El beato Ignacio Maloyan, en el Gólgota de los armenios
Por José Luis Orella
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Tras la pantalla de la Primera Guerra Mundial, el Imperio otomano se entregó a un nacionalismo radical intentando sobrevivir a su decadencia y procedió al exterminio de la comunidad armenia. Los católicos armenios, minoría dentro de la minoría armenia, fueron también asesinados de las formas más terribles, pero sin renunciar a la fe y acompañados en todo momento por sus pastores. Obispos y sacerdotes velaron por su salvación, hasta que ellos mismos fueron sacrificados en el horno del odio. El martirio del beato Ignacio Maloyan recuerda el testimonio de los apóstoles.
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El beato Ignacio Maloyan, en el Gólgota de los armenios - José Luis Orella
Colección
Mártires del siglo XX
nº 4
Dirigida por Juan A. Martínez Camino
José Luis Orella
El beato Ignacio Maloyan en el Gólgota de los armenios
© El autor y Ediciones Encuentro S.A., Madrid 2020
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
100XUNO, nº 71
Esta obra ha sido publicada con la colaboración del Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo
© Imágenes: 100 Histoires de photo sur le génocide des arméniens, Musée-Institut de Génocide des Arméniens, sin fecha (nº 2, 6, 13, 15, 17, 19, 20); La Cruz Gloriosa. Armenia, 1915-1918, Centro Cultural Nuevo Inicio – Arzobispado de Granada y Centro Internacional para el Estudio del Oriente Cristiano (ICSCO), 2010 (nº 8, 9, 10, 14, 18); Hayk Demoyan, Le génocide des arméniens à la une de la presse mondiale, Erevan, 2015 (nº 3, 4, 5, 7, 11, 16).
Fotocomposición: Encuentro-Madrid
ISBN Epub: 978-84-1339-358-2
Depósito Legal: M-8915-2020
Printed in Spain
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Redacción de Ediciones Encuentro
Conde de Aranda 20, bajo B - 28001 Madrid - Tel. 915322607
www.edicionesencuentro.com
Índice
Introducción. Cuando el hombre se creyó Dios
I. El genocidio invisible: la eliminación de los armenios en el Imperio otomano
II. Los católicos armenios
III. Ajuste de cuentas y consecuencias
Bibliografía
Obispos católicos mártires
La canonización de 2015 por la Iglesia apostólica armenia
1. El beato Ignacio Maloyan (1869-1915)
Introducción. Cuando el hombre se creyó Dios
En el siglo XX, la sociedad europea se enfrentó al reto de una modernidad que transformaba el mundo material y social. Por un lado, un capitalismo emergente, dentro de un liberalismo político, que defendía un individualismo radical e independiente de toda visión trascendente del mundo. Por otro lado, un socialismo transformador que desembocaba en la búsqueda de una sociedad ideal ordenada por un Estado omnipresente, pero donde el hombre formaba una partícula lo suficientemente pequeña para no poder alterar el ritmo de la sociedad perfecta, si se equivocaba. La Revolución rusa de 1917 sustituyó a la francesa como icono de los revolucionarios, un nuevo modelo social sin Dios se hacía presente. El determinismo materialista se hacía lugar en la construcción de un nuevo paraíso.
Para países no europeos como Japón, Egipto, China o Turquía la única posibilidad de escapar a la suerte de convertirse en colonias de aquellos imperios, gobernados por un capitalismo que se depredaba las materias primas de otros continentes, era asumir aquella mentalidad moderna de los europeos y de esa forma evitar ser conquistados por ellos. El nuevo nacionalismo se extendió en las élites occidentalizadas y tomó el poder en Japón, y en China, por ejemplo, pero con suerte dispar. En el caso del Imperio otomano, los jóvenes turcos de la revolución de 1908 asumieron los valores del nacionalismo liberal europeo, y la necesidad de crear una identidad turca basada en la cultura, la lengua y la raza, donde la religión era un carácter definitorio de la cultura, algo puramente instrumental, no vivencial. El poeta nacional Ziya Gökalp, principal representante de la literatura nacional turca, recitó en 1912 sus famosos versos: «Las mezquitas serán nuestros cuarteles/ las cúpulas nuestros cascos/ los minaretes nuestras bayonetas/ y los fieles nuestros soldados…». Sin embargo, Gökalp fue un teórico del panturquismo, concepto más reducido que el panturanismo, el movimiento intelectual que propugnaba la unión de todos los pueblos de cultura uralo-altaica. No obstante, Gökalp reducía su pretensión a los pueblos turcos del Cáucaso y del Asia central bajo un mismo Estado. Este discurso amenazaba la unidad del Imperio ruso e inició una de las líneas de penetración de la Turquía moderna. Como muestra de esa idea, tiempo después, Enver Pacha, líder de los Jóvenes Turcos, morirá en combate contra los bolcheviques en 1922 luchando en el actual Tayiquistán, en un intento de crear un Estado independiente de Turquestán.
