Formas de Abordaje de Los Estados de Vacío en La Clínica
Formas de Abordaje de Los Estados de Vacío en La Clínica
Formas de Abordaje de Los Estados de Vacío en La Clínica
20, Nº 1, 2016
Pág. 165-188, ISSN impreso: 1666-244X, ISSN electrónico: 1852-7310
Resumen
Este trabajo forma parte de la tesis en curso acerca de los alcances psicopatológicos
de la noción teórica de estados de vacío en la obra de O. Kernberg, D. Winnicott. P.
Marty, A. Green, D. Maldavsky y M. Recalcati.
Se verá primero cómo es conceptualizado el estado de vacío por cada uno de los
autores seleccionados. Luego se describirá cómo es relacionado este estado con al-
gunos cuadros psicopatológicos. Se puntualizará cómo los autores piensan que debe
ser abordada esta problemática en el trabajo clínico y finalmente se hará mención al
cambio clínico que estos psicoanalistas piensan que se puede esperar en estos casos.
Abstract
This paper is part of an ongoing thesis on the theoretical range of the psychopathological
notion of void states in the work of O. Kernberg, D. Winnicott. P. Marty, A. Green, D.
Maldavsky and M. Recalcati.
Firstly, the concept of void state for each of the selected authors is considered. Then,
the description of relations between this state and some psychopathological frames
is undertaken. The way in which the authors believe that these problems must be
addressed in clinical work is next considered, and finally expectations of clinical
change according to these psychoanalysts will be examined.
1
Licenciada en Psicología (UBA). Egresada de la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados.
Ex Docente en la UBA, Doctoranda (UCES). Directora de Encuentro Clínico, Centro de Psicoterapia.
Dirección: Santa Fe 3192, 2º Piso “A”. E-mail: [email protected]
Introducción
Los autores que integran esta muestra han sido elegidos en virtud de sus desarrollos
acerca de cuadros psicopatológicos en los que es posible detectar la presencia de esto
que acá se denomina “estados de vacío” y que ellos nombran de diferentes maneras.
Cada uno de estos nombres alude a un vacío en particular: de sentimientos, voluntad,
pasión, ideas, ganas de vivir. No son los únicos psicoanalistas que se ocupan de este
tema, simplemente cada uno de ellos pone en consideración diferentes ángulos de
abordaje de esta cuestión .La exposición de sus ideas es una demostración de la rique-
za que resulta del análisis de diferentes posiciones en el campo del psicoanálisis. Se
tratará de exponer cómo se acercan estos terapeutas a las personas que padecen estos
trastornos y cómo intentan desarrollar tratamientos que puedan contribuir a que estos
pacientes puedan sentir, pensar, actuar, vivir de una manera más sana.
Otto Kernberg
Los sentimientos de vacío
Desde los años 70 hasta la actualidad, Kernberg, al estudiar las características de
pacientes de cierta gravedad, se detiene en una problemática común entre ellos, los
sentimientos de vacío. Este trastorno está claramente expuesto en su obra “Desórde-
nes fronterizos y narcisismo patológico” de 1975.
Otros sujetos que también están atravesados por el vacío no lo experimentan como
tal, dice Kernberg, sino que tratan de escapar de esa dolorosa experiencia subjetiva
desarrollando una intensa actividad social, de carácter adictivo, acompañada o no
con ingesta de drogas, alcohol, actividades o comida. En esos casos lo directamente
observable es la conducta de huida del vacío.
Esta vivencia, dice Kernberg, es una pérdida, que puede ser permanente, de la relación
del sujeto con su mundo de objetos internos. Puede tener diferente gravedad, según se
trate de personalidades depresivas o de personas con severos trastornos de identidad,
en las cuales predominan los mecanismos de disociación y escisión.
Esta vivencia tiene semejanza con la de soledad pero se diferencia de esta porque el
sujeto que se siente solo tiene anhelo de presencia y amor del otro.
Abordaje terapéutico
Kernberg advirtió que, en la práctica analítica, hay que estar muy atento a la emergen-
cia de sentimientos de futilidad o de falta de significado no solo en el paciente sino
también en el analista. En sus investigaciones clínicas llegó a la conclusión de que la
mejor terapia para estos pacientes es la combinación de técnicas de expresión y de
apoyo, haciendo énfasis en la psicoterapia de expresión. Este psicoanalista rechaza la
propuesta de reemplazar al psicoanálisis por terapia de apoyo. Las técnicas de apoyo
eliminan la neutralidad técnica e imposibilitan la interpretación de la transferencia.
3) Esta relación objetal particular se tiene que integrar con otras. El objetivo es que el
self del paciente y su concepción interna de los objetos pueda integrarse.
