Ur, Asur y Babilonia - Hartmut Schmokel
Ur, Asur y Babilonia - Hartmut Schmokel
Ur, Asur y Babilonia - Hartmut Schmokel
UR, ASUR Y
BABILONIA
TRES MILENIOS DE
CULTURA EN
MESOPOTAMIA
Este libro fue publicado por
GUSTAV KILPPER VERLAG
con el título UR, ASSUR UND
BABYLON
Lo tradujo al español
VICENTE ROMANO GARCIA
I - SUMER
ARCAICO
Uruk, 2900 a. J. C.
Cuando el corto anochecer se
extiende sobre el país llano del Eufrates
vuelven a casa los rebaños del templo a
los gritos de los pastores morenos y
desnudos. Es primavera y la hierba
recién nacida tiene jugo y fuerza. Las
ovejas y las cabras están gordas y los
corderos siguen ágiles a sus madres, que
marchan pesadamente con las ubres
llenas. Todavía falta tiempo para la
esquila; la piel les cuelga a los animales
y las hilanderas de los patios del templo
tendrán mucho trabajo este año.
Uruk, 2800 a. J. C.
Desde hace unos 300 años se hallan
asentados en el país los súmenos,
pueblo de estatura mediana, cráneo
braquicéfalo, nariz recta y saliente, boca
pequeña, labios finos y mandíbula
inferior corta. La región a la que le
dieron su nombre abarca la mitad
occidental del actual Iraq Arabi y con
sus 20.000 km2 corresponde
aproximadamente a la extensión de
Westfalia. Durante estos primeros siglos
del tercer milenio ha cambiado mucho
su fisonomía. Predominan las comarcas
esteparias, cuyo carácter se asemeja
mucho al desierto en la época de sequía;
mas se han reducido los grandes
pantanos, se aseguraron parcialmente las
orillas de los ríos y de innumerables
corrientes, y grandes franjas de las
proximidades se han convertido en
tierras de labor. El trabajo duro,
enérgicamente reunido y
conscientemente aplicado del pueblo
radicado ahora entre las corrientes, ha
creado un sistema de riegos que contiene
con elevados diques las crecidas de
primavera y otoño ocasionadas por las
lluvias y el deshielo en Armenia.
Mediante canales, elevadores, acequias
y regueras, se lleva el agua de las
corrientes al suelo de las estepas, rara
vez humedecido con las lluvias,
haciendo de él exuberantes jardines y
palmerales datileros, fértiles campos de
cereales y jugosos prados que jamás se
secan por completo. Aquí está el origen
de aquella obra de la que se vanaglorian
a través de los milenios los reyes,
gobernadores y demás potentados de
Mesopotamia. Una obra que garantiza la
alimentación de una población de
millones y que se ha vuelto a emprender
en el Iraq actual con medios modernos y
muy costosos. Este sistema de riegos fue
destruido en primer lugar por el
despótico gobierno romano, la
indolencia parta y las matanzas del
mogol Gengis Kan. Las once doceavas
partes de esta región tan rica en otros
tiempos se transformaron (LÁMINA 1,
118) en desierto.
Kish, 2600 a. J. C.
La fama de Sumer se había
extendido con sus caravanas
comerciales por los cuatro puntos
cardinales; la leyenda de su riqueza iba
de boca en boca. El espejismo del
caluroso desierto les presentaba a los
beduinos ciudades de altas torres,
palmerales exuberantes que hacían
ondear los vientos frescos del atardecer
y lagos brillantes llenos del agua
codiciada. Se sabía que también allí, en
las tierras fértiles, apenas llovía en el
invierno, pero la fama hablaba de la
tupida red de canales y acequias que
daban vida y prosperidad al país durante
todo el año. En el cañaveral de los
pantanos se podían cazar numerosas
aves acuáticas, la pesca se podía
practicar en los ríos y canales, y los
campos, las plantaciones y los huertos
colmaban a sus laboriosos cultivadores
con un rendimiento exuberante. Y si las
noches de invierno eran a veces heladas,
si los meses de estío yacían bajo un
calor opresor y sofocantes tempestades
de arena roja, el otoño y la primavera
reparaban estos daños con sus brotes y
flores.
