El Espejismo de Dios
El Espejismo de Dios
El Espejismo de Dios
Dawkins afirma la irracionalidad de la creencia en Dios y el penoso daño que la religión ha infligido
a la sociedad, desde Las Cruzadas hasta el 11-S. Con rigor e ingenio examina a Dios en todas sus
formas, desde el tirano obsesionado por el sexo del Antiguo Testamento, hasta el benigno relojero
celestial favorecido por algunos pensadores de la Ilustración. Disecciona los principales
argumentos de la religión y demuestra la suprema improbabilidad de un ser supremo. Muestra
cómo la religión alienta las guerras, fomenta el fanatismo y el abuso infantil, apuntando sus ideas
con evidencias históricas y contemporáneas.
Como ateo activista ha dedicado el prefacio a dignificar y movilizar a la comunidad atea. El ateo es
el homosexual de hace unas décadas. Ahora el homosexual puede aspirar a un cargo público, sin
embargo el ateísmo es denostado como intrínsecamente malvado. A lo largo del libro, se usan las
luchas por los derechos de las mujeres y los homosexuales para comparar la tarea que el ateísmo
tiene por delante. El “Orgullo Ateo” se presenta como hermano del “Orgullo Gay”, y el proceso de
salir del armario es igualmente traumático para homosexuales como para ateos. Y no son los
únicos referentes que a nivel político Dawkins comenta en su libro. Tal y como el profesor Herrero
Brasas (intelectual español muy lejano del ateísmo científico que defiende Dawkins) ha resaltado,
la sensibilidad por los derechos de los animales está presente en numerosos razonamientos del
libro, aunque no sean objeto del mismo.
“Las encuestas americanas sugieren que los ateos y los agnósticos superan en número, con
mucho, a los judíos, e incluso superan a la mayoría de otros grupos religiosos. […] los ateos y los
agnósticos no están organizados y, por lo tanto, ejercen una influencia casi nula.”
“Un teísta cree en una inteligencia sobrenatural que, además de su principal ocupación de crear el
Universo en primer lugar, se mantiene cerca para supervisar e influir en el destino posterior de su
creación inicial. […] Un deísta también cree en una inteligencia sobrenatural, pero cuyas
actividades están reducidas en primera instancia a establecer las leyes que gobiernan el Universo.
El Dios deísta nunca interviene a posteriori, y por cierto, no tiene interés alguno en los asuntos
humanos. Los panteístas no creen en absoluto en un Dios sobrenatural, mas utilizan la palabra
Dios como sinónimo no sobrenatural de la Naturaleza, del Universo o del conjunto de leyes que
rigen el modo en el que ambos funcionan.”
Otro tema que plantea Dawkins, como cuestión de principio, es no otorgarle a la religión una
defensa extraordinaria por encima de otras libertades. Cuando se trata de hablar de religión,
parece que no se pueden emitir juicios negativos por temor a herir las sensibilidades de los
creyentes. Este exceso de susceptibilidad impide progresar honestamente en el debate. Esto se
puede ver en la insistencia en camuflar los conflictos religiosos con argumentos exclusivamente
políticos (salvo cuando se pretende un determinado sesgo; suele suceder que se usa el término
islamista y se omite el término católico en un conflicto bélico) y también en el exagerado respeto
que se ganó la religión en el conflicto de las viñetas de Mahoma.
“No estoy a favor de ofender a nadie porque sí. Pero sí estoy fascinado y perplejo por los
desproporcionados privilegios que tiene la religión en nuestras, por los demás, laicas sociedades.
Se pueden publicar irrespetuosas caricaturas de las caras de todos los políticos sin que nadie se
amotine en su defensa. ¿Qué tiene de especial la religión para que le otorguemos ese privilegiado
respecto? Tal como dijo H. L. Mencken, “Debemos respetar la religión del otro, pero solo en el
mismo sentido y de la misma extensión en que respetamos su teoría de que su mujer es la más
guapa y sus niños los más listos”. […] A la luz de esta incomparable presunción de respeto por la
religión, he escrito el descargo de responsabilidad de este libro. No voy a cambiar mi modo normal
de actuar ofendiendo a nadie, pero tampoco voy a usar guante blanco para tratar la religión con
más cuidado del que tengo cuando trato cualquier otra cosa.”
“Este libro defenderá un punto de vista alternativo: cualquier inteligencia creativa, con suficiente
complejidad como para diseñar algo, solo existe como producto final de un prolongado proceso de
evolución gradual. Las inteligencias creativas, tal cual han evolucionado, llegan necesariamente
tarde al Universo, y por lo tanto, no pueden ser las responsables de su diseño.”
