Juan Jose Nieto Region Autonomia Identidad PDF
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Director:
Línea de Investigación:
Literatura e historia.
Introducción ............................................................................................................................ 1
2. Ensayos y otros escritos de Juan José Nieto: Ideales sociales, éticos y morales ...... 43
2.1. La propuesta para un buen ciudadano en Derechos y deberes del hombre en
sociedad (1834) y en “Alocución [...] en el acto de liberación de los esclavos”
(1852) ................................................................................................................... 44
2.2. La apuesta por el federalismo: una salida ante la discriminación y el
centralismo ........................................................................................................... 61
2.3. Producción literaria y política: un breve debate entre Juan José Nieto y José
Joaquín Ortiz ....................................................................................................... 75
3. La ficción novelesca de Juan José Nieto y los problemas del medio siglo de la
República d la nueva Granada .................................................................................. 88
3.1. El discurso novelesco en Juan José Nieto: La función didáctica de la novela
en la República de la Nueva Granada ............................................................ 90
3.2. La novela histórica de Juan José Nieto: Pasado e identidad en Yngermina y
Los Moriscos ................................................................................................... 99
3.3. Rosina o la prisión del castillo de Chagres: evaluación de una sociedad en
transición ....................................................................................................... 127
1
El titulo original es El ciudadano Juan José Nieto contesta el informe que se ha publicado emitido por una
comision de la camara de su provincia fecha 9 del pasado, que recayó a un escrito que introdujo suplicando
se propusiese a la proxima legislatura la iniciativa de la cuestion sobre si conviene ya a la Nueva Granada el
sistema federal; y de no, que se le concediesen atribuciones locales mas latas a las camaras de provincia.
2
En este trabajo siempre se citarán las versiones originales, por lo que se respetará su ortografía
1
Más allá del tópico romántico, este pasaje revela que la escritura no fue un
entretenimiento para llenar horas vacías, sino una actividad necesaria para sí mismo. Como
espero demostrar en este trabajo, sus ensayos y novelas son altamente significativos y
representativos de nuestro siglo XIX colombiano, un eslabón imprescindible para
comprender el problemático pasado en el que Nieto sintió la necesidad de escribir.
En este punto, me parece que no cabe la menor duda de que el cartagenero pensó y
reflexionó sobre su presente a partir de su posición social. Así, resulta sumamente
interesante la manera como Nieto logró inscribirse dentro de la élite intelectual
neogranadina y llegó a ocupar cargos políticos de gran importancia como la presidencia de
la Confederación Granadina (aunque fue solo durante seis meses en 1861) y el puesto más
alto dentro de la logia masónica, a pesar de la discriminación racial y clasistas a la que lo
sometieron ciertos sectores de la élite neogranadina.3 A mi modo de ver, toda su obra
responde a la necesidad de superar esta discriminación con el fin de instaurar un gobierno
democrático y moderno. Por este motivo, Nieto exhibe una clara consciencia histórica
(Lukács 1966, 20)4. La pregunta sobre el transcurrir histórico, le implicó cuestionarse por
su propio devenir, por su identidad, “¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?”, lo
que sin duda puede percibirse de manera temprana en sus textos5 y en toda su obra. Sin
embargo, estos problemas no se presentan en un tono meramente personal en Nieto, sino
que se encuentran unidos a la construcción de una identidad regional y, algunas veces,
nacional.
En este orden de ideas, la tesis inicial de este estudio consiste en demostrar que en la
obra de Nieto puede leerse la necesidad de reivindicar la cultura de su provincia frente a las
culturas del centro, concentradas especialmente en Bogotá, para ese entonces tenedora del
“poder político y simbólico” (Bourdieu 1977, 65-72). No obstante, es preciso tener en
cuenta que más allá de lo político-administrativo, las reflexiones de Nieto apuntaron a un
problema cultural de fondo: la discriminación racial y regional fomentada por el modelo de
3
Estos datos biográficos son tomados de los trabajos de Fals Borda (1981) y de Eduardo Lemaître (1983) que
referiré más adelante.
4
El pensamiento histórico de Nieto atraviesa toda la obra del autor, lo cual es más que evidente en sus obras
más reconocidas como Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena (1939) y sus dos
primeras novelas, que poseen el adjetivo “histórica”.
5
Como se analizará en el segundo capítulo, en una carta fechada en 1835 y dirigida a Santander, el lector
puede percibir que los problemas de discriminación son analizados por Nieto como un problema histórico.
2
gobierno centralista, lo que impedía, a ojos del autor, la realización de una verdadera
República democrática. En este sentido, resulta necesario preguntarse: ¿cómo piensa Nieto
su región6? ¿Qué características imagina en el carácter cartagenero? ¿Cómo define
Cartagena frente a la Región Andina? ¿Qué diferencias advierte entre Bogotá y Cartagena?
En esta medida, entiendo la escritura de Nieto como motivada por los problemas
políticos y culturales propios de la República de la Nueva Granada, más específicamente,
de la Provincia de Cartagena. Así, aspiro a dar cuenta del sentido histórico-cultural de la
escritura de Nieto: ¿Qué problemas llevan a Nieto a concebir un ideal social? ¿Qué tipo de
actitud asume el escritor ante sus circunstancias socio-históricas? ¿Por qué considera
necesario reivindicar la cultura del Caribe a principios del siglo XIX en la Nueva Granada?
A partir de estas preguntas, espero explicar el tipo de toma de posición (Bourdieu 1995,
342-355) que asume Nieto al tratar de ingresar en el campo intelectual colombiano de la
época: ¿cómo un letrado de la periferia (cultural y étnicamente distinto) se legitima frente a
una élite letrada clasista y purista? ¿Qué estrategias discursivas desarrolla un escritor de la
provincia frente al centralismo bogotano? Se trata de entender las particularidades textuales
de los modos de expresión en los que Nieto evalúa su realidad, además de observar el tipo
de diálogo que se establece con otras axiologías del campo intelectual del momento
(Bourdieu 2002, 11-39). Este tipo de aproximación permitirá esclarecer el problema
cultural de fondo que plantea la obra de Nieto.
Por otro lado, este trabajo se propone también el objetivo de reivindicar la figura de
Nieto en la historiografía literaria, puesto que resulta necesario llegar a explicar su papel en
el desarrollo de la literatura y de la historia de las ideas de nuestro país. La falta de
ediciones corrobora el estado actual de los estudios sobre Nieto. De su obra literaria,
solamente Yngermina ha sido reeditada, primero en 1998 por la Gobernación de Bolívar y
luego en el 2001 por la Universidad EAFIT, con prólogo de Germán Espinosa. Los
Moriscos no ha vuelto a ser reeditada y Rosina o la prisión del castillo de Chagres tiene
únicamente una edición digital hecha por Gustavo Adolfo Henríquez en el 2010. Los otros
textos de Nieto no han sido reeditados, a excepción de Geografía (1839) en el Boletín
6
Cuando en este trabajo me refiero a la «región» de Nieto, me refiero principalmente a la Provincia de
Cartagena, la cual comprendía el territorio que hoy conocemos como el Departamento de Bolívar. De igual
forma, considero adecuado referirme al autor como «cartagenero», antes que como «bolivarense», pues las
fechas entre las que escribió corresponden al momento histórico en que aún existía la Provincia de Cartagena.
3
Historial de la Academia de Historia de Cartagena bajo el título “Geografía de Bolívar”, en
el año de 1918 en los números 34-36, Derechos y deberes del hombre en sociedad en la
Revista de estudios sociales (nº 38 [2011], 179-183) y los recopilados en la colección de
Gustavo Bell Lemus titulada Selección de textos políticos, geográficos y estadísticos
(1993). A causa de esto, el interés se ha centrado sobre todo en estas obras, lo que ha
ocasionado un silencio casi absoluto sobre los demás escritos del autor. Por este motivo, no
se ha podido comprender a cabalidad la coherencia del pensamiento de Nieto.
Con el fin de lograr alcanzar estos dos objetivos, este trabajo se encuentra dividido
en tres capítulos principales. En el primero, titulado “la recepción de la obra de Juan José
Nieto hasta nuestros días”, exploro la forma como a lo largo de estos casi dos siglos se ha
recibido y explicado la obra del autor, para que el lector pueda, además, ubicar mejor la
propuesta interpretativa de esta investigación. En el segundo capítulo, titulado “Ensayos y
otros escritos de Juan José Nieto: ideales sociales, éticos y morales”, explico cómo tres
temas principales en la ensayística de Nieto (la educación, el federalismo y la producción
literaria) son configurados a partir de la axiología del autor marcada por ideas republicanas
y del ideario ilustrado. Este capítulo busca también discutir problemas que serán
recurrentes en la escritura de sus novelas, de modo que, en el tercer capítulo, titulado “La
ficción novelesca de Juan José Nieto y los problemas del medio siglo de la República de la
Nueva Granada”, la atención se centra en la relación dialógica entre forma e ideas. Con esto
en mente, en las siguientes páginas, explicaré la manera como se articulan los conceptos
claves para este trabajo con los capítulos ya mencionados.
Dada la diversidad discursiva de la escritura del cartagenero, disciplinas como los
Estudios Literarios, la Historia y la Sociología, la han considerado como su objeto de
estudio. En las últimas décadas, han aparecido algunos trabajos extensos con la intención
de reivindicar, sobre todo, la figura política de Nieto, como el realizado en 1981 por
Orlando Fals Borda, Historia doble de la costa: El presidente Nieto. Por su parte, la crítica
literaria ha realizado comentarios incluidos a manera de catálogo y, en su mayoría breves
sobre las novelas, en uno que otro manual de literatura colombiana. El objetivo siempre ha
sido confrontarlas con obras consideradas de mayor interés y mejor logro literario, como
Manuela (1858) y María (1868). Pocos críticos, sobre todo de los últimos tiempos, se han
preocupado por realizar una valoración estético-literaria justa de sus obras.
4
De igual forma, a pesar de la variedad discursiva que presenta la obra completa de
Nieto, se ha tendido a estudiar aisladamente cada uno de sus textos; es decir, poco se han
puesto a dialogar sus novelas con su producción ensayística y viceversa; así como con las
condiciones históricas y sociales en las que fueron escritas. Esta fragmentación solo ha
impedido que se pueda interpretar estas obras como parte de un proyecto más amplio,
limitando las novelas, por ejemplo, al exilio o, incluso, extrayéndolas de su contexto
histórico. Por este motivo, en el primer capítulo, pretendo realizar una valoración crítica de
los comentarios que han comentado la obra de Nieto desde el momento de su aparición. Se
distinguirán los comentarios en los que se enfatiza una perspectiva literaria y aquellos en
los que el enfoque pertenece a otras disciplinas.
Ahora bien, entiendo que el valor de una obra de arte no depende tanto de su
materialidad como del devenir de las estructuras sociales (Mukařovský 2000, 179), por lo
cual está históricamente determinado: “con cada desplazamiento en el tiempo, en el espacio
o en el entorno social, cambia la tradición artística a través de cuyo prisma es percibida la
obra” (175)7. De esta manera, los juicios valorativos sobre un texto considerado como parte
de los fenómenos de la esfera del arte8 dependen del estado del campo literario donde
aparece, por lo cual el resultado es “la representación social de la obra como integración de
juicios singulares sobre la obra” (Bourdieu 2003, 25-26). En este sentido, cabe preguntarse:
¿Qué valores se le han atribuido a la obra de Juan José Nieto? Aunque las obras de ficción
de Nieto han sido siempre estudiadas en el ámbito de la historia de las letras colombianas,
no han sido consideradas como un fenómeno estético: por lo general, se tiende a ver su
valor documental y no su valor estético, artístico.
7
El devenir histórico transforma no tanto el valor estético, sino el objeto de la valoración: “por causa de estos
desplazamientos varía el objeto estético que corresponde […] al artefacto material […] Cuando una obra
determinada recibe una valoración igualmente positiva en dos épocas distantes, el objeto de la valoración es
cada vez un objeto estético diferente: en cierto sentido, una obra artística diferente” (Mukařovský 2000, 175).
Como su objeto de estudio, el historiador tiene como tarea tratar de discernir el objeto estético que
corresponde a la axiología que la produjo, aun con la dificultad de acercarse a la obra de arte con su propia
jerarquía de valores, es decir, con la distancia temporal con que aborda su objeto. Bajo estas ideas, adquieren
relieve los problemas que discute Wellek en su ensayo “Teoría literaria, crítica e historia” (1963).
8
Una obra pertenece a la esfera artística, siempre y cuando esta sea valorada bajo los estándares de cualquier
norma estética, pues, como señala Mukařovský (2000), “la cuestión de la valoración estética de las obras
artísticas es fundamentalmente distinta de la cuestión de los límites del arte: también una obra artística que
valoramos negativamente […] pertenece al contexto del arte, ya que es con referencia a éste que la
valoramos” (131). Así, aunque cualquier fenómeno artístico sea considerado negativamente y no pertenezca a
un canon dado, es precisamente esta negación la que lo incluye dentro de los fenómenos artísticos.
5
Asimismo, en el primer capítulo busco responder a la siguiente pregunta: ¿Con qué
valores fueron evaluadas las novelas de Nieto? Frente a esta pregunta, puede adelantarse
que a su obra se le han adjudicado valores históricos, sociológicos e, incluso,
antropológicos, pero solo hasta hace muy poco se ha comenzado a poner en relieve su valor
literario. Debido a que los estudios sobre el cartagenero no corresponden únicamente a los
estudios literarios, considero necesario mencionar que ha sido valorado de distintas
maneras como figura política e histórica. En general, se le ha visto a partir de la perspectiva
de partido, como un político liberal y santanderista. Sin embargo, trabajos más cuidadosos
lo han ubicado como uno de los primeros pensadores del federalismo y el regionalismo en
Colombia, con lo cual comenzó una reivindicación de su figura histórica. En los últimos
tiempos, gracias a los trabajos de Fals Borda y a la implementación de nuevas perspectivas
en el quehacer historiográfico, se ha resaltado su condición racial: Nieto es resaltado como
el primer presidente afrodescendiente. Esta perspectiva le ha dado al cartagenero una mayor
visibilidad en el panorama crítico y social en Colombia.
Por otro lado, por casi un siglo y medio, la crítica literaria se negó a reconocer algún
valor literario de las novelas de Nieto, aunque más tarde las consideró de poco mérito
estético. ¿Por qué no se modificaron sustancialmente estas valoraciones? ¿Qué elementos
de su obra fueron valorados negativamente? Por otro lado, ¿por qué, por ejemplo,
Yngermina deviene, en palabras de Avelar (2015), “legible” (54-55) en las circunstancias
históricas de hoy? Para contestar estas preguntas resulta necesario interrogarse por los
sujetos que han valorado la obra de Nieto (Wellek 1983, 18), en tanto individuos
socialmente constituidos y, por tanto, poseedores de un “momento de subjetividad”
(Mukařovský, 146). Así pues, ¿qué significó estas obras para los críticos que la han
comentado? ¿Cuáles son los presupuestos críticos con los cuales se acercaron a la
producción del autor?
Finalmente, en ese capítulo pretendo dar cuenta del proceso de consagración de
Juan José Nieto como escritor y caudillo político de la primera mitad del siglo XIX
colombiano. De acuerdo con Bourdieu (1995), entiendo la consagración como la
acumulación de capital simbólico que se traduce en la posición ocupada por el escritor
según los principios de jerarquización externa e interna del “campo intelectual” de un
momento dado. El hecho de que la obra de Nieto no haya pasado totalmente desapercibida
6
hasta el momento y de que en los últimos años haya habido esfuerzos por restituirle su
lugar en la historia colombiana son muestras de un proceso de consagración del
cartagenero, por lo que vale la pena preguntarse cómo ha sido su proceso de acumulación
de “capital simbólico” (Bourdieu 1995, 322-323).
Con el fin de reevaluar las lecturas presentadas en el capítulo primero, en esta
investigación pretendo precisamente realizar una lectura en conjunto de las obras de Nieto
para delinear no solo su pensamiento político, sino también el perfil intelectual de la
persona que busca ingresar en el campo intelectual de la época con una propuesta,
inicialmente, política y social, y, luego, con una estética. En otras palabras, se trata de
explicar la obra de Nieto de forma íntegra, de leer dialécticamente tanto los escritos
políticos, históricos, como los ficcionales a la luz del pensamiento y la axiología que los
atraviesa. Lograr esto resulta altamente significativo en un personaje como Nieto, de quien,
autores, como Fals Borda (1981), han llamado la atención sobre la coherencia ideológica
que logra a lo largo de su vida pública: “[Nieto] mantuvo en su vida privada y en su
personalidad ideas y actitudes democráticas firmes que se reflejaron en su vida pública”
(42B). De este modo, se tratará de delinear el perfil intelectual del autor para establecer los
principios y valores que rigen su escritura y que, de manera obvia, se proyectan en su
actividad intelectual y política.
Con el fin de contestar estas preguntas, se analizará el corpus propuesto desde una
perspectiva sociocultural para comprender el pensamiento de Juan José Nieto a partir de los
diálogos que establece su producción textual consigo misma y con las circunstancias socio-
históricas de composición (1834-1865).En la medida en que esta investigación se realiza
con presupuestos de los estudios literarios, en primera instancia, me parece necesario
apoyarme en conceptos que permitan explicar la intención estética de las novelas y la
dimensión literaria de los ensayos, elementos descuidados en los estudios de Nieto hasta el
momento. Por este motivo, se parte del hecho de que la escritura del cartagenero tiene lugar
como una necesidad histórica.
Comprendo el texto literario a partir de las teorías de Bajtín (1989) y de
Mukařovský (2000). Bajo estos planteamientos, la obra de Nieto aparece como una
reflexión estética que se arraiga en un momento determinado: la sociedad neogranadina
(1830-1860). En la búsqueda por superar la dicotomía entre forma y contenido, Bajtín
7
propone que la obra de arte puede analizarse a partir de los aspectos de organización del
material, la forma compositiva y la forma arquitectónica que, en sus palabras, consiste en
“formas de valor espiritual y material del hombre estético” (Bajtín 1989, 26). En esta
perspectiva, se plantea la necesidad de entender la dialéctica que se establece entre los
aspectos materiales y los aspectos axiológicos que vehicula el material verbal. De esta
manera, entiendo la elección del género literario como la manera como el artista comprende
y valora el mundo. Esta aproximación permite entender que la forma está estrechamente
relacionada con la visión de mundo del autor.
Basándome en la semiótica del arte de Jan Mukařovský en “El arte como hecho
sígnico” (1934), comprendo que el texto literario posee un valor sígnico, es decir,
comunicativo (90). Por esto, lo considero como un signo que busca comunicar al lector una
serie de problemas arraigados en los fenómenos culturales, históricos y sociales de su
realidad. Bajo esta perspectiva, entiendo la obra de Nieto como un fenómeno artístico que
no puede ser separado del proceso histórico social., por lo cual, privarlo de su significación
social, sería privarlos de su sentido histórico
De la misma manera, resulta indispensable rescatar la especificidad de los dos
modos de expresión de Nieto: el ensayo y la novela. ¿Por qué el autor escoge estos dos
modos modernos de expresión9? ¿Puede el pensamiento moderno de Nieto plantearse en
formas distintas a estas? Desde mi punto de vista, no puede considerarse como una
arbitrariedad la elección de Nieto por estas formas literarias, sino que responde a una
necesidad histórica del momento (Bajtín 1989). En general, planteo como hipótesis que a
través de estas formas, Nieto evalúa el difícil e inacabado proceso de transición a un ethos
moderno en la sociedad colombiana (Jaramillo 1994) y, en particular, los debates sobre la
construcción de un estado-nación, la forma de gobierno, la cuestión de la herencia española,
la cuestión religiosa y demás asuntos problemáticos que hacían parte de la agenda de la
República de la Nueva Granada durante la primera mitad del siglo XIX. En este sentido, es
necesario preguntarse: ¿qué hay de moderno en la axiología del cartagenero? ¿Cuál es el
sistema de valores que configura la perspectiva del autor? ¿Cómo responden estos ensayos
9
No está de más recordar que las principales teorías de estas formas textuales las relacionan con la
modernidad. El ensayo aparece con el nacimiento de la subjetividad, principalmente con Montaigne (Lukács
1910; Bense 1942; Adorno 1974); la novela es una expresión del pensamiento crítico, por lo que se señala a
Cervantes como su iniciador (Lukács 1910; Bajtín 1939; Pavel 2003).
8
y novelas a sus circunstancias históricas de producción? Para contestar estas preguntas, he
decidido realizar dos capítulos distintos, uno dedicado a la escritura ensayística y otro a las
novelas. Sin embargo, con esto no busco separar las dos formas de producción textual, sino
atender a las particularidades propias de cada género para así determinar el diálogo entre
ambas.
En la elaboración de estos dos capítulos se tuvieron en cuenta algunos conceptos de
la sociología de la literatura y la cultura, en particular la noción de “visión de mundo” de
Goldmann, entendida como “conjunto de aspiraciones, de sentimientos y de ideas que reúne
a los miembros de un grupo (o lo que es más frecuente, de una clase social) y los opone a
los demás grupos” (Goldmann 1968, 29). La idea de una “élite letrada” que, según Rama
(1998), ejerce el poder simbólico y político desde la Colonia; y de “campo intelectual” y
“toma de posición” de Bourdieu. En este sentido, se considera que la obra de Nieto dialoga
con otras axiologías y pone en el panorama social y cultural de sus ensayo y novelas
fenómenos sociales de su momento histórico. Por esto, es necesario entender la posición
que Nieto asume ante dichos fenómenos y ante la élite letrada intelectual del siglo XIX
neogranadino. Así, el análisis que hago aquí de la obra de Nieto busca exponer la dialéctica
que se establece entre la percepción individual del cartagenero y las condiciones étnicas, de
clase, sociales y culturales de la sociedad caribeña y neogranadina de la época.
En este orden de ideas, apoyándome en el concepto de “campo” de Bourdieu
(2003), comprendo a Nieto como un agente social ubicado históricamente en un momento
específico de la sociedad neogranadina, en medio de una serie de tensiones que lo llevan a
confrontarse con otros intelectuales de la época que han asumido como función crear los
símbolos nacionales y, por ende, apropiándose del llamado “poder simbólico” (Bourdieu
1977, 78). En esta medida, considero que las distintas tomas de posición son respuestas al
estado histórico del campo intelectual de la época. Así, considero la obra de Nieto no sólo
como una participación en los debates de la época, sino también como toma de posición en
el ámbito intelectual neogranadino. Las aspiraciones intelectuales del autor están sujetas a
las condiciones materiales que le presenta el campo intelectual neogranadino del momento,
por lo que en su obra pueden leerse las tensiones propias de este. En esta perspectiva, me
pregunto por las funciones atribuidas por Nieto a los géneros de su elección. ¿Qué implica
9
la escogencia del género novelesco y del ensayo en el medio siglo en la República de la
Nueva Granada?
A pesar de lograr ser presidente de la república en 1861 y de ocupar el cargo
principal de la logia masónica del Gran Oriente, Nieto solo pudo participar marginalmente
de este ambiente intelectual. Como se explicará en el segundo capítulo, la discusión
establecida con José Joaquín Ortiz muestra claramente como el cartagenero resultó
discriminado, muy seguramente por su origen étnico y de clase (Borda 1981, 32A-33A),
pues, como ha sido señalado por autores como Múnera (2005) y Solano (2016), existía un
discurso excluyente ejercido por las élites aristocráticas cartageneras y por las élites del
centro andino. Por otro lado, esta centralización del ambiente intelectual puede explicar
también la pobre difusión de las obras del Cartagenero. Como explica Padilla (2016), a
mediados del siglo XIX, no existían instancias de legitimación, por lo que las obras eran
asumidas por “los autores o por colectivos de letrados de gusto literario que percibía el
valor literario, histórico o social de una obra determinada” (40-41). En el caso de novelas
como Manuela (1858) y María (1867), el grupo del Mosaico fungió como esa instancia que
les permitió instituirse de manera temprana como obras de carácter nacional. La escritura
de Nieto no corrió con la misma suerte. Publicada en el extranjero, Yngermina y Los
Moriscos, o en un periódico provincial, Rosina, su obra quedó por fuera del circuito que
hubiera podido garantizar su éxito, sin contar los procesos de discriminación en su contra,
lo que sin duda también influyó en los procesos de recepción.
En este orden de ideas, la marginalidad de Nieto le permitió realizar tomas de
posición contra el poder centralista y desarrollar un sentido de pertenencia en el que se lee
una clara conciencia de la diferencia regional de su provincia con respecto a la cultura
andina bogotana. De esta forma, el autor logra expresar su malestar con respecto de las
dinámicas de poder, las cuales no reconocían la diversidad cultural. Debido a esto, resulta
necesario comprender la región como una “comunidad imaginada” en el sentido de
Benedict Anderson (1991); es decir, como un conjunto de personas que se considera parte
de una comunidad a raíz de las semejanzas culturales que poseen (Anderson 1991, 6). En
este sentido, leo la escritura de Nieto como un intento por construir y reivindicar una
identidad regional.
10
Con estos presupuestos en mente, en el capítulo segundo, centro la atención en los
escritos de Nieto que presentan un fuerte gesto ensayístico, puesto que permiten dilucidar
mejor los problemas socioculturales que suscitan la escritura y los valores a partir de los
cuales se argumenta y plantean eventuales soluciones. Analizo tres aspectos fundamentales
percibidos en la escritura de Nieto: primero la intención de formar ciudadanos en valores
ilustrados, especialmente los planteados por autores como Rousseau, Montesquieu y Locke;
segundo, el problema del regionalismo e identidad; tercero la concepción de Nieto sobre las
funciones que debía poseer la producción de la literatura nacional.
Vale la pena mencionar que no propongo en este capítulo un análisis temático,
puesto que caería en una aproximación documental en la cual perdería de vista los valores y
axiomas de Nieto que permiten explicar la visión de mundo de sus ensayos, como de sus
novelas. Tampoco es mi intención la de categorizar al cartagenero como “liberal”,
“romántico”, “utópico”, etc., sino exponer algunas particularidades de su pensamiento con
el fin de obtener herramientas interpretativas para entrar en el análisis de sus textos de
carácter ficcional. Para lograr este objetivo, abordaré el gesto ensayístico de estos escritos
según lo entienden Lukács, en El alma y las formas (1910) y Bense, en Sobre el ensayo y
su prosa (1942); es decir, entiendo sus ensayos como formas estéticas, altamente
subjetivas, como la objetivación de una experiencia existencial, de un modo de sentir o de
una visión de mundo particular. En este sentido, el ensayo, más allá de su forma genérica,
literaria, como una pregunta perturbadora que nace de la confrontación del ensayista con la
realidad, con su momento socio-histórico, de la que se busca forzosamente una respuesta:
“se formula una pregunta y se profundiza tanto que se convierte en la pregunta de todas las
preguntas, pero luego queda todo abierto” (Lukács 1910, 33). Se trata de explicar los
problemas que afectan la conciencia de Nieto y el modo como los resuelve. ¿Cuál es la
experiencia vital por la cual Nieto escribe ensayísticamente? ¿Qué tipo de preguntas se
plantea Nieto en la entonces República de Nueva Granada?
Aquí planteo como hipótesis que la elección de Nieto por los ensayos está
condicionada por el estado del campo intelectual neogranadino. Apoyándome en las
reflexiones hechas por el profesor Iván Padilla en el curso sobre ensayo colombiano 10, la
élite letrada del momento privilegió la forma ensayística como modo de expresión, en un
10
Curso dictado para la maestría en estudios literarios en el semestre 2015-II.
11
momento en que las formas ficcionales (novela, relato, poesía y drama) no constituían una
producción fuerte. Los escritores como Bolívar, Santander, Azuero, Lorenzo Lleras, más
tarde Ancízar, Camacho Roldán, Vergara y Vergara, entre otros, escribieron sobre todo
ensayos con los cuales exponían su pensamiento y participaban de los debates de la época.
En cuanto al tercer capítulo, exploro los aspectos composicionales de las novelas de
Nieto, los cuales han sido comentados superficialmente por la crítica colombiana. Aunque
trabajos como el de McGrady (1962) señalen bien las similitudes de Yngermina y de Los
Moriscos con el modelo de novela histórica de Walter Scott y con parte del romanticismo
francés (en especial Chateaubriand), estos se quedan únicamente en el aspecto técnico, por
lo cual no logran explicar la dialéctica establecida entre la visión de mundo del autor y
forma composicional. Solamente el comentario de Avelar (2015), para quien Yngermina es
una obra rigurosamente construida, logra relacionar los aspectos composicionales con la
visión de mundo del autor, como se verá en el primer capítulo.
En primera medida, trato de responder a la pregunta de por qué Nieto decide elegir
el género moderno de la novela en la República de la Nueva Granada, en un momento en el
cual existía una “Hispanoamérica que no había conseguido fundar una tradición novelística
y en un medio que parecía refractario al género” (Espinosa 2001, 10). ¿Qué funciones podía
desempeñar las novelas de Nieto? Para contestar este interrogante, analizo la forma como
Nieto comprende el género de la novela a partir de los prólogos de sus obras. De la misma
manera, explico el diálogo que establece el cartagenero con la incipiente norma estética
sobre la novela instituida en la República de la Nueva Granada, la cual mostraba el género
como una escritura cuyos principales lectores era el público femenino.
En un segundo momento, me pregunto por el género específico elegido por Nieto, la
novela histórica y la novela por cartas. Sin duda, Nieto, como autor, fue consciente de la
elección genérica, la novela, y de lo que esto implicaba en la República de la Nueva
Granada. ¿Qué posibilidades de expresión encuentra el autor en estos géneros? ¿Qué tipo
de valoración estética de la realidad se desprende de las novelas de Nieto? En este sentido,
busco explicar la presencia de ciertos elementos problemáticos que atraviesan las novelas
de Nieto. Así, las obras permiten leer la manera como el cartagenero evalúa la herencia
colonial y el legado español. Este elemento es de vital importancia si se tiene en cuenta que
en ese momento histórico los intelectuales discutían por el lugar y función de ciertas
12
instituciones heredadas de la colonia, como por ejemplo la cuestión religiosa, el problema
de la educación laica, la esclavitud misma, problemas que fueron discutidos por figuras tan
importantes como José María Vergara y Vergara, José María Samper, Miguel Antonio
Caro, entre otros.
En este orden de ideas, el análisis propuesto para el tercer capítulo estará centrado
en la manera como aparecen estos grandes problemas en las obras particulares de Nieto con
el objetivo de mostrar sus variantes y, de esta manera, tratar de ofrecer un panorama más
completo del pensamiento del autor. De esta forma, considero relevante advertir que no se
propone un análisis temático, ni una explicación de las influencias románticas e ilustradas
de Nieto en el sentido de una servil imitación. Desde mi punto de vista, las novelas del
Cartagenero son altamente representativas de los problemas y discusiones que se dieron a
nivel social, político y literario en la primera mitad del siglo XIX colombiano.
No quisiera comenzar, sin antes mencionara que la presente investigación tuvo sus
orígenes en los cursos impartidos por el profesor Iván Padilla sobre historia de la literatura
colombiana a lo largo de estos últimos años. El interés por la figura de Nieto surge
precisamente de la necesidad de pensar la pregunta por la consolidación del campo de la
literatura en nuestro país y de la evolución del género novelesco y ensayístico. Por todo
esto, puedo afirmar que el supuesto más importante de este trabajo afirma el lugar
imprescindible que ocupa el cartagenero en la historia de las ideas y en el desarrollo de las
letras en nuestro país. De igual manera, este trabajo se inspira en la preocupación del
profesor Padilla por elaborar “biografías críticas”, como las propuestas en la colección
“Écrivains de toujours”, en las que se relacionan la vida del autor, su axiología y las
circunstancias históricas, tan necesarias para entender los procesos estéticos de las letras
colombianas.
13
1. La recepción de la obra de Juan José Nieto hasta nuestros días
En general, la crítica literaria y la historiografía han procurado separar la producción
literaria del autor de sus escritos no ficcionales: la primera no comprende la forma como las
novelas de Nieto dialogan con su momento histórico ni con sus otros escritos, por lo que
resultan análisis sobre la técnica y las influencias del escritor, no sobre los problemas
implícitos en las obras; la segunda, observa sus obras literarias como resultado de su
escritura en tiempos de ocio, separadas de cualquier reflexión “importante”, y sus textos
más “políticos” simplemente como documentos que dan cuenta de un estado superficial de
cosas, y no se comprende que estos obedecen a bajo necesidades históricas, como una toma
de posición del autor frente a su momento histórico y cultural. Esta separación solo puede
desembocar en análisis parciales, que no permiten apreciar los valores y axiomas que
atraviesan todas sus obras (Wellek 1983, 34)11.
Con el fin de exponer la forma como se ha valorado la obra del autor, el objetivo del
presente capítulo es, por un lado, analizar el estado actual de los estudios sobre Juan José
Nieto; por otro, restituirle el valor histórico cultural a la obra del cartagenero. Para esto,
organizaré los distintos comentarios sobre el cartagenero distinguiendo inicialmente dos
grupos: aquellos en los que predomina una perspectiva literaria y aquellos en que no. En
estos últimos ha predominado el punto de vista de los historiadores y sociólogos para
quienes los textos del cartagenero tienen un valor documental importante para explicar su
papel en el proceso histórico-político nacional. No obstante, pocos estudios, con excepción
de Fals Borda, se han preocupado por esclarecer el sistema axiológico o de valores que
estructura su pensamiento. Por lo general, se citan los textos, pero se observa que no se han
realizado lecturas rigurosas.
1.1 Juan José Nieto ante la crítica literaria
La obra de Juan José Nieto ofrece a la historia de la literaria colombiana un caso
paradigmático que vale la pena ser estudiado. A pesar de la recepción negativa de sus obras
de ficción, su producción literaria ha llamado la atención de los críticos a lo largo del
11
Una lectura de este tipo permite superar la simple relación entre la escritura de las novelas y la situación del
exilio de Nieto, por ejemplo, conclusión con la cual se ha buscado explicar sus tres novelas, sobre todo Los
moriscos y Rosina. Resulta necesario, por ejemplo, comprender estas obras en relación con el sentimiento
regionalista y la fuerte toma de conciencia histórica del escritor que lo lleva a valorar de cierta forma su
realidad: la tendencia al regionalismo, la exaltación de ciertos próceres de la independencia, una idea de
nación y patria, etc.
14
tiempo, en especial Yngermina, por lo que, claramente, la obra del cartagenero ha sido
objeto de placer, o más bien de «displacer», estético. Resulta interesante que una obra a
contracorriente de las distintas normas estéticas dominantes del ámbito intelectual
colombiano haya sobrevivido por más de ciento cincuenta años de forma subalterna a las
obras canónicas, para constituirse poco a poco en un referente imprescindible de nuestra
literatura. En otras palabras, la obra de Nieto ha tenido un largo y, hasta ahora, inacabado
proceso de consagración12. Así pues, en comparación con otras obras del canon
colombiano, María (1867), Cien años de soledad (1967), La vorágine (1924), las obras de
Nieto han sido poco comentadas. A continuación, ofrezco un panorama de los principales
comentarios en la crítica literaria o correspondiente a su escritura de ficción.
Curiosamente, el primer comentario sobre la escritura literaria de Juan José Nieto
resulta ser una valoración sumamente favorable, realizada de forma temprana: el 11 de
noviembre de 1838 en el número 57 del periódico de tendencia liberal, La Bandera
Nacional, dirigido por Lorenzo María Lleras.13 Se trata de una pequeña nota en la cual
Lleras referencia la opinión de algunos cartageneros que vieron la puesta en escena de
Aurelia, un “drama histórico sentimental en cinco actos que se nos asegura ser composición
del ciudadano Juan José Nieto” (28). En su mayor parte, el artículo está compuesto de un
resumen del argumento y, solamente, al inicio y al final, aparece algún tipo de valoración
crítica. Llama la atención los comentarios positivos con los que se recibe a Nieto en el
centro del ambiente intelectual de la época.
¿Qué observa Lleras en la obra del cartagenero? Este comentario tiene un problema
evidente: no todos los juicios valorativos son del redactor, sino que también aparece la
valoración de terceros, muy probablemente amigos de Nieto, por lo que el comentario de
Lleras no es directo, consiste en un juicio de oídas. Además, debido a que la obra se
encuentra actualmente perdida, no es posible confrontar el texto con sus respectivos
comentarios. Sin embargo, es posible apreciar que Lleras resalta dos cosas: los recursos
técnicos usados por el dramaturgo en la construcción de su obra y el mérito de Nieto de
12
Las obras de Nieto no son las únicas en sufrir este destino. Idelver Avelar (2015) señala que la constitución
del corpus colombiano posee “un carácter retrospectivo: su unificación es una operación realizada tardíamente
[…] a la cual solo a posteriori se aplica una coherencia nacional” (22). Este hecho problematiza la estabilidad
de un canón nacional, más aún si existen obras colombianas que aún son desconocidas y poco trabajadas en la
crítica nacional.
13
Se ha respetado la ortografía del original en las citaciones de todos los textos de este trabajo.
15
crear una obra en ese momento histórico; es decir, el comentario recae sobre la función
social del escritor en la construcción de la nación. En este sentido, el texto literario fue
enjuiciado en condiciones políticas específicas: el choque entre dos proyectos de nación
distintos, que formarán el partido liberal y el conservador más adelante. Esto resulta
inevitable en un momento histórico en el cual la incipiente crítica literaria, en palabras de
David Jiménez (1992), “fue una actividad de militantes que casi nada tuvo que ver con
valoraciones puramente artísticas” (44)14. Lleras comentará el texto a partir de su visión
ilustrada afín a las ideas del liberalismo del siglo XIX.
En este orden de ideas, Lleras parece recibir favorablemente la primera obra literaria
de Nieto debido a su afinidad ideológica, tanto con el autor, como con el género en el cual
se expresa Nieto: una obra de teatro de tema histórico extranjero. Lleras fue de los pocos
intelectuales de la primera mitad del siglo XIX colombiano que vieron con buenos ojos el
teatro de tema histórico, por su afiliación al drama romántico de Hugo15, mientras en el
resto del país se continuaban representando, como norma estética, obras de corte español:
zarzuelas, entremeses, etc.16. De esta forma, Lleras pone en primer plano el acierto del
cartagenero sobre la escogencia y el tratamiento del tema histórico:
El argumento sacado de uno de los más interesantes rasgos de la historia […] nos dice un
conocedor que ha sido manejado con tino, lo cual da una idea de los conocimientos
históricos del autor, agregando esto á las bellezas del estilo, i de la invención que no
carecen de originalidad. (La Bandera Nacional nº 57, 28)
14
Cabe señalar, además, que este tipo de crítica revela la poca autonomía del campo literario de entonces.
Todas sus instancias (productores, críticos, ediciones) estaban fuertemente ligadas a instancias del campo de
poder.
15
Lleras siempre promulgó el teatro inglés y francés en todas sus actividades intelectuales. Es de ver, por
ejemplo, que, en la labor que realizó en el Colegio del Espíritu Santo (186-1851), el teatro de este corte era
muy importante para la formación en valores liberales que recibían sus estudiantes: una educación laica, no
confesional, en la que el teatro buscaba la formación de “neogranadinos en una cultura humanística total,
abierta y liberal” (Doménici 2012, 12). De esta manera, la labor de Lleras está ligada a los proyectos de
nación y los ideales que fueron catalogados liberales en el país.
16
Ver la Historia del teatro en Colombia de González Cajiao (1986) y el libro de Marina Lamus (1998)
Teatro en Colombia: 1831 – 1886. Practica teatral y social.
16
Además, ya que parece que Lleras no conoció de primera mano la obra de Nieto, resulta
llamativo la reproducción de un comentario sobre una obra solo por la afinidad ideológica y
la amistad de los comentaristas.
Sin embargo, Lleras realiza dos comentarios de su propia pluma en este artículo que
llaman la atención. En el primero, señala:
Se nos asegura, que está al publicarse una novela del mismo autor con el mismo argumento,
que varios amigos suyos se han encargado de la impresión del drama. Deseamos ver ambas
piezas con la mayor sinceridad hacemos votos porque estos ensayos del ciudadano Nieto,
cuyas circunstancias favorables son ya de antemano algo conocidas, sean ya precursores
de otros adelantos más perfectos, i que honren á la Nueva Granada, su patria (28).
Este comentario llama la atención por la conciencia que tiene Lleras acerca del
papel que juega la literatura en la consolidación del proyecto de nación: hasta cierto punto,
el redactor parece reclamar del escritor de teatro un compromiso con la patria a la que
pertenece. El comentarista le atribuye claramente a la literatura una función cultural y
política, funciones bajo las cuales reconoce la escritura de Nieto y lo impele a continuar su
trabajo en el marco de un compromiso ético con la patria. De esto resulta el entusiasmo que
puede leerse en el comentario.
Asimismo, el segundo comentario surge de un pasaje acerca de los beneficios de la
religión cristiana, que, según le aseguran al redactor, aparecen en la obra. Escribe Lleras:
“Entre los hermosos rasgos del drama, se nos elogia mui enérgica puesta en boca del
patriarca […] al demostrar a los pueblos el verdadero espíritu de la religión católica […] los
provoca á que se ilustren para que conozcan sus deberes. ¡Qué buena lección para nuestro
fanáticos retrógrados!” (28). La religión católica aparece como el elemento civilizador más
importante en la jerarquía axiológica de algunos ilustrados neogranadinos, entre los cuales
se incluye a Nieto, sobre todo aquellos que veían en el pensamiento de Chateaubriand un
modelo a seguir (Padilla 2014). De esta forma, se le suma a la obra una función moralizante
que se conjuga con una función política importante: Lleras hace que entren en su
comentario la discusión sobre la función de la religión en la sociedad neogranadina.
