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UNIDAD Nº I
Formulación de la estrategia
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SEMANA 2
Introducción
En esta segunda semana de la Unidad I se prosigue con el Análisis ambiental, estudiando
tanto el entorno externo (principalmente los ambientes sociales e industriales) y el entorno
interno, en el que destaca principalmente los recursos con que cuenta la propia empresa, como
generadores de ventajas competitivas.
Como parte de este análisis, se revisarán someramente varios modelos conceptuales que
ayudan a supervigilar el entorno empresarial, entre ellos los populares modelos FODA, PEST y
el de las Cinco Fuerzas de Porter, todos ellos referidos al análisis del medio ambiente exterior, y
-en relación con el ambiente interno- el modelo conocido como VRIO, que aunque menos
popular que los anteriores, aporta una visión clara de las competencias centrales de una
organización.
La formulación de las estrategias que seguirá una empresa o corporación abarca una gran
cantidad de tópicos, donde la estrategia de negocios debe alinearse con las estrategias
corporativas o de adquisiciones, por citar sólo algunas.
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Ideas fuerza
Este modelo de las Cinco Fuerzas de Porter señala que es más importante para las
empresas preocuparse de la intensidad de la competencia de la industria en que se inserta que
de otros factores.
Retomando el estudio del Análisis ambiental, parece adecuado -para no perder de vista sus
componentes- volver a incluir la figura que muestra cómo se estructura dicho análisis y cuáles
son sus principales componentes, los que se revisarán a continuación:
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3.1. Ambiente social.
Este es un tema complejo y que no debe dejarse de lado si se pretende ser competitivos en
la actualidad. Es importante constatar que si bien las fuerzas generales que se analizan en este
caso “no influyen directamente en las actividades de corto plazo de la organización, sí pueden
influir, y con frecuencia lo hacen, en sus decisiones de largo plazo”. (Wheelen y Hunger, 2007,
pág. 73).
Entre las referidas fuerzas generales, cabe citar como las principales las siguientes:
Fuerzas políticas y legales: aquí impactan por ejemplo cambios políticos y/o legales,
como los tributarios, que puedan afectar a las organizaciones;
A este análisis particular se le denomina también PEST (acrónimo de los cuatro factores o
fuerzas anteriores, formado por las iniciales de dichos factores, esto es, Políticos, Económicos,
Sociales y Tecnológicos).
Así, en cada una de estas fuerzas o factores generales que afectan o interactúan con las
corporaciones u organizaciones hay una serie de variables o tendencias que deben ser tenidas
en cuenta por los administradores de las mismas. Por ende, aparece como muy pertinente
agrupar dichas variables en una tabla para dimensionar la dificultad y complejidad del análisis
social a realizar. La tabla siguiente presenta un resumen de las variables más importantes:
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No cabe duda que las variables antes anotadas tienen efecto en las actividades
empresariales, por lo que se entiende la razón de su monitoreo y vigilancia.
Para obtener información sobre la industria -que no es más que el conjunto de empresas
que elaboran un producto o servicio similar- una de las herramientas más usuales para ello es el
llamado análisis industrial, que se puede llevar a cabo con el reconocido método ideado por
Michel Porter comúnmente llamado de las cinco fuerzas.
Este modelo propugna que es más importante para las empresas preocuparse de la
intensidad de la competencia de la industria en que se inserta que de otros factores, por lo cual
dicho modelo se avoca a estudiar las siguientes fuerzas: (Wheelen y Hunger, 2007).
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Fig. N° 2. Modelo de las 5 fuerzas de Porter
Posibles
participantes
Amenaza de
nuevos
participantes
Competidores
de la industria Poder de
negociación de
los compradores
Proveedores Compradores
Poder de
negociación de
los proveedores Rivalidad entre
empresas
existentes
Amenaza de
productos o
servicios
sustitutos
Sustitutos
Hay que tener presente que en general cuando una de las fuerzas referidas es poderosa,
debe ser considerada como una amenaza, pues tendrá la posibilidad eventual de reducir los
beneficios. Por lo tanto, cuando sucede lo contrario, es decir, cuando alguna de dichas fuerzas
tiene una baja intensidad, ella podrá ser vista como una oportunidad, pues podría posibilitar que
la empresa obtuviera mayores beneficios al aprovechar la coyuntura de dicha baja intensidad.
