Trabajo Práctico Religión

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Trabajo Práctico Religión

Temas:

Jesús, el hijo de Dios (Unidad 6)


Sobre la Resurrección (Unidad 7)

Integrantes:

Tiago Gómez

Mateo Portillo

Bruno Weiberlen
Jesús, el hijo de Dios
Segundo milagro, la resurrección de Lázaro.

Jesús tenía tres buenos amigos que vivían en Betania. Se


llamaban Lázaro, María y Marta, y los tres eran hermanos. Un
día, Jesús estaba al otro lado del río Jordán, y María y Marta le
enviaron un mensaje urgente: “Lázaro está muy enfermo. Por
favor, ven pronto”. Pero Jesús no fue en ese momento. Esperó
dos días y luego les dijo a sus discípulos: “Vamos a Betania.
Lázaro está dormido, y voy a ir a despertarlo”. Los apóstoles le
dijeron: “Si Lázaro está durmiendo, se pondrá bien”. Así que
Jesús lo dijo más claro: “Lázaro ha muerto”.

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba cuatro días en la


tumba. Mucha gente había ido a consolar a Marta y a María.
Marta se enteró de que Jesús había llegado y se fue corriendo a
hablar con él. Le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi
hermano no habría muerto”. Jesús le respondió: “Tu hermano
volverá a vivir. ¿Me crees, Marta?”. Ella le contestó: “Yo creo
que se levantará en la resurrección”. Entonces Jesús le dijo: “Yo
soy la resurrección y la vida”.

Luego Marta fue a decirle a María: “Jesús está aquí”. María


corrió adonde estaba Jesús, y la gente la siguió. Cuando llegó a
él, María cayó a sus pies y no paraba de llorar. Le dijo: “Señor,
si hubieras estado aquí, nuestro hermano estaría vivo”. Jesús se
dio cuenta de que ella estaba sufriendo mucho y se puso a llorar
también. Los que estaban allí vieron a Jesús llorando y
empezaron a decir: “La verdad es que Jesús quería mucho a
Lázaro”. Pero algunos se preguntaban: “¿Por qué no salvó a su
amigo?”. ¿Qué iba a hacer Jesús ahora?

Jesús fue a la tumba, que era una cueva, y había una piedra
tapando la entrada. Él ordenó: “Quiten la piedra”. Marta le dijo:
“Ya debe oler mal porque han pasado cuatro días”. De todas
formas, quitaron la piedra, y Jesús oró: “Padre, te doy las gracias
por escucharme. Yo sé que siempre me escuchas, pero hablo en
voz alta para que la gente crea que tú me enviaste”. Entonces
gritó con fuerza: “¡Lázaro, sal!”. De repente, ocurrió algo
increíble: Lázaro salió de la tumba, todavía envuelto con vendas.
Jesús dijo: “Quítenle las vendas y dejen que se vaya”.

Muchos vieron lo que pasó y pusieron fe en Jesús, pero algunos


fueron a contárselo a los fariseos. Desde ese día, los fariseos
planearon cómo matar a Lázaro y a Jesús. Uno de los 12
apóstoles, Judas Iscariote, fue en secreto a preguntarles a los
fariseos: “¿Cuánto me pagarán si les ayudo a encontrar a Jesús?”.
Le ofrecieron 30 monedas de plata, y Judas aceptó y buscó la
oportunidad de entregarles a Jesús.

Milagros de nuestro tiempo

En nuestro tiempo parece incómodo hablar de milagros. Nos


cuesta aceptar que alguna acción pueda tener origen
sobrenatural, como si a Dios no le estuviera permitido tener
poder sobre el mundo que Él mismo creó. Justamente la esencia
del milagro consiste en eso: en saltar las leyes físicas debido a
que causa anterior y más poderosa (Dios) así lo decidió.
Si se impone la idea de que Dios no es capaz de ir más allá de
las leyes naturales pueden ocurrir dos cosas.

Cualquier milagro será considerado una superchería (un


engaño) o podrá explicarse por medos científicos. Si ocurre lo
primero, entonces Jesús es un estafador, y eso contradice el
testimonio de sus actos. Si sucede lo segundo, entonces será la
misma Iglesia la primera que no va a hablar de milagro.