El autor nos hace algunas reflexiones sobre politeísmo y monoteísmo para desembarcar en su
tradición de ateo, tradición occidental que ha bebido de las fuentes de los principales
monoteísmos y a menudo carga las tintas contra ellos:
“El Dios del Antiguo Testamento es posiblemente el personaje más molesto de toda la ficción:
celoso y orgulloso de serlo; un mezquino, injusto e implacable monstruo; un ser vengativo,
sediento de sangre y limpiador étnico; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida,
filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista; un matón caprichosamente malévolo.”
Con el Islam no es menos condescendiente, al que acusa de vivir todavía en la Edad Media y de ser
defendido por snobs que no tienen ni idea de hasta dónde puede llegar su crueldad.
EEUU tiene varias apariciones estelares a lo largo del libro, justificadas por el hecho de que lo que
en el resto del mundo occidental se interpretaría como peligroso radicalismo, en EEUU es una
corriente principal. Sin embargo resulta una paradoja que EEUU, fundado sobre el laicismo haya
alcanzado tal dosis de religiosidad y que Reino Unido, con la Reina de Inglaterra como cabeza
religiosa independiente del Papa, no sea demasiado religioso. De hecho, es habitual creer que
los padres de la constitución estadounidense fueron religiosos. Esto es, según Dawkins, un mito. El
ateísmo es lo que parece desprenderse de los textos que nos dejaron tan ilustres personajes
históricos, y desde luego, de lo que no cabe duda es que el laicismo era un pilar fundamental en su
constitución.
“La existencia de Dios es una hipótesis científica como cualquier otra.[…] La existencia o
inexistencia de Dios es un hecho científico sobre el Universo, descubrible por principio cuando no
por práctica.[…] El hecho de que no podamos ni probar ni refutar la existencia de algo no hace que
la existencia o inexistencia estén en equilibrio estable.”
Por todo ello Dawkins arremete contra los pusilánimes agnósticos y habla de “la miseria del
agnosticismo”. Lo que en principio me molestó, e incluso parece arrogante, Dawkins lo razona de
la siguiente manera. En cualquier aspecto de la vida es razonable el agnosticismo siempre que no
existan evidencias en un sentido u otro. Sin embargo la existencia de Dios ha dejado de ser un
asunto absolutamente incognoscible para la ciencia. Donde antes solo había presunciones, ideas,
propuestas, escuelas teológicas y filosóficas… ahora también hay probabilidades. El asunto ya no
es exclusivo de la fe o la teología, sino que la ciencia puede pronunciarse, y en tanto en cuanto
tengamos elementos racionales y científicos para decantarnos hacia un lado ya no se puede uno
encoger de hombros. Tenemos elementos de juicio, son elementos de juicio racionales y
científicos, y apuntan hacia un lado de la balanza y no hacia el otro… apuntan hacia la inexistencia
de Dios.
Decir que la ciencia no tiene nada que decir sobre la religión, y que se tratan de Magisterios No
Solapados (MANS) tal y como defendía Stephen Jay Gould, es equivalente a defender que
científicamente no se puede decir nada acertado sobre la probabilidad de la existencia de Dios.
Quizás no sean conclusiones definitivas, quizás se pueda debatir la metodología, … pero eso nunca
ha impedido que la ciencia aborde un tema y que arroje luz con criterios científicos. Ha llegado la
hora según Dawkins de que la ciencia se meta en el fango de la religión, o más concretamente en
el espinoso asunto, históricamente reservado a filósofos y teólogos, de la existencia de Dios.
A mi modo de ver, quizás por el apego que le tengo a Stephen Jay Gould después de leer su libro
“La Falsa Medida del Hombre” (mira mis comentarios a su libro), creo que Dawkins despacha muy
ligeramente las opiniones de Gould. Y lo hace además de la misma forma que en el anterior
capítulo critica que otros lo hicieron con Einstein. Cuando dice que no cree que fuera la intención
de Gould decir muchas de las cosas que escribió en “Roca de la Eternidad”, y proclama que Gould
escribió aquellas cosas para complacer a otros, creo que lo está reinterpretando sin autorización.
Sería interesante conocer si Gould le respondió. En cualquier caso el razonamiento de Dawkins no
encuentra obstáculo en lo que Gould escribió, tan solo le duele que un “Santo” de la ciencia como
Gould, o incluso Carl Sagan, se resistieran a la etiqueta del ateísmo y se declarasen agnósticos.
De hecho el propio Dawkins no se sitúa en el extremo del ateísmo cuando tiene ocasión de hacerlo
al excluirse de la categoría número 7 en su particular escala de creencia/descreencia. Quizás lo
que le diferencia de los grandes agnósticos de nuestro tiempo es que los demás no han
encontrado en el razonamiento darwinista, en la “mejora de la conciencia darwinista”, un
elemento de suficiente peso como para alejarse del encogimiento de hombros y asimilarse a la
negación de la divinidad. Yo reconozco en este libro un logro, y es hacerme ver que no se está al
50% de probabilidades, como se podría deducir de una clásica declaración de agnosticismo. El
saber cómo pueden existir muchos organismos gracias a la teoría de la evolución, me hace que
piense en que siempre puede haber otras posibilidades más plausibles que las de inventarse una
solución fácil, como la de Dios. Pero también le reconozco un fracaso. La solución del poco a poco,
lo que yo llamo el progreso progresivo, no es suficiente para negar la existencia de Dios, y eso es el
ateísmo. Después de leer los capítulos anteriores al número 4, esperaba ingenuamente, una
demostración más positiva, más tipo de informe o investigación tipo Unwin.
