Wikstrom - Exposición y Propensión Criminógena

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REVISTA DE DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA, 3.ª Época, n.º 17 (enero de 2017), págs.

337-367

POR QUÉ SE DELINQUE:


UNA TEORÍA DE LA ACCIÓN SITUACIONAL 1

Per-Olof H. Wikström
Instituto de Criminología. Universidad de Cambridge. Reino Unido

Lo paradigmático de la ciencia moderna es la búsqueda de meca-


nismos detrás de los hechos, más que la búsqueda irracional de datos
y de correlaciones estadísticas entre ellos.

(Bunge, 2006, 119)

Las personas no comenten delitos porque, por ejemplo, son


hombres, adolescentes o pertenecen a una minoría étnica. Ser
hombre, adolescente o pertenecer a una minoría étnica no lleva a
nadie a robar un CD de una tienda, sustraer un coche, incendiar un
edificio escolar o volar un avión. Los atributos no pueden ser cau-
sas (e. g. Holland, 1986; Bunge, 2001: 70). Ni una persona comete
un delito porque, por ejemplo, está desempleada, tiene muchos her-
manos, una tasa cardíaca en reposo baja, malas calificaciones esco-
lares, un gen particular, una madre que fumó durante el embarazo
o porque creció en una vivienda social. Ninguna de estas clases de
factores llevará a una persona a destrozar vandálicamente una va-
lla, vender objetos robados, reclamar beneficios fraudulentamente
o golpear a un compañero. Estas clases de correlatos, de los que
hay cientos, son, en el mejor de los casos, marcadores de las causas

1 
El texto original, con el título «Why crime happens: A situacional action theory»
se publicó como Capítulo 3, en Manzo, G. (ed.), Analytical Sociology. Actions and Net-
works, Wiley Series in Computational and Quantitative Social Science, John Wiley
& Sons Ltd., 2014. Traducción de Mariano Melendo Pardos (UNED). Agradezco a
mis compañeros Juan Manuel Lacruz López y Alfonso Serrano Maíllo su ayuda en
algunos puntos de la traducción, que la ha mejorado notablemente. Los errores o
defectos, sin embargo, son exclusiva responsabilidad mía.

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reales, aunque alguno de ellos pueda estar implicado al analizar las


«causas de las causas» de los delitos (Wikström, 2011a). Es fácil
estar de acuerdo con la siguiente afirmación de Hedström (2005:
23): «no creo que una visión de las teorías y explicaciones como lis-
tas de factores estadísticamente relevantes conduzca al desarrollo
de un cuerpo riguroso de teoría sociológica» (véase también Wik-
ström, 2004).

Las personas cometen actos delictivos porque perciben y


eligen (de forma habitual o tras alguna deliberación) una deter-
minada clase de acto delictivo como una alternativa de acción
en respuesta a una motivación específica (una tentación o una
provocación). Las personas son la fuente de sus acciones, pero las
causas de las mismas son situacionales. Determinadas combina-
ciones de clases de personas (propensiones personales) y de clases
de contextos (inductores ambientales) promueven la percepción
de determinadas clases de alternativas de acción y determinadas
elecciones (algunas de las cuales pueden dar lugar a una acción
que vulnera las reglas legales) en respuesta a una motivación con-
creta (tentaciones o provocaciones). Por ejemplo, una persona con
poco dinero que encuentra una cartera repleta del mismo en un
vestuario vacío ve esto como una oportunidad de sustraer dinero;
otros no.
Insistir en que las causas de la acción son situacionales no
implica que el rol del contexto social (cultura y estructura) y del
desarrollo humano y social sea irrelevante en la explicación de la
acción (como un acto delictivo). Por el contrario, solo pretende que
su rol es indirecto y que deben ser analizados como «causas de las
causas» 2 más que como causas de la acción; ayudan a explicar por
qué la gente llega a ser diferente (tiene propensiones diferentes),
por qué el ambiente llega a ser diferente (ofrece diferentes inducto-
res ambientales) y por qué ciertas clases de personas están expues-
tas a ciertas clases de contextos (ambientes), creando las situacio-
nes en que sus acciones son una respuesta. Comprender el rol de
los factores y procesos sociales y de desarrollo en la explicación
de la acción requiere aprehender cómo estos factores y procesos
influyen en los factores y procesos situacionales que impulsan a las
personas a actuar de una forma u otra (e. g. a cometer un acto de-
lictivo). El argumento es simple. Sin una comprensión propiamente
dicha de qué factores y procesos situacionales son causalmente re-
levantes (como causas) es difícil identificar con alguna certeza qué

2 
Frase tomada de Elster (1999: 30).

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factores y procesos sociales y del desarrollo son causalmente rele-


vantes (como causas de las causas) en la explicación de las acciones
humanas (como la comisión de actos delictivos) 3.

1.  Teoría de la acción situacional


Los delitos son acciones morales. Cualquier acción guiada por re-
glas sobre lo que está bien o mal hacer o no hacer puede ser conside-
rada una acción moral. Los delitos son acciones que violan las reglas
de conducta establecidas en la ley. Explicar el delito (o determinadas
clases de delitos) es explicar por qué las personas siguen y violan las
reglas establecidas en la ley (o reglas de conducta particulares esta-
blecidas en la ley).
La Teoría de la Acción Situacional (TAS) aspirar a explicar por
qué se delinque y, de manera más amplia, por qué las personas si-
guen y vulneran reglas comunes de conducta (e. g. Wikström, 2006;
2010; 2011a; Wikström et al., 2012: 3-43). La TAS propone que las
causas de las acciones humanas son situacionales (no individuales ni
colectivas). Las personas hacen lo que hacen debido a quienes son y
a las características del ambiente en el que intervienen. La clase de
personas que son y la clase de contexto explica qué clase de acciones
es probable que tengan lugar.
La teoría propone, además, que los seres humanos son funda-
mentalmente actores guiados por reglas (no actores auto interesados)
y que su respuesta a los motivadores (tentación y provocación) es,
esencialmente, un resultado de la interacción entre sus propensio-
nes morales y las normas morales de los entornos (ambientes) en los
que intervienen. Las personas son propensas al delito en la medida
en que sus morales personales les estimulen a ver un acto delictivo
como una alternativa de acción, y los entornos son criminógenos en
la medida en que sus normas morales estimulen la vulneración de
alguna(s) reglas(s) de la ley. Los delitos se cometerán, con mayor
probabilidad, cuando personas propensas al delito intervengan en
entornos (ambientes) criminógenos.
De acuerdo con la TAS, explicar el rol del contexto social y del de-
sarrollo en la causación del delito (o, más ampliamente, su rol en por
qué las personas siguen y vulneran reglas comunes de conducta) es

3 
Sobre el problema de la causación y la explicación en el estudio del delito véa-
se, además, Wikström (2011a).

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una cuestión de (1) comprender los procesos de desarrollo (historias


vitales) que hacen a las personas lo que son (emergencia, surgimien-
to personal), (2) los procesos sociales (históricos) que crean deter-
minadas clases de ambientes (emergencia social) y (3) los procesos
de selección (sociales e individuales) simultáneos que sitúan a clases
de personas en clases de entornos. Estas no son preguntas sobre
qué causa que las personas cometan actos delictivos (e. g. robar una
bicicleta), sino, más bien, preguntas por «las causas de las causas»;
por lo que hace que las personas desarrollen distintas propensiones
al delito; lo que hace que algunos ambientes se conviertan en más
criminógenos que otros y lo que hace que las personas propensas al
delito estén expuestas a entornos criminógenos.

2.  Explicar el delito


Las leyes del estado son prescriptivas. Establecen regulaciones
para la conducta y las relaciones de los hombres. No tienen valor de
verdad. Su aspiración es influir en el comportamiento.

