El Poder Politico

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EL PODER POLITICO

NATURALEZA DEL PODER:

En el ápice (cima, cumbre) del Estado se halla el Poder o sea la facultad de


gobernar, de citar reglas a la conducta ajena. Al abordar el presente estudio,
comprobamos que el poder es inherente a la naturaleza humana y que el Estado,
en un primer aspecto, es institucionalización del poder.

El poder es la energía organizadora de la vida Social.

HEURIOU, lo define como una "energía de la voluntad" que asume el gobierno


gracias a su superioridad, para asegurar el orden y crear el derecho. Ello significa
que la actitud para el mando y la vocación de poder son cualidades naturales del
espíritu.

MEINECKE, define el poder como un impulso de intensificación de la


personalidad.

Para BURDEAU, el Poder es una fuerza al servicio de una idea. "Es una fuerza
nacida de la voluntad social preponderante, destinada a conducir el grupo hacia
un orden que estima benéfico y, llegado el caso, capaz de imponer a los
miembros, los comportamientos que ésta búsqueda exige".

La coacción que el Poder ejerce en todo grupo social, así como el derecho de la
colectividad a imponer normas, constituyen hechos evidentes y constantes más
allá de las justificaciones que se buscan para razonarlos. La fuerza de que
dispone el Estado es tan ostensible que domina por simple demostración, sin
que el Poder necesite recurrir a ella en la generalidad de los casos.

El poder comporta dos elementos: dominación y competencia. Este último


determina que normalmente el poder sea obedecido sin recurrir a la coacción.

En cuanto a idea, el poder pertenece al mundo del espíritu, a diferencia de la


fuerza, que pertenece al mundo físico. Tiene el poder quien sabe ofrecer al
hombre motivos eficaces del obrar; posee la fuerza quien dispone de armas ante
las que desaparece toda resistencia, dice MEYER. El poder puede existir sin la
fuerza, así como la Fuerza puede carecer de poder.
La Iglesia, que carece de medios de compulsión material, ejerce un poder
evidente sobre sus creyentes y sobre la sociedad en general; inversamente, un
gobierno de ocupación detenta la fuerza, pero carece de poder. El poder precede
al derecho positivo, pues establece el Estado y éste se organiza y consolida
mediante normas jurídicas.

Sociológicamente, el poder es la aptitud de un individuo o de un grupo para


realizar su voluntad, para exigir colaboración de los demás individuos o grupos.

La voluntad de poder, verdadera LIBIDO DOMINANDI, significa la ambición de


un hombre, de un sector o de un pueblo. El temperamento político aspira a
ocupar el escenario, a dominar o cuando menos sobresalir sobre los demás, y
constituye la motivación impura de los grandes. Si va acompañada del carisma,
o sea del imán o simpatía personal, forja al líder, deseoso de agradar y de ejercer
poder.

LA POLÍTICA COMO FUNCIÓN SOCIAL:

La política es la lucha por el poder. Pero no es lucha ciega, al menos


modernamente, pues se halla condicionada por intereses morales, por
ideologías que conforman una cultura política, o sea un ámbito que es parte de
la cultura general. La realidad social es gobernada y orientadas por la política en
cuanto a vocación de poder. La actividad política se diferencia de las demás
funciones sociales en el hecho de que sobre ella recae la responsabilidad de
dirigir lo social. Mucho antes de que hubiera Estado, la actividad política existía
como función social que organizaba la cooperación del grupo. El concepto de lo
político es más amplio que el de lo estatal; no sólo la actividad política es anterior
a la aparición del Estado sino que existen grupos políticos dentro del Estado y
entre los Estados.

La idea del poder ha sido obsesiva en muchos pensadores alemanes, sobre todo
desde el siglo diecinueve. "La voluntad de poder" fue exaltado por NIEZTCHE y
primó como teoría sicológica y racial con el nazismo. Cuando el Estado resulta
un ente ávido de poder, ello conduce, inevitablemente, a la dictadura en lo interno
y a la guerra en lo exterior. La política se explica por la aspiración al poder y a la
ostentación de él, lo que pervierte con frecuencia todo sistema de valores y lleva
a constatar que los recursos jurídicos de nada sirven frente a los hechos de
poder.

El poder político es el único que puede ejercerse sobre la comunidad entera, a


diferencia del poder económico, del poder religioso o del poder sindical.

El poder económico o el sindical son prominentes, pero no alcanzan la amplitud


y eficacia del poder gubernativo, que es el máximo.

