El Problema Del Indígena
El Problema Del Indígena
El Problema Del Indígena
RESUMEN
El artículo analiza las fases del indigenismo del autor peruano Manuel González
Prada, dentro de las perspectivas de discusión por las cuales discurre el ensayo
indigenista a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Hispanoamérica. Manuel
González Prada, quizá el escritor decimonónico de prosa más pulida, encuentra la
necesidad de una América amalgamada y libre del yugo religioso, artístico e
intelectual que seguía primando en una cultura que para él era hispanizante y ajena.
En sus textos indigenistas recopilados en Páginas libres (1894) y Horas de lucha
(1908), este mordaz pensador demuestra los verdaderos problemas del indígena
americano en la construcción de la nacionalidad peruana y por extensión
latinoamericana.
ABSTRACT
The article analizes the phases of the indigenous culture by the Peruvian author
Manuel González Prada, within the perspectives of discussion by wich the indigenous
essay flows by the end of the nineteenth century and the beginning of the twentieth
century in Latin America. Manuel González Prada, perhaps the most polished prose
writer of the nineteenth century, finds the need of an amalgamated American free of
the religious, artistic and intelectual yoke that was still outstanding in a culture that to
him, was Hispanizing and foreign. In his indigenous texts collected in Páginas libres
(1894) and Horas de lucha (1908) this sharp thinker shows the true problems of the
Latin American Native in the construction of the Peruvian nationality and thus, the
Latin America.
El mitayo
-Hijo, parto: la mañana
Reverbera en el volcán;
Dame el báculo de chonta,
1 Luis Alberto Sánchez, en el prólogo a Baladas peruanas, 1935, hace notar que los intelectuales
indigenistas Juan María Gutiérrez y Manuel González Prada coincidieron en la década del 70 con
publicaciones en El Correo del Perú. “Se editaba, por aquellos días, El Correo del Perú, periódico literario en
el cual colaboraba la flor y nata de la literatura continental. Se publicaban ahí críticas de Juan María
Gutiérrez, tradiciones de Ricardo Palma, poesías de Carlos Augusto Salaverry, y, a veces, poemas del joven
Manuel G. Prada, quien había echado por la borda su nobiliario apellido auténtico: Manuel González de
Prada y Ulloa”. Tomado de: GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Baladas peruanas, en línea <http://
evergreen.loyola.edu/tward/www/gp/libros/baladasp/prologo.html> (25 de agosto de 2015).
2 GARCÍA PRADA, C., “El mitayo”, en Antología poética, México, Editorial Cvltvra, pp. 235-236.
Tres años bastaron para que la preciosidad poética sucumbiera ante la inminente
acción que solo el ensayo podía brindarle; el ensayo, esa arma de propaganda y ataque,
esa herencia decimonónica que había sido supeditada por la poesía en busca de
aspiraciones más estéticas que políticas o sociales, le mostró el camino del compromiso
social. La guerra contra Chile y la muerte de miles de indígenas pobres –de nuevo los
más castigados– habían marcado su destino como escritor y pensador orgánico y
comprometido. A partir de esta etapa vamos a encontrarnos un González Prada que se
preocupa por crear una literatura incisiva y de denuncia mediante la cual aborda los
problemas del indígena de una manera universal y local; una literatura panfletaria en la
cual las soluciones para su independencia y libertad están en la idea de la educación,
pero no una educación idílica, sino en la adopción de posturas radicales y casi violentas.
El pensamiento de González Prada en torno al indígena, puede decirse, tuvo tres
fases: a) el idealismo poético asociado a un humanismo socialista, b) el positivismo
anclado en las ideas del progreso universal, c) el anarquismo que aboga por la adopción
por la fuerza de los derechos negados históricamente. La literatura como creación
artística pasó en él hacia una necesidad vital de denuncia y militancia en la cual la
Discurso en el Politeama4
Como característica formal del ensayo puede decirse que la separación por partes
no se da por subtítulos sino por números romanos. Tiene cuatro partes. En la primera se
hace una invocación a los jóvenes para que busquen la verdad y justicia que sus padres
les han negado. En este discurso puede hallarse un González Prada nacionalista y
revanchista, con un profundo dolor por la pérdida de la guerra con Chile. Buscando los
culpables de la pérdida del territorio y la guerra, dice: “Los verdaderos vencedores, las
armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia y nuestro espíritu de servidumbre”5. En la
segunda parte del ensayo aparece el problema del indio. Allí, explora las condiciones
4 En la nota al texto en la edición Páginas libres. Horas de lucha de la Biblioteca Ayacucho, 1985, Sánchez
explica: “Debe llamarse la atención sobre la época y las circunstancias en que fue pronunciado el discurso
en el Politeama. Se trataba de iniciar una gran colecta nacional para rescatar las provincias de Tacna y
Arica, entregadas por diez años a Chile, a raíz del Tratado de Ancón. Los escolares de Lima organizaron
una velada en el viejo Teatro Politeama. González Prada, emblema del revanchismo, fue invitado a hablar.
