El Principio de Autonomía
El Principio de Autonomía
El Principio de Autonomía
ISSN: 07170491
EL P RINCIPIO DE AUTONOMÍA
UNIVERSITARIA COMO AUTONOMÍA
DEMOCRÁTICA-DESCENTRADA
ANTECEDENTES HISTÓRICO-FILOSÓFICOS DE LA
EVOLUCIÓN ÉTICO-POLÍTICA DE SU CONCEPTO
Resumen
Abstract
This article begins with the analysis of some of the main struc-
tural aspects of the crisis of the Latin American university; cri-
sis caused by the increasing processes of its neoliberalization
and by the premise according to which if the practice of the
university´s autonomy is the only way we can face neoliberal-
ism, the slippery aspect of the concept would need to be seman-
tically reconfigured. Then, the article presents a broad analysis
of the origin, and historical and philosophical development of
the idea of autonomy. Afterwards, the text analyzes the way in
which such a concept was historically established by the classic
German thinkers. To conclude the article presents the possible
challenges of the public university, as a democratically autono-
mous and de-centered university, facing the possibility of self-
institutionalizing a new project of society, both at the regional
and national level.
1. Consideraciones Preliminares
1950: Puesta en aplicación del Plan Marshall para América Latina (con-
cebido bajo la subliminal divisa: “América para los americanos”), durante
la presidencia de Harry S. Truman (cuyo programa de gobierno se había
basado en el presupuesto de que producir más es la llave de la paz y la pros-
peridad, y de que esto solo podía lograrse mediante el impulso acelerado de
las locomotoras del capital, la ciencia, la tecnología y la masificación de la
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El término fue acuñado por el historiador y sociólogo holandés de origen alemán, de
tendencia nacionalista de derecha, Norbert Elias.
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Siguiendo el enfoque de Kant, el principio de autonomía como “autodirección” es
la antítesis de la noción de “autocontrol” o de autonomía como “responsabilidad
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biológica” en la que el individuo “es instado a vigilarse” y que, según Michel Foucault,
se inscribe en la tradición de la teoría de la degeneración o de la medicina de la histeria
de finales del siglo XVIII como “psiquiatrización del placer perverso” (Foucault 141,
143). Y en su versión taylorista —es decir, la del modelo canónico de la racionalidad
tecnológica como organización científica del trabajo para la optimización del
rendimiento productivo de los operarios, a través de la supresión de los gestos inútiles,
la pro-moción de la eficiencia servil y la aplicación de dispositivos estratégicos de
control-vigilancia y, así de automatización de los individuos y de deshumanización
del trabajo, diseñado por el ingeniero y economista estadounidense Fredrich W.
Taylor, precursor de la ingeniería industrial—, la idea de autocontrol fue acuñada por
Elton Mayo, fundador de la sicosociología industrial y en la que se basó asimismo el
programa de ambientación fisiológica o de salud ocupacional, fisiológica y mental
aplicado por Henri Ford en sus fábricas de Detroit, al que hice referencia al inicio. De
hecho, la idea de autocontrol de Mayo, cuyos métodos fueron aplicados por primera
vez en 1927 en la Western Electric Company, tiene un primer antecedente en la
propuesta programática de ambientación fisiológica de Taylor, quien no tuvo ocasión
de desarrollarla. Pero, se basa sobre todo, en una simplista extrapolación del enfoque
de Freud sobre el superyó que, por oposición a la conciencia moral, este había definido
en su obra inicial El yo y el ello como la instancia de la personalidad encarnada por la
ley; y que a través de un mecanismo de identificación con el padre, funge como Yo-juez
o censor inhibidor de la realización de los deseos, sobre todo de los sexuales, y de las
aspiraciones individuales humanas. Una idea que se funda a su vez en el supuesto de la
teoría de la degeneración, según el cual es la mayor o menor capacidad de respuesta del
organismo a los estímulos exteriores la que condiciona su salud fisiológica, mientras
que su estabilidad mental depende, por su parte, de su mayor o menor capacidad
de adaptación-adhesión a las condiciones del entorno mecanizado; o, en la versión
fordista, depende de su capacidad de adaptación al ambiente laboral, así como de su
grado de disposición a no dejarse afectar por los problemas del mundo exterior (para,
de un lado, inducir en los trabajadores, a través de la anulación de la diferencia entre
lo interior y lo exterior a la que apunta el método de Mayo y sin la cual no es posible,
según Freud, la conciencia de identidad del yo, la idea de que el entorno laboral no
tiene incidencia alguna en su pérdida de motivación por el trabajo o en sus desajustes
sicológicos, de las que solo ellos mismos son los únicos y directos responsables; y del
otro, con el objeto de hacerlos inmunes a las cosas que suceden a su alrededor, a fin
de impedir el desarrollo de la sensibilidad y conciencia sociales o los comportamientos
refractarios; para desestimular, de ese modo, la formación de sindicatos).
