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lele

COMUNIDAD CRISTIANA
“DIOS DE PACTOS"

LECCIONES
PARA
NUEVOS CREYENTES

Santiago Crane W.
Jorge Enrique Díaz F.
Alicia S. de Zorzoli

1
LECCION 1

LA SEGURIDAD DE TU
SALVACION
Versículos para memorizar
Juan 5:24; Juan 3:16

En esta primera lección vamos a pensar en la seguridad de tu salvación. Para estar seguro de que
eres salvo, hay dos cosas que debes hacer: cumplir las condiciones de la salvación y confiar en
Dios.

En primer lugar, descubrimos las condiciones de la salvación en Hechos 20: 21. Son el
"arrepentimiento para con Dios” y “la fe en nuestro Señor Jesucristo”.

Arrepentirte para con Dios significa darte cuenta de que eres pecador y de que tu pecado te ha
separado de Dios. Significa confesar tus pecados a Dios y pedirle perdón. Significa tener el deseo
de dejar tus pecados y cambiar tu manera de vivir.

Pero cuando llegas a este punto te das cuenta de que tú solo no te puedes cambiar. No bastan tus
propias fuerzas para romper las costumbres de tu vida pasada. Si vas a poder cambiar, alguien
tendrá que ayudarte, alguien que ha demostrado tener más poder que el pecado.

El único que ha demostrado tener tal poder es Jesucristo. Sólo él ha vivido una vida perfecta en
este mundo, venciendo toda tentación y cumpliendo todas las demandas de la Ley de Dios. Pero
hizo más que esto. Al fin de su vida perfecta aceptó la culpa de nuestros pecados y sufrió en la cruz
el castigo que nosotros merecemos. Fue muerto y sepultado. Pero al tercer día resucitó. De esta
manera demostró que tiene mucho más poder que el pecado.

Cuando creemos que Jesucristo vivió, murió y resucitó por nosotros, y cuando le invitamos a
entrar en nuestro corazón como Soberano Señor para gobernarnos según su voluntad, le hemos
tenido fe. Y él responde a esta fe entrando en nosotros, perdonando nuestros pecados y cambiando
nuestras vidas.

En segundo lugar, para tener la seguridad de tu salvación debes confiar en Dios. Aquí es donde
muchas personas se equivocan. En vez de confiar en Dios para la seguridad de su salvación, confían
más bien en sus sentimientos.

Cuando aceptaste a Jesucristo como tu Señor y Salvador es probable que hayas tenido algunos
sentimientos hermosos, tales como un gran gozo y una profunda paz. Es razonable que así haya sido,
porque la salvación afecta todo el ser, y los sentimientos son parte íntegra de una persona normal.

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Pero debes recordar que tus sentimientos son muy cambiadizos. Fácilmente se alteran. Y si de
repente ya no sientes el mismo gozo y la misma paz como al principio, ¿querrá esto decir que
perdiste tu salvación? ¡De ninguna manera! La seguridad de tu salvación no depende de tus
sentimientos, depende de Dios. En él debes confiar.

Confiar en Dios significa confiar en su poder para guardar. En 2 Timoteo 1:12 el apóstol Pablo dijo:
“yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”.
Tú, como Pablo, has hecho un depósito en Cristo. Le has confiado el eterno cuidado de tu alma. Y
como Pablo, tú también puedes estar seguro de que él tiene poder para guardar tu depósito hasta el
fin.

En Juan 10:27-30 el Señor indica que los que creen en él son sus ovejas. Luego dice: “Mis ovejas oyen
mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la
mano de mi Padre." Sí, tu salvación es segura. En el versículo 24 de la epístola de Judas leemos que
Dios “es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran
alegría”.

Confiar en Dios significa también confiar en su fidelidad para cumplir. Como dice Hebreos 10:23:
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió.” ¿Qué, pues, es lo que el Señor te ha prometido?

En Juan 3:16 Dios nos afirma que tenemos ahora mismo la vida eterna por la fe. En Mateo 28:20
dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Juan 5:24 nos dice: "De
cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no
vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

¿Sería el Señor Jesús capaz de mentir? ¡Por supuesto que no! Ten confianza, entonces, en que él va a
cumplir todo lo que te ha prometido. Porque confiaste en él, te ha dado la vida eterna. Porque creíste
en él, ya pasaste de la muerte a la vida eterna, y no podrás ser condenado jamás. La fidelidad del
Señor es la garantía de tu seguridad.

Amado hermano, necesitas estar seguro de que eres salvo. Esperamos que esta breve lección te haya
ayudado a comprender las bases de tan preciosa seguridad, y que desde ahora la empieces a
disfrutar. Pero esto es sólo el comienzo. Hay otras cosas hermosas que Dios quiere que sepas acerca
de tu nueva vida. En la próxima lección pensaremos en la gloriosa realidad de que ahora mismo
Cristo vive en ti.

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LECCION 2

AHORA CRISTO VIVE EN TI


Versículo para memorizar:
Gálatas 2:20

En nuestra lección anterior hablamos de lo que debes hacer para tener la certeza de que eres salvo.
Recordarás que dijimos que primero debes cumplir las condiciones de la salvación y luego debes
confiar en Dios. Debes confiar tanto en su poder para guardarte como en su fidelidad para cumplir todo
lo que te tiene prometido.

La gloriosa verdad que has de entender esta semana es que ya Cristo vive en ti. Primero veremos la
evidencia bíblica de que así es. Después vamos a pensar en lo que esto significa.

La verdad de que ya tienes la vida eterna está garantizada por la veracidad de Dios mismo. En Juan
3:16 él dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” Este versículo te obliga a concluir que si has
puesto tu fe en Jesús, una de dos cosas tuvo que resultar. O bien Dios te dio la vida eterna como
prometió hacerlo, o es un mentiroso. ¡Y pensar que Dios sea capaz de mentir es el colmo de los
absurdos!

La presencia de Cristo en ti está garantizada por la enseñanza inspirada de Pablo. En 2ª Corintios 13:5
el Apóstol hace la siguiente pregunta: "¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en
vosotros, a menos que estéis reprobados?” El sentido de esta pregunta se aclara bastante en la
traducción de la Versión Popular, que dice así: “¿No se dan cuenta de que Jesucristo está en ustedes, a
menos que sean falsos creyentes?" Mayor claridad no puede haber. El Señor Jesús vive dentro de cada
verdadero creyente. Pero, ¿qué significa esto? ¿Qué valor tiene el hecho de que ahora Cristo vive en
ti?

En primer lugar, la presencia de Cristo en ti te asegura que tienes vida eterna. Romanos 8:10 dice:
“Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive
a causa de la justicia.” Aquí Pablo reconoce la universalidad de la muerte física. Si Cristo no vuelve
antes, todos moriremos físicamente.

Pero si Cristo está en nosotros, nuestros espíritus vivirán eternamente con Dios. Esta misma idea se halla
en Colosenses 1:27 en la expresión “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Nuestra esperanza de
alcanzar la gloria celestial está garantizada por el hecho de que ahora mismo Cristo vive en nosotros.

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En segundo lugar, la presencia de Cristo en ti te capacita para vivir una vida verdaderamente cristiana,
sean cuales fueren las circunstancias que te rodean. Gálatas 2:20 dice así: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

En este hermoso texto Pablo no habla solamente de sí mismo. Expresa verdades que caracterizan
también a todo verdadero creyente.

Lo primero que te enseña este pasaje es que la muerte de Cristo fue la muerte tuya. Tú, como Pablo,
estás crucificado juntamente con Cristo. Cuando creíste en Cristo como tu Salvador personal, creíste que
en la cruz él tomó tu lugar y sufrió el castigo que tú mereces. Es decir, aceptaste la muerte de Cristo como
tu propia muerte. Entonces, puesto que ya estás crucificado juntamente con el Señor, no es posible que
tengas que morir otra vez a causa de tus pecados. Ahora eres libre de toda condenación por causa de tu fe
en Jesús.

Además, este texto te enseña que la vida de Cristo es ahora tu vida. Como Pablo, tú también puedes
decir: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? Significa que
Cristo está en ti con el deseo de vivir en ti su propia vida, de transformar tu carácter y tu conducta en
la semejanza del carácter y de la conducta de él. Digo que Cristo desea hacer todo esto en ti, porque para
que efectivamente lo haga, es necesario que tú se lo permitas.

La última parte de Gálatas 2:20 dice: “... y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La presencia de Cristo en Pablo no anulaba la
voluntad de Pablo. Al contrario, movido por el hecho de que Cristo había muerto por él, Pablo decidía
cada día vivir “en la fe del Hijo de Dios”.

“Fe” aquí significa dos cosas: dependencia y sumisión. El Apóstol está diciendo que él renunciaba a
toda confianza en sí mismo para depender únicamente de Cristo; que él se abstenía de tomar
decisiones independientes para aceptar y obedecer la voluntad de Cristo. Tal dependencia y sumisión
hicieron posible que se manifestase en él la hermosa vida de Jesús.

Lo mismo, amado hermano, puede ser la experiencia tuya. Con cada nuevo amanecer debes renunciar a
toda confianza en ti mismo para depender solamente del Señor. Debes abstenerte de tomar decisiones
independientes para aceptar y obedecer la voluntad de Cristo. Entonces se verá en ti la vida de Jesús;
serán manifestados en ti su gozo, su paz, su pureza, su propósito y su poder.

