Badiou. Teoría Del Sujeto.
Badiou. Teoría Del Sujeto.
Badiou. Teoría Del Sujeto.
Teor ía
del SUJETO
*prometeo-
4 í i b r o s
B ad iou , Alain
T eoría del s u je to / A lain B ad io u ; c o o rd in a d o p o r R icard o A lva-
rez. - l a ed. - B u en o s A ires : P ro m ete o L ib ro s, 2 0 0 8 .
3 5 0 p. ; 2 1 x 1 5 cm .
ISBN: 9 7 8 -9 8 7 -5 7 4 -2 9 7 -0
Hecho el depósito que marca la Ley 1 1 .7 2 3
Prohibida su reproducción total o parcial
Derechos reservados
índice
Im a g e n ................................................................................................................................ 13
P re fa cio ............................................................................................................................... 15
Pocos libros de filosofía con ocieron una historia tan extraña com o m i
Teoría del sujeto.
En principio, la redacción m ism a del libro fue una suerte de paradoja.
D urante los años setenta del siglo pasádo, entre 1 9 7 2 y 1 9 7 8 , com biné
un activism o m ilitante extrem o - e n el m arco de la organización m aoísta
cuyo título exacto, y m uy largo, era «Grupo para la fundación de la U nión
de los Com unistas de Francia M arxistas-Leninistas», y su sigla, UCFM L,
m uy esotérica, pero cuyo pensam iento y acción eran, lo m antengo, ad-
m ira b le s- con un curso en la Universidad de V incennes, destinado a un
pú blico relativam ente restringido, el cual debía ser tanto más paciente
cuanto que las exigencias de la acción política com portaban, por m i parte,
frecuentes ausencias, a m enudo inopinadas. C ualesquiera hayan sido las
tensiones y los prodigios de esos años militantes maravillosos, mi verdadera
ju ven tu d tardía, yo no podía estar a la vez, al m ism o tiem po, ante la puerta
de la fábrica R hóne-Poulenc de Vitry y en la sala prodigiosam ente llena
de hum o donde, cigarrillo en m ano, superaba, al igual que un caballo lo
hace con los obstáculos, las innum erables y a veces venenosas preguntas
del auditorio. Este curso era m uy singular, porque trataba de fundar una
continuidad entre m is años estructuralistas y com pletam ente consagrados
al pensam iento puro (digam os, entre 1 9 6 0 y 1 9 6 7 ), y el cam bio radical,
subjetivo y práctico, com portado por las consecuencias de Mayo del 6 8 .
Yo re interpretaba a Mao a través de M allarm é, la disciplina del (futuro)
Partido de tipo nuevo según la teoría de los con ju n tos genéricos, o aun la
subjetividad m ilitante a partir de los grandes tipos legados por la tragedia
griega, ella mism a revisitada por H ölderlin. Yo hacía lindar, forzadamente
en apariencia, pero según una lógica dialéctica finalm ente persuasiva, la
tensión, que todo m ovim iento con o ce, entre el entusiasm o de las masas
rebeldes y la disciplina de clase que exige toda acción victoriosa, con la
teoría de las instancias del Sujeto (im aginario, real, sim bólico) propuesta
por Lacan. He definido recientem ente al filósofo com o el «soldador de
los m undos separados». No creo haber soldado nu nca unos m undos tan
aparentem ente dispares com o los que, durante esos extáticos «años rojos»,
traté de em parejar en m i curso.
9
A l a in B a d io u
10
T e o r ía d e l s u j e t o
Alain Badiou
Febrero de 2 0 0 9
12
Imagen
Hay cuatro figuras, así com o cuatro conceptos del sujeto. Central e
impávida, Beatriz hace superyó de su propia belleza. La escoltan, vasallas,
la difuminada inclinación hacia atrás de la ju sticia , y la ju ven tu d , ciega y
engalanada, del coraje. Dante lleva al corazón la m ano de la angustia.
O aún más: decididas y regias, las m ujeres tom an de frente el cam ino
trazado de un esplace1. Este proceso subjetivo antiguo las alum bra y las
niega. Horlieu2 de perfil, im presionado por el rayo, el hom bre subjetiva
el ciclo por venir de sí mism o.
A m enos que nos basten las dos relaciones posibles con todo río: el
m uelle que lo bordea, el puente que lo atraviesa.
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Prefacio
3 C om o se verá, la idea de «tener lugar» (av oir lieu), en todos los m atices de dicha lo cu -
ción, es, a partir de su decodificación de Un coup de des... de M allarm é, absolutam ente
decisiva para Badiou. El térm ino «lugar» de la tradu cción referirá, de aquí en m ás, única
y exclusivam ente a lieu (cf. nota 7 ). (N. del T.)
16
T e o r ía d e l s u j e t o
17
A l a in B a d io u
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T e o r ía d e l s u j e t o
Ju lio de 1981
19
A propósito de las citas
Por lo que con cierne a los principales autores citados, he aquí las
ediciones de referencia:
21
Qu’est-ce qu ’une politique m arxiste? 1 9 7 8 .
Un bilan de M ai 68, 1 9 7 8 .
N otes d e travail sur le post-léninism e, 1 9 8 0 .
I '
E l l uga r de l o s u b j e t iv o
7 d e en ero d e 1975
5 La palabra aquí es noyau, que significa tanto «núcleo» com o «carozo». (N. del T.)
25
El l u g a r d e l o s u b je t i v o
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T e o r ía d e l s u j e t o
turaleza m ediante Dios es de otro m odo com plicado, puesto que él es,
forzosam ente, la maravilla de las maravillas.
De esta cuestión eclesiástica, Hegel es el prestidigitador m oderno. En
lugar de que haya una creación del Todo por lo U no, Elegel va a mostrar
que el Todo es la historia de lo U no, que el espacio de lo m últiple es el
efecto del tiem po que le es preciso al concepto. Al golpe [coup de fo r c é ]6 del
Creador m ilagroso, lo sustituye por la labor, el sufrim iento y la duración
circular de una suerte de exposición de sí a través de la cual el absoluto
adviene a la contem plación com pletam ente desplegada de sí m ism o. Y es
este recorrido de las galerías de lo Uno lo que es el todo del m undo.
Por supuesto, el golpe [coup de fo rcé] inicial, así difum inado, se encuen-
tra en todos los parágrafos. Es incluso la acum ulación de esos decretos
arbitrarios locales la que, al m ism o tiem po que hace avanzar la pesada
m aquinaria global del Sistem a, teje en todas partes la trama aguda y parcial
del materialism o hegeliano.
6 La expresión coup de forcé -literalm en te, «golpe de fu erza»- refiere a una intervención
efectuada a través de la fuerza por una autoridad - l a policía, las fuerzas armadas, etc.
7 El verbo filer utilizado aquí por Badiou n o sólo significa «hilar» sino que remite además
al «tejer» propio de la araña. (N. del T.)
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
8 Salvo oportuna indicación en contrario, el término «em plazam iento» referirá, de aquí en
m ás, al térm ino placement en el original. (N. del T.)
9 De aquí en m ás, el térm ino «emplazado/a» referirá al térm ino placé(e) en el original.
10 El térm ino francés puede traducirse tanto por «sitio» com o por «derecho», no en el
sentido legal sino en tanto que lo opuesto a «revés». (N. del T.)
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T e o r ía d e l s u j e t o
11 Badiou se refiere a que está introduciendo aquí ciertos conceptos que, por el m om ento, pue-
den parecer injustificados, pero que luego ha de desarrollar exhaustivamente. (N. del T.)
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
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T e o r ía d e l s u j e t o
a la clase obrera.» ¿Acta de una plaza fija? No. Directiva de com bate, que
im plica que el proletariado debe encabezar la revolución, y que tal es el
hilo histórico a tom ar de su unidad, es d ecir de su existencia (com o clase
política).
Todo eso que es se relaciona con eso a una distancia de eso que depende
del lugar donde eso está (Tout ( a qui est se rap p orte a ga dans une distance
d e ( a qui tient au lieu oü ( a est.l.
Si A = (AAp), esto está determ inado por el efecto indicial de P sobre A.
E scribirem os, pues: A = (AA ), prim era escritura de la determ inación de
la escisión, prim er algoritm o de la unidad de los opuestos.
O sea, lo que Hegel llama: Bestimmung.
La Bestim m ung está, a su vez, dividida por lo que ella unifica. Éste es
un punto fuerte de la dialéctica: aprehender cóm o lo U no de la unidad
de los opuestos soporta la contrariedad en su ser.
C om encem os por el ejem plo: la clase obrera práctica (histórica) es
siem pre la unidad contrad ictoria de ella m ism a com o proletariado, y de
su inversión burguesa específica (hoy, el revisionism o m oderno, el PC.F12,
los sindicatos, todo aquello que organiza la adhesión de la clase a la socie-
dad im perialista, inclu so al propósito de dirigirla por cuenta directa de la
aristocracia obrera, lo que autoriza parcialm ente el capitalism o burocrá-
tico de Estado). Esta unidad de opuestos está determ inada (en el sentido
de la Bestim m ung hegeliana) p o r el espacio burgués general, el cual fija
la unidad posible del proletariado políticam ente activo (m arxista) y de
la clase obrera com o Lugar de la nueva burguesía burocrática de Estado
(revisionism o). Luego, A = clase obrera, P = sociedad imperialista actual,
n os da: Ap = revisionism o m od erno, y el algoritm o: A - » Ap (A A ), donde
se indica que lo que determ ina la actualidad dialéctica del proletariado al
día de hoy, es su depuración interna del revisionism o m oderno.
Pero ¿qué significa «d eterm inación»? D os cosas:
- Por una parte, que la intim idad m arxista com batiente de la clase
está determ inada por la nueva burguesía revisionista. Es la determ inación
dialéctica en sentido fuerte, que puede escribirse Ap (A).
- Por otra parte, que el revisionismo nunca es, a fin de cuentas, y cada vez
más, sino la forma específica, homogénea-adaptada a la clase obrera, del
espacio burgués e imperialista general, o sea, E En el combate para depurarse
del mismo, el proletariado d esen m a sca ra (es la palabra consagrada) la parte
de sí mismo comprometida en ü l revisionismo, y la afirma como parte
adherente al término antagónico externo, el cual, vimos, no es la burguesía,
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El l u g a r d e l o s u b je t iv o
A p (A A „ ) X
¿Habla Hegel verdaderam ente de estos ram ales m uertos del proceso?
A bsolutam ente. Él los llam a «recaídas» [«reto m b ées»] (R ückfall). Es la
som bra proyectada del lugar en su dim ensión evocadora pura. M ientras
que la d eterm inación, es lo nuevo.
Tenem os, pues, en este estadio, los grandes con cep tos dialécticos que
siguen, de alcance ontológico absolutam ente general:
a) La d ife r e n c ia de sí a sí, A y Ap, ordenada por la c o n tr a d ic c ió n de la fuerza
A y del espacio de em plazam iento P, en la cual Ap es la instancia indiciai
para A. Punto clave: es la con trad icción la que ordena la diferencia, n o a
la inversa.
b ) La e s c is ió n com o ú n ica form a de existen cia del algo en general:
A = (AAp).
c) La d eterm in a ció n com o unidad de la escisión, solam ente pensablé a
partir del térm ino indexado (y no del térm ino puro): Ap (AAp).
d) La escisión de la d eterm inación según lo que ésta determ ina:
- determ inación de lo nuevo, A (A);
p
- recaída: A (A ) = P
p p
La esencia de la recaída es el espacio de em plazam iento, el lugar.
Un com entario term inológico. Si, com o lo harem os de m anera con -
tinua, se opone la fuerza a la plaza, siem pre será m ás hom ogéneo decir
«espacio de em plazam iento» para designar la acción de la estructura. Lo
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T e o r ía d e l s u j e t o
m ejo r será, inclu so, forjar esp la ce'3. Si en cam bio se dice «lugar», lo que
es m ás m allarm eano, habrá que decir, a lo Lacan, «lugartenencia» [«lieute-
nance»] por «plaza». Pero «fuerza» es entonces heterogéneo para designar
lo topológico a-estructural. Será m ejor decir: el h orlieu 14.
La dialéctica, en la arena con olor a aserrín del com bate categorial, es
el horlieu contra el esplace.
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E l l u g a r d e l o s u b j e t iv o
cibir la novedad interna del fenóm eno nuevo burgués. Y esto es lo que
sucedió am pliam ente en Mayo del 6 8 , conduciendo en gran medida ya sea
a soñar con un PCF «reconstruido de nuevo», ya sea con una clase obrera
repurificada en la escuela de sus grandes ancestros del siglo X IX . La fuerza
íntim a de A es entonces reconvocada en la repetición ilusoria de su cierre
sobre sí y en la im potencia para soportar activam ente la determ inación.
Hay desviación «de derecha», que reconduce a la brutalidad objetiva
del lugar P para negar la posibilidad de lo nuevo inherente a lo viejo. Pero
hay una ineluctable desviación «de izquierda», que reivindica la pureza
original e intacta de la fuerza negando, si se puede d ecir así, lo viejo
inherente a lo nuevo, es decir, la determ inación. Estos dos esquem as de
desviación son Ap (Ap) = P y A (A) = A.
Pero si no es esta reconvocación de los orígenes esenciales, es el proceso
efectivo de lim itación de la d eterm inación, el trabajo de la fuerza sobre la
plaza, el diferencial de A volviendo sobre su indexación para reducir el
alcance necesario de la misma. Es A (Ap), aplicación lim itativa directa de
la eficacia de A a la determ inación que éste es.
Todo lo que es de un lugar vuelve sobre la parte de sí m ism o que
está determ inada para desplazar la plaza, determ inar la determ inación,
franquear el límite.
Es a este contra-proceso que H egel le da el nom bre de lím ite (G renze),
que habrá que com prender en el sentido contenido en «lim itación del
D erecho burgués»: nada m enos, por ejem plo, que la red ucción de las
distancias15 entre trabajo intelectual y trabajo m anual, ciudad y cam po,
agricultura e industria. El lím ite, la lim itación, son la esencia del trabajo
de lo positivo.
Todo lo que es de un todo lo obstaculiza en tanto que se incluye en él.
Es por eso que el «totalitarism o» no existe. Es una pura figuración
estructural que no tiene ninguna realidad histórica. Es la idea de que en
este m undo no existen sino la recaída derechista necesaria y el im potente
izquierdism o suicida. Es Ap (A ) o A(A) en parpadeos [battem en ts], o sea
P y A en su exterioridad inefectiva.
E l Estado y la plebe.
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T e o r Ia d e l s u j e t o
Pero los verdaderos térm inos de toda vida histórica son más bien A (A),
la d eterm inación, y A (A ), el lím ite, térm inos por los cuales el Todo se
afirma sin cerrarse, y el elem ento se incluye sin abolirse.
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14 d e en ero d e 1 97 5
Sín tesis estru ctu ra l de u n a secu e n cia d ia léctica . - E l Padre y el H ijo , co n su stan ciale s.
- G n ó stic o s y arrían os, c o n c ilio s y co n g reso s. - C ircu larid ad y p erio d izació n . - H ay
q u e re to m a r to d o de cero
1
P (esplace) 1 Ap(Ap) = P //
recaída «de derecha»
\ ------- J A = (AAP) A„(AAp) /
A (término horlieu)¡
V -» Ap (A)
D ETERM IN ACIÓN
CON TRADICCIÓN 1 ESCISIÓ N D ETERM IN ACIÓN
) ESTRIC TA
A ( A p)
i i
1 LIM ITA C IÓ N 1 L ÍM IT E
16 Traducim os m an o irco m o «m orada» pero, literalm ente, significa «casa solar», expresión
castellana que, de acuerdo con la definición dada por el D. R. A. E ., es «la m ás antigua y
noble de una familia». (N. del T.)
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T e o r ía d e l s u j e t o
Hay que com prender bien que la contrad icción A / P no es dada sino
com o horizonte estructural. O pone siem pre un térm ino a su lugar. Toda
contrad icción es fundam entalm ente disim étrica, en cuanto uno de los tér-
m inos sostiene con el otro una relación de inclusión. El incluyente, es decir
el lugar, el espacio de em plazam iento, es denom inado (particularm ente
por Mao) térm ino d om inante, o aspecto principal de la contradicción. El
inclu id o, es el sujeto de la contrad icción. Está sujetado17 al otro, y es él el
que recibe la m arca, el sello, el índice. Es A el que se indexa en Ap según
R La inversa no tiene ningún sentido.
¿Hegel afirm a esto? No. Hegel disim ula el principio de disimetría. O
m ás bien, lo rem ite a la idea de un todo integral que indexaria retrospec-
tivam ente cada secu encia. Volverem os sobre esto.
C on todo rigor, la con trad icción no existe. ¿Cóm o habría de existir,
puesto que existir (ex-sistir), es ju stam en te ser «algo», es decir sostener el
efecto de escisión del cual la contrad icción es la causa? La contradicción es
un puro principio estructural. Insiste en el índice p de A, marca la repetición
de A, pero en ninguna parte tienen ustedes un conflicto existente, real,
entre A y P com o térm inos constitu id os y aislados. P, el esplace para todo
aislam iento y toda repetición, no es ni aislable ni repetible. A, el horlieu,
n o es repetible sino escindido por in clu sión en el esplace.
L a contradicción no tiene ningún otro m odo de existencia que la escisión.
Es, pues, indispensable -en una filosofía concreta, m ilitan te-, anunciar
que no hay sino una ley de la dialéctica: U no se divide en dos. Tal es el
principio de lo observable y de la acción.
La oposición de la sociedad im perialista y del pueblo revolucionario,
¿qué es en los hechos? Es la división política del pueblo. Pues las dos
políticas, la burguesa y la proletaria, no tienen realidad sino en la medida
en que cada una de ellas organiza el pueblo de su lado. Una política «sin
pu eblo», sin base de masa estructurada, no existe. Así, la contradicción
principal en un país com o Francia, contrad icción entre el proletariado y
la sociedad im perialista, entre la política proletaria y la política burguesa,
-co n tra d icció n , hay que decirlo, com pletam ente em brionaria a ú n - tiene
por contenid o efectivo el m ovim iento histórico de división del pueblo.
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
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T e o r ía d e l s u j e t o
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
Igual d etención ¡a rr ét] !9, igual círculo, no son sin o las ventajas de
lo im aginario y de la teología. Para disfrutar de él plenam ente, hay que
quem ar a los herejes. Lo que es, hay que adm itirlo, m uy real.
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T e o r ía d e l s u j e t o
-> A p (A A )<
el H ijo n o es sin o
D io s , en cu a n to u n a cria tu ra
D ios = (Padre/H ijo)
A = in fin ito (h orlie u h ijo , m u ere
D io s
D E T ER M IN A C IO N R EC A ID A :
C O N T R A D IC C IO N E S C ISIO N
Pasión arrianismo
D io s n u n ca
A p(A ) — A , (A , (A ))
d e sc e n d ió re a lm e n te
a l m undo
- > A ( A p)
D ET E R M IN A C IO N
LIM ITA CIO N : R EC A ID A : L IM IT E :
E S T R IC T A :
I R esurrección Gnosis Ascensión
axiom a de Niza
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
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T e o r ía d e l s u j e t o
22 El verbo tenir tiene, entre otros m uchos significados («tener», «contener», «m antener»,
«ocupar», «cu m p lir»), el de «tener» en el sen tid o de «llevar los libros». N os pareció
conveniente resaltar este m atiz, que guarda relación con el «balance» llevado a cabo por
el partido b olcheviqu e, m anteniendo en cierto m odo la referencia a los que acabam os de
señalar. (N. del T.)
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E l l u g a r d e l o s u b j e t iv o
a Salvo expresa ind icación en contrario, la palabra «falta» ha de rem itir a manque en el
original. (N. del T.)
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T e o r ía d e l s u j e t o
Pues hay que pensar la periodización hasta lo últim o. Hay que m antenerse
fuera de lugar ¡hors lieu].
Esto no m archa sin la d uplicación del lugar m ediante aquello que ya
no es su orden, y ya n o es espacialm ente representable.
O sea, la fuerza después de la plaza.
45
4 d e fe b r e r o d e 1975
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T e o r ía d e l s u j e t o
este precio que se puede desvanecer la problem ática cartesiana del sujeto,
aquello en lo cual un Althusser es tan deudor de Spinoza.
Para mí, este «proceso sin sujeto» de lo múltiple es el colm o de lo
Uno.
El «hay dos», lo hem os extraído de Hegel, puesta aparte toda nega-
ción, según el térm ino y su índice de em plazam iento, según el horlieu y
el esplace. Y nos tropezam os con un círculo: si el dos no se debe sino a la
división entre la cosa y la cosa emplazada, engendram os, ciertam ente, el
precioso proceso de la escisión, de la determ inación y del lím ite, pero es
para ocupar el impase del retom o sobre §í, para descubrir que, o bien nos
detuvim os, o b ien debem os asum ir la presencia inaugural del resultado,
la falta secreta hacia la que todo se mueve, la teodicea.
¿De dónde viene que lo real pase m ás allá [passe outre] 24? ¿De dónde
viene que periodice, más bien que circular? «Circular», se dice de los
toneles, se decía de las m aletas. El viaje de lo real es a veces sin equipaje,
y el viejo tonel no excluye el vino nuevo que hay que verter en él, según
San Lucas.
Si, com o dice Lacan, lo real es el im pase de la form alización, lo que
vim os cuando nos tropezam os con el lím ite com o R etom o , habrá que
arriesgar, desde este punto, que la form alización es el irn-pase [im -passe]
de lo real.
El algoritm o escisión-determ inación-lím ite, con sus desviaciones de
derecha y de izquierda, es la verdad de la secuencia dialéctica estructural,
pero hasta que este form alism o im pecable se resume en la prohibición -
de-pasar [déjen se-d e-p a sser] que ordena un retorno.
Nos hace falta una teoría del pase [p a sse] de lo real, com o brech a en
la form alización. Aquí lo real no es únicam ente lo que puede faltar en su
plaza, sino lo que su pera [ce q u i p a s s e e n f o r c e ] ,
Y no hay otro m edio para aprehender este exceso que retornar al
Dos.
24 La locu ción passer outre significa «no tener en cuenta», «pasar p or alto», «saltearse»,
«transgredir». O ptam os, dado su uso en la literatura p sicoanalítica en castellano, por m an-
tener la tradu cción literal de la m ism a: «pasar m ás allá». (N. del T.)
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
1.- Una contradicción tiene que ver, en primer lugar, con el Dos, o sea,
una diferencia [d iffé r e n c e ]. Fuerte o débil, la diferencia, según que los térmi-
nos de la m isma sean violentamente heterogéneos, o solam ente distintos.
La diferencia más débil es precisam ente la de las plazas. La que P dis-
tribuye entre Apl y Ap2. O m ejor aún, en la separación de escritura, entre
A y A, lo m ism o nom brado dos veces, luego, otro de sí.
La diferencia más fuerte no existe. Es un caso, bien conocid o de Leib-
niz, donde existe un m ínim o, pero no un m áxim o. Relativizada al campo
conflictual, la diferencia m ayor es aquella en que uno de los térm inos no
se afirma sino destruyendo al otro, no sólo en su m anifestación (así com o
un discurso verdadero destruye un discurso falso), sino en su soporte (así
com o el proletariado destruye la burguesía, destruyéndose a sí m ism o,
por cierto, punto notable que tendrá su lugar).
Es lo que Mao llama contrad icción antagónica.
2 .- Una contradicción no tiene que ver con el Dos num eral, indiferente,
sino del Dos conectado en división. Del Dos unido [lié] en proceso. La diferen-
cia se implica com o correlación: es el principio de la unidad de los opuestos,
que no registra ninguna fusión de los Dos en un tercero, sino que afirma lo
Uno del m ovim iento de los Dos, lo Uno de su separación efectiva.
La correlación m ínim a es la constatación de la escisión, la posición
pura y sim ple del Dos com o unidad de proceso. Es decir: esto es una
contrad icción, una unidad de los opuestos, este dos es la división en acto
de lo U no. M ucho m ás fuerte es la correlación contenid a en el tema de la
lucha de los opuestos, que designa un proceso de d estrucción, com pro-
m etiendo la identidad de cada térm ino en la d islocación de aquel del cual
está escindido. La lucha, es la correlación com o ruina de lo Uno.
La sim ple contradicción de clases es un hecho de estructura perm anen-
te, económ icam ente localizable (correlación débil), la lucha de clases es un
proceso de cond iciones particulares, de esencia com pletam ente política, y
que n o se deduce de la sim ple correlación débil. C onfundir contrad icción
de clases y lucha de clases, practicar la indistinción correlativa de la con-
tradicción, tal es la vertiente filosófica del econom icism o, del obrerism o,
del m arxism o del adorm ecim iento y del anfiteatro.
