Curso de Dinámicas Territoriales
Curso de Dinámicas Territoriales
Curso de Dinámicas Territoriales
1 Mann define a las élites estatales aquellas «élites localizadas dentro del Estado» (1993: 89)
De la visión del estatismo institucional se deduce que el Estado es un escenario que
legitima las acciones de los actores (estales y sociales) como hechos oficiales que
determina el proceso que siguen las políticas.
Finalmente, como una perspectiva Estado-céntrica se arguye que el «Estado no es un
actor unitario, funcional sino embrollador» (1997: 82) 2. Es decir, el Estado en su
intervención en la sociedad presenta una apariencia caótica, irracional, con múltiples
autonomías, presionadas de forma errática e intermitente por los actores capitalistas y
por otros grupos de presión y que la autonomía del Estado esta dada por su naturaleza
institucional, territorial y centralizada (Mann, 1993).
La visión del Estado signada por Mann (1993) distingue dos acepciones del poder del
Estado sobre la sociedad. Por un lado, las instituciones políticas poseen un poder
despótico encarnado en las élites estales sobre la sociedad civil; por otro, el Estado
dispone de un poder infraestructural que desempeña un papel estructurador de la
sociedad y a su vez refuerza el poder de sus cristalizaciones: capitalista, representativa,
nacional y militarista.
En este ámbito, se deduce que la configuración y desarrollo de las políticas públicas se
parece más a una cristalización que a una lucha por el poder entre grupos enfrentados,
debido a que las instituciones políticas tienen la capacidad de cristalizar las formas
generadas por la sociedad y las formas intrínsecas a sus propios procesos políticos
(Mann, 1997).
En síntesis, las visiones estadistas revisadas, argumentan la importancia de considerar a
los Estados como actores autónomos que influyen en la construcción de las políticas.
Sin embargo, como señala el estatismo institucional, la influencia no está dada
únicamente por su papel de actores sino por las pautas estables y recurrentes que
permiten cierta articulación y configuración del proceso de generación y desarrollo de
las políticas.
1.3. Enfoque relacional
Como un esfuerzo teórico que integra las posiciones teóricas anteriormente señaladas,
se encuentra el enfoque relacional que en líneas generales desarrolla la imagen de un
Estado como un lugar activo en estrecha relación con la sociedad. Entre los gestores del
enfoque, Evans arguye que el Estado y la sociedad están ligados por interrelaciones
sociales concretas que suministran canales institucionales para la negociación y
renegociación continua de los objetivos y de las políticas (1996: 547). En forma similar,
Repetto considera a las esferas estatal y social como complejas formas relacionadas, que
se expresan en el accionar de los actores fundamentales en el marco de cierta
institucionalidad (2001: 31)
En efecto, la perspectiva relacional ubica a las políticas en un contexto más amplio, en
la relación entre el Estado y la sociedad y no enclavada exclusivamente en la sociedad
o en el Estado. Este enfoque busca identificar la influencia de la interacción entre
actores, ideas e instituciones en el curso de las políticas. Se prioriza la relación entre los
actores y las instituciones, dejando de lado la incidencia social de las ideas en las
2 Mann define al Estado como: «un conjunto diferenciado de instituciones y personal que implica una
centralidad, en el sentido de que las relaciones políticas irradian desde el centro y hacia el centro, para
abarcar una demarcación territorial sobre la que ese Estado ejerce en alguna medida, una capacidad de
establecer normas autoritarias y vinculantes, respaldados por algún tipo de fuerza física organizada»
(1997: 85).
políticas3. Por otra parte, las investigaciones en el campo elegido, no consideran
únicamente a los grupos sociales o clases sociales como los únicos que determinan el
curso de las políticas, ni tampoco absolutiza la importancia del Estado en la
determinación de las mismas4.