Aunque formalmente Dawkins deja algunas escasas posibilidades a la existencia de Dios, termina
acusando al agnosticismo de miserable. La única defensa que le veo a Dawkins es su oportuna
distinción de agnosticismo temporal (todavía no hay pruebas) y agnosticismo permanente (no
puede haber pruebas). La acusación de Dawkins se refiere al primer tipo. Pero me parece que
hacer esa acusación, sigue siendo un despropósito, pues en definitiva se está acusando de
miserables a aquellos agnósticos que no han valorado tan positivamente la mejora de la
conciencia darwinista. Es casi como decir: si no has caído en mi argumento o lo has ignorado
adrede, eres un miserable. El argumento del Boing 747 definitivo de Dawkins, no es tan definitivo.
Ciertamente lo es para ridiculizar la anécdota de Alfred Hoyle y el argumento del diseño
inteligente, pero no lo es tanto como para anunciar a lo largo de tres capítulos la negación de Dios,
que es en realidad lo que implícitamente hace al anunciar a bombo y platillo que se distancia tanto
del agnosticismo.
En definitiva podría decir algo que ya es muy viejo, y es que la teoría de la evolución no niega a
Dios, tan solo es capaz de explicar el mundo sin necesidad de Dios. Dawkins estaría de acuerdo
conmigo, pero se sentiría irremediablemente inclinado a añadir: “Y también lo hace más
improbable”. Y quizás tenga razón. Pero más improbable ¿partiendo de qué porcentaje? ¿Del 50%
como se podría deducir de los miserables agnósticos? ¿Del 75%, si damos valor al argumento del
diseño? Quizás el esfuerzo de Unwin (más adelante hablo de él) fuera “quijotesco”, pero hablar de
probabilidad y no hablar de porcentajes me decepciona un poco. El argumento definitivo de
Dawkins no es fruto de una investigación científica, sino de una manera de pensar científica. Yo
hubiese preferido un titular que anunciase lo primero, aunque lo segundo todavía es mucho mejor
que la opción de Dios.
Más acertadamente Dawkins señala que esta tradicional separación de magisterios, esta frontera
que pone a salvo a la religión de las incomodas preguntas y respuestas de la ciencia, sería
rápidamente tirada por la borda por los propios creyentes si existiera alguna vez una prueba
científica que inclinase la balanza de su lado. Efectivamente, cuando la ciencia apoya un dogma
religioso es publicitada a bombo y platillo, porque el resultado interesa. Pero cuando se da el caso
contrario, entonces apela al popular “zapatero a tus zapatos” y no te metas en mi terreno (MANS,
los Magisterios No Solapados).
¿Cuál es entonces el argumento central para decir que es probable la inexistencia de Dios? La
respuesta me resulta convincente, pero me defraudó en el sentido de que me esperaba alguna
investigación de matemáticos que conjugasen múltiples factores para llegar a una probabilidad o
improbabilidad. Esperaba algo del tipo Unwin. Sin embargo Dawkins me enseñó que el argumento
es mucho más simple y mucho más intuitivo que un incomprensible y subjetivo estudio de
probabilidad estadística. Se trata de la evolución, tal y como lo explica en su capítulo 4. Yo también
lo desarrollo allí: la lenta evolución como proceso más creíble y demostrable que la rápida
creación por parte de Dios.
En cambio el argumento del diseño merece mayor atención. Charles Darwin se quedó fascinado de
joven cuando William Paley comentaba que si nos encontramos un reloj en el campo, lo lógico
sería concluir que alguien lo había diseñado. Esa era la única solución. Pero cuando pasaron los
años Darwin sepultó tan lógico argumento con la teoría de la evolución por selección natural, que
aporta un simulacro de diseño que no lleva consigo la idea de un creador o diseñador. Este
argumento es analizado en profundidad en el capítulo 4.
Otros argumentos clásicos a favor de la existencia de Dios son la experiencia personal, que
comprende las alucinaciones y la capacidad que tiene la mente para interpretar la realidad física
del exterior, y también el argumento de la belleza que viene a decir “me sobrecojo luego Dios
existe”.