El pequeño artículo de Lleras demuestra que, para 1838, la figura de Nieto
comienza a ser reconocida por la élite letrada bogotana como un escritor de ficción que se
inscribe en géneros históricos, elección que leo como una toma de posición en el ambiente
intelectual y político neogranadino. Este primer juicio es importante por la valoración
positiva de la obra de Nieto, lo que contrasta con la crítica que posteriormente lo va a
17
comentar. Sin embargo, es preciso señalar que este juicio se realiza frente a obras del
género dramático y no novelesco. Además, se resalta que el cartagenero se comienza a
preocuparse por la escritura de novelas, antes de que apareciera la obra de José Joaquín
Ortiz, María Dolores o la historia de mi casamiento (1841). Finalmente, de la lectura de
esta nota periodística de Lleras surgen las siguientes preguntas: ¿Hasta qué punto, la crítica
inicial de la obra de Juan José Nieto, tan arraigada a problemas políticos, condicionó la
recepción posterior de su obra? ¿Cómo contribuyó el posterior establecimiento de una
norma estética por parte de la élite letrada neogranadina, bogotana, a la problemática
recepción de la obra de Nieto, teniendo en cuenta que su toma de posición estaba en
contracorriente a esta?17
Luego de este comentario de Lleras, Nieto desaparece del panorama de la crítica
literaria, a pesar de que en la década siguiente su actividad fue más intensa. Así, a pesar de
que las novelas fueron donadas a la Biblioteca Nacional en 1856, y de que Rosina circuló
en prensa, la crítica no comenta nunca esas obras hasta finales del siglo XIX, momento en
que comienzan a aparecer una crítica ejercida por intelectuales más distanciados de la
política (Jiménez 1992). El silencio sobre Nieto, que se extiende también a la historiografía,
campo más unido a las agitaciones y preocupaciones políticas, puede entenderse por
razones de marginación intelectual, la cual tienen raíces en una discriminación política y
cultural. Entonces, puede afirmarse que, a medida que la crítica literaria gana autonomía,
Nieto comienza a ganar reconocimiento. En otras palabras, a medida que se debilitan la
valoración de las funciones extraestéticas y se valora más la función estética, Nieto
adquiere mayor relevancia.
Luego de este breve comentario en La Bandera Nacional, es necesario esperar hasta
1894, un artículo de Isidoro Laverde Amaya, titulado “De las novelas colombianas”
publicado en la Revista literaria que él dirigía. Este crítico busca desmentir a un crítico
argentino acerca de que María era la única novela escrita en Colombia. Laverde realiza un
comentario de corte histórico y reconoce las novelas de Nieto como las primeras escritas en
el país:
En orden de antigüedad, y como primicias del género, tenemos que citar las dos novelas
escritas por un ilustrado hijo de Cartagena, por D. Juan José Nieto […] La primera es una
novela histórica ó de recuerdos de la conquista; la acción se desenvuelve por los años de
17
En los siguientes capítulos aclararemos estas preguntas.
18
1533 y 1537, y salvo el mérito que pueda tener por esta faz, por lo demás su lectura no
atrae. (79)
18
David Jiménez (1992) separa en dos la historia de la crítica colombiana: aquellos que, representados en la
figura de Caro, valoraban un “esencialismo” en la literatura colombiana considerada como pate de la tradición
hispánica, por lo que esta cumplía funciones morales y políticas; y aquellos que, como Silva, veían la obra
literaria de forma moderna (15). Esta observación de Jiménez demuestra el avance en la conformación de un
campo literario ya para finales del siglo XIX, en el cual toma lugar una lucha entre los distintos actores por
imponer una norma estética dominante.
19
Resulta muy interesante que esta visión de la conquista esté respaldada por una fuerte conciencia histórica:
“es error nacido del progreso, el querer juzgar las épocas pasadas por las ideas y las preocupaciones que entre
nosotros ha difundido la cultura del siglo” (3). A pesar de la fuerte afinidad a las ideas del pensamiento
conservador, es precisamente esta conciencia histórica la que le permite a Laverde considerar el pasado
literario del país, así como lo hizo 30 años antes José María Vergara y Vergara, y por la cual resulta
importante entender el papel de Laverde en la constitución del canon de la literatura colombiana.
19
crítico solo resalta el motivo histórico, pues ambos poseían una visión similar de la
conquista.
Unos años después de esto, Laverde publica la Bibliografía Colombiana donde le
dedica dos entradas a Nieto, una en la sección “Novelas de autores” (226) y otra en “Teatro
colombiano” (218). Empero, Laverde no se preocupa por comentar las obras de este autor,
como si lo hace con obras como María o Manuela obras que constituían para él un orgullo
nacional (1895, 8-9), pues refuerza la norma estética guiada por los valores de una parte de
la élite intelectual bogotana, en especial, la instituida por el grupo del Mosaico (Padilla
2016a).
Una década después, Roberto Cortázar, en su libro La novela en Colombia (1908),
menciona las dos primeras novelas publicadas por Nieto en un apéndice al final de la obra,
en el cual trata de recopilar las novelas colombianas hasta ese momento. La posición que
dedica a Nieto se debe a su criterio de selección: “no es nuestro intento hacer una historia
completa del desarrollo de la novela en Colombia […] [no] conducirá á nada bueno el
historiar obras de ningún mérito literario” (1). Las obras del cartagenero se encuentran en el
apéndice porque no alcanzan “los principios artísticos” para adquirir la categoría de
novelas, principios guiados por la norma estética impuesta por el grupo el Mosaico durante
la mitad del siglo XIX: la exaltación de las costumbres y del realismo creado en el centro
de la nación, los valores morales que se deben discutir en la obra y el rechazo del
romanticismo como influencia literaria20.
Así, la visión crítica de Cortázar sigue la misma línea que la de Laverde Amaya. En
la misma “Introducción”, el autor resalta la labor del crítico español Menéndez y Pelayo
(VII-VIII), quien había dedicado algunos tomos a recopilar y valorar algunos fenómenos
literarios hispanoamericanos a finales del siglo XIX. A lo largo de su escrito, el crítico
colombiano recibe favorablemente las obras costumbristas que presenten “los defectos y
cualidades” de la sociedad (3), así como las novelas históricas de tema colombiano. Así,
rechaza las obras de Santiago Pérez por tener un tema peruano y no mostrar la conquista
como un proceso civilizador (31-32).
Al inicio del libro escribe el autor en contra del romanticismo: “la repercusión del Romanticismo europeo á
20
principios del siglo pasado, tuvo poco y relativo éxito entre nosotros, y si algunos novelones pudiéramos citar
de esa época, no son ellos en verdad, los que forman lo mejor de la producción” (Cortázar 1908, 1).
20
Frente a este panorama, resulta interesante que se releguen las obras de Nieto, aun
cuando Yngermina presenta una visión similar de la conquista. En su ensayo, Cortázar
resalta exclusivamente autores consagrados por la élite letrada bogotana: Santiago Pérez,
Eugenio Díaz, Jorge Isaacs, José María Samper, entre otros; así como otros que, aunque de
menor rango, habían escrito en Bogotá: Soledad Acosta de Samper, José María Ángel
Gaitán, etc. De esta forma, puede afirmarse que la falta de un análisis crítico de la obra de
Nieto por parte de Cortázar se debe a su posición periférica frente a otras del centro del
país. El juicio literario de Cortázar y Laverde repercutirá en los siguientes historiadores de
la literatura colombiana. Las novelas del cartagenero serán leídas con presupuestos
similares a lo largo del siglo XX perpetuando la percepción del poco valor estético de su
escritura. Sin embargo, cabe insistir que a medida que avanza el siglo XX, las novelas de
Nieto se van abriendo lugar en comentarios más extensos, que obligan paulatinamente a
revalorarlas.
De esta manera, Juan José Nieto reaparece en el panorama crítico literario en la
década de 1930. En el Resumen de la historia de la literatura colombiana (1935), Gustavo
Otero Muñoz ubica a Juan José Nieto como el segundo novelista colombiano con
Yngermina y Los Moriscos, después de José Joaquín Ortiz. El crítico colombiano copia
básicamente el comentario de Laverde Amaya (1894), pero le agrega algunos incisos (que
resaltaré en cursiva): “La primera [Yngermina] es una novela histórica o recuerdos de la
conquista […] salvo por el mérito que pueda tener por esta faz, y a causa de contener una
breve noticia de los usos, costumbres y religión de los indios Calamares, su lectura no atrae
por el aspecto literario ni por las cualidades narrativas” (1935, 226). Por otro lado, resulta
interesante que la mención que hace de la tercera novela del autor la haga en una nota a pie
de página y que, además, coloque solo la segunda parte del nombre: “El castillo de
Chagres” (226), por lo que se podría suponer que Otero no conoció esta novela de primera
mano. Los comentarios que agrega Otero al comentario de Laverde únicamente refuerzan la
función documental del texto de Nieto en detrimento de su valor literario. En otras palabras,
Otero se niega a reconocerle cualquier elemento que pudiera ser valorado artísticamente, la
novela de Nieto solo tiene valor por el texto extraliterario que la precede.
Ahora bien, es difícil justificar este juicio de Otero por dos motivos. En primera
medida, el comentario de la escritura de Nieto carece totalmente de originalidad. Como
21
segundo aspecto, el Resumen carece de herramientas de la historiografía literaria: por un
lado, el texto lo constituye un catálogo de nombres y obras que complica la percepción de
un desarrollo histórico de fenómenos literarios; por otro, el criterio, por el cual se
seleccionan los autores y los textos, comprende básicamente cualquier manifestación
escrita: “No sólo los escritos artísticos sino aquellos que no siéndolo, sirven, sin embargo,
para dar a conocer la vida de nuestros predecesores, el ideal que se propusieron realizar y la
manera como lo verificaron” (5). Este criterio demuestra una ausencia de otros que le
hubieran permitido articular y discriminar las distintas obras escritas a lo largo de la
historia. Para el caso de Juan José Nieto, le resultaba indispensable dar cuenta de los
ensayos, de su Geografía, de sus artículos en prensa, etc. y tratar de analizar la forma en
que estos textos verifican el “ideal” del cartagenero; sin embargo, estos escritos no
aparecen ni siquiera mencionados21. Desafortunadamente, con este juicio, Otero
sentenciaría la obra de Nieto durante todo el siglo XX, pues la crítica lo convertirá en lugar
común y se encargará de reproducir su valor documental e histórico.
En Evolución de la novela en Colombia (1957), Antonio Curcio Altamar dialoga
con la postura de Otero (1935): por un lado, afirma que el único valor posible que puede
atribuírsele a Nieto es el de ser pionero de la novela en el país; pero, por esto mismo, se
distancia de la postura de su predecesor al señalar a Nieto como el primer novelista, pues
no consideraba la obra de Joaquín Ortiz, María Dolores o la historia de mi casamiento
como una verdadera novela: “He llamado a Juan José Nieto primer novelista porque la obra
de José Joaquín Ortiz […] más que novela, es el cuento lírico de amores domésticos”
(1957, 71). Si bien este no es el lugar para discutir esta afirmación, me veo en la necesidad
de señalar su insuficiencia, debido a los criterios del autor.
Curcio Altamar (1957) no problematiza el concepto de novela, sino que la asume
como una categoría universal, o más bien occidental, que describe fenómenos homogéneos,
por lo que ubica el desarrollo de la novela europea como paradigma: “para mayor unidad he
preferido seguir paso a paso el proceso de la novela en Colombia dentro de las corrientes
universales antes que hacer el boceto de obras o autores” (19). Bajo esta perspectiva, para
el autor, las novelas colombianas solo pueden tener un alto valor estético si se relacionan
21
Creo necesario señalar que el texto de Otero posee un valor fundamental como material de estudio y como
fuente bibliográfica para el estudio de nuestra literatura.
22
positivamente con la evolución de la novela europea. De esta manera, el romanticismo es
valorado como una cuestión de “implantación” de las ideas francesas (68). En otras
palabras, el romanticismo neogranadino fue una cuestión de imitación de temas y de
sentimientos como el patriotismo, el lirismo, la rebeldía, etc. Por este motivo, las novelas
de Nieto tienen poco valor estético, pues resultan ser “embriones informes […] con todos
los componentes exteriores del romanticismo” (72). Para justificar esta conclusión, la
crítica de Curcio recae sobre los elementos composicionales: el estilo francés de la obra, las
exclamaciones y citas explícitas a obras francesas, la trama amorosa, los “procedimientos
scottianos”, el supuesto indigenismo (elemento mal leído por este crítico, como veremos
más adelante), entre otros (72-73). Debido a estos elementos externos de la obra, las
novelas de Nieto no pasan el juicio valorativo de Curcio.
En este orden de ideas, la obra del cartagenero solo puede tener un valor
documental:
Aunque estos dos infantiles tanteos de la novela en Colombia [Yngermina y Los Moriscos]
a la luz de la crítica universal, carezcan de significación y de talla para el rasero con que se
miden tales producciones, son, sin embargo, dignos de consideración, por su gran valor
arqueológico de primicias del género, y por servir, al mismo tiempo, de punto de partida
para documentar la forma ingenua y cargada de aspectos con que el romanticismo realizó su
ingreso en la prosa narrativa de la Nueva Granada. (Curcio 1957, 73-74)
De este juicio de Curcio, cabe resaltar varios elementos. En primera medida, las
novelas de Nieto comienzan a ser abiertamente reconocidas como un contrapunto de la
norma estética (la costumbrista) que valora positivamente otras novelas colombianas.
Segundo, es el primer juicio crítico que se detiene a observar elementos de la forma
composicional de la obra, lo que implica la necesidad de valorar estéticamente una obra.
Finalmente, se debe resaltar la autoridad de Curcio Altamar en los estudios sobre literatura
colombiana: cincuenta años después, el juicio sobre la obra de Nieto ha sido poco
transformado, además que la crítica colombiana aún se debate por quién fue el primer
novelista colombiano.22
Pocos años después, Donald McGrady publicó en 1962 su libro, La novela histórica
en Colombia: 1844-1959, un estudio exhaustivo que buscó realizar la historia de este
género en el territorio colombiano, debido al creciente interés que había adquirido en la
22
Ver Rodríguez Arenas, Flor María. “Los orígenes de la novela decimonónica colombiana: María Dolores o
la historia de mi casamiento (1836) de José Joaquín Ortiz”. En Literatura, historia y crítica. Universidad
Nacional de Colombia: Bogotá, 2002. Pp. 37-64.
23
crítica del momento (5). El crítico organiza sus objetos de estudio, los autores, según “el
asunto”, por lo cual reconoce primero las “novelas de asunto no americano”, “las
indianistas y de la conquista”, las “de la sociedad colonial: siglos XVII y XVIII” y las “de
la época de la independencia” (5); en esta clasificación, la organización es cronológica y
por autores. De este modo, McGrady se ve en la necesidad de volver sobre los mismos
autores en capítulos distintos; en el caso de Juan José Nieto, en los dos primeros capítulos;
Felipe Pérez, en el segundo y último capítulo; y Soledad Acosta de Samper, quien aparece
en todos. Así, la primera vez que aparece Nieto, el autor agota sus juicios estéticos, por lo
que la segunda vez se lee una repetición de la primera valoración, pero en referencia a una
obra distinta.
Sin embargo, más que fijarme en la división que realiza el autor, me interesa
observar los criterios de selección que llevaron a valorar las novelas de Juan José Nieto. En
primera medida, cabe señalar que al autor le preocupa la definición genérica de lo que es
una novela y, por consiguiente, lo que entenderá por novela histórica. El primer criterio de
selección es la extensión, McGrady señala que, “a riesgo de caer en la arbitrariedad”,
decide tomar solo las obras que posean entre veinte mil y treinta mil palabras, ya que si
tiene menos y se pueda “leer de una sentada, será cuento o narración corta” (178).
Evidentemente, las novelas de Nieto logran pasar este primer filtro.
Ahora bien, el autor también se pregunta por la particularidad de la novela histórica.
En el primer capítulo de la obra, trata de conceptualizar lo que entenderá en el resto de la
obra por este género. A modo de resumen, el autor dialoga con críticos españoles,
Menéndez y Pelayo, José Ortega y Gasset, entre otros, y concluye que “lo que le da calidad
estética a la novela histórica no es la historia representada, sino los valores artísticos que el
autor pone de su propio peculio” (16). Para esto, se apoya en un análisis de los
procedimientos técnicos de Walter Scott (19-27), en los que descubre que “las novelas
históricas que han alcanzado un mayor éxito son aquellas en las cuales lo arqueológico es
solamente un elemento decorativo y lo histórico es el fondo contra lo cual hay un buen
estudio de carácter” (25). Así, aunque McGrady le otorga a este género funciones estéticas
al considerarlo como un género de ficción, los análisis de las obras recaen únicamente
sobre estos aspectos técnicos, pues el andamiaje conceptual de la obra le impide pasar de
24
los aspectos composicionales.23 De la misma forma que Curcio Altamar (1957) evalúa las
novelas históricas colombianas bajo los paradigmas de las novelas europeas, McGrady lo
hace con respecto al modelo concebido por Walter Scott. En ninguno de los dos casos, se
problematiza la forma como se ajustaron estos modelos en nuestro país.
En este orden de ideas, las obras de Nieto son juzgadas principalmente a partir de
los elementos técnicos (el uso de un narrador omnisciente, el uso retórico de las fórmulas
del romanticismo francés, los personajes de un solo rasgo, etc.), sin indagar las razones que
llevaron al autor a adoptar estos procedimientos. Esto resulta en la misma valoración
negativa que ya había dado Curcio Altamar (33). De igual manera, para McGrady, las
novelas de Nieto contienen “todos los defectos que se darán a lo largo del desarrollo de este
género en Colombia” (McGrady 1962, 33). Como ya había notado Avelar (2015), en estos
comentarios se hace evidente que, Los Moriscos e Yngermina, fueron valorados
negativamente por ser las primeras novelas colombianas (40). Paradójicamente, este tipo de
juicios valorativos muestran que la crítica colombiana ha considerado importante la
escritura de Nieto, pero a la manera de una norma estética negativa. Es decir, las novelas de
Nieto se convierten en ejemplos de una escritura defectuosa: las novelas similares a estas
simplemente no son buenas.
Contradictoriamente, McGrady se fija en ciertos elementos que entran en tensión
con su juicio valorativo, gracias a un análisis textual más riguroso. Según el crítico, la
intención de Nieto es principalmente estética, a diferencia de los otros novelistas que se
ocuparon de este género, por ejemplo Soledad Acosta de Samper (35), razón por la cual su
escritura responde mejor a su concepto de novela histórica. McGrady es el primero en
relacionar la situación histórica del autor, su exilio, con el tema de Los Moriscos (35); el
contraste de Yngermina con la novela indigenista, así como la visión positiva de la
conquista que se despliega en esta novela, que debate “los asertos de la ‘leyenda negra’”
(65). La valoración de McGrady está condicionada por el estado del campo literario del
momento: la autoridad de Curcio Altamar (1957), a quien elogia en el prefacio (5), y de los
otros críticos reconocidos que ya habían comentado las obras. Sin embargo, los críticos
23
En este punto se distancian el estudio de McGrady con el estudio de Lukács (1955), aunque solo se lleven
pocos años de diferencia. Precisamente, los conceptos socio-históricos con los que trabaja el crítico europeo,
como el de “conciencia histórica”, le permiten entrar a los problemas que estructuran las obras de corte
histórico, sin descuidar sus aspectos composicionales.
25
posteriores tratarán de desarrollar estos elementos percibidos por McGrady, aunque
también se insistirá en el mismo valor estético para estas obras.
El siguiente trabajo en el cuál la literatura de Nieto toma relevancia fue publicado
por Raymond Williams en el año de 1979 bajo el título de “Los orígenes de la novela en
Colombia desde «Ingermina» (1844) hasta «Manuela» (1858)”24. El objetivo del autor es
analizar las dos obras nombradas en el título, ya que, según él, se trataba de descubrir los
orígenes de la novela colombiana en la colonia y “los orígenes de la novela nacional, es
decir, la novela ‘colombiana’ posterior a la independencia” (1). Así, la novela del
cartagenero aparece al lado de Manuela de Eugenio Díaz como “las dos obras principales
de la época” (2), por lo cual, le otorga a Nieto un papel protagónico.
Williams es el primer autor que se preocupa por tratar de comprender la obra del
cartagenero como un fenómeno social, por lo cual la escritura de Nieto deja de ser valorada
a partir de normas estéticas derivadas de las novelas costumbristas o de los modelos
europeos. El crítico estadounidense se preocupa por bosquejar rápidamente el contexto
socio-histórico como método para localizar la escritura de los autores, resalta la lucha
bipartidista, las reformas liberales, la constitución de 1853 y una breve lista de los
principales intelectuales del momento (3-4). Además, analiza los fenómenos literarios a
partir de conceptos extraestéticos: el concepto de oralidad y escritura de Walter Ong (2).
Con este presupuesto, el crítico supera la pura enunciación de aspectos técnicos que hasta
entonces habían utilizado los detractores de la novela de Nieto, y logra dar cuenta de ciertos
problemas en el texto: la intención ficcional, la influencia de la condición de letrado del
autor en la percepción de la conquista, la existencia de un lector implícito, la tensión entre
la voz del indígena y la visión benévola del conquistador que aparece resuelta en el relato,
la función narrativa de la “Breve noticia…”, entre otras (6-11). No obstante, el texto posee
dos problemas fundamentales: primero, el análisis de estas características carece de
profundidad, por ejemplo, el análisis del lector implícito se queda únicamente en la pista
que da Nieto cuando señala a la “amable lectora” (Nieto 1844, 137). Por otro lado, de
acuerdo con Ong, Williams concluye de forma apresurada que, dada la fuerte tendencia de
Nieto a presentar la “noética de lo escrito, su intención era ser aceptado en la élite
24
Se citará una versión del original aparecida en Thesaurus, tomo XLIV (1989) publicada también por el
Instituto Caro y Cuervo.
26
aristocrática de Cartagena” (10-11). Sin embargo, aunque Nieto si esperaba ingresar a la
élite letrada, esta conclusión simplifica los problemas de la obra, el pensamiento del autor y
su posible intención, como veremos en los siguientes capítulos, y no explica las relaciones
con lo oral.
Todos estos elementos le permiten a Williams afirmar la relación entre la escritura y
la política: “de acuerdo con esta ficcionalización, el primer novelista colombiano podría o
no podría obtener algún efecto político de sus escritos” (6). Este comentario pone en
evidencia la escala valorativa del autor, para Williams, las novelas deben tener una función
únicamente estética:
Visto en su conjunto, estas novelas fundacionales […] forman un elemento activo del
intenso debate político de la época. Es precisamente por ello por lo que éstas […] pueden
leerse hoy día más bien como bosquejos de novelas, ensayos o polémicas dialogadas. (23)
Pese a que no considera la obra como una toma de posición ética y política y la
reduce únicamente a la estética, el comentario realizado por Williams resulta importante,
porque muestra de forma abierta que la obra literaria de Nieto es fundamental para entender
la evolución de la novela en Colombia y no un mero documento. Sin embargo, es preciso
señalar que hasta ese momento, permanecían desconocidas las otras dos novelas, obras
“menos logradas” (5), en opinión de Williams.
En menos de una década y media, luego del comentario de Williams, aparecen dos
ediciones nuevas de Yngermina: la primera, como ya vimos, la realizó la Gobernación de
Bolívar (1998), mientras que la segunda la universidad EAFIT de Medellín (2001)25. Este
suceso demuestra la relevancia que comienza a adquirir la obra literaria de Nieto en el
campo de la literatura colombiana a finales del siglo XX. Los comentarios de estas
ediciones resultan de gran interés para completar el panorama de las valoraciones críticas
que se han hecho de la obra de Nieto.
Con la segunda edición de la obra, la Gobernación de Bolívar tenía la intención
explícita de “rescatar […] una parte importante de nuestro patrimonio nacional” (I), así
como la de presentar a Nieto como una “figura ejemplar para los colombianos de todos los
tiempos” (I), señala el gobernador Miguel Radd Hernández. Esta corta presentación recalca
la importancia cultural que tiene la obra de Nieto exaltando no sólo la novela, sino también
25
La diferencia más notable de estas dos ediciones consiste en que la primera reproduce la ortografía y los
símbolos de citación del original, mientras que la segunda moderniza en todo aspecto la edición de 1856.
27
la figura política: tanto Nieto como Yngermina se convierten en símbolos de identidad
regional. Bajo esta premisa, Roberto Córdoba realiza un pequeño texto que aparece al final
de la edición de Yngermina, “Juan José Nieto y la novela histórica”. En general, Córdoba
realiza un resumen biográfico del autor y solo en la última página acierta a dar unos
comentarios críticos. Córdoba detalla los elementos negativos que otros críticos han
observado en la primera novela de Nieto y, aunque no los desmiente, plantea que la obra
tiene varios niveles discursivos que se revelarían bajo un análisis textual. Estos serían “el
novelista romántico, el caudillo decimonónico, el intelectual caribeño, el amante y devoto
soñador, etc.” (131-132). Sin embargo, estos aspectos no son explorados por el autor, por lo
que el comentario cierra afirmando el gran valor que tiene la novela para la historia cultural
colombiana (132).
El prólogo de la edición de EAFIT fue encargado al escritor cartagenero Germán
Espinosa. Fuera del resumen biográfico, el escritor recae en los mismos comentarios hechos
por la mayoría de críticos anteriores a él. En primer lugar, señala la técnica de Nieto como
precaria: los personajes poco profundos, el narrador absoluto, etc. (19) Señala que su estilo
es el de “un lector del Código Civil que jamás conoció la frase de Stendhal”, aunque posee
algo auténtico (19). Por otro lado, Espinosa vuelve a juzgar la obra a partir de los modelos
europeos, por esto, resalta que esta no puede pertenecer al romanticismo “cuya narrativa es
ya harto más compleja que esto que nos depara Nieto” (21). Además, resalta la visión
positiva del conquistador, contraria a la versión sangrienta de la “leyenda negra”, y el
supuesto “indigenismo” (19-23), pero condena el carácter idílico de la obra, el cual no llega
realmente a explicar. En general, Espinosa evalúa negativamente la técnica del autor e
insinúa que esta se debe a que posiblemente no conocía los escritores literarios, mientras
que “resulta obvio que conocía en profundidad las ideologías políticas y filosóficas” (9-10).
Así, afirma: “no, no se nos alcanzan las posibles experiencias lectoras de Juan José Nieto”
(19)26. En cualquier caso, Espinosa quiere resaltar la ausencia de una tradición narrativa
para ese momento en el país, salvo por El carnero sobre la que hubiera podido Nieto
fundamentar su relato (15-18).
26
Esta afirmación revela que Espinosa no leyó las demás obras de Nieto, Los Moriscos tiene citas de autores
literarios como Hugo, Chateaubriand, Voltaire, Virgilio, Byron, entre muchos otros menos conocidos, como
epígrafes de las obras. Además, puede encontrase, por un lado, en sus novelas históricas la influencia de
Walter Scott, dado el manejo de la técnica que poseía Nieto de este género; por el otro, en un texto de 1835 en
el que debate con Ortiz, el cartagenero hace gala de su conocimiento de los autores y la literatura local.
28
Igual que sus antecesores, Espinosa termina por resaltar el valor documental de
Yngermina: “una obra cuya importancia radica en haberse realizado en una Hispanoamérica
que no había conseguido fundar una tradición novelística y en un medio que parecía
refractario al género” (22). A pesar de esto, resulta interesante que Espinosa equipare a
Nieto con otras grandes figuras de la historia literaria colombiana y señale la necesidad de
reivindicar a estos autores: “he aquí, pues, otro novelista –Nieto– que Colombia debería
reivindicar entre sus precursores literarios, al lado de Rodríguez Freyle, de Domínguez
Camargo, de Pombo, de Isaacs, de Silva” (22). El prólogo de Espinosa resulta un eslabón
más en el camino de reivindicar el valor literario de la obra de Nieto, aunque, como lo
demuestran sus comentarios, el escritor no haya avanzado mucho más de los otros críticos
que venían antes.
Gracias a estos últimos esfuerzos editoriales, la obra literaria de Nieto fue colocada
en el panorama de la crítica en las primeras décadas del siglo XXI, por lo cual se han
publicado varios artículos y capítulos de libros sobre Nieto, aunque se trate en general de
Yngermina. En resumen, los artículos continúan comentando los aspectos técnicos de la
obra, pero aciertan a tratar los problemas que se descubren en la obra de Nieto, tales como
la ausencia de la raza negra, la visión idílica de la conquista, la génesis de la obra y el papel
de la mujer. A continuación, analizaré los artículos y escritos que considero más
importantes de estos últimos años en el proceso de consagración de la obra de Nieto, por lo
que cabe advertir que algunas publicaciones sobre la obra literaria del cartagenero quedarán
por fuera. Considero relevante señalar que todos estos análisis contribuyen a la restitución
de su valor estético, es decir de aquello que la obra ha significado para los diferentes
lectores que la han evaluado a lo largo de la historia (Mukařovský 2000, 197).
En un artículo titulado “Raza, conocimiento y reconocimiento en la obra de Juan
José Nieto”27, Javier Ortiz Cassiani (2008) sostiene que la ausencia de la raza negra en la
ficción novelesca de Nieto es deliberada debido a su intención de ascender socialmente,
razón por la cual considera que la exaltación de la conquista y de su función civilizadora
27
Citaremos aquí una versión recuperada de internet de la página oficial de la revista Cuadernos de literatura
Caribe e Hispanoamericana.
(http://investigaciones.uniatlantico.edu.co/revistas/index.php/cuadernos_literatura/article/view/491/295).
29
aparece como un intento del autor por ser aceptado en la élite aristocrática cartagenera28. En
este sentido, Yngermina sigue siendo leída como un documento:
Más que por su valor estético, bastante cuestionado por la crítica, nos interesa la obra por la
coyuntura en que fue escrita, y por lo que nos puede decir sobre el siglo XIX de Cartagena,
a pesar de la temporalidad que maneja, y por el tratamiento dado a la población negra y
mulata. (10)
28
Esta conclusión simplifica mucho el pensamiento y la obra de Nieto, además, que funciona como una
fórmula para deslegitimar la labor del autor. Esto, principalmente, porque se asume que la élite de Cartagena
era homogénea. Nieto, casado con la hija de un Cavero, estaba en oposición a los ideales que representaban
familias como la de Calvo. Esto puede apreciarse en las disputas que sostuvo Nieto a lo largo de la década de
1830 con funcionarios del poder central (Ver la carta enviada a Santander en 1835), con la Cámara de
representantes (Ver el debate sobre la propuesta federal de 1838), con otros integrantes de la élite intelectual
como Ortiz (Ver la carta del cartagenero al bogotano 1835). Entonces, las afirmaciones de este tipo no se
preguntan a cuál élite busca ingresar Nieto, puesto que abiertamente rechaza aquellas aliadas al poder central,
que formarán el bando que apoyará a Mosquera y al gobierno central en la década de 1840. Además, tampoco
se cuestiona por la contradicción inherente en la obra de Nieto: ¿por qué el autor, con una ideología afín a las
ideas liberales ilustradas, idealiza la conquista y apoya hasta cierto punto el sistema esclavista? Estas
cuestiones no pueden ser respondidas con la simple afirmación de las intenciones de medrar del autor, sino
que suponen la necesidad de explorar la constitución de una visión de mundo particular en busca de su
identidad en los procesos sociales de la Nueva Granada, en general, y en Cartagena, específicamente.
30
Luego de este artículo, la obra de Juan José Nieto fue mencionada un par de veces.
Primero por Héctor Orjuela, en su Historia crítica de la literatura colombiana (2009), para
quien la obra posee un poco de mérito y reproduce los comentarios negativos sobre el estilo
del autor: “A pesar de que Yngermina no es una obra bien lograda tiene el mérito de poner
en primer plano, en la temprana narrativa colombiana del siglo XIX, el encuentro del ‘otro’
como tema de interés novelístico y el mestizaje como solución para el conflicto entre las
razas” (169). Lo importante del texto de Orjuela reside en que le da al asunto del mestizaje
una función dentro de la estructura narrativa: el descubrimiento de Yngermina como
mestiza promueve la reconciliación entre los pueblos. Sin embargo, a Orjuela no le interesa
profundizar en las razones por las cuales Nieto observa esto como un valor y decide
ponerlo en su novela. En segundo lugar, está el texto de Sebastián Pineda (2012), Breve
historia de la narrativa colombiana: siglos XVI-XX, para quien la obra de Nieto posee un
valor solo historiográfico, pues, como narración, valora “la destreza que tiene Nieto para
sostener el interés del lector gracias a una intriga bien tramada” (79), lo cual va en
contravía de la generalizada opinión sobre la mala técnica del cartagenero. En resumen, la
obra de Nieto continúo siendo valorada por su valor documental e historiográfico, a pesar
de que ya se le atribuyera cierta complejidad tanto narrativa, como en relación con la
realidad que representa.
En esta misma línea se encuentra el comentario escrito sobre Rosina por el
historiador Adolfo González Henríquez (2010), en una edición digital que él mismo
preparó. Para el editor, la novela de Nieto tiene únicamente “méritos sociológicos y
antropológicos que la convierten en documento para los estudios del caribe” (2). De manera
evidente, el autor olvida deliberadamente que se trata de una obra de intención artística, por
lo cual reduce la obra a una función mimética y aísla los elementos que cree hacen parte de
los hechos reales del momento histórico: las condiciones de los prisioneros, el paisaje, la
guerra contra Inglaterra, el clientelismo político, entre otros (2-3). Frente a una
interpretación de este corte, queda la inquietud acerca de hasta qué punto los elementos
propios de la ficción impiden la representación veraz de estos hechos, puesto que Nieto no
tenía la intención de copiar la realidad, sino precisamente de ficcionalizar su situación. Sin
embargo, para González, estas cuestiones no son importantes, pues la obra de Nieto no
posee un valor literario sino solamente histórico.
31
En el capítulo de su libro, Transculturación en suspenso: los orígenes de los
cánones narrativos colombianos (2015), Idelber Avelar busca explorar cuatro novelas que
conforman los inicios de los cánones literarios de las cuatro regiones que conforman
Colombia: Yngermina de Juan José Nieto para la costa (tanto Caribe o atlántica), Manuela
de Eugenio Díaz para “centro oriente”, María de Jorge Isaacs para el Valle del Cauca y
Frutos de mi tierra de Tomás Carrasquilla para la región antioqueña (21-22)29. Aunque
vuelve a ser reducida la obra de Nieto a Yngermina30, resulta interesante que esta novela sea
cotejada con las otras obras decimonónicas. Según el crítico brasileño, esta obra del
cartagenero comienza una tradición literaria en la costa colombiana que continuará con
Candelario Obeso (esta relación aparece en el libro como una coincidencia territorial) y que
se diferenciará de la producción en otras regiones, todo en el marco de fenómenos estéticos
simultáneos (24).
Sin embargo, el crítico va más allá del interés documental en Yngermina e interpreta
la novela como una obra estéticamente compleja en los aspectos composicionales, como en
la representación del objeto estético. Del primer aspecto, señala que “Ingermina es una de
las novelas más rigurosamente construidas de todo el siglo XIX latinoamericano” (47).
Avelar aprecia la simetría composicional de ambas partes, dividida cada una en ocho
capítulos con una historia intercalada casi en el mismo lugar y la presentación de
antagonismos paralelos: en la primera parte, un enfrentamiento pragmático entre indígenas
y españoles (el proceso de conquista), que divide internamente a los indígenas bajo la
tensión de adaptación y supervivencia; en la segunda parte, un choque ético producido en la
colonia entre “colonización sanguinaria y transculturación magnánima” (43-47). De esta
forma, el crítico supera los comentarios que basan el valor estético de la obra en los
29
Para Avelar, Colombia representa un territorio escindido en el cual no se pudo constituir un monopolio
estatal, lo que ocasionó no solo la ausencia de una nación, sino también una inestabilidad política, una
dispersión de la población y el enfrentamiento de dos proyectos de nación opuestos (24-25). La literatura
creada por “hombres de Estado” no solo presenta unas particularidades regionales, sino que entra en diálogo
con los problemas de la constitución de una nación Colombia, de modo particular al de otras naciones
latinoamericanas. Las novelas colombianas son catacresis de la nación, “es decir, surgen como metáforas de
algo que no tiene un sentido literal definible en la realidad, y que por lo tanto habita en el texto de forma
fantasmagórica” (28).
30
Los moriscos solo es mencionada en una ocasión para ser señalada de nuevo como una metáfora de su
exilio, en la búsqueda de Nieto de encontrar modelos similares (Avelar 2015, 53). Esta interpretación
simplifica los problemas de esta obra, puesto que la concibe como un reflejo de la situación del autor, sin
problematizar los métodos de composición por lo que optó Nieto, ni su objeto estético. Además, el comentario
muestra el desconocimiento de esta novela por parte del crítico, la cita que realiza del prólogo de la novela es
una cita indirecta del libro de McGrady (1962).
32
elementos composicionales y analiza la obra bajo dos conceptos fundamentales: el diálogo
de la obra con los procesos de identidad nacional y el de transculturación31, lo cual le
permite a Avelar leer una serie de problemas poco explorados por la crítica precedente en
Yngermina.
Ante el proceso de la constitución de la nación, la novela de Nieto es interpretada
como una “antialegoría nacional” por dos motivos: por un lado, Nieto no busca construir
una identidad nacional, sino más bien una regional; por el otro, la nación que exalta Nieto
está construida sobra la base del pueblo de Calamar, conquistado y esclavizado (53-54).
Según Avelar, esta es la razón de la pobre recepción de Yngermina, pues constituir la
identidad nacional a partir de este punto de vista resultaba ir en contra de un “programa
positivo de construcción estatal”, por lo cual era “ilegible para el siglo XIX, ya sea liberal,
ya sea conservador” (52-53). En otras palabras, la novela de Nieto presenta un modelo
discordante con los proyectos de las élites letradas de su momento histórico.
Sin embargo, Avelar problematiza más la obra de Nieto. A pesar del proceso de
conquista, el pueblo sometido tiene una gran importancia en el nuevo orden, lo que se
demuestra en los procesos transculturadores, por ejemplo, Velásquez sufre un proceso de
“indianización”, del cual Yngermina es el producto (50). La transculturación le sirve a
Nieto para “disolver el antagonismo político entre colonizadores y colonizados dentro del
antagonismo moral entre buenos y malos” (50). Así pues, si bien existió un proceso de
conquista, Nieto busca rescatar la importancia que tienen los vencidos al convertirlos en
parte integrante de la nueva sociedad:
El retrato del sojuzgamiento claro de una población por otra, en el cual, sin embargo, los
sojuzgados mantienen notable capacidad de articulación e independencia , de tal manera
que toda la densidad política, toda la carga de tragicidad, todas las elecciones
verdaderamente importantes, todo el legado cultural, digamos, reside en los miembros de la
comunidad derrotada y sobreviviente. (54)
La obra de Nieto tiene el valor de haber representado la visión de mundo del autor:
un “liberalismo humanitario” llevado al extremo que cuestiona la posibilidad de una
alegoría nacional, ya que intentar construirla le hubiera implicado al autor “radicalizar la
31
Avelar (2015) se separa de una crítica basada en “los acercamientos biográficos […] genéticos […] y
estilístico-historiográficos”, paradigmas que dominaban los estudios sobre el siglo XIX latinoamericano, para
concentrarse en las relaciones entre los procesos literarios y los procesos sociales propios del continente: los
procesos de modernización, la relación con la élite letrada, la profesionalización del arte y, el más importante
para Avelar, la relación con la elaboración de los estados-nación (19-20)
33
crítica de la conquista” (54). En este sentido, la novela de Nieto no solo representa para el
crítico un momento fundamental de la literatura caribeña colombiana, sino que también la
resalta como un discurso válido en su propia condición de lector del siglo XXI: así, la
reflexión de Nieto posee asidero en el problemático presente colombiano ante “la
imposibilidad de consolidación de un pacto nacional […] [que] produce consecuencias
humanas devastadoras” (55).
Finalmente, también en el año 2015 aparece un artículo de la argentina Nathalie
Goldwaser, titulado “Cuando en la Nueva Granada la literatura hacía política: La idea de
nación y la invocación a la mujer en la obra de J. J. Nieto”. Como lo indica su título, la
autora se propone explicar el lugar que tienen la figura de la mujer en el proceso de
consolidación del estado-nación, tomando como ejemplo dos de las tres novelas de Juan
José Nieto: Yngermina y Rosina. Para esto, hace uso de cuatro categorías que clasifican las
construcciones ideológicas de la mujer: “la mujer objeto de la ilustración”, “la mujer
pretexto”, “la mujer intrusa u obstáculo para el progreso”, “la mujer bisagra, entre el pasado
colonial y la modernidad” (8-10). Según Goldwaser, Nieto configura sus personajes
femeninos, así como su lectora ideal a partir de estos cuatro arquetipos.
Por desgracia, la crítica argentina utiliza un poco más de la mitad del artículo para
realizar una descripción de la vida del cartagenero, de su contexto político y de la trama de
las obras, por lo cual, el análisis de las novelas queda relegado. De esta manera, la autora
pone de relieve la relación entre Nieto y las ideas del “Santanderismo”, en especial la
preocupación de Santander por la educación femenina, que se transpusieron a la escritura
novelesca. De esta forma, Goldwaser reduce el valor literario de las obras y reivindica de
nuevo su valor documental, a pesar de que critica la forma como ha sido interpretada la
obra de Nieto:
Los pocos comentarios y estudios de esta obra suelen afirmar que es “periférica”
debido a su imprecisión histórica o su estética “poco atractiva”. Sin embargo, ambas son
muestras o documentos históricos que, más allá de su valoración estético-literaria, nos
proveen de un panorama donde las condiciones culturales pueden ser o bien reforzadas, o
bien criticadas, dinamizando así la relación texto– contexto. (17)
35
necesario notar el tono exaltador: “Ilustre bolivarense y jefe liberal de gran prestigio, llenó
con su actuación intensa un cuarto siglo de la historia del departamento de Bolívar, y su
personalidad trascendió más allá de los límites departamentales, hasta adquirir relieve de
figura nacional” (90). Resulta evidente que el historiador busca configurar una imagen de
Nieto muy elevada hasta el punto de llegar a convertirlo en un símbolo de la nación, todo
esto resaltando la filiación política y su intensa actuación pública.