Habrá que estar muy atentos a no permitir que el paciente gratifique en la transferen-
cia necesidades patológicas que no puede satisfacer afuera, así como a no inclinar la
balanza solo a los afectos primitivos o a la debilidad del yo. “Debería darse simul-
tánea atención al aquí y ahora y a las relaciones objetales internalizadas primitivas
subyacentes pasadas que se activan en la transferencia de modo que lo que esté en la
superficie y en lo más profundo se integren en experiencias emocionales de compleji-
dad siempre en aumento” (Kernberg, 1984).
Kernberg dice que muchos pacientes límite no hacen cambios importantes a pesar de
años de análisis con profesionales experimentados. Una de las causas más importantes
es la reacción terapéutica negativa, aunque no siempre los períodos de estancamiento
son debidos a ella. Hay que tener muy en cuenta el peligro del acting out masoquista
grave y la identificación con una formación sádica del superyó. El analista debe ser
muy activo en combatir el acting autoagresivo. Debe recordar al paciente la falta de
progreso y recordarse y recordarle al paciente, cuando sea necesario, las metas que el
análisis se propone.
Cambio clínico
En este tipo de cuadros el yo y el superyó no están integrados y las funciones yoicas
están atravesadas por impulsos primitivos. Prevalecen la escisión, la proyección, la
identificación proyectiva, la negación, la omnipotencia y la idealización.
“Las etapas iniciales de humanización del paciente pueden tomar forma de caos,
depresión y sufrimiento” (Kernberg, 1984). El gran problema en estos casos es la
falta de integración de las representaciones buenas y malas de sí mismo y de los
objetos. El terapeuta, para lograr cambios, deberá confiar en el potencial de amor
del paciente.
curso del tratamiento, pudo aceptar el proceso natural de vejez en el momento en que
reconoció el temor que sentía ante su propia envidia a las mujeres jóvenes.
D. Winnicott
Caracterización del vacío en Winnicott
Sentimiento de irrealidad. El vacío de ser
Lo observable clínicamente en estos casos es muy variado: puede tratarse de una in-
capacidad profunda para estar solo, o experimentar angustias muy intensas, no poder
ser creativo, no tener interés en nada ,no emocionarse en circunstancias en las que
una persona sana lo haría , sentir en síntesis la futilidad de la vida. El paciente pide
ayuda porque se siente irreal o fútil .Esto es tematizado por Winnicott como angustia
inconcebible, miedo al derrumbe, sensación de irrealidad, sentimiento de nada, re-
tracción, etc. El eje, según el pensamiento del gran psicoanalista inglés, está puesto
en el vacío de ser, concepto que oscila entre un status teórico, uno psicopatológico y
uno ontológico. Por eso dice que la salud tiene que ver no solo con “sentirse real” sino
con “ser real”.
Para explicar el origen de estas vivencias, Winnicott afirma que los seres que han sido
dejados caer en su primera infancia llevan consigo la experiencia de una angustia im-
pensable o arcaica “Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen
la agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué significa
la caída perpetua, o escindirse en la desunión psicosomática” (Winnicott, 1969).
Estos niños son seres inmaduros que están constantemente al borde de una angustia
inconcebible. Las formas de manifestación de esta angustia inconcebible son: frag-
mentarse, caer interminablemente, no tener ninguna relación con el cuerpo, no tener
ninguna orientación, miedo a derrumbarse.
El objetivo del desarrollo es llegar a ser uno mismo. Si esto no se logra, estamos en el
campo de la escisión. “Cuando vivimos creativamente, usted y yo descubrimos que todo
lo que hacemos refuerza el sentimiento de que estamos vivos, de que somos nosotros
mismos” (Winnicott, 1970). En la fase depresiva de un estado esquizoide, continua di-
ciendo Winnicott, se accede a una sensación opuesta. El sujeto siente que, por ejemplo,
frente a un bello día debería sentir que está frente a un hermoso espectáculo, pero no
puede hacerlo. No siente nada que no sea una aguda sensación de que no es real.
muchas cosas, pero que en el fondo era la misma, él le interpreta que si no le sucedía
nada ante lo cual pudiera reaccionar, ella llegaba al centro de sí misma, donde sabía
que no había nada. Esa nada era su hambre tremenda” Winnicott, 1959). “La esencia
de la interpretación era que existía un self disociado que era nada, era un hueco, un
vacío; y cuando revivía este vacío ella no era otra cosa que un hambre gigantesca”
(Winnicott, 1959). Así, dice Winnicott, habían logrado enunciar su verdadero self.
