Trabajo Las Catedrales-C
Trabajo Las Catedrales-C
Trabajo Las Catedrales-C
Desde hace aproximadamente unos mil años, en lo que hoy llamamos Mundo Occidental, los
hombres nos hemos quedado sorprendidos ante unos edificios impresionantes, para la época en
que fueron construidos, de una altura enorme, comparados con las edificaciones que los rodean,
magníficamente decorados, tanto por fuera como por
dentro, y llenos de una simbología, en muchos casos difícil
de entender.
Para poder llegar a conclusiones validas, he consultado numerosa bibliografía de las propias
catedrales y he consultado con profesionales de la arquitectura y del calculo de estructuras de
grandes edificios, así como de la documentación del Instituto del Patrimonio
Cultural de España.
Un siglo después, otro obispo, Gerardo de Cambrai, reforzó esta idea situando tal división en el
principio de los tiempos:
«desde sus orígenes, el género humano estaba dividido en tres clases, oradores,
labradores y guerreros».
El infante don Juan Manuel (1282-1349), en su Libro del caballero y del escudero, ofrece la
siguiente explicación:
«los estados del mundo son tres: oradores, defensores, labradores. Cada uno de estos son
muy bueno, pero tengo que el mas alto estado es el clérigo misacantano, porque en este
puso Dios tamaño poder, que por virtud de las palabras que él dice, torna la hostia en
verdadero cuerpo de Jesucristo. El mayor y más honrado estado que es entre los legos, es
la caballería, los caballeros son para defender y defienden a los otros, y los otros deben
pechar y mantener a ellos».
Los temores del año mil hacen nacer un nuevo espíritu religioso. Los monjes salen a predicar una
nueva conversión y a incitar al arrepentimiento. Los monasterios reciben importantes donaciones
de los caballeros preocupados por alcanzar la gracia divina; las abadías deben albergar a los fieles
y dan cobijo a los peregrinos. El clero explotó hábilmente el temor del año mil, pero superado este
hito, no se debilitó el fervor religioso, pues se esperaba la venida del Mesías.
Se construyen capillas, iglesias y abadías. Los benedictinos son cada vez más activos; los
cistercienses determinan el carácter del arte monumental con su austeridad. Los edificios
templarios son principalmente iglesias parroquiales, pues esta comunidad, extraordinariamente
dispersa, no siempre tiene un capellán que se ocupe del culto conventual. Todas estas órdenes
emplean constructores laicos que conviven con los hermanos legos.
La educación escolar es la única formación de la juventud que se conoce con algún detalle. Sus
objetivos se reducían a enseñar a leer y a escribir, al principio sólo en latín, como correspondía a
los muchachos destinados a la vida religiosa.
La Edad Media es una época de grandes turbulencias, pero resplandece por su sinceridad y por su
alegría. Las mentes intrépidas emprenden una revolución en favor de los derechos de la
inteligencia y se liberan de las doctrinas establecidas, reclamando para el individuo el derecho de
juzgar y de criticar. Es un mundo nuevo, en el que cada uno da y recibe.
El hombre del siglo XII es libre, de una franqueza notoria; es capaz de rebelarse contra el poder
establecido, ya sea monárquico o eclesiástico.
España musulmana los emplea ya desde el siglo X. Con ellos se puede moler el trigo, se puede ex-
traer agua y regar.
Las vías de comunicación abiertas por los celtas, que luego habían sido empleadas y mejoradas
para el paso de las caravanas romanas, se restauran para el paso de nuevos pesados transportes.
A partir del siglo XI, se reemplazan los puentes de madera por otros de piedra.
Los grandes señores, conservan estas calzadas y hacen pagar impuestos a los usuarios.
En el mar se practica el cabotaje, pero enseguida se amplían las rutas marítimas: aumenta el
tamaño de las embarcaciones y mejora el arte de la navegación. El timón sustituye a la pértiga
lateral; el uso de la brújula de aguja flotante se difunde y es más fácil llegar a un sitio concreto.
Los chismes y cuentos están en boca de todos. Con frecuencia se critican los actos de los demás,
se habla de brujería y de infanticidios.
Muchas casas tienen nichos excavados en la pared o en el ángulo de la construcción para albergar
la estatua de una virgen o de un santo.
En otro tiempo, las fachadas de las casas se pintaban de colores brillantes; apenas nos han
quedado ejemplos de ellas, pero lo cierto es que esta decoración permitía reconocer las casas.
En los años de1431 a1463 se contaban cuatro mil tabernas en París. Es evidente que las tabernas
fueron el origen de numerosos delitos; debido a la atmósfera de excitación creada por la bebida.
Las trifulcas acababan a menudo con sangre. Ladrones, timadores y truhanes se daban cita en
estos establecimientos y empleaban un lenguaje secreto que continuamente se enriquecía y se
transformaba: el argot. Las calles estrechas y oscuras eran propicias para los atentados, el clima
de inseguridad era permanente.
Tampoco faltan las «calles calientes», donde las mujeres «alegres» lle-
van una vida pública de libertinaje y ofrecen sus servicios en un
verdadero espectáculo. Las prostitutas también tienen su barrio, a fin
de vigilarlas mejor, en bien de la salud pública y de la moral. Para
distinguirlas, se las obliga a llevar «signos de infamia», una cinta de
color en la manga derecha y un gorro terminado en punta y no se les
permite llevar pieles de armiño. La prostituta está al margen de la
sociedad, debido principalmente a que, obtiene su sustento demasiado
fácilmente.
En la calle se juega a los bolos, al chito o al «juego de pelota». En algunos momentos, se celebran
incluso carreras de caballos, lo cual no debe sorprendernos, ya que actualmente todavía podemos
asistir, en muchas ciudades españolas, italianas y francesas, a encierros de toros en calles
estrechas, seguidos por jóvenes vociferantes.
La calle es, el lugar de las grandes fiestas. Alboradas y cencerradas se suceden en esta vida
bulliciosa, colorista y sucia. La Edad Media está llena de contrastes.
Las fiestas tienen lugar en las calles, en los mismos porches de las iglesias y, si los pórticos no dan
cabida a todos, los puestos y tenderetes se emplazan en los lugares mas insólitos.
Las fiestas son, concurridas y variadas: cultos populares conmemoran los ciclos litúrgicos y las
fiestas agrarias.
Las fiestas incluyen grandiosas procesiones y suntuosos desfiles. Todos los habitantes se reúnen
para participar en la fiesta, haciendo de ella un jubiloso acto común; el espectáculo es gratuito y, a
altas horas de la noche, aún se bailarán, con antorchas en la mano, danzas endiabladas y a veces
libertinas.
Los impuestos aumentaron para compensar los gastos militares y la inflación se disparó.
