Capítulo 4 - Química en La Restauracion
Capítulo 4 - Química en La Restauracion
Capítulo 4 - Química en La Restauracion
Fig. 4.3. Detalle de la superficie de una pintura afectada por una fuerte contracción del
barniz que ha causado un fenómeno de cuarteado importante.
Podemos afirmar, sin la menor duda, que las películas finas presentan claras ventajas sobre
las de mayor espesor, tanto a corto como a largo plazo. De hecho, una película se forma
mucho mejor —desde ambos puntos de vista: mecánico y óptico— cuando es de espesor
reducido (pocas micras). La mayor parte de los defectos que se pueden observar en las
capas filmógenas aplicadas sobre la superficie de las pinturas dependen casi siempre de la
falta de homogeneidad que se determina cuando el espesor de la película es excesivo. Por
estas razones es más conveniente alcanzar el espesor final requerido por medio de
sucesivas aplicaciones de películas muy finas que aplicar una única película muy espesa.
Aparte de esta norma fundamental y eficaz, dejamos que sea la sensibilidad de cada
operador lo que le guíe en la individualización de las modalidades de aplicación más
adecuadas para lograr, en cada contexto específico, el resultado mejor.
5.3. Propiedades de los barnices
Las películas formadas por los barnices deben mostrar un conjunto de propiedades
relacionadas con las dos funciones fundamentales —protectora y estética— que tienen que
desempeñar. Es oportuno, pues, considerar detalladamente estas distintas propiedades.
5.3.1. Funciones protectoras
Con respecto a las funciones protectoras podemos distinguir:
a) Protección de abrasiones y polvos abrasivos
La función más evidente e inmediata de los barnices es la de proteger la superficie pictórica
de abrasiones accidentales y de los polvos abrasivos que puedan depositarse sobre la
superficie de la pintura y que pueden causar graves daños en el momento de, por ejemplo,
desempolvar la obra. Por esta razón es necesario que la película, una vez seca, presente
una dureza suficiente como para proteger la superficie pictórica de manera eficaz.
La dureza de la película es importante también para evitar que el polvo se fije en la
superficie de la pintura. Una película viscosa y pegajosa recogería en poco tiempo el polvo
presente en el aire, con unas consecuencias previsibles. Además, el grado de dureza de la
película de barniz debe resultar compatible con otra exigencia relacionada con los
inevitables movimientos de las capas pictóricas causados por el soporte.
Esto quiere decir que la película, aunque dura y resistente, debe tener buena elasticidad.
Una película poco elástica, de hecho, se alteraría rápidamente, provocando cuarteados,
desgarros y des-prendimientos de la capa pictórica.
b) Protección de las radiaciones electromagnéticas
La luz en general, pero sobre todo las radiaciones de longitud de onda corta como los rayos
ultravioletas, pueden provocar reacciones fotoquímicas capaces de alterar seriamente la
película pictórica, afectando a los pigmentos y, más aún, a los aglutinantes. Es por eso
oportuno que el barniz sea capaz de filtrar estas radiaciones.
Las resinas naturales: la almáciga y la resina damar, son las que presentan un mayor
grado de protección frente a la mayoría de polímeros sintéticos.
Las resinas sintéticas, pueden llegar a presentar un buen grado de protección gracias a la
adición de sustancias oportunas que, añadidas en pequeñas cantidades, logran frenar los
efectos de las radiaciones U.V. Sin embargo, estos aditivos padecen, a su vez, las
radiaciones, alterándose y adquiriendo un color amarillento que perjudica el color del barniz.
c) Protección de la humedad y de otros agentes gaseosos atmosféricos
Las modernas investigaciones sobre los diferentes polímeros han demostrado que su
permeabilidad a los distintos gases potencialmente nocivos, presentes hoy en día en la
atmósfera como los óxidos de azufre y de nitrógeno, ozono, sulfuro de hidrógeno y oxígeno
—aunque este último sea inofensivo para el hombre es siempre un agente reactivo—, es
análoga a su permeabilidad a la humedad. La superficie pictórica, por lo tanto, debe ser
protegida contra la acción de este conjunto de gases que pueden alterar muy seriamente
los pigmentos y los aglutinantes. Las sustancias menos permeables y, por ende, más
protectivas resultan ser las ceras y los materiales cerosos y, en segundo lugar, las resinas
naturales. Ligeramente más permeables son la mayor parte de los polímeros acrílicos y
vinílicos.
Ahora bien, la protección contra la humedad proporcionada por el barniz debe tener en
cuenta que la superficie trasera de la pintura está en contacto directo con los diferentes
agentes atmosféricos.
En la Antigüedad, y sobre todo en el caso de las pinturas sobre tabla, los pintores solían
aplicar una "contrapintura" (a menudo sólo una simple imprimación) en la parte trasera de
la tabla.
5.3.2. Funciones óptico-estéticas
A parte de desempeñar tareas protectivas con respecto a los agentes agresivos de tipo
mecánico, físico y químico, los barnices deben ejercer también unas funciones estéticas.
a) Aumento del contraste cromático
Una superficie pictórica sin barnizar suele ser, en la mayor parte de los casos y si se analiza
microscópicamente, muy poco uniforme y homogénea. Esta falta de homogeneidad y
uniformidad aumenta y se hace más evidente si la pintura ha sido desbarnizada. Cuando
dicha situación causa excesivas alteraciones del aspecto natural (o intencional) de la
pintura, la aplicación correcta de una película de barniz puede restituir a la obra el justo
contraste de color requerido por la crítica estética.
La aplicación del barniz pone en contacto la superficie pictórica con un medio óptico que
presenta un índice de refracción distinto del que tiene el aire (siempre mayor). Esto elimina
la mayor parte de los fenómenos de reflexión difusa, restituyendo al contraste cromático
sus valores más apropiados. Se dice que los colores aparecen más "saturados": el rojo
recobra su "fuerza" e intensidad, un negro que aparecía desteñido vuelve a aparecer negro,
etc.
En realidad, el fenómeno físico es otro: eliminada la componente blanquecina de la luz
debida al fenómeno de difusión, los colores —que siempre han mantenido la misma
tonalidad cromática— recobran su nivel normal de absorción de las radiaciones. Esto se
traduce en una mayor saturación o pureza cromática. En eso consiste la función estética
fundamental desempeñada por el barnizado en las pinturas.
b) Transparencia
Las funciones del barnizado, una de las propiedades fundamentales de la película es la
transparencia. Por transparencia se entiende la capacidad de dejar pasar la luz visible,
mientras que, con respecto a otros tipos de radiaciones, como por ejemplo los rayos U.V.,
es deseable la mayor opacidad posible para que éstos se puedan filtrar y no lleguen a
afectar a las capas pictóricas.
La pérdida de transparencia del barniz se debe a fenómenos relacionados con la humedad
y con algunos gases contaminantes presentes en la atmósfera.
La humedad suele afectar más fácilmente a algunos barnices resinosos de origen natural,
ya que, estando las resinas formadas por numerosos componentes, es más probable que
alguno de éstos sea sensible a la humedad.
c) Color del barniz
El barniz debe estar compuesto, en lo posible, por materiales incoloros que permanezcan
tales a lo largo del tiempo. Se pueden tolerar coloraciones siempre y cuando sean muy
leves.
En muchas pinturas, el amarilleamiento de los viejos barnices causa, a menudo, variaciones
cromáticas: los mantos o los cielos azules aparecen verdosos, las vestiduras rojas se tornan
anaranjadas y las vegetaciones pierden la brillantez y desaparece la diversificación de los
verdes. En algunas aplicaciones particulares es posible que se requieran barnices
coloreados (pensamos, por ejemplo, en algunas películas amarillas que suelen aplicarse
sobre hojas metálicas para imitar el oro, etc.), sin embargo, se trata siempre de funciones
muy específicas.
La mayor parte de los polímeros, tanto naturales como artificiales, tienden a adquirir, con el
envejecimiento, tonalidades que varían del amarillento al amarillo pardo o grisáceo, y
terminan por modificar progresiva y profundamente el aspecto originario de las pinturas. El
proceso de amarilleamiento de los barnices depende, en muchos casos, de fenómenos de
naturaleza fotoquímica todavía poco estudiados. Es muy probable que se verifiquen unos
procesos de oxidación provocados por radiaciones muy energéticas como las ultravioletas.
Es también posible que estos fenómenos afecten a cantidades muy limitadas del barniz
(probablemente sólo la capa más superficial de la película) o sólo algunos de sus
componentes.
Por estas razones los barnices deben sustituirse después de un período de tiempo no
demasiado largo.
Los barnices a base de resinas naturales suelen presentar una mayor tendencia al
amarilleamiento con respecto a las resinas sin-téticas, pues estas últimas se han estudiado
y preparado precisamente teniendo en cuenta la necesidad de satisfacer este requisito.
d) Grado de brillantez
La brillantez es una propiedad óptica de las superficies relacionada con la manera en que
éstas reflejan la luz. Desde este punto de vista, las superficies pueden presentar un aspecto
brillante, semimate, mate, etc.
La brillantez depende principalmente de las condiciones de la superficie.
Si la superficie es suficientemente uniforme desde un punto de vista microscópico, se
comporta ópticamente como un sistema reflectante de tipo especular y resulta "brillante" al
ojo humano. Si la superficie está, al contrario, falta de homogeneidad microscópica, la
reflexión no respeta las normas de la especularidad y se convierte progresivamente en una
reflexión difusa a causa del fenómeno de scattering.
Para describir este efecto se emplean los términos "semimate" (semibrillante) y "mate" (no
brillante), con distintos grados intermedios.
Dependiendo de las exigencias, puede resultar importante poder regular la brillantez de un
barniz. Ésta, a su vez, depende de numerosos parámetros: de la técnica de aplicación (a
pincel, a aerosol, etc.); de algunas propiedades intrínsecas de los componentes (como
densidad, viscosidad, tipo de resina y de disolventes); del proceso de secado (lento, rápido,
en ambiente húmedo o seco); de la edad del barniz y de su estado de conservación, etc.
Con el envejecimiento, en efecto, los barnices tienen tendencia a pasar por una
estabilización y un asentamiento en formas más compactas.
Los microcuarteados, a su vez, perjudican la uniformidad de la superficie y aumentan la
difusión de la luz. Esto provoca un efecto de opacidad determinado por la componente
blanquecina reflejada por el fenómeno de difusión, e impide una justa observación de la
obra, por lo cual se hace necesaria la sustitución de la película de barniz.
Aplicando el barniz mediante aerosol con un disolvente volátil y desde una oportuna
distancia es posible obtener un efecto semimate: la película se deposita sobre la superficie
en forma de gotas microscópicas que incrementan los efectos de difusión. Es también
posible utilizar aditivos —aunque esto puede presentar algunos inconvenientes— que
influyen sobre la difusión de la luz.
5.4. Composición y otras propiedades de los barnices
Además de las relacionadas con las funciones protectivas y estéticas, los barnices deben
presentar otras propiedades que afectan a su composición, es decir, el tipo de resina y de
disolvente empleados y la relación cuantitativa de la mezcla.
El barniz se aplica sobre la capa pictórica por medio de una disolución que permanece en
contacto con los materiales que constituyen la superficie de la pintura durante todo el tiempo
necesario para la evaporación del disolvente.
Es posible que el disolvente llegue a afectar a los materiales con los que se encuentra en
contacto, siendo particularmente peligroso para los aglutinantes, provocando alteraciones
físicas y químicas (ablandamiento, lixiviación). En la difícil elección del disolvente, pues, es
necesario considerar distintos factores, entre los cuales algunos muy importantes como su
capacidad de agresión hacia los aglutinantes pictóricos y su coeficiente de volatilidad, que
puede reducir los tiempos de contacto con la superficie de la pintura. Hay que tener presente
que la volatilidad no puede ser demasiado elevada ya que el rápido enfriamiento asociado
a la evaporación puede provocar fenómenos de condensación de la humedad en la
superficie de la película o la formación de películas poco uniformes.
Resumiendo, el disolvente deberá presentar:
a) una reactividad nula con respecto al aglutinante con el que entrará en contacto. A este
respecto, las pinturas al temple presentan menos problemas que las pinturas al óleo;
b) un valor de volatilidad que permita una evaporación suficientemente rápida pero no
excesiva, para no provocar el enfriamiento de la superficie.
La sustancia resinosa, no volátil, debe ser soluble en los disolventes más oportunos entre
los que satisfacen los requisitos que acabamos de ilustrar.
