Análisis A La Historia Argentina
Análisis A La Historia Argentina
Análisis A La Historia Argentina
Nancy Aquino
Susana P. Ferreyra*
1 Textos visibles es una categoría que Cuesta Fernández aplica a los documentos
jurídicos administrativos en la medida en que dan cuenta de un discurso que pre-
tende definir y acotar la disciplina.
" 2 :Nancy Aquino:. Dirección Electrónica: [email protected]
Susana Ferreyra: Dirección Electrónica: [email protected]
Aquino Nancy Edith - Profesora en Historia--Ferreyra Susana Patricia - Profesora
y Licenciada en Historia - Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad
Nacional de Córdoba. Correos electrónicos:
[email protected]; [email protected]
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(Girvtz). La definición de qué historia argentina se enseña implica -
en función del proyecto que la sociedad se propone- cuáles son los
contenidos culturalmente básicos y socialmente útiles para la forma-
ción de una conciencia histórica.
Introducción
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el discurso teórico o científico sino por la práctica cotidiana y reglamentada.
(Cuesta 1997:17)
Estos planteos se tornan relevantes para esta ponencia ya que la de-
finición de qué historia argentina se enseña, supone analizar cómo llegó a
la escuela, su ingreso en el currículum, su vinculación o no con la propues-
ta historiográfica. Implica, por tanto, considerar -en función del proyecto
que la sociedad se propone- cuáles son los contenidos culturalmente bási-
cos y socialmente útiles para la formación de una conciencia histórica en el
marco de una ciudadanía pluralista y democrática, ya que éste es el objeti-
vo declamado en las formulaciones curriculares en nuestro país, tanto para
el ámbito nacional como en la jurisdicción Córdoba. En términos de Cuesta
Fernández, estaría dando cuenta del propósito de la historia regulada.
En esta etapa de indagación hemos avanzado en la lectura de auto-
res que centran su mirada en el análisis del currículum y en los libros de
texto, aquello que Cuesta Fernández define como parte de los "textos visi-
bles" del código disciplinar al que considera una tradición configurada histó-
ricamente y compuesta de un conjunto de ideas, valores, suposiciones y rutinas,
que legitiman la función educativa atribuida a la Historia y que regulan el orden
de la práctica de su enseñanza3.
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El contenido se constituye en base de la transmisión cultural que
realiza la escuela. Es un objeto simbólico y las características del mismo
dependerán del modo en que es organizado y transmitido. Es una cons-
trucción social, es decir que resulta de un complejo proceso de producción,
que es necesariamente una objetivación de los saberes públicos, considera-
dos un patrimonio social. El contenido a enseñar es producto de un proce-
so de selección cultural, ya que de las culturas, se extrae y define.
Dada la multiplicidad y complejidad de la realidad cultural se hace
necesario realizar un recorte. Definir, por tanto, implica una selección so-
bre la base de la identificación de ciertos elementos considerados impor-
tantes, porque la inclusión o exclusión realizada sobre textos culturales no
es casual, tiene una historia y tradición y se relaciona con cuestiones de
poder y de autoridad. El poder de seleccionar qué y cuánto se enseña,
cómo se enseña, quién enseña, quién dice lo que se debe enseñar está im-
plicando conflictos en la sociedad. Esto se debe a que el saber, y en este
sentido seguimos los planteos de Bourdieus, al ser socialmente producido
y organizado en cuerpos de conocimiento, se constituye en un capital, por
lo que los agentes diversamente situados entran en conflicto al disputarse
el acceso, uso, posesión, transmisión y evaluación
La definición de lo que se enseña de la Historia Argentina implica
considerar, en función del proyecto que una sociedad se proponga, cuáles
son los contenidos que un alumno debe adquirir a lo largo de la escolari-
zación. Cabe preguntarse ¿qué historia argentina se enseña, qué de la pro-
ducción académica está presente en la selección curricular y en los textos?.
En este sentido acordamos con Cuestas en que la disciplina escolar
no es un recorte de la producción de la academia sino que se constituye en
un conocimiento con una lógica propia en la cual no sólo está presente el
conocimiento científico sino la impronta que le da el contacto con un espa-
cio social, la escuela, donde interjuegan usos, ideas y rutinas profunda-
mente enraizadas.