De esta manera, el cartagenero será reclamado desde el comienzo como una figura
del partido liberal, por lo que el primer interés en él consistió en reconstruir su aporte a esta
facción política. En esta línea, en un artículo publicado en el Boletín historial de la
Academia de Historia de Cartagena de Indias, Juan Antonio de la Espriella (1946) señala
principalmente el olvido que había recibido Nieto por parte del partido liberal y la
necesidad de realizar un estudio con el fin de conocer su “vida pública” para que se
convirtiera en un modelo para las generaciones venideras (Bell 1993, 3). Es evidente que el
cartagenero comienza a adquirir poco a poco valor simbólico sobre todo por su accionar
político en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, es necesario señalar que, en estos
comentarios, los escritos del autor permanecen olvidados: importa más transformar a Nieto
en una figura histórica, que rescatar sus ideas.
Hubo que esperar hasta la década del 80 para que dentro del campo de la historia y
la sociología comenzara a aparecer trabajos cuyo eje central era Juan José Nieto. El primero
y el más completo de estos trabajos fue el realizado por Orlando Fals Borda titulado
Historia doble de la costa: El presidente Nieto (1981). Si bien el sociólogo barranquillero
no profundiza en el análisis e interpretación de los textos, puesto que estos aparecen como
documentos para sustentar su biografía, su labor es fundamental para cualquier interesado
en Juan José Nieto. Fals Borda construye una biografía rigurosa a partir de documentos
oficiales y de fuentes populares en la cual se hace un análisis exhaustivo del contexto
histórico (las guerras civiles en la costa y sus motivaciones, el problema de la violencia en
Colombia, la religión, la identidad regional), por lo cual, importa más el devenir de la Costa
durante la primera mitad del siglo XIX, donde Nieto juega un papel principal. Además, a lo
largo del libro se informa acerca de casi todos documentos elaborados y referentes a Nieto,
gracias a su exhaustivo trabajo de investigación.
36
En palabras de Eduardo Lemaitre (1983), Fals Borda busca desmitificar las
impresiones del caudillo tropical “transmitidas por los novelistas contemporáneos que se
han dedicado a pintar, con desfiguraciones monstruosas, a algunos dictadores
latinoamericanos” (85). En este sentido, Juan José Nieto aparece como un caudillo
“positivo” desde el comienzo del libro, puesto que él, junto a otros, “lucharon a su manera
contra esta violencia estructural, a la cual llamaron ‘tiranía’” (Borda 1981, 28B). A lo largo
del texto, se acumulan sobre Nieto características de un líder político magnánimo: su
estrecha relación con las clases populares (tanto por su origen racial, como porque siempre
fue cercano a ellas), su valentía para oponerse a los poderosos (en especial a Tomás
Cipriano de Mosquera), sus dotes intelectuales (autodidacta, escritor de ficción y
constitucionalista), pero sobre todo su capacidad de mantener el “ethos no violento”
característico de la Costa32. En este sentido, Fals Borda hace énfasis en esos episodios de la
vida de Nieto en los cuales él decide no usar la violencia para evitar el derramamiento de
sangre, aunque esta hubiera sido el camino para salvaguardar sus intereses.33
Uno de los pocos defectos que tiene el libro de Fals Borda resulta ser el débil
ejercicio hermenéutico de los escritos de Nieto. El sociólogo se encarga únicamente de
referenciar los distintos escritos del autor sin buscar comprenderlos dentro de su desarrollo
intelectual. Un ejemplo de esto es el análisis de la Contestación (1835), el escrito en el cual
debate con José Joaquín Ortiz, Fals Borda lo simplifica concluyendo que este consiste
únicamente una defensa al gobierno de Santander (51A). Evidentemente, el texto escrito
por Nieto posee un fuerte componente político, pero también es necesario comprender la
discusión literaria presente, puesto que, a partir de esta, se configura una toma de posición
ante la élite intelectual bogotana, representada en este caso por Ortiz34. Por otro lado, es de
32
Una de las tesis centrales de los tomos de Historia doble de la costa consiste en demostrar que la cultura
costeña es esencialmente no violenta y que esta siempre es producto de agentes externo, como por ejemplo, la
conquista (17B y 18B). En este sentido, la violencia durante el período analizado en la costa consiste en una
“contraviolencia” producto de la violencia estructural ejercida por la centralización de los recursos y
expresada en “la pobreza, el hambre, la ignorancia y la enfermedad de las mayorías nacionales y regionales”
(28B). Frente a esto, Borda afirma que los caudillos y generales costeños nunca se distinguieron “por el
talento bélico […] más bien, hasta épocas recientes, por la cordura y el carácter eficazmente tolerante de sus
políticos” (20B). El análisis del libro permite comprender los procesos de violencia en Colombia fuera de una
perspectiva esencialista, por lo que aparece como un producto de las estructuras sociales en el sentido
marxista de la historia.
33
Me refiero al episodio cuando Nieto rompe su bastón de mando frente a Mosquera y cuando al final de su
vida entrega el poder sin entrar en una guerra civil.
34
En el siguiente capítulo abordaré este asunto.
37
notar que, cuando tiene que hablar de las novelas de Nieto, Fals Borda sigue los juicios
realizados por Curcio Altamar, por lo cual la importancia de estas obras se reduce a ser un
dato más en la biografía del autor (87B-88B). Es preciso señalar que, en el análisis de
Borda, la afinidad de Nieto con el partido liberal pasa a segundo plano: al sociólogo le
interesa más resaltar los aspectos humanos del caudillo costeño que su filiación política, sin
eliminarla, evidentemente. En este sentido, este libro permite superar las interpretaciones
puramente políticas y comprender a Nieto como un individuo con intereses particulares,
quien encuentra en las ideologías liberales una afinidad intelectual.
Dos años más tarde y siguiendo las huellas de su predecesor, Eduardo Lemaitre
publica la biografía de Juan José Nieto: Juan José Nieto y su época (1983). Si bien el texto
es en muchas partes una síntesis de lo expuesto por Fals Borda, no deja de carecer de
interés. A diferencia de este último, Lemaitre reseña mejor los escritos de Nieto, reconoce,
por ejemplo, en la Contestación una “interesante polémica literaria” (13), y se concentra en
lo que él considera la segunda parte de la vida del caudillo costeño: el regreso de Jamaica y
su protagonismo en las guerras civiles de la década de 1850, sobre todo los acontecimientos
que lo unen con Tomás Cipriano de Mosquera. Nieto aparece, así, como un eje fundamental
en el desarrollo de los eventos históricos que llevaron a la constitución de los Estados
Unidos de Colombia, puesto que sin el pacto de alianza que firmó con Mosquera, la derrota
del centralismo hubiera sido imposible (51).
La biografía de Lemaitre trata de exaltar la figura patriótica de Nieto, cuyo defecto
principal fue “ser hombre de partido” (86), de tal forma que se alcanza en algunas
ocasiones un tono hagiográfico, como por ejemplo el cierre del libro:
Frente a estas nobles condiciones humanas, que exaltan a Juan José Nieto como prócer de
Colombia, como exponente característico de una raza, y como hijo amante de su patria
chica, la pluma se detiene, y sólo se escucha la trompa de la fama proclamando las virtudes
positivas del preclaro varón. (88)
Como es posible ver, el campo semántico de este pasaje está construido a partir de
palabras que configuran un sentido épico. En este punto reside la principal diferencia con la
biografía de Fals Borda: mientras en este la imagen de Nieto siempre estuvo unida a su
origen popular y aparece como un caudillo del pueblo; el Nieto de Lemaitre es un hombre
sobre todo político y un ejemplo de movilidad social, incluso al final se alude que Nieto
olvidó su origen y se le atribuyen excesos de poder. La diferencia entre estas imágenes que
38
se desprenden del cartagenero resulta más interesante si se considera la poca diferencia
temporal que las separa. La imagen creada por Lemaitre puede leerse como una respuesta a
la reivindicación del papel social que le atribuye Fals Borda a Nieto.
En definitiva, la figura de Nieto comenzó a ganar importancia primero en la costa y
más tarde en el resto del país. De esta manera, en un lapso de 20 años, no solo se publican
estas biografías, sino también dos ediciones de Yngermina, una edición de ciertos textos de
carácter no ficcional y algunos artículos, una actividad nada despreciable para una figura
pública que no había recibido mayor atención en el pasado. Considero necesario resaltar la
relación entre el proceso de consagración en el campo de la historia y en el campo literario:
al mismo tiempo que se reivindica el papel de Nieto en la historia nacional, su escritura de
ficción cobra mayor interés.
Con este impulso a los estudios sobre Juan José Nieto, Gustavo Bell Lemus edita
una Selección de textos políticos, geográficos e históricos en el año de 1993. De este libro
es necesario resaltar dos cosas, la primera es la aparición de un texto del cual no se había
dado noticia en las biografías, una carta dirigida a Santander en el año de 1835 sobre
federalismo y que el editor titula “Una temprana argumentación a favor del federalismo en
la Costa Caribe de la Nueva Granada”; la segunda consiste en que el editor decidió extraer
“La breve noticia histórica de los usos, costumbres y religión de los habitantes del pueblo
de Calamar” de Yngermina, seguramente porque lo considera un texto autónomo, algo que
sin duda desconoce las funciones narrativas que este texto desempeña en la estructura de la
novela.
La importancia que reviste este libro consiste en que es la primera vez que se
interpretan los escritos no ficcionales de Juan José Nieto, por lo cual, su escritura deja de
ser vista como un simple documento y comienza a ser relacionada con problemas culturales
más amplios, como el regionalismo. Bell Lemus centra su interés en reivindicar a Nieto
como el primer intelectual en mostrar el comienzo del regionalismo en la costa: “lo más
sobresaliente de estos escritos es que ellos marcan el comienzo del regionalismo costeño”
(9). De esta manera, los comentarios del editor se dirigen a determinar el problema cultural
que subyace en la escritura del cartagenero entre identidad, sistema federativo e identidad
regional, por lo cual resalta que “al escribir su historia, por muy elemental que fuera, Nieto
le daba a la provincia de Cartagena un sentido vital de su devenir político y le fundaba una
39
tradición, elemento indispensable en la conformación de una Región, incluso de una
Nación” (11). Así pues, a Bell le correspondió señalar este problema y convertirlo en eje
interpretativo de los proyectos políticos de Nieto. La recopilación hecha en este libro
muestra precisamente como, a través de su escritura, el cartagenero le da “un sentido
histórico a su lucha política” (11); es decir, Bell observa cierta coherencia entre las
propuestas federativas de Nieto, sus preocupaciones vitales y su vida pública.
Ahora bien, Bell resalta no solo el papel primordial que tuvo Nieto en la
constitución de una identidad regional, sino también lo reivindica como un intelectual que
realizó importantes avances en el campo del conocimiento, pues, según él, estos textos
constituyen “aportes a un mejor conocimiento científico de la Costa” (11). De esta manera,
la imagen intelectual de Nieto adquiere una nueva dimensión: el investigador histórico y
social. Por este motivo, para Bell resulta imprescindible conocer la figura del cartagenero
puesto que sus acciones como político, escritor y pensador “llenan las tres primeras décadas
de nuestra historia republicana” (11).
De este libro de Bell, es posible notar la desarticulación existente entre la
historiografía y la crítica literaria. Como se pudo observar antes, Williams (1975) había
notado ya el problema de la formación de la identidad en Yngermina, por lo que los
comentarios de Bell (1993) demuestran que esta preocupación es central en la escritura de
Nieto, quien lo abordó tanto en el plano ficcional, como en el no ficcional. Sin embargo,
hasta el momento no se ha estudiado la evolución de este problema de forma transversal en
la escritura de Nieto. En otras palabras, no se han puesto en diálogo las novelas con los
textos políticos e históricos, por lo cual solamente se tiene un conocimiento parcial del
desarrollo de este problema en el pensamiento del autor.
Durante lo que va del siglo XXI, los escritos no ficcionales de Nieto han sido poco
revisados. Cabe destacar el artículo ya citado de Ortiz Cassiani (2008), en donde se
comenta la Geografía con los presupuestos mencionados en el apartado anterior, y un breve
comentario de Sergio Mejía titulado “Sobre la idea de tiranicidio en los Deberes y derechos
del hombre en sociedad, catecismo republicano de Juan José Nieto (Cartagena, 1834)”
(2014). En este último artículo, el historiador intenta plasmar las ideas que rigen el primer
texto publicado por Nieto. En resumen, señala que es un texto incoherente en el que hablan
“las emociones fuertes […] más alto que la razón” (178), por lo cual este texto solo puede
40
tener un interés documental: “constituye un testimonio elocuente de nuestra historia
republicana” (178).
A pesar de lo anterior, Mejía señala los principales conceptos que guían el
pensamiento de Nieto en esta temprana etapa de su escritura: Igualdad, libertad, propiedad
y seguridad (177). La idea del tiranicidio es consecuente con la idea de libertad, puesto que
Nieto plantea como un deber civil el detener al tirano dándole muerte, entendiéndolo como
aquel que “usurpa la soberanía” (177). De esta forma, el historiador resalta la rareza de
estas ideas en el pensamiento republicano, así como el interés didáctico que tiene Nieto al
escribir este texto, que califica de “pedagogía republicana” (177). Además de lo anterior,
Mejía contextualiza, aunque de forma breve, la publicación de Nieto en el período
inmediatamente posterior a la caída de Bolívar, puesto que el cartagenero rechazó los
proyectos centralistas, incluyendo el del “libertador”.35
De la misma manera que Avelar (2015), para Mejía, el interés por conocer el texto
de Nieto consiste en ir más allá de la simple curiosidad histórica; ambos escritores buscan
encontrar en la escritura de Nieto una actualidad que justifique su lectura. En el caso de
Mejía, se trata del estado de corrupción que acecha la política colombiana: “Hoy el riesgo
de la república no es la lesa soberanía, sino la corrupción, y en nuestro incipiente debate
sobre cómo enfrentarla aún oscilamos entre la pedagogía y el castigo” (178). El texto
comentado significa para el historiador un momento fundamental en la historia de nuestra
nación, por lo cual decide no pasarlo por alto.
En suma, Nieto ha llegado poco a poco a ocupar un puesto central en la historia
intelectual de nuestra nación. Sin embargo, es preciso preguntarnos en qué reside la
importancia de leer a un autor cartagenero de la primera mitad del siglo XIX y qué valor
puede tener para nosotros hoy en día rescatar estas obras. En este sentido, comparto la
opinión de Avelar, si los textos de Nieto son legibles hoy en día, seguramente se debe a que
valoramos a través de ellos la construcción de nuestro presente. Su actualidad reside en su
capacidad de dialogar con las necesidades del lector hoy, por lo cual la figura del
cartagenero resulta de suma importancia para el avance del conocimiento de nuestra
cultura.
35
La oposición a Bolívar se hace evidente en los textos históricos de Nieto, por ejemplo, en su Geografía
(1839), cuando nieto tiene que nombrarlo, evita el apelativo de libertador, de la misma forma que ve con
malos ojos la intervención de este durante el inicio de la gesta de independencia.
41
En este orden de ideas, el nombre de Juan José Nieto ha comenzado a ser
reconocido fuera de los círculos especializados. En su proceso de consagración, ha
adquirido valor, en tanto representante de una parte de la historia oficial que ha sido
borrada de la memoria. Muestra de esto son por ejemplo la aparición en los medios de
comunicación de un artículo de Gonzalo Guillén publicado el 11 de noviembre de 2008 en
El nuevo herald, titulado “Colombia borró de la historia a su único presidente negro”, y de
un capítulo de la serie Invisibles publicado por la cadena de televisión Señal Colombia
dedicado a Juan José Nieto y transmitido el 20 de octubre de 2014. En estos dos productos
culturales se insiste sobre todo en la discriminación racial sufrida por Nieto como causa
principal del olvido al que fue sometida su figura. La escritura del cartagenero se convierte
en un asunto secundario, pues importa más señalar su origen racial para denunciar la
discriminación persistente en la historia colombiana. Así pues, la lucha se centra, en
primera medida, en el reconocimiento de la posición política alcanzada por Nieto: la
presidencia de la Confederación Granadina en 1861.
El proceso de consagración de Juan José Nieto lo ha llevado hoy en día a
convertirse en un símbolo de lucha, en un momento en el que se reclama la inclusión y se
rechaza la discriminación institucionalizada. Así, Nieto adquiere valor puesto que, como
señala Múnera (2005), comienza a aparecer un cambio en la forma de hacer historia por
parte de la academia colombiana, una forma menos ortodoxa que permite “la incorporación
de nuevos puntos de vista y de nuevos actores, producto de recientes relecturas y de largas
investigaciones” (15). En definitiva, la relevancia actual de Nieto y de otros actores no es
fruto de la casualidad, sino producto de las nuevas corrientes intelectuales en nuestro país.
42
2. Ensayos y otros escritos de Juan José Nieto: ideales sociales, éticos y morales
A la par de sus escritos literarios, Juan José Nieto produjo escritos de corte político,
que dan cuenta de su participación en los debates de la época, razón por la cual, conviene
detenerse en la escritura ensayística del cartagenero. Los escritos políticos, geográficos e
históricos de Nieto enmarcan su vida pública entre 1834, fecha de aparición del folleto
titulado Derechos y deberes del hombre en sociedad, y 1863, con el escrito Revolución que
generó […]. En sus escritos, el autor reflexiona sobre problemas de su contemporaneidad
tales como el federalismo, las guerras civiles, las transformaciones económicas de medio
siglo y, aunque en menor medida, el lugar y la función de la literatura en la naciente
república.
Considero necesario advertir que los textos que corresponden al último período de
escritura del autor (1851-1863) son en su mayoría descripciones de sucesos de las guerras
civiles de la década de 1850 y corresponden a la defensa de Nieto contra acusaciones de sus
adversarios políticos, como por ejemplo, el texto de 1855 en el que se defiende de las
acusaciones de Mosquera y de Florentino González36; el de 1862, en el cual Nieto da cuenta
completa de su versión de lo ocurrido en la revolución que instituyó el Estado de Bolívar en
186037; y otro de 1863, en donde refuta algunas apreciaciones de Mosquera sobre el
36
Este texto titulado El ciudadano Juan J. Nieto, gobernador suspenso de la provincia de Cartagena, ante los
hombres honrados e imparciales de todos los partidos fue publicado por el mismo autor en la imprenta de El
Neo-granadino en 1855. Según puede leerse, Nieto se encontraba en juicio ante acusaciones hechas por el
entonces Procurador Florentino González, pues, en opinión de este último, el cartagenero había cometido
traición al evitar que salieran unas tropas de su ciudad bajo el mando de Mosquera para llevar a cabo la guerra
civil que derrocaría al presidente José María Melo en 1854. A lo largo del texto, Nieto se defiende de tales
acusaciones aludiendo a que él tenía la potestad sobre su ejército y no Mosquera; además, cuenta como
rompió su bastón de mando frente al caudillo caucano en la plaza de Cartagena, lo acusa de proceder a partir
de intereses personales y partidistas en detrimento del bien común y establece la diferencia de procedencia
social de ambos, concluyendo que él merecía más mérito por el hecho de ascender socialmente a pesar de las
dificultades que le oponía la sociedad. Resalta el hecho de que Nieto se afirma como federalista y da cuenta
de su vida pública, puesto que denota la coherencia que llevó el autor en el manejo de los asuntos públicos y
su ideología políticas. Este texto es comúnmente más conocido como Autodefensa, nombre que permite una
citación mucho más cómoda.
37
Este texto es un informe presentado a la Convención de Rionegro titulado El ciudadano Juan José Nieto
Presidente Constitucional del Estado Soberano de Bolívar, i Jeneral en jefe del 4º ejército de los Estados
Unidos de Colombia, dá a la Nacion cuenta de su conducta, trasando un bosquejo histórico de la revolucion
que rejeneró el Estado de Bolívar, publicado en Cartagena en la imprenta Ruiz e hijo en el año de 1862. En
resumen, Nieto trata de contar en extenso la forma en la que procedió a organizar y ejecutar la guerra civil
entre los años de 1859 y 1861 y que llevaría a la constitución del Estado Soberano de Bolívar. En su mayoría,
este texto es un relato de sucesos; sin embargo, llama la atención que, hacia el final, Nieto habla de su
participación directa en una batalla que estaban perdiendo y señala que su presencia animó las tropas, para
quienes él era como un padre, según el autor.
43
proceso de la guerra civil que condujo a la implementación del Federalismo38. Si bien estos
tres documentos podrían servir de material para estudiar la confrontación entre Mosquera y
Nieto en calidad de actores protagónicos de las guerras civiles del medio siglo XIX, no
permiten observar directamente los fundamentos ideológicos del cartagenero. Por otro lado,
los escritos no ficcionales que corresponden a las primeras dos décadas de su escritura
comprenden procesos de reflexión y de autodefinición que permiten dilucidar mejor sus
ideales políticos y sociales, así como sus axiomas y visión de mundo. Parece ser que a
medida que Nieto veía cumplir su proyecto político, la institución de un sistema federal
para la República de la Nueva Granada (Bell 1993), se preocupó menos por realizar un
trabajo de reflexión intelectual y más por su praxis como político y militar en las guerras
civiles que conducirían el país a los Estados Unidos de Colombia (1863).
Antes de comenzar, cabe una aclaración final. Si bien el folleto Derechos y deberes
del hombre en sociedad (1834) es un catecismo, lo incluyo en este capítulo por su fuerte
carga ideológica. En esta pequeña publicación, Nieto expone los principales lineamientos
de su pensamiento político y social, al punto de modificar elementos del “derecho natural”
según sus propias preocupaciones. En este sentido, considero que este texto tiene lugar
aquí, en tanto permite confrontarnos con los inicios del pensamiento de Nieto y percibir su
evolución.
2.1 La propuesta para un buen ciudadano en Derechos y deberes del hombre en
sociedad (1834) y en “Alocución […] en el acto de liberación de los esclavos” (1852)
Resultaría inexacto afirmar que Juan José Nieto desarrolló un pensamiento
pedagógico, principalmente por la ausencia de documentos que demuestren la elaboración
sistemática de un método didáctico y de una práctica educativa. Sin embargo, en algunos
escritos de Nieto se percibe una intención formativa, como en Derechos y deberes del
38
En Observaciones al discurso-mensaje que el ciudadano jeneral Tomás C. de Mosquera leyó ante la
Convencion constituyente de Rionegro en febrero de 1863, publicado en Cartagena ese mismo año en la
imprenta Ruiz e hijo, Nieto le objeta a Mosquera ciertas atribuciones que se hizo el caucano injustamente
sobre lo acontecido durante la guerra civil de 1860. Según el cartagenero, no es cierto que los acontecimientos
más importantes hayan sido a causa del ingenio de aquel, ni de sus allegados, sino que hubo otros actores y
otras circunstancias en la consecución de la revolución. Además, en este texto el autor justifica su
nombramiento como presidente de la Confederación, puesto que Mosquera también lo había acusado por esto.
A ojos de Nieto, la historia contada por Mosquera consiste en un enredo de mentiras y de verdades a medias
para favorecer la imagen pública de un sector político. Por otro lado, resulta interesante observar que en el
texto el cartagenero reúna al pueblo de su estado bajo el nombre de bolivianos y que aparezca una visión
triunfalista del sistema federal sobre el centralismo, razón por la cual, puede afirmarse la consecución del
proyecto político de Nieto formulado en la década de 1830.
44
hombre en sociedad (1834) y el discurso de liberación de los esclavos, titulado “Alocución
del gobernador de la Provincia de Cartagena, en el acto de la emancipación de los esclavos
el día 1º de Enero de 1852” (1852). Como intelectual y político, Juan José Nieto se interesó
por cuestiones que sobrepasaron su proyecto de una forma federal de gobierno para la
República de la Nueva Granada y su compromiso de partido. Según señalan González y
Cárdenas (2014), el cartagenero fue pionero en la promoción de la educación laica y
gratuita al instituirla en su Estado durante la década de 1850. Como puede verse en
Derechos y deberes del hombre en sociedad (1834), esta idea aparece de manera temprana
en el pensamiento del autor: “la instruccion es necesaria á todos: la sociedad debe proteger
con todas sus fuerzas los progresos del entendimiento humano, y proporcionar la educacion
conveniente á todos los individuos” (13). Así, el interés por la educación en Nieto es
transversal a su proyecto político, como lo demuestra, además, la fundación de la Sociedad
Democrática de Cartagena en 1849 y la organización de lecturas públicas durante los
primeros años de esa misma década.
Para González y Cárdenas (2014), la preocupación por la formación educativa se
deriva simplemente del ideario político liberal de Nieto (219), por lo cual, los autores no
indagan por las razones que llevaron al cartagenero a desarrollar una tendencia tan marcada
por la formación de ciudadanos en ese momento histórico y mucho menos por la naturaleza
de las ideas que lo impulsaban. Más allá de simplificar estos textos y a su autor como
portavoz del ideario liberal, deseo analizar el folleto Derechos y deberes […] y la
“Alocución […]” con el fin de dilucidar las razones que llevaron al autor a producirlos, así
como entender el tipo de pensamiento que se desprende de estos. En este sentido, se trata de
responder preguntas tales como: ¿A quiénes se dirigía el autor? ¿Qué le interesaba que les
fuera enseñado a sus destinatarios? ¿Cómo dialoga Nieto con las ideas de la Ilustración?
A partir de estos dos escritos, puede demostrarse que, si bien Nieto parte de un
modelo ideal de ciudadano, nunca pierde de vista las condiciones socio-históricas reales en
las que busca implementar ciertos ideales. No debe olvidarse que tanto Derechos y deberes
[…], como la “Alocución” aparecen en momentos de transición política: el primero luego
de la aparición de la constitución de 1832, que propone un modelo incipiente de federación,
luego de la caída de Bolívar y la desintegración de la llamada Gran Colombia; el segundo
con las reformas liberales de medio siglo y la problemática liberación de los esclavos, base
45
de la economía colonial que aún subsistía39. ¿Cómo responden estos textos a estas dos
realidades? ¿Qué necesidad percibía Nieto para producir un discurso con intenciones
formativas en estos dos momentos históricos? Fuera de la intención formativa, ¿existe
algún tipo de evolución en estos textos separados casi por 20 años?
La versión que se conserva de Derechos y deberes data del año de 1834 publicada
por Nieto e impresa en Cartagena en la imprenta de Eduardo Hernández. Este está dividido
en tres partes: una dedicatoria, un catecismo titulado “Derechos naturales” y, según el
autor, un “estracto” de los derechos y deberes del ciudadano “sacado de las instituciones
del pais y del derecho natural y público de las naciones” (Derechos, 2)40. A lo largo de la
dedicatoria, Nieto no solo hace explícito a quién dirige la publicación, sino que también
explica la razón de ser del texto y refiere las condiciones de publicación.
En primer lugar, Nieto inicia el texto con la expresión “mis conciudadanos”
(Derechos, 2); sin embargo, al final de esa misma página, delimita mucho mejor el público
al que se dirige: “Dedico este pequeño trabajo à la juventud granadina en quien está
principalmente fundada la esperanza de la patria. Mi mayor placer será el que él sea de
alguna utilidad, porque nadie puede aspirar à una mejor recompensa” (Derechos, 2).
Considero necesario problematizar este fragmento en dos vías: ¿A qué juventud se refiere
Nieto específicamente? ¿Por qué caracteriza a la juventud como granadinos y no como
cartageneros? Resultaría poco realista afirmar que el autor buscaba llegar a toda la juventud
de su provincia, puesto que la falta de una educación pública gratuita para ese momento
histórico dificultaba el acceso masivo a la alfabetización. Precisamente, la constatación de
este problema es lo que le permitió a Ángel Rama (1998) señalar la existencia de una élite
letrada, detentora del poder simbólico, cuya característica principal era el acceso a las
39
Las llamadas revoluciones de medio siglo comprenden las guerras civiles entre la década de 1840 y 1860,
como la Guerra de los Supremos o de los Conventos (1839-1841), la revolución de 1848, las guerras y golpes
de estado de 1851, 1854 y la guerra que impuso la federación (1859-1862). Estos acontecimientos son de vital
importancia para la historia de nuestro país, puesto que constituyen un punto de quiebre que permitió a las
facciones liberales, los Gólgotas y los Draconianos, instituir reformas revolucionarias, como la puesta en
marcha de la Ley de Manumisión, que permitió la liberación de esclavos, y la separación del Estado y de la
Iglesia. Como, recuerda Jaramillo (1994), “la colonia persistió hasta mediados del siglo XIX (hasta las
reformas de José Hilario López)” (23). De esta manera, estas revoluciones y guerras continuaron el proceso
de secularización y modernización deseado por ciertas élites del país. Sobre este tema recomiendo consultar a
Rubén Jaramillo Vélez, Colombia: la modernidad postergada (1994); Álvaro Tirado Mejía, Aspectos de las
Guerras Civiles en Colombia (1976); Rubén Sierra Mejía (ed.), El radicalismo colombiano del siglo XIX
(2006) y Germán Colmenares, Partidos políticos y clases sociales (1968).
40
Los fragmentos que agrega Nieto aparecen en la edición en cursiva. En las citas de este texto, se mantienen
bajo este formato.
46
prácticas de la lengua escrita. Así pues, los jóvenes a los que destina Nieto su texto eran
probablemente los hijos de esta élite letrada en Cartagena; es decir, aquellos que podían
tener una injerencia en la vida política de la provincia.
En este orden de ideas, llama la atención que el autor decida reunir a la juventud
bajo el nombre de “granadinos”, aunque para 1834 resultaba imposible hablar de una
nación constituida alrededor de unos valores y creencias comunes. A mi modo de ver, este
elemento permite comprender que el texto posee una intención política a favor del nuevo
modelo de gobierno republicano que se había establecido no mucho antes. Nieto había
participado activamente en las revueltas que promovieron en 1831 la formación de la
República de la Nueva Granada en contra del gobierno del presidente Rafael Urdaneta41.
Evidentemente, el texto es una toma de posición de Nieto contra aquellos que aún
defendían el modelo de la primera República de Colombia o la Gran Colombia, razón por la
cual, ve la necesidad de reafirmar los valores que debían guiar al nuevo gobierno:
Deseoso siempre de que mis compatriotas conoscan lo que son, y á cuanto estàn
comprometidos con la sociedad del pueblo libre à que pertenecen, he hecho reimprimir este
cuadernito, con algunas agregaciones útiles á nuestra situacion actual en que es preciso que
el pueblo se penetre de sus verdaderos intereses para que los sostenga”. (Derechos, 2)42
En este pasaje, se hace explícita la función formativa del texto, Nieto buscaba
facilitar a su público las ideas necesarias para reconocerse como ciudadanos del nuevo
gobierno. Entonces, puede afirmarse que el cartagenero intentaba fomentar un proceso de
construcción de identidad nacional, en el cual le otorgaba a los jóvenes una función
específica: ellos son los encargados de continuar la nación.
A partir de esta argumentación y con la elección de la forma del catecismo para la
segunda parte de Derechos y deberes, puede deducirse que Nieto buscaba transmitir como
verdades irrefutables pensamientos y valores afines del que será más adelante el ideario
liberal. Según Leonardo Tovar en “Catecismos políticos del siglo XIX” (2006), el
catecismo es un texto construido a base de preguntas y respuestas que busca exponer de
forma didáctica un tema (119). Sin embargo, lo que en primera instancia puede parecer un
41
En la recopilación de documentos en cuatro volúmenes que realiza Manuel Ezequiel Corrales con el título
Efemérides y anales del Estado de Bolívar (1889-1891), aparece en el volumen III un documento titulado
“[P]refectura del departamento – Cartagena, á 19 de Febrero de 1831”. En este se da cuenta de un arresto a
ciertos “promovedores y sostenedores […] de la expresada facción enemiga del gobierno y del orden
establecido” (21-22), entre los cuales figura Juan José Nieto.
42
No hemos encontrado la primera versión del documento al que se refiere Nieto.
47
diálogo, en realidad esconde un monólogo en el cual los interlocutores asumen una función
específica, “el maestro-sacerdote que posee la verdad; […] el discípulo que debe
adquirirla” (124). Nieto se coloca en el papel superior de esta jerarquía, como el detentor de
un “cuerpo de verdades” que busca enseñar a sus discípulos, los jóvenes cartageneros.
No debe perderse de vista que la utilización de este género inscribe a Nieto en una
tradición específica. Aunque la forma del catecismo aparece inicialmente bajo la pluma de
la iglesia católica, los escritores de la ilustración la retomaron para tratar “asuntos como
artes y oficios, ciencias naturales, historia, urbanidad e instrucción cívica” (Tovar 2006,
121). Asimismo, a lo largo del siglo XIX, aparecen en Colombia más de quince catecismos
tanto de ortodoxia católica, como de temáticas laicas (Tovar 2006, 125-127). El caso de
Nieto no es aislado, antes de que apareciera su catecismo, al menos otros tres de tema
político habían sido publicados: el de José Grau (1824) y Miguel Lizarralde (1825), sobre
la constitución de 1821, y el de Juan Fernández de Sotomayor y Picón (1814), de gran
importancia para nuestro tema porque su publicación se dio en Mompóx. Según Fals Borda
(1981), la educación de Nieto comenzó bajo la tutela de un cura en Cibarco que le facilitó
en 1815 este folleto, el cual Nieto tuvo “tiempo más que suficiente para aprendérselo de
memoria” (35A)43.
En la medida que el discurso catequista no es ajeno al cartagenero, puede
comprenderse las funciones políticas y de adoctrinamiento como parte de un debate en el
cual Nieto se inserta. Según Tovar (2006), aparecieron catecismos de orden religioso de
forma simultánea a los de tema político, lo cual revela que estos textos participaron de los
debates ideológicos del siglo XIX (127)44. Así, mientras los catecismos políticos
propendían por la difusión de las ideas de la ilustración francesa, los catecismos religiosos
optaban por la doctrina eclesiástica “para preservar los valores morales y religiosos
43
En resumen, el texto de Sotomayor, Catecismo o instrucción popular (1814), está guiado por ideas en
contra de los españoles y de la iglesia como institución aliada al imperio de ultramar. Además, expone la
libertad como derecho natural e inviste a los pueblos con el derecho de reclamar su soberanía en un acto de
contraviolencia (Fals Borda 28B) contra el poder opresor, los españoles. Esta fuente doctrinal es clave en la
formación de Nieto en tanto significó un primer contacto con las ideas de la ilustración, formación que
ampliará el cartagenero de forma autodidacta.
44
Tovar (2006) da noticia de la reimpresión de tres catecismos católicos en la década de 1830 (125). Por
desgracia, el autor no profundiza en la relación de estos textos con el momento histórico ni con las cuestiones
debatidas en el momento, puesto que señala únicamente sirvieron como medio “para preservar los valores
morales y religiosos tradicionales” (127). Más allá del plano religioso, la aparición de este corpus permite
inferir un debate político y cultural, en términos de aquellas ideologías en las que debían ser formadas el
pueblo colombiano. Sin embargo, esta hipótesis sobrepasa los límites de este trabajo.
48
tradicionales” (Tovar 2006, 127). La inscripción de Nieto en el primer grupo ha permitido
asociarlo de manera apresurada, primero, como santanderista y, más tarde, como militante
del partido liberal. Además, como veremos más adelante, esto le implicó tomar posición en
la cuestión religiosa durante la primera mitad del siglo XIX.
La toma de posición de Nieto en Derechos y deberes […] precisa ser juzgada en
relación con los valores expuestos, por lo cual resulta necesario ponerlos en relación con el
contexto en el cual se enunciaron. El cartagenero parte del presupuesto ilustrado de la
existencia de la ley natural de la cual se derivan los derechos naturales, definidos durante
los siglos XVII y XVIII por autores como Locke y Montesquieu. Según el autor de El
espíritu de las leyes, las leyes naturales son aquellas que se “derivan únicamente de la
constitución de nuestro ser” (1987, 53). Así, las primeras preguntas del catecismo de Nieto
esclarecen en el discípulo la definición del concepto de sociedad bajo el principio de “ley
natural”, cabe notar que la vida en sociedad era para Montesquieu un deseo innato, en tanto
la naturaleza crea el hombre con este fin para su conservación y desarrollo:
PREGUNTA: ¿La conservacion del hombre y el desarrollo de sus facultades dirigidos a este
fin, son la verdadera ley de la naturaleza en la produccion del ser humano?
RESPUESTA: Sí.
PREGUNTA: ¿Y esta ley es para que el hombre procure su conservacion por sì solo, ó para
que tambien pueda procurársela puesto en relacion con sus semejantes?
RESPUESTA: Desde luego que el hombre puede existir solo […] pero la existencia de un
hombre solo es un caso estraordinario y opuesto a las intenciones de la naturaleza,
formándole de tal modo, que se vé precisado á entrar en relaciones con sus semejantes
(Nieto 1834, 3).
En este sentido, las ideas de “libertad” e “igualdad” aparecen como atributos físicos
y no morales; es decir, no son cualidades humanas desarrolladas en el ámbito social, sino
que son innatas (Derechos, 4)45. Como atributo, la igualdad se refiere al hecho de que en la
naturaleza todos somos formados del mismo modo, por lo cual “tienen un derecho igual a la
vida, y al uso de elementos que la mantienen; y asi no pueden ser menos iguales en el orden
de la naturaleza” (Derechos, 4). Coherente con esto, en el artículo 3º, Nieto copia “todos los
hombres son iguales por naturaleza y por ley. Cualquiera que sea su estado, su clase y
condicion” (Derechos, 9). Resulta interesante que Nieto le haya hecho este agregado al
45
De aquí en adelante, para referirme a estos textos, lo abreviaré de esta forma
49
artículo, ¿acaso veía en estos conceptos derivados del de “ley natural” una forma de
reivindicar su condición social?
La condición racial y el origen social de Nieto en una sociedad discriminatoria,
como la entonces República de la Nueva Granda (Múnera 2005) ha sido percibido como
una condición que marcó su existencia y su producción escrita (Fals Borda 1981)46, por lo
cual no resultaría descabellado interpretar este pasaje como una toma de posición frente a
esa élite intelectual que, aunque haya implementado un modelo republicano hacía más de
una década, no había podido eliminar los prejuicios sociales y raciales. Esto, unido a la
intención pedagógica, expresa el deseo de Nieto de constituir una sociedad verdaderamente
liberal.
Por otro lado, en el texto de Nieto, la libertad se considera como atributo físico
porque al nacer todos los hombres con las mismas facultades “para su conservación, y no
teniendo ninguna necesidad del otro, son por éste solo hecho naturalmente independientes y
libres, y ninguno nace para estar necesariamente sometido a otro, ni tampoco tiene derecho
para dominarle” (Derechos, 5)47. Además de estos dos atributos y siguiendo a Locke, el
cartagenero agrega el de “la propiedad”. Para Nieto, esta constituye un atributo físico
puesto que declara que cada quien es dueño de su cuerpo y por tanto de las cosas que
produce con él en tanto todos somos iguales y libres (Derechos, 6), incluyendo los
productos intelectuales:
Ademas es dueño de sus pensamientos y de su conciencia sin sujeción al capricho de otro.
Es dueño de sus pensamientos, porque ellos son una facultad intelectual que no está
sometida à ningun poder […] Es dueño de su conciencia porque nadie tiene el derecho de
obligarle à que la arregle según la doctrina ò la opinion de este ù aquel. (Derechos, 6).
46
Ver Fals Borda (1981) y Lemaitre (1983), ambos señalan las aspiraciones de ascenso social y político de
Nieto. Además, en el texto de 1854, Nieto hace referencia a la diferencia de procedencia social entre él mismo
y Tomas Cipriano de Mosquera, lo que demuestra el grado de conciencia del cartagenero de su posición
social.
47
Como es evidente, Nieto da cuenta de la contradicción del pensamiento ilustrado en el cual aparece la
sociedad como una condición natural conformada por hombres naturalmente independientes. Sin embargo, a
pesar de que Nieto percibe que los seres humanos están dotados de voluntad y que por tanto pueden poseer
intereses diversos (1835, 2), lo que pone en peligro la idea de igualdad natural. De esta manera, su
pensamiento no lograra evadir esta aporía. En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la
desigualdad entre los hombres (1754), Rousseau trata precisamente esta contradicción, atribuyéndosela sobre
todo a Locke, y refuta la idea de igualdad natural, por lo cual establece este concepto como una cualidad
moral; es decir, social.
50
Llama la atención que Nieto haga énfasis en esta idea, puesto que revela
precisamente un pensamiento de tipo moderno48. El individualismo que se desprende de
este pasaje permite percibir que la axiología de Nieto comienza a separarse de un
pensamiento colonial, por lo cual las ideas plasmadas en Derechos y deberes no son un
simple préstamo de ideas extranjeras, sino que responden a la forma como el cartagenero
comienza a percibir su realidad. En mi opinión, esta tendencia se debe a la necesidad de
afirmarse como sujeto en un medio social en el que era discriminado.
Ahora bien, la idea de tiranía es la segunda idea estructuradora del texto Derechos y
deberes, puesto que bajo ella se articula lo postulado por la ley natural con la necesidad de
defender los derechos en una sociedad civil. Según Nieto, para que la justicia esté de
acuerdo con la ley natural, debe basarse en los tres atributos mencionados anteriormente,
por lo que, si un individuo trata de someter a otro, de arrebatarle por la fuerza su
producción o de obligarlo a realizar actos contra su voluntad, este debe ser considerado
como un ser injusto, un tirano. De esta manera, el artículo 33º declara la resistencia contra
la opresión como un deber (15), lo que justifica su mirada sobre el tiranicidio en el
catecismo:
Todo hombre tiene el deber de exterminar á los tiranos; por que ellos se oponen al derecho
natural usurpando los derechos agenos; y conspiran contra su semejante en cuanto
pretenden dominar á los otros segun su voluntad. Un tirano es un asesino un azote que debe
aniquilarse, pues para sostener su dominio absoluto no escusa los medios mas sangrientos y
depravados. (Derechos, 5)
48
No está de más recordar que la autoría es un fenómeno de la modernidad, que nace con la idea de un
individuo que es capaz de pensar por sí mismo.
