1992.uso Historicodevidasilvestrecarahue PDF
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Entenderemos por vida silvestre al conjunto de especies vegetales y animales no domesticadas por
el hombre. La importancia de la vida silvestre se describe en cuatro pilares básicos: a) pilar
científico; entendido como fuente de información, que una vez en poder del ser humano serán
vitales herramientas para su propia subsistencia, para su desarrollo científico, social y económico;
aportará también respuestas claves para la comprensión de los procesos biológicos, b) pilar
espiritual, que comprende el uso de la vida silvestre como fuente de inspiración y como medio de
comunión con las fuerzas naturales, así como depositaria de muchas respuestas a las interrogantes
humanas respecto a sus orígenes, sentido existencial y destino, c) pilar económico, como medio de
subsistencia, fuente renovable de materias primas para satisfacer nuestras necesidades de alimento,
habitación, vestuario, etc.; d) pilar estético, en el cual la vida silvestre cobra una importantísima
función estética, imprimiendo un sello característico a nuestro entorno inmediato que condicionará
en gran medida nuestro equilibrio emocional y psíquico. Es fuente recreacional de imprescindible
valor.
La vida silvestre siempre ha sido un recurso importante para la humanidad. Más del 85% de las
proteínas animales de los habitantes rurales de la amazonía y la orinoquia provienen de la caza y
pesca de animales silvestres. La fauna silvestre puede ser un importante recurso para aprovechar
tierras marginales. Notable es el caso de las vicuñas (Vicugna vicugna) para la producción de su
cotizada lana y que son una alternativa en uso para las punas semiáridas del norte de Chile. En
zonas húmedas y de escaso o nulo uso agropecuario pueden ser cinegéticamente manejados con
éxito económico anfibios como la rana grande chilena (Caudibervera caudibervera), mamíferos
como el coipo (Myocastor coipus) y aves como el patos (Anas spp.). reduciéndose a un puñado de
ejemplos las especies que podemos catalogar de definitivamente perjudiciales para nuestra especie.
Estas situaciones derivan normalmente de un mal manejo de los recursos.
La fauna silvestre puede ser aprovechada de múltiples maneras: producción de carne y cuero
(peces, ciervos, patos silvestres, etc.), producción de plumas (cisnes, garzas, patos, etc.), producción
de lana/pelo (llamas, alpacas y guanacos) y fotosafari (turismo controlado en reservas y parques
nacionales). Desde un punto de vista turístico la fauna puede ser importante factor de atracción.
Parques nacionales bien organizados pueden generar importantes fuentes de divisas para los países
subdesarrollados ricos en flora y fauna silvestre. De esta forma, la vida silvestre es nuevamente
importante como lo fue para los antiguos recolectores.
No es fácil poder reconstruir e interpretar la relación histórica del hombre y su medio ambiente
natural en región de La Araucanía, en el sur de Chile. Esto debido a la escasez de trabajos
sistemáticos en arqueología y más aún de estudios integrados con las ciencias naturales. Por otra
parte uno de los factores que ha ensombrecido este panorama arqueológico ha sido el maremoto de
1960, el cual ha modificado o incluso destruido los depósitos costeros antiguos. Los que
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permanecen poseen generalmente poco espesor y fueron fuertemente modificados a través del
tiempo por una suerte de desplazamiento de los indígenas prehistóricos a través del litoral de las
provincias de Cautín debido a sus estrategias recolectoras (Navarro & Pino 1984).
Las sociedades cazadoras recolectoras y todas sus variantes (pescadoras, énfasis en recolección
de uno y otro recurso, etc.) son las que han tenido mayor perdurabilidad en tiempo y espacio dentro
de toda la historia humana. La economía de estos grupos dentro de una conceptualización general se
articulaba alrededor de un campamento base con la presencia de división del trabajo por sexos. Los
hombres cazaban y las mujeres recolectaban. Sin embargo el tamaño del grupo humano, su grado de
movilidad a través del año, sus formas de adaptación al medio y el tipo de tecnología desarrollada,
son rasgos que debieron determinar en gran medida la elección de diferentes estrategias para la
explotación de los recursos naturales de cada ecosistema (Yesner 1980, Erlandson 1988).