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libre o autónomo (nadie puede ser libre para otro, dice asimismo Sartre), no
puede, por consiguiente, enseñarle tampoco a juzgar bien, como afirma el
filósofo en la Crítica de la razón pura:
Queda así claro que, si bien el entendimiento puede ser enseñado y equipado
con reglas, el Juicio es un talento peculiar que sólo puede ser ejercitado, no
enseñado. Por ello constituye el factor específico del llamado ingenio natural,
cuya carencia no puede ser suplida por educación alguna . . . En efecto, ésta
puede ofrecer a un entendimiento corto reglas a montones e inculcárselas, por
así decirlo, tomándolas de otra inteligencia, pero la capacidad para emplearlas
correctamente tiene que hallarse en el aprendiz mismo . . . Ello explica el que
un médico, un juez o un conocedor de los asuntos del Estado puedan tener en
la cabeza muchas y muy hermosas reglas sobre patología, derecho o política,
hasta el punto de poder ser perfectos en sus respectivas materias, y el que, sin
embargo, tropiecen fácilmente al aplicarlas; bien sea porque les falta Juicio
natural (aunque no entendimiento) y no saben distinguir, a pesar de compren-
der lo universal en abstracto, si un caso concreto cae bajo tales reglas; bien sea
porque no se les ha adiestrado suficientemente para este Juicio con ejemplos
y prácticas efectivas. Ese es, por otra parte, el único servicio importante que
prestan los ejemplos, el de aguzar el juicio. (Kant 179-80; A 133-34, B172-73)
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Como es el caso emblemático de Adam Smith, el precursor del principio neoliberal
del libre mercado a cualquier precio, quien se regodea citando la conocida sentencia
de Cicerón en De Divinationi II, 58: “No hay cosa, por absurda que sea, que no
haya sido propuesta alguna vez por los filósofos” (Smith 774). Smith, para quien el
único verdadero filósofo es su amigo Hume, cuyo relativismo moral escéptico, como
aduce Husserl en su excelente libro Lecciones sobre la ética y la teoría del valor, podría
condensarse en el principio de que es bueno lo que a cada uno, en el caso de que
todavía disponga de esa noción, le parece ser bueno. Presupuesto que en nada se
diferencia del de nuestras acomodaticias morales posmodernas, y a fortiori, de la carta
de valores de reciclaje del hábito empresarial; o, de los valores de la democracia de
los súbditos para decirlo en palabras de Will Kymlicka, pro-movida por los ideólogos
de la Nueva Derecha, según las cuales: bueno es lo que a cada uno le conviene para
su propio interés y beneficio; o, como dice también Kant, del egoísta moral que
remite todos los fines a sí mismo o a lo que le resulta útil para su felicidad personal.
Smith, quien no es menos hábil a la hora de distorsionar el sentido ético-político
de los conceptos filosóficos; como cuando entiende, por ejemplo, la idea estoica de
cosmopolitismo (con base en la cual Kant define también la idea de pluralismo en
oposición al egoísmo moral), como la capacidad de hacerse ciudadano del mundo,
en sentido exclusivamente economicista, anticipando, ciertamente, lo que ocurriría
doscientos cincuenta años después con los mercaderes itinerantes de la nueva élite
global: “ La tierra no se puede desplazar, mientras que el capital se desplaza fácilmente.
El propietario de la tierra es necesariamente ciudadano del país donde sus fincas están
situadas. El dueño del capital es propiamente ciudadano del mundo, y no se encuentra
necesariamente vinculado a una determinada nación” (Smith 748).
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física, ni del engaño, sus concepciones sobre el supuesto destino del sabio
lo convirtieron, a fin de cuentas, en el gran precursor de la expertocracia
moderna como poder de conocer los intereses de los demás mejor de lo
que podrían hacerlo ellos mismos o en cuanto dominio de los gerentes de
lo social, administradores de la moral y tecnosabios; de sus cada vez más
desetizadas sociedades cerradas de tecnosaber, como reza en la cuarta de sus
lecciones cuyo título le da su nombre al ensayo:
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Siguiendo la terminología de Max Weber, a propósito de su análisis del modelo
estamental de las corporaciones medioevales de oficios (el cual no tenía, empero,
todavía carácter funcional como en los sistemas corporativos económicos modernos):
“Estamento se llama a un conjunto de hombres que, dentro de una asociación, reclaman
de un modo efectivo α) una consideración estamental exclusiva —y eventualmente β)
un monopolio exclusivo de carácter estamental. Los estamentos pueden originarse:
a) primariamente, por un modo de vida estamental propio, y en particular, dentro
de lo anterior, por la naturaleza de la profesión (estamentos de modos de vida —y
profesionales); b) secundariamente, por carisma hereditario a través de pretensiones
efectivas de prestigio, en méritos de una procedencia estamental (estamentos
hereditarios); c) por apropiación estamental, como monopolio, de poderes de mando
políticos o hierocráticos [o en cuanto órdenes de dominación jerárquica] (estamentos
políticos y hierocráticos)…Toda apropiación fija de probabilidades, en particular de
probabilidades de señorío, tiende a la formación de estamentos. Toda formación de
estamentos tiende a la apropiación monopolista de poderes señoriales y oportunidades
adquisitivas … Toda sociedad estamental es convencional, ordenada por las reglas del
tono de la vida; crea, por tanto, condiciones de consumo económicamente irracionales
e impide de esa manera la formación del mercado libre [que Weber no entendía, como
es obvio, en el sentido del libre mercado, término que hoy día es preciso diferenciar
de la noción de apertura económica, cuya necesidad nadie niega] por la apropiación
monopolista y por eliminación de la libre disposición sobre la propia capacidad
adquisitiva” (Weber 246).