En términos generales, la economía medieval era tan floreciente que permitió la construcción de
las catedrales. La economía estaba subordinada a consideraciones religiosas, morales y sociales y
no había lugar para la especulación. El cristiano se muestra muy generoso en las colectas; de este
modo, los dones que recibirá por haber edificado una iglesia, serán también generosos.
En esos lugares se reconfortaba a los peregrinos, a los enfermos y a los indigentes; se les curaba
y se rezaba por los muertos. Los «jacobeos» eran grandes creyentes, aunque también se
mezclaban con ellos algunos vagabundos.
Gracias a la generosa hospitalidad de los monasterios, el peregrino encuentra comida y
alojamiento sin demasiados problemas. Raymond Oursel nos
informa de que en 1523, el hospital de Aubrac proporcionaba
alimento diariamente a 1.200 o 1.500 personas. Estas pesadas
cargas financieras eran, sin embargo, compensadas por las
ofrendas de los peregrinos.
LA CATEDRAL
En las diócesis donde la sede episcopal está repartida entre dos ciudades, sólo uno de los templos
se denomina catedral, recibiendo el otro el título de concatedral. A su vez, otras iglesias de gran
tamaño o valor artístico, pero sin sede diocesana, suelen ser llamadas popularmente catedrales,
como es el caso de la Sagrada Familia de Barcelona, por ejemplo. Otras, siendo catedrales, son
más conocidas por otros nombres, como la Mezquita de Córdoba o la Iglesia Magistral de los
Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares.
La abadía de Saint-Denis no fue catedral hasta 1966, pero su influencia sobre las demás
catedrales es fundamental. Por el contrario, algunas catedrales antiguas dejaron con el tiempo de
ser sede episcopal, como es el caso de las de Apt, Dol, Lavaur o Rieux. Algunos centros de
peregrinación de gran prestigio, como Charroux, hoy en día no son más que ruinas.
La catedral, esta gobernada por el Cabildo Catedralicio, que está compuesto por unos 15 a 30
Canónigos, según la época y el tamaño de la diócesis, nombrados por el obispo, oído el Cabildo.
Corresponde al obispo asignar los oficios a los Canónigos que tengan la suficiente preparación y
competencia para el ejercicio de los mismos.
Prefecto de Liturgia, que es el coordinador último de las celebraciones litúrgicas del Cabildo, así
como asesor del Cabildo
Maestro de Capilla, que es el responsable de las actuaciones polifónicas en los actos corales así
como asesor del Cabildo en materia de canto litúrgico.
Organista, que es el responsable de la música, de los órganos y armonios de la Catedral y del uso
de los mismos.
Este «parlamento de burgueses» también es lugar de asilo al que acuden los enfermos en busca
de cuidados.
La catedral adquiere especial relevancia en los momentos de guerra. Allí se refugia todo el
personal no combatiente, mujeres, niños, ancianos, enfermos, etc. Por su carácter sagrado,
generalmente es respetado por las fuerzas enemigas. Pero en ocasiones, desaparece “ese
respeto” y la entrada de las fuerzas enemigas, en el interior, resulta salvaje y las matanzas y el
saqueo, son de una crudeza extrema.
Las campanas de la catedral, participan en la vida de la ciudad, con las llamadas que marcan el
ritmo de la vida de sus habitantes; son una invitación a la plegaria y también el grito de alarma que
anuncia un incendio o un peligro. Estas llamadas se producen tanto de día como de noche y los
serenos, de noche, anuncian la hora; hasta hace poco tiempo, esta costumbre aún existía en
algunas ciudades españolas.
El teatro estaba en las catedrales, se representaba en tarimas improvisadas en plena nave; allí se
criticaba a los eclesiásticos y a los poderosos: el pueblo era adulto y dueño de sí mismo. Se
discutía de misterios, moral, religión, civismo y cabala. Era la gran libertad del espíritu liberado.
Como la mayoría de los fieles, no sabia leer ni escribir, las pinturas y esculturas repartidas por toda
la catedral, instruían sobre la vida, milagros, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Los
Las catedrales, no eran cenáculos donde se pontificaba; era el pueblo, era el país que caminaba
hacia Dios.
La Piedra
Con la piedra, el hombre fabrica sus primeros útiles, sus primeras armas y construye sus primeros
refugios. En ella se inscribe toda la reflexión de la humanidad, ella constituye sus memorias y, así
la piedra, se erige en símbolo.
La palabra piedra, la utilizamos todos los días en el lenguaje común con multitud de significados,
pero cuando hablamos de la construcción de las catedrales de la Edad Media, nos referimos
básicamente, a la arquitectura, ingeniería y a la cantería, para hacer referencia a cualquier material
de origen natural, caracterizado por una elevada consistencia.
La primera preocupación de los constructores, dados los prohibitivos costes del transporte,
consistía en hallar canteras de piedra en las proximidades de la obra.
El desbaste era el primer trabajo que se realizaba en los bloques junto a la misma cantera.
Reduciendo de este modo el peso de cada elemento, se rebajaban posteriormente los costes de su
transporte.
Los grandes bloques de piedra, una vez cortados, debían ser transportados y después subidos al
lugar preciso que debían ocupar. Habría sido imposible hacerlo sin contar con la maquinaria
adecuada, incluso en caso de disponer de esclavos, que por otra parte no los había.
Para los “Exotéricos” la piedra posee un potencial de fuerzas telúricas que determina todo un ritual
del arte sagrado. Para decir que un hombre se
perfecciona, se le compara con una piedra, que deja el
estado bruto para ser tallada.
Los ladrillos
En términos sencillos, el ladrillo es una pieza cerámica, generalmente ortoédrica, obtenida por
moldeo, secado y calentamiento de una pasta arcillosa, cuyas dimensiones suelen variar en
función de los países y las épocas. Suelen tener 24 x 10 cm y unos 6 cm. de grosor.
Se considera el adobe como el precursor del ladrillo, puesto que se basa en el concepto de
utilización de barro arcilloso para la ejecución de muros, generalmente secado al sol. Lógicamente
el adobe no experimentaba, los cambios físico-químicos de la cocción a altas temperaturas.
Los ladrillos son utilizados en construcción, en cerramientos, fachadas y particiones. Para unirlos
entre si, lo habitual es que se reciban con mortero. La disposición de los ladrillos en el muro se
conoce como aparejo, existiendo gran variedad de ellos que no detallamos aquí.
El mortero
Hacia el año 700 antes J.C. los etruscos utilizan mezclas de puzolana y cal para hacer un mortero.
La madera
Sin duda, la madera tuvo un papel muy importante en las construcciones de las catedrales.
Su utilización, era muy grande, en la construcción de vigas, cubiertas de tejados, tensores entre
arcos, andamiajes, maquinarias diversas como, grúas, maquinas para clavar pilotes de piedra,
complementos de numerosas herramientas, así como combustible para multitud de tareas.
Hasta mediados del siglo XIII, también los tirantes eran de madera, así como los telares para
sostener las vidrieras.