Las formas de utilización del medio natural en el pasado han podido ser determinadas en base a
comparaciones con grupos recolectores actuales. En diversos estudios etnográficos de cazadores
recolectores se ha llegado a sostener que estas sociedades seleccionarían aquellos recursos más
estables y abundantes del ámbito natural que ocupasen. En un ambiente rico y heterogéneo en
recursos como el que aún se encuentra en Carahue (38º69’ S; 73º17’O) y la costa correspondiente a
esta zona, se pueden haber establecido diferentes tipos de estrategias de adaptación y las evidencias
arqueológicas hasta ahora compiladas se habrían inclinado más preferentemente por la recolección
de vegetales, peces y mariscos. Estos dos últimos son normalmente muy diversos, abundantes y
sufren escasas fluctuaciones a lo largo del año. Sólo en zonas árticas y subárticas con serios déficits
de vegetales se desarrollan cazadores de mamíferos (Lee & de Vore 1968). Según los tipos de
recursos explotados, los cazadores recolectores son clasificados en: forrajeadores y colectores
(Binford 1980, Bettinger 1991). Los primeros utilizan recursos uniformes, donde existe escasa o
ninguna estacionalidad (selvas tropicales y subtropicales). En cambio los colectores explotan zonas
con clima templado o ártico, en donde los recursos son más estacionales y localizados en tiempos
específicos y en áreas litadas. Las formas de utilización del medio natural en el pasado han podido
ser determinadas en base a comparaciones con grupos recolectores actuales. En ecosistemas de la
selva tropical se presentan diferentes patrones de distribución de los recursos por lo que considera
que los grupos humanos pueden optar por dos tipos de estrategias: a) alimentación en base a
pequeñas cantidades de una gran diversidad de recursos y b) explotación de una pequeña diversidad
de recursos en grandes cantidades. No esta clara aún la estrategia de los cazadores recolectores
asentados en la comuna de Carahue, habitantes del bosque higrófilo templado.
Según Dillehay (1976) entre la zona de Puerto Saavedra (38º37’S; 73º41’O), y Chan-Chan
(39º34’S; 73º16’O), se han podido aunar antecedentes emanados de sitios de superficie que
permiten suponer la existencia de asentamientos humanos semipermanentes desde un arcaico
aproximadamente 6.000 A.P. hasta tiempos recientes. Pero si el marco temporal se amplía más hasta
el paleoindio para abarcar al sitio de Monte Verde ubicado más al sur (Puerto Montt 41º30’;
73º15’), los resultados aportados por este sitio (Dillehay 1984, 1989) demuestran que estos antiguos
cazadores recolectores se alimentaron más de 13.000 años atrás fundamentalmente de vegetales más
que del consumo de carne de animales hoy extinguidos. Este antecedente sirve para reafirmar la
presencia y permanencia de estas prácticas recolectoras en toda la zona centro sur de Chile.
Sin embargo lo que se encuentra mejor documentado es la etapa que sigue al paleoindio, vale
decir el arcaico. Cercana al área que nos interesa se encuentra el sitio de Quillén (39º25’S; 72º35’O)
en el valle de Temuco. Los ecosistemas del valle presentan recursos heterogéneos estables y
abundantes también a través del año. De esta manera la presencia de grupos cazadores habitando el
área en períodos anteriores a 4.880 A.P. en aleros y cuevas, presumiría el que estos pudieron
adaptarse, desarrollar una estrategia de caza especializada y permanecer en forma más estable a lo
largo del año en estos ecosistemas (Navarro & Pino 1984), iniciando allí un proceso de
sedentarización que en los primeros niveles de ocupación estuvo más orientado a la caza que a la
recolección, lo que se encuentra apoyado por la ausencia de piedras de molienda y artefactos de
bordes cóncavos y denticulados propios de utensilios para raspar y usar sobre vegetales. Sin
embargo la presencia más tarde de cerámica de restos de moluscos dulceacuícolas, de artefactos de
molienda y de puntas de flechas conservados en niveles más tardíos de Quillén, está demostrando
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que este proceso de sedentarización se materializó en actividades de subsistencia heterogéneas, en
donde se practicó la producción de alimentos (cultivos) y una complementación con recolección de
moluscos de lagos y ríos y conservándose también las prácticas cazadoras y además probablemente
se mantuvo contacto con los sectores de costa y cordillera.