Al final de toda crisis, es el poder de signo político el que predomina sobre el


mando militar, la influencia económica o la presión sindical.

El poder cumple una triple función: de dirección, de especialización y de


coacción. En efecto dicta reglas, las aplica de modo continuo y sanciona a los
infractores.

FUNCIÓN DE DIRECCIÓN:

Siempre que se trata de una acción colectiva, la ausencia de dirección, implica


el desorden, de ahí la necesidad de un poder que dirija y dicte normas antes de
aplicarlas.

La razón primordial del poder y por lo tanto la del Estado mismo, consiste en la
necesidad de una Dirección que asegure la unidad de acción social, sea de una
mente que formula el orden antes de imponerla.

Toda sociedad, toda actividad, toda empresa, supone necesariamente una


dirección, es decir, una autoridad. El tránsito de vehículos puede realizarse por
la derecha o por la izquierda pero siempre será indispensable que una autoridad
determina sobre qué lado deben circular los vehículos, pues de lo contrario se
producirán colisiones a cada momento. En la Suma Teológica, Tomás de Aquino
se pregunta si la autoridad sería necesaria en una sociedad compuesta por
hombres en estado de inocencia a lo que responde "La vida en una sociedad
numerosa no es posible sin un Jefe que vele por el bien común. Librados a ellos
mismos, hombres distintos tienden a cosas distintas; un sólo hombre tiende a
una sola cosa". Suponiendo una sociedad compuesta por seres perfectos,
siempre sería indispensable una autoridad que dicte normas generales para
organizar la vida en común.
Como dice VIALATOUX, siempre habría necesidad de un reglamento de tránsito
y de un policía que concertara la circulación y el cruce de los vehículos, por más
que no impusiera multas por infracciones. La necesidad de un poder directo es
obvio, además, por el hecho de que los hombres no pueden ponerse de acuerdo
diariamente sobre cada asunto, de modo que alguien debe encargarse
constantemente de adoptar la decisión sobre cada particular. Tal es la función
rectora que cumple el Poder.

FUNCIÓN DE ESPECIALIZACIÓN:

Como quiera que la sociedad se halla basada en la división del trabajo, se


precisa que cada cual asuma una determinada función, especializándose en ella
y realizándola mejor que la generalidad. La tarea de dirigir el grupo supone una
especialización; pues, aunque el gobierno interese a todos los asociados, es
menester que exista un grupo de hombres consagrados exclusivamente a las
tareas del gobierno a fin de realizar tal función de una manera continua y con
mayor aptitud. Mientras unos hombres se dedican a la producción de bienes
económicos otros a la instrucción y al pensamiento y otros a la defensa de la
sociedad, un grupo se consagra a la función de dictar normas para la convivencia
social y de vigilar su aplicación con miras al bien común.

FUNCIÓN DE COACCIÓN:

La función compulsiva del Poder es, sin duda, la que más impresiona y la más
visible. De otro lado, es casi imposible concebir el derecho sin la nota de
coercitividad, en virtud de la cual la norma se impone independiente de la
voluntad de los obligados, pues la regulación jurídica es inexorable y no depende
del acuerdo con el sujeto. Es por ello que generalmente concebimos al Estado
como un aparato coactivo, aunque sustancialmente su función es de dirección.
Dada la naturaleza del hombre que obedece normalmente a estímulos egoístas,
no basta que el Poder establezca un orden sino que debe imponerlo en muchos
casos por la fuerza. Por lo común, el Poder no necesita emplear la fuerza porque,
conociendo los asociados que ella es incontrastable, obedecen las normas
respaldadas por los medios de compulsión que el Poder ejercita en caso de
resistencia. El empleo de la coacción sólo es necesario cuando hay infractores
del orden jurídico, lo que es menos frecuente en los pueblos de cultura
homogénea. Pese al progreso material logrado, y en parte por efecto del mismo,
el tipo actual de nuestra civilización hace cada día más necesaria la función
coactiva del Poder, en razón de la creciente agresividad antisocial.

Insistimos en que el Estado no es sustancialmente un orden coactivo, aunque


tampoco puede ser concebido sin fuerza coactiva.

Entre el Estado como poder y el Derecho como norma, existe una relación pero
no una dependencia, pues aunque el Estado garantiza el Derecho y lo respalda
con su fuerza coactiva, las normas jurídicas son siempre del Derecho y no del
Poder.