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que provienen de los postulados de Michel Porter. No dicen nada de los recursos ni de las
capacidades internos.
Siguiendo con el modelo propuesto al comienzo, hay que analizar la estructura, la cultura y
los recursos con que cuenta una empresa, todos elementos propios del ambiente interno. Sin
pretender que alguno es más importante que otro, se iniciará el análisis comenzando por los
recursos.
Ahora bien, en este contexto, hay que preocuparse de las competencias centrales y
distintivas de cada organización. Debe entenderse por competencia central el conjunto de
capacidades que tiene la organización de que se trate, que le permite hacer extraordinariamente
bien lo que hace.
Nótese que las iniciales de cada una de las cuatro características destacadas conforman el
acrónimo VRIO.
Se hace relevante por lo tanto evaluar la importancia de los recursos, las capacidades y las
competencias que posean una empresa u organización para confirmar si son factores
estratégicos internos o no.
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Como bien señalan Wheelen y Hunger, en la medida que un recurso (como por ejemplo la
situación de efectivo de una empresa o el capital intelectual de la misma), la capacidad o las
competencias centrales son significativamente diferentes del pasado del pasado, de sus
competidores clave o del promedio de la industria, es muy probable que dicho recurso,
capacidad o competencia sea un factor estratégico y deba ser considerado en las decisiones
estratégicas.
Debería ser claro también que estos recursos -que se convierten en factores estratégicos
clave- deberían tener injerencia en la obtención de las ventajas competitivas. En efecto, de
acuerdo con Grant, citado por Wheelen y Hunger (2007), la dotación de recursos de una
empresa determina de manera muy importante la ventaja competitiva sostenible, por lo que
cobra valor la identificación y clasificación de dichos recursos.
Para terminar, se anotarán algunos breves conceptos sobre la cultura corporativa. Por
ésta debe entenderse un “conjunto de creencias, expectativas y valores que los miembros de
una corporación aprenden y comparten y que se transmiten de una generación de empleados a
la otra”. (Wheelen y Hunger, 2007, pág. 116).
4. Formulación de la estrategia
Dentro del proceso de Administración Estratégica, la etapa del modelo simplificado es el
que se empezará a estudiar ahora. Cabe señalar que en general, no existe “la” estrategia; por el
contrario, se trata de varias estrategias competitivas y funcionales que actúan en conjunto para
llevar a la empresa al sitio que se desea. Tampoco pueden dejarse de lado las dinámicas
competitivas que devienen por las estrategias competitivas utilizadas por la empresa.
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Pero antes de ello, se hablará algo de las definiciones estratégicas claves que debe definir
en primer lugar una empresa, de modo que le sirvan de referencia y guía para su andar. Nos
referimos a la misión, la visión y objetivos estratégicos.
Aunque los autores señalados prefieren incluir dentro del concepto de misión, los de visión
y valores de una empresa, en una suerte de concepto amplio de misión, se aprecia como más
claro y pedagógico tratarlos por separado. Así, la visión puede ser vista como una declaración
amplia y suficiente de dónde quiere estar la organización en el mediano y largo plazo. (Araya,
2012).
Si la misión debe responder la pregunta ¿para qué existe la empresa?, la visión, en tanto,
debe dar respuesta a la interrogante ¿en qué estará la empresa en los próximos años?
Hay una definición de visión que se aviene muy bien con los conceptos propios de la
administración estratégica, propuesta por el economista norteamericano Jack Fleitman, que
señala textualmente que por visión debe entenderse “el camino al cual se dirige la empresa a
largo plazo y sirve de rumbo y aliciente para orientar las decisiones estratégicas de crecimiento
junto a las de competitividad”. (Fleitman, 2000, pág. 283).
Por su parte, los valores definen el conjunto de principios, creencias y reglas que regulan
la gestión de la organización. Constituyen la filosofía institucional y el soporte de la cultura
organizacional. Tienen como objetivo fijar un marco de referencia que inspire y regule la vida de
la organización.
Ahora bien, los objetivos deben ser vistos como los resultados finales de las actividades
planificadas. Deben indicar lo que se logrará en cierta unidad de tiempo y, en lo posible, de
manera cuantificada. El supuesto subyacente es que el logro de los objetivos corporativos debe
dar como resultado el cumplimiento de la misión. (Wheelen y Hunger, 2007).