La producción y selección político-cultural de los contenidos a ense-
ñar se realiza en múltiples instancias de decisión social organizadas en tres
campos: cultural, estatal y mercado según lo plantea Gvirtz6.
El campo cultural está constituido por las instituciones de enseñan-
za superior y las de investigación que son las productoras de cuerpos de
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conocimiento. Las disciplinas se amplían y renuevan a partir de la investi-
gación.
En relación al campo estatal, en éste se destacan las instituciones es-
tatales que influyen significativamente en la definición de los contenidos a
enseñar, ya que en la elaboración del currículo se visualiza la intervención
del estado en el control de la vida social.
El campo del mercado en las sociedades actuales se constituye en un
condicionante a partir de las prácticas y demandas de los distintos agentes
económicos. Por ejemplo, las presiones de las empresas por los tipos de
perfiles requeridos así como también la demanda de un alto nivel de espe-
cialización o las intervenciones de los que controlan la industria cultural,
como el caso de la industria editorial.
Las características del proceso son diversas, entre ellas debemos
considerar la legitimidad de la selección que depende de las capacidades
de negociación de los distintos actores intervinientes, en la medida que la
influencia y la intervención de los actores varía según el nivel de escolari-
dad. La selección pedagógica-cultural es histórica y socialmente relativa.
Además favorece a ciertos grupos sociales más que a otros, porque el co-
nocimiento y las pautas que se promueven pueden tener muy distinto
valor y efecto según la procedencia social.
La selección de contenidos surge, entonces, de complejos procesos
que implican decisiones en torno a cuáles son los contenidos culturalmente
básicos y socialmente relevantes para la enseñanza. Esta definición sobre el
qué enseñar supone necesariamente comprender al contenido como pro-
ducto de una selección cultural, que es resultado de un campo de luchas
de poder. Esto es, entonces, un criterio importante a la hora de analizar los
documentos curriculares.
Otro de los trabajos considerados, es el de Alejandra Amantea, Gra-
ciela Cappelletti, Estela Cols y Silvina Feeney7: Los procesos de diseño curri-
cular en la Argentina: diversidad de tradiciones sobre el curriculum, el contenido
y el profesor .8 Éste focaliza sobre las interpretaciones que acerca de la elabo-
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ración del currículo están presentes en el campo, así, en tanto proceso so-
cial, se abordan diferentes niveles de decisión, los actores, así como tam-
bién las variables que interactúan en el proceso de conformación del cono-
cimiento escolar, reconociendo dos tipos de producciones, una que gira en
torno al diseño e innovación curricular y la otra a los participantes en el desarro-
llo del currículo. El primero centra en el relato de experiencias provinciales
de cambio curricular, intensificados a partir de la apertura democrática, el
impacto de las reformas curriculares sobre el trabajo de los docentes, y en
las pautas para la elaboración de Proyectos Educativos Institucionales
(PEI) y Proyectos Curriculares Institucionales (PCI) (a partir de la Reforma
Educativa producida en los años '90).
El segundo incorpora otro nivel de interés, la teorización curricular.
Es posible reconocer ciertos problemas y preguntas en los procesos de
diseño curricular. Entre ellas cuestiones vinculadas a la política curricular,
a la propuesta pedagógica que expresa, al diseño y a los aspectos implica-
dos en el proceso en sí.
Otro trabajo relevante para decidir el abordaje lo realiza Nora Al-
terman?. Su propuesta está centrada en la indagación acerca de las lógicas
y sentidos implicados tanto en la prescripción curricular como en el curri-
culum que efectivamente funciona en una institución educativa. Desde
aquí, entonces, se hacen posibles ciertos interrogantes como: ¿qué historia
argentina enseñamos hoy en las escuelas y qué debería enseñarse?, ¿Cuá-
les son las propuestas que se incluyen como opciones legítimas de conoci-
miento y qué se excluye?, ¿qué enfoques disciplinarios y didácticos orien-
tan la enseñanza?