Otra condición fundamental que el polímero debe satisfacer es la de mantenerse reversible
a lo largo del tiempo.
Algunas propiedades de los barnices —necesarias para asegurar una buena capacidad de
aplicación y un adecuado espesor de la película— dependen de la composición del mismo,
es decir, del tipo de resina, del disolvente y de la concentración de la mezcla. Entre éstas,
las más importantes son la viscosidad, la densidad y la tensión superficial del barniz líquido.
6. ADHESIVOS, CONSOLIDANTES Y ESTUCOS
Los procesos de adhesión, de consolidación y de estucado han tenido siempre un papel
muy importante en el arte pictórico.
Muchas intervenciones de restauración consisten en la adhesión de elementos
desprendidos. Se trata, pues, de operaciones que revisten mucha importancia y que deben
analizarse adecuadamente para comprender eventuales diferencias y puntos comunes.
En efecto, aunque las destinaciones y funciones de estos materiales son —teóricamente—
muy diferentes, en la práctica aplicativa a menudo se utilizan de manera inadecuada o poco
oportuna.
La multifuncionalidad de los materiales empleados como adhesivos y consolidantes es una
consecuencia directa de su naturaleza química: en la mayor parte de los casos, en efecto,
se trata de polímeros orgánicos que presentan, al mismo tiempo (aunque en distintos
grados) propiedades filmógenas, adhesivas y cohesivas. Un adhesivo puede a menudo
utilizarse también como consolidante, y viceversa. Esto ha provocado —en el pasado, pero
a veces también en la actualidad— cierta negligencia en la distinción de las funciones de
los materiales que en muchos casos se han considerado polivalentes y han sido utilizados
indistintamente para aplicaciones con exigencias muy diferentes.
De hecho, la ambigüedad existe ya a nivel léxico. Los términos "consolidante" y
"consolidación", por ejemplo, se emplean para indicar materiales y operaciones a veces
muy diferentes, contribuyendo a crear confusión en las prácticas aplicativas y dando lugar
a resultados a veces peligrosos e inestables.
Es oportuno, pues, proceder a un análisis sistemático, empezando por las exigencias
mismas de la obra a restaurar. Partiendo de estas premisas, podemos afirmar que se
procede a la consolidación cuando se necesita restaurar:
a) la microestructura de un material decohesionado;
b) un conjunto de elementos de pequeñas dimensiones que a causa de distintos agentes
degradantes se han separado o desprendido;
c) los elementos macroscópicos que componen el objeto y poseen funciones estructurales,
o que constituyen partes importantes de la obra actualmente desprendidas o separadas.
Se trata de situaciones completamente distintas y que, por eso, requieren soluciones
técnicas igualmente diferentes y específicas. El tercer caso, entre los que acabamos de
citar, representa la situación en la que con más frecuencia el término consolidación es
aplicado de manera impropia. En efecto, la situación señalada en el tercer punto concierne
a aquellos casos en los que la misma estructura ha sido afectada en sus elementos
fundamentales como, por ejemplo, en una pintura mural, el desprendimiento del enlucido
aplicado sobre el enfoscado, o el desprendimiento de este último de la pared; en una pintura
sobre tabla, la separación entre las tablas que constituyen el soporte o el desprendimiento
de las capas pictóricas y de la imprimación del mismo soporte; en una escultura de madera
policromada, la separación de un elemento (un brazo, una mano, etc.).
Como es posible intuir, este conjunto de problemas presenta situaciones que requieren
soluciones técnicas diferentes para cada caso. Puede tratarse, por ejemplo, de la
introducción de elementos estructurales de refuerzo (embarrotados, engatillados, etc., es
decir, intervenciones de tipo mecánico); o de la aplicación de un adhesivo muy fuerte
(operación de adhesión); o de la introducción de un estuco adhesivo para llenar los espacios
vacíos y juntar, al mismo tiempo, los elementos desprendidos (también en este caso se
trata de una operación de adhesión, pero asociada a un estucado).
En los tres casos analizados se necesita una operación de consolidación. Sin embargo, en
ninguno de ellos es necesario el uso de materiales consolidantes ya que los contextos que
acabamos de describir exigen más bien unas intervenciones de consolidación estructural
en los aspectos más generales y macroscópicos.
Vamos a considerar, ahora, el primer punto de los citados, en el que la pérdida de cohesión
necesita una intervención que afectará a la microestructura de la obra. Intentemos entender
bien los conceptos que siguen ya que son la base de la utilización de materiales
consolidantes en sentido estricto.
OBJETIVOS DE LAS OPERACIONES DE CONSOLIDACIÓN
1) Consolidación de la microestructura de un material desprendido.
2) Fijación de un conjunto de pequeños elementos separados o desprendidos.
3) Estabilización de una estructura macroscópicamente comprendida.
Todo material sólido o semisólido está caracterizado por una cohesión propia que por
causas naturales (envejecimiento) o inducidas (tratamiento inadecuado, conservación
inapropiada) puede llegar a deteriorarse y a sufrir alteraciones en su microestructura. Estos
procesos de desprendimiento, además, aumentan la porosidad de los materiales.
La restauración de un material desprendido se obtiene por impregnación de las
microporosidades causadas por la degradación mediante un líquido consolidante. Al
penetrar en el material objeto de la consolidación, la sustancia empleada solidifica,
restableciendo un nivel de cohesión adecuado a la naturaleza del material degradado. La
falta de cohesión introducida por la alteración se soluciona, pues, por medio de una
sustancia auxiliar llamada consolidante, ya que sería imposible emplear el mismo material
que constituye el objeto que se está intentando recuperar.
Estas sustancias se denominan, a menudo, con el término fijativo. Sin embargo, creemos
oportuno reservar esta denominación para aquellos productos empleados en las
consolidaciones que afectan solamente a la superficie inmediata de la obra a restaurar. En
algunos contextos, en efecto, puede ser necesaria una operación de consolidación
exclusivamente superficial, aunque, por lo general, es mejor limitar este tipo de
intervenciones para no crear desproporciones excesivas en el grado de cohesión de las
estructuras. Llamaremos fijativos, pues, a los consolidantes que se emplean en las
consolidaciones superficiales de los objetos.
Pasamos ahora a considerar el segundo punto de los citados entre los objetivos de las
operaciones de consolidación. Se trata, en este caso, de una situación intermedia entre el
primer y el tercer caso.
En el caso en cuestión, la separación entre los fragmentos (descamación) no es tan
microscópica como para admitir un tratamiento de consolidación por impregnación ni es tan
macroscópica como para necesitar intervenciones de estucado o anclajes de refuerzo
mecánicos. Se trata, al contrario, de un problema de adhesión: se necesita volver a fijar los
fragmentos al sustrato utilizando un adhesivo que asegure una unión estable y permanente.
Como ya dijimos anteriormente, los agentes consolidantes presentan a menudo
propiedades adhesivas.
Sin embargo, muchas características del uno pueden no estar presentes en el otro.
Otro posterior motivo de complicación puede derivar del estado de alteración del objeto a
restaurar. Es posible que presente distintos tipos de alteraciones en la misma área
(desprendimientos, descamaciones, lagunas, etc.). En estos casos el restaurador tiende a
resolver todos los problemas mediante un único producto; sin embargo, es una manera
equivocada de proceder a la restauración ya que, a lo largo del tiempo, la intervención
manifestará claramente sus límites y será imposible volver atrás: se habrán producido
nuevos y diferentes daños y serán necesarias otras intervenciones.
En lo posible, habrá que distinguir rotundamente los procesos de adhesión de los de
consolidación y de los estucados, de modo que las intervenciones se aporten de manera
rigurosa y específica, sólo donde sea estrictamente necesario y siempre con miras a
mejorar su estado de conservación.
6.1. Los adhesivos
Con el término adhesión se denomina el conjunto de fuerzas de atracción que pueden
ejercerse entre dos superficies cuando éstas están en contacto recíproco. Los distintos
materiales no poseen todos y en la misma medida dichas fuerzas. Además, hay que
considerar que éstas se ejercitan siempre "hacia otros materiales", por lo cual la adhesión
es una propiedad característica de una pareja de materiales, más que de uno solo. Es
posible distinguir:
a) Una adhesión mecánica debida a fuerzas de anclaje mecánicas, por compenetración. Se
trata de una fuerza de adhesión cuyo valor suele ser irrelevante, ya que —siendo las
superficies de los sólidos siempre muy irregulares (a nivel microscópico) y siendo el sólido,
por definición, indeformable— las zonas de contacto efectivo son siempre muy reducidas y
constituyen un porcentaje mínimo de la superficie total.
Este tipo de adhesión juega un papel importante, aunque indirecto, en la adhesión química.
b) La adhesión magnética, electrostática, etc. Este caso se trata de una adhesión particular
que se muestra con exclusividad en elementos especialmente proyectados para presentar
estas características. Hay que considerar que se trata de una adhesión fácilmente
reversible.
c) La adhesión química obtenida por medio de sustancias intermediarias (los adhesivos)
que son capaces de formar películas que establecen una fuerza atractiva entre las dos
superficies en contacto, creando entre ellas una unión. Se trata de la adhesión por
antonomasia. Los enlaces que establecen son, la mayor parte de las veces, de naturaleza
intermolecular. En ocasiones se establecen incluso enlaces de valencia. En todo caso, es
muy importante la contribución aportada por la adhesión mecánica que se ejerce por medio
del anclaje mecánico entre el adhesivo solidificado y las rugosidades de las superficies
unidas.
La restauración y las distintas técnicas artísticas utilizan principalmente este último tipo de
adhesión. En aplicaciones particulares también se han utilizado los otros dos tipos.
Es necesaria una última pero importante observación: la operación de adhesión, —de
manera similar al barnizado y a diferencia de la consolidación— no es una intervención
"masiva" sino que se limita a la creación de una interfaz entre dos superficies. No es, pues,
una operación agresiva ya que no afecta al interior de los materiales sino sólo a algunas
superficies externas. Finalmente, la adhesión debe presentar una característica siempre
muy importante en el sector de la restauración: la reversibilidad.
6.1.1. Mecanismos de adhesión química
Para que el adhesivo se distribuya uniformemente sobre las superficies a unir, éste debe
encontrarse inicialmente en estado líquido o fluido. Ello le permitirá adaptarse a las
irregularidades microscópicas de las superficies y extender las fuerzas atractivas sobre toda
el área interesada por la adhesión. Además, el adhesivo debe ser capaz de solidificar
transformándose en un sólido laminar para que la unión presente la necesaria resistencia
mecánica y sea estable.
Los mecanismos de adherencia pueden distinguirse en varias tipologías, determinando
cada una la clase de adhesivo:
a) Adhesión debida a procesos de fusión y sucesiva solidificación (adhesivos
termoplásticos)
Este mecanismo de adhesión es característico de algunos polímeros termoplásticos de bajo
punto de fusión y reactivables con el calor, es decir, capaces de pasar fácil y
reversiblemente del estado fluido al estado sólido mediante ligeras variaciones de
temperatura.
Estos adhesivos se suelen aplicar de manera uniforme sobre las dos superficies y,
posteriormente, éstas se ponen en contacto.
Este tipo de adhesivos han demostrado der muy útiles y se han utilizado ampliamente en el
mundo de la restauración, sobre todo en los procesos de reentelado de las pinturas. Para
que puedan emplearse realmente, es necesario que manifiesten su termoplasticidad ya a
bajas temperaturas (máx. 50-70 °C), con el fin de que la operación de adhesión no sea
peligrosa para la integridad de la obra pictórica. En algunos casos es posible disminuir la
temperatura de fusión por medio de sustancias reblandecedoras que —aun no siendo
disolventes en sentido estricto— ablandan el polímero y reducen su temperatura de fusión.
b) Adhesión debida a procesos químicos (adhesivos de dos componentes)
Muchas resinas sintéticas polimerizan partiendo de los respectivos monómeros o de
materiales prepolimerizados gracias a la acción de un catalizador o de otro componente. La
reacción que se produce—casi siempre una reticulación- da lugar a la formación de una
resina con propiedades adhesivas capaz de formar junturas estables. Este proceso suele
realizarse a temperatura ambiente, aunque, en algunos casos, el aumento de la misma
puede acelerar la reacción.