Se dirá que Dios está dominado por las leyes naturales. Pero
en este caso, no podría ser Dios, pues habría algo por encima de
Él: estaría sometido a sus propias leyes: por ejemplo, la de
gravedad (al andar sobre las aguas); la de la causa y el efecto (de
convertir agua en vino). Y esto no es lo mismo que lo que
llamamos imposible intrínseco.
¿Existen, entonces, milagros en nuestros en nuestros días?

Existe el gran milagro cotidiano: la transustanciación del pan y


el vino en Cuerpo y Sangre de Jesucristo cada vez que un
sacerdote celebra la Eucaristía. Lo mismo ocurre con el
sacramento de la Reconciliación, que abre realmente las puertas
a la santificación del alma que había pecado. Así también debe
afirmarse sobre los efectos de los demás Sacramentos. Lo que
sucede es que estos milagros de carácter espiritual junto con las
conversiones de tantas personas, a veces alejadas de Dios
durante mucho tiempo, no se suelen contabilizar como tales:
Pertenece a los ojos de la fe.
Además, Dios realiza muchos milagros de carácter físico, como
aquellos que se producen en torno a las apariciones de la Virgen
María (por ejemplo, la aparición de la imagen de la Virgen en el
ayate de San Juan Diego, cuando este lo desplegó ante el obispo,
o las figuras que se hacen visibles en los ojos de esta imagen, y
que han sido estudiadas actualmente con admiración por muchos
científicos).
También pueden mencionarse los milagros producidos gracias a
la intervención de los santos. Por eso, antes de culminar un
proceso de beatificación o canonización por parte de la Iglesia,
se debe documentar la realización de un milagro de curación
física médicamente inexplicable.

El escándalo de la Pasión.

Los cristianos predicamos a Jesucristo crucificado. No era la


imagen que muchos esperan del Mesías, pues lo imaginaban
como un líder o un enviado de Dios con poder y majestad. Sin
embargo, Jesús fue artesano que se dirigió fundamentalmente a
campesinos y que predicó el amor. Su Muerte se produjo del
modo más humillante posible: la cruz.
Así, resulta escandaloso que se presente como el Salvador a
alguien que, a los ojos del mundo, es un deshecho. Es un
sentimiento que refleja San Pablo en 1 Cor, 1, 22-24; Mientras
los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría,
nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo
para los judíos y locura para paganos. En cambio para los que
han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo
que es fuerza y sabiduría de Dios.
El centro de los cuatro evangelios es el misterio pascual. En
ellos se narran los hechos que ocurrieron desde la Última Cena
hasta la Resurrección. En esos días se cumplió la multitud de
profecías del Antiguo Testamento, hasta el punto de que algunos
afirman que estos relatos fueron construidos a la medida de esas
profecías. Pero esto no se corresponde con la realidad; los
evangelistas parecen desconcertados con el Plan de Dios (como
se ve con claridad en la reacción de los discípulos de Emaús, Lc
24, 17 y ss.)
En ese pasaje se señala que Jesús abre las mentes de los dos
discípulos para que entiendan las Escrituras. Hasta ese momento,
la interpretación de los textos mesiánicos de la biblia era opuesta
a lo que sucedió, y el aparente fracaso de Jesús llevó la tristeza a
todos los discípulos, que no esperaban ese desenlace.

El texto del Antiguo Testamento que de forma más asombrosa


profetiza la Pasión es el de Isaías, en los que llamados poemas
del siervo Yaveh. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, mis
mejillas a los que tiraban mi barba; no oculté la cara ante los
insultos y salivazos (Is 50, 6). Los judíos no esperaban que esta
fuera una profecía mesiánica, pues no identificaban al Mesías
con alguien vencido y sufriente. ¿Por qué referirse a unos textos
que nadie tomaba como mesiánicos? Porque eso es lo que en
verdad ocurrió, y porque Dios actúa de modos muy distintos a
los que esperamos a los seres humanos.

