Coros Del Mediodía Rafael Maya
Coros Del Mediodía Rafael Maya
Coros Del Mediodía Rafael Maya
1925 • 1930
INTERIOR
La tarde difundía
su resplandor antiguo
sobre el mundo.
Era la luz venida
de los campos remotos,
ardidos en el fuego
de una roja y violenta primavera.
Conversábamos. Una
diafanidad cristiana circundaba
tu faz, como esa tibia
atmósfera de ·ámbar que rodea
a las dulces imágenes
de los muros ilustres.
La tarde encendía
gloriosamente como
un templo donde hubiesen penetrado,
con teas encendidas,
los bárbaros greñud05,
enemigos del oro de los techos
y de las colgaduras
cuyos pliegues de púrpura revisten
el resplandor litúrgico del~edro.
Dejaste la ventana
y yo te vi alejarte,
delgada, blanca, rítmica,
con tus aéreos dedos sujetando
la rubia cabellera,
a través de la bruma de oro pálido
que vertía la noche de tus lámparas.
TIERRA
El sembrador anónimo,
de brazos varoniles,
de máscula esperanza,
de dolor altanero
y de rostro curtido por la lluvia,
se aleja. Todo calla,
Ha clavado su fe, tal como un dardo,
en el riñón oscuro de la gleba.
Ha dicho su oración, bajo la cúpula
que estremecen las aves de los valles,
al dogma universal de la sagrada
fecundación. Ya dio su anillo de oro,
símbolo de las nupcias triptolémicas,
a la virgen morena que se curva
ofreciendo la gracia de su vientre.
y el sembrador, nutrido
de las bellas y fuertes realidades,
que ha bebido su agua
en los inmensos ríos de la tierra,
y estampado la planta
en el rojo aluvión o en los guijarros,
se marcha. Lejos arde
la lucecilla familiar que aguarda
sobre el códice antiguo donde duerme,
como la estatua en la cantera muerta,
el invencible espíritu del hombre.
LA ASCENSIüN
Mi corazón se va a caldear
en tu propia hoguera.
Ya me abrasas, j oh sol!
Ya me abrasas, j oh sol!
No ya las morbideces
de las colinas matinales,
sino el áspero pico
y las quiebras enjutas que parecen
los ceños de la tierra.
El sendero que sube
hacia la altura.
Ya me abrasas, j oh sol!
De mi manto ha formado
mil banderas el viento,
y las huellas dispersas
de mis pies reconstruyen
la unidad de mi vida.
OBRA POBTICA 123
Ya me abrasas, j oh sol!
Siento ráfagas secas
como las que peinan la piel de los camellos.
El aire se enrarece.
A mi paso ofrecen los cardos
sus perfiles c()rtantes.
El espacio se abre, en círculos de fuego,
en torno de mis sienes.
El azul ciega.
Ya me abrasas, j oh sol!
SEMILLAS EN LA NOCHE
ALLA LEJOS
Hiéreme, j oh muerte!
Cóge la flor abierta
de mis años. No dejes
que envejezca. Vén pronto.
Rómpe la hélice roja
de mi ambicioso corazón en pleno
volar sobre los curvos horizontes.
Paralíza mis brazos
que hunden el remo en las doradas aguas
del tiempo. Ata mis plantas
manchadas con la sangre del racimo
carnal. Apága el ritmo
de mis arterias cuyo golpe hiere,
en la noche de insomnio, mis oídos
con un rumor de agua subterránea.
Fáj ame con tu venda
como a un niño, y entrégame a los brazos
de la oscura nodriza que alimenta
las ávidas raíces de los árboles.
A LOS MUERTOS
Muertos
que habitáis el palacio subterráneo
de bóvedas sordas,
y que hundís vuestras plantas en la tierra
alimentada por las fuentes ocultas.
Yo os amo,
yo os. admiro,
con vuestras cabelleras copiosas
que os cubren los hombros,
libres del fino acero que las cortaba
como a la hierba excesiva
de los jardines terrestres.
Yo os amo,
yo os admiro,
con vuestros ojos grandes
que recogieron la unidad suprema
de la vida,
y penetraron en el misterio
con la confianza de una sombra
que vuelve a la cámara mortuoria
atravesando crespones
y colgaduras taciturnas.
