Nutricion
Nutricion
Nutricion
Introducción:
La nutrición:
En pocas palabras podríamos decir que la nutrición es el conjunto de funciones orgánicas que transforman los
alimentos para obtener la energía necesaria para el organismo.
El Dr. A. Muñoz Soler y F. J. López lo describen como la "serie de fenómenos complejos por los que el
alimento se ingiere, se asimila y se utiliza para que puedan llevarse a cabo de manera adecuada todas las
funciones del organismo, y posteriormente se elimina o excreta en forma de residuo no reutilizable por el
propio individuo".
Otros autores diferencian los términos nutrición y alimentación. Según el Dr. Cidón Madrigal "se entiende por
nutrición el conjunto de procesos fisiológicos por los cuales el organismo recibe, transforma y utiliza las
sustancias químicas contenidas en los alimentos; y la alimentación es tan sólo el acto de proporcionar al
cuerpo humano los alimentos". De su definición, el Dr. Cidón, deduce que la alimentación es un proceso
consciente, voluntario y por lo tanto educable; por el contrario, la nutrición es involuntaria, inconsciente y no
educable, puesto que depende de procesos corporales tales como la digestión, la absorción o el transporte de los
nutrientes contenidos en los alimentos a los tejidos.
Estas afirmaciones son la base fundamental para una correcta alimentación, por ello nunca se ha de olvidar que
nutrirse es algo mucho más importante que alimentarse, pues, aunque ya sabemos que la nutrición es algo
inconsciente, que desarrolla el organismo de forma natural y que la alimentación es un acto voluntario al que nos
vemos impelidos de manera perentoria, es deseable que al alimentarnos pensemos en nutrirnos; es decir, seamos
racionales en la ingesta.
El cuerpo humano es un perfecto laboratorio, quizá el más perfecto del universo. Es demasiado valioso como para
no cuidarlo con esmero; por ello se debe aprender a cuidarlo por dentro, dándole todo lo que necesita para que
dure mucho tiempo y en las mejores condiciones posibles. Todos conocemos el antiguo axioma que dice "somos
lo que comemos", y cuyo significado está avalado por multitud de investigaciones.
El hombre, que se encuentra en el punto más elevado de la evolución de la naturaleza, se caracteriza porque sus
opciones de elección del alimento son muy amplias, es decir, es omnívoro, lo que indica que el abanico de
nutrientes a los que puede tener acceso es muy variado porque, a causa de las particularidades de su aparato
digestivo, posee la virtud de adaptarse a diferentes dietas con el fin de conseguir los diferentes componentes que
le son necesarios para su subsistencia y actividad, y que forman parte de los tres grandes reinos de la naturaleza:
mineral, vegetal y animal.
El estado de salud de una persona depende de la calidad de la nutrición de las células que constituyen sus tejidos.
Puesto que es bastante difícil actuar voluntariamente en los procesos de nutrición, si queremos mejorar nuestro
estado nutricional sólo podemos hacerlo mejorando nuestros hábitos alimenticios, y para ello es necesario conocer
la composición de cada alimento, los nutrientes que nos aportan y qué funciones desempeñan.
Existen multitud de clasificaciones de los alimentos, la más conocida es la que atiende a la cualidad ergogénica de
los nutrientes, esto es, a su capacidad para proporcionar energía al organismo de quien los ingiere:
ALIMENTOS
HIDRATOS DE CARBONO:
También llamados carbohidratos o glúcidos, constituyen la principal fuente de energía para el organismo
humano, al igual que para la mayoría de los seres vivos. Los carbohidratos realizan varias funciones
importantes relacionadas con el ejercicio: Los carbohidratos son compuestos orgánicos que consisten en una
cadena o anillo de átomos de carbono a los que se enlazan átomos de hidrógeno y oxígeno en una relación
de 2:1, más o menos. Para que los hidratos de carbono que se encuentran formando parte de los alimentos
de la dieta puedan llegar a ser utilizados por el organismo para la obtención de la energía que precisa han de
ser desdoblados hasta sus componentes más sencillos, es decir, los monosacáridos. Esto se lleva a cabo a
través de un proceso denominado hidrólisis (desdoblamiento de la molécula de ciertos compuestos
orgánicos por acción del agua).