“Eruditamente, a partir del siglo XXI, los teólogos han trabajado sobre el aplastante caso de que
los Evangelios no son registros fiables de lo que sucedió en la Historia del mundo real. […] Robert
Gillooly muestra como todas las características esenciales de la leyenda de Jesús, incluyendo la
estrella de Oriente, el nacimiento virginal, la veneración del niño por los Reyes Magos, los
milagros, la ejecución, la resurrección y la ascensión, están tomadas -cada una de ellas- de otras
religiones ya existentes en la región mediterránea y del Oriente Próximo. […] Los Evangelios que
no forman parte del canon fueron omitidos por esos eclesiásticos tal vez porque contenían
historias que eran incluso más vergonzosamente inverosímiles que aquellas de los cuatro
Evangelios canónicos. […] Pero no hay ni más ni menos razones para creer en los cuatro Evangelios
canónicos. Todos tienen el estatus de leyenda, tan objetivamente dudosas como las historias del
rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda.”
“Un conocimiento profundo del Darwinismo nos enseña a ser prudentes con respecto a la
asunción de que el diseño es la única alternativa a la causalidad y nos enseña a buscar escalas
graduadas de complejidad incrementadas poco a poco. […] Pero las candidatas a soluciones del
acertijo de la improbabilidad no son, como falsamente está implícito, el diseño y la casualidad. Hay
diseño y selección natural. La casualidad no es una solución, dados los altos niveles de
improbabilidad que vemos en los organismos vivos, y no hay un biólogo en su sano juicio que haya
sugerido nunca que lo sea.[…] El diseño no es la única alternativa a la casualidad. La selección
natural es una alternativa mejor. Efectivamente, el diseño no es una alternativa real para todo,
porque origina un problema aún mayor que el que resuelve: ¿quién diseñó al diseñador?”
Ese progresivo progreso que hemos aprendido con Darwin, es el Boing 747 definitivo, haciendo
alusión a la anécdota de Alfred Hoyle que decía que la posibilidad de que un Boing 747 totalmente
desarmado se ensamblase perfectamente por acción de un torbellino, era tanta como la que la
vida compleja se hubiese formado en ausencia de un diseñador.
Debo citar textualmente el artículo de Jesús Zamora Bonilla, "La cruzada de las librerias",
publicado en el nº 28 de "El Escéptico", por la sencilla razón de que lo explica mejor que el propio
Dawkins la falacia del argumento del diseño:
"Imaginemos que encontramos un reloj de cuerda en una playa (como en el viejo cuento de
William Paley); puesto que es un objeto muy complicado, su existencia exige la de alguien lo
suficientemente inteligente para haberlo creado [...] De aquí se sigue que, si, como quiere Paley,
inferimos a partir de la existencia del universo (que es más complejo que el reloj) la existencia de
un diseñador del universo, puesto que el cosmos es muchísimo más complejo que el Gran
Telescopio de Canarias, el responsable de la creación del universo debe ser muchísimo más
complicado que el responsable de la creación del GTC (es decir, nuestra sociedad).
"¿Y qué?", dirán muchos teístas, "al fin y al cabo, Dios es grande". Pero el problema viene porque
hemos llegado a la existencia de Dios a partir de la premisa de que un reloj, o el universo, eran tan
complicados que necesitaban una explicación. Por lo tanto, si Dios es muy complejo, eso implica
que Dios también requiere de una explicación; de hecho, implica que la existencia de Dios requiere
de una explicación en mayor medida que la existencia del universo. Además, esto también implica
que Él no puede ser su propia explicación, pues si pudiera serlo, entonces también el universo, que
es menos complicado, se podría autoexplicar"
Si algo he sacado en claro con este libro es lo que Dawkins llama la mejora de la conciencia por
selección natural. Ya sabía que había mutaciones al azar en la teoría de la evolución. Debido a ese
elemento azaroso, era fácil sucumbir a la ecuación de evolución=casualidad. Sin embargo eso es
solo retórica creacionista. El que exista originalmente un factor azaroso no implica que el proceso
de la evolución sea azaroso, y mucho menos azaroso e instantáneo.
Cuando salgo a la calle me puedo encontrar con un ladrón que me asalta. El éxito del ladrón al
reducirme dependerá (entre otros muchos factores) de mi fuerza física, de mi inteligencia para
lidiar con la situación, de mi velocidad para salir corriendo, ... aunque efectivamente, si hubiese
salido un minuto más tarde quizás no me hubiese tropezado con él. No podemos concluir que el
éxito de los ladrones cuando atacan a ancianos sea mera casualidad. Cuanto más preparado se
esté para la adversidad más probabilidades hay de superarla. No es casualidad el triunfo del más
apto, aunque las circunstancias y el momento que nos ponen en un escenario de competición sean
azarosas. Esto tan obvio es necesario aclararlo porque algunos partidarios del diseño inteligente
insisten en subrayar que el azar es lo que ha producido toda la complejidad de la vida. Hay quien
piensa que si originalmente en la selección natural, las mutaciones genéticas son azarosas, toda la
teoría de la evolución lo es. Por reducción al absurdo, este razonamiento se cae por su propio
peso. La selección natural debe enseñarnos, al menos, a pensar en términos de progresión
progresiva. Cuando ves a una persona en la cumbre de una montaña, no piensas que haya llegado
allí de un solo salto. La teoría de la evolución por selección natural debe dejarnos al menos “la
mejora de la conciencia” de que otros logros de la naturaleza son igualmente explicables de la
misma manera: poco a poco. Quizás no sea tan evidente en el caso de la evolución, debido al
tiempo necesario para subir esa montaña de millones de años y millones de peldaños… pero
cuando menos, tenemos que admitir que es una explicación más racional que la de haber subido a
la cumbre de la montaña (o de la creación) de un solo salto.
