Juan Jose Nieto Gil
Juan Jose Nieto Gil
Juan Jose Nieto Gil
Resumen
El ensayo1 analiza dos trabajos del político e intelectual costeño Juan José Nieto: La Geografía de
la Provincia de Cartagena y la novela Ingermina o la hija de Calamar. A través de ellos destaca la
manera como el autor, en su construcción de la memoria de la ciudad y de la provincia de
Cartagena, niega o sataniza la presencia de los negros y mulatos, hecho que evidencia, por un lado
la importancia política y de movilización que estos grupos tenían para los tiempos en que se
escriben las obras, importancia que resultaba incómoda en los intentos de orden y control, y por
otro, el afán de Nieto por inscribirse en la tendencia intelectual en boga y ganar reconocimiento a
pesar de su origen humilde.
Abstract
The essay analyses two works by the politician and intelectual Juan José Nieto: La Geografía de la
Provincia de Cartagena (Geography of the Cartagena Province) and the novel Ingermina o la hija
de Calamar (Ingermina or Squid’s Daughter). Through these works he outstands the way in which
the author in his process of building up the memory of the city and of the province of Cartagena,
denies or satanizes the presence of black or mulatto people, fact that outstands, on one side, the
political relevance and the interest on mobilization that these groups had during the time when the
works are written, importance that ended up being uncomfortable in those attempts of organization
and control; and on the other side, Nieto’s hurry for enrolling in the intellectual trend that was in
fashion and to gain recognition despite of his humble origin.
Key Words: race, knowledge, recognition, black people, mulatto people, geography, Cartagena.
En 1838, el periódico bogotano El Argos reprodujo una carta enviada desde la ciudad de
Barranquilla. En ella el remitente, auto identificado como “un ciudadano de Barranquilla”,
manifestaba su preocupación por el lastimoso estado de los estudios geográficos en la
Nueva Granada. Ante la carencia y la necesidad de estudios geográficos, y ante la poca
atención de los escritores llamados a velar por los intereses de la nación, el autor de la carta
resalta su propio compromiso con tan importante labor:
Hace mucho tiempo que he estado esperando que alguna pluma de las
interesadas verdaderamente en la felicidad de esta patria cara, se hubiese
ocupado entre otras cosas, en recordar la necesidad que tenemos de una
geografía del país (...) El silencio absoluto que he observado, conspira á la
convicción de que nadie se ha parado en este particular, i por lo tanto me
atrevo a emprenderlo. (Sánchez, 1998:80).
∗
Race, Knowledge and Recognition in Juan José Nieto’s Work.
1
Una versión previa del presente texto fue leída en el marco del I Seminario Regional Historia, sociología,
antropología y cultura popular en el Caribe colombiano, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 13 y14 de
2006.
Aunque no aparece el nombre del autor de la misiva, todo parece indicar que el “ciudadano
barranquillero”, autor de la carta citada, es Juan José Nieto. Nos parece demasiada
coincidencia que, justo un año después de la aparición pública de su compromiso con la
nación, editara la Geografía de la Provincia de Cartagena en la que hacía más de cinco
años venía trabajando. No tiene nada de raro que sea Nieto, un consagrado santanderista,
quien le haga eco, aunque sea un tiempo después, a las propuestas de Santander.
Precisamente, la relación de Nieto con Santander data desde 1832, año en que se
conocieron. Un año después, Santander lo nombra guardalmacén de la plaza de Cartagena
(Fals Borda, 2002:39B). Emprender la labor de escribir una geografía de la provincia,
estaba perfectamente a tono con una de las propuestas en la que más había insistido
Santander, y representaba una oportunidad sin precedentes para Nieto en su afán de ganar
reconocimiento político y social. Paradójicamente la primera geografía provincial, la de la
provincia de Cartagena, no aparece referenciada ni siquiera en los antecedentes que Efraín
Sánchez cita al reseñar la aparición de la Comisión Corográfica3.
La geografía de Juan José Nieto, publicada en 1839 con el título de Geografía histórica,
estadística y local de la Provincia de Cartagena Republica de la Nueva Granada, descrita
por cantones (Nieto, 1918), considerada la primera geografía provincial publicada en la
2
Biblioteca Luis Ángel Arango, Libros raros y manuscritos, Archivo Particular Alonso Restrepo, Caja 5,
folios 275 y ss. En adelante citaré APAR.
3
Sánchez reseña la geografía del Estado Soberano de Bolívar hecha por Felipe Pérez, la que salvo
pequeñísimos detalles, es una fiel copia del trabajo de Nieto.
