02 4 Formación de Los Libros Proféticos
02 4 Formación de Los Libros Proféticos
02 4 Formación de Los Libros Proféticos
PROFETAS
LA LITERATURA PROFÉTICA
Las etapas por las que se llega de la predicación directa de un determinado profeta al
establecimiento de oráculos en un libro profético, son complejas y no se pueden detallar con
claridad, pero los principales datos a tener en cuenta pudieran ser los siguientes:
1º ETAPA En cada caso, el punto de partida del proceso es la predicación del profeta. Su
lugar en la sociedad estaba esencialmente relacionado con la proclamación directa de la palabra en
un momento dado y ante unos oyentes precisos.
Pero en Is. 8,16 se da a entender que existía un fenómeno de transmisión de ese mensaje en
círculos de discípulos de Isaías; así éstos se convierten en la memoria viva de la predicación del
profeta. De este texto puede deducirse cierta práctica de una transmisión oral al menos para una
parte de la predicación de los profetas, especialmente de los más antiguos. No olvidemos que,
culturalmente, eran muy pocos los que hubieran podido servirse de un escrito, porque la lectura
distaba mucho de ser un fenómeno generalizado. Una tradición viva, gracias a la cual se aprendían y
repetían las cosas, estaba mucho más desarrollada que actualmente. La memoria era el vehículo
normal para la conservación y la transmisión del pasado. El escrito es ocasional y en cierto modo,
sobre todo en los comienzos, sólo sirve para fines prácticos.
Que por mucho tiempo, la proclamación oral de los diferentes profetas precediese al escrito
es la suposición más lógica. Sin embargo, la práctica de la escritura no habría que desecharla en
absoluto. En Jer. 36, Jeremías dicta a Baruc todos sus oráculos anteriores (vv. 2-4). La ocasión la
ofrece un día de ayuno público. El profeta no era libre de disponer de sí mismo y estaba confinado
en su propia casa. Baruc irá ir en lugar de Jeremías, llevando al Templo el rollo en que había escrito
los oráculos del profeta para leerlo a la multitud congregada. Baruc ejecuta la orden de Jeremías,
pero se encontraba leyendo los oráculos del rollo cuando alguien va con la noticia al jefe de la
guardia (vv. 5-13). Este hace venir inmediatamente a Baruc. La lectura quedará en la cámara de
Elišamá, y aconsejan a Jeremías y a Baruc que se escondan por lo que pueda pasar. Entonces van
con la noticia al rey (vv. 14-20). Joaquín pide que le lleven el rollo y que se lo lean; va destruyendo
las columnas una a una después de haber escuchado su lectura (vv. 21-25). Trata a continuación de
capturar a Jeremías y Baruc, aunque sin el resultado esperado (v. 26). La última sección del capítulo
(vv. 27s.) informa que Jeremías, nuevamente por orden de YHWH, vuelve a consignar por escrito
sus oráculos, incluso añadiendo muchos otros (v. 32).
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Si de lo que se trata es de la mejor comprensión de la palabra de Dios escrita, el hecho de que el proceso de
formación de los libros sea complejo y no tengamos los medios para visualizarlo perfectamente en cada una
de sus etapas, no debe ser un obstáculo: es mejor conocer cuanto podamos, por poco y problemático que
parezca, que desentenderse de conocerlo. Se trata nada menos que de ambientarse, hasta donde sea posible,
en el proceso de “encarnación de la palabra de Dios”, en el modo de enraizamiento por el que la palabra de
Dios nos llega en las palabras humanas de un pasado, ya bastante remoto y que, no obstante, nos importa
“actualizar”. Porque no se trata sólo de gustar, estéticamente hablando, la obra de un hombre llamado Isaías,
sino de hacer nuestra la palabra de Dios mediante Isaías y quienes contribuyeron a dar al libro de Isaías la
forma en que nos llega, y el mensaje que mediante ella transmite.
1
Otro caso sobre el que existen ciertos datos es el de Isaías. En 30,8 se habla de poner por
escrito los oráculos de 30,8-17. Pero de un dato particular no puede concluirse que así se procediera
siempre.