A causa de la formación de estructuras polímeras reticuladas, estos procesos dan lugar a
adhesivos que no suelen ser reversibles y que, por esta razón, se emplean sólo
ocasionalmente en la restauración, sobre todo en aquellas aplicaciones en las que no es
necesaria la reversibilidad.
c) Adhesión debida a evaporación del disolvente a partir de adhesivos en disolución o
emulsión
Muchos polímeros, tanto sintéticos como naturales, pueden aplicarse sobre las superficies
a unir por medio de disoluciones o emulsiones. Las dos superficies se mantienen en
contacto y la evaporación del disolvente da lugar a una película de adhesivo solidificado
que constituye la juntura. Este tipo de adhesivo es el más utilizado, tanto para las
aplicaciones comunes como en el sector de la restauración. En este caso, sin embargo, es
necesario que el producto presente buena reversibilidad a lo largo del tiempo, es decir, que
sea posible reblandecerlo y eliminarlo por medio de disolventes poco agresivos.
La adhesión —como puede intuirse— se realiza por la acción conjunta del enfriamiento y
de la evaporación del disolvente. Es éste el caso de las colas animales y de algunas colas
vegetales (almidón, etc.) habitualmente empleadas en las tareas de restauración.
d) Adhesión por contacto bajo presión
Algunos adhesivos son capaces de realizar una adhesión entre dos superficies por simple
contacto bajo presión. Para que esto sea posible es necesario que el material empleado no
adquiera nunca el estado sólido, sino que permanezca en estado viscoso y elástico hasta
el momento de la compresión.
Al ser materiales deformables, la compresión aumenta la superficie de contacto entre el
adhesivo y las partes a unir, determinando de esta manera una unión suficientemente
estable. Se trata, además, de sustancias de fácil reversibilidad.
El adhesivo puede ser:
a) Un polímero termoplástico de bajo punto de fusión (50-70 °C).
adhesión: por fusión y sucesiva solidificación.
b) Un polímero (adhesivo de dos componentes).
adhesión: reticulación (polimerización definitiva) por medio de un catalizador o del segundo
componente que activa la reacción.
c) Un polímero en disolución (transparente) o en emulsión (opaco, similar a un látex).
adhesión: por evaporación del disolvente o del vehículo de la emulsión.
d) Un adhesivo “de contacto" (polímero con aditivos que lo mantienen constante mente en
estado fluido).
adhesión: por presión moderada.
Como ya sabemos, la restauración impone fuertes limitaciones a la gama de adhesivos
utilizables. Los adhesivos termoplásticos, a su vez, presentan el inconveniente de necesitar
del calor para poder aplicarse y por eso deben presentar puntos de fusión muy bajos.
De la misma manera, los adhesivos que se aplican por medio de disoluciones o emulsiones
pueden emplearse siempre y cuando el disolvente utilizado no represente un peligro para
los materiales que constituyen la pintura.
Esto debe tenerse en cuenta para la eventualidad de una futura eliminación, ya que también
en este caso deberán utilizarse disolventes. Por último, los adhesivos de contacto —a
menos que no se hayan formulado de manera específica— se han demostrado a menudo
poco estables, sobre todo a largo plazo.
Se trata, pues, como siempre en el mundo de la restauración, de individualizar los
materiales más adecuados para un determinado contexto de aplicación, aunque hay que
tener siempre presente que, en todo caso, habrá que optar por un compromiso.
6.1.2. Propiedades de los adhesivos
Para que las sustancias adhesivas puedan adaptarse a las distintas exigencias aplicativas
y garantizar unos resultados fiables y duraderos, deben presentar determinadas
propiedades químicas y físicas.
a) Propiedades del adhesivo en estado líquido
Viscosidad. El adhesivo en estado líquido debe tener la capacidad de cubrir y adaptarse
de manera uniforme a las irregularidades de las superficies a adherir, sin dejar que se
formen ampollas de aire que debilitarían la adhesión.
En los adhesivos que se aplican por medio de un disolvente la viscosidad depende de la
concentración. Si el adhesivo presenta una viscosidad demasiado limitada (si se emplea en
una concentración muy baja), después de la evaporación nos encontraríamos con una
unión débil e inconsistente causada por la falta de una cantidad suficiente de adhesivo. En
el caso contrario, una viscosidad demasiado elevada (concentración muy alta) impediría
una distribución uniforme del polímero sobre las superficies.
La viscosidad depende también de la porosidad de las superficies que queremos juntar. En
el caso de sólidos demasiado porosos, en efecto, un adhesivo excesivamente líquido sería
absorbido por el sólido, impidiendo la formación de la película adhesiva.
En los adhesivos termoestables, la viscosidad en estado líquido depende del tipo de
sustancia v, sobre todo, de la temperatura.
Propiedades tensioactivas y humectabilidad. El adhesivo, líquido o en disolución, debe
presentar buenas capacidades de humectación para poder aplicarse de manera uniforme
sobre la superficie de aplicación.
La distinta humectación que se produce cuando un líquido y un sólido entran en contacto
depende de las fuerzas de cohesión y de las distintas fuerzas de adhesión que se
determinan en cada caso. La cohesión entre las mismas moléculas del líquido es, en efecto,
constante, mientras que la adhesión entre las moléculas del líquido y del sólido varía
dependiendo del tipo de sólido y de la afinidad entre los dos materiales.
Como regla general, podemos decir que existe una buena humectación cuando las fuerzas
de atracción entre líquido y sólido son mayores que las fuerzas de atracción
intermoleculares del mismo líquido.
Sin embargo, más que a la cohesión y a la adhesión, se suele hacer referencia a
magnitudes estrictamente relacionadas con las anteriores, como la tensión superficial del
líquido (oLG) y del sólido (oLG) y la tensión interfacial líquido-sólido (oLs). En este caso,
unos valores bajos —tanto de la tensión superficial del líquido como de su tensión
interfacial— aseguran unas mejores condiciones de humectabilidad.
Si la composición del adhesivo no asegura de por sí tales condiciones, es posible mejorar
la distribución del líquido añadiendo una pequeña cantidad de tensioactivo. En los
adhesivos en emulsión, el mismo emulsionante funciona como tensioactivo.
Hay que subrayar que la humectabilidad de una superficie se refiere siempre a superficies
perfectamente limpias y libres de toda sustancia ajena (películas de grasa, humedad, polvo,
etc.) cuya presencia modificaría la tensión interfacial entre el adhesivo y la superficie del
sólido.
Tiempo de secado. El tiempo de secado es el tiempo que necesita una sustancia adhesiva
para pasar del estado fluido al sólido o semisólido, dependiendo del tipo de adhesivo).
En el caso de los adhesivos con disolvente, este tiempo depende, en primer lugar, de la
velocidad de evaporación del disolvente y —en el caso de aplicarse sobre un material
poroso— de la absorción del mismo por parte del material en cuestión. La evaporación del
disolvente puede ser obstaculizada por eventuales fenómenos de retención causados por
determinados tipos de interacción entre adhesivo y disolvente. En estos casos la fase de
evaporación del disolvente puede resultar muy larga. Sin embargo, incluso si no se verifica
ninguna retención, es posible distinguir una primera fase de rápida evaporación (a la que
corresponde una adherencia incompleta pero suficiente para mantener unidas las dos
superficies) y una posterior fase de secado y adherencia definitiva que necesita más tiempo
para llevarse a cabo.
Para los adhesivos de dos componentes (con catalizador o endurecedores), el tiempo de
secado (fraguado) corresponde al tiempo empleado por la reacción. A su vez, ésta depende
de la temperatura, de la cantidad y del tipo de catalizador empleado
También en el caso de estos adhesivos se distinguen dos tiempos y dos tipos de adherencia
(provisional y definitiva). En el caso de los adhesivos termoplásticos, por otro lado, el tiempo
necesario para la adhesión corresponde al tiempo mismo de enfriamiento. A diferencia de
los precedentes, en los adhesivos de contacto (con elastómeros) la adherencia se verifica
inmediatamente.
Dependiendo de los distintos contextos en los que se opera puede ser necesario disponer
de adhesivos que presenten diferentes y oportunos tiempos de adherencia ya que las
propiedades de la unión que se obtiene están sujetas, en gran medida, a la velocidad del
secado.
Como siempre, sin embargo, la posibilidad de variar el tiempo de secado es limitada ya que
los adhesivos disponibles en el mercado nos llegan ya preparados.
Es, pues, imprescindible emplear distintos adhesivos para cada aplicación, dependiendo de
la elección del contexto y de las exigencias específicas.
Conservación. Actualmente, la mayor parte de los adhesivos presentes en el mercado se
encuentran en estado líquido o fluido, para poder permitir su inmediata aplicación. Esto
causa problemas que atañen a la fiabilidad de la conservación del material a lo largo del
tiempo. En el caso de los adhesivos con disolvente se suelen tomar todas las medidas
necesarias para que el contenedor no deje evaporar el disolvente. También en el caso de
los adhesivos por polimerización se deben adoptar precauciones para su conservación. La
polimerización debe verificarse exclusivamente en el momento de la aplicación: por eso los
distintos componentes deben conservarse separadamente en contenedores bien cerrados.
Los adhesivos basados en disolventes o emulsiones acuosas, por otro lado, pueden
presentar otros problemas ulteriores, debidos a la facilidad con la que suelen ser atacados
por microorganismos. Sobre todo, resultan afectadas las colas animales y algunos
adhesivos de origen vegetal (almidones, etc.).
En estos casos se recurre a la adición de sustancias antifermentación. Pueden resultar
útiles tanto las sustancias tradicionales —tales como el ácido salicílico y sus derivados, el
fenol o las sales de amonio cuaternario— como algunos biocidas de acción más específica.
Estos últimos no prolongan su acción también después del secado. Por eso se utilizan en
los casos en los que la conservación se lleva a cabo en ambientes húmedos.
b) Propiedades de la unión después de la adhesión
Fuerza adhesiva de la unión. Una vez terminado el proceso de adhesión, la unión tiene que
presentar unas propiedades mecánicas y químicas que aseguren una adherencia fiable.
Fuerza adhesiva, es decir, el grado de tenacidad de la adhesión entre las dos superficies.
Esta característica depende principalmente del tipo de adhesivo. Hay que subrayar que no
siempre es útil emplear un adhesivo con una elevada fuerza de adhesión. En las
aplicaciones de restauración, de hecho, existe la tendencia a sobrestimar el problema de la
adhesión, utilizando a menudo adhesivos muy tenaces y que en muchos casos presentan
una fuerza de adhesión excesiva con respecto a las necesidades reales del contexto
aplicativo. La fuerza que se exige a la unión, en efecto, depende de la relación entre la
extensión de las superficies a unir y las masas de las dos partes en cuestión.
La tensión provocada por la adhesión causaría una deformación geométrica de las
superficies. Un defecto de este tipo es el que puede verificarse durante una "fijación de la
capa pictórica" de las pinturas.
Si el adhesivo es demasiado fuerte, después del secado pueden verificarse tensiones entre
la periferia de la unión y la unión misma. Esto puede provocar, a lo largo del tiempo, un
nuevo desprendimiento del color causado por el desequilibrio que se crea entre la unión y
las fuerzas de cohesión de las partes sanas. Por esta razón es muy importante efectuar
una cuidadosa selección del adhesivo en función del problema que hay que resolver.
Cuando hay que unir dos cuerpos cuya masa es bastante notable con respecto a la
superficie de adhesión, es necesario que el adhesivo forme una unión muy resistente ya
que tanto eventuales esfuerzos mecánicos como el mismo peso de las dos partes adheridas
podrían causar la ruptura de la unión.
Elasticidad y flexibilidad. Las estructuras de tipo laminar como tejidos, papel, pergamino,
etc., presentan unas características de flexibilidad que deben conservarse incluso después
de eventuales operaciones de adhesión. En estos casos, el adhesivo debe poseer —
después del secado— una elasticidad y flexibilidad tales como para no modificar las mismas
características del material adherido. Restaurar una obra, de hecho, quiere decir no sólo
recuperar la parte expresivo-figurativa del objeto de la restauración sino también su
componente material, con todas sus propiedades y características (en este caso, pues,
también su flexibilidad).
Para los adhesivos constituidos por sustancias elastómeras, la elasticidad es una calidad
permanente. Estos adhesivos deben conservarse elásticos y pegajosos ya que sobre esta
misma característica se basa su funcionalidad y reversibilidad.