República de la Nueva Granada, antes de entrar a hacer una descripción de las diferentes
poblaciones por cantones, trae una extensa descripción del descubrimiento y conquista del
territorio de la Provincia de Cartagena, seguida de apuntes sobre las gestas de
independencia en la provincia. Los comentarios sobre el descubrimiento y la conquista son
tan pormenorizados, que, incluso, se atreven a señalar la hora en que Pedro de Heredia
fondeo la bahía de Cartagena: “el 13 de enero de 1.533 a las once de la mañana”. (Nieto,
1918:12)
Los principales protagonistas en esta sección, que ocupa buena parte de la obra, son los
españoles y los indígenas. No se encuentra ninguna referencia a la trata de esclavos en
cuanto tal, y la única mención que se hace de los negros es para señalar que la expedición
de Pedro de Heredia estaba compuesta de “mas de trescientos hombres de pelea, además de
algunas mugeres, negros esclavos, indios libres, dos religiosos sacerdotes […] y algunos
capellanes” (Nieto, 1918:12) o para señalar que en el saqueo de las tumbas indígenas de los
Zenúes fue un esclavo quien encontró la primera señal de riqueza representada en la “tapa
de oro fino de una mucura que pesaba cuatrocientos castellanos” (1918:53). Es más, a lo
largo de toda la Geografía sólo se menciona la palabra negro en seis ocasiones. Ni siquiera
cuando habla del palenque de San Basilio, explica la importancia de esta población como
un lugar formado por negros ex esclavizados cimarrones. En tres líneas de excesiva
precisión geográfica, despacha a la población diciendo que tiene 1.073 habitantes y que
junto con el poblado de San Cayetano, que tiene 352, “son parroquias al Mediodía de
Mahates separadas del Magdalena, y situadas en las cercanías de unos pequeño brazos del
Dique” (1918:44). No se encuentra la más mínima referencia a la importancia y
particularidad de este pueblo por haber sido formado con negros prófugos que se escaparon
al control español, y construyeron una comunidad con altos niveles de diferenciación y de
identidad cultural.
Lo que se observa a simple vista en una de las primeras geografías escritas en Colombia,
que se supone pretende ayudar a “la toma de conciencia de sus habitantes de su
singularidad dentro del naciente Estado y de la necesidad de influir efectivamente en las
decisiones políticas nacionales” (1918:44), es que de las escasas menciones que se hace a la
población negra, casi todas las registran en sentido negativo.
Así por ejemplo, al hablar sobre la creación del pueblo de Arroyo Hondo, cerca de
Cartagena de Indias, Nieto anota que este lugar se formó por la reunión de “desertores y
esclavos prófugos que llegaron a transformarse en salteadores” y que gracias a los ataques y
sometimientos del gobernador Juan de Torresar Díaz Pimienta, “pudo formalizarse en
vecindario aunque después –aclara Nieto- no ha dejado de recordar su primitiva profesión”
(Nieto, 1918:44). De manera que lo que se nombra, o lo que parece ser importante nombrar,
en el texto que pasará a convertirse en la referencia obligada de todos los geógrafos y de los
investigadores de los territorios de la antigua provincia de Cartagena y del Caribe en
general, sobre el pequeño pueblo de Arroyo Hondo, con características parecidas al
Palenque de San Basilio por la predominación de descendientes de negros cimarrones
dentro de su población, es su ancestral carácter delictivo. Es decir, estas personas parecen
estar condenadas al delito, muy a pesar de los denodados esfuerzos del señor gobernador,
quien funge en la Geografía como el héroe de una causa que el tiempo demostró inútil.
En este mismo sentido se refiere a San Onofre, uno de los tantos pueblos fundados por el
congregador de pueblos Antonio de la Torre y Miranda en 1774, compuesto en una altísima
proporción por población negra, diciendo que está formado con los “descendientes de
libertos que había dispersos en las posesiones de la costa de Sotavento, con vagos y gente
mal entretenida que se habían convertido hasta en salteadores” (1918:58).
En la Geografía, Juan José Nieto se muestra como defensor del proyecto educativo
santandereano. Considera que a pesar de que todavía se sienten los vicios de la anterior
educación colonial, con la independencia y la instauración del modelo de gobierno
republicano las puertas de la educación estarán abiertas a todos:
Ahora bien, el proyecto educativo de Santander estaba encaminado a romper con el viejo
sistema educativo colonial, y a darle un carácter más moderno y liberal a la educación.