¡Qué glorioso es saber que ahora Cristo vive en ti! Su presencia hace posible que vivas cada día como un
cristiano auténtico. Pero esta hermosa posibilidad no se realiza sin lucha. En la próxima lección
hablaremos de esto.

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LECCION 3

EL ENEMIGO QUE DEBES


ENFRENTAR
Versículo para memorizar:
1ª Corintios 10:12-14 , Santiago
4:7

¿Qué tal, hermano? En medio de las circunstancias que te rodean, ¿has vivido como auténtico cristiano?
Recuerda que para esto vive Cristo en ti. El desea transformar tu carácter y tu conducta en la semejanza
del carácter y de la conducta de él. Y lo hará en la medida en que tú se lo permitas.

Si diariamente renuncias a toda confianza en ti mismo para depender únicamente del Señor, y si te
abstienes de tomar decisiones independientes para aceptar y obedecer la voluntad de él, entonces la
gloriosa vida de Cristo se manifestará en ti. Esto es lo que aprendimos en nuestro estudio de Gálatas 2:20.
¿Te acuerdas?

Es posible, no obstante, que se te haya dificultado poner en práctica lo que aprendiste. La razón es que
tienes un enemigo que te quiere estorbar. Este enemigo es el diablo. Su propósito es hacerte pecar, y su
arma es la tentación. Pero Dios está contigo, y en su Palabra te muestra la manera de vencer. De estas
cosas estudiaremos esta semana.

En 1 Pedro 5:8 leemos estas palabras: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como
león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” El diablo está enojado contigo porque te ha
perdido. Antes de tu conversión a Cristo, como dice 2 Timoteo 2:26, el diablo te tenía cautivo en sus
lazos y hacías su voluntad. Pero ya no es así. Según Colosenses 1:13 Dios te ha librado de la potestad de
las tinieblas y te ha trasladado al reino de su amado Hijo. En otras palabras, tú has cambiado de
ciudadanía. Antes pertenecías al reino de las tinieblas, y el diablo ejercía autoridad sobre ti. Pero ahora
eres ciudadano del reino de Cristo, y el diablo ya no tiene ningunos derechos en tu vida. Por esto está
enojado contigo.

Pero el diablo está enojado también por el hecho de que ahora Dios se propone usarte como testigo de su
poder libertador. Si diariamente permites que Cristo viva su vida en ti (como estudiamos la vez pasada)
entonces vas a ser un instrumento efectivo en las manos de Dios par que otras personas más se salven.

Para evitar que tal cosa suceda, el diablo te ataca. Su propósito es hacerte pecar. Él sabe que cualquier
pecado rompe tu íntima comunión con Dios (Isaías 59:2; Salmo 66:18). Sabe también que cuando te
apartas del Señor, no puedes llevar fruto para él, como enseña Juan 15:5. Entonces, para debilitar tu
testimonio cristiano, el diablo procura hacerte pecar. El arma que emplea para ello es la tentación.

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Ahora bien. Respecto a esta arma del diablo hay tres cosas alentadoras que decir. En primer lugar, no es
pecado ser tentado. Como enseña Hebreos 4:15, el mismo Señor Jesús “fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero SIN PECADO”. El pecado no consiste en ser tentado, sino en ceder a la
tentación.

En segundo lugar, Dios puede tornar la tentación del diablo en un medio de bendición. Santiago 1:12
dice: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida...” Esto quiere decir que cuando la tentación es vencida el creyente victorioso
queda fortalecido para luchar mejor contra tentaciones futuras.

La tercera cosa alentadora es que Dios ofrece ayudarte a vencer. Su oferta está en 1 Corintios 10:12-
14. Ten la bondad de aprender de memoria este pasaje. Dice: “Así que, el que piensa estar firme, mire
que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana: pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la
salida, para que podáis soportar. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría."

En este importante pasaje los versículos doce y catorce son mandamientos, y el versículo trece contiene
dos promesas. Las promesas están encerradas entre los mandamientos. Esto indica que están
estrechamente relacionados entre sí. Dios cumplirá fielmente las dos promesas cuando tú seas
igualmente fiel en obedecer los dos mandamientos.

El primer mandamiento es que no confíes para nada en ti mismo. “El que piensa estar firme, mire que
no caiga.” Recuerda el caso de Pedro Confiadamente le dijo a su Maestro: “Aunque todos se
escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré;... Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré”
(Mateo 26:33, 35). Y todos sabemos el triste resultado. Por tanto, lo primero que tienes que hacer para
vencer la tentación es desconfiar de ti mismo para depender totalmente del Señor.

El segundo mandamiento es: “huid de la idolatría”. Un ídolo no es solamente alguna imagen o figura.
Cualquier cosa que te aparte de una lealtad suprema a Dios es un ídolo para ti. Así es que cuando sabes
que alguna cosa te provoca la tentación de pecar, debes huir de esa cosa.

Muy bien. Si has obedecido estos dos mandatos, entonces puedes confiar plenamente en que Dios te
cumplirá sus dos promesas. En primer lugar, pondrá freno a tu enemigo. No permitirá que te ponga delante
ninguna tentación que tú no puedas vencer. Y en segundo lugar, juntamente con la tentación permitida, te
dará una salida para que no caigas en la trampa.

Tu victoria está en Cristo. Hebreos 2:18 dice: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es
poderoso para socorrer a los que son tentados.” Así, pues, mientras más cerca vivas del Señor, más seguro
estarás.

En la próxima lección esperamos contestar una pregunta que tarde o temprano cada nuevo creyente tendrá
que hacer.

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LECCION 4

PERDÓN Y RESTAURACIÓN
Versículo para memorizar:
1ª Juan 1:9

Hermano mío, ¿cómo te ha ido en tu lucha con la tentación? ¿Has experimentado el gozo de la victoria?
No es la voluntad de Dios que seas derrotado en esta lucha. Pero la victoria no es automática. Tu
naturaleza pecaminosa no te ayuda. Como dice Santiago 1:14, somos tentados cuando de nuestra propia
concupiscencia (es decir, de nuestros propios malos deseos) somos atraídos y seducidos.

Cuando recibiste a Cristo como tu Señor y Salvador, Dios produjo en ti un cambio maravilloso. Naciste de
nuevo (Juan 3:1-3). Recibiste el Espíritu Santo como sello de tu salvación, y él ahora vive
permanentemente en ti (Efesios 1:13, 14; Romanos 8:9, 16). Pero hay una cosa que Dios NO hizo. No te
quitó tu naturaleza pecaminosa. Todavía tienes dentro de ti una inclinación natural hacia el pecado. Por tal
motivo, no debes confiar nunca en tu propia capacidad para resistir la tentación.

Esta parece ser la más difícil de todas las lecciones que tenemos que aprender. ¿Qué pasa, entonces,
cuando un creyente peca? ¿Y qué debe hacer cuando peca? Estas son las dos preguntas que ahora
queremos contestar.

Cuando llegas a cometer algún pecado es probable que el diablo te acuse de no ser salvo. Procurará
hacerte tener tanta vergüenza que ya no quieras asistir a los cultos de la iglesia ni frecuentar el
compañerismo de tus hermanos en la fe. Pero no le hagas caso. Recuerda que no hay verdad en el diablo
porque es “mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).

¡No! No hay que hacer caso de las acusaciones del diablo. Pero sí hay que entender que el pecado siempre
trae consecuencias serias. No hay pecados insignificantes. Cualquier pecado interrumpe nuestra
comunión con Dios. Por esto, cuando pecas te sientes mal. No pierdes tu salvación, pero sí pierdes de
momento el gozo de tu salvación. Cuando pecas no dejas de ser hijo de Dios, pero te haces un hijo
desobediente. Por lo tanto, necesitas arreglar cuentas con tu Padre a quien has ofendido.

¿Te preguntas cómo puedes arreglar tus cuentas con el Señor? La respuesta está en 1ª Juan 1:9. Necesitas
aprender de memoria este breve texto. Dice: “Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Entonces, cuando pecas, hay dos cosas que
hacer, confesar tus pecados a Dios y confiar en su promesa de perdonar y limpiar.

En relación con la confesión hay dos cosas que tomar en cuenta. La primera es que la confesión de
nuestros pecados debe ser hecha directamente a Dios. Y la segunda es que debe ser hecha
prontamente.

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Debemos confesar nuestros pecados directamente a Dios porque contra Dios hemos pecado. Siendo
Dios la persona ofendida nuestra confesión debe ir dirigida directamente a él. En ninguna parte de la
Biblia existe la orden de confesar los pecados al oído de un sacerdote humano. El rey David, al
arrepentirse de su doble pecado de adulterio y homicidio, clamó con angustia a Dios, diciendo: “Contra
ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos (Salmo 51:4). En tal virtud, procedió
a confesarse directamente con Dios. “Mi pecado te declaré”, dice en el Salmo 32:5, “y no encubrí mi
iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová…”

Claro está que cuando se ofende a un prójimo, hay que confesarle también a él la falta cometida.
Véase Mateo 5:23, 24 y Santiago 5:16. En tales casos procede no sólo la confesión a Dios, sino
también la reconciliación con el hermano. Pero siempre procede una confesión directa a Dios.

Pero además de ser hecha directamente a Dios, la confesión de nuestros pecados debe ser hecha lo más
pronto posible. Tan pronto como eres consciente de haber ofendido a Dios, en ese mismo instante
debes detenerte para confesarle el pecado cometido. Cualquier pecado rompe nuestra comunión con
Dios.