Cuadros psicopatológicos
Winnicott tiene una concepción psicopatológica en la que las clasificaciones no son
esenciales. “Probablemente la contribución más importante del psicoanálisis a la
psiquiatría y a la clasificación psiquiátrica ha sido la destrucción de la antigua idea
de las entidades patológicas” (La clasificación (1959–1964)).
Salud es tener madurez, sentirse real, gozar de integración, ser creativo, desarrollar
la asociación psicosomática, mantener una buena relación con los otros y también
El self verdadero es “...el potencial heredado que experimenta una continuidad del
ser y adquiere a su propio modo y a su propia velocidad una realidad psíquica y un
esquema corporal personales” (Winnicott, 1960). Este self requiere de un grado de
aislamiento que, cuando es amenazado, genera una gran angustia. Depende en parte
de la función exitosa de la madre que se vean impedidas las intrusiones al self verda-
dero. De lo contrario el individuo tiene que constituir defensas. Si a pesar de las defen-
sas, las intrusiones afectan al núcleo del self, sobreviene la angustia psicótica. Cuando
el individuo es sano, puede volverse invulnerable. La mejor defensa para proteger al
self verdadero es el establecimiento de un falso self, que impide que las satisfaccio-
nes instintivas y las relaciones objetales amenacen el seguir siendo del individuo. La
principal amenaza es la aniquilación .Si todo funciona bien se garantiza la continuidad
del ser. Si no funciona bien, sobreviene el reaccionar. “...el reaccionar interrumpe el
ser y aniquila .Ser y aniquilación son las dos alternativas. Por lo tanto, la función
principal del ambiente sostenedor es la reducción a un mínimo de las intrusiones a
las que el infante debe reaccionar, con la consiguiente aniquilación del ser personal”
(Winnicott, 1960).
En un proceso de desarrollo sano, el sujeto establece una división del self entre un self
socializado y uno íntimo. “...en la salud esta división del self es un logro de la madu-
ración personal; en la enfermedad es un cisma de la mente...” (Winnicott, 1964). El
self falso se erige sobre una base de sumisión y tiene una función defensiva que es la
protección del self verdadero.
Solo el self verdadero puede sentirse como real, pero el self verdadero nunca debe
ser sometido por la realidad externa. Cuando el self falso es tratado como real, surge
en el individuo una sensación creciente de futilidad y desesperación. Naturalmente,
en la vida individual se producen todos los grados de este estado de cosas, de modo
que, por lo común el self verdadero está protegido pero tiene alguna vida, y el self
falso es la actitud social. En la anormalidad extrema, es muy fácil que el self falso sea
tomado por el real, de modo que el real sufre una amenaza de aniquilación; el suicidio
puede ser entonces una reafirmación del self verdadero. Si tuviéramos que situar este
sentimiento de irrealidad en algunos tipos psicopatológicos específicos, Winnicott los
ubicaría en el campo de los cuadros fronterizos, la enfermedad psicosomática, la es-
quizoide, la psicopatía y las depresiones.
Abordaje psicoterapéutico
El tratamiento de estos pacientes exige mucha experiencia. Un peligro siempre latente
es el de la futilidad en la clínica. Son los casos en que analista y paciente entran en
connivencia, en una complicidad que se basa en el desconocimiento, por parte del
analista, de la base psicótica de este tipo de casos No hay final posible si lo temido no
es experienciado. La cura se produce, dice Winnicott, gracias a un productivo encuen-
tro entre la confiabilidad (del analista) y la dependencia (del paciente).
Cuando se dan alguna de estas condiciones: intenso miedo a la locura, un self falso
que se ha vuelto exitoso (en cuyo caso hay que destruir ese éxito), tendencia antiso-
cial, carencia de vida cultural, desvinculación entre realidad psíquica interior y rea-
lidad externa y cuando domina la escena una figura parental enferma, Winnicott dice
que tiene que trabajar de psicoanalista, más que hacer psicoanálisis estándar. Si no se
puede aplicar el psicoanálisis puro, “...me convierto en un psicoanalista que satisface
o trata de satisfacer las necesidades de ese caso especial. (Los fines).De todos modos,
dice Winnicott, el objetivo es abordar los casos fronterizos sin desviarse de la técnica
psicoanalítica. La tarea del analista sigue siendo verbalizar la conciencia naciente en
términos de transferencia y cuando la cumple, está haciendo psicoanálisis; en caso
contrario, se trata de analistas que desarrollan alguna otra cosa que consideramos
apropiada para la ocasión.
