Reale - Antiseri Historia Del Pensamiento 1

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REALE, Giovanni – ANTISERI, Dario: HISTORIA DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO. Tomo I.

pp
29-32. Barcelona 1988.

Los rasgos esenciales de la filosofía antigua

La tradición afirma que fue Pitágoras el creador del término «filo-sofía», lo cual resulta verosímil, si
bien no es algo comprobado desde el punto de vista histórico. Sin duda el término fue acuñado por un
espíritu religioso, que presuponía que sólo a los dioses les era posible una sofía (una sabiduría), es
decir, una posesión cierta y total de la verdad, mientras que consideraba que al hombre sólo le era
posible una tendencia a la sofía, una continuada aproximación a la verdad, un amor al saber jamás del
todo satisfecho, de donde surge precisamente el nombre de «filosofía», «amor a la sabiduría».

¿Qué entendieron los griegos, en esencia, al hablar de esta amada sabiduría?

Desde el momento en que nació, la filosofía asumió de un modo terminante las tres características
siguientes, que hacen referencia a a) su contenido, b) su método, y c) su objetivo.

a) En lo que concierne al contenido, la filosofía se propone explicar la totalidad de las cosas, es decir
toda la realidad, sin exclusión de partes o de momentos. Por lo tanto, la filosofía se distingue de las
ciencias particulares, que precisamente se llaman así porque se limitan a explicar partes o sectores de
la realidad, grupos de cosas o de fenómenos. La pregunta de aquel que fue y que es considerado como
el primero de los filósofos, «¿cuál es el principio de todas las cosas?» ya nos muestra la plena
adquisición de este aspecto. En consecuencia la filosofía se propone como objeto la realidad y el ser
en su conjunto. Y veremos que a la realidad y al ser en su conjunto se llega mediante el descubrimiento
del primer principio, esto es, el primer porqué de las cosas.

b) En lo que concierne al método, la filosofía aspira a ser una explicación puramente racional de aquella
totalidad que se plantea como objeto. En filosofía resulta válido el argumento de razón, la motivación
lógica, el logos. A la filosofía no le basta con constatar o comprobar datos de hecho, reunir
experiencias: la filosofía debe ir más allá del hecho, más allá de las experiencias, para hallar la causa o
las causas, precisamente a través de la razón.

Éste es el carácter que confiere cientifícidad a la filosofía. Se dirá que este rango también es común a
las demás ciencias, que en cuanto tales nunca son una mera comprobación empírica, sino en todos los
casos una búsqueda de causas y de razones. La diferencia reside en el hecho de que, mientras que las
ciencias particulares son investigaciones racionales de realidades particulares o de sectores
particulares, la filosofía, como ya se ha dicho, es investigación racional de toda la realidad (del principio
o de los principios de toda la realidad). Con esto queda aclarada la diferencia entre filosofía, arte y
religión. También el arte y las grandes religiones aspiran a captar el sentido de la totalidad de lo real,
pero aquél lo hace mediante el mito y la fantasía, y éstas, a través de la creencia y de la fe (como hemos
dicho anteriormente). En cambio la filosofía busca la explicación de la totalidad de lo real precisamente
con el logos.

c) El objetivo o la finalidad de la filosofía, por último, reside en el puro deseo de conocer y de


contemplar la verdad. En definitiva la filosofía griega constituye un amor desinteresado a la verdad.
Según Aristóteles, los hombres al filosofar «buscaban el conocer con la finalidad de saber y no para
conseguir una utilidad práctica». De hecho la filosofía nace únicamente después que los hombres han
solucionado los problemas fundamentales de la subsistencia y se han liberado de las necesidades
materiales más urgentes. «Es evidente, pues —concluye Aristóteles—, que no buscamos la filosofía
por algún provecho que le sea ajeno a ésta y más bien es evidente que, al igual que llamamos hombre
libre a aquel que es un fin en sí mismo y que no está sojuzgado por otros, asimismo sólo ésta, entre
todas las demás ciencias, recibe el nombre de libre: sólo ella es fin en sí misma.» Es fin en sí misma
porque tiene como punto de mira la verdad buscada, contemplada y disfrutada como tal. Se entiende,
por lo tanto, la afirmación de Aristóteles: «Todas las demás ciencias serán más necesarias que esta,
pero ninguna será superior.» Tal afirmación fue compartida por toda la filosofía griega.