El Relato de la Crucifixión
La Crucifixión tuvo lugar en torno a la Pascua, probablemente el
7 de abril del año 30. Fue precedida por la cena pascual, en la
que Jesús instituyó la Eucaristía, dándole a un sentido nuevo al
pan ázimo que los judíos consumen en fiesta.
La figura de Jesús era muy discutida: junto a su persona amable
y sus milagros, las novedades de su enseñanza suscitaban
recelos entre los sacerdotes del Templo de Jerusalén y algunos
maestros. Los representantes de Roma también estaban
inquientos: el anuncio de un Reino de Dios les preocupaba.
Lo condenaron por proclamarse el Rey de los judíos. Los
condenados se dirigían al lugar señalado cargando el travesaño
de la cruz. El preso era fijado al travesaño y se lo subía, hasta
colocarlo en la parte superior del poste. Jesús, sin fuerzas tras la
noche de juicio y la flagelación, tuvo que ser ayudado por
Simón de Cirene para llevar el madero. En el cuello le colgaba
una tabilla donde se explicaba la causa de su condena. El monte
Calvario era una cantera abandonada. Tenía una roca en forma
de calavera (de ahí que se llamara Gólgota) y era un lugar
concurrido de la salida de Jerusalén.
Jesús murió rápido, probablemente debido al desfallecimiento
que le produjo la flagelación (pérdida de sangre, sed, fiebre,
infecciones...). Al estar próxima la fiesta de la Pascua,
decidieron rematar a los condenados, pero como a Jesús no
hacía falta, en lugar de partirle las piernas, le atravesaron el
costado con una lanza.
Cuenta Lucas (Lc 23, 44-45) que la Tierra se oscureció durante
tres horas y que se rasgó el velo que separaba a Jesús del resto,
como si se terminara la exclusividad y el secreto del pueblo
judío. Un historiador del año52, Talo, dice que fue un eclipse de
sol, dato que no coincide con lo que se puede demostrar desde la
Astronomía, pues nunca hay eclipses con luna llena.
Para los evangelistas, la Muerte de Jesús en la cruz es el gran día,
e insisten en que esos cambios atmosféricos fueron reales, pues
a causa de ellos se convirtieron el centurión y los demás que
custodiaban a Jesús,, llegando a exclamar: Verdaderamenteeste
era Hijo de Dios (Mt 27, 54).

Sobre la Resurrección

Jesús murió y resucitó

La muerte de Jesús en la cruz es un hecho indudable. Los


soldados romanos no se molestaron en partir sus piernas como
se hacía normalmente para acelerar la muerte del reo;
atravesaron su pecho con una pesada lanza y de él brotó sangre
y agua. Juan lo vio y da testimonio de ello (Jn 19, 34).
El propio Pilato se extrañó de que hubiera muerto tan pronto y,
llamando al oficial romano, le preguntó si había muerto ya.
Informado por el oficial romano, entregó el cadáver a José (Mc
15, 44-45)
José de Arimatea y Nicodemo descolgaron el cuerpo. Lo
llevaron a un sepulcro del propio José, el Señor no tuvo donde
nacer, tampoco tumba en la que reposar, muy cercano al lugar
de la crucifixión . Era un sepulcro excavado en roca, no en tierra,
de modo que no había acceso a él mas que por la puerta; así, se
prevenían de que el cuerpo fuera revelado.
Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos solicitaron permiso
para poner guardia en la puerta del sepulcro y así evitar que
vengan sus discípulos, roben su cuerpo y digan al pueblo que ha
resucitado entre los muertos (Mt 27, 64)
La sepultura del cuerpo de Jesús siguió los ritos habituales
judíos; se embalsamó, lo cubrieron con perfume y sellaron la
tumba por medio de una gran piedra. De hecho, cuando las
mujeres se dirigieron el domingo, primer día de la semana, para
terminar de embalsamar el cuerpo del Señor, se preguntaron:
¿Quién nos retirará la piedra de la entrada del sepulcro? (Mc 16,
3).
Los evangelios narran cómo, al llegar las mujeres al sepulcro,
observaron que la piedra había sido retirada y, cuando entraron
en él, vieron a un joven sentado a la derecha que estaba vestido
con una túnica blanca. Ellas se asustaron. Pero él les dijo “No se
asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha
resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron” (Mc,
16, 5-7).
Jesús resucitó a la madrugada del primer día de la semana y se
apareció en primer lugar a María Magdalena. Ella fue a
comunicárselo a los que lo habían acompañadp, que estaban
tristes y seguían llorando.

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