Cine de Elecciones y Tragedia
Cine de Elecciones y Tragedia
Cine de Elecciones y Tragedia
Escuela de Filosofía
Maestría en Filosofía
Seminario: problemas de filosofía política
Director: Andrés Botero Bernal
Lo que nos proponemos llevar a cabo en estas pocas líneas consiste en analizar las
películas The Ides of march (2001, dirigida por George Clooney) y The Dictator
(2012, dirigida por Larry Charles) a partir de dos artículos del profesor Andrés Botero
desde los cuales se ofrece una propuesta interpretativa para este tipo de cine. Los
textos son: La tragedia moderna: las elecciones políticas vistas desde el cine y
Cuidado con los idus de marzo, siendo este último un texto dedicado muy
especialmente a analizar una de las películas en cuestión.
Advertimos el carácter directo y concreto con el que queremos realizar esta tarea
en aras de procurar no repetir innecesariamente lo que el profesor Botero ya escribió
de forma mucho más clara y amplia, ni repetir lo que ya dijo durante la sesión de
clase del pasado 10 de agosto. Por tal virtud, nos limitaremos, básicamente, a
probar la tesis del director del seminario con respecto a la relación cine de
elecciones-tragedia griega y a señalar algunos argumentos que pueden ser
interesantes para enriquecer el debate.
Nuestro punto de partida, entonces, es la tesis según la cual el cine sobre elecciones
puede ser una nueva manifestación de la tragedia griega (Botero, 2013, p. 158).
Todo parece indicar que la fuerza y la verosimilitud de la tesis radican en que, en el
cine sobre elecciones podemos encontrar los elementos que constituyen a la
tragedia misma o, al menos, los elementos más sobresalientes, a saber: asombro,
miedo, dilema moral y heroicidad. Los argumentos ofrecidos en los dos textos son
abundantes y convincentes. Los ejemplos fílmicos dados, estimulantes. La tesis del
profesor es tan elegante y simple que incluso logra traducirla en una ecuación muy
efectiva.
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sentimientos del espectador, a la vez que cómo desenlace del dilema moral
(Botero, 2013, p. 162).
The Dictator
La película The Dictator de Larry Charles es una parodia política que nos presenta
al almirante general Haffaz Aladeen (personaje alrededor del cual gira la historia)
como un dictador —infantil, lascivo, déspota, misógino, antisemita y antioccidental—
que decide ir a la ONU para responder las inquietudes que dicho organismo tiene
con respecto al programa nuclear que adelanta en Wadiya, el país que gobierna,
porque de lo contrario podría verse afectado por una acción militar en su contra.
Estando en New York, Tamir —tío del dictador, jefe de seguridad, consejero y
auténtico heredero del poder de Wadiya—manda asesinar a Aladeen y lo reemplaza
por un doble a quien pretende manipular para firmar un tratado que nominalmente
pretende democratizar Wadiya y permitir la exportación del petróleo del país
dejándolo en manos de intereses extranjeros. En ese contexto, Aladeen, quien logra
escapar de la muerte, intentará recuperar su posición como “supremo líder” e
impedir la democratización de su país. Todo esto con la ayuda de Nadal, un
científico ex jefe del programa nuclear de armas de Wadiya, al tiempo que trabaja
en la tienda de Zoey, una activista que representa todos los valores que él odia.
Todo lo anterior, desde luego, envuelto en un ropaje de chistes y escenas vulgares
y divertidas.
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Ahora bien, las preguntas que nos asalta son las siguientes: ¿The Dictador es una
película a la cual podemos aplicarle la fórmula: cine de elecciones es igual a tragedia
en tanto exponga la maldición, entendiendo por tal, aquello que genera miedo y a
veces hastío frente al sistema electoral, lo cual produce el dilema moral, ante el cual
solo cabe preguntarnos qué hacer? O ¿encontramos en The Dictator el asombro
(ante la democracia), el miedo (ante la maldición), el dilema moral y la heroicidad,
elementos necesarios para que la película ejemplifique la tesis según la cual el cine
sobre elecciones puede ser una manifestación contemporánea de la tragedia
griega? Siendo fieles a la tesis del profesor Botero y a la fórmula por el suministrada
creemos que no. La película no cumple con los requisitos mínimos para ser objeto
de análisis en este texto. The Dictator no es una película sobre elecciones. No hay
partidos políticos. No hay campañas. No hay candidatos. No hay sistema electoral.
Y, excepto por no más de 10 segundos al final de la película, donde se muestra un
tanque de guerra intimidando a un grupo de electores para que voten por Aladeen,
no hay elecciones. Así las cosas, la película se autoexcluye de este brevísimo
ensayo.
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3. La tienda de Zoey, Free Earth Collective, es una metáfora de la democracia.