En Isaías 59:2 leemos: “…vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y
vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”. Por lo tanto, no debes permitir
que tal condición de separación continúe ni un momento más. Y no es necesario que continúe. Puedes
ser restaurado a una vida de comunión con Dios. ¿Qué dice 1ª Juan 1:9? “Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Entonces, después de haber confesado tus pecados al Señor, debes confiar plenamente en su
promesa. Debes aceptar por fe el hecho de tu perdón y limpieza. Y sabiendo que Dios no miente,
debes tener por cierto que te ha cumplido su promesa y debes darle gracias por ello. La seguridad de
tu perdón no depende del testimonio de tus sentimientos. Estos son muy cambiadizos. Tu seguridad
depende del testimonio de la Palabra de Dios. Esto nunca cambia.

Por el amor inmerecido de Dios hay perdón y limpieza para el creyente que confiesa. Pero esto no debe
ser motivo para conformarnos con una vida de continuas caídas y restauraciones. ¡De ninguna manera!
Dios tiene para nosotros algo mejor. Como nos dice Proverbios 4:18, “la senda de los justos es como la
luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”.

En las próximas lecciones hablaremos de esta vida cristiana en continuo crecimiento. Consideraremos
las disciplinas de una vida de victoria y de gozoso servicio en el Señor.

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LECCION 5

TU ESTUDIO BÍBLICO
PERSONAL
Versículo para memorizar:
Josué 1:8

Para crecer espiritualmente hay algunas disciplinas que necesitas practicar durante toda tu vida. En esta
lección consideraremos la primera de ellas. Todo crecimiento, sea físico o espiritual, depende en gran parte
de una alimentación adecuada. Varios pasajes bíblicos enseñan que la Palabra de Dios es comida espiritual.
Se refiere a ella como pan, como leche y como alimento sólido.

En Mateo 4:4 el Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios.” Y en 1 Pedro 2:2 leemos lo siguiente: “desead, como niños recién nacidos, la leche
espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”. Por “leche espiritual no adulterada” el
Apóstol quiere decir “la leche pura de la palabra”.

La leche es el alimento perfecto para los niños recién nacidos. Pero un desarrollo normal exige que
después de algunos meses se empiece a tomar alimento más sólido. En 1ª Corintios 3:1-3 el apóstol Pablo
se lamenta de unos creyentes que se habían estancado en su crecimiento.

No pude hablaros como a espirituales", dice, “sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber
leche y no vianda (es decir: alimento sólido); porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía”. No es
la voluntad de Dios que te estanques en tu desarrollo espiritual.

Pero si vas a crecer en tu nueva vida, tendrás que aprender a alimentarte diariamente con el estudio
personal de la Biblia. Esto requiere tres cosas: lectura cuidadosa, aprendizaje diligente y meditación
frecuente y todo con el fin de obedecer.

En primer lugar, debes tomar tiempo cada día para leer la Biblia. Pero no debes leerla simplemente para
cumplir con una obligación. Debes leer cuidadosamente en busca de un mensaje personal de Dios para ti.
Esto será mas fácil si lees en una Biblia que tenga los capítulos divididos en párrafos o secciones.

Antes de leer, detente para orar. Dale gracias a Dios por el don de su Palabra. Pídele que te dé
entendimiento y que por medio de la lectura te enseñe algo que te ayude a vivir como debes ese día. Ten
a la mano papel y lápiz, y después de leer un párrafo o sección, procura contestar las siguientes preguntas.

* ¿Encuentro en este pasaje algún ejemplo que debo seguir?


* ¿Señala este pasaje algún pecado que debo confesar a Dios?
* ¿Hallo algún error que debo evitar?
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* ¿Presenta este pasaje algún mandamiento que debo obedecer?
* ¿Contiene este pasaje alguna promesa que debo hacer mía por la fe?
* ¿Consigna este pasaje alguna oración que yo puedo hacer?

En segundo lugar, debes ser diligente en el aprendizaje de pasajes bíblicos escogidos.


El Salmo 119:11 dice: “En mi corazón he guardado (es decir: he atesorado) tus dichos, para no pecar
contra ti.” Para los hebreos el corazón era el sitio de la inteligencia, lo mismo que de los sentimientos y la
voluntad. De modo que lo que se nos indica aquí es que debemos aprender de memoria las palabras de
Dios. El ejemplo de Cristo nos hace ver la importancia de esta práctica. Nuestro Salvador rechazó las
tentaciones de Satanás con pasajes aprendidos del libro de Deuteronomio. Compárese Mateo 4:4 con
Deuteronomio 8:3; Mateo 4:7 con Deuteronomio 6:16; y Mateo 4:10 con Deuteronomio 6:13.

Ponte la tarea de aprender cuando menos un nuevo texto bíblico cada semana. Habiendo escogido el texto,
divídelo en sus partes naturales (éstas son indicadas por los signos de puntuación) y trabaja por partes,
como sigue:

Lee la primera parte del texto varias veces, procurando repetirla de memoria después de cada lectura. Pasa
luego a la parte siguiente, leyéndola y repitiéndola hasta aprenderla bien. Luego repite las dos partes juntas
antes de proceder con el aprendizaje de lo que reste. Sigue este procedimiento hasta poder repetir al pie de
la letra el texto completo, juntamente con su respectiva referencia o cita. Cuando lo puedas repetir todo,
entonces escríbelo para fijarlo todavía mejor en la mente.

A la siguiente semana, antes de iniciar el aprendizaje de un texto nuevo, repasa bien el que ya tienes
aprendido, y luego procede con el nuevo como lo hiciste con el primero. A la tercera semana repasa los
dos textos anteriores (juntamente con sus respectivas citas) antes de empezar con otro. De esta manera en
un año habrás aprendido un mínimo de cincuenta y dos pasajes selectos de la Biblia y habrás enriquecido
en gran manera tu vida espiritual.

Por último, debes meditar frecuentemente en lo que has leído y aprendido. La meditación ha sido llamada
“la digestión espiritual”. Es el proceso mediante el cual el significado de nuestras lecturas (o de nuestra
observación) es asimilado y convertido en fibra moral y espiritual. Cuando Josué estaba a punto de iniciar
la conquista de la tierra prometida, Dios le dijo: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que
de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito;
porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien" (Josué 1:8).

Nota bien cómo este pasaje liga la meditación con la obediencia. La obediencia es la clave de todo. Si lees
las Escrituras con cuidado; si eres diligente en el aprendizaje de pasajes bíblicos selectos; si meditas
frecuentemente en lo que has leído y aprendido; Y SI OBEDECES no hay duda de que crecerás en tu vida
cristiana.

En la próxima lección hablaremos de tu vida de oración.

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- LECCION 6

TU VIDA DE ORACION
Versículo para memorizar:
Juan 16:24

En la lección pasada compartimos algunas sugerencias prácticas sobre la manera de obtener el mayor
provecho posible de tu estudio bíblico. Hoy vamos a hablar de tu vida de oración. En el sentido más
profundo la vida cristiana no puede vivirse sin orar.

El supremo ejemplo de la oración es el Señor Jesús. Los cuatro Evangelios no pretenden relatar todo lo
que él hizo durante su vida terrenal. Por tal motivo significa mucho el hecho de que señalan veintidós
ocasiones distintas en que él oraba. Si el mismo Hijo de Dios no pudo vivir en este mundo sin orar,
menos lo podremos hacer nosotros.

La Biblia habla mucho de la oración. Repetidas veces nos exhorta a orar. Nos enseña cómo orar
correctamente. Nos promete grandes bendiciones cuando así oramos. Y nos presenta inspiradores
ejemplos de la oración eficaz. En esta ocasión vamos a pensar en tres elementos que deben formar parte
de tu vida de oración. Estos elementos son: adoración, confesión y petición.

Juan 4:23 enseña que Dios busca personas que le adoren "en espíritu y en verdad”. Él quiere que tú seas
una de tales personas. Una manera de serlo es iniciar tu tiempo diario de oración con alabanzas y
acciones de gracias. Debes alabar a Dios por lo que él es. y debes darle gracias por lo que hace.

Siempre resultan dos cosas cuando practicas la alabanza. Una es que agradas a Dios. “El que sacrifica
alabanza me honrará”, dice el Salmo 50:23. El otro resultado es que aumentas tu propia fe. "En ti
confiarán los que conocen tu nombre”, dice el Salmo 9:10. Mientras alabas a Dios por su fidelidad en
cumplir sus promesas, por su conocimiento cabal de todas las cosas, por la grandeza infinita de su
amor, de su sabiduría y de su poder; mientras piensas en éstas u otras de las perfecciones divinas, tus
problemas tienden a hacerse progresivamente más insignificantes, y resulta más fácil dejarlos en las
manos del Señor. Pero tu alabanza debe ir acompañada de acciones de gracias.

En relación con esto, lee cuidadosamente 1 Tesalonicenses 5:18 y Efesios 5:20. El primero de estos
pasajes te ordena dar gracias “en todo”, es decir, en toda circunstancia de la vida. El segundo te manda
dar gracias a Dios “siempre” y “por todo”. Otro elemento que debe formar parte de tu oración diaria es
la confesión. Cualquier pecado rompe tu íntima comunión con Dios. Después de haber adorado al
Señor, pues, debes detenerte para hacer un examen de tu vida. En esto te puede servir muy bien la
plegaria del Salmo 139:23, 24 que dice así: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mis pensamiento; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.