Por último (y pasando por alto la tediosa parada que hace para aplicar esa mejora de la conciencia
a otros campos de la ciencia como la cosmología) otra de las objeciones que se le hace a la teoría
de la evolución es no disponer de un registro fósil completo, casi cinematográfico. Dawkins alega:
“Fácilmente podríamos no haber tenido fósiles en absoluto y aun así la evidencia de la evolución
gracias a otras fuentes, tales como la genética molecular y la distribución geográfica, sería
aplastantemente fuerte. Por otro lado, la evolución hace un fuerte predicción en el sentido de que
si un único fósil se coloca en el estrato geológico erróneo, la teoría sería una completa sorpresa. J.
B. S. Haldane, cuando un celoso popperiano le desafió a que dijera como la evolución podría haber
sido falsificada, gruñó: “conejos fósiles en el Precámbrico”. No se han encontrado en realidad esos
anacronismos fósiles, a pesar de las desacreditadas leyendas creacionistas de cráneos humanos en
el Carbonífero superior y huellas humanas entremezcladas con las de los dinosaurios.”
Cuando los creacionistas se agarran al hierro ardiendo de la insuficiencia de registro fósil, están
mostrando su desesperación a la par que su ignorancia, pues no solo el registro fósil apoya la
evolución.
Además, por si fuera poco, Dawkins nos remite a algunos de sus otros trabajos para comprobar
que “los órganos evolucionados, tan elegantes y eficientes como son tan a menudo, también
demuestran defectos reveladores –exactamente como se esperaría si tuvieran una historia
evolutiva, y al igual que no se esperaría si estuvieran diseñados.” Se refiere al nervio laríngeo,
prolapsos uterinos, la vulnerabilidad a las infecciones de los senos… todo por haberse torcido en
algún momento de la evolución, porque no se diseñó para eso. Resulta paradójica la conclusión de
insistir en que un dios diseñó algo imperfecto, ya que sería un dios falible. Algo atípico en casi
todas las religiones.
Hay otros psicólogos evolutivos que se pegan más a los hechos que a las especulaciones y en ese
sentido comparto más la opinión que Dawkins menciona en su libro de Paul Bloom que se podría
sintetizar en que estamos psicológicamente preparados para la religión. Hay un tendencia en los
niños a atribuir propósitos (creer en diseñadores como primera explicación), a distinguir
realidades físicas y no físicas (mentes dualistas), a atribuir intenciones (por eso golpeamos las
máquinas cuando no nos obedecen). De esta forma seríamos creacionistas intuitivos. No es que el
mundo nos enseñe que el diseño es la explicación definitiva, es que resulta práctico creerlo así
porque ahorramos tiempo y energía.
Me parece muy adecuado e interesantísimo finalizar el capítulo con la referencia a los Cultos
Cargo de la Melanesia del Pacífico y Nueva Guinea. Cultos que se generaron en pleno siglo XX.
“A diferencia del culto a Jesús, cuyos orígenes no están fiablemente atestiguados, podemos ver el
curso completo de eventos expuesto frente a nuestros ojos (e incluso aquí, como veremos, se han
perdido algunos detalles). […] Los isleños notaron que las personas blancas que disfrutaban de
esas maravillas nunca las habían hecho por sí mismos. Cuando tenían cosas que necesitaban
reparar, las desechaban y otras nuevas llegaban como “carga” en barcos o, más tarde, en
aviones.”
Los isleños imitaban los gestos y operativa que se usaba en los aterrizajes de aviones, incluso con
cascos de madera, en pistas de aterrizaje abandonadas después de la guerra. Incluso se mitificó a
un mesías que prometió volver, un tal John Frum al que se veneraba. Resulta fascinante poder
investigar todo esto sin necesidad de acudir a libros arcaicos y leyendas interesadas, sino con
archivos relativamente recientes. Sería quizás igualmente interesante hacerlo con otros cultos
modernos como los testigos de Jehová, la Cienciología, los mormones… etc.