51
Estas ideas de Nieto han permitido que autores como Mejía (2011) interpreten
Derechos y deberes como “un manual de revoluciones […] el pivote de su argumentación
radica en la justificación de la rebelión, en el señalamiento del tirano” (177). Sin embargo,
considero necesario aclarar que estas ideas de Nieto responden al concepto de
contraviolencia, comprendida como aquella surgida contra lo que Fals Borda (1981) llamó
una violencia estructural; es decir, la ejercida de manera institucionalizada y manifestada en
“la pobreza, el hambre, la ignorancia y la enfermedad de las mayorías” (28B). Según el
sociólogo, Juan José Nieto fue un caudillo que, junto con otros, combatió “esta violencia
estructural, a la cual llamaron ‘tiranía’” (28B). A partir de esta interpretación, puede
señalarse que la actitud de Nieto no resulta solamente en la abstracción de una idea, sino
que al parecer tenía una situación real en la mente: los intelectuales que se encontraban en
el ejercicio del poder ejecutivo49. En efecto, si bien Nieto había colaborado en la institución
de la República de la Nueva Granada, de sus acciones puede deducirse una inconformidad
con las atribuciones políticas del gobierno central. Durante los años previos a la Guerra de
los Supremos (1839-1841), Nieto radicó varios proyectos de ley con el fin de aumentar el
poder de las cámaras de provincia y promocionó algunas discusiones alrededor de ellos,
además de su misma participación en esta guerra. Tan solo un año después a Derechos y
deberes, el cartagenero le escribía a Santander:
¿Y se duda sin ofuscarnos que todas la provincias, particularmente las de la costa, ganarían
[…] con la mejora de un sistema provincial con mas atribuciones, y que franqueara los
medios de invertir los productos de las rentas, que se sacan de los habitantes en utilidad de
ellos mismos? (“Carta”, 19)
En este sentido, con su catecismo, Nieto toma posición en contra de las élites
instaladas en el gobierno central. La idea de instituir el modo de gobierno federal en lo que
él consideraba su nación, se irá desarrollando poco a poco en el pensamiento posterior del
cartagenero, idea que lo llevará a participar de las guerras civiles de medio siglo. Así pues,
no resulta tan desacertado el miedo que, según Nieto (“Carta”, 24-25; “Contestación”, 6-7),
49
Esta interpretación va en contravía a lo propuesto por Fals Borda (1981). Según el Sociólogo colombiano,
Nieto atacó con sus texto las “tendencias monarquistas que en Cartagena representaba la familia castillo y
Rada, especialmente el doctor José María” (41A). Si bien esto es coherente, en tanto el escrito de Nieto
permite una múltiple interpretación al omitir cualquier referente específico, esta afirmación es consecuencia
de catalogar a Nieto como santanderista. En mi opinión, esta perspectiva cierra la posibilidad a problematizar
las posturas de cartagenero. ¿Por qué Nieto siente la necesidad de reimprimir el folleto luego de la
constitución del gobierno? ¿Por qué buscó desde ese momento transformar el modelo de gobierno establecido,
si supuestamente defendía las ideas de Santander?
52
poseían las élites bogotanas de una posible revolución, puesto que él buscaba inculcar en la
mente de los jóvenes la rebelión como un derecho y un deber.
En los últimos tres artículos de Deberes y derechos, Nieto expone su modelo de
ciudadano republicano y de gobierno ideal. Para el primero, el cartagenero configura una
imagen moral guiada por la idea de “ley natural” y de la moral cristiana, que en este caso
no resultan incompatibles, sino complementarias, en tanto el ethos de Nieto responde a un
momento de transición entre valores premodernos y valores modernos50:
Un republicano ante todas las cosas mira à Dios, y es amigo verdadero de la humanidad: es
justo, socorre à los infelices, respeta à los débiles, defiende à los oprimidos, hace à los
demas todo el bien que puede, y no se halla contento sino cuando se ha hecho algun servicio
à sus semejantes. (Derechos, 16)
50
En este aspecto, la posición de Nieto es similar no solo con la de otros autores contemporáneos, como la de
Ezequiel Rojas, sino también de autores como Locke. En estos pensadores, las ideas seculares se encuentran
unidas a ideas de la moral religiosas. Para Simmons (1992), estas ideas no aparecen en Locke como
contradictorias principalmente porque su pensamiento se sitúa en un momento de transición en el cual aún no
se afianzaba el escepticismo moderno (82-90). En este sentido, el moralista inglés interpretaba que los
hombres poseían los mismos derechos en tanto fueron creados de la misma manera por Dios (80-81). De la
misma manera, los pensadores colombianos de la primera mitad del siglo XIX, no logran desprenderse
totalmente de las ideas religiosas. Esto denuncia no necesariamente una contradicción, como lo señala
Quintana (2006) en el caso de Ezequiel Rojas, sino la existencia de un proceso de secularización que puede
ser leído en los debates sobre el lugar de la iglesia en la organización del estado y en los presupuestos morales
y éticos. Por este motivo, el pensamiento de Nieto muestra un momento histórico en el cual aún no era posible
desprenderse del pensamiento católico, por lo que debía conciliarse con la nueva moral secular. Sobre este
problema recomiendo consultar a Laura Quintana, “Ezequiel Rojas y la moral utilitarista” (2006) y a Iván
Padilla, “Lectura política del Genio del Cristianismo en Colombia (1840-1866)” (2014).
53
como gobernador de Cartagena, destituye al obispo Torres51. Es necesario comprender que
esta postura no constituye únicamente una posición de partido, sino que denuncia
precisamente una crisis de los valores coloniales (Padilla 2008, 95). En este sentido, para
1834, Nieto ya estaba participando en el debate de la cuestión religiosa con este texto del
que, además de manifestarse a favor de un Estado laico, es una primera muestra del
acercamiento del pensamiento del cartagenero a las tendencias modernas.
Casi dos décadas después de la publicación de Derechos y deberes, el gobernador de
la Provincia de Cartagena Juan José Nieto realiza una “Alocución” con ocasión de la
liberación de los esclavos el primero de enero de 1852. Como representante del poder
ejecutivo, le corresponde hacer efectiva la Ley del 2 de Mayo de 1851, “Sobre libertad de
esclavos”52, bajo la cual se abolía la esclavitud en la República de la Nueva Granada. Esta
medida obedeció a las iniciativas del ya conformado partido liberal que logró instalarse en
el poder tras la revolución de 1849 y quienes buscaban la implementación de un Estado
laico que incentivara un modo de producción que superara el colonial. Así, el gobierno de
José Hilario López propició esta reforma con el fin de crear una mano de obra asalariada y
reducir la economía colonial basada en la esclavitud (Colmenares 2008, 58-60)53.
Nieto participó activamente del proceso de institución del gobierno liberal desde su
regreso a la Nueva Granada en 1847. Según Fals Borda (1981), las revoluciones de medio
siglo fueron impulsadas por “la masonería y una antiélite nacional, revolución que
afianzaba el poder de nuevas oligarquías y abría las fronteras patrias a la dominación
comercial” (90B). Así, una parte de la élite intelectual actúo, preparó y afianzó
ideológicamente la sociedad neogranadina a finales de la década de 1840 e inicios de la
siguiente. Nieto hacía parte de esta élite, como importante masón y político, por lo cual
utilizó dos medios fundamentales en ese proceso: la fundación de la Sociedad Democrática
51
Ver Efemérides y Anales (1891, 90).
52
Esta ley obedeció a Ley de la libertad de vientres o ley de la libertad de partos, manumisión y abolición del
tráfico de esclavos planteada en 1821 durante la Gran Colombia.
53
Evidentemente, esta medida no tuvo gran acogida por el sector más dependiente de la producción
económica basada en la explotación de la tierra por esclavos, por ejemplo, las provincias del sur (Colmenares
2008, 58). Esta reforma, que hizo parte de otras de tendencia liberal, fueron factores claves de las
revoluciones de medio siglo, eventos que marcaron de forma existencial a los habitantes de la inestable nación
(durante esa década, el país cambió tres veces de nombre), como puede leerse en novelas del canon
colombiano como Manuela de Eugenio Díaz y María de Jorge Isaacs. Sobre este último ver el trabajo de Iván
Padilla (2016a) sobre esta novela.
54
y, con esta, la del periódico La Democracia en 1849 en Cartagena54. En este sentido, Nieto
es consciente del impacto que causaba en la sociedad las reformas de medio siglo, por lo
cual en la “Alocución”, señala (1852): “Bien puede pesarle á los rancios privilegios, bien
puede rabiar la obcecada é intransigible aristocracia, nada importa” (88). El cartagenero
siente la necesidad de remarcar la diferencia política entre el partido conservador,
identificado de forma simplista con la “aristocracia”55. La evidente función militante de
este escrito puede explicarse por la posición ocupada por Nieto en este momento histórico,
puesto que no solo desempeñaba un alto cargo en el poder, sino que también era un
gobierno que había ayudado a construir.
En este orden de ideas, las condiciones de enunciación de la “Alocución” son muy
particulares, no se trataba de un simple discurso en voz alta sino de la manifestación
consciente de una victoria:
Aquí no celebramos ninguna victoria conseguida con el sacrificio y la sangre de nuestros
semejantes […] La causa de nuestra alegría es diferente, es más noble, tan sublime como la
misma revelación……celebramos el triunfo de los sanos principios, el triunfo de la
humanidad sobre la violencia, el triunfo de la civilización sobre la barbarie: tal vez no
tendré fuerza para decirlo……la emancipación absoluta de nuestros hermanos que por
tanto tiempo han permanecido esclavos en esta tierra de libertad por excelencia.
(“Alocución”, 88)
54
A lo largo de los números de La democracia, puede leerse el activismo político del grupo en el que
participaba Nieto. No solo los artículos apuntaban a impulsar la campaña política de candidatos liberales de la
talla de José María Obando y José Hilario López, sino que también se publicaban traducciones de folletines
franceses. Asimismo, el periódico convocaba a los lectores a la participación en las lecturas comunales de
textos socialistas franceses ofrecidas por la Sociedad Democrática.
55
Se trataba de la disputa de partido. Los liberales identificaron de manera simple las ideas defendidas por un
sector conservador como ideas aristocráticas, por su defensa del sistema económico colonial y de los valores
tradicionales. Esta división maniquea se propagó como un modo de interpretación de los problemas
colombianos (incluso literarios) de modo que incluso hoy en día se sigue viendo el liberalismo como
sinónimo de progreso o decadencia y el conservadurismo como retrógrado o tradicionalista, según sea la
perspectiva de quien los juzgue. Sobre este problema, ver a Colmenares (2008).
55
página más á las de oro que engalanan el libro donde se registran las glorias de nuestra
patria” (“Alocución”, 88).
Sin embargo, todos estos elementos no tienen como única finalidad exaltar el
propósito de la celebración, sino también poner en alto una idea con mayor valor: la patria.
Como se puede ver, Nieto insiste en que el paso dado es el “más bello que ha tenido la
República, porque es el día complementario de nuestra regeneración política”
(“Alocución”, 87)56. En la retórica del cartagenero, la emancipación de los esclavos aparece
fundamentalmente como un logro producto de los valores de la República que, a su parecer,
encaminaban esta tierra “á la perfección del sistema democrático” (“Alocución”, 88).
Detrás de este enaltecimiento, se encuentra presente una intención política. La República
para Nieto no es aquí la idea abstracta de Derechos y deberes, sino una referencia al
gobierno establecido, al cual favorecía, como se hace evidente al final del texto: “Viva la
Nueva Granada! – Viva la Legislatura de 1851! – Viva el salvador 7 de Marzo de 1849!”
(“Alocución”, 90)57. En primera instancia, puede afirmarse que el gobernador buscaba
configurar una imagen favorable del estado ante los nuevos ciudadanos.
Ahora bien, a pesar de que la liberación de los esclavos tenía el objetivo de proveer
de mano de obra, la incorporación de esta población a la vida civil hizo surgir preguntas por
parte del gobierno acerca de la suerte que iban a correr los manumitidos: ¿Dónde iban a
residir? ¿Quién debía gobernarlos? ¿A qué se dedicarían? (Colmenares 2008, 59).
Precisamente, estas reformas liberales de medio siglo hicieron surgir la necesidad de crear
ciudadanos, personas libres que pudieran vender su mano de obra en el nuevo sistema
económico (Tirado 1979, 337-339). En su “Alocución”, Nieto da cuenta de este problema
expresando una preocupación por la formación de los nuevos ciudadanos. El cartagenero ve
56
El énfasis es mío.
57
El 7 de marzo de 1849 se dio la elección de José Hilario López, gobierno que dio paso a las reformas
liberales de medio siglo. Por esta razón, este día reviste gran importancia en el discurso liberal del momento.
En La democracia, periódico fundado por Nieto, en el aniversario de esa fecha, los editores publicaron un
artículo glorificando lo sucedido como un esfuerzo logrado por la unidad nacional (ver el n. 14 del 7 de marzo
de 1850). Por otro lado, se señala que la elección del presidente López fue forzada por medio de las armas y
del pueblo que se agolpaba fuera de los recintos electorales. En este sentido, la significación de este día fue
una bandera de los liberales durante la década siguiente para impulsar sus reformas. Sobre la importancia de
este día, recomiendo ver la prensa del momento, como el periódico de Nieto, La democracia; Los relatos de
José María Cordovez Moure en Reminiscencias de Santafé y Bogotá (1899); el tomo de Fals Borda (1981),
Historia doble de la costa: el presidente Nieto.
56
la necesidad de explicar a los recién liberados ciertas normas básicas sobre la sociedad civil
de la que comienzan a hacer parte:
Ahora me dirijo exclusivamente á vosotros, mis hermanos, que ayer fuisteis siervos y que
hoy os incorporáis como nuevos miembros de la comunidad granadina; me dirijo á vosotros
para felicitaros, para daros la enhorabuena por vuestra emancipación, y para instruíros,
aunque rápidamente, de los deberes á que estáis desde ahora constituídos, en compensación
de los beneficios de que vais a ser partícipes. (“Alocución” 89)
El pensamiento del autor aparece guiado en este momento sobre todo por las ideas
de Rousseau en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres (1754) y en el Contrato social (1762). Para el pensador francés, el hombre natural
es un postulado hipotético, un concepto que sirve para explicar el surgimiento de la
sociedad como un continuo alejamiento del estado natural. En Nieto, este cambio puede
percibirse en la idea de libertad, la cual pasa de ser un “atributo físico” (Derechos, 4) a una
consecuencia de la obediencia civil. Las leyes civiles derivarían de las leyes naturales,
como “deberes impuestos ó que se impusieren por la soberanía nacional” (“Alocución”,
89). En este sentido, la intención formativa de Nieto recayó principalmente en la defensa de
las instituciones “legalmente constituídas” (“Alocución”, 89), puesto que son la expresión
de esta soberanía.
57
Por otro lado, a diferencia de Derechos y deberes, la ausencia de un tono bélico en
este texto, expresado con la idea de tiranicidio, afirma la conformidad del autor con el
gobierno establecido, el gobierno liberal de José Hilario López. En otras palabras, Nieto no
invita a revocar los malos gobiernos, sino a defender “la independencia y la libertad de la
República” (“Alocución”, 89). Al parecer, Nieto se muestra satisfecho con la dirección que
toma la revolución liberal a partir de 1849.
De la misma manera que con la idea de “libertad”, la de “igualdad” pasa de ser un
atributo físico a un atributo social: “nuestra igualdad civil consiste en los gobiernos
republicanos […] en que no hay un granadino que esté exceptuado de comparecer ante la
ley […] al imponer el castigo como al dar el premio á quien lo haya merecido”
(“Alocución”, 89). En esta medida, Nieto acepta la existencia de jerarquías tanto naturales
como sociales:
Desengañémonos: las jerarquías existirán siempre como creadas por la naturaleza y por la
sociedad, contra cuyo orden, que es la eterna ley del mundo, no hay poder que resista,
porque no hay poder más pujante que el de la naturaleza, ni ley más infalible que la sanción
pública. De aquí que lo que la naturaleza hace hermoso no es igual á lo que ella hace
diforme; lo que la sociedad ilustra, en nada se puede parecer á lo que la ignorancia
oscurece; ni el hombre que sale de su esfera por sus propios esfuerzos, puede nunca
igualarse al indolente y perezoso que sólo a él debe el quedarse estacionario. (90)58
58
El énfasis es mío.
58
sociedad. En otras palabras, el cartagenero se acerca más a la idea moderna de
individualismo, puesto que las posibilidades de triunfar, o “de salir de su esfera”, dependen
de “los esfuerzos” de cada sujeto.
En una primera lectura, pareciera que Nieto expresara la posibilidad de movilidad
social en el gobierno republicano, para lo cual, desde mi punto de vista, el mismo se expone
implícitamente como ejemplo. Como lo demuestra en Autodefensa (1854), Nieto era
consciente de su recorrido social, pues en este texto no solo da cuenta de su recorrido
político y militar (23), sino que también compara esto con el trayecto de Mosquera:
I bien sabe el Jeneral Mosquera, que es superior el mérito del que lo adquiere por si mismo,
que el que lo adquiere por influencias hereditarias: lo primero es el resultado del supremo
esfuerzo del jenio o de la voluntad, lo segundo obra del capricho o de la suerte. Quién
valdrá más? (Autodefensa, 37)
59
institución de un Estado laico, federal y republicano eran la única opción para alguien con
las condiciones sociales, raciales y culturales como las suyas. Con esto no quiero señalar
que Nieto anunció la muerte del pasado colonial, sino una constatación ante sus
destinatarios de los cambios que el gobierno liberal venía instituyendo en los primeros años
de la década de 1850.
En este orden de ideas, puede afirmarse con Fals Borda que, para Nieto, lo
importante era promulgar los valores del primer capitalismo industrial, pues era más
importante ilustrar a las masas “antes de soltarles la presa del comunismo” (Fals Borda
1981, 93A). En otras palabras, en la “Alocución” Nieto toma posición en el campo
intelectual neogranadino a favor de las tendencias del liberalismo radical, bajo la cual la
libertad y la propiedad privada eran los pilares del individualismo y del progreso.
En este sentido, en un texto titulado “¿Qué es el socialismo?” publicado el 20 de
febrero de 1850 en el número 64 de La Democracia, aparece una diferencia entre
“socialismo” y “comunismo”. La primera es tomada como una característica inherente de la
República, mientras que la segunda es vista de forma negativa, como “los principios
destructivos de Proudhon” (2). La sociedad democrática de Cartagena veía las tendencias
contra la propiedad como elementos que atentaban contra “los mecanismos democráticos
de progreso individual que ofrecían imparcialmente (en teoría) el capitalismo y la industria”
(Fals Borda 1981, 93A). Estas ideas constituyen una toma de posición en el ámbito
intelectual neogranadino porque, mientras líderes como Murillo pensaban en un modelo
económico en el cual la acción individual estuviera fuertemente regulada por el Estado59,
Nieto intenta reducir la acción del estado en las decisiones individuales60.
En síntesis, la “Alocución” revela la intención de Nieto por formar a los nuevos
ciudadanos bajo ideales radicales, como progresistas en contra de las tendencias que llamó
“comunistas” y, evidentemente, en contra de cualquier tendencia que se acercara al pasado
colonial. Si bien nunca llegó a plantear la posibilidad de una sociedad perfecta, el interés en
la formación de sus compatriotas, la postulación de un ideal de ciudadano y de república
59
Escribe Colmenares (2008): “Según Murillo, las doctrinas económicas de Adam Smith, Juan B. Say, etc.,
no representan sino la sanción del derecho del más fuerte, disfrazado de teoría económica” (118). En últimas,
este pensamiento socialista buscaba reducir la libre competencia por medio de la regulación estatal para
reducir las brechas sociales.
60
En el artículo “¿Qué es el socialismo”, los autores argumentan a favor de la descentralización de rentas, que
buscaba, en resumen, la abolición del monopolio del tabaco, un impuesto nacional que existía a la producción
de esta mercancía desde la colonia, así como la del diezmo?
60
unido a su activa participación en los debates y problemas de su momento histórico,
demuestran la lucha de Nieto por lograr una sociedad acorde a sus valores republicanos.
2.2 La apuesta por el federalismo: una salida ante la discriminación y el centralismo
Los debates sobre la forma de gobierno que debía adoptar la nación luego de los
procesos de independencia se extendieron a lo largo del siglo XIX hasta 1886, cuando la
llamada Regeneración logró instituir de manera definitiva un sistema centralista en la
segunda República de Colombia. De forma superficial, esto puede constatarse en los
diferentes cambios de nombres que sufrió el país a lo largo de estos años. En primer lugar,
el primer intento por formar una nación independiente durante el período del interregno,
conocido popularmente como la Patria Boba (1810-1816), fue una débil organización de
estados federados que terminó por caer a manos de los españoles durante la Reconquista
dirigida por Pablo Morillo (Gutiérrez 2010). Luego, con la independencia lograda por el
ejército de Simón Bolívar en 1819, la primera República de Colombia, mejor conocida
como la Gran Colombia, optó por un modelo federal de tan solo tres estados y terminó por
disolverse tras la caída del “libertador” en 1831. Con la constitución de 1832, la nación
adoptó un modelo centralista y el nombre de República de Nueva Granada hasta 1858, año
en el cual nace la Confederación Granadina. Esta vivió solamente cinco años y, en 1863,
dio paso a los Estados Unidos De Colombia, república federal que se perdería
definitivamente ante el modelo centralista de la Regeneración.
Como muestra este somero recorrido, la elección de una forma de gobierno no solo
implicó un cambio en la forma de nombrar al país, sino también un traumatismo puesto que
repercute en un problema de identidad nacional61. En este sentido, la definición de un
modelo de gobierno no solo fue problemática desde un punto de vista político, sino también
desde el cultural y social. Particularmente, historiadores como Bell (1993) han señalado que
61
De esta manera parece haberlo percibido Vergara y Vergara (1866) al escribir el “Prólogo” para el Museo
de cuadros de costumbres. En este texto, el primer historiador de nuestra literatura reveló que el libro iba a
llamarse “Los granadinos pintados por sí mismos”, pero “ya los granadinos no éramos granadinos, ya no
había granadinos”. Igualmente, escribe que intentó titular el Museo como “los colombianos pintados por si
mismos”, pero “como los señores europeos están tan atrasados en cuanto a nuestra historia y nuestra
geografía, que hasta ahora empiezan a hacerse cargo de que en estas lndias Occidentales hay algo más que
indias e indios y de que en ellas ha existido la Colombia primitiva, si llegasen a ver dicho título, nadie podría
quitarles de la cabeza que la obra contenía descripción de las costumbres de los vene-zolanos y de los
ecuatorianos juntamente con las de los que éramos neo y ahora somos ex granadinos”. Esta pequeña reflexión
caracterizada por el tono jocoso de Vergara y Vergara revela un problema de identidad ligada a la
problemática definición de un estado y de un sistema de gobierno reconocido por todos los habitantes del
país.
61
el federalismo entraña un problema regionalista62, puesto que, como explica Tirado Mejía,
“tradicionalmente Colombia ha sido un país de regiones, en lo cual influye
preponderantemente la geografía” (1983, 57). Desde esta perspectiva, los debates sobre el
federalismo hacen evidente un problema relacionado con el papel que las regiones debían
desempeñar en la construcción de la unidad nacional, puesto que las diferencias regionales
y culturales eran muy grandes: sin duda, dichas diferencias fueron cruciales en el desarrollo
de las guerras civiles aunque no hayan sido los motivos evidentes.
Sin duda, Juan José Nieto desarrolló un papel principal en los debates sobre la
cuestión federal a lo largo de la primera mitad del siglo XIX en la República de la Nueva
Granada. Desde el inicio de su vida pública, el cartagenero mostró un gran interés sobre
este tema, evidenciado tanto en sus publicaciones como en sus acciones públicas. Así por
ejemplo, en la década de 1830, escribe primero una “Carta” (1835) a Santander expresando
su inconformidad con el sistema provincial adoptado luego de la desintegración de la Gran
Colombia, al cual no duda de calificar de “restringido” (18); luego, en 1838, fomenta un
debate en la cámara de la provincia para discutir a nivel nacional la conveniencia del
sistema federal. De este nos queda El informe (1838) de la Comisión que evaluó la
propuesta de Nieto, un ensayo y dos publicaciones de prensa, la primera escrita por el
editor de El Argos63, “Lo que piensa Cartajena sobre federacion” publicada en el número 52
del 18 de noviembre de 1838, la segunda, una respuesta de Nieto en el número 64 de La
Bandera Nacional, periódico dirigido por Lorenzo Lleras y Florentino González, el 20 de
diciembre de 1838.
La recurrencia en el tema del federalismo es una prueba clara de su importancia en
el pensamiento del cartagenero, importancia que guía todo su proyecto político, hasta el
punto que, como afirma de manera triunfal en Observaciones (1863), el resultado de la
guerra de 1861 “fué la caida del gobierno central, i el triunfo de la federación” (20). Sin
embargo, no se trató solamente de un problema político y administrativo, sino que esconde
un problema social y cultural, puesto que nacen de una toma de conciencia de su identidad
62
Sobre la forma como ha sido leído y trabajado por la historiografía el federalismo, recomiendo ver el
artículo de Edwin Cruz (2011), “El federalismo en la historiografía política colombiana (1853-1886)”.
63
De este periódico alcanzaron a publicarse 78 números durante entre noviembre de 1837 y mayo de 1839.
En el “Prospecto” de su primer número del 26 de noviembre, expresan su apoyo a la administración del
entonces presidente José Ignacio Márquez y un rechazo a las ideas de La bandera nacional (1), lo cual
demuestra la oposición existente entre estas dos publicaciones y, asimismo, el rechazo a las ideas de Nieto
sobre federación.
62
regional. Como afirma Bell Lemus (1993), la defensa regionalista del cartagenero “no tiene
antecedentes conocidos” (9), razón por la cual esto resulta de mucho interés para
comprender los procesos históricos del siglo XIX colombiano. Cabe señalar que, en este
apartado, mi interés no se centra en explicar la relación entre el regionalismo y el
federalismo en Juan José Nieto, sino explicar qué tipo de situaciones de su realidad social e
histórica lo condujeron a tomar conciencia de su identidad y a la necesidad de plantear de
manera tan insistente un sistema federal. Esto permitirá comprender cómo la apuesta por el
federalismo constituye una toma de posición ética, política y social por parte de Juan José
Nieto en el ámbito intelectual del momento.
Desde mi punto de vista, los discursos racistas de las élites cartageneras (Solano
2016) y la discriminación ejercida por las regiones del centro del país hacia la ciudad
costera (Múnera 1996) fueron los factores que llevaron a Nieto a una toma de conciencia de
la identidad regional. Así, el federalismo fue percibido por Nieto como una salida a esta
situación, puesto que hubiera permitido poner al mismo nivel político y administrativo la
provincia de Cartagena. Según él, solamente el federalismo haría posible la constitución de
un país fundamentado en verdaderos valores republicanos. Entonces, ¿cómo percibía Nieto
el racismo desde su provincia? ¿De qué manera su propuesta federal comprende la
identidad regional?
Con el objetivo de responder estas dos preguntas, centraré la atención
principalmente en dos ensayos de Nieto. El primero, la “Carta” enviada a Santander en
183564, en la cual el cartagenero se afirma como federalista y busca demostrarle al entonces
presidente “las ventajas que […] reportaría a la Costa con la variación del sistema,
contrayéndome solamente a Cartagena, que es la que más conozco” (17). Según Bell
(1993), en este texto, Nieto defiende su posición a favor del sistema federal mostrando,
64
Esta fue publicada a mediados del siglo XX en Correspondencia dirigida al General Santander. Vol. IX.
Ed. Roberto Cortázar. (Bogotá: Voluntad, 1967. 46-52). En este trabajo utilizaremos la versión publicada por
Bell Lemus (1993) en Selección de textos políticos, geográficos e históricos bajo el título de “Una temprana
argumentación a favor del federalismo en la Costa Caribe” y acompañado de un breve comentario
introductorio (Barranquilla: Gobernación del Atlántico. 13-26). Además, me referiré a este texto como la
“Carta” debido a que el título de Bell me parece inadecuado, puesto que hablar de Costa Caribe resulta
impreciso. ¿A qué Costa Caribe nos referimos? ¿Qué incluía el imaginario de Nieto de “Costa”? En mi
opinión, Nieto nunca trató de referir sus ideas más allá de la provincia de Cartagena, como se puede apreciar
en el primer párrafo de la “Carta”, razón por la cual considero que el imaginario de la Costa Caribe actual,
que comprende la multiculturalidad de los habitantes de territorios que se extienden más allá de Costa
continental hasta las islas como San Andrés y Providencia.
63
primero, las ventajas económicas y, segundo, el problema socio-cultural que representaba
“la oposición y […] desprecio con que los nativos de la Costa eran tratados en la capital del
país” (16). Este segundo aspecto revela la manera cómo el cartagenero percibía las
problemáticas relaciones de su provincia con las del centro, en particular, la discriminación,
cuestión fundamental para comprender el proceso de construcción de su identidad como
cartagenero y su lugar en el panorama político y social desde el cual emite sus ideas.
El segundo ensayo, producto del debate que Nieto suscitó en 1838 por la propuesta
a la Cámara de su provincia, se titula El ciudadano Juan José Nieto contesta el informe que
se ha publicado emitido por una comision de la camara de su provincia fecha 9 del pasado,
que recayó a un escrito que introdujo suplicando se propusiese a la proxima legislatura la
iniciativa de la cuestion sobre si conviene ya a la Nueva Granada el sistema federal; y de
no, que se le concediesen atribuciones locales mas latas a las camaras de provincia,
publicado el 20 de noviembre 183865. A diferencia de la “Carta”, este texto se enmarca en
una discusión pública, por lo que llama la atención que Nieto defienda su propuesta con
argumentos que apelan a cierta memoria histórica de sus conciudadanos. El hecho de que
Cartagena se hubiera declarado independiente en 1811 le concede argumentos a Nieto para
afirmar que la idea de un estado federal hacía parte de «los genes» de los cartageneros. Así,
el federalismo aparece como una particularidad de la identidad de los habitantes de la
Provincia de Cartagena.
Aunque Nieto no es el primero en hablar sobre el federalismo en Cartagena, sus
escritos son el primer testimonio en el cual esta cuestión se encuentra unida a un problema
de discriminación. Como lo demuestra en la “Carta”, el cartagenero expresa de manera
explícita este problema: “Los papeles públicos del interior y especialmente los de Bogotá,
cuando se ha escrito aquí sobre el sistema federal, no han atacado los principios propuestos,
sino directamente las personas y a Cartagena” (22). Resulta evidente que, a ojos de Nieto,
el problema no se encuentra tanto en el rechazo del federalismo, sino en la manera como
los funcionarios del interior utilizaron ciertos imaginarios discriminatorios para
deslegitimar los argumentos de los cartageneros. Este problema es ilustrado por Nieto a
65
Este ensayo posee dos ediciones separadas por más de siglo y medio. La primera edición de este ensayo fue
publicada por Nieto en la Imprenta de Eduardo Hernández en 1838; la segunda aparece en la recopilación de
textos de Nieto hecha por Bell en 1993. Citaremos aquí la versión original y conservaremos la ortografía
original, además que su título será abreviado a Contesta por motivos de comodidad.
64
partir de cuatro ejemplos: uno que recae sobre la misma ciudad de Cartagena y tres contra
su población.
Antes de comentar los ejemplos, considero relevante detenerme en la explicación
que da Nieto en la “Carta” de este problema. Según él, “ninguno podrá negar la oposición
de intereses que hay entre las provincias de la Costa y el centro, y de esta oposición local
nace la rivalidad personal tan antigua como la América y como la revolución” (21). Este
fragmento es una muestra clara del conocimiento que poseía Nieto de los procesos
históricos y sociales de su provincia y de su nación. En efecto, la importancia que tuvo
Cartagena durante la colonia66, la llevó a rivalizar con la ciudad de Santafé con el propósito
de convertirse en la capital del Nuevo Reino de Granada en el momento de su creación en
1717. Como explica Múnera (1996), las élites de ambas ciudades plantearon una estrategia
cada una para conseguir esta posición en el virreinato:
Los hombres del poder en Cartagena usaron la posición geográfica de la ciudad como su principal
argumento para sus ambiciones virreinales. Destacaron la importancia económica y militar de la
región caribe para España y la necesidad de fortalecer la autoridad imperial en las dispersas
sociedades caribeñas. La elite de Santafé de Bogotá, por el contrario, basó su propia posición sobre la
construcción de una imagen negativa de Cartagena. Santafé habló sobre el clima pestilente del
Caribe, su falta de luces, su escasa población, su geografía marginal (porque el reino era ante todo
andino) y su falta de tradición burocrática. (32)
Aunque la ciudad del interior ganó este pulso, Cartagena no perdió totalmente su
importancia política y económica, puesto que en ella varios virreyes ejercieron su gobierno.
Así, la ciudad mantendría su importancia hasta el período del “Interregno” (1808-1816),
momento en el cual pudo proclamarse a sí misma como un estado soberano. En este
sentido, la relación entre Cartagena y Santafé no fue siempre vertical, como lo señala Ángel
Rama (1998) para el caso de las ciudades-puerto y las capitales.
Sin embargo, el declive de Cartagena, luego de la independencia, fue un proceso
que comenzó con el sitio de Cartagena en 1816 guiado por Pablo Morillo durante la
Reconquista. Este suceso tuvo como consecuencia un proceso de decadencia que dejaría a
la ciudad en un “estado de ruina […] que […] no […] vuelve a superar hasta pasado un
66
No está de más recordar que el puerto de Cartagena fue el punto por el cual salían a altamar la mayor parte
de las riquezas saqueadas en las colonias del Nuevo Mundo. Esto la hacía atractiva a los ataques de piratas
ingleses, razón por la cual hubo la necesidad de alzar las murallas que subsisten hoy en día. Además, varios
Virreyes ejercieron sus funciones desde esta ciudad en lugar de hacerlo desde la Santa Fe, la Capital del
Nuevo Reino de Granada.
65
siglo” (Múnera 1996, 40). Incluso, este hecho es recordado por Nieto en la “Carta” como
una muestra de la rivalidad:
Es voz general de todos nuestros patriarcas de la independencia, que cuando los españoles
sitiaban esta plaza, que se pidieron auxilios a esa capital, se le negaron al comisionado que
los fue a solicitar, señor doctor Juan Marimón, de cuya boca sé también el suceso, diciendo
que dejasen tomar a Cartagena para tener el gusto de venir de allá a recuperarla, prefiriendo
la rivalidad al patriotismo. (21)
67
Según Rama (1998) y Anderson (1991), en las nacientes repúblicas sobrevivieron estructuras político-
administrativas de la colonia que acarrearon problemas de tipo cultural, como formas premodernas de
pensamiento y la discriminación y marginación de ciertos sectores de la población (negritudes, indígenas,
etc.).
68
En su famoso ensayo, Caldas, inspirado por las teorías de Buffon, adaptaría la teoría del influjo del clima en
el desarrollo de la civilización. Así, afirmaría que los habitantes del clima cálido, como el de las costas
colombianas, son más salvajes que aquellos que habitan un clima templado, como el que tienen las cordilleras
andinas.
66
ciudad y de sus habitantes, puesto que le interesa más el aspecto que su antigua utilidad
como medio de defensa contra eventuales invasiones de piratas69:
Muchos de los que han estado presos en esta plaza por el gobierno absoluto, no han
vomitado su encono contra los opresores, sino contra el lugar donde se les pusieron las
prisiones […] Que nuestras murallas y nuestras fortificaciones se están arruinando cada día
más, porque parece que hay interés en su abandono, y que no ha faltado quien en los
congresos proponga demolerlas como innecesarias y gravosas, dando a Cartagena el título
de presidio donde se sepultan los que vienen destinados a ellas sin achacar sus males a la
suerte o a los tribunales que se los imponen. No hace mucho que yo mismo he tenido que
contestar seriamente a un jefe que dijo en mi misma presencia y la de otro oficial, que estos
muros debían echarse abajo, porque esta plaza era innecesaria a la república y un
padrastro de todas de las del interior. (“Carta”, 22-23. Énfasis mío)
De este pasaje, llama la atención la manera como el cartagenero une este problema a
la forma de gobierno. A su modo de ver, el sistema centralista o “absoluto” es culpable del
mal estado de las murallas y de la plaza, puesto que este las percibe solamente como un
gasto innecesario. En este punto, la argumentación de Nieto resulta muy coherente. Unas
páginas atrás, Nieto le señalaba a Santander: “no se le esconde a ninguno que de la libertad
que tenga cada uno de gobernar su casa, dependen sus recursos y mejoras, que otros no
tendrían los medios de proporcionarle” (“Carta”, 18). Así, una de las ventajas del sistema
federal consistiría en la capacidad de los habitantes de cada provincia de invertir sus rentas
“en utilidad de ellos mismos” (“Carta”, 19). Según la argumentación de Nieto, en la medida
que los funcionarios del interior pertenecían a otras provincias, éstos eran incapaces de
comprender las necesidades locales, las de su casa, por lo cual la federación debía permitir
que los habitantes de cada provincia pudieran conservar adecuadamente elementos con un
alto valor simbólico para ellos, como en este caso las murallas.
En cuanto a los otros tres ejemplos, dos de ellos muestran que el disgusto de Nieto
se dirigía a la burla que hacían los funcionarios centrales del nivel educativo y de las
particularidades culturales de los habitantes de Cartagena:
Un escritor de esa capital ha cometido la falta de moderación de decir al diputado Núñez en
su cara, que en Cartagena no había quien supiera escribir, cuando se trató de suprimir los
constitucionales. Los compañeros del señor doctor Cuervo han tenido el arrojo, faltando a la
consideración y hospitalidad que debe presentarse cuando se está en la casa ajena, de
burlarse delante del ciudadano Vicente Espinosa, vecino de esta ciudad, del modo de hablar
de los cartageneros y ridiculizar chocantemente sus costumbres. (22)
69
Como veremos en el siguiente capítulo, Nieto se interesó por construir paisajes, formas artísticas que le
asignan un valor estético a la naturaleza (Milani 2006, 66), en sus novelas en los cuales la provincia de
Cartagena aparece altamente idealizada y con características del locus amoenus. Esto permite inferir el interés
del cartagenero por resemantizar la imagen negativa que, a ojos de Nieto, se tenía de Cartagena.
67
Llama la atención en este pasaje la manera como el autor revela que, a sus ojos,
existían unas costumbres y un “modo” particular de hablar de sus conciudadanos. Además,
Nieto logra unir esos elementos culturales a la imagen de la “casa”, la cual le permite
establecer una diferencia entre los habitantes de otras casas, provincias, y los cartageneros.
Aunque en la “Carta” no intentó explicar ni profundizar en estas particularidades culturales,
es evidente que Nieto parece comenzar a pensar en los habitantes de su provincia como un
grupo de personas pertenecientes a una misma comunidad que comparten ciertos elementos
culturales, en este caso la lengua y las costumbres.
Por otro lado, el tercer ejemplo de Nieto muestra cómo los funcionarios centrales
crearon imaginarios negativos de los habitantes de Cartagena. Este ejemplo es utilizado
para volver a insistir en su inconformidad con el sistema centralista:
No hay uno que no sepa que cuando la transacción francesa, al escribirle el señor Pombo al
señor General López para que se hiciera cargo de la gobernación, creyendo que la había
entregado por la admisión de su renuncia, se le encarecía para que fuera él quien le diera
cumplimiento, “porque esos cartageneros (decía) no sirven más que para importunar al
gobierno con representaciones para empleos”. Frase que vieron muchos y que todos saben
de memoria. (22. Énfasis mío)
70
Hacia el final de la “Carta”, Nieto reconoce la autoridad de Santander y su relación con el él: “A usted solo,
en ejercicio del poder ejecutivo y a quien tengo por un amigo, hablaría con esta franqueza de opiniones y con
la ingenuidad propia de mi carácter republicano” (25).
68
Además, declara que su intención no es separatista (“Carta”, 25). Esta idea, que mantendrá
a lo largo de su vida pública, es de vital importancia en el modo como Nieto pensaba los
problemas de su nación, puesto que, en primer lugar, evidencia que se sentía ciudadano de
la República de la Nueva Granada y no solo cartagenero; y, en segundo lugar, confirma que
su intención era lograr que Cartagena tuviera la misma importancia que Santafé.
Ahora bien, el ensayo de 1838, Contesta, comienza con una declaración en la cual
Nieto confirma su adhesión a la República y su interés por instaurar el sistema federal. Así,
en concordancia con lo expuesto anteriormente, escribe:
Y cuando la comision se ha alarmado con esta indicacion tan pacífica y legal, ella se me ha
identificado con varios ciudadanos del interior que aferrados á sus esclusivos privilegios
provinciales, ven como una heregia politica el que se trate de federacion en la costa,
creyendo que el objetivo único es no depender de Bogotá, como si este sistéma no hubiera
de ser estensivo a toda la República. (Contesta, 2)
Resulta evidente que, a ojos de Nieto, la decisión tomada por el órgano de gobierno
estaba en contra del principio de soberanía popular. Según el cartagenero, en el artículo de
La Bandera Nacional, el rechazo de su propuesta se debió a que no era del “agrado del amo
presidente” (Respuesta, 55). Como demuestra el adjetivo utilizado por Nieto, su
inconformismo respecto al sistema centralista se radicaliza con la administración del
sucesor de Santander, José Ignacio Márquez. Cabe mencionar que estas ideas comienzan a
tomar un aire bélico:
cuando yo vea que la gran mayoria granadina se vuelve turbulenta reclamando la forma
federal, (i creame que no le miento), heteme aquí otra vez turbulento en defensa de la
opinion general, pues soi de los que saben sacar la cara sin esconderla nunca. (Respuesta
56)
En este sentido, este debate puede leerse como una antesala a la Guerra de los
Supremos que iniciaría poco después, puesto que la facción levantada en Cartagena, de la
cual hacía parte Nieto durante esta guerra civil, tuvo como una de sus banderas la oposición
71
En este trabajo citaremos una reimpresión hecha en Guayaquil por José Puga el 10 de enero de 1839.