3.- Una contradicción no es un equilibrio del Dos, sino, por el contrario,
la ley de su desigualdad. E l principio de disimetría es esencial, concentrado
•por Mao en la doctrina del aspecto principal de la contrad icción.
La disim etría puede no ser m ás que una invariante de posición: tal
térm ino es dom inante, tal otro som etido [asservi]. Tal fija el ju eg o de las
plazas, tal otro debe som eterse al m ism o [s’y assu jettir].
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T e o r ía d e l s u j e t o
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
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T e o r ía d e l s u j e t o
51
4 de m arzo de 1975
se torna pieza [pièce] del lugar. Lo uno de su unidad con lo otro es lo otro
com o Todo.
O bien: la unidad de la cadena significante en que se revela el sujeto
lacaniano, puesto qué efectúa la unidad de la repetición y de la p u lsión ,•
debe leerse com o autom atism o d e ... repetición.
Lo estructural es débil ante lo uno del esplace («hay lo uno» \«Y-a-
d ’l ’u n »], dice L acan). Es la materialidad dialéctica sin resorte.
E n política «m arxista», esp ecialm en te entre nosotros, hay quienes
se m ántienen firm es e'n esta debilidad. Adoran estudiar las «leyes» dé la
sociedad burguesa, e inferir de ellas lo que es, y lo que debe «hacer», el
proletariado. Lo que eluden, es que la «sociedad proletaria», si se puede
arriesgar esta expresión inim aginable, o el socialismo,^.por el que declaran
hacer votos, está tan reglado por la contrad icción burguesía / proletariado
com o la sociedad ljurguesa, com o lo prueban tum ultuosam ente las revo-
luciones culturales'
Prueba de que la unidad de los contrarios no es lo que se creía. .
O bserven tam bién a esos psicoanalistas yanquis de la belle époqu e que,
de espíritu m uy m ilitar, encontrando el Yo [Moi] de sus pacientes demasia-
do débil, se proponían «reforzar las defensas» del m ism o. ¿Dónde diablos
alojaban ellos l a unidad del atacante -e s e «Ello» [Ça] deplorablem ente
a so cia l- y del defensor - e l Yo [Moi] de las norm alidades afab les-, sino en
el cam ino norm ativo de esta norm alidad, el w ay o jlife del cual no es por
nada que fu era tan a m erican 26?
En cuanto a los rusos, hallaron esta vuelta de lo Uno sorprendente:
. al ser el Estado del pueblo en su totalidad, su m aquinaria de ancianos
no con o ce ninguna otra disidencia que la de los locos.' De ahí el hospital
com o ún ico lugar del horlieu.
. Pero basta de estos horrores.
Para ir hasta el extrem o de la correlación, hay que m ontar el enigma
integral de la unidad de los contrarios. Es en la medida én que los contrarios
son heterogéneos, inhom ologables; es en la exacta medida en que ninguna
plaza convivial del esp lace solicita el horlieu, que hay unidad dialéctica,
que n o form a ningún Todo de lo que ella une. '
D istinguir lo U no del Todo: propósito sim ple y suprem o. Tengan pre-
sente que en esta separación reside toda la cu estión del Sujeto.
“ Badiou iro.niza aquí sobre el American way o jlife , esto es,.el «m odo de vida estadouni-
dense»: (N. del T.)
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
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T e o r ía d e l s u j e t o
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E l l u g a r d e l o s u b j e t iv o
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T e o r ía d e l s u j e t o
Está sellado, así, que la única forma de proceso tolerable por ladialéctica
estructural es el infinito batim iento de lo que no es sino para no-ser, y de
lo que no es para ser. Tal es la correlación pensada com o esciáón pura,
puesto que al decir que los dos son uno, ya no son más dos y que si
ellos son dos, es com o dos veces uno, y que entonces lo Uno es Dos, y
así sucesivam ente.
Proceso sum am ente im portante, dicho sea entre paréntesis Un pen-
sam iento consecuente del térm ino evanescente es el apogeo redista de la
dialéctica estructural.
Sin em bargo, Hegel no podría detenerse allí, tanto más - e s el error de
su v erd ad - cuanto que él quiere la consum ación [achèvem ent circular.
Tam bién, sobreañadiendo m uy repentinam ente la fuerza, finge engendrar-
la por el batim iento, aunque n o es sino la sobredeterm inación esencial,
originaria, no deducible.
La fuerza, esto es lo que sostiene las partes en el m ovimientodel todo.
Es la cualidad n o num eral del todo, su consistencia no disipable en la va-
riedad de las partes. Ella engendra del todo, no sólo su funcionaniento en
el régim en del esp lace -d istrib u c ió n del lugar de las p artes-, siro además
la consistencia m óvil, la u n ificación en acto.
La teoría de la fuerza equivale a teoría de la vertiente históica, de la
vertiente de la actividad-una, de la correlación dialéctica, basadi sobre (y
n o , com o finge creerlo Hegel, deducida de) la correlación en e:lipse del
sistem a de las plazas.
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E l l u g a r d e l o s u b j e t iv o
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1 5 d e a b r il d e 1 9 7 5
Subjetivo y objetivo
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T e o r ía d e l s u j e t o
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
horlieu de la mism a, donde una dice el «hor-» del horlieu y el «es-» del esp la-
ce., la otra el «-lieu» y la « -p lace» , Mao le dio un nom bre cuya sim plicidad
extravía: lucha de lo viejo y de lo nuevo, lucha de la que él asegura, muy
especialm ente cuando se prepara para dar aval a la segunda revolución
china (llam ada «cultural»), que proseguirá, incluso en la violencia, hasta
los tiem pos, inclusive, de la falaz pacificación com unista, más allá de las
clases y del Estado.
62
T e o r ía d e l s u j e t o
posee, sólo él, la adm inistración p o sta l-, para ver que se transm ite allí lo
nuevo en acto. Sin em bargo, m uy a m enudo, m ediante el sesgo desafiante
de lo que es silenciado, por el m argen del texto, por la apariencia pura-
m ente particular de un principio general disimulado. Dios sabe que estos
señores del pensam iento llevan lo m ás lejos posible el recelo y el silencio.
El rayo de la com u nicación conm ovedora alum bra aquí el sarm iento seco
de lo esquivo.
Por sí solas, estas cartas dem uestran que si el esplace se propaga por el
cuidado, la confianza y el am or (co m o d icen los pedagogos «m odernos»),
o tan bien com o por la coerción, el desprecio y la frialdad (com o hacen
los pedagogos padres azotadores de la vieja Inglaterra), la concentración
de la fuerza requiere m ás bien , para su transm isión singular, la alusión,
la tensión, una forma oblicua de desconfianza cortés cuyo arte está en
su colm o entre los clásicos. Pues es poco decir que D escartes y Ferm at,
Pascal y la som bra de D escartes no se am aban. Por su no-am or esencial
circulaba la esencia de lo verdadero.
No se ama m u cho, tam poco, en los grandes partidos políticos, lo que
es tom ado por algunos ingenuos com o el efecto detestable de las «luchas
por el poder», cuando es el axiom a ontológico de la unidad purificante
el que ahí se abre cam ino.
No se ama del todo en las sociedades de psicoanálisis, y especialm ente
cuando se plantea en ellas la funesta pregunta: ¿cóm o se transmite el psi-
coanálisis? Este no-am or es de una profunda lógica. Vehicula el proceso de
la fuerza, y se escande, com o es debido, por exclusiones, escisiones y ex-
com uniones. Entre los psicoanalistas, a cada instante uno se fortalece, o se
debilita, al depurarse de sus elem entos oportunistas o revolucionarios.
En la escuela freudiana, en torno de este punto nodal: «¿cóm o se recibe
de la Escuela una habilitación de psicoanalista?» - o sea, lo que esta Escuela
llama, con un nom bre perfecto, el p a se -, se llevan a cabo feroces com bates,
de los cuales, m ás allá de la m uerte, desgraciadam ente inevitable, de su
gigantesco dom inador [dom in ateu r] Lacan, se debe esperar el hundim iento
de esta Escuela en la anarquía m ediocre de su im -pase [im -passe].
El individuo no escapa a ello. Si quieren advenir com o sujeto, debe-
rán, lo saben b ien , fundar de m anera com pletam ente expresa, contra las
costum bres, el partido de ustedes m ism os, áspero, concentrando en un
objetivo la fuerza y el poder [p u issan ce] de abnegación, y cuya condición
de existencia es no amarse dem asiado. Cosa que los moralistas clásicos
dijeron de una vez por todas, y en prim er lugar Pascal, uno de nuestros
cuatro m ás grandes dialécticos nacion ales -lo s otros son Rousseau, Ma-
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El l uga r de l o s u b j e t iv o
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T e o r ía d e l s u j e t o
precioso y, a su m anera, inm ortal, pero del cual, siete años después, co n -
servam os en m uy escasa m edida, en el am biente sepulcral del programa
com ún y los padrenuestros del enterrador Mitterand, el porvenir subjetivo
y la acción restringida concentrada.
Digam os que lo subjetivo de la fuerza del adversario está todavía en
bastante buen estado. Eso, los revolucionarios nunca lo term inaron de
entender. La mayoría piensa que son el único sujeto, y se representan la
clase antagónica com o un m ecanism o objetivo de opresión dirigido por
un puñado de aprovechadores.
La burguesía no es en absoluto reducible al control del Estado o al
beneficio económ ico. Sobre este punto, tam bién, la Revolución Cultural
nos ilustra, al designar la burguesía dentro de las condiciones en que la
industria es íntegram ente nacionalizada, y en que el partido del prole-
tariado dom ina el Estado. La burguesía hace política, conduce la lucha
de clase, no sólo por el sesgo de la explotación, ni por el de la coerción,
terrorista o legal. La burguesía hace sujeto. ¿Dónde, pues? Exactam ente
com o el proletariado: en el pueblo, incluida la clase obrera, y yo diría
inclu so, tratándose de la nueva burguesía burocrática de Estado, incluida
especialm ente la clase obrera.
Los burgueses im perialistas son un puñado, se entiende, pero el efecto
subjetivo de su fuerza reside en el pueblo dividido. Solo existe la ley del
Capital, o los policías. Perder esto de vista, es ya no ver la unidad del
esplace, su consistencia. Es recaer en el objetivism o, cuyo precio a pagar
es, en prim er lugar, hacer del Estado el único sujeto, de ahí la logorrea
[logorrhée]27 antirrepresiva.
Hay que con ceb ir la sociedad im perialista no sólo com o sustancia,
sino tam bién com o sujeto.
N osotros no pertenecem os a la m ism a, es cierto, sino en lo subjetivo,
que no es el su jeto, sino su elem ento, su género.
Lo objetivo y lo subjetivo dividen la dialéctica. Si ustedes tom an en
consid eración las dos fuerzas antagónicas (sin olvidar la articulación sub-
yacente en esp lace y horlieu), pueden cortar allí una dialéctica objetiva y
una dialéctica subjetiva, cuyo con ju n to es la dialéctica de la fuerza.
Vean el esq u em a, sob re el eje m p lo ca n ó n ico de la con trad icción
burguesía/proletariado:
27 Síntesis de los conceptos de logos («logos») y diarrhée («diarrea»). (N. del T.)
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El l uga r de l o s u b j e t iv o
seg ú n P (A ) : fu e rz a su b je tiv a
(p o lític a d e c la s e en el p u eb lo )
P (b u rg u e sía )
seg ú n P (A ) : fu e rz a o b je tiv a (r e la c io n e s
d e e x p lo ta c ió n y c o n tro l del E s ta d o )
dialéctica dialéctica
objetiva subjetiva
(realidad) (real)
según P (A p): fuerza objetiva
(rebeliones de masas)
Ap (p ro le ta ria d o )
seg ú n A (A p) — > A ( P ): fu erz a su b je tiv a
(p o lític a d e c la s e en el p u e b lo ; p a rtid o )
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T e o r ía d e l s u j e t o
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El l u g a r d e l o s u b je t i v o
2 .- Hay que ver las cosas a escala de con ju n to, al m enos en el cuadro
nacional, y n o parcelarse en el federalism o de las luchas.
3 .- Hay que aliarse con las masas rurales.
4 .- Hay que acabar con la contra-revolu ción m ediante un proceso
ininterrum pido, m ilitarm ente ofensivo y centralizado.
¿Y el partid o, el fam oso p artid o leninista, en todo eso? ¿El partido
núcleo de acero, arm ado al paso acom pasado de profesionales arraigados?
El partid o, para Lenin, no es m ás que el operador de con cen tració n de
estas cuatro exigencias, punto focal obligado para una política. El partido
es la d ep uración activa de la p o lítica, el sistem a de posibilid ad práctico
del b alan ce de la C om una. Se infiere de la política (de lo subjetivo de
la fuerza). No es en absolu to prim ero. Es un con trasentid o acerca del
¿Qué h acer? ver en el m ism o una teoría del partido. ¿Qué hacer? es un
breviario de la p o lítica m arxista. Lo que se infiere en cu anto al partido
com o aparato es añadido y secu nd ario. ¿Qué hacer? es un a teoría de lo
subjetivo de la fuerza, b a jo la form a de un llam ado general a la confianza
política.
No es por el cuidado institucional, sino por los requisitos de la am bi-
ción política m arxista, que ¿Qué hacer? induce un balance silencioso de
la Com una de París.
Es, por lo dem ás, curioso, ver que el examen explícito de la Comuna
al que procede Lenin en El E stado y la Revolución sigue un hilo totalm ente
distinto, venido de M arx, y relativo al problem a del Estado: a pesar de las
apariencias, de lo que se trata ahí, m ediante el retorno a la objetividad, es
de una em presa bastante m enos nueva. ;
Toda periodización debe abarcar su doble m om ento dialéctico, con -
tener, en el ejem plo dado, O ctubre del 17 com o segunda escansión, y
provisoriam ente final, del balance. De ahí la confusión de los historiado-
res: según la relación fuerza/plaza, la Com una es nueva (M arx). Según la
relación subjetivo/objetivo, es O ctubre el que lo es, y la Com una es este
borde de lo antiguo cuya percepción práctica, al depurar la fuerza, participa
en el engendram iento de su novedad.
Es altam ente probable que la R evolu ción C ultural china tenga el
m ism o perfil, y que esté abierta la cu estión del segundo m om ento de su
función periodizante. La cu estión subjetiva (cóm o la R evolución Cultural,
levantam iento de masas contra la nueva burguesía burocrática de Estado,
vino a tropezar con la refundición del partido) perm anece en suspenso,
cuestión clave de toda política m arxista hoy.
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E l l u g a r d e l o s u b j e t iv o
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T e o r ía d e l s u j e t o
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E l l u g a r d e l o s u b je t i v o
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II
El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a
EXCEPCIÓN
1 5 d e d ic ie m b r e d e 1 9 7 5
D e f i n i c i ó n d e la d i a l é c t i c a e s t r u c t u r a l . - L o s a to m is ta s g rie g o s . - L ó g ic a d e l d in a -
m en. - E l a za r. - E l té r m in o e v a n e s c e n te . - ¿ Q u é s o n y q u é h a c e n la s m a s a s ? - La
c a u s a l i d a d d e la f a l t a .
75
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e p c ió n
28 El concepto de écart podría traducirse, tal com o lo hem os h echo hasta aquí, co m o «se-
paración» o «distancia». Preferim os sin em bargo, en este caso, volcarlo co m o «distinción»,
a fin de diferenciarlo, precisam ente, del concepto de «diferencia». La idea es, sim plem ente,
que en la concepción estructural de la d ialéctica, la diferencia entre determ inados elem entos
se piensa únicam ente en térm inos espaciales -d e sd e el punto de vista de las «distintas»
posiciones ocupadas por los m ism os - e s decir, de su separación o distanciam iento posi-
cionai. (N . del T.)
76
T e o r ía d e l s u j e t o
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E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
¿Qué diferencia m ás fuerte que la de los átom os y del vacío? Los ato-
mistas griegos afirm an, para com enzar, lo heterogéneo absoluto: por un
lado, la m ultiplicidad discreta de la m ateria; por el otro, la continuidad
infinita de la nada.
Hegel admira el im pulso [éla n ] que hace «de esta determ inidad simple
de lo U no y del vacío el principio de todas las cosas, reduciendo a esta
op osición sim ple la variedad infinita del m undo y habiendo la audacia
del m undo a partir de ella» (L I , 13 6 ).
Este im pulso de la abstracción estructural tropieza, no obstante, en -
seguida con su propia fuerza com o con el obstáculo que le propone lo
real.
Si los átom os están en exterioridad cualitativa radical al vacío, si ningún
átom o es nom brable más que por esta exterioridad de principio -s e r un
átom o, y no v a cío -, está, claro que n a d a advien e. Los átom os perm anecen
suspendidos, polvo de eternidad, en lo que les sirve de fondo, vanas es-
trellas en la noche de alguna constelación.
La diferencia es aquí tan fuerte, que ningún Todo se abre cam ino, en
ningún proceso.
Ahora bien, la hipótesis atom ística no tiene otro objetivo que com poner
lo real del Todo. Se queda aquí sin com bustible.
D irem os, pues, segundo m om ento de este asunto, que el vacío engen-
dra el m ovim iento de los átom os, gesto por el cual, rom piendo la pura
exclusión cualitativa recíproca, se esboza una correlación, incluso una
posición. E l vacío es causal, pone en esplace, si no los átom os, al m enos
sus trayectorias.
Hegel presta m ucha atención a este pequeño paso, corriend o la cober-
tura de su negativo con celeridad:
El p rin cip io a to m ístico n o p erm a n ece [ . .. ] en esta e x terio rid a d en tre lo s que
lo p en sa ron p rim ero; sin o q u e, m ás allá de su a b stra cc ió n , él es ta m b ién
la p ro fu n d id ad esp ecu lativa en la q u e el v acío ha sid o re co n o c id o c o m o
la fuente del m ovim iento; lo q u e, en tre el á to m o y el v acío , es u n a re la ció n
to ta lm e n te d istin ta de la sim p le y u x ta p o sició n y la in d iferen cia de estas d os
d e term in acio n es la u n a re sp ecto de la otra ( . . . ) . La v isió n ( . . . ) seg ú n la cu al
el vacío co n stitu y e el fu nd am ento d el m o v im ien to c o n tien e este p en sam ien to
p ro fu n d o de qu e es en lo n egativ o e n gen eral qu e se h alla el fu n d am en to del
d evenir, d e la in q u ietu d , del a u to -m o v im ien to . P ero ah í lo n egativ o n o ha
de to m a rse c o m o la nada q u e se h alla m u y p ró x im a a la re p re se n ta c ió n : es
la n egativ id ad verdad era, el in fin ito (L I, 1 3 7 )
78
T e o r ía d e l s u j e t o
29 O , si se quiere m antener la trad u cción de quelque chose co m o «algo»: «Pero hay algo,
y n o nada». (N . del T.)
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El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
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T e o r ía d e l s u j e t o
pueblo ún ico, que se reinscribe durante toda torm enta, e incluso en otras
circunstancias, la diferencia cualitativa originaria que separa radicalnente
el pueblo del im perialism o.
Y es b ien cierto que, para en ten d er esta rein scrip ción que filtra la
d iferencia, hay que adm itir la capacidad de las masas para desviarse. Es
lo que se den om ina, por lo d em ás, su m ovim iento: el m ovim iento de
m asas.
E l clinam en es, desde luego, com pletam ente em barazoso. No es ni
el vacío, ni los átom os, ni la acción causal de uno sobre los otros. No es
tam poco un tercer com ponente, un tercer principio. Es solam ente aquello
por lo que se puede llegar, de la diferencia cualitativa absoluta, afirmada
audazm ente com o principio, a la com binación de átomos com o diferencia
débil, con la que sólo se aclara el m undo evidente de las cosas.
El clinam en es la dialecticidad de los principios, la diferenciaciór. débil
de la diferencia fuerte.
Este operador de involución es m ás im portante para nosotros que los
dos lím ites de su eficacia: átom os/vacío, por un lado; m undo combinado
de átom os, por el otro (adviertan que, entre tanto, el vacío cayó. Es su
destino, y el clinam en, que lo denota, debe tam bién desvanecerse en su
efecto. Veremos esto en detalle).
El clinam en es el átom o com o horüeu del vacío, dialectizando el vacío
com o lugar de los átom os.
Digam os, extrapolando, y lejos de los griegos, que el clinam en es sujeto,
o más exactam ente subjetivación.
La dialéctica estructural pretende ahorrarse aquí la fuerza. Que sea
preciso un horlieu en los lím ites del milagro, por doble op o sició i a la
caída m onótona de los átom os, de la cual el vacío es causa, y a las leyes
que van a reglar, después del clinam en, la com posición del Todo, $ dirá
«libertad» o «azar», pues la acción masiva del vacío com o diferencia fuerte
tanto com o el proceso com binatorio son, ellos, íntegram ente necesarios,
estrictam ente puestos en esplace. El segundo en particular ya no es más
que con caten ación de átom os según las figuras del m undo real. Hay ahí
puesta en cadena de elem entos, todos de la misma especie.
El clinam en es a-específico, fuera de necesidad, absolutam ente :uera-
de-lugar [hors-lieu], «inesplazable» [«in esplagable» ], infigurable: el izar.
No es en vano que este azar regrese com o categoría principal e i Ma-
llarm é. El azar es un con cep to clave de toda dialéctica estructural Para
Lacan, es nada m enos, b ajo el nom bre de Fortuna, que lo real.
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El su je t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
82
T e o r ía d e l s u j e t o
Lacan elabora lo real com o corte [coupu re] , revelando por dispersión
retroactiva la clave del orden en que se sostiene; M allarm é consagra sus
m áquinas poéticas a introducir en escena la abolición de la huella de la
falta («abolid o b ib elot de inanid ad son o ra»); los atom istas señalan la
borradura intracom binatoria del clinam en.
¿Q ué es u n térm ino evanescente? Es el que, habiendo m arcado en lo
hom ogéneo de los térm inos del proceso la diferencia fuerte de lo real, debe
desaparecer para que sólo la diferencia más débil posible - l a diferencia
de p lazas- regle el devenir.
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E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e p c ió n
30 II est passeur sur places de la forcé. El térm ino passeur («pasador») refiere en francés a
aquel que hace pasar personas, de m anera clandestina, de un país a otro. Por otro lado, en
castellano, una de las acepciones de la palabra «pasador» es, de acuerdo co n el D.R.A.E.,
«que pasa contrabando de un país a otro». De lo que se trata, por lo dem ás, en este difícil
pasaje, es del térm ino evanescente co m o pasador, es decir, com o una instancia que hace
pasarla fuerza de una diferencia (fuerte) a otra (débil). (N . del T.)
31 Ju ego de palabras intraducibie, ya que démarquere s «des-m arcar», «q u itarla m arca» del
precio de u n articu lo, «rebajar»; y demarque es, consiguientem ente, «rebaja». Por su p aite,
remarquer-lite ra lm en te «re-marcar»-^ significa «notar» o «destacar». (N. del T.)
32 Se trata aquí de «pasar» en el sentido de «suceder» u «ocurrir». (N . del T.)
84
T e o r ía d e l s u j e t o
Es a esta desaparición, com o pu nto real, y para nada real33, que d eno-
m inam os térm ino evanescente.
Pensar lo real se reduce aquí a pensar la auto-anulación de lo que lo
hace posible en general.
El átom o afectado de desvío engendra el Todo sin resto ni huella de
esta afección. M ejor incluso: el efecto es la borradura retroactiva de la
causa, ya que al m antenerse en lo real del m undo -la s com binaciones de
á to m o s- el desvío, no siendo ni átom o, ni vacío, ni acción del vacío, ni
sistem a de átom os, es ininteligible. Lo que funda la posibilidad del p en-
sam iento naufraga en lo im pensable.
El pensam iento dialéctico de este im pensable, en cuanto térm ino eva-
nescente, cuya categoría prim itiva es la de horlieu , atraviesa el límite del
m ecanism o. Debe aprehender que una razón desplegada opera la borradura
activa de lo que la funda, dejando detrás de ella este resto tachado com o
la som bra de la fuerza de cuyo nom bre reniega. Pues no quiere conocer,
esta razón estructural, sino el ju e g o claro de las plazas.
Sin em bargo, por borrado que esté, el térm ino evanescente deja, por
lo dem ás, esta enorm e huella que es el todo. No hay un m undo sino del
clinam en, si ningún clinam en nu nca es señalable en el m undo.
Em plazada en ninguna parte, la fuerza evanescente sostiene la consis-
tencia de las plazas.
El térm ino evanescente no desaparece sino en tanto que n ada se incluye
que lo valga, sino la potencia de in clin ación en general, que aquél fundó
al rom per lo Uno. ¿Cóm o? Por un g olp e {c o u p d e fo r c é ] .