Espesor de la unión. Como ya dijimos en un epígrafe anterior, para todo tipo de adhesivos
es conveniente que el espesor de la unión sea muy reducido. Una unión de este tipo
presenta varias ventajas:
a) mayor resistencia al deslizamiento;
b) mayor resistencia a las deformaciones provocadas por fuerzas mecánicas externas;
c) menor sensibilidad a las variaciones dimensionales causadas por cambios
mícroclimáticos, etc.
La cantidad de adhesivo a aplicar tiene que ser suficiente como para cubrir uniformemente
todas las microscópicas irregularidades superficiales y debe tener en cuenta las posibles
pérdidas por absorción de parte de materiales porosos y las eventuales reducciones de
volumen causadas por el enfriamiento o por la evaporación de disolvente. Para algunos
adhesivos (cianoacrilatos, etc.), al contrario, es indispensable que la unión no tenga ningún
espesor apreciable.
Cuando las superficies a unir son muy irregulares, los problemas que se presentan son de
otro orden y el material tecnológico que hay que utilizar ya no es un adhesivo sino un estuco.
Espesor de la unión
Debe ser mínimo, en compatibilidad con las necesidades del problema
Partes a unir con superficies REGULAES: espesor inapreciable.
Partes a unir con superficies IRREGULARES: espesor mínimo.
Error: adhesivo utilizado de manera impropia (como estuco).
Reversibilidad. Con este término no se quiere expresar sólo la posibilidad de una eventual
eliminación por disolución, sino también -y en muchos casos- un sencillo reblandecimiento
de la unión (por medio de calor, disolventes o vapores) que permita despegar las dos partes
gracias a una ligera y prudente intervención mecánica.
6.1.3. Clases de adhesivos
a) su origen o naturaleza química;
b) la aplicación a la que se destinan.
Para analizar rápida y sistemáticamente los tipos de adhesivos, según su naturaleza
química.
Adhesivos de origen animal
Pertenecen a esta clase:
a) Colas animales
la cola de pescado;
la cola de pieles (conejo y otros mamíferos inferiores);
la cola de pencas o cola fuerte (de huesos y cartílagos de mamíferos superiores).
b) Colas a base de caseína
caseinato de cal;
caseinato de amonio.
c) Colas de albúmina y de sangre
Todos los adhesivos de origen animal son de naturaleza proteínica. Se suelen aplicar en
disoluciones o emulsiones acuosas. En el caso de las colas animales, el mecanismo de
adherencia está basado fundamentalmente en el enfriamiento del sol (es decir, de la
disolución coloidal caliente) gracias a unos complejos fenómenos de gelificación que dan
lugar al endurecimiento del adhesivo. Al mismo tiempo, se verifica también una evaporación
del agua contenida en la disolución.
La formación del gel y la aparente solidificación están relacionadas con la formación de
enlaces de hidrógeno según mecanismos bastante complejos.
El proceso de gelificación de las colas animales puede ser obstaculizado fuertemente por
la presencia de sales solubles, de ácidos y de bases que interaccionan con el proceso de
manera distinta según la naturaleza del compuesto. Sustancias como el alumbre, el sulfato
de magnesio y el carbonato de sodio, provocan la floculación y la precipitación del sol,
impidiendo de esta manera la utilización de la cola. El cloruro de sodio, el cloruro de amonio
y el nitrato de potasio, por otra parte, funcionan como inhibidores de la gelificación e impiden
la solidificación de la cola.
Un inconveniente de este tipo puede verificarse en las operaciones de arranque de los
frescos, cuando éstos padecen una cristalización de nitratos. En estos casos, en efecto, la
operación de arranque —que se lleva a cabo adhiriendo telas de soporte a la película
pictórica— se vuelve imposible ya que los nitratos presentes en la superficie pictórica
impiden la solidificación y el agarre de la cola.
Las colas de albúmina y sangre se suelen preparar a temperatura ambiente y la gelificación
se verifica en frío. De esta manera se necesita, sin embargo, un tiempo bastante largo que
puede reducirse aumentando la temperatura a la que se efectúa la operación.
Las colas a base de caseína se obtienen mediante la disolución de ésta en disolventes
acuosos alcalinos. De hecho, la naturaleza anfótera de la caseína (es decir, su naturaleza
ácida y básica al mismo tiempo) permite que la "salificación" se verifique en ambos
ambientes, ácidos y básicos. La caseína pura es casi insoluble en agua, mientras que las
sales que ésta forma con las bases (caseinatos) suelen ser solubles y pueden utilizarse
como adhesivos.
El proceso de adhesión —todavía poco estudiado— es fundamentalmente un proceso de
gelificación, en el que, sin embargo, reviste cierta importancia también la evaporación del
disolvente. En algunos caseinatos, asimismo, se verifican otros tipos de reacciones que
dependen de la base utilizada (que suele estar presente en exceso). La disolución, así como
el proceso mismo de adherencia, se verifican en frío (colas en frío). El gel que se forma
suele ser irreversible.
De esta manera, algunos caseinatos como los de sodio, potasio y amonio se mantienen
reversibles durante un período de tiempo más largo que el caseinato de calcio o los
caseinatos de otros elementos alcalino-térreos. Estos últimos se caracterizan por presentar
un período de empleo mucho más breve, ya que en pocas horas se vuelven irreversibles.
Una vez formadas, las uniones se demuestran resistentes al agua y su resistencia es
directamente proporcional a su irreversibilidad.
El caseinato de calcio—una de las colas más conocidas y empleadas ya desde la
Antigüedad— se suele preparar utilizando una cantidad de cal en exceso. En este caso
(como también ocurre para el caseinato de bario), el proceso de adherencia implica también
la carbonatación del hidróxido: Ca(OH)2 + CO2 CaCO3 + H2O.
Las colas animales, a diferencia de las colas de caseína, no son resistentes al agua a
menos que hayan sido tratadas con sustancias como la formalina (formaldehído en
disolución acuosa) u otras que tienen la propiedad de desnaturalizar las proteínas, dando
lugar a geles irreversibles. Los adhesivos animales han tenido una gran importancia en la
historia de las artes y de la restauración hasta el descubrimiento de los modernos adhesivos
de síntesis. De hecho, se trata de los primeros adhesivos empleados en estas disciplinas,
lo cual se debe también a la facilidad de obtención del material necesario para su
preparación.
Adhesivos de origen vegetal
Estos adhesivos pueden dividirse en dos grupos:
a) los de naturaleza polisacárida. En la mayor parte de los casos se trata de sustancias
hidrosolubles (cola de harina, cola de almidón, colas a base de dextrinas, gomas
vegetales);
b) adhesivos aplicables en disolventes orgánicos (resinas naturales vegetales).
En general se trata de adhesivos con un poder de adherencia menor del que caracteriza a
las colas de origen animal y a las colas sintéticas. Por esta razón se revelan más adecuados
para las operaciones de adhesión de papel y materiales similares.
La cola de harina, hoy totalmente en desuso, se obtenía dispersando harina en agua fría y
añadiendo después agua hirviendo. Esta mezcla se calentaba hasta 70-80 °C, agitando
continuamente hasta obtener una pasta homogénea. La cola de harina se solía emplear en
las operaciones de adhesión del papel antes de ser sustituida por el almidón, cuando éste
empezó a estar disponible en forma purificada. La cola de almidón tiene un poder adhesivo
menor que el de la cola de harina (ya que ésta contiene, además del almidón, aglutinantes
proteínicos); sin embargo, posee unas características de color y conservabilidad mejores.
La cola o pasta de almidón se prepara con un procedimiento análogo al de la cola de harina.
A menudo se le añaden otras sustancias para modificar su viscosidad, volviéndola más
pegajosa y, sobre todo, para prevenir la agresión de parte de microorganismos degradantes
como hongos, moho, etc., y para aumentar su resistencia al agua después del secado.
También en este caso, se trata de un adhesivo utilizado principalmente en las operaciones
de adhesión de papel y materiales similares. Sin embargo, ambas colas presentan algunos
inconvenientes. De hecho, la preparación misma de la cola requiere importantes cantidades
de agua, que, en la fase de aplicación, impregna fuertemente los soportes y las estructuras
con las que entra en contacto, ablandándolas y provocando fuertes contracciones en el
momento del secado. Además, la unión tiende a volverse frágil con el envejecimiento, tanto
por la pérdida de agua como por las degradaciones provocadas por distintos
microorganismos.
La pasta de almidón, se utiliza en la práctica del entelado, mezclada con colas animales,
resinas (por ejemplo, trementina de Venecia) y otras sustancias.
Estos procesos se basan en reacciones de hidrólisis ácida o alcalina, en tratamientos
oxidantes o en tratamientos térmicos que transforman profundamente la estructura del
almidón, dando lugar a unas sustancias llamadas dextrinas.
Las colas a base de dextrina pueden presentar, dependiendo del tipo de cola, unas
propiedades adhesivas mucho mayores que el almidón. Sin embargo, después del secado
resultan completamente insolubles y, por ende, irreversibles, incluso en agua caliente.
También las gomas vegetales, sobre todo la goma arábiga, se suele utilizar para las
operaciones de adhesión de papel y similares. Aunque sus capacidades adhesivas son muy
limitadas, estas sustancias presentan la ventaja de no causar excesivas contracciones del
soporte durante el proceso de secado, de ser incoloras, de formar disoluciones poco
viscosas y de ser reversibles en agua incluso después de un largo período de
envejecimiento.
Los adhesivos de naturaleza vegetal insolubles en agua y solubles en disolventes orgánicos
suelen ser, principalmente, resinas naturales. Es oportuno considerar entre estos últimos la
goma laca, aunque se trate de una resina de origen animal.
En los sectores de la restauración y de las disciplinas artísticas las resinas vegetales se
utilizan principalmente como ingredientes fundamentales en la formulación de barnices y,
en menor medida, en la preparación de adhesivos. Los materiales más utilizados son el
mastic, la goma laca y la colofonia, normalmente disueltos en disolventes como
trementinas, alcoholes, etc., y eventualmente mezclados con bálsamos fluidificantes o
plastificantes como elemí, trementina de Venecia, etc.
Las aplicaciones de estos materiales en la restauración son numerosas: se emplean, como
adhesivos en las operaciones de refuerzo de las telas y de reentelado, y en las aplicaciones
de fijación de la película pictórica con el método "cera-resina", basadas en la utilización de
mezclas de cera de abejas y resinas vegetales (colofonia, damar, mastic, etc.) y
oleorresinas como fluidificantes.
Adhesivos sintéticos y adhesivos naturales modificados
Entre las resinas sintéticas más conocidas y utilizadas en operaciones de adhesión en el
sector de la restauración debemos citar en primer lugar las clases de los polímeros vinílicos
y acrílicos. En segundo lugar, y para aplicaciones más específicas, han sido también
empleadas resinas epoxi, algunos tipos de siliconas y de poliésteres, derivados de la
celulosa y otros.
En la restauración se emplean principalmente adhesivos de tipo vinílico o acrílico.
Si, las necesidades de la aplicación requieren otras propiedades, corno la afinidad del
adhesivo con respecto a determinados soportes, la estabilidad mecánica de la unión, etc.,
sin que la reversibilidad constituya una condición imprescindible, es preferible utilizar otros
tipos de polímeros.
Cuando se trata de la adhesión de superficies metálicas, cerámicas, de cristal o de piedra,
cobra especial importancia el uso de las resinas epoxi. Por ejemplo, la fijación de ejes
metálicos a unos soportes de madera se suele realizar por medio de estas resinas. Para
los problemas de adhesión de soportes pictóricos de madera y, en general, para todos los
objetos de madera, se emplean principalmente adhesivos vinílicos en emulsión elaborados
a base de acetatos polivinílicos o de sus copolímeros.
Para la aplicación de adhesivos sintéticos se han propuesto distintas soluciones, y se
emplean en preparaciones termoestables que se aplican en caliente y al vacío. La
aplicación puede efectuarse mediante disoluciones que se extienden con el pincel sobre
ambas superficies, se dejan secar y, posteriormente, se funden a 60-70 °C para que se
produzca la adhesión. También es posible aplicar el adhesivo en forma laminar (película de
unas decenas de micras de espesor), interponiéndolo entre las dos superficies y
procediendo a la termofusión. En este último caso puede reducirse la temperatura de fusión
tratando primero el adhesivo con un líquido reblandecedor, no disolvente y volátil. De esta
manera se reduce el riesgo de afectar negativamente a la obra, tanto en la fase de la
aplicación como en una eventual operación de reversión.