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Véase, “Wilhelm Von Humboldt y la creación de la Universidad de Berlín” (Piché 14-43).
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La voluntad justa se regla, por así decirlo, sobre la justeza del evaluar. A esto
corresponde, asimismo, la ley siguiente: el propósito al que apunta un bien
(considerado en sí y para sí) posee su justeza. Y como todo acto justo en tanto
que tal es él mismo un bien axiológico (según una ley axiológica universal), se
puede decir asimismo que un proyectar [Vorsetzen] y un hacer que resida en
un bien es en sí mismo bueno, desde un punto de vista axiológico; que una
voluntad de lo bueno es buena, de la misma manera que la voluntad de lo malo
es mala y que la voluntad de algo indiferente es indiferente. (215; 127)
Así, y solo así, puede ser posible el desarrollo de una pedagogía crítica
integral, desde la concepción de un currículo integral para la transformación
de la sociedad, de una pedagogía orientada hacia la formación de talentos
afectivos, aptitudes imaginativas y dotes cognitivas (y no precisamente por
la educación en competencias básicas para el mercado). De ahí que más
que al desarrollo de tres tipos de inteligencia, tales disposiciones deberían
apuntar, más bien, a la autoformación de tres formas de autonomía: 1) la
autonomía afectivo-imaginativa como capacidad de imaginarse en el lugar
del otro; 2) la autonomía social en cuanto capacidad de autoconfiguración
de vínculos sociales y de resolución de dilemas morales o de situaciones
problemáticas; y, 3) la autonomía cognitiva como capacidad de acción
creadora y poder de autoría. Tales serían, en mi opinión, las condiciones
de desarrollo, en el plano pedagógico-político, de lo que Axel Honnet
denomina autonomía descentrada y comunicativa (descentramiento, para
decirlo de nuevo con Husserl, en cuanto conciencia des-ensimismada, en-
sanchamiento del mundo y experiencia de auto-alteración, los cuales solo
pueden realizarse por medio del otro y en actos de comunicación deliberada
o recíproca). Y autonomía descentrada, para el sociólogo y filósofo social
alemán, es el reconocimiento de que no puede haber autonomía moral sin
sensibilidad social:
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Como lo ilustra magistralmente Patrice Vermeren en su obra Victor Cousin. El juego
político entre la filosofía y el Estado, en donde el filósofo político francés hace un
pormenorizado análisis de la situación de la universidad francesa desde la época de la
Revolución hasta nuestros días. Aunque el hecho mismo de que ese conflicto pueda
leerse, en el caso de la universidad pública francesa, desde la historia de las tumultuosas
relaciones de la filosofía y el Estado, lo primero que tendríamos que reconocer es que
el caso de la universidad pública francesa como universidad filosófica —aún en los
largos periodos de dominio de la filosofía medieval, ortodoxa o positivista— no ha
sido nunca el nuestro.
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3. A modo de conclusión:
los nuevos retos de la universidad pública,
de cara a los filisteísmos economicistas
y a las visiones heterónomas del discurso estatal
Pero en vez del reino de abundancia prometido por teóricos y políticos de los
años cincuenta, el discurso y la estrategia del desarrollo [“cuyos principales
componentes, en concepto de Truman, eran el capital, la ciencia y la tecnolo-
gía”] produjeron lo contrario: miseria y subdesarrollo masivos, explotación y
opresión sin nombre. La crisis de la deuda, la hambruna (saheliana), la crecien-
te pobreza, desnutrición y violencia son apenas los síntomas más patéticos del
fracaso de cincuenta años de desarrollo. (Escobar 35)
sobre todo, a satisfacer las demandas abusivas de mano de obra barata de las
empresas multinacionales, de las que el sector empresarial regional se hace
cada vez más dependiente, lo que se constituye a la postre en el real y más
preeminente objetivo de la estrategia educativa implantada por el capita-
lismo financiero global en la universidad latinoamericana. El rezago de la
universidad pública se debe también, en parte, a la desvalorización creciente
de la labor académico-investigativa, a la conculcación de los derechos de los
profesores y las asimetrías internas existentes, promovidas desde el Estado,
entre las ciencias ejemplares y funcionales. Pero, se debe sobre todo a que
un país que no le apuesta a la educación, tomada en el pleno sentido de
la palabra, no puede ser un país próspero, democrático y civilizado o un
buen país, y que no puede serlo, por ende, cuando se sacrifica el espíritu de
creatividad de los académicos y se prioriza el trabajo tecno-científico sobre
la producción de los bienes culturales simbólicos.
No sin razón afirma Wilhelm Von Humboldt, en su ensayo de 1810
“Sobre la organización interna y externa de los establecimientos científicos
superiores en Berlín”, que:
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