NECESIDAD DEL ESTADO:

La primera necesidad es subsistir, lo que implica alimentarse y resistir a los


vecinos. Ello no se logra sin un mínimo de cohesión. La formación del Estado
obedece a una inclinación de la naturaleza humana y ha sido admitida en todo
tiempo por la razón como algo conveniente y necesario.

Una fuerza organizada, ejercida por una autoridad superior a todos y que mira el
bien común, es evidentemente preferible a las fuerzas particulares, dispersas y
antagónicas, que emplearían los hombres si el Estado no existiera.

El orden social que la historia de la humanidad patentiza, nos indica como la


sociedad ha optado entre una situación de anarquía librada al abuso de los más
fuertes, y una situación de autoridad, con imperio de la fuerza pública que el
Estado emplea para proteger a todos los asociados. La sociedad ha escogido
siempre al gobierno que asegura un orden.

Guillermo Ferrero coincide con Hobbes a explicar que la humanidad se ha


organizado en Estados porque cada hombre sabe que es más fuerte que otros,
pero también que es más débil que otros.

El orden social radica en admitir la autoridad porque ella organiza la defensa


contra otros grupos, a la vez que impone normas para precaver a todos contra
la agresión interna.
Lo cierto es que la necesidad del Poder se confunde con la necesidad del Estado,
pues su triple función de dirección, especialización y coacción es lo que
determina y mantiene el hecho Estado, que perfecciona la sociedad, la estructura
conscientemente y la domina.

La unidad social previa al Estado nace por obra del poder y de la convivencia.

PODER DE HECHO Y PODER DE DERECHO:

En puridad, son los gobiernos los que pueden ser clasificados en regímenes de
jure y regímenes de facto, según se posesionan del poder conforme el
ordenamiento jurídico o quebrantando sus reglas.

Los gobiernos de hecho se constituyen por revolución o por golpe de Estado,


como sucedió en los casos típicos de Cromwell y Bonaparte, respectivamente.
Por lo general se consolidan por medio de una Constitución o bien por el uso
acertado de las facultades legislativas que se arrogan.

Fundamentalmente, el gobierno de facto se legítima cuando cumple el fin para


el que existe el Poder.

Cualquiera que sea su origen, el Poder necesita contar con adhesión pública,
siquiera sea en su forma de asentimiento tácito, pues de lo contrario establece
un régimen de fuerza que es inestable. El grupo que ejerce el poder tiende a
convertir su gobierno de hecho es un gobierno de derecho, sea que provenga de
un golpe de Estado o de una revolución.

Un gobierno puede mantenerse por la fuerza durante largos períodos, pero sólo
en los casos en que una raza más ilustrada domina a otra. En cierto grado de
civilización, es imposible que subsista un gobierno que tenga en su contra a la
enorme mayoría de la nación.

El poder de Derecho posee la ventaja de ser ejercido en nombre de una


institución, el Estado. Ello le permite dar respuesta a dos grandes interrogantes:

1° En virtud de qué principio tiene el Poder la facultad de mandar?

2° En un grupo dado, a quién le corresponde el derecho de mandar?


En cuanto a lo primero, o sea como competencia del Estado, el poder tiene la
facultad de mandar porque la naturaleza social del hombre hace necesaria una
autoridad.

En cuanto a determinar a qué grupo de hombres corresponde el gobierno, ello


constituye un problema debatido durante milenios y que trataremos de elucidar
más adelante.

El Poder institucionalizado es el Estado. La formación de éste no trae consigo,


aparentemente, una modificación del fenómeno político primordial, pues siempre
se ven unos hombres que mandan y otros hombres que obedecen.

El titular del Poder es el Estado, o sea un titular abstracto. En su nombre se exige


obediencia y se obliga a un comportamiento determinado. El Poder resulta así
dividido entre un titular, que es el Estado, y los agentes a su servicio, que son
los gobernantes.

POLITICIDAD ESENCIAL DEL ESTADO: DERECHO Y POLÍTICA:

Política es la relación entre gobernantes y gobernados y una búsqueda de lo que


es bueno para los gobernados. El acto político tiene una naturaleza propia, tal
como se distingue un acto moral o un acto económico. Dado que los hechos se
vinculan con el pensamiento, el conocimiento del Estado no puede desprenderse
de la actividad política.