Redactó el discurso […] y lo hizo leer por un niño”. (p. 43). Todas las referencias y citas textuales de los
ensayos gonzález-pradianos provienen de GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha,
Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985.
5 Ibídem, p. 44.
sociales en las que se encontraba el Perú antes de la guerra. Encuentra que una de las
causas de la pérdida era la constitución misma de la sociedad peruana, “compuesta de
tres grandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores y los indiferentes por egoísmo,
imbecilidad o desengaño”6 .
Los indígenas no tenían ningún motivo para pelear por una guerra que no habían
provocado y de la cual se podían considerar como un factor ajeno; sin embargo, fueron
ellos quienes defendieron los territorios que los gobiernistas “angustiados” en París se
negaban a defender con sus propias manos. El problema de la mentalidad del indio –y por
extensión del peruano– es que, a pesar de que el presente era suyo y dependía de su
esfuerzo, anhelaba con todo su corazón un caudillo que lo guiara y al mismo tiempo
tiranizara, como un semidiós terrible:
Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a
la victoria; con los ejércitos de indios disciplinados y sin libertad, el Perú irá siempre a la
derrota. Si del indio hicimos un siervo, ¿qué patria defenderá? Como el siervo de la Edad
Media, sólo combatirá por el señor feudal7.
En este sentido, González Prada demuestra que las condiciones morales, políticas
y civiles del indio en el Perú de 1880 son peores que las encontradas en la Colonia, ya
que la constitución del Estado peruano ha hecho del indio un siervo del gamonal o
estanciero que reproduce en su figura la imagen del caudillo que todo lo consigue a partir
del poder que le confiere la fuerza. Así, no hay una idea de Estado ni patria, sino una
base estratificada en la cual el indio obedece al gamonal o estanciero que a su vez se
somete al gobernante. En el fondo del planteamiento gonzález-pradiano hay una pregunta
por la libertad del individuo y del indígena asociada al modo como la sociedad se
compone, que apuntan directamente al “espíritu de servidumbre” e “ignorancia” que
constituye el ser peruano. Hay una pregunta a la vez que una respuesta, porque su
planteamiento es moral y ético antes que político o ideológico.
Evidentemente, González Prada tiene en este discurso un marcado acento
positivista y cientificista, y es en este sentido donde inserta la problemática del indio.
Tratar de engranar al indio dentro del devenir de la nación fue una pregunta que pocos
intelectuales se hicieron a lo largo del siglo XIX. Recordemos que tanto Sarmiento como
Alberdi pretendieron repoblar el suelo argentino con lo más depurado de la raza humana,
6 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 46.
7 Ibídem, p.45.
es decir, con los blancos –y más específicamente con los blancos anglosajones–,
quienes, en teoría, habían alcanzado los picos más altos de civilización. Se trató, como
mencionábamos en capítulos anteriores, de una postura cientificista producto de una
interpretación parcializada y errónea de la historia. Pero Manuel González Prada conocía
de primera mano los planteamientos filosóficos y ontológicos del positivismo y comulgaba
con ellos. Él también veía en las consignas racionalistas del positivismo enmarcadas bajo
los conceptos de “progreso, orden y educación” los pilares de la redención ilustrada de los
pueblos. Así, plantea que la educación del indio será la única posibilidad de redimir su
espíritu hacia la virtud y la lealtad, y sólo mediante la educación se podrá fundar una
nación cohesionada con auténticos valores de libertad y progreso. Por eso, González
Prada al final del ensayo propende por un amor a la patria y un odio a Chile, y confía en
que los viejos vayan a la tumba y los jóvenes a la obra. Así, el papel de la educación del
indio aparece, en este discurso, como el eje fundamental por donde pasa la regeneración
de la patria:
No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja
de tierra situada entre el pacífico y los andes; la nación está conformada por las
muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera. Trescientos
años ha que el indio rastrea en las capas inferiores de la civilización, siendo un híbrido con
los vicios del bárbaro y sin las virtudes del europeo: enseñadle siquiera a leer y escribir, y
veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad de hombre. A vosotros,
maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía
embrutecedora del indio8.
8 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., pp. 45-46.
9 Ibídem, p. 104.
10 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 106.
11 Ibídem, p. 107.
12 Ibídem, p. 108.
13 NÚÑEZ TAYUPANTA, Lucie, “Manuel González Prada: La cuestión indígena a la luz del positivismo y del
modernismo”, en Acta Universitatis Carolinae. Philologica 1. Romanistica Pragensia (XX), 2015, p. 194.