(von Wright, 1963: 2)

La ley (tanto su creación como su aplicación) puede ser consi-


derada como el método principal de «ingeniería social». De forma
un tanto irónica, muchos políticos y comentaristas sociales que ex-
presan su disgusto por la «ingeniería social» son, al mismo tiempo,
firmes defensores del imperio de la ley.
La ley es un conjunto de reglas de conducta que establece lo que
está bien o mal hacer (o no hacer) en determinadas circunstancias
(que pueden ser muy generales o muy específicas). Al prescribir a
las personas lo que está bien o mal hacer (o no hacer) la ley tiene un
claro contenido moral. De hecho, la ley puede ser considerada como
un conjunto de reglas morales.
Las leyes no son necesariamente normas morales: solo son una
norma moral si son compartidas por las personas en una jurisdic-
ción (o en un contexto determinado). Las normas morales tienen
diferente fuerza. Pueden ser más o menos compartidas o aplicadas.
Generalmente, las personas se preocupan más de algunas normas
de conducta que de otras y algunas normas de conducta son más
contestadas que otras. Una razón importante por la que las per-
sonas cometen un delito es porque están en desacuerdo con una
regla de conducta establecida en la ley o la misma no les preocupa
mucho.

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La TAS conceptualiza la moralidad como reglas basadas en


valores sobre lo que está bien o mal hacer (o no hacer) en determi-
nadas circunstancias. La ley es solo uno de los varios conjuntos de
normas morales de conducta que guían la acción de las personas (e.
g. Ehrlich [1936] 2008). La ley no es diferente de otros conjuntos
de reglas de conducta; de hecho, la ley puede ser considerada más
generalmente como un caso especial de reglas de conducta. Explicar
por qué las personas siguen y vulneran las reglas legales no es, en
principio, diferente de explicar por qué las personas siguen y vulne-
ran reglas de conducta de forma más general.
El delito es un acto que vulnera una regla de conducta establecida
en la ley. Esto es lo que todos los delitos, en todos los tiempos, tie-
nen en común 4. Explicar el delito es, por tanto, explicar por qué las
personas actúan violando las reglas de conducta establecidas en la
ley. Comprender las causas del delito trata, esencialmente, de com-
prender el papel de la moralidad en la acción humana. Si podemos
explicar por qué las personas siguen y vulneran reglas de conducta
más en general, seremos capaces de comprender por qué siguen y
vulneran las reglas de la ley.
Analizar el delito como acción moral no implica una perspectiva
«moralista» en la explicación del mismo. La TAS no aborda la cues-
tión de si unas leyes concretas son inherentemente buenas o malas,
sino que fija su enfoque, en cambio, en cómo las reglas morales
guían la acción humana. La teoría no implica que las personas que
vulneran una ley concreta sean amorales, sino solo que su visión de
lo que es bueno o malo puede diferir de la ley en cuestión o de que
pueden estar menos preocupados por adherirse a esa ley concreta
(o, si están de acuerdo y se preocupan por la ley, que su delito es el
resultado de una falta de capacidad para ejercer autocontrol).

3.  El modelo situacional


El modelo situacional de la TAS aspira a explicar los factores si-
tuacionales clave que influyen en el proceso que lleva a las personas

4 
Por supuesto, en principio es posible que exista una ley que convierta en de-
lictivo poseer determinado atributo (e. g. pertenecer a un grupo étnico particular)
o tener ciertas clases de pensamientos (e. g. desear a una persona casada). En estos
casos podemos tener infracción de norma sin acción. Sin embargo, la mayoría de las
jurisdicciones contemporáneas no criminaliza atributos y pensamientos. Semejan-
tes ejemplos de delitos son extremadamente raros y no están cubiertos por la expli-
cación de la TAS del delito como una acción moral.

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a cometer delitos (o, de forma más general, a vulnerar las normas).


Los elementos del modelo situacional son la persona (sus propensio-
nes relevantes), el entorno (sus inductores relevantes), la situación
(el proceso de percepción-elección que surge de la exposición de una
persona concreta a un entorno determinado) y la acción (movimien-
tos corporales tales como hablar, caminar, golpear). Un entorno se
define como la parte del ambiente (objetos, personas, eventos) que es
directamente accesible a la persona a través de sus sentidos (inclu-
yendo cualquier medio disponible).
De acuerdo con la TAS, la acción no es un resultado de la perso-
na (propensiones) o del entorno (inductores ambientales) sino de la
situación (el proceso de percepción-elección que surge de la interac-
ción persona-contexto). Si una determinada clase de persona es ex-
puesta a una determinada clase de entorno, se produce una situación
concreta (proceso percepción-elección) que inicia y guía su acción
en relación con los motivadores que puede experimentar. Esta es la
razón por la que la teoría se llama teoría de la acción situacional. El
modelo situacional se ilustra en la figura 1.

Figura 1. Modelo situacional

Aplicada a la explicación del delito, la TAS propone que las per-


sonas varían en su propensión al delito y que los entornos varían en
su carácter criminógeno. Cuando personas propensas al delito se ven
expuestas a entornos criminógenos, pueden ver el delito como una
alternativa de acción (en relación con una motivación concreta). La
propensión de las personas al delito puede variar dependiendo del
delito en cuestión (e. g. algunas personas pueden ser propensas al
robo, pero no a la violación) y el carácter criminógeno del entorno
puede variar dependiendo del delito en cuestión (e. g. algunos entor-
nos pueden fomentar la violencia, otros el fraude).
La TAS propone que las variaciones entre personas en su pro-
pensión al delito es esencialmente una cuestión de su moralidad

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relevante legalmente (la medida en la que su moralidad personal


se corresponde con las distintas reglas de conducta establecidas
en la ley), de su capacidad para ejercer autocontrol (lo que de-
pende tanto de características disposicionales como de funciones
ejecutivas e influencias momentáneas tales como intoxicación y
nivel de estrés —véase además Wikström y Trieber, 2007—). La
TAS propone, además, que el carácter criminógeno de un entorno
depende de sus normas morales (la medida en que estimulan o
desalientan la infracción de leyes particulares en relación con las
oportunidades que un entorno provee y las fricciones que crea) y
su nivel de aplicación (nótese que si una norma moral estimula la
infracción de una ley particular, un alto grado de su aplicación será
criminógeno). Aunque las personas que han vivido un tiempo en un
contexto cultural es probable que tengan generalmente una buena
comprensión de qué normas morales se aplican en qué entornos,
siempre existe la posibilidad de que las personas no entiendan co-
rrectamente cuáles son las reglas de conducta compartidas en un
entorno concreto. La diferencia entre una regla moral personal y
una norma moral es que una regla moral personal es mantenida y
aplicada (a través del proceso de autocontrol) por el actor, y una
norma moral es mantenida y aplicada (a través del proceso de di-
suasión) por otros (significativos). La correspondencia entre las
reglas morales personales de un actor y las normas morales de un
entorno puede ser mayor o menor.

4.  El proceso situacional


La percepción (la información que obtenemos de nuestros senti-
dos) es lo que conecta a una persona con su ambiente, y la elección
(la formación de una intención para actuar de una u otra manera)
es lo que une a la persona con su acción. El proceso de percepción-
elección, por tanto, es crucial para comprender las acciones de una
persona (véase además Wikström, 2006: 76-84).
De acuerdo con la TAS, los factores situacionales clave en el pro-
ceso de percepción-elección se pueden describir como sigue:
1. La motivación inicia los procesos acción.
2. El filtro moral provee alternativas de acción a una motivación
concreta.
3. Los controles influyen en el proceso de elección cuando hay un
conflicto de reglas-guía respecto a las alternativas de acción
percibidas.

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El proceso de la acción aplicado a la explicación del delito se


ilustra en la Figura 2 y sus etapas clave son descritas en detalle más
abajo.