Dentro del arcaico tardío y cercano a nuestra era el sitio costero de Monkul 1 (38º43’S;
73º24’O) ha permitido plantear la posibilidad de otra estrategia diferente orientada a la explotación
de un ecosistema específico, el estuario y un recurso determinado, el molusco bivalvo Mytilus
chilensis. Van Meurs & Gordon (1989) probaron que entre el 2.000 y el 1.800 AP grupos humanos
orientaron sus esfuerzos fundamentalmente hacia la recolección de este molusco permitiendo su
explotación sedentaria y posterior abandono, posiblemente por motivos telúricos.
Excavaciones en el alero de Cheuque y Pichicullín 1 (límite sur de la Región de La Araucanía)
han permitido establecer la presencia de grupos que conocían la alfarería y que tenían una actividad
de subsistencia orientada fuertemente hacia la recolección de invertebrados marinos y en menor
proporción mamíferos terrestres hasta momentos posthispánicos (Navarro, datos no publicados).
Dentro del alfarero en el sector cordillerano de Pucón, el sitio de Pucón VI arrojó evidencias de
cerámica, gran predominancia de restos de molusco dulceacuícola Diplodon sp., algunos restos de
fauna y restos intrusivos de moluscos costeros. Lo cuál permite afirmar que éste fue un paradero
temporal donde grupos que se movilizaron entre costa y cordillera en períodos anteriores a la
conquista hispánica y aún posteriormente a ella, aprovecharon en cada ecosistema los recursos
naturales más abundantes y fácilmente disponibles. En este caso, al igual que en Quillén, los
moluscos del lago fueron elemento importante de su dieta alimentaria (Navarro 1979).
En resumen, las investigaciones arqueológicas en el litoral comprendido entre Concepción y
Puerto Saavedra, permiten interpretar la prehistoria de este sector a partir del período arcaico hasta
el período alfarero tardío. A nivel de hipótesis se propone que los grupos recolectores pudieron
haber experimentado diversos tipos de adaptación a los medios ambientales del valle, en ciertas
épocas del año, incluso en sectores de cordillera, y puesto en práctica varias formas de explotación y
selección de los recursos. Una de ellas sería el uso intensivo de la vida silvestre terrestre (flora y
fauna); la segunda sería la explotación selectiva de los recursos estuarinos, fluviales y lacustres.
De este modo, uno de los factores que incidió en el proceso de sedentarización o de
permanencia más prolongada de los pueblos indígenas en la zona de Carahue, es el tipo de ambiente
natural. En el litoral los recursos comestibles son abundantes y variados (invertebrados marinos,
estuarinos y lacustres). Los vegetales silvestres se distribuyen a lo largo del año y contribuyeron
poderosamente a enriquecer la dieta mapuche. Estudios etnográficos documentan la importancia
primordial para la dieta de los lafkenches, el consumo de alimentos vegetales y marinos sobre
animales terrestres (Hilger 1957, Coña 1973). El área de la desembocadura del río Cautín (Imperial)
estaba densamente poblada a la llegada de los españoles (Bibar 1558). La dieta de estas poblaciones
estaba constituida en porcentajes importantes por peces y mariscos (Olivares 1762, Medina 1952,
González de Nájera 1614). Sin embargo, no está cuantificado el peso de cada item alimentario en
estos grupos de recolectores, especialmente de productos marinos y vegetales silvestres.