Cuando se realizaba una gran obra, como una catedral, el efecto de deforestación era muy
importante. Consecuentemente se promulgaban, una serie de normas, que regulaban la tala de los
bosques, claro síntoma de la preocupación del hombre medieval por la salvaguardia de uno de los
elementos mas preciosos de su hábitat natural.
El vidrio
Se fabricaba con una frita de cuarzo molido, que era una mezcla de arena con pequeñas
cantidades de cal y restos de vegetales incinerados. En Egipto brotaba una planta idónea para el
caso, llamada Al Kali, con la cual se producían cenizas
para obtener la sosa.
las ventanas se tapaban con materiales de todo tipo, entre ellos tela empapada en aceite.
En cualquier caso la producción del vidrio era, como la del metal, muy costosa: se sabe que se
necesitaba un abundante uso de madera como combustible. Este uso, unido al realizado para la
fusión de los metales, produjo en poco tiempo, una gran deforestación en toda Europa y, con el
transcurso de los años, los troncos de grandes dimensiones se hicieron caros y difíciles de
encontrar.
Es notable destacar, que la tecnología para “colorear “ las vidrieras, como las de la catedral de
León, se ha perdido totalmente y la moderna tecnología no ha sido capaz de descubrir como
conseguían esas tonalidades. Probablemente sea debido al tremendo secretismo que existía en
este gremio de artesanos, donde cada taller mantenía sus “secretos” y los transmitía de padres a
hijos. Hoy día, se fabrican vidrios muy superiores y con unas características mecánicas magnificas,
pero somos incapaces de reproducir muchas de las tonalidades de las vidrieras de la mayoría de
las catedrales españolas. Este hecho aparentemente poco relevante, resulta decisivo en la
restauración de las vidrieras de nuestras catedrales.
Los metales
El hierro, junto con el hierro recocido, era el metal mas utilizado en la construcción de las
catedrales, destacando, en cantidad, frente a Cobre, Plomo, Estaño y Cinc. Los metales preciosos
solo se utilizaban para la “orfebrería” de la decoración interior.
Al contrario que hoy, todo el peso de las cúpulas, techos y bóvedas, era soportado por la piedra a
la que se “reforzaba” por decirlo de alguna manera poco ortodoxa, con una pequeña estructura de
barras de hierro que aumentaba la resistencia mecánica de todo el conjunto. No existe mucha
información sobre los criterios de utilización del hierro en la estructura de las catedrales. Parece
ser que se utilizaba a modo de “nervios resistentes” en las partes mas delicadas. Algunos autores
lo llaman “armado metálico”.
La gafa era una especie de grapa de hierro que generalmente une dos bloques de piedra.
El plomo tenia muchos usos, siendo el mas importante la utilización del Plomo laminado, para
cubrir las cubiertas y para encastrar los trozos de vidrio coloreado que formaban las cristaleras.
Muy importante era tener una completa red de “canalones” y gárgolas para conducir las aguas
evacuadas de los tejados. Estos eran construidos básicamente, de aleaciones de Cobre, Cinc y
Estaño en muy diversas proporciones.
PERSONAL DE CONSTRUCCION
Arquitecto
Figura central del obrador al cual es confiada la responsabilidad del proyecto, del edificio y la
conducción de todos los aspectos del trabajo.
Definido por las fuentes historiográficas como magister lathomus, magister operis, maítre d'oeuvre
y Werkmeister, tiene como atributos, en las representaciones, cuerdas, largas varillas para
mediciones, escuadras y el gran compás de terreno, con el que efectúa detalles a escala 1: 1. Su
status se modifica en el curso, de la Edad Media, pasando de papeles de alta y compleja
manualidad a funciones eminentemente intelectuales y de proyectividad en alguna medida
abstracta (con la consiguiente difusión de figuras de arquitectos itinerantes, jefes de obradores
incluso alejados entre si.
Es en la Francia del siglo XIII, donde esta figura profesional adquiere una gran importancia.
Poseedor de un conocimiento reservado a muy pocos, y respetado hasta el punto de ganarse el
rimbombante calificativo de "doctor de la piedra", es el encargado de proyectar el edificio -el dibujo
era realizado sobre un pergamino o una tabla de madera- y de la coordinación en la obra de los
distintos trabajos. Pero no participa directamente en ellos; tanto es así que a mediados del siglo
XIII un monje dominico critica desdeñosamente su comportamiento:
«Ese hombre llega a la obra y, sin quitarse los guantes, ordena el quehacer al cantero y se va
después de haber recibido una compensación muy elevada».
De algunos arquitectos incluso se conoce su nombre, gracias a las firmas dejadas en las mismas
catedrales o en su lápida sepulcral. Sin duda, el más célebre fue Villard de Honnecourt, que debe
su fama a un librito, llegado hasta nuestros días, en el que dibujó minuciosamente proyectos,
Los buenos arquitectos eran requeridos en toda Europa, y el mismo Villard llegó a viajar a Hungría
para llevar hasta allí sus saberes.
Aparejador
Originariamente preparaba y disponía las hileras de sillares. El término indica con el tiempo, una
figura intermedia entre el arquitecto y los picapedreros, con tareas de suplencia y portavoz ante los
obreros .
En la obra el arquitecto tenia la ayuda de los aparejadores, tanto en la obra como en las canteras.
Estos se encargarán de la vigilancia del corte de las piedras, de la preparación de los caminos y de
la carga de las carretas. Al pie de la obra, en el obrador, el aparejador vigila la ejecución por las
cuadrillas de la labor contratada, y mediante las marcas de cantería, grabadas en los sillares,
comprueba la labor realizada por cada cuadrilla y su correcta colocación en el muro.
Para ejecutar las grandes obras se llamaba a uno, o varios, de estos grupos, que eran
Corporaciones, que al estar compuestos por obreros especializados, eran libres de aceptar o no el
encargo. Dependiendo de la importancia del encargo, y gracias al poder económico y organizativo
de la Iglesia, se llamaban a Corporaciones, incluso del extranjero, con lo cual los Magíster muri,
resultaban ser hombres cultos, muy viajeros, que transmitían sus conocimientos a lo largo de los
Países que visitaban.
Los Masones tienen a gala ser descendientes de los antiguos gremios de canteros de la Edad
Media y de su preeminente cultura, en aquélla oscura época, El descubrimiento de los nuevos
saberes tardaría en comenzar a desarrollarse, excepto entre los Magíster Muri y los canteros, que
tenían estudios prácticos de matemáticas, geometría y arquitectura.
A los canteros se les paga según las piezas ejecutadas, que son verificadas y recibidas por el
maestro, lo que explica las marcas que se ven en muchas de ellas.
A pie de obra se escuchan pocos martillazos: sólo se tallan las piezas más complicadas.