Lagash, 2360 a. J. C.
Cargado con un rico botín se ha
retirado el ejército del gran rey de
Umma. Umma tuvo siempre a su
enemigo y rival en la vecina ciudad de
Lagash. Lleva consigo a su buen
príncipe Urukagina, a Shagshag, su
inteligente mujer, y a la corte, dejando
tras sí la ciudad destruida en su mayor
parte, sobre la que se alzan en una nube
oscura de destrucción, el polvo de las
murallas derrumbadas y el humo de los
incendios. La queja de los sacerdotes
resuena como un solo grito de horror en
los templos profanados, cuya santidad
no respetó esta vez la soldadesca por
orden de su señor. Mujeres, ancianos y
muchachos forman una larga cadena en
el muelle pasándose a toda prisa unos a
otros los cubos de agua para apagar el
fuego. La cogen del ancho brazo de
agua, medio canal y medio río, que
desde antiguamente une el Tigris y el
Eufrates y al que hace unos días apenas
debía su bienestar la rica ciudad
comercial de Lagash. De las casas en
llamas sacan el mobiliario cotidiano que
despreciaron los saqueadores: mesas y
sillones de mimbre, banquillos, camas y
banquetas para los pies, arcas de arcilla
o —como cosa preciosa— de madera,
los pucheros y jarros del hogar y un par
de cántaros del sótano. Y la pequeña
hijita aprieta, sollozando, la ovejita de
arcilla que suena tan bien al sacudirla y
que por poco le hubieran pisado los
mayores con sus prisas. Luego, poco a
poco, al entrar la oscuridad se va
apagando el ruido, los incendios,
chispeando aquí y allá los pequeños
fuegos de los rincones apartados de los
patios, en los que guisan algo de comer
los pocos habitantes que han quedado
con vida y se encuentran agotados.
Ur, 2050 a. J. C.
«Cuando An y Enlil le dieron a
Nanna el reino de Ur, Ur-Nammu, el
hijo que había parido Ninsum, empezó
sus obras, para su querida madre que
le había regalado la vida...»
El lector alza su voz, una tras otras
resuenan en el oído las hazañas de Ur-
Nammu:
No ha de resucitar jamás
lo mismo que una ciudad maldita de
An.
El vigilante me detenía en la
escuela:
—¿Por qué vienes tan tarde?
Entonces
tenía miedo, mi corazón empezaba
a latir,
iba al maestro. —¡Vete a tu sitio!
Acto seguido veía mi tablilla,
se encolerizaba y entonces me daba
azotes...»
La Filología, practicada
principalmente por sacerdotes
instruidos, se esforzaba ciertamente por
la conservación y la comprensión del
sumerio, olvidado ya por el pueblo, que
fue retrocediendo más y más a los
ámbitos del idioma oficial y aún más de
la lengua del culto. Listas de palabras,
silabarios, vocabularios sumero-
acadios, (LÁMINA 59) textos bilingües
y traducciones caían dentro de su esfera
de trabajo, que se habría de ampliar aún
durante los siglos que siguieron a la
invasión de los semitas occidentales.
La Cronología se preocupaba de
fijar el transcurso del tiempo mediante
el establecimiento de fórmulas oficiales
para los años de gobierno de los reyes y
príncipes, consistentes en titularlos con
un acontecimiento especial del
correspondiente espacio de tiempo.
Estos nombres de años los encontramos
ya en la época acadia; ahora se
convirtieron en una institución fija,
habiéndose conservado los de Gudea,
Urningirsu y Ugme de Lagash y los de
los cinco soberanos de la tercera
Dinastía de Ur. Entre las 46 fórmulas
anuales de Shulgi encontramos, por
ejemplo, las siguientes:
Shubat-Enlil, 1720 a. J. C.
