El Fin de Las Humanidades
El Fin de Las Humanidades
El Fin de Las Humanidades
La búsqueda por encajar en los estándares internacionales ha relevado los estudios humanísticos y el pensamiento
crítico en Colombia a un segundo plano.
Hoy como nunca antes deseamos ser cada vez más “auténticamente humanos”. En otras palabras: poder ser más y
no solo tener más. Pero, también como nunca, hemos fracasado en el intento: dejamos de plantearnos cuestiones
fundamentales porque no vemos lo esencial y nos quedamos en lo aparente, permitiendo que la falsedad irrumpa
en nuestras vidas y nos convierta muchas veces en seres huecos, rellenos de paja y atiborrados de información.
Hemos hecho de nosotros mismos una caricatura.
El hombre de estos tiempos convulsos en los que vivimos ha perdido la capacidad de percibir la realidad tal cual es.
Las ideologías imperantes que han producido una reducción antropológica, el estrés y la agitada vida del mundo
son solo algunas causas que han generado este declive en la facultad de percibir la realidad que aqueja al ser
humano.
Es la mirada del artista, esa es la que necesitamos para volver los ojos hacia nuestro interior y ver con renovada
frescura la realidad y en ella al hombre con toda su dignidad y potencial. Una visión más profunda y receptiva, una
conciencia más intensa, una comprensión más aguda y perspicaz. Las humanidades capacitan al ser humano para
llevar una vida verdaderamente humana, ellas permiten hondura y profundidad en los conocimientos y brindan las
herramientas necesarias para juzgar críticamente su ser personal y el mundo en el que habita.
Flaco favor se hace a la educación si se entiende el progreso en los términos de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que subordina la educación a la maximización de la ganancia con la
menor inversión posible. Lo que, en palabras de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, se denomina la
mercantilización de la educación.
Detrás de las políticas que impulsa este organismo se esconde un propósito: modelar ciudadanos y trabajadores
incapaces de pensar de forma crítica y, así mismo, expertos en trabajos tecnificados adaptados al consumismo
deshumanizado y utilitarista donde la dignidad y el valor de la persona humana han sido reducidos a la mera
utilidad.
Algunos medios de comunicación han tenido cierta responsabilidad en el esfuerzo de muchos sectores para que las
humanidades desaparezcan de la escena educativa ya que al combinar lo visual con lo auditivo, que en sí mismo no
es malo, crearon una audiencia que detesta la reflexión crítica y fomentaron cierta enajenación de los problemas
reales en lugar de ilustrar y enriquecer la imaginación y el pensamiento.
Hoy se considera a las humanidades como inútiles para la formación o, más bien, para la instrucción del nuevo
individuo de acuerdo con criterios y necesidades establecidas por la globalización mal entendida. Aunque en los
documentos de la OCDE y el proyecto TUNING (instrumentos orientadores para la nueva educación) no se dice
explícitamente que las humanidades deban ser excluidas, al no mencionarlas en los análisis quedan marginadas de
las estrategias educativas.
Si los colegios y las universidades pretenden realizar una formación seria e integral de la persona no pueden excluir
de sus currículums las asignaturas enmarcadas dentro del área de humanidades. Si actúan así, solo irán en
detrimento de su razón de ser, pues no lograrán orientar a sus estudiantes en la dirección de contribuir al
desarrollo de sus disciplinas y reaccionar de forma crítica frente a las continuas transformaciones que afectan sus
propias vidas, permitiéndoles construir sólidos mundos racionales, morales e históricos.
Desconocer el papel de las humanidades en la formación profesional es excluir y pisotear el patrimonio cultural, el
pensamiento religioso, las éticas deontológicas y otros saberes prácticos que, consecuentemente, convertirán los
centros de estudios superiores en instituciones muertas en espíritu, dedicadas a impartir un saber pobre. Cabe
preguntarse entonces cómo los diferentes sistemas de enseñanza universitaria están garantizando a sus
estudiantes el acceso a la diversidad de los estudios humanísticos, articulados con los planes de estudio de cada
facultad.
Las humanidades están amenazadas en la actualidad por una serie de vicisitudes como la radicalización de
tendencias mal llamadas culturales, condicionamientos políticos y limitaciones económicas, a menudo al interior de
las instituciones educativas, que pretenden innovar en la educación sin respetar el ser mismo de las cosas. Incluso,
muchos avalan el capricho de los estudiantes que demuestran apatía por este tipo de asignaturas, incapaces de
salir de su zona de confort y de utilizar el juicio crítico, convirtiéndose en “idiotas culturales” y a la sociedad en la
“sociedad de la incultura”, como lo afirmaba Ortega y Gasset.
Los estudios humanísticos articulados adecuadamente en los programas académicos de cada carrera generan una
riqueza interdisciplinar que ofrece al futuro profesional conocimientos complementarios que permiten también
valorar las distintas culturas.