Pero sobre todo, debía cumplir con el noble propósito de formar ciudadanos ordenados,
respetuosos y defensores de la institucionalidad. En 1827, en la defensa que se hacía al
Plan de Instrucción Pública, se decía que
[…] la energía del gobierno, la cooperación de los hombres ilustrados, la imprenta, y el
tiempo depurado por la experiencia vencerán las dificultades que ahora se conciben
como de inmensa magnitud, proveerán a las necesidades que se experimentan,
enseñaran lo que convenga reformar, e ilustrarán la opinión pública, mientras que del
otro la firmeza de las autoridades y la severidad de la ley corregirán la petulancia e
insubordinación de algunos estudiantes, que, por la ignorancia propia de su edad, o por
consejos de interés personal, están dando a sus padres y familia el pesar de adiestrarse
en la desobediencia e irrespeto a las leyes y a sus superiores, en vez de adquirir aquellas
virtudes que forman el corazón y hacen ciudadanos obedientes, moderados, respetuosos
y dóciles4.(López, 1990: TI 365)
Aunque Nieto, que se sepa, no participó formalmente dentro del modelo educativo de su
época, y su formación fue de carácter autodidacta, parece haber estado vinculado a él de
varias maneras. Por ejemplo, una vez editada la Geografía, aparece un aviso en el
periódico El Tiempo, en donde se anuncia la venta del libro por doce reales en la
Universidad del Magdalena e Itsmo (Nieto, 1993:120). Sin embargo, hay algo que llama
poderosamente la atención. En ningún momento, dentro de los elogios que Nieto tiene
para el modelo educativo republicano, hay una mención a lo racial; habla de ricos y
pobres, también de nobles y plebeyos, pero no alude a las razas. No obstante, en la defensa
que hace del proyecto del gobierno central, ante las acusaciones que dicho gobierno
recibía de excluir a los pobres del sistema educativo, si existen claras referencias al color:
4
Las cursivas son nuestras.
5
Las cursivas son nuestras.
¿Por qué ese interés en Nieto por hacerle el quite a la cuestión racial? Es necesario, en
primer lugar, saber quien era Juan José Nieto y el lugar desde donde está escribiendo, para
intentar comprender su manera de pensar y el sentido de los comentarios consignados.
Para poder llegar a esto, debemos entender la Geografía como una práctica discursiva que
hace parte de un proceso fuertemente arraigado y dependiente del lugar desde donde se
produce. De modo que es fundamental definir el lugar desde donde actúa el agente social
que produce el discurso, pues todo texto tiene una lógica social (Spiegel, 1994:50; Costa y
Mozejko, 2001), y nos arroja información del lugar donde se escribe e inscribe.
Juan José Nieto nació en la pequeña población de Baranoa en el actual departamento del
Atlántico, el 24 de junio de 1804. Era hijo de Tomás Nicolás Nieto, “curandero, partero y
albañil”6 (Fals Borda, 2002; Calvo y Meisel, 2002: 263-305), quien además fabricaba
mechas de algodón que el mismo salía a vender en las poblaciones cercanas; la madre de
Nieto, Benedicta Gil, se dedicaba a la elaboración de sombreros artesanales. Nieto
demostró desde muy temprano un interés por la lectura y desarrolló una importante
formación autodidacta. La familia se traslada a Cartagena y el joven Nieto, a pesar de su
origen humilde, pudo hacer amistad con importantes familias de la ciudad, aprovechando
las brechas de movilidad que se abrían en la convulsionada Cartagena, producto de la
lucha por la independencia. En 1827 se casó con María Margarita del Carmen, heredera de
José Palacio Ponce de León, comerciante canario que había empleado a Nieto como
escribiente y ayudante en su tienda. Para esta época, Nieto empezaba a expresar su
posición política antiboliviana, mostrando sus afectos por el proyecto político de Francisco
de Paula Santander, a quien conoció personalmente en 1832 a su paso por Cartagena. Al
año siguiente, Santander lo nombra guardalmacén de la plaza.
Luego de la muerte de su primera esposa, Juan José Nieto se casó en 1834 con Teresa
Cavero, hija de Ignacio Cavero y Cárdenas y María Teresa Leguina y López Tagle.
Ignacio Cavero fue administrador de carrera de la Real Aduana y más adelante presidente
de la Junta Suprema de Cartagena que proclamó la independencia. Por su parte la esposa
de Cavero, vinculada con el mayorazgo de Pestagua, había heredado una importante
fortuna que invirtió en la importación de mercancías de Castilla para vender en Cartagena.
A la par que busca ascenso y reconocimiento a través del matrimonio, Nieto desarrolla su
carrera política. En 1834 publicó un folleto titulado Derechos y deberes del hombre en
sociedad, en el que muestra abiertamente su defensa del sistema liberal republicano y su
rechazo a las pretensiones monarquistas: “Son reos de alta traición y deben castigarse
cuando traten de mudar en monárquico absoluto el sistema de gobierno republicano que se
haya dado una nación; todo el que promueve el despotismo debe perseguirse por los
pueblos” (Fals Borda, 20002:41A), escribió. Dos años más tarde, en 1836, con el apoyo de
los artesanos del barrio de la Catedral donde tenía su vivienda, logró ser representante en
la Cámara Provincial de Cartagena.
6
Salvo cuando aparezca la cita, los datos biográficos de Juan José Nieto son tomados de Orlando Fals Borda
(2002 TII). A pesar de duras críticas, esta obra no ha sido superada, y sigue siendo la biografía más completa
de Juan José Nieto.