En la segunda mitad del siglo xviii a.
J. C., el rey Samsi-Adad de Asiria,
primero de su nombre, escribió a su hijo
Jasmachadad, gobernador de Mari, un
gran número de cartas que, junto con
otros 20.000 documentos de
correspondencia, se conservaron en el
archivo de Mari-Tell Hariri y que se
conocen desde 1935. He aquí extractos
de algunas de ellas.
«Referente a mi mensajero de
Tilmun me has escrito que penetró en
la casa de un comerciante, quiso
llevarse un tronco de palmera y fue
golpeado, por eso no me lo has podido
mandar todavía. Esto es lo que me has
comunicado. Se le puede castigar.
¿Pero no puede montar en un burro?
¿Por qué no lo has enviado ya? Según
mis indicaciones debieras haberlo
mandado hace veinte días—¿por qué
no lo haces?... En cuanto a la
explotación del mineral de cobre: todo
en orden. Los cargadores llevarán el
cobre hasta unas diez o veinte horas
dobles y tú encarga entonces a los hijos
de los grandes y a los especialistas que
reúnan el mineral de cobre. Deben
separar cuidadosamente las impurezas
y suciedad ... y el mineral lavado según
la impecable limpieza con ayuda del
agua... Después ha de tener lugar la
trituración y la recogida. Otra cosa
más: Aún queda una carga de sésamo.
Hay que enviármela lo antes posible
para que pueda hacer uso de ella.»
Inscripciones sumerias de
consagración documentan a estos
príncipes semitas occidentales con los
honrosos nombres tradicionales de los
santuarios: «Lipi-tistar, el humilde
pastor de Nippur, el santo plantador de
Ur, el que incesantemente cuida de
Eridu, el Señor que adorna Uruk, el rey
de Isin, el rey de Sumer y Accad, el
favorito de Inanna...» Y es característico
que este rey, que reinó hacia 1870 a. J.
C., mandó componer en lengua sumeria
su ley reformadora descubierta hace
pocos años. También cuando un
usurpador de nombre intencionadamente
sumerio, Ur-Ninurta (hacia 1850 a. J.
C.) pone fin a la dinastía de Isbierra en
Isin, sigue la misma tendencia. Y bajo su
biznieto se celebró una costumbre
cultual con cuyo desenlace no se había
contado naturalmente esta vez: Si se
descubrían malos presagios para el rey y
el Estado, se solía colocar en el trono
por un día a un «rey suplente», que tenía
que morir a la noche siguiente y, según
la concepción normal, se llevaba
consigo la esperada desgracia. En
tiempos de Erraimitti tuvo lugar un acto
semejante. Pero cuando este príncipe
murió expresamente el mismo día de la
proclamación del rey suplente, éste supo
mantenerse en el trono y gobernó
tranquilamente durante veinticinco años
—un acontecimiento que a pesar de su
rareza pasaría más de mil años después
a la tradición griega en forma de
leyenda.
Semejante es también el resultado en
Larsa, que ocupa el primer puesto desde
1860 a. J. C. aproximadamente: el
fundador de este ascenso, Gungunum, se
llama «Rey de Sumer y Accad»,
Nuradad (hacia 1790 a. J. C.) restablece
la antigua ciudad cultual de Enki, Eridu
y vuelve a poner en marcha su servicio
divino. Su hijo Siniddinam se vanagloria
en sus inscripciones sumerias de su
preocupación por Utu, Dumuzi, Nanna y
la ciudad Ur. El es el primero que tiene
un conflicto con los gobernantes semitas
occidentales de una nueva ciudad a
orillas del Eufrates, a 200 km al
noroeste en las proximidades de la
antigua Kish, con los señores de
Babilonia. Hacia 1830 había fundado
aquí Sumuabum una dinastía; el quinto
descendiente de este príncipe,
Hammurabi, había de ser elegido por el
destino para ayudar a los semitas a
manifestar su imperio.
