Estudio Social I
Estudio Social I
Estudio Social I
El análisis de la
realidad social
Métodos y técnicas de
investigación
Cuarta edición
Alianza Editorial
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zaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren
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fica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo
de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
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El análisis de la realidad social
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Nota introductoria
a la cuarta edición (2015)
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El análisis de la realidad social
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Nota introductoria a la cuarta edición (2015)
Esperamos y confiamos que sea una herramienta útil para seguir ha-
ciendo atractiva la investigación social a muchas generaciones que em-
piezan, pero también esperamos que aquellas otras generaciones que tie-
nen más experiencia encuentren claves en este texto para su mayor y mejor
profesionalización; hemos tenido especialmente en cuenta a aquellos que
vuelven a la investigación social con una curiosidad científica renovada y
nuestro objetivo es que puedan aquí actualizar y poner al día sus conoci-
mientos. A todos ellos, feliz lectura.
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Introducción (1986)
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El análisis de la realidad social
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Introducción (1986)
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El análisis de la realidad social
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Primera parte
El diseño de la
investigación social
1. Cinco vías de acceso
a la realidad social
Miguel Beltrán
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El diseño de la investigación social
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1. Cinco vías de acceso a la realidad social
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El diseño de la investigación social
gía, tanto mejor para ambas» (1978: 89). Dicho con las palabras de
Hobsbawm, «la ciencia social moderna [...] descuida la experiencia hu-
mana, sobre todo la histórica [...]. Y tal análisis ahistórico, o incluso an-
tihistórico, es con frecuencia inconsciente de ser ciego» (1997: 27), ciego
para descubrir las pautas y los mecanismos del cambio.
Es evidente que cuando reclamo para la sociología la necesaria sensi-
bilidad histórica, e incluso un método histórico, no estoy defendiendo la
necesidad de que los sociólogos hagan predicción histórica, sino más
bien postdicción histórica: esto es, que se esfuercen en ver la formación de
los fenómenos sociales a lo largo del lapso de tiempo conveniente, y que
perciban la duración de la realidad social, tanto en el período corto
como largo, como el ámbito preciso para hablar de los cambios experi-
mentados. Aunque, desde luego, nada se opone a la predicción, salvo que
ésta se convierta en la proclamación profética de un sino histórico tras-
cendente. Es claro que, tanto en el caso de la postdicción como en el de
la predicción, el sociólogo que busca en la historia está buscando facto-
res causales; no, desde luego, la causa que explique maravillosamente lo
que se estudia, sino el conjunto de múltiples causas que siempre rodean
confusamente el proceso de que se trate, por más que en el mejor de los
casos pueda discernirse una cierta jerarquía causal. Y tampoco el soció-
logo que recurre al método histórico ha de limitarse al establecimiento de
puras secuencias temporales que pueden ser perfectamente irrelevantes
en términos causales, sino que ha de explorar en lo posible la variedad de
instancias que hayan podido influir, condicionar o determinar el fenóme-
no que se trae entre manos. Téngase en cuenta que cuando hablo aquí de
indagación de causas estoy muy lejos de sugerir un planteamiento meca-
nicista de la causación que privilegie la exclusividad (una causa) y el au-
tomatismo (la necesidad del sequitur: por el contrario, creo que es mucho
más realista y más científico, aunque mucho menos concluyente, postu-
lar que de ordinario lo que habrá será una multiplicidad de causas ope-
rando en un campo variable y complejo la producción más o menos pro-
bable de determinadas consecuencias; pero por impreciso que pueda
parecer este planteamiento, siempre será más consistente que la conside-
ración de los fenómenos como producidos de la nada en ese momento, o
que la atribución dogmática de una causa porque alguien con autoridad
lo haya dicho, o porque tal mecanismo causal figura en la panoplia de al-
guno de los grandes modelos abstractos al uso. Creo que debe darse
como buena en sociología la recomendación de Polibio: «Donde sea po-
sible encontrar la causa de lo que ocurre, no debe recurrirse a los dioses».
Y seguramente tampoco donde no lo sea, que la ciencia no debe descar-
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1. Cinco vías de acceso a la realidad social
gar sus responsabilidades sobre quien no ha de protestar por ello. Por úl-
timo, he de hacer notar que cuando indico que el recurso a la historia
implica la búsqueda sin ambages de la explicación causal, no excluyo con
ello en modo alguno la pretensión de comprender el fenómeno en sentido
weberiano: como creo haber puesto de relieve en otro lugar (1979: 368-
382), explicación causal y comprensión no se oponen, y no hay duda de
que las conclusiones que Weber trata de establecer son causales. En todo
caso, y para la justificación del recurso a la historia que aquí me interesa,
tanto en lo que tiene de explicativo como de comprensivo, y tanto en el
estudio del presente como en el intento de predicción del futuro, creo que
Lledó ha expresado magistralmente lo que quiero decir: «Parece, pues,
que el sentido de la historia humana no es la visión pasiva del hecho his-
tórico, sino la actualización de ese hecho en el entramado total de sus co-
nexiones, para atender a lo que el hombre ha expresado en él. Y esa aten-
ción es posible cuando se interpreta el transcurrir humano desde el
pasado que lo proyecta, pero también desde el futuro que lo acoge y de-
termina» (1978: 61-62). Texto al que mis únicas reservas, timoratas si se
quiere, son la utilización del término «total» —por la irrealizable ambi-
ción que implica—, y la noción de que el futuro «determina» el transcu-
rrir humano —por la áspera paradoja que contiene—. Y, por continuar
con Lledó, de los aspectos que propone para la consideración del pasa-
do, entiendo que el más propio al recurso del sociólogo es el que concibe
el pasado como gestador del presente: «lo que somos es, sencillamente, lo
que hemos sido»; de aquí que Bloch pudiera afirmar que la incompren-
sión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado (véase Lle-
dó, 1978: 71-77). La sociología no puede versar sobre el presente sino
buscando su génesis en el pasado: si ha de haber una sociología del pre-
sente ha de apoyarse en una historia del presente, esto es, en una historia.
El paciente lector habrá observado mi reiteración, hablando como es-
toy del método histórico en sociología, en referirme a ésta como sociolo-
gía del presente. Ello tiene por objeto descartar en este contexto cual-
quier veleidad hacia la sociología de la historia, empeño respetable si los
hay pero que no tiene nada que ver con la necesidad en que insisto aquí
de que el sociólogo tome en cuenta la génesis de lo que estudia. La Sozio-
logie der Geschichte es muy otra cosa, y es claro que al propugnar el mé-
todo histórico en sociología no me refiero a hacer sociología del pasado,
sino a hacer historia de la sociedad presente, y ello en la medida necesa-
ria para poner de manifiesto su génesis: lo que propongo es percibir el
objeto de conocimiento como elemento de un conjunto que está cam-
biando permanentemente, del que es inseparable y del que recibe su sen-
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solver la oscuridad que le rodea. Como indica Ferrater, «la razón del si-
glo xviii es a la vez una actitud epistemológica que integra la experiencia
y una norma para la acción moral y social» (1979: 2762): de aquí la inse-
parable referencia crítica que acompaña al racionalismo, y la denomina-
ción de «crítico-racional» que vengo utilizando para el método a que me
refiero. No se trata, pues, de enfrentar como mutuamente excluyentes a
racionalismo y empirismo, pues a fin de cuentas el empirismo no es un
simple contacto sensible con lo exterior, sino que es un modo específico
de ejercitar la luz de la razón; y una y otra posición, racionalista y empi-
rista, están en la base de métodos que aquí se predican como propios de
la sociología. Una y otra son, a mi modo de ver, posiciones complemen-
tarias, y el papel del racionalismo consiste precisamente en ir más allá de
lo dado, en penetrar en el mundo de los valores y de las opciones morales
para el necesario ejercicio de la crítica de fines.
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de las que no estará de más recoger aquí, aunque sólo sea como ejemplo,
que Richard Lewontin, biólogo especialista en genética de poblaciones y
reputado epistemólogo, llevó a cabo una minuciosa crítica de una en-
cuesta sobre las prácticas sexuales en los Estados Unidos. En ella señala
que la entrevista es una interacción social en la que el entrevistado no
dice necesariamente la verdad al entrevistador, ya que incluso no se la
dice a sí mismo. A juicio de Lewontin, se intenta hacer sociología como
si fuera una ciencia físico-natural, olvidando que la primera tiene un ob-
jeto de conocimiento más complejo que las segundas, del mismo modo
que la biología lo tiene de mayor complejidad que la física: «Los sociólo-
gos se ocupan de los fenómenos más complejos y difíciles en los organis-
mos más complejos y recalcitrantes, sin la libertad de manipularlos de que
gozan los científicos naturales» en sus laboratorios (Lewontin, 1995: 9, 44),
con lo que su situación es mucho más desfavorable para la práctica cien-
tífica que la de sus colegas de las ciencias físico-naturales.
Dejando aparte los muchos problemas que plantea la formación de
escalas y la determinación de índices y tipos, el análisis de la agregación
cuantitativa de opiniones individuales goza de una larga tradición de
simplicidad a través de su presentación en forma de tabulaciones porcen-
tuales cruzadas, en las que una de las entradas corresponde a la variable
presuntamente independiente, y la otra a la dependiente; pero incluso las
más complejas tablas de este tipo, con tres o quizá cuatro variables, no
son capaces sino de establecer la dirección de la relación entre dos de
ellas o dos grupos de ellas, sin muchas posibilidades de apreciar el juego
conjunto y diferenciado de una serie más o menos grande de variables in-
dependientes o intervinientes (dificultad que, dicho sea de paso, afecta de
parecida manera a la correlación y regresión simples). De aquí que este
tipo de análisis esté siendo sustituido últimamente por formas mucho
más refinadas de análisis multivariable, que persigue precisamente la
identificación de procesos multicausales, atribuyendo a cada una de las
variables presuntamente independientes su cuota de responsabilidad en
el proceso estudiado. El inconveniente obvio de tales procedimientos es
el exceso de fe en su sofisticación estadística, que lleva al olvido de que
toda la complejidad analítica descansa sobre una construcción hipotética
llevada a cabo por el investigador, sobre la definición de sus variables y
su modo de relación, y en último extremo sobre la calidad de los datos
de base. Parece como si una vez ordenados los datos en una matriz su-
frieran un doble proceso de abstracción y purificación que los convirtiera
sin más en «científicos», o como si una vez formalizadas las relaciones
entre variables en un grafo se convirtieran en relaciones indiscutibles;
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(1998), porque me parece que constituye una de las formas más caracte-
rísticas del método cualitativo, en la que el análisis del lenguaje, la impli-
cación del investigador y el (discutible) acceso al inconsciente suponen
rasgos fuertemente diferenciales con respecto al método cuantitativo.
Pero el grupo de discusión no es la única práctica ampliamente utilizada
del método cualitativo: el propio Ibáñez nos indica el parentesco de la
discusión de grupo con técnicas como la focussed interview (Merton, Fis-
ke y Kendall, 1956) o la clinical interview (Adorno et al., 1950), conoci-
das como técnicas de entrevista en profundidad: se trata de una técnica
intensiva en la que se abordan no solamente las opiniones del individuo
interrogado, sino incluso su propia personalidad; la entrevista «enfoca-
da» parte de una determinada experiencia del sujeto cuyos efectos quie-
ren analizarse (en el modelo propuesto por Merton y sus colaboradores,
la exposición a un determinado flujo de información que provee de
guión a la entrevista), en tanto que la «clínica» parte de unas opiniones o
actitudes del sujeto cuyas motivaciones se desea determinar (en el caso
de la personalidad autoritaria se exploran los fundamentos de la actitud
previamente determinada, con objeto de obtener un «diagnóstico»). El
guión de la entrevista, y la intervención en ella del investigador, puede
ser más o menos detallado: en el caso mínimo (non-directive interviews) el
papel del investigador se reduce a iniciar la entrevista, que se desarrolla
en la práctica como un monólogo del entrevistado, reorientado por el in-
vestigador sólo cuando resulta imprescindible. Las entrevistas pueden ser
únicas o múltiples, produciendo estas últimas una importante masa de
información que, de ser biográfica, da lugar a una técnica próxima cono-
cida como «historia de vida». Todas estas técnicas o prácticas trabajan
sobre el registro que recoge las manifestaciones del entrevistado, y en to-
das ellas la interpretación y el análisis revisten caracteres análogos a los
que se han apuntado para el grupo de discusión, con la radical diferencia
de que en éste «es el grupo el que habla», mientras que en las diversas
formas de la entrevista en profundidad lo hacen los individuos.
Otra difundida forma del método cualitativo es la observación partici-
pante, en la que el objeto de conocimiento se ofrece directa y globalmen-
te al observador, integrado más o menos profunda y activamente en los
procesos o grupos que trata de estudiar; la ambivalencia espectador-
actor abre una amplia dimensión en el grado de participación del investi-
gador: desde la presencia del antropólogo en la comunidad en que lleva a
cabo su trabajo de campo, que cifra su éxito en hacerse «adoptar» por
aquellos a quienes estudia, hasta las investigaciones llevadas a cabo en
un determinado medio por quienes forman parte de él. En todo caso, en
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El diseño de la investigación social
El panorama que antecede de los modos que pueden adoptar los méto-
dos de la sociología tiene predominantemente el carácter de una ejempli-
ficación de su variedad, no de un catálogo exhaustivo, entre otras razo-
nes por las combinaciones que son posibles entre dichos métodos, lo que
nada tiene que ver con la interdisciplinariedad: las cuestiones metodoló-
gicas aquí tratadas son estrictamente intradisciplinares, y la combinación
de métodos tiene que ver con lo que se conoce como triangulación (que
no es del caso discutir ahora: véase Smith, 1975: 271 y ss.); la enumera-
ción de los métodos histórico, comparativo, crítico-racional, cuantitativo
y cualitativo no pretende la completitud (podría hablarse además, por
ejemplo, de un método sociográfico), y menos aún las formas concretas
de cada uno de ellos que se mencionan. Precisamente lo que he querido
poner de manifiesto es la diversidad metodológica exigida por una socio-
logía que no quiera confinarse en una definición unidimensional de su
objeto; si a la complejidad del objeto corresponde necesariamente un
planteamiento epistemológico que he venido calificando de pluralismo
cognitivo, ello impone como correlato necesario un pluralismo metodo-
lógico que permita acceder a la concreta dimensión del objeto a la que en
cada caso haya de hacerse frente. La propuesta, pues, aquí formulada es
la adecuación del método a la dimensión considerada en el objeto, y ello
no de manera arbitraria e intercambiable, sino con el rigor que el propio
objeto demanda para que su tratamiento pueda calificarse de científico.
Pues bien, ¿cómo reclama el objeto de conocimiento el método que ha de
seguirse con él? Para decirlo con pocas palabras, lo hace con la mera ma-
nifestación de su naturaleza, que —como sostiene Adorno— «debe gra-
vitar con todo su peso en el método, y ostentar en él su propia vigencia»
(1973: 84). El investigador convenientemente entrenado ha de considerar
cuidadosamente aquello que pretende tomar como objeto, de tal modo
que pueda optar por el método adecuado para el caso, ya que no todos
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1. Cinco vías de acceso a la realidad social
Bibliografía recomendada
Alonso, L. E. (1998): La mirada cualitativa en sociología, Madrid, Fundamentos.
Braudel, F. (1968): La historia y las ciencias sociales, Madrid, Alianza.
García Ferrando, M. (2004): Socioestadística. Introducción a la estadística en so-
ciología, Madrid, Alianza.
Horkheimer, M. (1973): Crítica de la razón instrumental, Buenos Aires, Sur.
Sartori, G., y Morlino, L. (eds.) (1994): La comparación en las ciencias sociales,
Madrid, Alianza.
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El diseño de la investigación social
2. Perspectivas de la
investigación social:
el diseño en las tres
perspectivas
Jesús Ibáñez
1. Introducción
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I = N log2h= –E
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«sentido —decía Lacan— tiene que ver con la religión» (por eso inten-
taba atenerse al matema). El desarrollo de las técnicas de investigación
social exige la reducción del sentido —siempre impregnado de «sentido
común»—. Esta reducción es operada por dos rupturas epistemológi-
cas: la ruptura estadística, que genera la perspectiva distributiva, dejan-
do de lado el lenguaje, y la ruptura lingüística, que en dirección semánti-
ca genera la perspectiva estructural y en dirección pragmática genera la
perspectiva dialéctica (renunciando a la ilusión de transparencia del
lenguaje, como observación y como acción), analizando el lenguaje. En
la perspectiva distributiva —fundada en una metodología estadística—
no hay provocación (a decir) ni escucha (a lo dicho) porque no se dice
nada.
Hay ciencias sedentarias, cuyo método es la reproducción iterativa y
cuya estructura es axiomática, y ciencias nómadas que persiguen itine-
rantemente e in vivo condiciones cambiantes (estructura problemática).
La perspectiva distributiva es una perspectiva sedentaria: son nómadas,
la perspectiva estructural —tácticamente— y la perspectiva dialéctica
—estratégicamente—. Las opciones nómada y sedentaria no constituyen
una alternativa excluyente, sino inclusiva: las ciencias nómadas inventan,
las ciencias sedentarias organizan, sometiéndolo a método y teoría, lo in-
ventado; las invenciones de las ciencias nómadas en su itinerario proble-
mático son incluidas como axiomas en sus dispositivos teoremáticos por
las ciencias sedentarias (del mismo modo que una metateoría incluye
como axioma una sentencia godeliana de la teoría).
En la perspectiva distributiva, el diseño domina todo el proceso de in-
vestigación: en una encuesta, por ejemplo, la suerte está echada cuando
empieza la investigación propiamente dicha —los trabajos de campo—
(han sido diseñados la muestra, el cuestionario y los dispositivos de aná-
lisis). Nada se deja al azar: de lo que se trata es de reducir el azar (en las
perspectivas estructural y dialéctica hay aberturas al azar). Lo que a un
nivel es azar (por ejemplo, moneda al aire), a otro nivel es orden (colec-
ción de monedas al aire). En última instancia todo es azar o caos: en el
caos se desarrollan vacuolas locales y transitorias de orden (nosotros for-
mamos parte de una de esas vacuolas). Con la investigación —y especial-
mente con el diseño de la investigación)— intentamos buscar y/o cons-
truir orden en el caos o azar. Por eso la estadística es la forma general del
diseño, y todo diseño es en última instancia estadístico.
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El diseño de la investigación social
Notas
1 Hay una inversión al llegar al tercer nivel: la tecnología y la metodología se
atienen a lo dicho y lo sabido —son positivas—, la epistemología persigue lo no
dicho y no sabido —es negativa— (como la perspectiva dialéctica de la investi-
gación social es negativa, frente a la positividad de las perspectivas distributiva y
estructural).
2 Alfonso Ortí llama «profundo» al nivel inconsciente. Reserva el término
«latente» para lo que Chomsky (1970) llama «estructura profunda», alcanzable
mediante una transformación racional.
3 Cuanto más alto es su nivel lógico, menos codificadas están las técnicas.
Alfonso Ortí llama, por eso, al grupo de discusión «práctica» y no técnica.
4 Los términos originales son report (=descripción) y command (=prescrip-
ción).
5 Costa Pinto (1963: 15) afirma que «la objetividad de la ciencia de la socie-
dad (en una época como ésta en que vivimos un proceso de transformaciones
aceleradas) consiste, sobre todo, en no tener compromisos con el orden social
que se transforma».
6 En el mismo sentido en que la presencia de un extraño en la familia consti-
tuye un analizador en Llama un inspector de Priestley.
7 Llamamos discurso a un modelo teórico de encadenamiento sintáctico y
texto a su aplicación empírica (que puede suponer mezcla de discursos). Algo
parecido a la diferencia, en Marx, entre modo de producción y formación social.
8 Aparte del texto de Rogers citado, y el que inmediatamente se citará de Pa-
ges, no hay bibliografía sobre la entrevista abierta. Jorge Gómez Alcalá (psico
analista de inspiración lacaniana) ha impartido seminarios sobre la entrevista en
profundidad en el Departamento de Métodos y Técnicas de Investigación Social
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (Gómez Alcalá, «Escucha psi-
coanalítica», en Reyes, 1988).
9 Aquí tratamos el grupo de discusión y la entrevista abierta sólo en lo que
se refiere a sus usos dentro de la perspectiva estructural. Se usan en la perspecti-
va estructural cuando son requeridos por una instancia instituida; se usarían
dentro de la perspectiva dialéctica si fueran requeridos por una instancia institu-
yente.
10 Lacan modifica el cogito cartesiano, lo hace de reflexivo transitivo: en vez
de «pienso, luego existo», «primero, los hombres saben lo que no es un hombre;
segundo, los hombres se reconocen entre ellos para ser hombres; tercero, yo me
afirmo ser un hombre, por miedo de ser convencido por los demás de no ser un
hombre» (1966: 213).
11 No hay conjunto sin frontera. Así, la serie ordenada de los números natu-
rales no formaba conjunto hasta que Cantor —mediante un teorema de existen-
cia— definió un ordinal no finito (transfinito): ese número transfinito es la fron-
tera que cierra el conjunto de los infinitos números finitos. Así, ni los sujetos, ni
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2. Perspectivas de la investigación social: el diseño en las tres perspectivas
los objetos, ni los mensajes, forman conjunto hasta que son cercados por una
frontera —elemento de la colección que pasa al otro lado— que los conjunta
(Dios o Padre, Moneda, Lengua: equivalentes generales de valor). La castración
es el teorema de nuestra existencia (Sibony, 1974: 216).
12 Véanse Lozano, Peña-Martín y Abril (1982), Vidal Beneyto (1979), Ibá-
ñez (1985a).
Bibliografía recomendada
Alonso, L. E. (1998): La mirada cualitativa en sociología, Madrid, Fundamentos.
Callejo, J. (2001): El Grupo de Discusión: introducción a una práctica de investiga-
ción, Barcelona, Ariel.
Ibáñez, J. (1979): Más allá de la sociología. El grupo de discusión: técnica y críti-
ca, Madrid, Siglo XXI.
— (1986): Del algoritmo al sujeto. Perspectivas de la investigación social, Ma-
drid, Siglo XXI.
— y otros (1991): Nuevos avances en la investigación social, Barcelona, Anthro-
pos
— (1994): El regreso del sujeto. Investigación social de segundo orden, Madrid,
Siglo XXI.
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El diseño de la investigación social
Francisco Alvira
Araceli Serrano
1. Introducción
En el capítulo anterior, Jesús Ibáñez planteaba «el diseño como una ope-
ración tecnológica: el diseño dentro de una técnica que se ha elegido, por
ejemplo, la encuesta» relacionando la selección de diseños con las dife-
rentes perspectivas de investigación social que él enumera. En este capí-
tulo nos centramos en presentar los diseños de investigación de un modo
abierto, como algo que se perfila al llevar a cabo la investigación, de
modo que sirva para reflexionar sobre cómo investigar adaptando las
metodologías a los objetos/objetivos de la propia investigación.
Elegido un tema de investigación y concretado dicho tema en pregun-
tas, objetivos o hipótesis de modo que éste sea investigable viene el mo-
mento de elaborar el plan, proyecto, diseño de investigación.
Plan es el término más amplio para indicar qué se va a investigar,
cómo se va a hacer, así como detallar los recursos necesarios. De hecho,
plan y proyecto, a todos los efectos, son términos equivalentes mientras
que diseño se refiere a la estrategia metodológica que integra de manera
coherente y adecuada métodos y técnicas de recogida/producción de da-
tos, análisis previsto de los mismos y preguntas, objetivos o hipótesis a
investigar. La elección de un diseño de investigación implica la búsqueda
de la mejor estrategia metodológica a la vista de la población estudiada,
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3. Diseños y estrategias de investigación social
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El diseño de la investigación social
cos, de forma que encontramos diseños que son más adecuados que
otros para lograr cumplir los objetivos o contrastar las hipótesis de una
investigación. En esta perspectiva es posible detallar diseños relativamen-
te cerrados adecuados para investigaciones con determinados tipos de
objetivos, tal y como se señalaba en la primera edición de este libro.
Así, si el objetivo de nuestra investigación es explicativo, identificar
causas y efectos, contrastar hipótesis relacionales, asegurarse de que una
intervención tiene (o no tiene) determinados efectos, es posible identifi-
car diseños adecuados para ello y, en función de una serie de criterios,
decidir cuál es el mejor para nuestra investigación. Incluso en la perspec-
tiva, crecientemente aceptada, de la utilización de métodos combinados
o de la estrategia multimétodo (mixed methods) existe ya una tradición
consistente en hablar de diferentes posibles diseños: diseño de triangula-
ción, diseño exploratorio, diseño explicativo y diseño «embedded»
(Creswell y Plano, 2007), por poner algunos ejemplos.
Pero en la metodología cualitativa, y también en las perspectivas no
tan específicamente centradas en la experimentación y cuasi experimen-
tación, los diseños son abiertos, muchas veces emergentes, de forma que
se van haciendo (y reelaborando) a medida que progresa la investigación.
Por ello, nosotros hemos preferido hablar de estrategias metodológicas
en vez de diseños, aunque al detallar estrategias específicas utilicemos a
veces la etiqueta de diseño.
Así, entendemos que no existe un único diseño adecuado para una de-
terminada pregunta/objetivo o hipótesis de investigación pero que sí es
posible realizar la aproximación al «mejor posible» definido como aquel
que maximiza la «adecuación a todos los criterios/dimensiones reconoci-
dos para juzgar/valorar las investigaciones» (Gering, 2011: 632) y que se
adecúa a los constreñimientos concretos (de carácter presupuestario y
temporal, así como de accesibilidad de las poblaciones) que cada investi-
gación lleva acompañada.
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3. Diseños y estrategias de investigación social
Diseños experimentales
Un experimento es una investigación en la que se:
• Manipula una o varias variables (tratamiento experimental) para
que se apliquen a unas unidades de análisis (sujetos experimenta-
les). La manipulación es la esencia del experimento, pero en CCSS
se suele añadir otra característica, no imprescindible.
• Controla el contexto/situación de la investigación de modo que
no puedan afectar a los sujetos experimentales otras variables y
utiliza otros sujetos no afectados por el tratamiento experimental
como comparación (contrafactual).
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A X O
A O
A O X O
A O O
OOOOOOXOOOOOO
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3. Diseños y estrategias de investigación social
O X O
O O
O X O
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El diseño de la investigación social
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3. Diseños y estrategias de investigación social
ficaciones del sentido común y de las normas básicas que rigen la inte-
racción cotidiana a través de la propuesta de la ruptura de dichas nor-
mas. Así, las estrategias basadas en los experimentos etnometodológicos4
se asientan en la ruptura de la cotidianeidad. El complejo tejido de pre-
supuestos y normas dados por supuesto sobre los que se asienta la «nor-
malidad percibida» de la cotidianeidad, así como la capacidad para hacer
inteligibles las interacciones, puede, desde esta perspectiva, investigarse y
visibilizarse manipulando la secuencia de su desarrollo. Estas experimen-
taciones o manipulaciones servirán para analizar las condiciones en las
que normas y sucesos se perciben como normales, así como buscar pro-
cedimientos para volver a la normalidad en el caso de que ésta se rompa.
Lo fundamental, desde esta perspectiva, es ver cómo se construye el or-
den social en la interacción y la forma que plantean para estudiarlo con-
sistiría en ver los métodos por los que esas construcciones y esas interac-
ciones se producen y se entienden. Dichos presupuestos normativos, así
como las expectativas que en circunstancias normales o no problemáticas
permanecen en estado invisible (y que pasan inadvertidas) quedan en evi-
dencia a partir de estos experimentos de ruptura como propuesta estraté-
gica de esta perspectiva. A partir de estas reflexiones clásicas formuladas
desde la etnometodología, varias han sido las propuestas de estrategias
de investigación asentadas en las mismas5.
Los diseños basados en el estudio de caso(s) se amplían y diversifican,
basando su desarrollo no únicamente en el objetivo de la medición en un
momento concreto sino que pasan a incluirse una multiplicidad de casos
diversos susceptibles de constituir la base del diseño: casos en los que se
desarrolla una metodología etnográfica, casos a los que se aplican técni-
cas conversacionales como la entrevista o el grupo de discusión, casos en
los que se aplican encuestas de carácter precodificado, etc. En fin, una
multiplicidad de propuestas diversas de casos en los que la característica
común es la de basarse en descripciones exhaustivas de unos pocos ejem-
plos. Así, el caso vendría a ser un objeto de estudio con unas fronteras
más o menos claras que se considera relevante para comprobar, ilustrar o
construir teoría o, en otras ocasiones, por su valor intrínseco6; vendría a
ser un sistema único, acotado y específico (Stake, 2013). Los casos deben
ser pocos (a veces uno solo) y mantener su integridad como configura-
ciones de partes relacionadas entre ellas de forma significativa (un caso
tendría así un funcionamiento específico, constituyendo un sistema inte-
grado). Para Lijhpart (1975) un caso es un tipo de entidad (comunidad,
grupo, nación, individuo) en proceso de observación, es decir, problema-
tizada conceptualmente. Implica un estudio intensivo del o de los casos
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El diseño de la investigación social
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3. Diseños y estrategias de investigación social
ciales, «sacudir las certezas» que se nos presentan como evidentes, mos-
trando cómo la realidad es contradictoria y aporética, localizar e inter-
pretar el contexto en el que surgió, las principales transformaciones que
ha sufrido, así como las supervivencias de elementos en sus manifestacio-
nes presentes (y a través de este proceso de problematización intentar es-
clarecer los lazos existentes entre saber y poder). Para Robert Castel
(1997) un objetivo fundamental de este tipo de estrategias consistirá en
intentar localizar el origen o punto de arranque y especificar los momen-
tos singulares que actúan como catalizadores de cambios sociales. El tipo
de instrumentos, técnicas y prácticas que se ponen en juego en este tipo
de diseños es múltiple y puede variar desde el uso de documentos de di-
verso carácter (contratos, instrucciones, sentencias, obras de arte, prensa,
diarios, ordenanzas, leyes, etc.) hasta elementos de la cultura material
(edificios, herramientas, estructuras espaciales, etc.), pasando por el uso
de datos secundarios de carácter histórico (series cronológicas, censos,
registros, etc.).
Las estrategias de carácter biográfico, inscritas en el llamado método
biográfico9, asentadas tanto en el uso de las historias de vida como en la
realización de diarios, autodiarios, confesiones, memorias, biografías,
blogs biográficos, documentos de autopresentación o de comunicación
interpersonal (incluyendo el género epistolar), fotografías, vídeos y todo
tipo de documentos personales. Esta aproximación hace referencia a una
manera de mirar lo social que atiende a la reconstrucción socio-histórica
a través de la reconstrucción de las vidas de los sujetos. Su objetivo fun-
damental es producir información sobre la sociedad y la política a partir
de las vidas y experiencias de las personas, para construir las conexiones
entre el tiempo personal (la biografía) y el tiempo histórico. El objetivo
básico consistiría en analizar cómo la historia social se encarna en los su-
jetos y sus vidas; ver cómo se filtra la historia, la estructura social, los
acontecimientos en los individuos. De esta manera, lo importante sería
reconstruir los hechos sociales, las representaciones, los posicionamien-
tos a partir de las subjetividades, de cómo los vivieron diversos indivi
duos, esto es, a partir de sus interpretaciones de su vida y su tiempo. Es
especialmente interesante en el análisis de aspectos que impliquen un de-
sarrollo temporal, una trayectoria, un ciclo vital, un cambio histórico.
Para un desarrollo más amplio de esta estrategia se puede consultar el
capítulo 16, dedicado a la misma en el presente volumen10.