Los asom braré quizás al decirles que así se aclara, para el m arxista,
el rol a la vez absoluto en cuanto a la fuerza, y nulo en cuanto a la plaza,
del m ovim iento de masas. ¡Sí! El m ovim iento de masas es el término
evanescente de la concatenación acontecim iental [évenem entielle] que se
llam a historia.
Las m asas m ism as, en su ser estático , sus estructuraciones posiciona-
les, su em plazam iento estatal, con stitu yen el m undo h istórico. Es de ellas
85
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
que se sostiene toda figura de Estado, es del consen so que las cim ienta
que se define un ser social dado. Estas m asas «esplazadas» [« esp la cées» ],
m ás b ien que hacerla, son la h isto ria '
Pero este ser es un resultado, cuya posibilidad, invariablem ente, emerge
de la furia que desaparece [d isp araissan te] de las masas que se desvían, es
decir alzadas, en la tem pestad im previsible de su rebelión segura contra
la figura del Estado que era para ellas, prim eram ente, principio.
Q ue se pueda describir el m ovim iento de m asas, su claridad m e-
m o rable, su coraje in v en cib le, su d ivisión particu lar, sus asam bleas
p atibu larias, su terrorism o fraternal, no autoriza a creer que ahí se
tenga un térm ino fijo del ser p o lítico -social. Toda tentativa de instituir
durablem ente, de p ro p on erse34, unas form as de su im p aciencia creadora,
convierte el m ovim iento de m asas en su opuesto. Los soviets después de
1 9 2 0 , los com ités revolu cionarios ch in o s después de 1 9 7 0 , no efectúan
sin o la d esaparición estatal de su aparición h istórica. El m ovim iento de
m asas tiene por ser el desaparecer, y hay que aceptar que sea sin hu ella,
en los vastos estadios Ipaliers] del esp la ce h istó rico , al pu nto de que
tantos nostálgicos rendidos llegan a d ecir del m ism o: «¿Q ué pasó ahí?
¿D ónde teníam os el espíritu?».
Se olvidan únicam ente de que el todo de donde hablan, si incluso no
reconocem os en éste nada del entusiasm o de en tonces, e incluso si pre-
valece la apariencia de su opuesto, obtiene consistencia de la fuerza que
el m ovim iento liberaba. Y de que ninguna em presa política tiene porvenir
-p o r pobre que se m anifieste [a p p araisse], «esplazada» la tem pestad, su
presente- sin perjuicio de sostenerse en el sentido que prodiga la desapa-
rición fundadora del m ovim iento de masas.
E n la relación de la política con el m ovim iento de m asas, es la función
dialéctica del térm ino evanescente la que hay que tener en cuenta, en -
clavijándola a la fuerza, y sin reducirla, de ser posible, al ún ico clinam en
intem poral de donde nace el m ecanism o conservador de las plazas.
Es en la m odalidad de su «esplazam iento» estable que las m asas son la
historia, es en la de su aparecer-que-desaparece que ellas la hacen.
H acen lo que ellas son, pero desapareciendo para ser.
34 Hay aquí u n ju eg o sem ántico im posible de verter al castellano. Badiou utiliza la expresión
Jaire état, que significa, entre otros m atices posibles, «proponerse», «hacer caso (de algo)»,
«tener en cuenta»; pero que, desde el pu nto de vista de su literalidad, es: «h acer estado».
T e o r ía d e l s u j e t o
87
5 de en ero d e 1976
35 Traducim os lafoule com o «la m ultitud», para evitar superposiciones term inológicas con
peuple («p u eb lo») y masse («m asa»). Tam bién podría traducirse co m o «el gentío».
T e o r ía d e l s u j e t o
89
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e p c ió n
90
T e o r ía d e l s u j e t o
«No hay presente», quiere decir: n o hay clinam en, ninguna desapari-
ción fecunda de la m ultitud alzada. Solam ente la com binación plácida de
las plazas en la regularidad de la ley: «la Ley, dice M allarmé, sita en toda
transparencia, desnudez y maravilla» (L a M úsica y las Letras, O, 3 7 3 ).
Es una m aravilla, sobre todo, que en los tiem pos coloniales y provi-
soriam ente dóciles, Mallarmé haya podido, aunque no fuese sino para
cargar con ello el arte, detectar que todo lo que tiene resplandor, todo lo
que subsiste y procede, depende de la falta de la m ultitud, y da testim onio
de que, al desaparecer, las m asas am otinadoras fundaron hasta el m undo
que les prohíbe existir.
91
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e p c ió n
D ecir que el térm ino evanescente es igual al todo sigue siendo una
metáfora. N o es el todo, esta nada de la cual toda consistencia procede, no
es tam poco esta consistencia, la cual es tan poco nada que se distribuye
en cosas. ¿Dónde está, pues? ¿Dónde va, irreparable, el desvío fulminante
del que todo orden se hace?
Después de la m utación de las diferencias, el térm ino evanescente y
la causalidad de la falta, precisam os aquí deducir el clivaje. Es el cuarto
concepto de la dialéctica estructural.
92
T e o r ía d e l s u j e t o
93
El s u je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
37 Hay un ju eg o sem ántico intransferible al castellano, dado que g reve es tanto «arenal»
com o «huelga». (N . del T.)
94
T e o r ía d e l s u j e t o
Mallarmé fija así su programa: «Evocar en una som bra expresa el objeto
silenciado [tu] m ediante palabras alusivas nunca directas, reduciéndose al
debido silencio por igual» (M agia, O, 4 0 0 ).
El ob jeto, reducido al silencio, no entra en el poem a, aunque su evo-
cación funda la consistencia poética. Es la causa ausente. Pero su efecto
de falta es afectar cada térm ino escrito, obligado a ser «alusivo», «nunca
directo», con el fin de igualarse en Todo con el silencio por el cual el objeto
sólo inicialm ente era afectado.
Lo alusivo es el borde evanescente del térm ino escrito. Es aquello por
lo cual, b ajo el efecto de ausencia del ob jeto, se com bina poéticam ente
con otros térm inos, para finalm ente producir la evocación de la falta, es
decir, una cosa poética, un universo íntegram ente com binado.
La palabra del poema está clivada: es palabra y no-palabra, verbo y silen-
cio por igual, luz y som bra expresas. Sobre este clivaje únicam ente reposa
su m anejabilidad poética, su inclu sión en la cadena de las metáforas.
Si es el silencio lo que hay que decir, el poem a debe reducir cada pa-
labra a su faz evanescente.
El poem a com o todo, igualándose -d e se a M allarm é- con el objeto
silenciado, procede a la auto-borradura [au to-effacem en t} de la palabra.
Lo difícil es q u e, de este proceso de auto-borradura de la palabra a partir
de su borde evanescente, el instrum ento no puedan ser, exclusivam ente,
sino otras palabras.
Hay que b orrar [effacer], pues, tam bién, el instrum ento del borrado
[effacem en t], si no la palabra lo arrastra, hacia el olvido de la falta, hacia su
faz de identidad anónim a, lo que M allarmé reconoce ser la pura función
de intercam bio, de alguna forma m onetaria, del lenguaje.
E l poem a n o intercam bia nada. La anulación del intercam bio es su
principal resultado. Para eso, la huella debe desaparecer de aquello m e-
diante lo cual las palabras movilizadas hacían centellear el desvanecimiento
de sí m ism as.
E n el corazón de las máquinas dialécticas de Mallarmé está no solamente
la trinidad: térm ino evanescente, causalidad de la falta, clivaje; sino el segundo
g rado de su efecto, o sea, la falta de la falta [le m anque du m an qu e].
95
El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
Por razones que tendrem os que exam inar, Lacan llam a «angustia» la
falta de la falta. Y es, dice él, lo que no engaña.
M allarmé no dice otra cosa:
96
2 6 d e en ero d e 1 976
97
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
A la nue accablante tu
Basse de basalte et de laves
A même les échos esclaves
Par une trompe sans vertu
¿Qué naufragio, pues, engulló h asta el mástil, arra n ca d a s las velas, lo que
e r a el últim o resto [débris] ele un navio? L a espu m a que se ve sobre el mai;
19 A d if e r e n c ia d e l r e s t o d e lo s t e x t o s c i t a d o s e n la p r e s e n t e o b r a , y d e b i d o a i a n á lis is p o r
m e n o r i z a d o q u e e l f i l ó s o f o lle v a a c a b o d e lo s m i s m o s , o p t a m o s p o r o f r e c e r e n e l c u e r p o
p r i n c i p a l d e l t e x t o la v e r s i ó n o r i g i n a l t a n t o d e e s te s o n e t o c o m o , m á s a d e l a n t e , d e “ E l d e s u s
p u r a s u ñ a s o n y x ” ; l o q u e le f a c ilit a r á , e n t e n d e m o s , a l l e c t o r , e l s e g u i m i e n t o d e la le c t u r a q u e
B a d i o u h a c e d e a m b o s . T r a n s c r i b i r n o s , a c o n t i n u a c i ó n , la t r a d u c c i ó n d e “ A la n u e a c c a b la n te
t u " e f e c t u a d a p o r N o r a P a s t e r n a c , C e n t r o d e L e n g u a s - I T A M : “ A n t e la n u b e a b r u m a d o r a
s ile n c i a d o / B a s e d e b a s a lto y d e la v a s / E n t r e lo s e c o s e s c la v o s / P o r u n a t r o m p e t a s in v i r t u d
/ Q u é s e p u lc r a l n a u f r a g i o ( t ú / L o s a b e s , e s p u m a , a u n q u e b u r b u j e e s ) / S u p r e m o u n o e n tr e
lo s r e s t o s / A b o l i ó e l m á s t i l d e s v e s t id o / O a q u e l l o q u e f u r i b u n d o fa lta / D e a l g u n a p e r d ic ió n -
a lta / T o d o e l a b i s m o v a n o d e s p le g a d o / E n el t a n b l a n c o c a b e l l o q u e . c u e lg a / A v a r a m e n t e
h a b r á a h o g a d o / E l f la n c o in f a n t e d e u n a s ir e n a ” . T é n g a s e e n c u e n t a , n o o b s t a n t e , q u e , a l
m o m e n t o d e s e g u ir e l p r o c e s o d e a n á l is i s - r e c o n s t r u c c i ó n e f e c t u a d o p o r B a d i o u , n o p o d r e m o s
a t e n e r n o s a e s ta v e r s i ó n ‘l i t e r a r i a ’ y r e l a t i v a m e n t e l i b r e ’ , s i n o q u e n o s v e r e m o s o b l i g a d o s a
tr a d u c ir lite r a lm e n te c a d a fr a g m e n to c ita d o d e l p o e m a . ( N . d e l T .)
T e o r ía d e l s u j e t o
hu ella de esta catástrofe, lo sabe, p ero no dice n ada acerca de ello. L a trom pa40
del navio, que h a b ría podido inform arnos, no se h ace oír, im potente, sobre este
cielo b ajo y este m ar som brío, color de roca volcánica, que aprision a el eco
posible de la lla m a d a de socorro.
A m enos que, en realid ad ,fu rio so d e no h a b er tenido ningún navio que h acer
desaparecer, el abism o (m ar y cielo) hay a engullido una sirena, cuya espu m a
blan ca no sería ya m ás que el cabello.
H ,S e p l a n t e a , d e a q u í e n a d e l a n t e , u n j u e g o d e p a la b r a s i n t r a d u c i b i e e n t o r n o d e trompe,
q u e es t a n t o « t r o m p a » e n e l s e n t i d o d e la p a r t e d e l a n t e r a d e u n b a r c o c o m o « t r o m p a » e n
ta n to q u e in s tr u m e n to m u s ic a l. ( N . d e l T .)
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El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
11 D ebe tenerse e n cuenta que la palabra personne no sólo significa «persona» sino tam bién
«nadie». (N. del T.)
100
T e o r ía d e l s u j e t o
42 La exp resión «ou cela que» posee una tensión sem ántica im posible de m antener en
castellano. Puede ser, p or un lado, «o aquello qu e», y, p or otro lado, si se considera a cela
com o la forma verbal correspondiente a la tercera persona singular del pasado sim ple de
celer («callar», «guardar u n secreto»), «o calló que». (N. del T.)
101
El s u j e t o b a jo l o s s i g n i f i c a n t e s d e l a e x c e p c i ó n
102
T e o r ía d e l s u j e t o
esplace / horlieu
J,M„_________________________________________
blanco/ escritura
cadena 1de la fazevanescente de los términos
M„
mjVÍo ( n a u f r a g i o ) - > trcylípa (sin virtud) - > m ^ f i l (a b o lid o )
, - Mv Mv
poem a m a r-c ie lo / esp u m a \
o aquello que...
diferencia fuerte
My
sipriía(ahogada)—> fínico (infante) -
Mv
j abismo
cabellera
ara j/ vano
cadena2 de sirenaj desplegado
M„
horlieu / esplace
103
El s u j e t o b a jo l o s s i g n i f i c a n t e s d e l a e x c e p c i ó n
3
¿No basta con un único térm ino evanescente para que su efecto de falta,
clivando todo índice de realidad [réel] , autorice el todo del poem a?
Es, sin em bargo, por dos veces que el navio no tiene lugar.
Naufragado, en primer lugar, desnuda sus velas, apaga su trom pa (su
sirena, ya, pero de alarma) a fin de que se anule su resto [épave] suprem o.
Pero a su vez el naufragio se revocó en duda. Se trataría, m ás bien, de
una zam bullida de sirena.
Estas dos negaciones no son de la m ism a especie. La prim era representa
el desvanecim iento del térm ino causal, la segunda anula el desvanecim ien-
to m ism o. Y, sobre el fondo de esta revocación, se suprim e el segundo y
term inal térm ino evanescente (la sipéna).
O bserven que en el m aoísm o, es tam bién por dos veces que hay que
producir la d estrucción de la burguesía. En prim er lugar la antigua, la
clásica, respecto de la cual el leninism o establece los m edios de destruir su
aparato. D espués la nueva, la burocrática de Estado, respecto de la cual el
m aoísm o enseña que germ ina en los instrum entos m ism os de la primera
d estrucción, el partido leninista, y el Estado socialista.
La cu estión radica en saber si las m asas revolucionarias, acto r histórico
equivalente a la causa evanescente para la revolución leninista, son las m is-
m as que vienen a desalojar, en lo que las había en prim er lugar vertebrado
(el partido y el Estado), a la burguesía llorosa que supo form arse y vencer
en Rusia, después de que Stalin no hubiera propuesto, para postergarlo,
sino la som bría igLtaldad ante el terror.
¿Uno o dos térm inos evanescentes? ¿Es la m ism a «revolu ción », la
que Lenin enfrenta al Estado, aquella de la que se trata en la Revolución
Cultural?
Sin duda hay que pensar, m ás b ie n , que al naufragio socialista del
b arco burgu és lo suced e la zam bullid a com u n ista de las sirenas del
Estado. Q ue son , por lo d em ás, sirenas c o n b ig ote. Sólo el carácter
provisoriam en te ascen dente de la nueva burguesía m o n op o lista b u ro -
crática de E stado puede exp licar que su can to ro n co y sin iestro pueda
sed u cir a navegantes de la h isto ria tan dispares com o co lo n o s etíopes,
los m ilitares de V ietnam , cierto s in telectu ales árabes, técn ico s del Este,
barbu d o s de A m érica Latina o los palurd os obreros profesionales de los
sin d icatos franceses.
Para h acer de todo eso el todo de un naufragio, n o es de sorprender
que sean precisas extrañas novedades, com o poner en m archa decenas de
104
T e o r ía d e l s u j e t o
^ La idea aquí es que la sirena «se atasca», «encalla». (N. del T.)
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El s u j e t o b a jo l o s s i g n i f i c a n t e s d e La e x c e p c i ó n
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1 d e fe b r e r o d e 1 9 7 6
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El s u je t o b a jo l o s s i g n i f i c a n t e s d e l a e x c e p c ió n
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T e o r ía d e l s u j e t o
La naturaleza tiene lugar, no se le agregará nada; sino unas ciudades, las vías
férreas y varias invenciones que forman nuestro material.
Disponible, para siempre y únicamente, todo el acto, queda por aprehender
las relaciones, entre tanto, raras o múltiples; según cierto estado interior y
que uno quiera extenderse a voluntad, simplificar el mundo,
igual que creer: la noción de un objeto, fugitivo, que falta [d’un objet, écha-
ppant, qui fait défaut}. (La Música y las Letras, O, 647).
O cupar la falta [défaut] del ser pone en orden el sím bolo. La igualdad
de los elem entos, y el golpe final del verso, concentran, ritm o y rim a, la
satisfacción del deseo de creer: « ( ...) e.1 acto poético consiste en ver de
repente que una idea se fracciona en un núm ero de m otivos de igual valor
y en agruparlos; ellos rim an: por sello exterior, su m edida com ún que
acuerda el golpe final» (Crisis d e verso, O, 3 6 5 ).
Es al seguir, b ajo el efecto del no-lu gar natural, los dédalos de la frag-
m entación igualitaria (esplace) y de lo nuevo que en ella se crea bajo el sello
de verso (horlieu) que nosotros consagram os nuestra investigación.
Com o Mallarmé en lo que respecta a la naturaleza, yo no imagino que se
pueda «añadir» a la sociedad, sino centrales nucleares. La política marxista
debe saber suprim ir, poner el viejo ser social en falta para verdaderam ente
109
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
creer lo que no existía. Parecería que para ello fuese precisa la destrucción,
que es más que la falta, que es a la falta lo que la fuerza es a la plaza.
Incluso ahí, el poeta no nos abandona: «La D estrucción fue m i Beatriz»
(Carta a Lefébure, 1 8 6 7 ).
110
T e o r ía d e l . s u j e t o
D igám oslo sin m aq u illaje: los «o aquello q u e», los «au n qu e», los
«sino», los «pero» y los «excepto que» son nada m enos que los significantes
en que, cesura entre dos órdenes, se estiba, en lo que dura u n relám pago,
el efecto subjetivo.
Aparición-desaparición de un nuevo tipo, donde la cláusula de excep -
ción hace todo el drama separador del sujeto. Diferencia fuerte repentina-
m ente acentuada en la trama densa de las m etáforas y de las m etonim ias.
Ruptura brusca de la igualitaria fragm entación ideal.
La falta de la falta, resultado de la anulación, no es dos veces la falta,
según la primera ley fijada. Le es preciso m ás, y la gramática da aquí
testim onio de ello: de que una pista d esconocida, intransitable según el
«esplazam iento» inicial, se abre al efecto poético.
D enom ino provisoriam ente «sujeto» esta im previsible bifurcación.
Todo sujeto es una excepción forzada, que viene en segundo lugar.
Mao afirm ó, por prim era vez, que ningún engendram iento lineal a
partir del Estado socialista podía h acer que se esperara el com unism o. De
lo que bastó para abatir el viejo orden social, no hay que esperarse que
vaya más lejos por la sola perseverancia.
«P erseverare d iab olicu m »: m áxim a para el Estado socialista.
La diferencia fuerte, que Mao llam a «contrad icción antagónica», debe
resurgir íntegram ente: Revolución Cultural.
Mediante la cual Mao designaba la instancia actual del sujeto político
com unista, golpe [coup d e fo rcé] que la separa de su pretendida línea an -
terior de existencia, el Estado socialista y el partido que se halla en aquél
exageradam ente im plicado.
¡Ah! ¡Él no querría enseñarlo dem asiado, M allarm é, este sujeto donde
tropieza la voluntad estructural de su dialéctica! ¡Si todo esto pudiera
m antenerse en lo hom ogéneo de las operaciones poéticas! Él declara su
am bición en el programa de Igitur: «(el) Drama ( . . . ) se resuelve en seguida,
en lo que se tarda en m ostrar su derrota, que se despliega fulgurantem en-
te» (O, 4 2 8 ).
En lo que se tarda en decir «o aquello que», «excepto que», el sujeto
ya ha tenido lugar, en disidencia del lugar. A nulación hecha, transitam os,
a partir de ahora, hacia la idea de la causa, y ya no tenem os, de nuevo,
sino el universo fam iliar de las m etonim ias.
Este insuficiente clivaje forzado de dos cadenas, esta interrupción m í-
nima, para la que son suficientes algunos adverbios, algunas conjunciones,
¿no es esto casi nada?
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E l s u j e t o b a jo l o s s i g n i f i c a n t e s d e l a e x c e p c i ó n
Sí, pero sin esta ínfim a y total sep aración, sin esta gram ática de la ex-
cepción, no habría sino la efectividad m on ótona, infinita, del pulim ento
del ser b ajo la ley de una ausencia.
Verdadero dialéctico, incluso estructural, él la subordina al ju eg o de las
plazas, reconoce de paso [au p a ssa g e] , «fulgurantem ente», la em ergencia
de la fuerza donde el horlieu se incluye destructivam ente en el esp la ce que
lo excluye.
En lo que él hace teoría del sujeto.
El haber llevado la m aquinaria poética hasta el rigor im placable del
«esto, ciertam ente; no era sino quizás aquello», protege hasta el final a
M allarmé del precipicio plano de los estructuralistas. Lo que, en Una
tirad a d e d ados, precediendo el «excepto, quizás, una con stelació n », él
denom ina con exactitud «la neutralidad idéntica del abism o» (O, 4 7 3 ), y
cuya im probable excepción viene, en lo que tarda un efecto de su jeto, a
m antenerlo a distancia.
En cuanto a las «Tumbas», si no requieren la excep ción gram atical, es
que la anulación del prim er térm ino evanescente (el m uerto, Poe o Wagner,
Verlaine o Baudelaire) está representada en ellas m ediante el «sepulcro sóli-
do», el «calm o bloqu e»44 que hace de golpe partición entre la vida terrestre
del héroe y la vida ideal de su obra: él m u rió, salvo que no hon ram os su
tumba material sino en los arcanos de su eternidad espiritual.
N inguna otra función se im parte en los m ausoleos de Lenin y de Mao:
ellos m urieron, a no ser, dice el m onum ento, que el su jeto político per-
m anezca, del que ellos ocupan, a partir de ahora, para su ruta sinuosa, la
posición de estrella polar.
En cuanto a saber si no es m ás b ien la estrella la que se m ausolea para
que finalm ente venga, del su jeto, «el m om en to de m ostrar su derrota»,
hay ahí u n asunto de Estado, el cual, después de todo, nu nca es sujeto.
44 Bloc, que traducim os aquí por «bloque» a fin de preservar la ilació n m etafórica de las
figuras m allarm eanas, significa tam bién, en el uso familiar, «prisión». (N. del T.)
45 En el sentido de «acabam iento». La pregunta form ulada p or Badiou es: Pourquoi le
poème s’achève-t-il? (N. del T.)
112
T e o r ía d e l s u j e t o
em bargo lógico que perm aneciera abierto; las operaciones com binadas
del d esvanecim iento y de la anu lación -p o r las cuales la causa produce
su efecto, y adem ás libera su c o n c e p to -, no conllevan, por ellas m ismas,
ningún punto de d etención
El n a v io ... o aquello que la sire n a ... sino que N e p tu n o ... a m enos
que una caracola...
¿Y por qué no el círculo de una reconvocación del navio? ¡He aquí
que estaría bueno!
A la nue accablante tu
Basse de basalte et de laves
A même les échos esclaves
Par une trompe sans vertu
46 Ante la n ube abrum adora silenciado / Base de basalto y de lavas / Entre los ecos esclavos
/ Por una trom peta sin virtud / Qué sepulcral naufragio (tú / Lo sabes, espum a, aunque
bu rbu jees) / Suprem o uno entre los restos / A bolió el m ástil desvestido / O aquello que
furibundo falta / De alguna perdición alta / Todo el abism o vano desplegado / En el tan
blanco cabello que cuelga / Avaramente habrá ahogado / El flanco infante de una sirena /
M uerta en exceso que fue su canto / Aunque anula de su odio / El m ástil de espum a que
naufraga. (N. del T.)
113
El s u j e t o b a jo l o s s i g n i f i c a n t e s d e l a e x c e p c i ó n
.................................. 6 d e c e b e a
114
T e o r ía d e l s u j e t o
partido es «núcleo dirigente del pueblo entero», más bien que destaca-
m ento de la clase. Se edifica, y se rectifica, «abiertas todas las puertas»,
más bien que depurarse según su ley de organización.
La política de Stalin es cerrada, suelta, fronteriza: algebraica. La de Mao
es abierta, im plicada, tendencial: topológica.
Topológico, tam bién, el concepto m aoísta de la historia política. Pe-
riodizar, y pasar más allá. N ingún punto de d etención. «Éxito, fracaso,
nuevo éxito, nuevo fracaso, y esto hasta la victoria final». Pero, el «final»
en cu estión no es sino el que p rescribe el período. No hay victoria final
sino relativa. Toda victoria es el com ienzd de u n fracaso de tipo nuevo.