Babilonia, 1690 a. J. C.
A comienzos del año 1902 los
excavadores franceses encontraron en
las ruinas de la Susa persa (hoy Shush,
200 km al norte de Abadán) una estela
de diorita (LÁMINA 64) de 2,25 m de
alta que procedía de Babilonia y
probablemente fue transportada hasta
allí a principios del siglo xii a. J. C.
como botín de una incursión elamita,
más de 300 km hacia el Este. Por
entonces representaba un famoso trofeo
de 500 años, pero en ella se había
grabado en escritura monumental la obra
jurídica de Hammurabi, el gran rey de
los babilonios, reproducido en relieve
encima del texto ante el dios solar
Shamash. El orgulloso capturador de la
magnífica pieza, que antiguamente
estaba con toda seguridad enclavada en
el lugar adecuado para conocimiento
público del nuevo derecho —por
ejemplo en el patio anterior del templo
de Shamash— no tuvo ningún reparo en
borrar una parte de los artículos para
crear así espacio para su propia
inscripción triunfal. No obstante, la
realización de este plan no se efectuó.
Lo mismo que el monumento a la
victoria de Naram-Sin de Akkad, el gran
código se conservó para la posteridad
gracias a un ataque de los enemigos
jurados de Babilonia, los elamitas; su
descubrimiento le dio a Hammurabi
(1728-1686) en la ciencia moderna a lo
largo de (LÁMINA 65) cincuenta años,
la fama del primer legislador de la
historia —en tal medida que durante
mucho tiempo se nombraban
simultáneamente a este príncipe y su ley.
Desde hace poco sabemos que
Hammurabi no pisaba en modo alguno
tierra virgen con su empresa legislativa,
sino que tuvo antecesores en Ur-Nammu
de Ur, Bilalama de Esnunna y Lipitistar
de Isin, el más viejo de los cuales
gobernó 300 años antes. Mas el
destronamiento de Hammurabi no es
completo. Pues su Código, con sus 300
artículos, cuyas indicaciones no
penetraron en modo alguno en todas
partes, sigue siendo el más extenso y se
diferencia tanto por su contenido,
particularmente en el derecho penal, de
sus antecesores que con él se inicia una
nueva época del derecho. Si juzgamos
con arreglo a los criterios humanitarios
no es «progresiva», pues viene
determinada por aquel principio del
Taitón, que la Biblia describe tan
acertadamente con la frase de «ojo por
ojo, diente por diente», Pero aquí
observamos ni más ni menos que la
irrupción de normas jurídicas semitas,
tal como correspondían a la creciente
«des-sumerización» de esta época y al
joven mundo semita en constitución.
«A Shamash-Chasir: habla
Hammurabi. Igmilsin me ha
comunicado lo siguiente: Tal como me
había encargado mi señor, he
inspeccionado los huertos que están
confiados a Aplijaum y Sinmagir. En
estos jardines se han contado árboles,
pero nadie los vigila. Esto es lo que me
han comunicado. Cuando leas esta
carta... deberán vigilar los jardines que
se le han encomendado. Y en cuanto a
los árboles talados: ¿han sido talados
por los guardas o por otra mano?
Examina el asunto y envíame
información completa».
La inteligente renuncia de
Hammurabi a medirse con los Churritas
—Zim-rilim de Mari había de cruzar ya
las espadas con el nuevo pueblo— le
trajo a los últimos años de su gobierno
la suerte de poder seguir rigiendo en paz
y bienestar su país durante unos cuantos
años más. Y este gobierno había dejado
de ser sumerio conscientemente. Lo
mismo que el rey llevaba un nombre
cananeo —los de sus antecesores eran
ya, en parte, acadios, pero siguieron el
ejemplo de Hammurabi hasta el final de
la dinastía— supo asimismo hacer
agradable al país el carácter de su tribu.