Bajo la amplia etiqueta de Investigación Cualitativa Longitudinal
(ICL) (Caïs, Folguera y Formoso, 2014) se recogen diversas propuestas
en dos direcciones diferentes: estudios asentados en el cambio en perso-
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Cuadro 1. Clasificación en función de los objetivos del uso conjunto
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COMPLEMENTACIÓN APOYO TRIANGULACIÓN CRUCE DE
(diferentes objetivos específicos/niveles se (implica una cierta subordinación de uno de (ver coincidencias/ LÓGICAS
abordan desde distintas metodologías) los métodos al otro). Embedded Strategy divergencias de los DE ANÁLISIS
FASES O
TIEMPOS
Complementación por deficiencia (Ortí) (Creswell) resultados)
(en paralelo)
SIQUIERA EN LAS todología
CONCURRENTE
El diseño de la investigación social
CONCLUSIONES) cualitativa
ISOMORFISMO:
1º CUALITATIVO à 2º CUANTITATIVO CUALITATIVO SIRVE DE APOYO LOS ESPACIOS
– ver primero la estructura de unas actitudes y AL CUANTITATIVO TOPOLÓGICOS
después su distribución – para generar hipótesis (Conde)
– para diseñar cuestionarios (triangulación en el
1º CUANTITATIVO à 2º CUALITATIVO – para pretestar cuestionarios análisis)
– ver distribución y después profundizar en – para controlar aplicación de encuestas espacios de
alguno de los subgrupos (supervisión) transición
– para diseñar muestras entre las técnicas
MÚLTIPLES ENCADENAMIENTOS – para interpretar resultados de análisis Análisis
(Diversas combinaciones) (Frecuente en sorprendentes topológicas: cualitativo
estudio de casos; frecuente en la
ENCADENADA O SECUENCIAL
y los campos
con datos secundarios) semánticos
– para seleccionar muestra (o caso)
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3. Diseños y estrategias de investigación social
REALIDAD
APARIENCIA
1. Espureidad
X
X
Y
Z
Y
2. Interacción
X
Z X Z
Y
3. Supresión
Y
+
X
X
Y
-
+
Z
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El diseño de la investigación social
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3. Diseños y estrategias de investigación social
Desde el final de los años sesenta y de manera muy especial desde los
ochenta, los debates sobre la calidad impregnan las perspectivas inter-
pretativas, constructivistas y crítico dialécticas.
Muchas han sido las controversias y diversos los posicionamientos.
Encontramos desde algunos intentos de aplicar miméticamente los clási-
cos criterios vinculados a la calidad a las investigaciones cualitativas has-
ta la propuesta más radical que plantea que hablar de la calidad en la in-
vestigación cualitativa implica errores básicos de planteamiento. En este
sentido, encontramos autores y corrientes que se plantean que los crite-
rios anteriormente expuestos de validez u otros similares son sólo opera-
tivos dentro de la investigación cuantitativa y no funcionarían dentro de
otros esquemas de investigación. Sin embargo, se ha venido desarrollan-
do toda una línea de reflexión en la que se propone que, además de estos
criterios, desde otras perspectivas y paradigmas, se pueden proponer una
serie de criterios adicionales (Yin, 1994) o alternativos (Lincoln y Guba,
1985)36. Dichas propuestas tratan de integrarse en un espacio de reflex-
ión en el que se proponen criterios de calidad también para las investiga-
ciones basadas en estrategias que integren la aproximación cualitativa.
Es un intento de limitar el «todo vale» que se presenta en ocasiones en
las investigaciones que se aproximan desde la etiqueta de «cualitativas»
(Callejo, 1998: 93). Cabe, en este sentido, rescatar el productivo concepto
acuñado y desarrollado por Bachelard y retomado por Pierre Bourdieu y
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3. Diseños y estrategias de investigación social
Por otra parte, la saturación viene a ser otra de las tácticas frecuente-
mente utilizada para hablar de validez en la investigación cualitativa (Muc-
chielli, 1991). Callejo (1998) señala cómo, en términos generales, tiende a
hablarse de saturación en tres sentidos diferentes. Uno sería el momento o
punto en el que se da por finalizado el trabajo empírico, en tanto que el
proceso de recabar nuevas informaciones e indicios ya no aporta elementos
interpretativos relevantes a la investigación41. En otra dimensión, la satura-
ción se relacionaría con la búsqueda de generalización (validez externa en
la terminología anteriormente señalada o transferibilidad en el sentido an-
tes apuntado, o criterio de representatividad de la muestra); se haría así re-
ferencia a la seguridad de poder generalizar a partir de la muestra seleccio-
nada, en tanto en cuanto encontramos que las aportaciones de nuevos
informantes (o espacios de observación o de recogida de materiales) o nue-
vos casos ya no aportan elementos adicionales a los ya derivados de los in-
formantes (o casos) precedentes. Además, la saturación vendría a propo-
nerse también como práctica iterativa para la confirmación de conceptos
(validez de constructo, siguiendo la terminología antes propuesta), buscán-
dose llenar de contenido empírico los elementos que conforman un siste-
ma conceptual previo (Callejo, 1998: 97); es ésta la acepción preferente en
la línea de estudio que ha venido a denominarse como Teoría fundamenta-
da. Es por ello que, a la hora de seleccionar el número de casos o infor-
mantes o a la de intentar conseguir seguridad en las interpretaciones deri-
vadas del análisis, o a la de ganar confianza en los conceptos y
categorizaciones empleadas, el concepto de saturación se transforma en un
criterio fundamental. Jesús Ibáñez lo planteó en el caso del diseño con
grupos de discusión, Bertaux en relación al método biográfico42, y Glazer
y Strauss en el seno de la corriente llamada Teoría fundamentada, en el
caso de la selección siguiendo criterios de representatividad teórica (y con
ello hablaron de la saturación teórica). Los criterios por los que se podría
conseguir dicha validación hacia la generalización, la adecuación y la rele-
vancia del sistema conceptual son el de pertinencia, búsqueda de diversi-
dad (de activación de las voces posibles, de los espacios diversos, de los re-
latos cruzados, de las principales diferencias, la acumulación de los
mismos siguiendo criterios de relevancia) y de la activación de los diferen-
tes puntos de vista43. Junto con estas miradas sobre la saturación se señala
una tercera derivada del desarrollo de distintas investigaciones sucesivas en
el mismo campo de estudio de prácticas, de opiniones o posicionamientos
ideológicos (Callejo, 1998:102).
Las formas de proponer la selección de los informantes, casos o con-
textos (las cuestiones más comúnmente llamadas de muestreo) cuando
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Notas
1 Que un determinado tipo de diseños metodológicos tiendan a etiquetarse
como tal depende en muchas ocasiones de la frecuencia del uso así como de su
relevancia en el ámbito de la reflexión metodológica.
2 Ésta es la expresión original que mantenemos.
3 Exceptuando la psicología, y en ésta de forma limitada, los experimentos
han encontrado gran resistencia en su aplicación al ámbito de las ciencias sociales.
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Bibliografía recomendada
Callejo Gallego, J. (1998): «Sobre el uso conjunto de prácticas cualitativas y
cuantitativas», Revista Internacional de Sociología, 21, Madrid, Instituto de
Sociología «Jaime Balmes», CSIC.
Cook, T. D., y Campbell, D. T. (1979): Quasi-experimentation. Design and
analysis issues for field settings, Boston, Houghton Mifflin Co.
Creswell, J. W., y Plano Clark, V. L. (2007): Designing and conducting mixed
methods research, Thousand Oaks, Londres, Nueva Delhi, Sage.
Lincoln, Y. S., y Guba, E. G. (1985): Naturalistic Inquiry, Londres, Sage.
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El diseño de la investigación social
Pablo Navarro
Antonio Ariño
1. Introducción1
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La segunda revolución digital que en estas primeras décadas del siglo xxi
está comenzando a incidir sobre la investigación sociológica5 tiene un ca-
lado todavía más profundo que la primera. No se trata de una revolución
instrumental (con profundas repercusiones epistemológicas, es cierto),
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que tal vida está estructurada por nuestras preferencias, acciones y acti-
vidades estrictamente individuales. Es también porque la misma interac-
túa con un amplio universo de «objetos digitales» que nos vinculan a
otros ciberagentes. Es este contexto sociodigital en el que se recorta nues-
tra trayectoria individual en la Red el que permite interpretar esa trayec-
toria en términos propiamente sociológicos. Veremos en qué consisten
esos «objetos socio-digitales» a los que se hace referencia, pero primero
prestemos atención al entorno que los alberga, y que no es otro que lo
que llamaremos el universo IP.
5.1 El universo IP
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d) Tipos de objetos SD
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tenía algún sentido distinguir entre los usuarios y los creadores de los
contenidos on line. Pero la evolución misma de Internet en la dirección
de una cada vez mayor variedad de procesos y servicios, evolución que
facilita un grado creciente de interactividad en la Red, hace esa distin-
ción usuario/creador cada vez más obsoleta. Es verdad que hay usuarios
macrocreadores (con una influencia a gran escala de sus creaciones) y
usuarios cuya contribución a Internet es mínima. Pero ésta es una dife-
rencia de grado, más que de sustancia. Internet moviliza y vincula un co-
lectivo enorme de usuarios-creadores que, al mismo tiempo que utilizan
los recursos facilitados por la Red, son los creadores de los contenidos de
ésta —en definitiva, son los productores de los datos que pueblan el uni-
verso IP.
a) La relación del usuario con los contenidos que emplea y con los que produce
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Uno de los obstáculos que más dificultan una utilización eficaz (y ya po-
sible en principio) de los datos digitales en general, y de los personales en
especial, es la condición de «datos desestructurados» que unos y otros
tienen a menudo. Se denominan «datos no estructurados» (unstructured
data) a aquellos que no se nos muestran encasillados en una estructura
previa de datos (definida mediante campos, o bien a través de marbetes o
tags) que permita la interpretación maquínica (por ordenador) de tales
datos. Normalmente, los datos no estructurados requieren una interpre-
tación humana, a menos que sean tratados mediante diversas técnicas de
parsing (de análisis sintáctico)37. Por ejemplo, el dato (la secuencia de
símbolos alfanuméricos presente en un texto) «2015» puede interpretar-
se, bien como una suma de dinero, bien como una fecha (entre otras co-
sas). A menos que ese dato esté estructurado mediante alguna técnica in-
terpretativa como las mencionadas, que permita entender su significado
real, tendremos que recurrir a un intérprete humano para dilucidar su
significado exacto. Un intérprete humano competente es incomparable-
mente más eficaz —por el momento al menos— que cualquier mecanis-
mo interpretativo computacional. Pero es, también, mucho más caro y
lento: ni siquiera todos los intérpretes humanos en potencia disponibles
a escala mundial podrían interpretar una mínima parte del diluvio de da-
tos que inunda nuestro universo digital.
Se calcula que el porcentaje de datos no estructurados en una organi-
zación típica puede rondar el 80% del total38. De ese total, solo el 0,5%
son sometidos a análisis39. Probablemente la razón fundamental que ex-
plicaría esa relativa inapetencia analítica resida en el hecho de que gran
parte de esos datos no aprovechados son datos no estructurados y, por
consiguiente, datos inabordables, a un coste razonable, desde un punto
de vista interpretativo.
Los datos estructurados, como ya se habrá intuido, son aquellos que
«residen en un campo fijo dentro de un registro o archivo... Esto incluye
los datos contenidos en bases de datos relacionales y en hojas de cálcu-
lo... Los datos estructurados dependen de la creación de un modelo de
datos —un modelo de los tipos de datos que serán registrados y de
cómo estos serán almacenados, procesados y accedidos»40.
Puede también hablarse de «datos semiestructurados», que serían
aquellos que «no se acoplan a la estructura formal de modelos de datos
asociados con bases de datos relacionales o otras formas de tablas de da-
tos, pero aun así contienen “marbetes” (tags) u otras anotaciones para
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son relacionables a esa misma escala. Por consiguiente, para que la relacio-
nabilidad de los datos —posibilitada por su estructuración según un dise-
ño común— adquiera su máximo valor, esa relacionabilidad deberá ge-
neralizarse —en el límite, hacerse universal, abarcar todo el universo
IP— sobre la base de una estructura de datos de algún modo unificada.
Sólo esta estructura permitirá la agregación, comparación y análisis de ta-
les datos a una escala auténticamente global —y sólo así adquirirán esos
datos su máximo valor, al ser relacionables con cualquier otro dato en el
universo IP—. Así como Internet es global, la estructura de los datos debe
también serlo para que la relacionabilidad de los mismos tenga un hori-
zonte planetario, y puedan entrar en resonancia creativa a una escala asi-
mismo global. Estamos asistiendo, en esa dirección, a la emergencia de un
universo relacional de los datos constituido a escala planetaria e instru-
mentado a través de estructuras de metadatos de alcance igualmente pla-
netario. La concepción más avanzada de esta tendencia se expresa a través
de la noción de datos enlazados (Linked Data).
f) Datos enlazados
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Notas
1 Este capítulo es una elaboración teórica y pedagógica que se inscribe en el
proyecto de investigación «Los Nuevos Objetos-Mundo Sociales (NOMS)», fi-
nanciado por la ayuda CSO2011-25942 del Ministerio de Economía y Competi-
tividad, adjudicada dentro del Plan Nacional de I + D + i (2008-2011), Progra-
ma de Investigación Fundamental, Subprograma de Investigación Fundamental
no orientada. Se ha beneficiado asimismo de una estancia de Pablo Navarro en
el Center for Civic Media del Media Lab, MIT, estancia sufragada por una ayu-
da BEST de la Generalitat valenciana.
2 Véase Zitrain, Jonathan, 2009: The Future of the Internet, Londres, Pen-
guin Books, pp. 687 y ss.
3 El concepto de «organizabilidad» trata de captar la idea de «capacidad de
organizarse en formas emergentes (nuevas y en algún aspecto más potentes que
las anteriores)». No todas las sociedades humanas tienen, en este sentido, el mis-
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17 https://www.coursera.org/course/recsys.
18 El caso del objeto SD «Uber», un sistema de transporte colaborativo ges-
tionado por la Red, ha saltado a los grandes medios recientemente como ejem-
plo —conflictivo: con su lado bueno y su lado malo— de esas capacidades orga-
nizativas inéditas que emergen en nuestra sociedad gracias al potencial
sociogénico —a la organizatividad intrínseca— del universo IP.
19 Newman, M. E. J. (2004): «Detecting community structure in networks»,
h t t p : / / l i n k . s p r i n g e r. c o m / a r t i c l e / 1 0 . 1 1 4 0 % 2 Fe p j b % 2 Fe 2 0 0 4 - 0 0 1 2 4 -
y?LI=true#page-1.
20 Me refiero a sistemas como los de las cámaras de videovigilancia que, en
la medida en que, como probablemente ocurra a medio plazo, pasen a trabajar
con el protocolo IP, llegarán a formar parte técnicamente de Internet (http://
www.cisco.com/c/en/us/solutions/enterprise/ip-video-surveillance/index.html).
21 El carácter enajenado y enajenante de los contenidos entregados a la Red
por sus usuarios recuerda al que atribuye Marx a la mercancía. Esa condición
enajenada ocasiona intentos de recuperación, por parte de tales usuarios, de algu-
na forma de control sobre ese contenido por ellos mismos producido —la mayor
parte de las veces de manera involuntaria—. Esos intentos de control —aunque
sea el que representa el borrado de los contenidos en cuestión— se expresan en re-
clamaciones como la del «derecho al olvido» en Internet (http://www.derechoalol-
vido.eu/).
22 Esto es lo que intenta hacer una diversidad cada vez mayor de herramien-
tas de «revelado epistémico» de ese fondo implícito de conocimiento, como por
ejemplo What We Watch (http://whatwewatch.mediameter.org/), que permite ex-
traer conclusiones acerca de la distancia cultural entre distintos países a partir
de los patrones de visualización de los vídeos de YouTube.
23 Navarro, P. (2002): «Información, comunicación, conocimiento y agencia
en la era de la socialidad artificial», en J. M. García Blanco y P. Navarro (eds.),
¿Más allá de la modernidad? Las dimensiones de la información, la comunicación
y sus nuevas tecnologías, Madrid, CIS, pp. 105-133.
24 http://whatis.techtarget.com/definition/metadata; http://en.wikipedia.org/
wiki/Metadata.
25 VV. AA. (2014): «El “Big Data” se vuelve Personal» — Informe especial,
MIT Technology Review, http://www.technologyreview.es/informesespeciales/
specialreport.aspx?id=99.
26 «Los datos abiertos son datos que pueden ser utilizados, reutilizados y re-
distribuidos libremente por cualquier persona, y que se encuentran sujetos, cuando
más, al requerimiento de atribución y de compartirse de la misma manera en que
aparecen» (http://opendatahandbook.org/es/what-is-open-data/). Véase Ariño
Villarroya, A. (2008): El movimiento Open, Valencia, PUV; (2015): «Moviliza-
ciones por la Red. Las evoluciones del movimiento Open», pendiente de publi-
cación.
27 http://opendatacommons.org/licenses/.
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41 http://en.wikipedia.org/wiki/Semi-structured_data.
42 http://www.tvtechnology.com/insight/0083/virtualizing-the-growth-of-
metadata/221644#sthash.jjJ2mwqc.dpuf.
43 http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?doi=10.1.1.102.6901&rep=
rep1&type=pdf.
44 http://en.wikipedia.org/wiki/Linked data; «Datos Enlazados» trata de utili-
zar la Web para conectar datos relacionados que no han sido vinculados previa-
mente, o de usar la Web para disminuir los obstáculos que dificultan el enlace de
datos actualmente vinculados mediante otros métodos. Más en concreto, Wikipe-
dia define «Datos Enlazados» como «un término que se emplea para describir
unas buenas prácticas recomendadas para mostrar, compartir y conectar unidades
de datos, información y conocimiento en la Web Semántica mediante la utiliza-
ción de URIs y RDF» (http://linkeddata.org/). Según otra definición general,
«Los Datos Enlazados es la forma que tiene la Web Semántica de vincular los dis-
tintos datos que están distribuidos en la Web, de forma que se referencian de la
misma forma que lo hacen los enlaces de las páginas web» (http://www.w3c.es/
Divulgacion/GuiasBreves/LinkedData); véanse también los tutorials en http://
www.linkeddatatools.com/semantic-web-basics y la charla de Tim Berners-Lee en
http://www.ted.com/talks/tim_berners_lee_the_year_open_data_went_worldwide.
45 Halford, S., Pope, C. y Veal, M. (2012): «Digital Futures? Sociological
Challenges and Opportunities in the Emerging Semantic Web», http://soc.sage-
pub.com/content/early/2012/11/02/0038038512453798.full.pdf.
46 http://es.wikipedia.org/wiki/SQL. Tutoriales disponibles en http://www.
sqlcourse.com/intro.html y https://class.stanford.edu/courses/DB/SQL/SelfPa-
ced/courseware/ch-sql/seq-vid-introduction_to_sql/.
47 Karpf, D. (2011): «Social Science Research Methods In Internet Time»,
http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1929095; Bruggeman, J.,
Traag, V. A. y Uitermark, J. (2010): «Detecting Communities through Network
Data», http://asr.sagepub.com/content/77/6/1050.abstract; Zhe L. y Weber, I.
(2014): «Is Twitter a Public Sphere for Online Conflicts? A Cross-Ideological
and Cross-Hierarchical Look», http://link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-
319-13734-6_25#page-1; Magno, G. y Weber, I. (2014): «International Gender
Differences and Gaps in Online Social Networks», http://link.springer.com/
chapter/10.1007/978-3-319-13734-6_9#page-1; Michel, J-B. y otros (2011):
«Quantitative Analysis of Culture Using Millions of Digitized Books», http://
link.springer.com/article/10.1140%2Fepjb%2Fe2004-00124-y?LI=true#page-1.
48 Kauffman, S. A. The Origins of Orde, Oxford UK, Oxford University
Press, 1993; Hordijk, W. «Autocatalytic Sets: From the Origin of Life to the
Economy», BioScience, November 2013 / Vol. 63 No. 11, pp. 877-881, http://
bioscience.oxfordjournals.org/content/63/11/877.full.pdf+html.
49 Parece que la realidad misma de Internet plantea un desafío al concepto
clásico de computabilidad establecido por Turing. Algunos autores proponen
considerar, a este respecto, el concepto de «computación en evolución interacti-
140
4. La investigación social ante su segunda revolución digital
va» («Evolving Interactive Computing») como más adecuado para captar la ge-
nuina enjundia computacional de la Red (http://www.ercim.eu/publication/Er-
cim_News/enw50/wiedermann.html).
50 Chesterton, G. K., The Man Who Knew Too Much, http://www.guten-
berg.org/cache/epub/1720/pg1720.html.
51 Consúltese, a este respecto, otra charla más reciente de Tim Berners-Lee,
http://www.ted.com/talks/tim_berners_lee_a_magna_carta_for_the_web.
52 http://en.wikipedia.org/wiki/Raw_data; http://blog.okfn.org/2007/11/07/
give-us-the-data-raw-and-give-it-to-us-now/; http://www.ted.com/talks/tim_ber-
ners_lee_on_the_next_web; http://www.wired.co.uk/news/archive/2012-11/09/
raw-data.
53 Así, YouTube ha desarrollado un «instrumento de autoobservación» con-
siderablemente elaborado, YouTube Trends, https://www.youtube.com/trends-
dashboard.
Bibliografía recomendada
Astudillo, F. J. (2014): Sociología Digital, https://sociologiadigital.wordpress.
com/2013/08/17/metodos-digitales-repensando-la-sociologia/.
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Lupton, D. (2012): «Digital Sociology: An Introduction»: https://www.acade-
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Segunda parte
La articulación de la
investigación social
5. Observación sociológica,
realidad y reflexividad
1. Introducción
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amplias redes en las que se insertan las teorías concretas a las que se lla-
man programas o tradiciones de investigación (respectivamente, Lakatos,
1983, y Laudan, 1986), lo que complejiza cualquier proceso de falsación
empírica, o el papel a lo largo de la historia de la imaginación y del re-
curso a transgredir reglas metodológicas estrictas con tal de hacer avan-
zar la ciencia (el anarquismo metodológico de Feyerabend, 1986). Inclu-
sive ha permitido la emergencia de un empirismo constructivo (Fraassen,
1997) que sostiene que para la ciencia lo relevante no es la realidad o lo
verdadero sino sólo lo que es empíricamente contrastable, o de un realis-
mo crítico (Bhaskar, 1975) que compatibiliza un realismo ontológico (la
realidad existe con independencia de su conocimiento) con la idea del co-
nocimiento científico como resultado de la actividad social humana.
En esta línea destaca la tesis de John Ziman (1972) que subraya el
componente público y consensual del método científico como elemento
distintivo del mismo y del consiguiente quehacer de los científicos. Es
decir, la disponibilidad pública de las proposiciones que aspiran a tener
el marchamo de científicas supone la base primaria para la validación
del conocimiento científico. Proposiciones que deben reunir un mínimo
suficiente de contrastabilidad empírica y coherencia lógica para poder
ser tomadas en cuenta en el debate entre los científicos. Algo que es
consistente con los cánones clásicos del método. Pero para que la cien-
cia avance no basta cumplir estos cánones y, con ello, tener ideas fructí-
feras, elaborar tests empíricos o formular nuevos problemas, sino que
también es necesario ponerlos a disposición pública de la actividad or-
ganizada que supone la tarea científica. Y ello es así porque el conoci-
miento científico no emerge sin más con una idea racional o con una
prueba empírica aislada, sino de un mecanismo social propio del méto-
do científico que, además, contextualiza y perfila el hábito científico.
Ese mecanismo es la consideración del consenso como elemento defini-
torio de lo que se tiene como conocimiento verdadero o aceptado en la
comunidad científica. Así, el conocimiento científico es un corpus so-
cialmente compartido y convalidado que surge de un proceso que, de-
pendiendo de los rasgos sustantivos de dicho corpus y del contexto so-
cial de cada campo científico, puede ser más o menos largo y difícil, y
cuya resolución expresa en cada momento dado del quehacer científico
un acuerdo intersubjetivo de los científicos respecto de lo que se consi-
dera como relevante, adecuado y explicativo de la evidencia empírica
disponible.
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la teoría sociológica mantuvo hasta mediados de los años sesenta del si-
glo pasado entre el marxismo y el estructural-funcionalismo parsoniano
comenzó a resquebrajarse, y las sociologías de la vida cotidiana o micro-
sociologías (interaccionismo simbólico de Blumer, enfoque dramatúrgico
de Goffman, sociología fenomenológica de Berger y Luckmann o la et-
nometodología de Garfinkel) asentaron su relevancia en el análisis de la
realidad social a partir de los años sesenta y setenta, se propició lo que
Ashmore (1989) ha etiquetado como el giro reflexivo de la sociología, y
que Giddens integró y sintetizó en unas nuevas reglas del método socio-
lógico (1987) y de estructuración de la sociedad (1995).
De esta manera, la reflexividad se entiende como una propiedad de
los humanos asociada a su capacidad de pensar y hacer (Callejo, 1999)
que permite a los sujetos tanto autorreferenciar la acción realizada como
concebir las consecuencias que genera en su interacción y, con ello, alte-
rar la propia situación previamente definida y establecida, y en la que el
lenguaje se considera no tanto como reflejo de la realidad, sino como
constructor o conformador de la propia realidad (Lamo de Espinosa,
1998: 637), de la misma forma que lo hacen los valores y los amplios gra-
dos de libertad propios de la condición humana. Así, la reflexividad se
concibe como un rasgo propio de la naturaleza del objeto de la sociolo-
gía que no sólo afecta a su propia conformación natural, sino que tam-
bién permite la generación de una nueva dimensión en la realidad social
como es la etnosociología, entendida aquí como el corpus de la sociolo-
gía que es incorporado de manera creciente por los propios actores so-
ciales para interpretar y redefinir sus propias vidas cotidianas (Santoro,
2003). Y que también alcanza a la propia metodología de las ciencias so-
ciales en tanto que el desarrollo de una actividad específica para conocer
la realidad social genera, de manera natural, una reactividad (reacción)
del propio objeto estudiado (Campbell, 1957; Espeland y Sauder, 2007).
De esta manera, la reactividad puede entenderse como un subtipo de la
más amplia reflexividad que se genera al tomar contacto las técnicas de
investigación con el objeto de la indagación sociológica, tanto si éste está
formado de manera directa por sujetos (ámbito micro de la investiga-
ción) como si se refiere a estructuras sociales (dimensión meso de la in-
dagación) que son permeables a nuevas formas de acción social.
Por otro lado, el problema de la reflexividad no se restringe a estos
ámbitos micro y meso de la realidad social sino que se proyecta, al igual
que ocurría en la teoría de la relatividad de Einstein para el universo, en
el ámbito macro que conforman las sociedades. De esta manera, para al-
gunos autores, la reflexividad sería un rasgo definitorio del cambio social
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Suele ocurrir con alguna frecuencia que los científicos, en su trabajo in-
vestigador, no se preocupen especialmente por explicitar y sistematizar
las reglas del procedimiento científico que utilizan. Como señalara Tho-
mas Kuhn en su ya clásica obra La estructura de las revoluciones científi-
cas (Kuhn, 1975, e. o. 1962), no se llega a ser consciente con frecuencia
de cuestiones metodológicas y teóricas básicas hasta que fracasan el mé-
todo y la teoría dominantes. Y posiblemente estemos asistiendo actual-
mente, con el avance de la revolución digital, como han puesto de mani-
fiesto en un capítulo anterior Pablo Navarro y Antonio Ariño, a un
momento crucial por lo que se refiere a la diferencia que existe entre
ciencia y no-ciencia en el ámbito de la sociología. Una diferencia que
como hemos visto anteriormente tiene su origen en el adecuado uso del
método científico, un método que en sus elementos básicos es general
para todas las ciencias, y que se complementa con los métodos especiales
que van desarrollando en el correspondiente trabajo investigador las
ciencias particulares.
Quizás no se suele prestar suficiente atención en los debates metodoló-
gicos a la propuesta de Mario Bunge (1979: 8-40) de clasificación de las
ciencias, y la correspondiente diferenciación entre el método general de to-
das ellas y los métodos especiales de cada ciencia particular. Por eso con-
viene recordar que por lo que se refiere a los tipos de ciencia, la primera y
básica clasificación se refiere a la que corresponde al ámbito del estudio,
esto es, a las que sólo estudian ideas, que es el ámbito de las ciencias forma-
les, y las que estudian, por su parte, hechos, que es lo propio de las ciencias
factuales. La lógica y la matemática son ciencias formales, pues no se refie-
ren a nada que se encuentre en la realidad, mientras que el resto de las
ciencias, tales como la física, la biología, la sociología o la historia de
las ideas, por ejemplo, son ciencias factuales, pues se refieren a hechos que
se supone ocurren en el mundo, por lo que tienen que recurrir a la expe-
riencia para contrastar sus conceptos, proposiciones y teorías sobre los he-
chos de los que se ocupan.
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persona por la forma en que se viste, por el lugar en que vive, por el au-
tomóvil que conduce, por su manera de manifestarse y por otros muchos
indicadores objetivos de estatus social, que es en sí mismo inobservable.
Por eso, dada la hipótesis de que «el sujeto y pertenece a la clase social A
en la jerarquía social dominante en su sociedad», se puede contrastar
mediante la observación de ciertas propiedades del sujeto y, utilizándose
estos datos como evidencia para dicha hipótesis porque aceptamos cier-
tas generalizaciones referentes a la relación entre los indicadores y el es-
tatus social. Así pues, en el ámbito de la ciencia, esas relaciones entre in-
dicadores y las correspondientes variables inobservables son postuladas
por la teoría, y se someten a prueba de modo independiente en la medida
de lo posible.
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Bibliografía recomendada
Bunge, M. (1979): La investigación científica: su estrategia y su filosofía, Barcelo-
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Echevarría, J. (1989): Introducción a la metodología de la ciencia, Barcelona, Bar-
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Ziman, J. (1972): El conocimiento público, México, FCE.
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La articulación de la investigación social
1. Introducción
Una perspectiva es una forma de ver que es al mismo tiempo una forma
de no ver. Se ven unos objetos y no se ven otros (muchas veces ocultos
por los primeros). Las ciencias sociales (como el resto de las disciplinas
científicas) han tenido tradicionalmente una perspectiva que de forma
bastante general y sistemática ha dejado fuera de su campo de visión a
las mujeres y lo que a ellas afecta. Y, con frecuencia, cuando la ciencia ha
enfocado a las mujeres como objeto de estudio, las ha sexualizado en ex-
ceso, esto es, ha analizado preferentemente aquello que tienen de diferen-
te con los varones. Me atrevería a decir que las ciencias, tanto naturales
como sociales —la sociología entre estas últimas—, han padecido, y en
parte aún padecen, una suerte de gineagnosia, que sería el hecho de no
ver a las mujeres o, más bien, verlas pero no reconocerlas, no darles el
sentido, el valor que tienen, como les pasa a las personas enfermas de ag-
nosia, que ven, pero no reconocen.
La perspectiva de género es una mirada sobre la vida social y política di-
rigida a poner de manifiesto cómo las normas, las prácticas y las estructuras
sociales, políticas y económicas, en principio, pueden afectar y, de hecho
normalmente lo hacen, de manera diferente a mujeres y varones y/o a ciertos
grupos de mujeres. Esa diferencia suele convertirse en discriminación.
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La articulación de la investigación social
Los estudios específicos sobre mujeres suelen ser, con frecuencia, so-
bre mujeres notables o sobre mujeres víctimas de la dominación masculi-
na. Los estudios sobre mujeres notables en el campo científico, literario,
artístico o político, si bien muy importantes porque rescatan para la his-
toria del conocimiento aquellas mujeres que han hecho aportaciones im-
portantes tanto a las ciencias como a la vida pública, han de tener en
cuenta que estas mujeres de ciencia, en cualquier dominio del pensa-
miento, han realizado su labor en un contexto definido por un «colegio
invisible» que establecía lo que era o no aceptable como ciencia (arte, li-
teratura, etc.). Los estudios sobre mujeres con aportaciones notables a la
vida pública deben tomar en consideración que lo que se ha definido
como relevante, en esta esfera pública, son actividades en las que los va-
rones han sobresalido. Difícilmente se muestran como valiosas las activi-
dades de reproducción de la vida, la maternidad, la sexualidad, el cuida-
do y la atención a otras personas. Por lo general, las ciencias sociales no
han valorado la contribución de estas actividades a la forma de sociedad
en la que vivimos, al sostenimiento de nuestras instituciones públicas y al
tipo de organización política de la que nos hemos dotado. Por ello, a la
suma de mujeres notables a la investigación habría que añadir la revisión
crítica del medio en el que destacaron.