Cada gramo de glúcidos que se quema en el organismo aporta 4 calorías. En este proceso (como en toda
combustión) quedan residuos. Un hidrato de carbono será de mayor calidad cuanto menores sean los
residuos que deja en su oxidación.
Para saber más visita nuestro artículo sobre los hidratos de carbonos
PROTEÍNAS:
La palabra proteína deriva del griego (proteios) y significa primario o fundamental. También llamadas
sustancias albuminoideas (nombre derivado de la albúmina o clara de huevo, que es un caso típico). Las
proteínas son imprescindibles en la dieta, ya que se hacen indispensables para la estructuración de los tejidos
y como material de repuesto de los tejidos que se van gastando en el desarrollo de la vida. También juegan
un papel energético, pero menos importante que el de las grasas o carbohidratos. Las proteínas constituyen
mas del 50% del peso seco de una célula.
El organismo necesita un total de veinte aminoácidos; de éstos, ocho (conocidos como aminoácidos
esenciales) deben ser aportados por los alimentos de la dieta, su carencia o insuficiencia puede originar
diversos trastornos de tipo neurológico, como espasmos o alteraciones de la coordinación muscular, atrofias o
trastornos en el desarrollo de algunos órganos, tales como el hígado o los testículos, alteraciones del
crecimiento corporal, etc. Otros aminoácidos (conocidos como aminoácidos no esenciales) pueden ser
sintetizados por el propio organismo cuando los necesita.
Las proteínas, además de suministrar energía, intervienen en la composición de enzimas (proteínas que
regulan las reacciones químicas en los sistemas vivientes), hormonas y anticuerpos. En el organismo
humano, las proteínas que forman parte de su composición supone casi un 20% de su peso total, por lo que
cabe señalar que estas sustancias son las más abundantes de la economía corporal, después del agua.
Las proteínas tienen tantas y tan variadas funciones en el organismo que describirlas todas, al menos las
conocidas, estaría fuera de los objetivos de este artículo.
Las fuentes de suministro de las proteínas son principalmente de origen animal: carnes, pescados, mariscos,
aves, leche, queso y huevos. En los vegetales se encuentran proteínas de estimable valor biológico; éste es
el caso de la soja, leguminosas, cereales, frutos secos, etc. En una alimentación equilibrada es necesario
variar las diferentes fuentes de proteínas, y al menos entre el 40 y el 50% de las ingeridas deben ser de
origen animal.
Para saber más visita nuestro artículo sobre las proteínas
LÍPIDOS (Grasas):
Son alimentos que proporcionan, fundamentalmente, energía calórica. Son el secreto del sabor y la textura
apetecible de un alimento y, además intervienen en la absorción de las vitaminas liposolubles (A, D, E y K).
Las fuentes alimenticias de las grasas son los aceites vegetales (oliva, maíz, girasol, cacahuete...), ricos en
ácidos insaturados, y las grasas animales (tocino, mantequilla, manteca de cerdo, etc.), ricas en ácidos
saturados.
En el lenguaje coloquial se utiliza el término de "grasa" para designar a los compuestos de este grupo que
provienen fundamentalmente del reino animal, reservándose la denominación de "aceite" para los que
predominantemente proceden del reino vegetal y cuya textura es líquida.
Se recomienda que las grasas de la dieta aporten entre un 20 y un 30 % de las necesidades energéticas
diarias. Pero nuestro organismo no hace el mismo uso de los diferentes tipos de grasa, por lo que este 30 %
deberá estar compuesto por un 10 % de grasas saturadas (grasa de origen animal), un 5 % de grasas
insaturadas (aceite de oliva) y un 5 % de grasas poliinsaturadas (aceites de semillas y frutos secos). Además,
hay ciertos lípidos que se consideran esenciales para el organismo, como el ácido linoleico o el linolénico, que
si no están presentes en la dieta en pequeñas cantidades se producen enfermedades y deficiencias
hormonales. Estos son los llamados ácidos grasos esenciales o vitamina F.