En las preparaciones adhesivas para el reentelado encontramos sobre todo polímeros
vinílicos y acrílicos (BEVA, AYAC, Crylat, Plestol, Primal, etc.), pero también elastómeros
polibutadiénicos, etc. Estas mismas sustancias se utilizan asimismo para la fijación de los
colores de las pinturas y para las veladuras. Los adhesivos sintéticos también resultan útiles
en las intervenciones de traslado de las pinturas sobre tabla a un soporte nuevo (suelen
utilizarse las mismas sustancias que se usan para las operaciones de reentelado).
Los adhesivos sintéticos también se emplean a menudo en las operaciones de restauración
de pinturas murales. En la restauración de los desprendimientos y descamaciones de las
películas pictóricas mediante inyección de sustancias acrílicas Crvlat, Primal, etc.) y la
readhesión sobre un soporte nuevo de los frescos desprendidos.
Podemos afirmar que los adhesivos sintéticos presentan una gran flexibilidad en su empleo,
condición indispensable para que estas sustancias puedan ser utilizadas en las operaciones
de restauración, siempre diferentes y, al mismo tiempo, específicas.
En la restauración, las ceras se han empleado en los compuestos adhesivos para el
reentelado y la fijación del color, para lo cual el producto más usado, aún hoy, es la cera
natural elaborada por las abejas y, en menor medida, las ceras microcristalinas.
Adhesivos de naturaleza mineral
Los adhesivos de los que hemos hablado hasta ahora están compuestos por sustancias de
naturaleza orgánica o polimérica. Sin embargo, desde la antigüedad han sido también
usadas numerosas sustancias minerales o inorgánicas que resultan útiles en aplicaciones
puntuales y muy específicas. Por su misma naturaleza y por las particulares aplicaciones a
las que se destinan (se utilizan para la adhesión de materiales de la misma naturaleza como
enlucidos, piedras, ladrillos y otros materiales para la construcción), estos materiales
desempeñan principalmente el papel de estucos (estucados internos o externos, estucos
adhesivos, etc.).
6.2. Los consolidantes
Se tiende a incluir bajo esta denominación una serie de sustancias heterogéneas que, si
bien en algunos contextos pueden ser intercambiadas y utilizadas de manera indistinta, en
muchas ocasiones dan lugar a una confusión conceptual en las operaciones de
restauración a realizar.
Los consolidantes son sustancias que restablecen —en la mayor parte de los casos, por
impregnación— un grado de cohesión suficiente en aquellos materiales cuya degradación
ha provocado la pérdida de la original condición de agregación que los caracterizaba.
El problema: Devolver una cohesión normal a un material que, por causa de un proceso
de deterioro, ha padecido una alteración de la microestructura.
La intervención: Se procede por impregnación de las porosidades anómalas de la
estructura con un consolidante en estado líquido que, por la reacción química o evaporación
del disolvente, restablece la cohesión.
Consolidante: Si afecta de manera homogénea también el interior del material que ha
perdido la cohesión.
Fijativo: Si actúa sólo en la superficie del material a restaurar.
El consolidante debe ser líquido y presentar un bajo grado de viscosidad, que permita una
difusión homogénea por capilaridad en el interior del material a restaurar. Después de
efectuar la impregnación tiene lugar un proceso de fraguado por medio del cual se consigue
una cohesión suficiente para asegurar la permanencia del estado físico del material objeto
de la intervención, en equilibrio con las fuerzas en juego en el sistema.
Se denomina cohesión al conjunto de fuerzas de atracción existentes entre los elementos
microestructurales que constituyen un material. La mayor parte de los materiales utilizados
en el campo artístico no poseen una estructura homogénea, ya que en la mayoría de los
casos están constituidos por una mezcla de distintas sustancias.
La pérdida de cohesión puede ocurrir por distintas causas. Por un lado, puede deberse a
los efectos acumulativos de los procesos de deformación mecánica, causados a su vez por
variaciones térmicas; por otro, puede ser consecuencia de fenómenos químicos o
biológicos que han modificado la naturaleza de algunas sustancias aglutinantes que
constituían la cohesión originaria.
6.2.1. Mecanismos cohesivos
Nos ocupamos ahora de los mecanismos mediante los cuales los pro-ductos consolidantes
—después de la operación de impregnación—determinan el proceso que devuelve la
cohesión al objeto tratado. Las distintas tipologías de estos procesos permiten distinguir y
clasificar distintos grupos de productos:
a) Consolidantes aplicados en disoluciones
La manera más rápida de conseguir licuar una sustancia sólida es tratarla con un disolvente.
Esto presupone que dicha sustancia debe ser soluble en algún líquido o poder ser
dispersada en forma de emulsión.
El disolvente, así como el consolidante, debe presentar unas características determinadas:
no debe ejercer ninguna acción disolvente o reactiva hacia el material a consolidar, ha de
ser bastante volátil y no debe dar lugar a fenómenos de retención por parte del material
tratado. Según este tipo de consolidación, la única función del disolvente es la de ser el
vehículo de la sustancia consolidante y permitir así que ésta penetre y se difunda más
fácilmente en las porosidades y en las microfisuras del material a consolidar. Una vez
llevada a término esta función, el disolvente tiene que evaporarse, permaneciendo en el
interior del objeto el material cohesivo.
Los consolidantes aplicables con este procedimiento pueden ser de dos tipos. Se trata de
dos clases de materiales muy importantes, pero absolutamente diferentes entre ellos:
1. Sustancias que poseen de por sí propiedades consolidantes y que, después de la
evaporación del disolvente, ejercen sus propiedades cohesivas en el material
tratado. Suelen ser, en la mayor parte de los casos, polímeros termoplásticos y
solubles.
2. Sustancias que, después de la evaporación del vehículo líquido, no presentarían
propiedades cohesivas propias pero que se suelen transformar, a causa de
reacciones espontáneas (como carbonatación, hidrólisis, doble intercambio) en
otros compuestos con propiedades consolidantes.
Entre éstos encontramos numerosos consolidantes que se emplean en la pintura mural.
b) Consolidantes aplicados por fusión
Se trata de sustancias sólidas naturales o artificiales —por lo común, polímeros— que
presentan un punto de fusión suficientemente bajo como para no dañar el material a
consolidar. Estos productos se utilizan principalmente en intervenciones de consolidación y
fijación del color en las pinturas sobre lienzo o tabla y se aplican preliminarmente sobre la
superficie a consolidar en forma de solución o de suspensión.
Para estos fines se utilizan sobre todo las ceras, por tratarse de sustancias con un punto
de fusión muy bajo y que producen líquidos poco viscosos y de fácil penetración en las
porosidades del objeto artístico a restaurar, aunque recientemente se han comenzado a
emplear también ciertas resinas termoplásticas. Después de la evaporación del disolvente,
a temperatura controlada y preferiblemente al vacío, se procede a la fusión del polímero
que, de esta manera, se difunde en la estructura del objeto a consolidar y posteriormente
se solidifica, restableciéndose así la cohesión perdida. Realizar la operación al vacío es
muy útil para obtener una impregnación y una cohesión uniformes. A este tipo de
consolidantes pertenecen, sobre todo, los polímeros acrílicos y vinílicos.
c) Consolidantes constituidos por monómeros polimerizables
Son sustancias en estado líquido que polimerizan transformándose en sólidos bajo la acción
catalítica de radiaciones de energía elevada, capaces de penetrar en el interior de la
materia, como rayos gamma, rayos X, etc.
Estos materiales presentan la ventaja de obviar las dificultades de penetración en el interior
del objeto a consolidar y de permitir una consolidación más homogénea del material tratado.
Los monómeros utilizados, de hecho, están constituidos por moléculas sencillas; es decir,
se trata de líquidos que presentan una viscosidad muy baja, similar a la de un disolvente
común, lo cual facilita la impregnación del material. La polimerización se verifica en el
interior del objeto, y afecta homogéneamente a todas las partículas y elementos a
consolidar.
Es éste, sin embargo, un procedimiento menos práctico, ya que, por ser necesario el empleo
de un generador de rayos gamma, sólo puede realizarse en determinados laboratorios.
Además, presenta problemas añadidos de orden general, e incluso algunos especialistas
afirman que este tipo de consolidación podría llevar a la "plastificación" del objeto, esto es,
a una completa modificación (desnaturalización) de las características de la materia que lo
compone, lo cual, desde el punto de vista de la conservación de una obra artística, resulta
inaceptable.
6.2.2. Propiedades de los consolidantes
Para que la consolidación resulte adecuada, duradera y fiable es necesario que los
consolidantes posean determinadas propiedades, relacionadas tanto con su aplicación
como con su comportamiento a lo largo del tiempo.
Capacidad de impregnación
Para que un proceso de consolidación se realice de manera adecuada se debe tener
siempre en cuenta que la impregnación ha de ser lo más homogénea posible, y estar bien
distribuida en todo el espesor del material objeto de la consolidación, para evitar que el
restablecimiento de la cohesión sea sólo parcial o localizado solamente en las zonas
superficiales.
La realización de una impregnación homogénea es, pues, uno de los problemas más
importantes de las intervenciones de consolidación.
La porosidad puede ser de distintos tipos (macro o microporosidad) y de diferente entidad
(elevada o escasa). Es evidente que la impregnación de una superficie caracterizada por
su microporosidad presenta mayores dificultades a la hora de efectuar la impregnación.
A menudo se puede favorecer el proceso de impregnación, independientemente del tipo de
consolidante empleado, realizando esta operación al vacío, es decir, disminuyendo
artificialmente la presión en el interior del objeto o del área a tratar. La consiguiente presión
externa que se crea fuerza la penetración del consolidante en el interior del material que se
quiere restaurar.
Con respecto al consolidante, hay que tener en cuenta tres importantes propiedades:
a) Viscosidad del líquido
La viscosidad es una magnitud física que mide la resistencia de! líquido al deslizamiento.
La viscosidad depende en gran medida de la temperatura: pequeños incrementos de la
temperatura pueden producir fuertes disminuciones de la viscosidad. Por otra parte, en el
caso de las disoluciones, la viscosidad está relacionada también con la concentración:
cuanto mayor sea la concentración de la disolución, mayor será su viscosidad.
Para obtener una impregnación eficaz y homogénea es necesario trabajar con compuestos
con una viscosidad muy baja. Sin embargo, la temperatura no puede alcanzar niveles que
vayan más allá de un determinado límite de seguridad, con el fin de no dañar el material
que se quiere tratar y, por otra parte, tampoco es recomendable emplear disoluciones
demasiado diluidas ya que, en este caso, se introduciría en la obra mucho disolvente y poco
consolidante. Para cada consolidante en disolución se deberá encontrar el punto de
compatibilidad entre la máxima concentración del mismo y las exigencias de la viscosidad
(incrementando, eventualmente, un poco la temperatura).
b) Dimensiones de los componentes elementales
Las dimensiones de las partículas elementales de la disolución o de la emulsión
consolidante —de las que depende la viscosidad—pueden constituir de por sí un obstáculo
para la penetración, sobre todo en el caso de los consolidantes macromoleculares. Cuando
hablamos de las dimensiones de los componentes elementales no nos referimos a las
dimensiones moleculares en sí, ya que la dificultad de penetración se debe a la naturaleza
coloidal de las disoluciones de polímeros.
Las partículas dispersas en el disolvente no están constituidas por moléculas simples sino
por agregados moleculares mucho más grandes, llamados mícelas.
c) Capilaridad
Los fenómenos de capilaridad juegan un papel muy importante en los procesos de
impregnación de los sólidos mediante consolidantes líquidos. A su vez, estos fenómenos
están relacionados con los valores de las tensiones superficiales e interfaciales del líquido
y del sólido, tal como hemos observado ya a propósito de la humectabilidad de los
adhesivos.
En este caso específico, a los parámetros que acabamos de mencionar hay que añadir otro
importante factor: las dimensiones de los capilares y, más exactamente, su diámetro. En
las mismas condiciones, cuanto menor sea el diámetro del capilar, mayor será la
penetración del líquido en su interior.
Los poros capilares suelen contener aire, lo que constituye un obstáculo para la penetración
del líquido (procesos hidrodinámicos). Para obviar este inconveniente es posible operar, al
vacío. En la práctica, esto se traduce en provocar artificialmente una disminución de la
presión en el interior del material que libere los poros del aire, favoreciendo de esta manera
los fenómenos de capilaridad.
Al mismo tiempo, la diferencia de presión entre el ambiente externo y el interno favorece la
difusión del líquido en las porosidades.