Cuando se estudia a las mujeres como víctimas de la dominación mas-
culina, con frecuencia se corre el riesgo de mostrar a las mujeres sólo
como víctimas, como entes pasivos. Como seres que no han actuado en
el rol de sujeto agente de cambio en sus propias vidas y en las de los de-
más. Sin duda, la condición de víctima limita mucho las posibilidades de
acción, pero los seres humanos, por definición, somos sujetos agentes,
sujetos activos. Contemplar a ciertas mujeres sólo en su condición de víc-
timas supone un reduccionismo epistémico incapaz de dar cuenta de la
totalidad de los sujetos investigados (Mohanty, 2008).
La segunda característica del lenguaje observacional de género, según
Sandra Harding, consiste en incorporar las experiencias de las mujeres.
Hay numerosos fenómenos que pueden parecer problemáticos desde una
perspectiva masculina, o más bien desde la perspectiva de un tipo de va-
rón determinado, y que son irrelevantes para las mujeres y viceversa: las
mujeres experimentan una serie de situaciones y realizan una serie de ac-
tos que no son problematizados por las ciencias sociales. Por lo general,
se estudian aquellos fenómenos que son considerados como problemas,
aunque sólo sea problemas cognitivos. Y los problemas son experimenta-
dos por personas. Una importante característica del uso de la perspecti-
va de género es que no sólo presta atención a las experiencias de las mu-
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ella. Y poca duda cabe de que las interacciones que constituyen la vida
social son de una complejidad tal que obligan a repensar la noción mis-
ma de lo complejo.
2.1 Reflexividad
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La articulación de la investigación social
rar, en cada estudio concreto, qué técnica es más apropiada para evitar,
con su aplicación en cada caso particular, una mirada distinta sobre muje-
res y varones y c) considerar el impacto de los resultados de la investiga-
ción en ambos sexos.
En su estudio sobre la socialidad humana, Pablo Navarro (1990) sos-
tiene que la reflexividad aparece cuando hay interferencias entre la acti-
vidad del sujeto y la del objeto (sujetos investigados, en nuestro caso) de
la investigación. Dado que toda investigación social genera tales interfe-
rencias, las investigaciones realizadas desde una perspectiva de género
buscan, de forma bastante generalizada, que estas inevitables interferen-
cias mejoren la calidad de la investigación, no sólo porque reflexionan
sobre el proceso de producción del conocimiento, sino porque de esta re-
flexión se deducen fórmulas para reducir los sesgos de quien investiga.
Así, además de todas las medidas que una investigación rigurosa debe te-
ner en cuenta, la investigación con perspectiva de género busca: a) que
las personas investigadas (a las cuales, a menudo, se les suele denominar
«participantes» para poner en evidencia su rol de sujeto agente) tengan
un papel activo y reflexivo en la interacción; b) que se reduzca el desequi-
librio de poder entre quien investiga y quien es investigada/o; c) empode-
rar a las mujeres investigadas y d) intentar evitar, en lo posible, la jerga
académica para que los resultados de la misma sean más accesibles. Es-
tas últimas características las comparte con la investigación-acción parti-
cipativa, como se verá en el capítulo siguiente.
2.2 Complejidad
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Tomar al varón como norma es otro de los sesgos. En muchos casos las
investigaciones están orientadas exclusivamente a los varones, y a las mu-
jeres se las mide en relación a ellos. De esta forma, las mujeres suelen
aparecer como desviación de la norma; los muchos déficit de los que se
acusa a las mujeres, desde el digital al científico, son una clara muestra
de las consecuencias de tomar a los varones como norma. Si se tomara a
las mujeres como norma, por ejemplo, hace tiempo que estaríamos ha-
ciendo investigaciones sobre el déficit masculino en el trabajo doméstico
y de cuidados. De manera casi paradójica se produce otro sesgo que po-
dría llamarse excesivo ginocentrismo al excluir de ciertos ámbitos de estu-
dio a los varones. Por ejemplo, en lo relativo al hogar, al cuidado y la re-
producción, en el ámbito de la sociología o en los estudios de
osteoporosis en el ámbito de la investigación médica (Sánchez de Mada
riaga y Ruiz Cantero, 2014).
El segundo tipo, la insensibilidad de género, tiene lugar cuando se ig-
nora el sexo o el género como variable. Es otra forma de expresar la gi-
neagnosia o ceguera de género. Su manifestación más frecuente es el fa-
milismo que supone considerar a la familia o al hogar como la unidad
última de análisis sin considerar que los miembros que lo componen no
son iguales entre sí (Dema y Díaz, 2014: 26-28). Otra forma de insensi-
bilidad de género es la descontextualización que aparece al no considerar
que situaciones similares pueden tener diferentes efectos según el géne-
ro. María Ángeles Durán (1998) e Inés Sánchez de Madariaga (2009),
entre otras, lo han puesto de manifiesto en el análisis de la planificación
urbana.
Un tercer tipo de sesgo es el que Eichler llama doble rasero, que se
produce al tratar a hombres y mujeres en situaciones idénticas con crite-
rios diferentes. Se suele dar especialmente en estudios sobre diferencias
de comportamiento sexual, en los que se estigmatiza a las mujeres por
conductas que aparecen como tolerables en los varones, como indica la
Society for the Scientific Study of Sexuality en su informe de 2012, y
también en enfermedades de difícil diagnóstico, como la fatiga crónica
(Rivas Vallejo, 2008). Dos subformas típicas de este sesgo son las dicoto-
mías de género. La primera supone tratar a ambos sexos de forma total-
mente separada, exagerando las diferencias entre mujeres y hombres y
pasando por alto las características comunes. Quizá uno de los ejemplos
más claros sea el libro de autoayuda, pero pretendidamente científico,
Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus, de John Gray (2014). La
segunda aparece cuando se parte de estereotipos de género mediante los
que se atribuyen como naturales ciertos rasgos diferentes a mujeres y va-
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derivados del uso del lenguaje sexista, sobre todo en los fenómenos que
afectan especialmente a las mujeres. Por ejemplo, Reinharz (1992: 87) se-
ñala que en un trabajo sobre violencia de género se producen diferencias
en los resultados de la encuesta si la palabra utilizada fuera «golpe» en
lugar de «bofetada». Esto es, si se pregunta la opinión sobre el hecho de
que el marido le dé, de vez en cuando, una bofetada a su mujer o le dé un
golpe. Dar bofetadas resulta una conducta más aceptable que dar golpes,
lo que pone de manifiesto que el rechazo o la aceptación de la violencia
de género puede variar según la terminología utilizada y alerta de la im-
portancia de seleccionar apropiadamente la misma.
Los sesgos conceptuales de buena parte de las encuestas oficiales han
llevado a algunas autoras a su revisión crítica y a mostrar ciertas lagunas
en la concepción o en el análisis de las mismas. Dichas lagunas pueden
llevar a la invisibilización de las mujeres o a impedir la distinción entre
las pautas, actitudes o actividades de varones y mujeres. Así, Dema y
Díaz, analizando la Encuesta de Condiciones de Vida y la Encuesta de
Presupuestos Familiares, señalan que si bien dicha encuesta recoge datos
individualizados de cada miembro de la familia, no ofrece ni analiza di-
chos datos individualmente, miembro a miembro. Lo que se hace es una
estimación del gasto medio por persona, para ciertos bienes y servicios.
Para ello, se divide el gasto del hogar entre el número de sus miembros,
asumiendo así que todas las personas de la familia gastan por igual. Evi-
dentemente, el error no es del diseño o de la redacción de la encuesta,
sino de la interpretación de sus datos:
Si bien se registran (de forma individualizada) los gastos que realiza cada uno
de los miembros del hogar mayor de 14 años, la información guardada (por el
INE) los agrupa y en los microdatos únicamente se ofrecen de forma agregada,
impidiendo identificar diferencias y/o similitudes en las pautas de gasto de varo-
nes y mujeres (Dema y Díaz, 2014: 26).
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En el tema que nos ocupa, los modelos económicos han reflejado casi exclusiva-
mente la economía de mercado, dando cuenta de un mercado laboral caracteri-
zado por una participación masculina libre de restricciones reproductivas. (…)
Por otra parte, cuando se estudia la participación de las mujeres, se utiliza para
ello el mismo instrumental estadístico y analítico que el utilizado para los varo-
nes, sin considerar que la actividad laboral femenina tiene características total-
mente distintas, precisamente porque su actividad fundamental está en otro sitio
(que permanece invisible) (Carrasco y Mayordomo, 2000: 101-104).
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Notas
1 La sección cuarta, relativa al análisis con perspectiva de género de diversas
técnicas de investigación social, ha sido realizada en colaboración con Teresa
Samper Gras, profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social
de la Universidad de Valencia.
Bibliografía recomendada
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DF, Universidad Autónoma de México. http://diarium.usal.es/frias/2014/
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7. La medición:
validez y fiabilidad
1. Introducción
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3.2 Indicadores
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porque esté ansiosa, sino porque tiene alguna uña rota, y otra persona
puede no dormir por la noche por algún malestar físico. También es po-
sible que esas personas no muestren esos síntomas pero realmente estén
ansiosas, experimentando otros indicadores menos evidentes o visibles.
Se puede ampliar el abanico de errores: unos que derivan de una de-
fectuosa redacción de las preguntas, lo que puede dificultar su interpre-
tación y, en consecuencia, producir una clasificación incorrecta de las
respuestas de los sujetos y otros que, sencillamente, resultan del hecho de
que un solo indicador sea insuficiente para abarcar la complejidad del
concepto. Para eludir exitosamente este tipo de errores los investigadores
suelen recurrir al uso de más de un indicador para medir un concepto o
una dimensión. Los indicadores múltiples presentan una serie de ventajas
a considerar, entre las cuales destacan la reducción de la probabilidad del
error y la superación de la simplicidad de la tradicional categorización
dicotómica (sí/no), mediante el despliegue del grado en que el concepto
está o no presente en el sujeto observado.
Otra perspectiva de acercamiento a lo que los distintos autores entien-
den por indicadores sociales nos la ofrecen las tipologías que éstos pro-
ponen. La primera de ellas, la más básica, es la que sugiere Bryman
(2012: 164) al distinguir entre medida (measure) e indicador. Las medi-
das son cantidades, y se refieren a cosas que pueden ser contabilizadas
sin ambigüedades, como los ingresos personales. Por su parte, los indica-
dores son medidas indirectas de un concepto o dimensión, como los es-
tudios del padre y de la madre a la hora de medir la clase social.
De mayor complejidad es la que distingue entre indicadores descripti-
vos y analíticos, también llamados normativos (Carley, 1981) o diagnós-
ticos (Hakim, 1978). Los indicadores descriptivos muestran las posibles
regularidades existentes en un conjunto de datos, sin tener detrás ningún
modelo explícito de causalidad o de prospectiva. Por su parte, en los in-
dicadores analíticos o diagnósticos siempre subyace un modelo que in-
tenta explicar y valorar los datos mediante el análisis que se lleva a cabo.
Hay un gran número de indicadores, ya sean los ofrecidos por los or-
ganismos internacionales, como el Banco Mundial, la ONU o por otros
de carácter regional, como la CEPAL, que se han especializado en la
producción de indicadores basados en unidades colectivas (estados), glo-
bales, como el porcentaje de mujeres en el Parlamento utilizado en la
construcción del Índice de Desigualdad de Género, ya sean los de carác-
ter analítico generados por investigadores independientes y basados en
unidades individuales (gasto medio familiar en cultura, obtenido del co-
ciente entre la suma de gastos de cada uno de los componentes de la uni-
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La articulación de la investigación social
dad familiar y el número total de los mismos). Por último, cabría hablar
de indicadores apropiados para el estudio de grupos u organizaciones,
que permitirían operativizar diferentes aspectos de las relaciones que
mantienen en su seno (frecuencia de reuniones de los departamentos de
una determinada organización, como medida de cohesión). Éstos ven-
drían a completar la clásica diferenciación hecha por Lundberg (cit., por
González Blasco, 2010: 355), que distingue entre indicadores globales,
analíticos y estructurales.
Pero la más polémica es la que establece una diferencia entre indica-
dores normativos, objetivos y subjetivos (Land, 1983). Los normativos
son aquellos que tienen un carácter consensuado socialmente y las varia-
ciones en los mismos son interpretadas de forma consistente; un ejemplo
clásico son los utilizados por Naciones Unidas. Los indicadores objeti-
vos suelen recoger datos de individuos o grupos que se pueden contabili-
zar y no son susceptibles de interpretación (condiciones sociales), en
tanto que los subjetivos miden la realidad subjetiva que la gente experi-
menta (satisfacción, realización, etc.). Pero no se debe olvidar que en to-
dos los indicadores hay un componente de subjetividad, que puede partir
tanto de los presupuestos ideológicos y de valores de los investigadores
que los construyen o interpretan como de los contextos en los que se
aplican.
Durante el proceso de construcción de indicadores surgen dos pregun-
tas de carácter práctico, a saber, cuántos se han de utilizar y qué pasos
hay que seguir para generarlos. De Vaus (1990: 51-53) plantea una serie
de consideraciones para fijar el número adecuado: a) si un concepto es
multidimensional, definir en qué dimensiones se está realmente interesa-
do (criterio de relevancia para la teoría); b) asegurarse de que los concep-
tos clave están medidos a fondo; c) no escatimar en preguntas para medir
actitudes y opiniones complejas, de modo que se garantice la aprehen-
sión del alcance del concepto; d) cuando no hay acuerdo en la forma de
medir un concepto, desarrollar indicadores desde un rango amplio de de-
finiciones y ver las diferencias que éstas imprimen a los resultados e in-
terpretaciones; e) desarrollar una prueba piloto de indicadores para ex-
cluir los que resulten accesorios o redundantes y, por último, f) el
número final de indicadores también se verá afectado por razones de ín-
dole práctica, como la duración del cuestionario y el método de adminis-
trarlo.
Conviene añadir que cuando se trabaja o bien con datos secundarios
o bien con datos agregados, el investigador ve reducida considerablemen-
te su autonomía para decidir sobre el número de indicadores al tener que
212
7. La medición: validez y fiabilidad
213
La articulación de la investigación social
3.3 Índices
214
7. La medición: validez y fiabilidad
nen sus limitaciones. Entre las preguntas más frecuentes de la web del
PNUD sobre el índice pobreza multidimensional, destaca la siguiente:
¿por qué no se incluye la variable «ingresos»? Y la respuesta pone en evi-
dencia, con toda crudeza, la realidad de la recopilación estadística inter-
nacional: «No podríamos incluir los ingresos debido a las limitaciones de
los datos. La pobreza de datos sobre los ingresos viene de diferentes en-
cuestas. Las encuestas que disponen de datos sobre ingresos no suelen te-
ner información sobre salud y nutrición. En la mayoría de los casos no se
puede identificar si la misma gente que tiene ingresos por debajo del um-
bral de la pobreza también están privados en el resto de los indicadores
del índice de pobreza multidimensional» (2015).
Además, al generar índices conviene tener presente la necesidad de
trabajar con indicadores que tengan en común una misma escala de me-
dición, a fin de poder ser manipulados estadísticamente de forma senci-
lla y facilitar su agregación. A continuación se les adjudican los mismos
o diferentes pesos, esto es, son ponderados en función de la importancia
que les asignemos a la hora de medir la dimensión del concepto o el con-
cepto en sí mismo. ¿Cómo se adjudican estos pesos? El objetivo es conse-
guir una ponderación sencilla, de fácil interpretación y, cuando la varia-
ble contenga significados opuestos (muy favorable-muy desfavorable o
muy indignado-nada indignado), se deberán utilizar, en consecuencia,
signos opuestos.
El caso del Sistema de Indicadores de Género y TIC de Castaño y
otros (2011) permite visualizar los pasos seguidos hasta la obtención del
índice y, en consecuencia, los métodos de ponderación utilizados. El
ejemplo de SINDISCRIP plantea otro método de construcción del índi-
ce, basado en la teoría matemática de la comunicación de Shannon
(1948), que aborda el problema de la medición de la información como
una función de probabilidades (véase el anexo virtual).
215
La articulación de la investigación social
216
7. La medición: validez y fiabilidad
217
La articulación de la investigación social
218
7. La medición: validez y fiabilidad
P.3 Por favor, dígame si aprueba por completo (1), aprueba hasta cierto punto
(2), desaprueba hasta cierto punto (3), o desaprueba por completo (4) /(Se
informa al entrevistador de la opción «indiferente», que NO DEBE LEER)
– Que, a igualdad de formación y experiencia, una empresa contrate antes a
una persona nacida en España que a una persona inmigrante.
– Que, a igualdad de formación y experiencia, una empresa contrate antes a
un hombre que a una mujer.
– Que dos personas del mismo sexo puedan casarse.
– Que dos personas de diferente origen racial tengan hijos/as juntos.
Como se puede apreciar, en este cuestionario, del que se han seleccionado cua-
tro ítems, tanto los que muestran actitudes positivas como negativas tienen el
mismo código numérico, de modo que se evite influir en la respuesta. Con pos-
terioridad, se ajustan en la dirección de la actitud que midan.
219
La articulación de la investigación social
220
7. La medición: validez y fiabilidad
221
La articulación de la investigación social
Aquí hablamos, por un lado, del clima en que se desarrolla el acto de en-
trevista y, por otro, de las condiciones físicas que rodean a éste.
No es lo mismo realizar la entrevista en un ambiente agradable, donde
se garantiza la privacidad de las respuestas, que en un clima tenso que
podría ejemplificar una entrevista sobre hábitos de los jóvenes en presen-
cia de padres. De la misma forma, las respuestas pueden verse afectadas
si la entrevista se realiza en un espacio ruidoso, pequeño o frío, o si, por
ejemplo, ocurren imprevistos como la falta de material.
222
7. La medición: validez y fiabilidad
223
La articulación de la investigación social
— Validez de constructo.
— Validez de contenido.
— Validez de criterio.
Validez de constructo
224
7. La medición: validez y fiabilidad
Cronbach y Meehl (cit. por Selltiz, 1980) fueron los primeros en clari-
ficar la validez de constructo, destacando que las definiciones de tales
constructos forman parte de las hipótesis en las que se ponen en relación
con otras variables directamente observables (indicadores). En esta acla-
ración apuntan la necesidad de una definición de los constructos y del
uso de indicadores múltiples. Con medidas múltiples se verifica, a la vez,
la validez de los indicadores y se aumenta la probabilidad de obtener me-
didas válidas de las variables. Por tanto, «el examen de la validez de con-
cepto supone la validación no solamente del instrumento de medida,
sino de la teoría que la justifica» (1980: 186).
No obstante, Campbell y Fiske (1959) acentúan la especial importan-
cia de la adecuación de la medida del concepto antes de ponerla en rela-
ción con otras variables y, para ello, propone dos nuevos tipos de validez:
Validez de contenido
La validez de contenido plantea las siguientes preguntas: ¿es útil este ins-
trumento de medida? ¿Incluye una muestra de ítems suficiente y signifi-
cativa del universo de elementos que componen el rasgo o dimensión que
pretende medir? ¿Se garantiza la medición de todas y cada una de las di-
mensiones del concepto?
225
La articulación de la investigación social
Este tipo de validez no se cuantifica. Son los expertos los que enjui-
cian la adecuación, la representatividad de la muestra de ítems extraída
con respecto al contenido u objeto de medida. Este interés en la elabora-
ción y selección de ítems por parte de jueces, sin hacer mención alguna a
las inferencias derivadas de los datos obtenidos, es un buen caldo de cul-
tivo para las críticas sobre el fundamento de este tipo de validez.
Cuando las medidas se basan en una observación directa del com-
portamiento o de otro rasgo evidente, parece difícil dudar de su validez.
Aunque algunas veces esto también se ha llamado validez de contenido,
en realidad estaríamos refiriéndonos a la validez aparente o manifiesta
(face validity). Si, por ejemplo, tuviéramos que medir el cumplimiento
de la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres en
cuanto a la obligatoriedad que establece de desagregar por sexo todos
los datos y estadísticas que se compilen desde las administraciones pú-
blicas, podría parecer suficiente que observadores expertos revisaran la
presencia de esa desagregación en todas las estadísticas oficiales publi-
cadas por todas las administraciones. Pero no deberíamos conformar-
nos con esta validez «de cara», sino interesarnos en confirmar otras for-
mas de validez (¿mide el instrumento lo que cree el investigador?, ¿es
una muestra adecuada para medir lo que el investigador cree?). Quizá,
para empezar, fuera necesario confirmar la aplicación de la ley no solo a
través de los datos publicados (anuarios, boletines, etc.), sino compro-
bando todos los datos producidos, incluso a nivel interno, por todas las
administraciones.
Validez de criterio
226
7. La medición: validez y fiabilidad
4.2.2 Fiabilidad
227
La articulación de la investigación social
228
7. La medición: validez y fiabilidad
El error aleatorio varía no sólo entre diferentes pruebas o test, sino tam-
bién entre los ítems o indicadores de un mismo test. A partir de este su-
puesto se han elaborado medidas de fiabilidad que buscan la correlación
entre las respuestas dadas a cada ítem y las dadas para el resto de los
ítems. Por extensión, podríamos decir que se busca la correlación entre
los indicadores que representan a una misma dimensión o variable laten-
te y sus diferencias con respecto a los indicadores que se corresponden
con otras dimensiones.
Este método se materializa en el coeficiente alpha (α) de Cronbach,
que está incluido en los programas estadísticos más utilizados. Su cálculo
se desarrolla a partir de la matriz de varianzas-covarianzas del conjunto
de ítems que componen la medida. En la diagonal hallamos las varianzas
de cada ítem o indicador, en tanto que en el resto se encuentran las cova-
rianzas por pares de ítems. Finalmente, el coeficiente alpha nos ofrece la
varianza común o compartida por los ítems entre la varianza total. De
este modo, se obtiene el poder discriminante de los ítems por estar rela-
cionados entre sí al reflejar una dimensión.
Su fórmula es la siguiente:
α=(K/K-1)[1-(∑σi2/ σt2)]
K=nº de ítems
σi2= sumatorio de la varianza de los ítems
σt2= varianza total
229
La articulación de la investigación social
230
7. La medición: validez y fiabilidad
tos, desarrollado las categorías, ítems y escalas, y de cómo se han ido mo-
dificando y perfeccionando a lo largo de la investigación. Por tanto, la rea-
lidad es que tampoco se dedica tiempo a argumentar y justificar esa
elección. En este sentido destacan los autores que, basándose en la groun-
ded theory de Glaser y Strauss (1967), proponen una aproximación a lo
que denominan indicadores fundamentados, incidiendo en la mayor aten-
ción y tiempo que los científicos sociales deberían dedicar al proceso de ge-
neración y modificación de los instrumentos de medida, acercándolo, al
menos, al que dedican a realizar tests estadísticos que certifiquen su vali-
dez y fiabilidad. Las disfunciones resultantes de un uso inadecuado de la
estadística descritas por Kruskal (1978), esto es, la de suministrar el requi-
sito de autentificación científica y la de tratar de impresionar, ofuscar y
mitificar, adquieren un valor especial entre las críticas al modelo empiricis-
ta por parte de los investigadores cualitativos. El movimiento de los indica-
dores fundamentados incide en la necesidad de aumentar la «cantidad de
información sobre el proceso de investigación que se proporciona a los lec-
tores», especialmente a la hora de generar y modificar los indicadores apli-
cándoles, ceteris paribus, el método de comparación constante (Valles,
1999: 347; Hammersley, 1992).
Ese debate constante debe aplicarse a las tres fases en el desarrollo de
los indicadores o, lo que es lo mismo, durante todo el curso de la investi-
gación: a) producción (incluye investigación exploratoria, revisión de bi-
bliografía, material cualitativo y bases de datos, definición de conceptos,
operacionalización de la medida, elaboración de ítems y escalas); b) ajus-
te (perfeccionamiento de ítems o escalas mediante revisión de expertos,
pretests de condiciones, de ajuste o de opciones de medidas) y c) verifica-
ción (pruebas estadísticas de validez y fiabilidad).
Las características de este enfoque son recopiladas por Tucker (2010:
318-319): a) obtención de indicadores a partir del estudio de fenómenos
relevantes para el concepto que está siendo objeto de operacionalización;
b) minimización del error de medida aplicando los métodos más adecua-
dos en cada fase de la medición; c) diferenciación nítida de las tres fases
del proceso de medición, a saber, generación, modificación y verifica-
ción; d) proceso iterativo que paso a paso se mueve entre los conceptos y
la operacionalización, haciendo un uso deliberado de la evidencia, argu-
mentación y los juicios profesionales de investigadores; e) estándares de
investigación científica que incluyen la definición de supuestos, especifi-
cación de procedimientos, transparencia y apertura a los juicios de pares
profesionales y f) uso de metodologías más ajustadas para responder a
cuestiones particulares y al desarrollo de las etapas citadas. Defiende un
231
La articulación de la investigación social
232
7. La medición: validez y fiabilidad
233
La articulación de la investigación social
234
7. La medición: validez y fiabilidad
235
La articulación de la investigación social
vistados que respondieron las dos veces en la misma lengua y los que lo
hicieron en distintas lenguas. La lectura es simple: a mayor estabilidad,
mayor equivalencia. Iyengar (1976), especialista hindú, realizó un amplio
estudio sobre la socialización política en un estado de la India, mediante
el procedimiento de traducción del «back-translation» (versión inglesa,
versión telugu). Los resultados permitieron concluir que el cambio de
lengua del instrumento no afecta la estabilidad de las respuestas de ca-
rácter más objetivo. Sin embargo, a medida que se hacen más difusas
(cuestiones sobre la confianza o credibilidad que despiertan los políti-
cos), se ve significativamente reducida. De este modo, podríamos decir
que la equivalencia lingüística de encuestas específicas convencionales no
es tan difícil de conseguir. Evidentemente, el resultado implicaría o bien
la sustitución, o bien la modificación o eliminación de los ítems que no
se ajustan a la equivalencia lingüística.
Este ejemplo supone una manifestación de la posibilidad de acerca-
miento a una traducción que, si no perfecta, puede tener una gran utili-
dad en el contexto del estudio que se lleva a cabo.
Notas
1 Las autoras se basaron en microdatos procedentes de encuestas de panel de
hogares realizadas en Argentina.
Bibliografía recomendada
Boudon, R., y Lazarsfeld, P. F. (1973): Metodología de las ciencias sociales. I
Conceptos e índices, Barcelona, Laia.
Cicourel, A. (1982): El método y la medida en sociología, Madrid, Editora Na-
cional.
Hempel, C. G. (1988): Fundamentos de la formación de conceptos en ciencia em-
pírica, Madrid, Alianza.
Pedhazur, E. J., y Pedhazur, L. (1991): Measurement, Design and Analysis. An in-
tegrated approach, New Jersey, Hillsdale.
PNUD (2008): Informe sobre Desarrollo Humano 2014. Sostener el progreso hu-
mano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia. Programa de las Nacio-
nes Unidas para el desarrollo, http://www.undp.org.
Ruiz, L. M., y Otero, P. (2013): Indicadores de partidos y sistemas de partidos,
Madrid, CIS.
Selltiz, C., et al. (1980): Métodos de investigación en las relaciones sociales, Ma-
drid, RIALP.
236
8. El muestreo aplicado
Valentín Martínez
237
La articulación de la investigación social
Unos años más tarde Neyman (1934) publicó un artículo donde sen-
tó las bases del muestreo probabilístico —y en particular de una modali-
dad que denominó «muestreo estratificado de conglomerados», que es la
forma habitual de proceder en las encuestas generales sobre la población
en un país— y estableció que los problemas que se encontraban en las in-
vestigaciones donde se realizaba un muestreo intencional de grupos de
elementos eran debidos, justamente, a la selección intencional de los gru-
pos.
La contribución fundamental del trabajo de Neyman es que la utiliza-
ción de un muestreo probabilístico permite determinar el error en que se
incurre al investigar un subconjunto de la población en lugar de estudiar
a todos los elementos que la componen. Sin embargo, esta propuesta me-
todológica tiene un coste, y es que no es posible conocer el verdadero va-
lor de la característica investigada en la población; lo que sí es posible
238
8. El muestreo aplicado
239
La articulación de la investigación social
240
8. El muestreo aplicado
Población Y1 , Y2 …, Yi …, YN
Yi = 1, si el elector votó.
Yi = 0, si el elector no votó,
y, entonces,
N
Total de votantes = ∑ Y
[2.1]
i =1
i
241
La articulación de la investigación social
[2.2] es habitual multiplicarla por 100, de manera que se hablaría del por-
centaje de la población electoral que participó en las elecciones. Así, en
el caso de las elecciones generales de 2011, N es el número de españoles
con derecho a voto y con residencia en España —34.296.705— y una
proporción de 0,717 o el 71,7% de la población electoral ejerció su dere-
cho de voto.
En este ejemplo, para obtener los resultados anteriores se ha convoca-
do y, por tanto contado, a toda la población. Como se estudiará, el pro-
pósito del muestreo es obtener los mismos resultados, pero seleccionan-
do un número relativamente reducido de elementos de la población.
242
8. El muestreo aplicado
243
La articulación de la investigación social
ε a = Pˆ − P [2.3]
244
8. El muestreo aplicado
ECM ( Pˆ ) = E "# P − Pˆ $% 2= V ( Pˆ ) + B 2
[2.4]
245
La articulación de la investigación social
1
P !"ui #$ =
[3.1]
N
entonces, la probabilidad de que el elemento ui sea incluido en una mues-
tra de n elementos, que se indicará por πi, vendrá dada por
n [3.2]
πi =
N
246
8. El muestreo aplicado
N
n
Estimador de la proporción
1 n y 1 n
Pˆmas = ⋅ ∑ i = ⋅ ∑ y i
N i =1 π i n i =1 [3.3]
247
La
La articulación
articulación de
de la
la investigación
investigación social
social
N
1 1 N −n P ⋅Q
v ( Pˆmas ) = (1− f ) ⋅ ⋅ ⋅ ∑ ( y ii − P ) 22 = N ⋅ [3.5]
[3.5]
mas
n N −1 ii =1
=1
N −1 n
donde,
Pˆ ⋅ Qˆmas
v ( Pˆmas ) = (1− f ) ⋅ mas
mas mas [3.6]
[3.6]
mas
n −1
donde,
n
f = , es denominada la fracción de muestreo y corresponde a la pro-
N
porción de elementos de la población que forman parte de la encuesta.
Al término (1–f) se le denomina factor de corrección para poblacio-
nes finitas y se corresponde a la proporción de elementos de la población
que han quedado fuera de la muestra seleccionada. Este factor puede
despreciarse en el cálculo cuando su valor sea cercano a la unidad, como
es el caso de la mayoría de las encuestas de opinión. Sin embargo, en po-
blaciones pequeñas este factor es muy relevante, pues implica una reduc-
ción significativa de la varianza del estimador.
A partir de la estimación de la varianza, el error de muestreo absoluto
de un estimador se define por la raíz cuadrada de su varianza:
s ( Pˆmas
mas
) = v( Pˆmas
mas
) [3.7]
[3.7]
248
8. El muestreo aplicado
s ( Pˆmas )
cv ( Pˆmas ) =
⋅100 [3.8][3.8]
Pˆmas
2. Intervalo de confianza
Gráfico 2.
α /2 α /2
1 − α
!