Al entender el curriculum como un proceso de producción del conte-
nido escolar, es decir, como una construcción específica del ámbito educa-
tivo y no una mera "adaptación" de los saberes científicos y culturales a
los diferentes niveles de enseñanza, coincide con Goodson en identificar al
currículum escolar como "un artefacto social, concebido y hecho para propósitos
humanos deliberados" (Goodson.I. 1995:95) que sintetiza el proyecto político
educativo de una sociedad en un momento histórico determinado. Designa
el contenido a enseñar en las escuelas e instaura principios de legitimidad
de las formas culturales que han sido consideradas privilegiadas.
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A la vez es un proceso complejo en el que se conjugan de manera di-
ferencial tradiciones institucionales, mandatos fundacionales, idearios
pedagógicos, historias formativas y características singulares de sus acto-
res, así como también interviene en el proceso de re-interpretación del
curriculum la propia cultura institucional, el valor asignado a las prácticas
docentes y los condicionamientos socio-culturales y contextuales.
La autora citada propone un interesante esquema analítico para la
lectura de diseños y prácticas al que denomina claves. La primera refiere a
la legitimidad del conocimiento escolar. El reconocimiento de las opciones
de contenidos muestra criterios implicados en la selección, en la cual se
juega la capacidad de algunos actores para imponer visiones de lo que
consideran valioso. En el mismo texto curricular se encontrarán ciertos
indicios de los criterios en juego: " Por ejemplo, los términos en uso en el do-
cumento, las formas de organización, enunciación y tematización de los conteni-
dos, las omisiones significativas producidas, constituyen marcas que en conjunto
muestran las disputas generadas en la etapa de elaboración del curriculum oficial.
En este proceso de definición curricular, un complejo sistema de operaciones que
podemos identificar de inclusión y exclusión se pone en marcha en las instancias
de selección de contenidos"10.
Las disciplinas escolares muestran así la expresión de luchas por
imponer una "tradición selectiva"11 en el currículo.
La segunda clave plantea los criterios de organización de los conte-
nidos que refieren a clasificación de las disciplinas en el currículo, en este
sentido propone la utlización de la categoría clasificación procedente de la
teoría sociológica de B. Bernstein (1993) como herramienta de lectura de
los criterios subyacentes en la organización y presentación formal y real de
los contenidos de enseñanza. Para este autor la clasificación regula las rela-
ciones entre los contenidos, la misma puede expresar el vínculo que se
establece entre tiempo (carga horaria curricular asignada) y contenido,
constituyéndose en un indicador relevante en la distribución, (a mayor
tiempo asignado a la enseñanza, mayor jerarquía de la disciplina).
10 Alterman, N. ibidem.
11 Goodson identifica tres tradiciones o sub-culturas por las que atraviesan las
disciplinas: la tradición pedagógica, la tradición utilitaria y la tradición académica.
Las disciplinas progresan en dirección a la tradición académica que es selectiva en
el sentido que discrimina quienes tendrán acceso a ese saber abstracto y quienes
no. Ver en Goodson, I (2000) : "El cambio en el Curriculum'. Ed. Octaedro. España.
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Una tercera clave propone analizar la secuenciación de los conteni-
dos, en la medida que expresa criterios sustentados en teorías de la ense-
ñanza y del aprendizaje, o sea, modos de concebir la práctica de transmi-
sión de los contenidos y modos de entender cómo se apropian los sujetos
del conocimiento escolar.
Pensamos entonces que, en relación con lo que implica un currícu-
lum, la lectura sobre los textos visibles de la historia regulada debería centrar-
se en un análisis de los Documentos producidos por la administración
nacional y de la provincia, desde los estratos profundos12 de conformación
de la disciplina hasta el presente.
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Julia Coria19, que indagan sobre temáticas vinculadas a la Historia y las
Ciencias Sociales en manuales de Civismo e Historia para escuela primaria
y media.
Una recurrencia que entre ellos hemos encontrado, en términos me-
todológicos, es que coinciden en contextualizar el lugar y el papel asigna-
do a la institución escolar: la transmisión de saberes considerados valiosos
socialmente.
