Clinica Unidad 5

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Clínica: Unidad 5

Escritos de psicoterapia Cognitiva – Keegan


La terapia cognitiva: fundamento teórico, aplicaciones y perspectivas
futuras
El desarrollo de las teorías cognitivas
A principios de la década de 1960 un número creciente de artículos sobre psicología básica se referían a los
cognitive phenomena, esto es, los fenómenos de la cognición, entendida como el conjunto de procesos por
medio del cual el sujeto aprehende, procesa, categoriza y construye la realidad. Estos procesos habían sido
dejados de lado durante décadas de resultas de la hegemonía del paradigma conductista, eternamente
desconfiado de todo aquello que no resultara asequible al método de la observación objetiva.
En forma paralelan, y en la misma época, Ellos y Beck comenzaban a pensar los fenómenos psicopatológicos
bajo modelos cognitivos.
Beck había entrado en contacto con la utilización de modelos cognitivos basados en el paradigma del
procesamiento de la información.
Bajo este paradigma, el hombre es un procesador de información. El sistema nervioso central,
particularmente el cerebro, es el recurso central de procesamiento.
Beck y Ellis habían observado que ciertos enfermos mentales mostraban cambios cognitivos que parecían prototípicos.
Los pacientes mostraban modos de procesamiento de la información que diferían de los normales. Ambos se lanzaron
a identificar las reglas que gobernaban tales cambios, con la esperanza de encontrar allí nuevas claves para
comprender los mecanismos de formación de síntomas o quizás la clave misma de la génesis del trastorno.

Beck presenta el esbozo de una teoría cognitiva de la depresión, sosteniendo que, desde el punto de vista
psicológico, la depresión consistiría en una alteración idiosincrásica de la cognición. Esta alteración se
manifestaría en una tríada cognitiva, que consistiría en la visión negativa que el paciente tiene de sí, del
futuro y del entorno.
El origen de estas alteraciones estaría en la constitución de esquemas depresogénicos en la infancia. Estos
esquemas serian estructuras de interpretación de la realidad relativamente estables que resultarían
activadas ante ciertas situaciones con las que mantendrían relaciones de significación.
El esquema es un concepto complejo, que supone la conformación de una unidad de procesamiento en la
que hay un aspecto fisiológico, un aspecto ideativo, un aspecto motivacional y un aspecto emocional. Dado
que la construcción de los esquemas se da necesariamente en la interacción con otro significativo, esta teoría
resultaba particularmente compatible con una visión biopsicosocial de la enfermedad mental.
De acuerdo con la teoría cognitiva, la realidad es polisémica y debe ser construida. Los datos de la realidad
son procesados por el sujeto, quien asigna una determinada significación a cada situación. El estado de
ánimo resulta congruente con la significación adjudicada; el comportamiento es consonante con la
interpretación realizada.
Si sesgo mis interpretaciones de modo sistemático, interpretando de modo negativo un número importante
de situaciones, mi ánimo decaerá, seré gobernado por el desaliento y esto se verá acompañado de un
descenso de mi conducta intencionada.
La teoría cognitiva sostiene que pensamiento, emoción y comportamiento son tres sistemas
interdependientes; el cambio en uno de ellos determinará un cambio congruente en los otros dos.
Beck no dio a conocer la metodología completa de tratamiento sino hasta que se completaron estudios de
validación que mostraron una importante eficacia de la terapia cognitiva.
Es, sin duda, la psicoterapia mejor investigada empíricamente al día de hoy.

Los tratamientos
La teoría cognitiva sugiere que cualquier influencia sobre la cognición debería ser seguida de un cambio en
el ánimo y en la conducta. La terapia cognitiva es un tratamiento que produce estos cambios centrándose
particularmente en la modificación de la cognición. La teoría también sugiere que el cambio puede
producirse incidiendo sobre la emoción o la conducta.
Los tratamientos cognitivos se basan en teorías específicas para cada trastorno, definido de acuerdo a
criterios DSM.
En términos generales, todo tratamiento cognitivo se compone de una fase diagnóstica seguida de un trabajo
psicoeducativo que Continúa durante todo el tratamiento. El paciente recibe información sobre el trastorno
que padece y sobre el tratamiento que se le ofrece. Durante esas entrevistas preliminares se administran
instrumentos de evaluación de uso habitual en psicología clínica más algunos específicos. El terapeuta
necesita reunir los datos indispensables para lograr una adecuada conceptualización del caso.
Una vez obtenido el consentimiento informado, se inicia el tratamiento propiamente dicho ayudando al
paciente a identifica· y a monitorear sus pensamientos automáticos.
Una vez logrado esto, se le pide al paciente que registre los cambios anímicos que acompañan la aparición
de esos pensamientos automáticos. Al alcanzarse este objetivo, se pide al paciente que registre los cambios
de comportamiento que acompañan los cambios en el pensamiento y en el ánimo.
El siguiente paso consiste en debatir la razonabilidad y utilidad de los pensamientos automáticos. Aquí
prevalece el uso de la mayéutica, pudiendo considerarse con justicia como el aspecto central del
tratamiento. Este paso debe ser seguido por la generación de un pensamiento alternativo que se vea
acompañado de un ánimo y un comportamiento que no generen tanto malestar al sujeto.
El último paso se consagra a modificar las creencias centrales del paciente que, a diferencia de los
pensamientos automáticos, suelen ser implícitas. La modificación de las creencias nucleares e intermedias
del paciente es condición para la durabilidad de los resultados.
La eficacia y la velocidad de respuesta han sido los factores más sorprendentes de la terapia cognitiva, en un
campo clínico habituado a los tratamientos a plazo indefinido y al escepticismo terapéutico.

Algunas objeciones usuales a la terapia cognitiva


Los terapeutas formados en el psicoanálisis invariablemente plantean dudas sobre la durabilidad de los
resultados logrados por la terapia cognitiva. Se tiende a considerar al tratamiento cognitivo como una terapia
de tipo sintomática, que sólo lograría cambiar un síntoma por otro. La respuesta es simple: la investigación
de seguimiento ha mostrado invariablemente la conservación de los logros terapéuticos para la mayor parte
de los pacientes en periodos de dos años como mínimo. Existe un número de estudio de seguimiento por
más tiempo, en los que invariablemente vemos que un porcentaje mayor de los pacientes conserva los logros
alcanzados en el tratamiento.
En cuanto a la sustitución de los síntomas, cabe señalar que los estudios de seguimiento no se limitan a los
síntomas del trastorno que fuera tratado, sino que utilizan instrumentos de detección que abarcan toda
clase de síntomas.
La terapia cognitiva parece lograr efectos un tanto más duraderos que los de los tratamientos
farmacológicos.
La terapia cognitiva no impone un modelo de conducta o pensamientos normales: tan sólo aboga por el
logro de un pensamiento alternativo que acepte una visión polisémica de la realidad.
La terapia cognitiva no demanda un paciente brillante: la experiencia clínica y la investigación muestran que
puede usarse efectivamente con pacientes con un bajo nivel de cociente intelectual.
Si bien es un tratamiento técnicamente ecléctico, está basado en una teoría propia, seriamente investigada.

Conclusiones
La terapia cognitiva es un conjunto de tratamientos eficaces para una gran variedad de síndromes. El fuerte
basamento científico, su brevedad y su versatilidad para ser aplicada en distintos contextos clínicos con
poblaciones diversas la convierten en un excelente instrumento en el terreno de la salud mental pública.

La técnica cognitiva
Hay tantos tratamientos cognitivos distintos para tantos problemas distintos. Quizás lo más distintivo de
esta terapia es su técnica para la modificación de la cognición. Dado que tanta gente ha hecho psicoanálisis
en la Argentina, me pareció oportuno hacer algunas comparaciones generales entre las dos modalidades.
Los modelos cognitivos conciben al hombre como un constructor de significados. Desde el nacimiento, el ser
humano debe aprender a comprender la realidad si aspira a sobrevivir. La mayor parte de los recursos
cognitivos no son innatos, sino que se construyen. La mayor parte de esta construcción se da en la infancia,
pero es una tarea en constante desarrollo a lo largo de la vida.
La patología mental incluye modos de aprehender la realidad que generan problemas y sufrimiento a una
persona. Las características de los modos patológicos de comprender la realidad son la “rigidez”, la
“idiosincrasia” y la “disfuncionalidad”.
Las interpretaciones patológicas de la realidad y las conductas asociadas a ellas son rígidas, no cambian con
facilidad. Las interpretaciones patológicas de a realidad son idiosincrásicas. La cognición patológica es
disfuncional porque le “juega en contra” a la persona que la sostiene, generándole malestar.
El origen de una forma patológica de ver una situación puede ser remoto. Pero, a diferencia del psicoanálisis,
esto no implica que siempre debamos hacer una reconstrucción del origen de una cognición para
modificarla.
Conocer el origen de una forma de pensar puede volverá más inteligible: quizás haya sido una forma
razonable de ver las cosas en su momento. Pero eso no garantiza por sí la modificación de esa manera de
pensar.
Por eso, en la terapia cognitiva la regla es que no importa tanto las situaciones en sí, sino el sentido que la
persona le asigna.
El primer paso en una terapia cognitiva es que el paciente acepte la polisemia de la realidad, esto es, que
comprenda que una situación puede ser significada de distintos modos. Lo que ocurre es que estamos tan
acostumbrados a relacionarnos con la realidad por medio de nuestra cognición que terminamos por creer
que nuestros pensamientos, nuestra percepción, son una fiel representación de la realidad. Es fácil decir
“tome sus pensamientos como hipótesis científicas que requieren investigación”, pero no es fácil hacerlo, ni
para el paciente ni para nosotros.
El objetivo global tiene que enseñarle al paciente a diferenciar datos e interpretación. Luego debemos
enseñarle al paciente a recolectar datos que permitan decidir qué significación, de las varias posibles, es la
más plausible. Por último, y esto suele ser lo más difícil, debemos enseñarle al paciente a reconocer las
situaciones ambiguas, aquellas en las que no tenemos datos suficientes como para establecer una
interpretación razonablemente fiable.
La mayéutica, o diálogo socrático, es otra técnica central de la terapia cognitiva, con un objetivo similar:
someter a crítica aquello que creemos saber, sobre el mundo o sobre nosotros mismos. El terapeuta guía el
debate mediante preguntas.
En suma, el terapeuta cognitivo ayuda al paciente a revisar algunas ideas muy acendradas sobre la realidad,
a considerar datos viejos y nuevos, a separar dato de interpretación, a cuestionar la certeza asociada con las
ideas problemáticas.
Todo esto se refiere a “cuestionar el contenido” de lo que pensamos. Pero también podemos tomar distancia
de un pensamiento sin cuestionar su contenido, pero “tomándolo sólo como una idea”. A esto lo llamamos
“distanciamiento” o “descentramiento”.
Este enfoque teórico-técnico es muy distinto del psicoanálisis porque éste parte de suponer que las ideas
patológicas son inconscientes. Al pedirle al paciente que preste atención a lo que piensa cuando siente
malestar lo que buscamos es que el paciente pueda enunciar esas ideas disfuncionales del modo más claro
posible. Si fueran inconscientes el paciente no podría hacer lo que le pedimos.
El objetivo es debilitar la credibilidad de las ideas disfuncionales y aumentar la credibilidad de una forma
alternativa de ver las cosas. Cuando un paciente cambia su manera de pensar, también cambian su conducta
y su estado de ánimo.
Cualquier persona puede evaluar la justeza y pertinencia de una intervención cognitiva. Ésta es una de las
grandes diferencias con el psicoanálisis. El psicoanalista se arroga la capacidad de interpretar las formaciones
del inconsciente del paciente, y no hay modo fiable de saber si ha acertado o no.
El psicoanalista tiene una posición de poder: es él quien decide el sentido de lo dicho, y muchos lo transmiten
a modo de oráculo. El resultado es que muchos pacientes no tienen idea de lo que les han querido decir,
mientras que los más sugestionables se van de la sesión impresionados.
En la terapia cognitiva, en cambio, nos esforzamos porque todo sea inteligible por el paciente. La otra gran
diferencia es el uso de tareas 1entre sesiones.

El papel de las creencias en la teoría y terapia cognitivas


La importancia de la cognición en la psicopatología
Los modelos cognitivos destacaron el papel de la cognición en los fenómenos mentales patológicos.
Naturalmente, tanto los psicoanalistas como los conductistas se daban cuenta de que las personas afectadas
por patologías mentales tenían creencias inusuales y pensaban de un modo distinto al de las personas
normales o “poco o nada neuróticas”. Pero ambos enfoques psicológicos consideraban que eso era, en
última instancia, un epifenómeno, un subproducto de procesos psíquicos más fundamentales. Para el
psicoanálisis, el énfasis estaba puesto en el conflicto inconsciente de un paciente; para el conductismo, en
la historia de los condicionamientos clásicos u operantes sufridos por esa persona.
Ellis propuso su terapia racional, que apuntaba básicamente a los errores de pensamiento que dan lugar a
sufrimiento. Ellis mostraba a sus pacientes las fallas lógicas en el proceso y contenido de las ideas que más
los afectaban.
Ni Beck ni Ellis dijeron estrictamente que los pensamientos causaran los problemas, las patologías. Pero sí
enfatizaron que los procesos y productos de la cognición eran importantes como los cambios en el afecto y
en la conducta en desarrollo de los trastornos mentales.
La idea básica detrás de estas terapéuticas es que nuestro pensamiento nos puede jugar malas pasadas.
Dado que la realidad no nos es accesible sino por medio de nuestros pensamientos, tendemos a caer, con
demasiada facilidad, en la falacia de creer que nuestros pensamientos son la realidad, o, al menos, una
representación fidedigna de ella.
La dimensión cognitiva de la patología mental
Beck imaginó que cada patología mental podía caracterizarse por un conjunto de creencias sobre la realidad
y sobre el sí mismo. También pensó que cada patología mental podía presentar una modalidad propia de
procesamiento de la información.
Postuló la llamada triada cognitiva de la depresión: las personas depresivas tienen creencias negativas sobre
sí mismas, sobre su futuro y sobre su mundo.
Esta visión negativa de las cosas se plasma en una conducta derrotista y una experiencia emocional signada
por el dolor y un ánimo negativo perdurable.
Las creencias disfuncionales de las personas depresivas se constituirían en los primeros años de vida, la
época en la que forjamos nuestras impresiones más duraderas acerca de nuestra identidad, el mundo que
nos rodea, y el tipo de vínculos que nos une a las personas que integran nuestro círculo vital.
Las creencias de los depresivos giran, entonces, sobre dos grandes temas: la amabilidad —ser querible— y
el logro.
Los pacientes orientados al logro creen que deberían alcanzar o recuperar cierta meta. Su valoración de sí
pasa a depender de esto, y su mundo se divide en ganadores y perdedores.
No soy querible es una creencia más que usual en las personas deprimidas.
El problema no es ser bonita en sí, ser seductor en sí, sino las consecuencias que, se cree, tendrá esto. En
general se cree que se estará sola como consecuencia de no ser bonita, atractiva, seductora. Entonces la
persona no puede ver la relación de pareja como algo preferible a la soledad, sino como una exigencia que
separa la felicidad absoluta de la experiencia más dolorosa. Esto es el llamado pensamiento absolutista,
dicotómico, blanco o negro.
Lo que creemos puede no ser inmediatamente evidente para nosotros mismos. Y es por esto que la terapia
cognitiva apela al diálogo socrático: mediante preguntas tratamos de guiar al paciente para que éste pueda
descubrir sus creencias, y cómo éstas dan forma a su realidad y la influyen, a veces, de modo disfuncional.
Festinger denominó disonancia cognitiva al fenómeno en el cual nos percatamos de que sostenemos
creencias contradictorias sobre un punto en particular. La disonancia cognitiva genera una inquietud que
mueve a su resolución: debemos alcanzar una nueva forma de pensar que sea capaz de integrar y superar la
contradicción, al estilo de la razón dialéctica hegeliana.
Debido a esto, para la terapia cognitiva no es tan importante que un paciente piense de un modo u otro,
sino que sea capaz de hacerlo de modo flexible. No importa tanto el contenido de la cognición cuanto la
capacidad de modificarlo en virtud de nuevos datos.

Los niveles de la cognición


Hay distintos niveles de creencias. Algunas son básicas, otras condicionales.
Las creencias básicas son enunciados de amplio alcance sobre el sí mismo y sobre el mundo. Muchas veces
son tácitas y su aceptación es acrítica.
Nada hay más difícil de cambiar que lo que resulta obvio. Es por ello que la condición primera para la
realización de un tratamiento cognitivo consiste en que el paciente sea capaz de considerar sus cogniciones
como hipótesis que demandan demostración empírica.
Las creencias condicionales son reglas y actitudes que se derivan, lógicamente, de aceptar los enunciados de
las creencias básicas. Tienen una forma proposicional del tipo dado que… entonces se sigue que…
En la clínica, las creencias condicionales, también llamadas creencias intermedias, se manifiestan como
explicaciones de ciertas conductas que pueden resultar difíciles de entender para el observador externo.
Cuando entramos en una situación que activa cierta creencia básica disfuncional, se producen los llamados
pensamientos automáticos disfuncionales.
Los pensamientos automáticos son expresiones situacionales, puntuales, de las creencias básicas. No se trata
de que las creencias básicas sean más profundas. Los pensamientos automáticos son a las creencias lo que
el verbo conjugado al paradigma de conjugación una manifestación puntual de la regla general.
Las creencias y sus reglas derivadas no son parte de un mero juego intelectual, son el mapa que nos indica
cómo comportarnos en el mundo a fin de alcanzar nuevos objetivos en la vida.
Los seres humanos se caracterizan por ser capaces de percatarse de sus propios procesos psíquicos; la mente
humana es capaz de reflexionar sobre sí.
Se denomina metacognición al procesamiento mental que se encarga de evaluar, regular e interpretar los
contenidos y procesos de pensamiento.
Mucha gente, sino todo el mundo, tienen esas ideas de cuando en cuando. Pero la diferencia radicaría
fundamentalmente en lo que creemos que significa tener tales ideas.

Características de la cognición patológica


La rigidez con la que nos aferramos a nuestras creencias es uno de los factores que puede convertirlas en
problemáticas, pero ésta es una condición necesaria, no suficiente.
Cuando una creencia es rígida y a la vez idiosincrásica, esto es, no consensuada por otros importantes, esto
se puede volver un problema. El consenso sobre la realidad es importante.
El problema surge cuando una creencia es rígida, idiosincrásica y además no causa algún prejuicio, se vuelve
disfuncional. Por eso en la terapia cognitiva se enfatiza tanto el pensamiento crítico, como el análisis del
consenso y de las ventajas o desventajas que pueden acarrear al ver la realidad de un modo u otro.

Estrategias para la modificación de las creencias problemáticas


Dado que las creencias son algo que se predica sobre la realidad y no la realidad misma, es posible
cambiarlas. La terapia cognitiva opera sobre ellas de dos modos distintos, pero relacionados entre sí. Puedo
cuestionar su contenido, y de este modo abandonarla u olvidarme de ella. Pero también puedo tomar
distancia de esa creencia, aceptándola como mero fenómeno de pensamiento, sin entrar a discutir su valor
de verdad.
Las técnicas de distanciamiento están emparentados con la meditación, y su desarrollo ha generado bastante
interés por los procedimientos meditativos utilizados por el budismo y el pensamiento zen. Esta tradición
enfatiza la importancia de evitar los rucos de la mente y de poder discriminar el aquí y ahora de los futuros
hipotéticos y amenazantes que puede forjar nuestra mente.

La cultura y la cognición
La cultura, que es, entre otras cosas, un sistema organizado de creencias, determina hasta cierto punto en
que se manifiestan los trastornos mentales y, por supuesto, cómo deben ser tratados. Es muy importante
clínicamente conocer las creencias del paciente acerca de la patología que lo trae a consulta, así como acerca
de las metodologías que considera razonable o aceptable aplicar para su tratamiento.
La cultura, en el sentido amplio del término, es un elemento necesario al momento de valorar las cogniciones
y diseñar las estrategias de intervención. El contexto cultural y las creencias que sostiene el paciente son
esenciales para el psicoterapeuta de orientación cognitiva.
La cultura influye en todos los aspectos del proceso del tratamiento: la utilización de los tratamientos
disponible, las creencias en torno de la relación terapéutica-paciente y el valor de efectividad brindado a una
determinada terapéutica. La elección de una terapia en cada grupo social está determinada por la valoración
que dicho grupo le confiere.

La cultura en la clínica psicológica


La continuidad creciente de los procesos migratorios, de mundialización, y la elevada movilidad social que
caracterizó a la población occidental durante el siglo XX y sus repercusiones en todo el globo han dado lugar
a un fuerte desarrollo de situaciones de multiculturalidad. Esto ha generado contextos nuevos caracterizados
tanto por la complementariedad como por el conflicto.
Las ofertas terapéuticas también se han multiplicado y diversificado como producto de los procesos de
mundialización y difusión.

Terapia cognitiva y creencias religiosas


Varios terapeutas cognitivos se han planteado el tema de las creencias religiosas y su impacto en la eficacia
terapéutica. Propst y su equipo compararon la eficacia de un tratamiento cognitivo conductual orientado a
gente religiosa y a otro “laico”.
Esta psicoterapia hace hincapié en valores personales de autonomía y eficacia personal, una posición que
puede resultar contradictoria con los valores de ciertas religiosas que postulan un mundo de dependencia y
comunión con la divinidad, presente en cada valoración del mundo. Esta diferencia hace que personas que
podrían ser tratadas con terapia cognitiva rechacen esta propuesta terapéutica.
Los resultados indicaron que la terapia cognitiva con contenido religioso y la consulta pastoral mostraron
mejores resultados que la terapia cognitiva sin contenido religioso y los pacientes que integran la lista de
espera.
Esta intervención resalta la importancia de considerar adaptaciones de los tratamientos psicológicos
estándar para aumentar su eficacia en pacientes con valores religiosos específicos.
Los altos resultados alcanzados por la consulta pastoral y la terapia cognitiva religiosa sugieren que la visión
del mundo del paciente puede tener un impacto mayor que los ingredientes activos de un tratamiento que
entre en colisión con ellos.
Otro dato interesante de este estudio es que el grupo que obtuvo los mejores resultados fue el de los
terapeutas no religiosos que aplicaban el tratamiento cognitivo con orientación religiosa. Lo más importante
es el conjunto de valores que va implícito en los procedimientos y experiencias utilizados para lograr el
cambio terapéutico, así como la capacidad del terapeuta de respetar esos valores, aun cuando no los
comparta.

Conclusiones
Las terapias cognitivas son tratamientos psicológicos que incluyen una variedad de recursos que actúan
sobre la esfera de la emoción, de la cognición y de la conducta. Los modelos cognitivos actuales han sumado
un interés por los procesos metacognitivos, así como por las creencias culturales que constituyen los
cimientos más amplios de la visión del mundo del paciente.

Emoción y cognición en terapia cognitiva


En el siglo XX terminó por imponerse una visión, en que la emoción y nuestra comprensión de la realidad
son considerados fenómenos interdependientes.
Desde esta perspectiva, las emociones humanas no son innatas, sino adquiridas, construidas en la relación
con los otros seres humanos que conforman la familia y la comunidad de esa nueva persona.
Cada cultura es, entre otras cosas, un sistema de creencias compartido que permite dar un sentido a la
realidad. Llamamos cognición al conjunto de fenómenos mentales a través de los cuales logramos que
nuestra realidad cobre sentido, que se haga comprensible para nosotros.
Una de las hipótesis centrales de la terapia cognitiva es que hay una interdependencia entre nuestras
emociones, nuestras cogniciones y nuestra conducta. No es la situación en sí la que cuenta para la terapia
cognitiva, sino la interpretación que la persona hace de ella.
Obviamente, no todo sufrimiento humano es producto de una visión sesgada de la realidad.
La depresión es frecuente, de hecho, porque es común que enfrentemos sucesos negativos.
Sin embargo, detrás de hechos incuestionablemente negativos suelen agazaparse ideas distorsionadas.
Una de las estrategias típicas de la terapia cognitiva es ayudar al paciente a identificar estas ideas que
acompañan fugazmente las emociones dolorosas. Las emociones funcionan como señales que advierten la
presencia de estos pensamientos. Una vez identificados, terapeuta y paciente examinan y debaten las ideas.
El objetivo de la terapia no es, evidentemente, que el paciente piense en forma positiva sino que adquiera
una visión flexible de la realidad, que reconozca que toda situación puede ser interpretada de modos
distintos.
Otros pacientes, en cambio, sufren problemas más severos, producto de un inadecuado desarrollo
emocional. Las emociones se aprenden en la interacción con el otro. ¿Qué pasa si el otro me transmite
mensajes caóticos, que impiden reconocer, comprender y manejar mis estados emocionales? El resultado
es la desregulación emocional, un problema crónico que lleva a los pacientes a tener respuestas emocionales
desmedidas, extemporáneas. También tienen dificultades para reconocer y nombrar sus estados
emocionales, llamado técnicamente alexitimia.
El procedimiento terapéutico que se aplica aquí es distinto: se basa fundamentalmente en una tarea de
reconocimiento de las emociones y en un aprendizaje sistemático de habilidades de regulación del ánimo
negativo, de la angustia, de la ira. La regulación de la emoción implica aprender a pensar y a actuar de forma
menos extrema.
En suma, la relación entre cognición y emoción es central en las terapias cognitivas. Su objetivo es reducir el
sufrimiento asociado a modos disfuncionales de representarnos nuestra realidad, y a afrontar mejor el dolor
generado por las limitaciones propias de nuestra existencia.

