Resumen I Schejtman Completisimo-A PDF
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RESUMEN I
CATEDRA SCHEJTMAN
Completisimo
INDICE
II.RELACIÓN PSIQUIATRÍA-PSICOANÁLISIS:
1. Método psiquiátrico y método psicoanalítico. El método psiquiátrico. Fundamentos epistemológicos e
ideológicos. El dispositivo freudiano de tratamiento
2. Nosología descriptiva y nosología estructural. El síntoma para la psiquiatría y para el psicoanálisis.
3. Ruptura y continuidad entre el psicoanálisis y la psiquiatría. El psicoanálisis como culminación de la
psiquiatría clásica.
4. Clínica psiquiátrica y clínica psicoanalítica. Clínica de la mirada y clínica de la escucha.
Bibliografía obligatoria:
Godoy, C., "La psicopatología: de la psiquiatría al psicoanálisis", en Psicoanálisis y psiquiatría: encuentros y
desencuentros (Temas introductorios a la psicopatología), op. cit.
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C. Parafrenias:
1. Desarrollo histórico y conceptual del término parafrenia. Introducción del concepto de parafrenia por
Kraepelin. La octava edición del tratado de Kraepelin y su relación con la sexta. Las diferentes
parafrenias. La evolución y el deterioro.
2. G. Ballet. La psicosis alucinatoria crónica como entidad autónoma, por fuera de la demencia precoz de
Kraepelin. Críticas a la disociación de Magnan y a la síntesis de Kraepelin. Los síntomas constantes y los
inconstantes. La desagregación de la personalidad y el eco de pensamiento.
Bibliografía obligatoria
Ballet, G., "La psicosis alucinatoria crónica" (Incluye: "La psicosis alucinatoria crónica y la desagregación de la
personalidad").
Bercherie, P., Los fundamentos de la clínica. Cap. 12.
Bleuler, E., "Dementia praecox o el grupo de las esquizofrenias".
De Clérambault, G. G., "Las psicosis pasionales". En Metáfora y delirio. Eolia Dor, Madrid, 1993. Kraepelin, E.,
"Paranoia". Lección 15.
Kraepelin, E., "La locura sistemática" (paranoia). En Analytica, 30. Págs. 21 a 43. Kraepelin, E., "Demencia
precoz". Lección 3.
Kraepelin, E., "La psicosis irreversible". En Analytica, 49. Cap. 1: El cuadro general de la enfermedad (págs. 11 a
23); Cap. 4: Diagnóstico diferencial (págs. 83 a 91).
Kraepelin, E., "Las parafrenias". En La demencia precoz. 2ª parte. Parafrenias, Polemos, Bs. As., 1996. Cap. XIII.
Sérieux P. y Capgras J., "Delirio de reivindicación". Sérieux P. y Capgras J., "Delirio de interpretación".
Zlotnik, M., "La psiquiatría clásica y sus dos clínicas", en Psicoanálisis y psiquiatría: encuentros y
desencuentros (Temas introductorios a la psicopatología), op. cit.
Lacan dice que hay clínica desde que hay tipos clínicos. Esta clínica identificó y nominó a una seria de tipos
clínicos, que luego fueron retomados por el psicoanálisis.
La psicopatología es el campo a través del cual el psicoanálisis va a incidir en la teoría psiquiátrica. Esto se
observa en Bleuer y Jung (psiquiatras de Zurich) quienes toman las concepciones freudianas para crear la
noción de esquizofrenia.
Los tipos clínicos no son especies naturales sino el recorte, producido en el campo de la clínica, a partir de
ciertos conceptos que explicíta o implícitamente, agrupan a un conjunto de síntomas. Por lo tanto es
fundamental extraer cuál es el criterio que opera en cada distinción nosológica. Godoy distingue la lógica
de la psiquiatría y la del psicoanálisis y el concepto lacaniano de estructura.
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residuales del paradigma anterior, y se producen retornos a cuestiones que parecían superadas o
permanecían veladas.
G. Lanteri-Laura propone 3 paradigmas: el de la alienación mental (corresponde a la clínica sincrónica
planteada por P. Bercherie), el de las enfermedades mentales (corresponde a la clínica diacrónica planteada
por P.Bercherie) y el de las grandes estructuras psicopatológicas.
Paradigma de la alienación mental: corresponde al pasaje de la noción social y cultural de “locura” al
concepto médico de “alienación mental”, introduciéndosela como una enfermedad y ubicándosela en el
plano de la asistencia médica. La alienación mental se constituye entonces en una especialidad autónoma,
pero para Pinel no consiste en enfermedades irreductibles sino simples variedades que pueden sucederse
en el mismo paciente. Se destaca así LA alienación mental, ya que sus variedades de presentación no le
quitan el carácter de enfermedad única, para la cual se propone una única forma de tratamiento: el
tratamiento moral.
En este período nace el dispositivo de internación como una parte esencial del tratamiento moral. Este
dispositivo se erige bajo el supuesto de que aislar al alienado de sus lazos familiares y de los problemas del
mundo evita las pasiones que agravan la alienación mental. El asilo encarnaría un ambiente enteramente
racional que podría devolverle la razón al alienado. El tratamiento moral buscaba dirigirse a lo que “restaba”
de razón en el alienado y ocuparlo en un trabajo que pudiera alejarlo de su padecimiento.
Pinel y Esquirol, son los autores que caracterizan a este período. Éste se extiende desde 1973 (año de la
asunción de Pinel como director del asilo de Bicêtre) hasta mediados del siglo XIX, momento en que J.P.
Falret (alumno de Esquirol) sostiene que la patología mental se componía de una serie de especies
mórbidas, las cuales no constituirían variedades sino que serían específicas e irreductibles unas a otras,
especies verdaderamente distintas y caracterizadas por un conjunto de síntomas y por una evolución
determinada.
Paradigma de las enfermedades mentales: llevará a poner el acento en la semiología y en la observación
clínica del paciente, ya que al multiplicarse las entidades mórbidas se vuelve crucial la evaluación
diagnóstica. Se despliega la semiología psiquiátrica, la cual constituye una rama de la medicina que se ocupa
de describir y definir los signos de las enfermedades, para poder establecer un pronóstico y un tratamiento
adecuado. Se produce un desarrollo marcado de la clínica, constituyéndose las grandes nosografías.
Lanteri-Laura denomina empirismo estricto a la observación y descripción que se realiza en este período, el
cual se opone en cierta manera a la psicopatología, reflejándose en el pasaje al siguiente paradigma.
La crisis de este paradigma comienza cuando la multiplicación de las especies mórbidas se torna difícil de
ordenar. En este momento también surge el cuestionamiento de la teoría de las localizaciones cerebrales, la
cual esperaba poder localizar para cada enfermedad una etiología certera. La influencia de Freud en algunos
psiquiatras será la base para la constitución del tercer paradigma.
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Entre los años 20 y 40 se manejó en la psiquiatría la noción de estructura originada en la teoría de la
Gestalt, mostrando la influencia de esta teoría. A su vez, la filosofía fenomenológica también ejercerá una
amplia influencia.
En este momento se impone la oposición neurosis-psicosis, la cual le permite a la psiquiatría organizar todo
lo que no corresponde a lesiones cerebrales evidentes ni a factores exógenos indudables.
Diferencia entre Kreapelin y Bleuler:
_Kreapelin: concepción sobre demencia precoz se encuentra ubicada dentro del segundo paradigma. Para
éste, la demencia precoz constituía una enfermedad que podía ser abordada a partir de la descripción
clínica y cura evolución asegura su unicidad.
_Bleuler: marca el pasaje del segundo al tercer paradigma al introducir el concepto de esquizofrenia. Éste se
sitúa en una perspectiva donde la clínica se inspira en concepciones no clínicas, introduciendo hipótesis
psicopatológicas y no meramente descriptivo-semiológicas. Esto trae aparejado una progresiva reducción
de las enfermedades mentales junto con la ampliación del concepto de esquizofrenia hasta cubrir casi todo
el campo de la psicosis
E. Minkowski decía que la psiquiatría objetiva es insuficiente y no permite analizar los elementos más que
como elementos psíquicos artificialmente aislados, a los que se atribuye falsamente una realidad propia.
Por el contrario, el síntoma mental no es una simple asociación de síntomas, sino la expresión de una
modificación profunda y característica de la personalidad humana entera. El autor propone el diagnóstico
estructural como la identificación del trastorno generador que corresponde a la base anatomofisiológica de
los síndromes somáticos.
Este planteo presenta el límite de su concepto de estructura pensado fenomenológicamente como
estructura de la personalidad.
A su vez, H. Ey plantea un orden jerárquico y dinámico de instancias superiores e inferiores. En lo superior
ubica a la conciencia que debe conducir y dominar todas las funciones inferiores que son automáticas e
inconscientes. Todo proceso patológico daría por resultado 2 tipos de síntomas: los negativos (resultado de
la disolución de la función superior) y los positivos (consecuencia de la liberación de los niveles inferiores).
A este dinamismo entre instancias jerárquicas H. Ey llama estructura y deduce una estratificación de los
estados psicopatológicos según el grado de degradación de la actividad psíquica.
La crisis del paradigma estructural se debe: en parte a lo abusivo de la utilización del concepto de estructura
que, al ganar amplitud, perdió precisión; a la declinación, en el nivel práctico, de las nociones introducidas
por estas concepciones; y al cambio introducido por el surgimiento y la multiplicación de los psicofármacos
y la diversidad de dispositivos psicoterapéuticos.
Lanteri-Laura se pregunta si la autoridad adquirida por el DSM bastará, con su modelo sindrómico, para
establecer un nuevo paradigma (el cuarto). Se entiende que cada síndrome posee algunos síntomas que
pueden servir para el diagnóstico, de esta manera se deja de lado la etiología y la evolución, ambas
nociones de carácter psicopatológico.
Sin embargo, para Lanteri-Laura, la fragmentación progresiva de la psiquiatría contemporánea resulta un
obstáculo al intentar de identificar un cuarto paradigma.
El “paradigma” lacaniano
Se pueden destacar aproximaciones y diferencias entre el psicoanálisis y el tercer paradigma.
_El modelo construido en el tercer paradigma sigue estando dentro del campo de la psiquiatría, aunque
influenciada por las concepciones freudiana, la fenomenología, la teoría de la Gestalt, la neurología
globalista, etc.
_ El trabajo que hace J. Lacan se puede ubicar, su comienzo, en el tercer paradigma, y posteriormente una
articulación con el segundo paradigma. En ésta se destaca la introducción del concepto de estructura de
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modo radicalmente diferente, refiriéndose a la estructura del lenguaje, de la cual se articulará con el efecto
subjetivo.
El debate entre J. Lacan y H. Ey producido en el segundo coloquio de Bonneval en 1946 se puede marcar
como un hito que marca la diferencia entre el psicoanálsis y la psiquiatría (del tercer paradigma). Lacan aquí
demuestra que la teoría de H. Ey no deja de tratarse de un organicismo y propone una concepción
radicalmente distinta de locura y la causalidad.
Si el segundo paradigma ponía su acento en el fenómeno clínico y el tercero destacaba la dimensión de la
estructura, Lacan propone en lugar de esa disyunción, una conjunción: buscar la estructura en el
fenómeno. De esta manera destaca el estudio de Clérambault de los automatismos mentales, ya que el
autor intentó aislar la estructura presente en el síntoma, aquello que Lacan luego definió como el
significante en lo real de la psicosis.
Se puede sostener que la psiquiatría excluye el campo del goce (esto se observa en la elisión que realiza
Bleuler del eros de “autoerotismo” para introducir como síntoma de la esquizofrenia el autismo), mientras
que para el psicoanálisis la consideración de la envoltura formal del síntoma (sea neurótico o psicótico) es
inseparable de la problemática de goce que implica. A su vez, el psicoanálisis constituye una clínica basada
en la transferencia, introduce al analista. Esto lo aleja de la descripción objetivante de la psiquiatría
introduciendo la posición subjetiva de auqel que nos habla de los fenómenos que lo habitan. Por lo tanto, si
bien el tercer paradigma no se constituye son el psicoanálisis, éste, sin embargo, no se confunde con él.
En contraposición con lo que plantea Lanteri-Laura, desde la persectiva del psicoanálisis resulta
fundamental subrayar que los trabajos de Freud son decisivos en la constitución del campo de la
psicopatología al introducir la formulación de hipótesis sobre la formación de síntomas. A su vez, a partir de
la lectura que propone Lacan, ciertos autores ubicados por Lateri-Laura en el segundo paradigma, llevan
adelante importantes distinciones psicopatológicas, por ejemplo Clérembault con la psicosis a base de
automatismos.
Se podría ubicar un paradigma lacaniano, no de la psiquiatría sino del psicoanálisis, que puede constituir
una respuesta al impasse del modelo del DSM y la psiquiatría contemporánea. Éste se da cuenta de la
envoltura formal del síntoma y su relación con el goce.
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Saussure: la sincronía refiere al aspecto estático de un fenómeno, es decir, designa un estado de las cosas
en una relación de simultaneidad que excluye toda intervención del tiempo. La diacronía consiste en tomar
un objeto y estudiar sus modificaciones a través del tiempo.
Clínica sincrónica: se caracteriza por tomar a la enfermedad mental en el memento preciso en que se la está
abordando, sin tener en cuenta sus antecedentes, ni el tipo de evolución. Fundada en la descripción
sindrómica de la patología. La locura, si bien es tomada como un género unitario, puede presentar diversos
tipos de síndromes sin que necesariamente se establezca un orden de sucesión entre ellos, ya que lo que
interesa es hacer la descripción precisa de lo que se presenta en el momento de la evaluación de la
enfermedad.
Concibe la locura como única y dentro de ella encuentra distintos síntomas o síndromes que son entendidos
como distintas apariencias de ese fenómeno único. Distingue 4 síndromes: manía, melancolía, demencia,
idiotismo.
a. Manía: delirio generalizado, no se acota a un punto sino que cubre todos los objetos del mundo que
rodean al sujeto. Están perturbadas todas las funciones del entendimiento (percepción, memoria,
juicio, afectividad, imaginación), acompañado por una viva agitación. En relación con la demencia
precoz de Kraepelin.
-Manía razonante/ manía sin delirio: subvariedad donde las funciones del entendimiento
quedan intactas y sólo hay alteración de la afectividad y excitación. Quizá pueda ser fijada como
antecedente de lo que se considera actualmente manía.
b. Melancolía: el delirio está acotado a un objeto en particular o a una serie de objetos relacionados
con el objeto originario. Fuera de ese núcleo delirante las facultades mentales permanecen intactas.
Puede entenderse como antecedente de la paranoia de Kraepelin. En la actualidad el concepto es
muy diferente.
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c. Demencia o abolición del pensamiento: es la incoherencia en la manifestación de las facultades
mentales, el desorden y la movilidad, existencia automática y destrucción de la función de síntesis.
Coincide en gran medida con lo que hoy se conoce como demencia.
d. Idiotismo: es la obliteración de las facultades intelectuales y afectivas, es decir, la supresión más o
menos completa de la actividad mental.
Pinel determina 3 tipos de causas:
a. causas físicas, como un traumatismo, accidente, que pueden producir una lesión;
b. herencia;
c. causas morales, corresponde al 50 % de los casos y entrarían dentro de lo psíquico.
A partir de esta clasificación Pinel propone un tratamiento para patologías cuyas causas morales serían la
perturbación de las pasiones, pasiones intensas y fuertemente contrariadas o prolongadas, excesos de todo
tipo, irregularidades de las costumbres y de modo de vida o instituciones viciosas. Propone el tratamiento
moral, entendiendo que el sujeto se ve afectado por el contexto, motivo por el cual es necesario incluirlo en
un contexto “sano” y con atención especializada, de esta manera se origina la internación con fines
terapéuticos.
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ordenadores, tendiendo a sistematizar la nosografía organizando los fenómenos observables en torno a
principios directrices).
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3. Los delirios crónicos en la escuela alemana
Wilhem Griessinger, fundador de la escuela alemana de psiquiatría, introduce la revolución pineliana en la
psiquiatría alemana adoptando el principio etiológico y el método de observación de los franceses.
Presenta una nosología edificada sobre la idea de la evolución de las formas clínicas dentro un mismo
proceso, lo cual trae como consecuencia la noción de monopsicosis.
Propone la locura sistematizada, entidad que estuvo mucho tiempo en debate, y finalmente adquiere una
extensión máxima recubriendo gran parte de la patología mental. Éste es el debate que precede a la obra
de Kraepelin y que define el contexto en que se instala su elaboración.
4. Kraepelin y la 6° edición
La elaboración de Kraepelin es representativa del estilo de la escuela alemana que intenta ordenar y
sistematizar las enfermedades en nosologías.
Enla 6° edición el problema de la locura sistematizada es despejado.Establece una serie de 13
enfermedades, ordenándolas según su etiología:
a. Locuras infecciosas
b. Locuras por agotamiento
c. Intoxicaciones
d. Locuras tiróideas
e. Demencias precoz
f. Demencias paralítica
g. Locura de las lesiones de cerebro
h. Locuras de involución
i. Locuras maníaco depresivas
j. Paranoia
k. Neurosis generales
l. Estados psicopáticos
m. Detenciones del desarrollo psíquico
Diferencia la demencia precoz y la paranoia a partir de la diferenciación entre elementos esenciales o
basales y los elementos accesorios (que son los fenómenos clínicos más evidentes y manifiestos de una
patología, pero que no necesariamente están presentes en todos los casos: delirios, alucinaciones. A su vez,
delimita los elementos esenciales que siempre forman parte del cuadro clínico: el curso de la enfermedad
en el tiempo (inicio, desarrollo, etapa terminal) y el estado de las facultades mentales al inicio y al final de la
enfermedad.
I. Paranoia: grupo homogéneo, delirio primitivo y crónico. Su desarrollo depende de causas internas y
de la evolución continua de un sistema delirante duradero e imposible de quebrantar que se
instaura conservando completamente la claridad y el orden en el pensamiento, la voluntad y la
acción. Se instala un sistema, basado en ideas de persecución, producido por un delirio o por una
manera especial de interpretarlo todo por medio del delirio. Su ritmo es crónico y lento.
II. Demencia precoz: no es un grupo homogéneo. Como síndrome basal ubica la perturbación al inicio
de la enfermedad de las facultades mentales, voluntad y del afecto. Tiene inicio temprano de la
enfermedad en la juventud y evolución discontinua y crónica, y posee una terminación demencial.
Describe 4 formas:
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a. Hebefrenia: (introducida por Hecker) es una locura con predominio de alucinaciones, ideas
delirantes fragmentarias y pobres, gran perturbación de la voluntad y afectividad, de
comienzo en la juventud y de mal pronóstico.
b. Catatonía: (introducida por Kahlbaum) locura juvenil y de mal pronóstico, donde el
compromiso corporal es mayor, hay períodos de rigidez corporal y otros de gran excitación
psicomotriz. Gran perturbación de la voluntad y afectividad, y mutismo que puede devenir
en autismo.
c. Demencia paranoide: locura de comienzo tardío (adultez), más leve y de mejor pronóstico.
Con predominio de alucinaciones auditivas, delirio suficientemente sistematizado, poca
perturbación de la voluntad y de la afectividad.
d. Demencia fantástica: es muy similar a la paranoide, sólo que los temas delirantes son más
extravagantes, fantasiosos.
Fundamenta su unidad diciendo que en todos los casos se encuentran trastornos
fundamentales(síndrome basal) que son más nítidos en el final de la evolución.
III. Locura maníaco depresiva: incluye los trastornos del estado de ánimo, con evolución recurrencial
que va desde la manía o euforia, a la depresión o melancolía. Actualmente se la conoce como
trastorno bipolar.
La noción de demencia precoz ha sido muy criticada. Se ha cuestionado la denominación “precoz” debido
a la existencia de casos de inicio tardío. Tampoco hubo acuerdo respecto a la noción de demencia porque
no todos los enfermos llegaban a ese estado. Y se criticó que las 4 formas clínicas son muy disímiles como
para agruparlas en una misma entidad clínica.
Ballet dice que Kraepelin y sus seguidores sintetizaron demasiado fusionando la demencia paranoide con la
hebefrenia y la catatonía. Además explica que el hecho de que la demencia como fase terminal sea común a
las 4 formas no es suficiente como para agruparlas (ya que también pueden ser patologías distintas que
terminen en un mismo trastorno).
Ballet propone la psicosis alucinatoria crónica, que se superpone con la demencia paranoide, aunque su
evolución no necesariamente conduzca a la demencia. Describe 4 etapas: estado cenestécico penoso e
inquietud, ideas de persecución y alucinaciones (auditivas principalmente), sustitución o agregado de ideas
pretenciosas (ideas de grandeza), demencia.
El delirio crónico de evolución sistemática de Magnan y sus etapas se toman como modelo de la psicos
alucinatoria crónica, con la diferencia de que para Magnan las 4 etapas deben cumplirse necesariamente.
2 años después Ballet plantea que la base de la psicosis alucinatoria crónica está conformada por la
desagregación de la personalidad y las alucinaciones. La desagregación de la personalidad consiste en que
la persona pierde su unidad consciente, de manera tal que sus actos o pensamientos, que deberían ser
producto de su personalidad, son adjudicados a una personalidad extranjera. El síntoma que prueba esto es
el eco de pensamiento: los pacientes se quejan de repetición de pensamientos (que no pueden ser
dominados voluntariamente). El eco del pensamiento es retomado posteriormente por Clérambault cuando
introduce el concepto de automatismo mental.
Bleuler critica a Kraepelin que la denominación que planteó es imprecisa ya que no se trata de una
demencia y porque no siempre es juvenil ni precoz en el desarrollo del proceso patológico. De este modo
propone la aplicación de las concepciones freudianas en la demencia precoz, poniendo el acento en el
mecanismo de disociación.
Los síntomas fundamentales (basales) que propone son: perturbación del curso del pensamiento
(asociación de ideas), denominadas blocking (obstrucción o bloqueo); perturbaciones afectivas
(ambivalencia, indiferencia aparente); autismo (noción construida a partir del concepto freudiano
“autoerotismo”) en tanto desapego de la realidad, predominancia de la vida interior.
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La demencia precoz es reemplazada por la esquizofrenia.
Kraepelin retoma estas críticas en la 8° edición de su tratado, creando un nuevo grupo: la demencia
endógenas, un grupo más amplio y heterogéneo pero que intenta englobar todo lo que no fue tomado en
cuenta anteriormente.
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Se divide en 3 períodos:
a. la fase de incubación meditativa, donde se acumula el material de las interpretaciones futuras y el
sujeto aun duda;
b. el período de sistematización, donde aparece la idea directriz y se realiza la extensión progresiva y
retrospectiva del delirio;
c. el período terminal de resignación, donde el delirio, si bien se difumina, no desaparece y el
paranoico no se cura.
Hay 2 formas clínicas:
Delirio de suposición: es un delirio de sospechas, de dudas delirantes, que nunca se sistematiza.
Delirio de fabulación: donde la sistematización es muy precisa y muy compleja
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Estaba vinculado al grupo de los Ideólogos, que reprenda en Francia la síntesis de las corrientes de
pensamiento renovadoras y radicalizantes que marcaron el siglo XVII. Herederos de la tradición
nominalista, consideraban que el conocimiento es un proceso cuya base es la observación empírica de los
fenómenos que constituyen la realidad. A esos fenómenos, materiales brutos de la percepción, el sabio
debe agruparlos y clasificarlos en función de sus analogías y de sus diferencias, evitando introducir en ese
trabajo de análisis y síntesis su subjetividad, bajo la forma de “ídolos”. La Ciencia, sería de esta manera una
lengua que nombraría lo real y no a los ídolos que son una herramienta sospechosa del conocimiento. En
Pinel se encuentra una mayor confianza en la observación y una desconfianza en la teoría. El positivismo (A.
Comte) dirá que el hombre puede confiar en sus facultades de observación y de análisis, los fenómenos tal
como se le aparecen no son la esencia de la realidad última, pero son suficientemente “paralelos” a ella
como para que pueda fundar en ellos un saber aproximativo y, sin embargo, valedero. No conocerá jamás
verdaderamente lo real (tal como Dios lo conoce) y es por lo tanto inútil que se consuma en sistemas
explicativos. Por el contrario, conocerá suficientemente lo que se le presenta en lo real, para obtener de él
un conocimiento pragmáticamente eficaz.
Pinel fue uno de los que constituyeron a la clínica médica como observación y análisis sistémico de los
fenómenos perceptibles de la enfermedad, resultado de esto es su “Nosografía”.
Los planteamientos de Pinel no deben leerse como un sistema explicativo.
Pinel considera la alienación mental como una enfermedad en el sentido de las enfermedades orgánicas, es
decir, de las funciones superiores del sistema nervioso. Por eso las ubica en la clase de las neurosis, son
afecciones del sistema nervioso sin inflamación, ni lesión de estructura, ni fiebre. Sin embargo, tanto para
las neurosis como para la alienación, cita causas por lesión o alteraciones de la función sin lesión
perceptible. Lo importante es que la lesión no es constante y que por lo tanto representa un elemento
contingente.
Se repite con: Zlotnik: La psiquiatría clásica y sus dos clínicas. Psicoanálisis y psiquiatría: encuentro y
desencuentros. II. La clínica sincrónica. 1. Pinel y las especies de la locura.
a. Hipocondría: perturbación que no supera la interpretación permanente e inquieta de las
sensaciones viscerales que Pinel considera suficientemente reales, atribuyéndoles frecuentemente
un fundamento orgánico.
b. Sonambulismo: locura corta, limitada al período del sueño, Pinel incluye aquí a la pesadilla.
c. Hidrofobia: rabia, trastorno psíquico excitado o depresivo.
La nosología de Pinel apunta a crear grandes clases fenoménicas, de comportamientos, persuadido de que
éstas recubren algo de la esencia de lo real. Actualmente se piensa con categorías muy diferentes, son los
pequeños signos los que importan y definen al fenómeno.
La alienación mental constituye una unidad, ya que empírica y metodológicamente forma un grupo
homogéneo de fenómenos, claramente diferente de las otras enfermedades.
La Nosografía clasifica las enfermedades mentales en grandes categorías, sirviéndose para ellos de los
síntomas más notorios.
Pinel es partidario de una concepción materialista psicofisiológica: la mente es una manifestación del
funcionamiento del cerebro, y las relaciones de lo físico y de lo moral en el hombre le parecen
fundamentales y permanentes. La locura, la concibe entonces como un desarreglo de las facultades
cerebrales y propondrá a ese desarreglo ciertas causas:
Causas físicas:
o cerebrales: un golpe violento, una conformación viciosa del cráneo;
o simpáticas: alcanzan al cerebro como consecuencia de sus lazos con los otros órganos del
cuerpo;
Se relacionan con éstas las causas fisiológicas (partos, edad crítica de las mujeres) y el
hábito de la ebriedad.
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Herencia
Causas morales:
o pasiones intensas y fuertemente contrariadas o prolongadas;
o excesos de todo tipo, irregularidades en las costumbres y del modo de vida, la institución
viciosa es factor predisponerte (ya sea por malicie o por dureza excesiva).
Considera que son las más importantes en la producción de alineación. Entiende que
actúan por la acción que ejercen sobre los órganos de la “economía”, es decir, sobre el
organismo considerado como un todo funcional, perturbándolos.
Pinel, a su vez, tiende a atribuir la forma del acceso a la constitución del individuo, es decir, al tipo físico. La
alienación aparece entonces como uno de los tipos de reacción del organismo.
En cuanto al tratamiento, rechaza las intervenciones que se realizaban en su época, basándose en la idea de
Hipócrates de que la enfermedad es una reacción saludable del organismo contra la acción de causas que
perturban su equilibrio, cuya terminación natural es la cura.
Método expectante de Hipócrates: el médico debe abstenerse al máximo de toda intervención que fuera a
perturbar el desarrollo del ciclo natural de la enfermedad. Cuando el organismo halla desarrollado su acción
sobrevendrá la “crisis”, por la cual la enfermedad finalizará, por la eliminación de la “materia mórbida”. Al
médico le queda el papel de ayudar a lo largo del ciclo mórbido, utilizando los medicamentos en el
momento oportuno para ayudar al organismo en su tarea.
Por el contrario, en la alienación mental, la mente alterada puede ser conducida nuevamente a la razón con
ayuda de la institución curativa. La Ideología funda la teoría, en particular el sensualismo (Locke y
Condillac), por el cual se explica el origen de las ideas confiando en la maleabilidad y perfectibilidad de la
mente humana. Los contenidos de la mente dependen de las percepciones y de las sensaciones y
modificando éstas se modifica, por intermedio de las pasiones y la afectividad, todo el estado mental. Por lo
tanto, el medio ambiente juega un papel capital en la cura. Es necesario, entonces, aislar al alienado en una
institución especial, para retirarlo de sus percepciones habituales, las cuales han engendrado la
enfermedad, y para poder controlar completamente sus condiciones de vida. Allí será sometido a una
disciplina severa y paterna, en un mundo completamente regulado por la ley médica. El objetivo es
subyugar y domar al alienado poniéndolo en estrecha dependencia de un hombre que, por sus cualidades
físicas y morales, sea adecuado para ejercer sobre él un poder irresistible y para cambiar el círculo vicioso
de sus ideas. Para obtener esa “transferencia paterna” utiliza un aparato imponente de represión (personal
numeroso y bien entrenado) pero nunca implementando la violencia, ni los métodos degradantes. Los
agitados/furiosos se los dejará divagar por el parque del asilo, munidos únicamente por el chaleco de
fuerza, en el peor de los casos se encerrará celdas. Otras veces se usa el sarcasmo, el miedo, la confianza,
un contrato firmado con el enfermo la visita inesperada de personas queridas, la vida regular del asilo, el
aislamiento y reposo, las ocupaciones que distraen (trabajo, pasatiempos).
El asilo debe ser un centro de reeducación modelo y panóptico en el que la sumisión es el primer paso hacia
la cura. El sujeto adquirirá una educación modelo que se prolongará en los consejos profilácticos para
evitar una recaída.
Aquí se deja traslucir las posiciones éticas de los Ideólogos, su movimiento filantrópico y social, que apunta
a una reforma de las costumbres, a una sociedad sana y reglada.
Pinel concluye por medio de autopsias pos-mortem, que es probable que en la inmensa mayoría de los
casos, la locura está exenta de daño material del cerebro. Esto tiene como consecuencia la idea de la
curabilidad de la locura, ya que la mente solamente está alterada en su funcionamiento, surge la posibilidad
del tratamiento moral y la durabilidad potencial de la locura en una proporción que estima muy elevada, al
menos para la manía y la melancolía no complicada. En la demencia y el idiotismo las curas son raras, ya
que el entendimiento está tan disociado que el sujeto permanece inaccesible a las percepciones exteriores
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y, por lo tanto, a las influencias exteriores. De esta manera, Pinel se yergue contra el dogma de la
incurabilidad de la locura.
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Opone las enfermedades mentales adquiridas, de origen exógeno, a las enfermedades mentales congénitas,
de origen endógeno.
Kraepelin da un importante lugar a la predisposición, por ejemplo en los casos más exógenos hay
predisposición a los accidentes vasculares cerebrales o a la demencia senil. Por otra parte, en la psicosis
maníaco-depresiva y la paranoia se desencadenan en un momento preciso de la vida, son degenerativas
pero no originarias. Es decir, los factores exógenos entran en su producción pero sobre un fondo mórbido.
Paranoia: comprende los delirios sistematizados, combinatorios de la clasificación precedente.
Grupo homogéneo, de desarrollo insidioso, baja la dependencia de causas internar y según una
evolución continua. Sistema delirante duradero e imposible de romper, que se instaura
conservando completamente la claridad y el orden en el pensamiento, la voluntad y la acción. Es
una enfermedad constitucional, que reposa sobre 2 mecanismo fundamentales: el delirio de
referencia (delirio de significación personal) y las ilusiones de la memoria (confabulaciones), que
producen los diferentes temas de persecución, celos, grandeza, erotomanía. Es una enfermedad
crónica.
Locura maníaco-depresiva: reagrupa, alrededor de los estados maníaco y depresivos, todos los
estados agudos (psiconeurosis), no confusionales que no constituyen estados sindrómicos de la
demencia precoz. Kraepelin rechaza la existencia de manía o melancolía simples argumentando que
siempre se puede observar la existencia de fases depresivas o expansivas de débil intensidad a lo
largo de la vida del enfermo. En esta edición Kraepelin agrega a la descripción de las formas
unipolares, los estados mixtos. Parte de la idea de que los accesos maníaco-depresivos están
constituidos por 3 tipos de perturbaciones fundamentales: perturbación del humor (emotividad),
de la ideación y de la voluntad (psicomotores). En diferentes circunstancias se podría observar
diferentes asociaciones de estas perturbaciones fundamentales:
o en el paso de un polo al otro del acceso bipolar;
o casos en que todo el acceso es mixto;
o la noción es utilizada como medio por el cual recubrir el resto de los estados que los
alemanes incluían hasta entonces en las locuras intermitentes y periódicas.
Demencia precoz: en esta edición agrega al grupo de los procesos demenciales, que llama desde
entonces demencia precoz, las paranoias alucinatorias (delirios sistematizados fantásticos) como
segunda forma paranoide, junto a la dementia paranoide. La razón de esto es que ellas desembocan
finalmente en estados terminales muy parecidos y que se encuentran en ellas síntomas
fundamentales idénticos. Los síntomas fundamentales son: repliegue afectivo, indiferencia, afección
del curso del pensamiento y del razonamiento, pérdida de la unidad interior. Los síntomas
accesorios son: alucinaciones, ideas delirantes, automatismos gestuales excitativos, impulsiones. En
la demencia la inteligencia, la memoria, la orientación está intactas. Por el contrario, la afectividad,
la voluntad, el razonamiento y la personalidad están afectadas primaria y profundamente.
Se puede puntuar como debilidades de las concepciones kreapelianas: la dimensión etiológica, la
dimensión evolutiva, el análisis psicopatológico.
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melaconlía donde los trastornos son de orden afectivo. Así, los movimientos afectivos que se observan a veces
en la locura sistematizada serían secundarios a las representaciones delirantes y a las ilusiones sensoriales, en
tanto que puede pensarse que la aparición de trastornos del juicio en el curso de las enfermedades afectivas
es una consecuencia de un trastorno primitivo del humor. Entonces, para el diagnóstico era más
importante saber si los trastornos del humor o del juicio habían aparecido desde el comienzo o durante la
evolución de la enfermedad.
Debido al desplazamiento de los conceptos originales, que sólo valían para los estados crónicos e incurables,
resultó considerablemente reforzada una nosografía que sólo se basa en síntomas superficiales. De esta
manera se liga a la locura sistematizada una serie de cuadros que, clínicamente, no tenían el menor parentesco
con el concepto original, llegándose a hablar de paranoia periódica.
Kraepelin entiende como errónea toda la evolución del concepto de paranoia. Entiende que ésta confronta con
los errores de la psiquiatría alemana que se basa únicamente sobre los síntomas (no tiene en cuenta la
evolución) y que delimita entidades nosográficas a partir de hipótesis sofisticadas. La hipótesis de base que
consiste en oponer los trastornos del juicio a los trastornos afectivos, es únicamente de orden psicológico y no
de orden clínico.
Todo intento de delimitación de la paranoia, y de distinción de ésta respecto de otras enfermedades mentales,
llegó regularmente a la conclusión que habían numerosas formas mixtas o de transición. Por lo tanto, la
oposición entre enfermedades del juicio y enfermedades afectivas no tiene razón de ser.
Kraepelin entiende que el diagnóstico debe ser útil para poder esclarecen las perspectivas pronósticas. Entiende
que si en la mayoría de las formas de enfermedad mental pueden aparecer ideas delirantes e ilusiones
sensoriales, entonces estas ideas o ilusiones no pueden prever la evolución ulterior de la enfermedad.
De los estados crónicos que se relacionan con la paranoia, hay casos que en los que se instalan paralelamente
ideas delirantes y una declinación de las facultades mentales. En estos casos las ideas delirantes tienen desde el
inicio un carácter extravagante, ambicioso, son particularmente ricas o, al contrario, muy pobres, se modifican y
se suceden muy rápidamente; finalmente después de un tiempo más o menos largo, pasan a segundo plano o
pierden brillo. Estos cuadros están hechos sobre el modelo de los ataques hebefrénicos, catatónicos o seniles.
Por otro lado, existe otro grupo de casos en el curso de los cuales se desarrolla, precoz y progresivamente, un
sistema delirante, de entrada característico, permanente e inconmovible, pero con una total conservación de
las facultades mentales y del orden de los pensamientos. Kraepelin entiende que estas formas son las de la
paranoia. Éstas conducen necesariamente al sujeto a un trastorno total de toda la concepción de su existencia y
a una mutación de sus opiniones respecto de las personas y los acontecimientos que lo rodean.
La progresión de esta enfermedad parece ser siempre de manera muy lenta. Durante la fase inicial, que a
menudo se extiende por muchos años, aparecen una cierta depresión, desconfianza, quejas corporales y
temores hipocondríacos.
Poco a poco las concepciones y pensamientos patológicos comienzan a influenciar las percepciones del
enfermo. Posteriormente, su hipersensibilidad y su desconfianza crecen. Comienza a atribuir significaciones
ocultas o aun una voluntad deliberadamente malvada. Percibe que en todas partes la atención está dirigida
sobre él. Finalmente, el enfermo llega a la conclusión de que un vasto complot se monta contra él.
Habitualmente, en forma paralela al delirio de persecución se desarrollan ideas de grandeza. A veces no
rebasan el cuadro de una estima de sí muy alta.
En ciertos casos, el enfermo observa que una persona excepcional por su situación muy elevada, pero del otro
sexo, real o imaginaria, le quiere bien y le concede una atención muy particular que no pasa desapercibida,
esta es la paranoia erótica. Cualquier situación casual convence al enfermo de un amor oculto, que
posteriormente se convierte en un amor que e sun secreto universal y el objeto de una atención general. La
tonalidad de este amor es la de un apasionamiento romántico, platónico. Después de este período de
exaltación aparece, progresivamente, una profunda constricción, un sentimiento de imposibilidad frente a este
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ideal, una decepción frente a los rechazos que no comprende, y un delirio impreciso de depreciación y de
culpa.
La aparición de todas estas ideas delirantes se hace sobre la base de interpretaciones patológicas de
acontecimientos reales. A veces, percepciones reales son interpretadas por él de manera valorizada. Puede,
también, establecer relaciones de causa-efecto entre 2 acontecimientos fortuitos pero sucesivos.
Las ilusiones sensoriales son mucho más raras que las interpretaciones delirantes de acontecimientos reales.
Generalmente sólo se encuentran aisladamente ilusiones auditivas, se trata en general de una palabra única o
de una frase corta.
Un trastorno específico son las ilusiones de la memoria, a través de ellas el enfermo desfigura las experiencias
del pasado. El enfermo entiende que su memoria se agudiza de manera desmesurada, quedando toda su vida
pasada expuesta ante él como un libro abierto.
El carácter común de todos estos enfermos, cuyo delirio se constituyó cada vez de manera diferente, es su
inquebrantabilidad. Aunque, a veces, el enfermo mismo reconoce que es incapaz de aportar una prueba formal
de la validez de sus concepciones, toda tentativa de mostrarle el aspecto delirante de éstas choca contra un
muro.
No hay jamás, por parte del enfermo, conciencia de enfermedad. Sin embargo, es común que aparezcan quejas
hipocondríacas, tales como sensaciones de que se le estrecha la cabeza, debilidad en la digestión.
El humor del enfermo está estrechamente ligado al contenido de su delirio. Vive sus persecuciones imaginarias
como una “tortura psíquica”. Por el contrario, permanece satisfecho de sí mismo, condescendiente y
persuadido de tener siempre razón.
Las actividades y el comportamiento del enfermo pueden permanecer durante relativamente mucho tiempo
casi inalterados. De todas maneras, toda la conducta e su existencia paree singular e impenetrable. No
obstante, muchos de estos enfermos son capaces de guardar dentro de ellos mismos sus luchas y sus deseos,
al punto tal que sólo los iniciados pueden darse cuenta de su estado patológico y en la vida cotidiana no
resulta evidente el carácter patológico de su comportamiento.
Cuando comienza a imaginar la red de fuerzas desplegadas en su contra, el enfermo empieza a cambiar su
comportamiento, volviéndose inadaptados y deshilvanados. Debido a sus permanentes estados de inquietud
tiene cada vez mayores dificultades para dedicarse a realizaciones prácticas y para cumplir regularmente sus
deberes profesionales, aunque sus facultades mentales no sufran un daño masivo.
Pueden sobrevenir tentativas de suicidio.
Cuando sus ideas de grandeza son teñidas de misticismo, el enfermo se presenta directamente como un
apóstol, busca fundar una comunidad religiosa, hace predicciones orales, etc.