Figura 2. El proceso situacional y los factores situacionales


claves (aplicados a la explicación del delito)

Fuente:  Wikström P-O H. (2011). «Does everything matter? Addressing the problem
of causation and explanation in the study of crime». En J. McGloin, C. J. Sullivan,
y L. W. Kennedy (eds.), When Crime Appears. The Role of Emergence (London. Rout-
ledge).

4.1.  La motivación
La motivación es un resultado de la interacción entre la persona
(preferencias, compromisos, sensibilidades) y el entorno (oportuni-
dades, fricciones) y se define como «atención dirigida a un objetivo».
Según la TAS hay dos clases principales de motivadores:
1. Tentaciones, que son el resultado de la interacción entre
a. Los anhelos de una persona (deseos, necesidades) y las
oportunidades para satisfacer un anhelo (deseo, necesi-
dad) o
b. El resultado de la interacción entre los compromisos de la
persona y las oportunidades de cumplir un compromiso 5.
2. Provocaciones, que se producen cuando una fricción (una
interferencia externa no deseada) causa ira o irritación hacia

5 
Téngase en cuenta que las oportunidades pueden ser legales o ilegales (e. g. la
oportunidad de comprar o sustraer un CD de una tienda).

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la fuente percibida de la fricción o hacia un sustitutivo. Las


personas varían en su sensibilidad respecto a determinadas
clases de fricciones (como consecuencia de su funcionamiento
cognitivo-emotivo y de las experiencias de su historia vital).
La motivación inicia el proceso de la acción. Sin embargo, la
motivación no explica por qué una persona se comporta como lo
hace. La motivación es un factor necesario pero no suficiente en la
explicación de por qué las personas actúan de una u otra forma. Las
personas responden de forma diferente a la misma clase de moti-
vación. Por ejemplo, mientras muchos jóvenes pueden querer tener
un determinado producto popular (como un par de caras zapatillas
Nike), no todos ellos ven un hurto como un curso de acción para
obtener este bien, y mientras muchos jóvenes se ven provocados
por una persona que se salta una cola, no todos ellos ven golpear
en la cara al que se cuela como una alternativa de acción viable. Lo
que hace a las personas ver determinadas alternativas de acción en
relación con una motivación concreta es resultado de la interacción
entre sus morales personales y las normas morales (percibidas) del
entorno en el que intervienen.

4.2. Percepción de alternativas de acción: el filtro moral


El compromiso moral de una persona con el contexto moral de
un entorno en respuesta a una motivación determinada crea un
filtro moral. El filtro moral se define como «la percepción selectiva,
inducida por una regla moral, de alternativas de acción en relación
con una motivación determinada». Las motivaciones (tentaciones o
provocaciones) que experimenta una persona determinan qué reglas
morales personales y qué normas morales del entorno son influen-
cias relevantes respecto a qué alternativas de acción percibe.
Las morales personales y las normas morales (percibidas) del
contexto pueden alentar o desalentar la ruptura de las reglas de con-
ducta establecidas en la ley cuando se actúa a partir de una motiva-
ción determinada. Por ejemplo, si una persona se enfada con otra,
sus reglas morales relevantes respecto al uso de la violencia en esta
concreta circunstancia y las normas morales (percibidas) del entor-
no relevantes para el uso de la violencia en la concreta circunstancia
influirán en si la persona verá o no el uso de violencia como una al-
ternativa de acción (respuesta adecuada). Si tanto las morales de la
persona como las normas morales (percibidas) del entorno alientan
el uso de la violencia, la persona verá probablemente el uso de la
violencia como una alternativa de acción. Si tanto la moral de la per-

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sona como las normas morales (percibidas) del contexto desalientan


el uso de la violencia, es improbable que la persona vea el uso de la
violencia como una alternativa de acción. En suma, cuando tanto las
morales personales como las normas morales del entorno alientan
(o desalientan) una acción concreta en respuesta a una motivación,
esta acción es probable (o improbable). La TAS se refiere a esta cues-
tión como el principio de la correspondencia moral.
Las alternativas de acción que una persona percibe como resulta-
do de un filtro moral aplicado a una motivación particular, pueden
incluir o no incluir alternativas de acción que constituyan delito. Si
una persona no contempla el delito como una alternativa de acción
no habrá delito. En este caso el proceso de elección no desempeña
papel alguno en la explicación de por qué esa persona se abstuvo de
la comisión del delito, porque esta persona no percibe el delito como
una opción y, por tanto, no elige abstenerse del mismo. Simplemen-
te, no contempla el acto delictivo como una opción. La mayoría de
las teorías de la acción parecen centrarse en cómo la gente elige
entre alternativas de acción e ignoran, ampliamente, por qué las
personas perciben algunas alternativas de acción y no otras (e. g. por
qué algunas personas perciben el delito como alternativa de acción
y otras no, en el mismo entorno). De acuerdo con la TAS la percep-
ción de alternativas de acción precede al proceso de elección. La
percepción de alternativas de acción es, por tanto, más importante
en la explicación de las acciones (como las acciones delictivas) que
el proceso de elección. Una razón primordial por la que las personas
no cometen delitos (determinadas clases de delitos) es que no ven
el delito (una clase determinada de delito) como una alternativa de
acción y no que elijan no cometer un delito (una determinada clase
de delito). De hecho, la mayoría de las personas, la mayor parte del
tiempo, no ve la mayoría de las clases de delitos como una alterna-
tiva de acción. Por ejemplo, la mayoría de las personas no se puede
permitir pero quiere un BMW, mas, al pasar junto a un BMW que no
está vigilado, con la puerta abierta y la llave en el contacto no lo ve
como una oportunidad para robar el coche.

4.3.  El proceso de elección: hábitos y deliberación


Las personas eligen entre las alternativas de acción que perciben.
Si las personas no ven el delito como una opción, no habrá delito.
El proceso de elección es irrelevante. Sin embargo, si el delito se
encuentra entre las alternativas de acción percibidas, el proceso de
elección determinará si la persona cometerá (o intentará cometer)

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un acto delictivo. La elección es definida como «la formación de una


intención para actuar de una forma u otra».
La TAS afirma que las personas ejercen su agencia (definida como
«poderes para hacer que ocurran cosas») dentro de las restricciones
de la elección guiada por reglas. La teoría reconoce que hay elemen-
tos de predictibilidad y «libertad de la voluntad» en las elecciones de
las personas y propone que las personas, dependiendo de las circuns-
tancias, aplican una de las dos clases básicas de procesos de elec-
ción: automatizados o deliberativos 6. De todas formas, en secuencias
de acción prolongadas la guía de la acción puede desplazarse entre
influencias habituales y deliberadas.
Cuando las personas actúan a partir de un hábito (moral) en res-
puesta a una motivación, hacen lo que hacen normalmente en esa
circunstancia sin pensarlo mucho. En este caso, la persona solo ve
una alternativa causalmente efectiva (aunque es probable que sea
relativamente consciente, «en el fondo de su cabeza», de que hay
otras alternativas) y automáticamente (sin pensar mucho) elige este
curso de acción. Si la alternativa de acción percibida constituye un
acto delictivo la persona cometerá (o intentará cometer) tal acto. Co-
meterá (o intentará cometer) un acto delictivo por hábito.
Cuando las personas actúan debido a hábitos, reaccionan esen-
cialmente (en un estilo estímulo-respuesta) a señales ambientales.
Los hábitos son resultado de una repetida exposición de la persona a
circunstancias concretas (con carácter general sobre automatismos
en la acción, véase e.g. Bargh, 1997; Wood y Quinn, 2005). Están
orientados hacia el pasado en cuanto implican una construcción
sobre experiencias previas para guiar la decisión actual (automática)
(e. g. creándose sobre la experiencia acumulada de éxitos y fallos
previos y de consecuencias observadas de la acción o la inacción
en esa circunstancia). Las elecciones habituales se dan con mayor
probabilidad cuando las personas se encuentran en circunstancias
bien conocidas con una guía por medio de reglas congruente. Adi-
cionalmente, niveles altos de estrés y emociones fuertes tienden a
favorecer reacciones habituales, incluso en entornos no familiares
(e. g. Carter y Scheler, 1998). Cuando las personas actúan a partir
del hábito, la racionalidad no entra en juego porque no hay una pon-
deración de pros y contras entre varias alternativas de acción (elegir
la mejor alternativa requiere que se haga una genuina elección entre
alternativas). La acción habitual puede ser irracional: esto es, las per-

6 
Hay gran cantidad de evidencia de un proceso dual de razonamiento humano
de esta clase (véase e. g. Evans y Frankish, 2009; Kahneman, 2001).

