básicos de acultura
so a las propias creencias religiosas. La diosa representa ción y de posibilitar pactos y sistemas complementarios de
da en los bronces del Berrueco (Almagro-Gorbea 1977: intercambio entre tenitorios (Ruiz-Gálvez 1992; Wagner
254 ss.) es concluyente en este sentido. Este tipo de así- 1995: 116-117). Así habría que interpretar el enterramien-
75 La cifra es ligeramente superior a la estipulada para los grandes poblados "' También se ha insistido en un taller indígena para las alhajas de la
del Guadiana. entre 20 y 30 km .. estructurados en torno al eje longitudi Aliseda, y no de Cádiz, poniéndose de relieve algunas analogías con las
nal Este-Oeste del río (Almagro-Gorbea l 990: 98-99). piezas de Serradilla (Perea 1990: 280).
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 95
ganado
hombres
vajilla metálica
\
telas y adornos
./
l--'1 nuevas tecnologías
����-��/
R. Guadalquivir
100 Km
*
O Colonias fenicias O Poblados orientalizantes • Fíbulas/broches/cerámicas pintadas
Fig. 26.-Modelo de illlercum/Jios y e.1jeras de i111eracció11 e11 la Primera Edad del Hierro: cli.lper.1ió11 de objeto.1 orie11tuli:,w1-
tes en asentamientos indígenas del oeste de la Meseta ( los yacimientos del Guadiana y el Guadalquivi1; a partir del original
de Martín Bravo 1996, modificado).
96 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
to de El Carpio (Pereira 1989; Pereira y de Alvaro 1990), en la zona. construída con grandes bloques de piedra y ado
correspondiente a una mujer de elevada posición social y bes y donde se recogieron ofrendas muy seleccionadas
extraordinario por la riqueza del ajuar y el carácter orienta --cerámica pintada y a peine, una fíbula de doble resorte, un
lizante de muchos de los objetos -una clepsidra para tras asa en omega, un cuchillo y un escoplo de hierro así como
vasar líquidos, jarritas fenicias, un vasito de plata cuyo ori fragmentos de mandíbulas de diferentes especies
gen debe buscarse en las phialae mesomphaloi para liba (González-Tablas 1990: 46-47, figs. 10-16)- abundatía en
ciones, algún recipiente a tomo ...-. Un modelo análogo el significado ritual y emblemático del sector.
pod1ia especularse para los vestigios de Las Fraguas, No resulta difícil imaginar que la funcionalidad de estas
Azután (Femández Miranda y Pereira 1992: 63-66, 70) o el singulares construcciones y ceremonias subrayara connota
recientemente valorado de la Sierra de Santa Cruz (Martín ciones más propias de los santuarios o centros de culto.
Bravo 1998) --con urnas a tomo que recuerdan a los vasos cuya fórmula más ambiciosa aunque ajena a nuestro terri
"a chardon" de algunas necrópolis fenicias- y este setía torio lo habrían constituído edificios públicos de cmie
también la interpretación de los tesoros orientalizantes de
palacial y religioso. Desde su destacada posición topográ
la Aliseda (Almagro-Gorbea 1977: 204), El Raso
fica, debieron de presidir y sacralizar la actividad ritual y
(Femández Gómez 1996 y 1997) y Villanueva de la Vera
también comercial del tenitorio. Si tenemos en cuenta que
(González Cordero et a!ii 1993)77• Recientes hallazgos en
en el Hierro Pleno hay constancia de la existencia de san
esta última han deparado espacios funerarios, con la roca
tuarios y peñas labradas en la fachada atlántica (Benito y
recortada en las laderas para ofrecer forma de túmulo artifi
Grande 1992; Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993), y
cial, imitando los túmulos funerarios tartésicos pero donde
que la significación de estos ritos revela viejas tradiciones
conviven materiales vinculados al ámbito inicial de Cogotas
desde el Bronce Final (Almagro-Gorbea 1996b). también
II y otros de tradición orientalizante, que se han datado
pod1ia resultar factible retrotraer la cronología de alguno de
sobre todo en los siglos V y IV a.C. (González Cordero et
ellos a este momento. El altar prerromano de Ulaca, con
alii 1993: 260; Celestino 1995: 82; Celestino et alii e.p.).
Setía tentador vislumbrar la huella arqueológica de estos diferentes tipos de escalinatas que sugieren al menos dos
enterramientos aristocráticos de la cuenca del Tajo en las fases temporales en su utilización, podría servimos para
tierras más septentrionales a finales de la Primera Edad del este propósito, aunque he de reconocer la imprecisión cro
Hierro, a la vista de la dispersión individualizada de jarros, nológica que ello entraña.
aguamaniles de bronce y ungüentarios polícromos o aryba Aun así, se puede decir que la adquisición de esposas.
!loi para perfumes y libaciones (Fig. 26), reconociendo no clientes, regalos y prácticas rituales con sac1ificios y acom
obstante el ámbito doméstico de algunos de ellos. pañamiento de fuego, constituyen realidades de un mismo
5) Varios datos sugieren que nos encontramos ante proceso donde los individuos de estatus más privilegiado
ceremonias polivalentes, muy exclusivas de las élites, que compatibilizan el mantenimiento de costumbres y símbo
en última instancia se convertitían en garantes de las alian los propios con nuevos elementos, seguramente imitados o
zas políticas. Los recientes descub1imientos de Sanchorre impotiados. En todos los casos reflejan mecanismos socio
ja, con un área de fuego muy intenso donde aparecieron políticos de contacto que fueron habituales en la
fragmentos de cerámicas decoradas, calderos. braserillos, Antigüedad; y todo ello atranca en una secuencia diacróni
chapas metálicas con remaches, apliques y otros restos de ca que se alimenta de los primeros contactos precoloniales,
bronce no autorizan a relacionar el lugar con una necrópo hasta alcanzar plena madurez en los siglos VII-V a.C. Con
lis en sentido estricto (González-Tablas I 990), pero desde estos testimonios. no es descartable la existencia de inci
luego pudo haber sido un espacio relacionado con el ritual pientes estructuras de poder en el suroeste de la Meseta. a
funerario o más específicamente con banquetes rituales de modo de pequeños régulos locales, que emulaiian institu
comida ligados a aristocracias guerreras, actividad que no ciones políticas y religiosas más complejas propias de la
contradice la interpretación anterior (Delibes et alii 1992- cultura orientalizante extremeña y tartésica.
93: 425-426)78• La estructura tumuliforme también hallada
77 Las joyas orientalizantes de Villanueva de la Vera aparecieron cerca de 4. A modo de conclusión. El substrato indígena en la
una vivienda (S. Celestino. com. personal). lo que no excluye ;,u carácter configuración étnica de los Vettones
sacro. En cualquier ca;,o, el conjunto funerario formado por jarro. timia
terio y brasero también parece identificarse en la zona (González Cordero
et alii 1993: 251. fig. !). Este proceso quedaría bien patente en el túmu
lo de la Garganta de Minchones. donde se recogió el primer jarro tartés Parece evidente que en la gestación de la Primera
sico de Villanueva (id. 1993: 260; 1·id. Blázquez 1975a: 60 ss.). Por otro Edad del Hierro intervinieron influjos externos -tartési
lado, la diadema y dos de las arracadas de oro del Raso se han relaciona
do con una de las tumbas de la necrópolis, que incluía un brasero de tipo
cos. atlánticos y continentales- sobre el substrato local.
ibérico entre otros elementos (Fernándcz Gómez 1996: 1-1 ). pero estas aportaciones no explican por sí solas las pecu-
"8 Hasta cierto punto las prácticas rituales con acompañamiento de fuego se
podrían interpretar como una primera fase en la aceptación de los rituales del hallazgo indican que apareció en un nivel de tie,n y cenizas reposando
de incineración, consolidados en el Mediodía Peninsular en este momen sobre un enlucido artificial de cantos rodados. que se han interpretado a
to. Por ejemplo se ha sugerido esta posibilidad a partir de la distribución modo de ustrmwn (Gonzálcz Cordero et a!,i 1993: 260). El ritual de incine
de los ajuares del Carpio. guardados aparte en el interior de una urna y en ración asociado a la ccltización -;e vería así incentivado a comienzo� de la
un escalón distinto a la inhumación correspondiente (Fernández Miranda Segunda Edad del Hierro y explicaría en ciato modo -independientemente
y Pereira 1992: 69-70). A este respecto también nos ilustra el túmulo de las aportaciones étnicas y lm desplazamientos recibidos en la región- su
donde se localizó el primer jmrn de Villanueva. Las referencias que hay rápida expan�ión entre la� comunidades indígenas.
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 97
Fig. 27.-Cerámicas del grupo Soto de Medinilla de la Primera Edad del Hierro, con claras qfiniclades tipológicas en la cul
tura castreí"ía soriana y en el valle del Ebro, de donde derivan en última instancia (según Rui::, Zapatero 1995).
98 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
liares características del nuevo mundo así como sus dife Ámbitos geomorfológicos distintos. Entendemos
rentes facies regionales, que dependerán de la respuesta que hay que asumir una orientación económica mixta,
regional del substrato del Bronce Final y de la adecuación pero con un peso más específico de la agricultura en la
de los modos de vida a los nuevos estímulos (Almagro cuenca y de la ganadería en los rebordes montañosos,
Gorbea y Ruiz Zapatero 1992: 477 ss.). dato que a su vez pudo incidir en una determinada confi
Las características del territorio suroccidental de la guración de los espacios domésticos.
Meseta sugieren que desde el Bronce Final la economía - Una gradual y compleja transformación del substra
poseía un fuerte elemento pastoril y probablemente to de Cogotas I, probablemente más arraigado en las zonas
exportaba ganado. Los cambios socio-económicos de los montañosas graníticas, cuando ya se daba por desapareci
siglos IX y V III a.C. crearon las condiciones necesarias do en amplios sectores del valle del Duero. A ello debió
para potenciar el desarrollo de las jerarquías locales y los contribuir sin duda la capacidad de cada región y de sus
acontecimientos que siguieron después actuaron de in élites dirigentes de poner en práctica y con garantías de
centivo sobre ellas. Que el fenómeno castreño de una éxito las nuevas tecnologías agrarias, que habrían favore
gran parte de estos hábitas, en el sentido de su posición cido un cambio importante en la utilizacion del territorio
en cerro y no necesariamente con defensas artificiales, frente a los grupos castreños, más especializados.
no sea privativo de la Primera Edad del Hierro sino que - La continuidad entre el Bronce Final y la Primera
ya se manifieste por lo menos desde el cambio de mile Edad del Hierro parece fuera de toda duda, pero ofrece
nio, enfatiza esta idea de continuidad. A la vista de los desiguales situaciones que varían de una zona a otra. La
datos queda claro que el desarrollo de la región estuvo puesta en valor de las posibilidades agropecuarias de la
principalmente determinado por factores indígenas de región habría favorecido la ocupación de nuevos territorios
población y de economía de subsistencia. en la campiña y en consecuencia la aparición de estableci
Desde el punto de vista de la cultura material, las tie mientos de nueva planta. Por el contrario, un porcentaje
rras que se extienden al suroeste del valle del Duero, llá muy significativo de asentamientos protovettones conecta
mese periferia de la cultura Soto o mundo Protovettón, bien con los viejos castros del Bronce Final.
presentan un bagaje no muy diferente al de las pobla - Esta dualidad inicial tiene naturalmente su corres
ciones asentadas en la cuenca. Una parte de los yaci pondencia en el patrón de asentamiento y en la densidad
mientos parecen ser contemporáneos, o debieron serlo de ocupación, más diversificado y demográficamente
en algún momento, como indican sus contextos arqueo más abundante en las campiñas del Duero. El sector
lógicos. Comparten un cierto grado de estabilidad en el suroccidental ofrece por el contrario un poblamiento
hábitat e incluso la planta circular comienza a prodigar generalmente en alto, disperso y más espaciado, pero
se en ambientes otrora considerados al margen del hori estratégicamente localizado en las principales arterias de
zonte Soto (Romero 1992: 190). Buena parte de los comunicación.
materiales rescatados evidencian esa filiación, en parti - No todos los núcleos de población recibieron con
cular las fíbulas de doble resorte y las cerámicas lisas, la misma intensidad los estímulos exteriores, y es muy
pintadas y a peine, bien emparentadas con sus equiva probable que su ubicación geográfica haya sido determi
lentes del valle del Duero. Una parte de los conjuntos nante. Dado que ningún rasgo peculiar lo contradice, se
vasculares muestran evidentes afinidades tipológicas debe aceptar la influencia orientalizante sobre el substra
con el grupo castreño soriano y del valle del Ebro, del to étnico de las comunidades del SO de la Meseta79 •
que derivan en última instancia (Fig. 27). González Desde luego hay que llamar la atención en la dispersión
Tablas (1986-87), que ha defendido la existencia de una individualizada y exclusiva de objetos suntuarios sobre el
cultura paralela al Soto de Medinilla en el grupo abu territorio donde quedará configurada la cultura vettona
lense-salmantino, mantiene que fue la instalación de los del Hierro Pleno. Estos elementos de prestigio, una parte
primeros la que sirvió de impulso al cambio entre de los cuales no traspasó el ámbito del Duero, sugieren
Sanchorreja I y II. Sin embargo no pocas relaciones la existencia de relaciones jerárquicas en un sistema de
advierte con el mundo orientalizante, habiéndose intercambio regional.
comentado repetidamente como alguno de los elemen - El "vacío" de población que ostenta eí espacio
tos típicos del grupo Soto reclaman paralelos con el comprendido al norte de los ríos Tormes y Adaja y su
Mediodía peninsular (Martín Valls y Delibes 1978a; proyección hasta el Duero coincide aproximadamente
Benet et alii 1991: 133-134; Romero y Ramírez 1996). con la frontera entre la dispersión nuclear de los poblados
Por tanto, la posibilidad de reconocer una facies local
n En este sentido también habría que valorar algunos testimonios de la
más del grupo Soto al sur del Duero es totalmente razona plena Edad del Hierro. La compartimentación que ofrecen las plantas de
ble, al objeto de unificar el centro y el occidente de la las viviendas del Raso y Ulaca, las estmcturas tumulares de las necrópo
lis de la Osera y de Villanueva de la Vera, los recipientes rituales de tra
Meseta durante la Primera Edad del Hierro (Martín Valls dición orientalizante del Raso, La Mesa de Miranda y el Picón de la Mora
1986-87: 60; Delibes y Romero 1992: 245, 255). Pero así o algunas morfologías muy específicas de los verracos -que conectan con
la escultura animalística ibérica- evidencian estímulos culturales del
y todo creo que también pueden valorarse tendencias con mediodía peninsular bien asimilados por el contexto social y económico
trapuestas, cuya lectura podría resumirse en virtud de: indígena.
LA PRIMERA EDAD DEL HIERRO 99
Fig. 28.-La Primera Edad del Hierro en el occidente de la Meseta. Dispersión general de yacimientos y hallazgos aislados
en la cuenca sedimentaria del Duero, estribaciones montaiiosas del Sistema Central y valle medio del Tajo.
100 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
de tipo Soto y el patrón de asentamiento castreño. Cabe Tendríamos así argumentos importantes en la discu
razonablemente suponer que lo que se está gestando es un sión del proceso histórico y arqueológico del occidente
límite territorial entre dos agrupaciones socio-económi de la Meseta, a favor de la hipótesis según la cual, a par
cas distintas que establecerían sus áreas de control e tir del s. VII a.C. se atisba una progresiva dualidad pobla
influencia frente a presiones mutuas. La problemática cional y socio-económica cuyos rasgos parecen relacio
atribución que reflejan Polibio, Livio, Ptolomeo y los nables con la formación de las etnias prerromanas. No se
I tinerarios, a propósito de esta misma franja territorial y trata de plantear aquí el nacimiento de las primeras
de alguna de sus ciudades (Salmantica, Sentike) respecto poblaciones históricas propiamente dichas. pero sí la
a las entidades étnicas que habitaban la región a finales de existencia de una etnogénesis regional aún no suficiente
mente conocida - que arranca en las postrimerías del
la Edad del Hierro, abundaría en este mismo sentido.
Bronce Final con los hábitats en altura - en la que se
Entendemos por tanto que hay que asumir una dife habrían ido gestando grupos con una evidente personali
renciación zonal, marcada esencialmente por los domi dad territorial; los primeros, en la cuenca sedimentaria
nios geográficos y económicos (Fig. 28), y así poder donde los romanos hallarán posteriormente establecidos
explicar la caracterización cultural del sector, cuyos ras a los Vacceos, los segundos, en los rebordes montañosos
gos dependen de la propia evolución local y de la inten del Sistema Central, ocupando el solar originario de los
sidad de las diferentes aportaciones recibidas. Vettones históricos.
V
LOS VETTONES.
ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO
Los siglos IV y III a.C. fueron un período de rápida teórico, el modelo de ocupación castreña supone, fren
expansión para las sociedades indígenas de la Meseta. El te a la etapa precedente, la consolidación de aquél que
rasgo más importante que tuvo lugar en esta etapa fue la definirá las características del patrón de asentamiento
generalización del fenómeno castreño. A la falta de vigor de de los vettones durante la Segunda Edad del Hierro.
los grupos culturales preexistentes le sucede ahora un Hasta que no se generaliza el fenómeno castreño no
ascenso muy significativo en el número de poblados fortifi empezamos a vislumbrar una estructura regional y
cados, muchos de ellos de nueva planta y más grandes que organizada del poblamiento, que adquiere su máxima
los del Hierro I, así como la diversificación del material expresión en los albores de la conquista romana,
arqueológico. Para este último dato se han tomado como momento en el que diversos territorios se articulan a
punto de referencia dos novedades técnicas (Martín Valls partir de los oppida, entidades políticas de mayor mag
1986-87: 61 ): el desarrollo generalizado de la metalurgia nitud y con capacidad decisoria.
del hierro, favorecido por la amortización de armas y otros
objetos metálicos en las necrópolis de incineración, y la
adopción masiva del tomo de alfarero, con las caracterís l. La ocupación del territorio en el marco general de
ticas cerámicas de pastas anaranjadas y decoración pintada. la celtización y la evolución de los patrones de
Estos cambios trascendentales que caracterizan el poblamiento a escala regional
Hierro Pleno no se producen de manera inmediata en
nuestra región pero son los que permiten hablar de una Nuestra aproximación al estudio de los hábitats no
nueva etapa, que no tiene porqué significar necesaria queda desprovista de problemas:
mente una ruptura, como se infiere al menos del papel a) Las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo
jugado por determinadas cerámicas o del discurrir estrati en el suroeste de la Meseta, cuyos resultados recogen las
gráfico y sin solución de continuidad de algunos yaci Cartas e Inventarios provinciales, no podrían calificarse
mientos. Si la idea de continuidad es la que se deduce de precisamente como exhaustivas, por lo que no sabremos
las referencias y asociaciones más significativas, análoga hasta qué punto son significativos los datos extraídos80 .
mente tendremos que preguntamos si las modificaciones
defensivas y topográficas que sufren los poblados en la 811 En particular. se ha recuITido a los recientes Inventarios de los Museos de
nueva etapa responden a un proceso de evolución interna, Ávila. Salamanca y la Diputación de Toledo. ya referidos sucintamente en
alguna publicación (Alvarez-Sanchís 1990a: 215 ss.; Santonja 1991: 26-
si son por el contrario resultado de la vitalización de otros 27; Fernández Gómez 1995: 113 ss., 163-164). Junto a los tradicionales
sectores de la Meseta, y si todo el fenómeno refleja un trabajos de Gómez Moreno (1927, 1967 y 1983), Mélida (1924).
momento puntual en la geografía de los castros; al mar Rodríguez Almeida (1955), Maluquer ( 1956a). Molinero (1958), López
de Ayala-Alvarez de Toledo ( 1959), Martín Valls (1986-87 y 1995) y
gen, claro está, de la arribada de nuevas poblaciones. Esparza (1987, 1990b y 1995), así como la conocida serie de Martín Valls
y Delibes (1973 a 1982) sobre el patrimonio arqueológico zamorano. otras
Por más que se siga manteniendo artificialmente la aportaciones bibliográficas vienen a compensar la falta de información en
división periódica de la Edad del Hierro, interesa estu este teITeno o bien la ausencia de trabajos intensivos en determinadas
diar el proceso a través del cual los grupos protovetto comarcas. Este sería el caso de las tieITas suroccidentales de Zamora,
donde se conocen muy pocos yacimientos (Martín Valls 1974-75; Esparza
nes establecidos en las altas tierras de Ávila-Salamanca 1990b: I02-I03). el occidente provincial Toledano (Urbina et alii 1994) y
y en el valle medio del Tajo alcanzaron a partir de la el norte de Cáceres (González Cordero et alii 1990: 159-160; González
Cordero y Quijada 1991: 154-155). Podemos reseñar asimismo otras apor
cuarta centuria una enorme pujanza desde el punto de taciones -mucho más limitadas y en ocasiones confusas- como los traba
vista demográfico y material. Desde un planteamiento jos de Sevillano (1978) y Jiménez de Gregario (1992).
102 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
b) Al trabajar con un cuerpo de evidencias incomple a la fase inmediatamente anterior al Hierro Pleno, situa
tas, debemos generalizar a partir de los casos mejor ción que por otro lado ha contribuido a enfatizar la idea
conocidos, centrando el análisis sobre los grandes núcle de discontinuidad. Una parte de los castros fortificados
os de población y aquellos otros que han sido fruto de la tiene una amplitud de al menos cuatro siglos, frente a la
excavación arqueológica: Las Cogotas, La Mesa c p inseguridad que conlleva la valoración tipológica de las
Miranda, Ulaca, El Raso, Salamanca, El Picón de la cerámicas recogidas en superficie. Pese a ello, los datos
Mora, Yecla de Yeltes, Villasviejas del Tamuja, La que se infieren de los mapas de poblamiento se ajustan
Coraja....El resto se agruparía paradójicamente entre mejor a un marco de plenitud cultural, siglos III-I a.C.
aquellos yacimientos fortificados de los que desconoce fundamentalmente, y no a todo el proceso.
mos sus materiales y aquellos otros que conocemos sus Así y todo, creo que la dinámica del poblamiento
materiales pero prácticamente nada sobre sus estructuras comarcal durante la Edad del Hierro ofrece una lectura
o circunstancias de hallazgo. Una consecuencia evidente relativamente clara y unánime. Si atendemos al grado de
será la pérdida del detalle. concentración de vestigios relativos al hábitat y a las uni
c) La cronología no es tan firme como sería deseable. dades geográficas más homogéneas del territorio (Figs.
Los problemas más importantes estriban en la posición 29 y 30), se pueden apreciar varias regiones con entidad
ambigua de algunos materiales y yacimientos en relación propia.
Fig. 29.-Grupos vettones del Hierro Pleno-Final en el suroeste de la Meseta: l. San Mamede (Villardiegua de la Ribera,
Zamora); 2. Moral de Sayago (Zamora); 3. El Castillo (Fari::.a, Zamora); 4. Castillo Moro (Fermoselle, Zamora) (?); 5.
Fermoselle (Zamora); 6. Virgen del Castillo (Pereña, Salamanca); 7. San Cristóbal (Villarino de los Aires, Salamanca); 8.
Camino de Corporario (Masiteco, Salamanca); 9. Teso del Dinero (Cere::.al de Pe1iahorcada, Salamanca) (?); JO. Las Uces
(Valsalabroso, Salamanca); 11. El Castillo (Saldeana, Salamanca); 12. Castillo de Saldai'íuela (Bermellar, Salamanca); 13. El
Picón de la Mora (Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 14. Los Castillos (Yecla de Ye/tes, Salamanca); 15. Yecla la
Vieja(Yecla de Ye/tes, Salamanca); 16. Cabezo de S. Pedro (Hinojosa de Duero, Salamanca)(?); 17. Las Merchanas(Lumbrales,
Salamanca); 18. Las Cercas(Villavieja de Yeltes, Salamanca); 19. Castelmao(San Felices de los Gallegos, Salamanca); 20. La
Plaza (Gallegos de Argaíián, Salamanca); 21. Ciudad Rodrigo (Salamanca); 22. lrue11a (Fuenteguinaldo, Salamanca); 23.
Lerilla(Zamarra, Salamanca); 24. Castraz(Salamanca)(?); 25. Ledesma(Salamanca); 26. Pe1iause11de(Zamora); 27. La Tuda
(Zamora); 28. Salamanca; 29. Alba de Tormes(Salamanca); 30. Cuesta de Sta. Ana(Garcihernánde::,, Salamanca); 31. Coca de
Alba (Salamanca); 32. Los Ocuestos(Alara::., Salamanca); 33. Papatrigo (Ávila); 34. Arévalo (Ávila)'(?); 35. Orbita (Arévalo,
Ávila); 36. El Cabezo (Ojos Albos, Ávila); 37. Cerro de la Cabra-Petia Mingubela (Ojos Albos, Ávila); 38. Cerro Cervero
(Ávila); 39. La Serna(Ávila); 40. El Colmenar(Tornadizos. Ávila); 41. Sta. Cru::, de Pinares(Ávila); 42. El Barraca(Ávila); 43.
Ermita de Sonsoles (Ávila); 44. Ávila; 45. Bascarrabal/Narrillos de San Leonardo (Ávila); 46. Ulaca (Solosancho, Ávila); 47.
Las Cogotas (Cardeñosa, Ávila); 48. El Castillo (Cardeñosa, Ávila); 49. Horcajuelo (Bravos, Ávila); 50. La Mesa de Miranda
(Chamartín de la Sierra, Ávila); 51. Despoblado (Ávila); 52. Sanchorreja (Ávila); 53. Mwiogalindo (Ávila); 54. Padiernos
(Ávila); 55. Monleón (Salamanca); 56. Los Tejares-El Berrueco (El Tejado, Salamanca); 57. Las Paredejas-El Berrueco
(Medinilla, Ávila); 58. La Corvera(Navalmoral de Béjar, Salamanca); 59. Béjar(Salamanca)(?); 60. Cuesta de.las Vií'ías(Barco
de Ávila, Ávila); 61. Encinares (Ávila); 62. Era de los Moros (Cabe::.as Altas, Ávila); 63. Castillejo (Sta. Cru::, de Paniagua,
Cáceres); 64. Cáparra-La Villeta (Oliva de Plasencia, Cáceres); 65. Berrocalillo (Plasencia, Cáceres); 66. El Camocho
(Malpartida de Plasencia, Cáceres); 67. Villavieja (Casas del Castaíiar, Cáceres); 68. Los Picos (Aldeanueva de la Vera,
Cáceres); 69. El Cardenillo (Madrigal de la Vera, Cáceres); 70. Cai'íada de Pajares (Villanueva de la Vera, Cáceres); 71. El
Castai'íar (Candeleda, Ávila); 72. El Castrejón (Candeleda, Ávila); 73. El Raso (Candeleda, Ávila); 74. Prado de la Carrera
(Candeleda, Ávila); 75. Castillejo de Chilla (Candeleda, Ávila); 76. Navalcán(Toledo); 77. El Berrocal(Arenas de San Pedro,
Ávila); 78. Fuente Blanca (Mombeltrán, Ávila); 79. La Pinosa (Gavilanes, Ávila); 80. Escarabajosa (Santa María del Tiétar,
Ávila); 81. Almoerón(S. Martín de Valdeiglesias. Madrid); 82. Navarredonda(S. Martín de Valdeiglesias, Madrid); 83. El Moro
(Higuera de las Duei'ías, Ávila); 84. El Castrón (Fresnedilla, Ávila); 85. Cabe::,a del Oso (Real de San Vicente, Toledo); 86.
Castillo de Sayuela(Toledo); 87. Castillo de Villalba(Cebolla, Toledo); 88. Torrejón(Malpica de Tajo, Toledo); 89. Macarro(S.
Martín de P usa, Toledo); 90. Talavera de la Reina (Toledo); 91. Arroyo Man::.anas (Las Herencias, Toledo); 92. Cascajoso del
Río (Belvís de la Jara, Toledo); 93. El Carpio (Belvís de la Jara, Toledo); 94. El Castilla::,o (Belvís de la Jara. Toledo); 95.
Villarejos (Alcaudete de la Jara, Toledo); 96. Castrejón (Retamoso, Toledo); 97. Los Maíllos (Belvís de la Jara, Toledo); 98.
Robledo del Maza (Piedraescrita, Toledo); 99. La Estrella (Estrella de la Jara, Toledo); 100. Castrejón (Aldeanueva de San
Bartolomé, Toledo); 101. Mohedas de la Jara (Toledo); 102. Tocona! (Carrascalejo de la Jara, Cáceres) (?); 103. El Castillo
(Navalmoralejo, Toledo); 104. Calera de Fuentiduei'ía (A::.után, Toledo); 105. El Royo (Puente del Ar::,obispo, Toledo); 106. La
Mesa-El Rincón (A/colea de Tajo, Toledo); 107. La Alcoba (Talavera de la Reina, Toledo); 108. Oropesa (Toledo); 109.
Ca/eruela (Toledo); 1 JO. Talavera la Vieja (Embalse de Valdecaíias, Cáceres); 111. La Muralla (Valdehúncc11; Cáceres); 112.
Castillejos (Valdecaí'ías, Cáceres); 113. Cáceres el Viejo (Casas de Millán, Cáceres); 114. Sta. Marina ( Caí'íaveral, Cáceres);
115. Alconétar (Garrovillas, Cáceres); 116. La Torrecilla (Talaván, Cáceres); 117. Castillejo de la Orden (Alcántara, Cáceres);
118. Santiago del Campo (Cáceres); 119. El Aguijón de Pantoja (Trujil!o, Cáceres); 120. Sta. Ana (Monroy, Cáceres); 121.
Villeta de la Burra (Trujillo, Cáceres); 122. El Pardal (Trujillo, Cáceres); 123. Vil/eta de A::.uquén (Trujillo, Cáceres); 124.
Almoroquí(Madroiiera, Cáceres); 125. La Caraja(Aldeacentenera, Cáceres); 126. La Hoya(Aldeacentenera, Cáceres); 127. La
Dehesilla(Berzocana, Cáceres); 128. Castrejón(Berzacana, Cáceres); 129. Valdeagudo (Maclroí'íera, Cáceres); 130. Castillejos
(Conquista de la Sierra, Cáceres); 131. Castillejo (Sta. Cruz de la Sierra, Cáceres); 132. Molino Villarejo (Plasen::,uela,
Cáceres); 133. Villasviejas del Tamuja (Botija, Cáceres); 134. San Cristóbal (Logrosán, Cáceres); 135. Los Castillejos
(Madrigalejo, Cáceres); 136. Cerro Cogolludo (Orellana la Vieja-Navalvillar de Pela, Badajo::.).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 103
1
r
r
l
/ O 30 Km.
En el valle de Amblés (Ávila), donde hay que des vinculado con la necrópolis del Raso pero de donde tam
tacar una imp01tante ocupación desde el Bronce Final, bién proceden abundantes molinos barquiformes y cerá
las condiciones naturales marcan significativos contras mica a mano con decoración peinada (Fernández Gómez
tes en los patrones de asentamiento. En líneas generales y López 1990: 96-99; Fernández Gómez 1995: 154-155).
puede hablarse de dos zonas de distribución de yaci Este contexto también es válido para el poblado y las
mientos, por un lado las estribaciones de las sierras que estructuras funerarias de la Cañada de Pajares (Villa
circundan el valle y que agrupan a la mayor parte de los nueva de la Vera), a escasa distancia de las cuales se
castros fortificados -Las Cogotas (Cardeñosa), La Mesa ubica una necrópolis bien emparentada con sus homólo
de Miranda (Chamartín de la Sierra), Ulaca (Solo gas abulenses (González Cordero et alii 1990 y 1993:
sancho), Sanchorreja- por otro, las zonas llanas próxi 260; Celestino 1995: 82).
mas a la vega -Muñogalindo, Padiernos, Ermita de Algún otro yacimiento puede mostrar vestigios del
Sonsoles- ocupadas preferentemente por yacimientos no Hierro Antiguo, pero los poblados que paulatinamente se
amurallados y de menor entidad (Álvarez-Sanchís dispersan en torno a los valles de Amblés y Tiétar a par
1990a). Del mismo modo, aunque conocemos de mane tir de la cuarta centuria a.C. son en una gran mayoría
ra bastante precaria las líneas generales del poblamiento -con valores en torno al 74% y 71% respectivamente
-faltan prospecciones sistemáticas que aborden, por hábitats de nueva planta. Ciertamente, es posible efectuar
ejemplo, cómo se estructuran los yacimientos contempo otra valoración de este hecho. Por lo general se docu
ráneos de menor categoría- hacia este mismo momento mentan menos centros grandes que pequeños y, a pesar
diversas ocupaciones castreñas se distribuyen en las de la insuficiencia de datos, suele ser usual que los pri
estribaciones meridionales de la sierra de Gredas, a lo meros ofrezcan materiales más abundantes e indicios de
largo del valle del Tiétar. El poblamiento es fundamen otras actividades ausentes en los más pequeños (Ruiz
talmente longitudinal -castros de Escarabajosa (Sta. Ma Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995). Sin entrar todavía en
ría del Tiétar), La Pinosa (Mijares). Berrocal (Arenas de un análisis exhaustivo, esta situación implica: a) un
S. Pedro), Castillejo de Chilla (Candeleda), El Raso patrón de pobia,,1icnto mucho más complejo que las cen
(Candeleda)...- lo que po<iría hacemos suponer que se turias precedentes, b) una jerarquización del territorio a
está dando un nivel de respuesta relativamente similar. nivel regional y c) la aparición de sitios especializados.
Una parte de los yacimientos abulenses del Hierro - Si ampliamos la lectura a otras áreas, observamos
Antiguo, con vasijas encuadrables en el mundo del Soto, nuevamente este proceso de ordenación estructurado a
como Las Zorreras (Muñana), probablemente desapare partir de las cuencas fluviales. Así, la distribución del
cen a finales del s. V a.c. o en el transcurso de la cuarta poblamiento en la Alta Extremadura (Rodríguez Díaz
centuria. El esplendor de Sanchorreja se diluye en estas 1990: 133; Martín Bravo 1993: 347-348 y 1994a) y en
mismas fechas, aunque durante un tiempo pudo persistir las tie1ns occidentales de Toledo queda supeditada a la
una ocupación más esporádica. Falta la cerámica a torno trama hidrográfica generada por el Tajo y sus principales
estampillada (Maluquer 1958a: 96) cuyos inicios podrí afluentes. Por ejemplo más del 70% de los poblados for
an situarse en el tránsito de los siglos IV-III a.C. y, den tificados del occidente de Cáceres. mayorita1iamente ha
tro de las especies a peine, las decoradas con temas bitados a lo largo del Hierro Pleno -Castillejo de la
barrocos y otras técnicas como las acanaladuras, soles, Orden (Alcántara). La Muralla (Alcántara), Sansueña
etc, bien documentadas en los poblados y necrópolis de (Cáceres), El Zamarril (Portaje)- se repliegan en torno a
la región avanzada la cuarta centuria (Martín Valls 1986- las márgenes más accidentadas de las vegas. disminu
87: 72 ss.; Fernández Gómez 1995: 122). Con todo, se yendo notablemente los emplazamientos en sierras en
conoce un fragmento de fíbula de torrecilla lateral proce favor de meandros, espigones fluviales y en los tramos
dente de las excavaciones así como algunos fragmentos más cercanos a las desembocaduras, allí donde el relieve
de pastas rojas, tildados de "celtibéricos" y hallados en resulta más abrupto, los suelos degradados y las condi
superficie (Maluquer 1958a: 51-52, 60; Martín Valls ciones defensivas óptimas (Ongil 1986-87; Martín Bravo
1986-87: 61-62), por lo que no es descartable la ocupa 1994: 281 ss. y 1996). Además hay que señalar que las
ción de alguno de los sectores del castro, acorde con la aproximaciones teóricas destinadas a la evaluación de los
existencia de varios recintos amurallados, hasta un recursos potenciales de estos castros ofrecen un entorno
momento indeterminado del Hierro Pleno. mucho más favorable para el aprovechamiento ganadero
En otros establecimientos que serán característicos de (Martín Bravo 1991), lo que en no pocas ocasiones hay
la nueva etapa parecían advertirse indicios de ocupacio que relacionar con un cambio en la concepción del hábi
nes previas, apreciación que ya reseñábamos a propósito tat y la consiguiente relocación de los asentamientos res
de algunos vasos decorados y objetos metálicos oriundos pecto a la etapa anterior (Rodríguez Díaz 1995a: 112).
de Las Cogotas y el Raso de Candeleda (vid. cap. IV). En En la cuenca media del Tajo, el horizonte del Bronce
las inmediaciones de este último llamábamos asimismo Final y de la Primera Edad del Hierro aparece relativa
la atención sobre la existencia de uno o varios núcleos mente bien documentado aunque todavía mantiene el
poblacionales a finales de la Edad del Bronce y del problema irresoluble de la descontextualización para
Hierro I; este sería el caso de "El Castañar", que se ha una gran parte de los hallazgos (Fernández Miranda y
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100%
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LJ
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10Km
100% 100%
50 o Continuidad
50
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Hierro HI
Fig. 30.-Diagrama-resumen del poblamiento vettón en el occidente de Salamanca, valle de Amblés y Falle medio del Tajo.
Porcentajes de continuidad entre los asentamientos del Hierro I y del Hierro II, y del hábitat de nueva planta en la Segunda
Edad del Hierro en las tres comarcas.
106 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Pereira 1992). Algunos yacimientos ofrecen continuidad Corvera, en Navalmoral de Béjar (Benet 1993: 341 y
con la fase del Hierro Pleno, como es el caso de las ocu Fabián, com. personal). En cualquier caso, los asenta
paciones de Arroyo Manzanas en Las Herencias mientos salmantinos que surgen en la nueva etapa repre
(Moreno 1990), El Carpio en Belvís de la Jara (Pereira sentan aproximadamente el 78% del total.
y de Alvaro 1990), Calera de Fuentidueña en Azután y Conviene insistir en el hecho de que la configuración
Talavera la Vieja (Aguilar-Tablada 1996), siempre aque del poblamiento salmantino así como su secuencia cultu
llos emplazamientos en franca relación con los vados ral ofrece una visión compleja. A diferencia de lo que
del río. Cobra así todo su sentido la amplia secuencia de ocurre en las localidades del Tormes, en las tierras más
estos sectores ligados reiteradamente a los citados acce occidentales de la provincia el horizonte del Bronce Final
sos estratégicos. Como en sus homólogos abulenses, los es virtualmente desconocido si se exceptúan algunos
sitios se ubican en alto y en llano pero, paradójicamen hallazgos metálicos aislados (Fuenteliante, Peñaparda).
te, un número importante no se rodea de murallas y sólo Las evidencias son asimismo tenues para el Hierro
excepcionalmente alcanzan un tamaño importante. Con Antiguo, aun cuando pueda pensarse en una sucesión cro
todo, podría aceptarse una cifra en tomo al 68% de asen nológica entre el poblado y el castro del Picón de la Mora
tamientos de nueva planta, dato que se incrementa al o el hecho de que algunas cerámicas a peine muy senci
80% si tomamos en consideración el poblamiento hasta llas y otros vestigios puedan elevar ligeramente la data
el Guadiana. ción del castro de Yecla la Vieja por encima del 500 a.C.
- Por último, los castros que en las cuencas del (Martín Valls 1971b: 137, 1973a: 94-95, 1986-87: 62 ss.).
Tormes, Huebra, Yeltes, Camaces y Águeda ocupan el También es verdad que faltan excavaciones y estratigrafí
centro y, sobre todo, el occidente de la provincia de as, pero los castros occidentales que genéricamente se
Salamanca -Picón de la Mora (Encinasola de los Co datan en el Hierro II no parecen tener ocupaciones ante
mendadores), Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes), Las Mer riores o por lo menos de cierta entidad. De ahí que el
chanas (Lumbrales), Castillo de Saldeana, La Plaza hecho más significativo sea que más del 84% de estos
(Gallegos de Argañán) ...- parecen corresponder a núcle yacimientos se pueda considerar de nueva planta. Hasta
os de cierta magnitud, aunque la concentración de la qué punto la revitalización del poblamiento en este sector
mayor parte en el Huebra/Yeltes y el Camaces resulta a y en este momento recibe estímulos célticos y se relacio
priori de difícil justificación (Santonja 1991: 26-27). De na con la explotación minera del territorio, es algo que
ellos apenas se dispone de otra información que no sea la queda aún por dilucidar (Salinas 1992-93: 179-180), pero
referida a sus extraordinarias defensas (Maluquer 1968; lo ci.erto es que a partir del siglo IV a.C. representan una
Martín Valls 1971b y 1973a). También algunos castros estrategia de ocupación muy particular, con núcleos pode
hunden sus raíces en la Edad del Bronce y en el Hierro rosamente fmtificados y un significativo nivel de concen
Antiguo. En estos casos su emplazamiento aparece elo tración que desentona del conjunto.
cuentemente determinado por el valle del Tormes, prin Resumiendo, la ocupación del territorio ofrece desi
cipal arteria de comunicación, lo que estaría en conso guales situaciones entre las comarcas abulenses, la cuen
nancia con las zonas de mayor presencia humana desde ca media del Tajo y las regiones más occidentales, lo que
el III milenio a.C. (Santonja I 991: 24). podría sugerir que el substrato del Bronce Final/Hie1TO I
A la vista de los datos aportados por el cerro de San ha podido funcionar con distinta intensidad en cada área,
Vicente y el inmediato Teso de las Catedrales, la capital dependiendo de factores tales como su accesibilidad e
salmantina no alberga dudas sobre la continuidad del integración en los principales circuitos de intercambio.
poblamiento, por lo menos desde la Primera Edad del Ahora bien, existe una coincidencia sustancial entre las
Hierro (Martín Valls et alii 1991: 149 ss.). La fechación diversas situaciones y áreas analizadas: a partir del siglo
de Ledesma también es segura desde este momento o IV a.C. parece producirse un notable incremento de
incluso antes. Se podría afirmar que la historia de la villa población, o, al menos, de territorio ocupado (Fig. 30).
enlaza con el Hierro pleno, a la vista del hallazgo de Dicha proliferación podemos cuantificarla en términos
cerámicas celtibéricas y a peine, aunque proceden de un globales. De los aproximadamente 136 poblados consi
nivel de revuelto que cerraba la secuencia (Benet et alii derados en el territorio vettón, algo más de un centenar
1991: 130, 136). Los materiales de la Edad del Hierro del (77%) es de nueva planta. Estas modificaciones que se
conjunto de las Paredejas/El Berrueco (Medinilla) no detectan en la región son también reconocibles en el sec
proceden de excavaciones sistemáticas pero se pueden tor oriental de la Meseta. Los datos correspondientes a
datar entre los siglos VII y III a.C. Esta última centuria los castros celtibéricos del Alto Duero ofrecen valores
también parece estar representada en el inmediato asen del 43% y del 73% para núcleos de nueva creación en los
tamiento de los Tejares (El Tejado), probablemente en siglos IV-III a.C y 11-1 a.C. respectivamente (Jimeno y
relación con el abandono paulatino del primero, hasta Arlegui 1995: 108-109). Este crecimiento resulta muy
conectar con el cambio de era (Fabián 1986-87: 285- significativo y está en clara sintonía con la intensifica
287). Otros yacimientos parecen mostrar ocupaciones ción de las explotaciones agrarias.
esporádicas y pequeños hiatus desde el Bronce y a lo Un aumento gradual debió darse en las tierras sur
largo de la Edad del Hierro, como sería el caso de La occidentales del Duero, quizás más acentuado en los
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 107
dos o tres últimos siglos antes de la Era, pero aún no 258). Por el contrario, la impresión que se obtiene en los
estamos en condiciones de discriminar cuantitativamente territorios vacceo y astur, en particular en el centro de la
todo el proceso siguiendo fases cronológicas81 • La data cuenca y en la mitad oriental de Zamora, es bien dife
ción concreta de una parte de los asentamientos puede rente. El porcentaje de poblados ex novo es muy inferior,
resultar prematura dada la falta de excavaciones para enraizando la mayoría con fundaciones del horizonte
Soto al tiempo que se produce una concentración huma
referenciar los materiales documentados en prospección,
na en grandes núcleos (Esparza 1990b: 119-120; Martín
pero simultaneando lo conocido en áreas vecinas el diag
Valls y Esparza 1992: 267-268, fig. 1; Sacristán de Lama
nóstico es favorable al citado y paulatino crecimiento et alii 1995: 358, tabla 1).
(San Miguel 1993: 31 ss.; Jimeno y Arlegui 1995: 105
Por supuesto, tras estas evidencias subyace un pro
ss.; Rodríguez Díaz 1995a; Ortiz y Rodríguez Díaz 1998:
blema importante: las analogías entre los sectores orien
tal y suroccidental de la Meseta podrían entenderse como
81 Algunos amplían su solar en un momento relativamente temprano; sería un argumento a favor del contacto entre ambas áreas. En
el caso de Salamanca, que además del cerro de San Vicente ocupa el Teso
de las Catedrales probablemente a finales del s. IV o inicios del IlI a.C. caso afirmativo habría que preguntarse a continuación si
(Martín Valls et alii 1991: 153). Bajo el punto de vista arqueológico otros el crecimiento de nuestra región comportó penetraciones
denotan un cambio de emplazamiento. La dinámica que transcurre en el
sector del Berrueco (Cancho Enamorado/Las Paredejas/Los Tejares) es
étnicas y cuál fue el peso de los recién llegados, si se
paradigmática en este sentido. Otro tanto conviene para El Picón de la trató de un fenómeno de aculturación que se vería favo
Mora, en Encinasola de los Comendadores, con el traslado del poblado recido por una estructura socio-ganadera afín, o bien
abierto al nuevo emplazamiento fortificado en un contexto de transición
al Hierro II. Con todo, sabemos de auténticas fundaciones a finales del s. ambas cosas.
IlI a.C. y en las dos centurias siguientes: El Raso de Candeleda.
Ávila/Obila, Talavera de la Reina/Caesarobriga, Talavera la Vieja/
Creo que es posible efectuar otras valoraciones a par
Augustobriga... etc. tir de este hecho:
o
HIERRO 1
• e
A
...,. S.O. MESETA
º--1111c==::i
0 20 Km
1) Este momento coincide con la puesta en valor de en el área abulense y su proyección hacia Extremadura
las posibilidades agropecuarias de la región, que habrían (Martín Valls 1985: 115 ss. y 1986-87: 70 ss.: Ro
favorecido en última instancia la ampliación del terrazgo dríguez Díaz y Enríquez 1992), la analogía que ofre
y la ocupación de nuevos suelos, intensificación en la cen los ajuares metálicos con los celtibéricos o las
que sin duda tuvo mucho que ver la forja del hierro con posibilidades de combinación de la panoplia, deben
vistas al aprovechamiento de los suelos más pobres y entenderse como una respuesta indígena a los estímu
duros de la región. Numerosos poblados fueron ocupa los célticos del oriente de la Meseta. Parece razonable
dos durante varias centurias; que las personas pudieran suponer que este fenómeno esté estrechamente inte
subsistir más tiempo en un mismo sitio implica el domi rrelacionado con el apartado anterior, aunque un sec
nio de las técnicas que conservan la fertilidad de la tierra, tor importante, la franja más occidental del territorio,
como la rotación de cultivos o la utilización de abonos no ha proporcionado información funeraria para este
(Ruiz-Gálvez 1992), presentes ya en algunos centros de momento. Es muy probable que los nuevos estímulos
la etapa anterior. actuaran con diferente intensidad en unas regiones
2) Desde el punto de vista de los patrones de asen respecto a otras más marginales, refractarias y fuerte
tamiento, es evidente que la etapa tuvo que representar mente enraizadas en el substrato.
un fuerte reajuste entre el paisaje social de los siglos Entendemos que el desan-ollo de la cultura vettona
V II-V a.C. y los nuevos modelos de ocupación territo tiene lugar a partir de contextos culturales anteriores,
rial. La distribución de los poblados oscila ahora entre como se desprende del discurrir estratigráfico de algunos
los cinco y los diez Km. de distancia al vecino más yacimientos. Ahora bien, algunas diferencias son muy
próximo (Fig. 31 ). El dato es suficientemente expresi significativas entre los mapas del Hierro I y II: a) el tras
vo y difiere respecto de las teóricas estructuras territo lado o abandono de los centros de riqueza más importan
riales del Hierro I (10/20 Km.). Algunos asentamientos tes, b) un marcado incremento en el número y tamaño de
jerarcas de la etapa anterior sobreviven, pero la mayo los asentamientos fortificados, c) distintos modelos de
ría se abandonan o pierden relevancia en el territorio. ocupación a nivel regional y d) evidencias claras de rela
Las soluciones son varias y bien detectables a escala ciones jerárquicas y especialización entre los sitios.
comarcal, como más adelante tendremos ocasión de A juzgar por los datos disponibles no es del todo
ver, pero lo que el registro arqueológico sugiere es una excluyente la idea de la arribada de nuevas gentes,
nueva y densa red de poblamiento que está reflejando, cuy0 impacto debió ser limitado en cuanto a volumen,
en unos casos la emergencia, y en otros la vitalización, como corresponde por otro lado a un territorio donde
de comunidades con una mayor capacidad política y no llegaron a establecerse enclaves a costa de la absor
socio-económica. ción, expulsión o eliminación de las poblaciones
3) La irrupción de nuevos poblados en la Vettonia autóctonas. Este marco de referencia sería factible con
no parece acompañarse del abandono sistemático de la idea de casos deliberados de sinecismo y fundacio
los anteriores, dato este que obliga a prescindir de la nes ex novo en territorios alejados, acorde a concep
simplista ecuación Hábitat ex novo = Discontinuidad ciones sociales e ideológicas de indiscutible tradición
del poblamiento; más de la mitad de los antiguos céltica (Almagro-Garbea 1994a: 30-31). Pero frente a
emplazamientos, en torno al 60%, ha proporcionado un "modelo demográfico" de connotación invasionista,
las típicas cerámicas a torno decoradas con pinturas. según el cual habría que considerar el surgimiento ele
No parece que estemos ante restos circunstanciales y el una parte de los castros occidentales como un auténti
hecho de que en algunos yacimientos el substrato del co fenómeno de colonización externa. es más realista
Hierro Antiguo sea importante reafirma con nitidez la un "modelo socio-económico" de alta capacidad ex
continuidad del proceso. Pero si la nueva situación no pansiva, como el propuesto por Ruiz Zapatero (1995:
debe valorarse como una arribada masiva de "colonos" 33-34) para los grupos de tradición de Campos de
que levantan poblados a la vez que destruyen los ante Urnas y que pienso puede adaptarse perfectamente al
riores, tampoco es menos cierto que en muchos casos ámbito vettón y lusitano (Fig. 32). Incluso con una
se trata de asentamientos de nueva planta; a la vista ventaja añadida. al tratarse de una zona muy favoreci
está el nutrido número de castros que pueblan el suro da por el medio ambiente pastoril (Almagro-Garbea
este de la Meseta frente al panorama que ofrece el 1991b J. De alguna manera. la movilidad implícita en
territorio en los siglos precedentes. Desde luego todo comunidades de fuerte componente ganadero pudo ser
ello implica un crecimiento, no sólo en cuanto al el mecanismo ele expansión y. al mismo tiempo, de
número de habitantes, sino también en lo que se refie comunicación y cohesión.
re al desenvolvimiento de las actividades económicas, El proceso de celtización y su vertebración en la
más diversificado, como se infiere de los modelos de secuencia arqueológica del occidente de la Meseta impli
asentamiento. caría entonces: a) una economía mixta, que se expresa
4) Otro aspecto a destacar sería la expansión del bien en un aprovechamiento agrario diversificado y una
nuevo ritual de incineración asociado a necrópolis ganadería especializada de tipo extensivo, probablemen
amplias y bien diferenciadas. La adopción del ritual te asociada a mejoras tecnológicas como el arado, el
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 109
policultivo, la explotación de la sal y la metalurgia del mapas 2-3; Albertos 1983 y 1990; de Hoz 1993: 366 ss.)
hierro, b) la transformación del sistema de propiedad, así como una teonimia característica de las regiones occi
con el amurallamiento de los poblados 82 y otras fórmulas dentales, del tipo Bandue, Navia, Reve- o Coso-, que
de planificación del espacio que posiblemente incluirían demostrarían su celtización religiosa (Untemrnnn 1985;
la parcelación de tierras y pastizales. ye) una organiza García Fernández-Albalat 1990).
ción social jerarquizada de tipo gentilicio, bien eviden Por qué una transformación de estas características
ciada en la aparición de armamento de prestigio y de gru tuvo lugar a partir de mediados del primer milenio es un
pos de enterramientos diferenciados. tema abierto a la discusión. Desde luego la cuestión bási
Este modelo teórico, con pequeñas e intermitentes ca para entender el devenir de las sociedades prerroma
aportaciones humanas pero de fuerte impacto socio-ideo nas radica en la interrelación e interacción de factores
lógico. resulta todavía más eficaz si atendemos al plante indígenas y externos. Queda claro que una compleja
amiento de Almagro-Gorbea (1991b, 1992 y 1993b) secuencia de acontecimientos entre el 550 y el 450 a.C.
sobre la posible afinidad de estos grupos con un substra inaugura un drástico cambio en las relaciones entre la
to cultural anterior, considerado protocelta y conservado Europa Céltica y el Mediterráneo, el más importante de
en el occidente de la Meseta, aunque también con indi los cuales fue la expansión griega a costa de las talaso
cios del mismo en el área celtibérica. Dicho substrato ha cracias púnica y etrusca (Nash 1985: 55 ss.; Cunliffe
sido relacionado por el autor con determinados elemen 1988: 33-35 y 1998). Las primeras víctimas de estos
tos lingüísticos indoeuropeos, como los que conservan la enfrentamientos fueron las poblaciones del interior por
P inicial que habría perdurado en la lengua Lusitana83 , su dependencia con estas redes comerciales. Las antiguas
además de otros elementos socioculturales e ideológicos, jefaturas hallstátticas habrían perdido así su tradicional
por ejemplo los santuarios rupestres o ciertas divinidades función de mediadoras entre el mercado mediterráneo y
arcaicas (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993: 204 las sociedades guerreras celtas de su hinterland, siendo
ss.). Hay que admitir que la contrastación de alguno de éstas últimas las grandes beneficiadas por su capacidad
estos aspectos está todavía severamente limitada por la de expansión.
escasez de datos y no permite mayores precisiones, pero En un intento de adecuar este fenómeno al contexto
esta hipótesis permitiría entender mucho mejor la rápida peninsular, se ha llegado a plantear la posibilidad de que
expansión y aceptación del modelo y el fuerte creci la desaparición de Tartessos tuviera consecuencias nega
miento experimentado a partir de los siglos V-IV a.C. tivas para el oeste de la Meseta, al afectar a las redes
bajo la presión del mundo celtibérico. comerciales de intercambio que discurrían por la vía de
Desde el punto de vista arqueológico, el hallazgo de la Plata (Burillo 1987: 84 y 1989-90: 95 ss., 110-111;
elementos de la cultura material céltica en áreas no Romero y Jimeno 1993: 200; Rodríguez Díaz 1994b). La
estrictamente celtibéricas, como evidencia la dispersión ausencia de importaciones orientalizantes explicaría de
de las espadas de antenas y los puñales biglobulares en alguna manera el colapso económico y comercial de las
las necrópolis vettonas o las fíbulas de caballito, sería un estructuras territoriales y de los centros jerarcas del
indicio más de una celtización de efecto acumulativo en Guadiana y su proyección hasta el norte del Tajo. Los
estos territorios occidentales, a partir de un complejo cambios en la estructura de las relaciones políticas y eco
proceso de evolución (Almagro-Gorbea 1993b: 154-158; nómicas entre estas poblaciones y el Mediodía peninsu
Lorrio 1997). Con posterioridad, al tratarse de elementos lar sirvió para trastocar los patrones de contacto estable
propios de sociedades celtas más evolucionadas, cabría cidos, el más importante de los cuales sería el abandono
considerar la generalización de genitivos de plural indi de un comercio especializado a larga distancia que había
cativos de la estirpe y la difusión del antropónimo vinculado a fenicios y tartésicos con el territorio extre
Ambatus, tal vez relacionado con la clientela militar meño y las poblaciones ganaderas más septentrionales.
(Almagro-Gorbea y Lorrio 1986: mapa 5; Almagro Los poblados de altura sólo prolongarían su existencia en
Gorbea 1994a: 46). Otras referencias onomásticas de los casos más relevantes desde el punto de vista estraté
gran interés, que evidencian la emigración de gentes cél gico, a la vez que poblaciones ganaderas comenzarían a
ticas en Vettonia y Lusitania, vendrían avaladas por la proyectarse hacia el sur en este momento (Rodríguez
distribución de los antropónimos Celtius y Celtibero los Díaz 1994a: 118-119), emancipadas de su tradicional
topónimos en -briga (Almagro-Gorbea y Lorrio 1986: dependencia y beneficiadas del "vacío" de poder en los
antiguos territorios. Con todo, la interpretación es dema
so La generalización de la planta rectangular y la complejidad de otras siado sencilla y otros factores de índole económica y
e¡;;tructuras doméstica� conectaría bien con este momento. La forma demográfica también debieron tener lugar. Por ejemplo,
arquitectónica interviene teóricamente como un exponente del desarrollo
de la propiedad privada y de la especialización. que en última instancia el concepto de "crisis'' en el caso andaluz ha merecido
estimularían la economía de los poblados (Vela Cossío 1995: 263-26-+). una reconsideración a la luz de otros posibles modelos
Funcionalmente se adapta mejor a las nuen,s necesidades defensivas de
los castros. facilita la compm1imentación interna para el almacenaje de (Cunliffe 1995: 19-20), y estoy completamente de acuer
excedentes y favorece el incremento demográfico por su mayor capaci do con Kurtz (1995: 36-37), refiriéndose no obstante a la
dad de agre<>ación (Redman 1990: Vela Cossío 1995). crisis de los principados hallstátticos, en el problema de
" Sobre la �pr.;'blemática que rodea a la oclusiva labial sorda /p/ y sus posi
bilidades de interpretación. véase de Hoz ( 1993: 380 ss. ). sobrevalorar el papel del comercio a costa de otras cau-
110 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
SOCIAL
TECNOLOGIA
• metalurgia
de
hierro
80
60
40
20
Valle Ambles Valle del Tietar Valle del Tajo 0cc. Salamanca
Fig. 32.-Modelo socio-económico de alta capacidad expansiva propuesto por Ruiz Zapatero ( 1995) para los grupos de tra
dición de Campos de Urnas. Un modelo análogo explicaría la evolución y el nuevo patrón de poblamiento del occidente de la
Meseta en el marco de la celtización.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 111
sas internas gestadas en la propia sociedad, como por crecientes redes de intercambio entre las comunidades de
ejemplo las que se derivan de la propia evolución de las la Meseta. La necesidad de controlar y almacenar los
estructuras de poder. excedentes desembocará entonces en la vitalización pau
El modo más simple de explicar el nuevo patrón de latina de determinados núcleos (oppida) en las principa
ocupación sería suponer que estamos asistiendo a una les vías de comunicación, tanto en las márgenes de las
profunda reorganización del concepto de propiedad de la sierras como en las cuencas fluviales. Y es muy probable
tierra (Cunliffe 1990: 335). Bajo el punto de vista ar que paralelamente a este proceso haya que explicar la
queológico la evidencia más importante en el occidente aparición de otros centros menores más subordinados
de la Meseta estriba en el contraste entre los pocos asen -las pequeñas aldeas del llano- que explotarán los terri
tamientos estables con anterioridad al 500/400 a.C. y el torios de la vega para beneficio de los primeros.
nuevo paisaje social. Si ello responde a un rápido incre
mento de población, previamente habría exigido una reo
rientación en el uso de la tierra y de sus excedentes. La 2. Los Oppida
relevancia de esta etapa se vería asimismo refrendada
con los distintos recintos fortificados que se suceden en La emergencia de grandes centros fortificados en la
el espacio y en el tiempo, cerrando espacios que pudie Europa Templada a comienzos del siglo II a.C., ha sido
ron haber estado en uso desde fases precedentes y abar tradicionalmente considerada como la primera aparición
cando núcleos de gran magnitud, todo lo cual habría exi de ciudades en estas regiones del continente (Cunliffe y
gido un considerable esfuerzo comunitario, organizado Rowley 1976; Collis 1984; Wells 1984; Audouze y Buch
bajo las directrices de alguna forma de autoridad. Esta senschutz 1989; Cunliffe 1994). Teóricamente el concep
necesidad de definir nuevos espacios y territorios, acen to de oppidwn (Buchsenschutz 1988) debería construirse
tuada por una población en aumento, podría entenderse a partir de las referencias de Julio César en su Guerra de
como el paso de un sistema donde el poder se alimenta las Galias (58-50 a.C.) sobre los centros de habitación
de la adquisición, intercambio y disfrute de objetos de galos (Komemann 1942). Sin embargo, las referencias de
prestigio, a otro donde el "prestigio" descansa en el con César no resultan demasiado claras (Noché 1973), hay
trol de la tie1Ta y en su capacidad productiva. que tener en cuenta que debieron existir motivaciones
La lectura que podría perfilarse entonces para el políticas por parte del autor que distorsionan su discurso
ámbito de Cogotas II es que cada valle contaría con una (Buchsenschutz y Ralston 1986) y por último debemos
unidad de poblamiento, con personalidad específica y recon0cer que a veces resulta difícil identificar en el
más compleja que la etapa precedente. Sin embargo se registro arqueológico el concepto teórico de oppidum
trata de una ocupación sistemática muy selectiva, toda (Ralston 1992). A estos problemas habría que sumar ade
vez que grandes comarcas como el Campo Arañuelo, la más las características etnoculturales de cada región, que
penillanura Trujillano-Cacereña, las tierras sedimenta no siempre se corresponden con la magnitud de estos
rias del sur y este de Salamanca y el norte de la provin asentamientos (Almagro-Garbea 1994a; Almagro
cia de Ávila están escasamente habitadas. ¿Existió real Gorbea y Dávila 1995) y el sesgo de las excavaciones,
mente este contraste o no pasa de ser un hecho coyuntu que raras veces consiguen exponer una superficie impor
ral agravado por el nivel de la investigación? Las facili tante de los sitios.
dades de explotación agrícola que ofrecen algunos de En cuanto a las funciones de los oppida dentro de las
estos territorios podrían haber influido en el arrasamien sociedades de La Tene Final, se ha supuesto que fueron
to de pequeñas estructuras de la Edad del Hierro, pero el centros de organización política (Crumley 1974; Nash
fenómeno es demasiado general como para considerarlo 1976), centros industriales con ocupación especializada
producto de la casualidad. (Henderson 1991; Haselgrove 1995) y centros comercia
Triunfa, en definitiva, el modelo que mejor se adapta les (Alexander 1972; Frey 1984; Wells 1984). Siempre se
a los movimientos trasterminantes del ganado. No se ha asumido que estos asentamientos tenían unos rasgos
renuncia a explotar las pequeñas vegas en consonancia comunes y uniformes. Pero como muy bien ha señalado
con las necesidades agrícolas de los poblados, además de Woolf (1993 ), los oppida no constituyen una categoría
la huerta para la subsistencia familiar. Incluso hasta cier analítica útil ya que difieren en tamaño. forma, función y
to punto se podría afirmar que existe un interés por ocu cronología. Y comenzar su estudio enfatizando el carác
par o controlar estos suelos productivos, pero queda claro ter urbano es una manera errónea de aproximarse al
que las grandes extensiones agrícolas no se aprovechan, tema. La discusión sobre los orígenes del urbanismo no
en clara contraposición al modelo vacceo, concentrado y puede hacerse desde unas categorías generales y univer
en los terrenos más fértiles. En nuestro caso podríamos sales, con patrones uniformes en los que los casos empí
defender una economía diversificada con un fuerte com ricos encajan o no (Hill 1995). De hecho, la organización
ponente ganadero, que en última instancia habría favore interna de los oppida puede decimos mucho más sobre
cido y necesitado de la ocupación de nuevos pastos y por los tipos de sociedad de finales de la Edad del Hierro que
tanto de nuevos territorios. En esta intensificación debió sobre si estaban o no urbanizados (Woolf 1993: 229;
influir el aumento de las demandas suscitadas por las Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995). Por ejemplo, es
112 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
sintomático que muchos de los trabajos recientes más ningún otro contacto8". Sin descartar que las provincias
importantes aborden el estudio de su organización y de Ávila y Salamanca se viesen afectadas, la acción
estructura social (Arnold 1991; Daubigney 1993). romana se limitó en esta primera fase a un reconoci
Esta aproximación parece mucho más productiva, y miento general de la zona (Wattenberg 1959: 32-33)85•
no resulta exagerado afirmar que el desarrollo de mode c) Las fuentes literarias griegas y romanas mencio
los útiles para el estudio de la organización social de las nan la existencia de grandes centros a comienzos del
diferentes comunidades europeas es el gran reto de la siglo II a.C. Cabría así partir de una data antequenz para
arqueología de la Edad del Hierro (Wells 1990: 452). su construcción (Almagro-Gorbea y Lorrio 1991: 36-37;
Almagro-Gorbea 1995a: 188 ss. ), pudiendo encontrar
sus antecedentes en la organización del territorio con
2.1. La documentación histórica y arqueológica anterioridad a la conquista.
d) Debido a su importancia social y económica,
El desarrollo de los grandes oppida vettones coincide sabemos que algunos poblados del interior estaban ocu
con la entrada de la Meseta en el registro histórico, en un pados desde varias centurias atrás. No siempre concurren
contexto de inestabilidad general inducido por la presen en un mismo emplazamiento buenas condiciones para la
cia en la región de los ejércitos púnicos y romanos. defensa -de admitir por ejemplo una funcionalidad estra
Murallas de nuevo cuño y aparejo ciclópeo (La Mesa de tégico-militar- y fáciles condiciones de accesibilidad
Miranda, Villalcampo), un incremento muy significativo (Collis 1984), y, en estos casos, las evidencias más anti
del espacio ocupado (Ulaca, Las Cogotas, Salamanca) y guas documentadas en el interior de las viviendas o en
centros fortificados ex novo (El Raso de Candeleda), los ajuares de las necrópolis tampoco implica necesaria
corresponden a este momento de inseguridad y son un mente una cronología similar para las murallas.
buen exponente de los cambios que tienen lugar en los Todo esto implica que entre los poblados de comien
dos últimos siglos antes de la era, ejemplos todos ellos zos de la II Edad del Hierro y los grandes oppida con
esgrimidos para este postrer momento de la cultura indí temporáneos de la conquista romana tuvieron lugar cam
gena (Martín Valls 1985: 129 y 1986-87: 81-82; Esparza bios fundamentales en el seno de las comunidades indí
1987: 375 ss.; Martín Valls y Esparza 1992; Moret 1991; genas, tal vez el paso de un nivel de organización tribal a
Álvarez-Sanchís 1993a). Las implicaciones teóricas que otro más amplio de connotaciones étnicas, lo que en últi
todo esto conlleva son que una parte de los asentamien ma instancia explicaría su difusión a escala supraregio
tos, o de las reformas llevadas a cabo en los mismos, fue nal. Para que estas modificaciones se llevaran a buen tér
ron establecidos por razones defensivas en un momento mino era necesaria una infraestructura demográfica y
concreto en el tiempo y que una parte de la población económica importante; desde el momento en que el nivel
dispersa que residía en la región con anterioridad se tras de desarrollo podía sostener un sector de población no
ladó al interior de las defensas. Sin embargo, hay que dedicado en exclusividad a la producción de alimentos,
tener presente también que: podría invertirse más energía humana en operaciones
a) Pocos yacimientos identificados como oppida han destinadas a concentrar hombres y recursos para alzar o
sido objeto de excavación sistemática y la mayoría se ha modificar, en poco tiempo, estos imponentes núcleos. La
estudiado desde el punto de vista de sus defensas más cuestión no es baladí; en el occidente de la Meseta con
que de su organización interna. Púnicos y romanos po tamos con yacimientos cuyas referencias, arqueológicas
tenciaron las necesidades defensivas pero éste es uno y literarias, dan cuenta de su magnitud con anterioridad
más de los rasgos a considerar en la valoración de estos a romanos y cartagineses.
centros. Este momento coincide con un proceso de cre De la toma de Salmantica por Aníbal en el año 220
ciente jerarquización entre los asentamientos, en el sen a.C. hablan cuatro autores: Polibio, Tito Livio. Plutarco
tido de que sólo unos pocos sufren importantes transfor y Polieno (Bejarano 1955: 89 ss.), de cuyos testimonios
maciones que revelan complejas formas de organización literarios merecen destacarse tres hechos. 1) la defini
territorial. ción que se hace de este núcleo como "ciudad grande"
b) La erección de defensas no implica necesaria
mente acontecimientos bélicos de gran magnitud. Si '" Episodios puntuales. como la campaña de L. Postumio en el 179 a.C.
contra lo� yacceo� a través de territorio lusitano pudieron incidir en la�
excluimos la errónea noticia de Cornelio Nepote defensas de los castros (Martín Valls 1985: 129 y 1986-87: 81-82).
(Hamilcar 4,2) sobre la muerte de Amílcar (Roldán Tampoco hay que excluir la pérdida de información escrita sobre esos
Hervás 1968-69: 93) y la mención de Salmantica a raíz años. Livio principalmente (De Francisco 1989: 62). circunstancia que
podría condicionar la visión de relativa calma que se tiene de este
de las campañas de Aníbal, el primer testimonio conoci periodo.
do de los vettones se refiere a los años 193-192 a.C. a �� En parecido:-. términos. también 3e han pm,tulado en diversa� ocasiones
para el origen de lo� oppida europeos conflicto'.'.-. militare\ con Romano..,_
propósito de las incursiones de M. Fulvio contra los car Germanos. Cimbrios y Teutones. Collis (198-l: 7-l-77), sin embargo.
petanos (Liv. 35,7,6 y 35,22,5). Desde ese momento y señala que la amenaza romana cuenta con escasos indicios en el centro
de la Galia, una de las zonas posiblemente más vulnerables. y advierte
hasta las guerras celtibérico-lusitanas del 154-133 a.C., como Bibracte y Vesontio ya eran grandes ciudades cuando Cé�ar llegó
casi cuarenta años después, las fuentes no mencionan en el 58 a.C..
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 113
o "ciudad grande de Iberia'' (Polieno 7,48; Plutarco en el momento de la expedición anibálica; sus habitan
m u!. uirt. j X6 , 2) los acontecimientos que se describen tes son referidos como oppidani (Livio 21,5) y se habla
durante su conquista, en particular la mención de expresamente de la populosidad de la ciudad como una
Plutarco a propósito de una posible zona extramuros o de las causas que hizo difícil su conquista (Polibio
barrio apartado del centro principal. con lo que hay que 3,14.1).
suponer un emplazamiento relativamente extenso y Los dos primeros recintos de La Mesa de Miranda
diferenciado, y 3) la cita de Livio (21,5) cuando señala -19 de las 30 Has. que abarca el asentamiento- fueron
que la ciudad fue tomada por asalto, de donde se ha interpretados como zonas residenciales. pero la mayor
deducido la presencia de un conjunto fortificado, hecho parte de los vestigios se circunscriben al primero o acró
parcialmente constatado si tenemos en cuenta que en el polis principal (Molinero 1933: 425-426; Cabré et a/ii
Teso de las Catedrales se halló la base de un posible 1950: 15-17)89. En el tercer recinto se atisba la carencia
recinto murado, con grandes bloques de granito en casi absoluta de cimentaciones de edificios; la abundan
seco, sobre el que apoya un nivel fechado en los siglos cia de pastos y el hallazgo de una escultura de verraco no
III-II a.C. (Martín Valls etalii 1991: 155). El dato lleva sería excluyente con la idea de cercados para el ganado
a proponer corno term inus ante quem para esta defensa (Molinero 1933: 427). Estos datos evidencian una teóri
la expedición del general cartaginés (Martín Valls y
ca diferenciación desde el punto de vista espacial e
Esparza 1992: 268 ) 87.
implicarían que el asentamiento no era sólo una aglome
Si en la tercera centuria el núcleo salmantino pre ración de casas o establos, sino que estaba dividido en
senta un tamaño apreciable -en torno a las 20 Has.- es áreas específicas (Fig. 33). Si atendemos a los materiales
casi seguro que por e�tas fechas el oppidwn vacceo de de la necrópolis, con cerámicas análogas a las recogidas
Arbucale, al sur del Duero pero limítrofe con los vet en el interior del castro (Cabré etalii 1950: 22), se podría
tones. también esté plenamente afianzado en la zona. afirmar que los dos primeros recintos ya estaban en uso
Su emplazamiento parece corresponderse seguramente con anterioridad a las primeras campañas romanas.
con el cerro de El Viso88 , dos kilómetros al este de la Desde luego coetáneos a los acontecimientos que se
localidad zamorana de Bamba, término municipal de suceden por esta época en Salmantica, abarcando el
Madridanos (Martín Valls I 973b: 403-405; Martín oppidwn una superficie con pocos paralelos conocidos
Va!ls y Delibes 1980: 126-128; Martín Valls y Esparza en la Meseta.
1992: 268 ). Vestigios de la Segunda Edad del Hierro
ocupan buena parte de su solar, aunque la ocupación Otro tanto puede decirse para el yacimiento abulen
inicial del teso se remonta a un momento impreciso del se de Las Cogotas (14,5 Has.), con doble cinturón amu
Primer Hierro (Esparza 1990b: 113-115 y 1995: !07- rallado, donde recientes excavaciones en la zona SO.
!08). Según se deduce de las fuentes (Bejarano 1955: del segundo recinto (Fig. 34)9º permitieron documentar
98-100, 116) Arbucale era aún mayor que Salmantica una superficie con diversas áreas especializadas de inte
rés colectivo fechables en los siglos III y II a.C.: un
"' No excluye Beprano (1955: 116) la posibilidad de que éste fuera un dato
gran basurero. un pavimento de piedra en conexión con
que constaha en tucntc cartagine�a. de donde derivan en última instancia la muralla y un taller de cerámica. Pequeños sondeos
las que manejó Plutarco en su texto -con todo. la noticia más detallada efectuados junto al camino que atraviesa el recinto pro
que tenemos sobre Salamanca c:n la antigüedad-. pudiéndose pensar que
\U fuente origmaria :-.e ba�ara en Filino de Agrigento, quien rcpre�enta la baron la existencia de estructuras de habitación. La
tendencia más favorable a Aníbal. Así. el dato de la importancia de importancia económica de este sector y el potencial
Salamanca contribuiría a en'-lalzar la figura del cartaginé�. Tampoco hay
que descartar. en ocas10nes. que las fuentes latinas concedan el título de peligro que debió suponer la presencia cartaginesa o las
ciudad a poblados de escasa importancia. y así sobredimensionar el valor primeras campañas romanas a comienzos de la segunda
de su conquista (González-Cobos 1989: 95). De hecho. la administración
romana llegó también a con,;;iderar cmdadc<., a comunidade:-. que todaYía centuria, tendría su consecuencia más inmediata en la
no habían desarrollado semejante rango (Salinas 1982a: 37). erección de este nuevo recinto murado que, no obstan
'º Es más. el hallazgo de cerámica a peine y acanalada en la base de una te, encerraría una superficie posiblemente en uso en el
potente secuencia c:-.trat1gráfica de la exca\"ación reali1ada en el Teso de
las Catedrales. podría evidenciar una ocupación temprana del lugar poblado desde años atrás (Ruiz Zapatero y Álvarez
(Martín Val!,, el a/11 1991: 153 ss.) a partir del primitivo asentamiento Sanchís 1995: 221-222).
del Cerro de San Vicente. Esta misma asociación se documenta. con
una c;rntax1� decorattva \tm!lar y junto a una fíbula anular y cerámica a Al hilo de estos argumentos, queda clara la existen
torno. en l.i tumba 59 de la necrópolis del Ra,o de Candeleda. datada
en el tránsito de los siglos IV-lll a.C. (Fernández Gómez 1986: 681-685
cia de comunidades que ya eran grandes centros cuando
y 87-1--875).
" En cuyas inmediaciones se sitúa el importante núcleo romano de El Alba. '" Se delimitaron tres viviendas. de dimensiones distintas. aunque el interior
identificado con la mansión de Albocola o A/bocel/a. heredera del núcleo apenas se excavó (Cabré el alii 1950: 22-23). También se alude a una
indígena (Martín Valls y Delibcs 1980: 126-127 y 1982: 6-1--65), frente a posible casa junto a la toJTe E del segundo recinto ( 1950: 27).
las teorías que defendían la conveniencia de situarla en Toro (Wattenberg 1
'" La construcción de una presa. cuyo estribo izquierdo y aliviadero se apo
1959: 68-69; González-Cobos 1989: 99). Tal fue también durante un yan en la zona inferior de la ladera este del castro, determinó que una
tiempo la postura de Martín Valls y Delibes (1977: 306-39 y 1978b: 341- parte del yacimiento. cerca del 30% del segundo recinto amurallado
3-1--1-J apoyándose para su identificación en vestigios de la Edad del conocido como ··encerradero de ganado", quedaría afectado por las agua�
Hierro. A título ilustrativo, merece también señalarse como Arburn!e del embalse. En 1986. casi seis décadas después de los trabajos llevados
llegó a ser identificada en alguna ocasión. basándo�e en el �ignifica<lo eti a cabo por Cabré ( 1930). se reanudaron las excavaciones arqueológicas
mológico de la palabra. con el castro de La Mesa de Miranda (Campos en la zona que iba a quedar anegada por las aguas (Mariné y Ruiz
19-l-9a y l 9-l-9b: o. cit. en Cabré el a!ii 1950: 10 ss.. nota 2; ,·id. Molinero Zapatero 1988: Alonso Hernández y Benito-López 1992: Alvarez
1958: 22-23). Sanchís 1993a: Ruiz Zapatero y Alvarez-Sanchís 1995).
114 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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o 200 m.
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Fig. 33.-0ppidum de La Mesa de Miranda, en Chamartín de la Sierra (Ávila): l. Foso; 2. Campo de piedras hincadas;
3. Necrópolis. (Alvarez-Sanchís 1993, a partir de Cabré et alii 1950).
arribaron a la zona los grupos citados91 • Este plantea bajos por B. Cunliffe (1976, 1984, 1994 y 1998), res
miento enlaza bastante bien con la sugerencia inicial de pecto al hecho de vincular los oppida con el alto nivel
D. Clarke (1972), seguida y desarrollada en varios tra- alcanzado por las sociedades de la Tene final. represen-
91 Análogamente, podrían considerarse los indicios de jerarquización que ofre evidenciados en las fuentes a propósito de ciudades celtibéricas como
cen las fuentes clásicas para otros centros de la Meseta (Salinas 1986: 86- Cmnplega y Segeda (Apiano lber., 42-44: Diodoro 31.39). No es una caqia
87: Almagro-Gorbea y Lorrio 1991). En el primer testimonio de contacto lidad que los romanos en sus campañas militares seleccionen estos impor
con los vellones (193-192 a.C.), la ciudad carpetana de Tole1w11 aparece tantes núcleos en función de su alto valor estratégico (Martín Valls y
citada como oppidwn y como pan•a urbs (Livio, 35,7 y 35,22). Destacable Esparza 1992: 267). Otro hecho de singular interés es la orden dictada por
es asimismo la referencia del 182 a.C. al oppidum de Urhicua, a la urbs de Catón en el 195 a.C.. dirigida a los indígenas para que derriben sus murallas
Contrebia Carbica un año más tarde, o a la potens civitas de Ergavica en el (Knapp 1977: 46 ss.). El valor de este dato descansa no sólo en el hecho de
179 a.C. (Livio 40.16: 40.33 y 40.50). Casi tres décadas después, la ciudad que se refiera expresamente a todas las civitates vencidas (Frontino 1,1,1),
lusitana de Oaxthraca aparece citada como polis (Apiano 10.58). Cuanto sino a la importancia que concede a sus defensas. Lo que no es óbice para
antecede se observa de modo análogo en otros enclaves del interior. que en que desde el s. 11 a.C se reparen, amplíen o construyan nuevos recintos. Los
última instancia acaban convirtiéndose en Cauca, Pal/antia, lntercatia, pactos firmados con Sempronio Graco ( 1 80-179 a.C) comprometiéndose
Septimanca, Numantia, Termes, o Uxama, a los que tradicionalmente se ha los indígena� a no construir nuevas murallas es muy significativo. Si es
considerado siempre como ciudades. En relación con la construcción y necesario dictar una orden para que no se levanten murallas, es porque se
ampliación de (Almagro-Gorbea y Lorrio 1991:37: vid. Frey 1984:26), bien están levantando (Femández Gómez 1986: 518-519).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 115
tando un paso más en la jerarquía del asentamiento a tos prehistóricos resulta extremadamente compleja
partir de los castros fortificados. Desde luego la explica (Jacobsen 1984-85; Cunliffe 1985; Hill 1995). Muchas
ción del fenómeno no obedece a una singularidad veces el carácter urbano se ha destacado buscando en
(Collis 1984: 65 ss.). Cabe sospechar que la presión estos oppida elementos del mundo urbano mediten-áneo
interna y los conflictos entre grupos, un conflicto que -trazado regular, ban-ios diferenciados, construcciones
probablemente tenga mucho que ver con la formación monumentales, templos, foros públicos- pero no se ha
de etnias y estados tribales en la Segunda Edad del tenido en cuenta la posiblidad de que existiera, como en
Hien-o, esté detrás de este acontecimiento, suceso que a el Mediten-áneo, un concepto ideológico de "ciudad". En
la postre se vería acentuado con la presión militar de los tal sentido, la propuesta reciente de Almagro-Gorbea
Bárquidas y la conquista romana. Las fuentes históricas sobre el caso de Mont Beuvray merece una seria consi
distinguen diversas etnias y en este sentido también es deración (Almagro-Gorbea y Grand-Aymerich 1991:
factible extraer algunos datos. Por ejemplo, la diferente 206 ss.) y abre una perspectiva inédita para la interpreta
designación de Salmantica, vaccea durante la campaña ción del poblamiento céltico en Europa.
anibálica del 220 a.C. (Polibio 3,14; Livio 21,5) y vetto En este apartado me centraré en dos de los rasgos más
na con posterioridad (Ptolomeo 2,5,7), contrariedades significativos de estos centros: el patrón de poblamiento
explicables al tratarse de una ciudad fronteriza (Be regional y la configuración interna de los poblados. Y
jarano 1955: 116-119; Roldán Hervás 1968-69: 89), trataré de demostrar:
podría valorarse en un marco de enfrentamientos inter
1) que puede rastrearse un sistema de poblamiento
étnicos92. Un fenómeno en cierta manera análogo se re
regional jerarquizado, con una presumible dife
gistra en Sentice, al sur de Salamanca según el Itinerario
renciación funcional y especialización entre los
de Antonino (434,3) pero referida como vaccea por
sitios. Con todo, hay que subrayar las limitacio
Ptolomeo (2,6,49), y en Capara (Cápan-a), citada como
nes de la investigación arqueológica, especial
vettona y también lusitana por Ptolomeo (2,5,6-7)93.
mente en lo que refiere a los pequeños hábitats
Desde luego los límites entre etnias debieron oscilar,
abiertos en llano;
aunque a veces se intenta salvar esta dificultad supo
niendo, hecho por otro lado no infrecuente, la existencia 2) que algunos asentamientos vettones ofrecen una
de dos ciudades homónimas (Roldán Hervás 1968-69: organización socio-económica específica, con
92-93; Sayas y López Melero 1991: 76) o bien dos asen una diferenciación de actividades por zonas y
tamientos próximos, uno de los cuales habría sido fun muy probablemente también por clase social. Esa
dado a partir de otro más antiguo de origen pren-omano misma organización jerarquizada del espacio
(Cen-illo 1994: 150). tiene su con-espondencia en el análisis sociológi
Resulta evidente que estos yacimientos han propor co de los enten-amientos de sus habitantes, dato
cionado pruebas de su ingente actividad, pero, como es sobre el que incidiremos posteriormente.
lógico, en un proceso llevado a veces sin solución de Ambos aspectos apuntan hacia un modelo de organi
continuidad resulta difícil advertir el proceso formativo y zación "urbana" desde la perspectiva del mundo céltico
discriminar, a partir de los restos hallados, qué parte de en los siglos previos al cambio de Era. El modelo se ori
las actividades se adscriben al yacimiento desde sus gina como resultado interno de los procesos econó
comienzos y cuáles pertenecen a la fase final. No obs micos, sociales y políticos. Es un fenómeno completa
tante, si tomamos como paralelos los oppida europeos, mente nuevo en la Prehistoria reciente de la región y
los restos de cultura material demuestran que las manu rompe con las formas de vida tradicionales de las socie
facturas se harían a una escala nunca alcanzada con dades agrarias y pastoriles del último mileno antes de
anterioridad (Collis 1984; Wells 1988; Woolf 1993). Cristo.
Ahora bien, la definición de urbanismo en estos contex-
92 Sin olvidar los riesgos que se derivan del hecho de utilizar fuentes cro 2.2. El patrón de asentamiento
nológica y conceptualmente tan distintas (Sánchez Moreno 1995b: 486-
487).
•n fa posible incluso detectar un fenómeno parecido en los poblados del Alto Ante la falta de prospecciones intensivas vamos a
Duero atribuídos a pelendones y arévacos, dualidad acuñada en la dispa referirnos brevemente a unas áreas específicas donde la
ridad geográfica y económica de los territorios ocupados. con líneas de
castillos fronterizos en vigilancia sobre tierra sometida (Jimeno y Morales información es de relativa calidad. Estas áreas son el
1993: 148-150). La expansión de los gmpos arévacos a costa del territo valle de Amblés, el occidente de la provincia de Sala
rio castreño atribuído a los segundos podría ser coherente con esta idea
(Lorrio 1995: 490-494 ). Más importante. en cualquier caso. sería valorar
manca y el valle medio del Tajo.
en este contexto la presión de los populi celtibéricos hacia las etnias veci
nas y sobre todo hacia occidente, afín a su substrato y estmctura socio
económica (Almagro-Garbea 1993b: 158). También en las sociedades de 2.2.1. El valle de Amblés
La Tene, la información existente sobre el conflicto entre los Eduos y
otras etnias por el control de las rutas de comercio del Ródano. la presión
poblacional que indujo a los Helvecios a emigrar o los frecuentes enfren Formado por el curso alto del río Adaja en la provin
tamientos intertribales que César menciona en su campaña de las Galias.
parecen explicaciones más factibles en lugar de simplificar el fenómeno
cia de Ávila, dibuja un gran triángulo de unos 900 Km2
de los oppida a partir de la amenaza externa (Collis 1984: 74-77). de extensión, con los lados mayores limitados por la
116 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
LAS COGOTAS
o 100 200m.
Fig. 34.-Mapa con la localización del poblado de Las Cogotas, topografía y sectores excavados (Rui-::,
Zapatero y Alvarez-Sanchís 1995).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 117
Sierra de Ávila, La Serrota y la Sierra de la Paramera. El mina una relativa proporción de suelo arable, que a pesar
lado menor sería la apertura del valle, escasos km. al de todo no rebasa el 26%. Y eso, sólo considerando el
norte de la capital (Fig. 35). área periférica de captación.
Como ya hemos comentado en alguna ocasión, los 3) Las funciones de los oppida y los pequeños asen
castros de la serranía se complementan con los pequeños tamientos (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 229-
establecimientos de fondo de valle, en torno al río, cono 230). Los primeros se individualizan porque: a) desarro
cidos a partir de la Carta Arqueológica provincial por llaron una variedad de actividades industriales, en una
simples recogidas de materiales en superficie (Álvarez escala que podría calificarse de "concentración y especia
Sanchís 1990a: 216 ss.). El Inventario se refiere en parti lización artesanal", bien documentado en el alfar de Las
cular a la localización de cerámicas mayoritariamente a Cogotas y la cantera de Ulaca, b) estuvieron implicados en
torno, rasgo que conviene con su ubicación temporal a redes de intercambio y comercio suprarregionales, como
finales de la Edad del Hierro. No sólo la ausencia de una evidencian las decoraciones cerámicas o las armas de las
defensa o recinto, sino también el tamaño, distingue a los necrópolis, e) estuvieron fuertemente fortificados y d)
asentamientos abiertos de los cerros fortificados contem construyeron -en el caso de Ulaca- estructuras monumen
poráneos. Ahora bien, es evidente que ignoramos la natu tales de función cultual. Estos rasgos contrastan con las
raleza exacta de los primeros; como en muchas otras deducciones que permiten los pequeños asentamientos del
áreas el interés se ha ceñido a los sitios grandes -los llano, básicamente dedicados a las tareas agrícolas, con
oppida- por resultar más rentables en términos de inves una producción limitada de artesanías, sin evidencias de
tigación arqueológica. El viejo paradigma de la "arqueo contactos a larga distancia y sin estructuras defensivas y
logía de sitio" ha impedido aproximaciones a los patro religiosas. El despegue de alguno de estos sitios podría
nes de poblamiento en marcos regionales (Crumley relacionarse con la explotación y distribución de la sal.
1974) o "microrregiones" (Kuna 1993). En cualquier Algunos topónimos cercanos a la vega, como Salobral y
caso, una aproximación a su diferencia con los centros Salobralejo, podrían evidenciar la existencia de manantia
mayores considerados puede establecerse a partir de tres les de aguas salinosas96. Cubren zonas bajas del valle
tipos de evidencia: sometidas a fenómenos endorreicos en las que se han ido
1) Las distancias medias y las comunicaciones ópti acumulando sales de calcio y sodio. No obstante, todas
cas entre los poblados, que sugieren diferencias en el estas consideraciones deben tomarse con la debida reserva
patrón de asentamiento (Fig. 36). Las primeras son relati en espera de nuevos trabajos de prospeccción sistemática.
vamente rápidas en los establecimientos del llano, en Un ultimo aspecto a considerar en el patrón de pobla
torno a los 5000 m. Otro tanto sugiere la intervisibilidad, miento comarcal son las esculturas zoomorfas en piedra,
acentuada por las condiciones topográficas de la vega. Tal los característicos "verracos" (Fig. 36). Hasta ahora se
hecho es poco común en los oppida, con distancias siem pensaba que podían tener un valor mágico de protección
pre mayores a la media y un interés por el control con de los ganados (Cabré 1930: 40) o ser monumentos fune
junto del territorio en lugar de mantener estrechas rela rarios porque se conocen algunas piezas con inscripciones
ciones ópticas con otros emplazamientos. latinas de ese carácter (López Monteagudo 1989: 125-
2) El análisis del territorio de explotación (Site 138) y otras que han formado parte de un tipo especial de
Catchment Analysis). que en los sitios pequeños revela enterramiento (Martín Valls y Pérez Herrero 1976). En una
una fuerte orientación agrícola, entre el 60-80% en un revisión reciente proponíamos una explicación distinta
radio de 2 Km., pues se emplazan en el fondo del valle pero a la vez complementaria, que pienso se ajusta mejor
con ricos suelos aluviales o cerca del límite de las dehe a las evidencias y tiene sentido dentro del modelo de
sas (Álvarez-Sanchís 1990a: 218-220). Los territorios de poblamiento regional (Álvarez-Sanchís 1990a y 1994).
explotación de los oppida revelan por el contrario una El tema es suficientemente rico y complejo como para
orientación ganadera (Fig. 37)9-1, si se atiende además a merecer que le hayamos reservado un apartado indepen
la calidad de sus suelos y a los aún densos mantos de diente (cap. VII). De momento, ya nos parece interesante
encinas. En Las Cogotas el pastizal es casi absoluto en el constatar que una parte considerable de estas esculturas
anillo inmediato ( 1000 m.)95 y en La Mesa de Miranda se carece de un contexto arqueológico preciso, más de un
aproxima al 80%. La posición dominante de Ulaca res 70% se localiza a 2.000/4.000 m. de distancia de los
pecto al valle, con las altas cumbres a su espalda, deter- poblados y el 90% en suelos metamórficos de aprovecha
miento ganadero. Por eso hemos pensado que la inversión
"' Adoptamos un módulo concéntrico de 5 Km./! hora para los poblados de trabajo que supone la labra de estas piezas tendría más
fortificados y otro más pequeño. de 2 Km .. para la, aldeas del llano. En sentido si con ello se establecían hitos en el paisaje para
los primero,. dada la similitud de aprovechamientos que ostentan los
territorios de explotación. no parece exagerado asumir un modelo radial señalar recursos específicos: los pastos de invierno. Esta
de estas características. En 101., yacimientos abiertos, teniendo en cuenta propuesta de los verracos como delimitadores de áreas de
la hori?Ontalidad del terreno. no parecen apreciarse distorsiones topográ
ficas importantes (Alvarez-Sanchís 1990a: 218).
"' Un trabajo más exhaustivo sobre el área de captación de este yacimien 96 Entre los Bienes de propiedad municipal que tenía la Hacienda del
to. discriminando los usos potenciales del suelo en Arable. Pastizal. Consejo de Ávila para atender los servicios de su competencia. se
Bosque y Matorral, y valorando la distorsión topográfica. puede consul encuentra el impuesto de la sal, como se desprende del ejercicio econó
tarse en Alonso (1995 ). mico del año 1490 (Moreno 1992: 179-180).
118 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 35.-Arriba: mapa regional del poblamiento del valle de Amblés, caracterización económica de los suelos y yaci
mientos citados en el texto (Alvarez-Sanchís 1994, modificado). Abajo: polígonos de Thiessen alrededor de los cen
tros principales a finales de la Edad del Hierro (Ruiz Zapatero y Alvare::.-Sanchís 1995, modificado).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 119
Fig. 36.-(A). Distancias y comunicaciones ópticas en el valle de Amblés afina/es de la Edad del Hierro. (B). Emplazamientos
conocidos de la escultura Zoomorfa y control óptico del territorio circundante (radios de 1 y 2 Km.).
120 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
propiedad o usufructo de recursos se corresponde muy San Mamede, en Villardiegua de la Ribera, valoraba las
bien con la sociedad de clásica estructura piramidal que influencias del área cultural de los castros portugueses y
vemos en las necrópolis de Las Cogotas y La Mesa de del Noroeste sobre los territorios occidentales de Zamora
Miranda (Martín Valls 1985 y 1986-87: 75-78; Castro y Salamanca. Desde un planteamiento general, se podría
1986; Kurtz 1987; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: afirmar que los núcleos de población más allegados al
222-232), con una aiistocracia que probablemente basaba ámbito atlántico -Lusitanos, Astures, Galaicos- ofrecen
su riqueza en la posesión de cabezas de ganado mayor. superficies pequeñas prácticamente hasta la romaniza
Esta interpretación refuerza asimismo el patrón de ción (Almagro-Garbea 1994a: 37), rasgo que conviene a
poblamiento jerarquizado del valle. Las esculturas, cerca los castros vettones más occidentales. faltos también de
de los principales núcleos de población y junto a los lími vestigios funerarios. Esta atribución se vería nuevamente
tes teóricos ofrecidos por los polígonos Thiessen (Fig. refrendada en los poblados de ribero del Tajo y el
35), sugieren un control directo del territorio y los pastos Almonte, al occidente de Cáceres, en zonas aisladas y
pastoriles (Martín Bravo 1996)9�.
ejercido desde los oppida -posiblemente también
Ávila/Obila en fechas más avanzadas (vid. infra)-aun El modelo de ocupación vendría configurado, en
que desconocemos el grado de dependencia y el papel segundo lugar, por el asiento de sus habitantes en núcle
que desempeñaron los pequeños hábitats del valle. os poderosamente fortificados. junto a las vegas de los
Dentro de este dispositivo se podría defender un rango ríos (Maluquer 1956a 1968; Martín Valls 1971a-b y
jerárquico de primer orden en Ulaca, teniendo en cuenta 1973a), faltando de manera casi general los pequeños
su tamaño -más de 60 Has.- y el santuario rupestre, cuya establecimientos de tipo aldea 99 • Los territorios de explo
función cultual debió ser exclusiva en la comarca97 • tación ponen inmediatamente de relieve como los pobla
dos están orientados hacia el aprovechamiento fácil de
recursos ganaderos (Fig. 39): los suelos agrícolas escase
an, con apenas un tercio de la superficie ocupada en el
2.2.2. El occidente de Salamanca último anillo. La dispersión de los verracos aparece nue
vamente asociada a un paisaje granítico de pastizales y
Una muy particular configuración puede intuirse en encinares (89%). El número de estos emplazamientos
los castros que jalonan de norte a sur el reborde occiden conocidos en la comarca es mas bien escaso pero. como
tal salmantino, entre la confluencia del Tormes/Duero y ocurre con sus homólogos abulenses, la mayoría (85%)
el río Águeda (Fig. 38). se distribuye en la periferia de los poblados, en distancias
Existe, en primer lugar, una parte considerable con inferiores a los 4.000 m. (Fig. 40).
superficies inferiores a las 10 Has.. El dato difiere poco de Bajo el punto de vista del poblamiento este esquema no
los castros zamoranos y en general del NO., donde los encuentra una explicación inmediata. Hay que suponer
más numerosos miden entre 1 y 6 Has. (Esparza 1987: que cada núcleo urbano funcionaba como una unidad
239-240). Tal observación supone un fue1te contraste con autónoma que explotaba el territorio circundante (Salinas
los oppida abulenses del Amblés además de otros grandes 1992-93: 180); y ello, por encima de su adscripción étnica
núcleos distribuídos esporádicamente en puntos estratégi y política. De acuerdo con tal suposición estarían los cas
cos de los valles del Tormes (Salamanca, Ledesma), tros que se distJibuyen regularmente en las márgenes del
Tiétar (El Raso, Cuesta de las Viñas, Cabeza del Oso) y Duero y el Águeda -limítrofes con astures y lusitanos
Jerte (Villasviejas, en Casas del Castañar). Las cifras de con distancias medias en tomo a los I O Km. respecto al
estos últimos son variables -15-60 Has.- y en ocasiones vecino más próximo: Castelo dos Mouros. San Andrés.
desmesuradas, pero su tamaño los acerca más a los pobla Castelmao, La Plaza en Gallegos de Argañán, Ciudad
dos vacceos y carpetanos que a sus congéneres atlánticos Rod1igo.... Sin embargo. este modelo no es extensible a
(Almagro-Garbea y Dávila 1995: 212-213). toda la comarca. Por un lado se advierte un emplazamien
Martín Valls (1971b: 129 y 1974-75: 283-286), to muy seleccionado, quedando despobladas vastas áreas
citando algunos vestigios como las rampas de acceso en de la región. Por otro, debe reseñarse la significativa con
el Picón de la Mora (Encinasola de los Comendadores). centración de castros con potentes defensas en el cuadran-
las casas de planta circular del castro de Saldeana o la
cabeza exenta de uno de los cuadrúpedos del poblado de 91-, Similar conclu..,1ón parece extraerse del rcghtro an.¡ueoióg!Co referido a
los hábitats más meridionales de la H"pania Céitica. en la Baja
Extremadura (Rodríguez Díaz 1989: 173) y en particular de la Bcturia
'" Su nombre antiguo. si es que alguna vez apareció reflejado en las fuen Céltica, e inclu�o �e ha llegado a valorar una organin1c1ón má'S similar
tes. todavía no es posible identificar. Tal vez sea razonable suponer. dada como la que se infiere de las regiones monta11osas del NO. frente a las
su magnitud. que corresponda a alguna de las ciudades de la lista de que se deducen del poblamiento ,cttón IBcrrncal-Rangcl 1992: 283¡.
Ptolomeo (2.5.7). Una posibilidad sería Oke/on. topónimo de la ciudad "" Como hábitats no amurallados de la Edad del Hierro en la comarca podrí
que Roldán Hervás ( 1968-69: 90) sitúa en la zona de Béjar. habiéndose an servirnos Las Cercas ¡ V1llm 1cja de Ycites) y el fcso del Dine,o
sugerido también para este núcleo el hábitat del cerro del Berrueco (Cerezal de Peñahorcada). aunque los materiales a los que se refiere el
(Fabián 1986-87: 286). Más factible sería relacionar Ulaca con Deobriga. Inventario Arqueológico provincial no son nada elocuentes. Con todo.
en el corazón del tenitorio vellón y con ello el reconocimiento de su exi,te un hábitat rural bastante imprcci,o y repartido por la proYincia.
importancia como núcleo fortificado y religioso. siendo objeto de la aten conocido en trabajos de prospección y que se viene '"ociando sobre todo
ción de Ptolomeo. De todos modos. se trata de lugares vettones hasta el a un contexto romanizado, sin excluir en algunos caso� una datación
momento desconocidos. anterior (Salinas 1992-93: 179).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 121
MUÑOGALINDO
LA MESA DE MIRANDA
PADIERNOS
ERMITA DE SONSOLES
LAS COGOTAS
.A. POBLADO
[f'}J PASTOS
C:J CULTIVABLE
1111 IMPRODUCTIVO
O 5 Km.
ULACA
Fig. 37 .-Caracteri-::.ación económica de los territorios de explotación en los poblados abulenses, fortificados y abiertos.
Módulos de /, 2 y 5 Km. de radio.
122 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
te noroccidental, entre los ríos Yeltes y Camaces (Santonja En la lectura del patrón de poblamiento hay, con todo,
1991: 27): en un área inferior a los 280 Km2 se distribuyen un aspecto chocante. Desconocemos en qué medida el
El Picón de la Mora, El Castillo de Saldañuela, Los desan-ollo de estos centros especializados afectó al hábi
Castillos de Gema, Saldeana, Las Merchanas y Yecla la tat rural circundante, dándose además la circunstancia de
Vieja, con distancias medias entre vecinos siempre infe que las esculturas de verracos también escasean en sus
riores a los 5.000 m., es decir, crnzando sus teóricas áreas áreas de captación (Figs. 40 y 41). Hasta qué punto estos
de captación. La intervisibilidad es importante y la inten rasgos nos ilustran sobre la especificidad de los recursos
sidad de ocupación da lugar a un control estratégico muy utilizados no es fácil de explicar. Una posibilidad sería
completo de las vías de comunicación. Sin embargo ape que algunos centros maximizaran preocupaciones estra
nas se dispone de otros datos, fuera de lo concerniente a tégico-defensivas frente a las necesidades de producción
las características de sus defensas. para el sustento. Tal vez los más pequeños en el ranking,
Estas aglomeraciones urbanas, sin centros menores como el castro del Picón de la Mora (Martín Valls 1971b:
suministradores, deben llevar aparejado un modo muy 130-131). cuya muralla abarca poco más de I Ha. y una
específico de explotación del territorio. Por ejemplo, la superficie útil para el caserío bastante menor, podrían
abundancia de minerales útiles (oro/estaño/cobre) en for considerarse en este sentido, frente a otros castros veci
mas aluviales diseminadas y los filones de hierro y esta nos como Yecla o las Merchanas que se aproximan a las
5 Has.. Lo escaso de la documentación impide contestar
ño que aún se explotan dan fe de su importancia en la
definitivamente a estas cuestiones, pero estos datos con
región (Maluquer 1956a: 7 y 23; Gómez Moreno 1967:
vienen muy bien con el modelo concentrado de ocupa
9). La consulta al Mapa Metalogenético wo advierte de
ción y los presuntos focos de actividad minera.
importantes afloramientos en Ban-uecopardo, Encinasola
de los Comendadores y Villares de Yeltes, muy cerca del
curso del Huebra donde se localizan nuestros castros, y 2.2.3. El valle medio del Tajo
otros focos más al sur, en Villar del Ciervo y Gallegos de
Argañán (Fig. 40). La complejidad del hábitat apenas se La zona de estudio propiamente dicha comprende un
entrevé con la información disponible, pero la relevancia triángulo teórico cuyos vértices con-esponden a Talavera la
de esta misma zona se ve refrendada con la continuidad Vieja -hoy anegada por el embalse de Valdecañas
de algunos centros (Las Merchanas, Yecla, Saldeana) (Cáceres)- Talavera de la Reina (Toledo) y las estribacio
durante el Alto Imperio y la Baja romanidad, en un terri nes más septentrionales de la Sien-a de Altamira y los
torio que también se caracteriza por su nutrida epigrafía Montes de Toledo. La geografía de la Edad del Hien-o
(Navascués 1963 y 1966; Martín Valls 1979 y 1982). En plasmada en el Inventario provincial, además de otras
tal sentido, Maluquer (1956a: 86-87 y 1968: 108 ss., 1 I 9) aportaciones recientes y noticias aisladas (Moreno 1990;
llegó a sugerir destacamentos militares romanos en el cas Jiménez de Gregorio 1992; Urbina et alii 1994; Castelo
tro de las Merchanas para controlar la producción de esta Ruano y Sánchez Moreno 1995) no puede calificarse
ño. El hallazgo de un edificio de grandes proporciones como exhaustiva, y apenas podemos sino barrnntar la
con varias esculturas y un ara en su interior abonaría a su caracterización tipológica y cultural de los poblados. El
juicio tal probabilidad, llegando a suponer la existencia de mapa confeccionado (Fig. 42) es sólo un punto de referen
un culto oficial en relación con el destacamento. cia inicial pero, aún así, caben algunas consideraciones:
La trascendencia de estos datos no puede asumirse sin 1) Puede decirse que el hábitat responde a dos tipos
ciertas reservas para la etapa pren-omana, dado que no de emplazamiento: en unos casos la población se instala
hay evidencias arqueológicas seguras de su explotación. preferentemente sobre las alturas inmediatas a la vega del
Con todo, la hipótesis de vincular el desa1rnllo de estos Tajo y el Gébalo. Se trata de pequeñas elevaciones fácil
núcleos a una actividad especializada inmersa en el mente identificables -An-oyo Manzanas (Las Herencias)
monopolio y distribución de los recursos mineros nos que en algunas ocasiones pueden proporcionar restos de
parece muy sugestiva (Salinas 1992-93: 179-180). Su murallas, como los castros de La Estrella (Estrella de la
Jara) y Castrejón (Retamoso). En otros, encontramos
ubicación, en la divisoria entre el Duero y el viejo cami
pequeños establecimientos en zonas más llanas o de fondo
no tartésico de la Vía de la Plata, contribuiría a explicar la
de valle -Calera de Fuentidueña (Azután), Cascajoso del
pujanza de estos núcleos en las redes de intercambio 1º1 •
Río (Belvís de la Jara) ...- no demasiado alejados de
'ºº Mapa Metalogenético de España, E. 1 :200.000, hoja 36 (Vitigudino). aquellos. Una parte importante del hábitat se circunscribe
Instituto Tecnológico Geominero de España (IGME). 1975 ( l' edición). en la margen izquierda del río, tanto en la zona alta como
'º' La interpretación anterior podría valorarse a la luz de otro dato. como es
la carestía de mineral en otras áreas de la provincia y también de la
hacia la vega. La intensidad de la ocupación, con una dis
región Vettona. No obstante. pequeños veneros que salpican la región tribución de los asentamientos que rara vez exceden los
seguramente explican la espléndida metalurgia de este momento. Los seis kilómetros de distancia al próximo más inmediato, da
uppida del Amblés podrían relacionarse con los afloramientos fenugi
nosos de Sierra Merina y Arroyo de la Higuera (Martín Valls y Espa;za lugar a un patrón de asentamiento bastante regular; las
1992: 262), en el Raso de Candcleda no se descartan afloramientos loca visibilidades se circunscriben sobre todo a la vega y al
les (Fcrnández Gómez 1986: 18-20) y las minas de las vertientes norte y
occidental de los Montes de Toledo abastecerían esa parte de la cuenca
vado de Azután, téffl1ino que concentra una parte impor
del Tajo (Urbina et a/ii 1992 y 1994). tante del hábitat.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 123
e HABITAT
.A ESCULTURA
bJtfül PASTOS
□ LABOR
Fig. 38.-Mapa del poblamiento del occidente de Salamanca en el Hierro /1, entre los ríos Ye/tes/Huebra y Águeda.
Caracterización económica de los suelos y yacimientos principales citados en el texto.
124 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Fig. 39.-Caracteri::,ación económica de los territorios de explotación en los castros salmantinos. Módulos de l. 2 y 5 Km. de
radio.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 125
e HABITAT
.&i. ESCULTURA
¡---¡INTERVISIBILIDAD
* * Estaño (Sn)
* * Hierro (Fe)
Fig. 40.-Distancias, comunicaciones ópticas entre asentamientos y qfloramientos de mineral en el occidente de Sala
manca.
126 JESÚS R. ÁLYAREZ-SANCHÍS
\
ESCULTURA
Fig. 41.-Emplazamientos conocidos ele la esrnltura ::,oomorfa en el occidente de Salamanca y control óptico del territorio cir
rnndante (radios de I y 2 Km.).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 127
Fig. 42.-Mapa regional del poblamiento del valle medio del Tajo en la Segunda Edad del Hierro. Caracteri-::,ación eco
nómica de los suelos y yacimientos principales citados en el texto.
La abundancia de tierras de cultivo es uno de los fac de algún modo indica que los terrenos de éstos no estaban
tores más positivos en la localización de estos asenta disociados de aquellos.
mientos, aunque se pueden establecer pequeños matices 3) Otro nivel de análisis vendría determinado por los
en los territorios de explotación (Fig. 43). Por ejemplo, dos grandes núcleos urbanos del territorio. A la vista de
en un radio de 2 Km. los yacimientos en cerro revelan la documentación lingüística y epigráfica parece razona
una orientación agropecuaria más diversificada. Este ble suponer que Augustobriga (Talavera la Vieja) y
patrón contrasta con los establecimientos en llano y más Caesarobriga (Talavera de la Reina) fuesen resultado del
próximos al río, que teóricamente pueden haber jugado proceso romanizador de la comarca, cuyos núcleos urba
un papel dependiente y especializado respecto a los sitios nos tendrían su origen en los siglos I a.C. y I d.C. res
elevados. Explotan los fértiles suelos aluviales, que aca pectivamente (Salas 1985: 59; Mangas y Carrobles 1992:
paran entre el 80 y el 90% de la superficie ocupada. 111). Es muy probable que ambas ciudades estuvieran
2) La ubicación de los verracos en el paisaje del valle amuralladas en origen, como avala el sufijo céltico en
también parece responder a una ocupación planificada del -brig, topónimo prerromano característico que continuó
territorio (Fig. 44). Algo más del 60% de los emplaza en uso hasta época imperial (Almagro-Garbea 1994a:
mientos conocidos se distribuye en áreas próximas pero 30) y del que se dan otros casos (Deobriga, Mirobriga)
no inmediatas a los poblados - entre 2.000 y 5.000 m. de entre los propios vettones. Carecemos de pruebas segu
distancia por término medio - aunque suele existir una ras respecto del papel que pudieron haber desempeñado
buena intervisibilidad entre los asentamientos y las áreas estos centros en el Hierro Pleno, aunque algunos argu
de pastos. Un 72% se distribuye en explotaciones de mentos podrían orientarse en dicho sentido: sería el caso
dehesa, rasgo que contrasta significativamente con el de las conocidas esculturas de verracos, de gran tamaño,
modelo "agrícola" de los poblados. Además se da el procedentes de los alrededores (Hermosilla y Sandoval
hecho de que las agrupaciones más importantes se con 1796; López Monteagudo 1989: 87-88, 104; Álvarez
centran en la mitad occidental de la cuenca, entre las estri Sanchís 1993b: 160-161, lám. 2; Castelo Ruano y Sán
baciones de la Sie1Ta de Altamira y el Tajo, en zona de chez Moreno 1995), o los contactos seculares que la co
dehesas. El lugar elegido para su erección señalaría por marca talaverana ha venido manteniendo desde el
tanto la importancia de estas tierras de pastos, fácilmente Bronce Final y la Primera Edad del Hierro (Femández
controlables desde las comunidades campesinas, lo que Miranda y Pereira 1992; Martín Bravo 1996; Jiménez
128 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Ávila y González Cordero, e.p.). Existe además una superficies pequeñas. por debajo de las 10 Has .. y un
mención en Plinio (4,118) que las refiere como ciudades modelo de ocupación más disperso pues la concentración
estipendiarías de la provincia (Lusitania) a comienzos de la población en grandes núcleos no parece ser la tóni
del Imperio. Por tanto no hay que descartar que fueran ca general (Celestino et alií 1992: 323; Martín Bravo
núcleos prerromanos de cierta entidad, pues Roma solía 1993: 351; Almagro-Gorbea y Dávila 1995: 212. 220).
conceder este derecho a ciudades indígenas preexistentes Un documento jurídico excepcional como es el Bronce
(Salas 1985: 59; Aguilar-Tablada 1996 y 1997: 45-46). de Alcántara, una deditio del año 104 a.C. entre los
En cualquier caso, la fundación de ambos oppida en romanos y el pueblo de los Seano [rwn ?] hallada en el
el llano se explicaría por: (a) su privilegiada posición en castro extremeño (López Melero et alii 1984 ), nos ilustra
los circuitos de intercambio al controlar los vados del río acerca de un pacto firmado con un populus y no con una
Tajo 102 , en la vía de comunicación que unía Emerita civitas u oppidwn, indicio de que el poblamiento en esta
Augusta con la carpetana Toletwn accediendo así a las zona aún no había alcanzado el grado de desarrollo pro
ciudades del interior, (b) las posibilidades agrícolas del pio de una organización urbana, donde la ciudad adquie
entorno, fundamentalmente hortícolas en la llanura alu re entidad suficiente para poder representar al territmio
vial, cuya comercialización implicaría una demanda (Martín Bravo 1994: 271 y 1996: 268-270). Estos rasgos
rápida en zonas no demasiado alejadas al tratarse de pro hacen suponer una organización en pequeños castros,
ductos en su mayor parte perecederos (Mangas y como las regiones menos urbanizadas del Occidente y
Carrobles 1992: 111) y (c) la riqueza metalúrgica de la NO., organizadas en populi según Plinio (N.H. 3,4,26-
vertiente norte y occidental de los Montes de Toledo, 28), lo que no excluye que algunos muestren rasgos
sobre todo oro, cobre, estaño e hierro (Urbina et alii 1992 dominantes sobre el resto al ofrecer una clara ruptura en
y 1994), que a la larga debieron servir como medio de el ranking respecto a los más pequeños o meros recintos,
enriquecimiento de las oligarquías locales, facilitando su por debajo de 1 Ha. (Almagro-Gorbea 1994a: 34-38).
acceso a la ciudadanía latina y también romana (Mangas En síntesis, del conjunto de aspectos referidos. se
y Carrobles 1992: 108). advierte que oppida, castros y aldeas obedecen a un con
La lógica interna de los hechos parece demostrar que cepto de asentamiento distinto y selectivo en las comar
la jerarquización del territorio pueda razonablemente ser cas vettonas analizadas. Los factores que intervinieron
relacionada con el desarrollo de estos "lugares centrales" en su formación fueron numerosos y la combinación de
a finales de la República, nutridos a partir de la pobla los mismos varió en las distintas regiones y según los
ción rural circundante y dentro de un programa de orde momentos diversos. Parece claro que la conversión de
nación general del territorio. Fuera de ellos tan sólo estas sociedades indígenas en grandes poblados no pare
podríamos documentar algunos núcleos de cierta rele ce haber sido unánime ni repentina. siendo interesante
vancia, como se infiere por ejemplo del asentamiento de advertir que las poblaciones mayores aparecen siempre
Arroyo Manzanas, en Las Herencias, de unas 20 Has. de en las vías más importantes de comunicación, de manera
extensión y 7 Km. escasos al suroeste de Caesarobriga análoga a los centros urbanos de la Europa Templada
(Valiente 1987: 325; Moreno 1990), cuyo abandono en el (Collis 1984). El control de estas rutas, sus condiciones
siglo I a.C. podría interpretarse en beneficio del nuevo defensivas y la proximidad a determinados recursos
oppidwn. naturales parecen haber sido elementos básicos.
Buena parte de los castros vettones y lusitanos que se Un hecho especialmente interesante son los contras
localizan al occidente y sur del Tajo, en los bordes de las tes que se observan en los modelos de asentamiento a
sierras y en la penillanura trujillano-cacereña, encierran nivel regional (Fig. 45). La explicación más plausible
debe hallarse en una combinación de factores geográfi
1110 En particular los vados de Alarza. Talavera la Vieja y Azután (Galán y cos, económicos y defensivos. Desde luego los poblados
Martín Bravo 1991-92: 195-196, fig. ]). De la importancia estratégica fortificados más complejos parecen haber sido una cons
por el control de los pasos naturales del río y su navegabilidad es mues
tra más que suficiente el conjunto de relatos militares referidos a esta
tante en los territorios de Ávila y Salamanca a lo largo de
zona (Plácido et alii 1992: 265-266), desde la coalición de indígenas toda la Edad del Hierro. Una diferencia en las economías
enfrentada a Aníbal tras la toma de Salmantica y Arbucale en el 220 a C. de subsistencia puede haber sido entonces la clave en la
(Polibio 3,14: Livio 21.5). a los hechos acaecidos en el 193 a.C. (Livio
35.7,6), 192 a.C. (Livio 35,22.5) y 185 a.C. (Livio 39.30-31). En este organización de estos poblados respecto a los estableci
último Livio nos dice explícitamente que se luchó junto a los vados del mientos de la vega media del Tajo: agricultura y agricul
Tajo. cuyo control acabó con el sometimiento de los carpetanos y el
acceso de Roma a la Meseta Superior. Por otro lado. la distribución de tura mixta en ambos. pero un elemento pastoral mucho
importantes poblaciones a lo largo del Duero -San Mamcde más fuerte en el norte. Evidencias lingüísticas, como los
(Villardiegua de la Ribera). Santiago (Villalcampo), Ocelo Duri datos transmitidos por las fuentes (Blázquez 1957: 160;
(Zamora"'). Arbucale (El Viso, Bamba), Toro....- tiene un valor probato
rio sobre el papel jugado por las grandes vías fluviales en las redes de Salinas 1982a: 44 ss.), geográficas, como se infiere de la
intercambio y en la localización de los oppida. Los clásicos hablan de su calidad de los suelos, y también arqueológicas, como los
navegabilidad nada menos que hasta Numancia. cuyos habitantes recibí
an víveres por medio de barcas a remo o de vela. y de la existencia de cercados y recintos amurallados, apoyarían la idea de un
vados apropiados para cruzarlo (Schulten 1937: 77). Durante gran parte mayor énfasis en la actividad ganadera para estos núcle
del año el río sería navegable en la zona vettona y lusitana. donde se
efectúa la caída del Duero desde la Meseta hasta los banancos que colin
os. Son muy pocos los análisis de fauna realizados en el
dan con Portugal (Wattenberg 1959: 12; González-Cobos 1989: 36). ámbito occidental y atlántico, pero también podrían ser-
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 129
A POBLADO D CULTIVABLE o
-e::::::::=--===--5Km.
k:rr:rm PASTOS - IMPRODUCTIVO
Fig. 43.-Caracteri-::.ación económica de los territorios de explotación en los poblados del Tajo medio. Módulos de 1, 2 y 5 Km.
de radio.
130 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
vimos algunos referentes documentados en los focos existencia, como avala el hecho de que más del 67% de
castreños de Galicia, León, Zamora, Cáceres y Sa los casos ahora documentados se fortifiquen (Fig. 46).
lamanca (Vázquez Varela 1973: 314; Sánchez Palencia y Según la orografía de cada lugar, indistintamente con
Femández-Posse 1985: 327; Esparza 1987: 225-226 y curren en un mismo yacimiento rasgos de uno, dos o más
395-396; Hemández Hemández et alii 1989: 144 ss.; tipos, por lo que una caracterización precisa resulta
Martín Bravo 1991: 175-179; Martín Valls et alii 1991: inviable. Otras veces el núcleo de población se extiende
157) 103. habitando dos tesos contiguos -Salamanca. Virgen del
La caracterización tipológica de los yacimientos y la Castillo (Pereña)- rasgo que difícilmente puede paraleli
evidencia de una estratificación social en alguno de ellos, zarse con alguno de los descritos. Con todo, el emplaza
parece demostrar un sistema de poblamiento regional miento en espigón fluvial es común a más de la mitad de
jerarquizado. Además, las prácticas sociales que se desa los castros conocidos del suroeste de la Meseta. Son bue
rrollan en el paisaje encuentran otro punto de referencia nos ejemplos de ello La Mesa de Miranda, el Picón de la
en los emplazamientos de las esculturas de verracos, que Mora, Yecla la Vieja, La Plaza en Gallegos de Argañán o
sugieren un control directo de recursos específicos ejer La Coraja en Aldeacentenera. Ofrecen en general un
cido desde los poblados. Los datos disponibles son limi cerro amesetado y escarpado, ubicado en la confluencia
tados, pero la consideración de los territorios de explota de dos o tres cauces. La proximidad a las corrientes flu
ción de los oppida, las pequeñas explotaciones rurales, viales y las facilidades naturales de la defensa también
los sitios especializados y sus presuntas actividades y conviene a los poblados en acrópolis y en meandro, cuya
funciones indican claramente que las diferencias entre accesibilidad viene determinada por la pendiente y el
las poblaciones de unos y otros debieron existir sin duda recorrido del río principal; así lo vemos en Saldañuela
alguna. (Bermellar), Las Cogotas, El Raso o Castelmao (San
Con todo, lo que queda absolutamente abierto es el Felices de los Gallegos). En ocasiones, la cresta destaca
tipo de relaciones entre unos y otros. ¿Las gentes de los sobre una cadena montañosa -Sanchorreja, Ulaca,
oppida respecto de las granjas y alquerías fueron com Villasviejas en Casas del Castañar- lo que les confiere un
pletamente independientes?, o por el contrario, ¿la dominio prácticamente global del entorno y de los ríos
población de los oppida controlaba, de alguna manera, a que fluyen por sus inmediaciones. No parece existir un
los grupos campesinos de los pequeños establecimientos patrón rígido en la organización de los distintos recintos
abiertos? Con los datos recogidos más arriba me inclino defensivos, por lo abrupto de la orografía, pero, frente a
a pensar que la segunda alternativa -con fórmulas con la variabilidad de los tipos citados, los poblados en lade
cretas que aún estamos lejos de visualizar- ofrece más ra ofrecen un sólo núcleo de hábitat bien definido y una
posibilidades. Otros niveles de análisis que consideraré cota de visibilidad más reducida. La representación es
más adelante, la contextualización de los verracos en el escasa y una parte se concentra significativamente a lo
paisaje, la sociología de las necrópolis y la estilística de largo del Tiétar: La Pinosa (Gavilanes-Mijares), El Moro
la decoración de las cerámicas a peine, apoyan de distin (Higuera de las Dueñas), cerro de la Fuente Blanca
ta manera esta línea argumental. (Mombeltrán)... etc.
La altitud absoluta es variable dada la extensión y los
rasgos físicos del territorio; desde las altas tierras de
2.3. La Arquitectura de los castros y oppida Ávila, Salamanca y Cáceres se desciende a las vegas del
Tajo y el Duero. Una gran parte de las estaciones se
La configuración topográfica de los poblados vetto hallan comprendidas entre los 700 y los 1.100 ms. s.n.m.,
nes habitualmente pone de manifiesto cuatro tipos fun habiendo un grupo claramente destacado -el abulense
damentales de emplazamiento, bien planteados por muchas de cuyas cumbres se reparten entre los 1.000 y
Martín Valls (1971a) y recogidos posteriormente por los 1.500 ms. Su altura desde la base fácilmente puede
Esparza (1987: 238 y 1995: 120-121) para los castros del alcanzar los 40 ms. y superar los 200 ms. Este dato es
NO. de Zamora: 1) en espigón fluvial, 2) en cerro o acró mucho más elocuente, sobre todo si se trata de señalar el
polis, 3) en meandro y 4) en ladera. Los sitios elegidos fenómeno de encastillamiento de los poblados, pero su
suelen ser puntos elevados y de difícil acceso, en cerros valor sigue siendo relativo habida cuenta de que la oro
erizados de rocas graníticas, bien significados en el pai grafía de cada comarca resulta determinante.
saje y junto a excelentes vías de comunicación. En unos Si los yacimientos manifiestan pautas muy sostenidas
casos aparecen asentamientos abiertos y en llano, bien en cuanto al emplazamiento, no ocurre así en sus dimen
conectados con la vega, pero sin duda la mayoría (80%) siones (Almagro-Gorbea y Dávila 1995: 213). A juzgar
busca estos emplazamientos defensivos; y, aunque no se por la extensión que abarcan los restos arqueológicos y
puede afirmar rotundamente, una gran parte pudo haber los sucesivos recintos que a veces los delimitan, una pri
contado con murallas en un momento determinado de su mera impresión podría inducimos a señalar un aumento
de tamaño respecto a las fases precedentes. A falta de una
En Á vil a contaríamos con la gran abundancia de re,tos de bóvido reco
cartografía detallada podemos señalar al menos la exis
101
gidos en los cenizales de Las Cogotas (vid. supra), aunque no está reali
zado el análisis faunístico completo. tencia de cuatro clases de asentamiento: a) inferiores a
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 131
Fig. 44.-(A). Distancias y comunicaciones ópticas en el valle medio del Tajo afina/es de la Edad del Hierro. (B). Emplaza
mientos conocidos de la escultura zoomorfa y control óptico del territorio circundante (radios de 1 y 2 Km.).
132 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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VALLE DE AMBLES
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1
OCCIDENTE DE
SALAMANCA
O 10Km
*
• TAJO MEDIO
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--·-*
o 10Km
ml!IIIIC::::::::J
Fig. 45.-Modelos de poblamiento regional en el oeste de laMeseta afina/es de la Edad del Hierro. Polígonos de Thiessen
alrededor de los grandes oppida y de otras poblaciones fortificadas menores. También se han tra::,ado arcos (líneas disconti
nuas) alrededor de alguno ele los centros principales.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 133
una Ha. -pequeños castros y poblados abiertos, bien dis sor puede ser superior en la base, dependiendo del grado
tribuídos en las vegas-, b) entre una y 10 Ha., c) entre 10 de inclinación de los paramentos externos. Este rasgo, el
y 20 Ha. y d) grandes oppida mayores de 20 Ha. (Fig. 47). paramento en marcado talud, es muy característico en los
Tal observación nos daría pie para especular sobre la fun castros de la zona occidental y meridional: los vemos en
cionalidad y jerarquización del poblamiento. Parale tierras de Zamora (Fariza), Salamanca (Picón de la Mora,
lamente al proceso de concentración del poder se ha podi La Plaza, Las Merchanas, Yecla la Vieja, Castelmao) y
do producir la subordinación de unos núcleos respecto a Cáceres (La Coraja, Santiago del Campo, Villasviejas del
otros, pero la diversidad de los modelos de ocupación a Tamuja), y desde luego difiere de los abulenses. En algún
nivel comarcal imposibilita una lectura unánime. sitio el paramento se puede presentar extraplomado debi
do a un desplazamiento de la muralla y la escasa traba
zón de los materiales empleados, pero es indudable que
2.3.1. Estructuras defensivas su vinculación geográfica, mayormente en los salmanti
nos, confiere una gran personalidad al sector.
Esta preocupación por la defensa natural se completa No es fácil calcular la altura original de las murallas,
con obras artificiales de fortificación (Figs. 48, 49 y 50). podemos citar los casi cuatro metros conservados en El
La existencia de grandes afloramientos de granito en Picón de la Mora (Encinasola de los Comendadores), los
ocasiones hace innecesario el amurallamiento completo cinco de la llamada "puerta-torre" de La Coraja (Al
y entonces éste se limita a rellenar los espacios libres deacentenera) o los seis del Castillo de Gema (Yecla de
entre los canchales. Yeltes). Probablemente estos testimonios nos den una
La técnica constructiva de las murallas es relativamen idea de su magnitud media. A veces es muy posible que
te uniforme en la mayor parte de los castros y oppida vet el remate de las murallas, especialmente en las zonas de
tones: dos paramentos, externo e interno, de mampostería entradas, estuviera realizado en madera, con una empali
en seco muy bien ajustado, con un relleno de piedras, zada o postes entrelazados con ramas y palos. Así es
losetas y cantos de igual o menor tamaño dispuestas orde como debe entenderse el episodio del incendio de la
nadamente en capas horizontales y trabadas unas a otras muralla de Pallantia en el año 74 a.c. tras el asedio a la
(Maluquer 1956a: 28; Martín Valls 1971b: 127 ss. y ciudad de Pompeyo (Apiano B.C. 1,112). No existe nin
1973a: 83; González-Tablas et alii 1986: 117 ss.; Álva guna prueba fehaciente de que haya existido ningún tipo
rez-Sanchís 1993a; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís de muralla céltica en Iberia durante la Edad del Hierro
1995: 214-217). Ocasionalmente este esquema básico se (Moret 1991: 19) y la referencia de la ciudad indígena
enriquece al documentarse un refuerzo interno que evita nos parece que puede justificar un remate de estas carac
el desmoronamiento de la muralla si a consecuencia de terísticas, aunque ciertamente tampoco se podría descar
un ataque desaparece el primer paramento. En Las tar que el remate hubiera estado construído con adobes.
Cogotas su construcción es mediante un sistema de doble El trazado ondulado de las murallas está bien adapta
muro adosado al exterior; hacia el interior se levantaba do a la morfología del terreno y a veces se acompaña de
otro paramento de similares características (Cabré 1930: imponentes bastiones y macizos salientes curvilíneos
30). En los dos primeros recintos de la Mesa de Miranda -siempre engrosamientos y no elementos anexos- sobre
se documentan tres paramentos (Cabré et alii 1950: 23- todo en las inmediaciones de las puertas principales de
28) y esto mismo se da también en ciertos sectores de los acceso o en la misma entrada. Los vemos en Las Cogotas
castros salmantinos de Yecla y Bermellar (Martín Valls (Fig. 51), Las Merchanas, Yecla, Bermellar, La Caraja....
I 985: 1 I O y I 986-87: 68). En el Raso de Candeleda las Estos sistemas defensivos aprovechan al máximo los tiros
torres y no la muralla parecen estar construidas de modo cruzados, al tiempo que actúan como refuerzo arquitectó
análogo (Fernández Gómez 1986: 506). Realmente la nico y dan estabilidad a toda la fortificación. Sólo a fina
interesante técnica de los paramentos múltiples podría les de la Edad del Hierro algunos castros añaden nuevas
extrapolarse a otros castros de la región; a primera vista fórmulas constructivas, con torres de planta cuadrada y
los núcleos salmantinos y abulenses recurren a solucio una cierta regularización en la talla de sillares.
nes más complejas que los poblados del Tajo y la Alta Las puertas vettonas presentan una organización rela
Extremadura, pero al no disponer de ningún otro corte no tivamente homogénea. El esquema habitual ofrece dos
podemos precisar nada más. tipos bien reconocibles: a) en embudo y b) en esviaje. El
La muralla se construye sin cimentación alguna, primero es el más repetido y se formaliza mediante la
directamente sobre el suelo de la roca natural, alcanzan abertura que ofrecen los dos lienzos de la muralla al
do una anchura de 4 a 8 m. por término medio 104. Su gro- incurvarse hacia el interior formando un callejón en
forma de embudo más o menos pronunciado. La estruc
"'" En todo caso la potencia de la fortificación no es uniforme. pues si en tura es sencilla a primera vista y usual en la mayoría de
determinados sectores de Las Cogotas o Yecla la Vieja alcanza magnitu
des por encima de los 11 y 1-1 metros respectivamente, en otros el espe los castros pero admite diversas variantes. Por ejemplo
sor apenas alcanza los 2.5 ó 3 111. Tampoco hay que descartar la realiza en el Picón de la Mora (Fig. 48) los lienzos se engrosan
ción de ciertas modificaciones en la roca para mejorar el asiento de la
muralla o alguna otra variante: por ejemplo en Las Cogotas la mampos
hacia afuera y el paramento externo se incurva hacia
tería descansaba sobre una o dos hiladas de adobe (Cabré 1930: 37). adentro (Martín Valls 1971b: 128). Otras veces los extre-
134 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCH.ÍS
POBLAMIENTO HIERRO 11
Suroeste de la Meseta
Amurallado 67%
En llano En Alto
18% 82%
Resto 33%
■ LAS COGOTAS
E] o 2000m.
muralla
·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·
:-:-:-:-:-:.:-:-:-:-:♦:-:-:-:-
-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:
LA MESA
DE MIRAN DA
Has
60 ./
·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.•.·.
.. 50
:-:-:-:-:.:.:-:-:-:-:-:-:.:.:.