La moralidad no solo puede pervivir fuera de la religión, sino que existe y posiblemente se originó
al margen de la misma. Dawkins examina su concepto del gen egoísta para concluir que hay
explicaciones que permiten presentar a la moral como una ventaja evolutiva (parentesco genético,
reciprocidad, reputación de confiable o incluso de superior que alimenta a inferiores y se permite
derroche de recursos). Pero al margen de explicaciones evolutivas de grupo (la prole o la tribu)
poco satisfactorias, hoy día todavía nos queda ese subproducto, ese “fallo”, bendito fallo según el
propio Dawkins, que nos permite ser buenos con un extraño y adoptar un niño con genes ajenos
de la misma manera que deseamos sexualmente a quien puede no ser fértil.
Y tan interesante como los “cultos cargo” me parece este apartado sobre unos estudios del
biólogo de Harvard, Marc Hauser, que pretenden revelar algunas verdades morales universales,
sin distinción de fronteras ni creencias. Consiste en situar a la gente ante dilemas morales en los
que tiene que salvar a "A" sacrificando a "B": ¿Podemos explicar nuestras acciones salvadoras
como una mera contabilidad de salvar al mayor número de personas o hay algo más? El típico
ejemplo es el de un vagón a la deriva que va a atropellar a cinco personas, a menos que nosotros,
que no podemos detener el vagón, cambiemos las vías hacia una vía muerta donde
desgraciadamente hay un solo hombre. Casi todo el mundo aprobaría esa acción que salvaría
cinco vidas y sacrificaría solo una. Sin embargo cuando el ejemplo varía ligeramente, y nos ofrece
la posibilidad de detener el vagón empujando a las vías a un hombre que pasa por un puente, la
mayoría de las personas se abstendrían de salvar esas mismas cinco vidas. La gente no acierta a
explicarlo, pero casi todos coinciden en sus conclusiones. Y para lo que nos interesa:
“No hay diferencias estadísticamente significativas entre los ateos y los creyentes religiosos al
realizar esos juicios […] la mayoría de la gente toma las mismas decisiones cuando se enfrentan a
esos dilemas, y su acuerdo sobre sus decisiones es más fuerte que su capacidad para aducir sus
razones.”
Por si acaso no hubiera sido suficiente con las investigaciones de Hausser, al terminar el capítulo
Dawkins rebate la premisa de que sin una moral religiosa caeríamos en una moral arbitraria que
permitiría aceptar que Hitler fue moral según sus propios valores. Y lo hace recordándonos a Kant
y a los filósofos morales consecuencialistas frente a los absolutistas, aunque el tema de Hitler se
toca más en profundidad en el siguiente capítulo.
Hay numerosos ejemplos de maldades que el antiguo testamento presenta como ejemplos a
imitar o como males innecesarios (si Dios es omnipotente), tales como la matanza universal del
diluvio universal, el castigo de Sodoma y Gomorra y el premio de Lot por ofrecer a sus hijas para
que las violaran, el sacrificio de Abraham con su hijo, las ordenes genocidas de Moisés que incluían
a niños, la pena de muerte para homosexuales, adúlteros, trabajar en el día sagrado…etc.
Todas estas maldades no pueden ser la fuente de la moral que tantos creyentes bondadosos
ejercen (excluyendo a algunos fundamentalistas), salvo que se opte por una religión a la carta que
oportunamente seleccione lo que es literal y lo que es metáfora. Pero esa selección implica que los
creyentes deben tener su propia moralidad. Por lo tanto tiene que venir de otro sitio que no son
las Escrituras.
Pero una vez demostrado que la moralidad no nace de las Escrituras, ¿sería posible que cierta
maldad naciera de la Biblia?Esta vez sí dedica mayor atención al experimento que George Tamarin
(citado por Hartung) hace con niños en torno a las enseñanzas de la Batalla de Jericó. Tamarin les
preguntó a un grupo de niños israelitas si la matanza de Josué estaba justificada y casi todos
contestaron afirmativamente con justificaciones religiosas. Cuando cambió el contexto y
personajes de la historia de Jericó por una civilización lejana, desvinculada del judaísmo, y se la
presentó a un grupo de control de niños israelíes resulto que los resultados fueron los opuestos;
casi nadie justificó la matanza.
Tras una profunda y filosófica reflexión sobre cómo cambia la moral según los tiempos, y de cómo
se avanza positivamente en esa transformación, pone a prueba al ateísmo al igual que hizo con la
religión. De acuerdo que la religión es una fuerza divisiva, pero ¿puede serlo también el ateísmo?
A menudo se citan los ejemplos de ateos crueles como Hitler y Stalin. Al respecto Dawkins señala
que no es cierto que Hitler fuera ateo, y en el caso de Stalin que sí lo era, no es cierto que sus
crueldades hubiesen sido motivadas por su ateísmo. Las razones por las que Stalin y Hitler
cometieron sus fechorías, salvo prueba en contra, eran respectivamente el marxismo y la
eugenesia.
“Las guerras religiosas se hacen realmente en nombre de la religión, y han sido terriblemente
frecuentes en la historia. No puedo pensar en ninguna guerra que haya sido realizada en nombre
del ateísmo.”