Los diversos comportamientos aberrantes o peligrosos del enfermo puede, de múltiples maneras, conducirlo al
asilo de alienados. Ante la internación, en el comienzo se resigna, persuadido de que van a darse cuenta
rápidamente de su integridad mental. En todas sus manifestaciones es muy reticente, evita las preguntas
apremiantes, oculta las ideas delirantes tras un comportamiento aparentemente irreprochable, hasta que una
circunstancia precisa lo hace salir de quicio. Poco a poco se le vuelve claro que el sistema secreto de
persecuciones tiene prolongaciones en el interior del asilo.
Tiene gran prisa por salir del asilo, escribe cartas en este sentido, presenta denuncias, intenta huir. En otros
casos, el enfermo considera su estadía en el asilo como uno de los eslabones necesarios de la cadena de
pruebas que debe soportar, antes de alcanzar finalmente sus objetivos grandiosos.
La evolución ulterior de la enfermedad es habitualmente muy lenta. Se extiende generalmente por muchos
años de manera casi inalterada. Los enfermos permanecen calmos, lúcidos, guardando indefinidamente un
comportamiento exterior adaptado y a menudo saben ocuparse intelectualmente.
Ningún trastorno somático acompaña la enfermedad.
Los hombres parecen más frecuentemente afectados que las mujeres. La enfermedad se inicia generalmente
entre los 24 y 40 años. Y la frecuencia de esta forma de locura se presenta en el 1% de las admisiones.
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El tratamiento tiene el objetivo de, mediante ocupaciones y distracciones, evitar que se hunda el paciente en
sus ideas delirantes.
El delirio de querulancia representa una forma evolutiva bien particular de los delirios sistematizados. El
postulado de base de este cuadro clínico está representado por la convicción de un perjuicio real y de la
necesidad imperiosa para el enfermo de pelear hasta el fin por la reparación de esta injusticia que está
persuadido de haber sufrido.El paciente es incapaz de reconocer sus errores, de evaluar la situación
objetivamente, de tener en cuenta el punto de vista opuesto. Busca únicamente que se tome en consideración
sus concepciones y sus deseos personales. Caracteriza al querulante su incapacidad de comprender la
verdadera justicia y el acento que pone sobre sus propios intereses, a expensas de los puntos de vista de la
protección judicial general. Los enfermos no tienen capacidad de extraer una lección de la experiencia, escapan
a todas las exigencias lógicas. Por su inquebrantabilidad, esta convicción de un perjuicio, se revela delirante
desde el inicio. La inteligencia y la memoria del querulante parece, al comienzo, intacta. Sin embargo, si se
examina se observa que el enfermo no comprendió completamente el sentido de su exposición, que deforma
frases y termina diciendo lo contrario a lo que quería decir. Se hace difícil decir si son la consecuencia de una
mala comprensión primaria o de desfallecimiento de su memoria.
La inteligencia está intacta a lo largo de toda la evolución y el orden del pensamiento está conservado. Se
descubre siempre una completa coherencia de los contenidos del delirio. Sin embargo, ante una entrevista
con el enfermo, los mismos pensamientos retornas sin cesar en su discurso.
Pasado un tiempo de evolución de la enfermedad, los lazos semiológicos que existen en el interior del delirio
comienzan a desmoronarse. Pero esto no se trata jamás de una toma de conciencia del estado mórbido.
Una muy elevada estima de sí es un signo constante que acompaña el delirio de querulancia. Los enfermos se
consideran excepcionalmente honestos y trabajadores.
Además, se encuentra sin excepción, en los querulantes, una irascibilidad netamente superior a la media. Tal
vez allí se encuentre la explicación de su incapacidad para reflexionar con tranquilidad. Son capaces de entrar
en una excitación apasionada.
Sordo a todo consejo, pasa su tiempo en poner en marcha todos los dispositivos jurídicos posibles.Todos sus
actos, todo su interés por el mundo, se reducen cada vez más al deseo ardiente de obtener justicia, aun
cuando, durante este tiempo, todo lo demás sea dejado de lado. Por ello, todas sus relaciones se perturban,
está permanentemente en un estado de gran tensión a causa de sus acusaciones.
Después de un cierto tiempo de evolución de la enfermedad se instala un constante debilitamiento psíquico.
Los discursos y declaraciones devienen cada vez más pobres, monótonos e incoherentes. La irascibilidad
disminuye, el enfermo deviene apático, inofensivo e indiferente. A veces incluso niega sus actuaciones del
pasado a fin de evitar desagradables explicaciones. Pero no se trata de una verdadera toma de consciencia del
carácter patológico de sus acciones. Al despertar estos viejos recuerdos se observa que no ha modificado sus
posiciones sino que ha perdido la fuerza para defenderse.
El diagnóstico del delirio de querulancia presenta dificultades al comienzo. Se puede ver aparecer la
querulancia como formando parte del cuadro clínico de diversas formas de locura, tale como la parálisis
general y sobre todo la locura maniaco-depresiva. Habitualmente la constatación de signos característicos de
cada una de estas enfermedades permite hacer el diagnóstico diferencial. Puede ser que una persona sana
devenga querulante en ciertas circunstancias. Pero para poder hacer un diagnóstico de querulancia es preciso
detectar:
a. Constitución de un sistema de ideas delirantes
b. Incapacidad de aprender de la experiencia
c. Continua extensión de las ideas de persecución que conciernen a un número cada vez mayor de
personas
d. Desarrollo de todo el sistema delirante a partir de un punto único que permanece siempre en primer
plano y que viene a intrincarse siempre con todos los actos y pensamientos del enfermo.
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No se debe confundir a los querulantes con los querellantes, que quieren tener razón siempre y a cualquier
precio y que viven en perpetuo conflicto con su entorno. En éstos persiste siempre una cierta coherencia entre
las diferentes etapas de escalada de conflictos. Y el proceso de demandas se detiene cuando encuentra un
obstáculo. Mientras que, los querulantes son completamente soportables en sus relaciones cotidiana, aunque
sean un tanto originales. Además de que el conflicto primitivo jamás encuentra fin, no cesa de amplificarse
desmesuradamente y sólo halla una salida aparente por la fuerza, cuando el enfermo es internado.
Con frecuencia sólo se puede reconocer el delirio de querulancia después de una larga evolución
Kraepelin entiende que probablemente deba buscarse las causas del delirio de querulancia en la existencia de
una predisposición mórbida, en general hereditaria. A su vez, debe considerarse la puesta en marcha del
proceso como una consecuencia y no como una causa (de la enfermedad).
El pronóstico es malo. La evolución final comporta un debilitamiento psíquico más o menos pronunciado así
como ideas delirantes persistentes. Pueden observarse también períodos de mejoramiento notables, pero en
los que posiblemente ocultan bien sus pensamientos.
El tratamiento tiene como objetivo sustraerlos de su entorno durante un largo tiempo, cuando no es para
siempre, puesto que éste los excita. Es deseable una vez que se instaló un cierto apaciguamiento, soltarlos,
siempre que no se esté obligado a tener en cuenta su peligrosidad pública.
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El enfermo escucha con aire de entendido e incrédulo todos los argumentos que se intenta oponérsele,
pero éstos siquiera rozan su convicción y él permanece inquebrantable.
Las ideas de persecución y la estima excesiva de su persona constituyen los síntomas esenciales que
presenta este hombre. Por otra parte, su comprensión, memoria y el conjunto de sus comportamientos son
normales.
Todos los acontecimientos de su vida son interpretados en el sentido del delirio.
Las alucinaciones sensoriales no se desarrollan, a excepción de una vez cuando pasaba frente a una caso
percibió detrás de las persiana de una boutique un soldado voluntario que le apuntaba con su fusil, en ese
instante alguien le grita “¿No ve que tiran sobre usted?” Trastabilla y pierde su sombrero, ahí constata que
a nivel izquierdo del lado de la sien un raspón recubierto de sangre. Justo detrás de él estaba quien vivía en
esa casa, un abogado que figuraba entre sus enemigos, cuchillo en mano, éste último le gritó que le tenía
marcado por haberse acercado demasiado a su mujer. Éste tenía intensiones de desfigurar a cuchillazos el
rostro del cadáver con que esperaba encontrarse.
Considerando la despreocupación con que gastó su fortuna se puede fijar en su inferioridad mental y sobre
la imposibilidad en que se encuentra para conducir por su lado su conducta. Rechazaba creer que su capital
estuviese agotado y que vivía de préstamos, persuadía a la gente de que obtendría mucho dinero y llegó
hasta a pedir varias jóvenes en matrimonio. Fueron cosas de este orden que motivaron la necesidad de su
primera internación.
No se manifiesta en el enfermo ningún trastorno de la emotividad o la voluntad.
Esta singular afección, en la cual la autofilia y las ideas de persecución se desarrollan con la mayor lentitud,
sin que la voluntad o la emotividad sean trastornadas, se denomina paranoia. En esta enfermedad se
instala un sistema que es producido a la vez por un delirio o por una manera especial de interpretarlo todo
por medio del delirio. Se instala una manera de ver las cosas totalmente partícula, que el enfermo adapta a
cada acontecimiento cuya impresión le toca vivir. Su ritmo es esencialmente crónico y lento. Los pacientes
comienzan por tener sospechas, las que se vuelven certezas, para dar lugar finalmente a una
inquebrantable convicción. Las ideas delirantes se injertan en hechos que son sometidos a una
interpretación patológica. No se constatan jamás alucinaciones sensitivas, salvo excepciones. De tanto en
tanto se perciben errores en la memoria. Como estos enfermos no llaman demasiado la atención, su
afección puede prolongarse durante largos años sin que se la perciba y sólo raramente de los halla en los
asilos.Además están en condiciones de ejercer una profesión que les permita vivir.
No cabe en absoluto esperar curación de una entidad mórbida que reposa sobre una modificación completa
del organismo psíquico. Por lo general, al cado de unos 10 años aparece, como en el caso presentado, un
relajamiento demencial bastante pronunciado. El tratamiento en el asilo es difícil que lo acepten debido
a esta misma autofilia, y luchan obstinadamente por conseguir que lo liberen, a menos que la progresión
de la demencia haya paralizado toda su energía. Este sujeto apeló a los diarios y escribió numerosas cartas a
efecto de obtener su salida.
Algunos signos que caracterizan el cuadro son:
a. Ideas de persecución, que están referidas a un punto bien determinado y que adquieren cada vez
mayor extensión; ningún razonamiento sería susceptible de infringirlo. Esto nos demuestra que
tenemos que vérnoslas con un delirio profundamente enraizado en el individuo psíquico, donde ha
alcanzado a formar un sistema.
b. Empobrecimiento intelectual, que se traduce en la monotonía y la pobreza ideativa, y sobre todo en
la poca influencia que las más sensatas objeciones tienen sobre él.
c. Su memoria general es fiel, pero un examen en profundidad enseña que no está intacta
d. En lo emocional se observa que su opinión de sí mismo es de lo más exagerada y de una
susceptibilidad exagerada.
e. En una etapa más tardía es notoria su conducta ilógica.
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f. Esta enfermedad se trata de un estado incurable.
El delirio de querulancia representa una variedad ligeramente diferente de la paranoia. La afección
comúnmente comienza promediando la edad media de la vida, cuando el sujeto viene de ser víctima de
una injusticia imaginaria o a veces efectiva. Es en torno de ésta última que se desarrolla todo el conjunto
complejo y difuso de representaciones mentales y de actos delirantes. Los querulantes no son siempre
querellantes, fuera del delirio se comportan frecuentemente como gente suave y tranquila.La
insignificancia de las causas extrínsecas prueba que la enfermedad abreva en un estado de predisposición
mórbida. Es un fenómeno degenerativo, por la lentitud de su desarrollo, por la cronicidad, la incurabilidad, y
la escasa importancia a las influencias objetivas que la engendran
1. Síntomas positivos
Las manifestaciones mórbidas del delirio de interpretación residen en las concepciones e interpretaciones
delirantes.
A. Concepciones delirantes
La naturaleza de las concepciones delirantes aparece como el síntoma principal y llama la atención el tema
novelesco.
Habitualmente se encuentran ideas de persecución y de grandeza, son frecuentes también las ideas de celos,
místicas o eróticas. A veces se observan ideas hipocondríacas, excepcionalmente ideas de auto-acusación, más
raramente aún ideas de posesión transitorias. Nunca hay ideas de negación.
Los rasgos comunes de las concepciones delirantes están relacionados con el estado mental característico de los
interpretadores, quienes saben defender sus ficciones a través de argumentaciones tomados de la realidad,
manteniéndose por lo general en el dominio de l o posible. No intervienen allí poderes sobrenaturales. La
coordinación de estas concepciones en un sistema se efectúa de modo muy variable.
En general, estas concepciones delirantes permaneces secretas. La disimulación es tan frecuente que casi se
podría considerar un síntoma.
Habitualmente, en el período de internación hay un período de excitación con cierta locuacidad, pero pronto el
enfermo se encierra en un semi-mutismo.
A veces el paciente calla, no por disimular, sino porque tiene consciencia de lo inverosímil de su delirio.
B. Interpretaciones delirantes
Los interpretadores no inventan completamente los hechos imaginarios. Ellos desvirtúan, disfrazan o
amplifican hechos reales: su delirio se apoya más o menos exclusivamente en los datos exactos de los sentidos
y de la sensibilidad interna.
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Aparece una tendencia al simbolismo que se exagera a veces al punto de aparecer en el lenguaje y en la
conducta.
1) Interpretaciones exógenas
Tienen como punto de partida a los sentidos. El más pequeño incidente de cada día sirve para que las
búsquedas del interpretador. Se trata de un verdadero delirio de significación personal. Palabra y
escritura son una de las fuentes inagotables del delio de extrospección. Realizan juegos de palabras
basadas en similitudes de sonidos, aproximaciones, retruécanos. La escritura manuscrita sirve también
de punto de partida de muchas interpretaciones. A su vez, la lectura de los diarios provee de
innumerables datos, para algunos la lectura de diarios o cartas sirven para descifrar enigmas muy
complejos.
2) Interpretaciones endógenas
i. Interpretaciones tomadas del estado orgánico: Se suman las sensaciones internas, la introspección
somática no es a veces sino la expresión de un delirio de interpretación. Por lo general, el enfermo no
apoya sus deducciones sobre ningún trastorno mórbido, sino solamente sobre la observación
minuciosa de su organismo que les hace considerar patológicas ciertas constelaciones que él no había
hecho hastíese momento, tan solo porque no las había buscado. Fenómenos fisiológicos sirven de
punto de partida para interpretaciones.
ii. Interpretaciones tomadas del estado mental: Algunos estados de consciencia, algunos trastornos
funcionales psíquicos sirven de alimento a las interpretaciones. Algunos enfermos se sorprender al
ser asaltados por pensamientos inusuales, o bien observan una relación entre estos pensamientos y
los hechos concomitantes. Algunos buscan incluso una causa a sus sentimientos. Son interpretadas
hasta las manifestaciones por emociones, fatiga, agotamiento nervioso. Algunos interpretan trastornos
neurasténicos o psicasténicos. En otros casos, los episodios delirantes agudos (estados de depresión,
accesos alucinatorios, etc.) que aparecen a veces durante el delirio de interpretación, son considerados
por el sujeto mismo como accesos de locura, pero los atribuye a un envenenamiento o sugestiones.
Otros llegan incluso a interpretar su delirio retrospectivo.
C. Interpretaciones de recuerdos
La reviviscencia de antiguos recuerdos provee un amplio material para los errores de juicio (delirio
retrospectivo). La trama del delirio implica algunos hechos exactos, pero los adornos son en gran parte obra de
la imaginación. De esta manera juega un papel importante la interpretación, las ilusiones, falsificaciones de
recuerdos.
2. Síntomas negativos
La ausencia de trastornos graves de la vida intelectual o de la vida afectiva, la falta o escasez de trastornos
sensoriales, constituyen 2 caracteres importantes del delirio de interpretación. Se puede notar también la
usencia de síntomas físicos que se encuentran en otras enfermedades mentales. Por lo que se concluye en que
es un delirio esencialmente psicológico.
A. Estado mental
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En el interpretador existe una constitución especial: hipertrofia o hiperestesia del yo, falla circunscripta de la
autocrítica, pero se trata allí más bien de condiciones del desarrollo de la psicosis que de síntomas que la
revelan.
Los autores piensan que no se puede admitir una disminución psíquica congénita que predispondría a las
interpretaciones erróneas.
La aparición del delirio no modifica nada la inteligencia. No hay trastorno de la conciencia, ni confusión de las
ideas, tampoco alteración general de las facultades silogísticas. Su memoria permanece fiel, no olvida nada de
las cosas adquiridas con anterioridad.
Los juicios de los interpretadores permaneces sensatos.
La capacidad profesional permanece intacta. Algunos son capaces de adquirir nociones nuevas.
Esta vivacidad en la inteligencia se manifiesta en la defensa de sus convicciones delirantes, toda discusión con el
interpretador es en vano.
Los sentimientos afectivos no presentan ningún trastorno primitivo. Los enfermos conservan las mismas
relaciones. El amor propio, el sentimiento de la dignidad para nada es alterado. Los sentimientos éticos,
estéticos y religiosos persisten sin alteración. El humor varía como en las personas normales, él refleja además
el color que toman las ideas delirantes. Pero no hay nada comparable a la euforia o la depresión, tan
frecuentes en las otras psicosis.
Nunca se puede encontrar verbigeración (ensalada de palabras) de los dementes precoces. Las estereotipias
verbales y los neologismos son raros.
La escritura es correcta. Algunos interpretadores son grafómanos (escriben mucho), enviando cartas a todos
lados (cartas a veces estereotipadas).
El aspecto exterior, su actitud no presentan nada anormal. No hay trastornos de la mímica involuntaria o
emotiva. Como en una persona normal, la fisonomía refleja las preocupaciones del sujeto.
La conducta depende de su carácter anterior. La actividad motriz no está alterada. Se interesan en el entorno
Los interpretadores pueden vivir mucho tiempo en libertad, despertando la atención sólo a través de raras
extravagancias incomprensibles para el entorno. Sin embargo algunos, rápidamente agresivos, se entregan a la
violencia. Estas reacciones, consecuencia de las ideas delirantes y del carácter anterior, contrastan por su
singularidad en una vida que hasta allí fue normal.
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más a un delirio de los actos que a un delirio de las ideas. Sus tendencias interpretativas y su paralógica están
menos marcadas que las de los interpretadores.
Descripción
Se encuentran espíritus exaltados, razonadores, exagerados, fanáticos que sacrifican todo al triunfo de una idea
dominante. Desde el comienzo persiguen eligen a una persona o a un grupo de personas que persiguen con
odio o su amor enfermizos.
A pesar de su aparente diversidad (que sólo se debe a la naturaleza de la idea obsesiva y a las formas variables
de las reacciones) todos los reivindicadotes son idénticos. Su psicosis se caracteriza por 2 signos constantes: la
idea prevalente y la exaltación intelectual.
Estos enfermos son degenerados, tienen: desequilibrio de sus facultades, obsesiones, impulsiones,
perversiones sexuales, preocupaciones hipocondríacas, etc. Su defecto al juzgar, su inestabilidad los hace
lanzarse a empresas temerarias.
Algunos testimonian aptitudes remarcables: imaginación brillante, buena memoria, razonamiento hábil.
Muchos de ellos están desprovistos de toda noción del bien y del mal.
Los síntomas negativos son los mismos que los del delirio de interpretación.
Ante cualquier incidente que se produzca, la psicosis aparece inmediatamente con sus 2 síntomas esenciales:
Idea obsesiva: repentinamente, el reivindicador descubre el hecho material o la idea abstracta que dirige
desde ese momento su actividad pervertida. Cualquier cosa es capaz de convertirse en una preocupación
obsesiva y provocar la necesidad imperiosa de una revancha y de infligir un castigo a la persona culpable del
daño. Esta idea conductora va tomando una importancia mayor, un valor desmesurado. El reivindicador es
propenso a agrandar los hechos más simples, pero no modifica su significado, la explicación que da no contraría
el sentido común, no se opone abiertamente a la razón. La idea obsesiva no llega a ser el origen de un sistema
de interpretaciones delirantes.
Son incapaces de discutir, ningún argumento los convence, tienen una concepción unilateral del derecho. Para
satisfacer su obsesión, el reivindicador descuida su profesión, su familia, su fortuna sin preocuparse por el
futuro, sólo lo guía su sed de venganza. En plena batalla, cuando los fracasos repetidos lo han sobreexcitado,
puede ser asaltado por la idea de asesinato.
Exaltación maníaca: el reivindicador es también un maníaco razonador.Sus pensamientos y sus
sentimientos son impulsados por una fuerza maníaca. La necesidad de pelea es uno de los móviles de sus
actos. El reivindicador emprender mil actividades en busca de su objetivo. La menor discusión lo irrita. Luchar
llega a ser para él no ya un medio, sino el único objetivo de su vida.
A medida en que aumenta su excitación, los reivindicadotes quieren a cualquier precio hacer recaer sobre ellos
la atención pública. Esta hiper-actividad es una de las expresiones esenciales de la psicosis.
Evolución
No hay en su evolución ninguna fase determinada. El comienzo es súbito. Lo único que permite preverlo son
los signos de regeneramiento y la impetuosidad del carácter, el orgullo desmesurado y la susceptibilidad
mórbida. Luego, desde el momento en que acontece una causa ocasional banal, que fija la fórmula de la idea
obsesiva, la psicosis se manifiesta con todos sus síntomas. Después evoluciona por crisis sucesivas, separadas
por intermitencias más o menos largas
En la marcha progresiva del delirio, el enfermo agranda el círculo de sus reivindicaciones. Pasa de un proceso a
otro y a medida que le deniegan sus demandas, éstas van tomando mayor importancia. El reivindicador deja de
lado el hecho real que orientó su delirio para afirmarse en pretensiones imaginarias que defiende con la misma
energía.
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A veces no es un daño personal lo que lo obsede, sino la injusticia en general, tomando un rol desinteresado. Si
con el tiempo las ideas de orgullo alcanzan un grado extremo, no llegan nunca a verdaderas concepciones
delirantes a la megalomanía, como sucede con los interpretadores.
La internación, generalmente, no hace más que aumentar la excitación de los reivindicadotes.
Por regla general, el delirio de reivindicación es un estado crónico incurable, pero nunca se encamina hacia la
demencia. Esta psicosis es considerada como un estado mórbido continuo del carácter, como la manifestación
de una personalidad psicopática, incapaz de modificarse en su esencia.
A la larga, se puede observar que la hiperestesis efectiva se atenúa, la excitación disminuye y termina por
desaparecer.
Pueden acontecer en forma episódica, accesos súbitos interpretativos y alucinaciones. Podría también suceder
que un delirio de interpretación siguiera a un delirio de reivindicación o se asociara a él (forma mixta de
transición). Las analogías etiológicas de estas 2 psicosis explican estas transformaciones.
Variedades
El delirio de reivindicación reviste aspectos variados según la naturaleza de la idea prevalente. Se puede
establecer 2 grandes divisiones:
Delirio de reivindicación egocéntrica: en la base de la psicosis yace un hecho determinado, ya sea daño real,
o una interpretación sin fundamento, el enfermo apunta sólo a la satisfacción de sus ideas egoístas. Se
conduce como un ser insociable, perseguidor agresivo y llega a ser rápidamente peligroso.
Delirio de reivindicación altruista: se basa en una idea abstracta. Éstos son a veces soñadores inofensivos o
aún filántropos generosos, nocivos sólo para ellos mismos y su familia, a la que dejan en la ruina.
Se puede encontrar una serie de subdivisiones dentro de estas 2 grandes variedades.
La idea de perjuicio es la más frecuente y convierte al enfermo en un perseguidor-posesivo. Otro es el delirio
razonador de despojo, que serían reivindicaciones más o menos violentas. Otros son los perseguidores
hipocondríacos.
Una idea ambiciosa también puede obsesionar al reivindicador, provocarle reacciones violentas y convertirlo a
veces en un perseguidor homicida.
Otros serían los reivindicadotes enamorados, o políticos o místicos.
Diagnóstico
Los estigmas físicos y mentales de degeneración, y los trastornos de la afectividad están mucho más marcados
en el reivindicador que en el de interpretación. El reivindicador aparece como un espíritu exaltado,
imperiosamente dominado por su pasión, el interpretador aparece como un espíritu falso, dirigido por sus
tendencias paralógicas.
En el reivindicar no se descubre un tema delirante en desarrollo progresivo, sino una serie de períodos de
excitación que sobrevienen cuando los hechos reales emocionan profundamente al sujeto. En el interpretador
es una verdadera novela vesánica largamente preparada que se va agrandando a causa de la irradiación
progresiva de la concepción predominante y la proliferación de las interpretaciones delirantes. El delirio de
reivindicación tiene como punto de partida una idea fija, el delirio de interpretación sólo llega secundariamente
a la idea fija, luego de una lenta incubación.
La excitación del interpretador es siempre transitoria, a veces muy pasajera, la del reivindicador está siempre
en primer plano, forma parte intrínseca de su anomalía.
El interpretador, aún cuando recupera la calma, no abandona sus quimeras y fuera de los paroxismos
interrecurrentes establece la sistematización de su delirio. El reivindicador reencuentra el sentido común desde
el momento en que su pasión declina.
El reivindicador se mantiene siempre en el terreno de las realidades, mientras que el interpretador se pierde
cada vez más en el campo de las concepciones delirantes.
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De Clérambault: Las psicosis pasionales. Escritos psicopatológicos.
El paranoico delira con su carácter. El carácter es el total de emociones cotidianas mínimas convertidas en
hábito y cuya cualidad está prefijada para toda la vida y su medida prácticamente prefijada para cada día.
En los pasionales, por el contrario, se produce un nudo ideo-afectivo inicial, en el que el elemento afectivo está
constituido por una emoción vehemente, profunda, destinada a perpetuarse sin cesar y que acapara todas las
fuerzas del espíritu desde el primer día.
El sentimiento de desconfianza del paranoico es antiguo, el inicio del delirio no puede estar marcado en el
pasado.
La pasión del erotomaníaco o del reivindicador tiene una fecha precisa de comienzo.
La desconfianza del paranoico rige las relaciones del yo total con la totalidad de lo que le rodea y cambia la
percepción de su yo.
La pasión del erotomaníaco y la del reivindicativo no modifican la concepción que ellos tienen de sí mismos, ni
tampoco sus relaciones con el entorno, más que ocasionalmente y en el terreno de su pasión.
El pasional (ya sea erotomaníaco, reivindicativo o celoso) tiene desde el inicio de su delirio una meta precisa,
su delirio pone en juego, de entrada, su voluntad, siendo éste su rasgo diferencial.
El delirante interpretativo vive en un estado de expectación, el delirante pasional vive en un estado de
esfuerzo.
El delirante interpretativo vaga en el misterio, inquieto, sorprendido y pasivo, razonando sobre todo lo que
observa y buscando explicaciones.
El delirante pasional avanza hacia una meta, con una exigencia consciente, no delira más que en el dominio de
su deseo. El modo de extensión de su delirio, quedará reducido a todo trabajo imaginativo o interpretativo, al
espacio que se extiende entre el objeto y el sujeto, el desarrollo de las concepciones no se hará circularmente
sino en un sector.
Las concepciones del interpretador irradian constantemente en todos los sentidos, utilizando cualquier
acontecimiento y cualquier objeto, en algunos enfermos cambian gradualmente de tema, su extensión es
radial, el sujeto vive en el centro de una red circular e infinita. La conclusión de un trabajo tal, para el sujeto, es
que su personalidad está o amenazada o exaltada, le circunda una conspiración, o bien es rey y amo de los
mundos.
El interpretativo tiene a menudo puntos de vista retrospectivos, contrariamente al pasional, que está
apresurado y mira hacia el futuro.
En el interpretador no se observa idea-madre de la que puedan salir cadenas de ideas, sus ideas parten de
todos los puntos, sólo están coordenadas. En cambio, en el delirio pasional, si se pudiera suprimir la única idea
más importante, el postulado, todo el delirio se caería (lágrima batávica).
Los reivindiadores han sido ya separados de los interpretativos por Sérieux y Capgras, de Clérambault adopta
todos sus criterios diferenciales pero añade la noción de que todos proceden de una patogenia pasional.
En los delirios pasionales la interpretación es secundaria, no se desarrolla en redes. Los casos en donde la
interpretación llega a ser realmente abusiva es en los casos mixtos.
Los síndromes pasionales se asocian igualmente a los delirios alucinatorios, con o sin demencia, siendo éstos
casos mixtos también.
Todos los criterio diferenciales entre delirio de interpretación y delirio de reivindicación, descriptos por Sérieux y
Capgras, son válidos para la comparación entre delirio interpretativo y delirio erotomaníaco.
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La herencia de Griesinger se invistió en el pensamiento de Kahlbaum, quien propone a partir de 1863 un
bosquejo nosológico de gran originalidad, del que procede la mayoría de los conceptos nosológicos
kraepelianos. Él intenta una diferenciación de las psicosis en función de su desarrollo diacrónico siguiendo
el programa clínico y nosológico enunciado por Falret), pero sobre todo por su terminación (influencia de
Griesinger). De esta manera opone:
las formas cuya evolución cíclica es ineluctablemente desagregativa (modelo de la psicosis única),
desarrolla así en particular la catatonia y la hebefrenia;
aquéllas que evolucionan sin regla particular pero dejan en su decurso un psiquismo intacto (en
particular la ciclotimia);
y las formas estables cuya evolución cuantitativa del modo de inicio resume las capacidades diacrónicas
(al modo de un delirio crónico primitivo no desagregativo que llama paranoia).
Las primeras ediciones del tratado de Kraepelin no eran muy originales respecto a esto. Sólo es a partir de la
4º edición (1893) que aparece una clase de procesos psíquicos degenerativos, que son rebautizados como
procesos demenciales en la 5º edición (1896). Aquí Kraepelin reagrupa la hebefrenia y la catatonia de
Kahlbaum, junto con lo que bautiza demencia paranoide (una forma delirante, particularmente florida e
incoherente, rápidamente discordante y desembocando bastante rápido en un debilitamiento psíquico
disociativo).
A su vez, en esta edición Kraepelin divide la gran clase de los delirios crónicos sistematizados (paranoia) en
formas no alucinatorias (combinatorias, a las que los franceses llamarán interpretativas) y alucinatorias
(paranoias fantásticas)
En la 6º edición (1899) decide reagrupar los procesos demenciales y las paranoias fantásticas creando el
cuadro único de la demencia precoz. Correlativamente el concepto de paranoia encuentra su acepción
moderna y no cubre más que los delirios crónicos no alucinatorios, en tanto que la locura maníaco-
depresiva absorbe todas las formas no disociativas de psicosis agudas, que manifiestan luego en su decurso
una restitución ad integrum de la personalidad anterior.
El concepto kraepeliano de demencia precoz está constituido por la distinción entre:
un síndrome basal, caracterizado por el doblegamiento afectivo, la indiferencia, apatía, ausencia de
iniciativa voluntaria, desorganización del pensamiento y de la psicomotricidad
los síntomas accesorios variados, que especifican las formas clínicas de la afección: depresión,
excitación, ideas delirantes, alucinaciones, síndrome catatónico, etc.
El síndrome basal define esta demencia muy particular que se opone a las demencias orgánicas, ya que en
aquéllas las funciones intelectuales (memoria, orientación, razonamiento) están intactas. La demencia que
describe Kraepelin afeca esencialmente la esfera afectiva y volitiva, soporte de la personalidad, la cual, por
lo tanto, desagrega.
El esfuerzo de Kraepelin conduce a la posibilidad de un diagnóstico que anticipe la evolución de la demencia
precoz.
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c. demencia paranoide: comprende no sólo la clásica demencia paranoide, sino también los cuadros
clínicos ligados antes a la paranoia, pero que evolucionan rápidamente hacia un profundo
debilitamiento psíquico.
Todo el campo de la demencia precoz recubre las entidades mórbidas que se describían en otras
oportunidades como procesos demenciales. Kraepelin insiste en modificar esta denominación ya que la
parálisis general, la demencia senil y otras evoluciones mórbidas podían ser consideradas como
perteneciendo a estos procesos demenciales.
Hay una diversidad muy grande en los estados clínicos observables en el cuadro de la demencia precoz, sin
embargo en todos los casos se puede encontrar trastornos fundamentales bien específicos, que pueden ser
no muy marcados y que son más nítidos en el final de la evolución, cuando las modificaciones durables y
características de la vida psíquica engendradas por la demencia precoz no están más enmascaradas por los
signos secundarios que acompañan a la enfermedad.
Trastornos psico-sensoriales
En general, la aprehensión misma de las percepciones exteriores no está gravemente alterad en la
demencia precoz, su orientación está casi siempre conservada. O sino, puede ocurrir que el sentido de la
orientación esté desordenado a causa de las ideas delirantes.
Los datos otorgados por los sentidos están con frecuencia gravemente perturbados a causa de la aparición
de falsas percepciones. Éstas jamás faltan en los accesos agudos o subagudos en el curso de la enfermedad.
Algunas veces ellas están ahí todo lo largo de la enfermedad, más frecuentemente tienden a desaparecer
progresivamente APRA sólo reaparecer de una manera remarcada en ciertas fases de la evolución terminal.
Las ilusiones auditivas son las más frecuentes, en seguida vienen los falsos reconocimientos y las ilusiones
cenestésicas con sensaciones de corrientes internas, de contactos y de influencia. Estas ilusiones tienen al
principio de la enfermedad una tonalidad desagradable e inquietan mucho a los enfermos. Más tarde son
percibidas de manera bien diferente.
Trastornos de la atención
La conciencia del enfermo está, en muchos de los casos, perfectamente conservada. Sólo está trastornada
en el curso de los estados de excitación o de estupor, al punto que, incluso en estos casos, esté tan poco
alterada que no se la ve en una primera mirada.
Por el contrario, la atención está habitualmente perturbada durante estas fases. Incluso si se logra que uno
pueda llamar la atención del enfermo, se observa que presenta una gran distractibiliad. Lo que les falta a
estos enfermos es el interés, el anhelo o las motivaciones internas para dirigir su atención sobre los hechos
del entorno. A la inversa, se observa algunas veces, mientras que el estupor se esfuma, cierta curiosidad
que surge en el enfermo. Pero se da vuelta si se lo llama, mostrando un negativismo que frena la atención
que acaba de despertarse.
La memoria de los enfermos está relativamente poco trastornada. Son capaces de entregar datos exactos y
circunstanciales del pasado. Y las capacidades de observación están frecuentemente bien conservadas. Sin
embargo, en las fases de estupor profundo suele suceder que los enfermos conservan un recuerdo muy
vago de ciertos períodos de sus vidas. Pero generalmente los enfermos retienen datos variados que son
capaces de recordarlos correctamente.
El curso del pensamiento termina siempre, más o menos rápidamente, por estar alterado, siendo
incoherente. En casos menos graves, esta incoherencia aparece simplemente bajo la forma de una gran
distracción o de una gran versatilidad del pensamiento. En los casos más graves, se desarrolla un profundo
desorden del lenguaje con una pérdida completa de toda lógica interna y la formación de neologismos.
Puede encontrarse en el interior del pensamiento de los enfermos ciertas representaciones que pueden
hasta dominar todos los pensamientos, son estereotipias.
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Aunque tengan cierta conciencia de las modificaciones mórbidas que padecen, les falta en general la
posibilidad de comprender más en profundidad la gravedad de sus trastornos y la importancia de sus
efectos, comprender en relación a ello todo lo que concierna a su futuro.
Ideas delirantes
Los enfermos presentan con extrema frecuencia ides delirantes, durables o transitorias. En los primeros
momentos presentan en general un tonalidad depresiva con temas hipocondríacos, de culpabilidad y de
persecución. Un poco más tarde se agregan ideas de grandeza. Estas ideas quedan rápidamente teñidas de
incoherencia. Por otra parte, estas ideas, lejos de permanecer inquebrantables, se modifican muy
rápidamente en su contenido.
En la mayor parte de los casos, el delirio, que era muy extravagante al principio, se desdibuja
progresivamente hasta finalmente desaparecer.
Apatía emocional
Es al nivel de la afectividad de los enfermos que uno constata perturbaciones intensas e impactantes. Hay
una instalación de un deterioro más o menos acentuado de la afectividad, lo cual es a lo que hay que dar
mayor importancia. El desinterés por el entorno debe ser considerado como una consecuencia de este
desorden. Se presenta una indiferencia del enfermo en sus relaciones afectivas, hay un embotamiento de
interés respecto a sus amigos y familia. Los enfermos no expresan ni anhelos ni penas, parecen poder pasar
días enteros sin participar de la vida, para terminar completamente sumergidos en una oscura apatía en
una euforia son sentido. A su vez, se puede tener la impresión de que se vuelven cada día más insensibles a
los malos tratos corporales.
Trastornos de la voluntad
En estrecha relación con los desórdenes de la afectividad que se despliegan trastornos importantes del
comportamiento y las acciones. Se observa una disminución de los impulsos voluntarios. Los enfermos han
perdido todo deseo de ocuparse o de tener actividades.
Paralelamente pueden aparecer impulsos a actuar, que, en algunos casos, llegan hasta una intensa agitación
maníaca. Pero esto no se trata de un brote de impulsos voluntarios, sino de una simple excitación motora,
estos movimientos no apuntan a la realización de verdaderos objetivos, sino a la exteriorización
desordenada de una tensión interna.
Por otra parte, estas fases, están dominadas por la obstrucción de la voluntad, cada impulso causado por
ésta se encuentra al mismo tiempo aniquilada por una fuerza contraria. Así aparece uno de los signos
importantes de esta patología, el negativismo. Las influencias externas nada pueden hacer sobre este
negativismo.
Tiende a aparecer esteriotipias gestuales y actitudes que caracterizan considerablemente el cuadro de la
catatonia, o verbigeraciones, y finalmente el manierismo. Todas estas manifestaciones son desviaciones
condensadas y mórbidas de gestos usuales.
En la demencia precoz aparece un signo muy frecuentemente, es el automatismo de comando, que
probablemente haya que relacionar con la importante alteración de la voluntad y la desaparición de las
motivaciones y de las inhibiciones propias del individuo. Los enfermos son dóciles en forma general, muy
influenciables.
Se observa una cantidad de estado de catalepsia, y a veces ecolalia y ecopraxia.
Las capacidades para el trabajo están sensiblemente alteradas. A cada instante es necesario estimularlos, ya
que se aferran a la más pequeña dificultad que se les presenta y no logran adaptarse a ningún cambio de las
condiciones de trabajo.
Trastornos somáticos
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Hay una serie de signos mórbidos que pueden tocar al cuerpo y cuyas relaciones exactas con el trastorno
fundamental no están todavía totalmente esclarecidas.
Se presentan ataques (descriptos ya por Kahlbaum y Jensen), se trata en la mayoría de los casos de síncopes
o de convulsiones epileptiformes, que son aisladas en algunos pacientes y más frecuentes en otros.
Las convulsiones que sólo conciernen a algunos grupos musculares son más raros, lo mismo que las crisis de
tertania o incluso los accesos apoplectiformes seguidos de una parálisis duradera.
Estos ataques son casi 2 veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres.
Se observó muy frecuentemente calambres, parálisis de tipo histérico, afonías, contracturas localizadas,
embotamientos súbitos, etc. En muchos seguimientos encontramos movimientos anormales incesantes de
tipo coreicos, los cuales Kraepelin llamo ataxia atetósica.
Habitualmente las pupilas están dilatadas, en particular en el curso de los estados de agitación, y se observa
a veces desigualdades pupilares bastante arcadas.
Se puede encontrar también trastornos vaso-motores.
En numerosos casos la secreción salivar parece aumentar. La actividad cardíaca está sometida a grandes
variaciones. La temperatura del cuerpo es frecuentemente algo baja.
En las mujeres las menstruaciones son habitualmente inexistentes o muy irregulares. Con mucha frecuencia
hay un aumento difuso del volumen de la tiroides.
Se puede constatar en muchos casos una espesura mixedematoza de la piel en los otros miembros de la
familia.
Los estados anémicos son frecuentes.
El sueño de los enfermos está profundamente trastornado. Se presentan cambios abruptos del peso.
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juicio aparecen más temprano. La instalación de un manierismo persistente refleja la eventualidad de una
demencia precoz bastante probable, mientras que una disartria (dificultad para articular palabras),
acompañada de trastornos de los reflejos pupilares y de la coordinación de los movimientos, está
seguramente más bien del lado de un diagnóstico de parálisis general.
Por otro lado, es frecuente confundir los estados de confusión que aparecen al inicio de la enfermedad con
los estados de amentia. En general, el automatismo de comando está mucho menos desarrollado en la
amentia. Estos enfermos se comportan de manera más natural y espontánea que en al demencia precoz.