14 Ibídem.
15 Ibídem.
16 Ibídem.
Nuestros indios
Dieciséis años después del “Discurso en el Politeama”, cuya esencia es que el
problema del indio es inherente al espíritu de servidumbre del ser peruano, esto es, la
inexistencia de la idea kantiana según la cual la constitución de una nación se da a partir
de las libertades individuales que permiten pensar, conocer y actuar por sí mismos, el
planteamiento explícito en “Nuestros indios” tendrá matices más pesimistas y
contradictorios. Recordemos que pocos meses después de fundar el partido político Unión
Nacional en el año 1891, González Prada se marcha para Europa junto a su mujer. Las
razones biográficas de esta repentina partida no son muy claras, pero hay dos motivos de
gran peso. El primero es que la familia no quería que su tercer hijo naciera en el Perú. Las
muertes prematuras de sus dos primeros hijos a los pocos meses de haber nacido habían
generado un ambiente de desconfianza y miedo frente a la pérdida del tercero que
ninguno de los esposos se sentía con valor de afrontar. Sin embargo, González Prada,
para la fecha, era un hombre público sumamente influyente, y era consciente de que la
lucha que había emprendido con sus escritos incendiarios había de ser revalidada en la
plaza pública con los que necesitaban su voz de aliento y fuerza. Él había comprendido
que la clase dirigente hacía mucho tiempo había perdido todo contacto con el pueblo, y
que nunca habría ningún tipo de cohesión social a menos de que el indio, esa gran parte
de la población, estuviera integrada a la vida de la nación y fuera educada. Pero, en este
sentido, parece inexplicable que González Prada haya decidido marcharse con su esposa
para París tan solo un mes después de la consolidación de su partido. La segunda
hipótesis de su repentina partida parece radicar en que González Prada deseaba nutrirse
de las ideas de filosofía política que había estado conociendo de segunda mano y que
provenían especialmente de Francia y España; ideas de un socialismo humanitario y un
liberalismo anticlerical que más tarde, en el año 1897 con el contacto con los notables
17 GÓMEZ GARCÍA, Juan Guillermo, Anarquismo en Manuel González Prada, Bogotá, Siglo del Hombre
Editores, 2009, p. 106.
18 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 342.
19 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 340.
20 Ibídem, p. 332.
21 Ibídem, p. 337.
22 NÚÑEZ TAYUPANTA, Lucie, “Manuel González Prada: La cuestión indígena a la luz del positivismo y del
nórdicos sobre los mediterráneos, o las sociedades protestantes sobre las católicas. En
este sentido, es importante señalar la crítica que González Prada hace a Gustave Le Bon,
quien no cree en las razas “antropológicas” y sí en las “históricas”24, lo cual es
considerado por el pensador peruano como la afirmación de un dogmatismo a ultranza.
Según González Prada, los postulados de Le Bon son un “cúmulo de divagaciones
sin fundamento científico”25, pues cree, por ejemplo, que los Estados Unidos deberían
conquistar los pueblos hispanoamericanos y evitarles la degeneración inherente a su
corrupción histórica, anunciando la muerte de las repúblicas. González Prada va
directamente contra la parcializada crítica sociológica que, sin rigor científico, decreta el
devenir histórico de los pueblos, en base al poder económico y a la capacidad de
explotación de recursos naturales, sin tener en cuenta las condiciones históricas y
filosóficas circunstanciales de cada uno. Para González Prada, el pensamiento
materialista de un Gumplowicz justifica que conquistadores y descendientes hayan
subyugado y explotado a los indígenas.
Sin embargo, para González Prada las chapuzas filosóficas de la sociología barata
son menos nocivas que la constitución social del Perú, esa base social que encuentra y
describe. Al detallar los tipos humanos del país, encuentra que la población se divide
prácticamente en dos tipos: los “encastados” o dominadores y los indígenas o dominados.
El producto de esta construcción social de opresión e injusticia ha sido que el encastado,
es decir, el indígena españolizado, ha resultado ser más opresor que los mismos
conquistadores. En el Perú existe una nefasta alianza entre el señor encastado de Lima y
el gamonal serrano, pues ambos han sabido “sacar el jugo a la carne humana”26. Pero no
solo los encastados se han convertido en el peor escollo para el progreso del indio. Los
“indiófilos” y “agrupaciones formadas para liberar a la raza irredenta no han pasado de
contrabandos políticos abrigados con bandera filantrópica”27 , y la representación política y
promulgación de “Mensajes, leyes, decretos, notas, obligaciones se reducen a jeremías
hipócritas, a palabras sin eco, a expedientes manoseados”28.