Gracias a la práctica de una talla precisa, la técnica cada vez es más audaz; la precisión con que
se tallan permite alcanzar récords de estabilidad, así como una gran rapidez de ejecución con una
mayor seguridad para los obreros.
Albañil.
Apuntador de obra.
Carpinteros
Carpintero es la persona cuyo oficio es el trabajo en la madera, ya sea para la construcción (vigas,
cimbras, andamios, puertas, ventanas, etc...) como en mobiliario.
Carpintería es el nombre del oficio y el taller es el lugar donde se trabaja la madera y sus derivados
con el objetivo de cambiar su forma física para crear objetos útiles al desarrollo humano como
pueden ser muebles para el hogar, marcos de puertas y ventanas, cabañas, etc..
Los carpinteros, eran uno de los gremios mas solicitados, pues se necesitaban en todas partes.
Donde había una actividad de trabajo, allí debía encontrarse un carpintero.
El trabajo del metal, se consideraba como una especialidad. Básicamente los trabajadores
eran los herreros, que partiendo de trozos de metal, los fundían y daban forma mediante la
aplicación de altas temperaturas.
La fragua contenía lo que se llamaba Carbón de Piedra, el cual al quemarse producía altas
temperaturas. Para aumentar esta, se le insuflaba aire con un pequeño fuelle que
proporcionaba una cantidad de oxigeno muy superior y hacia quemarse el Carbón con una
mayor velocidad, liberando también mayor temperatura. Algunas fraguas, disponían de
enormes fuelles que había que maniobrarlos con algún mecanismo. Operando de esta
forma se alcanzaban temperaturas superiores a los 1.000ºC, que en aquella época se
denominaba “poner el metal al Rojo Blanco” que era la temperatura necesaria para fundir y
manipular el Hierro.
Escultores
Las obras de las catedrales fueron como un verdadero "laboratorio tecnológico" puesto que
muchos fueron efectivamente los experimentos e inventos que hicieron posible la erección de estos
inmensos monumentos.
Las más elementales y, al mismo tiempo, fundamentales conquistas se refieren al transporte de los
materiales de construcción.
Hasta ese momento, en la obra, los bloques eran movidos mediante una especie de vigas de
madera o metálicas, sujetadas por dos personas.
Fue en el siglo XII cuando se pensó en aplicar una rueda a este instrumento, creando así la
primera carretilla.
Los que son para labrar la piedra se dividen en dos categorías: de percusión y por abrasión. Estos
últimos son los más antiguos. En cambio, los instrumentos de percusión son, con mucho, los más
numerosos y utilizados en el obrador medieval.
dureza del material, generalmente de 70°, mientras que con un ángulo de 45° se utiliza el
escoplillo de capiteles y elementos decorativos), pico de cantera, cincel dentado (similar al
escoplo,. es usado con ángulos entre los 30° y los 60°, y pule la superficie ya tratada con el
cincel), bujarda (martillo de cabeza cuadrada), escoplo, gubia (para piedras blandas y
madera).
Para levantar y colocar sillares cada vez más grandes se difundió, desde mediados del siglo XII, el
empleo de máquinas en el obrador, sobre todo grúas y
elevadores, testimoniadas tanto por las fuentes escritas
(Guillaume de Sens había construido ingeniosas máquinas
para la carga y la descarga de las naves) como por la libreta
de Villard de Honnecourt.
Andamios
En muchos casos estaban sujetos a las ménsulas, que sobresalían de los mismos muros en curso
de construcción, en lugar de altos postes o tablas plantados en el suelo. Se trataba de la
recuperación de una antigua técnica, útil sobre todo para ahorrar tablones de grandes
dimensiones.
Las grúas
No hay mas que mirar a nuestro alrededor, hoy en día, en cualquier lugar donde se esté
construyendo, para observar un paisaje tapizado de unas altísimas estructuras de acero que hasta
los niños conocen como “un campo de grúas”.
Los instrumentos y maquinarias para levantar materiales, como la garrucha y el cabestrante, fueron
utilizados ya desde la Antigüedad e intensamente aprovechados
para toda clase de edificaciones.
En la Edad Media, se hizo un gran uso de una enorme rueda de madera provista de estacas, en
todo semejante a las que se colocan hoy día en las jaulas de los pequeños roedores, donde uno a
mas hombres potenciaban la fuerza de la gravedad con el esfuerzo de sus piernas.
La máquina estaba unida a un brazo móvil, como el de las modernas grúas. En el interior de la
rueda se situaban varios obreros que, al caminar, y a base
solamente de la fuerza de la gravedad y de sus piernas, hacían
posible la elevación de pesos considerables.
Instrumentos de medición
Los instrumentos de medición, a menudo reproducidos en las representaciones del obrador y como
atributo del arquitecto, son un auxilio fundamental en la
construcción. Pueden recordarse: la regla recta, en madera o
en metal; la escuadra en L de carpintero; el compás; el hilo de
plomada; el nivel (un triángulo en ángulo recto con hilo de
plomada pendiente del vértice).
LA TRAZA
Según los historiadores de la época se entiende por el conjunto de las actividades prácticas -
materiales, organizativas y tecnológicas- de duración plurianual que concurren en la realización de
un edificio.
El lugar
Lo primero a considerar era el lugar donde se emplazaría la catedral. Muchas veces se elegía el
mismo donde estaba edificada la catedral antigua, lo cual implicaba la demolición de la existente.
En el caso de la nueva catedral de Salamanca, iniciada en 1512, para ampliar la antigua, se
consideró el magnifico estado de “la vieja” así como de toda su decoración y orfebrería, siendo la
decisión final construir la nueva, mucho mas grande, justo al lado de la antigua, con una
comunicación interior entre ambas. En otras muchas catedrales, no fue así, siendo demolida la
existente o como máximo aprovechando parte de la cimentación, criptas y no mucho mas.
Se prefiere construir sobre el emplazamiento de una iglesia anterior, a pesar de las dificultades
impuestas por los viejos cimientos, que no se corresponden con el nuevo plan y de los que no se
puede evaluar exactamente la resistencia. Los templos se suceden en los mismos lugares
consagrados.
El lugar elegido, solía estar en el centro del núcleo urbano, para que los fieles pudieran acudir con
facilidad y dentro del recinto amurallado en la mayoría de los casos. En aquel tiempo, las casas se
construían junto a la catedral, donde sus moradores se sentían protegidos.
En muchos casos era necesario la expropiación de los terrenos sobre los que se pretendía
construir. Generalmente, se ofrecía a los propietarios una suma de dinero en concepto de
indemnización, que no siempre era considerada suficiente. Hay noticias de numerosos litigios entre
los cabildos y algunos propietarios, que finalmente se resolvían con un aumento de precio lo cual
dilataba enormemente en el tiempo
Una vez elegido el lugar debería elegirse el proyecto a desarrollar. En algunos casos, el obispado
escuchaba propuestas de diferentes arquitectos, pero por lo general, acudían a reputados
profesionales de la arquitectura que tuvieran una experiencia grande en la construcción de edificios
eclesiásticos y que en aquellos momentos estuvieran disponibles.
