Reseña Entre La Legitimidad y La Violencia Ii
Reseña Entre La Legitimidad y La Violencia Ii
Reseña Entre La Legitimidad y La Violencia Ii
Tras una revisión crítica de la violencia bipartidista de los años cuarenta y cincuenta, la
formación del frente nacional y sus dinámicas y la aparición de otros tipos de violencia
proveniente de las guerrillas surgidas a partir de los años sesenta, el narcotráfico de los
años setenta y el paramilitarismo, Palacios termina por concluir que Colombia es un
país en el que todo es negociable dada la debilidad manifiesta de sus instituciones y los
elementos culturales heredados del clientelismo, el gamonalismo, el narcotráfico y la
corrupción.
Al igual que en los dos primeros capítulos, el libro sigue un orden cronológico que
entrelaza lo económico, lo social y lo político. A pesar de ello es posible identificar un
énfasis especial en cada capítulo. Así, el capítulo III trata el proceso de estructuración
social que trajo como consecuencia la consolidación de una élite económica que
encontró en el intervencionismo el combustible de su crecimiento.
El capítulo V entra de lleno en el examen del funcionamiento del Frente Nacional, las
instituciones que le sirvieron de apoyo a su sostenimiento, el surgimiento de las
guerrillas inspiradas en el comunismo y/o socialismo internacional y la aparición del
narcotráfico y otras formas de violencia en los años ochenta.
Las consecuencias de la crisis fueron menores en Colombia que en otros países por dos
aspectos: primero un menor impacto de la caída de los precios del café por motivo de
las políticas brasileñas de intervención (destrucción de sacos) y el esquema de
producción minifundista adoptado por Colombia desde finales del siglo XIX y
segundo, el auge del oro en Estados Unidos que reavivó las exportaciones colombianas
de este metal.
Es de destacar, eso sí, la importancia que Palacios brinda a dos aspectos. El primero la
articulación de lo político y lo económico, materializada en la participación de
industriales y empresarios en órganos estatales de distintos tipos –Banco de la
República, Ministerios- y segundo la relevancia de los aportes del narcotráfico a la
economía colombiana durante los años setenta y ochenta. Aunque expresa que no hay
estudios que permitan confirmar el impacto real de la economía ilegal, afirma que para
la época los activos de los narcotraficantes llegaron a blanquearse en diferentes
empresas industriales que requerían de la inyección de capital –esto sin contar los
patrocinios a campañas políticas de líderes regionales y nacionales-.
Pero no era solo el sufragio universal el que había dado mayor poder político a las
clases populares, los acuerdos sociales del gobierno López y su revolución en marcha
habían promovido la movilización social y dotado de ciudadanía a las clases medias y
bajas. Los escándalos del segundo gobierno López y su posterior renuncia agudizaron la
crisis institucional y de partido, dejando el camino libre para la llegada al poder del
conservatismo.
Cada una de estas fases tuvo un ámbito geográfico más o menos dominante, y no
implica una ruptura completa con la anterior. La primera se presentó en áreas de alta
densidad de población, y, como la de la década de 1930, presentó un patrón de
exportación de unos municipios a los vecinos, atizados por la lucha electoral y la
clerecía. La segunda está más asociada a las regiones de frontera, ámbito propio para la
lucha regular de la guerrilla y la contraguerrilla: los llanos, el norte cafetero del Tolima,
el Sumapaz, la zona del Urrao en Antioquia, Muzo en Boyacá o el bajo Cauca y el
Medio Magdalena. La tercera, recorre la zona cafetera del Quindío geográfico, y, en una
perspectiva de largo plazo parece ser expresión del conflicto endémico de la
colonización antioqueña (p. 191).
En términos generales el autor explica que este gran periodo fue producto de la
conjunción de tres factores: la fragilidad institucional, los cambios de la clase política
departamental y la penetración de los valores capitalistas en una sociedad agraria que
vio cómo la segregación se profundizó con la avanzada de la industrialización y la
consolidación de las estructuras oligárquicas a nivel nacional.
La violencia sirvió como una herramienta de movilización social de terratenientes y
jefes políticos regionales, generó la resistencia armada campesina en expresiones como
el bandolerismo y el agrarismo y tomó fuerza en las fronteras agrarias más afectadas por
la economía de mercado; restó legitimidad al aparato judicial, el ejército y la policía,
instituciones que, bajo las órdenes del ejecutivo ocultaron o ejecutaron diversos tipos de
crímenes en un marco de absoluta impunidad.
Con el nacimiento del Frente Nacional se dio paso a una nueva etapa de control político
en el que la alternación en el poder entre liberales y conservadores preservó el orden
público y redujo la violencia. Sin embargo, este nuevo acuerdo acaecido luego de la
junta militar citada por el General Rojas Pinilla y su dimisión, sólo hizo investigaciones
del régimen militar y pasó por alto los delitos cometidos por liberales y conservadores
en el periodo 1948-1958. Así, el nuevo acuerdo dio amnistía absoluta a culpables de
diversos crímenes, situación que se repetiría en otros procesos de negociación con
nuevos actores violentos.
Con una base campesina pero con alguna participación de universitarios y pensadores
de izquierda el ELN era más próximo al comunismo cubano mientras que el EPL se
inspiraba en la metáfora del ejército rojo chino, de pez en el agua popular.
Las FARC, a diferencia de estas dos guerrillas, debía su origen a la violencia de los
movimientos agraristas e indigenistas de los años veinte y treinta y no tuvieron la citada
mediación intelectual y universitaria pese a encontrarse ligadas al Partido Comunista en
la década de 1980.
La lucha contrainsurgente, por otro lado, ya incluía el uso de fuerzas paramilitares desde
la época de la violencia y más visiblemente desde 1961. Un decreto presidencial de
1965 convertido en ley en 1968, legalizó el paramilitarismo como una alternativa para la
realización de acciones sucias sin que en ellas se vieran involucradas las fuerzas del
Estado.
Con la crisis institucional y la derrota, por lo menos sospechosa de Rojas Pinilla en las
elecciones presidenciales de 1970, surgió el movimiento 19 de abril o m19, una
guerrilla cuyas bases, a diferencia de las FARC y el ELN, se encontraron en la
universidad y la ciudad. Conformado por miembros de la ANAPO de Rojas Pinilla y del
partido comunista, el eme dio duros golpes propagandísticos que le sirvieron para ganar
el beneplácito popular hasta mediados de la década de 1980 en donde un fallido intento
de toma del Palacio de Justicia, convertido en tragedia nacional afectó su imagen frente
a la opinión pública.