Ella le dice a Allison Burgers (Aladeen): “somos una cooperativa
vegetariana, feminista, que opera con normas antirracistas y anti opresivas
para personas de cualquier o sin género. Somos una absoluta democracia”
(Charles, 2012, 22´). De esta escena de la película llamamos la atención
sobre dos cosas. Primero, más allá de la diversidad de la tienda (hay negros,
latinos y homosexuales; de hecho, el que la tienda sea vegetariana ya es de
por sí un “pequeño relato” al modo de Lyotard) aludimos al colapso de la
misma, en el sentido en que, como dice Zoey, su equipo carece de la
disciplina y la motivación para llevar a cabo las tareas que deben realizarse.
Pero, además, también le falta el necesario respeto a la autoridad ya que al
no regirse por normas “opresivas” hacen libremente lo que quieren (incluso
robos en la tienda) y el resultado es el caos y el fracaso. Sin embargo,
cuando Aladeen toma el control y hay un “cambio de régimen”, impone una
dictadura. Los robos cesan porque hay castigos severos. A través del miedo
y la intimidación logra que un inspector otorgue una buena calificación a la
tienda. Impone orden y hace que se cumplan las reglas, pero, sobre todo,
forma un culto a la personalidad en torno a Zoey (con la imagen de la jefa
en las camisetas de los empleados y en un enorme cartel) elemento clave
en una dictadura que trabaja la imagen del dictador como si de una deidad
se tratase. Segundo, la tienda de Zoey, en tanto absoluta democracia, es
una tienda, es decir, un negocio. Esto lo asociamos con la razón por la cual
Tamir, tío de Aladeen, quiere democratizar Wadiya: para vender el petróleo.
La democracia permite hacer negocios. Al final, siempre se trata de lo
mismo. Es lo que decía Sally Bowles en la película Cabarette (1972, dirigida
por Bob Fosse): dinero, dinero, hace girar el mundo. Tal vez, con todo lo
anterior pueda dejarse ver un dilema: ¿dictadura o democracia? ¿qué
hacer? Aunque la película nos muestra que realmente no son tan diferentes
como para tener que escoger una de las dos.
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5. Intervendrían los teléfonos
6. Torturarían a prisioneros extranjeros
7. Tendrían elecciones arregladas
8. Engañarían a todos para ir a la guerra
9. Las prisiones estarían llenas con grupos raciales específicos
10. Nadie podría quejarse
11. Podrían usar a los medios de comunicación para asustar al pueblo y así
apoyar políticas que están en contra de sus intereses
¡Es difícil de imaginar para para los Estados Unidos, pero inténtenlo!, dice el
dictador con sarcasmo. Claramente quiso señalar que no hay mucha
diferencia entre una dictadura y una democracia y que por lo tanto no
estamos frente al dilema moral de tener que elegir entre uno de los dos
sistemas de gobierno. Acaso de lo que se trata es de ser consciente de que
la democracia solo es otra dictadura, pero bien maquillada para que no se le
noten tanto los colmillos.
Asombro y miedo
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miedo: la certeza de que la política siempre defrauda, la verdad inmutable y
universal de que en la lucha por el poder siempre sale a flote lo peor de la
condición humana, ante lo cual los idealismos propios de la juventud no se
sostienen.
2. A la altura del minuto 21, cuando Stephen se reúne con Tom Duffy (jefe de
la campaña republicana) éste, que pretende que Stephen cambie de bando
y se pase a la campaña republicana, le expresa su admiración por la forma
en la que maneja los medios de comunicación y utiliza una metáfora del juego
de tal forma que genera asombro y miedo al mismo tiempo. Tom dice: “juegas
con todos como si fueran piezas de ajedrez. Las personas te temen porque
no entienden cómo lo haces y te aman por eso”. Y agrega: “y eso es lo más
valioso en este negocio”. Vemos aquí dos elementos dinamizadores muy
interesantes que nos recuerdan la película 1984 (1984, del director Michael
Radford) en la que se aprecia cómo el “gran hermano”, pretendía, a pesar de
todo, que el pueblo le obedeciera por amor en lugar de obedecerle por temor.
Una reminiscencia maquiavélica trae a colación una pregunta pertinente: qué
es mejor, que el príncipe sea amado o temido. Esto también genera miedo y
un dilema.
4. Los discursos del candidato Morris, sin lugar a dudas, generan asombro. La
forma y el estilo en la que enfrenta los debates sobre la pena de muerte, las
armas, el matrimonio homosexual, la política exterior (no invadir por petróleo)
y la idea de una revolución tecnológica, provocan orgullo y una sonrisa
contagiosa en el rostro de Stephen que se convence de estar en el lugar
correcto, cuando realmente está en camino de colisión.
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en política es la única moneda con la que puedes confiar. Sin lealtad no hay
confianza —agrega—. Consideramos que esta lección de moralidad puede
generar asombro, ya que aún en un juego sucio como la política hay ciertos
principios innegociables.