Emergen así ciertas agrupaciones temáticas, que tal vez circularon en forma de “hojas
sueltas”: el ciclo de las visiones de Amós en su forma primitiva, el “Memorial sobre la guerra
siroefraimita” (Is. 6,1-12,14), el “Librito de la consolación” (Jer. 30-31), los oráculos “A la casa real
de Judá” (Jer. 21,11-23,6), “Contra los falsos profetas” (Jer. 23,9-32), “Sobre la sequía” (Jer. 14).
Diversas personas que por generaciones se encarga de ir reuniendo oráculos de un determinado
profeta. Puede suponerse que principalmente se trataba de discípulos y seguidores; es la suposición
más lógica si se toma en serio Is. 8,16 y el caso de Baruc en relación con Jeremías.
a) La redacción de los relatos-síntesis de la actuación del profeta (Os. 1,2-9; Am. 7,10-
17; Is. 6,1-13; Jer. 1,4-19).
b) La reelaboración de ciertos oráculos para adaptarlos a una nueva situación.
c) La creación de nuevos oráculos.
La creación de nuevos oráculos, a veces de la “escuela” del profeta inicial, es comentado así
por J. L. Sicre: “Esta labor de creación de nuevos oráculos fue amplia y duradera, extendiéndose
hasta poco antes de la redacción definitiva de los libros. Y, como es lógico, muchas veces [esos
oráculos] no tenían relación con el mensaje del profeta al que terminaron siendo atribuidos.
Entraban en juego nuevas preocupaciones y problemas, nuevos puntos de vista teológicos. Para
muchos comentaristas, épocas de especial creatividad fueron el reinado de Josías, la etapa del exilio
y los siglos postexílicos. En definitiva, nunca [hasta la fijación definitiva de los libros] cesaron de
aparecer nuevos oráculos que se añadían a los bloques ya existentes”.2
A esta altura, es importante señalar que el Templo y las cortes de los reyes fueron los dos
principales ámbitos tanto para la actividad profética como para la confección de la literatura
profética. Esto no es casualidad: se trata de las dos instituciones más importantes del antiguo Israel
y Judá, así como de las sociedades del Antiguo Oriente en general. La misma actividad de los
profetas había girado en torno a estas dos instituciones, sea para apoyarlas, sea para oponerse a
ellas. Más tarde, cuando la institución monárquica desaparezca, el Templo llegó a ser el lugar de
preservación, composición y desarrollo de los libros proféticos.
En los discursos proféticos dirigidos al pueblo de Israel (los oráculos más numerosos), se
reconocen aquellos destinados a determinados individuos -con frecuencias los jefes o líderes y los
dirigidos a grupos específicos o a un conjunto más amplio.
En cuanto a los oráculos contra las naciones, hay verdaderas colecciones en Is. (13-23), Jer.
(25,13b-38; 46-51 [LXX 25,14-32,38] véase la nota de la Biblia de Jerusalén a Jer. 46,1) y Ez. (25-
32). El fenómeno de la agrupación temática fue determinante.
El caso de los oráculos de salvación pudiera ser el menos evidente. En Amós (cf. 9,8b-15) y
Oseas (cf. 14,2-9; no se incluye el v. 10, conclusión más bien de orden sapiencial) es poco lo que se
encuentra y, por su situación, se puede decir que se ha querido que ambos libros presenten un
panorama menos sombrío al concluir con la perspectiva de una restauración. En Is. 1-39 son varios
los oráculos de salvación, pero su distribución no parece obedecer a un criterio definido, ya que no
forman una colección característica. Se puede suponer que se disponen como conclusión de las
breves colecciones de oráculos, fundamentalmente de juicio. Contrariamente a estos casos, en
Jeremías (30-33) y Ezequiel (33-48) hay una agrupación bien definida de oráculos de salvación.
4º ETAPA A la redacción del libro con oráculos proféticos fueron añadiéndose nuevos
materiales de diverso origen.
Las adiciones a un libro profético que ya hubiera adoptado una primera estructura, pudieron
ser de dimensiones muy variadas, pues la gama va desde pequeñas glosas o adiciones explicativas
hasta la inclusión de obras nuevas, de extensiones considerables. El caso más notorio es, sin duda,
el libro de Isaías. Es muy probable que el segundo y el tercer Isaías se añadieran cuando ya existía
una primera parte del libro que tenía ya prácticamente la forma que tiene actualmente. Pero incluso
en esa primera parte, en 1-39, ocurrieron adiciones de importancia, sobre todo los capítulos 24-27,
bastante tardíos.