ARCAICO QUILLEN 1 4.675 AP Valdés et al. 1982 Inicio de sedentarización. Actividad hortícola,
Navarro & Pino 1984 recolección moluscos lacustres y vegetales silvestres
ARCAICO MONKUL 1 2.040 AP Van Meur en prensa Recolección de moluscos (Mytilus chilensis) y
vegetales silvestres
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1.3. CARACTERIZACION DEL AMBIENTE
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copihue (Lapageria rosea) que poseen una pulpa blanca y dulce, cebolleta del campo, chupones
(Greigia spp.), la murta (Ugni molinae) que los indígenas llamaban ugni, era empleada para fabricar
un frutoso y digestivo vino de fermentación tardía, pero que termina asentando en un líquido claro,
brillante y perfumado. Otra bebida homóloga era fabricada con las negras bayas del maqui. Del
gewin, llamado avellano por los españoles (Gevuina avellana) se usaban las semillas. Tostadas son
aún hoy en día un gran y sabroso recurso alimentario, como las fresas silvestres llamadas quelghen.
Ejemplares de estas fresas fueron transportadas a jardines botánicos de París, Chelsa (Inglaterra) y
Bolonia en Italia donde destacaron por su fragancia y aroma (Molina 1795).
El uso de las plantas silvestres con fines medicinales merece un párrafo aparte. Los machis y
huimpife eran (y son) expertos herbolarios que cuentan con centenares de hierbas en su arsenal
farmacológico. No daría cabida en éste artículo exponer tal variedad de plantas. Solo se nombrarán
las de mayor relevancia como el cachenlahuen (Centaurium cachenlahuen), la viravira
(Gnaphalium vira-vira), el paico (Chenopodium ambrosioides) y el quincharnalí (Quinchamalium
chilensis) (Molina 1795). El canelo (Drimys winteri) llamado boigue era y es considerado un árbol
sagrado y su presencia es destacada en los eventos culturales más importantes del pueblo mapuche.
Las algas marinas eran y son recolectadas directamente de la playa. Destacan los collofes o
cochayuyo (Durvillaea antarctica), el luche (Porphyra columbina), luga luga (Iridaea ciliata). El
cochayuyo era y es trenzado y secado al sol, de este modo podía ser conservado y comercializado en
otras comunidades. El luche era amoldado y guardado en panes para su consumo, especialmente en
sopas. De las algas utilizadas por los seres humanos el cochayuyo y el luche han sido
tradicionalmente destinados a la alimentación. Pero la ulva o lamilla (Ulva lactuca) tiene
importancia hasta hoy para uso agrícola así como el huiro (Macrocystis pirifera) más recientemente
usado. Este consumo de algas es una práctica alimentaria que ha permanecido en la dieta de los
mapuches costeros y de toda la población chilena. En las regiones VII, IX y X, sin embargo, se
concentra el mayor comercio y consumo de algas. Hasta ahora la actividad de los algueros y de los
cochayuyeros que habitan entre Tirúa y Puerto Saavedra es importante. Los algueros son
agricultores o pescadores que complementan el ingreso con la venta del cochayuyo (Masuda 1988).
Este trabajo lo practican entre octubre y marzo ya que este último mes corresponde al momento de
la cosecha del trigo. Los algueros entonces tienen oportunidad de comprar este grano con el
producto de la recolección de algas (Masuda op. cit. 1988), ya sea como trueque o
comercializándolas para complementar su dieta y obtener un producto que es caro y que de sus
menguados ingresos muchas veces le es imposible obtener en el mercado. Establecen así un trueque
o comercio de carretas que salen, estacionalmente, de la costa cada año cargadas con pescado seco y
cochayuyo y cambian por trigo en los sectores de Villarrica (39º16’S; 72º13’O).