Esta valiosa capacidad de reflexión puede desarrollarse a partir de la enseñanza de asignaturas como la Historia, la
Filosofía, el Arte, la Literatura, la Cultura e Historia de las Religiones, entre otras. Ese argumento que está a favor de
una formación más científica y técnica, y va acompañado de una depreciación de las materias humanísticas, es
erróneo, pues estas benefician un arraigo sólido en la identidad cultural de las distintas naciones.
Es muy importante, entonces, identificar cómo los diferentes sistemas de enseñanza universitarios permiten
realmente, a pesar del debate contemporáneo, el aprendizaje enmarcado por el cultivo de lo propiamente humano
o si, por el contrario, en los de modelos pedagógicos se esconde la intención de sepultar los estudios humanísticos
como complemento de la formación integral de los jóvenes. Con el pretexto de introducir novedades, terminan
desfigurando lo que son en realidad las humanidades y su papel fundamental en la educación y en el constructo
social, lo que conduce a la muerte de la mente crítica y creativa, a la decadencia de la sociedad y a la inversión de la
escala de valores humanos.
Necesitamos, hoy como nunca, volver a ocuparnos de nosotros mismos, de lo que es el hombre y de todo esto es
de lo que se encargan los estudios humanísticos.
Y, “Nadie quiere a los filósofos”, son temas que abordan una serie de excelentes colaboradores de “El País”
en su suplemento “Ideas” del 24 de abril de 2016.
“La santificación de la tecnología y el utilitarismo han sumido en el descrédito al saber relacionado con las
letras y la filosofía”. Y con las artes… Poco a poco, se busca y se halla información en inglés, se ingenian
modalidades comerciales que puedan mejorar el negocio, se manejan colosales arsenales de datos, se
consideran las ventajas de seguir “nuevas profesiones”…
Y, sin embargo, el progreso no se consigue con especialistas “digitalmente dirigidos” sino por los que
reflexionan, imaginan, inventan. Tomemos todos nota de lo que me dijo el Prof. Hans Krebs en Oxford en
1966 que no me canso de repetir: “Los nuevos conocimientos, los avances científicos, se consiguen viendo lo
que otros también pueden ver… y pensando lo que nadie ha pensado”.
Es fundamental, lo sé bien como bioquímico, conocer la realidad en profundidad. Si la conocemos
sesgadamente o superficialmente, podremos modificarla sólo de forma epidérmica. Reconocer el pasado,
actuar en el presente sin adherencias en las alas y pensar juntos el futuro.
El colosal poder mediático no deja tiempo para pensar, para ser uno mismo, para actuar en virtud de las
propias reflexiones. No podemos dejarnos secuestrar por las mismas tecnologías que nos permiten ser
ciudadanos del mundo y expresarnos, por primera vez en la historia, sin cortapisas. Cuando podíamos dejar
de ser invisibles, anónimos, atemorizados… y ser plenamente “humanos” no podemos permitir que nos “des-
humanicen”.
Educación para ser y no para tener. Educación para llevar cada uno el timón de su propia vida. Ya lo advirtió
José Luis Sampedro dirigiéndose a los jóvenes: “Tendréis que cambiar de rumbo y de nave”. Muchas de las
“naves” actuales están dirigidas desde lejanas instancias de poder… y van convirtiendo a muchos en “acólitos
automatizados”, que siguen fielmente las pautas que reciben.
Lo quieran o no los “mercados”, lograremos que, gracias a la filosofía y las enseñanzas artísticas, los seres
humanos educados sean, como establece la UNESCO, “libres y responsables”, capaces de ejercer las
facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, “crear”. Y, como en el
“Ulises” de Lord Tennyson podemos decir, dirigiéndonos a todos, sin excepción: “Venid, amigos, que no es
demasiado tarde para construir un mundo nuevo”.
El por-venir está por-hacer, y no serán los “tele-dirigidos” los que lo logren sino los “libres y responsables”.
Y, sin embargo, el progreso no se consigue con especialistas “digitalmente dirigidos” sino por los que
reflexionan, imaginan, inventan. Tomemos nota de lo que me dijo el profesor Hans Krebs en Oxford
en 1966 que no me canso de repetir: “Los nuevos conocimientos, los avances científicos, se
consiguen viendo lo que otros también pueden ver… y pensando lo que nadie ha pensado”.
El colosal poder mediático no deja tiempo para pensar, para ser uno mismo, para actuar en virtud de
las propias reflexiones. No podemos dejarnos secuestrar por las mismas tecnologías que nos
permiten ser ciudadanos del mundo y expresarnos, por primera vez en la historia, sin cortapisas.
Cuando podíamos dejar de ser invisibles, anónimos, atemorizados… y ser plenamente “humanos” no
podemos permitir que nos “des-humanicen”.
Educación para ser y no para tener. Educación para llevar cada uno el timón de su propia vida. Ya lo
advirtió José Luis Sampedro dirigiéndose a los jóvenes: “Tendréis que cambiar de rumbo y de nave”.