12
Si en respuesta a esta suplica el Señor te recuerda algún pecado que no has confesado y abandonado ya,
arrepiéntete de una vez. Confiesa ese pecado particular a Dios y acepta por fe el perdón y la
limpieza prometidos en 1 Juan 1:9. Al mismo tiempo, si tu pecado ha dañado a otra persona, disponte
a buscar la reconciliación. Y si otra persona te ha ofendido a ti, perdónale sin demora. No es posible
estar en comunión con Dios si estás en pugna con un prójimo.

Por último, tu oración diaria deber contener un elemento de petición. Debes pedir primero por el
avance del reino de Dios y por las necesidades de otras personas antes de pedir por ti mismo. Este
orden está sugerido por la Oración Modelo que Cristo nos dio en Mateo 6:9-13.

Al pedir por necesidades ajenas estarás ocupándote en el ministerio de la intercesión. En este


ministerio se ocupa ahora nuestro Salvador. Así es que cuando pides por otros, te haces más semejante
a Cristo. También te conviertes en soldado de primera línea en el conflicto de Dios contra las fuerzas
del mal. Tu Padre celestial quiere que tomes tiempo cada día para luchar en oración a favor del avance
del evangelio.

En tu ministerio de intercesión sería bueno hacer un plan que te ayude a orar por todas las personas con
quienes tienes alguna relación, así como por la obra de Dios en diferentes regiones de tu patria y en
distintos países del mundo. Hazte una lista de peticiones para cada día de la semana. Infórmate de las
necesidades de las personas por quienes vas a orar, y pide por ellas bendiciones específicas. Cuando te
das cuenta de que alguna petición ha sido contestada, toma nota de ello y da gracias al Señor. De esta
manera tendrás el gozo cumplido que Cristo prometió en Juan 16:24.

ADORACIÓN.
 Alabanzas
 Acciones de gracias
COFESIONES
PETICION
 Peticiones personales
 Evangelismo
 Poder

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LECCION 7

TU NUEVA FAMILIA: LA IGLESIA


LOCAL
Versículos para memorizar:
Hebreos 10:24, 25

Si quieres continuar creciendo en tu nueva vida, además de leer tu Biblia y orar tendrás que practicar la
disciplina de la comunión cristiana. La vida espiritual se parece en algunos aspectos a la vida física.
Ambas vidas empiezan con un nacimiento, y las dos exigen crecimiento. Cuando un niñito nace,
necesita de mil cuidados. Si se le abandona, de seguro morirá. Para evitar semejante tragedia. Dios creó
la familia. La divina voluntad es que cada criatura nazca en el seno de una familia responsable. Allí podrá
recibir el amor, la protección, el alimento y la instrucción que su pleno desarrollo demanda.

Y no debemos pensar que el Señor tenga menos cuidado de sus hijos espirituales. También ha provisto
una familia para nosotros. Cuando tú y yo nacimos de nuevo, ingresamos en la familia de Dios (Efesios
2-19). Él es ahora nuestro Padre (2 Corintios 6:18); Cristo Jesús es nuestro hermano mayor (Romanos
8:29); y todo verdadero creyente es nuestro hermano (Mateo 23:8).

En el sentido más amplio, la familia de Dios abarca a todos los creyentes del mundo. Por tal motivo,
vaya donde vaya, cuando un creyente se encuentra con otro, descubre que hay un lazo que los une. Este
lazo es el amor fraternal cristiano. Su existencia es evidencia de salvación. Es importante el hecho de
que la familia de Dios abarca a todos los creyentes del mundo. Pero en lo que respecta a tu crecimiento
espiritual, lo que importa mucho más es que esta familia tiene una manifestación local: la iglesia.

La palabra "iglesia" aparece más de cien veces en el Nuevo Testamento. Algunas veces se emplea para
designar a todo el pueblo de Dios pero en la gran mayoría de los pasajes se refiere claramente a una
asamblea o congregación local de creyentes bautizados. Te ayudará aprender de memoria Hebreos
10:24-25 que dice lo siguiente: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las
buenas obras; no dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y
tanto más cuanto veis que aquel día se acerca"

Si te congregas fielmente con tus hermanos para adorar a Dios, dos cosas resultaran: recibirás
bendiciones y serás hecho portador de bendiciones para otros. En Mateo 18:20 Cristo dijo: “Donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. De manera que al reunirte
con tus hermanos en la iglesia local, debes confiar en que el Señor está presente y debes esperar su
bendición.

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Esta bendición podrá ser impartida de distintas maneras. A veces serás ayudado por la explicación
bíblica. A veces será un canto lo que toque tu corazón. A veces te sentirás inspirado por el testimonio de
un hermano que cuenta una reciente obra de Dios en su vida (a esto lo llamamos testimonio). Y a veces,
durante el período de oración, te sentirás redargüido de algún pecado que debes confesar a Dios y
abandonar. En los cultos de la iglesia somos estimulados “al amor y a las buenas obras".

Efesios 2:10 enseña que fuimos “….. creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de ante mano para que anduviésemos en ellas". Con este eterno propósito de Dios concuerda la
doctrina de los Dones espirituales. Posteriormente dedicaremos una lección completa a este tema. Pero
de una buena vez, debemos comprender que cuando el Señor te salvó, te concedió un Don espiritual.

Este Don te hace apto para algún servicio, o sea ministerio. 1 Pedro 4:10 dice “cada uno según el
DON que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de
Dios”. Ahora, en todo esto la iglesia local juega un papel importante. Tus hermanos pueden ayudarte a
descubrir tu Don. Y una vez que lo hayas descubierto pueden inspirarte a dedicar tu Don al servicio
del Señor. Y finalmente, tus hermanos te pueden hacer el gran favor de darte oportunidades para
desarrollar tu Don en el trabajo de la iglesia.

Si, hermano, necesitas a la iglesia. Allí está tu familia espiritual. Solo en el seno de esa familia podrás
encontrar la protección, el estímulo, la alimentación y el amor que tu crecimiento cristiano exige.
Además, solo allí podrás encontrar la inspiración y la capacitación que te hace falta para desarrollar en
el servicio que Dios espera de ti.

¡Sé fiel, pues, en la práctica de la disciplina de la comunión fraternal cristiana! Asiste con regularidad
a los cultos públicos de adoración y a las reuniones de estudio bíblico que tu iglesia provee. Y cultiva
el compañerismo de tus hermanos en la fe. Una brasa sacada del fogón no tarda en apagarse. Y un
creyente que se separe de la compañía de sus hermanos se resfría en su vida espiritual y se debilita en
su capacidad para resistir la tentación.

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S LECCION 8

TU IGLESIA Y SUS ORDENANZAS


Versículos para memorizar:
Mateo 28:19, 20; 1 Corintios 11:26

Hay dos ordenanzas que pertenecen a la iglesia: el bautismo y la cena del Señor. Ambas son
instrucciones que dejó el Señor Jesús y que cada cristiano desea obedecer. En primer lugar,
consideremos el significado de tu bautismo. El Nuevo Testamento enseña repetidas veces quiénes
deben ser bautizados: solamente aquellas personas que ya son creyentes en el Señor y Salvador
Jesús.
El creyente no se bautiza con el propósito de alcanzar la salvación, sino porque ya la ha alcanzado. El
bautismo no puede salvar; no completa la salvación porque Cristo es suficiente como Salvador.

¿Cuándo debe ser bautizado el creyente? En Mateo 28:19 Cristo dijo: “Id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." El orden aquí es
importante. Jesús mandó que las personas fueran hechas discípulas de él antes de ser bautizadas.
Entonces este pasaje enseña que antes de bautizarse, uno debe haber tomado la decisión personal
de seguir a Jesús.

Hechos 2:41 nos relata lo que ocurrió en el día de Pentecostés. Cuando el apóstol Pedro terminó de
predicar “...los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
personas”. La expresión “recibir la palabra da la idea de oír el mensaje, entenderlo y estar de acuerdo
con él. Esto nos indica que es requisito para ser bautizado el haber oído, entendido y aceptado el
mensaje de la salvación.
Esto contraría la práctica de bautizar a los bebés y a los niños pequeños. ¿Cómo debe ser practicado
el bautismo de los creyentes? La respuesta bíblica es clara. Debe ser por la total inmersión en agua.

Miremos las enseñanzas del Nuevo Testamento. Los pasajes más claros a este respecto son Romanos
6:3-5 y Colosenses 2:12. En este último, el apóstol Pablo dijo a los creyentes en Colosenses que
habían sido “sepultados con él (con Cristo) en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con
él”. El bautismo es una sepultura y una resurrección. Por tanto, el creyente tiene que ser puesto
totalmente debajo del agua para ser levantado inmediatamente después. Pretender bautizar de otra
manera es apartarse de la enseñanza bíblica y destruir el significado del acto. '

Aun la misma palabra bautismo en el griego significa inmersión. La palabra “BAPTIDZO” no fue
traducida al castellano sino fue transliterada fonéticamente. La palabra significa sumergirse,
zambullirse o inundarse. ¿Para qué se bautiza un creyente? Lo hace con dos propósitos. El primero
es el de obediencia a Jesús como su Señor. La autoridad con que Cristo ordenó que sus discípulos
fueran bautizados es completa.

