Que Es El Arrepentimiento - (SP - R.C. Sproul
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Uno–¿Qué es el arrepentimiento?
Dos–Una imagen del arrepentimiento
Tres–Un modelo de arrepentimiento
Regeneración y arrepentimiento
Acerca del autor
¿ Te han preguntado alguna vez qué cosa cambiarías si pudieras vivir otra vez?
A mí me sorprende cuando la gente responde que no cambiarían nada.
Simplemente no concibo que alguien no tenga nada que quisiera cambiar.
¿Acaso no tenemos todos remordimientos? Por cierto, como cristianos que
entendemos nuestro pecado, apreciaríamos la oportunidad de volver a vivir parte
de nuestro pasado. Quizá habría palabras que querríamos guardarnos, o escenas
dolorosas que nos gustaría reescribir. Estos deseos apuntan hacia nuestra
necesidad de arrepentimiento.
Es de vital importancia que entendamos el concepto bíblico de
arrepentimiento. Este es esencial no solo en el Nuevo Testamento, sino en toda
la Escritura. El evangelio de Marcos comienza con la aparición de Juan el
Bautista, quien viene del desierto anunciando el acercamiento del reino de Dios.
Su mensaje para el pueblo de Israel era muy simple: lo llamó al arrepentimiento.
No mucho después, Jesús comenzó su ministerio público, predicando
exactamente el mismo mensaje: “Después de que Juan fue encarcelado, Jesús fue
a Galilea para proclamar el evangelio del reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha
cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el
evangelio!’” (Marcos 1:14-15).
Este tema es recurrente en todo el Nuevo Testamento. Cuando la gente
escuchaba a Cristo o la predicación de los apóstoles, solían responder diciendo:
“¿Qué deberíamos hacer?”. Las respuestas tenían una forma similar: “Crean en
Cristo”, “crean y bautícense”, o “arrepiéntanse y bautícense”. Dado que el
concepto del arrepentimiento es tan esencial en la predicación apostólica, es de
suma importancia que lo comprendamos cabalmente.
La palabra arrepentimiento viene de la palabra griega metanoia. El prefijo meta
puede significar “con”, “junto a”, o “después”. Una palabra castellana derivada es
metafísica. El estudio de la física es el estudio de aquellos elementos de la
naturaleza que son visibles, perceptibles, y físicos. La metafísica es un intento de
llegar más allá del mundo físico al ámbito trascendente. La raíz noia es la forma
verbal del sustantivo que aparece frecuentemente en la Biblia como nous. Esta es
simplemente la palabra griega para “mente”. En su forma más simple, el término
metanoia tiene que ver con “la mente posterior”, o lo que podríamos llamar una
reconsideración. En el idioma griego, llegó a significar “un significativo cambio
de mentalidad”.
Por lo tanto, en el sentido más básico, el concepto bíblico de arrepentimiento
significa “cambiar de parecer”. No obstante, pronto veremos que no solo se trata
del juicio intelectual, tal como cambiar nuestro enfoque después de tratar de
resolver un problema. En términos generales, metanoia tiene que ver con el
cambio de parecer respecto a nuestro comportamiento. Incluye la idea de
compunción. La compunción significa sentir remordimiento por una acción en
particular. No solo implica una evaluación intelectual, sino también una
reacción emocional o visceral. El sentimiento que con mayor frecuencia se asocia
al arrepentimiento en la Escritura es el de remordimiento, contrición, y una
sensación de pesar por haberse comportado de determinada forma. Por lo tanto,
el arrepentimiento implica tristeza por determinada conducta previa.
El concepto de arrepentimiento está profundamente arraigado en la
experiencia del Israel veterotestamentario. Cuando los estudiosos examinan la
noción de arrepentimiento en el Antiguo Testamento, suelen distinguir entre
dos tipos de arrepentimiento. El primero es un arrepentimiento cultual o ritual,
y el segundo es un arrepentimiento profético.
Consideremos primero el arrepentimiento cultual o ritual. En nuestro tiempo,
la palabra cultual puede ocasionar malentendidos. Cuando hablamos de un culto,
pensamos en grupos de personas radicales lideradas por falsos maestros. Pero el
término cultual, usado en el verdadero sentido teológico, no se refiere a grupos
desviados sino a los patrones de conducta o la vida religiosa de una comunidad
determinada. El culto de Israel en el Antiguo Testamento era su práctica común
de observancia religiosa. El culto de Israel fue instituido por Dios. En su ley, él
no solo definió cómo debía comportarse moralmente el pueblo, sino también
cómo debía comportarse en el ámbito religioso. Por ejemplo, había instrucciones
sobre cómo orar, cómo ofrecer sacrificios, y cómo llevar a cabo el ministerio de
la adoración en el templo. Todo esto era parte de las prácticas cultuales de Israel.