El estilo a seguir
La organización del trabajo
Las técnicas de construcción y los instrumentos de elaboración;
El aprovisionamiento y el transporte de los materiales.
Los cálculos
El coste total de la obra
La financiación
Estas grandes obras de construcción emplearon abundante mano de obra bien pagada, que
precisaba un cuidadoso Plan de Financiación.
El primer problema era, por tanto, la financiación, detalle nada despreciable dadas las dimensiones
y suntuosidad previstas para estos edificios. Para hacer frente a estas necesidades, se
presentaban numerosas posibilidades.
Los recursos económicos se obtenían, en primer lugar, gracias a la generosidad de los reyes, los
papas y los grandes señores. Luis VII firmó cuatrocientas cincuenta y dos actas en favor de las
iglesias, de las que un gran número, eran donaciones (más numerosas al principio de su reinado).
Una de las prácticas más extendidas era, el empleo del producto del comercio de indulgencias. El
obispado emitía una especie de certificados que quien los compraba adquiría el derecho de serle
perdonados sus pecados y consecuente entrada en el cielo.
Otro medio para conseguir el dinero necesario era la venta de los espacios destinados a sepultura
existentes en el templo, un bien inmobiliario especialmente valorado durante la Edad Media.
Pero sin duda el método más habitual era el traslado por toda la diócesis de reliquias de santos,
deteniéndose en las distintas parroquias y pidiendo a los fieles limosna a cambio de su milagroso
contacto. Los monjes, enviados por las abadías, parten en busca de fondos que permitan reanudar
los trabajos; dan fe de los milagros y muestran reliquias; los donantes generosos se benefician de
las plegarias y de las indulgencias.
Este procedimiento, aunque en general muy rentable, era sin embargo muy arriesgado, ya que a
menudo los cortejos eran asaltados por malhechores que trataban de apoderarse no solamente del
dinero recogido, sino también de las reliquias, que desde antiguo eran objeto de un floreciente
comercio en toda Europa.
Las reliquias y jubileos atraen a los peregrinos que dejarán su óbolo, como los comerciantes que
traen sus productos a las ferias y mercados,
y el obispo destinará parte de los diezmos y
demás beneficios eclesiásticos, a la obra que
se debe a su iniciativa.
Para satisfacer estas necesidades, la fábrica recibe donativos, administra los ingresos procurados
por los legados y las rentas; también recoge los impuestos y los diezmos. Sin embargo, hay que
tener en cuenta las guerras, el hambre y las epidemias, que hacen disminuir en mayor o menor
grado los ingresos.
No podemos olvidar que se construía para Dios y solo este hecho era muy relevante para el
hombre de la edad media.
Si hoy día observamos con un cierto detenimiento la construcción de una obra importante,
enseguida nos damos cuenta que muchos de los operarios se mueven y consultan con
detenimiento, una serie de papeles, llenos de dibujos, croquis y texto, perfectamente definidos
donde esta detallado el trabajo de cada una de las distintas tareas a realizar. Estos papeles son
parte de los planos que contiene el proyecto total. Una obra no muy grande contiene unas 2.000
hojas que conforman todo el proyecto a realizar. Los operarios, saben leerlos e interpretan con
gran facilidad las tareas que tienen que realizar. Las ordenes “verbales” de ejecución solo se
encuentran en los niveles mas bajos de la construcción. Seria impensable una construcción sin
planos detallados de la misma.
nuevas generaciones. La construcción era realizada por especialistas, artífices itinerantes que iban
de ciudad en ciudad, pues apenas se solicitaban los servicios de los artesanos locales y utilizaban
conceptos y unidades muchas veces desconocidas para los lugareños.
El arquitecto, guarda celosamente sus secretos de cálculo y traza, y suministra la idea o plano
general del edificio, basado en triángulos, cuadrados, pentágonos o hexágonos, según el modelo
«ad triangulum» o «ad quadratum», que haya sido elegido. En la armonía y belleza de las
proporciones, es decir, en la objetividad de la belleza de las figuras geométricas y en las medidas,
tanto en planta, como en alzado, radica el fundamento de la perfección de la construcción, cuya
ejecución ha de durar decenios de años, a veces, siglos.
Los maestros, en las obras emplearon instrumentos simples: la escuadra, el compás y la regla.
Debieron ser verdaderos especialistas para conseguir levantar aquellas bóvedas a tan
considerable altura. Estas audaces construcciones están pensadas con gran cuidado y reflexión,
conociendo que los esfuerzos de toda la estructura, están perfectamente dirigidos y que ningún
detalle se dejaba al azar.
Para realizar el trazado de una catedral, una casa, cualquier edificio o monumento, resulta
fundamental, especificar claramente las medidas en sus unidades correspondientes.
A la hora de medir una longitud uno se referían con frecuencia, a la mano, el pie o la zancada.
Para medir la longitud de una mesa, por ejemplo, podemos utilizar como medida la distancia entre
el pulgar y el meñique, con la mano bien abierta; esta distancia, llamada palmo, varía entre 20 y 23
cm., de nuestro sistema métrico decimal.
En su origen, encontramos la línea, cuyo valor varía entre 0,22 y 0,25 mm; correspondería al
diámetro de un grano de cebada (concepto de difícil evaluación para una medida tan corta).
Tengamos también en cuenta que el pie de Carlomagno se ha considerado, a menudo, que corres-
pondía a 32,48 cm, que el cicero, empleado en imprenta, es 1/6 de pulgada, y que 6 codos, de
0,5236 metros, suman 3,1416 m.
Como vemos, todas las medidas empleadas se refieren a dimensiones humanas y al mismo
tiempo, al número áureo.
Estas medidas nos llevan a la idea del número, en relación con la proporción y como realidad
fundamental.
Georges Jouven, arquitecto jefe encargado de la conservación de los monumentos Históricos para
estudiar el simbolismo de la arquitectura tradicional, establece estos tres postulados:
Las medidas en pies y codos de la forma inicial y de las líneas principales de los edificios
tradicionales están universalmente calculadas en números privilegiados
Sin embargo, el valor del pie varía según la época y la región. El pie romano de la Antigüedad,
empleado de nuevo en el Renacimiento italiano, es de 0,295 metros; Miguel Ángel utilizaba esta
medida, mientras que el pie carolingio es de 0,32 metros.
El arquitecto, se servia de un patrón, cuya dimensión determina a voluntad y que sirve de base a
todas las medidas de la construcción, en su totalidad y en cada una de sus partes.
Vitruvio escribe: «Una de estas partes será el módulo, que deberá fijar todas las medidas de la
distribución del edificio.» Este módulo, variable según la decisión de los arquitectos, no
corresponde a ninguna medida oficial.