Cambio clínico
Un tema central para pensar en la producción de cambio clínico es el uso de la regre-
sión en análisis y su diferencia con el estado de retraimiento. Para ello es necesario
recalcar que Winnicott piensa que en ocasiones, en pacientes con graves privaciones
en la infancia, el marco analítico es más importante a veces que las interpretaciones.
Según su concepción terapéutica, si el analista puede estar al tanto de la regresión pro-
ducida en el transcurso del análisis, podrá atenderla inmediatamente .Será producto de
la habilidad del analista que el estado de retracción pueda transformarse en regresión,
la cual podrá permitir que se hagan las correcciones necesarias “El peligro no radica
en la regresión sino en el hecho de que el analista no esté preparado para atender
dicha regresión y la dependencia concomitante” (Winnicott, 1989).
Se produce un verdadero cambio desde el self falso al self verdadero del paciente.
“Por primera vez en la vida del paciente hay ahora una oportunidad para el de-
sarrollo del yo, para su integración partiendo de los núcleos del yo...” (Winnicott,
1955–56).
André Green
Caracterización del vacío
Desinvestidura radical. Estados anímicos en blanco
André Green es uno de los psicoanalistas que mejor describió el estado que nos ocupa
y que relaciona con la depresión primaria. “Por depresión no entiendo lo que se suele
describir con ese término sino, más bien, una desinvestidura radical que engendra
estados anímicos en blanco sin componentes afectivos, sin dolor, sin sufrimiento”
(Green, 1972 a 1986).
Los rasgos clínicos propios de la depresión primaria son: dificultad para la repre-
sentación mental, mala concentración, imposibilidad de pensar. Estos rasgos fueron
conceptualizados por Green y Donnet como psicosis blanca).
Esta depresión primaria, según el mencionado autor, puede orientarse hacia una rein-
vestidura de la realidad (especialmente agresiva) o hacia un sentimiento de no existen-
cia, de futilidad. Lo observable como estado de vacío se presenta como: no tener nada
en la cabeza, no poder pensar, no poder recordar, no poder imaginar.
En otro texto, El trabajo de lo negativo, Green asegura que son casos en los que el
yo, para no romperse, se deforma y llega a dividirse. “La idea de la escisión y de la
desmentida está muy presente” (Green, 1993).
En las estructuras psíquicas fronterizas, dice Green, hay una marcada falta de inte-
gración que transmite al observador una sensación de frialdad, de falta de vitalidad,
como si ese individuo fuera una isla de yoes separados que no llegan a formar un ser
individual. El espacio que rodea a estas islas es vacío. ”Futilidad, falta de percatación
de presencia, contacto limitado, son otras tantas expresiones de la misma vaciedad
básica que caracteriza la experiencia de la persona fronteriza” (Green, 1972 a 1986).
Como resultado de esta vaciedad, estos pacientes están siempre amenazados por el
abismo, el vacío en el que se pierden los pensamientos, dice Green.
Abordaje terapéutico
Green concuerda con Winnicott en que cuando tiene que hacer una variación en el
procedimiento psicoanalítico, esta no pasa por declamar indicaciones psicoterapéuti-
cas No se inclina hacia la terapia de apoyo ni tampoco intenta salir de la neutralidad
.Dice que no cree que la bondad del analista sea un recurso que permita superar la
prueba. Propone entonces “una atención sostenida, el interés por el paciente, el cui-
dado por sostenerse con firmeza ante las pruebas, la actitud interpretativa matizada
y, por sobre todo, la disponibilidad sin fallas por parte del analista...” (Green, 2003).
El analista deberá tener flexibilidad para hacer algunas variaciones que permitan que
el proceso terapéutico se deslice con más probabilidades de buenos resultados, por
ejemplo, “...no deberá dejar que el silencio se instale en forma demasiado angustio-
sa” (Green, 2003). Del mismo modo deberá ser prudente en las interpretaciones del
inconsciente, expuestas de forma progresiva y en tono de comentario.
Hay que tener en cuenta que en este tipo de pacientes el miedo al abandono es muy
grande y la novedad de ser escuchado puede hacer que el sujeto tenga miedo de pro-
gresar si eso pudiera implicar la finalización de su vínculo con el analista. Esto hace,
dice Green que el paciente tenga miedo de ser abandonado por el analista tanto si no
progresa como si efectivamente mejora. Por eso mantiene algunos síntomas que le
permiten imaginar que así retendrá la presencia de su analista.
Cambio clínico
Green señala que es muy difícil que los representantes de diferentes corrientes psi-
coanalíticas se pongan de acuerdo en relación a las características y el objetivo del
proceso psicoanalítico. Su propia visión es que lo que se persigue es la transformación
incesante de la relación entre lo intrapsíquico y lo intersubjetivo, desde dos perspecti-
vas: la transferencia sobre la palabra y sobre el objeto.
