Este documento presenta una introducción a un trabajo que explorará la interpretación del símbolo desde una perspectiva ontológica. Explica que examinará las condiciones de posibilidad de la interpretación simbólica y establecerá conexiones entre la hermenéutica y el símbolo. Además, propone desarrollar una "ontología simbólica" que combine la búsqueda de referencias ontológicas con el énfasis simbólico en el sentido, con el fin de revitalizar la ontología.
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Este documento presenta una introducción a un trabajo que explorará la interpretación del símbolo desde una perspectiva ontológica. Explica que examinará las condiciones de posibilidad de la interpretación simbólica y establecerá conexiones entre la hermenéutica y el símbolo. Además, propone desarrollar una "ontología simbólica" que combine la búsqueda de referencias ontológicas con el énfasis simbólico en el sentido, con el fin de revitalizar la ontología.
Este documento presenta una introducción a un trabajo que explorará la interpretación del símbolo desde una perspectiva ontológica. Explica que examinará las condiciones de posibilidad de la interpretación simbólica y establecerá conexiones entre la hermenéutica y el símbolo. Además, propone desarrollar una "ontología simbólica" que combine la búsqueda de referencias ontológicas con el énfasis simbólico en el sentido, con el fin de revitalizar la ontología.
Este documento presenta una introducción a un trabajo que explorará la interpretación del símbolo desde una perspectiva ontológica. Explica que examinará las condiciones de posibilidad de la interpretación simbólica y establecerá conexiones entre la hermenéutica y el símbolo. Además, propone desarrollar una "ontología simbólica" que combine la búsqueda de referencias ontológicas con el énfasis simbólico en el sentido, con el fin de revitalizar la ontología.
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I
INTRODUCCIÓN
E n este trabajo intentaré reflexionar sobre algunos aspectos del
símbolo, ese signo tan rico en significado; sobre todo, examinaré las condiciones de posibilidad de su interpretación. Se conectarán, pues, la hermenéutica y la simbolicidad, la interpretación y el texto simbólico; también se verán dos características del símbolo, a sa- ber, su analogicidad y su iconocidad, las cuales determinan que su interpretación exija una hermenéutica analógica e icónica, esto es, que respete y sea capaz de alcanzar esas dimensiones del símbolo. Una teoría muy extendida del signo le atribuye dos funciones: el sentido y la referencia. Dar a conocer algún contenido con- ceptual y/o emocional, que es el sentido; y señalar algún objeto o hecho, en lo cual consiste la referencia. Asimismo, muchos filóso- fos han insistido en que el símbolo es el más cargado de sentido: refleja el sentido de la realidad (para algunos, incluso, confiere sentido a la realidad). En cambio, lo más cargado de referencia es el nombre propio, el menos dotado de sentido, y cuya única fun- ción, en el extremo opuesto del símbolo, es referirse a su portador. (También se ha adjudicado a los nombres propios, como sentido, las descripciones en las que pueden ser glosados, como “Sócra- tes” = “El hijo de Sofronisco”, pero sigue siendo muy escaso el sentido). En esta función referencial, se ha llegado a decir que los enunciados (o proposiciones o juicios) no son otra cosa que nom- bres de los hechos. De este modo, lo más descriptivo es lo más referencial, a diferencia de lo más connotativo, que es lo simbó- lico: el mito, la poesía, etc., ya que lo simbólico se toca, desde lo conceptual, con lo afectivo. Es como la contraposición que hacía Nietzsche entre hechos e interpretaciones, los hechos más del lado referencial y las interpretaciones más del lado del sentido.
7 8 introducción
Y parece acercarse a lo que Heidegger distinguía como lo óntico y
lo ontológico, con la diferencia ontológica entre ente y ser, pues de quien preguntaba el sentido era del ser, y al ente parecía asig- narle solamente una opaca referencia. Estos son los dos polos del sentido y la referencia, ocupados por el símbolo y el ente. Pero, ¿qué pasaría si juntamos los dos, de modo que el ente sea un símbolo, así como el símbolo es un ente? ¿Qué pasaría si intentáramos hacer una simbología ontológica o una ontología simbólica? La simbología ontológica tiene ya su correspondiente en la hermenéutica ontológica de Gadamer, lo cual me da consuelo y esperanza, para continuar en este camino. Ya él se dedicó a buscar lo ontológico en lo mismo hermenéuti- co, en lo mismo simbólico. Una ontología simbólica tiene algo de parecido, también, con la ontología hermenéutica de Vattimo, la cual tiene como mensaje señalar que la ontología posee una carga hermenéutica, que es la del nihilismo nietzscheano, la cual evita que la ontología sea fuerte, dura, o prepotente. Con ello abandona las pretensiones de predominio que tuvo en la modernidad. Una ontología simbólica tendrá algo de ambas cosas. Por la parte de la ontología, la búsqueda de la referencia, la investigación de la referencia última de la realidad. Sus componentes, elemen- tos y principios más básicos, serán referenciales, como la substan- cia, los accidentes, las causas, etc. Pero, por el lado de la simbólica, tendrá una tensión hacia el sentido, para evitar que la ontología sea tan seca, escueta, concreta y deprimente (pues así describen su percepción de la realidad los que padecen una depresión se- vera). Hay que fortalecer el polo del sentido, del sentido del ser, como quiso Heidegger, aunque no lo alcanzó, y algunos, como Stanley Rosen, lo atribuyen a que era inalcanzable, por ser más una pregunta teológica que filosófica, la del sentido del ser. ¿Será esto así? ¿Está vedada la pregunta por el sentido del ser a la filo- sofía, y reservada a la teología? Lo malo es que la ontología últi- mamente ha decaído por no haber dado mucho de sentido, por no haber resultado significativa para el hombre de hoy. Era más apreciada por la ciencia, por los científicos, que por los seres hu- manos sin más. Por eso conviene revitalizarla, encontrando algo al menos del sentido que puede ofrecer a los hombres acerca de la realidad, acerca de la vida, acerca de ellos mismos. Sólo así podrá introducción 9