Las moluscos han jugado un importante rol en la dieta de los pueblos prehistóricos por su contenido
calórico y porque éstos se concentran en un mismo hábitat a la vez que pueden ser extraídos por
toda la población (incluyendo mujeres y niños) con un mínimo gasto de energía (Yesner 1980),
pudiendo servir de reservas de emergencia en épocas de falta de alimentos. Los habitantes de esta
costa extraen hasta el día de hoy de las pozas intermareales, erizos (Lochechinus albus) y lapas
(Fisurella spp). Ya mas adentrados en el mar y con marea baja, los mapuches sacaban de las rocas,
y aún lo siguen haciendo, peñas de piure (Pyura chilensis) que consumían cocidos y acompañados
con papas. También aprovechaban para recolectar choros (Mytilus chilensis) y locos (Concholepas
concholepas). Los mariscadores depositaban sus recolectas en una bolsa confeccionada de hilo de
ñocha o de chupón (Greigia sphacelata) llamada huilal. Estos huilales, una vez llenos, eran
entregados a las mujeres que esperaban en la playa las que seleccionaban y limpiaban externamente
los mariscos recién extraídos.
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De las riberas del lago Budi y los ríos cercanos, se extraían camarones y de su fondo los choros
de río (Diplodon chilensis). Respecto a este molusco bivalvo, estudios realizados en el Alero de
Quino (Sánchez & Inostroza (1985), indican que ha sido usado como alimento desde épocas
prehispánicas. La datación de material encontrado a 60 cm. de profundidad indica una edad de +/-
5.000 AP (Lara et al. 1988). En atención a los restos orgánicos en los sitios habitacionales, junto a
los fogones, se deduce que D. chilensis sería un componente importante en la dieta de los mapuches
prehispánicos.
La explotación del indígena es quizá el factor más importante en la extinción de una porción de
la megafauna de América en el Pleistoceno (sensu Simenstad et al. 1978). Algunas evidencias
avalan esta afirmación, como es la correlación espacio-temporal entre la extinción de la fauna y el
asentamiento de los pueblos indígenas. Investigaciones en el litoral cercano al de Cautín han
demostrado que el uso de un determinado recurso destinado al consumo humano, termina por ser
sobreexplotado y en muchos casos localmente extinguido. Este es el caso de las poblaciones de
locos (Concholepas concholepas) en el litoral de la zona central (Castilla & Durán 19485) y Mehuín
(Moreno el al. 1986) así como de lapas (Fissurella sp.) en Queule (Moreno et al. 1984). La
perturbación (sensu Sousa 1984) y explotación humana prolongada de algunos recursos abundantes
disponibles en épocas pasadas, pudo ser un factor importante también de disminución o extinción de
ciertas especies, aunque estas proposiciones aún necesitan ser avaladas por más antecedentes
cuantitativos.
La presencia de D. chilensis en los diferentes estratos, indicaría que su consumo fue
permanente a través del tiempo. Se desconoce la forma de consumo, se presume que cocido, ya que
la palatabilidad de su carne cruda deja bastante que desear. El consumo era de D. chilensis, más
bien pequeños, según se puede apreciar en las tallas registradas de los conchales (26 a 44 mm de
longitud valvar). Lara et al. (1988) asumen un consumo histórico modal de las tallas, de este modo
al comparar estos pequeños choritos consumidos a lo largo del tiempo, con los choritos actuales
evidentemente más grandes, podría ser un indicador de sobreexplotación del recurso. Si nos
atenemos a su lento crecimiento (2 mm. anuales sensu Parada et al. 1989), podría aseverarse que a
las poblaciones prehispánicas de D. chilensis no se les dejaba crecer y eran consumidas antes de
alcanzar su pleno desarrollo (Lara et al. op. cit. 1988).