::::::::::::::::::::::::::::::
:-:-:-:-:-:.:-:.:-:-:-:.:-:.:-·
40
30 •
:: :::::::::: :::::: :: :::::::: :: • 20
10
•
1000 2000 3000 4000 m
ULACA
COGOTAS: 120 m/ Ha
LA MESA 96 m / Ha
U LACA 60 m / Ha
Fig. 46.-Arriba: valoración de los poblados vettones a partir de sus con.diciones topográficas y defensivas. Abajo: relación
entre los metros de muralla construíd.os y la supe,jicie ocupada de los oppida del valle de Amblés.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 135
80
e e G)
60 l
e
CI) VALLE DE AMBLES Y
e VALLE DEL TIETAR
,o
C/)
e 40
20
7
7
Poblados
80
eo--------4--------'--------1------�
CENTRO Y OCC.
DE SALAMANCA
40 ------------------------1-------
7
20+-------'----------+--------,-------
eo--------,,---------.-------r------�
60--1-------------'L-------+-------1------
l
VALLE MEDIO
DEL TAJO
40---------------'--------------1
I
1
7
mos de la muralla quedan rematados por uno o dos bas Más comunes son los campos de piedras hincadas, que
tiones proyectados hacia el exterior para permitir su repetidamente llegan hasta la base de los muros 107• Al no
defensa frontal, formando también un pequeño callejón dejar ningún espacio libre entre ellos y las murallas,
en embudo; así acontece en los primeros recintos de La creo, como otros autores (Moret 1991: 12), que estas
Mesa y Las Cogotas, en el Raso y en La Coraja (Cabré barreras no tenían como finalidad el impedir o dificultar
1930: 34, fig. 3; Cabré et alii 1950: 23; Fernández Gó los ataques de la caballería. Sólo pueden tener sentido
mez 1986: 508; Redondo et alii 1991: 272-274). para entorpecer la arribada en tromba de atacantes a pie,
En varios castros salmantinos -Pereña, La Plaza y lógicamente se sitúan en los sectores de más fácil acce
(Gallegos de Argañán), Castelmao (San Felices de los so. Tal sistema defensivo se extiende desde el noreste de
Gallegos)...- en el tercer recinto de la Mesa de Miranda la Península Ibérica (Garcés y Junyent 1989; Garcés et
(Fig. 49) y, probablemente también en Ulaca 105 , los tramos alii 1991) y el núcleo soriano (Romero 1991a: 210-218.
de muralla se sobreponen. Tenemos por tanto una típica 328 ss.) hasta las regiones más occidentales de la Meseta
puerta en esviaje, consistente en que los dos lienzos adop y, desde ahí, a los asentamientos castreños de Tras-os
tan en la entrada una posición paralela dejando un espacio Montes y el NO., especialmente en el territorio astur
libre entre ambos para pasar. Cuando hay incurvación pero (Esparza 1987: 241, 358-361 y 1995: 123-125). Casi un
el esquema en embudo resulta muy pronunciado, adoptan tercio de los núcleos fortificados de Ávila-Salamanca
do los lienzos un recorrido paralelo de varios metros, conoce este sistema defensivo 108, pudiéndose advertir
dos focos en la Vettonia: el abulense del valle de Amblés
entonces el dispositivo también se convierte en ligero
y los salmantinos del Yeltes/Huebra y Águeda. Todos
esviaje. La puerta principal de Yecla la Vieja (Yecla de
ellos ofrecen características más o menos comunes aun
Yeltes), "doblándose la muralla en forma aquillada para
que se da el hecho de que esta técnica resulta predomi
dominar todo el trayecto de entrada" (Maluquer 1956a:
nante en los castros más occidentales, por encima del
127) es muy ilustrativa en este sentido (Fig. 48).
85%. Parecen detectarse al otro lado de Gredos (El Raso)
Conjeturalmente puede pensarse en una simbiosis de
aunque el fenómeno es más esporádico, siendo práctica
ambas técnicas aunque es muy difícil precisar su sucesión
mente desconocido en los poblados vettones más meri
en el tiempo. Como hemos de ver, las estructuras defensi
dionales.
vas en sí no ofrecen indicios cronológicos fijos y han de
encuadrarse en el período en el que estuvieron habitados
los castros, a lo largo de la Segunda Edad del Hierro. Lo
2.3.2. La organi::,ación interna de los hábitats v las
que no obsta para que la organización en esviaje, más
estructuras domésticas
compleja frente al simple engrosamiento en embudo,
pudiera corresponder a un momento relativamente tardío.
Si el trazado de las murallas sigue una perfecta adap
En ocasiones la muralla está precedida por uno o tación a la topografía, al mismo tiempo debemos aceptar
varios fosos de anchura variable. Pero la presencia en que existió un cierto margen de elección, una intencio
nuestros poblados de dicho sistema defensivo es bastan nalidad concreta en su construcción. Los distintos recin
te minoritario, tal vez por hacerlo innecesario los escar tos expresan una necesidad clara: la de dividir zonas den
pes naturales de los ríos que discurren en su entorno 106 • tro del asentamiento. Y este razonamiento resulta válido
tanto si el conjunto amurallado fue construído de una
"" Merecen una particular atención las puertas septentrionales de Ulaca, en
los sectores oriental y occidental del yacimiento abulern.e. aunque hay sola vez como si lo fue en dos o más etapas (Ruiz Za
referencias a otros accesos para el resto del trazado (Lantier y Breuil patero y Álvarez-Sanchís 1995). Por tanto, la arquitectu
1930: 211 ss.; Alvarez-Sanchís 1993a: 272 ss.). La primera, la más
importante a juzgar por su situación y tamaño. ofrece una entrada en
ra defensiva establece, en principio, una compartimenta
esviaje similar a la que ofrece el tercer recinto del oppidum de La Mesa ción del espacio doméstico.
de Miranda, aunque no tan ciclópea. No obstante la descripción es muy
problemática, debido al estado de destmcción en que ésta se halla. En la La organización doméstica estuvo condicionada por
esquina oeste los amontonamientos de piedra son notables por lo que no el desnivel y los afloramientos de granito. Eso descarta
hay que descartar la existencia de un bastión o torreón defew,ivo adosa
do a la muralla. La puerta noroccidental es todavía más compleja de
superficies apreciables que en cualquier caso era preciso
interpretar. Ofrece un pasillo o acceso, quizás sólo se trate de un peque incluir dentro para adaptar las murallas a las curvas de
ño vano actual. precedido a su vez por el mismo lienzo defensivo prin nivel y no cruzarlas de forma violenta. En Las Cogotas
cipal, que en esta ocasión discurre en paralelo al anterior. a la vez que
delimita un pequeño espacio que debió hacer las veces de recinto secun
dario. Cabría así la posibilidad de considerar una entrada en esviaje aun Como señala Esparza (1980: 81-82). el sistema defensivo de los castros
1117
que la anchura del pasillo que dista entre ambas murallas es considera de Ávila-Salamanca ofrece un esquema más sencillo - piedras hincadas
blemente elevada (40 m.). Pero también es verdad que con la documen y muralla - frente a la acumulación de defe nsas en los castros de Zamora
tación que hoy disponemos no se puede precisar nada más. y el norte de Portugal. con la muy frecuente incorporación de fosos. lo
'º' Los vemos en El Raso - con fosos consecutivos que se unen en los extre que pudiera tener alguna significación cultural.
mos y uno mayor, de 14 m. de anchura, rodeando todo el perímetro "" Centrándonos en el territorio específicamente estudiado aquí, en Ávila
(Fernández Gómez 1986: 512-516 y 1995: 166 J - al sur del primer recin tenemos Las Cogotas. la Mesa de Miranda y tal vez El Raso (Cabré
to de La Mesa (Cabré el a/ii 1950: 32), en los salmantinos del Picón de 1930: 36. Cabré et alii 1950: 32-33: Fernández Gómez 1986: 516:
la Mora y Gallegos de Argañán (Martín Valb 1971b: 129-130: Inv. Arqu. Alvarez-Sanchís 1993a: 266-272). En Salamanca tal modalidad defensi
provincial) y, finalmente, en algunos castros extremeños, bien eviden va se documenta en Las Merchanas. El Picón de la Mora. Yecla la Vieja.
ciados en Villas viejas (Botija), La Caraja de Aldeacentenera y El Pardal. Bermellar, Gallegos de Argañán, Pereña. Saldcana y Ca,telmao
en Trujillo (Hernández Hernández et ali, l 989: 19 y fig. 3: Redondo et (Maluquer 1968: 106; Martín Valls 1971b: 130 y 1985: 1 I0-111: Inv.
a/ii 1991: 273-274: Redondo y Esteban O1tcga 1992-93: fig. 2). Arqu. Provincial).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 137
VILLASVIEJAS
LAS MERCHANAS
150 m.
1 Ha.
150m.
CASTILLEJO
DE LA ORDEN YECLA LA VIEJA
Fig. 48.-Areas de superficie comparativas de los castros del occidente de Salamanca, Extremadura y valle del Tajo (plantas
obtenidas a partir ele los elatos de Hernánde::, 1989. Maluquer 1968; Martín Valls 1971h y 1973a; Esteban Ortega et alii 1988;
Redondo et alii 1991 y Rodrígue::,Almeida 1955) (redibujado).
138 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
ULACA
LA MESA DE
MIRANDA
-t-
EL RASO DE CANDELEDA
..
..··
.. ...···
•
YECLA
LAS COGOTAS LA VIEJA
200 m.
3 Ha.
200m.
CASTILLEJO DE LA ORDEN
EL PICON
DE LA MORA
LA CORAJA LAS MERCHANAS VILLASVIEJAS DEL TAMUJA
Fig. 49.-Areas de superficie comparativas de los grandes oppida abulensesy los poblados salmantinosy extremel1os (plantas
obtenidas a partir de los datos de Cabré 1930; Cabré et alii 1950;Alvarez-Scmchís 1993; Fernández Gómez 1986; Hernánde-::.
1989, Maluquer 1968; Martín Valls 1971by 1973a; Esteban Ortega et alii 1988y Redondo et alii 1991) (redibiijado).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 139
(Figs. 51 y 52) no hay un plan ordenado de manzanas de tos de la ciudad110: complejos de habitaciones cuadrangu
casas, ni propiamente calles (Cabré 1930: 37). Las pri lares en el sector norte, construcciones de aparejo cicló
meras se agrupan irregularmente junto a la muralla o peo alternando con espacios vacíos en la vaguada sur,
buscando protección entre grandes bloques de rocas; no modestas viviendas dispersas por todo el poblado, focos
obstante, las casas localizadas junto al camino del recin marginales, etc. A la vista de estos datos, la concepción
to sur del poblado son de menor tamaño que las de la del espacio doméstico podría constituir la exteriorización
acrópolis 109 y ofrecen equipos domésticos más pobres de diferencias sociales, como evidencian Las Cogotas y
(Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 218). Esa La Coraja. Sin embargo, la variedad de plantas y tamaños
misma impresión parece advertirse en el Picón de la sugiere también que puedan existir funcionalidades dife
Mora, con un muro que cerca el lado oriental de la acró rentes, no estrictamente de habitación, aunque eso sólo
polis (Martín Valls 1971 b: 130, fig. 2) y sobre todo en los podrá elucidarse por excavación. Algo similar se empieza
dos recintos que jerarquizan el poblado de La Coraja, en a entrever en el Raso de Candeleda. La distribución de las
Aldeacentenera. El menor se encuentra en el lugar más viviendas varía de un núcleo excavado a otro del poblado,
protegido y elevado, probable residencia de la élite como habiéndose sugerido para algunos recintos atípicos -uno
comprueban sus excavadores al contrastar los referentes de ellos en un altozano- un uso de carácter público
arqueológicos y el tamaño de estas viviendas con los (Fernández Gómez 1986: 496 y 501).
hallados en el resto del hábitat (Redondo et alii 1991: Un último aspecto a considerar es la existencia de núcle
277-278; Esteban Ortega 1993: 61-62). os de casas y otras estructuras fuera de las murallas. En
Los bancales nos ilustran sobre importantes modifi Ulaca el hábitat debió extenderse al NE. del recinto fortifi
caciones en el hábitat. En algunos puntos del primer cado -más de una veintena de viviendas- aunque los mate
recinto de Las Cogotas los caminos interiores se relle riales de superficie se confiesan pobres y escasos. En Las
naron de tierra y delimitaron con grandes piedras hinca Cogotas, Cabré (1930: 38-39 y 1932: 11-12) indica que
das. El croquis de Cabré ( 1930: lám. II) de estos viales excavó algunas casas extramuros, cerca de la entrada prin
dibuja los accesos desde las entradas, acomodándose a cipal y al este y sur del poblado. Lamentablemente no pro
la topografía más suave (Fig. 52). En Yecla la Vieja la porciona ni su situación exacta ni los ajuares domésticos,
mayor parte de la superficie que encierra el recinto es que no debieron ser tan ricos como los de la acrópolis (id.
útil para el caserío, lo que le confiere ciertas posibilida 1930: 20). También en los castros salmantinos de Las
des urbanas (Martín Valls 1973a: 82). Dos posibles Merchanas (Lumbrales) y Picón de la Mora (Encinasola de
calles organizan el poblado de norte a sur, un tanto los Comendadores), en el toledano de Cabeza del Oso (Real
enmascaradas por las cercas de las parcelas modernas. de San Vicente) así como en los extremeños de Castillo de
La calle que recorre el recinto del Raso de Candeleda Boxe (Almaraz) y tal vez Villasviejas del Tamuja (Botija),
por el exterior ofrece piedras alineadas para abancalar el se conocen materiales y estructuras procedentes de pros
terreno (Fernández Gómez 1986: 498-499), pero la pecciones y sondeos extramuros, aunque no podamos esta
trama "urbana" del poblado es en general bastante más blecer con claridad su sistema organizativo (Maluquer
compleja, con una serie de arterias principales que lo 1968: 115; Martín Valls 1971b: 131; Rodríguez Almeida
cruzan en diferentes sentidos, donde confluyen otras 1955: 271; Redondo y Esteban Ortega 1992-93: 170 y 174;
calles más pequeñas. Hemández Hemández et alii 1989: 69).
En Ulaca faltan excavaciones extensas pero se vislum La existencia de casas extramuros en estos poblados
bra perfectamente la organización de algunas plantas y (Figs. 52 y 53) permite suponer que el recinto amurallado
calles (Fig. 53), con las casas dispuestas regularmente a no indica una situación de peligro e inestabilidad perma
ambos lados (Álvarez-Sanchís 1993a: 274). Otras veces nente. Puede ser factible pensar en un incremento demo
estas vías se adaptan a los canchos de granito; la anchura gráfico o, mejor, que algunos recintos se erigiesen con
es suficiente para la longitud de los ejes de los carros que posterioridad a dichos barrios (Martín Valls 1971b: 131).
circularon por el lugar, cuyas huellas son perceptibles en En los momentos de conflicto la población podría refu
varios tramos del recorrido. Las dos vaguadas que cruzan giarse dentro del poblado, ya que existiría espacio libre
de este a oeste el conocido oppidum abulense articulan la suficiente. La misma situación encontramos en otros oppi
distribución de las viviendas y otras estructuras monu da de la región, como el caso de Salmantica, donde sabe-
mentales, su orientación y su intervisibilidad. El cuadran
te noroccidental es el más elevado, abierto al valle de ''° Desde 1994 venimos desarrollando con los Profs. G. Ruiz Zapatero. M.
Almagro-Gorbea y un equipo de la Universidad Complutense prospec
Amblés y con el hábitat distribuído entre el santuario y la ciones arqueológicas en el conocido yacimiento abulense. Sólo en el
puerta Este. Hemos reconocido cerca de 250 estructuras recinto intramuros se han documentado en torno a 225/250 estructuras.
que pueden llegar a los tres centenares contabilizando las casas que se
en todo el sector intramuros, repartidas en distintos pun- distribuyen en los peñascales del sector noreste. a escasos metros de las
defensas. No se excluye la posibilidad de otras construcciones de piedra
'º9 Desgraciadamente Cabré no situó en el plano las viviendas que excavó inéditas y enterradas, pero el afloramiento de grandes superficies de gra
salvo las diez casas adosadas a la muralla junto a la puerta principal de nito. el elevado grado de erosión que ofrece el suelo y la escasez de apor
la aerópoli. Pero las referencias de su Memoria (1930: 20, 37-38, 82-84) tes sedimentarios hacen muy verosímil que los restos de estructuras visi
permiten hablar de al menos ocho casas más, repartidas por el resto del bles conespondan a las estructuras realmente existentes. E;,tos datos
primer recinto. A ello habría que añadir las casas de fuera de las mura podrían dar pie a hablar de una ciudad prerromana fosilizada, abriendo
llas y las localizadas en el recinto sur. sugestivas vías de estudio sobre demografía y organización urbana.
140 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
+1t!llt¡lllíl�íill!lll,llllil�11,
MILSEBURG
STARE HRADISKO
EL RASO
MANCHING 400 m.
STAFFELBERG
10 Ha.
.
400 m.
ULACA
LAS COGOTAS
Fig. 50.-Areas de supe,ficie comparativas de los grandes oppida europeos y los oppida abulenses (a partir del original de
Rui;:, Zapatero y Alvare;:,-Sanchís 1995, modificado).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 141
mos que en la toma de Amoal la ciudad tenía un arrabal o Se conocen viviendas en Las Cogotas, El Raso, Ulaca,
bai.Tio apartado del centro principal (Plutarco mu!. uirt.). La Caraja, Botija, Arroyo Manzanas, Salamanca y, de
De la cita de Plutarco se podría inferir una extensión con forma un tanto imprecisa, en La Mesa de Miranda, en los
siderable para la ciudad y la existencia de una acrópolis o castros del Yeltes/Huebra (El Castillo de Saldeana, El
conjunto fortificado principal con sus respectivas vivien Picón de la Mora, Yecla la Vieja ...) y en el valle del Tiétar.
das, como también parece advertirse en la documentación Sólo unas pocas han sido excavadas o prospectadas y aún
arqueológica (Martín Valls et alii 1991: 155). así la documentación, salvo veladas excepciones, no es tan
Parece por tanto evidente que la existencia de barrios y elocuente como sería de desear (Fig. 54). Como en sus
sectores sociales de distinta significación descansa en cri homólogas de la P1imera Edad del Hierro, seguirán mani
terios topográficos y tipológicos, al margen, clai·o está, de festando cierta diversidad desde el punto de vista de los
que tales argumentos no sean sino trasunto de una com materiales empleados, en relación con las características
pleja ordenación jerárquica e ideológica de los poblados. locales: si en las tierras sedimentarias se sigue utilizando el
adobe, forzoso es hablar de petrificación en los ecosistemas
ganaderos, aunque lo más habitual son las fórmulas mixtas:
- Las viviendas. Sabido es que el rasgo más llamati
básicamente se trata de zócalos de granito o pizarra de altu
vo en la región del Duero fue la imposición definitiva de
ra variable y 60/80 cm. de grosor, junto al empleo de adobe
la planta rectangular a comienzos de la Segunda Edad del
o tapial para el recrecimiento de las paredes t13_ Bloques de
Hierro, aunque pudo persistir o darse la situación inver
barro con improntas de maderos cilíndricos hallados en los
sa (Romero 1992: 200 ss.)111• Así lo avala el sector II del
poblados abulenses (Femández Gómez 1986: 490-491;
castro soriano del Zarranzano (Romero 1991 a: 142-161
Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 220) sugieren por
y 222-224) o la detección en tierras vacceas de estructu
otro lado que las cubiertas estarían construídas con troncos
ras de habitación circulares en convivencia con las rec
de árbol recubiertos de barro y paja.
tangulares, bien patente en Montealegre de Campos y
Melgar de Abajo (Heredero 1993; Cuadrado y San Las hay de tipo sencillo y un único departamento, con
Miguel 1993), aunque el emplazamiento diferencial que disposición nuclear alrededor de una estancia que haría
ofrece el primero no deja de plantear algunos interro las veces de hogar, o espaciadas en varias habitaciones,
gantes. generalmente entre dos y cuatro. Se disponen, bien ado
sadas con muros medianiles comunes, lo que implica una
En el borde suroccidental de la región, los espacios
construcción conjunta y organizada, bien aisladas bus
domésticos pai·ecen responder a una tradición constructiva
cando la adaptación entre los canchales de granito. Este
anterior. En este sentido cobra gran interés el castro de
último modelo parece no obstante anterior en el tiempo,
Sanchorreja, donde se exhumaron estructuras pétreas cua
perceptible tanto en las casas circulares del grupo Soto
dradas o rectangulares (vid. cap. IV, Fig. 21), algunas ado
como en algunas de traza rectangular antigua, caso de
sadas al paramento interno de la muralla, en un sitio que
apenas conoció la celtiberización (Maluquer 1958a: 27 ss., Sanchorreja. En una fase urbanística ulterior, con el cas
51-52). Este sería también el caso de los poblados super tro como sistema de organización cerrado, la casa rec
puestos de La Mota y Cuéllar (García y Urteaga 1985: 128- tangular se hace más habitual. De hecho, parece relativa
130; Seco y Treceño 1993: 139; Bai.Tio 1993: 184 ss.), con mente probado que estos cambios implican una profunda
viviendas cuadrangulai·es de adobe o cimientos de sillarejo, transformación de la vida doméstica y social de la comu
relativamente complejas y compai.1imentadas, desde fines nidad (Ruiz Zapatero et alii 1986; Almagro-Gorbea
del s. VII a.C. y a partir de la sexta centuria respectivamen 1994a: 24-26; Vela Cossío 1995: 263-264). Su capacidad
te. De alguna manera, todas estas evidencias llevarían a con de agregación, su estructuración interna - que favorece el
siderar una relación genética con la arquitectura doméstica añadido de nuevas habitaciones o áreas funcionales - y su
de Cogotas IP 12, aunque todavía habrá que deslindar posi mejor adaptación a las fortificaciones, permiten dilucidar
bles diferencias geográficas y cronológicas que subyacen en un patrón arquitectónico suficientemente homogéneo en
el nuevo modelo. Recuérdese por ejemplo la vivienda cir el Hierro Pleno.
cular del cerro de San Vicente (Benet et alii 1991: 133 y Así, las excavaciones arqueológicas realizadas en Las
135), en un contexto típico del Soto de Medinilla, frente a Cogotas (Cabré 1930: 37-39), la Mesa de Miranda
la planta rectangular con paredes de adobe, hogar central y (Cabré et alii 1950: 22 y fig. 4) y Villasviejas del Tamuja
las típicas cerámicas celtibéricas que ahora ofrece la capital en Botija (Ongil 1991), dejaron al descubierto grupos de
salmantina (Martín Valls et alii 1991: 155-156). viviendas adosadas al paramento interno de la muralla
(Fig. 54), rasgo característico que también recuerda a las
111 Sobre las viviendas circulares atribuídas a la Segunda Edad del Hierro.
cabría pensar en criterios funcionales además de la relevancia del subs
celtibéricas del oriente de la Meseta y del valle del Ebro.
trato; se ha sugerido la posibilidad de que algunas no fueran recintos
estrictamente familiares, considerando el tamaño y otros argumentos de 111 No hay que descai1ar otras diferencias. incluso a nivel microlocacional.
índole estructural (Romero 1992: 203-204 y 208). condicionadas por la altura y el clima. Los escasos restos de tapial y barro
112 De la misma manera Esparza (l 990b: 104). al referise a la planta rec recogidos en las inmediaciones de las casas de Ulaca y el elevado volumen
tangular con esquinas redondeadas descubierta en Lubián, en un contex de los derrumbes de granito, delataría la posibilidad de paredes de piedra
to uniforme del s. lil a.C., destacaba su parecido con una de las vivien hasta conectar prácticamente con la cubie1ta, de entramado de madera,
das de la Mota en Medina del Campo. correspondiente a un horizonte piorno y paja. lógico por otro lado si valoramos la arquitectura tradicional
del Hierro Antiguo. que hasta hace poco se levantaba en los poblados de la sierra de Gredos.
142 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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LOS YETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 143
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Fig. 52.-Estructura interna de Las Cogotas, planta de las casas adosadas a la puerta principal del primer recinto y recons
trucción ideal. El histograma indica la superficie interna de cada una de las viviendas (Rui:::, Zapatero y Alvare:::,-Sanchís 1995).
144 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 53.-Plano, topografía y organización interna del oppidum de Ulaca (Solosanc/10, Ávila).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 145
El caso se repite en Sanchorreja (Maluquer 1958a: 32), ción cronológica de buena parte de las cerámicas recogi
lo que debe responder a una tradición secular anterior. das en las viviendas guarda una relación mucho más estre
Ello permite optimizar el espacio interno y adecuarlo a cha con los siglos III-1 a.C. (Ongil 1991).
las necesidades "urbanas". Las puertas parecen estar La superficie ocupada oscila por término medio entre
orientadas hacia un espacio central en los castros más 50 y 150 m2, aunque en datos absolutos las dimensiones
pequeños, que se convertirá en calle longitudinal en los avanzan en los dos sentidos. Repasemos las más impor
más organizados, ya de tipo oppida en las postrimerías tantes: entre 50/110 m2 en el Raso de Candeleda (Fer
de la conquista (Almagro-Garbea 1994a: 24). Sin embar nández Gómez 1986: 486), 52/100 m2 en la Mesa de
go, en el Raso de Candeleda no existen casas adosadas a Miranda (Cabré et alii 1950: 22-23), 45/210 m2 en Las
la muralla y es probable que una de las calles rodeara el Cogotas (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 220 y
poblado por el interior de la f01tificación (Fernández fig. 5)11 5 y 50/250 m2 en Ulaca. Dimensiones más reduci
Gómez 1995: 168). La aparición de sólo tres estructuras das ostentan los castros extremeños de Botija y La Coraja,
anexas a las defensas de Ulaca y cerca de los accesos, se entre 20 y 60 m2 (Hernández Hernández et alii 1989: 109;
convierte en el mejor argumento a favor de la excepcio Ongil 1991; Esteban Ortega 1993: 61-64 y fig. 2), aunque
nalidad de este mismo rasgo, lo que podría interpretarse hay que reconocer que no está muy clm·a su integración en
como un proceso final en la organización urbana de los la organización urbana del lugar. Uno de los modelos más
grandes asentamientos, que harán prevalecer las redes frecuentemente extendidos en los castros es la planta de
"públicas" de comunicación interior frente a otras estra 50/80 m2 , que podemos relacionar con una familia nuclear.
tegias de carácter nuclear o familiar. Las más grandes pueden entenderse como m·gumento a
En el equipamiento doméstico destacamos algunos favor de la existencia de viviendas contiguas que compar
elementos como los molinos, mayoritariamente circula ten los mismos muros, pero no es menos cierto el hecho de
res, cuyo carácter familiar queda constatado con el que otras responden a una funcionalidad distinta, ya sea
hallazgo sistemático de uno o dos juegos en cada una de como cercados de ganado, talleres o construcciones de
las casas de Las Cogotas (Cabré 1930: 38 y 85); las pesas finalidad política y sacra (Álvarez-Sanchís 1993a: 274-
de telar, reunidas a veces en un espacio determinado que 278; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 220-222). Su
delata su actividad textil (Id. 1930: 82-84; Fernández aparición guarda una estrecha relación con los poblados
Gómez 1986: 474, 492) y, raramente, moldes de fundi más grandes, cuando no más modernos. La escasez de
ción y desechos de forja (Esteban O1tega 1993: 63), que viviendas excavadas y la heterogeneidad de los materiales
ponen de manifiesto una actividad metalúrgica a peque descubiertos imponen comprobaciones más rotundas, pero
ña escala. Pero sobre todo son las cerámicas, cuyo catá podría postularse una correlación, lógica en todos los sen
logo de formas y decoraciones resultan las típicas del tidos, entre el tamaño de los poblados, su ubicación cro
Hierro II, la representación más habitual. nológica y la morfología de las viviendas.
La cerámica encontrada en el interior de las viviendas Parece por tanto lógico que en un momento avanzado
de Las Cogotas demostraría que el prototipo de planta rec del Hierro Pleno se produjeran ciertas modificaciones en
tangular y alargada se mantuvo prácticamente desde su la arquitectura doméstica (Martín Valls y Esparza 1992:
fundación, una vez que se alza la muralla, hasta el aban 275), algunas seguramente como consecuencia de la in
dono del castro en las postrimerías de la conquista roma fluencia romana. Los modelos iniciales subsisten, si
na. El dato parece firme si tenemos en cuenta el hallazgo, guiendo la tradición constructiva, pero la tipología se
en las casas tercera y cumta de la acrópolis según la nume diversifica extraordinariamente. Los ejemplos más pa
ración de Cabré (1930: 60, 65-66, 70, 75), de vasos a tentes los tenemos en los oppida de El Raso de
mano decorados con incrustaciones de bronce, a peine, Candeleda (Fig. 54) y Ulaca (Figs. 56-57), donde se vis
estampillados y cerámica pintada a torno celtibérica (Fig. lumbran: a) grandes complejos de varias habitaciones
55). No obstante, es importante señalar que aunque el cuadradas y rectangulares con muros medianeros, cuya
suelo ocupado por las casas fuera el mismo, la comparti compartimentación guarda también espacios modula
mentación interna y las reedificaciones debieron ser una res116, b) aparejos ciclópeos con muros de doble para-
constante en el tiempo11 .i_ Los sondeos realizados en algu
nos puntos del segundo recinto también depararon restos 115 De la descripción de las casas junto a la muralla del primer recinto
de viviendas de traza análoga pero más pequeñas y con (Cabré 1930: 37) cabe deducir que tenían grandes dimensiones. las
mayores de 30 m. de largo por 7 m. de ancho. con superficies de hasta
equipos domésticos más pobres, que podrían fecharse de más de 200 m 2, aunque por la acumulación de adobes es posible que
forma un tanto imprecisa hacia los siglos III-II a.C. En algunas tuvieran divisiones internas.
116 La prolongación de los muros hacia el exterior petmíte aventurar la idea
Botija y la Coraja los materiales más antiguos se datan a de que algunas casas ofreciesen una especie de porche o zaguán.
pmtir de la cuarta centuria a.C. (Hernández Hernández et Tampoco hay que descartar el hecho de que se tratase de pequeños coITa
les para tener recogidos a los animales domésticos. como se ha interpre
alii 1989: 136; Esteban Ortega 1993: 70); pero la ubica- tado en el Raso. aunque en ellos no se documentó ningún resto de animal
(Fernández Gómez 1986: 487). Otras veces, caso de Ulaca. las viviendas
114 Algunos de los vasos decorados y objetos metálicos de aire antiguo aparecen talladas parcialmente sobre un gran canchal de granito, que ha
hallados en las viviendas del Hierro II, podrían apoyar una fecha entra sido rebajado haciendo las veces de muro o suelo, hasta ofrecer un aspec
da en la sexta centuria, por lo que no descartaría una trama arquitectóni to "rupestre" o semihipogeo. Algunas casas conservan el soporte de un
ca previa y relativamente análoga a la de SanchoITeja. pilar central o pie derecho para sostener las vigas de la techumbre.
146 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 54.-Plantas de casas excavadas en poblados vettones: Las Cogotas, La Mesa de Miranda, El Raso de Candeleda, La
Coraja y Villasviejas del Tamuja (a partir de los datos de Cabré 1930; Cabré et alii 1950; Fernánde;, Góme;_ 1986; Esteban
Ortega 1993 y Hernánde;, Hemánde-::. et alii 1989) (redibujado).
LOS VETTONES. ANÁLIS[S ARQUEOLÓGlCO DEL POBLAMIENTO 147
mento que pueden llegar a 1 m. de anchura, relleno el 3) La vivienda protohistórica ofrece a primera vista
interior con material menudo, c) unas dimensiones cierta diversidad que no es posible atribuir a un momen
excepcionalmente grandes en algunas estructuras, alcan to preciso en el tiempo. Con todo, se intuye una evolu
zando los 400 e incluso 700 m2 en Ulaca, y d) una distri ción paulatina en los tipos hasta las más grandes y com
bución más ordenada de las viviendas, en torno a calles plejas. Existe también un progreso técnico en el trabajo
o avenidas principales además de otras secundarias. de la piedra y el adobe, con zócalos más anchos y resis
La mayoría de las casas se compartimentan en tres o tentes que responden a viviendas con capacidad más
cuatro estancias. La primera y más importante ocupa importante.
aproximadamente el 50% del espacio total y a ella se 4) La diversidad de plantas podría sugerir la exte
accede desde la puerta exterior. A continuación se suce riorización de diferencias sociales, pero también funcio
den las otras habitaciones, que pueden aparecer conti nalidades distintas y ajenas al ámbito de la vivienda,
guas a la primera (Fernández Gómez 1986: 49 ss.), lo como parece evidente en los oppida de finales de la Edad
más común, o bien dispuestas ordenadamente en torno a del Hierro.
un eje longitudinal. Las primeras podrían reflejar el
influjo de las viviendas de tradición orientalizante - Areas Cultuales. Existen claros indicios de cere
(Almagro-Gorbea 1994a: 34; Álvarez-Sanchís, e.p.) monias y lugares de culto al aire libre (Marco 1986 y
-con analogías significativas en la planta de Cancho 1993a), distinguiéndose también en el interior de algunos
Roano (Almagro Gorbea et alii 1990)- que en parte se poblados. Suelen emplazarse en un sector privilegiado
explica por el enclave geográfico de estos poblados, en del asentamiento, vinculados a la acrópolis o a una calle
los pasos estratégicos que comunican la Meseta con central.
Extremadura. Estructuras monumentales de carácter urbano se han
No obstante, queda pendiente la condición de las más documentado en las poblaciones célticas de la Meseta y
grandes de Ulaca, ya que por falta de excavaciones no del SO. Como tal, se han considerado por ejemplo los
sabemos si siguen modelos foráneos, si son asignables a cimientos de una construcción y unos rebajes en la roca,
una barriada específica de casas, talleres y grandes resi a modo de escalones, localizados en la parte más eleva
dencias de la élite, o, simplemente, el resultado de suce da del cerro donde se asienta la ciudad arévaca de
sivas anexiones en el tiempo. Los materiales hallados son Tiermes (Argente 1990: 60) 117• Por otro lado se podría
de imposible aprovechamiento cronológico y funcional, mencionar el emblemático altar prerromano del Cas
pero en unas pocas construcciones resulta muy llamativa trejón de Capote (Higuera la Real, Badajoz), en plena
la magnitud de la planta, las proporciones modulares de Beturia Céltica, con ofrendas de diverso tipo relacionadas
las estancias internas y el empleo de grandes sillares en con actividades de carácter colectivo, en la zona más alta
los zócalos, datos que a primera vista encajan bien con del poblado y abierta a la calle principal (Berrocal-Rangel
modelos netamente romanos o itálicos -con buenos para 1994). Otros santuarios rupestres constituídos por peñas,
lelos en las ciudades del valle del Ebro (Burillo et alii pilas y escaleras talladas se advierten en el interior de
1995: 261)- y que en última instancia demostrarían la varios despoblados vettones de Zamora y Salamanca,
implantación de un modelo socio-económico muy espe como en San Mamede (Villardiegua de la Ribera), de
cífico en los siglos II-I a.C. cuya existencia diera cuenta en su día Gómez Moreno
Un estudio más exhaustivo de la trama urbana y su (1927: 27; vid. Benito et alii 1987), y en un promontorio
contextualización desde el punto de vista arqueológico, rocoso del Teso de San Cristóbal (Villarino de los Aires),
demandaría una información que no podemos abordar desde el que se divisa el río Tormes, habiéndose sugerido
con la calidad de argumentos necesaria. En cualquier también en el Teso de la Virgen del Castillo, no lejos de
caso, como rasgos de la arquitectura doméstica que ca Pereña (Benito y Grande 1992: 73 ss). Su examen en
racteriza a estas zonas occidentales, podemos resumir lo estos casos ha de hacerse con prudencia, algunas rocas no
siguiente: tienen tal carácter y el contexto arqueológico resulta en
ocasiones demasiado escueto, pero otros indicios sí pare
1) El desarrollo sin solución de continuidad de las
cen indiscutibles.
ocupaciones referidas y la convivencia de estructuras de
plantas diferentes en contextos tanto de la Primera como El santuario más conocido del área vettona asociado
de la Segunda Edad del Hierro, por más que no siempre a un poblado prerromano es el de Ulaca, en Solosancho.
resulte fácil precisar el significado de alguna de ellas, Contaríamos en el oppidum abulense con la evidencia
confirma la evolución natural del substrato indígena. de un área sacra o nemeton en el sector noroccidental de
la ciudad, relativamente apartada de las concentracio
2) Es muy difícil señalar en qué momento el proto
nes de casas. Formarían parte de ésta las estructuras
tipo de organización del espacio doméstico adquiere ver
dadera carta de naturaleza, pero es casi seguro que su 117 Junto a la entrada del poblado ,e conoce un edificio formado por una
desarrollo se viese interesado por las reformas urbanísti gradería labrada en la roca (Argente 1990: 31 ). de difícil interpretación.
cas que trajo consigo el amurallamiento de algunos po pero asociado a una cueva en cuyo fondo se localizaron cuernas de bóvi
do y otros restos que podrían relacionarse a prácticas sacrificiales
blados, sobre todo a partir de la cuarta centuria a.C. (Lorrio 1997).
148 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 55.-Selección de materiales de la Edad del Hierro (1-20) y del Bronce P leno-Final (21-23) hallados conjuntamente por
Cabré en las casas tercera y cuarta de la acrópolis de Las Cogotas (Rui::, Zapatero y Alvare::,-Sanchís 1995, a partir de los dibu
jos de Pablo Alonso).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 149
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monumentales labradas en piedra del "altar de sacrifi A 140 m. de distancia en línea recta se emplaza el
cios" y la sauna ritual. El primero ofrece una estancia monumento conocido como la "Fragua" (Gómez Moreno
rectangular tallada en la roca (16 x 8 m.), asociada a 1983: 20). Se trata de una construcción semihipogea de
una gran peña, en la que una doble escalera conduce a planta rectangular y 6,4 m. de longitud, dividida en tres
una plataforma con varias cavidades comunicadas entre habitaciones a modo de antecámara, cámara y horno (Fig.
sí (Martín Valls 1985: 116-117; Álvarez-Sanchís 58). Tradicionalmente valorada como un horno metalúrgi
1993a: 275). Existen además otras estructuras de com co, venimos proponiendo su uso termal, en relación con
partimentación compleja, adyacentes al santuario en su baños iniciáticos, a partir de los paralelos documentados en
lado oeste, cuya funcionalidad podría ser subsidiaria de las saunas o "pedras formosas" de la Cultura Castreña del
la anterior. La sacralidad del monumento es posible NO. (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993; Álvarez
establecerla a partir de una serie de paralelos, el más Sanchís 1993a: 275, figs. 8-10; Almagro-Gorbea 1994b).
conocido de los cuales es el santuario portugués de Estructuras de función semejante se conocen en la pro
Panoias, asociado a inscripciones latinas que refieren tohistoria europea de ámbito atlántico, nórdico y céltico,
sacrificios ceremoniales (Silva 1986: 300-302; Bláz así como en el mundo grecorromano (Barfield y Hodder
quez 1991: 39). 1987). Su asociación al agua, al vapor y al fuego en luga-
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res hipogeos, así como un conocido texto de Estrabón doble paramento de grandes piedras y asociado a otras
(3,3,6) alusivo al desarrollo de estas actividades entre las dos estancias. Podría haber servido de atalaya defensiva
poblaciones del Duero, podrían relacionarlo con ritos de dada su posición estratégica, al controlar desde la vagua
iniciación de cofradías de guerreros, acorde al substrato da sur de la ciudad una gran extensión del área habitada,
ideológico y cultural del mundo lusitano-galaico (García pero la ausencia de excavación impide una interpretación
Femández-Albalat 1990; Almagro-Gorbea 1992; vid. cap. más precisa, habiéndose sugerido también un uso público
VIII). El reciente hallazgo de un recinto murado de 32 x 24 (Lantier y Breuil 1930: 213). En las proximidades se
localizan otras construcciones ciclópeas y a escasos
m., anexo a la sauna y con su correspondiente acceso, avala
metros del lugar, siguiendo la pendiente, una gran fuente.
todavía más la monumentalidad de la estructura.
Este último dato puede ser interesante en relación a la
Otra obra destaca por su interés, conocida como "la organización del espacio y al uso de agua lustral en los
Iglesia" o "el Torreón" (Lantier y Breuil 1930: 212-213; ritos de tradición céltica (Almagro-Gorbea y Gran
Posac 1953: 66; Gómez Moreno 1983: 20). Se trata de un Aymerich 1991: 218-225). Quedaría así abierta la posibi
edificio de gran aparejo y planta subrectangular (14 x 10 lidad de que existiera una divinidad de las aguas relacio
m.), delimitado por un recinto murado (70 x 48 m.) con nada con la población del oppidum. Este mismo carácter
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 151
podría servir para valorar: 1) el edificio monumental, en que por otro lado también se ha querido relacionar a
uno de los puntos centrales de la ciudad, 2) la sauna, a partir del hallazgo de esculturas de verracos en el inte
escasos 300 m. al NE., y 3) el altar rupestre. Este últi rior de estos recintos (Cabré 1930: 40; Molinero 1933:
mo tampoco es excluyente, dada su posición, con la 427; Cabré et alii 1950: 17, 33-34).
idea del culto solar, ya c:ue uno y otro aparecen íntima La identificación de cercos de madera sigue estando
mente ligados en la religión céltica (Green 1986: 70). muy condicionada por las características generales de
En todo caso, esta arquitectura pública monumental de nuestra región, pero las evidencias arqueológicas sobre
los siglos III-I a.C. es muy interesante pues haría su existencia en la Europa templada son contundentes
referencia a un ámbito sacro-político bien definido (Harke 1982: 200). Otra alternativa serían los cercados
topográficamente (Fig. 53), relacionado con los funda de piedra. Recuérdese en este sentido que la zona sep
mentos ideológicos de la ciudad118 , concepción que por
tentrional del castro del Raso, la más protegida pues se
otro lado ha forjado la interpretación de los santuarios
localiza entre las murallas y la Sierra, ofrece dos gran
conocidos en los oppida galos y centroeuropeos
des recintos delimitados por varios muros que su exca
(Schubert 1983; Brunaux 1988; Almagro-Gorbea y
vador ha sugerido encerraderos (Fernández Gómez
Gran-Aymerich 1991: 190-229).
1986: 40). Común en las casas del Raso es tener tam
bién una especie de corral delante de las viviendas, cer
- Cercados de ganado. La estabulación del gana
cado por piedras alineadas, que pudo servir para tener
do, que podría estar relegada a una clase servil
recogido el ganado menor (id. 1986: 487). En Las
(Blázquez 1978: 105), se ha relacionado, además de su
Cogotas, en la esquina interna de la entrada alta del
protección, con el aumento del comercio de animales
segundo recinto, arranca un cerco de grandes lajas pro
vivos, las pieles, los cueros y otros productos análogos
tegiendo la parte occidental del perímetro amurallado
(Wells 1988: 157). Identificados tradicionalmente en
los castros de Las Cogotas y La Mesa de Miranda (Cabré 1930: 32) cuyo uso pudo estar supeditado a la
(Cabré 1930: 20 y 39; Cabré et alii 1950: 17), se han guarda colectiva de los animales. Esta hipótesis permi
sugerido también para Sanchorreja, Ulaca, El Picón de tiría comprender mejor: 1) sus dimensiones reducidas,
la Mora, Botija y El Raso de Candeleda (Maluquer aunque razonables para la función encomendada, 2) la
1958a: 25; Molinero 1958: 31; Martín Valls 1971b: topografía ligeramente accidentada del lugar, poco
130-131; Hernández Hernández et alii 1989: 135; apropiada para las viviendas pero suficiente para alber
Fernández Gómez 1986: 40, 501-502) 119• Los nuevos gar cómodamente a las reses, y 3) la fácil defensa del
datos procedentes de las excavaciones de Las Cogotas sector 110.
no invalidan la hipótesis del recinto fortificado como
encerradero de ganado, pero en conjunto la organiza - Basureros y Cenizales. Son extensas áreas forma
ción de estos espacios debió ser mucho más compleja das por acumulaciones de tierra repletas de huesos,
de lo hasta ahora supuesto (Mariné y Ruiz Zapatero escorias, adobes y cerámicas. Se disponen casi siempre
1988: 51; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995). en áreas adyacentes a los poblados o en las inmediacio
Diversos sondeos en el interior del yacimiento abulen nes de los mismos, y a pesar de la potencia que presen
se pusieron sin embargo de manifiesto la existencia de tan, las acumulaciones ofrecen una deposición relativa
áreas no edificadas. Estos sectores conllevan un encare mente rápida en el tiempo (Sacristán 1986: 149-151) 111 .
cimiento de los costes, al aumentar el perímetro de los Su existencia en asentamientos vettones y vacceos a par
recintos amurallados, lo que implica una planificación tir de los siglos III-II a.C., bien evidenciados en Las Co
previa que justifique semejante inversión (San Miguel gotas, Ulaca, Salamanca, Las Merchanas, Toro, Siman
1993). Una posibilidad no excluyente sería entonces la cas, Cuéllar, Castrojeriz, Roa, Soto de Medinilla o Pa
del cercado para el ganado, sobre todo en sociedades de dilla, los convierte sin lugar a dudas en un rasgo dife
fuerte componente pastoral como la vettona, función rencial del poblamiento en la Cuenca del Duero (Ruiz
Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 220-222; Posac 1953:
118 En relación con esta problemática hay que destacar el reciente hallaz
go. durante las campañas de prospección que venimos efectuando. de
67; Martín Valls et alii 1991: 143; Maluquer 1968: 114-
una cavidad o cueva bajo el uppidum, en las estribaciones de la ladera
norte y casi en la vertical del sector citado. Todavía en fa,e de estudio, 1�º El único punto viable para acceder a �u interior �e encuentra situado
cabría especular con una divinidad de función clónica vinculada al junto a la entrada alta y muy cerca de las principales defensas del castro.
emplazamiento y por tanto acorde con la estructura "urbana" y reli El control de los animales resulta así más fácil para los pobladores, evi
giosa de la ciudad. La coincidencia de todos estos elementos. que tando posibles pérdidas o robos: en efecto, cualquier otra alternativa
designan una misma área, podría relacionarse con el concepto de estaría obligada a superar un perímetro doble. el de uno de los recintos
M1mclu,. Para una valoración general de la cosmología celta y sus para y el que forma el propio cercado de piedra. con la;, dificultades que ello
lelos clásicos. a la luz del hallazgo del estanque monumental de conlleva. También hemos creído detectar cercados en áreas extramuros
Bibracte, véase el lúcido trabajo de Almagro-Gorbea y Gran-Aymerich del poblado. de alguna manera equivalentes a los '"pastoral enclosures"
( 199 l: 222 '5.). británicos (Cunliffe 1974).
1 llJ Las condiciones topográfica� del oppidum de Salamanca. dos cerros 121 Lo que no excluye la presencia anacrónica de otros elementos. El son
separados por una vaguada. podría evidenciar el uw de esta última como deo de uno de los basureros del segundo recinto murado de Las Cogotas
encerradero de ganado, evitando así la necesidad de construir un cerca permitió delimitar una estratigrafía de casi tres metros. A falta de un
do o recinto destinado a ese fin (Maluquer 1951: 72 y 1956a: 97). atri estudio definitivo de los materiales, la impresión que se obtiene es que
bución que vendría refrendada por la cercana presencia del famoso toro éstos se encuentran mezclados, aunque abundan sobre todo los materia
de piedra (Martín Valls et a!ii 1991: 153-155). les inmediatamente anteriores a la romanización.
152 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 58.-Levantamiento fotogramétrico de la sauna de Ulaca. Planta y alzados (Almagro-Garbea y Álvarez-Sanchís 1993).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 153
116; Martín Valls y Delibes 1977: 309; Wattenberg 'Toda la gente en la feria come, bebe y duerme en sus
1978; Barrio 1986-87: 169; Abásolo et alii 1983; barracas y tiendas; y las mencionadas barracas están
Sacristán 1986: 149-154; Escudero 1988; San Miguel entremezcladas con las tabernas, lecherías, casas de
1993: 38). bebidas, casas de comidas, cocinas, etc., todo ello tam
Existe una relación entre el nivel de desarrollo alcan bién en tiendas; y tantos carniceros y descuartizadores de
zado por las comunidades indígenas y estos espacios de todo el territorio circundante vienen...". La descripción
uso público, pero falta aún por concretar la naturaleza y de Daniel Defoe acerca de la feria de Sturbridge, en
el significado del citado vínculo. Las evidencias arqueo Inglaterra, en 1723, señalando la población flotante que
lógicas permiten plantear al menos dos posibles explica acudía de los alrededores o las tiendas que se levantaban
ciones: durante el tiempo que duraba el mercado, reflejaría la
importancia social y económica del acontecimiento
l ) Un depósito destinado al vertido de materiales
(Wells 1988: 152).
procedentes de obras de derribo y desescombro.
Justificaría tanto la acumulación de adobes y cascotes La gran acumulación de huesos documentados en uno
de algunos cenizales vacceos como la eventual mezcla de los cenizales de Las Cogotas podría apuntar en este
de materiales, al afectar a los niveles inferiores de las sentido (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 222),
viviendas (Sacristán 1986: 151; Sacristán et alii 1995: máxime si se tiene en cuenta la localización topográfica
349-350). La abundancia de materiales que se plasma de estos depósitos, en una de las zonas llanas y protegi
en los vertederos parecen testimoniar una actividad que das del yacimiento. En algunos de los sondeos anexos
va más allá de las reparaciones puntuales de las vivien localizamos hogares y acuñamientos de postes que
sugieren estructuras ligeras y no de larga y continuada
das. Se podría hablar de reformas urbanísticas más
ocupación que apoyarían esta idea. Los vertederos extre
ambiciosas, que en última instancia reflejan la adapta
meños también muestran una amplia documentación
ción de los oppida a la concentración de la población
osteológica (Redondo y Esteban Ortega 1992-93: 171),
que opera en estos tiempos (San Miguel 1993: 39). Un
mientras en La Mesa de Miranda, en su tercer recinto,
examen detenido de los poblados meseteños permite,
apenas existen vestigios de hábitat en superficie (Cabré
sin embargo, observar que más allá de las labores
et alii 1950: 17). Desde luego la economía fundamen
industriales existen otros rasgos diferenciales, siendo
talmente ganadera de la región no hace descabellada la
muy diversas las circunstancias que han podido interve
posibilidad de mercados de ganado o reuniones de la
nir en su formación.
población de la comarca para transacciones y esparci
En algunos yacimientos de la cuenca -Simancas, Soto miento 122. Incluso, la documentación medieval puede ser
de Medinilla- se detectan materiales celtibéricos en otro buen punto de referencia. Las ferias de ganado y
áreas muy bien definidas e inmediatas al núcleo princi mercados medievales de Ávila y el valle de Amblés se
pal, pero no hay constancia de restos de estructuras (San remontan al siglo XI, versión actual de una tradición que
Miguel 1993: 40). El segundo recinto de Las Cogotas, ha podido desarrollarse desde fines de la Edad del Hierro
asociado a un gran basurero, tampoco parece que estu en las zonas más densamente habitadas 123 • También
viera destinado en gran parte a albergar casas (Fig. 59). Wells (1988: 153), siguiendo a Kramer (1958: 197),
Las más cercanas se localizan al norte del camino pavi valora la supervivencia hasta nuestros días de una feria y
mentado que atraviesa el recinto, donde sí se obtuvieron un mercado de ganado anual a 3 Km. del oppidum de
evidencias suficientes de viviendas escalonadas (Cabré Manching, cuyo desarrollo podría remontarse a la época
1930: 38; Mariné y Ruiz Zapatero 1988: 51-53). La dis de este último.
tancia a los vertidos es demasiado amplia para el trasla
do teórico de escombros, material que tampoco es el pre 112Las excavaciones en el circo romano de Toletum. sito en un espacio natu
ral considerable. han corroborado que el lugar estaba previamente ocu
dominante. Parece, por tanto, que algunos depósitos no pado con una funcionalidad distinta. tal vez un mercado en las afueras
sirvieron para desechar restos de construcción, o al del núcleo carpetano y junto a la vía romana. Sánchez Palencia y Sáinz
menos no sólo para eso. Pascual señalan el interés de este dato, a la vista de los nexos que se esta
blecen entre el origen de los juegos en el mundo clásico y los mercados
2) Desechos producidos por el establecimiento tem junto a ciudades (cit. en Plácido et alii 1992: 268), lo que nos reafirma
en el uso lúdico y a la vez público que pudieron desempeñar en parte
poral de ferias o mercados, al estilo de las ferias medie estos arrabales.
vales (Duby 1968), que concentrarían en las inmediacio '" El comercio interior en Castilla durante la Edad Media estuvo desperdi
gado en diversos centros, excepto en los breves períodos de sus ferias
nes a hombres y mujeres con sus ganados y otros pro anuales (Klein 1979: 58). Maitín Carramolino ( 1872: 240-241) sitúa en
ductos. La posibilidad de estos contactos, emplazados el año 1093 la existencia en Ávila de dos mercados semanales. Idéntica
razonablemente en la periferia de los grandes centros, fecha refiere Lanuga (1792: 10-11) mencionando además dos ferias
anuales en Junio y Septiembre. Los mercados abulenses siguieron loca
serían un acicate más a la hora de producir excedentes lizándose, varios siglos después de los acontecimientos que aquí trata
alimenticios e industriales con vistas al intercambio. A mos, en el valle de Amblés. Buena prueba de ello es que estos mercados
no se extendieron a los núcleos rurales del norte hasta bien entrado el
partir de las excavaciones del oppidum de Manching, siglo XII (VV.AA. 1985: 21). Desde el siglo XIV eran conocidas por su
Wells (1988: 152-153) defiende que semejantes reunio gran notoriedad las ferias ganaderas de Ávila, Salamanca, Toledo y Toro
(Sánchez Belda 1983: 17). la primera a extramuros de la ciudad (Moreno
nes contribuirían a esparcir restos de comida y otros Núñez 1992: 196). Sobre las ferias de Castilla, véase también el exce
detritus, incluyendo cerámica rota y huesos de animales. lente trabajo de Ladero (1982).
154 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Fig. 59.-Reconstrucción ideal del oppidwn de las Cogotas (Cardeiiosa, Ávila) a.finales de la Edad del Hierro (Rui::_: Zapatero
y Alvare::,-Sanchís 1995).
- Areas de actividad industrial. Se encuentra repre do silos excavados en el suelo, lo que puede explicarse
sentado en nuestros oppida un amplio muestrario de por las características graníticas de los castros
herramientas de hierro de muy diversa tipología (Cabré (Fernández Gómez 1986: 492). El almacenaje pudo rea
1930: 98-103, láms. LXXIV-LXXIX; Fernández Gómez lizarse en grandes vasijas de provisiones pero tampoco
1986: 454 ss.; Fernández Gómez y López 1990: figs. 10- descartaría idéntica función para algunas estructuras de
11; Hernández Hernández et alii 1986-87 y 1989: 131, piedra no compartimentadas y de menor tamaño. La
figs. 62-63) 12·1, donde algunas piezas recaban nuestra variedad de instrumental especializado sugiere por otro
atención: hachas, azuelas, picos, cinceles, gubias, formo lado el desarrollo de talleres para la fmja del hierro. aun
nes, sierras, hoces, legonas, agujas, tranchetes, clavos, que hay que reconocer que prácticamente no sabemos
pinzas, punzones, martillos, barrenas....., elementos que nada sobre su situación en los oppida así como las fun
avalan la consolidación de actividades especializadas en cionalidades de los diversos tipos 126 • La documentación
general. Incluyen instrumental de herreros, carpinteros, arqueológica sí nos muestra en cambio la existencia de
leñadores, alfareros, agricultores, canteros, del trabajo de otras actividades.
la piel y de las fibras textiles. Si está fuera de toda duda
125 Abundantes restos ele trigo carbonizado se clescub1ieron en el interior de las
una mayor eficacia en la producción artesanal, es más viviendas de Las Cogotas y también en las afueras (Cabré 1930: 98-99).
que probable que ésta se llevara a cabo en sectores espe 126 Maluquer ( 1968: 11 O ss .. fig. 3) refiere el hallazgo de una vivienda en
cíficos de los poblados. el castro de Las Merchanas (Lumbrales). a escasos metros ele la mura
lla. con una especie de horno de planta ultrasernicircular pero ele difí
En el equipamiento interior de las viviendas las pie cil interpretación y con materiales poco concluyentes. Moldes ele fun
dición y desechos de forja se conocen en una de las viviendas de La
dras de molino y las pesas de telar delatarían una activi Coraja. en una estancia interpretada como herrería (fateban Ortega
dad doméstica complementaria (Cabré 1930: 38, 83-85; 1993: 63). aunque la ubicación de esta estructura ··c1oméstica" y otras
Fernández Gómez 1986: 474) 125. No se han documenta- anexas en el asentamiento no está bien explicitada. Asismismo. una
importante actividad metalúrgica se viene detectando en otros castros
extremeños: El ParclaL en Trujillo. Castillo de Boxc. en Almaraz. y
'" Análogamente. para las poblaciones celtibéricas, véase Taracena ( 1929: Sansueña. en Arroyo de la Luz (Redondo y Esteban Ortega 1992-93:
35-36. 48, figs. 23 y 26). Manrique ( 1980) y Barril (1992). 172).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 155
23
22
21
20
19
O 2m.
18
19 peña
17 piedra
hogares ladrillo de adobe
16 pared de adobe
15
6
14
almacén
13
12
11
10
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LAS COGOTAS
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sector A - 1
1990
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F G H J K L M N o p Q
Fig. 60.-Alfar de las Cogotas y estructuras anexas junto a la muralla del segun.do recinto del poblado.
156 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
La uniformidad que presenta la cerámica induce a das exhumadas en el Teso de las Catedrales, en la capital
suponer que era fabricada por unos artesanos especiali salmantina, conservaba una pared de adobes cocidos de
zados y no individualmente, hecho bien corroborado en dimensiones estandarizadas, en torno a 42 x 12 x 10 cm.
los alfares. En los últimos años se han documentado (Martín Valls et alii 1991: 155), Las medidas también
diversos talleres -Roa, Coca, Padilla de Duero, Las son uniformes en otras piezas documentadas en los
Cogotas- que permiten suponer una actividad común en poblados de la cuenca del Duero y del Tajo. Repasemos
los centros de población a finales de la Edad del Hierro los más importantes: 47 x 25 x 7 cm. muestran los ado
(Sacristán 1986: 155-156; Blanco García 1992; Es bes de la construcción circular de Fuente el Saz del
cudero y Sanz Mínguez 1993; Ruiz Zapatero y Álvarez Jarama (Blasco y Alonso 1986-87: 162), 45 x 35 x 14
Sanchís 1995). La pauta general consiste en ubicar este cm. en La Caraja (Redondo y Esteban Ortega 1992-93:
sector artesanal en las márgenes o bien fuera del asenta 168), 40/45 x 12 x 7 cm. tienen algunas viviendas de Roa
miento (Sacristán et alii 1995: 350). El alfar de Las (Sacristán de Lama 1986: 147), 47 x 20 x 8 cm. en Coca
Cogotas (Fig. 60) incluye un extenso complejo de depen (Blanco García 1992: 37) y 47 x 20 x 10 cm. en Padilla
dencias y hornos de cerámica que ocupan más de 300 m2, de Duero (Gómez y Sanz Mínguez 1993: 340). Incluso,
junto a la muralla del segundo recinto. Los hornos son de estas medidas reclaman otros paralelos en la zona más
tipo sencillo de una sola cámara y anexo al taller existe oriental de la Meseta, por ejemplo en Langa de Duero,
una gran dependencia que debió servir de almacén de con 46 x 27 x 1 O cm. (Taracena 1929: 34 y 36) y en la
productos acabados y como secadero de adobes. Lo que estructura de adobes de la necrópolis de Cabezo de
aquí nos interesa resaltar es que el taller de alfarería reba Ballesteros (Épila), con un módulo estable de 40 x 20 x
sa el ámbito de la producción doméstica y por sus dimen 18 cm. (Pérez Casas 1990: 117).
siones y la complejidad que implica su mantenimiento y Todas las longitudes de las piezas responden a una
su funcionamiento bien puede considerarse una actividad unidad de medida que oscila entre los 40 y 47 cm.. El
industrial a tiempo completo. Actividad que debió reque módulo 40 x 30 x I O es el más usual en la Europa occi
rir especialistas, una producción estandarizada y muy dental (Arcelin y Buchsenschutz 1985: 18), como tam
probablemente una distribución de los productos cerámi bién lo es en el valle medio del Ebro y en la Península
cos fuera del poblado 127• La existencia de este complejo Ibérica en general (Asensio 1995: 37 ss. y apéndice 1). La
ayuda a entender el camino enlosado que atraviesa el contracción del adobe durante el proceso de secado difie
recinto, que permitiría la circulación de carros para la re en función de los materiales empleados y la tempera
distribución de los productos cerámicos. La estratigrafía tura, que explicarían estas diferencias de tamaño. Un
obtenida (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 221- referente cercano sería el codo galo, cuyo valor se ha cal
222) también es importante porque aunque el nivel de culado en ca. 44,52 cm. (Nowotny 1931: 273; Almagro
fundación de la muralla corresponde al nivel constructi Garbea y Gran Aymerich 1991: 186-187). La reducción
vo del alfar, la existencia de un cenizal que se encuentra del volumen durante el secado tampoco es excluyente con
debajo de la muralla demuestra que con anterioridad al un módulo de 50 x 30 x I O, que se relacionaría con el
emplazamiento del taller cerámico y de las defensas ya codo púnico de 50/52 cm. de longitud (Martín 1965;
se estaban desarrollando actividades colectivas en esa Asensio 1995: 38). Ahora bien, esta equivalencia no
zona, a extramuros de la acrópolis 128• Lo interesante es resuelve el problema del origen de la unidad meseteña,
comprobar la toma de decisión para establecer una serie que además no es exacta. Sí es posible precisar algo más.
de actividades especializadas e incluirlas en el recinto Un rasgo interesante lo constituye el hallazgo de adobes
murado. Una intencionalidad de organizar una zonación de 40 x 25 x 20 cm. en el nivel de ocupación más antiguo
dentro del asentamiento. de La Mota, cuya fechación podría llevarse al siglo V II
El secadero de adobes anexo al alfar ofrecía un con a.C. (Seco y Treceño 1993: 139) o bien a la octava centu
junto de piezas dispuestas regularmente en el suelo y ria A.C. en cronología calibrada (Ruiz-Gálvez 1995b:
confeccionadas todas a caja (40 x 20 x 10 cm.). De la 82). También parece que en los niveles inferiores de Soto
mención de este dato se deduce no sólo la especificidad de Medinilla se utilizaron adobes de tamaños similares al
del sector, sino también la posible existencia de un empleado en el yacimiento matritense de Fuente el Saz,
módulo teórico que razonablemente pudo aplicarse en la de 47 cm. de longitud (Blasco y Alonso 1986-87: 162).
arquitectura de los castros y oppida (Fig. 61). El dato Tendría así más sentido relacionar esta medida con el
parece firme si tenemos en cuenta que una de las vivien- codo de 45,6 cm. usado en el monumento orientalizante
de Pozo Moro (Almagro-Garbea 1983: 225, n. 296), que
Por otra parte, tenemos en curso un minucioso estudio del grado de correspondería a su vez al codo sirio-fenicio de 44,7 cm.
127
VETTONES
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1
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Salamanca las Cogotas
Langa de Duero 10 20 30 cm
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Fig. 61.-Arriba: módulos teóricos de adobes exhumados en asentamientos del oeste de la Meseta, del área Celtibérica y del
valle medio del Duero. Abajo: hoces (A-B), alcotanas (M-O), picas y otros utensilios de hierro del oppidum de El Raso
(Fernández. Góme::, y Lópe::, Fernánde::, 1990, sin referencia de escala).
158 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
,_. posición cuñeras @distancia entre cuñeras .••••._conexión bloques � bloque volteado
lo teórico en tierras del interior a comienzos de la Edad 120 cms. de longitud, dependiendo de la fase de elabora
del Hierro desde el ámbito orientalizante, que apenas si ción. Los agujeros iniciales son visibles y definen líneas
mostraría diferencias con las que se aplicaron siglos más de cortado a intervalos de 28 y 36 cms. El acabado final
tarde durante los Bárquidas y en las propias viviendas de que ostentan algunos bloques lleva desde luego a sugerir
los oppida. que todo el proceso de trabajo tenía lugar "in situ", para
En Ulaca poseemos seguras evidencias de la existen ser luego posteriormente trasladados.
cia de canteras, localizadas en el sector oeste y en la La cantera del sector oeste parece relacionada con la
esquina suroeste del recinto principal. Las planchas de obtención de material constructivo para las viviendas y
granito se aprovecharon siguiendo las vetas naturales, de hecho las dimensiones de los bloques se asemejan a
rompiendo con cuñas bloques de dimensiones más o las casas más próximas. La cantera del extremo SO. del
menos regulares que seguidamente eran troceados en poblado, la más monumental, está relacionada con la ela
otros más pequeños. Se han podido documentar diferen boración de grandes sillares para la construcción del
tes fases del trabajo (Fig. 62): a) los bloques sólo esbo recinto fmtificado, como avalan las medidas de los blo
zados mediante los agujeros para trabajar con las cuñas ques respectivos y su proximidad a la muralla. La mag
en su extracción, b) los bloques grandes todavía sin tro nitud de los trabajos de cantería y la organización de
cear y c) los bloques terminados y no transp01tados. El especialistas a tiempo completo que la obra exige, así
tamaño de los bloques resultantes oscila entre los 60 y como la existencia de medidas modulares o la posibili-
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMfENTO 159
dad de reconstruir íntegramente el proceso de trabajo en 356 ss.; Moret 1991). El parentesco entre las poblacio
un futuro estudio de Arqueología Cognitiva (Renfrew y nes de la Segunda Edad del Hierro del valle del Duero,
Zubrow 1994), confieren a este hallazgo un extraordina manifestado en determinados tipos cerámicos, llevó
rio interés 129 • asimismo a sospechar sobre determinadas similitudes
En conclusión, y como recapitulación de todo lo abor constructivas, al partirse de la base de un amuralla
dado en este apartado, creo que no existe un urbanismo miento de carácter general extensible a toda la Meseta.
regular en sentido estricto, pero sí es factible abordar su Se pensaba en una corriente de este a oeste para expli
lectura desde una "lógica espacial". Del análisis de la car su adopción (Martín Valls 1985: 111 y 1986-87:
distribución interna de algunos oppida vettones a finales 68). Por ejemplo Harbison (1968: 147) propugnó esta
de la Edad del Hierro se puede deducir una clara dife vía al estudiar el sistema de las piedras hincadas. Pero
renciación por zonas en virtud de criterios topográficos, la emergencia de los castros del noroeste de Zamora en
funcionales y jerárquicos. La c01Telación de los distintos el Primer Hierro, contemporáneos a los de Soria, vino a
sectores resulta impensable sin una infraestructura mate complicar en parte la situación (Esparza 1990b: 103 y
rial y humana cualificada, en la que tendrían cabida aris 1995: 125; Romero 1991a: 333-334, 363-364; Romero y
tócratas y artesanos. Este modelo de ocupación marca un Jimeno 1993: 205).
significativo contraste con los siglos precedentes y sugie Los acontecimientos que se suceden durante el desa
re que algunos cerros fortificados cumplían importantes rrollo de la segunda fase del castro de Sanchorreja, han
funciones de servicio para las comunidades de los alre sido también el punto tradicional de partida para la seria
dedores, además de facilitar refugio y almacenamiento. ción cultural del SO. de la Meseta. A mediados del pri
Tentativamente, proponemos las siguientes funciones: mer milenio a.C. el yacimiento aludido se rodeaba de
1) Barrios aristocráticos. Residencia de las casas de una muralla en piedra. Existía sobre el pa11icular una
la élite en los sitios más altos y fortificados, fácil cierta unanimidad entre los autores, no exenta de escep
mente accesibles y con óptima visibilidad. ticismo ante la escasez de datos, de vincular este fenó
2) Barrios residenciales. Ubicación de artesanos, meno y esta cronología a todo el ámbito occidental y
agricultores y ganaderos en el resto de viviendas, suponer, de este modo, un proceso de cambios generales
y también fuera de las murallas, generalmente entre el 500 y el 400 a.C. que culminaba con el amura
con equipos domésticos más pobres. llamiento de una gran parte de los castros vettones cono
cidos. Martín Valls (1985: 109 y 1986-87: 68 ss.), a par
3) Barrios extramuros.
tir de las analogías que ya advirtiera Maluquer (1958a:
4) Areas de encerramiento de ganado. 22), señalaba cómo las características de su muralla
5) Areas de servicios colectivos. Apartados del encontraba rasgos afines en los despoblados abulenses de
núcleo principal de viviendas o bien en los recin Las Cogotas y La Mesa de Miranda (los dos primeros
tos limítrofes de la ciudad: alfares, talleres meta recintos) así como en los salmantinos de Yecla la Vieja,
lúrgicos, vertederos, fábrica de adobes, canteras, Las Merchanas, Castillo de Saldeana, Bermellar y La
etcétera. Plaza.
6) Lugares de mercado y esparcimiento. Al hilo de estos argumentos, la fortificación de los
7) Lugares de culto. Que probablemente estarían poblados pudo tener lugar en un tiempo relativamente
constreñidos a la acrópolis de los oppida más im breve y bajo circunstancias similares. Sin embargo,
p011antes del territorio. dicho esquema, en lo que a la incorporación de estos sis
temas defensivos a inicios de la nueva etapa se refiere,
dista francamente de estar resuelto:
3. Las defensas vettonas y el problema a) Buena parte de los poblados ocupa emplazamien
de su datación tos elevados, de fácil defensa -en espigón, meandro o
acrópolis- que probablemente en la fase inicial de ocu
Cuestión importante sería establecer el momento pación no haría necesaria su fortificación.
inicial del amurallamiento de estos poblados, cuya ar b) La parcialidad y el sesgo de las excavaciones, que
quitectura se ha valorado repetidas veces como un indi sólo excepcionalmente consiguen abordar la estratigrafía
cador cronológico. No en vano, la multitud de trabajos de las defensas, con lo que la definición cronológica
destinados a desentrañar la fechación de las defensas resulta extremadamente compleja y arriesgada.
constituye la mejor referencia para comprender la im
portancia y la dificultad que todo ello entraña (Martín c) La estructura y organización de los poblados vet
Valls 1985: 109 ss. y 1986-87: 65-68; Esparza 1987: tones, que no siempre, y no necesariamente, es posible
correlacionar con las necrópolis. Su evolución hasta los
12" Aún así. los trabajos relacionados con la extracción y labra de la piedra grandes oppida en vísperas de la conquista romana pare
también se intuyen en pequeños roquedos graníticos anexos a determi ce paulatina, por lo que tampoco puede soslayarse la
nadas casas. por lo que junto a la actividad artesana organizada y a gran
escala de los sectores aludidos. hay que sumar actividades de menor
construcción de nuevas defensas en el discurrir de la
índole y constreñidas al ámbito estrictamente doméstico. etapa.
160 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
d) El papel que el substrato anterior puede haber IT0 II 132 . Este hecho es interesante como rasgo individuali
jugado en el proceso de cambio. Se advierte en las mura zador del grnpo, máxime si valoramos además el dato nega
llas, obras de flanqueo, fosos y otros mecanismos defen tivo de su inexistencia en SanchoITeja. Maluquer creyó
sivos elementos evolucionados a partir de las tradiciones reconocer una de estas estructuras en el recinto de la acró
indígenas del Bronce Final de la Meseta y del sur penin polis (1958a: 25), pero es prácticamente seguro que se trata
sular. Debe quedar claro que el amurallamiento de los de un afloramiento rocoso (González-Tablas et alii 1986:
poblados es consustancial con su propia condición de 120 ss.). La propia lectura estratigráfica del nivel superior
permanencia, independientemente del grado de conflicti del yacimiento, o Sanchmreja II, ligeramente envejecida
vidad de la época. por su excavador (González-Tablas 1990: 73), aconseja ele
La tradicional adscripción de las murallas y otros siste var la cronología de la muralla a la sexta centuria frente a la
mas defensivos a orígenes célticos o centroeuropeos han tradicional fecha del 500-400 a.C. (Maluquer 1958a: 34 y
sido matizados en estos últimos años (Moret 1991). Es 96). Su relación con los castros citados resulta así más difu
verdad que la procedencia transpirenaica de las piedras sa y sugiere, por contra, un proceso sincrónico al de las po
hincadas parece reforzarse con los recientes hallazgos del blaciones amuralladas del HieITo Antiguo en el occidente de
poblado leridano de Els Vilars, en el Bajo Segre, que ven Zamora y el Alto Duero (Esparza 1990b; Romero 1991a).
drían a confirmar su penetración desde el sureste francés Bajo el punto de vista arqueológico, el primer hecho a
(Garcés y Junyent 1989; Garcés et alii 1991) 130, pero no es destacar es que no existe ninguna prueba fehaciente de
menos cierto el hecho de que se trata de la única técnica que la mayor parte de las murallas vettonas se hayan eri
defensiva que se difunde en la mitad septentrional de la gido a comienzos de la nueva etapa. Es verdad que algu
Península Ibérica 131 y queda ausente en la geografía no nos vestigios sugieren fechas de ocupación tempranas,
indoeuropea del territorio (Moret 1991: 11 y 41). sobre todo considerando la abundancia de molinos bar
Una parte de los asentamientos de Ávila y Salamanca quiformes en el Picón de la Mora frente a los circulares
ofrece paramentos internos -Las Cogotas, La Mesa, que son más escasos (Martín Valls 1971b: 137), las cerá
Yecla, Bermellar (Martín Valls 1985: 109-11O y 1986-87: micas peinadas con decoración sencilla del castro de
68)- reforzamiento que no se encuentra en SanchoITeja, Yecla la Vieja (Martín Valls 1973a: 94) o deteITninados
muralla que también acusa una mayor tosquedad. Del vasos y objetos metálicos de raigambre antigua hallados
mismo modo, Martín Valls señala cómo los castros sal en la acrópolis de Las Cogotas (Maitín Valls 1986-87: 62-
mantinos presentan una técnica más depurada y una 64 y Kurtz 1980), a los que nos hemos referido en más de
mayor riqueza en la organización de las entradas, por lo una ocasión 133. De todas formas, en los castros más occi
general en esviaje (Fig. 48), indicios que podrían consi dentales y meridionales las excavaciones no han dado
derarse de una relativa modernidad frente a la técnica en resultados muy positivos en este sentido. La muralla de
embudo. Al menos ese parece ser también el dispositivo Yecla no se asentaba sobre ningún estrato arqueológico,
más apreciado en los grandes oppida abulenses a partir de aunque los sillares caídos del paramento interno descan
finales de la tercera centuria a.C. La cronología del últi saban sobre estratos que proporcionaron cerámica a tomo
mo recinto de la Mesa de Miranda o las murallas de celtibérica y otros a mano con decoración peinada
Ulaca, construidas en ciertas zonas con grandes piedras (Martín Valls 1973a: 95). Por otra parte, el corte que se
cuando no aparejo ciclópeo, algunas con alturas superio efectuó en el lienzo septentrional de las Merchanas sólo
res a un metro y colocadas a veces de canto, confiere cier dio restos cerámicos revueltos (Maluquer 1956a: 84).
tas posibilidades. Por el contrario, las puertas en Los materiales más antiguos de las necrópolis de
SanchoITeja son meras inteITupciones de la muralla -sin Botija, La Coraja y Alcántara no son anteriores al tránsito
descartar la existencia de brechas practicadas en tiempos de los siglos V-IV a.C. (Hemández Hemández 1991: 266;
históricos (Maluquer 1958a: 24)-y a veces se aprovechan Esteban Ortega 1993: 82; Esteban Ortega et alii 1988: 96).
los canchales para la constitución de alguna de ellas. fechación que teóricamente podría convenir al hábitat
Otro indicio interesante es el que ofrecen los cuerpos amurallado. En el primero, los distintos cmtes efectuados
salientes de las murallas, en particular los bastiones o en la muralla y el toITeón-bastión depararon materiales
refuerzos de planta curva de Las Cogotas, La Mesa, Las revueltos a mano y a tomo con pintura, además de cerá
Merchanas o Yecla La Vieja. No hay elementos de data mica ática, campaniense y algunos fragmentos de ánfora
ción segura pero es un rasgo característico para una parte
1.i, No obstante su origen. como también la técnica de los paramentos múlti
de los yacimientos del oeste de la Meseta durante el Hie- ples. hay que buscarlo en un momento anterior(Moret 1991: 33-34. 38-391.
11' Alguno de los recintos de Sanchorreja podría llevarse hipotéticamente a
130 Piedras hincadas asociadas a una muralla y torreones. El conjunto se ins un momento avanzado en la cronología del yacimiento. en consonancia
cribe en un ambiente de Campos de Urnas del Hierro, datándose en la con el hallazgo de materiales del Hierro JI en superficie. Las tradiciona
segunda mitad del s. VII a.C. Esta cronología. más elevada que las les intervenciones arqueológicas del castro abulense se refieren sobre
comúnmente admitidas para los grupos de la Meseta. así como su loca todo a la parte más elevada y al primer recinto (Maluquer 1958a: 27 ss. ),
lización geográfica, vendría además a confirmar la filiación centroeuro que debió ser el núcleo originario de las comunidades del Bronce y de la
pea de las piedras hincadas como ya pusiera de manifiesto Harbison Primera Edad del Hierro. Cabría así plantear la posibilidad de una
( 1968). a partir de las estacadas de madera del Hallstatt C, para este ampliación del yacimiento en un momento posterior, acorde a la erec
característico sistema defensivo. ción de otros castros en la región. No ob,tante la cuestión es delicada y
ni Además de su presencia en algunos castros célticos de la Baja las intervenciones más recientes (González-Tablas 1990) tampoco han
Extremadura y el sur de Portugal (Berrocal 1992: 190-191 y 1995: 33). explicitado el desarrollo en cuestión.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 161
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Coraja se datan entre los siglos IV-II a.C., aunque las exca Cerámicas pintadas a tomo, fíbulas tardías con esquema
vaciones no afectaron a las defensas (Redondo et alii de la Tene y alguna otra de caballito localizadas en los dis
1991: 275). tintos sondeos realizados junto a la muralla del segundo
En cualquier caso, en la relación de los castros de recinto, penniten apuntar una cronología entre los siglos
Ávila-Salamanca con los extremeños al sur del Tajo pue III-II a.C. Pero todavía es factible precisar algo más; el
den verse algunas tendencias contrapuestas: si la ubicación nivel de fundación de la muralla del segundo recinto se
de estos últimos guarda cierta relación con el ámbito de la corresponde bien con el nivel constructivo del alfar (Ruiz
Meseta desde el punto de vista cronológico; en cambio, el Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 221). No puede poner
estudio de los objetos tipológicamente asignables al siglo se en duda la analogía de los recipientes hallados en este
IV e inicios del III a.C. se encuadra mejor en el ámbito ibé último, todos a tomo e inequívocamente celtibéricos, con
rico -muy bien atestiguado en la primera necrópolis de la etapa clásica de estas cerámicas (Sacristán de Lama
Botija (Hemández Hemández y Galán 1996)- lo que 1986: 160 ss.), pudiéndose observar los típicos vasos de
introduce imp01tantes matices frente a la dinámica de la borde vuelto y en cabeza de pato con decoración pintada.
Meseta y la Alta Extremadura (Rodríguez Díaz y Enríquez Podría entonces postularse una fecha hacia el tránsito de
1992: 537-541). La necrópolis del Castillejo de la Orden los siglos III-II a.C. o comienzos del siglo II a.C. para la
(Alcántara) podría ser un buen punto de referencia en este construcción del segundo recinto, aunque es claro que no
mismo contexto. Ubicada muy cerca del Tajo, en ella con hay ningún elemento romano.
curren cerámicas autóctonas, una ausencia muy destacada La existencia de un nivel de basurero que se encuentra
de la pintada de tipo ibérico y una panoplia guerrera -espa debajo de la muralla, también con abundancia de cerámicas
das de frontón y antenas- con buenos paralelos en sus a tomo, demuestra que con anterioridad a su erección ya
homólogas abulenses (Esteban Ortega et alii 1988: 93-96). había un foco de actividad en la zona. Ello nos lleva a pro
En consecuencia, cabe razonablemente sospechar que, al poner que en la secuencia de ocupación de Las Cogotas
menos en el transcurso de la cuarta centuria, la cuenca del (Fig. 64) pudo haber un primer momento (s. IV a.C.) sólo
Tajo todavía sigue marcando el límite a la dispersión de con el recinto superior amurallado y actividades secunda
elementos de filiación meseteña. Esta cronología encaja rias en la explanada situada al SO., y un segundo momen
perfectamente con la que se puede postular a partir del aná to (s. III-II a.C.) en el que se decide amurallar este sector.
lisis y distribución de otros elementos de la cultura mate Cabría pensar en otras diferencias de matiz 1 3-1 y en la rela
rial, como delata la cerámica con decoración a peine. ción del primero con la necrópolis del castro; en cualquier
Al norte del río, en el territorio que podemos conside caso, el aparejo constructivo no parece presentar diferen
rar nuclear de Cogotas II, el marco cronológico de algunos cias y el lapso de tiempo transcurrido entre una y otra cons
centros emblemáticos ofrece una lectura más amplia. trucción pudo también ser breve (Ruiz Zapatero y Álvarez
Sanchís 1995: 221). Finalmente, la estructura de torreones
Las actuaciones arqueológicas en La Mesa de Miranda
y el cuerpo de guardia de La Mesa de Miranda podría dar
se limitaron a la recogida de materiales en superficie, así
nos una data cmtequem, hacia el 175/150 a.C., para las
como la limpieza de las inmediaciones de las murallas y
defensas de Las Cogotas, con todo lo problemático que ello
algunas estructuras de viviendas (Molinero 1933; Cabré et
fuese 135 • La relevancia de este contexto se ve además
alii 1950: 9-39). El primer recinto ofrece foso y piedras
hincadas delante de las entradas. Es el mayor del castro
''" El trazado ondulado afecta por igual a todas las murallas del castro.
-casi 12 Has.-y queda separado del segundo mediante una pero podrían considerarse algunas diferencias desde un punto <le vista
muralla transversal con dos entradas flanqueadas por bas tipológico entre ambos sectores: así. y mientras en el perímetro amura
llado que rodea la acrópolis abundan los bastiones a modo de engrosa
tiones. Este consta a su vez de una puerta en el extremo mientos o salientes curvilíneos, flanqueando las dos entradas principa
suroriental, protegido por otras dos torres y piedras hinca les pues sabido es que la situada en la pendiente Este estaba demolida
por completo, en el segundo recinto dos de las entradas carecen a prio
das, accediendo al tercer recinto. Aquí, el muro meridional ri de salientes. En la entrada sur del último sector. uno de los lados está
o "cuerpo de guardia" ve reforzados sus extremos con flanqueado por una original toITe cuya planta acusa por el exterior dos
torres de planta cuadrangular y aparejo ciclópeo, bien dis caras rectas con dobles paramentos y por el inte1ior un semicirculo
(Cabré 1930: 35). En contra de los argumentos expuestos estaría el gran
puestas para la defensa de la entrada principal. En corres recodo que aparece al occidente de los bastiones de la entrada principal
pondencia con los ajuares más antiguos del cementerio el - pues sirve a su vez para flanquear la entrada alta del segundo recinto
(id. 1930: 31) - la existencia de un pequeño saliente a escasos 70 m. de
primer lienzo podría llevarse razonablemente a inicios de la la entrada norte del mismo y otro que, describiendo un semicírculo, se
cuarta centuria (Fig. 63). El último invade un sector de la emplaza no lejos del acceso sur.
'" Tampoco hay que perder de vista el trazo rectilíneo y parcialmente angu
necrópolis y ha sido datado en un momento posterior, en loso que incorpora la cara exterior del bastión o torre de la entrada sur
relación con las campañas romanas de la l ." mitad del siglo de Las Cogotas. Presenta ciertas concomitancias con la torre F del o¡,pi
dwn de La Mesa. que defiende el ángulo sureste del segundo recinto y a
II a.C, bien la campaña de Postumio del 179 a.c., bien su vez sirve de balua1te para flanquear la puerta del tercero: es de plan
durante las guerras celtibérico-lusitanas a comedios del ta semicircular aunque la orientación de los ejes se dispone al contrario
mismo (Martín Valls 1985: 129 y 1986-87: 81-82). que en Las Cogotas. La parte que mira hacia el interior describe una
línea �en�iblemente recta mientras que la parte convexa se ve reforzada
El poblado de Las Cogotas se organiza en tomo a dos por una plataforma que pudo ser adosada simultánea o posteriormente
(Cabré et alii 1950: 28). Por tanto el trazado de Las Cogotas. a sabien
grandes recintos amurallados con tres entradas cada uno, das de los pocos vestigios conservados y sin desca1tar posibles recons
más compleja y elaborada la principal del recinto superior. trucciones (Cabré 1930: 36). permitiría plantear su relativa modernidad.
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 163
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LAS COGOTAS
o m. 200 o m. 200
Fig. 64.-Fases de ocupación de Las Cogotas, en Cardefíosa. Hábitat del Bronce Final y vestigios de la Primera Edad del
Hierro en trama ele puntos; pequeí'ías estructuras en trama gris (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995, modificado).
refrendada con la que ostentan otros centros en este excavaciones permitieron documentar la base de un posible
momento; el bagaje material que proporciona el segundo recinto murado sobre el que apoya un nivel datado entre los
recinto de Las Cogotas y la cronología aproximada de la siglos III y II a.C. (Martín Valls et alii 1991: 155).
muralla encuentra claros paralelos en la documentación Una fechación de finales de la Edad del Hierro podrí
histórica y arqueológica que se infiere del Teso de las amos pensar igualmente para las murallas de Ulaca
Catedrales, en la capital salmantina, donde las recientes (Álvarez-Sanchís 1993a: 272-279), a juzgar por la abun-
164 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
dante cerámica a tomo y pintada celtibérica recogida en y "El Castillo" (Femández Gómez 1986: 509-512), en el
las prospecciones hasta ahora efectuadas, los escasísimos cuerpo de guardia del último recinto de la Mesa de
fragmentos a mano y con decoración peinada, y el apare Miranda (Cabré et alii 1950: 27-32) o en las t01Tes del
jo ciclópeo de algunas estructuras 136 . El recinto principal castro zamorano de Santiago en Villalcampo (Esparza
del oppidum abarca una extensión de gran magnitud, 1987: 376), rasgos que ya preludian las fortificaciones
superior a las 60 Has., en correspondencia con la vitali del momento de la conquista (Martín Valls 1985: 129) 1 '5•
zación alcanzada por otras poblaciones vettonas y vacce Por su vinculación geográfica, podría argüirse una
as en un contexto que no debió ser anterior a la tercera relación temporal entre las piedras hincadas de los cas
centuria. Datos más precisos si se quiere alberga El Raso tros zamoranos y portugueses y el núcleo abulense-sal
de Candeleda, cuyas defensas se fechan a finales del siglo mantino. Sin embargo, la fechación de las vettonas es
III a.C. ó comienzos del siguiente, así como las viviendas más moderna. Para los castros de Yecla la Vieja y el
excavadas (Femández Gómez 1986: 517). Alcanza las 20 Picón de la Mora se sugiere razonablemente una ocupa
Has. y sucede en el tiempo al hábitat no fortificado de El ción inicial en tomo a la quinta centuria (Martín Valls
Castañar, que sí se ha relacionado con la conocida necró 1971b y 1973a), mas la datación precisa de las murallas
polis de incineración (Femández Gómez 1995: 154-155; y las piedras hincadas sigue todavía pendiente. En La
Mesa de Miranda no hay piedras hincadas ante la mura
Femández Gómez y López Femández 1990: 96-99). El
lla del tercer recinto, que nos daría un terminus antequem
oppidum abulense conserva en la actualidad restos de una
para los bloques aristados del yacimiento. Podría obte
docena de torres de planta cuadrada, rectangular y trape
nerse una confirmación análoga para las barreras de Las
zoidal (Femández Gómez, 1986: 503 s.). Por último, los
Cogotas cuya cronología es, en suma, la de los propios
importantes núcleos astures de Santiago y Labradas, en recintos. Contamos además con el dato negativo de su
Villalcampo y Arrabalde respectivamente (Gómez ausencia en Ulaca; sin embargo, en el Raso de Candeleda
Moreno 1927: 37-38; Esparza 1987: 37, 136, 375-376), (Fernández Gómez 1986: 516) tend1íarnos una datación
son otros puntos de referencia a propósito del amuralla todavía más reciente, que podría llevarse a los dos últi
miento tardío -siglos 11-1 a.C.- para una parte de estos mos siglos antes de la era. En algunos castros del NO. de
centros, el primero con torres de planta cuadrangular dis Zamora también podemos rastrear estos vestigios defen
puestas regularmente y aparejo ciclópeo. sivos a finales de la Edad del Hierro; así se desprende del
Cabe suponer que la Coraja, con una impresionante campo de piedras hincadas y doble foso de Lubián o de
puerta-torre junto al tramo accesible del poblado (Redondo las defensas de Labradas en Arrabalde (Esparza 1987:
et alii 1991: 273) o el castro de Botija, con torres-bastiones 360-361 y 1990b: 104, 111).
en los dos recintos (Hemández Hemández et alii 1989: 18- A la vista de estos datos, las defensas de los poblados
19 y fig. 3), correspondan a versiones de modelos ibéricos vettones parecen bien datables a partir sobre todo del
que podríamos datar de forma un tanto imprecisa a comien siglo IV a.C., pero el propio desarrollo de estas comuni
zos del siglo IV a.C. Con todo, probablemente estas nove dades hará surgir en fechas más tardías nuevos asenta
dades sólo se incorporan en la orla septentrional de la mientos amurallados y nuevas reedificaciones. Los siste
Meseta en un momento más avanzado de la Edad del mas constructivos se irán haciendo más complejos, ilus
Hierro, a finales del siglo III o inicios del II a.C, e incluso trando la asimilación progresiva de la poliorcética hele
no descartaría una ruta meridional a través de Extremadura nística, aunque su vehículo de transmisión puede haber
sido púnico, ibérico o romano (Moret 1991: 35 ss. y 42;
para explicar su origen 137 • Los vemos en el Raso de Can
Martín Valls y Esparza 1992: 269; Almagro-Gorbea
deleda, con los baluartes conocidos como "El Castillejo"
1994a: 34; Berrocal 1995: 32-34). Paramentos de traza
"6 Los materiales recogidos confirman lo ya conocido en anteriores publi
do rectilíneo, tendencia a la planta angulosa reforzada
caciones (Lantier y Breuil 1930: Posac l 953; Gutiérrez Palacios l 955): con torreones y una cierta regularización en las hiladas y
restos de escasa significación tipológica. con predominio de formas talla de grandes sillares serán sus rasgos más caracterís
abiertas y a torno, en tipos que se ajustan plenamente a las cerámicas de
fines de la Edad del Hierro. Entre las decoradas, destacamos las especies ticos, bien evidenciados en los oppida de la Mesa de
pintadas celtibéricas y algunos fragmentos estampillados. De la zona Miranda, Ulaca y El Raso.
también proceden algunos restos metálicos y dos cuentas de pasta vítrea
azul, una de ellas oculada. Capítulo aparte serían las tres diademas de Creo, en consecuencia, que no puede hablarse de una
oro procedentes de la provincia de Ávila, al parecer de los alrededores etapa breve y homogénea en la arquitectura defensiva de los
de Ulaca, conservadas en una colección particular (Fernández Gómez
1989: 88-89, 1995: 181-182 y 1996). Decoradas mediante técnica de poblados vettones a comienzos de la Segunda Edad del
repujado. ofrecen roleos vegetales y un águila con las alas explayadas en Hierro. Con todo, aun aceptando la posibilidad de una cro
posición frontal sobre una hoja de acanto. Su autor sugiere una proce
dencia helenística, fechable en la primera mitad de la tercera centuria nología escalonada. existe una correspondencia esencial
a.C., que habría que relacionar con las placas de plata con decoración entre las grandes obras de fortificación y la plenitud mate
zoomorfa de la necrópolis de La Mesa de Miranda (Cabré et a!ii 1950:
Lám. LIV; Baquedano 1996).
rial de las sociedades indígenas de la Meseta. Todo este pro-
in Posibilidad que ya fue sugerida por Esparza para el tercer recinto de La
Mesa de Miranda (Esparza 1982: 399). Por otro lado, el parentesco entre ns En la puerta septentrional de Las Merchanas se erige un bastión circular
las plantas de algunas casas de el Raso y Ulaca con las viviendas de élite fuera de la muralla aunque inmediato a ésta para proteger la puerta. pero
turdetanas o de tradición orientalizante (Almagro-Gorbea 1994a: 34). es casi seguro que se trata de una adición posterior. de época altoimpe
invita a sospechar que también afectó a la arquitectura doméstica. rial tardía (Maluquer 1968: 106-108 y 1956a: 28-29).
LOS VETTONES. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DEL POBLAMIENTO 165
ceso es mejor conocido desde los siglos III-II a.C., cuando de lusitanos luchando junto a Viriato, nuestra región no
los datos que proporcionan la arqueología y las fuentes es parece haber sido escenario de operaciones bélicas de gran
ctitas, al socaire de la expedición cartaginesa o de las gue entidad en el siglo II a.C., al menos en torno a los princi
rras que ocasiona la presencia romana en la zona, permiten pales centros de población conocidos.
entrever la existencia de importantes centros fortificados. En el borde suroccidental de la Meseta, los viejos núcle
os ganaderos del valle de Amblés -Las Cogotas, La Mesa
de Miranda y Ulaca- comienzan a despoblarse a juzgar por
4. Las ciudades romanas y la desarticulación
la escasa presencia de materiales romanos. Su población
del sistema
debió trasladarse a la vega, probablemente en el lugar que
hoy ocupa Ávila, cuya aparente semejanza con la ciudad
La política romana de prohibir las defensas y facilitar vettona de Obila mencionada por Ptolomeo (2, 5, 7) ha ori
la instalación en el llano, con el consiguiente abandono ginado una identificación hipotética con la ciudad actual,
de una parte de los centros que mantenían posiciones aunque aún no existan datos realmente concluyentes
defensivas, influyó de manera decisiva en la organiza (Roldán 1968-69: 91-92; Tovar 1976: 272; Rodríguez
ción del territorio. Que existió lo sabemos por las fuen Almeida 1981: 22 y nota 13; Sayas y López Melero 1991:
tes (Estrabón 3J,5; Apiano 99; Diodoro 37, 52-53). En 78-79 y nota 6; Mariné 1995: 298 ss.; Hernando Sobrino
el año 61 a.C. César es nombrado gobernador de la 1995: 77 ss.). Diversos hallazgos cerámicos procedentes
Ulterior. Aprovechando las "razzias" de lusitanos y vetto del solar de la ciudad atestiguan una ocupación que podría
nes inicia acciones militares entre el Tajo y el Duero obli llevarse a mediados del siglo I a.C. (Martín Valls 1976: 383
gando a sus habitantes a descender al llano (Mariné 1995: y nota 31). Este hecho coincide con la escasez de restos en
286). Sin embargo, no es menos verdad que los asenta los poblados vecinos, habiéndose planteado la vitalización
mientos indígenas también adoptaron otras soluciones en del primero a partir de estos últimos (Martín Valls y
el marco de la conquista; unos continuaron funcionando Esparza 1992: 274-275). En cualquier caso, el recinto amu
como pequeños núcleos y, en algunos casos -Salmantica, rallado medieval de la ciudad reproduce fielmente la
Urunia, Augustobriga, la carpetana Toletwn- vieron estructura campamental romana (Mariné 1995: fig. 103) y
aumentado su poder hasta adquirir el estatuto municipal las intervenciones arqueológicas más recientes testimonian
(Martín Valls et alii 1991: 159; Mangas 1985b: 41; Salas la ocupación del núcleo en época altoimperial, a partir del
1985: 62; Plácido et alii 1992: 269 ss.). Es más, la evi siglo I d.C. (Caballero 1996: 150-151). Carecemos por
dencia arqueológica no implica necesariamente que el ,
tanto de pruebas seguras a favor de que Avila/Obi/a
abandono de una parte de los núcleos vettones se debie desempeñara en la Segunda Edad del Hierro un papel des
se a una imposición militar romana, sino más bien fruto
tacado en relación a los diversos oppida del valle, aunque
de la iniciativa indígena (Edmondson 1990: 167). No es posible añadir otras consideraciones.
parece que los vettones fuesen una de las etnias más beli
cosas y proclives al enfrentamiento con Roma, y el rela Un rasgo especialmente interesante es el que ofrece el
tivo silencio de las fuentes en este sentido puede ser un último recinto de La Mesa de Miranda, datado como
primer punto de referencia (Salinas 1982a: 14). sabemos en el siglo II a.C. Las características de ensam
ble y trabazón de los grandes bloques de piedra que
La conquista del tenitorio debió producirse a partir del
ostenta el cuerpo de guardia y que se repite en otras áreas
154-153 a.C. a raíz de las campañas de Viriato y las "raz
de la muralla, se ha valorado análogamente con el que
zias" de lusitanos y vettones en la Betmia y sur de la
ofrecen las piedras basales de un sector de la muralla de
Península. El avance de la romanización propiciatía la
Ávila, hasta sugerir para ésta su posible encuadramiento
devolución de Salmantica a los vettones en esas fechas
en la etapa prerromana (Cabré et alii 1950: 30-31),
(Bejarano 1955: l 16-119) 119. En relación con este momen
siguiendo un trazado que no sería muy diferente al roma
to pod1ían datarse algunas importaciones de manufactura
no y medieval (Molinero 1958: 20). Topográficamente,
romana, como parece evidenciar la cerámica campaniense
el cerro sobre el que se asentó la ciudad no presenta las
hallada en Toro y en la capital salmantina (Martín Valls et
características de los castros de la zona. A nuestro juicio
alii I 991: I 57). Con todo, los testimonios históricos inicia
el núcleo primitivo, si realmente existió, debió situarse
les resultan escasos: sólo disponemos de tres referencias
en el altozano suroccidental, en la única zona relativa
transmitidas por Apiano (Roldán 1968-69: 77, 94-95), dos
mente escarpada y junto al río Adaja. Resulta razonable
relativas a los primeros compases bélicos (Apiano 10, 56-
suponer que si la población indígena se trasladó progesi
58), y una tercera, del 139 a.C., que nos informa de las
vamente a este centro, es precisamente ese poder de
incursiones de Servilio Cepión contra vettones y galaicos
absorción, beneficiado por los recursos agrícolas de la
(Apiano 12,70). Poco después, en el 138-137 a.C., Décimo
vega y su situación estratégica, indicios razonables de
Bruto cruzó el Duero y llegó al territorio galaico, posible
una previa ocupación, que muy probablemente debamos
mente a través de los vettones, lo que hace suponer que
relacionar con el fenómeno de los oppida.
éstos últimos ya estaban pacificados. En definitiva, y sin
excluir su participación englobados bajo la denominación Dentro de este modelo de ocupación podrían valorarse
las esculturas de verracos que en número muy elevado se
119 Una po,tura má, crítica. en Sánchez Moreno ( 1995b: +86-487). localizan bien en la propia Ávila, bien en las dehesas que
166 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
rodean la capita11-1o_ La propuesta de los verracos como 448). Por su relativa proximidad e importancia, su pobla
delimitadores de propiedad se corresponde muy bien con el ción pudo trasladarse a los oppida de Augustobriga y
patrón de poblamiento jerarquizado que ofrece el extremo Caesambriga, núcleos de romanización temprana que
oriental del valle, junto a la ciudad en cuestión (Álvarez podrían estar ocupados desde algo antes, hasta alcanzar la
Sanchís y Ruiz Zapatero, e.p). Dentro de lo provisional que categoría de municipio latino bajo los Flavios y organizar
resultan las observaciones de un área apenas excavada, se como tal (Salas 1985: 62; Mangas y Carrobles 1992:
estaríamos ante un ejemplo característico de progresiva 108). Su ubicación junto al río Tajo, en el trazado de la vía
concentración de la población regional en el siglo I a.c. en 25 del Itinerario de Antonino (438, 2-439) -Alio Itinere ab
tomo a un "lugar central", nutrido a partir de viejos núcle Emerita Caesarea Augusta- también repetido por el
os indígenas que ocupaban posiciones más marginales, lo Anónimo de Rávena (312, 7-16), reafirma el importante
que no excluye la existencia de hábitats menores sincróni papel aglutinador desempeñado por esta vía de comunica
cos y posiblemente subordinados al primero; en otras pala ción. El tránsito al siglo I a.C. es la data post quem que pro
bras, la gestación de un oppidum de nueva planta a finales porciona un semis de Cástulo para la última fase de Arroyo
de época republicana, en un fenómeno no muy diferente al Manzanas, habiéndose sugerido también su abandono con
que preside la emergencia de Augustobriga y Cae la aparición de núcleos en el llano (Moreno 1990: 292). Se
sarobriga en el Tajo (Salas 1985; Aguilar-Tablada 1997; entiende así mejor el traslado de algunos centros en las pos
Mangas y Carrobles 1992), y también de los grandes trimerías de la República, como consecuencia de un proce
poblados de la Europa Templada (Collis 1984: 65-74). so de absorción por parte de las ciudades mejor situadas
En cualquier caso, lo que se observa con suficiente niti para el aprovechamiento de la vega contigua al Tajo.
dez es el progresivo despoblamiento de una parte de los Cuanto antecede también es válido para Capara (Cá
oppida indígenas; recuérdese el escaso material campa parra), ciudad estipendiaría de la Lusitania referida por
niense, con seguridad antiguo e importado, de Las Cogotas Plinio (N.H. 4,118) y citada como vettona y también lusi
y La Mesa de Miranda (Cabré 1930: 71 y 109; Cabré et alii tana por Ptolomeo (2, 5-7). El análisis del topónimo pre
1950: 36, 84, 129), la moneda de Augusto de la ceca de rromano, la onomástica personal prelatina de algunas ins
Emérita hallada en el primero (Cabré 1930: 38, nota 1) o el cripciones, el hallazgo a poco más de un Km. al sur de la
numerario indígena de Arecorata y posiblemente ciudad de un verraco de grandes dimensiones y algunas
Secobirices hallado en Ulaca (Posac 1953: 71; Martín Valls referencias de platitos con bandas pintadas y restos de
y Esparza 1992: 274; Álvarez-Sanchís 1993a: 279), ade estructuras en las proximidades y dentro del perímetro
más de un as ibérico de Celsa recogido a los pies del oppi murado, son elementos seguros a favor de la presencia de
dum, en la carretera de Villaviciosa (Abad 1995: 210) 1-11• la población autóctona en los alrededores, tanto si el origen
No parecen estar habitados desde época postsertoriana, del asentamiento es un oppidwn prerromano o bien una
salvo quizá frecuentaciones esporádicas en beneficio de la creación romana ex novo (Cerrillo 1994: 150-152, 155-
propia Ávila donde puede sugerirse una ocupación conti 156). Los aportes indígenas son indiscutibles aunque el
nua al menos desde finales del siglo I a.C. auge de la ciudad no parece anterior a la época Julio
El tesorillo de 31 denarios ibéricos, relativos a las Claudia (Blázquez 1968). Hasta cierto punto, se podría ver
cecas de secobirices, turiasu, arecorata, arsaos y bolsean, en estos procesos casos tardíos de sinecismo político (Frey
hallados en el casco histórico de Salamanca (García 1984) asociados a la fundación de nuevos oppida a partir
Bellido 1974; Delibes et alii 1993: 447 ss., 461, figs. 7- de otros núcleos indígenas menores. Práctica que en la
8), corrobora la importancia de la revuelta sertoriana en Hispania Céltica parece documentarse en las dos últimas
este sector de la Meseta y el proceso de atesoramiento. El centurias antes del cambio de Era. como evidencia por
depósito forma parte de un grupo más numeroso de ocul ejemplo la ceca celtibérica de Tamusia, en un poblado
taciones intencionadas en estos momentos de inestabili (Villasviejas del Tamuja) de la penillanura extremeña
dad, que además de vettones interesa sobre todo a vacce (Almagro-Gorbea 1994a: 28-31).
os, astures y arévacos (Delibes y Esparza 1989; Delibes Es probable que hacia el siglo II a.C. el poblamiento en
et alii 1993: fig. 9, 461-462). tomo al Berrueco sufriera una remodelación importante.
Al sur de Gredos, las fechas que proporcionan los dena De ello darían fe el conjunto de hallazgos de Los Tejares.
rios y ases republicanos del Raso de Candeleda (119-47 con cerámicas pintadas a tomo. fíbulas tardías con esque
a.C.), además del conocido tesorillo que apareció soterrado ma de La Tene y otros elementos romanos además del
en una de las viviendas, permiten situar el abandono del conocido tesorillo de monedas republicanas (Morán 1924:
poblado en el contexto de las luchas civiles entre pompe 23-24), cuya vitalización podría relacionarse con el aban
yanos y cesarianos (Femández-Gómez 1979 y 1986: 444- dono progresivo de Las Paredejas. Con posterioridad, tal
vez hacia el tránsito de los siglos I-11 d.C., su población
14º No obstante, conviene tener presente el hecho de que algunas han sido debió repartirse en vegas fértiles de localidades muy próxi
trasladadas y que una parte del material escultórico, de marcado carác
ter localista por su difusión en tomo a la ciudad. debe asociarse a un mas (Fabián 1986-87: 286-287). Los testimonios son sólo
ambiente romanizado (Martín Vafü 1974: 74 ss.; Álvarez-Sanchís 1998). superficiales, pero teniendo en cuenta la intensa y secular
141 También, como perteneciente al oppidum aunque desconocemos sus
arqueológicos. no nos resulta incoherente la idea de un valor para el conocimiento de la onomástica indígena en
gran oppidwn abierto, que en las postrimerías de la con época altoimperial (Navascués 1963 y 1966; Martín Valls
quista romana reorganizaría su teórico espacio urbano, 1979 y 1982). La complejidad y duración del hábitat ape
ciñéndose entonces al sector (Los Tejares) que ofrecía nas se entrevé con la información disponible, pero, sin
mejores condiciones naturales. duda, la prolongación de estos centros hay que relacionar
El depósito de monedas hallado en el poblado salmanti la sobre todo con el hecho de las explotaciones mineras
no corresponde también a alguno de los conflictos civiles li (Salinas 1992-93: 179-180; vid. supra).
brados con posterioridad al sertoriano. La más reciente Una parte de las ciudades romanas florecieron en aque
aporta un tenninus post quem del 43 a.C. Los años que me llas áreas que ya habían conocido un desarrollo urbano o
dian desde el fin de las guerras entre Pompeyo y César has protourbano en la etapa preaugustea (Edmondson 1990:
ta el conflicto cántabro están pobremente documentados. 153). Por ejemplo, en Ciudad Rodrigo y Salainanca se
Resulta probable que hubieran existido enfrentamientos a la constata una indiscutible relación entre el mundo indígena
vista de los triunfos celebrados en Roma por los goberna y el altoimperial (Martín Valls 1976; Martín Valls et alii
dores de Hispania (Mangas 1985a: 24), pero tampoco 1991) y una situación similar cabría especular para
habría que descai1ar que la circulación monetaria se hubie Ledesma, aunque la historia de la villa no está plenamente
ra mantenido algún tiempo, el suficiente para relacionarlo definida (Benet et alii 1991). La intervención de la admi
con los acontecimientos del 29 a.C., cuando el legado nistración en época de Augusto se plasma en los términos
Estatilio Tauro somete a cántabros, vacceos y astures (Dion erigidos en el año 6 a.C. para fijar los límites territoriales
Casio 51,20,5), suceso mucho mejor evidenciado en la entre Salmantica, Bletisama (Ledesma), Mirobriga
ocultación de los tesoros astures de Ramallas-Rabanales y (Ciudad Rod1igo) y otros centros, que hacen pensar en su
Arrabalde 1-2 (Esparza 1983a; Delibes y Martín Valls temprana conversión en municipios (Mangas 1985b: 41;
1982; Delibes y Esparza 1989; Martín Valls 1995). Martín Valls et alii 1991: 159) 142. Otras ocupaciones sobre
Antes de la época de César, la presencia romana en tie salen notablemente durante el Bajo Imperio, es el caso de
rras vettonas y lusitanas al sur del Tajo tampoco estaba los castros prerromanos de Las Merchanas y Yecla la Vieja,
férreamente consolidada (Sayas y López Melero 1992: habiéndose sugerido una continuidad en los mismos térmi
253). A finales del siglo II a.C. se perciben algunos hechos nos aunque la información arqueológica es muy somera
bélicos, bien avalados en la deditio de Alcántara del 104 (Martín Valls y Esparza 1992: 274, nota 183).
a.C. (López Melero et alii 1984). De igual modo, la apari Al hilo de lo comentado hasta aquí, creemos que la
ción en cuantía no demasiado elevada de cerámica campa clave del abandono de una parte de los oppida indígenas
niense y ánforas en Villasviejas del Tamuja (Botija), se ha descansa en la búsqueda de emplazamientos acordes a la
relacionado con los exhumados en Castra Caecilia o nueva situación socio-económica que se avecinaba, valo
Cáceres el Viejo, argumentando una ocupación transitoria rando especialmente cuatro hechos:
romai1a con fines militares (Hernández Hernández 1993: 1) las facilidades de acceso de la población a las redes
122). Las emisiones más modernas del numerario indígena de comunicación controladas por el ejército roma
y los denaiios republicanos apuntan a una cronología entre no, que prefiguran ya la trama de vías y ciudades de
las guerras se11orianas y el 40 a.C. (Sánchez Aba! y García época altoimperial;
Jiménez 1988: 158; Blázquez Cerrato 1995: 247-250). 2) el potencial mercado demográfico, y por tanto eco
También desde el siglo I a.C. encontramos establecimien nómico, que este último representaba;
tos en llano con cerámicas análogas a las castreñas, que
3) la ordenación romana del territorio en función de
paulatinamente irán ocupando los suelos agrícolas más
los usos agrícolas del suelo y también mineros;
productivos (Martín Bravo 1994: 284 y 1996: 497 ss., fig.
99). La creación de Norba Caesarina (Cáceres) en el año 4) el advenimiento de un nuevo sistema de intercam
34 a.C. guai·daría relación con el abandono definitivo de bio de relaciones impersonales, exclusivamente de
Villasviejas y de otros núcleos indígenas cercanos, en gran interés comercial, frente a los viejos vínculos clien
parte debido a su situación marginal dentro de las redes de telares indígenas. La circulación monetaria pudo
comunicación, factor nuevamente clave en la creación de la jugar en este sentido un papel ve11ebrador, incre
Norba romana junto a la vía de la Plata (Cerrillo et alii mentándose las necesidades de nuevos excedentes
1990: 61; Sayas y López Melero 1992: 258). agrícolas y facilitando la especialización.
Se ha señalado sin embai·go, en el proceso inicial de Si Roma potenció con fines administrativos y econó
romanización de los vettones, una relativa dualidad en el micos núcleos de nueva creación y otros preexistentes en
modelo de ocupación de los poblados frente a los más occi puntos clave para sus intereses, la ocupación sistemática
dentales (Martín Valls 1971b: 138). Así pai·ece indicarlo la de las vegas y los llanos sedimentarios era sólo una cues-
ocupación romana de una parte de los yacimientos salman 142 Los dos términos de Ciudad Rodrigo deslindaban Mirobriga/Valuta/
tinos de la Edad del Hierro, Irueña (Fuenteguinaldo), Vir Sa/111a11tica por un lado. y Mirobriga/Valuta/B/etisama por otro. Uno en
gen del Castillo (Pereña), Lerilla (Zamarra), Saldeana, Ledesma. que deslindaba los límites entre Bletisama/Mirobriga/Sal-
111a11tica, y otro en Yecla de Yeltes, que lo hacía entre los Mirobrigenses
Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes) ... Es una zona que se carac y los Polibedenses (C!L, 11,857, 868, 859 y 5033: Morán 1922: 47-55:
teriza por su abundante epigrafía funeraria, de indiscutible Martín Valls el alii 1991: 159).
168 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
tión de tiempo. Esta estrategia podría estar presente avan oppida vettones había desaparecido y otros conservaban
zada la segunda centuria, pero debió tener más éxito un papel hegemónico, operando junto a un modelo de ocu
desde la primera mitad del siglo I a.C., probablemente a pación descentralizado de pequeñas granjas y aldeas. En
partir de las guerras sertorianas (82-72 a.C.). Es casi segu las dos centurias siguientes se advierte un considerable
ro que una parte considerable de los pequeños estableci aumento de población en todo el territorio, con una clara
mientos abiertos que hoy conocemos correspondan a este preferencia por explotar tierras aptas para el cultivo del
momento, merced a su posición en los suelos agrícolas. cereal, a orillas de los ríos Tormes, Águeda. Adaja,
De todas maneras, parece obligado insistir nuevamente en Arevalillo, Zapardiel, Tajo, Duero... a través de las villae y
la parquedad de los datos obtenidos en prospección y en otras instalaciones urbanas o semiurbanas (Santonja 1991:
la ausencia de estudios a nivel comarcal. 27-28; Salinas 1992-93: 181-187; Mariné 1995: 311-318).
Estos cambios debieron generar graves tensiones en las Como el cultivo extensivo no se adapta a los bancales, este
relaciones de propiedad de los diferentes grupos y una modelo de ocupación queda ausente en las zonas de acu
mayor competencia para la obtención de excedentes agríco sada pendiente, creando vacíos y el abandono de antiguos
las que facilitase el acceso a los nuevos mercados. Además, núcleos de población. Los propietarios introducen enton
el reparto de tierras potenciado por los romanos -como el ces nuevas formas de propiedad, el fundus donde se ins
acuerdo al que llegaron el pretor Marco Atilio con vettones cribe la villa, rompiendo definitivamente con los modos de
y lusitanos que pudo incluir una concesión de estas caracte explotación tradicionales. La importancia de Zamora,
rísticas (Apiano lb. 10,58,60), la concesión de tierras por Á vila, Salamanca, Talavera de la Reina o Toledo, explica
Cepión a Tautalos o la fundación de una colonia de lusita ría así la densa red de núcleos rurales en su entorno, ilus
nos en Valentía (Diodoro 33,1,3; Livio 55)- no debió ser trando perfectamente las fórmulas agra1ias de un modelo
equitativo (Salinas 1986: 34-35, 47; Sayas 1993: 213-215). de ocupación que ha pervivido hasta nuestros días.
De alguna manera, el fenómeno del bandolerismo y el robo Hasta cierto punto, la división romana del territorio
de ganado entre tribus, "costumbre peculiar y propia de los
mediante civitas y sus respectivos límites, el pago de
hispanos" (Diodoro 5, 34, 5), ofrece aquí un marco explica
impuestos - que estimularía la producción agropecuaria, la
tivo muy coherente, máxime si añadimos la pobreza endé
minería y la desforestación - o la creación de una nueva red
mica que las guerras lusitanas, celtibéricas y posteriormen
de comunicaciones, forzó a la sociedad indígena a percibir
te civiles ocasionaron en amplios sectores de la población.
y a moverse en el paisaje de una manera muy diferente a
Resulta juicioso el análisis que Ruiz-Gálvez (1985- com0 lo había hecho hasta entonces. Estos elementos serí
86: 75) realiza a propósito de las "razzias" y el bandole an constitutivos de un nuevo "mapa cognitivo" del territo
rismo reflejado en las fuentes, sugiriendo una práctica rio (Edmondson 1992-93: 25 ss.)1+1, del ager y del saltus,
social organizada propia de las sociedades ganaderas, por parte de las gentes vettonas y lusitanas que lo habita
como medio de adquirir prestigio, riqueza y forma de ron. Mientras muchos de los asentamientos de la Edad del
dirimir rivalidades (vid. Nash 1985: 47; Lucas 1989: 125 Hierro se fundaron en virtud de intereses ganaderos y
ss.) 1·13• Sin embargo, no es menos verdad que estos dese
defensivos, las ciudades romanas eran fundamentalmente
quilibrios deben valorarse en un marco general más
administrativas y se emplazaban en zonas bajas. Con el
amplio (Ciprés 1993: 141-159), en relación con nuevas
tiempo, todos estos cambios en el régimen socio-económi
formas de propiedad de la tierra (Caro Baroja 1990: 332-
co llevarían a la disolución de los vínculos de sangre, del
335), de los usos agrícolas romanos y de los hábitos cul
estatus guerrero y de la estructura gentilicia, en favor de la
turales del campesinado; es decir, la conversión paulati
propiedad, un estatus más urbano y otras formas privadas
na de sociedades ganaderas en agrícolas a finales de la
del territorio.
Edad del Hierro (Jimeno y Arlegui 1995: 121-123).
Lo que apareció con la conquista romana fue, en pala Estos acontecimientos desarticularon el modelo de
bras de Collis (1984: 188), un "sistema de mercados poblamiento indígena, la organización socio-ideológica y
secundarios". Este nuevo patrón de asentamiento contras las fórmulas económicas que lo sustentaban. La creación
ta con el indígena, aunque el proceso no está del todo de un nuevo mercado y la aparición de un nuevo rango de
claro. A finales del siglo I a.C. una parte de los antiguos productos romanos trajo como consecuencia la gradual
desmembración del viejo sistema vertical de intercambio y
'" Y no sólo bandas formadas exclusivamente por guerreros. en el sentido de manufacturas entre los oppida y sus subordinados.
militar y estricto del término. En el contexto del bandidaje y de las "razzias"'
en busca de ganado, es perfectamente plausible traer a colación aquí el anti Merced a tales circunstancias, puede afirmarse que en los
guo concepto irlandés de una "Caoraigheacht" (the creaght). que, en senti años postreros a Julio César los grandes centros ganaderos
do amplio, se refiere a comunidades itinerantes o seminómadas muy
pobres, pequeñas pero integradas por todos sus miembros, de carácter bási
habían perdido su supremacía a cambio de los mejor situa
camente ganadero y por tanto asociadas a asentamientos inestables (Lucas dos en las vegas agrícolas.
1989: 68 ss.). Constituyen una institución muy característica bien docu
mentada en los anales irlandeses de los siglos XIV a XVII, jugando un
papel esencial como fuerzas de ocupación en las expediciones militares a i.w Resulta claro el modo de intervención romana desde comienzos del
expensas de otros territorios. Con todo, como fenómeno social, debió ser Imperio. con la creación de unos referentes étnicos y fronterizos muy
mucho más característico en contextos prehistóricos y de comienzos del precisos para los diferentes popu/i de los tiempos de la conquista. Estas
Cristianismo, como refieren algunas leyendas medievales (id. 1989: 88-92). divisiones artificiales contribuirían a dotar al paisaje de un cierto orden
Creo que las incursiones de vellones y lusitanos, de profunda raíz social geográfico, allí donde los referentes habían sido hasta entonces muy
pero también ideológica, reclama ciertos paralelos en este mismo sentido. imprecisos (Edmondson 1991-92: 26).
VI
l. La panoplia vettona y su secuencia cultural 1932) 145, y La Osera, junto al poblado de la Mesa de
Miranda, con unas 2230 sepulturas divididas en seis zonas,
1.1. El registro funerario de las que sólo se publicó una de ellas (VI), con 517 ente-
1Tamientos (Cabré et alii 1950). La primera ha sido objeto
Después de haber analizado a grandes rasgos la proble de varios intentos generales de interpretación (González
mática del poblamiento, parece factible abordar algunas Tablas 1985, Castro 1986; Martín Valls 1986-87; Ruiz
cuestiones cronológicas y culturales tomando como base los Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995) y un nuevo estudio mo
ajuares metálicos y las cerámicas. Por supuesto tal empeño nográfico (Kurtz 1987), mientras en la segunda se llevan
plantea problemas relativos a la perdurabilidad y tipología de estudiando desde hace algunos años el resto de las zonas
las piezas, pero aún así cabe hacer algunas consideraciones. excavadas (Cabré y Morán 1990; Baquedano 1990, 1996 y
A comienzos de la Segunda Edad del HielTo, el ritual de e.p.; Baquedano y Escorza 1995 y 1996). Existen referen
cremación y las primeras necrópolis de ámbito céltico apa cias de una necrópolis de incineración destruída por el arado
recen en las tie1Tas del suroeste de la Meseta como una en Ulaca (Gutié1Tez Palacios 1955: 195). Los datos son im
"extensión" de la secular tradición funeraria de los Campos precisos, pero podrían ponerse en relación con un área
de Urnas, bien implantada en la Celtiberia desde el siglo VI extensa de vestigios cerámicos que afloran en superficie al
a.C. (Fig. 65). Más allá de la generalización del nuevo pie del oppidum. Al otro lado de Gredos, junto al Tiétar,
ritual, se advierten por el contrario matices propios en las creemos muy importante referimos a la necrópolis de El
deposiciones funerarias y en la tipología de los elementos Raso de Candeleda, con 69 conjuntos ce1Tados y publicados
que integran los ajuares, rasgos que están reflejando una inicialmente, recogidos en cuatro sectores del yacimiento,
acusada diversificación regional. Eso mjsmo ha permitido aunque se conocen con seguridad otros núcleos (Femández
identificar a nivel de la Meseta varios gmpos geográfico Gómez 1986 y 1995: 154 ss. y 175 ss.) 1-16•
culturales de indiscutible personalidad (LolTio 1993: 304-
'" La relación exacta de tumbas excavadas que ofrece Cabré en la Memoria
306; Ruiz Zapatero y Lorrio 1995): El Alto Tajo-Alto Jalón de la necrópolis es de 1613. pero sólo son susceptibles de estudio 1447
y Alto Duero, territorio nuclear de los celtíberos históricos tumbas con sus respectivos ajuares, dado que las restantes carecen de
(Lorrio 1994 y 1997); el Duero Medio y su prolongación inventario y no se publicaron (Cabré 1932: 17 y 141: vid. Martín Val!s
1986-87: 75). Entre estas últimas estarían los primeros hallazgos lleva
en las tie1Tas septentrionales, hasta conectar con el gmpo dos a cabo en el yacimiento, en particular las 3 "calicatas•· que realizara
Miraveche-Monte Bemorio (Martín Valls 1984; Sanz Mín Pérez Fortea, el capataz de las excavaciones. y que aportaron un elevado
número de vasos y urnas cinerarias ( más de una treintena con restos
guez 1998), y las necrópolis abulenses y extremeñas del humanos) además de un importante ajuar de guerrero. Con todo, para
Sistema Central y valle medio del Tajo (Fig. 66), que en estos vestigios se prescindió de su enumeración (Cabré 1932: 14-15 y
última instancia permitirían explicar la identidad de los cél 34, Lám. LXII). Tal vez esto último justifique la relativa fluctuación de
datos que ofrecen otros autores sobre el total de tumbas consideradas
ticos del SO. (Martín Valls 1985: 115 ss. y 1986-87: 72 ss.; (González-Tablas 1985: 44: Castro 1986: 127-128; Kurtz 1987: 9).
Rodríguez Díaz y Enríquez 1992; Bmocal 1992). 146 La numeración de la necrópolis abulense hace referencia a un total de 66
(b)
1/
1
(e)
(d)
------ '
GRUPO)
l
ABUl ENSE
Fig. 65.-Grupos arqueológicos de la Meseta y el Valle del Ebro con evidencias.funerarias: (a)
y (b), del Bronce Final y transición Bronce-Hierro; (e), de la Primera Edad del Hierro y (d), de
la Segunda Edad del Hierro (según Rui-::. Zapatero y Lorrio 1995).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 171
Pajares
,
1
1
•
Portaje
La Coraja .....
•�
\i,\¡ jfü\ ! I\'
) Sta. Cruz
--------, - • de la Sierra
Vilf asviejas
del Tamuja
O 30 Km .
Fig. 66.-Necrópolis prerromanas del suroeste de la Meseta y tumbas excavadas a partir de los datos publicados.
172 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Un segundo grupo lo forman los cementerios de laA!ta 15) 148. La mayoría de los enterramientos ofrece incine
Media Extremadura, para los que tenemos referencias muy raciones simples en hoyo o bien mediante un pequeño
desiguales bajo el punto de vista cronológico y de los ajua rebaje del suelo natural, sin apenas protección. En algu
res. La documentación es exigua en el caso de la necrópo nas ocasiones se acompañan de estructuras tumulares y
lis de El Cardenillo y de los distintos sectores descubiertos encachados de piedra -La Osera, El Mercadillo, tal vez
en Pajares, en Villanueva de la Vera, todavía en fase de ex Aldeacentenera 149- estelas más o menos alineadas -Las
cavación (González Cordero et alii 1990; Celestino 1995: Cogotas- y pequeñas coberturas de lajas que protegen el
81-82; Celestino et alii, e.p.). Los más de 70 enterramien enterramiento -El Raso, El Romaza! I, Castillejo de la
tos de La Coraja, en Aldeacentenera, dejan entrever la Orden- aunque a veces se señalen también con alguna
importancia de esta comunidad indígena al sur del Tajo, piedra vertical que haría las veces de estela.
mereciendo una divulgación mucho más extensa de lo que En el extremo occidental del territorio, principalmen
hasta ahora se conoce (Esteban Ortega 1993: 71 ss.). Sólo te en las provincias de Zamora y Salamanca, la informa
el Castillejo de la Orden, en Alcántara, ofrece algunos da ción sobre los sitios funerarios es prácticamente nula.
tos contrastables,pero las 15 sepulturas excavadas y repar Esta situación plantea una disyuntiva, o bien existieron
tidas en dos zonas no son significativas por sí mismas rituales funerarios que no dejaron huella arqueológica
(Esteban Ortega et alii 1988; Martín Bravo I 994: 269). alguna -exposición de los cadáveres a los agentes natura
Capítulo aparte merecen las necrópolis de El Mercadillo y les y animales carroñeros, arrojamiento de los cuerpos o
el Romaza! I-II,junto al poblado de Villasviejas del Tamuja cenizas a las aguas- o bien tales enterramientos no se han
(Botija/Plasenzuela), con 46, 272 y 11 sepulturas halladas detectado en el marco de la investigación, y eso a pesar de
respectivamente (Hernández Hernández y Galán 1996). Su la relativa densidad de prospecciones realizadas. Existen
interés trasciende más allá del est1icto marco geográfico, noticias sobre vasos cerámicos que contenían carbones a
como se vislumbra del análisis comparativo de los cemen escasos 300 m. de la muralla del Picón de la Mora, en
terios, de la condición "ibérica" -El Mercadillo- o "célti Encinasola de los Comendadores, pero las referencias son
ca" -El Romaza! I- de los ajuares y del papel jugado por el muy imprecisas (Martín Valls 1971b: 131). Otras veces
armamento, en una secuencia cronológica que abarcaría los las prácticas agrícolas pueden haber incidido de forma
siglos IV al I a.C. (Hernández Hernández 1991, 1993 y determinante en la conservación de las necrópolis
1994). Ya para terminar, existen referencias sobre otras (Esparza 1990b: 120-121 y 1995: 137); en cualquier caso,
necrópolis en la misma provincia -Portaje, Alconétar, el innegable parentesco de estos territorios con otros sec
Casar de Cáceres y Santa Cruz de la Sierra- pero tomando tores más amplios de la fachada atlántica peninsular invi
sólo como base hallazgos superficiales (Rodríguez Díaz y ta a sospechar en una práctica ritual común, enraizada en
Enríquez 1992: 537, fig. 3). el substrato de las poblaciones del Bronce Final/Hierro I,
Característico de todas ellas (Figs. 67-68) es: (a) su que a priori excluiría cementerios extensos.
localización frente a las puertas de los poblados, entre
150-300 m. de distancia, (b) su intervisibilidad respecto a
este último 147, (c) su proximidad a las corrientes de agua 1.2. El modelo armamentístico
continuas, que discurren generalmente al este o al oeste
de los cementerios y (d) una peculiar ordenación del espa Para el estudio de la panoplia vettona y su evolución
cio interno funerario, consistente en presentar distintas (Fig. 69), nos hemos ceñido básicamente a los ajuares
áreas individualizadas con gran diversificación de ajua guerreros de las tres necrópolis abulenses conocidas
res, separados a su vez por espacios estériles. Cuestión (Cabré 1932; Cabré et alii 1950; Fernández Gómez
muy debatida es la lectura sociológica que se infiere de 1986), dado que constituyen la fuente esencial de infor
esto último, dada la contemporaneidad de los distintos mación para la Segunda Edad del Hierro en esta zona
núcleos y los grupos aristocráticos representados (Kurtz nuclear de la Vettonia, y máxime teniendo en cuenta el
1987: 256 ss. y 274 ss.), aspecto sobre el que insistiremos elevado número de conjuntos cerrados allí localizados.
más adelante (cap. V III). El rito funerario debió basarse No obstante, tampoco se excluye la condición de algunas
de forma casi exclusiva en la cremación de los cadáveres, necrópolis extremeñas del valle medio del Tajo, todavía
realizada probablemente en ustrina, hasta su deposición en el círculo lusitano-vettón (Hernández Hernández
en un hoyo con o sin urna cineraria. En Las Cogotas, en 1991, 1993 y 1994; Esteban O11ega 1993; Esteban
el espacio que media entre la necrópolis y el castro, en Ortega et alii 1988), que podrían diagnosticarse a partir
una zona de canchales, se documentan cenizas y restos de los rasgos tipológicos de las primeras.
calcinados de huesos y pequeñas escorias de metal, evi
dencias que podrían interpretarse a favor de estos espa '" En La Osera unos pocos enterramientos se documentaron rodeados de
un lecho de cenizas, que podrían sugerir una cremación in situ. No obs
cios colectivos reservados a la incineración (Cabré 1932: tante, para la mayoría la pira fineraria debió realizarse en un lugar apar
tado del que no existen evidencias (Cabré et alii 1950: 63).
147 Las necrópolis del Romaza) 1-11 se localizan a mayor distancia del cas "" Se aluden a posibles cubriciones, hoy totalmente arrasadas (Esteban
tro de Villasviejas, a unos 500-600 m., en un sector de difícil acceso. En Ortega 1993: 71). Por otro lado, en uno de los sectores de Pajares se
el primero de los casos, sólo la parte más alta del cerro donde se empla habla de estructuras funerarias con la roca recortada en las laderas. emu
za resulta visible desde el poblado (Hcrnández Hcrnándcz 199..\: 258; E. lando los túmulos de tradición orientalizante (Celestino 1995: 82). pero
Galán, com. personal). no es posible precisar nada más.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 173
+ -t-
LA MESA DE MIRANDA LAS COGOTAS
N N
Poblado
Necrópolis de
La Osera
o
---==:::::J 200m.
---==::::::i
o 200m.
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N CASTILLEJO DE LA ORDEN
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N VlllASVIEJAS DEL TAMUJA
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Necrópolis de
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V
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Necrópolis de
o 200m. o 200m.