Conceptos básicos de la terapia cognitiva de los trastornos de


ansiedad – Biglieri y Vetere
Bases filosóficas y epistemológicas de la TCC
Si bien la terapia cognitiva surge a principios de los años 60 con los desarrollos realizados en forma
independiente por Beck y Ellis, sus bases filosóficas se remontan al nacimiento mismo de algunas de las
escuelas de pensamiento más antiguas. El postulado central de la terapia cognitiva es que los hombres
hacemos una lectura activa y singular de los estímulos internos y externos, la cual influirá en el modo en que
nos sentimos y comportamos.
Queda en primer plano la noción de que no existirá una realidad única, verdadera, objetiva, sino que ésta
sería una construcción de cada ser humano y, por ende, poseería características diferentes para cada uno de
nosotros. Los hechos en sí nos significarían nada, sino que sus significados les serían adscriptos activamente
por el hombre.
Desde su origen la TCC mantuvo una posición epistemológica ligada al constructivismo, el conocimiento es
una construcción del sujeto.
La segunda noción implícita en el postulado central de la TCC se relaciona con el hecho de que si el hombre
construye su realidad, debe hacerlo mediante el interjuego de una serie de estructuras y procesos que le
permitan significar y dar sentido a su experiencia.
Para su supervivencia, el hombre necesita procesar adecuadamente la información proveniente del medio
interno y externo, de manera de organizarla y construir una visión coherente de sí mismo y del mundo. Esta
sería una de las funciones básicas de nuestro psiquismo: dar sentido a nuestras experiencias, permitiéndonos
la construcción de un sistema cuya finalidad es la de predecir y explicar nuestras experiencias y las relaciones
con nuestro medio.

El proceso terapéutico
El proceso terapéutico no se centrará en el “ajuste del sujeto a la realidad”, ya que ésta no se entiende como
algo externo al sujeto que la significa. El foco se centrará, entonces, en la manera particular, única e
irrepetible que tiene cada sujeto de significar y construir su propia realidad, lo que podemos denominar el
paradigma del paciente.
Es completamente inadecuado calificar de ilógicos o irracionales los pensamientos e interpretaciones de los
pacientes.
Los términos disfuncional o desadaptativo son más propicios para describir las consecuencias de ciertos tipos
de procesamiento de la información. Disfuncional hace referencia a la posibilidad de que determinadas
formas de adscribir significado impidan al paciente alcanzar las metas y valores establecidos por él mismo,
generándole malestar en forma permanente. Una interpretación desadaptativa implica que la misma no
permite al paciente afrontar exitosamente las demandas del medio, de manera de poder dar respuesta a las
mismas, superarlas y encaminarse hacia sus metas vitales.
Las formas vitales humanas se corresponden con las principales actividades del hombre: la teoría o visión
contemporánea; la poiesis o hacer productivo; y la praxis o actuar responsable.
La psicoterapia como poiesis implica la deshumanización del hombre, ya que significa la imposición desde el
exterior de acciones que atienden a la modificación de éste. Se busca no la obtención de un resultado sino
de un producto.
La psicoterapia cognitiva se corresponde con la praxis, como actuar libre, responsable y subjetivo. La meta,
el objetivo, es planteado desde quien consulta, no es impuesto. No se busca un producto sino un resultado.
El proceso terapéutico es visto entonces como un proceso de aprendizaje activo, de tipo experiencial, que
busca que el paciente desarrolle nuevas habilidades de afrontamiento que le permitan superar sus
problemas y dirigirse hacia sus propios objetivos vitales.

Conceptos básicos
Esquemas
Los esquemas serían estructuras de procesamiento de la información que participan en la generación y
adscripción de significado, permitiendo construir de esta manera una visión estable de sí mismo y del mundo.
Los esquemas pueden conceptualizarse como principios organizativos cuya función es darles sentido a las
experiencias vitales.
Si bien no todos los esquemas son construidos durante la infancia, éstos son de suma relevancia, ya que sus
características establecen los cimientos sobre los cuales el individuo tenderá a percibirse a sí mismo y el
mundo.
Los esquemas tienen diversas cualidades, pudiendo ser flexibles o rígidos, es decir, más o menos permeables
a su modificación. También pueden ser globales o discretos en relación con su amplitud; y tempranos o
tardíos, respecto del ciclo vital en el que se han conformado. Por otro lado, dos características esenciales de
los esquemas se relacionan con su densidad y valencia. La primera hace referencia a su grado de prominencia
dentro del sistema de procesamiento de la información y la segunda se relaciona con su nivel de activación.
También pueden clasificarse diferentes tipos de esquemas según sus funciones: los esquemas cognitivos
conceptuales son los encargados de la interpretación de los hechos, la abstracción y los recuerdos; los
afectivos son los implicados en la respuesta emocional; los motivacionales son los responsables de los
deseos; los instrumentales preparan para la acción y el comportamiento; y los de control o dan lugar a las
acciones.
A su vez, los esquemas se organizan en estructuras mayores denominadas modos. Un modo, por lo tanto, se
encuentra integrado por un grupo de esquemas que procesa información relacionada.
Se considera que la modificación de cualquier tipo de esquema trae aparejado un cambio en los demás, ya
que constituyen sistemas interdependientes.
Es importante considerar que los aspectos biológicos, como el temperamento, interactuarán con las
influencias del ambiente en el desarrollo y conformación de los esquemas y modos.

Creencias nucleares e intermedias


El principal componente de los esquemas cognitivos son las creencias nucleares. Las mismas consisten en
enunciados absolutos y globales respecto de uno mismo, las personas y el mundo. Son afirmaciones
incondicionales referidas a la propia identidad y el entorno que se caracterizan por su tendencia a ser muy
estables. En esquemas disfuncionales, tienden a ser rígidas e inflexibles y, por lo tanto, poco susceptibles a
modificación.
La forma en que éstas se expresan en cada persona es completamente idiosincrásica.
Las creencias nucleares disfuncionales favorecen el procesamiento de la información congruente con su
contenido, propiciando sesgos atencionales y de memoria. De esta manera, funcionan como paradigmas que
filtran la información circundante y tienden a autoperpetuarse y mantenerse aun en presencia de datos
contradictorios.
De las creencias nucleares se desprenden otro tipo de creencias denominadas creencias intermedias o
supuestos implícitos. Estas son proposiciones condicionales, actitudes o reglas en donde la temática
expresada en las creencias nucleares se presenta aplicada a situaciones concretas. Constituyen, por lo tanto,
una forma de operacionalización de las nucleares en donde se establecen normas interpretativas sobre la
base de las contingencias situacionales.
Muchas veces toman la forma de reglas de tipo si p entonces q. También es frecuente que tomen la forma
de afirmaciones condicionales.
Estas creencias brindan información respecto de cómo el paciente considera que deberían ser las cosas o su
propio comportamiento y establecen reglas sobre cómo interpretar determinados acontecimientos.

Pensamientos automáticos
A medida que interactuamos con nuestro medio ambiente se produce la activación de los esquemas
encargados de procesar la información entrante. En cuanto a la activación de los esquemas cognitivos, los
datos recabados serán interpretados sobre lb ase de las reglas establecidas por las creencias, dando lugar a
un resultado o producto de dicho procesamiento. A este producto se lo denomina pensamiento automático
y representa una lectura singular de los hechos.
Este tipo de pensamientos es involuntario y aparece sin esfuerzo.
Este tipo de pensamientos son vivenciados como un fiel reflejo de la realidad, por lo que se les suele otorgar
un alto nivel de credibilidad y se los considera hechos contundentes.
Por estas características, los pensamientos automáticos se asocian a respuestas emocionales intensas,
congruentes con el tono de la interpretación.
Usualmente, los pacientes suelen presentar una multiplicidad de pensamientos automáticos. Sin embargo,
éstos suelen girar en torno a una temática común.
De lo expuesto anteriormente se desprende la hipótesis básica de la TCC, la cual sostiene la existencia de
una interdependencia entre pensamiento, emoción y conducta.

Procesamiento disfuncional de la información


Definen dicho concepto como las estructuras, procesos y productos involucrados en la representación y
transformación de significados basados en los datos sensoriales provenientes de nuestro medio externo e
interno.
La activación de esquemas y modos disfuncionales promueve que el procesamiento de la información se
direccione en un sentido determinado por dichos esquemas. Todo el procesamiento es, por definición,
sesgado.
El procesamiento que la información recibe por parte de los esquemas disfuncionales se encuentra sesgado
hacia la amenaza y por ello sus productos, los pensamientos automáticos, adquieren sistemáticamente
características recurrentes.
No sólo se debe tener en cuenta qué piensa un paciente, es decir, el contenido de la cognición, sino también
cómo piensa, es decir, el procesamiento que realiza de los datos.
Desde este punto de vista, poco importa la discusión sobre si una interpretación es “verdadera” o “falsa”,
cobrando mayor relevancia su funcionalidad, es decir, su capacidad para obstaculizar o promover al paciente
hacia sus propios objetivos y metas vitales.
Es frecuente que un paciente con trastornos de ansiedad muestre varios de estos tipos de procesamientos
disfuncionales.
Estos estilos de procesamiento poseen algunas características en común, ya que las interpretaciones que
sustentan son unidimensionales, globales, absolutistas e irreversibles.

Procesamiento automático vs elaborativo


El procesamiento automático de la información tiene como principal objetivo maximizar la seguridad y evitar
toda situación que represente una amenaza inmediata. Por ello, requiere de un procesamiento veloz y que
brinde una respuesta rápida en aras de preservar nuestra integridad. El procesamiento elaborativo, por el
contrario, implica el manejo y elaboración consciente de la información, lo cual consume energía atencional
y es, por lo tanto, mantenido voluntariamente. Su finalidad es la de regular la respuesta inicial automática,
brindándonos mayor flexibilidad a la hora de responder ante un posible peligro.
Cabe señalar que ambos sistemas se complementan e influyen y no se relacionan necesariamente de manera
lineal, ya que ambos se encuentran activos durante toda la experiencia de ansiedad.

El rol de las emociones


Nuestras emociones y sentimientos son una fuente de información que influye considerablemente en
nuestras interpretaciones de los hechos, motivaciones, respuestas de afrontamiento y toma de decisiones.
De esta manera, nuestras cogniciones se ven influenciadas en gran medida por variables metacognitivas y
reacciones emocionales. Una vez generadas, las emociones actúan como un medio primitivo que promueve
un plan de acción, motivándonos a implementar diversas estrategias de afrontamiento.
Toda activación emocional es resultante de un procesamiento de la información, sea este primordialmente
automático o elaborativo. Ello implica la posibilidad de que en lagunas circunstancias no podamos dar cuenta
del porqué de su surgimiento, ya que su activación se relacionaría con procesos automáticos que se basan
en conocimientos procedurales y no de tipo verbal o declarativo.
Por otro lado, la activación emocional es muchas veces un requisito indispensable para el cambio
interpretativo. Las emociones jugarían entonces un rol fundamental en aumentar el fenómeno de disonancia
cognitiva.

Articulación de conceptos básicos


La predisposición biológica y las experiencias tempranas interactuarían conformando un nivel de
vulnerabilidad a desarrolla determinadas afecciones. Estas variables también son denominadas en muchas
ocasiones como factores predisponentes. Sin embargo, se necesita de ciertos factores precipitantes o
activantes específicos para que se desencadene la enfermedad.
Dicha activación direcciona el procesamiento de la información en un sentido congruente con el de los
esquemas, los que generan pensamientos automáticos y respuestas emocionales, fisiológicas y conductuales
como producto de su funcionamiento.
En el caso de los trastornos de ansiedad, los pensamientos catastróficos, las emociones, la activación
fisiológica y las conductas disfuncionales interactúan entre sí favoreciendo el desarrollo de círculos viciosos.

Perspectiva cognitiva conductual de la respuesta de ansiedad


El miedo es una respuesta primitiva y adaptativa del organismo frente a la percepción de peligro y consiste
en una serie de cambios a distintos niveles que tienen por objeto proteger al individuo de la amenaza
detectada. Debe destacarse que lo crucial para que se desencadene la respuesta de temor no es la presencia
de un peligro real, sino la percepción subjetiva del mismo. Esta respuesta es inmediata y automática, y se
encuentra mediada por un procesamiento automático de la información, por lo que no participa en él ningún
tipo de elaboración consciente.
La reacción de miedo es inmediata e innata para algunos estímulos tales como los ruidos fuertes o la pérdida
de la base de sustentación. Para la que la misma tenga lugar, debe darse una percepción de amenaza que
luego será reevaluada a la luz de los recursos con que crea contar el sujeto y las probabilidades que crea que
tiene de materializarse la misma, dando lugar a un estado emocional más duradero que el miedo
denominado ansiedad.
La ansiedad, entonces, es una respuesta subjetiva más estable frente a la activación del miedo. Implica un
complejo patrón de respuestas fisiológicas, afectivas, conductuales y cognitivas que se ponen en marcha
cuando algunos hechos son interpretados como amenazantes para nuestros intereses vitales.
Por lo tanto, más allá de que el miedo sea la emoción subyacente en todos los trastornos de ansiedad, es el
fenómeno de la ansiedad persistente el que les confiere su naturaleza patológica. Así, cabe resaltar que no
toda reacción de ansiedad es patológica per se, sino aquellas que interfieren con los objetivos vitales del
paciente.
Una vez identificada la amenaza, se desencadenan cuatro tipos de respuestas involucradas en la reacción de
miedo:
1. Respuesta fisiológica: con la detección de peligro se produce una señal en el sistema nervioso
autónomo que alerta respecto de éste. El mismo posee dos ramas, la simpática y la parasimpática.
La primera prepara al organismo para la acción, mientras que la segunda es la responsable de la
relajación y el retorno al estado habitual. Al identificar un peligro se activa la rama simpática y el
cuerpo segrega adrenalina y noradrenalina que generan una hiperactivación fisiológica que es la
responsable de los cambios somáticos.
2. Respuesta comportamental: los impulsos típicos son los de lucha, huida o congelamiento. Sin
embargo, el más frecuentemente asociado a la reacción de miedo es el de huida, lo cual explica la
sensación de inquietud que normalmente acompaña los estados de ansiedad.
3. Respuesta cognitiva: la percepción de peligro es una respuesta automática, pero una vez que la
misma se desencadena, el individuo realiza diversas evaluaciones al respecto, denominadas
evaluaciones secundarias, que marcan el pasaje de la respuesta de miedo a la de ansiedad. El
resultado de este balance determinará que la respuesta de ansiedad aumente o disminuya. Cuando
el resultado de la evaluación es desfavorable, el estado de ansiedad se incrementa y persiste.
4. Síntomas afectivos: las respuestas anteriores van acompañadas de diversas emociones como
nerviosismo, tensión, impaciencia, temor, etc.
Respecto del incremento en los niveles de ansiedad, la TCC ha postulado que el mismo se relaciona con una
interpretación catastrófica de los eventos y con la subestimación de los recursos de afrontamiento.
Dicha valoración catastrófica de la probabilidad y severidad de la amenaza actúa incrementando los niveles
de ansiedad.
A lo largo de los últimos años se ha buscado identificar temores propios de cada trastorno, de modo de
desarrollar estrategias de intervención ajustadas a la psicopatología. Las investigaciones sugieren que
algunos cuadros se caracterizarían por la presencia de temores específicos. Esta delimitación cognitiva ha
dado lugar a programas de tratamiento altamente específico y eficaz para los distintos trastornos de
ansiedad.

Activación del modo de amenaza y el procesamiento dirigido hacia la


certeza
La activación de los esquemas direcciona el sentido del procesamiento de la información. En los trastornos
de ansiedad, una de las consecuencias directas de la activación del modo de amenaza es que la información
circundante recibe un mismo estilo de procesamiento, el cual podríamos denominar procesamiento dirigido
a la certeza. Se trata de un patrón de procesamiento por el cual los pacientes buscan contrarrestar su temor
mediante la búsqueda de señales irrefutables de seguridad, las cuales son definidas por cada paciente en
forma idiosincrásica.
Mediante este procesamiento se opera una inversión de la carga de la prueba, por la cual la situación temida
será tomada como peligrosa a menos de que se tenga certeza de lo contrario. Esta lógica opera en todos los
trastornos de ansiedad, más allá de que existan diferencias respecto de los métodos por los que se intenta
arribar a dicha certidumbre.
Uno de los inconvenientes de esta forma de procesamiento es que la certeza se ubica como prerrequisito
para sentirse bien y, dado que es imposible llega a la certidumbre absoluta sobre estas cuestiones, la
respuesta ansiógena se ve entonces perpetuada.
Uno de los objetivos terapéuticos con estos pacientes sea operar una inversión de esta lógica a través de
intervenciones que promuevan la tolerancia de la incertidumbre.

El rol de las estrategias de afrontamiento disfuncionales


Tradicionalmente, las conductas de afrontamiento asociadas a los trastornos de ansiedad se han englobado
bajo el término conductas de seguridad. Una conducta de seguridad es una acción puesta en marcha con el
objetivo de sentirse seguro y protegido ante una situación percibida como peligrosa. Por lo tanto, las mismas
tienen un efecto reductor de la ansiedad, lo cual incentiva su uso por parte de los pacientes.
Estas estrategias de afrontamiento han sido divididas tradicionalmente en tres grandes categorías:
conductas evitativas, de huida y de reaseguro.
Las conductas evitativas implican el intento de evasión de situaciones o eventos temidos.
El mismo efecto es producido por las conductas de huida, las cuales se ponen en marcha una vez iniciada la
respuesta de temor, es decir, la persona de nuestro ejemplo podría. Este método también impide la
desconfirmación de las creencias que generaron el malestar y, además, tienden a reforzar la idea sobre la
peligrosidad de las situaciones o circunstancias de las cuales se ha huido.
Finalmente, las conductas de reaseguro son aquellos comportamientos que realizan los pacientes para
prevenir que suceda lo que temen o asegurarse de que sus temores no se han concretado.
Las conductas de reaseguro redundan en el mantenimiento de la ansiedad de diversas formas:
1. Evitan la desconfirmación del temor. El hecho de que no ocurra la catástrofe temida puede ser
atribuido al uso de las conductas de seguridad, en lugar de concluir que la misma no tenía por qué
suceder.
2. Aumentan la hipervigilancia de las sensaciones relacionadas con la ansiedad.
3. Exacerban los síntomas.
4. Entorpecen el desempeño social.
Las conductas puestas en marcha por los pacientes en respuesta a sus temores, si bien reducen la ansiedad
en lo inmediato, ayudan a mantener la misma en niveles elevados en el largo plazo gracias a que impiden la
desconfirmación de las creencias que participan en el desarrollo del problema.
También existen estrategias de afrontamiento de tipo cognitivo que colaboran con el mantenimiento y
exacerbación de los niveles de ansiedad. Entre ellas podemos mencionar la rumiación, la preocupación y la
hipervigilancia y control de los contenidos mentales.

Principios técnicos de la TCC


Estos son: el empirismo colaborativo, el diálogo socrático y el descubrimiento guiado. Los mismos se articulan
entre sí de manera que no puede entenderse cabalmente uno sin tener en cuenta su vinculación con los
restantes, y no es posible conducir adecuadamente un tratamiento si no se mantienen estos principios
permanentemente.

Empirismo colaborativo
Hace referencia a la relación que se establece entre el terapeuta y el paciente en el marco del tratamiento.
La misma se basa en un vínculo en donde ambos agentes se posición como miembros de un equipo que
trabaja en forma cooperativa en la búsqueda de soluciones. El terapeuta no se ubica entonces en una
posición de superioridad o de saber, sino que interviene activamente para promover una relación lo más
igualitaria posible. De esta manera, el paciente se ve incentivado a actuar y participar plenamente en su
proceso de cambio, incrementándose así su sensación de autonomía y capacidad de afrontamiento.
Este principio técnico propone un modo de vinculación en el cual tanto los pensamientos e interpretaciones
del paciente como las opiniones o reflexiones del terapeuta serán tomados como hipótesis a evaluar, es
decir, no como verdades absolutas inmodificables.

Descubrimiento guiado
Es un método mediante el cual se promueve que el nuevo conocimiento sea construido por el propio
paciente, siendo este quien descubre por su cuenta una nueva forma de interpretar lo que le sucede, nuevas
estrategias para afrontar sus problemas.
El descubrimiento guiado implica conceptualizar el proceso de aprendizaje de manera constructiva, en
donde todo conocimiento nuevo es construido sobre la base de uno previo. El aprendizaje del paciente debe
ser construido por este sobre la base de sus propias vivencias experimentales. El rol del terapeuta será el de
guiar al paciente durante este proceso propiciando el desarrollo de múltiples tareas que generen
información experiencial que a su vez promueva la adquisición de nuevos conocimientos.

Diálogo socrático
El diálogo socrático o mayéutica socrática, es un método de indagación que persigue diversos objetivos. Por
un lado, permite explorar la interpretación que el paciente otorga a sus distintas experiencias. Dicho de otro
modo, facilita el acceso a la red de significados mediante la cual cada hombre edifica una visión de sí mismo
y del mundo, constituyéndose en una vía óptima para percibir el paradigma del paciente.
Por otro lado, el método también puede utilizarse con la finalidad de examinar la flexibilidad cognitiva del
paciente, desarrollar explicaciones alternativas, iniciar un proceso de defusión cognitiva, generar disonancia
y abrir el camino hacia los experimentos de testo de hipótesis.
Es el paciente mismo quien genera por su cuenta una forma alternativa de ver lo que le sucede,
convirtiéndose de esta manera el método en una estrategia de reatribución verbal.
Si bien el terapeuta debe tener en claro sus objetivos a la hora de realizar una pregunta, cabe resaltar que
asimismo, no puede tener certeza respecto de hacia dónde se dirigirá el proceso, ya que ello depende de
variables netamente idiosincrásicas como lo son las respuestas del paciente. De esta manera, el paciente es
más activo en el proceso y se respeta el principio de descubrimiento guiado.
En la formulación de las preguntas debe evitarse, en la medida de lo posible, el uso excesivo de la
interrogación ¿por qué?, dado que esta forma suele solicitar al paciente un nivel de insight que éste
usualmente no posee al inicio de la terapia.
Durante el transcurso del diálogo socrático generalmente se combinan distintos tipos de intervenciones,
como preguntas generales, preguntas de prueba y momentos de síntesis. Las preguntas generales abren un
área particular de exploración y permiten acceder a información valiosa para la conceptualización del caso.
Las preguntas de prueba tiene por objetivo clarificar algunos significados y ahondar en los detalles de las
experiencias del paciente. En trastornos de ansiedad, estas preguntas suelen indagar sobre los peores
escenarios o las consecuencias temidas de no utilizar las conductas de afrontamiento usuales.
Usualmente, a medida que el proceso avanza surge mucha información. Es pertinente recurrir entonces a
momentos de síntesis en los cuales se resuman los aspectos más relevantes de lo expuesto.
Este espacio es de suma utilidad, ya que permite al paciente corregir al terapeuta si considera que éste no
ha comprendido adecuadamente lo expresado por él.
Como resultado del interjuego de preguntas generales, de prueba y síntesis, usualmente se llega a un nuevo
punto del proceso de diálogo socrático en el que el terapeuta, teniendo en cuenta toda la información,
procede a formular preguntas que vinculan las variables identificables con las creencias y supuestos del
paciente, asimismo, se puede abrir el paso al planteo de diversas hipótesis y a diferentes formas de
testearlas.
Otro aspecto esencial a tener en cuenta es el examen de los aspectos metacognitivos, es decir, de lo que el
paciente piensa sobre lo que piensa. Indagar al respecto facilita el acceso a una serie de creencias que
algunos han denominado metacreencias. Estas serían creencias que establecen pautas para el
procesamiento, control, regulación e interpretación de los fenómenos cognitivos y, por lo tanto,
desempeñan un rol fundamental en las respuestas emocionales y de afrontamiento que se desarrollan a
partir de estos.

Relación entre los principios técnicos


Los distintos principios técnicos se articulan entre sí y son solidarios de una visión constructiva del
aprendizaje ocurrido en el proceso terapéutico.
A la hora de pensar en el cambio o modificación de las creencias debe tenerse en cuenta que existe un
principio de coherencia interna por el cual las personas buscamos mantener estable la imagen que tenemos
de nosotros mismos y del mundo. Dicha información constituye una narrativa que nos brinda identidad y
permite dar sentido a nuestro entorno. Por lo tanto, la información discordante con dicha narrativa podrá
generar diferentes grados de disonancia cognitiva. La misma es entendida como el estado de tensión
originado por la discrepancia producida entre el sistema de creencias del paciente y cierta experiencia
vivencial que parece contradecirlo.
Muchas veces, la información discordante puede asimilarse al esquema produciéndose en éste
modificaciones de mayor o menor envergadura. No obstante, si el mismo es poco flexible, tenderá a procesar
la información de manera de resguardar la percepción que se ha visto amenazada.
El proceso de flexibilización suele ser gradual y se desarrolla desde las interpretaciones específicas de
eventos particulares hacia las estructuras que las determinan.

Conceptualización de casos
Existe un gran consenso entre los terapeutas respecto de que la formulación de caso es un aspecto central
de toda terapia de basamento empírico.
Por conceptualización o formulación de caso se entiende el conjunto de hipótesis que el terapeuta elabora,
fruto del trabajo con el paciente, respecto de las variables intervinientes en la aparición, desarrollo y
mantenimiento de la/s problemática/s objeto de atención.
Los eventos que pudieron actuar como disparadores, las variables interpersonales, las respuestas cognitivo-
emocionales, las conductas de afrontamiento del paciente y su entorno son algunos de los datos a incluirse
en dicha conceptualización.
La conceptualización de caso deberá integrar la siguiente información, reuniendo tanto aspectos diacrónicos
como sincrónicos:
• Hechos significativos de la vida del consultante.
• Síntomas que presenta:
➢ Emociones displacenteras y respuesta fisiológica.
➢ Principales temores o pensamientos automáticos.
➢ Comportamientos tendientes a lidiar con el malestar.
• Reglas y supuestos que rigen la interpretación de situaciones ansiógenas.
• Creencias nucleares respecto de sí mismo, los otros y el mundo.
• Situaciones conflictivas.
• Relaciones interpersonales.
• Aspectos fisiológicos relevantes.
• Fortalezas del paciente.
Estas hipótesis funcionarán como guía para la correcta planificación del tratamiento.
La socialización del modelo es un componente clave en este proceso, en donde el terapeuta comparte con
el paciente las principales hipótesis que baraja así como la información que las sustenta. A su vez, también
solicita al paciente que exprese sus propias ideas e hipótesis, para llegar así a una conceptualización co-
construida por ambos.