Otro ejemplo significativo es el de Zacarías. La predicación del profeta del retorno del exilio
babilónico se concentra en los capítulos 1-8. Los capítulos 9-14 son posteriores a la actividad del
profeta Zacarías, hasta el punto de hablar de un “segundo Zacarías”.
Para algunos autores, el libro de Ezequiel presentaría un caso similar, pero el problema es
más complejo. Si hay un segundo Ezequiel, en este caso no se trata de un bloque perfectamente
separable del resto, sino de adiciones varias en toda la obra.
5º ETAPA Por complejo que haya sido, el proceso formativo de cada libro profético tuvo
un punto de llegada. Si se exceptúan cambios menores ocurridos con posterioridad, la etapa
formativa de cada uno de los libros proféticos había terminado hacia el año 200 a. C., incluso un
poco antes en algunos casos. Tal se desprende del Eclesiástico. En el “elogio de los antepasados”
menciona separadamente a los “grandes” profetas: Isaías (48,22-25), Jeremías (49,7) y Ezequiel
3
Cf. E. SELLIN - G. FOHRER, Introduction to the Old Testament, London 1970, 361-362.
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En el caso de Is. 1-39, el conjunto 36-39 consituyen un gran bloque narrativo.
3
(49,8-9). Además, su manera de expresarse en 49,10 supone ya la colección de los doce profetas:
“Cuanto a los doce profetas, que sus huesos reflorezcan en su tumba. Porque ellos consolaron a
Jacob, y lo rescataron por la fidelidad y la esperanza.” También los datos de los manuscritos
bíblicos de Qumrán, aunque en la mayoría de los casos sean muy fragmentarios, van en el mismo
sentido: Un texto hebreo muy similar al masorético circulaba ya entre el siglo II a. C. y la mitad del
siglo I d. C.
Con respecto a esta última etapa, conviene retener lo afirmado por J. S. Croatto: “La
redacción final de los libros proféticos no produce una obra literariamente homogenea, sino que
guarda el carácter de ‘recopilación’ porque -de acuerdo con el uso antiguo del Oriente Próximo- los
materiales de origen de una composición suelen conservarse lo más posible en su forma previa.”6
Conclusión.
Este largo itinerario de la formación de los libros proféticos revela que los redactores
sucesivos no son glosadores torpes, sino escribas que pueden reivindicar el título de “profetas”, en
la medida en que atestiguan por su actividad escriturística una asombrosa capacidad de innovación
y, aun cuando se ocultan anónimamente detrás de la figura que da su nombre al libro, consideran
que su propia intervención es de orden profético. De esta manera, la profecía no está ligada sólo a
una figura genial en medio de una historia puntual, sino que también es un fenómeno comunitario
de larga duración y que hay que tomarla, inclusive, como profecía escriturística. Esto refleja la
convicción de que las palabras proféticas de Israel no se agotan en su marco histórico sino que
tienen una significación para las generaciones futura. Por eso fueron puestas por escrito y fueron
actualizadas una y otra vez.7
Por otro lado, varios indicios literarios hacen pensar que la colección de los XII no es una
simple compilación de libros ya terminados. Se observa, en efecto, la presencia de elementos que
podrían reflejar la actividad de una o varias redacciones que intervienen en todo el corpus o en parte
de él. Así lo atestigua, por ejemplo, el caso de los títulos de los diferentes libros, que con frecuencia
son muy semejantes. Compárese Os 1,1 con Jl 1,1; Am 1,1; Mi 1,1; Sof 1,l; así como Nah 1,1 con
Ha 1,1 y Ag 1,1 con Za 1,1. Asimismo, se encuentra una especie de estribillo la referencia a Ex
34,6-7 en Jl 2,13; Jon 4,2,18; Nah 1,2-3. Además, hay palabras o temas-gancho que establecen
vínculos entre los diversos libros.11 Por ejemplo, el rugido de YHWH en Jl 4,16 responde al de Am
1,2; el motivo, en Am 9,2-4, de YHWH que busca a los fugitivos por todo el cosmos, vincula este
libro al de Abdías (cf. Ab 4); por lo que respecta al tiempo, llegado o no, de Sof 3,19, une a
Sofonías con Ageo (1,2).