70
a la administración del presidente Márquez y el apoyo a Obando, bajo el argumento de un
mal gasto del erario público y una forma de actuar poco patriótica (Matute 2010, 48)72. De
esta manera, comienza a tomar una forma más concreta la imagen de tiranía para Nieto que,
hasta ese momento, solamente había sido postulada y contra la cual, según Fals Borda
(1981), comenzaría a luchar73.
Por otro lado, los autores del Informe expresan su rechazo a la propuesta de Nieto,
argumentando que la implementación de este sistema traería más problemas a la nación y a
Cartagena que soluciones: “tendría por resultado el escándalo de nuevas ajitaciones
públicas que acabarìan de desacreditar el pais, la completa penuria, y al fin la guerra civil;
con cuyas calamidades, Cartajena […] perdería mas que las otras provincias” (1). Además,
los informantes se preocupan por aclarar que su rechazo a estas ideas constituye un acto de
suma lealtad al gobierno central, “porque mas de una vez se le ha querido presentar
(principalmente en el interior) siempre dispuesta a apoyar estas ideas” (1). Esto es
precisamente aquello de lo que hacen eco los editores del Argos, pero con un tono más
despectivo: “El [informe] da un tapaboca completo a esos espiritus inquietos, instigadores
del disparatado i antipatriotico proyecto de federacion” (1). En la perspectiva de este grupo,
el sistema federalista es producto de una facción antipatriótica, por lo que su
implementación solamente perjudicaría a la nación.
Como se puede notar, ambas facciones elaboraron un discurso similar en tanto
utilizaron conceptos equivalentes, por ejemplo, la idea de patriotismo está unida al sistema
que cada uno defiende. Si bien esto señala una construcción retórica propia de los debates
políticos, denuncia también el choque de intereses entre las dos facciones aquí
mencionadas. Mientras Nieto intentaba consolidar un sistema federalista con el fin de que
la provincia de Cartagena pudiera administrarse a sí misma, los defensores del sistema
centralista buscaban conservar los privilegios políticos y administrativos que este modo de
72
De hecho, la guerra civil se desató a raíz de la supresión de conventos menores de Pasto por orden del
gobierno. Sin embargo, en palabras de Tirado (1976), “la rebelión tomo cariz de cruzada, pero a los móviles
espirituales del ascético cura Villota se unieron los apetitos burocráticos del clero de la región y los intereses
internacionales” (14). En este sentido, tanto los intereses religiosos como los de cada provincia participante
fueron encausados a la administración y en Cartagena particularmente a la figura de Márquez. Sobre la
participación de Cartagena en la Guerra de los Supremos, recomiendo ver la tesis de Welcy Matute (2010)
titulada La guerra de los Supremos en la Costa Caribe colombiana: dicotomía entre intereses locales y
nacionales 1839-1842.
73
Como veremos en el siguiente capítulo, con Los Moriscos, la imagen del tirano adquiere una contrapartida
real, ya que, para Nieto, el gobierno centralista y la figura de Mosquera representan este concepto.
71
gobierno les ofrecía, como, por ejemplo, la concentración del poder en la capital de la
República. Sin duda, estos textos de Nieto constituyen una toma de posición en contra de
los funcionarios de este gobierno. Esto resulta fundamental para comprender la
participación del cartagenero en las guerras civiles de mitad de siglo XIX, puesto que,
incluso, los autores del Informe preveían que la cuestión federal llevaría a agitaciones en el
país.
Ahora bien, la segunda parte del comentario de Contesta muestra claramente que, a
ojos de Nieto, existe una relación entre la adopción del federalismo y los valores de
patriotismo e ilustración. Además, resulta muy significativo que el cartagenero le dé una
dimensión histórica al señalar que la elección por esta forma de gobierno constituye una
característica que han tenido los verdaderos “patriotas” e “ilustrados” a través del tiempo.
Sin embargo, Nieto realiza este comentario con la intención de valorar el pasado de su
provincia, más específicamente, el proceso de independencia adelantado en 1811, en el cual
Cartagena, según el Acta de independencia, se declaró un “Estado Libre, soberano e
independiente” (citado de Sourdis 1988, 29)74. Si bien este primer intento de Cartagena por
convertirse en un estado soberano fracasó con la Reconquista, Nieto lo recuerda para
defender el sistema federal y oponerse a los funcionarios del gobierno central. En este
sentido, el cartagenero les reprocha a los autores del Informe:
¡¡Manes ilustres de los Toledos, Granados, Torices, Lopez, Reales, Caveros, y demas
próceres de la independencia!! Si os levantaseis de vuestra mansion veneranda y oyeseis,
este oprobio hecho á la obra de vuestro patriotismo, volveriais al silencio de vuestros
sepulcros hechando á nuestra tierra una mirada de indignacion y esclamando ¿son estos los
hijos del año de 11? (Contestación, 2)
Como revela este fragmento, los apellidos de estas familias son tratados por Nieto
de la misma forma como la historiografía nacional trata los de Bolívar, Santander o Nariño,
como próceres de la independencia. Incluso, en la “Carta”, cuando se recuerda el problema
74
El 11 de noviembre de 1811, la junta autonomista logró en Cartagena declarar una separación absoluta
frente a la débil Corona española. Según Múnera (2005), este proceso se logró por la fuerte influencia que
logró ejercerse desde Mompóx a pesar de las élites comerciantes ubicadas en Cartagena. Este hecho fue
adquiriendo una relevancia simbólica importante, en el que El Argos americano jugó un papel fundamental,
hasta el punto de que hoy en día este día tiene el carácter de fiesta nacional. Sobre el problema de la
independencia en Cartagena recomiendo ver a Múnera, Alfonso (2005). Fronteras imaginadas: la
construcción de las razas y de la geografía en el siglo XIX colombiano.; Sourdis de la Vega, Adelaida (1998).
Cartagena de Indias durante la primera república 1810-1815; Gutiérrez Ardila, Daniel (2010). Un nuevo
reino: Geografía política, pactismo y diplomacia durante el interregno en Nueva Granada (1808-1816). Ver
referencias al final.
72
de la reconquista, el cartagenero usa la expresión “nuestros patriarcas” (21) para referirse a
estas mismas figuras. En este punto, vale la pena mencionar que, en Geografía, mientras
Nieto califica a hombres como Cavero de “distinguido” (44) al referirse a la historia de la
independencia, a Bolívar lo trata simplemente de “General” (57-58), nunca de libertador.
Además, cuando el cartagenero recuerda el sitio que hizo este a Cartagena desde el
Santuario de la Popa75, lo pinta como un hombre llevado por las pasiones y por intereses
personales. De la siguiente manera comenta la disputa de Bolívar con el coronel Manuel del
Castillo, encargado por el gobierno para defender la costa de los realistas antes que Bolívar:
Exaltados los ánimos y creyendo Bolívar ultrajado el carácter de General de la Unión de
que estaba revestido, en vez de dirigirse al punto que se le designó para recibir los
pertrechos, provocado por su competidor […] se acercó á la plaza, y la puso en asedio
situandose en la Popa, cuya determinación habiendo hecho acalorar a los partidos, dió lugar
á que se expulsasen de Cartagena varios ciudadanos por creérseles adictos. De aquí todas
las desgracias que se sucedieron […] Por esta guerra de personas sin causa legitima que la
justificára, se debilitó el espiritu público, decayeron los animos, y dió un tiempo mas que
sobrado, par que los realistas se preparasen y para que su jefe […] se atreviese á ofrecer sus
fuerzas al gobierno de Cartagena para destruir al general Bolívar. (Geografía, 58-59)
75
Santuario construido en 1609 que se encuentra ubicado en la cima del cerro que lleva su mismo nombre en
la ciudad de Cartagena. Este sirvió como convento de la orden de los Agustinos Recoletos y ha sido
escenarios bélicos en distintas ocasiones debido a que su tamaño permite una vista panorámica de Cartagena y
sus alrededores.
73
El sistema federalista adoptado durante ese período fue mostrado por estos primeros
historiadores como una insensatez y una adopción servil de modelos extranjeros (Gutiérrez
2010, 22-23). En este sentido, el sector político afín a este tipo de ideas (entre los que se
encontraban los editores de El Argos, una parte de la élite cartagenera como Bartolomé
Calvo, etc.) comenzó a crear un discurso que exaltó la gesta de Bolívar y que,
simultáneamente, desprestigió las figuras que favorecían el federalismo durante el
Interregno, salvo Nariño76.
En este orden de ideas, Contesta no solo responde al debate ya mencionado, sino
que se inserta en las discusiones por la definición de un proyecto de nación. Sin duda, la
defensa del federalismo de Nieto acarrea también la necesidad de definir una identidad
regional. Por este motivo, atendiendo al carácter púbico de ese ensayo, Nieto parece
dirigirse a sus conciudadanos cuando señala que
para el pueblo de Cartagena el escudo de armas de su estado y el recuerdo de su
primitiva soberanía, es un talisman tan supremo como lo es el pabellon tricolor de los
franceses cuya única insignia nacional mas poderosa que el oriflama de sus antiguos
reyes ó el estandarte sagrado de los turcos, los entuciasma haciendolos conducir mil
veces á la victoria y al templo de la inmoralidad [SIC]. (Contesta, 8)
76
Según Gutiérrez (2010), los intereses de las provincias nunca pudieron alinearse totalmente al de la capital,
que representaba Nariño, puesto que este buscaba concentrar el poder de manera centralista.
74
anacrónica el pasado previo a la creación del estado (1981, 9-12)77. En este sentido, resulta
llamativo el adjetivo “primitivo” utilizado por Nieto para calificar a la soberanía, si se tiene
en cuenta las dos décadas que separan al autor de los procesos de independencia. El hecho
de que Nieto ponga de relieve esta idea refuerza su intención de consolidar un proyecto de
nación bajo ideales ilustrados, lo cual resulta de suma importancia, si afirmamos junto con
Anderson (1991) que los nacionalismos fueron posibles gracias al pensamiento francés e
inglés del siglo XVIII.
Con todos estos elementos, Nieto intentó producir un discurso histórico con una
actitud romántica evidente. Desde su perspectiva, el pasado de Cartagena se caracterizaba
por la existencia de una soberanía e independencia que no existía ya en su presente, por lo
cual el federalismo aparece como un proyecto que permitiría recobrar lo perdido. Así, para
comprender este proyecto, resulta necesario tener en cuenta este deseo de Nieto que
atraviesa no solo su ensayística, sino también, como veremos, su novelística. En suma,
tanto la “Carta” como Contesta revelan un momento inicial de la necesidad de Nieto por
construir una comunidad de la provincia de Cartagena con el fin de superar los procesos
discriminatorios a los que su provincia era sometida. Para lograr esto, Nieto trató de
otorgarle sentido a todos estos elementos de su realidad histórica con el fin de consolidar en
el pueblo cartagenero un proceso de producción de identidad.
2.3 Producción literaria y política: un breve debate entre Juan José Nieto y José
Joaquín Ortiz
La reflexión sobre la literatura no ocupa tanto espacio en los ensayos de Juan José
Nieto. De la misma manera que sucede con el tema de la educación, no se han encontrado
documentos suficientes que permitan leer un pensamiento estético sistemático del
cartagenero. En efecto, de los documentos escritos por el cartagenero hasta ahora
encontrados, solamente en los prólogos de las novelas y un ensayo titulado Contestación a
una carta escrita en Bogota por el S. José Joaquín Ortiz Rojas al Sr. Bartolome Jose Calvo
y publicado en Cartagena el año de 1835, el cartagenero reflexionó sobre la literatura y las
funciones que esta debía desempeñar en la construcción de la nación. Debido a que los
prólogos serán analizados en el siguiente capítulo, pues son tomados en este trabajo como
77
El caso de la literatura nacional es muy representativo en este caso. Por ejemplo, los italianos consideran a
Dante como un poeta de su nación, aunque históricamente fue toscano.
75
un paratexto de las novelas, me centraré aquí en el otro escrito mencionado, porque
presenta una reflexión que hace posible una aproximación a la forma como los autores,
especialmente Nieto, percibían la producción literaria de la primera mitad del siglo XIX
colombiano.
Para comprender a cabalidad Contestación (1835), considero necesario ponerlo en
diálogo con una carta del tunjano José Joaquín Ortiz que aparece en el volumen Sulma,
seguida de “mis horas de descanso” (1834). No debe perderse de vista que los comentarios
realizados por los dos escritores se inscriben en las condiciones que ofrecía el ambiente
intelectual del momento, por lo cual se encuentran necesariamente unidos a su actividad
política. En el caso de Nieto, la defensa y promoción de los valores republicanos. Por esta
misma razón, estos escritos pueden ser interpretados como una toma de posición ética,
estética y política en el ámbito intelectual del momento. Sin perder de vista el asunto del
presente trabajo, el análisis del debate entablado entre estos intelectuales del siglo XIX,
Nieto y Ortiz, permite resolver preguntas tales como: ¿Qué tipo de valores éticos promueve
Nieto? ¿Cómo dialogan estos valores con las normas estéticas y las condiciones socio-
políticas de su momento histórico?
Contestación es un ensayo breve suscitado por los comentarios contra el gobierno
del entonces presidente Santander realizados por Ortiz en su carta dirigida a Bartolomé
Calvo en el año de 1833. Considerando esta perspectiva política, Fals Borda (1981) señala
la carta de Ortiz como “un ataque disimulado” hacia el gobierno de Santander y el texto de
Nieto como una defensa del santanderismo y del obandismo (51A). Sin embargo, es
necesario matizar la interpretación de Fals Borda, primero, porque Nieto (1835) deja
entrever en el texto sus desacuerdos con la administración del gobierno central: “nunca
debemos permitir que los defectos que tenga la administración refluyan en perjuicio del
país” (Contestación, 13-14)78. Segundo, porque considero necesario comprender la
orientación ideológica, política, de la reflexión que se hace sobre la producción de la
literatura nacional, como una particularidad del ambiente intelectual de la época. Como
podrá constatarse en las siguientes páginas, Nieto y Ortiz se preocuparon por la función
78
Esto permite darle mayor fuerza a la idea de que Nieto defendía más el sistema republicano y a sus
instituciones que al gobierno particular del momento. Esto puede percibirse en la insistencia en Contestación
(1835) de señalar el gobierno como imperfecto, pero su legitimidad en tanto fue elegido por la institución de
la democracia (13).
76
que, según ellos, debía adquirir la literatura en la concepción del Estado y la formulación
nación.
Por desgracia, la fuerte discriminación en contra de Nieto impidió que esta
discusión se prolongara. Esta segregación puede constatarse al final de Contestación, en
donde se lee la siguiente nota manuscrita que, según Fals Borda (1981), fue escrita por
Calvo79:
Este es un ignorante que quiere hacerse notar de cualq[uier] modo. No debe hacerzele caso,
porque el desprecio es la contestacion mas dolorosa q[ue] él puede recibir. Si fuera otra
persona se le habria [tachado] contestara [sic]; pero aqui se rien de sus escritos. (14)
Esta sentencia permite comprender la posición ocupada por Nieto en la élite letrada
cartagenera y en el ambiente intelectual del momento. Frente a ciertos intelectuales del
centro andino, como Ortiz, y para algunas familias tradicionales de Cartagena (Calvo,
Pombo, etc.), él no era más que “un recién llegado” (Bourdieu 2003, 89), por lo cual poseía
aún poca influencia social y política. Muy posiblemente, el motivo principal por el cual este
sector se refería de manera tan peyorativa a la producción intelectual de Nieto radique en su
origen étnico y racial. Según Fals Borda (1981), Nieto provenía de una clase social y racial
que constituía la periferia de la provincia de Cartagena: sus padres eran vendedores de
lámparas de algodón y su color de piel era el de un mestizo “triétnico”, compuesto de
mezclas variables de blanco, indio y negro (32A). El problema radicaba en el discurso
racialista producido por las élites tradicionales de Cartagena con el cual buscaban mantener
los privilegios políticos, económicos y sociales (Solano 2016).
En este orden de ideas, la posición de Nieto en el momento de publicación de
Contestación estuvo determinada por la oposición a este grupo que mantenía discursos
discriminatorios en la Provincia de Cartagena. Además, si tenemos en cuenta el lugar que
ocupaba Cartagena en ese momento, analizado en el apartado anterior, podemos afirmar
que Nieto se encontraba anclado en una posición subordinada en el ámbito de poder e
intelectual. Sin embargo, al menos en el ámbito de poder, su situación iría cambiando
puesto que llegó a ocupar los más altos cargos administrativos. Paradójicamente, la misma
discriminación ejercida por las élites aristocráticas, unida a la aparición de los discursos
79
El sociólogo colombiano le da la autoría a Calvo seguramente por ser el beneficiario de Ortiz en Cartagena;
sin embargo, la nota no está firmada, por lo que la autoría solo puede hipotética. Lo que si puede afirmarse es
que debía ser uno de los tantos enemigos que tenía Nieto ya para esa época. Ver Fals Borda (1981, 41A).
77
liberales que denunciaron esta situación, permitió que Nieto despertara, junto con otros,
“una conciencia sobre sus diferencias sociales respecto de las elites” (Solano 2016, 63).
Para Solano, esta situación le permitiría al cartagenero hacer uso de un discurso antiracial
con el cual pudo ganar el favor de las clases populares e ir ascendiendo paulatinamente. En
este sentido, el ascenso social de Nieto no se debió solamente a su matrimonio con la hija
de Cavero, familia que hacía parte de la élite comerciante, sino también a la idea de
movilidad social que comenzaba a aparecer con la eliminación de los privilegios
aristocráticos y el ascenso de una clase comerciante en la ciudad (Múnera 2005, 45-65). Por
todo esto, el debate entre Nieto y Ortiz precisa ser leído teniendo en cuenta la tensión entre
sus idearios como condiciones de enunciación condicionantes en sus escrituras.
En este orden de ideas, puede afirmarse que para Nieto la producción de la literatura
nacional debía, necesariamente, ir de la mano de los proyectos políticos del momento y
convertirse en promotora de los valores republicanos. Esta función que se le atribuye a la
literatura, unida a las condiciones del ambiente intelectual, parece responder al momento
histórico, social y cultural por el cual pasaba la entonces República de la Nueva Granada: el
encuentro entre el pasado colonial y los nuevos valores modernos, que se buscaban
implementar en el ethos de los ciudadanos neogranadinos, impone la necesidad de formular
nuevas tareas a los intelectuales y, al parecer, en particular, a los escritores de vocación
literaria. El debate entre Ortiz y Nieto revela que en su calidad de intelectuales
respondieron a esta necesidad histórica y asumieron compromisos condicionados por sus
creencias y principios axiológicos. El paralelo entre la carta de Ortiz y el ensayo de Nieto
permite observar las diferencias ideológicas entre dos representantes de sectores políticos
opuestos que le atribuyen a la producción literaria funciones claramente distintas. En este
sentido, sus textos pueden comprenderse como tomas de posición enfrentadas, no solo
porque constituyen textos en explícito diálogo, sino porque representan posturas
ideológicas distintas.
En primer lugar, resulta necesario analizar la perspectiva que se desprende de Ortiz
(1834). En el tomo de Sulma (1834), el editor, Bartolomé Calvo, escribe una “Advertencia
del editor”, en el cual presenta a Ortiz como poeta, oficio que percibe como una “carrera,
ardua en verdad, pero que conduce a la gloria” (Calvo 1834, III). El alto grado de
78
estimación que Calvo atribuye a la labor de poeta es coherente con su opinión sobre las
cosas que, según el editor, el lector encontraría en dicho volumen:
poemas […] en que se encomia la lucha por la libertad contra el despotismo; canciones
destinadas a celebrar inocentes amores; poesías dirigidas a reformar nuestras costumbres;
muchas dictadas únicamente por un corazón que sabe admirar las escenas de la naturaleza, ò
los encantos de la amistad; y finalmente, páginas consagradas con himnos religiosos. (Calvo
1834, III)
Este fragmento comprende las principales funciones que, intelectuales como Ortiz y
Calvo, atribuían a la literatura (arte poético y dramático) a inicios de 1830. De forma
explícita, el editor exalta en la poesía de Ortiz valores cristianos relacionados con la
religión católica, los amores castos, la lucha por la libertad y la reforma de las costumbres.
Según ellos, la literatura debía transmitir este tipo de valores en un momento en el cual no
estaban “de moda” en el país debido a que, para entonces, atravesaban un periodo de fuerte
tendencia liberal, la presidencia de Santander. Así, para Ortiz (1834), la literatura tiene un
lugar importante en el desarrollo de una república democrática, por lo cual esta poseía unas
claras funciones políticas:
Las tragedias, y toda especie de composiciones poéticas, son necesarias en un Estado de
hombres de razon, y mucho mas en el nuestro. Yo quisiera preguntar ¿dónde se manifestó
en esta ciudad ese espiritu de libertad y de republicanismo en el tiempo de la dictadura del
General Bolivar? (X)
79
Terminó la tragedia; y ya sea porque la presentacion no correspondio á los deseos de los
circunstantes, ò porque SULMA no vale nada, ò mas bien, y esto es lo que yo creo, porque
era un Ortiz su autor, no se dijo de ella ni bueno ni malo. El Presidente de la República, que
tan amigo se ha mostrado otras veces del adelantamiento de las luces entre nosotros […] no
abrió sus labios para saludarme. (VIII)
En este punto, el ataque de Ortiz se dirige hacia la figura del presidente como un
modo de expresar la desaprobación del rumbo que estaba tomando la República. Para el
escritor tunjano, la producción literaria se enfrentaba a tres problemas relacionados con la
administración nacional:
Yo decia entre mi: el gobierno es el que debe fomentar la civilizacion: à él toca dar impulso
à las luces, y él es el que debe hacer renacer el buen gusto. Pero en vano era todo […] De lo
que dejo dicho y de otras dos causas proviene, si no equivoco, el atraso grandísimo de
nuestro teatro: del estado continuo de agitacion de nuestra tierra; y del mal plan de
educacion establecido en las universidades. (IX)
Por otro lado, Ortiz (1834) se lamenta de “unos colegios en los que no se enseña ni
Latin, en donde el hombre gasta su paciencia, su plata y los mejores dias de la vida” (X).
En la perspectiva del escritor tunjano, el estado de la producción literaria se debía
precisamente a la falta de una instrucción que, por un lado, permitiera tratar los vastos
materiales que ofrecía el país; es decir, los paisajes de “un mundo vírgen” (IX); por otro, de
la ausencia de premios y distinciones para los jóvenes escritores (X). Para el autor de
Sulma, este problema residía en los gobernantes quienes se figuran “que la felicidad de un
pueblo consiste solo en tenerlo tranquilo, en que los mercaderes vendan, en que nosotros
compremos y comamos, y nada mas; ¿pero acaso no tenemos un alma racional que necesita
alimento, y quizà mas continuo?” (X). Evidentemente, este pasaje muestra la
inconformidad con las reformas educativas que se habían implementado en la década de
1830, en la presidencia de Santander. Durante este período, se volvieron a enseñar autores
80
como Bentham y Tracy, que habían sido prohibidos por Bolívar y que luego serían
reemplazados en 1844 por Jaime Balmes y Juan Heinecke, teólogos europeos, con el
regreso de la compañía de Jesús (Jaramillo 1994, 23-24). En Palabras de Jaramillo,
Para entonces, tanto Destut de Tracy como Bentham representaban la cultura burguesa, el
sensualismo y el utilitarismo, una doctrina secular que intentaba fundamentar la acción de
los hombres en sociedad sin acudir a una instancia trascendente o “metafísica”, la que
obviamente ocupa el centro en las muchas obras que en su breve vida elaboró el sacerdote
catalán. (1994, 24)
80
En La peregrinación de Alpha (1853), Manuel Ancízar, fundador de la Universidad Nacional y liberal
radical, se quejaba de los colegios en los cuales aún se impartía esta materia y no aquellas relacionadas con la
ciencia positiva y las doctrinas utilitaristas. De esta manera, la cuestión educativa fue fundamental en los
procesos políticos y en la constitución de los imaginarios sociales, como el rechazo del pasado colonial y la
aceptación de las corrientes de pensamiento provenientes de las potencias europeas y la norteamericana.
81
No crea U. que voy á criticar sus composiciones – yo no soy poeta; y cuando las he leido,
como me es enteramente desconocido ese arte sublime que anima y habla con tanta
vehemencia a las pasiones, solo han llamado mi atencion los argumentos. (Contestación, 3)
Así, aunque tuviera sus reservas con el gobierno de Santander, éste debía ser
defendido porque fue “elegido por la mayoría de la nacion […] porque es el gobierno de
una nacion libre y celosa, porque es el gobierno que marcha con el espiritu del siglo en que
vivimos, y porque no es un gobierno tiranico ni ilegitimo” (13). En este orden de ideas, el
cartagenero busca presentarse como un intelectual y no como escritor de ficción. Nieto
asume así el papel que cumplían otros letrados desde finales del siglo XVIII, quienes se
dieron a la tarea de definir los elementos simbólicos que debían constituir la identidad de
81
Este solo texto contradice la afirmación de Germán Arciniegas (2001) en el prólogo de la edición de
Ingermina realizada por EAFIT, según la cual, resulta imposible rescatar las lecturas literarias de Nieto (9-
10).
82
los americanos y, después, de los ciudadanos de la naciente república82. Desde esta
posición, Nieto formula unas funciones específicas para la producción literaria en la
República de la Nueva Granada y ataca las ideas postuladas por Ortiz.
Guiado por sus valores republicanos, Nieto señala la función que, a su parecer,
debían asumir los poetas y la poesía. De acuerdo con el cartagenero, los poetas estaban
llamados a convertirse en guías espirituales y a rescatar del pasado y de la historia nacional
los hechos heroicos para afianzarlos en la memoria nacional:
Todos los poetas se han hecho un deber en dedicar siempre una parte de sus composiciones
en honrar y dar nombre a su tierra natal publicando acciones de valor y de heroísmo.
¡Cuanta parte no han tenido las composiciones paeticas [sic] para exitar el patriotismo y el
entuciasmo, y aun para conducir el valor y el guerrero à la victoria! (Contestación, 12.
Énfasis mío.)
82
Sobre este tema recomiendo ver el libro de Renán Silva, Los ilustrados de la Nueva Granda, 1760-1808:
genealogía de una comunidad de interpretación (2002).
83
Más adelante veremos cómo Nieto asume esta tarea principalmente en la elaboración de su novela
Yngermina.
83
De la misma manera, el Mercantile dictionary (1845) está precedido de un pequeño
texto en lengua inglesa titulada “A short Sketch of the Republic of New Granada”, en el
cual Nieto realiza, en breve, el mismo trabajo que en su Geografía a nivel nacional, además
de una explicación de la manera cómo funcionaba la política y la administración
republicana, en un texto pensado para facilitar la comunicación con la comunidad
extranjera y las relaciones comerciales. Llama la atención que el texto comience con una
nota de carácter histórico: “New Granada is one of the three Republics into which, in 1830,
Columbia was Divided” (Mercantile 7). Además, presenta a los neogranadinos como
“liberal, sober, patient, gay, brave and so hospitable, that it is difficult to find their equals
on this respect” (Mercantile 7). Resulta evidente que aquí la intención de Nieto era
consolidar una imagen de una nación que poseía entonces un sistema político y
administrativo, unas fronteras, una historia, unos habitantes y un nombre propio. Como
profundizaré en el siguiente capítulo, sus novelas responden también a estas
preocupaciones, lo que explica la elección de temas y asuntos históricos para ellas.
A partir de la función asignada a la literatura en una República, en Contestación,
Nieto discute y ataca las posturas de Ortiz quien, desde su punto de vista, no cumplía sus
deberes patrióticos, sino que, por el contrario, difamaba a su nación. Así, el cartagenero le
reprocha: “Esa conducta de V. es tanto mas notable, cuanto que ella es del hijo de una
República naciente, que debiera esforzarse en darle credito en union de los demas sus
conciudadanos” (12). Razón por la cual Nieto afirma que el proceder de Ortiz corresponde
al de un poeta llevado por la pasión, ajeno a los problemas nacionales, embelesado en sí
mismo y fortalecido con argumentos injustos (11-13), poco apropiados para la situación y
aspiraciones del país. En pocas palabras, la sorpresa de Nieto consiste en que la ofensiva de
Ortiz no parece la de un poeta, puesto que es ajena a “la pluma de un joven ilustrado” (3).
Desde esta perspectiva, el cartagenero contraataca los principales puntos del texto de Ortiz:
la inestabilidad de la nación y el mal sistema educativo.
Nieto reacciona ante los comentarios de Ortiz que parecían enaltecer los gobiernos
monárquicos. Frente a esto, el cartagenero resalta en primer lugar el principio de la
igualdad para la producción literaria:
En los gobiernos republicanos es donde se abre un vasto campo à todos los ingenios – en
ellos, particularmente se han visto florecer los grandes hombres, las grandes acciones del
valor, del patriotismo y del saber, porque tanto para el magnate, como para el plebello, para
84
el rico y para el pobre, estan abiertos el camino de la inmortalidad y de la gloria y las
fuentes donde sin distincion beben todas las clases del ciudadano. (Contestación, 7)
85
encontramos un elemento en común: el autor siente la necesidad de resaltar el estado de
agitación de su país como una condición de enunciación de su obra84.
Desde mi punto de vista, este gesto no funciona solamente como una manera de
ofrecerle al lector un marco de referencia para su escritura, sino que parece formar parte de
una discusión más amplia sobre el lugar y la función de la literatura en una república que
aún no lograba consolidarse. Dentro de estos debates, entran sin duda las novelas de Nieto,
las cuales, como veremos en el siguiente capítulo, poseen un fuerte compromiso político, lo
cual, unido a su condición de exiliado, le da a una novela como Los Moriscos un tono de
denuncia frente a la situación política de la Republica de la Nueva Granada. Sin embargo,
desarrollar a cabalidad los avatares de esta discusión desborda los límites de esta
investigación.
Ahora bien, en cuanto al tema de la educación, Nieto defiende el esfuerzo del
gobierno por fundar más escuelas y por invertir “el tiempo y el dinero que precisamente se
habian de gastar en recompensar y honrar á los poetas, en pagar a los maestros que enseñen
a leer á multidud de granadinos, que han de ser algun dia utiles á su patria” (Contestación
11). En consecuencia, el cartagenero le reprocha a Ortiz su desconocimiento sobre el
progreso en las luces propiciado por la administración de Santander; además, resalta los
certámenes literarios y otros concursos realizados a nivel educativo (Contestación, 10-11).
Resulta evidente que Nieto se encuentra más preocupado por la enseñanza de las letras
como un medio para formar una sociedad más ilustrada, que por la producción literaria en
sí misma. En este sentido, el cartagenero busca demostrarle a Ortiz la existencia de un plan
educativo fuerte, en el cual la literatura se convertiría en una herramienta para la enseñanza.
En síntesis, la molestia de Nieto en Contestación se produjo por los ataques de Ortiz
al sistema republicano, lo que evidenció, según él, una falta de compromiso con la nación
como poeta. Sin embargo, Nieto, más allá de proteger el santanderismo, su intención
consistió en defender las instituciones que hacían posible un sistema republicano, pues este
representaba la libertad adquirida:
84
En Yngermina (1844) escribe: “[…] esta obra, compuesta, cuando oculto por los disturvios de la patia […]”
(IV); en Los moriscos (1845): “Expulsado tambien de mi patria, por una de esas demasias de poder tan
comunes en las conmosiones políticas” (2) [El énfasis es mío]; en Rosina (1850): “El autor de esta novela, a
causa de las conmosiones politicas” (La democracia julio 11 de 1850).
86
Si nosotros mismos atacamos nuestras propias instituciones, confirmamos lo que dicen
frecuentemente los rabiosos enemigos de la independencia; y es, que no servimos para
gobernar sino para ser gobernados, y con una barra de hierro (Contestación 13).
Este pasaje permite comprender que, para Nieto, las ideas de Ortiz resultaban
peligrosas para el sistema republicano, puesto que su ofensiva no hacía más que poner en
duda los procesos posteriores a la independencia. En esta medida, la discusión literaria
muestra claramente su unión con los problemas y discusiones políticos en la primera mitad
del siglo XIX. Por este motivo, puede afirmarse que, a partir de esto, se revela sobre todo
una preocupación por comprometer la literatura con la promoción de los valores defendidos
por cada sector político. Así pues, resulta sorprendente la manera como Nieto muestra la
producción literaria como un eje central en el desarrollo de un proyecto de nación. Frente a
esto, cabe preguntarse por el papel que cumplen sus novelas en este proyecto y si estas
responden a las funciones que su autor propone para la producción literaria en la República
de la Nueva Granada.
87
3. La ficción novelesca de Juan José Nieto y los problemas del medio siglo de la
República de la Nueva Granada
Las novelas que se conservan de Juan José Nieto fueron publicadas durante un
período de tan solo seis años. La primera, Yngermina o la hija de Calamar, se publicó en el
año de 1844, Los Moriscos en 1845 y Rosina o la prisión del castillo de Chagres en 1850.
Las dos primeras aparecieron en Kingston durante el exilio de Nieto luego de la derrota en
la Guerra de los Supremos, mientras que la tercera fue publicada en el periódico La
Democracia de Cartagena en 13 entregas entre el 11 de julio y el 10 de octubre de 185085.
Por otro lado, las fechas de composición de las obras resultan más inciertas debido a la
ausencia de manuscritos y otros documentos que atestigüen el proceso creador de Nieto.
Sin embargo, mientras se puede afirmar que Los Moriscos fue compuesta completamente
en el exilio, sobre todo por su temática, de las otras dos obras solo pueden plantearse
hipótesis.
Según el autor, la escritura de Yngermina tuvo lugar entre enero y mayo de 1842.
Así lo afirma en la dedicatoria titulada “Obsequio”, fechada el 21 de mayo de ese año: “no
me ha faltado razon para distraer el fastidio causado por un encierro de mas de cuatro
meses, en la composicion de esta otra Novela” (iii)86. Esta afirmación solo abre
interrogantes: ¿Nieto modificó la novela entre el momento enunciado en “Obsequio” y el
momento en que fue publicada? ¿A qué otra novela se refiere? Aunque seguramente se
refiere a Rosina, cabe la posibilidad de que se trate de la versión novelesca de su drama
Aurelia que había prometido según la nota publicada por Lorenzo María Lleras87.
El caso de Rosina resulta más enigmático. Según el prólogo publicado en la primera
entrega, Nieto escribió la novela durante su estadía en Chagres: “En aquella prision de
85
El título completo de Yngermina o la hija de Calamar viene acompañado de los siguientes subtítulos:
novela histórica, o recuerdos de la conquista (1533 a 1537), con una breve noticia de los usos costumbres i
religion del pueblo de Calamar. Vale la pena mencionar que fue publicada en dos tomos originalmente y que,
como se ha mencionado antes, esta novela ha tenido dos reediciones, una en 1998 a cargo de la Gobernación
de Bolívar y otra en el 2001 hecha por la editorial universitaria EAFIT. Según la “Nota a esta edición” de esta
última entrega, se corrigió y modernizó la ortografía presentada por la primera edición y la segunda. Sin
embargo, aquí citaremos la versión original a falta de una edición crítica que permita cotejar y justificar los
cambios realizados por las ediciones. De la misma manera, la edición digital de Rosina una digital elaborada
por el profesor Adolfo González Henríquez es sustancialmente una transcripción del original publicado en La
Democracia, por lo cual citaremos la original. Por su parte, Los moriscos es la única novela que no se ha
reeditado hasta el día de hoy. Como se puede ver, sin demeritar el valioso aporte que se ha hecho para reeditar
la obra de Nieto, urge fijar un texto en una edición crítica para el estudio de especialistas.
86
El encierro al que se refiere se trata de su estadía en Chagres, justo antes de partir a Kingston.
87
Ver el primer capítulo.
88
estado, en que el autor sufrió todos los males de aquel clima insalubre i bajo la influencia
de tiempo tan melancolico, fue que compuso estas cartas” (La Democracia 1)88. Al igual
que con el “Obsequio” de Yngermina, estas palabras plantean interrogantes: si compuso
estas cartas en 1842, ¿por qué esperó ocho años para publicarlas? ¿Qué cambios introdujo
en el momento de publicación en 1850? A diferencia de la primera novela de Nieto, Rosina
no posee ningún paratexto con fecha anterior a la publicación que permita esclarecer
algunos problemas. Muy probablemente la distancia temporal entre 1842 y 1850 le permitió
actualizar e incluir modificaciones que implican problemas del medio siglo y no de manera
exclusiva los de la Guerra de los Supremos. De hecho, estos problemas se hacen evidentes
en la trama de Rosina. Es una lástima que no tengamos la versión manuscrita para
establecer una comparación que permita abordar el sentido de las eventuales
modificaciones.
Debido a todo lo anterior, considero pertinente atenerme a la fecha de publicación
de Rosina para explicar los diálogos que establece el autor con sus obras y con los
problemas políticos y sociales de sus circunstancias históricas. Esto es de gran importancia
para el análisis de las obras de carácter ficcional de Nieto, puesto que, a pesar de la corta
distancia temporal que las separa, las particularidades del ambiente social e intelectual en la
República de la Nueva Granada, así como las condiciones en las que se encontraba el autor,
cambian entre 1842 y 1850. Durante este período de tiempo, en términos de la biografía del
autor, Nieto pasa de ser exiliado y vivir cinco años en esta condición, a volver y participar
de la vida pública de su ciudad. Además, el país pasa por un período breve de estabilidad
política en la presidencia de Pedro Alcántara Herrán y, de su suegro, Tomás Cipriano de
Mosquera, a la inestabilidad comenzada con las reformas del gobierno de José Hilario
López. Así, aunque la facción política afín al cartagenero haya perdido en la Guerra de los
Supremos, la revolución del 7 de marzo de 1849 logró instaurar en el poder un gobierno
que comenzó a implementar reformas de carácter liberal.89 En este sentido, estas diferencias
históricas condicionan el objeto estético sobre el cual Nieto dirige su actividad creadora
(Bajtín 1989, 23).
88
Debido a que el periódico La Democracia carece de paginación, he decidido citar los textos de este
periódico, incluyendo Rosina, con el número de la publicación.
89
En el capítulo anterior ya había mencionado la importancia de este suceso en la vida política de la
República de la Nueva Granada.
89
Antes de comenzar, resulta relevante señalar que las tres novelas de Nieto están
atravesadas por una fuerte intención histórica. A pesar de que Rosina carece del calificativo
“histórico”, el relato está claramente situado en el pasado colonial, frente al cual Nieto
realiza progresiones a su presente histórico, valorando el devenir temporal de la costa
Caribe. Sin duda, sus novelas ponen de relieve la conciencia histórica del autor presente
también en su ensayística, así como su actitud moderna frente a la realidad.
3.1. El discurso novelesco en Juan José Nieto: la función didáctica de la novela en la
República de la Nueva Granada
90
En dicho ensayo, el crítico colombiano señalaba las novelas del XIX como imperfectas: “La modificación
de la experiencia inmediata social, el estado mundial de la prosa, que implican una ampliación y nueva
vertebración de la experiencia de mundo, hacen posible que los escasos y precarios ensayos de novela
(María, de Jorge Isaacs; Cumandá, de Juan León Mera, por sólo citar ejemplos representativos), suscitados y
determinados formalmente por Marmontel, Chateaubriand y Saint-Pierre, sean asumidos y superados, y que el
género adquiera una forma novelesca autónoma y más claramente definida” (138)
91
Incluso puede cuestionarse la estabilización de la modernidad en nuestro continente y hablar más bien de
culturas híbridas (Canclini 1990), en un proceso constante de transculturación (Rama 1984). Incluso, en el
caso colombiano la idea de de Rubén Jaramillo (1994) de la postergación de la experiencia de la modernidad
es complementada por autores como Cruz Kronfly (1998), para quien en Colombia parecen convivir
simultáneamente un ethos moderno y uno premoderno.
90
la novela y la épica se oponen, en tanto formas surgidas de estructuras sociales distintas: “el
viejo problema se plantea una y otra vez: la afirmación de la supremacía de la colectividad
orgánica sobre la sociedad no comunal” (35). El surgimiento de los valores burgueses logró
desequilibrar el mundo organizado, característico de las sociedades premodernas, lo cual
dio paso al surgimiento de “individuos problemáticos” (Goldmann 1975, 30) que
percibieron en términos de crisis las instituciones sociales y que, en consecuencia,
asumieron una distancia entre su “Yo” y la realidad92.
En este orden de ideas, puede afirmarse que los procesos de independencia en el
territorio neogranadino funcionaron precisamente como ese momento de crisis y de
transición. Durante todo el siglo XIX, las discusiones sobre el proyecto de nación, así como
del lugar de la religión y de otras instituciones coloniales enfrentan a los neogranadinos a
nuevas realidades. En el caso de Nieto, la consciencia de la crisis resulta patente en los
prólogos de sus novelas. En las tres, el lector puede encontrar un gesto común: el
cartagenero expresa un estado de conmociones políticas que engloban su escritura ficcional
y que, por lo tanto, la motivan y condicionan. Tanto en Yngermina como en Los Moriscos,
Nieto percibe de manera problemática su condición personal y la de su patria. Así, en
Yngermina se lee:
Siendo esto asi, no me ha faltado razon, para distraer el fastidio causado por un encierro de
más de cuatro meses, en la composicion de esta otra novela [...] Y, ¿quien mas digna que tù
de que le dedique esta obra, compuesta cuando oculto por los disturbios de la patria, tù has
sido el balsamo consolador de mis tribulaciones? (Yngermina, III-IV)
92
Esta hipótesis implicó uno de los principales aportes de Goldmann a la teoría sociológica de la novela. A
diferencia de Lukács (1920), el sociólogo francés notó que lo problemático de la novela no residía solamente
en el plano ficcional, sino que el mismo novelista debía percibir su mundo de manera problemática para poder
configurar la búsqueda de un héroe y un mundo degradado (Goldmann 1975, 30-36)
91
Sin duda alguna, las novelas de Nieto no son ni un producto inmotivado, ni
obedecen exclusivamente al deseo de copiar por placer modelos y cánones extranjeros.