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sonas pueden actuar de maneras que no considerarían que son en su


mejor interés si hubiesen deliberado.
Cuando una persona ve varias alternativas de acción 7 poderosas
en respuesta a una motivación (tentación, provocación), el proce-
so de elección será racionalmente deliberativo. No hay alternativa
predeterminada de manera que hay que hacer un juicio valorando
los pros y los contras de las alternativas de acción percibidas. Las
deliberaciones están orientadas al futuro y consideran los resultados
potenciales y las consecuencias de los diferentes cursos de acción
percibidos, y las personas, generalmente, eligen la mejor opción (tal
y como llegan a verla) entre las alternativas de acción que perciben.
Lo que se ve como mejor opción, de acuerdo con la TAS, no es pri-
mariamente una cuestión de autointerés (ventaja personal) sino, en
gran medida, una valoración de lo que es una forma moralmente
aceptable de satisfacer un deseo, cumplir un compromiso o respon-
der a una provocación (basándose en las morales personales y en las
normas morales percibidas del entorno) 8. Tales deliberaciones pue-
den ser más o menos elaboradas dependiendo de la importancia que
el autor otorgue a la elección y sus posibles consecuencias. La guía
de la acción por la deliberación racional es más frecuente cuando
la persona opera en circunstancias menos comunes o familiares y/o
hay conflicto entre las reglas guía.
Cuando delibera, puede pensarse a la persona como ejerciendo
«libertad de la voluntad» (desde el momento en que no hay alternati-
vas de acción predeterminadas), pero, es importante, se trata de una
«libertad de la voluntad» restringida por las alternativas de acción
que percibe. En los casos en que las alternativas de acción percibidas
incluyen el delito, que el actor cometa (o intente cometer) o no un
delito dependerá del resultado de su deliberaciones (racionales) y (en
caso de reglas guía en conflicto) de la eficacia de los controles.

4.4.  Controles: autocontrol y disuasión


Cuando las personas deliberan y hay un conflicto entre reglas-
guía, los controles juegan un rol en el resultado. El control se con-

7 
Entre las que hay que elegir realizar o no realizar una determinada acción.
8 
Sin embargo, la alternativa que maximiza la ventaja personal puede ser la alter-
nativa preferida moralmente por el actor (según sus morales personales y las normas
morales percibidas del entorno). Si el actor contempla o no la maximización de su
ventaja personal como la mejor opción es, básicamente, una cuestión del juicio mo-
ral del actor.

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ceptualiza en la TAS como un proceso situacional y es definido


como «el proceso por el cual una persona gestiona las reglas-guía en
conflicto en su elección de acción en relación con una motivación
particular». Los procesos de control pueden ser, por su origen, inter-
nos (autocontrol) o externos (disuasión). El autocontrol ayuda a las
personas a cumplir con sus reglas morales personales y la disuasión
impulsa a las personas a cumplir con las normas morales del entor-
no cuando hay reglas-guía en conflicto.
El autocontrol se define como «el proceso por el que una persona
tiene éxito en adherirse a una regla moral personal cuando esta coli-
de con la norma moral (percibida) de un entorno». El ejemplo típico
aquí es la resistencia a la presión de los pares para actuar contra la
propia moral personal. La disuasión se define como «el proceso por
el cual la aplicación (percibida) de una norma moral (percibida) del
entorno (creando preocupación o miedo a las consecuencias) tiene
éxito en hacer adherirse a una persona a las normas morales del en-
torno incluso aunque coliden con sus normas morales personales».
El ejemplo típico aquí es la abstención de comisión de un delito por-
que signos del ambiente (como la presencia de policías, perros guar-
dianes o cámaras de video vigilancia) crean preocupación o miedo
a las consecuencias. Nótese que si las normas morales del entorno
están en conflicto con las reglas de conducta establecidas en la ley,
un alto nivel de disuasión es criminógeno (e. g. como puede ser el
caso en ciertos entornos de territorio de bandas).
La capacidad de una persona para ejercer autocontrol es una
característica personal, y la capacidad del entorno para imponer
sus normas morales es una característica del entorno. La capacidad
de una persona para ejercer autocontrol depende de sus funciones
ejecutivas y entrenamiento, y puede estar debilitada temporalmente
por una intoxicación o por altos niveles de emoción o estrés. La ca-
pacidad de un entorno para mantener sus normas morales depende
de la eficacia percibida de su aplicación formal e informal (lo que
depende, en gran medida, de la eficacia objetiva de sus aplicaciones
formales e informales). Si las personas tienen una gran capacidad
para ejercer autocontrol es probable que se adhieran a sus morales
personales cuando se ven desafiadas por las normas morales del
entorno. Si un entorno tiene fuertes características disuasorias es
probable que haga adherirse a las personas a sus normas morales
cuando entran en conflicto con sus morales personales.
Los controles solo devienen relevantes en la explicación del deli-
to cuando una persona delibera entre varias alternativas de acción
poderosas, de las cuales al menos una incluye la comisión de un

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


350 Per-Olof H. Wikström

acto delictivo, y hay un conflicto de reglas-guía respecto a si realizar


o no la alternativa que constituye un acto delictivo. En la TAS nos
referimos a esto como el principio de la relevancia condicional de los
controles.

5.  El modelo social


La TAS insiste en que las causas del delito son situacionales y que
se analizan mejor en términos de procesos de percepción-elección, y
que las causas sociales del delito (las causas de las causas) se expli-
can mejor en términos de procesos de emergencia y de selección. El
modelo social de la TAS (Figura 3.3.) se centra en el rol de procesos
históricos de emergencia en la creación de ambientes criminógenos
(emergencia social) y de personas dispuestas al delito (emergencia
personal) y procesos simultáneos de selección personal y social que
reúnen a personas dispuestas al delito y entornos criminógenos
(creando las situaciones en las que las personas pueden responder a
los motivadores cometiendo actos delictivos).