Como vemos, Nieto llega a la ciudad de Cartagena con el firme propósito de conseguir
reconocimiento y ganarse un espacio en la vida política y social de la ciudad; sus escritos,
como en este caso la Geografía, representan una de las tantas alternativas que usó para
ganarse ese reconocimiento. Sin embargo, lograr estos objetivos no sería fácil, sus
adversarios políticos siempre le recordaron que era un “pardo”, un “cobrizo” advenedizo7
que les disputaba los lugares que les pertenecían; se burlaban de sus escritos y de su
condición de hijo de hacedor de mechas de un remoto pueblo de la provincia, sin la gloria
ni la tradición de Cartagena de Indias.
En 1835, Bartolomé Calvo le recomendó al poeta José Joaquín Ortiz (quien a la postre se
convirtió en su rival político y literario) que no le prestara atención a un documento en el
que Nieto hacía algunos comentarios de una carta que Ortiz le mandó a Calvo. En la carta,
el poeta se quejaba de la indiferencia que los capitalinos habían tenido con sus escritos.
Nieto vio en ella un ataque al gobierno de Santander y salió a defenderlo. “Este es un
ignorante que quiere hacerse notar de cualquier modo -le dijo Calvo a Ortiz- No debe
hacérsele caso, porque el desprecio es la contestación más dolorosa que el puede recibir
[…] aquí se ríen de sus escritos” (Fals Borda, 20002:51A). La recomendación de
Bartolomé Calvo a José Joaquín Ortiz, refleja claramente el propósito de Juan José Nieto…
alcanzar notoriedad y ganarse el respeto y la aceptación de los sectores privilegiados de la
sociedad cartagenera, a pesar de que su base política estaba representada en los artesanos
negros y mulatos.
Los contenidos de la producción escrita de Nieto, debían estar a tono con el estilo de la
producción intelectual en boga en ese momento. Recordemos que los intelectuales de la
Nueva Granada en siglo XIX, lo que hacen no es negar los principios de la pseudo ciencia
europea de la época, sino tratar de construirse un lugar propio a través de sus escritos, con
los que a su vez influyeron de manera decisiva en la forma en que el resto de colombianos
aprendieron a mirarse (Múnera, 2005:21-22). En el siglo XIX Barkan, citado por Wade
(2000:17), afirma que “hasta por los autoproclamados partidarios de la igualdad, la
inferioridad de ciertas razas no podían cuestionarse”. Así, Nieto está jugando con el “marco
común discursivo” (Roseberry, 2002:220) de ese momento como posibilidad para ser
reconocido; de allí sus comentarios sobre la supuesta descendencia española de la
población y algunas muestras de su carácter:
Lo que si debe quedar claro, es que el factor racial seguía siendo fundamental en Cartagena
de Indias, y definidor del lugar que se ocupaba en la sociedad. El hecho de que el mismo
Nieto, cuya clientela política estaba conformada por negros y mulatos artesanos, quienes lo
respaldaron en muchos de sus proyectos, haya tenido que recurrir al discurso de
7
No existe precisión sobre las características físicas de Nieto, pero lo cierto es que para la élite cartagenera su
piel era oscura.
ocultamiento de la raza como una estrategia para ascender socialmente, lo demuestra con
claridad.
A los intelectuales del siglo XIX lo que les interesaba mostrar era que, a pesar de todo, -de
la raza, del clima- también podían hacer parte del concierto mundial de las naciones
civilizadas. De modo que en este territorio no sólo había negros e indígenas salvajes, sino
también que existía una población que podía alcanzar virtud, honor, respeto, a través de la
educación. Mientras encontramos una población pobre, e incluso negra, pero ordenada y
controlable, apta para el servio militar y para los oficios marinos, existe otra, de la cual hay
que alejarse y que parece no tener remedio; a esta última si se le nombra por su condición
racial: los negros vagos, perezosos, asaltadores de caminos como aparecen retratados los
habitantes de algunos pueblos en la Geografía de Juan José Nieto.
Es muy diciente que la Geografía haya sido editada en 1839, justo el año en que debía
hacerse efectiva la libertad de partos a los esclavizados, decretada el 21 de julio de 1821.
Dentro de la discusión y la dilatación de esta medida, que a la postre terminó por frenar la
ejecución de la ley, se generalizó la imagen del esclavo y el negro libre como holgazán,
vago, delincuente, sedicioso y perjudicial para la moral pública. Esta visión se materializó
en la promulgación de la ley del 28 de noviembre de 1843, “sobre medidas represivas de
los movimientos sediciosos de los esclavos”, que derogó la ley de 1821, para permitir la
venta de esclavizados fuera de la Nueva Granada (Restrepo, 1938: TII, 25-26).
Toda geografía encierra una forma de clasificación, y toda clasificación es, de alguna
manera, una forma de orden y control; en la Geografía de Juan José Nieto, se observa ese
compromiso con el orden y el control. Antes de la aparición de la Geografía, en una carta
enviada a Santander el 7 de agosto de 1835, Nieto había escrito sobre la relevancia del
conocimiento de los recursos y, sobre todo, la importancia de la situación geográfica de la
provincia de Cartagena que la hacían “una de las mejores de la república” (Nieto,1918:30).