El enfoque relacional no se aleja completamente de los macro-enfoques teóricos
anteriormente analizados, sino que busca comprender el aspecto relacional de las
instituciones en la configuración y desarrollo de las políticas. Sin embargo, esta
vertiente, al tener reciente aparición en el campo del análisis de las políticas públicas, su
corpus teórico se encuentra en plena construcción. A continuación, se hace una reseña
de algunos estudios seminales (Evans, 1996; Hall, 1993 y Repetto, 2000).
Como uno de los aportes sustantivos del enfoque relacional, Evans identifica las
características estructurales que vinculan al Estado con la sociedad, elementos que
sustrajo de un análisis histórico y teórico sobre el papel de los Estados en los planes de
desarrollo, previos a la implementación de los programas de ajuste estructural en varios
paises (1996: 531) 5.
El autor mencionado, determina que la característica estructural de los Estados
desarrollistas resulta de la interconexión entre la figura estatal y la sociedad. Esta
interconexión virtuosa la denomina «autonomía enraizada» (Evans, 1996: 540). Los
rasgos estructurales que configuran esta relación son: La “coherencia corporativa”
que adquiere el Estado para resistir a las incursiones de las agendas personalistas de
los funcionarios que le permiten actuar con cierta independencia (aunque no
aislado) y el segundo, es la “conectividad externa” del Estado con la sociedad a
través de ciertos lazos sociales concretos que suministran canales institucionales que
permiten la relación continua entre actores estatales y actores sociales (Evans, 1996:
546). Las políticas según el planteamiento analizado figuran como acuerdos que son
negociados y renegociados entre los sujetos estatales y los sujetos sociales para
conseguir los objetivos del desarrollo.
En otra perspectiva, se ubica Hall (1993) en su búsqueda de la coherencia estructural de
la acción estatal. El autor señalado encuentra que una de las formas pertinentes para
explicar las continuidades y discontinuidades históricas de las políticas, es el análisis
institucional que une los componentes del Estado y estructura las relaciones de éste
con la sociedad6. Hall en su estudio profundiza el aspecto relacional de las instituciones
3 Se prioriza la relación entre actores e instituciones por reflejar de mejor forma el vínculo entre las
esferas estatal y social (Repetto, 2001: 31). Además, porque las instituciones como creaciones sociales
son el resultado de acuerdos entre actores, que posibilitan una sólida manera de investigar las
trasmutaciones entre el Estado y la sociedad.
4 Por actores se entiende, como afirma Belmartino «aquellos individuos o grupos que ocupan una
posición estratégica en el sistema de decisiones, y que responden, en el proceso de la formación de la
política, por las funciones de articulación del campo cognitivo y del campo del poder» (1998:2-3 citado
por Repetto, 2001: 31). En este sentido, los actores pueden ser individuos o grupos con posiciones
estratégicas en el diseño e implementación de las políticas.
5 Evans examina varios casos, toma a Zaire como ejemplo de un “Estado predatorio”, analiza las
características del “Estado desarrollista” a través de tres países del Este asiático: Japón, Taiwán y Corea.
Estos ejemplos se los compara con dos “Estados que alcanzaron un éxito considerable” como Brasil y la
India (1993: 531).
6 Hall define a las instituciones como «normas formales, procedimientos de aquiescencia y prácticas
operativas que estructuran las relaciones entre individuos en diversas unidades del Estado y de la
economía» (1993: 34)
y enfatiza la forma como estas estructuran las relaciones entre los actores en el proceso
de la políticas7.
Con la finalidad de comprender cómo intervienen las instituciones en el desarrollo de
las políticas, Hall identifica dos factores importantes; el primero, que la organización
del diseño de las políticas afecta al grado de poder del conjunto de actores que se
evidencia en los resultados de las políticas. Segundo, la posición organizativa también
afecta a la definición que hace el actor de sus propios intereses, sus responsabilidades
institucionales y su relación con otros actores (1993: 35).
En este sentido, Hall determina que en el proceso de intervención estatal existe cierta
lógica organizacional, que define y articula los intereses de los actores, la propagación
de las ideas, la construcción de las conductas y la determinación de las estrategias
(1993: 17).