Figura 3. El modelo social

El concepto de emergencia se refiere a cómo algo se convierte en


lo que es (e. g. Bunge, 2003). Por ejemplo, cómo las personas adquie-
ren una cierta propensión al delito (emergencia personal) o cómo
los ambientes adquieren cierto carácter criminógeno (emergencia
social) como resultado de las interacciones sociales.
La TAS propone que las morales personales y la capacidad para
ejercer autocontrol son las características individuales clave que
afectan a la propensión al delito de una persona y, por tanto, los pro-
cesos psicosociales de educación moral y de crianza cognitiva son de

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  351

interés central en la explicación de por qué las personas desarrollan


propensiones al delito específicas y diferentes (i. e. tendencias para
ver y elegir ciertos delitos como alternativas de acción) (véase ade-
más Wikström et al., 2012: 31-32).
De acuerdo con la TAS, las características más relevantes del
carácter criminógeno de un entorno (la medida en que estimula
ciertas clases de delitos) son su contexto moral (sus normas mora-
les y su nivel de aplicación o de falta de aplicación) en relación con
las oportunidades y fricciones que presenta y, por tanto, procesos
socio-ecológicos (e. g. procesos de segregación y sus consecuencias
sociales) son de particular interés en la explicación de por qué cier-
tas clases de contextos morales emergen en lugares determinados en
momentos concretos) (véase además Wikström et al., 2012: 32-37).
Los procesos psicosociales y socio ecológicos de emergencia tie-
nen lugar en y, por tanto, dependen de, el más amplio contexto polí-
tico y económico y sus cambios (por lo que su rol en la causación del
delito, por hablar así, puede pensarse como un análisis de las causas
de las causas de las causas). La cuestión clave es qué aspectos del
contexto político y económico de una jurisdicción influyen de forma
relevante en los procesos psicosociales (educación moral y crianza
cognitiva) y en los procesos socio-ecológicos (segregación) 9. Se trata
de una cuestión compleja de la que no me ocuparé más en este breve
artículo.
Los procesos históricos de emergencia en una jurisdicción (e. g.
una nación, una región o una ciudad) explican cómo adquiere (1) su
particular mosaico de ambientes humanos que proporcionan opor-
tunidades y fricciones determinadas en contextos morales concretos
(procesos de emergencia social) y (2) su particular mezcla de clases
de personas con preferencias particulares (deseos, compromisos,
sensibilidades), morales personales y capacidades para ejercer auto-
control (procesos de emergencia personal). La particular constela-
ción de ambientes y personas en una jurisdicción prepara el terreno
para que operen los procesos de selección.
El concepto de selección se refiere a los procesos socio-ecológicos
simultáneos responsables de introducir a clases determinadas de
personas en clases determinadas de entornos (y, así, de crear las si-
tuaciones en las que las acciones de las personas son una respuesta).

9 
Los procesos psicosociales y socio-ecológicos no carecen de relación desde el
momento en que el desarrollo y el cambio humano tiene lugar en, y depende de, ca-
racterísticas del contexto social.

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352 Per-Olof H. Wikström

La selección social se refiere a las fuerzas sociales (dependientes de


sistemas de reglas formales e informales y de una distribución dife-
renciadora de recursos personales e institucionales en una jurisdic-
ción concreta) que estimula o compele, o desestimula u obstruye, a
determinadas clases de personas a intervenir en determinadas clases
de actividades que se basan en el tiempo y el espacio. La autoselec-
ción se refiere a las elecciones, basadas en preferencias, que hacen
las personas para realizar actividades basadas en el tiempo y en el
espacio dentro de las restricciones de las fuerzas de la selección so-
cial. Qué preferencias personales hayan desarrollado las personas
puede verse como un resultado de las experiencias de su historia
vital. Dependiendo de las circunstancias, la selección personal o so-
cial puede tener mayor influencia para explicar por qué una persona
concreta interviene en un entorno concreto (véase además Wikström
et al., 2012: 37-41).

6.  Integrando los modelos social y situacional


La TAS defiende una explicación mecanicista de la acción huma-
na. La teoría se basa en cuatro proposiciones fundamentales:
1. La acción es, en última instancia, resultado de un proceso de
percepción-elección.
2. Este proceso de percepción-elección se inicia y está guiado
por aspectos relevantes de la interacción persona-ambiente.
3. Los procesos de selección social y personal sitúan a clases de
personas en clases de entornos (creando clases particulares de
interacción).
4. Qué clase de personas y qué clases de ambientes (entornos)
están presentes en una jurisdicción es el resultado de procesos
históricos de emergencia social y personal.
Las proposiciones 1 y 2 se refieren al modelo situacional y las
proposiciones 3 y 4 al modelo social de la TAS. La figura 3.4 ilustra
cómo están vinculados el modelo social y situacional 10. La TAS pro-

10 
La figura es una versión de lo se denomina, en ocasiones, un diagrama de Co-
leman (o un «bote Coleman») y se basa en un enfoque particularmente útil desarro-
llado por Coleman (1990: 1-21) y Boudon (1986: 29-60) para analizar el problema
macro-micro. Aunque la figura presentada en el diagrama se inspira parcialmente en
el enfoque analítico de Coleman y Boudon, debe ponerse de manifiesto que la termi-
nología y el contenido difieren considerablemte.

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  353

pone que las causas de la acción (tales como un acto delictivo) son
situacionales (proposiciones 1 y 2) y que los factores sociales que
afectan a las acciones de las personas como puede ser un acto delic-
tivo (i. e., los factores que influyen en los procesos de emergencia y
selección) se analizan mejor como causas de las causas (proposicio-
nes 3, y 4).

Figura 4. Los modelos situacional y social de la TAS integrados

Fuente:  Wikström P-O H. (2011). «Does everything matter? Addressing the problem
of causation and explanation in the study of crime». En J. McGloin, C. J. Sullivan, y L.
W. Kennedy (eds.), When Crime Appears. The Role of Emergence (London. Routledge).

7.  Poniendo a prueba la TAS


La TAS es una teoría relativamente nueva, pero algunas de sus
asunciones nucleares ya han sido sometidas a test y apoyadas en
estudios recientes (e. g. Haar y Wikström, 2010; Oberwittler y
Wikström, 2008; Wikström, 2009, 2011b; Wikström, Tseloni y Kar-
lis, 2011; Wikströn y Svensson, 2008; 2010; Wikström et al., 2010;
Wikström, Tseloni y Karlis, 2011; Wikström et al., 2012). Concluiré
el artículo presentando algunos resultados seleccionados de nuestra
investigación que ponen de manifiesto la importancia de la interac-
ción entre propensión al delito y exposición criminógena en la cau-
sación del delito, y que las concentraciones del delito en el tiempo y
en el espacio (los denominados puntos calientes) son un resultado de
la tasa de convergencia espacio-temporal de personas propensas al
delito y entorno criminógeno.

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354 Per-Olof H. Wikström

7.1. El estudio del desarrollo de adolescentes y jóvenes


adultos en Peterborough
El estudio del desarrollo de adolescentes y jóvenes adultos de
Peterborough (PADS+) está diseñado, específicamente, para poner
a prueba algunas de las asunciones centrales de la TAS. PADS+ es
un estudio longitudinal que ha seguido a una muestra aleatoria
de 716 jóvenes (que vivían en la ciudad de Peterborough en 2002)
desde el año 2003 (cuando tenían 12 años), a través de la adoles-
cencia y, ahora, como jóvenes adultos. Los datos de las entrevis-
tas con estos jóvenes, incluyendo un extenso cuestionario guiado
para el entrevistador (con exhaustivos datos personales, fami-
liares, escolares y, para los más mayores de los años estudiados,
experiencias y características laborales), mediciones cognitivas,
escenarios aleatorios y un diario espacio-temporal se recogieron
anualmente entre 2004 y 2008 y de nuevo en 2010 y en 2012 (en
marcha*). Previamente, en 2003, se había realizado una oleada
inicial de recogida de datos de los padres de los participantes, que
recopiló datos exhaustivos sobre la situación social de las familias
de los participantes en el momento en que entraron en el estudio
e información retrospectiva de sus experiencias de la infancia y
de eventos vitales críticos vía entrevista estructurada. El estudio
tiene, actualmente, un excepcional porcentaje de retención del
97% hasta la oleada de 2010*. Además de los datos recogidos en
estas entrevistas, también se han recogido datos de los órganos de
justicia criminal (e. g., los registros policiales de los partícipes)
así como de otras fuentes oficiales (e. g. uso del suelo y datos del
censo) y a través de dos encuestas específicas en comunidades
pequeñas (small-area community) realizadas en 2005 y 2012 (e. g.
datos sobre la cohesión social en áreas pequeñas y sobre control
social informal), cada una con muestras independientes de unos
6000 residentes en Peterborough de 18 años de edad o mayores 11,
seleccionados aleatoriamente (para una presentación detallada
del diseño del PADS+, del muestreo, metodologías y datos exhaus-
tivos, véase Wikström et al., 2012: 44-106). Los datos presentados
en este artículo se tomaron de las primeras cinco oleadas (edades

* 
En el momento de la redacción original del texto se estaban recogiendo los da-
tos de la oleada de 2012.
11 
Se tomaron muestras aleatorias de habitantes de 18 años de edad o mayores
de cada una de las 518 áreas geográficas de estudio (output área) de Peterborough
(con sobrerrepresentación en las áreas desaventajadas) para asegurar la cobertura y
observación suficiente de cada área geográfica de estudio.