SÁNCHEZ AGESTA, la actividad política no es una forma de conducta que


realice su efecto (la ordenación) y luego se inhiba. Por el contrario, supone una
acción contínua dentro del Estado e influye sobre el orden constitucional para
remodelarlo según las ideas que predominan.

La "Razón de Estado" es la máxima del obrar político, la ley motor del Estado, a
fin de mantenerlo vigoroso. Pueden los políticos discrepar en cuanto a los medios
para alcanzar los objetivos del Estado, pues en cada momento histórico hay una
línea ideal de obrar, o sea una razón de Estado ideal.

MEINECKE, en "La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna", señala el


vasto espacio en la cual se entrecruzan en la acción gubernativa al utilitarismo y
la motivación ética al punto que ésta se pone de manifiesto sólo cuando coincide
con el provecho del Estado. El político respeta las fronteras del Derecho y limita
su impulso de mayor poder por la presión coincidente de razones prácticas y de
móviles idealistas.

Como afirma JELLINEK, hay un derecho virtual, engendrado por el ansia de


justicia, que aspira a ser derecho actual mediante su consagración por la ley. Por
eso, las ideas políticas adquieren juricidad, o sea que la política se juridiza,
cuando la aspiración alcanza a triunfar en la esfera del poder.

La política tiene por fin al gobierno y dirección del Estado; para sus relaciones
se sirve de técnicos y administradores que hacen posible la ejecución de los
planes concebidos por los políticos.

Más allá de toda cuestión jurídica, es indubitables que la voluntad de poder


constituye una de las grandes fuerzas de la vida individual y social.

Bertrand Rusel afirma en su obra "El Poder" que éste tiene en el mundo del
espíritu la misma importancia que la energía en el mundo de la física.

Por tanto, el Estado debe ser mirado esencialmente, como agrupación política,
o sea como un ente de poder, antes que como ordenamiento jurídico.

La política está constituida por puntos de vista sobre la justicia. Los partidos y
los grupos presionan en el sentido de aquello que consideran justo, aunque no
lo sea objetivamente. La política actual se cubre de un substrato ideológico y
todo obrar tiene tras de sí, más o menos conscientemente, un pensamiento.

La noción ideológica según la cual se organiza jurídicamente la convivencia


social, es llamada "fórmula política", inspirada en una concepción capital sobre
el modo de relación que deba existir entre la sociedad y los individuos.

La función política es vital, figura el lado de aquellas que aseguran físicamente


la supervivencia de la especie, como la nutrición o la reproducción. Expresa la
conciencia del grupo para encontrar un eje de cohesión.

El hecho político es simultáneo al hecho social, es indispensable para evitar que


la sociedad se disuelva. La distinción entre sociedad natural y sociedad política
puede hacerse conceptualmente pero no en la realidad.
EL PODER Y LA SOCIEDAD DE MASAS:

La sociedad de nuestro siglo es una sociedad de masas, caracterizada por su


tamaño y su complejidad.

A las pequeñas democracias griegas, a las nacionalidades surgidas desde las


edades modernas y gobernadas por pequeñas élites, han sucedido las
sociedades masivas, sean pluralistas o totalitarias en las que la voluntad política
determinante es aquella que sabe apoyarse en la masa.

El máximo problema de nuestra época radica en organizar el consentimiento, o


sea la adhesión a una forma política, bien sea por resignación o por participación
activa. El creciente número de contestatarios e impugnadores y la violencia
desatada por "el poder joven", el "poder negro" y el terrorismo urbano constituyen
fisuras en el orden social, que hoy es movimiento hacia el cambio. Nuestra
sociedad respeta cada vez menos los medios jurídicos de resistencia a la
opresión, por ineficaces, y es incitada a los métodos de violencia.

Vivimos una era de discontinuidad, tentando vías que conduzcan a nuevo


pluralismo, a la reforma de todo lo viciado, a la organización de un
consentimiento sin miedo.

La sociedad no es una adición de individuos, sino un compuesto. Por virtud del


Poder adquiere una voluntad y sigue un comportamiento determinado. Este
comportamiento es producto de la orientación política.

Nuestra época es una transición del Estado Liberal al Estado Social, siendo
perceptible una mayor participación del pueblo en el poder. Se quiere pasar de
la democracia gobernada a la democracia gobernante. Las construcciones
formales están cambiando su contenido, para no quedar vacías de verdad. Tanto
el pensamiento del derecho natural del Siglo XVIII como el derecho racional de
Kant, concibieron una organización estatal con raíces individualistas.