«Es la lucha final», canto obrero de una época47, designa la m odalidad de
historización que prescribe la figura actual del conflicto (de clase, por lo
que a nosotros nos concierne). Después de lo cual, nuevas contradicciones,
nuevas luchas, nuevos fracasos, nueva victoria «final».
¿Y el com unism o? El com unism o es el nom bre de la otra época del
conflicto. «No creo que el com unism o pueda evitar ser dividido en eta-
pas, ni que no conlleve ningLina ruptura cualitativa» (M ao, C harlas sobre
cuestiones d e filo so fía , 1 9 6 4 ).
Este género de enunciado quiere decir esto, que es esencial para el
m arxism o: la historia no existe (esto sería figura del todo). No existen
sino épocas históricas, historizaciones (figuras de lo U no-d el-d os [Un-
du -deu x]). Es por eso que nosotros, com unistas, no postulam os ningún
punto de detención. Cuando determ inam os la etapa en cu rso, es respecto
de la precedente y de la venidera. No contam os más allá de tres. Cuatro
com o m áxim o ¡grand m á x im u m ]: se precisa un cuatro incierto para tener
tres certezas.
El poem a de M allarm é, que es m enos la etapa en curso del Libro que
el resto de su im posibilidad, afirma una im placable finitud. Él «muestra
por siem pre su lím ite a los negros vuelos del blasfem o dispersos en el
futuro» (Tum ba de E. Poe, 7 0 ); él es esta «roca ( . . . ) que puso un lím ite al
infinito» ( Una tirada d e d a d o s. .., 4 7 1 ).
Hay un m om ento para concluir. ¿Es éste la buena vieja negación de la
negación? M uchos lo creen. Siendo el azar negado una primera vez, la se-
gunda negación engendra la idea del azar mismo. La sirena es el absoluto del
cual el navio no es sino la m ediación. Hay algo de este género en Igítur:
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E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
Hegelianism o latente que consolida: «La infinita suerte del azar, que
ustedes negaron» (Id., 4 3 4 ).
116
T e o r ía d e l s u j e t o
48 Adviértase la hom onim ia entre voiíe -«v ela»- y voile -«velo (de novia, de esponsales)».
49 Badiou utiliza la expresión souffletage, que rem ite al verbo soujfleter, el cual, según el
co ntexto, puede ser traducido tanto p or «cachetear» o «abofetear» co m o por «hum illar».
(N. del T ).
117
E l s u j e t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
5
Com pararé esta dura labor lógica con el trabajo partidario, cuando la
política acorrala lo ínfim o del antagonism o en m edio de un am plio consen-
so, reduce la plenitud de lo social a su hueso conflictu al, y, ju sto al borde
del agotam iento de los recursos, adm ite, si todo está bien cond u cid o, la
excepción subjetivante de un b ru sco derrum bam iento de las condiciones
iniciales b ajo el em puje im perioso de lás rebeliones.
N uestra acción m inúscula puede que parezca ser equivalente a la inac-
ción. Pero el coraje de m antenem os en esta equivalencia nos hará form ar
parte del sujeto político de la nueva época.
Nuestra suerte de m arxistas, ¿es «ociosa»? ¡Ciertam ente! ¿Q uién daría
hoy u n centavo por la revolución en Francia? N uestro pensam iento, sin
em bargo, em ite esta tirada de dados. Es que tiene, de la m ism a, el resorte
511 E n el sentido fam iliar de la palabra «p escar», com o cuando se habla, p or ejem plo, de
«no pescar nada» o de «pescar a un ladrón». (N . del T.)
r’ ' El verbo aquí es poncer, que nos rem ite al concepto de ponçage que hem os anteriorm ente
traducido com o «pulim ento (del ser)». (N. del T.)
118
T e o r ía d e l s u j e t o
’2 L a c h a m b r e a n c i e n n e d e l ’h o i r / D e m a i n t r i c h e m a is c h u t r o p h é e / N e s e r a it p a s m ê m e
c h a u f f é e / S ’ il s u r v e n a i t p a r le c o u l o i r ( T r o is sonnets, 7 3 - 7 4 ) . ( N . d e l T .)
E l . SUJETO BAJO LOS SIGNIFICANTES DE LA EXCEPCIÓN
120
T e o r ía d e l s u j e t o
Si él, por otro lado, resistió gloriosam ente bien con los cisnes y las
estrellas, sepam os hacer lo m ism o con la revolución y el com unism o.
Es porque se tom a m edida exacta de su potencia —luego, de su parti-
c ió n -, que las palabras pueden ser inocentes.
121
8 d e fe b r e r o d e 1976
122
T e o r ía d e l s u j e t o
123
El su je t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e p c ió n
En los lím ites del tiem po, cu al probid ad, adem ás de la belleza del
h om en aje, de som eter su tarea de intelectual al encu entro azaroso y tenue
de lo real de las clases, sin ced er en nada al populism o, por el con sen ti-
m iento in terio r a lo que haga falta, ¡aprehender, ah í, la fuente violenta de
otra esp ecie de concepto!
124
T e o r ía d e l s u j e t o
M aestro se ha ido, llanto en la Estigia capta / C on eso solo objeto nobleza de la Nada.) /
Mas cerca la ventana vacante al norte, un oro / Agoniza según tal vez rijosa fábula / De
ninfa alanceada p or llam as de unicornios / Y ella apenas difunta desnuda en el espejo /
Q ue ya en las nulidades que claüsura el m arco / D el centellar se fija súbito el septeto». No
obstante, co m o en el caso anterior, para seguir el análisis de Badiou tendrem os que recurrir
oportunam ente a nuestra propia traducción literal. (N. del T.)
125
El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
126
T e o r ía d e l s u j e t o
3
A ustedes, ya instruidos por «Ante la nube abrum adora silenciado»,
les propongo que vayan a la caza de térm inos evanescentes que tengan
valor de causalidad. Eso nos había producido el gran beneficio de hallar
dos de los m ism os, navio y sirena.
Ahora bien, nos topam os con un hueso duro de roer.
La nixe nos conviene. Su ahogam iento alegado la restituye al espejo. Es
una nixe. Y este atinado térm ino evanescente ju d icial es enseguida anulado
(aunqwé) para que se fije la constelación, que hace, com o de costum bre,
punto de d etención.
De atenernos a los tercetos, la cu estión es simple.
El presupuesto del sol poniente (el sueño vespertino), térm ino eya-
nescente «natural» para la pareja día/noche (escritura/hoja), sem etaforiza
en la pieza vacía por la división del espejo [m iroir]: marco dorado con
u n icornios, por un lado; espejo [glace] oscuro, por el otro. La agonía del
oro del m arco, horizonte de un atardecer de salón, induce la nixe com o
divisibilidad evanescente: perseguida por el fuego de los unicornios del
m arco, ella se zam bulle en la noche del espejo. Su revocación («difunta»)
no dejaría ninguna huella - n o engendraría sino «el olvido cerrado por el
m a rc o » - si la constelación no la relevara, en el régim en de la anulación
(aunque) [a l c o r q u e ].
La conexión anuladora es tanto m ás cerrada, afirmativa, cuanto que,
después de. todo, según la leyenda, es la ninfa Calisto la que fue proyec-
tada al cielo para dibujar en éste la O sa Mayor. M oribunda en su propio
desvanecim iento, ella renace, eterna y fría.
127
El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
128
T e o r ía d e l s u j e t o
129
El su je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a , e x c e pc ió n
ble? El puro h echo de que haya con cep to, realidad a la que se deben los
tercetos. Lo que hace que haya con cep to, son el señor, la m uerte y el puro
significante: el poeta, el ánfora y el ptyx.
Lo que ustedes nunca lograrán deducir: este triángulo del su jeto, de la
m uerte y del lenguaje. Pues a partir de ahí se hace toda deducción.
Deducir, es sustituir. Las «reglas de sustitución» están en el fundam ento
de la lógica m atem ática. El ánfora, el señor y el ptyx so n insustituibles,
m antenidos para siempre en el «no hay», correlato sim bólico del «hay»
lo real. Trinidad de. lo sim bólico com o tal.
¿Es cierto? Q uiero decir, ¿que haya lo inconceptualizable? Mao parecía
no creerlo. Él decía: «Conseguirem os con o cer todo lo que no conocíam os
antes».
Respecto de esto, el axiom a m arxista: «Se tiene razón en rebelarse»,
es am biguo. ¿Q uiere señalar que la rebelión tiene su razón, su concepto?
No lo creo. La rebelión es fundadora de racionalidad y concentra miles
de razones de rebelarse. Com o subjetivación popular, sin em bargo, ni se
resuelve en sus razones (que son de estructura o de acon tecim iento), ni
se anula íntegram ente en la positividad de su porvenir p olítico. Hay ahí
una fortuna histórica, un azar ilum inador, que no es el del lenguaje y de
la m uerte, sino el del coraje y de la ju sticia.
De la rebelión, el Estado n o puede decir que «no hay». El político
revolucionario, en cuanto a él, se atiene al «hay». O casión exquisita para
em briagar al revolucionario, la rebelión es el ptyx del Estado.
H enos aquí casi al térm ino de nuestros esfuerzos. Ind iquem os com o
X la forclusión, / el desvanecim iento. La anu lación se destaca co n «pero»
y co n «au n q u e». Tenem os el esq u em a de c o n stru c c ió n que sigue a
continuación:
130
T e o r ía d e l s u j e t o
^ [ZZ-] ,
3
^(difunta)
+
e s p e jo \glace\
au nq ue... (2 d a a n u la c ió n ,
ap oyán d o se en el d e sv a n ecim ie n to )
¿D ónde pues, esta vez, la fulguración del sujeto? Las dos anulaciones
no tienen el estatuto de golpe que les reconocíam os en otro lugar (y que
se discierne en la mayoría de los poem as de M allarmé: ¡ejercítense en
ellos!)
El «pero» del prim er terceto no se opone sino a lo nulo de la forclusión.
Abre sobre el m arco dorado una línea de totalización, sin rom per otra del
m ism o, puesto que el ánfora, el m aitre y el ptyx no daban consistencia
sino a la falta [d éfau t] radical de existir, al no-lugar.
El «aunque» eterniza a C alisto-la-ninfa más bien que destrozarla. Esta
difunta nube es una nueva Herodíada:
.. .O h espejo!
Agua fría por el aburrimiento en tu marco helado (O, 4 5)
131
El su je t o b a j o l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
132
T e o r ía d e l s u j e t o
Por lo que respecta a M allarm é, sin em bargo, ningún advenir tem poral
de lo nuevo. El coraje,„para la dialéctica estructural, es sin historicidad.
De ahí que se distingue m uy d ifícilm ente de la angustia.
Por lo que respecta a un m arxista activo, la angustia de la n och e de las
sociedades im perialistas, la angustia del fénix ceniciento de Mayo del 6 8 ,
o de la Revolución Cultural -¿ n o se puede preguntar si el ánfora mism a
subsiste? ¡El últim o Señor es tan viejo! En cuanto al «com un ism o», a este
ptyx, ¿quién, pues, lo detenta, para qué u s o ? - existe tam bién el deber de
dividir lo oscuro, de m antener la prom esa obrera hasta en m edio de de
su negación.
N osotros som os lampadóforos. Com o hace el poem a del salón desierto,
inspeccionam os el lugar político para discernir en el mism o el jalonam iento
de antagonism o que va a relevar la prom esa, organizar el porvenir.
¿Dónde, pues, la diferencia? En que, sectario estructural de las diferen-
cias débiles, recusando la vertiente de fuerza histórica de las escisiones,
M allarm é no puede entregar la angustia sino a una lógica del recorrido.
Hay extinción del tiem po por el espacio. La solución del problem a lam -
padóforo (aquí, el reflejo de la O sa M ayor), es preciso que esté ahí desde
el com ienzo. Sólo el ojo m uerto del poeta teje de un ob jeto a otro los lazos
sutiles de donde nace, perspectiva trucada, la ilusión de una sorpresa.
M iren lo que le escribe M allarm é a Cazalis para guiar la eventual ilus-
tración del soneto (se trata de la prim era versión, la de 1 8 6 7 ):
133
El s u je t o ba jo l o s s ig n if ic a n t e s d e l a e x c e pc ió n
6
No tenem os nada que decir a las operaciones m allarm eanas. E l efecto
de cadena es llevado en ellas a su colm o por un uso inaudito de las co n -
secuciones m etoním icas. El térm ino evanescente es centro de gravedad
de todo el m ecanism o de los poem as. En los m ism os, la causalidad de
la falta es redoblada, falta de la falta, en su concepto. Así se introduce
un nuevo operador: la anulación. El clivaje afecta todos los térm inos de
un esplace poético dado. Los térm inos forcluidos producen teoría de lo
inconceptualizable.
Toda la dialéctica estructural está ahí presente, efectiva, registrada en la
maravilla vibratoria del lenguaje, som etida al golpe un ificad or del verso.
Lacan no le añadirá nada.
¡D ialéctica, sí! Pues la otra vertiente (la histórica), som etida [asservi],
consagrada al relám pago, libera con fuerza al sujeto de las m allas de lo
que lo constituye en el lugar [sur p laceJ.
Preciosos legados, el de esta articulación del efecto de su jeto b a jo los
significantes de la excepción; el de este uso astuto de los significantes-
tuerzas de la poesía para d ejarnos boqu iabiertos acerca de un m omento
de concluir. Y, en fin, el de este retardo del recorrido, por el cual el sujeto
del discurso arroja los dados.
La excepción en el significante, la palabra que brilla, el retardo. Lacan
seguirá m uy lejos estas pistas.
N o, yo no tengo nada que decir, sino que un orden de las cosas no me
convoca, que sacrifica el pensam iento a la sola inspección de lo que lo
subordina al em plazam iento de una ausencia, y no saluda al sujeto [et ne
fa it salut pou r le sujet]57 sino con el ya-ahí de una estrella.
Q ue todo sea cierto en este autor célebre y fatalm ente desconocido
nos com prom ete a escrutar la beneficiosa d esacentuación de la que hay
que afectarlo.
Ella nos cond u cirá a Lacan, y, espero, a cierta garantía del m arxism o
en cuanto a sus poderes lam padóforos sobre la teoría del sujeto, de la que
57 Faire salut significa tanto «saludan- com o «salvar». (N. del. T.)
134
T e o r ía d e l s u j e t o
depende que aquél pueda, y sólo aquél, dar la luz del coraje a la aventura
del siglo, del que se afirma que no suscitó m ás que angustia.
135
III
Fa l t a y d e s t r u c c ió n
10 d e en ero d e 1 9 7 7
58 Para la traducción de las citas, hechas p or Badiou, del Seminario y de los Escritos de
Lacan, hem os seguido de m anera estricta la correspondiente versión castellana de Paidós.
(N. del T.)
59 Nuevamente se trata aquí de «agarrarse» en el sentido de reñir, de estar «aux prises». (N.
del T.)
139
F a l t a y d e s t r u c c ió n
140
T e o r ia d e l s u j e t o
de la n o-p olítica (del com unism o), el proletariado fractura lo uno que
divide hasta no poder, tal cual, revestir la forma del m ism o, siquiera para
inscribirse en él com o uno de los térm inos de la contradicción.
Para Lacan, la teoría analítica tiene este equívoco en la in stru cción del
deseo de donde se aprehende el sujeto. Para nosotros, el m arxism o lo tiene
en la práctica política cuyo pu nto subjetivo es el partido.
¿Lacan, teórico involuntario del partido político? ¿Los m arxistas, prác-
ticos inesclarecidos del deseo?
Falsa ventana. Lo cierto es que n o existe sino una teoría del sujeto.
Lacan tiene, sobre el estado actual del m arxism o, una ventaja de la cual
nos es preciso hacer uso, para que m ejoren nuestros asuntos m arxistas.
¿Por qué de M arx-Lenin-M ao y de Freud-Lacan, esta teoría indivisa y
enm ascarada? ¿Hay que recorrer las verdades de Perogrullo -¡h o r r o r !- del
freudo-m arxism o?
N o, pues n o se trata de la con ciliación de las doctrinas, aunque sólo
fuese por un segando. Todo se sostiene de lo real, pero nuestro real, a su
vez, no se sostiene sino de esto:
- hay d os sexos;
- h a y d o s c la s e s .
¡Arréglenselas con eso, sujetos de toda experiencia!
141
7 d e fe b r e r o d e 1 9 7 7
Se cree siem pre que una buena polém ica exige una zoología de las
desviaciones. El marxism o de Estado, el cual es en general al m arxism o
lo que, en el orden de la prosa, un fallo del tribunal adm inistrativo es a
las Ilum inaciones de Rimbaud, lleva a su colm o el m anejo m aniático de las
topologías. Está la izquierda en apariencia que es en realidad de derecha,
el revisionism o que sim etriza el dogm atism o, el anarquism o pequeño-
burgués que es sim étrico al burocratism o m edio-burgués, el econom icism o
cuyo reverso es el v olu ntarism o...
Los chinos dicen: «pegar etiquetas». ¿Se puede pasar de eso? Lo dudo.
Hay que saber, a veces, sim plificar el m undo, ¿y de qué m em oria oscu -
recida de singularidades innum erables no sufriríam os, si n os estuviera
prohibido num erar los frascos de veneno? Lo cierto es que n i la política,
ni el Partido, tienen por vocación lo que M allarmé d enom inaba los «atlas,
herbarios y rituales» (O, 56).
En cuanto a la filosofía, la com binatoria -s im p le - se hace de cuatro
nocion es, tom adas de dos en dos: Idealism o y M aterialism o, y adem ás,
D ialéctica y Metafísica.
De donde se infiere que hay cuatro tipos filosóficos:
1.- El idealismo m etafísico;
2 .- El idealism o dialéctico;
3 .- El materialism o m etafísico (llam ado tam bién «m ecanicista»);
4 .- El materialism o dialéctico.
142
T e o r ía d e l s u j e t o
Sabem os, por lo dem ás, q ue para un m arxista correctam ente calibra-
do, es algo m alo ser idealista o m etafísico, honorable ser materialista o
dialéctico.
D isponem os, pues, de u n a injuria grave (la especie de idealista m e-
tafísico), de dos injurias m oderadas (dialécticos idealistas y materialistas
m ecanicistas: ustedes van por buen cam ino, pero rengueando), de un
elogio (dialéctico m aterialista: excelente, exam en de ingreso aprobado,
prem io Stalin de. 1a. paz de los conceptos).
¿Q ué quieren decir los térm inos prim itivos con los que com ponem os,
nosotros los m arxistas, nuestras invectivas graduadas?
Es m aterialista cualquiera que reconozca el prim ado del ser sobre
el pensam iento (el ser no tiene necesidad de mi pensam iento para ser).
Idealista, el que afirma lo contrario.
Es dialéctico cualquiera que haga de la contrad icción la ley del ser;
m etafísico, del principio de identidad.
No enredarem os hoy estas robustas distinciones. Sino por un cuadro
donde se. refiere la tipología com pleta a una única con trad icción (la del
pensam iento y del ser-en-sí) y donde, por la perversión que indica todo
suplem ento, se distingue cin co tipos filosóficos; lo que a decir verdad
Lenin hace ya, en M aterialism o y E m piriocriticism o, al separar el idealismo
«franco y abierto» (Berkeley) del relativism o kantiano.
143
F a l t a y d e s t r u c c ió n
144
TE O R tA DEL SUJETO
145
F a l t a y d e s t r u c c ió n
146
T e o r ía d e l s u j e t o
2
El inventario nos da cuatro nombres filosóficos de la verdad: coherencia,
repetición, totalidad, torsión.
61 Con tordu («retorcid o», «torcid o») se da en francés u n ju eg o sem ántico entre «aquello
que es som etido a torsión» y, en térm inos de lenguaje coloquial, «chalado». (N. del T.)
147
F a l t a y d e s t r u c c ió n
totalidad
comunismo partido
148
T e o r ía d e l s u j e t o
149
F a l t a y d e s t r u c c ió n
62 C oncepto a través del que Lacar; establece un ju eg o fón ico-sem án tico c o n parattre
(«parecer»). (N. del T.)
150
14 d e fe b r e r o d e 1 9 1 7
Cristo, Marx y Freud, (re)fundados por San Pablo, Lenin y Lacan. - La revolución como
lo imposible propio del marxismo. - Ejercicio de torsión. - «Destruir, dice él».
151
F a l ia y d e s t r u c c ió n
Marx y Lenin, Freud y Lacan no están apareados en el ser. Por la letra que han
encontrado en el otro, proceden en tanto seres de saber, de dos en dos, en
Otro supuesto. Lo nuevo de su saber, es que no se supone que el Otro sepa
nada de él -no desde luego, el ser que en él hace letra- pues en verdad ha
hecho letra del Otro a costa suya, a costa de su ser, Dios mío, que no es poca
cosa para cada quien, pero tampoco mucha, a decir verdad (5 XX, 89-90).
152
T e o r ía d e l s u j e t o
153
F a l t a y d e s t r u c c ió n
154
T e o r ia d e l s u j e t o
3
«Burguesía» y «proletariado»: respecto de una topología de donde se
pueda pensar la pareja exterior/interior, ¿cuál es el sitio [site] de los dos
térm inos?
El econom icism o, que ama las d istinciones, afirm a la exterioridad:
burgués, el que posee los m edios de producción. Proletario, el que está
separado de aquéllos, y no dispone sino de su fuerza de trabajo, a la que
vende.
¡He aquí que no es falso!
La consecuencia, se la conoce. Esta exterioridad topológica se convierte
en interioridad funcional. Es la revancha del lugar, vim os esto a propósito
de Hegel. Si el proletariado no es sino esta exterioridad productiva (exp lo-
tada), es m ejor - c o n M a rx - denom inarla «fuerza de trabajo», o incluso
«capital variable». Pues no es m ás que una pieza del capital. Ustedes no
distinguieron sino b ajo el im perio de un con ju n to estructurado, dónde
esta «distinción» no es en verdad m ás que una ley de com posición , la del
ciclo de la reproducción ampliada. Lo que ustedes tienen, es: D as K apital.
La clase obrera es en él, incluso, el capital por excelencia, puesto que es
el ún ico principio activo de su regeneración. Pueden ustedes suprim ir a
los capitalistas, al m ism o tiem po que la ley del capital. Es lo que realizan
m uy bien los funcionarios rusos. A los obreros, en cam bio, no pueden
sustraerlos de la configuración de conju n to. De donde se infiere que su
distinción inicial respecto de la burguesía, en el estricto plano de la ex-
plotación, de la extorsión de plus-valía, se reduce a estos enunciados de
inclusión: el m undo burgués «esplaza» la clase, el capital es el lugar del
proletariado.
Paradójicam ente, para llegar a que el proletariado sea - o pueda ser- el
horlíeu del esp lace burgués, hay qu e p en sar en p rim er lugar la in terioridad
de la burguesía respecto de la clase obrera.
Es ahí que la verdad está en instancia de torsión , cuando la coherencia
del econom ista no nos da sino la repetición del capital com o lugar-todo
[lieu-touti.
El «proletariado» se señala al com ienzo com o una figura particular de
la burguesía, la figura escindida de su política. Lo que dio com ienzo al
m arxism o no fue otra cosa que las insurrecciones obreras y populares de
los años 1 8 3 0 -1 8 5 0 , ellas mismas injertadas en el m ovim iento dem ocrático
burgués en Europa. U n desorden de excepción. Así com o el psicoanálisis
no com enzó sino a la escucha de este desorden singular de la palabra: el
F a l t a y d e s t r u c c ió n
156
T e o r ía d e l s u j e t o
La con d ició n de sujeto exige que la estricta lógica del horlieu, regida,
de m anera com pletam ente m allarm eana, por la causalidad de la falta, se
exceda en la destrucción del lugar.
No es una plaza vacía, fue la del poder, que m aquina la em ergencia,
en el desorden político, del sujeto de su ocupación.
«Destruir, dice él»: es el enunciado proletario necesario. Y prolongado.
Este enunciado bárbaro im pide im aginar el sujeto político en la m oda-
lidad estructural de la herencia, de la transm isión, de la corrupción, del
cam bio profundo. Pero tam bién en la del corte purificador, del m undo
partido en dos.
La d estrucción eS torsión. Interna al lugar, asuela sus plazas, en una
duración laboriosa.
¿De qué interioridad depende lo que no existe sino para destruir la
regla de d elim itación por la cual el exterior hacía borde?
Y, sin em bargo, el proletariado surge precisam ente en su p laza.
Hay que producir, aquí, una topología de la destrucción. l a de la falta (o
del agujero) no puede por sí sola colm ar el pensam iento de las ruinas.
Todo nuestro debate con Lacan se m antiene en la división, por él res-
tringida, del proceso de la falta respecto del de la destrucción .
ralta y destrucción: he aquí lo que nos focaliza, m ás aun cuando esta
dialéctica es transversal a la del álgebra y de la topología, que gobierna
todo el m aterialism o.