Además, la elaboración de percepciones, la atención y la orientación están mucho más comprometidas en
la amentia.
No lo terminé porque no aparece diagnóstico diferencial de la demencia precoz de Kraepelin como tema en
la guía.
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Kraepelin concluye que todos los estados de depresión con alucinaciones sensoriales, muy marcadas al
comienzo, o con delirios estúpidos, son en general la primera fase de la demencia precoz. Las modificaciones
de la emotividad contribuyen apenas en el establecimiento del diagnóstico.
El pronóstico suele ser grave, siendo incurable la enfermedad. Sin embargo hay casos en que mejoran y pueden
llegar a considerarse curados. Pero algunas veces mejoran y luego tienen recaídas.
El nombre de la enfermedad
El actual nombre solo designa a la enfermedad y no al enfermo. Además, en la enfermedad se incluyen a
pacientes que no son dementes ni tampoco víctimas de una deterioración temprana, exclusivamente. También
se identifica a menudo al concepto de la demencia precoz con el de una determinada forma de psicosis de las
personas jóvenes, y dado que hay muchas otras enfermedades características de la pubertad, se considera
incorrecta la inclusión de todas ellas en un solo concepto.
Bleuler denomina esquizofrenia a la demencia precoz porque el desdoblamiento de las distintas funciones
psíquicas es una de sus características más importantes. Utiliza la palabra en singular, sin embargo el grupo
incluye a varias enfermedades.
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La definición de la enfermedad
Se designa a un grupo de psicosis cuyo curso es a veces crónico, a veces está marcado por ataques
intermitentes, y que puede detenerse o retroceder en cualquier etapa. Se caracteriza por un tipo específico de
alteración del pensamiento, los sentimientos y la relación con el mundo exterior, que en ninguna otra parte
aparece bajo esta forma particular.
En todos los casos se observa un desdoblamiento más o menos nítido de las funciones psíquicas. Si la
enfermedad es pronunciada, la personalidad pierde su unidad, en diferentes momentos, diferentes complejos
psíquicos parecen representarla. La integración de los diferentes complejos e impulsos es insuficiente, o
inclusive falta por completo. Los complejos psíquicos no se combinan en un conglomerado de esfuerzos con un
resultado unificado, como sucede en la persona sana. En el enfermo, un conjunto de complejos domina a la
personalidad durante un tiempo, mientras que otros grupos de ideas e impulsos son segregados y parecen
parcial o totalmente impotentes. A menudo, las ideas son elaboradas sólo parcialmente, y se pone en relación
de una manera ilógica a fragmentos de ideas para constituir una nueva idea. Los conceptos dejan de ser
completos, parecen prescindir de uno o más de sus componentes esenciales, en algunos casos sólo están
representados por unas pocas nociones truncadas. De este modo, el proceso de asociación opera a menudo
con meros fragmentos de ideas y conceptos.
Obstrucción: con frecuencia el proceso del pensar se detiene en medio de un pensamiento, o en el intento de
pasar a otra idea, cesa súbitamente por completo. En lugar de continuar el pensamiento, afloran nuevas ideas
que ni el paciente ni el observador pueden relacionar de ningún modo con la anterior corriente de
pensamiento.
No se pueden demostrar trastornos primarios de la percepción, la orientación, o la memoria. En los casos más
graves, parecen faltar completamente las expresiones emocionales y afectivas. En los casos más leves, se puede
notar que el grado de intensidad de las reacciones emocionales no guarda proporción con los diversos
acontecimientos que han provocado esas reacciones. La afectividad puede manifestarse como cualitativamente
anormal, como inadecuada respecto a los procesos intelectuales involucrados.
Aparecen además de los signos de deterioración, en los pacientes internados se puede observar
alucinaciones, ideas delirantes, confusión, estupor, manía, fluctuaciones afectivas melancólicas, síntomas
catatónicos. Muchos de estos síntomas accesorios exhiben un carácter esquizofrénico específico, de modo que
su presencia puede ser de utilidad para diagnosticar la enfermedad. Fuera del hospital, hay esquizofrénicos
en quienes los síntomas accesorios son menos evidentes, o faltan por completo.
Bleuler divide a la demencia precoz en 4 subgrupos:
a. Paranoide: las alucinaciones o ideas delirantes ocupan continuamente el primer plano del
cuadro clínico.
b. Catatonia: los síntomas catatónicos dominan continuamente, o durante períodos de tiempo
muy largos.
c. Hebefrenia: aparecen síntomas accesorios, pero no dominan el cuadro clínico continuamente.
d. Esquizofrenia simple: a través de todo su curso sólo pueden descubrirse los síntomas básicos
específicos.
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A. Las funciones simples
1. Las funciones simples alteradas
i. Asociación
Las asociaciones pierden su continuidad. La afección parece interrumpir, muy fortuitamente, variedad de hilos
de pensamiento. De tal modo, el pensamiento se hace ilógico y a menudo extravagante.
Las asociaciones tienen a efectuarse siguiendo nuevas líneas. Puede ser que 2 ideas de encuentren
casualmente, combinándose en un pensamiento, cuya lógica es determinada por circunstancias incidentales; o
sino puede ser que 2 o más ideas son condensadas en una sola.
La tendencia al estereotipo produce la inclinación a aferrarse a una idea a la que el paciente retorna una y otra
vez. Generalmente hay una marcada escasez de ideas, hasta llegar al monoideísmo. Con frecuencia, alguna idea
domina la cadena de pensamientos bajo la forma de obstrucción, “poniendo nombres” o ecopraxia.
Hay 2 afecciones particulares respecto al elemento tiempo: la prisa en el pensar (un flujo de ideas
incrementado patológicamente) y la obstrucción.
Sólo en los estados de estupor se puede encontrar un cese completo del pensar.
En algunos casos se pueden buscar los eslabones relacionales la lógica de la asociación. Se pueden encontrar
así relaciones con ideas que han surgido accidentalmente, asociaciones por sonido, relación por
pensamientos simultáneos, continuaciones y complementaciones de frases, condensación. En la construcción
de ideas delirantes y símbolos, la condensación es un componente primordial.
Algunas veces, la tendencia a la estereotipia es una causa ulterior del descarrilamiento de la actividad
asociativa del paciente. Los pacientes son aprisionados por un círculo de ideas al cual quedan fijados, por
determinadas palabras, determinadas estructuras de la oración, o en todo caso, retornan a ellas una y tra vez
sin necesidad lógica alguna.
En la pseudos fuga de ideas, el constante retorno a lo que se ha dicho antes es un hecho común. La tendencia
a la estereotipia, combinada con la carencia de propósito del pensamiento, conduce, por una parte, al
pensamiento adhesivo/pegajoso, a cierto tipo de persistencia, y a un empobrecimiento general del pensar. En
tal caso los pacientes hablan siempre del mismo tema y son incapaces de interesarse por ninguna otra cosa.
ii. Afectividad
La deterioración emocional ocupa el primer plano del cuadro clínico.
Algunos pacientes pueden dejar de manifestar afecto durante años, viviendo comos si fueran autómatas. En las
formas menos graves de la enfermedad, la indiferencia parece ser el signo exterior de su condición.
Al comienzo de la enfermedad a menudo hay una hipersensibilidad, de modo que los pacientes se aíslan para
evitar todo lo que pueda suscitarles emociones, pese a que pueden tener todavía algún interés por la vida.
Se puede observar a menudo estados de ánimo básicos, de modo que no puede hablarse de una indiferencia
omnipresente en estos pacientes. Ese estado puede ser de euforia, tristeza o ansiedad.
En los estados agudos puede producirse una rápida alteración de la expresión afectiva, aun sin que haya un
humor básico.
Con frecuencia los pacientes se excitan afectivamente sólo cuando se los hace pensar en determinadas ideas
que, antes de la aparición, durante las primeras etapas de la enfermedad, los preocuparon.
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Por lo tanto, la capacidad psíquica de presentar emociones no ha desaparecido en la esquizofrenia. Pero el
carácter específico de la emoción que se puede encontrar está determinado en gran parte por accidente.
Los sentimientos que regulan el intercambio social entre las personas se embota verdaderamente rápido. Sin
embargo, algunas personas conservan el interés por otras personas.
Los pacientes reaccionan de maneras diferentes ante sus trastornos afectivos. La mayoría no es conciente de
ellos, y considera su reacción como normal. Los más inteligentes pueden razonar sobre sí mismos. Perciben la
variedad emocional como algo penosa, de modo que se los puede confundir con melancólicos.
iii. Ambivalencia
Tendencia de la psiquis esquizofrénica a otorgar a los psiquismos más diversos un índice positivo y otro
negativo. Este síntoma se lo encontrará siempre presente, por lo que se incluye entre los síntomas
fundamentales.
El mismo concepto puede estar acompañado por sentimientos agradables y desagradables (ambivalencia
afectiva).
Existe también la ambivalencia de la voluntad, intelectual (se afirma y niega la misma afirmación). Los pacientes
no notan las contradicciones cuando toman sus respuestas negativas por positivas.
2. Las funciones simples intactas
En contraste con las psicosis orgánicas, Bleuler comprueba que e la esquizofrenia la sensación, la memoria, la
conciencia y la movilidad o están afectadas directamente.
b)Atención
La atención se ve afectada por la deterioración. En la medida en que existe interés, la atención parece ser
normal. En cambio, donde falta la disposición afectiva, también estará ausente el impulso a seguir los procesos
externos e internos, a dirigir la marcha de las sensaciones y los pensamientos, no habrá una atención activa.
c) Voluntad
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La voluntad es alterada sobre todo por la postración emocional. Los pacientes presentan abulia, parecen
perezosos y negligentes, porque ya no se sienten impulsados a hacer nada, sea por iniciativa propia o por
indicación de otros.
También se comprueba la forma opuesta de debilidad volitiva, que consiste en la incapacidad del paciente
para resistir a los impulsos que provienen desde su interior o desde el exterior. De esta manera, son capaces
aun de cometer graves crímenes.
Hiperbulia: hay pacientes que ejecutan con la mayor energía lo que se les ha metido en la cabeza, trátese de
algo razonable o absurdo.
En la esfera de la volición, la obstrucción es particularmente notable. Con frecuencia un paciente quiere
realmente hacer algo, pero no lo puede realizar porque falla su aparato psicomotriz. Las obstrucciones
persistentes de la volición constituyen una forma de estupor catatónico. Bajo circunstancias diferentes, pueden
darse actos compulsivos o automáticos y las diversas formas de obediencia automática.
d) La persona
La orientación autopsíquica es habitualmente muy normal. Los pacientes sabes quiénes son, en la medida en
que las ideas delirantes no falsifiquen la personalidad. Pero el ego nunca está totalmente intacto, tendiendo al
desdoblamiento.
e) Demencia esquizofrénica
El trastorno esquizofrénico de la inteligencia está caracterizado por el estado de las asociaciones y de la
afectividad.
En esta enfermedad no se encuentra una pérdida definida de las imágenes de la memoria, o de otros
trastornos de la memoria que pertenecen verdaderamente al concepto de demencia. La demencia, en el
sentido de las psicosis orgánicas, es algo fundamentalmente diferente.
1. Actividad y comportamiento
La conducta esquizofrénica se caracteriza por la falta de interés, de iniciativa y de una meta definida, por la
adaptación inadecuada al medio ambiente, es decir por la no consideración de muchos factores de la realidad,
por la confusión, y por repentinas fantasías y peculiaridades.
Los casos leven viven en lo esencial como las demás personas, y se los considera normales. Lo notable en ellos
es su sensibilidad y ocasionalmente alguna peculiaridad.
Alucinaciones
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Una característica de las alucinaciones esquizofrénicas es su preferencia por la esfera auditiva y por las
sensaciones corporales. Las quejas de los pacientes, su agitación, asilamiento, éxtasis, desesperaciones,
estallidos de cólera, todo este tipo de fenómenos se relacionan habitualmente con las ideas delirantes y
alucinaciones. Las ilusiones ocupan un lugar secundario en relación con las alucinaciones.
Las características de las alucinaciones son la intensidad, claridad, proyección y valor de realidad.
Casi cualquier cosa puede ser percibida alucinatoriamente, y la intensidad puede variar desde el más leve
murmullo a la voz atronadora más espantosa. Por otro lado, las percepciones son algunas veces de una claridad
y viveza imponentes, o sino sucede que los pacientes oyen o ven algo confuso que ellos designarán, más o
menos inconscientemente, como figuras específicas. Los pacientes creen en sus interpretaciones, que ellos
toman por percepciones. En cuanto a la proyección, muchas alucinaciones son proyectadas al exterior
exactamente como las percepciones reales, y no se las puede distinguir subjetivamente de ellas.
Las actitudes hacia las alucinaciones exhiben una gran variabilidad. Muchos pacientes reaccionan como si
fueran reales; otros no parecen interesarse por ellas; en otros casos los pacientes reconocen el carácter
patológico de sus alucinaciones; o sino pueden abandonarse a sus alucinaciones, en parte como desahogo y en
parte porque ellas son placenteras.
Ideas delirantes
En las ideas delirantes puede encontrar expresión todo lo que el enfermo desea y teme. Sin embargo, ciertos
tipos de ideas delirantes y ciertos rasgos mejores se presentan regularmente en los pacientes.
El delirio de persecución es el que se encuentra con mayor frecuencia.
Algunas veces el paciente se preocupa por encontrar alguna razón por la cual se intente hacerle las cosas que
surgen en sus ideas delirantes. Habitualmente el delirio de grandeza se combina con el delirio de persecución.
Esto se manifiesta del hecho de que se interesan por el paciente 2 poderes, uno en su favor y otro en su
contra.
Las aspiraciones eróticas se expresan en innumerables ideas delirantes de ser amados o violados. Los delirios
eróticos consisten en su mayoría de una mezcla de ideas grandiosas y de persecución. Otra forma de idea
delirante erótica es la de los celos, que no es tan frecuente en los esquizofrénicos, a menos que haya una
complicación alcohólica, y puede tener también otras raíces.
También se presentan ideas hipocondríacas.
En cuanto nociones morbosas, las ideas delirantes pueden durar unos pocos segundos; en cuanto ideas fijas,
pueden permanecer durante toda la vida. En las formas crónicas con solo leves trastornos de la inteligencia, la
larga duración es la regla, mientras que las ideas elaboradas durante los ataques agudos se desvanecen a
menudo junto con el ataque.
Muchas ideas delirantes retroceden a un segundo plano al perder su valencia emocional por haber sido
monótamente repetidas. Entonces dejan gradualmente de influir sobre la conducta del paciente. Retroceden
del mismo modo cuando los pacientes pierden interés en ellas. Los pacientes no corrigen sus ideas, sino que
no piensan más en ellas. Este proceso es a menudo el comienzo del “olvido” de las ideas delirantes, sin
embargo, en situaciones especiales, estas ideas pueden retornas a la conciencia mediante una asociación.
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intelectuales. Los delirios marcados y la coloración paranoide del cuadro mórbido son comunes a todas
estas formas clínicas. En este pequeño grupo, hasta los últimos períodos de la enfermedad no aparecen ese
embotamiento y esa indiferencia que tan frecuentemente constituyen los primero síntomas de la demencia
precoz. También la actividad aparece frecuentemente influenciada mórbidamente, pero esencialmente sólo
por los contenidos anormales del pensamiento y por el humor. Se observan algunos indicios de desórdenes
de la volición, tales como los que habitualmente acompañan a la demencia precoz. Entre las parafrenias,
alrededor de la mitad muestran esa mezcla de delirios de persecución y de exaltación que se desarrollan
lenta pero continuamente, como fueron descriptas por Magnan bajo el nombre de délire chronique á
évolution systématique (delirio crónico de evolución sistemática). Kraepelin entiende que por la descripción
dada por Magnan a esa enfermedad, habría que incluir en ésta casos que terminarían en debilitamiento
mental, por lo que serían formas paranoides de la demencia precoz. Pero a su vez el delirio crónico de
Magnan, en sus formas de desarrollo con su lento curso estirándose por décadas, abarca una serie de casos
que constituyen el núcleo del primer grupo mórbido parafrénico.
Propone el término parafrenia sistemática (término de Magnan), explica que asociados a ella existen como
pequeños grupos las formas expansivas y confabultarias de parafrenia, y la forma fantástica que parece
tener una presencia excepcional.
Parafrenia sistemática.
Está caracterizada por un desarrollo extremadamente insidioso de un delirio de persecución continuamente
progresivo, al cual se agregan más tarde ideas de exaltación, sin deterioro de la personalidad. El comienzo
de la enfermedad a menudo consiste en un cambio en la conducta del paciente que se realiza muy
lentamente, replegándose sobre sí mismo. Es frecuente la presencia de ideas de celos.
En el curso de los años, un delirio de persecución se torna más claro.
Después de que este extremadamente atormentador estado de desconfianza, incertidumbre y tensión ha
continuado, generalmente, durante años, aparecen también alucinaciones reales, especialmente las
auditivas. Las alucinaciones de otros sentidos juegan un papel esencialmente más pequeño.
Las ideas de influencias consisten en ideas de influencias eléctricas, magnéticas, hipnóticas, puede estar
frecuentemente conectada con disestesias corporales, dolores agudos, contracciones, dolores sordos,
descargas de corriente.
Cuando el delirio de persecución ha continuado por una cantidad de años o, como sucede mucho mas
raramente, después de que la enfermedad ha existido sólo durante un tiempo breve, o al comienzo de ella,
el paciente produce, a veces mas bien repentinamente, ideas exaltadas. Es muy común que los pacientes
reclamen dinero. En otros pacientes las ideas se tratan de relaciones eróticas con personas de elevada
posición. Otros exaltan a sus enemigos. Más frecuentemente la exaltación de la posición concierne al
paciente mismo. En un pequeño número de casos, las ideas exaltadas adquieren un contenido algo
religioso. Por otra parte, las percepciones inofensivas son interpretadas megalomaníacamente.
Frecuentemente, las ideas de exaltación y de persecución llegan a tener cierta relación entre ellas.
La percepción de los pacientes nunca está perturbada. Ellos están lúcidos con respecto a su medio y a su
situación, si no se tienen en cuenta las interpretaciones erróneas causadas por los delirios. La comprensión
de la enfermedad está ausente por completo, aunque parece existir un cierto sentimiento mórbido, por lo
menos al principio.
La memoria y la retención no muestran, en general, ningún desorden, pero con cierta frecuencia se
observan falsos recuerdos delirantes.
El humor es al principio, en su mayor parte, ansioso, deprimido, desesperado, pero luego se torna más
suspicaz, forzado, hostil, amenazante. Cuando las ideas exaltadas aparecen más claramente, los pacientes
se vuelven más auto-conscientes, altaneros, despectivos, se apartan de las personas que los rodean, evitan
relacionarse, son solitarios.
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En sus afirmaciones orales o escritas habitualmente son hábiles y listos, hacen un relato coherente y
razonable de las cosas, refutan objeciones.
Las actividades de los pacientes están influenciadas fuertemente por sus delirios. Muchos pacientes
pueden seguir viviendo por muchos años en sus circunstancias habituales, sin desórdenes severos. Pero al
mismo tiempo, su conducta muestra muy pronto el cambio mórbido profundo que se ha producido en ellos,
llegándose a observar acciones totalmente absurdas.
Cuando la tensión interna aumenta, los pacientes que se ven a sí mismos desamparados y abandonados a la
persecución, a menudo emprenden su autodefensa. Algunos pacientes llegan hasta realizar intentos de
suicidio para escapar de sus perseguidores.
Respecto a la capacidad para trabajar, algunos pacientes pueden conservarla bastante bien durante largo
tiempo. Sin embargo, por la tensión y excitación internas y continuas, la capacidad para realizar un trabajo
fructífero y regular, en la mayor parte de los casos, se ve afectada gradualmente pero en forma sustancial. El
curso general de la enfermedad es muy lento, pero progresa bastante continuamente. Sólo en una medida
limitada parecen presentarse fluctuaciones en su estado. En el curso de décadas, habitualmente se produce
un cambio notorio en la totalidad de la conducta psíquica. Algunas veces su comportamiento los lleva a ser
internados, por lo cual a menudo sufren extremadamente por la privación de la libertad.
Finalmente sucede que la forma de expresión ocasionalmente se torna caprichosa, y la forma del habla se
ve afectada. A pesar de esto y aun luego de que su enfermedad se ha extendido por muchos años, los
pacientes permanecen lúcidos en general del tiempo y del espacio, de su situación y de su
comportamiento.
El desenlace de la enfermedad es una declinación psíquica con delirio persistentes y, por lo general,
también alucinaciones sin desórdenes de la volición autónomos especialmente llamativos, y sin
embotamiento emocional. No parece ocurrir una recuperación, sin embargo puede ser posible que casos
aislados se recuperen sin ser reconocidos. Por otro lado, no se alcanzan grados más elevados de demencia,
no se produce una real desintegración de la personalidad psíquica.
No parece haber una tara hereditaria en los pacientes, y se puede suponer que la enfermedad es
engendrada por causas internas.
Es sobre todo la conservación permanente de la personalidad psíquica lo que lo lleva a Kraepelin a separar
el grupo mórbido descripto de las formas paranoides de la demencia precoz.
Es a menudo muy difícil decidir al comienzo de la enfermedad si se trata de una demencia precoz o de una
parafrenia sistemática. La evidencia para la última consiste en:
la muy tardía aparición de alucinaciones notorias, a pesar de un delirio de persecución que ha existido
por muchos años;
en una elaboración mental detallada de los delirios, vivacidad y apasionamiento de la reacción
emocional;
ausencia de desórdenes de la volición autónomos, conservación del sentido y de la racionalidad en el
comportamiento y en la acción.
En cuanto al tratamiento, como los pacientes usualmente sufren mucho en reclusión, lo cual los marga y los
provee de nuevo alimento para sus delirios, se puede hacer el intento de arreglar que ellos sean
cuidadosos en circunstancias más libres, posiblemente en una familia o en el campo. Pero
desgraciadamente la enfermedad los conduce frecuentemente a acciones que hacen indispensable el
cuidado institucional. En caso de institucionalizarlos se intentará dar tanta libertad como su estado lo
permita, darles oportunidades para ocuparse, promover la relación de los pacientes con el mundo exterior.
Parafrenia expansiva
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Está caracterizada por el desarrollo de una megalomanía exuberante con humor predominantemente
exaltado y excitación leve. La enfermedad comienza generalmente de forma gradual, pero también a veces
subagudamente. Ocasionalmente parece preceder un período de ansiedad y depresión. En los casos de
Kraepelin, la esencia de la megalomanía era en la mitad de los casos erótica, afectando exclusivamente a
pacientes mujeres. En una segunda serie de casos, ideas religiosas de exaltación ocupan el primer plano.
Pueden aparecer también toda clase de ideas exaltadas.
Aparecen alucinaciones bastante pronto, los pacientes tienen numerosas visiones, en su mayor parte
probablemente más parecidas a sus sueños.
De la mano de la megalomanía hay ideas de persecución, las cuales, sin embargo, en la totalidad del cuadro
clínico, no adquieren una posición de dominio como en la parafrenia sistemática. Aquí las alucinaciones
también pueden jugar un papel.
Durante el desarrollo de la enfermedad, la percepción, la orientación, la memoria y la retención no están
esencialmente perturbados en los pacientes, sin embargo, no infrecuentemente ocurren falsos recuerdos.
Por otro lado, no existe una comprensión de la enfermedad.
En cuanto al humor, es auto-consciente, alegre, a menudo no forzado y también irresponsable. Los
pacientes tienen inclinación a las bromas y a los chistes, o están radiantes y sonrientes de felicidad. Se
intercalan momentos en los que están irritables, son pretenciosos, presuntuosos o desconfiados,
rechazantes.
En cuanto a las actividades que realizan, se destaca que los pacientes están a menudo bajo el dominio de
sus delirios, realizando acciones sin sentido. Aparte de tales desvíos y de los más transitorios, aunque a
menudo muy violentos, estados de excitación, los pacientes pueden parecer bastante discretos y pueden
ocuparse razonablemente.
El cuado mórbido, por regla general, sólo cambia lentamente. Los pacientes se suelen mantener razonables
y lúcidos, pero adhieren firmemente a sus delirios, los cuales tal vez se tornas algo más absurdos y más
incoherentes.
No parece establecerse ninguna demencia profunda, al menos, ninguna desintegración de la personalidad
psíquica.
Kraepelin explica que no pudo encontrar ningún rastro de que hubiese ninguna tara hereditaria
especialmente severa, y del mismo modo con respecto a causas externas de enfermedad.
Es dudoso que los estados mórbidos agrupados aquí constituyan una entidad clínica.
Se distinguen de la demencia precoz por el daño llamativamente leve a la personalidad psíquica y por la
ausencia de todo desorden volitivo autónomo.
Parafrenia confabulatoria
Se distingue por el papel dominante que los falsos recuerdos desempeña en ella. El comienzo parece ser a
veces un cambio en la conducta de los pacientes. Se tornan callados, reservados, irritables, se aíslan, rumian
mucho y luego gradualmente salen con una narración de experiencias muy extraordinarias en e sentido de
delirios de persecución y exaltación. Muchos pacientes escuchan voces, cuchicheos en voz baja.
Los sucesos son narrados con la más exacta descripción de los detalles, como sucesos que hubiesen
ocurrido muy recientemente.
Las fuentes fabulatorias de la megalomanía fluyen muy abundantemente. De esta manera, los pacientes
exponen con profunda convicción un enorme número de historias extraordinarias, bajo la forma de
experiencias personales. A veces, las a menudo repetidas descripciones se fijan en la mente del paciente de
tal modo que las repiten casi con las mismas palabras. Los pacientes frecuentemente no le dan mucha
importancia a la llamativa circunstancia de que anteriormente ellos no percibían sus experiencias.
Se observa en los pacientes un fácil deslizamientote su poder de imaginación.
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El contenido de los falsos recuerdos no está limitado siempre a los delirios actuales de persecución y de
exaltación, sino que está frecuentemente conectado también con experiencias personales más remotas y
con sucesos cotidianos.
Además de las ideas mórbidas en relación a los falsos recuerdos, existen, por lo general, otros delirios de
varias clases.
La consciencia de los pacientes, a pesar de todos sus delirios absurdos, permanece sin perturbación alguna.
Los pacientes están tranquilos, perciben sin dificultad, dan información clara y coherente, se comportan
razonablemente. En la medida en que no se tengan en cuenta los delirios, por lo general están
perfectamente lúcidos e incluso acerca de su medio y su situación, sin embargo, lo que sucede a su
alrededor a menudo les parece misterioso e incomprensible.
A pesar de las ideas de persecución el humor del paciente es, por lo general, alegre, exaltado, y sin embargo
temporariamente ansioso o irritable. Los pacientes son habitualmente muy accesibles, locuaces,
verborrágicos, incoherentes, con tendencia a veces a juegos tontos de palabras.
El curso de la enfermedad parece ser progresivo. En su mayor parte el crecimiento frondoso de falsos
recuerdos sólo constituye un período de la enfermedad relativamente corto. En el lapso de un año pueden
haber empalidecido completamente, los pacientes no quieren oír nada más acerca de ellos, no saben más
nada acerca de las historias, son evasivos. Al mismo tiempo los delirios se tornan más absurdos, más
incoherentes, el humor se vuelve irritable, malhumorado o indiferente. De modo que existe un desarrollo
hacia un deterioro psíquico.
Este estado mórbido no es muy frecuente.
Parafrenia fantástica
Se observa un crecimiento florido de delirios altamente extraordinarios, desconectados y cambiantes.
Coincide en lo esencial con la demencia paranoide, pero como este término ha sido frecuentemente usado
para las formas delirantes de la demencia precoz, Kraeplin adopta el nuevo nombre.
La enfermedad a menudo parece comenzar con mal humor. El paciente se vuelve debilitado, deprimido,
silencioso, ansioso, sin una vitalidad apropiada, y a veces piensa en el suicidio.
Las ideas de persecución aparecen luego gradualmente en la superficie. También aparecen alucinaciones
auditivas invariablemente. En cuanto a las alucinaciones visuales, habitualmente juegan un pequeño papel.
Por otro lado, la cenestesia y especialmente los delirios de influencia personal, ocupan un lugar muy grande
en el cuadro mórbido. Surgen ideas de ser poseído, o a veces las perturbaciones son de naturaleza
marcadamente sexual. Pero los pacientes producen con gran abundancia delirios de exaltación o de
persecución. Estas ideas son totalmente insensatas y sin objeto, con las más extraordinarias y repentinas
ideas.
Frecuentemente los delirios revisten la forma de falsos recuerdos. Es probable que toda clase de otras
confabulaciones que no tienen al forma de experiencias personales, estén estrechamente relacionadas con
los falsos recuerdos.
Se trata siempre, no de círculos de ideas conectadas, mentalmente elaboradas, sino de ideas del momento,
repentinas, variadas y a menudo cambiantes, algunas de las cuales ciertamente son retenidas por un
tiempo, pero la mayoría son reemplazadas por creaciones siempre nuevas e igualmente transitorias.
Durante los extraordinarios delirios, los pacientes pueden ser completamente sensatos, lúcidos y razonables
en su comportamiento, sin embargo a menudo confunden de un modo alucinatorio lo que los rodea y a las
personas.
A veces, los pacientes tienen un cierto sentimiento del cambio que ha tenido lugar en ellos, pero no una
clara comprensión de su importancia.
El humor está generalmente exaltado o indiferente, pero a veces algo triste, forzado o inclinado a la
violencia.
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Con frecuencia su conducta está algo afectada y ocasionalmente se observan muecas. El habla está, por lo
general, salpicada por giros expresivos bizarros, pero especialmente por neologismos. Y son frecuentes los
juegos de palabras tontos, las rimas absurdas y los chistes.
A pesar de las interpolaciones absurdas ocasionales, los pacientes aún se pueden hacer entender
perfectamente, especialmente si el asunto del que se trata no quiere que ver con su delirio.
El curso de la forma mórbida es progresivo. Con el tiempo, habitualmente las expresiones de los pacientes
se tornan gradualmente más confusas y más inconexas. Los neologismos y los raros giros expresivos
prevalecen a menudo, el comportamiento también se torna a menudo bizarro. Las emociones llegan a ser
más embotadas, con rápidos y explosivos estallidos de violencia y estados de excitación transitorios.
Muchos pacientes siguen siendo capaces de trabajar, otros están limitados a discursos verborrágicos y a la
reducción de sus extensos documentos apenas comprensibles. La rapidez con la cual se desarrolla esta
demencia parece ser muy variable.
Entre los pacientes predominaba el sexo masculino y de edades entre los 30 y 40 años.
Krepelin no asegura que sea una forma que corresponda con un proceso mórbido independiente, ya que
existen similitudes con las formas paranoides de la demencia precoz. Sin embargo, el cuadro clínico es tan
peculiar que para el autor justifica una descripción separada.
El daño a la volición por parte del proceso mórbido queda en un segundo plano. En general la actividad
mental de los pacientes se conserva llamativamente bien.
En cuanto al tratamiento, los pacientes generalmente necesitan de los cuidados institucionales, y se debe
apuntar, en la medida de lo posible, a la conservación de su personalidad psíquica a través de una
ocupación adecuada.
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La descripción que hace Magnan de los delirios crónicos resulta bastante poco frecuente, representa la
forma más perfecta de los delirios, por lo tanto es excepcional. En cuanto a la etiología, no la considera
fundada. Ballet entiende que en la etiología de la mayoría de las psicosis la herencia ocupa un lugar
preponderante entre las causas predisponentes. Por otro lado, Ballet cree que el polimorfismo que se le
asigna al deliro de los degenerados no tiene la significación del concepto mismo. Un perseguido, siguiendo
la orientación que él da a sus ideas de persecución, puede traducirlas por ideas de celos, eróticas, místicas o
hipocondríacas. Por lo tanto, no le parece fundada la separación que quiso establecer Magnan en cuanto a
los delirios alucinatorios, diferenciados en 2 grupos distintos desde el punto de vista etiológico, sintomático,
evolutivo y pronóstico. Dice que están ligados los 2 grupos por numerosos casos de transición. Por otro
lado, Kraepelin, considerando equivocadamente que todos estos casos terminan en la demencia, reunió
estas con las psicosis alucinatorias, las psicosis hebefrénicas y catatónicas, bajo la etiqueta de demencia
precoz, y constituyendo sólo una forma: la demencia paranoide. Ballet objeta que la demencia precoz
afirma de entrada la demencia, por lo que es ilógico relacionar esta afección con una psicosis que en su
curso, el debilitamiento mental se presenta sólo tardíamente. Incluso este debilitamiento puede no estar.
Además, un mismo trastorno puede ser la terminación de procesos muy diversos, por lo que no alcanza
para aproximar nosológicamente a la demencia paranoide a la hebefrenia y la catatonia.
Ballet concluye que Magnan y sus alumnos disociaron demasiado, separando en 2 grupos claramente
distintos hechos que no le parecen nosológicamente separables. Y Kraepelin y sus seguidores sintetizaron
demasiado fusionando la demencia paranoide con la hebefrenia y la catatonia.
Ballet entiende que estos casos son un grupo autónomo. Se ligan unos con otros por analogías sintomáticas
y pronósticas evidentes. Las diferencias de evolución y terminación, que son reales, no alcanzan para
permitir la disociación del grupo.
Características de la psicosis alucinatoria crónica:
a) Desde el punto de vista etiológico, el terreno sobre el que se desarrolla está con frecuencia, y quizá
siempre, preparado por la herencia. Ballet justifica diciendo que ha encontrado antecedentes
familiares. La
b) debilidad mental es raramente advertida.
c) Síntomas: inconstantes (se presentan sólo en algunos casos) o constantes (que se presentan en
todos los casos)
Como síntoma constante se ubica el estado cenestésico penoso e inquietud (intelectual y afectiva) que
precede o por lo menos acompaña las primeras manifestaciones. El trastorno cenestésico se asocia pronto a
las ideas de persecución y alucinaciones de variados sentidos, entre las cuales las alucinaciones auditivas
ocupan casi siempre el primer lugar. Con frecuencia se agrega o sustituye la idea pretenciosa de fortuna, de
grandeza., las cuales aparecen con frecuencia como motivo de una alucinación, un sueño o de una lectura.
La evolución varía según los casos. Excepcionalmente tiene cierta regularidad y se llega a distinguir las 4
fases que se consideraban en el delirio crónico (inquietud, ideas de persecución, ideas pretensiones,
demencia). Con mayor frecuenta la evolución es menos regular, las ideas de persecución y las pretensiosas
se asocian, la afección parece avanzar a veces por sobresaltos con fases de remisión y períodos de calma.
El proceso evoluciona en sus comienzos con cierta lentitud, puesto que el período de inquietud abarca un
período más o menos largo hasta que se afirman las alucinaciones con las ideas delirantes que las
acompañan. Sin embargo, hay casos en los que la instalación de los trastornos delirantes y fenómenos
alucinatorios es rápida. Estas diferencias de evolución Ballet considera que no son suficientes para legitimar
distinciones nosológicas, ya que entiende que están subordinadas por lo general al estado mental
subyacente, anterior al desarrollo de la psicosis.
El pronóstico es siempre grave: puede evolucionar acentuándose, sin períodos de alivio, durante muchos
años hasta el debilitamiento intelectual. Otras veces, el delirio parece atenuarse luego de remisiones o sin
remisiones aparentes, y el enfermo se estereotipa en un estado donde las ideas de persecución o
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pretensión y las alucinaciones persisten pero medio desdibujadas. En otros casos, alucinaciones y delirio se
atenúan aún más y son reemplazados por un fuerte estado de decaimiento intelectual.
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4. La metáfora paterna. Antecedentes freudianos: el Edipo y el mito de la horda primitiva. Los tres tiempos del
Edipo. Fórmula de la metáfora paterna. Sustitución del significante del deseo de la madre por el significante
del nombre del padre. La significación fálica.
Bibliografía obligatoria:
Freud, S., "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descripto
autobiográficamente" (Caso Schreber). Cap. III: págs. 55 a 58.
Freud, S., "Introducción del narcisismo". Cap. 1. Freud, S., "Tótem y tabú". Cap. IV.
Lacan, J., Seminario 1. Cap.VII:par.1 y 2; Cap.X:par.2; Cap.XI:par.2.
Lacan, J., Seminario 3. Cap.IV:par.3; Cap.V:par.2; Cap.VII:par.2; Cap.XXIII:par.3. Lacan, J., Seminario 5.
Cap.VIII:par.3; Cap.IX; Cap.X.
Schejtman, F., "Una introducción a los tres registros", en Psicoanálisis y psiquiatría: encuentros y
desencuentros (Temas introductorios a la psicopatología), Bergasse 19, Buenos Aires, 2009.
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Freud: Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descripto
autobiográficamente (Caso Schreber), capítulo III, páginas 55 a 58.
Hay un estadio en la historia evolutiva de la libido, estadio por el que se atraviesa en el camino que va del
autoerotismo al amor de objeto, se lo denomina narcisismo. Consiste en que el individuo empeñado en ele
desarrollo, y que sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica, para ganar un objeto
de amor se toma primero a sí mismo, a su cuerpo propio, antes de pasar de este a la elección de objeto en una
persona ajena. Una fase así, mediadora entre autoerotismo y elección de objeto, es quizá de rigor en el caso
normal.
No encuentro la referencia a la realidad.
Parágrafo 3
La conducta del niño hacia el animal es muy parecida a la del primitivo. El niño empieza de pronto a tenerle
miedo a una determinada especie animal y a guardarse de tocar o mirar a cualquiera de los individuos de
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ella. Así se establece el cuadro de la zoofobia. La fobia recae, por regla general, sobre animales hacia los
cuales el niño había mostrado hasta entonces un interés particularmente vivo.
En todos los casos analizados por Freud la angustia se refería en el fondo al padre cuando los niños
indagados eran varones, y sólo había sido desplazada al animal. El análisis vislumbra que aquella típica
actitud del niño varón hacia sus progenitores se basa en el complejo de Edipo, en el cual se discierne el
complejo nuclear de las neurosis.
El odio al padre proveniente de la rivalidad por la madre no puede difundirse desinhibido en la vida anímica
del niño: tiene que luchar con la ternura y admiración que desde siempre le suscitó esa persona. El niño se
encuentra en una actitud de sentido doble (ambivalente) hacia su padre, y en ese conflicto de ambivalencia
se procura un alivio si desplaza sus sentimientos hostiles y angustiados sobre un subrogado del padre. Es
verdad que el desplazamiento no puede tramitar ese conflicto estableciendo una tersa separación entre
sentimientos tiernos y hostiles. Más bien el conflicto continúa en torno del objeto de desplazamiento, la
ambivalencia se apropia de este último.
De acuerdo con las observaciones es lícito reemplazar en la fórmula del totemismo al animal totémico por
el padre. Si el animal totémico es el padre, los 2 principales mandamientos del totemismo, los 2 preceptos-
tabú que constituyen su núcleo, el de no matar al tótem y no usar sexualmente a ninguna mujer que
pertenezca al él, coinciden por su contenido con los 2 crímenes de Edipo, y con los 2 deseos primordiales
del niño, cuya represión insuficiente o cuyo nuevo despertar constituye quizá el núcleo de todas las
psiconeurosis.
Parágrafo 4
William Robertson Smith formuló el mito llamado banquete totémico. El autor explica que el sacrificio en su
comienzo era un acto de sociabilidad, una comunión de los creyentes con su dios. Un sacrificio así era una
ceremonia pública, la fiesta de un clan entero. Comer y beber con otro era un símbolo y una corroboración
de la comunidad social y de la aceptación de las obligaciones recíprocas.
El animal sacrificial era tratado como pariente del mismo linaje, la comunidad sacrificadora, su dios y el
animal sacrificial eran de una misma sangre, miembros de un mismo clan.
A pesar del respecto que protegía la vida del animal sagrado como miembro del linaje, de tiempo en tiempo
se volvía necesario dar muerte en solemne comunidad y repartir entre los miembros del clan su carne y su
sangre, ya que la sustancia de la víctima sagrada establecía un lazo sagrado entre los comensales.
Parágrafo 5
El clan, en ocasiones solemnes, mata cruelmente y devora crudo al su animal totémico, su sangre, su carne
y sus huesos. Los miembros del linaje se disfrazan asemejándose al tótem, imitan sus gritos y sus
movimientos como si quisieran destacar la identidad entre él y ellos. Ahí actúa la conciencia de que
ejecutan una acción prohibida al individuo y sólo legítima con la participación de todos; por otra parte,
ninguno tiene permitido excluirse de la matanza y del banquete. Consumada la muerte, el animal es llorado
y lamentado. El lamento totémico es compulsivo, arrancado por el miedo a una amenazadora represalia, y
su principal propósito es sacarse de encima la responsabilidad por la muerte.