“Si de tanto en tanto el analista quiere saber en qué punto está o, mejor dicho, en
qué punto está el paciente con él, no tiene nada mejor que preguntarse qué piensa él
mismo de la calidad del trabajo realizado en sesión. Mucho más que de progresos en
orden externo o de no sé qué evaluación de las conductas o la vida del analizante, el
mejor criterio sigue siendo la fecundidad potencial de la sesión. En otros términos, lo
que nosotros llamamos generatividad del proceso durante la sesión” (Green, 2003).
Marty
Pensamiento operatorio. Vida mental vacía–Falta de dinámica mental
Marty, junto con De M’Uzan, desarrolló el concepto de pensamiento operatorio
como típico de los pacientes psicosomáticos. Se trata de un pensamiento consciente
y que no tiene ligazón con movimientos fantasmáticos (por eso la relación que des-
pliega el sujeto con los otros se denomina relación blanca). Se refiere a cosas y no a
conceptos abstractos ni a expresiones imaginativas ni simbólicas. Es entonces, dice
Marty, la evidencia de un proceso de investidura arcaico. La vida mental aparece
como vacía. Lo que importa en este tipo de pacientes son los comportamientos, no
los pensamientos, que son pobres, repetitivos y ligados a lo fáctico. Durante la vida
operatoria, dice Marty, las conductas no tienen fantasmas subyacentes representa-
dos o representables. El vínculo preconsciente está roto. Este tipo de paciente “...a
veces acostumbrado a las consultas médicas a causa de diversas desorganizaciones
somáticas más o menos antiguas, se conduce automáticamente, sin insight, pre-
sentando la actualidad de su sintomatología inmediata y no teniendo en cuenta el
estado depresivo en el que se encuentra ni el conjunto de su individualidad y del
contexto vivido” (Marty, 1980).
Además del pensamiento operatorio, otros dos conceptos importantes, relacionados con
esta vida mental vacía, son la depresión esencial y la desorganización progresiva. Se
trata de estados de fragilidad e inestabilidad. La depresión esencial es una depresión sin
objeto, dice Marty, sin autorreproches, con desvalorización y narcisismo herido que se
vuelcan al área somática. Se caracteriza por la caída del tono vital. Marty piensa que el
diagnóstico de depresión esencial se realiza fundamentalmente a partir de lo que falta.
“Lo más importante del funcionamiento psíquico ha desaparecido” (Marty, 1980).
Cuadros psicopatológicos
El tema central en la obra de Marty tiene que ver con los cuadros psicosomáticos,
caracterizados, como dijimos más arriba, por pensamiento operatorio, depresión esen-
cial y desorganización progresiva.
Marty apela al concepto de mentalización, que le permite sostener que existe un con-
junto constituido:
b) Por neurosis mal mentalizadas, con un menor grado de pobreza que las anteriores.
En estos casos se han producido fallas en la constitución del preconsciente. Es funda-
mental que existan insuficiencias cuantitativas y cualitativas de las representaciones
psíquicas, y de sus connotaciones afectivas, insuficiencias que se deben a deficiencias
de las funciones sensomotrices del niño o de su mamá o a excesos o carencias de los
acompañamientos afectivos de la madre. “Cuanto menos rico en representaciones sea
el Prec. de un individuo y cuanto menos rico sea en las relaciones y permanencia de
las representaciones existentes, más correrá el riesgo la patología eventual de situar-
se en el plano somático. En este sentido, calificamos al Prcc como punto central de la
economía psicosomática” (Marty, 1990).
Abordaje terapéutico
Las psicoterapias psicosomáticas tienen como objetivo que se restablezca el mejor
funcionamiento posible del psiquismo. Es absolutamente imprescindible la flexibili-
dad por parte de los terapeutas. Las psicoterapias tienen generalmente un ritmo de una
sesión semanal. Marty aconseja no excederse en el ritmo porque la ansiedad de intru-
sión de estos pacientes es elevada. La indicación de psicoanálisis clásico es limitada.
La psicoterapia debe estar alerta a la economía y dinámica del paciente. “Consiste en
una atención sostenida, sin provocación pero sin abandono, y en un registro frecuen-
te, por parte del terapeuta, de las fuentes de excitación, de los sistemas de protección
frente a estas, de las regresiones que utiliza o de los efectos desorganizadores que
padece, y de la evolución, en fin, de estos fenómenos y de sus interrelaciones durante
todo el curso de la psicoterapia” (Marty, 1990). El terapeuta debe estar atento perma-
nentemente a lo que ocurre con los conflictos del paciente, sus comportamientos, su
funcionamiento mental y su estado somático.