También se impuso oficialmente la
lengua semita, se prescindió de la
divinización del rey y de los ritos de las
Nupcias Sagradas. En vez de la
arbitrariedad en el carácter de los
antiguos dioses se presenta ahora la idea
del derecho como componente
determinativo, y al mismo panteón sufre
un cambio decisivo: Marduk, señor de
Babilonia, es admitido como rey de los
dioses, siendo reconocido como tal
poco después en todas partes gracias a
su carácter filantrópico.
Asur, 1080 a. J. C.
Han pasado 300 años desde que el
asirismo despertó a una nueva vida bajo
los reyes Eriba-Adad y Assuruballit
después de casi el mismo tiempo de
letargo completo. La invasión churrita
había cambiado mucho al pueblo, y la
estructura social de Asur, los príncipes
de Mitanni retuvieron largo tiempo al
país bajo su dependencia, y hasta que
este Estado no se hundió no volvió a
estar libre el camino para Asur. La
historia de esta ascensión hasta el gran
imperio de Tiglatpileser I está llena de
vicisitudes, y aunque ya hablamos de
ella ocasionalmente al tratar el período
kassita, hemos de retenerla un momento
ante nuestros ojos.
La cólera y el desengaño
oscurecieron pronto el ánimo del gran
soldado, pero mal político. Ya no lleva
a cabo más guerras, cosa que pronto lo
aleja de sus oficiales, y de nada le sirve
que los poetas de la corte escriban por
deseo suyo un gran poema
propagandístico que ensalza sus
hazañas, su valentía de león y el fanático
espíritu combativo de sus guerreros, y
denuncia públicamente a los kassitas de
Babilonia como agresores y enemigos
eternos de la paz. Su decisión de
construir una residencia propia, a unos
20 km al norte de Asur, en la otra orilla
del Tigris, le hace perder las últimas
simpatías de la capital. Aunque adorna
también Asur con grandes edificios —un
nuevo palacio, brillante restauración de
los templos de Assur y de Istar—, la
construcción de la nueva ciudad provoca
nuevos descontentos. Se llama
Kartukultininurta (hoy Tulul al-Aqr) y va
provista de un santuario dedicado a
Assur, una ziggurat, otros templos y un
fastuoso palacio; posee su
abastecimiento de aguas mediante la
ampliación de un canal que existía ya,
además de su fortificación de murallas y
torres. El apartamiento elegido al
principio deriva, con el tiempo, en un
lugar de Kartukultininurta. Por último, el
odio de los adversarios del amargado y
solitario príncipe, de cuyos últimos años
se ha conservado una desesperada
oración a Assur, su señor, aumentó tanto
que se lleva a cabo una conjuración
contra su vida y el mismo príncipe
heredero, Assurnadinapli, asesina a su
padre. Se abandona su ciudad, se
derrumba el grandioso palacio con sus
pinturas murales—los cronistas
babilónicos tenían razón cuando
atribuían a la maldición del ofendido
Marduk la caída del gran conquistador,
destructor de Babilonia.
Nabucodonosor I de Babilonia
(aprox. 1128-1105), del que por
desgracia sólo oímos hablar en sus
documentos de investidura, pacifica los
pueblos montañeses del Norte y —con
el calor tórrido del mes de julio—
puede lograr una (LÁMINA 69) victoria
considerable sobre los elamitas a orillas
del río Ulai-Choaspes. En Asiria
encuentra naturalmente un primer
sentimiento nacional, tras el gran
colapso a que había conducido el
asesinato de Tukultininurta.