Amados eternamente,
y siempre vivos.
¿ Qué raros coros entonáis
a la orilla del río del tiempo?
¿ Qué señales hacéis
en el aire vacío?
¿ Qué palabras
caen de vuestra boca,
como esas flores mudas
que deshoja sobre nuestra frente
128 RAFAEL MAYA
Escribía, en la noche.
Las horas cejijuntas
arrastraban sus tácitas pisadas
en torno de mi mesa.
La fiebre creadora
fluía por mis dedos
como una fuerza cósmica. La estancia
parecía un horno,
y yo cantaba en medio de las llamas
como los babilónicos mªncebos.
Anillos de palabras
132 RAFAEL MAYA
y sube el mar
a lavar a la ciudad.
Oh, hermano, va a llegar
el Rey. Apága ya
la lámpara de humilde claridad
que alumbró nuestra mesa fraternal.
Póstrate en humildad
y réza tu oración universal
por la alegría de crear,
por la pequeña dádiva del pan,
por la humana maldad
y por el gozo singular
de pensar
y soñar.
Escúcha la campana triunfal.
Hendida está la losa sepulcral.
Cristo sale de un huerto matinal.
i Oh lento florecer
del mundo! j Oh primavera siempre fiel!
j Oh dicha de creer
en Dios y en la mujer!
OBRA POETICA 135I
j Oh locura de ver!
Hermano, hay que encender
nuestra esperanza en este amanecer,
y lograr la embriaguez
en la copa de miel.
Ya caen a nuestros pies
las fnItas en su plena madurez.
Tiembla el fuego solar como una red
de oro. Entre la mies
corre el agua propicia a nuestra sed.
j Vamos a poseer
ALMA PLENA
Aspíra., aspíra
a la solemne plenitud Concéntra
en los senos radiantes de tu espíritu
toda la vida cósmica. Palpíta
en un hondo temblor de fuerzas nuevas,
como late el esío vigoroso
con su embriaguez de aromas y su verde
colonia juvenil de alto~ arbustos
que dejan escapar, entre la sombra,
apacibles collares de agua viva.
Olvída la plegaria
inútil que modulan
138 RAFAEL MAYA
¿No escuchas
los cánticos nupciales? ¿ No ves cómo
la selva se despoja de sus ramas
para tejer coronas que decoren
OBRA POBTICA 139
INVITACION A NAVEGAR
Aurora presentida
tras de mi noche.
Aurora que te ciernes sobre mi negro monte
en un triunfo de arpas
OBRA POETICA 143
y de coros angélicos.
Aurora presentida
tras de mi noche.
Vas llenando el espacio de un resplandor sereno
en que se mezclan todas
las absortas miradas de las vírgenes blancas.
Te tiendes como un arco
trémulo
sobre el abismo azul para que pasen
los celestes espíritus que llevan
tu suave resplandor sobre la frente.
Aurora presentida
tras de mi noche.
Te formaste en la sombra,
lentamente, a manera
del pendón cuyos hilos, uno a uno,
fueron tramados en la noche ciega
por un grupo de esclavas laboriosas
para lucir, en los balcones reales,
un día de victoria.
Ya llegas, ya te anuncia
la tromp€ta de oro.
Roto en el suelo yace
el fúnebre madero
donde sufrí la múltiple agonía
de las horas, y roto
está el negro martillo que en mi frente
clavaba el hierro frío
de la imperial corona de mis sueños.
Ya llegas, ya te anuncia
la espada temblorosa
que asoma entre la bruma taladrando
el corazón ingrato de la tierra.,
144 RAFAEL MATA
Ya llegas, ya te anuncia
el éxtasis qorado
que abre el párpado gris del horizonte.
Míra que me despojo
ya de mi vestidura,
toda empapada en el sudor nocturno,
y en cuyos negros pliegues.
se movían las larvas del pecado,
para quedar desnudo,
como el dios impetuoso de los aires,
y recibirte, plena,
vasta y total, aurora presentida.
Y llegas ...
aurora presentida.