Cambio clínico
Se evidencia, por un lado, en el cambio de forma de los conflictos y en la posibilidad
de que no vuelvan a hacer una derivación somática. También en la ligazón de los com-
portamientos con la vida mental del paciente. Dice Marty que las variaciones cuantita-
tivas y cualitativas de los comportamientos son puntos de referencia importante sobre
el progreso del tratamiento.
Maldavsky
Concepto de vacío en Maldavsky
Apatía–Supervivencia anímica no subjetiva–Dolor sin sujeto
Cuando habla de la constelación anímica centrada en la apatía, Maldavsky dice que
hay características comunes a este tipo de pacientes, que pueden ser estudiadas a partir
de: a) el modo de percibir b) el tipo de discurso c) las defensas dominantes y d) las
fijaciones yoicas y pulsionales.
a) Percepción: oscilación entre gran dependencia del estímulo externo y falta de cuali-
ficación diferencial de la materia sensible (esta última se ordena en forma de ritmos.)
La percepción solo mantiene un vínculo de apego, sin cualificación. Se complementan
apego y desconexión (la atención está dirigida a los ritmos intracorporales ajenos.
Si corre peligro el apego aparece vértigo, si corre peligro la desconexión aparece la
realidad como golpes. Que no se pueda constituir la conciencia originaria relacionada
con el universo sensorial deja a lo anímico en estado de empobrecimiento por falta de
representaciones que expresen su subjetividad.
Discurso catártico: El paciente pretende expulsar el problema y las opiniones del in-
terlocutor, así como del fragmento anímico que pueda encarar al sujeto del problema.
Discurso especulador: El paciente hace cuentas, con un valor autohipnótico, para con-
servar un estado de somnolencia.
En estos pacientes “la conciencia es sustituida por un sopor o una apatía duraderos”
(donde hay una) “oscilación entre la subjetivación y la claudicación de la concien-
cia originaria”, Maldavsky (1998). Lo anímico muestra signos de empobrecimiento,
dado que estos sujetos carecen de representaciones que expresen su subjetividad y
sobreinvisten el mundo sensorial al que se amoldan.
c) Mecanismos de defensa
Los pacientes sienten que dependen de un déspota psicótico (al que le han proyectado
su odio hacia la realidad) que los quiere hacer desaparecer. Para defenderse, se adhieren
Cuadros psicopatológicos
Estos estados tienen que ver con patologías tóxicas (adicciones, trastornos psicoso-
máticos, epilepsias) y traumáticas .Incluyen también a ciertos rasgos patológicos de
carácter, específicamente el carácter abúlico, que se caracteriza por la presencia de un
núcleo letárgico y desvitalizado Lo que predomina en estos cuadros, dice Maldavsky,
es una tendencia anímica disolvente, deconstituyente de la tensión vital, de la cual
deviene un estado económico inerte. Hay pacientes, dice Maldavsky, con un núcleo
autista en su desarrollo (psicosomáticos, adictos, traumatofílicos, borderline) e inclu-
so patologías alexitímicas. “...en las patologías que estamos considerando en lugar
de un matiz afectivo cualquiera predomina el estado de sopor” (Maldavsky, 1994).
Al hablar del núcleo autista en los pacientes límite, Maldavsky dice que son pacien-
tes en los que coexisten manifestaciones neuróticas psicóticas, caracteropáticas, per-
versas y los identifica con borderlines, “personalidades como si”, fronterizos, casos
límite, etc. “A su carácter de limítrofes entre diversas estructuras, e inclusive entre
lo analizable y lo inanalizable, cabe agregar otro matiz: limítrofe para la teoría que
hasta el presente ha asediado tal problema clínico, y se ha detenido sobre todo en el
reconocimiento de ciertos rasgos de su presentación, y no tanto de su constelación
estructural”. (Maldavsky, 1994).
Abordaje terapéutico
Maldavsky piensa que la meta hacia la que tiende el terapeuta es hacia el cambio en
las defensas del paciente .Es diferente trabajar con personas en las que se necesita
levantar represiones a trabajar con pacientes en los que la defensa dominante es la des-
estimación del afecto y la proyección de un déspota psicótico. La estrategia consiste
en un cambio de la desestimación del afecto y de la desestimación psicótica proyecta-
da y eso hace que se deba interpretar en ocasiones un delirio inconsciente.