A ese duelo sigue el más ruidoso júbilo festivo el desencadenamiento de todas las pulsiones y la licencia de
todas las satisfacciones.
Una fiesta es un exceso permitido, más bien obligatorio, la violación solemne de una prohibición. El talante
festivo es producido por la permisión de todo cuanto de ordinario está prohibido.
El psicoanálisis ha revelado que el animal totémico es realmente el sustituto del padre, y con ello armoniza
la contradicción de que esté prohibido matarlo en cualquier otro caso, y que su matanza se convirtiera en
festividad. La actitud ambivalente de sentimientos que caracteriza al complejo paterno en los niños, se
extendería también al animal totémico, sustituto del padre.
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Freud hipotetiza el paso de la horda primordial darwiniana al sistema totemista. Explica que se podría
pensar que un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre y así pusieron fin a la
horda paterna. Unidos osaron hacer lo le que individualmente les habría sido imposible.
El violento padre primordial era el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la banda
de hermanos. Y ahora, en el acto de decoración, consumaban la identificación con él.
El banquete totémico, quizá la primera fiesta de la humanidad, seria la repetición y celebración recordatoria
de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas las organizaciones
sociales, las imitaciones éticas y la religión.
La banda de hermanos estaba gobernada por los mismos contradictorios sentimientos que se pueden
pesquisar como contenido de la ambivalencia del complejo paterno. Odiaban a ese padre que tan gran
obstáculo significaba para sus necesidades de poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y
admiraban. Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con é, forzosamente
se abrieron paso las mociones tiernas avasalladas entretanto. Aconteció en la forma del arrepentimiento. El
muerto se volvió aún más fuerte de lo que fuera en la vida, lo que antes él había impedido con su
existencia, ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la obediencia de efecto
retardado. Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el tótem, y
renunciaron a sus frutos denegándose las mujeres liberadas. Así, desde la conciencia de culpa del hijo
varón, ellos crearon los 2 tabúes fundamentales del totemisto, que por eso mismo necesariamente
coincidieron con los 2 deseos reprimidos del complejo de Edipo.
Los 3 de Lacan:
simbólico, imaginario y real.
Introducidos en el seminario 1, “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, del 8 de julio de 1953. Ubica su
enseñanza como un retorno a Freud. Se podría decir que retorno no desarmado, sino con sus 3.
Retorno a Freud
2 aspectos del retorno a Freud:
Si se volvió necesario para Lacan un retorno a Freud es porque él supone entre sus contemporáneos una
suerte de “ida de Freud”. El retorno es propuesto en el seno de la desviación que se produce a partir de lo
que se llama el posfreudismo, considerado por Lacan como un prefreudismo, una suerte de retroceso
respecto de la vía abierta por Freud.
El retorno a Freud es el intento de recuperar un abordaje racional de la experiencia analítica. Lacan se
inscribe así en el debate llamado “de las luces”, que comporta irremediablemente un retorno a la
racionalidad y una oposición a cualquier perspectiva oscurantista en el abordaje de la experiencia analítica.
El psicoanálisis, entonces, es conminado a dar razón de su práctica.
No se debe entender el retorno a Freud como una simple reiteración del texto de Freud. La “operación
Lacan” sobre el texto de Freud supone diversos abordajes del mismo, no siempre homogéneos. 3
vertientes:
o Aquella por la cual Lacan continúa el trayecto freudiano extendiendo sus planteos, en la misma
dirección sostenida por Freud.
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o Dando un paso más, Lacan se encarga no sólo de extender el desarrollo de Freud en una línea que
se esbozaba ya en los límites del texto freudiano, sino de establecer su lógica, utilizando
seguramente sus 3 registros.
o Se puede encontrar a Lacan, también, sosteniendo una posición diferente o una crítica respecto de
los planteos freudianos.
Insistencia de lo simbólico
El descubrimiento freudiano en relación con el sueño no consistió en poner en evidencia que los sueños
portan un mensaje para el soñante, que poseen un sentido. Ese saber es previo a Freud. El avance freudiano
es afirmar que puede accederse a ese sentido descifrando el sueño como se descifra un jeroglífico. Lacan
explica que el descubrimiento es que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, que la materia de
sus formaciones es el lenguaje mismo y que puede conocerse su sentido descifrándolos. Lo que se
encuentra en el nivel del retorno de lo reprimido es una insistencia palabrera, la del inconsciente
estructurado como un lenguaje.
Las formaciones de l inconsciente comportan la insistencia propia de un mensaje que quiere hacerse oír, y
ese mensaje, ese saber no sabido, que es lo reprimido, se hace oír de manera simbólica.
Resistencia de lo imaginario
Es necesario destacar que no hay insistencia más que sobre el fondo de algo que inevitablemente resiste.
Esa resistencia es conceptualizada por Lacan en los años „50 como imaginaria.
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Se tiene la insistencia del inconsciente, insistencia del retorno de lo reprimido, del lado de lo simbólico. Y
resistencia a nivel de lo imaginario, ubicada en el yo en esa época. Como contrapunto a esta insistencia
simbólica que se manifiesta en lo sintomático del retorno de lo reprimido se encuentra a la pareja del yo, el
ego del sujeto y su imagen, del lado re la resistencia.
Esquema L:
En este esquema se distinguen y oponen lo simbólico y lo imaginario, entre tanto que no hay lugar para lo
real. Esta oposición se construye a partir de estos 2 ejes:
a-a’: el eje imaginario, en el que se condensan todas las relaciones del yo con el semejante, del yo con
el otro con minúscula, del yo con su imagen especular, a partir de la que se constituye como tal y por lo que
es designado con la misma letra: a. Este eje es el lugar de la resistencia en tanto que imaginaria.
A-S: el eje simbólico, donde puede ubicarse la insistencia palabrera del inconsciente. Esa palabra que
desde el Otro (Lacan afirma que el inconsciente es el discurso del Otro) se dirige al sujeto (S), convocándolo
desde el lapsus, el sueño o el síntoma. Retorno de lo reprimido, palabra plena que se hace oír quebrando la
cháchara de palabra vacía del eje imaginario, con la irrupción de alguna formación del inconsciente.
El sujeto sólo recibe el mensaje que le viene del Otro en el instante en que ese eje imaginario a-a’
trastabilla y se le revela, a aquel que supone un dominio sobre su hablar, que más que hablar, él es hablado.
a-a’ es entonces el eje en el cual cada quien supone que lo que dice es producto de lo que quiere decir. Ese
es el discurso del yo. Corresponde al punto en el que nos reconocemos en lo que decimos y en el que
creemos comprendernos. Pero eso no es más que palabra vacía, cháchara en la que el ego del sujeto se
reconoce y se ensalza, puesto que allí se sitúa el narcisismo.
Relectura del estadio del espejo: el sostén simbólico del yo y del narcisimo
Freud: constitución del yo en la fase del narcisismo. Freud explica que el yo no es un dato primario. Lo
primario es el autoerotismo en el que reina la satisfacción anárquica de las pulsiones parciales. El empuje a
la unificación de las mismas (unificación nunca consumada de manera plena) comienza en la fase del
narcisismo en la que el yo se constituye como anhelo de unidad. El pasaje del autoerotismo al narcisismo no
se produce, sino por la mediación de un nuevo acto psíquico del cual Freud no termina de revelar su
naturaleza.
Lacan explica en qué consiste este nuevo acto psíquico. El montaje del estadio del espejo es lo que le ha
permitido forjar una respuesta, una identificación debe producirse para que el yo se constituya como tal.
Lacan indica que consiste en una identificación imaginaria, que el yo se constituye sobre la base de una
identificación con la imagen del semejante. El yo es, desde el comienzo, otro.
La presentación de esta idea (en 1949), por parte de Lacan, se realiza antes del inicio de su enseñanza (en
1953), por lo que se debe explicar en base a su relectura de este primer texto, realizada en los años ‟50. Es
necesario destacar de esa relectura que a la prevalencia del registro imaginario en la identificación
constitutiva del yo (registrada en la primera versión del estadio del espejo), Lacan agrega la necesidad de
subrayar su sostén simbólico. Lacan ya no considera a lo imaginario como un registro primero o autónomo
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al que lo simbólico se le sumaría secundariamente. Más bien le es preciso desarrollar de qué modo las
relaciones del yo con su imagen descansan, se soportan y hasta son reguladas por lo simbólico.
La construcción lacaniana de los esquemas ópticos le servirá para elaborar el modo en que lo simbólico
sostiene y regula las relaciones imaginarias en la construcción de la realidad.
El ideal del yo, como instancia simbólica, es sindicada por Lacan como la reguladora de las relaciones del yo
con sus objetos. Si bien es imaginaria la identificación constitutiva del yo, ésta no sería posible sin este
soporte simbólico del ideal del yo.
Deben distinguirse 3 términos:
Ideal del yo: I (A), instancia simbólica que regula y sostiene la identificación imaginaria.
Yo ideal: i (a). Se trata de la imagen amable, es decir, pasible de ser amada, que, aunque
imaginaria, se le ofrece al yo desde el lugar simbólico del ideal del yo para que con ella se
identifique.
Yo: i (a)’. Se constituye, a partir de la imagen pregnante del semejante, del otro, del yo
ideal.
Las minúsculas en cursiva corresponden a los términos imaginarios, mientas que las mayúsculas en
imprenta se reservan para las instancias simbólicas.
Los 3 términos pueden posicionarse en el esquema L:
De este modo queda claro que la identificación imaginaria, especular, del eje i (a) – a (a)’ se soporta de la
instancia simbólica I (A).
Lacan mediante el estadio del espejo destaca el movimiento que realiza el niño frente al espejo, que voltea
para hacerse garantizar el reconocimiento de su imagen por quien lo sostiene en brazos. Se subraya
entonces que es preciso que desde un lugar tercero (simbólico) se le ratifique al niño que esa imagen del
espejo le corresponde, que se le garantice que ese del espejo es él. No hay identificación imaginaria sin esta
garantía que lo simbólico del lugar del Ideal del yo provee.
Quedan distinguidos de ese modo:
El otro imaginario: donde posicionamos al yo ideal, la imagen del semejante a partir de la cual el yo cobra
consistencia
Del lugar del Otro: en el que leemos esta instancia simbólica del Ideal del yo que avala la identificación del
yo con aquella imagen amable.
El texto freudiano “Psicología de las masas y análisis del yo” son preparatorios para esta concepción.
En éste hay diferencias respecto del signo lingüístico que proponía Saussure:
la supremacía del significante (S) respecto del significado (s);
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la caída de la relación biunívoca que todavía unía a ambos, el significante y al significado, en el signo
lingüístico.
A partir de este algoritmo queda declarada la supremacía de lo simbólico del significante respecto de lo
imaginario del significado. Puesto que el significante, la imagen acústica del signo lingüístico, su carácter
puramente fónico, pertenece al orden simbólico, mientras que el significado es un efecto que se localiza en
lo imaginario.
Los significantes en cuanto tales no significan nada, articulados con otros, haciendo cadenas, copulando con
otros, engendran efectos de significación. Lacan lo escribe: S1-S2. Es decir, la cadena mínima constituida por
el par significantes. Esto se puede graficar agregando el efecto retroactivo que permite el surgimiento de
significado:
La metáfora paterna
La metáfora paterna puede plantearse como el paradigma mismo de la producción de significación a partir
de la articulación significante.
Constituye un intento de formalización del complejo de Edipo, de su reducción a sus puntos de apoyo
simbólicos mínimos.
Lacan plantea que toda la cuestión de los callejones sin salida del Edipo puede resolverse planteando la
intervención del padre como la sustitución de un significante por otro significante. De este modo el Edipo
queda reducido a una operación metafórica.
Estos planteas se tratan de la respuesta lacaniana al empirismo o ambientalismo reinante de esa época, que
atribuía a la excesiva, impropia o escasa presencia paterna las patologías surgidas de determinado tránsito
por el complejo de Edipo.
Lo fundamental no es la mejor o peor actitud, la mayor o menor presencia, que tenga el padre de la
realidad, sino lo que hay que localizar en el nivel del padre simbólico. Se trata aquí de los efectos que
produce, no el padre del sujeto, sino la operación simbólica de aquello que Lacan denominó “nombre
del padre”. El nombre del padre es un significante, y un significante que es señalado como esencial como
soporte de ley
La operatoria en la diacronía de la metáfora paterna, entraña la sustitución del significante “deseo de la
madre” por el significante “nombre del padre”.
Primer momento lógico: se sitúa una primer operación de simbolización que se efectúa a partir de las
“idas y vueltas” de la madre. No se trata de su mayor o menor presencia, sino de la posición significante que
opera el hecho de que, de a ratos, la madre se ausenta: la oposición fundamental presencia- ausencia,
captada en su núcleo más fundamental por el fort-da freudiano.
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Hay allí, entonces, simbolización de esa ausencia, captación en ese ausentarse de un deseo, razón por la
cual se puede escribir el deseo de la madre (DM) como un significante, más aun, como un S1. Pero un S1 no
produce significación, por lo que se designa con una x lo enigmático del deseo materno. Esta x indica que no
hay razón aun para ese deseo.
El deseo de la madre se presenta entonces originariamente como un deseo sin razón: insensato. Podría
decirse que el niño se halla, en este tiempo lógico, menos como sujeto (un sujeto es lo que representa u
significante para otro significante= que como sujetado por ese deseo sin razón.
Segundo momento lógico: operación de un segundo significante, que como un S2 abroche y,
consecuentemente, produzca un efecto de significación por la sustitución de aquel primer significante
insensato. De esta manera opera entonces el significante del nombre del padre, tachándolo, limitándolo al
interpretarlo y otorgarle significación.
El nombre del padre, por su operación metafórica, induce la irrupción de significación (s) en el lugar de la x
La operación metafórica del NP no introduce una falta al nombrar como fálica aquella que entraña como tal
el deseo materno. La falta ya se ha registrado en la estructura por esa primera operación de simbolización
que supone la ausencia de la madre. Su operación supone el redoblamiento simbólico de la misma, y
nombra esa falta como castración.
De este modo puede afirmarse que el nombre del padre “castra” el deseo de la madre. La castración
deviene la operación simbólica que, por el NP, induce la limitación del caprichoso deseo materno,
amortiguándolo por la significación del falo, significándolo como deseo fálico.
Una vez que el niño vislumbra que lo que la madre desea es el falo, sólo debe dar un paso para intentar
identificarse con el mismo y hacerse, con el falo, un ser. Es decir, que la metáfora paterna está en la base de
la posibilidad de que el niño se identifique con el objeto imaginario del deseo materno.
No es únicamente el deseo materno el que está a la espera de recibir una significación sino también,
correlativamente, el ser mismo del sujeto.
En base al esquema L, Lacan dice que todo lo que realiza en S (sujeto), depende de los significantes que se
colocan en A. El esquema L sirve para la construcción de uno nuevo sostenido por el acoplamiento de 2
triángulos, uno simbólico y el otro imaginario: se trata del esquema R:
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La aparición del falo (φ) en el extremo del triángulo imaginario (como significado al sujeto), depende de la
operación metafórica del nombre del padre (P) en el extremo del triángulo simbólico.
El nombre del padre es un significante.
La metáfora paterna es la operación de sustitución de ese significante en el lugar
primeramente simbolizado por la ausencia de la madre.
La significación fálica: es el efecto de lo imaginario producto de esa sustitución.
La significación deviene significación como tal. El cúmulo de significaciones estables que ordena nuestra
existencia depende de esta operación metafórica.
En el psicótico no se inscribe, en el lugar del Otro, el nombre del padre, por lo cual no se produce la
operación de la metáfora paterna y por ello, tampoco, la significación del falo. El psicótico entonces queda
al margen de este código compartido que supone la significación fálica, y exceptúa del delirio edípico
reemplazándolo por uno personal.
El psicótico llega en algún momento a toparse con un agujero en el lugar del Otro (agujero en lo simbólico
producto de la ausencia del nombre del padre en la estructura, designado:
(P sub cero)
Esto inevitablemente acarrea un agujero correlativo en lo imaginario, que pone a la luz que la significación
fálica se encuentra vacante.
Lo real y la realidad
En los años ‟50, el real no se distingue de la realidad. En el seminario 3 introduce una distinción entre los 3
registros al referirse a las diferencias que hay entre 3 mapas: un mapa político, uno de las vías de
comunicación y otro del mundo físico. Del mapa político, referido a la historia de las significaciones
humanas, puede decirse que corresponde al registro de lo imaginario. Lo resaltado es el efecto, en lo
imaginario, de la articulación de estos elementos de lo simbólico. El mapa de las grandes vías de
comunicación corresponde a lo simbólico. El mapa del mundo físico correspondería a un real que no se
distingue de la realidad de las cosas al natural.
Sin embargo en estos años ya existe un germen de lo que va a ser posteriormente lo real lacaniano, como
en el seminario 2, el comentario que realiza respecto al sueño freudiano de la inyección de Irma. La
angustia es aquí el signo mismo que indica la presencia de lo real.
Este real, que se revela en el nivel de este descubrimiento angustiante, es como tal innombrable. Por lo
tanto es situado no solamente por fuera de lo imaginario, sino también por fuera de lo simbólico.
Nuestra realidad comporta como tal una serie de mediaciones imaginarias y simbólicas que no están ahí
más que para vedarnos el acceso a ese real último. EL estadio del espejo y los esquemas ópticos dan cuenta
del andamiaje simbólico-imaginario en el que se sostiene no sólo nuestro yo y nuestro cuerpo, sino
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también, la realidad misma. Tales mediaciones son responsables de que esa realidad sea suficientemente
consistente y soportable.
Lo real es aquello que en la realidad queda elidido, vedado, oculto.
En estos primeros comentarios de lo real ya hay alguna alusión de lo que más adelante en su enseñanza se
denominará objeto a. Éste se trata de un objeto que, presentificado, se torna la causa misma de la angustia.
Es el objeto de angustia por excelencia. El objeto que causa la angustia es aquello que, como real, debe
permanecer oculto, si se pretende sostener una realidad más o menos estable.
Lo real se revela en instantes fortuitos, en los cuales la angustia es una señal.
Fórmula lacaniana: lo forcluido de lo simbólico retorna en lo real. Este retorno no es el retorno de lo
reprimido. Este real que retorna se manifiesta para el sujeto de manera tan intrusiva que su paradigma es
el fenómeno elemental en la psicosis.
Síntesis del abordaje de los 3 registros en el Lacan de los años ‟50:
Simbólico: ubicado fundamentalmente del lado de la palabra plena, en la insistencia misma del
significante en las formaciones del inconsciente, pero también en el nivel de la operación de la metáfora
paterna.
Imaginario: localizado en relación con una primera versión de la resistencia, pero también del lado de la
significación (fálica, gracias al nombre del padre) y de la identificación especular por la que el yo se
constituye (no sin soporte simbólico: el ideal del yo.
Real: superpuesto a veces con la realidad, otras anticipando sus desarrollos posteriores.
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repetición que no tiene otro fundamento más que el encuentro contingente, azaroso, traumático, con lo
real: tyche. No se trata aquí de lo que retorna en función de algún determinismo significante.
Además de la disyunción que de allí se sigue entre el inconsciente (que no resiste sino que insiste) y la
resistencia del Ello (como compulsión de repetición), es preciso agregar que de esa resistencia, la insistencia
simbólica del trabajo del inconsciente ya es una respuesta. La resistencia real, deviene así, causa de la
insistencia simbólica. El trabajo del inconsciente es simbólico, pero su causa es real.
s = sentido
Jφ = goce fálico
a = objeto a
Cuerpo, muerte, vida
Ya desde la propuesta del estadio del espejo, Lacan asocia el cuerpo al registro imaginario.
En el seminario 22, Lacan asocia lo imaginario con la consistencia, lo real con la ex-sistencia y lo simbólico
con el agujero.
Respecto a la consistencia atribuida a lo imaginario del cuerpo, Lacan se refiere a la consistencia del cuerpo
en tanto resiste antes de la disolución.
La relación de la muerte con lo simbólico se refiere al carácter mortificante, desvitalizante del lenguaje. Éste
es el primer efecto que tiene el lenguaje sobre el organismo vivo. El significante desvitaliza, apaga el goce de
la vida, mortifica la carne.
Si el goce es goce de la vida, entonces el lenguaje, como un aparato inerte, al captar al organismo vivo entre
sus rede significantes, opera en el sentido de escurrir ese goce, expulsándolo del cuerpo.
Este empuje mortificante que opera la máquina del lenguaje se consuma de modo definitivo cuando el ser
hablante, como viviente, deja escapar esa última de brizna de goce con su último aliento. Para devenir
finalmente un significante, ya que lo que queda de un ser hablante cuando todo lo demás se ha ido, queda
el nombre propio. En este sentido, el significante nos espera, aún antes de llegar al mundo, y nos sobrevive.
Los goces
El significante es lo que hace alto al goce. Pero a su vez, además de ser su límite, el significante es la causa
del goce, o de los goces. Freud ya anteriormente explicaba que cada vez que hay pérdida de goce en la
estructura, esta va acompañada de algún orden de recuperación.
La pluralidad de goces que describe Lacan, se sitúa en el exacto lugar del goce imposible de la relación que
no hay.
Lacan consigna en las intersecciones entre los registros del nudo Borromeo algunos de los goces que
describe: el goce fálico, el goce del Otro, el sentido y el objeto a.
El sentido es como tal algo de lo que se goza, algo de lo que se puede gozar: sentido-gozado. Respecto al
objeto a, indica que es el plus de gozar. -No entiendo nada de esto.-
Lacan: Seminario 1: los escritos técnicos de Freud.
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Capítulo VII, parágrafo 1 y 2; capítulo X, parágrafo 2; capítulo XI, parágrafo 2.
El ramillete se refleja en la superficie esférica, se forma así una imagen real. Mientras el sujeto no vea el
ramillete, que está oculto, verá aparecer, en el campo adecuado, un ramillete imaginario.
Esta experiencia permite ilustrar el resultado de la estrecha intrincación del mundo imaginario y del mundo real
en la economía psíquica.
Parágrafo 2
El dominio propio del yo primitivo se constituye por clivaje, por distinción respecto al mundo exterior: lo que
está incluido en el exterior se distingue de lo que se ha rechazado mediante los procesos de exclusión
(Aufstossung) y de proyección.
Su proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su historia, integrar
efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de este momento,
aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. El estadio del
espejo brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real.
Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se refleja y se
concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su
vida fantasmática.
La imagen del cuerpo es como el florero imaginario que contiene el ramillete de flores real. Así es como
podemos representarnos, antes del nacimiento del yo y su surgimiento, al sujeto.
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Para que la ilusión se produzca, para que se constituya, ante el ojo que mira, un mundo donde lo imaginario
pueda incluir lo real y, a la vez, formularlo; donde lo real pueda incluir y, a la vez, situar lo imaginario, es preciso
cumplir con la condición de que el ojo ocupe una cierta posición, debe estar en el interior del cono. Si está
fuera de este cono, no verá ya lo que es imaginario, verá las cosas tal como son.
El ojo que está ahí significa que, en la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que
de ella resulta, todo depende de la situación del sujeto, la cual está caracterizada por su lugar en el mundo
simbólico, en el mundo de la palabra.
El aparato muestra que, estando colocado en un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela no
obstante en un espejo en estado de imagen virtual. Esto es lo que se produce en el hombre.
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El sujeto virtual, reflejo del ojo mítico, es decir, el otro que somos, está allí donde primero hemos visto a
nuestro ego: fuera nuestro, en la forma humana. El ser humano sólo ve su forma realizada, total, el espejismo
de sí mismo, fuera de sí mismo.
Lo que el sujeto ve en el espejo es una imagen nítida o bien fragmentada, inconsistente, incompleta. Esto
depende de su posición en relación a la imagen real. Demasiado cerca de los bordes se ve mal.
En cuanto al espectador virtual, basta que el espejo plano esté inclinado de cierto modo, para que esté en el
campo desde donde se ve muy mal. Esto representa la difícil acomodación de lo imaginario en el hombre.
La inclinación del espejo plano está dirigida por la vos del otro. Se puede comprender entonces que la
regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo trascendente, siendo lo trascendente
en esta ocasión el vínculo simbólico entre los seres humanos.
¿Qué es el vínculo simbólico? Socialmente nos definimos por intermedio de la ley. Situamos a través del
intercambio de símbolos nuestros diferentes yos los unos respecto a los otros.
La palabra, la función simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de
aproximación de lo imaginario. El ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación
con el otro. Y de esta relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración
imaginaria.
El esquema ilustra que lo imaginario y lo real actúan al mismo nivel. Suponiendo que el espejo es un vidrio,
entonces se podría ver en el vidrio los objetos que están más allá. Se trata de una coincidencia entre ciertas
imágenes y lo real.
El ideal del yo es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada,
que en nuestro manejo dinámico es a la vez semejante y diferente a la libido imaginaria. El intercambio
simbólico es lo que vincula entre sí a los seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite identificar al
sujeto.
El ideal del yo, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel del yo ideal, o sea
en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística.
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Podemos, en el seno del fenómeno de la palabra, integrar los 3 planos de lo simbólico, represetado por el
significante, de lo imaginario representado por la significación, y de lo real que es el discurso realmente
pronunciado en su dimensión diacrónica.
El sujeto dispone de todo un material significante que es su lengua y lo utiliza para hacer que las significaciones
pasen a lo real.
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¿Qué sucede cuando no tenemos la carretera principal, y nos vemos obligados, para ir de un punto a otro, a
sumar senderos entre sí, modos más o menos divididos de agrupamientos de significación? (psicosis) Para ir de
tal a cual punto, podremos elegir distintos elementos de la red, y podremos hacer nuestra ruta, por razones
diversas, comodidad, vagabundeo, error de bifurcación.
Ejemplo Schreber. El significante “ser padre” hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una
mujer. Si la carretera principal no existe, nos encontramos ante cierto número de caminitos elementales,
copular y luego la preñez de la mujer.
Según todas las apariencias el presidente Schreber carece de ese significante fundamental que se llama “ser
padre”. Por eso tuvo que cometer un error, que enredarse, hasta pensar llevar él mismo su peso como una
mujer. Tuvo que imaginarse a sí mismo mujer, y efectuar a través de un embarazo la segunda parte del camino
necesaria para que, sumándose una a otra, la función “ser padre” quede realizada.
¿Cómo hacen los usuarios de las carreteras cuando no hay carretera principal, cuando es preciso pasar por
carreteras secundarias para ir de un punto a otro? Siguen los indicadores colocados a orillas de la carretera. Es
decir que cuando el significante no funciona, eso se pone a hablar a orillas de la carretera principal. Cuando no
está la carretera, aparecen carteles con palabras escritas. Acaso sea esa la función de las alucinaciones
auditivas verbales de nuestros alucinados: son los carteles a orillas de sus caminos.
El cuarto término es S, que no posee su significante. Está fuera de los 3 vértices del triángulo edípico, y
depende de lo que ocurra en ese juego. El sujeto este punto inconstituido donde se encuentra va a tener que
participar, por lo menos con su estructura imaginaria. Por eso S se representará en algo imaginario que se
oponga al significante del Edipo.
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Hay algo completamente dispuesto, no sólo a ser homólogo a la base del triángulo madre-niño-padre, sino a
confundirse con ella, es la relación del cuerpo despedazado, y al mismo tiempo envuelto en buen número de
imágenes con la función unificante de la imagen total del cuerpo. La imagen del yo con la imagen especular
nos da ya la base del triángulo imaginario, indicado en líneas de puntos:
Este punto, φ, es donde se va a ver el efecto de la metáfora paterna. Este punto es el falo, cuya función es
que el sujeto se identifique imaginariamente.
Parágrafo 1:
El complejo de Edipo tiene una función esencial de normalización en la estructura moral del sujeto, en su
relación con la realidad y en la asunción de su sexo. La virilidad y la feminización son los 2 términos que
traducen lo que es esencialmente la función del Edipo. En este punto se encuentra que el Edipo está
directamente relacionado con la función del Ideal del yo.
Parágrafo 2:
Cuando se busca la carencia paterna ¿Qué interesa respecto al padre? ¿Puede constituirse de forma normal
un Edipo cuando no hay padre? Al principio se creía que era algún exceso de presencia del padre, o exceso
del padre, lo que engendraba problemáticas. Pero se vio que un Edipo podía muy bien constituirse también
cuando el padre no estaba presente. Si nos situamos en el nivel de la realidad se comprueba que el padre
puede existir incluso sin estar.
Parágrafo 3:
Al principio está el padre terrible. El padre interviene, prohíbe, la madre. Éste es el fundamento, el principio
del complejo de Edipo, ahí es donde el padre está vinculado con la ley primordial de interdicción del
incesto. Es el padre el encargado de representar esta interdicción. Es mediante toda su presencia, por sus
efectos en el inconsciente, como lleva a cabo la interdicción de la madre. La castración tiene aquí un papel
esencial (amenaza de castración).
La relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor a la castración. La agresión presente en esta
relación parte del niño, porque su objeto privilegiado, la madre, le está prohibido, y va dirigida al padre. La
castración se manifiesta en el plano imaginario.
El Edipo invertido nunca está ausente en la función del Edipo, es decir el componente de amor al padre no
se puede eludir. Es el que proporciona el final del complejo de Edipo, su declive, en una dialéctica muy
ambigua, del amor y la identificación. De la identificación en tanto que tiene raíz en el amor.
El sujeto se identifica con el padre en la medida en que lo ama, y encuentra la solución terminal del Edipo
en un compromiso entre la represión amnésica y la adquisición de aquel término ideal gracias al cual se
convierte en el padre.
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El Edipo invertido no es simple. Por la misma vía, la del amor, puede producirse la posición de inversión, que
en lugar de una identificación benéfica, el sujeto se encuentra afectado por suposición pasiva en el plano
inconsciente. Se trata de una posición en la que el sujeto está atrapado. Frente a ese padre temido, pero
que por otra parte es tan amable, el sujeto se coloca en el lugar adecuado para obtener sus favores, hacerse
amar por él. Pero pasar a la categoría mujer supone el peligro de la castración, surgiendo entonces la
homosexualidad inconsciente, que deja al sujeto en una situación conflictiva con múltiples repercusiones.
El nivel de la amenaza de castración se trata de la intervención real del padre con respecto a una amenaza
imaginaria. La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien real y cuyo objeto es objeto imaginario.
¿Qué es lo que prohíbe el padre? Prohíbe la madre. En cuanto objeto, es suya, no es del niño. En este plano es
donde se establece aquella rivalidad con el padre que por sí misma engendra una agresión. El padre frustra al
niño de su madre.
En cuanto a la frustración es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una frustración, acto imaginario
que concierne e un objeto real, la madre, en tanto que el niño necesita de ella.
El tercer nivel, el de la privación, interviene en la articulación del complejo de Edipo. Se trata del padre, en
tanto que se hace preferir a la madre, lo que conduce a la formación del Ideal del yo. En la medida en que el
padre se convierte en un objeto preferible a la madre, puede establecerse la identificación terminal.
El padre es el padre simbólico, es una metáfora. Una metáfora es un significante que viene en el lugar de otro
significante. El padre es una metáfora en el complejo de Edipo. La función del padre en el complejo de Edipo
es la de ser un significante que sustituye al primer significante introducido en la simbolización, el significante
materno.
Dentro de la fórmula que es la metáfora, el padre ocupa el lugar de la madre (S) en el lugar de S´, siendo S´ la
madre en cuento vinculada ya con algo que era x, es decir el significado en la relación con la madre.
¿Cuál es el significado? Al niño le gustaría ser él lo que ella quiere, pero está claro que no sólo lo quiere al
niño. A lo que le da vueltas es a la x, el significado. Y el significado es el falo. El niño es el objeto parcial, y lo
que eso significa, es el falo. El niño puede llegar a entrever lo que es la x imaginaria y, una vez comprendido,
hacerse falo.
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Hay una relación entre el ternario simbólico y el ternario imaginario, en tanto que el niño depende del deseo
de la madre, de la primera simbolización de la madre. Mediante esta simbolización el niño desprende su
dependencia efectiva respeto del deseo de la madre, y se instituye algo que se subjetiva en un nivel primordial.
Esta subjetivación consiste en establecer a la madre como aquel ser primordial que puede estar o no estar.
Desde esta primera simbolización se esbozan todas las complicaciones ulteriores de la simbolización, pues su
deseo es deseo del deseo de la madre. Esta simbolización primordial le abre al niño la dimensión de algo
distinto, que la madre puede desear en el plano imaginario. Hay en la madre el deseo de Otra cosa distinta
que satisfacer el deseo del niño.
Ese algo más que hace falta es el falo. Este objeto es necesario porque es privilegiado en el orden simbólico.
Hay en este dibujo una relación de simetría entre falo, que está en el vértice del ternario imaginario, y padre,
en el vértice del ternario simbólico. Ciertamente hay un vínculo del orden metafórico. La posición del
significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario.
El padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas no tiene, de algo que sólo tiene existencia porque surge en
la existencia en cuanto símbolo. El padre no puede castrar a la madre de algo que ella no tiene. Para que se
establezca que no lo tiene, eso ya ha de estar proyectado en el plano simbólico como símbolo. Toda privación
real requiere de la simbolización. Entonces es en el plano de la privación de la madre donde en un momento
dado de la evolución del Edipo se plante para el sujeto la cuestión de simbolizar el mismo esa privación de la
que la madre es objeto.
El padre entra en función como privador de la madre, es decir que se perfila detrás de la relación de la madre
con el objeto de su deseo como el que castra. Lo que es castrado no es el sujeto, es la madre.
La experiencia demuestra que si el niño no franquea ese punto nodal, no acepta la privación del falo en la
madre operada por el padre, mantiene por regla general una determinada forma de identificación con el objeto
de la madre.
Del complejo de castración depende que el niño se convierta en hombre y la niña se convierta en mujer. Para
tenerlo primero se ha de haber establecido que no se puede tener, y en consecuencia la posibilidad de estar
castrado es esencial en la asunción del hecho de tener el falo. Este es un paso que se ha de franquear y en el
que ha de intervenir el padre.
Parágrafo 2:
Para prohibir las primeras manifestaciones del instinto sexual no hay ninguna necesidad del padre. El padre
entrará en juego como portador de la ley, como interdictor del objeto que es la madre. La función del padre, el
Nombre del Padre, está vinculada con la interdicción del incesto efectivamente promulgada en el complejo de
castración.
La primera prueba que tiene el niño de su relación con el Otro la tiene con aquel primer Otro que es su madre,
en tanto que ya la ha simbolizado. Esta primera simbolización va ligada a las primeras articulaciones, que
localizamos en el Fort-Da.
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La ley de la madre es el hecho de que la madre es un ser hablante. Sin embargo esta ley es una ley
incontrolada. Reside en el hecho de que algo del deseo del sujeto es completamente dependiente de otra
cosa. Esta ley está toda entera en el sujeto que la soporta, en el buen o mal querer de la madre, la buena o
mala madre. El niño empieza como súbdito, porque se experimenta y se siente de entrada profundamente
sometido al capricho de aquello de lo que depende.
La madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley.
Parágrafo 3:
3 tiempos del Edipo:
1. Primer tiempo: lo que el niño busca, en cuando deseo de deseo, es poder satisfacer el deseo de su madre,
ser o no ser el objeto de deseo de la madre. El sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto del
deseo de la madre. Es la etapa fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la primacía
del falo ya instaurada en el mundo por la existencia del símbolo del discurso y de la ley.
En el trayecto se establecen 2 puntos, el que corresponde a lo que es ego, y enfrente éste, que es su otro,
aquello con lo que se identifica, eso otro que tratará de ser, a saber, el objeto satisfactorio para la madre.
2. Segundo tiempo: en el plano imaginario, el padre interviene realmente como privador de la madre. Es el
estadio nodal y negativo, por el cual lo que desprende al sujeto de su identificación lo liga, al mismo
tiempo, con la primera aparición de la ley. La madre es dependiente de un objeto que ya no es
simplemente el objeto de su deseo, sino un objeto que el Otro tiene o no tiene.
3. Tercer tiempo: de esta depende la salida del complejo de Edipo. El falo, el padre ha demostrado que lo
daba sólo en la medida en que es portador de la ley. De él depende la posesión o no por parte del sujeto
materno de dicho falo. Si el segundo tiempo ha sido atravesado, ahora es preciso que lo que el padre ha
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prometido lo mantenga. Puede dar o negar, porque lo tiene, pero del hecho de que él lo tiene ha de dar
alguna prueba. Interviene como el que tiene falo y no como el que lo es, y por eso puede producirse el
giro que reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre, y no ya solamente como
objeto que el padre puede privar.
En el segundo tiempo el padre todopoderoso es el que priva. No se destacaba que la castración ejercida era la
privación de la madre y no del niño. Ahora el padre puede darle a la madre lo que ella desea, y puede dárselo
porque lo tiene. Aquí interviene el hecho de la potencia en el sentido genital de la palabra, es un padre
potente. Por eso la relación de la madre con el padre vuelve al plano real.
Es la salida del complejo de Edipo, dicha salida es favorable si la identificación con el padre se produce en este
tercer tiempo. Esta identificación se llama Ideal del yo. Se inscribe en el triángulo simbólico en el polo donde
está el niño, mientras que en el polo materno empieza a constituirse todo lo que luego será realidad, y del lado
del padre es donde empieza a constituirse todo lo que luego será superyó.
En la mujer ella no ha de enfrentarse con la identificación, ni ha de conservar el título de virilidad. Sabe dónde
está eso y sabe dónde ha de ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene. Una verdadera feminidad
siempre tiene hasta cierto punto una dimensión de coartada.
El papel que desempeña la metáfora paterna es ciertamente el que podíamos esperar de una metáfora,
conduce a la institución de algo perteneciente a la categoría del significante, está ahí en reserva y su
significación se desarrollará más tarde. El niño tiene todos los títulos para ser un hombre.
La fórmula de la metáfora quiere decir lo siguiente. Hay 2 cadenas, las S del nivel superior que son
significantes, y debajo los significados ambulantes que circulan. La sujeción, el punto de capitonado, es sólo un
asunto mítico, porque nadie ha podido sujetar una significación a un significante. Lo que sí se puede hacer es
fijar un significante a otro significante. En este caso se produce siempre algo nuevo, el surgimiento de una
nueva significación. El padre es, en el Otro, el significante que representa la existencia del lugar de la cadena
significante como ley, se coloca encima de ella.
El padre está en una posición metafórica sólo si la madre lo convierte en aquel que con su presencia sanciona
la existencia del lugar de ley.
V. CLINICA, ETICA Y PSICOPATOLOGIA
1. Lo normal y lo patológico. Salud y enfermedad.
2. La clínica y la ética del psicoanálisis. Relaciones y oposiciones entre la ética del psicoanálisis y las éticas
hedonistas, éticas de bienes y utilitarismo, éticas formales y éticas del goce.
Bibliografía obligatoria:
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Mazzuca, R., "Ética, psicopatología y psicoanálisis (lo normal y lo patológico)", en Psicoanálisis y psiquiatría:
encuentros y desencuentros (Temas introductorios a la psicopatología), op. cit.
El término psicopatología se formó como una abreviatura de psicología patológica, como se llamó
inicialmente a esta disciplina en el momento en que surgió en el campo de la psiquiatría.
En la época del positivismo, la armonía entre ciencia y ética constituía un supuesto indiscutible, no se
dudaba que el progreso de la ciencia sólo podría acarrear un bien para la humanidad. Sin duda Freud y su
obra respondían a este ideal cientificista.
En la psicopatología la incidencia de la ética es determinante, en la medida en que la definición misma de su
campo se establece por criterios inescindibles de una apreciación moral. Apreciación que interviene
también en cada una de las categorías diferenciales. Un ejemplo paradigmático es la homosexualidad, la
cual recorre una trayectoria que va desde ser clasificada como una enfermedad a la de ser considerada una
elección subjetiva. Desde la perspectiva del psicoanálisis, las neurosis y las psicosis son también
elecciones subjetivas. Freud desde sus primeros trabajos psicopatológicos puntualizó que el inicio o el
desencadenamiento de la neurosis constituía una vía para eludir una decisión.
El sujeto es más bien un resultado de esa elección y no tanto su agente, pero que la decisión sea
inconsciente e ignorada por el sujeto no lo hace menos responsable de ella. Un psicoanálisis consiste
precisamente en hacerse responsable del inconsciente, es la posición ética necesaria para comenzar y
sostener la experiencia analítica.
Las nociones de neurosis y sus diferentes formas, histeria, obsesión, fobia, por ejemplo, han sufrido una
transformación: surgidas inicialmente como formas patológicas, posteriormente se ha ampliado
enormemente su campo de aplicación y han pasado a ser teorizadas como diferentes estilos de ser, o de
posiciones subjetivas, o de variedades de la conducta, según las diferentes orientaciones teóricas. En la
actualidad se aplican ambas vertientes.