El soplo de tus alas
va inflamando el espacio
como el fulmíneo vuelo de un arcángel
en cólera. Tus manos
abren rutas de oro
en la comba celeste
OB!l.A POJfI'IOA
y vientos mensajeros,
salidos de la selva de la noche,
pregonan tu llegada
como en las rubias horas del terrestre
verano pasa el aire
anunciando en sus silbos pastoriles
el dorado temblor de las praderas.
Aurora presentida
tras de mi noche.
Ya llegas, ya te acercas,
y creces, Ya tu frente
rompe la oscura zona y centellea
de luz, como las sienes
humanas que despiertan del olvido
y vuelven a forjarse un mundo nuevo
de verdades aladas
y graves pensamientos luminosos.
De tu seno fecundo
fluyen claras corrientes
como el agua. que baja por los flancos
de un monte plateado de olivares.
La bruma de los valles
sube como un incienso
a velart~ la faz. Alzan los árboles
sus ramas ofreciendo
la guirnalda vivaz de su follaje
para mullir tu enérgica victoria,
y voces infantiles
rasgan el éter puro como flechas
de oro que se clavan
en los Benos desnudos
de una bella mujer martirizada.
146 RAFAEL MAYA
Ya llegas, ya te acercas
aurora presentida.
Con los brazos, abiertos
y fijo en la desnuda lontananza,
como el hombre que sube a un promontorio
a consultar la estrella de los mares,
yo te e1spero, oh aurora,
que me darás tu libertad tranquila,
tu sereno dominio del espacio
y tu canto de luz en el abismo.
Un temblor semejante
al pálido temblor de los almendros
bajo la lluvia, por el cielo blanco
difundirá su rósea opalescencia.
Dórase así el contorno
de las sacras columnas
cuando salen las vírgenes del alba,
y en el altar de piedra
encienden los carbones perfumados.
Largos hilos azules,
émulos de las venas que circulan
por el seno precoz de una doncella,
irán rayando el éter
y se abrirán como canales diáfanos
y cual golfos cerúleos
para encerrar las aguas impetuosas
de la luz.
y postrado,
como el velloso conductor de greyes
sin dueño, ante la hoguera primitiva,
cantaré al sol:
j Oh, padre luminoso!
varón que tienes el costado en llamas
y en cuya sien, bajo el dorado fuego
de los cabellos, resplandece una
corona de saetas luminosas.
Tu cuerpo fue forjado
de metales brillantes.
Tu ancho pecho recibe,
y las devuelve en ondas invisibles,
las áreas corrientes,
los arroyos de tácita energía,
los torbellinos cósmicos del éter.
Tu sandalia, clavada
de diamantes, va hollando
las viejas rocas de granito y oro
por donde corre el Tiempo. De tus manos
caen siempre virtudes germinales
y tu cintura rítmica se envuelve
como en un gran vellón, en. el espacio.
i Oh dios del fuego! desvan~e pronto
el fúnebre fantasma de mi vida
pasada. Ház que se borren
las huellas de mis pies sobre la tierra
ántigua en que mis brazos trabajaron,
y se curvó mi espalda bajo el peso
de todos los pecados de la raza.
Ilumíname el mundo
joven, con la dorada
antorcha. que crepita entre tus manos.
Que todos los caminos
sean de libertad. Que se abran todas
las fuentes a mi sed como regazos
frescos que me acogieran
entre el verdor de la natal campiña.
Que cada día sea
una fiesta litúrgica de gritos
caniculares como
la vendimia solar en que los hombres
OBRA POETICJ\ Hit
LAS ALAS
Su sombra se cernía
sobre la tierra hecha de lodo y de ceniza,
como la sombra de una nube benéfica
que trae el agua,
absorbida en los ríos lejanos,
para refrescar la pradera
donde crecen las flores párvulas
y la hierba humilde
que es llevada en carretas para el establo.
Otras veces
era como el toldo de colores
de una feria, en un pueblo alegre,
que tiene un anfiteatro de colinas
y un río
para mover las aspas de lienzo
que anuncian el nacimiento del pan.
