Literatura Peruana
Literatura Peruana
Literatura Peruana
Literatura Prehispánica
Antes de la conquista española existía una rica y variada literatura oral en el área
del Imperio incaico. Algunas muestras de poesía religiosa, narraciones y
leyendas quechuas han llegado a nosotros gracias a que fueron transcritas por
varios cronistas.
Entre ellos destacan: Cristóbal de Molina, el Cuzqueño, autor de Fábulas y ritos
de los incas (1573); Santa Cruz Pachacuti, indio evangelizado defensor de la
Corona española, que escribió la relación de antigüedades de este reino del Perú
(1613), donde describe la religión y filosofía quechuas y recoge en lengua
quechua algunos poemas de la tradición oral; el Inca Garcilaso de la Vega (1539-
1616); y Felipe Huamán Poma de Ayala (c. 1534-c. 1617), cuya obra Nueva
crónica y buen gobierno permite reconstruir buena parte de la historia y
genealogía de los incas, así como numerosos aspectos de la sociedad peruana
posterior a la conquista. Gracias a ellos y a otros cronistas del siglo XVII, una
parte de este legado pervivió y es una fuente viva para la literatura posterior. Esa
labor fue continuada mucho después por antropólogos, historiadores e
investigadores modernos y contemporáneos; en este siglo, uno de los más
influyentes es José María Arguedas, importante también por su obra novelística,
que subraya la importancia del carácter bilingüe y multicultural del país.
Literatura Colonial
La primera gran figura literaria peruana es el ya mencionado Inca Garcilaso de
la Vega, hijo de un capitán español y de una ñusta (princesa) incaica. En sus
Comentarios reales narra la historia del Imperio inca; su visión del mismo tendría
una enorme repercusión en la historiografía colonial. Otra obra fundamental es
la Primera parte de la crónica del Perú (1553), de Pedro Cieza de León.
Durante el periodo de literatura colonial, que generalmente reflejaba las
tendencias dominantes en la literatura castellana, surgieron expresiones que
rescataban las tradiciones del pueblo quechua. Ejemplos de ello son el poema
Apu Inka Atawallpaman, que documenta la muerte del último Inca, y el Ollantay,
drama de tema incaico en lengua quechua de fines del siglo XVIII. Los escritores
coloniales eran españoles residentes en el país, como los poetas satíricos Mateo
Rosas de Oquendo (c. 1559-c. 1612), y Juan del Valle Caviedes (c. 1645-
c. 1698); o criollos, como el cuzqueño Juan de Espinosa Medrano, El Lunarejo
(1632-1688), alta expresión de la prosa culterana.
En el siglo XVIII sobresalen: la figura del erudito y literato Pedro Peralta
Barnuevo (1663-1743), paradigma del escritor de su época; el libro de viajes, con
elementos satíricos y costumbristas, Lazarillo de ciegos caminantes, de
Concolorcorvo (1715-1783), seudónimo del español Alonso Carrió de la
Vandera; la obra filosófica y novelística de Pablo de Olavide; y el aporte
intelectual de los escritores agrupados en torno al Mercurio Peruano, primera
revista cultural del Perú de finales de ese siglo.
Literatura contemporánea
Tras los inicios del siglo XX, caracterizados por
indigenismo, posmodernismo y vanguardismo, en los siguientes años, la
literatura peruana experimenta un importante proceso de renovación y
modernización personificada en corrientes como la llamada generación del 50,
compuesta por un grupo de poetas, narradores y dramaturgos influidos por la
migración masiva del campo a la ciudad y el consecuente desarrollo urbano. En
esta narrativa, por tanto, de carácter urbano, destacan, entre otros, Julio Ramón
Ribeyro o Enrique Congrains Marín; algunos de los poetas más importantes
son Washington Delgado, Alejandro Romualdo, Francisco Bendezú y Juan
Gonzalo Rose; y en teatro se desarrollan las comedias de carácter social, con
autores como Sebastián Salazar Bondy. También en estos años, aunque no
enmarcados en este grupo, aparecen nombres de poetas tan destacados de la
literatura peruana como Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson o Carlos
Germán Belli.