El Mercadillo
Norte
El Romaza! 1
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Oeste Este
Sur
• Poblado
o 4 O Necrópolis
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Fig. 68.-Arriba, situación de las necrópolis respecto a los poblados según la distancia, la orientación y la altura relativa
( + necrópolis a mayor altura que el poblado; - necrópolis más baja que asentamiento; = necrópolis y asentamiento a la misma
altura). Abajo, distancia de los poblados y las necrópolis a las corrientes de agua más próximas, y orientación ele estas últimas
(este/oeste) en relación a los cementerios.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 175
Si consideramos como elementos propios del anna evidenciaría cambios de tipo social o cronológico, aun
mento indígena los integrados por espada, puñal, lanza y que es evidente que no todos los datos son empíricamen
escudo (Martín Valls 1986-87: 7 5; Kurtz 1986-87 y 1987: te contrastables. Nuestras reservas son sobre todo relati
17 ss.), las necrópolis ostentan a primera vista un esta vas a la representatividad de las tumbas conocidas, dado
mento dirigente o militar relativamente minoritario (Fig. que a excepción de Las Cogotas y La Osera el resto no
70) 15º: así lo avalan los 39 ajuares con armas de Las se ha excavado en su integridad. Aún así, si considera
Cogotas (2,69% respecto a las 1447 tumbas publicadas), mos el total de tumbas exhumadas, comprobamos que en
los 12 ajuares del Raso de Candeleda (17,3%) 151 y los 59 líneas generales difieren de lo que se observa en las ne
de la zona VI de La Osera (11,4%). También podemos crópolis celtibéricas del Alto Duero, donde las sepulturas
servimos de los datos aportados para los otros sectores de con armas alcanzan desde finales del s. V a.C. y durante
la emblemática necrópolis, a excepción de la zona V, aun las dos centurias siguientes valores más altos; sería el
que desafortunadamente para nuestro propósito no cono caso de La Mercadera y Ucero, con el 39% y el 34.7%
cemos el contenido preciso de las panoplias (Baquedano respectivamente (Lorrio 1990, 1994: 229, fig. 2; García
y Escorza 1996). Reconocibles por la existencia de anna Soto 1990: 25). Ya en el Duero Medio, la necrópolis vac
mento, las zonas I y III rondan el 25% ó 26% del total de cea de Las Ruedas (Sanz Mínguez 1990b y 1993) ofrece
enterramientos allí obtenidos, mientras en los sectores II también una elevada riqueza en ajuares dotados de arma
y IV las sepulturas de guerrero constituirían aproximada mento, en torno al 35,3% respecto a los 65 depósitos
mente el 15% cada uno. Al sur del Tajo, el panorama a hasta ahora localizados. A la vista de los datos, cabe
primera vista es bastante empobrecedor. En la necrópolis razonablemente pensar que no se enterraran todos los
de El Mercadillo, junto al castro de Botija, las armas se sectores de la población, lo que evidenciaría un modelo
reducen a una punta de lanza y un regatón (4.3%), de los social y funerario distinto153• Estas diferencias también
46 conjuntos conocidos. Sin embargo, creemos interesan son muy ostensibles si consideramos el registro arqueo
te incluir aquí los 39 conjuntos con armas ( 14,33%) de los lógico de las necrópolis celtibéricas del Alto Tajo-Alto
272 documentados en la necrópolis de El Romaza! I (E. Jalón -Aguilar de Anguíta, Luzaga, Riba de Saelices...-
Galán, com. personal), que es posterior en el tiempo a la que sólo en algunos casos debieron contener armas,
primera y enlaza con la vida final del castro. Por último. manifestando en este momento un significativo empo
en La Coraja de Aldeacentenera, sólo dos tumbas ofrecen brecimiento de los ajuares (Lorrio 1994: 225-228, fig. 2).
ajuar de guerrero (2,85% ), aunque la información sigue Desde luego la representatividad de las necrópolis es
siendo a todas luces insuficiente e imprecisa152• muy sesgada y no contamos con la totalidad de los ente
Así, por lo que hace al número absoluto de sepulturas rramientos llevados a cabo (Álvarez-Sanchís 1990b),
de guerrero en las distintas necrópolis, debe considerar pero, con todas las reservas que se quiera, parece evi
se una relativa variabilidad, entre el 3% y el 20%, que dente un tratamiento diferencial desde el punto de vista
geográfico (Ruiz Zapatero y Lorrio 1995: 233-235), que
110 Se ha optado por excluir de este cálculo a los cuchillos afalcatados. Es
en última instancia contribuiría a matizar la configura
cierto que forman parte integrante del ajuar de guerrero, habiendo sido ción étnica de cada territorio.
considerados como arma en sí misma por algunos autores (Mohen 1980: El armamento vettón ofrece distintas combinaciones,
66-67: Ku11z 1987: 35), pero también se asocian a otros enterramientos
de distinta categoría, dato que no difiere en lo esencial de las necrópolis desde sepulturas muy ricas con panoplias completas
celtibéricas. por lo que su utilización como arma sería ocasional (Lorrio hasta otras, la mayoría, que integran sólo armas de asta.
1990: 46 y 1993: 312). Aproximadamente el 60% de los cuchillos de
dorso curvo documentado.;; en los cementerios vettone.:.; se a�ocia a tum Las asociaciones documentadas en las necrópolis abu
bas con armas (75%. 63'7c y 46'7c en el Raso, La Osera y Las Cogotas lenses pueden ser cuantificadas en las siguientes catego
respectivamente). Tampoco se han tenido en cuenta los elementos de ata rías y en orden decreciente (Fig. 7 I )15-l:
laje de caballo. con una importante presencia en La Osera y Las
Cogotas. pues no se trata de armamento ofensivo o defensivo en sentido
estricto. aunque es verdad que se asocian generalmente a tumbas con '" En abierto contraste con los datos proporcionados por la necrópolis del
armas y elevada riqueza. y por tanto del estamento militar. En la zona VI Romaza! o los cementerios abulenses, paradójicamente destaca el
de la Osera se conocen I I tumbas con arreos. de las cuales 9 se asocian carücter "guerrero" de la necrópolis de Alcüntara (Esteban Ortega et a/ii
a los ajuares de guerrero en �Lb distinta� combinaciones. En Las Cogota� 1988). donde nueve (64.2'7c) de los catorce ajuares recogidos en la zona
son 11 de un total de 16, lo que confirma nuevamente la importancia del A ofrecían armamento o vestigios del mismo. Sin descartar que lo,
caballo en los ajuares con armas. Extraña su ausencía-etrel-Raso. donde enterramiento, más pobres no ,e hubieran conservado. siendo por tanto
sólo se conoce un fragmento en bronce_ de una de_ _!;Js._camas laterales. indetectables arqueológicamente. cabe pensar en la posibilidad de una
entre los materiales descontextualizados de( y,,cimiento (Fernández organización diferencial de las tumbas, tratándo,e de una área específi
Gómez 1986: 777). En cualquier caso los elementos relacionados con el ca del cementerio y por tanto inmerso en otro müs extenso que también
caballo también resultan muy excepcionales en las necrópolis de la Alta comprendería enterramientos sin armas. Al menos eso parece inferirse
Extremadura: restos de arreo en una tumba de El Romaza! (Hernández de las prospecciones realizadas en aquellos sectores donde teóricamen
Hernández 1994: 262; Hernáíídez Hernández y Galán I 996: fig. 55). te se prolongaría la necrópolis, y al que correspondería alguno de los
otro en la supuesta necrópolis de El Cardenillo (González Cordero et alii hallazgos cerámicos (Martín Bravo 1994: 269). La necrópolis se
1990: I 32) y el hallazgo de una espuela en La Caraja (Esteban Ortega encuentra además muy alterada por las remociones de los furtivos y la
1993: 82) y nuevamente en El Romaza! (Hernández Hernández 1994: actuación de urgencia motivada para salvaguardar los halla,gos sin
262). También se ha señalado la escasez de este elemento en las pobla duda condicionó los objetivos prioritarios de la excavación (Esteban
ciones célticas del SO (Berrocal 1992: 161). Ortega et alii 1988: 7). Tampoco es excluyente la militarización estric
'" Reconocibles por la existencia de armas. he considerado las 11 tumbas ta del cementerio y la exclu,ión de otros sectores sociales. siguiendo el
exhumadas por el autor (Fernández Gómez 1986: 773) y el ajuar proce "modelo" arévaco (Lorrio 1990). aunque hay que reconocer la impreci
dente de una colección privada (id. 1986: fig. 434). sión que todo ello entraña.
'" También hay que valorar el hallazgo de dos falcatas y un soliferrewn, "" Los datos de La Osera se refieren exclusivamente al sector VI de la
pero fuera de contexto (Esteban Ortega 1993: 80-81). necrópolis.
176 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Fig. 69.-Evolución de la panoplia vettona. Ajuares militares y otros ajuares significativos en las necrópolis del occidente de
la Meseta. La relación de tumbas se ha obtenido a partir de los trabajos de Cabré (1932), Cabré et alii (1950), Schüle (1969),
Fernández Gómez (1986), Esteban Ortega et alii (1988), Cabré y Morán (1990), Baquedano (1990), Baquedano yEscorza
(1995).
l . Espada de frontón; 2.Espada de antenas, tipo Aguilar de Anguita; 3.Espada de antenas, tipo Alcár;er-do-Sal; 4.Espada
de antenas, tipo Alance; 5.Espada de antenas, tipo Arcóbriga; 6. Vaina de espada, metálica enteriza o de material perecede
ro y varillas metálicas; 7.Espada fa/cata con pomo rematado en cabeza de ave; 8.Espada fa/cata, empuíiadura no conserva
da; 9.Espada de tipo La Tr:ne; 10. Puí'íal de tipo Monte Bernorio con pomo navifonne; 11. Puñal de tipo Monte Bernorio con
pomo rematado en discos; 12. Pwial de tipo Monte Bernorio con pomo indeterminado; 13. Vaina de puiial de tipo Monte
Bernorio con contera unidiscoidal; 14. Vaina de puñal de tipo Monte Bernorio con contera tetralobulada; 15. Tahalí; 16. Puíial
de antenas de tipo Alcár;er-do-Sal; 17. Puíial con empuñadura en forma semilunar (variante de los modelos de antenas); 18.
Piuial de frontón (pomo semicircular); 19. Puíial biglobular (pomo discoidal); 20. Vaina de puí'ial (antenas(frontónlbiglobu
lar); 21. Cuchillo afalcatado/navaja de dorso recto; 22. Soliferreum: 23. Punta de lanza de nervio central, resaltado o agudo;
24. Punta de lanza de nervio central y hoja de contornos ondulados; 25. Punta de lanza de corte de cuatro mesas; 26. Punta
de lanza de hoja corta (distintas secciones); 27. Punta de lan::.a de sección elipsoidal; 28. Punta de lanza de corte de seis
mesas; 29. Regatón; 30. Umbo de escudo troncocónico con prolongaciones radiales; 31. Umbo de escudo hemi�férico; 32.
Umbo de escudo troncocónico de tipo Monte Bernorio; 33. Umbo de escudo cerrado de casquete cónico con remate; 34.
Abrazadera o manilla de escudo de aletas bitriangular de tipo ibérico; 35. Manilla de escudo de tira estrecha; 36.Elementos
para la sujección de las correas y/o manillas del escudo; 37. Discos-cora::.a (hierro) y discos de bronce; 38. Casco.
39. Bocado de camas rectas; 40. Bocado de camas curvas; 41. Bocado de arco de castigo (con barbada metálica); 42. Bocado
de anillas; 43. Serretones, anillas y otros elementos de atalaje.
44. F(bula sin resorte, forma de arco de violín; 45. Fíbula de hoja de laurel, resorte unilateral o bilateral; 46. Fíbula anular
hispánica; 47. Broche anular/hebilla; 48. Fíbula de pie vuelto, prolongación en cubo, esfera o copa; 49. Fíbula de La Téne l;
50. Fíbula de torrecilla; 51. Fíbula de La Téne JI; 52. Fíbula zoomorfa de caballito; 53. Fíbula trasmontana; 54. Fíbula de
tipo omega; 55. Broche de cinturón de placa cuadrangular con damasquinados de plata de tipo ibérico; 56. Broche de cintu
rón, recortado, con damasquinados de plata de tipo ibérico; 57. Placa-broche con motivo de águila.
58. Cerámica a mano; 59. Cerámica a mano con decoración a peine; 60. Ungüentario de vidrio polícromo; 61. Ungüentario
de cerámica a torno; 62. Kylix griego; 63. Plato gris a torno; 64. Cerámica a torno de perfil en S y globular; 65. Cerámica a
torno (cuencos, pies de copas y otras variantes); 66. Copa de barniz negro (forma 21 de Lamboglia); 67. Cerámica a tomo de
cuello cilíndrico y base plana (tipo IV de Cabré et alii 1950); 68. Cerámica campaniense; 69. Cerámica a torno con asa de
cesta; 70. Copa a torno de alto fuste moldurado; 71. Cerámica a torno con decoración pintada; 72. Cerámica común romana.
73. Fusayolalbolas de piedra o arcilla; 74. Cuenta de collar; 75. Pendientes y anillos; 76. Pin::.as ele bronce o hierro; 77.
Pinzas ibéricas caladas "tipo Cigarralejo"; 78. Brazalete; 79. Afilador de piedra; 80. Punzón/doble punzón; 81. Recipiente de
bronce; 82. Parrilla; 83. Asador; 84. Tenazas, trébedes, morillos y otros elementos relacionados con el fuego; 85. Tijeras.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 177
83o/
89%� �
97%�3%
11%
�
�17%
86%�
97% 96%�4%
3%
�14%
Fig. 70.-Ajuares con armas en las necrópolis vettonas respecto al total de tumbas excava
das y publicadas.
l) Una o dos lanzas 1 55• Engloba tanto armas de aco no así del Raso de Candeleda. A veces sólo se detectan
metida -lanzas propiamente dichas- como a1Tojadizas: restos de la vaina o el tahalí.
jabalinas o puntas de menor tamaño, chuzos y soliferrea. 4) Una espada o puñal y de una a dos lanzas 157 •
Sólo en ocasiones se acompañan de regatones, que tam
Podría relacionarse con la panoplia tipo, en el supuesto
bién han podido funcionar como puntas (Kurtz 1987:68).
de que tales conjuntos se acompañaran de escudos fabri
Integra el equipo básico del infante ligero, de ahí su pre
cados con madera y cuero, careciendo de umbos metáli
ponderancia en los conjuntos con armas estudiados:
cos, y por tanto no detectables arqueológicamente. En
41,6%, 28,9% y 27,1% para el Raso, Las Cogotas y La
nuestro caso hay que destacar su presencia en el 8,3% de
Osera respectivamente.
las tumbas con armas del Raso, en el 7,8% de Las
2) Una espada o puñal, un escudo y una pareja de Cogotas y en el 1 O,1% de La Osera.
lanzas 156. Constituye el ideal de panoplia completa, con el
33,3% (El Raso), 15,7% (Las Cogotas) y 25,4% (La 5) Una o dos lanzas y un escudo: 7,8% en Las
Osera) de las tumbas de gue1Tero. Con la información dis Cogotas y 8,4% en La Osera.
ponible (vid. infra) cabría plantear que la incorporación 6) Una espada o puñal y un escudo: 8,3% en El
del puñal en el equipo ofensivo se produjo más tarde, Raso, 10,5% en Las Cogotas y 5% en La Osera.
frente a los estadios anteriores en los que era habitual la
7) Un escudo: 8,3%, 5,2% y 10,1% respectivamen
espada.
te. Estos conjuntos, de los que restan exclusivamente los
3) Una espada o puñal. Cabría considerar este modelo umbos o abrazaderas de escudo, podrían manifestar ajua
característico de Las Cogotas (23,6%) y La Osera (13,5%), res incompletos o un ritual de deposición cuyo significa
'" Con carácter excepcional. la tumba 116 de la Osera ofrece tres puntas de do no es posible determinar.
lanza de nervio central fino (Cabré et ulii 1950: 99, fig. 11).
''' Sólo en las tumbas 4 y 509 de La Osera (Cabré et alii 1950: 79 y 154)
Una primera impresión nos lleva a considerar que
espada y puñal forman parte integrante de la misma panoplia. Respecto buena parte del equipo militar fue común en el espacio y
a las puntas de lanza, éstas se registran por pares aunque también se dan
a título individual. En todo caso. contamos además con las sepulturas
en el tiempo; la proliferación de cada una de las catego-
270 y 514 de La Osera, que aportan cuatro y tres ejemplares respectiva
mente. aunque en el primero de los conjuntos y por el modo de salir los 157 La tumba 185 de La Osera ofrece, además de la espada y su respectiva
objetos no se descarta que se trate de dos enterramientos (id. 1950: 121- vaina. cuatro puntas de lanza. Como en el conjunto 270, sus excavadores
122, 155-157). no descartan que se trate de dos enterramientos (Cabré et a/ii 1950: 110).
178 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
50%
Fig. 71.-Equipos militares de las necrópolis vettonas a partir de los datos proporcionados por El Raso de Candeleda, Las
Cogotas y La Osera (zona VI). Los diagramas de barras ofrecen los porcentajes respecto al total de tumbas con annamento.
rías ofrece una coherencia interna muy regular en las tres ten sobre la importancia de la lanza, presumiblemente
necrópolis, luego parece que no estamos ante datos cir en la mitad de los ajuares de guerrero, y la característi
cunstanciales. Cabe defender como panoplias más fre ca panoplia de puñal o espada y dos puntas de lanza. El
cuentes, dentro de la heterogeneidad que muestran los hallazgo de umbos de escudo fuera de contexto podría
ajuares, las dos primeras categorías, ya que engloban completar el equipo, aunque no son descartables otras
más de la mitad (52,2%) de las tumbas de guerrero. Este hipótesis (Hernández Hernández 1994: 262; Hernández
porcentaje podría ser mucho más acusado según ponen Hemández y Galán 1996: 112-121). De todas maneras,
de manifiesto aquellos conjuntos con lanza y espada que el fenómeno debió ser bastante más general y no exclu
podrían asociarse a modelos de escudos elaborados ex sivo de las poblaciones del interior. Recuérdese en este
clusivamente con materia orgánica, a la vez que simplifi sentido las características del equipo militar documen
caría la tipología de los equipos en cuestión. Otro tanto tado en las necrópolis ibéricas (Quesada 1989 y 1991),
cabría decir del valle medio del Tajo y tierras limítrofes soslayando las diferencias que plantean sus tipos frente
de Vettonia y Lusitania. En el Castillejo de la Orden de a las espadas célticas 158 , e incluso ha llegado a plante
Alcántara (Esteban Ortega et alii 1988), a pesar del esca arse un origen común que podría remontarse hasta el
so número de conjuntos documentados y de las actuacio Bronce Final, como ponen de manifiesto algunos depó
nes de los furtivos, las tumbas con lanza y con la pano sitos de espadas pistiliformes y puntas de lanza (Lorrio
plia completa, es decir, una pareja de lanzas, una espada 1994: 225).
y un escudo, acaparan el 40% de los ajuares con armas.
Ese mismo valor se vería incrementado con las tumbas
que únicamente ofertan lanza y espada. 1.3. Las armas en el Hierro Antiguo
Por último, es preciso señalar que estas mismas
combinaciones no difieren en líneas generales de la La revisión de estos aspectos, ineludiblemente nos
panoplia celtibérica (Schüle 1969; Lorrio 1994: 229 ss. llevaría a efectuar algún tipo de consideración acerca de
y 1997), lo que demostraría que este modelo se expan la panoplia de la Primera Edad del Hierro en el sector
dió por todo el ámbito céltico de la Meseta, llegando a suroccidental de la Meseta. En Sanchorreja podría admi
ser el máximo exponente de la armería indígena duran tirse que se forjaba el hierro en un momento impreciso
te los siglos V-III a.C. Y ello, con independencia de las del siglo VII a.C., al margen de los primeros objetos
tipologías de las armas empleadas y de la lectura socio importados que podrían reclamar una data más elevada.
económica que aporta cada registro funerario. Segu Pese a todo, la situación es particularmente compleja
ramente el modelo armamentístico debió persistir pues apenas se conocen evidencias sobre las asociacio
durante más tiempo, en el contexto de las guerras con nes de las armas en cuestión.
Roma, aunque aquí será necesario recurrir a otras fuen
tes de información. También en la necrópolis cacereña 158 El carácter genérico de la panoplia tiene también un paralelo en la mito
logía céltica irlandesa. En el Taín Bó Cúanlgé, el armamento del héroe
de El Romaza! I, que se ha datado en las dos últimas irlandes, Cíic/111/ain, se compone de dos lanzas, escudo y espada (Ciprés
centurias antes de la era, los datos provisionales advier- 1993: 84).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 179
En este sentido, cabría citar como procedentes del cuentes en la Meseta los encontramos en la fase inicial
castro abulense varias puntas de lanza de aletas estrechas de las necrópolis celtibéricas, fechables a partir de la
-entre 20 y 30 cm.- con largo tubo de enmangue y ner sexta centuria. En la secuencia establecida por Lorrio
vio central acusado, regatones de gran longitud -de 1O a (1994: 216-221), las tumbas más antiguas se caracteri
20 cm.- y cuchillos de dorso recto y curvo (Maluquer zarían por largas puntas de lanza de tipo Alcás;er -más
1958a: 56, fig. 16; González-Tablas et alii 1991-92: 303, esbeltas que las abulenses- con sus correspondientes
305-307, 309, fig. 10). Algunos materiales plantean pro regatones, cuchillos afalcatados y fíbulas de doble resor
blemas de atribución funcional y tipológica; es el caso de te con puente de sección filiforme o de cinta, siendo
una pieza que se ha interpretado como un umbo de escu también factible para el autor una procedencia meridio
do circular, con el extremo dentado, precisándose que la nal en la arribada de los primeros hierros, sin excluir el
parte central es de bronce y el aro de hierro (González ámbito colonial del NE.
Tablas et alii 1991-92: 308, fig. 9). Finalmente, el yaci Ciertamente, creo que todos estos datos abundan en el
miento también deparó un conjunto relativamente uni desarrollo uniforme y sin solución de continuidad de las
forme de objetos broncíneos relacionados con la vesti panoplias de la Meseta durante la Edad del Hierro, a la
menta, para los que resulta evidente su origen meridional vez que demuestran que el proceso de celtización se hizo
y una cronología de los siglos VII-V a.C.: fíbulas de de manera gradual y de este a oeste.
doble resorte de puente filiforme y de puente oval así
Aunque sea un dato negativo, tales hallazgos podrían
como broches de cinturón de placa calada y de uno y tres
confirmar la rarificación de las espadas en contextos fune
garfios (Maluquer 1958a: 64 ss., 80 ss., fig. 17; Gon
rarios y de habitación del Primer Hierro. Parece evidente
zález-Tablas et alii 1991-92: 304-305, 310 ss., figs. 2-6).
que la lanza fue el arma característica de los guerreros
A esta panoplia básica podrían corresponder otros
desde la Edad del Bronce 16º hasta las panoplias del siglo
hallazgos de alto rango, tales como los calderos y asado
V a.C., que ya incluirían espadas de hierro entre otras
res asociados al banquete funerario o los jarros y agua
combinaciones más complejas. Así las cosas, habría que
maniles de bronce destinados al ritual de libación. Estas
destacar los trabajos de Almagro-Garbea (1992 y 1993b)
piezas se documentan bastante bien al sur del Duero
sobre el proceso de celtización, que al referirse a las cos
(Sanchorreja, El Berrueco, Villanueva de la Vera, Arroyo
tumbres ancestrales de las sociedades indoeuropeas valo
Manzanas ...) y de ellos ya nos hemos ocupado en otras
raba la importancia de las armas de asta en las fratrías
ocasiones 159.
guerreras, además de la referencia explícita de Estrabón
Pese a que la recogida de estos materiales no proce (3,3,6) a propósito de las lanzas "con puntas de bronce"
de en parte de excavación sistemática, podría hacerse empleadas por los lusitanos, tal vez mantenidas por usos
una reconstrucción teórica de la panoplia protovettona rituales y que responderían a una organización social
del Hierro I. Tales elementos llevarían además a consi muy primitiva, más propia de la Edad del Bronce
derar una relación genética con las panoplias aristocrá (Almagro-Garbea y Álvarez-Sanchís 1993: 212 ss., nota
ticas orientalizantes del Mediodía Peninsular, datables 39) 16 1• Por el contrario, las nuevas panoplias surgidas a
entre los siglos VII y V a.C. En la fase antigua de la mediados del primer milenio seguramente supondrían un
necrópolis de Alcás;er-do-Sal así como en el único ajuar cambio en las tácticas de armamento, habiéndose vincu
de guerrero conocido de Medellín el armamento se rela lado este fenómeno con el gradual desarrollo de las orga
ciona con puntas de lanza, regatones y cuchillos (Paixao nizaciones de tipo gentilicio (Almagro-Garbea 1992: 12
1983: 277 ss.; Almagro-Garbea 1991c: 236; vid. Lorrio ss. y 1993b: 135, nota 11).
1997). La panoplia recogida en Cancho Roano es más
En el orden cronológico, es indudable que la vida de
completa pero de nuevo evidencia largas puntas de lanza
las necrópolis abulenses no debió ser demasiado larga,
(Almagro-Garbea et alii 1990: 274, fig. 16). Respecto a
enmarcándose el grueso de los materiales entre finales
las armas y fíbulas de Sanchorreja, a la vista de su cro
nología y condiciones de hallazgo, no cabe esperar su
asociación a las necrópolis de incineración vettonas, "'º Por su interés, merecen ser citados en un contexto del Bronce Final la
punta de lanza de bronce con enmangue tubular de la vivienda 9 de
pero si a un momento anterior, cuyos paralelos más elo- Sanchorreja, asociada a una fíbula de codo. que Maluquer (1958a: 56,
fig. 16) atribuye razonablemente al nivel antiguo del yacimiento; la
punta de lanza tipo Ría de Huelva hallada fuera de contexto en el castro
15
') Sí quisiera resaltar la original y llamativa comparecencia de estos ele del Raso de Candeleda (Fernández Gómez y López Fernández 1990: 96-
mentos. nuevamente en tieJTas vettonas. pero ahora en el transcurso de 97) y un regatón cónico en bronce de la provincia de Salamanca proce
la Segunda Edad del Hierro. Por un lado podemos recurrir a los reci dente de El Tejado (Fernández Manzano 1986: 26). En Extremadura,
pientes de tipo ibérico conocidos de La Osera (Cuadrado 1966: 35-37; también son reveladores en este contexto las puntas de la cueva de
Baquedano 1990: fig. 12 y 1996: Baquedano y Escorza 1995: fig. 5), El Maltravieso, Almendralejo y zona de Alcántara-Alburquerque (Celes
Raso (Fernández Gómez 1986: 893), Yecla de Yeltes (Blázquez 1968: tino et alii 1992: 312-313), mientras en Zamora podría citarse el ejem
109, nota!) y el Picón de la Mora (Martín Valls 1971b: 136-137). De plar del castro de Sansueña, entre Rosinos de Vidriales y Fuente
igual modo, tendríamos los calderos de bronce y elementos asociados al Encalada (Fernández Manzano 1986: 28). La importancia de la lanza
fuego en las necrópolis de La Osera y Las Cogotas (Cabré et alii 1950: también podría postularse para algunas áreas del Bronce Atlántico a juz
73-74, 198-199: Baquedano 1990: 283-284: Kurtz 1987: 226-231). gar por la documentación arqueológica (Megaw y Simpson 1981: 298).
Estas evidencias no sólo demostrarían la incidencia ibérica en el mundo 161
En muchos casos la imprecisión cronológica de estas armas de bronce
de Cogotas 11, sino que servirían de argumento en favor de una interpre resulta evidente. Aún así, algunas puntas de este metal también se han
tación continuista, de un proceso que se desarrolla en el Suroeste de la considerado exponentes de la Primera Edad del Hierro, como las palen
Meseta a lo largo de la Edad del Hierro. tinas de Medina de Rioseco y Cisneros (Delibes 1983b: 76).
180 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
del siglo V a.C. y las dos centurias siguientes. Este pro oriundas del mediodía peninsular a mediados del primer
ceso responde a la vitalización que conoce la Meseta en milenio a.C. y recientemente sistematizadas por Cabré
la forja de nuevos tipos de armas y herramientas, bien (1990: 210-211). En el Raso se recogen tres ejemplares
sistematizada en la fase II de Lorrio (1994: 221-236) -sep. 13 (Fig. 74,A),30 y 66- del tipo de frontón exento
para las necrópolis de la Celtiberia Ulterior. Tanto con (Fernández Gómez 1986: 583,621 y 733); seis proceden
respecto a los tipos como a las dataciones, los cemente de varios sectores de La Osera (Fig. 73-C), por ahora iné
rios vettones corroboran en líneas generales este mismo ditos (Cabré et alii 1950: 68),y otro de la única sepultu
encuadre; no obstante, algunas asociaciones pueden ser ra de la zona B de la necrópolis de Alcántara (Fig. 73,B),
matizadas algo más,lo que nos llevaría a considerar una asociada a dos largas puntas de lanza de tipo Alcás;er. con
relativa evolución y personalidad en el sector. hoja estrecha y nervio central (Esteban Ortega et alii
1988: 60). La presencia de otras armas ofensivas de tipo
ibérico quedaría reducida a algunas falcatas: sendas
1.4. Fase I espadas aparecieron en las tumbas 370 y 394 de la Osera,
también acompañadas de largas puntas de lanza y cerá
No hay duda que el arma más importante en esta mica a mano, la primera asociada a un caldero de bron
etapa fue la espada de antenas en sus distintas variantes, ce, elementos de atalaje y en el nivel más profundo del
cuyo origen ha de buscarse en el grupo del Alto Tajo túmulo (Cabré etalii 1950: 133 y 136) 163. El conjunto 64
Alto Jalón. Probablemente las más antiguas se identifi del Raso (Fig. 73,A) ostenta una falcata con empuñadu
can con el modelo conocido como "Aguilar de Anguita", ra en forma de cabeza de ave,un soliferreum y un umbo
de hoja recta y antenas atrofiadas pero más desarrolladas con apéndices radiales entre otros hierros,que cabría lle
que los modelos posteriores, con los extremos de forma var a un punto algo más avanzado del s. IV a.C. a la vista
esférica o tendencia lenticular. Se datan sobre todo en el de su asociación con dos urnas a torno (Fernández
siglo V a.C. e inicios del IV a.C.,estando muy bien docu Gómez 1986: 728-729).
mentadas en las necrópolis celtibéricas desde estos pri El carácter exótico de estas espadas en relación a los
meros tiempos (Cabré 1990: 206-207; Lorrio 1994: 221 otros elementos que constituyen el ajuar,abogan por un
ss.). En la Meseta suroccidental se conocen algunos origen foráneo, tal vez fruto de intercambios comercia
ejemplares de esta índole (Figs. 72,A-B y 74,B-C,E), les, aunque tampoco sería excluyente la posibilidad de
pudiéndose citar, entre otros, las sepulturas 20 y 63 del un mercenariado vettón al servicio de los régulos ibéri
Raso de Candeleda (Fernández Gómez 1986: 593 y cos en los siglos V y IV a.C. De entre los distintos ele
721) 162, los conjuntos 100,228,388 y 417 de la zona VI mentos de procedencia meridional, podríamos recono
de la Osera (Cabré et alii 1950: 173-174) y una de las cer los broches de cinturón de placa cuadrangular de
espadas de la necrópolis de Alcántara (sepultura 4), tal tipo andaluz con damasquinados, sistematizados en su
vez más evolucionada, pues la empuñadura no ofrece el día por Cabré (1937). Frente al único ejemplar conoci
típico engrosamiento central (Esteban Ortega et alii do en Las Cogotas -sep. 730- en La Osera constituyen
1988: 76,fig. 10). Los conjuntos del Raso (Fig. 72, A- B),
un lote muy considerable, cercano al medio centenar,
con sendos soliferrea, lanza con nervadura central -sep.
dándose además la circunstancia de que la mayoría se
20- cerámica peinada y umbo de escudo troncocónico
localiza en los niveles profundos de los túmulos, por
con apéndices radiales -sep. 63- estarían entre los pri
tanto asociados a las tumbas más antiguas ( Baquedano
meros enterramientos con armas conocidos en las necró
1996: 80). Otro tanto cabría decir con respecto a los
polis occidentales,habiendo sido datados por su excava
discos-coraza en hierro de la sepultura 350, que sus
dor a inicios del siglo IV a.C. (Fernández Gómez 1986:
excavadores relacionan con los aparecidos en Aguilar
873 y 876). Sin embargo, no sería difícil que algunas
de Anguita y sobre todo con la sepultura 400 de la
tumbas fuesen sincrónicas a los ajuares con cerámicas
necrópolis ibérica de El Cabecico del Tesoro. en el pue
peinadas más antiguas del sector, apoyando una fecha
blo murciano de Verdolay (Cabré et alii 1950: 187), e
entrada en la quinta centuria,y teniendo además en cuen
iconográficamente presentes en algunos modelos escul
ta el panorama arqueológico que ofrecen los hierros cita
tóricos del ámbito ibérico como La Alcudia o Porcuna
dos en la Meseta Oriental.
(Kurtz 1985: 19 ss.). Entre otros elementos de importa
También habría que vincular a este momento antiguo ción, los discos abulenses aparecieron junto a dos bro
de las necrópolis de Cogotas II las espadas de frontón, ches ibéricos, un caldero, un braserillo y las famosas
plaquitas de bronce chapeadas de plata, con la conocí-
162 El ejemplar de la tumba 63 del Raso (Fernández Gómez 1986: 721). de
notable decoración, ofrece cierta personalidad tipológica. Las antenas,
de sección rectangular y más desarrolladas de lo usual, atraviesan dos 161 No obstante, hay que reconocer que la descripción de los distintos ele
discos cilíndricos y quedan rematadas sobre ellos. De alguna manera los mentos que integran el ajuar de la sepultura 370 es un tanto confusa.
discos denotan influencias de las espadas portuguesas de la serie más Compárese al respecto los comentarios de las páginas 133, 181 y 219 de
antigua de tipo Alca�er (Cabré y Cabré 1933a: 89) aunque no llegan a la Memoria (Cabré et a/ii 1950). El ajuar de la sepultura 39+, que ade
ser superpuestos. Por otra parte, Schüle ( 1969: Vol I, 224; Vol II, láms más se acompaña de un broche damasquinado y una abrazadera de escu
1,1; 4,1; 125,1) da a conocer la existencia de un nuevo ejemplar proce do de tipo ibérico, apareció entre el empedrado soterrado por la muralla,
dente de la necrópolis, que podría hallarse en la colección Molinero (vid. lo que indicaría a juicio de sus descubridores una relativa modernidad
Fernández Gómez 1986: 791). respecto a la localizada en el túmulo ( id. 1950: 181 ).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 181
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Fig_ 72.-Fase I de las necrópolis de la Meseta occidental: A El Raso de Candeleda-20; B, El Raso de Candeleda-63;
C Alcántara B-12 (A y B, según Fernández Gómez 1986; C, según Esteban Ortega et alii 1988)_
182 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
da escena del águila devorando un ave 164. De las inme mente pistiliforme (Fig. 72,C). Con todo, el remate de las
diaciones de Ulaca proceden, por otro lado, tres diade antenas se inspira claramente en los típicos discos del
mas de oro decoradas mediante repujado y con un modelo Alcac;:er-do-Sal.
mismo motivo, un águila en posición frontal sobre una No es descartable que las espadas de tipo Arcóbriga
planta de acanto, que se han relacionado con las placas (Fig. 74,D), con la característica hoja pistiliforme y tam
de la Osera, arguyendo una procedencia helenística bién asociadas a cerámicas a mano y con decoración pei
(Fernández Gómez 1989: 88-89 y 1996: 9-11). Lo ex nada (La Osera VI/sepulturas 185 y 200). hicieran su
cepcional del enterramiento de La Osera, que se puede aparición en el suroeste de la Meseta en el transcurso de
datar sin problemas en la primera mitad del siglo IV las primeras décadas del siglo IV a.C. o, tal vez, a media
a.C., estriba además en la similitud que ofrece con la dos de la centuria (Cabré 1990: 213-215). La hallada en
sepultura 400 de la necrópolis murciana, dato que con la tumba 1241 del sector V de La Osera, a bastante pro
firmaría un comercio suntuario con el SE. y el Levante fundidad de un empedrado tumular, se ha llevado a las
peninsular (Quesada 1989; Baquedano 1996; Cerdeño mismas fechas que la portuguesa citada arriba (Cabré y
et alii 1996). Morán 1990: 80), al proceder del conjunto unas pinzas
Probablemente en este momento, el modelo Aguilar caladas de tipo Cigarralejo y una fíbula de arco de medio
de Anguita convive con las primeras espadas de antenas punto y pie alzado con remate cúbico 166. Dentro de la
del tipo Alcác;:er do Sal. Son desconocidas en la Meseta tipología de estas armas, un modelo antiguo podría ser el
Oriental pero están bien representadas en La Osera, de la sepultura 242 de las Cogotas (Cabré 1932: lám.
donde se conocen 17 ejemplares en toda la necrópolis LXIII), por la circunstancia de tener la hoja casi recta. sin
(Cabré y Cabré 1933a; Cabré et alii 1950: 68). Algunas embargo ya aparece asociada a cerámica a torno. De
ostentan las características propias de las espadas portu todas maneras, esta espada alcanzará su máxima expre
guesas, que se distinguen por su hoja recta, empuñadura sión en la fase más reciente de las necrópolis vettonas,
facetada, antenas constituídas por tres discos superpues desde finales de la cuarta centuria, con hojas que progre
tos y ricas ornamentaciones damasquinadas con motivos sivamente se irán haciendo más esbeltas y estrangula
curvilíneos, inherentes al arte decorativo de La Tene das161_
(Cabré y Baquedano 1991: 68-69 y 1997: 250-253)165. Junto a estas espadas, en ocasiones se depositan en las
Podría citarse la sepultura 1060 de la zona V, con dos lar mismas sepulturas largas puntas de lanza de nervio cen
gas puntas de lanza (Schüle 1969: tafel 121; Cabré y Ba tral, resaltado o agudo. Este modelo, como el de la sepul
quedano 1991: 69), o, mejor, la pieza de la sepultura 1, tura 20 del Raso o las recogidas en la zona B de
hallada en el nivel más profundo del túmulo D/zona I y Alcántara -con espada de frontón (Fig. 73,B)- podría ser
asociada entre otros elementos a cerámica a peine, unas de los más antiguos y característicos de la fase I. Desde
pinzas caladas, una abrazadera de escudo de tipo ibérico, luego en La Osera suele acompañar a espadas de tipo
un bocado de caballo, braserillos y dos pequeños platos Aguilar de Anguita (100, 228) y Alcácer do Sal (438,
de barniz negro -forma 21 de Lamboglia- cuya cronolo 1241), a veces con fíbulas anulares y de la Tene I, más
gía, del segundo cuarto del siglo IV a.C. (Cabré y Morán raramente al modelo Arcóbriga y nunca a las espadas de
1990: 78 y 80), se ajustaría bastante bien a la propuesta tipo Atance (Cabré et alii 1950: 185). El tipo perdura a lo
de Cuadrado (1975: 670 y 1987: 107) para los conjuntos largo de todo el siglo IV a.C., conviviendo durante un
del Cigarralejo, donde se documentaron pinzas caladas
El ajuar de la tumba 200 de La Osera (Fig. 74.D) - sendas espadas de
de diseño análogo a las abulenses y fechadas en torno al
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Fig. 73.-Fase I de las necrópolis de la Meseta occidental: A. El Raso de Cande/eda-64; B. Alcántara B-1; C. La Osera (A.
según Fernánde::. Góme::. 1986; B, según Esteban Ortega et alii 1988; C, según Baquedano 1996, sin referencia de tumba/s y
sin escala).
184 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
tiempo con las puntas de sección rómbica que Cabré lla tumba, por lo que en muchas ocasiones las primeras se
maba de corte de cuatro mesas, hasta la implantación fabricarían exclusivamente en cuero. Un modelo muy
definitiva de estas últimas, a finales de la cuarta centu característico, oriundo del ámbito ibérico y sin duda el
ria 168. Ciertos ejemplares de pequeña punta, con un más abundante en las necrópolis occidentales, sería la
engrosamiento que origina una cabeza cónica y conoci abrazadera o manilla de aletas bitriangular (Kurtz 1987:
das como "puntas de chuzo", también se asocian en La 78-79; Quesada 1991). En La Osera se localizaron hasta
Osera a tumbas con espadas de cronología antigua (Ca 87 ejemplares (Cabré 1939-40: 66). Consta de una pieza
bré et alii 1950: 186), si bien en Las Cogotas apareció central cilíndrica rematada en los extremos mediante
una pieza de este tipo en el interior de una urna a torno sendas placas. Su presencia en este momento parece evi
(Kurtz 1987: 66-67). Con todo, mayor interés tiene el dente, pudiéndose citar la tumba 1 del túmulo D/zona I
hallazgo de los soliferrea para esta fase antigua (Figs. de La Osera, datada en el segundo cuarto del s. IV a.c.
72,A-B y 73,A), bien documentados en El Raso, de don por su asociación a cerámicas de barniz negro (Cabré y
de proceden siete ejemplares, dos de ellos con espadas Morán 1990: 78) o el ajuar del sector B de Alcántara,
Aguilar de Anguita (Fernández Gómez 1986: 797)169. En junto a una espada de frontón (Fig. 73,B). Este tipo de
La Osera la única pieza que se conoce -sep. 100- coin abrazadera acompaña a diversos tipos de espada en La
cide en el ajuar con una espada de análoga tipología, Osera (Cabré et alii 1950: 188); sin embargo, abundan
escudo y una larga punta de lanza de nervio central de sobre todo en las de antenas más evolucionadas, de tipo
unos 50 cm. de longitud, aunque ya aparece asociada a Arcóbriga (sepulturas 200 y 182 del sector VI, 1241 del
cerámica a torno (Cabré et alii 1950: 97, fig. 9). Este sin sector V. ..). Por ejemplo, en el sector VI de la Osera, eso
gular hierro arrojadizo también se documenta en las sucede en diez de las catorce tumbas con manillas de ale
necrópolis ibéricas y celtibéricas desde el siglo V a.C. tas conocidas, e indistintamente con cerámica a mano y
junto a espadas y lanzas, como lo confirman algunos a torno.
ajuares de El Cigarralejo y Aguilar de Anguita, rarificán De entre los distintos tipos de fíbulas que se docu
dose en el oriente de la Meseta a partir de la cuarta cen mentan ahora en las necrópolis occidentales, podríamos
turia (Quesada 1993; Lorrio 1994: 223 y 230). reconocer el carácter arcaizante de unos pocos de La
Respecto a los escudos, nos parece indudable que los Osera; es el caso de las fíbulas de hoja de laurel con
más antiguos en las necrópolis vettonas se corresponden resorte unilateral (sepultura 455) o bilateral (64), y otras
con los denominados variante A de la "caetra" tipo sin resorte, de arco de violín (292). Acompañan a éstas
Alpanseque o Aguilar de Anguita (Cabré 1939-40: 61 cerámicas a mano y a torno, y en consecuencia cierta
ss.), caracterizados por umbos de hierro de perfil tronco imprecisión cronológica. Más acertada nos parece la
cónico con prolongaciones radiales, rematados en apén datación, desde comienzos de la cuarta centuria, de las
dices circulares de número variable. En apoyo de este fíbulas anulares hispánicas, que encontramos en las tum
aserto recordaremos los cuatro ejemplares hallados "in bas de Alcántara y en algunos ajuares de guerreros de La
situ" en El Raso (Fernández Gómez 1986: 801-804), dos Osera (228, 182, 350... ), asociadas entre otros elementos
de ellos con espadas Aguilar de Anguita (63) y de fron a puntas de lanza con nervadura central y espadas de
tón (66), si bien el modelo debió perdurar a lo largo de la antenas de Aguilar de Anguita (Fig. 74,E) y Arcóbriga.
cuarta centuria. Un escudo radial apareció también en la Un dato todavía más revelador nos lo proporciona la
tumba 228 de La Osera (Fig. 74,E), junto a una espada sepultura A-1 de la necrópolis extremeña, pues se acom
de antenas del primer tipo (Cabré et alii 1950: 116-117), paña de un kylix griego que debe llevarse inequívoca
siendo desconocido por completo en Las Cogotas 17º. mente al tránsito de los siglos V-IV a.C. (Esteban Ortega
También se han documentado abrazaderas de escudo, et alii 1988: 20, 74-75). De todos modos, este tipo tiene
que casi nunca se asocian a los umbos en una misma un largo desarrollo en la Segunda Edad del Hierro, como
avala su asociación a puñales de tipo Monte Bernorio (La
168 En el conjunto 361 de La Osera este elemento se acompaña de una fíbu Osera VI-55), modelo que sistemáticamente aparece en
la de La Tene inicial, mientras en la sepultura 102 de Las Cogotas, dos
puntas de lanza con nervadura de sección rectangular, típica de las pun
las tumbas de la fase siguiente. Esta misma impresión
tas de tipo Alcá,;er do Sal, se asocian a un puñal de tipo Monte Bemorio. valdría también para las fíbulas de pie vuelto, de La Tene
Kurtz (1987: 63-64) se muestra partidario de datar el conjunto a inicios I y de torrecilla lateral, en sus distintas variantes, aunque
de la cuarta centuria, pero a la vista de las cronologías que deparan estos
puñales en el sector suroccidental (Sanz Mínguez 1990a: 180 ss.) habría la última podría sugerir una mayor modernidad a la vista
que rebajar algo la fecha. planteamiento que parece convenir a la cerá de su coexistencia con armas cortas y cerámicas tornea
mica a torno asociada al ajuar. Por otro lado, en la tumba 513 de la
misma necrópolis conviven los dos tipos de lanza junto a una espada de das (vid. infra).
tipo Arcóbriga. Entre los objetos vinculados al adorno personal hay
169 Su excavador recoge seis ejemplares, uno de ellos fuera de contexto, a
los que habría que sumar el ejemplar de la tumba conocida como "El que añadir las cuentas de collar -realizadas fundamen
Arenal", en colección privada, asociado a dos urnas, una de ellas con talmente en vidrio pero también en hueso, bronce, piedra
decoración a peine (Fernández Gómez 1986: 735).
170 Del Raso procede también un ejemplar descontextualizado, con la parti y cerámica- los brazaletes, así como aquellos objetos
cularidad de ofrecer apéndices circulares y romboidales de modo alter relacionados con la categoría de pendientes y anillos.
nativo (Fernández Gómez 1986: 746). Por otra parte, en las zonas no
publicadas de la Osera existen otros ejemplares radiados. estimándose
Desde el punto de vista cronológico y cultural estos
un total de seis (Cabré 1939-40: 62-63). ornamentos, que acompañan ajuares de guerreros y tam-
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 185
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Fig. 74.-Fase 1 de las necrópolis de la Meseta occidental: A. El Raso de Candeleda-13; B. La Osera VJ-388; C. La Osera Vl-
417; D. La Osera Vl-200; E. La Osera Vl-228 (A. según Fernánde::, Gómez 1986; B, C, D y E, según Cabré et alii 1950).
186 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
bién femeninos, conviven indistintamente con tumbas de parte, Martín Valls (1986-87: 73) advierte que cuando se
distinta cronología, por lo que cabe plantearse el alcance erige el tercer recinto, este sector del cementerio debía de
real de estas piezas. Con respecto a las cuentas de pasta estar en desuso, por lo que la cerámica a peine debió de
vítrea se viene insistiendo en su apogeo avanzada ya la ser de las primeras en usarse 171 • En consecuencia, creo
Segunda Edad del Hierro, a juzgar por la asociación que que tampoco puede ponerse en duda la asociación de
guardan con los vasos a tomo de La Osera y Las Cogotas estos vasos incisos con los primeros ajuares de guerrero,
(Esparza 1987: 255; Martín Valls y Esparza 1992: 266). dato ya intuído en alguna ocasión (id. 1986-87: 74;
Otro grupo que plantea interesantes problemas son los Martín Valls y Esparza 1992: 260). Todo ello nos llevaría
pendientes y anillos. En El Raso (65, 20) y La Osera a plantear, en el sector nuclear de Cogotas 11, una subfa
(sepulturas 64, 156, 185, 362, 200...) una parte conside se (la) caracterizada por espadas de frontón y de antenas
rable se acompaña de cerámicas a mano, pero en algunas atrofiadas con cerámicas a mano y a peine, sobre las que
tumbas de las Cogotas (102, 1442) es también factible irradiaiían paulatinamente las primeras producciones a
una cronología más avanzada. Un rasgo que conviene torno a partir de la cuarta centuria (fase lb), estando toda
destacar es que en la mayor parte de los casos única vía en uso los hierros surgidos en el momento preceden
mente aparece un pendiente por tumba (Kurtz 1987: te (Fig. 69).
179). La secuencia inicial para este período no es fácil de
Finalmente, algunas asociaciones cerámicas y la dis precisar, pero entonces tampoco sería improbable que las
posición de los ajuares pueden proporcionar otros datos primeras armas del Raso de Candeleda con cerámicas a
esclarecedores para esta fase antigua de las necrópolis mano fuesen sincrónicas a las tumbas con cerámica a
vettonas. Por ejemplo, las espadas de antenas de tipo peine más antiguas de la necrópolis, apoyando una fecha
Aguilar de Anguita y de frontón encontradas en las entrada en el siglo V a.C. La tumba 65, con sendas pie
sepulturas 20, 63, 66 y 13 de la necrópolis de El Raso tie zas a peine y otra con motivos geométricos a punzón, no
nen la particularidad de ofrecer todas ellas vasos a mano ofrece asociaciones metálicas; sin embargo, un hecho
-dos de ellos a peine (Fig. 72,B)- y ningún ejemplar a está muy claro: ninguna de las tumbas encontradas en el
tomo (Femández Gómez 1986: 873-874). Por otro lado, sector "Las Guijas", de donde procede el enterramiento
en los túmulos de La Osera se documentan tumbas tanto en cuestión, ofreció cerámica a tomo (Femández Gómez
bajo el empedrado de base como encima de él, lo que 1986: 540 ss., 873). El hallazgo en el relleno de la misma
permite establecer una estratigrafía relativa dentro de la sepultura de un fragmento inciso con decoración pisci
necrópolis. Las espadas de antenas tipo Aguilar de forme, similar a una de las vasijas más antiguas del cas
Anguita, las falcatas y las lanzas de nervio central apare tro de las Cogotas decorada con botones de cobre (Cabré
cían en el nivel más profundo de la zona VI, lo que 1930: 54 y lám. XL), delataría incluso un uso todavía
demostraría su mayor antigüedad (Cabré et alii 1950: anterior para esta zona de la necrópolis. Análoga crono
174, 180, 201). Este sería el caso del gran túmulo E, que logía podría convenir a la tumba 32, con cerámica a
debió ser de los primeros en usarse. Análoga observación mano decorada a punzón y un interesante ungüentario de
parece convenir a algunas espadas alentejanas del mode vidrio polícromo fechable en la segunda mitad del siglo
lo Alcácer, a la vista de su ubicación en los túmulos D y V a.C. (Fernández Gómez 1972: 286 y 1986: 822-825,
Z de la zona I (Cabré y Morán 1990: 78; Baquedano y 873). A estas piezas singulares habría que añadir otras
Escorza 1996). manufacturas de lujo, probablemente desarrolladas
Es verdad que en La Osera y Las Cogotas las espadas desde un momento anterior. En particular, queremos
de antenas se asocian en los ajuares con urnas a mano y refe1irnos a la diadema y a las dos posibles arracadas de
también a torno, pero es igualmente interesante apreciar oro del Raso de Candeleda, conocidas en el mercado de
que estas últimas se corresponden con formas globulares antigüedades pero que se han identificado con la tumba
y de perfil en S muy elementales, bien enraizadas en la 78 de la necrópolis, parcialmente expoliada aunque con
tradición indígena de las primeras. Al menos una parte servaba varios fragmentos que encajaban bien con la dia
podría representar la incipiente arribada del torno en las dema, además de un asador y un braserillo de tipo ibéri-
necrópolis, tal vez en las primeras décadas del siglo IV 171 De los 65 vasos a peine localizados en el sector VI de la Osera, apro
a.C. En este contexto se comprenderían bien las espadas ximadamente en el 10% la decoración. siempre incisa. abarca más de
de tipo Aguilar de Anguita y las primeras cerámicas gri la mitad de la superficie de las piezas. Por tanto, podríamos sugerir un
entronque con el estilo de las cerámicas a peine de '"aire antiguo·· (1·id.
ses de La Osera, como el plato de la sepultura 417 (Fig. supra). El dato es revelador si además tenemos en cuenta que una
74,C), fechado en la primera mitad de la centuria (Martín parte de las sepulturas donde se recogieron estos vasos - en particular.
Valls 1986-87: 74), o tal vez la urna del ajuar 438, con los conjuntos 5 l. 62. 88. 254, 374 y 384 - estaban en los niveles pro
fundos de la necrópolis. por debajo de los 40 cm .. frente a la ubica
espada de tipo Alcác;:er. En cualquier caso, es una cons ción usual de los depósitos. que en la zona VI oscila entre los 20 y 40
tante el hecho de aparecer en los niveles más profundos cm. (Cabré et a/ii 1950: 61 ). Otro testimonio interesante es el que nos
ofrece la sepultura 371 de la zona II, con un cuenco a peine de trazos
de la necrópolis abulense la cerámica a mano y con deco incisos muy finos. asociado a un colgante antropomorfo en bronce,
ración peinada (Cabré et alii 1950: 202). Sería el caso de cuya iconografía se ha relacionado con la imagen de Potnia o Potnios
Hippéin (Baquedano 1990: 282-283 y 1996). De clara procedencia
las sepulturas 284, 316, 317 y 359, recogidas significati ibérica, sus paralelos más cercanos podrían datarse a comienzos del s.
vamente en el nivel profundo del túmulo E. Por otra IV a.C.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 187
co entre otros elementos (Fernández Górnez 1996: 11 ss., ra contienen arreos de caballos. Se conocen básicamente
fig. 2). Estas joyas, que se han relacionado con la exis tres tipos, bocado de camas rectas, curvas y de anillas,
tencia de un taller de orfebres orientalizantes en los abundando sobre todo los ejemplares del último modelo,
siglos VI y V a.c., pudieron perdurar un tiempo hasta ser aunque no parece existir una evolución formal. Un ante
depositadas en las tumbas. cedente podría buscarse en las camas curvas de bronce
En todo caso, resulta por ahora difícil sostener una halladas en El Raso, fuera de contexto, que posterior
fecha anterior al 450 a.C. para esta necrópolis, y si se mente se fabricarían en hierro (Fernández Gómez 1986:
hace hay que admitir que sobre un contexto que no per 777 y 1995: 206). Bocados de caballo de camas rectas y
mite mayor precisión. Seguramente hay que incorporar también de arco de castigo (con barbada metálica) apa
en este marco de referencia los recientes hallazgos de la recen en algunas sepulturas de la fase antigua (La Osera,
comarca extremeña de la Vera, en virtud de los conjuntos sepulturas 370, 436 y 350). No existe un patrón determi
funerarios de El Cardenillo y Pajares (González Cordero nado en las tumbas con armas y elementos de atalaje que
et alii 1990 y 1993), con recipientes de bronce, piezas las distingan de las demás, pero nos parece del todo evi
aúreas, urnas cinerarias a mano y también vasos con dente la importancia que adquiere el caballo a partir
decoración peinada, algunos de cuyos motivos entroncan sobre todo de la fase II de nuestras necrópolis, siendo el
fácilmente con las cerámicas y las joyas del Raso. El lote bocado de anillas el modelo más característico desde el
de materiales publicado no incluye ninguna clase de siglo III a.C. (Fig. 69, nº 42), rasgo que de alguna mane
armamento, a excepción de un cuchillo y una punta de ra hay que relacionar con el papel de las élites ecuestres
chuzo fuera de contexto 172 . Cabría la posibilidad de que bajo la expansión púnica y romana (Almagro-Gorbea
estos enterramientos con cerámicas a mano no incluye 1996a: 119-120; Almagro-Gorbea y Torres, e.p.). Como
sen armas en el ajuar, al menos durante un periodo rela punto de referencia de todo ello, cabría mencionar su
tivamente breve y a este lado del Sistema Central. De contemporaneidad, en más de la mitad de las sepulturas
cualquier forma, el número de depósitos conocidos y vettonas conocidas, con las espadas de tipo Arcóbriga,
publicados es muy escaso y aún es pronto para extraer con los puñales de tipo Monte Bernorio y con los ejem
consideraciones sólidas. plares de empuñadura de frontón y dobleglobular. Y otro
tanto cabría decir de las urnas, que son a torno en el 74%
de los ajuares que tienen arreos de caballo. En un estudio
1.5. Fase 11 sobre los ajuares metálicos de Las Cogotas, Kurtz (1987:
26) llamaba la atención sobre el hecho de que "no todos
A finales del siglo IV a.C. el mosaico material aludi los guerreros, ni siquiera una gran parte, montaban a
do va a sufrir un proceso de notable enriquecimiento, que caballo, pero todos los jinetes, o al menos la gran mayo
tendrá sufloruit en la centuria siguiente. Por un lado, se ría, iban armados".
asiste a la incorporación y madurez de algunos tipos Por lo que hace a las espadas, uno de los tipos de
metálicos, que acabarán por diluir los particularismos re mayor éxito en la Meseta debió ser el modelo Arcóbriga
gionales de la Meseta; por otro, la simplificación o desa (Cabré y Morán 1982; Cabré 1990: 215), aunque no el
parición de los modelos más antiguos. Este proceso tam único y el más importante, pues, como hemos tenido
bién se detecta en las urnas y platos de ofrendas que ocasión de ver, esta variante de las espadas de antenas ya
acompañan el ajuar, como pone de manifiesto el incre era conocida en la fase anterior. Su principal característi
mento paulatino de las producciones torneadas. ca es la esbelta hoja pistiliforme, que probablemente
Los datos que proporcionan las necrópolis de La imita modelos greco-itálicos, de unos 40-50 cm. de lon
Osera y Las Cogotas permiten entrever un armamento gitud aunque el tamaño puede avanzar ligeramente en
bastante evolucionado, aunque las combinaciones de la ambos sentidos, finos acanalados siguiendo los perfiles
panoplia apenas varían respecto al estadio anterior, es de la hoja y antenas reducidas a simples botones en el
decir, desde ajuares con espada, una o dos lanzas y escu pomo. Típicos son los nielados de cobre y plata que
do, corno equipo militar más completo, hasta aquéllos engalanan las empuñaduras y parte de las vainas, de
que sólo integran armas de asta. Si se produce, empero, manera análoga a las espadas alentejanas pero con una
la incorporación del puñal al conjunto funerario. El decoración predominantemente rectilínea y geométrica,
ajuar de las tumbas más ricas se completaría asimismo aunque también se admiten elementos curvos como evi
con los arreos de caballo, que están atestiguados en una dencia la vaina de la tumba 513 de Las Cogotas (Fig.
proporción relativamente importante (Cabré et alii 75,A), con representaciones estilizadas de guerreros
1950: 190; Kurtz 1987: 25 ss., 90 ss.). Un 29% y un blandiendo escudos (Cabré 1990: fig. 17). Este tipo de
15% de las tumbas con armas de Las Cogotas y La Ose- arma parece perdurar casi todo el tiempo de uso en La
Osera, alternando con cerámicas a mano y a torno, a
excepción tal vez de su inicio (Cabré et alii 1950: 180).
172 En este contexto se ha valorado el hallazgo de dos falcatas y un pufial
procedentes del norte de la provincia de Cáceres. conservados en el Podría aceptarse a nivel teórico un proceso evolutivo
Museo de Badajoz (Enríquez 1981: 795: González Cordero et a/ii 1990:
1"+5). Asimismo. de la urna documentada en El Cardenillo procede uno
en el desarrollo de la hoja, en la medida en que se acen
de los filetes de un bocado de anillas de bronce. túa la forma pistiliforme a la par que se gana en longitud
188 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 75.-Fase II de las necrópolis de la Meseta occidental: A. Las Cogotas-513; B. La Osera VI-509; C. La Osera Vl-514
(A, según Cabré 1932; By C, según Cabré et alii 1950).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 189
(Schüle 1969: 101; Kurtz 1987: 37), esto último sin duda uera posible también que la fabricación de estas espadas,
por sugestión directa de las espadas de tipo !ateniense en y de cie1tos puñales, hubiese sido un proceso más menos
la tercera centuria. Esta cronología parece convenir al sincrónico en los distintos talleres de la Meseta, pues las
notable ejemplar de la sepultura 509 de La Osera (Fig. diferencias cronológicas no son apreciables.
75,B), de casi medio metro de longitud, asociado a un Muy diferente es el caso de las espadas de tipo La
puñal de tipo Monte Bernorio (Cabré et alii 1950: 79-80, Tene. Un considerable número de ejemplares se ha reco
153-155, lám. LXXIX); y una relación análoga podría gido en las necrópolis de la Meseta oriental, siendo
mos atisbar en la sepultura 4, que entre otros elementos mucho más excepcionales en la occidental vettónica
se acompaña de dos fíbulas de tmrecilla y el típico umbo (Lenerz-de Wilde 1991; Stary 1994: mapas 17-18; Lorrio
troncocónico de casquete abierto con cruceta, aunque el 1994: 230-233). Habrían arribado como elementos de
material apareció muy deteriorado y la espada es de prestigio desde el área celtibérica o bien de la mano de
imposible aprovechamiento tipológico (id. 1950: 79-80, mercenarios. Sólo se conocen cuatro ejemplares, de La
173, 182 ss.). Bajo el punto de vista cronológico, de Tene I y II, hallados en la Osera (Cabré et alii 1950: 68)
enorme interés resultan asimismo los platitos campa y otros dos en la necrópolis extremeña de El Romaza! I,
nienses de las sepulturas 138 y 338, con cerámica a torno de cronología más tardía, siendo aquí factible una fecha
y a peine, pues en ambas se hallaron restos de vainas de ción en la segunda centuria a.C. (Hernández Hernández
espadas de antenas, que se han interpretado respectiva 1991: 262; Hernández Hernández y Galán 1996: 116, fig.
mente del modelo Alcáfer-do-Sal y Arcóbriga (id. 1950: 53) 173• La asociación de una larga espada de la Tene I (72
176, 180, láms. XXXI y LXXIV). Las cerámicas de cm.) a una vaina de puñal de tipo Monte Bernorio en la
impmtación se han llevado razonablemente al siglo III tumba 201, entre las zonas 1/11 de La Osera (Cabré y
a.C. (Martín Valls 1986-87: 73 y 81) siguiendo la clasifi Cabré 1933b: 39-43; Baquedano 1990: 280) 17➔, podría
cación de Morel (1981: 213, forma 25, tipo 2733c), y no sancionar una data hacia el tránsito de los siglos IV-lll
sería descartable una fecha avanzada teniendo en cuenta a.C. o comienzos de este último (Martín Valls y Esparza
el tiempo que pudieron perdurar estos vasos. 1992: 262). Análoga opinión merecen en este momento
Sabido es la importante dispersión geográfica que las espadas de la serie denominada Atance (Cabré et alii
alcanza la espada de tipo Arcóbriga en las necrópolis cel 1950: 180-181; Cabré 1990: 214), cuyo uso debió pro
tibéricas, desde mediados de la cumta centuria y durante longarse en nuestras necrópolis por lo menos hasta las
los siglos III-II a.C. (Cabré 1990: 215, 220; Lorrio 1994: postrimerías de la tercera centuria.
tablas 1 y 2). Sin embargo, la abundancia de este mismo Las dificultades que existen para la fijación cronológi
tipo en la Meseta occidental -la necrópolis de La Osera ca de las lanzas son evidentes, a causa de la perduración
proporcionó 92 ejemplares, 15 de ellos en la zona V I de algunos modelos. Las espadas de tipo Arcóbriga acom
(Cabré y Morán 1984: 151)- y la relativa antigüedad de pañan sobre todo a puntas de lanza de nervio central, en
algunas piezas llevaría a especular sobre si el nuevo ocasiones con la hoja de contornos ondulados, y también
modelo también se forjó en los talleres vettones. No hay de sección rómbica o cmte a cuatro mesas (Figs. 74,D y
respuesta segura para esta pregunta, pero, como contras 75,A-B). Lo cual podría ser indicativo de la longevidad
te, recordemos que en la Meseta oriental las espadas de del modelo Arcóbriga en el ámbito céltico de la Meseta.
tipo Atance, más pequeñas y que sustituyen a las espadas Por otra parte, es común a las espadas de tipo Atance, las
de Aguilar de Anguita -de las cuales sin duda derivan más evolucionadas de la serie de antenas, las puntas de
fueron las preferidas en este momento por los guerreros lanza de cuatro mesas (Cabré et alii 1950: 185-186),
celtibéricos junto a las de tipología !ateniense (Lorrio modelo que debió ser el habitual a finales del siglo IV
1994: 230-234). Por el contrario, hacia el occidente la a.C. y sobre todo desde el siglo III a.C., acompañando
incidencia de estos modelos, también caracterizados por asimismo a los distintos puñales y a las lanzas de corte de
su sobriedad decorativa, resulta bastante menor. De algu seis mesas. Al contrario de lo que sucede con estas armas
na manera, la espada de tipo Arcób1iga podría ser expli ele asta, la deposición ritual de los característicos solife
cada como una adaptación original de las comunidades rrea en los ajuares dejó de ser una práctica común en
vettonas a partir del antiguo modelo celtibérico de estos tiempos -también lo evidencian las necrópolis celti
Aguilar de Anguita, pero bastante más evolucionado y béricas desde bastante antes (Lorrio 1994: 226, 230)- lo
con las antenas totalmente atrofiadas. Su intención embe cual no es óbice para que su empleo continuara hasta las
llecedora, por el contrario, conectaría más fácilmente con guerras con Roma, tomando como base las referencias
los damasquinados de las espadas portuguesas del mode que de ellas tenemos en las fuentes literarias (Livio, 34,
lo Alcáfer-do-Sal, desconocidas en la Meseta oriental 14, 10; Diodoro, 5, 34; Apiano, B.C. 5, 83).
pero bien asimiladas en el foco abulense desde inicios del
siglo IV a.C. El desarrollo de esta técnica, probablemen '" Además de sendas piezas en el SO. peninsular. procedentes del
Castrejón de Capote (Higuera la Real. Badajoz) y de la necrópolis alen
te impulsada desde el mediodía peninsular (Cabré 1990: tejana de Herdade das Casas (Redondo) (Berrocal 1992: 158).
224), debió verse favorecida por una producción a gran "' Además de la espada y el puñal. el lote de armas se completaba con un
casco de bronce conservando intacta la cimera. una fíbula, un tahalí, dos
escala de armas y objetos decorados, tendentes a satisfa puntas de lanza, una navaja, un bocado de anillas. otros elementos de
cer las necesidades de la clase militar. Con todo, tal vez atalaje y restos de bronce e hierro.
190 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Por lo que hace al puñal, bien atestiguado en el foco 234 y 1997) 178. La referencia de Posidonio (en Diodoro
abulense, podemos reconocer en primer lugar el llamado 5,33) elogiando las espadas y puñales celtibéricos avala
de Monte Bemorio 175 , definido por su pomo y guarda ría de nuevo su uso conjunto. De acuerdo con esto, cabría
naviforme, hoja estrangulada y la característica contera considerar distintas variantes dentro de las panoplias de
tetralobulada o bien de un solo disco. La variedad estruc alto rango, aunque es también evidente que las armas
tural y decorativa que subyace en este modelo, debido a cortas acabarán constituyéndose en el modelo más gené
factores de orden cronológico y geográfico, ha quedado rico junto a las lanzas y jabalinas. Desde luego la cerá
delimitada en diversos trabajos que nos eximen de proli mica que sistemáticamente aparece en sus ajuares está ya
jas descripciones (Cabré 1931; Cabré y Cabré 1933b; torneada, en mayor medida que las urnas que se acom
Griño 1989; Sanz Mínguez 1990a). pañan de espada. Respecto a los recipientes habituales
Conviene recordar que los ejemplares vettones, deu parece detectarse a partir de ahora un incremento muy
dores en última instancia de los grupos del Duero significativo de los vasos a tomo con el cuello cilíndrico
medio y del área palentino-burgalesa, se han incluido o perfil pseudoestrangulado, base plana o poco rehundi
por sus características en un momento avanzado de la da y superficies bien acabadas (Fig. 69, nº 67). Sería el
secuencia tipológica de estos puñales (Sanz Mínguez tipo IV de Cabré (et alii 1950: 168), que no se daba en el
1990a: 178 ss.), debiendo corresponder unos pocos a túmulo E de La Osera, considerado el más antiguo del
finales del siglo IV a.C. y la gran mayoría a la plenitud sector, y que sale en cambio en los niveles más altos y en
del siglo III a.C. 176• Cierta imprecisión proporciona la otros túmulos sin duda posteriores (id. 1950: 202). En
pieza ya citada de la tumba 201/1-II de la Osera, pues la apoyo de todo lo anterior podrían citarse los conjuntos 59
espada de la Tene I a ella asociada tendría un período de y 140 de la misma necrópolis, o bien la tumba 1359 de
vigencia relativamente amplio entre ambas centurias Las Cogotas, con puñales de tipo Monte Bernorio y
(Martín Valls y Esparza 1992: 262) 177 . Mejor representa umbos troncocónicos abiertos o cerrados de casquete
ción ofrecen sin embargo los ricos ajuares de las tumbas cónico (Fig. 76,D). Por otro lado, una parte considerable
4, 509 y 514 de la zona V I (Fig. 75,B-C), las dos prime de los puñales de la Osera aparecieron superficialmente
ras con espadas de antenas (Cabré et alii 1950: láms. y este dato es de indudable valor cronológico (Cabré et
LXXIX-LXXX), donde junto a los puñales encontramos alii 1950: 185).
repetidamente fíbulas de torrecilla lateral con cabeza Otro aspecto interesante que enlaza con lo anterior
perforada, que a partir de ahora aparecen sistemática nos lo proporcionan los puñales de la necrópolis de Las
mente en las tumbas de guerrero. También se ha valora Cogotas. Aquí menudean las piezas bernorianas con
do la ausencia de fíbulas de doble resorte de puente en pomos rematados en discos (sepulturas 287, 288 y 1304)
cruz o broches de tipo Bureba en nuestras necrópolis, (Fig. 76,B-C y G), que denotan influjos de las espadas
propios de las primeras fases de este puñal (Sanz Mín de antenas atrofiadas, dándose además la circunstancia
guez 1990a: 185), que por otro lado escapa al registro de aparecer en todos los casos citados puntas de lanza de
arqueológico conocido en El Raso de Candeleda y Al corte de seis mesas, que constituyen las últimas de la
cántara. Estos datos, aunque sean negativos, tienen un serie desde el punto de vista tipológico (Cabré 1932:
gran interés porque justifican el encuadre temporal de láms. LXX, LXXI, LXXII). Por tanto, no puede poner
estas armas cortas en pleno siglo III a.C. Incluso, sería se en duda la modernidad de estos ejemplares y su con
factible relacionar el alto grado alcanzado por la meta vivencia en nuestras necrópolis con los celtibéricos de
listería y alfarería de la cuenca del Duero en este empuñadura de frontón y dobleglobular, hasta la
momento con el incipiente desarrollo de los oppida indí implantación definitiva de estos últimos avanzada ya la
genas y sus implicaciones en los centros de producción tercera centuria 179• Al denominado de frontón, con el
y comercio.
Por ejemplo uno de los ajuares de Uxama (Soria), con espada larga de
La asociación de espada y puñal en un mismo ente 1 78
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Fig. 76.-Fase II de las necrópolis de la Meseta occidental: A. Las Cogotas-418; B. Las Cogotas-288; C. Las Cogotas-1304;
D. Las Cogotas-1359; E. La Osera Vl-477; F Las Cogotas-1354; G. Las Cogotas-287 (A. B, C, D, F y G, según Cabré 1932;
E, según Cabré et alii 1950).
192 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
característico remate en el extremo superior y un engro de casquete esférico. Respecto a éstos, se ha sugerido la
samiento en la zona central de la empuñadura, Cabré influencia laténica en la configuración morfológica del
(1931: 239 ss.) lo interpreta como un precedente inme umbo, pudiendo corresponder al típico escudo oval de
diato del biglobular, si bien la similitud de ambos podría raigambre céltica. Sin embargo, en aparente paradoja, la
hacer pensar en un origen común, aún no suficiente cronología de este último en el siglo I a.C. resulta inad
mente explicado (Martín Valls y Esparza 1992: 262- misible para los meseteños más antiguos (Martín Valls y
263). De la variante de frontón tenemos sendos ejem Esparza 1992: 272; Lorrio 1994: 236). Sí parece evi
plares con las vainas ricamente damasquinadas en plata dente la relación de los primeros con el tipo de caetra
procedentes de las tumbas 605 y 1354 de Las Cogotas circular, de pequeñas dimensiones y cóncavo al exterior,
(Figs. 77,B y 76,F), la primera con una fíbula de torre bien documentado en las fuentes (Estrabón 3,3,6;
cilla y cerámica torneada (Cabré 1932: láms. XXIII, Diodoro 5,34). Esta valoración también encuentra argu
XXIV). Del modelo estrictamente biglobular, podría mentos en algunas representaciones iconográficas pre
citarse la sepultura 1386 de la zona V de La Osera rromanas, como el pomo de un puñal de la tumba 32 de
(Cabré 1990: fig. 28) o el bello ejemplar del conjunto Padilla de Duero (Romero y Sanz Mínguez 1992: 459-
383 de Las Cogotas (Cabré 1932: lám. LXXV). Este 460, fig. 2), o el broche de cinturón del enterramiento 11
último se acompaña sin embargo de un vaso a mano y (túmulo Z/zona 1) de La Osera (Cabré 1939-40; Ba
podría sugerir una relativa antigüedad (Martín Valls y quedano y Escorza 1995: 31), con sendos guerreros
Esparza 1992: 263). En todo caso, tal asociación no cla enfrentados blandiendo lanza y escudo con umbo; por
rifica suficientemente el problema cronológico, como su tamaño, también sería factible sugerir este modelo
pondrían de manifiesto las dos puntas de lanza de corte para la serie de infantes y jinetes de la diadema de San
de seis mesas que acompañan al ajuar (Fig. 77,D), pues Martín de Oscos (López Monteagudo 1977; Lorrio
en las necrópolis vettonas reclaman hoy por hoy una 1993: fig. 11).
cronología tardía (Fig. 69, nº 28).
Digno de anotar por otra parte, es la asociación de la
Con respecto a los escudos, podrían reputarse como espada de antenas atrofiadas de tipo Arcóbriga con la
característicos de este momento los habitualmente lla abrazadera de escudo de aletas bitriangular, de origen
mados de Monte Bernorio -con pequeños umbos tron ibérico, en una parte muy considerable de los ajuares
cocónicos abiertos- así como los escudos con umbos vettones (Cabré 1932: lám. LXIV; Cabré et alii 1950:
cerrados, de casquete cónico con remate. La clasifica 188). Su asociación con espadas de los tipos más evo
ción del primero todavía está pendiente, teniendo en lucionados en las necrópolis celtibéricas, pondría de
cuenta la variedad de soluciones técnicas que presenta manifiesto la utilización relativamente tardía de estos
-algunas ya delineadas por Cabré (1939-40)- y las modelos de manillas en la Meseta oriental. Sin embar
recientes aportaciones de yacimientos como Palen go, los hallazgos en el Alto Duero son bastante infre
zuela o Padilla de Duero (Martín Valls 1984: 41; Sanz cuentes, lo que evidenciaría la escasa influencia que
Mínguez 1993: 382-384). Una de las variantes más dis
tuvo el armamento ibérico en la zona (Lorrio 1994: 230
tintivas es el modelo abierto con cruceta rematado en
y 1997), al menos respecto a la documentada en las
púas (Fig. 76,A y E). Su representación en las necró
fases I y II de las necrópolis occidentales (Figs. 73 a
polis abulenses es importante y en ajuares dotados de
75), por lo tanto desde finales del siglo V a.C. o inicios
gran riqueza (Cabré et alii 1950: 189; Kurtz 1987: 74-
del siguiente. La manilla en cuestión se ubica en el
78). Entre los más antiguos, fechándose todavía en un
mismo plano que las dos aletas de sujección del escu
momento avanzado de la cuarta centuria, se ha sugeri
do, siendo preciso un hueco para poder asirlo. Este se
do el ejemplar de la tumba A de las Cogotas, asociado
correspondería en la parte anterior con el umbo, que al
a una espada de antenas de tipo Arcóbriga, aunque está
no documentarse en la mayoría de estos ajuares sería de
claro que su difusión en el sector suroccidental debió
material perecedero como el resto del armazón (Kurtz
ser pareja a los puñales de tipo Monte Bernorio en el
1987: 79). Desde luego parece evidente que si el escu
siglo 111 a.C., con los que aparece asociados de mane
do era un elemento frecuente de las panoplias provistas
ra sistemática en las tumbas, y más tarde con los biglo
de espada o puñal, en el primer caso muchos carecerían
bulares (Martín Valls y Esparza 1992: 263). Podrían
citarse los conjuntos 288 y 418 de Las Cogotas, el pri de umbo metálico 180•
mero con puñal de pomo rematado en discos y lanza de 1,0 También se conocen otros modelos diferentes en este momento. como la
corte de seis mesas (Cabré 1932: láms. LXX y LXVI ). abrazadera o manilla de escudo de tira estrecha, tipo muy característico
de la panoplia celtibérica y generalmente asociada a puñales y espadas
Las asociaciones de los umbos cónicos recogidos en de tipo Alance (Lorrio 1997). En las necrópolis vettonas su presencia es
las tumbas 1359 y 605 de la necrópolis abulense (Figs. menos usual, pudiéndose citar los enterramientos 276 de Las Cogotas y
76,D y 77,B) con puñal de frontón y Monte Bernorio 509 de la Osera, ambos con espadas de antenas y cerámica a tomo
(Cabré 1932: 57. lám. LXXX: Cabré et alii 1950: 201. lám. LXXIX). o
respectivamente, delatan su contemporaneidad con los la sepultura 1297 del sector V de La Osera, que entre otros objetos con
citados arriba e incluso sus dimensiones -unos 15 cm. tenía un puñal de antenas muy evolucionado de tipo Alcái;er. otro doble
globular. y un broche de cinturón recortado, con damasquinados de
de diámetro- son similares. Con todo, habría que consi plata, adaptado a la forma triangular tan característica del siglo III a.C.
derar su parentesco con los umbos celtibéricos cerrados (Cabré y Morán 1990: 79-80).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 193
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Fig. 77.-Fases 1/ (B, D) y fil (A, C, E) de las necrópolis de la Meseta occidental: A. El Roma-::.al 1-.:/-6; B. Las Cogotas-605:
C. El Roma-::.al 1-36: D. Las Cogotas-383; E. El Roma-::.al 1-22 (A, Cy E. según Hernánde-::. Hemánde-::. y Galán 1996; By D,
según Cabré 1932).
194 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Tendríamos así, a nivel teórico y ritual, dos panoplias los concéntricos (sepultura 223) y el resto bañadas en rojo
distintas pero complementarias que debieron coincidir en (Cabré et alii 1950: 116, 169, lám. CII). Hállanse también
el siglo III a.C. (Fig. 78) 181• Una compuesta de puñal y en minoría en Las Cogotas -calicata 1, tumbas 1131,
pequeño escudo con umbo metálico, deudora en parte de 1142, 1149, 1166 (a mano)- algunas con segmentos de
la región del Duero y que se convertirá en el máximo círculo y volutas, acaso enraizados en los vasos ibéricos
exponente de la armería indígena en las guerras con (Cabré 1932: 21, lám. LIII). Estos elementos permiten
Roma. La segunda, de raigambre más antigua, ostenta defender solamente una matizada presencia del nuevo esti
espada de antenas pistiliforme y escudo sin umbo metáli lo,en abierto contraste con las pintadas celtibéricas "clási
co, de influencia ibérica y tal vez de mayor tamaño cas" del alfar de este último (Ruiz Zapatero y Álvarez
-¿como los representados en la vaina de la tumba 513 de Sanchís 1995), todo lo cual podría arrojar una cierta luz
La Osera?- dada la longitud de las manillas. Unas y otras sobre las producciones finales de ambos cementerios hacia
se acompañan de puntas de lanza de corte de cuatro y seis el 200 a.C. En este contexto sería también posible encua
mesas. En última instancia, ambas habrían sustituído a la drar algunas de las cerámicas con asa de cesta recogidas
panoplia más arcaica de las necrópolis vettonas de la fase en varias sepulturas de Las Cogotas (965,680, 540...) y La
I, caracterizada por la espada ibérica de frontón o bien de Osera (202), la primera asociada a una fíbula de La Tene
antenas del tipo Aguilar de Anguita, soliferreum, punta de II. La sepultura 36 del Raso de Candeleda ofrece asimis
lanza de nervio central acusado y escudo troncocónico de mo una urna bitroncocónica a tomo con asa análoga, den
apéndices radiales de tipo Alpanseque (Fig. 69). La filia tro de la tercera centuria (Fernández Gómez 1986: 634 y
ción de estos materiales antiguos podría ser explicada 875). Pese a todo,estos modelos tienen una amplia perdu
como una influencia del grupo celtibérico del Alto Tajo ración, llegando hasta el siglo I a.C. (Martín Valls 1986-
Alto Jalón en el siglo V a.C., viéndose además beneficia 87: 75). Por otra parte,en niveles muy superficiales de La
dos de los seculares contactos de las tie1rns vettonas con Osera y fuera de contexto se recogieron tres fíbulas de
el ámbito meridional. Y, desde luego, tampoco hay que torrecilla con el apéndice del pie unido por su travesaño al
perder de vista la preponderancia que siguieron teniendo arco y algunos broches de cinturón de tipos degenerados,
las armas de asta en las panoplias del infante/jinete. vestigios que se han valorado como una reutilización pos
terior del lugar -sin excluir tampoco una parte de los puña
les hallados- en el tránsito de los siglos III-II a.C. (Cabré
1.6. Fase III et alii 1950: 203-204).
Sin embargo, también es posible que la ocupación del
1.6.1. Rasgos arqueológicos durante la conquista lugar donde se asienta el cementerio de Las Cogotas se
prolongara esporádicamente algo más. Podría citarse la
Los últimos años de las necrópolis del valle de Amblés
fíbula zoomorfa de caballito esquematizado con decora
debieron ser los postreros del siglo III a.C. o inicios del
ción troquelada de la tumba 1270, en el interior de una
siguiente. No se nos escapa lo problemático de estas
urna a mano y única de su serie hallada en la necrópolis
fechas, pero tampoco es posible precisar nada más. En
(Kurtz 1987: 169-170). La estilización del animal perte
primer lugar parecen viables las indicaciones cronológi
nece a una variante tipológica avanzada que podría
cas de las fíbulas, como evidencian los ejemplares en
encuadrarse de lleno en el siglo II a.C. Otro tanto cabría
bronce e hierro del tipo de La Tene I-II y, por contra, la decir de la parrilla en miniatura del enterramiento 1442,
ausencia de vestigios de la Tene III en ambos cementerios que podría evidenciar un cambio puntual en las costum
(Cabré 1932: 155; Cabré et alii 1950: 201, 204; Kurtz bres funerarias acorde al que, de modo más generalizado,
1987: 147-157, 277-278). No existen restos romanos, a experimentan otros cementerios del Duero durante la
excepción de algunos fragmentos campanienses que dominación romana, como la necrópolis de Palenzuela
podrían remontar a la tercera centuria. Este punto de vista (Martín Valls 1984: 39 y 43). Para terminar, destaca por
no contradice el hecho de la construcción del tercer recin su singularidad la copa de alto fuste moldurado hallada
to del oppidum de la Mesa de Miranda, que fosiliza la en la sepultura 453 (Cabré 1932: 21, 71, lám. L). For
zona V I de la necrópolis de La Osera, fenómeno que se ha malmente reclama paralelos en la alfarería vaccea y cel
relacionado con las campañas de Postumio en el 179 a.C. tibérica clásica del siglo II a.C. (Sacristán de Lama 1986:
o bien durante las expediciones de Viriato (Martín Valls 172-173), pieza sobre la que Cabré también llamó la
1985: 129). La datación de la muralla en la primera mitad atención a la vista de su desarrollo en Numancia.
del siglo II a.C. proporcionaría un terminus ante quem, al
A pesar de estos datos,escasos y puntuales, sigue exis
menos para los ajuares de la zona publicada.
tiendo una aparente contradicción entre el panorama ar
Un hecho muy interesante a considerar son las cerámi queológico de la necrópolis y los materiales más tardíos
cas pintadas a tomo. Del referido aspecto participan sólo recogidos en el alfar del oppidum. No puede soslayarse la
siete urnas del sector V I de La Osera, una con semicírcu- perduración de la necrópolis entrada ya la segunda centu
ria, hasta conectar con el abandono paulatino del poblado,
181 Al menos desde el punto de vista funerario. Las armas ofrendadas en las
sepulturas han sido seleccionadas intencionadamente y no tienen por
en la que tendrían cabida las tumbas citadas o alguno de los
qué corresponderse con la panoplia real de un guerrero. ajuares de guerrero dotado de puñal. Incluso, sería factible
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 195
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EL RASO (tumba 63) EL RASO (tumba 20) EL RASO (tumba 64) LA OSERA (tumba 228)
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en ciertos casos extender a este momento y a estas tierras siendo muy probable que su fase de actividad decreciera de
la costumbre céltica que Silio Itálico (3,340-343) y Claudio forma ostensible a comienzos del siglo III a.C., extendién
Eliano (10,22) adjudican a celtíberos y vacceos respectiva dose no más allá de mediados del mismo (Femández
mente, también conocida en la iconografía de algunos Gómez 1986: 874-875). Los datos son imprecisos en la
vasos, según la cual los muertos en combate se exponen a Coraja de Aldeacentenera, defendiéndose una fechación
los buitres. También se han valorado los cambios socio-ide desde la cuarta centuria hasta finales del siglo III o II a.C.,
ológicos que trajo consigo el surgimiento de poblaciones con fíbulas de timbal entre los elementos más evoluciona
de tipo proto-urbano y su incidencia en el empobrecimien dos (Esteban Ortega 1993: 82). Se ha sugerido una data del
to o desaparición de los ajuares armamentísticos (Ruiz siglo IV a.C. para la mayor parte del material arqueológico
Gál vez 1985-86: 97 ss. y 1990; Almagro-Gorbea y Lorrio de la necrópolis de Alcántara (Esteban Ortega et alii 1988:
1991). De todas maneras, por lógica, cabe pensar que no 96) y ese mismo encuadre nos sirve también para El
contamos con la totalidad de los enterramientos llevados a Mercadillo, junto al castro de Villasviejas del Tamuja en
cabo y no sería descartable algún sector de la necrópolis, Botija, bien es verdad que con referentes propios del
todavía sin localizar, correspondiente a los momentos más mundo ibérico en su cultura material (Hemández Her
postreros del poblado. Esto mismo sería también aplicable nández 1991; Hemández Hemández y Galán 1996).
al Raso de Candeleda, en teórica correspondencia con el Capítulo aparte y de gran interés es el que suscita la
oppidum de los siglos 11-I a.C., y a los últimos habitantes necrópolis de El Romaza! I, relacionada con el mismo cas
de La Mesa, constructores del tercer recinto. tro extremeño y única con armas conocida en el yacimien
Hacia el sur del territorio las fechas que se han pro to (Hemández Hemández 1991: 261 ss., 1993: 119-120 y
puesto no son del todo coincidentes. En la necrópolis del 1994). Allí, las excavaciones actualmente en curso han
Raso de Candeleda -asociada al poblado abierto de El planteado lo tardío del impacto céltico -siglos 11-I a.e.
Castañar (Femández Gómez 1995: 154-155)- no se daban paradójicamente con el período republicano en Hispania.
las típicas fíbulas de La Tene de pie vuelto unido al puen Un juego de estrígilos, fíbulas en omega, ánforas, cerá
te, por lo menos en los sectores hasta ahora excavados, mica campaniense y cerámica común romana, nos ilus-
196 JESÚS R. ÁLYAREZ-SANCHÍS
tran acerca de la perduración de la necrópolis hasta bien zados 184 o bien gentes hispanoceltas pertenecientes a la
entrado el siglo I a.C.. por lo menos hasta las gue1rns ser misma comunidad lingüística (de Hoz 1993: 392 y 1995:
torianas (Hernández Hernández y Galán 1996: l l 6- 10). Este último aspecto no exclui1ía la posibilidad de vet
l 26) 1x2. Desde el punto de vista del armamento. sobresa tones llegados del norte además de celtíberos. siguiendo
len dos espadas de la Tene. como el ejemplar de la sepul una tradición de relaciones ya constatada desde el período
tura 36 (Fig. 77,C), una espada de antenas atrofiadas con orientalizante, aunque he de reconocer la imprecisión que
damasquinados y varios puñales biglobulares (sepulturas entraña la ausencia de cecas en el territorio nuclear de
22, 40. 46 ... ) (Fig. 77. A y E). además de las consabidas Cogotas II (García-Bellido 1995b: fig. 2). Pese a ello, la
puntas de lanza. regatones cónicos, umbos de escudo de atribución étnica que otorga Ptolomeo al valle medio del
casquete cónico con remate. broches de cinturón. fíbulas Tajo y sobre todo a las ciudades más al sur de la cordille
de La Tene I-II. trasmontanas. de torrecilla. de caballito ra Carpetovetónica -Lacimurga- podría tener su explica
y anulares tardías. No sería difícil. pues. que algunos ción en este momento.
materiales fueran sincrónicos ele la última fase de las Quedan sin embargo muchos detalles por entender
necrópolis del valle de Amblés, apoyando incluso una desde este punto ele vista. por ejemplo en qué medida la
fecha ele fines del siglo rn a.c. para el inicio ele El fechación de la ceca es coincidente con el encuadre cro
Romaza! l. El reciente hallazgo de otro sector con ente nológico de la última necrópolis del castro. Las emisio
rramientos (El Romaza! II). de los que se llevan excava nes más antiguas de tanwsia se fechan en el tránsito de
dos 11 conjuntos. ha permitido enlazar teóricamente la los siglos II-I a.C. o primer cuarto del siglo I a.C. (Bláz
secuencia cronológica y cultural de las distintas necró quez Cerrato !995: 247-248. 253) 1 85, por tanto varias
polis del castro. La tipología ele las cerámicas remite a generaciones después respecto a la cronología inicial que
formas conocidas en el Mercadillo y también en el se sugiere para el cementerio en cuestión. aunque hay
Romaza! L dándose además la circunstancia de la ausen que reconocer que los datos siguen siendo provisionales.
cia de armas. Sus excavadores han fechado el nuevo sec Si estamos en lo cierto, cabe la posibilidad de que la
tor en el siglo III a.C. a partir de las urnas a torno y unas necrópolis de El Romaza! I ya estuviera en uso cuando el
pocas fíbulas !atenienses. reconociendo no obstante la poblado empieza a emitir moneda. Otro dato interesante
provisionalidad que los elatos todavía merecen. en vista es la particular ordenación espacial del cementerio, cons
de los escasos depósitos localizados (Hernández tituíc!o mediante agrupaciones y espacios intermedios
Hernández y Galán 1996: 122 ss.). En cualquier caso. la estériles (Hemández Hernández y Galán 1996: 114), lo
filiación meseteña de El Romaza! I es indudable y con que podría hacernos remitir al ámbito de Cogotas II. De
trasta con los tradicionales referentes ibéricos del castro acuerdo con todo esto. junto a la arribada de celtíberos
y la necrópolis de El Mercadillo. hasta tal punto que cabe podría plantearse un desmTollo más complejo del subs
hacer algunas consideraciones: trato, sin desestimar la aportación intermitente de otros
1) De alguna manera, hay que pensar en un proceso componentes étnicos (¿ vettones?). lo que encajaría bas
de aculturación de! substrato a finales de la Edad del tante bien con los testimonios literarios que sitúan celtas
Hierro (A!magro-Gorbea 1993b: 136. 154-156). que y celtíberos en Lusitania (Plinio 3.13-14).
también podría vincularse con pequeños traslados 2) Existe además un conjunto muy considerable de
migratorios -quizá de tipo rer sacrum (Estrabón 3.3.5; vestigios socio-lingüísticos en el Occidente y Extre
Diodoro 5.3-1-.6)- y la consiguiente imposición de gru madura que confirman un complejo proceso de acultura
pos dominantes oriundos de las comunidades más celti- ción (Almagro-Gorbea y Lorrio 1987: 109 ss.). Sería el
zadas del norte del Tajo 1''. Una referencia explícita. caso de la distribución del antropónimo Celtius en
caracterizadora del nuevo celtismo en el territorio. sería Lusitania y sur de Vettonia -que definiría a individuos no
la identificación de la ceca de tamusia con el poblado autóctonos que se sirven de este elemento como indica
extremeño en cuestión (Sánchez Aba! y García Jiménez
dor de su origen (Untermann 1965: 99)- la tésera de hos
1988; García-Bellido ! 995a: 267-27 l; Blázquez Ce1i-ato
pitalidad en lengua celtibérica procedente del castro de
1995). que podría tener su origen en celtíberos clespla-
Villasviejas (Almagro-Gorbea y Lorrio 1987: 114) o la
ir: Sobre el aban<lono del cd..,tro en época ..,erton,ma o cc..,andrn:l. ..,1gu1cndo serie toponímica de los compuestos con -briga, que con
lo'.-. te-.t1momo.., monctalc�. me remito a la,;, obc.,cn ac1onc,._ de Gai cía firmaría asimismo una fecha tardía en la celtización de
Bellido ( 1995: 2R2) y Blá;c¡ua Cerrato ( 1995: 2-+9-2501.
'" ··uno, trcmta pueblos habitan la tierra entre el TaJO y lo, ariabros
algunos sectores periféricos (Almagro-Garbea 1993b:
Aunque e-.. una tierra pró,;,,pcra en cuanto a lo'i fruto� Y' et ganado) la can
tidad de oro y plata y otra'> matcna,.., "1-emeJante:-i. no ob:-itante la mayoría 1'·' Como también explícitamente ,e refiere Plm,o (NH. 3. 13-1"1) para los cél
de ellos. abandonando el ,u,tcnlo procedente de la 1,erra pasaban la 1 ,da ticos de la Beturia. que serían celtíbero, llegado, de Lu,itania: "Ceit,cos
en handa-, de ladrone� y en una guerra contmua de uno-. contra Jo.., otro-., a Ce/tIIJcns t'\ LlL\llmua acfrem.ue mmu/n"llm1 es! saCJH, l,ngua. oppido
) contra '.->U,<-, n:TlllO'> all\1\ e\ando el Ta_¡o. ha... ta que Jo-, romano-, lo.., nun I ocabulrs, lJllW! cog11011111ubus 111 Baetlca diHtngunlw: .. ".
. .. 11'' La abundancia de la última \cric de \é/...cllw1 en el occidente peninsular
h1c1eron cesar( ...). (E,trabón 3.3.5) . ( ... ) lm que son mu) pobre, enirc
lo-, J6\·cnc� de una nfr,ma generación pero -.ohrc-..al!cntc..., en el \ rgor del -también en el castro de Villawicps- y que ,ca ésta el modelo maneta!
cuerpo) en la osadía. dotándo"c a i....í 1111\1110'.-. de Hilor y de arma..., -,e reú que copia tmn11'1a. ha llevado a sugerir a la autora la posibilidad de que
nen en duro-., terreno<.., montaño\O'-i y. formando grupo" con\tdcrahk ..... fueran grupos de sc5i--<111a llegados a finaks del siglo II a.C. o inicios del
hacen correría..., por Ibcna y. ,-.,aqueándola. reunen nqucn1,. Y c ... ro lo s. I a.C. lo, responsable, de la nue,a ceca extremeña. que empezaría a
hacen conlmuamcnte con ab,-.,oluto dc-..prec10 ( ...)'' (Dio<loro 5.34.6¡(tra emitir poco después con el nuevo topónimo (Blázqucz Ccrrato 1995:
ducción de Ciprés 1993: 137). 252-25-+: rn/.García-Bellido 1995: 281-283).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 197
156). como en el caso de Caesarohriga!Talavera de la versiones facilitadas por distintos autores. Plutarco (Mu!.
Reina y Augustohriga!Talavera la Vieja. en la frontera virt. ). refiriéndose al heroísmo de las mujeres salmanti
del Tajo y ofreciendo ya nombres romanos. nas. señala que ·'llevando puñales ocultos salieron acom
3) Este momento coincide con una fase de enorme pañando a los hombres·· tomados prisioneros por Aníbal.
esplendor en los oppida célticos de la Meseta. desde el Más resumidamente nos transmite Polieno (7.48) la vir
punto de vista económico, social y desde luego demográfi tud de las salmantinas. pero en el pasaje en cuestión. que
co. El efecto aculturador de estos núcleos a paitir del trán sigue en lo esencial a Plutarco. se refiere a que las muje
sito de los siglos III-II a.C.. su influencia en los circuitos de res "habiendo ocultado las espadas bajo sus vestidos. se
comercio e intercambio y la irrupción de Roma y Cartago. las entregaron a los hombres" (Bejarano 1955: 105-106).
debió afectar de algún modo a la estructura socio-ideológi Las pinturas rupestres de Peña Mingubela. en Ojos Albos
ca y tenitorial de estas poblaciones, hecho que también (Ávila), registran la existencia de hombres armados con
podría detectarse arqueológicamente por el desplazamien espadas y escudos en actitud ele combate, fechándose en
to o abandono de poblados y la fundación de otros nuevos, la plenitud de la Edad del Hierro y habiéndose sugerido
en virtud de las estrategias de mercado. Estas migraciones su relación con la oposición indígena a los cartagineses.
regionales podrían explicar en última instancia fundaciones en el marco de la expedición de Aníbal del 220 a.C.
ex novo como el oppidum de El Raso de Candeleda. remo (González-Tablas 1980). El bagage estilístico que pro
delaciones de nuevo cuño como el alzado del tercer recin porcionan las pinturas no es suficiente y la relación con
to de La Mesa de Miranda -dato éste que pugna contra la creta con un hecho histórico es una idea muy sugestiva
idea teórica del respeto por los antepasados- o incluso un pero difícil de demostrar. Sin embargo. su fechación en
cambio en el patrón de emplazamiento y organización de la Segunda Edad del Hierro cobra mayor verosimilitud
las necrópolis más tardías (El Romaza!), por causas que cuando se cuenta con la referencia de un castro fortifica
hoy por hoy apenas podemos intuir. do con varios lienzos. emplazado en la misma cima del
4) Otro dato interesante nos lo proporciona la tipolo Ceno de la Cabra o Peña Mingubela (De!ibes 1995b:
gía del armamento recuperado en la necrópolis extremeña. 100-101). Y a la vista del armamento que citan los textos
pues confirmaría desde una perspectiva arqueológica la grecolatinos tampoco sería excluyente encuadrar el suce
convivencia en estos tiempos (ca. 200-50 a.C.) de espadas so, de forma un tanto imprecisa. en el contexto púnico o
y puñales, conectando sin solución de continuidad con la bien de las gue1i-as con Roma.
panoplia vettona característica de la fase II (Fig. 69) y, por Por Posidonio (en Diodoro 5.34) sabemos que los lu
ende, con la de las poblaciones célticas de la Meseta 186• La sitanos empleaban espadas y cascos análogos a los de los
abundancia de puñales biglobulares en los contextos do celtíberos. rasgo éste que por afinidad sería también apli
mésticos de los poblados, frente a la sorprendente escasez cable a los vettones y que. en última instancia. confirma
de espadas. confümaría en cualquier caso la preeminencia ría la estandarización de la panoplia en la Hispania
de este modelo en los guerreros de alto rango (Martín Valls Céltica durante el período de las guerras con Roma
y Esparza 1992: 263). Y esa misma impresión nos confie (Lorrío 1994: 236). En la Celtiberia. las referencias alu
re su dist1ibución geográfica (Stary 1994: mapa 29). Para el sivas al uso de la espada en estos tiempos están fuera de
ámbito suroccidental de la Meseta podríamos reseñar los duda según las citas literarias (Diodoro 5.33) y las deco
puñales biglobulares de El Bem.1eco (Mor..ín l 924: lám. raciones de los vasos numantinos. rarificándose en los
XIIIB). Arroyo Manzanas (Jiménez de Gregorio 1992: 16 contextos arqueológicos. aunque tampoco hay que per
y 33), Las Cogotas (Cabré 1930: 93, lám. LXXI). Ulaca der de vista la preponderancia que siguieron teniendo las
(Gutiérrez Palacios 1955: 196) y los cinco ejemplares que lanzas y jabalinas en la panoplia céltica (Lorrio 1997).
proporcionan las casas del Raso. dos de ellos asociados a Hacia occidente podríamos asimismo valorar la cita de
denarios republicanos datables inequívocamente entre fina Estrabón (3,3.6) respecto al uso del puñal por parte de los
les del siglo II a.C. y época cesariana (Femández Górnez lusitanos y su representación en los "guerreros galaicos"'
1986: 445. 452 y figs. 14, 89, l 12. 123 y 166). (Ferreira da Silva ! 986: 304 ss.. láms. CXX-CXXIII).
cuya fechación. a la vista de algunas inscripciones roma
nas. podría llevar�e hasta el s. I d.C.
1.6.2. El armamento en las.fitentes
Parece acertada la relación de estas estatuas con !os
pequeños escudos de tipo caetra, que habrían perdurado
Si los datos que proporciona la realidad arqueológica
largo tiempo. Esta misma impresión se atisba nuevamen
permiten entrever algunas características del armamento,
te en las fuentes. Es el caso de los escudos "pequeñísi
este panorama cabe superponerlo a la documentación
mos de nervios trenzados·· o "de dos pies de diámetro y
aportada por los textos grecolatinos y la iconografía. De
cóncavo por su lado anterior" que refieren Diodoro
entrada, se advierten algunos problemas relativos a las
(5.34) y Estrabón (3.3.6) para los lusitanos. En la des
iu, La a\ociación de ambo'-> elemento\ en la mi..,nrn panoplia c�tá documen cripción del guerrero lusitano. Diodoro (5.34.4) comenta
tada en la tumba 13 de la necrópolis celtibérica de O,ma . .1unto a una que "como utilizan armamento ligero y son muy ágiles
fíbula de La Tene 111 (Cabré 1990: fig. 23), habiéndose también ,ugen
tlo en alguna de las rcprc�cntacione� de la cerámica numantina v de la
en sus movimientos y muy veloces. resultan muy difíci
escultura galaica ( Lorrio 1997). les de vencer para los demás''. También Lucano (4.4-10).
198 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
que relata hechos del 49 a.C., da noticia de algunas de 2. Notas sobre la cerámica de Cogotas II
las tropas auxiliares que acompañan a los generales
pompeyanos reunidos en Ilerda, entre ellas las vettonas Paralelamente al proceso que hemos resumido para
a las que se da el apelativo de leves debido al armamen las necrópolis, tomando como base el armamento y la
to ligero empleado para el combate; es decir, provistas metalurgia del bronce y del hierro, se produce también
del pequeño escudo redondo y la espada corta o puñal una evolución muy significativa en las producciones
(Roldán Hervás 1968-69: 96 y 1993: 119-120). Estos cerámicas. Dentro de las dificultades que imponen con
mismos se acompañarían de cascos, grebas, petos y textos poco significativos y las perduraciones de algunos
corazas de material perecedero, siendo más excepciona objetos, podemos reconocer distintos episodios en su
les los cascos de bronce o las cotas de malla, como evi desarrollo. Como punto de referencia de todo ello, cabría
dencian las fuentes citadas. Su existencia probablemen mencionar hallazgos tanto a nivel de los poblados como
te lleva implícita una diferenciación social en el seno de de algunos ajuares funerarios.
la fuerza militar (Ciprés 1993: 162). En aparente contra
dicción por su ausencia en los ajuares vettones de las
fases II y III, el empleo de hierros arrojadizos, los carac 2.1. La cerámica a peine
terísticos soliferrea, están bien atestiguados en Diodoro
(5,34), Livio (34,14,10) y Apiano (B.C. 5,83), el prime Entre el material cerámico propiamente dicho, desta
ro mencionando expresamente a los lusitanos. Este dato can en primer lugar los vasos a mano con decoración a
confirma la dificultad de establecer el armamento a base peine, cuya cronología apoyaba una fecha bien entrada en
sólo de las tumbas y el carácter simbólico, no necesaria el Hierro Antiguo, a la vista de otras asociaciones cerá
mente real, que pudo tener una parte de las panoplias micas y también metálicas (Martín Valls 1986-87: 61 ss.;
ofrendadas. González-Tablas 1990: 70-74; Delibes y Romero 1992:
En conclusión, no hay duda que la presencia de las pti 251 ss.).
meras armas en las necrópolis vettonas debió tener lugar Al filo de la mitad del primer milenio a.C. el catálogo
en un momento temprano de su desarrollo, a partir de de formas y decoraciones sigue siendo el habitual, con
finales del siglo V a.C. En esta primera fase, con espadas técnicas mayoritariamente incisas que abarcan amplias
de antenas atrofiadas y de frontón, dos hechos parecen superficies y una cierta predilección por los temas sogue
claros: su coetaneidad respecto a las cerámicas con deco ados y en zig-zag. Así lo atestiguan el conjunto funerario
ración peinada (fase la) y el ligero avance cronológico, 44-45 de la necrópolis carpetana de las Esperillas (Gar
ya dentro del siglo IV a.C., de las espadas de antenas más cía Carrillo y Encinas 1990; Blasco y Barrio 1992: 292-
evolucionadas. Sincrónicamente a este proceso y con 293 y 301), la tumba 65 del Raso de Candeleda
estas mismas panoplias cabría explicar la incorporación (Fernández Gómez 1986: 545 y 872-873) y algunos pla
de las primeras cerámicas a torno (fase lb), que se gene tos y urnas con decoración análoga del poblado y la
ralizan en la etapa siguiente. A finales del siglo IV a.C. necrópolis de Villanueva de la Vera 187 , donde se habían
estas necrópolis se vitalizan intensamente (fase II). Junto realizado algunas intervenciones puntuales (Cordero et
a las espadas pistiliformes y algunos ejemplares late alii 1990; Celestino 1995: 82). Otro punto de referencia
nienses, hay que citar los puñales y escudos de tipo nos lo proporciona un cuenco de perfil ovoide con varios
Monte Bernorio en sus diferentes variantes a los que se frisos de trenzados localizado en el nivel más profundo
unirán, ya en la tercera centuria, los modelos de frontón del cerro Redondo (Fuente el Saz del Jarama), datado a
y dobleglobular, prolongándose hasta las guerras con
finales del s. V a.C o comienzos del siguiente gracias al
Roma (fase III). Completarían el panorama arqueológico
hallazgo de un trocito de cerámica ática del primer cuar
las cerámicas a torno y pintadas, algunas de estirpe cla
to del s. IV a.C. en el estrato inmediatamente superior
ramente celtibérica.
(Blasco y Alonso 1985: 45, 81, 134 y fig. 61).
El carácter inicial de las necrópolis vettonas podría
Con todo, la plenitud de estas cerámicas en el marco
ponerse en relación a lo observable en los cementerios
suroccidental de la Meseta se corresponde sin duda a los
del Alto Tajo-Alto Jalón, además de la arribada de obje
siglos IV y III a.C., como ya propusiera Martín Valls
tos y metales de ámbito meridional, que incluirían la tec
(1971a, 1973a: 93-94 y 1986-87: 74) hace algunos años y
nología del torno. Las dos fases siguientes coincidirían
confirman plenamente los ajuares de las necrópolis vetto
con la vitalidad de los grupos arévaco y vacceo en el Alto
nas. En primer lugar, cabe señalar la comparecencia del
y Medio Duero, que a partir de ahora serán un referente
peine en tumbas con espadas de antenas atrofiadas tipo
básico en la forja de armas y herramientas. En cualquier
Aguilar de Anguita, Alcác;er-do-Sal y Arcóbriga (Figs. 72
caso, para entender la personalidad cultural de las necró
y 74, vid. Fig. 71, nº 59). La tumba 63 del Raso podría
polis vettonas es esencial tener en cuenta sus seculares
ubicarse fácilmente en el tránsito de los siglos V-IV a.c..
contactos con el mundo ibérico y orientalizante, hecho
y tal vez algo después los conjuntos 185 y 200 de la zona
que facilitó la asimilación de ciertos elementos de la
panoplia y el ritual, dotándoles de una personalidad evi 187 Las informaciones más recientes sobre este yacimiento nos han sido
dente respecto a las estrictamente celtibéricas. amablemente facilitadas por S. Celestino. director de la, excavaciones.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 199
VI de La Osera (Femández Gómez 1986: 718-724; Cabré cionalidad, en un conjunto formado por más de 70 ente
etalii 1950: 110-113, láms XXXVIII y XLI). De este últi rramientos, podría entenderse como argumento en favor
mo cementerio podría citarse la tumba 55 (id. 1950: 91). de un producto foráneo llegado desde la Meseta occiden
con un puñal de tipo Monte Bemorio, modelo que como tal. No pueden descartarse otros vestigios pero, a tenor
hemos visto encaja bastante bien con la plenitud del siglo de esta distribución, debería sospecharse que la cerámica
III a.C. En cuanto a las fíbulas, las que se relacionan con a peine delata la pujanza del grupo Cogotas II en un
los vasos a peine corresponden básicamente al esquema marco geográfico y temporal bastante preciso.
de La Tene I y anulares hispánicas. Las primeras las La situación, naturalmente, es más compleja en la
encontramos en las sepulturas 361 y 904 de Las Cogotas Meseta Norte. Tales cerámicas cubren la práctica totali
(Cabré 1932: 64 y 101); respecto a las anulares, podría dad del valle del Duero y el Sistema Central, desde el cas
mos citar las tumbas 436 y 466 de La Osera (Cabré et alii tro astur de Labradas, al oeste del Esla (Esparza 1987:
1950: 142-143 y 148) y, nuevamente en las Cogotas, los 341), hasta la necrópolis celtibérica de Luzaga (Díaz
conjuntos 861 y 956 (Cabré 1932: 98 y 104). 1976: fig. 20, nº 12). Una gran parte de las piezas conoci
Otro tanto cabría decir del escaso material imp01tado das proceden de excavaciones antiguas o hallazgos casua
asociado a estas cerámicas, pudiéndose citar los dos les y desconocemos, por tanto, el contexto preciso en el
pequeños platos de barniz negro de la sepultura I de La que fueron halladas. Con todo, otras son susceptibles de
Osera (zona I , túmulo D), fechados en el segundo cuarto datación, pudiendo afirmarse que los materiales obteni
del s. IV a.C. (Cabré y Morán 1990: 78 y 80; Baquedano dos en unos y otros yacimientos apuntan con bastante cla
1996: 78-79, cuadro V ), o el platito campaniense de la ridad a estos primeros tiempos. En la Mota y Cuéllar evo
tumba 338 de la zona VI (Cabré et alii 1950: 128-129), lucionan sin solución de continuidad desde los niveles del
bien datado por Martín Valls (1986-87: 73) en la tercera Soto y conviven con las primeras cerámicas a tomo
centuria. Tampoco descartaría una data análoga para la importadas. Pero sobre todo resulta muy llamativo el
tumba 14 de la necrópolis, aunque en este caso las incremento que se detecta en los estratos más recientes,
referencias sobre la cerámica campaniense son bastante que podrían llevarse a inicios del s. IV y s. III a.C. res
imprecisas (id. 1950: 84). Una parte muy considerable de pectivamente (Seco y Treceño 1993: 142-143 y 159;
esta cerámica delata su contemporaneidad con el tomo de Barrio 1993: 197-207), como ocurre también con la
factura indígena, hasta ser finalmente suplantada por las necrópolis de las Erijuelas, junto al poblado segoviano
pintadas de estilo celtibérico. Con todo, en el siglo III a.C. (Barrio 1988: 406 ss.). Tampoco faltan en Rauda y
se puede reconocer una producción más amplia como lo Cauca, acompañadas de otras cerámicas a mano y las pin
manifiestan las tumbas 142 y 263 de La Osera. Aquí, los tadas de tipo celtibérico, en los niveles correspondientes a
vasos a peine conviven junto a copas y urnas con decora las ciudades vacceas (Sacristán de Lama 1986: 78-79,
ción estampillada, y forman parte también de ajuares en láms. XI-XII; Romero etalii 1993: 256 ss., figs. 6 y 11).
los que aparecen los típicos recipientes acampanados con De igual modo, disponemos de la información que
pie desarrollado (Cabré et alii 1950: 105, 120, láms. aportan algunos conjuntos cerrados. La urna cineraria a
XCVIII ,1 y CI,8). En definitiva, soslayando los proble peine de la tumba 28 de la necrópolis vaccea de Padilla de
mas cronológicos que conllevan los objetos metálicos y Duero, asociada a cerámica a tomo, puñal de tipo Monte
también los importados, a causa de su perdurabilidad, Bemorio, espada tipo Miraveche y umbo de escudo con
parece evidente que la mayor parte de las producciones cruceta, proporciona otro buen punto de referencia fecha
peinadas en los cementerios abulenses podrían ubicarse ble a finales del s. IV a.C (Sanz Mínguez 1993: 379-386)
entre finales del siglo V a.C. y el siglo III a.C. y equiparable al nivel II del inmediato poblado de las
Este mismo proceso, de copiosa bibliografía y que Quintanas, que también deparó cerámicas con decoración
sería prolijo enumerar, debió ser general en todos los análoga (Gómez y Sanz Mínguez 1993: 367 ss. y fig. 7).
poblados vettones de la cuenca suroccidental (Fig. 79), Las urnas de las sepulturas 13 y 40 de La Mercadera, esta
incluyendo otros igualmente emblemáticos como Sal última con dos puntas de lanza, un cuchillo de hoja curva
mantica (Martín Valls et alii 1991: 153), Bletisama (Be y una anilla de hierro, coincidirían con el máximo desa
net et alii 1991: 130), Las Paredejas (Fabián 1986-87: rrollo del cementerio a lo largo de la cuarta centuria, o
281), Picón de la Mora (Martín Valls 1971 b: fig. 3), Yecla bien a su momento final, ya de inicios del s. III a.C.
de Yeltes (Martín Valls 1973a: 89 y fig. 9) o Villanueva (Lorrio 1990: 48). Fechas en consonancia con éstas pro
de la Vera (González Cordero et alii 1990: 136, 140- ceden asimismo de otras necrópolis celtibéricas; en un
142). En cambio, algo muy diferente podría postularse enterramiento de la Revilla de Calatañazor ( Ortega 1983:
para los poblados al sur del Tajo, donde esta cerámica 576, lám. I ), la cerámica en cuestión convive con un bro
cuenta con bien escasa representación. El hallazgo más che de cinturón cuadrangular de tipo Miraveche y un
meridional, uno de los pocos testimonios conocidos a puñal de frontón como asociaciones más significativas.
este lado del río, lo constituye una urna de perfil en S y La tumba 29 de Ucero brinda asimismo un interesante
pie realzado con decoración incisa en zig-zag proceden ajuar con cerámica a torno, un broche de cinturón cua
te de la necrópolis de La Coraja, en Aldeacentenera drangular y una fíbula anular de plata con cabujón,
(Esteban Ortega 1993: 74, nota 29 y fig. 12,a). Su excep- datándose el conjunto ca. 350-250 a.C. (García Soto y
200 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Castillo 1990). Y algo parecido podemos señalar en el f) Su asimilación a cuencos hemisféricos y tronco
Alto Duero para la necrópolis soriana de Caintiermes cónicos con borde recto o entrante sigue siendo lo más
-tumbas 129, 175, 226...- donde la comparecencia de habitual, entre el 60-70% de la producción conocida,
cerámicas celtibéricas junto a las decoradas a peine es pero se diversifican bastante más el resto de los tipos:
habitual en esos siglos (Altares y Misiego 1992: 550- urnas de perfil en S con distintas variantes, vasos ovoi
551). Los elementos metálicos relacionados son más des, globulares, copas y recipientes de cuello cilíndrico
escasos pero cuando los hay, fíbulas anulares y de La con borde abierto 19º.
Tene 1-II fundamentalmente, sugieren una data análoga. Su estudio y dispersión ha merecido distintas visiones
Quiérese decir con estos ejemplos, que desde el 400 de síntesis (Hernández Hernández 1981; Martín Valls
a.C. estas cerámicas se están proyectando en el sector 1985 y 1986-87; Barrio 1988: 367-376; García Soto y De
centro-oriental de la Meseta, beneficiándose a un mismo la Rosa 1990 y 1992). No obstante, debe ponerse de
tiempo de las cronologías sugeridas por las necrópolis manifiesto que la mayor parte de los testimonios de las
vettonas más ricas. Si estos cambios justifican hablar de cartas de distribución corresponden a yacimientos con
una etapa de madurez y expansión para la cerámica a una muestra muy escasa, por lo que debemos ser pru
peine, desde el punto de vista del estilo merecen señalar dentes a la hora de deducir la expansión de un grupo, sin
se otras novedades respecto a estas mismas cerámicas del valorar su incidencia en términos cuantitativos. Un
Hierro Antiguo: aspecto desde el que puede abordarse el estudio de estas
a) Una composición singularizada en la variedad y cerámicas es el estilístico. Por ejemplo, usando criterios
barroquismo de las decoraciones (Martín Valls 1985: numéricos existe la posibilidad de abarcar diferentes
119). Entre los motivos básicos destacan por su preemi niveles de análisis que discriminen: (a) las técnicas, (b)
nencia los temas de cestería, sogueados, series onduladas los motivos, (c) las formas asociadas y (d) el contexto de
y quebradas en zig-zag, espigados, festones, aspas, semi hallazgo (poblado/necrópolis). Las cerámicas a peine no
círculos y bandas fundamentalmente, que pueden apare sólo nos hablan del artesano que las fabrica y decora;
cer simples o combinados 188 • potencialmente constituyen un código de información
b) Técnicas distintas asociadas al peine -oquedades, sobre la identidad del grupo -a nivel de género, comuni
gallones, estampillados, acanaladuras, protuberancias dad y territorio socio-político- al que pertenece. Hodder
que, otras veces, son exclusivas en la decoración de los (1982a: 42-43) destaca que cuando los recipientes se uti
recipientes (Hernández Hernández 1981: 317; Martín lizan para señalar la adscripción a un grupo determinado,
Valls 1985: 119 y 1986-87: 72). estos deben ser visualmente diferentes a los ostentados
c) La distribución de los motivos sobre el vaso se por otros grupos. Y esa misma vía recogía hace poco
produce por lo general en la zona media-alta del galbo, Ruiz-Gálvez ( 1990: 346) como medio de delimitar, en un
acaparando el 50% o menos de la superficie externa y marco más amplio, las fronteras o límites entre las dis
reservando la parte inferior para las decoraciones radia tintas poblaciones de la Meseta.
les, o cuando las técnicas asociadas implican una com Teniendo esto en mente me gustaría señalar, como ya
posición más amplia. se ha sugerido en alguna ocasión (Barrio 1988: 368; Sanz
d) Se incorpora el peine impreso o puntillado, pre Mínguez e.p.), la posibilidad de establecer dos áreas geo
dominantemente inciso hasta la fecha, aunque lo normal gráficas a nivel general, aquella que desde el punto de
es recurrir a la fórmula mixta 189• vista de la ejecución incluye casi siempre el peine mixto
o impreso y un segundo grupo que conforma motivos pre
e) Desaparece, o se rarifica, la decoración en el inte
ferentemente incisos (Fig. 80). Mientras el primero se
rior de los vasos. El fenómeno respondería en parte a la
escasez ele platos y otros pequeños soportes de casquete extiende a lo largo del valle medio del Duero -Coca,
esférico y labio exvasaclo, secularmente asociados a la Cuéllar, Padilla, Olivares de Duero, Roa, Tiermes- el últi
técnica en cuestión durante la Primera Edad del Hierro. mo nos remite al sector suroccidental de la cuenca -La
Mesa de Miranda, Las Cogotas, Sanchorreja, La Mota, El
i:,,,:-. El u•m de matricc.., con diferente número de púa� en la ejecución de los Raso de Candeleda, Salamanca, Villanueva de la Vera-.
motivo">. generalmente entre 2 y l O. ha �ervido de argumento en fayor de En la sistematización de estos grupos se atisban distintas
una lectura cronológica. pero con planteamiento\ opuc-;to,;,, y rc�ultado:,,
escasamente satisfactorios (Blasco y Alonso 1985: 81: Fernánde, Gó
meL 1986: 842 y 844). Las dificultades que existen para la fijación tem 1''º Recuérdese en este sentido la tipificación general realizada por
poral de los distintos peines se pondrían de manifiesto si tenemos en Hernández Hernáncle? ( I 981: 318-322. figs. 3-4) y García-Soto y De la
cuenta '-.U convivencia en tumba\ coctánca"i. bien perceptible en los Rosa (1992: 351-353, fig. 5 ). con buenas correspondencias en la, necró
cementerios de Las Cogotas. La Osera y El Raso (Cabré 1932: lá111s. polis de La Osera -tipos I a VI (Cabré et a/ii 1950: 167. fig. 14)- y El
XX!J y XXXV!J: Cabré et edil 1950: lá111s. LXXXVI y LXXXV!J: Fer Raso de Candeleda -formas l. 2 y 7 de urnas. 4 y 9 de vasos de ofren
nánde, Gómez 1986: 838-839 y 843). Lo más habitual es ejecutar el das (Fcrnándcz Gómez 1986: 809-815. figs. 465-466)-. Ahora bien.
motivo con peine� de cuatro a sei:-. púa�. No faltan disc!lo-; con matrices también resulta muy llamativa la fidelidad ele alguno, conjuntos desde el
distinta, y en ambos sentidos. más 111inoritarios si cabe. pero que proba punto de vista formal con sus precedentes del Hierro Antiguo (Maluquer
blemente debamos atribuir a gusto-, localc:-.. 1958a: 48-50. fig. 15: Gomálcz-Tablas 1989: 119-122). como avalan las
'"' Este proceso evolutivo y diferencial de ambas técmcas queda claro en las for111as cuenquifor111es y los vasos de suave carena. Paradójicamente, en
estratigrafías de Cuéllar y La Mota (Barrio 1993: Seco y Treceño 1993): la necrópolis del Raso se han obtenido muy pocos hallazgo, relaciona
la impre',ión 5Ólo �e in-,inúa en Io:-i nivele� má:-i moderno1.,, ya de tran"i bles con la primera. en su variante hemisférica (Fernández Gómez 1986:
ción al Hierro 11. 815-816).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 201
o 50 Km.
Fig. 79.�Mapa de dispersión de yacimientos de la Edad del Hierro en la Meseta con cerámica "a peine": 1. Labradas
(Arrabalde, Zamora); 2. Arclón (León); 3. Valderas (León); 4. Valdunquillo (Valladolid); 5. Teso de la Mora (Molacillos,
Zamora); 6. La Tuda (Zamora); 7. La Cuesta del Viso (Madridanos, Zamora); 8. Torrelobatón (Grimata, Valladolid); 9.
Montealegre de Campos (Valladolid); JO. Valoría la Buena (Valladolid); 1 J. Soto de Medinilla (Valladolid); 12. Gorrita
(Valladolid); 13. Arroyo de la Encomienda (Valladolid); 14. Simancas (Valladolid); 15. Valdestillas (Valladolid); 16.
Sieteiglesias(Matapozuelos, Valladolid); 17. El Lucero(Pozal de Gallinas, Valladolid); 18. La Mota (Medina del Campo,
Valladolid); 19. Coca(Segovia); 20. Cuéllar(Segovia); 21. Carrascal del Río(Segovia); 22. Cogeces del Monte(Valladolid);
23. Santibáízez de Valcorba(Valladolid); 24. Padilla de Duero(Valladolid); 25. Olivares de Duero(Valladolid); 26. Pesquera
de Duero(Valladolid); 27. Roa (Burgos); 28. Palen::,uela (Palencia); 29. Castrojeri::, (Burgos); 30. Ubierna (Burgos); 31.
Castrovido (Burgos); 32. Lara (Burgos); 33. So/arana (Burgos); 34. Pinilla Trasmonte (Burgos); 35. Arau::,o de la Torre
(Burgos)(?); 36. Langa de Duero (Soria); 37. La Vid(Burgos); 38. Ayllón(Segovia); 39. Tiermes(Soria); 40. La Requijada
(Gormaz, Soria); 41. Osma(Soria); 42. Ucero(Soria); 43. La Mercadera(Soria); 44. La Revilla de Calataiia::,or(Soria); 45.
Cubo de la Solana (Soria); 46. Alpanseque (Soria); 47. Altillo de Cerropozo (Atien::,a, Guadalajara); 48. El Atance
(Guadalajara); 49. Carabias(Guadalajara); 50. Luzaga(Guadalajara); 51. Cerro de Los EncaHos(Vil/ar del Horno, Cuenca);
52. Las Esperillas(Sta. Cru::, de la Zarza, Toledo); 53. Armwza de Tajufía(Guadalajara); 54. Cerro de La Gavia(Madrid); 55.
Cerro Redondo(Fuente el Saz del Jarama, Madrid); 56. Orbita(Arévalo, Ávila); 57. Las Cogotas (CardeFwsa, Ávila); 58.
Ulaca(Solosancho, Ávila); 59. Sanchorreja(Ávila); 60. La Mesa de Miranda(Chamartín de la Sierra, Ávila); 61. La Cuesta
de Sta. Ana(Garcihemánde::,, Salamanca); 62. Salamanca; 63. Ledesma(Salamanca); 64. Picón de la Mora(Encinaso/a de
los Comendadores, Salamanca); 65. Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes, Salamanca); 66. Las Paredejas(Medinilla, Ávila); 67. El
Raso-El Castaíiar(Candeleda, Ávila); 68. El Cardenillo(Madrigal de la Vera, Cáceres); 69. Pajares(Villanueva de la Vera,
Cáceres); 70. Arroyo Manzanas (Las Herencias, Toledo); 71. La Mesa-El Rincón(Aleo/ea de Tajo, Toledo); 72. El Carpio
(Belvís de la Jara, Toledo); 73. La Coraja(Aldeacentenera, Cáceres).
regiones estilísticas vinculadas a los pueblos prerroma lidad de reconocer distintos motivos a nivel comarcal y
nos, y los mencionados en último lugar constituyen una microlocacional, valorando por ejemplo aquellos que son
fuente de primer orden a la hora de ilustrar los límites y específicos o dominantes en ciertos poblados y necrópo
la extensión de la etnia que nos ocupa. Incluso, la posibi- lis vettonas, son niveles de análisis que apoyan y enrique-
202 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
cen de distinta manera esta línea argumental, pero que 206). El límite moderno vendría también apoyado por la
consideraré más adelante desde el punto de vista socioló escasez de estas cerámicas en los cenizales de la
gico (cap. VIII). Colegiata de Castrojeriz, fechadas sobre todo en el s. II
Otra cuestión importante sería establecer el momento a.C y de transición al siguiente (Abásolo et alii 1983:
final de la vida de estas cerámicas. En la actualidad no es 292 ss. y 311), siendo más abundantes en el castro, pero
factible dar fechas concretas sobre los últimos vasos a con una cronología de fines del IV a.C. y siglo III a.C.
peine, pero parece claro que apenas rebasaron el siglo II (Abásolo y Ruiz V élez 1978: 267-272).
a.C., coicidiendo muy posiblemente con el auge de la En definitiva, cabe concluir señalando que las cerá
cerámica celtibérica, en la época que Sacristán (1986: micas con decoración a peine parecen propias funda
131 ss.) llamara etapa "plena" o "clásica" para el grueso mentalmente del territorio vettón, vacceo y celtibérico,
de las producciones a tomo. documentándose también en otros puntos más alejados y
Por lo que a las tierras vettonas se refiere, resulta muy esporádicos. La proporción de estas cerámicas difiere de
significativo su ausencia en el poblado fortificado del una zona a otra aunque debe reseñarse el peso que las
Raso de Candeleda, bien datado a partir de fines del s. III producciones incisas vienen desempeñando al sur del
a.C. o inicios del II a.C. (Femández Gómez 1986), así Duero desde los niveles de la Primera Edad del Hierro.
como en el sector del alfar ubicado en el segundo recin La técnica impresa o mixta (inciso-impresa) cuenta con
to de Las Cogotas, que puede llevarse sin problemas a más escasa representación en estos primeros tiempos y
partir de esas fechas. Estos datos, aunque sean negativos, su madurez correspondería ya a un estadio avanzado,
tienen gran interés porque demuestran que las especies a siendo sincrónica del Hierro II en sentido estricto (Fig.
peine son anteriores a la fase final de los grandes oppida 81). Queda todavía pendiente la caracterización de estas
abulenses. Los cenizales del yacimiento citado en último cerámicas en algunos yacimientos. dado que no sabemos
lugar sí han deparado estas cerámicas, en cuantía no si son productos de la alfarería local o importaciones,
demasiado elevada, pero su cronología no parece traspa pero podría postularse una fecha en tomo al siglo IV a.C.
sar en cualquier caso la segunda centuria a.C. Más im para su paulatina incorporación en los sectores más
precisos son los datos de Ulaca y La Mesa de Miranda, orientales de la cuenca del Duero, hasta el área celtibéri
que también pueden servimos como punto de referencia. ca, coincidiendo con su esplendor en tierras vettonas y
El primero ha proporcionado escasísimos fragmentos, y vacceas. Finalmente, no parece aventurado proponer una
el dato parece firme dada la intensidad de las prospec cronología en tomo a la primera mitad del siglo II a.C.
ciones superficiales realizadas. Por otra parte, Martín para el ocaso de estas cerámicas. aunque en puntos más
Valls destaca que cuando se amplía el último recinto de esporádicos del centro y oriente de la Meseta algunas
La Mesa, fosilizando una parte de la necrópolis con las piezas hayan podido perdurar hasta fechas más avanza
características cerámicas, esta zona debía de estar en das. Tal vez fuera posible pensar en una dirección de
desuso. Por tanto, la fecha de la construcción de la mura oeste a este para explicar la desaparición de estos vasos;
lla, seguramente en la primera mitad del s. II a.C., daría sin embargo las diferencias cronológicas son escasas y
una data ante quem para las especies peinadas (Martín un proceso más o menos sincrónico también resultaría
Valls 1986-87: 73; vid. Cabré et alii 1950: 200). factible.
Algo parecido podemos señalar para los yacimientos
de la cuenca del Duero. De las tumbas con urnas cinera
rias a peine hasta ahora conocidas en la necrópolis de 2.2. La cerámica a torno
Padilla de Duero, la más moderna -sepultura 32- permi
te algunas consideraciones tipo-cronológicas al poder La elasticidad de las cronologías deducidas para las
relacionarse con las restantes piezas que la acompañan cerámicas a mano, a partir de consideraciones estilísti
-puñal de tipo Monte Bemorio con pomo naviforme muy cas o tipológicas, repercute en la datación del Hierro
desarrollado y su correspondiente tahalí, botella a tomo Pleno; en cierto modo la cultura material de la Primera
y cajita excisa celtibéricas, vasos troncocónicos a Edad del Hierro parece mantenerse hasta que, progresi
mano...- pudiéndose datar entre un momento avanzado vamente, se constata la introducción de los vasos a
del s. III a.C. y la primera mitad del s. II a.C. (Romero y tomo. Sin embargo. debe quedar claro que la existencia
Sanz Mínguez 1992: 461-463). La tumba 242 de de estas cerámicas no implica en primera instancia indi
Carratiermes, con un puñal biglobular, y la 185, con una cios de la influencia del ámbito celtibérico. Al sur del
urna bitroncocónica y cuello exvasado a tomo que se ha Duero conocemos importaciones de cerámica ibérica
llevado a los siglos II -I a.C., marcarían el final de estas desde fechas relativamente tempranas; se trata en gene
producciones (Altares y Misiego 1992: 552), ya ausentes ral de platos de labio exvasado o engrosado y recipien
en la última fase de la necrópolis de Ucero (García-Soto tes de tendencia globular, en pastas anaranjadas o de
1988: 89-91). En los niveles superiores de la estratigrafía barniz rojo, que a menudo se pintan con tonos vinosos
de El Soto de Medinilla establecida por Wattenberg, ya formando bandas y círculos concéntricos. En más de
no existe cerámica a peine; sólo un vaso con esta deco una ocasión se ha citado su presencia en La Mota y
ración apareció en el nivel II (Wattenberg 1959: 178 y Cuéllar en contextos datados en los siglos VI -V a.C.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 203
A De 1 a 5 t},. De 1 a 5
PEINE INCISO A. De 6 a 20 PEINE INCISO-IMPRESO f:.. De 6 a 20
.A. Más de 20 '6, Más de 20
Fig. 80.-Distribución de yacimientos con cerámica "a peine" según el n º de pie::,as documentadas y la técnica dominante.
Conjuntos más representativos: J. Salamanca, 2. El Raso (Candeleda), 3. Sanchorreja, 4. Las Cogotas (Cardeiiosa), 5. La
Mesa de Miranda (Chamartín de la Sierra), 6. La Mota (Medina del Campo), 7. Simancas, 8. Coca, 9. Cuéllar, JO. Padilla de
Duero, 11. Roa, 12. Tiermes (Montejo de Tiermes).
(Seco y Treceño 1993: 142, 169, fig. 7; Barrio 1993: 74,C), que podría llevarse a la primera mitad de la
191-193, fig. 11 y 15). El nivel superior de Sanchorreja cuarta centuria (Martín Valls 1986-87: 74). En La Mota
proporciona también determinadas asociaciones metáli sólo se constatan en el último nivel de ocupación, a
cas junto a cerámicas a torno, que podrían llevarse a finales del siglo V o inicios del siguiente (Seco y
esas fechas (González-Tablas 1989: 125 y 1990: 17 ss., Treceño 1993: 143, 167-168). Dado el volumen de pie
63-66). zas a torno halladas en el yacimiento vallisoletano.