Como se puede percibir, su condición de preso y, luego, de exiliado lo lleva a evaluar
estéticamente su realidad, de forma que las problemáticas tratadas son ubicadas en un plano
eminentemente humano. En este sentido, la situación de crisis, producto de la inestabilidad
política de la República, fue percibida por Nieto de una manera problemática. Esto lleva al
autor a tomar distancia primero, en Yngermina, del Proyecto de Nación que las élites
andinas buscaban implementar en el territorio (Múnera 2005)93 y segundo, en Los
Moriscos, del gobierno central representado por una esfera de poder presidida por Tomás
Cipriano de Mosquera que, a sus ojos, llevó al país al borde de la guerra y a la
imposibilidad de la constitución de un estado republicano.
Por su parte, Rosina resulta un poco más particular. Si bien la “Advertencia”
aparecida en la primera entrega denuncia el mismo estado de tribulación y de crisis que en
sus novelas predecesoras, considero que en este caso funciona sobre todo como una
herramienta narrativa para reforzar el efecto de verosimilitud. En otras palabras, Nieto
quiso generar el efecto de que su obra fue compuesta en un “clima insalubre i bajo la
influencia de tiempo [...] melancólico” (La Democracia 32). Si se tiene en cuenta que el
objeto estético de Nieto no son los efectos generados por la Guerra de los Supremos tanto a
nivel personal como nacional, sino el momento de transición que suponen las reformas
liberales de medio siglo, el carácter problemático de Rosina debe variar con respecto al de
Los Moriscos. A mi modo de ver, Nieto toma posición contra las instituciones políticas y
económicas supervivientes del pasado colonial, mientras favorece los cambios que buscaba
instituir el liberalismo, lo que ya había notado González (2010), cuando señala que en la
obra están tematizadas la “corrupción política y administrativa, librecambio y
proteccionismo” (3), y lo que dialoga con la “Alocución” que haría un año después con
ocasión de la liberación de los esclavos.
Ahora bien, ¿qué funciones podían desempeñar las novelas de Nieto en el ambiente
intelectual del momento? Si bien algunas funciones son constitutivas de los géneros
particulares en los cuales escribe el autor, las cuales exploraremos más adelante, la función
93
Considero conveniente recordar que, según Avelar (2015), la propuesta de Yngermina resultaba ilegible en
el siglo XIX por contener una valoración distinta del pasado colonial y de la conquista. En los siguientes
apartados exploraremos un poco mas esta idea.
92
didáctica que se le atribuía a las novelas en el ambiente intelectual neogranadino es
transversal en las obras del cartagenero. En efecto, la corriente liberal de la primera mitad
del siglo XIX percibía a la literatura como un instrumento de enseñanzas morales. Para
ilustrar la anterior afirmación, quiero citar dos ejemplos que me parecen claves en el caso
de Nieto. En primer lugar, en el número 1 de La Democracia del 1 de marzo de 1849,
puede leerse una publicación sin firmar titulada “Estudios de la poesía”94. En este artículo,
pueden leerse una exaltación de esta forma literaria, en una perspectiva clásica, como un
género en el que el placer estético va de la mano de la lección moralizante:
Ella nos eleva en alas del éstasis, a la altura de los hombres esclarecidos cuyos hechos
admiramos; despierta en nosotros las ambiciones mas nobles; nos hace clementes,
filantrópicos, magnánimos, relijiosos; nos pone a pensar en lo grandioso, en lo heroico, en
lo sublime; hace brillar en nuestra alma la aureola de la inocencia que el aliento de las
pasiones habia oscurecido i nos dignifica, finalmente, para meditar en Dios. (La
Democracia 1)
94
Por desgracia, este es el único número en que se publica algo relacionado a la crítica literaria. De la misma
manera, ya que el artículo no se encuentra firmado, resultaría incorrecto afirmar que fue escrito por Nieto; sin
embargo, resulta innegable el diálogo que establecen las novelas de Nieto con las ideas expuestas en este
texto.
95
Mesalina fue esposa del emperador Claudio, famosa por las historias sobre adulterio y promiscuidad que
cometió estando casada.
93
evidente que los autores tienen una concepción de la literatura basada en la influencia que
ejerce el texto en el ánimo del lector:
Un poeta francés ha dicho que el corazon es una lira, i la metáfora es exacta: es una lira que
suena blanda o fuerte, dulce o amargamente, segun la naturaleza del soplo que la hace
vibrar. I la poesía con sus recitaciones tiernas, a la manera del céfiro, influye
irresistiblemente sobre la encordadura de esa lira, arrancándole los acordes sublimes de la
emoción. (La Democracia 1)
Sin embargo, esto no es una particularidad de los autores del periódico cartagenero.
Un año antes de esta publicación, Lorenzo María Lleras se vería en la necesidad de
justificar el teatro romántico que enseña en su institución educativa, el Colegio del Espíritu
Santo. Así, en el número 28 del 31 de enero de 1851 de La crónica mensual del Espíritu
Santo, órgano difusor de las actividades escolares, escribe “el objeto, pues, del teatro de
este colegio, es el de instruir deleitando á los alumnos que de él reportan inmediato
provecho, i también el de proporcionar á los amigos de la educacion el placer que
naturalmente deben producirles los progresos de ella” (6). A diferencia de los autores de La
Democracia, Lleras resalta de manera directa la función didáctica de la literatura,
apoyándose en el principio clásico de Horacio de instruir y deleitar (2003, 569). Sin duda
alguna, la literatura se pone al servicio de ciertos ideales políticos, por lo cual adquiere
funciones sociales, éticas y morales relacionadas con las necesidades de sector liberal de
mediados del siglo XIX.
En este orden de ideas, puede afirmarse que las tres novelas de Nieto participan de
su deseo por formar en valores republicanos a los ciudadanos de la Nueva Granada, por lo
que vuelve asumir el mismo papel de guía moral y autoridad que asume en sus textos de
intención formativa.96 Así, las novelas de Nieto son presentadas a los lectores como
modelos de virtudes morales, como puede apreciarse en la dedicatoria de Yngermina:
Y como mis intenciones en esta parte no pueden ser satisfechas con toda la munificencia de
mis deseos, no tengo otra cosa con que obsequiarte que con mi Yngermina que es un modelo
de tus virtudes, i que como hecha para ti, tù seras la unica que vera con indulgencia sus
defectos. (Yngermina, IV. Énfasis mío)
A diferencia de lo que opina Espinosa (2001), considero que Nieto busca señalar
que la novela entera, no solo el personaje epónimo, está construida a partir de los valores
que, según el autor, representa su esposa Teresa. Con este gesto, el cartagenero ubica la
96
Véase el capítulo anterior.
94
figura femenina en el centro de su escritura, tanto como modelo de virtudes, como de
receptora directa de su escritura. A mi modo de ver, este giro interpretativo enriquece la
novela, puesto que, de esta manera, dialoga con el ambiente intelectual neogranadino y
demostraría el diálogo del cartagenero con las incipientes normas estéticas sobre la novela
en el momento.
En el primer número de El Museo del primero de abril de 1849, su editor, Santiago
Pérez97 reeditó un texto en una sección que tituló “Las novelas” que había aparecido trece
años antes “en uno de los periódicos literarios que por primera vez se publicaban en esta
capital” (6). En efecto, la primera versión de este artículo aparece en el primer número del
11 de enero de 1836, de La Estrella Nacional, entre los editores se encontraban los
hermanos José Joaquín y Juan Francisco Ortiz y José Eusebio Caro98. Este hecho resulta
interesante por dos motivos principalmente, en primer lugar, porque pone en cuestión la
relación determinante entre la ideología política y la producción literaria, puesto que las dos
ediciones del texto fueron hechas por autores representantes de corrientes políticas
opuestas. Así, podemos preguntarnos ¿por qué dos periódicos con ideologías políticas tan
distintas deciden publicar un mismo artículo? ¿Qué sentido adquiere esta publicación trece
años después en un periódico liberal? Aunque contestar estas preguntas sobrepasa los
límites de esta investigación, a modo de hipótesis se puede plantear que la distinción radica
en las funciones que cada grupo le dio al texto en su momento histórico. Por otro lado, la
doble publicación de “Novelas” demuestra su fuerte influencia en la consolidación de una
norma en la composición de las primeras novelas colombianas (Rodríguez 2002, 48).
Ahora bien, de la reedición (El museo 1849)99 llama la atención que los editores
sean conscientes de la función moral de las novelas. De esta forma, su intención no se
97
Santiago Pérez (1830-1900) fue estudiante en el colegio de Lorenzo María Lleras, miembro del partido
liberal y presidente de Los Estados Unidos de Colombia entre 1874 y 1876. Además, fue poeta (ver Ensayos
liricos i poéticos [1851]), daramaturo (ver Jacobo Molai [1851]) y escritor de tema político.
98
Sobre La Estrella Nacional, recomiendo ver el artículo de Flor María Rodríguez Arenas (1996), “La
Estrella Nacional (1836): comienzos de la novela decimonónica en Colombia”.
99
Decido realizar el análisis a partir de la reedición del texto debido sobre todo a la afinidad ideológica de
Nieto con el liberalismo colombiano de la época. Además, luego de cotejar ambas versiones, considero que no
existe una diferencia significativa con respecto del texto original. De esta forma, considero que el artículo
“Novelas” adquiere mayor relevancia con respecto a mi objeto de estudio. En cualquier caso, sobre el análisis
de este texto en su primera versión, recomiendo revisar los dos trabajos de Flor María Rodríguez Arenas: “La
Estrella Nacional (1836): comienzos de la novela decimonónica en Colombia” (1996) y “Los orígenes de la
novela decimonónica colombiana: María Dolores o la historia de mi casamiento (1836) de José Joaquín
Ortiz” (2002).
95
encuentra muy lejos de la de los autores del texto, quienes realizan una valoración de
ciertas novelas a partir de sus propias concepciones morales y lineamientos ideológicos
(Rodríguez 2002, 43-48). Así, los reeditores señalan:
Prescindiendo del mérito intrínseco de este pequeño artículo, creemos que será visto con
interes, por cuanto las escelentes ideas en él contenidas son todavía aplicables, con corta
diferencia, a nuestra sociedad actual, cuyo gusto particularmente en las señoras, se ha
viciado con la lectura de malas novelas. Quizá logremos con esta insercion convertir aunque
sea un alma descarriada i dirijirla por el verdadero camino, con lo cual algo habremos
ganado. (6)
Como es visible, el autor se muestra preocupado por la lectura que hacen las
mujeres de las “malas novelas”, pues este género es, a excepción del “Viacrucis, Ordinario
de la misa i demas libros de devocion, [...], la lectura de una gran parte de señoritas
granadinas” (6). En este sentido, se ve con malos ojos aquellas obras en las cuales la
heroína podría representar modelos negativos, sobre todo, se condena tajantemente aquellas
escritas por mujeres, aunque también aparecen novelas escritas por hombres. Entre estas se
destacan las obras de Ann Radcliffe, Sophie Ristaud Cottin y La condesa de Genlis100.
Asimismo, advierten que, a pesar de poseer méritos literarios, la lectura de novelas, como
René, Atalá, de Chateaubriand, Pablo i Virginia de Saint-Pierre La nueva Eloísa de
Rousseau y las obras de Madame de Stäel, pueden resultar perjudiciales 101. Por el contrario,
el autor exalta sobre todo obras en las cuales las figuras femeninas no resultan
problemáticas según sus esquemas ideológicos, como El Quijote y L’histoire de Gil-Blas de
Santillane102, las novelas de Eugenio Sue, de Víctor Hugo y de Alejandro Dumas y
sobretodo “las novelas de Walter Scott”, que “son las que mas bien deben ser leidas por las
señoritas” (7-8). En este sentido, puede afirmarse que el modelo de la novela histórica no
solo cumplía con funciones dentro de la creación de un imaginario nacional, sino que
100
Ann Radcliffe (1764-1823) fue una novelista británica que escribió varias obras de características góticas.
Sophie Ristaud Cottin (1770-1807) fue novelista y poeta francesa durante el período de la Revolución.
Stéphanie Félicité Ducrest de Saint-Aubin, Condesa de Genlis (1746-1830) fue escritora y pedagoga
reconocida sobre todo por su escritura para niños.
101
Como ha destacado Rodríguez (2002), el rechazo por este tipo de heroínas, así como por la escritura
femenina obedeció a una particularidad cultural de la época a nivel europeo y latinoamericano (47). Por esto,
la autora señala la importancia del texto para comprender los problemas culturales relacionados al papel
subordinado de la mujer en el siglo XIX colombiano, como su difícil acceso a las letras y el control al que
eran sometidas sus acciones, lo cual permitía el mantenimiento del status quo (46-48). Sin embargo, faltaría
precisar si solo existía en el momento una imagen de la mujer; es decir, si acaso las afinidades ideológicas de
los intelectuales neogranadinos pudieron producir distintas imágenes de lo femenino y si eso se expresó en la
producción cultural.
102
Escrita por Alain-René Lesage (1735) es considerada como una de las últimas novelas picarescas escritas.
96
también servía a la función didáctica de la literatura de la época. Sobre este aspecto
profundizaremos en el siguiente apartado.
A pesar de todo esto, los autores de 1835 concluyen que la lectura de novelas es
perjudicial y poco recomendable al público femenino:
¿Conviene leer novelas?. . . . No hai duda que las novelas distraen i pulen el gusto i las
costumbres; pero siempre diremos nosotros que en jeneral su lectura disipa el ánimo,
estraga la sensibilidad, escita las pasiones, i ejerce malas influencias sobre las personas mui
impresionables, en especial sobre las mujeres. (8)
97
La muerte de familias enteras es pretexto para introducir la siguiente recomendación moral,
apelando a la condición de madre de las mujeres:
Si eres madre la que lees esto, llama tu hijo, estrechalo contra tu seno, acaricialo, derrama
sobre él lagrimas de alegria, por que tú i él estan esentos de los horrores de un naufragio; i
despues, con todo el fervor rogáras al pie del altar por la salud de tu hijo único si lo vieses
agonizando, ruega al padre de quien dependen todas nuestras esperanzas, para que a tí, i a él
los libre de semejante catástrofe. (19)103
Como se puede percibir, es patente el rol que asume el narrador-autor como guía
moral de la mujer, la cual aparece idealizada a partir de los valores relacionados a las
virtudes cristianas, en este caso la de madre y esposa. En este sentido, la mujer funciona, en
palabras de Goldwaser (2015), como “objeto de la ilustración”:
Ora como destinataria predilecta, ideal de un público que atiende las producciones
discursivas de los hombres románticos e ilustrados; ora como “mujer objeto” que
ejemplificaría un ideal, el de un receptor que escucha, lee pero no decide ni critica, es el
ideal de un público que se está formando para la República o el componente primordial del
orden social, útil para el acatamiento de la política doctrinaria de la época que es la que, al
fin y al cabo, abre paso discursivamente a la legitimidad de un Estado. (9)
Según esta interpretación, la convención de la mujer como receptora ideal funciona
como una creación discursiva que “permite el cruce entre el objetivo político [...] y el sujeto
que escribe” (10). En el caso de Nieto, la configuración de la figura femenina, en tanto
excusa para evidenciar valores republicanos, puede ser leída como una toma de posición
ética y política ligada a su preocupación por la educación de los neogranadinos y
neogranadinas, que ellas participaran también del proyecto de nación. Como exploraremos
en lo que sigue, los personajes femeninos cumplen otras funciones en las novelas de Nieto.
Por otro lado, la figura femenina debe considerarse también, a partir de su lugar
como instancia de consagración en el ámbito literario de la época. El valor de la figura
femenina como lectora de novelas constituye sin lugar a dudas un lugar importante dentro
de la creación novelesca del siglo XIX colombiano e incluso latinoamericano. Si bien falta
estudiar aún más los casos específicos, se pueden encontrar pistas que señalan la existencia
de esta particularidad en la escritura novelesca neogranadina. Además del artículo citado
más arriba, Vergara y Vergara señala como un acierto de los autores lograr despertar la
sensibilidad femenina, por lo cual escribe, para el caso de María: “Las mujeres la han
recibido con emoción profunda, han llorado sobre sus páginas, i el llanto de la mujer es
103
El énfasis es mío.
98
verdaderamente el laurel de gloria” (Cit. Padilla 2016a, 92). De esta forma, la figura
femenina
mas que receptoras de lecciones o modelos de comportamientos, aunque no se las presente
como lectoras dotadas de las disposiciones y competencias teórico estéticas necesarias para
conocer y reconocer una obra de arte, gracias a su sensibilidad, las mujeres aparecen aquí
como una instancia mediadora de consagración. (Padilla 2016a, 92)
Más allá del caso de Isaacs, esta hipótesis puede resultar productiva para
comprender el naciente campo de la novela en la Nueva Granada, así como lo intuye, por
ejemplo, Rodríguez (2002) para el caso de José Joaquín Ortiz o incluso en los casos en que
la misma escritura es realizada por mujeres, como Soledad Acosta de Samper. En este
sentido, la constante apelación a las lectoras y la fuerte reiteración de las enseñanzas
morales no es exclusiva de las novelas de Nieto, por lo cual esto amerita ser interpretado
como una particularidad del género novelesco en proceso de constitución en la República
de la Nueva Granada.
3.2 La novela histórica de Juan José Nieto: pasado e identidad en Yngermina y Los
Moriscos
El impacto de la novela histórica creada por Walter Scott en Latinoamérica fue
realmente sorprendente, si se tiene en cuenta que tan sólo a doce años de publicada su
primera obra, Waverly (1814), comenzaron a aparecer obras de ficción con el apelativo
“histórico”, como el Jicoténcal (1826) de autor anónimo104. De esta manera, al escribir
Yngermina y Los Moriscos, Nieto se apropia de una forma que ya había hecho eco en el
continente. Sin embargo, esto no significa que Nieto, ni los demás autores
latinoamericanos, hayan copiado servilmente el modelo scottiano105, sino que, valiéndome
de las palabras de Jitrik, la novela histórica fue “un modelo ‘oportuno’ porque daba forma a
una necesidad compleja que las culturas latinoamericanas en su nacimiento no podían
satisfacer por medios propios o en la espera de procesos propios” (1995, 35). ¿De qué
necesidad está hablando Jitrik? ¿Por qué los intelectuales latinoamericanos prestaron
atención a este modelo? A esta pregunta tan general, pero de vital importancia, Jitrik ofrece
una respuesta igualmente generalizante:
104
Seymour Menton (1993), al comienzo de su ensayo “La nueva novela histórica en América Latina”, ofrece
un panorama de las primeras obras de este género publicadas en el continente (35-36).
105
Como pudo observarse en el primer capítulo, los primeros comentadores de las obras de Nieto, como
Curcio (1957) y McGrady (1963), utilizaron este argumento para demeritar el valor estético de Yngermina y
de Los moriscos.
99
En América Latina, [...] a causa del vacío político y cultural que se abre bruscamente, las
preguntas [...] se especifican en el aspecto nacional. Dicho de otro modo, la novela histórica
latinoamericana no se pregunta por el ser ni por el destino de los individuos ni por su
procedencia mítica sino por lo que es una comunidad frente a la identidad bien establecida y
operante de otras comunidades. (40-41)
106
Cabe señalar que, con el ensayo, los intelectuales evidenciaron y discutieron estos mismos problemas, pero
su carácter inacabado y crítico (Bense 1942) no lo convertía el género adecuado para solucionarlos. En otras
palabras, los escritores no encontraron en el ensayo las capacidades de creación simbólica que si presentaba la
novela.
107
Jiconténcal (1926) y Guatimozín (1846) de Gertrudis de Avellaneda en latinoamérica, las obras de Felipe
Pérez, como Atahualpa (1856), El oídor Cortés de Meza (1845) y la misma Yngemina, en Colombia, son
ejemplos suficientes para mostrar la preferencia de estos temas en las plumas de los escritores
latinoamericanos.
108
Sobre la discusión de este género, destaco el clásico trabajo de Lukács, La novela histórica (1955), para
comprender el modelo de Walter Scott así como el surgimiento del género en el historicismo decimonónico;
el trabajo de Noé Jitrik, Historia e imaginación literaria (1995), que trata sobre el problema de la novela
histórica en latinoamérica. Asimismo, se pueden consultar los trabajos de Donald McGrady, La novela
histórica en Colombia (1962); Seymour Menton, “La nueva novela histórica en América latina” (1993);
Amado Alonso, Ensayo sobre la novela histórica (1942); de Manuel Enrique Silva, “Las novelas históricas de
100
Menton (1993) “Nueva novela histórica”, se problematiza no solo el discurso ficcional, sino
también el discurso histórico (Enrique 2008, 132-133), en la decimonónica o “tradicional”,
los autores parecen aceptar la diferencia entre ambos discursos, por lo menos en el caso de
Nieto. En este sentido, resulta sensato pensar la propuesta del cartagenero a partir de la
manera cómo la intención ficcional subordina la intención de verdad histórica (Jitrik 1995,
9-13); es decir, los contenidos tomados de la historia con un valor de verdad ontológica,
comprendidos como temas que se valoran a partir de la visión de mundo del autor (Bajtín
1989, 30-47), entran a la obra a funcionar dentro del universo estético configurado por el
novelista. La conciencia de escritura de Nieto permite apreciar esta afirmación:
Los que sacaron mas ventaja de esta clásica calamidad [la expulsión de los moros], fueron
los Romanceros, a quienes se proporcionó un campo fecundo de argumentos para sus
invenciones: i tanto, que hasta aca en este otro mundo de la America del Sur, ha venido a
subministrar al ultimo de los Granadinos, ideas, para decir tambien los suyo. Tan próspero
ha debido ser este Campo, que ha podido inspirar a un entendimiento tan árido como el del
Autor de esta Novela. (Los Moriscos, 2)
Como puede apreciarse, Nieto comprende la novela histórica como una forma
eminentemente ficcional, en la cual la historia entra solamente como motivos para que el
autor pueda expresar sus propias necesidades existenciales. Sin duda, Nieto es consciente
de que este género no busca contar la historia, sino expresar verdades humanas (Lukács
1955, 57). Además, si la intención de Nieto fuera participar del discurso histórico, hubiera
realizado un libro de Historia, como efectivamente lo hizo en 1839 con Geografía.
Por lo anterior, Nieto sintió la necesidad de señalar al lector, de manera explícita,
los acontecimientos de la novela que tomó directamente de la Historia. En sus tres obras,
aunque Rosina no sea una novela histórica, decide marcar con notas a pie de página los
eventos tomados del discurso histórico. Este aspecto composicional fue evaluado
negativamente por Espinosa (2001): “Ello parece impregnar su ficción de cierto halo de
fantasmagoría. Debió dejar que el lector expurgara por su cuenta el texto, ejercicio que a
algunos resulta estimulante y que otros desechan para poder sumergirse en el poder ficticio
del relato” (22). Sin embargo, este gesto demuestra la fuerte consciencia histórica y de
escritura de Nieto, puesto que revela precisamente cuando se entra a la ficción en la obra y
Germán Espinosa” (2008). De la misma manera, sobre el tema de la Historia como discurso, aunque existe
una vasta bibliografía, recomiendo ver a Barthes, “El discurso de la historia” (1967); los tres volúmenes de
Ricoeur, Tiempo y narración (1983-1985); White, El contenido de la forma (1992).
101
cuando no. En este sentido, como señala Padilla en su trabajo inédito sobre Yngermina109,
las narraciones de Nieto se encuentran siempre jalonadas por fechas y eventos verificables
“cuya intención es denotar una cronología” (12). En este sentido, más que ser un defecto,
constituye una particularidad de la escritura del cartagenero producto de su afán
historicista.
Por otro lado, esto no quiere decir que Nieto sea totalmente acrítico con el discurso
histórico. En la medida en que sus novelas son producto de una labor investigativa, el autor
toma posición también frente a los materiales consultados. De esta manera, los discursos
sobre la Historia compuestos por el cartagenero no son neutros ni objetivos, sino una
reconstrucción del pasado a partir de las huellas dejadas en los documentos (Ricoeur 1985,
802-816). En este sentido, Nieto realiza una actividad hermenéutica sobre estos que se
concretiza en ficciones o narraciones históricas, lo cual implica una construcción simbólica
del pasado a partir de su propia visión de mundo y de sus intereses comunicativos. Debe
distinguirse entre novela histórica, como un género cuyo objetivo es la ficción, y la
narración histórica como un método del discurso histórico (White 1992, 42). En cualquier
caso, según White (1992), “las teorías actuales del discurso disuelven la distinción entre
discursos realistas y ficcionales sobre la base de la presunción de una diferencia ontológica
entre sus respectivos referentes, reales e imaginarios, subrayando su común condición de
aparatos semiológicos que producen significados mediante la sustitución sistemática de
objetos significativos (contenidos conceptuales) por las entidades extradiscursivas que les
sirven de referente” (12).
Lo anterior se vuelve aún más evidente en la identificación entre el autor y el
narrador de sus novelas, puesto que revela de una manera más directa la intervención de
Nieto en la construcción de los hechos históricos, al trasladar a la ficción su propia voz.
Como veremos más adelante, el cartagenero no solo comenta algunos sucesos de su novela
con ejemplos de su presente, sino que también da juicios morales sobre las acciones
acontecidas; todo esto en un evidente proceso de creación estética.
109
Agradezco al profesor Iván Padilla por facilitarme su manuscrito del artículo inédito., titulado “Leyenda de
los orígenes y transculturación: Ingermina o la hija de Calamar (1844) de Juan José Nieto”. Este fue
construido a partir de las notas de clase para el curso sobre novela colombiana impartido durante el primer
semestre de 2016.
102
Lo anterior puede ser percibido tanto en Yngermina, como en Los Moriscos. En esta
última, puede leerse en el prólogo la evaluación de Nieto del suceso histórico, de la cual
llama la atención la relación que establece el autor entre el poder y la escritura misma de la
historia:
La administracion de aquel entonces, i los cronistas, cuya taréa, no es otra que hablar bien
de lo que sucede en la corte para quien escriben, hallaron necesaria la expulsion de los
Moros para asegurar el orden público. Comentadores no han faltado que los han
desmentido, probando que no hubo razon para nada. (Los Moriscos, 2)
103
75). Al igual que con la figura de Bolívar110, Nieto también realiza valoraciones de corte
moral a partir de la conquista, por ejemplo, cuando refiere el evento en el que los hermanos
Heredia son encarcelados por Badillo, evento ficcionalizado en la segunda parte de
Yngermina:
Nunca faltan émulos á los hombres que progresan, tanto mas en la carrera publica cuando
llevan tras de sí la noble autoridad de la distincion i el merito; y la envidia le suscitó
muchos enemigos á Heredia. (Geografía, 26)
Igual que con los referentes en Los Moriscos, los materiales históricos que usa Nieto
para la composición de Yngermina habían sido éticamente valorados previamente. Quiero
señalar tres ejemplos adicionales al nombrado en párrafos anteriores, para ilustrar la forma
como Nieto utilizó su investigación en la composición de Yngermina, lo que, sin duda, es
muestra de la manera como el autor realiza un proceso de estetización de los materiales
históricos que pasan a funcionar como parte del discurso ficcional.
En primer lugar, cuando describe la ciudad de Cartagena, establece una relación
entre el antiguo territorio de los Calamari y la organización actual del territorio: “el pueblo
primitivo donde fue fundada esta Ciudad [Cartagena] se llamaba por los indios naturales
Calamar ó Calamary” (Geografía 35). Evidentemente, esto dialoga con Yngermina, puesto
que, en el primer capítulo de la primera parte, el narrador interrumpe su labor para realizar
una progresión al presente en el momento en que señala la partida del pueblo de Calamar de
sus tierras e identifica este territorio como el de su patria: “Tenian razon los Calamareños:
su patria es hoy la mia” (Yngermina, 4). Además de permitir al lector comprender que el
narrador y el autor son la misma persona, esto da lugar a una descripción paisajística en la
cual se exalta el territorio, a la que volveremos unas páginas más adelante.
Por otro lado, en la Geografía, Nieto relata de esta manera la llegada de Heredia a
Calamar:
Al siguiente dia 14 al rayar la aurora se preparo el desembarco con las precauciones
convenientes para ocupar el pueblo de Calamar desamparado por los indios naturales,
sin embargo de haber mostrado al principio preparativos hostiles de resistencia. Solo
un indio viejo llamado Corienche se encontró en un rancho por imposibilitado para
escapar. (Geografía, 23)
110
Ver el segundo capítulo.
104
Cuando volvieron la espalda al ejercito enemigo, se dirigieron a sus casas; y como los
Castellanos temiesen que fuese alguna estratagema para inspirarles confianza y
atraerlos desprevenidos, por lo cual no avanzaron apresuradamente, esto dió lugar, a
que los Calamareños tuviesen tiempo de llevar con sigo todos sus bienes y familias.
Esta emigracion a cuya cabeza iba su gefe, no pudo abandonar sus hogares sin
derramar copiosas lagrimas de dolor por la perdida de la patria que presentian no
volver a pisar mas [...] El unico habitante que encontraron [Los Castellanos], fue un
indio llamado Corienche. (Yngermina, 3-5)
111
Agustino Recoleto que, según cuentan, viajó desde Ráquira para fundar el monasterio que hoy se encuentra
en el Cerro de la Popa en Cartagena.
112
Por desgracia, comprobar hasta qué punto se transforman las apreciaciones del monje agustino es
imposible debido a que no se ha encontrado el texto base utilizado por Nieto.
105
costumbres y maneras de un pueblo, implica el problema de la verosimilitud; es decir,
Nieto busca mostrar que su ficcionalización del pueblo de Calamar está basado en un
discurso con el valor de verdad. Esto también implica que el lector debería tomar como
ciertas todas las cosas dichas en este texto, incluidas las valoraciones sobre los
Calamareños. En este sentido, en la “Breve noticia”, se configura una imagen idealizada del
pueblo de Calamar atravesada por la axiología republicana de Nieto. Sin embargo, esta se
separa del cliché del “Buen salvaje”, como lo interpreta Espinosa (2001), en tanto no busca
mostrar al pueblo indígena en un estado previo a la civilización y, por tanto, “bueno”, en el
sentido configurado por Rousseau113. Por el contrario, en el texto se resalta de entrada el
carácter civilizado de los pobladores: “Entre todas las parcialidades de Indios que habia en
sus inmediaciones, la de Calamar era la mas numerosa, la mas fuerte y la mas civilizada”
(Yngermina, V).
En este orden de ideas, se resaltan las virtudes del pueblo que pueden compararse
con los ideales sociales republicanos y religiosos. Así por ejemplo, se resalta la ausencia de
sacrificios humanos, como una “costumbre rara, y benefica a la humanidad” (Yngermina,
VI); el profundo sentimiento de sus ritos fúnebres, puesto que “no carecian de una idea
aunque imperfecta de la otra vida” (Yngermina, VII); su conocimiento en la fabricación de
herramientas y objetos como canoas, joyería y textiles (Yngermina, VIII), lo que sin duda
es positivo ante una perspectiva de comercio liberal; el valor de la familia constituida por el
padre (Yngermina, XI); el hecho de que “aunque la poligamia estaba en uso, todo hombre
elegia una predilecta o favorita” quien “se reputaba como la dueña de los amores del
hombre que la elegía” (Yngermina, XI). De la misma forma, en el texto se rechazan las
costumbres como la poligamia y el modo de gobierno absoluto, por lo cual la imagen final
de los indios de Calamar es la de un pueblo semi-civilizado. Por este motivo, no se realiza
una exaltación completa del indígena, sino que se evidencian aún los prejuicios sobre este
pueblo en el siglo XIX: “Los Calamareños eran de buena estatura i bien formados: eran
fuertes sagaces y determinados, aunque no dejaban de participar de la mala fe que ha
distinguido generalmente a los indigenas” (Yngermina, XVIII).
En este orden de ideas, las novelas históricas de Nieto adquieren un carácter
simbólico. El material histórico entra en la obra y se pone al servicio de la ficción
113
Ver el segundo capítulo.
106
novelesca con el fin de expresar una verdad distinta a la del dato histórico, se trata de ir más
allá del dato conocido y de plantear el problema de la identidad en el momento que se
busca construir la nación. En otras palabras, la preocupación de Nieto de constituir una
identidad de la Provincia de Cartagena, explorada en el capítulo anterior, adquiere una
forma novelesca en Yngermina. Por el contrario, en Los Moriscos, se trata de una
comprensión de su devenir personal; es decir, Nieto busca en la historia modelos que le
permitan comprender y explicar su condición en el presente. ¿Cómo podemos percibir esto
en las novelas?
En primer lugar, el carácter épico que revisten los protagonistas de Yngermina y de
Los Moriscos, propio del modelo de la novela histórica de Scott114, le permite a Nieto, en
términos generales, convertirlos en seres en los que se exaltan y reúnen valores
representativos de una visión de mundo particular; es decir, se vuelven símbolos, modelos
éticos ideales, configurados a partir de la axiología del autor. En este sentido, la conducta
ética de los personajes estará muy bien definida por una exaltación de valores tales como la
fraternidad, la libertad y el virtuosismo cristiano. Por esta misma razón, los antagonismos
de estas dos novelas son bastante simples, en tanto se trata de crear binomios entre valores
opuestos (españoles buenos/malos, libertad/tiranía, piedad/crueldad, entre otros).
Ahora bien, en términos particulares, en Yngermina la intención es la construcción
de una leyenda regional a partir de la idea del mestizaje, los personajes representarán lo
mejor de los dos mundos: el carácter civilizador del español y el alto valor otorgado al
pasado indígena. En cuanto al primer aspecto, este recae sobre todo en lo religioso, que
aparece en Nieto bajo los lentes románticos del Chateaubriand del Génie du christianisme
(1803). El poeta francés señala, desde muy temprano en su obra, el carácter humanitario y
progresista de la religión:
De toutes les religions qui ont jamais existé la religion chrétienne est la plus poétique, la
plus humaine, la plus favorable à la liberté, aux arts et aux lettres; que le monde moderne le
doit tout, depuis l’agriculture jusqu’aux sciences abstraites [...] Il n’y a rien de plus divin
que sa morale; rien de plus aimable, de plus pompeux que ses dogmes, sa doctrine et son
culte [...] elle favorise le génie, épure le goût, développe les passionnes vertueuses, donne
114
Según Lukács (1955), el tratamiento épico de los personajes en la novela histórica debe ser entendido
como la exaltación de ciertos valores humanos, que muestran “las posibilidades humanas de heroísmo
siempre latentes en el pueblo y que aparecen ‘de repente’ en la superficie con arrobador impacto siempre que
se presenta una gran ocasión, siempre que una vida social, o también una vida personal, sufre una profunda
conmoción” (57)
107
de la vigueur à la pensée, offre des formes nobles à l’écrivain, et des moules parfaits à
l’artiste. (Chateaubriand 1966, 57)
De esta forma, la religión toma un lugar centra en la obra. Por esto, resulta de suma
importancia que la segunda parte de la novela comience con la llegada del Obispo a la
recién formada colonia: “Habia llegado a Cartagena su primer obispo Don Fray Tomás del
Toro. Yngermina estaba ya en el seno de la iglesia católica, pues de manos de este había
recibido el bautismo, despues de pasados los dias de duelo del Cacique” (Yngermina II, 1).
Como señala Avelar (2015), los problemas de las dos partes de Yngermina están claramente
delimitados; mientras la primera describe el proceso de conquista y las divisiones entre el
pueblo indígena, la segunda trata precisamente de los antagonismos morales entre los
españoles en la entrada a la colonia (43-44). Entonces, puede afirmarse que Nieto concebía
una estrecha relación entre el establecimiento del régimen colonial y la llegada de la
religión católica, de ahí que sea tan importante la conversión de Yngermina, en tanto ella
representa el proceso de mestizaje, como ya lo veremos.
En este orden de ideas, esta segunda parte trae consigo las divisiones éticas entre los
personajes españoles, entre el malvado Badillo y Peralta y los bondadosos Heredia y
Velasques, padre de Yngermina. Precisamente, el conflicto novelesco de esta parte radica
en que los primeros obstaculizan el matrimonio entre Alonso de Heredia e Yngermina. Sin
embargo, más allá del plano moral, resulta necesario ver que la confrontación entre Alonso
y Badillo radica sobretodo en su forma de gobierno, como lo resume Catarpa:
Es verdad que Heredia nos ha conquistado, i si somos su subditos, es porque los valientes
son dueños de la tierra; [ilegible] él ha embellecido su triumfo [Sic] con sus bondades, i nos
ha dejado en paz haciendo llevadera la esclavitud. Y Badillo, esa fiera que nos devora, ¿qué
bienes nos ha traido? Aqui mismo ves, que no siendo delincuentes nos hace sufrir, i que a
todos ha tratado y trata sin caridad, porque no nos tiene como hijos de un mismo criador.
(Yngermina II, 43)
108
Ahora bien, aunque los Heredia constituyen el cúmulo de virtudes cristianas,
Velasques tiene, a mi parecer, un mayor interés en la novela. Como relata el mismo
personaje, él resulta abandonado por sus compañeros durante la primera incursión en el
territorio Calamareño; luego, logra vincularse como miembro de otra tribu indígena en la
que logra gran reconocimiento debido a sus conocimientos para labrar la tierra, que lo llevó
a convertirse en el patriarca de una tribu (Yngermina I, 92-96). Finalmente, logra casarse
con una indígena, con la que concibe a Yngermina. Según Avelar (2015), este particular
proceso de transculturación llama la atención, puesto que se trata de una “indianización”
que “sirve para disolver el antagonismo político entre colonizadores y colonizados” (50).
Sin embargo, lejos de convertirse en un símbolo de mestizaje, el personaje exhibe un
sentimiento de nostalgia, por lo que se introduce en la novela recitando un romance que
demuestra su negación a aceptar su condición de indígena:
Aqui ignorado del mundo,
Bajo extraño clima i cielo,
De ti, me despido patria,
Que aqui dejo mis huesos. (Yngermina I, 74)
109
exquisito, formó un jardín para el recreo de su hija que dejó maravillados a sus huéspedes”
(Yngermina II, 79). De la descripción consecuente, resulta sorprendente la manera como
Nieto asume dos tradiciones de la literatura europea: el del jardín como “espacio agradable,
propicio para la recreación de los sentidos, la reflexión de los sentidos y el encuentro
amoroso” (Aguilar 2013, 167) y el del Locus amoenus115. Así, el narrador caracteriza el
lugar como una mansión que “no ofrecia sino risueños sitios para distraer los sufrimientos
del espiritu” (Yngermina II, 80). De la misma manera, el jardín de Yngermina posee todos
los elementos tópicos que describe Curtius (1955, 263-289): un espacio que propicia “el
reposo de los miembros fatigados del labrador” (Yngermina II, 80); una naturaleza
exuberante, de “follaje espeso” (Yngermina II, 79); fauna exótica, peces, “animales del
monte i [...] multitud de aves de diversas clases”. Finalmente, está el elemento acuático,
cargado además de una connotación erótica (única en la novela): “Yngermina distante de
ellos, se refrescaba en alguna fuente, tan bella y esbelta como una nayade, cuyas graciosas
formas procuraba en vano ocultar la transparencia de las aguas” (Yngermina II, 80). Todos
estos elementos son presentados bajo la imagen de una armonía entre la naturaleza y los
hombres.
Según se narra en la novela, la belleza natural recibe un agregado, gracias a la
capacidad estética del hombre europeo: “la posision que ocupaban naturalemente
agradable, fue embellecida por la direccion del viejo castellano” (Yngermina II, 79). De
esta manera, Nieto no condena la intervención de conquistador, sino que elogia su papel de
director en tanto permite el progreso de estos “naturales”, “encantados con una compañía
tan útil” (Yngermina II, 79). Seguramente, Nieto recurre conscientemente a estas
tradiciones para significar, en el plano semántico de la obra, el proceso transculturador que
supone el mestizaje, por lo cual, el jardín adquiere un carácter simbólico similar al de
Yngermina.
En cuanto a los personajes indígenas, Nieto configura en Catarpa, príncipe de
Calamar, un personaje representativo de las virtudes y defectos Calamareños que se
115
Estos tópicos fueron utilizados sobre todo en los libros de caballerías, fuente de la que posiblemente bebe
Nieto, lo cual no solo demuestra el conocimiento del autor de la literatura, sino también refuerza el sentido
épico de la narración de Yngermina. Sobre estos temas recomiendo consultar los artículos de la profesora
María del Rosario Aguilar, “Espesuras y teximientos de jazmines: Los jardines en los libros de caballerías
españoles, entre lo medieval y lo renacentista” (2010) y “La dualidad en la huerta del Primaleón: del hortus
deliciarium al jardín de los suplicios” (2013); además del libro de Ernst Curtius, Literatura europea y Edad
media latina (1955).
110
presentan en la “Breve Noticia”, además de que él personaliza el sentimiento nacionalista.
Así, este personaje se presenta como un joven impetuoso, incapaz de soportar la condición
de esclavos a la cual fue reducido su pueblo:
Los Indios de ambos pueblos [Calamar y Canapote] vivian tranquilos y contentos en
Canapote, sin echar menos su antigua independencia. Solo el joven Catarpa sombrio y
pensativo, caminaba con paso incierto como que le abrumaba algun peso que no podia
soportar: él miraba con despecho la conformidad de sus conciudadanos, i les ultrajaba por la
indiferencia en que habian caido, cuando acaban de quedarse sin libertad. (Yngermina I, 12)
Como evidencia este pasaje, Nieto no se preocupa por tratar de recrear un lenguaje
verosímil, sino que pone en boca de sus personajes términos que vehiculan valores
modernos, de carácter universal, que en principio podrían parecer anacrónicos en el
discurso de los indígenas, pero que, puestos en la perspectiva del discurso de los derechos y
leyes naturales (la libertad y la igualdad), resultan coherentes. En otras palabras, a ojos de
Nieto, Catarpa estaría realizando una defensa de valores ahistóricos, lo que resulta en una
exaltación del carácter civilizado de los Calamareños y, por ende, el pasado del pueblo
cartagenero. Así pues, la importancia del último príncipe de Calamar radica, primero, en su
capacidad de encarnar los derechos naturales, y segundo, en exaltar como algo inherente a
la naturaleza humana el amor a la tierra en la cual se ha nacido, metafóricamente la patria.