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4.2. Dinámicas competitivas.
Para introducir el tema de las dinámicas competitivas bien vale partir con un ejemplo
esclarecedor. La norteamericana Dell, gigante del mercado de computadores, perdió su posición
de privilegio en el año 2006, como la principal vendedora de computadores a nivel global, en
manos de otra gigante, HP, que había comprado recientemente a Compaq. A fines de ese año,
los números indicaban un 18,1% del mercado para HP y un 14,7% para Dell. (Hitt, Ireland y
Hoskisson, 2007).
¿Qué había sucedido? El tradicional modelo de negocio de Dell de vender en forma directa,
sin intermediarios -sin distribuidores minoristas- computadores prácticamente diseñados a
medida, que le permitió hacerse del liderazgo desde 1999 en EE.UU., hizo que todos sus
competidores buscaran distintas fórmulas y estrategias competitivas para tratar de
contrarrestar ese dominio, que no fue más que la consecuencia de una ventaja competitiva
importante de Dell (bajo costo, que se tradujo en precios menores de sus productos).
HP encontró la forma de reinventarse: dado que era difícil competir en precios con Dell,
desarrolló relacionales personales con sus distribuidores minoristas, lo que posibilitó un aumento
importante en las ventas de sus productos, percibidos como de mejor calidad y con el respaldo
de una marca más fuerte. Producto de este escenario desfavorable, Dell comenzó a aventurarse
en la venta minorista -vía Walmart y otros conocidos minoristas- reaccionando a las acciones
competitivas de HP.
Entonces, cuando se habla de dinámica competitiva, hay que entender que se hace
referencia al conjunto total de acciones y reacciones competitivas de todas las empresas,
corporaciones u organizaciones que lidian dentro de una industria o mercado dado. En otras
palabras, tomando en cuenta la etimología de la palabra dinámica, se trata del movimiento o
acción que realizan las empresas en función de las fuerzas competitivas que dominan el
mercado.
Como en definitiva, las estrategias que utiliza una empresa son dinámicas por naturaleza,
es muy sencillo entender la relación entre aquéllas y la dinámica competitiva: las medidas
adoptadas por una empresa generalmente obtienen respuestas de los competidores, las que, a
su vez, suelen dar lugar a contra respuestas de la empresa que tomó la acción inicial, y así
sucesivamente.
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productos. En otras palabras, se preocupa de responder a la pregunta clave de en qué industria
o industrias debe estar la empresa.
De acuerdo con Wheelen y Hunger (2007), esta estrategia se ocupa de tres aspectos clave
que toda empresa o corporación enfrenta en su devenir por los mercados globales de la
actualidad:
La estrategia corporativa incluye, por tanto, decisiones clave sobre el flujo de recursos,
financieros o de otro tipo, hacia y desde las líneas de producción y unidades de negocio de una
empresa cualquiera, con el fin de lograr sinergias entre estas líneas y unidades de modo que el
conjunto corporativo sea mayor que la suma de sus unidades consideradas individualmente.
(Wheelen y Hunger, 2007).
Una pequeña explicación para cada una de las estrategias que conforman la estrategia
corporativa asoma como pertinente.
La estrategia direccional de una empresa estará integrada por las siguientes tres
orientaciones generales, a las cuales incluso se les ha denominado como estrategias
magistrales:
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• Estrategias de reducción: son las que se utilizan para disminuir el nivel de actividades
de una empresa. Una empresa puede usar una estrategia de este tipo cuando tenga
una posición débil en alguna o todas sus líneas de producción, lo que genera
rendimientos decrecientes por no catalogarlos de malos sencillamente.
Por último, para finalizar con el análisis de las estrategias corporativas, las llamadas
estrategias de sombrilla o parenting corporativo se refieren a la forma en que las
corporaciones se concentran en las competencias centrales de la corporación “padre” y en el
valor creado a partir de la relación entre el “padre” y sus negocios (sus “hijos”, de ahí el nombre
parenting corporativo). Un ejemplo de esto son las oficinas centrales corporativas, el padre en
este caso, que generalmente tiene mucho poder sobre sus unidades de negocios.
Este es un gran ejemplo de cómo una empresa se concentra -de acuerdo a una eficaz
estrategia competitiva- en un mercado meta específico, proporcionando un producto
diferenciado, que le ha propiciado una ventaja competitiva importante.