Desde el contexto latinoamericano, Repetto (2000; 2001) analiza la ejecución de las
políticas que enfrentan la pobreza en Argentina y Chile en la década de los noventa,
bajo la noción de “capacidad de gestión pública”. A Repetto se lo cataloga como
relacional porque analiza el papel que juegan los marcos institucionales (formales e
informales) en la estructuración de las interacciones entre los actores involucrados en
las políticas públicas (2000: 598) 8. Para el análisis de las políticas contra la pobreza,
este autor utiliza el concepto relacional-operativo de “capacidad de gestión pública”
para determinar «quiénes se encargan de estructurar y de llevar adelante las
políticas, con qué medios cuentan para hacerlo y bajo qué reglas de juego operan»
(Repetto, 2001: 36). El impacto de las instituciones se da en términos de restricciones y
en la estructura de incentivos para la interacción de los diversos actores en el campo de
las políticas (Acuña y Tommasi, 2000). Sin embargo, el elemento más trabajado por
Repetto fue la identificación de los actores dentro de la intervención estatal; se pregunta
¿cuáles fueron los protagonistas relevantes y qué recursos poseían? con la finalidad
de configurar el mapa de actores relativo al marco institucional vigente que permita
distinguir ¿quiénes se preocuparon de cierta política? y ¿en qué momento histórico lo
hicieron? (Repetto, 2000).
En la presente investigación se utiliza en primer lugar el enfoque relacional, que entre
otras razones, posibilita considerar a las políticas públicas como acuerdos establecidos
entre el Estado y la sociedad. En segunda instancia las políticas no son simples
conquistas de los actores sociales, sino que se desarrollan en escenarios oficiales que
estructuran una dinámica específica en el diseño e instrumentación de las mismas. Por
último, las políticas pueden ser observadas de mejor forma en las largas secuencias
históricas bajo un análisis institucional, que permite determinar el carácter configurativo
de las instituciones en la cartografía de los actores estales y sociales.
7 En el ámbito académico, autores como North diferencian las instituciones de las organizaciones,
entendiendo las primeras «como reglas de juego ideadas por el hombre para dar forma a la interacción
humana y a las organizaciones como grupos de individuos enlazados por alguna identidad común hacia
ciertos objetivos» (1993: 13,15). Mientras, otros como Hall enfatizan las cualidades organizativas de las
instituciones en el proceso de las políticas, y utiliza el término “organización” como sinónimo de
“institución” (Hall, 1993: 35). En la investigación con la finalidad de enfatizar el papel de las
instituciones como reglas de juego y como organizadoras del proceso de las políticas, se utilizará a las
organizaciones como sinónimo de las instituciones.
8 Repetto comprende por marcos institucionales a las normas legales o informales que regulan el campo
específico de la política (2000: 598).
Sin embargo, todavía quedan sueltos dos elementos que requieren ser trabajados con la
finalidad de buscar una explicación sustantiva del vínculo entre actores estatales y
sociales en las políticas. Un primer elemento, es argumentar la incidencia de las
instituciones en tanto formales frente a las informales en el contenido de las mismas y
en un segundo eje, establecer qué momentos del ciclo de la política se deben revisar
para bosquejar la acción de las instituciones formales en los procesos de interacción de
los actores estatales y sociales.
Crítica: Podemos decir que en todas estas tradiciones el territorio es algo externo a la
sociedad, este puede controlarse, usarse, aprovecharse, vivirse, pero se encuentra en
líneas generales por fuera de las relaciones sociales, como un sustrato material externo a
ellas.
El territorio incorpora la noción de las relaciones sociales: Poder, de la historia y del
conflicto.