111
Por otro lado, el último príncipe de Calamar también representa en la novela la
supervivencia de las tradiciones de su pueblo, lo que permite evidenciar una crítica
particular al proceso de conquista. Así, aun habiendo aceptado su derrota y asumiendo la
fuerza del proceso histórico, nunca entrega su sentimiento de libertad ni su sentido de
pertenencia a su pueblo, por esta razón, se niega a renunciar a sus creencias y a recibir el
bautizo: “Catarpa no se prestó a esta condescendencia, i no se le compelió por
consideracion de Alonso, que ofreció persuadir por medios suaves, aquel genio que nadie
podia domar sin un explicito convencimiento” (Yngermina I, 68). Al rechazar los ritos de
iniciación católicos, toma una distancia crítica frente al proceso de colonización: “por mi
parte me encuentro mas feliz conservando mi independencia, errante por los bosques i entre
las bestias salvages, que sufrir la presencia siquiera de uno de nuestros opresores”
(Yngermina I, 18). Incluso, esta crítica se hace más evidente cuando los protagonistas de la
novela se encuentran en prisión y el Obispo se acerca para consolar a Yngermina; luego,
ella trata de persuadir de nuevo a su hermano, quien asume una posición ambivalente frente
al catolicismo:
Cesa de persuadirme [...] a que abrace otra religion: yo quiero conservar aunque sea esta
memoria de mi pueblo, pues quien reniega de su religion es capaz de renegar a su pátria; y
yo no me he propuesto aun renunciar a la mia. Yo he oido cuanto te ha dicho el Gran
Capahie de los cristianos, sus palabras eran dulces e insinuantes es verdad [...] mas......
todo se me borra, todo lo olvido, cuando recuerdo que esa religion que se dice ser tan
buena, es la misma que profesa el malvado autor de nuestras desdichas, i cuando en nombre
de ella, tambien se nos oprime i aniquila. 116 (Yngermina II, 42-43. Énfasis mío)
Como puede leerse, el personaje está dividido entre reconocer el consuelo que
ofrece la religión y su utilización como medio de justificación de las atrocidades de los
españoles. Si bien esto puede resultar contradictorio, Nieto tenía clara la diferencia entre
estas dos cosas. En Los Moriscos, el cartagenero sentencia así, esta misma conducta en el
rey Felipe III, quien justificó sus actos al creer que Dios estaba de su lado: “Tan atéo es el
que no cree en Dios, como el que lo toma por instrumento de sus iniquidades” (Los
Moriscos, 20). Entonces, puede afirmarse que el autor, mientras acepta el carácter
civilizador de la religión católica, rechaza su instrumentalización política. Al aparecer en
ambas novelas este problema, seguramente Nieto veía esto como un problema de la historia
de la Iglesia, lo que refuerza su posición sobre la separación de esta con el Estado. Así, el
116
Título que, como se cuenta en la “Brece Noticia”, era otorgado a los sacerdotes del pueblo de Calamar.
112
discurso novelesco le sirve a Nieto para tomar posición en contra de la religión como
institución social utilizada como medio de legitimación de las decisiones políticas. Sin
embargo, en Yngermina el acento recae en la evaluación del pasado colonial; mientras que,
en Los Moriscos, en el clientelismo del gobierno central de la República de la Nueva
Granada, a lo que volveremos más adelante.
Conforme a lo anterior, se puede adelantar que Nieto observó la colonia española
como un proceso históricamente inevitable, lo que lo lleva a realizar una evaluación de los
aspectos negativos y positivos de la misma. Esto lleva precisamente a cuestionar las
lecturas hechas sobre esta novela hasta este momento, puesto que se asume
apresuradamente que de esta se desprende una imagen benevolente del proceso de
conquista. Sin embargo, a partir de un personaje como Catarpa, el autor expresa una crítica
al proceso de colonización. De esta forma, este personaje, quien termina contrayendo
matrimonio con la hija del cacique de Turbaco, es pese a todo un personaje que afirma su
libertad de espíritu, su conciencia crítica y su pertenencia a las primitivas civilizaciones
americanas. En este sentido, la supervivencia del Calamareño parece ser un símbolo del
pasado soberano de Cartagena y de la valía de su gente para defender dicha soberanía. Sin
duda, esto entra en diálogo con la imagen del escudo de armas que Nieto configura en
Contesta (1838)117.
Ahora bien, mientras Catarpa representa el mundo de los Calamareños, Yngermina
representa el proceso de mestizaje, el encuentro de las dos culturas. De hecho, según
Padilla, el mismo nombre del personaje, y, por consecuencia, también el de la novela, posee
una función simbólica:
El nombre Ingermina está compuesto del prefijo “in” que significa “dentro de” y de la raíz
del verbo «germinar» que significa “empezar a crecer y a desarrollarse”, sentido aplicado
por lo general a una semilla que da origen a una planta [...] es decir, se trata de la “hija del
pueblo de Calamar” o de manera simbólica de la persona a partir de la cual germinará el
futuro pueblo de Cartagena. (Padilla 2016b, 16)
117
Como se describió en el capítulo anterior, Nieto utiliza este símbolo de características nacionales para
reunir en una comunidad al pueblo de Cartagena, puesto que el escudo de armas es un recuerdo de su
“primitiva soberanía” (Contesta, 8)
113
Dolores, Tránsito, Sulma, entre otros, refuerza el sentido simbólico de la protagonista y la
intención de Nieto de fundar una leyenda que tratara de explicar un origen común del
pueblo cartagenero. En este orden de ideas, es muy llamativo que Nieto configure el
carácter mestizo de su heroína, incluso antes de que se revelara su ascendencia española e
indígena, producto de la unión entre el español Velasques y una Calamareña. Precisamente,
son Alonso y su hermano, Pedro de Heredia, quienes se habían percatado de esta
particularidad de la protagonista:
Don Pedro [...] halló que la Calamareña excedia a la pintura que le habia hecho su hermano:
la encontró hermosa, respetuosa sin humillacion, de noble y modesto aspecto, con los
fundamentos de educacion suficiente para sacar de ella la digna esposa de un gefe
castellano. Notó ademas Heredia, la diferencia personal que habia entre ellas y sus
compatriotas: que se aproximaba mas a la clase Europea que a la indigena; i que sus gracias
i gentileza realzadas en gran manera, podian causar orgullo a la mas garbosa hija de la
risueña Andalucia. (Yngermina I, 48-49)
Sin embargo, lo más interesante de este pasaje resulta de una nota al pie, en la cual
Nieto regresa a su presente histórico para constatarle al lector el carácter simbólico de la
heroína de la novela, a la vez que denuncia el origen de un proceso cuyos efectos eran
claramente visibles en su momento histórico:
No son extrañas estas ecepciones: al contrario, son bastante frecuentes. El autor ha
conocido en la costa del Darien jovenes Indianas de color muy claro, y facciones bellas; y
en los pueblos de sotavento de Cartagena, muchachas de la misma raza de figuras
interesantes, que adornadas e introducidas en la sociedad de gran tono, harian muy bien el
papel de una señorita. (Yngermina I, 49)
Según lo anterior, el autor parece querer comunicar que el origen del pueblo de la
provincia de Cartagena no es ni español ni indígena, sino una mezcla de lo mejor de ambas.
Este carácter mestizo de Yngermina ha sido problematizado por comentaristas como Ortiz
(2008), para quien esto era una condescendencia de Nieto con el deseo de las élites de
consolidar “un orden deseado” (13). Precisamente, apoyado en las ideas sobre el papel del
mestizo en el siglo XIX de Múnera (2005, 129-142)118, el investigador rechaza el hecho de
que Nieto no representara nunca a la raza negra en sus obras, lo que es “una muestra
contundente de lo incómodo y problemático que era rescatar y estudiar el mundo negro en
Cartagena de Indias, mucho más para una figura que estaba tratando de fugársele a ese
118
La idea que atraviesa todo el libro de Múnera, Fronteras imaginadas: la construcción de las razas y de la
geografía en el siglo XIX colombiano, consiste en que los intelectuales costeños o ubicados en la costa, como
Jose Ignacio de Pombo, configuraron una imagen idealizada del mestizo y trataron de fundar, sobre esa raza,
las bases de un proyecto de nación (64-65).
114
estigma” (Ortiz 2008, 14). En respuesta a Ortiz (2008), Solano (2008) y Avelar (2011;
2015) argumentan que la ausencia de esto no resulta un defecto de la novela, ni debe ser
algo reprochable a Nieto, puesto que se debe precisamente al momento histórico
representado por Yngermina, mucho antes de la introducción de la raza negra en el
territorio americano.
A mi modo de ver, debido a que la elección de los temas en la obra de arte se
encuentra condicionada por la visión de mundo del autor, resulta significativo el argumento
de Ortiz (2008). Sin embargo, considero que esto debe leerse en relación al problema de la
discriminación que en Cartagena practicaba una parte de la élite para mantener los viejos
privilegios coloniales, tal como se expuso en el capítulo anterior. Como explica Múnera
(2005), la idea del mestizo en nuestro país fue un producto de José Ignacio de Pombo, un
representante de la élite comercial, quien intentaba superar la economía basada en la mano
de obra esclava al construir una imagen del mestizo como un ser apto para participar de la
sociedad civil, lo cual llevó a dotarlo de características nacionales (64-65; 129-142)119. La
institución de tal imaginario se enfrentó a la resistencia ejercida por el discurso
discriminatorio de aquellos que aún exhibían valores aristocráticos. En este sentido, puede
afirmarse que Nieto vio en esta imagen del mestizo una manera para tomar posición en
contra de las discriminaciones practicadas en Cartagena, tal como se explicó en el capítulo
anterior.120
De la misma manera, cabe considerar dos cosas más sobre Yngermina antes de
avanzar a Los Moriscos. En primer lugar, el carácter local que le imprime Nieto a la novela.
Como se vio en el segundo capítulo, la propuesta federal de Nieto estuvo atravesada por la
observación de las diferencias culturales entre la provincia de Cartagena y las provincias
del centro. El hecho de que el cartagenero remita su leyenda fundacional exclusivamente a
su región puede interpretarse también como una forma de exaltar su cultura ante las del
centro. En otras palabras, al señalar el carácter civilizado de los Calamareños y,
119
La creación de tal discurso favorecía sobre todo a los artesanos y a los individuos que sin ser esclavos,
debían vender su mano de obra en un estado sin las instituciones sociales que garantizaran un trabajo
asalariado. Estos eran conocidos en la época bajo la categoría “libres de todos los colores”; es decir, mestizos
como la familia de Nieto. Ver Múnera (2005) y Ortiz (2008).
120
Sin duda, esto no elimina las observaciones de Ortiz (2008). Es decir, el gesto de eliminar la raza negra en
la identidad cartagenera por parte de Nieto no está exenta de repercusiones políticas y participa del imaginario
discriminatorio a esa raza. Aunque esto resulta contradictorio para los lectores contemporáneos y un aspecto
del siglo XIX que amerita problematizarse y estudiarse, no era así para la conciencia de Nieto.
115
consecuentemente, de los cartageneros, Nieto discutió nuevamente con el imaginario
negativo de la costa instituido en el interior del país. Esto resulta evidente en la forma como
describe el paisaje cartagenero al comienzo de la novela. Sin lugar a dudas, este pasaje
cumple claramente funciones simbólicas, Nieto buscaba crear una imagen del territorio que
se contrapusiera a los imaginarios negativos sobre la Costa Caribe explorados a propósito
de la “Carta” en el capítulo anterior. De esta forma, esta descripción del territorio de
Cartagena constituye una toma de posición similar a la que se configura en el texto de
1835. Sin embargo, cabe notar que en este caso se trata de un texto de características
ficcionales, una novela, y no uno con carácter ensayístico y privado como el de la misiva.
El narrador-autor de Yngermina introduce la descripción del paisaje al inicio de la
novela, justo en el momento en que Ostarón, el último cacique de Calamar reconoce su
inferioridad militar con respecto al ejército español y decide ordenar a su pueblo abandonar
la tierra en la que viven. Esta situación es descrita de manera lacrimosa; es decir, la
narración se concentra en el sentimiento de tristeza e impotencia con el cual el pueblo
emprende su exilio: “asi reunida la familia de Calamar, se separó de su tierra natal,
volviendo muchas veces sus ojos anegados en llanto que no se cansaban de verla” (3)121.
Sin embargo, Nieto decide no colocar la reflexión paisajística en boca de los Calamareños,
sino que corta el hilo narrativo y crea una digresión que incluso saca al lector de la ficción:
“Tenian razon los Calamareños: su patria es hoy la mia; y si en otras partes las risueña
naturaleza tiene sus estaciones de gracia y de belleza, en Cartagena es siempre portentosa y
magnificiente” (4. Énfasis mío).
Con este gesto, Nieto indica, primero, que la reflexión siguiente no hace parte de la
trama narrativa; segundo, suspende el carácter ficcional del espacio al identificarlo con un
lugar real, propio de su horizonte de experiencias vividas; tercero, resalta el sentimiento de
amor patrio que teñirá la contemplación de Cartagena. Como todo en la escritura de Nieto,
estos elementos son totalmente intencionales. Esto se demuestra en la forma como cierra el
pasaje, en el cual aparecen reunidos estos elementos de forma sintética: “Pero me desviaba
- era por tí, patria mia, a quien quiero tanto” (5). Además, el mismo narrador-autor pone de
121
Este pasaje es una referencia a la tradición medieval española. Estas líneas de Nieto recuerdan los primeros
versos conservados del Mio Cid, en los cuales se cuenta el exilio del caballero de su tierra natal. De nuevo,
considero que estos elementos son conscientemente utilizados por el autor de Yngermina para reforzar el
sentido épico de su relato.
116
manifiesto su deseo de componer un paisaje, incluso, en una nota a pie de página, se atreve
a sugerir el Santuario de la Popa como lugar adecuado para la contemplación:
Todo, forma de Cartagena un paisage que visto desde cualquier eminencia, llena de
admiración al espectador, sin dejarle la naturaleza recurso a su imaginacion para
inventar bellezas, por que alli se le presenta a su contemplacion, en toda su magestad. . .
. . . (4-5)
Sin embargo, cabe preguntarse ¿cómo aparece “pintada” Cartagena a los ojos del
narrador-autor? ¿Por qué decide Nieto introducir esta digresión al comienzo de su novela?
La descripción de Cartagena exalta las bellezas del territorio de forma breve, dividida en
tres partes específicas. La primera consiste en la descripción del cielo, “hermoso como la
misma luz” (4). Nieto resalta la belleza del cielo cartagenero, en tanto es un cielo despejado
“cuyos variados i esplendentes colores vespertinos, pueden tomarse por modelo para
representar el firmamento que sirve de asiento al trono del Eterno” (4). En este punto
aparece la idiosincrasia masónica de Nieto: la naturaleza está regida por Dios, el todo
poderoso o el Eterno. La segunda parte es la descripción del mar que “como plata azota con
olas espumosas i lucientes como la nieve la playa arenosa guarnecida de sobervios muros”
(4). Finalmente, se llama la atención sobre la belleza de la tierra, “tantos bosquecillos de un
eterno verdor divididos por canales i lagos” (4).
Como se puede percibir en este pasaje, la experiencia de contemplación para Nieto
es pasiva y avasalladora; es decir, el espectador aparentemente no realiza ninguna actividad
productora frente al objeto real, sino que, similar al sublime kantiano, su espíritu queda en
una especie de éxtasis ante la grandeza de la naturaleza. Esta actitud frente al mundo
externo parece resultar de una especie de mezcla entre la perspectiva masónica y la del
idealismo alemán de inicios del siglo XIX. Según López Silvestre (2009), para los
idealistas “si la belleza es el despliegue libre de la fuerza productiva y organizadora, estará
presente en la naturaleza como algo esencial a ella y no como algo añadido por el ojo
humano” (16). Así, Nieto concibe que detrás de esa organización se encuentra el Eterno
como arquitecto, razón por la cual el sol obedece “a su pesar el mandato del todo poderoso,
que le ordena esconderse i seguir su curso para ir a alumbrar otras regiones” (4). En este
sentido, el autor de Yngermina configura una imagen eterna, no histórica, de Cartagena con
intenciones indentitarias. Así, se identifican el presente del momento de la narración con el
presente de lo narrado, por lo cual, la belleza del territorio aparece de forma imperecedera,
117
como un atributo esencial de la tierra de Cartagena. En suma, Nieto busca darle un valor
simbólico altísimo a la tierra, lo que configura un sentimiento nacionalista en sus obras.
El segundo aspecto que quiero considerar se relaciona con un paratexto de
Yngermina que ha sido ignorado totalmente por la crítica. En las dos reediciones de la
novela de Nieto, ha desaparecido la lista de suscriptores que aparece al final del segundo
volumen. La importancia que reviste esta página en la escritura de la novela constituye solo
otro argumento más que hace evidente la necesidad de una edición crítica de las obras del
cartagenero. Debido a que la obra fue publicada en Jamaica, los suscriptores no eran
neogranadinos, sino cubanos, jamaiquinos y, curiosamente, ingleses.122 Este último grupo
estaba conformado por David Turnbull, Altavilla, Sidney J. James y A. R. Hamilton. Estos
cuatro individuos se encontraban reunidos en la organización conocida como “la Comision
mixta de su Magestad Britanica” (Yngermina II, 110). Esta misión diplomática fue creada a
mediados del siglo XIX por el imperio Británico con el objetivo de abolir el tráfico de
esclavos123. La actividad de esta Comisión en la primera mitad de la década de 1840 creó
malestares en Cuba, debido a que su economía estaba basada en esta institución.124 La
relación directa con Nieto se explica muy probablemente por la filiación masónica del
cartagenero, gracias a la cual pudo acomodarse en la isla de Jamaica. Sin embargo, ¿cómo
condiciona la escritura de Nieto, el hecho de que supiera que su obra iba a ser leída por
fuera del territorio neogranadino? Por un lado, en la composición de la trama hay ciertas
señales que parecen dialogar con los intereses de sus suscriptores. En el segundo volumen
de Yngermina, el narrador relata la manera como Badillo redujo a la esclavitud a los
pueblos indígenas de la región con el fin de enviarlos a subastas y trabajos forzados
(Yngermina II, 16-17). Coherentemente, el narrador-autor condena este suceso y al
personaje que lo ejecuta.
Por otro lado, más allá de estos elementos episódicos, considero que, gracias a este
público extranjero, la función de la novela histórica latinoamericana resaltada por Jitrik
122
Por otro lado, la existencia de esta lista implica que, al menos de esta novela, se imprimieron varios
ejemplares. Por este motivo, existe la posibilidad de que en diferentes partes del mundo Yngermina haya sido
leída. Sin embargo, rastrear los avatares de estas copias es una acción que excede los límites de esta
investigación.
123
Sobre la actividad de esta Comisión Mixta, recomiendo ver a Roldan de Montaud, “La diplomacia
británica y la abolición del tráfico de esclavos cubanos” (1981) y “En los borrosos confines de la libertad: el
caso de los negros emancipados en Cuba, 1817-1870” (2011).
124
Según Montaud (1981), “En aquellos momentos se estaba manifestando un creciente descontento entre los
negros y un temor entre los blancos, que fue responsable de una salvaje represión” (222).
118
(1995) toma mucha más fuerza en relación con la escritura de Nieto. En otras palabras, el
cartagenero parece utilizar la oportunidad para exponer más allá de Cartagena y la
República de la Nueva Granada la identidad de su región. Sin duda, esto dialoga con la
clara intención del Mercantile dictionary (1845), el cual evidencia la preocupación de Nieto
en el exilio por establecer vínculos comerciales con países de habla inglesa, lo cual resulta
significativo si se tiene en cuenta que Inglaterra comenzaba a abrir relaciones comerciales y
a favorecer el libre cambio con otros países a través de sus colonias antillanas, como
Jamaica (Tirado 1979, 336). Así, a manera de hipótesis puede sugerirse que la función
simbólica de Yngermina buscaba mostrar a un público extranjero la imagen de una cultura
valiosa y civilizada con la cual se pudieran establecer relaciones más estrechas.125
Ahora bien, la propuesta en Los Moriscos amerita ser comprendida de manera
distinta que la de Yngermina. Mientras la primera novela de Nieto parece anclada en el
problema de la identidad de la Provincia de Cartagena, en su segunda novela, la pregunta se
dirige sobre todo a su identidad como individuo. En este caso, Nieto se acerca más al
problema romántico del “yo” y su lugar en la sociedad frente a estructuras sociales
percibidas como problemáticas (Jitrik 1995, 40). De esta manera, cobra suma importancia
la condición de exiliado del autor, pues lo ubica como un “individuo problemático” frente a
su realidad. Lejos de su patria, Nieto busca en la historia modelos que le permitan
comprender el momento de crisis por el cual estaba atravesando, ante lo cual, el suceso de
los moriscos parece adecuado. De esta forma, se establece una relación metafórica,
analógica, entre el evento del pasado y su momento histórico, por lo que aquel adquiere
significación a partir de la experiencia vivida de Nieto y, a su vez, resulta significativo para
explicar su propio presente.126 Por este motivo, el problema del exilio no debe ser tratado
como un simple tema en Los Moriscos, sino como parte de la génesis de la escritura
125
Aunque esta hipótesis es totalmente plausible, llegar a explicar los alcances de las intenciones de Nieto por
fuera de la República de la Nueva Granada necesita de un acervo de documentos más amplios del que se
dispone actualmente. Incluso, la ausencia de documentos sobre el autor más allá de las obras publicadas en el
exilio marca precisamente la dificultad de tal investigación.
126
En sus Tesis de filosofía de la historia (1940), Walter Benjamin escribe: “La historia es objeto de una
construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un pleno, ‘tiempo-
ahora’. Así, la antigua Roma fue para Robespierre un pasado cargado de ‘tiempo-ahora’ que él hacía saltar del
continuum de la historia. La Revolución Francesa se entendió a sí misma como una Roma que retorna” (2007,
73). De esta manera, puede afirmarse que el exilio de los moros resulta para Nieto un evento del pasado que
adquiere total relevancia desde sus experiencias presentes y que se convierte en un modelo para explicar su
problemático presente.
119
novelesca.127 Así, la novela está anclada sobre todo en las consecuencias humanas de
“aquellos que han sufrido la misma suerte que a mi me ha cabido” (Los Moriscos, 2-3).
Gracias a su carácter estético, Nieto logra posicionar su destino individual al nivel de una
verdad humana.
En este orden de ideas, el cartagenero aprovecha el carácter sígnico de la obra de
arte para comunicar la forma cómo percibía la realidad política de la República de la Nueva
Granada. En este sentido, Los Moriscos constituye una toma de posición en contra de las
políticas del gobierno centralista, intensificadas con la constitución de 1843 y el grupo
alrededor de la presidencia de Pedro Alcántara Herrán (1841-1845), que, a ojos de Nieto,
motivaron la Guerra de los Supremos y causaron su expulsión. Para explicar esto me
detendré en aspectos de la técnica narrativa utilizada por Nieto, más que en la simple
analogía con el dato histórico y el biográfico.
En primer lugar, según Curcio Altamar (1956), en Los Moriscos predomina una
prosa marcada por un tono sentimental, a pesar de la actitud crítica de Nieto: “la obra
critica, sin ensañarse, la medida del gobierno [su expulsión], pero tomando impulso, más
que en motivos sociales y políticos, en consideraciones de sentimentalismo efectista” (72).
En efecto, la segunda novela del autor privilegia la narración de episodios que pueden
configurarse con un tono patético, en el sentido aristotélico del término. De esto, se pueden
encontrar ejemplos prácticamente en cada capítulo de la novela, ya sea en la descripción de
las distintas masacres que sufren los moros o en aquellas dedicadas a sentimientos como el
amor filial o el amor patrio. De nuevo, deseo tomar solamente uno de estos momentos con
el fin de ilustrar este punto. Al inicio de la novela en el capítulo “La partida de la patria”,
luego de que el narrador realizara el marco histórico, se introduce a “Almumening, Morisco
de Granada” (Los Moriscos, 9), quien, antes de embarcarse al exilio contempla su hogar,
Valencia,
127
La relación entre su exilio y su escritura amerita ser investigada de una manera más profunda. Sin duda, el
estado de tribulación del autor fue un condicionante en la composición de su novela. ¿Por qué durante su
exilio decide expresarse sobre todo en el género novelesco? Seguramente, otras formas como la ensayística le
resultan insuficiente para expresar el carácter problemático de su presente. Aún más, la necesidad de buscar
ejemplos históricos revela lo difícil que era para el autor explicar satisfactoriamente su realidad. Sin embargo,
esto se sale de los límites de este trabajo cuyo tema principal es sobretodo delinear las estructuras axiológicas
que llevan a Nieto a expresar un problema de identidad en la primera mitad del siglo XIX colombiano y la
manera como este problema aparece transversalmente en sus obras ensayísticas y novelescas.
120
Al fin estregó sus manos, se estremeció su cuerpo, i lloró. Las dos puntas en que estaba
dividida su rubia barba, eran dos hilos de lagrimas cuyas gotas se eslabonaban unas con
otras hasta confundirse en el suelo. (Los Moriscos, 9)
128
Básicamente, Constanza aparece en los capítulos referidos más arriba sobre el lugar que ocupa la mujer en
las novelas de Nieto. Por este motivo, no profundizaremos más en ella, aunque cabe destacar su lugar en la
visión de mundo cristiana de Nieto.
121
Almumening, esposo de Constanza, aparece solamente en dos ocasiones en la
novela, la primera en el primer capítulo y la segunda en el capítulo VIII, titulado “El amor
conyugal”. Como se había mencionado unos párrafos antes, la primera aparición de este
personaje consiste principalmente en un discurso en el cual exalta su tierra natal a partir del
sentimiento de la patria, que define como una madre “benéfica i liberal” (Los Moriscos,
11). Sin embargo, el morisco es interrumpido por un soldado que se compadece de su gran
dolor y trata de instarlo para que se embarque; pero el morisco le contesta: “Castellano, el
dolor de dejar la tierra natal pertenece a todos los corazones, i tú mismo cualquiera que
seas, participas de él, tan solo de verselo sufrir a otro” (Los Moriscos, 11). En este sentido,
el sufrimiento del personaje de Nieto, producto de su alto amor a la patria, aparece como un
valor universal, por lo cual Almumening resulta digno de elogio y capaz de conmover hasta
las lágrimas a los hombres.
Por otro lado, el sentimiento de la patria le sirve a Nieto para representar la unión de
un pueblo a pesar de las distancias raciales o culturales que los separan; es decir, aparece la
idea de nación como un conjunto de individuos que comparten un amor a la tierra en la que
viven. Por esta razón, aunque moro, Almumening es ante todo un español, en tanto es
valenciano, lo que le permite tratar al castellano que lo interrumpe como compatriota:
“Abrazaronse [el moro y el castellano], lloraron juntos, i asidos de las manos bajaron de la
colina a la arena de la playa” (Los Moriscos, 11). A propósito, Nieto, quien nunca se
desconoció como neogranadino, parece llamar la atención sobre la diversidad cultural y
racial de su patria presentada a partir de las regiones, lo que seguramente dialoga con sus
intereses en la forma federal de gobierno.
De la misma manera, la segunda aparición de Almumening sirve para poner de
relieve el valor de la fraternidad, puesto que, aunque no lo conocían, todos sus compatriotas
acuden a visitarlo en su lecho de muerte. Por este motivo, este valor también es descrito en
tono generalizante, aunque presentado a partir de los nacionalismos:
Es en el estrangero donde se despiertan mas esas simpatias nacionales de los hijos de una
misma patria, i en que hasta se olvidan las injurias, para hacer lugar a los sentimientos
fraternales, estrechandose mas lo lazos de unión, entre los que son participes de una misma
desgracias. Por eso, todos los compatriotas del Morisco enfermo, acudieron a porfia a
prestarle sus ausilios. (Los Moriscos, 71)
Ahora bien, este sentido fraternal vuelve a ser representado en Algalib, quien
aparece por primera vez en el capítulo VI, titulado “El viage”, como esclavo del Dey del
122
serallo en el que terminan Constanza y algunos otros moros expulsados. Aunque
inicialmente se oculta al lector que en realidad es un español de nombre Alvar, que resulta
ser hermano de Constanza y Melischách, la preferida del Dey, Nieto resalta su valor por la
defensa de la libertad: “yo os acompaño: aunque mi situacion no es la vuestra, soi partidario
del oprimido, que siempre tiene derecho a la proteccion de corazones nobles i generosos.
La suerte de ustedes sera lá mia” (Los Moriscos, 57). Para el siguiente capítulo, “La huída”,
él mismo revela su origen español, lo que convierte su heroísmo, en una muestra de un alto
valor fraternal: “Solo me lleva a España ese instinto que nos arrastra hácia la patria, cuyo
amor se me ha exaltado mas, por las continuas alabanzas que he oído en boca de los
cautivos Españoles, que he conocido en las mazmorras de Argél” (Los Moriscos, 67-68).
De esta manera, Alvar ayudará a los moros que regresaron a España a combatir contra el
gobierno, con el fin de poder regresar a su tierra.
Sin embargo, el reconocimiento de Alvar como castellano no se reduce solamente a
lo anterior. En este punto, aparece la religión como un elemento de cohesión nacional Así
por ejemplo, cuando Alaglib se presenta ante Constanza tiene lugar el siguiente diálogo:
“Ven hijo a dar gracias al Señor junto conmigo, por habernos sacado de bien”
“Y yo tambien, ¿Por qué no?” interrumpió Algalib.
“Por que aunque Dios es el mismo para todos, cada uno tiene su modo de adorarlo, i tu no
tienes el mio.”
“Y crees que mi Dios es diferente al tuyo?”
“Lo creo: yo adoro el de los cristianos.”
“Y que piensas tu que soi yo?”
“Ynfiel, Mahometáno.”
“Te engañas Constanza; yo soi tan cristiano i Español como tu” (Los moriscos, 64)
En este punto, es visible de nuevo la afinidad de Nieto con las ideas de románticas
sobre la religión cristiana expuestas por Chateaubriand en Le génie du christianisme. Según
Padilla, el romántico francés concibió el cristianismo como una gran nación, idea que fue
retomada por los intelectuales neogranadinos para señalar la importancia de la religión en
los proyectos nacionales. El cartagenero hace parte de ese grupo de intelectuales que leen
políticamente las ideas de Chateaubriand no tanto para tratar “de ratificar la fe o la
revelación cristiana, sino la esencia católica de la nación” (Padilla 2014, 250). En esta obra
de Nieto, la religión se vuelve un elemento de cohesión entre la sociedad española, por lo
cual hace parte de la identidad cultural del pueblo: profesar la religión cristiana se vuelve
en la novela un valor positivo.
123
Finalmente, Alvar es capturado junto con sus compañeros; sin embargo, es en la
prisión donde adquiere la altura épica y donde se hace evidente su carácter problemático.
De esta forma, Nieto utiliza la voz del personaje para realizar una reflexión final que, sin
duda, resume toda la problemática de la obra. El prisionero se queja de su condición y
cuestiona al guardia por las razones por las cuales son tratados de manera inhumana, a lo
que el guardia le contesta: “Por que sois unos malvados conspiradores, a quienes se debe
maltratar i destruir” (Los Moriscos, 98). Lejos de elaborar un diálogo con el punto de vista
del gobierno tirano, Nieto configura un monólogo, en el cual, el guardia de la prisión
termina por cambiar su parecer. Así, el discurso de Alvar comienza de la siguiente forma
¿Cual es nuestro delito? Haber resistido a los decretos injustos de un Ministro de quien no
hai un buen Español que no se queje, expedidos en nombre de un monarca fascinado i
devoto, incapaz de conocer que lo toman por instrumento, para consumar la ruina de sus
subditos. (Los Moriscos, 98)
124
precisamente, a Tomás Cipriano de Mosquera con el favorito del Duque de Lerma, Rodrigo
Calderón129 quien, como señala Alvar
¿Es menos criminal que nosotros el favorito Calderon que tan torpemente gobierna la
España, señalado con el dedo de la opinion publica, como el autor de varios asesinatos,
perpetrados tan solo por deshacerse de hombres que podian servirle de obstaculo a los
planes de su ambicion? (Los Moriscos, 98)
129
Según cuenta Nieto, Felipe III delegó el poder al Duque de Lerma y este a su vez, a su favorito, Rodrigo
Calderón (Los Moriscos, 98). De esta forma, Nieto valora el proceso histórico y le atribuye a este último la
responsabilidad directa de los sucesos de Los Moriscos, puesto que manipularía al Duque para que, junto con
su hermano, el Cardenal Arzobispo de Toledo, Bernardo Rojas Sandoval, persuadieran al rey de tomar la
decisión. Por este motivo, Nieto parece percibir como el responsable de sus problemas a Mosquera, quien
inviste la autoridad militar y hace uso de ella para dirigir la defensa del gobierno y expulsar posteriormente a
Nieto, y a su hermano, quien fungía como arzobispo de Bogotá.
130
En el último capítulo de la obra “El suplicio”, el mismo Alvar señala que su muerte, como la de los moros
busca “saciar sus asquerosas antipatias de partido” (Los Moriscos, 111).
125
¿Y cual ha sido el fruto de esta guerra, que ha puesto al pais al borde del precipicio,
suscitada por pretestos religiosos, de que ni el mismo difunto monarca se curó, sinembargo,
de su inflecsible severidad, i sistematico fanatismo, para perturbar la quietud de tantos
laborosos ciudadanos que han desaparecido? Helo aqui: la devastacion de la España, la
matanza, o proscripcion de millares de Españoles. (Los Moriscos, 99. Énfasis mío.)
En este sentido, la Guerra de los Supremos aparece valorada por Nieto de manera
negativa, puesto que la ve como el resultado de una serie de decisiones motivadas por
intereses personales. Evidentemente, esto resulta paradójico. Las diferentes motivaciones
de la Guerra de los Supremos demuestran que fue un proceso complejo en el cual la
responsabilidad no recayó solamente en las decisiones del gobierno central. Vale recordar
que la chispa que suscitó la guerra en cuestión fue la supresión de algunos conventos en
Pasto y que, a medida que se desarrollaba la guerra, esta fue utilizada como pretexto para
otros fines políticos y económicos, como vimos en el capítulo anterior. En este sentido,
resulta pertinente comprender que la postura de Nieto es la de un derrotado, que trata de
justificar sus propias acciones a partir de la configuración de un antagonista éticamente
incorrecto, según sus propias valoraciones. En este orden de ideas, Alvar logra mover la
compasión del guardia, quien, persuadido, justifica él mismo las acciones tomadas por los
moros, por lo cual, cuando el preso le pregunta sobre qué podían hacer ante tales
condiciones de injusticia y opresión, este contesta: “Vencer o morir en la demanda” (Los
Moriscos, 101). Así, la resistencia de los moros, como la de las regiones neogranadinas, es
tratada en la novela como un ejemplo de “contraviolencia” en los términos expuestos por
Fals Borda (1981, 28B).
De cualquier forma, el acento del discurso de Alvar recae sobre las consecuencias
humanas de la guerra fratricida. El personaje no solo se queja de que los otros castellanos
los matasen “como si no fuesemos sus hermanos” (Los Moriscos, 100), sino también de la
manera como se aviva, por medio de la oficialidad, el odio hacia ellos: “Ha hecho tanto el
terror, aun en el ánimo de los menos pusilánimes, que se tiene como pecado el que se nos
compadezca, i como una sedicion, el pedir se nos reconcilie” (Los Moriscos, 100). Para
Nieto, los intereses de partido solo lograban la enemistad del mismo pueblo y la división de
la nación, por esto, cuando los moriscos condenados caminan al patíbulo, el narrador se
detiene para describir:
La ciudad estaba silenciosa, el pueblo consternado. Solo los partidarios del gobierno, que
haciendo alarde de carecer de sentimientos de humanidad, creían dar una prueba mas de su
126
adhesion aplaudiendo el exterminio de sus hermanos, eran los unicos que con satisfecha
continencia se daban la enhorabuena de aquel triunfo, que creian los aseguraba en el
pacifico goze de sus medros. (Los Moriscos, 116)
131
Isaacs en la década de 1860 compuso el siguiente poema con una increíble vigencia actual:
Delirante, sin fruto batallando,
el pueblo dividido se devora;
¡y son leones tus bandos, patria mía! (Isaacs 2006, 16).
127
Gran Burundún Burundán ha muerto, García Márquez e, incluso, entrado el siglo XXI,
Evelio Rosero, en Los ejércitos.
3.3 Rosina o la prisión del Castillo de Chagres: evaluación de una sociedad en
transición.
Aunque se haya hecho una edición digital de Rosina (2010), esta es la novela de
Nieto más desconocida por la crítica y la historiografía literaria. Mientras Los Moriscos es
referida en todas las historias de la literatura en las que se nombra a Yngermina (ver
capítulo 1), la última novela del autor se ha visto relegada a unas cuantas menciones y
analizada solamente en el artículo de Goldwaser (2015) y en el prólogo de su única
reedición. Puede afirmarse que su desconocimiento se debió en parte a sus condiciones de
publicación. El hecho de haber aparecido en un periódico en Cartagena, al margen del
circuito literario «oficial» de la época, dificultó su difusión en el centro del país desde
donde se establecían las normas literarias132 y entre los historiadores de la literatura que se
han atenido en muchas ocasiones a la información de los archivos y bibliotecas ubicadas en
Bogotá. Esto puede ser corroborado primero en el caso de Isidoro Laverde Amaya (1890;
1895), quien solamente reconoce las dos primeras novelas de Nieto (sin duda, a causa de
que fueron donadas en 1856 por el cartagenero a la Biblioteca Nacional en la capital del
país), y, más tardíamente en el siglo XXI, en el libro de Carmen Elisa Acosta (2009),
Lectura y Nación: novela por entregas en Colombia, 1840-1880, puesto que, en palabras de
ella misma, “dados los recursos, se limitó el trabajo a obras de posible consulta en
bibliotecas ubicadas en Bogotá” (22)133. La falta de una labor investigativa de la prensa, así
como de sus archivos regionales, es una tarea de urgente labor si se quiere reconstruir e
historiar la consolidación de un campo literario y los movimientos culturales y sociales del
siglo XIX colombiano, puesto que, de la misma manera que Rosina, deben existir
132
Resulta necesario recordar que la difusión de la novela se hizo al margen del circuito literario más
importante del momento: la prensa y los círculos literarios bogotanos como el del Mosaico (Padilla 2016a, 40-
42), que se fundará tan solo ocho años después de la publicación de Rosina.
133
Esto no deja de resultar paradójico, puesto que esta investigación fue realizada también casi
exclusivamente en las bibliotecas bogotanas, también a causa de motivos económicos. Las hemerotecas de la
Biblioteca Nacional y de la Luis Ángel Arango poseen copias físicas y en microfilm de periódicos de otras
partes del país, como el de La Democracia, por lo cual la omisión de la profesora Acosta (2009) se explica
fundamentalmente por la falta de conocimiento sobre estos materiales y la poca atención que la crítica le ha
prestado a las publicaciones no canónicas realizadas fuera del centro del país.
128
seguramente publicaciones literarias que merecen salir del olvido al que han sido relegadas
por esta centralización cultural.
En este orden de ideas, sobre Rosina solamente se ha resaltado la particular
configuración de los personajes y las voces femeninas (Goldwaser 2015), la cual es
presentada por González (2010) como una “sorpresa para los estereotipos del lector
contemporáneo: es una novela escrita por un hombre, pero narrada por mujeres” (2). Sin
entrar a discutir esta injustificada afirmación, la tercera novela de Nieto presenta algunas
particularidades composicionales que vale la pena analizar. Esta obra es claramente
diferente a Yngermina y Los Moriscos; se trata de una novela que se inscribe dentro del
género epistolar y que se focaliza desde el punto de vista de personajes exclusivamente
femeninos, posee ciertos elementos del costumbrismo que no se deben dejar pasar por alto
y, además, se encuentra ambientada al final del período colonial entre 1779 y 1784. En este
apartado, deseo hacer un comentario de estos elementos para situar los problemas sobre los
que reflexiona Nieto puesto que están ligados de manera casi total a una evaluación del
pasado colonial y sus efectos o alcances en el presente de la composición de la novela.
Como acabo de mencionar, Rosina es fundamentalmente una novela epistolar; es
decir, su trama la constituye el intercambio de correspondencia entre los personajes que
participan de la acción. Si atendemos al comentario de Acosta (2009), según el cual “la
primera novela epistolar publicada en Colombia fue La paloma de Alejandro Dumas, en El
pasatiempo de 1851” (150), la novela de Nieto vendría a ser en realidad la primera de su
género en el país, por ser publicada un año antes que la de Dumas y casi veinte años antes
que la del colombiano José María Samper, Un drama íntimo (1869).134 Por este motivo, a
diferencia de sus otras dos novelas, Nieto mira sobre todo a los modelos europeos, novelas
por cartas escritas a lo largo del siglo XVIII, por lo cual, debido a sus lecturas políticas,
puede decirse que debió conocer Lettres persanas (1721) del Conde de Montesquieu y La
nouvelle Héloïse (1761) de Rousseau; aunque también pudo conocer la obra de Richardson,
Pamela or virtue rewarded (1741) y Clarissa, The History of a Young Lady, y Las cartas
marruecas (1793) del español José Cadalso. A pesar de que el interés no es realizar una
134
Ante el desconocimiento de los acervos documentales y periodísticos de nuestro país, solamente se puede
hacer esta afirmación de manera provisional; es decir, seguramente las investigaciones posteriores revelarán
nueva información sobre el origen de los géneros novelescos en la República de la Nueva Granada.