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Las estrategias competitivas, en el modelo propuesto por Michael Porter, plantean varias
preguntas interesantes, que las empresas al responderlas perfilan su andar competitivo. Entre
ellas, las más relevantes son (Wheelen y Hunger, 2007):
• ¿Se debe competir de acuerdo a bajos costos -y, por lo tanto, en precios- o
diferenciando los productos/servicios sobre elementos distintos del costo, como la
calidad por ejemplo?
• ¿Se debe competir directamente ante los principales competidores por el más
codiciado segmento del mercado (y el más rentable por lo tanto) o enfocarse en nichos
menos codiciados aunque también menos rentables?
Cabe recordar que Porter propone dos estrategias competitivas genéricas, como
herramientas para superar a los competidores: menor costo y diferenciación. La primera se
centra en la capacidad que puede tener una empresa o unidad de negocio para diseñar, producir
y vender un producto comparable al de sus rivales, pero de manera más eficiente (menores
costos). La segunda estrategia de diferenciación se basa en la capacidad de una compañía para
proporcionar al cliente o usuario del producto/servicio un valor único, percibido como superior,
por el que recibe una prima o precio superior al de la competencia (Wheelen y Hunger, 2007).
Ahora es posible entender con mayor claridad el ejemplo citado, en que la empresa que
proporciona alimentos Halal puede cobrar un sobreprecio por su producto diferenciado, con un
mercado creciente y global. Tiene una ventaja competitiva importante, en un mercado muy
amplio y en expansión constante. Y la ha podido sostener, lo que no es poco, ya que uno de los
riesgos de estas estrategias radica justamente en la dificultad de sostenerlas en el tiempo.
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en una industria o mercado dado, sino que trabajando con otras empresas. En general, las
estrategias de este tipo se pueden dividir en dos categorías: colusión y alianzas estratégicas.
La colusión -que tiene una connotación peyorativa y en general es mal vista, incluso ilegal
(recordar las colusiones que se han hecho frecuentes en Chile: farmacias, papel higiénico,
pañales, etc.)- es un tipo de cooperación activa, que busca intervenir el mercado, reduciendo en
general la producción con el consiguiente aumento de los precios. (Wheelen y Hunger, 2007).
La colusión puede ser explícita o tácita. En el primer caso (ilegal en la mayoría de los
países), las empresas cooperan mediante comunicaciones y negociaciones directas. En tanto
que en el segundo caso, no existe esa comunicación directa reconocida, lo que le da una mayor
posibilidad de éxito. Sin embargo, también puede ser considerada ilegal si afecta la competencia
de la industria a la cual pertenecen las empresas coludidas.
Por su parte, las alianzas estratégicas son una asociación de corporaciones o unidades
de negocios que busca lograr objetivos estratégicos en beneficio común. (Wheelen y Hunger,
2007).
Este tipo de estrategia ha mostrado ser parte de la vida de las empresas modernas. De
acuerdo con un estudio citado por Wheelen y Hunger (2007), cada una de las 500 más grandes
empresas de negocios del mundo tiene un promedio de 60 alianzas estratégicas importantes.
Cabe indicar, además, que muchas de ellas aumentan la rentabilidad de sus miembros,
teniendo, por lo tanto, un efecto positivo en el valor de la compañía. Otro análisis reciente,
también citado por los mismos autores, descubrió que las empresas que participan en estas
alianzas tienen ingresos 11% superiores y tasas de crecimiento 20% más elevadas que las
compañías que no participan de ellas.
Finalmente, de acuerdo Wheelen y Hunger (2007), algunas de las razones para formar
alianzas estratégicas son:
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Por estrategia de productos debe entenderse una de las componentes claves del
marketing, toda vez que su definición es vital para el planeamiento comercial de la empresa,
influenciando todo el marketing mix de la misma y repercutiendo, por lo tanto, en prácticamente
todas las áreas funcionales de la empresa. Entre otras actividades que deben resolverse por
medio de esta estrategia están las definiciones claves de qué productos comercializar, qué
características deben tener, dónde comercializarlos, qué atributos resaltar y un largo etcétera,
que se analizará más adelante.
Desde luego, para los encargados del área (administradores o gerentes) es imprescindible
conocer todas las características y atributos del o los productos que vende la empresa, sus
ventajas, posibilidades de desarrollo y sus ciclos de vida.