Se aprecia allí un proyecto claro y consciente de dotar a la provincia de Cartagena, y a la
región, de unos elementos identitarios que le dieran una mayor fortaleza en el concierto de
la joven nación, pero que también contribuyera al fortalecimiento del ordenamiento y el
control político de la provincia. Ese compromiso con el orden, se observa en varios de sus
escritos. En la misma carta enviada a Santander decía: “ yo no tengo por qué ocultar mis
opiniones en cuanto a sistema de gobierno, porque ellas serán siempre republicanas, como
hijas de un hombre libre, y porque son incapaces de perjudicar el orden público, en que yo
también me intereso para que haya paz y prosperidad en mi país” (Nieto,1918:25). Así
mismo, en uno de los apartes de la Geografía donde hace un análisis de la revolución de
independencia, pero al sopesar ese hecho histórico, el único lunar que encuentra es la
actuación demasiado radical de algunos negros y mulatos, las que considera salidas del
orden:
Uno de los actos que desacreditaron la revolución, fue la ligereza con que unos
acalorados que habían llevado hasta la exageración el odio á la esclavitud y en
represalia de lo mismo que habían hecho los realistas, degollaron á sangre fría
y arbitrariamente en julio de 1.815 unos prisioneros españoles garantidos por el
derecho de la guerra, detenidos en la Inquisición, cuyo asesinato fue
desaprobado por todos los generosos y verdaderos patriotas. (Nieto, 1918:20-
21)
Durante toda su carrera política, Nieto tuvo claro que en la provincia de Cartagena los
éxitos políticos dependían en buena parte del apoyo de los grupos marginales conformados
por negros y mulatos, que representaban una altísima franja de la población; pero también
tuvo claro que ganarse su apoyo representaba una forma de controlarlos. Sin embargo, estos
negros y mulatos nunca estuvieron bajo el control absoluto de las elites, es decir, siempre
fueron un elemento problemático por sus acciones, inclusive para aquellos grupos que
supuestamente tenían sus favores. De modo que en su momento Nieto de alguna manera
esta participando de un proyecto civilista, ordenador y controlador. Está apoyado en una
clientela de negros y mulatos que son su fortaleza, pero también, por su compromiso con el
proyecto santanderista, Nieto aparece como una figura que debe controlar a estos sectores
populares. En una carta que le envía a Santander, le dice: “no te molestes, que yo los
manejo a ellos” (Conde, 2002:272).
En 1844 Juan José Nieto volvió nuevamente por la senda de la escritura, esta vez con la
publicación de la novela Ingermina o la hija de Calamar (Nieto, 1998). La novela salió al
público en dos tomos y fue impresa en la primera imprenta del Gleaner que dirigía Rafael J.
de Córdoba, en Kingston, Jamaica. Nieto cumplía cuatro años de exilio en la isla, debido al
destierro al que fue sometido por haber participado al lado del general Carmona en la
Guerra de los Supremos (Fals Borda, 2002:62B). El Nieto de la novela Ingermina es una
persona con mayor experiencia política que el Nieto de 1839, cuando aparece por primera
vez la Geografía. En cuanto a Los Moriscos, su segunda novela impresa también en
Jamaica, un año después de Ingermina, demuestra que su estadía en Jamaica le sirvió para
complementar de manera amplia los conocimientos que ya había adquirido en Cartagena.
Nieto hizo todo el esfuerzo posible para que su destierro se hiciera efectivo en Kingston, y
no en la prisión de Chagres en Panamá a donde sin embargo se le envió por un breve
tiempo. De esa corta estadía en Chagres resultó la novela Rosina o la prisión de Chagres.
Los fuertes lazos que Cartagena tuvo siempre con Jamaica, sobre todo a través de los
intercambios con la masonería, logia de la cual Nieto era miembro, fueron elementos de
peso para que sintiera mucho más cómodo en ese lugar del Caribe.
De modo que cuando escribe Ingermina, Nieto está más curtido en el escenario político, y
ya ha participado como uno de los protagonistas principales de una guerra civil, guerra en
la que negros y mulatos de Cartagena y de varias partes de la provincia, representaban el
mayor número de sus soldados. Cuando se traslada a Jamaica a cumplir con su exilio, Nieto
tiene aún más clara la fuerza que representaban los grupos de negros y mulatos de la
provincia de Cartagena; tenía frescos los acontecimientos ocurridos escasos años atrás, en
el que estos grupos fueron personajes centrales. Sin embargo, prefiere escribir una novela
donde los protagonistas principales son los indígenas y los españoles. Más que por su valor
estético, bastante cuestionado por la crítica8, nos interesa la obra por la coyuntura en que
fue escrita, y por lo que nos puede decir sobre el siglo XIX de Cartagena, a pesar de la
temporalidad que maneja, y por el tratamiento dado a la población negra y mulata.