Asimismo, la estructura religiosa de la vida del Antiguo Testamento incluía
muchas prácticas orientadas a facilitar el arrepentimiento. La ira de Dios ardía
contra su pueblo por la infiel desobediencia de este, y a consecuencia de ello, el
pueblo seguía las instrucciones de Dios sobre cómo quitar de ellos su ira. Dios
perdonaba los pecados de ellos, y en la comunidad se restauraba la paz con él.
Los rituales de arrepentimiento del Antiguo Testamento solían incluir un
llamado a ayunar durante una asamblea solemne. Cuando los israelitas estaban
en el desierto, primero eran llevados ante el tabernáculo, y posteriormente al
templo. El profeta anunciaba el juicio de Dios y llamaba a un ayuno general.
Para desviar la ira de Dios, cada persona dejaba de comer durante un periodo de
tiempo determinado como señal nacional de arrepentimiento.
Israel, el pueblo de Dios, también recibió instrucciones de usar cierto tipo de
ropa que funcionaría como símbolo externo del arrepentimiento interior del
corazón. Por ejemplo, leemos acerca de personas que se cubrían de “silicio y
ceniza”. Muchos usaban ropas ásperas e incómodas como un tipo de medida
punitiva, infligiéndose incomodidad en señal de arrepentimiento. Algunos
incluso tomaban ceniza y la esparcían sobre sus ropas o sobre la frente. Este
proceso ritual era una señal de abatimiento. Por ejemplo, después de que Dios le
habló a Job desde el torbellino, Job dijo: “Por lo tanto, me retracto de lo dicho, y
me humillo hasta el polvo y las cenizas” (Job 42:6).
Junto con el cambio de la ropa, se cantaba un particular tipo de canción. Era
una lamentación, un canto que expresaba pesar. A veces se usaba el lamento
cuando alguien moría, o cuando ocurría una catástrofe. En el Antiguo
Testamento, el libro de Jeremías va seguido de un libro más breve llamado
Lamentaciones, también escrito por Jeremías. En este libro, Jeremías lamenta
que la ira de Dios se hubiera derramado sobre su pueblo impenitente en la
destrucción de Jerusalén. Este es un magnífico ejemplo de este tipo de tristeza
por el pecado. El verdadero arrepentimiento debía expresarse con el lamento,
una canción de pesar, y acompañado de fuertes gritos y gemidos.
Además de esto, en el sistema religioso de Israel había oraciones específicas de
arrepentimiento. El libro de los Salmos, una especie de himnario del pueblo de
Dios, contiene oraciones y poesía musicalizada y cantada como parte de la
liturgia de la comunidad israelita. Está compuesto de distintos géneros: salmos
de lamentación, salmos de acción de gracias, y salmos reales, entre otros. Hay
salmos que celebran la bondad de la ley de Dios, pero también hay salmos
llamados salmos penitenciales, que eran una especie de lamento. Los salmos
penitenciales incluyen un reconocimiento de pecado contra Dios, una decisión
de apartarse de la mala conducta, y una humilde súplica de que Dios restaure a la
persona a un estado de gracia. El más famoso de los salmos penitenciales es el
Salmo 51. En este Salmo, David registra su emotiva confesión de pecado tras ser
confrontado por el profeta Natán a causa de sus pecados contra Urías y Betsabé.
Una última característica de esta vida ritual eran los días específicos de
arrepentimiento. Estos días eran separados no solo para festividades,
celebraciones, y conmemoraciones del pasado, sino también para arrepentirse.
Eran momentos fijos de reconocimiento y tristeza por el pecado en forma
corporativa, y formaban parte de la vida cultual de Israel.
Las prácticas y ritos cultuales del Antiguo Testamento le permitían al pueblo
de Israel expresar, verbalizar, y demostrar su tristeza por el pecado. ¿Pero cómo
lo hacemos nosotros hoy en día? ¿Cómo mostramos un corazón quebrantado por
haber ofendido a Dios? ¿Cómo se demuestra este quebranto en la vida de la
iglesia?