Por estrategia de precios, por su parte, debe entender un marco referencial de precios con
una mirada de largo plazo, que establezca un precio inicial para un producto, como asimismo
una dirección clara para los movimientos de precios a lo largo del ciclo de vida del mismo (Lamb,
Hair y McDaniel, 2002).
Si se cree que Rolex, la famosa empresa suiza de relojes, está en el negocio de los relojes,
se comete un error, pues esta se considera en la industria del lujo y, por lo tanto, compite con
otros artículos de lujo (autos, yates, etc.), no con relojes. (Yohalmo, 2010).
En otras palabras, no parece conveniente ofrecer cosas sin más; la idea es ofrecer
emociones, experiencias, ambientes, sentimientos, ventajas, estatus, lujo, etc., cualidades que
pueden ser apreciadas por los clientes. Y aquí está precisamente la clave, ya que lo que una
empresa vende lo define en último término el cliente. En efecto, de acuerdo con Theodore Levitt
(1987, p. 192), experto en marketing, un producto “tiene significado solo desde el punto de vista
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del comprador o del usuario final. Todo lo demás se deriva. Solo el comprador o el usuario
pueden asignar valor, porque este reside únicamente en los beneficios que él quiere o percibe”.
Peter Drucker también pensaba parecido. En una de sus obras sobre administración
señalaba que lo que una empresa piensa que produce no es lo importante, sino que “lo que el
cliente piensa que está comprando, lo que considera que es valioso y es contundente, determina
lo que un negocio es, lo que produce y si prosperará o no” (Drucker, 1974, citado en Yohalmo,
2010, p. 3). Asimismo, tanto o más importante que lo anterior, Drucker recalca que lo que el
cliente compra y considera valioso no es un producto, “siempre es una utilidad, es decir, lo que
el producto o servicio hace para él. El cliente es el fundamento de una empresa y es quien la
mantiene con vida” (Drucker, 1974, citado en Yohalmo, 2010, p. 3).
Ahora bien, volviendo al tema central -estrategia de productos o de servicios- parece obvio
comenzar explicando la diferencia entre producto y servicio. Por producto debe entenderse todo
tipo de bien que satisface una necesidad. Su conceptualización se centra en el beneficio que
reporta. Es tangible (Universidad Anáhuac, 2010). Y por servicio, en tanto, debe entenderse
cualquier actividad o beneficio que una parte puede ofrecer a otra, básicamente intangible, y que
no tiene como resultado la obtención o la propiedad de algo (Universidad Anáhuac, 2010).
¿Son distintas las estrategias de productos que las de servicios? Básicamente, no. Una
estrategia de producto puede incluir la creación de nuevos productos, las mejoras que puedan
hacérsele, las especificaciones de calidad, envase, embalaje, etc. Una estrategia de servicios
puede enfocarse en mejorar o crear procesos para hacer más satisfactoria la experiencia de uso
del cliente o en incluir alguna característica adicional al mismo. No obstante, ambas deben
preocuparse de vender el producto o servicio, del marketing mix, del mercado objetivo, en fin,
son más las semejanzas que las diferencias entre una u otra.
No parece práctico referirse a todos estos elementos, por lo que se verán someramente un
par de ellos, para terminar finalmente con un vistazo también breve a la mezcla de marketing
(marketing mix), a la que se ha hecho referencia repetidas veces en los párrafos anteriores.
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La marca es igualmente clave. Busca identificar los productos de un vendedor y
diferenciarlos de los de la competencia. Algunas características deseables: que sugiera algo del
producto, que sea fácil de pronunciar y recordar, que sea distintivo, que se pueda registrar.
Ahora bien, para concluir con este tema de la estrategia de productos, se revisará muy
brevemente el marketing mix o mezcla de mercadotecnia o mezcla de marketing, que aunque
más relacionado con las estrategias de marketing en general, tradicionalmente se reduce a
considerar las clásicas 4 P del marketing: producto, precio, plaza y promoción.
• Promoción: hace alusión a los mecanismos que utilizará la empresa para comunicar,
informar y persuadir al cliente sobre la compañía y sus productos. En este concepto se
incluyen las fuerzas de venta, la publicidad, las relaciones públicas, el marketing
directo, entre otros elementos útiles para este propósito.