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Completa también debe ser la obediencia de cada creyente. El creyente se bautiza también para dar un
testimonio simbólico de la realidad de su salvación. El bautismo cristiano es un símbolo de muerte,
de sepultura y de resurrección. Así es que al ser puesto debajo del agua y al ser levantado otra vez, el
creyente está testificando que la base de su salvación es la muerte y la resurrección de Jesús (Romanos
4:25; 1 Corintios 15:3, 4). Está testificando también que ha muerto a su pasada vida de pecado y que
ha resucitado espiritualmente con Cristo para llevar una vida nueva (Romanos 6:3, 4).

Ahora, la pregunta final: ¿Has testificado tú por medio del bautismo bíblico? Si no, busca una iglesia
que enseña fielmente la doctrina cristiana y que practica el bautismo por inmersión conforme a las
enseñanzas del Nuevo Testamento, y pide que te bauticen.

La Cena del Señor es la segunda ordenanza de la iglesia y fue instituida por Jesús en “la noche que
fue entregado" (1ª Corintios 11:23). Los cuatro evangelistas y Pablo nos cuentan la historia (Mateo
26:17-29; Marcos 14:12-25; Lucas 22:7-23; Juan 13:21-30; 1ª Corintios 11:23-26). Sería una buena
idea leer estos pasajes durante la semana para entender el significado de esta ordenanza.

Recordamos que el pan y el cordero de la Pascua para los judíos repre sentaban simbólicamente el
sufrimiento de sus padres y el milagro del éxodo. Jesús reemplazó la Pascua para sus seguidores en
aquella noche con otro acto simbólico.

Jesús dijo: “esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” antes de la resurrección, cuando estaba sentado
con sus discípulos y cenando con ellos. Por eso habló simbólicamente y no literalmente. Debemos
interpretar esto en la misma forma que interpretamos otras expresiones simbólicas de Jesús, tales
como “yo soy el pan de vida” (Juan 6:35); “yo soy la vid verdadera” (Juan 15:1); y otras. Lo que Jesús
estaba diciendo era que el pan y el vino representaban, simbólicamente, su cuerpo y su sangre.

Cuando la iglesia celebra la Cena es un acto simbólico que nos hace recordar lo que Cristo hizo por
nosotros en la cruz y su promesa de volver. Por esto, únicamente participan de este acto quienes han
creído en Cristo y le han obedecido en el bautismo.

Al participar en la cena cada creyente expresa gratitud a Dios por lo que él hizo por nosotros en
Jesucristo. Sin Cristo todos estaríamos perdidos para siempre. La participación en la Cena ofrece a
cada creyente el privilegio de investigar su propia relación con Cristo y con la iglesia. Es un momento
de contemplación, de consagración a quien dio todo por nosotros, y de recordación de quien dijo:
“Haced esto en memoria de mí” (1ª Corintios 11:24).

El culto en el cual se celebra la cena del Señor ofrece el privilegio de celebrar el compañerismo
cristiano. Por eso muchas iglesias llaman al acto la “comunión”, es decir una “común unión”.
Además, la Cena es un acto de proclamación. Al participar en ella proclamamos dos verdades. Una,
que nuestra salvación se basa en lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Y la segunda es que nuestra
esperanza para el futuro se basa en la promesa de Jesús de volver.
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LECCION 9

EL TESTIMONIO DE TU VIDA
Versículos para memorizar:
1 Corintios 10:31, 32

Ser testigo no es algo opcional para el cristiano. Ya eres testigo por el simple hecho de que la gente te
está observando. Lo que Dios pide es que seas un testigo fiel. Estudiaremos en esta ocasión el
testimonio de tu vida.

Una vida auténticamente cristiana se ajustará a las normas establecidas en 1ª Corintios 10:31, 32, que
dice: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis
tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios." Negativamente esto significa que debemos
abstenernos de todo lo que pudiera dar pretexto para que un inconverso se niegue a creer en el
evangelio, o para que un creyente se desvíe de los caminos del Señor. Positivamente significa que
debemos procurar que todo lo que hagamos glorifique a Dios. (“Glorificar” a Dios es manifestar al
mundo las excelencias de su ser.)

Las Escrituras subrayan la importancia del testimonio vivido tanto negativa como positivamente.
Ejemplo del impacto negativo de un testimonio infiel tenemos en la vida de David. Por descuidar su
obligación de salir al frente de los ejércitos del Señor, David se expuso a la tentación. En consecuencia
cayó en el doble pecado de adulterio y homicidio. Cuando se arrepintió por fin. Dios tuvo misericordia
de él y le perdonó. Pero una secuela de desgracias le sobrevino como consecuencia inevitable de su
pecado. Y toda aquella cadena de calamidades comenzó con esta advertencia del profeta Natán: "Jehová
ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de
Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá” (2ª Samuel 12:13, 14).

En contraste, la bondad de un testimonio positivo está recalcada en 1ª Pedro 3:1, 2. Hablaba el Apóstol a
mujeres cristianas cuyos maridos no eran creyentes. “Estad sujetas a vuestros maridos”, les dijo, “para
que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
considerando vuestra conducta casta y respetuosa.” Aprendemos aquí que la conducta diaria del
creyente puede ser el factor decisivo en la evangelización.

Esto no quiere decir que una persona puede ser salva sin que nadie le explique el evangelio. Lo que
quiere decir es que hay personas que no estarán dispuestas a escuchar el evangelio hasta que no
conozcan de cerca a alguien cuya conducta habitual sea auténticamente cristiana.

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En otras palabras, el testimonio cristiano vivido prepara el camino para el testimonio cristiano hablado.
Para testificar positivamente con tu vida a favor del evangelio es necesario que Cristo mismo viva su
propia vida en ti. Recuerda lo que aprendiste en la Lección N° 2.

Pero, ¿cómo vive Cristo en ti? ¡Por medio del Espíritu Santo! Cuando tú invitaste al Señor Jesús a
entrar en tu vida, él entró por medio del Espíritu. Así es que en el instante de tu conversión a Cristo
recibiste el Espíritu Santo, y él ahora vive permanentemente en ti. Pasajes que enseñan esta importante
verdad son: Romanos 8:9; Gálatas 4:6; 1 Corintios 6:19 y Efesios 1:13, 14.

Ahora bien, el Espíritu Santo mora en ti con el propósito de glorificar a Cristo (Juan 16:14), es decir:
con el propósito de usarte como instrumento para manifestar al mundo las excelencias de Jesús. Y lo
hace de dos maneras: reproduciendo en ti el carácter de Cristo y librándote del dominio del pecado.

Gálatas 5:22, 23 dice que “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza”. Estas nueve virtudes no son otra cosa que una descripción del carácter de
Jesucristo. Cuando permitimos que el Espíritu nos controle por completo (que nos “llene”), él
reproduce en nosotros su “fruto”. Es decir, por medio de nuestras vidas diarias el Espíritu manifiesta al
mundo el carácter de Cristo mismo. Y en estas mismas condiciones el Espíritu también nos libera del
dominio de nuestra naturaleza pecaminosa carnal. Como dice Romanos 8:2, la ley del Espíritu de vida
en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

En una palabra, para testificar positivamente a favor del evangelio por medio de tu vida, necesitas ser
lleno del Espíritu (Efesios 5:18). Para que lo seas, tienes que hacer cuatro cosas.

Ante todo, tienes que desear que el Espíritu te haga más semejante a Cristo en tu carácter y
conducta. Luego tienes que confesar a Dios y abandonar cualquier pecado que esté interrumpiendo
tu íntima comunión con él. En seguida tienes que someterte por completo a la voluntad divina. Y
por último, tienes que rechazar toda confianza en ti mismo para depender únicamente del poder y la
dirección del Señor.

Cuando cumples estas cuatro condiciones el Espíritu Santo te llenará. Te llenará de su glorioso fruto;
reproducirá en ti el carácter de Jesucristo. También te llenará de su poder, librándote del dominio de tu
naturaleza pecaminosa carnal. Entonces la gente observará en ti un carácter y una conducta
auténticamente cristianos. ¡Habrás testificado fielmente con tu vida!

Tal testimonio será un instrumento del Espíritu para convencer a otras personas de su necesidad
espiritual y para disponerlas a escuchar favorablemente el mensaje de salvación. De esta manera tu
testimonio cristiano vivido habrá preparado el camino para un testimonio cristiano hablado.

En nuestra próxima lección hablaremos del testimonio de tu palabra.

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LECCION 10

TESTIMONIO DE TU PALABRA
Versículos para
memorizar: 2 Timoteo 1:7,
8a

Felicitaciones, hermano, por tu sostenido interés en completar esta serie de lecciones! La vez pasada
hablamos del testimonio de tu vida. Dijimos que el testimonio cristiano vivido prepara el camino para el
testimonio cristiano hablado. Así es que ahora estudiaremos el testimonio de tu palabra.

La Biblia insiste en la necesidad de hablar de nuestra fe. A un hombre de quien había sacado muchos
demonios. Cristo dijo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho
contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Marcos 5:19). Cuando el apóstol Pablo estaba luchando
para introducir el evangelio en la pagana ciudad de Corinto, el mismo Señor Jesús se le apareció en visión
de noche y le dijo: “No temas, sino habla, y no calles" (Hechos 18:9).