En los siglos V y IV a.C. se pueden reconocer algu entre las que se incluyen vasos de pastas anaranjadas,
nas cerámicas grises, pero es difícil saber cuándo sus excavadores no descartan una producción de factu
empezaron a fabricarse localmente en el interior 191 • ra local. A un momento próximo cabe vincular el nivel
Maluquer (1958a: lám. XII,A) publica un plato de es III del poblado de Cuéllar, donde junto a las típicas
tas características de Sanchorreja, mientras en la tum cerámicas de importación y en un contexto que englo
ba 417 de La Osera se recoge un plato gris, asociado a baría la práctica totalidad del s. IV a.C., se documenta
una espada de antenas tipo Aguilar de Anguita (Fig. otro conjunto de vasos a torno sin pintar que, según
Barrio (1993: 197-201), podrían representar la inci
''" Proliferan en el ámbito andaluz desde la séptima centuria a partir de piente cerámica celtibérica.
influencias fenicio-púnicas (Aranegui 1975. Roas 1982). En el área
extremeña las producciones grises de Medellín constatan, desde el punto También ofrecen importantes datos cronológicos
de vista tecnológico. el empleo de hornos de cocción evolucionados algunos yacimientos del borde más meridional y occi
seguramente a partir del último tercio del s. VII a.C. (Almagro-Garbea
l 977: 463-467; Almagro-Gorbea y Martín Bravo l 994: l 12; Lon-io
dental de la región. En la necrópolis del Castillejo de la
1988-89: 307-3 l l). Orden (Alcántara, Cáceres), las urnas cinerarias están
204 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
realizadas a torno y asociadas a ellas se documentan 179 y 991 del mismo cementerio (Cabré 1932: lám. L).
varios fragmentos de kylix griego en las tumbas I y 7 de que recuerdan al Buccaro negro italiano (Baquedano
la Zona A -imitaciones según sus excavadores- por lo 1996: 79). Como todo proceso innovador, la tecnología
que parece factible una fechación temprana en la cuarta del torno conllevaría una aceptación social y una acepta
centuria a.C. o incluso finales del siglo V a.C. (Esteban ción por parte de los especialistas, máxime cuando. hasta
Ortega et alii 1988: 74-75, figs. 3 y 15; vid. Martín Bravo ese momento, la producción alfarera seguiría siendo
1993: 353). Otro dato parecido nos lo proporciona el cas doméstica y a nivel familiar. Así lo avala el hallazgo de
tro de Villasviejas en Botija, con un fragmento de kylix matrices de estampillas, punzones y otros utensilios pro
de figuras rojas en contextos donde empieza a generali pios de alfareros en el interior de varias de las viviendas
zarse la cerámica a torno (Hernández Hernández et alii de Las Cogotas (Cabré 1930: 66-67. lám. LV I). Lo que
1989: 136), como pone igualmente de manifiesto la ha dado en denominarse una producción industrializada
necrópolis más antigua del poblado (Hernández Her y excedentaria sólo surgiría en los siglos 11-1 a.C., a juz
nández 1991). gar por los datos proporcionados en los distintos alfares
Con todo, la cronología inicial para la introducción meseteños (Sacristán de Lama 1986: 155-156; Escudero
del tomo en las altas tierras al norte del Tajo sigue sien y Sanz Mínguez 1993: 486-491; Ruiz Zapatero y Álva
do controvertida. Hay que admitir que la contrastación rez-Sanchís 1995: 220-222).
de algunas fechas está severamente limitada por la falta A finales del s. IV o inicios del III a.C. se puede reco
de análisis de pastas, con el objeto de distinguir las pro nocer ya una producción más amplia. En este contexto.
ducciones foráneas de las que no lo son, y la escasez de un primer grupo lo formarían las especies estampilladas,
objetos metálicos asociados. Tal vez haya que retrasar a con motivos geométricos y ornitomorfos muy estilizados
esas fechas de comienzos del siglo IV a.C. las primeras a base de círculos, cuadriculados, aspas, tetralobulados y
cerámicas de factura local si se producen nuevos hallaz sobre todo series de E E E, MMM y SSS (Figs. 81-82). La
gos significativos, pero también es cierto que el registro incorporación de esta novedad decorativa vendría a remi
arqueológico podría estar indicando un incremento sig tirnos a ciertas estampaciones del grupo Soto (Esparza
nificativo de las importaciones ibéricas, previo a la adop 1990b: 117; Delibes y Romero 1992: 251-255), aunque
ción de la nueva técnica por parte de los artesanos loca su mayor desarrollo se produce en el Hierro Pleno coin
les. Mientras tanto, sigue teniendo vigencia en el plano cidiendo con la "barroquización" de las peinadas (Martín
teórico una fecha entre el segundo y el tercer cuarto del Valls 1986-87: 69, 72-73). Se aplican en cerámicas a
siglo IV a.C., gracias a la cronología aportada por las tres mano (Cabré 1930: 59, lám. XLV III y 1932: lám. XXX
copas griegas de barniz negro de la necrópolis del Raso V II) pero sobre todo a torno hasta alternar finalmente
de Candeleda -tumbas 5 y 29- formando conjuntos con la decoración pintada (id. 1930: 64-67, láms. XLIX,
cerrados con vasos indígenas a torno, de perfil globular u L XI y 1932: lám. XLV; Cabré et alii 1950: 169, lám.
ovoide, que ya acusan un relativo dominio de la técnica XC V I; Femández Gómez 1986: 851-854). Aunque más
(Fernández Gómez 1972: 275-278 y 1986: 555-561, 613- escasas, también llaman la atención determinados vasos
617). En las necrópolis de Las Cogotas y La Osera, bien a torno con decoraciones a peine, enraizadas por tanto en
es verdad que al otro lado de la Sierra de Gredos, ciertos la tradición indígena de las elaboradas a mano. Podemos
vasos lisos y análogos a los anteriores podrían llevarse a mencionar alguna cerámica del castro de Las Cogotas
esos tiempos 192• (Cabré 1930: lám. XXXI,6), las tumbas 41 y 73 de La
Se trata, en cualquier caso, de vasos sin decoración Osera (Cabré et alii 1950: 89, 93, láms. L XXXIV,7 y
pintada que no cabe explicar por influencia celtibérica XCVl,7) o las que se recogieron en prospección en el
sino más bien por relaciones con el Mediodía Peninsular. yacimiento vallisoletano de Sieteiglesias, cerca de Ma
Esas mismas vías comerciales explican la importación de tapozuelos (Bellido y Cruz 1993: 271).
un askos en forma de pájaro hallado en la tumba 161 de En el Raso la cerámica estampillada se ha fechado a
Las Cogotas (Cabré 1932: lám. L IV,1) -con buenos para partir de finales de la cuarta centuria, aunque la mayoría
lelos en Levante y Andalucía- o algunas imitaciones de de los recipientes que se conservan no tienen decoración.
cerámicas itálicas, como las copas de los enterramientos La sepultura 36 ofrece una urna bitroncocónica con asa
de cesta, asociada a una fíbula anular, que se podría
192 Estas mismas fechas se corresponden en general con las primeras cerá situar a mediados de la tercera centuria a.C. y por tanto
micas celtibéricas en el Alto Jalón y Alto Tajo. de pm,tm, claras y deco
radas con pinturas (Mai1ín Valls 1985: 120, 125 y 1986-87: 79). llegadas en la fase final del cementerio (Fernández Gómez 1986:
a través del valle del Ebro. Para el Ebro medio. a pa11ir de los datos dis 874-875). Vasos torneados con asa sobre la boca, cuyos
ponibles del Bajo Aragón y Levante. Burillo (1980: 327) se decantaba antecedentes ibéricos son bastante evidentes. también se
por la segunda mitad del s. IV a.C y comienzos del s. III a.C. Para el inte
rior de la Meseta se ha propuesto una datación ligeramente más moder conocen algunos en La Osera (Cabré et alii 1950: 170,
na, ca. 300 a.C. (Sacristán de Lama 1986: 124 ). Aún así. las comunida lám. XCV II) y Las Cogotas (Cabré 1932: lám. LV III),
des vacceas acreditan intensas relaciones desde la cuarta centuria hacia
el sur y oriente del teITitorio. por lo que el espacio de tiempo tramcurri perdurando hasta finales de la Edad del Hierro. En ambas
do hasta la arribada de la nueva tecnología debió ser mínimo. De seguir necrópolis una parte considerable de las asociaciones
a Sanz Mínguez (1993: 386), por paralelos tipológicos y asociaciones
significativas en algunos ajuares, la introducción del torno en Padilla de metálicas que acompañan al torno lo integran puñales de
Duero es relativamente segura en la segunda mitad del s. IV a.C. tipo Monte Bernorio, además de otros con empuñadura
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 205
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Fig. 81.-Cerámicas a mano ( 1 a 9) y a torno ( 1 O a 13), con decoración peinada, estampillada y pintada, procedentes de las
excavaciones de Cabré en la acrópolis de Las Cogotas ( 1 y 5, reconstrucción según Cabré 1930; el resto, dibujos de Pablo
Alonso).
206 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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de frontón y dobleglobular que evidencian su relativa logía de las urnas a torno se reduce a ocho tipos
modernidad (vid. supra, Fig. 69). (Fernández Gómez 1986: 817-818) 194, dos de los cuales
En un principio la novedad radica no tanto en la mor -urnas globulares y recipientes de perfil bitroncocónico
fología de los vasos como en los nuevos procesos de coc acaparan más del 70%. Otro tanto cabría decir de Las
ción, que permiten producciones de pastas rojas y claras Cogotas; soslayando los problemas que plantea la clasi
gracias a su técnica oxidante. Se trata de recipientes de ficación de sus urnas, se advierte una predilección por las
formas ovoides y globulares de tamaño medio y cuello
cuerpo globular, ovoide o perfil acampanado y borde
cilíndrico (Cabré 1932: 22, láms. LVIII-LIX), con tipo
vuelto, con el labio redondeado o ligeramente apuntado,
logías muy similares a las de La Osera, sobre todo la
que desarrollan su diámetro máximo hacia la mitad de la
forma IV. En definitiva, los productos salidos de estos
pieza o por debajo de ella. Su base puede ser plana o cón
alfares vettones que se destinan a los cementerios ofre
cava con umbo central, evolucionando en algunos casos
cen una tipología bastante limitada, de formas simples,
hacia el pie alto y realzado. La tipología de las urnas de análoga a la que manifiestan otros asentamientos vacceos
La Osera se reduce básicamente a seis tipos con sus del Duero medio (Martín Valls y Esparza 1992: 261;
variantes 193 , enraizados algunos en las modeladas a mano Romero et alii 1993: 238 ss., figs. 7, 10, 12).
(Cabré et alii 1950: 166 ss., figs. 14-15), pudiéndose
observar que las formas III y IV -globulares y de cuello
cilíndrico- acaparan más del 65% de la producción a 2.3. La cerámica pintada
torno destinada a este sector del cementerio. Si excep También desde este momento se reconocen en algu
tuamos los platos, los pequeños vasos de ofrendas y nos yacimientos de la cuenca los primeros vasos pintados
alguna de las escasas cerámicas grises del Raso, la tipo- de estilo celtibérico. Las pinturas monócromas desarro-
'" Cuencos, platos, globulares, de cuello cilíndrico o perfil pseudoestran '"" Acampanadas, globulares, bitroncocónicas, jarras, esféricas, troncocóni
gulado, acampanadas y bitroncocónicas fundamentalmente. cas, copas y ovoides.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 207
llan frisos de semicírculos concéntricos, rombos y líneas modelos ibéricos o celtibéricos. A la vista de los datos y
serpentiformes en la parte superior del cuerpo. Al último de su ubicación geográfica, está claro que la cerámica
tercio del siglo IV a.C. podría remontarse la copa de la pintada se fue extendiendo paulatinamente de este a oeste
tumba 28 de Padilla(Sanz Mínguez 1993: 385-386, fig. y de sur a norte -de modo análogo a la arribada del torno
3), beneficiándose de las cronologías sugeridas por los lo que implicaría un ligero desfase cronológico para los
restantes elementos del ajuar (vid. supra), pero con los poblados del Sistema Central.
motivos ejecutados todavía con relativa torpeza. Un lige Es muy difícil señalar en qué momento preciso el
ro avance cronológico podría postularse para los ejem suroeste de la Meseta se vio inmerso en las redes de pro
plares vacceos más meridionales. Ciertas cerámicas de ducción y distribución de las típicas cerámicas pintadas
Cuéllar, con motivos muy simples, no son anteriores al de estilo celtibérico. Pero, mientras no dispongamos de
siglo III a.C.(Barrio 1993: 203, fig. 17), y un significati otros vestigios análogos a los aludidos, hemos de llevar al
vo elenco de vasos decorados se localiza igualmente en tránsito de los siglos III-II a.C y, sobre todo, a las dos últi
los niveles de Cauca, datados en las mismas fechas(Ro mas centurias antes de la Era, el grueso de esta cerámica,
mero et alii 1993: 257-260). cuyo variado repertorio de formas y decoraciones es bien
Sincrónicamente a este proceso, en tierras extremeñas manifiesto en los contextos domésticos de los poblados.
al sur del Tajo los datos que proporcionan las cerámicas La industria cerámica del alfar de Las Cogotas -toda
pintadas en tonos rojos -a veces combinan con blan ella elaborada a torno- y los materiales recuperados en
co/negro- y los motivos de bandas, filetes, círculos y los cenizales del mismo recinto(Fig. 84), evidencian una
dientes de lobo(Fig. 83), permiten entrever un referente rica colección de cerámicas de borde vuelto y labio
cultural indiscutible en el mundo ibero-turdetano (Ca engrosado en forma de "palo de golf', vasos de borde
bello 1991-92; Rodríguez Díaz 1995b: 96-97). A título de vuelto "en cabeza de pato", copas, cuencos, botellas,
ejemplo podríamos referirnos a los datos que proporciona recipientes globulares de tamaño mediano/grande, algún
la necrópolis del Mercadillo, en Botija, fechada en el embudo ... , ampliamente documentados en los yacimien
siglo IV e inicios del III a.C. (Hernández Hernández tos vacceos y celtibéricos de la etapa clásica, con buenos
1991; Hernández Hernández y Galán 1996). Ofrece un paralelos en el caso de Rauda(Sacristán de Lama 1986:
conjunto de urnas globulares de gran tamaño, decoradas 160 ss.). Si están pintados predominan las bandas, líneas
con frecuencia en toda la superficie, cuyos paralelos más onduladas, meandros, motivos de cestería y los caracte
próximos ha relacionado su excavadora con las cerámicas rísticos semicírculos y segmentos de círculos concén
andaluzas (vid. Pereira 1988: forma 6, 918-939). Algo tricos. Corroboran este mismo encuadre ciertos elemen
parecido parece ocurrir en el castro de La Coraja, en tos de modelado secundario como las molduras, baque
Aldeacentenera, a tenor de las cerámicas halladas en el tones y calados. Por lo menos en una parte de los casos
interior del recinto, aunque extraña su escasa proporción la pintura se aplicaba antes de la cocción, como eviden
en la necrópolis (Esteban Ortega 1993: 69, 75, nota 31, cian determinados vasos pasados de horno con restos de
fig. 10 y 15; Civantos 1993: 283-286, figs. 1-2). Incluso, pintura(Fig. 84,6). De las viviendas de la acrópolis pro
el repe1torio formal y decorativo del yacimiento -kála ceden igualmente ciertas formas y decoraciones asigna
thos, platos de barniz rojo o los conocidos fragmentos con bles a este momento(Fig. 81,12-13). Algunas ausencias
decoración figurada- señala relaciones con Andalucía significativas en el alfar, en particular los motivos pictó
oriental y Levante(Rivero 1974; Cabello 1991-92). ricos barroquizantes y los pies desarrollados, propias de
Por el contrario, si nos atenemos a los datos propor producciones más tardías y tardoceltibéricas, aconsejan
cionados por las necrópolis vettonas del área abulense, la no rebasar el límite de inicios del siglo I a.C. La valora
situación no es tan esclarecedora. En el Raso no existe la ción de estos datos sigue siendo provisional -aún no se
pintada de estilo celtibérico, mientras en la zona VI de La ha concluido su estudio- aunque es claro que no hay nin
Osera sólo se recogieron siete urnas pintadas, una de ellas gún elemento romano (Mariné y Ruiz Zapatero 1988;
-tumba 223- decorada por excepción con semicírculos Alonso y Benito-López 1992; Ruiz Zapatero y Álvarez
rojos (Cabré et alii 1950: 116, 169, lám. CII). Con res Sanchís 1995).
pecto a Las Cogotas los hallazgos también son escasos Las intervenciones de urgencia realizadas en los diversos
-calicata l , tumbas 1131, 1142, 1149, 1166(a mano)- y solares de Salmantica sólo permiten resultados parciales
representan nuevamente segmentos de círculo o líneas pero, sin duda, el bagage material obtenido está en conso
paralelas a modo de volutas(Cabré 1932: 21, lám. LIII), nancia con este marco cultural y cronológico (Fig. 85).
motivos elementales cuyos antecedentes se pueden buscar Predominan los vasos de borde vuelto y en cabeza de pato
en la cerámica ibé1ica. Los ajuares que acompañan a estas análogos al yacimiento abulense, muchos de ellos con deco
primeras cerámicas no son nada expresivos pero cabe ración pintada monócroma de semicírculos concéntricos o
suponer su correspondencia con la última fase de estos de bandas sobre el labio, cuello u hombro(Martín Valls et
cementerios, justo cuando en otros sectores de la cuenca alii 1991: 157, figs. 5-7). Estos mismos tipos se emparentan
del Duero se empieza a entrever el auge y la expansión bien con los encontrados en los castros occidentales, caso de
del nuevo estilo. Con todo, en este momento todavía es Las Merchanas, Yecla la Vieja, La Plaza en Gallegos de
muy difícil deslindar lo que es realmente indígena de sus Argañán o Pereña (Maluquer 1956a: 86; Martín Valls
208 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
1973a: 89 ss., fig. 9). Por tanto, parece que a partir del siglo transformación, en lo que comúnmente se conoce como
11 a.C. el ambiente material se fue haciendo más homogé cerámica tardoceltibérica, se produce sin solución de
neo en toda la cuenca del Duero, prolongándose hasta las continuidad, pudiéndose ya hablar de este estilo a
estribaciones del Sistema Central. La utilización de la pin mediados del s. I a.c.
tura negra frente a los tonos vinosos típicos del sur, la dis Corroboran este encuadre la incorporación de la figu
tribución de la decoración en la mitad superior de los reci ra humana y zoomorfa en el repertorio iconográfico
pientes, el uso frecuente de resaltes y surcos para enmarcar (Fig. 81,12). La conocida serie de caballos con jinete
los temas y una clara predilección por los motivos geomé que decoran dos de los vasos procedentes de la acrópo
tricos, entre los que no se excluye algún préstamo vincula lis de Las Cogotas (Cabré 1930: 72-73, lám. LXI), junto
do a las cerámicas a peine, como los temas de cestería, resu a otros motivos como las franjas de líneas verticales, los
men la estética del momento y su prolongación hasta época triángulos formando una especie de cruz de Malta y los
augústea (Sacristán de Lama 1986: 183-184; Martín Valls y semicírculos, corresponderían sin duda a la última época
Esparza 1992: 261). A pesar de la uniformidad que estas de la vida del oppidum (vid. cap. V III, Fig. 134). No
cerámicas ofrecen, es fácil advertir la existencia de distintas obstante, el mayor problema que plantea es establecer su
áreas estilísticas en la alfarería del valle del Duero -herede cronología. Sabemos que los motivos figurados se rela
ras en última instancia de las agrupaciones geográficas del cionan grosso modo con el estilo tardoceltibérico. Sin
peine- merced a las posibilidades que ofrece la pintura y la embargo, estas series ya se inscriben desde el final de la
variada gama de formas. Se ha llamado por ejemplo la aten etapa "clásica", como avalan determinados hallazgos de
ción sobre la predilección por las botellas y los frisos de Roa y Soto de Medinilla, alguno de cuyos motivos se ha
rombos en el centro de la cuenca, frente a las jarras y los relacionado con la serie de Las Cogotas (Sacristán de
semicírculos colgados en el oriente de la Meseta (Romero Lama 1986: 193). La excepcionalidad de los hallazgos
1991b: 89). Al otro lado de Gredos, la pintada de raigambre abulenses, la ausencia de este nuevo estilo pictórico
celtibérica se diluye muy significativamente -no existe en el entre los vasos recogidos del alfar y la escasez de vesti
poblado del Raso- hasta enlazar, allende el Tajo, con la tra gios romanos, abundaría en este mismo sentido. Podría
dición decorativa local de bandas y tonos rojos ibero-turde así tomarse una fecha ante quem a comienzos del siglo
tanos, que es más propia de los castros extremeños I a.C. para estas cerámicas; no es posible precisar nada
(Hemández Hemández 1989: 121 ss.; Mmtín Bravo 1993: más, pero sería perfectamente admisible con la idea de
353, nota 9). situar el abandono del asentamiento en época sertoriana,
Bajo el punto de vista formal y decorativo, se ha que es cuando parece organizarse un nuevo modelo de
señalado con frecuencia la singularidad que aportan los poblamiento en el valle de Amblés, al amparo de la ciu
conjuntos celtibéricos conforme se va haciendo efectiva dad de Avila/Obi/a (Martín Valls y Esparza 1992: 274-
la dominación romana (Sacristán de Lama 1986: 221 275; Alvarez-Sanchís e.p.) 195• Otras producciones sí son,
ss.; Martín Valls y Esparza 1992: 273-274). Se entrevé por el contrario, explícitas del celtiberismo tardío. Tal
además la existencia de nuevos talleres o escuelas artís hecho es común a varios centros vettones de romaniza
ticas, con sus consiguientes implicaciones en los circui ción temprana, como ponen de manifiesto los vasos
tos comerciales de distribución e intercambio; es el caso polícromos con las conocidas "series de patos" de
de las producciones polícromas numantinas (Romero Ciudad Rodrigo, Avila y Salamanca, cuyo origen se ha
1976), las representaciones de gallináceas del ámbito vinculado a las cerámicas polícromas numantinas, estilo
vacceo (Wattenberg, 1959: 190-191 y 1963: 36; vid. que perdurará después en las cerámicas pintadas de tra
Sacristán de lama 1986: 193) o la cerámica de estilo clu dición indígena asociadas a la sigillata (Martín Valls
niense (Palol 1982: 144-147). El contexto arqueológico 1976: 374-377, 383-384, nota 31; Martín Valls et alii
de los poblados vettones entre los siglos I a.C. y I d.C.
no ha sido suficientemente precisado. Tal hecho es 195 Como dato significativo. hay que añadir el hallazgo de dos fragmentos
con decoración pintada figurativa en el castro de La Caraja
común a la mayoría de los castros abulenses y del valle (Aldeacentencra). únicos vestigios conocidos en el ámbito extremeño
medio del Tajo, pues sabemos que su abandono se pro (Rivera 1974: Cabello 1991-92: 106. fig. 7). Uno de ellos representa un
dujo en estas fechas (Alvarez-Sanchís 1993a). Por el animal, probablemente un perro, cuyo paradero se desconoce. El otro
ejemplar ofrece la silueta rellena a color de un jinete a caballo. con escu
contrario, varias de las entidades de población de la do y falcata al cinto. Desde el punto de vista formal y estilístico. Cabello
Segunda Edad del Hierro en tierras de Salamanca sí tie ( 1991-92: 113. fig. 9) ha relacionado este motivo con las cerámica;, levan
tinas de San Miguel de Liria (Ballester et a/ii 1 954. estilo ]). La similitud
nen su continuidad en este momento, aunque los mate del modelo iconográfico y la excepcionalidad del hallazgo avalan, según
riales que se recogen en buena parte de ellos son esca la autora. un origen importado para la pieza en cuestión. Este panorama
figurativo podría finalmente completarse con la serie de figuras humanas
sos, en contraste con los vestigios de baja romanidad impresas. en actitud procesional o danzante. de una de las cerámicas del
(Martín Valls 1971b: 138-139; Santonja 1991: 27-29). poblado de Pajares. en Villanueva de la Vera (González Cordero et a/ii
Con todo, ciertas cerámicas tardías de raigambre celti 1990: 141-142. nota 11. fot. 15). El tema es también recurrente en otros
hallazgos de Andalucía oriental y Levante, que apuntan nuevamente a
bérica denotan la vitalidad de estos grupos serranos y estas ¡�elaciones. La cronología de estas interesantes piezas podría llevar
permiten una relativa acotación respecto a las produc se a un momento avanzado de la Edad del Hierro. tal vez en los siglos 111-
II a.C .. pero no es posible precisar nada más. En cualquier caso, los ejem
ciones de la etapa más "clásica", en consonancia con lo plares citados se alejan de la forma habitual, muy esquemática, que este
que acontece en otros yacimientos de la cuenca. Su tipo de decoraciones figurativas ofrece en los vasos de la Meseta.
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 209
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Fig. 83.-Fomws ele las cerámicas a tomo procedentes ele las necrópolis de la Alta Extremadura (según Martín Bravo 1996).
210 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 84.�Cerámicas a torno procedentes del alfar de las Cogotas (J-11) y del basurero anexo (12-15).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 211
1991: 161, fig. 1O). El contexto arqueológico de estos nes griegas, empezaron a reemplazar a las elaboradas a
vasos polícromos se sitúa con certeza a partir de la mano en las comarcas extremeñas del Tajo.
segunda mitad del siglo I a.C., habiendo perdurado en Seguidamente, y en un lapso de tiempo que pudo ser
los primeros años del Imperio 196 • breve, alcanzaron las poblaciones del Sistema Central,
En conclusión, y por lo que a las cerámicas a tomo de aunque es muy probable que a esta altura su impulso se
Cogotas II se refiere, parece evidente que se puede hablar viese asimismo beneficiado por la influencia céltica del
de una primera an-ibada de elementos de procedencia centro y oriente de la Meseta, asociada al ritual de cre
ibérica, previa a la generalización de la nueva tecnología, mación.
sobre las que irradiarían finalmente estímulos llegados Está claro que esta innovación tecnológica, paralela
del área celtibérica. Mientras, los sectores más meridio al auge que conocen los poblados vettones en las activi
nales se nutrirían, por razones obvias, del ámbito turde dades de forja de armas y herramientas, comenzó a dis
tano. El proceso de adopción del tomo en tierras vettonas torsionar de manera muy importante la sociedad indíge
pudo pasar por varias fases tecnológicas y a la vez tem na y el papel de los especialistas: economía excedenta
porales: ria, estratificación social, centros de producción y redis
- (600/550 - 400/350 a.C.). Imitación a mano de las tribución, nuevo estatus del artesano, grado de dedica
cerámicas ibéricas de importación. Bien evidenciado en ción (parcial, completo), etc. Sin embargo, es interesan
platos de casquete esférico, formas con pie de copa y te observar que la introducción del torno de alfarero fue
motivos decorativos, por ejemplo la disposición radial y posterior en el tiempo al desarrollo de la siderurgia
metopada de las incisas a peine de estirpe "antigua". local, cuando teóricamente el proceso de adopción pudo
haber sido paralelo por lo menos desde la sexta centuria,
- (400/350 - 250/200 a.C.). Empleo del torno para
fabricar tipos enraizados en la tradición indígena: cuen máxime además si tenemos en cuenta la cronología de
cos, recipientes de tendencia globular y ovoide. las primeras cerámicas de importación conocidas en los
Técnicamente acusan limitaciones formales y decorati yacimientos protovettones. En el caso del NE. de Iberia,
vas -estampillados, líneas de peine a torno- habitual en Ruiz Zapatero (1992: 113-116) llegó a demostrar de
las necrópolis de incineración abulenses. manera muy convincente la existencia de diferentes rit
mos en el proceso de adopción del torno, más bajo en las
- (250/200 - 100/50 a.C.). Imposición del nuevo esti tierras del interior e inferior a la difusión de la metalur
lo cerámico. Supone este momento la primera diversifi gia del hierro, argumentando un modelo doméstico de
cación bien definida bajo el punto de vista formal y deco producción que no encontraría demasiados alicientes
rativo, claramente asociada a las pintadas de estilo celti desde el punto de vista productivo en la nueva tecnolo
bérico. Este cambio también parece comprobarse en el gía cerámica. Desde luego en las regiones suroccidenta
ocaso paulatino de las decoradas a peine. les de la Meseta las posibilidades objetivas para la adop
- (100/50 - siglos 1-II d.C.). Se producen en la Me ción del torno también eran idénticas a las del hierro,
seta escuelas y tendencias diversas con clara vinculación pues se trataba de las mismas poblaciones, de las mis
a la etapa anterior y también con las producciones roma mas vías naturales de penetración y de los mismos focos
nas. El registro arqueológico de época altoimperial en de origen. Sin embargo, los índices de expansión fueron
Ávila y Salamanca ostenta ciertas cerámicas pintadas de diferentes y el metal resultó ser un elemento mucho más
tradición celtibérica que denotan la vitalidad de los gru atractivo.
pos indígenas. Valorando la distancia (150/200 Km.) y el tiempo
La introducción del torno de alfarero tuvo un umbral transcurrido (ca. 250 años), la expansión teórica de la
de penetración relativamente rápido hasta el Guadiana, tecnología del tomo desde el Guadiana hasta alcanzar los
como evidencian las cerámicas grises del área orientali valles del Tiétar y Amblés resulta de unos 0,6/0,8 Km.
zante; sin embargo, más allá de este límite la aceptación por año, o 15/20 Km. por generación (25 años) respecti
de la nueva tecnología se hizo de manera mucho más vamente. La escasez de datos para la difusión de la meta
lenta, de modo que sólo a finales del siglo V o inicios lurgia del hierro y la posible existencia de especialistas
del IV a.C., coincidiendo con las primeras importacio- itinerantes con conocimiento de la tecnología en fechas
I% Algunas cerámicas pintadas de Ulaca, en Solosancho, cabrían igual
muy tempranas y en yacimientos concretos (Sanchorreja,
mente en este marco cronológico del s. I a.C. o el cambio de Era. Se trata Berrueco), dificultan más los cálculos. Aún así, la velo
de unos pocos fragmentos con motivos de arcos enmarcados por líneas cidad de expansión duplicaría con creces a la del tomo:
horizontales y franjas de líneas paralelas verticales (Posac Mon 1953:
fig. 31, 1 ). tema muy característico del tardoceltiberismo aunque también si admitimos un lapso de tiempo no superior al centenar
se encuentra en algunas producciones anteriores (Sacristán de Lama de años para el conocimiento de los procesos tecnológi
1986: 244 ). Recientes prospecciones que hemos llevado a cabo en el
oppidum abulense han deparado además el hallazgo de uno o dos frag
cos del hierro en tierras abulenses -a partir de su difusión
mentos, muy pequeños y de escaso aprovechamiento tipológico, pero desde los poblados orientalizantes del área extremeña- el
que podrían relacionarse con las polícromas del foco numantino (suge índice de expansión sería de unos 38/50 Km. por genera
rencia amablemente facilitada por el Prof. A. Jimeno), remitiéndonos de
nuevo a fechas tardías. Del castro de Yecla de Yeltes se conoce asimis ción.
mo cerámica polícroma indígena. que se ha datado en la segunda mitad
del s. I a.C.. con posibles perduraciones a comienzos del Imperio
Las primeras cerámicas a torno de fabricación local
(Martín Valls 1979: 499-500). pudieron estar vinculadas a funciones concretas de la
212 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 85.-Cerámicas pintadas de tipo celtibérico del Teso de las Catedrales (Salamanca) ( según Martín Val/s et alii 1991).
NECRÓPOLIS Y CULTURA MATERIAL 213
economía y del ritual de estas poblaciones. Se configu empleo exigió una especialización que debió ser exclu
ran de hecho como un pequeño grupo de formas globu siva. Este aspecto es sobre todo revelador en (a) el des
lares y proporciones medias que tendrían su justifica censo paulatino de las producciones a peine, (b) en la
ción en el conservadurismo de estos grupos, pues no diversidad formal de las piezas a torno y (c) en la exis
existía la necesidad de una producción extensa y tencia de talleres perfectamente identificables. Y si la
estandarizada. También es verdad que una parte muy implantación masiva del nuevo modelo fue rápida a
significativa de los vestigios que conocemos procede de partir de este momento, eso quiere decir que los facto
las necrópolis, por lo que nuestra información está par res determinantes de su adopción tuvieron lugar en un
cialmente sesgada. Aún así, sólo en un momento avan contexto social y económico muy específico, que
zado del siglo III a.C. las nuevas formas de cocción requería de una producción bien surtida para una
cerámica tendieron a reemplazar a las fabricadas a demanda cada vez más amplia y exigente. Estamos, en
mano de forma masiva y con todos sus elementos tec definitiva, en el umbral de las grandes transformaciones
nológicos plenamente desarrollados. En esta fase su urbanas de finales de la Edad del Hierro.
VII
LOS VERRACOS
l. La escultura zoomorfa de la Meseta en la tradi partir del Renacimiento cuando empezamos a disponer
ción historiográfica de mayor información sobre estas esculturas. Una de las
primeras valoraciones de las que se tiene noticia sobre su
La escultura zoomorfa en piedra de toros y cerdos, naturaleza y origen es la de Rodríguez de Amelta (1481),
genéricamente conocida como "verracos" 197, constituye para quien los toros de Guisando fueron erigidos en
la documentación más significativa, si de atender al cono memoria de una de las victorias romanas en la
cimiento de la plástica protohistórica y romana de tradi Península 199 • Un siglo después el sacerdote Gil González
ción indígena en la Meseta occidental se trata. El volu Dávila (1596) se refiere nuevamente al toro de
men y dispersión de piezas halladas indvidualiza una Salamanca y reúne, por vez primera, un inventario de las
zona geográfica concreta, que coincide en una gran parte esculturas zoomorfas de la Meseta bajo la denominación
con el territorio de los vettones. Se extienden fundamen genérica de toros, a la vez que les asigna un carácter ido
talmente por las provincias de Ávila, Salamanca, Cáceres, látrico, idea que más tarde recoge el P. Flórez (1758) al
Zamora, Toledo y Segovia, así como por las comarcas referirse a los toros de Guisando aunque adscribiéndoles
portuguesas limítrofes de Trás-os-Montes y Beira Alta en su caso a elefantes2ºº.
(Fig. 86) 1 98. El análisis que aquí se propone, comienza
La tradición erudita y humanista en esos años facilitó
con un esbozo de lo que los verracos son y han significa
una precoz catalogación. Memorias parroquiales, por
do en la investigación arqueológica española, condición
ejemplo las referencias al toro de San Vitero y al verraco
necesaria para poder entender la situación presente y para
de Torre de Dona Chama en los siglos XVI y XVIII
poder trazar mejor las ideas que después se exponen sobre
(Guarido Casado 1966; Leite de Vasconcellos 1913: 20),
su cronología, funcionalidad y significado.
relaciones topográficas, dando noticia de las esculturas
de Torrecilla de la Jara, Castillo de Bayuela y Murs;a de
Panoias, en 1576, 1578 y 1706 (López Monteagudo
1.1. Antecedentes 1989: 105; López de Ayala-Álvarez de Toledo 1959: 52-
Las primeras referencias escritas se remontan al siglo 10" Según el autor, a la muerte de Escipión el Africano los españoles se alza
XIII; en el Fuero de Salamanca (Tít. XLVIII) ya se hace ron en armas. Para luchar contra ellos Roma envió un capitán llamado
Guisando. Tras una batalla librada en tierras de Toledo éste obtuvo una
mención al famoso toro del puente romano. Pero es a gran victoria, en memoria de la cual hizo labrar cuatro toros de piedra.
"a las que en su tiempo daban el nombre de Guisando".
1"7 Del latín verres que significa cerdo padre, aunque las esculturas repre 'ºº Su singularidad era tal, que tampoco resultaban infrecuentes en las men
sentan no sólo cerdos. sino también toros en una proporción práctica ciones que de ellas se hacían en la literatura del Siglo de Oro. La Vida
mente igual. del La�arillo de Tormes (Trat. I) se hace eco del famoso toro del puente
1
"·' El hallazgo de algún ejemplar fuera de estas provincias resulta excep romano de Salamanca, mientras el conjunto de los célebres Toros de
cional. Así lo indica la escasez de piezas que, procedentes de Minho, Guisando (El Tiemblo. Ávila) es citado por Cervantes en El Quijote
Douro Litoral. Lugo, Orense, Pontevedra y Burgos, integran el ámbito (parte 11, cap. XIV) y Lope de Vega en El mejor maestro, el tiempo (acto
más periférico de estas producciones. Además, las particularidades tipo II). Con su metro y medio de alzada y casi 2,80 metros de longitud, los
lógicas que ofrecen estas piezas. como son las cabezas del ámbito galai toros ofrecen un imponente aspecto. El recinto que los alberga, de cara
co-portugués (Taboada 1949; López Monteagudo 1973), los alejan de a la sierra de Gredas, se conoce como Venta Juradera, ya que los toros
los rasgos que caracterizan a estos zoomorfos de cuerpo entero, modela fueron testigos de como el rey Enrique IV juró a su hermana Isabel la
dos mayoritariamente en granito. Se ha llegado a plantear la posibilidad Católica legítima heredera del trono de Castilla y León, el 19 de
de que alguna de estas piezas hubiera sido trasladada a dichas áreas por Septiembre de 1468. Según la tradición Antonio de Nebrija, cronista de
personas oriundas de las regiones pródigas en este tipo de representa Isabel la Católica, hizo los calcos en cera de las inscripciones latinas de
ciones (Blanco Freijeiro 1984: 2). los Toros (Ballesteros 1896; vid. Arias et alii 1983: 21).
216 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
53; Carvalho da Costa 1706: 464), o referencias de las figuraciones zoomorfas como enseña o simulacro
humanistas, como la carta de Alvar Gómez de Castro para amojonar términos en la Vettonia. sobre todo en la
(1527; vid. Sánchez Cantón 1927: 221 ss.) describiendo parte lindante con carpetanos. arévacos y vacceos (Fita y
una de las esculturas de Talavera la Vieja2º 1 y la noticia Femández-Guerra 1880: 16). Semejante interés llevó al
del P. Ariz (1607) a propósito de las conservadas en la erudito placentino Paredes Guillén (1888: 136, 163-164)
capital abulense, son testimonios que avalan una preocu a sostener la hipótesis de que tales piezas eran utilizadas
pación inicial por estos vestigios, reunidos en virtud de como puntos de referencia para indicar los caminos de
criterios esencialmente descriptivos y geográficos. los ganados trashumantes: "No podemos señalar la situa
A comienzos de la última centuria Basarte (1804: 34- ción de una de estas antiguas figuras de piedra que esté
39), basándose en la existencia de signos o adornos en lejos de las cañadas,(...) si no están en cañada, marcan la
algunas esculturas y apoyándose en textos clásicos, las dirección de la más próxima y han de estar muy cerca de
considera representaciones de animales destinados al ella, lo cual nos ha convencido de que fueron hechas y
sacrificio. En general, hasta bien entrada la segunda colocadas para la hitación de caminos pastoriles" (id.
mitad del s. XIX los tratadistas que incluían en sus escri 1888: 136). Incluye una cincuentena de sitios donde se
tos datos sobre estas manifestaciones aludían superficial emplazan estas figuras y añade una lista aún más nume
mente a su origen y significado, la mayor de las veces rosa de posibles hitos -algunos por la toponimia- que a
desde posturas intuitivas y anacrónicas, carentes de fun su juicio los habrían tenido. Tampoco descarta que estas
damento y de criterios de discriminación: ofrendas a piezas fueran objeto de culto "aplicadas a la protección y
Hércules, monumentos conmemorativos, víctimas de explotación de la ganadería" (id. 1888: 171).
sacrificios, deidades de origen oriental. .. , limitándose a Paralelamente, otro grupo de investigadores, como
adscribirlos a una especie determinada, toro, cerdo, jaba Paris (1903, t.I: 59) y Leite de Vasconcellos (1913: 36),
lí, elefante y oso. se inclinan por considerar a los toros y verracos como
El problema que plantea su estudio llevó a los distin monumentos sepulcrales. Aportación que se debe, ini
tos autores a elaborar en el transcurso de las siguientes cialmente, a Hübner (1888: 253 ss.)2112, quien se basa en
décadas diferentes hipótesis. Se pueden distinguir tres la presencia de epígrafes funerarios latinos en algunas de
periodos en la historia de la investigación, atendiendo a estas piezas para afirmar ese carácter: 'Tienen aún, o
las principales corrientes de opinión, los trabajos de tenían, inscripciones sepulcrales latinas, que no dejan
campo desarrollados y el nivel de producción científica duda sobre el destino de los demás que. al presente al
desde el punto de vista de las publicaciones. menos, ya no conservan inscripciones" (id. 1888: 254)2°3.
Gómez Moreno (1904: 154) insistía en esta misma idea,
ya con plena base arqueológica, al haberlas documenta
1.2. Las primeras interpretaciones (ca. 1860-1929) do junto a sepulturas20c1_
La exploración arqueológica efectuada por Gómez
El descubrimiento, hacia 1860, de las esculturas del Moreno a comienzos de la centuria, comisionado por el
Cerro de los Santos (Albacete), abrió la vía para el estu Ministerio de Instrucción Pública para la catalogación de
dio de la plástica ibérica (Chapa 1986; Almagro-Garbea monumentos, aunque de publicación tardía (Gómez
1987b). Sin duda, hay que vincular la sucesión de hallaz Moreno 1927, 1967 y 1983), supuso un auténtico punto
gos y la atracción que esta nueva página de la Historia de inflexión en el estudio e inventario de los verracos de
del Arte produjo en los investigadores para que las escul Zamora. Salamanca y Ávila. Hasta ese momento, salvo
turas de la Meseta también comenzaran a ser valoradas excepciones, los investigadores habían centrado su estu
con mayor lógica. Las representaciones zoomorfas cons dio en las estatuas de Guisando y en el célebre toro del
tituían en este momento un conjunto lo suficientemente puente romano de Salamanca. Los primeros plantea-
importante y numeroso como para permitir su estudio y
enriquecer la visión tradicional que se tenía. Numerosas "" Leite de Vasconcellos (1913: 32) cita un trabajo más antiguo de E.
referencias a esculturas existentes antaño en la zona y Hübner que no he podido localizar. publicado en 1863 en la revista
Zeitschrift für a!lge111eine Erdkunde. tomo XIV. págs. 341-343. donde ya
hoy desaparecidas se remontan a esta época (Femández defiende la naturaleza funeraria de estas piezas.
Guerra 1862: 48 ss.; Paredes Guillén 1888: 136 ss.). :w, Aunque bien es cierto que tanto C'.'>te autor como P. Pari� cambiaron de
opinión posteriormente. tal y como señala Ramón y Fernándcz Oxea
Una de las teorías que tuvo mayor aceptación fue la (1950: 56).
de considerarlas piedras terminales de territorios o regio "� En 1859 T.M. Garnacha fue testigo. en el pueblo sayagués de Moral, del
hallazgo de varias sepulturas algunas de las cuales ··encen-aban toscas
nes, defendida fundamentalmente por Femández-Guerra esculturas, también de granito. de las que sólo vi una figurando un bece
(1853: 309 y 1862: 47), de tal modo que los sitios donde rrillo. así como los fragmentos de vasijas cinerarias...··. El autor se limi
se encuentran los toros de Guisando, Ávila, Toro. ta a calificar el hallazgo como curioso. atendiendo a su ··mucha antigüe
dad'" y al gran número de piedras e inscripciones (Garnacho 1875. reco
Salamanca o Talavera la Vieja, habrían servido de fron gido en Martín García y García Diego 1990: 18). Gómez Moreno ( 1927:
tera de diversos territorios a lo largo del tiempo. En un 29), refiriéndose al hallazgo de Moral. dice textualmente: '·queda firme
el hecho, repetido como veremos en el Pino. de corresponder a sepultu
trabajo conjunto con el padre Fita se insiste de nuevo en ras estas efigies, que remedaban embrionariamente pen-os o becerrillos.
y eran del tamaño de un gato grande. más o menos rotas por sus extre
'º' Recogido por Hermosilla y Sandoval (1796) junto a otras piezas. midades y sin peana··.
LOS VERRACOS 217
mientos de orden científico y tipológico corresponden al oriental. En el planteamiento del autor se observa un
autor quien, por ejemplo durante sus prospecciones por componente difusionista que seguirá presente en las pri
tierras de Zamora entre 1903 y 1905, da noticia de varias meras décadas; a saber, la consideración del componen
esculturas en torno a la línea del Duero, además de hacer te colonizador (griegos) que acabará por transformar a
agudas observaciones sobre las mismas. En particular su los bárbaros autores de verracos en creadores de obras de
relación con los castros indígenas y sus connotaciones gran estilo. Con posterioridad Bosch Gimpera (1929:
morfológicas, como ocurre con la escultura conocida 92), cuando afirma que la influencia ibérica es más tar
como "la Mula", no lejos del castro de San Mamede, en día conforme avanza hacia el interior de la Meseta, seña
Villardiegua de la Ribera, a la que emparenta con el toro la como hipótesis más verosímil que los verracos son una
del castro salmantino de Irueña, en Fuenteguinaldo, co "degeneración" de los leones ibéricos, con los que enla
mentando su angostura, tamaño y modo de tallar las pa zarían tipológicamente. A partir de los años 40 y 50 se
tas (id. 1927: 28-29). Similares planteamientos se ex plantea una abierta polémica sobre la cronología y el
traen del resto de los catálogos, si bien hay que recono estilo de la escultura ibérica. Y aunque ello suponía
cer una valoración menos precisa en sus apreciaciones reconsiderar ambas plásticas como fenómenos distintos,
tipológicas. los estudios seguirán resaltando aquellos "opuestos" que
A pesar de la dificultad que entrañaba la datación de mejor se adecúan a la visión normatizada del arte penin
las esculturas, desde la última centuria era común asig sular: primitivismo/alta cultura, torpeza técnica/maestría
nar una cronología anterior a la romanización o al inicio en la ejecución, esculturas de verracos/escultura ibérica;
de la misma. Puig y Larraz (1883), refiriéndose al puen celtas/iberos ... , obsesión que ha sobrevivido a gran parte
te de Toro, se basa en el hallazgo del famoso cuadrúpedo de este siglo.
de piedra que se conservaba en la Colegiata para datarlo
en época romana, pues "se supone estaría sobre el puen
te, análogamente al que existía en el puente de Sala 1.3. La valoración del substrato arqueológico y la
manca, cuya fundación, no cabe duda, se remonta a cuestión céltica (1930-1969)
aquella época". Ballesteros (1896: 57 ss. y 73 ss.) publi
ca una relación de piezas con los datos de González La proliferación de excavaciones sistemáticas a partir
Dávila, Bosarte, Martín Carramolino y otras inéditas, a la de los años 30 ampliaron la información que sobre las
vez que recoge diversas opiniones que aseguran que los etnias de la Meseta se tenía hasta entonces. En el castro
Toros de Guisando se erigieron para conmemorar victo de Las Cogotas J. Cabré (1930: 39-40) se refiere al des
rias romanas. El mismo autor cita al Padre Mariana, cubrimiento posiblemente "in situ" de tres esculturas -el
quien las supone de origen fenicio pero fabricadas por hallazgo data de 1876 (id. 1930: 7)- junto al recinto infe
los naturales del país (id. 1896: 64). Martín Carramolino rior del castro, que por carecer de viviendas supone el
(1872: 15-16) relaciona las esculturas con divinidades de autor serviría de encerradero de ganado. Sostiene así la
origen egipcio traídas por los fenicios, y J. Rodríguez posibilidad de interpretar a la escultura zoomorfa en el
(1879: 67-68), en la descripción geográfica que hace de contexto de las creencias mágico-religiosas en relación
la Vettonia, abunda en esta misma idea e insiste en el con los ritos de protección, reproducción e incremento de
carácter conmemorativo de las representaciones. la especie, es decir de la riqueza básica de estas pobla
Siguiendo una de las máximas que regían los estudios ciones en buena parte ganaderas, opinión también com
de arte a comienzos de siglo, la escultura de la Meseta partida por Caro Baroja (1943: 176), Jiménez Navarro
era considerada una manifestación local, "tosca" y "bár (1943: 107), Ramón y Fernández Oxea (1950: 56) y
bara", en contraposición a la escultura ibérica. Semejante Maluquer (1954b: 103), y que ha tenido una gran reper
interés era contemplado en términos peyorativos, lo que cusión hasta la actualidad2º5.
llevó a discutir estas manifestaciones dentro de unos tér La interpretación funeraria siguió vigente, aunque en
minos prefijados. De alguna manera el estudio de la plás la mayor parte de los casos los autores se limitaban a asu
tica peninsular se dibujaba desde este momento como un mir las tesis defendidas por Hübner y Gómez Moreno,
juego dialéctico entre el substrato indígena, más retrasa insistiendo en el carácter divino de estas manifestacio
do, creador de los verracos, y los pueblos colonizadores. nes, ligadas al culto a los muertos (Alves 1938: 766;
Pero al ser virtualmente desconocidos los contextos Vasco Rodrigues 1958: 396). Especial atención no obs-
arqueológicos la única salida eran los estudios estilísti
"" Dentro de esta misma línea estaría el hecho de considerar a tales repre
cos y, por tanto, la consideración de que lo más bárbaro sentaciones como manifestaciones destinadas al culto, basado funda
resultaba ser lo más arcaico. mentalmente en datos folklóricos y etnográficos. Por ejemplo Pinho
( 1933: 295) les adjudica un carácter fálico. aunque la mayor parte de los
Un caso paradigmático lo constituyen los trabajos del autores aboga por un culto de tipo zoolátrico (Monín 1933: 259-260:
hispanista francés Pierre Paris (1903 y 1910). Los zoo Santos Júnior 1940: 368-369: Taboada 1949: 13, 26; Diego Santos 1955:
40: Ferreira da Silva 1986: 299). El hallazgo del verraco de Picote. den
morfos constituían a su juicio una manifestación pre-ibé tro de una estructura circular a la que se llegaba a través de un corredor.
rica, con la tosquedad propia de un arte incipiente e indí valorada como una especie de santuario. confirmaría según Santos
Júnior (1963: 395-396, 401 y 1975: 424-438) esta última hipótesis.
gena, posteriormente relegado por el arte ibérico, más interpretación en todo caso discutible (Almagro-Garbea y Álvarez
desarrollado al seguir la evolución del arte mediterráneo Sanchís 1993: 253).
218 JESÚS R. ÁLYAREZ-SANCHÍS
tante merece el trabajo de Fernández Fuster (véase serie de representaciones en piedra (...) sin que hasta la
Maluquer 1954b: 104) pues enriquece el planteamiento fecha se pueda asegurar con toda certeza cuál fue el des
original. Piensa el autor que algunas esculturas se utili tino que sus autores quisieron darle ni tampoco cuál de
zarían como estelas y sugiere si deben considerarse un entre los pueblos celtas fue el creador ..." (id. 1950: 55),
tipo específico de sepultura similar a las cupae, formado "las relaciones entre los tres círculos del pueblo celta,
por un plinto con una oquedad para las cenizas, sobre el que son el de los castros gallegos, el de Numancia y el
que se situaría la escultura en cuestión; hipótesis esta de los verracos, quedan patentes con la penetración de
última que seguirá defendiéndose ulteriormente ya con esta última cultura en las áreas de las otras dos ..." ( id.
nuevas bases arqueológicas (Martín Valls 1974: 74 ss.; 1950: 70). En cierto modo se pretende hallar una rela
Martín Valls y Pérez Henero 1976). Al mismo tiempo, el ción entre el concepto arqueológico de lo céltico como
hallazgo de esculturas en castros que no alcanzaron la expresión de la Edad del Hierro y la identidad de las
romanización era relevante en términos cronológicos. Se poblaciones responsables de las esculturas. Concep
venía admitiendo como datación más antigua la Segunda ciones que ponen de manifiesto cuál era la posición de
Edad del Hierro, que Bosch Gimpera (1929: 92) deno la investigación en este momento, aunque ocasional
minaba fase posthallstáttica. Las esculturas con inscrip mente se reconocen contradicciones de base. Como
ciones latinas planteaban a causa de ello un nuevo pro advierte Diego Santos ( 1955: 46) "no puede negarse el
blema, quedando por dilucidar su carácter funerario o la sentido genérico de célticos en los autores de las escul
posible reutilización de las más antiguas en época roma turas zoomorfas, pero habría que explicar el por qué
na, en un momento en el que habían perdido su signifi éstas se hallan más concentradas en unas zonas que no
cado original2°6 . son precisamente las más celtizadas".
Paralelamente la "cuestión céltica", que empezaba a Su singularidad, unida al hecho de que apareciesen en
ocupar un importante papel en la tradición arqueológica, un ecosistema típicamente ganadero y con un caracterís
también afectó la valoración de estas esculturas. El cel tico sistema de hábitat en castros contribuyó a forjar la
tismo de los verracos fue planteado a finales del siglo conocida expresión de "cultura de los venacos", como
XIX (Fernández-Guerra 1862: 47; Rodríguez 1879: 90; rasgo material y regional de uno de los, hasta el momen
Fita y Fernández-Guerra 1880: 16), hecho que contrasta to considerados, pueblos celtas peninsulares. No se
ba con el nulo conocimiento arqueológico que se tenía de intentó demostrar que estas esculturas fuesen realmente
los Celtas Hispanos en ese momento. Los primeros tra la expresión de un arte celta, sencillamente se partía de la
bajos con un enfoque arqueológico se deben a Bosch base de que era evidente. El concepto, ambiguo y poco
Gimpera (1921), quien relacionó los Celtas con los preciso en esos años, se traducía en afirmaciones de
Campos de Urnas, defendiendo la tesis de su llegada a la hecho: "la cultura de los venacos (es) propia de los cel
Península Ibérica en varias oleadas o invasiones. La tas de la mitad norte de la meseta castellana" (López
ausencia en las tienas del interior de grandes conjuntos Cuevillas 1951: 180), línea argumental que ha pervivido
monumentales incrementó sin duda alguna el valor de hasta la época actual, traduciéndose en visiones simplis
estas efigies, como un claro exponente cultural de la tas y sin una definición arqueológica estricta2º7 .
España "céltica" en contraposición a la España "ibérica". Otra de las cuestiones que planteaba este tipo de
Pero el estudio de las esculturas desde este planteamien escultura era el de su origen. En general, todos los
to alcanzó su expresión más distorsionada en las prime autores coinciden en señalar a la escultura ibérica
ras décadas del régimen franquista. La etapa que vive andaluza como el modelo original de donde derivarían
España después de la Guerra Civil ofrece en el plano las representaciones de la Meseta. Bosch Gimpera
científico una clara actitud pancéltica (Ruiz Zapatero (1919: 16 y 1929: 91-93) opina que los únicos parale
1993: 44-47) -y, en contrapartida, un rechazo a lo ibéri los con la escultura zoomorfa son los leones del sudes
co- a la que no resulta ajena la interpretación de la plás te y Andalucía, y dado que la influencia de la cultura
tica zoomorfa. El tema era complejo y se optó claramen ibérica penetra más tardíamente a medida que se aleja
te por mantener los postulados de Bosch Gimpera; así, de la costa, defiende una cronología en torno a los
"puede admitirse la hipótesis de que la cultura de los siglos III-II a.C., aunque admite la pervivencia de esta
venacos fue creada por los pueblos celtas de la primera tradición en época romana. Jiménez Navarro (1943:
invasión que refiere el Periplo de Avieno" (Taboada 104 ss.), en un interesante trabajo dedicado monográfi
1949: 16-17). camente a la serie escultórica animalista del cerro de
Esta opinión fue común en esos años, como también los Santos, el primero de este tipo tras el breve ensayo
lo observamos en las afirmaciones de Ramón y Fer de Bosch Gimpera (1919), establece las primeras hipó
nández Oxea (1950), que resumen perfectamente estas tesis sobre el origen y desarrollo de la estatuaria, seña
consideraciones: "hubo un pueblo celta que dejó como lando tres escuelas: la tartésica o andaluza, la ibérica o
huella de su pasado por nuestra patria una abundante 207 "entre os documentos arqueológicos que assinalam a presen,a dos
Celtas no nosso território figuram os "berroe,·· de pedra... " (Felgueira,
2116 La interpretación de las inscripciones como añadidos posteriores tuvo ya 1985: 64). Como ejemplo ilustrativo, véanse también los trabajos de
cierto crédito a comienzos de siglo. particularmente presente en el tra Lópcz Monteagudo sobre la plástica zoomorfa de la Meseta ( 1982, 1983
bajo de Paris ( 1903, t.l: 55 ss.). y 1989). en particular el título que encabeza la portada del último libro.
LOS VERRACOS 219
del Sudeste y la céltica o de la Meseta. Considera a disciplina, tanto a nivel teórico como metodológico, pro
esta última la más tardía a la vez que admite una pri pician un nuevo panorama.
mera fase con evidentes relaciones entre los toros del
centro de la Península y los andaluces. En un segundo
momento, a partir del s. III a.C., la producción del 1.4. Los verracos en el debate contextual y tipológico
cerdo o jabalí tomaría preeminencia frente al toro, (1970-)
degenerando progresivamente hacia un modelado más
tosco y separándose de sus primitivas raíces tartésicas. Lo más importante a destacar a partir de este momen
También se refiere Maluquer (1954b: 104-105) a la to son los proyectos tipológicos, justo cuando ya se dis
zona ibérico-tartésica peninsular para explicar su ori pone de un "corpus" de estas piezas importante. en tomo
gen; aduce que la escultura céltica europea presenta a los dos centenares (Martín Valls 1974: 70)2°9• En buena
una datación tardía, por lo que "es en ellos en los que medida, el análisis de la escultura presenta dos modelos
deberemos ver nuestros antecedentes de nuestra escul de actuación. En el primer caso se pretende ordenar en
tura zoomorfa céltica del círculo de los verracos"2º8. grupos un conjunto determinado de piezas, sin que de ello
Pero además estos estudios evidenciaban la necesidad se deriven conclusiones cronológicas diferentes (Her
prioritaria, al disponer ya de una documentación relati nández Hernández 1982; Blanco Freijeiro 1984; Arias et
vamente abundante, de abordar el contexto geográfico y alii 1986; Matos da Silva 1988; Martín García y García
cultural. Por ello la atención se dirigió no sólo a aspectos Diego 1990). Estos estudios, los más abundantes por otro
meramente puntuales sobre el hallazgo de estas piezas, lado, están en ocasiones ligados a la catalogación de
sino a la realización de inventarios y estudios de carácter ejemplares. El segundo modelo trata de valorar distintos
regional. El padre Morán (1933; 1940; 1942 y 1946) tipos atendiendo a connotaciones funcionales y/o crono
recoge la senda dejada por Gómez Moreno en sus traba lógicas (Martín Valls 1974 y 1985: 118-119), sin excluir,
jos sobre la provincia de Salamanca, y, sin llegar a ela por tanto, la posibilidad de reconocer la evolución de
borar una síntesis propiamente dicha de estas esculturas, determinados grupos (Álvarez-Sanchís 1993b: 164)2 1 º.
alude a ellas en diversas publicaciones. Martín Valls (1974). uno de los investigadores que
Un buen ejemplo son los trabajos de Taboada (1949), más agudamente ha tratado el problema de la escultura
López Cuevillas (1951) y Diego Santos (1955) para las zoomorfa, establece dos claros parámetros en su tipolo
esculturas del NO. y Zamora, a partir de los cuales resul gía, definida en primer lugar por la variable estilística y
taba posible profundizar en las características del estilo o en segundo lugar por la funcional. Señalaba en este sen
las tradiciones locales que llevaban a imprimir un tipo tido dos tipos diferentes: el primero agrupaba a piezas de
concreto, reforzando la hipótesis sobre la existencia de grandes dimensiones y talla cuidada. Como característi
talleres y grupos regionales. Lo mismo cabe decir de los ca fundamental mencionaba el hecho de estar sustenta
estudios de Ramón y Fernández Oxea (1950 y 1959) para dos por un soporte central. Este tipo se asociaría a los
la escultura animalística de Cáceres y Toledo, y Molinero castros prerromanos y les correspondería una finalidad
(1958 ), que centró gran parte de su investigación en la mágico-protectora del ganado. El segundo grupo incor
provincia de Ávila. Insiste básicamente en los yacimien pora piezas más pequeñas, de marcado geometrismo y
tos de la Edad del Hierro excavados en la provincia, pero cronología romana. Aquí, el espacio entre el vientre y el
destina una pequeña parte a hacer mención de las escul plinto no está calado. convirtiéndose en un rehundido
turas conocidas y, lo que es más importante, a valorar los rectangular. Estos ejemplares formarían parte de un
sitios de hallazgo y su relación con los castros. Como monumento funerario, versión de las rnpae, integrado
advierte acertadamente. en las inmediaciones de las por un bloque prismático con una cavidad rectangular
esculturas "si es que no han sido removidas de sus anti sobre el que se levantaría la escultura zoomorfa. Esta hi
guos emplazamientos, es lógico presumir se encontrarán pótesis se vería confirmada por el hallazgo de Marti
despoblados" (id. 1958: 20). herrero (Ávila) (Martín Valls y Pérez Herrero 1976).
Entre finales de los 50 y comienzos de los 70 se pro
dujo una cierta atonía en la investigación arqueológica de "'" Es interesante apreciar un cierto paralelismo con respecto al rnlumen de
trabajos que comienzan a publicarse a paitir de este momento sobre
estas piezas, favorecido por la escasez de nuevos hallaz escultura ibérica. y que suponen un replanteamiento de los estudios tra
gos. Hasta entonces, la catalogación de la escultura zoo dicionales sobre el Arte antiguo peninsular. Casi todos surgen a partir del
descubrimiento y excavación del yacimiento de Pozo Moro (Chinchilla.
morfa venía demostrando el interés que suscitaba su Albacete) (Almagro-Gorbca 1973 y 1983). de gran trascendencia para la
estudio. Con todo, salvo los trabajos de Gómez Moreno investigación posterior. y que inaugura toda una serie de nuevas publi
caciones y hallazgos (Chapa 1980: 61 ss. y 1986: 54 ss.; Almagro
a comienzos de siglo o de Cabré y Maluquer décadas Gorbea 1988: 52 ss. ). En tal sentido. el citado monumento acapara tam
después, eran muy escasos los estudios de síntesis. Los bién el interés de los trabajos sobre los verracos. en tanto facilita un tér
mino postquem para la valoración cronológica de las esculturas de la
cambios que a finales de los sesenta se producen en la Meseta (Martín Valls 1974: 73).
21" El primer intento de tratar este problema ya fue formulado por Jiménez
208
Con posterimidad. Serrano (1957) vuelve a insistir en la influencia del Navairn ( 1943: 108). Su esquema implica una evolución en dos fases
arte ibérico del Sur y Levante sobre el área céltica de la Meseta a partir para el grupo escultórico de la Meseta. la última caracterizada por un
del s. III a.C., dando lugar a las esculturas de toros y verracos. paulatino empobrecimiento técnico y artístico.
220 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
donde se localizaron cuatro esculturas asociadas a cistas habrían sido reutilizadas con postetiorídad (Hernández
prismáticas de incineración en contexto romano. Hemández 1982: 234).
Afirman sus autores que las esculturas con inscripción El interés de Blanco Freijeiro (1984) se centra en el
latina formalian parte de monumentos similares, no apartado estilístico, seleccionando la información relati
admitiendo la reutilización de ejemplares de época pre va a la manufactura, caractelisticas de fabricación, para
rromana. lelos y cronología. Distingue diversos grupos según el
El estudio de Martín Valls se realizó sobre un número tamaño y modo general en que están labrados, sin des
muy limitado de piezas, por lo que impide que sus resul cuidar en algunos casos sus afinidades desde el punto de
tados puedan aplicarse a todo el conjunto conocido. Aún vista geográfico. Su clasificación se puede resumir en to
así, los dos grupos mencionados, de características tan ros naturalistas, con soporte central, geométricos, cerdos
diferentes, tienen suficiente entidad como para constituir parados y en actitud de acometida. Los grupos responden
tipos definidos desde el punto de vista morfológico, a conjuntos ya consensuados en el proceso de investiga
aspecto posiblemente corroborado por la finalidad y cro ción aunque ahora aparecen reunidos en un solo trabajo.
nología propuestas. De otra parte, el trabajo del autor En general, las piezas se estudian fuera del contexto cul
supone un paso fundamental en el análisis tipológico de tural y tampoco se excluyen juicios de valor sobre deter
los verracos. En primer lugar en lo que se refiere al ámbi minadas piezas, que van más allá de lo contrastable. Su
to geográfico en cuestión, la zona abulense, donde ya se trabajo adolece de una metodología previa, pero aún así
cuenta con una catalogación de piezas (Arias et alii hay que reconocer un instinto muy certero en la defini
1986) y al que dota de una evidente personalidad. En ción de ciertos grupos, dados sus conocimientos en el
segundo lugar porque su análisis, por primera y práctica campo de la Historia del Arte. Atribuye a estas manifes
mente única vez, pretende adecuar la variabilidad morfo taciones un carácter funerario y una cronología romana,
lógica atendiendo a los diferentes contextos, concepción desde época Republicana hasta el Bajo Imperio (Blanco
muy diferente del tratamiento que este material había Freijeiro 1984: 10, 20-21, 30).
tenido y tendrá en los años venideros 211 • Más recientemente Arias, junto a otros investigado
Con posterioridad a los trabajos de Martín Valls res, ha propuesto un nuevo sistema de clasificación basa
habría que destacar fundamentalmente los de Hernández do en los aspectos estructural y morfológico (Arias et alii
Hernández (1982), Blanco Freijeiro (1984) y Arias et alii 1986)21 2. Considera diversas variantes según los planos
(1986). En el primer caso la autora establece una tipolo en que quedan comprendidas las distintas partes de la
gía por especies -toro/cerdo/jabalí/oso/cabra- distin pieza (bóvido y suido). A su vez, dentro de los subtipos
guiendo una serie de subtipos en función de sus caracte se diferencian otras variantes a partir del tipo de pedes
rísticas formales. Plantea sin embargo un modelo analíti tal. Finalmente, se valora el grado de calidad de la pieza
co que no jerarquiza las diferentes variables. Su proyec atendiendo al número de atributos que pueden estar
to trata primero de definir los subtipos y con posteriori representados y cuya asociación conforma la escultura.
dad adecuar éstos a criterios formales heterogéneos para Aunque la valoración de los diferentes apartados se trata
cada grupo -por ejemplo el tamaño aunque sin especifi demasiado individualizadamente -de ahí la dificultad de
car datos cuantificables, índice de realismo, etc- lo que crear conjuntos homogéneos y uno de los problemas que
refuerza la visión personalista del trabajo, que en este presenta el trabajo- su tipología introduce una serie de
caso claramente subyace. En la misma línea estarían los índices que abren el campo del tratamiento estadístico a
recientes trabajos de Matos da Silva (1988: 62 ss.) para la escultura zoomorfa. La amplia muestra utilizada en el
la escultura portuguesa y de Martín García y García estudio, 96 piezas de las 120 catalogadas en la provincia
Diego (1990: 24 ss.) para los ejemplares de la provincia de Ávila213, así como la posibilidad de englobar bajo
de Zamora, quienes incorporan los últimos hallazgos estos mismos criterios a la población total de piezas loca
documentados y siguen la propuesta tipológica de la lizadas, convierten este sistema de clasificación en el
doctora Hernández. En definitiva, la debilidad del más completo de los hasta ahora conocidos. No obstante
modelo acaba por subjetivizar los resultados hasta el lo señalado, el objetivo del trabajo es la elaboración de
punto de que hace imposible su contrastación y verifica un catálogo provincial, y, como reconocen los propios
ción. Con todo, el trabajo tipológico de Hernández autores, de un estudio de estas características no es posi
Hernández tiene el mérito de haber intentado abordar ble deducir conclusiones funcionales o cronológicas
por primera vez la sistematización de toda la escultura (Arias et alii 1986: 153).
conocida en su momento (217 ejemplares). Asume la Otro aspecto a tener en cuenta en los trabajos tipoló
autora una interpretación funeraria pero no descarta la gicos es la representatividad de la muestra, es decir, si se
hipótesis mágico-protectora del ganado. Defiende sin '" En un avance del trabajo. que ya fue dado a conocer (Arias et a/ii 1984).
embargo una secuencia exclusivamente prerromana, por los autores proponían las premisas básicas de este estudio.
'" Al final del trabajo se citan once referencias, que no se incluyen en el
lo que las piezas que presentan inscripciones latinas catálogo con numeración. de los que se tiene noticia a travéo.; de citas
bibliográficas y cuya existencia según los autores no ha podido ser con
211 Si bien Maluquer (] 954b: 104) ya había sugerido la posibilidad de dis firmada (Arias et a/ii 1986: 141-142). En cualquier caso. teniendo en
criminar gmpos de piezas distintos, atendiendo a su diversidad fun cuenta este dato, el número de ejemplares ascendería a un total de 131
cional. para la provincia en cuestión.
LOS VERRACOS 221
trata de talleres locales, de una región geográfica concre libre, bien solos o bien formando grupos (Ramón y
ta o una sistematización general. A menudo estos últimos Fernández Oxea 1950: 56).
se convierten en trabajos de catalogación, de innegable
valor documental, pero se echa en falta una ordenación
crono-tipológica. Al hilo de este comentario estarían los 2. Propuesta tipológica para la clasificación de la
trabajos de Santos Júnior (1975) y López Monteagudo escultura zoomorfa
(1989). Ceñido el primero al ámbito estrictamente portu
gués, el análisis denota una excesiva preocupación por Estas esculturas están talladas en bloques monolíticos
los detalles secundarios de las esculturas: signos, cruces, de granito donde se representa al animal de cuerpo ente
cazoletas..., en detrimento de la valoración morfológica. ro, toros y cerdos, así como el pedestal que lo sustenta.
Tal vez se justifica en el hecho de buscar en las piezas un Existe también un reducido pero significativo grupo de
sentido ritual o de culto, interpretación tradicionalmente cabezas zoommfas exentas, ceñido básicamente al NO.
defendida por el autor (Santos Júnior 1940) hasta sus tra peninsular.
bajos más recientes (id. 1985). En líneas generales acusan una evidente simplicidad en
Transcurridos algunos años de lo que fue en su día las formas y cierto grado de abstracción, pues lo habitual
objeto de una Tesis Doctoral, López Monteagudo (1989) es que el escultor se ciña a unas líneas básicas -cara,
retoma en un libro reciente el problema de las esculturas dorso, papada, sexo, rabo, extremidades- que permitan
zoomorfas de la Península Ibérica. Plantea su trabajo en identificar la anatomía del animal representado. No existe
tres niveles: (1) el entorno geográfico-cultural a partir de diferenciación sexual, aunque a veces se afirme lo contra
las evidencias materiales y lingüísticas, (2) el catálogo rio (Hernández Hernández 1982: 220 y 227), pues todos
propiamente dicho y (3) el estudio cronológico-funcio aquellos que tienen representados los órganos sexuales
nal. Los datos vertidos en el catálogo -que incluye un son machos21 -1. La postura es siempre la misma, de pie, con
total de 280 esculturas- suponen una descripción las extremidades paralelas, ofreciendo al espectador un
exhaustiva y adecuada de cada una de las piezas conoci solo punto de vista. el frontal o, mejor dicho, el frontal
das en España y Portugal, indicándose lugar y circuns lateral. La ejecución de las figuras es siempre individual215
tancias del descubrimiento y sitio donde actualmente se y la única variación admitida consiste en representar a la
conserva. Pero la obra no aborda la problemática de la pieza en actitud de movimiento o acometida, con la posi
tipología que un estudio de estas características requie ción avanzada de las patas. Existen además elementos arti
re. Insiste en dos grupos netamente diferenciados, las ficiales asociados, a modo de adornos o signos inscultura
cabezas exentas del NO. y las esculturas de cuerpo ente dos, así como inscripciones latinas. En términos generales
ro de la Meseta, así como algunas particularidades debe hablarse de esculturas en bulto redondo, aunque en
escultóricas de carácter local (id. 1989: 47-51). El hecho algunos casos parece que se insinúa una técnica mixta, que
definitivo de todo este planteamiento es que el trabajo combina el bajon-elieve o alton-elieve con el bulto redon
actúa en un solo componente, el inventario, en un marco do. Por ejemplo en el modo de labrar las extremidades,
cuyo método no es otro que la descripción. Concluye la dejando un cubo intennedio entre cada par de ellas en los
autora que las esculturas fueron erigidas entre el siglo extremos del pedestal. Sus dimensiones no son uniformes.
VI a.C. y época imperial como ofrendas funerarias y ele desde ejemplares de apenas medio metro hasta esculturas
mentos votivos, a la vista de su asociación a necrópolis, de casi 2,80 ms. de longitud. Este es un aspecto interesan
inscripciones latinas, santuarios y lugares sagrados. En te por cuanto proporciona una pauta fundamental en la
su obra parece tomar más fuerza el carácter religioso difícil ordenación de este material, máxime si, como luego
asociado a estas manifestaciones, que ya conocemos en veremos, constituye uno de los argumentos básicos al tra
trabajos suyos anteriores (López Monteagudo 1979, tar la evolución estilística.
1982 y 1983). Cuestión de primer orden es la que atañe a la fabrica
Si complicada es la elaboración tipológica de las ción de estas figuras, condicionadas por el material en
esculturas, más lo es abordar su función y significado. En que fueron trabajadas, lo cual se traduce forzosamente en
recientes trabajos sobre los verracos del valle de Amblés un tipo de factura rugosa y labra compleja. Son escasos
(Ávila) venimos insistiendo en el valor de los aspectos nuestros datos de referencia soure el conocimiento de la
subsistenciales de la economía (Álvarez-Sanchís 1990a, técnica e instrumental empleados en su ejecución. La ta-
1994 y 1998). La revisión que proponemos parte de la
constatación de que la mayoría de las piezas se localiza 214 En menor medida pueden aparecer piezas asexuadas. La asignación
errónea del sexo como femenino se debe. en ocasiones. al nombre con el
en áreas de pastos y fuera de contextos arqueológicos que la tradición popular ha denominado a estas representacionc"
precisos. Los aspectos que vamos a tratar a continuación ··Man-ana Cárdenas·· (Arévalo). "La Mmnnica·· (Villalazán). "'La Muta··
nos eximen de prolongarnos más de lo necesario, pero (Yillardiegua de la Ribera). ··La Yegua de Irueña·· (Fuenteguinaldo).
"Porca da Vita·· (Bragan,a)... (Blanco Freijciro 1984: 4; López
cualquiera que sea la opinión que se admita, lo cierto es Montcagudo 1989: 13. nota 2).
que estas esculturas, como atinadamente señalaron en su 211 Con la única excepción del conjunto escultórico de la finca "El Bercial"·,
en Alcolea de Tajo (Ramón y Fcrnández Oxea 1959: 19 5'.: López
tiempo Gómez Moreno y Cabré, se encuentran o en las Monteagudo 1989: 1O 1 ), formado por dos ejemplares labrados en un
cercanías de los castros o en praderas y pastaderos al aire solo bloque de piedra y unidos por el co;,tado.
222 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
bla de utensilios que la investigación acepta que fue do o lijado final, si bien la dureza del granito no permite
usada por los talleres ibéricos de Porcuna (Negueruela mayores licencias a la hora de revelar las diferentes hue
1990-1991), que no sería muy diferente de los griegos o llas del proceso. Es fundamental señalar cuatro momen
fenicios, podríamos hacerla parcialmente extensible a la tos básicos en la producción general de las piezas, al
estatuaria de la Meseta, teniendo presente que las técni menos para las de mediano y gran tamaño:
cas y herramientas que requería su labra debían ser en 1) Se selecciona en primer lugar el granito más ade
cualquier caso las adecuadas a la dureza del granito. cuado de los berrocales, eligiendo la veta idónea para el
Debió ser importante el cincel de filo recto, con diver proceso de labra. Se obtiene así un bloque, en forma de
sas variantes y tamaños. El cincel apuntado era usado por prisma cuadrado o rectangular. Junto al empleo de cuñas,
los griegos para la escultura en mármol; en nuestro caso, no puede descartarse, tanto en esta como en la siguiente
para el trabajo de algunas entalladuras e incisiones, pudo fase, la aplicación intermitente de agua a fin de reblan
utilizarse una especie de puntero, quizás un simple clavo decer el granito que se va a trabajar.
de grosor medio, golpeado con martillo. Según las nece 2) El bloque se redondea o delimita por arriba, dise
sidades concretas de cada parte no hay que descartar en la ñando la futura línea de la cara, cuello y dorso de la pieza.
labor de desbaste final el uso de gubias y cinceles de dife Con un martillo se golpearía el cincel casi adosado a la pie
rentes filos en función del tipo de golpe, a fin de igualar dra, permitiendo largos recorridos del filo sobre su superfi
superficies o dar los últimos retoques que requieren siem cie. Seguidamente se completa el contorno del animal deli
pre mayor precisión. Muy posiblemente haya también mitando sendos perfiles en las caras anterior y posterior del
que considerar el uso del taladro o barrena como se dedu bloque. Los ejemplares inacabados de Las Cogotas y San
ce de las cornamentas, ojos y otras oquedades que confi Mamede son expresivos de esta segunda fase, si bien en
guran el diseño de algunas piezas. En determinados ejem este último se intuye una factura muy sumaria a la altura
plares podemos incluso presuponer una velocidad de giro del pedestal que anuncia el paso siguiente. Las posibilida
del taladro regular, al quedar las paredes del cilindro rela des que ofrece el tipo de bloque extraído determinan, al
tivamente pulidas como nos consta en los toros de Ulaca, menos en parte, la selección de la especie, máxime si tene
Parada de Infarn;:óes o San Mamede (López Monteagudo mos en cuenta las diferencias de peso y tamaño que osten
1989: 70-71, 114-115 y 120-121), técnica por otro lado tan ciertos tipos de toros frente a los suidos.
documentada con mayor precisión en la plástica ibérica
3) El escultor cercena el espacio comprendido entre el
(Negueruela 1990-91: 81), aunque tampoco haya que des
cartar otros instrumentos con los que se iba perforando de plinto y la parte interior del vientre y las extremidades.
modo más irregular. Aunque no está documentado, el Todas las esculturas presentan pedestal, al menos así cons
empleo de lijas o abrasivos de grano fino para el alisa ta en los ejemplares conservados. Generalmente las caras
miento final de las superficies pudo ser usual, de modo son desbastadas y alisadas a golpe de cincel. El hecho de
análogo a como lo aplican los canteros actuales. El lote de que las basas presenten en algunas ocasiones rugosidades
herramientas que deparó el castro de Las Cogotas (Cabré en sus planos verticales, sirvan de ejemplo las esculturas
1930: 98-102 y láms. LXXIV-LXXVI), donde se docu salmantinas de Gallegos de Argañán y Juzbado (López
mentaron cinceles, gubias -generalmente usadas para Monteagudo 1989: 94-95), lleva a pensar que iban semien
superficies curvas- así como un martillo y una bmTena, terradas en el suelo, pues dicha parte no quedaba a la vista.
esta última para agujerear objetos de gran dureza, avalan 4) La última fase está destinada a la talla de los rasgos
la consolidación de estas actividades. corporales que completan la especie representada. En las
Tenemos ejemplos cuyo análisis permite aproximar caras verticales y en los relieves el cincel se usaría abrien
nos al proceso de talla. En particular, las esculturas ina do en ángulo con respecto al plano de la superficie, con lo
cabadas de Las Cogotas, San Mamede (Álvarez-Sanchís que penetraba más. Intervienen en este momento la selec
1993b: 159-160), Solana de Rioalmar y Castillejo de ción de atributos, algunos exclusivos de cada especie. El
Chilla, aunque su estado es bastante deplorable. Mención artesano detennina su grado de calidad en función de los
expresa requieren por otro lado las esculturas de Torralba rasgos escogidos, cuya presencia o ausencia expresan un
de Oropesa y Fornos (López Monteagudo 1989: 104 y mayor o menor detalle en la caracterización de la escultu
109). La primera presenta inacabada la labor del plinto, ra. Así se explica el amplio abanico de ofertas que contem
dando la sensación de haberse proyectado originaria pla la plástica zoomorfa, desde piezas de factura summia y
mente un soporte central para la misma. Otro tanto perfiles geométricos a ejemplares que reunen los requisitos
habría que decir del ejemplar portugués, pues produce la propios de cada especie, integrando el conjunto de escultu
impresión de no haber sido terminado de labrar, como ras más naturalistas.
parece deducirse del resalte que presenta en el vientre y
de que los cuartos traseros formen un bloque indivisible
que, en disposición atípica, se prolonga hasta la peana. 2.1. Cuantificación y análisis multivariante
Las evidencias que representan el instrumental y las pie
zas aludidas determinan una serie de fases de diversa La reciente publicación de un trabajo de conjunto
índole, desde el desbastado inicial a cincel hasta el puli- sobre la escultura zoomorfa (López Monteagudo 1989),
LOS VERRACOS 223
brindaba la oportunidad de poner al día la catalogación miten estimar una cifra cercana a las 400 esculturas
realizada por la misma autora unos años antes en su tesis (Apéndice 1), entre figuras completas o fragmentadas y pie
doctoral (id. 1983 ), hasta incluir un total de 280 piezas. zas desaparecidas, dando siempre por descontado la exis
Faltan, no obstante, algunos hallazgos conocidos con tencia de otras muchas ocultas en la tierra o camufladas por
anterioridad216, pero estas ausencias no impiden valorar el granito219• Aproximadamente la mitad del corpus cono
su importancia como base de datos en cualquier estudio cido procede de Ávila y Salamanca, siendo la capital abu
posterior, siendo conscientes de la dificultad de •'cerrar" lense la que concentra el mayor número de ejemplares
definitivamente el catálogo217• (Fig. 87). Esta cantidad, que difícilmente coincidiría con la
Con los nuevos datos habidos tras la publicación del realmente fabricada -habría que considerar también las
catálogo de López Monteagudo, hoy es posible manejar piezas destruídas de antiguo y los testimonios perdidos
una cifra en tomo a los tres centenares y medio de piezas. durante el proceso inicial de su descubrimiento22º- nos da,
Ahora bien, un problema importante se plantea respecto sin embargo, una idea aproximada de su magnitud221•
aquellos otros ejemplares cuyo conocimiento procede de Queda claro que elaborar una tipología en un conjun
noticias antiguas (González Dávila 1596; Ariz 1607; to tan abundante es una tarea enormemente compleja.
Martín Carramolino 1872; Paredes Guillén 1888). siendo Para establecer un punto de partida hemos escogido dos
diversos los autores que han hecho mención expresa de los tipos de criterios básicos: cuantitativo, valorando el
mismos (Morán 1940: 18; Gómez Moreno 1983: 40-41; tamaño de cada pieza, y anatómico. Dado que el trabajo
López Monteagudo 1983: 515; Arias et alii 1986: 141-
de clasificación es, de hecho, una actividad matemática,
142). Las especiales circunstancias que rodean a una parte
parece razonable abordar su análisis desde este punto de
de estos casos no permiten mayor precisión. En otros, su
vista. Se pretende con todo ello valorar de forma prove
lectura nos lleva a considerarlos piezas también desapare
chosa las relaciones morfológicas entre las piezas, su
cidas, hasta contabilizar medio centenar más, cifra que
similaridad y/o disimilaridad.
modifica el cómputo general de estas representaciones218•
Si tenemos en cuenta esto último, los datos globales per- El material escultó1ico se ha descompuesto en diver
sos rasgos morfológicos con los que se pretende deducir
216 Habría que señalar los ejemplares abulenses de S. Miguel de Serrezuela, agrupaciones basadas en la similitud externa. Los térmi
Las Cogotas y Villaviciosa (Arias et a/ii 1986: 51, 65. y 140). el verraco
de Malpartida de Plasencia en Cáceres (Hcrnández Hernández 1982:
nos usados en la descripción de las partes anatómicas se
214 y 219), una de las piezas localizadas en Torralba de Oropesa han basado parcialmente en la realizada por Arias y otros
(Toledo) (Jiménez de Gregario 1950: 105) o las noticias fidedignas a autores (1986: 11 ss.) para la escultura de la provincia de
propósito de una de las esculturas de Villalcampo, en la provincia de
Zamora (Martín Valls y Delibes 1982: 67). Otro tanto puede decirse para Ávila, siguiendo a su vez la terminología empleada en
el ejemplar lucense de Monterroso (Blanco Freijeiro 1984: nota 2) o los los tratados de veterinaria (Aranguez 1945; vid. Sotillo y
portugueses de Tralhariz (Santos Júnior 1975: 394-395). Mazouco.
Coraceira (id. 1981aJ y Vila Vclha de Sta. Cruz de Vilaric;a (id. 1981b ).
217 En efecto, en los últimos años el corpus de verracos de la Península ridas como "fidedignas" por diversos autores, (2) su emplazamiento está en
Ibérica se ha visto incrementado progresivamente a partir de nuevos consonancia con el ámbito geográfico que alberga al resto de la población
hallazgos y publicaciones de conjunto. Como dato significativo pode conocida y (3), en alguna ocasión, recientes hallazgos han venido a confir
mos referirnos a los ejemplares extremeños de Ahigal, Alcántara. Arroyo mar las referencias que de antiguo se conocían (Aré valo. El Barraca. El
de la Luz, Rebollar, Trujillo y Cápain. en algún caso haciendo referen Raso, Talavera de la Reina. etc). Disponemos, por tanto. de elementos de jui
cia a piezas desaparecidas (González Cordero el a/ii 1988: González cio para considerarlos puntos de referencia en cualquier análisi� y no vaga�
Cordero y Quijada 1991: 173 ss.), un dudoso bloque de granito simu alusiones literarias.
219 Las recientes excavaciones que se vienen efectuando en el castro de San
lando la figura de un toro procedente de la Finca Retamar. cerca de
Esteban (Muelas del Pan, Zamora) han deparado un nuevo elenco de piezas
Alcántara (Montano 1987: 44) y otro probable ejemplar hallado en el
que se añaden a las seis ya publicadas (Martín García y García Diego 1990),
Canchal del Corchero, en Valencia de Alcántara (El Periódico Ex-
por lo que el cómputo total se vería incrementado (Fabián. com. personal).
1remad11ra, 19 de Abril de 1995). Para el ámbito castreño del NO.. men 220 La costumbre de aprovecharlos como material ha sido harto frecuente y
ción expresa requieren los fragmentos de verracos de los castros de acaso los siga habiendo escondidos en cimientos y muros. Por ejemplo,
Assun,ao y Santa Luzía (Matos da Silva 1988: 75. nota 5. cuadro I BR algunos de ellos fueron recortados en la Edad Media para usarlos como silla
82-86 y 87-88), la posible pieza de Troña (Hidalgo 1987: 36-37 y fig.13) res o simples piedras de relleno. como es posible observar en la muralla de
o los recientes hallazgos zamoranos de Madridanos. Villardiegua. Ávila (Rodríguez Almeida 1981 ). Otros muchos fueron destruidos en
Muelas del Pan, El Campillo (Martín García y García Diego 1990: 27 Salamanca e; 1835 por una desatinada orden gubernativa, en la creencia
ss.) y San Pclayo (Benito y Grande 1992: 43). Circunstancias similares errónea de que los verracos eran signos de infamia impuestos por Carlos V
se comprueban en las provincias de Ávila, Salamanca y Toledo. a los comuneros y sus simpatizantes (Morán 1942: 251). Tampoco ha sido
Podemos añadir la noticia de Fernández Gómez et alii (1990: 49 y 54) a inw,ual. hasta fechas recientes. el uso de algunas piezas como grava para la
propósito de dos esculturas desaparecidas procedentes del Raso de construcción de carreteras (Maluquer 1956a: 29: Arias et alii 1986: 137).
Candeleda, un verraco incompleto localizado en El Barraco (Ávila) 221 Se han excluido aquellos ejemphll'es cuya pertenencia a la serie se estima
(Fabián 1993: 284), otro en Gallegos de Argañán (Salamanca) que se muy dudosa o cuyas mmfologías resultan atípicas: el "Jdolo de Miqueldi"
suma al ya conocido (Martín Benito y Martín Benito 1994: 128). el tes (!barrando 1973). representación zoommfa que cobija entre sus patas un
timonio de Jiménez de Gregario (1992: 14 y 17-18) sobre nuevos ejem disco, las figuraciones zoomorfas talladas en arenisca de Gastiburu en
plares en Castillo de Bayuela. Las Herencias y Lucillos (Toledo), así Vi7caya (Olaetxea el a/ii 1990: 165; Valdés 1994), el cuadrúpedo "ibérico"
como el conjunto de piezas que, de procedencia diversa. dimos reciente del Museo de Tortosa (Gimeno Fabregat 1974). así como las esculturas por
mente a conocer (Álvarez-Sanchís 1993b: 158-162 y nota 10). Con pos tuguesas de Mairos (Santos Júnior 1977: 14 ss.) y Linhares (Santos Júnior
terioridad a todos estos trabajos habría que añadir la noticia de nuevas 1975: 391-394). Capítulo aparte merecen los ejemplares gallegos de
esculturas inéditas en Portugal -Marváo- y en la provincia de Ávila Pontedeume, Jubia, Ponte do Parco (Taboada 1949: 11-12), Justás y Narahío
-Arévalo, Solana de Rioalmar. Castro o Castillejo de Chilla. Santuario (Núñcz Sobrino 1982), valorados tradicionalmente como esculturas medic
de Ntra. Sra. de Chilla. El Fresno, Muñochas y Ávila capital- que tam vale,. teniendo en cuenta su alejada posición geográfica con respecto al resto
bién incorporamos al catálogo. y el hecho de que alguna de ellas presente una inscripción gótica. Claro está
218 La importancia de estos datos ya fue dada a conocer aunque los cálculos que no hay prueba tern1inante en ninguno de los casos (López Monteagudo
todavía eran incompletos (Álvarez-Sanchís 1993b: 158). Es cie110 que la 1989: 15-16) y. vistas sus características morfológicas. no hay que descartar
información que se posee sobre estas piezas es muy escasa. Sin embargo, (1) la posibilidad de que se trate de esculturas antiguas, reutilizadas y trasla
se trata de piezas de las que existe constancia de su existencia, siendo refe- dadas de la Meseta a Galicia en la Edad Media.
224 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Fig. 86.-Distribución geográfica de la escultura ::,oomo1já.Se especifica su empla::,amiento original, respetando la división admi
nistrativa actual en provincias y municipios: l. Monterroso (Lugo); 2. Castro de Troíia. Puenteáreas (Pontevedra); 3. Castro de
Santa Tecla, La Guardia (Pontevedra); 4. Castro de Assunr,;ao, Barbeita (Minlw); 5. Castro de Pademe (Minho); 6. Castro de
Eirexairo o Vi/a de Sén, Bembibre (Orense); 7. Castro de Cabanca o Casteliíio. Castre/o do Val (Orense); 8. Castro de Florderrey
Vello (Orense); 9. Castro de Sabroso, Sande (Minho); JO. Agua Revés e Castro (Trás-os-Montes); JI. Castro de S. Brás ?, Torre
de Dona Chama (Trás-os-Montes); 12. Braganr,;a (Trás-os-Montes);13. Failde (Trás-os-Montes); 14. Parada de lnjánr,;oes (Trás
os-Montes); 15. Castro de Mau 7, Coelhoso (Trás-os-Montes); 16. Cerro Los Barreros, Sejas de Aliste (Zamora); 17. San Vitero
(Zamora); 18. Castro de Cadaval ?, Murr,;a de Panoias (Trás-os-Montes); 19. Santa Marinha do Zé::,ere (Douro Litoral); 20.
Paredes da Beira (Beira Alta); 21. Quinta da Ribeira. Tralhari::, (Trás-os-Montes); 22. Castro de Nuestra Senhora da Assunr,;ao,
Vi/a Flor (Trás-os-Montes); 23. Castro de Derruída ?, Vi/a Ve/ha da Sta. Cru::, da Vi/arica (Trás-os-Montes); 24. "Oliva! dos
Berroes"-Castro de Caber,;a Boa, Cabanas de Baixo (Trás-os-Montes); 25. Castro de Baleloeiro, Moncon,o (Trás-os-Montes); 26.
A�·oreira (Trás-os-Montes); 27. Quinta ele Sao Tiago, Ligares (Trás-os-Montes); 28. "Cabezo ele Corar,;eira"-Castro ele Santa
Luz/a, Freixo de Espaela-á-Cinta (Trás-os-Montes); 29. Castro de Santa Lu::,ia, Freixo ele fapaela-á-Cinta (Trás-os-Montes); 30.
Ma::,ouco (Trás-os-Montes); 31. "Caber,;o de Escouradal", Fomos (Trás-os-Montes); 32. Vi/a de Sinos (Trás-os-Montes); 33.
Masueco (Salamanca); 34. Castro de Castelar, Picote (Trás-os-Montes); 35. Castro Senhora do Monte ?, Duas lgrejas; 36.
Malhadas (Trás-os-Montes); 37. Castro de Fari::,a (Zamora); 38. Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora); 39.
Moral de Sayago (Zamora); 40. Abelón (Zamora); 41. Cerro de San Gil, Pino (Zamora); 42. Castro de Santiago. Villa/campo
(Zamora); 43. Campillo (Zamora); 44. Castro de San Esteban. Muelas del Pan (Zamora); 45. San Pe/ayo, A/mara::, de Duero
(Zamora);46. Madridanos (Zamora);47.Finca ElAlba, Villala::,án (Zamora);48. Toro (Zamora);49. Castro de Tare/ajos (Burgos);
50. Castro de Lara ele los Infantes (Burgos); 51. Sepúlveda (Segovia); 52. Torrelaguna (Madrid), aunque trasladada desde Ávila;
53. Segovia; 54. Coca; 55. Arévalo (Ávila); 56. San Juan de la Torre. Bemuy-Zapardiel (Ávila); 57. Papatrigo (Ávila); 58. El Oso
(Ávila); 59. Santo Domingo de las Posadas (Ávila); 60.Alquería Los Ye::,gos, Sto. Domingo de las Posadas (Ávila); 61. Mingorría
(Ávila); 62. Castro de Las Cogotas, Cardeizosa (Ávila); 63. Solana de Rioalmar (Ávila); 64. Mirueiia de los lnfan::,ones (Ávila); 65.
Narrillos del Rebollar (Á1•ila); 66. Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín de la Sierra (Ávila); 67. "El Palomar"-Castro de
La Mesa de Miranda, Chamartín de la Sierra (Ávila); 68. "Puente Mwiochas"-Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín de la
Sierra (Ávila); 69. "Las Moras", Narrillos de S. Leonardo (Ávila);70. Narrillos de San Leonardo (Ávila); 71. Vicolo::,ano (Ávila);
72. Finca de la Torre de Pedro Serrano, Martiherrero (Ávila); 73. Finca Flor de Rosa. Martiherrero (Ávila); 74. Finca de San
Miguel de las Viñas, Martiherrero (Ávila); 75. El Palomar o El Palomarejo, Martiherrero (Ávila); 76. Ávila; 77. Dehesa de
Bascarrabal (Ávila); 78. El Fresno (Ávila); 79. Finca La Sema, Bemuy-Salinero (Ávila); 80. Dehesa de la Alameda Alta,
Tomadi::,os (Ávila); 81. Cerro de los GarduÍ1os, Tomadi::,os (Ávila); 82. Dehesa de la Fresneda, Tomadiws (Ávila); 83. Dehesa ele
Guterreí'ío, Ávila; 84. Finca Gemiguel, Riofrío (Ávila); 85. Cebreros (Ávila); 86. Cercado de los Toros de Guisando. El Tiemblo
(Ávila);87. El Barraco (Ávila); 88. San Juan de la Nava (Ávila);89. Dehesa ele la Pavona, Riofrío (Ávila); 90. Finca Las Suertes,
Sotalvo (Ávila); 91. "Fuente del Oso" -Castro de Ulaca, Solosanclw (Ávila); 92. Villaviciosa (Ávila); 93. Santa María del Arrovo
(Ávila);94. Mwiogalindo (Ávila);95. "Campo del Toro". Mwiogalindo (Ávila);96. Muiiochas (Ávila);97. Finca de la Huerta del
Arroyo, Padiernos (Ávila);98. Muíiana (Ávila); 99. Villatoro (Ávila); 100. Los Tejares, Villanueva del Campillo (Ávila);101. Val
de Comeja, Bonilla de la Sierra (Ávila); 102. "La Romarina", San Miguel de Serre::,uela (Ávila);103. "Prado del Tmv"-Cerro del
Berrueco. El Tejado (Salamanca); 104. Las Paredejas-Cerro del Berrueco, Medinilla (Ávila); 105. SantibáÍ1e::, de Béjar
(Salamanca); 106. Palomares (Salamanca); 107. Monleón (Salamanca); 108. Berrocal de Salmtierra (Salamanca); 109.
Larrodrigo (Salamanca); 1 JO. Tordillos (Salamanca); 111. "Los Lá::,aros", Membribe (Salamanca); 112.Salamanca;113. Robli::,a
de Cojos (Salamanca); 114. Dehesa del Berrocal ele Padiemo, Tabera ele Abajo (Salamanca); 115. Contiensa-Villannayor
(Salamanca); 116. Dehesa de O/millos, Ju::,bado (Salamanca), 117. Ledesma (Salamanca); l18. Valle del Cebón, Fuenlabrada
(Salamanca); l 19. Castro de Las Merchanas. Lumbrales (Salamanca); 120. Lumbrales (Salamanca); 121. "Molino caído", La
Redonda (Salamanca); 122. Ermita de San Andrés, Almofala (Beira Alta); 123. San Felices de los Gallegos (Salamanca); 124.
Castelo Mendo (Beira Alta); 125. Barquilla (Salamanca); 126. Gallegos de Argm1án (Salamanca); 127. Ciudad Rodrigo
(Salamanca); 128. Castro de lruelza, Fuenteguinaldo (Salamanca); 129. Pe11aparda (Salamanca); 130. Finca Retamar-El
Garrovillano, Alcántara (Cáceres);131. Finca La Bicha, Alcántara (Cáceres);132. Castro de Castillejo de la Orden (?),Alcántara
(Cáceres); 133. Finca Co::,uela, Coria ( Cáceres); 134. Montelzermoso ( Cáceres); 135. "Las Canchorras", Ahigal (Ccíceres); 136.
"El Cinojal", Ahigal (Cáceres);137. Finca Monte de Moheda, Cáparra (Ccíceres); L/8. Finca El Toro, Segura de Toro (Cáceres);
139. Bm1os de Montemayor (Cáceres); 140. Rebollar (Ccíceres); 141. Dehesa de Va/corchero, Plasencia (Cáceres); 142. Finca El
Castillejo, Malpartida de Plasencia (Ccíceres);143. Cerro del Verraco-Dehesa del Berrocal de Plasencia, Pasarán (Cáceres);144.
"La Estufa", Jaraí::, de la Vera (Cáceres); 145. Santuario de Nuestra Se11ora de Chilla. Candelecla (Ávila); 146. Castro del
Castillejo de Chilla, Cancleleda (Ávila); 147. "El Cercado"-Castro de El Raso. Candeleda (Ávila); 148. Pantano del Rosarito
Castro de El Raso, Candeleda (Ávila);149. A/mara::, (Cáceres);150. Talavera la Vieja (Cáceres);151. Dehesa la Oliva, Villar del
Pee/roso (Cáceres); 152. Valdelacasa de Tajo (Cáceres); 153. Valle del Verraco, Villar del Pedroso (Cáceres); 154. Dehesa El
Tocona!, Carrascalejo de la Jara (Cáceres);155. Vi llar del Pedroso (Cáceres); 156. Cerro del Toro Mocho-Dehesa la Oliva, Vil/ar
del Pee/roso (Cáceres); l57. Berrocal ejo (?) (Cáceres); l58.Valdeverdeja (Toledo);159. Cal::,ada de Oropesa (Toledo); 160.Finca
Valdepalacios, Oropesa-El Torrico (Toledo); 161. Torra/ha de Oropesa (Toledo); 162. Finca El Bercial, A/colea de Tajo (Toledo);
163.Caserío El Rincón. A/colea de Tajo (Toledo);164. Dehesa La Alcoba. Talavera de la Reina (Toledo);165. Tala vera la Nueva,
Talavera de la Reina (Toledo); 166. Talavera de la Reina (Toledo); 167. Castro de Castillo de Bayuela (Toledo); l 68. Lucillos
(Toledo); 169. Finca Santa Paula, Las Herencias (Toledo); 170. Finca El Gamito Alto, Las Herencias (Toledo); 171. Finca El
Cortijo. Alcaudete de la Jara (Toledo); 172. "Los Arenales", Torrecilla de la Jara (Toledo); 173. San Martín de Pusa (Toledo);
174. "Vega de los Caballeros", Puebla de Montalbán (Toledo); 175. "Cerro de las Tinc;jas", Gálve::, (Toledo): 176. Totanés
(Toledo); 177. Argés (Toledo); 178. "Toro del Hito", Madrigalejo (Cáceres); 179. Río Ruecas, Madrigalejo (Ccíceres); 180. Río
Tamuja-Castro de las Villasviejas del Tami(ja, Botija (Cáceres);181. Castro de Las Villasviejas del Tamuja, Botija (Cáceres); 182.
Trujillo (Cáceres); 183. "El Cementerio"-Finca Las Me::,quitas. Torrequemada (Cáceres); 184. Cáceres; 185. Arroyo de la Lu::,
(Cáceres); 186. El Canchal del Corchero, Valencia de Alcántara (Cáceres); 187. Man'ao (Beira Baja).
LOS VERRACOS 225
Serrano 1985). Como es natural, se han valorado aque toros (142) y cerdos (110), se han eliminado 80227 al con
llos rasgos que más fácilmente pueden detectarse en la servar menos de la mitad del total de variables utilizadas
factura de la pieza y cuya presencia o ausencia expresa en este estudio (20 en los toros y 18 en los cerdos). En
una determinada calidad en su ejecución. Hay atributos consecuencia se analizan 172 esculturas, casi el 70% de
que son exclusivos de cada especie, hecho que facilita la la población susceptible de análisis (Fig. 88).
adscripción de ejemplares no conservados en su integri Las esculturas de toro son las más numerosas. Hemos
dad. Todos los rasgos poseen "a priori" el mismo valor seleccionado 100 ejemplares (Fig. 89 y Apéndice II),
matemático en cuanto indicadores morfológicos. Nin entre completos y fragmentados, que conservan más de
guno tiene, en consecuencia, mayor peso estilístico. la mitad de los caracteres utilizados. La morfología de
Hemos optado por los siguientes criterios: las piezas está constituida por veinte variables, con sus
- La información sobre los datos cuantitativos (lon correspondientes estados:
gitud, anchura y altura) se ha basado en los ejemplares
1. Longitud:
más completos, recurriéndose en los menos fragmenta
(1) Menor de 80 cms.
dos a una comparación relativa con las piezas anterio
(2) Entre 80 cms. y 1,40 ms.
res222.
(3) Entre 1,40 ms. y 2 ms.
- Se ha procurado que la presencia de una determi (4) Más de 2 ms.
nada variable no fuera incompatible con otras223 .
2. Anchura:
Tampoco se han tenido en cuenta aquellas variables que,
(1) Menor de 30 cms.
por su escasa representación, tenderían a desviar los
(2) Entre 30 y 50 cms.
resultados22".
(3) Entre 50 y 70 cms.
- Se han excluido del análisis las cabezas zoomorfas (4) Más de 70 cms.
exentas, características del NO. de la Península, pues su
3. Altura:
composición no permite una comparación con el resto de
( 1) Menor de 50 cms.
la serie.
(2) Entre 50 cms. y 1 m.
- En algunos casos la fragmentación del material nos (3) Más de 1 m.
obliga a prescindir de bastantes piezas, dado que sus
4. Tipo de Pedestal228:
datos eran escasos y llevarían a una sobrecarga inútil de
(1) Pedestal con soporte lateral en extremidades
información. Al no disponer de un amplio conjunto ho
delanteras y/o traseras.
mogéneo que conserve todos los rasgos y para que las
(2) Pedestal con soporte central.
comparaciones sean significativas desde el punto de vista
(3) Pedestal macizo. No presenta calado el espa
estadístico, se impone deshechar las esculturas más
cio comprendido entre el vientre y la basa.
incompletas. (4) Pedestal sin soporte. Sólo presenta la basa.
De las 395 esculturas catalogadas (Apéndice 1), la
5. Representación de la cara superior del tronco
caracterización cuantitativa es como sigue: 142 toros y (morrillo, espinazo y grupa):
11O cerdos de cuerpo entero, 19 cabezas zoomorfas de (1) No diferenciado. El plano forma una línea recta.
tipo exento, 89 piezas desaparecidas pero de cuya exis (2) Diferenciado. El plano forma un ángulo con vér-
tencia hay noticias fidedignas225 , 27 esculturas inclasifi tice en la cruz, entre el morrillo y el espinazo.
cables, dado que su grado de conservación ni siquiera (3) Diferenciado. El plano es convexo-cóncavo
permite adscribirlas a una de las dos especies considera convexo, correspondiendo las convexidades al
das, y 8 piezas inacabadas o dudosas226. De las 252 escul morrillo y grupa y la concavidad al espinazo.
turas de cuerpo entero actualmente documentadas, entre
(El Periódico fa/remadura, 19 de Abril de 1995: 48). Retamar (Alcán
222
Sobre todo cuando se trata de calcular la longitud, básicamente en aque tara) (Montano 1987: 44). Castillejo de Chilla y Solana de Rioalmar. En
llos ejemplares que están fragmentados a la altura del cuello. La propor las cinco últimas su estado conservación es deplorable y apenas es posi
ción de la cabeza en relación al cuerpo. en las esculturas completas. osci ble discernir los rasgos básicos. lo que nos lleva incluso a cuestionar si
la entre 1/3 y 1/4. Teniendo en cuenta este dato, fue posible la recons se trata realmente de piezas. Mención aparte merece la escultura inaca
trucción hipotética del tamaño para una parte de los zoomorfos. bada de Torralba de Oropesa (López Monteagudo 1989: 104), que ele
'21 Por esta razón excluimos el perímetro abdominal de las esculturas. uno varía a nueve el cómputo total de estos ejemplares. La pieza está prácti
de los pmibles valores cuantitativos, pues no se podría aplicar a los camente completa, a excepción del plinto, habiendo sido seleccionada
ejemplares con pedestal macizo. es decir, aquellos casos en los que des para el análisis estadístico.
taca el hecho de no hallarse calado el espacio existente entre el vientre y 227 N o obstante. aproximadamente en el 15% de estas piezas se desconocen
la basa o plinto. sus características y estado actual de conservación, ya sea por la dificul
"24 Sería el caso. por ejemplo. de las piezas esculpidas en material distinto tad de acceder a su estudio. como ocurre en las esculturas de S. Martín
al granito. peculiaridad presente en seis esculturas: Villalazán (arenisca). de Pusa o Ahigal (Álvarez-Sanchís 1993b: 160 y nota 10). o bien al tra
Madridanos (arenisca), Almaraz de Duero (arenisca), Muelas del Pan tarse de noticias de muy reciente incorporación, por ejemplo los hallaz
(arenisca), Ai;oreira (selenita) y Lara de los Infantes (caliza). gos de El Fresno, El Barraca, Muñochas y el castro de Chilla en Ávila.
2'' De éstas. aproximadamente 19 toros, 40 cerdos y el resto sin adscripción Talavcra de la Reina en Toledo, y Madridanos y Villardiegua en Zamora.
conocida. '" Los pedestales están formados por dos elementos, la basa y los soportes
226 Esculturas de Fornas (López Monteagudo 1989: 109). Las Cogotas (Arias et alii 1986: 16-18). Debido a que las piezas conservadas presen
(Cardcñosa) (Álvarez-Sanchís 1993b: 159), Castillejo de la Orden tan basa, constituida por una plataforma de grosor variable, hay que
(Alcántara) (id. 1993: nota 10), San Mamede (Villardiegua de la Ribera) suponer que todas las fragmentadas, o la gran mayoría, también la tuvie
(id. 1993: 159-160). El Canchal del Corchero (Valencia de Alcántara) ran, aunque no siempre es posible determinar sus características.
226 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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1 Escultura zoomorfa i l
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Fig. 87.-Distribución geográfica de la escultura zaomo,fa (toros y verracos) atendiendo al número de ejemplares.
Escultura zoomorfa
160
140 .
120
100.
80 .
60 .
40 ,
20 .
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s_ e,-do- s - - es-a-pa-,e-ci- d-as�l n- c-l a-si-1 ,c- a b- l-es�-C-ab-e-za-s �-,n-a-ca_ b_ad_a_s �
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70
60.
50.
40,
30
20
10
Analizadas Resto
Fig. 88.-Cuantificación general de la escultura zoomo,fa y población analizada en relación al total de toros y verracos que
se conservan,
15, Organos genitales: Se han seleccionado 72 esculturas de cerdo (Fig. 90 y
( 1) Indicados233 , Apéndice II), entre completos y fragmentados, que con
(2) No indicados. servan más de la mitad de los caracteres utilizados. La
16, Antebrazos delanteros: morfología de las piezas está constituida por dieciocho
(1) Indicados. variables, con sus correspondientes estados:
(2) No indicados. 1. Longitud:
17, Rodillas delanteras: (1) Menor de 75 cms.
(1) Indicadas. (2) Entre 75 cms. y 1,50 ms.
(2) No indicadas. (3) Más de 1,50 ms.
18, Antebrazos traseros: 2. Anchura:
(1) Indicados. (1) Menor de 25 cms.
(2) No indicados. (2) Entre 25 y 50 cms.
(3) Más de 50 cms.
19, Rodillas traseras:
(1) Indicadas. 3. Altura:
(2) No indicadas. (1) Menor de 50 cms.
(2) Entre 50 cms. y 1 m.
20. Pezuñas:
(3) Más de 1 m.
(]) Indicadas.
(2) No indicadas. 4. Tipo de Pedestal:
(1) Pedestal con soporte en extremidades delan
2
" Puede aparecer representado el pene, lo;, testículos, o ambos a la vez. teras y/o traseras.
228 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
f •90
• 88
■ Tipo 1
_.95 O Tipo 2
9
_.1
•
e Tipo 3
91
O Tipo 4
• Tipo 5
76
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82 84 24
■ ■ ■
42
80 71
■ ■ 9■3
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87
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23
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■ 25
86 5 63 0
O ■ ■ 39 ■ 7
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• 50•º � 1r º9 27 53 46 •
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B1 A1 D4
02 H1 J1
D2
G2 M1 E3
K2 A4
11
N4 B4
S2 C3
P2 N1 F1
R2 E1 R1
02 L2 P1 U1 L1
12 G1 B3 N2 T1
H2
J2 M2 01
A3
T2 S1
K1 D1
N3
E2
B2
K3
F2 A2
D3 C2
Fig. 89.-Resultados del análisis factorial de correspondencias de 100 esculturas de toros definidas por 51 estados de varia
bles cuantitativas y cualitativas (vid. Apéndice 11).
En el diagrama superior se han representado las esculturas: 1-2. Arévalo, 3-19. Ávila, 20-22. Bernuy-Salinero, 23-25.
Cardeñosa, 26-27. Chamartín de la Sierra, 28-31. Martiherrero, 32-33. Muíiogalindo, 34. Narrillos de San Leonardo, 35.
Padiernos, 36. Papatrigo, 37-38.Riofrío, 39. San Miguel de Serrezuela, 40. Santa María del Arroyo, 41. Santo Domingo de las
Posadas, 42. Solosancho, 43-45. Sotalvo, 46-49. El Tiemblo, 50-69. Tornadizos de Ávila, 70. Vicolo-::,ano, 71. Villanueva del
Campillo, 72-73. Villatoro, 74. Villaviciosa, 75. Lara de los infantes, 76. Botija, 77. Madrigalejo, 78. Segura de Toro, 79. Santa
Marinha do Zezere, 80. Fuenteguinaldo, 81. Ju-::,bado, 82. Salamanca, 83. Tabera de Abajo, 84. Segovia, 85. Castillo ele
Rayuela, 86. Puebla ele Montalbán, 87. Totanés, 88. Freixo ele Espada-á-Cinta, 89. Parada de lnfan�·oes, 90. Ligares, 91. Vi/a
de Sinos, 92. Muelas del Pan, 93. San Vitero, 94. Toro, 95-99. Villa/campo, 100. Villardiegua de laRibera.
En el diagrama inferior se han representado los estados de variables, según los siguientes códigos: Al. Longitud menor de 80
cm., A2. Longitud entre 80-140 cm., A3. Longitud entre 140-200 cm., A4. Longitud superior a 2 m., Bl. Anchura inferior a 30
cm., B2. Anchura entre 30-50 cm., B3. Anchura entre 50-70 cm., B4. Anchura superior a 70 cm., CI. Altura inferior a 50 cm.,
C2. Altura entre 50-100 cm., C3. Altura mayor de 1 metro, DI. Pedestal con soporte lateral, D2. Pedestal con soporte central,
D3. Pedestal maciza, D4. Pedestal sin soporte, El. Tronco recto 110 diferenciado, E2. Tronco diferenciado con vértice en la cruz,
E3. Tronco d(ferenciado convexo-cóncavo-convexo, FI. Testuz indicada, F2. Testu-::, 110 indicada, Gl. Mand(bula indicada, G2.
Mandíbula no indicada, Hl. Orejas indicadas, H2. Orejas no indicadas, 11. Cornamenta indicada, 12. Cornamenta no indica
da, JI. Ojos indicados, 12. Ojos no indicados, KI. Papada de perfil recto, K2. Papada de perfil cóncavo, K3. Papada de perfil
convexo, LI. Tablas indicadas, L2. Tablas no indicadas, Mi. Espinazo indicado, M2. Espinaza no indicado, NI.Rabo sobre el
anca derecha, N2.Rabo sobre el anca i-::,quierda, N3.Rabo recto, N4.Rabo no indicado, 01. Sexo indicado, 02. Sexo no indi
cado, P J. Antebrazos delanteros indicados, P2. Antebrazas delanteros no indicados, Ql.Rodillas delanteras indicadas, Q2.
Rodillas delanteras no indicadas,RI. Antebrazas traseros indicados,R2. Antebrazos traseros no indicados, SI.Rodillas tra
seras indicadas, S2.Rodillas traseras no indicadas, TI. Pezuiias indicadas, T 2. Pezuiias no indicadas.
LOS VERRACOS 229
(2) Pedestal sin soporte. Sólo presenta la nes que se establece entre los verracos y los atributos,
basa. que en una base de datos no es posible reconocer. Los
5. Representación de la cara anterior de la cabeza resultados se pueden presentar en un sistema cartesia
(Frente, Cara y Jeta): no de dos ejes, indicando posibles tendencias así como
(1) Diferenciada respecto al dorso. Describe un relaciones de agrupamiento. Otra de las ventajas de
perfil recto o ligeramente convexo. algunos de estos métodos es la posibilidad de mostrar
(2) Diferenciada respecto al dorso. Describe un posibles tendencias seriales, es decir, cronológicas
perfil cóncavo desde la frente hasta la jeta. (Fernández Martínez 1985; Orton 1988), lo que es
(3) No diferenciada. La línea del dorso o espina especialmente interesante para el tema que tratamos.
zo se prolonga hasta la jeta. El método utilizado es lo que se ha dado en llamar
6. Orejas: "Análisis Factorial de Correspondencias"234. La prin
(1) Indicadas. cipal ventaja de este método es que incluye en un
(2) No indicadas. mismo diagrama las variables (atributos) y los casos
(esculturas). Por tanto el análisis no sólo establece la
7. Mandíbula:
correlación que existe en los primeros sino, y lo que es
(1) Indicada.
más importante, las que éstas tienen con los casos
(2) No indicada.
(Figs. 89-90).
8. Colmillos:
Como hemos visto, cada escultura era definida
(1) Indicados.
mediante 20 variables o atributos, en el caso de los
(2) No indicados.
toros, y 18 en el caso de los cerdos. Para cada una de
9. Ojos: estas variables existían varios estados, que codificamos
(1) Indicados. mediante números distintos. Sin embargo, debido a las
(2) No indicados. características del programa utilizado, los atributos
10. Espinazo: tuvieron que convertirse en dicotómicos: es decir, cada
(1) Indicado. estado de variable se convirtió en una variable en sí
(2) No indicado. misma, con un estado de presencia y otro de ausencia,
11. Rabo: indicados por " l " y "O". Por ejemplo en los toros, el
(1) Indicado. atributo "tipo de pedestal", que presentaba cuatro posi
(2) No indicado. bilidades, se convierte en cuatro variables dicotómicas,
12. Organos genitales: de modo que si una escultura presenta un pedestal del
(1) Indicados. tipo 3 (macizo), se representará por "0010", si es del
(2) No indicados. tipo 2 (con soporte central) por "O100", y así sucesiva
mente. El sistema también es similar para las variables
13. Posición de las extremidades:
numéricas (longitud, anchura y altura). Estas adoptan
(1) Delanteras y traseras estáticas, perpendicula
valores fijos que hemos convertido en intervalos. Por
res a la base del plinto.
ejemplo en ambas especies la altura se organizaba en
(2) Delanteras y/o traseras en posición avanzada
tres estados: (1) menos de 50 cms., (2) entre 50 cms. y
o de acometida.
1 m., y (3) más de 1 m., de modo que cada intervalo se
14. Antebrazos delanteros: convierte en una variable dicotómica, con un estado de
(1) Indicados. presencia y otro de ausencia. Si la pieza en cuestión
(2) No indicados. supera el metro de altura, entonces se representará
15. Rodillas delanteras: como "001" (véase Apéndice II).
(]) Indicadas.
(2) No indicadas. 214 Se trata de un método de "'reducción de datos•·. desde un espacio
16. Jamones: multidimensional a otro más pequeño (Fernández Martínez y García
de la Fuente 1991: 125 ss.); es decir, lo que se pretende es mostrar
(1) Indicados. las esculturas y los atributos que hemos seleccionado en una base de
(2) No indicados. datos como puntos de un espacio constituído por dos ejes. Los prin
cipios teóricos de este sistema son similares a los del Análisis de
17. Corvejones: Componentes Principales (ACP)(Orton 1988: 60) pero con la parti
(1) Indicados. cularidad matemática de que la distancia entre casos y variables no
utiliza el coeficiente '"r" de Pearson o la covarianza, sino la métrica
(2) No indicados. del chi-cuadrado (Fernández Martínez y García de la Fuente 1991:
l 26). Aquí se sigue el sistema desarrollado por Benzecri (1973), si
18. Pezuñas: bien existían estudios parecidos en el ámbito anglosajón desde los
(1) Indicadas. años treinta (Greenacre 1981). El programa utilizado fue el AFC,
(2) No indicadas. desarrollado en Basic por Foucart (1982) y adaptado para un PC
compatible por el Dr. Fernández Martínez (Universidad Com
Al realizar un estudio de estas características un plutense). Algunos ejemplos de la aplicación del Análisis de Corres
pondencias en arqueología pueden verse en Bolviken et alii (1982),
sistema eficaz son los análisis estadísticos multiva Ringrose (1988) así como en Fernández Martínez y García de la
riantes. El objetivo es clarificar el sistema de relacio- Fuente (1991).
230 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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11
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C2
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¡B2 A2
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Fig. 90.-Resultados del análisis factorial de correspondencias de 72 esculturas de cerdos definidas por 40 estados de varia
bles cuantitativas y cualitativas (vid. Apéndice 11).
En el diagrama superior se han representado las esculturas: 1-7. Ávila, 8-9. Cardeiiosa, 10. Mingorría, 11. El Oso, 12. Tonzadi;:,os
de Ávila, 13. Vicolo::,ano, 14. Vil/atoro, 15-16. Almofala, 17-18. Castelo Menda, 19. Paredes da Beira, 20-21. Botija, 22. Cáceres,
23. Cáparra, 24. Carrascalejo de la Jara, 25. Coria, 26. Madrigalejo, 27. Torrequemada, 28. Valdelacasa de Tajo, 29-30. Vi/lar
del Pedroso, 31. CiudadRodrigo, 32. Gallegos de Argafián, 33. LaRedonda, 34. Larrodrigo, 35. Ledesma, 36-37. Lumbrales, 38.
Masueco, 39. San Felices de los Gallegos, 40. Coca, 41-42. Segovia, 43-44. A/colea de Tajo, 45. Oropesa, 46-48. Torra/ha de
Oropesa, 49. Aroreira, 50. Braganra, 51-54. Cabanas de Baixo, 55. Duas lgrejas, 56. Failde, 57-64. Freixo de Espada-á-Cinta,
65. Ligares, 66. Murra de Panoias, 67. Picote, 68. Torre de Dona Chama, 69-70. Vi/a de Sinos, 71. Vi/a Flor, 72. Villala-:,án.
En el diagrama inferior se han representado los estados de variables, según los siguientes códigos: Al. Longitud menor de 75
cm., A2. Longitud entre 75-150 cm., A3. Longitud superior a 150 cm., Bl. Anchura inferior a 25 cm., B2. Anchura entre 25-50
cm., B3. Anchura superior a 50 cm., CI. Altura inferior a 50 cm., C2. Altura entre 50-100 cm., C3. Altura mayor de 1 metro,
Di. Pedestal con soporte lateral, D2. Pedestal sin soporte, El. Cara diferenciada con perfil recto, E2. Cara diferenciada con
pe,fil cóncavo, E3. Cara no diferenciada, Fl. Orejas indicadas, F2. Orejas no indicadas, Gl. Mandi1ntla indicada, G2.
Mand{bu!a no indicada, Hl. Colmillos indicados, H2. Colmillos no indicados, 11. Ojos indicados, 12. Ojos no indicados, Jl.
Espinazo indicado, 12. Espinazo no indicado, Kl.Rabo indicado, K2.Rabo no indicado, LI. Sexo indicado, L2. Sexo 110 indi
cado, MI. Extremidades estáticas, M2. Extremidades en posición avanzada, NI. Antebra::.os delanteros indicados, N2.
Antebrazos delanteros no indicados, 01.Rodillas delanteras indicadas, 02.Rodillas delanteras no indicadas, P l. Jamones
indicados, P2. Jamones no indicados, Ql. Corvejones indicados, Q2. Corvejones no indicados,Rl. Pe::.uiias indicadas,R2.
Pezufias no indicadas.
LOS VERRACOS 231
piezas se corresponden, respectivamente, con los números 63, 64,69. 90, 239 Números 10,27. 31. 33,50,56. 70,76, 77, 89,91,119,124.132, 137,
I 10, I 16.120,121,122,123,128.152,193,224.244, 247,256,382,384 138,139, 153, 154,156,187,266 y 351 del catálogo general de la escul
y 392 del catálogo general de la escultura zoomorfa ( véase Apéndice [). tura zoomorfa (Apéndice !).
232 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TOROS (TIPO 1)
-111111:==:::::iso
o cm.
TOROS (TIPO 1)
Fig. 92.-Esculturas de toros de la provincia de Ávila (Tipo ]): l. Guisando,El Tiemblo; 2. "La Romarina ", San Miguel de
Serrezuela; 3. Muñogalindo.
234 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TOROS (TIPO 1)
--c::=:::::::i50 cm
o
Fig. 93.-Esculturas de toros (Tipo 1 ): l. Dehesa del Berrocal de Padierno. Tabera de Abajo (Salamanca); 2. Salamanca; 3.
"Los Tejares", Villanueva del Campillo (Ávila).
LOS VERRACOS 235
TOROS (TIPO 1)
1
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Fig. 94.-Esculturas de toros (Tipo 1 ): l. To,v; 2. Segovia; 3. "Fuente del Oso "-Ulaca, Solosancho (Ávila); 4. Castro de Las
Cogotas, CardeFíosa (Ávila); 5. "El Palomar"-Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín de la Sierra (Ávila).
236 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TOROS (TIPO 1)
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Fig. 95.-Esculturas de toros (Tipo]): l. Finca El Toro, Segura de Toro (Cáceres); 2. Talavera la Vieja (Cáceres); 3. San Vitero
(Zamora); 4. Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora); 5. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizos (Ávila).
LOS VERRACOS 237
El plano que forma la cara superior del tronco suele En el 75% de los ejemplares la línea del dorso continúa
aparecer diferenciado, formando un ángulo con vértice prácticamente plana hasta la testuz, por tanto paralela a la
en la cruz, entre el morrillo y el espinazo, de modo que basa del pedestal; en el resto la cara superior del tronco apa
está ligeramente sobreelevada. Excepcionalmente apare rece ligeramente diferenciada. Como consecuencia de lo
cen ejemplares con la línea del dorso prolongada hasta la anterior, cabeza y cuello apenas se individualizan del cuer
cabeza, sin solución de continuidad. Reúne este grupo po, hecho diferencial en la caracterización del grupo, hasta
algunos ejemplares de gran calidad escultórica. En gene el punto de que los rasgos que conforman la cabeza apenas
ral, la cabeza aparece bien individualizada del resto del se limitan a indicar la testuz y las mandíbulas. Las orejas, la
cuerpo, marcándose con esmero la testuz, mandíbula y cornamenta y las tablas del cuello no se representan2-12•
orejas. Otro rasgo característico es el tipo de pedestal. El También aparecen los primeros ejemplares asexuados. Por
74% de los ejemplares descansa sobre un pedestal con el contrario, destaca una pronunciada papada cuyo perfil
soporte lateral, en extremidades delanteras y/o traseras. confirma la tendencia que se intuía en el tipo anterior, recta
El resto se apoya simplemente en la basa. en más de la mitad de las piezas que la conservan (53%),
Por afinidad de atributos los toros de este grupo mues seguida de las convexas (26%). Respecto al pedestal, en el
tran concomitancias con las grandes piezas del tipo 1, en 61% de las esculturas las extremidades apoyan directamen
particular del subgrupo b, aunque el índice de representa te sobre la basa y en el resto resaltan lateralmente del blo
ción es menor. Este es un aspecto significativo pues pro que en el que fue esculpido cada par. Apenas se esbozan,
porciona una pauta en la evolución estilística, máxime si, constituyendo dos bloques prácticamente indivisos que
como iremos viendo, la caracterización anatómica decre conectan con la peana. Sólo en menor medida se advierten
ce a medida que las dimensiones de las piezas son más las rodillas (30%) o los antebrazos (35%).
pequeñas. Es por ejemplo el caso de los cuernos (en el Puede señalarse la personalidad que ofrecen los toros
38% de las esculturas) y las tablas del cuello (26%). La de la cuenca del Duero, caracterizados por su esquema
papada describe un perfil cóncavo, en más de la mitad de tismo y la peculiar ejecución que ofrece la cabeza, muy
los ejemplares, coexistiendo con la variante recta (27%) y especialmente los hallados en los castros zamoranos de
en menor medida convexa (19% ). El rabo se representa en San Esteban (Muelas del Pan) y Santiago (Villalcampo)
casi todas las piezas, recto entre las extremidades o vuel (Fig. 100,16-18). Una ligera depresión deslinda la cabe
to sobre el anca derecha. Las extremidades en general za del cuerpo, dibujando un arco desde la testuz hasta el
están bien esbozadas, sobre todo los antebrazos. antebrazo, rasgo que determina la papada y el arranque
Entre las piezas no incluidas en el análisis de corres de las extremidades. Vista de frente, la cabeza adquiere
pondencias, atribuiríamos a este grupo nuevos ejempla forma de trapecio invertido. Su estrechez recuerda a las
res de Ávila, Chamartín de la Sierra, Tornadizos, Tala esculturas del vecino castro de San Mamede, en
vera la Vieja (Cáceres) y Castillo de Bayuela. Las dimen Villardiegua de la Ribera, aunque ajenas al tipo243 •
siones de la escultura inacabada del castro de Las Co Entre las esculturas no seleccionadas, atribuiríamos a
gotas (Álvarez-Sanchís 1993b: 159) y el reciente hallaz este tipo los ejemplares de Ávila, Gálvez (Toledo),
go de Valencia de Alcántara se ajustan también a la tipi Muelas del Pan y la escultura a medio hacer de San
ficación del conjunto; no obstante sólo presentan esboza Mamede (Villardiegua, Zamora)2-l-l.
dos los perfiles, por lo que no permiten mayores preci
siones 2-10.
- Tipo 4 (Figs. 101 y 102,1-10). Conjunto muy unifor
- Tipo 3 (Figs. 98,10-11 a 100). Conjunto de toros me de toros, de dimensiones más exiguas, aproximadamen
de menor tamaño, aproximadamente entre 90 cms. y 1,50 te entre 80 cms. y 1,35 ms., aunque la mayor parte de los
ms. de longitud, caracterizado por una mayor simplici ejemplares apenas supera el metro de longitud. Las escultu
dad en la ejecución de sus rasgos. Las esculturas desta ras destacan ante todo por su geometrización, con perfiles
can por una tendencia a fo1mas menos redondeadas, por rectos y rasgos apenas esbozados. Lo integran las piezas
tanto más cúbicas y geométricas, con dominio de los per abulenses de Arévalo (2), Ávila capital (3, 5), Dehesa de
files rectos. Lo integran las piezas abulenses de Arévalo Guterreño en el mismo término (13, 15, 16, 17),
(1), Ávila capital (4, 7, 8, 10), Dehesa de Guterreño en el Torrelaguna (19), Martiherrero (29), Papatrigo (36), Riofrío
mismo término (14, 18), Bernuy-Salinero (21 y 22), Pa (38), Santa María del Arroyo (40), Dehesa de La Fresneda
diernos (35), Riofrío (37), Santo Domingo de las Po en Tornadizos (51) y Dehesa de la Alameda Alta, también
sadas (41), Sotalvo (43, 44), Dehesa de la Alameda Alta en Tornadizos (56, 58, 59, 61, 65, 66, 67, 68 y 69)2-15•
en Tornadizos (52, 54, 55 y 60), Vicolozano (70), Juz
bado en Salamanca (81), Puebla de Montalbán (86) y "' A excepción del pequefio ejemplar de Totanés. cerca de Toledo capital.
Totanés en Toledo (87), y Muelas del Pan (92) y '"' Por ejemplo el pequefio toro aparecido recientemente (Martín García y
García Diego 1990: Fig. 12) que incluimos en el grupo 5, la cabeza exen
Villalcampo en Zamora (98)2-1 1• ta que hay que paralelizar con el círculo castrefio del NO. (Martín Valls
1974-75: 284), así como la gran escultura del tipo 1 conocida como "la
"º Números 14. 72. 148, 197, 267, 66 y 201 del catálogo general Mula" (id. 1974-75: 283), en la que estilísticamente parece inspirarse.
(Apéndice [). m Números 13,15, 16,42,270,378 y 395 del catálogo general (Apéndice 1).
"' Números L 6, 12,21. 28, 36, 40, 51, 52, 95,97, 113, 117, I 18, 126, 129. '"' Números 2. 5, 8, 35, 37, 38, 39,46, 75, 96, 99, l 12, 125, 131, 133, 134,
130,135,150. 228,276, 290, 375 y 389 del catálogo general (Apéndice 1). 136. 140, 141, 142, 143 y 144 del catálogo general (Apéndice 1).
238 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TOROS (TIPO 2)
Fig. 96.-Esculturas de toros (Tipo 2): l. Parada de lnfwu,;oes (Trcís-os-Montes): 2. Ávila; 3. Castro de Castillo de Rayuela
(Toledo); 4. "Campo del Toro", Mw1ogalindo (Ávila); 5. Dehesa La Fresneda, Tornadi::.os (Ávila); 6. Ávila; 7. Sotalvo (Ávila);
8. Dehesa La Alameda Alta, Tornadi::.os (Ávila).
LOS VERRACOS 239
TOROS (TIPO 2)
2
-- '
,:......... ___ ... .,.�•
1
10
50cm
IIIIIIIIIIIIIIIIIIC:::::::::=I
Fig. 97.-Esculturas de toros de la provincia de Ávila (Tipo 2): l. El Paloma,; Martiherrero; 2. Narrillos de San Leonardo; 3-
5. Dehesa La Alameda Alta, Tornadi::,os; 6. Finca La Serna, Bemuy-Salinero; 7. Villaviciosa; 8 y JO. Ávila; 9. Pantano del
Rosarito-Castro ele El Raso, Cancleleda.