Estos pacientes necesitan una analista de formación refinada, dice Maldavsky, y con
conocimiento de psicosis. “Tiendo a suponer que tales pacientes revisten mayor gra-
vedad clínica que los psicóticos, en el sentido de que estos últimos ante un trauma
pueden ofrendar a la pulsión de muerte un fragmento de su universo simbólico, mien-
tras que los que consideramos en este libro solo pueden entregarle pedazos de su
cuerpo, de importancia más o menos vital. De tal modo, pueden llegar a morir no solo
sin lucha sino también sin protesta, en estado de desconexión gozosa” (Maldavsky,
1994).
Cambio clínico
Dice Maldavsky que hay momentos en que el paciente recupera su vitalidad, se des-
pierta, recupera un mundo de percepciones y afectos. Y en que esos afectos no son
arrolladores sino que giran en torno a la ternura. Son momentos también en que las
palabras adquieren dimensión simbólica. Producir esos cambios es el objetivo del
tratamiento analítico en estos pacientes.
Las señales de progreso en el tratamiento tendrán que ver con la subjetivación del
paciente y su lenta salida de la inercia y el dejarse morir.
Recalcati
El concepto de vacío en Recalcati
Clínica del vacío–Inconsistencia radical del sujeto–Sentimiento de inexistencia
El vacío, dice Recalcati, es como un eclipse, como un sentimiento de inexistencia, de
irrealidad. “...la experiencia de vacío es vivenciada como una experiencia de anti–de-
seo absoluto” (Recalcati, 2003). Al considerar la anorexia y la bulimia, este psicoa-
nalista dice que el rasgo distintivo de estos cuadros es la pasión por el vacío, que es
un vacío ontológico “...que se refiere al corazón mismo del sujeto” (Recalcati, 1997).
Es un vacío, continúa Recalcati, que es el punto más íntimo de un sujeto y también
la extrañeza más radical. Y es defendido por el sujeto desesperadamente porque si
desapareciera desaparecería el sujeto mismo.
Recalcati señala que una clínica del vacío no define una nueva estructura sino un
aspecto crucial del psicoanálisis contemporáneo, que se encuentra ante situaciones
que no se pueden abordar con las estrategias propias de lo sabido sobre neurosis y
psicosis. Con lo que se encuentra la clínica es con una declinación del síntoma y un
predominio de un goce asexuado, de raíz básicamente autista. Lo que predomina no
es el síntoma, repetimos, sino la angustia. El vacío es “...expresión de una dispersión
del sujeto, de una inconsistencia radical del mismo, de una percepción constante de
inexistencia que suscita una angustia sin nombre” (Recalcati, 2002). La clínica del
vacío es diferente de una clínica de la falta y tiene que ver con configuraciones que
ya no están centradas alrededor del deseo sino en torno a la identidad. Dice Recalcati
que el protagonista de esta clínica del vacío ya no es el sujeto del inconsciente, sino un
sujeto en ausencia de inconsciente y pone de manifiesto la relación entre esta clínica
y la pulsión de muerte cuando, en el capítulo llamado “Los casos graves” señala que
estos no constituyen un tipo clínico particular sino que son casos que ponen en jaque
el tratamiento psicoanalítico. “El caso grave se presenta ante todo como empuje ha-
cia la muerte” (Recalcati, 2002) como un progresivo apagamiento de la pulsión de
vida. También afirma sobre la clínica del vacío que es una clínica del anti amor, “...
es una clínica de la ausencia de transferencia en sentido radical” (Recalcati, 2002).
Psicopatología
El centro de la clínica del vacío tiene que ver con las problemáticas narcisistas.
Se incluyen en ella la anorexia, la bulimia, la toxicomanía, los ataques de pánico, la
depresión, el alcoholismo.
En el caso de las depresiones, dice Recalcati, lo que se vacía es el mundo, en tanto que
en las melancolías, de raíz psicótica, como decía Freud, lo que se vacía es el yo. Por
lo tanto, señala este autor, el agujero, en la melancolía, ya no está en lo real, sino que
se revela directamente en la inscripción del sujeto en el campo simbólico del Otro. El
vacío del que se habla en estas estructuras remite a una pérdida absoluta, no simboli-
zable, no contingente. Lo que se vacía el ser del sujeto. “...la muerte es imposible para
él porque la muerte es accesible solo a los vivos, no a los muertos, no al que ya está
muerto, no a quien permanece pegado desde siempre a la muerte” (Recalcati, 2002).
c) Deriva pulsional
En estos casos la pulsión se presenta sin diques, desenfrenada. Hay un desgobierno
pulsional grave.
d) Simbiosis mortífera
El sujeto aparece avasallado por el Otro. La presencia o ausencia del otro es terrible.