Pero hay un pasaje todavía más llamativo. En la ciudad de Cesárea el capitán romano Cornelio buscaba el
camino de Dios. Un día mientras oraba, un ángel entró donde estaba y le dio instrucciones de mandar
traer a Simón Pedro. ¿Para qué tenía que traer a Pedro? He aquí la respuesta: “Él te hablará palabras por
las cuales serás salvo tú, y toda tu casa" (Hechos 11:14). ¿Te das cuenta de lo que esto significa? Quiere
decir que el mensaje de salvación tiene que ser comunicado por medio de palabras humanas. El ángel
no pudo explicarle a Cornelio la manera de salvarse. Esto sólo pudo hacerlo otro hombre de carne y
hueso. Tú y yo, pues, tenemos la solemne obligación de hablar de nuestro Salvador. Esto provoca una
lucha. El diablo no quiere que testifiques con tu palabra. Sus armas principales para impedírtelo son la
vergüenza y el temor. Pero Dios está contigo, y él es más fuerte que el diablo. Indicamos en la lección
pasada que para testificar positivamente con tu vida necesitas ser “lleno” del Espíritu Santo. Lo mismo es
cierto cuando hablas de tu fe. Necesitas el poder del Espíritu de Dios para vencer la tentación de callar.
Aprende de memoria 2ª Timoteo 1:7, 8a que dice así: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro
Señor.” Cuando el diablo te quiere callar, resístelo en la firmeza de fe que estas palabras inspiran.

Cuando las autoridades de Jerusalén ordenaron a los apóstoles Pedro y Juan que dejasen de hablar de
Jesucristo, ellos reunieron a la iglesia para orar. En su oración hicieron la siguiente petición: “Señor,
mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (Hechos 4:29).
Luego leemos que “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron

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llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hechos 4:31). Dios llena de
valor a sus hijos cuando están resueltos a hablar por él.

Pero cuando hablas, ¿qué vas a decir? Para empezar, puedes invitar a tus amigos a acompañarte a
escuchar a alguien que sepa explicar el evangelio. Además, puedes contar a tus amigos lo que Cristo
ha hecho en tu vida. Pero también debes aprender a hacer una presentación bíblica del evangelio.

Debes saber decir a quien quiera escucharte que el evangelio se compone de cinco verdades vitales. La
primera es la verdad del amor. Dios nos ama y quiere que tengamos una vida eterna y abundante. Textos
que enseñan esto son Juan 3:16 y Juan 10:10. La segunda es la verdad del pecado. Todos hemos pecado,
y nuestro pecado nos separa de Dios y nos priva de la vida eterna y abundante que él quiere darnos. Esto
se comprueba con Romanos 3:23 y la primera parte de Romanos 6:23. En tercer lugar está la verdad del
substituto. Jesucristo tomó nuestro lugar en la cruz y pagó por nosotros el precio completo de la
salvación, haciendo posible que volvamos a Dios. Romanos 5:8 y Juan 14:6 establecen esto. La cuarta
verdad es la verdad del arrepentimiento.

Para volver a Dios tenemos que arrepentimos de nuestros pecados. Esto se enseña claramente en Hechos
3:19. Y por último tenemos la verdad de la fe. La vida eterna y abundante es un regalo que Dios nos
ofrece en Cristo. Será nuestra si por la fe lo recibimos como nuestro Señor y Salvador. Romanos 6:23,
Juan 1:12 y Apocalipsis 3:20 son textos útiles para aclarar lo que significa creer.

No estamos diciendo que esta es la única manera de hacer una presentación bíblica del evangelio. Pero es
una buena manera de hacerlo. Aconsejamos que aprendas estas cinco verdades vitales y que en tu Biblia o
Nuevo Testamento marques los diez textos que se relacionan con ellas. Y cuando Dios te dé la
oportunidad, usa este sencillo plan para enseñar las buenas nuevas de salvación.

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LECCION 11

EL ESPIRITU SANTO Y TU DON


ESPIRITUAL
Versículo para memorizar:
1 Corintios 6:19

Antes de ir a la cruz Jesús prometió a sus seguidores que al regresar al Padre les mandaría al Espíritu
Santo quien iba a vivir en ellos. Les iba a consolar, enseñar, guiar y equipar para poder llevar a cabo el
trabajo de Dios que Jesús había comenzado. Después de la resurrección Jesús dijo a los seguidores que
tenían que esperar hasta que recibieran el poder del Espíritu Santo. No podían empezar la obra de la
iglesia sin la presencia y el poder de él (Lucas 24:45-49; Hechos1:4, 8).

Los seguidores de Jesús esperaban en Jerusalén, unidos y orando. Al llegar el día de Pentecostés se
cumplió la promesa y el Espíritu de Dios cayó sobre ellos con gran poder. Todos testificaban y Pedro tuvo
que predicar para aclarar lo que significaba esa experiencia. Tú puedes leer esta historia de la iglesia
primitiva en Hechos, capítulo dos.

Gracias a Dios ni tú ni yo tenemos que esperar la llegada del Espíritu Santo a nuestras vidas. El Nuevo
Testamento aclara que el Espíritu Santo vive en cada creyente desde el momento de su nuevo nacimiento.
Busca y lee Efesios 1:13, 14. Nota que al oír las buenas nuevas y creer en Jesús como Salvador
personal el Espíritu de Dios llega a la vida del creyente y sella su experiencia para siempre.

Como creyente nuevo tú has tenido esta experiencia. Oíste el evangelio, creíste en Jesús y él te selló.
Ahora el Espíritu Santo vive en ti. Puedes estar seguro de esto. Su presencia te da la seguridad de que eres
hijo de Dios. Además de asegurarte que eres hijo de Dios, el Espíritu Santo te habilita para que puedas
vivir la vida cristiana y servir a Dios. Como dice el versículo para memorizar de esta semana, tu cuerpo ha
llegado a ser el templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 6:19). Ya no tienes que confiar en tu propio poder.
El poder del Espíritu es tuyo y mora dentro de ti (Hechos 1:8).

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Hay dos palabras en el Nuevo Testamento que enfocan la obra del Espíritu Santo en los creyentes. Son
“fruto” y “dones”. Tu testimonio cristiano depende de quién eres y de lo que haces. El fruto del Espíritu te
ayuda a ser quien Dios quiere que seas. El don (o los dones) del Espíritu te capacita para servirlo.

En Gálatas 5:22, 23 puedes encontrar una lista de virtudes que el Espíritu Santo te ha dado. Este fruto del
Espíritu ha de ser evidente en cada creyente. La virtud que sobresale de esta lista es el amor. Las demás
virtudes mencionadas en este pasaje pueden considerarse como “el amor en acción”. El fruto del Espíritu
ha de ser igual en cada cristiano. En cambio el don espiritual que cada creyente tiene es muy particular.
Cada cristiano ha recibido por lo menos un don que le capacita para poder llevar a cabo un ministerio
espiritual. Tu don es una habilidad impartida por el Espíritu Santo que te capacita para desempeñar
un servicio particular que Dios te pide.

Antes de seguir leyendo esta lección busca en tu Biblia los siguientes pasajes que, entre otros, hablan de
los dones espirituales: 1ª Corintios 12:4-11; Romanos 12:6-8. Apunta todos los distintos dones que
encuentras en los pasajes en el punto 11 del Cuestionario correspondiente a esta lección. ¿Cuántos
encontraste? Puede ser que esta lista te ayude a encontrar tu propio don.

Pablo compara la iglesia con el cuerpo humano. Cada cristiano es como un miembro del cuerpo. El
ministerio total de la iglesia depende del ministerio de cada miembro. Cada miembro del cuerpo es de
mucha importancia. Ninguno es inferior ni superior al otro. Tú, como todos los cristianos, tienes un
profundo deseo de servir a Dios y de ayudar a otros a conocer a Jesús. El ministerio que has de llevar a
cabo depende del don (o dones) que el Espíritu Santo te ha dado. Tienes que descubrir tu don, dedicarlo
al Señor y desarrollarlo al máximo en el trabajo de la iglesia.

¿Cómo vas a descubrir tu don? Ya has leído algunos pasajes que te presentaron los dones que Dios usaba
en la iglesia primitiva. Dios te puede hablar a través de la lista que hiciste. Puedes orar pidiendo a Dios
que te guíe a encontrar tu don espiritual. Debes hablar con los hermanos mayores de la iglesia cuyas vidas
reflejan el gozo de servir a Dios. Pídeles que te compartan cómo encontraron ellos sus dones. No tengas
miedo de experimentar en los múltiples ministerios de la iglesia.

Desarrolla tu don en la obra de tu iglesia. Practica la recomendación del apóstol Pablo: “No descuides el
don que hay en ti” (1ª Timoteo 4:14). Al descubrir tu don espiritual y ponerlo al servicio de la iglesia
experimentarás varios resultados positivos. El ministerio en el cual estás involucrado resultará en un gozo
para ti y un beneficio espiritual para otros. La iglesia te va a afirmar en tu ministerio y Dios recibirá la
gloria.

23
LECCION 12

ERES UN MAYORDOMO DE DIOS


Versículo para memorizar:
1 Corintios 4:2

Al comenzar esta serie de lecciones dijimos que nuestro propósito era ayudarte a crecer “en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2ª Pedro 3:18). Con este fin, hemos estudiado la
seguridad de tu salvación y el hecho de que ahora Cristo vive en ti.

