Un Análisis Emblemático de Águila o Sol de Heriberto Frías

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Las tres figuras simbólicas de la portada de ¿Águila o sol?

de

Heriberto Frías y su relación con la emblemática

José Antonio Rangel Reyes

En este trabajo se plantea un análisis paratextual de la novela ¿Águila o sol?, en específico

de su portada, vinculándola con la literatura emblemática.

Comenzamos con la idea de que a las cubiertas de los libros se les ha prestado muy

poca atención, y si bien, el análisis de las cubiertas podría parecer ajeno al campo de la

crítica literaria, no deben minimizarse el hecho de que tanto éstas, junto con otros

elementos materiales del libro, tienen una función informativa y publicitaria, es decir,

forman parte de la paratextualidad, que va acumulando sentidos. (Ruiz Martínez, 196).

Nuestra segunda idea es que algunas cubiertas están ilustradas en clave simbólica,

son aquellas que no exponen un vínculo directo con el contenido, en especial, en las obras

literarias, y más específicamente en las novelas. Esta clase de portadas podría considerarse

una herencia lejana de la literatura emblemática.

La ilustración de la cubierta de ¿Águila o sol? (1923) de Heriberto Frías fue hecha

por Carlos Neve (fig. 1). El estudioso Antonio Saborit la describe así:

En primer plano, al centro de la viñeta, se ve una mujer de pie, en actitud

desafiante, tras un mandoble de esbelta hoja, con el rostro en alto sobre el erguido
cuello; cubre sus hombros una capa de corte teatral que resalta la desnudez del

cuerpo y de los brazos que tiene cruzados sobre el pecho, si bien los lazos de la capa

ocultan los senos y el sexo. Detrás de ella, en el segundo plano, montada sobre una

roca a manera de pedestal, una enorme águila con las alas desplegadas somete a una

serpiente. Y en el fondo, la perfecta circunferencia de un sol naciente enmarca los

elementos de los dos primeros planos, a la vez que excluye del núcleo de la

composición, a izquierda y derecha del peñasco en el plano medio, las siluetas

distantes de un par de cipreses y un grupo de mujeres en actitudes dolientes sobre

las lápidas horizontales de tantas ilusiones perdidas. (Saborit, 415)

La cubierta, además cuenta con texto en la parte inferior, un fragmento de una carta

esperanzada o ingenua de Santiago Vidaurri, que en la página 55 de la novela es citada y

comentada.

“Treinta y tantos años hace que reina la maldad en México y que todo lo que

es justo, grande y noble, no ha tenido cabida en los gobiernos. Pues bien, parece que

se llega el día de que reinen las virtudes y se proscriban los vicios.” (Carta de

Vidaurri, 8 de agosto de 1855)

Más de medio siglo había transcurrido y nuevos pronunciamientos y nuevos

planes habían elevado nuevos gobiernos y muchos traidores transformados en

generales y muchos generales pronunciados convertidos en presidentes, habían

cantado la misma canción y aún no se realizaba la utopía.

El texto citado no explica la ilustración ni viceversa. La pertinencia de la ilustración

tendría que juzgarse en relación con el carácter alegórico de la novela y con los símbolos
que en ella aparecen: la mujer, el águila y el sol. Se trata, además, de figuras que abundan

en la literatura emblemática. Antes de ello, brevemente vamos a referir algunos datos sobre

el ilustrador.

Carlos Neve

Nació en Jalapa en 1895, murió en la ciudad de México en 1862. Trabajó en el medio

periodístico: en El Demócrata y en El Universal, en la revista Tricolor, entre otras. Ilustró

al parecer más de treinta libros, entre los que destacan La tórtola del Ajusco y Azulejos de

Julio Sesto, La sombra de Edgar Allan Poe, y ¿Águila o sol? de Heriberto Frías. (Sánchez

González)

También trabajó en la publicidad y realizó algunos cómics en los años cuarenta. La

crítica lo ha visto como un modernista tardío, que todavía guarda algún influjo de Julio

Ruelas, pero que tuvo una mayor influencia del Art Nouveau, dentro del cual destacó por

sus claroscuros. (Moyssén).

La mujer con espada

Si tuviera los ojos vendados la mujer que pinta Carlos Neve, podríamos asegurar que se

trata de la dama de la justicia. Tampoco cuenta con una balanza, así que bajo tal hipótesis la
justicia plasmada estaría desnaturalizada: carente de imparcialidad por la falta de venda y

razonamiento equilibrado por la falta de balanza.

Otra posibilidad acerca de lo que representa la mujer es la patria o la nación, lo cual

cabe decir que sería más acorde al sentido de la novela, sin embargo, los brazos cruzados y

la mirada indiferente comunican un gran distanciamiento con respecto a las mujeres que en

la parte inferior parecen tristes y desesperadas. ¿Podría la patria distanciarse de esa manera?