Pmas − k ⋅ smas ( P! ) P P!mas + k ⋅ smas ( P! )
utilizándose la siguiente expresión para el cálculo del intervalo de con-
fianza,
Pr $%⎡⎣ Pˆmas − P ≤ k ⋅ s ( Pˆmas )&'⎤⎦ = Pr $%⎡⎣ Pˆmas − k ⋅ s ( Pˆmas ) ≤ P ≤ Pˆmas + k ⋅ s ( Pˆmas )&'⎤⎦ =1− α
[3.9]
249
La articulación de la investigación social
donde,
de donde,
k2 ⋅ N ⋅ P ⋅Q [3.11]
n=
( N − 1) ⋅ ε a2 + k 2 ⋅ P ⋅ Q
k 2 ⋅ P ⋅ Q [3.12]
n≅
ε a2
250
8. El muestreo aplicado
— para idéntico valor del error —εa—, los tamaños muestrales serán
mayores cuanto más cerca a 0,5 o 50% se encuentre el valor de P;
251
252
Tabla 1. Tamaños de muestra: combinaciones de valores de P y error —εa— para un 95% de intervalo de confianza
Valor de P en la población (%)
εa·100 1,0 2,0 … 5,0 10,0 20,0 30,0 40,0 50,0 60,0 70,0 80,0 90,0 … 95,0 98,0 99,0
0,1 39.600 78.400 190.000 360.000 640.000 840.000 960.000 1.000.000 960.000 840.000 640.000 360.000 190.000 78.400 39.600
0,2 9.900 19.600 47.500 90.000 160.000 210.000 240.000 250.000 240.000 210.000 160.000 90.000 47.500 19.600 9.900
0,3 4.400 8.711 21.111 40.000 71.111 93.333 106.667 111.111 106.667 93.333 71.111 40.000 21.111 8.711 4.400
0,4 2.475 4.900 11.875 22.500 40.000 52.500 60.000 62.500 60.000 52.500 40.000 22.500 11.875 4.900 2.475
0,5 1.584 3.136 7.600 14.400 25.600 33.600 38.400 40.000 38.400 33.600 25.600 14.400 7.600 3.136 1.584
0,6 1.100 2.178 5.278 10.000 17.778 23.333 26.667 27.778 26.667 23.333 17.778 10.000 5.278 2.178 1.100
0,7 808 1.600 3.878 7.347 13.061 17.143 19.592 20.408 19.592 17.143 13.061 7.347 3.878 1.600 808
0,8 619 1.225 2.969 5.625 10.000 13.125 15.000 15.625 15.000 13.125 10.000 5.625 2.969 1.225 619
0,9 489 968 2.346 4.444 7.901 10.370 11.852 12.346 11.852 10.370 7.901 4.444 2.346 968 489
La articulación de la investigación social
1,0 396 784 1.900 3.600 6.400 8.400 9.600 10.000 9.600 8.400 6.400 3.600 1.900 784 396
1,5 176 348 844 1.600 2.844 3.733 4.267 4.444 4.267 3.733 2.844 1.600 844 348 176
2,0 99 196 475 900 1.600 2.100 2.400 2.500 2.400 2.100 1.600 900 475 196 99
2,5 63 125 304 576 1.024 1.344 1.536 1.600 1.536 1.344 1.024 576 304 125 63
3,0 44 87 211 400 711 933 1.067 1.111 1.067 933 711 400 211 87 44
3,5 32 64 155 294 522 686 784 816 784 686 522 294 155 64 32
4,0 25 49 119 225 400 525 600 625 600 525 400 225 119 49 25
4,5 20 39 94 178 316 415 474 494 474 415 316 178 94 39 20
5,0 16 31 76 144 256 336 384 400 384 336 256 144 76 31 16
10,0 4 8 19 36 64 84 96 100 96 84 64 36 19 8 4
20,0 1 2 5 9 16 21 24 25 24 21 16 9 5 2 1
25,0 0,6 1 3 6 10 13 15 16 15 13 10 6 3 1 0,6
8. El muestreo aplicado
253
La
La articulación
articulación de
de la
la investigación
investigación social
social
Gráfico 3.
3. Muestreo aleatorio simple y estratificado
N
N N
N
N
N11 nn11
nn
N
N nn22
2
N
N nnhh
h
N
NHH nnHH
Estimador
donde
Nh
Wh = es la proporción de elementos en el estrato h con respecto al
N
total de elementos en la población, y
254
8. El muestreo aplicado
ˆ 1 nh
Ph ,mas = ⋅ ∑ yi ,h
es el estimador de la proporción en el estrato h don-
nh i =1
de se ha procedido a realizar un muestreo aleatorio simple.
Análogamente al muestreo aleatorio simple, cada muestra conducirá a un
resultado diferente, por lo que es necesaria una medida de variabilidad que
será el error de muestreo. Al igual que en el estimador de la proporción, el
estimador del error de muestreo será una suma ponderada —en este caso
con los pesos al cuadrado— de la variabilidad en cada uno de los estratos,
H H Pˆh,mas ⋅ Qˆ h,mas
v( Pˆstr ) = ∑Wh2 ⋅ v( Pˆh,mas ) = ∑Wh2 ⋅ (1 − f h ) ⋅ [3.16]
h =1 h =1 nh − 1
s( Pˆstr )
cv ( Pˆstr ) = ⋅ 100
[3.18]
Pˆstr
Pˆstr − P = εa = k ⋅ v ( Pˆstr )
255
La articulación de la investigación social
donde
nh
wh = , es la proporción de la muestra en el estrato.
n
Afijación proporcional
N h [3.20]
nh = n ⋅
[3.20]
N
nh n
fh = = = f [3.21]
[3.21]
Nh N
256
8. El muestreo aplicado
Afijación uniforme
1
nh = n ⋅
H [3.23]
Afijación mixta
Nh
nh = c + (n − H ⋅ c) ⋅
N [3.24]
257
La articulación de la investigación social
1 H W nh 1 H nh
Pˆstr = ⋅ ∑ h ⋅ ∑ yi ,h = ⋅ ∑ δ h ⋅∑ yi ,h
[3.25]
n h =1 wh i =1 n h =1 i =1
258
8. El muestreo aplicado
lo son, por lo que se tratará por separado (apartado 5), pues la no aplicación
de las reglas del muestreo probabilístico implicará que no pueda determinar-
se la probabilidad de que un elemento sea seleccionado y, por tanto, calcular
el error de muestreo que corresponde a la estimación realizada.
Si bien en cada apartado puede llevarse a cabo, como se verá, una selec-
ción de las unidades con probabilidades iguales o desiguales, se tratarán
las alternativas más utilizadas pudiendo el lector interesado acudir a
cualquiera de los manuales que figuran en la bibliografía.
259
La articulación de la investigación social
1 a B 1 a
Pˆcong = y
∑∑ α ,β a ⋅ ∑
= Pα
a ⋅ B α =1 β =1 α =1 [4.1]
Estimador
1 a B 1 a
Pˆcong = y
∑∑ α ,β a ⋅ ∑
= Pα
a ⋅ B α =1 β =1 α =1 [4.2]
donde
1 B
Pα = ⋅ ∑ yα ,β
B β =1
∑ ( Pα − Pˆcong ) 2
a
v( Pˆcong ) = (1 − ) ⋅ α =1 [4.3]
A a ⋅ (a − 1)
260
8. El muestreo aplicado
s ( Pˆcong )
cv ( Pˆcong ) =
Pˆ
cong
[4.4]
Tamaño de la muestra
de donde,
k 2 ⋅ A ⋅ s b2
a=
A ⋅ B ⋅ εa2 + k 2 ⋅ s b2 [4.6]
B a
sb2 = ⋅ ∑ ( Pα − Pˆcong ) 2
a − 1 α =1 [4.7]
261
La articulación de la investigación social
Por tanto, se hace necesario proceder a establecer algún otro tipo de selec-
ción que permita determinar el tamaño de muestra. La solución, como se
estudiará en el epígrafe siguiente, es la realización de un submuestreo den-
tro de cada conglomerado seleccionado.
262
8. El muestreo aplicado
263
La articulación de la investigación social
b
πi =
[4.11]
Bα
Bα b a ⋅ b n
π i ,α = π α ⋅ π i = a ⋅ ⋅ = =
[4.12]
N Bα N N
1 n
Pˆcong , 2et = Pˆmas = ⋅ ∑ yi [4.13]
n i =1
*
Al procedimiento anterior se le denomina autoponderado, diseño EPSEM o MESIP.
264
8. El muestreo aplicado
Al igual que las modalidades estudiadas, hay que asociar una medida de
variabilidad que en el caso de las selecciones sin reposición y con proba-
bilidades desiguales son expresiones muy complejas y de difícil estima-
ción. Hay diferentes métodos que permiten obtener una estimación con-
sistente a la misma (Cochran, 1977; Lehtonen y Pahkinen, 1996).
265
La articulación de la investigación social
266
8. El muestreo aplicado
Sexo
Tramos edad Hombre Mujer Total
18 a 24 años 107 102 209
25 a 34 años 198 190 388
35 a 44 años 250 244 494
45 a 54 años 230 232 462
55 a 64 años 178 186 364
65 años y más 248 335 583
Total 1.211 1.289 2.500
267
268
Tabla 4. Distribución por sexo y edad en encuestas presenciales
Hombre Mujer
1 1 1 0 1 1 1 0 1 0 1 0 2 9
La articulación de la investigación social
2 0 1 1 1 1 0 0 1 1 1 1 1 9
3 1 0 1 1 0 1 1 1 1 0 1 1 9
r 1 1 1 0 0 1 1 0 0 1 1 2 9
Total 107 198 250 230 178 248 102 190 244 232 186 335 2.500
8. El muestreo aplicado
Bibliografía recomendada
Azorín, F., y Sánchez, J. L. (1994): Métodos y aplicaciones del muestreo, Madrid,
Alianza.
Cochran, W. G. (2000): Técnicas de muestreo, México, CECSA.
Lohr, S. L. (2000): Muestreo: Diseño y análisis. Madrid, International Thomson
Editores.
Lessler, J., y Kaasbeek, W. (1992): Nonsampling error in surveys, Nueva York,
Wiley.
Lehtonen, R., y Pahkinen, E. (2004): Practical methods for design and analysis
for complex surveys, Nueva York, Wiley.
Kish, L. (1995): Survey Sampling, Nueva York, Wiley.
Martínez, V. C. (2003): Diseño de encuestas de opinión, Madrid, Ra-Ma.
269
La articulación de la investigación social
9. La evaluación de
intervenciones sociales:
proyectos, programas y
políticas
1. Introducción
270
9. La evaluación de intervenciones sociales
271
La articulación de la investigación social
272
9. La evaluación de intervenciones sociales
273
La articulación de la investigación social
EVALUACIÓN DE
EVALUACIÓN DE LA
LA EFICACIA Y
EVALUACIÓN DEL INSTRUMENTACIÓN
EFICIENCIA DEL
TIPOS DE DISEÑO Y Y SEGUIMIENTO DEL
PROGRAMA
EVALUACIÓN CONCEPTUALIZACIÓN PROGRAMA
(EVALUACIÓN DE
DEL PROGRAMA (EVALUACIÓN DEL
RESULTADOS O
PROCESO)
EFECTOS)
Evaluación del
rendimiento del
personal.
274
9. La evaluación de intervenciones sociales
DETERMINACIÓN DE:
— Preguntas
— Objetivos
— Tipos de evaluación
— Criterios de valor
RECOGIDA SISTEMÁTICA
DE INFORMACIÓN
275
La articulación de la investigación social
tes intereses afectados. En otras palabras, se hace más realista la tarea eva-
luadora, mediante la participación no sólo de los profesionales o de los res-
ponsables técnicos de hacer la evaluación, sino de los responsables
políticos, los usuarios o la comunidad en general. Por ello es importante
considerar, antes de iniciar el proceso evaluativo, cuáles son esos posibles
actores sociales, qué intereses pueden tener en la evaluación y su utilización
posterior, y de qué modo se puede operativizar su participación en la eva-
luación. Además, es preciso definir a qué nivel se va a evaluar, esto es: un
sistema de servicios, una institución, un programa o proyecto, actividades
concretas, métodos de intervención, etc. Dependiendo del nivel que evalue-
mos, nos encontramos con diferentes actores sociales (individuales y colec-
tivos) que, con intereses no coincidentes e incluso contrapuestos, tienen al-
gún interés y/o capacidad de presión en la evaluación.2
Lo que verdaderamente diferencia un abordaje evaluativo de otro «no
son los métodos sino más bien las preguntas, quiénes plantean esas pre-
guntas y qué valores se promueven» (Green, 1994). Todas las evaluacio-
nes tratan de responder a ciertas preguntas, buscando con su respuesta en-
juiciar y valorar el aspecto del programa que se quiere evaluar. Por ello, el
proceso de evaluación siempre comienza con la elección/formulación de es-
tas preguntas. Esta formulación de preguntas permite centrar tres aspectos
vitales previos al diseño metodológico: los objetivos de la evaluación; el
tipo o tipos de evaluación; y los criterios de valor, que han de tener cohe-
rencia e interrelación, ya que de ello dependerá todo el proceso evaluativo.
Por ello, desde un punto de vista analítico y secuencial, el punto de partida
de toda evaluación lo constituyen las preguntas. Por ejemplo, si la pregunta
para el evaluador es «¿Llega la intervención a la población destinataria?»,
se está planteando a la vez un objetivo de evaluación (averiguar si llega la
intervención a la población destinataria), un tipo de evaluación (evaluación
de la cobertura) y un criterio de valor (el programa será bueno si llegamos
a la población objeto del mismo).
Existen diferentes sistematizaciones sobre las etapas, tareas y activida-
des que implica un proceso evaluativo participativo. Advirtiendo que, en
cada caso concreto, dicho proceso puede sufrir modificaciones y adapta-
ciones, proponemos un esquema sintético basado en tres propuestas dife-
rentes aunque complementarias (Patton, 1982; Alvira, 1991 y 1997; y
Aguilar, 1994 y 2013).
Respecto al diseño/estrategia metodológica de la evaluación todo lo que
se señala en el capítulo 3 («Diseños y estrategias de investigación social»)
es aplicable a la evaluación de intervenciones sociales. Tal y como se indica
en ese capítulo, es cada vez más frecuente el uso de diseños metodológicos
276
9. La evaluación de intervenciones sociales
Habrá que buscar nuevas preguntas o temas hasta tanto no se pueda identificar un
uso concreto de las respuestas a dichas preguntas.
Habrá que abandonar el proceso si el grupo no consigue identificar preguntas cuyas
respuestas sean utilizables o útiles.
Determinación de:
• Preguntas
• Objetivos
• Tipos de evaluación
• Criterios de valor
Diseño de la evaluación:
• Estrategia metodológica
• Variables, indicadores y fuentes de datos
• Mediciones
Discusión de los resultados entre las partes interesadas, y decisión sobre cómo
utilizar y aplicar los hallazgos
277
La articulación de la investigación social
278
9. La evaluación de intervenciones sociales
279
La articulación de la investigación social
280
9. La evaluación de intervenciones sociales
281
La articulación de la investigación social
282
9. La evaluación de intervenciones sociales
283
La articulación de la investigación social
nes que presenta para determinados servicios (donde, por ejemplo, una
mayor satisfacción del usuario no necesariamente se corresponde con
una mejor satisfacción de sus necesidades), permite identificar varias
causas potenciales de deficiencias en la calidad de los servicios, y ayudar
a solventarlas. Las deficiencias principales que este modelo de evaluación
de la calidad permite identificar son las siguientes:
284
9. La evaluación de intervenciones sociales
CLIENTE
Comunicación Necesidades
personales Experiencias
boca-a-oído
Servicio esperado
Deficiencia 5
Servicio percibido
PROVEEDOR Deficiencia 4
Comunicación
Prestación del
externa a los
servicio
Deficiencia 1 clientes
Deficiencia 3
Especificaciones de la
calidad del servicio
Deficiencia 2
285
La articulación de la investigación social
286
9. La evaluación de intervenciones sociales
287
La articulación de la investigación social
288
9. La evaluación de intervenciones sociales
289
La articulación de la investigación social
290
9. La evaluación de intervenciones sociales
En conjunción con estas fases o pasos señala una serie de criterios que
debe cumplir la teoría de la acción del programa que avalarían inferir rela-
ciones de causalidad: que el programa haya sido correctamente implemen-
tado, que se controle otros posibles factores que puedan influir, demostrar
que explicaciones alternativas clave no están avaladas por los datos…
Siguiendo libremente a Mayne (1999, 2001), los pasos a seguir en una
evaluación según el CA son:
291
La articulación de la investigación social
Las seis fases más operativas planteadas por Mayne y por otros eva-
luadores (Dybdal, Nielsen y Lemire, 2011) trabajando desde esta pers-
pectiva son las siguientes:
292
9. La evaluación de intervenciones sociales
293
La articulación de la investigación social
Notas
1 Éste es el basamento del modelo del marco lógico utilizado por los organismos inter-
nacionales.
2 Desde la perspectiva metodológica de la evaluación pluralista y participativa, la iden-
tificación de los actores sociales implicados, el análisis de sus intereses en la misma, y su
conveniente incorporación en el proceso mismo de evaluación tiene una gran importancia y
aumenta la utilidad de la evaluación, aunque puede hacerla mucho más compleja. Una re-
flexión más pormenorizada y detallada acerca de la problemática de los actores sociales im-
plicados en el proceso de evaluación puede consultarse en Mª J. Aguilar (2013), Trabajo So-
cial, Concepto y metodología (pp. 309-407), Madrid, Paraninfo.
3 Hay autores que defienden que no es necesario utilizar siempre contrafactuales
(véase Cook, T. D. y otros, 2010).
Bibliografía recomendada
Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas y Calidad de los Servi-
cios (2010): Fundamentos de Evaluación, Madrid, Ministerio de Política Te-
rritorial y Administración Pública.
Cook, T. D., y Campbell, D. T. (1979): Quasi-experimentation: designs and
analysis issues for field settings, Chicago, Rand McNally.
Gertler, Paul J., Martínez, S., Premand, P., Rawlings, L. B., y Christel, M. J.
(2011): La evaluación de impacto en la práctica, Washington, D.C., Banco In-
ternacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial.
Rossi, P. H., Lipsey, M. W., y Freeman, H. E. (2004): Evaluation: a systematic
approach (7ª ed.), Thousand Oaks, Londres, Nueva Delhi, Sage.
Shadish, W. R., Cook, T. D., y Leviton, L. C. (1991): Foundations of program
evaluation, Newbury Park, Londres, Nueva Delhi, Sage.
Weiss, C. H. (1998): Evaluation, New Jersey, Prentice Hall.
294
10. La investigación-acción
participativa
Javier Callejo
Antonio Viedma
295
La articulación de la investigación social
296
10. La investigación-acción participativa
297
La articulación de la investigación social
298
10. La investigación-acción participativa
299
La articulación de la investigación social
300
10. La investigación-acción participativa
301
La articulación de la investigación social
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10. La investigación-acción participativa
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La articulación de la investigación social
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10. La investigación-acción participativa
305
La articulación de la investigación social
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10. La investigación-acción participativa
307
La articulación de la investigación social
308
10. La investigación-acción participativa
309
La articulación de la investigación social
310
10. La investigación-acción participativa
INVESTIGACIÓN
TIPO 2
TERAPÉUTICA
EXPANSIVA
TIPO 3
TIPO 1
ACCIÓN
311
La articulación de la investigación social
3.1 Estrategias
312
10. La investigación-acción participativa
313
La articulación de la investigación social
314
10. La investigación-acción participativa
3.2 Diseños
En la investigación social, el objetivo del diseño tiene que ver con la crea-
ción de una estructura lógica que permita responder a la pregunta de in-
vestigación. La cuestión central del diseño es asegurar que los datos pro-
315
La articulación de la investigación social
ducidos sirvan para mostrar las evidencias que explican las relaciones
entre la pregunta de investigación y las respuestas ofrecidas por el inves-
tigador. La clave del diseño está en decidir qué tipo de evidencias se ne-
cesitan para poder responder a la pregunta de investigación. En la prác-
tica, el diseño no es más que construir un camino lógico que establezca la
relación entre evidencias, preguntas y respuestas de investigación (De
Vaus, 2001).
316
10. La investigación-acción participativa
EVIDENCIAS
EMPÍRICAS
PROBLEMAS
Y DISEÑO TRANSFORMACIONES
NECESIDADES
PARTICIPACIÓN
317
La articulación de la investigación social
318
10. La investigación-acción participativa
que acompañarán el proceso. Esta fase inicial conlleva una reflexión so-
bre las posibilidades de realizar la IAP, sobre los actores implicados y
una identificación primaria de los contextos sociales y poblacionales.
Además de la recogida de información de fuentes secundarias que permi-
ta hacerse una idea inicial del campo, en este proceso de aproximación se
establecen las primeras relaciones con los participantes, se acuerda una
primera agenda de manera colaborativa y se producen las primeras nego-
ciaciones sobre el rol a desempeñar por los investigadores. Estos prime-
ros contactos tienen mucho en común con la forma en que se produce la
entrada al campo durante la observación participante. La búsqueda del
establecimiento de confianza, la definición de escenarios y las tácticas
para acceder a ellos son cuestiones clave.
También es el momento de hacer una reflexión sobre los posibles dise-
ños de investigación, de valorar cuestiones éticas relacionadas con las si-
tuaciones de vulnerabilidad de los sujetos que pueden participar en el pro-
ceso y evaluar temas como la representación y la distribución del poder.
Lo que se está planteando en esta primera fase es la definición de las posi-
bilidades de iniciar una transformación social de manera colaborativa.
Por lo que se refiere a los instrumentos, además de aplicar la entrevis-
ta cualitativa, algunas tácticas de la observación participante y el análisis
de fuentes secundarias, en esta fase se pueden utilizar técnicas de produc-
ción grupal abierta como la «tormenta de ideas» y se llevan a cabo reu-
niones con el fin de consolidar un equipo de participantes e investigado-
res que prepare la difusión de la acción. La «tormenta de ideas» sirve
para que los componentes de un grupo pongan en común todas las opi-
niones, conocimientos o experiencias que tengan acerca de un tema con-
creto propuesto previamente. Su uso es muy frecuente cuando se quiere
comenzar a explorar un tema desconocido.
Una vez comprobado que las posibilidades de la IAP son factibles, se
inicia su lanzamiento entre el grupo total de implicados. El lanzamiento
de la IAP pone en marcha un proceso de captación y difusión que tiene
por objetivo conseguir sujetos dispuestos a participar en la elaboración
de un plan de investigación-acción de manera participativa. No se trata
tanto de ofrecer lo que se ha descubierto en la fase anterior como de ini-
ciar de nuevo un análisis con todos los integrantes. La captación se pue-
de realizar a través de las redes de comunicación (electrónicas y de me-
dios locales) o con la difusión de carteles, seminarios, exposiciones, etc.
Además de la captación, el proceso se pone en marcha con la realización
de talleres, asambleas y otras tácticas de participación grupal en las que
los implicados deben poner en común sus problemas y necesidades. Así
319
La articulación de la investigación social
320
10. La investigación-acción participativa
Importancia
INFLUENCIA BAJA INFLUENCIA ALTA
Influencia
Alta importancia - Baja Alta importancia - Alta
influencia influencia
IMPORTANCIA ALTA
POTENCIALES POTENCIALES
BENEFICIARIOS CONTRAPARTES
FACTORES DE FACTORES DE
RIESGO ÉXITO
CIRCUNSTANCIAS
INTERNAS DEBILIDADES FORTALEZAS
(Hechos objetivables)
CIRCUNSTANCIAS
EXTERNAS AMENAZAS OPORTUNIDADES
(Hipótesis de futuro)
321
La articulación de la investigación social
322
10. La investigación-acción participativa
• Título de la IAP.
• Fundamentación (justificación de la IAP).
• Definición de los objetivos de la IAP.
• Diseño metodológico (etapas, técnicas e instrumentos, productos
obtenidos).
• Contextualización de la investigación (características del universo
de estudio: composición sociodemográfica, estructura social).
• Diagnóstico de la problemática detectada.
• Conclusiones apoyadas en toda la información recogida.
• Propuesta de acciones concretas (plan de actividades, acciones a
emprender por las instituciones, etc.).
5. Futuros…
323
La articulación de la investigación social
324
10. La investigación-acción participativa
325
La articulación de la investigación social
Notas
1 Algunos intentan llevar los antecedentes de la IAP a Marx y Engels (Hall,
1981), confundiendo tradición crítica con la crítica que se incluye en buena par-
te de la práctica de la investigación participativa.
2 Una parte importante de los autores (entre otros: Fals Borda, 1979; Hall,
1981; Conchelos, 1983, citado en Selene, 1997) polarizan las diferencias entre IA
(investigación-acción) e IAP (investigación-acción-participativa) a partir de la
consideración de que la segunda conlleva una fundamental crítica epistemológi-
ca con respecto a las otras formas de investigación social, de manera que la dife-
rencia hay que establecerla con respecto a la relación con el poder y la identifi-
cación de los problemas que han de investigarse.
3 Interpretado desde esta perspectiva, en la inserción en un proceso de largo
alcance, se conecta la propuesta conceptual de «reflexive monitoring» de Giddens
(1986), ya no sólo como racionalización de la acción por parte de los sujetos sino
como asunción de la capacidad de la acción para transformar los contextos.
4 A su vez, puede tomar varias concreciones: colectivo en movimiento que
investiga y se investiga, sin demandar tal posición de un agente del sistema ex-
perto a un investigador profesional-externo; colectivo, con la colaboración de un
investigador profesional-externo, que lleva a cabo un proceso de conocimiento
con un diseño en el que ha participado.
5 Es interesante para conocer la historia de la IAP consultar la trayectoria y
obra de Orlando Fals Borda que proponen Guerrero y García (2009).
6 Somos conscientes de que este modelo es el más distante al que habitual-
mente se ha entendido por IAP, puesto que apenas cambia la forma de investi-
gar, pero lo hemos incluido porque: a) estamos ante un sujeto colectivo, inmerso
en un proceso participativo, que requiere la investigación; b) se trata de una si-
tuación social en expansión, de la que crecientemente se tienen más ejemplos,
que concreta el giro participativo de la sociedad.
7 A las críticas sobre su carácter científico, se añaden otras sobre sus resulta-
dos, como la de frustración o manipulación, arriesgando incluso las condiciones
de vida de los supuestos colectivos a los que se supone que la investigación par-
ticipante iba a beneficiar (Kemmis y McTaggart, 2000: 568). Pero la experiencia
de casos concretos avala su validez pragmática, en clave de las transformaciones
producidas.
8 Recogiendo el caso español, véanse Castells (2012), Haro y Sampedro
(2011), Toret (2013).
9 En febrero de 2015, en Lausana, está convocada una reunión internacio-
nal, «Participation publique, professionalisation et diversification: un état des
lieux» (COSPOF 2015).
10 Usamos este término para diferenciarlo del que, en castellano, sería más
correcto: experimental; pero que en este contexto produce significados muy dis-
tintos.
326
10. La investigación-acción participativa
Bibliografía recomendada
Alberich, T. (2008): «IAP, Redes y Mapas Sociales: Desde la Investigación a la
Intervención Social», Portularia, vol. VIII (1), pp. 131-151.
Callejo, J., y Viedma, A. (2005): Proyectos y estrategias de investigación social: la
perspectiva de la intervención, Madrid, McGraw Hill.
Fals Borda, O. (1993): «La investigación participativa y la intervención social»,
Documentación Social, vol. 92, pp. 9-22.
Whyte, W. F., Greenwood, D. J., y Lazes, P. (1991): «Participatory Action Re-
search: Through Practice to Science in Social Research», en W. F. Whyte
(ed.), Participatory Action Research, Newbury Park (Cal.) Sage.
327
Tercera parte
La obtención de datos
11. La encuesta
1. Introducción
331
La obtención de datos
332
11. La encuesta
333
La obtención de datos
334
11. La encuesta
335
La obtención de datos
336
11. La encuesta
337
La obtención de datos
338
11. La encuesta
339
La obtención de datos
En primer lugar, hay que señalar que las encuestas son una de las es-
casas técnicas disponibles para el estudio de las actitudes, valores, creen-
cias y motivos. Tan es así que, incluso en estudios experimentales, los in-
vestigadores suplementan su diseño experimental con cuestionarios o
entrevistas con el fin de conocer si una determinada variable tiene real-
mente los efectos que se pretenden (Richardson et al., 1965). En segundo
lugar, y tal como ya señalaron hace tiempo Selltiz y sus colaboradores,
las técnicas de la encuesta pueden adaptarse para obtener información
generalizable de casi cualquier grupo de población. Excepto para los ca-
sos de niños pequeños y de personas con incapacidades mentales o físi-
cas, las técnicas de encuesta tienen una amplia aplicabilidad entre los
grupos humanos. Hay un tercer aspecto que hace recomendable el uso de
encuestas y es que se trata de una de las pocas técnicas que permiten re-
cuperar información sobre hechos pasados de los entrevistados, como
por ejemplo su conducta en épocas anteriores, experiencias de niñez,
conducta sexual… Esto es particularmente interesante para comporta-
mientos que tienen lugar en el ámbito privado de la vida personal, o que
ocurren de forma irregular y esporádica (Kahn y Canell, 1957). De todo
esto se deducen los dos rasgos más sobresalientes de la técnica y análisis
de encuestas, como son su capacidad para estructurar los datos y su ele-
vada eficiencia para obtener información. En otras palabras, y en lo que
sería una cuarta razón que aconseja su uso, las encuestas bien estructura-
das poseen una gran capacidad para estandarizar los datos, lo que facili-
ta su posterior análisis estadístico, tanto univariable como multivariable
(Galtung, 1967). Esta capacidad de estandarizar la información de las
encuestas tiene un correlato económico muy interesante y es que permite
obtener grandes cantidades de datos a un precio relativamente bajo en
un corto período de tiempo.
Irónicamente, y tal como destaca con acierto H. W. Smith (1957), estas
dos últimas razones pueden convertirse en razones equívocas para el uso
de encuestas. Y es que el poder obtener grandes cantidades de información
en un breve plazo de tiempo y con un coste relativamente bajo no ofrece
ningún tipo de seguridad de que los datos así obtenidos tendrán valor teó-
rico para los objetivos de la investigación. Al basarse en la teoría de mues-
tras, los datos de encuesta pueden acabar considerando a la sociedad
como si de un simple agregado de individuos se tratase, lo que dificulta,
cuando no impide, el estudio de los fenómenos ricos, variados y siempre
complejos de la interacción social. En este caso, hay que recurrir para su
estudio a técnicas más flexibles que las entrevistas estandarizadas, como
pueden ser la observación participante o el grupo de discusión.
340
11. La encuesta
341
La obtención de datos
6. El cuestionario
342
11. La encuesta
343
La obtención de datos
P.2 A Ud., personalmente, ¿le incomodaría mucho, bastante, algo, poco o nada tener
como vecinos a…?
Mucho Bastante Algo Poco Nada NS NC
- Jóvenes menores de 30 años……….…… 1 2 3 4 5 8 9 (29)
- Personas inmigrantes…………………… 1 2 3 4 5 8 9 (30)
- Personas homosexuales (gays y lesbianas) 1 2 3 4 5 8 9 (31)
- Personas transexuales*…………………. 1 2 3 4 5 8 9 (32)
- Personas de etnia gitana……………….. 1 2 3 4 5 8 9 (33)
- Personas de religión musulmana………. 1 2 3 4 5 8 9 (34)
- Personas mayores….……………………. 1 2 3 4 5 8 9 (35)
- Personas con una discapacidad física….. 1 2 3 4 5 8 9 (36)
- Personas con una discapacidad psíquica.. 1 2 3 4 5 8 9 (37)
- Personas con VIG/SIDA………………… 1 2 3 4 5 8 9 (38)
* Entrevistador/a: solo si la persona entrevistada lo pregunta, explicar que una persona
transexual es aquella que desea vivir y ser aceptada como miembro del género opuesto.
Ejemplo: Una mujer transexual es una persona que nació hombre (con genitales masculi-
nos) y desea vivir y ser aceptada como una mujer y suele tener apariencia física de mujer.
344
11. La encuesta
345
La obtención de datos
- Sí………………………………….… 1
- No…………………………….….… 2 (95)
- NS……..…………………………… 3
- NC……..…………………………… 4
346
11. La encuesta
P.9. Se dice de una persona (o grupo de personas) que es discriminada cuando es trata-
da de forma más desfavorable que otra debido a sus características personales. En su
opinión, en España en general ¿es muy frecuente, bastante frecuente, poco frecuente
o nada frecuente, la discriminación o el trato desfavorable por motivo de…..?
347
La obtención de datos
348
11. La encuesta
349
La obtención de datos
puesta: esto es, si se permite al entrevistado que responda con sus pro-
pias palabras o si, por el contrario, debe seleccionar de una serie preesta-
blecida de categorías la respuesta que más se aproxima a su propia
opinión. Si ocurre lo primero, se trata de preguntas abiertas, y si ocurre
lo segundo, de preguntas cerradas.
Se ha discutido mucho sobre el tipo de pregunta que resulta más ade-
cuada para obtener buenos resultados, aunque conviene decir desde un
principio que la tendencia en los cuestionarios estandarizados es a utili-
zar preferentemente preguntas cerradas y dejar las preguntas abiertas
para indagar sobre aspectos muy puntuales. Desde el punto de vista de la
economía del esfuerzo, es más ventajoso operar con preguntas cerradas,
ya que resulta más sencillo el examen comparativo de las respuestas pro-
porcionadas por los entrevistados. Sin embargo, no siempre es posible
construir el cuestionario sólo con preguntas cerradas, y en ocasiones es
necesario introducir preguntas abiertas.