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Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  355

de 13 a 17) 12 de recogida de datos de los miembros de la cohorte


(de los cuestionarios guiados anuales y del diario anual espacio-
temporal) y de la primera encuesta en una comunidad pequeña
(small-area community) (2005). El análisis del nivel de área tam-
bién incluye datos de población del censo de 2001, datos sobre el
uso del suelo y datos sobre la localización de los delitos registra-
dos policialmente de todos los jóvenes.

7.2. Midiendo el delito, la propensión al delito y la


exposición criminógena
Los delitos se conciben en la TAS como infracciones de reglas
de conducta establecidas en la ley. Para medir su nivel de parti-
cipación en el delito, a los partícipes se les presentó anualmente
una batería de preguntas (cuestionario de entrevista guiado) sobre
si habían cometido y, en su caso, cuántas veces habían cometido
delitos de hurto (hurto en tiendas, hurto a una persona, robo re-
sidencial y no residencial, robos de coches y robos de los objetos
del interior de los coches), vandalismo (incluyendo incendios) y
violencia (agresiones y robo) (véase Wikström et al., 2012: 107-117
para detalles sobre los delitos objeto de auto informe de PADS+ y
su medición) 13.
De acuerdo con la TAS, las personas varían en su propensión
al delito dependiendo de sus morales personales y de su capacidad
para ejercer autocontrol. Para medir la propensión al delito gene-
ralizada 14 de los jóvenes se creó un índice de dos escalas basado
en los datos de PADS+ del cuestionario de entrevista dirigida: una
escala medía la moral personal generalizada (relevante legalmente)
(incluyendo 16 ítems que abarcaban desde la evaluación de cuán
mal está «robar un lápiz a un compañero de clase» hasta «utilizar
un arma o la violencia para robar dinero a otra persona»); y la otra
escala medía la capacidad generalizada para ejercer autocontrol

12 
Dado que las preguntas en los autoinformes de delitos son retrospectivas (últi-
mo año), los datos se refieren a las edades de 12 a16 años (o, de forma más precisa,
a los años en los que los partícipes cumplían 12, 13, 14, etc.).
13 
PADS+ también estudió la criminalidad policialmente registrada de los partí-
cipes, pero estos datos no se utilizan en este artículo.
14 
Utilizo el concepto de generalizado porque la medición se basa en los informes
personales sobre cómo responderían generalmente. La asunción es que su respuesta
generalizada tiene alguna conexión con cómo actúan en las situaciones de la vida
real.

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356 Per-Olof H. Wikström

(incluyendo ocho ítems que preguntaban por la medida en que los


partícipes estaban de acuerdo con afirmaciones como «nunca pien-
so qué me ocurrirá en el futuro» o «a menudo actúo sobre la mar-
cha, sin pararme a pensar»). Valores bajos en el índice de propen-
sión al delito implican una fuerte moralidad relevante legalmente
y una gran capacidad para ejercer autocontrol (para detalles sobre
las escalas y cómo fueron fusionadas en una medida combinada de
la propensión generalizada al delito, véase Wikström et  al., 2012:
132-140).
La TAS propone que el carácter criminógeno de un entorno
depende de su contexto moral, que incluye las normas morales del
ambiente y las morales personales de otras personas significativas
presentes (como los pares). El constructo de exposición criminóge-
na generalizada de las personas se basa en un índice de dos escalas,
una escala mide el tiempo pasado en lugares criminógenos y la otra
la asociación con personas criminógenas (pares). La medida de la
exposición a lugares criminógenos (basada en datos emparejados
geográficamente del diario espacio-temporal, la encuesta de co-
munidad pequeña (small-area community) y los datos de uso del
suelo) es el número de horas sin supervisión pasadas con pares en
áreas residenciales con pobre eficacia colectiva 15, o en la ciudad o
centros locales 16 (para detalles de esta medición véase Wikström
et al., 2012: 147-151). La asunción es que estar sin supervisión con
pares en ambientes con contextos morales (relevantes legalmente)
débiles tiene potencial criminógeno, y que las áreas residenciales

15 
La eficacia colectiva es una medida creada por Sampson y colegas (asociados)
(e. g. Sampson, Raudenbusch y Earls, 1997) que combina el nivel de cohesión so-
cial y de control social informal de un área y se asume que mide la disposición de
los residentes a intervenir en favor del bien común, como es prevenir el delito. Para
este estudio, un área con pobre eficacia colectiva es definida como un área entre
el 25% de áreas geográficas de estudio con los resultados más débiles en eficacia
colectiva.
16 
Un problema de la medición de la eficacia colectiva es que está basada en
las observaciones de los residentes sobre la cohesión social y la disposición a
intervenir de otros residentes. La medición de pobre eficacia colectiva no cap-
ta, por tanto, los contextos morales débiles (legalmente relevantes) que emergen
debido a la presencia de un gran número de personas que visitan temporalmen-
te el lugar (temporary visitors), extraños entre sí, y que generalmente invierten
poco en un área y que, en consecuencia, es probable que sean menos cohesivos
socialmente y menos dispuestos a intervenir en casos de desorden o delito. Pro-
ponemos que las ciudades y los centros locales son tal clase de ambiente (y más
aún en algunos momentos del día que en otros, dependiendo de la clase de acti-
vidades que tengan lugar) y, por tanto, utilizar la ciudad y el uso del suelo para
centro local como un marcador de un ambiente con un contexto moral (relevante
legalmente) débil.

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Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  357

con poca eficacia colectiva y la ciudad y los centros locales son


los ambientes urbanos clave que generalmente tienen un contexto
moral más débil (véase Wikström et al., 2012: 141-147). La medi-
ción de la exposición a personas criminógenas se basa en datos del
cuestionario de entrevista dirigida anual sobre sobre la implicación
de los pares en el delito y la delincuencia, así como su uso de alco-
hol y drogas, hurto en tiendas, vandalismo y agresiones (para de-
talles adicionales sobre la medición de las personas criminógenas
y lo racional de combinar la medición de lugar y personas, véase
Wikström et  al., 2012: 151-154). Valores bajos de exposición cri-
minógena significan que una persona pasa poco tiempo en lugares
criminógenos con personas criminógenas, mientras que un valor
alto significa que pasa mucho tiempo en lugares criminógenos con
personas criminógenas.