240 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TOROS (TIPO 2)
3
8 9
º-••==:::i
sa e m.
10
11
TOROS (TIPO 3) o
--c=::=i50cm.
Fig. 98.-Esculturas de toros (Tipo 2, números 1 a 9, y Tipo 3, números 10-11): l. "Puente Mwiochas"-La Mesa de Miranda,
Chamartín de la Sierra (Ávila); 2. Ávila; 3. Talavera la Vieja (Cáceres); 4. Castro de Castillo de Sayuela (Toledo); 5. Los
Garduíios, Tornadizas (Ávila); 6. "Toro del Hito", Madrigalejo (Cáceres); 7. "El Palomar", Martiherrero (Ávila); 8-9.
Villatoro (Ávila); JO. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizas (Ávila); 11. La Pavona, Riofrío (Ávila).
LOS VERRACOS 241
La cara superior del tronco no suele estar diferencia tencia de subtipos, dada su concentración geográfica y el
da, por lo que el dorso se prolonga prácticamente en esquematismo que caracteriza su diseño, lo que hace inne
línea recta o ligeramente abombado dándole forma de cesario dividirlas en categorías. Se adscriben a este tipo el
baúl, hasta la cabeza. Excepcionalmente, el plano se toro de Santa Marinha do Zezere (Douro Litoral) (79), los
inclina formando un ángulo con vértice en la cruz. La ejemplares trasmontanos de Cabezo de Cora<;eira en
cabeza apenas se individualiza del cuerpo, característica Freixo de Espada-a-Cinta (88), Ligares (90), Vila de Sinos
que ya apreciábamos en el grupo anterior, pero ahora la (91) y Villalcampo en Zamora (95, 96, 97, 99)2-l8•
geometría y el volumen cúbico de los rasgos es aún más Apenas se aprecia detalle anatómico alguno. Ciertos
acusada, sin apenas concesiones a la forma natural. ejemplares se encuentran muy desbastados y en una
Como en aquél, no se distinguen orejas, cuernos y arru parte la erosión ha llegado a borrar los posibles atribu
gas del cuello, y en éste, en el 50% de los casos la testuz tos, pero el número de ejemplos conservados es sufi
tampoco está indicada. La cara anterior de la cabeza es ciente para acreditar que la mayoría cumple la norma.
un plano vertical que forma ángulo recto con las mandí Los únicos detalles "naturalistas" se limitan a represen
bulas. Éstas destacan bien, a menudo más incisas que tar la testuz, cuando se conserva, y el espinazo, median
esculpidas, sin que ello influya en el carácter prismático te tenues incisiones o un pequeño resalte que recorre
de la pieza. Llama por otro lado la atención la represen
todo el lomo. El rabo aparece indicado sólo en la mitad
tación de la papada, bien marcada y mayoritariamente de
de la muestra, arrancando desde la espina dorsal y cru
perfil convexo (75%), cuando se conserva. Las extremi
zando sobre la grupa para descansar en el anca derecha.
dades, desde el arranque teórico de los antebrazos hasta
En general, el conjunto se concibe como pequeñas pie
la peana, forman un bloque indiferenciado, y sólo excep
zas prismáticas con rasgos muy simplificados. El plano
cionalmente aparecen delimitadas mediante incisión. La
del dorso es recto hasta la cabeza mientras que el pedes
parte posterior del animal constituye una superficie plana
tal, en los pocos casos que se conserva, carece de sopor
en la que se advierte el rabo, ligeramente en relieve o con
tes, por lo que las extremidades descansan directamente
pequeños trazos incisos, y vuelto sobre el costado, por lo
en la basa. Estas constituyen dos pequeños bloques de
general en el anca derecha. En ocasiones se representan
piedra. Antebrazos, rodillas y pezuñas no están indica
los testículos, pero casi la mitad de la muestra (47%) es
dos. En el 80% de los casos se trata de ejemplares ase
asexuada.
xuados249.
Aspecto esencial en la caracterización tipológica de
El grupo ostenta una gran homogeneidad en su distri
todo el grupo es el tipo de pedestal, que acentúa todavía
más el hermetismo del bloque: el espacio existente entre bución geográfica, en tierras de Zamora y NE. de Por
el vientre y el plinto no está calado, como se aprecia en tugal, concentradas sobre todo en la línea del Duero que
los grupos anteriores, sino macizo, formando un rehun sirve de frontera. Además, abundan las noticias referidas
dido rectangular. Como variante puede incluirse algún a la existencia de esculturas desaparecidas de pequeño
caso con la parte central rehundida pero ligeramente tamaño (Abelón, Fariza, Sejas de Aliste...) que nos remi
calada (Fig. 1 O 1, 12-13). La distribución de este grupo ten al mismo espacio. Dentro de las piezas no incluidas
ostenta un marcado carácter localista, en el valle de en este análisis, se adscribirían al tipo los pequeños toros
Amblés y en torno a la capital abulense2-l6. El conjunto de Ntra. Señora de Chilla (Candeleda, Ávila), Malhadas
fue sistematizado hace algunos años por Martín Valls (Trás-os-Montes), Madridanos, Muelas del Pan, Villar
(1974: 74 ss.). Entre las esculturas no seleccionadas, se diegua, y probablemente San Pelayo (Almaraz de Duero)
incluirían también en este tipo y en la misma provincia en Zamora25º.
los toros de Arévalo, El Barraco, Riofrío y la posible
escultura inacabada de Solana de Rioalmar2-l7• 2.2.2. Cerdos
TOROS (TIPO 3)
2
3 4
5 6
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(,,.:____ --·\ t.. � ....!.. ........ \-
O
--c::==::::i 50 cm.
10
11
12
Fig. 99.-Esculturas de toros (Tipo 3): l y 3. Finca Las Suertes, Sotalvo (Ávila); 2. Dehesa O/millos, Ju-::.bado (Salamanca); 4.
Totanés (Toledo); 5. Arévalo (Ávila); 6. Sto. Domingo ele las Posadas (Ávila); 7. Dehesa Guterreí'io (Ál'ila); 11-12. Finca La
Serna. Bemuy-Salinero (Ávila); 8. Finca La Huerta del Arroyo, ?adiemos (Ávila); 9. "El Palomar", Martiherrero (Ál'ila) (tipo
indeterminado ?); JO. Castro ele San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora) (tipo indeterminado ?).
LOS VERRACOS 243
TOROS (TIPO 3)
2
3
5 6
4
7
8 9
10
11
12
14 15
13
16 17 18
O
--c::=::::i 50cm
Fig. 100.-Esculturas de toros (Tipo 3): 1 y 4. Dehesa Guterreiio, Ávila; 2, 5 y 13. Dehesa La Alameda Alta, Tornadi-::,os (Ávila);
3, 7, 9, JO, 14 v 15. Ávila; 6. Cerrecín, Puebla de Mo11talbá11 (Toledo); 8. Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín de la
Sierra (Ál'ila); ·¡ l. Vicolo-::,ano (Ávila); 12. Gálve-::, (Toledo); 16 y 18. Castro de San Esteban, Muelas del Pan (Zamora); 17.
Castro de Santiago, Villalcampo (Zamora).
244 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
TOROS (TIPO 4)
2
5 6 7
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50cm
Fig. 101.-Esculturas de toros (Tipo 4): 1, 2, 4, 5, 7, 9 y 10. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizas (Ávila); 3. "El Palomar",
Martiherrero (Ávila); 6. Dehesa Guterrelio, Ávila; 8. Santa María del Arroyo (Ávila); 11. Ávila; 12. Dehesa La Fresneda,
Tornadizos (Ávila); 13. Torrelaguna (Madrid).
LOS VERRACOS 245
TOROS (TIPO 4)
3
5
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10
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TOROS (TIPO 5) o
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11 12 13
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Fig. 102.-Esculturas de toros (Tipo 4, números 1 a 1O, y Tipo 5, números 11 a 23): 1 y 8. La Alameda Alta, Tornadizos
(ÁFila); 2. Ávila; 3-5. Dehesa Guterreño, Ávila; 6. Gemiguel, Riofrío (Ávila); 7. Arévalo (Ávila); 9. Solana de Rioalmar
(Ávila); JO. Papatrigo (Ávila); 11. Vi/a de Sinos (Trás-os-Montes); 12. Ligares (Trás-os-Montes); 13. Santuario de Chilla,
Candeleda (Ávila); 14. Castro de Lara (Burgos); 15. Malhadas (Trás-os-Montes); 16. Sta. Marinha do Zézere (Douro
Litoral); 17. Madridanos (Zamora); 18. Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora); 19 y 21-23. Castro
de Santiago, Villa/campo (Zamora); 20. Castro de San Esteban, Muelas del Pan (Zamora).
246 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
mayor parte mide en torno a 1,70/1,80 ms. Lo integran Mingonfa, "Toro Mocho" en Villar del Pedroso. Ca
los cerdos abulenses de la capital (1, 2, 4, 5, 6), Dehesa rrascalejo de la Jara y Cáparra.
Bascarrabal en el mismo término (7), Las Cogotas (8), (c) El cuerpo del animal ostenta una labra más es
Mingorría (10), El Oso (11), Dehesa de la Alameda Alta quemática. Tienen todos ellos en común la forma de sus
en Tornadizos (12) y Vicolozano (13), así como Cáparra extremidades, levemente resaltadas pero prismáticas,
(23), Cairnscalejo de la Jara (24) y Villar del Pedroso reducidas prácticamente a dos bloques (Fig. 106,2). La
(30) en Cáceres, Ciudad Rodrigo (31), Gallegos de Ar población zoomorfa noroccidental es la que suministra
gañán (32), La Redonda (33), Ledesma (35) y Masueco los ejemplares de este tipo: Picote, Murc;a de Panoias.
(38) en Salamanca, Segovia (41 y 42), Torralba de Torre de Dona Chama, Braganc;a -extremadamente tosco
Oropesa (Toledo) (48) y las piezas trasmontanas de
(Fig. l 06,4)- Vila Flor, La Redonda, Masueco y Torralba
Bragarn;a (50), Murc;a de Panoias (66), Picote (67), Torre
de Oropesa. A excepción del primero (Fig. 105,8), con
de Dona Chama (68) y Vila Flor (71)252•
las extremidades dirigidas hacia adelante a la vez que
La cara anterior de la cabeza aparece bien indicada, en destacan separadas del bloque en el que se labró cada
el 77% de la muestra, diferenciando frente, cara y jeta. par, el resto ofrece la particularidad de no tener los
Indistintamente describe un perfil cóncavo o recto, aunque soportes laterales interpuestos entre las extremidades.
el primero suele asociarse a los ejemplares más completos por lo que apoyan directamente sobre la basa.
desde el punto de vista anatómico. La cresta raquídea o
Entre las esculturas no seleccionadas en el análisis de
espinazo aparece realzada, recorriendo el lomo y el cuello.
correspondencias, podríamos incluir en este apartado a
Igualmente característico son la representación de las ore
las piezas de Medinilla (Ávila), Talavera la Vieja (Cáce
jas (70%), ojos (90%) y corvejones (100%). La indicación
del sexo tampoco ofrece dudas. La simplicidad de los ras res), Talavera de la Reina (Toledo). Dehesa ele La Oliva
gos se va haciendo más acusada en los ejemplares perifé en Villar del Peclroso (Cáceres), Monleón (Salamanca).
ricos, sobre todo en el NO. de la Meseta. En dirección con Santibáñez ele Béjar (Salamanca), Alcauclete ele la Jara
trai·ia algunos cambios son evidentes, aunque de modo (Toledo) y Las Herencias (Toledo) 253• Las dimensiones
distinto. Estas tendencias resultan seguramente útiles de ele los verracos, salvo excepciones. oscilan en torno a
cara a presentar diversos subgrupos, pero siempre respe 1,70/1,80 ms., por lo que se ajustan a la tipificación del
tando los criterios básicos de tamaño que planteamos al conjunto. Por afinidad ele rasgos anatómicos. en los casos
comienzo de este apartado: que se han conservado, el conjunto se relacionaría con
los dos primeros subgrupos.
(a) Cerdos naturalistas en posición estática (véase
p.e. Figs. 103,3; 103,7 y 104). Reúne el conjunto de pie
zas más abundante. Sus caracteres se amoldan a las nor - Tipo 2 (Figs. 107 y 108). Grupo caracterizado por
mas que rigen las estatuas de toros de gran tamaño, con sus dimensiones medias o pequeñas y talla cuidada.
los que se relacionan geográfica y formalmente. Los ras aproximadamente entre 80 cms. y l .50 ms. ele longitud.
gos anatómicos están muy bien indicados. Es nota singu En general ofrecen las extremidades anteriores adelanta
lar a todos los ejemplares la indicación de las mandíbulas. das, en posición ele acometida o movimiento. A este tipo
Al efecto de naturalismo que producen, contribuye pertenecerían las esculturas ele Las Cogotas (9) y
mucho la labra de las extremidades, mm-cadas siempre Villatoro (14) en Ávila. Almofala (15 y 16) y Castelo
con esmero, en particular antebrazos y jamones, dando Menclo (17 y 18) en la Beira Alta, Botija (20 y 21).
sensación de volumen a la pieza. Cuando se conservan, Cáceres capital (22). Maclrigalejo (26), To1Tequemacla
también representan rodillas y pezuñas. Sólo en los ejem (27) y Villar del Peclroso (29) en Cáceres. castro ele Las
plares más completos el rabo está bien marcado y la línea Merchanas en Lumbrales (Salamanca) (36). Lumbrales
del dorso es ligeramente convexa o abombada. El 62 % pueblo (37), San Felices ele los Gallegos (Salamanca)
descansa sobre un pedestal con soportes laterales, el resto (39), Coca (Segovia) (40) y Torralba ele Oropesa (To
sólo presenta la basa. Una gran parte se concentra en ledo) (47)254•
territorio abulense -Ávila, Las Cogotas, El Oso,
Presentan la mayor parte de los rasgos anatómicos
Tornadizos, Vicolozano- además del verraco de Ledesma
considerados. La cabeza queda bien individualizada del
y los dos ejemplares de Segovia.
cuerpo, con las mandíbulas marcadas así como las orejas
(b) Cerdos naturalistas con las extremidades en posi típicas ele suiclo (70% ). En todos los casos se advierte el
ción adelantada (véase p.e. Figs. 103,6 y 105,1-4). Se espinazo a lo largo del dorso, destacando en la parte pos
distribuyen fundamentalmente en las provicias de terior el rabo y el sexo. En el 60% ele las piezas el plinto
Salamanca, Cáceres y occidente de Toledo. Al igual que se acompaña de soporte lateral, siempre en las extremi
sus congéneres abulenses, técnica y morfológicamente dades delanteras. Se aprecian con claridad antebrazos y
desarrollan los mismos rasgos. Componen este subgrupo jamones; los primeros a veces continúan en franja resal-
los ejemplares de Ciudad Rodrigo, Gallegos de Argañán,
2"Números 8+. 195. 279. 206. 2+0. 2+6. 260 y 272 del catálogo general
2" Se con-esponden con los números 11.17, 29.30. 32.3+.62. 85.9+.127. (Apéndice 1).
149, 182. 183. 205, 221. 226. 229, 231, 238, 257. 258, 286, 295. 350. ""Número,65.155.158, 159.160.161, 175.177.181.186.198.202.236.
35+. 356 y 367 del catálogo general (Apéndice 1). 237. 2+5. 25+ y 285 del catálogo general de esculturas !Apéndice 1).
LOS VERRACOS 247
CERDOS (TIPO 1)
01111111_.IIIIC==::iso cm.
Fig. 103.-Esculturas de cerdos (Tipo 1 ): l. Talavera la Vieja (Cáceres); 2. Las Paredejas-Cerro del Berrueco, Medinilla
(Ávila); 3 y 7. Ávila; 4. Masueco (Salamanca); 5. "Molino caído", La Redonda (Salamanca); 6. Ciudad Rodrigo (Salamanca);
8. Torralba de Oropesa (Toledo).
248 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
CERDOS (TIPO 1)
2
8
1
Fig. 104.-Esculturas de cerdos (Tipo ]): l.El Oso (Ávila); 2. Segovia; 3. Castro de Ntra. Senhora da Assunr;ao. Vila Flor
(Trás-os-Montes); 4. Castro de Las Cogotas, Cardeiiosa (Ávila); 5. Vicolozano (Ávila); 6. Villanueva (Ávila) (?); 7-8. Ávila.
LOS VERRACOS 249
CERDOS (TIPO 1)
2
6
5
8
7
o socm.
Fig. I 05.-Esculturas de cerdos (Tipo 1 ): l. Gallegos de Argaiián (Salamanca); 2. "Toro Mocho "-Dehesa La Oliva, Vil/ar del
Pedroso (Cáceres); 3. Talavera la Nueva. Talavera de la Reina (Toledo); 4. Mingorría (Ávila); 5. Torre de Dona Chama (Trás
os-Montes); 6. Torra/ha de Oropesa (Toledo); 7. Dehesa El Tocona!, Carrascalejo de la Jara (Cáceres); 8. Castro de Caste!Cll;
Picote (Trás-os-Montes).
250 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
o
lllllll!lllllllllll!IIIIC::=:::J50cm.
Fig. 106.-Esculturas de cerdos (Tipo 1): l. Ledesma (Salamanca); 2. Murra ele Panoias (Trás-os-Montes); 3. Dehesa ele
Bascarrabal, Á1·ila; 4. Bragwu:;a (Trás-os-Montes); 5. Segm·ia; 6. Finca El Cort(jo, Alcaudete de la Jara (Toledo); 7. Ávila; 8.
Dehesa La Alameda Alta, Tornacli;:,os (Ávila); 9. Monleón (Salamanca).
LOS VERRACOS 251
tada hasta el lomo. También se representan, si el estado de Baixo (51, 52. 53, 54), Failde (56) y Vila de Sinos
de conservación lo permite, las correspondientes rodi (70) 257_
llas. corvejones y pezuñas. Atendiendo a las dimensiones La cara anterior de la cabeza, si está diferenciada. es
y al modo de tallar la pieza se advierten dos grupos. que rectilínea. En otros acusa un mayor esquematismo; fren
tienen una relativa correspondencia desde el punto de te, cara y jeta no se individualizan. formando un mismo
vista geográfico: plano por lo que la línea del dorso puede prolongarse
(a) Esculturas de Las Merchanas, Lumbrales, San prácticamente hasta el morro. Uno de los aspectos más
Felices de los Gallegos, Las Cogotas, Villatoro, Coca, importantes en la caracterización anatómica del grupo
Almofala, Castelo Mendo, Torralba de Oropesa y Villar son las extremidades, anteriores y posteriores. Rara
del Pedroso (Fig. 107). Este conjunto meseteño guarda mente se esbozan. uniéndose a la basa casi sin solución
estrecha relación con el subgrupo b del tipo anterior, en de continuidad. Antebrazos, jamones, rodillas, corvejo
la postura avanzada de las extremidades y en la morfolo nes y pezuñas no suelen estar indicados. Los primeros,
gía de los rasgos, con la particularidad, sin embargo, de en ocasiones, pueden aparecer resaltados. Las patas sue
ofrecer dimensiones algo más exiguas, entre 1,20 y 1,40 len representarse en posición estática. Salvo una de las
ms. Los ejemplares portugueses, los más occidentales piezas de Alcolea de Tajo -con soporte lateral en las
del grupo y entre la población zoomorfa en general, tie extremidades- el resto apoya las patas directamente en la
nen las patas labradas de modo más somero. basa. Otro rasgo característico es la progresiva ausencia
(b) Los cerdos de Botija, Madrigalejo, Torreque de rabo (en el 78% de la muestra). ojos (60%) y mandí
mada y Cáceres, que vienen a ser, por añadidura, los bula (62%). En menor medida, este sería también el caso
más meridionales de los verracos conocidos hasta de la representación de las orejas, que faltan en casi la
ahora, constituyen uno de los conjuntos más completos mitad de las piezas. El 24% de los verracos de este tipo
desde el punto de vista morfológico (Fig. 108,11-15). son asexuados.
Las piezas son pequeñas, en torno al metro de longitud, En los ejemplares de Vila de Sinos, Failde y Cabanas
y, dado el cuidado que presentan en la talla, se ha dis de Baixo, así como en el verraco de Paredes da Beira, se
cutido una presumible influencia iberoturdetana (vid. aprecian algunas analogías que refuerzan la idea de un
inji·a). La cara anterior de la cabeza está individualiza taller local en el NE. de Portugal, dada su concentración
da respecto al dorso, con perfil recto y el hocico dife geográfica. Imitan en cierto modo a los verracos del tipo
renciado. Los ojos quedan bien indicados, a veces inci le, de la misma zona pero bastante más grandes. En
sos, así como el resto de los elementos que intervienen general la cabeza se talla con cierto esmero, con las ore
en la composición de la cabeza. Los antebrazos poste jas y mandíbulas marcadas. Como ocurre en el resto del
riores o jamones están muy resaltados, dando sensación grupo, las patas se reducen prácticamente a dos bloques
de volumen al vientre. sin diferenciar. aunque en este caso los corvejones que
Entre las piezas excluidas, se adscribirían al tipo las dan levemente resaltados.
esculturas del río Tamuja en Botija (Cáceres), Segura de Entre las esculturas no seleccionadas. se podrían
Toro (Cáceres), Coca (Segovia), Las Herencias (Toledo), incluir también las piezas de Ávila, Calzada de Oropesa
Torrecilla de la Jara (Toledo) y, tal vez, la pieza inacaba (Toledo), Talavera de la Reina (Toledo), y las trasmonta
da (?) del castro del Castillejo de la Orden (Alcántara, nas de Cabanas de Baixo, Coelhoso y Fornos258.
Cáceres)255. En general, su estado de conservación es
bastante deficiente y no hay que descartar la posibilidad - Tipo 4 (Fig. 110,8-20). Como en los toros del
de que alguna pieza fuera tallada con las extremidades en grupo 5, la caracterización del conjunto viene determina
posición parada o estática256 . da por su pequeño tamaño. entre 25 y 70 cms. de longi
tud, y la escasa representación de los rasgos anatómicos.
- Tipo 3 (Figs. 109 y 110,1-7). Conjunto también Una parte muy considerable se distribuyen en Trás-os
caracterizado por sus dimensiones medias o relativa Montes y Zamora, en las márgenes del Duero. Cons
mente pequeñas, entre 80 cms. y 1,40 ms. de longitud, tituido por las esculturas de Ávila (3), Aforeira (49),
pero de labra esquemática. Como se observa con relati Duas Igrejas (55), Castro de Santa Luzia en Freixo de
va frecuencia en estas representaciones, muy próximas Espada-a-Cinta (57, 58, 59, 60, 61. 62). Cabezo de
formalmente al grupo 3 de los toros. la talla es poco Corac;eira, también en Freixo (63 y 64). Ligares (65),
cuidada y geométrica. Comprende los verracos de Vila de Sinos (69) y Villalazán en Zamora (72)259.
Paredes da Beira (Beira Alta) (19), Coria (Cáceres) Apenas se aprecia detalle anatómico alguno. Algunas
(25), Valdelacasa de Tajo (Cáceres) (28), Larrodrigo piezas están muy deterioradas. lógicamente condiciona
(Salamanca) (34), Alcolea de Tajo (Toledo) (43 y 44). das por su tamaño. Pero queda claro en las mejor con-
Oropesa (Toledo) (45) y las trasmontanas de Cabanas
"'Números 162. 18+. 200. 230. 261. 262,275.296, 299. 300,301. 31+ y
'" Números 176. 179, 194. 253, 255, 271. 288 y 170 del catálogo 366 del catálogo (Apéndice!).
( Apéndice 1). "' Número, 9. 265,281.297.298. 312 y 315 del catálogo (Apéndice 1).
"" En el jabalí de Madrigalejo faltan gran parte de las extremidades. aún así "" Números 23,292.313. 316.317,319.322.32+,325. 333.3+4, 3+5.358
no hay que excluir esto último pese al parecido que tiene con el resto. y 385 del catálogo general (Apéndice 1).
252 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
2
1
... ___ _
\
\
7 8
9
10
cm.
Fig. 107.-Esculturas de cerdos (Tipo 2): l. Castro de Las Merchanas, Lumbrales (Salamanca); 2. Lumbrales (Salamanca); 3
y 7. Ermita de San Andrés, Almofala (Beira Alta); 4. San Felices de los Gallegos (Salamanca); 5-6. Castelo Mendo (Beira Alta);
8. Coca (Segovia); 9. Vi/lar del Pee/roso (Cáceres); 10. Torrecilla de la Jara (Toledo).
LOS VERRACOS 253
CERDOS (TIPO 2)
2
1
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1
, _______ ,
: 1
:,___ - _.
1) 1 :
5 7
6
·--------�-
1
1
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8
9
11
12
14
15
16
O -=====::::J
50 e m.
Bll1111111
Fig. 108.-Escultums de cerdos (Tipo 2): 1 y 9. Coca (Segovia); 2. Villatoro (Ávila); 3. El Gamito Alto, Las Herencias (Toledo);
4. Segura de Toro (Cáceres); 5. Castillejo de la Orden, Alcántara (Cáceres) ( ?); 6. Castro de Las Cogotas, Cardeñosa (Ál'ila); 7.
Jaraí::, de la Vera (Cáceres); 8. Torrecilla de la Jara (Toledo); 10. Torralba de Oropesa (Toledo); 11. Las Me::,quitas, Torrequemada
(Cáceres); 12. Madrigalejo (Cáceres); 13-14 y 16. Castro de Las Villasl'iejas del Tamuja, Bot!ja (Cáceres); 15. Cáceres.
254 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
servadas que se trata de esculturas muy esquemáticas. Su 103,8), aun estando inacabada, guardaría estrecha relación
traza es sumaria. La pieza se corta en planos casi rectos, con los grandes suidos del primer tipo. Presenta una especie
acusándose si acaso la cabeza; a veces una tenue incisión de soporte central entre el vientre y la peana, emulando en
la separa del cuerpo. Excepcionalmente se representan el cierto modo a los toros monumentales, aunque el espacio
rabo (10%) y las orejas (20%) típicas de suido, así como entre éste y las extremidades posteriores no ha sido perfora
el sexo (35%). El espinazo, indicado con un pequeño do (Blanco Freijeiro 1984: 16-17, 31). Para terminar, la
resalte que recorre el dorso, es más común. Sin diseñar escultura de Alcolea de Tajo (43) (Fig. 109,4) no ofrece nin
se apenas las extremidades, la única variación consiste en guna duda en su clasificación -tipo 3- pero tiene la particu
ofrecer a la pieza con las patas ligeramente adelantadas. laridad de presentar dos ejemplares tallados conjuntamente
Constituyen dos pequeños bloques a menudo informes en un solo bloque de granito, separados por un surco
que apoyan directamente en la basa, cuando la hay. No se (Ramón y Femández Oxea 1959: 19 ss.)262.
aprecia en éstas ningún atributo. El pedestal carece de
soportes260•
A juzgar por las regularidades que ofrecen y el núme 2.2.4. Cabezas -:..oomorfas exentas
ro de piezas halladas en el yacimiento trasmontano de
Santa Luzia, entre toros y cerdos, el conjunto encabeza No puede cerrarse este apartado sin hacer una breve
ría sin lugar a dudas uno de los talleres más significati mención a la presencia, dentro del corpus general de las
vos de este tipo. Entre las piezas no seleccionadas podrí esculturas de verracos, de un reducido pero interesante con
amos incluir las pequeñas esculturas de Picote, Moral de junto de cabezas zoomorfas exentas (Fig. 110, 21-28).
Sayago (Zamora) y Vila Velha de Santa Cruz de Vilaric;a, Constituyen un importante documento sobre la plástica
amén de otras halladas en el castro de Santa Luzia, en indígena tardía del Noroeste Peninsular y su iconografía
Freixo de Espada-a-Cinta261 . pone de manifiesto la existencia de una zona de contacto
con la Meseta. Componen el grupo diecinueve piezas, entre
cerdos y toros, con predominio de los primeros aunque los
2.2.3. Esculturas atípicas otros son más difíciles de clasificar: Pademe (Minho),
Sande (Minho), Bembibre (Orense), Castrelo do Val (Oren
La singularidad de unos pocos ejemplares determina se), Florderrey Vello (Orense), La Guardia (dos piezas)
una posición marginal en el análisis. Pese a todo, algunas (Pontevedra), Puenteáreas (Pontevedra), Freixo de Espada
de sus características nos remiten a los grupos descritos a-Cinta (cuatro piezas repartidas entre el castro de Sta.
y así las hemos considerado. Luzia y el Cabezo de Corac;eira), Mazouco261 y Mon
corvo26-1 en Trás-os-Montes, Muelas del Pan (Zamora),
El primero procede de Botija (76) (Fig. 108,16). Por su
Villardiegua de la Ribera (Zamora) y las posibles piezas de
morfología podríamos relacionarlo con los toros naturalis
Barbeita (Minho), Monterroso (Lugo) y El Campillo
tas (tipos 1 y 2) del grupo abulense-salmantino. Los volú
(Zamora)265.
menes de la pieza están bien señalados así como los rasgos
anatómicos (GarcíaJiménez 1984). Concurren sin embargo Del examen de estas esculturas se deduce que fueron
dos hechos: el tamaño del ejemplar, que no llega al metro de trabajadas para ser puestas en el muro de una vivienda o
longitud, y su localización geográfica, totalmente ajeno a de un recinto (Taboada 1949: 18; López Cuevillas 1951:
los grupos citados. Su estilo, único en su especie y con ras 12 ss.; López Monteagudo 1989: 48; en contra, Blanco
gos que evocan la plástica ibérica, es lo bastante parecido Freijeiro 1984: 6, nota 9). La cabeza, por la parte poste
con los cerdos meridionales del tipo 2b como para atribuir rior, continúa con un pequeño bloque prismático de pie
lo a un mismo taller. Del castro de Lara de los Infantes pro dra de sección cilíndrica o cuadrangular para embutir en
cede también un toro (75) (Fig. 102,14), esculpido en cali la pared. En otros casos dicha parte aparece sin esculpir o
za. Sus pequeñas dimensiones nos llevarían a relacionarlo cortada simplemente a la altura del cuello. Miden aproxi
con el tipo 5. El espacio entre el cuerpo y las patas no ha madamente entre 20 y 70 cms., aunque el tamaño depen
sido perforado, pero la pieza está muy deteriorada y da la de en gran medida de la parte posterior conservada. De
sensación de no haber sido totalmente desbastada dicha ahí que las dimensiones específicas de las cabezas, talla
parte. A juicio de los autores que la estudiaron, no parece das con cierto esmero, sean algo menores, entre 20 y 50
que haya tenido un plinto en su parte inferior, aunque nada cms. El hocico en general acusa un modelado correcto,
puede concretarse debido a su fragmentación (Martín Valls 262 Los ejemplares citados (Botija.Lara de los Infantes.Torralba de Oropesa
y Abásolo 1969: 329). Su localización geográfica, en tierras y Aleolea de Tajo) se corresponden con los números 176. 164.284 y 261
burgalesas, resulta asimisno excepcional. En cuanto a cer del catálogo general de la escultura zoomorfa (Apéndice 1).
'1,, En la parte posterior presenta un doble plano de fractura. No hay que
dos atañe, la escultura de Torralba de Oropesa (46) (Fig. descartar que se tratara de una escultura de cuerpo entero ( Santos Júnior
1981a: 105).
2611 El verraco de Villalazán.como ocun-e con el vecino toro de Madridanos, "" La adscripción de la especie es dudosa, habiendo sido interpretada como
e� pieza �ingular por �u material, la areni�ca. La talla es algo más esme cabra (Santos Júnior 1975: 479 ,s.; Matos da Silva I 988: 62) o toro
rada. Destacan las orejas, los ojos, el rabo y el arranque de las extremi (López Monteagudo 1989: 1 I 4).
dades.aunque el ejemplar se inscribe dentro de las dimensiones y el esti 26' Véase. respectivamente. los números 211-218.223.330,334.335.348.
lo prismático que caracteriza al conjunto. 349. 379,393.210, 208y371 del catálogo general de la escultura zoo
261 Números 355, 368, 318, 320y321 del catálogo (Apéndice 1). morfa (Apéndice 1).
LOS VERRACOS 255
A
B
B A
4 5
CERDOS (TIPO 3)
50 cm.
====:::::i
01111111111111111111-=
6
11
13
Fig. 109.-Esculturas de cerdos (Tipo 3): l. Paredes da Beira (Beira Alta); 2. Valdelacasa de Tajo (Cáceres); 3. Dehesa La
Alcoba. Talavera de la Reina (Toledo); 4 y 6. Finca El Bercial, A/colea de Tajo (Toledo); 5. Cabe(·o de Escouradal, Fonws
(Trás-os-Montes); 7. Vi/a de Sinos (Trás-os-Montes); 8. Larrodrigo (Salamanca); 9-14. Oliva/ dos Berroes, Cabanas de Baixo
(Trás-os-Montes).
256 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
CERDOS (TIPO 3)
5
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8 CERDOS (TIPO 4)
9 10 11
13 14
-- fllli 15
12-
16
17 20
18 19
o 50cm.
•••
CABEZAS EXENTAS o 50cm.
21 23
22
• • •
24
25 28
27
Fig. I I0.-Esculturas de cerdos (Tipo 3, números 1 a 7, Tipo 4, números 8 a 20, y Cabe::,as exentas, números 21 a 28): l. Failde
(Trás-os-Montes); 2. Coelhoso (Trcís-os-Montes); 3 y 8. Ávila; 4. Cal::,ada de Oropesa (Toledo); 5. Finca Valdepalacios, Oropesa
(Toledo); 6. Montehennoso (Cáceres); 7. Finca Co::,uela, Coria (Ccíceres); 9.El Alba, Villala::,cín (Zamora); JO, 12-13. 16-17, 19-
20 y 26. Castro de Sta. Lu::,ia, Freixo deEspada-á-Cinta (Trcís-os-Montes); 11. Duas lgrejas (Trás-os-Montes); 14. Vita de Sinos
(Trás-os-Montes); 15. A�·oreira (Trcís-os-Montes); 18. Ligares (Trás-os-Montes); 21. Castro de Eirexaim, Bembibre (Orense); 22.
Castro de Pademe (Minho); 23. Castro de SanEsteban. Muelas del Pan (Zamora); 24. Castro de Sabroso. Sande (Minho); 25.
Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora); 27-28. Castro de Santa Tecla. La Guardia (Pontevedra).
LOS VERRACOS 257
con la particularidad de ofrecer los orificios nasales y la definición de piezas y variables: en un momento teóri
línea de la boca. En los ejemplares más completos pueden co del tiempo representado un grupo de atributos esta
aparecer indicados los ojos, las orejas y los colmillos. ba en uso o era el dominante. En un momento posterior
una parte de éstos se había dejado de utilizar. por lo que
la similaridad entre esculturas de uno y otro tipo se
3. Interpretación general acerca a cero, al no tener en común gran parte de los
rasgos.
La tipología de los veITacos en general, además de ser El problema de las dimensiones incide sobremanera
vir para fines descriptivos. plantea algunos problemas que en la ordenación de la escultura, máxime si se hace de
pueden conducir a desaITollos fructíferos desde el punto ello uno de los princiales argumentos a esgrimir en la
de vista espacial y temporal. Hemos diferenciado cinco evolución estilística y en la datación relativa de las pie
grupos de toros de cuerpo entero y cuatro de cerdos. La zas. Los dos conjuntos definidos en su día por Martín
diferencia entre ambos reside en el tipo 4 de los toros, Valls (1974), toros de soporte central asociados a castros
muy bien individualizado y exclusivo de esta especie. La prerromanos y toros de pedestal macizo en contextos
caracterización de los restantes grupos coITe aproximada probablemente romanos, se distribuyen en los extremos
mente pareja, lo estilos difieren poco, aunque la densidad de nuestra tabla de coITespondencias. Adelantándonos un
geográfica no sea exactamente la misma. En Ávila y poco a lo que, desde el punto de vista arqueológico, tra
Zamora abundan los toros. en el resto prevalecen los cer taremos al hablar de los contextos, en nuestro ensayo de
dos266_ ordenación cronológica proponemos como hipótesis que
Los análisis de correspondencias muestran a los gru las piezas de mayor tamaño y próximas al natural inau
pos relativamente ordenados de principio a fin, salvo guran la serie de la plástica zoomorfa. A partir de ahí, la
alguna distorsión (Figs. 89-90)267• La gráfica de puntos tendencia a la disminución gradual del tamaño y la mor
aparece en forma ligeramente semicircular o de herra fología parece evidente, sobre todo en los toros. El plan
dura en la colocación tanto de las esculturas como de las teamiento es un poco más complejo en el caso de los cer
variables, como es norma cuando existe una variación dos, e incluso la disposición de las agrupaciones en el
cronológica (Fernández Martínez 1985: 21)268. En el ex análisis de coITespondencias parece reflejar ciertas dis
tremo derecho se distribuyen las esculturas más grandes continuidades.
y naturalistas (tipos 1 y 2) y en el extremo contrario las Un aspecto que ayuda a precisar este problema y que
representaciones más pequeñas y geométricas. La situa hace un mejor uso de la información representada por las
ción es análoga si apreciamos el gráfico de las variables. variables cualitativas de las esculturas, consiste en expre
El eje horizontal de los toros tiene, en el lado positivo: sar su presencia o ausencia en términos porcentuales. Las
pedestal con soporte central, longitud mayor de dos características morfológicas de cada grupo no son priva
metros, plano del dorso convexo-cóncavo-convexo, etc. tivas en términos absolutos, pero permiten inferir una
En sentido negativo el eje presenta las variables opues cierta "coITespondencia", por lo que determinados atri
tas, en relación a las esculturas de factura sumaria: altu butos pueden usarse en una teórica secuencia estilística.
ra inferior a 50 cms., pedestal con soporte macizo, sexo En las Figs. 111 y 112 hemos expresado gráficamente en
no indicado... El eje vertical presenta una disposición forma de histogramas los rasgos anatómicos más signifi
algo diferente pero no menos interesante. En el lado cativos, algunos exclusivos de cada especie. Por ejemplo
positivo distribuye una parte de los rasgos de las escul en el toro, la indicación de la cornamenta, las tablas del
turas más pequeñas y en el negativo de los tipos más cuello, las orejas, el sexo y las extremidades. En el cerdo,
cúbicos. Lo mismo se obtiene del análisis de las varia las orejas, mandíbula, ojos, rabo, sexo y también extre
bles de los cerdos más representadas en cada eje, aunque midades. En general, el índice de representación es pro
el vertical presenta en el lado positivo una interpretación porcional al tamaño de la escultura, por lo que a los toros
algo más confusa al mezclar caracteres de varios tipos. y cerdos monumentales coITesponde una anatomía bien
¿Cómo se interpreta este orden? En lugar de ser con marcada y naturalista, con la mayor parte de los rasgos
juntos independientes que mantienen distancias en la indicados (tipos 1 y 2). La factura se va haciendo suma
representación gráfica, se aprecia un encabalgamiento ria y geométrica a medida que las dimensiones resultan
entre los extremos de cada grupo, situación que podría más exiguas (tipo 3), hasta llegar a los toros cúbicos del
ser valorada como un indicio de temporalidad en la valle de Amblés (tipo 4) o las pequeñas figuraciones
esquemáticas de la cuenca del Duero (tipos 4 y 5 de cer
266 Las razones de esta desigualdad se han puesto en relación con el tipo de dos y toros respectivamente). Esta es, por consiguiente,
ganadería característico de cada zona, por tanto en función de los eco
sistemas más favorables (Blanco Freijeiro 198-l: 4: Arias et alii 1986:
una apreciación clave en la configuración estilística de
143: Sánchez Gómcz 1991: 32-33 ). los veITacos.
"" Desde el punto de vista estadístico la reducción es satisfactoria en cuan
to a la "inercia.. (concepto equivalente a la varianza en el Anáfüis de Otro tanto puede decirse de aquellas variables que
Componentes Principales). la cual se concentra un 28% en los dos pri tienen diversos estados opcionales. Por ejemplo el perfil
meros ejes de los toros y un 30o/c en los cerdos.
268 Método "Horshu" (horseshoe=Hen-adura), véase Kendall ( 1971: 225 ). de la papada en los toros (Fig. 113). Los contornos cón
Un resumen en castellano en Orton (1988: 90 ss.). cavos abundan en los dos primeros tipos y evolucionan
258 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
ESCULTURAS DE TOROS
%
100
80
60
40
20
o "-------�'---------'-'--------L-------"
Testuz Mandíbula Orejas Ojos
%
100
80
60
40
20
100
80
60
40
20
Fig. 11 1 .-Representación de los rasgos anatómicos más significativos en las esculturas de toros, según tipos.
hacia formas rectas y convexas. El plano de la cara supe la cruz en el segundo grupo, y prolongando una línea
rior del tronco también es significativo: de perfil conve recta hasta el dorso, sin inflexión alguna, en los restan
xo-cóncavo-convexo en el primer tipo, lo que da mayor tes. Es nota común en algunos cerdos monumentales la
sensación de volumen, formando un ángulo a la altura de representación de la cara anterior de la cabeza ligera
mente cóncava, aunque lo más usual es el perfil recto en
269 Es posible que algunos cerdos fueran jabalíes, por el alargamiento del los dos primeros grupos269 • La línea del dorso se prolon
hocico, bajo el que asoman en ocasiones los colmillos. y por el abulta ga hasta la jeta en algunos ejemplares del tipo 3, acorde
miento dorsal. Pero, como señala Blanco Frcijeiro ( 1984: 25), en la
Antigüedad el cerdo y el jabalí se hallaban muy próximos, a diferencia al proceso general de geometrización de las esculturas.
de como lo están hoy, tras la injerencia del cerdo chino en occidente, Una particular configuración también puede intuirse en
además del cruce de otras razas (vid. Sotillo y Serrano 1985: tomo 11,
] 53 SS.). el tipo de pedestal (Fig. 114) desde el punto de vista esti-
LOS VERRACOS 259
ESCULTURAS DE CERDOS
%
100
80
60
40
20
o¡¿______,_'..._____ __..L.____...,L_____�----
%
100
80
60
40
20
lístico y geográfico. Los ejemplares más naturalistas pre cada personalidad en la producción de esta plástica, ges
sentan el pedestal con soporte lateral o central. En gene tando estilos que evolucionan en el tiempo. Otras se
ral las piezas más toscas, y las más periféricas, apoyan ciñen a tipos más específicos que apuntan a una secuen
directamente las extremidades sobre la basa27º. cia regional más corta. Existe, además, la complicación
Trasladando a un mapa del occidente de la Meseta adicional de que algunos talleres y artesanos de distinta
todos los tipos descritos es lógico reconocer que muchos formación pudieran coexistir en el espacio y en el tiem
se solapan en el espacio, como corresponde a modelos de po. Finalmente, la similitud de algunos ejemplares dis
épocas diferentes. Pero es preciso establecer ciertas mati persos en el territorio quizás no descarte la posibilidad de
zaciones en lo tocante a su distribución (vid. infra). Por escultores ambulantes. Los testimonios no son muchos,
un lado. queda claro que existen comarcas con una mar- pero bastan. Los grandes toros de Tabera de Abajo (Sa
lamanca), Fuenteguinaldo (Salamanca) y Villardiegua de
270 La necesidad <le reforzar de algún modo las patas de los animales. aten la Ribera (Zamora), agrupados por el modo en que ofre
diendo a razones de peso y volumen. podría llevar al artesano a tallar
soportes laterales o incluso en el centro. dejando el resto del espacio
cen talladas las patas (tipo le), tienen suficiente entidad
calado. Blanco Freijeiro ( 1984: 6 y 17 J. a propósito del soporte de tipo para acreditar lo dicho. Otro tanto sucede con algunos de
central. considera que sería un medio práctico de evitar accidentes a la los grandes suidos del tipo 1 b que presentan las extremi
hora de transportar a cierta distancia estatuas de gran tamaño. aunque no
imprescindible una vez instaladas. Sin embargo, la existencia de otros dades en posición adelantada, distribuídos en Salamanca,
ejemplares. algunos <le tamaño considerable. en los que el pedestal care Cáceres y occidente de Toledo.
ce de soportes apunta a nuestro entender a otras razones además de las
estrictamente técnicas, probablemente de índole estilística. En el extre
mo contrario tendríamos el grupo abulense de toros cúbicos. correspon La densidad de monumentos es muy diferente en cada
dientes a episodios más evolucionados, que no perforan el espacio que región, lo que pone de manifiesto que este fenómeno
media entre las extremidades, pauta que obviamente no obedece a la
"dejadez" del artesano como se ha llegado a insinuar (Blanco Freijeiro
ostenta en cuanto a número de piezas zonas de muy dife
1984: 6). rente rango. Teniendo en cuenta los estilos predominan-
260 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Esculturas de toros
Perfil de la papada según tipos
%
100
80
60
40
20
Fig. 113.-Perfil de la papada (arriba) y del dorso (abajo) en las esculturas de toros, según tipos.
tes, se distinguen cuatro o cinco grandes ámbitos geo sas variantes. La mayor densidad de piezas en la zona se
gráficos: corresponde con los tipos 3, 4 (cerdos) y 5.
- Entre el Minho y el Tua: corresponde a la distribu - Entre las cuencas del Tormes, Adaja y Tiétar, abar
ción de las cabezas zoom01fas exentas. Aunque se cono cando las provincias de Á vila. Salamanca y norte de
cen algunos ejemplares más orientales, como las piezas Cáceres. Las dos primeras, sobre todo el foco abulense,
de Villardiegua de la Ribera y Freixo de Espada-a-Cinta concentran el conjunto de esculturas monumentales más
en torno al Duero, la mayor parte pertenece al ámbito significativo. Incluso pueden reconocerse ejemplares perte
galaico-portugués. necientes a centros que se especializan en determinados
- Entre el río Tua y el Duero. Comprende los territo repertorios, como los toros con soporte central ( l a) y maci
rios de Trás-os-Montes y Zamora. La escultura zoomor zo (4) o los cerdos naturalistas en posición estática (la).
fa noroccidental de cuerpo entero se presenta como un Aquí se encuentran, en mayor o menor medida, todos los
conjunto relativamente compacto, en general más esque tipos de cuerpo entero descritos, a excepción de los ejem
mático que el de la Meseta, pero también con sus diver- plares más pequeños, constreñidos al ámbito del Duero.
LOS VERRACOS 261
Esculturas de toros
111 Central E] Lateral O Sin soporte (a Macizo
%
100
80
60
40
20
o
Tipo 1 Tipo 2 Tipo 3 Tipo 4 Tipo 5
Esculturas de cerdos
111 Lateral D Sin soporte
%
100
80
60
40
20
o
Tipo 1 Tipo 2 Tipo 3 Tipo 4
Fig. 114.-Caracteri::::ación del pedestal en las esculturas de toros (arriba) y cerdos (abajo), según tipos.
- Cuenca media del Tajo. Engloba el occidente de morfología. La división confirma que la plástica
Toledo y el extremo NE. de Cáceres. Presenta una concen de la Meseta contiene estilos bien definidos y
tración que podríamos entender periférica y derivada de la delimitados.
ante1ior. aunque su morfología resulte en general algo más (2) Ocurre a menudo en el análisis de corresponden
somera. Abundan sobre todo ejemplares del tipo 3. cias que los extremos de los grupos aparecen enla
- Al sur del Tajo, entre los ríos Salor, Ruecas y zados, ya que los contextos estilísticos al final de
Almonte. Comprende el sector más meridional de las una fase podrían ser contemporáneos de la si
esculturas de verracos conocidas. Son piezas de tamaño guiente. Queda claro que la última palabra la tiene
algo exiguo, muy individualizadas y en general de buena el contexto arqueológico, pero estas diferencias
factura (tipo 2b de los cerdos y el toro de Botija). parecen enmascarar un patrón cronológico.
Concluyendo: (3) Una parte de los grupos goza de una relativa con
( I) Del estudio de la escultura se infiere un conjunto centración geográfica, posiblemente correspon
de agrupaciones caracterizadas por el tamaño y la dientes a diversos talleres y quizás también a dis-
262 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
tintos momentos cronológicos, aunque esto últi 483, 594-596, 602-605 y 630-636). En general son
mo no sea siempre estrictamente necesario. fechados en los siglos IV-III a.C. y su estilo. a excepción
Nuestro análisis tipológico refleja una secuencia tem del ejemplar de Porcuna, imbuido en la cmriente orien
poral pero no el "sentido" de ésta, es decir, hacia dónde talizante y de datación más antigua. evidencia prototipos
se mueve el eje tiempo, ni las diferencias en el tiempo griegos del final del arcaismo pero muy reelaborados por
entre los grupos establecidos (Fig. 115). Se hace por las concepciones estéticas del Arte Ibérico.
tanto necesario volver a la realidad arqueológica para Algunos toros ostentan rasgos de estilo que bien
comprender la naturaleza de los grupos descubiertos. pudieron inspirarse en estas piezas. Unos y otros ofrecen
la testuz y los órganos genitales bien marcados, y un
rasgo importante en la caracterización del grupo andaluz,
3.1. Origen y cronología de los verracos la talla del cuello mediante arrugas labradas en resalte o
simples incisiones (Chapa 1980: 807 ss.), es también
Las reflexiones anteriores nos llevan a abordar el patrimonio casi exclusivo de los toros monumentales de
estudio de los verracos desde una óptica cronológica, la Meseta. En este sentido, las tablas del cuello y el per
algo que no puede limitarse a establecer el momento de fil que delimita la cara y la mandíbula de los toros de
partida sino también el valor diacrónico del fenómeno en Guisando se asemeja a la de sus congéneres ibéricos. La
cuestión. misma cuestión podría plantearse incluso respecto a la
cornamenta, postiza en algunos toros ibéricos del grupo
Tradicionalmente se ha pensado que las raíces de la
que nos interesa, como los de Porcuna y Arjona.
escultura de la Meseta han de buscarse en las representa
ciones animalísticas meridionales, cuyo desatrollo se De acusada personalidad por su peculiar estilo y por el
generaliza a partir de los siglos V -IV a.C (Chapa 1980). cuidado que presentan en la talla, los verracos de Cáceres,
Teniendo en cuenta el origen meridional aludido y las Botija, Torrequemada y Madrigalejo, que hemos tipifica
fechas que proporcionan algunos yacimientos clave, do en el subgrupo 2b (Fig. 108,11-16), se han relaciona
como Pozo Moro a finales del siglo VI a.c. (Almagro do tradicionalmente con la escultura animalística ibérica.
Gorbea 1983 y 1987b: 62), era lógico situar el arranque Su tamaño más reducido, lo detallado de la cabeza -en
de los verracos a partir de comienzos de la Segunda Edad ocasiones los ojos se representan incisos- y su factura
del Hierro, avanzando algo la cronología hasta la cuarta más cuidada nos hace pensar en la relación citada, lo que
centuria, sobre todo teniendo en cuenta el desarrollo de no es extraño atendiendo a su localización geográfica,
los castros vettones y valorando el dato negativo de la pues constituyen los testimonios más al sur. Por ejemplo
ausencia de esculturas en el yacimiento abulense de el verraco de Madrigalejo (Fig. 108,12) recuerda muy de
cerca, en la forma de describir la anatomía y de tallar las
Sanchorreja (Martín Valls 1974: 73 y 1985: 118).
orejas, al león de Baena y a sus otros congéneres, seme
En último término serían la prueba inequívoca de la janza ya observada por su primer editor (Ramón y
interrelación cultural y material entre ambos focos que Fernández Oxea 1950: 63). Otro tanto sucede con el toro
ya observaron Jiménez Navarro (1943: 107-108) y Ma del castro de Villasviejas en Botija, muy individualizado
luquer (1954b: l 05), a quienes ha de reconocerse el (Fig. 108,16) (García Jiménez 1984), o la original pieza
acierto de apreciar una relación entre la escuela andalu del mismo yacimiento que representa un jabalí. advir
za y la, por ellos considerada, de raigambre "céltica". tiéndose una pequeña serpiente en relieve visible entre la
Algunas de las representaciones más naturalistas de la mandíbula y el brazuelo izquierdo (Fig. 108,14) (id.
escultura de la Meseta evocan, hasta cierto punto, deter 1986: 61). El motivo de una víctima bajo las garras y el
minadas manifestaciones de la plástica ibérica, muy en tema de la serpiente se puede relacionar con las culturas
particular los toros andaluces del grupo A sistematizados de ámbito mediterráneo (Chapa 1980: 924). La labra de
por Chapa (1980: 803 ss. y 829 ss.), que también señala la escultura, que aparece echada sobre el vientre y con
la relación citada. Lo forman piezas de tamaño grande y los miembros delanteros hacia adelante, está muy bien
talla cuidada, en pie, exentas y de interior vaciado, dis cuidada y su talla es casi a bisel.
tribuídas por Levante y Andalucía, aunque a nosotros nos Aunque son piezas de bulto redondo. se advierte asi
interesan los ejemplares de la margen izquierda del mismo la técnica de relieve. La escultura de Torre
Guadalquivir271 . Las representaciones más oportunas que quemada (López Monteagudo 1989: 88. lám. 54) y la
podríamos aducir son los toros de Arjona (Jaén), Porcuna citada en último lugar de Botija conservan un trozo de
(Jaén), Alcalá del Río (Sevilla), Cerro de las Infantas granito entre la cabeza y las extremidades delanteras,
(Ecija, Sevilla) -con los genitales bien marcados y la sobresaliendo por el interior de las mismas, de modo que,
cola doblada sobre el muslo, al modo como lo represen vistas de perfil, destacan sobre el bloque como si se trata
tan los toros del área occidental de la Península- y los se de un relieve (Fig. 108,11 y 14). Es esta una peculiar
dos toros de Osuna (Sevilla) (Chapa 1980: 409-412, 480- técnica que encontramos en los talleres ibéricos pero,
¿pudo ser esta modalidad expresión de un esquema arqui
271 Estilísticamente difiere del otro gran conjunto, o tipo B, constituido por
toros más esquemáticos, en posición sedente y limitados al área oriental
tectónico en las piezas vettonas ? Sabemos que en casi
de la Península (Chapa 1980: 811 ss.). todos los lugares donde se han localizado esculturas ibé-
LOS VERRACOS 263
� cóncava
o
C) cóncava
º---===50 e m.
º•--==:::::i50 e m. C) o
º•-==:550 cm. o o � convexa
-===::iso e m.
01111111111111
o
• Presencia(%) Q Ausencia(%)
Fig. 115.-Cuadro sinóptico con la evolución de las esculturas de toros (tipos 1 a 5), atendiendo al tamai10, representación de
la comamenta, tablas del cuello y perfil de la papada.
264 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
ricas hay indicios de edificaciones o sillares que teórica nández et alii 1989: 134-136; Hernández Hernández y
mente corresponderían a algún tipo de construcción Galán 1996; Civantos 1993). Los argumentos son sufi
(Almagro-Gorbea 1983 y 1987b: 62). Cabe también la cientemente expresivos para plantear de forma abierta su
posibilidad de que, siendo piezas en relieve, simplemente carácter fronterizo, como territorio de contacto y transi
hayan estado adosadas a una pared o formando parte de ción entre realidades socioculturales diferentes (Rodrí
un friso, como lo demuestra el monumento de Pozo Moro guez Díaz 1995a: 117-120; Álvarez-Sanchís, e.p).
o los relieves de Osuna. Pero nuestros hallazgos son Desde el punto de vista cronológico los paralelos pue
demasiado aislados como para que podamos establecer den resultar orientativos. La corriente helenizante que
normas de representación. No hay pruebas que testifiquen dará pie al desarrollo de los toros ibéricos de carácter
que dichos ejemplares provengan de un determinado realista, carentes del sentido defensor atribuido al león y
monumento y que, por tanto, tengan un significado dis convertidos en objetos de culto o animales de valor
tinto o complementario, más acorde al de la estatuaria del sagrado, se fechan sobre todo en los siglos V-IV a.C
Guadalquivir. La técnica empleada, en cualquier caso, es (Chapa 1980: 844-848). La producción cesaría después
muy diferente a la de sus congéneres al norte del Tajo. en algunas áreas pero no en los toros del curso medio y
A tenor de lo dicho no se puede dar por descartada la bajo del Guadalquivir, conjunto sobre el que recaen las
influencia iberoturdetana en el área de los verracos, pero posibles analogías que venimos comentando, donde per
caben algunas matizaciones. duran durante más tiempo. En relación a lo dicho, una
La aparición de las esculturas de verracos únicamen fecha en torno al 400 ó 350 a.C. podría darnos un térmi
te se llega a explicar a través de la formación paralela de no postquem para el momento inicial de la plástica en
un contexto cultural y socioeconómico determinado que piedra de la Meseta, o bien de las influencias de los talle
requería de esas expresiones plásticas, contexto que no res andaluces sobre esta última.
es otro sino la cultura vettona prerromana. En general, la
plástica occidental ofrece una gran autonomía respecto a
las manifestaciones escultóricas meridionales, de la que 3.1.1. Escultura de la Segunda Edad del Hierro
pudo recibir un influjo incipiente, en rasgos concretos,
en las esculturas más antiguas y dentro de los condicio Ante todo debe quedar claro que la secuencia crono
nantes que ofrece el uso del granito, sobre el que los lógica exacta de las esculturas no puede precisarse en
escultores desarrollaron su propio estilo independiente. una gran parte de los casos, por hallarse éstas fuera de un
Argumentos como el tamaño, la funcionalidad o incluso contexto arqueológico preciso, problema agravado en
las especies representadas -los cerdos o jabalíes son muy aquellos ejemplares asociados a una secuencia temporal
escasos en la estatuaria meridional y a su vez, ni leones demasiado amplia. Pero tomando los datos más repre
ni animales fantásticos se han localizado al norte del sentativos de cada grupo se pueden apreciar ciertas regu
Guadiana- excluyen el hecho de que se trate de un estilo laridades y diferencias. En la Fig. 116 hemos valorado
simplemente derivado del anterior. Por otro lado los arte mediante histogramas los tipos definidos atendiendo a su
sanos gustaron de un esquematismo menos habitual en el contexto cronológico, para lo que hemos tomado en con
ámbito ibérico, pues no plantea problemas teóricos o sideración su relación con los castros272 •
cánones, sino simplemente la claridad y accesibilidad. Detalle interesante con vistas a establecer el punto de
Pero si las esculturas de verracos son expresión del partida de la plástica zoomorfa en la región, es la pre
arte indígena, también hay que tener presente sus propias sencia porcentualmente alta de piezas de los tipos 1 y 2
variaciones internas, siendo evidente las diferencias esti asociados a los castros prerromanos de la Meseta, lo cual
lísticas entre el amplio conjunto de piezas al norte del es lógico si seguimos el razonamiento antes expuesto a
Tajo, en el área nuclear de Cogotas II, frente a los más partir de la evolución estilística, por lo que a los modelos
meridionales. Cabe incluso plantearse si los influjos ibé mayores y naturalistas (Figs. 91-98 y 103-108) corres
ricos en estas últimas reflejan la existencia de algún taller ponden teóricamente los contextos más antiguos. En
inmerso en una red de dependencias y relaciones comer todos los casos que se han podido tipificar, las esculturas
ciales con el área turdetana -quizás la existencia de algún zoomorfas de Las Cogotas, La Mesa de Miranda, Ulaca,
escultor formado en talleres andaluces- siguiendo un El Raso de Candeleda, Villasviejas del Tamuja y
esquema similar al que se ha defendido para los artesa Castillejo de la Orden, tanto toros como cerdos, se ads
nos iberos con respecto al mundo colonial, como uno de criben a los dos primeros tipos.
los principales objetos de intercambio (Almagro-Gorbea
Las cinco esculturas que se conocen del castro de Las
1996a: 91-92). El león procedente del castro de Botija
Cogotas se hallaron en conexión con el camino que con
pero esculpido en granito (González Cordero et alii
duce al segundo recinto y el campo de piedras hincadas
1988: 22; García-Hoz y Martínez 1990) vendría muy
bien a este esquema teórico. La documentación arqueo "' El gráfico sólo aborda la población zoomorfa asociada directa o indirec
lógica encuentra además otros referentes ibéricos desde tamente a un contexto arqueológico preciso, y por tanto susceptible de
datación. Para ello se han tenido en cuenta los ejemplares localizados en
el punto de vista de la cultura material, sobre todo la un radio que no exceda los 2.000 ms. de distancia respecto al yacimien
cerámica, en los castros extremeños (Hernández Her- to en cuestión.
LOS VERRACOS 265
Escultura zoomorfa
Asociada a castro prerromano
14
O"-- -
---� ---�- - -
- �- -
- �
Tipo 1 Tipo 2 Tipo 3 Tipos 4-5
25
Fig. 116.-'foros y verracos asociados a poblados de la Segunda Edad del Hierro (arriba) y a poblados con continuidad en
época altoimperial (abajo). acorde a la tipología de las esrnlturas.
(Cabré 1930: 39; Arias et alii 1986: 35, 61-65 y 137; (Álvarez-Sanchís 1993a: 272 ss.). Aunque escasos, se
Álvarez-Sanchís 1993b: 159). De La Mesa de Miranda recogieron algunos bordes y fragmentos estampillados
procede un número análogo, tres halladas en las proximi similares a los documentados en los castros vecinos. De
dades y dos en el interior del poblado (Cabré et alii 1950: la localidad de Villaviciosa, al norte del poblado y a rela
17, 33-34). En ambos yacimientos se advierten grandes tiva distancia, se conocen otros dos ejemplares (Arias et
toros y en el primero también cerdos (Figs. 94,4-5; 98, I; alii 1986: 131, 140), uno desaparecido y un toro que
104,4 y I08,6). En opinión de Martín Valls (1974: 73), a hemos tipificado en el grupo 2 (Fig. 97,7). Sin embargo.
propósito de los ejemplares cogoteños. parece que en el la posibilidad de asociarlo en este caso a alguno de los
momento de su instalación se tuvo en cuenta la nueva yacimientos del valle aconseja prudencia.
organización del poblado, ahora rodeado por una muralla, Un cuarto ejemplo es el que ofrece el oppidwn abu
lo que inclina a pensar que, si no posteriores como razo lense de El Raso. cuyas defensas no son anteriores a fina
nablemente plantea el investigador, al menos podrían ser les del siglo III a.C.. al igual que las viviendas exhumadas
coetáneas a la construcción de ésta. Los materiales reco (Femández Gómez 1986: 517). Un toro del grupo 2 apa
gidos en los sondeos del segundo recinto avalan una cro reció en las inmediaciones del santuario de Postoloboso
nología de los siglos III-II a.C. (Ruiz Zapatero y Álvarez (Fig. 97,9). aunque a cie11a distancia y sin aparente rela
Sanchís 1995) aunque la datación de la acrópolis, exten ción con él, en la zona inundable del pantano del Rosarito
sible también a La Mesa de Miranda. se podría llevar sin (Arias et alii 1986: 87-88; Femández Gómez y López
problemas a la cuarta centuria a.C. Fernández 1990: 116). De otros dos ejemplares hoy desa
Al pie del oppidum de Ulaca, en el lado NE. y junto a parecidos, uno de ellos "perfecto ejemplar de piedra", se
la "fuente del Oso", fue hallado el magnífico ejemplar de conservan referencias en unos papeles manuscritos de
toro que hoy se conserva en Solosancho (Fig. 94,3), bien Antonio Molinero (Fernández Gómez et alii 1990: 49 y
individualizado en el tipo Ia y análogo a sus congéneres 54), según los cuales los veITacos fueron hallados en las
abulenses (Martín Valls 1974). Los indicios más antiguos inmediaciones del castro fortificado.
que tenemos del poblado dentro de la Edad del HieITo Seis ejemplares, además del león, se relacionan con el
aconsejan su fechación a partir de la tercera centuria a.C. poblado de Las ViJ!a c •.,iejas en Botija (López Monteagudo
266 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
1989: 82-84). Uno de los suidos (tipo 2a) se localizó en el 107,4) y Gallegos de Argañán (Fig. 105,1), cerca de los
recinto norte (García Jiménez 1986: 65-66). En el sector castros de Castelmao y La Plaza, podrían relacionarse
sur, cerca de la puerta, se hallaron otras dos esculturas con dichos asentamientos y contar con una cronología
(García Jiménez 1993: 304), un cerdo de la misma tipolo similar a la de éstos, por lo tanto de la Edad del Hierro275 •
gía y un toro, único en su estilo, que hemos relacionado Dadas sus características tipológicas no parece difícil,
con éstos (Fig. 108,13-14 y 16). A unos dos kms. al sur del aunque requiere confirmar los citados vínculos. Tampoco
castro, sirviendo de pasaderas en uno de los vados del río faltan noticias de otros ejemplares asociados a contextos
Tamuja, se hallaron restos fragmentados de, al menos, de la Edad del Hierro, como el reciente hallazgo de un
otras tres piezas (López Monteagudo 1989: 84). Los resul verraco al sur del castro abulense de Chilla, en el térmi
tados obtenidos tras la excavación del castro y sus necró no de Candeleda (Fabián, com. personal), aunque por el
polis implican una cronología entre los siglos IV a.C y pri momento no podemos precisar nada sobre su morfología.
mera mitad del I a.C.(Hemández Hemández et alii 1989: También las esculturas de Las Merchanas e Irueña
24 y 136; Hemández Hemández y Galán 1996). No menos (López Monteagudo 1989: 94-96) deberían considerarse
interés reviste la posible pieza del Castillejo de la Orden, acertadamente elementos asociados a estos poblados
en Alcántara (Álvarez-Sanchís 1993b: nota 10). Por su durante la Edad del Hierro, si de atender a su tipología
tamaño y ubicación geográfica se podría relacionar con los (Fig. 107,1-2) y a los paralelos que hemos visto se refie
suidos del tipo 2b, aunque los datos sobre este hallazgo re. Sin embargo, existe el problema de la romanización
son todavía imprecisos (Fig. 108,5). Las evidencias proce de los castros salmantinos citados (Gómez Moreno 1967:
dentes de la necrópolis y el poblado señalan una ocupa 25 ss. y 34 ss.; Maluquer 1968). De saber si, con la pos
ción análoga, aunque el abandono del yacimiento parece te1ior ocupación romana del territorio, tales centros
prolongarse lánguidamente hasta el cambio de era (Martín experimentaron un brusco declive como sus congéneres
Bravo 1993: 359). abulenses o, por el contrario, conocieron un lento proce
Sabido es que todos estos poblados no alcanzaron la so susbsistiendo desde las etapas iniciales hasta la revita
romanización. Su abandono probablemente debió tener lización de los mismos en el Bajo Imperio (Martín Valls
lugar entre finales del siglo II a.C. y la primera mitad del y Esparza 1992: 274). Por otro lado, las esculturas de
I a.C., pero sobre todo en el marco de las guerras serto Salamanca, Talavera la Nueva, Talavera la Vieja, Toro,
rianas y de las luchas civiles de César y Pompeyo, a juz Segovia, San Mamede o Cáparra, agrupadas en el primer
tipo, o las de Ledesma, Coca y Castillo de Bayuela, en el
gar por las últimas emisiones conocidas y lo exiguo de los
segundo, se asocian sin duda a los importantes castros
materiales afines a este momento. El problema se plantea
prerromanos que existieron en estos lugares o en los alre
de modo diferente en tomo al piedemonte del cerro del
dedores. A la vista de su tipología ello parece, desde
Bem.1eco pues aquí se registra una ocupación más amplia
luego, lo más razonable (Figs. 93-95, 98 y 103-108). Sin
(Fabián 1986-87: 279 ss.) y con ella la dificultad, teórica al
embargo no es posible precisar su cronología, dado que
menos, de valorar las piezas asociadas. De "Las Paredejas"
la continuidad del poblamiento en época altoimperial
proceden los cuartos traseros de un verraco (Morán 1924:
está bien atestiguada en estos centros (Martín Valls et alii
5; Arias et alii 1986: 135), advirtiéndose en la parte con
1991: 153 ss.; Mangas y Carrobles 1992: 97; Salas 1985:
servada una talla esmerada y un tamaño grande (Fig.
59; Martín Valls 1974: 71-72; Martín Valls y Delibes
103,2). Los materiales hallados en superficie aportan una
1977: 306 ss.; Martín Valls 1974-75; Cerrillo 1994: 150
cronología entre los siglos V I y III-11 a.C. (Fabián 1986-87: ss.; Benet et alii 1991: 117 ss.; Blanco García 1988;
286-287)273• La continuidad del poblamiento estaría atesti Rodríguez Almeida 1955).
guado en "Los Tejares". Maluquer (1956a: 115) habla de la
existencia de un toro, hoy destruído, que sería "del tipo del En resumen, los tipos 1 (28%) y 2 (24%)276 corres
de Salamanca", y a escasa distancia de éste "grandes frag ponderían a la Segunda Edad del Hierro y dentro de ella
a una etapa que se centraría fundamentalmente entre
mentos de otras esculturas análogas". Las esculturas, a
comedios del siglo IV y el siglo II a.C. Sin embargo no
tenor de sus características, no desentonarían con la fase
hay que descartar que la producción de algunos talleres
antigua del poblado.
presentara una secuencia más amplia, ya sea porque los
En el marco de este planteamiento habría que pregun primeros ejemplares fuesen coetáneos a la ocupación ini
tarse si los Toros de Guisando (Figs. 91 y 92,1), a kiló cial de estos poblados, o bien porque continuaran escul
metro y medio del yacimiento prerromano de Nava piéndose hasta el abandono de algunos de ellos, en la pri
rredonda, en San Martín de Valdeiglesias (Fuidio 1934: mera mitad del siglo I a.C. De todas maneras, es eviden-
17)27-l o los verracos salmantinos de Monleón (Fig.
106,9) -en cuyo solar no se descarta la existencia de un ns Aunque escasos. algunos vestigios de cronología tardía podrían asociar
se al castro de La Plaza. Por ejemplo no hay que descartar que la estela
castro prerromano- San Felices de los Gallegos (Fig. empotrada en un contrafue1te del ábside de la iglesia del pueblo sea
oriunda del yacimiento en cuestión (Inventario Arqueológico de la
071 También se conocen algunos fragmentos de sigillata. Provincia de Salamanca). Por otra parte. las prospecciones realizadas en
274 No descarta el mismo autor la posibilidad de relacionarlos con otro des el yacimiento de Castelmao. dotado de muralla en talud y piedras hinca
poblado también prerromano, el cerro de Almoerón, fortificado y posi das. no depararon ningún resultado positivo debido a la vegetación (id.).
blemente de mayor entidad, a cinco kms. al norte de San Martín de 276 El cálculo se ha realizado a partir de los 172 ejemplares seleccionadrn,
1
CERDOS (TIPO 1)
50Km
Fig. I I 7.-Distribución geográfica del tipo 1: Esculturas de toros ( arriba) y cerdos ( abajo).
268 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
te que estos asentamientos han proporcionado pruebas de y también la más alejada. En cuanto al tipo 2 atañe, su dis
una ingente actividad artesana y material en la tercera y persión engloba la Meseta occidental y el extremo sur
segunda centuria a.C. (Martín Valls 1986-87; Ruiz Za (Fig. 118), cruzando el Tajo y llegando hasta los ríos Salor
patero y Álvarez-Sanchís 1995), por lo que una gran y Ruecas, cerca del límite de la provincia de Cáceres,
parte de la producción escultórica no desentonaría con donde la talla de los ejemplares también denota una sin
este momento. Si los tipos descritos reflejan un orden, gular personalidad, deudora en parte de la plástica ibé1ica.
situación que hemos valorado como un posible indicio Así las cosas, seríamos partidarios de englobar en esta
del carácter evolutivo en la definición de piezas y varia "etapa prerromana" de la plástica zoomorfa un primer
bles, parece conveniente asumir que las esculturas del foco estrictamente meseteño, en la Vettonia, integrado
tipo 1 fueron las primeras en tallarse, y que ese estilo por las esculturas del tipo l más grandes y naturalistas,
pudo mantenerse durante una gran parte de la ocupación de Ávila, Salamanca y norte de Cáceres. Poco después,
de los castros en la Segunda Edad del Hierro. En ese el grupo 2 y las piezas más esquemáticas del primero irán
lapso de tiempo, las formas pudieron evolucionar hacia compareciendo en ambientes geográficos todavía más
las piezas del siguiente tipo, de talla también cuidada amplios, allende el Tajo y el Duero. En cualquier caso,
aunque de dimensiones medias277 • aun siendo difíciles de datar con precisión, puede supo
Las diferencias parecen responder no sólo a la caracte nerse que no hubo demasiada separación entre ambos
rización estilística en sí. A su favor obra también la evi tipos, e incluso la aparición conjunta de los dos modelos
dencia geográfica. Las esculturas naturalistas del primer en varios de los yacimientos prerromanos y en emplaza
grupo se ciñen a un ámbito más restringido (Fig. 117), en mientos muy similares -por ejemplo en Las Cogotas y
torno a las cuencas del Adaja, Tormes, Águeda, Alagón y La Mesa de Miranda- podría en principio servir como
Tajo. Conforme nos alejamos del área nuclear de Cogotas aval de esta hipótesis, sin descartar en algún momento, y
II, las diferencias se hacen más ostensibles. Tenemos aquí en determinados talleres, la coetaneidad de ambos.
un problema impm1ante, planteado por los cerdos tras De todo lo dicho, queda claro que la provincia de
montanos y salmantinos del tipo I c, el más esquemático y Ávila es la que ofrece más variedad desde el punto de
también el más periférico. No hay contextos de datación vista tipológico y mayor número de ejemplares, por lo
seguros -si acaso asociados a castros que fueron poste que cabe suponer que fue uno de los núcleos más impor
riormente romanizados278- pero, en función de su locali tantes, si no el principal, en la producción escultórica
zación geográfica y mmfología, es probable suponer que (Fig. 87)279. Siendo más precisos, si seguimos el razona
fueran algo posteriores, resultado de las influencias del miento expuesto páginas arriba a pm1ir de la densidad
foco originario. Lo mismo podría ocurrir con la escultura territorial y la variabilidad tipológica, es efectivamente
de Villardiegua de la Ribera (Zamora) (Martín Valls 1974- posible que el arranque haya que situarlo en los talleres
75), la más esquemática del conjunto de los grandes toros del valle de Amblés, al amparo de los grandes oppida.
Seguidamente el modelo irá compareciendo en el resto
277 Al hilo de este comentario habría que preguntarse si la escultura de toro del territorio donde, a juzgar por el índice de concentra
del tipo 2 hallada junto al pantano del Rosarito (Arias et a/ii 1986: 87-
89), que hemos relacionado con el castro del Raso de Candeleda, podría ción, debió jugar un importante papel en el occidente sal
contar con una cronología ligeramente posterior. hacia el siglo JI a.C., en mantino y norte de Cáceres.
consonancia con la ofrecida por el poblado. En cualquier caso, la falta
de otro� indicios no nos permite avanzar mfü,.
27' De la zona donde se halló el verraco ele Masueco /Salamanca) proceden
restos cerámicos presumiblemente antiguos (Maluquer 1956a: 88) pero 3.1.2. Escultura prerromana en el contexto inicial de la
de características boy desconocidas. López Monteaguclo ( 1989: 97). romani::,ación
siguiendo al padre Morán (1926: 33 ), se refiere a la existencia de un cas
tro amurallado cercano. El también salmantino de La Redonda no se
asocia a ningún contexto determinado. pero al sur del pueblo existen Si el momento inicial se encuentra bien representado,
varias peñas con cazoletas que se han interpretado como un santuario no cabe decir igual de la etapa inmediatamente posterior,
(Morán 1946: 156: Benito y Grande 1992: 91-92) aunque de cronología
imprecisa. Los po,menores del hallazgo de los Ycrracos trasmontanos de cuya existencia a veces sólo se intuye. Aun así somos par
Mun;;a y TotTe de Dona Chama se desconocen, pero se han relacionado tidarios de individualizar un segundo momento a pmtir de
con los vecinos castros, romanizados. de Cadaval y S. Brás (Santos
Júnior 1975: 370: Sanches y Santos 1987: 51). El conocido verraco de
la presencia de un notable conjunto de toros y cerdos de
Picote impone obvias reservas a la hora ele acometer un intento de pre
ci�ión cronológica. a pc-;ar de las afirrnacione� genérica,;; que se han 27'' Los toros del grupo 1b y los cerdos monumentales en posición estática
venido publicando sobre su posible emplazamiento "in situ" (Santos ( 1a). los más naturalistas. aparecen cli.stribuidos mayoritariamente en
Júnior 1975: 424-438, fig. 19 y lám. 23). Fue hallado en el yacimiento Ávila y su territorio. Otro tanto puede decirse de los toros con soporte
romanizado de Castelar o Castelo dos Mouros. en el interior ele una central ( 1a). La bomogeneidad del grupo da pie a conjeturar que los
cámara circular, precedida a su vez por un corredor ele planta rectangu ejemplares de Toro y Segovia procedan de tietTas de Ávila, lo que en el
lar. Junto al verraco se recogieron algunas cerámicas a torno. re"tos de caso del primero. como ya observó Martín Vall;, (1974: 81 J. parece con
fauna y un bronce de Constancio II que documenta el uso del lugar en el firmado por la naturaleza del granito. En todo caso el ejemplar segovia
s. IV d.C., siendo interpretado el sitio como un lugar de culto. A raíz de no. limítrofe con el territorio vellón. permitiría suponer la existencia de
su hallazgo el conjunto fue parcialmente clestruíclo. imposibilitando la escultores ambulantes. Cuestión aparte sería el ejemplar ele San Vitero
lectura arqueológica del contexto (Matos da Silva 1988: 84). Además. (Zamora), si es que se adscribe a este grupo. La pieza está rota. faltando
las dimensiones y características de la estructura permiten plantear un teóricamente el vástago central que, con las patas. serviría para la sus
uso originario análogo a }o� monumentos de sauna de la cultura castre tentación del animal sobre un plinto. Debido a los problemas que ofrece
ña (Almagro-Gorbea y Alvarez-Sanchís l 993: 253), por lo que habría su contexto y localización no es posible precisar nada más (Esparza
sido posteriormente reutilizada. incluída la escultura. Con todo, no 1987: 373). claro que tampoco hay que desca11ar la posibilidad que
puede pasarse por alto la precariedad de los datos. apuntábamo� para el segoviano.
LOS VERRACOS 269
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Fig. 1 !8.-Distribución geográfica del tipo 2: Esculturas de toros (arriba) y cerdos (abajo).
270 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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272 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
plares de caballito hallados en Langa de Duero, en un más tempranas (Alonso y Benito-López 1991-92: 535).
contexto claramente datable en el s. I a.C. (Taracena Las tendencias aludidas, que están evidenciando una
1929: lám. X) o en el campamento de Cáceres el Viejo, nueva sensibilidad, podrían resultar útiles de cara a esta
durante las guerras sertorianas (Ulbert 1984: lám. 9, nº blecer paralelismos entre estas artes "menores" y la plás
31), habiendo alcanzado amplia difusión en el transcur tica en piedra. e incluso no se puede desechar, aunque
so de la celtiberización (Martín Valls y Esparza 1992: por ahora no haya testimonios suficientes, la similitud de
264-265). La fíbula de caballito de la tumba 1270 de Las aquellas téseras de hospitalidad cuyos soportes represen
Cogotas (Cabré 1932: lám. LXXXIl,1) podría llevarse al tan la efigie estilizada de un toro o un suido (Lorrio
s. II a.C., dada también la estilización de la pieza. 1997: 359), en fechas relativamente avanzadas283•
Recientemente Esparza (1991-92: 539 ss.), utili Puede ser casual la comparecencia de todos estos ele
zando como criterio básico el carácter esquemático de mentos en los últimos compases de la Edad del Hierro.
la variante de fíbula de caballo y verraquito, advertía Puede igualmente entenderse que la dispersión geográfi
tres subgrupos, desarrollándose a lo largo de la Se ca desborde con creces los límites del área de los verra
gunda Edad del Hierro hasta el s. I a.C. Interesa des cos, lo que complica la posibilidad de buscar un mismo
tacar el último, donde la representación del suido ad trasfondo étnico y cultural. En todo caso, queda en pie la
quiere su máxima estilización, reducido prácticamen pregunta del grado de cohesión artística de las poblacio
te a una "F" invertida. Se prescinde de rasgos como nes indígenas en el contexto inicial de la romanización,
los colmillos, orejas o rabo, mientras que los funda de si las semejanzas formales e iconográficas aludidas
mentales son el abultado testuz y el hocico. En mu reflejan una trama ideológica y temporal común, por lo
chos casos el cuerpo se desentiende de la forma natu que el problema podría ser abordado conjuntamente en un
ral y se convierte prácticamente en un medio cilindro, futuro. En conclusión, para el tipo 3, y mientras no dis
muy parecido al de algunas esculturas del tipo 3. Las pongamos de otros testimonios semejantes a los aludidos,
fíbulas tauriformes escasean más que los cerdos y hemos de llevar los ejemplos que poseemos (22%) a par
ofrecen una gama menos variada, pero algunas tienen tir de comedios o fimles del siglo II-1 a.C., en el contex
en común la cabeza situada a nivel más bajo que la to pleno de la conquista romana, perdurando con similar
cruz y la cola sobre una de las ancas, lo que ha lleva estilo y parecida intensidad a principios del Imperio.
do a compararlas con algunos toros de piedra (Blanco
Freijeiro 1988: 71-72)281_
Otro tanto cabría decir de las representaciones plás 3.1.3. Escultura romana de tradición indígena
ticas en barro, sistematizadas en dos estudios recientes
(Galán 1989-90; Alonso y Benito-López 1991-92), Las precisiones cronológicas del nuevo grupo vienen
pues resultan extraordinariamente significativas desde en este caso dadas por sus características funcionales.
el punto de vista formal. Del variado repertorio -figu Técnicamente son inferiores a los conjuntos hasta ahora
ras exentas, prótomos y vasos zoomorfos- la represen descritos y en muchas de ellas, sobre todo en las más
tación de caballos, toros, verracos y aves, de modo pequeñas, se hace patente la obra rápida, seriada y segu
análogo a las fíbulas, es también característica 282. Gran ramente "barata".
parte de estas figuraciones geométricas se extendió por Los toros de soporte macizo o tipo 4, es decir aque
la Meseta en contextos tardíos (siglos JI a.C.-1 d.C.), llos en los que destaca el hecho de no estar calado el
aunque para las occidentales se han insinuado fechas espacio entre el vientre y el plinto (Figs. 101 y 102,1-10),
constituyen un grupo muy homogéneo y bien definido
281El trabajo de Cerdeño y Cabanes (1994) ofrece por otro lado una some
ra agmpación de las fíbulas zoomorfas de verraco o jabalí. atendiendo a geográficamente, sobre todo en el valle de Amblés, al
la representación naturalista o estilizada del cuerpo. cabeza e incluso amparo de la ciudad de Ávila y en tomo a las dehesas
hocico. que rodean la capital (Fig. 120). Como variante se podría
"' Podemos recordar las figuras zoomorfas exentas de lo.s castros vettones
de Las Cogotas. La Mesa de Miranda y El Raso ele Canclcleda (Cabré incluir algún caso con esa zona rehundida y calada en la
1930: 13-15, 74 y lám. LIII; Alonso y Benito-López 1992: Cabré et a/11 parte central (Fig. 101,12-13), como uno de los ejempla
1950: 35-37: Molinero 1958: -1-7). una terracota que tal vez sea un verra
co hallada en Coca (Blanco García 1986: 11) o los hallazgos de res de la muralla de Ávila (Martín Valls 1974: 75, fig.
Numancia, Langa de Duero, Almaluez. Soria. Las An"ibillas y Aguilar de 2,2) o los toros de Torrelaguna y Tornadizos (Álvarez
Anguila. para el ámbito celtibérico (Wattenberg 1963: -1-2, fig. 461 y 463:
Taracena 1929: 43-44. lám. X: Taracena 19-H: 33 y 152: Galán 1989-
Sanchís 1993b: 158-159; López Monteagudo 1989: 73).
1990: 181: Aguilera y Gamboa 19 l l: 48 y lám. XXIV). Otro tanto suce Estilísticamente, los tres están a caballo entre las escul-
de con los prótomos de bóvido, caballo y ave de los yacimientos vacce
os de Roa. Simancas y Palenzuela (Sacristán de Lama 1986: 206 y lám. '" Este gusto más acusado por los elementos zoomorfos de diseño geomé
LXX.8; Wattenberg 1978: 60. 63 y fig_ 41: Castro García 1971: 23 y lám. trico es también extensible a la, sobradamente conocidas representacio
XV). además de los celtibéricos de Numancia y Aguilar de Anguila nes en perspectiva cenital. sobre soportes cerámicos. metálicos y estelas.
(Wattenberg 1963: 1149, figs. -UO. -152-454. 456-458 y -!6-l-466: características de la iconografía arévaco-vaccca entre los siglo, II a.C. y
Aguilera y Gamboa 1911: 48 y lám. XXIV). o los prótomos de verraco 1 d.C /Romero y Sanz Mínguez 1992: -168) aunque también disponemos
y felino hallados en la necrópolis carpetana de La Gavia (Blasco y de otros hallazgos. más esporádicos, en el occidente. A una corriente
Barrio 1992: 286-287). Para finalizar, podemos añadir los vasos zoo iconográfica distinta. pero respondiendo a idéntico talante. podrían con
morfos de Las Cogotas. El Raso y Numancia (Cabré 1932: 49 y lám. siderarse las cabezas célticas (Almagro-Garbea y Lorrio 1992). la mayor
LIV: Molinero 1958: 47: Wattenberg 1963: 236-237 y lám. fot. XII-XIII: parte de las cuales corresponden a creaciones de un estilo esquemático y
Schulten 1945: lám. XI.1). tardío.
LOS VERRACOS 273
TOROS (TIPO 4)
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CABEZAS EXENTAS
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Fig. 120.-Distribución geográfica del tipo 4 de las esculturas de toros (arriba) y de las cabezas zoomo¡fas exen
tas (abajo).
274 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
turas más esquemáticas del grupo anterior284 y el nuevo 1976: 71) y sin embargo tipológicamente no tiene nada
modelo. que ver con el conjunto que estamos analizando (Fig.
Sistematizados hace algunos años por Martín Valls 97,1). Desde luego parece evidente que los toros del tipo 4
(1974: 74 ss. Martín Valls y Pérez Herrero 1976: 77), los debieron esculpirse en época altoimperial, pero cabría
toros fueron interpretados de cronología romana y finali igualmente pensar en la reutilización de otros tipos distin
dad funeraria, habiendo formado parte de un tipo espe tos, de cronología prerromana o republicana, pues no de
cial de enterramiento, integrado por un bloque prismáti otro modo podríamos solventar la aparente contradicción
co con una cavidad rectangular u oval -que serviría para que se observa en la presencia de epígrafes latinos en
depositar las cenizas y un reducido ajuar- sobre el que se esculturas de diferente filiación tipológica, siendo
levantaría la escultura zoomorfa en cuestión. En la mayor Martiherrero y los Toros de Guisando (Fig. 92,1) claro
paradigma de lo que decimos286•
parte de los casos estas estructuras no se habían podido
estudiar in situ, pero el hallazgo conjunto de ambos ele El conjunto de esculturas más pequeñas -tipos 4 y 5 de
mentos como material de construcción en el caserío de cerdos y toros respectivamente (Figs. 110,8-20 y l 02,11-
Gemiguel, en Riofrío, o el hecho de que apareciesen em 23)- ostenta una distribución muy homogénea en tie1rns
butidos en la muralla de Ávila y en la Iglesia de San de Zamora y NE. de Portugal, junto al Duero (Fig. 121),
Miguel de Arévalo (Martín Valls 1974: 77; Rodríguez asociadas a castros romanizados o de cronología exclusi
Almeida 1981; Mariné 1995: 300 ss.), podría hacer pen vamente altoimperial. El yacimiento trasmontano de
sar que hubiesen formado parte de un mismo monumen Santa Luzia (Freixo de Espada-a-Cinta) aporta una vein
to. Al hilo de este comentario estaría también el hecho de tena larga de estas piezas (López Monteagudo 1989:
que las medidas de algunos plintos coincidiesen con los 110-113; Matos da Silva 1988). Se trata de un centro
bloques prismáticos. El monumento funerario en cues intensamente romanizado (Santos Júnior 1975: 403 ss.;
tión se trataría de una versión de las cupae entre los vet Esparza 1983b: 108) pero el hallazgo que podría ser el
tones romanizados285, estructura datada en los siglos II más interesante está mal documentado: una pieza locali
zada en el interior de una vivienda de planta rectangular,
III d.C. en la Tarraconense y sur de la Lusitania (Julia
como corresponde a la etapa romana ((Santos Júnior
1965). Esta última hipótesis se vería finalmente confir
1978: 337-339; Ferreira da Silva 1986: 62). Las circuns
mada por el interesante hallazgo de Martiherrero (Ávila)
tancias del hallazgo son muy confusas y la vivienda no
(Martín Valls y Pérez Herrero 1976), donde se localiza
se excavó, lo que abriga ciertas dudas sobre su contexto
ron cuatro esculturas asociadas a cistas prismáticas de
(Matos da Silva 1988: 81). El verraco de Duas Igrejas
incineración, datadas en los siglos 11-III d.C. a partir de
(Fig. 110, 11), que se encontraba en la iglesia situada en
un sestercio de Albino (193-195 d.C.). Sin embargo, sólo
las afueras del pueblo, procedería, en buena lógica, del
una de las esculturas pertenece al tipo que estamos tra
yacimiento romano sobre el que se emplaza el monu
tando (Fig. I O1,3). El resto difiere estilísticamente (Figs.
mento (Santos Júnior 1975: 439-440). Lo mismo puede
97,1 y 98,7), aunque cumple la misma función.
decirse del toro de Sta. Marinha do Zézere (Fig. 102,16),
Otro aliciente, en términos de datación, vendría deter hallado en un altozano con restos de cerámica romana
minado por la existencia de inscripciones latinas en algu (López Monteagudo 1989: 90).
nas esculturas, siendo fechadas en los siglos 1-11 d.C Deteniéndonos en la provincia de Zamora, tenemos la
(López Monteagudo 1989: 125-138). Para las letras de una noticia de Gómez Moreno (1927: 36) relativa a una
de ellas, procedente de la Alameda Alta, en Tornadizos pequeña escultura hallada en el interior de una sepultura
(Fig. 101,5), se ha propuesto una fecha a partir de la se en el cerro de San Gil (Pino), de donde proceden diver
gunda mitad de la primera centuria (Martín Valls 1974: 80- sos epígrafes y monedas (Esparza 1987: 104). Un peque
81; López Monteagudo 1989: 131-132). También pertene ño toro "del tamaño de un gato" fue hallado en Sejas de
cen al grupo otras dos piezas con inscripciones, práctica Aliste. Aunque no hay acuerdo entre los diversos infor
mente ilegibles (Arias et alii 1986: nº. 91-92). Por paradó mantes, parece provenir de la zona conocida como "Los
jico que parezca, de los cuatro toros de Martiherrero sólo Barreros", con restos funerarios inequívocamente roma
uno llevaba inscripción (Martín Valls y Pérez Herrero nos (Esparza 1987: 128 y 372). Abundan, además, las
noticias referidas a la existencia de esculturas desapare
'" Un ejemplo singular lo constituyen dos de las esculturas halladas en el
sector este de la muralla de Á vila y una de las piezas procedente de cidas de pequeño tamaño que nos remiten al mismo
Tornadizos (López Monteagudo 1989: nº 19. 21, 100. láms. 6-7 y 38). espacio -Abelón (Sevillano 1978: 36), Fariza (Diego
Presentan un tamaño exiguo, por debajo del metro de longitud, y gran
simpleza compositiva. No hay que descartar que fueran obra de los cin Santos 1955: 41), Moral de Sayago (Gómez Moreno
celes que hicieron los toros cúbicos de soporte macizo (tipo 4). Las dos 1927: 29)- al mismo contexto y a la misma cronología.
primeras presentan una pequeña moldura en la basa por la parte superior
que conecta con los soportes. recordando el rehundido rectangular lige Circunstancias análogas se comprueban en los castros
ramente calado que ofrecen algunos toros del tipo citado. Todos estos de San Esteban (Muelas del Pan), Santiago (Villal
rasgos serán tanto más reconocibles cuanto más avance el tiempo, cris
talizando plenamente en los último tipos. en época altoimperial. campo), San Mamede (Villardiegua de la Ribera) y El
285 Fernándcz Fuster ya había planteado que las esculturas zoomorfas se uti
lizaran como estelas a la vez que sugiere la posibilidad de interpretarlas 28" Para el ámbito ibérico también se constata la exi,tencia de esculturas reuti
como un tipo específico de sepultura similar a las cupac (Maluqucr lizadas en tumbas. a partir incluso de los ,iglos V y IV a.C.. lo que ha pues
1954b: 104 ). to un límite al menos a cierta parte de la producción (Chapa 1980: 1005).
LOS VERRACOS 275
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Fig. 121.-Distribución geográfica de las esculturas del tipo 5 de los toros (arriba) y tipo 4 de los cerdos (abajo).
276 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Alba (Villalazán), donde seleccionamos más de una ral, puede afirmarse que la plástica en piedra del NO.,
decena de piezas asociadas a este tipo (Figs. 102,18-23 y zoomorfa o no, no se documenta en niveles anteriores a
110,9), dentro de un vasto conjunto escultórico y epigrá la romanización (Calo Lourido 1983)290•
fico (López Monteagudo 1989: nº 267-268, 273-276, Que existe una suerte de continuidad entre las piezas
278; Martín García y García Diego 1990). Los vestigios más geométricas del tipo 3 y los nuevos toros y verracos
de la fase romana correspondiente a estos poblados son (tipos 4-5) parece fuera de toda duda. En ocasiones las
sobradamente conocidos (Martín Valls y Delibes 1979b: primeras se convierten en un bloque ostensiblemente
135-136, 1980: 126 ss. y 1982: 48; Esparza 1987: 136 y prismático, e incluso se intuye una factura sumaria en el
376; Martín Valls 1974-1975; Benito et alii 1987). Por pedestal que anuncia el modelo siguiente. De la misma
afinidad estilística -como el peculiar diseño de la cabe manera, otro tanto puede decirse de los ejemplos de Za
za- una parte de la muestra se relaciona con las escultu mora y Trás-os-Montes, en los que puede reconocerse
ras del tipo 3 de este mismo ámbito (Fig. 100,16-18), una talla muy esquemática y personal. La distribución,
aspecto de gran interés pues proporciona otra pauta en la sin embargo, no es ni mucho menos la misma. La difu
evolución regional. Estos rasgos desvelan la peculiaridad sión de los toros cúbicos del tipo 4 es más excepcional,
de una comarca que, como en otras manifestaciones plás concentrados en el valle de Amblés (Fig. 120), sugirien
ticas, deja una impronta genuina. Por ejemplo, la presen do en cierto modo que la producción escultórica se inte
cia de estelas romanas con decoración figurada en la pro rrumpió en amplias áreas tras la dominación romana. La
vincia de Zamora es excepcional (Abásolo y García Ro localización de otros conjuntos más allá de esta zona,
zas 1990: 548), pero en los casos que se da encontramos como las pequeñas figuraciones de toros (tipo 5) y cer
registros individualizados con representaciones de toros dos (tipo 4) en el Duero/Esla o las cabezas zoomorfas
y verracos bajo el campo epigráfico. Nos hallamos por exentas del NO. (Figs. 120 y 121), podrían argüirse como
tanto ante una escuela de gran personalidad, relacionada planteamiento contrario, mas la especificidad tipológica
con las esculturas de granito, que se repite en Trás-os y geográfica de éstos no sirven sino para confirmar el
Montes (Alves 1933: 41 y 70). final y la "excepcionalidad" de estas producciones (26%
Cabría también pensar que las cabezas zoomorfas del del total), en un momento difícil de precisar del Alto
NO. fuesen de esta etapa (Figs. 110,21-28 y 120), poste Imperio pero que podríamos centrar en los siglos I y II
riores a muchas de las esculturas de cuerpo entero en las d.C., perdurando posiblemente en el siguiente.
que estilísticamente parecen inspirarse287• Es el caso de Resumiendo (Fig. 122), la producción general de esta
los castros de Paderne, Sta. Luzia y Moncorvo en Por plástica no debió estar muy lejos respecto al momento de
tugal (Leite de Vasconcellos 1934: 39; Santos Júnior formación de los grandes castros vettones, en el siglo IV
1975: 410-411, 416, 479-481 y 1977: 8-9) o Bembibre, a.C., tal y como parece desprenderse de la documenta
Castrelo do Val y Florderrey Vello en Galicia (Taboada ción arqueológica, aunque debamos insistir en la par
1949: 9-11; López Monteagudo 1989: 91-92)288• De quedad de los datos. Puede afirmarse que el tipo 1, que
Santa Tecla (La Guardia, Pontevedra) proceden dos inaugura la serie zoomorfa, es el que se acerca más a los
cabezas (López Monteagudo 1973 y 1989: 92-93)289 que rasgos naturalistas de la especie representada, tanto por
podrían fecharse en la dinastía Julio-Claudia, si nos ate el tratamiento general de los volúmenes, tamaño y pro
nemos a las campañas de excavación (Peña Santos 1985- porciones, como por el cuidado en la ejecución de los
86: 178). Tenemos también una posible cabeza, reutiliza rasgos anatómicos. Su dispersión contempla los territo
da, en la muralla del castro de Troña (Puenteáreas, rios abulense y salmantino, aunque no descarta hallaz
Pontevedra), con una fase de apogeo a partir del cambio gos periféricos. Seguidamente irá compareciendo el tipo
de era (Hidalgo 1987: 34 ss., 50 y 1989: 42 ss.). Los frag 2, algo más pequeño pero con un tratamiento similar.
mentos hallados el siglo pasado en el castro de Sabroso Hasta cierto punto el empleo de estos conjuntos debió
(Guimaráes) no tienen un contexto específico (Cardozo ser sincrónico en toda la región, con un pequeño desfa
1990: 59 ss.; López Monteagudo 1989: 91), pero tampo se entre las zonas nucleares y los márgenes, muy acusa
co desentonarían con la fase final del poblado, en la pri do en los sectores occidentales, donde el estilo debió ser
mera centuria (Ferreira da Silva 1986: 31 y 67). En gene- más permeable.
Por el contrario resulta evidente el proceso de geome
287 Cuestión imp011ante sería valorar la relación de estas piezas con otra
plástica específica, también asociada a los poblados y de cronología trización experimentado en las esculturas del tipo 3, sien
altoimperial, como son las estatuas de los guerreros lusitano-galaicos do fácil presumir la existencia de talleres homogéneos a
(Ferreira da Silva 1986: 304 s. y lám. IX; Almagro-Gorbea y Lorrio
I 992: 416 s.), cuya dispersión coincide en parte con la demarcación de la hora de aglutinar criterios estilísticos. La situación
las cabezas zoomorfas. presenta un claro contraste con respecto a los grupos
288 En relación con estos ejemplos también podría paralelizarse la cabeza de
Villardiegua (Zamora), en cuanto a su forma y cronología (Martín Valls
anteriores, pero coincide con el proceso de unificación
1974-75: 283 ss.).
289 También procede del yacimiento una cabeza zoomorfa identificada º Se ha sugerido como hipótesis que la causa de que no se documenten en
29
como équido. El bloque está fragmentado por lo que no es posible pre contextos prerrnmanos respondería a que. previamente. los trabajos habí
cisar si se trata de un pequeño ejemplar de cuerpo entero o el extremo an sido realizados en madera -como apunta la técnica de talla de alguna
distal de las piezas conocidas como "amarradoiros do gado" (Peña escultura o el desarrollo de ciertos temas decorativos- y sólo en época
Santos 1985-86: 176 y lám. I 6). romana se habrían trasladado a la piedra (Calo Lourido 1983: 167).
LOS VERRACOS 277
Escultura ri �
ibérica L��I
A
B
Castros c
prerromanos
o
E
F
G
Castros
romanizados J
Fíbulas
zoomorfas
Plástica [
en barro
Inscripciones
[
latinas y cupae
L
Castros
M
del NO.
N
Fig. 122.�Secuencia cronológica de la escultura zaomo,fa de la Meseta Occidental (a partir de los datos proporcionados
por las esculturas de toros, tipos 1 a 5), y contextos de datación más significativos. La relación de castros vinculados a estas
representaciones es como sigue: A. Las Paredejas-El Berrueco; B. La Mesa de Miranda; C. Las Cogotas; D. Villasviejas del
Tamuja; E. Castillejo de la Orden; F Ulaca; G. El Raso de Candeleda; H. Los Tejares-El Berrueco; J. Villa/campo; J. Muelas
del Pan; K. Caria; L. Santa Tecla; M. Troíia; N. Santa Luzia.
278 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
de elementos de la cultura material operado en la Meseta Monteagudo 1982 y 1989: 145 ss.), aunque la lectura que
en las postrimerías de la conquista. De alguna manera, se se ofrece es altamente discutible (Álvarez-Sanchís
origina una nueva concepción artística que estiliza aque 1990c). Tenemos también la escultura galorromana, en
llos elementos desarrollados a partir del repertorio indí particular la representación de bóvidos, muy característi
gena. El proceso continúa tras el cambio de era y, proba ca al este de la Galia (Joffroy et alii 1986: 2-4). El estilo
blemente a partir de la dinastía Julio-Claudia, la produc de estas piezas permanece prácticamente invariable, en
ción escultórica ofrece los ejemplares más evolucionados modelos que serán repetidos hasta conectar con la etapa
(tipos 4, 5 y cabezas exentas), localizándose en reductos merovingia (Moitrieux 1994: fig. 2).
marginales que han tenido o tienen gran vigor indígena. Desde luego el resto de sus características, tales como
En definitiva, la tipología ha jugado un triple papel en su distribución, contexto o funcionalidad, exluye el he
el marco de la investigación de los verracos: (1) de un cho de que se traten de imitaciones o importaciones en el
lado, facilitar la ordenación y catalogación de las piezas sentido estricto del término; pero también es difícil creer
susceptibles de estudio a partir de su nivel de conserva en una convergencia casual. En líneas generales estas
ción, (2) de otro, la aportación que supone en la articula manifestaciones responden a unos caracteres de simpli
ción de grupos geográficos dotados de una personalidad cidad en las formas, geometrismo en los volúmenes, ten
propia, (3) finalmente, al constituirse, en el marco de la dencia a la abstracción e incluso soluciones de estilo aná
secuencia arqueológica y contextual, en un posible infor logas, como el soporte macizo (Ross 1967: figs. 84-85;
mador cronológico. Joffroy et alii 1986: 4), que evocan el estilo de los verra
cos, en particular las tipologías más avanzadas. La situa
ción pudo por tanto no ser fortuita, correspondiendo a
una iconografía común basada en conceptos ideológicos
3.2. Notas sobre los paralelos extrapeninsulares
hoy desconocidos, pero que también son observables en
otros elementos. Esparza (1991-92: 545 ss.), refiriéndose
Las manifestaciones más tardías de la plástica zoo
al estilo y composición de determinadas fíbulas zoomor
morfa encuentran un eco, reconocible aunque parcial y fas de la Meseta, vislumbra ciertos puntos de coinciden
deformado, en determinadas representaciones del mundo cia con el arte céltico continental, por lo que tal vez su
céltico continental e insular, que han dado base a deter explicación "deba ser buscada en la pertenencia a una
minadas extrapolaciones de carácter un tanto discutible. misma comunidad cultural, en un sentido muy amplio".
La plástica en piedra de Irlanda, a pesar de lo escueto Las analogías que se aprecian en estas esculturas en
que se presenta el panorama, ofrece tres interesantes contextos generalmente tardíos, expresión de un ambien
esculturas identificadas como osos, en posición sedente, te débilmente influido por las modas romanas y fuerte
no habiendo sido labrado el espacio comprendido entre mente anclado en sus tradiciones, se explicarían porque
la basa y las extremidades (Ross 1967: 349, fig. 84a-b). tal arte se apoyó en una trama ideológica duradera y
Proceden de Cathedral Hill, en el condado de Armagh, ampliamente difundida. De ahí que la transformación de
uno de los pocos santuarios célticos irlandeses que pue modelos distintos, en diferentes regiones y diferentes
den identificarse con cierta verosimilitud, de datación épocas, desemboque en unos resultados análogos (Kruta
tardía y anterior a la llegada del Cristianismo, hacia el 1986 y 1993: 432). En cualquier caso, desde nuestro
siglo III d.C. (Rynne 1972: 79-80; Harbison 1988: 193- punto de vista habrá que discutir con cuidado la profun
194). Se han buscado paralelos con la escultura conti didad geográfica y temporal, el cómo y el cuándo se pro
nental de La Tene final, como la pieza zoomorfa de yectan estas evidencias iconográficas.
Limoges, en el centro-oeste de Francia (Ross 1967: 349,
fig. 85b). Incluso Harbison (1979: 230), a propósito de
los paralelos entre los castros de la Edad del Hierro de 3.3. Significado y función de los verracos
Irlanda e Iberia, especuló con la posibilidad de una arri
bada en la primera de inmigrantes de la Península 3.3.1. Castros y necrópolis
Ibérica, sugiriendo una relación entre los osos de piedra
de Cathedral Hill y los verracos de la Meseta, compara La publicación en 1930 por J. Cabré de la memoria de
ción que en todo caso resulta poco convincente, amén del las excavaciones del castro de las Cogotas, vino a demos
problema cronológico (Raftery 1993: 110). trar la firme correspondencia de una parte de la estatua
Las esculturas zoomorfas procedentes del Monte ria en piedra con los recintos fortificados de la Edad del
Sleza al sur de Wroclau, en Polonia (Rosen-Przeworska Hierro y la riqueza ganadera de estas poblaciones. Las
1962), están realizadas en granito y muestran una factu esculturas del conocido castro abulense, halladas junto a
ra muy esquemática que guarda ciertas concomitancias, la entrada principal del segundo lienzo amurallado inter
desde el punto de vista estilístico, con nuestros verracos. pretado como encerradero de ganados, sugerían una fina
La carencia de contextos bien definidos dificulta su valo lidad relacionada con la protección, favorecedora de
ración; aún así, se han defendido paralelos entre ambos "una magia de pastos y, tal vez, de reproducción" (Cabré
fenómenos desde un punto de vista más amplio (López 1930: 40). De la importancia de este trabajo da idea el
LOS VERRACOS 279
hecho de que muchos cuantos han escrito después sobre terró el gran toro que dicen "La Yegua" y en el extremo
este fenómeno se han basado, directa o indirectamente, contrario, junto al pie del muro, un verraco (Gómez
en el mismo (Maluquer 1954b: 103: Martín Valls 1974: Moreno 1967: 36).
74; Hernández Hernández 1982: 234; Ferreira da Silva Esta misma atribución podría verse refrendada en la
1986: 299: Álvarez-Sanchís 1990a: 227-229). documentación medieval de algunas esculturas. El Fuero
Hoy por hoy, estas premisas siguen siendo básica de Salamanca, del siglo XIII (Tít. XLVIII, 33), indica la
mente ciertas y otras esculturas vuelven a tener el deno ubicación del toro al principio del puente, en la ribera
minador común de su vinculación a recintos de la Edad próxima a la población. De Ledesma cabe mencionar la
del Hierro; además, resulta notabilísimo constatar la fre presencia de un verraco hallado en las cercanías de las
cuencia de los tipos más naturalistas en estos contextos. escuelas, al sur de la villa, además de otros cuatro que,
Sin extendernos, por consabidas, sobre las cuestiones según González Dávila, se ubicaban cerca de la puerta
cronológicas que plantean, sí conviene perfilar algo más septentrional de la ciudad (Gómez Moreno 1967: 48;
sus sitios de emplazamiento y su iconografía. Discernir, Benet et alii 1991: 117-118). Por último, en el lado
por ejemplo, si estas esculturas sólo fueron símbolos pro opuesto a Ciudad Rodrigo y a la salida del puente que
tectores del ganado o verdaderas imágenes religiosas, cruza el Águeda, existía también un verraco a comienzos
quedando también otra vía por explorar, la de una proba del siglo XVII que hoy se conserva en el Castillo de
ble función heráldica, que podría haber complementado Enrique II (Gómez Moreno 1967: 50; Martín Benito y
a la anterior. Martín Benito 1994: 132)293 .
El verraco de Las Merchanas no fue hallado en el Para poder explicar estos factores -grupos de dos o
interior del castro salmantino, sino a unos cincuenta más esculturas de mediano y gran tamaño en las inme
metros junto al camino que conduce a la puerta principal, diaciones de las puertas de los castros, por lo común
la del levante, en una extensa zona de piedras hincadas junto al camino de acceso- tal vez haya que reivindicar
(Maluquer 1968: 103, 106, fig. !). En Las Cogotas, ade la teoría semiarquitectónica de otros vestigios, bien
más del jabalí y los dos toros fragmentados dados a patente en la estatuaria extremeña, en particular en la
conocer en su día por Cabré (1930), existen otros dos escultura de Torrequemada y en una de las piezas de
ejemplares hallados junto a la zona de piedras hincadas y Botija (Fig. 108,11 y 108,14). Ambas destacan sobre el
a escasos metros del camino que conduce al segundo bloque de granito como si se tratase de un relieve,
recinto (Álvarez-Sanchís 1993b: 159)29 1, debiendo consi pudiéndose paralelizar adecuadamente con los sillares
derar por otro lado sendos ejemplares que yacían en el zoomorfos del mundo oriental e ibérico, ubicados en
cauce del río Riondo y en las proximidades de La Mesa puertas de palacios, santuarios y necrópolis (Almagro
de Miranda, pues también "parecen marcar la dirección Gorbea 1987b: 61-62; vid. Chapa 1980: 997 ss. y 1987:
al castro" (Molinero 1933: 434). Circunstancias simila 107-108).
res se comprueban en las tres esculturas del Castillo de Concluyendo, el fenómeno para una parte de esta
Bayuela (Toledo) -en la antigua cañada de las merinas plástica zoomorfa ofrece un panorama que permite enta
pero junto a la rampa de entrada (López Monteagudo blar un debate sobre su función apotropaica como
1989: 102)- en el posible verraco del castro de Alcántara defensoras del poblado y el ganado, flanqueando los
-en un camino de carros a 200 m. del acceso principal accesos a los recintos, tal vez con la simbología escato
(Álvarez-Sanchís 1993b: 165, nota 10)- en las esculturas lógica de guardianes benefactores que se documenta en
portuguesas de Castelo Mendo (López Monteagudo todo el Mediterráneo. Así se comprende también mejor
1989: 81, nº 124-125) y en las dos piezas de Botija exhu el carácter de representación de la divinidad de estas
madas junto a la vía que conduce al castro, muy cerca de figuras, como evidencia claramente su iconografía. Se
la puerta del recinto meridional (García Jiménez 1993: ha subrayado una naturaleza esencialmente religiosa
304)292. para el jabalí y el toro, como símbolo de la guerra y la
Cuestión importante sería concretar la posición intra prosperidad (Green 1989: 139-141 y 1992: 116-123 y
muros de otros ejemplares, si se asocian o no con algún 218-224). Ambas especies parecen haber sido uno de los
rasgo de las fortificaciones. Coincidente con esta idea totems más extendidos y representados en el mundo
estarían las dos esculturas del tercer recinto de La Mesa antiguo y en la Céltica, entre los gálatas, escitas, cim
de Miranda, que yacen no lejos de la puerta monumental brios, germanos, celtíberos... , habiendo sido también el
(Cabré et alii 1950: 17, 33-34; López Monteagudo 1989: emblema de legiones romanas (Blázquez 1983: 257).
64, 142), el jabalí de Botija hallado en el lienzo norte Un aspecto interesante que tampoco debe de olvidarse
(García Jiménez 1986: 65-66) y las dos esculturas del
m Sánchez Cabañas escribía en esas fechas: "Al principio del puente por la
castro salmantino de Irueña: en el ángulo SO. se desen- parte del arrabal, y en el costado izquierdo viniendo de éste. hay una
figura de piedra berroqueña labrada. semejante a un cuerpo. a la que el
291 Una de las pieLas es una obra inacabada. La otra fue valorada errónea vulgo llama Berraco·• (o. cit. en Martín Benito y Martín Benito 1994:
mente como procedente del interior del segundo recinto (Arias et a/ii 132, nota 210). Ese mismo carácter se ha mantenido prácticamente hasta
1986: 65. nº 38). la actualidad, como los verracos de Monleón (Salamanca) y Castelo
292 También podríamos contar en esta ocasión con el león esculpido en gra Menda (Guarda) (Gómez Moreno 1967: 43; Santos Junior 1975: 372),
nito procedente de los alrededores del castro de Botija (González además de otras representaciones que sirven de heraldo a la entrada de
Cordero er alii 1988: 22; García-Hoz y Martínez 1990). fincas y palacio,.
280 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
es la evidencia de esta plástica en otros soportes distin es irrefutable (Martiherrero, Tornadizos, Gemiguel),
tos a la piedra -barro y metal- donde concurre nueva también es verdad que, en otros (Guisando, Coca, Cá
mente la misma iconografía, su valor social y religioso: parra, Castillo de Bayuela), los criteria establecidos
los vemos en monedas, fíbulas zoomorfas, broches de sólo afectan a las inscripciones funerarias de las escul
cinturón, téseras de hospitalidad y figuritas de bronce y turas y no a su tipología (vid. supra), siendo por tanto
de barro cocidas que podrían considerarse exvotos posible sancionar un uso distinto: la inscripción sería
(Blanco Freijeiro 1988; Galán 1989-90: 187 ss.; Bláz grabada con posterioridad, usurpando entonces la fun
quez 1991: 101; Esparza 1991-92; Cerdeño y Cabanes ción original.
1994; Lorrio 1997: 359). La sacralidad del toro y el Todo esto incide en la cuestión de la estadística (Fig.
cerdo debía de concretarse en ciertas virtudes, comunes 123, vid. Fig. 130). Estamos de acuerdo en que el tema
a casi todo el Mediterráneo y la Europa Templada, entre de las asociaciones es complicado y sigue habiendo una
ellas la fecundidad, razón por la cual prácticamente cierta indefinición cuando se aborda el aspecto interpre
todos nuestros ejemplares llevan indicados los órganos tativo. No hay prácticamente ninguna escultura "in
sexuales. La condición de macho y semental estaría por situ", pero de la mayoría se sospecha una procedencia
tanto implícito en el carácter ritual de las esculturas, lo inmediata y permite ciertas matizaciones. De las 395
que no desentona en absoluto con las fórmulas sacrifi esculturas catalogadas, aproximadamente el 20% se aso
ciales conocidas del mundo antiguo, bien patente en la
cia a un hábitat castreño y a su área más inmediata (infe
inscripción lusitana de Cabe90 das Fraguas (Tovar 1985:
rior a 500 m.), porcentaje que sería ostensiblemente
245 ss.).
menor (5%) si sólo valorásemos las localizadas en el
Estamos seguros de que debieron existir más fór interior de los castros. De la misma manera, otro tanto
mulas de representación y disposición de las escultu puede decirse de la consideración de estas esculturas
ras respecto a la configuración de las puertas, mura como monumentos funerarios (3%), basada en el hallaz
llas y recintos sagrados que simbolizarían mágica y go de Martiherrero y en las pequeñas figuraciones voti
socialmente a los grupos residentes, pero carecemos vas de Zamora y Portugal294 que acompañan a las tum
de la información arqueológica necesaria para com bas como elemento de ajuar. Si, por otra parte, conside
pletar este panorama. Así las cosas, el carácter apo ramos también los ejemplares que ostentan inscripcio
tropaico también sería extensible en cronología tardía nes latinas y los toros geométricos del tipo 4, los resul
a las cabezas zoomorfas exentas del NO., con un sen tados no superarían el 14% respecto al total. Es decir, en
tido esencialmente doméstico y familiar, como se buena medida el 66% de las esculturas quedan fuera de
deduce de su vinculación a las paredes de las vivien los límites que comentamos. Cuestión de primer orden
das castreñas (Taboada 1949: 17-18). sería entonces determinar si estas representaciones, que
Con el tiempo, el carácter sacro, la monumentalidad e acaparan más del 70% de los emplazamientos conoci
incluso el panteón de estas representaciones en la Meseta dos, se corresponden o no con alguna otra particularidad
se fue modificando, lo que evidenciaría cambios en las cultural.
creencias y en su significado, hecho que coincide con el
Volvemos así al problema de la habitual localización
ámbito hispanorromano. Ahora nos encontramos ante
de esta plástica fuera de contextos arqueológicos preci
monumentos funerarios inspirados en las esculturas indí
sos, lo cual no significa que toda ella se ubique fuera de
genas (Fig. 123), simplificados, pero con todos los ras
su situación original, aunque así se la haya considerado
gos consustanciales a genuinas cupae (Martín Valls
tradicionalmente. Es verdad que la incógnita de muchas
1974: 74 ss.; Martín Valls y Pérez Herrero 1976). La
esculturas responde al exiguo rigor metodológico que
posibilidad de considerarlos túmulos familiares es muy
rodeó su descubrimiento, mas, por encima de ello, debe
sugerente (Mariné 1995: 309) y explicaría la relativa cer
prevalecer la realidad de que idénticas circunstancias
canía a la capital abulense de alguno de estos núcleos.
negativas aquejaron la excavación de otras. Podríamos
Con todo, la dificultad estriba en la onomástica de las
inscripciones latinas que ostentan algunas piezas (López así referirnos a las intervenciones arqueológicas que se
Monteagudo 1989: 125-138), pues no permiten recono realizaron en el terreno donde se erigen los toros de
cer vínculos en tal sentido. Guisando y las esculturas de Villanueva del Campillo,
con resultados infructuosos (Sopranis y Martín Rocha
En las cupae no suelen aparecer jabalíes, lo que
1955; Larrén 1990: 249). Hechos análogos pero más
podría reforzar nuestra opinión de que los toros sustitu
imprecisos concurren de nuevo en los verracos de Las
yeron paulatinamente a los primeros en época altoimpe
Cogotas, La Mesa de Miranda, Paredes da Beira, (San
rial, al menos en el valle de Amblés que es donde se
Joáo da Pesqueira, Beira Alta) y Tornadizos de Avila.
desarrolla este peculiar estilo figurativo. Tampoco tiene
Allí también parecen haberse realizado en su día exca
nada de extraño que en otras zonas, en particular en el
vaciones con resultados estériles (Cabré 1930: 39;
ámbito zamorano del Duero/Esla, algunos verracos
Molinero 1933: 434, lám. V; Campos Ferreira y Fi-
hallan servido de epitafio del mismo modo que las este
las altoimperiales que se recogen cerca de estos monu 294 Habiendo sido interpretadas como ex-votos de una divinidad tutelar de
mentos. Pero, si en algunos casos el carácter de sepulcro carácter ganadero (Ferreira da Silva 1986: 299).
LOS VERRACOS 281
1 2
lw++•==-c:::iFFMII50•
O cm.
Escultura zoomorfa
Contextos asociados
%
70
60
50
40
30
20
10
0"----------<---------�-------�
Asociado a habitat Contexto funerario Resto
Fig. 123.-Arriba: ( I) reconstrucción de una cupa o cista prismática de incineración, sobre la que se levantaría la escultura
Zoomorfa (Álvarez-Sanchís 1995) y (2) escultura de Tornadizas con inscripción funeraria latina (Martín Valls 1974, redibuja
do). Abajo: distribución porcentual de la escultura zoomorfa según el tipo de contexto al que se asocia.
gueiredo 1978: 343; Fernández Gómez 1995: 164). 3.3.2. Los verracos en el paisaje
Para terminar, en relación con estos ejemplos y con
entidad propia, se hallaría el grupo de esculturas del Cuestiones metodológicas aparte, el primer objetivo
valle de Amblés, en donde existe una cierta predilec será mostrar la relación que los complejos escultóricos
ción por buscar emplazamientos relativamente distan de la Meseta mantienen con el medio físico y humano,
ciados de los lugares de hábitat (Álvarez-Sanchís con vistas a poder dilucidar si su distribución es aleato
1990a: 227, fig. 21). Valores por encima de 1-1,5 Kms. ria o, por el contrario, constatan determinadas regulari
son usuales, cuando generalmente las distancias entre dades. En segundo lugar, consideraré cómo la significa
poblados y cementerios están por debajo de esas cifras ción económica de algunos sitios fue marcada de una
(Duval y Kruta 1975). forma identificable arqueológicamente con estas repre
sentaciones y cómo estos mismos monumentos han
Es decir, si estamos hablando de esculturas ajenas al perpetuado ulteriores desarrollos en el paisaje295 • Para
ámbito de los castros y sus respectivas necrópolis, no
debería extrañar que una parte de la población carezca de 291 La aplicación en Arqueología de elementos de análisis propios de la
Geografía Locacional se manifiesta en este sentido particularmente fructí
un contexto arqueológico inmediato, pues posiblemente fera (Ruiz Zapatero 1988b; Ruiz Zapatero y Burillo 1988). Recientemente,
nunca lo tuvieron. Creemos, sin duda, que el contexto meritorios trabajos han ayudado a valorar el contexto no verbal de otros
elementos prehistóricos que denotan una carga simbólica evidente, bien
hay que buscarlo en otra dimensión; en la ubicación de conectada con el territorio (Domínguez Monedero 1984; Criado 1988.
las figuras en el paisaje. Peña Santos y Rey 1993, Galán 1993, Ruiz-Gálvez 1995b, Chapa, e.p.).
282 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
terminar, ilustraré estos argumentos utilizando la eviden figuraciones y sitios conocidos en la Península Ibérica297 ,
cia de algunos emplazamientos desde una perspectiva remarcando las siguientes características (Fig. 125):
microlocacional. (a) Toros y verracos se distribuyen en suelos meta
La valoración de las esculturas de verracos debe res mórficos de aprovechamiento ganadero, es decir, en
ponder a una contextualización de al menos tres niveles: áreas de pastos. Ese es el caso de más del 90 % de los
( 1) en relación con el marco regional donde se distribuyen, ejemplares del valle de Amblés, del 89% del occidente
(2) en relación con el poblado al que se asocian y (3) en salmantino y del 72% del valle medio del Tajo (vid. cap.
relación con el terreno sobre el que se emplazan. La imbri V, Figs. 35, 38 y 42).
cación de esta plástica en el universo socio-económico del (b) Se sitúan en altitudes que oscilan entre los 350 y
poblamiento de la Edad del Hierro nos dio importantes 1300 m., por tanto se asocian a pastos invernales. Nunca
resultados en el valle abulense del Amblés, habiendo rela en alturas superiores a los 1500 m. que en la actualidad
cionado su construcción y emplazamiento con la expresión representan la cota de los pastos permanentes o altos pas
simbólica de una élite que controla ganados y los mejores tos de verano. En otras palabras, se ubican en cotas de
pastos (Álvarez-Sanchís 1990a y 1994). Este mismo mode recursos críticos y escasos, los pastos de otoño-invierno.
lo, que valora la jerarquía fijada en los patrones de asenta
(c) Se localizan cerca de corrientes permanentes de
miento, tiene también su reflejo en la cuenca media del
agua, con valores del 90%, 78% y 73% de la población
Tajo y en el occidente de Salamanca, limítrofe con las pro
zoomorfa según las áreas consideradas, a menos de 1500
vincias portuguesas de Trás-os-Montes y Beira Alta.
m. de distancia, lo que supone la facilidad de desplaza
Ante todo es importante destacar la fuerte concentra miento del ganado para el abrevado.
ción de verracos en las comarcas consideradas, pero sobre
(d) Más del 70 % de las esculturas se distribuyen en
todo en los valles de Amblés y Tajo (Fig. 124). En el pri
áreas próximas pero no inmediatas a los poblados y
mero la dispersión contrasta con el vacío hacia el este
cementerios, entre 2000 y 4000 m. por término medio,
-frontera oriental vettona- o con las poquísimas esculturas
sin asociaciones aparentes a estructuras y/o áreas de acti
conocidas en el norte -tierras bajas cerealistas del Duero-
vidad específica.
oeste y sur, donde la Sierra de Gredos constituye una gran
frontera natural. Cabría sospechar que el valle formó una (e) A pesar de las distancias existe una buena intervi
cierta unidad para las comunidades que lo habitaron duran sibilidad entre asentamientos y emplazamientos zoomor
te las últimas centurias del primer milenio a.C. Debió ser fos, lo que de alguna manera indica que los terrenos de
un área que concentró a la población y pudo alcanzar una éstos no están disociados de aquéllos.
relativa alta densidad de poblamiento. La nómina de (f) Los sitios de las esculturas tienen unas visibilida
emplazamientos conocidos en la región del Tajo es también des en su entorno muy altas. Es decir, parece haberse
evidente si se compara con los escasos ejemplares al este buscado deliberadamente puntos en el paisaje que resul
de Caesarobriga -tierras limítrofes carpetanas- al norte taran fácilmente identificables.
-Campo Arañuelo-- y al sur -Sierras de Guadalupe, (g) A la vista de sus dimensiones parece casi inevi
Altamira y Montes de Toledo--. La caracterización del table la posibilidad de una talla "in situ" para una parte
hábitat es fácilmente individualizable respecto al modelo de las esculturas. La selección de bloques de granito y el
abulense y salmantino, pero de nuevo se vislumbra una esculpido de una figura de las grandes a partir de bloques
ocupación coherente que articula la distribución espacial de 6, 8 ó más T n., necesariamente requirió el concurso de
de los poblados, las esculturas y los recursos. varios artesanos a tiempo completo y durante un período
El análisis de las tres áreas se realizó sobre una mues largo298•
tra de 164 esculturas distribuídas en 68 emplazamientos, Unos y otros caracteres convergen razonablemente en
generalmente entre una y cuatro piezas por localidad, las tres regiones, luego existe una respuesta cultural
salvo unas pocas que tienen un número mayor de zoomor común: las representaciones en piedra responden a un
fos296. Las comarcas abarcan por tanto la mitad del total de
29
7
A partir de una mue,tra de 319 esculturas repartidas en 163 sitios. pues
296 Sería el caw de las 8 piezas de la Dehesa de Guteneño (ÁvilaJ. los 11 se han excluido las esculturas de procedencia desconocida y las cabezas
ejemplares de Gemiguel (Riofrío) o los 22 de la Dehesa de La Alameda zoomorfas exentas del NO.
Alta. en Tornadizos de Ávila (Martín Yalls 1974: 74 ss.; López °'8 El análisis del granito de las esculturas de Toro y Salamanca puso sin
Monteagudo 1989: 60-61, 68-70, 73-78). Una veintena larga de piezas embargo de manifiesto una procedencia alóctona que debe rastrearse en
se conoce también en torno al yacimiento de Santa Luzia, en Freixo de las sierras de Béjar o Gredas (Martín Valls 1974: 81; Martín Valls el alii
Espada-a-Cinta, (López Monteagudo 1989: 110-113; Matos da Silva 1991: 145 J. Podría aducirse que su emplazamiento actual obedece a
1988). El emplazamiento trasmontano supone una distorsión respecto al razones postdeposicionales. es decir. serían producto de un traslado "'a
cómputo total conocido en la región occidental, dándose además la cir posteriori"'. máxime habida cuenta lo extraordinariamente costoso que
cunstancia de que la mayoría de las figuraciones son de pequeño tama supondría el traslado de estos animales en el contexto cultural que abor
ño y probablemente de carácter votivo. Por otra parte. este estudio no damos. Mayores elementos de juicio nos ap011a el ejemplar madrileño
contempla la treintena de esculturas conservadas en Ávila capital. de de Torrelaguna (Álvarez-Sanchís 1993b: 158-159). recientemente trasla
procedencia desconocida (Arias el alii 1986). La caracterización cuanti dado a su emplazamiento actual pero cuya taxonomía. de perfiles rectos
tativa de las tres comarcas analizadas es como sigue: para el Valle de y ra�go� apena� e�bozados, permite emparentarlo con un foco geográfi
Amblés. 90 esculturas repartidas en 33 emplazamientos; para el co muy preciso en el valle de Amblés. Así y todo. no puede negarse '"a
Occidente de Salamanca y las provincias portuguesas limítrofes, 43 priori'" el transporte de ciertas piezas desde el lugar de trabajo hasta su
esculturas en 13 sitios; para el Valle medio del Tajo. 31 en 21 respecti futuro emplazamiento en un marco temporal relativamente breve. en vir
vamente. tud de circunstancias excepcionales que escapan a nuestro control.
LOS VERRACOS 283
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uso socializado del medio natural. Ahora bien, esta reva vales los pastos críticos del valle y de las tierras bajas para
lorización de los monumentos en el paisaje pasa por aco poder aprovecharlos sólo en el invierno. El incumpli
meter una serie de cuestiones previas; ¿por qué se recu miento de estas normas era penado con fuertes multas.
rrió a la escultura en un determinado momento?, y, sobre Casos semejantes se pueden señalar en los señoríos ecle
todo, ¿cómo funcionaron estos monumentos? Cunliffe siásticos de la comarca sayaguesa (Zamora) en el siglo
(1990: 334-335) señala como la intensificación agrícola XIII, que establecen un detallado ordenamiento sobre cul
en la prehistoria tardía y la necesidad de definir nuevos tivos y dehesas, reservando terrenos de pastos para la
territorios podrían sugerir el comienzo de una mayor pre etapa invernal (Sánchez Gómez 1991: 36-37).
sión sobre la tierra, exacerbada quizás por el incremento Este planteamiento teórico hace inevitable la referen
de población. Admitido esto, se plantearía la posibilidad cia a la escultura zoomorfa. ¿Se podría asociar el desa
de una identificación entre determinadas poblaciones y rrollo de los verracos con la implantación de un marco
zonas específicas, con indicios de parcelaciones impor coercitivo que regulase el acceso a los pastos en la Edad
tantes en el paisaje y junto a los castros. del Hierro? Somos de la opinión que estas figuraciones
Es fácil presumir la importancia que el ganado jugó reflejan un valor productivo (la ganadería) y que ello es
en las sociedades celtas y el mundo clásico. El bagage consustancial a sus condiciones de emplazamiento (los
faunístico que se ha encontrado asociado a los castros pastos). Por tanto, parecería factible la hipótesis de con
occidentales -Sejas de Aliste (Esparza 1987: 225 y 395), siderarlas hitos en el paisaje que delimitan recursos críti
Villasviejas del Tamuja (Hernández Hernández et alii cos, los pastos de invierno299 , cuya explotación sería
1989: 144 ss.), Castillejo de la Orden (Martín Bravo organizada por las élites de las comunidades prerroma
1991: 175-179), Salmantica (Martín Valls et alii 1991: nas (Álvarez-Sanchís 1990a: 277 ss. y 1994). Cuando un
157), Las Cogotas (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís grupo de parentesco tiene derecho a usar y controlar
1995: 222)- y del valle medio del Duero -Soto de recursos económicos estratégicos restringidos, éste
Medinilla, La Mota, Padilla...(Morales y Liesau 1995) refuerza sus derechos con la religión y su ritualización
permite constatar la abundancia de bóvido, oveja, cerdo (Goldstein 1981: 59 ss.). Sin duda las necrópolis vetto
y caballo entre las especies domésticas. Sus implicacio nas incluyen esas relaciones de poder: la existencia de
nes socio-económicas son obvias, como su papel en la varias zonas diferenciadas, la valoración simbólica y
dieta alimenticia, en la fuerza de trabajo, en la elabora económica de los ajuares y la distribución desigual de
ción de instrumentos y en las redes sociales y de inter éstos, permiten inferir contradicciones internas en la
cambio (Dehn 1972; Nash 1985: 47-49; Whittaker 1988; estructura social (Castro 1986: 127 ss.; Kurtz 1987: 257
Kehoe 1990; Delibes et alii 1995: 574 ss.). Pero tiene a ss.; Martín Valls 1985: 122-123 y 1986-87: 75-78). Pero
cambio contraprestaciones muy específicas, como la dicha relación, además, podría adquirir una significación
cantidad de pasto necesario para hacer efectivo su man especial a partir de otra perspectiva: la consideración
tenimiento (Ruiz y Molinos 1993: 106-107). Una econo religiosa y protectora de los verracos en el paisaje.
mía agropecuaria debe mantener un equilibrio entre cere Sabido es el carácter sagrado que se da a los hitos en
al y cabezas de vacuno en cuanto a la necesidad de tie el mundo céltico y como se asocian a determinadas divi
rras y agua. Como los pastos de la sierra no son utiliza nidades (Marco 1993b), tradición que ha podido pervi
bles en invierno, y prácticamente hasta el deshielo, hay vir hasta la actualidad en multitud de pueblos (Caro
que prever alimento para los animales en la parte baja de Baroja 1990: 316). Existía en la Galia un dios identifi
los valles, donde debido al relieve y la calidad de los sue cado con Mercurio cuyo nombre, Moccus, es la forma
los el espacio destinado al cultivo debía ser limitado, por antigua del bretón Moc'h, que significa cerdo o jabalí
lo que la alimentación natural del ganado, los pastos, (Blázquez 1983: 17), siendo francamente ilustrativo que
entraba forzosamente en competencia con los recursos Fita y Fernández-Guerra (1880: 16, nota 1; vid. Taboada
agrícolas. Esta situación implica un riesgo de "divorcio" 1949: 15-16) expliquen la palabra mojón por derivación
entre ambos modelos y exige en la práctica una estra céltica, teniendo en cuenta que "Mue en gael, y Mochyn
tegia. en lengua del país de Gales, significan cerdo". Pues
Ciertamente, hay datos que confirman que una políti bien, es probable que en el verraco portugués de Paredes
ca de estas características existió en la Antigüedad, sobre da Beira (San Joáo da Pesqueira, Beira Alta) tengamos
todo aquella destinada a regular los campos de cultivo una evidencia epigráfica de la protección religiosa del
(Fowler 1981: 94-119), los pastizales (Cherry 1988: 22- lugar (Fig. 109, 1). En la inscripción latina grabada sobre
26; Hodkinson 1988: 51-53; Pryor 1996), los desplaza el monumento en cuestión López Monteagudo (1989:
mientos del ganado (Gómez Pantoja 1993: 454 ss. y 126, 133, 144) lee Ateroecon (=de los Ateroeci), indi
1995) e incluso el acceso a los manantiales (Wilkes 1974: cando que la escultura o el lugar donde se emplaza per-
258-259). En procesos paralelos, aunque no contemporá
neos, se puede ver el mismo fenómeno en las prácticas 299 Estos mismos pastos se verían fuertemente mermados durante el verano.
ganaderas de Irlanda y Gales durante la Edad Media No en vano, las abrasiones dentarias detectadas en el ganado vacuno de
algunos yacimientos vacceos (Morales y Liesau 1995: 483) podrían
(Lucas 1989: 35-36, 66). Allí, las fuentes testimonian tener su justificación en el endurecimiento de los pastos durante el estío
fehacientemente cómo se vallaban durante los meses esti- (Calonge 1995: 532).