Este concepto actualmente recuperado en las ciencias sociales no se limita únicamente a
la dimensión geográfica o al espacio, sino que incluye otras dimensiones como la
económica, social, ambiental y organizativa. La ampliación del concepto de territorio
tiene mucho que ver con la crítica a una visión tradicional de corte geográfico y más
tarde economicista que solo consideraba los recursos naturales y su valorización. Así,
mientras los economistas se concentraron en una dimensión “incrementalista” medida a
través del crecimiento del PIB, que constituía, como señala Davezies, “en el objeto de
un verdadero fetichismo que monopoliza el escenario del desarrollo económico regional
o local” (2008, p. 9), los geógrafos continuaban a utilizarlo muy vinculado a la noción
de “espacio” que es la base a partir de la cual se puede construir un territorio.
b) Pecquer (2000)
La noción de territorio propuesta por Pecqueur de “entidades socio-económicas
construidas” implica superar la visión geográfica e incorporar la dinámica social que
permite nuevas ideas y soluciones a nivel local:
[…] el territorio no es una escala geográfica de coordinación entre actores
(escala infrarregional, cantonal…) sino una dimensión que se sitúa entre el
individuo y los sistemas productivos nacionales. El territorio, es entonces más
que una red, es la constitución de un espacio abstracto de cooperación entre
diferentes actores con un anclaje geográfico para engendrar recursos
particulares y soluciones inéditas (Pecqueur, 2000, p. 15).
Actores e instituciones
Reglas formales
Reglas informales - cultura
Actores: relaciones de poder, estrategias y poder
Instrumentos metodológicos: Mapa de actores y análisis institucional
Desde la antropología.
Uno de los paradigmas concibió a la cultura como un “complejo total que incluye
conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y otras aptitudes y hábitos
adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad” (Tylor, 2007 [1871]: 64).
Este paradigma construyó el estatus epistemológico de la antropología y de la práctica
etnográfica de los antropólogos en siglo XX, en la búsqueda por conocer a los grupos
étnicos alejados de la “civilización” y determinar en base a los principios generales las
etapas de desarrollo o evolución de cada pueblo.
En esta misma escuela Franz Boas determinó que existen varias culturas, con formas y
patrones complejos que resultan de complejas causas históricas que no se prestan a
simplificación (Barfield, 2002: 139).
Posteriormente, autores como Ruth Benedict señaló en términos generales que todo
grupo humano esta predeterminado por un repertorio cultural de carácter natural que
delimita al grupo social. Este repertorio cultural se trasmite a través de la socialización
que configura las características sicológicas y el comportamiento de sus miembros.
Además, conceptualizó que cada cultura “descartaba elementos que eran incongruentes,
modificaba otros para sus propios fines e inventaba otros que se relacionaban con sus
gustos, y el resultado era una cosmovisión única (Benedict, 1934: 34).
Este paradigma configuró la comprensión de la cultura como un todo complejo, como
forma o patrón, o como una cosmovisión única, desde donde se explicaba las
actuaciones de los individuos. Dicho de otro modo, todo grupo humano había
configurado una estructura que puede estar en el lenguaje, en la cosmovisión desde
donde se puede interpretar y explicar las diversas formas de convivir de cada uno de los
pueblos.
Sin embargo, podemos ensayar algunas críticas a este enfoque, principalmente por la
sobredimensión del papel de la cultura sobre el individuo, en otras palabras los
comportamientos de los individuos estarían completamente pautados por la cultura
(Almeida, 1996). Pero, los sujetos son actores que crean y recrean sus formas de
entender la vida, y sus actos deben comprenderse no únicamente teniendo como
referencia su repertorio cultural, sino su relación con otros grupos y con sus estrategias
de supervivencia dentro de las estructuras sociales y políticas.
Una segunda aproximación de la cultura fue desarrollada por Fredrik Barth (1969), y
conceptualizó a la cultura como una variable dependiente de la etnicidad. Como
resultado de su investigación determinó el contenido de la etnicidad y sostuvo que esta
se constituyó dentro de un proceso adaptativo e intencionado en el juego de las
características socio-culturales movilizadas por los individuos en la búsqueda de
beneficios de su entorno.
El grupo étnico está definido por: “un proceso de auto perpetuación biológica, por
compartir valores culturales, un campo de comunicación (idioma), que permite que cada
uno de los miembros se identifique a sí mismos y puedan ser identificados por otros”
(Barth, 1976: 11).