De los mariscos recolectados, el choro kilmawe (Mytilus chilensis) es el de mayor importancia
por sus niveles de consumo. En un conchal acerámico en el valle del río Moncul (a 25 km. de
Carahue), el 90% de las valvas analizadas correspondió a éste molusco. Los fechados de C-14
ubican la ocupación de este conchal entre 2000 AP y 2050 AP para mayores antecedentes véase
Van Meurs en este mismo libro).
El padre Miguel de Olivares (1795) relata la fantástica fecundidad del río Imperial …no hay otro
que lo iguale en peces, excepto el Orinoco, en tortugas. En el río Imperial son tantos los peces, y
éstos por lo común corpulentos, que siendo el río ancho como de 300 varas y de profundidad capaz
de navíos grandes, se llega a cuajar tanto de ellos que parece ser mayor cantidad de peces que de
agua, esto en espacio de siete leguas, desde su boca hasta la ciudad araucana (Nueva Imperial)…
Las técnicas de extracción de peces se realizaban con el uso de redes que confeccionaban con
linaza. Los tallos se humedecían y luego se sacaban las fibras de su corteza y se retorcían (Coña
1973). Con estas hebras tejían sus redes, de abertura de malla grande para atrapar peces como el
huitrempe o lisa (Mugil cephalus), el huaquil (Micropogon furnieri ) y de vez en cuando un robalo
(Eleginops maclovinus); o de abertura de malla pequeña para capturar pejerreyes (Odontesthes
spp.), puyes (Galaxia maculatum) o sardinas (Sardinops sagax). Del mar extraían peces, utilizando
redes de arrastre o red barredera de la resaca que llega a la playa (Coña 1973). Lanzaban la red mar
adentro mediante dos nadadores que la arrastraban consigo, describiendo un semicírculo regresaban
a la playa y con la ayuda de otros dos pescadores tiraban del extremo de la red capturando gran
cantidad de peces. Las especies extraídas eran corvinas (Cilus montti), lisas, robalos, hilfadas,
urungues. También practicaban la pesca con anzuelo. Utilizando lombrices como cebo y amarrada
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la lienza a una larga caña se practicaban lances marinos o fluviales. Una tercera técnica de pesca era
el tridente. Se unían tres delgados y afilados palitos de colihue (Chusquea culeu) o murta (Ugni
molinae) a una vara central; de este modo se arponeaban los peces desde la orilla del lago o río.
Las actividades de caza en los bosques cercanos a la costa deben haber aportado también una parte
importante a la dieta alimentaria indígena, sobre todo en algunas épocas del año. Por la carencia de
armas de fuego, muchos mamíferos de interés cinegético eran cazados en baja intensidad. Los mas
apreciados eran el guanaco (Lama guanicoe), el pudú (Pudu pudu) y el huemul del sur
(Hippocamelus bisulcus). Algunos restos óseos de estos animales han sido hallados en el sitio de
Pichicullín (Navarro inf. no publicada). Estos artiodáctilos eran cazados con boleadoras, flechas y
hondas. Las boleadoras de extendido uso en la pampa argentina, eran tres piedras redondeadas y
envueltas en cuero. Después de la conquista y con el uso popularizado del caballo, estas boleadoras
eran forradas con cuero de este animal. En la costa aún quedan mapuches que saben usar la honda
del pastor, para lo cual toman una piedra redondeada y la lanzan con un cuero a gran distancia y
precisión y que debió ser usada para presas menores, pudues o aves. Las puntas de proyectil
estuvieron en uso hasta periodos tardíos, hasta el momento de contacto español y más tarde aún.
Del material proveniente de excavaciones arqueológicas en el alero de Quino (38°S) se
determinó que un 40% de los restos culturales corresponde a roedores, especialmente tunduco
grande (Aconaemys fuscus), lanchón orejudo de Darwin (Phyllotis darwini), degú de Bridges
(Octodon bridgesi) y laucha de pelo largo (Abrothrix longipilis). De las especies de megafauna, se
encuentran extinguidas en la comuna de Carahue Hippocamelus bisulcus y Lama guanicoe (Rau &
Muñoz-Pedreros 1985).