Assurreshishi restablece el orden y el
bienestar, los obreros vuelven a tener
trabajo en el palacio y en el templo —
símbolo del despertar de la actividad en
política exterior— y construyen también
la fortaleza de Apku, ideada como
puerta de salida hacia el Oeste. La
disputa de Asur con Nabucodonosor I
significa evidentemente el intento de
sacudirse la soberanía babilónica. No
podemos conocer con exactitud el
desenlace de la contienda a base de la
exposición pro-asiria de la llamada
«historia sincrónica». Sin embargo no
hemos de menospreciar las aptitudes y
la significación de Assurreshishi, que
preparó el camino a su gran hijo y
sucesor.
La seguridad de la cosecha, en
particular de cereales para nutrir a la
población y no solo para proveer al
ejército, tenía que ser otra de las
principales preocupaciones de todo
príncipe; las inscripciones de
Tiglatpileser nos hablan de la
construcción de grandes almacenes de
grano. Las ciudades crecían, y con el
incremento de la clase de los artesanos,
soldados y comerciantes, con una
civilización cada vez más diferenciada,
cambió el cuadro de la población. Bajo
las capas dominantes de la casa real, de
los oficiales, los burócratas y los
sacerdotes, estaban los libres y
subordinados a éstos, los semilibres, y
por último, los esclavos. Estos se
renovaban siempre con los prisioneros
de guerra, en tanto se hacían en el curso
del cruel modo asirio de efectuarla. Las
amplias empresas militares, con sus
grandes masas de sometidos, condujeron
a una nueva práctica. Para impedir las
rebeliones de las nuevas conquistas
hechas en territorios alejados —que
brotaban tan pronto como se retiraba el
ejército—, los dinastas asirios del
imperio medio echaron mano por
primera vez en la historia de los medios
de la deportación en masa, empleados a
partir de entonces en las horas oscuras
de la vida de los pueblos. Tribus y
ciudades enteras, decenas de millares de
personas, son trasladados de lugar, y los
espacios vacíos son colonizados con
asirios o deportados procedentes de las
regiones totalmente opuestas. Así se
destruye el nexo étnico y se rompe el
sentimiento nacional, así se adquieren
ciudadanos frescos para las nuevas
fundaciones de ciudades y se puede
disponer a discreción de columnas
infinitas de obreros. Pero con ello se
destruye también la estructura de la
población en el propio país, el
equilibrio del sistema económico y el
sentimiento de patria heredado,
consecuencias que se manifestaron de un
modo destructivo en el imperio nuevo
asirio.
Ea y Marduk, te entregaron
al dios del fuego Girra, ¡al héroe!
Que Girra, el héroe desate tus
nudos
¡Y que sufras tú, bruja, lo que nos
has mandado!»
Nínive, 635 a. J. C.
La escritura cuneiforme, a la que
debemos la apertura de la cultura de la
antigua Asia Anterior, solo ha podido
resolver su tarea de un modo tan
sorprendente gracias a dos raras
circunstancias afortunadas. Son éstas la
pasión de coleccionista literario del
último gran rey asirio y el
descubrimiento de la biblioteca
establecida por él, hecho ya en los
primeros años de la investigación asiria,
a la que llegó en 1854 el iraquí
Hormuzd Rassam, colocado al servicio
de los ingleses. La serie de hallazgos de
archivos no se ha interrumpido desde
entonces en los últimos cien años, y con
los descubrimientos en Tello (1877),
Amarna (1887), Nippur (1889),
Boghazkoei (1906/08), Ras Shamra
(1929), Mari (1933) y Sultantepe (1951)
se han incrementado las existencias de
textos en escritura cuneiforme a un
cuarto de millón de documentos —
aunque nueve décimas partes de su
contenido son textos comerciales. La
colección de tablillas de Assurbanipal
en su palacio de Nínive supera todos
estos yacimientos en importancia, por su
carácter. No era ninguna acumulación de
textos determinada, limitada a informes
económicos, políticos o religiosos, sino
que desde un principio se proyectó
como «museo de libros», en donde su
creador quería coleccionar en copias
limpias todos los documentos escritos y
obras literarias importantes del mundo
sumerio-acadio.