La elección de preguntas abiertas o cerradas depende de un cierto nú-
mero de factores situacionales que Lazarsfeld (1935) delimitó del si-
guiente modo: 1) los objetivos de la entrevista; 2) el grado de conoci-
miento o el nivel de información que la población posee sobre el tema de
la pregunta; 3) el grado en que el tema ha sido pensado previamente por
los entrevistados; 4) el grado en que la población está motivada a comu-
nicar sobre el tema, y 5) el grado en que la situación de la población que
se va a encuestar en relación con los cuatro aspectos anteriores es conoci-
da previamente por el entrevistador.
Por lo que se refiere a los objetivos de la entrevista, el principio básico
que formula Lazarsfeld es el de que la pregunta cerrada suele ser más útil
cuando el objetivo de la entrevista es «clasificar» a los entrevistados, esto
es, cuando se pretende que expresen su acuerdo o desacuerdo con un de-
terminado punto de vista. Por ejemplo, en relación al tema de las cámaras
de seguridad que cada vez se encuentran más presentes en numerosos luga-
res públicos, el Barómetro de septiembre de 2009 del CIS (E-2812) incluía
una pregunta en la que se solicitaba a las personas entrevistadas que seña-
laran si estaban a favor o en contra de su colocación. Así, con una pregun-
ta cerrada de respuesta alternativa, esto es, estar a favor o estar en contra,
es suficiente para poder clasificar a la población en torno a ese tema.
Pero si el objetivo de la encuesta va más allá de la mera clasificación
de la población e incluye el deseo de conocer algo sobre el marco de refe-
rencia de los entrevistados o del proceso por el que han llegado a susten-
tar sus puntos de vista particulares, lo más apropiado es formular una
pregunta abierta. Así, si, por ejemplo, se desean conocer los principales
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11. La encuesta
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La obtención de datos
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11. La encuesta
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La obtención de datos
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11. La encuesta
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La obtención de datos
Una vez que se cuenta con la versión definitiva del cuestionario, se pro-
cede a la realización de las entrevistas con los sujetos seleccionados si-
guiendo las instrucciones de la muestra. Al llegar a esta fase del estudio a
través de la encuesta, el investigador ha de tomar la decisión de realizar
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11. La encuesta
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11. La encuesta
Notas
1 Sobre los orígenes de la sociología empírica, véase M. García Ferrando (2014
capítulos 2, 3 y 4).
2 La iniciativa de K. Marx de realizar una encuesta entre la clase trabajado-
ra para que fueran los propios obreros los que proporcionaran información fac-
tual sobre sus condiciones de vida y trabajo se materializó con su publicación en
la Revue Socialiste en 1880. A tales efectos se imprimieron 25.000 ejemplares de
la revista que incluía el cuestionario y se distribuyeron entre las sociedades de
trabajadores, a diversos grupos y círculos socialistas y democráticos, a todos los
periódicos franceses y a todos los que solicitaran una copia. La Revue Socialiste
del 5 de julio de 1880 habla de algunas respuestas recibidas que se habrían de
publicar cuando su número fuera mayor. Desgraciadamente, como señalan
Gunther Wallraff y Yaak Karsunke, «esto no ocurrió nunca, y dichas respuestas
deben darse hoy por perdidas» (Wallraff, Karsunke y Marx, 1973: 39).
3 Paralelamente, la revista Literary Digest había consultado a cerca de dos mi-
llones y medio de personas —utilizando las direcciones de abonados de telefonía y
propietarios de automóvil— y predijo la derrota de Roosevelt. El fracaso de la
predicción sirvió sobre todo para revalorizar la importancia de la teoría de mues-
tras y para hacer creíbles las predicciones basadas en las consultas realizadas a un
número relativamente pequeño de personas convenientemente seleccionadas.
4 Para obtener una visión de conjunto de la amplia obra de Lazarsfeld, véa-
se R. K. Merton, J. C. Coleman y P. H. Rossi (eds.) (1979): Qualitative and
Quantitative Social Research. Papers in Honor of Paul F. Lazarsfeld, Nueva
York, The Free Press.
5 Sin ánimo de ser exhaustivos, podría mencionarse la encuesta a estudian-
tes universitarios de José Luis Pinillos en 1955; la encuesta sobre la familia espa-
ñola de Enrique Gómez Arboleya y Salustiano del Campo en 1957; la encuesta
sobre la profesión médica en España que dirigieron José Mariano López Cepe-
ro, Amando de Miguel, Luis González Seara y José Castillo y la encuesta a em-
presarios de Juan Linz en 1959.
6 Esta cifra, que a algunos puede parecer elevada, apenas alcanzaba la mitad
de lo que se había gastado un año antes en Estados Unidos, donde el Departa-
mento del Censo había estimado una inversión de algo más de 168 millones de
euros, que equivalían a 70 céntimos de euro por habitante (López Pintor, 1982: 116).
7 El 11,1% corresponde a investigación de naturaleza principalmente cuali-
tativa, y el restante 4,8%, a desk research (Aneimo/Aedemo, 2014: 9).
8 Para un estudio detallado de las distribuciones muestrales y de las estima-
ciones puntuales y por intervalos de parámetros, se puede consultar M. García
Ferrando (1985): Socioestadística, Madrid, Alianza Editorial, especialmente los
capítulos 5 y 6.
9 En lo que sigue en el resto del capítulo vamos a ocuparnos de estudiar la
encuesta mediante entrevista personal, que es la forma de encuesta más utilizada.
361
La obtención de datos
Pero hay que tener en cuenta que existen otras formas de encuesta tales como la
encuesta por correo, la encuesta telefónica y la encuesta mediante cuestionario
autoadministrado, que se utilizan cada vez más y son tratadas en el capítulo 12,
«Tipos de Encuestas», sobre todo en la medida en que los costes económicos de
la encuesta mediante entrevista personal se van elevando, y que el propio cam-
bio social amplía y facilita la comunicación telefónica y por otros medios. Todas
las fases de investigación por medio de estos cuatro tipos de encuesta son idénti-
cos, a excepción de la manera de abordar a la persona encuestada y de realizar
la entrevista.
10 http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/tematico.jsp.
11 Una información más amplia sobre las distintas fases en que el Centro de
Investigaciones Sociológicas organiza la realización de una encuesta en: http://
www.cis.es/cis/opencms/ES/1_ encuestas/ComoSeHacen/pasosencuesta.html.
12 La bibliografía sobre encuestas, entrevistas y cuestionarios es muy exten-
sa. Aparte de los autores ya citados en el presente capítulo, se puede señalar
otros autores y obras que han tenido particular incidencia en esta área de la in-
vestigación social: Lazarsfeld (1935); Payne (1951); Hyman (1962); Noelle-Neu-
mann (1970); MacFalane Samith (1972).
Bibliografía recomendada
Alvira, F. (2004): La encuesta: una perspectiva general metodológica, Madrid,
Centro de Investigaciones Sociológicas.
Cea D’Ancona, M. A. (2004): Métodos de encuesta. Teoría y práctica, errores y
mejora, Madrid, Editorial Síntesis.
Díaz de Rada, V. (2005): Manual de trabajo de campo en la encuesta, Madrid,
Centro de Investigaciones Sociológicas.
García Ferrando, M. (2014): Sobre el método, Madrid, Centro de Investigacio-
nes Sociológicas.
Mayntz, R., Holm, K., y Hubner, P. (1993): Introducción a los métodos de la so-
ciología empírica, Madrid, Alianza Editorial.
Nöelle-Neumann, E. (1970): Encuestas en la sociedad de masas. Introducción a
los métodos de la demoscopia, Madrid, Alianza Editorial.
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12. Tipos de encuestas
1. Introducción
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La obtención de datos
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12. Tipos de encuestas
365
La obtención de datos
Ventajas
Desventajas
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12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
nocido, al tiempo que logra una gran cobertura, que varía según la longi-
tud e instrucciones de la ruta.
Uno de los aspectos más importantes de la encuesta presencial es su
alta tasa de respuesta, si bien está experimentando grandes descensos en
los últimos años (por lo que se tratará en el siguiente apartado). Una de
las razones que explica la elevada colaboración en la encuesta presencial
es que la interacción directa entrevistador-encuestado le permite al pri-
mero detectar «pistas» (referidas tanto al momento de la entrevista como
a las características del entrevistado) para adaptarse a la situación y así lo-
grar una mayor cooperación. Esta información será utilizada también
para planificar las siguientes visitas a la vivienda (por ejemplo, acudir por
la noche a barrios de trabajadores, conocer la presencia de niños en casa,
etc.), o para evaluar las características de los no entrevistados.
La presencia del entrevistador en la vivienda del seleccionado permite
también obtener datos secundarios sobre el entorno del entrevistado. La
utilización de este recurso precisa de una adecuada formación de los en-
trevistadores para que esta información no esté condicionada por la sub-
jetividad del encuestador.
No menos importantes son las funciones añadidas al entrevistador para
motivar al encuestado y explicar adecuadamente (legitimar) esta visita ines-
perada. Otro factor relacionado con la representatividad es la dificultad
de que el entrevistado interrumpa la entrevista una vez que ha comenza-
do a responderla; lo cual implica que es la modalidad más adecuada
para la realización de encuestas largas (Holbrook et al., 2003). Además,
la encuesta presencial se puede realizar a cualquier tipo de personas, inde-
pendientemente del nivel cultural u otras características personales.
En relación con la calidad de la información lograda por la encuesta
presencial, la literatura internacional sobre el tema destaca la reducción
del número de respuestas evasivas en la medida en que el encuestador
puede volver a insistir cuando considera que no se ha conseguido una
respuesta precisa; conocimiento de la identidad de la persona que res-
ponde el cuestionario; facilidad para limitar la influencia de otras perso-
nas en las respuestas; fácil utilización de preguntas filtro; permite el em-
pleo de preguntas complejas; y posibilidad de utilizar material de apoyo
para mostrar al entrevistado y así ayudar en la realización de la entrevis-
ta. Este material de apoyo puede ser desde tarjetas donde se presentan
las preguntas con muchas opciones de respuesta, hasta logotipos, diseños
de envases, etc. evaluables por el entrevistado.
A estas ventajas hay que añadir la alta calidad en la contestación del
cuestionario, siendo posible obtener muy pocas preguntas sin contestar.
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12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
370
12. Tipos de encuestas
fuente: hasta 2006/7, Riba et al., 2010. En 2008/9 y 20010/11, Metroscopia, 2009 y 2011.
En 2012/13, Equipo español de la Encuesta Social Europea y TYPSA, 2013.
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12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
Serrano del Rosal (2003) descubren que las mujeres mayores de 45 años
son las que precisan de menos intentos para su localización al ser selec-
cionadas en las primeras llamadas (con 6 intentos localizan al 90%),
mientras que los hombres menores de 45 años son más difíciles de locali-
zar al precisar de 9 llamadas para lograr este porcentaje. Los jubilados,
los estudiantes y las personas que realizan trabajos no remunerados den-
tro del hogar son localizados en las primeras llamadas (con 6 intentos se
localizan al 90%), caso contrario de los ocupados, que precisan de 8 lla-
madas para localizar al 90%.
Una última ventaja relacionada con la representatividad es la menor
capacidad decisoria del entrevistador en la elección de los reservas cuando
deben realizarse sustituciones. En la encuesta presencial el encuestador si-
gue unas instrucciones cuando no es posible obtener cooperación de una
unidad muestral (contactar con la vivienda contigua, volver unas horas
más tarde, etc.), instrucciones que en el caso de la encuesta telefónica son
introducidas en el sistema de modo que «escapan» totalmente del control
del entrevistador. Esto proporciona una mayor aleatoriedad en el empleo
de la sustitución.
En cuanto a la calidad de la información recogida, para determinados
temas existe una mayor inclinación a responder por teléfono por la ma-
yor sensación de anonimato, lo que lleva a expresar con mayor libertad
determinadas conductas o concepciones recriminadas socialmente. Otra
de las ventajas es la menor influencia del entrevistador: al no producirse
contacto visual entre éste y el entrevistado, la apariencia del entrevista-
dor carece de importancia. Además, hay una supervisión continua de los
encuestadores que aumenta la estandarización de la encuesta y reduce la
variabilidad entre los encuestadores.
Es preciso destacar también que la integración de los distintos proce-
sos de la investigación permite detectar cualquier incidencia metodológi-
ca en el momento en el que se produce, de modo que sus consecuencias
dañinas (en tiempo y dinero) disminuyen considerablemente. Los errores
son detectados en el momento que se producen, por lo que es posible vol-
ver a preguntar al entrevistado para constatar que su respuesta es correc-
ta. La encuesta telefónica permite eliminar fácilmente la influencia de
unas preguntas en otras, la contaminación entre preguntas, así como los
efectos primacía y recencia —elección de la última categoría de respues-
ta— mediante la aleatorización de las opciones de respuesta.
Dentro del tercer tipo de ventajas (las relacionadas con la administra-
ción), destaca su bajo coste económico, situado a medio camino entre la
encuesta presencial y la autoadministrada. Este aspecto es señalado en
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12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
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Total viviendas
14.731,7 14.467,37 15.126,6 15.450,6 15.859,0 15.974,3
(miles)
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12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
ros que regulan la entrada, perros guardianes, etc.) como en estratos ba-
jos: peligrosidad de barrios marginales, etc. Al igual que en la encuesta
telefónica, la autoadministración de los cuestionarios permite realizar
muestreos aleatorios estratificados en función de la información del mar-
co muestral, disminuyendo notablemente el error muestral.
El análisis de la tasa de respuesta precisa diferenciar el medio de trans-
misión de la información. Comenzando con la administración utilizando
el correo postal (tradicional), investigaciones realizadas en Estados Uni-
dos utilizando el Total Design Method encuentran tasas de respuesta del
73% en población general, que aumentan hasta el 80% en poblaciones
especializadas (Dillman y Parsons, 2008). Cifras similares logran investi-
gaciones realizadas en contextos muy diferentes como Australia, Japón,
Rusia y diversos países europeos; España entre ellos.
No se dispone de información de la tasa de respuesta en cuestionarios
depositados en determinados lugares o entregados a los que pasan por
una zona (entrega «personal»), logrando alta tasa de respuesta los admi-
nistrados en grupo. En esta última, y en algunas administraciones perso-
nales, el administrador del cuestionario puede explicar el estudio y solu-
cionar dudas sobre la investigación, algo que no es posible con los
cuestionarios enviados utilizando el correo postal. En los cuestionarios
administrados a través de internet se logra un mayor control de la muestra
(comparado con el correo postal) porque se conocen los que no han llega-
do a su destino y el momento de respuesta.
En relación a la calidad de la información, esta modalidad de administra-
ción ofrece al entrevistado la posibilidad de reflexionar, de contestar a su
ritmo empleando el tiempo que precise, y permitiendo la consulta de docu-
mentos, archivos, etc. Se produce, en suma, una flexibilidad a la hora de
responder, respondiendo el cuestionario en el momento que considere más
adecuado y empleando el tiempo que se desee. Comparado con las modali-
dades anteriores, la autoadministrada no presenta sesgos por la influencia
del entrevistador. A diferencia de la encuesta telefónica, la autoadministra-
da permite mostrar fotografías, colores, logotipos, etc., para que sean anali-
zados o exprese su opinión sobre ellos. Estas posibilidades aumentan nota-
blemente en la administración electrónica a través de internet.
Además de estas ventajas, la mayor parte de la bibliografía consultada
destaca la menor deseabilidad social en las investigaciones realizadas con
encuestas autoadministradas. Son numerosos los estudios que han com-
parado las encuestas con encuestador (presencial y telefónico) y la auto
administrada, llegando a la conclusión de que en los estudios realizados
con estas últimas obtienen mayores frecuencias de comportamientos «no
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12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
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La obtención de datos
Notas
1 Es preciso indicar que emplea estrategias para reducir los rechazos: utiliza car-
tas de presentación de la investigación, gratifica a los encuestados y lleva a cabo
un extenso programa de formación de los encuestadores (Cuxart y Riba, 2003).
2 Referido a los no pertenecientes a la población activa considerando el cri-
terio de la Encuesta de Población Activa.
3 Cuando los listados telefónicos presentan también información del nom-
bre del titular de la línea, dirección postal, municipio, etc.
4 En el siguiente apartado serán matizadas estas ventajas en relación con la
cobertura.
5 El primero, como ya se señaló, es la integración de varios aspectos de la in-
vestigación, y el tercero, la rapidez.
6 Así sucede en las últimas encuestas de intención de voto publicadas en
prensa general en el momento de escribir este texto. Las publicadas por El País
(noviembre y diciembre del año 2014) realizaron 1.000 entrevistas en dos días:
28-29 de octubre y 2-3 de diciembre, martes y miércoles respectivamente (El
País, 2014a y 2014b). En el estudio del CIS sobre el Debate del Estado de la na-
ción fueron realizadas 1.602 entrevistas en dos días (CIS, 2014).
7 Estas técnicas, basadas en prefijos «fijos» y sufijos «aleatorios» se funda-
mentan en la existencia de una equivalencia entre el prefijo y la zona geográfica;
algo que no cumple la telefonía móvil donde los prefijos aparecieron —en un
primer momento— para identificar el operador de telefonía.
8 Se trata, más bien, de un «consultado» ya que desaparece la situación de
entrevista. No obstante, se seguirá utilizando el término «entrevistado» por
mantener la terminología empleada a lo largo del texto.
9 Una persona lleva a cabo la entrega del cuestionario, o lo deposita en la
habitación del hotel, pero no interviene en la cumplimentación del mismo.
Bibliografía recomendada
De Leeuw, E. D., et al. (eds.) (2008): International Handbook of Survey
Methodology, Nueva York, Lawrence Erlbaum Associates y Asociación Eu-
ropea de Metodología.
Díaz de Rada, V. (2000): «Modos de entrar en relación para la toma de datos:
entrevista personal, telefónica y postal», en J. Martínez Gastey, F. M. Cha-
morro, E. Martínez Ramos, L. Á. Sanz de la Tajada y C. Vacchiano López,
La Investigación en Marketing, Barcelona, AEDEMO.
Díaz de Rada, V. (2010): Comparación entre los resultados obtenidos por encues-
tas personales y telefónicas: el caso de una encuesta electoral, Madrid, Centro
de Investigaciones Sociológicas.
388
12. Tipos de encuestas
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La obtención de datos
1. Introducción
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13. La entrevista abierta como práctica social
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La obtención de datos
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La obtención de datos
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13. La entrevista abierta como práctica social
usos y a los contextos, a las prácticas y sus enunciadores, es decir, a los su-
jetos sociales como actores complejos, situados y con capacidad agente (en
todos los espacios y papeles de la investigación social).
La práctica de la entrevista abierta se presenta útil para obtener infor-
maciones de carácter pragmático, esto es, de cómo los sujetos diversos
actúan y reconstruyen el sistema de representaciones sociales en sus ac-
ciones individuales. Así, la entrevista tiene un espacio de cobertura fun-
damentado en el comportamiento ideal del individuo concreto en su re-
lación con el objeto de investigación, circunscribiendo con ello un
espacio pragmático, en cuanto que el proceso de significación se produce
por el hecho de que el discurso es susceptible de ser actualizado en una
práctica correspondiente. Por ello, las preguntas centrales en la entrevista
abierta son aquellas que se refieren a los comportamientos pasados, pre-
sentes o futuros, es decir, al orden de lo realizado o realizable, no sólo a
lo que el interlocutor piensa sobre el asunto que investigamos, sino a
cómo actúa o actuó en relación con dicho asunto. La entrevista abierta,
por tanto, no se sitúa en el campo puro de la conducta —el orden del ha-
cer—, ni en el lugar puro de lo lingüístico —el orden del decir—, sino en
el campo intermedio en el que encuentra su pleno rendimiento metodo-
lógico: algo así como «el decir del hacer», basado fundamentalmente en
que el hecho de hablar con los interlocutores de lo que hacen y lo que
son (lo que creen ser y hacer) es el primer paso de toda investigación en
general y toda etnografía en particular.
Las entrevistas abiertas, por tanto, si son planteadas así, pueden servir
complementariamente a los grupos de discusión clásicos, porque en ellos
lo que obtenemos son siempre representaciones de carácter colectivo no
individual. Los grupos, principalmente, no nos proporcionan conocimien-
tos sobre los comportamientos y las vivencias personales, sino los sistemas
de representaciones sociales construidas sobre los objetos de estudio.
Cuando hallar la dimensión pragmática personalizada es interesante den-
tro de la estrategia de la investigación, o dicho en otras palabras, cuando
nos conviene movernos en la dimensión sintagmática, évenementiel y dia-
crónica del objeto de investigación —la trayectoria (Finkel, Parra y Baer,
2008)—, la pertinencia de la entrevista abierta es evidente.
Por tanto, y en esta primera aproximación, mientras que en el grupo
de discusión las posiciones discursivas básicas tienen carácter prototípico,
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La obtención de datos
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13. La entrevista abierta como práctica social
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13. La entrevista abierta como práctica social
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La obtención de datos
Del cruce del tipo de acto con el tipo de registro surgen los seis tipos
básicos de intervenciones y comentarios del investigador en la entrevista
abierta.
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13. La entrevista abierta como práctica social
TIPO DE INTERVENCIONES
NIVEL DE
Declaraciones Interrogaciones Reiteraciones
REGISTRO
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13. La entrevista abierta como práctica social
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13. La entrevista abierta como práctica social
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La obtención de datos
Notas
1 La introducción general más completa y asequible para el lector español al
tema de la entrevista abierta en sociología, imprescindible para quien quiera
416
13. La entrevista abierta como práctica social
Bibliografía recomendada
Alonso, L. E. (1998): La mirada cualitativa en sociología. Una aproximación in-
terpretativa, Madrid, Fundamentos.
Arfuch L. (1995): La entrevista, una invención dialógica, Barcelona, Paidós.
Blanchet A., y Gotman, A. (2010): L’entretien: l’enquête et ses méthodes, París,
Armand Colin.
Rubin, H. J., y Rubin, I. S. (1995): Qualitative Interviewing. The Art of Hearing
Data, Thousand Oaks, California, Sage.
Valles, M. S. (2014): Entrevistas cualitativas, Madrid, Centro de investigaciones
Sociológicas, 2ª edición.
417
La obtención de datos
Jesús Ibáñez
1. Introducción
• Diseño.
• Formación del grupo: producción del contexto situacional o exis-
tencial.
• Funcionamiento del grupo: producción del contexto convencional o
lingüístico.
• Análisis e interpretación del discurso del grupo: aplicación del con-
texto convencional sobre el contexto existencial.
418
14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
2. Diseño
La libertad del investigador está limitada por las fronteras del grupo:
• En el espacio: sólo puede reunir a un número de participantes entre
5 y 10. El límite superior se justifica por consideraciones cuantitati-
vas (el número de canales de comunicación crece en razón geométri-
ca respecto al número de elementos: con dos hay un canal, con tres
hay tres, con cuatro, seis, etc.): con diez hay cuarenta y cinco cana-
les, que serían excesivos si todos funcionaran al mismo tiempo —
pero alguno calla todo el grupo, y algunos callan parte del grupo—.
El límite inferior se justifica por consideraciones cualitativas (el gru-
po nuclear es el grupo edípico, que tiene cuatro términos —papá,
mamá y nene; y el tío que es el embrague con el macrogrupo—),
para saturar todas las relaciones es preciso un grupo de al menos
cuatro (y que actúe con máxima tensión, todos participando todo el
tiempo: con cinco hay ya redundancia).
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La obtención de datos
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14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
421
La obtención de datos
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14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
b) El territorio asignado al grupo tiene una cara cóncava (y, por tan-
to, una ecología) y una cara convexa (y, por tanto, una semiología).
423
La obtención de datos
a) Los personajes son: el preceptor, los miembros del grupo y el pro-
pio grupo. Los primeros (preceptor y miembros) son reales, el grupo es
imaginario.
Entre esos personajes se entablan relaciones asimétricas (de transfe-
rencia y comunicación) y relaciones simétricas (de fusión y degradación
del grupo).
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14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
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La obtención de datos
«tú eres malo luego yo soy bueno», el activo dice «yo soy bueno luego tú
eres malo».
Excepcionalmente, la fusión es posible. Así: un grupo fue el cataliza-
dor Mayo-68. Normalmente, la fusión sólo existe en estado de esperan-
za: la guerra del grupo es una guerra perdida, gana el preceptor o los po-
deres a los que representa (el grupo se degrada vencido).
426
14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
427
La obtención de datos
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14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
a) Primero hay que interpretar. Captar el deseo del grupo: una parte
habrá sido formulada en forma manifiesta, otra parte en forma latente
(esta parte es la que hay que interpretar).
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La obtención de datos
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14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
431
La obtención de datos
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14. Cómo se realiza una investigación mediante grupos de discusión
433
La obtención de datos
Bibliografía recomendada
Barbour, R. (2013): Los grupos de discusión en Investigación Cualitativa, Madrid,
Morata.
Callejo, J. (2001): El grupo de discusión: introducción a una práctica de investiga-
ción, Barcelona, Ariel.
Gutiérrez Brito, J. (2008): Dinámica del grupo de discusión, Madrid, CIS.
Ibáñez, J. (1979): Más allá de la sociología. El grupo de discusión: técnica y críti-
ca, Madrid, Siglo XXI.
Krueger, R. (2001): El grupo de discusión. Guía práctica de la investigación apli-
cada, Madrid, Pirámide.
Llopis Goig, R. (2004): Grupos de discusión, Madrid, ESIC.
434
15. El método biográfico:
historias de vida
Juan Zarco
1. Introducción
435
La obtención de datos
Documentos personales son todos aquellos documentos en los que una persona
revela sus características sociales y personales en formas que las hacen accesibles
para la investigación. Incluirían diarios, cartas, fotografías, historias de vida e
incluso inscripciones de lápidas. Hoy día deberían incluirse también vídeos y si-
tios web personales (Plummer, 2004: 14).
436
15. El método biográfico: historias de vida
437
La obtención de datos
La historia que una persona elige contar acerca de la vida que ha vivido, conta-
da de la manera más honesta y completa posible. Lo que se recuerda de la vida y
lo que se quiere saber de ella, normalmente a través de una entrevista guiada por
otro. (…) Una narración ampliamente completa de una experiencia de vida en-
tera como un todo, iluminando los aspectos más importantes (1998: 8).
Y la de Ken Plummer:
la narración de la vida de una persona contada en sus propias palabras (2001: 18).
438
15. El método biográfico: historias de vida
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La obtención de datos
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15. El método biográfico: historias de vida
cuya vida nos gustaría abordar y su ámbito de pertenencia. Sea cual sea
el criterio en el fondo siempre perseguiremos encontrar a un «alguien»
que forme parte de una cultura, una subcultura, un grupo, un colectivo,
una profesión, un rol o cualquier otro marco que sea el definido por
nuestro objeto en el estudio. Un ladrón profesional, un hombre heroinó-
mano, un celador de un hospital, una mujer inmigrante, un médico en-
fermo, un indigente, una mujer transexual, un enfermo de cáncer, un cui-
dador informal… La selección final del individuo, con nombres y
apellidos, suele ser en la investigación real mucho más azarosa de lo que
se suele admitir, y circunstancias pedestres suelen salir al paso. Aun así
nuestro objetivo será, de entre los sujetos pertenecientes al contexto ele-
gido, obtener la colaboración de alguien motivado, interesante y capaz.
A menudo sucede que se accede a él o ella por relaciones personales, por
diversos facilitadores que uno ha ido conociendo en las fases de diseño
(donde se preanaliza el campo de estudio y es frecuente contactar con
profesionales, familiares, colectivos asociativos, contextos, etc.). En otras
ocasiones, y ello es bastante frecuente, uno conoce al sujeto «que tiene
una vida que contar» en el transcurso de investigaciones anteriores don-
de se ha podido acceder a esa persona (en un grupo de discusión, en una
entrevista en profundidad, en una observación, etc.).
Algunos criterios de orden metodológico (y práctico) sobre los que
debemos reflexionar para acertar en nuestra elección deben anticipar ele-
mentos éticos (puedo perjudicar, en cualquier nivel, a la persona seleccio-
nada), de tiempo posible de duración, de disponibilidad o aun el siempre
problemático aspecto relativo a si se ofrecerá una retribución de tipo eco-
nómico. Más allá de otras consideraciones, y se volverá sobre alguna de
ellas, no creo que haya recetas generales (ni debería haberlas) y cada si-
tuación requiere y merece una reflexión y análisis específico; en general,
un buen criterio es que si tras estudiar el caso consideramos que es ético,
posible, justificado y no perjudica la relación de investigación, cada deci-
sión puede ser respaldada y argumentada con nuestros resultados.
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La obtención de datos
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15. El método biográfico: historias de vida
tos de su vida, como para el investigador que, con ese flujo de trabajo,
bien puede transcribir y preanalizar cada sesión de semana en semana.
Una vez más el calendario ha de adaptarse a la situación específica (una
vez más la metodología ha de adaptarse al objeto). Y volviendo al tema
pecuniario, u otra forma de retribución, y aunque ya lo venimos plan-
teando en las distintas técnicas, mi posición, y aunque no sea lo más de-
seable, no excluye alguna forma de compensación, incluida el dinero.
Esto dependerá muchísimo del sujeto elegido (del contexto del que pro-
venga, entre otras cosas) y de la manera en que se simbolice esa compen-
sación (mejor no llamarla «pago»). Es claro que estamos solicitando una
relación en el tiempo que, al final, puede suponer muchas horas de dedi-
cación a nuestros intereses; si al investigador, sin entrar en pormenores, sí
se le paga (sic), ¿por qué no al sujeto? Por supuesto que a menudo se ar-
gumenta, y puede llegar a ser verdad, que la ocasión de ser escuchado,
comprendido, etc., es considerada en sí misma una retribución suficiente
para el sujeto que se siente así valorado y apreciado. Eso no es así en to-
dos los casos, ni muchísimo menos. Por el contrario, es verdad, y por ello
hemos de explicarlo y negociarlo bien, que si introducimos una contra-
prestación de tipo económico el sujeto de nuestra investigación, de ma-
nera incluso inconsciente, puede sentirse más que en un compromiso, in-
telectualmente sano, en una «deuda» que por pura deseabilidad (ganas
de complacernos —y ganarse el jornal—) puede llegar a falsear, desvir-
tuar o directamente inventar su historia, aunque sea con la mejor inten-
ción. Una vez más no hay recetas, cada caso ha de ser sometido a análi-
sis y consideración y la decisión que se tome, si es la que el investigador
siente como más apropiada, será la correcta.
También en los contactos preparatorios debe negociarse el formato en
el que van a quedar recogidos y registrados los datos, es decir, la posibili-
dad de grabación de las conversaciones con la finalidad de obtener trans-
cripciones literales, para su posterior análisis. La recomendación es, dada
además la cantidad de datos que se obtienen (horas y horas de conversa-
ción), intentar por todos los medios que se acepte la grabación. En ese
sentido ayuda proponer la posibilidad del llamado «off the record», es
decir, apagar la grabadora en momentos sensibles (por temática, grado
de exposición o lo que fuera). Lo más frecuente es que se nos permita
grabar, lo que facilita muchísimo el trabajo de registro, y recuérdese, en
todo caso, que se ha garantizado la confidencialidad. Si por los motivos
que fueran la persona que nos parece más idónea, casi única, insustitui-
ble, etc., acepta cooperar, en todos los términos, pero no admite ser gra-
bado o grabada, la decisión ha de ser del investigador. En el caso de
445
La obtención de datos
aceptar esa condición porque aun así nos compensa, una escucha atenta
y un buen número de blocs de notas son una buena recomendación. En
esos casos, e inmediatamente después de la sesión de entrevista, es desea-
ble reproducir en lo posible la conversación, con ayuda de nuestras notas
y nuestra memoria. Independientemente de la grabación, conviene insis-
tir en la importancia de dedicar siempre tiempo previo a la preparación
de la entrevista y tiempo posterior para realizar un registro de aconteci-
mientos, sensaciones, intuiciones, observaciones, papel y posicionamien-
to de los sujetos, cómo se dio la relación, etc.