LOS VERRACOS 285
o ESCULTURA ZOOMORFA
83o/
90.%� 89%� �
10% 11%
� �
�17%
7
8
90%�
10%
�
� 73�
22% 27%
1800
1700
1600 ; PASTOS DE VERANO
1500
1400
; PASTOS DE INVIERNO
1300
1200
1100
1000
10 20 30 40 50 60 70 80%
ESCULTURAS
Fig. 125.-Arriba: usos potenciales del suelo asociados a toros y verracos según las comarcas anali::,adas, y distancias más
próximas a los cursos de agua continuos. Abajo: distribución de la escultura z.oomo¡fa del valle de Amblés a partir de su
localización altitudinal (Álvare::,-Sanchís 1990a).
tenece a una gens. Como advierte la misma autora, el Otro rasgo digno de consideración serían las cazole
sufijo -oeco, propio de divinidades indígenas tópicas, tas y signos insculturados asociados a algunos ejempla
indicaría la sacralización del espacio tribal o comunal res. Las primeras se han interpretado para quemar aro
del territorio, en relación con el grupo de parentesco mas o hacer libaciones (Gómez Moreno 1983: 41; López
(vid. Albertos 1975: 49-60; Blázquez 1991: 127). Es Monteagudo 1989: 50-51, 144-145). Su valor se ha
importante valorar que la escultura fue hallada en un sobredimensionado300, pero el sentido ulterior de unas
campo y cerca de una fuente, no descartando su primer
editor, Pinho Leal, en 1875 (o. cit. en Campos Ferreira 100
Es posible que muchas sean de factura reciente (Arias et alii 1986: 15),
y Figueiredo 1978: 341), el hecho de que estuviera sir pudiéndose citar el ejemplar de Narrillos de San Leonardo (Ávila).
cuyas concavidades fueron producto de la extracción de polvo de grani
viendo de término de alguna propiedad o territorio. to para usarlo como secante (id. 1986: 99) o el toro de Villar del Pedroso
Cabría por tanto la posibilidad de hablar de un grupo (Cáceres), con el costado izquierdo cubierto de cazoletas. "siendo preci
so adve11ir que hasta 1948, la escultura se hallaba tumbada sobre su cos
social, cuyos pastos estarían simbolizados por la presen tado derecho, el cual no presenta ni una sola cazoleta·• (López
cia de esta escultura. Monteagudo 1989: 89 ).
286 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
pocas podría relacionarse con la sacralización del sopor Puente del Congosto en Salamanca. Resulta lógico pen
te, la piedra, extensible a la sacralización del lugar301 • sar, a pmtir de estos aspectos, que otras veces las escultu
Una particularidad muy interesante que vemos repetirse ras coincidan con los límites teóricos de los territorios de
en efigies análogas, sobre todo en la nalga derecha y en los oppida ofrecidos por los polígonos T hiessen, bien evi
piezas de tipología antigua -Guisando, Ulaca, Ávila, Las denciado en el valle de Amblés (vid. cap. V, Fig. 35).
Cogotas, Tabera de Abajo, Segovia y Segura de Toro A la vista de estos datos, tal vez sea válido recurrir a
(Figs. 91-93 y 103)- son signos en zig-zag que Gómez la vetusta tradición recogida en su tiempo por Ballesteros
Moreno (1983: 23 y 38) llamaba "verdugones", cual en 1896 (o. cit. en Rodríguez Almeida 1981: 19), relati
marcas de ganadería ( vid. Blanco Freijeiro 1984: 7; va a la existencia en el límite oriental de la provincia abu
López Monteagudo 1989: 50). A título de mera conje lense de una escultura de verraco con una inscripción
tura, podríamos estar ante la expresión de un lenguaje doble en los costados: Hic est Tarraco, non Lusitania /
identificativo del sitio o incluso de las reses. En cual Hic est Lusitania, non Tarraco, epígrafe cuyo fundamen
quier caso, la homogeneidad de estos artificios y de to podría residir en un término romano del puerto de La
algunos talleres escultóricos podría indicarnos que la Palomera, al norte de Cebreros (Rodríguez 1879: 60),
élite debió mantener relaciones entre sí, compartiendo que deslindaba los límites con análoga inscripción, lo
una simbología común y, probablemente en muchos cual no obstante plantea numerosos problemas de difícil
casos, unos mismos artistas. Es decir, no sólo existirí solución3º2 . Extremadamente elocuente en este mismo
an relaciones verticales de tipo gentilicio, sino tam sentido es la localización, en las proximidades, del río
bién horizontales, haciendo coincidir un mismo tipo Cofio, afluente del Alberche, que podría derivar del latín
de escultura como identificador de los nobles de uno o cofinium, "confín" o "frontera" (Knapp 1992: 7).
varios asentamientos (Chapa 1998 y e.p.). En segundo lugar, es igualmente significativo que los
La construcción de estos monumentos ofrece además verracos hayan sido y todavía sigan siendo utilizados
un punto focal en la configuración del paisaje y hay indi como mojones territoriales para definir áreas y límites de
cios de que algunos límites, parcelaciones y cañadas del pastos; no en vano, la proximidad de muchas de las
territorio fueron identificados mediante su ubicación, esculturas a las cañadas destinadas al tránsito de ganados
idea que tiene poco de novedad, como recordarán quie (Paredes Guillén 1888: 136 ss.; Jiménez de Gregorio
nes hayan leído a Fernández-Guerra (1853: 309 y 1862: 1950: 105-108; Álvarez-Sanchís 1990a: fig. 19) consa
47-49 ss.) y Paredes Guillén (1888: 136-164). gra una ocupación diferencial del espacio, en la medida
Respondiendo a este talante tendríamos en primer en que éstas últimas no son mas que el trozo de camino
lugar el hecho de que una parte de las dehesas donde con lindante con tierra cultivada (Klein 1979: 33)303 . Una lec
fluyen nuestras esculturas se encuentran en el extremo de tura cuidadosa de los mapas topográficos y lugares de
antiguas divisiones de tierras que se corresponden con hallazgo puede servir para justificar la cercana presencia
entidades administrativas medievales y actuales. Varios de topónimos alusivos a estas esculturas, cuyas implica
ejemplos de esta naturaleza se producen en la linde que ciones resultan fáciles de conceptualizar: "El Hito", "Valle
divide los términos municipales de Toledo y Cáceres: el del Cebón" o "El Burro de la Barrera" (verracos salmanti
toro de Madrigalejo, entre el término citado y el de nos de Fuenlabrada y Lumbrales), "Prados de los Hitos"
Navalvillar de Pela en Badajoz (Ramón y Femández (verraco de La Redonda en Salamanca), "Prado del Toro"
Oxea 1950: 64), el verraco de Carrascalejo de la Jara, (esculturas de Cáparra, Plasencia y El Berrueco), "Prado
hallado en la línea de demarcación de Carrascalejo, Villar de los Toros" (Ledesma), "Campo del Toro" o "Cabeza de
del Pedroso y Mohedas de la Jara (id. 1950: 59), así como Toro" (Muñogalindo y Villanueva del Campillo), "Oliva!
dos de las esculturas de la Finca "La Oliva", en un cerro dos Berroes" (Cabanas de Baixo en Moncorvo), 'Toro del
entre los términos de Villar del Pedroso y Valdelacasa de Hito" (Madrigalejo), "Cruz del Cerro" o "Cerro del Ve
Tajo (González Cordero y Quijada 1991: 178). Estas cua rraco" (Pasarán en Cáceres), "Coto de la Cruz" (Talavera
lidades también se pueden apreciar en los toros abulenses la Nueva), "Valle del Verraco'' (Villar del Pedroso), "Arro
de Muñogalindo, a escasos metros del término de yo del Puerco" (Arroyo de la Luz), arroyo "El Verraco''
Muñochas, Guisando, no lejos de la línea de demarcación (Botija), etc30-1. Existen además otros topónimos, como
entre Ávila y Madrid, y tal vez el verraco del Berrueco, "Mojón del Marrano" (López Monteagudo 1989: 15) y
entre los términos de Medinilla, El Tejado de Béjar y 1
º' Con todo. la referencia de Ballesteros (1896) se basa originariamente en
un estudio del sacerdote Gil González Dávila aparecido a mediados del
101 No es fácil presumir el carácter de aquellas piezas que ostentan una fran siglo XVII. que incluye el verraco con la inscripción latina. y que M.
ja resaltada a la altura de la cruz, rasgo que se ha interpretado como el Mariné (1995: 276) achaca a una invención o error de este último.
dorsuale de tradición romana con el que se adornaba a los animales que "" También en lo tocante a su distribución, existe acuerdo general en admi
eran conducidos al sacrificio. confiriendo a las esculturas un carácter tir la relación de los asentamientos de la Edad del Hierro con la red de
religioso de ofrenda, es decir, una consecratio (López Monteagudo cañadas. Este es el panorama que se desprende del análisis de Sierra y
1989: 144 y 149). El dato es quizá atendible en algunas esculturas. por San Miguel (1995) respecto a la ocupación humana del valle del Duero.
11¡.¡ J
ejemplo en Tornadizos y Totanés (Arias et alii 1986: 77 y 83; López unto a los mapas topográficos. son de obligada consulta Morán (19.+0:
Monteagudo 1989: 106, lám. 73), aunque la última autora parece incli 19-20): Ramón y Fernández Oxea (1950: 58 y 64). Gonzále7 Cordero
narse por la extensión del término (id. 1989: 50, nota 15), dando entra et a/ii (1988: 21), López Monteagudo (1989: 15, 66, 93, 98), Her
da a categorías de piezas que simplemente ofrecen los antebrazos delan nández Hernández et a/ii (1989: 16) y Castelo Ruano y Sánchez Mo
teros resaltados. reno (1995: 318).
LOS VERRACOS 287
"Barba del Puerco" (Morán 1940: 19-20), que seguramen 12) y Narahío (Núñez Sobrino 1982), algunos de ellos
te nos ilustran sobre la existencia de veITacos marcando empleados como símbolos de jurisdicción de la Casa
estos lugares en la antigüedad. Fernán Pérez de Andrade. La circunstancia de su situa
Finalmente, con todas las reservas que se quiera y de ción en los puentes "hace suponer su carácter de mojón
manera muy esquemática, creemos muy importante refe o hito territorial que había de fijar el derecho de pontaz
rirnos aquí a la documentación moderna y medieval: go" (Taboada 1949: 12). El hecho de que se trate de
esculturas posiblemente medievales -aunque no hay
- A propósito del enorme ejemplar de toro de San
nada seguro en este sentido (López Monteagudo 1989:
Vitero, en Zamora (Fig. 95,3), del que únicamente se
15-16)- no exime el interés implícito de estos monu
conserva la mitad delantera (1,20 m.), cumple advertir
mentos, erigidos en conmemoración de los orígenes abu
como en una carta de donación a la iglesia de
lenses de una familia noble. Tal vez incluso fueran escul
Compostela por Alfonso III en el año 899, en donde se
turas re�tilizadas, habiendo sido trasladadas en el siglo
cita dicha villa, se comenta, quizá refiriéndose a los lími
XV de A vila a La Coruña.
tes: idem efigies murgoros planitiem. De seguir a Gómez
Moreno (1927: 11), quien recoge la referencia, planitiem La cuestión reviste mayor trascendencia puesto que
podría referirse al vecino Campo de Aliste, notorio por nada infrecuentemente los títulos de los propietarios de
su llanura; murgerium significa en baja latinidad "mon estas dehesas son marquesados, de origen medieval, cedi
tón de piedras", equivaliendo acaso a mojón, y el de efi dos a los señores que defendían marcas o te1Titorios fronte
gies bien pudiera referirse a la pieza, si es que estaba rizos. Si fijamos nuestra atención en los te1Tenos que alber
enhiesta por coto o punto de referencia de la villa, como gan a los Toros de Guisando, en su día propiedad de la
actualmente lo está de la iglesia del pueblo. Marquesa de Castañiza (Sopranis y Martín Rocha 1955;
- Algunas esculturas ostentan signos cruciformes Blanco Freijeiro 1984: nota 27), el conocido ve1Taco de
-Madrigalejo, Tornadizos, Santo Domingo de las Po- CaITascalejo de la Jara (Cáceres), hallado en la dehesa de
sadas, Ca1Tascalejo de la Jara (Ramón y Femández Oxea los Marqueses de Linares (Ramón y Femández Oxea 1950:
1950: 64 ss.; Martín Valls 1974: 75; Arias et alii 1986: 59), las esculturas de Villanueva del Campillo, en prados
77, 111; González Cordero et alii 1988: 27, nº 3)- que en que pertenecieron al Marqués de Loriana (BaITanco 1993:
bastantes casos gustan de contemplar como monumentos 158) o los ejemplares toledanos de San Martín de Pusa y el
paganos cristianizados. Pero, además, hay que insistir en Castillo de Bayuela, vinculados respectivamente a los mar
el hecho de que signos análogos en piedras y roquedos quesados de Zugasti y Montesclaros (Álvarez-Sanchís
con una finalidad demarcadora gozaron de cierta prácti 1993b: 160; López de Ayala-Álvarez de Toledo 1959: 50-
ca en la Edad Media (Casanovas 1992: 147 ss.)305. 53), habremos de convenir que su relación con casas sola
riegas no parece que deba atribuirse a la mera casualidad.
- Sabido es el uso de los rollos o columnas de piedra Una situación análoga podría deducirse para la treintena de
medievales, que eran insignia de jurisdicción y fre piezas que se conservan en palacios de la capital abulense.
cuentemente servían de picota para los ajusticiados. En Tratándose de ejemplares desplazados de su ubicación ori
este sentido, Ramón y Femández Oxea (1950: 71, lám.
ginal, creemos como hipótesis razonable que al menos una
VI ), a propósito de la existencia de cabezas de suidos en parte proceda de buenas explotaciones ganaderas, como
rollos erigidos en los siglos XV y XVI en algunos pue corresponde al rango social de sus propietarios (Álvarez
blos cacereños (Belvís de Monroy, Valverde de la Vera), Sanchís 1993b: 165).
comenta: "la hipótesis de que tales cabezas hubieran sido
aprovechadas de ve1Tacos antiguos que existieran en las En resumen, si bastantes piezas se han utilizado desde
cercanías, no es descabellada, puesto que dichos pueblos la Edad Media y Moderna para demarcar simbólicamen
están dentro del círculo de esta cultura". Análogamente te propiedades y dehesas, la posibilidad de un patrón
esta asociación volvemos a encontrarla en los verracos similar extensible al paisaje social de la Edad del Hierro
trasmontanos, de cuerpo entero, de ToITe de Dona cobra mayor verosimilitud y reduce las posibilidades de
Chama y Bragarn;:a (López Monteagudo 1989: 15). pensar que se trate de situaciones no perseguidas cons
cientemente por sus constructores. De igual manera, hay
- A finales del siglo XVIII Hermosilla y Sandoval
que tener presente que en aquellas áreas donde se erigen
rescata varias esculturas de toros y veITacos de propor
las esculturas, la distribución de éstas reproduce y se
ciones considerables en las proximidades de Talavera la
supedita casi siempre a la distribución de los pastizales
Vieja (Cáceres), la antigua Augustobriga vettona, que
actuales más ricos.
encuentra sirviendo de hitos en la dehesa (Hermosilla y
Sandoval 1796).
- Otra referencia importante aunque bastante más
3.3.3. Verracos y espacios sociales
problemática sería la noticia de los verracos gallegos de
Pontedeume, Jubia, Ponte do Parco (Taboada 1949: 11-
El contexto arqueológico de los verracos existe y se
puede recuperar a través de su análisis en el paisaje. Un
"" Por ejemplo en Irlanda el espacio sagrado quedaba delimitado por men
hires. Estas constrncciones fueron reemplazadas en época cristiana por
intento de aplicar en detalle el modelo general propuesto
º
cruces (Guyonvarc h 1960: 189; Marco 1993b: 318). para las esculturas zoomorfas lo realizamos sobre los
288 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
emplazamientos de Villanueva del Campillo y Tornadizos con una ligera estructura de madera recubierta de tela
de Ávila, en los sectores más occidental y oriental del gris como el granito de la zona- era real a distancias que
valle de Amblés respectivamente (Fig. 124) (Álvarez oscilaban entre los 1800 y 2000 m. Distancias en las que
Sanchís y Ruiz Zapatero, e.p.). Para ello partimos de la se puede ver a un grupo pequeño de vacas en movimien
concepción del paisaje como el mundo, tal y como es per to, como comprobamos durante los dos días de la expe
cibido y conocido por aquellos que viven y se mueven en nencia.
él (lngold 1993). Así, el espacio no es algo pasivo sino (e) La hoya que dominan las esculturas reúne los
activo. Lo que interesa son las prácticas sociales, las acti pastos más ricos de la zona y los únicos disponibles en
vidades que se desarrollan en el paisaje. Esta aproxima los períodos más críticos del año, según nos confirmaron
ción en Arqueología es muy reciente (Bradley 1991; varios vecinos del pueblo con ganado en estas dehesas
Barrett et alii 1991; Barrett 1994; Bradley et alii 1994; (vid. Barranco 1993: 30 y 59). Algunos pastaderos del
Tilley 1994) y sumamente atractiva, aunque una de las término municipal, entre los que se incluye el área anali
dificultades es la falta, por ahora, de una metodología for zada, soportaban a comienzos de siglo una cabaña supe
mal (Llobera 1996: 614). La significación de los verracos rior a los cuatro centenares de cabezas de vacuno306•
en el paisaje desde una perspectiva microlocacional per
mite no obstante algunas consideraciones de interés. (f) El gran tamaño de la escultura -casi 2,50 m. de
altura y un bloque de granito original superior a las 15
En el paraje conocido como "Tejera Vieja" (Villa Tn.- absolutamente única en el conjunto de la estatuaria
nueva del Campillo, Ávila) se conocen dos esculturas vettona, hace muy sugestivo relacionar este tamaño
que permanecían medio enterradas en la divisoria de dos excepcional con su posición de entrada y acceso al valle
propiedades y en un prado que se llama, significativa de Amblés (Fig. 127). En otras palabras, un referente
mente, Campo del Toro o Cabeza de Toro (Arias et alii
visual para los "extraños" que accedieran al valle, de la
1986: 125-127; López Monteagudo 1989: 79; Larrén
riqueza de las comunidades vettonas del Amblés.
1990: 249). Otro aspecto interesante es que las escultu
ras se emplazan al pie de un cerro donde tradicional En síntesis, la creación de este monumento fue un
mente se colocaba "la Cruz de Mayo", como símbolo episodio importante y sin duda jugó un papel activo den
protector de las cosechas (Barranco 1993: 35). Una de tro de un sistema social todavía más amplio. Es un sím
las figuras es de tamaño medio, pero la otra ostenta unas bolo del poder de quien lo erigió y garantiza la identifi
dimensiones excepcionales (250 x 243 x 150 cm.) y es, cación de un grupo humano con el territorio que ocupa.
con mucho, la escultura más grande conocida del área De la dehesa "La Alameda Alta", en el término muni
vettona y tal vez de la estatuaria prerromana. El conjun cipal de Tornadizos y a unos 9 Km. al SE. de Ávila, se
to escultórico se sitúa en el extremo septentrional de una conocen veintidós de estas esculturas (Cabré 1930: 40;
gran hoya muy rica en pastos y con abundantes manan López Monteagudo 1989: 73-78), conservándose allí
tiales, a unos 3500 m. a la izquierda de la entrada al valle sólo ocho y el resto en la capital. Cabré (1930: 40) indi
por el puerto de Villatoro (Fig. 126). La lógica espacial ca que aparecían alineadas, interpretándolas como efi
se puede resumir en los siguientes aspectos: gies protectoras del ganado, pero su elevado número y la
(a) Las esculturas ocupan el lugar más visible de la variedad que ostentan los tipos no tiene una explicación
hoya según se accede desde el puerto, a una altitud de cerca inmediata. Aproximadamente la mitad de los ejemplares
de 1500 m. Ofrecen unas excelentes condiciones de visibi se caracterizan por sus dimensiones pequeñas, en tomo a
lidad desde el S. y E., es decir desde donde se accede más 1 metro de longitud, y perfiles rectos y geométricos. A
fácilmente a la hoya, con muy pocas "zonas muertas" de veces ostentan inscripciones latinas, habiendo sido inter
visibilidad. Al mismo tiempo delimitan casi exactamente pretadas de cronología romana y como parte integrante
las zonas no visibles. En otras palabras, resulta difícil ima de monumentos sepulcrales (Martín Valls 1974: 78-79).
ginar una posición de visibilidad más central y clara. El dato es a todas luces indiscutible pero sólo afecta a
una parte de las esculturas. Contamos también con pie
(b) Las esculturas, especialmente la más grande,
están claramente alineadas en dirección este-oeste con la zas entre 1,50 y 2 metros de longitud, de características
cabeza mirando hacia el oeste, por tanto están orientadas estilísticas distintas, que pudieron tener una función dife
de manera que ofrezcan el máximo volumen y la mayor rente a finales de la Edad del Hierro hasta imbricarse en
visibilidad al acceder desde el sur o sureste, vía natural la etapa Altoimperial.
de entrada a la hoya desde el puerto. Del estudio general de estas piezas y de su análisis en
(c) Las esculturas se encuentran justo debajo de la el paisaje se pueden hacer algunas otras consideraciones:
máxima elevación del horizonte ("Cabeza del Toro") '"6 El catastro de Ensenada, en 1752, pone de manifiesto la enorme impor
según se accede a la hoya. De algún modo, esa altura tancia del número de cabezas de algunas ganaderías adscritas a tierras
podría haber actuado como referente en el paisaje para del clero y de propiedad secular: 717 cabezas de vacuno, 3444 de ovino,
608 de caprino, 113 de ganado caballar y 205 cabezas de ganado porci
resaltar la visualización del conjunto escultórico. no. Los datos recogen tanto el ganado adscrito al término de Villanueva
del Campillo como fuera de él, y por tanto la magnitud de la trashu
(d) En ejes visuales cada 30º comprobamos que la mancia en la zona y la relación entre el ganado mesteño y estante
visibilidad del gran toro de piedra -que reprodujimos (Barranco 1993: 184-187).
LOS VERRACOS 289
MODELO
- barrera visual
o 1 2
[.;,J área no visible
km. léN%,! pastos mayor calidad
- - acceso natural
(D observador
N
-l
-------
-------
-------
------
..
·------_______ _
----------
----------
pastos de
----------
----------
---------
.,.
mayor calidad
Fig. 126.-locali::.ación de la escultura zoomoifa de Villanueva del Campillo. Arriba: topografía y visibilidad. Abajo:
aprovechamiento de recursos (Álvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero, e.p.).
290 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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VILLANUEVA DEL EL TIEMBLO TORNADIZOS
CAMPILLO
(a) Las esculturas se emplazan en el centro geográ bién para quienes se movieran con los ganados por las
fico de una hoya, según se accede desde Ávila, muy bien cuerdas de las alturas que cierran la hondonada de "La
delimitada por pequeños tesos y suaves ondulaciones, a Alameda Alta".
unos 1250 m. de altitud. Las piezas se hallaron en pleno Se ha querido relacionar la zona donde aparecen estos
campo, lejos de poblados y en fértiles prados regados por
ejemplares con los santuarios europeos de abolengo cél
manantiales. Su ubicación ofrece un estricto control
tico, de tipo "Viereckschanzen" (López Monteagudo
visual del territorio circundante, abierto al noroeste, por
1982: 13). No hay nada seguro en este sentido, pero la
donde se comunica fácilmente con la vega del Adaja y la
capital abulense. consideración sagrada de este espacio podría adquirir
una significación muy especial a partir de otra perspecti
(b) La importancia del lugar elegido también es
va: las condiciones óptimas de agua y pastos que ofrece
manifiesta a la vista de los ricos pastizales situados a
el entorno, el más rico en este sector del valle (Álvarez
media altura, únicos aprovechables en gran parte del año.
Sanchís 1990a: 228-229). Las esculturas contribuyen a
La zona restringida de mejores pastos coincide perfecta
mente con el área de aparición de las esculturas (Fig. reforzar la importancia del lugar y estas prácticas podrí
128). Su explotación permite atender la demanda de una an haberse subrayado mediante una actividad cultual3°7 ,
considerable cabaña bovina -superior a las 150 cabezas hasta prolongarse en la necrópolis altoimperial. Bajo el
frente a las tierras de la periferia, más pobres según nos punto de vista arqueológico, Martín Valls (1974: 79)
confirmó el propietario de la dehesa y con abundantes recoge el dato del hallazgo de piedras de molino circula
afloramientos de granito. res en las inmediaciones del caserío de la dehesa. pero no
(c) Desde el acceso natural a la zona el paisaje queda es posible precisar nada más.
visualmente cerrado por las líneas de cumbres de las ele 107 A estos recintos sacros se refiere por ejemplo Marco ( 1993b: 318). a pro
vaciones próximas. En el centro de ese "paisaje cerrado" pósito de la interesante inscripción céltica y latina de Vercelli ( Vercellae.
se ubican las esculturas (Fig. 129). Así, los verracos tie en la Galia Cisalpina). según la cual. Akisios Arkatokomaterekos dispu
so cuatro mojones terminales para delimitar un espacio de terreno que
nen el mejor emplazamiento para ser vistos, contando donó para que fuera '"común a los dioses y a los hombres·•. Una valora
con una total visibilidad zonal. Las esculturas, como ción no estrictamente religiosa sobre este tipo de espacios y su utiliza
marcadores de ese espacio topográfico, configuran por ción para actividades colectivas puede verse en Buchsenschutz (1991 ).
También los territorios asignados a las legiones romanas eran delimita
tanto un espacio topográfico humano. dos con hitos de carácter sagrado. Con estos amplios espacios controla
dos desde un campamento y conocidos como ¡,rata -literalmente '"pra
(d) La visibilidad no sólo es excepcional para quien dos"- se pretendía garantizar los pastos para los caballos y los alimen
accediera a la zona desde la llanura del Adaja, sino tam- tos para la tropa (Mangas 1985: 33).
LOS VERRACOS 291
1
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o 2 Km.
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Hábitat
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Manantial D
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Matorral y Encinar
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Pastizales y Prados
Cañada
Fig. 128.-Esculturas zoomorfas de La Alameda Alta, en Tornadizos de Ávila. Arriba: topografía. Abajo:
aprovechamiento de recursos (Álvarez.-Sanchís y Ruiz. Zapatero, e.p.).
292 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
e CLAVE:
• • • acceso natural
- barrera visual
e
......, línea visual directa
O punto observación desde alturas
o 1
km.
CLAVE:
o área de emplazamiento
de verracos
-
pastos más ricos
l!I verracos
barrera visual
Fig. 129.-1. Emplazamiento de los verracos de La Alameda Alta; 2. Visibilidad desde "zona baja"; 3. Visibilidad desde "zona
alta"; 4. Escenario ideal de un paisaje visualmente "cerrado" (Álvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero, e.p. ).
LOS VERRACOS 293
50 m.
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Total esculturas
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inscripciones
/ . • .i "REUTILIZADAS" CON
•..•· INSCRIPCIÓN LATINA
Fig. 130.-Representación gráfica de los tres modelos que configuran la función y el significado de las esculturas de toros y
verracos en la Meseta Occidental, y su valor porcentual sobre el total de la población ::.oomoifa conocida.
Sí creemos muy importante referimos a su probable dores de especiales áreas ricas en pastos y que su empla
relación con el oppidum romanizado de Á vila, perfecta zamiento responde a un complejo juego de factores
mente visible desde la hoya, además de otros pequeños visuales en el paisaje. Además, hay que tener en cuenta
establecimientos abie11os y estratégicamente localizados que la distancia de visibilidad real actual no fue con
entre las esculturas y la ciudad en cuestión. De alguna seguridad la visibilidad real pretérita, en el sentido de
manera, esta situación justificaría la posición privilegiada que esta última debió ser, sin duda, más amplia. Más
de los zoomorfos en el paisaje, su variedad estilística y el amplia porque las gentes de la Edad del Hien-o debieron
mantenimiento de un mismo patrón locacional hasta época tener otra percepción del espacio físico; en definitiva, el
romana, cambiando entonces su función original. En áreas paisaje no es más que el escenario físico visto por un ojo
próximas a esta zona y en línea recta se conocen otros entrenado a vivir y moverse en él. De esta manera podre
emplazamientos zoomorfos también ubicados en las mos entrever la manera eficaz de "construir" el paisaje
mejores dehesas de la comarca: "Fresneda", "La Pavona", por parte de las gentes de la Edad del Hien-o. Los ven-a
"Guten-eño" (Fig. 128). Un aspecto muy interesante sería cos debieron ser una parte esencial del paisaje social de
poder precisar la relación de alguno de estos sitios con los las comunidades vettonas, una manera de ordenar el
yacimientos romanos que refiere el Inventario provincial "agrios" en pequeñas regiones con una ocupación relati
en Riofrío y la dehesa de Guten-eño. vamente densa. Ordenación que remite a una motivación
En definitiva, lo que podemos con-oborar con el aná económica y subsistencia!, pero que al emplear las escul
lisis microlocacional de los conjuntos de Villanueva del turas como elementos demarcadores las convierte en
Campillo y Tornadizos es que los ven-acos son demarca- símbolos permanentes en el paisaje.
294 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Estamos de acuerdo que la argumentación de los pas distinta. Con el desarrollo final de los centros indígenas
tizales como recursos críticos requiere algún otro tipo de comenzó a producirse un cambio en la organización de
comprobación empírica308 , pero no habría que perder de la sociedad y del sistema de propiedad (Ruiz-Gálvez
vista que aunque no podamos reconstruir completamen 1990). ¿Cómo se reflejaría ello en el control de los
te la "piel" de la superficie terrestre -formas exactas del recursos? ¿Qué sucedería si el ganado y el derecho a los
relieve y vegetación de la Edad del Hierro- sí podemos pastos dejara de estar ligado colectivamente a los grupos
utilizar, hasta cierto punto, los "huesos" del paisaje a tra de parentesco para explotarse a título individual? Al
vés de la geología y la topografía (Llobera 1996: 622), cambiar la sociedad y las relaciones de poder las escul
para intentar visiones como la que aquí se propone. turas pudieron perder parte de su significación original.
Concluyendo, la escultura zoomorfa es considerada Tal cambio podríamos reconocerlo en la especificidad
desde un punto de vista simbólico y funcional como el tipológica y geográfica de las últimas producciones,
resultado de un proceso de afianzamiento de las élites en constreñida a talleres locales y con una función segura
la posesión de determinados recursos del territorio. Las mente diferente.
gentilidades vettonas erigieron estos monumentos como Llegados a este extremo, el material escultórico tal
símbolo de su posición social y para legitimar sus dere vez nos permita barruntar el grado de asimilación de
chos sobre los pastos y el ganado, al menos desde el afian las comunidades vettonas a las formas de vida roma
zamiento de los núcleos castreños en el siglo IV a.C. hasta nas (Álvarez-Sanchís 1995). Propició que fueran utili
la consolidación de los grandes oppida en las postrimerías zadas para reflejar su onomástica o estructura familiar.
de la conquista. Esta interpretación es perfectamente cohe a través de las escasas piezas que presentan inscrip
rente con el concepto ideológico y religioso de cerdos y ción, o bien reutilizadas bajo nuevos cánones funera
toros machos destinados a la reproducción, que las comu rios. Pero si una parte de estas obras reproducen los
nidades colocaban en los pastaderos como divinidades patrones del arte provincial romano en sus aspectos
protectoras del ganado. Da sentido a su iconografía y nos formales y técnicos, la creación de las mismas sólo
reafirma sobre la importancia económica, en ocasiones encuentra justificación desde la ideología de una élite
sagrada, del área donde se emplazan (Fig. 130). que sobrevivió a la nueva etapa y desde la perspectiva
La ordenación romana del territorio llevó a la pobla del indígena que mejor se ajustaba a su identidad cul
ción a percibir y orientarse en el paisaje de una manera tural y étnica.
108 A más largo plazo, más complejo y difícil pero importante y necesario.
será la realización de estudios paleoambientales de cara a la reconstruc
ción paleoecológica de las comarcas analizadas, por cuanto es compli
cado determinar los niveles edáficos correspondientes a los suelos anti
guos de erección de las esculturas. Teóricamente, dejando constantes
ciertos factores de estado. clima y topografía, la valoración actual de los
suelos adquiere una relativa utilidad histórica extensible al pasado (Buol,
Hole y Mc.Cracken 1973).
VIII
SOCIEDAD Y ETNIA
Zona VI
NECROPOLIS DE
LA OSERA
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Zona 111
NECROPOLIS DE
LAS COGOTAS
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- Zonal
o 50m.
Fig. 13 I . Necrópolis
- de La Osera y Las Cogotas. Las tumbas se agrupan en distintos sectores, separados a su
vez por espacios estériles, que podrían reflejar grupos familiares ( redibujado, a partir de los datos de Cabré et
alii 1950, y según la descripción de Cabré 1932).
SOCIEDAD Y ETNIA 297
La posición social de este grupo estaría condicionada a que es fácil presumir la existencia de un modelo general
partir de su explotación por parte de los individuos de los común.
rangos superiores. (3) Sepulturas en hoyo, en el sector noreste y tam
Una cierta relación riqueza/distancia al castro si pare bién entre los túmulos o encima de ellos. Atendiendo a
ce apreciarse, como revela el dato de que prácticamente los ajuares se establecen varias categorías: tumbas de
el 50% de la tumbas con ajuar de guerrero aparecen en la guerrero con panoplias incompletas y sin atalajes de
zona I (Kurtz 1987: 263-265). La desigual distribución caballo, otras más modestas con armas arrojadizas, se
de elementos de riqueza en las diferentes zonas funera pulturas con adornos y sepulturas sin ajuar.
rias demuestra que mantendrían relaciones de compe Una observación interesante son las sepulturas con
tencia entre sí, siendo también evidente que las desigual adornos pero sin armas, de atribución probablemente
dades demográficas entre los linajes representados afec femenina. Suponen más del 42% de las tumbas con ajuar
taría la capacidad productiva de cada uno (Castro 1986: -el 47% si se consideran las tumbas con ajuares poco
135-136). expresivos- con la particularidad de que las más ricas se
Este panorama cabe superponerlo a la necrópolis de La ubican a escasa distancia de los guerreros con panoplia
Osera. Los enterramientos también se distribuyen en zonas completa. Si los elementos de los ajuares parecen tener
diferenciadas, un total de seis, con 260, 17 4, 231, 231, 800 una carga simbólica y social evidente, la localización de
y 517 tumbas respectivamente, sin contar las halladas en las tumbas y su complejidad constructiva serían otro claro
excavaciones clandestinas, aunque sólo la última fue publi elemento de distinción social y de relaciones de poder. El
cada (Cabré et alii 1950)3º9. De las 517 sepulturas tienen levantamiento intencionado de algunos túmulos para
ajuar 250 (48%), porcentaje muy superior si lo compara depositar nuevas tumbas en su interior da idea de la reu
mos con el cementerio vecino. Pero considerando sólo las tilización de estas estructuras, proporcionando un dato
tumbas con ajuar la composición resulta muy similar, con interesante no sólo de cronología relativa (Cabré et alii
los cuatro agrupamientos fundamentales (Martín Valls 1950: 162) sino de posibles relaciones parentales (Ba
1986-87: 76-77). No obstante deben valorarse dos hechos: quedano y Escorza 1996)3 10• En tal sentido, la transmisión
la existencia de un conjunto de ajuares excepcionales entre hereditaria de los bienes pudo incluir también un espacio
las tumbas de guerrero, en varios casos asociados a túmu funerario reservado para los miembros de cada linaje. En
los, y la dificultad de identificar en este sector de la necró relación a estas personas se relacionarían distintos niveles
polis tumbas de artesanos. Circunstancias análogas se de riqueza, en los que cabe entrever una red de familias y
infieren de los depósitos recuperados en la zona I, la mitad tal vez clientes, con rasgos afines a los sistemas que legi
de ellos con ajuar, siendo posible añadir nuevos datos sobre timan el poder en el mundo ibérico (Ruiz et alii 1992;
la organización social y familiar. Los ajuares de guerreros Almagro-Garbea 1996a: 87-94; Chapa, e.p.).
constituyen el 52% de las tumbas con ajuar y el 26% res Este proceso jerarquizador podría tener también su
pecto el total de tumbas. En tal sentido, Baquedano y reflejo en las relaciones de poder entre asentamientos
Escorza (1995 y 1996) han valorado la distribución topo vecinos, que en última instancia explicarían las disime
gráfica de los ajuares y los túmulos de la zona I de la Osera trías de los ajuares, de las estructuras funerarias e inclu
en virtud de criterios de riqueza, remarcando la no aleato so del tamaño y monumentalidad de las defensas. Tales
riedad de los enterramientos. hechos se constatan perfectamente en La Mesa de Mi
Los datos siguen siendo provisionales pero es factible randa respecto a Las Cogotas donde, curiosamente, la
entrever una ordenación del espacio en tres categorías, mano de obra especializada está mejor representada. Las
tal vez extensible a otros sectores del cementerio: causas concretas de estas diferencias en poblados tan
(1) Túmulos de guerrero, en el sector central de la próximos y contemporáneos son desconocidas, pero, por
zona I. Reconocibles por sus panoplias completas, ele encima de su adscripción étnica, podrían constituir un
mentos de atalaje y adornos. Algunas son excepcional buen exponente de relaciones clientelares especialmente
mente ricas, con objetos importados y suntuarios, importantes en los siglos IV-III a.C.
habiéndose sugerido en un caso la tumba de un posible Desgraciadamente para nuestro propósito, los 69 con
sacerdote. juntos exhumados en cuatro sectores de la necrópolis del
(2) Túmulos vacíos, en el sector suroccidental. La Raso no son suficientes; existen otros núcleos y la mues
localización topoastronómica y su proximidad con las tra es incompleta (Fernández Gómez 1986 y 1995: 154
tumbas más ricas es convergente con la idea de posibles ss. y 175 ss.). Las tumbas con ajuar suponen una canti
cenotafios o estructuras honoríficas. Fuera del ámbito dad muy elevada (82%), que se nutre sobre todo de
vettón se conocen en la Alta Andalucía (Blázquez 1991: ofrendas cerámicas. A pesar de ello, volvemos a encon
253-260) y Murcia (Cuadrado 1987: 29, 38-40), por lo trar una correlación entre deposiciones y estatus social.
11 ° Como el que se detecta en el túmulo Z (zona [). en cuya base apareció
109
Con lo que el cómputo total ascendería a unas 2230 o quizá más (Cabré una de las tumbas más ricas de este sector, con espada de tipo Alcáqer y
et alii 1950: 59). Por otra parte, Baquedano y Escorza ( 1995: 28) dis unas trébedes. Encima de ella, sin profanarla, otro rico ajuar con puña
crepan de los datos cuantitativos atribuídos a los seis sectores, aunque les y elementos de fuego. Atendiendo a consideraciones tipológicas y
las diferencias no son significativas: 252, 175, 232, 232, 802 y 5 I 7 estratigráficas los enterramientos se databan, respectivamente. en los
sepulturas respectivamente. siglos IV y III a.C. (Baqucdano y Escorza 1996).
298 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
LAS COGOTAS
Fig. 132.-Distribución gréifica, según categorías sociales, de los qjuares de la necrópolis de Las
Cogotas y de la ::.ona VI de la necrópolis de La Osera: A, guerreros; B, artesanos; C, mujeres;
D, otros y E, tumbas sin ajuar (redibujado, a partir ele los datos de Martín Valls 1986-87).
SOCIEDAD Y ETNIA 299
Los 12 conjuntos reconocibles por la existencia de armas bas de riqueza media-alta (el 26% con más de diez ele
constituyen el 21% de las tumbas con ajuar, dándose ade mentos). Los datos del Castillejo de la Orden (Esteban
más la circunstancia de que los ajuares probablemente Ortega et alii 1988) no son contrastables pero el sector
femeninos tienen una proporción análoga (23%). Su ele excavado (15 tumbas) parece estar reservado a una parte
mento distintivo son las fusayolas, y sólo excepcional de la sociedad, con una elevada proporción de tumbas
mente se acompañan de fíbulas y brazaletes. Por último, con armamento (64%), aunque no se descartan otros sec
quedaría el grupo de los ajuares poco expresivos. Hacia tores más pobres (Martín Bravo 1994: 269). Para termi
el sur del Tajo, las fechas que se han propuesto para la nar, sí me parece interesante incluir aquí las 46 tumbas
necrópolis de El Romaza! I son más tardías (Hernández de la necrópolis ibérica de El Mercadillo en Botija
Hernández y Galán 1996: 112-121), pero la impresión (Hernández Hernández y Galán 1996: 91-109). El re
que se obtiene es sumamente reveladora: se han recono cuento de ofrendas no es tan indicativo de las diferencias
cido agrupamientos de tumbas con separaciones entre de riqueza. Por otra parte, el cementerio se articula ra
ellas e incluso la existencia dentro de cada agrupamiento dialmente a partir de un sector central más rico, la expre
de rasgos propios desde el punto de vista de los ajuares. sión simbólica de los ajuares no denota estatus de gue
De las 272 tumbas, 80 tienen ajuar (30%). Considerando rrero y sólo los miembros de un determinado linaje pare
estas últimas aproximadamente la mitad son de guerrero, ce que tuvieron acceso al ritual, que además no se corres
pero muy pocas tienen espada (4%) o arreos de caballo ponde con una población natural, quedando ausentes
(3%) (Galán, com. personal). Esta misma gradación tal niños y jóvenes frente a una elevada representación
vez se c01responda con la existente entre las mujeres, que femenina (68%).
podríamos relacionar al menos en parte con los ajuares Desde luego no existe un patrón común para interpre
no militares. tar las distintas modalidades funerarias, que en última ins
Quiérese decir con estos ejemplos que las pautas de tancia deben reflejar variaciones en la organización social:
distribución de la riqueza no debieron ser muy diferentes ( l) cementerios extensos con agrupaciones de tumbas que
en los cementerios de la Segunda Edad del Hierro, aun parecen reflejar grupos familiares (Las Cogotas, La Osera,
que caben algunas matizaciones. En los trabajos de Wells El Raso), a veces con áreas específicas reservadas a deter
(1984: 32-33) sobre las necrópolis hallstátticas centro minados estatus (Castillejo de la Orden, El Romaza! I), (2)
europeas se han valorado los grupos de estatus contabili cementerios reservados a un sector muy minoritario de la
zando el número de objetos de cada enterramiento. Un sociedad (El Mercadillo) y (3) prácticas funerarias desco
problema implícito es que otorga igual valor a todos los nocidas, que a pri01i excluirían cementerios extensos
objetos, pero lo cierto es que las tumbas más ricas siem (núcleo castreño occidental y atlántico). Con todo, los
pre ofrecen un cómputo más alto de piezas (vid. Ruiz datos que proporcionan las necrópolis abulenses permiten
Zapatero y Chapa 1990). Con idéntico criterio ha evalua entrever una unidad, sólo extensible al sur del Tajo en las
do Lorrio (1990 y 1997) la riqueza de los enterramientos postrimerías de la conquista (El Romaza! l), dato que
celtibéricos, ponderando razonablemente determinados comienza a arrojar cierta luz sobre la realidad étnica y la
tipos, de tal manera que los objetos formados por varios expansión céltica en este momento.
elementos (arreos, placas de cinturón, espada/vaina, En conclusión, la valoración sociológica de los ente
puñal/tahalí, escudo) eran considerados un único conjun rramientos indica que existieron marcadas diferencias
to. Naturalmente, fusayolas, bolas, cuentas de collar o sociales entre sus miembros. La sociedad tenía una
botones, se consideran como una sola unidad, compues estructura piramidal (Fig. 133,B), con una élite militar en
ta o compleja. la cúspide con caballos y armas de lujo, que marcaba su
Como muestran los gráficos de la Fig. 133, la mayo posición frente a un grupo de guerreros más amplio con
ría de las tumbas de Las Cogotas y la zona VI de La una panoplia más modesta (Martín Valls 1986-87: 78;
Osera contenían muy pocos objetos (de uno a tres en más Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995: 222-225). Esta
del 85% de los casos) y sólo unas pocas contenían gradación se corresponde bastante bien con los distintos
muchos (apenas el 2% de las tumbas, entre diez y veinte equipos estandarizados que se infieren del análisis tipo
objetos). Este modelo de riqueza, en el que tendrían cabi lógico de las armas. Es probable que las combinaciones
da distintos estratos sociales, también parece ser el usual más emblemáticas -panoplias completas con arreos de
en los cementerios del Alto Tajo-Alto Jalón (Lorrio caballo, algunas muy suntuarias, y panoplias que única
1997), al contrario de lo que sucede en el Alto y Medio mente llevan armas de asta- pudieran reflejar a su vez
Duero (Sanz Mínguez 1993: 374; Lorrio 1997). Aún así, identidades sociales dentro de la casta militar. Teniendo
existen evidencias de una relativa variabilidad funeraria en cuenta las tumbas de estos equites y las tumbas de
en la región del Amblés, como lo demuestra el uso de guerrero sin elementos de atalaje, la proporción teórica
estructuras tumulares y abundantes ofrendas cerámicas jinete/infante sería aproximadamente de 1/4 en Las
en la Osera, frente al cementerio vecino, con una urna Cogotas y 1/6 en La Osera, similar a la proporción que
por tumba y campo de estelas. La gradación de objetos se daba en otras poblaciones célticas y entre los propios
por ajuar es similar en el Raso de Candeleda (entre 1 y celtíberos (Apiano lb. 45; Almagro-Garbea 1996a: nota
19 elementos por tumba), sin embargo abundan las tum- 243 y 1997: 220).
300 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
% %
LAS COGOTAS LA OSERA
100 100
10 10
3 5 7 9 11 13 15 3 5 7 9 11 13 15 17 19
% %
EL MERCADILLO
100 100
10
E
10
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"C
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3 7 9 11 13 15 17 19 2 3 4 5 6
Las Cogotas o
Fig. 133.-Arriba: distribución de los ajuares en las tumbas ele las necrópolis de Las Cogotas, La Osera VI, El Raso y El Mercadillo,
contabilizando el número de objetos de cada enterramiento. Abajo: áreas de actividad de Las Cogotas y estructura piramidal de la
comunidad a partir de la interpretación de los enterramientos ( Rui::. Zapatero y Alvare::.-Sanchís 1995, modificado).
SOCIEDAD Y ETNIA 301
En todo caso la jerarquización interna de estos grupos prestigio (Plinio N.H. 37,9; Almagro-Garbea 1996a:
dirigentes podría poner de manifiesto complejas relacio 124)3 12•
nes sociales. Por ejemplo el ejercicio de la función mili La relación de los grabados yeclenses con el momento
tar debería de estar reservada a los más capacitados y por de esplendor en la vida del castro es bastante segura. Por
tanto a los jóvenes, cuya élite integraría al menos una otra parte, las indicaciones cronológicas de las cerámicas
parte de estos equites. Las expresiones romanas iuuentus a torno pintadas, las fíbulas, la orfebrería y la numismáti
y seniores están bien documentadas en Livio (24,49,7; ca citadas parecen viables a finales de la Edad del Hierro,
28,24,3; 40,30), Salustio (Hist. 2,92), Apiano (/be,: 94), dándose la circunstancia de que en las necrópolis vettonas
Diodoro (5,34,4) y Valerio Máximo (9,6,2) a propósito de del valle de Amblés los arreos de caballo aparecen en tum
los celtíberos y lusitanos, y remiten, en última instancia, bas ricas datables sobre todo desde la segunda fase, es
a una diferenciación social basada en grupos de edad y en decir, a partir fundamentalmente del siglo III a.C. Tal pro
la capacidad para ejercer la actividad militar, institución ceso se identifica bien con el importante papel desempe
que por otra parte también aparece en las sociedades gala, ñado por estas élites en la organización de los oppida cél
germana e itálica (Ciprés 1993: 104 ss. y 147 ss.). No ticos e ibéricos, coincidiendo con la difusión del helenis
obstante esta diferenciación primaria estaría subordinada mo durante los Bárquidas y el inicio de la romanización
a las relaciones de parentesco, que sí están implícitas en (Almagro-Garbea 1996a: 122-125). De hecho, con ante
la organización de las necrópolis vettonas. rioridad a la II Guerra Púnica, la caballería como arma
Lo que está claro es el importante papel de esta clase militar en el Mediterráneo occidental sólo se registra oca
aristocrática ecuestre, esencial para comprender el cre sionalmente (Quesada 1997: 188). Nos hallamos así ante
ciente desarrollo de estos poblados hacia estructuras de una situación análoga a la que se produce en el ámbito ibé
tipo urbano (Almagro-Garbea 1995b, 1996a: 116-128 y rico. Aunque allí la proporción de tumbas con arn1as que
1997: 218 ss.; Almagro-Garbea y Torres, e.p.). El con tienen an·eos de caballo es bastante inferior, sólo a partir
texto funerario de panoplias completas y atalajes de de la tercera centuria a.C. la iconografía y las fuentes lite
caballo que se infiere de estos equites vettones, explica rarias testimonian la importancia de los jinetes. Tal nove
ría en última instancia algunos otros elementos icono dad se justificaría en virtud de la descomposición de las
gráficos en la región (Fig. 134). Es el caso de las repre antiguas monarquías y aristocracias y de la emergencia de
sentaciones de jinete y caballo en la cerámica pintada a nuevas élites, pero también de las exigencias militares que
torno de Las Cogotas y La Caraja (Cabré 1930: 72-73, ahora imponen Roma y Cartago (Almagro-Garbea 1996a:
lám. LXI; Cabello 1991-92: 106, fig. 7), las fíbulas de 107-132; Quesada 1997: 191 -192), formando contingen
caballito de Las Cogotas311 y El Romaza! I (Cabré 1930: tes de caballería indígena cuya importancia perdurará
87-90, Jám. LXV II; Kurtz 1987: 169-170; Hernández largo tiempo. Así lo demuestra la existencia, atestiguada
Hernández y Galán 1996: 116), la serie del jinete en la epigráficamente (CIL. 11, 52, 273 y 1193; Roldán Hervás
ceca de Tamusia (Sánchez Abal y García Jiménez 1988: 1968-69: 80-81, 100), de un ala auxiliar de caballería vet
169, lám. 1), el singular conjunto de instrumentos rela tona, el Ala Hispanorwn Vettonum civium romanorum,
cionados con el fuego de la tumba 514 de la Osera, con que prestó sus servicios en Britannia a lo largo del Imperio
un morillo cuyos extremos simulan la forma estilizada y que originariamente debió formarse con individuos pro
de cabezas de caballo (Cabré et alii 1950: 156, lám. cedentes de esta comunidad hispana (Albertos 1979; Le
LXXX) o los famosos grabados rupestres del castro sal Roux 1982: 93-96).
mantino de Yecla (Martín Valls 1973a: 84-89, 96-99 y La división sexual no es detectable en todos los casos,
1983). Abundan en este último las representaciones de pero, desde el punto de vista de los ajuares, podría suge
caballos y grabados geométricos ( espirales, cazoletas, rirse una gradación análoga en las mujeres, considerando
reticulados), fácilmente paralelizables con otras inscul los ajuares con ricos elementos de adorno (brazaletes,
turas del NO. Peninsular, y una interesante escena de
collares, fíbulas) y otros más pobres. Además, propor
caza en la que unos jinetes armados con lanza acosan a
ciones más o menos iguales de hombres y mujeres en
unos jabalíes. También es revelador comprobar la ico
este sector social, al socaire de los datos cuantitativos
nografía ecuestre en otros elementos del vestuario aris
que proporcionan las necrópolis abulenses, pueden ser
tocrático además de las fíbulas. Así se desprende por
un buen indicador de relaciones monogámicas. Por deba-
ejemplo de la sortija en bronce de la tumba 1423 de Las
Cogotas, con una figura en bajorrelieve que, según 112
La consideración del équido adquiere en la Meseta occidental una sin
Cabré (1932: 139), pudiera tratarse de un caballo, o el gularidad manifiesta desde el punto de vista social. económico y reli
gioso, que confirma ese mismo ideal aristocrático (Sánchez Moreno
anillo de cobre procedente del cerro del Berrueco y 1995-96). Abundan en tal sentido testimonios literarios y epigráficos.
fechado en el siglo II a.c. (Maluquer 1958b: 107-111, pudiéndose citar la excelencia de las yeguas atestiguada en la cuenca
lám. XVI; Blázquez 1959), que reproduce la silueta esti inferior del Tajo (Silio Itálico. Pwzica 3.378-383: Justino. Epitoma
44.3, I: Columela. De re rustica 6,27.7). el valor del caballo como botín
lizada de un caballo, objeto tradicionalmente vinculado según se deduce de la deditio de Alcántara (López Melero et a/ii 1984:
en Roma a los equites como símbolo de autoridad y 265-266) y también como víctima sacrificial entre vettones y lusitanos
(Livio 49: Estrabón 3,3.7). La leyenda de las yegua, preñadas por el
viento es reiterada varias veces en las fuentes antiguas (Roldán Hervás
111 Se conoce también un ejemplar recogido en las excavaciones del segun 1968-69: 97 J. Sobre el caballo hispano en las fuentes. véase Schulten
do recinto del castro. (] 959-1963: tomo II. 479-499).
302 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig, I 34.-lconografía del caballo y del jinete a caballo en el SO. de la Meseta: Las Cogotas (1, 2, 7 y 1 O) (Cabré 1930, Alonso
y Benito Lópe::, 1992), La Coraja (3 y 6) (Cabello 1991-92, Esteban Ortega 1993), Villasviejas del Tamuja (4 y 5) (Sánche::,Abal
y García Jiméne-;:, 1988, redibujado sobre fotografía), El Berrueco (8) (Blá::,que::, 1959, redibujado), La Osera (9) (Baquedano
1990) y Yecla la Vieja (11) (Martín Valls 1973a). Números 4-5 y 8, sin escala.
SOCIEDAD Y ETNIA 303
. jo de este grupo estarían los especialistas. que se nutren riles, (b) la existencia de tumbas socialmente preeminen
de artesanos a tiempo parcial y completo: metalúrgicos, tes en cada área, (c) la homogeneidad del ritual funerario
canteros, alfareros, carpinteros, leñadores ... actividades y (d) la gran diversificación de ajuares e incluso varia
que no siempre se reflejan en los ajuares pero cuya exis ciones entre los mismos. La coetaneidad de las diferen
tencia se intuye muy bien en los oppida (Cabré 1930: 98- tes zonas parece fuera de toda duda (Kurtz 1987), luego
103, Iáms. LXXIV-LXXIX; Fernández Gómez 1986: es totalmente factible suponer que las áreas funerarias
454 ss.; Fernández Gómez y López 1990: figs. 10-11; excluyentes estén reflejando un sistema de descendencia
Hernández Hernández et alii 1986-87 y 1989: 131, figs. lineal en los grupos familiares, cuya economía se basaba
62-63). A pesar del papel que debieron jugar estos espe en el control de diferentes medios de producción, y que
cialistas en las sociedades de la Edad del Hierro, la esca se enterraban separadamente para reforzar ideológica
sez de enterramientos reconocibles es común en toda mente sus derechos (Castro 1986; Kurtz 1987: 256 ss. y
Europa (Ruiz Zapatero y Chapa 1990: 366), hasta el 274-277). La organización jerarquizada de estos grupos
punto de que aquellos que contenían yunques o punzones de parentesco tendría también su correspondencia en la
eran habitualmente interpretados como tumbas de meta organización interna de los poblados y del paisaje. Este
lúrgicos (Wells 1984: 68-69). Estos inconvenientes no modelo sería consistente con la idea de los verracos,
invalidarían en cualquier caso la idea del guerrero-arte expresión de una iconografía política y religiosa que
sano, subrayando la condición del primero en los ele incluye información sobre identidades grupales y su
mentos de ajuar (vid. Ruiz-Gálvez 1985-86: 92). competición por el acceso a recursos económicos res
Los enterramientos sin ajuar, más del 80% de la pobla tringidos (Álvarez-Sanchís 1998).
ción, corresponderían a los individuos más humildes y tal
vez a esclavos. Recuérdese a este respecto que con moti
vo de la expedición de Aníbal en el año 220 a.C. se citan 1.2. Tradiciones cerámicas
esclavos en Salmantica (Plutarco mu!. uirt.; Polieno
7,48). Su existencia es muy difícil de probar arqueo Otro aspecto que creemos importante es la búsqueda
lógicamente. Es probable que los escritores de la de estilos decorativos normalizados en el ajuar funerario.
Antigüedad equiparasen los grupos más inferiores en la Por ejemplo Lorenz (1985) planteó una aproximación
escala social con los "siervos", opuestos a los "libres", arqueológica al estudiar el vestuario de las tumbas de La
trasladando así su concepción esclavista a estas comuni Tene inicial en Centroeuropa, demostrando que los obje
dades de la Meseta (Castro 1986: 133)313• Por otra parte, tos más significativos (armas y adornos) permitían des
cabe también pensar que no contamos con todos los ente cubrir tradiciones geográficas específicas, al tiempo que
rramientos llevados a cabo y es posible que no todos los expresaban identidades de grupo y estatus. De igual
habitantes tuviesen acceso al cementerio, por lo que ni manera. para el caso que nos ocupa, un detallado análisis
siquiera podemos garantizar si las tumbas sin ajuar les estilístico de las cerámicas con decoración a peine podría
pertenecerían (Maitín Valls 1986-87: 75, notas 118, 120). evidenciar características atribuibles a una o varias
La ausencia de ajuar no tiene que significar necesaria comunidades vecinas, así como la red social a la que per
mente ausencia de estatus del difunto, cuyo papel en tenecen ( vid. Plog 1980: 118; Hodder 1982a: 42-43 y b;
estas sociedades puede haberse simbolizado mediante Megaw 1985).
complejas ceremonias funerarias en áreas específicas y
Existe acuerdo general en admitir el hecho de que
no por la riqueza del ajuar (Alekhsin 1983: 142-143).
estas cerámicas constituyen la artesanía más común en
Este mismo planteamiento es también extensible al equi
los poblados abulenses de la Segunda Edad del Hierro.
po armamentístico, dado que la hipotética defensa del
Pero la posibilidad de visualizar diferencias en la deco
poblado competía a todos y no a unos pocos, lo que evi
denciaría el componente simbólico y restringido de los ración de los recipientes abre algunos caminos para ulte
ajuares (Esparza 1991: 19). Bajo el punto de vista eco riores investigaciones. En primer lugar, cabría partir de
nómico, la actividad de esta amplia base social de condi unos motivos sencillos y generales que son comunes a
ción humilde estaría en cualquier caso enfocada hacia las vastas regiones del valle del Duero y el Sistema Central,
labores más básicas del proceso productivo: el trabajo como son las series de bandas onduladas y quebradas en
agrícola, el cuidado de los ganados y, probablemente zig-zag, que, previamente, habrían sido desarrollados a
también, la construcción y reparación de las defensas del partir de los repertorios del Bronce Final/Hierro I. En
poblado (González-Tablas 1985: 47). segundo lugar, pueden considerarse técnicas específicas
en virtud del peine empleado, que desde luego parecen
Por otra parte, la estratigrafía horizontal de los
testimoniar diferencias étnicas. A ello ya nos hemos refe
cementerios vettones posibilita reconocer unidades fami
rido en otras ocasiones (cap. V I); ahora únicamente pre
liares sobre la base de cuatro argumentos: (a) agrupa
tendemos señalar la coincidencia entre las producciones
mientos específicos de tumbas separadas por áreas esté-
incisas del ámbito vettón y un gusto más acusado por las
m Un dato interesante, aunque posterior en el tiempo. nos lo proporciona cerámicas impresas o inciso-impresas en las comunida
la muestra epigráfica de Yecla de Yeltes y Salamanca. En la primera se
atestigua un ser\'Us (Martín Valls 1982: 189-191) y en la segunda una
des vacceas y celtibéricas. Otro indicio en este mismo
Placidi ancilla (Maluquer 1956a: 138, nº 107). sentido sería la predilección por los temas en espiguilla y
304 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
líneas oblicuas o verticales de puntillado en algunas pactos de telas que sin duda se relacionarían con otros
necrópolis del Alto y Medio Duero (Bariio 1988; Altares elementos accesorios del vestuario, y es también muy
y Misiego 1992), frente a las barrocas cesterías de posible que estos mismos rasgos denoten códigos de
Cogotas II. Y en tercer lugar, no debe excluirse, sino todo información entre sus propietaiios. Las decoraciones
lo contrario, el recurso a los análisis microlocacionales o aparecen en tumbas masculinas y femeninas, sin que ello
de sitio. De manera breve, el estudio de estas cerámicas marque necesariamente diferencias de riqueza en los
en las necrópolis de Las Cogotas, La Osera y El Raso de ajuares. Ahora bien, nos parece del todo evidente la rela
Candeleda (Cabré 1932; Cabré et alii 1950; Fernández ción de estos recipientes con algunas de las tumbas de
Gómez 1986), permite esbozar algunas consideraciones guerrero más suntuarias, pudiéndose citar los conjuntos
estilísticas (Fig. 135). 185 y 200 de la zona VI de la Osera (Cabré et alii 1950:
Constituyen respectivamente el 6%, 11% y 17% del 110-113, láms. XXXVIII, XLI), la sepultura I del túmu
total de enterramientos conocidos. En el primero de los lo D/zona I de la misma necrópolis, con platos de barniz
cementerios citados contamos con 97 tumbas que inclu negro (Cabré y Morán 1990: 78 y 80), o los depósitos 30
yen estos recipientes, generalmente cuencos hemisféri y 63 del Raso de Candeleda (Fernández Gómez 1986:
cos y vasos ovoides, 17 de las cuales se relacionan con 618-624 y 718-724), este último entre los enterramientos
otros elementos de ajuar. Los cuatro motivos más abun con armas más antiguos conocidos en el suroeste de la
dantes proporcionan las siguientes frecuencias: temas de Meseta.
cestería (38%), bandas en zig-zag (23%), soles o estre Un aspecto que llama particularmente la atención
llas (15%) y sogueados (12%). El resto de los motivos son las decoraciones aplicadas a objetos de bronce e
son más excepcionales y no permiten ninguna conside hierro. Series de sogueados, zig-zags y otros caracterís
ración. Si pasamos a la zona sexta de la Osera, nos ticos del bagage de las cerámicas a peine aparecen
encontramos con un total de 59 enterramientos con cerá decorando los broches de cinturón de Sanchorreja
mica a peine, de los que 37 tienen ajuar. Los vasos se (González-Tablas et alii 1991-92: 314, fig. 4, arriba y
relacionan con soportes análogos y urnas de cuello cilín fig. 5, abajo). Y esa misma lectura comparten posterior
drico; sin embargo, las tendencias estilísticas apuntan en mente pomos, vainas y tahalíes de espadas de antenas y
otra dirección: básicamente se trata de sogueados puñales en nuestras necrópolis (Cabré 1932: láms.
(60%), bandas en zig-zag (10%), sogueado/zig-zag LXIV y LXVII; Cabré et alii 1950: láms. LXXIII y
(7%) y cestería (3%). La situación es particularmente LXXIX; vid. Griñó 1986-87: tabla 3). La convivencia
interesante en las 12 tumbas del Raso con cerámica a de estas cerámicas con el vestuario y las panoplias gue
peine, dándose la circunstancia de que todas ellas tienen rreras podrían ilustrarnos acerca de tradiciones cultura
ajuar. Las formas están más diversificadas, sobre todo les específicas muy arraigadas, que comparten una uni
urnas de cuello cilíndrico y de perfil en S, y el cambio dad de grupo y de estatus social dirigente. Además, la
también parece darse en la sintaxis decorativa: motivos pericia decorativa de estos metales sugiere una mano de
almendrados (50%) -acanaladuras verticales delimita obra especializada y la semejanza de algunos motivos
das por líneas incisas a peine- bandas en zig-zag (18%), reflejaría mas bien la existencia de talleres industriales
sogueados (9%) y bandas horizontales o verticales (9%). que la de herreros itinerantes.
Esta flexibilidad también se constata en las necrópolis En resumen, de un análisis detallado de motivos sim
desde el punto de vista técnico. Tal sería el número de ples y compuestos y de la sintaxis compositiva de las
púas usado en los peines, aunque plantea problemas decoraciones a peine se puede plantear:
insolubles si se tiene en cuenta el grado de conservación
(a) La existencia de motivos comunes propios de la
de las piezas y la fiabilidad de la documentación aporta
tradición cerámica, que en mayor o menor proporción se
da. De todas maneras, en una primera apreciación, los
repiten en todos o casi todos los sitios.
peines de 2 y 3 púas acaparan más de la mitad de la
muestra en Las Cogotas. En el Raso se podrían situar (b) Motivos y técnicas característicos de algunas
entre 3 y 4, mientras La Osera reclama sobre todo mode comarcas.
los de 4 y 5 púas. (c) Motivos predominantes y otros exclusivos de
La impresión que se obtiene de estas cerámicas es que algunos asentamientos.
existen marcadas diferencias estilísticas a nivel de asen Si asumimos que la similitud estilística es el resulta
tamiento (Fig. 135). En general, puede afirmarse que los do de una mayor interacción o relaciones entre las pobla
temas más importantes se repiten en casi todos ellos, ciones de distintas áreas, la identificación de motivos
pero su cuantificación es muy diferente e incide sobre "comarcales" y de "sitio" revela que existió alguna
manera en la ordenación de los conjuntos. Otras veces forma de separación o diferenciación intencional entre
son excluyentes, como los temas astrales de Las Cogotas las comunidades vettonas. En otras palabras, las identi
y los almendrados del Raso. Con estos datos, somos de dades estilísticas cerámicas deben ser la expresión de
la opinión que la decoración de las cerámicas podrían identidades sociales, de comunidades que se diferencian
entrever prácticas e identidades de los grupos de paren y reconocen como distintas, aún compartiendo la misma
tesco en el territorio. Probablemente reproducen estam- tradición cerámica decorativa.
SOCIEDAD Y ETNIA 305
sotes/estrettas
cestería
LAS COGOTAS
•-· LA OSERA
-- EL RASO
atmendrados
sogueados
sogueados zig-zag
%
70
■ Las Cogotas
ttffl La Osera
60 CJ El Raso
20
10
0---..._______.__........___ ......L...__....,L___.,L..___4--___,,
Fig. 135.-Motivos de las cerámicas con decoración a peine y diferencias estilísticas a nivel de asentamiento.
306 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
LAS COGOTAS
LA MESA DE MIRANDA
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• • • • • •
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• • • •
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ULACA
Fig. 136.-Representación gráfica de la población estimada en los oppida del valle de Amblés y del n º de viviendas, conside
rando los datos de las necrópolis conocidas y el tamaño de los asentamientos.
308 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
más de 1 (Maluquer 1968: 102; Martín Valls 1971b: 130 vettonas se fechan en época altoimperial, localizándose
y 1982: fig. 1), cifras pequeñas si las comparamos con en las sierras occidentales del Sistema Central, Gredos,
otros centros de la provincia a fines de la Edad del Hierro Gata y Peña de Francia y en las extremeñas de Mon
-Salamanca alcanza cerca de 20 Has. (Martín Valls et alii tánchez y Guadalupe (Salinas 1982a: 55-57). Dichos tes
1991: 155; vid. Almagro-Gorbea y Dávila 1995: 213)-o timonios, que se distribuyen con preferencia en los valles
los propios abulenses. De todas maneras, la extraordina de los ríos Yeltes, Águeda, Jerte, Adaja y Tajo, son enor
ria magnitud de las fortificaciones, la existencia de memente significativos, pues reflejan, en perfecta
barrios extramuros en algunos de ellos (Martín Valls concordancia con los restos arqueológicos, las principa
1971b: 131) y la especificidad del modelo de ocupación, les densidades del poblamiento indígena. Los antropóni
al socaire de la riqueza minera de la zona, plantea difíci mos que aparecen en dichas inscripciones son en gran
les problemas de cálculo. parte de origen prelatino, con radicales célticos o precél
ticos -Ambatus, Boutius, Cloutius, Dovitena, Maganus,
Magilo, Reburrus y Tancinus, los más frecuentes (Salinas
2. Testimonios onomásticos, lingüísticos y religiosos 1994: 290-292; vid. de Hoz 1993: 368-369)- y eviden
cian de nuevo la pervivencia del sistema onomástico
Los datos mencionados arrojan suficiente luz sobre indígena a la vez que una romanización escasa y cir
las gentes que habitaron estas tierras en los siglos inme cunscrita a los principales núcleos urbanos donde apare
diatamente anteriores a la conquista romana; sin embar cen: es el caso de Salamanca, Ciudad Rodrigo. Ávila y
go, no son los únicos. No parece que pueda dudarse de la Yecla de Yeltes (Salinas 1982a: 59).
existencia de grupos familiares de tipo extenso entre los La concentración de estos grupos familiares de tipo
vettones, que han sido asimilados tradicionalmente a las extenso en las provincias de Ávila y Salamanca es muy
gentilidades. La epigrafía romana ha puesto de relieve su notable y contrasta abie1tamente con los pocos grupos
existencia en la Hispania Céltica entre los siglos I a.C. y conservados en Cáceres al sur del Tajo (González Ro
IV d.C., lo que plantea el incoveniente de que para estu dríguez 1986: mapa; vid. Redondo 1985), problema que
diar estas organizaciones haya que acudir a testimonios también es extensible a otras áreas y etnias de la Meseta.
tardíos, cuando ya comenzaban a disgregarse (Salinas De hecho esta cuestión llamó la atención de los investi
1982a: 53 ss.). La alusión a este problema también pare gadores, a partir de los trabajos de Tovar (1947 y 1957),
ce pertinente cuando se aborda la religiosidad indígena. relacionando las gentilidades con los pueblos de las p1i
Algunas divinidades prerromanas subsisten claramente meras oleadas indoeuropeas -astures, cántabros, pelendo
en ámbitos locales y son además un criterio básico para nes, carpetanos y vettones- que habrían traído consigo
asumir la celticidad de las poblaciones occidentales. Con este modelo de organización social, hasta ser finalmente
todo, como ha señalado Marco (1993a: 480), sigue sien arrinconados en áreas marginales y montañosas por los
do más fácil una aproximación externa a los aspectos pueblos celtas que arribaron más tarde (González
ceremoniales de la misma -ofrendas, imágenes y espa Rodríguez 1986: 108; González Rodríguez y Santos
cios cultuales- que una correcta comprensión de las cre Yanguas 1984). Sin embargo, las inscripciones celtibéri
encias y del lenguaje simbólico en general. cas han demostrado que la indicación de estos grupos
familiares por medio de un genitivo de plural era también
un elemento básico en el borde oriental de la Meseta y en
2.1. Agrupaciones familiares el valle del Ebro, descartando así su atribución a un grupo
preceltibérico (de Hoz 1986a: 91-98). Desde luego no
Las unidades familiares expresadas mediante los parece que pueda dudarse de la relación entre las áreas
genitivos de plural indígena en -on/-om, en -un/-um o en marginales y los epígrafes en cuestión, pero este hecho se
-orum ya latinizado, debían de estar constituídas por un ha valorado más en virtud del proceso romanizador,
número escaso de individuos, de ahí que sea infrecuente conservándose mejor las indicaciones del grupo familiar
su repetición, sin llegar en ningún caso al cuarto grado de en aquellas áreas menos asimiladas a la cultura romana
parentesco (González Rodríguez 1986: 105; Sayas y (de Hoz 1993: 390; Salinas 1994: 292-293; Canto 1995:
López Melero 1991: 114 ss.). Cuando la mención se 160-161). Con todo y con ello, no pueden obviarse otros
repite varias veces suele ser en el mismo lugar, aunque se problemas añadidos que no es fácil resolver. Por ejemplo
conoce algún caso, como Calaetiqum en Ávila y la posibilidad de "identificar'' estos grupos familiares en
Guisando, que puede deberse a un desplazamiento del el interior de las necrópolis vettonas, práctica que por el
grupo (Salinas 1994: 294). Se conoce también una uni contrario no resulta nada común en los cemente1ios celti
dad organizativa expresada mediante el término gentili béricos, o bien la ausencia de estos testimonios más a
tas entre los vettones; se trata de la inscripción votiva diis occidente (de Hoz 1993: 390; vid. Domínguez de la
Laribus Gapeticorum gentilitatis, procedente de Oliva de Concha 1995: 122 ss.), donde sí abundan los teónimos
Plasencia, en Cáceres (CIL II 804; González Rodríguez indígenas (Sayas y López Melero 1991: 118).
1986: 130, nº 124; Redondo 1993: 42-44). Los epígrafes Entre unos grupos y otros existían relaciones que eran
conservados que mencionan estas unidades organizativas reguladas por el hospitium o pacto de hospitalidad, me-
SOCIEDAD Y ETNIA 309
diante el cual un grupo o un individuo aislado era acep junto a Viriato, electo por los lusitanos en virtud de sus
tado por otra comunidad o grupo familiar en pie de igual cualidades personales (Livio per 52; Apiano lberiké
dad (Ramos Loscertales 1942; Salinas 1983). Su prácti 10,61-62), y a quien las fuentes llaman dux e imperator
ca está en consonancia con estas pequeñas comunidades (Frontino 2,13,4; Livio per 52). Tales argumentos avalarí
humanas; al ser numéricamente reducidas son más vulne an según Salinas (1982a: 63-65) la posible existencia de
rables social y económicamente, de ahí la necesidad de dos clases de magistraturas, una de naturaleza civil y tal
estos pactos que garantizan la movilidad y la convivencia vez religiosa, y otra militar de tipo extraordinario en fun
entre los grupos que habitan una comarca (Lomas 1980b: ción de situaciones de guerra, como también ocurría entre
111-113). Entre las téseras y tablas de hospitalidad que los germanos (Tácito Genn. 7,1).
consignan por escrito esta institución, podrían citarse con Durante la conquista, a causa de las diferencias eco
seguridad sendos ejemplares hallados en el castro extre nómicas que padecen las comunidades hispanoceltas, el
meño de Botija, junto al río Tamuja, en lengua celtibérica hospitium fue perdiendo paulatinamente su sentido de
y latina respectivamente (García Garrido y Pellicer 1983- igualdad y asumiendo una significación de dependencia,
84: 150-153, fig. 2; Almagro-Garbea y Lorrio 1987: 114 asimilándose de esta manera a la clientela (Salinas 1983:
y 1992: fig. 1,10)314. Este sería también el caso de la tése 28; Ciprés 1993: 122 ss.). Sin duda el enriquecimiento de
ra en lengua latina del castro de Las Merchanas en la élite urbana favoreció el aumento de estas redes, que
Lumbrales, Salamanca (Tovar 1948: 82; Maluquer participan del principio de competitividad que determina
1956a: 137 y 1968: 102-103; García y Bellido 1966: la jerarquización social, con la consiguiente disolución
162). En opinión de Tovar, la Tesera Caurie(n)sis de los vínculos gentilicios. La nueva relación exige obli
Magistratu Turi[. ..J ha de interpretarse como indicadora gaciones mutuas pero resalta las diferencias de posición
de la concesión de hospitalidad por parte de la ciudad de y estatus de ambas partes. Existía además una clientela
Coria a los magistrados de Turibriga. La traducción del de carácter militar. Este hecho permite plantear su rela
texto, probablemente pre-flavio, plantea algunos proble ción con la devotio, vinculación de fuerte carácter reli
mas teniendo en cuenta el lugar del hallazgo y no hay gioso e ideológico a través de la cual un individuo, gene
que descartar que Turi[...J corresponda al nombre del ralmente un guerrero, se consagraba de por vida a su jefe,
magistrado en lugar de la ciudad (Abascal 1995: 100). como evidencian los casos bien conocidos de Sertorio
Detalle interesante en este convenio son las alusiones a (Plutarco Sert. 14,5-6; Apiano B.C. 1,112)316 y tal vez
una magistratura urbana, cuyo desempeño cabe atribuir a Viriato (Apiano lber, 74-75; Diodoro 33,21), cuyo ritual
las viejas élites ecuestres que antaño controlaban los fúnebre se acompaña de grandes lamentos, equivalente
oppida indígenas y cuyo papel sólo recientemente de la laudatio funebris romana, y culmina con la realiza
empieza a ser valorado (Almagro-Gorbea 1996a: 122; ción de combates individuales317. Aquí, los lazos que vin
Almagro-Gorbea y Torres, e.p.). culan al jefe con sus guerreros podrían interpretarse no
A través de las noticias que nos proporcionan las como el resultado de un combate gladiatorio en su honor
fuentes con ocasión de la conquista romana, conocemos sino como un suicidio que lleva a pensar en una emula
además la existencia de jefaturas de carácter militar, tem ción por fidelidad (Ciprés 1993: 168). Estas tradiciones
poral y electiva, entre lusitanos y vettones. En el 193 a.C. contribuirían a explicar en última instancia la diviniza
Ful vio venció a una coalición de vacceos, vettones y cel ción de la persona, muy explícita en el caso de Sertorio
tíberos, capturando a su rey Hilerno (Livio 35,7,6), y en (Plutarco Sert., 11 y 20; Ciprés 1993: 170), y el fuerte
el 154 a.C. lusitanos y vettones, acaudillados por Púnico, arraigo que tuvo el culto al emperador en Hispania
devastan el litoral de la Bética. A la muerte de éste le sus (Etienne 1958: 101 ss.; Almagro-Gorbea 1996a: 33 y
tituye un hombre llamado Césaros o Caisaros (Apiano 1997: 216).
lberiké 10,56,57). En la digresión literaria que Silio La información que nos proporcionan las fuentes y la
Itálico (3,378) dedica a los vettones y la crianza de caba epigrafía también puede ser interesante en otra dirección.
llos, aparece citado un jefe del ala militar, Bálaro Se trata de la institución gala de los ambacti (César B.G.
(Balarus). nombre que se ha interpretado imaginario y 6,15,2), de características análogas a los devoti y soldu
que sólo aparece en este pasaje (Roldán Hervás 1968-69: rii, que podría traducirse como criado o servidor, habién
97)3 15. Muy probablemente los vettones combatieron dose relacionado con el término simplificado de Am-
1
Más problemática es la plaquita zoomorfa en perspectiva cenital proce
" "
6
"Era costumbre entre los iberos, para los hombres que formaban la guar
dente del Cerro del Berrueco, publicada como una fíbula (Morán 1924: dia de un general morir con él si él moría; es lo que los bárbaros de este
21, lám. X: Romero y Sanz Mínguez 1992: 458-459. 467, fig. 2) y valo país llaman consagración. Mientras que los otros jefes no tenían nada
rada como una posible tésera (Almagro-Gorbea y Lorrio 1987: 113). mas que un pequeño número de escuderos y compañeros que habían
pues se trata de una pieza anepígrafa. En cuanto a las supuestas téseras hecho el voto de morir por ellos, Sertorio tenía varios miles ... ·· (Plutarco
en forma de jabalí y en escritura celtibérica del castro de las Cogotas Sert., 14,5-6; traducción de Ciprés 1993: 123).
(Fita 1 9 !O: 291-301 y 1913c: 350-356), serían piezas falsas (Cabré 317 "Tras haber engalanado espléndidamente el cadáver de Viriato, lo que
1920: 2-4 y 1930: 5). Con todo, bay que reconocer que salvo excepcio maron sobre una pira muy elevada y ofrecieron muchos sacrificios en su
nes (Schmoll 1959: 21: Almagro-Gorbea y Lorrio 1987: 114) no se ha honor. La infantería y la caballería corriendo a su alrededor por escua
vuelto a hacer ninguna valoración sobre este asunto. drones con todo su armamento prorrumpía en alabanzas al modo bárba
"' La raíz Bal- se repite en numerosos antropónimos, siendo Ba/arus uno ro y todos permanecieron en torno al fuego hasta que se extinguió. Una
de los nombres que aparece en la inscripción funeraria de un verraco vez concluído el funeral, celebraron combates individuales junto a la
abulense (Albertos 1983: 871; López Monteagudo 1989; 127). tumba'· (Apiano Ibe1; 75; traducción de Ciprés 1993: 167, nota 349).
310 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
batus (Palomar Lapesa 1957: 31-32; Santos Yanguas 56), no ofrece indicios cronológicos precisos. Sin
1978; Salinas 1982a: 66-67). La dispersión de este antro embargo, creo que contamos con evidencias significati
pónimo entre los vettones y lusitanos es muy significati vas considerando el conjunto de peñas labradas parcial
va, tal vez relacionado con la clientela militar, habiéndo mente, que incluyen cubetas de distintas dimensiones,
se planteado su mayor utilización entre las poblaciones canales y escalones. Algunos de estos depósitos servirí
celtizadas del Occidente respecto de los celtíberos pro an para abluciones rituales, quedando abierta la posibi
piamente dichos (Almagro-Gorbea y Lorrio 1987: 112- lidad de una actividad de culto relacionada con las
113, mapa 5; Almagro-Gorbea 1994a: 46). aguas. Esta interpretación se vería validada con el signi
ficado ritual del agua en la cultura castreña (Díez de
Velasco 1985 y 1992; vid. Blázquez 1991: 63-64). De
2.2. Santuarios y Sacrificios ahí la importancia simbólica de su emplazamiento. junto
al río Duero y con una extensa perspectiva en todas
Como entre los celtas en general, los vettones cele direcciones, que supone la elección de un punto propi
braban sus cultos al aire libre. Estos espacios sagrados cio para la realización de los ritos. Existen evidencias
(nemeton) relacionados con el culto a la divinidad318 pre varias que atestiguan igualmente la concentración de
sentan modalidades diversas -peñas, bosques, árboles, altares rupestres siguiendo el curso del río Duero en tie
fuentes, manantiales, cuevas...- y a él se refieren los rras de Zamora y Salamanca, que podrían relacionarse
autores clásicos para los pueblos de la antigua Céltica con deidades asimiladas al río: tal sucede con los distin
(César B.G. 6,13 y 16; T ácito Germ. 9; Marcial 4,55,23), tos rebajes y entalladuras que se advierten en el poblado
evidenciando una práctica cuyo valor mágico y religioso de San Mamede, en Villardiegua de la Ribera (Gómez
llegó hasta el Bajo Imperio y la Edad Media (Prudencio Moreno 1927: 27; Benito et alii 1987), en el Teso de San
Contra Simaco 2, 1010-1011; Martín Dumiense De Cristóbal (Villarino de los Aires), próximo a la desem
correct. rust. XVI; III Concilio de Brácara, canon 73; XII bocadura del Tormes, y tal vez en el santuario de la
Concilio de Toledo, canon 2; vid. Sopeña 1987: 59 ss.; Virgen del Castillo, en Fariza (Benito y Grande 1992:
Blázquez 1991: 102 ss.). 66-68, 73 ss.; vid. Benito y Grande 1994). En el balnea
rio de aguas medicinales de Retortillo (Salamanca) se
Existen indicios arqueológicos de estas formas cere halló un ara del siglo II dedicada a las Aquis Eletesibus,
moniales a cielo abierto, distinguiéndose sobre todo por teónimo formado sobre el nombre del río Yeltes
la presencia de grandes canchos de granito con oqueda (Blázquez 1975b: 28).
des, escaleras y cubetas, en algún caso denominadas en
Un simple recuento de los datos que se vienen acep
referencias epigráficas lacus, laciculus o aeternus lacus
(Blázquez 1983: 234) y vinculados a complejos rituales tando como lugares de culto relacionados con el uso lus
tral del agua, extensible a otros monumentos de funcio
de sangre y agua. El ejemplo más significativo de estos
nalidad diferente como es el caso de las saunas castreñas,
santuarios entre los vettones, no sólo por su monumenta
donde tendrían lugar baños iniciáticos (Almagro-Gorbea
lidad sino también por su emplazamiento en un oppidum
y Álvarez-Sanchís 1993), podría avalar la impresión de
prerromano, es el de Ulaca en Solosancho (Ávila)
una relativa abundancia en las regiones occidentales y
(Martín Valls 1985: 116-117 y 1986-87: 71; Almagro
atlánticas. La comunicación con el Más Allá a través del
Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993; Álvarez-Sanchís 1993a:
elemento acuático está implícita en estos monumentos y
272 ss.). El sólido receptáculo ofrece una estancia rec
la ausencia de cementerios extensos asociados al ritual
tangular labrada en la roca. En uno de los lados se ubica
de incineración en gran parte de estos territorios no pare
una gran peña, donde una escalera doble da acceso a una
ce producto de la casualidad, por lo que cabe suponer
plataforma con dos concavidades comunicadas entre sí.
para estas comunidades la continuidad de unas creencias
Una de ellas vertía en una tercera, la cual comunica a su
y prácticas religiosas desde el substrato del Bronce Final
vez con la parte inferior de la peña a través de un canal.
hasta época romana. Prácticas funerarias que incluirían
No me detengo en este monumento que ha sido ya dis
la cremación del cadáver y ofrendas a las aguas podrían
cutido (cap. V) y en el que juega un papel determinante
tener así un punto de referencia en algunos santuarios
más que la interpretación ritual, su localización junto a
ribereños occidentales durante la Edad del Hierro.
otras estructuras en la organización topográfica e ideoló
gica del oppidum. La presencia de actividades cultuales puede defender
se en otras áreas de la región. Tendríamos la noticia de
Son varios los santuarios que podrían aducirse como
Femández Gómez ( 1986: 965) a propósito de una piedra
paralelos en la región occidental. El complejo rupestre
a modo de pequeño menhir labrada en su parte superior,
de San Pelayo, en el término de Almaraz de Duero, en la
en el emplazamiento del santuario al dios Vaelicus, junto
provincia de Zamora (Benito y Grande 1990 y 1992: 41-
al Tiétar y no lejos del Raso de Candeleda. Más difícil de
"' La alusión a este aspecto parece pertinente si se piensa en expresiones valorar es el hallazgo de una piedra con cazoletas halla
como "culto a las aguas" "a las peñas", "a los montes", etc, siendo más da en la puerta A entre el primer y segundo recinto de La
correcto hablar de culto a divinidades relacionadas con diversos lugares,
como ha subrayado Marco (1993a: 481 y 1993b) en dos excelentes tra
Mesa de Miranda (Cabré et alii 1950: 34-35 y lám.
bajos. XVIII), aunque alguna significación ritual debió tener.
SOCIEDAD Y ETNIA 311
Otro tanto puede decirse para el oeste del territorio sal Montánchez y El Pedroso, y con ello probablemente a
mantino como lo atestiguan las insculturas del castro de vettones, lusitanos y célticos, hace vislumbrar la posibi
Yecla, la peña "del Perdón" en La Redonda o las cazole lidad de un santuario interétnico en la región, ya desde
tas de Sobradillo (Morán 1946: 156; Martín Valls 1973a: época prerromana (García-Bellido 1995b: 143-145 y
81), por citar una mínima parte. Los peldaños excavados 1996: 283-286). Circunstancias análogas tal vez concu
en una gran roca de La Mata de Alcántara (Martín Bravo, rran en el Monte de la Sierra de San Vicente (Hinojosa de
com. personal) y en el Cantamento de la Pepina San Vicente, Toledo), próximo a Caesarobriga e identi
(Fregenal de la Sierra) (Berrocal-Rangel 1992: 192), o ficado por Schulten (1937: 110 ss.) con el Mons Veneris
las cazoletas de los castros de Villasviejas de Plasencia y donde se refugió Viriato en el 146-145 a.C. durante las
Villasviejas de Gata, son testimonios que avalan su pre campañas lusitanas. La montaña, en tierras limítrofes de
sencia en tierras extremeñas y en la Beturia Céltica. De vettones y carpetanos, estaba consagrada a Afrodita o
cualquier manera, la posibilidad de ofrecer una lectura de Venus (Apiano lb., 64; Frontino 3,10,6; 11,4; 4,5,22)
conjunto es muy limitada ante la falta de un corpus gene pero sin duda debe verse en ella la interpretatio romana
ral de estos monumentos. Su examen tipológico ha de de dioses indígenas. Esa situación se resalta de modo
hacerse con prudencia, pues sabido es que este tipo de más claro aún a partir de una ara votiva hallada en la
roca presenta formas erosivas con apariencia de trabajo zona dedicada a Togoti (CIL 11, 893), divinidad indígena
humano, y no hace falta decir que estos sitios a menudo de carácter guerrero (Blázquez 1975b: 173; vid. Mangas
ofrecen signos evidentes de una posterior cristianización. y Carrobles 1992: 97 y 103; de la Vega 1992: 336 y
También resulta de particular interés valorar estos 346)319. Desde luego sí me parece necesario valorar el
sitios en función de su emplazamiento; unas veces en el patrón espacial de estos complejos cultuales, sitos en las
interior de los poblados ocupando un lugar destacado, es redes fluviales o en los accesos a las sierras, en la consi
el caso de Ulaca, San Mamede, Capote, Castelo do Mau deración del santuario como punto de referencia territo
Vizinho...; otras en parajes aislados, sin relación precisa rial e inclusive étnica32º.
con núcleos de habitación, como Almaraz de Duero, La El significado cultual de los monumentos rupestres es
Mata de Alcántara (Cáceres), Peñalba de Villastar en posible establecerlo a partir de una serie de testimonios
Teruel o Panoias y Vilar de Perdizes en Portugal. La dis literarios y epigráficos, que encuentran en el santuario por
tinción puede parecer banal pero no lo es en absoluto. tugués a cielo abierto de Panoias (Vila Real) una de sus
Nada se opone a que los primeros estuvieran circunscri expresiones más claras (Ferreira da Silva 1986: 300 ss.;
tos a las necesidades inmediatas de la comunidad, bien a Blázquez 1991: 39; Alfüldy 1995 y 1997). Además de las
nivel local o comarcal; tal sería el caso del referido oppi peñas talladas, cuya parte superior ha sido allanada para
dum vettón de Ulaca y su posición dominante en el valle albergar diversc:s cavidades, el sitio ofrece inscripciones
de Amblés, cuya función cultual debió ser exclusiva en la latinas del siglo III que nos informan sobre los sacrificios
región a finales de la Edad del Hierro. realizados en el sitio. De una de las inscripciones (Alfüldy
Por supuesto no hay datos muy precisos en esta 1995: 253-254)321 se deduce que el sacrificio tenía lugar en
misma dirección para los monumentos aislados en el pai un edificio que coronaba la construcción. Mientras, las
saje, pero quizá debamos ver en algunos de ellos santua entrañas de las víctimas se quemaban en unos nichos o
rios fronterizos como sugería razonablemente Marco cubetas y la sangre vertía en otros similares. Al mismo
(1993a: 493) para el centro cultual de Peñalba de tiempo se rendía culto a las divinidades, algunas de ellas
Villastar -dedicado al dios céltico Lug y alejado de áreas indígenas como los numina de los Lapiteae, sin duda los
de población- citando como paralelos los santuarios dioses de la comunidad indígena de Panoias. El sacrificio,
rurales galos que marcan los límites de los pagi pues, comprendía varias fases en lugares distintos; se trata
(Marchand 1991). En tal sentido, contamos con el excep de un ritual de iniciación que ofrece un orden y un itinera
cional testimonio del santuario rupestre de San Pelayo en rio determinado, que forzosamente hay que relacionar con
Almaraz de Duero, entre éste río y el Esla, lindando al la variada morfología de estos monumentos.
sur con los vettones, al este con los vacceos y escasos Conocemos otras inscripciones alusivas a estas activi
kilómetros al oeste con los astures. No se nos escapa lo dades, como el ara de Marecos (Penafiel) (Le Roux y
problemático de esta interpretación, pero tampoco sería
excluyente con la posibilidad de un locus consecratus "
9
Togoti / L(ucius) Vibius I Priscus I ex voto I ... De Ávila procede otra
dedicación a Deo Togoti y se conocen dos de una diosa Toga, probable
donde convergen devotos de diferentes regiones. Es muy mente afín al anterior. de la provincia de Salamanca (Mangas y
posible que también el conocido santuario dedicado a la Carrobles 1992: l 03, con toda la bibliografía).
Por ejemplo Bintliff (1977: 148-155, 630,653 y mapa 7). al abordar el
diosa Ataecina, que debió estar próximo a la iglesia visi
120
Tranoy 1974)322, los documentos epigráficos lusitanos de crático orientalizante324. Particularmente revelador es el
Lamas de Moledo (Viseu) o Cabefo das Fraguas hallazgo de calderos, utensilios de fuego y restos crema
(Guarda) (Tovar 1985: 245-249)323, y su correspondencia dos de bóvido, ovicáprido y cerdo doméstico en las necró
iconográfica en diversos bronces votivos con escenas polis, Piezas dentarias y astrágalos se han documentado en
rituales que representan cerdos, bóvidos, cabras y ovejas, varias tumbas de La Osera (Cabré et alii 1950: 197) e
como los de Vilela (Costa Figueira), Castelo de Moreira igualmente en enterramientos vacceos (Sanz Mínguez
(Celorico de Basto) o el mango del puñal del Instituto 1990b: I 66 y 1998) y celtibéricos (Cerdeño y García
Valencia de D. Juan, con formulación análoga (Blázquez Huerta 1990: 89; Lorrio 1997). Su valor simbólico -en
1975b: 62 ss. y 1991: 137; Tovar 1985: 247 ss.; Ferreira ocasiones lúdico (Cabré et alii 1950: 73)- está fuera de
da Silva 1986: 182-183 y 294-295). Estos testimonios toda duda. Desde luego la mención estraboniana (3,3,7) a
documentan ritos religiosos de tipo ancestral, algunos las hecatombes de hombres y caballos entre los pueblos
próximos a la suovetaurilia romana y al sautrámani indio montañeses e igualmente las noticias de Livio (per. 49),
(Dumézil 1977: 216 ss.; Varenne 1981: 558 ss.), especial Horacio ( Carm. 3,4,34) y Silio Itálico (3,361), que nos
mente conservados en el ámbito lusitano-galaico. hablan de sacrificios de caballos entre los lusitanos y los
cántabros, podrían relacionarse con tales eventos. Huelga
En apoyo de todo lo anterior se podrían mencionar
decir que las implicaciones económicas de algunos ani
otras fuentes que atribuyen sacrificios, tanto de hom
males sacrificados y su papel en la dieta básica debieron
bres como animales, a las poblaciones occidentales de
ser sustanciales (Domínguez Monedero 1985: 69-70;
la Hispania Céltica (García Quintela 1991 y 1992).
Marco 1993a: 494 y nota 46),
Explícitas son las referencias de Estrabón (3,3,6-7) y
Livio (per. 49) a propósito de las prácticas sacrificiales
entre los lusitanos, que el primero relaciona con el
2.3. Guerreros y Sacerdotes
vaticinio y extiende a los pueblos montañeses del norte
peninsular. La relevancia de estas actuaciones se vería
Rituales diferentes podrían considerarse las prácticas
asimismo refrendada entre los propios vettones; la
mutilatorias, por ejemplo la costumbre de los lusitanos de
prohibición del procónsul Publio Craso en el 96-94
cortar las diestras de los vencidos (Estrabón 3,3,6), que
a.C. a los bletonenses, habitantes de Bletisama (Le
probablemente se practicaba también entre los celtíberos y
desma), de hacer sacrificios humanos es buena prueba
adoptaron los romanos (Salinas 1982a: 78; Marco 1993a:
de ello (Plutarco Quaest. Rom. 83); práctica que, si
nota 50). La diestra parece asociarse con el valor y el pres
guiendo una inveterada costumbre, debía ser muy ante
tigio del guerrero, y debía tener una significación muy pre
rior. Tales sacrificios tendrían un carácter muy excep cisa en la sociedad indígena (Ciprés 1993: 87-88; Almagro
cional, pero más frecuente debió ser sin duda la consa Gorbea 1997: 214). Su viculación con prácticas sacrificia
gración de animales como evidencia la documentación les resulta muy difícil de determinar, pues se trata más bien
conocida. de una actitud guerrera relacionada con costumbres apo
En algunos casos se realizarían en estos santuarios tropaicas, como sucede por ejemplo con el ritual céltico de
ceremonias públicas de carácter culinario en relación con las "cabezas cortadas" de los cautivos o vencidos (Sopeña
el fuego, que implicarían ingesta de carne en grandes can 1987: 106 ss.; Marco 1993a: 496-497), que goza de una
tidades, bebidas alcohólicas e incluso toma de sustancias amplia representación iconográfica en la Península Ibérica
psicotrópicas, bien evidenciado en el abundantísimo regis (Almagro-Gorbea y Lorrio 1992). Ese mismo carácter
tro de fauna y ofrendas cerámicas del altar del Castrejón podría hacerse extensible a determinadas representaciones
de Capote (Higuera la Real, Badajoz), en plena Beturia en piedra de cabezas cortadas procedentes de la cuenca
Céltica (Berrocal 1992: 194-201 y 1994: 245 ss, 266 ss.), suroccidentaL Es el caso de Yecla de Yeltes (Blázquez
es posible que siguiendo la tradición del banquete aristo- 1962a; Martín Valls 1973a: 90), La Vera (Abad y Mora
1979), Plasencia (Sayans 1964) o la representación bifron
Que hace referencia a la inmolación de una vaca y un buey a Nal'ia
122
te (¿Jano?) de Candelario en Salamanca (Muñoz 1953;
Corona, de un cordero a Navia, de un cordero y un ternero a Júpiter, un
cordero a urgos y una bicha a Lida (vid. Blázquez 1991: 37-38). Estas Blázquez I 975b: 83). En todo caso, la datación y funcio
prácticas se han valorado como ritos propiciatorios de carácter agrícola nalidad de estas piezas permanece incierta. Respecto a los
pero también como ceremonias purificadoras de toda la comunidad restos humanos recogidos en la sepultura 122 de La Osera
(Almagro-Garbea 1993b: 133, nota 8).
m La inscripción perdida de Arroyo de la Luz (Cáceres), de la que se con -un cráneo incompleto y su dentadura, varias vértebras y
servan algunas copias, también parece tener un contenido ritual. Con fragmentos de un homoplato y de la clavícula- se ha suge
todo, la más comprensible sigue siendo la de Cabe,o das Fraguas, con
seguridad de carácter votivo: 0/LAM TREBOPALA / !ND! P ORCOM rido "una cremación chocantemente incompleta" (Cabré et
LA.B0/ COMA!AM !CCONA LOIM/!NNA 0/LAM USSEAM ITREBA alii 1950: 100 y 166), pero no descartaría un significado
RUNE !ND! TAUROM / !FADEM[ / REUE[ ... Según Tovar (1985), '·Una
oveja para Trebopala y un cerdo para Labbo (?). una ... para Iccona
ritual dada la excepcionalidad del hallazgo.
Loiminna, una oveja de un año para Trebarun- y un toro semental para
Rev-...". Sobre la cuestión lingüística véase también de Hoz ( 1993: 363), "" De igual manera habría que tener presente las prácticas rituales con
que ha manifestado alguna reticencia en la traducción de los adjetivos, y acompañamiento de fuego detectadas en Sanchorreja en un contexto del
la lectura propuesta por Villar (1993-95: 376 y 380 ss.), insistiendo en el Hierro Antiguo, datos que convergen en el entendimiento de unas prác
carácter acuífero de las divinidades femeninas relacionadas con las ticas que arrancan desde muy atrás (González-Tablas 1990; Delibe, et
aguas locales. alii 1992-93: 425-426).
SOCIEDAD Y ETNIA 313
En este contexto de sacralización, se pueden compren nios literarios estén apuntando a asociaciones de este
der determinados vínculos entre los guerreros y las prácti tipo. Tales cofradías se manifestarían por el carácter de
cas religiosas. Es el caso, por ejemplo, de las danzas y los sus primitivas divinidades, como Bandua, Cosus, Nabia
cantos de guerra, bien documentados en las poblaciones y Reua (García Fernández-Albalat 1990: 201 ss.; vid.
célticas (Ciprés 1993: 82-85). Según Diodoro (5,34,4), los Peralta 1990 y 1991), por tradiciones de tipo ver sacrum,
lusitanos en tiempo de paz practicaban un tipo de danza y llevando una vida de latrones característica de estas ban
en sus guerras marchaban entonando cánticos mientras das (Diodoro 5,34,6; Estrabón 3,3,5), y por algunas ins
cargaban contra el adversario. Los elementos que encon cripciones como la de Vilar de Perdizes, que hace alusión
tramos en esta referencia aparecen también en Apiano a un voto hecho por los lanceroi, término que se podría
(lber., 67), al describir una de las campañas de Viriato325 • traducir como "lanceros" o "guerreros armados con lan
Este tipo de provocación parece evidenciar ciertas conno za" (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993: 212 ss.,
taciones rituales, cuyo objetivo es generar en los soldados nota 39), aunque la lectura no es del todo segura
un estado propiciatorio para el combate. (Rodríguez Colmenero 1995). En este contexto tal vez
Otro dato muy interesante son los restos arqueológi pueda resultamos útil la cita de Estrabón (3,4,16), según
cos de las saunas castreñas (Fig. 137), pues evidencian el la cual los vettones sólo concebían que los hombres gue
uso ritual de baños de sudor y de baños fríos asociados a rrearan o descansaran. El pasaje literario puede conside
estas comunidades (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís rarse tópico y exagerado (Roldán Hervás 1968-69: 96),
1993; vid. Ferreira da Silva 1986: 59-60), conforme el pero al mismo tiempo lleva implícitas connotaciones
testimonio de Estrabón (3,3,6): "De algunos de los pue bélicas muy primitivas, como sucede también entre de
blos que viven en las inmediaciones del Duero se dice los germanos (T ácito Germ. 15,1; vid. Alonso-Núñez
que viven a la manera espartana, ungiéndose dos veces 1991: 86; Ciprés 1993: 179; Sánchez Moreno 1996: 28
con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras ss.). Estos testimonios recuerdan asimismo a los antiguos
candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al lacedemonios, como ya señaló Estrabón (3,3,6), organi
día alimentos puros y simples"326• Tales baños, en oca zados por grupos de edad (MacDowell 1986: 164), con
siones con unción de aceite, son bien conocidos en la fratrías y ritos iniciáticos que incluían baños de tipo lacó
Antigüedad y en la Protohistoria, tanto en el mundo nico en saunas. Almagro-Gorbea (1992 y 1993b), alu
mediterráneo como en la Europa templada (Talve 1960; diendo a estas y otras cuestiones, como el significado
Hinz 1973; Ginouvés 1962; Barfield y Hodder 1987; ritual del agua en la cultura castreña, la ausencia de evi
Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993: 192 ss.), es dencia arqueológica en las prácticas funerarias y la perso
tando asociados a ritos de purificación y de paso (Fig. nalidad lingüística del occidente peninsular, ha defendido
138). El oppidum de Ulaca evidencia la distribución de el carácter protocéltico y pregentilicio de estos ritos rela
estas estructuras en la Meseta occidental (Fig. 137, 11; cionados con actividades guerreras, esenciales en la orga
vid. cap. V, Fig. 58), además de otras dos posibles cons nización socio-ideológica de lusitanos y galaicos pero que
trucciones análogas, en el castro de San Mamede también han podido pervivir en ciertas regiones de la
(Villardiegua de la Ribera) y en Picote (Miranda do Vettonia (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993),
Douro) (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993: fig. 5 hasta ser finalmente absorbidas por la Cultura Cel
y Apéndice 2). tibérica.
La interpretación de dichos baños como ritos de ini La práctica social del bandidaje, forma peculiar de
ciación se ha esgrimido en función de la existencia de hostilidad y rapiña que Diodoro (5,34,4) y Estrabón
cofradías de guerreros, y es posible que algunos testimo- (3,3,5) señalaban entre algunas poblaciones hispanas,
especialmente entre los lusitanos, es inherente a un modo
325"'Al atacarle Viriato con seis mil hombres en medio de un griterío y cla
mores a la usanza bárbara y con largas cabelleras que agitan en lo;, com
de vida desarrollado en un entorno físico pobre, monta
bates ante los enemigos. no se amilanó. sino que le hizo frente con bra ñoso y pastoril. Sin embargo, no es menos verdad que en
vura y logró rechazarlo sin que hubiera conseguido su propósito'" el caso de los lusitanos tiene como protagonistas a gru
(Apiano /be,:, 67: traducción de Ciprés 1993: 82. nota 9).
"" Estrabón explicita dú, dos veces. lo que se puede interpretar como dos pos de jóvenes que destacan por su fuerza física y
veces cada día (Schulten 1952: 104) o bien al doble baño que supone el valor 127, práctica que podría tener su origen en un rito de
ritual (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993: 190, nota 17).
Herodoto (4,73-75) recoge que los escitas, después de los funerales, se paso aunque adaptado a una nueva realidad socio-econó
purificaban en baños de sudor asociados a la unción de aceite y a la aspi mica (Ciprés 1993: 147; vid. Ruiz-Gálvez 1985-86: 75-
ración del humo de semillas de hachís arrojadas sobre piedras enrojeci
das al fuego. Lo mismo sucedería entre las poblaciones galo-romanas,
76), que está generando tensiones y conflictos en virtud
que aún mantenían una tradición de baños de vapor en fechas tan tardí de nuevas formas de propiedad de la tierra (Caro Baroja
as como mediados del siglo V d.C. y que llamaron la atención de Sidón 1990: 332-335; Jimeno y Arlegui 1995: 121 ss.). Con-
Apolinar (E¡,., 2,9,8-9): "'(...) se excavaba una fosa cerca de una fuente o
un río en la que se arrojaban un montón de guijarros ardientes: después.
mientras la fosa acumulaba el calor. se la cubría de una cúpula de ramas 127 '"Entre los iberos y especialmente entre los lusitanos tiene lugar una
flexibles de avellano entrelazadas en forma de hemiesfera: además. se práctica singular: en efecto los que son muy pobres entre los jóvenes de
echaban por encima coberteras cilicias ( de pelo de cabra) para cerrar los una misma generación pero sobresalientes en el vigor del cuerpo y en la
huecos entre las ramas y eliminar la luz, conservando en w interior el osadía, dotándose a sí mismos de valor y de armas se reúnen en duros
vapor saliente que se producía por la aspersión de agua hirviendo sobre terrenos montañosos y, formando grupos considerables. hacen correrías
las piedras candentes... se producía una sudoración muy saludable rode por Iberia y, saqueándola. reúnen riquezas" (Diodoro 5.34.6: traducción
ados y envueltos por la emanación de un vapor sibilante". de Ciprés 1993: 137).
314 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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Fig. 137.-Cuadro comparativo de plantas de sauna conocidas en la Península Ibérica: l. Sanfins (Pa�·os de Ferreira); 2. Briteiros
(Guimaráes); 3. Monte da Saia (Barcelos); 4. Galegas (Barcelos); 5. Tongobriga (Sta. María do Freixo); 6. Augas Santas
(Orense); 7-8. CoCll1a; 9-10. Pendía (Boa!); 11. Ulaca (Solosancho); 12. Bomeiro (La Conuia); 13. P icote (Miranda do Douro).
(Según Almagro-Garbea y Álvarez-Sanchís 1993, a partir de las plantas de otros autores).
SOCIEDAD Y ETNIA 315
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Fig. 138.-1-3. Sauna de humo eslava y detalle de su horno de piedras y ele un brasero (según Vahros 1966, Ta/ve 1960 y Hin::,
1973); 4. Caricatura de una sauna irlandesa o Fulachta Fiadh (según O'Connell y Korff 1992); 5. Sauna ele humo irlandesa
(Milligan 1889); 6-7. Saunas germanas de los siglos XIII y XVI (Talve 1960 y Hin::, 1973).
316 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
siderado aisladamente, este mismo dato podría relacio figura del celtíbero Olíndico, que vaticina la derrota de
narse con los baños iniciáticos de lusitanos y vettones y los romanos al recibir una lanza del cielo (Floro
remitirnos a tradiciones ancestrales como los grupos de 1,33,13)- de los textos celtibéricos -determinados voca
edad, pues la responsabilidad militar recae de manera blos referidos a funciones posiblemente sacerdotales- y
habitual en la iuuentus, en edad de portar armas al encon de la iconografía de algunos vasos pintados de Numancia
trarse en plenitud física, y no es ajena a otras sociedades y Arcóbriga.
antiguas incluída la romana (Neraudau 1979). La men Si estos caracteres convergen en el entendimiento de
ción de Valerio Máximo (9,6,2) a lajlos iuuentis, como un elemento sacerdotal en los procedimientos oraculares
parte integrante de la élite militar lusitana que había sido y sacrificiales de la Celtiberia, análoga observación
traicionada por Galba o la expresión iuuentutem Cel podríamos hacer extensible a la Lusitania y la Vettonia;
tiberos (Livio 40,30), que precisa la etnicidad del grupo así se desprende de la noticia de Estrabón (3,3,6), según
al servicio de las armas, podría ilustrarnos en este mismo la cual el hieroskópos sería el responsable de realizar el
sentido. En cualquier caso, la narración de Diodoro se sacrificio adivinatorio entre los lusitanos, y de Plutarco
refiere a los jóvenes faltos de riqueza, por lo que este (Quaest. Rom. 83), para quien los sacrificios humanos de
antiguo rito de iniciación al estado guerrero habría modi los bletonenses respondían a una costumbre regulada por
ficado su función original a finales de la Edad del Hierro, la existencia de leyes públicas. De alguna manera, la
convirtiéndose entonces en un medio de subsistencia y existencia de augures encargados de llevar a efecto tales
estrategia frente a los romanos (Ciprés 1993: 149-152). prácticas está reflejando una institucionalización del
Dentro de un contexto más propio de la ideología fune ritual. Elementos sacerdotales podrían requerir asimismo
raria debe inscribirse la destrucción ritual del armamento, la práctica de la medicina y el conocimiento de las pro
suceso común tanto en las necrópolis ibéricas (Quesada piedades de las hierbas y las drogas con fines terapéuti
1989) como célticas (Rapin 1993; Lorrio 1997). La mayor cos, como la hierba vettónica, muy utilizada en la anti
parte de las armas fue depositada en las tumbas sin más güedad como antitóxico y citada por los romanos desde
alteraciones que las producidas por el proceso de crema el siglo I, a la que se refieren un buen número de fuentes
ción, pero unas pocas aparecen dobladas intencionada (Plinio N.H. 25,84; Celso med. 5,27) e incluso un libro
mente con el fin de impedir su reutilización 3�8; tal suce (de herba vettonica) dedicado a describir sus propieda
de en Las Cogotas (Cabré 1932: lám. LXI,1; Kurtz 1987: des (Roldán Hervás 1968-69: 97-98).
270)329, La Osera (Cabré et alii 1950: fig. 9, láms. XXX Estas relaciones, además. podrían adquirir una signi
VII, XLV, XLVI, LXII, LX VIII), El Raso (Fernández ficación especial a partir de otra perspectiva: la conside
Gómez 1986: figs. 326, 350, 415, 425, 429, 434 y 442), ración ritual de los elementos de fuego en el banquete
El Castillejo de la Orden (Esteban Ortega et alii 1988: funerario, como parece deducirse del instrumental com
figs. 7, 10, 11 y 30) y El Romaza! I (Hernández Her puesto por asadores, parrillas, morillos, tenazas, trébe
nández y Galán 1996: figs. 53-54). Dicho ritual implica des y trípodes recuperados en los cementerios de Las
un vínculo mágico entre el propietario y el objeto y su Cogotas (tumbas 476 y 1442) y La Osera (túmulo C de
integración en el mundo del Más Allá. Los orígenes de la zona I, tumbas 201/I-II, 436/VI, 514/VI). No son fre
esta costumbre son difíciles de precisar, habiéndose rela cuentes y esta singularidad se suele dar en tumbas ricas
cionado con élites aristocráticas del Bronce Final con armamento y arreos de caballo, por tanto de la élite
(Almagro-Gorbea 1991d: 44; Ruiz-Gálvez 1995c: 130). masculina y tal vez sacerdotal (Cabré et alii 1950: 73-
Como en otras poblaciones de la Hispania Céltica, los 74, 198; Kurtz 1987: 226 ss.; Baquedano y Escorza
testimonios relativos a una casta sacerdotal organizada al 1995: 34-35). Con matizaciones, Kurtz (1987: 227)
modo de los druidas en las Galias son escasos e impreci llegó a sugerir un culto doméstico al estilo del culto a los
sos, hasta el punto de haber negado su existencia (Urruela lares en Roma, centrado en el hogar y encomendado al
1981: 255 ss.; Blázquez 1991: 126-127). En cualquier caput familiae. En todo caso creo que la existencia de
formación social los rituales colectivos implican la figu estos utensilios, que también se constatan en algunas
ra de un intermediario -sacerdotes, sacerdotisas, arúspi necrópolis celtibéricas (Lorrio 1997: 230-232), podrían
ces, magos- aunque también es verdad que estas funcio revelar rituales más complejos de sacrificio y fuego
nes podían ser desempeñadas por los jefes de los grupos encomendados a miembros relevantes de la comunidad.
familiares. Sobre estas cuestiones, Marco (1987: 69 ss. y Un simple vistazo a la suntuosidad de algunos objetos
1993a: 498-500; vid. Mangas 1978: 602-603) ha defen que acompañan el ajuar sirve para aclarar este aspecto,
dido la existencia de un sacerdocio organizado en virtud bien evidenciados en los recipientes broncíneos de la
de interpretaciones derivadas de los textos clásicos -la tumba 514 y del túmulo C de La Osera. En el mismo
sentido los calderos de bronce formarían parte del ban
128 La interpretación es muy compleja en la medida en que la selección de quete aristocrático, extensible a otras tumbas (4, 350,
los tipos es. por lo general, arbitraria. Aún así. las necrópolis celtibéricas
parecen evidenciar, en un momento avanzado de su desarrollo. cierta 370, 455, 514) y sectores de la necrópolis (Baquedano
predilección por el ritual. llegando en algunos casos a la destrucción sis 1996: cuadro V), donde concurren nuevamente ajuares
temática (Jimeno y Morales 1993: 153. fig. 5; Lorrio 1997).
329 La tumba 476 de las Cogotas (Cabré 1932: lám. LXI.!) incluye, además
militares. No en vano, como "puntas de estoques de
de una punta de lanza. un asador doblado. sacrificios rituales" llegó a sugerir Cabré (et alii 1950:
SOCIEDAD Y ETNIA 317
186) la funcionalidad de dos pequeñas puntas de chuzo romanizadas y por tanto en la zona nuclear de los vetto
que salieron de la tumba 350, una de las más notables del nes. Pero, de algún modo, tal vez eso mismo nos esté
cementerio. marcando los antiguos límites entre las comunidades
más celtizadas del grupo Cogotas II respecto de otras
periféricas, donde conviven grupos celtas y preceltas,
2.4. Teonimia y Lengua más afines a los lusitanos (Fig. 139).
Estas observaciones enlazan bastante bien con la pro
La teonimia de la Meseta occidental es uno de los tes blemática lingüística y epigráfica que ofrece la disper
timonios más importantes que contribuyen a definir la sión de estos testimonios en la Península Ibérica, con dos
celticidad de sus poblaciones, aunque debamos insistir áreas bien diferenciadas, la celtibérica y la lusitana, esta
nuevamente en la cronología tardía (siglos I-III d.C.) de última con una lengua indoeuropea de connotaciones
los testimonios conocidos, claro está, con independencia más arcaicas conocida a partir de las inscripciones de
de que éstos hundan sus raíces en época prerromana. Si Arroyo de la Luz (Cáceres), Lamas de Moledo (Viseu) y
creo necesario destacar, pues seguramente debió ser Cabec;o das Fraguas (Guarda), no descartando otras de
objeto de culto entre distintos pueblos de la Céltica his menor extensión (Tovar 1985)330. De este ámbito, en la
pana, la referencia de Estrabón (3,4,16) de una divinidad zona luso-extremeña, proceden la mayor parte de los teó
innominada, venerada por los celtíberos y sus vecinos nimos conservados, aunque se haya señalado el carácter
septentrionales, que se ha relacionado con Dis Pater, dei céltico de los más importantes (García Fernández
dad identificada por César (B. G. 6,18) entre los galos, y Albalat 1990; Marco 1993a: 482), lo que sucedería a par
que plasmaría la concepción universalista de la religión tir de la movilidad de las poblaciones hispano-celtas que
(Marco 1987: 58-59; vid. Sopeña y Ramón Palerm arriban hasta el extremo occidental (de Hoz 1988 y 1994;
1994). Una explicación análoga serviría para la deidad Almagro-Garbea 1993b). No voy a detallar aquí la polé
asimilada por Estrabón (3,3,7) al Ares griego, al que los mica general que sobre el carácter del lusitano han enta
pueblos montañeses ofrecían sacrificios de machos blado los especialistas � Tovar 1985; Schmidt 1985; Go
cabríos, caballos y prisioneros. El carácter de este dios rrochategui 1987; Untermann 1987; Villar 1991: 454 ss.;
encaja muy bien con las connotaciones guerreras, pero de Hoz 1993: 379 ss.). Ofrece rasgos que podrían rela
también con otras funciones más amplias y protectoras cionarse con las lenguas célticas y otros más autónomos,
(Marco 1993a: 485, nota 18), habiendo sido relacionado lo que exige la aparición de nuevos testimonios respecto
con el Marte indígena, que con la romanización se asi a los que ahora nos son accesibles.
mila a Marte o a Júpiter (Blázquez 1991: 50 ss.; vid.
Marco 1993a: 494, nota 45). Sí me parece interesante constatar en tierras vettonas
la existencia de rasgos lingüísticos estructuralmente dife
Salinas (1982a: 69 ss.), a propósito de la organización
rentes, que desde luego serían resultado de diversos apor
social de los vettones, cataloga una cuarentena larga de
tes (Sayas y López Melero 1991: 96 ss.). Un seguro indi
deidades aparecidas en estas tierras, en gran parte indí
cio de celtismo lo constituyen los topónimos en -briga
genas, siendo Júpiter, las Ninfas, Ataecina y Salus los
(Untermann 1961; Albertos 1990), atestiguados en la
más repetidos (vid. Salinas 1982a-b; Blázquez 1962b,
región central y septentrional ( Mirobriga, Caesarobriga,
1975b y 1983; Sánchez Moreno 1997). De los teónimos
Augustobriga, Deobriga), bien es verdad que no siempre
indígenas atestiguados en la zona, unos pocos eran vene
antiguos ni relacionados necesariamente con poblaciones
rados en otros ámbitos de la Hispania indoeuropea y la
prerromanas (de Hoz 1993: 375 ss.). Se ha hecho men
mayoría estaba formado por deidades locales, bien de
ción repetidamente a otros testimonios onomásticos
carácter tópico o relacionados con accidentes naturales.
extendidos por todo el norte y oeste de la Península; es el
Naturalmente, hay que suponer que en ocasiones nos
caso de la distribución de los antropónimos Celtius,
hallamos ante nombres y atributos distintos para una
misma divinidad (Marco 1987: 57-58). Una breve refe Ambatus, Reburrus... , muy frecuentes en el territorio
rencia al panteón permite algunas consideraciones: lusitano-vettón, además de la teonimia occidental. Junto
a estas evidencias disponemos también de la tésera en
(1) En lo tocante a su distribución, habría que apuntar lengua celtibérica de Villasviejas en Botija (Almagro
que las menciones de teónimos no son un suceso común
Gorbea y Lorr:io 1987: 114) o el pasaje de Plinio (N.H.
en el territorio vettón. La provincia de Cáceres propor
4,35,118), indicando el carácter celta de los mirobrigen
ciona más de una treintena de divinidades indígenas fren
ses de la zona de Ciudad Rodrigo.
te a Salamanca y Ávila, apenas representadas (Sayas y
López Melero 1991: 110; Díez Asensio 1995). Proble Pero, por otra parte, contamos con los topónimos del
mas de distribución similares planteaban las menciones tipo Bletisam(a) y Salmantica que podrían pertenecer a
de los grupos familiares o "gentilidades", aunque en sen un substrato distinto y anterior (Tovar 1949: 51-52 y
tido inverso, abundando al norte del Tajo y estando au 1958). El primero se ha vinculado con los nombres que
sentes más al sur y a occidente. Sin duda esto último hay
Talaván (Cáceres). Freixo de Numao (Viseu). Mosteiro de Ribeira
que interpretarlo como un rasgo conservador de la región
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Fig. 139.-Dispersión de los genitivos de plural y de las divinidades lusitano-vettonas en el occidente de la Meseta (mapa ela
borado a partir de los datos de Salinas 1982a, Blá::.quez. 1983; Gon::.ález. Rodrígue::. 1986; Abascal 1995 y García-Bellido 1996).
SOCIEDAD Y ETNIA 319
mantienen la /p/ indoeuropea ( <* Pletisama), en este La cuestión de las penetraciones indoeuropeas más
caso sonorizada (Tovar 1949: 51-52; vid. de Hoz 1993: antiguas en la Península Ibérica y por tanto en la región
380-384). En la composición del segundo existe un radi occidental todavía está insuficientemente explicada. En
cal, *sal, y un sufijo, -nt, que forman parte de un grupo todo caso, en este contexto conviene hacer referencia al
de hidrónimos que se pueden incluir en la serie "anti dato esgrimido por de Hoz (1993: 391-392) a propósito
guo-europea" estudiada por Krahe (1954: 48 ss. y de la hipotética relación entre los potiadores de los
1962), quien ha defendido la mayor antigüedad de estas Campos de Urnas y la hidronimia antigua europea. bien
lenguas precélticas, de las que posteriormente habrían implantada en el Noreste (de Hoz 1963). Desde luego la
surgido las indoeuropeas occidentales. Cabría así la dispersión de los primeros no es coincidente con los tes
posibilidad de relacionar el Alteuropiiisch con la lengua timonios conocidos no célticos, por lo que tal vez han
lusitana, que se habría desarrollado a partir de ahí (Tovar existido distintas arribadas o, mejor aún, hablantes de
1977; de Hoz 1993: 389)331• En algunos casos el nombre diversas lenguas. Estos hechos podrían sugerir su vincu
de la ciudad ha podido recibir su nombre de un río, por lación a la cultura pastoril conocida como Cogotas I,
ejemplo Salmantica, habiéndose supuesto *Salmantia extendida en amplios sectores de la Meseta. Sin embar
como antiguo nombre del río Tormes (de Hoz 1986b y go hoy no se discute el indigenismo de esta cultura, ni
1993: 377-378; vid. Schmoll 1959: 72). Tovar (1958) tampoco su fuerte arraigo en tradiciones anteriores,
relacionaba el antiguo nombre de la capital salmantina situándose el origen del complejo a finales del Bronce
con la divinidad de carácter acuático Salamati, docu Antiguo (Femández Manzano 1985; Fernández-Posse
mentada por una inscripción en S. Martín de Trevejo 1986; Delibes y Romero 1992; Romero y Jimeno 1993:
(Cáceres) (Blázquez 1975b: 146). Otra de las raíces 183-184). Esto último implicaría una fecha ante quem
antiguas que forman nombres de ríos es *ad, que signi para las primeras infiltraciones indoeuropeas, con todo lo
fica desembocadura. Se constata en la hidronimia anti problemático que ello fuese (de Hoz 1993: 393). Ante la
gua europea, como Adara=Oder, y en tierras abulenses imposibilidad de decidir entonces la evolución de este
podríamos relacionarlo con el río Adaja. Por otra parte, substrato, sólo cabe pensar que el bagage lingüístico de
en un artículo reciente Canto (1995: 155) ha sugerido la las poblaciones occidentales se conservó prácticamente
posibilidad de relacionar el nombre de los Vettones con hasta la celtización de las comunidades vettonas, al filo
la raíz del griego étos y del latín vetus, es decir, "los vie de la mitad del primer milenio, bajo la presión del mundo
jos" o "los antiguos". Los datos no son definitivos pero celtibérico. Su impacto demográfico debió ser limitado
el nombre de la etnia admite la sospecha de que perte pero trajo consigo un modelo socio-económico de alta
nezca a un estrato lingüístico no indoeuropeo (Unter capacidad expansiva, cuyo aspecto arqueológico más
mann 1995: 14). visible fue el aumento de los castros fortificados y de las
necrópolis de incineración (vid. cap. V ).
Las evidencias epigráficas del SO. y Andalucía tam
bién ofrecen un horizonte lingüístico anterior bastante (2) El culto de las divinidades más importantes enla
complejo, con evidentes ramificaciones en Extremadura za con la teonimia lusitano-galaica, cuyo grupo más
(Siruela, Almoroquí, Monfragüe, Navalvillar de Pela). característico lo forman cuatro teónimos con distintos
De un lado, en lo que comúnmente se llaman las inscrip epítetos (de Hoz 1986c; García Fernández-Albalat 1990;
ciones tartésicas o escritura del SO. -en estelas fechadas Marco 1993a: 488 ss.): Bandua, etimológicamente rela
en los siglos VII-VI a.C- se ha sugerido su vinculación a cionada con cohesión, de los dioses "que atan" (de
una lengua de tipo indoeuropeo occidental (Correa 1989 *bhendh-> banda, con sentido de unir); Cossus, cuyo
y 1992), una parte de cuyos antropónimos tendría su epíteto Oenaecus señalaría las asambleas de guerreros,
correspondencia en la onomástica lusitano-vettona y como la oenach irlandesa, tal vez celebradas en santua
también celtibérica. La interpretación no está exenta de rios; Nabia, vinculada con el agua y el paso al Más Allá,
críticas y matizaciones (de Hoz 1989; Gorrochategui y finalmente Reua, relacionada con la llanura. Nos inte
1993: 414-415) excepto en el caso del antropónimo resa especialmente el primero, Bandua, como recogen
a.Co.o.s.i.o.s, de la estela de Almoroquí (Cáceres), que los testimonios de Ciudad Rodrigo (?) en Salamanca,
podría evidenciar la arribada de gentes procedentes de Trujillo, Madroñera, y Malpartida de Plasencia en
la Meseta (de Hoz 1993: 366). Otro grupo es el atesti Cáceres (Ferreira da Silva 1986: Est. XII; Blázquez
guado en la onomástica de época latina, con topónimos 1991: 64-65, 110-111). Su iconografía de Fortuna-Tyché
que hacen referencia a un momento anterior. Es el caso en la pátera argéntea de la colección Calzadilla de
Badajoz -Band(ua) Araugel(ensis)- procedente de un
de -urgi, como sucede con la ciudad vettona de
lugar indeterminado de Cáceres, ofrece connotaciones
Lacimurgi (Navalvillar de Pela, Badajoz) transmitida por
protectoras de toda la comunidad y también guerreras
Ptolomeo (2,5,7), característico de la región tartesio-tur
(Almagro-Gorbea 1993b: 122). De estos teónimos se ha
detana pues ocupan todo el valle del Guadalquivir y del
sugerido la posibilidad de que se trate de apelativos
Genil (Gorrochategui 1993: 417-418).
comunes, sinónimos de "divinidad" o "numen" (Unter
"' En contra, Villar (1991: 460-466), que atribuye a una penetración má,
mann 1985: 348 ss.; Ferreira da Silva 1986: 295-296),
antigua. que además contribuirían, como en el caso de Bandua, a
320 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
precisar una uniformidad lingüística en la reg1on. El ss., 107 ss.; MacCone 1987; Peralta 1991 y 1996;
planteamiento en todo caso no es unánime (Encarna�ao Almagro-Garbea y Álvarez-Sanchís 1993: 214-215).
1988: 266; Marco 1993a: 488-489), insistiéndose en el El culto de Ataecina en Hispania se extendió por las
carácter personal de las deidades. regiones orientales de la provincia de Lusitania, bien
La veneración de otros dioses característicos de la implantada entre el Tajo medio y el Guadiana con un
Lusitania también está atestiguada entre los vettones. Es total de treinta y cinco inscripciones (Abascal 1995: 34
el caso de Endovelico y Ataecina, que gozaron de gran ss., 89-91, fig. 55), varias de ellas en territorio vettón:
difusión (Blázquez 1991: 60-62; Marco 1993a: 489-490; Talavera de la Reina/Caesarobriga y Caleruela en
Abascal 1995). El primero podría asociarse al Vaelicus Toledo, El Gordo, Herguijuela, Santa Ana y Salvatierra
del santuario de Postoloboso (Fig. 140), próximo al Raso de Santiago en Cáceres. La interpretatio de que parece
de Candeleda (Fernández Gómez 1973 y 1986: 966- ser objeto esta diosa con la clásica Proserpina, de con
972). El topónimo del santuario abulense se asemeja bas notaciones infernales, sugiere que tendría un carácter
tante bien al significado del sustantivo celta *uailo similar (Blázquez 1991: 61), pero la evidencia epigráfica
=lobo, que a su vez se relaciona con el teónimo (Albertos demuestra que ambos cultos tenían áreas específicas de
1966: 242). Se ha sugerido a partir de estos testimonios desarrollo, por lo que el dato no debe ser del todo gene
que nos hallemos ante una variante de Sucellus (Marco ralizable (Abascal 1995: 97). Se ha señalado, por otra
1987: 66 y 1993a: 497), divinidad infernal y funeraria parte, un carácter agrícola en el culto a la diosa, atesti
con cuyo emblema, la piel de lobo, sabemos vestían los guado en la representación de un ramo en alguna de las
heraldos de algunas poblaciones indígenas (Apiano lber. inscripciones (Leite de Vasconcellos 1905-1913: 161 ss.;
48; Blázquez 1983: 275). Así se explica también la aso Salinas 1982a: 74-75) e incluso trabajos recientes sugie
ciación de dicho animal con las fratrías guerreras, como ren para la misma atributos de divinidad lunar (García
los Lupercales romanos o los Ülfenhnir o "pieles de Bellido 1991: 71). En el culto a la diosa se vinculan las
lobo" germanos, comparables a otros Miinnerbunde de cabras, de las que se conservan varios exvotos en bronce
sociedades primitivas, pues el lobo era en la mitología en los Museos de Évora y Cáceres (Blázquez 1991: 62).
indoeuropea el animal del Más Allá (Alfüldy 1974: 69 En tal sentido, un testimonio de interpretación dudosa es
o 20 cm.
Fig. 140.-Aras votivas consagradas al dios Vaelicus. Santuario de Postoloboso, El Raso de Candeleda (Fernánde::, Góme::, 1995).