En cuanto al síntoma, en el psicoanálisis inicialmente al igual que en la medicina, era el índice de una
patología. Sin embargo, a medida que desarrollaba su obra, Freud explicó la formación del síntoma a partir
del mecanismo de la represión, como un retorno (deformado) y una satisfacción (sustitutiva) de las
representaciones y de los impulsos reprimidos, De este modo la posición del síntoma asume en el
psicoanálisis una función muy diferente que en la psiquiatría, porque, sin dejar de constituir una forma
patológica, constituye un componente esencial y una herramienta para la cura ya que por su intermedio y
elaboración permite recuperar los elementos inconscientes disociados por la represión.
Este movimiento de transformación en la función y valor del síntoma alcanza su punto máximo en Lacan,
quien al reconocer que no hay otra forma de satisfacción pulsional más que la del síntoma, este asume una
función eminente en la realización del sujeto. El concepto de síntoma se aproxima al de sublimación al ser
entendido como una forma de intervención o creación singular de cada sujeto.
Se hace presente la ambigüedad de la noción de neutralidad terapéutica. En un sentido resulta esencial
que el terapeuta suspenda los juicios de valor y ciertos ideales, para no juzgar sobre la forma de vida y de
goce del sujeto y no debe decidir por él. Sin embargo, en otro sentido, esa neutralidad no existe de modo
absoluto, ya que siempre la acción terapéutica se sostiene en principios éticos.
Lo normal y lo patológico
Canguilhem distribuye las distintas concepciones de la enfermedad en 2 vertientes:
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Concepción dinámica: heredada de la medicina griega, en la cual la enfermedad es considerada como
una ruptura de un equilibrio, de una armonía.
Concepción ontológica: cuyos antecedentes de reconocen en la cultura egipcia, donde el enfermar está
referido al efecto de sustancias dañinas extrañas al cuerpo.
Las nociones psicoanalíticas corresponden a la concepción dinámica, es decir que hacen referencia a la
noción de conflicto y de equilibrio. Las circunstancias exteriores nunca están concebidas como causas, sólo
como desencadenantes, como ocasiones.
Es imposible delimitar unívocamente la noción de salud y de enfermedad, ambas nociones y las de normal y
patológico tienen un componente ideológico ineliminable.
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ética entra en colisión con la del psicoanálisis en tanto éste excluye el criterio de supresión del síntoma. Los
síntomas no tiene valor alguno en una organización social regida por una ética utilitarista, todo lo contrario.
Desde el psicoanálisis el síntoma tiene un valor muy particular. Constituye un problema actual la ética del
utilitarismo, con sus terapias breves de objetivos limitados a la supresión del síntoma.
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Freud, S., “Duelo y melancolía”. Freud, S., “Neurosis y psicosis”.
Freud, S., “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”.
Schreber, D., Memorias de un enfermo nervioso. Introducción, Carta abierta, Caps. 1, 4, 5, 10, 13, 16, 21,
Dictámenes periciales del 9/12/1899 y del 4/5/1902.
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Diagnóstico: paranoia crónica.
Freud la trata como a la histeria. En las neuropsicosis de defensa (histeria, neurosis obsesiva,
confusión alucinatoria) hay pensamientos inconscientes y recuerdos reprimidos que pueden
hacerse conscientes venciendo la resistencia. De esta manera la paciente produjo unos
pensamientos que no recordaba haber tenido. Así quedaba probada también para un caso de
paranoia la ocurrencia de unas representaciones inconscientes sustitutivas, y ello indica que se
podría reconducir la compulsión de la paranoia a una represión.
La serie de recuerdos desemboca en una escena de cuando ella tenía 6 años: se desvistió en el
dormitorio para meterse en la cama, sin avergonzarse ante su hermano presente. Por lo tanto, la
queja de ser observada era un fragmento inalterado del viejo recuerdo – reproche, y ella reparaba
ahora con su vergüenza lo que había omitido de niña.
Las voces que la paciente escuchaba debían su génesis a la represión de unos pensamientos que
significaban en verdad unos reproches con ocasión de una vivencia análoga al trauma infantil, eran
síntomas del retorno de lo reprimido.
Tanto en la paranoia como en la neurosis obsesiva se ha comprobado que la represión es el núcleo del
mecanismo psíquico, lo reprimido es en ambos casos una vivencia sexual infantil.
Los síntomas de la paranoia admiten una clasificación semejante a la que se probó justificada para la
neurosis obsesiva:
Síntomas de la defensa primaria: sostiene la represión. Son las ideas delirantes de desconfianza,
persecución de otros. En la neurosis obsesiva el reproche inicial ha sido reprimido por la formación del
síntoma desconfianza de sí mismo. En la paranoia el reproche es reprimido por el camino de la proyección y
se erige el síntoma desconfianza hacia los otros.
Síntomas del retorno de lo reprimido. Son las ideas delirantes de ser observada cuando se desvestía, las
alucinaciones visuales, auditivas y cenestésicas.
En la paranoia no se encuentra el tercer grupo de síntomas hallado en la neurosis obsesiva, los síntomas de
la defensa secundaria. En cambio, se halla en la paranoia otra fuente para la formación de síntomas: las
ideas delirantes, que proponen demandas de trabajo de pensamiento del yo hasta que se las pueda
aceptar exentar de contradicción. Como ellas mismas no son influibles, el yo se ve precisado a adecuárseles,
desembocando en la alteración del yo. El yo se adapta para que las ideas delirantes sigan valiendo como
defensa, se adapta el recuerdo para que sea compatible con el delirio.
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manera sobrenatural, siendo elevada al cielo en calidad de “alma probada”. Esta “alma probada” se habría
dejado llevar por el afán de autoafirmación y de despliegue de poder. Por consiguiente, sería posible que
hubiera que cargar exclusivamente en la cuesta de esta “alma probada” todo aquello por lo que Sch creyó
equivocadamente que debía responsabilizar a Fle. Sólo quedaría en pié el reproche por no tomar el caso
como objeto de investigación para experimentos científicos.
Introducción
Comienza a escribir las memorias estando todavía internado en el hospital. Con ellas intenta trasmitir el
conocimiento que le fue proporcionado hace aproximadamente 6 años. Mediante las revelaciones divinas él
entiende que ha llegado más cerca de la verdad que todos los otros hombres a las que éstas no se les han
revelado.
Schreber dice:
Así, en mi propio cuerpo tuvo lugar algo semejante a la concepción de Jesucristo por parte de una
virgen intacta, es decir, que nunca tuvo comercio con un varón. Yo he tenido en 2 distintas oportunidades
(en la época en que me encontraba en el hospital de Flechsig) genitales femeninos, aunque desarrollados
de manera incompleta, y he sentido en mi vientre movimientos en forma de pequeños saltos, como los que
caracterizan a las primeras conmociones vitales del embrión humano; mediante un milagro divino, los
nervios de Dios correspondientes al semen masculino fueron arrojados dentro de mi cuerpo; había tenido
lugar, pues, una fecundación.
(…) figuras humanas eran esbozadas durante un breve tiempo mediante un milagro divino para
disolverse luego o disiparse: las Voces que hablan dentro de mí designaron estos fenómenos como
“hombres hechos a la ligera”, que en parte habían muerto hacía mucho, otros aparentemente habían
llevado a cabo una metempsícosis, todos los cuales llevaban una así llamada vida onírica, es decir, que no
daban la impresión de estar en condición de mantener una conversación coherente.
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Dios no hubiera podido desprenderse nuevamente de ellos y, por ende, habría visto amenazada su propia
existencia.
El trato normal de Dios con las almas humanas tenía lugar, conforme al orden cósmico, sólo después de la
muerte. Dios podía acercarse sin peligro a los cadáveres para atraer, sacándolos de ellos, a sus nervios
(en los cuales no se había extinguido aún la autoconciencia, sino que sólo estaba aletargada) por medio de
la fuerza de los Rayos y para llevarlos hacia sí y despertarlos con ello a uno nueva vida celestial; la
autoconciencia volvía nuevamente por acción de los Rayos. La nueva vida del Más Allá es la
bienaventuranza, a la que el alma humana podía ser elevada, mediante una previa purificación y examen de
los nervios humanos. Para Dios sólo podían emplearse nervios humanos puros, pues su destino era ser
incorporados a Dios y en calidad de “antecámaras del cielo” convertirse en partes integrantes del mismo
Dios. Los nervios de los hombres moralmente depravados están ennegrecidos; cuanto más elevado
moralmente ha estado un hombre en su vida, tanto más se aproximará el estado de sus nervios a la
blancura o pureza perfecta que desde el origen es propia de los nervios de Dios. Según esto puede
determinarse distintos grados de bienaventuranza. (Delirios toman lo simbólico de la época.)
En el proceso de purificación las almas aprendían el lenguaje hablado por el propio Dios, la llamada “lengua
primitiva”, un alemán algo anticuado pero lleno de expresividad, que se caracteriza por una gran riqueza de
eufemismos. Los alemanes fueron en la edad moderna el pueblo elegido por Dios, de cuya lengua Dios se
servía preferentemente.
Las almas que aún no habían llevado a cabo el proceso de purificación eran llamadas “almas probadas”. Las
almas que aún no se encontraban sometidas a la purificación recibían nombres derivados de diablo. Los
“diablos”, cuando se los armaba como hombres hechos a la ligera tenían un color peculiar y un hedor
repugnante.
La metepsícosis parece haber servido también para la purificación de las almas impuras.
Hombres hechos a la ligera: almas transitoriamente armadas mediante un milagro divino bajo la forma de
una figura humana (contrario a hombres reales).
Las almas completamente purgadas mediante el proceso de purificación ascendían al cielo y lograban así la
bienaventuranza. Ésta consiste en un estado de goce ininterrumpido, vinculado con la contemplación de
Dios.
La bienaventuranza masculina era de rango más alto que la bienaventuranza femenina, la cual parece haber
consistido preferentemente en un ininterrumpido sentimiento de voluptuosidad.
El destino de todas las almas era más bien deshacerse, fundidas con otras almas, en unidades de un orden
superior y sentirse entonces sólo como partes integrantes de Dios (“antecámaras del cielo”). Pero esto no
significaba un verdadero aniquilamiento –en esta medida se le concedía al alma una perduración eterna-
sino sólo una supervivencia con una conciencia distinta.
El eterno ciclo de las cosas, subyacente al orden cósmico, tiene que ver con el hecho de que cuando Dios
crea algo se desprende de una parte de sí mismo, que recupera cuando los nervios ya se han vuelto
bienaventurados bajo la forma de “antecámaras del cielo”.
Por encima de las “antecámaras del cielo” se cernía el mismo Dios, al cual, por oposición a estos “reinos
anteriores de Dios” se le daba también la designación de “reinos posteriores de Dios”. Estos estaban
sujetos a una bipartición, en la que se diferencia un dios inferior (Arimán) y otro superior (Ormuz). El dios
inferior parece haberse sentido atraído hacia pueblos de raza morena y el dios superior con preferencia
hacia pueblos de raza rubia. Estos nombres le fueron mencionados a Sch en julio de 1894, al inicio de su
internación en el hospital Sonnenstein.
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1°. Siendo director del Tribunal Provincial de Chemnitz, con ocasión de una campaña a favor de su
candidatura para el Reichstag. Duró desde el otoño de 1884 hasta fines de 1885. Transcurrió sin ninguna
complicación que rozara el ámbito de lo sobrenatural. Sobre el tratamiento del profesor Flechsig le quedó
impresiones positivas. Se le diagnosticó intoxicación con bromuro de potasio. Presentó ideas hipocondríacas
(de enflaquecimiento).
Luego de recuperarse vivió con su esposa 8 años, muy felices, pródigos en hnores externos y sólo
perturbados por la reiterada frustración de la esperanza de recibir hijos.
En junio de 1893 se le comunica la inminente designaión como presidente de Sala del Tribunal Supremo
Provincial de Dresde.
En esa época se ubican 2 sueños:
que había reaparecido la enfermedad nerviosa ulterior.
una mañana temprano, semidormido, tuvo la representación de que tenía que ser muy grato ser
una mujer que es sometida al coito. Esta representación era totalmente ajena a su manera de
pensar, por lo que entiende que estuvieron e juego influjos externos para inspirarla.
1. Con ocasión de la desacostumbrada carga de trabajo que encontró al asumir el cargo de presidente de
Sala que acababa de transferírsele en el Tribunal Supremo de la Provincia de Dresde. Empezó en octubre de
1893 hasta la actualidad.
El 1 de octubre asume como presidente de Sala. Tenía la ambición de conquistar el prestigio ante los
colegas, pero se le imponía exigencias muy grandes en las relaciones personales en tanto los otros
miembros del colegio le superaban hasta por 20 años en edad, y estaban más familiarizados con la práctica
del tribunal. Así, en pocas semanas quedó espiritualmente agitado, comenzó a faltarle el sueño y empezó a
tomar bromuro de sodio.
Varias noches en que no podía conciliar el sueño se hizo sentir en la pared de su pieza un crujido que lo
despertaba cada vez que comenzaba a adormecerse. Tras escuchar cotidianamente alrededor de él también
otros ruidos, concluyó en que consisten en milagros divinos, es decir que existen propósitos para impedir su
sueño.
El 9 de noviembre se ve obligado a tomar una licencia, durante la cual se entrevista con el profesor Flechsig.
En el transcurso del viaje, un día antes de la visita al profesor, siente las mismas opresiones cardíacas que en
la anterior enfermedad, las cuales le provocan estados de angustia.
En la entrevista, Flechsig le habló de los progresos de la psiquiatría, dándole esperanzas de curación,
mediante un prolongado sueño.
Esa noche, antes de irse a dormir aparecieron síntomas: intensa excitación, insomnio, estado de angustia,
que desembocó en un intento de suicidio.
A la mañana siguiente sintió que la sangre se había retirado desde todas las extremidades al corazón, tenía
un estado de ánimo sombrío. Frente a esto Flechsig decide internarlo.
La enfermedad se desarrolló aceleradamente, presentaba: insomnio, pensamientos de muerte.
Escena del billar: una noche 2 enfermeros lo van a buscar a su cama y se lo traslada a una celda- dormitorio
preparada para dementes. Schreber se encontraba en estado de excitación afectiva, delirio febril, y debido a
este acontecimiento quedó aterrorizado. En el camino se cruzaron con el billar, del cual Schreber se aferró,
pero finalmente fue dominado y conducido a la celda. Esa noche realiza un intento fracasado de colgarse.
Flechsig negó posteriormente todo este suceso lo cual lo llenó de desconfianza respecto del profesor.
Al día siguiente logra tranquilizarse, pero a la noche no concilia el sueño, lo cual suscita estado de angustia.
Al día siguiente se despierta con un intenso trastorno nervioso, y le causaron una impresión aterradora los
rasgos faciales deformados que percibió del guardián. A partir de entonces se le suministró somnífero.
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Posteriormente sentía un estado de enervamiento por el cual no le era posible emprender ninguna
ocupación intelectual, ya que intensificaban su excitación nerviosa. Presentaba ideas de suicidio
Un nuevo colapso nervioso ocurrió alrededor del 15 de febrero de 1894, cuando su esposa que lo visitaba a
diario emprendió un viaje a Berlín de 4 días. Durante esos días decayó tanto que al regreso de su esposa
prefirió que no lo vea en tal estado. A partir de ese momento cesaron las visitas de su esposa, y después de
mucho tiempo cuando la volvió a ver a través de una ventana, se habían producido cambios tan
importantes sí mismo que no le pareció ver a un ser viviente, sino a una figura humana a la manera de los
“hombres hechos a la ligera”.
Posteriormente se produce su derrumbe espiritual, en una noche en la que tuvo alrededor de 6 poluciones.
A partir de entonces aparecieron las primeras indicaciones de un trato con fuerzas sobrenatuales, una
conexión nerviosa que mantuvo con Flechsig. Desde entonces piensa que Flechsig no alberga buenas
intenciones para con él.
Las voces interiores le hablan intensamente sobre la emasculación (transformación en mujer) de un hombre
que ha entrado con los nervios divinos (Rayos) en un trato imposible de suspender. Esta tendencia entiende
que es intrínseca al orden cósmico.
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Flechsig o a su alma, que consistía en que Dios no podía ya librarse de la conexión nerviosa que éste
consiguió y mantuvo abusivamente desde entonces. Se alternaban entonces momentos de intentos de
curar mi enfermedad nerviosa con el esfuerzo por aniquilarlo por ser un hombre que se había vuelto
peligroso para el propio Dios.
Flechsig había aprendido a remontarse al cielo con su alma sin pasar por la muerte y la purificación previa, y
de esa manera convertirse en comandante de Rayos. Así se armó un complot contra Schreber, alrededor de
marzo o abril de 1894, del que participa el alma de Flechsig (primera forma del delirio). Consistía en que
una vez sabida o supuesta la incurabilidad de su enfermedad, ponerlo a merced de un hombre: dejar su
alma en poder de éste, pero entregar al cuerpo, transformado en cuerpo femenino al hombre en cuestión,
para que abusara sexualmente de él, y luego abandonarlo a la descomposición.
Su sentimiento del honor y de la propio dignidad, toda su personalidad moral, se rebelaron contra este trato
infamante. Le surgieron pensamientos de muerte para no morir tan vergonzosamente, lo que lo lleva a
decidir morir de hambre. Las Voces le indicaron esto, diciendo que era su deber de sacrificarse a Dios.
Posteriormente, escribiendo se le ocurrió la idea de que el propio Dios pudiera ser el instigador del plan
dirigido al almicidio que se habría de perpetrar en contra de Schreber, y de la entrega de su cuerpo como
prostituta femenina.
Lo moralmente chocante es que Dios se había colocado fuera del orden cósmico, que también es obligatorio
para él.
Todos los intentos dirigidos a perpetrar el almicidio, a la emasculación para fines contrarios al orden
cósmico, fracasaron. Schreber cree que sale vencedor de la lucha tan desigual de un solo hombre débil con
el mismo Dios, porque el orden cósmico está de su lado. Dice que su situación ahora mejora año a año.
Orden cósmico es la relación legal dada de por sí en virtud de la esencia y atributos de Dios, que existe
entre Dios y la creación por él evocada a la vida. En la medida en que Dios, la fuerza constructiva y creadora,
intentó con Schreber en circunstancias anómalas una política dirigida a la destrucción de la integridad
corporal y de la mente, entró en contradicción consigo mismo.
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Si el aflujo de Rayos divinos puros hubiera proseguido, Schreber cree que en poco tiempo se habría curado
y se habría llevado a cabo la emasculación y la simultánea fecundación.
La vida exterior que llevó durante esa época fue monótona. Permanecía inmóvil prácticamente durante
todo el día. Consideraba casi como un deber religioso mantener una pasividad absoluta. Esta idea no había
surgido espontáneamente, sino que había sido suscitada por las Voces, idea que sostuvo hasta que cayó en l
cuenta de la falta de sentido de esa conducta. Que se lo incitase a una inmovilidad absoluta es algo que
tiene que ser puesto en relación con el hecho de que Dios no sabía cómo comportarse con los hombres
vivientes, de ahí surge la pretensión de que Schreber se comportase como un cadáver.
Schreber concibió como un deber la inmovilidad que se le reclamaba, el cual le incumbía tanto en pro de la
propia conservación como respecto de Dios, para liberarlo de la opresión a la que había sido llevado por las
“almas probadas”. Entendía que el hacer descender a las “almas probadas”, atrayéndolas con el fin de que
se deshicieran en su cuerpo, con la consiguiente restauración del reinado absoluto de Dios, sería más fácil si
él mantenía su cuerpo en permanente reposo. Tomó a las Voces como un deber absoluto.
Capítulo 13 (La voluptuosidad del alma como factor de atracción. Fenómenos consiguientes)
En noviembre de 1985 aparecieron en el cuerpo de Schreber los signos de feminización. Siguiendo el
impulso del sentimiento varonil del honor se opuso a la situación, por lo cual no se llevó a cabo una
verdadera retracción del órgano sexual masculino. Sin embargo, llegó a sentir la voluptuosidad por su
cuerpo.
acontecimientos le bastaron para modificar su voluntad. Se le hizo conciente que el orden cósmico exigía la
emasculación, por lo tanto no le quedaba sino resignarse al pensamiento de la transformación en una
mujer. Como consecuencia de a emasculación sólo podía pensarse en una fecundación por medio de Rayos
divinos con el fin de crear nuevos hombres.
A partir de entonces ejercita la feminidad en la medida en que lo permite el respeto a quienes lo rodean. En
la medida en que Schreber se comporta así, entiende que sirve al mismo tiempo a los intereses bien
entendidos de los Rayos, y por consiguiente del propio Dios.
En el sueño es donde llega un alto grado de voluptuosidad.
En noviembre de 1895, cuando el flujo de los nervios divinos hacia el cuerpo de Schreber había durado ya
más de un año, la voluptuosidad del alma existía con tal abundancia, que parte de los Rayos comenzó a
encontrar gusto por entrar en su cuerpo. Esto se hizo visible inicialmente en el dios inferior (Arimán), quien
por ser el más próximo participaba de la voluptuosidad del alma en un grado notablemente superior que el
dios superior (Ormuz).
El dios superior había adoptado hasta ese momento una actitud más correcta, más acorde con el orden
cósmico, y por lo tanto para con él. Ahora la relación se convirtió en exactamente la opuesta. El dios inferior
cortó las relación con el “alma probada” de Flechsig, y ésta entró en una especie de complicidad con el dios
superior, que volvió contra Schreber sus dardos enemigos.
Los milagros del Dios inferior cobraron con el correr del tiempo cada vez más el carácter de un traveso
relativamente inocuo. Las Voces que procedían de éste eran una mezcolanza de frases aprendidas de
memoria.
En la actualidad el dios superior, en lo que respecto a los sentimientos que le demuestra, ha llegado casi a la
misma posición que había tomado el dios inferior.
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b. No hablar con frases completas: las vibraciones en que se hacía entrar a los nervios de Schreber y
las palabras producidas de esa manera no contenían la gran mayoría de las veces pensamientos
completos y cerrados en sí mismos, sino sólo fragmentos de ellos, y se les proponía en como tarea a
sus nervios el completarlos para formar algún sentido razonable.
c. Voces que hablan: se introducen en su cabeza como Voces interiores, o sino escucha Voces
exteriores pronunciadas por pájaros.
d. Con el pasar de los años logró acostumbrarse a transformar, por lo menos parcialmente, las
palabras pronunciado, en formas del pensar sin pensamiento de nada, mediante la simple
repetición, y por lo tanto ignorar el estímulo que provocaría que siga pensando.
e. La esencia de la compulsión a pensar se agudiza en el curso de los años por el hecho de que la
elocución de las Voces se cumple con un tiempo cada vez más lento, produciéndose un alto grado
de retardación.
f. Schreber describe que se efectúan sobre sus nervios milagros que destruyen sus pensamientos, de
suerte que momentáneamente le es imposible encontrar la continuación de las poesías aprendidas
de memoria.
g. Estados ululatorios.
h. Dolores corporales intensos.
Schreber desarrolló el empleo de medios defensivos para prevenir una impaciencia nerviosa que lo llevaría
a salirse de sus casillas, por ejemplo tocar el piano, leer libros o periódicos, memorización de poemas,
contar sucesivamente hasta cualquier número elevado.
Schreber explica que como sucede con todo su cuerpo, la necesidad de evacuar es provocada por un
milagro, y las anormalidades que sufre respecto a esto las atribuye al desconocimiento de Dios sobre los
hombres.
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la sensibilidad general, de todo su sentir y pensar; se consideraba muerto y en putrefacción; imaginaba que
en su cuerpo se llevaban a cabo atroces manipulaciones, todo esto con una finalidad sagrada. Las
inspiraciones morbosas lo cautivaron hasta tal punto, que éste permanecía sentado durante horas
completamente rígido e inmóvil estupor alucinatorio), y por otra parte lo atormentaban de manera tal que
deseaba que le llegase la muerte. Poco a poco las ideas delirantes tomaron un carácter místico, religioso.
Posteriormente, en el hospital de Sonnenstein manifestó inicialmente el mismo cuadro morboso que en
Leipzig. Presentaba frecuentes contracciones de la musculatura del rostro y fuertes temblores de las manos,
estaba encerrado en sí mismo. Todo el estado del paciente parecía ser de tensión, excitación, determinado
por un malestar interior, estaba continuamente influido por ilusiones sensoriales intensas y dolorosas.
En noviembre de 1894 se aflojó la rígida actitud del paciente, se tornó más activo, y apareció sin disfraz
alguno la elaboración delirante que lo agobiaba.
Entonces la excitación se fue intensificándose de manera paulatina, le perturbó el sueño, exteriorizándose
especialmente por medio de risotadas fuertes y prolongadas, que se presentaban como ataques. Estas
conductas eran reacciones a las ilusiones sensoriales o delirios. A su vez presentaba ideas hipocondríacas
(que su cuerpo había sido transformado).
Se modificó luego su manera de ser. Repetía “almicida Flechsig”, “pequeño Flechig”, de noche armaba gran
alboroto.
En el momento en que se escribe el dictamen Schreber estaba más accesible, se ocupaba más con
actividades.
Con frecuencia se lo encontraba semidesnudo, afirmaba que tenía senos femeninos, gustaba contemplar de
figuras de mujeres desnudas, etc.
A partir de la primavera de 1897 se pudo percibir un cambio cuando entró en activa correspondencia con su
esposa y parientes. Parecía constatar cierta percatación de la enfermedad en la medida en que manifestaba
su estado de angustia.
Los tumultosos arrebatos nocturnos se fueron atenuando.
A partir de lo que inicialmente había sido una psicosis aguda, que comprometía directamente todo el
acontecer psíquico y que se describía como delirio alucinatorio, se cristalizó luego un cuadro paranoico que
es el que persiste. Entonces Schreber aparte de los síntomas psicomotores no parece ni confuso ni
psíquicamente disminuido, ni afectado en su inteligencia, posee un curso del pensamiento ordenado. Sin
embargo, el paciente presenta representaciones de orden morboso, que se han articulado en un sistema
integrado, están más o menos fijadas y no parecen susceptibles de ser modificadas mediante la percepción
y la crítica de las circunstancias objetivas.
El sistema delirante culmina en su creencia de estar llamado a salvar al mundo y devolver a la humanidad la
bienaventuranza perdida. Lo esencial de su misión sería transformarse en mujer. Dice sentir que en su
cuerpo han entrado ya masivamente “nervios femeninos”, de los cuales, por fecundación directa de Dios,
nacerán nuevos hombres. Sólo entonces podrá él morir de muerte natural y habrá reconquistado, así como
todos los hombres, la bienaventuranza. En la actualidad le hablan con palabras humanas no sólo el sol, sino
los árboles, pájaros, que según él son “restos milagrosos de almas humanas que vivieron en otra época”.
Posee una visión del mundo morbosamente distorcionada. El enfermo está impedido por su perturbación
psíquica de captar todos los acontecimientos de una manera objetiva y no falseada, de juzgarlos de acuerdo
con las circunstancias objetivas y de adoptar sus decisiones mediante una libre decisión de su voluntad con
una reflexión serena y racional.
Hay un aspecto de su conducta que se ha modificado. Anteriormente aceptaba con cierta resignación su
suerte, pero últimamente reclama la revocación de su incapacitación, desea mayor libertad de movimiento
y un intercambio más intenso con el mundo exterior, y aguarda el regreso definitivo a su hogar.
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Intenta fundamental desde la ciencia médica la incapacitación de Schreber. Nunca se logrará convencer a
Schreber de su enfermedad.
Se lo diagnostica con paranoia. En la paranoia es de importancia decisiva la personalidad originaria para la
configuración de la demencia. Pero en cuanto a la configuración y sistematización de las representaciones
delirantes, el cuadro morboso será el mismo que en otro hombre cuyo ámbito de ideas no rebasa los
sucesos triviales de la vida cotidiana.
La paranoia es una enfermedad eminentemente crónica. La mayor parte de las veces se desarrolla en forma
muy paulatina, pero puede también iniciarse de una manera relativamente aguda, con fenómenos de
confusión alucinatoria. Es característico de la paranoia los delirios, que se fijan pronto y son elaborados en
un sistema delirante estable, incorregible e inconmovible, a la par del cual se conservan intactos el
discernimiento, la memoria retentiva, el orden y la lógica del curso de los pensamientos. Hay que destacar
como característico el hecho de que el punto central de las representaciones morbosas es siempre la
propia persona; que comúnmente se combinan ideas de perjuicios o de persecución e ideas de
sobrevaloración; y que, al menos por largo tiempo, los delirios se limitan a un determinado ámbito de
representaciones, mientras que los restantes ámbitos permanecen relativamente intactos.
El sistema delirante de un paranoico si no se lo roza especialmente, es fácil que permanezca escondido en la
conducta ordinaria. Por eso no es raro que los paranoicos, aun pasando largo tiempo por estrafalarios,
cumplan satisfactoriamente sus tareas, a pesar de que su vida psíquica está severamente perturbada. Pero
en la mayoría de estos casos acontece que el enfermo, por alguna circunstancia, se sale del carril del modo
de vida que mantenía frente al mundo exterior, choca con su ambiente debido a sus concepciones
morbosas, traspasa en su conducta los límites de lo tolerable, y es reconocido y es tratado entonces como
enfermo.
Schreber fue inicialmente afectado por una hiperestesia de grado elevado, hipersensibilidad para la luz y el
ruido, se suman a esto alucinaciones masivas y en especial perturbaciones de la afectividad general que
adulteraron su manera de pensar. Sobre la base de estas ilusiones sensoriales se desarrollaron primero
ideas de disminución, llevándolo a ideas de suicidio. Finalmente se construyó a partir de estos procesos
patológicos el sistema de ideas que describe en sus Memorias.
Las representaciones que tiene Schreber no proceden de una piadosa fe, sino que están determinadas, de
manera directa y en contradicción con sus creencias anteriores, por procesos indudablemente patológicos
en el cerebro.
Es característico de las alucinaciones el ser tomadas por verdaderas y efectivas, y el tener plena agudeza
sensorial.
Ilusione: interpretación morbosa subjetiva de procesos objetivos.
Estados ululatorios: en los enfermos catatónicos, la emisión automática de sonidos articulados o de
palabras repetidas interminablemente no es un fenómeno raro, también se observa en paranoicos.
En el momento de escribirse el actual dictamen a Schreber se le ha concedido la libertad de salir libremente
del Hospital, con la condición de respetar la disciplina interna del mismo. Ha mostrado grandes mejorías
pero sin embargo no podrá contener la exteriorización compulsiva y ruidosa de su impulso motor anormal,
con lo cual habrá de causar perturbaciones en su contorno.
El médico entiende que de acuerdo con las circunstancias efectivamente existentes, no podría retomarse,
dado el comportamiento externo del enfermo, la vida común.
Schreber dificilmente llevaría a cabo una acción nociva para su salud, pero sus impulsos son impredecibles
por la base patológica existente, lo cual lo lleva a realizar comportamiento irracionales e imprudentes.
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Nota Introductoria
Freud retoma l historial clínico desde el libro escrito por el mismo Schreber, nunca lo conoció.
Cronología:
1842: (25 de julio) Nace en Leipzig Daniel Paul Schreber. 1861: (noviembre) Muere el padre, a los 53 años.
1877: Muere su hermano (3 años mayor que él), a los 38 años. 1878: Contrae matrimonio.
Primera enfermedad.
1884: (otoño) Es candidato a la cámara baja del Parlamento.
1884: (octubre)Internado durante algunas semanas en el asilo Sonnenstein. 1884: (8 de diciembre)
Internado en la clínica psiquiátrica de Leipzig.
1885: (1 de junio) Es dado de alta.
1886: (1 de enero) Inicia su actividad en el Tribunal Regional de Leipzig. Segunda enfermedad.
1893: (junio) Se le informa de su próxima designación para el Superior Tribunal. 1893: (1 de octubre) Inicia
su actividad como Senatspräsident.
1893: (21 de noviembre) Vuelve a ser internado en la clínica de Leipzig. 1894: (14 de junio) Es trasladado al
asilo de Lindenhof.
1894: (29 de junio) Es trasladado al asilo Sonnenstein.
1900-02: Escribe sus memorias e inicia una acción judicial para ser dado de alta. 1902: (14 de julio)
Pronunciamiento del tribunal a favor del alta.
1902: (20 de diciembre) Es dado de alta. 1903: Se publican sus memorias.
Tercera enfermedad.
1907: (mayo) Muere la madre, a los 92 años.
1907: (14 de noviembre) La esposa sufre un ataque. Inmediatamente después, él cae enfermo. 1907: (27 de
noviembre) Es internado en el asilo de Dösen, Leipzig.
1911: (14 de abril) Muere.
1912: (mayo) Muere la esposa, a los 54 años.
Clínica psiquiátrica de la Universidad de Leipzig: director profesor Flechsig.
Asilo público Schloss Sonnenstein: director doctor Weber.
Asilo privado de Lindenhof: director doctor Pierson.
Introducción
Los paranoicos tienen la particularidad de traslucir, en forma desfigurada, justamente aquello que los
neuróticos esconden.
Puesto que a los paranoicos no se los puede compeler a que venzan sus resistencias interiores, y dicen sólo
lo que quieren decir, en el caso de esta afección es lícito tomar el informe escrito o el historial clínico en
sustituto del conocimiento personal.
1. Historial clínico
La primera enfermedad (otoño de 1884-fines1885) fue diagnosticada por Flechsig como ataque de
hipocondría grave. Schreber asegura que esta enfermedad pasó sin incidente que rozara el ámbito de lo
suprasensible.
Los escritos y los informes de los médicos no dan suficiente noticia sobre la prehistoria y circunstancias de
vida del paciente. Tenía 42 años en momentos de su primera enfermedad y 51 al sobrevenirle la segunda.
Durante el intervalo entre que se le notifica su nombramiento como presidente del Superior Tribunal y su
asunción le sobrevinieron algunos sueños que sólo más tarde se vio movido a atribuirles significatividad.
En julio de 1902 se levantó la incapacidad que pesaba sobre Schreber, al año siguiente aparecieron las
Memorias.
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Se destacan 2 puntos esenciales: el papel de redentor y la mudanza en mujer. Por el estudio de las
Memorias se impone la concepción de que la mudanza en mujer (emasculación) fue el delirio primario,
juzgado al comienzo como un acto de grave daño y de persecución, y que sólo secundariamente entró e
relación con el papel de redentor. Al principio estaba destinada a producirse con el fin del abuso sexual y no
al servicio de propósitos superiores. Un delirio de persecución sexual se transformó en el paciente, con
posterioridad, en el delirio religioso de grandeza. E inicialmente hacía el papel de perseguidor el médico que
lo trataba, profesor Flechsig; más tarde Dios mismo ocupó ese lugar.
La naturaleza primacía de la fantasía de emasculación y su inicial independencia respecto de la idea del
redentor es atestiguada por aquella representación que afloró en duermevela. El propio Schreber señala el
mes de noviembre de 1895 como el período en que se estableció el nexo entre la fantasía de emasculación
y la idea del redentor.
Schreber había sido un incrédulo en asuntos de religión en sus días sanos. De este hecho extrae un
argumento para apoyar la plena realidad objetiva de su delirio.
Dios está muy lejos de la perfección que las religiones le atribuyen, acostumbrado sólo al trato con los
difuntos, no comprende a los hombres vivos. En virtud de esto pudo suceder que él fuera el maquinador del
complot urdido contra Schreber, que Dios lo tuviera por idiota y lo sometiera a las mas gravosas pruebas.
Respecto a la bienventuranza Freud indica que debería comprenderse como un acrecentamiento y una
continuación del placer sensual terreno.
Tras la enfermedad la relación con el erotismo se había alterado. Había llegado a la intelección de que el
cultivo de la voluptuosidad era una deber para él, y sólo su cumplimiento pondría fin al conflicto dentro de
él, o como creía, en torno a él.
Las 2 principales direcciones de su delirio: antes había sido alguien inclinado al ascetismo sexual y no creía
en la existencia de Dios, discurrida la enfermedad fue un creyente en Dios y un buscador de voluptuosidad.
Pero así como su fe era de rara índole, también el goce sexual no era ya una libertad sexual masculina, sino
un sentimiento sexual femenino, adoptaba una actitud femenina frente a Dios, se sentía mujer de Dios.
Teniendo en cuenta el sueño en duermevela, se vuelve evidente que el delirio de la mudanza en mujer no
es más que la realización de dicho contenido onírico.
2. Intentos de interpretación
Desde 2 ángulos se puede estudiar el historial clínico: desde las exteriorizaciones delirantes y desde las
ocasiones a raíz de las cuales contrajo su enfermedad.
Interpretación de los delirios, siguiendo el modelo de los sueños. Schreber se queja de que lo acosan los
que llama “pájaros de milagro” o “pájaros hablantes”, que repiten “frases aprendidas de memoria y
carentes de sentido”, que les han sido “inculcadas”. Con esto ha de referirse a unas muchachas jóvenes, a
quienes, con tono crítico, se suele comparar a gansos y, con falta de galantería, se atribuye “cerebro de
pájaro”, de ellas se afirma que no saben decir más que unas frases aprendidas. Las frases de Schreber que
certifican esta interpretación dicen “a gran número de las restantes almas de pájaro les he puesto en
broma, para distinguirlas, nombres de muchachas …”
El caso Schreber llevaba al comienzo el sello del delirio de persecución, sólo borrado a partir del punto de
inflexión de la enfermedad (la “reconciliación”). Desde entonces las persecuciones se vuelven cada vez más
tolerables, y el carácter ignominioso de la emasculación que lo amenaza es relegado, por responder ella a
una finalidad del orden del universo. Ahora bien, el autor de todas las persecuciones es Flechsig, quien
sigue siendo su maquinador durante toda la trayectoria de la enfermedad.
¿Qué hizo Flechsig, y a qué motivo respondió? Flechsig ha perpetrado o ha intentado un “almicidio” en el
enfermo.
Pronto siguió un ulterior desarrollo del delirio, que afectó la relación del enfermo con Dios sin modificar su
relación con Flechsig. Si hasta ese momento había visto sólo en Flechsig (o más bien su alma) su genuino
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enemigo, y considerado la omnipotencia de Dios como su aliada, luego se le ocurrió el pensamiento de que
Dios mismo era el cómplice, si no el maquinador del plan dirigido contra él. Pero Flechsig siguió siendo el
primer seductor, a cuyo influjo sucumbió Dios.
Relación perseguidor-perseguido: Del estudio de una serie de casos de delirio persecutorio se recibe la
impresión de que la relación del enfermo con su perseguidor se puede resolver mediante una fórmula
simple. La persona a quien el delirio atribuye un poder y un influjo tan grandes, y hacia cuyas manos
convergen todos los hilos del complot, es la misma que antes de contraerse la enfermedad poseía una
significatividad de similar cuantía para la vida de sentimientos del paciente. La intencionalidad del
sentimiento es proyectada como un poder exterior, el tono del sentimiento es trastornado hacia lo
contrario, y la persona ahora odiada y temida a causa de su persecución es alguien que alguna vez fue
amado y venerado. La persecución estatuida en el delirio sirve para justificar la mudanza de sentimiento en
el interior del enfermo.
El sueño (de que había vuelto la enfermedad) y la representación fantaseada (de que sería hermoso ser una
mujer en el acoplamiento) se pueden poner en relación de contenido: el recuerdo de la enfermedad
despertó el recuerdo del médico. De la primera enfermedad quedó una dependencia tierna respecto al
médico, que ahora cobró refuerzo hasta elevarse a una simpatía erótica. Schreber rechazó indignado esta
fantasía femenina.
La fantasía femenina se iría imponiendo, y apenas hace falta corregir un poco la indeterminación paranoica
de los modos de expresión de Schreber para colegir que el enfermo temía un abuso sexual de su médico.
Ocasionamiento de la enfermedad: un avance de libido homosexual, es probable que desde el comienzo su
objeto fuera el médico Flechsig, y la revuelta contra esa moción libidinosa produjo el conflicto del cual se
engendraron los fenómenos patológicos.
Base de la contracción de la enfermedad: el estallido de una moción homosexual.
Otra “tormenta nerviosa” le sobrevino al enfermo mientras su esposa tomaba breves vacaciones para
reponerse. Freud entiende que de la mera presencia de la esposa partieran unos influjos protectores contra
la atracción que sobre él ejercían los hombres que lo rodeaban.
¿Por qué al paciente le sobrevino ese estallido?
Toda fantasía de deseo deriva de una frustración: Schreber no puedo tener un hijo, principalmente un
hijo varón que continúe con el linaje.
Factor somático: Schreber tenía 51 años de edad, se encontraba en una época crítica para la vida sexual,
justo antes de un decrecimiento.