Consideramos cómo vencer la tentación y cómo volver a la comunión con Dios cuando, por desgracia,
llegas a pecar. Discutimos las disciplinas que debes practicar para crecer en tu experiencia cristiana.
Consideramos la necesidad de integrarte a una iglesia neotestamentaria, cómo funciona tu iglesia y las
ordenanzas que el Señor dejó establecidas para la misma. También explicamos la relación que guarda tu
don espiritual con el servicio que Dios espera de ti. Ahora damos fin a la serie con un tema que
comprende la esencia de todos los demás: tu responsabilidad como mayordomo de Dios.

El concepto de mayordomía se encuentra por primera vez en Génesis 2:15. Allí leemos que “tomó, pues,
Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. Este pasaje
bíblico señala que Dios puso la creación en las manos del hombre para administrarla y trabajarla. No
le transfirió el derecho de propiedad, sino que lo puso como administrador o “mayordomo”. Dios sigue
siendo el propietario absoluto y final.

Ser mayordomo significa que sólo administramos las cosas para Dios y que esa administración debe ser
para el mayor bien de la humanidad. El usar las propiedades para exclusivo beneficio personal y
acumularlas con ese mismo fin no va de acuerdo con el plan de Dios. Dios no está en contra de la riqueza
personal, pero sí de la riqueza egoísta y explotadora.

Cada hijo de Dios se convierte en su administrador, su mayordomo. Por lo tanto, como creyente tú eres
mayordomo de Dios. ¿Cuál es, entonces, tu responsabilidad? El apóstol Pablo te la define en 1ª Corintios

24
4:2, que es el versículo que aprenderás de memoria: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que
cada uno sea hallado fiel.” ¿Qué quiere decir esto?

Significa que todo lo que eres y todo lo que tienes pertenece al Señor y debe ser administrado de acuerdo
con su voluntad. No puedes fraccionar tu vida en “secciones sagradas” y “secciones seculares”. Toda la
vida es sagrada. Si dedicas parte de tu tiempo a servir a Dios, esto no quiere decir que quedas en libertad
después para hacer lo que quieras con el tiempo que te resta. Si contribuyes con parte de tu dinero para la
obra de Dios, no tienes el derecho de gastar después todo lo demás sin tomar en cuenta la voluntad del
Señor.

Como símbolo y recuerdo de que tu vida entera le pertenece, Dios te pide que le dediques un día de cada
siete, y diez centavos de cada cien (Éxodo 20:8-11; Malaquías 3:10). Cuando consagras el Día de
Reposo a la adoración a Dios, y cuando entregas el diezmo a la obra de Dios estás dando un testimonio
doble. Por un lado, das testimonio de gratitud por bendiciones pasadas. Estás diciendo, como el sabio
Salomón: “Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1ª Crónicas 29:14b). Por otro lado,
das testimonio de tu fe en los futuros cuidados del Señor. Te basas en la promesa de Jesús: “Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

En su sabiduría, Dios estableció un sistema justo y equitativo para que sus hijos le adoren mediante sus
bienes. El hecho de que tú tengas riquezas o no, o que ganes mucho o poco, no influye en tu
responsabilidad en cuanto a ser un buen mayordomo. Dios te ha dado bienes (muchos o pocos) y sobre
ellos eres responsable ante él.

El motivo que debe inspirarte a cumplir tu obligación de dar no debe ser el temor. El diezmo es un canal
para la bendición de Dios. El Señor Jesús afirmó que es más feliz el que da que el que recibe (Hechos
20:35). El que diezma y ofrenda para la obra de Dios se transforma en su socio para sus propósitos
redentores. Al dar estás participando del ministerio en todo sentido y en todo lugar.

Cuando tú comprendes qué significa ser mayordomo, te das cuenta de que tu responsabilidad ante el
Señor abarca mucho más que tu dinero. En realidad abarca todo: tu personalidad, tus talentos y dones,
tus bienes, tu tiempo, tu familia, etc. Es decir, Dios espera de ti una mayordomía total. Dios ha
entregado muchas riquezas en tus manos y él quiere que seas un buen administrador de todas.

Nuestro deseo al despertar es que un día oigas tu Salvador diciendo. “Bien , buen siervo y fiel; sobre
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu señor" ( Mateo 25:23)

25
LECCION 13

EL DIEZMO
Versículo para memorizar
Malaquias 3:10

El Diezmo es la puerta del creyente hacia el pacto de bendición. El Diezmo es una ley espiritual tan
efectiva como los son las leyes naturales. Así como la Gravedad permite que los objetos caigan al suelo
si son dejados en el vacío, así el Diezmo permite al creyente recibir “medida, buena, apretada, sacudida
y rebosante". Lucas 6:38. El Diezmo es una ley Espiritual que no tiene limitaciones por el paso del
tiempo. Aunque se estableció en el Antiguo Testamento, esta ley hoy continúa tan efectiva como
siempre.

¿De dónde viene la palabra Diezmo?


LA PALABRA Diezmo nace de la palabra hebrea “maaser" o “maasrah" que traducido es
Diezmo, o una décima parte. En el Griego la palabra que designa esta “décima parte” es “apodekatoo" y
tanto en el Hebreo como en el Griego, estos términos significan el “pago o dádiva de una décima parte
o porción “.

¿Cuál es el propósito del Diezmo?


Cuando damos el Diezmo a Dios de nuestros ingresos, ese acto le permite a Dios actuar en nuestro
defecto y bendecirnos. La Biblia contiene numerosos recuentos de hombres dando su Diezmos a Jehová.
Dios es el creador de todo lo que hay. Él lo posee todo. Nosotros somos simplemente “administradores”
de sus bienes. El propósito del Diezmo es porque Él desea que nosotros le demos un diez por ciento del
100% que Él nos da, para que nuestro corazón nunca esté concentrado en lo que Él nos ha dado,
sino en el dador.

Cristo claramente estableció la razón del Diezmo y de nuestras ofrendas a Dios “porque donde esté tu
tesoro allí también estará tu corazón”. Mateo 6:21.

¿No es el Diezmo solamente para los tiempos del Antiguo Testamento?

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Es cierto que así como el sábado, el Diezmo no puede totalmente justificarse basándose en el Nuevo
Testamento. Sin embargo, el hecho de que el Cristianismo haya dejado de guardar el último día de la
semana, el sábado, no significa que hayamos dejado de separar un día específico para la adoración y la
entrega total a la adoración de nuestro creador. Nuestro sábado es el domingo, lo cual da continuidad a
la ley espiritual del día Santo. El sábado fue un principio espiritual que determinaba el deseo de Dios de
que el hombre separara un día de la semana para entregarse total a Dios.

Hoy usamos el domingo para, NO SOLAMENTE ADORAR AL PADRE, SINO TAMBIÉN PARA
CELEBRAR LA VICTORIA DE SU HIJO SOBRE LA MUERTE. El sábado es un principio espiritual
establecido mientras la creación exista. De la misma forma aunque el Diezmo fue establecido, tal y
como lo fue el sábado, durante los tiempos del Antiguo Testamento, continúa siendo efectivo hoy día.

La Biblia nos establece el siguiente axioma espiritual: “Toda buena dádiva y todo don perfecto
proviene de lo alto y desciende del padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de
variación… porque yo Jehová no cambió” Santiago 1:17 y Malaquías 3:8.

Si usted ha confiado en el Dios que en Génesis 3:15, hace unos 6,000 años, prometió que un día enviaría
un Salvador, y lo hizo, usted debe también confiar en que así como Él, 6,000 años más tarde cumplió su
palabra, así hoy la gente cumpla su palabra cuando le promete lo siguiente:

“Traigan íntegro el Diezmó para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en
esto dice el Señor Todo Poderoso, y vean si no abro la compuerta del cielo y derramó sobre ustedes
bendición hasta que sobreabunden”. Malaquias 3:10

Si usted da el Diezmo que corresponde al Señor, ¡Él no tiene alternativa que bendecirle! De hecho, esta
vez en toda la Biblia donde el Señor nos reta a probarlo. ¿Desea aceptar el reto?

¿Pecamos cuando no traemos el Diezmo al Señor?


En el Nuevo Testamento no está claramente establecido que no traer el Diezmo es pecado. Basándonos
en la ilustración proporcionada por Jesús en Marcos 12 podemos ver que si usted no da el Diezmo
porque en realidad no tiene ningún ingreso, usted no está pecando. Pero…¿no se morirá de hambre
usted si en realidad no tuviera totalmente nada que dar? En el caso de la anciana de Marcos 12, su
indigencia era total, pero en medio de la pobreza más terrible, tomó todo lo que tenía y dio. ¿Acaso no
lo dio con la esperanza de que Dios honraría su palabra y le daría de regreso bendiciones? ¡Esa fue la
promesa hecha por el mismo Dios!

Pues en nuestro caso, nosotros que hoy vivimos en tal abundancia, ¿Acaso podríamos alegar que no
tenemos nada que dar? ¡No! Si en su corazón está la actitud de cumplir con la ley de “dar y recibir”
Establecida en Lucas 6:38 (Dad y se te os dará), el Señor ciertamente cumplirá con su parte del pacto.

El pecado consistiría en no dar, cuando en efecto tenemos. El pecado consistiría en colocar nuestra
confianza y esperanza a la “basura” de este mundo en vez de en la palabra y promesa de nuestro
Dios.