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15. El método biográfico: historias de vida
trucción de una historia de vida, sobre todo en las iniciales, pues en el aná-
lisis vamos a incorporar como datos relevantes la manera en la que el
narrador de su vida decide narrarla (recordemos que no es importante
sólo lo que dice, sino cómo se dice y el orden en el que lo dice). No se espe-
ra, por tanto, una narración lineal, y no se debe forzar. Por ejemplo, en es-
tudios en los que se trata de reconstruir las trayectorias de un padecimien-
to crónico a partir de la historia de vida de un sujeto, suele seguirse un
recorrido por las etapas que la propia persona reconoce en su proceso;
cómo empezó, cuáles fueron los síntomas o manifestaciones iniciales, qué
se hizo al respecto, cómo fue el contacto con los servicios sanitarios, qué
expectativas se tenían, qué impacto tuvo en su vida, etc., siguiendo así la
evolución por los diferentes períodos identificados.
En ese sentido la entrevista más difícil es la primera, luego se tienen
elementos facilitadores para retomar lo anterior, la confianza va aumen-
tando, afloran elementos en común..., en definitiva, tanto entrevistador
como entrevistado se sienten más cómodos. El ideal para la primera en-
trevista es que sea una especie de esbozo en líneas generales de lo que ha
sido la propia vida, y en ella suele aparecer ya un primer intento de na-
rrar y dar sentido. Si se ha obtenido una buena panorámica general, ése
es un buen punto de partida para sucesivas entrevistas posteriores. Por
ejemplo, una invitación amplia del tipo: «cuénteme su historia en rela-
ción al tema de interés», suele resultar un buen comienzo. Una estrategia
que suele funcionar es empezar cada nueva sesión repasando brevemente
lo dicho en la anterior, retomando el hilo por así decir.
Aunque las entrevistas han de ser lo menos directivas posible, no po-
demos olvidar que nuestra intención investigadora lleva implícito un de-
seo de comprensión que a veces requiere de cierto «sonsacamiento». Ken
Plummer, en su obra Documents of life 2, sugiere que para la realización
de las entrevistas el investigador ha de tener preparada una serie de te-
mas especialmente sensibles por los que a uno le gustaría que la narra-
ción transitara. Señala también numerosas estrategias para ayudar al su-
jeto a construir los sentidos en los que el proceso debe irse apoyando.
Aunque pueda parecer forzar la narración, resulta muy fértil el definir
etapas o fases en la vida, así como situar las vidas en términos de edad,
estado civil, relaciones familiares hacia arriba o hacia abajo, etc. Un ejer-
cicio clásico en ese sentido es invitar al sujeto a que considere su propia
vida como si fuera un libro y piense cuáles serían sus capítulos y en el tí-
tulo que le daría a cada uno de ellos.
Hay numerosos elementos a explorar, señala también Ken Plummer,
como son los puntos de inflexión (o momentos vitales que se reconocen
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La obtención de datos
como tal), otros aspectos como el azar o la suerte (que pese a tratarse de
racionalizaciones, como ya dijimos, o quizá precisamente por eso, apare-
cen con muchísima frecuencia), también los grandes eventos de la vida, o
incluso epifanías. Por supuesto, los que llama «grandes temas», es decir,
el amor, el trabajo, la diversión, etc., han de ser tratados. Hay que poner
especial énfasis, también, en localizar áreas donde se han experimentado
conflictos (tendemos de manera natural a minimizarlas o no introducir-
las en nuestra narración) y, llegado el momento de madurez y confianza,
explorar los secretos vitales, esas cosas que no se pueden contar (faltas
morales, sexo, dinero, corrupción, quizá adicciones).
Un lugar muy significativo en la narración suelen ocuparlo las perso-
nas clave: amigos, amantes, familiares... otros significativos, en definitiva,
y podemos y debemos instar a reflexionar sobre el papel que han desem-
peñado en su vida. De muchos de ellos es habitual conservar, como ya
dijimos, fotografías. En ese sentido no olvidaremos utilizar (o propiciare-
mos que se utilicen) para estimular el recuerdo lo que Plummer llama en
general «artefactos de tu vida», que serían por supuesto las fotos, pero
también diarios (quizá el documento más rico y personal, aunque no
siempre existe), agendas, calendarios, colecciones, incluso el currículum
vitae si procede. Recuerdos, souvenirs y fotos de viajes dan pie a la re-
flexión sobre los lugares en que se ha estado.
Aunque en toda historia de vida debería ocupar un lugar en la narra-
ción, particularmente interesante para aquellas centradas en objetos de
conocimiento que exploran algún ámbito de la salud de la persona con la
que se construye la historia de vida, son las reflexiones acerca del propio
cuerpo, para ser más precisos, del cuerpo cambiante. Asignar un valor
(espiritual, religioso o de cualquier otro orden) al propio nacimiento, a la
enfermedad y también a la muerte suele estimular el esfuerzo por dar
sentido a los acontecimientos. Ello nos introduce en otro nivel de la na-
rración que es precisamente el más centralmente reconstructivo, pues in-
vita a la persona a pensar sobre las maneras en las que pueda haber habi-
do líneas de coherencia o contradictorias en su biografía. También en
cómo se ha visto (y juzgado) a uno mismo en distintos momentos o ante
diversas situaciones; las distintas identidades, las autoimágenes, la auto-
estima en distintas fases de tu vida y sobre todo la pregunta con más di-
fícil respuesta: ¿quién eres? No hace falta decir que la respuesta incorpo-
ra algo esencial para la comprensión: ¿cómo has cambiado? Y es que
efectivamente la técnica de historia de vida es de las herramientas más
fértiles para el estudio del cambio social. La cronología, el paso del tiem-
po, siempre está presente en la recreación narrativa de la vida de una per-
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15. El método biográfico: historias de vida
Sustantivo ¿QUÉ?
Técnico/práctico ¿CÓMO?
Ético/político ¿DEBO?
Personal ¿PUEDO/QUIERO?
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La obtención de datos
mejor opción, frente a otras formas de conocer una realidad. Es una pre-
gunta de tipo metodológico que nos ayuda a reflexionar sobre el «cómo»
vamos a abordar, en este caso con una mirada cualitativa. La tercera
cuestión, técnica o práctica, alude a la pertinencia del abordaje biográfi-
co. Cómo espero, mediante la construcción de una historia de vida, acce-
der al conocimiento de una realidad. Tiene que ver con la selección del
individuo, la preparación y el desarrollo de las entrevistas y el plan de
análisis, entre otros aspectos prácticos. El cuarto conjunto de interrogan-
tes que debemos plantearnos a la hora de abordar el conocimiento de
nuestro objeto de estudio mediante la construcción de la historia de vida
de alguien tiene que ver con la ética y nuestra participación o capacidad
de influencia como científicos pero también como ciudadanos. ¿Está jus-
tificado investigar de esa manera mi objeto? ¿Puedo perjudicar a alguna
persona o colectivo al realizarlo o al divulgarlo? ¿Puede ayudar, por el
contrario, a resolver un problema? En definitiva, ¿debo hacer ese tipo de
investigación? Por último, las preguntas de tipo personal. La investiga-
ción cualitativa es siempre reflexiva, y en esta técnica quizá, por la inten-
sidad de la relación que se está a punto de entablar, sea donde con más
claridad aparece esa condición. Hay que evaluar el impacto posible del
proceso de investigación y sus efectos personales: tanto para el sujeto in-
vestigado como para el propio investigador o investigadora. Ambos, sin
duda, van a verse afectados y hay que reflexionar sobre si ello compensa,
queda justificado y, en definitiva, sobre si queremos y seremos capaces de
hacerlo.
Lo más importante de la necesidad señalada por Plummer de plan-
tearse este tipo de interrogantes, sin embargo, no son los interrogantes en
sí, que desde luego también (y habría que añadir que en toda investiga-
ción social, no solamente en aquellas con historia de vida), sino el hecho
de que estas cinco preguntas hay que planteárselas en todo el proceso de la
investigación, es decir, antes, durante y después. Es así como cobran todo
su valor.
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etc. Esta tercera copia, algo más fragmentaria que las dos anteriores, sin
duda nos propiciará también nuevas interpretaciones… y quizá pregun-
tas: ¿Qué papel han jugado en su vida las mujeres? ¿Y los hombres? ¿Qué
lugar se deduce que ocupa la familia? ¿La amistad? ¿Y los médicos?, etc.
Porque, en nuestro análisis, con esta ordenación que podemos llamar «en
personajes», podremos apreciar otras facetas de nuestro protagonista,
que no sólo nos ha hablado de cada uno de ellos (y, por tanto, de otros/as
no), sino que también probablemente nos ha revelado mucho sobre sus
pautas o maneras de interactuar en los distintos contextos.
Una cuarta copia se nos presenta también como imprescindible. La
ordenación temática, y aunque parece la más evidente, no es tan sencilla
(véase Gubrium y Holstein, 1998). Obviamente todas estas propuestas de
descomposición cada investigador ha de adecuarlas a su propio sujeto de
historia de vida, a la narración obtenida y, desde luego, a sus propias ne-
cesidades e intereses como investigador y también como ser humano.
Pero la ordenación temática siempre es muy fértil, pues nos permite con-
centrar la atención en los distintos ámbitos que nos parezcan de interés.
Así: trabajo, salud, amor, hijos, socialización, creencias, participación
política, futuro... pueden generarnos categorías para reordenar el relato.
Pero insistimos en que ha de ser el analista quien argumente la pertinen-
cia de extraer esas categorías de su relato o de elevarlas a ese estatus, el
de categoría para el análisis. Como afirma Luis Enrique Alonso (1998: 217):
«las categorías no presuponen al investigador en el análisis del discurso,
sino que es el investigador quien interpreta la realidad concreta utilizan-
do esas categorías como herramientas, no como imposiciones o coarta-
das». Aunque no en todas las vidas el amor, los hijos o el trabajo, por
ejemplo, parezcan merecer una categoría, con toda seguridad su ausencia
(y la alusión a ella) merecerá una reflexión por nuestra parte.
Habría muchas más posibilidades y «copias» posibles. Pero insistamos
en que tanto la narración objeto de análisis como nosotros mismos, los
investigadores, en tanto que analistas, seremos quienes decidamos reali-
zarlas. Un repertorio de sentimientos positivos y negativos, por ejemplo,
y sucesos a ellos asociados. O la recopilación, ordenada con algún crite-
rio pertinente, de puntos de inflexión. O, por qué no, un catálogo o in-
cluso jerarquía de procesos vitales.
El análisis, por definición, no debe terminar hasta que hayamos satu-
rado las posibilidades, es decir, que nuevas reordenaciones y/o enfoques
no nos aporten nuevas interpretaciones. Y ese concepto de saturación
teórica me permite, para concluir, recordar otra de las ideas clave en in-
vestigación cualitativa, formalizada en el concepto de inducción analítica,
453
La obtención de datos
Bibliografía recomendada
Atkinson, R. (1998): The Life Story Interview, Londres, SAGE.
Balán, J. y otros (1974): Las historias de vida en las ciencias sociales. Teoría y téc-
nica, Buenos Aires, Nueva Visión.
Bertaux, D. (2005): Los relatos de vida. Perspectiva etnosociológica, Barcelona,
Ediciones Bellaterra.
Denzin, Norman (1989): Interpretive Biography, Londres, SAGE.
Pedraz, A., Zarco, J., Ramasco, M., y Palmar, A. (2014): Investigación cualitati-
va, Barcelona, Elsevier.
Plummer, K. (2001): Documents of life 2, Londres, SAGE.
Pujadas, J. J. (1992): El método biográfico, Madrid, CIS.
454
16. Etnografía virtual/
digital (EVD)
Igor Sádaba
1. Introducción
Este capítulo intentará seguir en todo momento una cierta secuencia his-
tórica o justificativa de la emergencia de la etnografía virtual/digital
(EVD1). Esta estrategia expositiva pretende ser una forma de acerca-
miento pedagógico a la misma y un modo de comprender, a la vez que
acreditar, su creciente relevancia y protagonismo. La razón principal es
que, en estos momentos, dicha disciplina se encuentra aún en una fase de
consolidación y reconocimiento. Igualmente, estamos en un momento de
aceptación por parte del siempre controvertido campo académico, cuyos
mecanismos de legitimación requieren una serie de consensos y rituales
de admisión. Por otra parte, la aproximación genealógica que propone-
mos facilitará la interpretación de por qué la EVD ha ido ganando adep-
tos en los últimos tiempos y se ha convertido en una prometedora técni-
ca de investigación. Seguidamente nos detendremos en los aspectos más
prácticos de la investigación etnográfica digital y, aunque no existen
guías predefinidas ni protocolos fijos, intentaremos recopilar algunas
ideas de orden pragmático para la consecución de una buena investiga-
ción empírica.
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• Por un lado podemos entender Internet y las TIC (o los espacios co-
municativos generados a través de éstos) como lugares donde ac-
túan e interaccionan individuos. Esto es como un espacio donde tie-
nen lugar prácticas sociales, un ciberespacio. Es decir, podemos
entenderlo como un medio, una plataforma o soporte donde diver-
sos fenómenos tienen lugar.
• Y por otro, podemos interpretar Internet y las TIC como «artefac-
tos culturales», como productos de la cultura, como acoplamientos
de sujetos-objetos. Es decir, podemos entenderlo como un objeto, un
producto cultural de nuestro tiempo que incluye individuos, disposi-
tivos, reglas, software, normas de uso, cables, relaciones, etc.
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• «Etnografía virtual»4
• «Etnografía del ciberespacio»
• «Etnografía de/en/a través de Internet»
• «Netnography/Netnografía»
• «Etnografía conectiva»
• «Ciber-etnografía»
• «Antropología de los medios»
• «Etnografías de lo digital»
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buyendo también tienen que ver con la vida «fuera» de la red y con las po-
siciones sociales de los usuarios.
En ese sentido, y a modo de marco general, C. Hine (2000) plantea lo
que ella considera los diez principios que fundamentan la EVD y que pa-
samos a reproducir sintéticamente. Consideramos que son de lectura re-
comendada antes de empezar a hacer cualquier observación etnográfica,
ya que suponen referencias a tener en cuenta. Por tanto, hemos seleccio-
nado parte de esos diez mandamientos etnográficos porque condensan
excelentemente algunas de las ideas teóricas que posteriormente se desa-
rrollarán en la práctica empírica. También porque, en su momento, las
aportaciones de esta autora supusieron el espaldarazo definitivo a la
EVD como disciplina. Se enumeran en el cuadro siguiente:
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Como bien indica Becker, «todo tiene que estar en algún lugar» (2009:
83), en el sentido de que es importante que lo que estudiamos acontezca
en un lugar específico cuyas condiciones seamos capaces de describir.
No obstante, uno de los mayores problemas que se presenta al intentar
observar una comunidad concreta vinculada a un cierto fenómeno u ob-
jeto de estudio no es que sea virtual o «exista online» sino el exceso de
ejemplos o casos a elegir (una manifestación sui géneris del Big data).
Para tratar los modos en que el movimiento 15-M ha utilizado las redes
sociales o los grupos de deporte de montaña que se forman a través de
blogs o la manera en que las personas mayores participan en un foro o
las identidades de los adolescentes que comparten fotos encontramos
excesivos casos diferentes para observar. No podemos investigar todos y
cada uno de los casos que encontremos en nuestro camino o de aquello
que nos interesa porque pueden ser cientos o incluso miles. La selección
concreta del «lugar» a etnografíar deberá depender o de los criterios a
priori que le impongamos (que estén vinculados a una cierta ciudad, que
tengan cierta antigüedad, que posean un determinado tamaño, que tra-
ten determinados temas, etc.) o, en caso de carecer de los mismos, se
suelen aplicar criterios de participación. Es lo que algunos llaman «den-
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Notas
1 Dado que existen tantas denominaciones distintas para este método y que no
hay consenso sobre el mejor término a utilizar, usamos aquí simultáneamente
etnografía virtual y etnografía digital mediante la contracción EVD.
2 La llegada de los Grandes Datos ha producido tres grandes fenómenos
que hay que tener en cuenta respecto a la investigación y a la minería de datos:
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1) el paso del muestreo al filtrado. Ya no tenemos que hacer muestreos sino fil-
trar los datos que nos llegan; 2) un relajamiento de la exactitud. «Con menos
errores de muestreo podemos asumir más errores de medida» (Cukier, 2013: 25)
y 3) el desplazamiento de la causalidad a las correlaciones y de las hipótesis a las
tendencias.
3 Muchas de las referencias lingüísticas con las que nos hemos referido a
ellos son de corte metafórico espacial: «aldea global», «autopistas de la infor-
mación», «ciberespacio», «redes», «sitios web», «portales», etc.
4 Si bien el término «etnografía virtual» gozó de una alta popularidad cuan-
do C. Hine lo puso de moda gracias a su libro (2000), en los últimos tiempos ha
ido perdiendo bastante presencia en el panorama académico, ya que la noción
de «virtualidad» sigue estando muy connotada y sigue produciendo una sensa-
ción de «irrealidad» o de «no verdad» de los comportamientos o prácticas ob-
servadas. Este riesgo de describir algo «falso» puede ser evitado apelando a
otros términos (Del Fresno, 2011: 50). La propia Hine, en su último libro (2015),
habla de etnografía de Internet.
5 «Muy a menudo un etnógrafo virtual es simplemente un etnógrafo que tra-
ta el ciberespacio como una realidad etnográfica, pero el término ha sido más a
menudo aplicado a métodos de recolección de datos donde el investigador no
está físicamente presente. Los etnógrafos virtuales dependen del uso de las tec-
nologías para las imágenes de las acciones de las personas. Son muy dependien-
tes del contacto mediado visual y el sonido es algo usualmente una característi-
ca importante» (Silva, 2007).
6 «Aquella que reconoce los marcos de interpretación dentro de los cuales
los actores clasifican el comportamiento y le atribuyen sentido» (Guber, 2011:
18, y Geertz, 1973).
7 Ethical decision-making and Internet research: Recommendations from
the AOIR ethics working committee (version 2.0). Annette Markham and Eliza-
beth Buchanan, with contributions from the AOIR Ethics Working committee.
http://www.aoir.org/reports/ethics2.pdf (2012).
8 Bourdieu y Wacquant añaden otros dos tipos de reflexividad (1992: 69): i)
posición del analista en el campo científico y académico y ii) las tendencias inhe-
rentes a las posturas intelectuales y ciertas tendencias teoricistas que no se expli-
citan (epistemocentrismo).
Bibliografía recomendada
Del Fresno, M. (2011): Netnografía. Investigación, análisis e intervención social
online, Barcelona, UOC.
Hine, C. (2004): Etnografía virtual, Barcelona, UOC [2000, edición inglesa].
— (2005): Virtual Methods: Issues in Social Research on the Internet, Oxford,
Berg Publishers.
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Josu Mezo
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Como es bien sabido, a partir de los años ochenta hemos asistido a una
revolución digital, con un doble contenido. Por una parte, los aparatos
capaces de almacenar y procesar información en formato digital se han
popularizado y han bajado dramáticamente de precio. En el ámbito de la
investigación social esto ha significado que casi cualquier estudiante ten-
ga a su disposición, por un precio accesible, un ordenador que le permite
un avanzado análisis de datos, llevando a cabo en pocos minutos cálculos
que hace unas décadas podrían requerirle horas al mejor ordenador dis-
ponible en una facultad.
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Hay que recordar que, por definición, los datos secundarios han sido
producidos «por otros», en otro momento histórico, tal vez en otro con-
texto cultural, para sus propios propósitos, y por tanto el investigador
que los reutiliza debe preguntarse siempre por el proceso de creación de
los datos, tanto en lo que se refiere a la definición de conceptos, los crite-
rios con los que se incluye o excluye a cada sujeto estudiado en una cate-
goría, o se le asigna un valor en una escala, como a los procedimientos
de medida propiamente dichos, es decir, a los procedimientos utilizados
para seleccionar a los sujetos estudiados y capturar la información rele-
vante sobre cada uno.
Este proceso de revisión requiere que el investigador haya realizado
previamente una clara reflexión sobre sus objetivos de investigación, y
éstos estén bien definidos. Deben haberse definido lo más precisamente
posibles las grandes preguntas de la investigación, así como las hipóte-
sis, y las preguntas más específicas derivadas de ellas, se deben tener co-
rrectamente identificadas las poblaciones y las variables que se quieren
estudiar. Sólo así será posible hacer un juicio sobre la adecuación de los
datos secundarios disponibles al proyecto de investigación que se desea
realizar. Lo que no significa que deban desecharse los datos que no se
adaptan exactamente a los objetivos planteados. Por razones pragmáti-
cas, en muchos casos, será necesario, y es perfectamente legítimo, utili-
zar datos que no se ajustan del todo a los propósitos de la investigación.
Pero lo importante es justamente ser conscientes de esa distancia, y ha-
cerla explícita a la hora de realizar la investigación y publicar sus resul-
tados. De esa manera los autores de la investigación se obligan a sí mis-
mos a preguntarse si esos datos que están estudiando son no sólo «los
mejores disponibles», sino también «suficientemente buenos». Una inves-
tigación incompleta o imperfecta es preferible a la ausencia de investiga-
ción. Pero debe evitarse la tentación de adaptar la investigación a los
datos disponibles, cuando éstos son claramente inadecuados, basados,
por ejemplo, en muestras sesgadas, o en mediciones incompletas de los
fenómenos que se quieren estudiar.
Cosa distinta es que los datos previamente existentes puedan ser una
fuente de inspiración y orientación sobre qué fenómenos es factible es-
tudiar. O que la exploración tentativa, abierta y no guiada teóricamen-
te de datos previamente existentes pueda encontrar relaciones inespera-
das, y ayudar a formular hipótesis, en un proceso de serendipia (Merton,
2004), que es perfectamente legítimo y forma parte también del método
científico.
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El creador de la base de datos puede ser una fuente oficial, bien recono-
cida, como el instituto estadístico nacional o un ministerio de un país de-
sarrollado, o una de las grandes organizaciones internacionales. En prin-
cipio, en esos casos, es razonable asumir que la producción de datos se
ha hecho con criterios profesionales, medios adecuados y propósitos de
descripción «neutral» de la realidad, lo que entre otras cosas se manifies-
ta en que esas instituciones suelen informar con gran cuidado de los pro-
cedimientos de obtención de sus datos. Precisamente gracias a ello es po-
sible someter esos métodos a revisión crítica, y analizar si son los
adecuados para el uso de los datos que se quiere hacer en una nueva in-
vestigación.
Igualmente suelen ser transparentes e informativos sobre sus métodos
de investigación los investigadores que hacen públicos sus resultados y
sus bases de datos a través de los depósitos de datos que van implantán-
dose en los diferentes países. En cambio, esto no es necesariamente así
cuando la fuente es una empresa privada, o un grupo de interés con una
agenda particular. En estos casos, obviamente, la presunción de un pun-
to de vista «neutral» ha de ser suspendida, y estar especialmente alerta
sobre la posibilidad de que al elaborar sus estudios estos grupos se hayan
dejado llevar, consciente o inconscientemente, por sus intereses o inclina-
ciones ideológicas. Por ello sería especialmente importante que esas orga-
nizaciones dieran explicaciones exhaustivas sobre sus métodos de investi-
gación y pusieran a disposición pública los archivos de microdatos. Sin
embargo, suele ser al contrario. Debido a cuestiones de propiedad inte-
lectual, y al origen privado de los fondos que sufragan estas investigacio-
nes, ese tipo de prácticas son aún minoritarias.
493
La obtención de datos
En relación con este punto es importante subrayar que los datos se-
cundarios pueden ser el resultado de actividades orientadas precisamente
a generar datos, o pueden ser datos «secundarios» en un doble sentido,
cuando la institución que los elabora y publica no tiene como propósito
generar estadísticas, sino que éstas son una externalidad, un resultado in-
directo de una actividad de otro tipo. Por ejemplo, los ministerios o enti-
dades administradoras de impuestos, como la Agencia Tributaria en Es-
paña, no piden a los ciudadanos sus datos sobre ingresos, patrimonios o
beneficios con un propósito estadístico, sino solamente con el de calcular
cuántos impuestos deben pagar. Indirectamente, al acumular los datos de
todos los contribuyentes, se genera una estadística, pero ésta, por su ca-
rácter derivado de la declaración fiscal, no se basa en los mismos crite-
rios que elegiría un investigador interesado exclusivamente en medir la
actividad económica. Más adelante se verá un ejemplo de esta situación.
494
17. Explotación de datos secundarios
en formación), según criterios que no son obvios, acordados por las ofi-
cinas estadísticas de diferentes países, y que conviene conocer al usuario
de esta información estadística. Existen otros muchos conceptos que
aparecen en estadísticas oficiales y cuyo significado se aparta del uso co-
mún o requiere muchas matizaciones: la situación de personas «en riesgo
de pobreza»; la inclusión de una finca como productora de agricultura
ecológica; la clasificación de gasto público por sectores; las estadísticas
policiales y judiciales, muy dependientes de las definiciones legales...
Con más razón, cuando los datos proceden de una institución no ofi-
cial, de una empresa, o de un grupo de interés, es especialmente impor-
tante prestar atención a los criterios con los que han definido los fenó-
menos que estudian. Como señala Best (2001, 2008), dada la intensa
competición por la atención del público, los grupos de interés tenderán
siempre a hacer definiciones expansivas del fenómeno sobre el que tratan
de llamar la atención de la sociedad, o a hacerlas restrictivas, cuando por
el contrario quieran convencer a la sociedad de que un cierto asunto no
es realmente importante. Esos sesgos no llevan necesariamente a falsifi-
caciones intencionadas, pero sí pueden facilitar «una utilización defec-
tuosa de las clasificaciones y una tolerancia de fallos metodológicos que
producen datos que pueden tener efectos políticos beneficiosos» (Starr,
1987: 38).
495
La obtención de datos
E. Comparatividad
Como ya hemos señalado, entre las grandes ventajas del uso de datos se-
cundarios está la posibilidad de hacer estudios comparativos longitudi-
nales (en el tiempo) y espaciales (entre diferentes lugares). Pero esto sig-
nifica, lógicamente, que los pasos A-D recién expuestos han de ser
aplicados, separadamente, para cada una de las fuentes de datos que uti-
licemos en nuestra investigación. No se puede dar por hecho que diferen-
tes instituciones en diferentes lugares definen por igual los conceptos que
miden, utilizan idénticos procedimientos de muestreo o realizan sus en-
cuestas con las mismas cuestiones. Lo normal será lo contrario, y esto
obliga al investigador a familiarizarse con cada una de las fuentes, y eva-
496
17. Explotación de datos secundarios
497
La obtención de datos
498
17. Explotación de datos secundarios
Una vez los datos están en el formato adecuado, aún queda un traba-
jo importante de preparación y limpieza de los datos. Algunos de estos
procesos pueden ser necesarios también cuando se trabaja con datos pro-
pios, pero es especialmente importante que se realice cuando se está ope-
rando con datos ajenos.
La «limpieza» de datos es un conjunto de operaciones difíciles de des-
cribir de una manera sistemática, porque precisamente su contenido pue-
de variar mucho según el tipo de errores que aparezcan en los datos. Por
la misma razón, no existen tampoco herramientas que sirvan para reali-
zar todos los pasos del proceso de limpieza. Siguiendo a Chiasson et al.
(2014, caps. 8-10), citaremos algunos de los puntos clave que hay que re-
visar al trabajar con una base de datos ajena:
499
La obtención de datos
500
17. Explotación de datos secundarios
501
La obtención de datos
502
17. Explotación de datos secundarios
503
La obtención de datos
504
17. Explotación de datos secundarios
505
La obtención de datos
506
17. Explotación de datos secundarios
Pero junto a las historias o las promesas de éxito, también son muchas
las voces que alertan de los potenciales errores que pueden cometerse al
confiar en los grandes datos, en particular al suponer que al utilizarlos
podemos prescindir de algunos de los requisitos que tradicionalmente
hemos exigido a todo estudio cuantitativo. Lazer et al. (2014) parten pre-
cisamente del fracaso de Google Flu Trends para predecir correctamente
la expansión de la gripe en los años siguientes a su exitoso inicio (Butler,
2013) para apuntar a lo que llaman la «arrogancia de los grandes datos»,
el supuesto implícito en muchos proponentes de su uso de que los gran-
507
La obtención de datos
508
17. Explotación de datos secundarios
Otro peligro potencial es pensar que los patrones y relaciones entre los
datos son necesariamente valiosos e informativos. En realidad, con bases
de datos suficientemente grandes, siempre encontraremos relaciones apa-
rentemente fuertes que son producto del puro azar, encontrando múlti-
ples «falsos positivos». Igualmente, con datos suficientemente grandes,
está casi garantizado encontrar relaciones estadísticamente significativas,
pero de tamaño muy pequeño, cuya relevancia es muy discutible (como
sucedió en el experimento de manipulación de sentimientos en Face-
book, antes citado, donde el «efecto» encontrado fue de una centésima
parte de una desviación típica). Y existe también el peligro, ya menciona-
do, de caer en el exceso de ajuste, que puede llevar a un «exceso de apren-
dizaje». Para conjurar estos peligros se han propuestos soluciones como
la búsqueda de eventos extremos (Rajaraman et al., 2012: 5), la utiliza-
ción de umbrales de significación mucho más altos que los tradicionales
(como las cinco sigmas utilizadas en algunas ramas de la física) o la divi-
sión aleatoria de los datos en múltiples submuestras, comprobando si las
averiguaciones se mantienen.
Otra tentación que debe evitarse es permitir que la disponibilidad de
los datos determine la agenda de la investigación, de manera que muchas
de ellas se concentren en averiguaciones superficiales sobre la existencia
de ciertos fenómenos, la relación cuantitativa entre ellos, la existencia de
patrones, pero sin comprender de forma profunda su significado, lo que
requiere teoría social y conocimiento contextual. En cita de González-
Bailón (2013), recogida por Kitchin: «medir las cosas simplemente por-
que se puede no las hace interesantes ni relevantes».
Por otra parte, al manejar grandes datos sigue siendo necesario pres-
tar atención a las cuestiones examinadas en la sección 1.4. El hecho de
que muchos de los grandes datos se generen por mecanismos automáti-
cos no excluye la pregunta sobre posibles errores (en la programación o
el manejo de aparatos, por ejemplo). También es relevante pensar en los
sesgos de selección: el uso de las tecnologías no es uniforme por edad, in-
gresos, estudios, género... Igualmente podemos preguntarnos por proble-
mas de medida. Por ejemplo, lo que la gente dice en las redes sociales no
puede tomarse, sin matices, como una verdadera representación de sus
ideas y sentimientos, sino que en muchos casos es más bien una calcula-
da representación, cuidadosamente gestionada (Manovich, 2012).
Estas y otras cautelas referidas a problemas prácticos de accesibili-
dad, o cuestiones técnicas de interoperabilidad y usabilidad, pueden lle-
var a preguntarse si no estaremos ante una burbuja de los grandes datos,
con enormes promesas y aún pocas realidades, y con importantísimas li-
509
La obtención de datos
510
17. Explotación de datos secundarios
511
La obtención de datos
512
17. Explotación de datos secundarios
513
La obtención de datos
datos contenidos en esas páginas era una tarea hercúlea que ningún in-
vestigador se plantearía. Hoy, en cambio, es cuestión de segundos acce-
der a las estadísticas, por ejemplo, educativas, de Finlandia o Tailandia,
si bien, a menos que conozcamos el idioma local, sólo podremos acceder
a la versión en inglés de sus estadísticas, que normalmente será menos
completa que la versión en idioma nativo, aunque en los países más desa-
rrollados, y con una lengua nativa poco conocida en el exterior (como
los escandinavos), la versión en inglés es bastante amplia. También pue-
de serlo en países en desarrollo, donde el inglés es una segunda lengua de
uso común en instituciones gubernamentales. Como sucede en España,
la variedad y complejidad de instituciones productoras y divulgadoras de
estadísticas puede ser grande, como puede verse en el ejemplo de Estados
Unidos (Hartsell-Gundy, 2014), por lo que el investigador que vaya a es-
pecializarse en estudios de otro país necesitará una buena inversión de
tiempo para asegurarse de conocer todos los datos públicos relevantes
para su estudio.