129
comparación para determinar hasta qué punto estas obras influyeron en la composición de
Rosina, vale la pena comentar un poco este problema.
En primer lugar, hay una diferencia notable en la presentación de la obra de Nieto
con respecto de la de los demás autores. Al revisar los prólogos, advertencias u otros
paratextos previos a las cartas, puede advertirse que los autores se presentan a sí mismos
como editores o compiladores de una correspondencia. Esto se hacía para crear la ilusión de
verdad, de que la obra fue escrita por individuos que participan de la sociedad en la que fue
escrita, lo que seguramente cumplía funciones narrativas según los intereses particulares de
cada escritor.135 Por su parte, Nieto reclama sin lugar a dudas su novela como una obra de
ficción, puesto que se reconoce como “el autor de esta novela [...] que compuso estas
cartas” (La Democracia 32). ¿Por qué el cartagenero decide no obedecer esta convención
del género? Como ya había mencionado más arriba, el autor quiere mostrarle al lector una
relación entre su situación existencial y su la escritura; es decir, las difíciles circunstancias
de su estadía en Chagres se transponen a su ejercicio como novelista: “lo que haya de triste
en ellas, efecto es de su ánimo en tal entonces” (La Democracia 32). Esta afirmación indica
el tipo de diálogo que Nieto establece con el romanticismo, particularmente con la idea
según la cual el estado del alma humana es análogo al estado de la naturaleza, lo cual le da
un momento de verdad estética a la novela, en tanto se le otorga al mundo externo belleza
por medio de la representación artística136. En esta perspectiva, la atmósfera “insalubre” y
“melancólica” de la prisión panameña no solo explicaría el tono de las cartas, sino que
ubicaría el discurso novelesco a nivel de la verdad humana. A igual que en sus otras dos
novelas, Nieto sitúa sus ficciones ante el lector como reflexiones ancladas en la condición
del ser humano en unas condiciones particulares.
Sin embargo, esto no debe leerse aisladamente del resto de la “Advertencia”, en la
cual el cartagenero relata la anécdota de como Mosquera, mostrado igual que en Los
Moriscos, lo desvía de Jamaica a Chagres. De esta forma, Nieto se ubica en el prólogo
como una víctima que sufre en una “prision de estado” injustificadamente, por lo que su
135
De los autores mencionados anteriormente, solamente Rousseau pone en entredicho el carácter real de las
cartas y su función como editor, de modo que deja la duda al lector sobre si la obra es enteramente una
ficción.
136
Según Hegel en su Estética (1989), “la belleza natural es todavía enteramente exterior, no tiene conciencia
de sí; no es bella sino para la inteligencia que la contempla” (120). El arte, que proviene de la contemplación
de lo bello, posee una belleza mayor que la que pueda llegar a poseer la naturaleza debido a la facultad
creativa del hombre.
130
novela, junto con sus matices tristes, sería una consecuencia de todo esto. De esta forma,
Rosina adquiere un carácter claramente político. En mi concepto, el deseo de Nieto de
transparentar el carácter ficcional de su obra se relaciona con estas circunstancias
históricas, puesto que no debe olvidarse que la novela fue publicada en un periódico de que
apoyaba el gobierno recién instituido de José Hilario López y su reforma liberal y que
rechazaba las políticas centralistas. Así, el hecho de que Nieto se presente como el escritor
de las cartas constituye un efecto de verdad para el lector, en tanto que, al mostrarse el
autor como alguien que ha sufrido estas experiencias transpuestas en el texto, estaría
avalando las reflexiones y observaciones sobre los problemas contenidos en la novela, los
cuales apuntan al momento de publicación de Rosina.
Ahora bien, otra particularidad que ofrece la novela de Nieto es el momento
temporal representado; mientras las novelas epistolares referidas más arriba ofrecen una
representación anclada en el presente del autor, Nieto ubica la correspondencia ficcional
medio siglo antes de su problemático presente. A diferencia de Los Moriscos o Yngermina,
en Rosina, la intención del autor no es configurar una novela histórica, que cuente una
leyenda fundacional o que sirva de modelo para explicar su presente; además, esta novela
no tiene los rasgos formales de este género. Entonces, ¿por qué se recurre a la
ficcionalización del pasado en Rosina, si la “Advertencia” nos ubica en problemas
contemporáneos del autor? A mi juicio, el problema central de la novela se encuentra en el
diálogo que establece el pasado representado con las condiciones presentes del autor. En
este sentido, el hecho de que Nieto sitúe históricamente la obra al final del periodo colonial
y, particularmente, en la costa Caribe neogranadina, lo que en ese momento eran las
provincias de Cartagena y de Panamá, evidencia su preocupación por el momento de
transición y una valoración particular del pasado español, distinta a la de Yngermina. Sin
embargo, la posición favorable del autor con respecto a estos cambios es mostrada, en
palabras de González (2010), en el “final feliz” de la novela. Para explicar lo anterior,
deseo analizar las voces narrativas principales de la novela, correspondientes a los
personajes femeninos. Además de las cartas, Nieto inserta la historia intercalada de Doña
Inés del Torrijo, contada por ella misma, y el diario íntimo de Rosina; sin embargo, todas
estas narraciones hacen gala de un tono intimista, lo que sin duda es una particularidad de
la novela epistolar.
131
La historia de Doña Inés del Torrijo resulta de gran interés no solo por el espacio
que el autor le dedica, ocupa dos entregas y media de las trece que componen Rosina, sino
también por los problemas representados a través este personaje. Inés aparece en la obra
como la criada de Clementina; sin embargo, a ojos de la narradora, se trata de una persona
fuera de lo común por la manera de relacionarse con ella: “Desde que la encontré aquí,
noté, que no era una persona tan comun para ser criada; porque me daba ratos de
conversacion bastante razonable e instruida” (La Democracia 37). Este carácter
excepcional es confirmado por los rasgos nobiliarios descubiertos en su nombre y origen
social, que denuncia además, que se trata de una mujer venida a menos: “Me llamo o me
llamaban Doña Inés del Torrijo [...] Mi padre un pobre hidalgo español sin mas propiedad
que su título de Don, me tuvo con un hija [Sic] del país, de las llamadas criollas” (La
democracia, 37). Como puede percibirse, Nieto genera una tensión entre el estado de Inés y
su origen familiar, lo que conduce a Clementina y a Rosina, así como al lector, a
preguntarse por las razones que la redujeron a su situación de criada. En este sentido, el
autor vehicula por medio de esta historia una crítica a ciertos valores y prácticas coloniales
de tipo aristocrático ajenas a actitudes más modernas como la del hombre burgués.
En este orden de ideas, resulta significativo que, a pesar de tratarse de una voz
femenina, se construye un campo semántico referente a actividades comerciales que
enmarca la narración de Inés, por lo que se encuentran constantemente palabras como
“comercio”, “ventaja”, “especulación”, “haber”, “industria” (o derivados como
“industrioso”), “bienes”, “embargo”, “renta”, etc. Incluso, cabe señalar que antes de ser
criada, Inés administra una tienda, la cual fracasa porque un hombre que la pretendía decide
robarla. Gracias a esto, puede comprenderse que el interés de Nieto reside en resaltar sobre
todo las relaciones económicas entre los individuos, por esto al inicio del texto se establece
que las riquezas poseídas por la familia de Inés tienen origen en el comercio activo:
Los negocios de mi padre, lo llevaron a la ciudadela o puerto del Callao [...] La ajencia de
muchos comerciantes, que le habian encargado de entenderse con el embarco, el
desembarco, i conducion de cargamentos, le producia una renta tan buena, como es de
figurarse de la opulencia y el progreso de aquella parte de la America meridional, tan
afamada por sus inagotables tesoros. (La Democracia 37)
137
Este pasaje obedece a lo dicho más arriba sobre la mujer, por lo cual no vale la pena detenerse en este
momento en analizarlo. Por otro lado, el lector interesado puede consultar el análisis de Goldwaser (2015),
quien le dedica algunos párrafos a la imagen de la mujer construida en este pasaje.
133
Rosina es hija de un comerciante francés, Roberto de Soulendar, quienes, al igual
que Inés, pierden sus riquezas a causa de las prácticas coloniales españolas, aunque en este
caso el énfasis se centra en las leyes aduaneras que impiden el libre comercio, más que en
las costumbres. En este sentido, cuando el comerciante francés volvía de México con lo
ganado, “un crucero español habiendo reconocido el buque i no encontrándolo con todos
los requisitos que las leyes españolas exijen cuando salen de algun puerto de sus colonias
de las Indias, lo condujo a la península para entregarlo a las autoridades” (La Democracia
35). Esta situación es percibida por la heroína como injusta y la expone en términos
similares a los usados en Los Moriscos acerca de este tipo de decisiones: “Hasta ese
estremo alcanza la injusticia de los gobiernos. Siendo el pueblo quien lo sostiene, es con él,
que son mas severos cuando se trata de decidir entre los intereses del uno y del otro” (La
Democracia 36).
De esta forma, cobra gran importancia el origen francés de Rosina y su nivel
educativo, lo que permite ver su carácter ilustrado: “cuando abrí los ojos a la luz de la
razon, me encontré que vivíamos con bastantes comodidades, i que mis padres se
esmeraban en darme una buena educacion” (La Democracia 35. Énfasis mío). En este
sentido, Rosina es el único personaje de la novela que llega a poseer una altura épica, en
tanto defiende al extremo sus ideales éticos basados en presupuestos republicanos del
ideario moderno. Así, no solo defenderá la libertad en contra de la injusticia, sino que
también será un modelo de las virtudes cristianas, demostradas en el cuidado a su padre.
Precisamente, es esto último lo que llama la atención de Clementina: “Mira que jóven tan
digna de compasion; i lo que mas me admira, es su resignacion i conformidad que confio le
premiará alguna vez la justicia divina” (La Democracia 36).
Lo anterior puede apreciarse en un pasaje de sumo interés, en el cual Rosina
defiende a un soldado que iba a ser castigado con doscientos palos por vender los zapatos
de uno de sus compañeros, lo que percibe el personaje como injusto: “Entónces, quedé mas
contenta de mi obra, pues no creia que aquel desgraciado, por una culpa tan leve, pudiese
resistir doscientos palos tan fuertemente descargados” (La Democracia 36). Igual que en
Los Moriscos, Nieto opta por realizar una descripción al detalle del castigo con el fin de
intensificar la sensación de injusticia del mismo, así como de exaltar el valor de la heroína
de impedirlo:
134
Al atravesar el patio del cuartel para ir al cuarto que sirve de prisión a mi padre, fui detenida
por un centinela, diciéndome que esperase hasta que se hiciese el castigo de un soldado.
Estremecióme la espresion de castigo [...] [En] la entrada misma del patio [...] estaba toda la
tropa formada en cuadro. El jefe estaba en el centro, i los oficiales en sus puestos. Ví sacar
un soldado, lo sentaron, le ataron los dedos pulgares con una cuerda delgada, i doblándole
las piernas, le pasaron los codos por defuera de las rodillas, metiéndole un fusil entre estas i
los brazos, de cuyo modo quedó perfectamente trabado y sin movimiento. En seguida
salieron diez cabos de escuadra de la formacion que se colocaron junto al maniatado, i otro,
tomando el fusil, lo alzó por un estremo poniéndolo perpendicular, quedando ladeada la
persona que iban a castigar. A una señal dada, rompió un toque la banda de tambores i
pífanos, a cuyo estrépito, el primero de los cabos empezó a descargar tremendos golpes
sobre el infeliz soldado. No pude resistir el espectáculo de aquel miserable que sufria, i cada
porrazo lo sentia en lo mas íntimo de mi corazon, mientras que los demas impávidos lo
veian con una indiferencia, que yo atribuyo, a que la frecuencia los acostumbra a aquellas
escenas de dolor. Quise huir, pero de pronto sin poderme contener, rompo por entre las
filas, fuera de mí, corro, i arrojándome a los pies del comandante: pardon Monsieur, le dije
en tono suplicante abrazada de sus rodillas. (La Democracia 36)
135
el amor a la tierra característico de las novelas de Nieto: “A medida que nuestro bajel
cortando las aguas se separaba de la costa sentia aumentarse en mi pecho el amargo
sentimiento de dejar mi patria i mis penates que son tan bellos en Cadiz” (La Democracia
32).
Por otro lado, de manera similar que Rosina, Clementina cuestiona la tiranía y la
injusticia; sin embargo, en ella tal reivindicación se hace desde el punto de vista cristiano,
afirmando de esta manera los valores cristianos y los republicanos. De esta manera, según
la narradora, cuando le pide algo a su padre, “nada me niega, sobre todo cuando es algun
acto de beneficencia” (La Democracia 34). La visión cristiana configurada en Clementina
es el filtro por medio del cual el lector percibe el conflicto principal de la obra, la muerte
del padre de Rosina causada por el régimen del Sobrestante138, Judas Matalma, encargado
de las obras en la prisión (nótese que la elección del nombre por parte del autor transparente
el carácter sígnico del personaje de manera similar que con Yngermina). El problema de la
trama consiste en que este último mantenía un tráfico con los presos, quienes le proveían de
sus bienes a fin de que tuvieran una rebaja en sus trabajos en la prisión; pero el padre de
Rosina decide no participar de ese “régimen estafador” (La Democracia 34), como lo
califica Clementina. Sin duda, esto contrasta los valores democráticos exaltados por Nieto
en estos personajes y el clientelismo de Matalma, el cual resulta aún más significativo si se
tiene en cuenta que el personaje defiende sus acciones invocando el favor del Rey:
Mi sirvienta me habia de antemano instruido, del trafico que Don Judas tenia con algunos
presos, quienes le dejaban una parte de su racion para que les dispensase ciertas horas de
trabajo; sacando ademas una gran utilidad con los otros, a quienes daba su socorro en
provisiones recargadas de precio [...] Yo sin poder resistir mas a la indignacion de ver la
hipócrita rectitud del Sobrestante [...] en su misma presencia, denuncié a mi padre todo el
monopolio. (La Democracia 34)
Evidentemente, este tipo de actitudes son condenadas por Nieto; sin embargo, son
relatadas a partir de la axiología cristiana de Clementina. Así, por ejemplo, la muerte de
Judas Matalma y de Roberto de Soulendar cobra significado con la descripción de la
narradora; además, este suceso permite corroborar la toma de posición de Nieto en Rosina.
En cuanto al primero, Clementina narra cómo los presos recibieron con felicidad la noticia
y su disposición a maltratar el cadáver; sin embargo, el padre de la narradora intercede y
salvaguarda la integridad del cuerpo. Esto le da ocasión a Nieto para realizar un excurso
138
Capataz principal de una obra de construcción.
136
moralizante en el que exalta el placer que reside en los actos de compasión y su capacidad
para elevarse de las pasiones humanas a lo divino:
No hai cosa mejor que hacer bien Elisa. Este es el triunfo mayor que puede obtener un alma
jenerosa; i yo no creo haya placer igual al que se experimenta, cuando aun los mismos
agravios se recompensan con beneficios; este acto como superior al hombre, porque sus
inclinaciones siempre lo conducen a la venganza, le hace mas grande que la naturaleza, i
solo comparable a la Divinidad, cuya clemencia no nos deja de tratar como hijos,
sinembargo de que vivimos ofendiendole a cada paso. ¡Que elocuentes son las lagrimas de
un desvalido cuando se derraman por su benefactor! He aquí su mejor oracion funebre. (La
Democracia 41)
137
Nieto introduce a través de la voz principal del relato elementos del costumbrismo
decimonónico colombiano.139 De esta forma, pueden encontrarse tres de los cuatro
elementos descritos por María Teresa Cristina (1992) como característicos de este
movimiento: la ambivalencia frente a lo colonial y lo propio; la descripción de fiestas
locales y populares; la utilización de registros lexicales regionales (1992: 103-105).
Ejemplo de estas dos últimas características puede encontrarse en la descripción de la fiesta
de San Lorenzo descrita en la carta XIV. Clementina le cuenta a su interlocutora la forma
en que los habitantes de Chagres celebran esta fiesta: la procesión, un juego realizado con
el gobernador, las supersticiones de los habitantes, la decoración de la iglesia y la
recolección de peces con “cafúculas”. Baste para ilustrar esto, la descripción de la
narradora de esta última palabra:
Te habré dejado en ayunas con la cafúcula. Esta es una bolsa natural elástica, formada de
fibras mui fuertes. Sácase de este modo. Cuando es el tiempo de producir sus corozos una
palmera, el bástago i la macoya de flores, sale del cogollo cubierta de una tela que termina
en punta, de la misma que la macoya. Antes que la fuerza espansiva del racimo rompa esta
tela, la cortan en rededor al pie del mismo bástago, i tirandola por la punta, san
perfectamente sana y formada la bolsa. He aqui la cafúcula, que tiene diferentes usos.
Siendo tan fuerte, élastica i bien tupida, sirve para echar granos; i cosida su boca alrededor
de la rueda de bejuco, con ella se recogen los pececillos a que dan nombre los titíes. (La
Democracia 40)
139
Como señalaban ya a mediados del siglo XIX críticos como José Montesinos (1959) y Noël Salomon
(1968), el término “costumbrismo” ha sido usado para designar corrientes y obras literarias de diversas
épocas, como lo hizo Menéndez Pelayo con algunos textos de Cervantes (Montesinos 1959, 11). Además, la
pluralidad de acepciones que presenta esta palabra en el diccionario ha llevado a confusiones a la crítica
literaria (Salomon 1968). Debido a esta dificultad, el crítico español José Escobar (2005; 2006) ve la
necesidad de dejar de lado esas definiciones y ver el costumbrismo español como un fenómeno moderno del
siglo XIX que responde a las necesidades espirituales de los escritores de esa época. En la crítica colombiana,
a pesar de que María Teresa Cristina en 1992 ya había intentado delimitar el costumbrismo, ha subsistido una
dificultad semejante, que se puede apreciar en la difusa delimitación de Rodríguez Arenas (2011) entre
realismo y costumbrismo en una obra como Manuela. A esto se le añaden los juicios negativos sobre el
costumbrismo, bien por su “pobreza estílistica”, bien por tratarse de una influencia extranjera (ver por
ejemplo Curcio Altamar [1957]). Sin duda, los estudios sobre el costumbrismo colombiano ameritan ser
retomados, pues sin una definición que comprenda su génesis social e histórica, será imposible discernir sus
límites y sus alcances en los fenómenos culturales de nuestro siglo XIX.
138
composicionales, como novelas, dramas, poesías, etc. y que esta no se reduzca al cuadro de
costumbres. Ahora bien, según la autora, la aparición del costumbrismo está estrechamente
vinculada con “la voluntad de construir una nueva realidad nacional en lo político, social y
económico” (101), surgida en el clima ideológico de mediados del XIX. Así, la aparición
de proyectos como la Comisión Corográfica, que posibilita la aparición de La
Peregrinación de Alpha de Ancízar (1853), y el fortalecimiento de las publicaciones
periódicas140 fueron claves en el desarrollo de esta corriente. En otras palabras, esta forma
literaria está atravesada por los problemas sobre la identidad nacional, como lo demuestra
Vergara y Vergara en el prólogo ya citado del Museo del Cuadro de Costumbres.
Precisamente, como género moderno, el costumbrismo está marcado por la aparición de la
conciencia histórica de quienes lo practicaron; así lo explica Escobar (2005): “Según la
concepción costumbrista de la literatura, los escritores son pintores de la sociedad distinta
de cada país, descrita con la peculiaridad propia del momento histórico en que es
observada”. El objetivo del escritor no sería tanto describir “el carácter de sus personajes,
sino sus condiciones sociales, no al hombre en general, sino al hombre determinado local y
temporalmente” (Escobar 2006). En este sentido, el problema del costumbrismo sería
evidenciar la existencia de una identidad en el presente, a pesar de los vertiginosos cambios
sociales que produjeron el surgimiento de la conciencia histórica en autores como Nieto.
Por esta razón, la intención histórica en este género es distinta a la de la novela histórica,
mientras esta busca la identidad en el pasado, aquella espera encontrarla en el presente.
Lo anterior, solamente genera dudas con respecto a la propuesta novelesca de Nieto
en Rosina, puesto que ¿cómo podría referirse al presente, si la acción está claramente
ubicada casi 70 años antes? ¿Por qué Nieto recurre a la mirada objetiva del costumbrismo
como técnica narrativa en Rosina? ¿Qué nos trata de decir Nieto de su presente con esto?
Para tratar de responder estas preguntas, recurriré a la descripción paisajista que hace
Clementina de los distintos puertos caribeños que visita durante su estadía en Chagres. En
mi perspectiva, el cartagenero estaba preocupado no solo por la identidad de su región, sino
también el lugar que esta puede ocupar en los cambios supuestos por las reformas liberales.
No hay que olvidar que, como señala Avelar (2015), “Nieto pertenece a la generación de
140
Escobar (2006) también destaca el fortalecimiento de las publicaciones periódicas como una de las causas
del desarrollo del costumbrismo, pues el lenguaje de estas está anclado en la inmediatez y en diario vivir.
139
políticos liberales que viven entre el fin del largo período de hegemonía colonial del puerto
de Cartagena y la ascensión de Barranquilla en la década de 1870, como el puerto más
importante de la región” (38). De esta manera, realiza un contraste entre el pasado colonial
de estos lugares y el presente en el cual escribe.
Ahora bien, debido a que los paisajes en Rosina son concebidos a partir de la
intención de objetividad del costumbrismo, las descripciones le permiten a Nieto concentrar
la reflexión sobre elementos como las riquezas naturales y explotables de los territorios
representados. Así, la descripción paisajística en esta novela adquiere un tono cientificista
similar al que usó en Geografía y al que usará Manuel Ancízar en La peregrinación de
alpha (1853). Esto puede notarse en la manera como Nieto introduce las descripciones,
puesto que siempre procura que su narradora le ofrezca al lector la mayor cantidad de datos
verificables sobre la localización de los lugares. Como ejemplo, puede tomarse la
introducción de la descripción del castillo de Chagres en la segunda carta:
He oido decir a mi padre, que este vestiglo [sic] de la naturaleza, es decir, Chágres, se
encuentra a los 9 grados, 19 minutos latitud norte, distando doce leguas de portovelo [...]
Chágres está situado a la orilla de una pequeña ensenada de bajo fondo, al oriente del
escudo de Veraguas y en la misma desembocadura del rio Cruces, que desagua en el
Atlántico. (La Democracia 33)
140
resalta la belleza del mismo: “Para que el edificio no esté siempre cubierto de yerba i lama
verde [...] es preciso estarlo continuamente limpiando: de otro modo, ese obstáculo le haria
perder mucho de su belleza a toda la construccion, que es de bastante mérito i solidez” (La
Democracia 33). De esta forma, Chagres se presenta a los ojos de la narradora como un
lugar donde “las casas en un grupo casi irregular i sin patios, forman un pueblo mas largo
que ancho, sobre un terreno pantanoso i cálido, que lo hace tan insalubre” (La Democracia
33).
Resulta necesario notar como Nieto transforma la actitud cientificista de Clementina
antes de comenzar estas descripciones. En el inicio de la segunda Carta, el tono de la
narradora se tiñe sobre todo de emotividad, del horror que le causa la visión del lugar: “¿A
donde nos han venido a traer? Esto es abominable ¿Que culpa habremos cometido, para que
nos hayan a este tenebroso rincon de la tierra?” (La Democracia 32). Igualmente, al final de
la descripción vuelve a tomar este tono: “Por lo que acabo de referir, podrás juzgar del pais
en que me han venido a sepultar en la aurora de mi vida, léjos de toda sociedad, porque
aqui no hay ninguna” (La Democracia 33). Esta tensión en el personaje de Clementina
puede ser explicada bajo la categorización de Goldwaser (2015). Así, el personaje femenino
de Nieto funciona en este caso como un “pretexto”; es decir, como una “herramienta (arma)
discursiva para poder apelar a cuestiones de otro tenor [...] Muchas veces, la mujer como
pretexto es también una potencia, dentro del discurso, para propugnar o impulsar un cambio
en lo tocante no sólo a la cultura sino también a la política” (Goldwaser 2015, 9). A mi
juicio, Nieto utiliza la voz de Clementina para introducir sus propias valoraciones en la
novela. En este sentido, las descripciones paisajísticas de la novela precisan leerse como las
valoraciones que hace la subjetividad de Nieto, lo cual constituye un juicio histórico, en
tanto recaen sobre lugares del pasado que son representados en Rosina.
Ahora bien, resulta evidente que la descripción de Chagres no resulta del todo
positiva. Sin duda, la descripción del puerto panameño precisa leerse como un contraste
con la de Santa Marta en la primera carta de la novela. Como puede percibirse de la
narración de Clementina, el puerto de la provincia de Cartagena es más agradable por lo
exótico del lugar, puesto que aparece como “una ciudad pequeña, es comercial, i tiene una
cituacion agradable i pintoresca” (La Democracia 32). En este sentido, la localización de la
ciudad en la descripción resulta más lírica en este caso:
141
Hállase edificada a la falda de muchas colinas, i no tan distante de una alta eminencia
llamada la Sierra nevada, cuya cima, aseguran algunos divisarse hasta ochenta leguas
mar afuera. Todas las mañanas, me entretengo en contemplar esta montaña, para mi mas
sorprendente, por no haber visto hasta ahora eminencia semejante. (La Democracia 32)
141
Este deseo puede percibirse en la Peregrinación de Alpha de Ancízar y en la caricatura del liberalismo
construida en Manuela. En ambas obras, las descripciones de corte costumbrista recaen en los elementos
explotables del territorio y en las actividades económicas que podrían mejorarse.
142
Sin duda, esto permite percibir más claramente la tensión que configura a
Clementina como un personaje “pretexto”, en tanto parecen superponerse su axiología
como hija de un señor español y la axiología del mismo Nieto, marcada por el utilitarismo
liberal que, como vimos en el capítulo pasado, impulsó las reformas económicas y sociales
de 1850. En otras palabras, la mezcla de estas dos axiologías construye una contradicción
en la novela, pues es Clementina la misma que disfruta de las comodidades placenteras
debidas a su condición señorial en el puerto colonial y la que denuncia la posibilidad de
mejorar económicamente Santa Marta. Esto cumple dos funciones importantes dentro de
Rosina. En primer lugar, contrasta el paisaje de Chagres con el de Santa Marta, de manera
que el segundo adquiere funciones positivas; en segundo lugar, puede leerse como un juicio
histórico ante el pasado colonial. De cualquier forma, esto implica una toma de posición en
el sentido de que, por un lado, exalta la ventaja de Santa Marta en cuanto a su riqueza
natural frente a otras provincias del Caribe y, por el otro, rechaza la ociosidad que produce
la vida señorial.
Por último, la descripción paisajística de Portobelo en la carta IX (La Democracia
36-37) ofrece al lector otra perspectiva de la toma de posición frente al pasado colonial en
las provincias de la República de la Nueva Granada. En este pasaje, Nieto crea una especie
de cuadro de costumbres dividido en una descripción del lugar y de una feria: “Antes de
hablarte de ella [la feria], te haré una pequeña descripcion de Portobelo” (La Democracia
36). En esencia, la mirada de la narradora, luego de situar el lugar, se centra en la belleza
del puerto que ofrece un resguardo al navegante, en la construcción de las casas, en la flora
y en la actividad económica basada en el comercio y la trata de esclavos. En consecuencia,
la imagen derivada de la novela de este puerto es la de un lugar bello con una alta actividad
comercial, debido a los privilegios que el Rey le otorgaba, el de la feria y el de ser “la
tesoreria jeneral de toda la América del sur” (La Democracia 37). Sin embargo, en este
punto entra el contraste histórico que configura el juicio de Nieto frente al pasado colonial.
Según la narradora, sin estos privilegios, Portobelo “debe precisamente decaer”, frase
seguida de una nota al pie en la cual se introduce la voz del autor y que confirma la
“premonición” de Clementina:
Hoi Portobelo, no es mas que ruinas. Sin comercio i con mui pocos edificios, su
reducida poblacion, está en el mayor estado de escases, i su pequeño tráfico, apénas le
143
basta para subsistir. Con la pérdida de sus privilejios lo perdió todo.142 (La Democracia
37)
Con estas pocas palabras, Nieto crea una imagen en “negativo” de Portobelo. El
campo semántico de la descripción de Clementina marcado por la belleza y la vitalidad se
encuentran con su opuesto en expresiones como “escases”, “pequeño tráfico”, por ejemplo.
Así, resulta importante que la decadencia del puerto se relaciona directamente con la
pérdida de los privilegios coloniales; es decir, el cese de las actividades relacionadas con el
oro y la plata extraída del “Perú i demas porvincias del sur” (La Democracia 37). A mi
parecer, esta descripción confirma el diálogo de la novela con su momento histórico; esto
es, con las reformas que buscaron superar algunas instituciones coloniales que, según los
liberales de la época, obstaculizaban la economía de la Nueva Granada, como el estanco al
tabaco143 y la esclavitud. En este sentido, Nieto parece sacar una lección histórica de este
pasaje, en tanto advierte qué tan perjudicial sería continuar perpetuando este tipo de
medidas para la economía nacional. Además, esta metáfora debía tener mayor eficacia en
una ciudad como Cartagena, principal público lector de Rosina, pues su pasado colonial es
similar al de Portobelo, una ciudad cuya actividad estuvo marcada por ser uno de los
puertos de salida de las riquezas del Virreinato144. En este sentido, el paisaje de Portobelo
constituye también una toma de posición no solo contra el pasado colonial, sino a favor del
liberalismo de mediados del siglo XIX.
A diferencia de Los Moriscos, Rosina no plantea una visión negativa sobre la
realidad. Las protagonistas de la novela, Rosina y Clementina, representantes de valores
republicanos, terminan casadas y felices, formando una familia “tradicional”, como es
relatado en la “Conclusión” (La Democracia 45). Además, Elisa consigue también el amor
y, junto a su padre, se dedican al comercio y los negocios. Así, las tres mujeres se
encuentran en el fiesta de San Isidro en Madrid y comparten sus dichas: “Estas tres familias
reunidas, estrechando cada vez más sus vínculos, veian correr sus dias, embellecidos por
142
Nótese que el tono adoptado en esta nota al pie es similar al utilizado por Clementina para realizar las
descripciones en Rosina; es decir, busca ser un tono objetivo y sentencioso. Esto permite reforzar la hipótesis
sobre la mezcla de axiologías en Clementina.
143
Sobre la historia de este impuesto recomiendo ver el trabajo de Acevedo y Torres (2016), “La renta del
tabaco en la Nueva Granada. Administración, comercio y monopolio”.
144
En este punto, resulta necesario recordar lo dicho en el primer capítulo. La importancia de Cartagena no
residió únicamente en su valor estratégico como entrada y salida al Virreinato, sino que también tuvo una
importancia política que la distingue de otras ciudades-puerto en el sentido explicado por Rama (1998).
144
los encantos de una tan tierna como sincera amistad” (La Democracia 45). Sin duda, el
final de la novela muestra el optimismo del autor por los cambios que se comenzaban a
instaurar en la República de la Nueva Granada a comienzos de 1850, de la misma forma
que lo hizo un año después en la “Alocución”. Rosina constituye un elogio al modelo
virtuoso de valores religiosos y económicos propuesto por Nieto en plena reforma liberal.
145
Conclusiones
Revisitar la obra de Juan José Nieto implica una serie de tareas que aún faltan por
hacer. Aunque se haya delineado ya la biografía del cartagenero junto a los avatares de su
vida pública, considero necesaria la realización de una edición completa de sus obras que
permita a los investigadores y, en lo posible, al público no especializado conocer su
escritura. Para esto, resulta indispensable tratar de conseguir las obras dramáticas que por el
momento se encuentran perdidas y que, para esta investigación, fue imposible encontrarlas,
debido principalmente a la falta de presupuesto. Los archivos de la Costa Caribe
colombiana y algunos ubicados en Jamaica poseen, seguramente, textos del Nieto que
esperan ser hallados. Además, basados en la lista de suscriptores de Yngermina, ¿sería
posible que aún se guarden escritos en Cuba o Inglaterra?
De la misma manera, considero necesario llamar la atención sobre aspectos que
sobrepasaron los límites de esta investigación. A pesar de que se reconstruyeron algunos
debates en los que participó Nieto, falta analizar discusiones específicas de ciertos
documentos que no entraron en el corpus de este trabajo, puesto que no aportaban mucho al
esclarecimiento del sistema axiológico del cartagenero. No se trata solamente del
enfrentamiento con Tomás Cipriano de Mosquera, sino también de las oposiciones que
recibía Nieto en el seno mismo de su región: no todos se encontraban conformes con sus
acciones ni con su modo de pensamiento. Por ejemplo, un periódico costeño, titulado El
observador de la costa, publicó el siguiente poema difamatorio contra Nieto en Turbaco el
28 de noviembre de 1841, al finalizar la Guerra de los Supremos:
UN PATRIOTA145
JUAN es su nombre señor
El traidor que se vendió
Y Mosquera lo compró
i NIETO será de su abuelo
Aunque el pueblo lo maldiga. (1)
Es posible que el hecho de que Nieto no hubiera sido fusilado a raíz de la Guerra de
los Supremos fuera un motivo de inconformismo frente a otros cartageneros, que lo
juzgaron como una especie de traidor a la patria, de ahí que los editores hayan decidido
colocar el título de cabeza. ¿Vieron en eso una clase de favoritismo elitista a favor de
145
En el original, este título se encuentra girado en 180 grados; es decir, se encuentra volteado.
146
Nieto? Como pude evidenciarse, Nieto no gozaba de una fama plena en las clases bajas de
su provincia, ni en relación a las otras élites letradas. Un análisis de estas discusiones es
preciso para situar de manera más certera la posición que ocupaba el cartagenero en el
campo político y en el ambiente intelectual neogranadino de la época. ¿Cómo era la
percepción de sus contemporáneos sobre sus acciones políticas?
En cuanto a su obra literaria, aparte de una edición íntegra de sus obras, es
fundamental realizar una valoración transversal que supere las dificultades percibidas en
este trabajo sobre el estudio hecho por Donald McGrady (1962) sobre novela histórica. A
mi modo de ver, hace falta poner en perspectiva la obra de Nieto con el resto de la
producción literaria colombiana. En otras palabras, la elaboración de una historia literaria,
bien sea de la novela o, incluso más específicamente, de la novela histórica y epistolar, es
una tarea pendiente si se quiere restituir íntegramente el valor literario, histórico y social de
la obra de Juan José Nieto. Además, esto permitiría la actualización de las demás obras que
gravitan en el campo de la literatura colombiana.
Como dije al inicio, este trabajo ha tenido la intención de llenar uno de esos vacíos
imprescindibles en la valoración crítica de Nieto: una lectura en conjunto de sus textos que
permitiera delinear la axiología a partir de la cual se dio forma a problemas relacionados
con la difícil construcción de un proyecto nacional durante la primera mitad del siglo XIX
colombiano. Si bien nunca tuve la intención de agotar las posibilidades interpretativas,
espero que pueda convertirse en un primer paso para rescatar el valor literario, la
importancia de los ensayos y las novelas del cartagenero para la historia de este país y
atribuirle su debido valor estético y sentido cultural. Resulta necesario que las valoraciones
sobre Nieto, además de otros autores que pueden encontrarse en una situación similar,
consideren de manera histórica el valor de las obra; esto es, que se considere un lugar en
donde dialogan problemas específicos contemporáneos a sus condiciones de publicación
que se presentan al lector a partir del sistema de valores del autor.
Partir de esta perspectiva, me ha permitido superar esas lecturas fragmentarias que
se habían realizado hasta el momento de la obra de Juan José Nieto. A este punto, resulta
indudable la coherencia axiológica que atraviesa todos los escritos del cartagenero. A
diferencia de otros autores del siglo XIX colombiano, el autor de Yngermina se mantuvo
fiel a los principios republicanos, tomados del ideario moderno de la ilustración y
147
combinados con la visión romántica del cristianismo de Chateaubriand, con los cuales
evalúo su momento histórico. En este sentido, puede tomarse como una sentencia
verdadera, cuando de forma temprana asevera a Santander en su “Carta” (1835):
Usted sabe, desde que me conoce, que pienso así, y así lo he publicado siempre por
la imprenta, y sin dejar de ser federalista, estaré precisa e indudablemente por el
sistema que convenga mejor a mi país, y por el que esté la mayoría de los
granadinos, lo sostendré, atacaré al que lo ataque y me sacrificaré por él porque me
siento con patriotismo. En todo tiempo se me encontrará de parte de la buena causa,
sin pararme en medios, cualidad ni circunstancias, y me copremetería [Sic] todo por
lo que sea. (25-26)
148
En este punto, puede resultar paradójica la insistencia de Nieto por señalar la
participación española en el origen de los cartageneros, tal como aparece en Yngermina y
Geografía; sin embargo, el cartagenero fue muy crítico a la hora de evaluar el proceso de
conquista y colonización. Así, a pesar de juzgarlo como civilizador, también lo mostró
como «tiranizador» lo cual aparece claramente en el discurso de personajes como Catarpa,
a través del cual, denuncia las atrocidades y excesos cometidos durante este período. En
definitiva, la conciencia histórica despertada por el autor lo llevó a considerar la herencia
española como un evento del pasado, por lo que hacía inevitablemente parte de su identidad
como cartagenero.
El problema de la religión resulta también de cuidado. Nieto no escapó de la
influencia general que logró tener una obra como Le génie du cristianisme (1803) en los
letrados neogranadinos, por lo cual se mostró favorable a la imagen romántica de una
religión que había acompañado los procesos civilizatorios occidentales. Sin embargo, su
tendencia al liberalismo lo llevó a cuestionar la relación entre el Estado y la Iglesia, pero no
la necesidad espiritual de la religión católica. A su modo de ver, las dos instituciones
debían funcionar como esferas aisladas en la sociedad, puesto que la religión no debía ser
usada como un medio de legitimación del poder tiránico, como había sucedido en la
conquista y en la Guerra de los Supremos. En este sentido, Nieto resulta también coherente
en su modo de actuar y de pensar. Así, mientras en sus novelas los protagonistas están
configurados a partir de una moral cristiana; como político y gobernante, el cartagenero
destituyó a integrantes de la Iglesia, como al obispo Torres de Cartagena.
En este orden de ideas, es preciso comprender que las preocupaciones de Nieto iban
más allá del plano puramente político. Por este motivo, este trabajo trató de superar la
imagen del cartagenero que lo reducía a un simple representante del santanderismo y del
liberalismo; asimismo, se buscó dejar atrás los trabajos en los cuales sus escritos eran
tomados como documentos, por lo que solamente poseían valor, en tanto pudieran reflejar
problemas históricos o políticos. Como se trató de mostrar en estas páginas, la obra del
cartagenero apunta a problemas culturales de fondo. El regionalismo, que autores como
Bell (1993) han resaltado y que se hace evidente en algunos ensayos y novelas, constituye
un síntoma de la segregación racial y social producto de discursos discriminatorios
ejercidos por las élites de la región andina y de cierto sector cartagenero. El ideal social de
149
Nieto de instaurar una República Federal resulta una toma de posición contra estas élites.
En consonancia con esto, sus ensayos y novelas surgen a partir de la necesidad de
configurar en el imaginario neogranadino una identidad regional, con el fin de reivindicar la
cultura de su provincia. De esta forma, se interpretó el federalismo como una salida a la
discriminación, puesto que permitía la consolidación de estados autónomos, ubicados a un
mismo nivel en la esfera de poder.
Como ciudadano de la República de la Nueva Granada, Nieto se sintió llamado a
solucionar estos problemas culturales y a construir la identidad de su región, por medio de
la elaboración temprana de algunos símbolos nacionales. En calidad de productor
simbólico, escribe una novela fundacional, una historia de su región y llama la atención
sobre símbolos de su pueblo, como el escudo de armas, las murallas de Cartagena y sus
propios próceres de la independencia. De la misma manera, su preocupación por el devenir
de su provincia se presenta en el deseo por formar una comunidad educada en los valores
republicanos y en la búsqueda de formas de afrontar las transformaciones que supusieron
las reformas liberales de medio siglo. En este sentido, Nieto no sólo les otorgó a los
intelectuales estas funciones de forma temprana en su discusión con Ortiz (1835), sino que
su labor como escritor respondió a estos mismos postulados.
En síntesis, Juan José Nieto fue una figura de suma importancia para la primera
mitad del siglo XIX colombiano. Su activa labor como intelectual y su importante
participación en las disputas bélicas que condujeron al país a la consolidación de un estado
federal lo convierten en un referente histórico y literario. Por desgracia, su dedicación a las
altas esferas del poder redujo considerablemente sus escritos al final de su vida, por lo cual
resulta difícil imaginar cómo afrontó el golpe de estado que lo sacó del poder en Cartagena
en 1864. Así describe Fals Borda el momento de su renuncia evidentemente con un tono
anecdótico:
Al día siguiente de su renuncia, en el momento de hacer entrega del despacho y recoger el
estandarte de Cartagena, tiene una grave crisis emocional: toma del brazo a Noguera para
despedirse, no puede controlarse y prorrumpe al llanto. Le quedaba “Marengo”: al salir por
la puerta del palacio. Nieto levanta con un chasquido de los dedos al gran gozque, le soba la
cabeza y musita con acento de amargura: “Mira: los animales son mejores que los
hombres”. “Marengo” fue el único ser viviente que acompañó a Nieto las tres cuadras de
vuelta a su casa en esa triste mañana. (1981, 175A)
150
A pesar de la conmovedora imagen configurada por Fals Borda, es posible que
nunca logremos conocer con certeza las reflexiones que suscitaron en Nieto tal situación.
¿Por qué permaneció en silencio una pluma tan activa en su juventud? ¿Acaso su decepción
del sistema que ayudó a instaurar fue tan grande que no pudo reponerse a tan duro golpe?
151
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