En el caso de las pinturas murales, por ejemplo, que no pueden ser tratadas con el sistema
de la bolsa de plástico, se pueden utilizar unas sutiles membranas de plástico fijadas al
perímetro de un bastidor, en el que se han realizado unos pequeños agujeros a través de
los cuales resulta posible provocar el vacío.
Propiedades del consolidante independientes de la impregnación
Tiempo de consolidación
E tiempo de secado tiene una gran importancia, sobre todo en lo que se refiere al tiempo
durante el cual hay que mantener en contacto las partes a adherir. La velocidad de secado
(de consolidación) adquiere un significado y una importancia diferente en el caso de los
consolidantes.
En este tipo de operaciones a menudo se requiere que el tiempo de secado no sea
demasiado breve, con el fin de que la consolidación sea gradual. Si el secado resultase
demasiado rápido la consolidación resultaría exclusivamente superficial, lo que
representaría, además, un obstáculo para la penetración del consolidante en las capas más
profundas. Por eso, la velocidad de secado debe considerarse caso por caso, y teniendo
siempre en cuenta que el proceso ha de real izarse de manera gradual.
En el caso de consolidantes constituidos por polímeros en disolución, el tiempo de secado
depende del tiempo de evaporación del disolvente. Los tiempos de consolidación pueden
resultar muy largos, lo cual permite la completa evaporación del disolvente. Si se verifican
fenómenos de retención, una parte del disolvente puede permanecer en el interior del
material, creando así situaciones potencialmente peligrosas para la integridad de la obra.
Si se utilizan polímeros termoplásticos y se efectúa la impregnación por fusión, el tiempo
de secado y consolidación equivale al tiempo necesario para el enfriamiento y solidificación
del material utilizado, tiempo que suele ser siempre muy breve.
Si se utilizan polímeros termoendurecibles cuya solidificación (polimerización definitiva) se
obtiene por medio de catalizadores, el tiempo de polimerización puede variar mucho,
dependiendo del tipo de polímero empleado y del mecanismo de polimerización. A veces
es posible modificar estos tiempos variando la cantidad de catalizador.
Cuando la consolidación se efectúa mediante consolidantes inorgánicos en disolución que
secan y consolidan por medio de hidrólisis u otras reacciones químicas, el tiempo puede
depender de la velocidad de la reacción, además del tiempo de evaporación del disolvente
(en la mayor parte de los casos, agua).
b) Propiedades del consolidante después de la consolidación
Grado de consolidación. Terminado el proceso de consolidación (impregnación y secado),
hay que asegurarse de que el restablecimiento de la microcohesión por medio del producto
empleado resulte equilibrada y adecuada para el problema específico.
La diferencia de cohesión entre esta zona, cuyas propiedades mecánicas resultarían
mayores que las originales, y las zonas no tratadas, provocaría tensiones mecánicas que
darían lugar a posteriores problemas de degradación.
Para medir oportunamente el tipo de intervención, el restaurador que opera con un
consolidante tiene a su disposición dos parámetros: la naturaleza (es decir, las
propiedades) del consolidante elegido y su concentración. Teniendo esto en cuenta, el
profesional podrá realizar un tratamiento adecuado. Sin embargo, en la mayor parte de los
casos se tiende a realizar consolidaciones excesivas, que resultan exageradas con
respecto a las necesidades reales.
Reversibilidad y compatibilidad. Antes de pasar a considerar las principales clases de
consolidantes, es necesario reflexionar sobre otros dos aspectos fundamentales de las
operaciones de consolidación, dado que ésta es una de las operaciones más críticas en el
proceso de la restauración, ya que afecta profundamente a la estructura del material
tratado.
La reversibilidad la posibilidad de reversión está especialmente limitada en los procesos
de consolidación. De hecho, incluso si se emplean materiales consolidantes altamente
reversibles, queda por resolver el problema de encontrar una metodología adecuada para
su eliminación. La eliminación del consolidante presenta, además, obstáculos intrínsecos
de difícil superación, incluso desde el punto de vista teórico (no se sabe lo que podría ocurrir
en la fase de transición entre la eliminación del viejo consolidante y la nueva consolidación).
Otras condiciones, de las que se habla todavía poco y a las que aún no se ha dado la
necesaria importancia: la compatibilidad entre los distintos materiales empleados en las
operaciones de conservación y los materiales originales a restaurar, y, la estabilidad física
y química de los primeros, lo cual aseguraría intervenciones más seguras y duraderas. Sin
embargo, es mucho más fácil definir y cuantificar el concepto de reversibilidad que el de
compatibilidad.
La compatibilidad entre los distintos materiales resulta ser a menudo una condición
aparentemente aleatoria que presenta grandes márgenes de tolerancia. En realidad, la
situación es un poco diferente, sobre todo cuando —como en el caso de las operaciones
de consolidación— los materiales están en estrecho contacto y son escasas las
posibilidades de eliminación. Por esta razón, el operador que se dispone a efectuar una
intervención de consolidación debe tener conciencia de estar llevando a cabo una operación
casi con seguridad irreversible. El respeto a la compatibilidad entre los distintos materiales
es uno de los parámetros por los que se cono-ce la profesionalidad del restaurador.
La compatibilidad denota una semejanza entre las características físico-químicas del
producto y las del sustrato. Se trata, pues, de un parecido que va más allá de la naturaleza
química de los dos materiales y que implica una cierta coincidencia en el comporta-miento
frente a los agentes externos (parecidos coeficientes de dilatación térmica, sensibilidad a la
humedad similar, análogo grado de cohesión, etc.).
6.2.3. Los consolidantes empleados en la práctica
Resulta más problemático hacer una clasificación de los consolidantes, a causa de la
heterogeneidad de los materiales disponibles y de la variedad de los soportes que suelen
ser objeto de las intervenciones de restauración.
Es posible distinguir entre los productos de origen natural (animal y vegetal), que son los
que se han empleado tradicionalmente, y los más recientes consolidantes sintéticos, que
han sustituido casi completamente a los primeros. Muchas sustancias consolidantes
presentan también propiedades adhesivas.
Entre las sustancias de origen natural siguen siendo indispensables las colas animales.
aún hoy muy utilizadas (en forma diluida) para las operaciones de consolidación de las
películas pictóricas y de las preparaciones de las pinturas sobre tabla.
Las ceras animales o vegetales —que, en cualquier caso, no poseen un fuerte poder
consolidante— también se suelen destinar a operaciones similares, y limitadamente a
aquellos casos en los que resulta imposible el empleo de las colas (de hecho, el
comportamiento óptico y físico-químico de las ceras se considera actualmente con mayor
prudencia).
Las gomas naturales, como la goma arábiga, algunas resinas naturales, como la goma
laca, ambas con escaso poder consolidante, se han empleado ocasionalmente en el pasado
en operaciones de consolidación. La goma laca se utilizó de manera extensa a finales del
siglo 19 y a comienzos del 20 para la restauración de las pinturas murales.
Para las obras pictóricas constituidas por materiales minerales, como los frescos, se han
utilizado con mejores resultados los consolidantes de naturaleza mineral o inorgánica.
Entre éstos podemos citar los silicatos y los fluosilicatos (estos últimos empleados
principalmente sobre materiales líticos). Se trata de sustancias utilizadas hasta hace poco,
pero actualmente eliminadas del repertorio de materiales de restauración a causa de los
efectos negativos que han provocado en las obras, efectos debidos principalmente a
transformaciones químicas causadas durante el proceso de secado. Al contrario, otros
materiales como los hidróxidos y los aluminatos de metales alcalino-terrosos (calcio, bario)
se han empleado con éxito, presentando una buena respuesta a las necesidades de las
intervenciones específicas.
En la conservación y restauración de las pinturas se utilizan con buenos resultados varios
productos sintéticos de naturaleza orgánica, principalmente toda la gama de polímeros
artificiales, algunos ésteres del silicio, etc. Estas sustancias se encuentran en el mercado
en numerosas variedades. De hecho, la mayor dificultad de empleo consiste precisamente
en la elección de las más adecuadas para cada aplicación, sobre todo teniendo en cuenta
la incógnita de su comportamiento futuro. En efecto, son casi siempre productos que han
sido experimentados sólo limitadamente, de los que se desconocen las posibles
transformaciones químicas, físico-químicas o cromáticas que pueden padecer a lo largo del
tiempo.
Actualmente, los consolidantes más utilizados son los polímeros acrílicos y metacrílicos,
tanto en disolución como en emulsión, por ejemplo, los distintos tipos de Paraloid (Róhm
and Haas), el Crilat (Montedison), el Primal (Róhm and Haas), etc. En el pasado se han
usado también los polímeros vinílicos, hoy completamente sustituidos por los acrílicos.
Para las obras en madera (limitándonos a los restos arqueológicos de madera sumergidos)
resultan también muy adecuados los polietilenglicoles, ya que poseen una naturaleza muy
similar a los componentes polihidroxilados (celulosas, etc.) de la misma madera.
6.3. Los estucos
Como material para la restauración, el estuco nace fundamental-mente de la necesidad de
rellenar de manera estable huecos y lagunas que se forman en las obras como
consecuencia de diversos procesos de alteración. A diferencia de los adhesivos y de los
consolidantes, que —aunque de distinta manera— se distribuyen bidimensionalmente en
los materiales tratados (los primeros sobre una superficie, los segundos sobre el conjunto
de superficies de las porosidades), los estucos crean "cuerpo", originando espesores y
presentando, por tanto, una distribución tridimensional. Su formulación se basa, de hecho,
en una mezcla de un aglutinante con una carga inerte en forma granular o en polvo.
Las lagunas que un estuco debe llenar pueden ser tanto internas como externas a la obra.
Un estuco puede, además, utilizarse para una tercera exigencia: como adhesivo "pastoso"
para adherir dos elementos cuyas superficies sean muy irregulares y no coincidan mucho.
6.3.1. Propiedades mecánicas
Es norma básica para todas las operaciones de estucado que la cohesión de la parte
estucada no supere la del material objeto de la intervención.
No hay que olvidar que el estuco se adhiere periféricamente a las estructuras originales del
material a restaurar y que, en el caso de que las variaciones dimensionales de ambos
(causadas por factores ambientales) no sean de la misma entidad —o no se verifiquen al
mismo tiempo—, es el estuco el que debe ceder, y no las partes originales de la obra.
LOS ESTUCOS
Composición:
Estás formados por una mezcla de adhesivo + carga inerte que sirve para dar “cuerpo” al
conjunto.
Empleo:
Restaurar la textura material en una parte de la obra en la que se ha producido una pérdida.
1. Llenar huecos externos (lagunas) para igualar una superficie.
2. Llenar huecos internos (huecos lenticulares debidos a desprendimientos).
3. Proporcionar adhesión para superficies muy irregulares y no coincidentes.
No obstante, en muchas intervenciones realizadas en el pasa-do, e incluso en el presente,
se puede observar exactamente lo contrario: se interviene realizando estucados cuya
cohesión es superior a la de los materiales originales, lo que puede resultar muy peligroso
si tenemos en cuenta que las estructuras de las obras que se restauran —por su
antigüedad— suelen ser normalmente bastante débiles.
6.3.2. Porosidad
Otra importante propiedad que deben tener los estucos, y que no siempre es tenida en
cuenta, es la porosidad.
Si el material sobre el que se interviene posee una estructura porosa, y sobre todo si, como
en el caso de los frescos, ésta se encuentra dinámicamente implicada en intercambios con
el ambiente externo o con otros elementos contiguos (muros, enfoscados, etc.), el estucado
debe tener en cuenta estas condiciones, participando de estas propiedades y respetando
en lo posible la permanencia de las mismas.
Esto es muy importante sobre todo en el caso de estucados internos en materiales porosos,
ya que si la intervención no restableciese una textura igualmente porosa se correría el
riesgo de inhibir, desviar y hasta incluso eliminar los intercambios con el ambiente externo
y con las estructuras contiguas.
Los efectos se manifestarían en un plazo bastante largo, pero serían muy negativos. En
esta situación, no hay más remedio que recurrir a una intervención posterior para sustituir
el estucado antiguo, generándose, de esta manera —y por un error inicial debido a una
consideración superficial del problema— una cadena de intervenciones que, aunque
intentan conservar la obra, resultan en cierto modo perjudiciales.