¿Por qué nos interesa indagar sobre cómo los autores presentan el
recorte que se hace de la Historia Argentina en los libros de texto que cir-
culan en la escuela? Porque, coincidiendo con los autores, sostenemos que,
partir de esto se elaboran representaciones del mundo social y reconoce-
mos al texto escolar como uno de los elementos que contribuye a configu-
rarlas.
Acuden a referentes clásicos como van Dijk y Apple para sostener el
valor de los manuales que se han constituido en uno de los géneros discur-
sivos obligatorios de la cultura moderna, importantes para la escuela en la
medida que establecen qué y cómo se enseña, y por lo tanto definen lo que
es legítimo para ser transmitido. El texto es un discurso primordial que uni-
forma parte del discurso pedagógico. (Bernstein 2000)
En este sentido coinciden con la mirada de Cuesta Fernández que
habla de los textos escolares como instrumentos de una de las tradiciones
pedagógicas fundamentante y fundamental del código disciplinar. (Cuestas 1997:
126)
La singularidad de los libros de texto reside en la particularidad del
discurso de los manuales, en ellos se recontextualiza20 el conocimiento
científico transformándolo en otro conocimiento, el escolar. En este senti-
do, estos "textos visibles" del código, dan cuenta de los mismas característi-
cas que la propia disciplina escolar, son recortes realizados en base a otros
recortes del campo de conocimiento historiográfico.
18 Alonso F.: "La dictadura militar argentina (1976-1983) en los textos de Ciencias
Sociales e Historia para el Tercer Ciclo de EGB". En: Kaufmann Carolina (comp.):
(2006) Dictadura y Educación. Miño y Dávila. Buenos Aires.
19 Coria J.: "Concepciones acerca de lo social en los manuales de Historia. De la
dictadura al temprano siglo XXI". En: Kaufmann Carolina (comp.): (2006) Dictadu-
ra y Educación. Miño y Dávila. Buenos Aires.
20 Bernstein B.:(2000) Discurso pedagógico: un análisis sociológico. En: Análisis político y
propuesta pedagógica. Tomo I. Aique. Buenos. Aires.
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Kauffman sostiene que hay ciertas tendencias en las investigaciones
sobre uso de los manuales específicos para la enseñanza de la Historia,
entre ellas una, que realiza una mirada descriptiva del propio manual en
términos semióticos o historiográficos y otra, con una mirada más her-
menéutica, destacando que no se ha profundizado en análisis ideológicos
que serían interesantes, o en el impacto que los textos han producido sobre
la sociedad y sobre las condiciones materiales de circulación y producción
de los mismos.
Sin dudas hay más producciones disponibles sobre los textos en
Historia, tales como las de Hilda Sábato21, Fernando Devoto22 u otros auto-
res en la línea historiográfica, para esta ponencia hemos seleccionado la
publicación compilada por Luis Alberto Romero23 en razón de que da
cuenta de la relación que nos interesa establecer, entre el uso de la Historia
y la Historia Argentina en los libros de texto. En este sentido esta relación
es destacable en la medida que siguiendo a Cuesta Fernández, las carac-
terísticas que asume esta relación se encuadrarían dentro de lo que éste
denomina modo tradicional elitista. Esa categoría define una etapa dentro de
la historia de la educación, que no sólo supone una periodización, sino
también cierta forma de ejercicio del poder y legitimidad (tradicional), de
reproducción sociocultural (elitista) y de producción económica (capita-
lismo tradicional). Los modos (reconoce dos, el tradicional elitista y el tec-
nocrático de masas) dan cuenta de una cierta racionalidad que se muestra
como un conjunto de aparatos jurídicos-administrativos y usos educativos
de larga duración.
El modo tradicional elitista asume características específicas tales
como elitismo, centralismo y nacionalismo, en esta ponencia haremos énfasis
especialmente en la noción de nacionalismo tal como la postula Cuesta
Fernández, dado que este concepto es de amplísima discusión dentro de
las Ciencias Sociales.
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III: Una mirada sobre los textos escolares : aproximación a historia
argentina y la idea de nación
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sino propuestas editoriales elaboradas por equipos autorales, como Aique,
AZ, Troquell.