Desde este enfoque, la cultura no es una característica de los grupos como portadores de
ella, sino es un instrumento de adscripción resultado de los procesos de adaptación de
los grupos étnicos.
Sin embargo, la propuesta de Barth coloca a la cultura en una mera instrumentalidad y
utilidad coyuntural, dejando de lado la ponderación histórica y las relaciones de poder y
la desigualdad interna de los miembros de un grupo étnico. Además, esta perspectiva
subrayó la importancia de que metodológicamente se sobredimensione el conflicto
exterior entre grupos étnicos y no se reconstruya la conflictividad interna que subyace
en pueblo o nacionalidad (Almeida, 1996: 13).
“El espacio social global como un campo, es decir a la vez como un campo de fuerzas, cuya
necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas
dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición en
la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a transformar
su estructura” (Bourdieu, 1997: 49).
Las instituciones formales se caracterizan por ser escritas en papel, explícitas y emitidas
por la autoridad oficial, mientras que las instituciones informales no son escritas,
implícitas, presentes en la sociedad como conocimiento cultural o formas de
intercambio observadas sin haberlas ideado conscientemente (Sugden, 1986: 54 citado
por North, 1993: 60).
Varias investigaciones (Hall, 1993; North, 1993; O´Donnell, 1994, Repetto, 2000; 2001)
sustentan la importancia de estudiar de forma conjunta la incidencia de las instituciones
formales e informales. Sin embargo, al poner el énfasis político en el análisis de las
políticas públicas, las instituciones formales brindan una mayor riqueza conceptual
frente a las instituciones informales ya que las instituciones formales son las que se
aplican, se supervisan y son impuestas por las autoridades oficiales.
Desconocer la incidencia de reglas formales en la estructuración de las políticas es
opacar el rol del Estado en tanto actor y en tanto lugar activo. Con razón afirman
Mazmanian y Sabatier que muchas veces al estudiar el proceso de las políticas públicas
se subestima la capacidad que puede tener la ley para estructurar los procesos de
diseño e implementación de las políticas (1993:329). Los autores reconocen la
capacidad de la ley para “estructurar” el proceso total de la implementación, a través
de la selección de las instituciones responsables, de la orientación política de los
funcionarios responsables y la regulación de las oportunidades de participación a
actores no pertenecientes a los agencias públicas (Mazmanian y Sabatier, 1993: 336).
La presente investigación emplea la categoría de instituciones formales entendidas
como dispositivos normativos que representan un conjunto de acuerdos a los que llegan
los actores involucrados en la definición de la política y en la ejecución de la misma, ya
que las instituciones formales se pueden capturar de las fuentes documentales estatales y
de la normativa signada por la relación cristalizadora de las autoridades políticas y los
sujetos sociales.
Tipos de actores:
Hallamos actores apáticos que se mueven como figuras displicentes asumiendo papeles muy
menores, teniendo nula o escasa participación. Pero también encontramos a los grupos mejor
colocados en las relaciones de poder, los más estructurados, también denominados grupos
estratégicos (o conservadores); y los menos estructurados también designados como grupos
erráticos. De estos dos últimos grupos, los primeros son los que tienen mayor preeminencia y
potencial para terciar en la producción, usualmente son reducidos en su número y muy
dinámicos. En sus antípodas los que nombramos en segundo término congregan muchos más
miembros, pero arrastran severas dificultades de cohesión para la acción.
El poder docente no sólo lo es por el consentimiento ideológico, sino que las mismas normas
formales lo consagran al sancionar su mayor representación en los organismos legislativos y al
indicarlos como los únicos que pueden ocupar los cargos de gestión en los ejecutivos.
Empero digámoslo de una vez, nuestra teoría ayuda a interpretar mecanismos institucionales
de cambio y decisión, ahora que unos u otros actores (cualesquiera sean) prevalezcan y ganen
poder de configuración institucional, nada nos indica que el cambio en sí sea positivo y que
necesariamente se vaya a una mayor calidad institucional.