SOCIEDAD Y ETNIA 321
el que ofrece Femández Gómez (1986: 966) a propósito 1973). Esta asimilación del panteón indígena a través de
de una cabrita de cerámica hallada en la necrópolis de El la interpretatio es mucho más explícita en el caso del dios
Raso de Candeleda. Eaecus, a través de la forma lupiter Solutorius Eaecus,
Ataecina se muestra bajo un elenco de diferentes bien documentada al sur de la Sierra de Béjar donde pudo
denominaciones siendo el epíteto Turobrigensis el más ubicarse el santuario vettón (Salinas 1982a: 77).
abundante, dato que inclina a pensar que la sede del culto Conocemos además otros casos en los que la divini
fue la ciudad de Turobriga, que según Plinio (N.H. 2,14) dad se ha relacionado con un accidente geográfico o una
pertenecería a la Beturia Céltica. Con todo, los testimo localidad determinada. Por ejemplo la inscripción deo
nios epigráficos lusitano-vettones son abundantes y tras Salamati documentada en San Martín de Trevejo
pasan en buena medida este marco de referencia (Sayas y (Cáceres) (Blázquez 1962b: 188), teónimo que se ha
López Melero 1991: 110). Sobre estas y otras cuestiones relacionado con el hidrónimo Salmatia, por lo que la
Abascal (1995: 101-105), en un reciente y exhaustivo tra dedicación haría referencia al río, donde reside la divini
bajo, ha sugerido la posibilidad de que Turobriga fuera un dad (Blázquez 1975b: 146; Sayas y López Melero 1991:
enclave dentro del territorium de Emerita Augusta, próxi 113; vid. supra). En Ruanes, cerca de Trujillo, apareció
mo al templo visigodo de Sta. Lucía del Trampal un ara dedicada a Reuueanabaraecus (CIL II, 685).
(Alcuéscar, Cáceres) donde se hallaron catorce altares Probablemente el nombre del lugar ha surgido a partir
dedicados a la diosa (id. 1996, para la ubicación precisa del teónimo, que protege al grupo que se asienta en él
del sitio; vid. García-Bellido 1996: 283-286). Utilizando (Salinas 1982a: 71-72).
estos datos García-Bellido (1991: 69 ss. y 1995b: 143- El teónimo Trebarune, de clara etimología indoeuro
145) relacionaba este santuario con el descrito por las pea, se ha explicado a partir del celta aunque su fonética
fuentes literarias como el lucus Feroniae (Agennius parece compatible con diversos grupos lingüísticos (de
Urbicus de controversiis 37), por lo que la denominación Hoz 1993: 371; vid. Untermann 1985; Gorrochategui
de Feronia se debería a la interpretatio Romana de la divi 1993: 422; Villar 1993-95). En todo caso su distribución,
nidad indígena. Su carácter de protectora de las aguas y la en la Beira portuguesa y Caria (Blázquez 1983: 486;
abundancia de manantiales en El Trampal invita a otorgar Marco 1993a: 491-492), nos remite de nuevo al ámbito
este mismo atributo a Ataecina (García-Bellido 1995b: lusitano-vettón y a relacionarlo con la divinidad lusitana
145). Otras dos evidencias documentales, la cita de Trebopala del Cabes;o das Fraguas. En ambos casos se
Prudencia (Perist. 3,186), que se refiere a Mérida como trata de divinidades femeninas acuáticas que personifi
clara colonia Vettoniae y un epígrafe votivo hallado en can fenómenos acuíferos locales -como charcas o arro
Caleruela (Toledo), dedicado a la diosa por un turobri yos donde abreva el ganado- asociados específicamente
gense reclutado en la caballería vettona (Bassus a una comunidad determinada (Villar 1993-95: 370-371
Turobri(gensis), eques alae Vettonum, aram posit y 380-381).
Ataecinae; uotum soluit m(erito) [. .. ])332, sirven a Abascal
para albergar la sugestiva idea de que la ciudad en cues
tión fue vettona; por tanto Ataecina pudo tener allí la con
dición de divinidad tutelar. La delimitación meridional de 3. Fuentes, etnia y arqueología: elementos de identi
los vettones continúa siendo un problema geográfico aún dad vettona y la cuestión de los límites
no resuelto, dada la ambigüedad que deparan los textos
antiguos y su cmTespondencia con los arqueológicos, La aparente cohesión que presentan los Vettones en el
pero estos datos son suficientes para garantizar la exten marco inicial de la conquista romana, tal y como se des
sión que debió tener el culto en la región. prende de las fuentes grecolatinas, no debe entenderse
como una entidad territorial y política uniforme, sino una
(3) La mayor de las veces nos encontramos con dei
solución a la falta de conocimiento directo por parte de
dades locales restringidas a una pequeña región o pobla
los autores clásicos de las diferentes comunidades que lo
do, de las que sólo se conocen muy pocos o un único tes
integran, toda vez que sus noticias sobre el poblamiento
timonio (Sayas y López Melero 1991: 112, nota 62). Así
indígena resultan globales y poco precisas. Una primera
sucede con la inscripción votiva de Oliva de Plasencia en
aproximación a las fuentes históricas escritas, en particu
Cáceres, diis Laribus Gapeticorurn gentilitatis (CIL II,
lar Livio (35,7,8; 35,22,8), Apiano (lber. 10,56; 10,58;
804). La dedicatoria nos ilustra sobre el vínculo que exis
12,70), César (B. C. 1,38,1-4) y Lucano (4,4-10), nos pre
te entre la divinidad y el grupo familiar. Las deidades que
senta a los Vettones como un pueblo que participa, junto
aquí se infieren de la expresión diis laribus se han inter
al resto de las culturas de la Meseta, en los aconteci
pretado como divinidades indígenas protectoras de la
mientos bélicos que se suceden durante los dos últimos
comunidad (Salinas 1982a: 72-73), pero la dedicación a
siglos a.C. y que en aquellos momentos ocupaba una
los Lares ejemplifica bien el sincretismo al que condujo
parte de lo que será, desde época augustea, la provincia
la romanización (Blázquez 1991: 109 ss.; vid. Etienne
de Lusitania. Justo inmediatamente antes de esta nueva
m La relación bibliográfica sobre este testimonio es importante y me remi
etapa pueden establecerse las siguientes consideraciones
to aAbascal (1995: 89. nota 236). (Fig. 141):
322 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
( I) La Meseta occidental ofrece a finales de la Edad Ulterior desde época republicana (Mangas 1985b: 28,
del Bronce unas bases culturales relativamente homogé 31-32; Hernando Sobrino 1995).
neas, sin apenas rasgos comarcales diferenciadores. Concretar aún más los límites de la geografía que ocu
(2) Desde el siglo VII a.C. parecen confirmarse cier pan no es tarea fácil, hablamos siempre de la época que nos
tos indicadores culturales que vienen a introducir una transmiten las fuentes y no de estadios anteriores. Además.
suerte de dualidad en el territorio, agrícola en la cuenca cuando es posible identificar de modo fehaciente ciertas
sedimentaria y preferentemente ganadera en la región zonas éstas no tienen por qué reflejar una ocupación uni
montañosa suroccidental, ámbito este último donde los forme. La adscripción territorial de cualquier etnia está
romanos hallarán asentados a los vettones. sujeta a cambios en el espacio y en el tiempo; un territorio
(3) Esta tendencia se consolida en la Segunda Edad puede quedar fijo como marco de referencia pero las varia
del Hierro iniciándose, además, un proceso de regionali ciones que se pueden dar en el mismo no tienen por qué
zación en áreas más pequeñas articulado a partir de los ceñirse a sus límites (Burillo 1992: I 96; Ruiz 1992: 112-
castros. Concurren desde este momento diversos aspec 115; Sacristán de Lama 1997: 66). Es por ello por lo que
tos de la cultura material, como la cerámica con decora creemos de sumo interés prestar atención, a partir de la
ción incisa a peine o la escultura zoomorfa, que hay que identificación de los Vettones en las fuentes clásicas, a la
identificar necesariamente con el grupo "Cogotas II", o correlación entre los diferentes elementos de la cultura
de los vettones históricos (Martín Valls 1985: 115 ss.; material y los datos del grupo étnico cuyo nombre nos han
1986-87: 70 ss.). Por primera vez, contamos con ele legado las fuentes literarias romanas.
mentos suficientes como para plantear la cuestión étnica. Como es sabido, Roldán Hervás (1968-69: 100 ss.)
Cuando aparecen las menciones más antiguas sobre aborda en un trabajo ya clásico la cuestión de los límites,
los vettones en las fuentes (Livio 35,7,8), esto es, a par con una exhaustiva descripción del recorrido teniendo en
tir de los acontecimientos que se suceden en los años cuenta el contenido de las fuentes geográficas -Estrabón
193-192 a.C. (Roldán Hervás 1968-69: 93-94)333, nos y Plinio fundamentalmente- los accidentes naturales que
encontramos con diversos territorios organizados donde pudieron intervenir como términos de referencia -con
el oppidum parece ser, en la mayor parte de las áreas, el particular atención a los ríos más caudalosos- la distri
elemento básico. Del contenido de las fuentes geográfi bución de las esculturas de verracos conocidas hasta la
cas se desprende que los vettones ocupaban en este fecha de su trabajo y la lista de ciudades proporcionada
momento un amplio territorio en torno al río Tajo (Plinio por Ptolomeo334 : de algunas apenas sabemos nada y no
N.H. 3,19; 4,113: (... ) circa Tagum vettones; Estrabón puede establecerse su ubicación (Cottaeobriga, Ocelon,
3,3, 1; 3,3,3), extendiéndose al norte casi hasta el Duero, Manliana, Deobriga), de otras pocas sólo existen re
donde limitaban con los vacceos y celtíberos (Estrabón ferencias geográficas aproximadas (Lancia Oppidana
3,3,2; 3,4,12), e incluso con el propio río, que separaba a Sierra de la Estrella, Lama-Plasencia-Baños de Mon
éstos de los astures (Plinio N H - . 4,112: (... ) dein per temayor) y el resto se identifica con relativa facilidad
Arevacos Vaccaeosque distenninatis ab Asturia Vetto ( Salmantica-Salamanca, Capara-Ventas de Cáparra en
nibus). Al sur del Tajo las cadenas montañosas de San Cáceres, Obi/a-Ávila, Augustobriga-Talavera la Vieja,
Pedro, Montánchez y Guadalupe posiblemente separa Lacimurgi-Navalvillar de Pela), lo cual tampoco signifi
ban a vettones, lusitanos y celtici. Los primeros tal vez ca que estén exentas de problemas (Roldán Hervás 1968-
llegaron al Guadiana por una pequeña zona, si nos remi 69: 88-92; Sayas y López Melero 1991: 77-79, notas 3 a
timos a la ciudad de Lacimurgi o Lacimurga (Navalvillar 6). Habida cuenta su dispersión y según se desprende de
de Pela, Badajoz) transmitida por Ptolomeo (2,5,7). No los límites vettones (Fig. 142), lo primero que esto nos
disponemos de elementos de juicio precisos para los plantea es la incorporación de otros importantes núcleos
límites oriental y occidental, lindando con carpetanos y en la región. Es el caso de Bletisama (Ledesma),
lusitanos, pero la atribución étnica de Obila y Salmantica Mirobriga (Ciudad Rodrigo), Turgalium (Trujillo), Alea
a los vettones (Ptolomeo 2,5,7) podría ser un primer (Alia, al este de Guadalupe), Caesarobriga (Talavera de
punto de referencia. De todo lo anterior puede deducirse la Reina) y Urunia-Irueña en Fuenteguinaldo, citando
que el territorio, en su conjunto, estaba integrado en la sólo aquellos cuyos nombres antiguos nos son conocidos
por otras fuentes y es posible identificar (Roldán Hervás
"' Los acontecimientos se refieren a la campaña del pretor M. Fulvio diri 1968-69: 106; Tovar 1976: 247-248; Salinas 1982a: 38-
gida contra una coalición de vellones. vacceos y celtíberos en torno a
Toletunz. No obstante existe una mención en las fuentes (Nepote 39; González-Conde 1986).
Hami/cc11: 4.2) que describe la muerte de Amílcar (229-228 a.C.) en
lucha con los vettones y que se viene excluyendo por errónea, argumen
En lo sustancial me voy a remitir al estudio monográ
tando que el general cartaginés no debió sobrepasar el territorio oretano fico de Roldán Hervás pero con algunas matizaciones.
(Schulten 1935: 13; Roldán Hervás 1968-69). No existe una valoración incorporando la información arqueológica más reciente
suficientemente detallada sobre este problema y otrm, interpretaciones
(Canto 1995: 155) no descartan la noticia en vista de la rápida expansión
cartaginesa en Hispania. Capítulo aparte es la expedición anibálica del "' Una primera aproximación a este aspecto, tomando en consideración la,
220 a.C. a Salnzantica testimoniada en diversas fuentes (Bejarano 1955: variables arriba citadas, ya fue expuesto el siglo pasado por Joaquín
89 ss. ). Con independencia de la doble asignación, vaccea y vettona. que Rodrígue7 ( 1879: 50-7 I ). El trazado que ofrece el autor sobre la geogra
se hace de la ciudad, parece obvio que los caitagineses cruzaron territo fía de los Vellones contiene algunos errores, pero aún así supone una de
rio vettón. las primeras síntesis sobre este tema.
SOCIEDAD Y ETNIA 323
Bronce Final
o .-::/
9:/tt:l l l
o o
o Hierro
Hierro 11
Fig. 141.-Aproximación teórica de la evolución general del poblamiento del occidente de la Meseta en el marco del primer
milenio a.C.
que ha deparado el poblamiento castreño, la estatuaria vettón es no obstante un punto difícil de dilucidar.
zoomorfa y la cerámica a peine. Probablemente haya que prolongar el límite algo más al
De este a oeste puede decirse que la frontera norte dis norte, ya en la provincia de Zamora y al oeste de la man
curriría por la comarca agrícola de La Maraña y las estri sio vaccea de Sabaria -cerca del pueblo actual de Cubo
baciones septentrionales de la sierra de Ávila, siguiendo del Vino- abarcando la comarca del Sayago hasta llegar
luego el curso del río Tormes hasta su desembocadura en al Duero a la altura del Esla. En este sentido es muy sig
el Duero. El trayecto de este último río por el territorio nificativa la abundancia de esculturas y castros fortifica-
324 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Fig. 142.-Límites geográficos de los vettones según lasfuentes y principales ciudades identificadas adscritas al territorio. Se han
excluido del mapa Deobriga, Ocelon, Manliana,Lama yLancia Oppidana, citadas por Ptolomeo (IJ,5, 7), al carecer de datos pre
cisos acerca de su localización (vid. Roldán Hervás I 968-69: 88 ss.; Mangas 1985: 41; Salinas ele Frías I 986: 38-39; Gon::,ález
Concle 1986; Sayas yLópez Melero 1991: 76-79). Tampoco se incluyen las mansiones AdLippos y Caelionicco, al tratarse de
núcleos de inferior categoría creados exclusivamente al servicio del tráfico de la cal::,ada ele la Plata (Roldán Hervás 1971: 76 ).
dos próximos a esta línea del Duero, en torno a Fa.riza, ría aproximadamente por la actual frontera hispano-por
Villardiegua de la Ribera y Moral de Sayago; el mismo tuguesa, en ningún caso más allá del río Coa. La entidad
argumento vale por supuesto para otras etnias en la mar de los castros que jalonan de norte a sur el oeste de la
gen opuesta, como evidencian los despoblados de Picote, provincia de Salamanca (Santonja 1991: 26-27), desde
Villalcampo y Muelas del Pan. Otro importante dato estri Nuestra Señora del Castillo en Pereña hasta Irueña en
ba en la geología paleozoica del río, con un notabilísimo Fuenteguinaldo, son suficientes a mi modo de ver para
encajamiento en el occidente de la provincia (Los casi garantizar la existencia de una división étnica con
Arribes), que debió ser determinante en la configuración los lusitanos en torno a los ríos Coa y Águeda, aunque si
fronteriza de la zona. Exactamente en el espigón formado ésta no existiese la distribución de los verracos nos lle
por el Duero y el Esla se situaría el triple confín entre varía a la misma conclusión. Este último hecho es fun
astures, vacceos y vettones (Esparza 1987: 136-137 y damental, en la medida en que los testimonios escultóri
1995: 120; González-Cobos 1989: 48-49, 58-59), aunque cos más occidentales conocidos, Almofala y Castelo
sobre este punto hay quienes prefieren seguir la línea del Mendo en la Beira Alta, Barquilla y La Redonda en
Tormes, como defendiera inicialmente Roldán Hervás Salamanca, no traspasan la línea de los ríos citados.
(1968-69: 101; Solana 1991: 15, 22; Sayas y López Por supuesto que esta misma explicación podría ser
Melero 1991: 79-80; Sánchez Moreno, e.p.). válida para el límite suroccidental, pero aquí la ubicación
El vacío de referencias literarias dificulta fijar de de algunas ciudades conocidas, tanto vettonas (Capara)
manera aproximada el límite occidental, que se extende- como Lusitanas (Rusticana-término de Galisteo, Norba
SOCIEDAD Y ETNIA 325
Caesarina-Cáceres) (Ptolomeo 2,5,6-7) facilitan el trayec Sobrino 1995: 88-89; vid. Knapp 1992: 6-7; Canto 1994:
to; éste se prolongaría siguiendo el río Águeda, las estriba 281-283). Este último, que coincide con la demarcación
ciones me1idionales de la sierra de Gata y el oeste de provincial de Ávila y Segovia y por tanto con los vacceos
Plasencia, hasta arribar en la cuenca del Tajo. Desde allí una (González-Cobos 1989: 48), continuaría por Arévalo y
línea teórica continuaría entre Cáceres y Trujillo hasta la Madrigal de las Altas Torres en Ávila y Fuentesaúco en
sierra de Guadalupe. No debe extrañar que la ausencia de Zamora, hasta alcanzar la desembocadura del Esla
verracos al oeste del trazado sea la nota dominante. Algunos (Mangas 1985b: 34). De hecho a partir de las comarcas
hallazgos recientes en las comarcas de Valencia de agrarias de La Moraña y la Tierra de Arévalo, en el norte
Alcántara y Marvao trasgreden lo dicho -la excepción que de la provincia abulense, el poblamiento protohistórico es
confirma la regla- pero difícilmente su tipología es compa más exiguo, algo que ya habíamos constatado en la
rable al resto. En este contexto también es interesante hacer Primera Edad del Hierro. El dato puede ser significativo y
referencia a la inscripción lusitana de Arroyo de la Luz así suponer, razonablemente, un espacio de transición hasta
(Cáceres) (Tovar 1985), la más oriental de los testimonios conectar con las ciudades vacceas más meridionales --es el
conocidos y a escasa distancia del territorio en cuestión. caso de Cauca-Coca- y su proyección hasta el Duero.
Existe cierto consenso en aceptar la extensión de los Si las evidencias de que disponemos son relativamen
vettones prácticamente hasta la margen derecha del te sólidas como para deducir los límites norte, este y oeste
Guadiana. Sin embargo la cuestión entra en conflicto con de la región, la cuestión se diluye cuando abordamos el
la escasa distribución de verracos en la zona y la ausencia trazado meridional. Las fuentes no vinculan a los vettones
de otros elementos arqueológicos que a duras penas tras con el Anas, aunque una fuente posterior (Prudencio
greden el sur del Tajo, problema que consideraré a conti peristeph., 3) relaciona a éstos con la ciudad de Emerita.
nuación. Por el contrario una explicación paralela vale Para el extremo suroriental se puede recurrir entonces
según creo para la frontera oriental, que iría desde la sie a la discutida ciudad vettona de Lacimurga o Lacimurgi
rra de Altamira y los Montes de Toledo a buscar la línea transmitida por Ptolomeo (2,5,7), originariamente identifi
del Tajo, en un punto cercano al este de Caesarobriga cada en el cerro Cogolludo (Navalvillar de Pela, Badajoz),
(Talavera de la Reina), para seguir en dirección Norte en la orilla derecha del Guadiana, a partir del hallazgo de
entre las sierras de Gredos y Guadarrama, remontando el un ara romana que habla de un Genio Lacimurgiae
río Alberche, y dibujar así una línea sensiblemente igual (Roldán Hervás 1968-69: 91) y en donde recientes pros
al límite actual de las provincias de Ávila y Madrid. Las pecciones han permitido constatar la importancia de los
sólidas evidencias epigráficas y arqueológicas aportadas restos arqueológicos sobre todo a partir de los siglos II-1
por González-Conde (1986) implican admitir que el lími a.c. (Aguilar y Guichard 1995)335. Existe, sin embargo, la
te entre vettones y carpetanos cruzaba nítidamente de mención de una Lacimurga en Plinio (3,14), adscrita a la
norte a sur el occidente de la provincia de Toledo. Baetica con el cognomen de Constantia Iulia, que el autor
Siquiera sea a título de inventario podemos mencionar el relaciona con los célticos procedentes de Lusitania que
reciente hallazgo de una escultura en S. Martín de Pusa habitaban la región de la Beturia. Estos desacuerdos entre
(Álvarez-Sanchís 1993b) que se viene a unir a los verra los textos, así como la revisión de algunos materiales epi
cos de Carrascalejo, Torrecilla de la Jara, Alcaudete de la gráficos, han provocado una controversia a la hora de
Jara, Las Herencias, Talavera de la Reina o Castillo de identificar el núcleo urbano del cerro Cogolludo con la
Sayuela. Al oeste de esta línea la abundancia de ve1ncos Lacimurgi vettona de Ptolomeo (Roldán Hervás 1968-69:
está clara, más intensa en las provincias de Ávila y 91; Canto 1989: 183 ss.; Sayas y López 1991: 78-79),
Cáceres. Algunos ejemplares rebasan el límite (Gálvez, frente a la betúrica y céltica de Plinio (Sáez 1992-93: 100-
Totanés y Argés) pero son minoritarios. 105; Aguilar y Guichard 1995: 30-39). Se ha considerado
En Ávila, el trazado continuaría con las piezas que incluso la posibilidad de que se tratara de la misma ciudad
jalonan las ricas dehesas del oriente provincial hasta el (Bosch Gimpera 1932: 504). La identificación es todavía
valle de Amblés: Guisando, Gemiguel, Alamedas Altas, problemática a falta de documentos epigráficos precisos y
Sernuy Salinero, Santo Domingo de las Posadas... la controversia sigue aún vigente, pero parece razonable
Proliferan en la zona castros fortificados -Real de San pensar que la ciudad pliniana, de relacionarse con el
Vicente, Castillo de Sayuela, Ulaca, La Mesa de Miranda, núcleo en cuestión, quedaría ostensiblemente alejada del
Las Cogotas, Ávila-Obila- cuya historia arqueológica resto de los poblados de la Beturia Céltica (Berrocal
conocemos lo suficiente como para deducir el protagonis Rangel 1992: 39, fig. 2).
mo histórico de una comarca que concentró a la población No me detengo en este aspecto que ha sido amplia
y que pudo alzanzar una relativa alta densidad de pobla mente discutido y en el que juega un papel importante
miento. Resulta cuanto menos interesante comprobar que
el trazado en esta zona es coherente con el límite oriental m Su límite este es posible situarlo en las proximidades de Valdecaballeros.
gracias a un término augustal del 73 d.C. que fija los límites entre la ciudad
del conventus Emeritensis, al oeste de Guadarrama, que citada y los habitantes de Ucubi (Vaquerizo 1986: 130-133: Stylow 1986:
seguiría el cauce de los ríos Alberche, Cofio (<cofinium, 307-311 ). El hecho de que tanto el núcleo urbano de Lacimurga como un
termillus de su tenitorio se encontraran al norte del Guadiana significa que.
"frontera") y Voltoya, hasta unirse con el límite sur del al menos en esta zona y en este momento, el límite entre las provincias de
conventus Cluniensis, no lejos de Adanero (Hemando la Lusitania y la Bética conia al norte del río (Stylow 1986: 31O).
326 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
e ESCULTURA ZOOMORFA
O 50 Km
¿ De 1 a 5 A De 1 a 5
PEINE INCISO A De 6 a 20 PEINE INCISO-IMPRESO Í::,. De 6 a 20
.. Más de 20 D, Más de 20
Fig. 144.-Límites de los Vettones según las jitentes clásicas y distribución general de las esculturas de toros y verracos y ele
la cerámica a peine ele técnica incisa.
más que la interpretación conjunta de los documentos tamaño y de las cerámicas incisas a peine abunda en las
epigráficos, lingüísticos y arqueológicos, una postura de altas tierras de Á vila, Salamanca y norte de Cáceres (Fig.
principio, en función de la validez que cada uno decida 143). A la vista de lo cual, debería sospecharse que
otorgar a los textos plinianos y ptolemaicos. Desde lue ambos elementos delatan la pujanza del grupo Cogotas II
go, de ser cierta la atribución del cerro Cogolludo y en un marco geográfico y temporal bastante preciso,
extender de este modo el territorio vettón hasta la orilla entre los siglos V y III a.C. Eso mismo nos llevaría a con
derecha del Guadiana, no sólo debe hacerse con la incer siderar una relación genética con las necrópolis extensas
tidumbre inherente a una población fronteriza. Nos pon y los castros fortificados con piedras hincadas, aunque
dría ante un hecho cronológico posterior, es decir, la todavía habrá que deslindar posibles diferencias que sub
posibilidad de una estrategia administrativa en donde la yacen en el modelo. En todo caso, al sur del Tajo y en
Vettonia no se corresponde estrictamente a la etnia pre este mismo momento pueden apreciarse tendencias con
rromana en origen, sino algo más independiente. En rela trapuestas: la cerámica a peine apenas está representada
ción con lo dicho ha de ponerse en relación, y además en el territorio (La Caraja) mientras la pintada a tomo
con un valor mucho más directo: denota una mayor afinidad con las poblaciones ibéricas
(a) La heterogenidad de los documentos arqueológi (Botija). La documentación arqueológica encuentra asi
cos. La distribución de los verracos de mediano y gran mismo réplicas adecuadas en las esculturas de verracos
328 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
-Villasviejas del Tamuja, Torrequemada, Madrigalejo cuencas del Tormes/Duero y el Tajo, que cabe conside
cuyos vínculos formales y decorativos están en deuda rar como el área nuclear de la Vettonia desde el siglo V
con la escultura meridional, lo que no deja de plantear a.C. hasta los comienzos de la conquista, hecho que
problemas a no ser que se acepte en este momento una además se corresponde bastante bien con la dispersión
divisoria en tomo a las márgenes del Tajo/Almonte. de los genitivos de plural (Fig. 139). La celtización del
Los resultados obtenidos en la necrópolis con armas substrato no fue uniforme entre los propios vettones,
de El Romaza] I, en Villasviejas del Tamuja (Hemández como avalaría por ejemplo la desigual dispersión de las
Hemández y Galán 1996: 112 ss.), evidencian lo tardío necrópolis. Pero la geografía sigue siendo aún más res
del impacto céltico en la zona, aún más explícito en el tringida que la postulada por la lingüística y las fuen
caso de la ceca celtibérica de Tamusia identificada en el tes clásicas, que reflejarían un estadio no anterior a la
transición de los siglos III-II a.C. Estas fechas podrían
mismo yacimiento y otros testimonios lingüísticos (de
considerarse post quem para algunos desplazamientos
Hoz 1993: 392 y 1995: 10; García-Bellido 1995a: 267-
celtibéricos en la región meridional del Tajo, que tal
271) que evidencian el desplazamiento hasta esta zona de
vez impliquen otros traslados migratorios de vettones
pequeños grupos hispano-celtas en las postrimerías de la
llegados del norte coincidiendo con la fase de esplen
conquista. En un marco más general esta expansión es la
dor que conocen los oppida en este momento. La
que documenta Plinio (N.H. 3, 13-14), al recordar que los
designación étnica de estas tierras a los vettones, en
celtici de la Bética procedían de los celtíberos de
tomo a las sierras de Montánchez y Guadalupe y su
Lusitania con su lengua, religión y los nombres de sus
proyección hasta el Guadiana, podría tener aquí y a
poblaciones.
partir de este momento una explicación más coherente.
(b) La atribución del suelo en época romana, con Aunque los patrones de asentamiento parecen intuir
traslados forzosos de las poblaciones indígenas y la ads una cierta atomización en el territorio, la estructura fron
cripción o restitución de núcleos urbanos a una u otra teriza a partir del s. III a.C. parece haber alcanzado un
etnia (Salmantica, Sentice), contrariedades que se expli cierto grado de consolidación, pudiendo rayar incluso
can en parte al tratarse de ciudades fronterizas. La men con el modelo de una formación étnica. Así se infiere de
ción de Prudencio a comienzos del siglo V d.C. (Perist. la distribución de las cerámicas incisas a peine y las
3,186), que se refiere a Mérida como clara colonia esculturas de verracos. Desde luego conviene llamar la
Vettoniae -pero recordando que al menos Estrabón atención en el solapamiento geográfico que presentan
(3,2,15) la designa túrdula- y la argumentación expuesta ambas manifestaciones y en la similitud, no exenta de
por Abascal (1995: 101 ss.), según la cual Turobriga pequeños matices, que también se desprende de la infor
sería ciudad vettona adscrita al territorio emeritense, nos mación ofrecida por la epigrafía y los testimonios litera
pondría así ante una nueva realidad y en relación con la rios, ya de cronología posterior, sobre los límites geográ
administración. Igual o más importante aún son los docu ficos de la Vettonia (Fig. 144).
mentos epigráficos que se refieren a la Vettonia como No es baladí suponer según esto que el marco terri
demarcación financiera en la posterior provincia de torial de estas comunidades en las postrimerías del
Lusitania, avanzado el Imperio (Roldán Hervás 1968-69: cambio de Era, si exceptuamos la particular definición
93, 98-100). Tal es el sentido que se desprende de la serie histórica que implica la frontera sur, estaba práctica
procurator Lusitaniae et Vettoniae (CIL II, 484, 1178, mente configurado desde los Bárquidas. No en vano,
1267; CIL V I, 31856) y de un tabularius provinciae los romanos captaron bien la entidad de esta región en
Lusitaniae et Vettoniae (CJL II, 485). el Alto Imperio, citada como demarcación propia
Resumiendo, las evidencias arqueológicas permiten junto a Lusitania antes de la división tripartita de
individualizar un territorio con entidad propia entre las Hispania.
IX
CONCLUSIONES
A la vista de los datos aportados, no cabe duda que el excisión y boquique, un ritual funerario no bien repre
solar originario de la cultura vettona se circunscribe a los sentado de inhumación en fosa con escasos ajuares y una
rebordes montañosos del Sistema Central, abarcando las economía de subsistencia basada en la ganadería y en
altas tierras de Ávila, Salamanca y el valle medio del una agricultura incipiente de cereal. Este panorama
Tajo. La documentación arqueológica testimonia asimis sugiere un patrón de vida doméstico y escasamente orga
mo que la formación de esta etnia se gestó a lo largo de nizado a nivel territorial.
un proceso histórico que hunde sus raíces en las comuni Sin embargo, los datos que poseemos sobre el tipo de
dades del Bronce Final y de la Primera Edad del Hierro. hábitat no son unánimes. Casi la mitad de los hábitats
Actuarían no sólo las relaciones que se establecen con conocidos en el suroeste de la Meseta que han propor
las poblaciones orientalizantes a partir del siglo VII a.C. cionado materiales del Bronce Final coinciden con los
sino también el substrato indígena de Cogotas I , muy emplazamientos de la Edad del Hierro. Tal sucede en
enraizado en la zona, alguno de cuyos castros se ha ade casos como El Berrueco, Sanchorreja, Las Cogotas, El
lantado a dicho proceso. De cualquier manera, la conso Raso de Candeleda, Ledesma, la Corvera o Arroyo
lidación definitiva de estos grupos tuvo lugar al filo de la Manzanas. Se trata casi siempre de lugares altos y de
mitad del primer milenio a.C. y fue paralelo al proceso difícil acceso, en terrenos de pastizales y con buena visi
socio-económico que conocieron otras poblaciones del bilidad sobre el entorno. Es decir, no sólo existieron más
interior en el marco general de la celtización. En térmi y mayores asentamientos en este período que en cual
nos arqueológicos este desarrollo se reconoce por la quiera de los precedentes en la Edad del Bronce. Al
expansión del ritual incinerador, la metalurgia del hierro, mismo tiempo, encontramos núcleos cuyas secuencias
la adopción del tomo de alfarero y la potenciación de de ocupación empiezan a testimoniar un nivel de vida
algunos asentamientos que, convertidos en auténticos algo más estable y un patrón de poblamiento que marca
oppida, acabarán diluyéndose con la conquista romana. rá la pauta en siglos poste1iores. Es sobradamente sabido
He argumentado que todo este proceso se dio paulati que la documentación arqueológica plantea algunos pro
namente y que hoy podemos reconocer ciertos estadios blemas a la hora de establecer su seriación. La causa
de esa dinámica en diferentes momentos y lugares de la estriba en la perduración de algunos elementos cerámi
Vettonia. Ilustraré este último apartado de conclusiones cos y metálicos así como en la descontextualización de
prestando especial atención a las trayectorias de conti una parte considerable de los hallazgos. Con todo y con
nuidad y de cambio cultural (Fig. 145). Para ello utiliza ello, el carácter nada provisional de unos pocos estable
ré la evidencia que nos proporciona el poblamiento, cimientos es posible valorarlo teniendo en cuenta:
cuyos castros constituyen la piedra angular de todo el - Las secuencias estratigráficas, que testimonian una
sistema. evolución sin solución de continuidad hasta los niveles
de la Edad del Hierro.
(1) Del Bronce al Hierro. A finales del segundo - Vallados y cerramientos de piedra, que evidencian
milenio a.C. los grupos de Cogotas I venían mantenien una demarcación consciente del espacio.
do unas formas de vida más o menos homogéneas a par - Estructuras de habitación de piedra y barro, que
tir de sus rasgos más señalados: asentamientos tempora contrastan con las habituales chozas de entramado vege
les de cabañas simples, las características cerámicas de tal apoyadas sobre postes.
330 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
- Elementos suntuarios, como fíbulas de codo, hachas boquique y su sustitución por una tradición de vasos con
de talón o de apéndices laterales, armas y objetos de oro, finas incisiones, que hay que relacionar con la génesis de
que denotan la existencia de élites y su participación en los las cerámicas peinadas, además de platos y cuencos con
circuitos de intercambio mediterráneo y atlántico. pintura bícroma, una metalurgia incipiente de hierro y
Una vez que ha podido comprobarse la coincidencia una reestructuración de la arquitectura doméstica, más
entre una parte de estos poblados de Cogotas I en altura y estable, donde el uso mayoritario de la piedra y el adobe
la inauguración de la Edad del Hierro, la arqueología está en función de la geología local. Que una parte de los
empieza a vislumbrar una mayor fijación de estas comu yacimientos del Bronce Final se localicen en el entorno
nidades sobre el territorio. Administran las rutas del cobre inmediato de varios de los poblados de la facies Soto,
y el estaño, por las que discurre el ganado y otras mercan que los más antiguos enlacen con la tradición constructi
cías, y sobre las que confluirá directamente el comercio va de Cogotas I, como evidencian ocupaciones poco
orientalizante. Sabemos además de la existencia de yaci estables, y que la metalurgia que practican sus gentes sea
mientos estacionales emplazados en el llano y sin preocu la propia del Bronce Final III, asimilable al horizonte
paciones defensivas, que teóricamente abastecen a los pri Baióes-Vénat (Delibes y Romero 1992: 243-245; Ro
meros. Ello equivaldría a decir que existe una incipiente mero y Jimeno 1993: 195-196), nos confirma en la idea
jerarquización entre asentamientos (Almagro-Gorbea y de una evolución sin solución de continuidad.
Fernández-Galiano 1980: 116) o, por lo menos, una duali Paralelamente, debe llamarse la atención sobre la arri
dad en el hábitat que no debe ser sino trasunto de una com bada del comercio tartésico a través de la vía de la Plata y
pleja explotación del paisaje (Delibes 1995a: 80). el valle del Jerte, que seguramente a partir del 700 a.C.
demanda ganado, metales y tal vez esclavos en las regio
nes septentrionales. Este contexto se ve refrendado por un
(2) El substrato indígena en el contexto socio-políti
conjunto de importaciones muy específicas destinadas a
co de los intercambios. Estas poblaciones tienen desde los
una clientela que accede a esos mercados como requisito
siglos IX-VIII a.C. un desatrollo propio, con una importan
para el establecimiento de alianzas y relaciones comercia
te impronta del mundo orientalizante, que se mantiene prác
les. Queda abierta la cuestión sobre el impacto social de
ticamente hasta mediados del milenio, justo cuando nuevos estos intercambios y el bagage material afectado, como así
influjos del área celtibérica se extienden por toda la región. se ha propuesto para no pocos aspectos de la arquitectura
En términos generales la Primera Edad del Hierro conlleva y la cultura material del grupo Soto (Martín Valls y
una importante transformación de las poblaciones de la Delibes 1978a: 228-229; Romero 1992: 207; Romero y
zona, que no fueron ajenas al impacto fenicio y al colapso Jimeno 1993: 199). En todo caso, los estímulos mediterrá
de los mercados atlánticos, estos últimos incrementando la neos no fueron los mismos en cada zona y han podido fun
producción de objetos broncíneos para hacer frente a la cionar con distinta intensidad. Recordemos en este sentido
nueva situación (Rowlands 1980: 45-46). El resultado es la dispersión individualizada que tienen ciertos elementos
una realidad mucho más fragmentada, siendo durante esta entre el Duero y el Tajo, asociados a la vestimenta, al ban
fase cuando comienza a vislumbrarse en el occidente de la quete funerario, al ritual de libación y al culto religioso,
Meseta una frontera política y económica. El substrato indí además de la difusión de nuevas tecnologías.
gena opone en tal sentido una dualidad, acuñada en la dis
Ejemplo de ello serían las fíbulas de doble resorte y
paridad geográfica de los territorios ocupados:
los broches de cinturón de placa calada y de un garfio,
- De un lado la emergencia, en torno a la cuenca que seguramente indican cambios en el vestir asociados
media del Duero, de un número muy considerable de a un estatus elevado; asadores y calderos, que enfatizan
hábitats permanentes de pequeño y mediano tamaño, el rol del ganado como elemento de riqueza; alabastrones
dotados excepcionalmente de defensas, que explotan de y aryballoi de pasta vítrea, que resaltan el uso del perfu
manera sistemática los ricos suelos aluviales del entorno. me; o jarros ta1tésicos y aguamaniles de bronce, proba
Esta facies, que se conoce con el nombre de Grupo Soto, blemente utilizados en libaciones de carácter funerario.
permite definir la Primera Edad del Hierro en el centro y La difusión de la metalurgia del hierro parece estar ase
occidente de la Submeseta Norte. gurada en Sanchorreja y El Berrueco en una fecha cerca
- De otro, las antiguas ocupaciones que jalonan los na al 800 a.C. o incluso antes (Almagro-Gorbea 1993a).
rebordes montañosos al sur de la cuenca. No responden al Se trata de cuchillos. navajas de afeitar, escoplos y pun
modelo habitual de asentamiento agrícola y un peso más zones, que implican un cierto conocimiento de su fun
específico de la ganadería es pe1fectamente asumible. El cionalidad y tecnología, probablemente asociado a la
patrón resulta más disperso y entre otras causas debe rela figura del especialista itinerante. A una fase posterior
cionarse con el nivel de investigación, pero lo que sí pare corresponderían algunas cerámicas pintadas inspiradas
ce reconocerse en el registro arqueológico es que una en modelos del mediodía peninsular y la arribada de las
parte muy considerable de aquellos poblados del Bronce primeras cerámicas a torno, que se vienen relacionando
Final que no se encastillan son ahora abandonados. con el horizonte Ibérico Antiguo.
A los rasgos señalados más arriba, hay que añadir la Este encuentro indígena-cultura orientalizante, mate
progresiva desaparición de las cerámicas excisas y de rializado sólo a nivel de ciertas élites, llegó a tener terri-
CONCLUSIONES 331
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Fig, 145,-Cuadro resumen del primer milenio a.C y etnogénesis de los pueblos Vettones en el occidente de la Meseta:
correlación entre cronología, periodización cultural, poblamiento y cultura material.
332 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
torios de influencia político-económica manifestado en - La introducción del tomo de alfarero, que ha podi
unos pocos centros de tradición del Bronce Final. que do arribar en el siglo IV a.C. vinculado a funciones con
garantizan las vías de paso y los vados. Así se ha sugeri cretas de la economía y del ritual de estas poblaciones.
do para El Berrueco y Sanchorreja, que controlan el - Un desarrollo de la metalurgia del hierro, estimula
acceso a la Meseta y sugieren una economía de objetos do por la amortización de armamento y otros objetos en
de prestigio, y es probable también que en El Raso de los cementerios.
Candeleda, al otro lado del Sistema Central, como avalan Ahora bien, el fenómeno no parece tener un carácter
algunos materiales recogidos en las inmediaciones. Esta inmediato, ni siquiera general, y en términos étnicos pre
interpretación sería asimismo consistente con la práctica senta algunos matices significativos. Por una parte, nos
de los matrimonios mixtos o intercambios de mujeres de encontramos con que pueden existir variables como las dis
alto rango en la cuenca del Tajo (Ruiz-Gálvez 1992: 238- tintas 01ientaciones económicas que pueden crear modelos
239), bien evidenciado en la tumba de El Carpio, en los de hábitat funcionalmente diferenciados. Así se infiere del
bronces de Las Fraguas (Las Herencias) o en los tesoros poblamiento en los valles de Amblés, Tajo y Yeltes/Huebra.
áureos de Villanueva de la Vera. En otras palabras, rela Por otra, la evidencia arqueológica de las tradiciones fune
ciones exogámicas con el hinterland extremeño en una rarias, pues se advierten matices en el 1itual, en la tipología
zona "de frontera", que posibilitan pactos políticos y de los enterramientos y en los ajuares que podrían expresar
comerciales entre territorios cada vez más definidos. rasgos propios de los distintos grupos. Si todas estas asun
Parece lícito afirmar, entonces, que es a partir de los ciones son correctas, es evidente que estamos siendo testi
siglos VII-VI a.C. cuando comenzamos a disponer de ele gos de una transfonnación muy significativa respecto a la
mentos suficientes para poder plantear la cuestión étnica. fase anterior, en la medida en que los emplazamientos vet
Los mapas de distribución dibujan bastante bien los límites tones representan una nueva estrategia de ocupación del
en tomo a estos centros territoriales situados en las cuencas territorio, además de un ostensible y gradual crecimiento
del Adaja, Tormes, Tiétar y Tajo. Es más, la coincidencia demográfico que ha podido funcionar con distinta intensi
del área nuclear de estos sitios de la Primera Edad del dad en cada área. Ante tales evidencias ¿los datos penniten
Hierro con los vettones del Hierro Pleno permite suponer asegurar que se trata básicamente de penetraciones étnicas
que las comunidades occidentales situadas en las vegas o, por el contrario, nos hallamos ante un fenómeno exclu
citadas fueron los antepasados inmediatos de los vettones sivo de "conversión" de la población local a favor de los
históricos, por lo que en este sentido esas poblaciones pue nuevos ritos y gustos estéticos?
den denominarse protovettonas o vettonas antiguas. La lectura de los datos hasta ahora expuestos nos ha
llevado a reconstruir una compleja y gradual evolución,
(3) El Hierro Pleno y la nueva configuración del que como hemos visto ofrece desiguales situaciones
territorio. A mediados o finales del siglo V a.C. asistimos entre el ocaso del mundo de Cogotas I y la vitalización
a lo que se podría denominar fase plena de la Edad del de las comunidades vettonas al socaire de la cultura cel
Hierro y por tanto de la cultura vettona, que básicamente tibérica. Mi convicción es que hay un modo más impor
supone una prolongación de la etapa anterior como evi tante de contemplar todo este proceso histórico, en la
dencia el discurrir estratigráfico de algunos yacimientos, medida en que existe una coincidencia sustancial entre
pero con varios hechos muy significativos. Por causas aún los distintos sitios y momentos analizados. La intensifi
no bien explicitadas, entre las cuales habría que conside cación agrícola de la Prehistoria tardía aparejó, de hecho.
rar la caída del comercio tartésico, las crisis internas en las una paulatina identificación entre determinadas pobla
estructuras de poder y la presión de poblaciones celtibéri ciones y regiones específicas. Esta situación no habría
sido posible si, desde finales del segundo milenio a.C.,
cas, tanto si implican o no movimientos humanos, se pro
no se hubiera desarrollado una red de intercambios a
duce un fuerte reajuste en el paisaje social de los grupos
gran escala que favoreciese la difusión de nuevas ideas y
del Primer Hierro con el traslado o abandono de una parte
tecnologías (Almagro-Gorbea 1989; Ruiz-Gálvez 1991 y
de los centros de riqueza más importantes y una disminu
1998). La elevada cronología que presentan algunos
ción drástica de las importaciones orientalizantes. Las éli
yacimientos de tipo Soto al sur del Duero -como San
tes guerreras incluyen nuevos modos de explotación de la
Pelayo en Martinamor o La Mota en Medina del Campo
tierra y su fuerte crecimiento les hará extenderse en los
y el hecho de valorar su situación geográfica en relación
siglos inmediatos hacia el sur y occidente de la Vettonia.
con las vías naturales que conectan la Meseta con el
Una breve mención de los hechos más novedosos que
Mediodía peninsular, justificaría la temprana llegada de
inauguran esta etapa podría resumirse en virtud de:
objetos de prestigio pero sobre todo de ideas que están
- Un incremento muy importante, superior al 70%, en irrumpiendo en la tradición de las comunidades del
el número y tamaño de los asentamientos, que además se Bronce. El proceso se vería asimismo refrendado cuan
fortifican. do, a partir de los siglos X-IX a.c., disponemos de evi
- La difusión del ritual de incineración, asociado en dencias de asentamientos más prolongados dotados de
Ávila y Cáceres a necrópolis extensas, bien diferenciadas muralla (Sanchorreja, El Berrueco), fenómeno fácilmen
y con acusadas distinciones de riqueza. te rastreable en gran parte del continente europeo, inmer-
CONCLUSIONES 333
so en un proceso de explotación intensiva del paisaje nuevo modelo de ocupación de asentamientos y necró
(Hardíng 1987; Wells 1989). polis, la estructura podría ser bastante coincidente, tanto
Todo parece indicar por lo tanto que en el transcurso de en la esfera de los vivos como en la de los muertos.
la primera mitad del primer milenio a.C. el hábitat castre Traducido a otros términos, este hecho implica el paso de
ño se ha integrado dentro de ese ciclo agrícola, y así empe un sistema donde el prestigio descansa en el control del
zamos a encontrar una asociación regular entre los castros comercio y de las vías de intercambio (ca. 1200-500/400
y un área de poblamiento más o menos estable. La signifi a.C.) a otro donde el poder emana, sobre todo y cada vez
cación de estos núcleos fue marcada de una forma identi más, de la posesión de la tierra y de los medíos básicos
ficable visualmente con la creación de límites y murallas, de producción.
e incluso si se admite el contexto doméstico de algunas La necesidad de definir nuevos territorios en la
inhumaciones en el mundo de Cogotas I (Esparza 1990a: Segunda Edad del Hierro sugiere por tanto un mayor
130 ss.) y sobre todo de la cultura Soto (Romero y Jimeno énfasis en la capacidad productiva de la tierra, exacerba
1993: 196; Morales y Liesau 1995: 511 ), éstas encontrarí da quizás por un incremento de población. No se trata
an una justificación en la apropiación simbólica del suelo sólo de que haya mejores o peores suelos, sino de la tec
(Bradley 1990; Brück 1995). Admitido esto, se plantearía nología necesaria para hacerles frente. Admitido esto, se
la posibilidad de que las poblaciones móviles del Bronce podría asociar el desarrollo de los castros vettones con
Final consagraran algunos lugares en alto a través del terri parcelaciones importantes en el paisaje que incluyen esas
torio previamente existente, ofreciendo un punto focal para relaciones de poder. Idéntica interpretación se infiere
ulteriores desarrollos en el paisaje. Su construcción contri entonces de la localización de las esculturas de verracos,
buiría además a reforzar las distinciones entre grupos que un factor que además es un informante étnico de prime
habitan un mismo tenitorío. Desde ese substrato local se ra instancia (Álvarez-Sanchís 1994 y 1998). La signifi
producirían entonces evoluciones independientes, que cación económica de algunos pastos fue marcada desde
explicarían la emergencia de distintas entidades culturales el siglo IV a.C. de una forma identificable arqueológica
en el transcurso de los siglos VIII-VI a.C. En la génesis de mente a través de estas representaciones, por lo que
estos gmpos intervinieron influjos externos -tartésicos, resulta inevitable asociar su emplazamiento con el desa
atlánticos y continentales- pero estas aportaciones no rrollo de un marco "legal" que está gestionando y limi
explican por sí solas las diferentes facies regionales, que tando el acceso a recursos ganaderos básicos, en comar
dependerán de la respuesta de las comunidades indígenas cas que pudieron alcanzar una relativa alta densidad de
y de la adecuación de sus modos de vida a los nuevos estí poblamiento. Su construcción distingue al grupo familiar
mulos (Almagro-Gorbea y Ruiz Zapatero 1992: 491-494). y refuerza una indiscutible posición de privilegio.
La impresión que uno obtiene de los datos disponibles Si la lectura social que se desprende de todo esto debe
es que los asentamientos protovettones se desarrollaron interpretarse como un acto deliberado diseñado para esta
independientemente, incluyendo períodos de disfrute y blecer una autoridad sobre la tierra, es muy probable que
abandono o de una mayor y menor actividad, hasta la esa condición se viese acrecentada a partir de una organi
emergencia de nuevos centros a partir de los siglos V-IV zación social jerarquizada de tipo gentilicio, bien eviden
a.C. La actividad de sitios emblemáticos como ciada en las necrópolis vettonas de Ávila y Cáceres. El
SanchmTeja o Cancho Enamorado cesó con el tiempo nuevo paisaje funerario hay que vincularlo a los cambios
mientras otros, como Las Cogotas, La Mesa de Miranda que se están sucediendo en las prácticas agropecuarias y
o Salamanca fueron intensamente ocupados, conocieron en la transmisión de la herencia. Una observación intere
distintas fases de amurallamiento y llegaron a convertirse sante que afecta a estos depósitos es la aparición de gru
en importantes centros de distribución regional. Por qué pos de enterramientos diferenciados y de equipos norma
unos pocos tuvieron más éxito que otros y pervivieron lizados en los ajuares, tanto en las panoplias guerreras
durante más tiempo no es una cuestión fácil de responder. como en las decoraciones de las annas y las cerámicas a
La significación ritual de alguno de ellos con anterioridad peine, lo que denota identidades de familia, de estatus
a su amurallamiento, su ubicación estratégica en las redes social y de etnia. La simbología de estos equipos y espa
de comunicación o las posibilidades agropecuarias del cios funerarios es difícilmente mensurable pero, de alguna
entorno podrían orientarnos en este sentido. manera, avalan tradiciones culturales en regiones específi
Cunliffe (1990: 334 y 1998: 351 ss.) ha interpretado cas que comparten unas mismas costumbres. Dicho de
este mismo proceso al valorar la emergencia de los cas otro modo, nos informan sobre la estructura social del
tros fortificados de la Edad del Hierro en el sur de grupo, del asentamiento y del territorio.
Inglaterra como el resultado de un cambio gradual en los Con todo este planteamiento, el antiguo marco expli
sistemas de propiedad de la tierra. Defiende una trans cativo de migraciones e invasiones resulta inoperante.
formación importante entre finales del segundo milenio siendo diversos los elementos de cultura material que
y los siglos VI-V a.C. que traería consigo la conversión sostienen un continuum en el transcurso del primer mile
de tierras explotadas comunitaríamente en espacios nio a.C. En mi opinión, ello no supone negar desplaza
cerrados, que a partir de ahora enfatizan derechos indivi mientos de distinta naturaleza, no necesariamente impor
duales o de gmpo. En nuestro caso, teniendo en cuenta el tantes en términos demográficos pero sí de fuerte ímpac-
334 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
to cultural (Ruiz Zapatero 1991 y 1995). Hay evidencias zación entre los sitios. En términos teóricos supone la
tardías a favor de incursiones célticas en las fuentes clá culminación de un proceso que opone dos sistemas dife
sicas (Plinio N.H. 3,13-14), tal vez pequeños grupos de rentes: estructuras territoriales de la Primera Edad del
guerreros con el significado de una migración tribal. Hierro frente a un sistema nuclearizado en oppida que se
Tampoco habría que olvidar la difusión de la lengua e alimenta de pequeñas comunidades satélite.
ideología, al menos en gentes pe11enecientes en origen a - Evidencias de una compleja organización interna,
una misma comunidad lingüística (de Hoz 1993: 392). que reflejaría la existencia de áreas funcionales distintas
Pero, sin ningún menoscabo para los testimonios escri y posiblemente jerarquizadas: barrios diferenciados.
tos, lo que sí creo que debe plantearse en bastantes casos encerraderos de ganado, áreas de servicios colectivos e
es la especificidad de tales aportaciones (Almagro industriales, sitios destinados al culto, etc.
Gorbea 1992 y 1993b: 146-147, 156-158; Lorrio 1997). Los cambios en la cultura material se observan a dife
La celtización impuso ante todo una nueva organiza rentes niveles: imposición definitiva de la cerámica a
ción social y económica que proporcionó a las poblacio tomo de técnica ibérica. con alfares industriales que
nes vettonas una mayor capacidad de expansión y cohe emplean hornos de altas temperaturas y una mano de
sión. Hay que pensar obligatoriamente, pues, que esas obra especializada; un amplio utillaje de hierro agrario y
mayores densidades de castros y las nuevas estrategias de artesano, que impone sistemas complejos de producción;
subsistencia fueran consecuencia, entre otras muchas una arquitectura doméstica compartimentada. que redun
cosas, de la eficaz difusión de tecnologías agrarias y de la da en un sistema de trabajo organizado; y la perfección
metalurgia del hierro, que permiten explotar con éxito los de los sistemas defensivos, que asimilan en no pocos
suelos duros de la región y garantizar de este modo un casos la poliorcética helenística transmitida por iberos,
poblamiento estable. Pero sobre todo conviene dejar claro púnicos y romanos (Moret 1991: 42). La impresión glo
que el paisaje resultante es producto de la consolidación bal que se desprende de todo ello es la de una economía
de un proceso que arranca desde bastante más atrás, como pujante que apunta a un modelo de organización "urba
legitima la actividad social de algunos asentamientos. na". Una disminución muy significativa de evidencias
Esta explicación no requiere necesariamente la presencia funerarias y la consiguiente disolución de los vínculos de
de nuevas élites, según lo que se sabe de su propia evolu parentesco podría relacionarse también con la evolución
ción local. Estamos ante un desarrollo endógeno pero de estos hábitats hacia el nuevo sistema. Así se ha suge
muy receptivo a los estímulos externos llegados del área rido en varias ocasiones para justificar la llamativa desa
celtibérica, que además se han visto favorecidos por un parición del armamento en las necrópolis celtibéricas
medio ambiente pastoril similar y ciertas afinidades de (Ruiz-Gálvez 1990; Almagro-Garbea y Lorrio 1991),
substrato (Almagro-Garbea 1993b: 154). El mismo argu aunque el modelo no es homogéneo, como evidencian
mento vale por supuesto para los contactos seculares que sin ninguna duda las necrópolis arévacas (Lorrio 1997) y
nuestra región viene manteniendo con el mundo ibérico, también vettonas, si por tal entendemos el cementerio de
como delatan algunas armas y objetos de los ajuares El Romaza! I, en Villasviejas del Tamuja (Hernández
(Baquedano 1996) o la inspiración formal de la plástica Hernández y Galán 1996: 112 ss.). Por tanto, es probable
zoomorfa, que sin duda facilitarían la asimilación de otros que existan aspectos no suficientemente valorados que
elementos y tecnologías llegados por vía mediterránea, compliquen todavía más el panorama arqueológico.
entre las que se incluiría el tomo y el hierro. Sin embargo, hasta ahora nos estamos moviendo en un
nivel de excesiva generalidad. De algunos asentamientos
se conocen los primeros momentos de instalación, pero el
(4) Los Oppida. Este proceso alcanza su culmina
proceso de transformación de estas comunidades en otras
ción en los siglos previos al cambio de era (250/200 - 50
más complejas sigue siendo poco claro. Una cuestión par
a.C.), especialmente tras el impacto que debió represen
ticularmente impo11ante, porque es previa al planteamien
tar la presión cartaginesa y la posterior conquista de la
to de todo este esquema, es la de si todas estas modifica
Meseta por Roma. Coincidiendo con este momento, unos
ciones responden a un proceso de evolución interna o, por
pocos castros vettones se habían convertido en importan el contrario. a un cambio en el modelo de sociedad, detrás
tes centros de actividad social, política y económica, de la cual estaría la mano de Cartago y Roma. La cuestión
imbricados en territorios mejor definidos que tal vez con ha dado lugar a una cierta polémica, centrada sobre todo en
llevan formas incipientes de organización estatal. Por sus la identificación del concepto teórico de oppidum en el
implicaciones históricas y arqueológicas, son especial registro arqueológico (Buchsenschutz 1988; Ralston 1992;
mente interesantes los casos de Salmantica, Augus Woolf 1993) y en los factores que determinaron la emer
tobriga, Las Cogotas, La Mesa de Miranda, Ulaca o El gencia de estos grandes centros urbanos (Collis 1984;
Raso de Candeleda. En buena parte de ellos nos encon Wells 1984; Cunliffe 1994). La verdad es que en este caso
tramos con importantes modificaciones desde el punto tropezamos con un problema de terminología que condi
de vista del tamaño y de las defensas. Dos criterios fun ciona nuestra organización de los datos (Almagro-Garbea
cionales pueden servimos de punto de partida: 1994a: 14 ss., 31), es decir, la consideración de que los
- Evidencias de relaciones jerárquicas y especiali- oppida no fueron creaciones ex novo a fines de la Edad del
CONCLUSIONES 335
Hierro sino el resultado de la creciente vitalización de los mayor densidad de poblamiento han podido configurar
castros y de la capacidad de alguno de ellos de controlar un sistemas de parcelación de pastos y cultivos. La necesi
territorio mayor y más jerarquizado. La documentación dad de adquirir excedentes alimenticios para facilitar el
arqueológica de Las Cogotas, La Mesa de Miranda o la acceso a las redes de comercio habría conducido a una
capital salmantina, permiten entrever la existencia de asen expansión de la actividad agrícola y ganadera. Estos
tamientos que ya eran grandes centros cuando anibaron a excedentes estimularían a su vez la producción especia
la zona los grupos citados (Martín Valls et alii 1991; Ruiz lista en las áreas más favorecidas en recursos naturales.
Zapatero y Álvarez-Sanchís 1995) e implican que el En el extremo occidental de la Meseta, en tierras sal
comercio inter-regional ya era un factor importante en los mantinas, tenemos el excepcional ejemplo de los castros
siglos IV y III a.C. Sólo a finales de ese período este pano fortificados del Yeltes/Huebra. El sector se desarrolla en
rama arqueológico cabe superponerlo a la realidad históri este momento al amparo de los recursos mineros que
ca, que estimularía todavía más el proceso. La cuestión, rodean los asentamientos, responsables, en última ins
por tanto, implica que en los últimos siglos antes del cam tancia, de un modelo de ocupación concentrado. Otros
bio de era se están operando cambios trascendentales en la ejemplos en el mismo sentido nos lo proporcionan los
Meseta occidental, y que deben considerarse tanto a la luz establecimientos de la vega del Tajo, cuya lógica interna
de la dinámica de las comunidades indígenas como de fac se explicaría sobre todo por las posibilidades hortícolas
tores externos: de la llanura aluvial, y del valle abulense de Amblés,
(a) Estos asentamientos vienen proporcionando seguramente con un elemento pastoral mucho más fuer
desde el siglo IV a.C. numerosas pruebas de la produc te que justifica la posición de los castros en las estriba
ción de hierro, de la fundición de bronce, de la fabrica ciones serranas. Estos contrastes, inevitablemente esca
ción de cerámica, de la confección de tejidos y de la talla sos, son suficientes a mi modo de ver para plantear en
en piedra, que demuestran que las manufacturas se harí cada región un diferente patrón de poblamiento y una
an a una escala nunca alcanzada con anterioridad (Martín diferente especialización socio-económica.
Valls 1985; Martín Valls y Esparza 1992). Un aspecto Un hecho especialmente interesante que conecta con
muy importante de esta intensificación sería la existencia lo anterior son los estilos artísticos, bien evidenciados en
de un comercio inter-regional que explicaría el desplaza la escultura zoomorfa, la cerámica a peine y la decora
miento de productos a grandes distancias y la evidencia ción de ciertos tipos de armas y objetos metálicos. Que
de artesanos itinerantes. Por ejemplo, en el caso particu talleres diferentes desarrollen tradiciones formales y
lar de los cementerios vettones podemos servimos de los decorativas distintas, podría ser un buen reflejo del deseo
testimonios aportados por la tipología de las espadas de de estos grupos de demostrar su identidad y habilidad a
antenas y de frontón, los puñales de tipo Monte Bemorio través de estos símbolos visuales. La tipología de los
y dobleglobular, falcatas, broches, braseros rituales, verracos tiene suficiente entidad para acreditar lo dicho,
cerámicas griegas, campanienses y otros objetos que pudiendo reconocerse ejemplares pertenecientes a cen
corroboran amplios contactos con los grupos celtibéricos tros que se especializan en determinados repertorios.
de la Meseta Oriental y las poblaciones ibéricas de la Este sería el caso de los grandes toros con soporte cen
Alta Andalucía y el Levante. Buena parte de las pano tral del valle de Amblés. Es más, este proceso también
plias célticas vettonas fueron comunes en el espacio y en podría tener su reflejo en las relaciones de poder entre
el tiempo, aunque determinadas asociaciones hacen fac asentamientos vecinos. En especial pienso en las cerámi
tible considerar una relativa evolución en el sector. El cas a peine que aparecen en Las Cogotas y La Mesa de
armamento más antiguo podría ponerse en relación a lo Miranda, distantes a escasos 20 Kms. Un detallado aná
observable en los cementerios del Alto Tajo-Alto Jalón a lisis de las decoraciones demuestra no sólo motivos
partir del 450/400 a.C., sincrónicamente a las cerámicas comunes de la tradición cerámica a nivel regional, sino
peinadas. Tal vez desde el último tercio del siglo IV a.C., marcadas diferencias estilísticas a nivel de asentamiento,
y con toda seguridad a finales de la centuria, estas necró es decir, identidades de sitios que se reconocen como dis
polis se desarrollan intensamente, coincidiendo con el tintos. Otro tanto cabría decir con respecto al ritual fune
crecimiento de los grupos arévaco y vacceo en el Alto y rario, que si bien coincide en los aspectos básicos de la
Medio Duero, que a partir de ahora y hasta las guerras cremación, ofrece tradiciones distintas, corno lo demues
con Roma serán un referente básico en la f01ja de armas tra el uso de estructuras tumulares y ajuares con abun
y herramientas. La concentración de estas materias en dantes ofrendas en La Osera, frente al cementerio veci
yacimientos específicos demuestra, por tanto, lugares de no, con una urna por tumba y campo de estelas. De ser
intercambio a nivel de élites y momentos de auge en la así, podemos encontramos con que por debajo de una
cultura material. agrupación étnica bien definida geográficamente, existen
Algunos signos visibles que explican por qué esta oppida con un poder de decisión que se empieza a reve
intensificación económica tiene lugar a partir de este lar independiente.
momento ya se han valorado y están en relación directa De la lectura de estos últimos datos podrían extraerse
con el creciente énfasis en la capacidad productiva de los algunas consideraciones relativas al problema que plan
suelos, de manera que las áreas que evidencian una tea la relación etnia-ciudad, y que debemos situar desde
336 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
un punto de vista arqueológico con anterioridad a la lle ello dan fe algunos denarios republicanos de El Berrueco
gada de Roma: y El Raso de Candeleda, que podrían llevarse a mediados
(1) en primer lugar, la existencia de una unidad y finales del siglo II a.C. (Morán 1924: 23; Femández
poblacional bien definida en el suroeste de la Gómez 1986: 444 ss.), aunque el valor de estos documen
Meseta durante la Edad del Hierro, ocupando el tos sigue siendo relativo dado su carácter post quem.
solar originario de los Vettones históricos que tes Es verdad que la reconstrucción arqueológica no nos
timonian las fuentes, proporciona una información suficientemente detallada
(2) un segundo rango vertebrado en agrupaciones tri sobre los mecanismos de difusión, el valor y el volumen
bales menores, que confluyen en comarcas espe de los productos utilizados en estas primeras fases del pro
cíficas, con un patrón de ocupación, social y eco ceso. Y nos sentiríamos justificados en suponer que una
nómico, también específico, parte de las mercancías itálicas apenas alcanzaron las tie
rras del interior. De todas maneras, las importaciones más
(3) una última categoría vinculada al oppidum, como mencionadas en las fuentes antiguas no dejan vestigios
elemento jerarquizador del territorio, que empie materiales y su impacto debió ser muy importante desde el
za a ofrecer rasgos de comunidades que se dife punto de vista comercial. Por ejemplo, el hecho de que el
rencian y reconocen como distintas, pero com vino o el aceite se transportara en ánforas por vía maríti
partiendo las mismas tradiciones e idéntica cultu ma y fluvial, llegando en algunos casos hasta el interior
ra material. (Botija), no excluye el empleo de otros recipientes más
Resumiendo, un desarrollo social y económico de estas utilitarios, como barriles de madera y pieles de animales,
características favorecería una situación conflictiva y un ambos sistemas mencionados para la Europa Templada
fuerte nivel de competencia entre las distintas poblaciones (Wells 1988: 138; Cunliffe 1994: 79). Este argumento
a nivel de sitio y de comarca. En este contexto es fácil sería asimismo válido para determinadas cerámicas roma
entender entonces el énfasis en la búsqueda de emplaza nas e ibéricas, que serían importadas no tanto por el valor
mientos defensivos y la construcción de murallas, como del recipiente como por el contenido del mismo.
avala el dato de que cerca del 70% de los yacimientos El problema planteado por estos testimonios es impor
conocidos en la región se fortifiquen. Y de parecida mane tante porque permite valorar un dato que, si bien ofrece
ra habría que interpretar la existencia de fosos y piedras algunas dificultades en su interpretación funcional, es una
hincadas. Desconocemos qué criterios han llevado a esco referencia básica para este momento. Me refiero a la cerá
ger una u otra fórmula defensiva, pero el hecho más sobre mica a tomo. Los primeros ejemplares de fabricación local
saliente es que algunos castros están empezando a com podrían remontarse en tierras vettonas a inicios o mediados
portarse como verdaderos centros urbanos, y eso, de algún del siglo IV a.e (Femández Gómez 1972: 275-278), gra
modo, implica un riesgo en la estructura tribal del territo cias a la cronología aportada por varias copas griegas de
rio. Por tanto, a finales del siglo III a.C. el sistema socio barniz negro asociadas a esta cerámica en la necrópolis de
económico había alcanzado tal grado de complejidad, que El Raso. Sin embargo, el grueso de la cerámica a tomo
la transformación parecía inevitable. debe llevarse inequívocamente a finales de la tercera cen
(b) La creación de un nuevo mercado en el contexto de turia y sobre todo a los siglos II-1 a.C., ofreciendo entonces
la Segunda Guerra Púnica y la subsiguiente conquista de un variado repertorio de formas, tamaños y decoraciones.
Hispania por Roma modificó el desarrollo autóctono del Se constatan alfares industriales en centros como Las
proceso. Un sistema de comercio a gran escala con el Cogotas que prueban una producción estandat·izada y un
mundo mediterráneo implicaría hacer frente a una extra nivel de especialización que debió ser exclusivo (Ruiz
ordinaria demanda de metales, ganado, sal y otras materias Zapatero y Álva1·ez-Sanchís 1995). Por tanto, si la implan
primas, además de ofrecer una inagotable fuente de recur tación masiva del nuevo modelo fue rápida a partir de este
sos humanos susceptibles de inversión como mercenarios momento, quiere ello decir que los factores socio-econó
y esclavos (Roldán Hervás 1993; Mangas 1995). Sabemos micos resultaron mucho más cruciales que los estrictamen
que con frecuencia se exigía el pago de tributos a ciudades te tecnológicos, justo cuando las comunidades vettonas
celtibéricas y lusitanas mediante la entrega de hombres, empezaron a actuar en ámbitos de mercado que requerían
lana de oveja, pieles de buey, oro y plata (Diodoro 33,16; de una producción surtida para una demanda amplia y exi
Livio 34,46; 41,7). Como contrapattida, llegaron a la gente.
Meseta productos como el vino, el aceite de oliva, perfu Otro aspecto impmtantísimo, difícilmente valorable
mes, telas o cerámicas de lujo. En relación con los siglos por ahora, fue el papel jugado por el ejército romano como
III y II a.C. podrían datarse algunas cerámicas campa potencial consumidor de alimentos y otros productos, ya
nienses en nuestra región, bien evidenciadas en Coca, desde las primeras campañas en la región a comienzos del
Toro, Salamanca, Las Cogotas, La Mesa de Miranda y siglo II a.C. Puede afirmarse que la disponibilidad de nue
Villasviejas del Tamuja (Martín Valls et alii 1991: 157; vos objetos de importación y las manufacturas obtenidas
Martín Valls y Esparza 1992: 272; Hemández Hemández en los talleres de los oppida estimuló a los campesinos a
et alii 1989: 126-127). La relevancia de la nueva etapa se producir más excedentes alimenticios. Una indicación de
vería igualmente refrendada con el numerario romano. De este proceso podría ser la emergencia de pequeños asenta-
CONCLUSIONES 337
mientos abiertos de fondo de valle dedicados a las tareas entre otros factores especialmente tres hechos que actuarí
agrícolas, y es posible que nuevas relaciones de servidum an de forma interrelacionada: (1) la ordenación del territo
bre con los más grandes. rio en función de los usos agrícolas del suelo, (2) un cen
Todos estos datos permiten suponer una intensificación tralismo político y administrativo sin precedentes en la
de la producción que distorsionó los antiguos sistemas de región y (3) el papel de los campamentos militares, que
intercambio y un modelo de economía excedentaria que resultó de enorme importancia como foco y estímulo para
sólo podía llevarse a cabo con el conocimiento pleno de el desairnllo urbano.
los procesos industriales, con una mano de obra sustan Hasta qué punto estos cambios afectaron las estrategias
cialmente mayor y a través de una organización del poder de subsistencia y la explotación intensiva del paisaje no es
centralizado. En consecuencia, una parte de los yacimien fácil de explicar, pero hay dos hechos desde el punto de
tos fortificados perdieron su primacía a favor de otros vista arqueológico que pueden resultar muy significativos.
pocos, aquellos cuyo desarrollo se vio especialmente favo El primero y más importante es el testimonio que ofrecen
recido por su localización en las principales rutas de los asentamientos fortificados, cuya historia arqueológica
comunicación y sus facilidades de aprovisionamiento. conocemos lo suficiente como pai·a deducir que, o bien
Este proceso aceleró aún más la tendencia a aglutinarse en coinciden con áreas agrícolas y ricas en recursos, situación
oppida, máxime cuando el conflicto entre indígenas esta que garantiza en no pocos casos la continuidad de la vida
ba ya planteado desde un siglo antes. en estos hábitats; o bien ocupan posiciones defensivas y
Igual o más importante aún son los costes sociales. No ganaderas, con repercusiones más bruscas en el pobla
se puede excluir que la riqueza de estos centros atrajera a miento. Así parece indicarlo la relativa dualidad que se
gentes de distintas comarcas que aumentarían peligrosa observa en tierras abulenses y salmantinas (Martín Valls
mente el nivel de competencia para acceder a los nuevos 1971b: 138), donde el progresivo despoblamiento de los
mercados. Estos cambios debieron ocasionar tensiones en oppida del valle de Amblés en época sert01iana contrasta
las relaciones de propiedad y son esenciales para entender con la continuidad de algunos castros occidentales duran
la desmembración de los grupos parentales en la Meseta, te el Imperio -Las Merchanas, Yecla la Vieja, Saldeana
tradicionalmente vinculados a territorios menores, y el que sin duda habrá que relacionar con las explotaciones
advenimiento de un nuevo sistema de relaciones imperso mineras. Por supuesto cabe sospechar que la ocupación
nales, exclusivamente de interés económico (Jimeno y romana de otras ciudades distribuídas en las vegas en los
Arlegui 1995: 121). En este contexto hay que entender en siglos I a.C. y I d.C., caso de Augustobriga, Caesarobriga,
primer lugar el atesoramiento privado de joyas, vajillas y Salmantica o la propia Obila, pueda razonablemente ser
monedas, pues testimonian arqueológicamente elementos asociada con la relevancia agrícola del entorno. Puede por
de estatus que sustituyen al armamento como símbolo tanto afirmarse que Roma potenció con fines económicos
social (Delibes et alii 1993: 454-460; Almagro-Gorbea núcleos de nueva creación y otros preexistentes, con lo que
1994a: 32). Por supuesto, en el extremo contrario habría una parte del sistema indígena siguió operando junto con
que situar prácticas como el bandidaje, el robo de ganado un modelo de ocupación descentralizado de pequeñas
y traslados migratorios bien atestiguados en las fuentes granjas y aldeas.
(Diodoro 5,34,5-6; Estrabón 3,3,5), situación agravada por
las gue1rns lusitanas, celtibéricas y posteriormente civiles. De la misma f01ma, en la nueva función y estilística de
En relación con la construcción y ampliación de hábitas en los verracos de cronología altoimperial hay que ver según
los siglos II-I a.C. se han llegado a valorar fenómenos de creo la plasmación simbólica de todo este proceso. Los
sinecismo en ciudades celtibéricas (Almagro-Gorbea y grupos familiares vettones construyeron estos monumen
Lorrio 1991: 37), como en otras áreas de la Europa Céltica tos como símbolo de estatus y para legitimar sus derechos
(Frey 1984); es decir, ciudades que concentran contingen sobre los pastos, pero al cambiar la sociedad y las rela
tes de poblaciones menores acorde a sus intereses. Una ciones de poder pudieron perder parte de su significación
referencia explícita, caracterizadora de la nueva situación original. Si ahora nos encontramos con monumentos
en las postrimerías de la conquista, podría ser la imposi funerarios inspirados en las esculturas indígenas y próxi
ción de grupos célticos al sur del Tajo, como se deduce de mos al oppidum romanizado de Ávila, este cambio
la ceca celtibérica de Tamusia en el castro extremeño de podría sugerir un mayor énfasis en las explotaciones
Botija (García-Bellido 1995a: 267-271), lo que encajaría agrícolas y en el mundo urbano en general, propiciadas
bastante bien con el testimonio de Plinio (N.H. 3, 13-14) por los asentamientos abiertos y las ciudades del valle.
que sitúa a celtas y celtíberos en Lusitania. El mismo argu Todos estos elementos serán constitutivos de un nuevo
mento podría valer también para explicar la designación paisaje y de una manera totalmente diferente de percibirlo,
étnica de estas tierras a los vettones, tal vez alguna ciudad proceso que culminará a partir del siglo II d.C. con la urba
-Lacimurga (Ptolomeo 2,5,7)- en la margen derecha del nización del campo a través de las villae y otras instalacio
Guadiana y en fechas tardías. nes rurales. En todo caso, la edad de oro de los castros y
Pero el sistema sólo contó con unas pocas décadas de oppida vettones había llegado a su fin, y el estudio arqueo
desarrollo independiente. La dominación romana condi lógico de los indígenas romanizados ofrece otras implica
cionó las caracte1ísticas del hábitat indígena, estimulando ciones que trascienden el marco fijado en este trabajo.
SUMMARY
This book is concerned with the evolution of the fairly homogeneous way of life, the salient features of
Vettons, one of the most important Celtic peoples of wes which were: temporary settlements consisting of simple
tern Spain referred to by Greek and Roman writers. huts, characteristic "boquique" pottery with incised and
The subject has a long bibliographic tradition; it was impressed decoration, a poorly represented funerary
defined more than half a century ago by Juan Cabré, and ritual of pit burial with few grave goods and a subsisten
Juan Maluquer, and the first field work goes back to the ce economy based on stockraising and the early cultiva
last century. Ali the evidence indicates that the farmation tion of cereals. The analyses of the fauna suggest specia
of this ethnic group lay in an historical process whose lised livestock farming, whose importance is underlined
roots were went back to the Late Bronze Age-Early Iron by the presence of other sites of this type on the south
Age, when we begin to find a regular association betwe coast, outside the original limits of the region. This is
en the first fartified sites and stable populations. The explained by temporary migrations and possibly associa
emergence of these centers was an important develop ted with sheep herding based on seasonal transhumance.
ment, perhaps the most important in the transfarmation These characteristics, together with the scarce indica
of nature. tions of metal working "in situ" and the fact that the sto
rage vessels faund are not particularly large, would indi
They helped to create a new sense of place and time cate that production was essentially domestic in charac
and were, to sorne extent, the result of adopting new ter, and surpluses were not accumulated. A first reading
technologies. However, these groups did not consolidate of the data suggests that these social groups were organi
befare the second half of the first millennium B.C., in sed at a tribal leve!, but it would seem difficult in princi
parallel with the socio-economic development of other pie to determine their territoriality. However, the data at
peoples of the interior of the Iberian Península. This our disposal on the type of habitat is not unanimous.
period can recognised in paiticular through the spread of
Approximately half the known sites which have pro
the ritual of cremation, iron working, the adoption of the
vided materials from the Late Bronze Age coincide with
potter's wheel and the expansion of sorne settlements
the Iron Age sites. They were situated in high places, dif
the characteristic oppida - which were to ultimately
ficult to reach, on grazing land with good visibility over
disappear with the Roman conquest.
the surrounding area. This is the case of Las Cogotas and
There are two different ways of approaching this tran Sanchorreja in the province of Avila, and El Berrueco
sition: either assuming that new tribes arrived and settled and La Corvera in the lands of the province of
in the region or, on the other hand, examining the role Salamanca. Stone enclosures or walls, sometimes over
which the indigenous communities played in the process faur metres wide and remade on severa! occasions, have
of change befare the evidence provided by the first been preserved in most of them. That these settlements
known historical references. I think this process was a were not at ali provisional is clear when we remember
gradual one, and that we can recognise certain stages of ( 1) the stratigraphic sequences, which indicate unbroken
this transfarmation at different times and regions. occupation until Iron Age levels, (2) the dwellings, in
- Late Bronze Age in West-Central Iberia. At the stone and mud, which contrast with the traditional huts
end of the second millennium B.C. the Bronze Age made of a framework of plant materials supported by
groups who farmed what is traditionally known as the posts, and (3) the sumptuary objects found in them, such
"Cogotas I Culture" in the lands of the interior pursued a as elbow-arc fibulae, bronze axes, spearheads and gold
340 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
jewellery, which suggest the existence of dominant be added the disappearance of the pottery characteristic
groups that participated in the Mediterranean and of the Bronze Age groups, which was replaced with a tra
Atlantic trading networks. That is, not only did more and dition of vases decorated with painting, a nascent iron
larger settlements exist in this period than at any previous industry and changes in domestic architecture involving
time in the Bronze Age, but we also find settlements the systematic use of stone, adobe and mural decoration
whose occupation sequences indicate a more stable way of houses. The reasons why these settlements appeared
of life after 1200 B.C. They controlled the routes from are complex. Four arguments have been put forwards: ( 1)
Tartessos in the Southwest towards the Tagus and Duero the transformation of the trade networks in response to
valleys in the Meseta, the standard route from the the first Phoenician settlements in the south of the
Mediterranean coast to the interior. The increasing inte Iberian Peninsula, in the 9th and 8th centuries B.C., (2)
rest in access to these regions is demonstrated by finds of the breakdown of the Atlantic economy of the Late
bronze weapons and other offerings in rivers too. These Bronze Age with the appearance of iron, which obliged
repeatedly appear in fords and deltas. This is the case of metallurgical centres to increase the output of bronze, (3)
the swords found in the river Tagus, in the southwest of new advances and improvements in food production and
the Iberian Peninsula, and also in the northwest. Their preservation, and (4) the transition from the Sub-Boreal
distribution is comparable with that of the decorated ste to the Sub-Atlantic climate, a phase which must have led
lae and treasures found at points of transit or crossroads, to increased rainfall in the northern half of the Iberian
the latter interpreted as grave goods, a pattern which is Península and the possibility of developing new crops.
repeated in other parts of Atlantic Europe. After 700 B.C. Phoenician and Tartessian trade began
lt could be argued that nomadic communities' per to require products from the more northerly regions. This
ception of the landscape differs to sorne extent from that is borne out by imports destined for an elite that availed
of farming communities. The first define resources and itself of these markets as a prerequisite for establishing
land in terms of routes and places, in which natural fea alliances and commercial relationships. These products
tures of the landscape often act as landmarks. Sedentary were very specific in terms of their use and significance,
arable farmers, on the other hand, endose their resources associated with clothes, the funeral banquet, religious
and define them by creating artificial boundaries. The worship and the new technologies. They included new
fortified upland settlements which emerged at the end of types of fibulae and belt buckles, indicating changes in
the Bronze Age would therefore have been a visible point customs of dress associated with high status; bronze
of reference for anyone crossing inhabited, but not cle jugs, spits and cauldrons, which emphasise the ritual
arly delimited, territory. This situation would be in kee consumption of meat and wine and probably the role of
ping with the idea of groups undergoing increased social livestock as a measure of wealth; and alabastrons and
differentiation, partly due to the establishment of regio aryballoi, which show that perfume was used. The exis
nal trading networks with other privileged areas, but tence of an orientalizing precious metal industry indica
where political and religious roles were not yet fully tes a process of acculturation, in which craftsmen copied
institutionalised. prototypes from the Eastern Mediterranean, which even
- Bronze Age/lron Age transition. At the beginning affected religious beliefs. The Etruscan figurine from El
of the Iron Age the lands of the interior of the Iberian Raso and the oriental goddess depicted in the El
Península were inhabited by differentiated groups that Berrueco bronzes provide conclusive evidence in this
produced a major transformation of the area. In the respect. This ideological assimilation is also evident in
Duero valley we witness the emergence of a very consi the adoption of new funerary practices: the Tartessian
derable number of open settlements, with an area of bet brasiers, thymiateria and jugs found demonstrate rituals
ween 1 and 5 hectares, which systematically farmed the in honour of the highest ranking dead. The spread of iron
alluvial soils of the plain. working would seem to be assured in the Sanchorreja
Recent analyses have shown that in this period there and El Berrueco sites around the 9th-8th centuries B.C.
was a woodland landscape that was not very dense in the There are knives, razors, chisels and needles, which
immediate area of the sites and arable farming which implies a knowledge of how they were used and made,
specialised in wheat, barley and oats. This group is perhaps associated with the itinerant specialist. To this
known by the name of "Soto de Medinilla Culture" and phase would also correspond painted pottery with geo
today defines the Early Iron Age in the centre of the metric motifs -which reflect the arrival of decorated
lberian Península. However, occupation of the mountai fabrics from Central Europe and the Mediterranean- and
nous areas of the region does not conform to the typical the first imported wheel-made ceramic vessels.
pattern of these settlements, and it would be reasonable What were the traders in these inland regions looking
to assume there was greater emphasis on stock raising. In for? There were three basic tradable products: livestock,
any event, what can be recognised in the archaeological metal and men. An indication of the importance of the
record is that most of the Late Bronze Age lowland set first can be gathered from the analyses of the fauna found
tlements had now been abandoned, while those located at sites in the Duero and Guadiana valleys and the part
in the uplands were still occupied. To these features must they played in the diet and economy of the settlements.
SUMMARY 341
The west of the Iberian Península was also rich in iron marked differences of wealth between the tombs, (4)
ore, tin and gold. There is no evidence, on the other hand, widespread development of the iron industry, (5) the
of a slave trade at this stage, but the heavy demand for introduction of the potter's wheel, and (6) evidence of
slaves in the Mediten-anean during the 7th and 6th cen arable fan-ning and storage of faod on a large scale. It is
turies B.C. means it may have existed. This encounter clear that this attests to a very significant transformation
between the indigenous peoples and the Phoenician colo from the previous phase. The sites represent a new stra
nists of the south of the Iberian Península generated ten-i tegy of exploiting the ten-itory and apparent demographic
tories with political and economic influence. In the growth. Can we, therefore, be sure that this was a result
Iandscape this took the form of a very significant increa of ethnic penetrations or, on the contrary, was the local
se in the distance (50-75 km) between the most impor population "converted" to new rites and aesthetic tastes?
tant settlements, while the smallest ones were barely 10- A reading of the data set farth so far has Ied us to
15 km away from them. This model reinfarces the idea reconstruct a gradual evolution, which as we have seen,
of small hierarchies and differs from the previous stage, produced different situations in the Late Bronze Age and
although in many cases the upland settlements survived. during the "expansion" of the Hispano-Celtic popula
It would therefore seem reasonable to suggest that these tions in the context of the Second Iron Age. But there is
were groups involved in an economy of prestige goods a more significant way of looking at this entire historical
which they traded with more complex political organisa process, in that there is a substantial con-elation between
tions, in a way fairly similar to the models proposed for the various sites and periods analysed. The agricultura!
wan-ior societies and Chiefdoms of the Late Hallstatt intensification of Late Prehistory facilitated a gradual
Culture in Central Europe. This is the model that has identification of specific regions with particular popula
been proposed for the groups which inhabited the tions. This situation would not have been possible if,
Southwest of the Iberian Península. The existence of from the end of the second millennium B .C., a majar tra
centres of the palatial and religious type, such as Cancho ding network had not developed which encouraged the
Roano and Ton-ejón de Abajo, could support this thesis. spread of new ideas and technologies. Emphasis has
The hinterland of Tartessos therefore produced prestige been placed on how the improvement of agricultura!
objects for local chiefs of the Iands situated to the north, tools, the an-ival of new crops and the use of salt encou
thus ensuring a regular supply of raw materials which raged soil fertility, crop rotation, the preservation of
would in turn be reinvested in their dealings with the faodstuffs and population growth. We should therefore
Phoenicians of the coast. This interpretation is probably give clase consideration to what is meant by the begin
consistent with the custom of exogamous man-iage in the ning of the Iron Age, since the influences which would
Tagus valley. The El Carpio orientalizing burial, the transfarm the interior of the Iberian Peninsula were an-i
Tartessian bronze recipients faund in Las Herencias or ving at the end of the Bronze Age, befare or simultane
the gold treasures of Pajares and La Aliseda must be ously with the establishment of the first Phoenician colo
interpreted in this way. In other words, there were exo nies on the south coast.
gamous relations in a "frontier" area that made it possi Everything would seem to indicate that in the course
ble to establish political alliances between increasingly of the first half of the first millennium B.C. the habitat
defined ten-itories. The coincidence of these Early Iron integrated into this agricultura! cycle, and thus we begin
Age sites in western Spain with the Iarge oppida of the to find a regular association between places and settled
Late Iron Age suggests that the population of the region populations. The impression which one obtains from the
were the immediate ancestors of the Vettons, one of the data available is that the settlements of the Early Iron
Spanish tribes of Celtic stock recognised by the Greek Age developed independently, and experienced periods
and Roman authors. when they were used or abandoned or when more or less
- The Iron Age: settlement and society. For various activity went on in them, until the emergence of new far
but Iittle-studied reasons, amongst which must be consi tified places from the 5th-4th centuries B.C. onwards.
dered the slump in Tartessian trade, interna! crises in the The activity of sites such as Sanchon-eja or El Ben-ueco
power structures and the pressure of the Celtiberian tri disappeared in the course of time while others, such as
bes of the eastern Meseta, from 450 B.C. onwards there Las Cogotas, La Mesa de Miranda, Ulaca or Salamanca
was a sharp readjustment in the social Iandscape of the were intensely occupied, with walls re-built at various
Iron Age groups, with the re-siting or abandonment of stages, had become important centres of regional distri
sorne of the most important centres of wealth, and a very bution in the Late Iron Age. Why a few of them should
drastic reduction in luxury imports. A brief mention of have been more successful than others and survived for
the most striking features which ushered in this stage Ionger is not an easy question to answer. The ritual and
could be summed up as: ( l) an increase of more than sacred significance of sorne of them befare they were
70% in the number and size of settlements, with eviden walled, their position on communication mutes or the
ce of prehistoric fields, (2) the construction of new walls, agricultura! resources of the sun-ounding area may provi
defensive systems and sanctuaries, (3) the spread of the de a clue in this respect. Cunliffe has interpreted this pro
cremation ritual, associated with large cemeteries with cess by evaluating the emergence of the fortified Iron
342 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Age settlements in the south of England as the result of a - The process of transformation in the Late Iron
gradual change in the systems of land ownership. He sug Age. This entire process reached its culmination in the
gests that a major transformation occurred between the centuries leading up to the Christian era (250-50 B.C.),
end of the second millennium and the 6th-5th centuries particularly after the Carthaginian armies and the subse
B.C. that entailed the conversion of communally worked quent conquest of Hispania by Rome had left their mark
land into enclosed spaces, which from then on emphasi on the region. At the same time sorne fortified settlements
sed individual or group rights. In the Spanish Meseta, became major centres of social, political and economic
bearing in mind the pattern of settlements and necropoles, activity. The examples of Salmantica -modern day Sala
a fairly similar model could apply. This implies that a sys manca, conquered by the Carthaginian general Hannibal
tem in which prestige lay in the control of trade and tra in 220 B.C.- Las Cogotas, La Mesa de Miranda, Ulaca or
ding routes (ca. 1200-500/400 B.C.) gave way to one in El Raso, in the province of Avila are pmticularly interes
which power lay in the ownership of land and the basic ting. In most of these settlements we find major modifica
means of production. The need to define new territories in tions to defensive systems and a very substantial increase
the Second Iron Age therefore suggests a major emphasis in size. Three other criteria can serve us as a starting point:
on the productive capacity of the land, exacerbated per (1) evidence of hierarchical relationships and specialisa
haps by an increase in the population. If this is accepted, tion between sites, with a nucleated system of oppida fed
the development of fortified Vetton settlements could be by small satellite communities, (2) evidence of a complex
associated with major divisions of the landscape in which interna! organization based on function and hierarchy: dif
include these powerful relationships operated. ferentiated districts, livestock enclosures, industrial areas
In this respect particular attention should be paid to and areas of collective services, places designed for wors
the siting of the sculptures generically known as "verra hip, etc., and (3) evidence of changes in the mate1ial cul
cos", stone effigies of bulls and pigs -more than 400 are ture at different levels: the spread of wheel-made pottery,
known- spread over the west of the Spanish Meseta and the use of industrial potteries and high temperature kilns,
Portugal. They were used to establish visual points of a wide range of iron tools which required complex pro
reference in the landscape in order to indicate specific duction systems and specialised craftsmen. However, the
resources: the pastures of the valleys and the nearest process by which these settlements were transformed into
sources of water. There is evidence that they acted as others that were more complex is still unclear. One impor
stone landmarks dividing different pieces of land and tant question is whether these modifications occurred in
marking the boundaries between territories. The value of response to an interna! process of evolution or, on the con
the grazing lands was marked from the 4th century B.C. trary, to a change in the model of society. behind which
onwards in an archaeologically identifiable way by these would be Carthage and Rome. The question has given 1ise
zoomorphic sculptures, many of them over 2 metres long to a considerable debate, centred on identifying the theo
and weighing 3-8 tons. It would thus not seem hazardous retical concept of oppida in the archaeological record and
to associate their construction with the development of a on the factors which determined the emergence of these
socio-economic model which was controlling and limi large urban centres. The archaeological evidence from the
ting access to the basic resources needed for stockrai interior of the Iberian Península demonstrates the existen
sing. If all this is interpreted as action designed to esta ce of settlements that were already major centres in the 4th
blish authority over the land, it was very probably based and 3rd centuries B.C. and which implied that ínter-regio
on a hierarchical social organisation. The necropoles nal trade was already an important factor. Only at the end
excavated in the provinces of Avila and Cáceres, well of this period must the historical circumstances brought
dated between the 5th and 2nd-lst centuries B.C., reflect about by the Second Punic War and its consequences in
these hierarchical relationships: the existence of groups Hispanic territory, which encouraged the process even
of tombs separated by barren areas, the evidence of further, be taken into account. The question, therefore,
tombs of individuals with a high social status in each implies that in the final centuries befare the Christian era
area, the similarity of the funeral ritual and the great major transformations occurred that involved both what
diversity of grave goods suggest interna! contradictions was happening within the indigenous communities them-
in the social and family structure. The contemporary selves and also externa! factors.
nature of the various areas is indisputable and it is reaso From the 4th century onwards, these settlements pro
nable to assume that the funerary areas reflect a system vide numerous indications of iron production. bronze
of lineal descent in family groups, with an economy that smelting, pottery manufacture, textile production and
was based on the control of the means of production. stone cutting, which show that manufacturing was taking
They were buried separately to reinforce their rights by place on a scale never previously achieved. A very
ideological means. These funeral customs must be linked important aspect of this intensification was the existence
with the changes that were occurring in agricultura! prac of interregional trade, which would explain the transpor
tices and inheritance customs. To put it another way, they tation of products over long distances and the evidence
tell us about the social structure of the group, the settle of itinerant specialists. For example, in the case of the
ment and the territory. Vetton cemeteries of Las Cogotas, El Raso, La Mesa and
SUMMARY 343
Alcántara, we can use the evidence provided by the types led analysis of the motifs decorating the incised pottery
of swords, daggers, belt buckles, bronze bowls, fibulae, found in the neighbouring necropoles of Las Cogotas, La
Greek pottery, Campanian ceramics and other grave Mesa and El Raso demonstrate marked differences at the
goods found in the tombs to demonstrate the existence of settlement level. They probably replicate textile designs
contacts with the Vaccei and Celtiberian tribes of the associated with other items of clothing or weapons, but
Duero valley, with the Iberian peoples of Upper undoubtedly the identification of these motifs reveals
Andalusia and with the Greek colonies of the that there was sorne kind of intentional separation bet
Mediterranean coast. The first iron swords and spears ween communities which inhabited the same valley. In
date to the 5th century B.C. in the west of the Iberian other words, the stylistic identities displayed by the pot
Península. But it is at the end of the 4th century B.C. and tery must have been an expression of social identities, of
particularly during the 3rd century B.C. that the archae communities that differentiated themselves and recogni
ological record becomes richer and more varied, this sed each other as different, but shared the same types of
second phase coinciding with a change in the type of pottery and the same decorative techniques. Something
weapons used and in the characteristics of grave goods in similar could be said about the funerary ritual: the cre
general. This context is paral!el to the growth of the mation is basically the same, but different customs are
Celtiberian, Vetton and Vaccei peoples, who from this displayed in the tumular structures and the grave goods
time onwards and up until the wars with Rome, conside with abundant offerings in the necropolis of La Mesa
rably increased their output of iron weapons. Sorne visi compared with the cemetery of Las Cogotas -less than
ble signs which explain why economic activity intensi 20 km away- with its fields of stelae, a single urn in each
fied from now on have already been evaluated and relate tomb and poorer offerings. These differences could thus
to emphasising the productive capacity of the land. The indicate that, within a geographically clearly-defined
need to obtain food surpluses in arder to gain access to ethnic grouping there were settlements with decision
the trading networks would have led to an expansion of making power that were beginning to revea! their inde
arable farming and stockraising. These surpluses would pendence.
in turn stimulate specialist production in the areas best From a reading of the latter data we can discern sorne
endowed with natural resources. features of the ethnos-city relationship, which from an
A brief reference to the settlement pattern in the best archaeological point of view pre-date the arrival of Rome
known areas of western Spain can provide us with a star (218 B.C.) in Iberia:
ting point. The smface area of the oppida in the Amblés (a) firstly, the existence of an Iron Age population in
valley (Avila), from Las Cogotas and La Mesa de the west of the Iberian Peninsula that corresponds
Miranda to Ulaca -with 15, 30 and 60 ha. respectively- is with the historie territory of the Vetton communi
considerable if it is compared with the large European ties referred to in the Roman sources,
oppida. There were also small open settlements on the
(b) a second level of smaller tribal groupings, spread
plain, which may have been dependent on them. In gene
over specific districts, with a pattern of social and
ral the population of the valley appear to have established
economic occupation that is also specific,
a dual economy: the oppida in the mountainous areas,
with good resources for stockraising, and the small settle (e) a last category associated with the oppidum as an
ments on the plain, exploiting the fertile agricultura! soils element that establishes a hierarchy in the terri
along the river. The settlements along the Tagus valley tory, which is beginning to contain communities
give us a different picture. The abundance of land for which set themselves apart and recognise each
cultivation, particularly for vegetables, must have been other as different, but which share the same tradi
one of the most important factors in the organisation of tions and have an identical material culture.
settlements. Their proximity to the fords of the river pro To summarise, a social and economic development of
bably favoured the acces to the trading networks. Finally, these characteristics would encourage a conflictive situa
another interesting reference are the castros to the west of tion and a strong degree of competition between the set
Salamanca, whose development must be linked with the tlements. In this context it is thus easy to understand the
mineral wealth surrounding the area, in particular iron, attention given to finding defensive sites and constructing
gold and tin. This would explain their very concentrated towers, walls, pits and stone spikes, as shown by the fact
pattern of settlement, with small but heavily-fortified sites that nearly 70% of the settlements known in the region are
(1-5 Has.). Such contrasts, although scarce, are sufficient fortified. Sorne settlements were beginning to resemble
to suggest a different pattern of settlement and different major urban centres, and this, to sorne extent, threatened
socio-economic specialisation in each region. the tribal structure of the territory. Thus, by the end of the
One particularly interesting aspect which connects 3rd century B.C. the socio-economic system had become
with what I have just said is artistic styles. If workshops so complex that its transformation seemed inevitable.
were developing different decorative traditions, this The emergence of a new market in the context of the
could be a good reflection of the desire of these groups Second Punic War and the conquest of Hispania by
to establish their identity using visual symbols. A detai- Rome changed the course of native transformation.
344 JESÚS R. Á.LVAREZ-SANCHÍS
A system of large-scale trade with the Mediterranean the conflict between indigenous tribes had been develo
world meant meeting an enormous demand for metals, ping for a century.
livestock, salt, other raw materials, mercenaries and sla The wealth of these centres would have attracted peo
ves. We know that the payment of tribute from indige ple from different regions, which would have dangerously
nous cities was frequently demanded in the form of increased the degree of competition for access to the new
supplying men, sheep's wool, ox skins, gold and silver. markets. These changes must have led to tensions over
On the other hand, products such as wine, olive oil, property and must be taken into account in arder to
perfumes, cloth and luxury ceramics made their way the understand the crisis of kinship groups -linked to small
lands of the interior. The first imports of Roman manu territories- and the advent of a new system of impersonal
factured goods are dated to between the end of the 3rd relationships. based exclusively on economic interest.
century B.C. and the 2nd century B.C., as the finds of The prívate hoarding of jewels, silverware and coins must
Campanian pottery and Republican denari in Salamanca, be understood in this context. since they are archaeologi
Las Cogotas, La Mesa and El Raso testify. The imports cal evidence of status symbols which replaced the wea
most frequently mentioned in the Graeco-Roman sources pons in the necropolis as a mark of social rank.
do not leave material traces but their impact must have At the other extreme would have to be put practices
been very important from the commercial point of view. such as banditry, cattle raiding and migration, well testi
That wine and oil was transported in amphorae by river fied in the classical sources, a situation which was aggra
and sea, in sorne cases reaching the interior, does not vated by the Lusitanian and Celtiberian wars against
exclude the use of other more utilitarian containers, such Rome. But the system only had a few decades of inde
as wooden barreis and animal skins. This argument pendent development. Roman domination determined
would also be true of certain Carthaginian and Roman the characteristics of the indigenous habitat, stimulating
ceramics. which would have been imported not so much amongst other factors four developments in particular
for the value of the container as for their contents. The which would act in concert: ( 1) the organisation of the
problem raised is important because it enables a basic territory on the basis of the agricultura! uses of the land,
artefact of this period to be evaluated: wheel-made pot (2) unprecedented política! and administrative centralisa
tery. The first local products in the region can be dated to tion in the region, (3) the role of the military camps,
around 400-350 B.C. However, most of the wheel-made which proved to be a very important focus and stimulus
pottery must have been taken there after 200 B.C., and it for urban development and (4) a new communications
displays a varied repertoire of shapes and decoration. network, which forced the indigenous society to percei
From this time onwards, potters' workshops are found in ve the landscape and move around in it in a different way
centres such as Las Cogotas, which provide proof of from before.
standardised production and a level of specialisation that
To what extent these changes affected subsistence
must have been exclusive. Thus if the large-scale intro
strategies and the exploitation of the countryside is not
duction of the new model occurred rapidly after that
easy to determine, but there is one fact which is very sig
time, it suggests that socio-economic factors were much
nificant from the archaeological point of view: the evi
more crucial than the strictly technological ones, i.e., just
dence provided by the fortified settlements, whose his
when the indigenous communities were beginning to
tory we know in sufficient detail to be able to deduce that
operate in markets that required a varied output for a
they either coincided with lands rich in mineral and far
wide range of demanding customers.
ming resources, a situation which in many cases guaran
The manufactures obtained in the workshops of the teed their continuity; or they occupied defensive posi
oppida and the acquisition of new imports encouraged tions surrounded by grazing land, in which case they
the peasants to produce more and more food surpluses. were more likely to be abruptly abandoned. This would
One indication of this process might be the emergen appear to be indicated by the duality that can be obser
ce at the end of the Iron Age of small open settlements ved in the lands of Avila and Salamanca: the abandon
devoted to farming on the valley floors, and it is possi ment of the oppida in the Amblés valley (Avila) in the 1st
ble that new relationships of servitude developed with century B.C. contrasts with the continuity of a number of
the larger settlements. These factors imply that produc settlements to the west of Salamanca under the Roman
tion intensified and distorted the old systems of exchan Empire, which must without doubt be attributed to their
ge and that an economic model developed which was connection with mining. On the other hand, the Roman
based on surpluses, which could only operate with a occupation of cities sited on river terraces during the 1st
good knowledge of industrial processes, a larger labour century B.C. and the 1st century A.D. should be associa
force and the organisation of the centralised power. As a ted with the use of the land for farming. It can therefore
result, sorne of the fortified sites lost their primacy in be asserted that Roman presence strengthened sorne new
favour of others, those that had the advantage of being settlements and others that already existed for economic
sited on the main communication mutes and were easy purposes. with the result that part of the indigenous sys
to supply. This process accelerated the development of tem continued to operate together with a decentralised
the oppida even further (ca. 200 B.C.), especially when pattern of settlement of small farms and hamlets.
APÉNDICE I
Reunimos aquí la totalidad de las esculturas de toros y verracos conocidas en el oeste peninsular. Muchas de ellas han
sido publicadas en los últimos años y otras se encuentran todavía inéditas o en curso de publicación. Su ordenación es
alfabética, respetando la división administrativa actual en provincias y términos municipales. Con cada escultura se
recogen los siguientes datos: procedencia original y circunstancias del hallazgo, una breve descripción de la pieza,
dimensiones (largo x alto x ancho) y bibliografía. Para un comentario más exhaustivo, me remito a las referencias de
autores y a la caracterización general de los tipos (véase cap. VII).
PROVINCIA DE ÁVILA
l. ARÉVALO 5. ÁVILA
Procedencia: Desconocida. Se conserva en la casa del General Procedencia: Desconocida. Formaba parte del lienzo de la
Ríos. muralla. Se conserva en el Museo Provincial de Bellas
Descripción: Toro (151 x 65 x 40 cm.). Tipo 3. Granito. Artes.
Presenta rotas la cabeza y las extremidades, las delanteras Descripción: Toro (120 x 95 x 53 cm.). Tipo 4. Granito. Le
desde su arranque y las posteriores a la altura de las rodillas falta la cabeza y parte del cuello (Fig. 1O1,11).
(Fig. 99,5). Bibliografía: Martín Valls 1974: 76, lám. IV-2, fig. 2,2; Arias
Bibliografía: Gómez Moreno 1904: 154; Arias et alii 1986: et alii 1986: 55, nº 31; López Monteagudo 1989: 53, nº 3,
25, nº 1; López Monteagudo 1989: 53, nº 1, lám. 1. lám. l .
2. ARÉVALO
Procedencia: Desconocida. Se encuentra empotrado en la 6. ÁVILA
torre de la iglesia de San Miguel. Procedencia: Desconocida. Formaba parte del lienzo de la
Descripción: Toro (72 x 42 x 37 cm.). Tipo 4. Granito. Visible muralla. Se conserva en el Museo Provincial de Bellas
sólo por el lado derecho. Le falta la cabeza y parte de la Artes.
grupa (Fig. J02,7). Descripción: Toro (75 x 70 x 38 cm.). Tipo 3. Granito. Le falta
Bibliografía: Martín Valls 1974: 77; Arias et alii 1986: 25, nº la cabeza y el cuello, estando bien conservado el resto (Fig.
2; López Monteagudo 1989: 53, nº 2, lám. 1. J00,9).
Bibliografía: Arias et alii 1986: 61, nº 36; López Monteagudo
3. ARÉVALO 1983: 414, nº 3 y 1989: 53-54. nº 4, lám. 2.
Procedencia: Desconocida. Se encuentra empotrado en la base
de la torre de la iglesia de San Miguel.
Descripción: Toro. Tipo 4. Granito. Visible sólo por el lado 7. ÁVILA
derecho. Le falta la cabeza y el cuello. Procedencia: Desconocida. Formaba parte del lienzo de la
Bibliografía: Mariné 1995: 309. muralla. Se conserva en el Museo Provincial de Bellas
Artes.
4. ARÉVALO Descripción: Toro (90 x 42 x 31 cm.). Tipo indeterminado.
Procedencia: Desconocida. Se encuentra reutilizada sirviendo Granito. Muy deteriorada. Sólo conserva la parte
de banco en una calle de la localidad. correspondiente al tronco y el arranque de los antebrazos
Descripción: Inclasificable. Granito. La pieza (?) se encuentra traseros.
muy alterada. Bibliografía: Arias et alii 1986: 59, nº 34; López Monteagudo
Bibliografía: Inédita. 1983: 414-415, nº 4 y 1989: 54, nº 5, lám. 2.
346 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
152. VILLANUE VA DEL CAMPILLO Bibliografía: Gómez Moreno 1983: 39-40; Arias et alii 1986:
Procedencia: Paraje conocido como "Campo del Toro" o "Los 129, nº 102; López Monteagudo 1989: 79, nº 119, lám. 44.
Tejares". Se conserva en el mismo sitio. 155. VILLATORO
Descripción: Toro (250 x 243 x 150 cm.). Tipo l. Granito. Procedencia: Villatoro. Se conserva en la plaza de la Iglesia.
Ejemplar de gran tamaño al que le faltan los dos tercios Descripción: Cerdo (127 x 67 x 40 cm.). Tipo 2. Granito.
posteriores, pero conservando íntegra la peana. Está Presenta la cabeza muy deteriorada y las extremidades rotas
semienterrado y sólo es visible el lado derecho (Fig. 93,3). por encima de las rodillas (Fig. l 08,2).
Bibliografía: Hemández Hemández 1982: 223; Arias et alii Bibliografía: Gómez Moreno 1983: 39-40; Arias et alii 1986:
1986: 127, nº 100; López Monteagudo 1989: 79, nº 117, 129, nº 103; López Monteagudo 1989: 79-80. nº 120. lám. 45.
lám. 43; Larrén 1990: 249.
156. VILLAVICIOSA
153. VILLATORO Procedencia: Villaviciosa. Se conserva en el jardín del Castillo
Procedencia: Villatoro. Se conserva en la plaza de la Iglesia. de la misma localidad.
Descripción: Toro (141 x 80 x 55 cm.). Tipo 2. Granito. La Descripción: Toro (162 x 78 x 59 cm.). Tipo 2. Granito.
pieza está prácticamente completa, aunque la cabeza algo Carece de cabeza y las extremidades están rotas por debajo
erosionada (Fig. 98,9). de las rodillas (Fig. 97,7).
Bibliografía: González Dávila 1596; Arias et alii 1986: 127, nº Bibliografía: Ballesteros I 896: 76; Arias et a!ii 1986: I 31. nº
101; López Monteagudo 1989: 79, nº 118, lám. 44. l04; López Monteagudo 1989: 80, nº 121, lám. 45.
158. ALMOFALA Bibliografía: Vasco Rodrigues 1958: 393; Santos Júnior 1975:
Procedencia: Hallada junto a la Etmita de San Andrés, a unos 373 ss., nº 2; Matos da Silva 1988: Quadro I, BR77; López
3 km. de Almofala, Concejo de Figueira Castelo Rodrigo. Monteagudo 1989: 81, nº 124. lám. 47.
Se conserva en el mismo lugar.
Descripción: Cerdo (112 x 66 x 60 cm.). Tipo 2. Granito. Le 161. CASTELO MENDO
falta parte de la cabeza y las extremidades están rotas a la Procedencia: Hallada en el camino que conduce al castro,
altura de las rodillas (Fig. 107,7). donde se asienta la población actual, Castelo Mendo, en el
Bibliografía: Vasco Rodrigues 1958: 394; Santos Júnior 1975:
Concejo de Almeida.
398-399, nº 1; Matos da Silva 1988: Quadro I, BR74; López
Descripción: Cerdo (138 x 80 x 58 cm.). Tipo 2. Granito. La
Monteagudo 1989: 80, nº 122, lám. 46.
escultura está muy desbastada, faltándole parte de la cabeza
(Fig. I 07,5).
159. ALMOFALA
Procedencia: Hallada junto a la Etmita de San Andrés, a unos Bibliografía: Vasco Rodrigues 1958: 393; Santos Júnior 1975:
3 km. de Almofala, Concejo de Figueira Castelo Rodrigo. 373 ss., nº 1; Matos da Silva 1988: Quadro I, BR76; López
Se conserva en el mismo lugar. Monteagudo 1989: 81, nº 125, lám. 47.
Descripción: Cerdo (134 x 119 x 60 cm.). Tipo 2. Granito. La
escultura está completa pero tiene roto el hocico (Fig. 107,3). 162. PAREDES DA BEIRA
Bibliografía: Vasco Rodrigues 1958: 394; Santos Júnior 1975: Procedencia: Hallada a la entrada de Paredes da Beira.
399, nº 2; Matos da Silva 1988: Quadro I. BR75; López Concejo de S. Joáo Pesqueira. Se conserva en la misma lo
Monteagudo 1989: 80-81, nº 123, lám. 46. calidad.
Descripción: Cerdo (134 x 79 x 44 cm.). Tipo 3. Granito.
160. CASTELO MENDO Presenta roto el hocico y las extremidades por debajo de
Procedencia: Hallada en el camino que conduce al castro, rodillas y corvejones. En el lado izquierdo del dorso ofrece
donde se asienta la población actual, Castelo Mendo, en el una inscripción latina. que López Monteagudo (1989: 133)
Concejo de Almeida. lee así: ATEROECON (Fig. 109.1 ).
Descripción: Cerdo (125 x 94 x 46 cm.). Tipo 2. Granito. El Bibliografía: Campos Ferreira y Figueiredo 1978: 340-345;
ejemplar está muy desbastado aunque prácticamente Matos da Silva 1988: Quadro L BR8 I; López Monteagudo
completo, a excepción del hocico (Fig. 107,6). 1989: 81, nº 126, lám. 48.
163. MARVÁO
Procedencia: Marváo. Se conserva en el Museo local.
Descripción: Cerdo. Tipo indeterminado. Granito. Sólo se conserva un fragmento del hocico.
Bibliografía: Inédita.
CATÁLOGO DE LA ESCULTURA ZOOMORFA DE LA MESETA 357
PROVINCIA DE BURGOS
164. LARA DE LOS INFANTES Bibliografía: Martínez Burgos 1935: 22; Martín Valls y Abásolo
Procedencia: Castro de Lara de los Infantes. La escultura fue 1969: 329-330; López Monteagudo 1989: 82 nº 127, lám. 48.
hallada en el recinto inferior del poblado, en el interior de
una sepultura. Se conserva en el Museo Arqueológico 165. TARDAJOS
Provincial de Burgos. Procedencia: Castro de Tardajos, entre los ríos Arlanzón y
Descripción: Toro (53 x 37 x 22 cm.). Tipo 5. Caliza. La Urbe!. Actualmente se halla desaparecida.
escultura está muy desbastada. Carece del tercio posterior y Descripción: Cerdo. Tipo indeterminado.
las extremidades están rotas a la altura de las rodillas (Fig. Bibliografía: González Salas 1952: 218; López Monteagudo
102,]4). 1989: 82, nº 128.
PROVINCIA DE CÁCERES
PROVINCIA DE LUGO
208. MONTERROSO
Procedencia: Monten-oso. Paradero actual desconocido.
Descripción: Cerdo. Cabeza exenta(?). Granito.
Bibliografía: Blanco Freijeiro 1984: 2, nota 2; Acuña 1992: 22.
PROVINCIA DE MINHO
PROVINCIA DE ORENSE
213. BEMBIBRE
Descripción: Cerdo. Cabeza exenta. Granito.
Procedencia: Castro de Eirexairo o Vila de Sén, situado a unos
Bibliografía: Fernández Fúster 1946: 349; Taboada 1949: 9-
300 m. del pueblo de Bembibre, Ayuntamiento de Viana do
1 O; López Monteagudo 1989: 91-92, nº 161.
Bolo. Se conserva en el Museo Arqueológico de Orense.
Descripción: Cerdo (73 x - x - cm.). Cabeza exenta. Granito.
Está en buen estado y ofrece por la parte posterior un bloque 215. FLORDERREY VELLO
de piedra para embutir en la pared(Fig. 110,21). Procedencia: Castro de Florderrey Vello, 400 m. al noreste
Bibliografía: Fernández Fúster 1946: 353; López Monteagudo del pueblo del mismo nombre, adscrito al Ayuntamiento de
1989: 91, nº 160, lám. 57; Acuña 1992: VII. Villardevós. Durante años estuvo sobre una pared en la
encrucijada de dos caminos, hasta ser finalmente
214. CASTRELO DO VAL destruida.
Procedencia: Castro de Cabanca o Casteliño, sito a un km. de Descripción: Cerdo. Cabeza exenta. Granito.
la carretera Verín-Laza, en dirección a Noceda y a la Bibliografía: Macías 1913: 261; Taboada 1949: 10-1 !; López
izquierda. Se desconoce su paradero actual. Monteagudo 1989: 92, nº 162.
CATÁLOGO DE LA ESCULTURA ZOOMORFA DE LA MESETA 361
PROVINCIA DE PONTEVEDRA
PROVINCIA DE SALAMANCA
PROVINCIA DE SEGOVIA
PROVINCIA DE TOLEDO
PROVINCIA DE TRÁS-0S-MONTES
347. MALHADAS
340. FREIXO DE ESPADA-Á-CINTA Procedencia: Hallada en el solar del pueblo. Se conserva sobre
Procedencia: Hallada en el "Cabezo de Coraceira", al suroeste el tejado de una casa que hay frente a la Iglesia.
del castro de Santa Luzia. Se conserva en el Museo Municipal Descripción: Toro (50 x - x - cm.). Tipo 5. Granito. La pieza
de Bragan9a. está completa y en buen estado (Fig. 102,15).
Descripción: Inclasificable (26 x - x - cm.). Granito. El frag Bibliografía: Alves 1934: 546; Santos Júnior 1975: 441;
mento podría formar parte de la pieza anterior. Matos da Silva 1988: Quadro I, BR35; López Monteagudo
Bibliografía: Matos da Silva 1988: Quadro I, BR83. 1989: 114, nº 251, lám. 82.
370 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
366. VILA DE SINOS Descripción: Cerdo (150 x 131 x 48 cm.). Tipo l . Granito. La
Procedencia: Desconocida. Se conserva en el atrio de la escultura se conserva completa pero partida en varios trozos
Iglesia. que se han restaurado. Tiene roto el hocico (Fig. 104,3).
Descripción: Cerdo (113 x 57 x 36 cm.). Tipo 3. Granito. Bibliografía: Santos Júnior 1975: 484-486; Matos da Silva
Tiene rotos el hocico y las extremidades desde su arranque 1988: Quadro I, BR51; López Monteagudo 1989: 116-117,
(Fig. 109,7). nº 262, lám. 84.
Bibliografía: Alves 1934: 545; Santos Júnior 1975: 451-453;
Matos da Silva 1988: BR39; López Monteagudo 1989: 116,
nº 261, lám. 84. 368. VILA VELHA DA SANTA CRUZ DA VILARI(:A
Procedencia: Castro de Derruída (?). Se desconoce su
367. VILA FLOR paradero actual.
Procedencia: Castro de Nuestra Senhora da Assun1:ao. Descripción: Cerdo. Tipo 4. Granito.
Hallado en la vertiente sur del yacimiento. Se conserva en el Bibliografía: Santos Júnior 1981b: 156 ss.; Matos da Silva
Museo de Vila Flor. 1988: Quadro I, BRD73.
PROVINCIA DE ZAMORA
393. VILLARDIEGUA DE LA RIBERA publicado (véase nº 375-380 del catálogo). Los datos que
Procedencia: Castro de San Mamede. Se conserva en la pared disponemos sobre estas representaciones y su cuantía exacta son
exterior de una casa muy cerca de la Iglesia parroquial de todavía escasos e imprecisos, motivo este por el cual habremos de
Villardiegua. abordar su estudio en un catálogo posterior. Con todo, no resulta
Descripción: Toro (22 x 21 x 9 cm.). Cabeza exenta. Granito. exagerado afirmar que el corpus de toros y verracos conocido
Está completa y en buen estado. En el extremo posterior supera ampliamente hoy los cuatro centenares de piezas. Tenemos
presenta un trozo de mayor diámetro para ir embutida en la además la noticia reciente de otras diez esculturas, cuya existencia
pared (Fig. 110,25). en algunos casos no ha podido ser por ahora confirmada: un toro,
Bibliografía: Morán 1946: 131; Martín Valls 1974-75: 283- actualmente conservado en la localidad granadina de Capileira
284; López Monteagudo 1989: 121, nº 280, lám. 88; Martín aunque trasladado desde Ávila según el testimonio de los vecinos
García y García Diego 1990: 33 y 35. del pueblo (Alvarez-Sanchís 1993b: 165, nota 10); un verraco
procedente de una finca de Santa María del Tiétar (Ávila), es muy
394. VILLARDIEGUA DE LA RIBERA probable que de factura reciente (L.C. San Miguel com. pers.); los
Procedencia: Castro de San Mamede. Aparecido en cuartos traseros de un ejemplar hallado muy cerca de la Ermita
Villardiegua de la Ribera al reformar una antigua vivienda. Vírgen de la Vega, al sur del término abulense de Casas de
Descripción: Toro (62 x 27 x - cm.). Tipo 5. Granito. Las Sebastián Pérez; un verraco a medio esculpir en el Cerro del
extremidades se advierten rotas por encima de las rodillas. Risco, entre los términos municipales de Pedro Bernardo y
Este ejemplar podría ser el mismo que cita Gómez Moreno Gavilanes; uno hallado en Piedralaves pero destruído (Mariné
(1927: 29), sin peana, procedente de la Ermita de San 1995: 278); un ejemplar de gran tamaño a medio esculpir hallado
Mamede y trasladado a Villardiegua (Fig. 102,18). al sur de La Mesa de Miranda, al pie del cerro que queda más
Bibliografía: Benito et alii 1987; Martín García y García inmediato al castro (J.F. Blanco, com. pers.); otro de grandes
Diego 1990: 31, lám. 6, fig. 12. dimensiones sito en la Serra do Caramulo (Tondela, Beira
Litoral); una gran peña de granito con forma de verraco en el
395. VILLARDIEGUA DE LA RIBERA término madrileño de Cenicientos (Canto 1994: 286 ss.);
Procedencia: Castro de San Mamede. Aparece reaprovechada finalmente, dos esculturas oriundas de Ávila pero llevadas al
en uno de los cercados próximos a la entrada del poblado. Monasterio de San Antonio (La Cabrera, Madrid) por Jiménez
Descripción: Toro (122 x 68 x 43 cm.). Tipo indeterminado. Díaz. Desaparecieron al cabo de un tiempo y podrían conservarse
Granito. La pieza no es segura pero parece tratarse de una en el término de Torrelaguna (A. Dávila, com. pers.). Estando en
escultura a medio hacer. Sólo es posible discernir el perfil prensa este libro se han producido además otras novedades que se
lateral derecho (Fig. 99,10). suman a las anteriores y que no debo dejar de indicar: el hallazgo
Bibliografía: Alvarez-Sanchís 1993b: 159-160, fig. 2,5, lám. !B. de un verraco a escasos metros del castro salmantino de Yecla de
Yeltes (Diario El Mundo, 18-2-1999); otro embutido a los pies de
ADDENDA: El hallazgo en las recientes excavaciones del la muralla de Á vila, junto a la puerta de San Vicente (P. Alonso,
castro zamorano de San Esteban, en Muelas del Pan, de alrededor com. pers.); así como la publicación de nueve piezas inéditas en
de una cincuentena de pequeñas piezas reutilizadas en la muralla, Cáceres y Toledo (Gómez y Santos 1998), en particular de los
en la fase tardorromana del yacimiento (F. Fabián y J.D. Sacristán términos de Aldeanueva de Barbarroya, Talavera de la Reina,
de Lama, com. pers.), implica un nuevo elenco que se añade al ya Talavera la Vieja, Valdeverdeja y Villar del Pedroso.
APÉNDICE II
A B e D E F G H I J K L M N O P Q R S T
51 O I O O O 1 O O O 1 O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O I O I O I O 1 O I O 1
52 O I O O O I O O O I O I O O O O I O O O O O O 1 O O O O 1 O O O 1 1 O O O O 1 1 O 1 O O 1 1 O O 1 O 1
53 O O 1 O O O 1 O O O O I O O O O O 1 1 O 1 O O 1 O 1 O 1 O O O O 1 1 O I O O O 1 O 1 O O O 1 O I O O O
54 O I O O O I O O O 1 O I O O O I O O 1 O I O O 1 O I O I O 1 O O 1 O 1 1 O O O I O I O 1 O 1 O I O O 1
SS O 1 O O O I O O O I O O O O 1 O 1 O O O O O O O O O O O O O O O 1 1 O O O O 1 1 O O I O 1 1 O 1 O O 1
56 O I O O O 1 O O O 1 O O O 1 O 1 O O I O 1 O O 1 O I O I O O I O I O 1 1 O O O I O O I O I O 1 1 O O 1
57 O O I O O I O O O O O I O O O O 1 O 1 O 1 O O 1 O 1 O 1 O O 1 O 1 1 O I O O O I O O 1 O O 1 O 1 O O O
58 O I O O O 1 O O O I O O O I O O 1 O O O 1 O O 1 O I O 1 O O 1 O 1 O 1 1 O O O I O I O 1 O 1 O 1 O 1 O
59 O 1 O O O 1 O O O 1 O O O 1 O 1 O O O I O O O I O 1 O 1 O O I O 1 1 O I O O O I O O I O 1 O 1 O I O 1
60 O 1 O O O 1 O O O 1 O I O O O O O O I O I O O 1 O I O 1 O O 1 O 1 1 O 1 O O O O 1 1 O O 1 1 O O I O O
61 O 1 O O O O 1 O O 1 O O O 1 O O 1 O O 1 1 O I O O 1 O I O O 1 O 1 O 1 1 O O O I O O 1 O I O 1 O 1 O 1
62 O O 1 O O 1 O O O O O O O O 1 1 O O 1 O 1 O 1 O O 1 O 1 O I O O I O 1 O O 1 O I O O 1 O O I O O O O O
63 O O 1 O O O I O O O O O O O I O I O I O I O I O O 1 O 1 O O O O I l O 1 O O O 1 O O 1 1 O O 1 1 O O O
64 oe ooo oooo oooo o o oo
1 I 1 I 1 I 1 1 oo o oo o
1 I 1 1 1 ooo o oo 1 I 1 1 o ooo
1
65 O 1 O O O 1 O O O I O O O 1 O O I O O 1 1 O O 1 O 1 O 1 O O 1 O 1 O 1 O O O 1 O I O 1 O 1 O 1 O 1 O 1
66 O 1 O O O 1 O O O 1 O O O 1 O I O O O O O O O O O O O O O O 1 O 1 1 O 1 O O O O 1 O 1 O 1 O 1 O 1 O 1
67 O 1 O O O 1 O O O I O O O I O I O O O 1 1 O O 1 O I O 1 O O 1 O 1 O 1 1 O O O O 1 O 1 O I O I O 1 O 1
68 O 1 O O O O O O O I O O O 1 O I O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O O O O O O O O O 1 O I O 1 O I O 1
69 O l O O O 1 O O O 1 O O O 1 O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O I O 1 O I O 1
70 O I O O O I O O O I O O O O 1 O 1 O 1 O O I O I O I O 1 1 O O O I O 1 1 O O O 1 O I O I O 1 O O O O O
71 O O O I O O O 1 O O 1 O O O 1 O O O 1 O I O O 1 1 O 1 O O O 1 1 O O 1 O O O O O O I O O 1 O O O O O 1
72 O O 1 O O O 1 O O 1 O I O O O O O O O 1 1 O O I O I O 1 1 O O O I O I O O O O O 1 O 1 O 1 O 1 O I O 1
73 O O 1 O O 1 O O O 1 O 1 O O O O O O O 1 O 1 O I O 1 O 1 1 O O O I l O O O O I O I O 1 O 1 O l l O O 1
74 O O 1 O O O 1 O O O O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O O O O O O O O l 1 O 1 O 1 O I O 1 O O O
75 O O O O 1 O O O O O O O O 1 O O O O 1 O O 1 1 O O 1 O 1 O O O O I O I O O O O O O O 1 1 O O O O O O O
76 1 O O O O 1 O O O O O O O O 1 O O 1 1 O I O 1 O 1 O 1 O O 1 O O 1 1 O I O O O I O 1 O O O I O O O O O
77 O O 1 O O 1 O O O O O O O O 1 O O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O 1 1 O O O I O I O O O I O O O O O
78 O O O 1 O O O 1 O O 1 1 O O O O O I O O I O O O O O O O O 1 O O O O 1 O O O 1 1 O 1 O O O 1 O 1 O I O
79 1 O O O I O O O I O O O O O 1 1 O O I O O 1 O 1 O 1 1 O O O O O 1 O 1 O O O I O I O 1 O 1 O 1 O 1 O O
80 O O O 1 O O O 1 O O I O O O 1 O O O 1 O O O O 1 1 O O I O O O 1 O O O O 1 O O O O O O O 1 O O O 1 O 1
81 O O O O O 1 O O O 1 O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O O O O O I O O O 1 1 O 1 O O 1 O 1 O I O 1
82 O O O I O O O 1 O O 1 O O O 1 O O O O O O O O O O O O O O I O O O O O O O O 1 1 O O 1 1 O O 1 O 1 1 O
83 O O O 1 O O 1 O O O 1 1 O O O 1 O O 1 O 1 O O 1 1 O O 1 O 1 O 1 O O 1 O O O 1 1 O O 1 O 1 O 1 1 O O 1
84 O O O 1 O O 1 O O O 1 O 1 O O O O 1 1 O 1 O 1 O I O I O O 1 O O 1 O 1 O O O 1 1 O 1 O O O 1 O O O O O
85 O O 1 O O O I O O O 1 1 O O O O 1 O 1 O O O 1 O 1 O O I O O O O 1 O 1 1 O O O 1 O l O l O 1 O I O 1 O
86 O 1 O O O O O O O 1 O O O O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O O O O 1 O 1 1 O O 1 1 O O 1 O 1
87 O 1 O O O 1 O O O 1 O O O O 1 1 O O 1 O 1 O 1 O l O 1 O O O O O 1 O 1 O O I O O I O 1 O O 1 O O O O 1
88 1 O O O O O O O 1 O O O O O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O O O I O 1 O 1 O 1 O I O 1 O O
89 O O I O O 1 O O O O O I O O O O 1 O 1 O 1 O O 1 1 O I O I O O O I O I O O O 1 1 O I O O 1 1 O 1 O O 1
90 1 O O O I O O O 1 O O O O O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O O I O I O O O O 1 O I O I O 1 O l O 1
91 1 O O O l O O O 1 O O O O O 1 l O O I O O 1 1 O O 1 1 O O I O O l 1 O I O O O 1 O O 1 O I O 1 O 1 O 1
92 O 1 O O O 1 O O O O O O O O 1 1 O O 1 O 1 O O 1 O 1 O 1 O O O O 1 1 O I O O O 1 O O 1 O O O I O O O O
93 O O O 1 O O 1 O O O I O O O O O O O 1 O 1 O O 1 1 O O 1 O I O O 1 1 O O O O O O O I O O O O O O O O O
94 O O O I O O 1 O O O I O 1 O O O O 1 1 O O O O 1 1 O O 1 O 1 O O 1 O 1 O O O 1 1 O 1 O O O 1 O O O O O
95 1 O O O 1 O O O O O O O O O O 1 O O O O O O O 1 O O O O O O O O 1 1 O I O O O O 1 O 1 O O O 1 O O O O
96 1 O O O 1 O O O 1 O O O O O 1 1 O O I O 1 O O l O 1 O 1 O O O O 1 1 O O O O 1 O 1 O 1 O 1 O I O 1 O 1
97 1 O O O 1 O O O O O O O O O 1 O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O 1 O O O O 1 1 O O 1 1 O O 1 O O
98 O 1 O O O 1 O O O O O O O O O 1 O O 1 O 1 O O 1 O I l O O O O O 1 1 O O 1 O O O l O 1 O O O 1 O O O O
99 1 O O O O O O O 1 O O O O O O 1 O O 1 O I O O I O 1 O 1 O O O O I O O O O O O O O O I O O I O O O O O
100 O O O I O I O O O O 1 1 O O O 1 O O 1 O 1 O 1 O I O O 1 O 1 O 1 O O 1 O 1 O O I O O 1 O I O I O 1 O 1
- Variables:
- Esculturas de Cerdos:
A
--- B -
-C -
- D --------
- E F G H- --------------
I J K L M N O P Q R
1 O O O O O O O O O O O O O O O O1O O O O1O O 1
2 O O1O O1O O O O O O O O l O O O O1 O O O1O O O1O O O O O
3 1O O O O O O 1 O O1O O O O1O1O1O O O O O O O O 1 O O 1 O O O
4 O O O O O O1O1O1O O O1O O O O O O O O O O O
5 00 00 O O O 00 O 00 00 10 O O O O O O O
6 O O O O O O O O O O O1O O 1O O1O O O O O O O O1O
7 O O O O O1O O O O1O O O O O O O O O O O O O O O1 O O O1
8 O O O O1 O O O O O1O O1O1 O O O O O O1O O O1O
9 O1O O1O O O O 1 O O O O 1 O O O O O 11 O O O O O O O1O O O O
10 O O O O O1O O O O 11 O O O1 O O1O O O O 11 O O O1 O O
11 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O
12 O O O O O O O O O O O O O O1O1 O O O O O O O
13 00 00100 010010 00 10 O O 010 001 01010
14 O O O1O O O O O O O O O1O O O O O1O O O O O O O1O O O O O
15 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1O1O O O O O
16 O O O O O O1O O O O O O O O O O O O1O O O O O O O O
17 O O O O O O O O O O O O O O O O O O1O O O O O O O O
18 O O O O O O O O O O O1O O O O O O O O O1 O O1O O O O1O
19 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1O O O
20 O 00 00 001 00 O 00 O O 0100 O 01000 O
21 O O O O O O O O O O O1O O O O O O O O O O1O O O O O O
22 O O O O O O O O O O O O O O 1O O1O O O O1O O O O O O O O
23 00 00 00 00 00 001000 000 0000 000 0000
24 00100 000010 O O 00 O 010 0010 00 0100
25 O O O O O O O O O O O O O 1O1 O O O O O O O O O O O O O O O O O
26 O 00 000000 00 O O O 010 O 000 000 O 000
27 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O 11 O O 1 O O O O
28 00 O 00000 O 00 O 000 00 0000 00 00000
29 O1O O1O O O O O O O O1O1O O1O O O O O O O O O O O
30 O O O O O O O1O O O O O O O O O O1O O O O O O O O O
31 O O O O O O O O O O O O1 O O O O O O O O O O
32 O O O O O O 1O O O O O O1O O O O O 1 O1O O O O
33 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1 O O O O
34 0100100100 001100110100 O O 00 O O O O
35 O O1O O1O O O O1O O O O O O O O O O O O O1 O1O O O O O O O O O
36 O 00 000000000 0000001 O O 00 00 O 000
37 O O O O O1O 1 O O1O1O O O1 O O O O O O O 1 O O1O
38 00 O 00000 00000000000 00 0001000100 00
39 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O
40 0100 00100 10001 000000 01 001 001 00000
41 O O O O O O O O O O O O O O O O1O O O O O O O O O O O
42 O O O O O O O1O O O O O O O O 1O O1O1O1O O O O
43 O 0000010 01000 010001010 O 00 O O O O
44 O 00 00000 0000 000000000 O 00 000 O 00
45 0100 00 00 0010 O 0001 00 10 00 O 010100
46 00100 O 0000000 O O O 00 01 00 O 10 00
47 O O O O O O O O O O1O O1O O O O O O O O O O O O O O O O O O
48 0010 00100 00101011010100 00 O 00 O O
49 O O1O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O1O O O O O1
50 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O1O O O O
51 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O
52 O O O O O1O O O1O O O O1O1 O1O O O O O O 1O O1
53 O O O O O O O O 1O O O O 1O O O O O O1O O O1 O O O O O
54 O O O O O O O O O O O O O O O O O O 1O O 1O O O O O O O O O O O
55 O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O O
MATRIZ DE DATOS DEL ANÁLISIS DE CORRESPONDENCIAS 379
A
-- B
-- e --
-- D E --
--- F
-G H --
- -- I -- L -
K --
J -- M - o -
N - p -
Q -
56 o 1 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o
57 o o o o o o o o o o o o o o o o o o 1 o o o o o o o o o o o o
58 o o o o o o o o o o o 1 o 1 o 1 o o o o o 1 o o o o o o o
59 o o o o o o o o o o 1 o o o o o o o o o 1 o o o o o o o o o o
60 o o o 1 o o o o o o o o o o o o o o 1 o o o o o o o o o o o o
61 o o o o o o o 1 o o o o 1 o 1 o 1 o o o o o o o o o 1 o o
62 o o 1 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o
63 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o 1 o o o o o o o o o o o o
64 o o o 1 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o 1 o o o o o o o
65 1 o o o o o 1 o o o o o o 1 o o 1 o o o o o 1 o o o o o
66 o o o o o o 1 o 1 o o 1 o o 1 1 o o o o o 1 o o o 1 o o o
67 o o o o o o 1 o o o o o o o o o o o o o o o o 1 o o o o o
68 o o 1 o o o o 1 o o o o o l o 1 o o o 1 o o o o o o o o
69 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o 1 o o 1
70 o o o o o o o o o o 1 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o
71 o o o 1 o o o 1 o 1 o 1 o o 1 o o o o o o 1 o o o o o o
72 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o
- Variables:
A. Longitud J. Espinazo
B. Anchura K. Rabo
C. Altura L. Organos genitales
D. Tipo de pedestal M. Posición de las extremidades
E. Cara anterior de la cabeza N. Antebrazos delanteros
F. Orejas O. Rodillas delanteras
G. Mandíbula P. Jamones
H. Colmillos Q. Corvejones
l. Ojos R. Pezuñas
380 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Pág.
l. Diagrama-resumen de los desarrollos más importantes de la Arqueología del primer milenio a.C. en el Occidente de
la Meseta (últimos 120 afias de historia de la investigación). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
2. La Península Ibérica en la Ora Marítima de Avieno (según Sclwlten 1955) y a pmtir de los textos de Estrabón (según
García y Bellido 1945). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
3. Mapa físico del occidente de la Meseta.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
4. Estructura geommfológica básica del oeste de la Meseta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
5. Mapa de suelos del oeste de la Meseta: l. Tierra parda meridional; 2. Tierra parda húmeda sobre materiales
silíceos; 3. Suelo pardo calizo; 4. Suelo pardo no cálcico y arenales; 5. Suelos pardos sobre depósitos alóctonos
pedregosos; 6. Suelos rojos mediterráneos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
6. Cerámicas de Cogotas I del oeste de la Meseta y valle medio del Duero (a partir de Fernánde;:,-Posse 1986-87).. . 39
1. Cerámicas de Cogotas I procedentes de La Requejada, en San Román de la Hornija (Valladolid) (Delibes y Romero
1992)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
8. Arriba: distribución de frecuencias relativas de dataciones radiocarbónicas calibradas -1 sigma- procedentes de
contextos asociados a cerámicas de Cogotas I (según los datos de Castro, Micó y Sanahuja 1995). Abajo:
dataciones C-14 calibradas -2 sigma- más modernas del grupo Cogotas !, en relación con las más antiguas del
grupo Soto (a partir de los datos de Rui::.-Gálve::. 1995b y Delibes et alii 1995b). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
9. Grupos del Bronce Medio y Bronce Final en el oeste ele la Meseta: l. Fradellos (Zamora); 2. Pino (Zamora); 3.
Po::.ocincho (Muelas del Pan, Zamora); 4. Los Castrilluzos (Fariza, Zamora); 5. Almeida de Sayago (Zamora); 6.