Ahora bien, para González Prada, el indio sufre igual o más en la República que
bajo la dominación española; su pensamiento, en plena coyuntura ideológica entre la
posibilidad de generar un país a base de educación y trabajo, y la necesidad de tomar los
24 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 334.
25 Ibídem, p. 335.
26 Ibídem, p. 336.
27 Ibídem, p. 338.
28 Ibídem, p. 337.
derechos por la fuerza, encuentra que la democracia peruana “se reduce a una gran
mentira, porque no merece llamarse república democrática a un estado en que dos o tres
millones de individuos viven fuera de la ley”29. Mientras en la costa (en Lima) se violan
todos los derechos, en la sierra se vive un régimen feudal de gamonales y hacendados.
Ante la desidia del indio frente a la injuriante situación, explica: “el indio recibió lo que le
dieron: fanatismo y aguardiente”30 . Así, la respuesta por la efectividad de la democracia y
la civilización será tajante. Las sociedades más civilizadas no son aquellas que producen
más obras de arte, más monumentos, industrias, barcos o submarinos atómicos, sino
aquellas que han pasado de practicar el bien por obligación a hacerlo por costumbre, por
hábito. La trasposición de valores materiales sobre los morales y éticos hará parte del
imaginario continental a finales del siglo XIX. Esta idea también subyace, por ejemplo, en
Rubén Darío (1867-1916) con “El triunfo de Calibán” (1898), donde, tal y como explica
Teodosio Fernández31, el poeta identifica los valores de la inhumanidad con el capitalismo
estadounidense que impuso valores utilitaristas a través de la violencia, la fuerza y la
injusticia por sobre los valores morales y espirituales.
El indigenismo gonzález-pradiano demuestra la degradación moral del indio
americano que debe luchar contra la negación política, la brutalidad heredada, la
ignorancia y el mal reparto de la riqueza y la tierra. “¿De quién es la culpa?”32, se
pregunta. No solo de la ignorancia, aunque parte de su abatimiento está en ella: “La
instrucción puede mantener al hombre en la bajeza y servidumbre: instruidos fueron los
eunucos y gramáticos de Bizancio. Ocupar en la tierra el puesto que le corresponde en
vez de aceptar el que le designan: pedir y tomar su bocado; reclamar su techo y pedazo
de terruño, es el derecho de todo ser racional”33.
Con Manuel González Prada asistimos a la consolidación del pensamiento
indigenista militante en Hispanoamérica. Su propuesta escrituraria traspasa las fronteras
de la creación ensayística y consolida la tradición de la escritura de ideas añadiendo a
esta su particular visión del mundo; un mundo en el que confluyen la escritura como
creación y ejercicio vital del pensamiento, un anhelo reformista y civilizatorio, en su
29 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 339.
30 Ibídem, p. 340.
31 FERNADEZ, Teodosio, “España y la cultura hispanoamericana tras el 98”, en: LOURDES MOYANO (ed.),
Fuera del olvido: los escritores hispanoamericanos frente a 1898, Santander, Universidad de Cantabria, p.
19.
32 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 341.
33 Ibídem, p. 342. .
Conclusiones
He tratado de mostrar cómo el indigenismo de Manuel González Prada pasó por
tres fases, vale decir, el idealismo poético asociado a un humanismo socialista, el
positivismo anclado en las ideas del progreso universal y el anarquismo que buscaba
mediante la violencia (vista como un mal necesario pero menor) los derechos negados
históricamente a los indios. La primera etapa de su creación poética en la que aparecía el
indio como símbolo perdido y nostálgico, dio paso a una necesidad vital de denuncia y
militancia en la cual la creación de un universo ácrata estuviera al alcance de la mano: la
idea de que el orgullo, la fuerza y la violencia legitimarán al desheredado, alcanzando la
libertad y determinación de vivir sin gobierno, estado ni religión. González Prada fue un
utopista, un soñador. Pero su idealismo no fue romántico, sino ácrata. En sus bases
ideales-anarquistas está la pregunta por la libertad del individuo y del indígena asociada
al modo como la sociedad se compone, pero su planteamiento es moral y ético antes que
político o ideológico.
Por último, cabe resaltar que Manuel González Prada también veía en las
consignas racionalistas del positivismo enmarcadas bajo los conceptos de “progreso,
orden y educación” los pilares de la redención ilustrada de los pueblos. Para él, la
educación del indio sería la única posibilidad de redimir su espíritu hacia la virtud y la
lealtad, y sólo mediante la educación se podría fundar una nación cohesionada con
34 GONZÁLEZ PRADA, Manuel, Páginas libres. Horas de lucha, op. cit., p. 343.