Terapia familiar estructural – Umbarger


Carácter, contexto y cambio
El genograma de la señora N.
Una vez elaboradas, las intervenciones estructurales parecen sensibles y convincentes, sobre todo si uno
conoce el momento del proceso terapéutico en que pueden tener mayor influjo. Pero no es fácil ni
comprenderlas ni aplicarlas si previamente uno no ha mudado sus perspectivas sobre las razones que llevan
a la gente a obrar de determinada manera.
En este paradigma la causalidad es circular y la conducta no se entrama menos con el contexto de
interacción, que con los procesos mentales interiores.

Observaciones curiosas
El abordaje puramente Intrapsíquico de la conducta, por beneficioso que haya sido, resultó infructuoso en
muchos cambios. La inestabilidad del cambio aparecía asociada con la vida en el contexto familiar.

Del carácter al contexto


La elaboración del paradigma de la teoría general de sistemas facilitó muchísimo pasar del interés exclusivo
por el carácter individual a un enfoque del contexto de interacción. La iniciativa para introducir una
revolución en los paradigmas provino de la biología, la cibernética y la teoría de la información, pero en las
ciencias de la conducta pronto se advirtió que algunas de aquellas “observaciones curiosas” se comprendía
mejor recurriendo a un modelo que considerara una causalidad circular y no lineal. Las partes
interdependientes de toda entidad viva estaban en consecuencia organizadas según pautas relacionales
cuyo alcance era mayor y cuyo sentido era diferente de la mera adición de las partes. Cada sistema así
organizado se caracterizaba por determinadas reglas y rutinas operacionales, que definían la modalidad de
relación recíproca entre las partes subordinadas, y también la manera en que a su vez influían sobre el
designio del sistema global.

Rasgos principales del paradigma sistémico


Sistema
Un sistema es un conjunto organizado e interdependiente de unidades que se mantienen en interacción.
Dos puntos interesan a nuestro examen. En primer lugar, un sistema es aquí siempre un sistema vivo. Esta
actividad de intercambio es el contexto dentro del cual la vida se organiza, se desarrolla, cambia y, por
último, muere. En segundo lugar, la frecuente referencia a las “partes” de un sistema y a su entrelazamiento
significa que todo sistema se compone de subsistemas o subunidades.

Frontera
Una frontera se puede experimentar como unas interacciones gobernadas por reglas, que de manera regular
se producen entre personas durante períodos largos. En grupos familiares, la frontera es un fenómeno
interactivo que acontece en el tiempo.
Si no existieran fronteras, muchos desarrollos críticos del proceso familiar no se producirían; no habría
diferenciación progresiva de funciones en los individuos ni en las distintas subunidades, y por lo tanto
tampoco complejidad sistémica.
Las fronteras regulan el flujo de información y de energía de que un sistema vivo requiere en su quehacer
constante dirigido a mantener un equilibrio armonioso con su contexto ambiental. Información denota las
señales verbales y no verbales que indican en cada caso, para cada parte del sistema, o para este en su
totalidad, la medida en que cumple ciertas metas o propósitos ideales. Energía es un fenómeno menos
asible, y denota la fuerza emocional, la repetición y la duración de cada señal. Energía denota la fuerza y la
tasa de intercambio evidencias en la transmisión de esas señales informativas.

Retroalimentación y diseño sistémico


Entradas y salidas de información y de energía se vehiculizan por medio de un suceso cibernético llamado
lazo de realimentación. En el caso de las familias, estos lazos son senderos de comunicación que cruzan las
fronteras entre las unidades en un sentido y en el inverso, dando señal a los miembros de esa unidad sobre
su grado de conformidad o de divergencia respecto del propósito general del sistema. El diseño de un sistema
denota la meta de estos intercambios y el estilo en que se llevan a cabo. Existe entonces un flujo y un
intercambio continuos de información y de energía a través de las fronteras de las partes interdependientes.
Este flujo se organiza sobre todo por medio de dos tipos de lazo de realimentación: los lazos que promueven
estabilidad u homeostasis en el sistema, y los que promueven crecimiento y cambio.

Retroalimentación y homeostasis
En muchos casos, el logro adaptativo es alcanzado mejor por un sistema que permanece estable y que
procesa información y energía de suerte de mantener un estado relativamente constante de actividad. Esta
estabilidad se llama homeostasis o equilibrio sistémico, y es indispensable para que el sistema funcione con
eficacia y sin una tensión inconveniente en las partes que lo componen. Los lazos de realimentación que
promueven el equilibrio se pueden llamar lazos de constancia, para indicar que la función de la actividad
realimentadora es mantener un estado de constancia o de relativa mismidad en la modalidad de quehacer
propio de la familia. Estos lazos de realimentación se llaman lazos reductores de desviación. Suscitan una
reacción familiar que hace retrotraer la conducta a la previa línea de base.

Realimentación y crecimiento
Un sistema vivo tiene que estar siempre en tensión dinámica, alternando entre presiones hacia el
crecimiento y la ulterior diferenciación, y situaciones de reposo y de estasis, mesetas provisionales que dan
respiro y alivio a los dolores del crecimiento. Los lazos de realimentación que promueven el crecimiento se
pueden llamar lazos de variedad, para indicar que el resultado de la actividad de realimentación es dar
sanción a la diversidad y a la diferencia, lo que lleva a crear nuevas líneas de base para la conducta. En
términos más formales estos lazos de realimentación se llaman lazos amplificadores de desviación. El lazo
amplificador de desviación promueve el crecimiento y la diversidad.
Es preciso que se produzcan cambio y crecimiento, pero con una modalidad y a un ritmo que preserven un
sentido de mismidad.

Estructura
El término estructura denota pautas de interacción relativamente duraderas que concurren a ordenar u
organizar subunidades componentes de una familia, en relación más o menos constantes. Estas alianzas y
coaliciones pautadas entre miembros de la familia son las estructuras que regulan su cotidiano flujo de
información y de energía. Estructura designa “el invisible conjunto de demandas funcionales que organiza la
manera de interactuar entre ellos los miembros de la familia”. Estas definiciones ponen el acento en un
atributo dinámico de las estructuras, a saber, la organización activa de la conducta en rutinas predecibles.

Estructura y proceso
Proceso designa una secuencia discreta y limitada en el tiempo, de conductas que constituyen una
transacción. La expresión de un proceso en el tiempo le confiere estatuto de estructura.
Estructuras son procesos lentos de larga duración. También podemos imaginar lo inverso, a saber, que los
procesos son ordenamientos estructurales de duración muy breve.

Estructura y contenido
Contenido denota los temas particulares y los concretos atributos de la vida, que, enhebrados, proporcionan
sustancia temática a los conceptos de información y de energía.
Se puede seleccionar para su estudio un tema cualquiera de contenido; o se puede sostener que la actividad
humana recae sobre algo que se especifica. Pero una vez escogido el tema de contenido, es preciso admitir
que por sí mismo solo tiene importancia secundaria, al menos desde una perspectiva sistémica. En primer
término, la teoría general de sistemas 1) admite y examina las estructuras creadas por la expresión
transaccional de contenidos, y 2), destaca las operaciones conductuales merced a las cuales un ítem discreto
de contenido se abre paso a través de una frontera y, transformado por el acto mismo de cruzarla, influye
sobre el ambiente interpersonal circundante. Lo que acontece en el interior de una unidad deslindada son
los sucesos que se suelen llamar contenido.
Estas secuencias son en buena parte de índole informacional y energética, y en consecuencia comprenden
los datos pertinentes para un análisis sistémico de los procedimientos familiares.

Para ver la estructura


Se pueden aprender a iluminar las estructuras prestando atención a los aspectos más elementales de los
intercambios conductuales, y no a las complejidades de sentido, de que casi todas las comunicaciones están
cargadas.

Síntesis del paradigma sistémico


El paradigma sistémico de la conducta pone de relieve las proposiciones principales de la terapia familiar
estructural. Los rasgos más importantes de este paradigma son:
1. Parte y todo. No la parte individual ni el contenido aislado merecen atención inicial, sino el sistema
más vasto y el proceso transaccional que ocurre en su interior.
2. Información, error y realimentación. Los sistemas vivos tienen lazos de realimentación
comunicacionales que producen información sobre las actividades del sistema. Esta información
consiste en señales de “error” que dicen a una subunidad si su conducta es o no es conciliable con el
diseño global de vida del sistema total.
3. Realimentación y homeostasis. En caso de que la información señale una diferencia respecto de una
línea de base del diseño global, pueden ocurrir conductas reductoras de desviación.
4. Realimentación y crecimiento. Si la información señala una diferencia respecto de una línea de base
del diseño global, pueden ocurrir conductas amplificadoras de desviación. Estas inducen cambio y
diversidad en el sistema, un estado fluctuante de existencia que es indispensable para la vida.
5. Vida y tensión. La alternancia continua entre períodos de crecimiento y periodos de estabilidad
constituye la tensión dinámica de la vida.
6. Circularidad. Causa y efecto se consideran ahora circulares, no lineales.
7. Cambio. Para producir cambio en el sistema total así como en una parte individual se tiene que
intervenir en el todo así como en la parte.

Cambio de contexto
Un contexto existe 1) cuando una colectividad de partes circundan a un componente focal particular, y
mantienen con él una relación aneja y dinámica, y 2) cuando las transacciones que ocurren entre las partes
responden a los principios de la teoría general de sistemas.
El cambio terapéutico aparece bajo una luz muy diferente cuando el terapeuta considera el todo en lugar de
la parte, el contexto circundante en lugar del suceso aislado, y la familia en lugar de la persona.
Cuando la estructura del grupo familiar se transforma, las posiciones de los miembros en ese grupo se alteran
en consonancia. A consecuencia de esto, cada uno de los individuos experimenta cambio.

Los términos de la terapia familiar estructural


La terapia familiar estructural convierte las abstracciones de la teoría general de sistemas en descripciones
de la vida cotidiana de la familia y en prescripciones para la intervención terapéutica.

Concepción sistémica del desarrollo familiar normal


Una familia que funciona con eficacia es un sistema social abierto, en transformación, que mantiene nexos
con lo extrafamiliar, que posee capacidad de desarrollo y tiene una estructura de organización compuesta
por subsistemas. Los sistemas vivos se componen de “estructuras disipadoras”, es decir que no se limitan a
permanecer en un estado constante. Las estructuras de un sistema vivo tienen que mantenerse siempre en
un estado de fluir, y esto las vuelve aptas para alcanzar órdenes nuevos de complejidad y niveles nuevos de
organización adaptativa.
Una estructura nueva es siempre el resultado de una inestabilidad. Nace de una fluctuación. Mientras que
por lo común las fluctuaciones son seguidas por una respuesta que retrotrae el sistema a su estado
imperturbado, en el punto de formación de una estructura nueva, por el contrario, las fluctuaciones se
amplifican.
Una teoría del desarrollo familiar debe tomar en cuenta por igual la capacidad del sistema para
transformarse, para alcanzar en sus estructuras estados nuevos de complejidad y de diferenciación
adaptativa.
Holón se puede emplear para describir colectividades extensas.
Para el terapeuta “la unidad de intervención es siempre un holón”. Así exponen los atributos de un holón:
“Cada holón —el individuo, la familia nuclear, la familia extensa y la comunidad— es un todo y una parte al
mismo tiempo, no más lo uno que lo otro y sin que una determinación sea incompatible con la otra ni entre
en conflicto con ella. Cada holón, en competencia con los demás, despliega su energía en favor de su
autonomía y de su autoconservación como un todo. Pero también es vehículo de energía integradora, en su
condición de parte”.
Un ser humano se tiene que considerar existiendo primeramente en un contexto interpersonal. La identidad
individual se desarrolla en principio por su interacción con el contexto interpersonal. “El holón individual
incluye el concepto de sí mismo en contexto”.
Tres puntos importantes cabe destacar aquí. En primer lugar, este modelo concede a la actividad individual
el poder de alterar el contexto en que se sitúa. En segundo término presenta total compatibilidad con una
concepción sistémica de la conducta, a saber, que el individuo participa de continuo en una reciprocidad con
el ambiente, y que ambos se influyen entre sí según el modelo de la circularidad de la causa y el efecto. El
específico aporte teórico de este modelo es la consistente referencia a estas estructuras de interacción, que
pone de manifiesto la manera en que ellas constriñen y configuran a los individuos en el interior del sistema.
Por último la experiencia interior de un individuo cambia cuando lo hace el contexto en que vive.
Este proceso de socialización individual y de desarrollo familiar es, por naturaleza, conflictivo; de ahí que
siempre sea preciso encontrar un equilibrio, una norma que preserve tanto al individuo como al sistema. En
el interior del sistema familiar se desarrollan pautas de transacción destinadas a asegurar que la conducta
de los miembros individuales se regule en armonía con el guión general, el que comanda la supervivencia de
la familia en el mundo circundante. Estas pautas se mantienen mercede a dos fuentes de constreñimiento.
La primera es genérica y provienen de las reglas universales que gobiernan la organización familiar. La
segunda fuente de constreñimiento es específica: la configuración en extremo personalizada que una familia
imprime con el paso de los años a las diversas rutinas cotidianas que pone en práctica en el curso de su vida.
Para alcanzar una descripción más completa de los caminos por los cuales la familia normal llega a ser un
sistema viable, que se abastece a sí mismo y asiste a las necesidades más individualizadas de sus
subunidades, los estructuralistas han señalado tres grandes aspectos en el grupo familiar.
El primero es que se divide en subsistemas, ordenados en posiciones jerárquicas en muchos casos. Los
individuos pertenecen a diferentes subsistemas, y en estos variados contextos aprenden diferentes
destrezas de vida.
En segundo lugar, los subsistemas se crean y perduran por que se establecen fronteras claras que a modo
de rutinas separan y protegen a sus especializadas funciones de las que son propias de otros subsistemas.
La metáfora de frontera se define de manera muy semejante a la metáfora de estructura: ambas son
constructos que denotan intercambios conductuales recurrentes entre los miembros de holones adyacentes.
En cierto sentido las fronteras son la ocasión para la existencia de una estructura.
Para resumir: no existe sistema familiar abierto, adaptativo, que no se diferencie en holones o subsistemas.
Estos se constituyen por el desarrollo de transacciones conductuales así genéricas como individualizadas. La
repetición de estas transacciones asegura la durabilidad y viabilidad del subsistema. La perduración de los
subsistemas es relativa, y obligadamente alterna con la necesidad en que está el sistema total de responder
a una pauta de estructuras disipadoras, que son remplazadas por otras nuevas, más complejas.

Concepción sistémica de la patología familiar


La familia está sujeta a presiones internas, que provienen de los cambios de sus propios miembros y
subsistemas, y a presiones externas, que provienen de la necesidad de adecuarse a las instituciones sociales
significativas que influyen sobre sus miembros. En respuesta a estas demandas de dentro y de fuera, los
miembros de la familia tienen que operar constantes transformaciones de su posición recíproca, de suerte
que puedan crecer al tiempo que el sistema familiar mantiene su continuidad.
La patología connota un déficit acusado y persistente en la negociación razonable de estas presiones. El
rótulo de patología conviene reservarlo a familias que frente al stress incrementan la rigidez de sus pautas
de transacción y de sus fronteras, y evitan explorar alternativas o son renuentes a hacerlo.
Lo paradójico es que la ausencia de crisis sistémica caracteriza a una familia inmovilizada por las
combinaciones homeostáticas de una fase evolutiva que pierde más y más actualidad a causa de demandas
de cambio que provienen del interior del grupo familiar o del ambiente más vasto.
En los diversos casos que los estructuralistas describen se disciernen cuatro categorías principales de
patología familiar: patologías de frontera, de alianza, de triángulo y de jerarquía.

Patología de fronteras
Los subsistemas familiares se singularizan menos por su composición que por la cualidad de sus fronteras.
Perturbaciones sólo se generan cuando las conductas de frontera de quienes participan en los subsistemas
se vuelven inadecuadamente rígidas o débiles, y de este modo estorban un intercambio adaptativo de
informaciones con los subsistemas circundantes.
El sistema familiar enmarañado se caracteriza por la extrema susceptibilidad de respuesta de sus miembros
individuales, unos a otros y a su subsistema directo. Son necesarios estos conceptos de tiempo, de fuerza y
de reverbación, tomados de la teoría general de sistemas, para comprender a la familia enredada y a su
opuesta, la familia desacoplada. En la familia desacoplada, hay excesiva distancia interpersonal; las fronteras
que separan a los subsistemas son rígidas, y es escaso el potencial de reverbación.
Fronteras perturbadoras son la expresión subsistémica de alianzas perturbadas entre miembros de la familia.
En la familia enmarañada padres e hijos tienden a estar sobreinvolucrados, mientras que en la desacoplada
tienen concernencia escasa. Estos dos tipos de familia se pueden caracterizar además por referencia a la
frontera de la unidad, perspectiva que aclara todavía más la posibilidad de perturbaciones en la conducta de
alianza.
En la familia enmarañada, la frontera que la circunda suele ser rígida y cerrada, con tendencia a dejar fuera
el mundo externo y a aprisionar a sus miembros, manteniéndolos cautivos en los entrampamientos de los
subsistemas que, inversamente, tienen fronteras que por ser difusas no promueven la autonomía individual.
En lo casos en que no existen fronteras apropiadas y claras entre miembros de contactos correctivos con el
mundo externo, las alianzas entre los miembros de la familia son demasiado estrechas.

Patología de alianzas
La perspectiva estructural pone de manifiesto la pauta de divisiones y alineamientos entre miembros de la
familia, y así nos orienta sobre las afiliaciones. Se pueden producir patologías de frontera, y del mismo modo
existen patologías de alianzas. Estas son de dos tipos principales: desviación de conflictos o designación de
chivo emisario, y coaliciones intergenracionales inadecuadas.
En las alianzas que consuman una desviación del conflicto observamos la pauta, común en la clínica, de dos
padres que manifiestan una total ausencia de conflicto entre ellos, pero están sólidamente unidos contra un
hijo individual o una subunidad de hijos.
Las triadas “desviadoras” son de dos tipos”. En una triada “desviadora-atacadora” lo común es que, en la
percepción del clínico, los padres tomen al hijo como chivo emisario. En una triada “desviadora-asistidora”,
los progenitores enmascaran sus diferencias tomando como foco a un hijo definido “enfermo”, y muestran
grandísima y sobreportectora aflicción por él.

Patología de jerarquías
La inversión de las jerarquías de poder se considera a menudo la más destructora fuerza para la estructura
de la familia.
Si el poder ejecutivo se ha conferido a un niño, como se lo observa a menudo en familias con hijos seriamente
afectados en el plano médico o en el psicológico, en casi todas las subunidades del sistema familiar aparacerá
una conducta disfuncional.

Concepción sistémica de la terapia familia


Minuchin y Fishman presentaron dos perspectivas sobre el empeño terapéutico: humanista una y sistémica
la otra. El buen terapeuta ayuda a la familia a descubrir realidades nuevas en su identidad colectiva.
Es preciso introducir flexibilidad aumentando las fluctuaciones del sistema y, en definitiva, llevándolo a un
nivel de complejidad más elevado. Para transformar el sistema, hay que desequilibrarlo primero. Si no hay
crisis, no se experimenta la necesidad de alternativas. El terapeuta de orientación estructural entiende que
la experiencia de cada subsistema, según lo han señalado Minuchin y Fishman, está “canalizada por la
estructura del contexto”.

Un plan con miras al cambio estructural


La meta de las intervenciones estructurales se entiende como reubicación de los miembros individuales de
la familia dentro de sus subsistemas primarios y secundarios, en la perspectiva de que puedan formar
alianzas y estructuras nuevas y más sanas. Y esta reubicación de los individuos y la consiguiente emergencia
de estructuras nuevas no pueden menos que beneficiar al paciente designado, y a la familia entera.
El terapeuta debe cuestionar el síntoma que es presentado, la estructura de la familia, y la realidad de la
familia: la concepción supraordinada del mundo que organiza sus percepciones y sus valores. En definitiva,
para Minuchin y Fishman, la meta del cambio estructural es siempre “convertir a la familia a una concepción
diferente del mundo, que no haga necesario el síntoma, y a una visión de la realidad más flexible y pluralista,
que admita una diversidad dentro de un universo simbólico más complejo”.
El cambio estructural supone tres objetivos que se superponen: 1) cuestionar las normas homeostáticas
prevalecientes a fin de 2) introducir flujo y crisis en el sistema, una inestabilidad que habilitará a las personas
para tener conductas y sentimientos diferentes en relación con ellos mismos y con los demás, y 3) desarrollar
de esa manera nuevas estructuras sistémicas.
1. El terapeuta interviene en el ordenamiento homeostático prevaleciente, de manera de producir crisis
o flujo.
2. Esta crisis demanda, de las personas, modalidades nuevas de conducta, que el terapeuta alienta.
3. Una conducta nueva habilita en los miembros de la familia sentimientos e imágenes diferentes acerca
de ellos mismos. Esto obedece el lazo cibernético que concreta a cada individuo con el grupo más
vasto.
4. Conductas e imágenes nuevas hacen posible el surgimiento de nuevas secuencias de transacción
entre miembros de la familia. Como estas secuencias nuevas se producen en el interior de los
constreñimientos que dan forma a un sistema vivo, es muy probable que sean repetidas y pasen a
integrar las rutinas familiares.
5. Las consecuencias de esa repetición son la formación de un conjunto nuevo de estructuras y de una
nueva meseta de equilibrio.
La terapia familia estructural procede como si el cambio fluyera por una espiral de ciclos.
Símbolos del diagnóstico estructural
Diagramas de líneas y ordenamientos espaciales comunican información acerca de la estructura de la familia.
Esta técnica, que consiste en representar por medio de diagramas la estructura de la familia, es conveniente
para dar forma concreta a supuestos diagnósticos iniciales y para planificar el procedimiento terapéutico.
Minuchin ha descrito estos diagramas, llamados comúnmente mapa sistémico o mapa estructural, de la
siguiente manera:
“El mapa de una familia es un diagrama de su organización. Es estático, y en cambio la familia está en
movimiento constante. El mapa le permite formular hipótesis sobre las áreas en que la familia funciona bien
y aquellas otras en que acaso es disfuncional. También lo asiste en la determinación de metas”.

Fronteras
Las fronteras en cualquier sistema son las reglas que definen quién participa en él, así como el grado en que
los extraños pueden acceder al sistema. Estas conductas gobernadas por reglas originan tres tipos de
frontera:
1. Una frontera franca o abierta, que se representa con guiones.
2. Una frontera cerrada o rígida, que se representa con una línea llena.
3. Una frontera difusa, que se representa por medio de puntos.

Alianzas y afiliaciones
1. Una alianza franca y amistosa, que se presume es normal, se figura con una línea doble.
2. Una afiliación enmarañada o sobreinvolucrada se figura con tres líneas.
3. Una afiliación débil, o que no se discierne, se figura con puntos.
4. Una afiliación conflictuada, por ejemplo, un conflicto entre hermanos, se figura de la siguiente
manera:
Hermana Hermano
5. Una coalición de varios miembros de la familia contra otro miembro, o contra varios, se figura con
llaves.

Desviación de conflictos
Una observación frecuente es que dos miembros de una familia preservan su relación desviando su conflicto
incipiente para hacerlo pasar por un tercero. Un desvío así se representa con este símbolo.
Padre Madre

Hijo

Estrategias para levantar el mapa


Hacer el mapa del sistema familiar ofrece dos ventajas diagnósticas. Ayuda a describir la organización de la
familia total, y hace posible describir también la subunidad más envuelta en el problema.
Los mapas estructurales permiten organizar los datos del proceso familiar en conjeturas elementales acerca
de los rasgos estructurales de la familia.

Terapia sistémica – Irueste


Introducción
El campo de aplicación va mucho más allá “aplicándose también a tratamientos individuales, grupales, de
pareja y obviamente también de familias”.
Un sistema es un conjunto de elementos e interacción dinámica en el que el estado de cada elemento está
determinado por el estado de cada uno de los demás que lo configura. Un sistema puede ser cerrado o
abierto. Un sistema abierto es modificado por su entorno y al mismo tiempo éste modifica al primero.
El cambio en un miembro del sistema afecta a los otros, puesto que sus acciones están interconectadas
mediante pautas de interacción. Por lo tanto, “las pautas del funcionamiento del sistema no son reducibles
a la suma de sus elementos constituyentes”.
Esta perspectiva desvía el foco de atención de la patología al mantenimiento de la salud mental y en
consecuencia estudia las dimensiones que contribuyen a la estabilidad y cohesión de los miembros del
sistema familiar. El cambio reside en cambiar los patrones de interacción de los miembros de la familia.
Los tiempos de tratamientos son considerablemente más cortos comparados con las terapias analíticas, la
actitud del terapeuta es activa proponiendo intervenciones y tareas a realizar fuera de la sesión y el enfoque
está centrado en el presente fundamentalmente.

Desarrollo de la terapia sistémica


Reseña histórica
Rengifo divide la historia de la terapia en dos fases:
Una primera fase que la autora denomina de “creación”.
En el período comprendido entre el final de la década de los ’40 y principio de los ’50. Como consecuencia
de la II Guerra Mundial surgía una instatisfacción por los modelos terapéuticos que abordaban solo al
individuo sin tener en cuenta el contexto.
Las investigaciones de las familias con pacientes esquizofrénicos se convirtieron en el foco primario para los
pioneros en el movimiento familiar. Para ese entonces se presentaban dos grandes grupos de investigadores:
• Los clínicos: cuyo interés era encontrar formas de tratamientos más eficaces.
• Los teóricos: quiénes trataban de encontrar explicaciones científicas a los problemas como la
comunicación humana, el funcionamiento de los sistemas, los mecanismos de control y desviación,
la estabilidad y el cambio, etc.
En la primera etapa de la terapia familiar en los intentos de contextualizar al individuo, se amplía el rango
de la observación de lo intrapsíquico a lo interaccional; del individuo a la familia, y se considera que ésta
tiene un impacto inmediato y una influencia continua tanto en el mantenimiento como en el cambio de sus
miembros.
La segunda fase sería la de “consolidación” de la terapia sistémica.
Del 75 al 85 en EEUU y en los 80 en América Latina se vivió una etapa de euforia en la Terapia Familiar. Los
modelos pioneros fueron cambiando y se fueron borrando los límites entre las escuelas lo que llevó a un
cierto eclecticismos y a la distinción entre la terapia familiar e individual que al principio era tan tajante, pues
se empezaron a reconocer los dos tipos de intervención como necesarios pudiéndose dar de manera
combinada o independiente.