El precio es una de las variables claves de la economía, ya que actúa como regulador de
los recursos siempre escasos, definiendo, por lo tanto, qué se producirá, esto es, la oferta, y
quién y cuánto se consumirá, es decir, la demanda. (Wilensky, 2004)
De la misma opinión son varios autores expertos sobre la materia. Por ejemplo, según
Michael Czinkota y Masaaki Kotabe (2001, citados por Thompson, 2007), “probablemente la
decisión más importante de la mercadotecnia sea el precio”.
Cuando se habla de precios, hay que comprender muy bien el concepto de elasticidad. Se
trata simplemente del grado de respuesta de la demanda frente a los cambios en el precio. Así,
cuando un aumento del precio provoca un aumento proporcionalmente menor en la demanda, se
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dice que esta es inelástica. Aunque la elasticidad al precio mide comportamientos reales de
compra, analizando la relación entre precios y cantidad comprada, no entrega información sobre
lealtad de marca, por ejemplo, como condicionante de la compra, pero sí distingue con claridad
las marcas que pueden resistir de mejor manera aumentos de precios (Wilensky, 2004).
Por ejemplo, cuando en EE.UU. se duplicó el precio de las gasolinas por la crisis del
petróleo, el consumo solo se redujo en un 10% (demanda inelástica). Por el contrario, si una
estación de servicio, que tiene otra muy próxima a ella, redujera sus precios en un 10%, sus
ventas muy probablemente triplicarían dicho porcentaje (demanda elástica) a expensas de la
otra (Wilensky, 2004).
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estatus que el producto pueda darles y se sientan atraídos, lo compren. Ejemplos
claros y arquetípicos son Rolls Royce o Ferrari, Cartier o Rolex.
Esta estrategia de precios puede aplicarse, entre otras circunstancias, cuando exista un
mercado -pequeño por lo general- que tenga buena disposición hacia el producto y los
eventuales consumidores estén conscientes de la categoría, exclusividad y posición
social que les puede dar dicho producto, o bien cuando los clientes potenciales tengan
la capacidad económica para adquirirlo o, por último, cuando sea difícil que aparezcan
pronto los competidores.
Algunas otras estrategias de precios tienen orientaciones específicas, tales como las que
se orientan por los precios de la competencia o las que rigen por las diferencias motivadas por
áreas geográficas dispersas, las que, sin embargo, no se analizarán en detalle, pues no revisten
mayor interés teórico.
En otras palabras, la estrategia funcional “se ocupa del desarrollo y fomento de una
competencia distintiva para proporcionar a una empresa o unidad de negocio una ventaja
competitiva”. (Wheelen y Hunger, 2007, pág. 15).
Por lo tanto, en base a las áreas funcionales más importantes de cada empresa o
corporación, se deberían encontrar en la generalidad de las ellas las siguientes estrategias
funcionales:
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materiales y componentes adquiridos de proveedores comprenden el 50% de los
costos de manufactura en empresas fabriles del Reino Unido, EE.UU., Australia,
Bélgica y Finlandia, de acuerdo con un estudio citado por Wheelen y Hunger, (2007,
pág. 105)
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Conclusión
En esta segunda semana se comienza revisando el monitoreo ambiental, análisis que
importa vigilar, recolectar y evaluar información pertinente del entorno con el objeto de
comprender las tendencias actuales del mercado, con el propósito último de prever si tales
tendencias continuarán u otras tomarán su lugar.
Un buen análisis industrial, por ejemplo, permitirá responder preguntas del siguiente tenor:
¿cómo será la industria en 10 o 20 años?, ¿quiénes serán los competidores claves?
Las estrategias que una empresa o corporación utilizan son eminentemente dinámicas. Es
claro que las medidas adoptadas por una empresa, en general, obtienen respuestas de los
competidores, las que, a su vez, suelen dar lugar a contra respuestas.
En este contexto, la mezcla de marketing, por su amplia aceptación y uso, pasa a jugar un
rol clave en los resultados empresariales.
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Bibliografía
1) Araya, G. (2012). Gestión de empresas de menor tamaño (1ra. ed.). Santiago, Chile:
Thomson Reuters.
globalización. Conceptos y casos (7ma. ed.). México: Cengage Learning Editores S.A.
Thomson Editores.
Continental.
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