Hastío
Dilema
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resultado de la elección. Así pues, nuestro primer dilema moral, no parece ser tal.
Mucho más estimulante puede llegar a ser el dilema ¿demócratas o republicanos?
Pero no sabemos hasta dónde pueda conducirnos esa pregunta.
Otro posible dilema moral es el que sugiere Paul cuando cuestiona a Stephen por
haberse reunido en secreto con Tom Doffy. Importa lo que hiciste y lo que no hiciste
—dice Paul—. Esto es un tanto parecido a “lo que se dice y lo que se hace”,
disociación del profesor Botero señala como un elemento que genera miedo (2013,
p. 169). Este sería un dilema ante el cual deben enfrentarse todos los miembros de
la campaña, especialmente Morris. Qué debe hacer el candidato Morris y qué no.
Con quién debe pactar y con quién no. Con quién puede tener sexo y con quién no.
El dilema puede ser una advertencia de que en el futuro también pueden juzgarnos
por lo que dejamos de hacer y no solo por lo que hicimos.
Tal vez el dilema moral más propio se presenta en la escena en la que Stephen
pretende sobornar a Morris (Clooney, 2011, 1h 18´-1h 23´). Morris, el candidato
ideal, se enfrenta al siguiente dilema: asumir un “heroísmo ético” que implica
enfrentar las consecuencias por sus actos (sexo extramatrimonial y embarazo, que
devino en aborto y muerte) lo cual conduciría a un escándalo que terminaría con su
carrera política o aceptar el chantaje de su ex asesor de campaña, lo cual implica
llevar a cabo alianzas y pactos que terminaran por poner en jaque la moralidad con
la que se supone debe gobernarse, haciendo del engaño y la mentira la norma.
Pero, Stephen también enfrenta un dilema: decir la verdad sobre la vida privada de
Morris, o sea, perder la campaña y conservar algo de sus principios y valores que,
hasta descubrir la verdad, le hacían creer que Morris debía ganar por ser el mejor
candidato o, continuar con el engaño sobre la imagen de Morris, traicionando sus
valores y todo aquello en lo que creía con tal de obtener la victoria en las elecciones.
Toda la escena genera miedo y hastío al mismo tiempo, tan es así que parece que
la ecuación “cine de elecciones igual a tragedia” se aplica perfectamente en el
sentido de la relación causal: se expone la maldición en tanto aquello que genera
miedo y hastío frente al sistema electoral o frente a la política como tal y ello provoca
el dilema moral ante el cual nos preguntamos qué hacer. La heroicidad, desde
luego, no es asumida por ninguno de los dos. Al fin y al cabo, a los políticos no les
luce ser héroes trágicos y tampoco creemos que el espectador quiera asumir esa
tarea por ellos.
Conclusión
Hemos intentado relacionar los textos del profesor Botero con las dos películas
propuestas teniendo como eje principal la tesis del autor y los elementos de la
tragedia, y no quisimos romper esos límites que ya de por sí suministraban la
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materia prima para la elaboración del ensayo. No obstante, no estamos del todo
convencidos de que el cine sobre elecciones pueda ser una nueva manifestación
de la tragedia, no solo porque desde el principio se deja al libre criterio del
espectador ver el cine de elecciones como tragedia, ni tampoco por el alto contenido
de subjetividad que tiene el señalar que tal o cual escena o frase genera miedo o
asombro en lugar de otra cosa, sino porque existen otro tipo de películas a las que
se les acepta como tragedia más fácilmente, sin necesidad de muchos argumentos,
como Incendies (2010, dirigida por Denis Villeneuve) o mandarinas (2013, dirigida
por Zaza Urushadze). De todas formas, fue muy enriquecedor haber leído los textos
y haber visto las películas desde la perspectiva propuesta. Esperamos haber
animado el debate.
Referencias
Botero, A. (2014). Cuidado con los idus de marzo. En L. López (Ed.), Cine y derecho:
memorias del VIII seminario internacional de teoría general del derecho (pp. 133-
146). Medellín, Colombia: Universidad de Medellín.
Botero, A. (2013). La tragedia moderna: las elecciones políticas vistas desde el cine.
Revista In Jure Anáhuac Mayab [online], 2 (3), 153-182.
Clooney, G., Heslov, G., DiCaprio, L., East, G., Thompson, T., Oliver, B.
(productores) y Clooney, G. (director). (2011). The ides of march [cinta
cinematográfica]. EU: Smokehouse Pictures & Appian Way Productions
Cohen, S., Berg, A., Mendel, D., Schaffer, J., Rudin, A., Hines, A., Schulman, T.
(productores) y Charles, L. (director). (2012). The Dictator [cinta cinematográfica].
EU: Four by Two Films.