Durante el siglo XIX cuando se representaba a la Patria se hacía en una imagen dolorida,

como la pintó Abraham López en 1852, o incluso en una visión satírica: caminando en la

cuerda floja, como la pintó Melchor Álvarez en el tiempo del Imperio de Maximiliano, y ni

qué decir de la caricatura que en la que Porfirio Díaz está a punto de quebrarle la cabeza a

la Patria con un martillo de 1876 (Barajas). En la visión de la patria hay lugar para el

maltrato y la abnegación, la lucha y la belleza, pero no para cruzarse de brazos y que

México se muera de desaliento.

La mujer también podría significar la pasividad, lo mismo que el cruzarse de brazos.

Pero no tiene un aspecto seductor ni maternal y menos como mujer que pudiera ser guía

espiritual, los cuales son los tres aspectos que Cirlot considera esenciales a la figura

simbólica de la mujer. (Cirlot, 320)

Lo único que queda claro con respecto a esta mujer es que se sabe portadora de

cierta dignidad, como lo prueba su larga espada o mandoble.

Con respecto a su túnica, valdría la pena destacar un pequeño detalle, difícil de

apreciar: grecas y espirales que adornan su capa blanca. ¿Serán detalles aztecas? Sería

extraño, pues la mujer no tiene rasgo alguno de indígena. Lo cual tampoco es una razón
definitiva, dado que Carlos Neve llegó a dibujar con penachos a mujeres que difícilmente

serían consideradas aztecas. (Moyssén).

Al menos podríamos concluir, que ya sea como imagen de la justicia o de la patria,

en ambos casos, apuntaría hacia el mismo problema de indiferencia.

El águila

El águila como símbolo se la ha relacionado con el poder y con la victoria. El águila

fue el principal animal representado en las banderas de las legiones romanas. Para

Covarrubias era un águila en un alto risco aludía al príncipe retirado que no concedía

audiencias a sus vasallos. Por su capacidad de volar a gran altura fue considerada la reina

de las aves, e incluso un carácter divino, puesto que el águila también se identificó con

Zeus y con Jesucristo. También le fue atribuido el poder de mirar al sol directamente e

incluso se creía que adiestraba a sus polluelos para mirar al sol y que alguno fuera incapaz

de sostener su vista porque le lagrimearan los ojos sería muerto, según Aristóteles. También

antiguamente se tenía la creencia de que las águilas combatían dragones. (Mariño)

El hecho de que el águila se alimentara de culebras dio lugar a una interpretación

simbólica: un águila enredada con una sierpe que le está picando en el pecho es símbolo de

la virtud contrastada. En las Empresas espirituales y morales de Juan Francisco Villalva

encontramos la empresa cincuenta “Del Zeloso”, en la que una mano empuña una espada

apuntando hacia un águila que tiene enroscada una serpiente. En la explicación


descubrimos que la serpiente representa el pecado y el águila al pecador, mientras que la

espada el odio que debe dirigirse solamente hacia el pecado, procurando no lastimar al

pecador.

El águila como símbolo estuvo presente en los arcos triunfales y las exequias

durante los siglos novohispanos, en formas efímeras dedicadas al monarca el águila

simbolizaba virtudes y cualidades exclusivas de la realeza. (Rodríguez Moya)

Si bien hay otros emblemas importantes que contribuyeron a consolidar la imagen

del águila como un ser simbólico; lo cierto es que en México también fue un símbolo

anterior a la influencia española. El águila y la serpiente aparecen en códices prehispánicos

del grupo Borgia, en una imagen el águila y la serpiente se disputan una presa, ya sea un

conejo o una lagartija, en otra la serpiente aparece sangrante y partida. Por eso se puede

conjeturar que ambos animales están asociados al sacrificio humano como ejercicio de

poder y dominio. (Gómez Arzapalo)

Estos dos animales, además de representar probablemente la lucha cósmica entre el

cielo y la tierra, son centrales, sobre todo el águila, en los relatos fundacionales de México-

Tenochtitlán. Al mismo tiempo, el águila se relacionaba entre los mexicas con el sol y con

el dios de la guerra, Huitzilopochtli.

En la historia de México, el águila no ha dejado de estar presente, incluso

sobreponiéndose a símbolos europeos. Por ejemplo, 1523 cuando fue ordenado el escudo de

armas para la Ciudad de México, como no representaba a Tenochtitlán y sus símbolos

resultaban extraños (un castillo dorado en medio de dos puentes con sendos leones), y
carecía de timbre, las autoridades lo timbraron con un águila devorando a la serpiente: “el

escudo mexica se superpuso a la heráldica hispánica”. (Florescano)

También en los templos el símbolo del águila resurgía, por ejemplo, el franciscano

de Tecamachalco y Tultitlán, en los agustinos de Ixmiquilpan y Yuriria. El águila y el nopal

en los muros de conventos conserva el significado fundacional de los mexicas.

El águila mexicana, la que está asociada al nopal y a la serpiente, fue inicialmente

una imagen apreciada por los indígenas, pero fue ganando terreno, los mestizos la

reivindicaron, después los criollos y finalmente las instituciones gubernamentales, aun

antes de la Independencia.

Sin embargo, podemos ver correspondencias, el águila que se utilizó durante el

porfiriato con las alas extendidas y de frente recuerda al emblema 12 de Alciato de su

Emblemata (1621, Padua).

