La Lechera

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La lechera.

Hace mucho tiempo, en una granja


rodeada de animales, vivía la joven
Elisa. Una mañana de verano se
despertó antes de lo acostumbrado.

¡Felicidades, Elisa! - le dijo su


madre -. Espero que hoy las vacas
den mucha leche porque luego irás a
venderla al pueblo y todo el dinero
que te den por ella será para ti. Ese
será mi regalo de cumpleaños.

¡Aquello sí que era una sorpresa! ¡Con razón pensaba Elisa que
algo bueno iba a pasarle! Ella que nunca había tenido dinero, iba a
ser la dueña de todo lo que le dieran por la leche. ¡Y por si fuera
poco, parecía que las vacas se habían puesto también de acuerdo
en felicitarla, porque aquel día daban más leche que nunca!

Cuando tuvo un cántaro grande lleno hasta arriba de rica leche,


la lechera se puso en camino.

Había empezado a calcular lo que le darían por la leche cuando


oyó un carro del que tiraba un borriquillo. En él iba Lucia hacia el
pueblo para vender sus verduras.

-¿Quieres venir conmigo en el carro? - le preguntó.

- Muchas gracias, pero no subo porque con los baches la leche


puede salirse y hoy lo que gane será para mí.

-¡Fiuuu...! ¡vaya suerte! - exclamó Lucía -. Seguro que ya sabes


en lo que te lo vas a gastar.
Cuando se fue Lucía, Elisa se puso a pensar en las cosas que
podría comprarse con aquel dinero.

Ya sé lo que voy a comprar: ¡una cesta llena de huevos!


Esperaré a que salgan las pollitos, los cuidaré y alimentaré muy
bien. y cuando crezcan se convertirán en hermosos gallos y
gallinas.
Elisa se imaginaba ya las gallinas crecidas y hermosas y siguió
pensando qué haría después.

- Entonces iré a venderlos al mercado, y con el dinero que gane


comprará un cerdito, le daré muy bien de comer y todo el mundo
querrá comprarme el cerdo, así cuando lo venda, con el dinero que
saque, me comprará una ternera que dé mucha leche. ¡Qué
maravilla! Será como si todos los días fuera mi cumpleaños y
tuviera dinero para gastar.

Ya se imaginaba Elisa vendiendo su leche en el mercado y


comprándose vestidos, zapatos y otras cosas.

Estaba tan contenta con sus fantasías que tropezó, sin darse
cuenta, con una rama que había en el suelo y el cántaro se rompió.

-¡Adiós a mis pollitos y a mis gallinas y a mi cerdito y a mi


ternera! ¡Adiós a mis sueños de tener una granja! No sólo he
perdido la leche sino que el cántaro se ha roto. ¿Qué le voy a
decir a mi madre? ¡Todo esto me está bien empleado por ser tan
fantasiosa!

Y así es como acaba el cuento de la lechera. Sin embargo.


cuando regresó a la granja le contó a su madre lo que había
pasado. Su madre era una madre muy comprensiva y le habló así:

- No te preocupes, hija, cuando yo tenía tu edad era igual de


fantasiosa que tú, pero gracias a eso empecé a hacer negocios
parecidos a los que tú te imaginabas y al final. logré tener esta
granja. La imaginación es buena sí se acompaña de un poco de
cuidado con lo que haces.

Elisa aprendió mucho ese día y a partir de entonces tuvo


cuidado cuando su madre la mandaba al mercado.

Adaptación de la fábula de La fontaine.

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