El ala roja
encendía el fuego
en la sangre de los mancebos
y en las mejillas. de las vírgenes.
ftAPAIIL HAYA
De súbito un flechazo
vibró y el fino dardo
hincóse en su costado,
mientras un hilo cálido
descendía a lo largo
156" RAFAEL MAYA
la divina mecamca,
mientras los altos árboles polvosos,
plantados a lo largo de las vías,
renovaban también sobre la piedra
de las pulcras mansiones
su primavera urbana,
lustrando el viejo cobre de sus hojas
bajo la luz refleja de los vidrios
que prenden su fulgor en los balcones.
Luégo, cuando tla noche
desataba sus tácitos arroyos
de sombra, y encendía en las riberas
sus antiguos fanales,
el grito de los hombres,
sumidos en la fiebre de los lechos
llevaba hasta la altura
un eco de las hondas soledades
terrestres, y el cansancio
de la carne que busca el infinito
agotando las formas del deseo.
Mas el Héroe, entretanto,
crecía en gracia bajo el ojo grande
del sol. Iba a bajar a las ciudades
vestido de su propia cabellera
como los leones. En su labio ardía
la palabra violenta
que llena el corazón de los que viven
en honda compañía con el desierto.
Iba a crear el alma
de los hombres en una aurora nueva
que amasara con fuego
las entrañas del mundo.
A renovar las razas
de corazón cansado,
UI2 RAFAEL MAYA
Entonces,
como el agua en la hoja de la hierba,
cuajan en mí rocíos de palabras
y yemas de expresión en cuyo seno
se maduran los gérmenes del mundo.
Aguas de luz, en trémulos arroyos,
golpeadas en las rocas de lo eterno
fecundizan mi sér; y como el campo
sobre el cual se deshorda una cisterna,
reverdezco de gémulas doradas
y me visto de flores,
mientras recorre mis ardientes venas
la fiebre vegetal en que se mece
el sueño de una lánguida floresta.
y soy de nuevo fuerte
y otra vez soy sencillo
como el mástil guerrero de una torre
o como una guirnalda de vio~etas.
DOMUS AUREA
Eres buena
como las piedras del molino,
que descansan en la tarde del sábado.
Eres justa
como tus aguas nativas
que se reparten en vertientes iguales.
y eres ancha
como tus campos que trasforman
en impalpables ondas de aire puro
el temblor de la hierba amarilla.
Así te alzas, casa de mis abuelos.
Anchos ríos
que ciñen islas verdes
en cuyos árboles se po~an
aves desterradas de lánguidos climas,
conducen a tus puerta8
la riqueza de regiones extrafias,
al balanceo de las barcas
que zozobran con la abundaneia de frutos
como continentes ahogados
bajo el peso de Un otofío excesivo.
Innumerables camino:;;,
uo-.-a
170 RAFAEL MAYA
La buena alegría
te ciñe de una zona dorada
como si estuviese detrás un ángel
inflamando la atmósfera con su vuelo.
y pisas la tierra
con el pie de los árboles.
Por eso te sostienen los muertos
y por eso, ya vuelvas la frente
al lado de la noche,
o al lado del día,
te levantas oomo la columna firme,
labrada en oro de la raza
y en bronce de la tierra.
El olor de la sangre,
y el orgu110 del triunfo,
y la nube de gritos
erah ya como una memoria perdida
que bien pudo llorarse en los instrumentos
(vesperales.
Entonces apareció la VICTORIA.
Vibraba toda la tarde con el ímpetu de su vuelo.
Era bella como nuestra vida
y heroica como nuestra esperanza invencible.
Recogió en su frente toda la luz del mundo
a tiempo que nosotros, con la rama de olivo,
cantábamos un himno guerrero, juntando
(nuestras cabezas
bajo ei ala de la VICTORIA.
Llévame en tu na ve ligera,
i Oh, Capitán!
Vástago de una raza nacida
de ~as cenizas del mundo, y del cadáver
de todos los dioses sacrificados por el hombre.
Tu alma floDece en la pulpa de tus labios
roja y carnal como el sexo de la nueva alegría.
Tu conciencia es un tejido orgánico
labrado con tu sangre como el pétalo de las flores.
Tienes la fe en el músculo,
y transportas las montañas con un solo grito
(salvaje.