Teorías de base
• La teoría general de los sistemas.
Bertalanffy definió al sistema como un conjunto de elementos que interactúan entre sí, presuponiendo la
existencia de una interdependencia entre las partes. Cada una de las partes puede ser considerada un
subsistema, es decir un conjunto de partes e interrelaciones que se encuentran estructural y funcionalmente
dentro de un sistema mayor y que posee sus propias características.
Los sistemas abiertos son aquellos que intercambian constantemente información o energía de algún tipo
con el medio o con otros sistemas. Este intercambio es de tal naturaleza que logra mantener alguna forma
de equilibrio continuo o estado permanente y las relaciones con el medio son tales que admiten cambios y
adaptaciones. Los sistemas abiertos poseen tres propiedades:
1. Totalidad: los elementos de un sistema se encuentran en una relación tal, que la modificación de un
elemento o alguna relación dentro del sistema, provoca la modificación de todo el sistema.
2. Retroalimentación o feedback: es la base de la circularidad, característica propia de los procesos
interactivos de los sistemas abiertos. Existen dos tipos de feedback, uno denominado positivo y otro
negativo, en función de los efectos que esta información de retorno tenga en el sistema. Toda
información de retorno puede tener dos efectos: a) mantener la estabilidad (homeostasis) del
sistema. Por lo tanto, esta estabilidad será negativa ya que va en contra del cambio. B) provoca una
pérdida en la estabilidad del sistema, generando algún cambio. Este tipo de información será positiva
ya que dice sí al cambio.
3. Equifinalidad: esta propiedad hace referencia a los procesos y cómo estos fueron llevados a cabo. Los
resultados no son provocados por las condiciones iniciales sino por la naturaleza de los procesos que
operan u operaron en ese sistema.

• La cibernética
En una primera etapa se estudia la cibernética de primer orden o cibernética de los sistemas observados y
que considera una realidad que existe independientemente de quien la observa.
Más adelante, en 1972, se diferencia una cibernética de segundo orden o cibernética de los sistemas
observantes, que incluye en la descripción de las observaciones al observador. El acto de observar influye a
la vez sobre el objeto observado, al punto de anular toda expectativa de predicción de parte del observador.
• Los desarrollos de los pragmáticos de la comunicación.
La teoría sistémica toma de esta línea, entre otros conceptos, los axiomas de la comunicación humana:
1. La imposibilidad de no comunicar: toda conducta en una situación de interacción tiene un valor de
mensaje.
2. Los niveles de contenido y relación de la comunicación: el nivel de contenido de un mensaje se refiere
a cualquier cosa que sea comunicable, al margen de que la información sea verdadera o falsa, válida
o no.
3. La puntuación de la secuencia de los hechos: la organización de los hechos depende de la puntuación
y ésta al ser una operación arbitraria efectuada por uno de los comunicantes no siempre es
compartida por el otro y por este motivo a menudo genera múltiples conflictos en las relaciones.
4. La comunicación digital y analógica: la comunicación digital se da mediante la palabra mientras que
la comunicación analógica es todo aquello considerado como comunicación no verbal.
5. La interacción simétrica y complementaria: en lo que respecta a la relación en la comunicación se
pueden dar dos modalidades basadas en la igualdad o en la diferencia.

• Aportes del constructivismo y construccionismo social


Los seres humanos construimos la realidad desde nuestra experiencia, o sea la inventamos, no la
descubrimos. La realidad es múltiple y diversa, no hay una sola verdad, ni un solo camino para llegar a ella.
Se reemplaza el QUE conocemos por el COMO conocemos. El conocimiento no se recibe pasivamente, ni a
través de los sentidos, ni por medio de la comunicación sino que es construido activamente por el sujeto
cognoscente. Todo conocimiento se da dentro del entramado social, los términos con los cuales
comprendemos el mundo son dispositivos sociales, producto del intercambio de la gente e históricamente
situados.
Escuelas
A partir de los aportes teóricos de base mencionados en el apartado anterior se fueron desarrollando
diferentes escuelas que operan con el enfoque sistémico.
• La escuela interaccional o Escuela de Palo Alto
Para quienes conforman este grupo las soluciones intentadas son las que mantienen el problema. Las
intervenciones apuntan a identificar los circuitos intervinientes y las soluciones intentadas. EL objetivo es
modificar las conductas o pautas interaccionales que rigen al sistema. Para lograr estos cambios los
terapeutas proponen intervenciones paradójicas que a veces contrarían el sentido común.
• La escuela Estructural Estratégica
Las familias se organizan en torno a alianzas y coaliciones. Entienden a la familia como un sistema que tiene
límites y fronteras. Los miembros de la familia se diferencian entre ellos por los límites y el sistema familiar
se diferencia de otros sistemas por las fronteras.
A partir de estos conceptos y de los roles, jerarquías, alianzas y coaliciones es que se construye el mapa
estructural de la familia. Entre las técnicas más utilizadas se destacan: la reestructuración, que intenta
romper las coaliciones, logrando una nueva estructuración de poderes y jerarquías. También se usan las
técnicas de desequilibración donde el terapeuta se uno o alía con algún miembro de la familia para forzar
un nuevo mapa familiar.
• La escuela de Milan
Este grupo trabajó fundamentalmente con familias con graves disfuncionalidades y organización muy rígida
que ellos denominan “familias con transacciones psicóticas”. Ponen especial atención a los datos recogidos
en el momento de la derivación y en el primer contacto, habitualmente telefónico, con la familia. Trabajan
principalmente con los significados que la familia tiene respecto del síntoma y del paciente identificado,
tratando de encontrar disensos y consensos relacionados a la atribución de dichos significados.
Una de las intervenciones propias de esta escuela es la prescripción invariable. Esta escuela se caracterizó
por crear intervenciones provocativas y novedosas. Se destaca el uso de la connotación positiva, la pregunta
circular, los rituales y las intervenciones paradójicas.
• Modelo narrativo
Para estos autores “el relato determina el significado que se le atribuye a la experiencia. Los relatos modelan
las vidas y las relaciones. Trabajan con los relatos como sistemas, con las narraciones de la gente. La meta
es la deconstrucción y reconstrucción de relatos alternativos que representen nuevos significados y con un
final abierto”.

Técnicas
Si bien se han mencionado en el apartado anterior las técnicas específicas utilizas por cada escuela, existen
ciertas técnicas que son comunes a todas ellas.
• Las preguntas circulares.
Tienen la finalidad de recopilar y al mismo tiempo introducir información en el sistema familiar. El abordaje
consiste en preguntar a cada participante, alternativamente, su punto de vista acerca de lo que piensa y
siente con respecto al problema y a sus relaciones con los miembros de la familia.
• La reestructuración y la connotación positiva.
La noción de connotación positiva se basa en la premisa de que cada conducta, aún la sintomática, tiene un
sentido estabilizador dentro del contexto de las relaciones interpersonales de la familia. El primer paso para
la disolución del problema sería reconocer los motivos positivos que subyacen al síntoma.
• Las tareas o directrices
Representan intervenciones directivas que tienen el propósito de consolidar los cambios adquiridos en las
sesiones con la familia e instaurar formas diferentes de relacionarse entre los miembros.
• La prescripción invariante y el abordaje paradoja.
El terapeuta prescribe a los miembros realizar las conductas típicas de una situación determinada. Las
prescripciones son a menudo intervenciones paradojales en tanto sirven para bloquear o hacer conciente a
los individuos de lo absurdo de algunas estrategias que utilizan habitualmente para solucionar los problemas.
• El uso de la metáfora y los mitos
Los síntomas pueden considerarse como metáforas que expresan aspectos específicos de las relaciones
interpersonales.
• El cambio de narrativa
Por narrativa familiar se entiende las historias consensuales que han construido los miembros de la familia
a partir de su experiencia de vida y donde presentan aspectos seleccionados de la misma sobre los cuales
formas de relacionarse. El proceso consiste en desestabilizar la vieja historia para generar alternativas
posibles para una nueva narrativa exenta de patología.

Objetivos
La principal característica de los mismos es que “centran sus objetivos terapéuticos específicamente en la
modificación de patrones de interacción entre las personas”.
• Escuela de Palo Alto: el objetivo será modificar los marcos cognitivos que organizan la conducta,
alterar la pauta de interacción.
• Escuela estructural: el objetivo consistirá en la reestructuración de la organización familiar. A través
del diagnóstico de subsistemas, fronteras y jerarquías se modificará el problema estructural.
• Escuela de Milán: el objetivo para esta línea teórica será intentar modificar el consenso de creencias,
los significados que el sistema atribuye a esa organización particular de conductas problemas. Por
consiguiente, se modificarán las pautas interaccionales.
• Modelo narrativo: en este modelo el objetivo consistirá en lograr la deconstrucción y construcción
de relatos alternativos que representen nuevos significados.

Rol del terapeuta


Sluzki define al terapeuta como “un facilitador reflexivo del proceso y de las conversaciones de los miembros
de la familia; es un negociador de las divergencias y conflictos familiares”.
Es importante que el terapeuta mantenga una actitud de empatía respecto al sufrimiento y las dificultades
de la familia y que demuestre el mismo interés hacia todos los miembros de la familia.
Platone sintetiza la tarea básica del terapeuta en “mantener e instaurar en los sistemas intervenidos, una
visión optimista de los procesos de cambio y el énfasis en la capacidad de los seres humanos de auto-
organizarse y desarrollarse como personas, más allá de la sintomatología y de la crisis a través de los
sentimientos de afecto que los unen”. El terapeuta mantiene una actitud neutral y positiva, ser activo en el
proceso, contribuyendo a construir junto con los miembros de la familia, la resolución del síntoma.

A modo de conclusión
La Terapia Sistémica se nutre de diversos aportes teóricos. Surge por las dificultades de abordar algunos
casos clínicos desde el enfoque intrapsíquico sin tener en cuenta el contexto que influye en el paciente. Las
diferentes escuelas tienen en común el objetivo de intervenir para cambiar los patrones de interacción que
están permitiendo que los síntomas o disfunciones se repitan, sosteniendo, así, el problema o dificultad.
Nueva introducción al psicodrama – Moreno
La teoría de los roles
El concepto de rol
La formulación y desarrollo de este concepto y de las técnicas de desempeño de roles han sido obra exclusiva
de quienes se han ocupado del psicodrama.
Lo que hicimos quienes cultivamos el psicodrama fue: a) observar el proceso del rol en el contexto de la vida
misma; b) estudiarlo en condiciones experimentales; c) emplearlo como método psicoterapéutico; y d)
examinar y enseñar la conducta en el “aquí y ahora”.

Surgimiento del yo (Self)


El desempeño de roles es anterior al surgimiento del yo. Los papeles no surgen del yo, sino que el yo surge
de los roles.
Antes e inmediatamente después del nacimiento el niño vive en un universo, no diferenciado, al que he
llamado “matriz de identidad”. Esta matriz es existencial, pero no es experimentada. Se la puede considerar
el lugar de donde emergen en fases graduales el yo y sus ramificaciones, los roles. Los roles son los
embriones, los precursores del yo, y tienden a agruparse y unificarse. He distinguido roles fisiológicos o
psicosomáticos, roles psicológicos o psicodramáticos, y roles sociales. Los primeros que aparecen son los
fisiológicos o psicosomáticos.
En el curso del desarrollo los roles psicodramáticos comienzan a agruparse y forman una especie de yo
psicodramático, y finalmente sucede lo mismo con los roles sociales, que constituyen una especie de yo
social.
Puede ser útil considerar que los roles psicosomáticos, al ser desempeñados, ayudan al niño a experimentar
lo que denominamos el “cuerpo”, que los psicodramátcos lo ayudan a experimentar lo que denominamos
“psiquis”, y que los sociales contribuyen a producir lo que llamamos “sociedad”. Cuerpo, psiquis y sociedad
son por lo tanto partes intermediarias del yo total.

El término de rol
De los roles y contra-roles, situaciones de rol y reserva de rol, se desarrollaron naturalmente sus extensiones
modernas: el ejecutante del rol, el desempeño de roles, el acting out y finalmente el psicodrama y el
sociodrama.

Definición y nociones del rol


El rol es la forma de funcionamiento que asume un individuo en el momento en que reacciona ante una
situación específica en la que están involucrados otras personas u otros objetos.
La teoría psicodramática de los roles, que tiene una orientación psiquiátrica, es amplia. Lleva el concepto de
rol a todas las dimensiones de la vida; comienza con el nacimiento y continúa a lo largo de toda la vida del
individuo y miembro de la sociedad. Debe incluir las tres dimensiones: roles sociales, que expresan la
dimensión social; roles psicosomáticos, que expresan la dimensión fisiológica; y roles psicodramáticos, que
expresan la dimensión psicológica del yo.

Función del rol


La función del rol es entrar en el inconsciente, desde el mundo social, para darle forma y orden.
Todo individuo está lleno de diferentes roles en los que desea actuar y que están presente en él en distintas
fases del desarrollo. Es la activa presión que ejercen estas múltiples unidades individuales sobre el rol oficial
manifiesto la que ocasiona a menudo una sensación de ansiedad.
Todo individuo se ve a sí mismo en una variedad de roles y ve a otros en torno suyo en una variedad de
contra-roles.
El rol es la unidad de la cultura; el Yo y el rol están en interacción continua.

Desempeño de roles, percepción del rol y representación del rol


La percepción del rol es cognoscitiva y prevé las inminentes respuestas. La representación del rol es una
habilidad para actuar. El aprendizaje de roles en contraste con el desempeño de roles, es un esfuerzo que se
cumple ensayando roles para actuar adecuadamente en situaciones futuras.

Patología del rol


La conducta regresiva no es una verdadera regresión fisiológica sino una forma de desempeño inconsciente
de roles; una regresión psicodramática. El adulto catatónico sigue siendo un adulto, fisiológica y
psicológicamente.

Medición de roles
Un rol puede estar: 1. Rudimentariamente desarrollado, normalmente desarrollado o hiperdesarrollado; 2.
Casi o totalmente ausente en la persona; 3. Pervertido en una función hostil. A un rol perteneciente a
cualquiera de las categorías mencionadas se lo puede clasificar además desde el punto de vitas de su
desarrollo en el tiempo: 1. Nunca estuvo presente; 2. Está presente en relación con una persona, pero no
con respecto de otra; 3. Estuvo presente en relación con una persona, pero ahora se halla extinto.

Los estados co-inconscientes y la interpsiquis


Los estados co-conscientes y co-inconscientes son, por definición, aquellos que los participantes han
experimentado y producido conjuntamente y que por consiguiente sólo pueden ser reproducidos o
representados conjuntamente. Un estado co-consciente o co-inconsciente no puede ser propiedad de un
solo individuo. Siempre es una propiedad común y no es posible reproducirlo sin un esfuerzo combinado.

Reglas fundamentales
Los principales participantes en el psicodrama terapéutico: son el protagonista o sujeto; el director, o
terapeuta principal; los yo auxiliarles; y el grupo. El protagonista presenta un problema privado o colectivo;
los yo auxiliares le ayudan a dar vida a su drama personal y colectivo, y a corregirlo. Experiencias psicológicas
significativas del protagonista cobran forma más cabal y más completamente de lo que permitirían las
circunstancias normales de la vida. Un psicodrama puede ser producido en cualquier lugar donde se hallen
los pacientes, en una casa particular, en un hospital, en un salón escolar, o en un cuartel. Lo más conveniente
es un espacio terapéutico especialmente adaptado, incluyendo un escenario. El psicodrama está centrado
en el protagonista o en el grupo. Los participantes tienen que representa sus experiencias espontáneamente,
si bien la repetición de un tema con frecuencia es terapéuticamente beneficiosa.

Resistencia
Empleamos aquí el término “resistencia” en un sentido operacional. Significa meramente que el protagonista
no quiere participar en la producción. La superación de esta resistencia inicial es un desafío a la habilidad del
terapeuta. Este puede decidir que un yo auxiliar desempeñe el papel de “doble” del protagonista.
Habitualmente el doble se ubica dando la espalda al paciente y comienza un soliloquio. Logra hacerlo
participar en ese soliloquio y tal vez le hace admitir las razones ocultas de su negativa a intervenir. Esta es la
técnica del “soliloquio del doble”.
El terapeuta principal puede apelar a otra técnica, la del “soliloquio del terapeuta”.
Otro método consiste en dejar que el paciente A regrese al grupo y comienza con otro paciente, B, llamando
al paciente A para que haga de yo auxiliar en cualquier episodio relativo a B. Esta técnica es la del “yo auxiliar
del paciente”.
Otra manera de quebrar la resistencia es la “técnica simbólica” que parte de una representación simbólica
para eliminar, en cuanto causa de la resistencia, al temor de verse personalmente involucrado.
Otra forma de eliminar la resistencia es apelar a las relaciones existentes entre los miembros del grupo.
Otro método es utilizar “tensiones de liderazgo” u “hostilidades étnicas”.
Una técnica eficaz para romper la resistencia es el uso de temas cómicos o caricaturas para despertar el
sentido del humor de los miembros.
Finalmente, aunque no lo menos importante, hay que prestar particular atención a la resistencia dirigida
contra las personalidades “privadas” del terapeuta principal o de los yo auxiliares.
Podemos resumir las cusas de la resistencia del paciente diciendo que pueden ser privadas, sociales o
simbólicas.

“Acting Out” terapéutico y controlado


Si el paciente sabe que el terapeuta tolerará el acting out de sus pensamientos e impulsos, los sacará a luz.
El terapeuta, a su vez, podrá utilizar el material presentado en beneficio del paciente. Si el acting out tiene
lugar durante la sesión, y si el terapeuta no maneja bien el episodio, esto también puede ser perjudicial para
el paciente, por supuesto. O sea que el meollo del asunto reside en tolerar y permitir el acting out dentro de
un contexto que ofrezca seguridad y bajo la dirección de terapeutas que sean capaces de utilizar la
experiencia.
Según el pensamiento psicodramático, el actuar desde adentro, o acting out, es una fase necesaria para el
progreso de la terapéutica; le ofrece al terapeuta una oportunidad para evaluar el comportamiento del
paciente y le da también al paciente la posibilidad de evaluarlo por sí mismo. Sugerí que se distinga dos tipos
de acting out, el irracional e incalculable que tiene lugar en la vida misma, perjudicial para el paciente y para
los demás, y el terapéutico y controlado, que tiene lugar dentro del contexto del tratamiento.

El concepto de encuentro; tele y transferencia hacia el terapeuta y los


yo auxiliares
La transferencia es el desarrollo de fantasías (inconscientes) que el paciente proyecta sobre el terapeuta,
otorgándole una cierta fascinación. Evalúa al terapeuta y percibe intuitivamente qué clase hombre es. Estas
intuiciones de la conducta inmediata del terapeuta son las reacciones tele. Tele es la percepción interna
mutua de los individuos el cemento que mantiene unidos a los grupos. La tele estimula las relaciones
permanentes y las asociaciones estables.
Las relaciones tele entre el protagonista, el terapeuta, los yo auxiliares y los personajes importantes del
mundo que ellos representan, son decisivas para el progreso terapéutico.

Abreacción y espontaneidad
La diferencia que existen entre la abreacción y el proceso psicodramático es de calidad y no de cantidad. El
paciente, los yo auxiliares y el público presentan diversas abreacciones, que son incorporadas dentro de la
producción psicodramática. La producción psicodramática consiste de escenas estructuradas, cada escena
involucra roles estructurados, y cada rol interacciones estructuradas. Las diversas abreacciones están
evidentemente entrelazadas dentro de una sinfonía de gestos, emociones, impulsos e interacciones.
Definición operacional de la espontaneidad
El protagonista se ve en la necesidad de responder con cierta adecuación a una nueva situación, o de una
manera en cierta medida novedosa, a una situación conocida. La técnica de la asociación libre, ésta se
restringe a expresar verbalmente todo lo que pasa por su mente. Lo que aquí está operando no es
meramente la asociación de palabras sino la espontaneidad que las lleva a asociarse. Cuanto mayor es el
volumen de la asociación de palabras, más importante y más espontánea es su producción. La espontaneidad
interviene no sólo en la dimensión verbal sino también en todas las demás dimensiones de la expresión,
tales como la actuación, la interacción, el habla, la danza, el canto y el dibujo.

Asociación libre, rol hablado y representado


No es muy exacto decir que el psicoanálisis es un diálogo entre dos personas. Podría decirse más
justificadamente que es un monólogo mantenido en presencia de un intérprete.
Es igualmente inexacto decir que el psicodrama es un diálogo entre varios individuos. Así como el
psicoanálisis es menos que un diálogo, el psicodrama es más que un diálogo, en el sentido de que la vida es
algo más que un diálogo.

Catarsis
El psicodrama produce un efecto terapéutico, pero no en el espectador (catarsis secundaria) sino en los
actores-productores que crean el drama y que, al mismo tiempo, se liberan de él.
El problema ha consistido en hallar un medio en el cual los fenómenos desequilibrantes puedan presentarse
de la manera más realista, aunque permanezca fuera de la realidad; un medio que incluya una realización
así como una catarsis para el cuerpo; un medio que haga posible la catarsis en el plano del lenguaje; un
medio que abra el camino de la catarsis no sólo en un individuo sino entre dos, tres o tantos como se
encuentren involucrados en una situación vital. Se ha hallado la respuesta a todos estos problemas, y a
muchos otros, en una de las más antiguas invenciones de la mente creadora del hombre, el drama.

El director
Relación con la producción. Desde el punto de vista de la producción, la importante relación entre el
psicodrama y el sueño ha sido destacada a menudo. En ambos casos tenemos a menudo ante nosotros
producciones fantásticas en las que el protagonista se ve profundamente comprometido. Los personajes de
un sueño son fantasmas alucinados. Sólo existen en la mente del sujeto que sueña, y se desvanecen tan
pronto como cesa el sueño. En cambio, los personajes del psicodrama son seres reales. El sujeto que sueña
puede soñar las cosas más fantásticas sin tropezar con ninguna resistencia por parte de los personajes del
sueño, dado que éstos así como la trama del sueño son productos suyos. Pero en el psicodrama los yo
auxiliares que desempeñan roles se resisten con frecuencia a las ensoñaciones del protagonista, replican, lo
contrarían, y si es necesario modifican el curso del argumento.
Relación con el paciente. La regla general para dirigir consiste en depender principalmente de los
protagonistas en lo que atañe a la provisión de indicios acerca del modo de encauzar la producción.
El fin es: 1) inducir al protagonista a una acción más profunda absorbiéndolo más y más en su propia
experiencia, y 2) hacer más tangibles sus alucinaciones a través de su propia representación de las mismas,
o de la represetanción de un yo auxiliar. Nuestra hipótesis es que si esos experimentos se realizan en el
momento en que se manifiestan las alucinaciones, se introducen controles en la mente del paciente, barreras
condicionantes, que son particularmente importantes en cuanto reserva de medidas preventivas en caso de
recaídas posteriores.
Relación con el yo auxiliar. El terapeuta que dirige mantiene una importante relación con el paciente; éste
debe percatarse de que aquél asume una responsabilidad general por el tratamiento. Pero el terapeuta no
está solo en su tarea. Colaboran con él varios asistentes terapéuticos, los yo auxiliares. Es posible que un yo
auxiliar se niegue ocasionalmente a desempeñar los roles que el protagonista quiere hacerle representar. Es
posible que el yo auxiliar llegue a darse cuenta de que uno o dos de esos episodios pueden tener un valor
catártico para el paciente, pero que su repetición puede ser perjudicial. Entonces puede sugerir que se
invierta la situación. Si el paciente no acepta, el yo auxiliar puede explicar además que ya ha sufrido bastante
y que se niega a actuar. A esta clase de resistencia se la puede llamar “resistencia por razones terapéuticas”.
Distinguimos por lo tanto, dos clases de resistencia; la que obedece a razones terapéuticas y la que obedece
a razones personales.

Yo auxiliares
Como actores. Los yo auxiliares son actores que representa a personas ausentes tal como aparecen en el
mundo privado del paciente. Los mejores yo auxiliares son ex pacientes que se han recuperado por lo menos
momentáneamente, y los yo terapéuticos profesionales que provienen de un medio sociocultural similar al
del paciente.
El cometido de los yo auxiliares es representar las percepciones que tiene el paciente de los roles internos o
de las figuras que dominan su mundo, cuanto más adecuadamente las presenten mayor será el efecto sobre
aquél. En lugar de “hablarle” al paciente acerca de sus experiencias internas, los yo auxiliares las representa
y le permiten encontrar en el exterior sus figuras internas.
Relación con el paciente. La regla general en el psicodrama clásico es que el paciente puede elegir o rechazar
a los yo que desempeñan los roles importantes en su vida, y viceversa, que los yo son libres de aceptar o no
cooperar con el paciente.
El “contacto corporal” es una forma básica de comunicación. Pero no siempre es indicado.

Tele y contratransferencia
Un mínimo de estructura tele y de la resultante cohesión de la interacción entre los terapeutas y pacientes
es requisito indispensable para que tenga éxito el psicodrama terapéutico. Si los yo auxiliares están
perturbados debido a: 1) problemas propios no resueltos; 2) protesta contra el director del psicodrama; 3)
mala representación de los roles que les fueran asignados; 4) ausencia de fe en el método utilizado y actitud
negativa hacia el mismo; o 5) conflictos interpersonales entre ellos, crean una atmosfera que afecta la
situación terapéutica.