En la Iglesia Católica Romana, existe todo un sistema de penitencia ligado a
los sacramentos de la iglesia, pero los protestantes al parecer han perdido el
camino en cuanto a contar con un método prescrito para mostrar
arrepentimiento. Entre las pocas prácticas que existen para facilitar el
arrepentimiento está la oración ocasional el domingo por la mañana en la que la
congregación confiesa su pecado en forma corporativa y recibe certeza de perdón
de parte del ministro.
Las formas específicas de arrepentimiento conllevan el peligro de la mera
formalidad externa. Como veremos, se debería dar importancia prioritaria al
corazón. Sin embargo, a menudo carecemos de la capacidad de demostrar
nuestro arrepentimiento. En este punto, al igual que a las personas del Antiguo
Testamento, a nosotros podría resultarnos provechoso contar con formas más
estructuradas de demostrar este cambio del corazón.
E n mi infancia, yo formé parte del coro de niños de la iglesia. No participaba
por una devoción o fervor religioso, sino porque mis padres me obligaban a
hacerlo. El coro me causaba vergüenza, porque tenía que usar una túnica y una
casulla blanca con un enorme cuello almidonado blanco y un corbatín negro.
Los demás chicos me llamaban “el señorito”.
Cantábamos una vez cada dos meses en el servicio de adoración, pero lo más
destacado del coro de niños era cuando catábamos el himno “Buscad al Señor”.
En esta canción en particular, nos apoyaba el solista principal, un magnífico
tenor del coro adulto. En ese entonces yo no era cristiano, pero esta canción
sonaba tan majestuosa que las palabras se me quedaban grabadas. El poder de la
Palabra de Dios recorría la canción entera, y mientras se cantaba, la Palabra
penetraba mi alma y mi mente.
Esto ocurrió hace muchas décadas, pero todavía puedo ver a Dick Dodds
parado en la tribuna del coro, cantando “Buscad al Señor mientras pueda ser
hallado. Llamadlo mientras esté cercano. Que el malvado abandone sus
pensamientos y el impío sus caminos. Pues él tendrá misericordia. Él tendrá
misericordia. Él tendrá misericordia y abundante perdón”. Estas palabras estaban
tomadas directamente de los profetas (de Isaías 55 en este caso), a quienes les
preocupaba profundamente el verdadero arrepentimiento y el lugar de este en la
vida del pueblo de Dios.
Ya hemos considerado los rituales judíos del Antiguo Testamento, que
incluían las prácticas cultuales del ayuno, el día del arrepentimiento, el cambio
de ropa, y los cantos de lamentación. Con el tiempo, estas prácticas y rituales
degeneraron y para muchos se convirtieron en una mera formalidad. Los
adoradores simplemente hacían la mímica del arrepentimiento pero carecían de
verdadera sinceridad. Durante los siglos VIII y VII A. C., grandes profetas tales
como Amós, Jeremías, Isaías, y Oseas vinieron al pueblo a recordarle que Dios
exige una tristeza genuina y piadosa que nace del corazón. La cuestión de fondo
era esta: el pueblo estaba llamado a rasgar su corazón, no sus vestiduras. Cuando
los profetas exhortaban al pueblo de esta forma, no se oponían a la práctica de
rasgar las vestiduras, sino que estaban diciendo que no basta con romper la ropa
en señal de arrepentimiento; también se debe romper el corazón. Cuando nos
damos cuenta de que hemos ofendido a Dios, debemos sentir esa ruptura de
nuestra alma.
Para entender mejor esta perspectiva profética del arrepentimiento,
observemos el libro de Joel. Este libro se enfoca en la relación entre los rituales
de arrepentimiento y la realidad que tales rituales se proponen simbolizar. En el
primer capítulo, leemos acerca del llamado de Joel a una asamblea solemne para
que el pueblo pueda escuchar un anuncio de parte de Dios.
La palabra del Señor vino a Joel, hijo de Petuel: “Ustedes los ancianos, ¡oigan
esto! Y ustedes, los habitantes de toda la tierra, ¡escuchen! ¿Acaso sucedió
algo así en sus días, o en los días de sus padres? Esto lo contarán ustedes a sus
hijos, y sus hijos a sus propios hijos, y ellos a la generación siguiente. Lo que
la oruga dejó se lo comió el saltón, y lo que dejó el saltón se lo comió el
revoltón, y lo que el revoltón dejó se lo comió la langosta” (Joel 1:1-4).