21 d e f e b r e r o d e 1 9 7 7
158
T e o r ía d e l s u j e t o
64Juego de palabras entre marque («marca») y manque («falta» o «carencia»), (N. del T.)
159
F a u t a y d e s t r u c c ió n
65Juego fónico-semántico entre se Jait («se hace») y s’ejfet («se efecta»). En lo que respecta
a esta última expresión, no cabe traducirla por «se efectúa» (s'effectuer , en francés). De
hecho, la palabra ejJet sólo puede volcarse al castellano como «efecto», pero, en la estructura
s’ejfet, a través del se y del paralelismo con se Jait, adquiere un valor verbal que nos fuerza
a traducirla como «efecta». (N. del T.)
66 Aquí, el juego fónico-semántico tiene lugar entre s ’effet («se efecta») y ce jait («este
hecho»), (N. delT.)
160
T e o r ía d e l s u j e t o
161
F a l t a y d e s t r u c c ió n
Ni ente [étan t], ni no-en te {n on -étan t], la causa política, que falla siem -
pre en ser anunciada com o ju s ta causa, es lo real, abolido y fulgurante,
cuya historia se agujerea para que se estibe en ella, cu erp o dividido, el
sujeto proletario.
¿Su nom bre? «Las m asas». Real con el que el su jeto partidario se en -
cuentra retroactivam ente en todo corte de la historización.
Las m asas no son la su stan cia de la h istoria, sin o la interdicción d e re-
p etir, que con d u ce al ser el aleatorio su jeto del que habla el m arxism o.
Allí donde estaba en este mismo momento, allí donde por poco estaba,
entre esa extinción que luce todavía y esa eclosión que se estrella, Yo
[Je] puedo venir al ser desapareciendo de mi dicho.
162
T e o r ía d e l s u j e t o
Este significante será pues el significante por el cual todos los otros
significantes representan al sujeto: es decir que a falta de este signi-
ficante todos los otros no representarían nada. Puesto que nada es
representado sino para.
( fa lo ) ( fa lt a )
(c o h e r e n c ia ) (J> f - a ( r e p e tic ió n )
(to d o ) i (a ) ié (to r s ió n )
( im a g e n fa n ta s m á tic a ) ( s u je t o e n e c lip s e )
163
F a l t a y d e s t r u c c ió n
67 Borné s ig n i f i c a t a n t o « l i m i t a d o » - e n e l s e n t i d o d e : « q u e t ie n e u n l í m i t e » - c o m o « c o r t o
d e l u c e s » . ( N . d e l T .)
164
T e o r ía d e l s u j e t o
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18 d e a b r il d e 1 9 7 7
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T e o r Ia d e l s u j e t o
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F a l t a y d e s t r u c c ió n
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T e o r ía d e l s u j e t o
lograda im plica algo así com o un olvido norm al» (S I, 2 1 6 ), y: «La in te-
gración en la historia im plica evidentem ente el olvido de todo un universo
de som bras que no llegan a la existencia sim bólica. Y si esta existencia
sim bólica es lograda y plenam ente asum ida por el sujeto, no deja ningún
peso detrás suyo» (Id.).
El fin de la cura es el ejercicio un poco más aceitado de la eficacia de
la pérdida.
La reeducación - o revo lu cio n arización - am erita por com pleto el pro-
ceso hum anista que se le entabló de querer «transform ar a las personas»,
«lavar las cabezas», «destruir la personalidad», o, com o dice Mao, «trans-
form ar al hom bre en lo más profundo del m ism o». Es el fin reconocido
de la revolución cultural. Presupone la convicción de que el hom bre viejo
puede morir.
O bserven el reverso de estas acusaciones: predican en realidad por la
ignorancia eterna de la pérdida de donde yo m e inicié. No defienden sino
el derecho de repetición.
La paradoja de esta defensiva es flagrante. Lacan, a quien le pregunta lo
que espera aquel que va a analizarse, responde que se trata para él de que
lo liberen de un síntom a, «Un síntom a, es curable» (Scilicet, n° 6 -7 , 3 2 ).
¿Pero el síntom a? «Lo que se llam a u n síntom a n eurótico es sim plem ente
algo que les perm ite vivir» (Id., 15).
¿Hay, pues, que ser liberado de lo que se tiene de m ás real? ¿De lo que
les perm ite vivir?
Vivir co n su verdad produce el sín to m a /p u e s lo que debería ser en
m enos es en más.
Respecto de lo cual la cura no apunta realm ente a hom ologar el todo
con lo verdadero. Este exceso de restitución en últim a instancia de lo
verdadero abre el riesgo de la psicosis: «A Dios gracias, nosotros no los
volvem os lo bastante norm ales (a los analizantes) com o para que term inen
psicóticos. En ese punto tenem os que ser m uy prudentes» (Ibid.).
Se trata, m ás bien, de rem itir lo real al olvido de su olvido, de donde
su fuerza causal se depura en la falta: hom ologación de lo verdadero con
el todo. Para este trabajo, se precisa m oderación.
La revolucionarización convoca a la historia, en vano, com o se debe, y
a m enudo la engaña, para «soltar prenda» de lo verdadero en lo integral
de su esquizo. Es la am bición de h acer síntom a del Todo antiguo, y verdad
total del síntom a, de la crisis.
H enos aquí en los parajes de la ética, y de la más severa. ¿Se puede
dar sentido a cu alquier resistencia que sea, si no es sino de lo repetible
169
F a l t a y d e s t r u c c ió n
El superyó tiene relación con la ley, pero es a la vez una leyinsensata, que llega
a ser el desconocimiento de la ley. Así es como actúa siempre el superyó en
(>1neurótico. ¿No es debido acaso a que la moral del neurótico es una moral
insensata, destructiva, puramente opresora, casi siempre antilegal, que fue
necesario elaborar la función del superyó en el análisis?
170
T e o r ía d e l s u j e t o
171
F a l t a y d e s t r u c c ió n
ficultad que existe en conjugar el sujeto con lo real, término que intentaré
deslindar la próxima vez (5 XI, 40-41).
172
2 de m ayo de 1977
Torsión
173
F a l t a y d e s t r u c c ió n
x + x + x + ......... + x = 0.
n v eces
n v eces
174
T e o r ía d e l s u j e t o
175
F a l t a y d e s t r u c c ió n
una propiedad p que tiene una característica A». La lógica de prim er orden
basta generalm ente para las necesidades, a riesgo de Lttilizar un núm ero
infinito de axiom as para la teoría concernida.
Nos interesa especialm ente un caso, porque no tiene, ju stam en te, in te-
rés para nosotros. Es el de los grupos en que ningún elem ento diferente de
cero tiene torsión, en inglés, los grupos to rsio n free, libres de toda torsión,
perfectam ente derechos.
Una derechura tal incom oda al dialéctico. En tales grupos, x se adiciona
a sí m ism a sin que jam ás se rom pa la repetición.
Ahora b ien , la teoría de los grupos to rsio n free, la teoría de la derechura
algebraica, es com pletam ente presentable en la lógica de prim er orden.
Ustedes tom an la lista infinita de axiom as que d icen que, por lejos que
ustedes fueran, para todo elem ento x diferente de 0 , la repetición aditiva
en sí m ism a hace un total no nulo:
J 76
T e o r ia d e l s u j e t o
177
F a l t a y d e s t r u c c ió n
¡Y bien ! No gran cosa. N os pasa la m ano [í¡ nous p asse la m ain ]68.
La única esperanza era que un grupo de torsion n o conm utativo gene-
rado por un núm ero finito de elem entos fuese él m ism o finito.
¿Por qué era ésta una esperanza, una esperanza antidialéctica? Por-
que se habría así conectado dos valores de finitud, la de la torsión, que
bloquea el infinito de lo repetible, y la del engendram iento del grupo, la
que dom ina [m aîtrise], m ediante un sesgo [biais], la dialéctica torcida que
hace obrar, en la infinitud no conm utativa del grupo, el aleatorio suspenso
finito de la torsión.
Un grupo finito-generado es un grupo cuyos elem entos pueden ser
presentados com o las sum as (co n repeticiones eventuales) de elem entos
tom ados en un stock finito. Si, por ejem p lo, el stock de ustedes es de
tres elem entos, a, b , c, todo elem ento del grupo será de la form a (a+a),
(a + b + a + c), (c + b + a ) .. éstos n o son sino ejem plos arbitrarios.
N aturalm ente, dos com binaciones pueden ser iguales (dar el m ism o
elem ento). U n grupo finito-generado no es, pues, forzosam ente infinito.
Com o en un grupo de torsión toda repetición aditiva de un elem ento
se interrum pe (vuelve a cero), y com o esto vale en particular para los
elem entos del stock finito que genera el co n ju n to , se puede tener la im pre-
sión. de que no es posible hallar una infinitud de com binaciones aditivas
diferentes Hay chances, dice la in tuición, de que un grupo de torsión
generado-finito sea él m ism o finito.
Esto sería, para nuestras convergencias dialécticas, un obstáculo.
El carnpo operatorio del m arxism o tiene, en cuanto a él, las tres propie-
dades analógicas siguientes: es infinito, es de torsión, y es finito-generado.
¿Por qué? Porque el elem ento acontecim iental, que es la m ateria prim a
de la política de masas, es infinito. Es incluso en todo m om ento infinito,
no siendo su carácter teóricam ente num erable, para la política, más que
una ficción. Porque la repetición se interrum pe allí o ara hacer advenir en
el todo otra coherencia, del punto de la torsión. Porque, finalm ente, los
elem entos de presentación de toda política, o sea las clases, existen en
núm ero decididam ente finito.
En el análisis deductivo que el álgebra propone de la palabra «torsión »,
habría divergencia a tope, azar exploratorio, si todo grupo de torsión
finito-generado fuera finito. La interpretación m atem ática de la palabra
estaría, respecto de la dialéctica, en posición de d om inio [m aîtrise] sobre
el exceso.
178
T e o r Ia d e l s u j e t o
69 Subjective («su b jetiva») es aqui una form a verbal presente dei verbo subjectiver («su b-
jetivar»), (N. dei T.)
179
F a l t a y d e s t r u c c ió n
f / p
7 X
Indicando, el signo « = », que es en el tiem po del exceso, en la forma
diferencial de la subjetivación, que S e x -siste escindido.
En cuanto al superyó, que nom bra lo que de no-ley adhiere destruc-
tivam ente a la ley m ism a, y si L equivale a la¿ley (o al lugar, o al esplace)
y d a la destrucción, habrá que escribirlo:
f / p _» l- cI. ......
X
donde se lee, por « -» », que es en el orden del efecto consistente (del
proceso subjetivo), integral y no diferencial, que S perdura com o eclipse,
bajo la advertencia aterradora de la ley puram ente adjunta a su ferocidad
nativa.
De donde es, se lo ve, cuestión de Edipo, de Sófocles.
Decir que la angustia es guía para la verdad quiere decir que es en el
avatar de la fuerza implazada [im p la cée] - y no en la lógica de las plazas,
aunque presupuesta- que se escinde una cantidad suficiente de electo-
sujeto para que haya conocim iento nuevo.
Enunciado de la torsión (es de ella, y para ella, que aparecen los tres
otros nom bres de la verdad, la coherencia, el todo y la repetición) del que
Mao da en lo m ejor de la Revolución C ultural una trad u cción límpida:
«Los problem as son una cosa excelente». Una cosa excelente, se entiende,
para ver allí claram ente.
D efinición de la angustia: el trastorno [trouble] de ver allí claram ente.
70 E n e l o r i g i n a l , o b v i a m e n t e , la f a lt a , d e a c u e r d o c o n s u le t r a i n i c i a l , es i n d i c a d a c o m o
‘m \ ( N . d e l T . )
T e o r Ia d e l s u j e t o
sino - y . ¿Qué hay para decir, sino que salim os del im pase radical en que
18 1
F a l t a y d e s t r u c c ió n
tencia niega Lacan: un otro del O tro, de donde lo que valía com o prim er
Otro ya no es m ás que un m odo inesclarecido de lo M ism o.
Es propiam ente lo que nom bra Atenea, al final de la O restíada de E s-
quilo, cuando, para que valga com o in terrup ción de la vendetta fam iliar
arcaica, instituye un tribunal, y que así, com o lo anu ncia, angustiado, el
coro, en la ruta del coraje, «nuevas leyes derriben las antiguas».
C oraje de la escisión de las leyes, angustia de la p ersecu ción opaca,
superyó de la Erinia sangrienta, ju sticia según la consistencia de lo nuevo:
cuatro concep tos para articular el sujeto.
De lo cual Lacan hacía entender la necesidad alusiva, cuando, desde
1 9 5 4 , anticipaba la exigencia ética de su disciplina:
182
9 de m ayo de 1977
183
F a l t a y d e s t r u c c ió n
184
T e o r ía d e l s u j e t o
El coraje es insum isión al orden sim bólico, bajo la conm inación d isol-
vente de lo real. De que lo real esté en exceso - e l coraje, a este respecto, es
idéntico a la ang u stia- invierte las valencias, fuerza de ruptura en el esplace.
El coraje efectúa positivam ente el desorden de lo sim bólico, la ruptura de
la com u nicación , cuando la angustia apela a la m uerte.
De que no es un atribu to del su jeto , sin o el proceso divisible de su
existen cia in trín seca, resulta que hay que com parar el co raje más b ien
co n la Jo rtitu d o -firm e z a de a lm a - que con la a u d acia. Pues lo opuesto
al coraje no es el tem or, sino la angustia. Sobre este p u nto, vean Spinoza
(É tica, III, a partir del teorem a 5 9 ). La a u d a cia está enteram ente en la
m ed iación del O tro, es «deseo que excita a la a cció n peligrosa, en la
m edida en que este peligro es tem ido por los sem ejan tes» (op. cit.). La
fo r tilu d o es in trín seca, no se sostien e sin o de lo verdadero, — , siendo
185
F a l t a y d e s t r u c c ió n
2
Hay una teoría del sujeto según Sófocles, y hay una teoría del sujeto
según Esquilo. La segunda -h istó rica m e n te la prim era, pero por Freud
la segunda, aunque invisiblem ente por M arx la p rim e ra - dialectiza ín -
tegram ente su otro, porque, adem ás de la angustia y el superyó, cuya
estructura retiene, afirma que coraje y ju sticia son operadores requeridos
del efecto-d e-sujeto.
Ni hace falta d ecir que Sófocles y Edipo son aquí significantes, incluso
conceptos, no de nom bres, ni de obras, aunque sean textos, si n o de teatro,
lo que cam bia todo.
Todo el propósito de delim itación crítica del psicoanálisis, en cuanto a
su aporte a la teoría del sujeto, está contenid o en esta pregunta: ¿por qué,
por el Edipo, ha sido aquél, en el fondo, sofocleano?
Afirmo aquí que hay que ser esquileano. Lacan se establece en Sófocles,
y señala a Esquilo, donde querem os establecernos.
Es H ölderlin quien abrió el debate sobre el fondo. En sus fulm inantes
C om entarios sobre A ntígona, fija asi el sofocleísm o:
1. La con trad icción puesta en m ovim iento por la tragedia griega es
la de lo originario y de lo form al, la de lo que es nativo y de lo que es
dom inado [m a ü risé] (lo «nativam ente griego», dice H ölderlin, se opone
a la «form a natal»).
O sea, una división del lugar natal, una contrad icción interna que
opone el fundam ento sim ple de la ley a la ley m ism a. La tragedia es, en
cuanto al esplace, la parousía de una escisión íntim a, la que pone de un
lado lo Uno del esp lace, y del otro su función, que es reglar lo m últiple.
Avatar, dicho sea de paso, de la con trad icción, que constituye el sujeto,
entre lo U no y el Todo.
2.- En los griegos, esta con trad icción opone:
- por el lado de lo Uno originario, su consistencia ilim itada, «asiática»,
orgiástica;
- por el lado del esp lace reglado (civilizado) del que este U no es el ori-
gen, su firmeza finita, su potencia de clausura representativa, que se da en
la p erfección form al del arte griego, en la m atem ática, en la arquitectura,
en la política de la Ciudad.
Traduzcamos: si la ley griega es finitud y clausura, el fundam ento no-ley
de esta ley, su violencia nativa, es el Asia m ultiform e. Luego, la efectuación
del superyó griego, que es consistencia del sujeto - l a ley com o n o -le y - es
elu cidada en la tragedia.
186
T e o r ía d e l s u j e t o
187
F a l t a y d e s t r u c c ió n
11 Fflii, que en term inología ju ríd ica es «caso», posee el significado general de «hecho».
(N. del T.)
188
T e o r ía d e l s u j e t o
73 Badiou sigue la ed ición de Les Beiles Lettres, co n traducción de E M azon. Optam os,
tanto en este caso com o en el pasaje que viene a continu ación , p or recurrir a la traducción
al castellano de Ángel Ma. Garibay para Editorial Porrúa. (N. del T.)
189
F a l t a y d e s t r u c c ió n
Propiedad in co m p arab le de la len gua propia d e Sófocles, m ien tras q ue E squ ilo
y E u ríp id es se e n tien d en m ás para rep resen tar e l su frim ien to y la ira, y m en o s
el en te n d im ie n to del h o m b re en su m a rch a b a jo lo im p en sa b le (O , 9 6 0 ) .
190
T e o r ía d e l s u j e t o
191
F a l t a y d e s t r u c c ió n
192
T e o r Ia d e l s u j e t o
D eclaram os que hay que adelantar [dou bler] la nostalgia, así com o se
adelanta [d ou bler] un convoy74, exced er en el coraje la form a aprem iante
del retorno.
Sofocleanos, la búsqueda en retorno de lo cercano en lo lejano, el
patriotism o infinito de la pura proxim idad, la verdad tan íntim a que uno
debe m orir al descubrirla en sí.
Esquileanos, lo lejano en lo cercano, el exilio en lo más próxim o.
La acción basada sobre aquello cuya lógica es la más im periosam ente ex-
tranjera a lo que nos es fam iliar: esto es, un sujeto para el antagonism o.
A unque haya que volver - y aunqu e este retorno sea s u je to -, puede
brotar y aclararse el franqueam iento de lo que ya no im plica ningún
retorno.
193
23 de m ayo de 1977
N o tacio n es para diagram a. - La c risis está m ad u ra. - C lases, E sta d o , m asas. - M ate-
rnas. - A l p izarrón .
194
T e o r Ia d e l s u j e t o
3 .- F u erza y destrucción.
Es el m ism o c o n c e p to , d iv id id o segú n la estru ctu ra y según el
proceso.
Según la estructura, la fuerza queda definida a partir de la plaza, com o
depuración en exceso, com o dem asiado-real. Q ueda referida a la falta.
Según el proceso, la fuerza es interrup ción de la repetición. Es este
m om ento de interrupción el que desvía la falta a la destrucción.
En política marxista, se conoce muy bien esta diferencia. «Ser una fuerza»
puede querer decir: contar demasiado -d e sd e el punto del adversario- en
cuanto a la plaza tolerable de las oposiciones. Es una definición represiva
interiorizada. Ahora bien, esta fascinación de la falta es casi la regla de los
partidos políticos «revolucionarios». Éstos automiden su fuerza por la canti-
dad de exceso tolerable, en el um bral de destrucción. No quieren sobre todo
tener la plaza de estar fuera de plaza [hors p la c e]. E it caso de necesidad, se
debilitan a sí mismos, o se dividen. Esta tendencia a no desplegar la fuerza
sino según la estructura es aquella contra la cual el revolucionario se impa-
cienta, ansioso de exceder el exceso en el acto de interrupción.
La figura histórica ejem plar de este drama subjetivo es el furor de Lenin
en 1 9 1 7 , cuando el partido, Zinoviev, Kamenev fuerzan esencialm ente a
regañadientes la historia mediante la insurrección. No quieren nada de esta
«arte», nom bre que recalca Lenin, dado a la insurrección en su dignidad
de incierta potencia. Para ellos, la fuerza de los bolcheviques es esperar,
es un dato acumulable.
La esencia de la política es, en efecto, esperar. Por un lado, es irrepri-
m ible. Pero cuando Lenin dice que la insurrección es un «arte», quiere
justam ente decir que violenta la esencia de la política.
¿Qué es lo que dice, Lenin? Hay que leer todos estos textos del otoño
de 1 9 1 7 , La crisis está m ad u ra, por ejem plo:
( . . . ) e x is te e n tr e n o s o t r o s , e n e l C o m i t é c e n tr a l y e n lo s m ile s d e d ir ig e n te s
d e l p a r t i d o , u n a c o r r i e n t e o u n a o p i n i ó n a f a v o r d e la e s p er a d e l C o n g re s o
d e lo s s o v ie ts y hostil a la t o m a i n m e d i a t a d e l p o d e r , hostil a la i n s u r r e c c i ó n
in m e d ia ta . H a y q u e ven cer e s ta c o r r i e n t e o e s ta o p i n i ó n .
En o tr a s p a la b r a s , lo s b o l c h e v iq u e s se d esh o n ra ría n p o r s ie m p re ja m á s y
195
F a l t a y d e s t r u c c ió n
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T e o r ía d e l s u j e t o
197
F a l t a y d e s t r u c c ió n
Las m asas, por hacer la historia (tanto la m ala com o la bu en a), son
registrables del lado de la no-ley. Son la única fuerza antiestatal, ésa es
su definición.
De las m asas, no hay irrup ción histórica sino en exceso destructor
sobre el Estado. Ésa es su invariancia com unista. Pueden tam bién, en su
identidad sustancial, ordenar el consenso estatal m ás grueso, incluso el
más abyecto. Pero ése es su ser em plazado [p lace] , su ser forzado. Su ser-
en-fuerza [étre-en-jorce] está b a jo la ley de la no-ley.
Llam am os «m asas» a la interrup ción histórica com o tal, a lo real del
corte.
7 .- Cuatro maternas.
El álgebra se com pone a partir de L (lugar), F (fuerza), P (plaza), V
(verdad), f (falta), d (destrucción). El signo = designa u n tiem po diferencial,
el signo -> designa un proceso integral. es la horquilla del exceso
X
Superyó:
X
La ju sticia recom pone el espacio b a jo la m arca de una ley de ahí en más
faltante a lo que se le anuda. Instruye y estabiliza la división del lugar:
198
T e o r ía d e l s u j e t o
2
Les recapitulo todo eso en el espacio:
D E S T R U C C IÓ N
A N G U ST IA V ; y C O R A JE
FU E R Z A
De la doble división que determ ina el efecto-d e-sujeto, sería ju sto decir
que Lacan sólo ha nom brado exhaustivam ente una mitad.
A la prim era división, la horizontal, del cuadro, corresponde la dialé-
ctica de la ley y de la verdad, cuyo correlato sería la de lo estatal y de la
clase. Se la nom bra en Freud.
La segunda, vertical, no tiene nom bre de análisis. Pasa entre lo uno
de la ley y su división, entre el Estado y las m asas, entre las dos clases
antagónicas. M arx la nom bró. Es por ella que circula la historicidad.
Del nudo de este doble clivaje, nudo del cual no tenem os aún sino el
color de sus hebras, resulta que hay cuatro concep tos fundam entales de
la teoría del sujeto.
Así se agotan los poderes críticos del álgebra. Sabem os lo que, bajo
el efecto de la d estrucción innom brad a, escapa a Lacan en cuanto a la
199
F a l t a y d e s t r u c c ió n
determ inación del sujeto. Pero no sabem os lo que del coraje retroactúa
sobre la inevitable angustia, ni lo que de la ju sticia resuena en la prescrip-
ción del superyó, ni cóm o las recom p osiciones, ya sean aterrorizadoras
o disolventes, se articulan sobre las in terrup ciones m ejo r que en la falsa
em peiría de lo sucesivo.
El materna de los cuatro maternas es nuestro im pase del m om ento.
Asegurar su garantía m aterialista exigirá un vasto rodeo. Esperarem os de
él un dispositivo de elucidación tanto de nuestras vidas singulares, y del
arte que se ejerce en ellas, com o de la existen cia de las políticas, y de la
historia que en ellas se trama.
En todos los casos del tiem po, es desde una ética que la acción presiente
su riesgo y su éxito. De la conv icción tan extendida de que la acción es
im posible nacen las d esubjetivaciones devastadoras.
¿Qué esperar de una teoría del su jeto, sino que esclarezca un poco el
m isterio de la decisión?
200
IV
Ret o r n o m a t e r ia l is t a
DEL MATERIALISMO
7 d e n o v ie m b r e d e 1 9 7 7
E l s u j e t o d e la t r a d i c i ó n . - L a s m o r o s i d a d e s d e l o t o ñ o . - D e f e n d e r e l m a r x i s m o , e s d e
fe n d e r u n a d e b ilid a d . - D e la d o m i n a c i ó n i d e a l i s t a . - D e D i o s a la id e a lin g ü is t e r ía .