Para saber más visita nuestro artículo sobre los lípidos
MINERALES: Son necesarios para la reconstrucción estructural de los tejidos corporales además de que
participan en procesos tales como la acción de los sistemas enzimáticos, contracción muscular, reacciones
nerviosas y coagulación de la sangre.
Estos nutrientes minerales, que deben ser suministrados en la dieta, se dividen en dos clases:
macroelementos, tales como calcio, fósforo, magnesio, sodio, hierro, iodo y potasio; y microelementos, tales
como cobre, cobalto, manganeso, flúor y zinc.
Para saber más visita nuestro artículo sobre los minerales
AGUA: Sin agua no hay vida. El cuerpo humano está compuesto por un 65-70% de agua.
Si el balance de energía que proporcionan las proteínas, los hidratos y las grasas son esenciales, tanto o más
lo es el balance hídrico.
Sometido a todo tipo de presiones, presente en casi todos los procesos vitales, el agua es un factor dietético
a tener en cuenta.
Debemos beber entre 1,5 y 2 litros de agua/día. Otros 1,5-2 litros son aportados por los llamados "sólidos",
porque los alimentos en su estado natural contienen grandes cantidades de agua. Por ejemplo, la fruta y la
verdura son en un 95% agua. Pero también la carne y el pescado contienen un 60-70 % de agua y el huevo
un 90%.
Al día eliminamos agua por la orina y el sudor (la piel respira y suda, es decir elimina líquido).
Para saber más visita nuestro artículo sobre el agua
La producción de la energía:
Todas las sustancias nutritivas que se absorben desde el aparato digestivo hacia la sangre tiene como cometido
fundamental el de proporcionar al organismo la energía suficiente para que pueda realizar, de la forma más eficaz
y con el menor coste posible, todas sus funciones y, además, para proporcionarle el material constitutivo que
necesita para ir reponiendo las propias pérdidas que se producen durante el desarrollo de estas funciones.
El hombre y los animales superiores (organismos heterótrofos) consiguen esta energía a través de un proceso
de oxidación de los nutrientes que se ingieren a través de la alimentación. Sin embargo, las células, para obtener
energía, no pueden utilizar esas sustancias directamente, puesto que la producción energética celular se sustenta,
casi por completo, en una molécula denominada adenosintrifosfato, o ATP, el cual se sintetiza a partir de las
sustancias nutritivas anteriormente citadas. El ATP tiene tres moléculas de ácido fosfórico las cuales están
enlazadas entre sí; estos enlaces son fáciles de romper y además liberan gran cantidad de energía que será la
utilizada por todas las células del organismo. Cuando una célula necesita energía para cualquier función, mediante
un proceso de hidrólisis se separa de la extremidad de la molécula del ATP una de las uniones de fostato, lo que
produce una gran liberación de energía (aproximadamente 7.300 calorías). Como resultado de esta reacción
aparece un nuevo compuesto con dos moléculas de ácido fosfórico: el adenosindifosfato o ADP, la cual, mediante
una reacción reversible, se unirá posteriormente a una nueva molécula de ácido fosfórico, con lo que se obtendrá,
de nuevo, otra molécula de ATP. (Ver sistemas energéticos)
Como se ve, las células, a través de procesos bioquímicos complejos, son capaces de transformar la energía
potencial presente en los alimentos de la dieta en otros tipos de energía necesaria para poder llevar a cabo todas
sus funciones, como por ejemplo la energía cinética, para el desarrollo de las actividades motrices; la energía
térmica, con la que trata de regular su temperatura; o la energía eléctrica, que va a emplear en la conducción de
impulsos nerviosos.