Todos creían que Ingermina era hija del malvado Cacique Marcoya, que “ejercía soberanía
con suma dureza”, y que luego sería derrotado y asesinado en una revuelta liderada por
Ostarón. Avanzada la novela, se descubre que es la hija del hidalgo sevillano Juan
Velásquez, miembro de la anterior expedición comandada por Alonso de Ojeda y Juan de la
Cosa, abandonado en estas tierras durante la huida de la expedición por las refriegas con los
indígenas. Velásquez fue rescatado por el cacique Contarmá y su hija Táhmora, quien
terminó enamorándose de Velásquez. Marcoya asesina al cacique, asume el poder y
destierra a Velásquez para tomar por esposa a Táhmora, quien ya está embarazada del
hidalgo, de modo que cuando Marcoya es derrotado por Ostarón este adopta a Ingermina y
toma a su madre como esposa. Así, Ingermina resulta ser una mestiza, producto del amor
entre dos pueblos.
8
Las principales críticas que ha recibido la novela se remiten a los siguientes puntos: La excesiva fe en el
poder de la imaginación que debilita sin razón el rigor histórico; la subordinación de la fidelidad histórica a la
trama novelesca; la anómala configuración de los personajes, que terminan siempre poseyendo mucho más
valor por el recuerdo de sus acciones históricas que por sus propios caracteres; la falta de autenticidad en la
utilización del diálogo animado; y la falta de distancia entre el autor y el narrador. (Córdoba, 1998: 131).
Antes de que se puedan consumar definitivamente los amores de Ingermina con Alonso de
Heredia en la recién fundada ciudad, se encuentran con el obstáculo de Francisco de
Badillo, personaje antagonista, quien además de manchar el buen gobierno de Pedro de
Heredia, que aparece como justo y bondadoso, pretende el amor de Ingermina. A través de
los amores de Alonso e Ingermina, se forja una identidad mestiza de la ciudad y la región,
una especie de armonía cultural a través del romance, en donde lo negros no tienen cabida.
Una de las cosas que más llama la atención de la novela Ingermina, es la atribución a los
indígenas de expresiones, lenguajes y gestos que hacen parte más del período que está
viviendo el autor que del de sus personajes. De la manera más natural los indígenas hablan
de libertad, sentido patriótico, independencia y soberanía. Catarpa, uno de los personajes
centrales de la novela, el indígena rebelde que se niega a irse a la ciudad con el resto del
grupo, tiene un discurso supremamente moderno sobre la libertad y la dignidad de su
pueblo. Cuando es sorprendido por Alonso de Heredia y ante los reclamos de este para que
se rinda sin oponer resistencia, Catarpa responde con un discurso cargado de elementos
modernos de soberanía:
9
La novela Los Moriscos, escrita también por Juan José Nieto, narra las desventuras de una familia mora
exiliada durante la ejecución del decreto de mayo de 1609, que expulsó a los moriscos del territorio español.
Curcio Altamar anota que “la obra critica, sin ensañarse, la medida del gobierno, pero tomando impulso, más
que en motivos políticos o sociales, en consideraciones de sentimentalismo efectista […] no hay que olvidar,
para la mejor comprensión, que Nieto había sido también en medio de los vaivenes de su vida azarosa, un
desterrado político en Jamaica, y que por tal coincidencia hallaba en los moriscos exiliados situaciones
semejantes a las suyas personales”. De modo que Nieto tiene experiencia en disfrazar sus comentarios y
críticas presentes con supuestas alusiones a situaciones pasadas. (Curcio, 1975: 72).
Ahora bien, este indígena rebelde y valiente, termina sucumbiendo ante la jerarquía y el
orden español, que en realidad lo que representa es el orden republicano. Así como maneja
la idea de Pedro de Heredia como un buen hombre, justo, sensato y creador de un régimen
justo y ordenador, podríamos decir que de la misma manera concibe los gobiernos
republicanos como legítimos. De modo que Catarpa, a pesar de su valentía y de su carácter
políticamente claro, termina aceptando el poder de los españoles. Se muestra colaborador
con ellos, y con su proyecto de conquista y colonización, al acompañar a Alonso de
Heredia en sus correrías por pueblos indígenas del Sinú, e incluso se llena de orgullo ante
las pretensiones de éste de casarse con Ingermina:
La valoración que Nieto hace en su novela de los indígenas alude a la capacidad de orden y
de control, idea que como vimos más arriba, también se defiende en la Geografía. La
introducción de la novela, es una descripción “de los usos, costumbres y religión de los
habitantes del pueblo de Calamar” (Nieto, 1998:7); aquí se nota un claro interés por resaltar
la jerarquía, el orden y la complejidad administrativa y el alto grado de civilización de los
indígenas pertenecientes al pueblo de Calamar. Según Nieto, “entre todas las parcialidades
de Indios que había en sus inmediaciones, la de Calamar era la mas numerosa, la mas fuerte
y la mas civilizada” (Nieto, 1998).