Esta pregunta que, sin duda, fue preciso que nos atorm entara, izquier-
distas m em orables y de corta m em oria, esta pregunta de la cual, co n o -
ciéndola apenas, llevam os lo oscuro a lo más oscuro que ella m ism a, a la
clase fabril [classe d ’usine], a su historia obtusa, esta pregunta: «¿Q ué es,
en política, un sujeto?», ¿puede ser m aterialista? ¿Puede ser marxista?
¿Se trataría -co m o deseó Politzer, matándose a tal efe cto -, de añadir al
materialismo dialéctico una «psicología» conveniente? Digo varias veces no.
No es cierto que el m arxism o, ocupándose, supongám oslo, para la satisfac-
ción general, de las clases y del Estado, de la historia y de la política, haya
dejado en blanco, para otros cocineros del concepto, el dom inio sospechoso
del individuo, el furor del sexo o la em oción de amor.
Im aginar que haya cierta falta que colm ar del m arxism o, cierta discipli-
na regional en que extender sus poderes -u n a psicología, se vanaglorian
por ejem plo de pensar en la m ism a del lado ruso, con algunos perros de
saliva ed u cativa-, esto no con d u jo a nada, y nunca cond u cirá a nada.
Nuestra pregunta, más radical, no tiene figura de región del concepto.
Preguntam os: «¿Qué es lo que hace sujeto?» y es en los dom inios m ejor
constituid os de la tradición, la acción de clase y su partido, que esta pre-
gunta resuena más abruptam ente.
La susodicha tradición no deja de abrigar el problem a. Quizá lo tenga,
precisam ente, demasiado abrigado. Es una distinción com pletam ente orto-
doxa oponer la «clase en sí», pura existencia del colectivo obrero, a la «clase
para sí», subjetivam ente constituida en su propósito de revolución.
Q ueda por saber si este dispositivo hegeliano aclara algo.
203
R e t o r n o m a t e r ia l is t a d e l m a t e r ia l is m o
204
T e o r ía d e l s u j e t o
76 Expresión que refiere, en argot, a aquellos delincuentes que han abandonado ya la vida
activa. (N. del T.)
205
R e t o r n o m a t e r ia l is t a d e l m a t e r ia l is m o
206
T e o r ía d e l . s u j e t o
3
La tesis m aterialista no es sim ple. Lo es m enos, parezca lo que parezca,
que la tesis dialéctica.
Los m arxistas han afirm ado que desde el origen griego de la filosofía,
la contrad icción que la distingue op one el m aterialism o al idealism o. Es
el axiom a del com bate de los expertos:
207
R e t o r n o m a t e r ia l is t a d e l m a t e r ia l is m o
208
T e o r ia d e l s u j e t o
4
El materialism o, si no es de perro m uerto, da prueba, en el concepto, de
la em ergencia depuradora de la fuerza. Es una filosofía de asalto. Propósito
disolvente y coraje simplificador, hace brillar, lo más lejos posible, la falla
del sím bolo, instruido com o está de un fuera-de-plaza [hors-place].
El m aterialism o está en división interna respecto de sus objetivos.
No es inexacto ver en el m ism o un m ontón de desprecios polém icos. Su
ordenam iento nu n ca es pacífico.
Al m aterialism o, al m ás habitu al, le a squ ea el pensam iento sutil.
La historia del m aterialism o encuentra su principio de periodización
en el adversario. Sólo sistem atizándose en función de lo que pretende
bajar y destruir, hinchad o de cóleras latentes, este propósito es apenas
77 Sigla de O uvrier Spécialisé -«obrero especializado”, sin cualificación. (N. del T.)
78 La datcha es una casa de campo, una lujosa vivienda de residencia secundaria. (N. del
T.)
79 Se refiere a los autos M ercedes-Benz (N. del T.)
209
R e t o r n o m a t e r ia l is t a d e l m a t e r ia l is m o
210
T e o r ía d e l s u j e t o
211
R e t o r n o m a t e r ia l is t a d e l m a t e r ia l is m o
212
T e o r Ia d e l s u j e t o
80 El término utilizado por Badiou es belicr, que significa tanto «ariete» como «Aries» o
«carnero».
81 Aquí la palabra es mouton, la misma que se utiliza en el título del presente capítulo.
21 d e n o v ie m b r e d e 1 9 7 7
Tesis de lo Uno, tesis del Dos. - ¿Soy kantiano?. - Las dos metáforas (reflejo y asínto
ta). - Pedirle perdón al ornitorrinco. - Lo Mismo si no su resto. - El partido a orillas.
- El axioma de cruce.
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Pues, para nom brar lo Uno com o U no-tal (en esta ocasión, la m ateria),
es preciso lo real del Dos. Dos significantes, en todo caso (la m ateria, y
la idea).
Lo que M arx resum e así: «El pensam iento y la realidad son sin ninguna
duda distintos, pero al m ism o tiem po existen en la u n id ad .»
N osotros afirm am os que el m aterialism o existe en el reconocim iento
de dos tesis, de las cuales una nom bra el ser, y la otra su orden, orden del
cual el ser m antiene una refundición nom inal evanescente.
- Tesis de la identidad: el ser es m ateria, exclusivam ente.
- Tesis del prim ado: la m ateria precede al pensam iento, y no a la
inversa.
Se puede decir, para abreviar, que la tesis de identidad nom bra el
lugar (del ser), la del primado el proceso (de con o cim ien to ) b a jo la regla
del lugar.
«Prim ado» no quiere decir jerarq u ía, o superem inencia ontológica.
Pues sólo hay m ateria. No es com o la superioridad platónica de lo inteli-
gible, som etida a inversión. «Prim ado» quiere decir que, en el proceso de
conocim iento que funda la tesis de identidad, el eclipse del pensam iento
está bajo la ley del ser, no bajo la del pensam iento.
Las dos tesis del m aterialism o organizan la división m etafórica del pro-
ceso de conocim iento. Es la eficacia verdadera de su oposición.
H enos aquí en los arcanos de la fam osa «teoría del reflejo», la cual, en
teoría, propone una de las dos m etáforas cuyo em parejam iento hace el
poem a b arroco del m aterialismo.
La otra es la de la asíntota.
82 Se trata aquí de «falta» en tanto que «mala acción», «error» o «culpa». (N. del T.)
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R e t o r n o m a t e r ia l is t a d e l m a t e r ia l is m o
La teoría del reflejo, por la disposición que opera del cognoscente com o
pura imagen pasiva, m antiene en la repetición sensible lo que de otro modo
habría que im putar a la acción constituyente del sujeto.
Lo que es im portante en esta «teoría» se atribuye al esp ejo -b a sta n te
m allarm eano, después de to d o -, el cual tiene esta virtud de ser un frag-
m ento de m ateria, al m ism o tiem po que se lee en él, por efecto material,
un doble sen sible del objeto.
En el fondo, la teoría del reflejo dispone la alcoba experim ental de los
poem as de M allarm é, esa donde -g a n a n cia d ecisiv a - el am o [m aître] está
ausente. Por el am o, interpretem os el sujeto kantiano.
Acuérdense de lo que, en el posfacio de la segunda edición alemana
del prim er libro del El C apital, fija el origen de la m etáfora:
Las operaciones del conocim iento son aquí triplem ente denom inadas,
com o «reflexión» (que instituye el esp ejo), «transporte» (que indica la se-
paración espacial entre la cosa y su doble, el lugar de las series repetitivas)
y «transposición» (que inaugura la vía de la segunda m etáfora, la de una
diferencia en la repetición).
Esta triple proclam a es la de lo hom ogéneo sensible, contra el autode-
sarrollo productivo de la idea.
Digam os que el reflejo es, en el m aterialism o, la m etáfora de la tesis de
identidad. No hay sino una región del ser, donde unos dobles en espejo
hacen, b ajo el nom bre de con o cim ien to , repetición de lo M ismo.
La segunda metáfora m atem atiza com o asíntota la tesis del prim ado.
«Reflejo» nom bra lo U no, «asíntota» el Dos. El m aterialism o ordena en
la mism a frase la asíntota y el doble, el punto de fuga y la reduplicación.
Leam os, si lo desean, la carta de Engels a C onrad Schm id t del 12 de
m arzo de 1 8 9 5 :
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T e o r ía d e l s u j e t o
83 Moi, en el original. La edición de Paidós, que seguimos, no aporta esta referencia. (N.
del T.)
84 En ei original, sois(t), a fin de que sea tanto una afirmación autorreflexiva del yo sobre
sí mismo (sois, «esté», en primera persona del singular) como una afirmación acerca del
yo desde un punto de vista «externo» al mismo (soit, «esté», en tercera persona del sin
gular). (N. del T.)
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T e o r ía d e l s u j e t o
Cifra de lo real, el conocim iento afirma com o resto del núm ero lo
innum erable, cuyo exceso sobre el núm ero hace que contar sea una ope-
ración exacta.
El acto de conocer, no podríam os fijarlo en una trayectoria sim ple, que
enseguida no nos fuera preciso dividirlo en aquello sobre, lo cual opera, y
la cond ició n, en situación de resto, de esta operación.
El conocim ien to cruza dos procesos, en lo real, el de sus condiciones,
y en el efecto-d e-sujeto, cuyo otro es el m ás-acá [en-degá] retroactivo, de
su aprehensión.
Si él (el sujeto) conoce algo, no es sino por ser él mismo sujeto causado por
un objeto que no es lo que él conoce, lo que él imagina conocer. El objeto
que lo causa no es el otro del conocimiento (Lacan, Sem in a rio R .S .I., en
O rn ic a r? n°3, 105).
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4 de diciembre de 1977
N o, la d octrina del resto, por la cual son puestas en tensión las dos
metáforas cognitivas del reflejo y de la asíntota, no es kantiana.
Afirmo que no existe ningún incognoscible intrínseco. Es evidente
afirm ar con Mao: «Llegarem os a co n o cer todo lo que no conocíam os
antes» (O C IV, 3 9 4 ).
Sin perjuicio de añadir que lo que no con ocíam os an tes se determ inaba
com o resto de lo que llegaba a ser con o cid o, en el cru ce del m ovim iento
sin nom bre, por el cual lo real plantea el problem a, y de la retroacción,
denom inada conocim iento, que da la solución.
Ningún azar en lo que sea, en la encrucijad a de las rutas, aquello que
Edipo le responde a la esfinge.
Sin embargo, si él sabe responder a la pregunta: «¿Qué es Edipo?», le
es preciso dejar en resto (m uerto) la pregunta de su pregunta: ¿quién es la
esfinge, para haber hecho de Edipo -d e l h o m b re - su problema?
No olvidem os que la esfinge es en verdad una esfinge.
La cosa-en-sí de Kant sería más b ien el zócalo donde la esfinge está
encaram ada. Nadie tendrá jam ás la pregunta de la cual esta piedra es la
respuesta.
Pero yo digo que la esfinge es nom brable, desde el m om ento en que se
manifiesta en la historia, por un acontecim iento forzado, el lím ite interro-
gador de donde la respuesta de Edipo era provisoriam ente ajustada.
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T e o r ía d e l s u j e t o
La m atem ática pitagórica afirma que lo num erable está hecho de ente-
ros, o de las relaciones de enteros. Hay ahí una prescipción en cuanto a lo
posible. Lo que vendría a caer fuera de estas asignaciones es lo im posible
propio de lo num erable, lo in-num erable.
Q ue no haya «núm eros» sino los enteros y sus relaciones (los logoi,
lo que se llam ará m ás tarde los núm eros racionales), he aquí lo que no
es, ustedes convendrán en ello, un resultado intram atem ático. Más bien,
todo el cam po de la m atem ática pitagórica está prescripto por esta d eci-
sión latente, que no es ju stam en te una decisión, sino el m ovim iento real
ignorado por el cual vienen a existir problem as m atem áticos, problem as
de núm eros, enteros o racionales.
Tienen, pues, un resto constitutivo del dom inio en el cual se ejerce
el con o cim ien to m atem ático de la época. Este resto, es lo in-num erable,
afirm ado com o inexistente, según la norm a de lo num erable.
El conocim iento es reflejo en cu anto al núm ero, asíntota en cuanto a
su inexistente propio.
He aquí que en el interior de este dom inio, se establece, com o respuesta-
reflejo de un problem a, que una relación geom étrica (la de la diagonal
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T e o r ía d el su jet o
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T e o r ía d el su jet o
La a s ín to ta d e l r e f le jo b o lc h e v iq u e n o es o tra c o s a q u e el
com unism o.
Lo que constriñe la contrad icción Estado / revolución debe ser destrui-
do y recom puesto m ediante la n om in ación histórica de su resto, el cual
es relativo a la contrad icción Estado/com unism o.
De ahí una revolución en el m arxism o, la revolución m aoísta.
m ú ltip le de C ru ce c o m b in a to ria
in ten sid a d es de u n id ad es
variables in d e sc o m p o n ib le s
rtesis del ^p rim ad o ^ tesis de la
asín tota id en tid ad
<---------- c o n o c im ie n to reflejo
--------- >
relativo c o n o c im ie n to
resto a b so lu to
'msam
La desviación de derecha no con o ce sino la ley del lugar. No hace
problem a de los problem as que resuelve.
La desviación de izquierda está en perspectiva de fuga. Es un radica-
lism o de la novedad. Rom pe todos los espejos.
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1 9 d e d ic ie m b r e d e 1 9 7 7
Álgebra y topología
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T e o r ía d el su jet o
catoria con la que toda disciplina se redobla para describirse según sus
fragm entos escogidos.
¿Q ué es lo que el m atem ático llam a «álgebra»? Seam os triviales, com o
dicen. Supuesto un conju n to dado -fig u ra provisoria del T o d o -, el álgebra
procede al estudio sistem ático de las relaciones «interesantes» entre los
elem entos de este conju n to. Su con cep to m ás general es el de ley de co m -
p osición: a dos elem entos del con ju n to se asocia un tercero, de m anera
reglada, así com o a dos núm eros se asocia su sum a o su producto.
Lo que define una especie algebraica (una estructura) y a lo cual el
m atem ático reserva los conceptos clave del álgebra, concierne a los constre-
ñim ientos prescriptos a la ley de com posición. Por ejem plo, ser asociativa
((a + b ) + c = a + (b + c )), o ser conm utativa (a + b = b + a).
La n o m in ació n algebraica se ejerce en la p resu p osición de lo h o -
m ogéneo, en cu anto sólo se tom a en cuenta, p o r lo que concierne a los
elem entos, su com portam iento según la ley, una vez acordada su idéntica
pertenencia al con ju n to de base. U n elem ento no se distingue algebrai-
cam ente por su localización en el conju n to. Basta que le pertenezca. En
cuanto al lugar, la identidad algebraica es de pertenencia. La plaza es en
cierta forma universal. La fuerza es faltante. La ley opera distinciones sobre
lo indistinguible. Tal elem ento, sea e, tendrá por ejem plo la propiedad
de ser «neutro», en cu anto, si + es la ley, para todo elem ento a (incluido
e m ism o), a + e = a.
En el cuadro precedente, se puede decir que el álgebra es registrable
«a la derecha»: la m ism a excluye todo pensam iento de lo tendencial, de
lo asintótico. H om ogénea identidad de p ertenencia, estructuración ele-
m ental, especies distinguidas según las form as del constreñim iento legal:
el universo algebraico depende del m aterialism o com binatorio.
La topología deriva - v i a las exigencias del an á lisis- de la necesidad
de asegurar en m atem ática la aprehensión del m ovim iento. Está en el
fundam ento de las nocion es prim itivam ente vagas de localización, de
aproxim ación, de continuidad, de diferencial. No apunta (com o el álgebra)
a lo que sucede cuando dos acontecim ientos, distintos y hom ogéneos,
vienen a ser com binad os bajo constreñim iento, sino cuando se exam ina el
lugar de un térm ino, su entorno, lo que es cada vez m ás «cercano» a él, lo
que se distancia de él por variaciones continu as, su grado de aislam iento
o de adherencia.
Si el concepto m aestro del álgebra es el de ley (de com posición ), la
topología se funda sobre la n oción de vecindad.
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R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
¿La ob jeción de los técnicos? Es que las axiom áticas eficaces parten de
la d efinición de los con ju n tos abiertos. Esta ob jeción n o tiene valor h istó -
rico. Para la interpretación dialéctica, está claro que un con ju n to abierto
es aquel que es vecindad de cada uno de sus puntos.
La topología trabaja fu ertem ente sob re las p artes de un co n ju n to ,
consideradas com o fam ilias de vecindades de un elem ento (de un punto,
digam os, señalando así que la localización es esta vez esencial). No asocia
a cada elem ento otro elem ento, im poniénd ole, más bien, la configuración
m ultiform e de sus entornos.
La legislación algebraica hace diferencia acerca del otro (elem ento)
en cuanto m ism o. La d isposición topológica hace identidad de lo m ism o
según lo m últiple-otro de sus vecindades.
E n rigor, el elem ento no con ciern e - e n s í - a la topología. Ésta es una
disciplina de lo heterogéneo, en cu anto tiende a determ inar el punto m e-
diante unas fam ilias de partes, lo incluye m edíante el entorno. Su m eta
es hacer regla de la aproxim ación. M enos que el ser del térm ino, quiere
su sistem a de diferencias cercanas.
La alteridad algebraica es com binatoria; la identidad topológica es
diferencial.
Pueden leer de una ojeada estas características en los axiom as funda-
dores de una especie algebraica o topológida. Los prim eros fijan constre-
ñim ientos para asociaciones productivas entre elem entos. Así se esp eci-
fican los grupos, los eslabones, los c u e rp o s... Los segundos determ inan
cond iciones acerca de fam ilias de partes (de su b -con ju n tos).
La topología tira «a la izquierda» en nuestro cuadro precedente -d e l
lado del m aterialism o d in am icista-, pues piensa lo U no (elem ental) en el
prim ado de. lo m últiple (de las partes).
La m atem ática desarrollada se ocupa de topologías «com patibles» con
una estructura algebraica particular.
El materialismo consecuente articula un proceso asintótico (topológico)
y un proceso reduplicativo (algebraico).
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T e o r ía d el su jet o
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R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
de U nos del cual Hegel dice brillantem ente que, en el lugar que él de-
linea, lo «U no no deviene sino U no» (I d .)-, su acto es polarizar todo el
cam po ¡cham pí por la unificación atractiva: com o un surgim iento popular
localizado, si es portador de una proposición de unidad nueva, perturba
el hom ogéneo algebraico en la d irección topológica de una consistencia
regenerada.
Lo que se llam a, en la lucha de clases, constitu ir un bando ica m p ].
La esencia de lo U no repulsivo es, pues, diferenciarse de la repulsión,
depurarse atractivam ente para forjar, a partir de la idea de la dispersión,
lo real de la un ificación de lo m últiple.
Por lo cual el bando popular nuevo, cuya arm azón es el proceso de la
política proletaria, ya no es determ inado (algebraicam ente) com o U no-en-
el-m últiple-de-U nos, estatuto, digam os, del elector, del votante del cuarto
oscuro, sino que se determ ina topológicam ente com o U no heterogéneo
al m últiple de igualdad.
Lo que Hegel concentra así: «Luego, lo U no, ejerciend o la atracción,
com o retornando a sí a partir de la m ultiplicidad, se determ in a él mismo
com o U no; es Uno com o no siendo m últiple, U n U no.» «Un U no», aproxi-
m ación (¡topológica!) del alem án: «das Einc Eíns».
El U n Uno es este Uno que, por h ab er emergido com o sujeto bajo la ley
de la repulsión-atracción, se establece en el cru ce de un constreñim iento
algebraico -q u e lo hace U n U n o- y de una consistencia topológica, atrac-
tiva, coagulante, que lo hace Un Uno.
Así la clase, en su existencia social dividida, pero a veces eruptiva, es
lo Uno del cual procede que pueda advenir, com o político, el partido, el
U n Uno.
Siendo toda la cuestión para el partido seguir sien d o... atractivo, puesto
que la atracción es precisam ente «lo U no que es U n U no» (L I, 14 8 ).
El sindicalism o es la forma intrínsecam ente repulsiva, de ahí su orga-
nización calcada sobre las ram as productivas del capital, donde lo Uno
no deviene sino de lo Uno. Su dom inante es algebraica.
La política proletaria es el sistem a m oviente de repulsión-atracción por
el cual lo U no se hace U n Uno.
En lo cual su lugar últim o, en la analogía hegeliana, debe abarcar tanto
lo continuo, efecto de la atracción, com o lo discreto, de la repulsión.
Pues si la unidad atractiva, la consistencia popular de un bando se
propagan, es preciso que, m ediadora de esta propagación, opere la re-
pulsión antagónica, el com bate de clase por el cual el Un Uno continu o
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T e o r ía d el su jet o
Vecindades
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T e o r ía d el su jet o
H ilbert decía que del paraíso que les ofrecía Cantor, los m atem áticos
no se dejarían expulsar.
H ilbert es quizás el últim o de esos grandes técnicos subjetivos de la
escritura som etida que produjeron una segunda edad de oro del concepto
(¿la prim era?, los griegos). Esta edad fue larga, com o su predecesora, de
tres siglos, y Gauss, en el corazón de esta extensión tem poral, reúne sus
prestigios. Tienen ustedes ahí una serie incom parable de figuras de antici-
pación y de dom inio, en la que ni siquiera falta la adolescencia inexplicable,
rim baudiana, que le aporta Évariste Galois.
Lo paradisíaco de la teoría de con ju n tos, creación, de una sola pieza, de
Cantor, se debe a que ésta procura un lenguaje unificador de una potencia
de generalidad al lado de la cual los antiguos objetos de la denotación
m atem ática tienen pinta de artefactos de bricolage.
No nos asom brarem os de que, instituyendo por una áspera soledad
de teólogo positivo esta d isposición calculable de los infinitos, C antor se
haya deslizado lentam ente hacia el delirio de la presunción.
Q ue todo pueda ser proferido b ajo el solo nom bre de con ju n to, y en
la lógica de la pertenencia, equivale, para lo que nos con ciern e, al reco -
nocim iento m aterialista de lo Uno del nom bre del ser. La «m ateria» oficia
aquí, para el ser, de significante universal, así com o el con ju n to para los
m atem áticos. Así com o él, por lo dem ás, no puede tener una definición
del m ism o sino im plícita, reglada por axiom as, latentes o form ulados.
«C onju nto» y «m ateria» son, p or consiguiente, som etidos al principio
de lim itación que acota el uso de todo significante m aestro: el de no ser
referible al Todo. Es sabido que la n oción de un con ju n to de todos los
con ju n tos es inconsistente. Paralelam ente, el concepto de una totalidad
m aterial integral n o es sino el fantasm a poroso del m aterialism o, su de-
y ección convertida en idealism o.
Para los m atem áticos conjun tistas, com o para el m aterialism o verda-
dero, toda totalidad es particular. Lo que es del todo exige la posición del
otro, que no es del todo.
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86 Hay que tener presente que être debe entenderse en el sentido de <.ser» y «estar», distin-
ción que n o existe en francés.
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T e o r ía d el su jet o
p rin cip io d e d esto ta liz a ció n : p rin cip io de lim ita ció n :
n o h ay u n iv e rso , ^n i h isto ria n o h a y c o n ju n to d e to d o s los
c o n ju n to s
elem en to s
d ev en ir y resu ltad os fam ilias de p artes . ley de
de u n p ro ceso de u n p ro ceso (v ecin d a d es) c o m p o sic ió n
en tre elem en to s
ex ceso p o sició n
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R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
2 - Toda p a rte que contiene una vecindad de un punto es ella m ism a una
vecindad de este punto.
Es el valor extensivo del pensam iento topológico. U na proxim idad
más floja que otra es sin em bargo una proxim idad. El «m ás lejos», que
no es m ensurable sino en lo «m ás cercano», designa u n m ovim iento de
expansión de lo local. Por aproxim aciones cada vez m ás difusas, el ele-
m ento roza tendencialm ente la totalidad, que es vecindad lím ite, vecindad
de todo punto que tiene, una vecindad. Este axiom a es el de lo asintótico
invertido: aprehender el elem ento exige el m ovim iento de sus diversos
horizontes, im pone el recorrido del alejam iento.
Tienen ustedes un doble com portam iento, que opera en el análisis de
una situación concreta. Sobre una trama algebraica sólida, principio de
lo distinguible y de las conexiones legales, se trata de buscar la vecindad
más estrecha, el colectivo más ju sto , el body [leju stau corp sl 87, en resum en.
Para hacer esto, hay que practicar la expansión, aceptar que lo local sea
dialectizado por entornos cada vez más vastos.
Esta ley topológica de la expansión-estrecham iento da su valor colectivo
a la clásica pareja de lo universal y de lo particular. Hay verdad de estas
categorías fijas, verdad de álgebra. Su efectuación real teje la inclusión
topológica de las adherencias, en lo más cercano y en lo m ás lejano.