Muchas de las “naves” actuales están dirigidas desde lejanas instancias de poder… y van
convirtiendo a muchos en “acólitos automatizados”, que siguen fielmente las pautas que reciben.
Lo quieran o no los “mercados”, lograremos que, gracias a la filosofía y las enseñanzas artísticas, los
seres humanos educados sean, como establece la UNESCO, “libres y responsables”, capaces de
ejercer las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar,
“crear”. Y, como en el “Ulises” de Lord Tennyson podemos decir, dirigiéndonos a todos, sin
excepción: “Venid, amigos, que no es demasiado tarde para construir un mundo nuevo”.
El por-venir está por-hacer, y no serán los “tele-dirigidos” los que lo logren sino los “libres y
responsables”.
“La santificación de la tecnología y el utilitarismo han sumido en el descrédito al saber relacionado con las letras y la
filosofía”. Y con las artes… Poco a poco, se busca y se halla información en inglés, se ingenian modalidades comerciales
que puedan mejorar el negocio, se manejan colosales arsenales de datos, se consideran las ventajas de seguir “nuevas
profesiones”…
Y, sin embargo, el progreso no se consigue con especialistas “digitalmente dirigidos” sino por los que reflexionan,
imaginan, inventan. Tomemos todos nota de lo que me dijo el Prof. Hans Krebs en Oxford en 1966 que no me canso de
repetir: “Los nuevos conocimientos, los avances científicos, se consiguen viendo lo que otros también pueden ver… y
pensando lo que nadie ha pensado”.
El colosal poder mediático no deja tiempo para pensar, para ser uno mismo, para actuar en virtud de las propias
reflexiones. No podemos dejarnos secuestrar por las mismas tecnologías que nos permiten ser ciudadanos del mundo y
expresarnos, por primera vez en la historia, sin cortapisas. Cuando podíamos dejar de ser invisibles, anónimos,
atemorizados… y ser plenamente “humanos” no podemos permitir que nos “des-humanicen”.
Educación para ser y no para tener. Educación para llevar cada uno el timón de su propia vida. Ya lo advirtió José Luis
Sampedro dirigiéndose a los jóvenes: “Tendréis que cambiar de rumbo y de nave”. Muchas de las “naves” actuales están
dirigidas desde lejanas instancias de poder… y van convirtiendo a muchos en “acólitos automatizados”, que siguen
fielmente las pautas que reciben.
Lo quieran o no los “mercados”, lograremos que, gracias a la filosofía y las enseñanzas artísticas, los seres humanos
educados sean, como establece la UNESCO, “libres y responsables”, capaces de ejercer las facultades distintivas de la
especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, “crear”. Y, como en el “Ulises” de Lord Tennyson podemos
decir, dirigiéndonos a todos, sin excepción: “Venid, amigos, que no es demasiado tarde para construir un mundo
nuevo”.
Jorge Medina Azcárate dijo...
A través de los artistas hemos aprendido generacionalmente el poder destructivo de una guerra (..me remito ahora por
ejemplo también al Guernica de Picasso). No me quiero ni imaginar un Mundo donde ni si quiera quedaran ya artistas
para seguir reflejando la barbarie de un conflicto bélico, como el que pudiera sucederse alguna vez entre las grandes
potencias actuales. ..Y eso, empieza a ser posible que así suceda.
Es todo atroz, y lo peor de todo es que todavía se nos tache de ¨conspiranoicos¨.
libreoyente dijo...
Qué maravilla, en los tiempos que corren, encontrar tan sosegadas reflexiones, sobre todo cuando cifran el futuro y la
esperanza en el ser humano y su libertad. Gracias por ellas.
Anacanta dijo...
El despropósito de abandonar la filosofía nos lleva a situaciones patéticas.
Resulta que la mayor parte de los científicos no sabe lo que es la ciencia. La ejercen, si, pero si preguntamos uno a uno,
oiremos vaguedades y contradicciones. ¿A qué se debe esto? Pues a que la disciplina que aborda esta cuestión, la
filosofía de la ciencia, no forma parte de sus planes de estudio pues es una asignatura ¡¡¡de letras!!! ¿Quien o qué, se
encarga entonces de parchear ese vacío? la doctrina económica neoliberal.
Eso es lo que estamos viendo ahora mismo, la eliminación de disciplinas de conocimiento que puedan contradecir los
dogmas neoliberales. Porque la ciencia no cubre la teleología, no establece los objetivos. La teoría de la relatividad es
CIENCIA pero la construcción de una bomba atómica, una central nuclear o un aparato médico, son TECNOLOGÍA,
tecnología militar, tecnología energética o tecnología médica. La ciencia no nos dice qué hacer con el conocimiento,
sino la filosofía o la ética. Estamos ante una estafa ideológica fraguada a base de tanques de ideas y campañas de
marketing bien engrasados con dinero y es la filosofía la que puede destaparla por eso tanta inquina con la filosofía.