El gobierno de este pueblo como el de todos los Indios, era absoluto; pero tenía una
corporación llamada Tarponaxy o consejo de escogidos que ayudaba con su dictamen
al Cacique, quien podía o no seguirlos.
A ecepcion de los Indios de Turbaco que eran inquietos, valientes, y de genio
indomable, el Cacique de Calamar tenia alianza con los otros pueblos de Carex,
Matarapa, i Cuspique, situado en los margenes de la bahia, i Bohaire inmediato al
puerto, cuyos aliados celebraban sus asambleas cada doce lunas, presididas por el de
Calamar (Nieto, 1998).
10
Las cursivas son nuestras.
un ejemplo pacífico y civilizado de solución de problemas. Las historias de amor y los
sueños de prosperidad de los protagonistas de los romances decimonónicos, iban de la
mano y se confundían con los sueños de prosperidad de las naciones; “los planos públicos y
privados, las causas aparentes y los efectos putativos, se ligaban mutuamente” (Sommer,
2004:22-23). Este romanticismo le sirvió a los proyectos hegemónicos, y afianzó una
retórica fundamental para desarrollar proyectos de consolidación, llevadas a cabo por una
nueva generación de escritores:
Por supuesto, Nieto con su novela está ayudando a la consolidación de un orden deseado.
Sin embargo, las novela presenta seria diferencias con el canon literario nacional de
mediados del siglo XIX, pues aunque coincide con ellas en la idea de un amor heterosexual
y los tiempos de edición (mediados del siglo XIX), no guarda la relación en cuanto a los
ambientes y los espacios cronológicos descritos. Por ejemplo, para algunos críticos lo
esencial de la novela Manuela de Eugenio Díaz, publicada por entregas en 1858 en el
periódico El Mosaico (Díaz, 1987), no está en los conflictos pasionales que describe, sino
en los debates ideológicos de mediados del siglo XIX que aborda; Manuela es casi un
pretexto para representar la “lucha ideológica del país entablada en un lejano pueblo y en
los trapiches de regiones calentanas de Colombia” (Williams, 1991:80). La novela está
llena de opiniones explícitas sobre la agitada vida política de mediados de siglo; problemas
de tierra, la avaricia de los terratenientes y los problemas de los arrendatarios, y extensas
descripciones sobre los bailes, coplas, canciones, hábitos alimenticios, y las miserables
condiciones de los trabajadores de los trapiches:
Las tres razas, a saber la africana, la española y la india, con sus variedades, se
encuentran allí confundidas por el tizne, la cachaza, los herpes y la miseria, de
tal manera, que no son discernibles ni aún por un norteamericano que es cuanto
pudiera decirse: tal es la degradación de los proletarios del trapiche del Retiro
(Díaz, 1987:28).
Por otro lado María, la novela fundacional de la nación colombiana, escrita por Jorge
Isaacs en 1867, es la obra decimonónica que mejor retrata el mundo negro de la región
caucana. Incluso, tiene extensos apartes en el que recrea la captura y trata de esclavizados
en África, a través de la narración sobre la esclava Nay, comprada por el padre de Efraín, y
luego puesta en libertad y bautizada con el nombre de Feliciana (Zuluaga, 2005).
A parte del mundo negro, muy familiar en la narración de Isaacs (Zuluaga, 2005)11 y a
pesar de que los estudiosos poco se han fijado en ello, el Caribe está también muy presente
en María. En un reciente ensayo, el historiador Alfonso Múnera resalta la fuerte impronta
de la caribeñidad en esa obra, no sólo con el llamado a la atención por las constantes
alusiones de la novela a la ruta por Panamá a través del Atrato y del Dagua y de su activo
comercio durante el siglo XIX, sino también en detalles tan importantes como el que
María sea de origen jamaicano, más específicamente de Montego Bay, precisamente el
lugar de donde proceden los Isaacs, quienes a pesar de su origen judío, desde el siglo XVII
se asentaron en este territorio. De manera que, anota Múnera, su historia se confunde con
la de Jamaica. Esta caribeñidad ignorada por los cientos de estudios que se han hecho
sobre la novela, se refleja también en las constantes referencias del padre de Efraín a la
nostalgia por los vientos de mares y océanos, los recuerdos de estadías en playas, y el
temor de morir en tierras lejanas. (Múnera, 2005).
Aquí, volviendo a la comparación entre Juan José Nieto y otros novelistas de mediados de
siglo, encontramos una interesante paradoja: Jorge Isaacs, quien no conoció nunca a
Jamaica, supo retratar muy bien el mundo caribeño de donde venía su padre, mientras que
Juan José Nieto, quien estuvo cuatro años exiliado en Jamaica y donde pudo establecer
interesantes relaciones gracias a su condición de masón12(Fals Borda,2002: TII 80; Bell,
1991), no logró, o más bien no quiso, retratar nunca ese mundo de esclavos y negros y
mulatos libres que hicieron parte de su vida cotidiana. Esto es una muestra contundente de
lo incómodo y problemático que era rescatar y estudiar el mundo negro en Cartagena de
Indias, mucho más para una figura que estaba tratando de fugársele a ese estigma.