Valor energético de los alimentos:
El valor energético o valor calórico de un alimento es proporcional a la cantidad de energía que puede
proporcionar al quemarse en presencia de oxígeno. Se mide en calorías, que es la cantidad de calor necesario
para aumentar en un grado la temperatura de un gramo de agua. Como su valor resulta muy pequeño, en
dietética se toma como medida la kilocaloría (1Kcal = 1000 calorías). A veces, y erróneamente, por cierto, a las
kilocalorías también se las llama Calorías (con mayúscula). Cuando oigamos decir que un alimento tiene 100
Calorías, en realidad debemos interpretar que dicho alimento tiene 100 kilocalorías por cada 100 gr. de peso. Las
dietas de los humanos adultos contienen entre 1000 y 5000 kilocalorías por día.
Cada grupo de nutrientes energéticos -glúcidos, lípidos o proteínas- tiene un valor calórico diferente y más o menos
uniforme en cada grupo. Para facilitar los cálculos del valor energético de los alimentos se toman unos valores
estándar para cada grupo: un gramo de glúcidos o de proteínas libera al quemarse unas cuatro calorías, mientras
que un gramo de grasa produce nueve. De ahí que los alimentos ricos en grasa tengan un contenido energético
mucho mayor que los formados por glúcidos o proteínas. De hecho, toda la energía que acumulamos en el
organismo como reserva a largo plazo se almacena en forma de grasas.
Recordemos que no todos los alimentos que ingerimos se queman para producir energía, sino que una parte de
ellos se usan para reconstruir las estructuras del organismo o facilitar las reacciones químicas necesarias para el
mantenimiento de la vida. Las vitaminas y los minerales, así como los oligoelementos, el agua y la fibra se
considera que no aportan calorías.
En este punto hay que distinguir claramente dos aspectos: las llamadas "necesidades energéticas basales" que
incluyen la energía necesaria para mantener las funciones vitales del organismo, pues aun en el individuo que está
durmiendo se mantienen una serie de actividades que requieren energía (corazón, circulación sanguínea,
respiración, digestión, etc.). A estas necesidades basales hay que añadir las necesarias según el tipo de actividad
física realizada y que son, fundamentalmente, las que marcan las principales diferencias entre individuos: un
leñador necesita ingerir mayor cantidad de energía que una persona que tenga un trabajo sedentario.
Como ya se ha explicado, la energía es suministrada al organismo por los alimentos que se ingieren, y se obtiene
de la oxidación de los hidratos de carbono, grasas y proteínas, denominándose valor energético o calórico de un
alimento a la cantidad de energía que se origina cuando es totalmente oxidado o metabolizado. El valor
energético de un alimento se expresa normalmente en kilocalorías (Kcal). Aunque "kilocalorías" y "calorías" no
son unidades iguales (1 kcal = 1.000 cal), en el campo de la nutrición, con frecuencia se utilizan como sinónimos,
aunque siempre teniendo en cuenta que, si no se expresa lo contrario, al hablar de calorías nos estamos refiriendo
a kilocalorías. Por otro lado, en la actualidad, existe una creciente tendencia a utilizar la unidad kilojulio en lugar de
la kilocaloría, con la siguiente equivalencia: 1 kcal = 4,18 kJ.
En términos de kilocalorías, la oxidación de los alimentos en el organismo, tiene como valor medio el siguiente
rendimiento:
Las necesidades de energía de cualquier ser vivo se calcula como la suma de varios componentes. A la energía
requerida por el organismo en reposo absoluto y a temperatura constante se le llama Tasa de
Metabolismo Basal (TMB), que es la mínima energía que necesitamos para mantenernos vivos.
Normalmente se consume la mayor parte de las calorías de los alimentos que ingerimos. Se calcula que la tasa de
metabolismo basal para un hombre tipo se sitúa en torno a los 100 W, que equivale al consumo de unos 21 gr. de
glúcidos (o 9,5 gr. de grasas) cada hora.
La tasa metabólica depende de factores como el peso corporal, la relación entre masa de tejido magro
y graso, la superficie externa del cuerpo, el tipo de piel o incluso el aclimatamiento a una
determinada temperatura externa. Los niños tienen tasas metabólicas muy altas (mayor relación entre superficie
y masa corporal), mientras que los ancianos la tienen más reducida. También es algo más baja en las mujeres que
en los hombres (mayor cantidad de grasa en la piel). Por otro lado, si nos sometemos a una dieta pobre en calorías
o a un ayuno prolongado, el organismo hace descender notablemente la energía consumida en reposo para hacer
durar más tiempo las reservas energéticas disponibles, pero si estamos sometidos a estrés, la actividad hormonal
hace que el metabolismo basal aumente.