La Modorra (Fresno de Sayago, Zamora); 7. Las Marquesas (Peleas de Abajo, Zamora); 8. El Rabiao (Cazurra,
Zamora); 9. Po::.oblanco (Casaseca de las Chanas, Zamora); JO. Los Mimbrerales (Gema, Zamora): 11. La Perrona
(Gema, Zamora); 12. Las Carretas (Casaseca de las Chanas, Zamora); 13. Castil la Cabra (Muelas del Pan,
Zamora); 14. Teso del Castro (Zamora); 14bis.Zamora; 15.La Aldehuela (Zamora); 16. El Tomillar (Fresno de la
Ribera, Zamora); 17. Los Vi/lares (P inilla de Toro, Zamora); 18. Los Palomares (Villardondiego, Zamora); 18bis.
Los Centenales (Villavendimio, Zamora); 19. El Palomar (Tagarabuena, Zamora); 20. Toro (Zamora); 21. La
Requejada (San Román de la Hornija, Valladolid); 22. Pollos (Valladolid); 23. Carricastro (Tordesillas. Valladolid);
24. Pinar (?) (Valladolid); 25. Renedo de Esgueva (Valladolid); 26. Valladolid; 27. San Pedro Regalado
(Valladolid); 28. Amusquillo de Esgueva (Valladolid); 29. Fuellte de la Salud (Pesquera de Duero, Valladolid); 30.
La Plaza (Cogeces del Monte, Valladolid); 31. Coca (Segovia); 32. Almenara de Adaja (Valladolid); 33.
Cantazorras (Arévalo-Donhierro, Ávila); 34. Orbita (Arévalo, Ávila); 35. Maga::.os (Ávila); 36. Carrávilas
(Barromán-Bercial de Zapardiel, Ávila); 37. Gome::,narro (?) (Valladolid); 38. La Mota (Medina del Campo,
Valladolid); 39. El Campillo (?) (Valladolid); 40. El Convento (Villabuena del Puente, Zamora); 41.Teso del Cuerno
(Fo,foleda, Salamanca); 42. El Regado (Pino de Tormes, Salamanca); 43. Ledesma (Salamanca); 44. Teso del
Valdecidiel (Barbadillo, Salamanca); 45. Las Rozadas (Barbadillo, Salamanca); 46. Cejo de Diego Góme::, (La
Mata de Leclesma, Salamanca); 47-48. La Dehesa y Dolmen de las Caí'ías (Fuenteliante, Salamanca); 49. Coto Alto
(La Tala, Salamanca); 50. Santibáiiez de la Sierra (Salamanca); 51. El Castanar (Colmenar de Montemayo1;
Salamanca); 52. La Corvera (Nava/moral de BéjCll; Salamanca); 53. Tranco del Diablo (Béja1; Salamanca); 54. El
Risco (Santibáiiez de Béjar, Salamanca); 55. Cancho Enamorado-La Dehesa, Cerro del Berrueco (El Tejado,
Salamanca); 56. Tejado (Salamanca); 57. Las Tierras de Garrí (La Maya, Salamanca); 58. Bejarano (Martinam01;
Salamanca); 59. Mesa-Castillo del Carpio, Ca17Jio Bernardo (Villagon::.alo de Tormes, Salamanca); 60. Castaíieda
Matacán (Villagonzalo de Tormes, Salamanca); 61. Las Ollas (Garcihernández, Salamanca); 62. El Torrejón (Alba
de Tormes, Salamanca); 63. Galisancho (Valle del Tormes, Salamanca); 64. Bercimuelle (Galisancho, Salamanca);
382 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Pág.__
65. Peñaranda de Bracamonte (Salamanca); 66. El Castillo (Alaraz, Salamanca); 67. Dehesa del Castillo (Diego
Alvaro-Diego del Carpio, Ávila); 68. Coto Alto (La Tala, Salamanca); 69. Paraje del Mirador (Narrillos del Alanzo,
Ávila); 70. Navamorales (Salamanca); 71. Gallegos de Solmirón (Salamanca); 72. El Mirón (Ávila); 73. Malpartida
de Corneja (Ávila); 74. Bonilla de la Sierra (Ávila); 75. Vil/atoro (Ávila); 76. Las Zorreras (Muñana, Ávila); 77.
Baterna (Solosancho, Ávila); 78. Ulaca (Solosancho, Ávila); 79. El Cogote (La Torre, Ávila); 79bis. El Paredón de
los Moros (Niharra, Ávila); 80. Sanchorreja (Ávila); 81. Horcajuelo (Brabos, Ávila); 82. La Cordovilla (Papatrigo,
Ávila); 83. Gravera del P uente Viejo (Zorita de los Molinos-Mingorría); 84. Las Cogotas (Cardeñosa, Ávila); 85.
Cerro del Castillo (Cardeñosa, Ávila); 86. Prado de las Cruces (Bernuy-Salinero, Ávila); 87. Peíia Mingubela (Ojos
Albos, Ávila); 88. Segovia; 89. Toledo; 90. Layas (Toledo); 91. La Vega del Tesoro (Albarreal de Tajo, Toledo); 92.
Calaña (A/barreal de Tajo, Toledo); 93. El Pagón (Mesega,; Toledo); 94. Olivares de la Fuente (Malpica de Tajo,
Toledo); 95. Cabeza del Oso (Real de San Vicente, Toledo); 96. Anvyo Manzanas (Las Herencias, Toledo); 96a. "La
barranca del Aguila" (Talavera de la Reina, Toledo); 97. Carpio VI (Belvís de la Jara, Toledo); 98. Cmpio I (Belvís
de la Jara, Toledo); 99. Vado de Azután (Azután, Toledo); 100. Golín de la Senda (Oropesa, Toledo); 101.
Castañarejo (Arenas de San Pedro, Ávila); 102. Castillejo de Chilla (Candeleda, Ávila); 103. El Raso-Prado de la
Carrera (Candeleda, Ávila); 104. El Cardenillo (Madrigal de la Vera, Cáceres); 105. Cafiada de Pajares (Villanueva
de la Vera, Cáceres); 106. Vil/arrea! de San Carlos (Cáceres); 107. Boquique-Valcorchero (Plasencia, Cáceres);
108. Vil/ar de Plasencia (Cáceres); 109. Valdeobispo (Cáceres); 1 JO. Descargamaría (Cáceres); 111. Peíiaparda
(Salamanca); 112. La Muralla (Alcántara, Cáceres); 113. Dolmen del Garrote (Garrovillas, Cáceres); 114. Vado
de Alconétar (Garrovillas, Cáceres); 115. Dolmen del Guadancial (Garrovillas, Cáceres); 116. El Aguijón de
Pantoja (Trujillo, Cáceres); 117. Monroy (Cáceres); 118. Cueva del Escobar (Roturas, Cáceres); 119. Berzocana
(Cáceres); 120. El Risco (Sierra de Fuentes, Ccíceres); 121. Molino Villarejo (Plasenzuela, Cáceres); 122. Cueva
de la Era (Montcínchez, Cáceres); 123. La Navilla (Montcínchez, Cáceres); 124. Cerro de la Barca (Herrera del
Duque, Badajoz); 125. Cerro Cogolludo (Ore/lana la Vieja-Nava/vil/ar de Pela, Badajoz). . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
10. Diagrama resumen del poblamiento en el suroeste de la Meseta. Porcentajes de continuidad entre el hábitat del
Bronce Final y el Hierro 1 y tipos de emplazamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
11. Metalurgia y cerámica abulense del Bronce Pleno y Bronce Final: 1, puñal de El Mirón; 2-3, ajorca de oro y punta
de cobre de tipo Praganqa de Ulaca; 4, hacha de Las Cogotas; 5, puíial de la casa Be-6 de El Berrueco; 6, hacha
de talón y un asa de Diego Alvaro; 7-8, fragmento de caldero de chapas de bronce remachadas y lanza tubular de
Sanchorreja; 9, vaso exciso de Bravos/Horcajuelo; 10-11, cerámica boquique de Las Cogotas; 12-14, cerámicas
incisas de La Cordovilla, en Papatrigo (según Delibes 1995). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
12. Utillaje metálico del Bronce Final I I -lll en el occidente de la Meseta: l. Hacha de apéndices de Fuenteliante
(Salamanca); 2. Hacha de apéndices de Fradellos (Zamora); 3. Hacha de talón de Fuenteliante (Salamanca); 4.
Hacha de talón de Tejado (Salamanca); 5. Hacha de talón de Pe,iaranda de Bracamonte (Salamanca); 6. Fibula de
codo de El Berrueco (Salamanca); 7. Fíbula de codo de San Román de la Hornija (Valladolid); 8. Regatón cónico
de Tejado (Salamanca); 9. Brazalete de Amusquillo de Esgueva (Valladolid); 10-11. Asadores de El Berrueco
(Salamanca) (a partir de los datos de Fernández Manzano 1986 ). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
13. Yacimientos Cogotas 1 del suroeste de la Meseta vinculados a ::,onas de pastos y lectura topográfica de estos últimos. . . 60
14. Grupos del Hierro Antiguo y de transición Bronce-Hierro en el oeste de la Meseta (los yacimientos del Duero medio,
a partir del original de Martín Valls 1986-87, modificado): l. Barcia! del Barco (Zamora); 2. Bretó (Zamora); 3.
Revellinos (Zamora); 4. Villafáfila (Zamora); 5. Las Arribaltas (Villa/pando, Zamora); 6. San Mamés (Villa/pando,
Zamora); 7. Aguilar de Campos (Valladolid); 8. Villafrechós (Valladolid); 9. Tordehumos (Valladolid); JO. Medina
de Rioseco (Valladolid); 11. Villanueva de San Mancio (Valladolid); 12. Montealegre (Valladolid); 13. Valoría la
Buena (Valladolid); 14. San Martín de Valvení (Valladolid); 15. Amusquillo (Valladolid); 16. Olmos de Esgueva
(Valladolid); 17. Castronuevo de Esgueva (Valladolid); l 7bis. Renedo (Valladolid); l8. Pago de Gorrita
(Valladolid); 19. El Soto de Medinilla (Valladolid); 20. Simancas (Valladolid); 21. Torrelobatón (Valladolid); 22.
Villagarcía de Campos (Valladolid); 23. Villanueva de los Caballeros (Valladolid); 24. Mota del Marqués
(Valladolid); 25. Tiedra (Valladolid); 26. Castromembibre (Valladolid); 27. Pinilla de Toro (Zamora); 28. Abezames
(Zamora); 29. Molacillos (Zamora); 30. Carbajales ele Alba (Zamora); 30a. Fraclellos (Zamora); 31. Ricobayo
(Zamora); 32. La Aldehuela (Zamora); 33. Carrascal (Zamora); 34. Zamora; 35. Madridanos (Zamora); 36. La
Cuesta del Viso (Madridanos, Zamora); 37. Villa/a::,án (Zamora); 38. Toro (Zamora); 39. Villar Pequeño (Pollos,
Valladolid); 40. Calvillos (Pollos, Valladolid); 41. Foncastín (Valladolid); 42. Valdestillas (Valladolid); 43.
Matapozuelos (Valladolid); 44. Tudela ele Duero (Valladolid); 45. VillabáFiez (Valladolid); 46. SantibáFie::, de
Valcorba (Valladolid); 47. Pesquera de Duero (Valladolid); 48. P iiiel de Abajo (Valladolid); 49. Padilla de Duero
(Valladolid); 50. Curie{ (Valladolid); 51. Cuéllar (Segovia); 52. Montemayor de Pililla (Valladolid); 53. Santiago
del Arroyo (Valladolid); 54. Alcazarén (Valladolid); 55. La Mota (Medina del Campo, Valladolid); 56. Coca
(Segovia); 57. Almenara de Adaja (Valladolid); 58. Gome�narro (Valladolid); 59. El Campillo (Valladolid); 60. El
Castillo (Fariza, Zamora); 61. Teso del Dinero (Cerezal de PeFiahorcada, Salamanca); 62. Picón de la Mora
(Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 63. Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes, Salamanca) ( ?); 64. Ledesma
(Salamanca); 65. Salamanca; 66. El Torrejón (Alba de Tormes, Salamanca); 67. Cerro ele San Pelayo (Martinamor,
Salamanca); 68. Las Cogotas (Carclefiosa, Ávila); 69. Sanchorreja (Ávila); 70. Las Zorreras (Muñana, Ávila); 71.
Ulaca (Solosancho, Ávila) (?); 72. La Pinosa (Gavilanes, Ávila); 73. El Raso (Candeleda, Ávila); 74. El CastaFiar
(Candeleda, Ávila); 75. Cañada de Pajares (Villanueva de la Vera, Cáceres); 76. Jarandilla (Cáceres); 77. El
Collado (Barco ele Ávila, Ávila); 78. Las Paredejas-Cerro del Berrueco (Medinilla, Ávila); 79. El CastaFiar
(Colmenar de Montemayor, Salamanca); 80. El Castillo (Herguijuela ele Ciudad Rodrigo, Salamanca); 81. La
ÍNDICE DE FIGURAS 383
Pág.
Muralla (Alcántara, Cáceres); 82. La Silleta (Caíiaveral, Cáceres); 83. Riolobos (Cáceres); 84. La Porra (Mirabel,
Cáceres); 85. Serradilla (Cáceres); 86. Monfragüe (Torrejón el Rubio, Cáceres); 87. La Muralla (Valdehúnca,;
Cáceres); 88. Talavera la Vieja (Embalse de ValdecaFías, Cáceres); 89. Oropesa (Toledo); 90. Cerro del Royo (El
Puente del Arzobispo, Toledo); 91. Calera de Fuentidueiia (Azután, Toledo); 92. Arroyo Manzanas (Las Herencias,
Toledo); 93. Casa del Carpio (Belvís de la Jara, Toledo); 94. Villaseca (Belvís de la Jara, Toledo); 95. Alcaudete de
la Jara (Toledo); 96. Bargas (Toledo); 97. Toledo; 98. Cobisa (Toledo); 99. Caíiamero (Cáceres); 100. El Terral
(Berzacana, Cáceres); 101. Almoroquí (Madroíiera, Cáceres); 102. Torrejón de Abajo (Cáceres); 103. El Risco
(Sierra de F uentes, Cáceres); 104. Sierra de Santa Cruz (Santa Cruz de la Sierra, Cáceres); 105. San Cristóbal
(Valdemorales, Cáceres); 106. Los Castillejos (Madrigalejo, Cáceres); 107. Gargáligas (Badajoz); 108. Cerro
Cogolludo (Ore/lana la Vieja-Navalvillar de Pela, Badajoz). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
15. Cabaíias de adobe y planta circular de El Soto de Medinilla, Valladolid (campaíias de 1989-90) (según Delibes y
Romero 1992). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
16. Cerámicas lisas y grafitadas de El Soto de Medinil/a, Valladolid (según Delibes y Romero 1992). . . . . . . . . . . . . . 67
º
17. Metalurgia atlántica de León y Palencia (n 5), asimilable al grupo Soto: l. Hacha de apéndices de Villaverde de
Arcayos; 2. Molde de Gusendos de los Oteros; 3. Cincel de cubo de Otero de Sariegos; 4. Hoz de Torre de Babia;
5. Tranchet de Paredes de Nava; 6. Punta de lanza de Sahagún de Campos (según Delibes y Romero 1992).. . . . . 70
18. Arriba: cerámicas con decoración a peine y de tipo Soto del cerro de San Vicente, Salamanca. Abajo: cerámicas,
fíbulas y aguja de bronce del poblado del Picón de la Mora, Encinasola de los Comendadores (según Martín Valls
1986-87). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
19. Materiales del Hierro Antiguo y de tradición orientalizante: recipientes rituales (1-2), broches de cinturón (8 y 12),
fíbula (9) y cabecita hathórica (13) de Sanchorreja (González-Tablas 1990, González-Tablas et alii 1991-92,
Maluquer 1958); cerámica pintada (3) de La Mota (Seco y Treceíio 1993); bronce (4) del Berrueco (instituto
Valencia de don Juan, dibujo sobre fotografía); asa (5), pie de mueble (6) y copa incisa con botones de cobre (JI)
de Las Cogotas (Cabré 1930); broche (7), ungüentario de vidrio polícromo (10) y figurita etrusca ( 14) de El Raso
(Fernández Gómez 1972, Fernánde;:, Gómez y López Fernández 1990).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
20. Diagrama resumen de la evolución del poblamiento de la Primera Edad del Hierro en el SO. de la Meseta y de
Ávila-Salamanca en particulcu:. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
21. (A) Plano de Los Castillejos de Sanchorreja, (B) cerámicas con decoración incisa a peine y (C) planta rectangular
de una de las viviendas del castro (Maluquer 1958, redibujado); (D) planta circular de la tercera cabaíia de
Ledesma (según Benet et alii 1991). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
22. Cerámicas del grupo Soto de Medinilla procedentes del Cerro de San Vicente, Salamanca (según Martín Valls et
a/ii 1991).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
23. Cerámica con decoración a peine en contextos de la Primera Edad del Hierro ( círculos mayores) en el valle medio
del Duero y Sistema Central. Los círculos más pequeíios seiialan aquellos yacimientos donde su presencia es muy
probable, aunque las condiciones de los hallazgos aún no han permitido definir plenamente su carácter: l. Gorrita
(Valladolid); 2. Roa (Burgos); 3. Simancas (Valladolid); 4. Sieteiglesias (Matapo:;:,uelos, Valladolid); 5. La Mota
(Medina del Campo, Valladolid); 6. Cuéllar (Segovia); 7. Sanchorreja (Ávila); 8. Las Cogotas (CardeHosa, Ávila);
9. El Viso (Madridanos, Zamora); 10. Picón de la Mora (Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 11. Yecla
de Yeltes (Salamanca); 12. Ledesma (Salamanca); 13. Cerro de San Vicente (Salamanca); 14. Las Paredejas/El
Berrueco (Medinilla, Ávila); 15. Pajares (Villanueva de la Vera); 16. El CastaHar (Candeleda). . . . . . . . . . . . . . . 84
24. Ajuar ritual orientalizante de Las Fraguas (Las Herencias), compuesto por timiaterio (2) y jarro tartésico (A-B). El
primero se ha relacionado por su moifología con los quemape,fumes de Sajara, en Portugal (1), y del túmulo A de
los Higuerones, en Cástula (3) (a partir de Fernández Miranda y Pereira 1992). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
25. Evidencias antiguas de hierro: 1. Navajas de afeitar (a-b), escoplos (c-d), anillas (e-f) y le;:,na (g). junto a bronces
y cerámica boquique de la casa Be-2 del Berrueco (Maluquer 1956); 2. Hachas y otros útiles de Sanchorreja
(Gonzále::.-Tablas et alii 1991-92); 3. Azuelas de apéndices de El Berrueco (a) y de Campotéjar (b-c) (Almagro
Gorbea 1993a); A-B. Modelos de difusión de la metalurgia del hierro: A, "modelo de disponibilidad" de Zvelebil
y Rowly Conwy (1986) con difusión a través de contactos entre vecinos, y B. igual modelo con difusión a través de
especialistas itinerantes (Rui::, Zapatero 1992).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
26. Modelo de intercambios y esferas de interacción en la Primera Edad del Hierro: dispersión de objetos
orientalizantes en asentamientos indígenas del oeste de la Meseta (los yacimientos del Guacliana y el Guadalquivil;
a partir del original de Martín Bravo 1996, modificado).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
27. Cerámicas del grupo Soto de Medinilla de la Primera Edad del Hierro, con claras afinidades tipológicas en la
cultura castre/la soriana y en el valle del Ebro, de donde derivan en última instancia (según Rui;:, Zapatero 1995). 97
28. La Primera Edad del Hierro en el occidente de la Meseta. Dispersión general de yacimientos y hallazgos aislados
en la cuenca sedimentaria del Duero, estribaciones montafiosas del Sistema Central y valle medio del Tajo. . . . . . 99
29. Grupos vettones del Hierro Pleno-Final en el suroeste de la Meseta: l. San Mamede (Villardiegua de la Ribera,
Zamora); 2. Moral de Sayago (Zamora); 3. El Castillo (Fariza, Zamora); 4. Castillo Moro (Fermoselle, Zamora)
(?); 5. Fermoselle (Zamora); 6. Virgen del Castillo (Pereíia, Salamanca); 7. San Cristóbal (Villarino de los Aires,
384 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Salamanca); 8. Camino de Corporario (Masueco, Salamanca); 9. Teso del Dinero (Cerezal de Peñahorcada,
Salamanca)(?); JO. Las Uces(Valsalabroso, Salamanca); 11. El Castillo(Saldeana, Salamanca); 12. Castillo de
Saldaiiuela(Serme/la,; Salamanca); 13. El Picón de la Mora(Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 14.
Los Castillos(Yecla de Ye/tes, Salamanca); 15. Yecla la Vieja(Yecla de Yeltes, Salamanca); 16. Cabezo de S. Pedro
(Hinojosa de Duero, Salamanca)(?); 17. Las Merchanas(Lumbrales, Salamanca); 18. Las Cercas(Vil/avieja de
Ye/tes, Salamanca); 19. Castelmao(San Felices de los Gallegos, Salamanca); 20. La Plaza(Gallegos de Argaíián,
Salamanca); 21. Ciudad Rodrigo(Salamanca); 22. Irueña(Fuenteguinaldo, Salamanca); 23. Lerilla(Zamarra,
Salamanca); 24. Castra::. (Salamanca)(?); 25. Ledesma (Salamanca); 26. Peiiausende (Zamora); 27. La Tuda
(Zamora); 28. Salamanca; 29. Alba de Tormes(Salamanca); 30. Cuesta de Sta. Ana(Garcihernánde;:_, Salamanca);
31. Coca de Alba(Salamanca); 32. Los Ocuestos(Alaraz, Salamanca); 33. Papatrigo(Ávila); 34. Arévalo(Ávila)
(?); 35. Orbita(Arévalo, Ávila); 36. El Cabe;:_o(Ojos Albos, Ávila); 37. Cerro de la Cabra-Peña Mingubela(Ojos
Albos, Ávila); 38. Cerro Cervero(Ávila); 39. La Serna(Ávila); 40. El Colmenar(Tornadizos, Ávila); 41. Sta. Cruz
de Pinares(Ávila); 42. El Barraca(Ávila); 43. Ennita de Sonsoles(Ávila); 44. Ávila; 45. Bascarrabal/Narrillos de
San Leonardo (Ávila); 46. Ulaca (Solosancho, Ávila); 47. Las Cogotas (Cardeiiosa, Ávila); 48. El Castillo
(Cardeiiosa, Ávila); 49. Horcajuelo(Bravos, Ávila); 50. La Mesa de Miranda(Chamartín de la Sierra, Ávila); 51.
Despoblado (Ávila); 52. Sanchorreja (Ávila); 53. Muñogalindo (Ávila); 54. Padiernos (Ávila); 55. Monleón
(Salamanca); 56. Los Tejares-El Berrueco (El Tejado, Salamanca); 57. Las Paredejas-El Berrueco (Medinilla,
Ávila); 58. La Corvera(Navalmoral de Béjar. Salamanca); 59. Béjar (Salamanca)(?); 60. Cuesta de las Viiias
(Barco de Ávila, Ávila); 61. Encinares(Ávila); 62. Era de los Moros(Cabe;:.as Altas, Ávila); 63. Castillejo(Sta.
Cruz de Paniagua, Cáceres); 64. Cáparra-La Villeta(Oliva de Plasencia, Cáceres); 65. Berrocalillo(Plasencia,
Cáceres); 66. El Camocho(Malpartida de Plasencia, Cáceres); 67. Vil/avieja(Casas del Castaiiar, Cáceres); 68.
Los Picos(Aldeanueva de la Vera, Cáceres); 69. El Cardenillo (Madrigal de la Vera, Cáceres); 70. Cañada de
Pajares(Villanueva de la Vera, Cáceres); 71. El Castaíiar(Candeleda, Ávila); 72. El Castrejón( Candeleda, Ávila);
73. El Raso(Candeleda, Ávila); 74. Prado de la Carrera(Candeleda, Ávila); 75. Castillejo de Chilla(Candeleda,
Ávila); 76. Navalcán(Toledo); 77. El Berrocal(Arenas de San Pedro, Ávila); 78. Fuente Blanca(Mombeltrán,
Ávila); 79. La Pinosa(Gavilanes, Ávila); 80. Escarabajosa(Sallta María del Tiétar. Ávila); 81. Almoerón(S. Martín
de Valdeiglesias, Madrid); 82. Navarredonda(S. Martín de Valdeiglesias, Madrid); 83. El Moro(Higuera de las
Dueiias, Ávila); 84. El Castrón(Fresnedilla, Ávila); 85. Cabeza del Oso(Real de San Vicente, Toledo); 86. Castillo
de Sayuela (Toledo); 87. Castillo de Vil/alba (Cebolla, Toledo); 88. Torrejón (Malpica de Tajo, Toledo); 89.
Macarro(S. Martín de Pusa, Toledo); 90. Talavera de la Reina(Toledo); 91. Arroyo Man;:,anas(Las Herencias,
Toledo); 92. Cascajoso del Río (Belvís de la Jara, Toledo); 93. El Carpio (Belvís de la Jara, Toledo); 94. El
Castillaza(Belvís de la Jara, Toledo); 95. Villarejos(Alcaudete de la Jara, Toledo); 96. Castrejón (Retamoso,
Toledo); 97. Los Maíllos(Belvís de la Jara, Toledo); 98. Robledo del Ma;:_o(Piedraescrita, Toledo); 99. La Estrella
(Estrella de la Jara, Toledo); 100. Castrejón(Aldeanueva de San Bartolomé, Toledo); 101. Mohedas de la Jara
(Toledo); 102. Tocona/ (Carrascalejo de la Jara, Cáceres) (?); 103. El Castillo (Navalmoralejo, Toledo); 104.
Calera de Fuentidueíia(Azután, Toledo); 105. El Royo(Puente del Arzobispo, Toledo); 106. La Mesa-El Rincón
(A/colea de Tajo, Toledo); 107. La Alcoba(Talavera de la Reina, Toledo); 108. Oropesa(Toledo); 109. Ca/eruela
(Toledo); 110. Talavera la Vieja(Embalse de Valdecaíias, Cáceres); 111. La Muralla(Valdehúnca,; Cáceres); 112.
Castillejos(Valdecai'ías, Cáceres); 113. Cáceres el Viejo(Casas de Millán, Cáceres); 114. Sta. Marina(Cañaveral,
Cáceres); 115. Alconétar(Garrovillas, Cáceres); 116. La Torrecilla(Talaván, Cáceres); 117. Castillejo de la Orden
(Alcántara, Cáceres); 118. Santiago del Campo(Cáceres); 119. El Aguijón de Pantoja(Trujillo, Cáceres); 120. Sta.
Ana(Monroy, Cáceres); 121. Vil/eta de la Burra(Trujillo, Cáceres); 122. El Pardal(Trujillo, Cáceres); 123. Villeta
de A::,uquén(Trujillo, Cáceres); 124. Almoroquí(Madroíiera, Cáceres); 125. La Coraja(Aldeacentenera, Cáceres);
126. La Hoya (Aldeacentenera, Cáceres); 127. La Dehesilla(Berzocana, Cáceres); 128. Castrejón(Ber::,ocana,
Cáceres); 129. Valdeagudo (Madroiiera, Cáceres); 130. Castillejos (Conquista de la Sierra, Cáceres); 131.
Castillejo(Sta. Cru;:, de la Sierra, Cáceres); 132. Molino Villarejo(Plasen;:,uela, Cáceres); 133. Villasviejas del
Tamuja(Botija, Cáceres); 134. San Cristóbal(Logrosán, Cáceres); 135. Los Castillejos(Madrigalejo, Cáceres);
136. Cerro Cogolludo(Ore/lana la Vieja-Navalvillar de Pela, Badajo::.). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
30. Diagrama-resumen del poblamiento vettón en el occidente de Salamanca, valle de Amblés y valle medio del Tajo.
Porcentajes de continuidad entre los asentamientos del Hierro I y del Hierro 11, y del hábitat de nuem planta en la
Segunda Edad del Hierro en las tres comarcas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
31. Modelos para interpretar distribuciones de asentamiento en el suroeste de la Meseta en la Primera(AJ y Segunda
Edad del Hierro(B), en relación con la distancia desde los centros al vecino más próximo, la longitud del perímetro
y el incremento de población. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
32. Modelo socio-económico de alta capacidad expansiva propuesto por Rui::, Zapatero (1995) para los grupos de
tradición de Campos de Urnas. Un modelo análogo explicaría la evolución y el nuevo patrón de poblamiento del
occidente de la Meseta en el marco de la celti;:,ación.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
33. Oppidum de La Mesa de Miranda, en Chamartín de la Sierra(Ávila): 1. Foso; 2. Campo de piedras hincadas; 3.
Necrópolis.(Alvarez-Sanchís 1993, a partir de Cabré et alii 1950). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
34. Mapa con la localización del poblado de Las Cogotas, topografía y sectores excavados(Rui::, Zapatero y Alvarez-
Sanchís 1995). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
35. Arriba: mapa regional del poblamiento del valle de Amblés, caracteri::,ación económica de los suelos y yacimientos
citados en el texto (Alvarez.-Sanchís 1994, modificado). Abajo: polígonos de T hiessen alrededor de los centros
principales afina/es de la Edad del Hierro(Ruiz Zapatero y Alvarez-Sanchís 1995, modificado). . . . . . . . . . . . . . 118
ÍNDICE DE FIGURAS 385
P�g.
36. (A). Distancias y comunicaciones ópticas en el valle de Amblés a finales de la Edad del Hierro. (B).
Emplazamientos conocidos de la escultura Z,Oomo¡fa y control óptico del territorio circundante (radios de 1 y 2
Km.). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
37. Caracterización económica de los territorios de explotación en los poblados abulenses, fortificados y abiertos.
Módulos de 1, 2 y 5 Km.de radio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
38. Mapa del poblamiento del occidente de Salamanca en el Hierro I1, entre los ríos Ye/tes/Huebra y Agueda.
Caracteri::,ación económica de los suelos y yacimientos principales citados en el texto.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
39. Caracteri::,ación económica de los territorios de explotación en los castros salmantinos.Módulos de 1, 2 y 5 Km.
de radio... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
40. Distancias, comunicaciones ópticas entre asentamientos y afloramientos de mineral en el occidente de Salamanca... . . 125
41. Emplazamientos conocidos de la escultura Z,Oomo,ja en el occidente de Salamanca y control óptico del territorio
circundante (radios de 1 y 2 Km.). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
42. Mapa regional del poblamiento del valle medio del Tajo en la Segunda Edad del Hierro.Caracteri;:,ación económica
de los suelos y yacimientos principales citados en el texto..... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
43. Caracterización económica de los territorios de explotación en los poblados del Tajo medio.Módulos de 1, 2 y 5
Km.de radio.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
44. (A). Distancias y comunicaciones ópticas en el valle medio del Tajo a finales de la Edad del Hierro. (B).
Emplazamientos conocidos de la escultura ::,0011101ja y control óptico del territorio circundante (radios de 1 y 2
Km.). ................................................................................... 131
45. Modelos de poblamiento regional en el oeste de la Meseta a finales de la Edad del Hierro.Polígonos de T hiessen
trazados alrededor de los grandes oppida y de otras poblaciones fortificadas menores. También se han tra;:,ado
arcos (líneas discontinuas) alrededor de alguno de los centros principales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
46. Arriba: valoración general de los poblados vettones a partir de sus condiciones topográficas y defensivas.Abajo:
relación entre los metros de muralla construídos y la supe1ficie ocupada de los oppida del valle de Amblés.. . . . . 134
47. Modelos de asentamiento de los núcleos fortificados atendiendo al tamw1o............................... 135
48. Arcas de supe1ficie comparativas de los castros del occidente de Salamailca, Extremaduray valle del Tajo (plantas
obtenidas a partir de los datos de Hernánde;:, 1989; Maluquer 1968; Martín Valls 1971by 1973a; Esteban Ortega
et alii 1988; Redondo et alii 1991 y Rodrígue::,Almeida 1955) (redibujado). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
49. Areas de superficie comparativas de los grandes oppida abulensesy los poblados salmantinosy extremefios (plantas
obtenidas a partir de los datos de Cabré 1930; Cabré et alii 1950; Alvare::,-Sanchís 1993; Femánde::, Góme::, 1986;
Hernánde::, 1989; Maluquer 1968; Martín Valls 1971by 1973a; Esteban Ortega et alii 1988y Redondo et alii 1991)
(redibujado).... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
50. Areas de supe1jicie comparativas de los grandes oppida europeos y los oppida abulenses (a partir del original de
Rui::, Zapatero y Alvare::,-Sanchís 1995, modificado)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
51. Plano del oppidum y de las puertas de Las Cogotas, y reconstrucción ideal de la puerta principal (Rui::, Zapateroy
Alvare::,-Sanchís 1995)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
52. Estructura intema de Las Cogotas, planta de las casas adosadas a la puerta principal del primer recinto y
reconstrucción ideal. El histograma indica la supe1ficie interna de cada una de las viviendas (Rui;:, Zapatero y
Alvare::,-Sanchís 1995)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
53. Plano, topografía _v organi::,ación interna del oppidwn de Ulaca (Solosancho, Ávila). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
54. Plantas de casas excavadas en poblados vettones: Las Cogotas, La Mesa de Miranda, El Raso de Candeleda, La
Corajay Villasviejas del Tamuja (a partir de los datos de Cabré 1930; Cabré et alii 1950; Fernánde::, Góme::, 1986;
Esteban Ortega 1993 y Hemández Hemánde::, et alii 1989) (redibujado).... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
55. Selección de materiales de la Edad del Hierro (1-20)y del Bronce Pleno-Final (21-23) hallados conjuntamente por
Cabré en las casas tercera y cuarta de la acrópolis de Las Cogotas (Rui;:, Zapateroy Alvarez-Sanchís 1995, a partir
de los dibujos de Pablo Alonso)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
56. Selección de croquis de casas de módulo cuadrangular y rectangulw; con estancias adosadas y grandes casas de
planta compleja del oppidum de Ulaca.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
57. Selección de croquis de casas ele módulo cuadrangular y rectangulw; con estancias adosadas y grandes casas de
planta compleja del oppidum de Ulaca.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
58. Levantamiento fotogramétrico de la sauna de Ulaca.Plantay alzados (Almagro-Gorbeay Alvare;:,-Sanchís 1993). . . . . 152
59. Reconstrucción ideal del oppidum de las Cogotas (Cardenosa, Ávila) a finales de la Edad del Hierro (Rui;:, Zapatero
y Alvare::,-Sanchís 1995). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
60. Alfar de las Cogotas y estructuras anexas junto a la muralla del segundo recinto del poblado. . . . . . . . . . . . . . . . 155
386 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Pág.
61. Arriba: módulos teóricos de adobes exhumados en asentamientos del oeste de la Meseta, del área Celtibérica y del
valle medio del Duero. Abajo: hoces (A-B), alcotanas (M-O), picas y otros utensilios de hierro del oppidwn de El
Raso (Fernánde::. Gómez y López. Femández 1990, sin referencia de escala). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
62. Esquematiz.ación de una de las canteras del oppidum de Ulaca _v reconstrucción de las diferentes fases del trabajo. . . . 158
63. Fases de ocupación de La Mesa de Miranda, en Chamartín de la Sierra... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
64. Fases de ocupación de Las Cogotas, en Cardeñosa. Hábitat del Bronce Final y vestigios de la Primera Edad del
Hierro en trama de puntos; pequefias estructllras en trama gris (Rui::. Zapatero y Alvare::.-Sanchís 1995,
modificado).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
65. Grupos arqueológicos de la Meseta y el valle del Ebro con evidencias funerarias: (a) y (b), del Bronce Final y
transición Bronce-Hierro; (c), de la Primera Edad del Hierro y (d), de la Segunda Edad del Hierro (según Rui::.
Zapatero y Lorrio 1995). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
66. Necrópolis prerromanas del suroeste de la Meseta y tumbas excavadas a partir de los datos publicados.. . . . . . . . 171
67. Localización de las necrópolis frente a las puertas de los poblados.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
68. Arriba, situación de las necrópolis respecto a los poblados según la distancia, la orientación y la altura relativa ( +
necrópolis a mayor altura que el poblado; - necrópolis más baja que asentamiento; = necrópolis y asentamiento a
la misma altura). Abajo, distancia de los poblados y las necrópolis a las corrientes de agua más próximas, y
orientación de estas últimas (este/oeste) en relación a los cementerios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
69. Evolución de la panoplia vettona. Ajuares militares y otros ajuares significativos en las necrópolis del occidente de
la Meseta. La relación de tumbas se ha obtenido a partir de los trabajos de Cabré (1932), Cabré et alii (1950),
Schüle ( 1969), Fernández Gómez (1986), Esteban Ortega et alii (1988), Cabré y Morán (1990), Baquedano (1990),
Baquedano y Escorza (1995).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
- Objetos relacionados con el armamento (números 1 a 38): l. Espada de frontón; 2. Espada de antenas, tipo
Aguilar de Anguita; 3. Espada de antenas, tipo Alcái;er-do-Sa/; 4. Espada de antenas, tipo Atance; 5. Espada de
antenas, tipo Arcóbriga; 6. Vaina de espada, metálica enteriza o de material perecedero y varillas metálicas; 7.
Espada falcata con pomo rematado en cabeza de ave; 8. Espada falcata, empuiiadura no conservada; 9. Espada
de tipo La Time; JO. Puñal de tipo Monte Bernorio con pomo naviforme; 11. Puñal de tipo Monte Bernorio con
pomo rematado en discos; 12. Puiial de tipo Monte Bernorio con pomo indeterminado; 13. Vaina de pufial de tipo
Monte Bernorio con contera unidiscoidal; 14. Vaina de pwzal de tipo Monte Bernorio con contera tetralobu/ada;
15. Tahalí; 16. Pwzal de antenas de tipo Alcái;er-do-Sal; 17. Puñal con empuñadura en forma semilunar (variante
de los modelos de antenas); 18. Puiial de frontón (pomo semicircular); 19. Puíial biglobular (pomo discoidal);
20. Vaina de puFíal (antenaslfrontón/biglobular); 21. Cuchillo aja/catado/navaja de dorso recto; 22. Soliferreum;
23. Punta de lan::.a de nervio central, resaltado o agudo; 24. Punta de lanza de nervio central y hoja de contornos
ondulados; 25. Punta de lanza de corte de cuatro mesas; 26. Punta de lanza de hoja corta (distintas secciones);
27. Punta de lanza de sección elipsoidal; 28. Punta de lan::.a de corte de seis mesas; 29. Regatón; 30. Umbo de
escudo troncocónico con prolongaciones radiales; 31. Umbo de escudo hemisférico; 32. Umbo de escudo
troncocónico de tipo Monte Bernorio; 33. Umbo de escudo cerrado de casquete cónico con remate; 34.
Abrazadera o manilla de escudo de aletas bitriangular de tipo ibérico; 35. Manilla de esrndo de tira estrecha;
36. Elementos para la sujección de las correas y/o manillas del escudo; 37. Discos-coraza (hierro) y discos de
bronce; 38. Casco.
- Objetos relacionados con los arreos del caballo (números 39 a 43): 39. Bocado de camas rectas; 40. Bocado de
camas curvas; 41. Bocado de arco de castigo (con barbada metálica); 42. Bocado de anillas; 43. Serretones,
anillas y otros elementos de atalaje.
F(bulas y broches de cinturón (números 44 a 57): 44. Fíbula sin resorte, forma de arco de violín; 45. Fíbula de
hoja de laurel, resorte unilateral o bilateral; 46. Fíbula anular hispánica; 47. Broche anular/hebilla; 48. Fíbula
de pie vuelto, prolongación en cubo, esfera o copa; 49. F(bula de La Ti'me !; 50. Fíbula de torrecilla; 51. Fíbula
de La Time JI; 52. Fíbula wom01fa de caballito; 53. Fíbula trasmontana; 54. F(bula de tipo omega; 55. Broche
de cinturón de placa cuadrangular con damasquinados de plata de tipo ibérico; 56. Broche de cinturón,
recortado, con damasquinados de plata de tipo ibérico; 57. Placa-broche con motivo de águila.
- Cerámica y vidrio (números 58 a 72): 58. Cerámica a mano; 59. Cerámica a mano con decoración a peine; 60.
Ungüentario de vidrio polícromo; 61. Ungüentario de cerámica a torno; 62. Kylix griego; 63. Plato gris a torno;
64. Cerámica a torno de pe1fil en S y globular; 65. Cerámica a torno (cuencos, pies de copas y otras variantes);
66. Copa de barni::. negro (forma 21 de Lamboglia); 67. Cerámica a tomo de cuello cilíndrico y base plana (tipo
IV de Cabré et alii 1950); 68. Cerámica campaniense; 69. Cerámica a tomo con asa de cesta; 70. Copa a torno
de alto fuste moldurado; 71. Cerámica a torno con decoración pintada; 72. Cerámica común romana.
Varios (números 73 a 85): 73. Fusayola/bolas de piedra o arcilla; 74. Cuenta de collar; 75. Pendientes y anillos;
76. Pinzas de bronce o hierro; 77. Pin::.as ibéricas caladas "tipo Cigarralejo "; 78. Brazalete; 79. Afilador de
piedra; 80. Punzón/doble pun::.ón; 81. Recipiente de bronce; 82. Parrilla; 83. Asador; 84. Tenaz.as, trébedes,
morillos y otros elementos relacionados con el fuego; 85. Tijeras.
70. Ajuares con armas en las necrópolis vettonas respecto al total de tumbas excavadas y publicadas. . . . . . . . . . . . . 177
ÍNDICE DE FIGURAS 387
_Pág.
71. Equipos militares de las necrópolis vettonas a partir de los datos proporcionados por El Raso de Candeleda, Las
Cogotas y La Osera(;:,ona VI). Los diagramas de barras ofrecen los porcentajes respecto al total de tumbas con
armamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
72. Fase I de las necrópolis de la Meseta occidental: A. El Raso de Candeleda-20; B. El Raso de Candeleda-63; C.
Alcántara B-12(A y B, según Fernández Gómez 1986; C, según Esteban Ortega et alii 1988).... . . . . . . . . . . . . . 181
73. Fase I de las necrópolis de la Meseta occidental: A.El Raso de Candeleda-64; B.Alcántara B-1; C. La Osera(A,
según Fernánde::. Gómez 1986; B, según Esteban Ortega et alii 1988; C, según Baquedano 1996, sin referencia de
tumba/s y sin escala)..... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
74. Fase I de las necrópolis de la Meseta occidental: A. El Raso de Candeleda-13; B. La Osera VI-388; C. La Osera
Vl-417; D. La Osera Vl-200; E. La Osera Vl-228(A, según Fernández Gómez 1986; B, C, D y E, según Cabré et
alii 1950)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
75. Fase II de las necrópolis de la Meseta occidental: A. Las Cogotas-513; B. La Osera VI-509; C. La Osera VI-514
(A, según Cabré 1932; B y C, según Cabré et alii 1950). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
76. Fase JI de las necrópolis de la Meseta occidental: A.Las Cogotas-4/8; B.Las Cogotas-288; C. Las Cogotas-1304;
D. Las Cogotas-1359; E. La Osera Vl-477; F. Las Cogotas-1354; G. Las Cogotas-287(A, B, C, D, F y G, según
Cabré 1932; E, según Cabré et alii 1950).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
77. Fases II (B, D) y III (A, C, E) de las necrópolis de la Meseta occidental: A.El Romaza[ l-46; B.Las Cogotas-605;
C. El Romaz.al l -36; D.Las Cogotas-383; E.El Romaza/ 1-22(A, C y E, según Hernández Hernández y Galán 1996;
B y D, según Cabré /932).................................................................... 193
78. Equipos funerarios representativos de las fases 1 y 11 en las necrópolis vettonas.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
79. Mapa de dispersión de yacimientos de la Edad del Hierro en la Meseta con cerámica "a peine": l. Labradas
(Arrabalde, Zamora); 2. Arclón (León); 3. Valderas (León); 4. Valdunquillo (Valladolid); 5. Teso de la Mora
(Molacillos, Zamora); 6. La Tuda (Zamora); 7. La Cuesta del Viso (Madridanos, Zamora); 8. Torrelobatón
(Grimata, Valladolid); 9. Montealegre de Campos (Valladolid); JO. Valoría la Buena (Valladolid); 11. Soto de
Medinilla (Valladolid); 12. Gorrita (Valladolid); 13. Arroyo de la Encomienda (Valladolid); 14. Simancas
(Valladolid); 15. Valdestillas(Valladolid); 16. Sieteiglesias (Matapozuelos, Valladolid); 17. El Lucero(Pozal de
Gallinas, Valladolid); 18.La Mota(Medina del Campo, Valladolid); 19.Coca(Segovia); 20.Cuéllar(Segovia); 21.
Carrascal del Río (Segovia); 22. Cogeces del Monte(Valladolid); 23. Santibáñez de Valcorba (Valladolid); 24.
Padilla de Duero(Valladolid); 25. Olivares de Duero(Valladolid); 26. Pesquera de Duero(Valladolid); 27. Roa
(Burgos); 28.Palenzuela(Palencia); 29.Castrojeriz(Burgos); 30. Ubiema(Burgos); 31.Castrovido(Burgos); 32.
Lara(Burgos); 33. Solarana(Burgos); 34. Pinilla Trasmonte(Burgos); 35.Arauza de la Torre(Burgos)(?); 36.
Langa de Duero(Soria); 37.La Vid(Burgos); 38.Ayllón(Segovia); 39.Tiermes(Soria); 40.La Requijada(Gomzaz,
Soria); 41.Osma(Soria); 42. Ucero(Soria); 43.La Mercadera(Soria); 44.La Revilla de Calatañazar(Soria); 45.
Cubo de la Solana(Soria); 46.Alpanseque(Soria); 47.Altillo de Cerropo::,o(Atienza, Guadalajara); 48.El Atance
(Guadalajara); 49. Carabias (Guadalajara); 50. Luzaga (Guadalajara); 51. Cerro de Los Encafios (Vi/lar del
Horno, Cuenca); 52. Las Esperillas(Sta. Cruz de la Zarza, Toledo); 53. Armuíia de Tajuña(Guadalajara); 54.
Cerro de La Gavia(Madrid); 55.Cerro Redondo(Fuente el Saz del Jarama, Madrid); 56.Orbita(Arévalo, Ávila);
57. Las Cogotas (Cardeiiosa, Ávila); 58. Ulaca(Solosancho, Ávila); 59. Sanchorreja(Ávila); 60. La Mesa de
Miranda(Chamartín de la Sierra, Ávila); 61.La Cuesta de Sta.Ana(Garcihernández, Salamanca); 62.Salamanca;
63.Ledesma(Salamanca); 64.Picón de la Mora(Encinasola de los Comendadores, Salamanca); 65.Yecla la Vieja
(Yecla de Ye/tes, Salamanca); 66.Las Paredejas(Medinilla, Ávila); 67.El Raso-El Castaiiar(Candeleda, Ávila); 68.
El Cardenillo(Madrigal de la Vera, Cáceres); 69. Pajares(Villanueva de la Vera, Cáceres); 70.Arroyo Manzanas
(Las Herencias, Toledo); 71.La Mesa-El Rincón(A/colea de Tajo, Toledo); 72. El Carpio(Belvís de la Jara, Toledo);
73.La Caraja(Aldeacentenera, Cáceres)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
º
80. Distribución de yacimientos con cerámica "a peine" según el n de piezas documentadas y la técnica dominante.
Conjuntos más representativos: l.Salamanca, 2. El Raso(Candeleda), 3.Sanchorreja, 4.Las Cogotas(Cardeñosa),
5.La Mesa de Miranda(Chamartín de la Sierra), 6.La Mota(Medina del Campo), 7. Simancas, 8.Coca, 9.Cuéllm;
JO.Padilla de Duero, J l .Roa, 12.Tiermes(Montejo de Tiermes). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
81. Cerámicas a mano( J a 9) y a torno(10 a J3), con decoración peinada, estampillada y pintada, procedentes de las
excavaciones de Cabré en la acrópolis de Las Cogotas( I y 5, reconstrucción según Cabré 1930; el resto, dibujos
de Pablo Alonso)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
82. Cerámicas a mano, a torno y con decoración estampillada recogidas en las prospecciones del oppidum de Ulaca.. . . . 206
83. Fomws de las cerámicas a tomo procedentes de las necrópolis de la Alta Extremadura(según Martín Bravo 1996)... . 209
84. Cerámicas a tomo procedentes del alfar de las Cogotas(/-/ J) y del basurero anexo(/2-15)................. 210
85. Cerámicas pintadas de tipo celtibérico del Teso de las Catedrales(Salamanca)(según Martín Valls et alii 1991).. . . 212
86. Distribución geográfica de la escultura ;:,oomorfa.Se especifica su emplazamiento original, respetando la división
administrativa actual en provincias y municipios: 1. Monterroso (Lugo); 2. Castro de Tr01ia, Puenteáreas
(Pontevedra); 3. Castro de Santa Tecla, La Guardia(Pontevedra); 4. Castro de Asswu;ao, Barbeita(Minho); 5.
Castro de Paderne (Minho); 6. Castro de Eirexairo o Vila de Sén, Bembibre(Orense); 7. Castro de Cabanca o
388 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
!:'!g.
Casteliiío, Castre/o do Val (Orense); 8. Castro de Florderrey Vello (Orense); 9. Castro de Sabroso, Sande (Minho);
JO. Agua Revés e Castro (Trás-os-Montes); 11. Castro de S. Brás ?, Torre de Dona Chama (Trás-os-Montes); 12.
Bragam;;a (Trás-os-Montes); 13. Failde (Trás-os-Montes); 14. Parada de lnfanr;oes (Trás-os-Montes); 15. Castro de
Mau ?, Coelhoso (Trás-os-Montes); 16. Cerro Los Barreros, Sejas de Aliste (Zamora); 17. San Vitero (Zamora); 18.
Castro de Cadaval ?, Murr;a de Panoias (Trás-os-Montes); 19. Santa Marinha do Zé::.ere (Douro Litoral); 20.
Paredes da Beira (Beira Alta); 21. Quinta da Ribeira, Tralhari::. (Trás-os-Montes); 22. Castro de Nuestra Senhora
da Assunr;ao, Vila Flor (Trás-os-Montes); 23. Castro de Derruída ?, Vi/a Ve/ha da Sta. Cru::. da Vilarica (Trás-os
Montes); 24. "Oliva[ dos Berróes"-Castro de Caber;a Boa, Cabanas de Baixo (Trás-os-Montes); 25. Castro de
Baldoeiro, Moncon10 (Trás-os-Montes); 26. Ar;oreira (Trás-os-Montes); 27. Quinta de Sáo Tiago, Ligares (Trás-os
Montes); 28. "Cabezo de Corar;eira"-Castro de Santa Luzia, Freixo de Espada-á-Cinta (Trás-os-Montes); 29.
Castro de Santa Luzia, Freixo de Espada-á-Cinta (Trás-os-Montes); 30. Mazouco (Trás-os-Montes); 31. "Caber;o
de Escouradal", Fornas (Trás-os-Montes); 32. Vi/a de Sinos (Trás-os-Montes); 33. Masueco (Salamanca); 34.
Castro de Castelar, P icote (Trás-os-Montes); 35. Castro Senhora do Monte _?, Duas lgrejas; 36. Malhadas (Trás
os-Montes); 37. Castro de Fariza (Zamora); 38. Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora); 39.
Moral de Sayago (Zamora); 40. Abelón (Zamora); 41. Cerro de San Gil, Pino (Zamora); 42. Castro de Santiago,
Villalcampo (Zamora); 43. Campillo (Zamora); 44. Castro de San Esteban, Muelas del Pan (Zamora); 45. San
Pelayo, Almaraz de Duero (Zamora); 46. Madridanos (Zamora); 47. Finca El Alba, Villala;:,án (Zamora); 48. Toro
(Zamora); 49. Castro de Tardajos (Burgos); 50. Castro de Lara de los Infantes (Burgos); 51. Sepúlveda (Segovia);
52. Torrelaguna (Madrid), aunque trasladada desde Ávila; 53. Segovia; 54. Coca; 55. Arévalo (Ávila); 56. San Juan
de la Torre, Bernuy-Zapardiel (Ávila); 57. Papatrigo (Ávila); 58. El Oso (Ávila); 59. Santo Domingo de las Posadas
(Ávila); 60. Alquería Los Yezgos, Sto. Domingo de las Posadas (Ávila); 61. Mingorría (Ávila); 62. Castro de Las
Cogotas, Cardeiiosa (Ávila); 63. Solana de Rioalmar (Ávila); 64. Mirueíia de los lnfanzones (Ávila); 65. Narrillos
del Rebollar (Ávila); 66. Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín de la Sierra (Ávila); 67. '"El Palomar"-Castro
de La Mesa de Miranda, Chamartín de la Sierra (Ávila); 68. "Puente Muiiochas"-Castro de La Mesa de Miranda,
Chamartín de la Sierra (Ávila); 69. "Las Moras", Narrillos de S. Leonardo (Ávila); 70. Narrillos de San Leonardo
(Ávila); 71. Vicolozano (Ávila); 72. Finca de la Torre de Pedro Serrano, Martiherrero (Ávila); 73. Finca Flor de
Rosa, Martiherrero (Ávila); 74. Finca de San Miguel de las Vil1as, Martiherrero (Ávila); 75. El Palomar o El
Palomarejo, Martiherrero (Ávila); 76. Ávila; 77. Dehesa de Bascarrabal (Ávila); 78. El Fresno (Ávila); 79. Finca
La Serna, Bernuy-Salinero (Ávila); 80. Dehesa de la Alameda Alta, Tornadizos (Ávila); 81. Cerro de los Garduíios,
Tornadizos (Ávila); 82. Dehesa de la Fresneda, Tornadizos (Ávila); 83. Dehesa de GuterreHo, Ávila; 84. Finca
Gemiguel, Riofrío (Ávila); 85. Cebreros (Ávi/a); 86. Cercado de los Toros de Guisando, El Tiemblo (Ávila); 87. El
Barraca (Ávila); 88. San Juan de la Nava (Ávila); 89. Dehesa de la Pavona, Riofrío (Ávila); 90. Finca Las Suertes,
Sotalvo (Ávila); 91. "Fuente del Oso"-Castro de Ulaca, Solosancho (Ávila); 92. Vil/aviciosa (Ávila); 93. Santa
María del Arroyo (Ávila); 94. Mw1ogalindo (Ávila); 95. "Campo del Toro", Mw1ogalindo (Ávila); 96. Mwfochas
(Ávila); 97. Finca de la Huerta del Arroyo, Padiernos (Ávila); 98. Mw1ana (Ávila); 99. Villatoro (Ávila); 100. Los
Tejares, Villanueva del Campillo (Ávila); 101. Val de Corneja, Bonilla de la Sierra (Ávila); 102. "La Romarina",
San Miguel de Serrezuela (Ávila); 103. "Prado del Toro"-Cerro del Berrueco, El Tejado (Salamanca); 104. Las
Paredejas-Cerro del Berrueco, Medinilla (Ávila); 105. Santibáíiez de Béjar (Salamanca); 106. Palomares
(Salamanca); 107. Monleón (Salamanca); 108. Berrocal de Salvatierra (Salamanca); 109. Larrodrigo
(Salamanca); 110. Tordillos (Salamanca); 111. "Los Lázaros", Membribe (Salamanca); 112. Salamanca; 113.
Robliza de Cojos (Salamanca); 114. Dehesa del Berrocal de Padierno, Tabera de Abajo (Salamanca); 115.
Contiensa-Villarmayor (Salamanca); 116. Dehesa de O/millos, Ju::,bado (Salamanca), 117. Ledesma (Salamanca);
118. Valle del Cebón, Fuenlabrada (Salamanca); 119. Castro de Las Merchanas, Lumbrales (Salamanca); 120.
Lumbrales (Salamanca); 121. "Molino caído", La Redonda (Salamanca); 122. Ermita de San Andrés, A/mofa/a
(Beira Alta); 123. San Felices de los Gallegos (Salamanca); 124. Castelo Menda (Beira Alta); 125. Barquilla
(Salamanca); 126. Gallegos de Arga11án (Salamanca); 127. Ciudad Rodrigo (Salamanca); 128. Castro de IrueHa,
Fuenteguinaldo (Salamanca); 129. PeHaparda (Salamanca); 130. Finca Retamar-El Garrovillano, Alcántara
(Cáceres); 131. Finca La Bicha, Alcántara (Cáceres); 132. Castro de Castillejo de la Orden (?), Alcántara
(Cáceres); 133. Finca Cazuela, Coria (Cáceres); 134. Montehermoso (Cáceres); 135. "Las Canchorras", Ahigal
(Cáceres); 136. "El Cinoja/", Ahigal (Cáceres); 137. Finca Monte de Moheda, Cáparra (Cáceres); 138. Finca El
Toro, Segura de Toro (Cáceres); 139. Baiios de Montemayor (Cáceres); 140. Rebollar (Cáceres); 141. Dehesa de
Va/corchero, Plasencia (Cáceres); 142. Finca El Castillejo, Malpartida de Plasencia (Cáceres); 143. Cerro del
Verraco-Dehesa del Berrocal de Plasencia, Pasarán (Cáceres); 144. "La Estufa", Jaraí::, de la Vera (Cáceres); 145.
Santuario de Nuestra Seiiora de Chilla, Candeleda (Ávila); 146. Castro del Castillejo de Chilla, Candelecla (Á1•ila);
147. "El Cercado"-Castro de El Raso, Candeleda (Ávila); 148. Pantano del Rosarito-Castro de El Raso, Candelecla
(Ávila); 149. Almara::, (Cáceres); 150. Talavera la Vieja (Cáceres); 151. Dehesa la Oliva, Vil/ar del Pedroso
(Cáceres); 152. Valdelacasa de Tajo (Cáceres); 153. Valle del Verraco, Vi/lar del Pedroso (Cáceres); 154. Dehesa
El Tocona[, Carrascalejo de la Jara (Cáceres); 155. Vil/ar del Pedroso (Cáceres); 156. Cerro del Toro Mocho
Dehesa la Oliva, Vil/ar del Pedroso (Cáceres); 157. Berrocalejo (?) (Cáceres); 158. Valdel'erdeja (Toledo); 159.
Calzada de Oropesa (Toledo); 160. Finca Valdepalacios, Oropesa-El Tarrico (Toledo); 161. Torralba de Oropesa
(Toledo); 162. Finca El Bercial, A/colea de Tajo (Toledo); 163. Caserío El Rincón, A/colea de Tajo (Toledo); 164.
Dehesa La Alcoba, Talavera de la Reina (Toledo); 165. Talavera la Nueva, Talavera de la Reina (Toledo); 166.
Talavera de la Reina (Toledo); 167. Castro de Castillo de Rayuela (Toledo); 168. Lucillos (Toledo); 169. Finca
Santa Paula, Las Herencias (Toledo); 170. Finca El Gamito Alto, Las Herencias (Toledo); 171. Finca El Cortijo,
Alcaudete de la Jara (Toledo); 172. "Los Arenales", Torrecilla de la Jara (Toledo); 173. San Martín de Pusa
(Toledo); 174. "Vega de los Caballeros", Puebla de Montalbán (Toledo); 175. "Cerro de las Tinajas", Gálve:;_
(Toledo); 176. Totanés (Toledo); 177. Argés (Toledo); 178. "Toro del Hito", Madrigalejo (Cáceres); 179. Río
ÍNDICE DE FIGURAS 389
Pág__:_
Ruecas, Madrigalejo (Cáceres); 180. Río Tamuja-Castro de las Villasviejas del Tamuja, Botija (Cáceres); 181.
Castro de Las Villasviejas del Tamuja, Botija (Cáceres); 182. Trujillo (Cáceres); 183. "El Cementerio"-Finca Las
Me::,quitas, Torrequemada (Cáceres); 184.Cáceres; 185. Arroyo de la Lu::, (Cáceres); 186. El Canchal del Corchero,
Valencia de Alcántara (Cáceres); 187. Man•áo (Beira Baja). .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
87. Distribución geográfica de la escultura ::,oom01fa (toros y verracos) atendiendo al número de ejemplares.. . . . . . . 226
88. Cuantificación general de la escultura zoom01fa y población analizada en relación al total de toros y verracos que
se conservan. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
89. Resultados del análisis factorial de correspondencias de 100 esculturas de toros definidas por 51 estados de
variables cuantitativas y cualitativas (vid. Apéndice JI). En el diagrama superior se han representado las
esculturas: 1-2. Arévalo, 3-19. Ávila, 20-22. Bernuy-Salinero, 23-25. Cardeíiosa, 26-27. Chamartín de la Sierra,
28-31. Martiherrero, 32-33. Muñogalindo, 34. Narrillos de San Leonardo, 35. Padiernos, 36. Papatrigo, 37-38.
Riofdo, 39. San Miguel de Serrez.uela, 40. Santa María del Arroyo, 41. Santo Domingo de las Posadas, 42.
Solosancho, 43-45. Sotalvo, 46-49. El Tiemblo, 50-69. Tornadizos de Ávila, 70. Vicolozano, 71. Villanueva del
Campillo, 72-73. Vil/atoro, 74. Villaviciosa, 75. Lara de los Infantes, 76. Botija, 77. Madrigalejo, 78. Segura de
Toro, 79. Santa Marinha do Zé;:,ere, 80. Fuenteguinaldo, 81. Ju;:,bado, 82. Salamanca, 83. Tabera de Abajo, 84.
Segovia, 85. Castillo de Rayuela, 86. Puebla de Montalbán, 87. Totanés, 88. Freixo de Espada-á-Cinta, 89. Parada
de lnfam;oes, 90. Ligares, 91. Vita de Sinos, 92. Muelas del Pan, 93. San Vitero, 94. Toro, 95-99. Villalcampo, 100.
Villardiegua de la Ribera. En el diagrama inferior se han representado los estados de variables, según los
siguientes códigos: Al. Longitud menor de 80 cm., A2. Longitud entre 80-140 cm., A3. Longitud entre 140-200
cm., A4. Longitud superior a 2 m., B 1. Anchura inferior a 30 cm., B2. Anchura entre 30-50 cm., B3. Anchura entre
50-70 cm., B4. Anchura superior a 70 cm., Cl. Altura inferior a 50 cm., C2. Altura entre 50-100 cm., C3. Altura
mayor de 1 metro, DI. Pedestal con soporte lateral, D2.Pedestal con soporte central, D3. Pedestal maci::.o, D4.
Pedestal sin soporte, El. Tronco recto no diferenciado, E2. Tronco diferenciado con vértice en la cruz, E3. Tronco
diferenciado convexo-cóncavo-convexo, FI. Testu::, indicada, F2. Testuz no indicada, GJ. Mandíbula indicada, G2.
Mandíbula no indicada, Hl. Orejas indicadas, H2.Orejas no indicadas, JI.Cornamenta indicada, 12. Cornamenta
no indicada, JI. Ojos indicados, 12. Ojos no indicados, KI. Papada de perfil recto, K2. Papada de perfil cóncavo,
K3. Papada de perfil convexo, Ll. Tablas indicadas, L2. Tablas no indicadas, MI. Espinazo indicado, M2.
Espina::o no indicado, NI. Rabo sobre el anca derecha, N2. Rabo sobre el anca izquierda, N3. Rabo recto, N4.
Rabo no indicado, 01. Sexo indicado, 02. Sexo no indicado, PI. Antebrazos delanteros indicados, P2. Antebrazos
delanteros no indicados, QI. Rodillas delanteras indicadas, Q2. Rodillas delanteras no indicadas, Rl. Antebrazos
traseros indicados, R2. Antebra::,os traseros no indicados, SI. Rodillas traseras indicadas, S2. Rodillas traseras no
indicadas, TI. Pezwfos indicadas, T2.Pe::,ul1as no indicadas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228
90. Resultados del análisis factorial de correspondencias de 72 esculturas de cerdos definidas por 40 estados de
variables cuantitativas y cualitativas (vid. Apéndice 11). En el diagrama superior se han representado las esculturas:
1-7. Ávila, 8-9. Cardeíiosa, JO. Mingorría, 11. El Oso, 12. Tornadizos de Ávila, 13. Vicolozano, 14. Vil/atoro, 15-
16. A/mofa/a, 17-18. Castelo Menda, 19. Paredes da Beira, 20-21. Botija, 22. Cáceres, 23. Cáparra, 24.
Carrascalejo de la Jara, 25.Caria, 26. Madrigalejo, 27. Torrequemada, 28. Valdelacasa de Tajo, 29-30. Vil/ar del
Pedroso, 31. Ciudad Rodrigo, 32. Gallegos de Argaiián, 33. La Redonda, 34. Larrodrigo, 35. Ledesma, 36-37.
Lumbrales, 38. Masueco, 39. San Felices de los Gallegos, 40. Coca, 41-42. Segovia, 43-44. A/colea de Tajo, 45.
Oropesa, 46-48.Torralba de Oropesa, 49. Ac;oreira, 50. Braganc;a, 51-54. Cabanas de Baixo, 55. Duas Jgrejas, 56.
Failde, 57-64. Freixo de Espada-á-Cinta, 65.Ligares, 66.Murc;a de Panoias, 67. Picote, 68. Torre de Dona Chama,
69-70. Vi/a de Sinos, 71. Vi/a Fl01; 72. Villalaz.án. En el diagrama inferior se han representado los estados de
variables, según los siguientes códigos: Al. Longitud menor de 75 cm., A2. Longitud entre 75-150 cm., A3. Longitud
superior a 150 cm., B l . Anchura inferior a 25 cm., B2. Anchura entre 25-50 cm., B3. Anchura superior a 50 cm.,
Cl.Altura inferior a 50 cm., C2. Altura entre 50-100 cm., C3.Altura mayor de 1 metro, DI. Pedestal con soporte
lateral, D2. Pedestal sin soporte, El. Cara diferenciada con pe1fil recto. E2.Cara diferenciada con pe1fil cóncavo,
E3.Cara no diferenciada, FI. Orejas indicadas, F2. Orejas no indicadas, Gl.Mandíbula indicada, G2. Mandíbula
no indicada, HI. Colmillos indicados, H2. Colmillos no indicados, 11. Ojos indicados, 12. Ojos no indicados, JI.
Espinazo indicado, 12. Espina::,o 110 indicado, Kl. Rabo indicado, K2. Rabo no indicado, LI. Sexo indicado, L2.
Sexo 110 indicado, Ml.Extremidades estáticas, M2.Extremidades en posición avanzada, NI. Antebrazos delanteros
indicados, N2. Antebrazos delanteros no indicados, 01. Rodillas delanteras indicadas, 02. Rodillas delanteras no
indicadas, PI. Jamones indicados, P2. Jamones no indicados, QJ. Corvejones indicados, Q2. Corvejones no
indicados, Rl. Pe::.w1as indicadas, R2. Pe::,uiias no indicadas.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
91. Esculturas de toros (Tipo 1): 1-3. Guisando, El Tiemblo (Ávila). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232
92. Esculturas de toros de la provincia de Ávila (Tipo 1): l. Guisando, El Tiemblo; 2. "La Romarina", San Miguel de
Serrezuela; 3. Muíiogalindo... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
93. Esculturas de toros (Tipo 1 ): l. Dehesa del Berrocal de Padierno, Tabera de Abajo (Salamanca); 2. Salamanca; 3.
"Los Tejares", Villanueva del Campillo (Ávila). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234
94. Esculturas de toros (Tipo 1): l. Toro; 2. Segovia; 3. "Fuente del Oso"-Ulaca, Solosancho (Ávila); 4. Castro de Las
Cogotas, Cardeíiosa (Ávila); 5. "El Palomar"-Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín de la Sierra (Ávila). . . 235
95. Esculturas de toros (Tipo 1 ): l. Finca El Toro, Segura de Toro (Cáceres); 2. Talavera la Vieja (Cáceres); 3. San
Vitero (Zamora); 4. Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera (Zamora); 5. Dehesa La Alameda Alta,
Tornadizos (Ávila). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236
390 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Pág.
96. Esculturas de toros (Tipo 2): l. Parada de lnfanqoes(Trás-os-Montes); 2. Ávila; 3. Castro de Castillo de Rayuela
(Toledo); 4. "Campo del Toro", Muñogalindo (Ávila); 5. Dehesa La Fresneda, Tornadizos(Ávila); 6. Ávila; 7.
Sotalvo(Ávila); 8. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizas(Ávila)....................................... 238
97. Esculturas de toros de la provincia de Ávila(Tipo 2): l. El Palomar, Martiherrero; 2. Narrillos de San Leonardo;
3-5. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizos; 6. Finca La Serna, Bernuy-Salinero; 7. Villaviciosa; 8 y 10. Ávila; 9.
Pantano del Rosarito-Castro de El Raso, Candeleda... . ............................... . ........ . . .. 239
98. Esculturas de toros(Tipo 2, números 1 a 9, y Tipo 3, números 10-11): 1. "Puente Mwiochas "-La Mesa de Miranda,
Chamartín de la Sierra (Ávila); 2. Ávila; 3.Talavera la Vieja(Cáceres); 4.Castro de Castillo de Rayuela(Toledo);
5. Los Garduños, Tornadizas (Ávila); 6. "Toro del Hito", Madrigalejo(Cáceres); 7. "El Palomar", Martiherrero
(Ávila); 8-9. Vil/atoro(Ávila); 10. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizos(Ávila); 11. La Pavona, Riofrío (Ávila)... 240
99. Esculturas de toros (Tipo 3): 1 y 3. Finca Las Suertes, Sotalvo (Ávila); 2. Dehesa O/millos, Ju::.bado(Salamanca);
4. Totanés(Toledo); 5.Arévalo(Ávila); 6. Sto. Domingo de las Posadas(Ávila); 7. Dehesa Guterrdío(Ávila); 11-
12.Finca La Serna, Bernuy-Salinero (Ávila); 8.Finca La Huerta del Arroyo, Padiemos (Ávila); 9. "El Palomar",
Martiherrero(Ávila)(?); 10. Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera(Zamora)(?)................. 242
100. Esculturas de toros(Tipo 3): 1 y 4.Dehesa Guterreño, Ávila; 2, 5 y 13.Dehesa La Alameda Alta, Tornadi;:,os(Ávila);
3, 7, 9, 10, 14 y 15.Ávila; 6.Cerrecín, Puebla de Montalbán(Toledo); 8.Castro de La Mesa de Miranda, Chamartín
de la Sierra (Ávila); 11. Vicolozano (Ávila); 12. Gálvez (Toledo); 16 y 18. Castro de San Esteban,
Muelas del Pan(Zamora); 17. Castro de Santiago, Villa/campo(Zamora). ........... . .................. 243
101. Esculturas de toros (Tipo 4): 1, 2, 4, 5, 7, 9 y 10. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizos (Ávila); 3. "El Palomar",
Martiherrero (Ávila); 6. Dehesa Guterreño, Ávila; 8. Santa María del Arrovo (Ávila); 11. Ávila; 12. Dehesa La
Fresneda, Tornadizos (Ávila); 13. Torrelaguna(Madrid)................ : .. . ....... . ................. 244
102. Esculturas de toros(Tipo 4, números 1 a 10, y Tipo 5, números 11 a 23): 1 y 8.La Alameda Alta, Tornadi::.os(Ávila);
2. Ávila; 3-5. Dehesa Guterreño, Ávila; 6. Gemiguel, Riofrío (Ávila); 7. Arévalo (Ávila); 9. Solana de Rioalmar
(Ávila); 10.Papatrigo(Ávila); 11. Vi/a de Sinos(Trás-os-Montes); 12. Ligares(Trás-os-Montes); 13. Santuario de
Chilla, Candeleda (Ávila); 14. Castro de Lara (Burgos); 15. Malhadas (Trás-os-Montes); 16. Sta. Marinha do
Zézere (Douro Litoral); 17.Madridanos(Zamora); 18.Castro de San Mamede, Villardiegua de la Ribera(Zamora);
19 y 21-23.Castro de Santiago, Villa/campo(Zamora); 20.Castro de San Esteban, Muelas del Pan(Zamora).... 245
103. Esculturas de cerdos (Tipo 1): l. Talavera la Vieja (Cáceres); 2. Las Paredejas-Cerro del Berrueco, Medinilla
(Ávila); 3 y 7. Ávila; 4. Masueco (Salamanca); 5. "Molino caído", La Redonda (Salamanca); 6. Ciudad Rodrigo
(Salamanca); 8.Torralba de Oropesa(Toledo). .. . .......................................... . ..... 247
104. Esculturas de cerdos (Tipo 1): l. El Oso (Ávila); 2. Segovia; 3. Castro de Ntra. Senhora da Assunqao, Vi/a Flor
(Trás-os-Montes); 4. Castro de Las Cogotas, Cardeñosa (Ávila); 5. Vicolo::.ano (Ávila); 6. Villanueva (Ávila) (?);
7-8. Ávila. .......... . .... . .................................. . .................... . .... . .. 248
105. Esculturas de cerdos(Tipo 1): l.Gallegos de Argañán(Salamanca); 2. "Toro Mocho "-Dehesa La Oliva, Vi/lar del
Pedroso (Cáceres); 3. Talavera la Nueva, Talavera de la Reina (Toledo); 4. Mingorría (Ávila); 5. Torre de Dona
Chama (Trás-os-Montes); 6. Torralba de Oropesa (Toledo); 7. Dehesa El Tocona/, Carrascalejo de la Jara
(Cáceres); 8.Castro de Castelar, Picote(Trás-os-Montes)...... . . . .......... . ... . .................... 249
106. Esculturas de cerdos (Tipo 1): l. Ledesma (Salamanca); 2. Mur<;a de Panoias (Trás-os-Montes); 3. Dehesa de
Bascarrabal, Ávila; 4. Braganqa(Trás-os-Montes); 5. Segovia; 6.Finca El Cortijo, Alcaudete de la Jara(Toledo);
7. Ávila; 8. Dehesa La Alameda Alta, Tornadizos(Ávila); 9. Monleón(Salamanca). .... . ................ . . 250
107. Esculturas de cerdos(Tipo 2): l.Castro de Las Merchanas, Lumbrales(Salamanca); 2. Lumbrales(Salamanca); 3
y 7. Ermita de San Andrés, Almofala(Be ira Alta); 4.San Felices de los Gallegos(Salamanca); 5-6. Castelo Menda
(Beira Alta); 8. Coca(Segovia); 9. Vi/lar del Pedroso(Cáceres); 10.Torrecilla de la Jara(Toledo)............. 252
108. Esculturas de cerdos(Tipo 2): 1 y 9.Coca(Segovia); 2. Vil/atoro(Ávila); 3. El Gamito Alto, Las Herencias(Toledo);
4. Segura de Toro (Cáceres); 5. Castillejo de la Orden, Alcántara (Cáceres) (?); 6. Castro de Las Cogotas,
Cardeñosa (Ávila); 7. Jaraí::. de la Vera (Cáceres); 8. Torrecilla de la Jara (Toledo); JO. Torralba de Oropesa
(Toledo); 11. Las Mezquitas, Torrequemada (Cáceres); 12. Madrigalejo (Cáceres); 13-14 y 16. Castro de Las
Villasviejas del Tamuja, Botija(Cáceres); 15.Cáceres. ... . .. . . . ... . ................................ 253
109. Esculturas de cerdos (Tipo 3): l. Paredes da Beira (Beira Alta); 2. Valdelacasa de Tajo (Cáceres); 3. Dehesa La
Alcoba, Talavera de la Reina(Toledo); 4 y 6.Finca El Bercial, Aleo/ea de Tajo(Toledo); 5. Cabe(·o de Escouradal,
Fornas(Trás-os-Montes); 7. Vi/a de Sinos(Trás-os-Montes); 8. Larrodrigo(Salamanca); 9-14.Oliva/ dos Berroes,
Cabanas de Baixo(Trás-os-Montes).... . . .................................................... . . 255
110. Esculturas de cerdos(Tipo 3, números 1 a 7, Tipo 4, números 8 a 20, y Cabe::.as exentas, números 21 a 28): l.Failde
(Trás-os-Montes); 2. Coelhoso (Trás-os-Montes); 3 y 8. Ávila; 4. Cal::.ada de Oropesa (Toledo); 5. Finca
Valdepalacios, Oropesa (Toledo); 6. Montehennoso (Cáceres); 7. Finca Cazuela, Caria (Cáceres); 9. El Alba,
Vil/alazán (Zamora); JO, 12-13, 16-17, 19-20 y 26. Castro de Sta. Lu;:,ia, Freixo de Espada-á-Cinta (Trás-os
Montes); 11. Duas lgrejas(Trás-os-Montes); 14.Vi/a de Sinos(Trás-os-Montes); 15.Aqoreira(Trás-os-Montes); 18.
Ligares(Trás-os-Montes); 21. Castro de Eirexairo, Bembibre(Orense); 22. Castro de Paderne(Minho); 23. Castro
ÍNDICE DE FIGURAS 391
Pág.
de San Esteban, Muelas del Pan (Zamora); 24. Castro de Sabroso, Sande (Minho); 25. Castro de San Mamede,
Villardiegua de la Ribera (Zamora); 27-28. Castro de Santa Tecla, La Guardia (Pontevedra). . . . . . . . . . . . . . . . . 256
111. Representación de los rasgos anatómicos más significativos en las esculturas de toros, según tipos. . . . . . . . . . . . 258
112. Representación de los rasgos anatómicos más significativos en las esculturas de cerdos, según tipos. . . . . . . . . . . 259
113. Perfil de la papada ( arriba) y del dorso (abajo) en las esculturas de toros, según tipos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 260
114. Caracteri::.ación del pedestal en las esculturas de toros (arriba) y cerdos (abajo), según tipos.. . . . . . . . . . . . . . . . 261
115. Cuadro sinóptico con la evolución de las esculturas de toros (tipos 1 a 5), atendiendo al tamaíio, representación de
la cornamenta, tablas del cuello y perfil de la papada.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
116. Toros y verracos asociados a poblados de la Segunda Edad del Hierro (arriba) y a poblados con continuidad en
época altoimperial (abajo), acorde a la tipología de las esculturas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265
117. Distribución geográfica del tipo 1: Esculturas de toros (arriba) y cerdos (abajo). 267
118. Distribución geográfica del tipo 2: Esculturas de toros (arriba) y cerdos (abajo). 269
119. Distribución geográfica del tipo 3: Esculturas de toros (arriba) y cerdos (abajo). 271
120. Distribución geográfica del tipo 4 de las esculturas de toros (arriba) y de las cabe::,as zoomo,fas exentas (abajo).. . . 273
121. Distribución geográfica de las esculturas del tipo 5 de los toros ( arriba) y tipo 4 de los cerdos (abajo). . . . . . . . . 275
122. Secue11cia cronológica de la escultura zaomorfa de la Meseta occide11tal (a partir de los datos proporcionados por
las esculturas de toros, tipos 1 a 5), y contextos de datación más significativos. La relación de castros vinculados a
estas representaciones es como sigue: A. Las Paredejas-El Berrueco; B. La Mesa de Miranda; C. Las Cogotas; D.
Villasviejas del Tamuja; E. Castillejo de la Orden; F. Ulaca; G. El Raso de Candeleda; H. Los Tejares-El Berrueco;
l. Villa/campo; J. Muelas del Pan; K. Caria; L. Sa11ta Tecla; M. Troíia; N. Santa Luzia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
123. Arriba: (1) reconstrucción de una cupa o cista prismática de incineración, sobre la que se levantaría la escultura
zoom01fa (AlFarez-Sanchís 1995) y (2) escultura de Tornadi::,os con inscripción funeraria latina (Martín Val/s 1974,
redibujado). Abajo: distribución porcentual de la escultura ::.oomo1fa según el tipo de contexto al que se asocia.. . 281
124. Distribución de Ferracos en los valles de Amblés y Tajo, y áreas limítrofes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
125. Arriba: usos potenciales del suelo asociados a toros y verracos según las comarcas analizadas, y distancias más
próximas a los cursos de agua continuos. Abajo: distribución de la escultura zoomorfa del valle de Amblés a partir
de su localización altitudinal (Alvarez-Sanchís 1990a). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
126. Locali::.ación de la escultura ::.oomo1já de Villanueva del Campillo. Arriba: topografía y visibilidad. Abajo:
aprovechamiento de recursos (Alvarez-Sanchís y Rui::. Zapatero, e.p.). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289
127. Tamaílos comparativos de esculturas de toros (Alvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero, e.p.).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 290
128. Esculturas zaom01fas de La Alameda Alta. en Tornadizos de Ávila. Arriba: topografía. Abajo: aprovechamiento de
recursos (AlFarez-Sanchís y Rui::. Zapatero, e.p.). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
129. l. Empla::,amiento de los verracos de La Alameda Alta; 2. Visibilidad desde "::.ona baja"; 3. Visibilidad desde "::.ona
alta"; 4. Escenario ideal de un paisaje visualmente "cerrado" (Alvarez.-Sanchís y Rui::. Zapatero, e.p.). . . . . . . . . 292
130. Representación grcí_fica de los tres modelos que configuran la función y el significado de las esculturas de toros y
verracos en la Meseta occidental, y su valor porcentual sobre el total de la población ::.001110,fa conocida. . . . . . . 293
131. Necrópolis de La Osera y Las Cogotas. Las tumbas se agrupan en distintos sectores, separados a su ve::, por
espacios estériles, que podrían reflejar grupos familiares (redibujado, a partir de los datos de Cabré et alii 1950, y
según la descripción de Cabré 1932)... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296
132. Distribución gráfica, según categorías sociales, de los ajuares de la necrópolis de Las Cogotas y de la ::.ona VI de
la necrópolis de La Osera: A. guerreros; B, artesanos; C. mujeres; D, otros y E, tumbas sin ajuar (redibujado, a
partir de los datos de Martín Valls 1986-87). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298
133. Arriba: distribución de los ajuares en las tumbas de las necrópolis de Las Cogotas, La Osera VI, El Raso y El
Mercadillo, contabilizando el número de objetos de cada enterramiento. Abajo: áreas de actividad de Las Cogotas
y estructura piramidal de la comunidad a partir de la interpretación de los enterramientos (Rui::. Zapatero y Alvarez-
SancMs 1995, modificado).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 300
134. Iconografía del caballo y del jinete a caballo en el SO. de la Meseta: Las Cogotas (1, 2, 7 y 10) (Cabré 1930, Alonso
y Benito López 1992), La Caraja (3 y 6) (Cabello 1991-92, Esteban Ortega 1993), Villasviejas del Tamuja (4 y 5)
(Sánche::. Aba/ y García Jiménez. 1988, redibujado sobre fotografía), El Berrueco (8) (Bláz.que::. 1959, redibujado),
La Osera (9) (Baquee/ano 1990) y Yecla la Vieja (11) (Martín Valls 1973a). Números 4-5 y 8, sin escala.. . . . . . . . 302
135. Motivos de las cerámicas con decoración a peine y diferencias estilísticas a nivel de asentamiento. . . . . . . . . . . . 305
º
136. Representación grcifica de la población estimada en los oppida del valle de Amblés y del n de viFiendas,
considerando los datos de las necrópolis conocidas y el tamaño de los asentamientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
392 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
137. Cuadro comparativo de plantas de sauna conocidas en la Península Ibérica: l. Sanfins (Pa�·os de Ferreira); 2.
Briteiros (Guimaráes); 3. Monte da Saia (Barcelos); 4. Galegas (Barcelos); 5. Tongobriga (Sta. María do Freixo);
6. Augas Santas (Orense); 7 -8. Coaífo; 9-10. Pendía (Boa!); 11. Ulaca (Solosancho); 12. Borneiro (La Corw1a); 13.
Picote (Miranda do Douro). (Según Almagro-Garbea y Alvarez-Sanchís 1993, a partir de las plantas de otros
autores).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 314
138. 1-3. Sauna de humo eslava y detalle de su horno de piedras y de un brasero (según Vahros 1966, Ta/ve 1960 y Hin::,
1973); 4. Caricatura de una sauna irlandesa o Fulachta Fiadh (según O'Connell y Korff 1992); 5. Sauna de humo
irlandesa (Milligan 1889); 6-7. Saunas germanas de los siglos Xlll y XVI (Ta/ve 1960 y Hinz 1973). . . . . . . . . . . 315
139. Dispersión de los genitivos de plural y de las divinidades lusitano-vettonas en el occidente de la Meseta (mapa
elaborado a partir de los datos de Salinas 1982a, B/ázquez 1983; Gonzále::. Rodríguez 1986; Abascal 1995 y
García-Bellido 1996).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 318
140. Aras votivas consagradas al dios Vaelicus. Santuario de Postoloboso, El Raso de Candeleda (Fernánde::. Góme::,
1995).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 320
141. Aproximación teórica de la evolución general del poblamiento del occidente de la Meseta en el marco del primer
milenio a.C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323
142. Límites geográficos de los vettones según las fuentes y principales ciudades identificadas adscritas al territorio. Se
han excluido del mapa Deobriga, Ocelon, Manliana, Lama y Lancia Oppidana, citadas por Ptolomeo (11,5,7), al
carecer de datos precisos acerca de su locali::,ación (vid. Roldán Hervás 1968-69: 88 s.; Mangas 1985: 41; Salinas
de Frías 1986: 38-39; Gonzále::.-Conde 1986; Sayas y López Melero 1991: 76-79). Tampoco se incluyen las
mansiones Ad Lippos y Caelionicco, al tratarse de núcleos de inferior categoría creados exclusivamente al servicio
del tráfico de la calzada de la Plata (Roldán Hervás 1971: 76). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 324
143. Mapas de dispersión de la escultura zoomo,fa de cuerpo entero y de la cerámica a peine.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326
144. Límites de los Vettones según las fuentes clásicas y distribución general de las esculturas de toros y verracos y de
la cerámica a peine de técnica incisa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
145. Cuadro resumen del primer milenio a.C. y etnogénesis de los pueblos Vettones en el· occidente de la Meseta:
correlación entre cronología, periodización cultural, poblamiento y cultura material. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 l
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179, 198, 279, 280, 284-285, 297, 301-302, 310- Cabo, A.: 27.
312, 316-321. Cabré, J.: 18-21, 23, 27, 53-54, 74-76, 85, 113-114,
Bletisama: 167, 199, 312, 317, 322. 117, 133, 136, 138-139, 141, 145-146, 148, 151,
Bletoneneses: 312. 153-154, 162, 165-166, 169, 172, 176-177, 179,
Boa!: 314. 184-194, 197, 182, 189-190, 199-200, 202, 204-
Bolviken, E.: 229. 208, 217, 219, 221-222, 265, 272, 278-280, 288,
Bonilla de la Sierra: 48, 224, 349. 295-296, 301-304, 306, 309, 320, 312, 316, 339,
Boquique-Valcorchero: 48. 349-351, 354-355, 359.
Borneiro: 314. Cabré, M.E.: 47, 180, 182, 189, 190, 192, 304.
Bosarte, D.: 216, 363. Cáceres: 18, 21, 23, 27, 29, 31, 47, 50, 56, 59, 64,
Bosch Gimpera, P.: 20, 21, 27, 216, 217, 218, 325. 86, 91-92, 101-102, 104, 120, 122, 130, 133, 167,
Botija: 22-23,102,136,139, 141,145,151,160,162, 187, 201, 203, 215, 219, 223-224, 230-231, 236-
164, 167,172, 175, 204, 207, 224, 228, 230, 246, 237, 240, 246-247, 249, 251-253, 255, 259-262,
251-254, 261-262, 264-265, 279, 286, 299, 309, 268, 285-287, 308, 311-312, 317, 320-322, 325,
317,327,336-337, 357-358. Véase además Villas 327, 332-333, 357-359, 373; museo de: 320, 357,
viejas del Tamuja, castro de. 358-359.
Bouc;a do Frade: 69. Cáceres El Viejo: 102, 167, 272.
Boyer-Klein, A.: 35. Cadaval, castro de: 224, 268.
Brabos: 48, 55, 102. Cádiz: 87, 94.
Bradley, R.: 58, 60, 288, 333. Caelionico: 324.
Braganc;a: 221,224,230,246,250,287,366-367,369- Caesarobriga: 107,127,128,166,197,282,311,317,
370; museo de: 369. 320, 32� 325,337.
Bretó: 64. Caisaros: 309.
Breuil, Abate: 18, 136, 150, 164. Calaña: 48.
Briteiros, castro de: 314. Calatañazor: 46.
Brück, J.: 333. Calera de Fuentidueña: 64, 102, 106, 122.
Brun, P.: 93. Caleruela: 102, 320, 321.
Bruneaux, J.L.: 151. Calo Lourido, F.: 275-276.
Buchsenschutz, O.: 111, 156, 290, 334. Calonge, G.: 31, 33, 284.
Buol, S.W.: 294. Calvet, F.: 349.
Bureba: 190. Calvillos: 64.
Burgohondo: 352. Calvo Sotelo, plaza de: 349.
Burgos: 68, 84, 201, 215, 224, 357; museo de 357. Calvo, l.: 361.
Burillo, F.: 17, 21, 25, 46, 50, 109, 147, 204, 281, Calzada de Oropesa: 224, 251, 256, 364.
322. Calzadilla de Badajoz: 319.
Burro de la Barrera: 286. Camaces, río: 106, 122.,
Büsing, H.: 156. Camarzana: 68.
Camino de Corporario: 102.
e Camocho, El: 102.
Caballero, J.: 165. Campanario-Magacela: 93.
Cabanas de Baixo, escultura zoomorfa de: 224, 230, Campillo, El: 48, 64, 223-224, 254, 371.
251, 255, 286, 366-367. Campo Arañuelo: 111, 282.
Cabanca, castro de: 224. Campo de Aliste: 287.
Cabanes, E.: 272, 280. Campo de Ledesma: 29.
Cabec;a Boa: 224. Campo de Peñaranda: 29.
Cabecico del Tesoro, necrópolis de El: 180. Campo de Vitigudino 29.
Cabec;o das Fraguas,inscripción lusitana de: 280,312, Campo del Toro: 224, 238, 286, 288, 351, 355-356.
317, 321. Campos, R.: 113.
Cabec;o de Escouradal: 224, 255. Campos de Argañán: 29.
Cabello, R.: 207, 301. Campos Ferreira, A.: 280, 285, 356.
Cabeño, El: 102. Campos Palacín, P.: 35.
Cabero, R.: 35. Campotéjar: 89, 90.
Cabeza de la Laguna: 349. Camps Cazorla, E.: 20.
Cabeza de Toro: 286, 288. Canchal del Corchero, El: 223-225, 359.
Cabeza del Oso: 48, 53, 102, 120, 139. Cancho Enamorado: 48, 53, 107, 333.
Cabezas Altas: 102. Cancho Roano: 23, 74, 85, 93-94, 147, 341.
Cabezo de Ballesteros: 156. Canchorras, Las: 224, 357.
Cabezo de Corac;eira: 224, 241, 251, 254, 368-369. Canchorrilla: 357.
Cabezo de la Cisterna: 46. Candelario: 312.
ÍNDICE ANALÍTICO 429
Candeleda: 20-21, 23, 31, 35, 48, 64, 75-77, 83-84, Casaseca de las Chanas: 47,48.
102,104,107,112-113, 120,133,139, 145-146, Cascajoso del Rio: 102,122.
151,164, 166,169,172, 175-187,190, 194-195, Caserío El Rincón: 224.
197-198, 200-204, 223-224, 231, 239, 241, 245, Castañar,El: 48,50,64,73,75,83-84,102,104,164,
264,266,268,272,277,299,304,306,310,312, 195,201.
320-321,329,332,334,336,349. Véase también Castañarejo: 48.
Raso,castro y necrópolis de El. Castañeda: 48.
Cántabros: 167,308. Castañiza,marquesa de: 287.
Cantamento de la Pepina: 311. Castelar: 224, 249,268,370.
Cantazorras: 48. Castelmao: 102, I 20,130,133,136,266.
Canto,A. M.ª: 74,308,319,322,325,373. Castelo,M.: 366.
Cañada de Pajares: 48,50,64,83,86-87,94,102,104. Castelo de Cabe<,;a Boa: 366,367.
Cañamero: 64,74. Castelo de Moreira: 312.
Cañas, dolmen de las: 48. Castelo do Mau Vizinho: 311.
Cañaveral: 64,73,102. Castelo do Val: 276.
Cáparra: 115,166,223-224,230,246,266,280,286, Castelo Dos Mouros: 120,268.
322,324,358. Castelo Mendo: 224, 230, 246, 251-252, 279, 324,
Cáparra-La Villeta: 102. 356.
Capileira: 373. Castelo Ruano,R.: 122,127,286,365.
Capote,santuario de: 311. Castil La Cabra: 48.
Cambias: 201. Castilla: 153,215.
Carambolo: 44. Castillazo, El: 102.
Carapw;a, A.: 369. Castillejo: 102.
Carbajales de Alba: 64. Castillejo,E: 164.
Carballo,L.X.: 42. Castillejo,Finca El: 224,358.
Cardenillo, necrópolis de El: 23, 48, 50, 102, 172, Castillejo de Chilla: 48,102,104,222-225,349.
187,201. Véase también Villanueva de la Vera. Castillejo de la Orden,castro y necrópolis del: 102,
Cardeñosa: 48,53, 64,84,102,104,154,163,201, 104, I 62,172,178,203,225,251,253,264,266,
203,223-225,228,230,235,248,350. Véase ade 277,284,299,316,357. Véase también Alcántara.
más Cogotas, castro y necrópolis de Las. Castillejos: 102.
Cardozo, M.: 275-276. Castillejos,Los: 21,42,44,64,80,102.
Carmona: 85. Castillo de Alange: 47.
Caro Baroja,J.: 168,217,284,313. Castillo de Bayuela: 102,215,223-224,228,231,237,
Carpetanos: 102,128,216,308,322. 238,24� 266,279,280,287,325,364.
Carpetovetónica, cordillera: 196. Castillo de Boxe: 139,154.
Carpio Bernardo: 42,45,48. Castillo de Carpio Bernardo: 44.
Carpio,El: 23,50, 56,75,81,85-87,89,96,102,106, Castillo de Diego Álvaro: 56.
201,341. Castillo de Monroy: 357.
Carrascal del Río: 201. Castillo de Saldañuela: 102.
Carrascalejo: 286,325. Castillo de Saldeana: 106,159,306.
Carrascalejo de la Jara: 102,224,230,246,249,286, Castillo de Villalba: 102.
287,358. Castillo del Carpio: 48.
Carratiermes,necrópolis de: 200,202. Castillo Moro: 102.
Carrávilas: 48. Castillo,B.: 200.
Carrazeda de Ansiáes: 370. Castillo,dehesa de: 48.
Carretas,Las: 48. Castillo,El: 18,48,53,56,64,73,77,81,102,121-
Carriazo, J. De M.: 87. 122,164.
Carricastro: 48. Castillos,Los: 102,306.
Carrobles, J.: 127,128,166,266,311. Castillos de Gema,Los: 48,122,133.
Cartago: 197,301,334. Castilviejo de Yuba: 46.
Carvalho da Costa,A.: 316,366,370. Castraz: 102.
Casa del Carpio: 64. Castrejón: 102,122.
Casa del Hito: 358. Castrejón de Capote,El: 147,189,312.
Casa Fernán Pérez de Andrade: 287. Castrelo do Val: 224,254,275,360.
Casanovas, A.: 287. Castrilháo: 367.
Casar de Cáceres: 172. Castrilluzos,Los: 48,71.
Casar de Talavera,dehesa: 365. Castro,P. V.: 38,41-42,47,120,169,284,295,297,
Casas de Millán: 102. 303.
Casas de Sebastián Pérez: 373. Castro García,L. de: 272.
Casas del Castañar: 102,120,130. Castro Lopo,J. de: 366.
430 JESÚS R. ÁL VAREZ-SANCHÍS
199, 201, 207-208, 301-302, 327. Véase también Denh, W.: 284.
Aldeacentenera. Deobriga: 120, 127, 317, 322, 324.
Córdoba: 190. Derruída: 224.
Cordovilla, La: 48, 55, 195. Descansadero, El: 349.
Coria: 224, 230, 251, 256, 270, 277, 309, 321, 358. Descargamaría: 48, 56.
Cornelio Nepote: 112. Díaz, A.: 199.
Correa, J.A.: 86, 319. Diego Álvaro: 48, 55.
Cortes de Navarra: 50, 81. Diego del Carpio: 48.
Cortijo de Ébora: 87. Diego Santos, F.: 217-219, 270, 274, 371.
Cortijo, escultura zoomorfa de la finca El: 224, 250, 363. Díez Asensio, J.: 317.
Corvera, La: 23, 42, 48, 53, 102, 106, 329, 339. Díez de Velasco, F.: 310.
Cosus: 313. Diodoro: 114, 165, 168, 189, 190, 192, 196-198, 301.
Coto Alto: 48, 58. 309, 313, 316, 336-337.
Coto de la Luz: 286. Dion Casio: 167.
Cottaeobriga: 322. Domíngues, E.: 359.
Cazuela, escultura zoomorfa de la finca: 224, 256, Domínguez de la Concha, A.: 308.
358. Domínguez Monedero, A.J.: 281, 312.
Crespo, M." L.: 41, 46. Donhierro: 48.
Creta: 311. Dorado, B.: 17.
Criado, F.: 58, 281. Douro Litoral: 215, 224, 241, 245, 360.
Cristóbal, R.: 51. Duas Igrejas: 224, 251, 256, 274, 367.
Crumley, C.L.: 111, 117. Duby, G.: 153.
Cruz del Cerro: 286, 358. Duero, río: 18, 21-22, 24-25, 27, 29, 31, 33, 35, 37,
Cruz, P.J.: 204. 39, 47, 50-56, 58-59, 61, 63-64, 68-69, 71, 77, 79,
Cuadrado, A.: 50, 141, 297. 81, 84, 91-93, 99, 106, 113, 115, 120, 128, 130,
Cuadrado, E: 75, 86, 179, 182. 141, 150, 151, 156, 160, 165, 168-169, 175, 179,
Cuadrado, M.A: 41, 46. 190, 192, 194, 200, 206-208, 217, 251, 257, 260,
Cubero, C.: 31, 33. 275-276, 280, 282, 299, 304, 310, 313, 322-328,
Cubo de Solana: 201. 330, 332, 335, 339; valle del: 83, 98, 157, 159,
Cubo del Vino: 323. 199-200, 284, 286, 303, 340.
Cuéllar: 24, 50, 63, 64, 79, 81, 83-84, 91, 141, 151, Dumézil, G.: 312.
199-203, 207. Dupré, M.: 31, 64.
Cuenca: 201. Duval, A.: 281.
Cuesta de las Viñas: 102.
Cuesta de Santa Ana: 102, 20 l . E
Cuesta del Negro, La: 22. Eaecus: 321.
Cuesta del Viso: 64, 201. Ebro, río: 46, 50, 79, 204; valle del: 46, 69, 81, 98,
Cuestas de la Estación, Los: 50, 68. 141, 147, 170, 204, 308.
Cueva de Escobar: 48. Ecce Horno, cerro del: 39, 41, 46, 50-51, 59, 81.
Cueva de la Era: 48. Écija: 262.
Cueva del Boquique: 45. Edmondson, J.C.: 165, 167-168.
Cueva del Maltravieso: 179. Eduos: 115, 306.
Cunliffe, B.W.: 66, 93, 109, 1 I !, 114-115, 151, 284, Eirexairo: 224, 256, 360.
333-334, 336. Ejido, finca El: 364.
Curie!: 64. El Escorial: 25.
El Tiemblo: 17, 215, 224, 228, 232-233, 353. Véase
D también Toros de Guisando.
D'Arbois de Jubainville, H.: 18. Els Vilars: 160.
Daubigney, A.:! 12. Emerita Augusta: 128, 166. 321, 325.
Dávila, A.: 46, 111, 120, 128, 130, 373. Encarnac;:ao, J. de: 320.
Dávila, palacio de los: 347. Encina, La: 74.
Décimo Bruto: 165. Encinares: 102.
Defoe, D.:153. Encinas, M.: 84, 198.
Dehesa, La: 48. Encinasola de los Comendadores: 64, 71-72, 84, 102,
Dehesilla, La: 102. I 06-107, 120, 122, 133, 139, 172, 20 l. Véase ade
Delibes de Castro, G.: 17, 22-25, 33, 37-45, 47, 50, más Picón de la Mora, castro del.
53-56, 58-59, 63, 66-71, 77, 79, 83, 86, 89, 91- Endovelico: 320.
92, 96, 98, 101, 113, 153, 166-167, 179, 197-198, Enrique IV: 215.
204, 223, 266, 270, 275-276, 284, 312, 319, 330, Enríquez, J.J.: 47, 51, 83, 108, 162, 169, 172, 187.
337, 371-372. Ensenada, marqués de la: 288.
432 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Guarda: 279, 312, 317. Huebra,río: 18, 29, 74, 106,123, 141, 306, 335; va
Gudancial, dolmen del: 48. lle del: 136, 332.
Guichard, P.: 74, 325. Huelva: 42, 44, 48, 54, 59, 81; depósito de la ría de:
Guijas, Las: 186. 29, 50, 53, 98, 165, 168, 179.
Guimaraes: 275-276, 314, 317. Huerta del Arroyo, escultura zoomorfa de la finca de
Guínez, L.: 366. la: 224, 242, 351.
Guinzo de Limia: 317.
Guisando, Toros de: 231-233, 280, 286, 308, 325. I
Gumiel de Hizán: 68. lbarrondo, J.M.: 223.
Gusendos de los Oteros: 68, 70. Iberia: 89, 133, 196, 278, 313, 343.
Guterreño, escultura zoomorfa de la dehesa de: 224, Iberos: 313.
237, 242-245, 282, 293, 348. Jccona Loiminna: 312.
Gutierrez Palacios, A.: 21, 164, 166, 169, 197. Iglesias, L.: 17, 23, 211.
Guyonvarc'h, CH.J.: 287. /lerda: 198.
Illora: 190.
H Ingold, T.: 59.
Harbison, P.: 159-160, 278. Instituto Valencia de Don Juan: 76, 312.
Harding, A.: 54, 66, 68. Intercatia: 114.
Harke, H.: 92-94, 151. Irueña, castro de: 20, 102, 167, 322, 324; escultura
Harrison, R.J.: 41. zoomorfa de: 224, 266, 279, 361.
Haselgrove, C.: 111. Isabel La Católica: 17, 215.
Hathor: 87.
Helvecios: 115. J
Henares, río: 41; valle del: 51. Jacobsen, H.: 115.
Henderson, J.: 111. Jaén: 262.
Herdade das Casas: 189. Higer, K.D.: 66.
Heredero, R.: 141. Jalón, río: 169, 175, 180, 194, 198, 204, 299, 335.
Herencias, Las: 23, 48, 50, 64, 77, 86, 88, 102, 106, Jankuhn, H.: 92.
128, 201, 223-224, 246, 251, 253, 325, 332, 341, fano: 213.
364. Jaraíz de la Vera: 224, 253, 358.
Herguijuela: 64, 73, 77, 81, 92, 320. Jarandilla: 64.
Hermosilla y Sandoval, I: 127, 216, 287, 359. Jerte, río: 56, 308, 359; valle del: 29, 35, 91, 120.
Hernández Hernández, F.: 22-23, 130, 136-139, 145- Jiménez, J.: 23, 74.
146, 151, 154, 160-162, 164, 167, 172, 175, 178, Jiménez, M.C.: 53.
189, 193, 195, 196, 200, 204, 207-208, 219-223, Jiménez Ávila, J.: 73, 91, 127.
264,266,279,284,286,299,301,303,306,316, Jiménez de Gregorio, F.: 24, 50, 101, 122, 197, 223,
328, 334, 336, 351, 355-356. 286, 358, 359, 360, 363-365.
Hernández Vera, J.A.: 46. Jiménez Navarro, E.: 217-219, 262.
Hernando Sobrino, M.ª del R.: 24, 165, 322, 325. Jimeno, A.: 17, 23-25, 37-39, 46-47, 53, 59, 63, 69,
Herodoto: 313. 89, 107, 109, 115, 159, 168, 211, 313, 316, 319,
Herrera del Duque: 47-48. 330, 337.
Hidalgo, J.M.: 223, 275-276, 361. Joffroy, R.: 278.
Higuera de las Dueñas: 102. Jordá Pardo, J.F.: 31.
Higuera La Real: 147, 189, 312. Joya, necrópolis de La: 75.
Higuerones, Los: 88. Jubia: 223, 287.
Hilerno: 309. Julia, D.: 274.
Hill, J.D.: 111, 115. Julio César: 111-112, 115, 165-168, 266, 306, 309-
Hinojosa de Duero: 102. 310, 317, 321.
Hinojosa de San Vicente: 311. Junyent, E.: 136.
Hinz, H.: 313, 315. Júpiter: 312, 317.
Hito, El: 286. Justás: 223.
Hodder, l.: 149, 200, 303, 313. Justino: 30 l.
Hodkinson, S.: 284. Juzbado, escultura zoomorfa de: 222, 224, 228, 237,
Hole, F.D.: 294. 242, 270, 361.
Horacio: 312.
Horcajuelo: 18, 55, 102. K
Hoya, La: l 02. Kalb, P.H.: 21.
Hoz,J. de: 86,109,196,328,334,308,312,317,319, Kehoe, D.P.: 284.
321. Kendall, D.G.: 257.
Hübner, E.: 18, 216-217. Klein, J.: 56, 153, 286.
ÍNDICE ANALÍTICO 435
Knapp, R.C.: 114, 286, 325. López Fernández, M." T.: 48, 56, 75-76, 85, 154, 157,
Korff, A.: 315. 164, 179, 265, 303, 349.
Kornemann, E.: 111. López García, P.: 31, 35.
Krahe, H.: 319. López Melero, R.: 27, 115, 128, 165, 167, 308, 317,
Kramer, W.: 153. 321, 322-325.
Kristiansen, K.: 54. López Monteagudo, G.: 23-24, 27, 50, 117, 127, 192,
Kruta, V.: 182, 278, 281. 215, 218, 221-226, 241, 254, 262, 265-266, 268,
Kuna, M.: 117. 270, 272, 274-276, 278-280, 282, 285-290, 301,
Kurtz, W.S.: 23, 75, 86, 109, 120, 160, 172, 175, 177- 309, 345-367, 369-373.
180, 184, 186, 187, 189, 190, 192, 194, 284, 297, López, S.: 71.
301, 303, 316. Lorenz, H.: 18, 303.
Lorrio, A.: 24-25, 38, 46, 91, 109, 112, 114-115, 147,
L 169, 170, 175, 178, 180, 182, 184, 189, 190, 192,
La Cabrera: 373. 195-199, 203, 272, 275-276, 280, 299, 309-310,
La Coruña: 287, 315, 370. 312, 316-317, 334, 337.
La Guardia: 224, 254, 256, 275-276, 361. Lozek, V.: 66.
Labradas, castro de: 164. Lubián: 141, 164.
Lacimurga: 196, 319, 322, 325, 337. Lucano: 197, 321.
Laguna de las Sanguijuelas: 35. Lucas, A.T.: 168, 284.
Lama: 322, 324. Lucero, El: 201.
Lamas de Moledo: 312, 317. Lucillos: 223-224, 364.
Lancia Oppidana: 322, 324. Lugo: 215, 224, 254, 360.
Langa de Duero: 156, 201, 272. Lull, V.: 41.
Lantier, E.: 136, 150, 164, 361. Lumbrales: 56, 102, 106, 139, 154, 224, 230, 246,
Lara de los Infantes: 201, 224-225, 228, 245, 254, 251-252, 286, 309, 362. Véase además Merchanas,
357. castro de Las.
Laredo: 153. Lusitania: 109, 128, 178, 196, 274, 316, 320, 321, 325,
Lares: 321. 328, 337.
Larrén, H.: 280, 288, 355-356. Lusitanos: 120, 165, 197, 309, 313, 317, 322.
Larrodrigo: 224, 230, 251, 255, 270, 362. Luzaga: 175, 199, 20 l.
Larruga, E.: 153.
Lauk, H.D.: 59. M
Layos: 48. Macarro: 102.
Lazarillo de Tormes: 215, 36. MacCone, K.R.: 320.
Lázaros, Los: 224, 362. MacDowell, D.M.: 313.
Le Roux, P.: 301, 311. Macías, M.: 360.
Ledesma: 23, 45, 47, 51, 53, 64, 71, 77, 80-85, 89, Maderuelo: 46.
91, 94, 102, 120, 167, 201, 322, 329, 362; escul Madoz, P.: 33.
tura zoomorfa de: 224, 230, 246, 250, 266, 286. Madrid: 27, 45, 102, 224, 241, 244, 286, 325, 348,
Legge, A.J.: 41. 373.
Leite de Vasconcellos, J.: 215-216, 275-276, 320, 360, Madridanos: 64, 84, 113, 201, 223-225, 241, 245, 254,
366, 367. 371.
Lenerz de Wilde, M.: 189. Madrigal de la Vera: 48, 50, 102, 201.
León: 24, 41, 56, 68, 70, 92, 130, 201, 215. Madrigal de las Altas Torres: 325.
Lerilla: 102, 167. Madrigalejo: 67, 74, 102; escultura zoomorfa de: 224,
Levante: 204, 207-208, 262, 335. 228, 230-231, 240, 246, 251, 253, 262, 286-287,
Liesau, C.: 31, 33, 59, 68, 284, 333. 328, 358.
Ligares: 224, 228, 230, 241, 245, 251, 256. Madroñera: 64, 74, 102, 319.
Ligures: 18, 27. Magazos: 48.
Linares de Riofrío: 58. Magny, M.: 31, 64.
Linhares: 223. Maíllos, Los: 102.
Llanos, A.: 56. Mairos: 223.
Llobera, M.: 288, 294. Málaga: 69.
Llorente, J.M.: 33. Malhadas: 224, 241, 245, 369.
Logrosán: 102. Malpartida de Corneja: 48.
Lomas, F.J.: 21, 309. Malpartida de Plasencia: 102, 223-224, 319, 358.
Lope de Vega: 215. Malpica de Tajo: 48, 102.
López Cuevillas, F.: 218-219, 254, 360. Maluquer, J.: 17-23, 29, 39, 41, 44-45, 48, 50, 52-54,
López de Ayala-Álvarez de Toledo, J.: 101, 104, 215, 73-74, 76-77, 80-81, 85-87, 89-92, 94, 101,
287, 363, 365-366, 368. 104, 106, 120, 122, 133, 136-141, 145, 151, 154,
436 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
Moccus: 284. Muelas del Pan: 48, 223-225, 228, 237, 241, 243, 245,
Moc'h: 284. 254, 256, 270, 274, 277, 324, 371-373. Véase tam
Mocín de Borja: 41. bién San Esteban, castro de.
Modorra, La: 48. Muga de Alba: 56.
Mogadouro: 370. Mula, La: 217, 221, 237.
Mohedas de la Jara: 102, 286. Muñana: 48, 50, 73, 104, 224, 351.
Mohen. J.P.: 175. Muñochas: 223-225, 286, 351.
Moitrieux, G.: 278. Muñogalindo: 102, 104; escultura zoomorfa de: 224-
Mojón del Marrano: 286. 225, 228, 231, 233, 238, 286, 351.
Molacillos: 64, 20 l . Muñoz, H.: 351.
Molina, F.: 22, 59. Muñoz, J.: 20, 312.
Molinero, A.: 17, 20-21, 75, 101, 113, 151, 162, 165, Muralla, castro de La: 48, 64, 73, 102, 104. Véase
180, 190, 219, 272, 279-280, 349, 350, 353, 356, además Alcántara.
363. Murs;a de Panoias: 215, 224, 230, 246, 250, 268, 370.
Molino Caído: 224, 247, 361. Murcia: 297.
Molino Villarejo: 48, 102. Museo Arqueológico Nacional: 347, 363.
Molinos, M.: 284.
Mombeltrán: 102, 130. N
Monachil: 22. Nabia: 313, 319.
Monáo: 360. Narahío: 223, 287.
Moncorvo: 224, 254, 275-276, 286, 366-367, 370. Narrillos de Rebollar: 224, 351.
Monfragüe: 64, 74, 319. Narrillos de San Leonardo: 102; escultura zoomorfa
Monho: 215. de: 224, 228, 231, 239, 285, 351.
Monleón: 102, 224, 250, 266, 279, 362. Narrillos del Álamo: 48.
Monroy: 48, 56, 102. Nash, D.: 92-93, 109, 111, 168, 284.
Mons Veneris: 311. Nava, La: 349.
Mont Beuvray: 115. Navalcán: 102.
Montánchez, sierra de: 308, 311, 322, 325. Navalmoral de Béjar: 23, 48, 53, 102.
Montano, C.: 223, 225, 357. Navalmoralejo: 102.
Monte Bernorio, escudo y puñal del tipo: 187, 189- Navalmorales: 365.
190, 192, 198-199, 202, 204, 335. Navaluenga: 352.
Monte da Saiz: 314. Navalvillar de Pela: 56, 58, 64, 74, 102, 286, 319,
Monte de Moheda, escultura zoomorfa de la finca: 322, 325.
224, 358. Navamorales: 48, 56.
Montealegre de Campos: 68, 141, 201. Navarredonda: 102.
Montehermoso: 224, 256, 358. Navascués, J.M.: 20, 122, 167.
Montejo de Tiermes: 203. Navia Corona: 312.
Montemayor de Polilla: 64. Navilla, La: 48.
Monterroso: 223-224, 254, 360. Nebrija, A. de: 17, 215.
Montesclaros, marqués de: 287. Negralejo, El: 46.
Montoro: 91. Negueruela: 222.
Mora, G.: 312. Nepote: 322.
Moral de Sayago: 102, 224, 254, 274, 324, 371. Neraudau, J.P.: 316.
Morales, A.: 25, 31, 33, 59, 68, 92, 115, 284, 333. Niharra: 48.
Morales, F.: 316. Nocedo: 360.
Morán, C.: 20-21, 23, 47, 52, 89, 166, 169, 176, 182, Noché, E.: 111.
184, 186-190, 192, 197, 199, 217, 219, 223, 231, Norba Caesarina: 167, 324.
266, 268, 287, 309, 311, 336, 351, 359, 361-363, Nowotny, E.: 156.
373. Nuestra Senhora da Assuns;ao: 224, 248.
Moraña, La: 323, 325. Nuestra Senhora Da Guia: 42.
Moras, Las: 224, 351. Nuestra Señora de Chilla: 223-224, 241, 245, 349.
Moreno Arrastio, F.J.: 23, 50, 79, 106, 122, 128, 166. Nuestra Señora del Castillo: 324.
Moreno Núñez, J.L.: 117, 153. Numancía: 17, 20, 114, 128, 194, 218, 272, 316.
Moret, P.: 112, 133, 136, 159-160, 164, 189, 334. Numancia de la Sagra: 46.
Moro, El: 102. Numina: 311.
Mosteiro de Ribeira: 317. Nuñez Sobrino, A.: 223, 287, 322.
Mota, La: 31, 42, 45, 48, 63-64, 69, 76, 79, 81, 83-
85, 91-92, 141, 156, 199-201, 203, 284, 332. o
Muela de Alarilla, La: 46, 50. Obila: 107, 120, 165, 208, 337.
Muela de Galve, La: 46. Ocelo Duri: 128.
438 JESÚS R. ÁLV AREZ-SANCHÍS
Sepúlveda: 56, 224, 363. Tajo, río: 22-24, 27, 29, 31, 33, 35, 47, 50, 53, 56-
Serna, escultura zoomorfa de la finca La: 102, 224, 59,74,77,79,85-86,89,92-93,96,115,120,122,
239, 242, 348. 127-130, 133, 156, 162, 165-169, 172, 175, 178,
Serra do Caramulo: 373. 180, 194, 196-199, 204, 207-208, 211, 261, 264,
Serradilla: 64, 74, 87, 94. 268,282,299,301,308,317,320,322,325,327-
Serrano, A.: 219, 258, 352. 328, 330, 332, 335, 337, 360, 364; valle del: 94,
Serrota, La: 29, 117. 99, 101, 105, 127, 131, 137, 283, 329, 332.
Sertorio: 309. Tala, La: 48.
Servilio Cepión: 165, 168. Talaván: 102, 317.
Setefilla, necrópolis de: 45, 74. Talavera de la Reina: 27,29,48,50,58,93,168,197,
Sevilla: 262. 223-225, 246, 249, 251, 255, 320, 322, 325, 365,
Sevillano, V.: 24, 101, 274, 371-372. 373.
Shepesh: 87. Talavera la Nueva: 224, 249, 266, 286, 365.
Sherrat, A.: 66, 68, 83. Talavera la Vieja: 64, 73, 81, 91,102,106-107,122,
Sidón Apolinar: 313. 127-128, 197, 216, 224, 231, 236-241, 246-247,
Sierra, J.M.: 286. 266, 287, 322, 359, 373.
Sieteiglesias: 83-84, 201, 204. Talve, J.: 313, 315.
Silio Itálico: 195, 301, 309, 312. Tamames, sierra de: 29.
Silva: 149. Tamuja, río: 224, 251, 266, 309, 358.
Silleta, La: 64, 73. Tamusia, ceca de: 166, 196, 301, 328, 337.
Simancas: 63-64, 83-84, 151, 153, 201, 203, 272. Taracena, B.: 154, 156, 272.
Simpson, D.D.A.: 179. Tardajos: 224.
Siruela, jarro tartésico de: 86, 319. Tartessos: 93, 109, 340.
Sistema Central: 29, 35, 45, 51, 58, 71, 84, 93, 99- Tautalos: 168.
100, 169, 187, 199, 208, 303, 308, 329, 332. Tavares, J.A.: 366, 367, 370.
Sleza, Monte: 278. Tejado,El: 48,56,57,102,106,179,224,231,286,363.
Snodgrass, A.: 87. Tejares, Los: 73, 102, 106-107, 166, 167, 224, 234,
Sobradillo: 311. 266, 277, 355-356. Véase también Berrueco, cas
Solacueva de Lacozmonte: 56. tro de El.
Solana de Rioalmar: 222-225,241, 245, 353. Tejera Vieja: 288.
Solana, J.M.: 21, 324. Tene, La: 200, 278, 303.
Solano, M.C.: 18. Terán, M. de: 27.
Solarana: 201. Terral, El: 64.
Solosancho: 21,48,75,102,104,144,147,201,211, Teruel: 311.
224,228,235,265,31O,314,353. Véase también Teso de la Mora: 201.
Ulaca, castro de. Teso de la Virgen del Castillo: 147.
Sonsoles, ermita de: 102, 104. Teso de las Catedrales: 106-107,113,156,163,212.
Sopeña, G.: 310, 312, 317. Véase también Salamanca.
Sopranis,J.A.: 280, 287. Teso de San Cristóbal: 147, 31.
Soria: 20, 24, 159, 190, 201, 272. Teso del Castillo: 156.
Sotalvo: 242, 353. Teso del Cuerno: 23.
Sotillo, J.L.: 258. Teso del Dinero: 64, 77, 102, 120.
Soto de Medinilla: 22,31, 37, 45,64-68,71, 77, 82- Teso del Valdecidiel: 48.
83,97-98,151,153, 201-202, 208,224,228,231, Testero, El: 46.
237, 238, 242, 284. Teutones: 112.
Stary, P.F.: 189, 197. Thomas, R.: 69.
Sturbridge: 153. Tiedra: 64.
Stylow, A.U.: 325. Tiermes: 114, 147, 200-201, 203.
Sucellus: 320. Tierra de Arévalo: 29, 325.
Suertes,escultura zoomorfa de la finca Las: 224,242, Tierra del Vino: 29, 39.
353. Tiétar, río: 29, 35, 47, 79, 130, 169, 260, 310, 332;
valle del: 29, 33, 35, 56, 74, 94, 104, 120, 141,
T 211.
Tabera de Abajo, escultura zoomorfa de: 224, 228, Tilley, CH.: 288.
231, 234, 259, 286, 363. Tinajas, cerro de las: 224, 364.
Taboada, J.: 215, 217-219, 223, 254, 275-276, 280, Tito Livio: 100, 112-115, 128, 189, 198, 301, 309,
284, 287, 360. 312, 316, 321-322, 336.
Tácito: 309, 310, 313. Tocona!, escultura zoomorfa de la dehesa del: 224,
Tagarabuena: 48. 249, 358.
Tajada de Bezas, La: 46. Togoti: 311.
ÍNDICE ANALÍTICO 443
Toledo: 23, 27, 46, 48, 50, 53, 64, 102, 122, 153, 168, Travesedo, palacio de: 354, 355.
201, 215, 219, 223-225, 231, 237-240-243, 246- Trebopala: 312, 321.
256, 259, 261, 270, 279, 286, 311, 320-321, 325, Treceño, F.J.: 45, 50, 69, 76, 79, 81, 83-85, 91, 141,
358, 363, 373; montes de: 29, 31, 122, 128, 282, 156, 199-200, 203.
325, 366; museo de Santa Cruz de: 364. Troña: 223-224, 275-277, 361.
Toletum: 114, 128, 153, 165, 322. Trujillo: 48, 102, 136, 154, 223-224, 319, 321-322,
Tolmos de Caracena, Los: 39, 59. 325, 359.
Tomillar, El: 48. Tua, río: 260.
Tondela: 373. Tuda, La: 102, 201.
Tongobriga: 314. Tudela de Duero: 64.
Tordehumos: 64. Túrdulos: 24.
Tordesillas: 48. Turgalium: 322.
Tordillos: 224, 363. Turobriga: 321, 328.
Tormes, río: 18, 27, 29, 71, 74, 93, 98, 106, 120, 147,
168, 260, 268, 319, 323-324, 328; valle del: 29, u
33, 35, 47, 48, 56, 71, 94, 120. Ubierna: 201.
Tornadizos de Ávila, escultura zoomorfa de: 102, 224, Ucero, necrópolis de: 175, 199, 201-202.
228, 230-231, 236-240, 243, 244-246, 250, 272, Uces, Las: 29, 102.
274, 280, 281, 282, 286, 287, 288, 291, 293, 354- Ucubi: 325.
355. Ulaca, castro de: 18, 23, 48, 55-56, 75, 96, 98, 102,
Tornavacas: 31, 93. 104, 112, 117, 120, 130, 136, 139, 141, 144-147,
Toro: 48, 64, 113, 128, 151, 153, 217, 224, 228, 231, 149-152, 158, 160, 163-166, 169, 182, 197, 201-
235, 266, 268, 282, 336, 372. 202, 206, 211, 306-307, 325, 334, 341, 343; es
Toro, finca El: 224, 236, 359. cultura zoomorfa de: 222-224, 231, 235, 264-265,
Toro del Hito: 224, 240, 286, 358. 277, 286, 353; santuario de: 310-314. Véase tam
Toro Mocho: 246, 249, 360. bién Solosancho.
Toros, esculturas de: Véase Escultura zoomorfa. Ulbert, G.: 272.
Toros de Guisando: 17, 18, 215-217, 224, 266, 274, Untermann, J.: 109, 196, 317, 319, 321.
280, 287, 353. Urbicua: 114.
Torralba de Oropesa, escultura zoomorfa de: 222-225, Urbina, D.: 92, 101, 122, 128.
230, 246-247, 249, 251, 253-254, 270, 365. Urruela, J.: 316.
Torre de Babia: 70. Urteaga, M.: 79, 91, 141.
Torre de Dona Chama, escultura zoomorfa de la: 215, Urueña: 18.
224, 230, 246, 249, 268, 287, 370. Urunia: 165, 322.
Torre de Pedro Serrano, finca de la: 224, 351. Uxama: 114, 190.
Torre del Polvorín: 365. Uzquiano, P.: 31.
Torre, La: 48.
Torrecilla de la Jara: 215, 224, 251-253, 325, 365. V
Torrecilla, La: 56, 102. Vacceos: 21-22, 100, 113, 153, 167, 216, 325.
Torrejón, El: 48, 50, 64, 73, 102. Vaelicus: 310, 32.
Torrejón de Abajo: 64, 93, 341. Vahros: 315.
Torrejón El Rubio: 64, 74. Val de Corneja: 224, 349.
Torrelaguna: 224, 237, 241, 244, 272, 282, 348, 373. Val, J. del: 58.
Torrelobatón: 64, 20 l . Valcorchero: 47.
Torrequemada: 224, 230, 246, 251, 253, 262, 279, Valchorchero, escultura zoomorfa de la dehesa de:
328, 359. 224.
Torres, M.: 187, 301, 309. Valdeagudo: 102.
Torrico, El: 364, 365 Valdecaballeros: 325.
Tortosa, museo de: 223. Valdecañas, embalse de: 64, 102, 122, 359.
Totanés, escultura zoomorfa de: 224, 228, 237, 242, Valdehúncar: 64, 73, 102.
286, 325, 366. Valdelacasa de Tajo: 224, 230, 251, 255, 286, 359-
Tovar, A.: 21, 165, 280, 308-309, 312, 317, 319, 322, 360.
325. Valdemorales: 64.
Tralhariz: 223-224, 370. Valdemorales, arroyo: 364.
Trampal, El: 321. Valdeobispo: 48, 56.
Tranco del Diablo: 48, 53. Valdepalacios, escultura zoomorfa de la finca: 224,
Tranoy, A.: 312. 256, 364-365.
Tras-Os-Montes: 136, 215, 224, 231, 238, 241, 245, Valderas: 201.
248-249, 250-251, 254-256, 260, 275-276, 282, Valdés: 223.
366. Valdestillas: 20 l .
444 JESÚS R. ÁLVAREZ-SANCHÍS
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LA OSERA Vl-370
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LA OSERA Vl-455
LA OSERA Vl-64
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ALCANTARA A-12
LA OSERA V-1060
ALCANTARA A·3
LA OSERA 111-431
LA OSERA Vl-438
LA OSERA Vl-361
LAS COGOTAS-904
LA OSERA 1-1
ELRAS0-5
ELRAS0-29
LA OSERA 11-251
LA OSERA Vl-436
LA OSERA Vl-90
LA OSERA Vl-200
LA OSERA Vl-182
LA OSERA Vf-185
LAS COGOTAS-730
LA OSERA V-1241
LA OSERA Vl-350
LAS COGOTAS-476
LAS COGOTAS-242
LA OSERA Vl-282
LAS COGOTAS-418
LAS COGOTAS-A
LA OSERA Vl-477
LA OSERA Vl-487
LAS COGOTAS-747
LAS COGOTAS-899
LA OSERA 11-201
LA OSERA Vl-514
LA OSERA Vl-21
LA OSERA Vl-270
LA OSERA Vl-509
LAS COGOTAS-513
LA OSERA Vl-140
LAS COGOTAS-573
LAS COGOTAS-102
LA OSERA Vl-4
LA OSERA Vl-55
LA OSERA Vl-138
LA OSERA Vl-14
LA OSERA Vl-338
LA OSERA Vl-264
LAS COGOTAS -287
LAS COGOTAS-288
LAS COGOTAS-1304
LAS COGOTAS-356
LA OSERA Vl-59
LAS COGOTAS-1354
LAS COGOTAS-605
LAS COGOTAS-1359
LA OSERA Vl-418
LAS COGOTAS-965
LAS COGOTAS-680
LAS COGOTAS-1442
LA OSERA V-1297
LA OSERA 11-311
LAS COGOTAS-383
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ELROMAZAL 1-40
LAS COGOTAS-1270
LAS COGOTAS-453
ELROMAZAL 1-22
ELROMAZAL 1-36
ELROMAZAL 1-116
ELROMAZAL 1
ELROMAZAL 1-18
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