6.3.3. Problemas de reversibilidad
Consideremos ahora los estucos desde el punto de vista de su reversibilidad. Debemos
aclarar desde ahora que si se trata de una intervención externa no suele haber problemas
de reversibilidad química, ya que es siempre posible proceder a una eliminación mecánica.
Si se trata de estucados internos (por ejemplo, de llenado de un hueco) nos encontraríamos
en la misma situación de la consolidación por impregnación, es decir, ante la imposibilidad
de encontrar una metodología práctica para la eliminación. En estos casos, pues, el
problema de la reversibilidad queda apartado desde un principio, y adquiere más relieve la
compatibilidad de los materiales, según los mismos términos observados a propósito de los
consolidantes, por lo que se hace necesario, en estas ocasiones, disponer de un estuco
cuya naturaleza sea lo más parecida posible a la del material a tratar.
Finalmente, si el estuco se utiliza como adhesivo para objetos que presentan superficies de
unión irregulares, debe tener las mismas pro-piedades que se exigen para los adhesivos:
una buena reversibilidad de tipo químico o térmico que no obligue a una eliminación
mecánica o que, por lo menos, facilite eventualmente la eliminación por vía mecánica.
6.3.4. Propiedades adhesivas
A diferencia de lo que ocurre con los adhesivos, en el caso de los estucos el proceso de
adhesión no constituye casi nunca un problema en la restauración. En efecto, el estucado
se realiza siempre en contextos en los que no faltan buenos anclajes físicos (es decir,
irregularidades macroscópicas o microscópicas), que aseguran una adhesión más eficaz.
Resistencia (cohesión): Debe ser adecuada al problema. Es preferible que sea inferior a
la de las partes contiguas.
Porosidad: Tiene que ser respetada rigurosamente en el caso de que el estuco se aplique
en un sistema poroso, para no obstaculizar los intercambios con el ambiente externo.
Reversibilidad y compatibilidad:
Estucados externos: No es importante la reversibilidad (existe siempre la posibilidad de
una eliminación mecánica).
Estucados internos: La reversibilidad es imposible, por lo que la compatibilidad se vuelve
determinante.
Estuco adhesivo: Es necesaria la reversibilidad, como en los adhesivos.
6.3.5. Tiempo de endurecimiento
Existe para los estucados, un tiempo de endurecimiento, que debe ser tenido en cuenta. Si
se exceptúa el caso de los estucos empleados como adhesivos (para los cuales sirven las
mismas consideraciones que las realizadas para los adhesivos), el tiempo de
endurecimiento no suele ser un parámetro crítico. Lo dicho vale seguramente para los
estucados externos y tampoco se aleja de la verdad si hablamos de intervenciones sobre
lagunas internas de la obra, ya que las partes implicadas no suelen estar en peligro de
desprenderse en periodos de tiempo tan breves como para no permitir el éxito de la
operación.
6.3.6. Retracción
Una de las características más importantes a tener en cuenta cuando se trata de estucos
es su tendencia a la retracción. La retracción es la propensión de un material plástico a
disminuir de volumen a consecuencia del proceso de endurecimiento.
Sin embargo, puede que se expanda, si bien es mucho menos frecuente. Hay que detallar,
en todo caso, que la expansión a la que acabamos de hacer referencia no es la que se ha
citado a propósito de las espumas —causada por la generación de gas en el interior del
empaste—, sino la dilatación volumétrica del mismo estuco durante la fase de
endurecimiento.
Ambos fenómenos (retracción y expansión) son características negativas de los estucos. El
estuco, en efecto (por estar constituido por material poroso y que se adhiere íntimamente a
la estructura original de la obra), puede afectar sensiblemente, con sus variaciones de
volumen, a los materiales entre los cuales ha sido injertado y dar lugar a tensiones de
contracción o dilatación.
Hay muchos estucos —óptimos desde otros puntos de vista—dan lugar inevitablemente a
fenómenos de retracción a causa de su misma naturaleza. Si consideramos, por ejemplo,
el estuco a base de yeso y cola (uno de los más utilizados para el estucado de lagunas de
pinturas sobre lienzo y tabla), observamos que presenta unas características óptimas, pero
que, inevitablemente, da lugar a fenómenos de retracción en la fase de secado,
principalmente debido a la evaporación del agua.
La retracción del estuco está relacionada fundamentalmente con dos fenómenos: la
evaporación del líquido —en el caso de los estucos con disolvente— y las variaciones
de volumen entre los componentes antes del fraguado y la formación del producto
constituido después del endurecimiento.
Los fenómenos de retracción a menudo se deben a las interacciones entre la carga inerte
y el aglutinante. La carga inerte, en efecto, puede hincharse al absorber el aglutinante y
después contraerse —tras la evaporación— hasta alcanzar un volumen menor que el
original.
6.3.7. Tipos de estuco
Es prácticamente imposible tratar los estucos de manera sistemática, va que casi todos los
productos aglutinantes (proteínicos, aceitosos, resinosos, cerosos, polisacáridos)
conocidos en el pasado se han utilizado para la preparación de estucos. En el caso de las
cargas inertes, la variedad es incluso mayor: cualquier material pulverizado o pulverizable
puede utilizarse para obtener una pasta para estucar.
El carbonato de calcio—en las diferentes formas en las que se encuentra disponible (polvos
de cal o de rocas calcáreas o de mármol se ha utilizado de forma habitual para la
preparación de estucos. Lo mismo se puede decir de las distintas variedades de arena
(sustancias típicamente silíceas, utilizadas frecuentemente como cargas para argamasas y
estucos minerales y casi nunca con aglutinantes orgánicos). Siempre en el ámbito de las
cargas, debemos citar también las tierras, los ocres y los polvos de carbón, empleados
muchas veces para proporcionar matices cromáticos a los estucos o para acercar su color
al del contexto de aplicación.
Entre los aglutinantes, las colas animales, las caseínas o los caseinatos y los aceites
secativos son los aglutinantes más recurrentes en el ámbito de los productos tradicionales.
Actualmente, la gran variedad de polímeros sintéticos ha ensanchado enormemente las
posibilidades de elección, poniendo a disposición del profesional, sobre todo, los
aglutinantes acrílicos y vinílicos, hoy muy empleados en el sector de la restauración,
fundamentalmente a causa de su buena reversibilidad. Se utilizan también, aunque en
aplicaciones más específicas en las que no es necesaria la reversibilidad, los polímeros
epoxi, los silicónicos, los poliésteres, etc.
6.3.8. Cal y cementos
Los distintos tipos de cal y cemento han sido los materiales más utiliza-dos, como adhesivos
y estucos, en el ámbito de la construcción. La cal, las puzolanas y las arcillas se conocen
desde la Antigüedad por su capacidad de "soldar" de manera resistente y duradera piedras
y ladrillos.
Entre los materiales más empleados hay que citar las argamasas a base de cal, las
puzolanas, el hormigón, el yeso y, más recientemente, el hormigón hidráulico y los distintos
tipos de cemento.
Argamasas de cal
Con el término "cal", "cal apagada" o "cal muerta" se suele definir una suspensión coloidal
de hidróxido de calcio —Ca(OH)2— en agua, mientras que el término "cal viva" se refiere
al óxido de calcio sin hidratar. La disolución saturada del hidróxido es muy diluida (0,1 6 %
a 20 °C), y es conocida con el nombre de "agua de cal". Entre todos los hidróxidos alcalino-
térreos sólo el hidróxido de calcio posee la capacidad de formar asociaciones micelares
(micelas) para dar lugar a una suspensión coloidal con características tan particulares como
la "cal muerta". A esta propiedad se debe, precisamente, el proceso de fraguado y adhesión.
Las argamasas de cal sola —aun presentando propiedades adhesivas— no poseerían, sin
la añadidura de una carga, la cohesión y el cuerpo necesarios para formar una unión
estable.
La arena de río es mejor que la de mar para la preparación de las argamasas, ya que no
contiene sales solubles. Una buena arena es normalmente rica en material silíceo y cuarzo
y contiene poca arenisca. El polvo de mármol, cernido para lograr una granulación semifina,
resulta una buena carga. Su unión con la cal muerta da lugar a un producto que suele dar
buenos resultados y que permite aumentar el rango de la relación cuantitativa de la mezcla
(cal/agregado) sin que ésta presente demasiada tendencia al craquelado.
La calidad de una argamasa depende, antes que nada, del tipo de cal y del proceso de
"apagado" de ésta.
Desde el punto de vista de la conservación, las argamasas de cal han demostrado ser
óptimos adhesivos y unos buenos estucos minerales, resistentes al envejecimiento.
Cementos
Los cementos han sido utilizados, sobre todo en el pasado, en la restauración de pinturas
murales para obras de consolidación, con resultados generalmente negativos, tanto por la
presencia en su composición de sales solubles como por la excesiva cohesión con que
dotaban al área sobre la que se aplicaban, creando tensiones peligrosas con las zonas
colindantes.
Algunos productos, como la cal hidráulica —que no contienen sales solubles y que
presentan unas características aglutinantes y adhesivas no demasiado elevadas—, se han
empleado recientemente en las operaciones de consolidación estructural de las pinturas
murales.
Los procesos de fraguado del cemento son muy complejos. En teoría, es posible indicar un
tiempo aproximativo de endurecimiento para un determinado material.
Otra clase de materiales similares al cemento son las puzolanas. Conocidas desde la
Antigüedad, son empleadas para la preparación de argamasas y presentan una elevada
resistencia mecánica y química.
La reactividad de las puzolanas se manifiesta principal mente cuando se mezclan con cal o
cemento, materiales que interaccionan formando compuestos de tipo hidráulico y que
presentan una resistencia muy elevada.
Actualmente, las puzolanas pueden utilizarse para las operaciones de restauración de
pinturas murales en exteriores, ya que la adición de este material puede proporcionar una
mayor resistencia a los agentes atmosféricos.
Yeso de construcción o yeso de solados
El sulfato de calcio existe en diferentes formas cristalinas, cada una con un distinto
contenido en agua de cristalización y con un diferente grado de solubilidad en ésta.
Este producto semihidratado puede ser transformado nuevamente (añadiendo agua) en el
dihidratado menos soluble que, a su vez, cristaliza desarrollando un entramado de cristales
aciculares capaces de crear un tejido compacto y dar lugar al fenómeno del fraguado. Los
tipos comerciales más comunes del yeso de construcción son:
a) La escayola: mezcla de semihidratado y dihidratado natural;
b) El yeso común: constituido principalmente por anhidrita (Ca504 anhidro, que se
obtiene por calcinación a 170-250 °C); en contacto con el agua, la anhidrita se
convierte en semihidratado,
c) El yeso de construcción o yeso de solados: semihidratado casi puro.
Según la nomenclatura científica, la denominación de "yeso" se da exclusivamente al
mineral sulfato de calcio dihidratado (CaSO4 • • 2H20). En esta forma, el sulfato de calcio
ya no puede considerarse un material adhesivo, ya que es el mismo producto del fraguado.
Se utiliza, pues, como carga para añadirse a los aglutinantes (preparaciones de yeso y cola,
etc.), para la preparación de estucos y como adhesivo.
El sulfato semihidratado, es decir, el producto responsable del fraguado, se utiliza también
como adhesivo y como estuco, con o sin la adición de colas animales. De la misma manera,
se ha empleado en numerosas ocasiones para la preparación de mascarillas y vaciados.
15. COMPUESTOS HETEROCÍCLICOS
Una categoría importante y amplia de compuestos orgánicos comprende aquellas
sustancias en cuya molécula aparece un anillo que no sólo está constituido por átomos de
carbono sino por, al menos, otro átomo distinto. Entre estos átomos diferentes del carbono,
denominados heteroátomos, algunos de los más comunes son el nitrógeno, el azufre y el
oxígeno. Los heterociclos se pueden considerar, por lo tanto, derivados de los
hidrocarburos y, por eso, se tratan por separado.
Su comportamiento suele ser parecido al de los compuestos de la serie aromática. La
piridina, especialmente, se utiliza a veces como disolvente en restauración, y es un líquido
incoloro de olor desagradable.
Los compuestos heterocíclicos y sus numerosos derivados tienen una enorme importancia
en los sectores de aplicación de la química, sobre todo en la química farmacéutica.