Precalentamiento para un rol


Cuando el yo auxiliar entre en una situación en cualquier rol, se le dice que desempeñe el rol permaneciendo
interiormente tan frío como le sea posible, negándose a experimentar las emociones pertinentes,
representado con indiferencia, ateniéndose al principio de neutralidad. El yo auxiliar que debe representar
ese rol no le presenta al paciente las genuinas características del mismo, es posible que éste sufra un daño
en lugar de recibir ayuda.

El grupo de espectadores
Psicoterapia de grupo versus psicoanálisis de grupo
La asociación libre opera de modo significativo sólo siguiendo una dirección individual; las asociaciones libres
que tiene sentido según la dirección del individuo A no lo tienen en la dirección de B o C, y viceversa. No
tienen un inconsciente común.
Desde la primera reunión ya opera la tele entre los miembros de un grupo. Esta cohesión débil, “primaria”
puede ser utilizada por el terapeuta en pro del desarrollo de metas terapéuticas comunes.
La conducta inmediata del grupo y el “estilo de cabecera” del
terapeuta
Sociogramas. La primera preocupación del terapeuta psicodramático es la conducta inmediata del grupo.
Cuando enfrenta al grupo para realizar la primera sesión percibe inmediatamente, con su agudo sentido de
las relaciones interpersonales, algunas de las interacciones entre los miembros, como la distribución del
amor, el odio y la indiferencia. Se da un nuevo paso en la exploración clínica del grupo cuando se deja que
cada miembro del mismo haga su propio sociograma, haciéndole indicar quiénes son, según su opinión, los
miembros del grupo que lo rechazan o lo miran con agrado. Revela así las percepciones que tiene de lo que
piensan de él las personas que lo rodean, lo que constituye un sociograma perceptivo.

Conclusiones
El psicodrama intenta, con la cooperación del paciente, trasladar la mente “fuera” del individuo y objetivarla
dentro de un universo tangible y controlable. Su objetivo es hacer directamente visible, observable y
mensurable la conducta total. Se prepara al protagonista para un encuentro consigo mismo.
El método psicodramático se apoya en la hipótesis de que para ofrecerles a los pacientes, separadamente o
en grupos, una nueva oportunidad para una reintegración psicodinámica y sociocultural, son necesarias
“culturas terapéuticas en miniatura” en lugar de, o además de, los hábitats naturales insatisfactorios. Los
medios para realizar esta tarea son: 1) el psicodrama existencial en el contexto de la misma vida comunitaria,
in situ, y 2) el teatro terapéutico, neutral, objetivo y flexible.

La enfermedad, la salud y la terapia – Moreno


El proceso del enfermar afecta autónomamente a las funciones esenciales de la personalidad. Enferma la
espontaneidad de sus funciones. Y puede enfermar la dimensión relacional del individuo que implicarla al
grupo, y la tangibilidad, que plantearla la enfermedad del rol.

La enfermedad psíquica
La enfermedad de la espontaneidad como adecuación
Si vamos a estudiar el enfermar psicológico de la espontaneidad en su aspecto de adecuación, recurriremos,
sin insistir, al concepto operacional de la espontaneidad y a lo que implicaba y excluía esta cualidad de la
acomodación. El equilibrio moreniano entre aceptación y progreso es lo que hace al hombre psíquicamente
sano y adaptado a la cultura y sociedad en que vive.
Una forma de enfermar la espontaneidad por falta de adecuación es la ensoñación, ya que induce al
individuo a vivir fuera de la realidad.
Conocemos otro modo de manifestarse patológicamente la espontaneidad, que también se refiere
explícitamente a la no adecuación de la respuesta: es la manifestación instintiva. La espontaneidad ha de ser
realista, es decir, adecuada a unas normas convencionales de conducta: la conducta desordenada y los
arranques emocionales que derivan de la acción impulsiva están lejos de ser desiderata de la operación de
la espontaneidad. Pertenecen al dominio de la patología de la espontaneidad.
La realidad para Moreno es cambiante, si la espontaneidad debe ser adecuación a la realidad, también ha
de ser dinámica, porque si se desajusta de esa realidad, enferma. La conservación de la normalidad exige ser
lo suficientemente espontáneo para crear una conducta adecuada los inevitables cambios de la vida.
El último grado de la enfermedad psíquica, la psicosis, la explica Moreno como una regresión a las primeras
etapas infantiles al perder el tren de la adaptación a una situación ambiente y evolutiva.

La enfermedad de la espontaneidad creadora


También enferma la capacidad creadora de la espontaneidad. El mal no se limita a la inadecuación a la
realidad, es susceptible de patología la “fuerza” o el “catalizador” que promueve el desarrollo evolutivo y
perfectivo del mundo y la puesta en acto de la genialidad improvisadora del hombre. Cuando se produce un
ahogo de la espontaneidad surge una neurosis.

La enfermedad de la tele-relación
La enfermedad de la dimensión relacional del yo plantea el problema del enfermar del grupo unido a la
debilitación del tele-factor, y el problema de una terapia igualmente grupal. El enfermar del grupo como
“sujeto” tiene dos variantes: la primera en cuanto grupo sociométrico y otra en cuanto grupo transferencial.
En esta dimensión transferencial el individuo puede enfermar como miembro del grupo en su aspecto
tendencial, es decir, cuando es aislado, o en el aspecto cognitivo, si ignora su posición dentro del grupo.
El grupo sociométrico se integra por la libre elección afectiva mutua de los miembros que lo componen.
Cuanto más se desempeñe una autoridad externa en imponer una estructura formal a un grupo
sociométrico, más aumentará el conflicto.
Todo grupo patológico es predominantemente un grupo transferencial. El exceso de transferencia rebaja la
cohesión del grupo y modifica su estabilidad. Un grupo no puede vivir sólo de transferencia. Tiene que
formarse en él tele-estructuras para garantizar su integración constructiva y su unidad.

El rol enfermo
El rol enferma fundamentalmente por dos razones: porque la sociedad impone la aceptación de aquella
función vital que no hemos deseado cumplir, creando un estado de permanente frustración, o
desempeñando aquel rol que hemos elegido, pero no del modo que desearíamos.
El individuo enferma por no desempeñar los roles que desearía debido a las circunstancias impositivas
externas.
Una persona adquiere un rol patológico porque los demás esperan (expectación del rol) que lo desempeñe
de una manera patológica. El hombre se comporta como cree que los demás esperan que actúe.

Esencial de la enfermedad psíquica


Para Moreno, el enfermar humano es un enfermar de espontaneidad.
El grupo sociométrico está fundado en la espontaneidad y libre atracción de los individuos mutuamente. En
contraposición, el grupo oficial sería un grupo impuesto por la autoridad constituida.
Un grupo enferma por abundancia de transferencia, es lo mismo que afirmar su enfermedad en la carencia
de respuestas espontáneas adecuadas.
El hombre no puede adoptar espontáneamente los roles que desearía porque se lo impide una sociedad
organizada en conservas culturales; es, por tanto, un enfermar de la espontaneidad creadora.

La salud psíquica
La salud de la espontaneidad
Tras el diagnóstico viene la fase curativa o terapéutica con medios adecuados. El objeto es introducir
métodos que aproximen más la psicoterapia a la vida real.
Nuestra idea de la curación del paciente consiste en el retorno a las condiciones somáticas y psíquicas que
dominaban antes de la enfermedad.
El sujeto ha de mantener, aun usando las conservas culturales, una flexibilidad de conducta a través del
dominio de ellas, y adoptando la misma actitud que mantuvo el iniciador de dichas conservas.
No se trata de ser creadores en cada momento: lo que realmente es enfermizo es tener la sensación de
agarrotamiento propio de la conducta neurótica.
Al sanar la espontaneidad creadora, el individuo recupera un sentimiento de poder que había perdido
cuando las conservas dominaban su conducta y actuaba resignada e impotentemente sometido.
Cierto tipo de enfermedades radica en que personas o imposiciones externas al sujeto le han sustraído su
propia espontaneidad y, debido a ello, está excesivamente preocupado por la opinión de los demás, por el
juicio ajeno, y en este cuidado emplea gran parte de la energía psíquica que ha perdido. Mediante la
representación psicodramática, esas vivencias le son devueltas logrando dominio y creatividad. Este tipo de
terapia, más que creatividad, debe denominarse re-creación.

La salud del grupo


El sanar y la terapia han de dirigirse a lograr una asociación libre y a evitar la transferencia, favoreciendo la
tele-relación y procurando que el individuo se integre en el grupo a que pertenece.
La sociometría tiene la finalidad terapéutica de encajar a cada miembro en su sitio para que de esta forma
el grupo armónico pueda actualizar todas sus potencialidades.
El problema no consiste simplemente en encarar la alternativa de la supresión del inadaptado o la
sobrevivencia del adaptado, sino en promover la supervivencia de una persona flexible y espontánea: la
personalidad del creador.

La salud del desempeño de roles


El sanar del desempeño de roles se identifica con el sanar de la espontaneidad creadora. En el caso de roles
no vividos, lo importante es que la situación concreta de la vida permita vivir aquellos roles más amplios que
incluyen otros secundarios.
La terapia consiste en hacer comprender al paciente que el rol enfermizo es algo que él mismo se ha
impuesto o que los demás le han hecho asumir. Por lo tanto, de la misma forma que lo ha asumido, puede
abandonarlo.

Interpretación de las técnicas terapéuticas


El psicodrama
Haciendo teatro Moreno se encontró con la terapia, y al fin, es la técnica que radica en la espontaneidad.
Este maridaje entre psicodrama y espontaneidad no aparece de una manera directa, sino a través de la
acción.
Podemos concebir el axis de su teoría en torno a tres palabras inseparables: creatividad-espontaneidad-
acción.
Piscodrama puede definirse como aquel método que sondea a fondo la verdad del alma mediante la acción.
La catarsis que provoca es, por tanto, una “catarsis de acción”.
El fundamento psicodramático es el principio de la espontaneidad, la participación libre de todos los
miembros del grupo en la producción dramática y la catarsis activa.
La eficacia concreta y experimental del psicodrama, como técnica de la actuación y de la espontaneidad,
radia en dos aspectos básicos: su profundidad y su comprensión. Profundidad biográfica y también
sincrónica, penetrando hondamente en la conflictividad del paciente. Su comprehensión la referimos a que
asume por la acción el sentido básico de otras teorías.
Uno de los logros de la terapia de acción es que se remonta a períodos preverbales, aquellos períodos en
que el niño vive la matriz de identidad y comienza a aprender sin palabras. Período del puro acto.
Los estados psíquicos se manifiestan tal como son, en la actuación psicodramática, porque durante el acto
se deshiniben todos los mecanismos de defensa del yo, todas las censuras, si queremos hablar en
terminología psicoanalítica.
El aspecto comprehensivo del psicodrama y los métodos de acción, es defendido por Moreno en constatado
que todas las teorías psicológicas encuentran un refrendo superatorio en el psicodrama y que todos los
métodos psicoterapéuticos también son comprendidos y superados por él.
El psicodrama es tanto un método de terapia individual como de grupo.
Creatividad, libertad, espontaneidad, existencia y realidad son las condiciones que permite el psicodrama al
paciente y que le dan valor terapéutico.

La psicoterapia de grupo
Enfrentando las cusas por las que la psicoterapia de grupo es eficaz y sana psicológicamente, resumiríamos
con Moreno: porque se da una interacción espontánea en la que cada uno de los participantes tiene el mismo
status y se sitúa en circunstancias similares a las de una prueba de realidad.
1) El principio de la interacción terapéutica: un individuo es agente terapéutico de otro; un grupo es agente
terapéutico de otro; 2) principio de la espontaneidad: de la libre producción de grupos, de la espontánea
participación sin impedimentos de todos los miembros del grupo; 3) el carácter dinámico e inmediato de la
interacción en el grupo que tiene todas las cualidades de una prueba de la realidad. El paciente se ve
confrontado con personas y situaciones reales, no sólo con las suyas, sino con las de los otros individuos; 4)
el grupo terapéutico necesita una mayor libertad y espontaneidad, por parte de los miembros, que un grupo
normal.

La sociometría
El hecho de constituir una sociedad democrática es en sí mismo curativo.
Síntesis del valor terapéutico de la sociometría como elección espontánea que constituiría una sociedad
democrática en la que cada uno encontraría el compañero y el grupo que suavizase sus tensiones. Y como
instrumento científico que detecta la enfermedad del individuo en el grupo o del grupo en su totalidad,
indicándonos, además, el método adecuado de tratamiento.

Introducción al estudio de la clínica psicodramática – Costa


Todos sus representantes coinciden en afirmar que su enseñanza y transmisión precisa de una doble
referencia: conocimientos teóricos y experiencia dramática

Introducción
El psicodrama es un método de psicoterapia con hondas raíces en el teatro, la psicología y la sociología.
Constituye un procedimiento de acción y de interacción, siendo su núcleo la dramatización. El psicodrama
hace intervenir el cuerpo en sus variadas expresiones e interacciones con otros cuerpos.
Se basa en la idea del hombre como animal gregario, en permanente relación con otros seres y con su
entorno. Tiene un lugar especialmente indicado en el grupo como contexto más ajustado y próximo a la
realidad donde surgen las cuestiones a resolver.
Se considera que la patología consiste en la inadaptación por falta de espontaneidad y la inadecuación de
los roles.

Bases teóricas que fundamentan la técnica


Si tomamos la definición de Freud del psicoanálisis, es decir, que este consiste en un procedimiento
investigativo que lleva a descubrir un método para un tratamiento, de lo cual resulta un conjunto teorizable,
veremos que el psicodrama se ubica dentro de esa perspectiva.
El psicodrama se basa en la teoría de las relaciones interpersonales, la cual explora los contenidos
intrapsíquicos a partir de los vínculos. Sumado a la filosofía en que se sustenta, contiene todos los elementos
para configurar una ciencia: la ciencia de las relaciones interpersonales o sociometría.
Moreno define sociometría como la ciencia de la acción, por lo tanto, sustrato teórico del psicodrama.
Moreno concibe al hombre desde una célula mínima: el vínculo. Toda consideración que no incluya esta
díada mínima no es más que una mera especulación donde uno de los componentes de la díada se excluye
artificialmente. Distinguiendo dos tipos de vínculos: los simétricos que tiene nombre propio y
responsabilidades equivalentes; y los vínculos asimétricos, los cuales deben ser nominados por los dos roles
que lo componen.
Sociométricamente, llamamos relación de mutualidad al hecho de establecer vínculos de reciprocidad. Si
alguien elige a quien no lo elige y viceversa, la incomunicación se establece en el vínculo, configurándose el
aislamiento sociométrico. Para evaluar el grado de aislamiento debemos tener en cuenta el número de
criterios implicados. Llamamos “criterio” en sociometría a la razón para realizar una elección.
Si el aislamiento sociométrico implica todos los criterios, nos encontramos con su equivalente: la psicosis. Si
implica ciertos criterios específicos, restringe el área de conflicto y hace más simple la terapia.
Cuando Moreno formula su teoría de las relaciones interpersonales pone su atención en los vínculos como
única noción operativa. El yo y el psiquismo son meras especulaciones formuladas desde un vínculo.
Bustos propone dos conceptos esenciales para comprender la dinámica vincular: la espontaneidad y tele y
transferencia.
La espontaneidad es la piedra fundamental de la obra de Moreno. El hombre espontáneo es su modelo,
precondición para el cambio del mundo a partir del desarrollo de la creatividad. No hay creatividad sin
espontaneidad, definida como la capacidad de dar respuestas nuevas a situaciones conocidas y respuestas
adecuadas a situaciones nuevas.
El hombre, naturalmente, busca dar curso a su espontaneidad; pero también busca la seguridad de lo
inmutable. Esta dualidad lo coloca en un dilema: seguir fiel a las siempre cambiantes circunstancias de la
vida o mantenerse dentro de la seguridad de lo conocido. En esta última opción paga el precio de la angustia.
Moreno sitúa la espontaneidad entre lo genético-individual y lo social-vincular. La espontaneidad se
realimenta vincularmente.
Si la espontaneidad es la cualidad de los vínculos, la dinámica de interacción puede ser comprendida a través
de los conceptos de tele y transferencia. El factor tele es el responsable de la correcta percepción del otro,
siendo la transferencia responsable de las distorsiones.
El tele puede considerarse el fundamento para todas las relaciones sanas y el elemento principal en todas
las formas de psicoterapia. Consiste en el sentimiento y conocimiento de la situación real del otro.
El factor tele es la base de las relaciones humanas. Su aspecto patológico Moreno lo denomina transferencia.
Tanto el factor tele como la transferencia son pasibles de bilateralidad.
El concepto se instrumenta en psicoterapia, ya que permite operar en el pasado presentizado en la relación
terapéutica.
Para el psicodrama el rol precede al yo, primero es el vínculo y a través del rol se comienza a estructurar el
yo. El concepto de rol formulado por Moreno es otro de los puntuales en su teoría, comprendiendo al rol
como la primera unidad ordenadora y estructurante.
Los vínculos son unidades de interacción, los roles son los polos individuales de esa interacción.
El rol es transitorio, por tanto cada uno tiene la posibilidad de desempeñar diversos roles.
Moreno describe tres categorías de roles: psicosomáticos, sociales y psicodramáticos.
Los roles psicosomáticos son los más cuestionables, ya que para que una acción tenga categoría de rol debe
cumplir requisitos básicos como el de la conciencia posible, sin la cual no puede admitirse ese
comportamiento como unidad de conducta. Si se acepta la condición de conciencia posible como necesaria,
se pasa a designar a los roles psicosomáticos como funciones esenciales inherentes al rol de hijo.
El rol de hijo tiene en sí mismo la función de internalizar las reglas, convirtiéndose en estructurante de lo
que llamamos el Yo; siendo el rol el que estructura el Yo. La ansiedad o espontaneidad algo excitada de la
espera depende del tipo de experiencia anticipada.
Estas experiencias van diferenciando dos aspectos del Yo: el normativo y el de selector de roles.
Dependiendo de la situación, el Yo selecciona el rol adecuado para la misma.
El niño llega al mundo en una red social, compuesta por la familia y sus relaciones próximas, Moreno llama
a este conjunto de relaciones matriz de identidad, la cual condiciona valores sociales y dinámicas que han
de enmarcar profundamente la vida del nuevo ser.
Las restantes categorías de roles, propuestas por Moreno, son los roles sociales y roles psicodramáticos.
Los roles sociales responde a generalizaciones convencionales de acuerdo con determinantes culturales. El
carácter de generalidad que tiene para Moreno el rol social indica que las pautas condicionantes de un rol
están esencialmente en la representación de esos roles por parte de otros actores. Cuando un yo auxiliar
pasa a desempeñar un rol para el que es llamado en una dramatización, debe apelar a estas pautas generales,
estereotipos sociales que ayudan en los primeros tramos del desempeño. El cambio de roles determinará el
pasaje del rol social al denominado rol psicodramático. Los roles psicodramáticos son los que entrañan el
más alto grado de especificidad. Los estereotipos sociales se unen al desempeño espontáneo para producir
esta categoría de roles.
Los roles se agrupan según su dinámica, configurando clusters o agrupamientos de roles. El primero
depende del complementario materno, responsable de funciones de dependencia e incorporación; el
segundo depende del complementario paterno generando la matriz de los roles activos. Estos dos roles
primarios son asimétricos por naturaleza. La simetría aparece más tarde. Esta interacción diferenciada de
las otras dos determina la aparición de un tercer cluster: el que determinará las relaciones de paridad.
Con la aparición del tercer tipo de dinámica queda configurado el esquema básico de roles: pasivo, activo e
interactivo.

Elementos, momentos y técnicas del método psicodramático


El método psicodramático, tiene como núcleo de abordaje y exploración a la escena, la representación
psicodramática. Es de esta manera como investiga los vínculos humanos.
La representación dramática es liberadora, “es una segunda vez”. El encuentro, el compartir, la creatividad
y el acto espontáneo, posibilitan nuevos roles. Esto llevará a una catarsis de integración. El objetivo es que
el sujeto sea en la escena lo que es, pero más profundamente, más intensa y claramente que en la vida real;
que se encuentre con aspectos de su Yo y “personas reales e ilusorias”.
Es fundamental el pensamiento en escenas. Se considera que, si además de técnicas verbales se utilizan
técnicas dramáticas, se puede tomar un trozo del relato, describirlo en forma de un argumento, agregarle
coordenadas espaciales y temporales, hasta producir una escena a dramatizar.
En cuanto se profundiza el estudio de la escena, nos topamos con que este objeto en apariencia único se
desdobla en dos objetos: la escena manifiesta y la latente. La escena manifiesta o dramatización es el
instrumento fundamental de trabajo del psicodrama y de las técnicas dramáticas en general. Es un excelente
revelador de la escena latente o imaginaria. La escena latente pugna por hacerse manifiesta modelando con
su presión la trama de la dramatización y emergiendo en forma directa sólo en los afectos y la tensión
dramática, aspectos de la escena imaginaria que nos son habitualmente conscientes, aunque en forma
parcial.
Los elementos o instrumentos del psicodrama son:
El escenario es el lugar de la acción, ya que la representación requiere de un espacio dramático.
El protagonista es el paciente, cuyo problema va a tratarse.
El Director es el encargado de orientar la acción y aplicar los principios y las técnicas apropiadas para facilitar
el logro de los objetivos del psicodrama, así como cuidar y evitar daños al protagonista y a los otros
integrantes del grupo. Es la función del psicoterapeuta y está destinada al logro de los objetivos terapéuticos.
Los yo auxiliares: esta función es desempeñada por quienes actúan representado a las otras personas que
participan en el acontecimiento dramatizado. Su tarea es ayudar al protagonista a desarrollar la escena.
El público es importante en el psicodrama. Está formado por los integrantes del grupo de terapia y no son
pasivos, sino que participan emotivamente en la escena, empáticamente aprendiendo y, luego,
compartiendo con el protagonista sus propias experiencias.
La sesión psicodramática se desarrolla a lo largo de tres momentos: caldeamiento, dramatización y
comentarios. Estos momentos son los puntos de referencia de una dinámica en espiral que, partiendo del
grupo, va hacia el individuo para regresar al grupo y emerger nuevamente en otro individuo.
El caldeamiento es un proceso que se da naturalmente: es el conjunto de procedimientos que preparan a
un organismo de modo que éste se encuentre condiciones óptimas para la acción.
Desde el punto de vista del esquema de roles, el caldeamiento tiene como objetivo lograr la retracción del sí
mismo psicológico y, por tanto, permitir el afloramiento de los roles poco o medianamente desarrollados, y
de los contenidos relacionados con ellos; y desde el punto de vista de la dinámica grupal, se intenta favorecer
la interacción, de modo que la comunicación radial centrada en el terapeuta pase a ser triangular entre los
integrantes, centrada en ellos, sus temas e interrelaciones. Este primer momento se conoce como
caldeamiento inespecífico. Progresivamente la atención de sus miembros se va centrando
espontáneamente en un tema y un clima emocional común, y relacionado con el momento grupal.
Este clima grupal es la trama de interacciones de la cual surge el protagonista y se prepara para la
dramatización. Momento, este, de caldeamiento específico.
La dramatización o acción dramática, en esta etapa, el material aportado por el protagonista es tratado con
técnicas activas con el fin de concretizarlo en el escenario y plasmarlo en su contexto particular y tratarlo
dentro de un campo terapéutico.
Bustos describe los tiempos de una dramatización:
a. Montaje: implica poner en el espacio dramático los elementos que constituyen la base de la escena.
Los dos parámetros a determinar esencialmente son: tiempo y espacio.
Lo primero que se describe es ¿dónde transcurre la acción?
El tiempo es el segundo parámetro, ¿Cuándo transcurre la acción? La escena transcurre en el único tiempo
existente en psicodrama: el presente indicativo.
b. Investigación: la pregunta eje es ¿de qué se trata? El Director debe evitar que cuente lo que ocurre.
La investigación de la escena comienza con la pregunta ¿quién inicia la acción? Si es el protagonista, la
consigna es: diga y haga lo que está haciendo. El Yo auxiliar desempeña su rol sin consignas, sin dar tonos
afectivos a su personaje. Hasta que el terapeuta va hilvanando la trama a partir de indicar un cambio de
roles.
Ponerse en el lugar del otro representa uno de los pasos más importantes para conocer la trama de una
escena. El primer cambio de roles es informativo, permitirá conocer el desempeño del “otro” en la escena.
En esta etapa, la emergencia del foco a trabajar surge y es señalizado mediante la concretización, la cual
consiste en dar presencia dramática a sentimientos o sensaciones variadas expresadas por el protagonista.
c. Elaboración: se abre la posibilidad de salir de la escena específica agregando elementos imaginarios.
La regla que aparece es investigar la relación estímulo respuesta, es decir, saber si la angustia
presente se basa en un conflicto actual o si corresponde a una experiencia anterior. Las técnicas
utilizadas en esta etapa son nuevamente cambio de roles, soliloquio, entrevista, concretización,
doble y espejo.
El doble debe estar atento a las señales no concordantes en el discurso.
Un espejo, es decir, poner al protagonista en posición de observador, poniendo un auxiliar en su lugar,
permite que esta comprensión de la diferencia de la fantasía y la realidad, se inscriba con mayor fuerza.
d. Resolución: esta etapa tiene como objetivo esencial abrir la posibilidad de alternativas. Terminar una
dramatización no quiere decir cerrarla. En algunos casos es bueno dejarla abierta, sin forzar salidas,
siempre que esto sea en el marco de un proceso terapéutico.
Lo básico de esta etapa es salir de los estereotipos.
La otra variable es la realización simbólica de deseos. Una vez comprendida la situación que ha sido foco del
trabajo psicodramático, puede ocurrir que quede el deseo de que ocurra en la escena algo que la realidad
no le permitió hacer.
El compartir, en este momento, el grupo reaparece después de haber quedado relegado durante la acción
dramática. El protagonista fue sociométricamente elegido, cumplió su función de portavoz y es hora de
devolverle el eco de su trabajo. La consigna es: ahora cada uno necesita sentir en qué punto le tocó la
dramatización.
Se definen las técnicas usadas más frecuentemente por el director:
Cambio de roles: consiste en indicar al protagonista que actúe desde el lugar de otra persona, concepto,
objeto o parte de sí mismo.
Entre sus objetivos se pueden destacar:
a. Los roles de personajes imaginarios, objetos y otros frecuentes facilitan el desempeño de conductas
y la exteriorización de pensamientos, emociones y otros aspectos del protagonista, que
habitualmente no se manifestarían.
b. El cambio de roles, especialmente con personas significativas, facilita: ver los acontecimientos, las
personas, desde el punto de vista de los otros; verse a sí mismo desde el punto de vista de otros; y
comprender y aceptar otros puntos de vista, necesidades, conductas.
c. Ciertos roles como el padre o la madre fallecidos, “partes interiores”, pueden facilitar el
descubrimiento de nuevas respuestas, recursos o soluciones, nuevos puntos de vista ante diversas
situaciones difíciles, temores, frustraciones o conflictos.
d. Cuando los roles corresponden a “partes o aspectos internos”, deseos o sentimientos contradictorios
o diferentes estilos de pensamiento y conducta propios posibles, pueden facilitar su aceptación,
elaboración, resolución y/o integración.
e. El cambio de roles con las personas que interactúan con el protagonista en la dramatización y son
representadas por auxiliares, sirven para “presentarlas” y para que el auxiliar conozca las conductas,
actitudes, pensamientos o palabras que deberá representar.
Soliloquio: es un monólogo, una acción consistente en hablar sin un interlocutor real presente que escuche,
es pensar en voz alta o hablar con uno mismo. En un psicodrama, cuando el director ordena un soliloquio,
se detiene la escena, se “congela”, y el protagonista comienza a expresar en voz alta sus sentimientos o
pensamientos en ese preciso momento.
Entre sus muchas consecuencias, podemos citar:
a. Facilitar la toma de conciencia y el reconocimiento del protagonista de sus sentimientos o
pensamientos.
b. Facilitar el conocimiento de los pensamientos y sentimientos del paciente/protagonista por parte del
terapeuta/director.
c. Si el soliloquio es de un auxiliar permitir que el protagonista conozca lo que podrían sentir o pensar
las otras personas sobre él o sobre la situación o el acontecimiento.
d. Realizado por el paciente, desde el rol de otras personas, facilitar la comprensión y aceptación de los
problemas, emociones, puntos de vista y causas del comportamiento de las mismas.
Doble: con esta técnica se intenta suplir las dificultades expresivas, las falencias yoicas del protagonista, ya
sea en sus aspectos verbales o corporales. Para llevarla a cabo, el protagonista representa su propio rol, y el
yo-auxiliar va agregando progresivamente los elementos que el protagonista no explícitos en la situación.
Al desempeñar un rol se produce una cierta disociación yoica: una parte desempeñando el rol y la otra
ejerciendo el control del resto de la personalidad, incluido el rol en actividad. El doble estaría dirigido, por
una parte, a reforzar el rol que se está desempeñando y, por otra, quizás la más importante, a
desenmascarara al yo, facilitándole que los contenidos retenidos, por diversas razones, emerjan, se
canalicen a través del rol y puedan ser integrados en el vínculo con el otro.
Concretización: a través de materializar las emociones, permitir interactuar con ellas, convirtiendo una
emoción o sensación en algo concreto.
Espejo: se emplea como objetivante del comportamiento, cuando el protagonista no está tomando en
cuenta lo que hace, y la imagen que da hacia los demás puede diferir sustancialmente de la que él percibe
de sí mismo.