La modernidad y estabilidad del Estado-nación divulgado por los nacionalistas turcos se hacía sinónimo de homogeneidad, por lo que las minorías que no pudiesen ser absorbidas por la comunidad dominante, debían desaparecer de alguna forma para evitar ser un instrumento de inestabilidad por parte de una potencia vecina, como había pasado con los pueblos cristianos balcánicos.
I. El genocidio invisible: la eliminación de los armenios en el Imperio otomano
El exterminio del pueblo armenio durante la Primera Guerra Mundial es considerado el primer genocidio conocido del siglo XX. Aún en la actualidad, no tiene la unanimidad de su reconocimiento y los descendientes de los supervivientes de la diáspora luchan por divulgar lo que fue el hecho más obscuro del primer conflicto mundial del siglo pasado. Incluso en los últimos tiempos su reivindicación ha causado el apuñalamiento del sacerdote Andrea Santoro en la ciudad de Trabzon, en 2006, al año siguiente el asesinato del periodista Hrant Dink y de tres miembros de una editorial cristiana y, en 2010, la de monseñor Luigi Padovese, obispo de Anatolia (fue decapitado por su chófer), hechos que descubrieron una imagen oculta bajo la cara occidentalizada de Turquía. Un país emprendedor, que quería integrarse en la UE, pero cuya sociedad defiende su idiosincrasia islámica, y que inicia un papel protagonista en la región del Oriente Próximo.
Antecedentes históricos de Armenia
Armenia es uno de los países más antiguos de la historia, conociéndose como reino independiente desde los siglos X-VII a. C., cuando diferentes tribus se agruparon hablando una lengua de origen indoeuropeo. Aunque su personalidad histórica provendrá de su conversión al cristianismo, puesto que los armenios fueron evangelizados, según la tradición, por los apóstoles Bartolomé y Tadeo, convirtiéndose en el primer reino que adoptaba el cristianismo como religión oficial hacia el año 300, cuando Gregorio el Iluminador convirtió al rey arsácida Tiridates III. Gregorio fue el verdadero evangelizador y organizador del cristianismo entre los armenios y sus vecinos georgianos, estableciéndose en su linaje el cargo de katholikós.
Poco después la Iglesia apostólica armenia abandonó el alfabeto sirio en el siglo V, cuando el monje Mesrop Mashtots inventó un alfabeto armenio que dio dimensión propia a su cultura. Sin embargo, la fecha que marcará profundamente a la Iglesia armenia será el año 491, cuando en el sínodo de Vagharchapat, reunido por el katholikós Papken se condene la definición del concilio de Calcedonia de 451, donde se defendía que en Cristo las dos naturalezas estaban unidas en una persona, abrazando de esa forma el monofisismo junto a coptos y jacobitas.
2. Los armenios arrestados en Marash, 1914
La aceptación del monofisismo por los armenios, más bien por la dificultad lingüística de poder entender al detalle los aspectos teológicos de Calcedonia, les dio una característica propia, pero también su debilidad, al llevarse mal con los bizantinos defensores del cristianismo calcedoniano, en el momento que hacían acto de aparición los turcos seljúcidas. Los nómadas turcos conquistaron la región en el 1064, lo que provocó la salida al exilio de centenares de familias armenias en dirección al Mediterráneo. Desde entonces, el katholikós de su iglesia se estableció en Sis, en la Cilicia, aunque los armenios del Cáucaso, desconfiados de sus hermanos costeros por la cercanía que el catolicismo ejercía entre ellos, volvieron a instaurar otro katholikós en la ciudad histórica de Ejmiadzin. Desde entonces hay dos katholikós, aunque el katholikós en Ejmiadzin es considerado por todos como la cabeza de la iglesia armenia. El de Sis mantiene su autocefalia y su residencia en Anteleias, localidad cercana a Beirut (Líbano), con sus fieles repartidos en Líbano, Siria, Irán y la diáspora estadounidense.
La presencia de los principados armenios de la Cilicia favoreció su colaboración con los reinos latinos que implantaron los cruzados católicos en Tierra Santa. Aunque Filareto intentó mantener un estado armenio en la región, a su muerte en 1090, sus lugartenientes se habían repartido el territorio en diferentes señoríos, como Edesa, Metilene y Marash. Aquellos hombres eran armenios, pero habían servido con lealtad al emperador bizantino, e incluso algunos de ellos como Thoros y Gabriel, señores de Edesa y Metilene respectivamente, se habían convertido a la iglesia griega. La llegada de los cruzados a la Cilicia fue celebrada como una liberación de los turcos seljúcidas, pero también aprovechada para no volver a la soberanía imperial bizantina. Armenios como Thoros aprovecharon la oportunidad para alcanzar la independencia, proclamando a Balduíno de Bouillon como su sucesor y corregente, aunque al poco tiempo fue linchado por los propios armenios por su antigua fidelidad bizantina. La enemistad creciente entre el emperador, interesado exclusivamente en recuperar