Por otro lado, al analizar el argumento de cara a novelas como Manuela y María,
Ingermina se nos antoja de un indigenismo trasnochado, que ya en otras latitudes del
territorio patrio, para la época en la que se está escribiendo, no tenía ningún sentido. Este
indigenismo, guardando las proporciones, podría compararse más bien con la retórica
patriótica de los primeros años de la independencia, cuando el indígena comenzó a ser
usado como símbolo de libertad y como el dueño legítimo de estos territorios. Los criollos,
aunque se consideraban descendientes de los conquistadores y de los españoles,
construyeron una historia común con los indígenas. De modo que el estado de
“degradación” de este grupo era obra del gobierno opresor, que lo había mantenido
esclavizado a través de tres siglos.
El indígena empezó a ser usado así en símbolos patriotas, escudos, monedas, banderas y en
los escritos y panfletos para generar la movilización de las masas a favor de la
independencia (König, 1994:234-265). A finales de septiembre de 1813, cuando el ejército
comandado por Antonio Nariño se disponía a partir de Bogotá para liberar la provincia de
11
Jorge Isaacs no sólo se ocupó de los grupos negros en la novela María, en 1866 compuso un poema titulado
“El esclavo Pedro”, que luego fue publicado en 1878 en el periódico La Patria, sobre un personaje real de su
infancia. En 1866 publicó el artículo “Lo que fue, es y puede llegar a ser la Raza Africana en el Cauca”, en
donde muestra lo importante que ha sido la raza africana para el desarrollo material del Cauca, pero también
habla sobre las consecuencias naturales de un sistema tan inhumano como la esclavitud. (Zuluaga, 2005)
12
Los masones ingleses y jamaiquinos, quienes auspiciaron la creación de las primeras logias y del Supremo
Consejo en Cartagena en 1833, recibieron muy bien a Nieto durante su exilio. (Fals Borda, 2002: TII 80A;
Bell, 1991).
Popayán en manos de los españoles, los soldados fueron despedidos con coplas que
recordaba el amor por la patria, y el recuerdo de los indígenas y su antigua manera de
denominar algunos lugares. Una de las coplas dice:
Laureles y palmas
Siegan con afán
Heroico, los hijos
Que dio Calamar.
De Cundinamarca
La fama inmortal
Vuela hasta los Astros
Y eterna será13. (König, 1994:248).
Coplas, canciones y cambios toponímicos que volvían a las viejas referencias indígenas,
eran frecuentes. El nombre de la provincia que anteriormente se llamaba Santafe, fue
reemplazado, a través de decreto, por el antiguo nombre indígena de Cundinamarca. De
igual manera, en varios escritos se encuentran alusiones a Calamar o Calamarí para
recordar la memoria de los indígenas que habitaron la zona donde ahora se encontraba
Cartagena. De manera que hay una constante recreación de lo indígena como retórica de
movilización y simbólica. En Cartagena, la constitución de 1812 adoptó el escudo que
representaba una indígena con el torso desnudo sentada debajo de una palmera, sosteniendo
una granadilla con la mano derecha de la cual comía un turpial; a sus pies se encontraba
una cadena destrozada símbolo de la liberación del yugo español.
La elite criolla al consolidarse y alcanzar su objetivos políticos, más que generar retóricas
de movilización, debía generar retóricas de control. Así, la novela de Juan José Nieto se
presenta como un indigenismo trasnochado, pues hace referencia a lo indígena en un
momento en que, salvo excepciones, lo indígena no representaba un elemento importante y
necesario para la élite dirigente14. Sin embargo, a pesar de que le da un fuerte protagonismo
13
La cursiva es nuestra.
14
Felipe Pérez, escribió a mediados del siglo XIX varias novelas cuya trama central era la vida de los
indígenas y el proceso de conquista y colonización. Sin embargo, a diferencia de Nieto, el universo indígena
que recrea Pérez es el del Perú, además de que reflejan el carácter nocivo del proceso de conquista y
a lo indígena, no tiene una visión peyorativa de lo español. Los españoles aparecen como
buenos y justos, contrario a la imagen que se construyó de ellos en la retórica
independentista. El español termina, como el mismo Nieto lo anota, civilizando al mundo
indígena. De hecho los modales suaves, la piel casi blanca de Ingermina, son producto de
su mestizaje, al ser hija de padre español. Pero como toda novela es de su tiempo, creemos
que la apuesta de Nieto es una apuesta por la civilidad y el orden que necesitaban las elites
que estaban consolidando el estado nación en el siglo XIX. Los indígenas representan el
pueblo, mientras que el estado es representado por los españoles justos, ordenadores y
bondadosos.
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