Psicoterapia Gestáltica – Pirra


Antecedentes de la psicoterapia gestáltica
La psicología de la Gestalt, creada por Wertheimer con Kolher y Kofka descubrieron que el ser humano
percibe totalidades organizadas como configuraciones y patrones naturales y que éstos aparecen en la
experiencia directa del individuo. Esta escual, se centró sobre todo en el estudio de la percepción visual
acerca de lo cual elaboró una serie de leyes.
Una Gestalt es una configuración, una forma, una forma particular en la que se organizan las partes que la
constituyen. La premisa básica de la Psicología de la Gestalt es que la naturaleza humana se organiza en
formas o totalidades y es únicamente en función de las formas o totalidades y es vivenciada por el individuo
en esos términos, y puede ser comprendida únicamente en función de las formas o totalidades que las
componen.

Conceptos fundamenltaes del enfoque gestáltico


Holismo: la escena de la concepción holística de la realidad consiste en la percepción de la naturaleza como
un todo unificado, y coherente, toma al ser humano como un organismo unificado, es decir, en forma
holística. El hombre es capaz de funcionar en dos niveles cualitativamente diferentes: el nivel del pensar y el
nivel del actuar.
Sin embargo, la psicología de la Gestalt, contempla al ser humano como un todo y examina su
comportamiento, tal cual se manifiesta en el nivel aparente de la actividad física y en el nivel inaparente de
la actividad mental.
El holismo significa que el todo es más que la suma de las partes, es la unidad del organismo humano y la
unidad de la totalidad del campo organismo ambiente.
Proceso homeostático: Podemos llamar proceso homeostático al proceso de autorregulación, mediante el
cual el organismo interactúa con su ambiente.
Cuando el proceso homeostático falla en alguna medida; cuando el organismo permanece en un estado de
desequilibrio durante demasiado tiempo, y es incapaz de satisfacer sus necesidades, está enfermo.
El principio de la autorregulación del organismo no implica ni asegura la satisfacción de las necesidades. Da
por sentado que los organismos harán todo lo que puedan para regularse, de acuerdo con sus capacidades
y los recursos del ambiente.
El organismo hace lo que puede con los recursos que dispone.
Límite de contacto-retiro: ningún individuo es autosuficiente, el individuo puede existir únicamente en un
campo ambiental; el individuo es en todo momento parte del campo.
El ambiente no crea al individuo como tampoco el individuo crea al ambiente, cada cual tiene su carácter
particular debido a su relación consigo mismo, con el otro y con el todo. El estudio del modo como el ser
humano funciona en su ambiente es el estudio de aquello que ocurre en el límite de contacto entre el
individuo y su ambiente. Es en ese límite de contacto donde ocurren los eventos psicológicos.
El ambiente y el organismo están en relación de reciprocidad.
Los objetos del mundo reciben una catexis; en Gestalt esto significa que se convierten en figuras de los
objetos que son deseados porque ayudan a satisfacer las necesidades del individuo, se dice que tienen
catexis positiva; es decir, están en primer plano. Los objetos que son indeseables para el sujeto tienen una
catexis negativa, es decir, quedan en el fondo.
El individuo al tratar de adquirir los objetos con catexis positiva contacta con su ambiente, va hacia lo que lo
rodea. Por otra parte, tiene una orientación totalmente distinta hacia aquellos objetos o personas que tiene
una catexis negativa, a estos los quiere aniquilar o remover del campo, el retraerse o retirarse es un modo
de enfrentar el peligro.
El contactar el ambiente es en cierto sentido de la formación de una Gestalt.
El retraerse es cerrarla completamente.
Darse cuenta: el darse cuenta está caracterizado por el contacto, el sentir, la excitación y la formación de
una Gestalt.
El contacto es importante ya que éste puede existir sin el darse cuenta, pero el darse cuenta no puede existir
sin el contacto.
En la terapia gestáltica se intenta establecer un continum del darse cuenta. Este es necesario para que el
organismo funcione de un modo sano y eficaz solo cuando está basado y energizado por la necesidad
dominante actual del organismo. El acto del darse cuenta es siempre aquí y ahora, el ahora cambia cada
momento, el darse cuenta no puede ser estático, sino que es un producto de orientación que se renueva a
cada momento.
En un Awareness pleno, uno puede dar cuenta de la autorregulación organísmica, uno puede permitir al
organismo que se haga cargo sin interrumplirlo ni interferir y podemos fiarnos de la sabiduría del organismo.
Figura-fondo: la formación de una gestalt es la creación de una figura con un ambiente foto o campo.
Este siempre se encuentra presente, aunque puede disminuir en importancia.
La formación de la Gestalt es la formación de figuras que el organismo aprecia en el proceso de satisfacción
de sus necesidades.
El desarrollo de este concepto, nos permite adentrarnos a la noción gestáltica de necesidad.
Los terapeutas gestálticos consideran a la conducta motora y a las cualidades perceptuales de la experiencia
del individuo como organizadas por las necesidades organísmicas más relevantes. Cuando una necesidad es
satisfecha, la Gestalt organizada se completa o cierra y ya no ejerce más influencia, el organismo queda libre
para formar nuevas gestalts.
En psicoterapia gestáltica lo más importante es lograr una figura fuerte, ésta es per se la cura, y no solo un
signo de la cura, ya que es en sí misma la integración creativa de la experiencia.

La salud y la enfermedad: una mirada gestáltica


La terapia gestáltica se basa en la naturaleza, su inspiración y sus principios básicos se han desarrollado al
observar el funcionamiento libre de la naturaleza, de nuestro cuerpo, y de nuestra conducta sana y
espontánea.
Todo organismo es un sistema viviente, y como tal tiene características que lo definen. Cada uno de los
sistemas es un todo, cuya estructura específica deriva de la integración e interdependencia de sus partes.
Los organismos podrán mantener un intercambio continuo de energía y de materia con su entorno para
seguir viviendo, por esto son sistemas abiertos, que para satisfacer sus necesidades necesitan del contacto.
Si nuestra conducta está bien integrada, tendremos integridad, la construcción y destrucción de gestalts es,
en terapia gestáltica, definición funcional apropiada, significa que la experiencia de vivir tendrá la
profundidad y satisfacción característica de la salud.
En gestalt, se concibe a la salud como integración del organismo y el ambiente a través de adaptaciones
creadoras que se llevan a cabo por formación y destrucción de gestalts.
Un concepto más amplio de salud incluye que sepamos lo que necesitamos aceptando lo que somos en el
momento presente, ya que nuestras necesidades surgen de lo que somos aquí y ahora.
El enfoque gestáltico no usa divisiones categóricas (neurosis, psicosis, perversión) porque son opuestos a
este enfoque.
La división mente cuerpo no tiene cabida ya que, desde este enfoque, no es ni la mente ni el cuerpo quienes
están enfermos; todo el ser está enfermo.
En la terapia gestáltica los síntomas se entienden como intentos que hacen, los individuos para solucionar
un problema grave interno y de la mejor manera posible, dada la conciencia limitada de la situación.

El rol de terapueta gestáltico


En Gestalt se atiende a los detalles de la existencia y a la manera de vivir la vida; la terapia consiste en llevar
al individuo a un contacto más estrecho con el ambiente y con una mayor conciencia del presente. El estar
conciente del presente es prestar atención a cómo el ser humano va viviendo realmente su vida.
En terapia gestáltica nada existe sin tomar en cuenta el aquí y ahora lo que se vive, lo que se siente y lo que
se hace en ese momento.
La condición sine qua non es el cambio: la transmutación de una forma en otra, de un símbolo a un insight,
de un gesto en un nuevo comportamiento.
Esta mirada es proporcionada por el método fenomenológico; el poder abstraerse de los aprendizajes y
experiencias previas y vivir plenamente lo que está aconteciendo a través de la exploración, sin hacer nada,
solo dejando que el proceso del paciente se vaya dando y estando en contacto con lo que le pasa.
En psicoterapia el proceso creativo depende básicamente de dos elementos; el primero es la relación del
terapeuta con la integridad presente del cliente, esta integridad es su manera de actuar en el mundo, que
incluye también los síntomas, las insatisfacciones y conductas que obstaculizan el cambio.
El segundo elemento del proceso creativo es el modelo revolucionario. Aquí el terapeuta se identifica con
los aspectos más radicales de la personalidad de su cliente, con aquella parte de éste que espera permiso
para ensayar maneras nuevas de experimentarse a sí mismo.
El psicoterapeuta debe permitirse actuar espontáneamente, y empezar a desorganizar activamente las viejas
pautas de experiencia y comportamiento, al mismo tiempo que refuerza otras nuevas. El campo de la
psicoterapia es la later-experiencia, es decir, la relación entre mi experiencia de ti y tu experiencia de mí. El
diálogo es un espacio importante de la terapia gestáltica, solo puede ocurrir cuando dos personas se hacen
presentes, no puede dirigirse, sino que surge cuando hay un verdadero contacto; siendo uno mismo,
contactándonos con el otro, esta es la actitud dialogal.

Terapia del aquí y ahora – Perls


Desde el punto de vista gestáltico, el neurótico no es meramente una persona que una vez tuvo un problema,
es una persona que tiene un problema continuado, aquí y ahora, en el presente. Sus dificultades de hoy se
relacionan con el modo como se comporta hoy. No se lleva bien, en el presente y, a menos que aprende a
resolver los problemas a medida que surgen, tampoco será capaz de llevarse bien en el futuro.
El objetivo de la terapia debe ser entonces darle al paciente los medios con los cuales pueda resolver sus
problemas actuales y cualquiera que pudiera surgir mañana o en el futuro. Esa herramienta es el autoapoyo
y esto lo logra enfrentándose consigo mismo y con sus problemas con todos los medios a su alcance en el
momento, de inmediato. Cada problema solucionado hace más fácil la resolución del próximo, ya que cada
solución aumenta su autoapoyo.
El neurótico es por definición una persona cuya dificultades hacen que su vida presente sea un fracaso.
El neurótico encuentra difícil participar plenamente en el presente, le interfieren sus asuntos inconclusos del
pasado. Sus problemas existen en el aquí y ahora, y sin embargo muy frecuentemente hay sólo una parte de
él aquí como para encararlos. Mediante la terapia debe aprender a vivir el presente y sus sesiones
terapéuticas deben ser sus primeros ensayos en esta tarea.
La terapia gestáltica es una terapia vivencial. Le pedimos a nuestros pacientes que revivencien sus problemas
y sus traumas en el aquí y ahora.
El terapeuta debe ser sensible a la superficie que presenta el paciente, de modo que la capacidad de darse
cuenta más amplia del terapeuta se puede convertir en el medio ambiente el cual el paciente puede
incrementar la propia capacidad de darse cuenta.
La frase central con la cual le pedimos a nuestros pacientes que comiencen su terapia y que mantenemos
durante su transcurso y no tan sólo en palabras sino que en su espíritu, es la sencilla frase: “ahora me doy
cuenta…”, el ahora nos manifiesta en el presente y recalca el hecho de que ninguna experiencia o vivencia
es posible a menos que sea en el presten. Y desde luego el presente mismo es una experiencia siempre
cambiante.
El “yo” se utiliza como antídoto del “it” y desarrolla el sentido de responsabilidad que tiene el paciente sobre
sus propios sentimientos, pensamientos y síntomas. El “soy” es un símbolo existencial.
El “me doy cuenta” le da al paciente un sentido de sus propias capacidades de sus habilidades y de su
equipamiento sensórico e intelectual. El darse cuenta siempre transcurre en el presente. La rutina y los
hábitos son funciones establecidas y cualquier necesidad de modificarlos requiere que sean traídos al foco
del darse cuenta en forma renovada. La mera idea de cambiarlos presume la posibilidad de modos
alternativos de pensar y actuar. Sin la capacidad de darse cuenta, no hay cognición electiva.
No basta con recordar un incidente del pasado, uno tiene que volver a él sicodramáticamente. Del mismo
modo que hablar de uno mismo es una resistencia en contra de vivenciarse uno mismo, así también la
memoria de una experiencia la deja aislada como depósito del pasado. Lo importante es el evento
inconcluso, que aún vivo e interrumpido, espera ser asimilado e integrado. Es aquí y ahora, en el presente,
donde debe llevarse a cabo esta asimilación.
Este “quedarse con” es una apertura a la posibilidad de desarrollar contacto con el sí mismo.
El proceso terapéutico (que es el establecimiento del sí mismo mediante la integración de las partes
disociadas de la personalidad) debe llevar al paciente al punto en que ya no se siga interrumpiendo a sí
mismo, es decir, hasta el punto en que ya no es neurótico. Lo que corresponde hacer es percatarnos y tratar
con los cómo de cada interrupción, antes que con el censurador, que equivale al postulado de Freud del
porqué de la interrupción.
El pequeño tiene que probar el mundo, tiene que descubrir sus posibilidades, tiene que tratar de expandir
sus fronteras, tiene que experimentar cuán lejos puede llegar. Pero al mismo tiempo hay que evitar que se
dañe seriamente a sí mismo o a otros. Tiene que aprender a enfrentar las interrupciones.
El problema más serio comienza cuando los padres interfieren con la maduración del niño, ya sea mimándolo
e interrumpiendo sus intentos de comenzar su propia orientación. Si consideran al niño como una posesión
que debe ser exhibida intentarán crear precocidad haciéndole exigencias ambiciosas, que él no puede
realizar por carecer en ese momento de apoyo interno suficiente.
Nuestros pacientes llegan hasta nosotros habiendo incorporado las interrupciones de sus padres en sus
propias vidas, y esto es introyección. Llegan hasta nosotros habiendo desposeído las partes ofensivas de sí
mismos, esto es proyección. Puee que conviertan las cualidades que sus padres consideraban y las
manifestaciones que acarreaban, en contra de sí mismos. Esto es retroflección. Puede que hayan llegado a
tal grado de confusión con las interrupciones de sus padres que renuncian completamente a su identidad y
se olvidan la diferencia y la relación existente entre sus necesidades internas y los medios externos de
satisfacerlos. Este resultado es confluencia.

El proceso creativo en la terapia gestáltica – Zinker


Permiso para crear
La creatividad no es sólo el concepto, sino el acto mismo; la realización de lo que es urgente, de lo que
necesita ser afirmado. No es sólo expresión del espectro total de la experiencia y sentimiento de unicidad
de cada persona, sino también un acto social, un compartir con nuestros semejantes esa celebración, esa
afirmación de vivir una vida plena.
Mi objetivo como terapeuta y como persona es considerar la totalidad de mi vida la manera en que me
muevo, trabajo, amo y vivo, como arte, como un proceso creativo.

Aspectos de la terapia creativa


La terapia es el proceso de cambiar la toma de conciencia y la conducta. La condición sine qua non del
proceso creativo es el cambio: la transmutación de una forma en otra, de un símbolo en un insight, de un
gesto en un nuevo conjunto de comportamientos, de un sueño en una representación dramática. De este
modo la creatividad y la psicoterapia se interconectan en un nivel fundamental: la transformación, la
metamorfosis, el cambio.
El terapeuta crea un espacio, un laboratorio, un campo de prueba para que el cliente se explore activamente
a sí mismo como ser viviente. Esta es la responsabilidad primaria del terapeuta hacia su cliente.

Como un encuentro amoroso


En el proceso creativo tomamos contacto con nuestra dulzura, nuestro deseo, nuestra intención poderosa y
nuestra profunda meditación.
Podemos decir del amor que es una especie de tensión creativa. "Quedarse" con esta tensión es una tarea
enormemente difícil, en especial porque nuestra sociedad tiende a vender placer envasado para la
satisfacción inmediata.
Mi amor por el cliente es un amor altruista: es más un sentimiento de buena voluntad hacia la humanidad.
Busco el bien de mi cliente, me guste éste o no.
El amor desinteresado del terapeuta engendra confianza. Porque el proceso a menudo trata con las partes
más vulnerables de la persona, la confianza debe estar siempre presente para que ambas partes se permitan
manifestar sus sentimientos.
El amor de los clientes hacia el terapeuta varía según la etapa de su desarrollo y de acuerdo con las
circunstancias específicas vitales de cada persona. El cliente proyecta a menudo fantasmas de su pasado
sobre el terapeuta. La psicoterapia es en cierto modo la resolución de la percepción que el paciente tiene
del terapeuta.
Cuando el cliente llega a un nivel más alto de desarrollo, puede apreciarme y amarme a la manera de abuelo
en que me esfuerzo por experimentarlo a él. En los niveles más avanzados de la relación, ambos nos
turnamos en el papel de abuelos, cada uno utiliza su propia capacidad para enriquecer la vida del otro.

Como un proceso de crecimiento


El proceso creativo es terapéutico por sí mismo, porque nos permite expresarnos y examinar el contenido y
las dimensiones de nuestra vida interior.
La profundidad, duración y alcance con que se cultiva cada medio de expresión son los demás factores
significativos que definen la plenitud de la vida.
Hacer arte es una forma de concretar nuestra necesidad de un tipo de vida más amplia y más profunda. En
el proceso de creación, extendemos nuestra psiquis, tocando aspectos de nuestros orígenes, tanto
personales como arquetípicos.
Nos sentimos impulsados a crear. Debemos arriesgarnos a proyectar la imagen más personal e idiosincrásica
sobre los objetos, las palabras y otros símbolos: el mismo tipo de riesgo que aceptamos al amar a otro.

Como resolución de problemas


Cada encuentro creativo es una búsqueda y una resolución parcial de un “problema”, en el más amplio
sentido estético del término.
El "problema" del terapeuta es establecer un mapa cognitivo adecuado que incluya la experiencia que tiene
el cliente de sí mismo, y fijar luego los pasos concretos que hagan posible la solución para el cliente. Como
buen guía el terapeuta debe conocer las características del terreno, de modo que el sendero elegido
conduzca a la persona adonde desea llegar, en el momento en que esté preparada para hacerlo.

Como aprendizaje Tao


El aprendizaje Tao se produce cuando un individuo experimenta su propia fuerza de movimiento y sus
posibilidades exploratorias. El aprendizaje Tao es iniciado por el individuo, quien luego se mueve
gradualmente paso a paso. La persona comienza a valorar el proceso en sí mismo, como proceso, en lugar
de quemar etapas para alcanzar una meta oscura y enigmática, que se experimenta a menudo como
perteneciente a "ellos", al otro, al padre o terapeuta.
Hace falta una disciplina inmaculada de parte del terapeuta para poder acompañar el proceso de otra
persona, para evitar "acosarlo" prematuramente con explicaciones y aclaraciones. Estas acciones
prematuras provienen generalmente de la propia ansiedad del terapeuta por justificar su rol de persona que
ayuda y que sabe; no provienen del respeto hacia la naturaleza estética del cliente como un individuo único
que se mueve en el tiempo y el espacio en un sendero válido.
Permitir que el proceso se desarrolle no lo priva a uno de su poder. El terapeuta está siempre allí empujando,
hurgando, disfrutando, riendo y flotando en un sentimiento de maravilla y fascinación. Esta postura le
permite a uno la libertad de ser un aprendiz y jugar con hipótesis en lugar de quedar fijado a eternas
verdades marchitas y a un sentimiento rutinario de la propia virtud.

Como proyección
La proyección creativa implica un diálogo con el propio sí-mismo que luego se concreta en un concepto, una
pintura, una escultura o un comportamiento.
Toda persona está preñada de proyectos, aunque temerosa del deleite aterrador de expresarlos
plenamente.
La proyección es una forma de escapismo. Es fácil negar nuestros propios talentos, parcialidades, prejuicios.
Generalmente consideramos que el mundo engendra estas cualidades, en lugar de mirar hacia dentro para
lograr un insight de su naturaleza en nosotros mismos. En la proyección patológica, el impotente ve un
mundo castrador, el colérico lo ve destructivo, el cruel lo ve sádico y aquel que teme su homosexualidad ve
homosexuales por todas partes. Cada uno colorea el mundo con su propia vida interna. La vida interna
perturbada busca y encuentra pesadillas, aunque deba alucinarlas.
La diferencia entre las proyecciones patológicas que tanto tememos y las proyecciones creativas radica en
la relación del creador con su entorno y su poder sobre él. La psicoterapia permite al individuo dialogar con
proyecciones atemorizantes y adueñarse de ellas, transformándolas en creativas.
La proyección se vuelve creativa en tres pasos. Primero, el individuo aprende a poseer aquello que teme en
el mundo, por ejemplo: "Estoy asustado de mi crueldad." Segundo, comienza un diálogo entre su crueldad y
su ternura o alguna otra polaridad dentro de sí mismo.
De este modo, la persona con todas las fuerzas polarizadas dentro de sí y comienza a experimentar su
totalidad.
Finalmente, el individuo transforma su dilema en un producto o acto concreto.
La terapia creativa posibilita a la persona tomar contacto con la energía congelada en el conflicto y
convertirla en disponible para la propia realización y la realización de la humanidad.

Como una experiencia trascendente religiosa


En el proceso de hacer algo, una persona no sólo ilumina e ilustra su vida interior, sino que se coloca más
allá de la expresión personal para realizar algo significativo por sí mismo. El trabajo adquiere su propia validez
interna, su propia integridad. En este proceso de hacer algo que se sostiene por su propia estructura integral,
el creador toma contacto con una realidad concreta fuera de su vida subjetiva y se mueve hacia el reino de
lo trascendente. Al tomar y renunciar a su producto, el creador toca y renuncia a su identidad personal.
No es fácil estar en contacto con otra persona, prestar atención a la concientización del otro sin desviarse
del proceso hablando de uno mismo. Esto no significa que nos olvidemos de nosotros mismos, sino que
debemos apreciar al otro con todos nuestros recursos interiores. Este proceso de comprometerse
totalmente con otro sin perder el sentido de la propia identidad, sin perder los propios límites, puede ser
una experiencia profundamente movilizadora.
Resulta una paradoja interesante el hecho de que descubrimos nuestros éxtasis íntimos más importantes en
el proceso de trasponernos a nosotros mismos al internarnos en otras vidas.