7.3. Participación en el delito según la propensión al


delito y la exposición criminógena
La TAS propone que es más probable que las personas con una
moralidad personal jurídicamente relevante débil y con débil capa-
cidad para ejercer autocontrol participen en actos delictivos porque
es más probable que vean y elijan el delito como una opción. Los re-
sultados apoyan claramente esta asunción. La correlación de orden-
cero entre propensión al delito y delito (registrado) es muy fuerte
(r=0.70, prob.=0.000, N=682). En una comparación de los partícipes
divididos en cinco grupos de igual tamaño en función de su nivel
de propensión al delito (Tabla 3.1.), los resultados muestran que
aunque las personas han cometido delitos en todos los grupos, casi
todos en el quintil con la mayor propensión han cometido un delito
(95%), mientras que menos de un tercio (31%) en el quintil con la
menor propensión al delito han cometido uno. Si introducimos la
frecuencia delictiva de los partícipes, las diferencias entre los grupos
devienen mucho más dramáticas. El quintil de partícipes con la más
alta propensión al delito es responsable de un 61% de todos los de-
litos (habiendo cometido los delincuentes de este grupo, de media,
69 delitos cada uno), comparado con el quintil con la más baja pro-
pensión al delito, que cometieron solo el 1% de los delitos (habiendo
cometido los delincuentes de este grupo, como media, cuatro delitos
cada uno).

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


358 Per-Olof H. Wikström

Tabla 1. Participación en el delito (edades 12-16) según


la propensión al delito de los partícipes y la exposición
criminógena (divididos en cinco clases iguales

No. Delitos
Prevalenciaa Frecuenciab N.c
Número Porcentaje
Propensión delito
La más alta 94.7 68.9  8619 61.1 132 (125)
Alta 90.5 26.0  3223 22.8 137 (124)
Media 78.7 13.8  1479 10.5 136 (107)
Baja 58.1  8.1   641  4.5 136 (79)
La más baja 30.7  3.9   162  1.1 137 (42)
Total 70.4 29.5 14 124 100 678 (477)
Exposición criminógena
La más alta 99.2 75.8   9784 70.6 130 (129)
Alta 89.5 18.6   2210 15.9 131 (119)
Media 78.1 10.9   1086  7.8 128 (100)
Baja 51.1  8.9    597  4.3 133 (67)
La más baja 31.5  4.6    188  1.4 130 (41)
Total 69.9 31.2 13.865 100 652 (456)
a
Porcentaje con al menos un delito.
b
Delitos por delincuente.
c
Total partícipes y, entre paréntesis, número de delincuentes.

La TAS también propone que el nivel de exposición a entornos


con un contexto moral que alienta el delito (en respuesta a las opor-
tunidades y fricciones que proporciona) tiene un importante papel
en la causación del delito. Los resultados apoyan esta asunción. La
correlación de orden-cero entre exposición criminógena y delito
(registrado) es muy fuerte (r = 0.71, prob. = 0.000, N = 652). En una
comparación de los partícipes divididos en cinco grupos iguales se-
gún su nivel de exposición criminógena (Tabla 3.1), los resultados
muestran que prácticamente todos en el quintil con la más alta ex-
posición criminógena han cometido delitos (99%), mientras que esto
solo es aplicable a un tercio del quintil con el nivel más bajo de expo-
sición criminógena. El quintil con la más alta exposición criminóge-
na fue responsable del 71% de todos los delitos (habiendo cometido
los delincuentes en este grupo, de media, 76 delitos), mientras que el

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  359

grupo con el menor nivel de exposición solo fue responsable del 1%


de los delitos (habiendo cometido los delincuentes en este grupo, de
media, cinco delitos). En otras palabras, la propensión al delito de
una persona, así como su exposición criminógena, predice su parti-
cipación en el delito.

7.4. El impacto de la exposición criminógena en el delito


en grupos con diferentes niveles de propensión al
delito
Una asunción crucial de la TAS es que el delito es un resultado de
la interacción de la propensión y la exposición al delito y, por tanto,
esperaríamos que aquellos con una mayor propensión al delito se
vean influidos de manera mucho más fuerte por la exposición crimi-
nógena que los que tienen una propensión al delito más baja.

Tabla 2. Frecuencia delictiva (incluyendo aquellos con


cero delitos) según la exposición criminógena estimada
para diferentes grupos por su nivel de propensión al delito.
Coeficientes de regresión no estandarizados, valores-t y
probabilidades

b Valor-t Prob. N
Propensión delito aldelicti al delio al adl al delito
La más alta 8.3 4.03 0.000 124
Alta 4.1 4.43 0.000 126
Media 2.3 5.75 0.000 127
Baja 1.4 4.10 0.000 131
La más baja 0.5 2.87 0.006 129

Los resultados apoyan claramente que es el caso: cuanto mayor


es la propensión al delito de una persona, mayor es el efecto del nivel
de exposición criminógena de esta persona en su participación en el
delito (Tabla 3. 2.). Por ejemplo, aquellos en el grupo con la más alta
propensión al delito cometen, de media, alrededor de 16 veces más
delitos por incremento de unidad de exposición criminógena que
aquellos con el nivel más bajo de propensión al delito. El impacto
en el delito de la exposición criminógena es, por tanto, claramente
dependiente del nivel de propensión al delito de una persona (i. e.

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


360 Per-Olof H. Wikström

sus morales personales y su capacidad para ejercer autocontrol). El


efecto de la exposición criminógena es particularmente bajo para
aquellos con la más baja propensión al delito (de hecho, para la
mitad con los resultados más bajos en el grupo con la propensión
al delito más baja, el efecto de la exposición criminógena en el de-
lito es, efectivamente, cero, b = 0,08, valor-t = 0.81, prob. = 0.419,
N = 63). Algunas personas son claramente aversas al delito mientras
que otras son propensas al mismo y, presumiblemente, lo que define
a una persona aversa al delito es que es, en gran medida, resistente
a las incitaciones del ambiente para cometer un delito, mientras que
las personas propensas al delito son vulnerables a tales incitaciones.
Una posible objeción a estos resultados es que no demuestran
concluyentemente que las personas propensas al delito estén real-
mente en un entorno criminógeno cuando cometen un acto delic-
tivo (un problema al que se enfrenta todo análisis de correlaciones
de esta clase). Sin embargo, dado el carácter único de los datos de
PADS+ es posible poner a prueba si este es, generalmente, el caso.
La metodología de diario espacio-temporal (que incluye el informe
de delitos cometidos mientras se está en un entorno determinado) 17,
combinada con datos emparejados de la encuesta en una comunidad
pequeña (small-area community) (y una base de datos del uso del
suelo) y el cuestionario de entrevista dirigida, hace posible analizar
hasta qué punto las personas propensas al delito cometen sus actos
delictivos cuando están en entornos criminógenos. Los resultados de
estos análisis mostraron que las personas propensas al delito delin-
quían más frecuentemente cuando se encontraban en entornos cri-
minógenos y que los jóvenes aversos al delito no delinquían incluso
si se encontraban en un entorno criminógeno 18. Por ejemplo, las per-
sonas más dispuestas al delito cometieron 11 delitos por cada 1000
horas que pasaron despiertos en áreas con pobre eficacia colectiva

17 
Se trata de una fuente de datos sobre delitos autoinformados distinta a los
datos usados para los análisis presentados en las Tablas 3.1. y 3.2. Comprende datos
de todos los delitos cometidos por los partícipes durante los 20 días cubiertos por el
diario espacio-temporal (4 días para cada oleada de recolección de datos) para las
edades de 13 a 17 años. Estos datos de delitos están relacionados directamente en el
tiempo y en el espacio con el resto de la información recogida en el diario espacio-
temporal, por ejemplo, información acerca de qué estaban haciendo los partícipes,
con quién, en qué lugar y en qué circunstancias.
18 
En estos análisis los partícipes fueron divididos en tres grupos definidos por
su propensión al delito, donde el grupo con alta propensión fue definido como aque-
llos con un valor de 1 STD (Desviación Estándar) o mayor que la media y el grupo
con baja propensión al delito como aquellos con un valor de 1 STD o menor que la
media. La exposición criminógena se definió como estar en un área residencial con
poca eficacia colectiva o en la ciudad o un centro local.