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Las estadísticas muestran que solamente un 20% de los cristianos diezmando. El otro 80% queda
sujeto a la siguiente represión. “¿Acaso roba el hombre a Dios ¡ustedes me están robando! Y todavía
preguntan: ¿en qué te robamos? En los Diezmos ye las ofrendas. Ustedes la nación entera están bajo
gran maldición, pues es a mi quien están robando. Traigan íntegro el Diezmo para los fondos del
templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto dicen el Señor todopoderoso, y vean si no
abro las compuertas del cielo y derramó sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde?. Malaquías
3: 8-10

Sin embargo, en muchas ocasiones al pastor no se le paga lo suficiente para mantener dignamente a su
familia. ¿Por qué? Porque los ingresos recibidos por la iglesia son pocos. ¿Qué significa esto? Que los
miembros le están “robando” al Señor.

La iglesia no saldrá nunca de la pobreza donde está sumida hasta que se detenga de “robar” al Señor su
Diezmo. Ese es un principio espiritual que la iglesia no ejercita como debería. Los cristianos que no
entran en este pacto con Dios no necesariamente pierden su salvación, ¡No! Pero no son más que
pordioseros cuyo tesoro está en las cosas materiales, en vez de en las promesas de Jehová jireh: el
proveedor.

¿Cuál frecuentemente debe darse el Diezmo?


Debido a que el Diezmo es la décima parte de todos sus ingresos, usted debe separar una décima parte
de todos sus ingresos y traerlo al templo. Si usted cobra semanalmente deposítelo la próxima vez que
vaya al templo a adorar. Si usted cobra quincenalmente, o mensualmente, lo mismo aplica.

¿Qué significado tiene el Diezmo para el Señor? Génesis 14:20


La Biblia nos hace una comparación magnífica que nos ilustra el significado del Diezmo para el Señor.

“En el caso de los levitas (en el mundo físico), los Diezmos los reciben hombres mortales; en el
otro caso (en el mundo espiritual), los recibe Melquisedec (tipo de Cristo), de quien se da
testimonio de que vive". Hebreos 7:8.

Esto significa que los sacerdotes levitas, quienes son simples hombres sujetos a la muerte, reciben el
Diezmo y las ofrendas, pero como de la muerte de Melquisedec nunca se hizo mención, de aquí se
desprende que Melquisedec es un tipo Cristo, quien vive para siempre, y que por tanto, es quien, en el
mundo espiritual, recibe los Diezmos en realidad. Hebreos 7:1-3.

El Diezmo es y continuará siendo una ley espiritual efectiva, ¡la practique usted o no!

¿Cuál es la diferencia entre el Diezmo y la ofrenda?


La diferencia entre el Diezmo y la ofrenda es que el Diezmo es un mandato de Dios con la finalidad de
prosperarnos y para que quienes se dedican al servicio de Dios en el templo vivan de ello Números
18:21; mientras que el ofrendar es un acto voluntario Éxodo 25:2, 35:5, 36:3. Aún que estos dos actos
son diferentes, nosotros debemos hacerlo porque nos gusta hacerlo, además de que amamos y estamos
agradecidos con nuestro Dios. 1 Corintios 9:11,13 y 14.

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Aunque la ofrenda es voluntaria, nosotros como hijos de Dios debemos estar preparados para ofrendar
con un corazón alegre, y si llegara a haber algún mal sentimiento acerca del dar la ofrenda es mejor no
hacerlo, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:5-7.

Recuerde que la actitud de alegría y felicidad que debemos tener por dar nuestras ofrendas es la misma
que debemos tener para dar nuestros Diezmos, recordando que estamos agradecidos y que amamos a
nuestro creador.

LECCION 14

EL AYUNO
Versículos para memorizar
Isaías 58:6

El ayuno es algo que muy pocos creyentes practican en la actualidad, pero sin lugar a dudas nos ayuda a
la sujeción de la carne al espíritu ósea que cuando una persona practica el ayuno notará que puede
tener el control de su persona con mayor facilidad, el ayuno en sí no proporciona poder de Dios
como muchas personas lo creen; la realidad es que como la parte carnal o natural está debilitada
entonces la parte espiritual está más fuerte, esto provoca que sea más fácil que el espíritu humano se
encuentre con el Espíritu Santo y a la persona que practico el ayuno le ocurran cosas sobrenaturales.

El ayuno aparte de doblegar la humanidad carnal y destructiva del hombre, es una herramienta muy
esencial para la comunión con Dios. La palabra ayuno nace de la palabra Hebrea tsom que se traduce
como taparse la boca, abstenerse de alimentos o sin comida; en el Griego es la palabra nesteia. Pero
tanto en Hebreo como en Griego significan lo mismo.

El propósito que Dios colocó en el ayuno lo podemos encontrar en Isaías 58:6 que dice ¿No es más
bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, sobre las cargas de opresión, y
dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?, notemos que el objetivo de Dios hacia
el ayuno es para que las personas sean ayudadas por otras personas, dicho de otra manera que una
persona se preocupe y ayude a otra, pero también es un tipo de humillación hacia Dios.

En los tiempos bíblicos del Antiguo Testamento cuando una persona ayunaba era fácil saberlo porque se
vestían con cilicio el cual es una ropa hecha de pelo cabra espinosa y basto (tosco) , con la finalidad de
mostrarse humillado o triste por alguna situación; y también se echaban sobre su cabeza tierra o ceniza
como señal de arrepentimiento y para recordar de alguna manera su condición humana (la pequeñez del
hombre delante de Dios)

Ahora bien, existen diversos motivos y circunstancias por las cuales personajes bíblicos ayunaron y
alcanzaron el favor de Dios por ejemplo por salud, arrepentimiento, pidiendo la ayuda de Dios en medio
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de un problema, al ser amenazados por el enemigo, por transformación en la vida, por la economía, en
agradecimiento, etc.

Mencionaremos algunos tipos de ayunos o nombres que se les ha dado y el tiempo de su duración:

 El ayuno de transformación tiene una duración de 40 días, este tipo de ayuno lo experimentó
Moisés (Éxodo 24:18), Elías (1 Reyes 19:8) y Jesús (Mateo 4:2).
 El ayuno de 21 días y se le conoce o se le nombra ayuno de guerra, por lo que Daniel relata en
su libro en el capítulo 10, en el cual Dios revela que en ese lapso de tiempo en específico se
suscita una guerra en los aires entre Los Ángeles de Dios que están a favor del que ayuna y los
demonios; en este tipo de ayuno la biblia nos relata cómo el enemigo es atado (Mateo 16:9) y
derrotado por el hombre y los Ángeles trabajando en equipo.
 El ayuno por lamentación y tristeza, par pedir salud, este tiene una duración de 7 días, los
personajes que realizaron este tipo de ayuno fueron los guerreros de Saúl (1 Crónicas 10:12) y
David ( 2 Samuel 12:16-18)
 El ayuno para pedir ayuda por causa de una amenaza, por reflexionar acerca de la palabra de
Dios, entender los mandatos de Dios y por escuchar la voz de Dios (no siempre será de manera
audible) esto conlleva una duración de 3días; este ayuno lo utilizó Ester (Ester 4:16), Jonás
(Jonás 1:17), las personas que escuchaban a Jesús (Mateo 15:32), Pablo (Hechos 9:8-9)
 Algunos ayunos no tienen especificación acerca de cuánto tiempo fue su duración por ejemplo,
cuando ayunaron por arrepentimiento los ninivitas, Josafat consulta y pide la ayuda de Dios,
Esdras pide dirección y cuidado de parte de Dios al ir a restaurar el templo, Nehemías
convocando ayuno para que Dios les guarde de la asechanza de los enemigos y el rey les de
permiso para reconstruir las murallas de Jerusalén.

También es necesario mencionar que aún que no se especifica cada que tiempo se debe ayunar lo
recomendable es hacerlo siempre de manera cotidiana (sin que pase mucho tiempo), tenemos un claro
ejemplo acerca de los apóstoles quienes ayunaban constantemente y uno de ellos nos escribe en 1
Corintios 9:27 golpeó mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre (Pablo está hablando del ayuno como una
de las herramientas que usaba para mantenerse en comunión con Dios) y nos invita a presentarnos en
sacrificio vivo delante de Dios en Romanos 12:1.

Ya hemos visto acerca de la apariencia que en el Antiguo Testamento tenían los que ayunaban, pero
ahora veamos que nos dice Jesús acerca de la apariencia que debemos tener cuando ayunamos “Cuando
ustedes ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente
vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Tú, cuando ayunes, lávate la
cara y arreglarte bien, para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre,
que está en lo oculto, y tu Padre que te ve en lo oculto te dará recompensa”(DHH) Mateo 6:16-18.
De acuerdo a lo que Jesús mencionó es necesario que nuestra apariencia sea de alegría y de gozo cuando
ayunemos.

Por último quiero mencionarte un tipo de ayuno que es el menos realizado y es el ayuno por
agradecimiento, en este tipo de ayuno no se le pide nada a Dios solo se le ofrece sin esperar nada a
cambio y lo hacemos por que lo amamos y es una de las muchas maneras para demostrarle cuanto lo
amamos.
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No te olvides de ayunar para sujetar tu carne y oro para que tengas experiencias sobrenaturales con el
glorioso Santo Espíritu de Dios; y cuando ayunes lávate la cara y arréglate para que tu ayuno solo se lo
demuestres a Dios.

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En las páginas siguientes
encontrarás los
versículos para
memorizar en cada
lección. Tú puedes:

• Recortar cada tarjeta


por la línea marcada,
y llevarla contigo
para repasar durante
la semana.

• Marcar el casillero a
medida que lo
aprendes.

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