En el caso de la portada de Carlos Neve, como suponemos que leyó la novela, su

águila tendría una carga simbólica diferente a la de esta doble tradición prehispánica y

occidental, puesto que Heriberto Frías hizo del águila en su última obra un símbolo del

poder en el peor de sus sentidos, en el de la destrucción que regresa una y otra vez a la vida

política mexicana:

El águila es el rojo Ahuizotl, sanguinario y fanático, que hace la paz y el

terror de sus garras aquí abajo, y la amenaza del infierno allá arriba. El tecauhtli, el

virrey, la majestad iturbidesca, la Alteza Serenísima, el presidente dictador, en

nombre de una autoridad divina, de orden suprema… (Frías, 284)


El águila de Carlos Neve es negra porque representa valores negativos. Su cabeza,

acaso, desproporcionada, con un cuello más largo y con las plumas crispadas, da una

apariencia temible.

El sol

El sol es uno de los símbolos más importantes. Son abundantes los cultos solares. Para Jung

el sol simbolizaba la fuente de la vida. El sol también tiene una asociación heroica como sol

de invencible, así como de la salud y de la justicia. El sol es además del iluminador de las

cosas, un trayecto: desaparece y renace. El sol que nos presenta Neve es precisamente un

sol naciente: rojo.

El sol también podría ser un símbolo del conocimiento intelectivo, dado que gracias

a sus efectos los objetos pueden ser vistos.

El sol, asociado al fuego y al principio activo, también queda agrupado con lo

masculino.

Para los mexicas, el tiempo estaba organizado por eras que llamaban soles. Periodos

que terminaban en una catástrofe y un sacrificio para que renaciera otro sol.

A diferencia de la tradición simbólica sobre el culto solar, en la novela:

El sol es la democracia; el sufragio libre y efectivo, el gobierno del pueblo

por el pueblo, con sus atributos de justicia, libertad y progreso… Después del sol de
Juárez, el águila de Habsburgo; después del águila austriaca, otra vez el sol de

Juárez y Lerdo. Luego el águila de Tuxtepec… (Frías, 284-285).

La familia Águila que domina el pueblo donde se desarrolla la acción, Mixtlán, es

una familia prácticamente de hombres; mientras que la que representa al sol es una mujer

que vive en una familia constituida por mujeres. Entonces en la obra el sol está

principalmente coligado a lo femenino.

De modo que si comparamos el simbolismo aparente entre la portada y el contenido

de ¿Águila o sol?, veremos una coincidencia en la figura del águila, incluso en la presencia

del sol como algo grande que en el fondo irá surgiendo y ha de transformar la visión de las

cosas; pero en lo que hay una notable divergencia es en la representación de la mujer, pues

en la cubierta de Neve parece una dignataria indiferente en primer plano, mientras que en la

novela, desde la dedicatoria (a la mujer mexicana), se sugiere y se hace explícita la

deseable incorporación de las mujeres a la vida pública, reconocer su valor para que puedan

a su vez redimir a los hombres.


Fuentes

Barajas, Rafael, “La patria dolorida. Imágenes de un periodo turbulento (1821-1909)”, Nexos, Julio,

2010.

Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de símbolos, Barcelona, Labor, 1970.

Florescano, Enrique, “El águila y el nopal y la Virgen de Guadalupe en la época colonial”,


Nexos, Julio, 2010.

Frías, Heriberto, ¿Águila o sol?, México, Imprenta Franco-Mexicana, 1923.

Gómez Arzápalo, Ramiro, “El águila y la serpiente en la iconografía mesoamericana”, en


https://www.academia.edu/3264248/El_%C3%A1guila_y_la_serpiente_en_la_iconograf%
C3%ADa_mesoamericana_texto_en_pdf_Art%C3%ADculo_nacido_de_diversas_notas_de
_clase

López Poza, Sagrario, “Los libros de emblemas y la imprenta”, Lectura y Signo, p. 177-
199, 2006.

Marino Ferro, Xosé, “El águila: símbolos y creencias”, Cuadernos de Estudios Gallegos,
vol. 39, núm. 104, p. 329-336. 1991.

Moyssén, Xavier, “Los dibujos de Carlos Neve”, Anales del Instituto de Investigaciones
Estéticas, p. 121-124, 1986.

Rodríguez Moya, Inmaculada, “El llanto del águila mexicana: los jeroglíficos de las reales
exequias por la reina Bárbara de Braganza en la Catedral de México, 1759. Anales del
Instituto de Investigaciones Estéticas, p. 115-124, 2012.

Ruiz Martínez, José Manuel, La puerta de los libros, España, Universidad de Granada,
2008.

Saborit, Antonio, “¿Águila o sol? El último capítulo” en H. Frías, La escritura enjuiciada:


una antología general, México, FCE, FLM, UNAM, 2008.

Sánchez González, Agustín, “Carlos Neve: las líneas perdidas”, La Jornada Semanal, 19 de
marzo, 2006, núm. 576.
Fig. 1 Foto de la cubierta de ¿Águila o sol?
Fig. 2. Códice Borgia, p. 52.

Fig. 3 Emblema XII, A. Alciato, Emblemata (1621) Padua.

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