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Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  361

o en la ciudad o centro local realizando actividades orientadas a los


pares, comparados con 2 delitos por cada 1000 horas que pasaron
despiertos en cualquier otro entorno. Las personas menos dispuestas
al delito no cometieron ningún delito con independencia del entorno
en que interviniesen (para detalles de estos análisis y los resultados,
véase Wikström et al., 2012: 323-363).
La TAS propone que la razón por la que la interacción entre la
propensión al delito de una persona (basada en morales personales
relevantes y en la capacidad para ejercer autocontrol) y la exposi-
ción a un entorno criminógeno (sus normas morales percibidas y
su aplicación en relación con motivaciones concretas) influye en
su delito es que afecta a si la persona ve o no y elige o no el delito
como una alternativa de acción. Algún apoyo para este mecanismo
percepción-elección viene de los análisis de PADS+ de escenarios
aleatorios de violencia 19, mostrando que era mucho más probable
que los partícipes propensos al delito informasen que responderían a
fricciones con actos violentos que aquellos que eran aversos al delito.
De hecho, aquellos con una alta propensión al delito era más proba-
ble que viesen la violencia como una alternativa de acción incluso en
los escenarios menos criminógenos, mientras que aquellos con una
baja propensión al delito raramente veían la violencia como una al-
ternativa, incluso en los escenarios más criminógenos (para detalles
de los escenarios, análisis y resultados, véase Wikström et al., 2012:
364-402).

8. Explicando las concentraciones de delitos (puntos


calientes)
El delito no está distribuido aleatoriamente en el tiempo y en el
espacio sino concentrado en ciertos lugares en ciertos momentos 20
(e. g., Baldwin y Bottoms, 1976; Wikström, 1991; Weisbund, Morris

19 
Un escenario se presentó a los partícipes a la edad 13 años y el otro a los
15. Ambos produjeron resultados similares. Los partícipes fueron asignados aleato-
riamente a una de cuatro condiciones diferentes de escenario: baja fricción y baja
supervisión (asumiendo que era el menos criminógeno), baja fricción y alta super-
visión, alta fricción y baja supervisión y alta fricción y alta supervisión (asumiendo
que era el más criminógeno). A los 13 años, la supervisión del escenario se midió
por la presencia o ausencia de un profesor (los eventos tuvieron lugar en el colegio)
y a los 15 por la presencia o ausencia de un policía (los eventos tuvieron lugar en un
lugar público).
20 
La localización y el momento de semejantes concentraciones puede variar se-
gún la naturaleza del delito.

© UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.a Época, n.o 17 (2017)


362 Per-Olof H. Wikström

y Groff, 2009). La TAS propone que semejantes concentraciones


(puntos calientes) son resultado de procesos de selección personal y
social que aúnan (en el tiempo y en el espacio) personas propensas
al delito y entornos criminógenos, creando las situaciones en que
aquellas personas pueden responder con actos delictivos (véase Fi-
gura 3.4).
Los resultados dados a conocer hasta el momento se basan en es-
tudios de relaciones de nivel individual y situacional entre los delitos
de los jóvenes, la propensión al delito y la exposición criminógena.
Para explorar y poner a prueba si las áreas de concentración de
delitos (agregaciones) son una consecuencia de la convergencia de
personas propensas al delito y entornos criminógenos, se realizaron
análisis de vías en un área pequeña (área geográfica de estudio) 21 en
Peterborough (Wikström et  al., 2012). Los datos delictivos en este
análisis se refieren a los delitos registrados por la policía de todos los
jóvenes entre 13 y 17 años (y, por tanto, no se basa en auto informes
ni se limita a los delitos cometidos por partícipes en el PADS+). La
figura 3.5. muestra los resultados para el modelo de vías que predice
los delitos cometidos por los jóvenes.
El modelo de vías utiliza un modelo de regresión binomial ne-
gativa para predecir el número de delitos 22. Las variables de uso del
tiempo para los grupos de diferente propensión son transformadas
logarítimicamente (log-transformed).
Todas las demás variables predictivas son z-transformadas,
mientras que la variable dependiente —número de delitos— queda
sin transformación. Para interpretarlo, un cambio de una unidad en
el área de las variables predictoras (desventajas, diversidad étnica,
inestabilidad residencial, uso no residencial del suelo y pobre efi-
cacia colectiva) representa un cambio de una desviación estándar,
mientras que un cambio de una unidad en las variables de uso del
tiempo representa un incremento proporcional de horas pasadas en
actividades no estructuras orientadas a los pares. La razón de las
ventajas (odds ratio) que figura entre paréntesis en la Figura 3.5 ex-
presa cambios proporcionales en el delito asociados con incrementos
de la desviación estándar de las características del área y, probable-
mente, un incremento proporcional de las horas que jóvenes con

21 
El área geográfica de estudio media en Peterborough es de 12.3 hectáreas (lo
que, grosso modo, corresponde con un radio medio de 200 metros) con una media de
población residencial de 296 personas (y una media de 124 hogares).
22 
El modelo fue también puesto a prueba utilizando población residente regis-
trada como variable de control, que no tuvo efecto significativo en los coeficientes.

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Por qué se delinque: Una teoría de la acción situacional  363

cierta propensión al delito pasan en el área (para detalles adicionales


véase Wikström et al., 2012: 200-202, y 312-314).

Figura 5. Mplus modelo de vías de variables estructurales de área,


uso del suelo y tiempo pasado por los jóvenes en el área (según
su propensión al delito), prediciendo los delitos de los jóvenes
registrados por la policía

Fuente:  Wikström P-O H., Oberwittler D., Treiber K. y Hardie B. (2012). Breaking
Rules. The Social and Situational Dynamics of Young People’s Urban Crime. Oxford.
Oxford University Press.

Los resultados del modelo de vías (Figura 3.5) muestran, como


se había predicho, que las cifras de delitos de los jóvenes son más
altas donde jóvenes propensos al delito pasan tiempo con pares en
actividades no estructuradas en áreas residenciales con pobre efi-
cacia colectiva o en áreas con un alto uso no residencial del suelo 23
(sirviendo esto último como marcador para ambientes de comercio

23 
Los datos únicos del PADS+ hacen posible calcular cuánto tiempo pasan las
personas en diferentes clases de áreas y circunstancias según su nivel de propensión
al delito. La propensión al delito alta, media y baja, se definió, para este análisis,
como se describió en la nota 16.

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364 Per-Olof H. Wikström

y actividades de ocio en la ciudad o centros locales). Los resultados


también muestran que la presencia de jóvenes aversos al delito en
un área no tiene efecto de ningún tipo en las cifras delictivas sin
importar las características criminógenas del ambiente. En otras
palabras, el análisis del nivel de área proporciona apoyo adicional
a la importancia de la interacción entre la propensión al delito de
las personas y las características criminógenas de los ambientes en
la causación de actos delictivos —esta vez, de agregados de actos
delictivos—.

9. Colofón
Piedra angular de la sociología analítica es explicar «detallando
de manera clara y precisa, los mecanismos por medio de los cua-
les los hechos sociales en consideración se producen» (Hedström
y Bearman, 2009: 3-4). En este artículo he introducido la teoría
de la acción situacional (TAS) y presentado algunos de los resul-
tados básicos de nuestra investigación de la causación del delito
que apoyan las asunciones básicas de nuestra teoría. Aunque la
TAS se desarrolló inicialmente para explicar por qué se delinque,
no hay razones fuertes por las que la teoría no pueda aplicarse a la
explicación de la acción humana de modo más general. De hecho,
creo que hay buenas razones para sostener que la acción humana es
esencialmente una acción moral y, por tanto, es mejor analizada y
estudiada como tal.

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Lectura adicional
Wikström, P.-O., Oberwittler, D., Treiber, K. y Hardie, B. (2012).
Breaking Rules: The Social and Situational Dynamics of Young Peo-
ple’s Urban Crime, Oxford University Press, Oxford.

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