Puede ser que la sensación de simpatía con el médico proviniera de un “proceso de transferencia”, éste
aparece como un sustituto, un subrogado de alguien mucho más próximo para el enfermo. El médico le ha
hecho recordar a la esencia de su hermano o de su padre (ambos ya muertos para la segunda enfermedad).
El ansiado devino entonces en perseguidor, y el contenido de la fantasía de deseo pasó a ser el de la
persecución. Esta concepción esquemática resultará aplicable a otros casos de delirio de persecución. Pero
lo que singulariza a Schreber es el desarrollo que cobró y la mudanza que sufrió en el curso de ese
desarrollo.
Uno de esos cambios consiste en la sustitución de Flechsig por la persona superior de Dios; parece
significar al comienzo una agudización del conflicto, pero pronto se muestra que ella prepara el segundo
cambio y, así, la solución del conflicto.
Mudanza de delirio de persecución por el de grandeza: si era imposible avenirse en el papel de la
mujerzuela frente al médico, la tarea de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad que busca no tropieza con
igual resistencia del yo. La emasculación deja de ser insultante, deviene “acorde al orden del universo”,
ingresa en un vasto nexo cósmico, sirve al fin de una recreación del universo humano sepultado. El yo es
resarcido por la manía de grandeza, y a su vez la fantasía de deseo femenina ha sido aceptada. Sólo que el
miramiento por la realidad efectiva constriñe a desplazar la solución del presente al remoto futuro, a
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contentarse con un cumplimiento de deseo asintótico. La mudanza en mujer previsiblemente se cumplirá
alguna vez, hasta entonces Schreber permanecerá indestructible.
Un proceso de descomposición es característico de la paranoia. Ésta fragmenta así como la histeria
condensa. La paranoia vuelve a disolver las condensaciones e identificaciones emprendidas en la fantasía
inconsciente. Respecto a la fragmentación del perseguidor en Flechsig y Dios se puede decir que se concibe
como una reacción paranoide frente a una identificación preexistente entre ambos o su pertenencia a una
misma serie. Si el perseguidor Flechsig fue antaño una persona amada, tampoco Dios es más que el retorno
de otra persona amada, pero probablemente más sustantiva. Esa persona no puede ser sino el padre, con lo
cual Flechsig es esforzado tanto más nítidamente al papel del hermano (que sería mayor). La raíz de la
fantasía femenina fue la añoranza por el padre y el hermano que alcanzó un refuerzo erótico. Recordamos
en efecto, los rarísimos rasgos de la relación de Schreber con Dios. Era una mestura de crítica blasfema y
rebeldía con una respetuosa devoción. Esto hace referencia a la importancia y reconocimiento que tenía el
padre de Schreber, y a la ambigüedad del niño con su padre.
Schreber tiene una particular relación con el Sol, identifica al Sol con Dios. El Sol no es otra cosa que un
símbolo sublimado del padre, ya que Sol es masculino.
En el caso de Schreber también se encuentra en el terreno bien familiar del complejo paterno. Si la lucha
con Flechsig se le revela al enfermo como un conflicto con Dios, se traduce esto a un conflicto infantil con el
padre amado. En el delirio se juega lo que en el neurótico se juega como síntoma.
Una tarea es entramar el surgimiento de una fantasía de deseo con una frustración, una privación en la
vida real. Schreber confiesa una privación, su matrimonio no le dio hijos, sobre todo no el hijo varón que lo
habría consolado por la pérdida de padre y hermano, hacia quien pudiera afluir la ternura homosexual
insatisfecha. Su raza corría el riesgo de extinguirse.
Schreber forjó la fantasía de que si él fuera mujer sería más apto para tener hijos, y así halló el camino para
resituarse en la postura femenina frente al padre, de la primera infancia.
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comunitario y el amor universal por la humanidad. Estos son vínculos sociales normales, de fuente erótica,
con inhibición de la meta sexual.
En “Tres ensayos de la teoría sexual” Freud formuló que cada estadio de desarrollo psicosexual ofrece una
posibilidad de fijación y, así, un lugar de predisposición. Personas que poseen una fijación en el estadio del
narcisismo pueden tener una predisposición patológica, están expuestas al peligro de que una marea alta
de libido que no encuentre otro decurso someta sus pulsiones sociales a la sexualización. A semejante
resultado puede llevar todo cuanto provoque una corriente retrocedente de la libido (regresión); tanto por
un refuerzo colateral por desengaño con la mujer, una retroestasis por fracasos en los vínculos sociales con
el hombre (ambos casos de frustración), un acrecentamiento general de la libido demasiado violento para
que pueda hallar tramitación.
Los paranoicos procuran defenderse de una sexualización así de sus investiduras pulsionales sociales.
El núcleo del conflicto en la paranoia del varón es la invitación de la fantasía de deseo homosexual “amar al
varón”. Todas las formas principales de la paranoia pueden figurarse como unas contradicciones a una sola
frase: “Yo (un varón) lo amo (a un varón).”
I. El deliro de persecución proclama “Yo no lo amo – pues lo odio”. El mecanismo de la formación de
síntoma en la paranoia exige que la percepción interna, el sentimiento, sea sustituida por una
percepción de afuera. Así la frase “pues yo lo odio” se muda, por proyección, en “Él me odia (me
persigue), lo cual me justificará después para odiarlo”. Queda: “Yo no lo amo – pues yo lo odio .
porque él me persigue”. El perseguidor no es otro que el otrora amado. Se presenta una
contradicción del verbo.
II. Erotomanía: “Yo no lo amo – pues yo la amo”. Y la compulsión a proyectar imprime a la frase esta
mudanza “Yo noto que ella me ama”. Queda: “Yo no lo amo – yo la amo – porque ella me ama”. Se
presenta una contradicción del objeto.
III. Delirio de celos:
a. Delirio de celos del alcohólico: frente al desengaño con su mujer el hombre se ve rodeado
de hombres que podrían devenir objetos de una investidura libidinosa. Proclama: “No yo
amo al varón- es ella quien lo ama”, y sospecha de la mujer con todos los hombres a
quienes él está tentado a amar. Aquí falta la desfiguración proyectiva, porque con el cambio
de vía del sujeto que ama el proceso es arrojado fuera del yo. Hay aquí una contradicción
del sujeto.
b. Paranoia de celos en las mujeres: “No yo amo a las mujeres – sino que él las ama”. La mujer
celosa sospecha del hombre con todas las mujeres que ella misma le gustan a consecuencia
de su narcisismo predisponente, devenido hiperintenso, y de su homosexualidad.
IV. Delirio de grandeza: “Yo no amo en absoluto, y no amo a nadie”, puesto que uno tiene que poner su
libido en alguna parte, aparece equivalente a “Yo me amo sólo a mi”. Se concibe como una
sobrestimación sexual del yo propio. Consiste en una contradicción de la frase íntegra.
En la formación del síntoma de la paranoia es llamativo la proyección. Una percepción interna es sofocada,
y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de experimentar cierta desfiguración,
como una percepción de afuera. Sin embargo la proyección no es lo más sustantivo de la paranoia, ya que
la proyección no desempeña el mismo papel en todas las formas de paranoia y no ocurre sólo en la
paranoia.
La modalidad del proceso represivo se entrama de manera más íntima que la modalidad de la formación de
síntoma con la historia de desarrollo de la libido y con la predisposición dada en ella.
Tres fases de la represión (anticipa texto de 1915):
Fijación: una pulsión no recorre el desarrollo previsto como normal y, a consecuencia de esa inhibición
del desarrollo, permanece en un estadio más infantil. La corriente libidinosa respectiva se comporta
respecto de las formaciones psíquicas posteriores como una que pertenece al sistema del inconsciente,
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como una reprimida. En tales fijaciones reside la predisposición a enfermar y para el desenlace de la tercera
fase de la represión.
Represión propiamente dicha: parte del yo, de los sistemas susceptibles de conciencia, es un “esfuerzo
de dar caza”. Consiste en un proceso activo, mientras que la fijación se presenta como un retardo pasivo. A
la represión sucumben los retoños de aquellas pulsiones que primariamente se retrasaron, cuando por su
fortalecimiento se llega al conflicto entre ellas y el yo. Se produce un enlace entre las aspiraciones
desagradables, por reprimir, y las ya reprimidas. La repulsión de los sistemas concientes y la atracción de los
inconcientes ejercen un efecto de igual sentido para el logro de la represión.
Fracaso de la represión: la irrupción, el retorno de lo reprimido, que se produce desde el lugar de la
fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo libidinal hasta ese lugar.
En el apogeo de la enfermedad, Schreber bajo el influjo de unas visiones tuvo la convicción sobre una gran
catástrofe, un sepultamiento (fin) del mundo. En el instituto de Flechsig consideraba que él mismo era el
“único hombre real que quedaba”, y a las figuras humanas que veía las declaraba “hombres de milagro,
improvisados de apuro”. El sepultamiento del mundo era consecuencia del conflicto que había estallado
entre él y Flechsig o de su lazo ahora indisoluble con Dios, resultado necesario de haber contraído él su
enfermedad.
El enfermo ha sustraído de las personas de su entorno, y del mundo exterior en general, la investidura
libidinal que hasta entonces les había dirigido; con ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento
para él, y tiene que explicarlo mediante una racionalización secundaria, como cosa “de milagro,
improvisada de apuro”. El sepultmaiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior; su mundo
subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor.
El paranoico reconstruye su mundo de modo que pueda volver a vivir dentro de él. Lo edifica de nuevo
mediante el trabajo de su delirio. Lo que es considerado la producción patológica (formación delirante), es
en realidad el intento de restablecimiento, la recontrucción.
El proceso de represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la libido de personas y cosas
antes amadas. No se recibe noticia alguna de él, se infiere de los procesos subsiguientes. Lo que se hace
notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce la libido a las
personas por ella abandonadas. En la paranoia este proceso se cumple por el camino de la proyección.
( Desde estos desarrollos Lacan comienza a replantear el caso).
El desasimiento de la libido no puede ser lo patógeno en la paranoia, ya que es posible que éste sea el
mecanismo esencial de toda represión. ¿Cuál es el destino de la libido liberada? La mayoría de los casos de
paranoia muestran un poco de delirio de grandeza, por lo que la libido liberada se vuelva al yo, se aplica a la
magnificación de yo. Así se vuelve a alcanzar el estadio del narcisismo, en el cual el yo es el único objeto
sexual.
Los paranoicos conllevan una fijación en el narcisismo. El retroceso desde la homosexualidad sublimada
hasta el narcisismo indica el monto de la regresión característica de la paranoia.
Una objeción que se puede realizar es aduciendo que el delirio de persecución (hacia Flechsig) se presentó
antes que la fantasía de fin del mundo, el supuesto retorno de lo reprimido habría precedido a la represión
misma, lo cual es un evidente contrasentido.
Es preciso entonces admitir la posibilidad de que ese desasimiento de la libido pueda ser tanto parcial, un
retiro de un complejo único, como general. Y acaso la soltura parcial sea la más frecuente y la que
introduce a la general, puesto que en principio es la única motivada por los influjos de la vida. Ese
desasimiento puede avanzar hasta que se anuncie como delirio de grandeza (desasimiento general).
En el caso de Schreber el desasimiento de la libido pudo ser lo primario, pronto siguió el delirio que
recondujo otra vez la libido a Flechsig (con signo negativo, como marca de la represión sobrevenida).
Finalmente se desata la lucha represiva, el objeto impugnado deviene lo más importante en el mundo
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exterior, por una parte quiere atraerse toda libido, por la otra moviliza contra sí todas las resistencias. La
represión se expresa por el convencimiento de que el mundo ha sido sepultado y ha quedado el sí mismo
solo.
No se puede afirmar que el paranoico, aun en el apogeo de la represión, haya retirado por completo su
interés del mundo exterior. La impresión que le produce lo incita a operaciones explicativa, su relación
alterada con el mundo se puede explicar por la falta de interés libidinal.
Freud explica que se debe conservar la paranoia como tipo clínico, aunque se cuadro se complique con
rasgos esquizofrénicos. Desde el punto de vista de la teoría de la libido se la puede separar de la dementia
praecox por una diversa localización de la fijación predisponerte y un mecanismo distinto del retorno de lo
reprimido. No obstante tienen en común con aquella el desasimiento libidinal del yo. Entiende que es más
adecuado bautizar a la dementia praecox con el nombre de parafrenia.
La mayor diferencia es que la dementia praecox no se sirve de la proyección como en la paranoia, sino del
mecanismo alucinatorio. A su vez, aquella resulta más desfavorable que la paranoia, ya que en la última
triunfa la reconstrucción, en cambio en la otra la represión. La regresión no llega hasta el narcisismo
exteriorizado en el delirio de grandeza, sino hasta la liquidación del amor de objeto y el regreso al
autoerotismo infantil. Por lo tanto la fijación predisponerte debe situarse más atrás que en el caso de la
paranoia, estar contenida al comienzo del desarrollo.
Diagnóstico de Server: demencia paranoide: da razón de lo parafrénico por la relevancia de la fantasía de
deseo y de las alucinaciones, y del carácter paranoide por el mecanismo de proyección y el desenlace (el
delirio se concentra en un punto y se cierra).
PARANOIA PARAFRENIA
Reconducción de la libido
Reconducción de la libido por medio
Retorno de lo reprimido a los objetos por medio
de la alucinación (más pobre)
del delirio
Schereber:
1) Desasimiento parcial: retiro de la libido de Flechsig (represión propiamente dicha).
2) Delirio que recondujo la libido a Flechsig con signo negativo (retorno de lo reprimido)
3) Lucha represiva: quita la libido de Flechsig. Desasimiento general de la libido: sepultamiento del mundo.
4) Retorno de lo reprimido: solución asintótica del delirio.
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La melancolía se singulariza por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el
mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el
sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones, y se extrema hasta una
delirante expectativa de castigo. El duelo muestra los mismos rasgos, excepto uno: falta en él la
perturbación del sentimiento de sí.
Trabajo del duelo: el examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana
la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una renuencia, el
hombre no abandona de buen grado una posición libidinal. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad
que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis
alucinatoria de deseo. Lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad. Se ejecuta con un gran
gasto de tiempo y de energía, de investidura, y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo
psíquico. Cada uno de los recuerdos y expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados,
sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. Una vez cumplido el trabajo del duelo,
el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.
La melancolía puede ser reacción frente a la pérdida de un objeto amado, en otras ocasiones, puede
reconocerse que esa pérdida es de naturaleza más ideal. El objeto tal vez no está realmente muerto, pero se
perdió como objeto de amor. En otras circunstancias se puede llegar a pensar que el enfermo no puede
apresar en su conciencia lo que ha perdido. Esto llevaría a referir la melancolía a una pérdida de objeto
sustraída de la conciencia, a diferencia del duelo, en la cual no hay nada inconciente en lo que atañe a la
pérdida.
En el duelo hallamos que inhibición y falta de interés se esclarecían totalmente por el trabajo del duelo que
absorbía al yo. En la melancolía la pérdida desconocida tendrá por consecuencia un trabajo interior
semejante y será la responsable de la inhibición que le es característica, una extraordinaria rebaja en su
sentimiento yoico. En el duelo el mundo se ha hecho pobre y vacío, en la melancolía eso le ocurre al yo
mismo.
El melancólico presenta además de este delirio de insignificancia, insomnio, repulsión al alimento y un
desfallecimiento de la pulsión que compele a todos los seres vivos a aferrarse a la vida.
Al melancólico le falta la vergüenza, con total franqueza se complace en desnudarse a sí mismo, de sus
declaraciones surge la pérdida en su yo.
En esta afección una parte del yo se contrapone a la otra, la aprecia críticamente, la toma por objeto. Se
puede separar esa instancia del resto del yo, se la conoce como “conciencia moral” (superyó). El cuadro
nosológico de la melancolía destaca el desagrado moral con el propio yo.
Las querellas que el paciente se dirige parecen en realidad dirigirse a otra persona a quien el enfermo ama,
ha amado o amaría. Se disciernes los autorreproches como reproches contra un objeto de amor, que desde
éste han rebotado sobre el yo propio.
Proceso: hubo una elección de objeto, una ligadura de la libido a una persona determinada, por obra de
una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada sobrevino un sacudimiento de ese vínculo
de objeto. El resultado no fue el normal, que habría sido un quite de la libido de ese objeto y su
desplazamiento a uno nuevo. La investidura de objeto resultó poco resistente, fue cancelada, pero la libido
libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el yo. Ahí sirvió para establecer una identificación
del yo con el objeto resignado. En lo sucesivo el yo pudo ser juzgado por una instancia particular (superyó),
como el objeto abandonado.
Posiblemente la melancolía se caracterice por la regresión desde la investidura de objeto hasta la fase oral
de la libido que pertenece todavía al narcisismo. La identificación narcisista con el objeto se convierte
entonces en el sustituto de la investidura de amor, lo cual trae por resultado que el vínculo de amor no
deba resignarse a pesar del conflicto con la persona amada (observaciones de Otto Rank).
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En la neurosis de transferencia se dan identificaciones con el objeto, y aun constituyen un conocido
mecanismo de la formación del síntoma, sobre todo en la histeria. Pero la identificación narcisista y la
identificación histérica se diferencian porque en la primera se resigna la investidura de objeto, mientras que
en la segunda ésta persiste y exterioriza un efecto que habitualmente está circunscrito a ciertas acciones e
inervaciones singulares. La identificación narcisista es la más originaria y abre la comprensión de la
histérica.
El conflicto de ambivalencia de la melancolía, de origen externos unas veces o más bien constitucional
otras, no ha de pasarse por alto. Si el amor por el objeto (ese amor que no puede resignarse al par que el
objeto mismo es resignado) se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con ese objeto
sustituto denigrándolo, y ganando en este sufrimiento una satisfacción sádica. Así, la investidura de amor
del melancólico en relación con su objeto ha experimentado un destino doble: en una parte ha regresado a
la identificación, pero, por otra, bajo la influencia del conflicto de ambivalencia, fue trasladada hacia atrás,
hacia la etapa del sadismo más próxima a ese conflicto.
La peculiaridad más notable de la melancolía es su tendencia a volverse del revés en manía, un estado que
presenta los síntomas opuestos. Sin embargo, no toda melancolía tiene ese destino. Algunos casos
muestran esa alternancia regular en fases melancólicas y maníacas que han llevado a diferenciar la insania
cíclica.
La manía no tiene un contenido diverso de la melancolía, y ambas afecciones pugnan con el mismo
“complejo” al que el yo probablemente sucumbe en la melancolía, mientras que en la manía lo ha
dominado o lo ha hecho a un lado. La manía no es otra cosa que un triunfo/logro (caracterizado por el
empinado talante), sólo que en ella otra vez queda oculto para el yo eso que él ha vencido y sobre los cual
triunfa.
En la manía el yo tiene que haber vencido a la pérdida de objeto y entonces queda disponible todo el
monto de contrainvestidura que el sufrimiento dolido de la melancolía había atraído sobre sí desde el yo y
había ligado.
Para cada uno de los recuerdos y de las situaciones de expectativa que muestran a la libido anudada con el
objeto perdido, la realidad pronuncia su veredicto: el objeto ya no existe más, y el yo se deja llevar por la
suma de satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado.
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Esquizofrenia: tienden a desembocar en la apatía afectiva, es decir, la pérdida de toda participación en
el mundo exterior. En relación a la génesis de las formaciones delirantes, el delirio se presenta como un
parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el
mundo exterior.
La etiología común para el estallido de una psiconeurosis o de una psicosis sigue siendo la frustración, el no
cumplimiento de uno de aquellos deseos de la infancia. El efecto patógeno depende de lo que haga el yo en
semejante tensión conflictiva: si permanece fiel a su vasallaje a su mundo exterior y procura sujetar al ello,
o si es avasallado por el ello y así se deja arrancar de la realidad.
La neurosis de transferencia corresponde al conflicto entre el yo y el ello, la neurosis narcisista al conflicto
entre el yo y el superyó, la psicosis al conflicto entre el yo y el mundo exterior.
Neurosis Psicosis
El segundo paso tiene por soporte las mismas tendencias en la neurosis y en la psicosis, en ambos casos
sirve al afán de poder del ello, que no se deja constreñir por la realidad. Neurosis y psicosis se diferencian
más en el primer paso. Esa diferencia inicial se expresa en el resultado: en la neurosis se evita, al modo de
una huida, un fragmento de la realidad, mientras que en la psicosis se reconstruye. La neurosis no
desmiente la realidad, se limita a no querer saber anda de ella; la psicosis la desmiente y procura
sustituirla.
Se llama normal o “sana” a una conducta que aúna determinados rasgos de ambas reacciones: que como la
neurosis, no desmiente la realidad, pero como la psicosis, se empeña en modificarla. Esta conducta
adecuada a fines lleva naturalmente a efectuar un trabajo que opere sobre el mundo exterior, y no se
conforma, como la psicosis, con producir alternaciones internas; ya no es autoplástica, sino aloplástica.
Trabajo que opere sobre el mundo exterior.
Es probable que en la psicosis el fragmento de la realidad rechazado se vaya imponiendo cada vez más a la
vida anímica, tal como en la neurosis lo hacía la moción reprimida, y por eso las consecuencias son en
ambos casos las mismas: angustia.
En la neurosis y la psicosis la tarea que debe acometerse en el segundo paso fracasa parcialmente, puesto
que no puede crearse un sustituto cabal para la pulsión reprimida (neurosis), y la subrogación de la realidad
no se deja verter en los moldes de formas satisfactorias.
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En la psicosis el acento recae íntegramente sobre el primer paso, que es en sí patológico y sólo puede llevar
a la enfermedad; en la neurosis recae en el segundo, mientras que en el primero puede lograrse un marco
de la salud.
El tajante distingo entre neurosis y psicosis debe amenguarse, pues tampoco en la neurosis faltan intentos
de sustituir la realidad indeseada por otra más acorde al deseo. La posibilidad de ello la da la existencia de
un “mundo de la fantasía”, un ámbito que en su momento fue segregado del mundo exterior real por la
instauración del principio de realidad, y que desde entonces quedó liberado, a la manera de una “reserva”
de los reclamos de la necesidad de la vida. De este mundo de fantasía toma la neurosis el material para sus
neoformaciones de deseo
En la psicosis del mundo de fantasía también es de donde se recoge el material para edificar la nueva
realidad. Pero el nuevo mundo exterior, fantástico, de la psicosis quiere reemplazar a la realidad exterior;
en cambio el de la neurosis gusta de apuntalarse en un fragmento de la realidad. Para ambas no sólo cuenta
el problema de la pérdida de la realidad, sino el de un sustituto de realidad.
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2. Los fenómenos elementales en la psiquiatría alemana. El fenómeno enigmático y la significación
personal. La significación de significación. La interpretación y los fenómenos intuitivos. Otros tipos
de fenómenos elementales.
3. Lectura de Lacan del automatismo mental y de los fenómenos elementales. Fenómeno elemental y
delirio. Fenómeno elemental y estructura. El significante desencadenado. Lectura de Lacan de la
alucinación verbal. Crítica a la perspectiva clásica en el abordaje de las alucinaciones. Crítica del
percipiens unificante. El percipiens como efecto del perceptum. Estructura significante de la
alucinación. Las paradojas de la palabra. Propiedades de la cadena significante. El ejemplo
“marrana”. Fenómenos de código y fenómenos de mensaje.
Bibliografía obligatoria:
De Clérambault, G., “Psicosis basadas en el automatismo”, en La obra psiquiátrica de De Clérambault,
primer artículo, 1925.
Godoy, C., “La nervadura del significante”. En Las psicosis: fenómeno y estructura, op. cit.
Lacan, J., El seminario. Libro 3: “Las psicosis”, Paidós. Cap. 1: par. 1; Cap. 2: par. 1 y 2; Cap. 3: par. 2;
Cap. 4: par. 2.
Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento. posible de la psicosis”. Parte I. En Escritos II.
Mazzuca, R., “Fenómenos elementales”. En Las psicosis: fenómeno y estructura, op. cit.
Schejtman, F., “De la negación al seminario 3”. En Las psicosis: fenómeno y estructura, op. cit
Parágrafo 2
La novedad de Freud es encontrar el sentido del sueño, de modo que puede leerse. Con el caso Schreber,
Freud procede descifrando del mismo modo en que se descifran los jeroglíficos. Genialidad del lingüista:
parte de la idea de que debe querer decir algo, y logra restablecer el uso de todos los signos de esa lengua.
La interpretación analítica se demuestra aquí simbólica: el contenido latente es interpretable, en el sentido
estructura del término (etapa estructuralista de Lacan).
Pero Freud deja en el mismo plano el campo de las psicosis y el de las neurosis. Si la aplicación del método
analítico sólo proporciona una lectura del orden simbólico, se mostraría incapaz de dar cuenta de la
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distinción entre ambos campos. Entonces es más allá de esta dimensión donde se debe investigar: planteo
de las tres dimensiones: simbólico, real, imaginario.
Parágrafo 3
Es clásico decir que en la psicosis el inconsciente está en la superficie, es consciente. Decimos que el
inconsciente es un lenguaje, sin embargo que esté articulado no implica que esté reconocido. El asunto no
es tanto saber porqué el inconsciente que esta ahí (se hace consciente) queda excluido para el sujeto, sino
saber porqué aparece en lo real.
Jean Hyppolite: comentario sobre la Verneinung: en lo inconsciente todo no está tan sólo reprimido, es
decir desconocido para el sujeto luego de haber sido verbalizado, sino que hay que admitir, detrás del
proceso de verbalización, una Bejahung primordial, una admisión en el sentido de lo simbólico, que puede
a su vez faltar.
Este punto se cruza con un pasaje de Freud donde admite un fenómeno de exclusión para el cual el término
Vrewerfung parece válido, y que se distingue de la Verneinung, la cual se produce en una etapa muy
ulterior.
Lo que cae bajo la acción de la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido no son sino
el derecho y el revés de una misma cosa. Lo reprimido siempre está ahí, y se expresa de modo
perfectamente articulado en los síntomas y en multitud de otros fenómenos. En cambio, lo que cae bajo la
acción de la Verwerfung tiene un destino totalmente diferente. Todo lo rehusado en el orden simbólico, en
el sentido de la Verwerfung, reaparece en lo real.
Freud ubica esto en el análisis del caso del Hombre de los lobos, establece el fenómeno de “no saber nada
de la cosa, ni siquiera en el sentido de lo reprimido”.
Hay una estrecha relación entre la Verwerfung y la alucinación, vale decir la reaparición en lo real de lo
rehusado por el sujeto.
La distinción esencial es que el origen de lo reprimido neurótico no se sitúa en el mismo nivel de la historia
en lo simbólico que lo reprimido en juego en la psicosis, aun cuando hay entre los contenidos una muy
estrecha relación.
El esquema figura la interrupción de la palabra plena entre el sujeto y el Otro, y si desvío por los dos yo, a y
a´, y sus relaciones imaginarias. Aquí está indicada una triplicidad en el sujeto, la cual recubre el hecho de
que el yo del sujeto es quien normalmente le habla al otro, y le habla al sujeto S, en tercera persona.
En el sujeto normal hablarse con su yo no es plenamente explicitable, su relación con el yo es
fundamentalmente ambigua, toda asunción del yo es revocable. En el sujeto psicótico en cambio, ciertos
fenómenos elementales, y especialmente la alucinación que es su forma más característica, nos muestran al
sujeto totalmente identificado a su yo con el que habla, o al yo totalmente asumido bajo el modo
instrumental. En el momento en que aparece en lo real, es decir acompañado de ese sentimiento de
realidad que es la característica fundamental del fenómeno elemental, el sujeto literalmente habla con su
yo, y es como si un tercero, su doble, hablase y comentase su actividad.
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Un análisis puede desencadenar desde sus primeros momentos una psicosis, esto es en función de las
disposiciones del sujeto y de un manejo imprudente de la relación de objeto. El desconocimiento de la
autonomía del orden simbólico acarrea una confusión del plano imaginario y del plano real. Este
desconocimiento es reemplazado por un reconocimiento de lo imaginario, del fantasma. Autentificar así
todo lo que es del orden de lo imaginario en el sujeto es hacer del análisis la antecámara de la locura.
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El psicoanálisis explica el caso del presidente Schreber, y la paranoia en general, por un esquema según el
cual la pulsión inconsciente del sujeto es una tendencia homosexual. Lacan a esto le realiza 3 críticas:
No se precisa qué es defensa.
¿Por qué la irrupción de la libido homosexual en determinado momento?
Ambigüedad entre defensa y causa: la defensa mantiene con la causa que la provoca una relación
que se considera que ayuda a mantener determinado equilibrio o provoca la enfermedad.
También se asegura que las determinaciones iniciales de la psicosis de Schreber deben buscarse en los
momentos en que se desencadenan las diferentes fases de su enfermedad:
1886: primera crisis, en época en que había presentado su candidatura al Reichstag.
Período de normalidad, con la salvedad de que su esperanza de paternidad no se ve colmada. Se
destaca que no pudo satisfacer su ambición. Se asigna a la noción de paternidad un papel
primordial. Pero se afirma simultáneamente que el temor a la castración renace en él, con una
apetencia homosexual correlativa, porque accede finalmente a una posición paterna. Ésta sería la
causa directa del desencadenamiento de la crisis.
8 años después: accede prematuramente a una función muy elevada: presidente de la Corte de
apelaciones de Leipzig. Su ambición se ve colmada de un modo casi inmerecido.
Si el presidente Schreber entre sus 2 crisis hubiera llegado a ser padre, se pondría el énfasis en esto, y se
daría todo su valor al hecho de que no hubiera soportado esa función paterna. Es decir, la noción de
conflicto siempre se utiliza de modo ambiguo: se coloca en el mismo plano lo que es fuente de conflicto y la
ausencia de conflicto. El conflicto deja un lugar vacío donde aparece una reacción, una construcción, una
puesta en juego de la subjetividad. Donde Freud ubica el conflicto, Lacan ubica un agujero: falla del
Significante del Nombre del Padre.
Parágrafo 2
En lingüística existen el significante y el significado, el significante debe tomarse en el sentido del material
del lenguaje, pero el significado no son los objetos/cosas. San Agustín explica que el significado remite
siempre a otra significación. El sistema del lenguaje jamás culmina en un índice directamente dirigido hacia
un punto de la realidad, la realidad toda está cubierta por el conjunto de la red del lenguaje.
A nivel del significante, en su carácter material, el delirio se distingue por esa forma especial de discordancia
con el lenguaje común que se llama neologismo. A nivel de la significación, se distingue porque la
significación de esas palabras no se agota en la remisión a una significación. La significación de esas
palabras tienen la propiedad de remitir esencialmente a “la” significación en cuanto tal. Es una significación
que no remite más que a sí misma, que permanece irreductible. El enfermo mismo subraya que la palabra
en sí misma pesa.
Hay 2 polos donde este carácter es llevado al punto más eminente, 2 tipos de fenómenos donde se dibuja el
neologismo:
La intuición delirante: es un fenómeno pleno que tiene para el sujeto un carácter indundante, que lo
colma. Tal como lo hace Schreber cuando habla de la lengua fundamental.
La fórmula o estribillo (en oposición a la palabra): extremo opuesto a la intuición, cuando la
significación ya no remite a nada. Es la fórmula que se repite y reitera, se machaca con insistencia
estereotipada.
Ambas formas detienen la significación, son una plomada en la red del discurso del sujeto. Característica
estructural que, en el abordaje clínico, permite reconocer la rúbrica del delirio.
Lo que permite distinguir que se trata de un delirio es la economía del discurso, la relación de significación a
significación, la relación de su discurso con el ordenamiento común del discurso.
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Parágrafo 1
Freud subrayó hasta qué punto de las relaciones del sujeto con la realidad no son las mismas en la neurosis
y en la psicosis. En particular, el carácter clínico del psicótico se distingue por esa relación profundamente
pervertida con la realidad que se denomina delirio. Dice Freud que esta gran diferencia de organización
debe tener una profunda razón estructural.
Cuando se habla de neurosis se hace cumplir cierto papel a una huida, a una evitación, donde un conflicto
con la realidad tiene su parte. Se intenta designar a la función de la realidad en el desencadenamiento de la
neurosis mediante la noción de traumatismo. Se produce una ruptura con la realidad psíquica. En el
momento en que se desencadena su neurosis, el sujeto elide una parte de su realidad psíquica. Esta parte
es olvidada, pero continúa haciéndose oír de manera simbólica.
Contrariamente en la psicosis hubo una ruptura, agujero, desgarro, hiancia, pero con la realidad exterior. Es
la realidad misma la que está primero provista de un agujero, que luego el mundo fantasmático vendrá a
colmar.
Hyppolite: hay un momento que es el origen de la simbolización: “Bejahung”. Este origen no es un punto del
desarrollo, responde a una exigencia: que la simbolización necesita un comienzo. En todo momento del
desarrollo puede producirse algo que es lo contrario a la Bejahung: una Verneinung de algún modo
primitiva, cuya continuación es la Verneinung en sus consecuencias clínicas.
Sería mejor abandonar el término de proyección. Aquí está en juego algo que nada tiene que ver con esa
proyección psicológica. La proyección en la psicosis es muy diferente, es el mecanismo que hace retornar
del exterior lo que está preso en la Verwerfung, o sea lo que ha sido dejado fuera de la simbolización
general que estructura al sujeto.
Parágrafo 2
Ejemplo de la presentación de enfermos: 2 personas de un único delirio, lo que se llama un delirio de a 2.
Son madre e hija, mujeres aisladas que permanecieron estrechamente unidas, no pudieron separarse en el
momento del casamiento de la joven. Toda la vida íntima de estas pacientes se desenvolvió fuera del
elemento masculino, hicieron de él un extraño con el que nunca se pusieron de acuerdo.
La hija cuenta que iba caminando por un pasillo en el momento en que salía de su casa y tuvo que vérselas
con un hombre maleducado, que es el amante de su vecina (la cual es considerada como una invasora,
propensa a la intrusión). Ella le dijo “vengo del fiambrero” como pretendiendo que el otro comprendiera
“cochino”, “puerco”. A lo que el hombre le habría respondido “marrana”. Lo importante es que “marrana”
haya sido escuchado realmente, en lo real.
El mundo de estas 2 mujeres era esencialmente femenino. ¿La relación que mantienen con personas de su
propio sexo es acaso del tipo de la proyección, en la necesidad en que se encuentran ambas de permanecer
encerradas en sí mismas, en pareja? ¿Está vinculada a esa fijación homosexual, que está en las bases, dice
Freud, de las relaciones sociales? Esto explicaría que, en el aislamiento del mundo femenino en que viven
ambas mujeres, ambas se encuentren en la posición, no de recibir del otro su mensaje, sino en la de
decírselos ellas mismas al otro.
En la palabra (en la neurosis) el sujeto recibe su propio mensaje en forma invertida. En la verdadera
palabra, el Otro, es aquello ante lo cual se hacen reconocer. Pero sólo pueden hacerse reconocer por él
porque él está de antemano reconocido. Debe estar reconocido para que puedan hacerse reconocer.
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La persona que habló, en tanto delirante, a‟, recibe su propio mensaje en forma invertida, del otro con
minúscula.
Sólo hay 2 maneras de hablar de ese S, ese sujeto que somos radicalmente; o bien dirigirse verdaderamente
al Otro, y recibir de él el mensaje que lo concierne a uno en forma invertida; o bien indicar su derección, su
existencia bajo la forma de alusión. Si esta mujer es paranoica, es que el ciclo, para ella, entraña una
exclusión del Otro. El circuito se cierra sobre los pequeños otros que son la marioneta que está frente a ella,
que habla, y en la que resuena su mensaje, y ella misma, quien en tanto que yo, es siempre otro y habla por
alusión.
¿Qué dice? “Vengo del fiambrera” ¿Quién viene del fiambrero? Un cochino cortado en pedazos. Ella no
sabe lo que dice, habla por alusión, se refiere a su cuerpo fragmentado y su mundo delirante.
Parágrafo 3
Schreber parte de la noción de Dios, punto de partida que está vinculado con su discurso más reciente, en
el que sistematiza su delirio para comunicarlo.
Que el mundo, tal como se ve desarrollarse en el discurso de Schreber, se transforme en una fantasmagoría,
pero que para él es lo cierto de su vivencia, se debe a ese juego engañoso que mantiene, no con otro que
sería su semejante, sino con ese ser primero, garante mismo de lo real.
El pivote de los fenómenos de la psicosis es la ley, que aquí está enteramente en la dimensión imaginaria.
Lacan la llama transversal porque se opone diagonalmente a la relación de sujeto a sujeto, eje de la palabra
en su eficacia.
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El psicótico en la realidad de su alucinación no cree. Lo que están en juego no es la realidad. El sujeto
admite que esos fenómenos son de un orden distinto de lo real. A diferencia del sujeto normal, para quien
la realidad está bien ubicada, él tiene una certeza: que lo está en juego (desde la alucinación hasta la
interpretación), le concierne. En él no está en juego la realidad, sino la certeza. Esto constituye lo que se
llama fenómeno elemental o creencia delirante.
Ejemplo: en Schreber describe el “almicidio”, algo que él mismo presenta como completamente enigmático.
Aunque no lo comprenda, sin embargo lo formula.
A medida que el deliranteasciende la escala de los delirios, está cada vez más seguro de cosas planteadas
cada vez más irreales. La paranoia se distingue en este punto de la demencia precoz: el delirante articula
con una abundancia, una riqueza, que es precisamente una de sus características clínicas.
Schreber describe un mundo que está articulado en conformidad con la concepción alcanzada luego del
momento del síntoma. Según dicha concepción, que le brinda cierto dominio de su psicosis, él es el
correlato femenino de Dios. Con ello todo es comprensible, todo se arregla, y aún más, todo se arreglará
para todo el mundo, ya que él desempaña así el papel de intermediario entre una humanidad amenazada
hasta lo más recóndito de su existencia, y ese poder dividno con el que mantiene vínculos tan singulares.
En Schreber, el mundo entero es presa del delirio de significación, de modo tal que puede decirse que, lejos
de estas solo, él es casi todo lo que lo rodea.
Parágrafo 3
Lacan entiende que algo que fue rechazado en el interior reaparece en el exterior. Para explicar esto,
describe que previa a toda simbolización (anterioridad cronológica, no lógica), hay una etapa,lo
demuestran las psicosis, donde peude suceder que parte de la simbolización no se lleve a cabo. Puede
suceder que algo primordial en lo tocante al ser del sujeto no entre en la simbilización, y sea, no reprimido,
sino rechazado.
En la relación del sujeto con el símbolo, existe la posibilidad de una Verwerfung primitiva, que algo no sea
sumbolizado, que se manifestará en lo real. Este reak eb tabti define un campo distinto al de lo simbólico.
Sólo con esto es posible esclarecer el fenómeno psicótico y su evolución.
A nivel de esa Bejahung primitica, que puede llevarse o no a cabo, se establece una primera dicotimía:
aquello que haya estado sometido a la Bejahung, a la simbolización primitiva, sufrirá diversos destinos; lo
afectado por la Verwerfung primitiva sufrirá otro. En el origen hay pues Bejahung, es decir, afirmación de lo
que es, o Verwerfung.
Sobre la Bejahung, es probable que no se sepan sus motivos, ya que se sitúa más allá de todo mecanismo
de simbolización. El analista ve lo producido por la forclusión, no ve la forclusión en sí. Con lo que queda el
sujeto se forja un mundo, se las arregla para se aproximadamente lo que admitió que era, un hombre
cuando resulta ser del sexo masculino, o a la inversa, una mujer.
Complejo de Edipo: Ley que está desde siempre, la sexualidad humana debe realizarse a través de ella .
Esta Ley fundametal es una ley de simbolización. En su seno se producirá todo lo respectivo a los tres
registros de:
Verdichtung: ley del malentendido, gracias a la cual se pueden hacer varias cosas a la vez, por ejempli, al
ser un hombre satisfacer las tendencias opuestas ocupando en una relación simbólica una posición
femenina, a la par que se sigue siendo cabalmente un hombre, provisto de su virilidad, en el plano
imaginario y en el plano real.
Verdrângung: la represión es cuando algo no encaja a nivel de la cadena simbólica. Puede suceder que la
ley nos sea intolerable porque la posición en la que estamos implica un sacrificio que resulta imposible en el
plano de las significaciones, entonces reprimimos. Pero la cadena, de todos modos, sigue circulando por lo
bajo, expresando sus exigencias a través del síntoma neurótico. En esto es que la represión es el mecanismo
de la neurosis.
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Verneinung: es del orden del discurso, concierne a lo que somos capaces de producir por vía articulada.
El principio de realidad interviene a este nivel. Se trata del valor de la existencia.
Parágrafo 4
Fenómeno psicótico: emergencia en la realidad de una significación enorme que parece una dadería (en la
medida en que no se la puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de la simbolización), pero
que, en determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio.