Quizás éste sea el punto más polémico de su libro. Creo que está al borde de la censura o la
prohibición cuando sin atribuirle dolo a la religión moderada, la acusa de allanar el camino para los
fundamentalismos. No es el extremismo lo que enciende la mecha, sino la enseñanza a los más
jóvenes de que deben acatar la autoridad y no ser críticos, y eso se hace desde la religión
moderada. Estoy de acuerdo, pero advierto el peligro de la censura y no infiero la misma
necesidad de igualar a unos y a otros. Puedo compartir cierto activismo ateo o anti-religioso por
bien de la Ilustración y la racionalidad. Es el derecho al proselitismo que otras religiones ejercen y
los ateos pueden ejercerla igualmente. Pero no puedo compartir esa especie de argumento de la
pendiente resbaladiza según la cual una cosa lleva a la otra. La sociedad debe saber pagar el precio
de no luchar contra la religión moderada aún cuando siente las bases que después serán usadas
por los extremistas. Del mismo modo que sabemos pagar el precio de no luchar contra la ciencia a
pesar de que algunos científicos la usen con fines malvados. Como era de esperar, Dawkins aborda
esta objeción de las perversas malinterpretaciones de la religión:
“[…] salen a explicar que ese extremismo es una perversión de la fe “verdadera”. Pero ¿cómo
puede haber una perversión de la fe, si la fe, careciendo de justificación objetiva, no tiene ningún
estándar demostrable que pervertir?”
Esto último podría no ser cierto, y por tanto que Dawkins tuviera razón, en los lugares donde el
extremismo domina el espectro político. Los talibanes, e incluso EEUU tal y como expone en el
siguiente capítulo, pero ¿qué opción nos queda salvo educar para pensar críticamente? ¿Qué tipo
de acción podría sugerir Dawkins que se desprendiera de su exposición de ideas contra los
extremismos? Si efectivamente se da el caso de que sean mayoritarios ¿deberíamos apoyar golpes
de estado como se hizo en el pasado, con trágicos resultados, contra mayorías de
fundamentalistas?
Hubiese sido interesante que Dawkins aclarara esas opciones políticas en un asunto precisamente
tan político como el que él aborda. ¿En qué consiste la hostilidad que él defiende? ¿Es solo
activismo académico o justificaría otro tipo de medidas legales?
La comparación con los abusos sexuales es recurrente pero el autor piensa que es todavía peor el
abuso psicológico de amenazar con castigos infernales si se violentan esos dogmas y fidelidades
religosas. Castigos que a menudo se representan en pequeños teatros para niños de 12 años
donde los pecadores arden en el fuego eterno. Los traumas resultantes pueden ser bastante reales
y el miedo que se le mete al niño en cuerpo en un abuso psicológico que puede conformar una
manera de pensar, de sentir y de juzgar en el futuro.
A mi juicio Dawkins vuelve a tener razón, pero le falta afinar en temas más complejos como el
del multiculturalismo y el derecho de los padres a educar a sus hijos en la religión que ellos elijan.
Son temas complejos sobre los que se ha escrito mucho, especialmente a nivel jurídico, y que
merecen más que ser simplemente acusados de relativismo y arbitrariedad.
El enriquecimiento por la existencia de diversas culturas y defender que sigan intocables tal y
como están (aunque sean precarias en muchos sentidos, como los amish) no solo se hace en
beneficio de una diversidad que nosotros valoramos desde nuestra arrogante visión occidental. A
veces también se piensa por su propio beneficio, ya que quizás sus estilos de vida tengan ventajas
que no sabemos valorar desde nuestra perspectiva, y sobre todo por el respeto a su libertad. Si
Dawkins ni siquiera contempla esta posibilidad me hace pensar que quizás el esté absolutamente
seguro de la superioridad de su cultura. Puedo admitir que somos superiores en medicina,
industria e incluso riqueza cultural… pero ¿quién me asegura que el precio del progreso les va a
resultar aceptable a esas culturas ancestrales que todavía conviven con nosotros? ¿Es mi estilo de
vida realmente mejor que el suyo? ¿Es mejor la ciudad o el campo? ¿La cocina tradicional y las
tapas de mi Almería o la comida rápida y el stress de una gran ciudad?
En cuanto al derecho a educar a los niños en una religión, creo que Dawkins debería haberlo
desarrollado más. Es un punto fuerte en su libro y en sus debates con el que estoy de acuerdo,
pero hay mucho escrito desde que esto se planteara por primera vez en las sociedades modernas.
Cuando estudiaba derecho procurábamos encontrar justificación a este tipo de máximas que se
incluían en las constituciones. Y echo en falta una justificación histórica de por qué esto fue así y
por qué ya no es necesario (además de perjudicial).