Con el fin de trasladar fácilmente esta unidad de medida, tanto sobre el plano, como sobre la obra,
se emplea una vara cuya longitud equivale al módulo o a un submúltiplo: la regla.
En Ezequiel, el ángel mide así el Templo de Jerusalén: «Entonces me dio una caña semejante a
una vara; y habiéndose presentado, el ángel me dijo: Levántate y mide el templo de Dios y el altar
y a los que rezan en él» (Apocalipsis de San Juan, XI, I).
A veces, en el paramento del edificio (en un motivo geométrico, en una voluta, en un motivo
vegetal, en el trazado de una mano, en la mitad de un dintel o en el diámetro de una columna), se
encuentran marcas de esta medida patrón que, así grabada, quedaba a disposición de todos los
trabajadores. Este hecho explica también que en los escasos planos que tenemos no se
especifique ninguna escala.
Nuestras medidas poseen una gran precisión, también en materia de construcción; a los antiguos,
sin embargo, no les preocupaba tanto; utilizaban números enteros de una medida o de un módulo,
o bien submúltiplos, pero siempre enteros. Las disparidades de varios centímetros entre la anchura
de los tramos o de las naves laterales, no les preocupaban. Eran, a pesar de todo, dimensiones
rigurosas que quisiera razonar.
Si buscamos las relaciones entre la longitud, la anchura y la altura del edificio, tanto en su totalidad
como en sus diversas partes, obtendremos números místicos, como 3, 7, 11, 12, etc. Es preciso
dejar de lado momentáneamente el sistema métrico para darse cuenta de que las torres miden 204
pies (es decir, 17 x 12), que Reims tiene 408 pies (es decir, 34 x 12), que hay 297 columnas en
Notre-Dame de París (11 x3x3x3) y que el número de capillas, 45, equivale a 9 x 5.
Se ha llegado a decir que las rosas místicas de nuestras catedrales respondían a la simbología de
un múltiplo de 6, el número del perfecto equilibrio, el del hexágono, el del sello de Salomón que tan
a menudo se observa en el dibujo de las grandes vidrieras.
El diseño
Las numerosas incisiones conservadas, sobre muros lisos, constituyen la directa información de
este proyecto a escala 1: 1 (la serie más imponente se ha conservado en los tejados planos de las
naves laterales y de las capillas del deambulatorio de Clermont-Ferrand).
El trazado se presenta como una geometría descriptiva, cuya estructura básica es el módulo.
Algunos autores piensan que el trazado, era conocido ya por Vitruvio, aunque el célebre arquitecto
romano no hiciese mención de él en su tratado de arquitectura.
De finales del siglo XIII poseemos un famoso cuaderno con dibujos, el de Villard de Honnecourt.
El trazado regulador de una iglesia está ligado a las proporciones del cuerpo humano, que según
los exotéricos se da un fenómeno de osmosis entre el hombre, el templo y lo sagrado: «Aquí
comienza el método del trazado para dibujar la figura tal como lo enseña el arte de la geometría
para trabajar con facilidad.»
Mathieu Roriczer (arquitecto e impresor del siglo XV) escribió un tratado, la Rectitude des pinacles,
publicado por Roland Recht. Una vez que sabemos que los masones podían, de una forma
sencilla, trazar pentágonos, heptágonos y octógonos utilizando el compás y la regla, entendemos
las fases de la operación que permiten pasar del plano a la elevación. Sin duda, los admirables
pináculos de Notre-Dame de Reims, que albergan en su parte superior los ángeles con las alas
desplegadas, fueron concebidos según este método.
En 1535, Alberto Durero publica Institution géométrique, continuación de la obra Instructions sur la
mesure au compás et a I'querré, publicada en 1532.
Los grabados de Durero (1471-1528) muestran trazados, símbolos similares al «trazado» de las
obras góticas; es particularmente conocida su Mélancolie.
Se construye el hexágono (60°), el dodecágono (30°), el pentágono (72°), los decágonos (36°)
convexos o estrellados, con los módulos angulares de 18°, y se llega a reflexiones más filosóficas.
La relación entre el radio del círculo y el lado del decágono convexo inscrito es igual al número
áureo, así como la relación entre el decágono estrellado y el radio del círculo circunscrito.
Lo mismo ocurre en la relación entre el lado del pentágono estrellado y el lado del pentágono
convexo. Las combinaciones se hacen sutiles y todas las figuras que se desprenden de ellas
reflejan valores cósmicos. Al observar las figuras de Villard de Honnecourt nos introducimos en un
laberinto del pensamiento donde no es difícil hallar un simbolismo que permite vincular al hombre
con la obra divina, o con su reflejo.
Los más bellos edificios han sido construidos a partir de formas geométricas simples; mediante
hábiles trazados basados en estas figuras geométricas, la construcción se asienta sobre una
medida y unas proporciones que unen todas estas partes armónicas.
Es importante destacar que, con el compás, “el útil del Señor”, se halla la extraordinaria proporción
que es el número áureo. De este modo, se puede crear una gran variedad de formas que guardan
siempre una gran armonía, sumamente estética, puesto que en realidad reflejan las grandes leyes
naturales, tanto las de la tierra como las del cosmos.
Los constructores y los maestros de obra realizaron sus construcciones a partir de esta
«proporción divina», pero supieron dejarla en su elegante sencillez.
Se puede pensar que en la logia llamada «el cuadrado largo» los arquitectos se sirvieron del
número áureo como una función estética, pero sobre todo era un instrumento que permitía ordenar
mejor sus trabajos y hacer que se desplegaran en toda su belleza.
Todas estas consideraciones entran mas en el campo filosófico, simbólico, exotérico o como lo
queramos llamar. Lo importante es que unos ocho siglos después de su construcción, las
catedrales “siguen ahí”, tan bellas y hermosas como fueron construidas y sobretodo, han tenido un
mínimo mantenimiento, lo cual contrasta con los edificios modernos, como la torre Eifel de Paris,
que solo pintarla, para evitar su oxidación y consiguiente destrucción, cuesta unas tres veces mas
en dinero equivalente, de su coste inicial del proyecto.
Tendremos que llegar al siglo XIII, que es cuando aparece, de una forma mas o menos definida, el
diseño de proyecto, es decir, un diseño exacto a escala reducida (palimpsestos de Reims, plano
..A» de Estrasburgo). Hasta entonces sólo existían esbozos esquemáticos del tipo de la planta de
la abadía carolingia de San Galo, o bien modelos tridimensionales en madera o terracota, como
aparecen en los retratos de los donantes.
La construcción
Cimientos y muros son el fundamento físico y espiritual de la obra. Los sillares, como las piedras
en su multiforme aspecto, simbolizan al pueblo cristiano unido por la argamasa de la caridad, por
«el Amor se mueve al Sol y las estrellas», como escribe Dante.