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20 defebrero de 1978
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T e o r ía d el su jet o
en la eficacia del térm ino evanescente, hay que conocer aún lo que hace
que todos estos núm eros se m antengan ju n to s.
Una vez concebid o que uno sucede al otro, en la causalidad que marca
el cero, y que perten ecen todos al dom inio del núm ero, hay que saber cuál
es lo U n o-d e-los-núm eros {¡'Un des n om bres] , la adh eren cia general en que
consiste la sucesión.
La vincu lación algebraica de los átom os de lo num erable no puede
fundar a partir de ella m ism a el continu o de su m antenim iento com ún.
Tenem os la cadena y el nudo.
Así Lacan se eleva en el espacio de la teoría del sujeto al problem a su-
prem o del m aterialism o, que es anudar correctam ente su propia división
según el álgebra y según la topología.
Lo «real» -p a ra deber soportar, b a jo un nom bre ún ico, ser en cuanto
objeto la causa y en cuanto tercer térm ino la co n siste n cia - viene a la
plaza que le está de siem pre prescrita: asegurar, respecto de todo proceso
dialéctico, que hay el uno del dos, el cual hace, luego, tres.
La contraprueba destructora es clara. Si falla lo real com o causa, si la
falta llega a faltar, ustedes tienen la angustia del dem asiado-real [trop -d e-
r ie l) , el cual ya no tiene sentido; si falla lo real com o consistencia, si el nudo
borrom eo es cortado, ustedes tienen el dispersivo del dem asiado-poco-real
[trop -p eu -d e-réel], el cual desancla la ley, desde entonces aterradora, y lo
im aginario, inflado hasta el delirio de la sim ilitud universal.
M iren «las m asas», que, para los m arxistas que todos nosotros som os,
espero, son el nom bre histórico de lo real. Ya tuve la ocasión de decir que
por «masas» no entendem os jam ás una sustancia. ¿Qué, entonces? Aquello
con lo cual un corte histórico se encuentra.
En general, las m asas no son ni pensam ientos, ni pensables. El «hay
masas» es el modo evanescente de lo real histórico, perceptible en cualquier
falla [défau t], en cualquier rotura, de la coraza estatal, lo que se llam a con
Lenin una «situación revolucionaria».
Sin em bargo, hay que reconocer tam bién que las masas son el principio
único de la consistencia política. El Estado, garante concentrado de un
álgebra política establecida, las clases, punto de asignación en cuanto tal
im aginario de la identificación social (el punto de vista de clase b ajo su
forma estatal, form a inteligible del Yo [Moi] social), todo esto no se m an-
tiene ju n to sino en la regulación m asiv a de la actividad pública general.
El Estado no podría garantizarse otra cosa que el consentim iento de las
m asas, ya sea éste arrancado o pacífico. En cuanto a las clases com o prin-
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Te o r ía d el su jet o
Basta, para ser de ella, ceder en política sobre su deseo com unista. I.o
que es, por muy lejos, lo más fácil.
El Estado sólo prom ete en estas cond iciones una consistencia, de la
que es poco decir que es la de las sopas en las que el cu charón queda
clavado.
La causa está perdida. La pérdida y perdida [La cause est perdue. La
p erte et perd u e]89.
Pensar lo uno del dos sin que la con exió n sea externa exige la topo-
logia, está claro.
La topología es este punto del m aterialism o en que la dialéctica sopor-
ta su división. «Si se parte ( . . . ) de los redondeles de cuerda, se produce
una trabazón, por ser el cruce de dos continuidades la que detiene a una
tercera. ¿No se percibe que. esta trabazón podría constituir el fenóm eno
de partida de una topología?» (5 X X , 11 9 ).
Trabazón, cruce: vim os estos térm inos, constitutivos del m aterialism o
en el conocim iento. Lo real, incluso su identidad de objeto causal faltante,
aflora en consistencia com o cruce detenido de dos procesos.
Es decir que es, este real, unidad de lo algebraico y de lo topológico,
unidad de la causa y de la consistencia.
Es ob jeto, pero no únicam ente.
¿En qué sentido decim os que la Com una de París es real? Seguram ente
no en cuanto a que ella haya tenido lugar, lo que no es sino su índice de
realidad.
89 Ju ego de palabras m uy difícil de traducir. Todo reside en 1.a riquísim a polisem ia de perdue,
que, por un lado, constituye el participio fem enino singular de perdre («perder»), es decir,
«perdida» (en el sentido de «vencida», «derrotada», etc.), pero que, asim ism o, refiere al
estado propio de la «m u jer pública y abandonada» (de la que se dice, en efecto, que es
«una perdida»). De m anera tal que la cause est perdue puede interpretarse en el m encionado
doble sentido de perdue, esto es, el de la derrota y el de la perdición -d e ahí la inm ediata
y am bigua «aclaración» de Badiou: La perte et perdue. Por otra parte, est y et son palabras
hom ofónicas, de m anera tal que la perte et perdue («la pérdida y perdida») «suena» igual
que la perte est perdue («la pérdida está perdida» o, tam bién, «la pérdida es inú til»). Y, por
últim o, tanto «est perdue» com o «et perdue» guardan hom ofonía co n «éperdue» («apa-
sionada», «violenta»), adjetivo que conviene tanto al sustantivo cause («causa») com o al
sustantivo perte («pérdida», «derrota»). Podría tratarse, entonces, tam bién, tanto de una
cause éperdue com o de una perte éperdue.
R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
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T e o r ía d el su jet o
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R e t o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
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3 de marzo de 1978
90 En la m itología nórdica, las N om as son tres diosas -c a d a una de ellas relacionada con
una dim ensión tem poral: pasado, presente y fu tu fo - encargadas de hilar - y así fijar irre-
v o cab lem en te- el destino de los seres hum anos.
257
R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
pertenencia, ser em plazado del cual todos los seres tienen su plaza. Se
trata de abrirse a la ¿lim itación topológica del ser, del cual no es por nada
que, para su propósito, Heidegger evoque hasta la saciedad la dialéctica
de lo cercano y de lo lejano.
Eso a lo que Heidegger quería p o n er fin es el propósito filosófico de
una g aran tía d e la consistencia p o r la causa.
Ustedes esclarecerán este punto si saben que aquello con lo que n o so -
tros, m arxistas de hoy, querem os term inar, es el tem a de una g aran tía del
com unism o m edian te el E stado socialista.
El Estado, producto causal del desvanecim iento de las masas, efectúa la
disposición algebraica de la política. N osotros declaram os que, socialista o
no, y aunque invariablem ente necesario para la inteligibilidad de la acción,
no garantiza nada en cuanto a la efectuación subjetiva del com unism o.
Para creer lo contrario, es preciso im aginar este Estado socialista com o
excepción -c o m o estado de excep ción , capaz por él m ism o de un algorit-
m o de extinción, m ientras que Lenin ya sabía que todo Estado m oderno,
incluido el socialista, es intrínsecam ente burgués, siendo así, respecto de
la topología com unista, del d om inio de la categoría de la arm azón y del
obstáculo.
Este estatuto de excepción, se lo descifra en filosofía entre los operado-
res cruciales que perm iten abatir la consistencia b ajo la causa, el ser bajo
Dios Miren Aristóteles: toda la naturaleza se com n renae en el m ovim iento,
es la ley del m undo. El m otor suprem o, ser por excelencia, es precisam ente
el objeto-causa del m ovim iento general, pero está exceptuado de éste,
siendo, él m ism o, inm óvil.
El Estado socialista, supuesto causa del com unism o, es exactam ente
este m otor inmóvil.
No existe exigencia más im periosa que m antener la distancia de la causa
V de la consistencia com o división dialéctica de los efectos-de-realidad.
Va en ello el sujeto.
Si una filosofía no tiene otra definición qLie asegurar, m ediante sus m o-
tores inm óviles, sus sujetos trascendentales, sus negaciones de la negación,
sus seres-q u e-n o-son -lo -q u e-son, el relleno de ia distancia, enton ces, es
verdad, no podem os ser filósofos.
Digam os que la filosofía reside m ás acá de los artificios m ediante los
cuales trata de asegurar su dom inio sobre las vecindades y las adherencias
m ediante la solidez del ob jeto y la eficacia reglada de la causalidad de la
falta. Q ue quiera fundar la unidad del ser sobre lo U no del ob jeto, aunque
seguro, no es su virtud ni su esencia. P od em os siem pre leer, en e l¿n á s
258
T e o r ía d el su jet o
sutil de los concep tos forjados por este extravío consolador, el recon o ci-
m iento trabajoso de que lo real, nom inalm ente escindido, propone tanto
el objeto-causa com o el proceso-consistencia, y que se precisa, para que
se em palm e allí el sujeto de un con o cim ien to cualquiera, la exploración
de una com patibilidad conflictual entre las redes elem entales del álgebra
y las intrincaciones partitivas de la topología.
259
R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
260
T e o r ía d el su jet o
los burgueses, o sino aquellos para los cuales los m isterios de lo real son
insondables.
E n la topología política partidaria, la apuesta es exceder el álgebra hasta
su punto lím ite, en que puede rom perse. La destrucción se articula sobre
el m antenim iento, en que el sindicato perseveraba.
El partido es soporte del sujeto com pleto, por el cual el proletariado,
edificado sobre la clase obrera, apunta a la disolución de la trama algebraica
en que esta clase está emplazada.
Si la consistencia núm ero 1 es inconsistente, según la ley m ism a del
álgebra com petitiva, la consistencia núm ero 3 destruye el principio de con -
sistencia del lugar. Es, pues, igualm ente inconsistente, en cuanto ningún
objeto, del lado del capital, puede hacerla causa de su consistencia.
En el proletariado, la clase obrera ha desaparecido. Realizada com o
causa evanescente, consiste en el partido, cuya existencia no tiene de
apuesta sino suprim ir lo que hacía posible la causalidad.
La existencia objetiva de la clase coleccio n a obreros dispersos. Su exis-
tencia política reúne com unistas. En el segundo caso, la escisión de la causa
y de la consistencia es disim étrica. Lo real de la clase es un desequilibrio
específico del álgebra y de la topología.
Sólo el sindicalism o es equilibrante. Es que pretende hacer consistencia
de la causa capitalista.
¡Ah, el aburrim iento que despide! Entre la dureza del trabajo y la labor
de la revolución, ni el uno ni la otra, y vanagloriándose de su «realism o»,
¡álgebra oculta, topología sumisa!
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R et o r n o m a t e r ia l is t a d el m a t e r ia l is m o
262
V
SUBJETIVACIÓN Y
PROCESO SUBJETIVO
13 de marzo de 1978
El su jeto, si existe un efecto tal, es m aterial, com o todo lo que es. Es,
pues, aprehensible en reflejo y en asíntota, en álgebra y en topología.
¿Qué especificaciones separadas del proceso-sujeto delim itan los dos
órdenes con ceb ib les de su m aterialidad?
Retengam os que el sujeto político es el partido de clase. Lo em pírico de
la cosa nos da su brillantez fulgurante cuando se trata de la insurrección,
la consistencia durable cuando se trata del Estado.
El acto anudador - e l efecto b o rro m e o - no es el m ism o en estas dos
circunstancias. Diré que, en prim er lugar, corte que arruina el vínculo de
la vieja clase con el viejo Estado, aquél com prueba lo real de las masas en
el desvanecim iento dispersivo de su efecto. El Estado cae en ruina, la clase
se apodera de la masa, el partido se resuelve en la m ultitud que lo lleva
adelante, la política coincide con la historia. Enseguida, e.1 re-anudam iento
forma lo Uno de otra especie, el nuevo Estado de clase, organizador de
un consenso de masas.
El anudador del nudo se dice o de su corte o de su atador.
¿Qué es con o cer un nudo? D esanudarlo no basta, puede ser azaroso.
Hay que anudarlo de la m ism a m anera.
El sujeto cruza estas dos operaciones.
El tiem po insurreccional es esencialm ente algebraico, ya lo dije. Es por
lo que hace desaparecer, que una revolución m erece ser reconocida. El
tiem po direccional es topológico. Es en nom bre de lo que edifica, que un
partido com parece ante el tribunal de la evaluación com unista.
265
SUB JETIVA C IÓ N Y PR O C ESO SUBJETIVO
Tengo por cruciales los con ceptos, aquí descuidados91, de «su b jeti-
vación» y de «proceso subjetivo», en la m edida en que se incorporan al
primero las exploraciones algorítmicas de la cadena, y al segundo el analysis
situs, la localización por vecindades.
Digo tam bién que sin la destrucción - y su anverso, la re co m p o sició n -
ustedes no pueden pensar hasta el extrem o la m aterialidad subjetiva de
su em parejam iento.
De ahí que Lacan los haya pensado sucesivam ente, subjetivación, hasta
m ediados de los años sesenta, proceso supletivo después, y especialm ente
después de 1 9 6 8 .
La subjetivación suscita la pregunta por su causa, a la cual Lacan
responde m ediante lo real com o o b je to , el p roceso su b jetivo; por su
consistencia, a la cual Lacan responde nuevam ente m ediante lo real, pero
¿bajo qué figura? Es ahí que nos abandona, pues el nudo borro m eo tal
com o él lo concib e perm anece encantado por la lógica de la pérdida y de
la dispersión.
Su confusión en cuanto a la consistencia proviene de que él establece
el corte (del nu do) com o su prueba de veidad. Ahora b ien , lo contrario
del anudador no es el corte, es la d estrucción. El corte n o es sino la ab s-
tracción algebraica de la destrucción. Así com o la revolución no es sino
un m om ento abstracto del com unism o.
Esta confusión es patente en los textos. M iren éste:
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SlJB JET lV A CtÓ N Y PR O C ESO SUBJETIVO
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3 de abril de 1978
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SUBJETIVA CIÓN Y PROC ESO SUBJETIVO
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SUB JETIVA C IÓ N Y PR O C E S O SUBJETIVO
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Rl c R2 c R3
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SUB JETIVA C IÓ N Y PR O C ES O SUBJETIVO
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10 de abril de 1978
F u n c ió n cu a lita tiv a del su p u esto c retin o . - R een trad a en escen a de la fu erza. - V ecin -
dad es e in te rru p c ió n su b jetiv a n te. - C u atro c o n c e p to s, d os tie m p o s, d o s m o d o s.
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SU B JE T IV A C iÓN Y PR O C ES O SUBJETIVO
2.76
T e o r ía d el su jet o
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SUBJETIVA CIÓN Y PROC ESO SUBJETIVO
La prisa es divisible.
Puedo salir, sin pensar en la diferencia cualitativa del otro, porque lo
real me som ete a una presión intolerable y porque el espacio del dom inio
topológico es nu lo. M i pasión de ser libre m e lleva a confiar únicam ente
en el algoritm o m ás corto y a no tolerar la interrupción.
O bserven la vuelta: porque lo real m e sum erge, en la m odalidad de
la im portancia vital de la apuesta, no recurro sino a la ley, la cual falla en
sostenerm e hasta el final.
Si corto-circu ito el m ensaje am biguo de la partida del otro, para correr
jad ean te hacia la puerta, sin evaluar su significación divisible, subjetivo
sin ninguna duda, pero en el puro efecto de un álgebra acartonada y terca.
Me engancho en R 3, sin tener la lógica de las vecindades.
Desde otro sesgo, tenem os ahí la angustia, este concepto m ayor que
ya habíam os introducido.
El proceso subjetivo correlacionado m e representa al d irector de la
prisión com o la clave de m i ser. Es hacia él que corro im prudentem ente a
im plorar m i liberación. Si el cretino razonara según R2, habría una som bría
verdad en que volviera a introducirm e en el agujero.
La angustia -s u b je tiv a c ió n - recurre al superyó, proceso subjetivo.
Hay otra vertiente de la prisa, basada sobre una anticipación estratégica
sin que la m ism a haya conseguido fundar una certeza. Tom o un tiem po
por adelantado, m ediante una apuesta sobre lo real.
Si, por ejem plo, pienso, com o topólogo, que m is com petid ores son
aproxim adam ente parecidos, la única m anera de salir de ahí es la de no
es p era r el fin del razonam iento, al cual, si n o, llegarían al m ism o tiem po
que yo. La indecidibilidad eventual de la salida es lo que calculo deber
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T e o r ía d el su jet o
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8 de. mayo de 1978
Lo inexistente
U n su jeto es aquel térm ino que, som etid o [asservi] a la regla que
d eterm ina un lugar, le puntualiza, sin em bargo, la in terru p ció n de su
e fe cto .
Su esencia subjetivante es esta in te rru p ció n m ism a, p o r la cu al el
lugar, en que la regla está desreglada, co n siste en la d estru cción .
Del m ism o m odo, un su jeto es lo que h ace proceso de recom p oner,
del pu nto de la in terru p ció n , otro lugar y otras reglas.
El su jeto está sujetado [Le sujet est assu jetti], en la m edida en que no
existe nada pensable b a jo este n om b re, fuera de u n lugar reglado [hors
un líeu reg lé], un esp lace. Y tam b ién en cu an to aquello de lo cu al el su jeto
es la d estru cción , es esto m ism o que lo d eterm ina a estar em plazado.
Q ue el proceso subjetivo sea del pu nto de la in terru p ció n designa
la ley del su jeto com o división d ia léctica de la d estru cció n y de la
recom p osición.
Ahí está lo que garantiza que el proceso su bjetivo escape parcialm ente
a la rep etición. Se destruye el efecto de lo M ism o, y lo que se instituye
de esta d estru cción es otro M ism o.
La topología da sólo una idea de que una con sisten cia suced e a otra,
en la ord enación causal de la in terru p ció n .
El sujeto m aterializa la d ivisión del m aterialism o, en cu anto no es
pensable sin o basado sob re un algoritm o que sob red eterm inan e in ter-
fieren las an ticip acio n es su b jetivantes y las retro accio n es del proceso
subjetivo.
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T e o r ía d el su jet o
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SUB JETIVA C IÓ N Y PR O C E S O SUBJETIVO
3
El punto clave es com prender el con cep to topológico de exceso. Por lo
que respecta a la exclusión interna (algebraica), se la debem os a Lacan.
Es en el m ism o punto que se dan los dos. De ahí la dificultad.
La teoría del sujeto se consu m a cuando logra pensar la ley estructural
de la plaza vacía com o apuntalam iento puntual del exceso en la plaza.
El secreto de este apuntalam iento es la división m aterialista-dialéctica
del m ism o inexistente del que procede que haya un todo.
Dos conceptos, y no uno: toda la divergencia entre la lógica dialéctica
y la dialéctica del significante.
Retom em os, si les parece b ien , el ejem plo central de la disyunción
entre álgebra y topología: el exceso de lo partitivo sobre lo elem ental, el
teorem a de Cantor.
Un con ju n to E, considerado com o un todo, pertenece a un tipo de
m ultiplicidad que los procedim ientos de la teoría de con ju n tos perm iten
especificar y que llam an la cardinalidad de este co n ju n to , Card (E ). En
resum en, «un con ju n to F tiene “m ás” elem entos que un con ju n to E» se
escribe: Card (E ) < Card (F).
El teorem a de C antor se reduce a que la cardinalidad del con ju n to de
las partes de E es siem pre superior a la cardinalidad de E m ism o.
C onsiderem os el tipo de m ultiplicidad de E, Card (E ), com o una ley
de lo m últiple. D igam os, por ejem plo, que está prohibido que una m u lti-
plicidad sea más grande que la que realiza la pertenencia a E:
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SuBJETlVACIÓN Y PR O C E S O SUBJETIVO
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15 de mayo de 1978
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SUBJETIVACIÓN Y PR O C ESO SUBJETIVO
Este texto propone claram ente la puesta en orden del m últiple partitivo.
Q ue la n oción de «todos» los su b con ju n tos de E sea, para Devlin, «dem a-
siado vaga», denota su perplejidad en cuanto a los recursos inasignables
92 Al final de este párrafo, en el texto original, se aclara: “(trad. A. B., retocada)”. (N. del T.)
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T e o r ía d el su jet o
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SUBJETIVA CIÓN Y PR O C ES O SUBJETIVO
Se podría, por ejem plo, exigir que todo organism o político fuera de-
finible sólo a partir de parám etros parlam entarios (participación en las
elecciones, clasificación clara «de derecha» o «de iz q u ie rd a » ...) y que
todo reagrupam iento obrero fuera in scrib ib le en una fórm ula sindical. Es,
por lo dem ás, lo que se hace tendencialm ente. Las nocion es de extrapar-
lam entario o de autonom ía son rápidam ente crim inalizadas. El universo
político dom inante -q u e es el nuestro, a no dudar de e llo -, pretende
perm anecer construible.
En este universo, el exceso de lo m últiple se reduce, finalm ente, a lo
que el álgebra tolere del m ism o: c a e ju sto b a jo el concepto de lo inexistente
que lim ita el todo. La hipótesis del con tinu o es satisfecha en él.
Q ue el prem io pagado sea directam ente una extraordinaria pobreza de
lo m últiple se dem uestra en el esp ectácu lo m oroso de las elecciones par-
lam entarias y de los locos asm áticos que hacen d onación de sus personas
en las «jornadas» de los grandes sindicatos.
Pues la cod ificación algebraica del exceso, som etién dolo a la en u -
m eración ordenada, reduce el en-exceso [en -trop ] subjetivo al en-m enos
[en-moíns] de su orden.
Lo que un lugar detenta virtualm ente de subjetivación, reconduce al
único punto vacío de su lím ite, cae en el equilibrio entre plaza y exceso,
que n o hace sino repetir que un lugar tiene potencia de ser lugar de lo
subjetivo, sin la ruptura cualitativa por donde el efecto-su jeto escapa en
torsión a la medida local.
U n muy sorprendente teorem a (R ow bottom ) introduce en escena la
fuerza de interdicción cuya constructibilid ad m utila lo m últiple.
Para aprehender el alcance del m ism o, es preciso com prender que el
resultado de G ódel no satisface en absoluto al m atem ático reglado. Lo
que quiere, es que la doctrina de las m ultiplicidades prescriba la hipótesis
del continuo com o un resultado necesario, y no com o un suplem ento
adm isible. Su objetivo no es la vana libertad de añadir o no la hipótesis
del continu o a los axiom as.
Sub-yacente, la idea de que no podríam os h acer un axiom a de la id en -
tidad entre exceso y ocupación de la plaza vacía. Es preciso que lo real
nos im ponga la im posibilidad d e qu e se a d e o tra m an era. Si n o la dialéctica
integral lo supera: hay heterogeneidad entre la lógica de sucesión de las
plazas vacías y el exceso interior de lo m últiple.
Paralelamente, los partidarios sindicalistas del «apoyo» a la fuerza social
inm igrante, para en cierto m odo regularizar su estatuto en la sociedad im -
perialista, quieren que la historia im ponga su solución com o única solución
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T e o r ía d el su jet o
política. Va en ello, para ellos, el carácter sim ple, m etafísico, intem poral,
de la clase, estatuto que es su ideología de pertenencia.
Se procura, pues, constreñir la hipótesis del continuo m ediante una
rem odelación de los axiom as. Por ejem plo, form ulando hipótesis de exis-
tencias plausibles, en cuanto a cardinalidades gigantescas. Se trata en cierto
m odo de reprim ir el exceso, ya no por abajo, por los estratos inferiores,
com o hace el universo construible, sino por lo alto, adm itiendo de golpe
m ultiplicidades superem inentes de las que se espera que ordenen todo
aquello que las precede.
En esta vía, que se com para a los «grandes m odelos» nacionalistas,
guerreros, im periales, m ediante los cuales los burgueses en ciend en el
contra-fuego de las crisis y de los brotes populares, no se ha encontrado
nada valioso.
Más b ien , se ha tenido en cuenta que lo que la controla «por abajo»,
la constructibilid ad gódeliana, no soportaba ninguna de estas vastas h i-
pótesis existenciales, en razón de la pobreza intrínseca de sus recursos
en m ultiplicidades.
Si existen «m uy grandes» cardinalidades (éstas tienen definiciones
técnicas en las cuales no puedo introducirm e aquí), existen necesariam ente
innum erables con ju n tos no construibles.
La presión por lo alto y la presión por lo b ajo son incom patibles. Us-
tedes no pueden a la vez m anejar la euforia negociadora y sindical de los
tiem pos pacifistas de expansión im perialista y em barcar a los pueblos en
el riesgo de guerra y el turbio encanto de las conquistas.
R ow bottom dem uestra que si existe una cierta especie de cardinalidad
-u n a m ultiplicidad de un tipo «m uy g ran d e»-, hay entonces, en las partes
del m odesto co n ju n to de los núm eros enteros (el con ju n to infinito más
pequeño) m u ch o m ás n o-constru ib le que construible (cf. T. Je c h , Teoría
de conjuntos, A cadem y Press, 3 3 1 ).