Capítulo 6
LAS MACROMOLÉCULAS
1. LA POLIMERIZACIÓN
En condiciones especiales, muchas sustancias pueden dar lugar a una típica reacción
química muy rara en el campo inorgánico. Esta reacción se desarrolla a partir de unos
compuestos simples (constituidos por pocos átomos) y, mediante la suma secuencial de un
gran número de unidades, llega a formar unas moléculas extremamente grandes
denominadas macromoléculas. Las sustancias simples de partida se denominan, en este
caso, monómeros, los productos macromoleculares obtenidos, polímeros o resinas, y la
reacción, polimerización.
Este proceso modifica completamente las propiedades físicas y químicas de los
monómeros, hasta el punto de que, en general, existen más elementos similares entre
distintos polímeros obtenidos con monómeros diferentes que entre un polímero y su
monómero de origen. Por esta razón, una parte de la química —denominada química de
las macromoléculas— se ha dedicado exclusivamente al estudio de los compuestos
macromoleculares.
Los polímeros naturales más conocidos, la celulosa y el almidón de las plantas, las
proteínas que constituyen la base de todas las estructuras vivas, el caucho, etc.
2. TIPOS DE SÍNTESIS
Las reacciones que permiten sintetizar las macromoléculas denominadas polímeros son,
fundamentalmente, de tres tipos:
1. Transformación de polímeros existentes en la naturaleza en otros derivados más
apropiados para su aplicación en la práctica, mediante reacciones orgánicas como
cloruración, acetilación, decarboxilación, nitración, etc. De esta forma se obtienen
las llamadas resinas naturales modificadas.
2. Polimerización por condensación o policondensación de uno o más monómeros
polifuncionales, cuyas funciones permiten, al reaccionar entre sí, el alargamiento de
la cadena y, al mismo tiempo, la eliminación de las moléculas simples como agua,
amoníaco, ácido clorhídrico, etc.
3. Polimerización por adición o poliadición: monómeros que contienen grupos o
funciones no saturadas tienden a transformarse en moléculas saturadas uniéndose
en cadenas. En este caso no se verifica ninguna eliminación de otras moléculas, y
el polímero obtenido resulta ser el múltiplo exacto del monómero usado:
En casi todos los casos las reacciones de polimerización exigen, para poder empezar, que
se utilicen catalizadores. El crecimiento siguiente de la cadena suele constituir un proceso
exotérmico; por lo tanto, una vez empezada, la reacción sigue por su cuenta, siempre que
no la bloqueen elementos de diverso tipo (ley de acción de masas, rotura de cadena...).
Entre los catalizadores más utilizados están los peróxidos orgánicos e inorgánicos: SnCI4,
BF3, etc. Existen, además, unas sustancias que, por el contrario, ralentizan o impiden la
polimerización y que se denominan inhibidores (también conocidas como catalizadores
negativos).
3. TIPOS DE ESTRUCTURAS MOLECULARES DE LOS POLIMEROS
En relación con los tipos de monómeros utilizados y con las condiciones de reacción, la
polimerización se puede verificar en un sentido unívoco, determinando el crecimiento
únicamente lineal de las moléculas, o bien, a la par, en más direcciones, llevando a la
formación de polímeros reticulados o incluso polímeros tridimensionales.
Los polímeros con estructura lineal presentan propiedades bastante diferentes respecto a
los tridimensionales. Los primeros (lineales) constituyen las resinas termoplásticas,
caracterizadas por su capacidad de fusión reversible, solubilidad en algunos disolventes
orgánicos, algunas propiedades mecánicas como elasticidad, plasticidad, etc.
Los segundos (tridimensionales) constituyen las resinas termoestables o
termoendurecibles, que son, en general, insolubles, no fusibles (sin descomposición), con
propiedades mecánicas que tienden mucho más a la rigidez que las termoplásticas. Los
polímeros reticulados, sobre todo si su reticulación es de mallas bastante anchas,
conservan parte de las propiedades de las resinas termoplásticas, es decir, poseen
características intermedias que, según su estructura, se acercan a éstas o a las
termoendurecibles.
En relación con la secuencia de monómeros que los constituyen, los polímeros se dividen
en homopolímeros (repetición continua de la misma unidad en la macromolécula) y
copolímeros o polímeros mixtos (secuencias de unidades diferentes en la macromolécula).
Para obtenerlos se hacen reaccionar entre sí diferentes monómeros.
Los copolímeros y los polímeros mixtos no son, en ningún caso, mezclas de
homopolímeros, es decir, mezclas de moléculas de tipos diferentes entre sí; cada molécula
de copolímero contiene, de hecho, unidades repetitivas de dos o más monómeros distintos.
En el caso de los copolímeros, el tipo de estructura de la macromolécula (si es regular,
irregular, etc.) influye mucho en sus propiedades físico-químicas. Sin embargo, estas
relaciones complejas entre estructura y propiedades interesan más al químico orgánico
especializado en síntesis que al que utiliza polímeros.
4. PROPIEDADES GENERALES DE LAS MACROMOLÉCULAS
Las macromoléculas poseen propiedades físicas, físico-químicas y químicas que las
caracterizan frente a las moléculas normales más pequeñas.
a) Peso molecular
El peso molecular de un polímero es naturalmente mucho más elevado que el de las
moléculas normales. De una reacción de polimerización siempre se obtiene una serie de
macromoléculas con diferente peso molecular. Es decir, es imposible que el crecimiento de
una cadena o un grupo pueda producirse de la misma manera para todas las unidades
monoméricas que polimerizan. De esta forma, al atribuir experimentalmente un número
como valor del peso molecular de un polímero, lo consideraremos como expresión del
porcentaje medio entre las distintas macromoléculas, es decir, un peso molecular medio del
polímero.
b) Estructura física de los materiales polímeros
Para la mayoría de los polímeros, la estructura amorfa, vítrea, es una característica común.
Sin embargo, puede ocurrir que no siempre tengan estructuras completamente amorfas o
desordenadas, ya que, en cuanto a su colocación molecular, pueden presentar partes
amorfas y partes cristalinas. Estas últimas raramente se extienden a toda la masa.
La regularidad geométrica de la molécula del monómero influye también en el orden de la
colocación espacial de las mismas macromoléculas; de esta forma, los homopolímeros
forman estructuras tridimensionales con cierto grado de cristalinidad mucho más fácilmente
que los copolímeros.
c) Propiedades químicas
Observaremos que un polímero, aunque posea las propiedades químicas características
de los grupos funcionales que contiene, las posee en menor cantidad que las moléculas
normales correspondientes. En general, podemos afirmar que todas las macromoléculas
presentan una elevada inercia química: la sensibilidad hacia los ácidos, las bases, los
oxidantes y los reactivos químicos es muy reducida.
Existen más rasgos de semejanza química entre distintos polímeros, debido a su inercia
reactiva, que entre los polímeros y los correspondientes monómeros. Esto se puede
comprender fácilmente si se piensa que las posibilidades de movimiento, de choque y de
reacción de las macromoléculas son más limitadas, debido principalmente a sus elevadas
dimensiones.
d) Propiedades físico-químicas
Pasamos ahora a tratar las propiedades físico-químicas más importantes de los polímeros.
1. Solubilidad
Ya hemos puesto de relieve que tan sólo en el caso de las resinas termoplásticas se puede
hablar de solubilidad, ya que, en las termoendurecibles, considerada su estructura
molecular tridimensional extendida a casi toda la masa, no se puede dar una separación
entre las moléculas. En el caso de estos últimos polímeros se pueden verificar, como
mucho, hinchamientos, debidas a que el disolvente ha sido absorbido y ha penetrado en
las mallas de las retículas de las moléculas. Pasando por las resinas termoplásticas,
constituidas por moléculas distintas, aunque de elevado peso molecular y de larga cadena,
se puede llegar a la dispersión de las cadenas de polímeros en la masa del disolvente
mediante un mecanismo semejante al utilizado para dispersar un líquido en otro líquido.
Los polímeros no pueden considerarse como verdaderos sólidos y que, por lo tanto, no
poseen una red cristalina concreta y ordenada que pueda ser destruida por las moléculas
del disolvente. Por la misma razón no se registra en estos materiales un valor máximo de
solubilidad, característico de los verdaderos sólidos.
Se puede hablar, más correctamente, de mezclas del polímero con el disolvente. Además,
en muchos casos las "soluciones" de polímeros están constituidas por una delicada
dispersión de microagregados de moléculas, denominadas comúnmente soluciones
coloidales.
Las soluciones coloidales difieren, en muchos aspectos, de las soluciones normales; por
ejemplo, debido a su parcial transparencia, provocada por la luz transmitida por los
microagregados de las moléculas, aparecen nebulosas. Las "soluciones" de polímeros, por
las dimensiones de las moléculas, se caracterizan casi siempre por una alta viscosidad.
2. Adherencia, cohesión y propiedades filmógenas
Definimos como cohesión el conjunto de fuerzas de atracción intermoleculares que hay
entre moléculas de la misma especie, es decir, la interacción que une las moléculas de una
misma sustancia. Con el término adherencia, en cambio, entendemos el conjunto de
fuerzas de varios tipos que unen las moléculas de un material a las de otro. Muchos
polímeros, debido a los valores recíprocos de cohesión y adherencia, pueden presentar
propiedades filmógenas al ser utilizados de forma fluida sobre una superficie, por ejemplo,
en solución.
Por las fuerzas de cohesión, el polímero tendería a disminuir su propia superficie (superficie
por unidad de masa), es decir, tendería a acumularse sobre el soporte en forma de gotitas.
Debido a las fuerzas de adherencia, tendría propensión a distribuirse ampliamente sobre el
soporte al que se adhiere, formando una película, aunque absolutamente incoherente. Por
tanto, para que se forme una película coherente sobre una superficie es necesario alcanzar
un equilibrio entre los valores de la cohesión y los de la adherencia.
Los polímeros, más fácilmente que las sustancias simples, presentan propiedades
filmógenas, ya que sus grandes dimensiones moleculares permiten, también en una
película sutil, la permanencia de muchos enlaces intermoleculares que convierten la
película en coherente y estable.
e) Propiedades físicas: elasticidad, plasticidad
Se ha dicho que los polímeros no son casi nunca sustancias cristalinas. Sin embargo, en la
estructura de una macromolécula se pueden encontrar zonas en las que los átomos o los
grupos ató-micos están colocados con cierta regularidad respecto al resto, y por ello se
puede hablar de regiones cristalinas. La relación entre las zonas amorfas y las ordenadas
puede definirse como "grado de cristalinidad" del polímero: en polímeros muy cristalinos
puede alcanzar un valor de hasta un 50-80 %.
Las propiedades físicas de un polímero dependen en gran parte de su grado de
cristalinidad, fijado en función de: las condiciones de preparación, los tratamientos sufridos
y otros parámetros como la longitud de la cadena y estructura.
f) Transición al estado líquido
Los polímeros no presentan un "punto de fusión" en el sentido habitual del término, sino
más bien un intervalo de temperatura de reblandecimiento más o menos extendido, debido
a la coexistencia de las zonas cristalinas y de las zonas amorfas. Al aumentar el grado de
cristalinidad se reduce el intervalo de reblandecimiento, convergiendo hacia un único punto,
es decir, hacia una temperatura de fusión.
g) Elasticidad y plasticidad
Las propiedades mecánicas más importantes de los polímeros son la elasticidad y la
plasticidad. Cada material sólido expuesto a esfuerzos mecánicos sufre deformaciones
que se relacionan con su estructura y sus fuerzas intermoleculares internas. Estas
deformaciones pueden ser reversibles o irreversibles. En el caso de la plasticidad, el
material forzado mecánicamente sufre una deformación permanente; en cambio, en el de
la elasticidad, esta deformación es reversible.
Los polímeros pueden sufrir sin romperse muchas deformaciones que, según los casos,
serán de tipo elástico o plástico. Según el tipo de deformación, se subdividen en
elastómeros y plastómeros.
Los elastómeros son polímeros que sufren fuertes alargamientos en tratamientos de
tracción; al finalizar la tracción vuelven a su estado inicial. Están constituidos por largas
macromoléculas lineales que presentan gran flexibilidad interna.
Los plastómeros, en cambio, son polímeros que, en tratamientos de tracción, inicialmente
sufren alargamientos reversibles y proporcionales a los esfuerzos; sin embargo, a partir de
un determinado momento los alargamientos aumentan considerablemente y se vuelven
permanentes. La plasticidad depende de las interacciones entre las cadenas v, en general,
aumenta con la temperatura. Hablaremos, por lo tanto, de sustancias termoplásticas o,
genéricamente, de materias plásticas (los polímeros con elasticidad no pertenecen a esta
última definición).