Assurnasirpal I (1052-1033), un
hombre enfermo, nos sorprende por el
reconocimiento de sus pecados, presente
en sus oraciones a Istar pidiéndole que
lo cure. Estas opiniones se habían
extendido mucho por entonces, como
podemos ver, por ejemplo, en el
simultáneo sermón disciplinario del
profeta israelita Nathan al rey David
(Libro II de Samuel, Cap. 12). Oímos
decir que Istar le ordenó la
reconstrucción de los templos
destruidos, el restablecimiento de las
efigies divinas destrozadas y la
sustitución de las estatuas quemadas.
Por este mandato podemos hacernos una
idea de la situación de Asiría y
Babilonia en su tiempo, cuando los
invencibles —porque jamás se podían
apresar— grupos de arameos se
convirtieron en los señores efectivos del
país. Hacia el año 1000 a. J. C. se
perdieron las colonias asirias del
Eufrates medio en favor de los arameos
— de ese pueblo curioso que no fue
capaz de crear una cultura propia,
aunque su lengua y escritura de letras se
convertiría, en el milenio I, en el
principal medio de entendimiento de
Asia Anterior.
Generales extraordinariamente
inteligentes, de los que solo conocemos
por su nombre a Shanabushu, permiten al
rey, poco enérgico y poco capaz, la
realización de grandes empresas
militares. Se dirigen contra los
kimmerios, mirados siempre con
manifiesto temor, logrando rechazarlos
hacia Asia Menor. Después de consultar
los oráculos, Asarhaddon se asegura
también casando una hija suya con el rey
bárbaro de los escitas Bartatua
(Protothyas), enemigo encarnizado de
los kimmerios. Sus ataques van
asimismo contra los príncipes medos del
Irán, y las tropas asirías avanzan hasta la
región de la actual Teherán y hasta los
desiertos salinos de Desht-Kevir; contra
Sidón y Tiro, y sobre todo contra Egipto,
donde el imperialismo asirio alcanza
ahora su tan ansiado objetivo. Alentado
por un oráculo recibido en Charrán y
liberado de las malas consecuencias de
tres eclipses lunares consecutivos
mediante el sacrificio de un «rey
suplementario», y aislado por la muerte
de su esposa, el soberano emprende en
el año 671 el ataque definitivo contra el
país del Nilo tras haber fracasado unas
operaciones anteriores. Las conexiones
de retaguardia en el camino de llegada,
de una longitud mínima de 1.300 km, son
aseguradas con operaciones
preliminares. La ciudad de Tiro,
rebelada a pesar de los tratados
anteriores, es eliminada tras un asedio, y
Shanabushu dirige, incontenible, hacia el
Sur, el ejército asirio reforzado con los
contingentes de los vasallos y con los
mercenarios, cada vez más numerosos
desde los tiempos de Sanherib. El
faraón «nubio» Taharka, a quien la
información en escritura cuneiforme
llama Tarqu y la Biblia Thirhaqa, pierde
tres batallas y tiene que huir; cae
Menfis, la capital del Bajo Egipto, y la
corte entera marcha con todos los
tesoros de aquel palacio a Nínive. La
administración de los territorios
conquistados pasa —según el principio
de Divide et impera— a veintidós
príncipes cantonales egipcios
controlados por gobernadores asirios.
Con motivo de este triunfo, el mayor del
poder asirio, se erigen estelas, que se
colocan en varios lugares de Siria y la
Alta Mesopotamia. Muestran a
Asarhaddon, en tamaño superior al
natural, (LÁMINA 98) sujetando con
una cuerda atada a la nariz al enemigo
sirio y egipcio, vencido ahora de pie o
de rodillas ante él con los brazos en
actitud de súplica. Además, se cincela
en la roca un relato de la victoria
obtenida cerca de Nahr-el-Kelb (en la
costa siria que rodea Beirut).