En el caso Schreber hay una significación que concierne al sujeto, pero que es rechazada, esta significación
tiene relación estrecha con la bisexualidad primitiva. Schreber nunca integró especia alguna de forma
femenina.
Diferencia entre la estructura neurótica y la psicótica: en la neurosis, el sujeto, en el seno de la represión,
tiene la posibilidad de arreglárselas con lo que vuelve a aparecer, hay comprimiso. La Verwerfung no
pertenece al mismo nivel que la Verneinung. Contrariamente, cuando, al comienzo de la psicosis, lo no
simbolizado reaparece en lo real, hay respuestas, del lado del mecanismo de la Verneinung, pero son
inadecuadas.
Todo parece indicar que la psicosis no tiene prehistoria, solamente se encuentra que cuando, en
condiciones especiales, algo aparece en el mundo exterior que no fue primitivamente simbolizado, el sujeto
se encuentra absolutamente inerme, incapaz de hacer funcionar la Verneingung con respecto al
acontecimiento. Se produce entonces algo cuya característica es estar absolutamente excluido del
compromiso simbolizante de la neurosis, y que se traduce en otro registro, por una verdadera reacción en
cadena a nivel de lo imaginario.
El sujeto, por no poder en modo alguno restablecer el pacto del sujeto con el otro, por no poder realizar
mediación simbólica alguna entre lo nuevo y él mismo, entra en otro modo de mediación, que sustituye la
mediación simbólica por un pulular, una proliferación imaginaria, en los que se introduce, de manera
deformada y profundamente a-simbólica, la señal central de la mediación posible.
Una exigencia del orden simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya fue puesto en juego en el
movimiento dialéctico en que vivió el sujeto, acarrea una desagregación en cadena que se llama delirio.
Parágrafo 3
La continuidad del discurso perpetuo es vivida por el sujeto, no sólo como una puest a prueba de sus
capacidades de discurso, sino como un desafío y una exigencia fuera de la cual se siente súbitamente presa
de una ruptura con la única presencia en el mundo que aún existe en el momento de su delirio, la de ese
Otro absoluto, ese interlocutor que ha vaciado el universo de toda presencia auténtica.
Schreber anota qué sucede cuando ese discurso, al que está suspendido dolorosamente, se detiene. Se
producen fenómenos que difieren de los del discurso continuo interior. La retirada del Dios ambiguo y doble
del que se trata, que habitualmente se presenta bajo su forma interior, se acompaña para el sujeto de
sensaciones muy dolorosas, pero sobre todo de 4 connotaciones:
1. El milagro del alarido: le resulta imposible no dejar escapar un grito prolongado, que lo sorprende
brutalmente.
2. Llamado de socorro: que se supone es escuchado por los nervios divinos.
3. Ruidos del exterior: serían milagros expresamente para él.
4. Fenómenos que se caracterizan por un estallido de significación.
El fenómeno fundamental del delirio de Schreber se estabilizó en un campo insensato de significaciones
erotizadas.
Se aborda el eje sincrónico de la elaboración lacaniana de la psicosis. Eje que se distingue del abordaje de la
psicosis en su evolución (eje diacrónico), que es examinado en el Seminario 3.
Schejtman va a estudiar el mecanismo de la formación de síntomas psicóticos.
Se tratara de introducir, a partir del texto “La negación”, en el planteo lacaniano respecto del mecanismo en
juego en la psicosis.
2°nivel: Verneinung
El juicio
3° nivel:
Retorno de lo
Retorno de lo reprimido Segundo tiempo lógico: Verneinung
reprimido
Seminario 3
Retorno de lo reprimido
Verwerfung
En el historial del Hombre de los Lobos, Freud, a propósito de la alucinación del dedo cortado, utiliza el
término Verwerfung (rechazo) para subrayar que el mecanismo que ha operado es diferente de la
Verdrängung (represión). Lacan extrae de este historial la expresión Verwerfung para nombrar a la expulsión
primordial, ubicándola en el lugar de la Ausstossung, como contracara de la afirmación primordial
(Bejahung).
Lacan toma el término Verwerfung y lo va a oponer a esa Bejahung primordial, de modo tal que el aparato
se constituiría por esa operación en la cual, por un lado se inscriben determinados significantes que van a
formar el mundo simbólico de un sujeto y, por el otro, se excluyen otros que tendrán otro destino.
Interesa diferenciar el modo de retorno de aquello que fue expulsado originariamente del aparato (el modo
de retornar de lo que ha sido rechazado), del retorno de lo reprimido (el modo de retorno de lo que ha
caído bajo la Verdrängung).
Lo que cae bajo la acción de la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido no son sino
el derecho y el revés de una misma cosa. Lo reprimido siempre está ahí y se expresa de modo
perfectamente articulado en los síntomas y en multitud de otros fenómenos. Se expresa en modo
articulado, en el sentido de que no fue expulsado de lo simbólico (como lo rechazado primordialmente),
sino que se articula en una cadena significante. Lo que se inscribió en lo simbólico (Bejahung), pudo ser
reprimido (Verdrängung), pero como la represión es una operación que se cumple en el campo de lo
simbólico, podrá retornar en el campo simbólico. El retorno de lo reprimido, para Lacan, es la insistencia
misma de lo simbólico.
En cambio, lo que cae bajo la acción de la Verwerfung tiene un destino distinto, ya que se trata de una no
admisión al registro simbólico y, por lo tanto, el retorno no se producirá en lo simbólico. Para Lacan, aquello
que es expulsado de lo simbólico va a retornar en lo real.
II Criterio diacrónico
1. Katan
Esta noción se refiere a formas de transición en el surgimiento de una psicosis, por esto para esta noción
suele usarse las expresiones fase prepsicótica, período prepsicótico, o prepsicosis.
El período prepsicótico forma parte del desencadenamiento de una psicosis: se designa de este modo el
momento inicial del proceso psicótico, de duración variable, durante el cual no surgen todavía signos o
síntomas patognomónicos de la psicosis. De este modo el curso de una psicosis aparece dividido en 2
momentos: la fase prepsicótica y la psicosis propiamente dicha. Ésta es una definición de la psicología del
yo.
Esta definición es inadecuada, ya que no se trata de una etapa anterior al comienzo de la psicosis, sino que
la fase prepsicótica abarca los primeros momentos de una psicosis ya desencadenada. Constituye un
2. Lacan y Katan
Lacan retoma la noción de prepsicosis de Katan y la elabora.
3. Otros trabajos
4. Críticas de Lacan
1. Papel desproporcionado adjudicado a la masturbación en el comienzo de la psicosis.
2. Continuación con la posición clásica: noción de realidad supuestamente objetiva en el período
prepsicótico, opuesta a una realidad restituida e el delirio que es calificada de subjetiva.
3. Incapacidad de distinguir la sintomatología de la neurosis y la psicosis. Katan termina en una tarea
de reconstrucción donde lo decisivo es la comprensión.
El detalle en la clínica
Las obras de Freud y Lacan son pródigas al entregarnos diversas perspectivas para pensar una clínica del
detalle.
Lacan entiende que lo importante no es la acumulación de hechos sino el recorte de uno solo con sus
correlaciones; el análisis se trata de la eficacia del buen corte. El diagnóstico diferencial se trata del buen
corte, aquel que revela la estructura, se trata de reconocer la estructura aun en los más pequeños
elementos.
La historia de la psiquiatría y de la clínica puede ordenarse en la oposición: descripción o estructura. Toda
descripción es acumulativa, metonímica, suma un elemento tras otro buscando reconstituir un todo a partir
del conjunto de partes, se basa en la idea de la observación. Este detallismo realista corre siempre el riesgo
de perderse en el detalle al fracasar en su intento de describirlo todo.
El método freudiano se trata de la “escoria de la observación”, lo residual en la observación global. Por eso
muchas veces el diagnóstico estructural contradice la apariencia global.
Automatismo y delirio
Retomando la oposición observación (descripción) o estructura (análisis sepodría decir que Clérambault
parte de una concepción y se aproxima a la otra. Su límite (derivado de su concepción etiológica, su teoría
organicista) es que sigue sosteniendo 2 estructuras distintas que implican 2 tipos de producciones
delirantes: la automática-orgánica y la explicativa-psicológica.
La expansión gnómica
Miller propuso, para pensar la relación entre el fenómeno elemental y el delirio, el modelo geométrico del
gnomon griego.
El gnomonesla parte sombreada que se agrega a la figura inicial para crear otra más grande pero que
mantiene las msmas proporciones que la primera. Puede realizarse una expansión secuencial en dondeel
crecimiento gnómico maniene y reproduce la misma estructura, representada, pore ejemplo, por las
proporcionesde las figuras y las características de sus ángulos.
El esquema propuesto por Miller destaca la funcion de la prolongación de la diagonal de un cuadrado como
determinante de la expación gnómica del mismo:
Mientras que el anélido crece por adición lineal de elementos exactamente iguales, lel crecimiento gnómico
reproduce (a escala diferente) una misma estructura. La estructura de la planta le permite a Lacan mostrar
que un mismo carácter estructural puede presentarse bajo aspectos diferentes, miesntras que el anélido lo
hace siempre bajo el mismo.
2. El primer Clérambault
3. El segundo Clérambault
A partir de 1925 el automatismo mental no es calificado como basal sino como un fenómeno nuclear, y
define al delirio en tanto una reacción secundaria.
Escribe que una buena parte de la ideación delirante no es construida por la reflexión del sujeto sino que se
elabora mecánicamente en el subconsciente, no revelándose a la conciencia más que por sus resultados
últimos. Dice entonces que al lado de una ideación autónoma y coherente, hay otra progresiva que se
podría llamar neoplásica. En este estadio, la ideación delirante del suejto puede dividirse teóricamente en 2
partes: una personal, reactiva y no mórbida, la otra parasitaria y a menudo antagonista. La primera es una
reacción a diversos automatismos. La segunda es íntegramente automática. Es decir que hay una
convergencia con la posición de Jaspers: una parte del delirio se construye con mecanismos normales y
otra, es de la misma naturaleza que los fenómenos elementales.
3. Fenómeno elemental
Es una noción que ocupa un lugar destacado en la tesis de 1932 de Lacan, lo cual repercute en su Seminario
3, y luego es prácticamente dejada de usar. Esta noción se disuelve en el concepto de estructura. La
estructura está en el fenómeno mismo, de allí que fenómeno elemental tome la acepción de fenómeno
donde la estructura del significante está expuesta de una manera claramente reconocible. Las estructuras
(neurótica, psicótica o perversa) se verifica en los fenómenos. En las psicosis las características esenciales de
la estructura del lenguaje aparecen a la vista, claramente expuestas a nivel de lo observable. Por ejemplo,
las alucinaciones verbales muestran que el lenguaje habla por sí solo, o que el Otro habla, el Otro habla en
el sujeto. Esto es lo que la psicosis muestra de manera manifiesta. En el caso de la neurosis se debe inferirlo:
el inconsciente es el discurso del Otro.
¿Qué mecanismos usan los no psicóticos para ignorar que las palabras son impuestas? En estas otras
estructuras, la función yoica (que es la función del desconocimiento) es la que oculta estas características
de la estructura del lenguaje y le permite al sujeto creer que él es el agente de su discurso. El inconsciente
es algo que habla en el sujeto sin que el sujeto lo sepa.
Lacan termina por definir el fenómeno elemental por la estructura misma del significante, cuando aparece a
nivel de lo manifiesto, de lo observable. De allí esa comparación con la nervadura de las hojas. Podemos no
tener un árbol, sino solo una hoja, o simplemente un pedazo de hoja y, sin embargo, reconocer
perfectamente a qué especie de árbol esa hoja pertenece. La estructura está en el nivel del fenómeno,
donde hay algo del carácter esencial de la estructura que se reconoce en el nivel de lo observable, a eso lo
llamamos fenómeno elemental.
7. El término y el concepto
Resumen
En las psicosis crónicas su fuente no se encuentra en la ideación ni en la afectividad: reconocen un origen
histológico. Los elementos considerados hasta ahora como esenciales (temas ideativos, tonalidad afectiva,
grado de sistematización) son accesorios. Lo primordial es el elemento alucinatorio.
Las psicosis alucinatorias crónicas son resultado de procesos mecánicos extraconscientes, no producto de la
conciencia.
2. Definición
3. Características clínicas
El déficit esencial es la pérdida de la memoria a corto y largo plazo.
El juicio y el pensamiento abstracto están también afectados con frecuencia y hay, a menudo, otros signos
de alteraciones corticales superiores, como afasia (trastornos del lenguaje), aparaxia incapacidad para llevar
a cabo actividades motoras a pesar de que la comprensión y la función motoras están intactas), agnosia
(fallo en el reconocimiento de objetos a pesar de que la función sensorial se halla intacta) así como cambios
notables en la personalidad (alteración o acentuación de los rasgos premórbidos).
5. Diagnóstico
El diagnóstico se realiza a través de 3 elementos:
Anamnesis: se confecciona mediante una exhaustiva entrevista ubicando factores de riesgo, antecedes
de la enfermedad, desarrollo social del paciente previo a la aparición de los primeros síntomas,
adquisiciones cognitivas anteriores a la enfermedad.
Semiología: examen semiológico que ubique signos y síntomas principales de la enfermedad, evaluando
memoria, orientación, pensamiento, sensopercepción, gnosias y praxias.
Estudios complementarios: examen físico que incluya una exploración neurológica completa, intentando
hallar el correlato anatómico (lesiones cerebrales) de la clínica que presenta el paciente, evaluación de
signos vitales y examen del estado mental a través de test.
8. Diagnóstico diferencial
Depresión: con frecuencia los cuadros depresivos en gerontes se presentan técnicamente como
demencias, presentando como características fundamentales alteraciones mnésicas. Tampoco presentan
relleno fabulatorio y ante la laguna mnésica presentan tristeza, angustia y autorreproche. Por lo general, los
pacientes con disfunciones cognitivas relacionadas con la depresión muestran síntomas depresivos
relevantes, son más conscientes de sus síntomas que los pacientes dementes y suelen tener historia de
episodios depresivos.
Pseudodemencias: en 1961 Kilho utiliza el término para designar cuadros de alteración cognitiva
asociados a trastornos psiquiátricos, principalmente depresión u trastornos de conversión, pero que no
tendrían correlato orgánico. Los trastornos depresivos, en especial en ancianos, aparte de las alteraciones
del ánimo y manifestaciones somáticas, presentan alteraciones cognitivas múltiples, en gran parte
determinadas por la falta de motivación y la bradipsiquia (lentitud en las reacciones psíquicas o mentales).
Dichas alteraciones cognitivas no presentarían la suficiente intensidad como para diagnosticar una
demencia.
El término pseudodemencia también se utiliza refiriéndose a otras enfermedades psiquiátricas que
presentan alteraciones cognitivas como el trastorno bipolar, las alteraciones del ánimo y la esquizofrenia.
Esquizofrenia: Kraepelin (8° edición) afirma que la desintegración de la personalidad en la demencia
precoz (esquizofrenia) se cumple en general de tal manera de tal manera que son especialmente los
desórdenes de la afectividad y de la voluntad los que dominan el cuadro mórbido. La inteligencia, la
memoria y la orientación están intactas. Para realizar el diagnóstico diferencial se agrega la característica
evolución en brotes, y el deterioro evidenciable en la en la esfera afectiva y volitiva desde
el comienzo de la enfermedad y no en las funciones cognitivas como en las demencias orgánicas. Entonces,
se destaca la diferente evolución, las diferentes esferas afectadas y la lesión orgánica en el caso de las
demencias.
Paranoia: Kraepelin la caracteriza como el desarrollo insidioso, bajo la dependencia de causas internas y
según una evolución continua, de un sistema delirante duradero e imposible de romper, que se instala con
una conservación completa de la claridad y del orden del pensamiento, la voluntad y la acción. A diferencia
de la paranoia, las ideas delirantes en la demencia no llegan a formar un sistema, no se conservan en el
Las características más habituales de la clínica de los trastornos mentales orgánicos son:
1. Alteración de la conciencia, en el sentido neurológico, es decir, estar ubicado en el tiempo y
espacio, saber quién es uno y dónde está ubicado.
2. Trastornos motores, por ejemplo parálisis.
3. Trastornos en la sensopercepción:
a. Alucinosis o microzoopsias: habitualmente presente en alcohólicos o algunos cuadros
tumorales. Es la percepción de bichitos o mosquitos en el aire o en las sábanas.
b. Alucinaciones: pueden ser auditivas, olfativas o visuales, el tipo depende de dónde está
ubicado el tumor, la lesión o dónde actúa la noxa.
4. Trastornos del comportamiento: se da frecuentemente en los tumores frontales o en las lesiones de
origen frontal, hay desinhibición psicomotriz y sexual e inquietud motriz.
5. Trastornos cognitivos:
a. El pensamiento: el curso del pensamiento (pérdida de la idea directriz, enlentecimiento del
pensamiento), el contenido del pensamiento (presencia de ideas delirantes no
sistematizadas, no tienen coherencia interna, son muy frágiles; en el momento en que se
olvida trata de tener relleno fabulatorio).
b. Memoria: está perdida la memoria en general, particularmente la reciente.
c. El cálculo: la capacidad de realizar una cuenta está perdida.
d. Apraxia
e. Agnosia.
Las hormonas son elementos químicos producidos por las glándulas, que son reguladas por la actividad del
sistema nervioso central, y producen acción en los tejidos a distancia. Este sistema tiene interconexiones, el
mismo sistema se autorregula para estimular o disminuir la producción de hormonas.
Dentro del sistema nervioso central, las estructuras que tienen acción directa sobre el manejo de las
glándulas son el hipotálamo y la hipófisis. Estas interacciones se deben por intermediadores químicos
(neurotransmisores) y por la vía nerviosa.
Alteraciones en las concentraciones hormonales o en las glándulas que las generan producen alteraciones
en el organismo y en el comportamiento, en el ánimo, en la cognición.
Ante un trastorno endocrinológico es importante evaluar si no hay algún problema en el sistema nervioso
central. Hay tumores en la región del hipotálamo o de hipófisis que producen alteración en todo el eje y
esto puede producir aumento o disminución de la secreción de las glándulas.
Los DSM proponen una nosología única que debería revisarse periódicamente en función del conocimiento
y del progreso.
En los DSM IV y CIE 10 cada forma clínica tiene una nomenclatura, que se las hace coincidir entre ambos
manuales.
Clínica sincrónica: se toma a la locura como un género unitario, encontrándose los distintos síndromes de
este género.
Clínica diacrónica: tiene que ver con una clínica de las enfermedades mentales, estas tienen un desarrollo,
un curso y un estado terminal.
El DSM IV trabaja con una clínica del tipo sincrónica y con el modelo médico. El modelo médico consiste en
que uno puede presentar determinados síntomas y pasar después a otro tipo de síntomas, no manejan un
diagnóstico estructural. Crean un diagnóstico siempre presuntivo, sincrónico, nunca definitivo.
Acerca de la psicosis, el DSM dice que la definición de psicótico es variable de acuerdo a cada doctrina, no
hay una definición acabada de psicótico, por eso se habla de psicótico y no de psicosis, por eso se habla de
trastorno que alude a variable de síntomas que van variando.
El término psicótico se refiere a síntomas: ideas delirantes, alucinaciones manifiestas, lenguaje
desorganizado, comportamiento catatónico; es definido a partir de trastornos, de lo sindrómico, del
fenómeno, no a partir de ningún abordaje estructural.
Lo característico de la esquizofrenia se inscribe en 2 categorías, los síntomas positivos y los negativos.
Los síntomas positivos son cuando las funciones psíquicas están como distorsionadas, tienen que ver con
toda la fenomonología florida de la psicosis, si un sujeto está muy excitado o muy descompensado con
predominancia de ideas delirantes o con alucinaciones, con un lenguaje desorganizado. Es lo que está en
forma manifiesta, la distorsión de las funciones normales. Estos síntomas se corresponden con los síntomas
accesorios definidos por Kraepelin para la demencia precoz.
Los síntomas negativos son lo contrario, reflejan la disminución o la pérdida de las funciones normales. Por
lo general, el sujeto se encuentra abúlico, desafectivizado, corresponde a los elementos esenciales que
Kraepelin señala para la demencia precoz.
Habiendo muchos criterios para diagnosticas esquizofrenia, los 3 más importantes son los siguientes.
Criterio A:
A.1 Ideas delirantes: creencias erróneas que implican una mala interpretación de las percepciones o las
experiencias. Son delirantes por el grado de convicción, a pesar de haber claras evidencias en sentido
contrario. Respecto al grado de convicción, es lo que Lacan denomina certeza delirante. Un tipo de ideas
delirantes son las ideas delirantes extrañas, en este caso el delirio toma su tema, no de la realidad cotidiana
sino de la fantasía (corresponde a lo que Kraepelin llama parafrenia fantástica), un ejemplo sería el delirio
de Schreber. Otros temas serían el delirio de persecución, de autorreferencia, somático, religioso, de
grandiosidad.
A.2 Alucinaciones: pueden ocurrir en cualquier modalidad sensorial, las más habituales son las auditivas
(alucinación verbal). Entienden a la alucinación como una perturbación a nivel sensorio, siguen con el
modelo de Esquirol, que toma a la alucinación como una percepción sin objeto. La alucinación se tiene que
producir en un contexto de claridad sensoria, las que se producen aisladas en estado de ensoñación no son
consideradas como de esquizofrenia.
A.3 Lenguaje desorganizado: el lenguaje debe estar lo suficientemente desorganizado como para alterar la
comunción. Ejemplo: neologismo, verborrea. El DSM entiende que a partir del lenguaje desorganizado se
puede dar cuenta del trastorno en la asociación de ideas.
A.4 Comportamiento desorganizado: puede ser desde actitudes infantiloides hasta la agitación
impredecible, problemas de cualquier forma de comportamiento dirigida a un fin. Recomiendan la
Hay que distinguir la esquizofrenia de otras formas clínicas que puedan presentar una sintomatología
parecida:
a. Trastorno psicótico por enfermedad médica, se distingue a través de estudios clínicos.
Nomenclatura
Se caracteriza por la presencia de una o más ideas delirantes que persisten a lo lago de al menos un mes. Si
hay alucinaciones visuales o auditivas, no son importantes, o sea que tienen un carácter secundario.
Pueden haber alucinaciones táctiles u olfatorias en relación al tema delirante, o sea las alucinaciones
visuales o auditivas son secundarias o no están. No hay significativo deterioro de la actividad psicosocial con
lo cual da cuenta de que no hay deterioro. No hay evolución a la demencia. No hay comportamiento raro ni
extraño, es decir no hay comportamiento desorganizado. Si hay episodios afectivos son simultáneos a las
ideas delirantes.
Se distinguen distintos trastornos delirantes de acuerdo al tema delirante que predomine. Los subtipos no
dan cuenta de formas clínicas diferentes.
Erotomaníaco: el tema central de la idea delirante es que otra persona está enamorada del sujeto. La
idea delirante suele referirse a un amor romántico, idealizado y a una unión espiritual, más que a la unión
sexual. Frecuentemente la persona sobre la que recae esta convicción ocupa un status más elevado. Son
habituales los intentos por conectar con el objeto de la idea delirante. Algunos sujetos pueden quedar
envueltos en problemas legales.
Grandiosidad (delirio de grandeza): se caracteriza por la convicción de tener algún estraordinario talento
o intuición no reconocida, o de haber hecho un descubrimiento importante. Con menor frecuencia el sujeto
puede llegar a tener la idea delirante de mantener una relación especial con alguien muy importante, o de
ser una persona importante en cuyo caso la persona real puede ser vista como un impostor. Las ideas
delirantes pueden tener un contenido religioso.
I. Historia
II. I a) Semiología del acceso melancólico (se subrayan los síntomas de 1° rango)
Puede presentarse súbitamente, o bien en forma de un decaimiento progresivo. El desencadenante puede
ser localizable o no.
a. Alteraciones del humor.
b. Inhibición de la actividad intelectual.
c. Enlentecimiento de la actividad motriz.
d. Trastornos somáticos.
e. Riesgo de suicidio.
III. Nosografía
La concepción kraepeliana de una única psicosis maníaco-depresiva fue criticada en Europa y Estados
Unidos. Estos psiquiatras contemporáneos separaron el grupo de las monopolares (posteriormente
designadas unipolares) del grupo de las bipolares.
Los pacientes bipolares se caracterizan por: temprano comienzo de la enfermedad, ciclos frecuentes y
cortos, tendencia a presentar virajes hipomaníacos como efecto de un tratamiento con antidepresivos
tricíclicos y responder favorablemente al litio.
Últimamente se considera que la diferencia bipolares-unipolares es relativa, admitiéndose una entidad
intermedia entre ambos (soft bipolars) que sugiere continuidad nosológica entre los unipolares recurrentes
(3 episodios o más) y los bipolares.
Estas concepciones han llevado a modificar la nomenclatura clásica de psicosis maníaco-depresiva por
espectro bipolar, cuyas formas clínicas pueden dividirse en episódicas e intermitentes/persistentes.
IV. Etiología
1. “Dora”:
El esclarecimiento de los síntomas histéricos:
a. Reconducción de los síntomas al trauma psíquico.
b. La identificación como sostén de los síntomas. Diferentes tipos de identificación.
c. La fantasía – perversa- figurada en el síntoma.
d. Solicitación somática y sentido de los síntomas.
e. Sobredeterminación de los síntomas.
El padre de la histeria.
El esclarecimiento de los sueños.
La interrupción del tratamiento. La transferencia. La corriente homosexual.
3. La época de la metapsicología
A. La represión:
Sus 3 tiempos. Represión primordial, represión propiamente dicha y retorno de lo reprimido. Destinos de la
representación y del monto de afecto. Formación sustitutiva y formación de síntoma. Represión y formaicón
de síntomas en las 3 neurosis de transferencia: histeria de angustia, histeria de conversión y neurosis
obsesiva.
B. El sentido de los síntomas y los caminos de la formación de síntomas: sentido de las representaciones,
impulsos y acciones obsesivas. Desplazabilidad de la compulsión. Síntomas individuales y síntomas típicos.
Etiología de la neurosis: las series complementarias. La neurosis infantil. El síntoma como satisfacción
sustitutiva. Fantasías y fantasías primordiales. Fijación y regresión.
(En función de la reprogramación acontecida, de este punto 3 se incluirán para el parcial únicamente lo que
se transmita en los teóricos.)
4. El último Freud
A. La identificación:
Modalidades de la identificación y formación de síntomas neuróticos.
B. Inhibición, síntoma y angustia:
El síntoma como cuerpo extraño y la adaptación secundaria del yo: ganancia secundaria de la enfermedad.
Formación de síntoma en la neurosis obsesiva: prohibición y satisfacción. Regresión y desmezcla pulsional.
Severidad del superyó. Formaciones reactivas.
Diferencia neurosis obsesiva – histeria en relaicón con los mecanismos de defensa.
Técnicas auxiliares de la represión en la neurosis obsesiva: anulaicón de lo acontecido y aislamiento.
C. La segunda tópica:
Resistencia del superyó. Necesidad de castigo. Reacción terapéutica negativa. Resistencia del ello.
Compulsión de repetición.
D. La feminidad en Freud:
La disimetría del complejo de Edipo en el niño y la niña.
En el varón: complejo de castración y sepultamiento del Edipo. En la niña: fase de ligazón con la madre,
complejo de castración y envidia del pene; tres orientaciones: renuncia a la sexualidad, complejo de
masculinidad y feminidad “normal”.
Bibliografía obligatoria:
Freud, S., “Psicopatología de las masas y análisis del yo”, Caps. 7 y 8.
Freud, S., “Inhibición, síntoma y angustia”, Caps. 3, 5 y 6.
Godoy, C., “El síntoma obsesivo: un pensamiento que embaraza el alma”, cap.1, en Cizalla del cuerpo y
del alma.
Schejtam, F., “Seminario: Histeria y Otro goce”: 1. “Freud, la feminidad en la horma fálica”, en Cizalla
del cuerpo y del alma.
Capitulo 2.
Si en una persona predispuesta a la neurosis no está presente la capacidad convertidora y, no obstante, para
defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que
ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda
asociación dentro de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí
inconciliables, que en virtud de este “enlace falso” devienen representaciones obsesivas.
Freud escribe que en todos los casos analizados era la vida sexual la que había proporcionado un afecto
penoso.
El divorcio entre la representación sexual y su afecto, y el enlace de este último con otra representación,
adecuada pero no inconciliable: he ahí unos procesos que acontecen sin conciencia, que sólo es posible
suponer, y ningún análisis clínico-psicológico es capaz de demostrar.
Para el enlace secundario del afecto liberado se puede aprovechar cualquier representación que por su
naturaleza sea compatible con un afecto de esa cualidad, o bien tenga con la representación inconciliable
ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como su subrogado.
La ventaja obtenida por el yo tras emprender para la defensa el camino del trasporte del afecto es mucho
menor que en el caso de la conversión de una excitación psíquica en una inervación somática.
Beard, neurólogo norteamericano, introduce la noción de neurastenia. Freud entiende que de los síntomas
típicos de la neurastenia (presión intracraneal, irritación espinal, dispepsia con flatulencia y constipación),
se puede separar los síntomas de un complejo, en el cual sus síntomas están más próximos unos a otros que
a los síntomas neurasténicos genuinos, y tanto la etiología como el mecanismo de esta neurosis difieren
radicalmente de la etiología y el mecanismo de la neurastenia genuina. Freud llama a este complejo de
síntomas “neurosis de angustia” porque todos sus componentes se pueden agrupar en derredor del
síntoma principal de la angustia.
neurastenia
Neurosis:
neurosis de angustia
histeria
Neuropsicosis obsesiones y fobias (representaciones compulsivas)
psicosis alucinatoria
paranoia
La noción de histeria
La noción griega de histeria es la que permanece inalterada durante 20 siglos, hasta el siglo XVII se conserva
básicamente la misma noción. Lo esencial es que se concibe como la crisis histérica.
La histeria es una entidad muy peculiar: a lo largo de los siglos siempre ha tenido una pareja, otra entidad
considerada del mismo orden, pero con una distinción específica por la que se opone a ella. Por la
naturaleza de esta pareja se puede determinar qué es lo que se considera histeria en cada momento. En
primer término, la histeria tiene una pareja que es la epilepsia, más tarde la hipocondría, después la
neurastenia, hasta que Freud produce su primer nosología, inventando la neurosis obsesiva como pareja a
la histeria.
En cuanto a la etiología o a la naturaleza de la histeria, lo que de la concepción griega aparece inalterable
hasta el siglo XVII es atribuir su origen a un desorden uterino. En 1618, cuando se empiezan a desarrollar
las teorías sobre el sistema nervioso y las investigaciones neuroanatómicas, un investigador inglés, Lepoir,
es el primero que considera la histeria como una enfermedad cerebral primitiva. Es él quien considera la
histeria como algo muy cercano a la epilepsia. Al dejar de considerarla como un desorden uterino y pasar a
concebirla como una perturbación nerviosa, Lepoir es el primero en afirmar que es una enfermedad de los
2 sexos.
50 años después un neuroanatomista, Willis, en 1667, pone en correlación la histeria con la hipocondría,
caracterizándola: estado de tristeza y preocupación ansiosa por la salud, con ideas de incurabilidad e
intentos terapéuticos continuos y fracasados centrados en especial sobre síntomas corporales.
Algunos decenios más tarde, Sydenham retoma las nociones de Willis, aunque con un retroceso: utiliza su
descripción de la hipocondría y la histeria pero las considera una enfermedad única, pero con nombres
diferentes según los sexos, las mujeres pueden ser histéricas y los hombre, hipocondríacos.
El trabajo de Charcot
Se puede considerar la histeria en Charcot en 2 períodos, el primero es estrictamente neurológico, en el
que formula una seria de hipótesis considerándola como una enfermedad del sistema nervioso. Al operar
sobre la histeria con la idea de que es una enfermedad neurológica, se ve llevado a aplicar el mismo método
utilizado para estudiar otras enfermedades neurológicas, el cual se compone de 3 pasos:
1. Método nosológico: constituido por 2 operaciones:
a. Constitución del tipo, en el sentido de una forma ideal. Es la forma completa de la
enfermedad, donde se agrupan todos los elementos sintomáticos que se hayan
encontrado.
b. Descomponer el tipo ideal para reconocer distintas formas parciales de la enfermedad.
2. Anátomo-clínico. Se trata de trabajar con autopsias para aislar la localización de la lesión. Charcot
sostiene que si es una enfermedad del sistema nervioso, tiene que tener alguna localización. Nunca
pudo encontrar alguna lesión en autopsias de pacientes diagnosticados como histéricos, sin
embargo siguió sosteniendo que la lesión existía, que si no se la encontraba era por un déficit de los
métodos de investigación. Entonces transitoriamente les daba el nombre de lesiones funcionales.
Objetivo Subjetivo
Objetivo Psíquico Consciente
Inconsciente
En esta oposición que Charcot establece entre objetividad y subjetividad, demostrar que el síntoma
histérico era objetivo está asociado con el criterio de la organicidad: la idea de que solo es objetivo un
síntoma en tanto que es orgánico, solo si es orgánico puede ser neurológico y solo si es neurológico puede
ser inconsciente. Freud debe producir una ruptura en estas 2 series de nociones para proponer sus
hipótesis y su noción de que puede existir algo que sea objetivo, insconsciente y psíquico.
Hay otras 2 nociones de Charcot que se reencuentran en Freud: lo que llama “zonas histerógenas” y lo que
llama “estigmas móviles”. Charcot postula que estos síntomas pueden desplazarse, desaparecer en una
parte del cuerpo y aparecer en otra.
Hay 2 características decisivas en este estudio de Charcot. Uno es la demostración de la objetividad de estos
síntomas, utilizada para probar que este conjunto tiene una regularidad, responde a leyes. La otra es que
excluye y hace una demarcación entre la histeria y otras entidades psicopatológicas (crisis epilépticas,
enfermedades mentales, neurastenia).
Momento previo:
Neurosis
Neurastenia Histeria
Operación fundamental:
Neurosis
Neurastenia
Neuropsicosis
Histeria
Neurosis
Neurpsicosis
Este es el núcleo de la primera nosología freudiana: la oposición neurosis (después neurosis actuales) -
neurpsicosis. Y dentro de las neurosis, la oposición neurastenia (con un menos, como déficit) – neurosis de
angustia (con un más, como exceso). De esta manera la histeria queda separada, excluida, de toda entidad
psicopatológica que tenga que ver con mecanismos orgánicos. Deja de ser considerada una neurosis (en el
sentido de enfermedad nerviosa, de la patología neurológica) como lo era en los principales sistemas
nosológicos de ese momento, tales como los de Krafft-Ebing, Charcot y Kraepelin.
II
Las obsesiones son múltiples y más especializadas, en tanto que las fobias tienden a ser monótonas y
típicas.
Entre las fobias se pueden distinguir 2 grupos, caracterizados por el objeto del mido:
a. Fobias comunes: miedo exagerado a las cosas que todo el mundo aborrece o teme un poco.
b. Fobias ocasionales: miedo a condiciones especiales que no inspira temor al hombre sano
(agorofobia).
En las fobias ya no hay sustitución. Nunca se encuentra otra cosa que el estado emotivo de ansiedad. Lo que
el enfermo teme es el advenimiento de un ataque de angustia en aquellas condiciones especiales en que
cree no poder escapar de él. La fuente de esta angustia corresponde a la neurosis de angustia. Así, las fobias
forman parte de la neurosis de angustia.
La neurosis de angustia (o ansiosa) es de origen sexual, pero carec de mecanismo psíquico en sentido
propio. Su etiología específica es la acumulación de tensión genésica, provocada por la abstinencia o la
irritación genésica frustránea.
Una fobia y una obsesiòn pueden combinarse: al principio de la enfermedad hubo una fobia desarrollada
como síntoma de la neurosis ansiosa. La idea que constituye la fobia puede ser reemplazada por itra idea o,
por el procedimiento protector que parecía aliviar el miedo.
I. El cuadro clínico
El sueño es uno de los rodeos por lo que se puede sortear la represión. El historial de Dora ilustra el modo
en que la interpretación del sueño se inserta en el trabajo del análisis, y le permite a Freud relacionar los
procesos psíquicos y las condicones orgánicas de la histeria.
El neuróticos siemrpre tienen lagunas al relatar su vida, están incapacitados para dar una exposición
ordenada de su biografía en lo atinente a su historal clínico.
El círculo familiar de la paciente, de 18 años, incluía a sus padres y a un hermano un año y medio mayor que
ella. La persona dominante era el padre, sus características proporciomnaron el armazón entorno del cual
se deificó la historia infantil y patológica de la paciente. La ternura de la hija hacia elpadre se había
acrencetado por las numeras enfermedades que el padre padeció desde que ella cumplió su sexto año.
7 Eneuresis secundaria
8 Disnea
10 Desprendimiento de la retina.
De la madre supo que era una mujer de escasa cultura, poco inteligente, que tras la enfermedad de su
marido y el consecuente distanciamiento, concentró todos sus intereses en la economía doméstica, y así
ofrecía el cuadro de la ”psicosis del ama de casa”. La relación entre madre e hija era desde hacía años muy
inamistosa.
Freud: A propósito de un caso de neurosis obsesiva [Caso “Hombre de las ratas”]. (1909)
Introducción
Tratamiento durante un año, de considerable gravedad por su duración, sus dañinas consecuencias y su
apreciación subjetiva. Alcanzó el restablecimiento total de la personalidad y la cancelación de sus
inhibiciones.
El medio por el cual la neurosis obsesiva expresa sus pensamientos secretos, el lenguaje de la neurosis
obsesiva, sería como un dialecto del lenguaje histérico. Pero debiera ser más fácil acceder a él, ya que se
emparienta más que el dialecto histérico con la expresión del pensar conciente. Sobre todo, no contiene el
salto de lo anímico a la inervación somática. Sin embargo esta expectativa no se cumple en la realidad.
Trasfondo de histeria, pero con evolución distinta.
B. La sexualidad infantil
Experiencias sexuales activas
A. El ocasionamiento de la enfermedad
En la histeria es regla que las ocasiones recientes d ela enfermedad sucumban a la amnesia, lo mismo que
las vivencias infantiles con cuyo auxilio aquellas trasponen su energía de afecto en síntomas. En esa
amnesia se ve la prueba de la represión sobrevenida. En la neurosis obsesiva es posible que las premisas
infantiles de la neurosis sucumban a una amnesia (a menudo sólo incompleta), en cambio, las oasiones
recientes d ela enfermedad se encuentran conservadas en la memoria. La represión se ha servido de otro
mecanismo, en lugar de olvidar el trauma, le ha sustraído la investidura de afecto, de suerte que en la
conciencia queda como secuela un contenido de representación indiferente, considerado inesencial.
Histeria: represión por amnesia.
Neurosis obsesiva: se cortan los vínculos asociativo, la representación queda aislada. Aislamiento en actos o
en el pensamiento.
Se presenta como ocasionamiento de la enfermedad la siguiente situación, a la cual el paciente había
nombrado al pasar. Su madre había sido criada, como parienta lejana, en le seno de una fmailia rica que
explotaba una gran empresa industrial. Y su padre, simultáneamente con el casamiento, entró al servicio de
esa empresa y así, por su elección matrimonial, obtuvo un pasar bastante bueno. Por recíprocas burlas
entre sus padres, cuya relaicón conyugal era excelente, el hijo supo que algún tiempo antes de conocer a la
madre, su padre había hecho la corte a una muchcha pobre y linda, de familia modesta. He ahí la
prehistoria. Tras la muerte del padre, la madre comunicó un día al hijo que entre ella y sus pariente sricos se
había hablado sobre el futuro de él, y uno de los primos había expresado se buena disposición para
entregarle una de sus hijas cuando él terminara sus estudios; y que su vinculación con los negocios de la
La diferencia entre la identificación y la elección de objeto depende de que la ligazón recaiga en en el sujeto
o en el objeto del yo. La primera ligazón es posible antes de toda elección sexual de objeto. La identificación
aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como “modelo”.
Se dilucida la identificación en unos nexos más complejos, en el caso de la formación neurótica de síntoma.
Ejemplo: una niña pequeña recibe el mismo síntoma de sufrimiento que la madre, una tos martirizadora. La
identificación puede ser la misma que la del complejo de Edipo, que implica una voluntad hostil de sustituir
Capitulo V
Los síntomas de la neurosis obsesiva son en general de 2 clases, y de contrapuesta tendencia. O bien son
prohibiciones, medidas precautorias, penitencias, vale decir de naturaleza negativa, o por el contrario son
satisfacciones sustitutivas, hartas veces con disfraz simbólico. De estos 2 grupos, el más antiguo es el
negativo, rechazador, punitorio: pero cuando la enfermedad se prolonga, prevalecen las satisfacciones, que
burlan toda defensa.