Terapia guestáltica y creatividad


La terapia creativa trata a la persona como un medio artístico. El terapeuta creativo ve al cliente en su
totalidad.
La terapia guestáltica es realmente un permiso para ser creativo. Nuestro instrumento metodológico básico
es el experimento, una aproximación conductista para desplazarse hacia un funcionamiento nuevo. El
experimento se dirige hacia un funcionamiento nuevo. Los experimentos pueden ir desde un simple juego
hasta revelaciones conceptuales profundas.
Las implicancias y los resultados posibles de una experiencia tan sencilla son enormes. Suponen la
exageración de una polaridad del sí-mismo, observaciones de postura, lenguaje, cualidad de la voz y
respiración, lo mismo que las formulaciones teóricas no expresadas del terapeuta acerca, digamos, de la
conducta o experiencia adulta no desarrollada de esta persona particular. De modo que este pequeño
experimento es sólo el comienzo del trabajo, una mera extensión a la conducta de las palabras presentadas
en ese momento al terapeuta.
La experimentación es poderosamente eficaz también en los grupos, porque es sostenida por la variada
creatividad de una comunidad total.
Para que la terapia guestáltica sobreviva, debe representar esta especie de proceso de crecimiento
integrativo y de generosidad creativa.

El salto creativo
En psicoterapia, el proceso creativo depende básicamente de dos elementos. EI primero es la relación del
terapeuta con la integridad presente del cliente. Todo individuo, al iniciar la terapia, posee una integridad
personal que le es propia. Esto significa que ha desarrollado, a lo largo de muchos años, maneras de actuar
en el mundo que tienen, para él, unidad estructural y funcional. Tal unidad incluye también aquellos de sus
"síntomas", insatisfacciones y conductas que, a juicio del terapeuta, obstaculizan la capacidad del cliente
para cambiar. Todo ese haz de sentimientos, actitudes físicas y estilos verbales es lo que se halla
comprendido en la integridad de la persona, y ésta recurre a la terapia de grupo o individua] no tanto para
modificar ese sentimiento de ser ella misma cuanto para ejercitarlo.
Establecer contacto con esa integridad supone aplicarse por entero a averiguar “cómo es ser una persona
como ésta”.
El segundo elemento del proceso creativo es el moldeo revolucionario. Aquí el terapeuta se identifica con
los aspectos más radicales de la personalidad de su cliente, con aquella parte de éste que espera permiso
para ensayar maneras nuevas o genuinamente sorprendentes de experimentarse a sí mismo.
El cliente vive en forma constante el dilema existencial de sentirse desgarrado entre el doloroso bienestar
de su integridad presente y su necesidad de cambiar. En general, el proceso creativo se ve obstaculizado
cuando paciente y terapeuta, sin advertirlo, se identifican con las distintas partes de la personalidad del
primero.
Es precisamente en este proceso de compartir a ritmo y explorar en forma activa la vida interior del cliente
donde comienza a modificarse la estructura personal original de éste.

Los cimientos
El proceso creativo empieza por la apreciación de eso que está allí: la esencia, la claridad, el impacto de lo
que nos rodea.
El terapeuta es capaz de apreciar en todo su alcance la vida que lo rodea, y ello incluye el paisaje que forman
la existencia de su paciente. Para ayudar a alguien ustedes deben amarlo en forma básica, simple. Deben
amar a la persona que tienen enfrente, no un objetivo que proponen para ella. No es posible amar imágenes
futuras de otro sin ausentarse de la persona que está sentada enfrente.
Evaluaciones del proceso
El cliente debe ser llevado a lo largo de una serie gradual de experiencias antes de que esté en condiciones
de captar un nuevo concepto de sí mismo y avanzar, mediante su propia conducta, en esa dirección. Usted
puede ordenar al cliente que haga una u otra cosa por usted, y él incluso puede cooperar, pero si en él no se
ha operado el proceso de crearse su propia disposición a hacerlas, no se obtiene nada importante, aparte,
tal vez de embarcarse en una discusión, o deprimirse, o sentir que, como quiera que sea no nos comunicamos
uno con el otro.
En psicoterapia, otra parte del proceso consiste en permanecer abierto a las muchísimas posibilidades que
se presentan a la persona o al grupo. Cada hipótesis, o intercambio o experimento nuevo debe ser
considerado una exploración, una posibilidad que, si "prende" en la persona, se abrirá paso progresivamente
hacia las capas más profundas de su ser.

Sistemas generadores y transformadores de energía


La psicoterapia es el proceso viviente de atizar los fuegos interiores del cliente. Supone intercambiar energías
con éste, intercambio que estimula y nutre a la otra persona, sin agotar la vitalidad y la fuerza de uno mismo.
Para que una persona “trabaje” en terapia y en consecuencia, practique ese intercambio, necesita energía.
El paciente sólo es la persona que cree ser: su experiencia es la de cuidarse a sí mismo.
En consecuencia, la energía de la persona y el punto focal de esa energía pueden no hallarse en su conciencia,
o bien ser experimentados bajo una forma negativa.
Es tarea del terapeuta localizar, movilizar y modificar esa energía para ponerla al servicio de una conducta
nueva, más adaptable y fluida.
Aunque gran parte de la terapia se funda en el intercambio verbal, con frecuencia el paciente pone escasa
energía en sus verbalizaciones. El terapeuta cae con frecuencia en la trampa de canjear con el cliente
palabras estériles, que vacían de energía, de lo que resulta un sentimiento de pesadez e incluso de depresión
tanto para el terapeuta como para el paciente.
Si no se puede localizar la energía en parte alguna de la persona, entonces es posible “insuflársela”.
Para crear uno necesita "savia", y si la savia no está en los sentimientos o el lenguaje de la persona, con
seguridad esta en alguna parte de su cuerpo. La recuperación de la energía corporal nutre el espíritu de la
persona y pone color en el contenido de su lenguaje.

Modelo revolucionario
Lo extraordinario de la terapia guestáltica reside en que me permite buscar en ella todo lo que realmente
puede ofrecerle a mi paciente particular y, al mismo tiempo, me permite trasladar mis corazonadas a hechos
experimentales. En el mejor de los casos, tales experimentos tienen la posibilidad de abrir un camino a través
de modalidades de carácter ya formadas: en el peor, fracasan o provocan una fuerte reacción en sentido
contrario.
En condiciones apropiadas, es posible abordar un experimento sin mayor preparación previa.
El salto creativo constituye la culminación de las propias corazonadas clínicas y de una inventiva atrevida.
El proceso creativo se da en un equilibrio entre ¡a base empírica de lo que está allí, por un lado, y el salto de
conducta hacia territorios extraños, por otro. El salto creativo rompe las reglas que prescriben no apartarse
en momento alguno del proceso. Para dar bien ese salto, es preciso arriesgarse y disponerse a un fracaso
momentáneo, efectuar un cambio de velocidades y pasar a otra cosa que parece mejor, o trasladarse a algo
que al paciente le resulta más transitable.

Contexto y metáfora
Para crear metáforas nuevas uno debe también cobrar distancia respecto de las propias necesidades:
necesidades que limitan el propio alcance intelectual, necesidades de éxito, de aprobación o de satisfacción
sexual. Si quiero inventar nuevos contextos para la otra persona debo aprender a escucharla sin querer, a
tocarla sin desear, a amarla sin estrujar, a mirarla fijamente sin manifiesta pedantería.
En suma, el proceso de la terapia guestáltica no consiste sólo en la continua invención de nuevos modos de
verse a sí mismo. También consiste en poner a prueba continuamente, mediante el comportamiento, esos
modelos innovadores, en las condiciones de seguridad que brinda un medio tolerante para con la actitud
creativa.

Integraciones nuevas
Otra parte del proceso creativo es, en la terapia guestáltica, la integración de polaridades dentro de la
personalidad del paciente.
Resulta bastante simple cuestionar la visión que el paciente tiene de sí mismo, o bien desafiar su
pensamiento y estimular su marcha en otra dirección. Estos intercambios verbales echan las bases de
conocimiento necesarias para que la persona modifique el concepto restringido que tiene de sí misma. Pero
también necesitan ser reforzados e inculcados a fondo mediante el experimento. Este no sólo aporta una
versión exagerada de la conducta polar de la persona; asimismo, lo cual es más importante, contribuye a la
integración creativa de esas polaridades y a una mayor totalidad de experiencia y expresión.

Resistencia: estabilidad contra cambio


Todo movimiento engendra resistencia. Como la experiencia es un fluir constante, también ella despierta
una resistencia interior. Esa resistencia interior mía, la siento como una renuencia a modificar mi propio
modo de hacer las cosas, de comportarme como es propio de mí en la vida cotidiana. En cambio, ese yo mío
que permanece constante me resulta cómodo. Y también me resulta cómodo mi fluir, pero sólo si éste se
opera a un ritmo que me resulte seguro y francamente suave, es decir, si ese cambio pone de relieve el yo
que yo mismo experimento.
Aunque lo que puede observarse es que yo me resisto a alguna conducta, idea o actitud, mi propia
experiencia me dice que estoy actuando para preservar, mantener y acentuar mi propio yo, mi integridad.
Mi proceso de ser y de experimentar es teñido constantemente por mis necesidades, su frustración y su
satisfacción. En la medida en que soy un organismo complejo y sin embargo fácilmente programado, puedo
aprender a bloquear la satisfacción de mi propia necesidad. Tal bloqueo puede perpetrarse en cualquier
nivel del proceso de ingerir y asimilar, lo cual incluye lo que recibo por la vía de mi sensibilidad, así como lo
que hacen mis glándulas, otros órganos corporales y mis músculos, y lo que corresponde a varias otras
funciones vitales de sostén, como la respiración.
Toda patología puede ser entendida como una interrupción amplia y crónica del proceso en virtud del cual
la persona avanza hacia la satisfacción de toda la escala de sus necesidades.
Todos los procesos humanos incluyen fuerzas polares. Una de las polaridades centrales de nuestra existencia
es la de "estabilidad contra cambio", o sea, necesidad de saber contra miedo de saber. Nos guste o no, somos
seres sujetos a hábitos y de conducta repetitiva. Constantemente luchamos por mejorar nuestra suerte y
modificar nuestro futuro. Gran parte da nuestra energía se consume en la tensión entre esas dos fuerzas. Y
toda terapia que se propone modificar el comportamiento debe enfrentar ese fenómeno polar partiendo de
la base de que está en el primer plano de la conducta.
Es preciso tener paciencia. El terapeuta creativo es capaz de apreciar el proceso de su propia experiencia en
marcha sin "empujar" el río corriente arriba. Es capaz de observar las unidades, pequeñas y al parecer
insignificantes, de su experiencia. De ellas emergen constructos nuevos y visiones especiales de su mundo.

La actitud creativa
Para mí, la tarea del terapeuta es como la del artista. El medio es una vida humana. Se admita o no esta
afirmación, el terapeuta eficiente da forma a vidas. Con harta frecuencia, el terapeuta no es honesto acerca
de su poderosa influencia sobre otros y no desea asumir la responsabilidad de su propia conducta.
Toda vida humana posee una integridad que le pertenece. El terapeuta debe aprender a conservar su poder
y capacidad técnica como tal sin perder respeto por la otra persona. El terapeuta no puede permitirse dejarse
llevar por el poder que tiene sobre otros, de la misma forma en que no puede permitirse abdicar de ese
poder.

El terapeuta como artista


Esencias, valores y actitudes
Vivir mi vida supone esa combinación de estar allí, tomando todo cuanto se encuentre disponible y, al mismo
tiempo, dejando irse ese pasajero escenario: tomando y dejando ir. En esta forma, vivir una vida plena es un
constante ensayo de renunciar a la propia vida. Pues finalmente debemos renunciar a todo cuanto es valioso
para nosotros.
Una vida creadora exige trabajar duro. Los resultados, los productos del trabajo pueden ser o no
gratificantes; aun cuando no lo sean, uno es nutrido por el proceso en curso. En el festín de la creación, el
plato de fondo es el proceso mismo.
El terapeuta inventivo, experimental, posee rica imaginería propia.
Persona sensible a lo estético, el terapeuta creativo posee sentido de la gracia, la estructura, el orden y el
ritmo de vida.
El amor por el juego forma parte esencial de la vida creadora. El juego no resulta de un conjuro; no se lo
maquina para ver qué ocurre. Más bien, forma parte intrínseca de la propia vida.
Otra característica del innovador radica en el interés que le inspiran los misterios no revelados que hay en
él mismo y en otros. Las posibilidades desconocidas que se ocultan bajo la superficie de las vidas humanas
lo excitan.
Para quien escucha durante todo el día historias de infortunio, poseer cierto sentido del humor es
indispensable.
Con harta frecuencia, el terapeuta se atasca en ese papel serio en que asiente con la cabeza, frunce el ceño
y gime en silencio. Acepta la experiencia de la otra persona en una perspectiva chata, literal. No se permite
crear otras imágenes y otras clases de telón de fondo contra las cuales pueda observar, en beneficio del
paciente, un rasgo de conducta o una preocupación particular.
La situación de psicoterapia es un laboratorio, una oportunidad de mirarse en una diversidad de espejos. El
humor nos permite poner el mundo al revés tornar extraño lo familiar.
A menudo el terapeuta supone que la otra persona desea que él desentrañe su síntoma. Considerarse un
mero extractor de síntomas es limitativo.
El terapeuta creativo es capaz de interesarse por la experiencia vital de otra persona y sin embargo mantener
distancia respecto de ella. Puede abrirse a la experiencia de otro, asimilarla y seguirla, sin renunciar a sus
propias reminiscencias ni a su independencia de pensamiento. Esta capacidad de apegarse a otra persona y
recibirla y al mismo tiempo conservarse distante y atento a sus propios procesos internos es lo que torna al
terapeuta útil para su paciente.
El peor enemigo del terapeuta es aquel estado en que se encuentra profundamente identificado con su
paciente, hundido en la piel psíquica del otro. Los li mite s psíquicos -lo que llamamos límites de contacto-
empiezan a fundirse. Tal caso se denomina confluencia: pérdida de diferenciación entre dos personas. El
conflicto creativo, o simplemente el contacto positivo, es sacrificado en aras de interacciones de rutina,
chatas, estáticas y sin riesgo alguno.
A despecho de lo que preveo, no precipito un resultado prefabricado, de acuerdo con mis deseos, de la
sesión. Quiero permanecer en la situación por difícil que resulte y proseguir su exploración en detalle lo
bastante abiertamente como para dar entrada a una variedad de factores. Por lo general, esa exploración
no me frustra ni me confunde. Me mantengo capaz de impartir cierta dirección temática a la sesión de
terapia. Esta capacidad de seguir el tema y el desarrollo de la sesión se llama "rastreamiento".
El terapeuta creativo tiene una virtud importante que denomino capacidad de asombro. Tal sentido del
asombro me otorga la posibilidad de sorprenderme ante una cualidad especial que advierto en otra persona.
El terapeuta creativo se arriesga. Aspira a internarse en un experimento, en un modo de ver las cosas, o en
cierto comportamiento de resultado azaroso, cuando no peligroso. Posee destreza y dotes de previsión
suficientes como para que, si la situación se encamina mal, su forma de guiarla le permita sacarla a flote.

Capacidades, aptitudes y técnicas


El terapeuta creativo es experimental. Su actitud es la de utilizarse a sí mismo, así como a su paciente y los
objetos del contorno, al servicio de la invención de visiones nuevas de la persona.
El plan maestro no es rígido, ni lo son las transformaciones entre las etapas. Los "movimientos" pueden en
rigor modificarse de modo que se ajusten a cambios evolutivos que transmiten al paciente energía y
significado. No formulo interpretaciones sobre el sentido de sus acciones. Me remito al proceso natural de
aprendizaje que se opera en su beneficio a medida que trabaja.
Para innovar, el terapeuta creativo necesita tomar contacto con las bases concretas de las manifestaciones
abstractas de su paciente. Debe separar la palabra de la experiencia, escuchar la palabra y visualizar el hecho.
Al enfrentar las experiencias con las palabras, el terapeuta puede crear hechos dramáticos que transforman
ante sus propios ojos la vida del paciente.
En la analogía personal, el individuo intenta identificarse con el concepto. La analogía directa consiste en “la
comparación propiamente dicha de hechos, conocimientos o tecnologías paralelas”.
En la analogía simbólica, la persona tiene oportunidad de emplear imágenes impersonales para describir
una idea. La analogía fantástica puede tener aplicación más directa en nuestra tarea y estamos bastante
familiarizados con ella.
En su esfuerzo por asegurar un tema claro en el trabajo de su cliente, el terapeuta novicio a menudo ignora
los comentarios que éste formula "fuera de propósito", considerándolos como meras "resistencias" a
trabajar. Como es obvio, la acción fuera de propósito debe ser empleada en forma selectiva, no para
distraerse uno mismo con inutilidades. El terapeuta sagaz tiene la corazonada de que un particular
fragmento de información arrojará resultados.
El terapeuta creativo presenta varias otras características que se relaciona con su trabajo:
1. Capacidad para advertir el momento en que se puede llegar al interior del paciente, se lo puede
activar y conmover;
2. Conocimiento de dónde se encuentran los "botones" psíquicos y del instante en que se los debe
pulsar;
3. Capacidad para accionar la palanca de cambios, o sea, dejar ciertas cosas y pasar a otras zonas de
mayor interés;
4. Voluntad de apremiar, enfrentar, halagar, persuadir, activar a la persona para que haga su trabajo, y
5. Sabiduría para saber cuándo debe dejarse a la persona en estado de confusión, de modo que ella
pueda aprender a forjarse su propia claridad.
No en todas las sesiones la dirección tiene pureza, ni todas están colmadas de energía y dramaticidad
enormes. Cuando se ha establecido claramente un tema, es fácil "empujar" al paciente en determinada
dirección. Pero incluso ese acto de empujar debe poseer integridad estética. Hay diferencia entre impulsar
y rechazar entre alentar e intimidar, entre enfrentar y disminuir.
En resumen, el terapeuta creativo debe ser capaz de integrar dos estilos de conciencia, dos estilos de ser en
el mundo:
Asir firmemente Y colgar flojo y suelto
Ser activo Y vivir en asombro pasivo y receptivo
Analizar particularidades Y ver la totalidad, la Gestalt
Estar en el control Y fluir en el proceso
Estar ser seguro Y permitirse sentir confusión
Ser serio Y jugar, tener sentido del humor
Ser curioso Y dejarse flotar en el embotamiento
Experimentar carencias en secuencias Y ver simultáneamente todo
Nombrar las cosas Y experimentar imaginería fantasiosa
Ser intelectual Y prestar atención a las intuiciones

Lo que bloquea a la creatividad


Sus maneras de atascarse son dos. En primer término, su actitud profesional y su orientación teórica
formalizan su tarea e imparten rigidez a su enfoque. En segundo lugar, el terapeuta, como muchas otras
personas, es trabado por algunas equivocaciones acerca de la creatividad. Si tiene formación científica o se
orienta por la investigación, se topa con el insensato concepto de que ciencia y arte no se mezclan.
A continuación se presenta cada uno de los bloqueos a la creatividad y se lo define en forma muy abreviada:
1. Miedo a fracasar: El terapeuta adopta una posición segura. Sus interacciones tienen tono vacilante y
de disculpa, y tiende a sostener con sus clientes conversaciones de tipo confluente. En general se lo
percibe como apoyo, no como desafío o fuente de energía.
2. Renuencia a jugar: Aquí vemos al terapeuta grave y serio, a quien le resulta difícil dar cabida al humor
en su trabajo. Le cuesta hacer experimentos con nuevas maneras de sentir y vivir a su paciente. No
es capaz de reírse de sí mismo.
3. Miopía ante los recursos: Este terapeuta habla por lo general demasiado. Principalmente
cognoscitivo, no acierta a explorar la relación entre el cliente y el medio.
4. Exceso de certeza: Por lo general, el terapeuta que se excede en la certeza, confía exclusivamente en
una sola escuela de terapia. Se aferra a técnicas específicas. Tiende a no leer sobre el trabajo de otros
y a no incorporarlo a su propio estilo.
5. Evitación de frustraciones: Todo terapeuta tiene sus “puntos ciegos”, áreas de dificultad que le son
propias. "Niega" o evita la frustración en el campo de la ira o de la sexualidad si la ira o la sexualidad
desbaratan su propio funcionamiento. Inconscientemente dirige los asuntos o temas hacia zonas en
las que tiene experiencia, donde siente que puede hacer algo constructivo.
6. Sujeción a la costumbre: Aquellos de nosotros que hemos sido pacientes imitamos a menudo el
modelo que conocimos en nuestros maestros-terapeutas. Desempeñamos el papel correspondiente
a nuestros modelos de terapeuta ideal, en vez de ser naturales y sentirnos cómodos siendo lo que
somos.
7. Vida empobrecida de la fantasía: Con frecuencia el terapeuta restringe la vida de su propia fantasía,
tiende a sintonizar la esfera práctica, la situación de su paciente, antes que su fantasía o sus sueños.
Puede descuidar esto último en beneficio de la "estipulación de objetivo" y la "conclusión de
contrato".
8. Miedo a lo desconocido: El terapeuta que en su trabajo realiza experimentos se aventura en un
territorio atractivo, totalmente nuevo. Esto también provoca miedo. Si aprendo a sumir a alguien en
un trance hipnótico, me arriesgo a verme en dificultades para sacarlo de allí. Si toco a mi paciente,
puedo verme obligado a enfrentar problemas de "transferencia-contratransferencia". Todos
tendemos a quedarnos en situaciones que consideramos claras y conocidas para nosotros.
9. Necesidad de equilibrio: Si bien es importante definir los problemas también lo es no "disparar antes
de tiempo", o sea, no fijar con demasiada rapidez la propia percepción de otro.
10. Renuncia a ejercer influencia: algunos de nosotros asumimos papeles suaves. Con demasiada
frecuencia podemos resistirnos a apremiar, inducir mediante halagos persuadir, elevar la voz, como
si el padre que ama o el adulto maduro no hicieran tales cosas. Tal bloqueo elimina una importante
dimensión de nuestra influencia.
11. Renuncia a permitir que el proceso sigua por sí solo: No podemos lograr que el aprendizaje se opere
cuando nos resulta oportuno, de acuerdo con nuestro ritmo sino en el momento y según el ritmo que
convienen al paciente. A menudo debe bastarnos el haber plantado una semilla.
12. Vida emocional empobrecida: El terapeuta bloqueado en lo emocional se paraliza cuando su paciente
llora o sube la voz. No ha aprendido métodos para intensificar los sentimientos, los ensueños o las
emociones fuertes que engrandecen y ahondan la experiencia personal. No es capaz de proporcionar
conocimiento en un plano emocional profundo. Vacila en explorar aquellos sentimientos que le
resultan de difícil comprensión.
13. Falta de integración entre Yin y Yang: El terapeuta que se bloquea ante la relación Yin-Yang es una
persona bipolar. Tiene un rígido concepto de sí mismo y, en consecuencia, está restringido en su
evaluación de los demás. Sabe lo que es hermoso o feo. En consecuencia, pone al paciente en una
posición polarizada y no puede ayudar a otra persona a integrarse mejor.
14. Embotamiento de la sensibilidad: En su trabajo, un terapeuta de sensibilidad bloqueada es
primordialmente verbal y, dentro de ello, conceptual. Es capaz de llevar orden a los problemas y de
plantear cuestiones pertinentes, incluso de excelente calidad. Ese terapeuta comprende la naturaleza
humana, pero está bloqueado en su apreciación sensible de la humanidad concreta, del aquí y el
ahora de su paciente.

Una última palabra sobre impecabilidad y poder


Como ser social, el terapeuta-artista siempre responde a su cultura social y personal. Su responsabilidad es
convertir esa necesidad de agradar, o de explicar, o de ser elogiado, en un sistema de energía interna que
respalda sus firmes principios artísticos. Llamo "impecabilidad" a esta posición.
Lo cierto es que la persona creativa, o el terapeuta creativo, es un artesano disciplinado cuyo "don" consiste
en esforzarse por alcanzar su potencial personal más hondo. En ese acto de practicar con amor y de tenderse
más allá de sí mismo, en vez de buscarse a sí mismo en forma estereotipada, superficial y virtuosa, está la
marca de la persona creadora.

Fundamentos y aplicaciones del enfoque modular-


transformacional – Bleichmar
La estructura modular de los procesos inconscientes
Lo que tenemos no es ya un inconsciente único, homogéneo en cuanto a su origen, a sus contenidos y a sus
leyes de funcionamiento sino múltiples formas de existir lo inconsciente.
Lo que se requiere, en cambio, son modelos más generales de cómo funciona y está estructurado el
psiquismo, modelos que tengan en cuenta a los componentes y a sus articulaciones, que deconstruyan las
dimensiones pero que conserven, al mismo tiempo, el carácter de totalidad.
Según nuestro entender, el conocimiento específico de un campo del saber, que no caben dudas que deriva
de lo que se trabaje dentro de los límites y en los bordes de ese campo, con el hecho que los conocimientos
siempre son captados por grandes esquemas del pensamiento, esquemas que van más allá de un dominio y
que constituyen paradigmas abarcativos que luego reaparecen en los campos particulares.
El interés que la lingüística u otras disciplinas presentan para nosotros es, sobre todo, porque ellas también
se enfrentan con la necesidad de describir sistemas complejos, y que los modelos más generales que utilizan,
implícitos en sus hallazgos particulares, y más recientemente formulados de manera explícita por distintos
autores, pueden servirnos para nuestro quehacer teórico-clínico en el psiconálisis.