Podemos señalar, siguiendo a FAYT, tres posiciones en pugna ideológica:

La de quienes quieren conservar el Orden existente y consideran que bastaría


dulcificar la injusticia humana.
La de quienes quieren establecer la burocracia totalitaria, arrebatando al hombre
la posibilidad de decidir por sí sobre su destino.

La de quienes deseen la transformación del orden dentro de la libertad, para


obtener un ordenamiento social que asegura la justicia económica y el pleno
desarrollo de la personalidad humana. Esta tercera posición es la única que
permitirá crear una sociedad nueva en el mundo occidental.

EL ORDEN, EL PODER, LA LIBERTAD:

Orden social, poder y libertad son nociones llamadas a equilibrarse en la vida


normal de un estado. MAURICE HAURIORNU, eminente constitucionalista de la
década anterior a la segunda guerra mundial, opina que la concepción de un
régimen constitucional tiene por fin establecer "un equilibrio fundamental que sea
favorable a la libertad, asegurando el desenvolvimiento regular del Estado".

Este equilibrio se establece por juego de dos fuerzas dinámicas o de movimiento,


que son el poder y la libertad, y de una fuerza de resistencia, que es el orden.
Así como afirmó Freud, toda sociedad se construye sobre el renunciamiento a
las satisfacciones instintivas; por ello es represiva. Orden, poder y libertad
conforman una trilogía en torno a la cual se centra toda la problemática política.
Son factores recíprocamente imbricados, pues el poder hace un juego
equilibrador a fin de compatibilizar el orden y la libertad. Si se pone énfasis
extremo en el orden, o sea si es preferida la libertad, el poder resulta un aparato
de coacción y arbitrariedad.

LA REVOLUCIÓN Y EL MOVIMIENTO:

La realidad política es la de un orden en movimiento. Como dice GEORGES


BURDEAU, llamamos estabilidad a lo que no es sino un equilibrio de fuerzas. El
orden muestra siempre un determinado grado de aptitud para integrar las fuerzas
de renovación.

Pero cuando el orden no muestra capacidad para introducir los cambios que la
tensión social exige, se presenta el fenómeno denominado revolución. Consiste
en el cambio brusco de estructuras, sea raíz de un simple golpe de estado o bien
tras una subversión radical, que se enfrenta a las fuerzas del Gobierno y las
domina.
No es imposible, aunque si improbable, efectuar una revolución dentro de la
libertad, o sea mediante la ley, respetando las formas de la democracia
representativa. En la esencia de la revolución, no está la violencia, pero
generalmente le acompaña, como sucedió en la revolución francesa, la rusa, la
mexicana, la china y la cubana. La experiencia de algunos países no
desarrollados es contradictoria al respecto, pues la transformación se ha
realizado de maneras diversas, inclusive sin derramamiento de sangre. A partir
de la experiencia cubana, los regímenes instaurados con el propósito de cambiar
las estructuras rápidamente se denominan "gobiernos revolucionarios", tales
como los de Argelia, Perú, Guinea e Irak.

La conquista del Poder no es un fin en sí: el Poder que tiende a oficializarse no


es otra cosa que la promesa y el símbolo del orden social futuro, nos dice
BURDEAU, el cual agrega: "La revolución sanciona el desajuste entre la vitalidad
de las representaciones colectivas y la atrofia del aparato político que hubiera
cuando el Poder dicta las reglas por encadenamiento de los sucesos, debido
registrarlas". Las tensiones sociales desaparecen consolidando la posición
política obtenida.
TERMINOLOGÍAS:

ÁPICE.- Vértice, cima, cumbre, extremo, pico, cúspide, culminación, fin.

OSTENSIBLE.- Evidente, manifiesto, notorio, patente, visible.

DETENTA.- Usurpar, apropiarse, conseguir.

AVIDO.- Ansioso, afanoso, ambicioso, anheloso, deseoso, codicioso.

ELUCIDAS.- Aclarar, explicar, especificar, esclarecer, dilucidar.

ADHESION.- Aprobación, conformidad, aceptación, ratificación, consentimiento.

ARROGAN.- Adoptar, prohijar, proteger.

DESPOTICA.- Dictatorial, tiránico, autoritario.

PRECAVER.- Evitar, cautelar, prevenir, garantizar, reservarse.

DULCIFICAR.- Azucarar, endulzar, melar.

INHIBA.- Cohibir, refrenar, abstener, parar, alejarse, apartarse, cortar, impedir.

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