Si en vez de estar en reposo absoluto desarrollamos alguna actividad física, nuestras necesidades energéticas
aumentan. A este factor se le denomina "energía consumida por el trabajo físico", y en situaciones extremas
puede alcanzar picos de hasta cincuenta veces la consumida en reposo.
El siguiente formulario calcula el valor de las necesidades calóricas en función de la talla, el peso, el sexo, la edad
y los distintos tipos de actividad diaria.
CALCULADORA DE CALORÍAS DIARIAS
Peso: Altura: Edad: Sexo:
Reposo:
Dormir o descansar
Muy ligera:
Actividades que se realizan de pie o sentados, como por ejemplo:
trabajar en un comercio, oficina, coser, cocinar, planchar, tocar un
instrumento musical, etc.
Ligera:
Caminar en llano (4-5 Km/h.), camarero, golf, mecánica, limpiar la
casa, etc.
Moderada:
Marcha (6 Km/h.), jardinería, bicicleta (18 Km/h.), etc.
Intensa:
Correr (12 Km/h.), subir escaleras, esqui, tenis, nadar, bailar, fútbol,
etc.
Muy intensa:
Escalada, cavar manualmente, deportes de alta competición, etc.
Borrar actividad
Calcular Calorias
Un alimento es realmente incorporado al organismo después de ser digerido, es decir, degradado física y
químicamente para que sus componentes puedan ser absorbidos, es decir, puedan atravesar la pared del aparato
digestivo y pasar a la sangre (o a la linfa).
Antes de que todos estos componentes puedan ser utilizados o metabolizados, los alimentos deben sufrir en el
cuerpo diversos cambios físicos y químicos que reciben el nombre de digestión y que los hacen "absorbibles",
aunque no siempre es necesario que se produzca algún cambio para que el componente se absorba. Por ejemplo,
el agua, los minerales y ciertos hidratos de carbono se absorben sin modificación previa. En otros casos, el proceso
culinario ya inicia cambios químicos en el alimento antes de entrar en el cuerpo: el cocinado ablanda las fibras de
carne y la celulosa de los alimentos de origen vegetal y gelatiniza el almidón. Sin embargo, el verdadero proceso
de la digestión no comienza hasta que el alimento está en el aparato digestivo. En el proceso de digestión también
intervienen las glándulas salivares, el hígado y el páncreas y está regulado por mecanismos nerviosos y
hormonales.
La digestión consiste en dos procesos, uno mecánico y otro químico. La parte mecánica de la digestión incluye la
masticación, deglución, la peristalsis y la defecación o eliminación de los alimentos. En la boca se produce la
mezcla y humectación del alimento con la saliva, mientras éste es triturado mecánicamente por masticación,
facilitando la deglución. La saliva contiene ptialina, una enzima que hidroliza una pequeña parte del almidón a
maltosa. De la boca, el alimento pasa rápidamente al esófago y al estómago, donde se mezcla con los jugos
gástricos constituidos por pepsina (una enzima que comienza la digestión de la proteínas), ácido clorhídrico y el
factor intrínseco, necesario para que la vitamina B12 se absorba posteriormente. El tiempo de permanencia del
quimo (mezcla semilíquida del alimento) (2-4 horas) depende de múltiples factores, como por ejemplo, el tipo de
alimento. Aquellos ricos en grasas permanecen más tiempo y los que tienen grandes cantidades de hidratos de
carbono pasan rápidamente.
En el intestino delgado tiene lugar la mayor parte de los procesos de digestión y absorción. El alimento se mezcla
con la bilis, el jugo pancreático y los jugos intestinales. Durante la fase química de la digestión diferentes enzimas
rompen las moléculas complejas en unidades más sencillas que ya pueden ser absorbidas y utilizadas. Algunas de
las enzimas más importantes son la lipasa (que rompe las grasas en ácidos grasos), la amilasa (que hidroliza el
almidón) y las proteasas (tripsina y quimotripsina, que convierten las proteínas en aminoácidos).