Vamos a suponer que estos actores en condiciones de inferioridad se dan cuenta –tal cual
expresa nuestra teoría- que las reglas de intercambio no lo prevén todo, no cubren el conjunto
del espectro de acciones factibles y menos aún en su detalle; en todos los casos son siempre
codificaciones parciales, provisionales y contingentes. Esta definición asentada sobre tres
puntos nodales nos lleva a la noción de flexibilidad de las normas, y abriga la idea de que es
entonces posible cuestionarlas y reconsiderarlas según las circunstancias.
En las organizaciones sociales no sólo tenemos la potencialidad para mantener las reglas, sino
también –en uso ingenioso de los márgenes- de pugnar para transformarlas, pero no
seguramente por cualquier mecanismo. Esa es la razón esencial por lo que se convierten ellas
mismas en fuente de conflictos. La TA, desde su realismo posmoderno, nos apunta sin titubeos
que las reglas no son neutras , éstas son el mismo resultado de la desigualdad existente en la
organización, aún mucho más: la consagran.
Texto de Touraine
CUADRO Nº 3. EL INTERVENCIONISMO SOCIOLÓGICO DE ALAIN TOURAINE
Dice Touraine (1987) que nos encontramos totalmente desprovistos de método cuando hay que
estudiar como la sociedad se produce a sí misma a través de sus relaciones culturales y sociales.
Esto esencialmente ocurre porque las perspectivas tradicionales de las ciencias humanas que
abordan los hechos sólo han puesto su ojo analítico sobre cómo la sociedad consume las normas
establecidas. En este sentido, Touraine afirma que los intelectuales deben con sus instrumentos
y pericias ponerse al servicio de los sujetos para que ellos manifiesten públicamente su voluntad
y se conviertan en actores de su propia vida.
Los actores no se limitan a adaptarse a las situaciones sociales que les imponen o simplemente
reaccionar, sino que también las engendran. Esta última actitud es la que convierte a un simple
agregado de sujetos en movimientos sociales, conjunto de voluntades que obtienen en su
batallar verdaderas innovaciones organizacionales y la puesta sobre el tapete de valores inéditos
en la vida colectiva. En palabras del autor: “Es al concentrar la atención sobre los propios
actores –en lo cotidiano- en sus condiciones concretas cuando podemos aproximarnos mejor a
los mecanismos por los cuales más allá de las conductas de consumo social se pueden divisar
las conductas de producción conflictiva de la sociedad (1986:12)”.
Piensa Touraine que la tarea del intelectual es intervenir sobre pequeños grupos a la manera de
un psicoanalista, orientando el pase de conductas adaptativas a las normas establecidas a
actitudes verdaderamente conflictivas y de elaboración de proyecto. En suma, darle a la práctica
un sentido más elevado, con la finalidad de lograr militantes dispuestos a analizar el significado
profundo de la acción, que tomen conciencia de su papel de actores históricos y de productores
de sus propios acontecimientos al transformar las situaciones a las que se enfrentan.
Mapa de actores
a) Mapa de actores
RECURSOS
Positivo
Estratégicos
Relevantes
Secundarios
Relevantes
Negativo
Negativo Positivo
VOLUNTAD
Ventajas:
Qué tipo de relaciones predominan (débiles, fuertes, “intermitentes”).
Qué “zonas” del mapa cuentan con mayor cantidad de relaciones y/o de relaciones más
densas.
Qué actores desarrollan más vínculos con otros y quiénes menos, qué actores son el
“epicentro” de una red de relaciones, es decir, aglutinan las relaciones con otros actores.
Qué actores ocupan una posición estratégica (por su legitimidad, por su poder, por el
contexto en el que intervienen, etc.) en sus relaciones con otros, cuáles son mediadores
de los vínculos entre dos actores o grupos de actores distintos.
Qué áreas del mapa se caracterizan por el conflicto entre actores.
Qué espacios carecen de redes, es decir, qué actores podrían vincularse para facilitar
determinadas acciones o proyectos y no lo hacen