Parece que los transmisores de la tradición hebrea pre-cristiana c1asificaron a los doce
profetas menores grosso modo según el orden cronológico. Mucho antes de la llegada de la crítica
histórica, la ausencia de noticias cronológicas en la mitad de los casos (Jl, Ab, Nah, Hab, Miq) hacía
que varias dataciones resultaran inciertas.
La tabla anterior muestra que, en el caso del TM, los seis libros datados por una noticia son
9
Cf. TALMUD DE BABILONIA, tratado Baba Batra 13-14.
10
Cf. FLAVIO JOSEFO, Contra Apión 2.
11
Cf. J. NOGALSKI, Literary Precursors to the Book of the Twelve, Berlin 1993; ID. Redactional Processes
in the Book of the Twelve, Berlin 1993.
5
clasificados por orden cronológico. Además, el corpus comienza por los profetas mayores que se
dirigen al reino del Norte el siglo VIII (Oseas, Amós) y termina con los tres libros proféticos ligados
a la comunidad del Templo postexílico (Ageo, Zacarías, Malaquías). Entre estos dos conjuntos
aparecen textos relativos a los reinos extranjeros, Edom (Abdías) y Asiria (Jonás, Nahum), después
de otros que se remontan al último período del reino de Judá (Habacuc, Sofonías). Por último, se
observa una semejanza entre el orden de los XII y el de los profetas mayores (en particular, Isaías y
Jeremías LXX). Así, el corpus empieza con palabras de juicio contra Israel; vienen a continuación
oráculos contra las naciones, y todo el conjunto termina con las profecías de esperanza que
anuncian la salvación.
La formación del corpus de los XII no se realizó ciertamente en una sola etapa, y es seguro
que previamente existieron varias “colecciones” más pequeñas. La mayoría de los exegetas postulan
la existencia de una primera colección de profetas menores marcada por una edición de tipo
deuteronomista. Esta colección deuteronomista, que reúne los libros de Oseas, Amós, Miqueas, y tal
vez Sofonías, se caracteriza porque tiene títulos formulados de manera muy parecida: “Palabras de
YHWH a X en los días de Y (y Z), rey(es) Israel (o de Judá)”. Es probable que el conjunto formado
por Ageo y Zacarías 1-8, que trata de la reconstrucción del Templo, formara también una colección
primero independiente, al igual que Nahum y Habacuc, dos libros cuyo estilo y título son muy
semejantes.
Estas observaciones plantean, de manera más general, el problema del crecimiento del
corpus de los doce profetas menores. Para explicar este fenómeno se han propuesto varios modelos.
Aun cuando estén reunidos en un solo libro, los doce profetas menores de la Biblia hebrea
siguen siendo obras dispares atribuidas a “autores” diferentes, y no se puede interpretar el conjunto
de los XII como si se tratara de un libro que formara una unidad discursiva. Así pues, es más
razonable leer e interpretar cada uno de los doce profetas primero por sí mismo, es decir
independientemente de los otros once. No obstante, las investigaciones que ponen de manifiesto una
cierta unidad del libro de los XII no carecen de interés, pues permiten no sólo comprender mejor el
proceso de formación del canon, sino también, en varios casos, interpretar de manera nueva algunos
versículos enigmáticos. Por ejemplo, la extraña interrupción del himno semialfabético de Nah 1,2-8
por la cita de Ex 34,6-7 en 2b-3a se explica mejor por una intervención redaccional ligada a la
formación de la colección de los XII -esta cita se encuentra varias veces en otros lugares de esta
colección- que en el marco de una redacción centrada exclusivamente en el libro de Nahum.
Asimismo, es posible que Ml 1,9 haya sido situado voluntariamente al comienzo de este libro para
que constituya la antítesis de Za 8,21-22; esta última observación resulta aún más notable si es
cierto que Za 9-14 fue interpolado a posteriori, como piensan la mayoría de los autores.