En el caso más grosero, el síntoma es de 2 tiempos, vale decir que a la acción que ejecuta cierto precepto
sigue inmediatamente una segunda, que lo cancela o lo deshace, si bien todavía no osa ejecutar lo
contrario.
Freud: La represión.
Freud: 17° conferencia: El sentido de los síntomas.
Freud: 23° conferencia: Los caminos de la formación de síntomas.
Mazzuca: Seminario: La elaboración freudiana de la neurosis obsesiva. Cizalla del cuerpo y del alma.
Aquí la punta de la flecha señala el objeto de amor y el círculo el lugar de la identificación, en este caso, con
un rasgo del objeto odiado rival, para abordar al objeto amado.
Para el varón el complejo de castración es lo que pone fin a este Edipo completo: sepultamiento del
complejo de Edipo. Ahora bien, para que este sepultamiento acontezca Freud señala la necesiad de que,
para el varón, se pongan en relación 2 tiempos: el de la visión y el de la amenaza. En efecto, hay un primer
tiempo en el que el niño no cree lo que sus ojos ven: que la niña está desprovista de pene. Freud indica que
el niño supone que “ella lo tiene chiquito, ya le va a crecer”. Pero al sobrevenir la amenaza de castración
(usulamente dirigidas por prácticas masturbatorias) allí comienza a darle crédito a lo que sus ojos habían
visto: “a ella se lo habrán cortado”.
La aceptación de la posibilidad de la castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las 2
posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo. En efecto, ambas conllevaban la pérdida del
pene; una, la masculina, en calidad de castio, y la otra, la femenina, como premisa. Si la satisfacción
amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto
entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En
este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de
Edipo. De este modo, por temor a la castracion se descatectizan los objetos incestuosos (el padre y la
madre) y las investiduras así resignadas se sustituyen por una identificación, que es la que da lugar al
superyó posedípico.
El complejo de castración, en el varón, termina con el complejo de Edipo. Debería haber allí no solo una
represión, sino una destrucción y cancelación del mismo. De no lograrse más que una represión del Edipo,
éste subsistirá en lo inconciente y más tarde desplegará su efecto patógeno. Seguramente esto es lo que
pasa en las neurosis.
Las 3 orientaciones
El Edipo positivo está orientado hacia el padre, constituye sólo uno de los caminos posibles que se abren
para la mujer a partir del complejo de castración, aquel que, para Freud, conduciría a la posición femenina
normal.
Son 3 las orientaciones posibles para la niña: una lleva a la inhibición sexual o a la neurosis; la siguiente a la
alteración del carácter en sentido de un complejo de masculinidad, y la tercera a la femineidad normal.
Schejtman no cree que las orientaciones del complejo de masculinidad y la femineidad normal queden
necesariamente, en el planteo freudiano, por fuera del compo de las neurosis. Las 3 orientaciones descritas
por Freud pueden perfectamente ser abordadas como formas neuróticas de la femineidad.
La primera orientación lleva al universal extrañamiento respecto de la sexualidad. La mujercita aterrorizada
por la comparación con el varón queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y, con él, a
la sexualidad en general, así como a buena parte de su virilidad en otros campos.
La segunda línea, en porfiada autoafirmación, retiene la masculinidad amenazada; la esperanza de tener
alguna vez un pene persiste hasta épocas increíblemente tardías, es elevada a la condición de fin vital, y la
fantasía de ser a pesar de todo un varón sigue poseyendo a menudo virtus plasmadora durante prolongados
períodos. También este complejo de masculinidad de la mujer puede terminar en una elección de objeto
homosexual manifiesta.
A su vez puede sobrevenir el proceso designado desmentida, que en la vida anímica infantil no es ni raro ni
muy peligroso, pero que en el adulto llevaría a una psicosis. La niñita se rehúsa a aceptar el hecho de su
castración, se afirma y acaricia la convicción de que empero posee un pene, y se ve compelida a
comportarse en lo sucesivo como si fuera un varón.
Es importante diferenciar “la esperanza de recibir alguna vez, a pesar de todo, un pene” (que queda del
lado de la envidia del pene), de “la convicción de que empero se posee un pene” (del lado de la compledo
de masculinidad). Posiciones subjetivas distintas en relación con la castración ya que, en la perspectiva
freudiana, la primera podría dar lugar a la ecuación simbólica “pene=hijo”, lo que constituye la tercera
orientación: femineidad normal, mientras que la segunda pareciera impedir esa ecuación.
Respecto a la tercera orientación, el deseo con que la niña se vuelve hacia el padre, es sin duda,
originariamente, el deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora espera del padre. Sin embargo, la
situación femenina sólo se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo, y
entonces, siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece en el lugar del pene. Con la
transferencia del deseo hijo-pene al padre, la niña ha ingresado en la situación del complejo de Edipo.
Ahora bien, ausente la angustia de castracion, falta para la niña el motivo principal que había esforzado al
varón a abandonarlo. Así que en el caso de la nila, el Edipo no tendrá un corte abrupto (como en el niño)
sino que se irá deconstruyendo muy lentamente y de manera incompleta. En tales constelaciones tiene que
sufrir menoscabo la formación del superyó, no puede alcanzar la fuerza y la independencia que le confieren
su significatividad cultural. Y esto es así porque el superyó es posedípico. O sea, producto de una
La femineidad “norma-male”
Tras el deseo del hijo sobrevive el deseo del pene, más aún, el segundo sostiene al primero. Este deseo
femenino por excelencia no es sino, un deseo masculino.
Las 3 orientaciones suponen evidentemente una orientación fálica como sostén: las 3 se soportan de la
envidia del pene, se proponen como salidas respecto de esa posición pero, en verdad, ninguna la aniquila
por completo.
Las 3 orientaciones, como modos de goce, según la perpectiva freudiana, encuentran su razón en el falo
incluyéndose, de esa manera, en el terreno de lo que Lacan denomina goce fálico. Y no podría ser de otro
modo, ya que las 3 orientaciones que Freud describe son consecuencia, o respuestas a la envidia del pene,
es decir, la forma que toma el complejo de castración en la mujer.
Capítulo 12
Parágrafo 3
El Otro de la palabra es en tanto el sujeto se reconoce en él y en él se hace reconocer. Ese es en una
neurosis el elemento determinante, y no la perturbación de tal o cual relación oral, anal o inclusive genital.
Se trata de una pregunta que s ele plantea al sujeto en el plano del significante, en el plano de su ser.
En la histeria la pregunta es sobre ¿Qué es ser una mujer? La mujer se pregunta qué es ser una mujer del
mismo modo que el sujeto masculino se pregunta qué es ser una mujer. (caso de Hasler: ¿Quén soy? ¿Un
hombre o una mujer? ¿Soy capaz de engendrar?)
Respecto al complejo de Edipo: para la mujer la realización de su sexo no se hace en el complejo de Edipo
en forma simétrica a la del hombre, por identificación a la madre, sino al contrario, por identificación al
objeto paterno, lo cual le asigna un rodeo adicional.
La desventaja en que se encuentra la mujer en cuanto al acceso a la identidad de su prpio sexo, en cuanto a
su sexualización como tal, se convierte en la histeria en una ventaja, gracias a su identificación imaginaria al
padre, que le es perfectamente accesible, debido especialmente a su lugar en la composición del Edipo.
Capítulo 13
Parágrafo 1
La tópica freudiana del yo muestra cómo una o un histérico, cómo un obsesivo, usa de su yo para hacer la
pregunta, es decir, precisamente para no hacerla. La estructura de una neurosis es esencialmente una
pregunta.
La función que cumple en el esquema del estadio del espejo la imagen especualar, en la que el sujeto ubica
su sentido para reconocerse, donde por ver primera sitúa su yo, ese punto externo de identificación
imaginaria, Dora lo coloca en el señor K. En tanto ella es el señor K, todos sus síntomas cobran sentido.
Respecto a la afonía de Dora, si ella se calla cuando el señor K. se va, eso sedebe a que el modo de
objetivación no está puesto en ningún lado. La afonía aparece porque Dora es dejada directamente en
presencia de la señora K. Todo lo que pudo escuchar acerca de las relaciones de ésta con su padre gira en
torno a la fellatio, y esto es algo infinitamente significativo para comprender la intervención de los síntomas
orales.
La razón de la disimetría en el complejo de Edipo para los 2 sexos se sitúa esencialmente a nivel simbólico,
se debe al significante. Hablando estrictamente no hay simbolización del sexo mujer en cuanto tal. Esto
Parágrafo 2
Parecería que lo simbólico es lo que nos brinda todo el sistema del mundo.
La realización de la posición sexual en el ser humano está vinculada a la prueba de la travesía de una
relaicón fundamentalmente simbolizada, la del Edipo, que entrala una posición que aliena al sujeto, que le
hace desear el objeto de otro, y poseerlo por procuración de otro. Se encuentra entonces una posición
estructurada en la duplicidad misma del significante y el significado. En tanto la función del hombre y la
mujer está simbolizada, en tanto es literalmente arranzada al dominio de lo imaginario para ser situada en
el dominio de lo simbólico, es que se realiza toda posición sexual normal, acabada. La realización genital
está sometida a la simbolización: que el hombre se virilice, que la mujer acepte verdaderamente su función
femenina.
En ese entrecruzamiento de lo imaginario y lo simbólico yace la fuente de la función esencial que
desempeña el yo en la estructuración de las neurosis. Cuando Dora se pregunta ¿Qué es una mujer? intenta
simbolizar el órgano femenino en cuanto tal. Su identifiación al hombre, portador del pene, le es en esta
ocasión un medio de aproximarse a esa definición que se le escapa. El pene le sirve de instrumento
imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar.
Hay muchas más histéricas que histéricos porque el camino de la realización simbólica en la mujer es más
complicado. Volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son 2 cosas esencialmente diferentes. Es más,
se pregunta porque no se lleva a serlo y, hasta cierto punto, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo.
Pero una vez comprometida la mujer en la histeria, su posición presenta una particular estabilidad, en
virtud de su sencillez estructural: cuanto más sencilla es una estructura, menos puntos de ruptura revela.
Cuando su pregunta cobra forma bajo el aspecto de la histeria, le es muy fácil a la mujer hacerla por la vía
más corta, a saber, la identificación al padre.
Lacan retoma las estructuras freudianas: perversión, psicosis y neurosis, y dentro de ésta,
fundamentalmente la histeria y la neurosis obsesiva. El término estructura designa que no se trata del nivel
descriptivo de la clínica, por otra parte asume las connotaciones que este término recibió desde el
estructuralismo. Es decir, incluye la referencia a la estructura de la palabra y del lenguaje, y, en especial, al
ser presentadas como estructuras subjetivas, implica que el sujeto resulta un efecto de esa estructura y de
sus diferentes componentes.
Esas diversas estructuras clínicas son concebidas como diferentes modos de constitución del suejto,
diferentes modos de ser sujeto, e implican distintas posiciones del sujeto en relación con los diferentes
componentes de la estructura.
De esto resulta la posibilidad de nuevas distinciones en el uso de la clínica, ya que, por ejemplo, aunque la
neurosis no se haya desencadenado, se puede reconocer la posición obsesiva de un sujeto a través de
múltiples índices.
Lacan no entiende la neurosis ni los síntomas como carácter y rasgos de carácter, sino que traba a estos
últimos como si fueran síntomas. Todo lo que es interpretable es tratado como un síntoma.
Se diferencia en Lacan 2 clínicas a lo largo de su enseñanza. La primera se le llama la clínica del dese, a la
segunda la clínica del goce. La primera es una clínica del sujeto, modalidades de constitución y
funcionamiento del sujeto, modos de ser sujeto. La deldesep es una clínica del sujeto, es una clonica del
Otro, puesto que el desel se plantea siempre como social. La otra es una clínica del goce, por lo contrario, el
síntoma no es social, es autista. Y esto es lo que lleva a Lacan a distinguid síntoma de sinthome,
entendiendo por sinthome, entonves ue el síntoma esté puedo en una función de anudamiento que articula
el goce autista en la relación con el Otro.
El lenguaje, Lacan lo presenta como algo que, desde afuera del cuerpo, viene a recortarlo, a producir sobre
él un efecto de corte. Se ve entonces la persistencia en destacar la exterioridad del significante y su
estructura. Esto tiene un efecto sobre el pensamiento, el hombre no piensa con su alma, piensa porque la
estructura del lenguaje recorta su cuerpo y nada tiene que ver con la anatomía.
La dialéctica hegeliana
Lacan analizó la relación del obsesivo con el otro en términos de la dialéctica hegeliana del amo y del
esclavo.
¿Qué espera el obsesivo? La muerte del amo. ¿De qué le sirve esta espera? Se interpone entre él y la
muerte. Cunado el amo muera todo empezará. El esclavo tiene mucho que esperar de la muerte del amo.
Más allá de la muerte del amo, será preciso que afronte la muerte como todo ser plenamente realizado, y
que asuma su ser-para-la-muerte. Precisamente el obsesivo no asume su ser-para-la-muerte, está en
suspenso. Esto es lo que hay que mostrarle.
Aquí, el anhelo de muerte se combina con la posición temporal del obsesivo: la espera y la postergación. El
obsesivo encuentra en el Otro a su amo y, como un esclavo, vive esperando su muerte. Cultiva la creencia,
ilusoria, de que, cuando el otro muera, podrá vivir de otra manera, o mejor, podrá comenzar a vivir. Esta
posición de espera es una coartada del obsesivo para no comprometerse con su deseo. Atribuye al Otro el
impedimento de su conducta, para desligarse así de su responsabilidad en la vida.
Creere que el impedimento proviene del Otro, no es el único medio que usa el obsesivo como coartada
ante el deseo. También usa la creencia en su propia impotencia. Aunque resulte obsejo de sus quejas y
lamentos, el obsesivo cultiva su impotencia, cree que no puede, para postergar su deseo, o para evitar
encontrarse con el deseo del otro.
El objeto anal
Desde el Seminario 5, la característica del deseo obsesivo fue presentada también bajo la forma de la
oblatividad en la medida en que el objeto anal asume el significado de regalo.
El excremento se introduce en la subjetivación fundamentalmente por intermedio de la demanda del Otro,
en la medida en que queda ubicado como el objeto especial que es pedido por la madre. Y no en cualquier
condicion sino con ciertas exigencias en cuanto a las circunstancias de lugar y de tiempo. Es un objeto
valioso, y su entrega, en las condiciones adecuadas, es festejada y reconocida por el Otro. Pero es, al mismo
tiempo, un objeto despreciable que se rechaza y se tira, un desecho.
Esta oposición funda ya una primera oscilación del sujeto entre 2 puntos extremos. El objeto anal es el
primer soporte de la subjetivación porque es aquello por lo cual el sujeto es requerido a manifestarse como
sujeto. Pero para darlo en las condiciones adecuadas, tiene que comenzar por reternerlo, contra la acción
de la necesdidad y del goce de expulsarlo. De aquí que la forma plena del deseo en el nivel anal, surge como
deseo de retener, y está ligada inicialmente a la inhibición de la función corporal y del goce que esta implica.
Se reconoce esta marca en los deseos del obsesivo que s emanifiesta siempre en alguna forma de inhibición
y como defensa en relación con el goce.
Goce fálico
El goce fálico apunta a una meta y siempre falla, dejando un resto (a) que relanza la carrera. Esto muestra la
estrecha relación existente entre goce y deseo, particularmente el deseo como insatisfecho.
Lacan sitúa el fantasma como el “modo hombre” de abordar el Otro, porque en su escritura ($◊a) se
representa el deseo, estructuralmente insatisfecho ($) y el resto (a) que se produce en el momento mismo
del desencuentro con lo que podría colmarlo. El goce fálico está estrucuralmente condenado al fracaso, a no
hallar lo que era su meta, a dejar resto y pedir más.
Esto quiere decir, la negación afecta al “pato-todo x”, por lo que leemos “para no-todo x, Ф de x”. Es decir,
cuanqlueir ser que habla, sea hombre o mujer, si se ubica de este lado (del lado mujer), no-todo es
alcanzado por la función fálica y, consecuentemente se goce no-todo se regula, no-todo se civiliza, por la
razón fálica.
Sólo sustrayéndose uno, se constituye el límite y así la clase. Del lado mujer ocurre que no hay ese al-
meno-uno que, desde fuera sostenga la clase, exceptuándose al para todo. De allí surge la segudna fórmula
para el lado femenino
Esta se lee “no existe ni uno, que no Ф de x. No existe uno que se sustraiga a la castración y, no habiendo
excepción, del lado mujer no se constituye la clase. Esto es porque La mujer no existe, por esto Lacan lo
escribe tachado
Por ser no-toda en la función fálica, a una mujer le toca, entonces, en suerte un goce que excede al que
designa como goce la función fálica. Goce propiamente femenino, suplementario, adicional, en más,
respecto al goce encauzado por la ley del padre. El goce femenino no se deja encarrilar por el nombre del
padre, sin embargo esto no quiere decir que no se encuentre tomada por el Edipo y su razón fálica. Está de
lleno en la función fálica, lo que la escluye de la psicosis. El psicótico no ha entrado en el goce fálico, en
cambio el goce femenino es más allá de aquel.
Hay una dificultad de estructura para hablar de este Otro goce. Es que cuando se pronuncia una palabra
para acercarse a él, se hace del lado hombre, y en ese instante se pierde. El goce propiamente femenino es
repelente al significante.
Si la histérica se pregunta qué es ser una mujer, esta pregunta no es sino un modo neurótico de
preguntarse. Y la forma neurótica de la pregunta es, como tal, la pregunta no desplegada. La forma
neurótica de la pregunta (por la muerte o el ser, del lado obsesivo), por la femineidad (para la histérica), es
la pregunta detenida, no desplegada, no realizada.
La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta, y la neurosis supone ya una respusta
anticipada.
Hay que recordar que no hay inscripción en el inconciente de la vagina ni de la propia muerte, falta material
simbólico para decir de la mujer y de la muerte (S(A), significante de la falta del Otro).
Para no enfrentarse a este agujero, queda la posibilidad de no acercarse al lugar donde no hay respuesta a
la pregunta, no aproximarse al lugar donde el Otro ya no responde.
Si una neurosis es ya respeusta anticipada, para no acercarse al lugar donde no hay respuesta a la pregunta,
esa respuesta se localiza precisamente en el fantasma, lo cual se puede leer en el grafo del deseo.
En S(A) se sitúa el punto donde el Otro no responde. Puede observarse que el vector que llega hasta ese
punto cobra forma de signo de pregunta. A ello se refiere la pregunta en tanto que “desplegada”.
S(A) puede leerse como deseo del Otro o como significante de la falta del Otro.
El neurótico, sin llegar al lugar donde la pregunta no se responde (lo que le generaría angustia), toma el
recorrido del fantasma ($ ◊ a) . Responde la pregunta anticipadamente, preguntándose pero sin hacerlo, no
desplegando el interrogante.
La respuesta de Dora
La neurosis histérica se define, exactamente, por el no despliegue de la pregunta por la mujer. La histeria no
consiste sino en la respuesta anticipada que, desde el lado del hombre se da, en el fantasma, al “¿Qué
es ser una mujer?” De esta manera tampona la histérica la falta en el Otro con una singular “versión del
padre”. Lo que la provee de un marco estable, regulado, para encarar al Otro (al Otro sexo que es, para
hombres y mujeres, el sexo femenino). Su fantasma le da una razón fálica, una medida de lo que sería ser
mujer. Pero este “modo hombre” de abordar al Otro sexo, se presenta para cada histérica de una manera
absolutamente singular: a partir de su versión del padre, su propia versión de lo que es ser una mujer.
Hacer de hombre
En Freud, la histérica en este modo hombre de abordar al Otro sexo “hace de hombre”, se identifica con el
hombre. Y es que solo desde ese lugar podrá responderse anticipadamente a la pregunta por la mujer.
Así es que Dora tose como su padre: identificación del segundo tipo, con un rasgo del objeto amado. Y es
desde esa identificación con el padre que ella aborda a la señora K. como objeto a ser chupado.
Dora se identifica con todos los hombres del historial: con su padre, con el señor K, con su hermano, con el
joven ingeniero, con Freud. Los hombres no son más que meros intermediarios para que se formule su
pregunta por la mujer, esto es, que desde allí la responda anticipadamente con su fantasma. Solo aborda a
la otra (en la que adora el misterio de lo femenino) haicendo de hombre.
Con Lacan ya no se piensa en interpretar la adoración de la otra en l ahistérica en el sentido de una
homosexualidad latente (como hace Freud), sino que se lee allí el intento de encontrar, situada ella en el
Hera y Tiresias
III. PERVERSIÓN:
a. La inversión
i. Invertidos absolutos: su objeto sexual tiene que ser de su mismo sexo.
ii. Invertidos anfígenos (hermafroditas psicosexuales): su objeto sexual puede pertenecer tanto a su
mismo sexo como al otro.
iii. Invertidos ocasionales: bajo ciertas circunstancias exteriores, entre las que descuellas la inaccesibilidad
del objeto sexual normal y la imitación, pueden tomar como objeto sexual a una persona del mismo
sexo y sentir satisfacción en el acto sexual con ella.
La primera apreciación de la inversión consistió en concebirla como un signo innato de degeneración. Freud
entiende que es más adecuado hablar de degeneración sólo cuando: coincidan varias desviaciones graves
a. Transgreciones anatómicas
Sobrestimación del objeto sexual: la estima psíquica de que se hace partícipe al objeto secual como meta
deseada de la pulsión sexual sólo en casos raros se circunscribe a sus genitales. Más bien abarca todo su
cuerpo y tiende a incluir todas las sensaciones que parten del objeto sexual. La misma sobrestimación
irradia al campo psíquico y se manifiesta como ceguera lógica respecto de los productos anímicos y de las
perfecciones del objeto sexual, y también como crédula obedicencia a los juicios que parten de este último.
La credulidad del amor pasa a ser así una fuente importante, si no la fuente originaria de la autoridad.
Capitulo 3
Al avanzar en el trabajo de interpretación tropezamos con un desconcertante problema: averiguar porqué
este contenido mnémico fue refundido en una situación homosexual.
¿Por qué se llegó a dotar al pájaro materno con el distintivo de la masculinidad?
En la mayoría de las figuraciones de Mut, los egipcios dieron plasmación fálica a esta divinidad materna de
cabeza de buitre; su cuerpo, caracterizado como femenino por los pechos, llevaba un miembro masculino
en estado de erección. Por lo tanto, en la diosa Mut se encuentra la misma reunión de caracteres maternos
y masculino que en la fantasía de Leonardo.
Freud: Fetichismo.
El fetiche es un sustituto del pene, pero no es el sustituto de uno cualquiera, sino de un pene determinado,
muy particular, que ha tenido gran significatividad en la primera infancia, pero se perdió más tarde. Esto es:
normalmente debiera ser resignado, pero justamente el fetiche está destinado a preservarlo de su
sepultamiento. El fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que el varoncito ha creído y al
que no quiere renunciar.
El proceso indica que el varoncito rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, que la mujer
no posee pene. Si la mujer está castrada, su propia posesión de pene corre peligro, y en contra de ello se
revuelve la porción de ncarcisismo con que la naturaleza ha dotado justamente a ese órgano.
La palabra represión se aplica a la defensa contra las demendas pulsionales internas. Para separar de
manera más nítida el destino de la representación del destino del afecto, y reservar el término “represión”
para el afecto, “desmentida” (Verleugnung) sería la designacion alemana correcta para el destino de la
Schejtman: Fantasía y pulsión en el síntoma neurótico. Seminario: Las fantasías perversas de los
neuróticos.
Cizalla del cuerpo y del alma.
Introducción
Aunque Freud no llega a aislar la perversión como estructura clínica (Lacan hará eso), no se priva de resaltar
el carácter perverso de las fantasías en la neurosis y de las pulsiones que se satisfacen en los síntomas
neuróticos.
De la masturbación al síntoma
En el texto “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, Freud propone el mecanismo de la
formación del síntoma neurótico, en relación con la fantasía perversa. Freud parte de la masturbación
infantil, indicando que ella se componía en esa época de 2 fragmentos: la convocación de la fantasía y la
operación de autosatisfacción en la cima de ella. Tal composición es reasultado de una soldadura.
Se plantea, entonces, un primer tiempo en el que se localiza una empresa autoerótica pura, una pura
autosatisfación, aún sin referencia a la fantasía. Si el autoerotismo supone para Freud la satisfacción
anárquica de las pulsiones parciales, esta fase inicial respondería a la necesidad lógica de suponer un
tiempo en que la satisfacción pulsional se hallaría aún desprovista de cualquier marco fantasmático. Sólo
en un segundo tiempo lógico esta pura autosatisfacción se suelda con la fantasía. En palabras de Freud: más
tarde esa acción se fusionó con una representación-deseo tomada del círculo del amor de objeto y sirvió
para realizar de una manera parcial la situación en que aquella fantasía culminaba. Esa representación-
deseo es tomada del círculo del amor de objeto, que no designa otra cosa que aquello que, más adelante en
la obra de Freud, será el complejo de Edipo. Lo que permitiría aproximarnos al lazo estrecho que anuda la
fantasía y el Edipo.
Una cosa es la satisfacción autoerótica y otra la satisfacción ya ligada al campo de la fantasía. Es importante
esta distinción porque se puede corroborar que el síntoma neurótico va a heredar ambas satisfacciones: la
que proviene del autoerotismo y aquella de la fantasía.
Chupetea-Dora
En Dora ¿Qué se ubica para ella como goce pulsional, satisfacción autoerótica que, secundariamente, se va
a enmarcar, incluso a domesticar, por la escena fantasmática? Freud indica: un hecho notsable
proporcionaba en ella la precondición somática para la creación autónoma de una fantasía, que coincide
con el obrar de los perversos. Recordaba muybien que en su infancia había sido una “chupeteadora”. La
fantasía oral de Dora, por la cual ella da cuenta de la relación entre su padre y la señora K., estaría montada
sobre esta precondició somática: la autosatisfacción por el chupeteo.
A esta autosatisfacción por el chupeteo la ubica como condición de la posterior solicitación somática. La
solicitación somática se produciría en Dora a nivel del cosquilleo en la garganta, pero estaría determinada
por la intensa activación de la zona erógena a temprana edad.
La escena con el hermano es ya una elaboración psíquica, un marco fantasmático. Es un fantasma que
enmarca la pulsión, ya que en ella se encuentra relación con el Otro.
Lacan aborda esta escena como la matriz imaginaria en a que han venido a vaciarse todas las situaciones
que Dora ha desarrollado en su vida; ilustración de los automatismos de repetición. Este es el clisé
(referencia freudiana) o matriz imaginaria (es cómo Lacan entiende al fantasma en esta época) que se
repite, que está en juego, y que organiza todas las relaciones de Dora con sus objeto de amor y de odio.
En la tos como síntoma, confluyen las satisfacciones provenientes de ambas vertientes: la autosatisfacción
por el chupeteo y la fantasía oral. Se trata de una soldadura de elementos heterogéneos, tal soldadura no
consigue suprimir la heterogeneidad de los 2 elementos. De esta manera no podría decirse que el goce
autoerótico se elimina en términos absolutos cuando la pulsión se enmarca en el fantasma. El goce
autoerótico se deja domesticas por el fantasma... no todo.
Lo que del goce pulsional se enmarca en el fantasma (perverso para Freud) se domestica de ese modo,
incluyéndose en el campo del principio de placer. El fantasma no tendría en último término otra función que
esa: transformar ese goce pulsional (no sujeto al principio de placer) en un goce enmarcado, limitado,
ajustado al principio de placer.
El síntoma neurótico hereda las satisfacciones provenientes de la pura satisfacción pulsional y aquella que
encuentra su marco en el fantasma.
El significante es ya una respuesta anticipada para la pregunta que podría formularse acabadamente si el
neurótico la desplegara... ¿Hasta alcanzar qué?: S(A) significante de la falta del Otro. Lugar donde se podría
escribir, según Freud, al trauma. Pero, siempre y cuando se lo despoje del lastre de considerarlo un hecho
efectivamente acontecido. Lo traumático es el sin-sentido del deseo del Otro y el fantasma, entocnes, ya es
una respuesta, aunque el neurótico, por lo general nada sepa puesto que solo lo encuentra velado entre sus
síntomas.
Sobre el síntoma se ejerce también una interferencia de lo pulsional. El recorrido va desde $◊D (matema
lacaniano de la pulsión) hasta s(A), localización del síntoma. Se localiza acá la prevalencia de la pulsión oral
en Dora, su incidencia en la formación de síntoma.
Schejtman: Reencuentro con Dora: otono de 1922. Seminario: Las fantasías perversas de los neuróticos.
Cizalla del cuerpo y del alma.
La pulsión invocante
Tanto ante la interpretación de Freud y de Deutsch el síntoma responde desapareciendo. ¿Cómo se
entiende los efectos de la interpretación? La intervención del analista apunta al goce fantasmático que
sostiene al síntoma. Y lo hace, sobre todo, “tocando” el punto de identificación del sujeto en ese fantasma.
La intervención del analista concierne a la posición misma de Dora. En esas fantasías ella tiene un lugar
otorgado por la identificación. En ambos análisis, a través del fantasma, la posición misma del sujeto en
relación con la pulsión que se satisface en los síntomas es alcanzada.
En cuanto a la tos de Dora, Freud revela, por su interpretación, el fantasma que sostiene a ese síntoma. Se
trata de la fantasía que da cuenta de la relación del padre con la señora K. Y a partir de allí se suceden las
elaboraciones en torno de la pulsión oral y la posición de la chupetea-Dora. En relación con los síntomas
auditivos del síndrome de Meniére, estos desaparecen a partir del contacto que Félix Deutsch establece
entre los mismos y la “escucha nocturna” de Dora sobre su hijo.
De este modo, Deutsch toca el goce fantasmático que está en juego a nivel de los síntomas auditivos. Pero
es otra la pulsión que está allí concernida. No se trata ya de la pulsión oral, sino de aquella que está ligada a
ese otro objeto lacaniano que es la voz: la pulsión invocante.
En modo alguno está ausente del historial freudino la vía por la cual los síntomas de Dora son relacionados,
ya no con la pulsión oral, sino con la pulsión invocante. Deutsch recuerda que Freud se había referido ya a la
disnea infantil de Dora, en tanto que condicionada por su escuchar, cuando niña, los ruidos del dormitorio
de sus padre, adjunto al suyo.
Esa dificultad respiratoria no muestra, nuevamente, sino la identificación respiratoria de Dora con el padre.
Tanto en la tos, como en los síntomas del síndrome de Meniére, como en la disnea, el fantasma le reserva a
Dora una identificación viril, la que le permite a ella sostener su relación con la otra mujer y, entonces, su
pregunta histérica.
La escena con el hermano se trata de un clisé, o una matriz, que s erepite siempre igual y que hace de
marco para la convivencia de pulsiones heteroclítas (oral e invocante), que se satisfacen allí, y que conducen
a la formación de síntomas diferentes. La estructura del fantasma es, entonces, la misma, y es la misma en
tanto le reserva a Dora un lugar de identificación viril para su abordaje de la otra mujer. Pero según el
síntoma que se enfoque, será una u otra la pulsión allí comprometida.
Lacan en su Seminario 10: “La angustia”, presenta a la histeria en oposición con la neurosis obsesiva, del
lado de la prevalencia de la pulsión oral y de la pulsión invocante. En la neurosis obsesiva, subraya la
preponderancia de las pulsiones anal y escópica.
V. EPILEPSIAS:
Definición de epilepsia. Patogenia. Clasificación: crisis parciales, simples y complejas. Crisis generalizadas,
convulsivas y no convulsivas. Diagnóstico. Diagnóstico diferencial: con psicosis, con ataque y parálisis
histérica.
Nociones sobre el tratamiento.
Bibliografía obligatoria:
Rosenstein, M., Thomson, A. y otros, “Epilepsias”. Ficha de la cátedra.
I. ENCADENAMIENTOS Y DESENCADENAMIENTOS
Nora: la mujer-guante
Lacan no vacila en afirmar que aquí, en el modo en que Joyce se enguanta con Nora, “hay relación sexual”, una
singular complementaridad donde no habrá lugar para los hijos.
“La personalidad de Nora –afirmaba Joyce- es tan especial que no logro que la mía pueda afectarla, está hecha
completamente a prueba de mí”. Nora, por esa desafección misma, se constituyó en una tenaz partenaire-
sinthome que sostuvo con eficacia su anudamiento.
El síntoma-letra
En el otro extremo de su enseñanza se encuentra una nueva versión del síntoma. No ya el síntoma-
metáfora, del que se desprenden efectos de sentido o significación, sino el síntoma-letra en el que se
subraya más bien sus efectos de goce.
El síntoma, ya en el Seminario 10, no se abre al Otro de la interpretación (salvo que s ele añada la
transferencia que lo transforma radicalmente), el síntoma es goce que se basta a sí mismo, que no pasa
naturalmente por el campo del Otro.
La práctica, en esta época, para Lacan se consagra allí donde se trata con el síntoma, a adevelar; a
desenmascarar la relación con el goce, que es el real en la medida en que está excluido.
En “La tercera” (texto de 1974) dice que llama síntoma a lo que viene de lo real. Esto significa que se
presenta como un pecesito cuya boca voraz sólo se cierra si le dan de comer sentido. Entonces una de 2: o
con eso prolifera o revienta. Lo mejor sería, y en ello deberíamos poner nuestro empeño, que reventara lo
real del síntoma, y ahí está el asunto: ¿Cómo hacer?. Por supuesto que no se trata de darle de comer
sentido al síntoma, eso es la religión: el sentido es siemore religioso. Que incluyo haría un boom, pero este
boom religioso es la proliferación del sentido del síntoma. Lo reventar del síntoma debe ponerse en la
cuenta de la interpretación analítica que apunta más bien a vaciar, a desponjar al síntoma de sentido.
Lacan ubica alsíntoma como aquello que viene de lo real, supone un avance de lo real sobre lo simbólico.
Esto es algo que queda escrito con precisión en la cadena borromea de 3 eslabones.
Sin embargo posteriormente en “R.S.I.” plantea lo contrario: que el síntoma es efecto de lo simbólico en lo
real, y se produce en el campo de lo real.
Más allá de las diferencias entre “La tercera” y “R.S.I.”, en la enseñanza de Lacan de los años 1970 el
síntoma ya no se ubica enre simbólico e imaginario, sino entre simbólico y real. Esta es la segunda
concepción lacaniana del síntoma, que resalta no ya su cara metafórica y su efecto de sentido, sino su
vertiente real y si efecto de goce.
El síntoma termina por ser definido como una función, y en tanto que letra: la letra del síntoma. La función
del síntoma consiste en “traducir” un Uno del inconciente por una letra. Del inconciente (que supone un
enjambre de unos), se extrae uno, un Uno, que escribe la letra del síntoma. Si el síntoma-metáfora supone
la articulación mínima de 2 significantes, el síntoma-letra viene a mostrarnos precisamente la distancia que
se impone entre la noción de significante (que clásicamente representa un sujeto para otro significante) y lo
que Lacan llama aquí letra, en la que la identidad de sí a sí está aislada de toda cualidad. Es decir, en el nivel
de la letra se trata del S1 solo. Un Uno que se aísla, que se extrae del inconciente, volviéndose letra del
síntoma.
La letra del síntoma supone una fijación de goce en esa extracción, y es eso lo que determina su repetición y
su resistencia (resistencias del ello y del superyó; con el síntoma-letra Lacan rectifica el retroceso respecto
del planteo freudiano). Es justamente esa fijación de goce (causa de la repetición) que se destaca en el
síntoma-letra, lo que hace que el síntoma se distinga, se separe ahora de la serie de las formaciones del
inconciente: el sueño, el lapsus, el acto fallido, el chiste.
El síntoma y el inconciente.
El sueño, el lapsus, el acto fallido, el chiste, se caracterizan por su fugacidad. No suponen la fijeza,
permanencia y repetición que caracteriza al síntoma. En el último Lacan, las relaciones entre el síntoma y el
inconciente se subvierten. Si en su primera enseñanza había coherencia entre el síntoma y el inconciente
(inconciente estructurado como lenguaje y el síntoma, una de sus formaciones, también estructurado como
lenguaje), ahora esa coherencia se quiebra. Si se considera la insistencia simbólica del inconciente, cunado
el síntoma deja de ser una formación del inconciente, es más bien éste, el inconciente mismo, el que
termina deviniendo una formación del síntoma.
El inconciente, si responde del síntoma y es el responsable de su reducción, si el síntoma realiza, el
inconciente-intérprete simboliza. Así se escribe el paso de lo real a lo simbólico propio del inconciente:
R S.
El símbólico de inicio en la operación de realización propia del síntoma no es el mismo que el simbólico de
llegada en la simbolización propia del inconciente. Lo simbólico del que el síntoma extrae un Uno, no es lo
simbólico producto del trabajo del inconciente. Lo simbólico del que se trata inicialmente es el del enjambre
significante: S1-S1-S1. Un simbólico absolutamente independiente del sentido. De ese enjambre el síntoma
arranca un Uno y escribe salvajemente una letra. Es decir, la operación del síntoma es ésta:
S1-S1-S1 S1.
Mientras que, el movimiento que produce el inconciente respondiendo del síntoma agrega un S2 a este real
de la letra de goce sintomático: S1 S1-S2.
No debe pensarse que la perspectiva que introduce el síntoma-letra anula lo que Lacan había aportado en
cuanto al síntoma-metáfora. Es precisamente el psicoanálisis el que introduce la articulación entre ambos:
ahí donde fuerza al síntoma-letra a devenir una metáfora. Es la apertura del inconciente al comienzo del
análisis el que pone en funcionamiento las cadenas significantes que movilizan la letra del síntoma,
desarrollando un carácter metafórico que el síntoma no trae consigo. Así el síntoma se vuelve permeable a
la interpretación analítica: a partir de su formalización conseguida en la entrada en análisis. El síntoma
como formación del inconciente sería, en verdad, un artificio del psicoanálisis como tal.
Aproximaciones al sinthome
El sinthome no es el síntoma-metáfora, ni el síntoma-letra. Vale la pena mantener esta distinción triádica,
fundamentalmente teniendo en cuenta el horizonte indicado: el de la instrumentalización clínica de esta
noción de sinthome.
Si el síntoma letra de goce corresponde a la dimensión real del síntoma, entonces el sinthome no es real, ni
imaginario, ni simbólico. Es aquello que permite que lo simbólico, lo imaginario y lo real se enlacen (de
Este nudo de trébol no se desarma, no se desata, no deviene un nudo trivial, salvo que en alguno de estos 3
puntos de cruce se cometa un error: lo que Lacan llama lapsus del nudo.
El lapsus, el error de anudamiento, consiste en cambiar el cruce de las hebras. El resultado es que el trébol
se desanuda y tenemos un nudo trivial.
El sinthome, es conceptualizado por Lacan en el Seminario 23, en tanto que reparación de ese error o lapsus
del nudo.
El sinthome no consiste en otra cosa que un eslabón nuevo que se agrega para remediar, paa corregir el
fallo del nudo. De esta manera, se procede a reparar sinthomáticamente el error en la fractura del nudo de
trébol.
A partir de esta reparación (que Lacan también llama corrección, compensación, suplencia) el nudo de
trébol ua no se desarma, no se desata. El sinthome es lo que le impide al trébol fallado devenir nudo trivial.
Por la corrección introducida el saldo ya no es un nudo, sino una cadena, puesto que se ha agregado un
nuevo eslavón y ahora hay 2 anillos: el original y el sinthome.
Joyce, el síntoma
Se parte del encadenamiento borromeo de los 3 registros:
2. ANGUSTIA Y FOBIA
a. El caso Juanito:
Fases del desarrollo de la fobia. Elementos condicionan-tes y desencadenantes en el caso. De la angustia al
miedo: constitución del síntoma fóbico. Estatuto del objeto fóbico (el caballo). Posición edípica de Juanito en el
momento de irrupción de la fobia. Función de la premisa fálica. Función de las fantasías. Las dos jira-fas.
Fantasía del fontanero. El "complejo del lumpf". Las interpretaciones de Freud. Lectura del caso Juanito a partir
de las fases que Freud establece en “Lo inconsciente”.
d. La angustia:
La angustia como estado afectivo. Diferencias con otros afectos. Angustia automática. Angustia señal. La
angustia y la psicopatología. Su función en relación con los síntomas de la histeria, la fobia y la neurosis
obsesiva.
Algunas formulaciones de Lacan acerca de la angustia. La angustia no es sin objeto. La angustia se produce ante
la falta de la falta. La angustia supone el encuentro del deseo del Otro.
Bibliografía obligatoria:
Deutsch, H., “Un caso de fobia a las gallinas”. En Conjetural, 23, Sitio, Buenos Aires, 1991 (enviado por
la lista psicopato209).