El Niño y La Filosofía
El Niño y La Filosofía
El Niño y La Filosofía
La búsqueda de la autonomía y el desarrollo del pensamiento crítico en los niños ha sido motivo
de múltiples discursos, tanto de política, como pedagógicos y de la vida cotidiana escolar, sin
embargo, pocas veces se reflexiona y se concreta en la práctica. En la relación educativa que se
establece el maestro con sus alumnos parece que existe una clausura permanente de la acción y
pensar del niño, el maestro impone las reglas, el diálogo y el reconocimiento mutuo está ausente.
Pablo Flores del Rosario (2002) se pregunta “Entonces ¿dónde está el niño?, ¿quién es el niño?,
¿qué es ser niño?, ¿qué es la niñez? Primera respuesta: el niño, la niñez, no son ni están en ellos
modelos de niñez de la razón adulta. Y, sin embargo, la escuela y los elementos con que funciona,
como son los libros de texto, los planes y programas, los exámenes, la disposición de los salones y
de cada salón según el grado, la metodología didáctica según sea la corriente pedagógica del
momento, la misma intención de la formación de los profesores, está articulada con un modelo de
niñez, que no dice nada del niño”. Reflexionar sobre el niño, implica necesariamente no pensarlo
como “un adulto en miniatura”. Requiere de pensarlo en su propia naturaleza, en sus propios
deseos e intereses, en sus posibilidades y capacidades. Si bien es cierto que la psicología y las
teorías pedagógicas han abordado demasiado sobre sus necesidades e intereses, lo cierto es que
la filosofía ofrece otras posibilidades, entre ellas, el dejar de saber sobre el niño para preguntarnos
sobre él. Lipman (2005) ofrece una visión de los niños en cierto sentido más favorable que la
dominante: ellos no sólo son curiosos y lúdicos, sino que también son racionales y capaces de
involucrase en diálogos filosóficos. Lipman (2005) concibe la práctica como el desarrollo de
algunas habilidades de razonamiento, a partir de esas cuestiones esenciales al ser humano –como
verdad, amistad y belleza—que constituyen los temas perennes de la filosofía a través de la
historia. Las habilidades desarrolladas están de acuerdo con el desarrollo cognoscitivo del niño. El
contacto con las novelas y los manuales ponen a los niños y maestros en diálogo con las
propuestas de los filósofos de la historia. Ese contacto con la historia aparece sin nombres: no se
busca el aprendizaje de teorías o doctrinas sino simplemente enriquecer la reflexión y el diálogo
con los niños en los asuntos que los inquietan. Si pensamos en estos planteamientos, toma fuerza
la idea de incorporar la práctica de la filosofía en los planes y programas de estudio de educación
básica. La generación de nuevos ambientes de aprendizaje y diálogo en las escuelas, como una vía
para el desarrollo del pensamiento y razonamiento, cobra sentido en las bondades que ofrece la
filosofía. La filosofía en niños permite que se fortalezcan sus habilidades cognitivas de
investigación, de razonamiento, de organización de la información y de diálogo. El
cuestionamiento a la realidad que viven cotidianamente, a lo que el currículum oficial le presenta
como verdades absolutas, son acciones que los niños pueden hacer desde un razonamiento lógico
racional. Gareth B. Matthews (2014) en su libro “El niño y la filosofía” afirma que los niños
abordan de manera completamente natural los principales problemas filosóficos y que lo hacen
con claridad y orden. Así, a través de una serie de ejemplos –tan intrigantes como
enternecedores—prueba que la capacidad de abstracción forma parte de la mente infantil.
Además invita, a quienes aman a los niños a estimular su fantasía y pensamiento filosófico
mediante una literatura acorde con su intelecto y sensibilidad. Y reafirma, a menudo los niños se
preguntan cómo podemos estar seguros que no todo lo que vivimos es un sueño. Más que una
curiosidad pueril, esta interrogante demuestra la perplejidad y la admiración ante las cosas más
comunes de la vida que --según Bertrand Russell—son propias de un pensamiento depuradamente
filosófico. Al mismo tiempo, tales meditaciones reflejan un razonamiento tan agudo como el del
propio Descartes, quien, ante la falta de “indicios concluyentes con los que se pueda distinguir la
vigilia del sueño”, demostró un asombro tal, que casi no podía convencerse de que estaba
despierto. La filosofía en los niños, entonces, es abrir la posibilidad de que puedan establecer
nuevos caminos para desarrollar su pensamiento hacia la crítica y la creatividad, pero de manera
más particular y visionaria, ofrecer espacios de filosofía a los niños se considera una forma ideal de
prepararlos para vivir en una sociedad democrática más justa. [email protected]
http://www.milenio.com/opinion/alfonso-torres-hernandez/apuntes-pedagogicos/el-nino-y-la-
filosofia