Estas páginas nacionales pueden ser una fuente primordial cuando se
realicen estudios comparativos entre unos pocos países, o completamente
centrados en países distintos a España, pero lo normal es que el investi-
gador interesado en realizar estudios comparativos quiera tener un pano-
rama general de muchos países. Por ello lo más habitual es recurrir a las
estadísticas de carácter comparativo, compiladas por instituciones inter-
nacionales, que no se limitan a buscar y poner juntas estadísticas simila-
res, sino que actúan también como coordinadoras entre las instituciones
nacionales, fomentando la cooperación entre ellas y los acuerdos meto-
dológicos para producir estadísticas comparables.
Las instituciones internacionales pueden ser globales o regionales. En
el caso de España nos interesan especialmente las estadísticas de Euros-
tat, la oficina estadística europea, que compila y coordina los resultados
de todos los países miembros de la UE (y en ocasiones también de los
países de la EFTA). Su página web contiene, como la del INE, un torren-
te de información sobre los más variados temas, por la que es a veces di-
fícil navegar, disponible en inglés, francés o alemán. Como en el caso del
INE, es posible navegar online hasta un tema de interés, generar una ta-
bla con las variables relevantes, los países y los años, y descargarla en un
formato de fácil manejo. Los investigadores de instituciones acreditadas
pueden acceder también, con petición justificada, a ficheros de microda-
tos, con los registros individuales, de varios estudios europeos, sobre ho-
gares, condiciones de vida, temas laborales, ingresos, educación de adul-
tos, salud y la sociedad de la información, entre otros.
514
17. Explotación de datos secundarios
515
La obtención de datos
516
17. Explotación de datos secundarios
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La obtención de datos
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17. Explotación de datos secundarios
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La obtención de datos
520
17. Explotación de datos secundarios
Bibliografía básica
Best, Joel (2001): Damned lies and statistics: untangling numbers from the media,
politicians, and activists, Berkeley, University of California Press.
Jacob, Herbert (1991): Using published data: errors and remedies, Newbury Park,
Sage Publications.
Kitchin, Rob (2014): The Data Revolution: Big Data, Open Data, Data Infras-
tructures & Their Consequences, Londres, Sage.
521
Cuarta parte
El análisis de datos
18. Introducción
al análisis de datos
1. Introducción
525
El análisis de datos
m Variables/Características
Casos
1 Hombre 19 Izquierda Ninguno
2 Mujer 21 C. Izda Ninguno
3 Hombre 65 Derecha 1.000 €
4 Hombre 50 Centro 9.000 €
5 Mujer 30 Centro 1.150 €
- - - - -
n Hombre 22 C. Izda Ninguno
526
18. Introducción al análisis de datos
Los diferentes estadísticos calculados para cada una de las cuatro dis-
tribuciones se presentan en la tabla 1 y permiten disponer de la informa-
ción sobre la ideología política de los españoles de un modo resumido y
fácilmente interpretable. En julio de 2014 la población española podía
clasificarse de centro izquierda o centro, puesto que la media de la distri-
bución es de 4,59 cuando el punto medio de la escala es de 5,5 (la escala
va de 1 a 10, donde 1 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha);
esta información queda corroborada por el hecho de que el valor 5 es el
valor modal, el más frecuente, y además la mediana —valor de la distri-
bución por debajo (y por encima) del cual queda el 50% de los casos de
la distribución— es de 5 también.
527
El análisis de datos
Media = 4,57
Desviación estándar = 1,95
N = 2.031
Frecuencia
528
18. Introducción al análisis de datos
Porcentaje
Extrema Extrema
Izda. Dcha.
Escala de autoubicación ideológica (julio 2013)
529
El análisis de datos
530
18. Introducción al análisis de datos
531
El análisis de datos
H 0 : µ = 5,5⎫
⎬
H1 : µ ≠ 5,5 ⎭
532
18. Introducción al análisis de datos
H 0 : µ = k ⎫ H 0 : µ = k ⎫
⎬ ⎬
H1 : µ ≤ k ⎭ H1 : µ ≥ k ⎭
SITUACIÓN REAL
DECISIÓN ADOPTADA
H0 VERDADERA H0 FALSA
ERROR DE TIPO I Decisión correcta
RECHAZAR H0
Nivel de significación α Potencia del test 1-β
Decisión correcta ERROR DE TIPO II
NO RECHAZAR H0
Nivel de confianza 1-α β
533
El análisis de datos
534
18. Introducción al análisis de datos
535
ElElanálisis
análisisde
dedatos
datos
A. Contraste
A.
A. Contraste con
con respecto
respecto aa μμ
µ
222
Distribución
Distribución muestral
muestral de
de la media: XX : N
la media: N ((μμµ,,σσ ))
donde
222
X
XX
222
donde σσX
XX
==σσ n..
n
H µ ==kk⎫⎫⎫
H000::μμ
⎬⎬
µ ≠≠kk⎭⎬⎭⎭
HH111::μμ
Supuestos:población
Supuestos: poblaciónnormal
normalde deparámetros
parámetrosμμµyyσσ σ222 (o
(o cualquier
cualquier otra
otradis-
dis-
tribución
tribución sisi elel tamaño
tamaño de
de la
la muestra
muestra es
es lo
lo suficientemente
suficientemente grande,
grande, n≥30
n≥30
casos777).).Muestreo
casos Muestreoaleatorio
aleatoriosimple
simplede
detamaño
tamañon. Nivelde
n.Nivel designificación
significaciónα.α.
α.
1) Cuando
1)
1) Cuandose seconoce
conoceσσσ222
XX −−μμ
µ
Estadístico de
Estadístico de contraste
contraste (o z-test): zz==
(o z-test): ..
Supuesto
Supuesto que
que la
la hipótesis
hipótesis
σσXXX
nulaes
nula escierta,
cierta,zzsigue
sigueuna
unadistribución
distribuciónnormal
normalde demedia
media00yydesviación
desviacióntí- tí-
pica
pica1.1.SiSi|z|
|z|>>zzcccentonces
entoncesrechazamos
rechazamosH H000..
La
La expresión
expresión del del intervalo
intervalo de confianza al
de confianza
confianza al (1-α)%
al (1-α)% es: XX ±± zzcccσσXXX..
Si
(1-α)% es: Si
μμ∈ ((X − zccσ
µ ∈ X − z σ
c XX , X + z
X, X + zccσ
σ X))
c XX
entonces
entonces no
no podemos
podemos rechazar
rechazar HH .
000
.
2) Cuando
2)
2) Cuandononoseseconoce
conoceσσ σ222
XX −−μμ
µ
Estadístico
Estadístico de
de contraste
contraste (o t-test): tt ==
(o t-test): ..
Asumiendo
Asumiendo que
que la
la hipóte-
hipóte-
ssXXX
sis
sis nula
nula eses cierta,
cierta, este
este cociente
cociente sigue
sigue una
una distribución
distribución tt de
de Student
Student con con
n-1 grados de libertad, donde ssXX == ss nn es un estimador del error típi-
n-1 grados de libertad, donde es un estimador del error típi-
co.
co. El p-valor asociado
El p-valor asociado aa tt (lo
(lo facilitan
facilitan todos
todos los
los programas
programas de de análisis
análisis
estadístico)se
estadístico) secompara
comparacon α,
conα,
α, si
si pp <
< α, rechazaremos H
α, rechazaremos H00.
α, .
La
Laexpresión
expresióndel delintervalo
intervalode deconfianza
confianzaal al(1-α)% es: XX ±±ttccssXX. .
(1-α)%es:
B. Contraste
B.
B. Contraste con
con respecto
respecto aa ππ
Distribución muestral
Distribución muestral de
de una proporción: pp: N
una proporción: 22
N ππ,,σσpp2p
donde
donde (( ))
σσp2p2p2 == π ((1 − π))n .
.
π 1− π
n
H
H000::ππ ==ππ000⎫⎫⎫
⎬⎬⎬
H
H111::ππ ≠≠ππ000⎭⎭⎭
Supuestos:
Supuestos: población
población binomial
binomial de
de parámetro
parámetro ππ (o (o cualquier
cualquier otra
otra distri-
distri-
bución sisi elel tamaño
bución tamaño de
de la
la muestra
muestra es
es lo
lo suficientemente
suficientemente grande).
grande). Mues-
Mues-
treo
treoaleatorio
aleatoriosimple simplede
detamaño
tamañon.n.Nivel
Nivelde designificación
significaciónα.α.
α.
536
536
18. Introducción al análisis de datos
p −π0 π 0 (1 − π 0 )
Estadístico de contraste (o z-test): z = , σp =
si-
σp n
gue una distribución normal (0,1). Si |z| > zc entonces rechazamos H0.
La expresión del intervalo de confianza al (1-α)% es: p ± zcσ p
.
Para contestar a la pregunta que nos hemos planteado con respecto a
la escala de autoubicación ideológica referente a julio de 2014, hemos
utilizado una prueba t o t-test (dado que no conocemos la varianza de la
población objeto de estudio).
Como ya habíamos visto en el análisis descriptivo, el valor medio para
la escala en julio de 2014 es de 4,57 puntos. Hemos fijado una hipótesis
nula igual a 5,5; a la vista de los resultados obtenidos y para un nivel de
significación α=0,05, ¿podemos afirmar que los 0,93 puntos de diferencia
entre la media muestral y el valor de la hipótesis se deben al azar o no?
El p-valor asociado al valor de t obtenido ( t = −21, 45 )
es 0,000, mucho
menor que 0,05, por tanto debemos rechazar la hipótesis nula y concluir
que en julio de 2014, la población entrevistada se autoubicaba ideológi-
camente en el centro izquierda.
537
El análisis de datos
las filas por las de la otra. Al cruce de una columna con una fila se le
suele denominar celda. Veamos el caso más sencillo de una tabla de con-
tingencia 2 × 2, donde la variable X tiene dos categorías (hombre y mu-
jer) y la variable Y otras dos (Votó / No votó en las últimas elecciones ge-
nerales de 2011):
X
1 2 … j … n Total
1 f11 f12 f1j f1n f1+
2 f21 f22 f2j f2n f2+
Y
…
i fi1 fi2 fij fin fi+
…
m fm1 fm2 fmj fmn fm+
Total f+1 f+2 f+j f+n f..
538
18. Introducción al análisis de datos
Sexo de la persona
entrevistada
Hombre Mujer Total
Participación electoral en Votó Frecuencia 881 951 1.832
las elecciones generales de
2011 % de columna 78,2 82,7 80,5
No votó Frecuencia 246 199 445
% de columna 21,8 17,3 19,5
Total Frecuencia 1.127 1.150 2.277
% de columna 100 100 100
539
El análisis de datos
540
18. Introducción al análisis de datos
( fi + ) ( f + j )
fij* = donde:
f..
fij* es
eslalafrecuencia
frecuenciaesperada
esperada en
en la
la celda
celda ijij
fi+ es
es la
la frecuencia
frecuencia marginal
marginal de
de la
la fila
fila ii
f +j es
es la
la frecuencia
frecuencia marginal
marginal de
de la
la columna jj
f.. es
es la
la frecuencia
frecuencia marginal
marginal de
de la
la columna
columnajj
541
El análisis de datos
1. Phi ϕ2: este estadístico toma el valor cero cuando las variables son
independientes entre sí. En el caso particular de una tabla 2 × 2, ϕ
varía entre –1 y +1 y se interpreta igual que el coeficiente de co-
rrelación de Pearson.
2. Coeficiente de contingencia C: varía entre 0 y 1, pero difícilmente
llega a tomar el valor 1. Cuando el coeficiente alcanza su valor
máximo indica asociación perfecta entre las variables.
1) V de Cramer: al igual que para el resto de los coeficientes, un va-
lor igual a 0 está indicando la independencia de las variables. Va-
lores próximos a 1 indican una fuerte asociación.
542
18. Introducción al análisis de datos
543
El análisis de datos
Y X
20 33.378
33 16.522
42 18.659
39 20.922
17 21.235
26 19.390
32 15.759
41 24.368
26 27.017
23 25.891
544
18. Introducción al análisis de datos
545
El análisis de datos
A partir del gráfico 4 hemos establecido que hay una cierta relación li-
neal inversa entre el fracaso escolar y el PIB per cápita de 2007. Tenemos
52 pares de observaciones cuyo coeficiente de correlación de Pearson es
igual a –0,43. El signo del coeficiente confirma nuestra conclusión de re-
546
18. Introducción al análisis de datos
lación lineal inversa. El valor absoluto (|–0,43| = 0,43) indica una cierta
relación lineal. La prueba de significación para el coeficiente nos permite
afirmar que éste es estadísticamente distinto de 0 (p–valor = 0,001, me-
nor que α = 0,01) y por tanto que podemos pasar a un segundo estadio
en el establecimiento de relaciones lineales entre variables cuantitativas
que conlleva la identificación de la recta que mejor se ajuste al diagrama
de dispersión.
Una vez que se ha establecido, tanto a partir del diagrama de disper-
sión como del coeficiente de correlación lineal de Pearson, que hay una
relación lineal entre dos variables cuantitativas, para construir la recta
que mejor representa el conjunto de datos hay que identificar primero
cuál es la variable dependiente y cuál la independiente. Para el análisis de
correlación no es necesaria esta identificación (puesto que la correlación
entre X e Y es la misma que entre Y y X), pero para construir la ecuación
de la recta es necesario identificar qué valores vamos a expresar en fun-
ción de los otros. La ecuación y = b0 + b1 x define una recta. Dando valo-
res a x, obtenemos los valores de y. Su gráfica es una recta que corta al
eje Y en el punto (0, b0) y cuya inclinación o pendiente es igual al valor
de b1. El signo de la pendiente (positivo o negativo) establece si la recta es
creciente o decreciente.
Dado un conjunto de n pares de observaciones (Xi ,Yi), para las cua-
les se ha establecido que existe una relación lineal, llamamos ecuación de
regresión lineal simple al modelo lineal que expresa las observaciones de
la variable dependiente Y en función de las observaciones de la variable
independiente X más un término independiente que llamaremos error o
residuo, de forma que:
Yi e Yˆi rara vez coincidirán por muy bueno que sea el modelo de regre-
sión lineal. La cantidad ei = Yi − Yˆi
se denomina error o residuo.
El modelo de regresión lineal se construye utilizando el criterio de es-
timación por mínimos cuadrados que consiste en calcular los valores de
b0 y b1 que hacen mínimos los residuos del modelo. Es decir, de todas las
rectas que se pueden construir a partir de la nube de puntos, vamos a se-
leccionar aquella que se aproxime lo más posible a todo el conjunto. Se
trata por tanto de encontrar los valores de b0 y b1 tal que la suma de los
cuadrados de los residuos sea lo más pequeña posible (mínima), de ahí el
nombre de «estimación por mínimos cuadrados».
547
El análisis de datos
548
18. Introducción al análisis de datos
549
El análisis de datos
H 0 : µ1 = µ2 ⎫ H 0 : µ1 − µ2 = 0⎫
⎬ ⎬
H1 : µ1 ≠ µ2 ⎭ H1 : µ1 − µ2 ≠ 0 ⎭
( X 1 − X 2 ) − ( µ1 − µ2 ) X − X2
t= = 1
donde
s X1 − X 2 1 1
s +
n1 n2
550
18. Introducción al análisis de datos
2 ( n1 − 1) s12 + ( n2 − 1) s22
s =
. Asumiendo que la hipótesis nula es
n1 + n2 − 2
cierta, este cociente t sigue una distribución t de Student con n-1
grados de libertad donde s X1 − X 2
es un estimador del error típico
de la distribución muestral de la diferencia de medias. El p–valor
asociado a t (lo facilitan todos los programas de análisis estadísti-
co) se compara con α, si p < α, rechazaremos H0, en caso contra-
rio no podemos rechazar la hipótesis nula.
3) Cuando no se conocen las varianzas poblacionales y asume que
son distintas
Estadístico de contraste (o t–test):
( X 1 − X 2 ) − ( µ1 − µ2 ) X − X2
t= = 1 .
Asumiendo que la hipótesis
s X1 − X 2 s12 s22
+
n1 n2
nula es cierta, este cociente t sigue una distribución t de Student
2
⎛ s12 s22 ⎞
⎜ + ⎟
n n2 ⎠
con grados de libertad igual a gl = 2 ⎝ 12 − 2 .
El
( s1 / n1 ) ( s22 / n2 ) 2
+
n1 − 1 n2 − 1
p-valor asociado a se compara con α, si p < α, rechazaremos H0,
en caso contrario no podemos rechazar la hipótesis nula.
551
El análisis de datos
C. Contraste
C. Contraste para la diferencia de proporciones con observaciones inde-
pendientes
H 0 : π1 = π 2 ⎫⎫ H 0 : π1 − π 2 = 0⎫⎫
⎬⎬ ⎬⎬
H1 : π1 ≠ π 2 ⎭⎭ H1 : π1 − π 2 ≠ 0 ⎭⎭
552
18. Introducción al análisis de datos
que las medias no son iguales cuando rechacemos al menos una de ellas.
El problema de esta estrategia está relacionado con el nivel de significa-
ción α. ¿Cuál es la probabilidad de rechazar la hipótesis nula siendo cier-
ta cuando tenemos que realizar más de una prueba t? Se ha demostrado
que cuando las pruebas t son independientes entre sí y hay que realizar C
pares de comparaciones (3 en el caso de 3 medias, 10 en el caso de 5 me-
dias, J(J-1)/2 en el caso de J medias o grupos), entonces la probabilidad
de cometer al menos un error de tipo I igual a α viene dada por la si-
guiente fórmula: p = 1 − (1 − α )C .
Así, en el caso de tres comparaciones
independientes, la probabilidad de cometer al menos un error de tipo I
con α = 0,05 sería de 0,14 y en el caso de 10, esa probabilidad se dispara
a 0,90.
La técnica estadística conocida como análisis de varianza (ANOVA:
analysis of variance en su denominación en inglés), desarrollada en los
años cincuenta del pasado siglo por el estadístico inglés Sir Ronald Fisher,
permite controlar el valor de α cuando se contrasta la igualdad simultánea
de cualquier número de medias. Con el análisis de varianza se examinan si-
multáneamente todos los pares de medias que se pueden formar con las J
medias para ver si una o más se desvían significativamente de una o más
de las otras medias. El análisis de varianza es el análisis apropiado para
comprobar si al menos una de las J medias difiere de al menos una de las
otras J medias en una cantidad mayor de la que se esperaría por azar. Por
tanto, la hipótesis nula que se contrasta en el análisis de varianza cuando
tenemos J grupos la expresamos de la siguiente forma:
H 0 : µ1 = µ2 = ... = µJ
Y lo que afirma la hipótesis alternativa correspondiente es que al me-
nos una de las J medias es distinta de alguna otra, es decir:
H1 : ∃i, j con i ≠ j / µi ≠ µ j
En el contexto del análisis de la asociación entre variables, el análisis
de varianza es la técnica adecuada para establecer si hay o no relación
entre una variable dependiente cuantitativa (para la cual calculamos la
media) y una variable independiente categórica (que define los grupos en
los que comparamos las medias)13. Si no podemos rechazar la hipótesis
nula de igualdad de medias, concluiremos que no hay relación/asociación
entre las variables, pero si la rechazamos, entonces tendremos que identi-
ficar cuáles son las medias que difieren entre sí.
Supongamos que la hipótesis nula H 0 : µ1 = µ2 = ... = µ J
es cierta. Es
decir, que las J medias poblacionales sobre las que deseamos tomar una
553
El análisis de datos
554
18. Introducción al análisis de datos
Suma Grados
Fuente de Signifi-
de de Media cuadrática F-ratio Decisión
variación cación
cuadrados libertad
Términos empleados
Suma de cuadrados entre grupos: Suma de las diferencias entre las medias
de cada grupo y la media total elevadas al cuadrado y multiplicadas por
el tamaño del cada grupo (nj).
Suma de cuadrados en los grupos: Suma de las diferencias entre las obser-
vaciones y la media de cada grupo elevadas al cuadrado.
555
El análisis de datos
Descriptivos
P.25. Escala de felicidad personal (0-10)
Intervalo de confianza
Desviación Error para la media al 95%
N Media Mínimo Máximo
típica típico Límite Límite
inferior superior
Muy buena/
699 7,70 1,486 0,056 7,59 7,81 1 10
buena
Regular 1.161 7,15 1,667 0,049 7,05 7,24 0 10
Mala/muy
580 6,00 2,318 0,096 5,81 6,19 0 10
mala
Total 2.440 7,03 1,902 0,039 6,96 7,11 0 10
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18. Introducción al análisis de datos
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El análisis de datos
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18. Introducción al análisis de datos
(I) P3.- Valoración (J) P3.- Valoración Diferencia Error Sig. Intervalo de
de la situación de la situación de medias típico confianza al 95%
económica personal económica personal (I-J)
Límite Límite
actual actual
inferior superior
Notas
1 Los datos provienen de los barómetros del Centro de Investigaciones Socioló-
gicas: www.cis.es.
2 La traducción literal sería «tronco y hojas» y «caja y bigotes». Se ha genera-
lizado el uso de «tallo» en vez de «tronco» y como la idea de «caja» revela bastan-
te bien el tipo de técnica de que se trata, no merece la pena añadirle los «bigotes».
3 H0 hace referencia a un valor concreto del parámetro. Cuando el p–valor
es mayor que α, diciendo «No rechazamos H0» en vez de «Aceptamos H0», esta-
mos enfatizando que ese valor es uno de los valores posibles del parámetro (el
intervalo de confianza nos da el rango de valores entre los que se encontrará el
parámetro si no rechazamos H0) (Agresti y Finlay, 2009).
4 Que una diferencia no sea estadísticamente significativa no implica que no
sea sociológica, política o científicamente importante.
5 Cuando el valor de la hipótesis nula está dentro del intervalo de confianza
no podemos rechazar H0.
6 El error típico es la desviación típica de una distribución muestral.
7 Por el teorema central del límite, que afirma que si el tamaño de la muestra
es lo suficientemente grande (n ≥ 30), sea cual sea la distribución de los datos en
la población, la distribución muestral de la media (y de otros estadísticos) se
aproxima a una distribución normal.
8 Pregunta P22 del estudio 3033 del CIS:
559
El análisis de datos
¿Cuál de las siguientes frases diría Ud. que expresa mejor sus sentimientos?
— Se siente únicamente español/a.
— Se siente más español/a que (gentilicio C.A.).
— Se siente tan español/a como (gentilicio C.A.).
— Se siente más (gentilicio C.A.) que español/a.
— Se siente únicamente (gentilicio C.A.).
— (NO LEER) Ninguna de las anteriores.
— N.S.
— N.C.
9 Véase el apartado 3.3 para una explicación del contraste de diferencia de
proporciones.
10 Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE y del Instituto F de
Investigación Educativa.
11 En el contexto bivariable se llama distribución marginal a la distribución
univariable de cada variable.
12 Dado el modelo poblacional Ŷ = β0 + β1 X
los dos contrastes que se plan-
tean son:
H 0 : β 0 = 0 ⎫ H 0 : β1 = 0 ⎫
⎬ y ⎬
H1 : β 0 ≠ 0 ⎭ H1 : β1 ≠ 0 ⎭
Bibliografía recomendada
García Ferrando, M. (1985): Introducción a la Estadística en Sociología, Madrid,
Alianza Universidad.
IBM-SPSS Statistics Base 22: ftp://public.dhe.ibm.com/software/analytics/spss/do-
cumentation/ statistics/22.0/es/client/Manuals/IBM_SPSS_Statistics_Base.pdf.
Martín, Q. (2001): Contrastes de hipótesis, Salamanca, La Muralla.
Mulberg, J. (2005): Cómo descifrar cifras. Una introducción al análisis de datos,
México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
Peña, D. (1999): Estadística: modelos y métodos. Vol. 1, Fundamentos, Madrid,
Alianza.
Peña, D., y Romo, J. (2003): Introducción a la Estadística para las ciencias socia-
les, Madrid, McGraw-Hill.
Tejedor, F. (1999): Análisis de varianza, Salamanca, La Muralla.
560
19. El análisis multivariable
Modesto Escobar
1. Introducción
561
El análisis de datos
562
19. El análisis multivariable
Hair et al. (1999), que está basada en tres juicios que el analista puede
adoptar en función de la naturaleza y la utilización de los datos: 1) si las
variables pueden ser clasificadas o no en dependientes e independientes,
es decir, si se asume la existencia o no de relaciones causales entre varia-
bles; 2) si existe un modelo de dependencia, hay que determinar cuántas
variables dependientes han sido incluidas en el análisis, y 3) cómo se han
medido las variables, distinguiendo al efecto entre variables métricas
(cuantitativas) y no métricas (cualitativas). A partir de tales cuestiones, a
cada problema le correspondería un determinado tipo de análisis. Cara a
la presentación de las distintas modalidades de éstos, vamos a proseguir
con la tipología propuesta por Kendall a la que se le añadirá la dimen-
sión de la finalidad del análisis.
A este respecto, pueden distinguirse, de acuerdo con Payne y
O’Muircheartaigh (1977), dos grandes tipos de análisis: el primero tiene
como fin la búsqueda de una estructura y se emplea para el descubrimien-
to de regularidades o irregularidades en los datos. En estos modelos la
teoría sólo determina las variables a incluir; pero no se especifica la pre-
cisa fórmula funcional que las relaciona. El segundo tipo son las técnicas
de ajuste de modelos, aplicables en aquellas áreas en las que el conoci-
miento predice una determinada clase de relaciones entre las variables y
encuentra en el análisis un instrumento para probar la bondad de ajuste
de los datos al modelo establecido.
Similar a esta clasificación es la que presenta Sánchez Carrión (1984) en
su Introducción a las técnicas de análisis multivariable, donde se abordan las
técnicas de ajuste de modelos y se distinguen aquellos procedimientos que
persiguen la reducción (eliminación de la información redundante y con-
servación de lo esencial) de los que permiten la clasificación de los sujetos
(agrupamiento de los individuos por la similitud en un conjunto múltiple
de características) entre las técnicas de búsqueda de estructuras. Esta tri-
partita división de los análisis multivariables se puede expresar mediante la
finalidad u objetivo de su aplicación. Si el objetivo es explicar, acudiremos
a aquellos análisis basados en los ajustes de modelos; si el fin es resumir un
conjunto amplio de datos, se acudirá a las técnicas de reducción; y si el
propósito es agrupar a los objetos por sus similitudes, se hará uso de técni-
cas con la finalidad de clasificar.
Por su parte, García Ferrando (2004: 384), además de distinguir entre
análisis de dependencia y de independencia, diferencia aquellas técnicas
que están centradas en las variables, las que se articulan en torno a las
unidades de información, es decir los casos, y las que parten de la seme-
janza entre los objetos.
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El análisis de datos
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19. El análisis multivariable
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19. El análisis multivariable
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El análisis de datos
P( X 1 ≤ x1 | X 2 = x2 , X 3 = x3 ,..., X p = x p )
3) Asociación: dos variables se consideran asociadas en el caso de
que haya una variación conjunta de sus valores a través de los ca-
sos de los que obtenemos información. Un ejemplo muy conoci-
do de este tipo de relación entre variables es el de la renta y el
consumo: a medida que aumenta la primera, la segunda también
seguirá la misma tendencia. Las variables precio y demanda de un
producto también estarían asociadas; pero en relación inversa,
pues la tendencia es que a medida que sube el primero, la segunda
disminuye. El término asociación está básicamente inserto en los
modelos bivariables a través de la covarianza (S)1 y los coeficien-
tes de correlación (C), que se obtienen multiplicando por sí mis-
ma la matriz de datos diferenciados X = X − 1x '
o reducidos:
Z = (X − 1x ') diag(S)−1/2
.
570
19. El análisis multivariable
571
El análisis de datos
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19. El análisis multivariable
Los conceptos analíticos que se utilizan en esta técnica reductiva son los
siguientes:
— Factor o componente (Z): es el resultado de una transformación
de las variables con distintos pesos. Ello implica que son variables
latentes elaboradas a partir de las observadas.
— Autovalor (A): es la cantidad de varianza de la que da cuenta cada
factor. La suma de autovalores debe ser igual al número de variables.
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19. El análisis multivariable
y = XB + e
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19. El análisis multivariable
*** p<0,001
Fuente: http://pisa2012.acer.edu.au/downloads.php.
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El análisis de datos
P(Y = 1)
ln = XB + e
P(Y ≠ 1)
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El análisis de datos
1
0,8
0,6
0,4
0,2
0
– – –
Estatus
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Gráfico 4. Árbol de la nota en Matemáticas según estatus, lengua, género y titularidad
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19. El análisis multivariable
El análisis de datos
Entre los de estatus bajo (nodo 1), la variable que segmenta es la len-
gua que se habla en casa: en este sentido, los vascos de bajo estatus tie-
nen un 52% de probabilidad de estar por encima de la media de la
OCDE; en cambio, sólo el 15% de aquellos estudiantes en los que no se
habla ninguna de las lenguas oficiales españolas puntuaron por encima
del valor medio del 500. Es de notar en el nodo 7 del gráfico 4 cómo los
estudiantes que en su casa hablan catalán, gallego y valenciano aparecen
en el mismo grupo, debido a que no presentan pautas muy distintas entre
ellos en las puntuaciones matemáticas.
En los estudiantes de estatus medio (nodo 2), la variable más diferen-
ciadora es el género, pues con ella se distingue entre varones, con una
probabilidad del 52,7% de encontrarse por encima de la media, y muje-
res, con una del 44,6%.
Finalmente, la variable que segmenta a los estudiantes de estatus alto
(nodo 3) es la titularidad del colegio: si cursan en uno público, tendrán
una probabilidad de sacar buena nota en Matemáticas del 63,4%; si, en
cambio, están matriculados en uno privado o concertado, la posibilidad
de sacarla es del 71%.
En conjunto, puede distinguirse un alto contraste entre los estudiantes
de buena familia que estudian en un colegio privado (nodo 11), entre
quienes un 71% han obtenido calificaciones por encima de la media, y
los estudiantes que viven en entornos de bajo estatus y hablan una len-
gua distinta de las oficiales en el país (nodo 5), de los que sólo un 15%
han superado el valor promedio del estudio.
El análisis de segmentación implica una división de la muestra y una
clasificación: A la primera se genera con las variables por las que se seg-
menta. Con el análisis realizado, se han conformado 8 grupos o nodos fi-
nales distintos (del 4 al 11): grupo de bajo estatus/habla castellano en
casa; grupo de bajo estatus/habla otros idiomas; grupo de bajo estatus/
habla vasco; grupo de bajo estatus/habla catalán, gallego o valenciano;
grupo de alumnos varones de estatus medio; grupo de alumnas de esta-
tus medio; grupo de estatus alto asistentes a colegio privado y grupo de
estatus alto asistentes a colegio público. Cada uno de ellos ofrece un por-
centaje de buenas puntuaciones en matemáticas. En función de este por-
centaje se puede hacer una segunda clasificación entre aquellos con bue-
nos resultados en matemáticas y aquellos que no los tienen. Para
generarla, aquellos grupos con más del 50% de buenas calificaciones en
esta materia serán clasificados como tales; mientras que los que no al-
cancen esta proporción serán clasificados como no buenos. Dicho de
otro modo, podríamos hacer una predicción clasificadora de la variable
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19. El análisis multivariable
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El análisis de datos
Notas
1 En este capítulo se emplea la notación matricial para describir los modelos
multivariables. Según ésta, los vectores serán representados con letras minúscu-
las en negrita y las matrices mediante letras mayúsculas en negrita.
592
19. El análisis multivariable
Bibliografía recomendada
Cea, M. Á. (2002): Análisis multivariable. Teoría y práctica en la investigación
Social, Madrid, Síntesis.
Cuadras, C. M. (2014): Nuevos métodos de análisis multivariante, Barcelona,
CMC Editions.
Díaz de Rada, V. (2002): Técnicas de análisis multivariante para ivestigación so-
cial y comercial (Ejemplos prácticos utilizando SPSS versión 11), Madrid,
RA-MA.
García Ferrando, M. (2004): Socioestadística: Introducción a la estadística en so-
ciología, Madrid, CIS.
Hair, J. F., et al. (1999): Análisis multivariante, Madrid, Prentice Hall.
Martínez Arias, R. (1999): El Análisis multivariante en la investigación científica,
Madrid, La Muralla/Hepérides.
Peña, D. (2002): Análisis de datos multivariantes, Madrid, McGraw Hill.