Se daba así inicio a la construcción: los carpinteros disponían los andamios de madera sobre los
cuales los albañiles podían trabajar cómodamente, mientras en tierra los amasadores preparaban
el mortero (cemento destinado a unir los bloques de piedra) y los canteros preparaban los bloques,
cornisas y capiteles.
Por razones climáticas, las obras se interrumpían desde finales de octubre hasta primeros de
marzo, y durante este tiempo, el comité procuraba encontrar para los trabajadores, una ocupación
sustitutiva, generalmente en el comercio local.
Los arquitectos, según el diseño y su gusto, elegirán la sección de los mismos, que solían ser:
1 Pilar cuadrado
2 Pilar cruciforme
3 Pilar de núcleo cuadrado con columnas
en los flancos
4 Pilar de núcleo cuadrado con columnas
en las aristas
5 Pilar de núcleo triangular con columnas
en las aristas
6 Pilar de núcleo cilíndrico flanqueado por 4
columnas
7 Pilar de 2 columnas
8 Pilar de 3 columnas
9 Pilar de 4 columnas
10 Pilar fasciculado
11 Pilar compuesto
La cimentación siempre es importante y nos exige un magnifico conocimiento del suelo, pero debe
tenerse en cuenta, todavía mas, en los lugares donde van asentados los pilares que soportaran
una gran parte del peso total del edificio.
Como los pilares eran bastante gruesos, se construyan de piedra en la parte exterior. Esta piedra
debía ser perfectamente cortada, manteniendo el plano superior e inferior perfectamente paralelos.
El hueco interior, se rellenaba de argamasa perfectamente mezclada con piedras de río y en
muchas ocasiones se disponían unas barras de Hierro que le daban una notable consistencia para
poder soportar el enorme peso de las bóvedas.
Su ejecución también era laboriosa. Era necesario disponer de todas las hiladas de piedra, muchas
veces numeradas, al pie del pilar y comenzar la construcción desde abajo, elevando y colocando
los materiales sin interrupción evitando, en lo posible, el secado de la argamasa. En otras palabras,
que fuera fraguando de la forma mas homogénea posible, evitando depositar la argamasa “nueva”
sobre otra ya seca, pues si esto ocurría podían generarse tensiones internas no deseables.
No era sorprendente que al retirar la cimbra, se hundiera parte de la bóveda, debido a milimétricas
desviaciones en la construcción que impedían la “compensación” de todas las fuerzas.
Cuando se retira la cimbra, operación muy delicada, la bóveda se asienta e incluso puede hundirse
si los muros no son lo bastante resistentes.
Para asegurar estos contrafuertes, se coloca sobre ellos un pináculo, remate puntiagudo que
acentúa el perfil ascensional del templo y con su peso fija el contrafuerte.
Otros arbotantes a nivel superior, actúan como tirantes, anulando la
presión del viento sobre los muros
de la nave central. Por último, en la
parte superior el coronamiento, a
modo de antepecho, encajará
muros, arcos formeros y
contrafuertes, como cadena que
liga toda la construcción.
Según la simbología cristiana, desde el suelo, donde yacen los muertos, en espera del fin de los
tiempos, bajo la bóveda que delimita y simboliza la misericordia divina, se percibe la luz que
desciende, mientras al exterior, por pináculos y torres, nuestra mirada se proyecta hacia el cielo.
Se contrapone este dualismo, la existencia terrestre que tiende hacia arriba y la visión intelectual
de la Jerusalén celestial que desciende creando un espacio coloreado, ya que percibimos la luz
divina a través del ejemplo y escritos de santos y teólogos.
En las fachadas, los rosetones alegorizan la rueda de la existencia, de la que nos habla el apóstol
Santiago. Los rosetones y ventanales iluminan gradual y diversamente el recinto sagrado, según la
hora del día y la orientación. De los tonos
opacos del rosetón del norte, a la clara
luminosidad del rosetón del mediodía y los
tonos rojizos del sol declinante que ilumina
el rosetón de la fachada, se crea una
armonía cromática, cambiante, paralela a la
riqueza cromática de la música de órgano y
al esplendor de las ropas y objetos que se
utilizan en las solemnes ceremonias
litúrgicas.
cuenta, además, que había que colocarlos con su Angulo correspondiente, tarea nada fácil incluso
en los tiempos actuales. Los cristales de vidrio se colocaban y emplomaban directamente en su
lugar definitivo.
Un papel fundamental en la construcción de las catedrales góticas era el desempeñado por los
escultores, a cuyo cargo estaba la decoración arquitectónica, y el del maestro vidriero, que
realizaba las espléndidas y grandes vidrieras que todavía podemos admirar hoy.
Los cálculos
Los cálculos que se realizaban para sujetar las bóvedas, techos, muros y demás componentes del
edificio, era uno de los secretos mejor guardados.
Muchos fueron los “hundimientos” de bóvedas, arcadas, muros, etc., debidos a una base de
sustentación insuficiente así como son numerosos los ejemplos de “grosores excesivos” en los
elementos de sustentación.
Fue la experiencia y el aprender de muchos errores, lo que permitió mantener en pie las
catedrales.
Había muchos factores que había que tener en cuenta además de los típicamente estructurales,
por ejemplo:
Los cimientos
Para la cimentación tenemos que tener en cuenta la Naturaleza del terreno, que puede ser:
Con frecuencia, en parte de la superficie donde se pretende construir la catedral, nos encontramos
que había aguas subterráneas que dificultan o imposibilitan la construcción de un edificio de una
altura considerable. Es lo que hoy llamamos Nivel de Aguas Freáticas
En la Edad Media, para conocer el nivel del agua freática, se abría un hueco en la tierra, de tal
manera que podían ver dentro de el (50 x 50 centímetros), y esperar que el nivel del agua se
estabilice. De esta forma, después de una hora mas o menos, el nivel donde tenemos el agua, será
el nivel freático.
Es evidente que era necesario un estudio complejo del terreno para poder edificar.
El viento
El viento en la zona, era otro parámetro muy importante a tener en cuenta en la ubicación o lugar
donde se decida la construcción de la catedral.
El viento, es algo que no se elige. En un lugar, históricamente, hace viento o no lo hace, con lo cual
a la hora de decidir el tipo de construcción, hay que tener en cuenta este “parámetro
arquitectónico”. Según sea este, la construcción deberá ser:
a. Construcciones prismáticas
b. De planta rectangular o combinación de rectángulos
c. De planta octogonal o análoga
d. Construcciones cilíndricas
e. De superficie rugosa o nervada
f. De superficie muy lisa
g. Construcciones esféricas
h. Esferas o semiesferas
i. Casquetes esféricos de relación altura: diámetro 1: 4
Según sea el tipo de edificio, en función del viento dominante y su intensidad, los cimientos y el
grosor de los muros deberá ser mayor.