La mirada de Romero y su equipo parece centrarse en establecer
que, hasta la etapa de recuperación democrática desde el '83, los libros
parecen instalar el concepto de nación como noción homogénea, esencial,
construida en términos identitarios del tipo nosotros/ los otros, que había
sido clave en las producciones "de la Academia" no se discute en estos
manuales, sino que se instala de manera sostenida, construyendo el "sen-
tido común" de los argentinos. "Uno de los tópicos más exitosamente difundido
a través del sistema educativo en general". (Romero 2005: 49).
A partir de la década del 80 y, sobre todo de la recuperación de-
mocrática, el equipo señala cambios fundamentales en los manuales, vin-
culados al nuevo contexto que requiere incorporar una nueva noción al
trabajo con los contenidos históricos. La necesidad de incluir el tópico de la
democracia produce una cierta heterogeneidad en los textos, que ya no son
unívocos sobre el concepto de nación. Si bien en muchos se desliza la idea
de identidad de orígenes, se revalorizan aportes más heterogéneos, en
términos de lo indígena o lo inmigrante como constitutivos. El análisis
culmina con referencias a que, esta producción post democracia es bastan-
te más compleja en términos analíticos que la anterior.
En términos generales, si bien el equipo de investigación coordinado
por Romero no acude a las categorías de Cuesta Fernández para su inda-
gación, podríamos arriesgar como hipótesis que sus conclusiones sobre los
manuales escolares anteriores a la Ley Federal de Educación parecen dar
cuenta de la presencia en ellos y en el uso que de ellos se hace, de esa nota
distintiva del modo tradicional elitista que es el nacionalismo, o, lo que
podría pensarse como la existencia de un definido código disciplinar.
Otro trabajo que nos resulta interesante recuperar es el de Gonzalo
de Amézola en la medida que analiza las transformaciones producidas en
los libros de texto a partir de la Reforma educativa, considerados como
uno de los instrumentos claves para la transmisión en la escuela. Este aná-
lisis se inicia con un apartado en que se visualiza la relación entre Historia
enseñada, Historia académica y libros de texto y luego focaliza en los cam-
bios en el modo de abordaje del pasado en los textos, seleccionando como
eje de análisis uno de los cambios en el currículum, la incorporación de la
historia reciente, lo rastrea en los libros y allí centraliza la mirada en un
tema: la guerra de Malvinas.
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De Amézola sostiene la simultaneidad de los procesos de conforma-
ción de la Historia como disciplina escolar y como "ciencia institucionali-
zada" y en el recorrido insiste en la necesidad de reconocer a la historia un
papel fundamental en la incorporación a la dimensión simbólica, la Na-
ción, (incluirlos en un "nosotros") a los inmigrantes, "sólo quedaba asimilar a
los recién llegados mediante un imaginario colectivo, una nación mítica por todos
compartida. En ello cumplieron un papel fundamental la ley 1420 y la historia
mediante rituales patrióticos y la exaltación de los héroes" y "Casi al mismo tiem-
po completaba su relato (...) que luego dará en llamar el relato fundador" (De
Amézola 2005: 229).
En el planteo del autor se observa su preocupación por hacer visible
la relación entre historia académica y la historia enseñada y cómo aquélla
está presente en los libros de texto, aunque sin desconocer las polémicas
existentes entre la mirada mitrista del pasado, defensor de la historia eru-
dita en base a documentos y la de Vicente Fidel López, que además de lo
documental plantea incorporar también la tradición oral y los recursos
literarios.
En la lectura que realizamos se puede reconocer el carácter nacionali-
zante propio del modo tradicional elitista, en la medida que cuando se
analiza la imposición de la mirada mitrista se visualiza claramente las ca-
racterísticas planteadas por Cuestas, en la medida que con la creación de
nuestra "historia nacional" se produjo la inclusión selectiva de hechos,
figuras y mitos, la construcción de los héroes, que tuvo entre sus finalida-
des conformar una identidad colectiva, destacando aquello que la hace
única y singular Así por ejemplo, sostiene el autor que la visión de los orga-
nizadores de la Argentina Moderna se transmitió en la escuela; su concepto de
nación quedó fijado en la enseñanza y se organizó el panteón de los héroes, que
tenía como figura máxima al Libertador General de San Martín y congo excluido a
Rosas" (De Amézola 2006: 230).