Las empresas desarrolladas tan lejos
y naturalmente causantes de gastos y
esfuerzos enormes para la metrópoli
asiria, no encuentran en la patria la
aprobación esperada. El país,
desequilibrado por la política de las
deportaciones, en evidente decadencia
económica y desangrado, parece haberse
hallado al borde de una sublevación; al
menos se dice que Asarhaddon ejecutó a
muchos nobles. Quizá contribuyera
también al descontento el arreglo de la
sucesión al trono dispuesto por
Asarhaddon, arreglo en el que intervino
por última vez su enérgica madre Naqia.
El rey, envejecido y ya bastante enfermo
—conocemos los partes de su médico de
cámara Aradnanna—, se decide sin
embargo a dirigir personalmente una
campaña, cuando una rebelión que brota
en Egipto hace necesaria una nueva
expedición. Pero el destino no le
consiente pisar la tierra humillada de los
faraones. A pesar de los oráculos
consultados en el camino y que siempre
predecían lo mejor, Asarhaddon tiene
que interrumpir su viaje en Charrán y
muere allí en octubre del año 669. La
campaña egipcia se terminó con éxito
bajo su hijo Asurbanipal. Un palacio de
Asurbanipal descubierto casualmente en
el otoño de 1954, encerraba estatuas de
faraones que se llevaron entonces a
Nínive como botín.
Babilonia, 570 a. J. C.
Pisemos ahora el escenario del
último acto de la historia sumero-
acadia, cuando aparece otra vez
Babilonia, sin olvidar que Sanherib
había destruido totalmente en el año 689
este lugar, de una tradición de 1200
años. La reconstrucción fue obra de los
arquitectos y constructores de
Asarhaddon, y la planificación tuvo
naturalmente muy en cuenta la
disposición anterior, y sobre todo, los
lugares sagrados de los antiguos
templos. Según sus propios datos el
príncipe pro-babilónico devolvió a la
nueva Babilonia doscientas estatuas de
dioses. Las excavaciones que se
llevaron a efecto aquí en 1899-1914 por
parte de la Deutsche Orientgesellschaft
(Sociedad Alemana del Oriente)
facilitan hoy una amplia reconstrucción
de la resistencia caldea con ayuda de la
descripción clásica y en escritura
cuneiforme.
A la muerte de Nabucodonosor II en
el año 562 cambia la hoja. La fuerza de
su familia se consumió claramente en el
padre y en el hijo: Amelmarduk (561-
560), el hijo del gran soberano, y al que
solo conocemos por la lista real
babilónica y el comunicado bíblico por
perdonar en el 598 al deportado rey de
Judá Jeconías, no puede hacer frente a
su ambicioso cuñado Nergalsharussur
(Neriglisar, 559-556) y es desplazado
por él con la ayuda del clero de Marduk.
En su época parecen haberse agudizado
extraordinariamente las contradicciones
de los diferentes cleros. Los sacerdotes
de Esangila, en su mayor parte
babilonios, aliados estrechamente con la
capa caldea, se oponen a los de Sin y
Shamash, cuyos santuarios principales
se levantan en Ur, Larsa, Sippar y la
ciudad siria de Charrán, y que
simpatizan abiertamente con los grupos
arameos no caldeos.
LAMENTABLEMENTE, ESTA
IMAGEN NO ESTÁ DISPONIBLE
LAMENTABLEMENTE, ESTA
IMAGEN NO SE ENCUENTRA
DISPONIBLE
LAMENTABLEMENTE, ESTA
IMAGEN NO SE ENCUENTRA
DISPONIBLE
Periodo Ur I: 2500-2360
Lagash
Ur Ur-Nanshé
Mesannepadda Eannadú
Aannepadda Entemena
Lugallanda Urukagina
Lugal-Zaggisi de Ur, hacia 2360