Sobrecarga de nieve
A la hora de realizar el estudio sobre como calcular la estructura de la catedral, resultaba muy
importante, conocer la altura donde se encontraría la parte mas alta del edificio sobre el nivel del
mar, para considerar la posible acumulación de nieve en los
tejados, que produciría “un peso adicional”, en los meses de
invierno y que la estructura de toda la catedral, debería soportar, en
muchos casos un prolongado espacio de tiempo al año.
Una de las mayores preocupaciones del arquitecto al realizar la traza, era como sujetar,
eficazmente, el enorme peso de bóvedas y tejados, que muchas veces era de piedra. Además,
precisamente las bóvedas era uno de los principales motivos decorativos de la catedral así como
elemento definitivo en su acústica.
Para combatir los empujes originados por las cargas y la consiguiente fuerza “oblicua”, habrá que
recurrir a un tensor, un contrafuerte (D) o un apuntalamiento (E).
Los empujes también pueden contrarrestarse mediante el acodalamiento (E), es decir, por el tirante
(T).
Para evitar que los pilares se separen por la acción de las tensiones horizontales, se refuerzan
mediante tirantes (T) contrafuertes o arbotantes.
De este modo, se refuerzan los muros y su propio peso evita que se desplacen.
No obstante, siempre es mejor reducir el volumen de los materiales empleados sin dejar de
controlar las fuerzas de acción; así se llega al arbotante, que debe estar perfectamente calculado.
Así, con una técnica cada vez más simple, con la
resolución del problema de los empujes y con el
empleo de pináculos para estabilizar la
construcción, hemos llegado al arte gótico, en el
que grandes áreas de muro se eliminan, pues han
dejado de ser necesarias.
AB = BC =CD
Trazaba una recta entre el punto C y el arco anteriormente trazado. El punto de corte lo llamaba F.
Otra dificultad a resolver era que, las cúpulas eran semiesferas huecas que debían apoyarse en
una planta cuadrada o rectangular. La cúpula llamada
“vaida” fue una de las mejores soluciones y que fue muy
utilizada por el español Vandelvira entre otros, en la
catedral de Jaen.
La acústica
resonancias: nadie duda de que bajo las grandes cúpulas de la iglesia Sainte-Marie de Souillac
obtuvieron la concentración de los sonidos armónicos.
Las siete notas de nuestra escala se asocian, según Fabre de Olivet, a los siete planetas, que
emiten una música celeste. Existe una comunicación entre el cielo y la tierra, al igual que el
conjunto de la catedral crea un vínculo entre lo sensible y lo inteligible.
El poder del libro pétreo, que es una catedral, de esa nave que protege a los fieles y los transporta
a las orillas de la felicidad, se refuerza con el canto. La música corresponde al ritmo de la piedra.
La música estudiada en las universidades se encuadra dentro de la sección superior de las siete
artes liberales, el quadrivium. En el espíritu escolástico de la Edad Media, Guillermo de Machaut
crea motetes extraordinarios basados en el principio de la isorritmia, con su cadencia
sistemáticamente repetida.
Si discernimos la alianza que existe entre el ritmo de la construcción de las catedrales y el ritmo
musical, la concordancia entre los poderes simbólicos de uno y otro, entenderemos que el
arquitecto debía poner especial cuidado en la acústica de su construcción.
Hubert Larcher, en un texto admirable, define lo que es el silencio del claustro y la unidad sonora
de la bóveda; según este autor, cuando el oratorio da paso a las inmensas catedrales, cuando la
ojiva gótica escala hacia el cielo, el sonido se aleja del oído. La reflexión de Hubert Larcher está
hecha a partir de la abadía de Thoronet, cuya acústica es realmente admirable.
Imitando, sin duda, la experiencia de los actores griegos, que amplifican su voz gracias a vasijas
de barro cocido o de bronce, los
constructores cistercienses incluyen en el
interior del edificio recipientes de terracota.
Estas vasijas de resonancia, encastradas
en la pared, en la bóveda o en lo alto de los
muros, son más numerosas cerca del coro
y del púlpito. La boca de estas vasijas es lo
único que se asoma en la pared. Su
capacidad oscila entre 2 y 12 litros. En
cuanto a la forma, que varía mucho según
las regiones, es parecida a la de jarras de
pequeño tamaño o ánforas de cuello
estrecho.
Con el fin de comprender mejor el interés que tienen estas vasijas de barro, se han llevado a cabo
algunas pruebas, primero en laboratorios, reconstruyendo el entorno, y más tarde en las propias
iglesias. Se ha observado que los sonidos agudos son absorbidos, que se produce una nivelación
de los picos y que disminuye el tiempo de resonancia para las frecuencias mas bajas. Parece por
tanto, que el objetivo principal de estas vasijas acústicas era que la voz fuera más inteligible.
Aún no sabemos cómo se distribuían éstos recipientes en la iglesia, ni tampoco por qué no todas
las iglesias los poseen; desconocemos también si eran eficaces, pero los constructores medievales
eran gente pragmática y, si insertaron en sus construcciones estos captadores de sonidos, fue
porque tenían alguna utilidad.
CONCLUSION
El motivo simbólico penetra en el subconsciente del hombre, le lleva a emprender el largo camino
interior; los fieles, que generalmente no saben leer, interpretan así este arquetipo del pensamiento
humano.
Hablar de una catedral suele acabar siendo una enumeración de diversos estilos que se mezclan y
que, sin embargo, poseen muchas afinidades.
La decoración interior, rica y de gran colorido, no pudo resistir el paso del tiempo, pero las
estructuras de nuestras catedrales e iglesias continúan todavía en pie.
Asoladas por las guerras, por los enfrentamientos fraticidas, políticos o religiosos, por los
bombardeos, el fuego, la intemperie, la contaminación…, a pesar de todo, siguen estando ahí,
altivas y acogedoras al mismo tiempo.
Las catedrales, han conservado prácticamente los mismos materiales desde hace ocho siglos.
BIBLIOGRAFIA
Nota: En este pequeño trabajo, en vez de incluir “citas al pie de pagina” he preferido citar
las referencias bibliográficas, dentro del texto, con animo de hacerlo mas comprensible.
Además de la bibliografía citada en el texto y de las n umerosas conversaciones con el que fue
Deán de la Catedral de Toledo D. Edencio Cofreces, se ha consultado la siguiente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Carpinter%C3%ADa
http://es.wikipedia.org/wiki/Argamasa
Alexander G. Keller, Los veintiún libros de los ingenios y las maquinas, The university of Chicago
Press.
Los ingenios y las maquinas en tiempos de Felipe II, publicado por la Sociedad Estatal para la
conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid 1998.
Azcárate, José María. Arte gótico en España. Madrid: Ediciones Cátedra, 1990.
Estudio del hermano René Floriot en el Bulletin du Groupe d'acoustique musicale n° 98., junio 1978
(Universidad de París-VI: Tour 66, 4, place Jussieu, París v; profesor Leipp)