Sin embargo, no sólo en sus inicios se reconoce el carácter naciona-
lista sino que en el siglo XX se afianza a partir de la llamada Nueva Escue-
la Histórica, (Levene, R.; Carbia, R.; Ravignani, E.; Molinari, D.; entre otros,
los mismos historiadores reconocidos por el trabajo de Romero) en la me-
dida que la profesionalización, un hacer cada vez más "científico", no se
despojó de lo sustantivo que lo guiaba, que era a la vez académico y pa-
triótico. Tanto es así que en los años treinta cuando surge el Revisionismo,
(que promueve la conformación de una nueva memoria histórica y pole-
miza con ésta que considera la historia oficial, vinculada estrechamente
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con el poder), se acentuó la visión existente del pasado argentino a partir
del establecimiento de los rituales patrióticos y, desde los cuarenta, la in-
tervención más visible del estado en la producción y circulación de textos
escolares. "El Consejo Nacional de Educación amplió el control que tenía sobre
los manuales y estableció que sólo podrían emplearse en las escuelas aquellos que
fueran aprobados por ese organismo". (De Amézola 2006: 234).
La historia regulada, en términos de Cuestas, es modificada en su
organización y distribución ya que se establecen que tres de los cinco cur-
sos para la historia sean destinados a Historia Argentina. La continuidad
está dada por la permanencia de la mirada ya fuertemente arraigada. "El
enfoque de los tenias no se alteró y los manuales escolares publicados en los años
previos a la Libertadora continuaron con su vigencia". (De Amézola 2006: 236).
El autor sostiene que la relación entre historia académica y la disci-
plina escolar había sido estrecha y que se distancian a partir de la novedad
de otorgarle la producción de textos escolares a profesores vinculados a
nivel medio solamente; "los nuevos manuales quedaron casi exclusivamente a
cargo de autores cuya experiencia se limitaban a la docencia de nivel medio" (De
Amézola, 2006: 236). Aunque los contenidos no se modificaron cabría in-
dagar con mayor profundidad el impacto de esta nueva propuesta edito-
rial en la historia enseñada y en los procesos de socialización que ellos
contribuyen en parte a configurar.
Esto se fue modificando en parte a partir de la apertura democrática
y se profundiza desde la segunda mitad de la década de los ochenta. Los
cambios se impulsan desde una nueva propuesta editorial, que promueve
maneras aggiornadas de presentación del conocimiento y más incipiente-
mente nuevos temas. "las innovaciones cobraron mayor significación con la
instalación de Santillana (...) los libros presentaban nuevo formato: contenidos
desarrollados en páginas dobles, con actividades para que los alumnos las reali-
zarán al tiempo que leían, profusión de ilustración y un espacio significativo des-
pués del desarrollo de cada tenia para variadas ejercitaciones. (...) apertura a nue-
vas temáticas y problemas". (De Amézola 2006: 239).
La renovación profunda se plantea a partir de la Reforma Educativa
y los textos, más innovadores, ofrecen otras formas de presentar los cono-
cimientos históricos. Existe una actualización en los conocimientos que se
explicitan así como también las actividades y las ilustraciones, que se
hallan encuadradas en series. Éstas tienen poco tiempo de circulación en el
mercado porque se aceleran los ritmos de cambio de los textos. En lo que
respecta a los autores ahora son grupos autorales compuestos por educa-
260
dores e historiadores del campo universitario, académicos, que según vi-
sualiza el autor, tienen escasa autonomía.
Un comentario merece la cuestión de que, en ambos trabajos, la
compilación de Romero y el de De Amézola, aunque el tema central difiere
sustancialmente, existen muchas posturas y referencias compartidas, sobre
todo aquellas referidas al uso de la historia nacional en los procesos de la
construcción de la nación argentina.
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