Es decir, hasta qué punto afirm ar que todo conju n to es construible,
vía de Gódel para establecer la coherencia de la hipótesis del continuo,
im pone una castración de lo m últiple inm anente y afecta de interdicción
las m ultiplicidades más am biciosas.
3
En 1 9 6 3 , Cohén demuestra que la negación de la hipótesis del continuo
es tan coherente con los axiom as com o su afirm ación.
291
SUBJETIVA CIÓN Y PROC ESO SUBJETIVO
94 E n in g lé s e n el o r i g i n a l .
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SUB JETIVA C IÓ N Y PR O C ES O SUBJETIVO
294
T e o r ía d el su jet o
C ohén recon o ce ahí que entre la lógica de las plazas y la del exceso,
hay ruptura dialéctica.
Así el exceso se halla extirpado de todo vasallaje [allég ean ce] numeral.
El sujeto, en su d oble registro de algoritm o y de vecindad, efectúa una
irreconciliable escisión de su propio proceso. Estos «parajes de lo vago»
donde se resuelve la m ultiplicidad partitiva, los saludam os com o la prue-
ba, adm inistrada por aquellos que desearían lo contrario, de que hay una
apuesta sobre lo real, donde, si el núm ero inscripto sobre los dados atañe
a una consecu ción, no encadena lo que, del gesto del tirador, produce lo
incalculable de su alcance.
V I
T ó p ic o s d e l a é t ic a
9 de marzo de 1979
¿Dónde?
D i e z t e s is s o b r e e l s u j e t o . - D o n a c i ó n y l i m i t a c i ó n - L a h i s t e r i a , la s u b l e v a c i ó n . - ¿ D ó n e le
e s t á e l p r o l e t a r i a d o ? .- ¿ D ó n d e e s t á e l i n c o n s c i e n t e ? - M a t e r n a s d e l m a r x i s m o . - H a c i a
la t ó p ic a .
299
T ó p ic a s d e l a é t ic a
95 T é n g a s e e n c u e n t a q u e la l o c u c i ó n du reste ( l i t e r a l m e n t e « d e l r e s t o » ) , s ig n i fi c a « p o r l o
d e m á s » . ( N . d e l T .)
96 J u e g o d e p a l a b r a s i n t r a d u c i b i e , y a q u e s e qui s u e n a / se le e e x a c t a m e n t e ig u a l a ce qui
( « l o q u e » ) , ( N . d e l T .)
300
T e o r ía d el su jet o
ser tal sea nada indica de dónde una ontologia es posible, y es del Cogito,
exclusivam ente, el cual nos da la n ad a , o sea la existencia en su esencia.
La ilim itación del con o cer hegeliano (el saber absoluto) debe incluir
un principio de totalidad, el «círculo de círculos» de su exhaustividad,
por donde ella lim ita lo ilim itado, confiriéndole esta form a enciclopédica
que un libro puede escribir en su totalidad. Ahora bien, para nosotros,
cantorianos, que haya un todo del conocer se encuentra m ás acá de la
ilim itación verdadera, la cual es m ovim iento inm anente del exceso sobre
toda totalidad concebible.
La doble función, existencial y lim itativa, marca, pues, de parte a par-
te, el concepto clásico del sujeto. Funda que, de un sujeto tal, se pueda
partir.
Yo afirm o que n o se puede en verdad sino llegar al m ism o. El tiem po
de M arx, el tiem po de Freud, reside en que el sujeto no es dado, sino que
debe ser encontrado.
La im portancia de la configuración que trazan, el m arxism o en política
y el freudism o en filosofía, es, sin em bargo, no ceder respecto de lo su b -
jetivo . Aunque el sujeto no sea ni transparencia, ni centro, ni sustancia;
aunque nada pruebe que sea requerido para organizar la experiencia; sin
em bargo, es el concepto clave de donde resulta que sean pensables la
decisión, la ética y la política.
Tenem os, para cada etapa del m arxism o (hay tres) y del freudismo (hay
dos), que resolver el problem a específico de los operadores de investigación
que efectúan el descubrim iento y la aprehensión del sujeto.
Cuando M arx em prende la escucha de la actividad revolucionaria de
su tiem po, el desorden histórico popular, se trata de erigir, al térm ino de
rudos trabajos teóricos y prácticos, la forma dialéctica del sujeto político
com o tal. La deducción de su actividad general no presupone sino las
insurrecciones del siglo. Será preciso, a partir de ahí, desplegar la tópica
integral de un orden (el orden capitalista), hacer la lógica de sus hiatos, ir
hasta el final de lo heterogéneo, para denom inar «proletariado» a este sujeto
casi inhallable en la superficie anárquica de los acontecim ientos.
Freud escucha la prosa y la gestualidad de los histéricos, de donde
resulta que, al fin, es del sujeto [sujet] de las neurosis que se trata, y no de
quien está sujeto a [sujet á] las neurosis. «Inconsciente» es el nom bre de
un sujeto tal, ahí tam bién en las redes de una tópica del psiquismo.
Aunque el psicoanálisis y el marxismo, no tengan nada que ver ju n to s
- l a totalidad que form arían es in co n sisten te-, está fuera de duda que el
inconsciente de Freud y el proletariado de Marx tienen el m ism o estatuto
3 0 .1
T ó p ic a s d h l a é t ic a
3
No repetirem os nu nca lo suficiente que los textos del m arxism o son,
en prim er lugar, los de la política en acto. H ace señas de lo esencial una
escritura aprem iante, fosforescente, ju n tu ra de la inscripción y de la prisa
subjetiva. Es ahí que, al salir de la alegoría de los prisioneros, se piensa
m archando. Yo soy de la op inión de Ju lie n G racq (entre paréntesis, con
Sam uel B eckett, extrem o contem poráneo de la prosa, aunque él consum e
a Chateaubriand, y el otro a Pascal):
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T e o r ía d el su jet o
Lean, del prim ero, Las luchas d e clase en F ran cia, del segundo, L a crisis
está m adu ra, del tercero, Investigación sobre el m ovim iento cam pesin o en el
H ounan, o las extrañas directivas de la R evolución Cultural. Ejem plo tipo:
«En la gran m ayoría de las fábricas, la d irección no está en las m anos de
verdaderos m arxistas ni de masas obreras», de donde se deduce que «por
lo que parece, si no se hace la Gran Revolución Cultural proletaria, esto no
marchará» (abril de 1 9 6 9 ). O aun, enigm ático y esencial, el año de la muer-
te (1 9 7 6 ): «Ustedes hacen la revolución socialista, y sin em bargo no saben
dónde está la burguesía. Está en el corazón del partido com unista.»
C uestión de tópica. ¿Dónde está la burguesía? Pero, m ás decisiva:
¿Dónde está el proletariado? ¿D ónde está, puesto que en el lugar donde
está algebraicam ente prescripto (el partido-Estado), es la (nueva) burguesía
la que está a sus anchas?
No existe ningún texto m arxista fundam ental que no tenga por re-
sorte la cuestión: ¿D ónde está el proletariado? De ahí que la política es la
unidad de los opuestos de una tópica (la situación actual) y de una ética
(nuestras tareas).
En L as luchas de clase en F ran cia, el m ovim iento de descubrim iento
del sujeto obra m aravillas del estar atrapado en la ferocidad polém ica y la
urgencia interviniente. Lean, por ejem plo:
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movimiento-sublevación(angustia)
PARTIDO
insurrección-guerra(coraje)
(sujetopolítico)
dictaduradel proletariado(superyó)
proceso subjetivo
' comunismo(justicia)
movimiento-sublevación(angustia)
dictaduradel proletariado(superyó)
PARTIDO
(sujeto) insurrección-guerra(coraje)
comunismo(justicia)
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s u b je tiv a c ió n a n g u s t ia c o ra je
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98 Juego hom ofónico entre dé-sens («sentido-d ado») y décent («d ecen te»), (N. del T.)
99 Ju ego hom ofónico entre in-dé-sens («sentid o-n o-d ad o») e indécent («in d ecen te»), (N.
del T.)
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11 de mayo de 1979
Diagonales de lo imaginario
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consigo m ism a que se supone en el sentim iento com ún del y o 100 tendría
algo que ver con una pretendida instancia de lo real» (E, 6 9 ).
Esta «cuña» no es otra que la d istinción estática entre la conexión
horizontal (co n cep tu al) y la con exió n vertical (real) por una parte, la
conexión diagonal (ideológico-im aginaria) por la otra.
Lo im aginario, inducido por la conm u tación del dom inio [dom in an ce]
entre falta [m an q u e] y exceso en el entorchado subjetivo, representa falaz-
m ente lo indecidible com o desde siem pre decidido.
Ya sea (dogm ático) que haya dom inio [sur.plomb] legal sin cortes sobre
el coraje, ya sea (escép tico) que la n o-ley de la ju sticia no represente sino
la eterna indecidibilidad de la ley.
Lo im aginario tiene dos m áxim as: «Garantizado por el otro, puedo y
debo todo» - «C om o no hay otro, no puedo y no debo nada».
En todos los casos, el reino de la m oral es el contrario propio de la
ética.
Por desgracia, som os todos extrem adam ente m orales. Nadie puede
sustraerse a la saturación.
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R econozco, llegado a este punto, m i escaso interés en continuar. A
pesar de su leyenda, nada más estructural, y en últim a instancia más
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pobre, que lo im aginario. Nada, tam p oco, tan evidentem ente necesario.
Com prendo la tentación de recorrer hasta la saciedad los arquetipos de la
felicidad y la desgracia, adornados co n m etáforas de la naturaleza. Por un
lado, el registro de su esplendor inm anente, para confirm ar que hay (pero
no hay) O m ni-P otencia. Por el otro, el de su indiferencia anárquica, para
establecer que estam os arrojados sobre la tierra sin fuego ni lugar (pero
siem pre hay Lugar, y, Hölderlin, Fuego).
Pascal trató a fondo la cuestión, co n su miseria y su grandeza. D ialéc-
tico, busca el punto divisible de donde esta alternancia de las representa-
ciones desaparece en beneficio de lo puro r,eal del sujeto (cristiano, es el
nom bre de un sujeto tal). Está com probado que este punto inexiste en Dios
(pues contentarse, com o lo hace D escartes, con su existencia, no es sino
idolatría), y ex ced e en el Texto (pues n o es sino en una lectura topológica
de los Testam entos, resolviendo la letra en lo que la desborda en figuras,
que se descubre que estas Escrituras exceptúan al m undo).
La Santa Biblia es la huella exced ente para el Dios que falta.
Es particularm ente cóm odo establecer, para el cristiano Pascal, su nudo
de angustia (vean el «m isterio de Jesú s»: «Él sufre ese dolor y ese abandono
en el horror de la n och e», de superyó (D ios es incontestablem ente terror),
de ju sticia (el orden de la Caridad disuelve en la gracia todas las reglas
m undanas del lugar) y de coraje (hay que apostar, contra la diversión).
M iseria y grandeza son las diagonales, donde Pascal reconoce exacta-
m ente lo imaginario escéptico y la exageración estoica. De ahí que convenga
entretenerse con M onseñor de Saci sobre Epícteto y M ontaigne. La disipa-
ción de los im aginarios unilaterales de la m oral introduce negativamente
a la dialéctica del sujeto.
La teoría m arxista de la ideología se resiente de la irrefutable delgadez
de las diagonales. ¿Q ué tener que decir, sino su evidencia de que toma
la trenza, en las form ulaciones separadas de la «cond ición hum ana»,
dogm áticam ente exaltada en su potencia de absoluto (arte y religión),
escépticam ente acorralada a su carencia y a la inevitabilidad de la m uerte?
Mostrar que todo ello nos pega [co lle] y tom a el sesgo de una negación
trascendente de la lucha de clases no va más allá de una constatación de
bedel materialista.
El «m u nd o in v e rtid o » no alim e n ta en m í sin o la p asión de su
derechura.
Al m ism o tiem p o, adm ito que el con streñ im ien to im aginario, una
vez recon o cid o en su p rin cip io , n o m e parece exigir ninguna postura
escandalizada. Inclu so el fam oso «cu lto de la personalidad», en su c o -
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subjetivación
superyo justicia
proceso subjetivo
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18 de mayo de 1979
Esquema
Sea, en prim er lugar, el esplace, lugar del advenir horlieu del sujeto. El
lím ite de la distribución de las plazas es fijado allí por la plaza vacía, la
plaza inocupable, base estructural del horlieu.
¿Cóm o representar la plaza inocupable? La indicarem os oblicuam ente
m ediante un agujero.
Partimos, pues, de un plano agujereado, en que ya nos falta lo esencial:
que el agujero es una plaza, vacía; luego, un punto com o los otros, disipado
entre los otros, si no es que falta-en-su-plaza \ m an qu e-a-sa-p lace].
¿Pero cóm o representar que el sujeto, en posición de exclusión interna,
vacila «alrededor» de la plaza vacía, que él in-ocu pa [in-occupe\l No ten-
dremos ahí sino una aproxim ación grosera. Para designar que la ocupación
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25 de mayo de 1979
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Se puede asim ism o, haciendo resto ético de la política, form ular el pro-
blem a así: ¿es necesario ceder por m u cho tiem po más a las incontestables
ventajas del «esplazam iento» sindical-parlam entario?
Q u e la existencia del sujeto se disipa en el no-sentido [non-sens] de
la ley desde que ceder es la m áxim a, Lacan lo dice con fuerza: «El deseo,
lo que se llam a el deseo, basta para h acer que la vida no tenga sentido si
produce un cobarde» (E, 7 8 2 ).
Es, al revés, designar el coraje com o el nudo de la cuestión.
Se cede siem pre por un bien, el suyo propio o el de otros. Lacan llama
a esto «el servicio de los bienes». Adviertan que ceder por los otros no vale
más que ceder por sí m ismo. Lo contrario de la decisión ética no es la deci-
sión egoísta, lejos de ello. Lo contrario propio de la ética es la traición, cuya
esencia es traicionarse a sí mism o: el inexistir en el servicio de los bienes.
Propongo cuatro teorem as:
1 .- C eder se hace sobre la subjetivación en nom bre del proceso sub-
jetiv o antiguo.
2 .- El fundam ento del dispositivo conceptual de la ética es la trenza
subjetiva del y y del a .
3 .- C eder es necesario, pues todo su jeto incluye el proceso \|/. La ética
es posible, pues todo sujeto incluye el proceso a .
4 .- E l c o n c e p to fu n d a m e n ta l de la é tic a d el m a rx ism o es la
confianza.
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104 En todo este párrafo tiene gran im portancia el concepto de lieu («lugar»). Cuando Badiou
se refiere a la necesidad de atribuirle a Bujarín la traición, en lo que respecta al partido,
«de lo que le sirve de alm a», la expresión francesa correspondiente es: de ce qui luí tient
lieu d’áme. Y luego, cuando aclara que de no existir tal traición «hay sobradas razones para
creerlo», lo que dice, literalm ente, es: il y a lieu de la creer. (N . del T.)
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Desvío clásico
U stedes tienen netam ente, y desde siem pre, dos géneros para la ética.
Sea que ustedes la infieran del orden del m undo, con el cual el sujeto debe
convenir, lo que no excluye que le sea precisa la torsión del convertido.
Sea que ustedes la infieran de la voluntad subjetiva, de ninguna m anera
suspendida en lo posible del m undo, lo que no excluye que el m undo
pueda ordenar la repetición de este querer.
Es decir que se aborda la cuestión según el esp lace o según el h orlíeu ;
según la subjetivación o según el proceso subjetivo; según lo posible o
según lo im posible.
D icho sea de paso: es una m áxim a m uy prendida de los políticos par-
lam entarios, m uy especialm ente «de izquierda», la que profiere que: «La
política es el arte de lo posible». En ningún punto lo que es de la función
de clase de la verdad m e parece tan desnudo. Esta m áxim a es, seguro,
verdadera, e incluso excelente, p a ra ellos. Por lo que me con ciern e, afirmo
expresam ente que la p olítica es el a rte d e lo im posible.
El lím ite extrem o de la prim era tendencia ética afirm a que un dom inio
integral del conocim iento del m undo es accesible, de m anera que la ju sta
plaza del sujeto le es representable com o su Bien. De un conocim ien to
absoluto procede una reconciliación acabada. Pasada la conversión cog-
nitiva, el proceso subjetivo de la astucia es eterno. Se reconocerá aquí la
toma en serio del eje de verticalización, donde lo real y la ley son recí-
procas sin resto.
Ciertas variantes de la idea com unista se relacionan con este tem a
de la arm onía, por el cual la ju sticia , desanclada del sujeto, deviene una
categoría del ser.
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m odela según su fuerza la historia y los con cep tos de su esp ecu lación, es
totalm ente natural que ella hipostasie su querer en la afirm ación integral
de la astucia del m undo, y no deje a sus contestatarios sino la plaza de la
negación general, de la discordancia de tom o y lom o. Y si, a la inversa, se
está en el deterioro sin concep to, el em peoram iento sobre la plaza m ism a
[sur p la c e] del cual ningún sujeto político nuevo es el excluido interno o
el exceso em plazado, las tentaciones contrarias de resignarse a un curso
de cosas supuestam ente necesario o de suprim irse del m ism o absoluta-
m ente com unican por todas partes. Es a lo que se dedicaron cuando la
ciudad griega tiró abajo, con el sólo beneficio de los m ilitares, m acedonios
y luego rom anos, las escuelas contrastantes y sim ilares de E picu ro y de
los estoicos.
Q ueda el caso, n i bueno ni m alo en su esencia, en que el m undo es lo
que el sujeto recom p one desde un p u nto donde lo indecidible subjetivo
no exige que se ceda. Q ue haya discordancia se reconoce com o la co n -
dición horlieu de la subjetivación, que haya proceso de apropiación de la
discordancia designa el proceso subjetivo de la recom p osición, que haya
discordancia de este proceso con n ota la subjetivación regresiva y lo que
ella induce de repetición en el proceso subjetivo.
La m etáfora sería, entre el día y la n och e, la del p o rta d or de fu e g o , del
cual la estrella de M allarmé es la fijación sin exceso. Esquilo ha hecho de
ello una tragedia: Prom eteo.
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Está claro que estas dos posturas rem iten a las articulaciones primitivas
del sujeto, en una localización histórica que las pone a prueba.
Ustedes no tendrían ninguna dificultad para sostener:
- que el elogio conn ota la ju sticia, en la m edida en que se arregla al eje de
la disipación real de la ley, pero tiene por lím ite im aginario el tem a, por lo
dem ás saturado de angustia -o b se rv e n nuestras d iag o n ales- de Lina plaza
absoluta, de un esplace real;
- que la resignación singulariza el superyó, orden aterrador que no tiene
ninguna necesidad de disfrazarse com o valor para asignar el sujeto a la
ley com o no-ley;
- que la discordancia toca la angustia, que no sabe lo que ella toca de lo
real sino a través de la pérdida desconsolada del m undo m uerto;
- que Prom eteo es el personaje que, desafiando a los dioses, m antiene al
vacío el devenir del coraje.
A partir de lo cual se afirmaría que los dos prim eros géneros suturan
la ética al proceso subjetivo, los otros dos a la subjetivación. Y que la
distinción del optim ism o y del pesim ism o no va sino a repetir el entrela-
zam iento de la hebra a y de la hebra v|/.
Paso que tendría por único interés confirm arnos que la ética es una
denom inación del sujeto com o se la efectuara históricam ente en la forma
del discurso.
Sería falaz conclu ir de ello que existe una ética del coraje, otra del su-
peryó, y así sucesivam ente. La pendiente de la estructura es engañosa.
U n sujeto no existe sino por h acer vínculo historizado de los cuatro
conceptos. La ética es una posición en el cam po com pleto de sus cuatro
polos (elogio, discordancia, resignación, Prom eteo), de los cuales uno
nu nca es sino la vía de acceso a los otros tres.
Así la coyuntura giscardiana -lla m a m o s así a la derrota política que
siguió a la derrota de los intelectuales, después de 1 9 7 6 , últim o p la z o -s e
quiere reabrir el debate ético de los tiem pos de crisis. ¿Se im pone la resig-
nación, única y brusca? No. Hay que ver, en prim er lugar, que, resultante
de los años 1 9 6 6 -1 9 7 3 , subsiste una referencia prom eteica, cuya negación
es constitutiva de la coyuntura. La «crítica del m ilitantism o», la refutación
del m arxism o, el ataque contra los «discursos de dom inio [m aítrise]» son
los puntos de paso obligados, y a m enudo la única sustancia, del reesta-
b lecim iento de la m oral y de los derechos. Enseguida, se. constata que las
filosofías del deseo han dispersado, haciend o virtud b a jo los escom bros
del sism o anterior - o sea, la liberación burguesa de las co stu m b res-, un
nihilism o discordante que su potencia corrosiva designaba com o el aliado
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hace argum entos de los fracasos. No hay ahí sino discurso. La verdad es
que es haber cedido lo que constituye el fracaso com o causa.
En política, es a la consistencia que se incorpora el fracaso.
Si después de 1 9 7 3 se constataba el «fracaso» del m ovim iento de masas
rebelde de m ayo-ju nio de 1 9 6 8 , no era sino del punto de un proceso polí-
tico, el partido futuro com o consistencia del sujeto de clase, por donde se
evaluaba que el m ovim iento de m asas, requerido por toda subjetivación,
no es causa sino en tanto que desaparece.
Argüir esta desaparición para retirarse, no es en sí sino abdicar acerca
del sujeto com o tal. Lejos de poder evocar el «fracaso del m ovim iento»
com o causa de esta abdicación, hay que tener el honesto rigor de indicar
que ha fracasado uno m ism o [s o i-m êm e ] en sostenerse del a , y que, así
desatado, el entorchado -p o r el sesgo nu lo del aislam iento del \|/- no tiene
figura subjetiva, y vuelve a llam arlos a ustedes pura y sim plem ente al orden
[et vous rem et purem ent et sim plem ent à v o t r e p l a c e ].
En materia de política marxista y de sujeto de clase sólo hay una manera
de ceder: perder confianza.
D esde 1 9 7 6 , n u estro s in te le ctu a le s h ab ían m asivam ente perdido
confianza, arguyendo, sin haber errado por com pleto, que ellos jam ás
habían sido sino creyentes. ¿Siem pre hay que creer para confiarse? Por
lo que m e concierne, tengo confianza en el pueblo y en la clase obrera
en proporción a que no creo en ella. En la m edida en que creo, lo que
indLtce siem pre la esp era de un m ovim iento popular de envergadura, mi
confianza vacila. No dejo, sin em bargo, de creer en ella, sabiendo que
vacilar es la estructura del sujeto. Q ueda su historia, que concuerda con
aquello de lo que m e confío.
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9 de junio de 1979
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¿Por qué? Porque confiar al ser el devenir de la ju sticia induce a cam bio
que lo Ju sto es un hom bre. La sum isión superyoica puede sólo proteger
de la certeza inm inente del fin objetivo de la ley.
La creencia en la fatalidad productiva y el culto de la personalidad son
las dos caras de la misma ética histórica. Stalin nos da la versión fusionante
de los mism os; planes quinquenales y Padrecito de los pueblos constituyen
el mismo punto fijo de la creencia, y organizan el único elogio planetario.
La Revolución Cultural es su estado desunido. En el nom bre de Mao, se
fulmina contra la «teoría de las fuerzas productivas» de Liu Shao Shi. Sin
embargo, se precisaba nada menos que la absolutez de un pensam iento para
com batir la absolutez de los capitales productivos. Creencia contra creencia.
Y se requería incluso ir a buscar al adversario en su terreno, mostrando cóm o
la sum isión absoluta al pensam iento de Mao multiplicaba la producción de
los tomates, renovación materialista del pecado milagroso, o permitía, des-
nudas las m anos, construir un carguero de diez mil toneladas en un astillero
previsto, casi, para el ensamblaje de los barcos. Vean por ejem plo los Ensayos
filosóficos escogidos de obreros, cam pesinos y soldados (Pekín, 19 7 2 ).
No crean, sobre todo, que ironizo. Estos textos son, tom ados en el
m ovim iento real en que da palos a ciegas furiosam ente la recom posición
com unista, de una grandeza dialéctica y moral a la que no hace ninguna
ob jeción la satisfacción de nuestras miserias. Es que la subjetivación se
arregla al discurso de la creencia para vencer el obstáculo.
La relación con el obstáculo es el criterio de delim itación entre co n -
fianza y creencia, entre ética prom eteica y ética del elogio. La fábula de la
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T e o r í a d i i s u ji' i o
JU S T IC IA p r o c e s o s u b je t iv o SU PERY Ó
n ih ilis m o ¿ fatalismo
A N G U S T IA s u b je t iv a c io n
/v
Expliquem os las flechas.
El fatalismo alega el superyó (ley = no-ley) para sostener que la oposición
del bien y del mal es inesencial respecto de la necesidad. Com o todo discurso
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11 HUIA h l I '.i i|l I n
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