Se impone, empero, una reflexión. La contemplación que es peculiar de la filosofía griega no equivale
a un otium vacío. Es verdad que no se halla sometida a fines utilitarios, pero posee una relevancia
moral —e incluso política— de primer orden. Resulta evidente que al contemplar el todo cambian
necesariamente todas las perspectivas acostumbradas, se transforma la visión del significado de la vida
humana y aparece una nueva jerarquía de valores. La verdad contemplada revela una enorme energía
moral y, como veremos, precisamente sobre la base de esta energía moral, Platón construirá su Estado
ideal. Más adelante estaremos en condiciones de desarrollar y aclarar estos conceptos.

Mientras tanto se hace manifiesta la absoluta originalidad de esta creación griega. También los pueblos
orientales poseyeron una sabiduría que trataba de interpretar el sentido de todas las cosas (el sentido
del todo) y que carecía de finalidades pragmáticas. No obstante, dicha sabiduría estaba caracterizada
por representaciones fantásticas y míticas, lo cual la asimilaba a la esfera del arte, de la poesía o de la
religión. En conclusión, el gran descubrimiento de la filosofía griega reside en haber intentado esta
aproximación al todo apelando únicamente a la razón (al logos) y al método racional. Tal
descubrimiento ha condicionado estructuralmente, y de modo irreversible, a todo el Occidente.

La filosofía como necesidad primaria de la mente humana

Sin embargo, cabe preguntar: ¿por qué ha sentido el hombre la necesidad de filosofar? Los antiguos
respondían que dicha necesidad pertenece, de manera estructural, a la naturaleza misma del hombre:
«Todos los hombres —escribe Aristóteles—por naturaleza aspiran al saber.» Más aún: «El ejercitar la
sabiduría y el conocer son deseables en sí mismos para los hombres: no es posible vivir como hombres
sin tales cosas.» Y los hombres tienden al saber porque se sienten llenos de asombro o de admiración,
afirman Platón y Aristóteles: «Los hombres han comenzado a filosofar, tanto ahora como en los
orígenes, debido a la admiración: al principio quedaban admirados ante las dificultades más sencillas,
pero después, avanzando poco a poco, llegaron a plantear problemas cada vez mayores, como los
problemas referentes a los fenómenos de la luna, del sol y de los astros, y luego, los problemas
referentes al origen de todo el universo.»

En consecuencia la raíz de la filosofía consiste en esta admiración, que surge en el hombre que se
enfrenta con el Todo y se pregunta cuál es el origen y el fundamento de éste, y qué lugar ocupa él
mismo en este universo. Así, la filosofía es algo inevitable e irrenunciable, precisamente porque es
inevitable la admiración ante el ser, al igual que es irrenunciable la necesidad de satisfacerla.

¿Por qué existe este todo? ¿De dónde ha surgido? ¿Cuál es su razón de ser? Se trata de problemas que
equivalen al siguiente interrogante: ¿por qué existe el ser y no la nada? Un caso particular de este
problema general es la pregunta: ¿por qué existe el hombre? ¿Por qué existo yo?

Como es evidente, se trata de problemas que el hombre no puede dejar de plantearse, problemas que,
en la medida en que sean rechazados, desacreditan a quien los rechaza. Y son problemas que
conservan su propio sentido específico, aun después del triunfo de las ciencias particulares modernas,
porque ninguna de éstas ha sido creada para resolverlos. Las ciencias sólo responden a preguntas
sobre una parte pero no a preguntas sobre el sentido del todo.
Por estas razones podremos repetir junto con Aristóteles que, no sólo en los orígenes, sino ahora y
siempre, tiene sentido la vieja pregunta acerca del todo y tendrá sentido mientras el hombre
experimente admiración ante el ser de las cosas y ante su propio ser.

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