darse un despertar, un regreso o un renacer de la ontología, un
verdadero giro ontológico. Para colaborar a ese renacimiento, en este trabajo he querido hacer algunas aproximaciones. En primer lugar, trato de precisar lo más posible qué entiendo por “símbolo” y también intento es- clarecer sus relaciones con la analogía y la iconicidad. Tal se ve en el segundo capítulo, después de esta introducción. El símbolo es el signo más rico en significado, pues siempre tiene más de un sentido (el aparente) y nos remite a su sentido oculto. Además, el símbolo está cargado de afecto, es un signo que vincula, que une. En el tercer capítulo, me dedico a establecer las conexiones principales de la hermenéutica con el símbolo. Algunos piensan que el símbolo se puede interpretar tan a fondo, que casi es dado traducirlo al lenguaje de la filosofía y hasta de la ciencia; otros, en cambio, consideran que el símbolo no se puede interpretar, que sólo se puede vivir; por eso me esfuerzo por encontrar una tercera vía, que sería la propiamente analógica, que evite el univo- cismo de los que traducen el símbolo y el equivocismo de quienes lo dejan en el misterio irreductible. Por otra parte, el símbolo, además de su carácter analógico, tiene un componente icónico. Es decir, el símbolo no es sólo el signo más rico, porque siempre tiene múltiples significados, tam- bién es un signo que manifiesta una semejanza con lo significado, por eso era llamado “signo imagen”, es decir, contiene algo icóni- co. Por ello debe tratarse de una hermenéutica analógico-icónica. Este tipo de hermenéutica —expuesta en el capítulo cuarto— será capaz de respetar la analogicidad del símbolo y, sobre todo, de lle- gar a su intimidad icónica, como lo veremos en el capítulo quinto. Inclusive, esta hermenéutica nos abrirá un nuevo acceso al símbolo, más enriquecido, a pesar de que la interpretación del mismo nunca es completa, jamás puede ser exhaustiva, que es lo que nos presentará el sexto capítulo. Asimismo, un elemento muy propio de la hermenéutica es la frónesis, como se ha esforzado por mostrarlo Gadamer; por ello dedico un capítulo —el sépti- mo— a examinar cómo interviene la frónesis en la interpretación del texto simbólico. De aquí resulta no sólo una hermenéutica analógica, sino también una racionalidad analógica. Es una racionalidad analó- 10 introducción
gico-simbólica, porque el símbolo es lo más propiamente analó-
gico. Esta racionalidad no tiene las pretensiones de univocidad de la razón moderna, pero tampoco el desencanto equivocista de la razón que se viene viviendo en esta época de posmodernidad; por eso la racionalidad analógica se presenta como una respuesta a la posmodernidad, como una racionalidad distinta. Esto será expuesto en el capítulo octavo. En el noveno se tratará de con- templar los efectos de esta racionalidad analógico-simbólica en el ser humano, dándonos una razón analógica y simbólica que no renuncie al lado del hombre en que se dan el mito, el rito y la poesía. En el capítulo décimo se juntarán los elementos que hemos analizado, de un modo sintético, en la interpretación del símbolo, que tiene que ser analógica e icónica: nos conducirá a una her- menéutica analógico-icónica del símbolo, que sea capaz de apre- hender la dimensión analógica del símbolo, por la que este tipo de signo ha de mantener cierta relación de semejanza (no simple ni directa) con su significado; y la dimensión icónica del mismo, por la que es un signo-imagen, que nos acerca como el que más a lo que significa. Y vendrá después un capítulo conclusivo, en el que la conclusión principal será que esta razón analógico-simbó- lica nos podrá conducir a un renacimiento de la ontología, una ontología atenta al símbolo, con lo cual simbología y ontología quedarán conectadas. El libro se cerrará con una bibliografía que se pretende no exhaustiva, pero sí útil. En ella se da la lista de obras citadas, que son, asimismo, las que se recomiendan para el estudio de los aspec- tos del símbolo que han sido tratados en los capítulos de esta obra. Deseo anticipar un resurgir de la ontología, después de tanto tiempo en que ha sido lacerada por muchos pensadores de la pos- modernidad. Seguramente no una ontología que tenga las pre- tensiones de los pensadores modernos, tan altivos y prepotentes en sus planteamientos ontológicos. Pero tampoco esa ontología demasiado “débil”, a veces sumamente light, como suele ser casi todo el pensamiento reciente, sino una ontología al mismo tiem- po debilitada en sus pretensiones de fundamentación absoluta y rescatada de su postración actual, es decir, será una ontología suficiente, para brindarnos un apoyo analógico, un fundamento introducción 11
simbólico (al que se refería Kant en la Crítica del juicio) y una
posibilidad de aprehender al ser, que se nos ha diluido demasiado en el tiempo; ser y devenir, ser y tiempo, pero ahora concordados y recuperados al unísono y sin que uno destruya al otro.