Modularidad vs principio de homogeneidad en la teoría psicoanalítica


Comencemos por Fred, en quien coexisten dos concepciones, la modular y la de la homogeneidad. El
psiquismo es entendido como el resultado del interjuego entre componentes, cada uno independiente de
los otros en su origen y desarrollo, aunque encontrándose y articulándose.
Pero, por otro lado, el principio de homogeneidad aparece orientando su pensamiento en la concepción
evolutiva del desarrollo psicosexual marcado por la satisfacción libidinal de zonas corporales cuyas
vicisitudes determinarían no sólo a las formas de vínculos con los objetos sino, además, a los cuadros
psicopatológicos.
Es, sin embargo, en el campo de la terapia en donde el principio de homogeneidad domina el panorama. La
técnica se centra exclusivamente en hacer consciente lo inconsciente.
Lo que en el plano de la descripción de la estructura del psiquismo es encarado por Freud desde la
perspectiva de la modularidad -el inconsciente y la conciencia como dos estructuras diferentes, con leyes
diferentes-, en el plano del tratamiento es reducido al principio de homegeneidad: la conciencia, lo verbal,
eso es lo decisivo.
Si pasamos ahora a Klein, el instinto de muerte y la agresividad aparecen como principios organizadores
de los cuales depende la proyección y, a partir de ésta, la evolución del psiquismo, ya que lo que se
introyecta es, esencialmente, lo deformado por la proyección previa. Todo está atravesado por una
condición que privilegia, la de la agresividad, y por dos mecanismos esenciales, la proyección y la
reintroyección.
Si vemos qué sucede en Kohut, encontramos al narcisismo como condición supraordinada que determina a
las demás. Kohut hace desaparecer la agresividad como dimensión con múltiples causas y la ve cómo
función exclusiva de las vicisitudes del narcisismo. Igual hace con la pulsión. Nuevamente, el principio de
homogeneidad.
Pero el que lleva el principio de homogeneidad hasta sus últimas consecuencias es Lacan con su concepto
del "nombre-del padre", que domina la primera época de su producción como elemento estructurante de
todo el psiquismo y generador, por sus fallas, de las diferentes patologías.
Por nuestra parte, tomando la modularidad como eje, hemos expuesto un modelo del psiquismo en base a
la articulación de componentes y de sistemas motivacionales, módulos que pueden describirse por la
cualidad de los deseos que activan y por las estructuras que están en juego.

Hetero-autoconservación
Con hetero-autoconservación nos referimos a dos condiciones: en primer lugar, a que la autoconservación
en el ser humano no es algo puramente instintivo sino que depende, en su estructuración, de algo que le
viene desde un otro. No sólo aquello que va a ser considerado como amenazante para su integridad, aquello
de lo que tiene que protegerse sino, también, las formas, los mecanismos automáticos que se ponen en
marcha para satisfacer necesidades y conjurar peligros son aportados, a través de discursos y de la
identificación por el otro. Las necesidades instintivas animales son moduladas y transformadas en cuanto a
su intensidad y modalidades de satisfacción. Desde esta perspectiva, la autoconservación es algo que se
desarrolla, construye, y se modaliza en la relación con alguien que cuida, que mantiene las funciones de
sostén de la vida corporal y psíquica durante todo un largo período inicial de la vida.
Por otra parte -segundo sentido del término heteroconservación- el sujeto no sólo tiene una tendencia a la
autoconservación sino a la conservación del otro, al cuidado del otro, a la protección de la vida del otro. En
este sentido, el cuidado de la vida corporal y mental del otro es una motivación indispensable a considerar
en el interjuego de las motivaciones del psiquismo humano.

Apego como fuerza motivacional


Si se supera la caracterización fenomenológica del apego como indicando simplemente vínculo privilegiado
con un objeto con el que se desea estar en contacto, y se buscan las motivaciones que lo sostienen, resulta
que puede haber apego para asegurar la hetero-autoconservación, o impulsado por el placer sexual/sensual
que el objeto brinda, o porque el objeto satisface necesidades narcisistas.

La concepción modular y el concepto de objeto


Podemos caracterizar al objeto, en sentido amplio, como aquel que cumple ciertas y específicas funciones
en la economía psíquica del sujeto en relación a los módulos que constituyen su psiquismo. Es el que tiende
a satisfacer, las necesidades/ deseos de los distintos módulos motivacionales: las necesidades/deseos de
regulación psicobiológica, las necesidades /deseos de apego, las necesidades/deseos sensual/sexuales, las
necesidades/deseos de hetero-autoconservación, de regulación del funcionamiento y la estructura psíquica,
los deseos del sistema narcisista, etc.
Ofrece la factibilidad de diseñar, en cada caso, un mapa de las transferencias simultáneamente presentes,
un mapa de los módulos que impulsan esas transferencias en la sincronía de un momento dado, o de las
transformaciones que se producen secuencialmente.

El objeto perturbador
La madre como persona real, o el padre como persona real, o el analista son múltiples objetos,
simultáneamente presentes, coexistiendo, en relación a las funciones que pueden cumplir.
No hay un objeto único, sino que lo hay para cada uno de los módulos, y para los subsistemas dentro de los
módulos, como vemos con los distintos objetos narcisistas. Mientras que una cierta persona puede
desempeñar adecuadamente las funciones de objeto del apego, es dable que no lo haga en cuanto a la
regulación de las funciones psíquicas.
El analista es un objeto perturbador para el narcisismo y para el desarrollo de los recursos yoicos, para el
sentimiento de potencia.
Un analista que escuche en silencio, que no perturbe el narcisismo pues no cuestiona, puede no aportar algo
esencial a un paciente que necesita ser vitalizado o que requiera incorporar algo que carece en su capacidad
de regular su ansiedad.

Énfasis en lo transformacional
Lo denominamos modular-transformacional porque si bien son módulos que pueden funcionar
separadamente, tomando uno u otro el predominio en un momento determinado, los módulos imponen
modificaciones sobre los otros, los transforman en el encuentro y articulación del suceder psíquico.
Reinscripción y sobresignificación ilustran la complejidad de la relación entre los módulos.
Pero lo fundamental no es la reinscripción, la retraducción del significado de un módulo en el otro, o sea, la
modificación en el nivel de las representaciones, sino los efectos estructurantes y funcionales que produce
en éstos.
Si bien los módulos pueden tener independencia en su génesis y haber momentos en que uno de ellos
predomina netamente sobre los otros, convirtiéndose en el centro funcional dominante del sujeto, al mismo
tiempo los módulos imprimen transformaciones los unos a los otros. De ahí que un enfoque modular del
psiquismo requiera, necesariamente, de la articulación con el concepto de transformacional.
En el funcionamiento complejo del psiquismo existe funcionamiento vertical -dentro de cada módulo- y
funcionamiento horizontal: las coordinaciones y transformaciones en la relación entre los módulos. Además
en la génesis de los cuadros psicopatológicos se va produciendo un proceso de encadenamiento de
diferentes dimensiones.

Consecuencias para la terapia de una concepción modular-


transformacional
El principio básico es que si la diferencia entre los pacientes no deriva únicamente de los contenidos
reprimidos, de la temática de sus conflictos, sino de la estructura misma de su psiquismo, de los mecanismos
que se ponen en juego para organizar contenidos, entonces la técnica del tratamiento psicoanalítico tendrá
que reflejar esa diversidad.
No sólo interesa diferenciar a los módulos en cuanto a las temáticas de los deseos sino en relación a los
niveles estructurales en que funcionan, niveles estructurales en los cuales la diferencia nivel verbal/ nivel
no verbal adquiere particular significación.

Cambio por el insight y cambio en la acción


La distinción entre el nivel verbal y el no verbal, entre memoria declarativa y procedimental, nos conduce
a la diferencia entre el cambio terapéutico mediante el insight cognitivo/afectivo y el cambio en la acción,
cambio en la acción que a los fines de una primera aproximación se puede considerar como la intervención
sobre el hacer del inconsciente inscrito en tanto esquemas de acción.
Nosotros aprendemos a hacer a través de una acción que crea, simultáneamente, un esquema de acción y
una convicción, una creencia matriz pasional en el inconsciente.
El psicoanálisis requiere de una teoría de la acción que vaya más allá de un estudio sobre la actuación, sobre
la psicopatía, sobre el pasaje al acto como consecuencia del déficit de simbolización.
Si el psiquismo se estructura en acciones de intercambio con la realidad y los otros significativos, si esos
intercambios generan inscripciones como memoria procedimental inconsciente, además de la
representación narrativa de los mismos en el inconsciente y en la conciencia, si la convicción profunda de
que se puede hacer algo radica en que se lo haya hecho alguna vez no todo se puede jugar en el nivel del
relato entre paciente y terapeuta.
En el análisis se habla, pero es un hablar no sólo para descubrir el pasado, o la motivación actual, o la fantasía
inconsciente, con todo el mérito que le reconocemos a esto, sino, también, para que el paciente viva ciertas
experiencias que producen ciertos efectos estructurantes, que producen un saber hacer, diferente del saber
sobre el hacer.
Resulta necesario que el inconsciente, a través de la acción, llegue a "saber", se represente, que la acción no
es peligrosa. No es un problema del saber de la conciencia, de la ampliación de la conciencia, sino una
modificación del mismo inconsciente.
Si el vínculo con el terapeuta, la experiencia emocional en la transferencia, es factor de cambio decisivo, si
se va reconociendo que interpretación y relación son dos instrumentos terapéuticos que no resultan
incompatibles, entonces parte del trabajo analítico es ayudar a seleccionar las experiencias que producen
ciertos efectos representacionales y estructurantes, ayudar a seleccionar los tipos de vínculos y los
intercambios que hacen que ciertas memorias procedimentales se inscriban, que el inconsciente crezca en
el saber hacer, saber hacer que satisface a los distintos sistemas motivacionales.
El inconsciente escucha al cuerpo y el significado que adquiere la experiencia ya no es el que desencadenó
esa reacción corporal sino la imaginarización de la misma. El inconsciente deduce que si esa es la reacción
corporal, entonces la situación es importante o grave.
El nivel emocional no depende únicamente del contenido semántico de la experiencia sino que es
influenciado por lo que pasa con el nivel bioquímico que tiene el sujeto en el momento en que vive cierta
experiencia.
La respuesta depende del estado fisiológico de activación neurovegetativo del sujeto y no sólo de su
sistema de evaluación cognitiva. O sea, la codificación en los sistemas de significado del sujeto es
modificada por la condición fisiológica en que se encuentre.
Esto nos pone sobre la pista de la necesidad de describir múltiples reglas de combinación en los
encadenamientos psíquicos:
1. Reglas de combinación semánticas, como las de las creencias matrices pasionales. Combinación ya
sea regida por la lógica o por las modalidades del proceso primario en que la combinatoria del
signicante tiene un lugar destacado para producir efectos.
2. Reglas de combinación de estados emocionales. Es decir, reglas sintácticas emocionales que
describen cómo los estados emocionales se encadenan.
3. Reglas de acople entre ciertas cogniciones y afectos, producto esos acoples de la biografía, de las
identificaciones.
4. Reglas de encadenamiento entre acciones.
5. Reglas de articulación entre cognición, emoción y acción

Estructura modular y tratamiento


Nos encontramos con la necesidad, de un proceso en dos tiempos: primero, de insight, pero no de lo
reprimido sino de toma de conciencia de aquello que falta y cuya carencia fue sentida en sus efectos pero
no en sus causas. Luego, tiempo marcado por la neogénesis, por la constitución de inconsciente.
No caben dudas que un factor decisivo en todo tratamiento es la empatía del analista, pero también se
requiere de algo más. Para que en el paciente puedan emerger ciertos estados afectivos, especialmente si
han sido objeto de la desactivación sectorial, es necesario que estados homólogos o estados
complementarios se hallen presentes en el analista. Esta dependencia de la intersubjetividad para que
determinadas manifestaciones afectivas se desplieguen, más aún, para que puedan existir, es de importancia
para una fundamentación de cuál debe de ser la posición emocional del terapeuta.
El fenómeno del entonamiento indica que más allá de la semántica, del significado de la frase, a lo que
"entona" el paciente es al estado emocional del terapeuta, a dimensiones tales como la vitalidad, la
intensidad, a lo que este autor denomina "contorno".
En muchos casos, el énfasis no reside tanto en desreprimir el deseo sino en dotarle de fuerza activa, de hacer
que éste surja.
El analista afectivamente neutro no lo es en realidad ya que esta presunta neutralidad tiene consecuencias:
a algunos pacientes los desactiva, deprime, refuerza la patología. Aquí no basta el contenido semántico de
las palabras sino que lo esencial es la carga afectiva que el analista sea genuinamente capaz de aportar.

¿Medio facilitador o medio proveedor?


El objeto externo interviene, pasando a formar parte de la estructura, no solamente condicionándola por
sus acciones sino siendo componente.
El nivel de funcionamiento emocional del analista -la intensidad afectiva y el tipo de emociones desplegadas-
debe estar determinado por el objetivo terapéutico perseguido pues la emocionalidad del analista es una
forma de intervención que ha sido negada en favor del contenido semántico de la interpretación.
El analista no puede permitirse el ser emocionalmente igual con todos los pacientes, es decir, dejarse
arrastrar monocordemente por su caracterología personal o por la caracterología preconizada por la escuela
de pertenencia acerca de cuál es la identidad ideal. Resulta imprescindible la modulación afectiva del
terapeuta de acuerdo al tipo de paciente y el momento del tratamiento.

El enfoque modular-transformacional en psicoterapia


psicoanalítica – Habif
El enfoque Modular-Transformacional (EMT) tiene como uno de sus objetivos principales adecuar la práctica
del psicoanálisis a las diversas variantes psicopatológicas que encontramos en la clínica.
Para ello propone la deconstrucción de las categorías psicopatológicas clásicas teniendo en cuenta todas las
variantes y subtipos presentes en cada una de estas categorías psicopatológicas. Deconstrucción a partir de
la cual podemos hacer una reconstrucción que tenga en cuenta los diferentes mecanismos psíquicos
implicados en dichas configuraciones psicopatológicas, como así también las características de los sujetos
que las sufren, los diversos contextos en los que se desarrolla la tarea y, por supuesto, los diferentes tipos
de vínculos a los que da lugar la diada paciente-terapeuta. Lo que se pretende a partir de la deconstrucción-
reconstrucción es lograr una práctica psicoterapéutica que sea específica de acuerdo al subtipo de cuadro
psicopatológico con el que se está trabajando para potenciar así la eficacia terapéutica.
Apoyándose en el paradigma de la complejidad, Bleichmar propone una práctica terapéutica que supere las
intervenciones monocordes aplicadas a no importa qué tipo de cuadro psicopatológico o estructura de
personalidad del paciente.

El pensamiento complejo en psicoanálisis


El pensamiento complejo es conocido en psicoanálisis como el principio de la modularidad, mediante el cual
se entiende que un fenómeno determinado es el resultado final de la “articulación compleja de sistemas de
componentes, cada uno con su propia estructura, contenidos y leyes de funcionamiento”.
Bleichmar, por su parte, denomina a su teoría, EMT dando cuenta de la complejidad del psiquismo y aplica
a la psicopatología de Morín denominada pensamiento complejo, en el que se incluye el concepto de
modularidad y que consiste en buscar la génesis de los trastornos psíquicos pensando en múltiples
componentes en permanente proceso de articulación.

El EMT
Este es un enfoque integrador en psicoanálisis ya que integra distintas corrientes psicoanalíticas a la vez que
también propone un diálogo con otras teorías vecinas al psicoanálisis sobre todo con la psicología cognitiva
y con las neurociencias.
El gran mérito de la obra de este autor es que logra sistematizar en un nuevo conocimiento, en un nuevo
modelo teórico-clínico de gran originalidad, los aportes de los distintos autores y corrientes.
Bleichmar en su aplicación del pensamiento complejo al psicoanálisis va a centrarse sobre dos aspectos: la
complejidad del inconsciente y la diversidad de sistemas motivacionales que actúan en el psiquismo.

a) La complejidad del inconsciente


Bleichmar va a postular que existen diferentes modos de existir lo inconsciente. Para ello toma los aportes
que Freud fue realizando a lo largo de su obra a los que les suma los conocimientos actuales.
• Lo originariamente inconsciente: lo inconsciente establecido en las interacciones e
identificaciones.
Hace referencia a aquello que se inscribió directamente en el inconsciente sin haber pasado nunca por la
consciencia. Se refiere a todo aquello del orden de lo vivencial subjetivo que los padres, y otros objetivos
significativos, transmiten y que queda inscripto en lo inconsciente sin que los padres ni el sujeto tengan la
mínima conciencia de ello.
• Lo secundariamente inconciente: lo inconciente efecto de los procesos defensivos.
Se trata del inconsciente reprimido. Se le denomina secundariamente inconsciente porque en un primer
momento fueron contenidos concientes.
• Lo no inscripto en el inconsciente: lo no constituido.
Lo no inscripto es aquello que no llegó a constituirse porque faltaron las experiencias, las identificaciones,
los intercambios con la función complementaria aportada por el otro que pudiera hacer surgir lo que es un
potencial del sujeto, pero que requiere de ese otro para llegar a tener existencia.
• Lo desactivado en el inconsciente.
Algo que está en lo inconciente puede perder fuerza y dejar de constituir una presencia activa.
El inconsciente es una estructura compleja constituida por módulos que se rigen por diferentes leyes de
funcionamiento, que tienen distintos orígenes y con contenidos que se hallan en múltiples niveles de
representabilidad o intensidad o fuerza de sus inscripciones.

b) La modularidad del psiquismo: los sistemas motivacionales


Bleichmar sostiene que el psiquismo es una estructura modular articulada. Está compuesta por diferentes
módulos o sistemas motivacionales que en su interjuego movilizan los diferentes tipos de deseos.
Esta propuesta representa un aporte verdaderamente importante y original a la comprensión de la dinámica
del psiquismo.
El sistema motivacional del Apego:
Bleichmar rescata los aportes de Bowlby y lo hace situando al apego como una motivación de primer orden
para el desarrollo del psiquismo, a igual título que la sexualidad, lo que hasta hace no mucho tiempo, y aún
hoy en muchos círculos psicoanalíticos, era difícilmente asumible.
En este sistema motivacional lo que impulsa al sujeto es el deseo de proximidad y contacto con el objeto
que le brinda seguridad afectiva. El apego resulta independiente de la sexualidad, es impulsado por una
motivación propia que desde una perspectiva evolucionista sirve para la protección de la especie.
Al igual que el resto de los sistemas motivacionales, el apego se estructura como tal en el encuentro con el
otro, con las necesidades y deseos de apego del otro significativo que van a ir configurando su propio patrón
de apego.
El sistema motivacional narcisista:
El narcisismo es entendido como una temática del deseo que gira alrededor de la comparación con el yo idea
y la ubicación del sujeto en una escala valorativa, constituyendo de esta manera un sistema motivacional
autónoma más allá de las articulaciones que establece con otros sistemas motivacionales.
Para el autor la satisfacción o insatisfacción del sujeto consigo mismo depende del resultado del triángulo
básico del balance narcisista, el cual se compone de tres vértices: a) las representaciones que el sujeto tiene
de si mismo; b) las ambiciones narcisistas y c) el grado de autoobservación y severidad del superyó.
Bleichmar define este sistema como “la movilización psíquica que se pone en marcha para mantener el
equilibrio de la representación del sí mismo”.
El sistema motivacional sensual-sexual:
Al plantear la constitución de la sexualidad tomando en cuenta la incidencia del otro significativo se amplía
el conocimiento de los diferentes modos y diferentes significados con los que el adulto puede llegar a
inscribir la sexualidad en el inconciente.
La sexualidad no tiene un significado único para todos los sujetos, sino que para algunos puede representar
algo placentero, mientras que para otros puede ser vivida como algo malo.
La denominación de sensual-sexual quiere mostrar que gran parte de las experiencias tienen que ver con el
placer sensual, es decir con la estimulación por parte de los sentidos del niño.
Se pone de manifiesto la importancia de comprender el significado que la sexualidad adquiere para cada
uno en el marco de la interacción con los otros sistemas motivacionales y en un contexto social que la
determina.
El sistema motivacional de la hetero-autoconservación:
La doble denominación que le da Bleichmar tiene que ver con dos cuestiones: en primer lugar señalar que
la autoconservación en el ser humano no es algo puramente instintivo, sino que depende, en su
estructuración, de algo que le viene desde el otro, en la transmisión de todo aquello que va a ser considerado
amenazante para su integridad, aquello de lo que tiene que protegerse.
En segundo lugar también hace referencia a la transmisión por parte del otro significativo de las formas, a
los mecanismos automáticos que se ponen en marcha para satisfacer las diferentes necesidades que van a
ir surgiendo en el transcurso de la vida y para conjurar peligros.
La segunda condición por la que el autor denomina hetero-autoconservación está dada por la constatación
de que el ser humano no sólo tiene tendencia a la autoconservación sino también a la conservación del otro,
a su cuidado, a la protección de la vida del otro.
El sistema motivacional de la regulación psicobiológica:
En la relación que se establece entre el psiquismo y el cuerpo se constata que el psiquismo siempre termina
regulando, o en no pocos casos desregulando, en mayor o menor medida, las funciones fisiológicas.
Desde esta perspectiva, la motivación de la regulación emocional hace referencia al deseo de que un objeto
nos provea de un sentimiento de vitalidad, de entusiasmo ante las más diversas actuaciones y nos enseñe a
reaccionar de un modo controlado en los momentos de tensión psíquica.

C) Lo transformacional
Bleichmar sitúa en un mismo nivel de importancia, a la hora de explicar el funcionamiento global del
psiquismo, el carácter modular de su estructura con las transformaciones que los diferentes módulos y
restantes dimensiones van produciendo los unos sobre los otros durante el desarrollo del sujeto.
Dentro de lo transaccional podemos distinguir dos fenómenos:
• Fenómenos de reinscripción y sobresignificación
Hace referencia a como una motivación puede ser significado o reinscrita desde otro sistema motivacional.
• Transformación en un nivel más estructural y funcional del psiquismo:
o Dominancia o predomino de un sistema motivacional sobre otros.
o Sinergia o coincidencia: potenciación de un sistema motivacional.
o Conflictos intermotivacionales: en algunos casos los deseos de dos módulos pueden ser
igualmente intensos y antagónicos, con lo cual se hace inevitable el conflicto.
Bleichmar ubica, a lo largo de toda su obra, el proceso transformacional en la génesis de los diferentes
cuadros psicopatológicos, mostrando el modo en que se va produciendo el encadenamiento de las diferentes
dimensiones, con influencias transformadoras de las unas sobre las otras.
La psicopatología desde el EMT
Para estudiar los cuadros psicopatológicos se identifica cuál es el elemento distintivo, el elemento común
que está presente en todos los subtipos de una determinada categoría psicopatológica.
Esto permite construir la categoría psicopatológica poniendo el énfasis en la articulación de ese núcleo
básico con las otras dimensiones. Este modelo psicopatológico tiene como objetivo llegar a conocer los
componentes y las dimensiones de análisis que definen y dan lugar a cada estructura psicopatológica.
También pretende observar el modo en que se relacionan entre sí dichos componentes o dimensiones y,
finalmente, el modo en que todos ellos se han ido articulando para dar la configuración particular que
constituye la totalidad a la que aluden las diferentes denominaciones categoriales.

a) La génesis de los trastornos psíquicos


El trastorno por conflicto
La característica principal es la existencia de distintos patrones de oposición entre los tres sistemas de la
personalidad y la realidad.
• Para que pueda existir el conflicto intrapsíquico debe existir un cierto grado de diferenciación de las
estructuras de la personalidad: es decir, el ello, el yo y el superyó deben estar relativamente
diferenciados, relativamente separados.
• Debe haber una transformación estable entre las representaciones del sí mismo y las
representaciones del objeto.
• Debe darse un desarrollo evolutivo, estructural, lo suficientemente adecuado como para permitir la
utilización de la represión como mecanismo de defensa.
• Debe estar representada la causalidad, es decir, la relación entre causa y efecto.
• Debe estar representado el self como centro de las intenciones.
Aportes del EMT a la comprensión de los trastornos por conflicto:
El conflicto psíquico ya no se reduce al conflicto entre la sexualidad y la defensa sino que se amplía el abanico
de posibilidades de las fuerzas que pueden entrar en contradicción en el sujeto.
Son múltiples las posibilidades de conflictos entre los diferentes sistemas motivacionales.
Identificar cuáles son los sistemas motivacionales implicados en el conflicto permite un trabajo terapéutico
con intervenciones más específicas que apunten a las dimensiones o motivaciones que generan el conflicto.
Déficit estructural. Trastorno por detención del desarrollo:
Se considera que la angustia y la patología surgen porque ciertas capacidades y funciones no se han
desarrollado normalmente y faltan. Y ello es así porque el medio circundante no proveyó al sujeto de
aquello que necesitaba en cada momento de su desarrollo evolutivo, porque se produjeron déficit afectivos
o trauma durante ciertos momentos críticos del desarrollo del sujeto.
Dentro de las patologías por déficit, Bleichmar distingue 3 subtipos de ésta:
Patología por déficit del objeto externo: el objeto externo no proveyó de lo que era necesario para que
determinadas funciones se constituyeran.
En los casos de déficit, algo que debería haberse constituido en el encuentro con el objeto externo no se ha
producido, nunca existió porque no quedó inscripto en el psiquismo.
Patología deficitaria por trauma: se dan cuando el objeto externo no solamente no proveyó lo que era
necesario, sino que además abusó, maltrató, persiguió, culpabilizó al sujeto.
Patología por déficit por identificación con figuras parentales patológicas: generadas por identificaciones
con los rasgos patológicos del otro significativo.
Diferencias entre trastornos por conflicto y trastornos por déficit y su implicancia en la psicoterapia:
Los objetivos del proceso psicoterapéutico en los casos de conflicto psíquico se centrarán en hacer conciente
lo inconsciente o en lograr el insight, mientras que en los casos de déficit el objetivo será generar o constituir
aquello que no se constituyó en el psiquismo.
En el caso de que el objetivo sea hacer conciente lo inconsciente la interpretación será el instrumento
preferencial que permitirá la integración de lo excluido de la conciencia.
Pero si el objeto está marcado por constituir lo no constituido, entonces aquí la interpretación no tiene lugar
ya que no se puede interpretar algo que no está o que no existe. De lo que se trata en estos casos es de
hacer una reconstrucción histórica que permita establecer los motivos por los cuales un sujeto se ha
constituido deficitariamente. Pero hace falta algo más que esto, y es lo que Bleichmar propone como lograr
que paciente viva nuevas experiencias que si generan el desarrollo de eso que no está constituido logrando
así la modificación del inconciente mediante una nueva inscripción.

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