La selección natural y teorías científicas similares son superiores a hipótesis basadas en Dios
— como la falacia del diseño inteligente — en lo que se refiere a la explicación del mundo vivo
y el cosmos.
Los niños no deben ser etiquetados por la religión de sus padres. Términos como «niño
católico» o «niño musulmán» hacen que la gente retroceda.
Los ateos deben estar orgullosos y no compungidos, debido a que el ateísmo es una prueba
de tener una mente saludable e independiente.1
La religión [...] tiene ciertas ideas de lo que nosotros llamamos sagrado o santo o lo que sea. Esto
significa que «aquí tienes una idea o una noción a la que no se te está permitido decir nada malo acerca
de ella; tan sólo NO PUEDES. ¿Por qué no? ¡Porque no! Si alguien vota por un partido con el que no
estás de acuerdo, eres libre para discutir todo lo que quieras. Todo el mundo ha tenido una discusión
alguna vez, pero nadie se siente agraviado por ello. Pero, en cambio, si alguien te dice: «Yo no voy a
pulsar un interruptor de la luz un día sábado», tienes que responder: «Yo respeto eso». 9
Dawkins prosigue con una lista de ejemplos en los que la religión tiene un estatus privilegiado,
como la facilidad para ganar el estado de objetor de conciencia; el uso de eufemismos para
los conflictos religiosos; excepciones varias de la ley; y la polémica de las caricaturas de
Mahoma.
Dawkins además argumenta, siguiendo a Bertrand Russell (1872-1970), que aunque «no se
puede refutar la existencia de Dios»13 también es imposible refutar la existencia de la Tetera
de Russell, los unicornios, el Monstruo Spaghetti Volador y el Ratoncito Pérez. Por lo tanto, la
incapacidad para refutar la existencia de Dios no nos suministra una razón positiva para creer.
Más bien, Dawkins argumenta que el deber de la prueba está por encima de la defensa de la
existencia de Dios.
Sugiere que la cuarta vía de Tomás de Aquino, la vía de los grados de perfección, es «fatua»
con el objetivo de la objeción de recargo de un «preeminente canalla sin igual».15
Reserva la quinta vía, Vía del orden cósmico, para una posterior discusión en el siguiente
capítulo, lo que él considera su refutación definitiva.
Sobre el argumento de experiencia religiosa, apunta que algunas de estas son ilusiones
debidas a la fuerte complejidad de la mente humana como simulador. Sobre los argumentos
de las Escrituras, sugiere que «los Evangelios son ficción antigua» y son históricamente
inexactos. Sobre el argumento de «admirados científicos religiosos», afirma que son una
minoría.
En lo relativo a la apuesta de Pascal (si uno es ateo, pero Dios no existe, no sucederá nada,
pero si uno es ateo y Dios existe, uno irá al infierno), Dawkins cuestiona las suposiciones de
que uno simplemente decide creer y Dios recompensa la fe más que la virtud o la búsqueda
de la verdad, y se pregunta si Dios no respetaría a Bertrand Russellpor su valiente
escepticismo mucho más que lo que respetaría a Blaise Pascal por su cobarde evasiva17
Finalmente aborda los argumentos basados en la inferencia bayesiana promovidos por gente
como Stephen Unwin, y sostiene que estos son casos de «basura entra, basura sale»18
La referencia al Boeing 747 alude a una afirmación (conocida como «falacia de Hoyle») hecha
por el astrofísico británico Fred Hoyle (1915-2001): «La probabilidad de que se originara vida
en la Tierra no es mayor que la probabilidad de que un huracán pasando por un desguace
consiga ensamblar un Boeing 747».20 Dawkins objeta que este argumento está hecho por
«alguien que no entiende lo que es la selección natural». Afirma que los organismos vivos no
se han desarrollado de un solo paso, sino a través de pasos acumulados a través de millones
de años.
Dawkins concluye el capítulo argumentando que este «truco» es un argumento muy serio
contra la existencia de Dios, y que él está aún esperando escuchar a «un teólogo dando una
respuesta convincente a pesar de las numerosas oportunidades e invitaciones para
hacerlo».21 Dawkins informa que Daniel Dennett lo llamó «una refutación irrefutable» que data
de hace dos siglos.22
Dawkins afirma que los predicadores de partes del sur de los Estados Unidos usaron
la Biblia para justificar la esclavitud, clamando que los africanos eran descendientes del hijo
pecador de Abraham. Durante las Cruzadas, los «paganos» y los «herejes» que no se
convertían al cristianismo eran asesinados, y otros ejemplos similares.
Dawkins quiere que la gente se avergüence cada vez que alguien hable de un
«niño musulmán» o un «niño católico», preguntándose cómo a un niño se le puede considerar
lo suficientemente desarrollado para tener una visión independiente del cosmos y del lugar de
la humanidad en él. Por contraste, Dawkins apunta que ninguna persona razonable hablaría
de un «niño marxista» o un «niño republicano».