El fundamento de esto se encuentra en una identificación no edípica,”…no constitui-
da bajo la enseñanza del otro paterno, sino desarrollada como pegado, adhesividad,
viscosidad entre el sujeto y su Otro materno.”Para el sujeto es imposible tanto la pre-
sencia del Otro como su ausencia.
e) Caso residuo
Se trata de un desafío trágico al Otro del saber. La anoréxica, por ejemplo, busca cons-
tituirse en el caso imposible de tratar. Arroja al Otro a la impotencia.
Abordaje terapéutico
Las notas de Recalcati sobre formas de tratamiento están centradas en los casos de
anorexia–bulimia, aunque podrían abarcar también los otros cuadros de la clínica del
vacío.
Recalcati dice que en la época actual hay una gran declinación de la teoría y una es-
pecie de bulimia de la práctica psicoterapéutica. La psicoterapia tiene una orientación
cognitiva–conductista y cobra mucha importancia el tratamiento farmacológico. “La
intervención terapéutica apunta por lo tanto a la extirpación y a la corrección pro-
gresiva de la perturbación alimenticia. La cuestión del sujeto queda en la oscuridad”
(Recalcati, 1997).
Se pregunta Recalcati: “¿Cómo podemos transformar esa inercia profunda del goce
en la dialéctica de la demanda y del deseo?” (Recalcati, 1997).
Cambio clínico
En estos casos será necesario que se produzca una rectificación subjetiva para deter-
minar que el paciente ha entrado en análisis.
Para dar inicio al cambio clínico es indispensable la rectificación subjetiva, que podrá
conmover las certezas del sujeto y que promoverá el advenimiento de la verdad. “La
certeza no es entonces la verdad. Es más bien la falsa evidencia de una conciencia
que aún no ha encontrado su propia división” (Recalcati, 1997). Solo de esta forma
será posible hacer emerger la división subjetiva que rompa con la inclinación del dis-
curso anoréxico a la holofrase. Juntamente con esto, para que se produzca un cambio
clínico, será necesario traducir el sufrimiento en términos de goce. “Solo así, intro-
duciendo una des–identidad entre yo y síntoma, se puede tratar de hacer operativa la
división del sujeto” (Recalcati, 1997). No hay que olvidar que la posición anoréxico
bulímica del paciente, expresión del alma bella, se opone a la interpretación, por-
que no tiene enigmas, está llena de evidencias. Para producir resultados eficaces, el
terapeuta no deberá “llenar” al paciente con interpretaciones. Se debe promover la
escucha en lugar de la interpretación .En ese sentido refiere la importancia que tuvo
para una paciente anoréxica, en medio de una crisis de llanto por haber sido abando-
nada por un muchacho que le había dicho que la quería, el que el analista le hubiera
alcanzado su propio pañuelo. “El analista ofreció a esta joven adolescente un trozo
de sí mismo. Se privó de una cosa personal. No le ofreció un objeto de mercado, sino
un objeto particular” (Recalcati, 1997). Un objeto, dice Recalcati, que puede instituir
una relación nueva. Cuando la paciente, algunas sesiones después, le devolvió el pa-
ñuelo, lavado y planchado, ya no lloraba.
Algunas conclusiones
El rango psicopatológico de los pacientes que padecen este tipo de estados es ubicado
por todos los analistas de esta muestra dentro de una categoría que llaman de diversas
maneras: pacientes borderline, casos límite, pacientes fronterizos, patologías tóxicas
y traumáticas, casos graves, patologías narcisistas.
En este tipo de casos se puede utilizar el tratamiento psicoanalítico, con algunas mo-
dificaciones técnicas, pero manteniendo el trabajo sobre la transferencia y el uso de la
interpretación, aunque las maneras de implementar tanto una como la otra requieren
que mucha fineza analítica, condiciones técnicas y una disposición particular por parte
del analista, que tiene que estar absolutamente dispuesto a crear, en cada momento, las
condiciones válidas para que el tratamiento se pueda desarrollar. En muy necesario el
estado de alerta frente la tendencia de estos pacientes al acting out y el pasaje al acto
y también frente a la tendencia a la desvitalización y la inercia.
El cambio clínico es expresado de diferentes maneras por estos terapeutas, pero po-
dríamos decir que en general concuerdan en que tiene que ver con despertarse, salir
del sopor, integrarse ,sentir que sus vidas tienen un sentido ,dejar de llenarse con co-
mida o sustancias tóxicas ,dejar de rechazar absolutamente lo que viene de la realidad,
sentirse reales.
Bibliografía
Green, A. (1972 a 1986). De locuras privadas. Buenos Aires: Amorrortu Editores,
1990.
Marty P. (1990). La psicosomática del adulto. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1992.