Las comunas de Carahue, Teodoro Schmidt y Puerto Saavedra poseen diversas zonas de
concentración de avifauna (Budi, Bahía de Saavedra, Vegas de Moncul, etc.). Estos complejos de
húmedas permitieron y permiten la existencia de una gran diversidad de aves acuáticas de interés
cinegético. Para la captura se empleaban trampas denominadas huachis. Se confeccionaban sogas
con crin de cola de caballo de unos 40 cm., éstas a su vez eran unidas a una cuerda de un metro de
largo y firmemente estacada. La cuerda pequeña poseía un ojal corredizo que atrapaba a las aves
que introducían su cuello en ella, atraídas por granos puestos como cebo. De esta forma se
capturaban patos jergones grandes (Anas georgica), patos jergones chicos (Anas flavirostris), pato
colorado (Anas cyanoptera), pato anteojillo (Anas specularis), pato real (Anas sibilatrix), pato negro
(Netta peposaca), pato cuchara (Anas platalea) y patos rana (Oxiura spp).
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la explotación maderera y en la necesidad de despejar de bosques los terrenos para dar paso a la
ganadería y al cultivo del trigo, que se iniciaba en la región. De este modo se produjo una fuerte
demanda por los remates de hijuela fiscales ubicadas en los sectores altos de la cordillera de la
Costa o de Nahuelbuta. A partir de la toma de posesión de estos suelos por los colonos chilenos y
extranjeros, comienza un proceso de deforestación masivo, usándose el fuego como elemento de
limpieza, de manera que en 25 a 30 años fue talado el bosque nativo que los cubría. De inmediato se
inician los cultivos agrícolas.
El avance de la frontera agrícola, con cultivos, pastoreo y carboneo, acelerado desde mediados
del siglo pasado, han hecho retroceder fuertemente la vegetación nativa, siendo reemplazada por
praderas o plantaciones monoespecíficas de pino insigne (Pinus radiata). Esto ha dado paso a
matorrales secundarios, que en suelos degradados por el sobrepastoreo o el monocultivo reiterado,
son dominados por malezas como el espinillo o pica-pica (Ulex europaeus). La asociación vegetal
degradada que ocupa extensas zonas de suelo rojo arcilloso en la cordillera de la Costa, invade
praderas de chépica (Agrostis capillaris) y cadillo (Acaena ovalifolia). Este matorral indica un
avanzado estado de degradación del suelo y está compuesto de unas 13 especies nativas y 15
especies introducidas. La especie más abundante, dentro de las introducidas, es el Ulex europaeus,
que llega a un promedio de 28.000 individuos/ha. El fuego ha demostrado no sólo ser ineficaz en su
combate, sino que contraproducente, al aumentar la densidad de tallos en el rebrote. Su impacto
ambiental está dado por la invasión de tierras de cultivo, intento de combate con agroquímicos que
aumentan la contaminación y competencia con renovales del original bosque nativo. En zonas de
fuerte pendiente, al menos detiene procesos erosivos y mejora el suelo por su calidad de
leguminosa.
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hábitat (en apariencias, característica de la fauna chilena). Esto ha sido documentado para algunas
aves como el treile (Vanellus chilensis) y diversos micromamíferos (roedores y marsupiales). La
introducción de especies es otro factor en el deterioro de la fauna silvestre. La introducción
accidental, de la avispa chaqueta amarilla (Vespula germanica) ha generado serios daños a la
agricultura y el turismo regional. Respecto a la introducción de organismos acuáticos para cultivos
artificiales a gran escala, el impacto ambiental dependerá, según algunos investigadores, del tipo de
organismos cultivados (filtradores o carnívoros), tipo de cultivo (alimentación natural o artificial),
patrones locales de circulación y características ecológicas del área. La introducción de especies es
otro factor preocupante por lo que la realización de estudios de impacto ambiental es una necesidad
de primer orden.
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