Sánchez Carrión, J. J. (ed.) (1984): Introducción a las técnicas de análisis multiva-
riable, Madrid, CIS.
593
El análisis de datos
Eduardo López-Aranguren
1. Introducción
594
20. El análisis de contenido tradicional
595
El análisis de datos
para que sea posible especificar el tipo de prueba que se necesita para de-
terminar la validez de los resultados.
El quehacer intelectual fundamental del análisis de contenido, y ele-
mento central del marco de referencia conceptual, es la inferencia (deduc-
ción). Se ha dicho que en todo análisis de contenido, incluso en el más
estrictamente descriptivo, se realiza alguna inferencia, por rudimentaria
que ésta sea. En los casos de análisis con fines más puramente inferencia-
les, el investigador tiene que utilizar una construcción teórica de las rela-
ciones entre datos y su contexto para poder realizar y justificar esas infe-
rencias. Esa construcción teórica le proporciona las reglas de inferencia
que le permiten establecer el puente entre los datos que analiza (que fun-
cionan como determinante) y el objetivo que persigue (que funciona
como resultado). Y el último elemento de la estructura conceptual del
análisis de contenido concierne a la validez de los resultados. De nada
sirve haber realizado un análisis de contenido aparentemente perfecto
desde una perspectiva metodológica si los resultados del mismo no son
válidos, es decir, si no reflejan la realidad que se ha pretendido captar. El
investigador debe por tanto someter sus resultados —mejor aún, sus in-
ferencias— a alguna prueba de validez. Y para ser riguroso, debiera indi-
car con claridad previamente al análisis qué pruebas de validez utilizará
o, en otras palabras, qué tipo de datos necesitará para comprobar la vali-
dez de sus resultados o inferencias.
596
20. El análisis de contenido tradicional
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El análisis de datos
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20. El análisis de contenido tradicional
3. Análisis del vehículo del signo, que consiste en la clasificación del conte-
nido según las propiedades psicofísicas de los signos.
599
El análisis de datos
den ser correlacionadas con otros fenómenos). En cada una de estas mo-
dalidades, las aplicaciones del análisis de contenido son las que se
indican a continuación:
1. Sistemas
2. Estándares
3. Índices
600
20. El análisis de contenido tradicional
rar como un dato, qué es lo que se va a observar. Los datos tienen que se
identificados, separados y definidos; así es como surgen las unidades de
análisis que se describen a continuación.
3.2 El muestreo
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El análisis de datos
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20. El análisis de contenido tradicional
603
El análisis de datos
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20. El análisis de contenido tradicional
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El análisis de datos
606
20. El análisis de contenido tradicional
Anteriormente hemos visto que uno de los elementos del llamado marco
conceptual de referencia del análisis de contenido es la inferencia (la de-
ducción), es decir, la formulación de conclusiones acerca de cuestiones
no relacionadas con el contenido de mensajes o comunicaciones, pero
que se apoyan en los resultados del análisis que se ha efectuado. Cues-
tión crucial aquí con la que el investigador tiene que enfrentarse es la de
hasta qué punto conducen los datos de que dispone a las inferencias que
se propone hacer. El investigador tendrá que evaluar de alguna forma la
conexión existente entre datos e inferencias; y como se ha señalado antes,
en esta evaluación desempeña un papel de máxima importancia la cons-
trucción teórica que utiliza el investigador, porque es ella la que indica
las reglas que le permiten establecer el puente entre los datos que analiza
y los objetivos que persigue.
3.6 El análisis
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El análisis de datos
4.1 Validez
608
20. El análisis de contenido tradicional
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El análisis de datos
610
20. El análisis de contenido tradicional
611
El análisis de datos
4.2 Fiabilidad
Mientras que la validez del análisis asegura que los resultados obtenidos
representan lo que se dice que representan, la fiabilidad del análisis ase-
gura que los resultados representan algo real e inequívoco. La evaluación
de la fiabilidad de un procedimiento de análisis o medición consiste en
calcular qué parte de los resultados o de las mediciones se debe, y qué
parte no se debe, a influencias transitorias, al azar o a errores aleatorios.
En otras palabras, son análisis y mediciones fiables aquellos que perma-
necen constantes a través de las variaciones en el proceso de análisis o
medición. La importancia de la fiabilidad descansa en la certidumbre
que proporciona de que los resultados del análisis se han obtenido inde-
pendientemente del acontecimiento que se ha investigado, de los instru-
mentos utilizados en el análisis y de la persona del investigador. Lo que
se persigue en definitiva al examinar la fiabilidad del análisis de conteni-
do es determinar si los resultados obtenidos en el curso de la investiga-
ción pueden proporcionar una base fiable para realizar inferencias, para
hacer recomendaciones, para apoyar decisiones o para aceptar algo
como un hecho (Krippendorff, 1990: 192).
Los procedimientos analíticos que son no-fiables carecen siempre de
validez, de modo que puede decirse que la fiabilidad es un requisito pre-
vio necesario para que exista validez. Necesario pero no suficiente, es de-
cir, la fiabilidad no garantiza la validez de los resultados. Un alto grado
de fiabilidad no implica un alto grado de validez porque puede que refle-
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20. El análisis de contenido tradicional
1. Congruencia
2. Estabilidad
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El análisis de datos
3. Reproducibilidad
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20. El análisis de contenido tradicional
4. Exactitud
615
El análisis de datos
Bibliografía recomendada
Holsti, Ole R. (1969): Content Analysis for the Social Sciences and Humanities,
Reading, MA, Addison-Wesley.
Krippendorff, Klaus (1990 [1980]): Metodología de análisis de contenido. Teoría
y Práctica, Barcelona, Paidós Ibérica.
616
21. La teoría fundamentada
(grounded theory)
y el análisis cualitativo
asistido por ordenador
Miguel S. Valles
1. Introducción
617
El análisis de datos
618
21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
619
El análisis de datos
con el subtítulo Visual Qualitative Data. En los últimos años, ambos pro-
gramas han ido mejorando sus posibilidades de gestionar no sólo archi-
vos de texto (en distintos formatos: Word, pdf, etc.), sino también de
imagen, audio y vídeo. Cuando se publicaba por primera vez este capítu-
lo, en 2000, la versión disponible de Atlas.ti era la 4.1; y la de NVivo la
2.0. En 2014 ya estaban lanzadas la 7 y la 10 respectivamente. Y cuando
el lector acceda a la web de cada programa seguramente encontrará nue-
vas actualizaciones4.
620
21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
621
El análisis de datos
Una tercera clave del análisis cualitativo, tal como se define desde la
óptica de la grounded theory, es su identificación con el proceso y las téc-
nicas de codificación. Pero se entiende que este proceso de codificación
se sustenta en dos operaciones analíticas básicas: la realización de com-
paraciones y la formulación de preguntas (Strauss y Corbin, 1990: 62).
Y se advierte que el objetivo del análisis es la conceptualización, la cons-
trucción de teoría (Glaser, 2001, 2002, 2014). En expresión literal, «los
conceptos son las unidades básicas del análisis en el método de la groun-
ded theory» (Strauss y Corbin, 1990: 63)8. Si bien, como se ha señalado
por nosotros en otro lugar, en la obra propuesta primigenia de la teoría
fundada o en su desarrollo posterior se advierte que también la experien-
cia personal del investigador ocupa un lugar clave; y se hace célebre la
expresión glaseriana «all is data» (Valles, 2005a, 2007). Enseguida se verá
cómo estos ingredientes se encuentran en la base del procedimiento ana-
lítico de la grounded theory.
Antes veamos cómo se define el análisis en los programas informáti-
cos seleccionados. En las primeras versiones de NVivo el término análisis
estaba presente en el menú de la ventana de trabajo con proyectos, en el
fichero de ayuda y en el glosario. De la consulta de estas tres fuentes se
resaltaba lo siguiente:
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
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El análisis de datos
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
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El análisis de datos
ticas al ser usados por el investigador, pues fracturan los datos. Se carac-
terizan, además de por su utilidad analítica, por su «imaginería»: lo que
significa que el código conceptual resulta ilustrativo por sí mismo y «sen-
sibilizador» (términos tomados de Herbert Blumer). Se les denomina en
los manuales citados, códigos in vivo, para diferenciarlos de los códigos
inventados por el investigador o tomados de su campo disciplinar. Estos
últimos suelen aportar una elaboración conceptual y teórica desarrollada
en algún campo de las ciencias sociales (de ahí su destacada utilidad ana-
lítica). Pero tienen poca imaginería y comportan, generalmente, un grado
de formalización alejado de los significados locales.
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
En esta fase del proceso de análisis cualitativo, el analista posee información co-
dificada, una serie de anotaciones [memos] y una teoría. Las reflexiones en sus
anotaciones proporcionan el contenido que se esconde tras las categorías, las
cuales se convierten en los temas principales de la teoría presentada posterior-
mente en artículos o libros. Por ejemplo, los temas principales (títulos de las sec-
ciones) de nuestro artículo sobre la pérdida social fueron «el cálculo de la pérdi-
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
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Etapa segunda:
G. Búsqueda textual
H. Organización del sistema de codificación (reubicación y agrupación)
I. Búsqueda analítica de relaciones y pautas entre conceptos
J. Creación de modelos
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
A modo de recapitulación
En los años transcurridos entre la primera edición de este capítulo (2000) y
la segunda (2014), ha habido una eclosión tanto en la literatura especiali-
zada sobre teoría fundamentada (grounded theory) como en la actualiza-
ción de los paquetes informáticos especializados en la asistencia del análi-
sis cualitativo. Por un lado, la propuesta metodológica alumbrada en los
años sesenta del pasado siglo por Glaser y Strauss ha conocido un extraor-
dinario desarrollo en estos primeros años del siglo xxi, tanto en la obra de
Glaser (Strauss fallece en 1996) como en la de sus seguidores y críticos. Por
otro lado, los paquetes informáticos a los que se ha dedicado atención en
este capítulo (Atlas.ti y NVivo) han seguido teniendo como referencia me-
todológica importante (para su legitimación) a la grounded theory, pero sin
descartar otras metodologías cualitativas26 (e incluso avanzando en ofreci-
mientos de integración con procedimientos cuantitativos). La paradoja de
este devenir tecnológico y metodológico está en que la postura glaseriana
se ha afianzado como contraria ante los cantos de sirena de dicha tecnolo-
gía; incluso ha sido recurrente su denuncia de una adopción y adaptación
desvirtuadoras por parte de los usuarios de tales tecnologías. Por nuestra
parte, se ha remitido a lo publicado acerca de este debate para centrar el
espacio editorial de este capítulo en una presentación acotada de ambas
partes, la metodológica y la tecnológica, invitando al lector a que tome sus
decisiones.
Notas
1 En aras de un ahorro de espacio editorial, pero sin menoscabar información
disponible en la red, remitimos al siguiente enlace para un mayor detalle biblio-
637
El análisis de datos
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21. La teoría fundamentada y el análisis cualitativo
12 En lengua castellana, véase Gil Flores (1994), para un material didáctico
sobre la concreción del análisis de los datos cualitativos, en el que se aplica la
propuesta de Miles y Huberman (1984). También la obra más reciente editada
por Canales (2013).
13 Reiteramos la recomendación de consultar sitios donde se aborda la elec-
ción del software (http://www.surrey.ac.uk/sociology/research/researchcentres/
caqdas/support/choosing/) y del enfoque metodológico (http://onlineqda.hud.
ac.uk/methodologies.php).
14 La ejemplificación y comentario de estos tipos de análisis e informe de
material cualitativo puede verse en Valles (1997: 262-274; 2009: 117 y ss), donde
se propone e ilustra también la modalidad de análisis e informes mixtos.
15 Reproducimos en este apartado lo escrito en otro lugar (Valles, 1997: 348-
356), con algunos cambios. Contrástese con las presentaciones de otros autores
(Carrero, Soriano y Trinidad, 2012; Flores y Naranjo, 2013).
16 En los últimos años han ido apareciendo en la red videostutoriales que
explican este tipo de codificación (https://www.youtube.com/watch?
v=gn7Pr8M_Gu8) y la manera de hacerlo con Atlas (https://www.youtube.com/
watch?v=jZmbmV1277A) o con el programa NVivo (https://www.youtube.com/
watch?v=meC9h99SCb4).
17 La concepción de las notas de campo, en tanto tareas técnicas estrecha-
mente ligadas al análisis y la redacción o síntesis final, aparece claramente en los
textos de Schatzman y Strauss (1973) y de Spradley (1980). Una presentación di-
dáctica de las aportaciones de dichos autores sobre este particular puede verse
en Valles (1997: 168-173).
18 La escritura de memorandos (analítico-interpretativos), al tiempo que se
codifica, es clave en la grounded theory methodology (GTM). Glaser (2004) llega
a advertir que si codificamos sin memorandos no hacemos GTM, como recuer-
da la socióloga Kuş Saillard (2011) en su comparación de NVivo 8 y Maxqda,
quien destaca el carácter reflexivo de las herramientas de anotación.
19 Proyecto I+D titulado «Medición de la discriminación múltiple: desarro-
llo de un sistema de indicadores para la implementación de políticas de integra-
ción social (MEDIM)», referencia CSO2012-36127, IP: Mª A. Cea D’Ancona.
20 Una exposición más pormenorizada de los puntos fuertes y débiles en la
grounded theory, según distintos autores, puede consultarse en Valles (1997: 356-
357; 2007).
21 En la literatura en castellano, merece destacarse la revisión y clarificación
a este respecto realizada por Carrero, Soriano y Trinidad (2012) respecto a la
primera edición del cuaderno metodológico.
22 Merecen leerse y releerse las advertencias y recomendaciones de esta au-
tora sobre los riesgos existentes en el (mal)uso de la tecnología informática en el
análisis cualitativo. Una síntesis temprana de los mismos puede verse en Valles
(1997: 399; 2001), a la que ha seguido nuestro interés por la relación entre cali-
dad y tecnología (Valles, 2005b).
639
El análisis de datos
Bibliografía recomendada
Bryant, A., y K. Charmaz (eds.) (2007): The SAGE handbook of grounded
theory, Los Angeles, Sage Publications.
Carrero, V., R. Mª. Soriano y A. Trinidad (2012): Teoría fundamentada «Groun-
ded Theory». El desarrollo de teoría desde la generalización conceptual (2ª ed.
rev.), Madrid, C.I.S., Colección «Cuadernos Metodológicos», núm. 37.
Glaser, B. G., y A. L. Strauss (1967): The Discovery of Grounded Theory, Chica-
go, Aldine.
Kuckartz, U. (2011): «Análisis cualitativo de datos asistido por computadora:
historia, métodos y perspectivas», en C. A. Cisneros (ed.), Análisis cualitativo
asistido por computadora, México, UNAM, pp. 27-51.
Merlino, A., y A. Martínez (2007): «Integración de métodos cualitativos y cuanti-
tativos: Construyendo e interpretando clusters a partir de la teoría fundamen-
tada y el análisis del discurso», Forum Qualitative Sozialforschung, 8(1), Art.
21, http://nbn-resolving.de/urn:nbn:de:0114-fqs0701219 [fecha último acceso:
14 de noviembre, 2014].
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22. Introducción al análisis
sociológico del sistema
de discursos
Fernando Conde
1. Introducción
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El análisis de datos
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22. Introducción al análisis sociológico del sistema de discursos
Ésta es otra de las hipótesis fuertes del análisis sociológico de los discur-
sos producidos por los grupos de discusión. Como subraya la etnometo-
dología, la pluralidad de los espacios y roles socialmente existentes ac-
túan, emergen, se expresan en la situación del grupo de discusión, en la
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El análisis de datos
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22. Introducción al análisis sociológico del sistema de discursos
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El análisis de datos
Una vez finalizado el primer grupo, y esta cuestión es válida para todos
los grupos que se realicen a lo largo de la investigación, conviene tomar
notas de lo que ha ocurrido en el mismo. Sin la ambición del «diario de
campo» (García Jorba, 2000), es muy aconsejable llevar un «cuaderno de
notas» en el que se vayan apuntando las diversas incidencias, impresio-
nes, elementos del contexto, de la situación del grupo, de las intuiciones
que vayan jalonando el trabajo de campo que pueden ayudar de forma
muy importante a responder a determinadas preguntas de la investiga-
ción o a tomar decisiones para las siguientes fases de la misma.
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El análisis de datos
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22. Introducción al análisis sociológico del sistema de discursos
Suele ser habitual que uno de los primeros pasos en el análisis de los tex-
tos de los grupos sea crear «categorías» (Denzin y Lincoln, 1994; Miles y
Huberman, 1994; Paillé y Muchielli, 2003; Paillé, 2006; Patton, 2002;
Strauss y Corbin 2002) de una forma similar, hasta cierto punto, a cómo
se «codifican» las preguntas abiertas de un cuestionario en un estudio
cuantitativo. La creación de «categorías» descompone «analíticamente»
(Sarfati, 1997) el texto en «unidades» en las que se trata de subsumir el
conjunto de temas, de expresiones textuales que parezcan que tienen un
significado similar. Proceso de descomposición de los textos en «unida-
des elementales de análisis» que se trata, de recomponer, en un movi-
miento y fase posterior del análisis, de forma parecida a la operación que
se realiza mediante el análisis factorial (Conde, 1987).
El ASSD se aleja de esta lectura y aproximación más analítica e ins-
cribiéndose en una corriente de aproximación «socio-hermenéutica»
(Alonso, 1996) a los textos realiza una aproximación más «integrativa»
(Sarfati, 1997) a los mismos que trata de aprehenderlos de una forma
más global, de una forma más «holística» para, en un movimiento poste-
rior, tratar de desarrollar un trabajo de análisis más particularizado y de
detalle sobre el citado corpus de textos.
En lugar de realizar la descomposición analítica de los textos, el ASSD
procede de la forma contraria, siguiendo lo que Ricoeur (1995) denomina
como «la primera adquisición de la hermenéutica moderna» que no es otra
que el haber planteado «la regla de proceder (el ir) del todo a las partes y a
los detalles» ya que, como sugiere Gadamer (1998), «el sentido surge única-
mente… cuando uno lee la totalidad de lo escrito comprendiéndolo».
En este sentido, antes de cualquier tipo de análisis más fragmentado, hay
que tomarse el tiempo, tener la paciencia de una lectura y de un trabajo de
los textos que nos ayude en la tarea de comprenderlos en su integridad.
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El análisis de datos
objeto del trabajo desarrollado en dicho material (en el seno más general y
contextual de los objetivos más estratégicos de la investigación).
Hasta cierto punto, cabría considerar que los «espacios semánticos»
constituyen una especie de «unidades estructurales» de los discursos que
el equipo de investigadores/as construyen desde el punto de vista de con-
figurarse como un conjunto de simbolizaciones con un cierto grado de
coherencia interna.
El análisis de los «espacios semánticos» puede y debe ponerse en rela-
ción con el de las «configuraciones narrativas». Por ejemplo, en caso de
haber construido una «configuración narrativa» en torno a dos ejes que
delimitan cuatro cuadrantes principales, en cada uno de los cuadrantes
que se constituyen en el gráfico 2 puede estimarse que se puede constituir
un espacio semántico singular.
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El análisis de datos
Notas
1 En la producción de los discursos existen elementos no verbales cuyo análisis
no vamos a contemplar aquí.
2 Esta dimensión de la producción discursiva vinculada a la interacción
grupal puede generalizarse a la producción de los discursos en el marco social
más general, tal como puede seguirse en Bajtin-Voloshinov (1976).
3 En Íñiguez Rueda (2003) se recogen una serie de criterios y de códigos muy
detallados para realizar una «buena» transcripción. En general, en la investiga-
ción social habitual no se alcanza el nivel de detalle que se recoge en dicho texto.
4 A. Ortí, en línea con M. Mauss, subraya que lo «concreto es lo completo»,
diferenciando lo «concreto» de lo «particular».
662
22. Introducción al análisis sociológico del sistema de discursos
Bibliografía recomendada
Conde, F. (2009): Análisis sociológico del sistema de discursos, Madrid, CIS,
Cuadernos Metodológicos núm. 43.
Delgado, J. M., y Gutiérrez, J. (comps.) (1994): Métodos y técnicas cualitativas
de investigación en las ciencias sociales, Madrid, Síntesis.
Denzin, N. K., y Lincoln, Y. S. (eds.) (1994): Handbook of Qualitative Research,
Londres, Sage.
Íñiguez Rueda, L. (ed.) (2003): Análisis del discurso. Manual para las ciencias so-
ciales, Barcelona, UOC.
Miles, M. B., y Huberman, A. M. (1994): Qualitative Data Analysis. An expanded
Sourcebook, Londres, Sage.
Sarfati, G.-E. (1997): Éléments d´analyse du discours, París, Nathan.
Valles, M. S. (1997): Técnicas cualitativas de investigación social. Reflexión meto-
dológica y práctica profesional, Madrid, Síntesis.
663
El análisis de datos
Carlos Lozares
Joan Miquel Verd
1. Introducción
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
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El análisis de datos
Para Mitchell (1969), los vínculos, una vez estructurados en red, ex-
presan la naturaleza de los recursos de los agentes implicados. La defini-
ción de Freeman (1992: 12), que considera las redes sociales como «co-
lección más o menos precisa de conceptos y procedimientos analíticos y
metodológicos que facilita la recogida de datos y el estudio sistemático
de pautas (de relaciones sociales entre la gente)», trata de compaginar
conceptualización, análisis, método y hasta un cierto grado de funciona-
lidad, pero también de incertidumbre.
Mas allá del potencial interpretativo que contiene la red sobre los
comportamientos de los agentes, se ha de insistir en que la red es en sí
misma depósito y distribuidor de potencial estático y dinámico de recur-
sos entre agentes. La relación y su resultado, la red, son vínculos más o
menos estables, pero siempre son el resultado de una acción dinámica
como es la interacción. La red, como se viene afirmando, distribuye re-
cursos relacionales (posiciones o estatus) entre los agentes que las han
generado, aunque no necesariamente de modo equitativo.
Desde una perspectiva más formal y algebraica, una red consiste en un
conjunto bien delimitado de n entidades E= {a1 , a2 …,ai ,aj … an } relacio-
nadas entre sí {ai R aj} tal que i,j = 1, 2,..., i, j,..., n, donde R es la rela-
ción. Se trata de un vínculo entre entidades, sean personas o colectivos,
pero conlleva un contenido que le da una identidad sustantiva: apoyo,
confianza, información, dinero u otros. La expresión analítica de la red
puede ser diversa: pares de productos cartesianos que indican la relación
entre las unidades, grafos y matrices, etc. Los indicadores y cálculos de la
red son los propios a la teoría de grafos, cálculos matriciales algebraicos
y estadísticos.
Las definición algebraica de la red es independiente de la naturaleza
de las entidades y de los contenidos de la red, de ahí la transversalidad
de la TARS y la posibilidad de análisis comparativos, intra y transdisci-
plinares entre redes de diferentes contenidos (trayectorias de aviación,
corriente eléctrica, comunicación cognitiva humana, etc.) y/o de nodos
con diferentes identidades (aeropuertos, personas, neuronas...).
666
23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
viamos. Para este autor, la Gestalt Theory de Lewin (1936) es una base
de la TARS en el sentido de que la interpretación de las partes que com-
ponen la red y de sus agentes se hace en el marco contextual de la red.
Asimismo, la sociometría de Moreno (1934) también fue pionera de la
TARS, constituyendo el sociograma un icono del análisis reticular. Por
su parte, la matemática también incide y se incorpora al análisis de las
redes sociales, estudiando grupos pequeños mediante grafos (véanse Hei-
der, 1946; Bavelas, 1948, 1950; Festinger y Cartwright, 1959; Cartwright
y Zander, 1953; Harary y Norman, 1953).
Otra de las tradiciones de la TARS proviene, según Scott (1991), del
funcionalismo estructural antropológico desarrollado en Harvard en los
años treinta y cuarenta. Warner y Lunt (1941) estudian la estructura de
los grupos y clases sociales en el marco de las comunidades de la ciudad
moderna aplicando métodos antropológicos, en particular la observa-
ción de comportamientos y relaciones, la entrevista y los documentos
históricos. Los resultados obtenidos se publicaron en la serie Yankee
City. En esta dirección encontramos también a Elton Mayo (1949) con
los experimentos de la Hawthorne: los estudios corroboraron la impor-
tancia que tienen las relaciones satisfactorias en el desempeño de los tra-
bajadores y en la producción. Esta orientación de análisis fue seguida
también por Davis et al. (1941).
En los años cincuenta hasta los setenta hay aportaciones importantes
a la TARS desde la antropología, donde encontramos a Barnes (1954),
quien analiza la amistad, el parentesco y la vecindad en las relaciones in-
formales en una comunidad pequeña de pescadores; Mitchell (1969), que
representa la convergencia del funcionalismo estructural antropológico
con la teoría de grafos, sentando así las bases de un marco analítico para
el estudio de las redes sociales; o Coleman (1961), quien estudia familias
de clase trabajadora en la perspectiva de las redes sociales. En estos años
se avanza también en la metodología, los contenidos conceptuales y la
matemática aplicable al TARS, como, por ejemplo, Cartwright y Harary
(1956), sobre la teoría del balance estructural; sobre la dinámica de los
grupos (Cartwright y Zander, 1953) y sobre el poder (Cartwright,1959).
A partir de los años setenta se produce un salto importante en el desa-
rrollo y extensión de la TARS tanto en el plano teórico como en el meto-
dológico y analítico (Alba, 1982). El advenimiento de nuevos algoritmos
así como su implementación y complemento cibernético, son factores y
expresión de la expansión de la TARS. Freeman (1977) introduce y siste-
matiza la idea de centralidad de la red, mientras que Granovetter (1973,
1974) avanza conceptos clave como son los de los lazos fuertes y débiles
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
A={xiR1xj}
B={ xiR2xj}
Matriz A Matriz B
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El análisis de datos
Ambas redes son dicotómicas (es decir, puede haber o bien presencia
o bien ausencia de la relación enunciada), pero podrían ser valuadas (por
ejemplo, si se trata de la intensidad o frecuencia de la relación). La dia-
gonal principal no es pertinente, a no ser que contemplemos relaciones
autorreflexivas: por ejemplo, «hablo conmigo mismo», «me presto dine-
ro», razón por la cual en la diagonal aparece el 0.
La relación A (gráfico 1: Red A) es una relación dirigida y no simétri-
ca. La relación B (gráfico 2: Red B) es no dirigida, por lo cual su repre-
sentación matricial es simétrica. La red simétrica no significa que las re-
laciones entre dos nodos vayan en las dos direcciones, sino que por el
hecho de darse una relación en un sentido necesariamente se da, a su vez,
en el sentido opuesto: por ejemplo, una relación de amistad. La relación
simétrica se representa por un segmento con dos flechas opuestas o, a ve-
ces, por un segmento sin flechas: x1 ↔ x2. La relación dirigida, en cam-
bio, se representa con una flecha en el sentido de la expresión de la rela-
ción x1 → x2 (gráficos 1 y 2).
Las relaciones pueden ser dicotómicas o valuadas numéricamente por
razones de intensidad, de frecuencia, etc. Si son dicotómicas se represen-
tan en las casillas con 0 (no relación) o 1 (sí relación). La relación valua-
da se consigna en las casillas con los números naturales según la intensi-
dad. Las matrices valuadas pueden dicotomizarse y las dirigidas o
asimétricas simetrizarse, siempre que llenen los condicionamientos y exi-
gencias de la investigación.
Las relaciones dicotómicas o binarias se representan mediante líneas
o líneas con flechas opuestas (gráfico 3). Las relaciones valuadas se re-
presentan gráficamente por el grosor proporcional al valor de la línea en-
tre los nodos (gráfico 4).
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
Las relaciones se basan y analizan por los resultados analíticos de los da-
tos. Con todo, la imagen es importante, pues facilita su interpretación,
comprensión y comunicación. Sin embargo, es necesario que se explici-
ten bien los criterios del gráfico, dado que puede darse tergiversación in-
terpretativa. En el ejemplo siguiente, las cinco figuras son de la misma
red matricial, pero su representación gráfica podría dar pie a conclusio-
nes muy diversas (gráfico 5).
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El análisis de datos
Las redes de modo 1 corresponden a las que se forman por las relaciones
entre nodos de la misma naturaleza, por ejemplo, entre conceptos, perso-
nas, organizaciones, etc., con contenidos diversos como la prestación de
dinero, la ayuda mutua, la amistad, etc.
Las redes de modo 2 o de afiliación (gráfico 6) surgen de las relaciones
entre dos tipos de conjuntos. Así, sería de modo 2 la relación entre un
conjunto de individuos y otro de asociaciones a las que pertenecen algu-
nos de los individuos. Dada la red de modo 1 del conjunto de los indivi-
duos se puede inferir, dada la pertenencia de los individuos a las asocia-
ciones, la red entre asociaciones o de modo 2.
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Gráfico 14. El dendrograma Gráfico 15. Cuatro clusters
correspondiente o grupos de equivalencia
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
C) Las facciones
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Density Matrix
1 2 3 4
----- ----- ----- -----
1 0.583 0.111 0.007 0.000
2 0.111 0.333 0.009 0.071
3 0.007 0.009 0.225 0.016
4 0.000 0.071 0.016 0.175
cada grupo o colectivo) sean más densas que las relaciones entre los co-
lectivos que se configuran. Los colectivos formados son cerrados: un
nodo no está en dos colectivos. Tratándose, como es el caso, de los alum-
nos de un aula, las conclusiones son importantes para la actividad aca-
démica.
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
Las redes están por doquier y los conceptos y la lógica algebraica son
idénticos para todas ellas. El tratamiento de las redes constituye un po-
deroso potencial para análisis comparativos, transdisciplinares e inter-
diciplinares, pues los conceptos-indicadores comparativos son equiva-
lentes.
En este apartado se trata de mostrar, a través de dos investigaciones
en las que han participado los autores, algunas posibilidades que ofrece
la TARS. Las investigaciones no se centraron únicamente en el análisis
de las redes, sino que éste consistía en un aspecto complementario con
otros objetivos. Por ello, se da un esbozo o líneas generales de dichas in-
vestigaciones: las redes son, de alguna manera, complementarias. Por
otro lado, no se presenta tampoco un desarrollo exhaustivo de los con-
ceptos y temáticas que comporta la TARS, puesto que se han presentado
en los apartados anteriores.
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´ ´
e colorista
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
Las entidades que han sido citadas por otras como participantes sin
haber respondido son 154. Se las incluye en el «censo» porque las rela-
ciones de participación mutua en un proyecto son simétricas. Los análisis
llevados a cabo fueron numerosos, si bien sólo se recogen aquí algunos
datos e indicadores de las redes.
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El análisis de datos
1º, 3º,
I Institutos, 1º, 3º,
5º, 6º, 1º, 4º, 5º,
escuelas de 62 4º, 5º, 70 134
8º, 9º, 6º, 7º
educación 7º, 9º
10º
II Asociaciones de
11 4º 3º, 10º 21 11
familia o vecinales
III Empresas de
educación no 17 38 11
formal
IV Empresas
62 9º 8º, 9º 76 24
culturales
V Empresas medios
14 19 25
de comunicación
VI Empresas de
otros sectores 7 2º, 7º 2º 2º 3 54
productivos
VII
Administraciones 54 3º 7º 3º 52 20
públicas
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
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23. Bases socio-metodológicas del análisis de redes sociales
Bibliografía recomendada
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México, IIMAS-UNAM.
Lozares, C., Verd, J. M., Martí. J., y López-Roldán, P. (2003): «Relaciones, redes
y discurso: Revisión y propuestas en torno al análisis reticular de datos tex-
tuales», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 101: 175-200.
Maya Jariego, I., y Holgado, D. (2005): «Lazos fuertes y proveedores múltiples
de apoyo: comparación de dos formas de representación gráfica de las redes
personales», Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, 10: 107-
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Molina, J. L. (2001): El análisis de redes sociales. Una introducción, Barcelona,
Ediciones Bellaterra-SGU.
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Requena Santos, F. (2012): Análisis de redes sociales. Orígenes, teorías y aplica-
ciones, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas.
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redes sociales», Qüestió, Quaderns d’Estadística i Investigació Operativa, 23
(3): 507-524.
Wasserman, S., y Faust, K. (2013): Análisis de redes sociales. Métodos y aplica-
ciones, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas.
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