En el intestino grueso, las sustancias que no han sido digeridas pueden ser fermentadas por las bacterias presentes
en él, dando lugar a la producción de gases. Igualmente pueden sintetizar vitaminas del grupo B y vitamina K,
aportando cantidades adicionales de estas vitaminas que serán absorbidas.
El proceso de absorción de nutrientes se produce principalmente y con una extraordinaria eficacia a través de las
paredes del intestino delgado, donde se absorbe la mayor parte del agua, alcohol, azúcares, minerales y vitaminas
hidrosolubles así como los productos de digestión de proteínas, grasas e hidratos de carbono. Las vitaminas
liposolubles se absorben junto con los ácidos grasos.
La absorción puede disminuir notablemente si se ingieren sustancias que aceleran la velocidad de tránsito
intestinal, como la fibra dietética ingerida en grandes cantidades y los laxantes. Igualmente, la fibra y el ácido fítico
pueden reducir la absorción de algunos minerales, como el hierro o el zinc, por ejemplo. En la enfermedad celíaca
(o intolerancia al gluten), la destrucción de las vellosidades intestinales puede reducir significativamente la
superficie de absorción.
En el intestino grueso, donde se reabsorbe una importante cantidad de agua del residuo que llega del intestino
delgado, se almacenan las heces hasta ser excretadas por el ano. Las heces, además de los componentes no
digeridos de los alimentos, contienen gran cantidad de restos celulares, consecuencia de la continua regeneración
de la pared celular.
Una vez absorbidos los nutrientes son transportados por la sangre hasta las células en las que van a ser utilizados.
Los ácidos grasos que pasan a la pared intestinal son transformados inmediatamente en triglicéridos que serán
transportados hasta la sangre por la linfa. La grasa puede ser transformada posteriormente en el hígado y
finalmente se deposita en el tejido adiposo, una importante reserva de grasa y de energía.
Los hidratos de carbono en forma de monosacáridos pasan a la sangre y posteriormente al hígado desde donde
pueden ser transportados como glucosa a todas las células del organismo para ser metabolizada y producir
energía. La insulina es necesaria para la incorporación de la glucosa a las células. Los monosacáridos también
pueden ser transformados en glucógeno, una fuente de energía fácilmente utilizable que se almacena en el hígado
y en los músculos esqueléticos.
Los aminoácidos de las proteínas pasan igualmente a la sangre y de ésta al hígado. Posteriormente pueden pasar a
la circulación general para formar parte del pool de aminoácidos, un importante reservorio que será utilizado para
la síntesis de proteínas estructurales y enzimas. Los aminoácidos en exceso también pueden ser oxidados para
producir energía.
Bibliografía:
"La dieta perfecta. Guía para conseguir una alimentación a tu medida"; Dr J. L. Cidón Madrigal; edit.
Grupo Correo; colección "biblioteca de la salud"; 1996.
"Guía de alimentación para el deportista"; Alberto Muñoz Soler y Fco. J. López Meseguer; Edit. Tutor;
colección "En forma"; Madrid, 2001.
"Enciclopedia familiar Everest de la salud"; varios autores; Edit. Everest, León (España) 2000.
"Invitación a la biología"; Helena Curtis, N Sue Barnes; Edit. Panamericana; Madrid, 1994.
"Enciclopedia del cuerpo humano"; varios autores; Edit. Espasa Calpe; España 2003.
NOTA IMPORTANTE
El contenido de este artículo, así como la información facilitada por las tablas
y fomularios, únicamente tiene la función de servir como referencia, no como
guía médica o manual para aplicarse autotratamientos.
Se debe tener en cuenta que cada persona hace un uso diferente de los
nutrientes que ingiere, con mayor aprovechamiento en unos casos y peor en
otros, por lo que siempre habrá variaciones individuales sobre las calorías
indicadas.
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J. Antonio Hernández