Pero la verdadera revolución literaria llega en la década de 1960, cuando un
joven Mario Vargas Llosa obtiene el Premio Biblioteca Breve con su obra La
ciudad y los perros (1962), convirtiéndose en uno de los más destacados
representantes de lo que se daría en llamar el boom de la literatura
latinoamericana. Asimismo, en 1968, Alfredo Bryce Echenique gana el Premio
Casa de las Américas con Huerto cerrado, un libro de cuentos, aunque su
consagración llegaría con la novela Un mundo para Julius (1970).
En estos años publican otros autores, como Blanca Varela, muy influida por el
existencialismo y el surrealismo europeos tras su residencia en París
entre 1949 y 1955; Oswaldo Reynoso, integrante del Grupo Narración, cuya
novela Los inocentes (1961) consigue un enorme éxito al incorporar por primera
vez en una obra literaria el lenguaje de los jóvenes de las grandes ciudades; o
Javier Heraud, conocido como ‘el poeta guerrillero’, ejemplo del autor
fuertemente comprometido socialmente.
En la década de 1970 surgen distintos movimientos poéticos caracterizados por
el carácter ideológico y el tono de protesta, como el grupo Hora Zero, con Jorge
Pimentel como principal representante; aunque destacan otros poetas, como
Antonio Cisneros o José Watanabe, que se alejan de este movimiento, para crear
una poesía más intimista y personal. En teatro, frente al autor individual, surgen
los colectivos teatrales, como Teatro Yuyachkani, creado en 1971.
En la siguiente década, el compromiso deja paso a una etapa de
desencantamiento, que promueve el nacimiento de corrientes marginales, como
el grupo Kloaka, creado en 1982 y considerado continuador de Zero, con poetas
como Roger Santiváñez, que conviven con otros representantes de una poesía
más culta, como Eduardo Chirinos. Es la época, asimismo, en que surgen
distintos y muy variados movimientos de poesía hecha por mujeres, como Rocío
Silva Santisteban, Mariela Dreyfus o Magdalena Chocano.
En los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI el panorama narrativo
peruano se presenta heterogéneo, con corrientes diversas, como: el
neoindigenismo, más bien andino, en el que se incluyen elementos de la novela
histórica, con nombres como Óscar Colchado; la narrativa urbana, que en
ocasiones se ambienta en escenarios globales (Nueva York, París…), como
ocurre en las novelas de Iván Thays, y en otras presenta un carácter puramente
limeño, como Al final de la calle (1993), de Óscar Malca; el neovanguardismo de
Jorge Eduardo Benavides o Jaime Bayly; o la novela negra, llamada también
neopolicial latinoamericana, con ejemplos tan exitosos como La hora azul (2005),
de Alonso Cueto, o Abril rojo (2006), de Santiago Roncagliolo. En poesía,
destaca Xavier Echarri, con Las quebradas experiencias y otros poemas (1993),
además de nombres como Miguel Ildefonso o Joan Viva, y en el escenario
dramático, hay que mencionar a José Enrique Mávila, Mariana de Althaus o
Alonso Alegría, hijo de Ciro Alegría.
Fuentes
Ballón Aguirre, Enrique. Vallejo como paradigma. Lima: Instituto Nacional de
Cultura, 1974. Lectura semiótica de ciertos aspectos poéticos de Vallejo.
Coyne, André. César Vallejo. Buenos Aires: Nueva Visión, 1968. Comentarios
documentados y objetivos a la vida y obra del poeta.
Ferrari, Américo. El universo poético de César Vallejo. Caracas: Monte Avila, 1972.
Estudio de las intuiciones y obsesiones de la poesía vallejiana.
Flores, Ángel. César Vallejo. Síntesis biográfica, bibliografía en índice de poemas.
México, D. F.: Premia, 1982. Útil e informado resumen del estado de la cuestión
vallejiana.